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El Lugar de La Personalidad en La Historia de La Psicologia
El Lugar de La Personalidad en La Historia de La Psicologia
FICHA DE CATEDRA
El estudio de la conciencia
El estudio de la conducta
Durante las primeras décadas del siglo xx, en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, el
psicólogo estadounidense John B. Watson inició una revolución contra los trabajos de Wilhelm
UdeMM – Lic. Malena Cecati – Lic. Sebastian Ferron Pág. 1
Wundt. Su movimiento, llamado conductismo, se opuso al énfasis de Wundt en la experiencia
consciente. Más dedicado que éste al enfoque de la ciencia natural, sostuvo que la psicología
no sería una verdadera ciencia si no se concentraba sólo en los aspectos tangibles de la
naturaleza humana: lo que podía verse, oírse, registrarse y medirse. Sólo la conducta observable
–no la conciencia– podría ser un tema legítimo de la psicología. La conciencia, decía Watson,
no puede verse ni ser objeto de experimentación. Por tanto, al igual que el concepto filosófico
del alma no tiene sentido para la ciencia. Los psicólogos deben ocuparse exclusivamente de lo
que pueden ver, manipular y medir; en otras palabras, de los estímulos externos y de la respuesta
del sujeto ante ellos. Según Watson, no puede verse nada de cuanto sucede en el interior de
una persona después de presentarle un estímulo y antes de que emita la respuesta. Y como sólo
es posible hacer suposiciones al respecto, carece de interés y de valor para la ciencia. El
conductismo nos ofrece una imagen mecanicista del ser humano como máquina bien ordenada
que responde automáticamente a los estímulos externos. Se ha dicho que los conductistas ven
a la gente como una especie de distribuidor automático: se le introducen estímulos y emite
respuestas apropiadas aprendidas de la experiencia pasada. En esta perspectiva, la
personalidad no es más que la mera acumulación de respuestas adquiridas o un sistema de
hábitos, definición que B. F. Skinner formularía más tarde. Así pues, los conductistas redujeron
la personalidad a lo que puede verse y observarse de un modo objetivo, sin dejar cabida a la
conciencia ni a las fuerzas inconscientes. Sin embargo, los teóricos más recientes del
aprendizaje social, cuyas explicaciones provienen de la versión de Watson y Skinner, han
devuelto a la personalidad un poco de conciencia. Si Watson y los primeros psicólogos
conductistas rechazaron todas las ideas, sentimientos y complejidades que se nos ocurren al
emplear el término personalidad, ¿dónde estaban éstos?, ¿qué sucedió con la conciencia que
experimentamos siempre que estamos despiertos?, ¿dónde se hallan esas fuerzas
inconscientes que a veces parecen impulsarnos a obrar en formas que escapan a nuestro
control?
Pues bien, esos aspectos de la naturaleza humana fueron abordados por una tercera línea de
investigación, la cual surgió independientemente de Wundt y Watson. Los investigó Sigmund
Freud a partir de la década de 1890. Freud, un médico vienés, dio el nombre de psicoanálisis a
su sistema Psicoanálisis y psicología no son sinónimos, o sea, términos equivalentes. Freud no
era psicólogo, sino un médico que ejercía la práctica privada trabajando con personas afectadas
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por problemas emocionales. Aunque había recibido una formación científica, no utilizó el método
experimental. Por el contrario, formuló su teoría de la personalidad basándose en la observación
clínica de los pacientes. A través de una larga serie de sesiones psicoanalíticas, planteó una
original interpretación de lo que le decían sobre sus sentimientos y experiencias, ya fueran
reales, ya fueran imaginadas. Su método era, pues, muy distinto a la rigurosa investigación de
los elementos de la experiencia consciente y de la conducta en un laboratorio. Inspirado en el
psicoanálisis, un grupo de teóricos de la personalidad crearon una visión original de la naturaleza
humana fuera de la tendencia vigente en la psicología experimental. Estos neo psicoanalistas se
centraron en la persona íntegra tal como funciona en el mundo real, no en los elementos de la
conducta ni en las unidades de estímulo-respuesta que se estudiaban en el laboratorio.
Aceptaban la existencia de fuerzas conscientes e inconscientes, mientras que los conductistas
admitían tan sólo lo que podían ver. Por tanto, el trabajo de los primeros teóricos de la
personalidad era más bien especulativo: se basaba más en las inferencias realizadas al observar
la conducta de sus pacientes que en el análisis cuantitativo de los datos de laboratorio.