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UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


DEPARTAMENTO DE POLITICA Y GOBIERNO
MAGISTER EN ESTUDIOS SOCIALES Y POLITICOS
LATINOAMERICANOS

Titulo: La construcción de nuevos sujetos políticos rurales frente a la


crisis del modelo neoliberal-extractivista y de la democracia
representativa: el caso de los Movimientos territoriales de Defensa del
Agua en Chile.

Tesis para optar al grado de Magister en Estudios Sociales y Políticos


Latinoamericanos

(Esta tesis fue realizada en el marco del Proyecto Fondecyt regular 1180887:
“Intereses y controversias en torno al agua. Los grupos de interés y la
reforma al Código de Aguas”).

Autora: Rita Bórquez R.

Profesor Guía: Octavio Avendaño

Santiago de Chile
Marzo 2021
INDICE
I. RESUMEN 4

II. INTRODUCCIÓN: LA PROBLEMÁTICA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


RURALES FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN DEL AGUA Y LA EXPANSIÓN
EXTRACTIVISTA EN CHILE 5

III. ANTECEDENTES: LA CUESTIÓN DEL AGUA EN LA TRANSFORMACIÓN DE


LOS TERRITORIOS RURALES Y LAS AGENDAS DE LOS ACTORES
CAMPESINOS Y RURALES EN AMÉRICA LATINA 9
1. LA TRANSFORMACIÓN DEMOCRÁTICA, LA “CUESTIÓN AGRARIA” Y LAS RESPUESTAS
CAMPESINAS EN AMÉRICA LATINA 9
2. LA NEOLIBERALIZACIÓN DEL AGRO Y SU IMPACTO EN LAS SOCIEDADES RURALES 13
3. NEOEXTRACTIVISMOS Y PROFUNDIZACIÓN NEOLIBERAL 17
4. NUEVAS RESPUESTAS DESDE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES RURALES LATINOAMERICANOS
ANTE LA AGUDIZACIÓN NEOLIBERAL 21
5. LAS LUCHAS POR EL AGUA 23

IV. MARCO TEÓRICO 25


1. RECONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA POST DICTADURA E IMPACTOS EN LA SOCIEDAD CIVIL
RURAL 25
2. LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS COMO ACTORES DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIO-
POLÍTICA 30
3. NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES RURALES 33
4. EL AGUA EN LA CONSTRUCCIÓN DE NUEVOS SUJETOS POLÍTICOS RURALES Y
TERRITORIALES 39

V. DESARROLLO: EL CASO DE LOS MOVIMIENTOS TERRITORIALES SOCIO-


AMBIENTALES EN CHILE FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN DEL AGUA Y LA
PROFUNDIZACIÓN EXTRACTIVISTA 44
1. CONTEXTUALIZACIÓN: 44
1.1. CONTRARREFORMA AGRARIA Y NEO LIBERALIZACIÓN DEL CAMPO EN CHILE 44
1.2. LA IMPORTANCIA DEL AGUA EN LA CONSOLIDACIÓN DEL PROGRAMA NEOLIBERAL
CHILENO 46
1.3. LAS POLÍTICAS DE LOS GOBIERNOS POST AUTORITARIOS FRENTE A LA CUESTIÓN AGRARIA
Y LA GOBERNANZA DEL AGUA 49
1.4. TECNOCRACIA, (DES) REGULACIÓN AMBIENTAL E INTERESES EN LOS TERRITORIOS 51
2. LA EMERGENCIA DE LA “CUESTIÓN DEL AGUA” EN LA AGENDA PÚBLICA POST DICTADURA:
HITOS, ACTORES Y PROCESOS RELEVANTES 53
2.1. LA REGULACIÓN DEL AGUA Y LA ENTRAMPADA DISCUSIÓN LEGISLATIVA 55
2.2. LA REGULACIÓN DEL AGUA EN LA CONSTITUCIÓN Y LA SUPREMACÍA DE LOS “DERECHOS DE
PROPIEDAD” 59
2.3. LA ESCASEZ HÍDRICA COMO FUNDAMENTO PARA LAS REFORMAS Y EL DISCURSO
TECNOCRÁTICO 61

2
2.4. CONTINUIDAD: SOLUCIONES TÉCNICAS A PROBLEMAS POLÍTICOS Y LAS “FALSAS
SOLUCIONES” 65
3. LA EXPANSIÓN EXTRACTIVISTA Y LA EXPLOSIÓN DE LOS CONFLICTOS SOCIO-AMBIENTALES
(TERRITORIALES) 68
3.1. LA PROFUNDIZACIÓN EXTRACTIVISTA Y LA INDOLENCIA POLÍTICO-INSTITUCIONAL 68
3.2. LA EXPLOSIÓN TERRITORIAL Y LA CRISIS SOCIO-POLÍTICA 71
3.3. EVIDENCIAS Y EXPERIENCIAS DESDE CASOS EMBLEMÁTICOS DE CONFLICTOS SOCIO-
AMBIENTALES: HIDROELÉCTRICAS, MINERÍA Y AGROINDUSTRIA 73
3.4. LOS LIMITES DEL CAMINO POLÍTICO-INSTITUCIONAL 78
3.5. EL CAMINO AUTÓNOMO-TERRITORIAL Y EL AGUA COMO EJE ARTICULADOR 80
3.6. EL ASENSO DE LAS DEMANDAS DESDE LO LOCAL/TERRITORIAL AL ESCENARIO NACIONAL 84
4. NUEVOS RELATOS TERRITORIALES Y RURALES FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN Y
NEOLIBERALIZACIÓN 86
4.1. LA NUEVA CONCIENCIA DE LA PRIVATIZACIÓN Y MITOS NEOLIBERALES 86
4.2. EL (ANTI) EXTRACTIVISMO COMO CATEGORÍA PARA LA DEFENSA DEL AGUA Y LOS
TERRITORIOS 87
4.3. DEMANDAS Y ACTORES RURALES/CAMPESINOS EN LOS NUEVOS MOVIMIENTOS
TERRITORIALES SOCIO-AMBIENTALES 93
5. ESPACIOS Y ESTRATEGIAS DE ARTICULACIÓN E INCIDENCIA DE LOS MOVIMIENTOS
TERRITORIALES SOCIO-AMBIENTALES: FRENTE A Y FUERA DE LA INSTITUCIONALIDAD
POLÍTICA 98
5.1. CAMINOS DE ARTICULACIÓN SUPRA-TERRITORIAL, MOVILIZACIÓN E INCIDENCIA CONJUNTA 98
5.2. LAS POSTURAS FRENTE AL DEBATE LEGISLATIVO Y EL ESCENARIO POLÍTICO-INSTITUCIONAL 110
5.3. DESAFÍOS PARA LA ARTICULACIÓN E INCIDENCIA PARA UN FUTURO “POST-NEOLIBERAL” 114

VI. REFLEXIONES FINALES 119

BIBLIOGRAFÍA 124

3
I. Resumen

En Chile, un ámbito clave en la consolidación del modelo neoliberal fue la


instalación del “mercado de aguas”, a través del nuevo Código de Aguas
(1981) en el que se instala la concepción de los derechos de agua como un
bien privado, regulado por el libre mercado. Los gobiernos post dictatoriales
en Chile han sostenido y profundizado las reformas neoliberales, incluyendo
aquellas impulsadas en el agro y respecto al acceso a los recursos naturales
(o “bienes comunes”).

En el contexto de un panorama adverso a nivel del ejecutivo y legislativo


para la reforma al Código de Aguas, las movilizaciones ciudadanas y
conflictos territoriales en torno al agua se han multiplicado y hecho cada vez
más visibles en la agenda pública, dejando patente las situaciones criticas de
escasez hídrica y crisis ambiental que afecta a muchas comunidades rurales
y pueblos indígenas. Se produce una progresiva aparición de los territorios
rurales y aislados (“periféricos”) en la escena publica, como consecuencia de
la multiplicación de los conflictos socio-ambientales derivados de la
penetración extractiva. Esta re-aparición de lo “rural/territorial” en el debate
publico, no responde ni a las agendas ni a las formas orgánicas de los
movimientos campesinos/rurales tradicionales, -que fueron fuertemente
debilitados por la contra-reforma agraria y descomposición del campo-, sino
que se trata de nuevas configuraciones sociopolíticas y estratégicas, que
reivindican el territorio y los bienes comunes, asi como una democracia real y
el cambio en el modelo de desarrollo neoliberal.

Estos nuevos actores, han desarrollado procesos de visibilización y


construcción ciudadana en torno a las demandas por el agua que han
logrado posicionar el tema en el debate publico y generar apoyo social más
amplio frente a las necesidad de las reformar y/o derogar el Código de Agua
y su anclaje en la Constitución. De igual forma, la demanda por el agua como
derechos humano y bien común, aparece como un eje de articulación y
encuentro entre un amplio mosaico de colectivos y territorios, que se unen en
torno a la demanda por su desprivatización y desmercantilización.

Con base a revisión de documentación secundaria, archivos y entrevistas a


informantes claves, activistas y representantes de diversas organizaciones y
plataformas dentro de los movimientos socio-ambientales territoriales, el
análisis se enfoca en dar cuenta del contexto de avance de la profundización
neoliberal/extractivista y crisis de legitimidad política durante las ultimas
décadas en Chile, las visiones y respuestas desde los actores
socioambientales y territoriales/rurales, y finalmente los procesos de
construcción de sujetos políticos, plataformas de articulación y estrategias de
incidencia y propuestas “post-neoliberales” frente a la crisis del sistema,
enfatizando los principales hitos, actores y procesos durante el periodo.

4
II. Introducción: la problemática de los movimientos sociales rurales
frente a la privatización del agua y la expansión extractivista en Chile

Los procesos de modernización capitalista y construcción de democracias


representativas en América Latina han tenido especiales resistencias en los
sectores rurales, lo que ha derivado en una postergada y limitada
ciudadanización e inclusión de las capas rurales en la participación
democrática y en la ciudadanía formal.

Ya iniciando el siglo XXI, consecuencia de la profundización neoliberal, las


estructuras agrarias y sociedades rurales han sufrido importantes
transformaciones, que han derivado en su complejización y mayor
precarización en términos de condiciones de vida, llevando a poner en
peligro la persistencia del modo de vida rural-campesino e indígena. Estas
transformaciones en el Estado y economías latinoamericanas han incidido en
transformaciones de la “sociedad civil rural” y han abierto y/o restringido la
inserción de campesinos, trabajadores rurales e indígenas como sujetos
políticos en el marco de procesos de democratización política y globalización
económica.

En Chile, un ámbito clave en la consolidación del modelo neoliberal fue la


instalación del “mercado de aguas”, a través del nuevo Código de Aguas
(1981) en el que se instala la concepción de los derechos de agua como un
bien privado, con un valor económico – contraria a la concepción del Código
de 1967 que definía este recurso como “bien nacional de uso público”-. Para
Budds (2013) el agua tiene un rol central en la consolidación del diseño,
implementación y resultados del programa neoliberal chileno implementado
por el régimen militar entre el ’73 y el ’90, y profundizado en los gobiernos
democráticos posteriores. La concepción del agua como derecho privado con
mínimas regulaciones estatales no solo cambia las relaciones sociales en
torno al agua, sino que cumplió la función de consolidar el programa
neoliberal y los intereses del régimen militar, los tecnócratas del gobierno y
los empresarios.

Los gobiernos post dictatoriales en Chile han sostenido y profundizado las


reformas neoliberales, incluyendo aquellas impulsadas en el agro y respecto
al acceso a los recursos naturales (o “bienes comunes”). En este contexto, la
discusión sobre el Código de Aguas ha sido puesta en el debate publico a
partir de la movilización de actores ciudadanos y la presión de ciertos
sectores políticos, aunque sin mayores resultados desde la primera reforma
del 2005, impulsada por Bachelet, hasta el debate actual. Frente a estos
intentos de reformas, los gremios agroindustriales y empresariales han
desarrollado diversas campañas comunicacionales para deslegitimar y frenar
el cambio del Código de Aguas, bajo argumentos como la “expropiación de
sus derechos” y “amenaza a la productividad del país”.

En el contexto de un panorama adverso a nivel del ejecutivo y legislativo

5
para la reforma al Código de Aguas, las movilizaciones ciudadanas y
conflictos territoriales en torno al agua se han multiplicado y hecho cada vez
más visibles en la agenda pública, dejando patente las situaciones criticas de
escasez hídrica y crisis ambiental que afecta a muchas comunidades rurales
y pueblos indígenas. No obstante, el sistema político y el discurso
tecnocrático no han logrado ser efectivos para responder a esta explosión de
demandas de territorios que sufren el despojo de sus bases materiales de
subsistencia, incluida el agua, como elemento vital y derechos humano.

A partir de mediados de los ’90, con la radicalización del modelo de


crecimiento neoliberal, se produce en América Latina – y Chile- un
resurgimiento de la conflictividad social, vinculada especialmente a la
defensa de los recursos naturales y en contra de la devastación del medio
ambiente y hábitat de pueblos y comunidades rurales, frente a la apropiación
privada de los beneficios y concentración de las riquezas derivadas de esta
explotación. Diversos conflictos y resistencia en este ámbito han surgido,
proponiendo alternativas y “horizontes emancipatorios” (Seoane, 2006).

Estos cambios pueden ser vistos como un resurgimiento de las luchas


campesinas/rurales y la emergencia de nuevos enfoques y temas
innovadores para abordar la cuestión agraria, entre ellos: campañas por los
derechos indígenas, justicia ambiental, soberanía alimentaria, agroecología y
propuestas de alternativos sistemas agrícolas para el mundo. La cuestión de
la “tierra” pasa a ser re-significada desde las demandas por el “territorio” y los
“bienes comunes”, entre ellos el agua, y la defensa frente al dominio de los
agro-negocios y al impacto de las industrias extractivas. En términos de
Svampa (2011), la antigua demanda por la tierra se re-configura a partir del
giro “eco-territorial” y de nuevas “ciudadanías ambientales”.

Estos nuevos movimientos rurales y territoriales se oponen al modelo


extractivista y sus consecuencias de degradación ambiental y despojo social,
y a la vez distancian de las lógicas de participación y representación de los
partidos políticos e instituciones de la democracia neoliberal, postulando
nuevas formas de construcción de sujetos políticos que – siguiendo a
Bolados (2016)- apuntan a horizontes “post-neoliberales”. A diferencia de la
etapa anterior de movilización rural, con su autonomización del Estado y los
partidos políticos, los movimientos sociales rurales adquieren espacio para
visibilizar sus aspectos simbólicos e identitarios, más allá de las demandas
económicas (Gimenez 1996, citado por Bowen et all)

Por ultimo, los procesos de re-activación de la movilización social y


ciudadana en el campo, no solo deben ser vistos como una respuesta
(reactiva) a la descomposición de las bases materiales y sociales del mundo
rural a partir del neo-extractivismo, sino también inciden en estas acciones la
propagación de discursos democratizadores y de participación ciudadana
(Garriaca, 2002), y la propia historia de movilización y lucha de campesinos e
indígenas en sus territorios (Bebbington, 2007).

6
Asi, en el contexto de profundización neoliberal y crisis del sistema de
representación política, se produce una progresiva aparición de los territorios
rurales y aislados (“periféricos”) en la escena publica, como consecuencia de
la multiplicación de los conflictos socio-ambientales derivados de la
penetración extractiva. Esta re-aparición de lo “rural/territorial” en el debate
publico, no responde ni a las agendas ni a las formas orgánicas de los
movimientos campesinos/rurales tradicionales, -que fueron fuertemente
debilitados por la contra-reforma agraria y descomposición del campo-, sino
que se trata de nuevas configuraciones sociopolíticas y estratégicas, que
reivindican el territorio y los bienes comunes, asi como una democracia real y
el cambio en el modelo de desarrollo neoliberal.

Frente al debate sobre el agua como pilar fundamental del neoliberalismo en


Chile, diversos actores sociales se han movilizado y han realizado acciones
para poner el debate sobre el agua en la agenda publica, multiplicándose los
espacios de movilización resistencia ante los conflictos socio ambientales e
incidencia en diversos niveles – territorial, regional, nacional-. Algunos
movimientos relevantes en el debate publico nacional sobre la situación
crítica respecto al agua en Chile y las demandas para recuperar este bien
publico han sido: el Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y
la protección del Medio ambiente (MODATIMA), la Coordinadora por la
Defensa el Agua y la Vida y el Movimiento por el agua y los Territorios
(MAT). Quienes han desarrollado procesos de visibilización y construcción
ciudadana en torno a las demandas por el agua que han logrado posicionar
el tema en el debate publico y generar apoyo social más amplio frente a las
necesidad de las reformar y/o derogar el Código de Agua y su anclaje en la
Constitución. De igual forma, la demanda por el agua como derechos
humano y bien común, aparece como un eje de articulación y encuentro
entre un amplio mosaico de colectivos y territorios, que se unen en torno a la
demanda por su desprivatización y desmercantilización.

En este contexto, resulta relevante analizar ¿Cómo han sido los procesos de
construcción de nuevos sujetos políticos en los territorios rurales –y peri-
urbanos- afectados por la privatización del agua y la degradación de las
bases fundamentales de sus modos de vida?, ¿Cuáles han sido las acciones
de movilización, incidencia y alianzas que estos sujetos políticos rurales han
desarrollado en el marco de la discusión y presión para las reformas a la
legislación vigente en Chile? y ¿Cuáles son sus estrategias, demandas y
propuestas frente a la crisis del modelo neoliberal-extractivista y la
democracia representativa/delegativa?

Específicamente se abordarán como objetivos: 1) Caracterizar las demandas


e identidades colectivas construidas por los sujetos políticos rurales, en torno
a la defensa del agua y el territorio; 2) Caracterizar las acciones colectivas,
estrategias de movilización e incidencia de estos sujetos políticos rurales, en
torno al agua y el territorio, a partir de sus discursos y practicas; 3) Describir

7
las características de la diversidad de actores y organizaciones sociales
presentes en los movimientos territoriales socio-ambientales, sus relaciones
y alianzas y la relación con las organizaciones y demandas de los sectores
campesinos tradicionales; y 4) Analizar las estrategias, demandas y
propuestas frente a la crisis del modelo neoliberal-extractivista y la
democracia representativa/delegativa.

Para ello, en primer lugar se caracteriza en contexto de la transformación


rural y las movilizaciones de los actores campesinos y rurales a partir de la
implantación del modelo económico neoliberal y la matriz productiva neo-
extractivista, asi como el surgimiento de “nuevas respuestas” desde los
movimientos sociales rurales en torno a demandas por el territorio, los bienes
comunes y el agua. En segundo lugar, se revisan aproximaciones teóricas
acerca de las limitaciones de la construcción democrática en América Latina,
las transformaciones en la participación y movilizaciones campesinas/rurales,
hacia la construcción de nuevos sujetos políticos “post-neoliberales” y
nuevas demandas por la territorialidad, el agua y la ciudadanía ambiental.

Posteriormente se desarrolla el análisis de los antecedentes revisados,


incluyendo documentación secundaria, archivos y entrevistas a informantes
claves, activistas y representantes de diversas organizaciones y plataformas
dentro de los movimientos socio-ambientales territoriales. El análisis se
enfoca en dar cuenta del contexto de avance de la profundización
neoliberal/extractivista y crisis de legitimidad política durante las ultimas
décadas en Chile, las visiones y respuestas desde los actores
socioambientales y territoriales/rurales, y finalmente los procesos de
construcción de sujetos políticos, plataformas de articulación y estrategias de
incidencia y propuestas “post-neoliberales” frente a la crisis del sistema,
enfatizando los principales hitos, actores y procesos durante el periodo.

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III. Antecedentes: La cuestión del agua en la transformación de los
territorios rurales y las agendas de los actores campesinos y rurales en
América Latina

1. La transformación democrática, la “cuestión agraria” y las


respuestas campesinas en América Latina

Desde una mirada histórica en América Latina, los procesos de


modernización capitalista y construcción de democracias representativas han
tenido especiales resistencias en los sectores rurales, lo que ha derivado en
una postergada y limitada ciudadanización e inclusión de las capas rurales
en la participación democrática y en la ciudadanía formal. A la vez, el poder
de las oligarquías terratenientes y hacendales ha tenido una fuerte incidencia
en la construcción de los regímenes políticos y políticas de desarrollo de
América Latina, frenando por largo período transformaciones hacia la
modernización del agro y la democratización de las relaciones en el campo.

Durante el siglo XX, la acelerada integración a las economías mundiales, la


industrialización y las reformas agrarias y contrarreformas logran minar las
bases del poder de las oligarquías tradicionales, que sin embargo, son
reemplazadas por nuevas elites provenientes del sector financiero y
comercial, así como de capitales transnacionales, que continúan
desfavoreciendo y limitando la participación política y ciudadanía del
campesinado, así como acentuando sus condiciones de precariedad y
exclusión.

Durante el siglo XX, se produce la imposición ascendente del Estado


nacional y la disminución del aislamiento de las periferias, así dominios
múltiples de poder compiten por el control de los recursos económicos y
políticos. Se produce una apertura del medio social rural a nuevos
intermediarios, de clase media urbana (que incluyen también a las
organizaciones campesinas y sus dirigentes, partidos de izquierda,
organismos de iglesia), con acceso a los servicios del gobierno y en
competencia por movilizar a los campesinos. No obstante, estas alianzas en
pocos casos logran favorecer reformas estructurales en la situación del
campesinado, cuya situación de exclusión y pobreza se mantiene hasta la
segunda mitad del siglo XX. Este hecho puede ilustrarse en la postergación y
limitado alcance de las reformas agrarias en la mayoría de los países de la
región, las cuáles obedecen más a un proceso de modernización del agro,
bajo el modelo de industrialización “hacia adentro”, que a un asenso en el
reconocimiento de los intereses y derechos de las clases populares rurales
en la agenda publica.

9
Durante los ’60 se inicia un proceso que da la esperanza de una
incorporación política completa y autónoma del campesinado que sin
embargo se ve coartado en los ’70. El modelo de Estado nacional-popular
está marcado por la construcción de alianzas “tácticas” entre sectores
populares, obreros, campesinos y capitalistas. Se configura un modelo de
Estado “semi-corporativo”, donde se suprimen las luchas de clases en pro
del interés nacional y el nacionalismo político-económico (Singelman, 1976).
En este sentido, la modernización en América Latina es igual a reformismo y
no a transformación de las estructuras tradicionales, que se mantienen casi
intactas especialmente en las zonas rurales hasta entrada la segunda mitad
del siglo XX. En el sector agrario se necesita una acción “revolucionaria” que
implique una “explosión” de la participación política y movilización de estos
grupos, la cuál se produce de manera tardía y con alta influencia –y
dependencia- de actores políticos externos, incluyendo los gobiernos de
turno y partidos políticos.

Ya iniciando el siglo XXI, la profundización neoliberal y su crisis actual, las


estructuras agrarias y sociedades rurales han sufrido importantes
transformaciones, que han derivado en su complejización y mayor
precarización en términos de condiciones de vida, llevando a poner en
peligro la persistencia del modo de vida rural-campesino e indígena. Estas
transformaciones en el Estado y economías latinoamericanas han incidido en
transformaciones de la “sociedad civil rural”, y cómo estas transformaciones
han abierto y/o restringido la inserción del campesinado, trabajadores rurales
e indígenas como sujetos políticos en el marco de procesos de
democratización política y globalización económica.

Durante el siglo XX, se produce la descomposición del llamado “orden


oligárquico” caracterizado en las zonas rurales por la estructura hacendal, y
se inicia imposición ascendente del Estado nacional y la disminución del
aislamiento de las periferias. Así dominios múltiples de poder compiten por el
control de los recursos económicos y políticos. Se produce una apertura del
medio social rural a nuevos intermediarios, de clase media urbana (que
incluyen también a las organizaciones campesinas y sus dirigentes, partidos
de izquierda, organismos de iglesia), con acceso a los servicios del gobierno
y en competencia por movilizar a los campesinos. No obstante, estas
alianzas en pocos casos logran favorecer reformas estructurales en la
situación del campesinado, cuya situación de exclusión y pobreza se
mantiene hasta la segunda mitad del siglo XX. Este hecho puede ilustrarse
en la postergación y limitado alcance de las reformas agrarias en la mayoría
de los países de la región, las cuáles obedecen más a un proceso de
modernización del agro, bajo el modelo de industrialización “hacia adentro”,
que a un ascenso en el reconocimiento de los intereses y derechos de las
clases populares rurales en la agenda pública (Avendaño, 2017).

En los ’60 y ‘70s el tema clave para el debate agrario era la desigual
concentración de la tierra y el sistema de explotación “feudal” del modelo de

10
la “hacienda, con altos niveles de explotación y dependencia de la mano de
obra rural. Los movimientos campesinos, apoyados por los partidos políticos
de izquierda y de ala centro-cristiana, así como por la Iglesia Católica,
promueven la implementación de reformas agrarias de diverso grado y
alcance. Desde la Revolución Mexicana (1910), la Revolución Boliviana
(1952), la frustrada reforma de Arévalo y Arbenz en Guatemala (1953) y la
Revolución Cubana (1959), diversas son las iniciativas en la región que
impulsan la transformación de las relaciones económicas y sociales en el
agro.

Sin embargo, son los años ’60 los que dan pie a la “época de oro” de las
reformas agrarias (Chonchol, 2003) con el apoyo de la “Alianza por el
Progreso” impulsada por el gobierno de Kennedy (1961). Por medio de este
pacto, los gobiernos de América Latina se comprometían a impulsar cambios
“democratizadores” en la estructura agraria a cambio de apoyo económico
norteamericano, sin embargo, en la mayoría de los países estos se limitaron
a la promulgación de leyes de reforma agraria sin llevar adelante acciones
para su implementación efectiva.

En palabras de Chonchol (2003) en la mayoría de los países “a pesar de la


existencia de nuevas legislaciones, los esfuerzos reales de reforma agraria
fueron débiles. Se limitaron a algunas distribuciones de tierras hacia los
campesinos y sobre todo a fomentar planes de colonización” (p.210). Sin
embargo en los casos de Chile y Perú las transformaciones fueron más
profundas.

En Chile, con los gobiernos de la Democracia Cristiana y apoyo de los


partidos de izquierda en el Parlamento, durante el gobierno de Frei se inicia
un proceso de reforma agraria que se profundiza en el gobierno socialista de
Allende (entre 1965 y 1970 se logran expropiar 10 millones de hectáreas),
proceso detenido abruptamente con el golpe de Estado en el ’73 y posterior
dictadura militar. En Perú, el gobierno militar de Velasco Alvarado acelera la
reforma agraria iniciada por Belaúnde, llegando a beneficiar a más de 300 mil
familias campesinas entre 1969 y 1978, sin embargo, este proceso se
debilita posteriormente y no alcanza a beneficiar a los campesinos de la
sierra.

Por otra parte, si bien desde los ’50 se promovieron procesos de


modernización de la agricultura e incremento de la productividad agrícola, la
evolución de la estructura agraria no siguió un desarrollo lineal hacia el
capitalismo, sino más bien una “pauta bimodal” (Zamosc y Martínez, 1996), y
que estuvo marcada por la coexistencia contradictoria de un sector de
agricultura capitalista especializada crecientemente en materias primas de
exportación, y una agricultura tradicional campesina dedicada a la
producción de alimentos para el mercado interno. Este patrón fue en buena
parte incentivado por los Estados, primero bajo el alero del modelo de
sustitución de importaciones y ampliación del mercado interno (’50 y ’60s) y

11
luego en los ‘70s con el énfasis hacia la industrialización y diversificación de
exportaciones, dirigiendo algunos programas de asistencia social hacia la
agricultura campesina.

En este período, la movilización campesina se caracteriza por enfocarse en


la lucha por la tierra, junto con las demandas por la mejora de las
condiciones de vida y trabajo, y en general la disolución de las relaciones de
servidumbre que caracterizaron el sistema de la hacienda. En esta época las
dinámicas de organización y movilización campesina se concentran
territorialmente en aquellas zonas de predominio de las haciendas y -en
menor medida- zonas de nuevas colonizaciones.

Un elemento que se destaca es la influencia - y en algunos casos


dependencia -, de las organizaciones campesinas respecto de actores
externos, especialmente partidos políticos de izquierda, en menor grado
social-demócratas y sectores de la Iglesia Católica, que ayudan a organizar y
movilizar a los grupos campesinos. Son estos actores los que en buen grado
promueven las reformas en al agro, y posibilitan las leyes de reforma agraria,
apoyando también procesos de formación de liderazgos y organización
campesinas. Durante los ’60 y ‘70s se produce también la formación de
confederaciones campesinas de representación nacional en varios países
(ANUC en Colombia, la CCP en Perú, el Triunfo Campesino y Ranquil en
Chile), sin embargo se mantiene la división política del campesinado de
acuerdo a su relación clientelar los partidos políticos en pugna, lo que
dificulta su expresión política autónoma.

Según Chonchol (2003) las reformas agrarias fueron sobretodo resultado de


cambios políticos y “no necesariamente consecuencia de la presión social
campesina para acceder a la tierra, aunque en varios casos esta presión ha
sido fundamental para las acciones de reformas iniciadas” – serían estos
casos México, Bolivia, y Brasil más actualmente - ; no obstante destaca que
“las reformas agrarias han estado determinadas por movimientos políticos de
origen urbano” ya que con fines de cambios políticos (casos de Cuba
Venezuela y Nicaragua) o con el objetivo de la modernización económica y
social (Perú y Chile) (p. 212). En la misma línea, Zamosc y Martinez (1996)
afirman que el “juego político” fue una variable determinante en la aprobación
e implementación de las reformas agrarias, siendo importante la “centralidad
de la cuestión agraria en los conflictos políticos de cada país y del modo en
que las intervenciones del Estado inclinaron la balanza en una u otra
dirección” (p. 20)

Estos procesos fueron frenados y en buena parte revertidos en los mediados


de los ’70 y ’80, a partir de los programas de ajuste estructural que abren la
era neoliberal después de la crisis de la época del desarrollismo estatal y el
modelo de sustitución de importaciones. Esta era marca un retroceso general
en la redistribución de tierras y de apoyo al mundo campesino, de la mano de
regímenes represivos en varios países de la región, y de la expansión de las

12
ideas neoliberales que ponen el acento en la modernización capitalista,
fortaleciendo el mercado en detrimento del Estado y la apertura a los
mercados internacionales. Se produce una re-concentración de la tierra, los
recursos naturales y el capital agrario en general.

Las políticas de reforma agraria y apoyo al sector rural son olvidadas en la


mayoría de los países, sólo en los casos de Nicaragua con la Revolución
Sandinista (1979) y Brasil con la nueva Republica (1985) se registran nuevas
políticas en este ámbito durante los ’80. En el caso de Guatemala y Chile,
luego de las contra reformas de Castillo Armas (1954) y Pinochet (1973) los
antiguos latifundistas recuperaron buena parte de las tierras expropiadas,
constituyéndose una nueva burguesía agraria en detrimento de los
campesinos (Chonchol, 2003)

2. La neoliberalización del agro y su impacto en las sociedades rurales

Los años posteriores a las reformas agrarias en América Latina fueron


seguidos por grandes transformaciones en la economía y la sociedad dada la
introducción del modelo neoliberal y la globalización. Se produce un
creciente control de las economías agrarias por parte del capital corporativo
nacional y transnacional, organizando la sociedad según los imperativos del
mercado que llevan a procesos de concentración, desplazamiento y
debilitamiento de los campesinos y la fuerza de trabajo rural.

La liberalización de las políticas de tierra, trabajo y mercado de capital, así


como la apertura económica hacia los mercados mundiales, incluyendo
tratados de libre comercio, llevo a un boom del modelo de exportación de
commodities o bienes primarios. La producción rural se vuelca hacia nuevos
cultivos rentables de agro-exportación tales como la soya, frutas y hortalizas
(reemplazando en parte los monocultivos tradicionales de trigo y maíz). Estos
cambios son impulsados por capitales inversores foráneos y transnacionales,
lo que lleva a un nuevo proceso de concentración de la tierra, que ha sido
catalogado como “land grabbing” en tanto es asociada a la “extranjerización”
de la tierra y la agricultura. En algunos casos como Chile, Ecuador y Perú
(Kay, 2015) los niveles de concentración han alcanzado los niveles previos a
la reforma agraria.

Solo en algunos casos los antiguos hacendados llevaron adelante la


transformación productiva para vincularse a los nuevos mercados de agro-
exportación, sin embargo, en la mayoría de los casos este cambio fue
impulsado por empresarios extranjeros ligados a la minería, el comercio, la
industria y/o el sector financiero. Adicionalmente al estímulo a la agro-
exportación, la apertura de las economías produce un incremento en la
importación de alimentos, reduciendo la producción para el abastecimiento
del mercado interno, en especial los cultivos tradicionales.

13
El dualismo de la estructura agraria será acentuado en los ’70 y ’80 con la
introducción del patrón neoliberal, aunque con una tendencia general hacia el
descenso de la importancia relativa de la agricultura campesina frente a la
capitalista. Por medio del acceso a préstamos masivos de la banca
internacional el grueso del apoyo estatal se dirige a la gran agricultura
empresarial. Solo se invierten pocos recursos en los campesinos de forma
diferenciada hacia aquellos más viables para el mercado.

En conjunto con el freno y retroceso de los procesos de redistribución de


tierra y la liberalización del mercado, se ha producido una diferenciación
dentro del sector campesino favoreciendo “la consolidación de algunos
sectores campesinos que van logrando prosperar como pequeños
productores mercantiles, y minar la base reproductiva de sectores mucho
más amplios que enfrentan la perspectiva de una creciente minifundización,
semiproletarización y eventual descampesinización” (Zamosc y Martinez,
1996) A pesar de esta disminución de la agricultura campesina, el apoyo
estatal hacia este sector y la consecuente diferenciación interna, hay una
“tenaz persistencia del campesinado, dentro de procesos parecidos de
expansión de la frontera agrícola, incorporación al mercado, especialización
productiva y asimilación de nuevas tecnologías” (p. 17)

Siguiendo a Zamosc y Martinez, dentro de la estructura agraria se benefician


los sectores empresariales que pasan a una fase intensiva de renovación
tecnológica y reorganización económica, en desmedro de los campesinos
que pierden los apoyos que antes recibían del Estado y que ante la
desregulación quedan expuestos a la diferenciación y pauperización,
caracterizando las políticas neoliberales como un “ataque al campesinado” y
un “modelo unimodal perverso” (p.18) que lleva a la pobreza e inequidad.

Paradójicamente el proceso de reformas agrarias previo a los ’80, facilitó la


re-concentración de la tierra y del capital del agro necesario para el viraje del
modelo de desarrollo neoliberal, dinamizando un “mercado de tierras” y
recursos naturales hasta entonces inexistente. Las llamadas “reformas vía
mercado” han sido promovidas por organismos como el Banco Mundial a
través de fondos y créditos para la compra de tierras o la regularización de
títulos de propiedad (Chonchol, 2003) sin embargo, dada la alta competencia
por estos recursos en el mercado de tierras, la mayor parte de los
campesinos más pobres e indígenas no pueden acceder a esta vía, la cual
beneficia mayormente a especuladores y compañías inversoras (p. 215)

Ya en los ’80 con las políticas de ajuste estructural neoliberales impulsadas


desde los Estados de la región con diverso grado de intensidad (siendo
Chile, México y Costa Rica los más radicales), las políticas hacia la
agricultura se concentran en estimular las exportaciones, la importación de
alimentos e insumos agrícolas y la eliminación de subsidios y programas de
asistencia para los sectores más pobres entre los agricultores. Se benefician
los sectores empresariales quienes pasan de una fase de “acumulación

14
extensiva” (o acumulación originaria) hacia una fase intensiva de renovación
tecnológica y reorganización económica, reforzándose la formación de
“complejos agroindustriales”, la integración del capital agrario con
conglomerados industriales y financieros y la entrada de empresas
transnacionales.

Grandes conglomerados empresariales y de capital comienzan a tomar


control de las actividades agrícolas más rentables, impulsando la expansión
de grandes zonas de monocultivos como la soya (ha crecido 40 veces en
superficie cultivada desde los ’70), la caña azucarera o la palma aceitera.
Todo aquello tiene consecuencias en la expulsión desplazamiento de
poblaciones indígenas y campesinos tradicionales de sus áreas zonas de
origen, por medio de presiones comerciales y uso de la fuerza, situaciones
que han activado movimientos de demanda y reivindicación de derechos por
parte de estos grupos apoyados por ONGs, redes y organismos
internacionales.

Estos cambios son seguidos por un re surgimiento de las luchas campesinas


y la emergencia de nuevos enfoques y temas innovadores para abordar la
cuestión agraria, entre ellos: campañas por los derechos indígenas, justicia
ambiental, “soberanía alimentaria”, agroecología y propuestas de alternativos
sistemas agrícolas para el mundo. Mientras hace medio siglo atrás la
cuestión agraria estaba centrada en la concentración de la tierra, hoy en día
los problemas claves para el agro son la alta concentración del capital y el
dominio de los agro-negocios (Kay, 2015)

Otra característica de este modelo de capitalismo corporativo son los


inversores “trans-latinos”: empresarios de países latinoamericanos que
expanden sus inversiones a países vecinos o fronterizos (como es el caso de
la inversión brasileña en Paraguay o Bolivia). Por otra parte los capitales
argentinos han sido exitosos en impulsar el “pool de siembra” como modelo
de gestión de la producción agrícola, que consiste en la utilización de
métodos de agricultura altamente intensiva: insumos agrícolas, semillas
transgénicas, agroquímicos y técnicas de “labranza cero” (siembra sin uso de
arado), con alta inversión en tecnología que reduce significativamente el
requerimiento de mano de obra y que permite manejar grandes volúmenes
de producción dispersos en miles de hectáreas de tierras, parcialmente
propias y en renta, en diversas áreas del país y otros cercanos, reduciendo el
riesgo y costos de producción. Así, no solo se favorece la concentración de
la tierra sino la concentración del capital en general en desfavor del valor del
trabajo rural.

Un ámbito de especial impacto de estos cambios ha sido el del trabajo, que


ha sufrido grandes transformaciones a partir de la introducción intensiva de
los patrones del mercado neoliberal en las relaciones laborales. Las
modificaciones al sistema de producción en conjunto con la disminución del
rol estatal como agente regulador, ha dejado a los pequeños agricultores al

15
margen de los beneficios del nuevo modelo de liberalización de mercado,
dada la precariedad de sus recursos (tierras, créditos, maquinaria) para
competir en este esquema y acceder a los nuevos mercados. Por otra parte,
el sector privado no reemplazó la inversión pública en áreas críticas de
desarrollo rural (caminos, infraestructura, servicios, etc…) sino que se
acentúa el modelo de despojo de los territorios y concentración de beneficios
en el sector capitalista, marginando a la agricultura familiar campesina y
empujándolos hacia la proletarización.

Se ha producido una importante emigración de la población rural durante las


últimas décadas, lo que ha llevado a su significativa reducción, sin embargo,
la pequeña agricultura familiar ha sobrevivido transformando sus
mecanismos de subsistencia. Ello incluye la combinación de labores e
ingresos agrícolas con empleos no-agrícolas o fuera del predio familiar, que
permiten complementar los ingresos familiares. La proporción de mano de
obra asalariada campesina se ha incrementado, llevando a un proceso de
franca proletarización (que en algunos casos ya se había iniciado antes de
las reforma agraria de los ’60 y 70).

La subsistencia del campesinado basa hoy sus ingresos menos en la


agricultura directa, y más en el trabajo asalariado, remesas, pensiones y
programas antipobreza del estado (Kay, 2015) Adicionalmente las
conexiones entre zonas rurales y urbanas se han incrementado, llevando a
que buena parte de los asalariados rurales vivan en zonas urbanas cercanas,
por medio de la intensificación de servicios de transporte y caminos que
facilitan el flujo. De igual forma, las condiciones del empleo rural han
cambiado, apareciendo el fenómeno del “trabajo temporal” vinculado a los
grandes cultivos frutícolas, hortícolas, viñedos y floricultura, que proveen
nuevas oportunidades de empleo, especialmente para las mujeres,
produciéndose una “feminización de la agricultura” (Deere y Leon, 2004).

A la vez se produce una precarización de las condiciones laborales dado el


carácter temporal de las labores y la flexibilidad de horarios y funciones, la
falta de contratos formales y protección social, salarios bajos y explotación
horaria y sobrecarga de trabajo, junto con la alta movilidad de los/as
trabajadores y a su dependencia de intermediarios o contratistas, que no
tienen una relación estable con las empresas agrícolas.

Se muestra en general una dificultad de los campesinos para articular sus


intereses de clase y desarrollar un proyecto autónomo, incluso en aquellos
países donde existieron avances organizativos importantes, ya que las
centrales campesinas mostraron gran susceptibilidad a la cooptación y
fragmentación. Los limites de las respuestas campesinas también están
influidos por la heterogeneidad y dispersión del campesinado, así como a los
cambios en su composición a partir de las transformaciones estructurales
que redefinen los sectores tradicionales y dan pie al surgimiento de sectores
nuevos, acentuando especialmente la dependencia de importantes capas

16
campesinas del empleo en la agricultura capitalista. La heterogeneización de
la sociedad rural se acelera, las demandas económicas y sociales se
complejizan y las luchas se diversifican, surgiendo nuevos actores como las
organizaciones de mujeres rurales, organizaciones indígenas y movimientos
ecológicos y territoriales.

3. Neoextractivismos y profundización neoliberal

Entre los ´80 y 2000 los países de la región pasan por una etapa de
consolidación de la economía de mercado del y de las democracias,
recuperadas luego de las transiciones en el caso de los regímenes
autoritarios de Chile, Uruguay y Argentina y de los procesos revolucionarios
iniciados con el ejemplo cubano. A la par de la economía neoliberal, se
estabilizan los regímenes democráticos, sin embargo los dilemas del sistema
político y el déficit de democratización se mantienen. En términos
económicos, luego de la “década perdida” ’80-’90, donde las economías
latinoamericanas se estancaron, y de las grandes desigualdades sociales
provocadas por las políticas de ajuste estructural neoliberales se produce un
debilitamiento de los regímenes democráticos en tanto no han sido fértiles en
dar respuesta a los problemas derivados de la inserción de nuestras
economías y sociedades a la globalización.

En términos generales, la tendencia electoral en la región durante la última


década del siglo XX y primera del XXI, fue entregar la representación a
proyectos socialdemócratas. Con características notoriamente distintas a las
de la izquierda clásica, los objetivos de estos nuevos grupos que se ubicaron
al centro y a la izquierda del espectro político, apuntaron a una renovación y
con ello adquirieron la denominación de ‘progresistas’. Distanciándose de los
compromisos históricos de la izquierda de superar la dependencia; pero
también reconociendo que la estructura neoliberal instalada había dejado un
impacto socialmente nocivo, apostaron por mantener la línea
macroeconómica con sello neoliberal, pero buscaron generar las instancias
que permitieran la reducción de la pobreza y mayor equidad (Garretón,
2012). Lo anterior sirvió para volver a darle un rol activo al Estado, pero
ahora como un ente regulador, articulador, fiscalizador y amortiguador (Vilas,
2005). Ya no había ninguna intención de reconstruir esa figura del Estado
dotado de gran poder y a la vez estrechamente vinculado y comprometido
con la sociedad que alguna vez tuvo, ni menos una intención de remover la
estructura del capitalismo neoliberal. La estructura y las funciones del
Estado, entonces, fueron reajustadas y se abrió el paso para que grandes
grupos de interés, vinculados al mercado, comenzaran a mediar en asuntos
que antes eran exclusivamente del área pública (Filgueira, 2014; Garretón,
2012).

17
En América Latina, las políticas de desarrollo han continuado la línea de un
“neo-desarrollismo” o “neo-extractivismo” basado en la sobre explotación de
las materias primas de exportación (minería, pesca, agro-forestales), las que
no han sido transformadas en los gobiernos post ’90, incluyendo aquellos
incluidos en el llamado “giro a la izquierda” (o “pink-tide”) (Kay, 2015). El
cambio en la gestión de estos gobiernos ha tenido más que ver con una
mayor presencia del Estado en el control de los recursos y un incremento de
los programas sociales dirigidos a la reducción de la pobreza, salud y
educación.

Si bien el desenvolvimiento de los proyectos progresistas varió considerando


las herencias institucionales y sociales de cada país, en lo que todos
coincidieron fue en no tener mayor intención de diversificar las bases
existentes de las estrategias de desarrollo. Por lo tanto, los pilares de sus
economías se mantuvieron. En ese sentido, las prácticas extractivistas con
fines exportadores siguieron siendo el elemento principal para la versión
contemporánea de desarrollo de América Latina.

A decir de Gudynas (2009) a pesar de las criticas y teorizaciones “el


extractivismo goza de buena salud” manteniendo sus bases en la explotación
de materias primas como la minería, energía y bosques, y ampliándose a
nuevos rubros como los monocultivos agrícolas. Los neo-extractivismos
además han sido promovidos por gobiernos denominados progresistas, que
a pesar de sus postulados nacionalistas y muchas veces anti-imperialistas
mantienen “un estilo de desarrollo basado en la apropiación de la naturaleza,
que alimenta un entramado productivo escasamente diversificado y muy
dependiente de la inserción internacional como proveedores de materias
primas, y que si bien el Estado juega un rol más activo, y logra una mayor
legitimación por medio de la redistribución de algunos de los excedentes
generados por este extractivismo, de todos modos se repiten los impactos
sociales y ambientales negativos” (p. 188)

Siguiendo a Gudynas (2011) los gobiernos progresistas incluso habrían


buscado intensificar y ampliar el extractivismo bajo la excusa de utilizar los
excedentes distribuyéndolos a la población en forma de programas sociales
orientados a los sectores más pobres de la población. Con datos duros, el
mismo autor destaca cómo los aportes de las exportaciones del sector de la
minería en los países del MERCOSUR (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Paraguay y Uruguay) subieron de 20.000 millones de dólares en el 2004 a
58.000 millones en el año 2008. También, por ejemplo, revela el alza que
hubo entre 2003 y 2006 a más de un 800% del número acumulado de
proyectos mineros en Argentina durante la administración de Nestor Kirchner
(Idem.). Los monocultivos o denominados de otra manera como “desiertos
verdes” han sido otro caso de rápido crecimiento que se produce
acompañado de la deforestación y desplazamiento de comunidades rurales e
indígenas. Los que más velozmente han crecido han sido aquellos
destinados para la producción de madera, aceite de palma y caucho, que

18
además cuentan con una distinción extra que es que se promocionan
fuertemente como fuentes de energía alternativa y/o sumideros de carbono.

En los últimos años del presente siglo, el progresismo se ha debilitado y un


número considerable de países de la región han dado un vuelco en términos
electorales y han sido gobiernos de ultraderecha, derecha o centro-derecha
los que se han sobrepuesto, llegando a instalar y representar una versión
conservadora del modelo neoliberal. En este sentido, mantienen fijo el rumbo
del extractivismo, e incluso buscan imponer estrategias de explotación más
agresivas, lo que también implica limitar e incluso desconocer las instancias
de diálogo y la incidencia ciudadana ocupando como herramienta, dilaciones
a los conflictos, criminalización y represión policial (Gudynas, 2018).

A la vez, sigue vigente el caso de Bolivia, cuya administración, desde el año


2006 hasta la fecha, ha permanecido en el poder gracias a un masivo apoyo
y participación de los campesinos e indígenas. En sus discursos ha llevado al
centro del debate político sus imágenes y símbolos que históricamente
habían estado relegados a la periferia, tales la pachamama y el buen vivir,
conceptos que cargan con valores que “impugnan al neoliberalismo, la
colonia y la hegemonía cultural de occidente” (Olivera, 2019: 107) (Castro et.
Al. 2015). Efectivamente el Estado ha asegurado un control importante sobre
los recursos naturales no renovables y ha aumentado la tributación. Del 18%
de participación que tenía en las rentas de la industria petrolera y de gas
durante la década de los noventa, pasó a tener un 50% (Andrade, 2015). Sin
embargo, en la práctica, las apuestas políticas nacionales han persistido en
profundizar los extractivismos a pesar de los intereses de comunidades
indígenas locales, lo que evidencia las contradicciones de los intereses de
los representados por el gobierno. Un ejemplo de ello se dio en el año 2015
cuando se aprobaron tres decretos supremos que autorizaron el ingreso de
empresas petroleras a 22 áreas protegidas, a la vez que se ignoró el derecho
de los pueblos indígenas de aquellas localidades a la consulta sobre
proyectos en sus territorios, la cual está establecida en la Constitución
(Wanderley, 2017).

Si los países latinoamericanos, a pesar del tinte y de los discursos de sus


gobiernos, han seguido sustentando sus economías producto de la
indiscutible riqueza presente en sus variados territorios, observemos en otra
escala, y veamos cómo esos espacios, ricos en bienes naturales, han
constituido históricamente la principal fuente de alimentación, hábitat y
espacio en el que se perpetúan tradiciones centenarias de un número
importante de poblaciones autóctonas y campesinas. Estos sectores de la
población han sido los que se han visto directamente afectados por la
persistente intensificación del extractivismo, precisamente por la degradación
y reducción de los espacios en los que ellos conviven.

Las tensiones socio ambientales y las diferentes concepciones respecto del


manejo y fin de los bienes o recursos naturales, tienen una larga data, sin

19
embargo, el ritmo de la explotación y la escala del impacto, junto con la
ampliación de las demandas sociales y ambientales en el último tiempo, han
hecho más visibles y han agudizado los debates y conflictos (Baud et al.,
2011). Paralelamente, Castro et al. (2015) sostienen que la narrativa de
justicia social y desarrollo plural que se ha utilizado desde las instituciones,
han levantado las expectativas de las organizaciones de la sociedad civil, sin
embargo, dicha narrativa se ha materializado en acuerdos institucionales que
lejos de considerar de igual a igual y legitimar la opinión y los intereses de las
comunidades locales, en la práctica han reducido su participación al punto de
comprenderlos principalmente como beneficiarios de prestaciones
compensatorias. Lo mismo ha sucedido en torno a la protección del
medioambiente: se han intentado aplicar medidas que optimizan su
protección en un contexto en el que crece la demanda mundial de
commodities, aumentan las inversiones extranjeras y son corporaciones e
intereses privados los que terminan teniendo el control sobre gran parte de
los recursos, lo que termina intensificando la extracción de materias primas
(Idem.). En ese sentido, la gobernanza ambiental en América Latina,
entendida como “el proceso de formulación y refutación de imágenes,
diseños y ejecución de los procedimientos y practicas que configuran el
acceso, control y uso de los recursos naturales entre actores diferentes”
(Ibid. 18), es una esfera actualmente candente al estar cargada de
contradicciones entre la retórica y la práctica por una parte, y por la otra, de
expectativas por promesas incumplidas, deseos de participación en
instancias realmente participativas, legitimación de voces, incorporación de
saberes locales, y resistencias.

Cabe destacar un fenómeno que ya cumple con prácticamente una década,


sin embargo está profundamente vigente, como lo es el cambio en la
estructura de la economía mundial y el ascenso de China como una de las
principales potencias. Esto, por un lado, implica que dicho país se haya
convertido en uno de los más relevantes importadores de materias primas de
la región. Si en el año 2000 el mercado chino representaba un porcentaje
prácticamente insignificante para las exportaciones la región, para el año
2010 saltó a representar casi el 25% de las exportaciones de Chile, y poco
más del 15% de las de Brasil y Perú (Durán y Pellandra, 2013:107). Por otro
lado, con lo anterior ha contribuido al alza del precio sobre las materias
primas que solicita lo que contribuye fuertemente a la profundización de la
primarización de las economías latinoamericanas (Martinez-Alier y Walter,
2015). Finalmente, esto también implica que a la región lleguen a interactuar
nuevos actores económicos, como compañías transnacionales y
prestamistas, cambiando con ello la concentración de los recursos, y
apareciendo por consiguiente nuevas élites (Bull y Aguilar-Støen, 2015) con
sus propias prácticas, entendimientos e intereses, que eventualmente
podrían poner en riesgo transformar el escenario de gobernanza ambiental
que se ha venido configurando durante las últimas décadas.

20
4. Nuevas respuestas desde los movimientos sociales rurales
latinoamericanos ante la agudización neoliberal

Los campesinos e indígenas no han sido actores pasivos en los procesos de


cambios agrarios de la región. Sus luchas han estado presentes en los
diferentes momentos y transformaciones, siendo condicionadas a su vez por
las acciones e intervenciones de otros actores así como por la variación en la
correlación de fuerzas políticas a nivel nacional y las tendencias
transnacionales, que adquieren mayor incidencia a partir de los ’90. A
medida que avanza esta ultima fase de la modernización, las luchas
campesinas se diversifican, incluyendo no solo las luchas representativas de
la familia campesina tradicional – como la lucha por la tierra -, sino otras
reivindicaciones vinculadas a los derechos de comunidades indígenas y
asalariados rurales. Así, el foco en la lucha por la tierra se va ampliando
hacia una reivindicación del “territorio”, la “identidad” y los “recursos
naturales” (o bienes comunes), con la generación de propuestas alternativas
de desarrollo frente al imperio del agro negocio y la industria extractiva.

Entre los ’70 y ’80s, con el desmantelamiento de las reformas agrarias y las
políticas de apoyo a la producción agrícola y el campesinado por medio de
los gobiernos neoliberales, se pasa a una etapa de desmovilización,
abandono y desplazamiento del campesinado e indígenas como “ciudadanos
de segunda” que es general a los países de la región. Ya sea por medio de la
represión autoritaria (Brasil, Chile, Nicaragua y Paraguay), la manipulación y
escasa influencia clientelar (Colombia, Costa Rica y México) y el fuego
cruzado de la violencia política (Perú, Nicaragua y Colombia), el
campesinado aparece como una “clase social políticamente débil y sujeta a
designios de los agentes externos que se presentaban en el papel de
enemigos o de aliados” (Martinez y Zasmoc, 1996: 21).

A partir de los ’90, la heterogeneización de la sociedad rural se acelera, las


demandas económicas y sociales se complejizan y las luchas se diversifican,
surgiendo nuevos actores como las organizaciones de mujeres rurales,
organizaciones indígenas y movimientos ecológicos y territoriales. Un
elemento que se destaca es una mayor autonomía de estos nuevos
movimientos rurales -campesinos e indígenas- respecto de los actores
externos, en especial de los partidos políticos, quienes fueron actores
gravitantes en las movilizaciones del período previo a la reforma agraria y en
la dinámica de conformación de las organizaciones y demandas de estos
grupos ante las políticas de transformación del agro en los ’60 y ‘70s. Los
movimientos campesinos y rurales de los ’90 y actuales se muestran
autónomos en relación al Estado y los partidos políticos, siendo más
relevantes la influencia y apoyo de ONGs y redes internacionales, así como
organizaciones de base comunitaria a nivel territorial, incluyendo las de
sectores religiosos (Seoane, 2006).

21
Diversos movimientos campesinos e indígenas han surgido en América
Latina como respuesta al neoliberalismo y han ido avanzando en la
articulación de demandas más amplias y complejas, así como en la
generación de propuestas alternativas de desarrollo agrario. Los
movimientos indígenas zapatistas en México, los Movimientos Sin Tierra
(MST) y la CONTAG en Brasil, así como la coordinadora internacional “Vía
Campesina” a nivel global son muestra de ellos. Muchas de las demandas y
propuestas desde estos movimientos se han plasmado en propuestas
políticas y de gobierno como los casos de Bolivia y Ecuador, donde los
movimientos indígenas jugaron un rol importante en su ascenso al poder, así
como los discursos de la “plurinacionalidad”, el “Buen Vivir” y la “soberanía
alimentaria” como parte de sus programas de gobierno. No obstante esta
mayor autonomía, las acciones de estas organizaciones se mueven entre la
movilización y la negociación, dificultándose los intentos de unificación y
centralización de demandas dada su alta dispersión y heterogeneidad.

Otra línea de movilización es aquella ligada a los llamados “conflictos socio-


ambientales”, que cruzan tanto las situaciones de indígenas como de familias
campesinas y rurales frente al neo-extractivismo. La expansión de los
monocultivos como la soya y las áreas para la cría de ganado, han creado
verdaderos “desiertos verdes”, con el consecuente desplazamiento de
población rural e indígena de sus territorios. Esta expansión también ha
significado consecuencias en la salud de las poblaciones rurales aledañas a
las grandes plantaciones y los trabajadores de temporada, dado el alto uso
de pesticidas de alto riesgo. En suma, los temas ambientales se han vuelto
cada vez más relevantes en el análisis de la cuestión agraria, más aún en un
contexto donde la tierra y el agua están en constante conflicto y amenaza
ante la degradación y la escasez.

De acuerdo a Seoane (2006) a partir de mediados de los ’90, con la


radicalización del modelo de crecimiento neoliberal, se produce en América
Latina un resurgimiento de la conflictividad social, vinculada especialmente a
la defensa de los recursos naturales y en contra de la devastación del medio
ambiente y hábitat de pueblos y comunidades rurales, en conjunto con la
apropiación privada de los beneficios y concentración de las riquezas
derivadas de esta explotación. Diversos conflictos y resistencia en este
ámbito han surgido, proponiendo alternativas y “horizontes emancipatorios”.
Algunos hitos que marcan esta re-activación de la movilización social rural
son el ciclo de levantamientos zapatistas del ’94, y la movilización campesina
y especialmente indígena que conlleva a la caída del gobierno de Abdalá
Bucaram en Ecuador (’97). Según datos del Observatorio Social de América
Latina-OSAL entre el 2000 y 2005 los hechos de conflicto se duplican y se
mantienen alrededor de 2100 a 2400 conflictos anuales, con mayor
presencia en la región andina.

Estos datos manifiestan el surgimiento de un nuevo ciclo de protesta social


como respuesta a las transformaciones neoliberales (relacionado a una crisis

22
de legitimidad de este modelo), que se traducen – según el autor- en algunos
casos en “levantamientos populares” y/o en la constitución de “mayorías
electorales” criticas al neoliberalismo, que logran incidir en el ascenso de
nuevas propuestas de gobierno.

5. Las luchas por el agua

En el marco recién descrito, los conflictos por el agua como “liquido vital”
para personas y comunidades se multiplican desde fines del siglo XX e
inicios del XXI en distintas latitudes del mundo y especialmente en LAC
asociadas a los procesos de expansión de las industrias extractivas,
neoliberalización de la naturaleza y los bienes comunes, y profundización de
las inequidades e injusticias derivadas de la primacía del libre mercado por
sobre un derecho humano fundamental.

Son diversas las reivindicaciones lideradas por diversos movimientos y


organizaciones sociales, comunidades locales, grupos étnicos y
organizaciones de mujeres que en diferentes países latinoamericanos - como
Chile, Bolivia, México, Uruguay, Costa Rica y Colombia, El Salvador, entre
otros- que “continúan abanderando las luchas por el derecho al agua desde
su cotidianidad, reivindicando un derecho que parecería obvio, precisamente
por estar referido a un elemento de importancia fundamental para la vida,
pero que al revelarse como un recurso escaso ha quedado a merced de los
intereses del mercado y de empresas transnacionales, que pretenden reducir
el acceso al agua a una mercancía y a un privilegio.” (Becerra, 2006) Las
problemáticas que afectan el derecho humano y de los ecosistemas al agua
como fundamento de la vida, abarcan desde la contaminación por parte de
empresas mineras o forestales, la falta de acceso s servicios sanitarios,
problemas de salud vinculados a su baja calidad, la afectación de derechos
de comunidades indígenas y territorios ancestrales, desplazados por
hidroeléctricas, forestales o mineras, etc.

Asi, según Becerra (2006) “Las luchas por el agua están estrechamente
vinculadas con la implementación de políticas económicas, comerciales,
medioambientales, sociales y sanitarias que reducen el acceso al agua,
anteponiendo su valor como mercancía y la inserción de este recurso en la
ola de la liberalización y privatización, presente en nuestros países.” (p. 2)
Frente a ello, se produce la emergencia, proliferación y agudizamiento de los
conflictos sociales relacionados con el agua, que con frecuencia han
generado procesos de lucha por parte de las poblaciones afectadas. Las
respuestas socio-políticas han logrado ciertos avances en políticas públicas
que, “al menos nominalmente, desean garantizar el ejercicio al derecho al
agua en América Latina.” (Castro et all., 2015) como es el caso de los
gobiernos corte progresista, que dieron un claro vuelco con la incorporación
del derecho al agua en las constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009),

23
y posteriormente con el reconocimiento de este derecho por parte de las
Naciones Unidas en julio de 2010.

Sin embargo, en la práctica, según la recopilación de Yacoub, Boelens y


Duarte (2015) “la región ha experimentado que la época que debía llamarse
la «era del pos-neoliberalismo» ha significado, en realidad, una
intensificación del extractivismo, con efectos impactantes sobre el despojo de
agua en todo el continente.” La generalización de políticas que apoyan al
extractivismo han hecho crecer el descontento y muestran también la
interrelación que existe entre el despojo hídrico por las empresas de la gran
minería, los agro- negocios y la hidroelectricidad. “Además, manifiestan la
profundización del enlace local-nacional-transnacional en los procesos de
acumulación, desposesión y contaminación…intensificando el proceso de la
construcción de la escasez de agua a múltiples escalas, generalmente de
manera dramática.” (p. 17)

De acuerdo a ATALC (2018) en el 2018 en América Latina existían 80.000


organizaciones comunitarias en la gestión del agua, que servían a cerca de
70 millones de personas, es decir, alrededor del 10% de la población del
continente (16). La principal crítica que emana desde los distintos territorios,
es la debilidad sistémica de los Estados para garantizar el derecho y el
acceso al agua a las poblaciones rurales y urbanas (ATALC, 2018). Sin
embargo, la relevancia de las anteriores ha sido invisibilizada y en muchos
casos han tenido que resistir a las presiones de los procesos de privatización
y a las lógicas propias de las instituciones. Ante esto, insisten en la
importancia de un modelo comunitario, con fuertes lazos de solidaridad,
reciprocidad, respeto de los ciclos hídricos y siempre considerando el agua
como un bien común ( ATALC, 2018).

24
IV. Marco Teórico

1. Reconstrucción democrática post dictadura e impactos en la


sociedad civil rural

En América Latina, la desigualdad de la distribución de los recursos políticos y la


exclusión de amplios sectores de la población son elementos que estuvieron a la
base de la conformación de los Estados nacionales y sus sistemas políticos bajo el
modelo de democracias liberales. Una vez cerrado el período colonial y conseguida
la independencia, la nueva clase dirigente se encuentra con el problema de
consolidar un Estado nacional luego de una guerra civil y construir un orden nuevo
luego de abolida la estructura colonial. A decir de Cavarozzi (2014), este proceso
estuvo dificultado a la vez por el hecho de que la nueva clase dirigente debía
además enfrentar al desafío de “construirse a si misma” seleccionando quienes iban
a dirigir el país, bajo que criterios serían designados, cuáles serían sus orientaciones.
Según este autor desde mediados del siglo XIX se produce una integración de los
países de la región a la economía mundial – con diferentes tiempos y modalidades- a
la par de la instalación de mecanismos de “dirigismo estatal y ciudadanización
regulada”, que combinan la mantención de patrones serviles y esclavistas de la
etapa colonial con nuevas estructuras propias del capitalismo periférico y la
democracia liberal1.

Para Lechner (1996) la implantación del modelo de “democracia liberal” en


nuestros países da origen a realidades sui generis cuyo factor común es su
fragilidad y heterogeneidad. Así, la transformación política de nuestras
sociedad puede verse como la implantación de sucesivas “capas geológicas”
que a la vez son variables y están en movimiento constante, donde no se
observa un cambio radical de las estructuras previas, sino más bien procesos
simultáneos de descomposición y recomposición, y de coexistencia de
modelos viejos con tendencias nuevas que no terminan de cristalizarse en un
orden solido y duradero. Dagnino, Olvera y Panfichi (2006) postulan que la
construcción de las democracias en América Latina debe entenderse con
una “disputa” histórica por la hegemonía en la que se enfrentan actores
sociales y políticos, quienes defienden diferentes proyectos políticos, en
1
En el caso de Chile “la construcción del estado nacional chileno a partir de la década de
1830 fue paralela a la constitución de la oligarquía terrateniente del Valle Central como una
clase-en-el-Estado hegemónica” (Cavarozzi 2014, p.13). Esta característica, hace
especialmente fuerte la influencia de la oligarquía terrateniente en el proceso de
construcción del Estado nacional, la construcción del sistema democrático y su expansión
progresiva, y explica en parte las dificultades y retrasos en la inclusión de los sectores
rurales en los procesos democráticos y de ciudadanización ya que en este espacio “la
discrecionalidad de la cual dicha elite disfrutaba era prácticamente absoluta” (p. 14)

25
tanto “ideas, valores, principios y programas de acción”. Esta disputa es un
proceso complejo y que varía en sus características según los contextos de
cada país y también por los efectos de la globalización y la intervención de
actores internacionales. En la actualidad, los principales proyectos políticos
en disputa en la región serían el proyecto “neoliberal” y el “democrático-
participativo”, que “tienen como telón de fondo la herencia cultural e
institucional, mayor o menor según cada nación, del por ahora residual
proyecto autoritario” (p.9).

Siguiendo a estos autores, la comprensión de esta dinámica de “disputa por


la construcción democrática” pasa por visibilizar la incidencia de tres
elementos estructurantes: 1) la heterogeneidad de la sociedad civil y del
Estado; 2) la transversalidad de los proyectos políticos, como discursos
históricos de pugna por la hegemonía que atraviesan el accionar tanto del
Estado como de la sociedad civil; y, 3) las trayectorias sociedad civil –
sociedad política, como circulación de liderazgos, estrategias y proyectos.
Ello implica superar el modelo que separa radicalmente sociedad política y
sociedad civil y ubicar la comprensión de la democratización en el campo de
relaciones, articulación y tránsito entre ambas esferas “donde la disputa entre
distintos proyectos políticos estructura y da sentido a la lucha política”
(Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006: 13).

En esta línea, Lechner (1984) enfatiza que el “pluralismo” está a la base de la


construcción del “orden” político, que no es sólo el reconocimiento de la
existencia de sujetos diversos y su pluralidad de visiones e intereses, sino
que implica en sí misma la permanente construcción de esos sujetos
políticos. (p.4) La disputa por la democracia es parte del proceso de
construcción de sujetos históricos y ciudadanos que dan vida a las
democracias reales.

Así, en Latinoamérica la construcción de la idea de “ciudadanos” – en vez de
súbditos- fue desde su origen problemática y marcada por las dinámicas de
exclusión de amplios grupos de la población y la sobre-representación política del
poder oligárquico y las elites dominantes. La dificultad de las elites para establecer
reglas claras del juego democrático, lleva a que en nuestros países a la par del
progreso de los mecanismos de la “democracia formal”, se desarrollen mecanismos
antidemocráticos tales como el fraude, el cohecho, y la exclusión – de jure o de facto
– de vastas franjas de la población.

Siguiendo a Dahl (1999), los pilares de un régimen político democrático serían: 1)
“Semejantes oportunidades”, para elaborar preferencias, comunicarlas y sin recibir
tratos discriminatorios para proponer argumentos en el debate publico. 2)
“Derechos y libertades” civiles y políticas de base, tales como: derecho a elegir y ser
elegido (ciudadanía), derecho a asociarse para influir en el debate publico, entre
otros. Como hemos visto, desde su origen estos pilares han sido débiles en las
democracias latinoamericanas. Los procesos de democratización, que se inician en la

26
región en la década del ’30, implican la expansión de los/as sujetos y ámbitos que
forman parte del debate público, hacia otros que originalmente no eran
considerados parte del régimen político, sin embargo esta inclusión es muchas veces
más formal que sustantiva.

En palabras de Botana (en PNUD, 2004) en América Latina “los derechos no han
cobrado forma entre nosotros por acumulación sino por exclusión” en diferentes
períodos (itinerarios) se demuestra que la “presencia de unos derechos aparejo la
supresión completa o parcial de otros”, surgiendo un contrapunto entre avances en
derechos civiles y políticos versus reconocimiento de derechos sociales, en las
diferentes etapas de desarrollo democrático (no lineal). Actualmente “la expansión
de los derechos políticos debe procurar la vigencia de los derechos civiles y sociales,
hondamente afectados por un contexto de insuficiencia institucional y de
crecimiento de desigualdades.” (p. 33)

Los procesos de democratización y ampliación de la ciudadanía llevados


adelante bajo el modelo estado-céntrico, fueron frenados y en buena parte
revertidos en los ’70 y ’80, a partir de los programas de ajuste estructural y
contra-reformas, de la mano de regímenes represivos en varios países de la
región, y de la expansión de las ideas neoliberales que ponen el acento en la
modernización capitalista, fortaleciendo el mercado en detrimento del Estado
y la apertura a los mercados internacionales. De acuerdo a Jara (2013) el
quiebre de la matriz Estado-céntrica da origen a una nueva estructura social
que se origina tanto en el marco de los autoritarismos como en los procesos
de recuperación democrática, y que marca el quehacer de la sociedad civil
latinoamericana presionando la activación o des-activación ciudadana de
acuerdo a la influencia de tres factores: “(i) el trauma, el miedo y las
memorias colectivas de un pasado autoritario y de alta conflictividad social.
(ii) el paradigma de gobernabilidad puesto en práctica por los gobiernos
encargados de las reconstrucciones democráticas de la región, y finalmente
(iii) el impacto de la modernización neoliberal” (p.126)

Luego de una época de diversificación social donde la sociedad civil expande


su presencia e integración en la esfera publica, se produce un quiebre radical
con la llegada de las dictaduras, que implican la supresión total de las formas
de organización activadas, con consecuencias radicales en la
reconfiguración de sus movimientos y organizaciones sociales, así como en
el sistema de partidos políticos. La desmovilización relativa y el repliegue
hacia el ámbito privado marcan buena parte de los años ’80 e inicios de los
’90, momento en el cuál se produce una reactivación de los movimientos
sociales anti-dictatoriales que pugnan por la restauración democrática.

Durante los ’90, la reconstrucción democrática post dictaduras y la


estabilización económica post crisis de la deuda externa marcan la relación
entre Estado y sociedad civil. Estas tendencias marcan una reducción del
Estado, su desarticulación y perdida del rol de referente para la acción social.

27
Una vez restablecidas las democracias se produce un debilitamiento y
fragmentación de las luchas sociales y sus horizontes utópicos, con lo que en
general se da inicio a un periodo de desactivación ciudadana y repliegue de
las organizaciones de la sociedad civil (Jara, 2013).

En términos económicos, luego de la “década perdida” ‘80-‘90, donde las


economías latinoamericanas se estancaron, y de las grandes desigualdades
sociales provocadas por las políticas de ajuste estructural neoliberales se
produce un debilitamiento de los regímenes democráticos en tanto no han
sido fértiles en dar respuesta a los problemas derivados de la inserción de
nuestras economías y sociedades a la globalización. Siguiendo el análisis de
Cavarozzi la “matriz estado-céntrica” instalada luego del quiebre del régimen
oligárquico no ha sido reemplazada por una nueva configuración, siendo su
gran problema el régimen político donde persisten mecanismos no
democráticos –viejos y nuevos- tales como el “corporativismo societalista de
mercado de carácter informal”, un “clientelismo orientado a los pobres” y un
“cesarismo presidencial” también llamado por otros autores como neo-
populismo. (2014: 46-47)

Para Lechner (1996), estas transformaciones actuales en la política pueden


sintetizarse en tres grandes tendencias: 1) Descentración de la política, es
decir, la pérdida de su centralidad como núcleo rector del desarrollo social. 2)
Informalización de la política, en tanto las formas institucionales de la
democracia representativa pierden protagonismo y son “desbordadas”
desperfilando el sistema político. 3) Cambios en la articulación de lo publico
y lo privado, por un lado, la “opinión publica” se difumina como expresión de
la deliberación ciudadana, y es reemplazada por la “cultura de la imagen” y la
“inmediatez”, dando paso a la figura del ciudadano-consumidor; y se produce
al mismo tiempo una reconstitución de la ciudadanía desde el ámbito
privado, que se politiza tanto por su colonización – por parte de los medios
de comunicación y redes sociales - , como por su expansión hacia ámbitos
anteriormente privados (“lo personal es político”).

Carrillo Florez (2001) se refiere a la brecha en la construcción democrática de


nuestra región, que estaría marcada por un híper-desarrollo de la “democracia de
derecho” o formal, versus un déficit en la institucionalidad democrática o
democracia “efectiva”, la cuál estaría marcada por prácticas como el corporativismo
y el clientelismo. Esta debilidad de los regímenes políticos reales, se relaciona con
las dificultades de los países de la región para consolidar proyectos de desarrollo
económico sostenidos desde los Estados nacionales. Entre los déficit democráticos
que menciona el autor, destacan para nuestro análisis: i) Déficit de lo publico: estado
autoritario, caudillista, clientelista cooptado por intereses privados; ii) Déficit de
equidad: más democratización y más pobreza/desigualdad (exclusión de las
decisiones e instituciones) no pueden evolucionar juntos. Igualdad es indicador de
estabilidad política (por sobre el crecimiento). La democracia política y democracia
económica deben converger y a la vez la democracia debe ofrecer resultados en lo

28
económico y lo social para mantener su legitimidad (p. 17), y iii) Déficit de
ciudadanía: según el autor “la participación ciudadana, el fortalecimiento de la
sociedad civil o la creación de capital social – como quiera denominársele – rinden
beneficios indiscutibles a la gobernabilidad dentro de la democracia” (p. 24).
Además amplían lo público más allá de lo estatal. “Lo publico involucra a la sociedad
civil, crea espacios de participación y puede contribuir a corregir las fallas del
mercado y el Estado, así como a construir y reconstruir instituciones” (p 24)

En esta línea, se destaca el rol de mayor relevancia que adquieren los –nuevos y
viejos- actores de la sociedad civil ante los déficit de la política en América Latina,
como un factor central de respuesta a estos problemas y como caminos para una
mayor democratización. La construcción de estos “sujetos políticos” y su
empoderamiento puede promover cambios institucionales “desde abajo hacia
arriba”, guiados por principios de ciudadanía e inclusión. Para C. Grzybowski (en
PNUD, 2004) actualmente se observa un creciente desencuentro o brecha entre la
sociedad civil y la institucionalidad política-estatal, ello dado que: “Con la
democratización (…) crece en importancia la sociedad civil organizada, con nuevos
actores sociales, nuevas demandas y nuevas mediaciones. En este proceso se
produce la ampliación del espacios publico y se acentúa la desestatización de la
política.” (p.51), ello no sólo asociado a la llamada crisis de la democracia y sus
instituciones, sino por sobretodo a que los cambios en la sociedad civil son reflejo de
un proceso de “sociedades en situación de construcción de la democracia como
modo de ser y desarrollarse” (p. 53), es decir, la construcción de sujetos históricos
democráticos que puedan protagonizar su avance y transformación. En esta lógica la
manifestación del conflicto y la pluralidad de intereses desde los diversos actores en
la arena pública puede ser vista como la emergencia – y (re) emergencia- de sujetos
de derechos, que a través de sus movimientos, luchas y organizaciones enriquecen y
a la vez complejizan la construcción del orden colectivo y la consolidación de los
sistemas políticos.

Luego del período de reconstrucción o “transiciones” democráticas y el


repliegue o “latencia” de las organizaciones y movimientos sociales, se
produce, a partir de mediados de los ’90 una progresiva reactivación que
implica una reconfiguración desde los desarticulados modelos tradicionales
de acción social, hacia “la emergencia de una serie de formas de acción
colectiva correspondiente a los nuevos movimientos sociales” (Jara, 2013:
128). El rasgo distintivo de estas movilizaciones es su carácter “anti-
neoliberal”, siendo de variado alcance, incluso llegando a presionar por
reformas políticas y a disputar el poder hegemónico desde la sociedad civil2.
Así, según Jara (2013): “Como resultado de las emergencias y latencias de
la acción colectiva, se despliegan nuevas identidades y referentes identitarios

2
Destacan como hitos de estas explosiones sociales el levantamiento zapatista en México (1994) y el
Santiagueñazo en Argentina (1993), seguidos por las movilizaciones indígenas en Ecuador y Bolivia, y
la emergencia del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST) en Brasil.

29
en que las dimensiones étnicas, de género, territoriales, generacionales, de
los derechos humanos y del contenido democrático generan líneas de acción
colectiva para la sociedad civil del continente (P. 142)”

En la segunda mitad del siglo XX y de la mano del surgimiento de los nuevos


movimientos sociales anti-neoliberales, se produce una reactivación del
debate y la relevancia de la sociedad civil en la construcción democrática. El
desafío de la democratización post dictatorial – tanto en Europa del Este
como en América Latina- posiciona a la organización autónoma de la
sociedad, la reconstrucción de sus vínculos independientes del Estado
autoritario y la creación de una “esfera publica autónoma” lejos del control
partidario como una de las estrategias principales. En Latinoamérica post-
dictatorial y post-experiencias guerrilleras, la sociedad civil pasa a ser
sinónimo de modos de actuar alternativos y libertarios, empujada incluso por
las izquierdas que abandonan los proyectos revolucionarios para sumarse a
la construcción democrática. De acuerdo a Arditi (2004) el auge de los
nuevos movimientos sociales en los ochenta y noventa, levantó un gran
optimismo respecto de la sociedad civil y su rol como escenario autónomo
para la acción social (en oposición al Estado autoritario), pero a la vez esta
oposición se traduce en una lógica dicotómica sociedad civil como opuesta
(positiva) o contraria al Estado (negativo)3.

2. Los movimientos campesinos como actores de la transformación


socio-política

Para Singelmann (1976), el movimiento campesino tendría por finalidad la


ruptura con el monopolio económico y político de los terratenientes. Desde la
visión más tradicional, estos movimientos se han visto como un síntoma de
modernización política en el sentido de integración de nuevos actores (los
campesinos) al sistema. Desde una visión crítica, la “modernización” es
limitada, en tanto la estructura de dominación de clases se mantiene, y solo
se modifica o reforma en la forma pero no en el fondo el sistema de
dominación de clases. Así, la movilización del campesinado en el marco de
la modernización no ha alcanzado el carácter emancipatorio, por lo que ha
reproducido o mantenido los patrones de dominación. Durante los ’60 se
inicia un proceso que da la esperanza de una incorporación política completa
y autónoma del campesinado que sin embargo se ve coartado en los ’70.

El modelo de Estado nacional-popular está marcado por la construcción de


alianzas “tácticas” entre sectores populares, obreros, campesinos y
capitalistas. Se configura un modelo de Estado “semi-corporativo”, donde se

3
Esto lleva a una “mistificación” de la sociedad civil como “reserva moral”, lejana a la corrupción y
capaz de rescatar a la política de sus vicios. En el otro extremo, se sitúa la visión desde la política de la
“descalificación” de la sociedad civil como un ámbito “residual” o “marginal” de la política
institucional (Arditi, 2004)

30
suprimen las luchas de clases en pro del interés nacional y el nacionalismo
político-económico, las alianzas poli-clase cumplen la función de controlar y/o
mantener en equilibrio las demandas de los diferentes sectores, controlando
a la vez los movimientos populares vía cooptación, paternalismo y represión
(Singelmann, 1976).

Para A. Quijano (2000), el paso desde el Estado oligárquico al período


nacional-popular implica un paso de los movimientos campesinos en
Latinoamérica desde un período pre-político, caracterizado por demandas
coyunturales o segmentadas sin cuestionar la modificación de las estructuras
de poder en la sociedad (predominantes hasta la década de los ´30), hacia
un período de politización, donde los objetivos de las movilizaciones se
encaminan a “la modificación parcial o total de los aspectos básicos de la
estructura de poder social en la cual emergen, por la modificación de los
factores económicos, sociales y políticos fundamentales que están
implicados en la situación” (p. 173).

Esta tendencia predominante desde los ´30 en adelante da origen a tres tipos
de formas de politización de los movimientos rurales: 1. Agrarismo
reformista: que incluye las demandas por modificaciones parciales de la
situación del campesinado, tales como las relaciones de trabajo (salarios,
huelgas, sindicatos etc…) y –en una postura más radical- la modificación de
los sistemas de tenencia de la tierra. 2. Agrarismo revolucionario: que implica
una profundización de los cambios hacia las estructuras de poder y
distribución de recursos imperantes en la sub-sociedad campesina. 3.
Bandolerismo político: caracterizado por el empleo de la violencia y la lucha
armada con múltiples objetivos, tanto desde los campesinos como desde sus
adversarios.

Siguiendo a Quijano (2000), se pueden distinguir algunos patrones comunes


en la formación y desarrollo de los movimientos campesinos en las décadas
de los ’60 y ‘70: 1. La agitación y dependencia urbana, especialmente en sus
orígenes; 2. La generalización y la relativa autonomización de lo urbano, y la
emergencia de liderazgos independientes de la afiliación político-partidaria, y
3. La coordinación y la centralización de las organizaciones, que va de la
mano con la generalización del movimiento. Como resultado de este
proceso, en la década de los ’60 surgen en América Latina diversos tipos de
formas organizativas centralizadas (federaciones, ligas, consejos, comandos,
etc…), pasando de ser una masa “atomizada y dispersa” a una etapa que
Quijano llama de “cohesión organizada” donde el movimiento “es capaz de
mantener una activa red de organizaciones locales que se coordinan y se
centralizan en una estructura nacional o regionalmente jerarquizada, y hace
su ingreso a la participación diferenciada en el cuadro de conflictos sociales
latinoamericanos” (p. 176)

Respecto de la relevancia y proyecciones de estos movimientos, Quijano


interpreta la emergencia del campesinado como un sector específico de

31
intereses, diferenciado y organizado frente a otros (enemigos) desde la
óptica marxista de la “clasificación” del campesinado, es decir del paso de
una “clase en si” a otra “para si”. Para el autor, si bien hay elementos
comunes a los diversos segmentos representados por estos movimientos
campesino-rurales en cuanto a su situación socio-económica, acceso al
poder y recursos y confrontación con la clase de la oligarquía terrateniente y
burguesía agroindustrial, este proceso de clasificación del campesinado solo
puede cristalizarse por completo en el enfrentamiento o lucha organizada por
sus intereses “de clase”, siendo “el nivel final de su desarrollo como clase la
participación diferenciada en la lucha por el poder total de la sociedad” (p.
178). En el caso del campesinado, este proceso tiene limitantes en la
extrema heterogeneidad económica, social, cultural y étnica de la “clase”
campesina, acentuado por los complejos procesos globales de cambio en la
sociedad, lo cual hace dudar de las posibilidades de continuidad de estas
tendencias de clasificación y politización.

Chonchol (2003) indica los principales cambios en el mundo rural producidos


por la globalización en América Latina: 1. Incremento de las exportaciones de
la agricultura no tradicional que se ha constituido en el sector más dinámico,
2. La pérdida de importancia de los cultivos de subsistencia producidos por la
agricultura familiar, 3. Incremento del consumo interno de productos de
agroindustria (aceites, cereales, vegetales, etc…) con alto contenido de
materia prima importada, 4. Predominio de la agricultura capitalista o
empresarial, 5. Cambios en la fuerza de trabajo rural: asalarización, trabajo
estacional, feminización, urbanización, dependencia de intermediarios o
contratistas (p. 217). A todo ello se suma el incremento relativo de la pobreza
rural, tanto estructural como transicional, a lo que se suma la sobrevivencia
de los pequeños agricultores y poblaciones rurales en tierras ecológicamente
frágiles y sujetas a incertidumbres climáticas.

Todo ello afecta la capacidad de los campesinos y trabajadores agrícolas


para la organización de sus demandas y movilización colectiva (Kay, 2015).
Según Zamosc y Martinez (1996) con el avance de la modernización las
luchas sociales se diversifican, “revelando cambios en la composición del
campesinado y en los horizontes de sus luchas reivindicativas” (p. 19). En
términos generales la ciudadanía política de los campesinos se ve
supeditada a los regímenes de cada país (reprimidos en los regímenes
autoritarios, cooptados y manipulados en los regímenes corporativos o
clientelistas, sometidos a la violencia en regímenes de inestabilidad), pero
que tiene como característica común su definición como “ciudadanos de
segunda”. Se muestra en este período un campesinado políticamente débil,
sujeta a agentes externos enemigos o aliados, con dificultades para articular
sus “intereses de clase” y desarrollar un proyecto político autónomo a nivel
nacional. (p. 21)

32
3. Nuevos movimientos sociales rurales

De acuerdo a Seoane (2006) algunas de las características de estos nuevos


movimientos es su surgimiento o refundación reciente (últimas 2 décadas), la
relevancia de la base territorial – tanto urbana como rural – como referente
de organización, y la configuración en torno a identidades de diversa índole:
étnico-cultural (mov. indígenas), carencia (mov. sin tierra, sin techo o sin
trabajo), o en torno a un hábitat compartido (mov. de pobladores o
regionalistas), siendo particularmente el resurgimiento de las identidades
indígenas y campesinas que alcanzan una influencia nacional y regional, e
interpelan a la vez más claramente al proyecto neoliberal liderado desde
sectores urbanos.

Respecto a las prácticas de movilización y formas de lucha, se destaca entre


los movimientos campesinos e indígenas, por un lado el predominio de
estrategias “confrontativas” (bloqueos, ocupaciones, etc…) por sobre las
“demostrativas”, y por otro, la combinación con estrategias prácticas de
“reapropiación colectiva del territorio social” a partir de experiencias de
autogestión productiva, de resolución comunitaria de servicios sociales
(educación, salud) y de forma autónoma de gestión de lo publico-político (ej:
justicia comunitaria). Otras características de estos movimientos serían la
reivindicación de mecanismos de participación y democracia directa y el
cuestionamiento a la democracia representativa. Por ultimo, destaca el
“nuevo internacionalismo” de estos movimientos sociales y demandas de
nuevos proyectos de desarrollo, plasmados en hitos como los Foros Sociales
Mundiales, Encuentros contra el ALCA, etc…

Siguiendo al PNUD (2014), en Chile se aprecia un incremento de la movilización


social y articulación como respuesta al creciente malestar de los y las chilenos frente
a ciertas instituciones y problemáticas estructurales, como la alta desigualdad, todo
ello en un marco de democracia representativa de baja intensidad caracterizada por
un sistema político poco competitivo, poco transparente y altamente elitista, que no
da cuenta de la exigencia ciudadana por mayor participación.

En términos de agendas, se produce una renovación del discurso de “lucha


por la tierra” hacia la reivindicación y defensa del “territorio” y el “modo de
vida” rural, campesino e indígena. En torno a los conflictos sociales y
territoriales de “defensa de los recursos naturales”, surge la noción de
territorio rural como lugar de la sustentabilidad y equilibrio “socio-ecológico”,
buscando una nueva relación entre las sociedad y su hábitat, y reivindicando
el concepto de los “bienes comunes”, como contraria a la visión productivista
y de apropiación privada, con sus consecuencias de catástrofe ambiental. La
radicalización de estas visiones y propuestas, responde también al período
de “acumulación por desposesión” (Harvey, 2004) caracterizado como una
nueva ola de expansión del proyecto neoliberal, que va más allá de la

33
apropiación de empresas y servicios públicos abarcando el amplio terreno
societal.

Así, si la primera generación del concepto de privatización se enfocó sobre


los activos del estado y la segunda a los servicios, la tercera se orienta
particularmente sobre los recursos naturales y estratégicos (Castro Soto,
2005b, citado por Seoane, 2006). Los movimientos de defensa de los “bienes
comunes naturales” – a los que se agregan también los patrimonios
culturales materiales e inmateriales- se enfrentan a la explotación minera y
de las reservas de combustibles (petróleo, gas), el agro-negocio y el
monocultivo y la privatización del agua, reivindicando este recurso como un
“derecho humano” que no puede ser mercantilizado y sometido a la
explotación con fines de lucro de unos pocos.

Aníbal Quijano (2000), destaca entre los cambios globales que afectan la
sub-sociedad campesina y su capacidad de movilización como “clase”: 1. La
progresiva “liquidación del aislamiento campesino” que les hace más
cercanos a la influencia de elementos urbanos o externos; 2. La diferencia
entre los proyectos “abstractos y racionalistas de los esquemas que manejan
los movimientos revolucionarios, su tendencia industrialista y urbanista” en
contraposición con la visión propia de “desarrollo” que surge desde los
territorios rurales, que implica no solo particulares intereses socio-
económicos, sino una percepción del universo y la historia, especialmente allí
donde la población indígena tiene mayor presencia; 3. Como resultado de
este proceso los movimientos campesinos e indígenas actuales están “entre
dos fuegos”, lo que podría llevar a una disolución del proceso de
concientización de clase campesino-indígena autónoma, bajo el influjo de las
tendencias urbanas y de modernización de las mismas estructuras actuales.

La consecución de ciertas demandas parciales e inmediatas – como lo fue en


su momento las reformas agrarias – incide en reducir la amplitud y
conflictividad del movimiento campesino-indígena y el debilitamiento de sus
formas autónomas de organización en demandas de cambios societales
mayores. Más allá de todo, si bien el autor no niega que “el campesinado
puede convertirse en el más genuino aliado y el más vigoroso sostén de una
revolución profunda y total”, las perspectivas futuras de los movimientos
campesinos “depende enteramente de la suerte que corra la sociedad en su
conjunto y que, por sus propios medios, no son capaces de tentar una
modificación de la situación global, y difícilmente va a hacer valer sus
intereses a corto plazo” (p. 179)

Para Bowen, Fábrega y Medel (2012) las transformaciones propias de las


políticas neoliberales y la globalización de la economía en las estructuras
agrarias, repercuten en los llamados “movimientos sociales rurales”, sus
formas de acción colectiva y sus demandas. Para estos autores, la acción
colectiva rural se ha desplazado desde la lucha por la tierra, a la disputa por
la territorialidad esto es “la tierra cargada de significado e historia”. Los

34
conflictos socio-ambientales derivados de la profundización y expansión del
modelo extractivista-exportador y las políticas de privatizaciones son una
muestra del carácter de estas nuevas disputas, las cuáles deben ser
analizadas no solo como demandas ambientalistas por la depredación de la
naturaleza o de “ecologismo de los pobres” en tanto medios de subsistencia,
sino que: “Las tensiones entre las distintas comunidades, o entre estas y
algún agente externo han surgido por mantener las condiciones de
habitabilidad y disponer de los recursos que precisan para subsistir y
desarrollarse. Por lo tanto, los conflictos de contenido ambiental son
simplemente luchas por el medio ambiente habitado; luchas por la propia
subsistencia (en un sentido amplio) y no necesariamente luchas valóricas ni
ideológicas (Folchi, 2001, p. 93 citado por Bowen et all).

Así, con su autonomización del Estado y los partidos políticos los


movimientos sociales rurales adquieren espacio para visibilizar sus aspectos
simbólicos e identitarios, siguiendo a Gimenez (1996, citado por Bowen et all)
“las movilizaciones nacen de intereses valóricos y materiales más allá de
demandas estrictamente económicas. Proponemos que aquello que se
disputa es el territorio, entendido como el resultado de la apropiación y
valorización del espacio mediante la representación y el trabajo, una
producción social y cultural a partir del espacio”. Finalmente los autores
identifican tres procesos de tránsito entre los movimientos rurales
tradicionales y los llamados nuevos movimientos sociales rurales: 1. Tránsito
de una alta dependencia de factores externos hacia una mayor autonomía
política; 2. Tránsito de una demanda estructural sindical clasista hacia temas
emergentes socioculturales; y, 3. Tránsito desde la lucha asociada a la
propiedad de la tierra hacia la disputa por la territorialidad.

Barozet (2016) por su parte, destaca la importancia del rol del internet y las
redes sociales al permitir acortar distancias geográficas y sociales, a la vez
que sirvieron para complementar la cobertura de los medios de comunicación
hegemónicos que solía ser limitada y sesgada. La generación de redes de
apoyo contribuyó a que se generara una sensación de despertar que también
alimentó expectativas. Para Delamaza (2016) los movimientos socio-
ambientales han tenido un carácter heterogéneo y físicamente distantes,
como por ejemplo los que llamaban a descomodificar las relaciones sociales,
y los que denunciaban el extractivismo y sus implicancias, no obstante, todos
concuerdan en que el modelo imperante no aseguraba los derechos sociales;
la institucionalidad política se había desentendido de la ciudadanía por
ocuparse de los intereses económicos; y de que su visión y propuesta como
movimientos, estaban fuera de las lógicas de la élite política (Delamaza,
2016; Barozet, 2016).

Para Giarracca (2002), en los ’90 las demandas de campesinos e indígenas


vuelven a ocupar un espacio importante en la agenda política internacional,
luego de una etapa de “latencia o casi invisibilidad” entre los ’70 y ’80, en el
marco de procesos de reforma y contra-reforma agraria y expansión

35
agroindustrial y extractivista. Con la reducción del Estado a un rol subsidiario,
las políticas publicas que sostenían las posibilidades de integrar a los
campesinos en la “vía industrial a la modernización”. Los campesinos e
indígenas son afectados tanto por el proceso de liberalización y apertura a
mercados globales como por el retiro de los apoyos estatales que antes
habían posibilitado su “integración” y la desregulación del sector agrícola
para la creación de economías de escala con alta inversión y tecnología, en
desmedro de la agricultura familiar. Adicionalmente, las demandas de
tierras y de territorios indígenas, así como la pobreza y aislamiento
constituían “derechos pendientes” que, según Giarraca, se suman a la
pérdida de los “derechos adquiridos” derivada de la implantación del
neoliberalismo en el campo. Con ello, se generan “condiciones de posibilidad
positivas para la expansión de la conflictualidad social” (p. 248), afirmando –
según Laclau y Mouffe (1985)- que es más probable que se generen
conflictos en una situación de perdida de derechos adquiridos que en aquella
otra donde esos derechos nunca echaron raíces.

Otro factor que destaca Giarraca, es la circulación de un “discurso con alto


contenido democratizador” en paralelo al discurso económico neoliberal. Los
discursos democratizadores circulan a nivel global, y llegan al espacio local
gracias a la expansión de las tecnologías de comunicación y la labor de
ONGs y organismos internacionales. En resumen “se presentó esta
conjunción de condiciones que, por un lado, arrinconan y excluyen a los
campesinos y trabajadores, pero que, por el otro, habilitan nuevas
‘oportunidades políticas’” (p. 248)

Por otro lado, el surgimiento de los “nuevos movimientos sociales” permite la


emergencia de nuevos y múltiples sujetos, actores del cambio social (no
exclusivamente vinculados a la clase) y que se articulan en torno a
diversidad de demandas y formas de acción. Según Slater (1985, citado por
Giarraca) los nuevos movimientos sociales en América Latina emergen en un
contexto donde se “resaltaba la mercantilización, masificación y
burocratización como rasgos acompañantes de la globalización económica”,
por lo que surgían “nuevas formas de subordinación y opresión y,
simultáneamente, se ponía de manifiesto una ruptura con la idea de
constitución de una identidad social plena (la clase) que daba lugar a la
representación política” (p. 257). Así los actores son caracterizados según
sus varias “posiciones de sujeto” más allá de la estructura económico-
productiva. Ello es visible, según Giarraca, en la configuración de las “luchas
campesinas” de los últimos decenios donde se incluyen una serie de
sectores, formas de acción y demandas que van desde productores
familiares, a consumidores consientes, indígenas, ambientalistas, etc…, lo
que da cuenta de un “mundo rural activo, adaptándose o resistiendo a las
nuevas condiciones, produciendo rupturas o pequeñas reformas o, en ultima
instancia, buscando estrategias urbanas o migratorias” (p. 259)

36
Estas transformaciones en el Estado y economías latinoamericanas han
incidido en transformaciones en el mundo rural, agudizando procesos de
cambio e “hibridización” (Bebbington, 2007) las cuáles han abierto y/o
restringido la inserción del campesinado, trabajadores rurales e indígenas
como sujetos políticos en el marco de procesos de democratización política y
globalización económica.

Con la segunda ola de profundización neoliberal, las estructuras agrarias y


sociedades rurales han sufrido importantes transformaciones, que han
derivado en su complejización y mayor precarización en términos de
condiciones de vida, llevando a poner en peligro la persistencia del modo de
vida rural-campesino e indígena. Siguiendo a Bebbington (2007), la inserción
de las industrias extractivas en territorios anteriormente aislados de los
procesos de desarrollo-modernización centrales, generan procesos de re-
estructuración de los territorios propiamente tales, entendidos como espacios
naturales, institucionales y de relaciones socio-culturales, caracterizados por
la: i) Neoliberalización: que implica un cambio social amplio donde las
entidades privadas adquieren mayor poder, la presencia del Estado se
debilita y los procesos democráticos se vuelven menos eficaces para
resolver conflictos; ii) Transnacionalización: mayor presencia y relevancia
de actores globales en procesos de cambio local, con diversas escalas de
acción que operan simultáneamente; iii) Movilización: nuevas formas de
acción colectiva producto de la neoliberalización, transnacionalización y la
propia historia de los territorios rurales; iv) Desintegración: producto de
mayor individualización y conflicto intra comunidades y territorios, y por la
incertidumbre y vulnerabilidad de las estrategias de vida de poblaciones
rurales, dada la restricción del acceso a los recursos naturales y otros
activos; y v) Reterritorialización: que “incluye cambios que resultan de su
inserción en espacios económicos más amplios, cambios en las formas y
procesos de gobernanza de estas áreas, y cambios en las formas de
interdependencia (real y percibida) entre diferentes áreas” (p. 283)

Respecto a las movilizaciones, estas se refieren en general a “acciones


colectivas”, “resistencias territoriales” o “respuestas colectivas” de los
campesinos e indígenas ante los riesgos, las incertidumbres, y las perdidas
de acceso a recursos naturales, derivados de las industrias extractivas.
Siguiendo a Bebbington (2007), las movilizaciones rurales ante el
extractivismo no pueden simplemente entenderse como “respuestas a la
colonización de la vida diaria” (de acuerdo a Habermas), sino que debe
considerarse que están “profundamente enraizadas en historias, memorias y
significados” (p.294) locales, incluyendo las historias de resistencia. Otro
punto de interés es el análisis de las “organizaciones de los movimientos
sociales” - que incluyen un amplio rango de orgánicas e instituciones - y la
“interfase entre estas organizaciones y las aspiraciones y ansiedades
traducidas en acciones que surgen de las comunidades locales” (p. 294)

37
En tanto la re-territorialización, impactaría en la producción de territorios más
“híbridos”, donde se combina lo campesino – indígena con la gran industria
(minera u otra), las escalas locales y globales, los circuitos económicos
locales e internacionales, y las distintas estructuras de poder, autoridad y
dominación (Op. Cit, p. 303) Tomando el ejemplo de los conflictos entre
comunidades y mineras, Bebbington plantea que estos son conflictos por la
“gobernanza territorial” (incluyendo gobernanza sobre recursos naturales,
instituciones y relaciones sociales), y más específicamente “conflictos de
gobernanza entre centros y periferias”, agregando el temor de que “frente a
dichas resistencia, los poderes centrales terminarán utilizando la fuerza
autoritaria para imponer el orden territorial que este nuevo ciclo económico
requiere” (p. 304)

Las organizaciones en defensa del medioambiente, campesinos y


comunidades indígenas, han levantado discursos de interdependencia
sociedad-naturaleza y de autonomía territorial (Castro et al, 2015). En un
contexto en el que mundialmente se discute por alternativas para un
desarrollo sostenible, ellos junto al apoyo de ONG nacionales e
internacionales buscan, en términos generales, realzar la importancia de los
saberes autóctonos como prácticas amigables con el medioambiente debido
a que comprenden la naturaleza y el espacio en el que viven como el
sustento mismo de sus medios de subsistencia, así como la base de sus
estilos de vidas e identidades; y no meramente como una fuente de recursos
a las que se les impone un precio que termina generando divisas (Kleiche-
Dray y Waast, 2015).

En otras palabras, rechazan el hecho de que las instituciones decidan sobre


su devenir y sobre el devenir de los ecosistemas en los que ellos conviven,
principalmente porque lo hacen a partir de cálculos económicos y a partir de
la supremacía del mercado, y en cambio buscan que la ética y la política
sean los protagonistas del debate y los canales que guíen las decisiones
(Barkin y Lemus, 2015).

Una narrativa que ha surgido con fuerza es la del Buen Vivir. Después de
siglos de permanecer en la periferia y de resistirse a desaparecer, finalmente
han resurgido y se han hecho más conocidos, desde las demandas de las
comunidades, valores, experiencias y prácticas históricas propias, que
históricamente han sintonizado con la naturaleza, al comprenderla como un
todo integral y al jerarquizarla como un albergue de vida (Gudynas, 2011;
Misoczky, 2011). Estas formas de comprender y relacionarse con la
naturaleza,

“cuentan con profundas raíces y una gran actualidad. El Buen Vivir encarna
visiones filosóficas de pueblos indígenas, que no son equiparables con las
filosofías occidentales; por el contrario, son filosofías vivas sin filósofos
profesionales, son prácticas sin teorías, son experiencias comunitarias y

38
memorias colectivas, más que conceptos fríos, son vivencias cotidianas”.
(Acosta, 2018:159).

Desde esta vereda, la solución está afuera del capitalismo al considerarlo el


origen mismo de la degradación ambiental y la injusticia y se aboga en
cambio, por sistemas de gestión comunitarias, economías solidarias e
incluso de decrecimiento (Castro, 2015).

Independientemente de los matices que tengan las propuestas de las


distintas organizaciones, lo cierto es que ha habido un permanente
desacuerdo con los preceptos y las instancias ofrecidas desde las
instituciones. Por lo tanto, las organizaciones y comunidades han comenzado
a generar redes y a levantar alianzas y con ello se han formado plataformas
como espacios para compartir, resistir, aprender y proponer (Barkin y Lemus,
2015).

Existen varios autores que han trabajado cómo grupos, históricamente


excluidos de los marcos de las decisiones políticas, han comenzado a
levantar sus demandas desde sus espacios, es decir, espacios no
tradicionales, y así se han activado estando atentos a las oportunidades
políticas: se trata de espacios locales y globales; tangibles e intangibles; que
contienen demandas cada vez más sustentadas por las identidades que por
los sentidos de clase; con elementos con raíces históricas como la
cooperación y la reciprocidad, pero también con otros relativamente
modernos, como la defensa de la libertad de elegir y de los derechos, y otros
bastante nuevos como la espontaneidad y la voluntariedad (Lazar, 2008,
2012; Melucci, 1996b; Tarrow, 2011; Tilly, 2004; Thompson y Tapscott,
2010).

Si bien los obstáculos han sido considerables, se podría concluir que en


términos generales las organizaciones han podido aprovechar los espacios
de gobernanza participativa que las mismas instituciones han puesto a
disposición, y aunque estos espacios en la práctica sean más limitados que
en la narrativa, y a veces ni si quiera se hayan respetado como prometido, lo
cierto es que han permitido que el derecho de las comunidades a expresarse
y ser escuchadas, sea una demanda totalmente válida. En el mismo sentido,
lo anterior puede haber servido como impulso para que ellos levanten sus
propias alianzas y sigan insistiendo en desplazar las fronteras de la
participación y de una vez por todas sean considerados en las instancias de
toma de decisiones.

4. El agua en la construcción de nuevos sujetos políticos rurales y


territoriales

Según Boelens (2015) las luchas de las comunidades por el agua son
efectivamente demandas por el derecho al recurso agua (su uso y acceso),

39
pero también por una cuestión de legitimación: que se les considere y
entienda como comunidades capaces de administrar tanto sus problemas
como sus soluciones hídricas. En ese sentido, el autor sostiene que están
demandando el derecho a ser considerados como agentes con las mismas
capacidades y derechos que el resto de los actores involucrados en la
gobernanza hídrica, pero también como distintos: es decir que se les ceda
mayor autonomía y que existan instancias de decisión con espacios plurales.

Cuando surge una demanda o una organización ciudadana que busca


«defender» y «recuperar» un bien porque lo comprende como un «bien
común», se trata de un suceso que responde a un fenómeno universal cada
vez más asentado en el debate mundial. Álvaro Ramis (2014), quien da
ejemplos de situaciones de este tipo en Turquía, Estados Unidos, España,
Bolivia y Chile, sostiene que son casos que:

“supera(n) el debate tradicional entre eficiencia del mercado o la eficacia del


Estado. Lo que se escucha en las calles no se agota con detener una
privatización o alentar una estatización. Lo que se pide es el derecho de los
involucrados a participar en el gobierno de los espacios que sustentan sus
vidas” (Ramis, 2014: 2).

Este extracto de Ramis, calza de manera precisa con lo que afirma Boelens
(2015) respecto de las demandas por el agua en América Latina: el fin último
de estas demandas es tener posibilidad de acceso y control de las fuentes
hídricas, pero por sobre todo, el derecho de definir culturalmente y organizar
políticamente los sistemas socio naturales en los que habitan. Por lo tanto,
se está insistiendo que se generen los espacios para ejercer lo que
consideran un derecho para ellos lógico y necesario, que las lógicas del
mercado y del Estado desconocen y con ello se convierten en una amenaza
permanentemente, es decir: su derecho a participar en el gobierno sobre
bienes y espacios esenciales para el ejercicio de sus propias vidas.

El rechazo, continuando con Ramis (2014), es a “la clausura de las


posibilidades de acceso, control y decisión sobre aquellos lugares o recursos
en los cuales viven y participan” (2014: 2). En “recuperar” el agua, no existe
una intención directa de apropiarse y con ello excluir; lo que buscan es que a
nadie se le quite el derecho al agua ya que al quitárselos, se les están
limitando sus propias posibilidades de vida y junto con éstas, prácticas y
tradiciones que el agua sea considerada como un «bien común», lo que
implica un tipo de gobierno en el que prime el reconocimiento a la diversidad
y el trato de igual a igual.

P. Bolados (2016), al estudiar los impactos socio-ambientales del


neoliberalismo, da cuenta de las trasformaciones económicas, sociales y
culturales que ha generado la confrontación de imaginarios identitarios en el
marco de conflictos socio-ambientales y territoriales contemporáneos, que
estallan en diferentes territorios de Chile en 2011-2012. Según la autora,

40
estos conflictos dan cuenta de una “desnaturalización” del neoliberalismo (y
su fase extractivista), tanto en sus dimensiones de “depredación ambiental”
como en sus formas de participación y democracia limitadas. Estas
confrontaciones dan origen a identidades “post-neoliberales” donde “el giro
eco-territorial, así como la democratización socio-ambiental, dan cabida a
una reinterpretación de la identidad de estas organizaciones en un contexto
de crítica al neoliberalismo ambiental y que aquí hemos definido como post
neoliberales, en cuanto se presentan como una crítica a la irracionalidad del
modelo neoliberal impuesto en Chile y una propuesta de una nueva
racionalidad eco-socio-ambiental.” (Ibid)

Los movimientos sociales y ambientales, en su amplia diversidad, cumplen la


función de cuestionar las posibilidades de compatibilizar democracia política
y neoliberalismo económico. En Chile, esto se relaciona con las criticas a la
institucionalidad ambiental y de “crecimiento verde” instalada en los ’90, que
muestra sus limitaciones e ineficacias “que bajo un formato neoliberal relevó
mecanismos de control y regulación de la participación social, así como
favoreció la construcción de un conocimiento tecnificado y burocratizado del
medio ambiente.” En esta línea, Grinberg (2012) plantea que hay una
apropiación del discurso verde y una institucionalización de ecofalacias en
torno al medioambiente tales como el "desarrollo sostenible", que no alteran
las reglas del juego que favorecen a los megapoderes y los capitales
globales y entrampan a los conflictos socio-ambientales “entre los apoyos
activistas de organismos no gubernamentales y las políticas
conservacionistas de las agencias multilaterales.”

Siguiendo a Bolados (2016) la privatización progresiva e intensiva de la


naturaleza impuesta con la dictadura militar y su proyecto neoliberal, y su
tratamiento eminentemente técnico-jurídico, debe entenderse como la
alineación casi ejemplar de Chile a la agenda neo-extractivista y neo
desarrollista de las instituciones globales que impusieron la narrativa de la
"gobernanza" de los "recursos naturales". Esta denominación por largo
tiempo legitimada y administrada entró en una fase de cuestionamiento por
las organizaciones y movimientos socio- ambientales/territoriales que
intentan recuperarlas y redefinirlas como "bienes comunes".

Maristella Svampa (2011) caracteriza como “giro eco-territorial” las nuevas


acciones y demandas de las organizaciones y movimientos actuales, donde
el territorio se vuelve eje central, replanteando en clave de la ecología y
medioambiente las antiguas demandas por la tierra y sus recursos.
Asimismo, se demandas nuevas formas de ejercer ciudadanía tanto dentro
como fuera de la institucionalidad. Estas nuevas comprensiones de
ciudadanía y democracia que propugnan los nuevos movimientos territoriales
o socio-ambientales, plantean una critica al modelo de democracia
representativa/delegativa, demandando una democracia más directa, con
participación vinculante en el desarrollo local y garantía de derechos
territoriales-ambientales, que pueden entenderse como derechos a la “re-

41
existencia” (Porto Gonçálvez, 2006): ello en tanto el territorio como espacio
material sufre directamente los diferentes modos de apropiación del espacio
por parte de la economía mercantil y la dinámica del dinero, cuyo fin es el
“desarrollo” – de lugares, regiones, pueblos y culturas- , generando tensiones
territoriales permanentes entre estas lógicas y los modos de vida locales.

En sus múltiples modalidades, las organizaciones socio-ambientales


plantean nuevas relaciones entre identidad y territorio que cuestionan las
formas de propiedad y derechos privatizados, oponiéndose al modelo neo-
extractivista y buscando otras formas de participación y ciudadanía
ambiental, que sin embargo son ignorados por los gobiernos, que defienden
la entrada de más capitales y la primacía de los derechos de propiedad.

Este modelo extractivista se sustenta en la mercantilización progresiva de la


naturaleza, así como una reprimarización de las economías, según Svampa
y Viale (2014) debe comprenderse ”como un patrón de acumulación basado
en la sobre explotación de recursos naturales -en gran parte no renovables- y
en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como
"improductivos"...En razón de ello y de modo similar al pasado, este tipo de
emprendimientos tiende a consolidar enclaves de exportación -asociados a
una lógica neocolonial- que generan escasos encadenamientos productivos
endógenos, provocan una fuerte fragmentación social y regional, y van
configurando espacios socio-productivos dependientes del mercado
internacional” (p16)

El neo-extractivismo se caracteriza a la vez por una gran escala de los


emprendimientos económicos, que tienen por tanto una gran impacto en la
economía, el medioambiente y la sociedad. Se trata de “modelos de
ocupación territorial” que destruyen las economías pre-existentes y
reordenan completamente la producción y reproducción de la vida, por lo
tanto impactan también en las posibilidades de ciudadanía. La conflictividad
es, por tanto, inherente al modelo de desarrollo extractivo, que ha tenido una
explosión durante los últimos 10 a 20 años en la región (el llamado boom de
los commodities), afectando profundamente la vida de los territorios.

En esta línea, el “sufrimiento ambiental” y la “(in) justicia ambiental” se


manifiestan como respuesta a la “percepción de un riesgo asociada a la vida, la
comunidad y los bienes asociados al territorio” y del otro lado, los movimientos
socio-ambientales son reacciones ante una nueva “conciencia” de las
desigualdades socio-ecológicas propias del sistema neoliberal. La proliferación
de movilizaciones contrarias al extractivismo y degradación territorial da
cuenta de “la constatación de que no todos nos afectamos de la misma
manera, ni que tampoco tenemos de igual forma acceso a bienes tan
indispensables como el agua. De este concepto aparece la idea de zonas de
sacrificio. Territorios que por diversas razones sociales, económicas y
políticas han sido objeto de políticas de desarrollo extractivistas al punto de
generarles una degradación tal que sólo puede ser justificada bajo discursos

42
nacionalistas-desarrollistas de carácter productivistas. La idea de zona de
sacrificio surge entonces justamente de "la desvalorización de otras formas
de producción y de vida diferentes a las de la economía dominante"
(Merlinsky, 2013; citado en Bolados, 2016)

43
V. Desarrollo: El caso de los movimientos territoriales socio-
ambientales en Chile frente a la privatización del agua y la
profundización extractivista

1. Contextualización:
1.1. Contrarreforma agraria y neo liberalización del campo en Chile

Iniciada la dictadura, en el escenario rural chileno se llevo adelante una


“revolución empresarial” en el campo (Salazar y Pinto, 2002) que constó de
dos grandes etapas. La primera de ellas denominada como un periodo de
‘contrarrevolución agraria’ en el que las acciones llevadas a cabo tuvieron
argumentos más políticos que económicos, siendo el fin más importante
destruir el sector reformado desarticulando las organizaciones campesinas y
eliminando cualquier vestigio marxista. (Bengoa, 2013)

Gómez y Echeñique (1988) se refieren a esta etapa como la de ‘instalación’;


un momento en que se preparan las condiciones para posteriormente
ejecutar un plan definido. Se buscó dar fin a aquel sector sindicalizado que
llegó a reunir en los tiempos de la Unidad Popular hasta dos tercios de los
trabajadores en la agricultura. Los campesinos más involucrados en lo que
fue el movimiento, los beneficiarios de la reforma agraria y también miembros
de comunidades indígenas fueron víctimas de una fuerte persecución
ejercida tanto por el Ejército como por los mismo ex patrones. Estos
recibieron violencia física, sufrieron encarcelamiento, fueron desaparecidos y
por las mismas razones políticas, muchos se vieron obligados a partir al
exilio. De la violencia desatada a lo largo de todo el país, recuerdan Salazar
y Pinto (2002), fueron precisamente los sectores obrero y campesino los más
reprimidos, y llegaron a representar un 35,37% de un total de 2.279 víctimas
(184). Fue así que el movimiento campesino, inicialmente promovido por el
Estado, terminó por ser completamente desarticulado por el mismo.

Se produjo entonces una nueva y “profunda reformulación en la relación


Estado-campesinado”, y un nuevo giro en la transformación del agro, que se
caracteriza como un periodo de “revanchismo” y desmantelamiento de la
redistribución de la tierra y el poder hacia los campesinos. Habiendo ya
derogado la Ley de Reforma Agraria, se comenzó a llevar a cabo la
privatización del sector reformado que concluyó con un 5% que fue
subastado, un 10% que permaneció para el sector público, un 28% que fue
devuelto a los antiguos dueños y un 57% que permaneció en el sector
reformado pero, bajo el argumento de que la propiedad individual sería más
eficiente, se subdividió en parcelas, creándose la “Unidad Agrícola Familiar”,

44
las que se redistribuyeron entre algunos de los miembros del sector
reformado bajo los criterios de: (1) haber estado residiendo en un predio al
momento de la expropiación, (2) ser jefe de familia y (3) no haber participado
en ningún tipo de ocupación de predios que se hubiera llevado a cabo
durante los dos gobiernos anteriores.

Las acciones revanchistas atacaron de forma simbólica destruyendo


identidades y culturas políticas y de organización campesina. Bengoa (2013)
afirma que se distribuyeron tres millones de hectáreas a alrededor de 38.000
campesinos que recibieron tierras de bastante buena calidad, mientras que
cerca de 50.000 trabajadores no recibieron tierra alguna. Con tales políticas,
intencionalmente se estaba instalando una tensión entre los mismos
campesinos que alguna vez estuvieron organizados y cooperando entre sí y
así se comenzó a eliminar de la realidad rural el concepto de campesino
como categoría social, la cual empezó a ser reemplazada por el de “pequeño
emprendedor”; intentando así crear una clase media rural individualista y
competitiva. (Silva, 1992). Por su parte, el Plan Laboral (1979) fue una
herramienta que se construyó con el fin de crear un libre mercado del trabajo,
lo que iba a ser posible en cuanto se debilitaran las instancias de
negociación y asociación de los trabajadores y se permitiera reducir el costo
de la mano de obra así como flexibilizar despidos y contratos.

Luego a la crisis de 1982, que provocó una quiebra masiva que se propagó
en los sectores productivos de la agricultura, la industria y la construcción, se
comenzó a adoptar una estrategia de ‘neoliberalismo pragmático’, iniciando
una nueva etapa para las políticas agrarias (Kay, 1996). Se comenzaron a
aplicar políticas proteccionistas: se alzaron las barreras arancelarias, se
establecieron bandas de precios en el mercado interno, se instituyeron
poderes compradores y se crearon programas de asistencia técnica (Kay,
1996; Salazar y Pinto, 2002). Comenzó así una ‘etapa fácil’ de
modernización de los sectores tradicionales de la agricultura (Kay, 1996) y se
dio inicio al ‘boom exportador’ viéndose beneficiados, principalmente el
sector forestal y frutícola (Gómez y Echenique, 1988). De esta manera la
expansión de la producción agrícola se debió, por un lado, a una total
renovación tanto en las prácticas agrícolas como empresariales, lo que
significó la incorporación de tecnologías de punta en los cultivos y por otro, a
la presencia de una mano de obra disponible a bajo costo, a partir de los
métodos de redistribución de las tierras reformadas y el Plan Laboral que,
juntos, provocaron la depresión de la agricultura familiar y la desregulación
del mercado laboral.

Este proceso estuvo acompañado de un aparato discursivo de


“demonización” del pasado reciente del gobierno socialista y sus reformas,
asociadas a las causas del caos social y en paralelo la exaltación de la
transformación neoliberal como un momento de “éxito” con una visión de
futuro promisorio, generando adhesión al proyecto político y económico
autoritario. Ello aportó a la consolidación una “elite” de empresarios agrícolas

45
—tanto chilenos como extranjeros— quienes recibieron los mayores
beneficios económicos y gozaron de los réditos del boom exportador,
quienes terminaron siendo los “legatarios más fieles y duraderos del régimen
militar, bastión de poder «fáctico» con el que tendrá que lidiar cualquier
gobierno post-dictatorial” (Salazar y Pinto, 2002: 90), dada su representación
en la nueva clase político-empresarial que continúa estando ampliamente
representada en el Parlamento e instituciones públicas.

1.2. La importancia del agua en la consolidación del programa


neoliberal chileno

Un ámbito clave en la consolidación del modelo neoliberal chileno fue la


instalación del “mercado de aguas”. Bauer (2002) sostiene que la discusión
sobre los derechos de agua en el gobierno militar fue posterior a la discusión
sobre la redistribución de tierras (contra reforma agraria). Hasta ese
momento permanecía vigente el Código de Aguas de 1967, herramienta
complementaria de la reforma agraria, el que se creó con dos objetivos
principales: “facilitar la redistribución de tierras y aumentar la eficiencia del
uso agrícola del agua” (Bauer, 2002: 67).

Aunque el tema entró a ser debatido y objeto de reformas políticas concretas


ya avanzada la dictadura militar4, en 1981 se creó un nuevo Código de
Aguas, el que instala la concepción de los derechos de agua como un bien
privado, con un valor económico – contraria a la concepción del Código de
1967 que definía este recurso como “bien nacional de uso público”-. Esto
fundamentado en la idea de que los propietarios privados cuidarán mejor de
este recurso, dado el beneficio económico como estímulo, promoviendo la
inversión en tecnologías de riego más eficientes, etc… Los tres objetivos
principales de esta legislación fueron: (1) la generación de derechos de

4
Bauer (2002) sostiene que la discusión en torno a qué hacer con los derechos de agua se tornó en
un tema secundario mientras se resolvía el tema de la redistribución de las tierras. Esto lo argumenta
al recordar que entre 1974 y 1978, en El Campesino, la revista mensual de la Sociedad Nacional de
Agricultura (SNA), no se hizo mención alguna al tema. Hasta ese momento permanecía vigente el
Código de Aguas de 1967, herramienta complementaria de la reforma agraria, el que se creó con dos
objetivos principales: “facilitar la redistribución de tierras y aumentar la eficiencia del uso agrícola del
agua” (Bauer, 2002: 67). Este Código consideraba las aguas como un “bien nacional de uso público”
por lo que los derechos de agua eran comprendidos como concesiones administrativas perdiendo así
el status de propiedad que le otorgaba el Código de Aguas previo, el de 1951. Como resultado, estos
derechos “no podían ser comprados, vendidos o intercambiados privadamente o separados de la
tierra a la cual habían sido asignados, sin la aprobación administrativa” (ibíd., 68). A su vez, se
pretendió que se redistribuyeran “según nuevas y técnicas «tasas de usos racional y beneficioso»”.
Estas tasas iban a ser determinadas por científicos y técnicos del Gobierno quienes establecerían las
cantidades de agua necesarias para diferentes cultivos bajo diferentes condiciones agronómicas y
geográficas” (ibíd.). El mismo Bauer (2002) reconoce que este sistema terminó siendo un desastre ya
que era altamente centralizado, en un país con una amplia diversidad geográfica, sumándole que el
número de personal y recursos destinados fueron insuficientes.

46
aprovechamiento, (2) el establecimiento de mercados y (3) la reducción del
rol del Estado (Peña, 2004). De esta manera, a partir de 1981 a través de un
nuevo organismo estatal: la Dirección General de Aguas (DGA), el Estado
comenzó a entregar derechos particulares de forma gratuita y por tiempo
indefinido a quien lo solicitase.

Para Budds (2013) el agua – a través de la reforma del Código de Aguas de


1981- tiene un rol central en la consolidación del diseño, implementación y
resultados del programa neoliberal chileno implementado por el régimen
militar entre el ’73 y el ’90, y profundizado en los gobiernos democráticos
posteriores. La autora plantea que agua y poder son mutuamente
constitutivos, y que la transición hacia la concepción del agua como derecho
privado con mínimas regulaciones estatales no solo cambia las relaciones
sociales en torno al agua, sino que cumplió la función de consolidar el
programa neoliberal y los intereses del régimen militar, los tecnócratas del
gobierno y los empresarios. Así, Budds afirma que se debe prestar mayor
atención a los procesos de reforma en torno al agua, en tanto fundamentales
para consolidar las ambiciones económicas y políticas de los grupos
impulsores del neoliberalismo, tomando en cuenta la relación estrecha entre
los derechos al agua, sus reformas y la consolidación (o cambio) de las
relaciones de poder entre grupos de interés.

El Código de Aguas se vincula estrechamente con el Código civil chileno que


declaran las aguas como “bienes nacionales de uso público”, es decir,
pertenecientes a todos, pero cuyo uso es concedido a particulares como
“derecho de aprovechamiento” que permite al titular privado “…usar, gozar y
disponer de él como cualquier otro bien susceptible de apropiación privada.
Así, una vez otorgado, dicho derecho pasa a ser protegido como propiedad
privada según establece el artículo 19 nº 24 inciso final de la constitución
Política de la Republica. Desde esta perspectiva, se entiende los Derechos
de Aprovechamiento de aguas como un derecho real, gratuito, a perpetuidad,
constituido por un acto de autoridad e independiente de si el dueño de tal
derecho es dueño no de la tierra donde se ubica el agua, o si se hace o no
uso del recurso. Esta situación reduce a un mínimo las potestades de la
autoridad administrativa en materia de manejo y planificación de los recursos
hídricos asignando el uso de éstos por vía del mercado. Menos aún dicho
Código permite una gestión ciudadana de las aguas, recurso que, en
contexto de cambio climático, se hace cada vez mas escaso.” (Silva, H.
2017: 17-19). Siguiendo a Silva, H. (2017) el Código de Aguas y su modelo
de asignación de usos vía mercados ha sido el principal obstáculo para
incorporar los principios del “derecho humano al agua” reconocido por la
ONU y asegurar un acceso equitativo a este recurso, incluyendo los
derechos de los pueblos indígenas.

La redistribución de las tierras reformadas, la creación del plan laboral y la


privatización de los derechos de agua, promovieron la desaparición de la
cultura campesina y del ‘campesino’ en cuanto actor social y elevar en

47
cambio la idea del ‘pequeño emprendedor’ (Kay, 1992). Bajo la nueva lógica
de libre mercado, solo ‘sobreviviría’ quien fuese más hábil para
desenvolverse en tal escenario; es decir, quien mejores capacidades
cognitivas y mejores tecnologías tuviese para negociar y así permanecer en
un campo ahora altamente competitivo (Budds, 2013). Es por lo mismo que
muchos de los beneficiarios de las parcelaciones del sector reformado,
posteriormente, se vieron obligados a deshacerse de sus terrenos “al verse
privados del apoyo crediticio, técnico y de comercialización que antes les
había brindado el Estado, en tanto que otros simplemente no pudieron
resistir los efectos de la contracción del mercado interno al cual dirigían su
producción, de las dos recesiones de 1975-76 y 1982-83, y de la simple
competencia frente a productores mejor equipados y capitalizados” (Pinto y
Salazar, 2002: 153).

Tal como recuerda Kay (1996), al tener los campesinos que deshacerse de
sus terrenos, se abrió paso para que se fortaleciera y extendiera el poder de
ese nuevo empresariado. Actor que, como bien dicen Salazar y Pinto,
emergió de las políticas neoliberales como un emprendedor que ya no
representa a ese empresario antiguo, acomodado, clientelista e ineficiente,
sino que figura como un “sujeto innovador, dinámico y audaz que puede
desenvolverse exitosamente en cualquier mercado del mundo, y de cuyo
liderazgo pende el futuro de la modernización nacional” (2002, 91). Estos, a
su vez, se beneficiaron de esa mano de obra ahora sin tierra y sin protección
laboral, convertida en pobladores rurales: originarios del campo pero
desplazados a los sectores populares del mundo urbano que, no obstante
aquello, continúan teniendo un vínculo con la agricultura, trabajando como
temporeros y recibiendo un sueldo por hora, y cuyas vidas se convirtieron
entonces en un puente ente ambos mundos (Kay, 2015).

Bengoa (2013) denomina la estructura resultante, sobre todo en la zona


central del país, como ‘neo-latifundismo’, pensando específicamente en los
viñedos y predios frutícolas. Esto ha significado la expansión de pueblos en
medio de las granjas capitalistas, habitados por trabajadores
‘descampesinados’, que transitan de un trabajo a otro; entre la ciudad, el
campo y las forestales en la zona centro-sur, entre la ciudad, el campo y las
minas en los cerros en la zona centro-norte. Una masa que se encuentra en
la constante búsqueda de un ingreso permanente. Este cuadro es el saldo
que dejó la introducción del neoliberalismo en las formas de producción y en
las relaciones laborales en el campo, y es —tomando prestadas las palabras
de Salazar y Pinto (2002) refiriéndose al sector obrero en general— una
“degradación indisimulable, tanto en términos existenciales como valóricos,
de la antigua condición obrera” (2002: 186). Y por último, esta situación del
trabajador rural que debe preocuparse de subsistir antes que de
reorganizarse, es también la que va a permitir que se sigan aplicando nuevas
políticas de corte neoliberal una vez retornada la democracia.

48
En términos de política comercial. Chile buscó expandir su acceso a nuevos
mercados de exportación mediante la firma de acuerdos de libre comercio y
de complementación económica con países de la región y de otros
continentes, que permitieron el despegue de las exportaciones. No obstante,
los recursos naturales siguieron siendo el pilar fundamental, destacando el
cobre, la fruta fresca, la harina de pescado, la celulosa y el papel (Ffrench-
Davis, 2003). La intensificación de las exportaciones significó para la
agricultura (1) la extensión de la cobertura de monocultivos (agrícolas y
forestales); (2) la especialización en productos específicos y concentración
de los mercados; (3) la introducción de tecnologías de punta así como el uso
de agroquímicos, lo que responde directamente a la incorporación a los
mercados internacionales y los altos estándares de calidad que exigen; y (4)
todo lo anterior fue sostenido por la generación de una cadena de producción
y comercialización basada en un sistema de ‘integración vertical’, es decir, un
vínculo jerárquico entre productores, proveedores y mano de obra temporera
(Bengoa, 2013). Esto último implica que los agricultores más pequeños y la
mano de obra puedan permanecer en el mercado, pero difícilmente pueden
superar su status, contrarrestando esta situación con políticas sociales
subsidiarias5.

1.3. Las políticas de los gobiernos post autoritarios frente a la


cuestión agraria y la gobernanza del agua

Con el retorno a la democracia en el año 1990 se dio fin a la dictadura militar,


pero no al modelo económico impuesto por esta. Los nuevos gobiernos
democráticos mantuvieron e incluso profundizaron el modelo neoliberal,
incluyendo las políticas dirigidas a expandir el modelo agroindustrial y
extractivo en el campo.

Bajo la consigna del “crecimiento con equidad” (tanto en ingresos como en


oportunidades) (Ffrench-Davis, 2003), se dio continuidad al modelo
económico paleando sus externalidades negativas con políticas focalizadas
para contrarrestar problemas sociales de la población, logrando una notable
reducción de la pobreza, pero consolidando las brechas de desigualdad
(Ffrench-Davis, 2003; Garretón, 2012). Así, las reformas a las leyes laborales
y la re-distribución de tierras y recursos han estado ausentes de los debates
de la “nueva democracia” chilena post dictadura.

5
Para contrarrestar tal situación, es que se han introducido y multiplicado las políticas
sociales específicamente para esos grupos a través de organismos como el Ministerio de
Agricultura, Ministerio de Desarrollo Social y de los distintos municipios. INDAP, dependiente
del Ministerio de Agricultura gestiona y otorga programas de asistencia técnica a pequeños
agricultores, así como entrega créditos a corto plazo, pero como bien destaca Bengoa, los
beneficiarios, alrededor de 50.000, son un grupo de pequeños agricultores con una
orientación hacia el mercado nacional e internacional, lo que a su vez desincentiva la
producción para los mercados locales y el consumo propio.

49
Los gobiernos postautoritarios dieron continuidad a los lineamientos
económicos instalados en dictadura por la derecha neoliberal e hicieron
crecer la economía nacional en base a la exportación de los recursos
naturales, a la vez que buscaron resolver los problemas sociales de pobreza
e inequidad que acarrea el modelo, de manera focalizada, a la vez que, en
nombre de la estabilidad de la democracia se distanciaron
considerablemente de las demandas de las bases sociales.

Según Garretón (2012), no es del todo posible definir los cuatro gobiernos
continuos que tuvo la Concertación desde 1990 hasta 2010, como gobiernos
‘de izquierda’, y más bien habría que calificarlos como ‘progresistas’. Según
Gudynas (2010) estos gobiernos efectivamente sostuvieron un discurso
progresista, pero en la práctica, respecto a sus políticas económicas,
mantuvieron e incluso profundizaron las bases del modelo neoliberal
instalado en dictadura. En dicho sentido, optaron por expandir la economía
en base a la explotación intensiva de recursos naturales, en detrimento del
desarrollo de la industria local (Ffrench-Davis, 2003). Al intentar explicarse
por qué la centro-izquierda tomó dicho camino, Salazar y Pinto (1999)
apuestan a que al interior de la Concertación, tanto intelectuales como
políticos, tuvieron una sola preocupación central: “evitar los peligros de una
nueva polarización (y, por lo tanto, de un nuevo golpe de Estado)” (62).
Según Moulian Chile se convirtió en una excepción en comparación con el
resto de los países de la región que tuvieron que sobreponerse a regímenes
autoritarios durante más o menos el mismo período, y ésta se manifestó en
el hecho de que la cúpula militar tuvo un éxito indiscutible en instalar y llevar
adelante el proyecto neoliberal, y más importante aún, “en su capacidad de
imponer y legitimar (aunque solo fuera como factum) un sistema institucional
que garantiza una alta probabilidad de reproducción de ese esquema” (2010:
119). A la par de las propuestas de los últimos autores, Silva (2010), sostiene
que lo que sucedió, fue un ‘empate político’: al momento del plebiscito, la
coalición democrática se enfrentaba a un ejército consciente y orgulloso de
su grado de poder, de su capacidad de incidencia y de su aporte a la
modernización del país; de igual manera, se enfrentaba a un círculo de
empresarios empoderados que no pretendían ceder los beneficios adquiridos
durante el régimen. Ante este escenario, según el autor, todos los gobiernos
venideros prefirieron separar lo más posible la esfera de lo político de la de
las decisiones económicas, dejando a cargo de estas últimas a destacados
equipos técnicos. Es así que los gobiernos de la Concertación llevaron a
cabo una estrategia de continuidad (Ffrench-Davis, 2003; Garretón, 2012), o
más bien de «cambio en continuidad» y comenzaron a hacer reformas a las
reformas del proyecto neoliberal para intentar compatibilizar, o disminuir las
brechas de crecimiento y equidad (Ffrench-Davis, 2003).

Por lo tanto, es posible afirmar que al abandonar su rol mediador, la


izquierda progresista contribuyó directamente en la precarización de la
ciudadanía, en tanto conjunto de actores involucrados e incidentes en la

50
esfera pública; también, al pretender consolidar la transición a la democracia,
aportó en el empobrecimiento de los espacios de participación política; y
finalmente, entre la tensión y el distanciamiento entre las organizaciones de
base y el Estado, desencadenó en la ciudadanía, la búsqueda y construcción
de vías y espacios alternativos y de confianza para desde allí llegar a las
instancias formales de decisión. Porque la necesidad de las bases de hacer
frente a las amenazas de los intereses hegemónicos se fue incrementando
como respuesta directa a la intensificación del modelo que, por la promoción
de la extracción de recursos naturales con escasos límites, en varias
ocasiones ha llegado a puntos de poner en peligro la integridad misma de
comunidades, tradiciones y territorios.

El año 2010 se produjo un quiebre en la tendencia electoral y por primera vez


desde la restauración de la democracia asumió el gobierno una coalición de
derecha, encabezada por Sebastián Piñera, que representó principalmente al
sector del empresariado, y a la élite más conservadora del país que otrora
fue la base de apoyo del régimen dictatorial (Silva, 2010). Esta coalición
estuvo en el poder por un solo período para ser reemplazada nuevamente
por la coalición de partidos de izquierda, ahora con aires de renovación, con
el Partido Comunista incorporado a sus filas y con un nuevo nombre: Nueva
Mayoría. Esto, para el 2018 ser una vez más desplazada por las fuerzas de
derecha de Sebastián Piñera. No obstante la alternancia, en la materia que
nos convoca, las agendas públicas no tuvieron diferencias sustanciales, y
con ello, los cimientos del modelo permanecieron intactos.

A pesar del fin del régimen dictatorial y auge de los Chicago Boys, las
políticas con sello neoliberal se mantuvieron y siguieron siendo los
principales protagonistas en la configuración de problemáticas socio-
ambientales y en torno al agua en especifico. Si bien, como vimos con
anterioridad, en las apuestas de los gobiernos post-autoritarios hubo cierta
intención de modificar algunos aspectos de estas políticas en pos de atender
problemáticas de lo social, bajo la lógica de un Estado “compensador”
(Gudynas, 2012), lo cierto es que las modificaciones estuvieron lejos de ser
radicales y en cambio, se fueron creando una serie de otras políticas,
financiadas con los excedentes de la actividad extractiva, que actuaban a
modo de analgésicos ante los efectos de las primeras sobre los sectores más
vulnerados de la población.
1.4. Tecnocracia, (des) regulación ambiental e intereses en los
territorios

Entre los principales objetivos de los gobiernos post-autoritarios estaban


lograr una alta tasa de crecimiento económico y una administración eficiente
del Estado, y para ello conservaron y practicaron otro legado de los Chicago
Boys, que fue la tecnocratización de las tomas de decisiones (Silva, 2010).
La instalación definitiva de la tecnocratización de la toma de decisiones, de
acuerdo al mismo autor, fue la cúpula de un proceso que consistió en intentar

51
destruir las identidades colectivas y los lazos de solidaridad, considerados
como el legado no deseado de un pasado socialista. Por lo tanto, se buscaba
redefinir a los ciudadanos como consumidores y con ello redibujar el
horizonte de la modernización como la libertad de los individuos de satisfacer
sus deseos personales. Con ello, también se logró instalar la idea de que la
única manera de formular políticas racionales y coherentes, era con técnicos
especialistas además de ajenos a la política y los intereses políticos que
existan de por medio (Ibid.). En ese sentido, y como ya revisamos
anteriormente, los gobiernos post-autoritarios, principalmente de centro
izquierda, gobernaron bajo la lógica tecnocrática, es decir, delegando la
generación y gestión de políticas a expertos, en un círculo hermético y sin la
participación de la ciudadanía. Lo anterior provocó que el Estado fuera
debilitando su presencia en los territorios, dejando espacio y libertad de
acción a la empresa privada frente a comunidades económicamente pobres y
organizacionalmente débiles.

El crecimiento económico y el aumento del consumo, han hecho cada vez


más evidentes los problemas ambientales y de salud pública (Tecklin et al.,
2011; Instituto de Asuntos Públicos, 2016). Desde la década de los noventa
cada uno de los sectores extractivistas han acarreado más evidentemente
sus propios efectos: la minería del cobre ha extendido la contaminación del
aire y aguas en la zona norte y centro del país; las forestales e industrias de
celulosa en el sur no solo han convertido los bosques nativos en
plantaciones homogéneas de especies foráneas, sino que también han
contaminado las aguas y desplazado a comunidades autóctonas de sus
territorios; lo mismo ha sucedido con la presión de la empresas de energía y
sus centrales hidroeléctricas; el sector pesquero rápidamente comenzó a
agotar especies de alto valor, e igualmente provocó desplazamientos del
sector artesanal (Camus y Hayek, 1998).

Así, mientras crecían los problemas medioambientales, los intereses ante


una (des)regulación medioambiental también comenzaron a multiplicarse.
Sin embargo, tal como lo indican Tecklin et al. (2011), la legislación
medioambiental con un enfoque regulador fue difícil de sacar adelante
porque existían considerables barreras de carácter ideológico y
constitucional. Esto sumado a que para los distintos gobiernos de la
“transición a la democracia” el medioambiente como tal era un tema de
interés totalmente secundario a los negocios, la inversión, el intercambio
comercial y la estabilidad política (entendida como no-polarización y política
de consensos). Aylwin, el primer presidente post dictadura manifestó
abiertamente la intención detrás de las políticas de protección ambiental:
“tuvo la filosofía de realizar cambios ambientales para proteger el medio
ambiente en forma gradual y en la medida de lo posible. Buscaba no llenarse
de normativas y leyes incumplibles, sino que crear planes y normativas
viables” (Instituto de Asuntos Públicos, 2016: 410).

52
A pesar de este escenario político adverso para la generación de cuerpos
legales en pro del medioambiente, ésta comenzó configurarse
tempranamente, pero principalmente producto de fuerzas externas asociadas
a requisitos internacionales mínimos para acuerdos comerciales en los que
Chile buscaba participar como parte de su estrategia comercial. En ese
contexto es que se crearon herramientas como un organismo encargado de
definir una política ambiental y de proponer una institucionalidad ambiental,
la Corporación Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) que, sin embargo,
tendió a funcionar torpemente al estar conformada por varios ministros de los
distintos sectores (Camus y Hayek, 1998). También se creó la herramienta
del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA).

Así, con el pasar de los años, se fue configurando un sistema de gestión


medioambiental que pasó los filtros del neoliberalismo ya institucionalizado
limitando el rol del Estado para evaluar y aprobar iniciativas privadas,
garantizando seguridad a las inversiones, y reduciendo los costos de
inversión de los privados al momento de otorgarles permisos. En ese sentido,
da amplias facilidades a la expansión de las actividades que explotan los
recursos naturales y con ello también Chile se ha convertido en un país
atractivo para que se instale y fluya la inversión extranjera (Tecklin et. al.
2011).

2. La emergencia de la “cuestión del agua” en la agenda pública post


dictadura: hitos, actores y procesos relevantes

Como vimos anteriormente, la privatización del agua y la neoliberalización


del campo fueron ejes fundamentales de la instalación del proyecto
económico-político de la dictadura cívico-militar. Las bases de este sistema
fueron plasmadas en la Constitución del ’80 y el Código de Aguas del ’81,
que fundaron la instalación de un “mercado de aguas” y abrieron las puertas
a su apropiación y acumulación por parte de capitales nacionales y
extranjeros, despojando de este derecho básico a amplios sectores,
especialmente rurales, campesinos e indígenas.

Las políticas neoliberales y de privatización fueron continuadas e incluso


profundizadas por los gobiernos “progresistas” de la post-dictadura, bajo el
lema del “crecimiento con igualdad” y se potencia el ingreso de las industrias
extractivas en territorios – rurales y/o periféricos- antes no explorados.

Si bien la cuestión del agua se posiciona tempranamente en la agenda


publica y programas de reformas políticas, en la practica los intentos de
modificar la estructura de distribución del agua en tanto “derechos de
aprovechamiento” bajo criterios de propiedad privada y demanda/oferta de
libre mercado no logran llegar a concretarse. Mientras tanto, la problemática
de la sequia y la “escasez hídrica”, acentuada por la privatización del agua y

53
la expansión de la demanda por parte de las industrias extractivas en
diversos territorios, produce una cada vez mayor agudización de los
conflictos territoriales o “socio-ambientales” y genera las distintas formas de
respuesta que se levantan desde la ciudadanía a los efectos de la
profundización neoliberal en sus territorios, que implican distintas formas
que, desde lo local a lo nacional, se han abordado los conflictos en busca de
alguna solución a favor de la protección del agua, los territorios y de las
comunidades en sí.

En este sentido, la problemática medioambiental y dentro de esta la del agua


como un bien fundamental, estuvo en diverso grado presente en la agenda
publico/política desde inicios de la reconstrucción democrática, asociada
también a la apertura del país al mundo y a nuevas informaciones y
movimientos globales que ya cuestionaban la inminente “crisis
medioambiental”. Sin embargo, durante esta primera década de gobiernos de
transición, estos cambios no pasaron de ser “promesas incumplidas”, ya que
“los programas inicialmente progresistas generalmente viraron hacia el
neoliberalismo durante su curso, privilegiando los indicadores económicos y
las demandas empresariales, dejando de lado las promesas de justicia
medioambiental”. (L. Cuenca, OLCA)

Asi, la primera década de la Concertación resulta en una acumulación de


“deudas” en materia medioambiental y socio-ambiental, esto ultimo asociado
al progresivo surgimientos de conflictos territoriales contrarios a la expansión
extractivista y neoliberal, la precarización de la vida en los territorios rurales
(y urbanos) y la apropiación de los bienes comunes, que van incrementando
la tensión y demandas irresueltas desde una ciudadanía cada vez más
consciente y con mayor información.

En el ámbito medioambiental y específicamente de la gestión del agua, los


gobiernos de la Concertación llevaron adelante una serie de reformas que
han contribuido a profundizar la privatización de estos bienes comunes,
como es la privatización de las sanitarias durante el gobierno de Frei y
Lagos, la privatización de embalses e infraestructura para la gestión del
agua, las políticas de riego tecnificado y entubamiento de canales en función
de una mayor “eficiencia” en el uso del recurso, etc…

“Siempre hubo una excusa o una crisis económica que justificara dar giros
hacia lo empresarial, o a privilegiar las agendas pro-inversión, o a debilitar la
institucionalidad ambiental. Eso hasta ahora. En todos los gobiernos, si uno
revisa, en algún momento –Ricardo Lagos, Frei y Bachelet— todos tuvieron
un momento en su mandato, más temprano o más tarde, que sus programas
progresista se transformaban en programas neoliberales o pro-
empresariales.”(L. Cuenca, OLCA)

54
2.1. La regulación del agua y la entrampada discusión legislativa

Tal como afirma Bauer, “fue la segunda década del Código de Aguas, (…) la
que marcó su verdadera emergencia al escenario público y a la consciencia
ciudadana en Chile” (2004: 84). Otros aspectos que presionaron sobre el
debate fueron el rápido crecimiento económico durante los noventa, apoyado
en una continua liberalización de los mercados, lo que acarreó el incremento
de la demanda sobre los recursos hídricos y el aumento de la presión sobre
la problemática.

Los primeros conflictos en torno a las hidroeléctricas durante los ’90, ya


mostraban las limitaciones del Código de Aguas del `81 para resolver
conflictos entre usuarios de cuencas con diversos tipos de derechos
(consuntivos y no consuntivos) y diversos grados de poder para incidir en las
negociaciones. Según Bauer (2002) la institucionalidad chilena ha tenido un
“desempeño pobre” para regular conflictos entre usos y usuarios, en un
contexto de problemas muy complejos ya que “las acciones privadas
producen muchos efectos sobre terceros, asi como costos y beneficios
externos”. Ejemplos de estas insuficiencias legales e institucionales en un
tema tan delicado como la gestión del agua se ilustran en el fracaso del rol
mediador de la DGA en los conflictos entre regantes y empresas
hidroeléctricas por las Represas Colbún-Machicura en el Rio Maule y Pangue
en el Río Biobío, donde “debido a que los derechos privados son tan fuertes
en relación a la autoridad regulatoria de la DGA, los usuarios más
importantes y poderosos tienen pocos incentivos que los lleven a
negociar….Los regantes, por otro lado, tienen menos poder para negociar, lo
que refleja su menor poder económico y político, asi como los mayores
obstáculos y costos involucrados en organizarse a si mismos” (p. 167)

No obstante, ya en 1992 el gobierno de la época (P. Aylwin) presentó al


Congreso Nacional la primera iniciativa de reforma. En términos generales
ésta acusaba el contexto generado por el Código de 1981 como uno
económicamente ineficiente y socialmente injusto (Budds, 2012; 2013). Los
objetivos apuntaron a recuperar las características públicas de las aguas; a
fortalecer el rol regulador de la Dirección General de Aguas (DGA), órgano
encargado de la regulación, intermediación, fiscalización y sanción (Gentes,
2006); a crear nuevas organizaciones para administrar el uso de las aguas
en nivel de cuencas hidrográficas; y finalmente buscó reconocer distinciones
en la ley de acuerdo a las diferentes realidades climáticas y geográficas
(Bauer, 2004:89-90).

La respuesta inmediata de la oposición –la derecha capitalista— fue una


fuerte crítica ya que a su parecer la propuesta del gobierno develaba una
intención abiertamente “anti-mercado” y por lo mismo, en su inmediatez,
fracasó. Los argumentos de los anti-reformistas más radicales se
sustentaban en la idea de que hasta ese momento, el Código de Aguas
había funcionado sin problemas por lo que no había necesidad alguna de

55
hacerle transformaciones, rechazando así cada uno de los objetivos de la
reforma. También hubo una amplia oposición que coincidía en que el Código
de Aguas tenía efectos que debían ser corregidos, pero abogaban por que
las correcciones se hicieran dentro de los marcos y principios del libre
mercado (Bauer, 2004).

En julio de 1996, con la experiencia de 1992 a cuestas, el gobierno presentó


una nueva iniciativa que, si bien en su trasfondo criticaba el carácter
profundamente mercantilista del Código de Aguas, esta vez fue menos
confrontacional y presentó las propuestas de manera más pragmática, con el
interés principal de lograr consensos (Bauer, 2004). Fue así que, por
ejemplo, desde la DGA se encargaron informes estrictamente técnicos a
expertos e instituciones del ámbito académico cuya postura no
necesariamente coincidieran con la posición del gobierno. De igual manera,
el proyecto presentado no desistió de resguardar ciertos intereses públicos,
por lo que nuevamente pretendió buscar fortalecer el rol de autoridad de la
DGA. Dos ejemplos de las facultades que el gobierno buscaba sumarle a
este órgano fueron: (1) prevenir la especulación por medio de la aplicación
de una tasa por el no uso de derechos, además de (2) otorgarle la potestad
de exigir a los propietarios de derechos, el mantenimiento de caudales
mínimos para fines de protección ambiental (Bauer, 2004; Budds, 2013). Sin
embargo, a diferencia de la experiencia previa, el gobierno ahora
explícitamente declaraba su apoyo a los mercados de aguas, pero en
condiciones apropiadas, lo que quiere decir que las reformas que proponían,
tenían el propósito exclusivo de mejorar el modo de funcionamiento del
mercado ya existente (Bauer, 2004; Budds, 2013).

A pesar del giro en la propuesta, nuevamente hubo dificultades para hacer


cualquier tipo de cambios siendo los principales obstáculos los grupos de
interés privados como el sector de la minería y la agricultura; representantes
políticos de derecha y analistas de políticas públicas neoliberales. Estos
comprendieron que las nuevas funciones que se le pretendían dar a la DGA,
más que corregir fallas, solo socavaban los principios del libre mercado del
Código de Aguas, por lo que la intención de fondo, según ellos, apuntaba a
un “retorno al estatismo” y una “amenaza a la libertad económica y la
propiedad privada” (Bauer, 2002: 113), es decir, desde su perspectiva, los
reformistas estaban cargando de ideología un modelo de gestión basado en
la transacción, consiguientemente neutro (Prieto, 2015).

Fue por lo mismo que la oposición buscó orientar la discusión a qué tan
inconstitucional sería imponer tasas por el no uso de derechos, o poner
condiciones adicionales a derechos que fuesen otorgados en el futuro. Esto,
más aún luego de que las reformas del gobierno lograron pasar la discusión
de la Cámara de Diputados. Posteriormente, ya en el año 1997, el sector
más conservador, que había fracasado en su intento de bloquear las
reformas, recurrió al Tribunal Constitucional (TC). Pero para sorpresa de
todos, dos meses después, el TC falló a favor de varios argumentos del

56
gobierno y reafirmó la constitucionalidad de las propuestas (Bauer, 2004). Si
bien el fallo fue un gran respaldo para la reforma, se quedó solo en eso ya
que en la práctica el alcance de la decisión era bastante estrecho y la
discusión legislativa se continuó arrastrando por muchos años más.

Mientras las reformas estaban en el entrampamiento de la discusión


legislativa, en 1996 el gobierno de ese entonces usó otra vía para regular la
entrega de derechos de agua, en este caso los no consuntivos. Este
consistió en la aplicación de una solución transitoria, utilizando a favor
normas generales sobre la defensa de la libre competencia. Al concluir que
seguir concediendo derechos de agua a ENDESA6, que ya acaparaba un
número considerable de derechos sin necesariamente usarlos, podría
contribuir a la generación de monopolios en el sector de la generación de
energía hídrica, el gobierno de entonces consiguió que la DGA se abstuviera
de entregar nuevos derechos mientras no hubiera un nuevo mecanismo legal
que asegurara que con éstos iba a haber un adecuado uso de las aguas. En
ese sentido, proyectos específicos de interés general y bien justificados no
iban a enfrentar obstáculos. Si bien la medida inicial tuvo como objetivo
regular las prácticas de Endesa, finalmente se extendió a todas las
peticiones del sector de generación de energía hidroeléctrica (Dourojeanni y
Jouravlev, 1999).

Ciertas materias de las propuestas enviadas al Congreso durante la década


de 1990 finalmente fueron aprobadas en el año 2005. Se logró otorgar
nuevas y mayores facultades a la DGA y entre ellas el “deber de velar por la
preservación de la naturaleza y la protección del medio ambiente”. Así, se
logró establecer un ‘caudal ecológico mínimo’ como requisito para otorgar
derechos de aguas (Chile Sustentable, 2010a). Además, se estableció una
patente por no uso de derechos de agua. Pero debido a la serie de recortes y
filtros de la oposición, en palabras de Sara Larraín et al. (2014), estas
modificaciones resultaron ser totalmente insuficientes. Quedaron intactos el
libre ejercicio de la facultad de derecho de aprovechamiento y la no
afectación de derechos de aprovechamiento ya existentes (90%), lo que en
otras palabras significa que no se alteró ni el estado de la concentración de
derechos, ni el monopolio ya existente (Gentes, 2006; Chile Sustentable,
2010b). La patente por no uso de los derechos no necesariamente debilita la
concentración y el monopolio, además que se sustenta de una visión
totalmente productivista, que ignora y finalmente castiga una arista más
conservacionista que comprende la acumulación de derechos de agua como
una manera de proteger fuentes y ecosistemas, precisamente de intereses
extractivistas. En el mismo sentido, aquello aprobado fue insuficiente para
limitar la sobreexplotación del recurso y la degradación de las cuencas. No
se establecieron prioridades de uso y la legislación siguió sin diferenciar las

6
Endesa, Empresa de Electricidad Sociedad Anónima, fue una empresa publica creada a mediados de
1940 como parte del plan de industrialización de la CORFO, sin embargo, hacia finales de la década
de 1980 comenzó su proceso de privatización, y actualmente principalmente de capitales italianos.

57
distintas realidades geográficas y climáticas que existen a lo largo del país
(Chile Sustentable, 2010b).

En paralelo, entrando los años 2000, los conflictos socioambientales y


movilizaciones ciudadanas en torno a estos temas continúan multiplicándose,
poniendo cada vez el acento en la necesidad de atender las causas
estructurales de las crisis socioambientales, cuestionando las bases del
modelo económico y productivo y de distribución desigual de sus beneficios y
costos. Ya desde el gobierno de R. Lagos (2000-2006), las movilizaciones
ciudadanas en contra de las grandes obras de infraestructura 7 y sus
impactos sociales y ambientales marcaron un precedente, asi como la
reacción ante conflictos ambientales emblemáticos como el llamado
“desastre del Rio Cruces” a partir de la contaminación por parte de la
empresa de celulosa CELCO y la resistencia ante la aprobación del proyecto
minero “Pascua Lama” por su afectación a los glaciares y a la cuenca del rio
Huasco. Estas movilizaciones amplían su alcance más allá de lo local o
regional, produciéndose diversas manifestaciones y protestas en Santiago
exigiendo soluciones a estas problemáticas. No obstante, si bien en todos
estos conflictos el tema del agua está presente y es un eje central, el
cuestionamiento acerca de su privatización y la demanda por cambiar las
normativas (Código de Aguas, Constitución) para asegurar su carácter de
bien publico no son aun tan claras dentro de las demandas de los
movimientos socioambientales y territoriales.

De todas formas los conflictos de Rio Cruces y Pascua Lama marcan un


precedente en las luchas ciudadanas contra la destrucción del
medioambiente y sus impactos en las comunidades, poniendo en el tapete la
incapacidad de los sistemas de regulación y protección medioambiental y de
justicia para proteger a los ecosistemas y comunidades y la importancia de la
movilización territorial y vigilancia ciudadana para lograr soluciones a los
conflictos:

“En definitiva, no fueron las instituciones, sino la gente común y corriente la


que funcionó. Organizaciones ambientales y sociales, organismos no
gubernamentales y personas de los más diversos sectores se aglutinaron en
torno a Acción por los Cisnes, que dirige las protestas en Valdivia. Se
presentaron cientos de denuncias por daños a la salud provocados por las
emisiones de gases a la atmósfera y grupos de profesionales hicieron un
monitoreo y censos en el santuario para demostrar cómo se iba muriendo
todo signo de vida. En tanto, otra coordinación, ligada a Acción por los
Cisnes, lideró las acciones en Santiago y una experiencia similar se hizo en
Valparaíso. En Valdivia, Santiago, Valparaíso, Temuco y otras ciudades hubo
marchas multitudinarias, protestas frente a la empresa y ante las

7
Las grandes inversiones en infraestructura se promovieron bajo un sistema de concesiones,
acentuando la privatización de los bienes públicos, en el marco de la firma de diversos TLC con EEUU,
China y la Unión Europea.

58
autoridades, acciones judiciales, recolección de firmas y manifestaciones en
las calles. La presión pública hizo reaccionar en el último momento incluso a
grupos de parlamentarios.” (OLCA, 2012)

A partir de estas movilizaciones territoriales en Huasco y Valdivia, también se


activan otros grupos de apoyo a nivel nacional y en Santiago – entre otros la
Coordinación por la Defensa del Santuario de la Naturaleza de Río Cruces en
Santiago y Acción por los Cisnes-, quienes comienzan a ver la necesidad de
articular las luchas territoriales y de generar movilizaciones ciudadanas que
apunten a cambiar el modelo económico que degrada el medioambiente y
precariza la vida de comunidades y territorios. Por su parte, el conflicto con
las comunidades mapuches afectadas principalmente por la continuidad de
la expansión de la industria forestal, tiene un punto de inflexión el año 1997
con la quema de camiones en Lumaco, a partir de la cuál el conflicto se hace
patente y la política de los gobiernos comienza a reafirmar la estrategia del
control y represión de las movilizaciones de las comunidades para la
reivindicación de sus tierras, bajo el alero de la “ley antiterrorista”.

2.2. La regulación del agua en la Constitución y la supremacía de los


“derechos de propiedad”

Como se esbozo previamente, el argumento de la inconstitucionalidad de los


objetivos de las reformas fue y sigue siendo un bastión del sector que se
opone a cualquier modificación de regulación, más aún si se trata de alterar
el orden y estado de los derechos de aprovechamiento. La Constitución
vigente, promulgada en 1980, por ende de cuestionado origen 8 , se
caracteriza por fortalecer la propiedad privada por sobre la pública y la
colectiva. En su artículo 19 especifica “la libertad para adquirir el dominio de
toda clase de bienes, excepto aquellos que la naturaleza ha hecho comunes
a todos los hombres…” (Constitución Política, 16), sin embargo, en el mismo
artículo, numeral 24, establece que “los derechos de los particulares sobre
las aguas, reconocidos o constituidos en conformidad a la ley, otorgarán a
sus titulares la propiedad sobre ellos” (Ibid, 18). En otras palabras, si bien no
existe un derecho de propiedad sobre las aguas, si existe la propiedad sobre
el derecho de aprovechamiento que el Estado otorga gratuitamente a
privados y ha sido esta protección constitucional del derecho de propiedad la
que ha fortalecido y dado predominancia a la condición privada del agua por
sobre la condición de bien nacional de uso público (Calisto y Weber, 2020).
Esto a su vez explica la baja posibilidad de poder hacer reales cambios a la
regulación del agua: cualquier intento de regulación es comprendido como
una vulneración de la garantía constitucional al derecho de propiedad.

Los sistemas de gestión comunitaria, Juntas de Vigilancia, Asociaciones de


Canalistas y – en menor medida- las Asociaciones de Usuarios de Agua

8
Véase Atria (2013)

59
Potable Rural (APR), también son regidas por lógicas de propiedad privada,
en tanto el contar con derechos de agua es un requisito para participar de
estas organizaciones y dentro de estas, el poder de voz y voto se rige según
la cantidad de derechos de aprovechamiento de agua que cada usuario
tenga.

“…hoy día se les entrega ese rol (de gestión del agua) solamente a las
instituciones que son propietarias de derechos, o sea, una junta de vigilancia,
una comunidad de aguas subterráneas, tiene el derecho sobre un canal o rio,
afluente, y esa asociación de canalistas o agrupación de regantes tienen
derecho porque son dueños, que se los hayan entregado gratuitamente el
estado es otro aberración, pero son dueños, y el vecino que esta al lado y
compro un terreno y no se dio cuenta que no tenia agua, o el campesino que
le compraron su derecho sin saber esa persona que era fundamental hoy día
pa’ subsistir y hoy no tiene agua, murió! Entonces esa lógica es la que hay
que cambiar y la comunidad tiene un rol fundamental…” (R. Faúndez,
MODATIMA)

“Incluso las APR están cruzadas por la misma contradicción. Para que haya
un APR, la APR tiene que tener derechos de agua y si bien las APR se
organizan como organizaciones sin fines de lucro, la APR tiene en su
patrimonio los derechos de agua que compró o le transfirió el Estado de
manera gratuita, pero para que una APR pueda sacar agua de alguna parte,
tiene que tener derechos de aprovechamiento de agua. Y es súper
paradójico por ejemplo, que en el caso de la crisis por la sequía y el tema del
monocultivo en la zona de Petorca, Cabildo, el año ante pasado (creo que
fue) que para poder responder al desabastecimiento de consumo humano, el
MOP tuvo que comprar en el mercado derechos de agua para transferírselos
a las APR”. (L. Cuenca, OLCA)

Es debido a aquello que los intentos de reformas constitucionales han


buscado principalmente modificar el mencionado numeral 24. Unos han
propuesto restablecer la propiedad del Estado sobre las aguas, o al menos
establecer la prioridad del Estado para disponer de los derechos
preexistentes sin necesariamente indemnizar a los propietarios de los
derechos, tomando en consideración sobre todas las cosas, la función social
del agua, el resguardo del derecho humano y también el de la naturaleza.
Específicamente la propuesta del gobierno de Bachelet en enero del 2010,
propuso mantener el dominio de los titulares sobre sus derechos, pero
buscando entregar nuevas herramientas a las autoridades competentes para
cuando fuese necesario, poder limitar o restringir el ejercicio de los derechos.
Esto se justifica, comprendiendo la necesidad fundamental de asegurar y dar
prioridad al consumo humano, en un escenario de creciente “escasez
hídrica”. (Reforma al Código de Aguas Boletín 7542-12).

Independiente del camino utilizado para lograr alguna reforma a la gestión


del agua, la oposición empresarial ha permanecido contundente y las

60
propuestas de reformas que se fueron sumando alcanzaron más de 60
proyectos presentados desde 1992 hasta el año 2016 (Mundaca y Faúndez,
2019). No obstante las propuestas de reformas al Código de Aguas
estuvieron presentes en la agenda legislativa prácticamente desde inicios de
la época democrática post dictadura, los proyectos de reforma fueron
“cosméticos” y con una constante critica, presión y lobby empresarial que se
manifestó con fuerza en distintos momentos del debate parlamentario,
poniendo freno a cualquier cambio que afectará los intereses de los grandes
capitales nacionales y extranjeros.

2.3. La escasez hídrica como fundamento para las reformas y el


discurso tecnocrático

Pasando al nuevo milenio, y sobre todo a partir de su segunda década, los


argumentos para las reformas en torno al agua desde los actores
institucionales fueron dando un giro notorio. Las conferencias e
investigaciones internacionales en relación al cambio climático; junto con la
evidente escasez de agua que en Chile afectaba más visiblemente al sector
de la agricultura y a sectores rurales; y la toma de consciencia de la
ciudadanía influyeron para que los nuevos argumentos de las reformas al
Código de Agua se basaran precisamente en el cambio climático, la sequía y
las implicancias que ello puede tener sobre el desarrollo económico y social.

Aparecen en la discusión publica diversos actores técnico-especializados9


que aportan insumos al diagnostico acerca de la “mega-sequía” 10 y la
“escasez hídrica” en Chile, sustentando diversas soluciones técnicas para
enfrentar la crisis del agua en el país, bajo el paraguas de las medidas de
adaptación y resiliencia frente a los cambios climáticos. Si bien el concepto
de “escasez hídrica” incluye tanto los factores climático/meteorológicos e
hidrológicos como los usos (oferta y demanda) que se da al agua en cada
territorio (CR2, 2015), pocas veces los análisis han llegado a profundizar en
los impactos de los usos industriales y extractivos en los ciclos hidrológicos
y/o en la incidencia de la falta de regulación y control sobre el uso efectivo
del agua por parte de grandes sectores económicos como la minería y las
forestales. De lado de la oferta o disponibilidad hídrica, la DGA cuenta con un
Balance Hídrico Nacional, referido principalmente a las aguas superficiales,
pero que no incluye otros factores como los sistemas de glaciares, acuíferos
subterráneos o vegetación. Del lado de la demanda o usos del agua, esta
incluye el consumo humano, los usos económicos-productivos (agricultura,
minería, ganadería, industria) y de los ecosistemas naturales de cuenca, sin
9
Por ejemplo el Banco Mundial, CR2 U Chile, Fundación Chile y el PNUD, entre múltiples ONGs
10
La sequía meteorológica (baja en registro de precipitaciones) que se observa en Chile entre
Coquimbo y Los Lagos cumple una década en 2019 y por eso se le ha llamado “mega-sequía”, tanto
por su persistencia temporal como por su extensión espacial. Se han registrado en este periodo una
baja de precipitaciones del 30%, además de un alza sostenida de temperaturas que ha caracterizado
esta como “la década más cálida de los últimos 100 años”

61
embargo existen importantes vacíos de información actual e histórico, por
ejemplo, los registros y catastros de los derechos de aprovechamiento en
Chile son incompletos y no se controla la extracción ilegal de agua, entre
otros problemas de falta de control y sub registro, los cuales han sido objeto
de denuncia y movilización social. Finalmente, según normativa la “escasez
hídrica” en un territorio11 se decreta por parte del Presidente de la Republica
en función de variables hidro-meteorológicas (precipitaciones, caudales de
ríos, embalses), pero no se consideran los usos y demandas del agua a nivel
local, lo que limita la efectividad de estas decisiones para regular y solucionar
los problemas de acceso al agua (CR2, 2015).

Por otro lado, el propio Banco Mundial, en su Diagnóstico sobre la gestión de


Recursos Hídricos (2011), reconoce las dificultades de la actual regulación
del agua para atender a la crisis hídrica que afecta al país y la incidencia de
la demanda económico-productiva sobre el agua como un factor de su
escasez:

“La situación de los recursos hídricos durante las tres últimas décadas
probablemente ha estado menos influenciada por el propio sector del agua
que por la estrategia de desarrollo nacional de Chile y que por las políticas
macroeconómicas y de otros sectores. El papel fortalecedor del mercado y el
fomento de una economía orientada a la exportación basada en productos
como el cobre, la fruta fresca, la madera y su pulpa, el salmón, y el vino –
todo lo cual usa agua en su proceso de producción - han llevado a un
importante aumento del uso del agua, en particular en las cuencas
relativamente pobres en agua de las partes norte y central del país”. (vii)

Dada la continuidad de las políticas de desarrollo neoliberales, este Informe


pronostica un aumento por la competencia por el agua y un incremento de
conflictos entre diferentes usuarios de agua y las presiones ambientales y
sobre los ecosistemas, siendo necesarios ajustes en las regulaciones del
recurso hídrico y su gestión. Si bien en este documento se reconoce la
necesidad de asegurar derechos de agua para sectores vulnerables y
ecosistemas, además de mejorar el registro y regulación de los DDA, del otro
lado se promueve la mantención y reforzamiento del mercado de derechos
privados de agua y su “certeza hídrica”. (BM, 2011)

Integrando estas nuevas cuestiones, en el año 2011 se ingresó al Congreso


para su discusión una nueva reforma al Código de Aguas que en su
presentación catalogó el agua y su escasez como un asunto de seguridad
nacional. Así, en su origen apuntaba a modificar la legislación para (1)
generar mayor seguridad y equidad en el acceso al recurso mediante un
11
En octubre de 2019, se había decretado oficialmente escasez hídrica en un total de 129
comunas (DGA, 2019).

62
mecanismo que resguardara el recurso hídrico para el consumo humano y
abastecimiento primario; y (2) establecer una nueva categoría del derecho
como derecho esencial. Lo que resguardaría el agua para el consumo
humano, desarrollo local, ambiental y territorial (Reforma el Código de
Aguas, Boletín N° 7543-12).

En este escenario, el nuevo gobierno de Bachelet asume con un programa


con altas expectativas de reformas sociales (educacional, tributaria,
previsional) y legales (constitucional, electoral), entre las cuales la reforma al
Código de Aguas adquiere nueva relevancia. Así, Michelle Bachelet anunció
en su cuenta pública en mayo del 2014 que:

“El fenómeno del cambio climático ha alterado las condiciones


que habíamos conocido, y yo lo he dicho muchas veces, la sequía
que hemos visto ya no es una emergencia, llegó para quedarse.
(…) No se trata, además, sólo de escasez hídrica, agravada por la
larga sequía que experimentamos, sino también de la
sobreexplotación de cuencas y del mal uso de los derechos de
agua. Es por eso que hemos propuesto reconocer a las aguas
como un bien nacional de uso público en sus diversos estados,
modificando sustantivamente el Código de Aguas.” (Bachelet,
2014: 32)

Esta reforma apuntaba a elevar a nivel constitucional el carácter de bien de


uso público del agua, frente a un escenario de una década de sequia
sostenida, el incremento de la demanda de agua desde sectores económicos
y la agudización de los conflictos socio-territoriales por el recurso. Así fue
que en octubre del 2014 se ofició a la Cámara de Diputados una indicación
sustantiva al proyecto de reforma en curso desde el 2011. Con ésta, se
apuntaba a nivelar la legislación chilena en relación a otros países OCDE y
así asegurar el abastecimiento de agua a la población y darle un uso
eficiente a la misma. Esto, por medio de la intensificación del régimen público
de las aguas: el reforzamiento de las facultades administrativas de la DGA, la
limitación de los derechos de aprovechamiento y otorgando protección y
prioridad a los usos de la función de subsistencia (Legislatura 362, Sesión
78ª Cámara de Diputados, 2014).

Entre las propuestas más destacables del proyecto, se pretendía cambiar el


concepto de “derechos de aprovechamiento” por concesiones temporales: a
30 años para quienes pretendieran darle un uso consuntivo y a 20 años para
quienes la necesitaran para uso no consuntivo. Sin embargo, debido a los
amarres y fuerte oposición, se estimó que este sistema sería efectivo solo
para los derechos de aprovechamiento por entregarse a futuro (no
retroactivo), dejando fuera a todos los derechos ya entregados a privados a
perpetuidad, es decir, no aplicaría para el 90% del agua existente (Mundaca
y Faúndez, 2019).

63
No obstante lo anterior, la reforma tuvo una fuerte crítica de los grupos de
interés que históricamente se han opuesto a cualquier tipo de reforma en la
materia, dada la imbricada relación entre el sistema de gestión y propiedad
de agua y los capitales económicos. Dos años después del ingreso del
proyecto y considerando que el concepto de concesión no alteraba los
derechos ya otorgados a perpetuidad, en su exposición a la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados que analizaba la reforma al Código de
Aguas, el entonces presidente de la Asociación Nacional de Agricultura
manifestaba su parecer:

“Estamos ante un proyecto inconstitucional, que busca limitar la


perpetuidad de los derechos de aprovechamiento de agua,
cambiando radicalmente su naturaleza jurídica. Hablemos claro,
es una expropiación encubierta de esos derechos, sin fijar la
indemnización que corresponde. Los agricultores de Chile no
aceptaremos un nuevo despojo de nuestros derechos” (Crespo,
2016)

Frente a estas reformas, los gremios agroindustriales y empresariales han


desarrollado diversas campañas comunicacionales para deslegitimar y frenar
el cambio del Código de Aguas, bajo argumentos como la “expropiación de
sus derechos” y “amenaza a la productividad del país”12. Con la llegada al
poder del segundo mandato de Piñera, estas reivindicaciones corporativas se
instalan en la agenda de gobierno y ponen en escenario de incertidumbre a
las modificaciones propuestas, bajo el argumento de “restablecer la certeza
jurídica” de los derechos de agua de los empresarios y calificando el actual
Código de Aguas como “amigable”.

Luego de unos años de haber sido presentado el proyecto, fue el propio


gobierno el que le quitó urgencia al debate (Mundaca y Faúndez, 2019), lo
que deja una vez más en evidencia la magnitud del poder de los intereses
comprometidos y los límites de la voluntad de las fuerzas progresistas de la
centro-izquierda para avanzar en esta temática. Finalmente, la propuesta de
reforma fue aprobada en febrero del 2018, con múltiples recortes, y terminó
otorgando solo nuevas atribuciones a la DGA fortaleciéndola en materias de
fiscalización y sanción. Mientras tanto los problemas de la sequía y la
escasez hídrica se continuaron abordando, pero predominantemente desde

12
Algunos ejemplos de estas publicaciones: http://www.aminera.com/2017/03/13/la-reforma-
al-codigo-aguas-atentara-derecho-propiedad/; http://www.revistagua.cl/2017/05/29/masivo-acto-
san-fernando-reforma-al- codigo-aguas-debate-congreso/;
http://www.elmercurio.com/blogs/2017/03/23/49776/Proyecto-reforma-al- Codigo-de-Aguas-en-el-
Senado.aspx.

64
un punto de vista –supuestamente- técnico, pero que finalmente operaba en
función de los intereses del lobby empresarial:

“No estaban las condiciones, un parlamento controlado por los poderes


económicos difícilmente iba a lograr cambios,…en algún momento la nueva
mayoría tuvo mayoría, no hizo cambios mas profundos, no lo logro, a pesar
de toda la presión q hicimos el empresariado se cuadro como en pocas
ocasiones con el derecho de propiedad con la certeza jurídica, hizo una
campaña pero del terror contra una reforma que tampoco era expropiatoria,
lo que declaraba era bien nacional de uso publico, categorías básicas de
para ellos podía afectar la certeza jurídica porque afectaba la categoría de
derechos los transformaba en algo como concesiones pero igual eran como
a 20 o 25 años o sea eran cosas no pa’ terminar con la propiedad de un día
pa’ otro…sino un proceso de largo plazo…aun asi hicieron una campaña
terrorífica la SNA el Consejo Minero, los gremios empresariales mas
conservadores de este país que mantiene esta economía oligopólica, se
movieron, entonces mas que se perdió una oportunidad fue frenada o
boicoteada esa reforma” (R. Faúndez, MODATIMA)

2.4. Continuidad: soluciones técnicas a problemas políticos y las


“falsas soluciones”

La Estrategia Nacional de Recursos Hídricos 2012-202513 elaborada bajo el


mandato de Sebastián Piñera es un buen reflejo de las propuestas técnicas
que han predominado hasta el presente. Mientras se tramitan las reformas al
Código de Aguas se busca mejorar la gobernanza existente en materia de
agua: conseguir mayor coordinación institucional y mayores atribuciones
para el organismo de la DGA. A su vez, se pone especial énfasis en el déficit
de la infraestructura apropiada para situaciones de escasez como
infraestructura de captación y acopio 14 ; en la urgencia de mejorar
acueductos; y en la necesidad de disponer de recursos públicos para
incentivar una mayor tecnificación en sistemas de irrigación y la urgencia de
tomar acciones a la brevedad tendiendo a una gestión integrada del recurso
a nivel de cuencas. Así también se discute la necesidad de mejorar planes
comunicacionales y educacionales para presentar a la población los

13 https://www.mop.cl/Documents/ENRH_2013_OK.pdf
14
Uno de los argumentos para justificar la construcción del más embalses es que “el agua
se pierde en el mar”, asi lo ilustra la siguiente cita de un articulo en la página Red Agrícola:
“Como sucede en buena parte del país, lo que ocurre en Ñuble no es que no haya agua,
sino que simplemente se vierte en el mar. “En la temporada anterior pasaron por el río 2.500
millones de metros cúbicos, y de eso sólo utilizamos 500 millones, el 20%. El 80% del agua
se fue al mar, porque los otros 2.000 millones de metros cúbicos estaban disponibles en una
oportunidad en que la agricultura no los necesitaba. Con una obra de acumulación, los
hubiésemos embalsado”, explica Salvador Salgado, ingeniero repartidor de la Junta de
Vigilancia del Río Ñuble.” En: https://www.redagricola.com/cl/embalse-punilla-la-esperada-
obra-transformara-nuble/

65
problemas y las soluciones que pueden estar a su alcance para enfrentar la
situación.

Propuestas de grandes proyectos de infraestructura como embalses de


cabecera, una carretera hídrica y desalinización de agua para el riego, que
llegan acompañadas de asociaciones público-privadas para la inversión son
cada vez más discutidas y atractivas para los grupos de interés y sus
gremios que históricamente se han opuesto a reformas sustanciales del
Código e insisten en buscar soluciones técnicas principalmente a través de
multimillonarias inversiones en infraestructura monumental para aumentar la
disposición de agua, pero el sistema de propiedad de los derechas y la red
de instituciones que lo sustentan, deben permanecer intactos.
Paralelamente, y para atender en la inmediatez las consecuencias de la
sequía sobre los sectores más desprotegidos la población, se toman
medidas como decretar zonas de emergencia agrícola y zonas de
emergencia hídrica lo que implica destinar un presupuesto para financiar
alimento, agua y atención veterinaria para el ganado; alimento para las
abejas; la entrega de bonos para agricultores; el suministro de agua para el
consumo humano por medio de camiones aljibes; y el apoyo con material
para profundizar pozos, adquirir bombas y mangueras para mejorar
infraestructura, entre otros (Gobierno de Chile, 2019)

Frente a estas propuestas, diversos actores sociales han planteado que


estas representan “falsas soluciones” y destacan la asociación entre la
sostenida escasez hídrica y la acumulación y sobre-otorgamiento de
derechos de agua en territorios ya por largo tiempo azotados por la sequía y
escasez de agua. Tal es el caso de la zona de Petorca donde para el 2019
se había decretado 16 veces zona de escasez hídrica por parte del MOP;
para la misma fecha a nivel nacional desde el 2008 ya existían 80 decretos
de escasez hídrica en regiones como Biobío, Maule, O´higgins y Aysén ,
para el caso de la región de Valparaíso entre el 2008 y 2017 se decreto
escasez hídrica en 29 ocasiones (Tamayo y Carmona, 2019). No obstante
estas medidas gubernamentales, estudios demuestran que la asignación de
derechos de agua a privados en estos contextos de emergencia hídrica no se
frenaron e incluso se agudizaron: según un estudio de Bolados (2018) para
la provincia de Petorca, entre 1995 y 1999 se entregaron 7.727 litros por
segundo (l/s) de caudal a privados (principalmente familias Ruiz Tagle, Perez
Yoma y Piwonka), casi nueve veces los 866 i/s entregados los cuatro años
anteriores (1990-1994). Esto ilustra claramente la incidencia de los
mecanismos neoliberales de apropiación y concentración del agua en la
crisis hídrica y la agudización de la “escasez” en ciertos territorios.

“Las autoridades son el obstáculo más grande. Especialmente últimamente


se han tomado las consignas principales como la sequia. Ellos abordan el
tema, pero como tiene el poder de los medios de comunicaciones, ellos lo
abordan a su manera. Posicionando las falsas soluciones como mega-
embalses, plantas desalinizadoras, que siguen aportando al modelo y al

66
mercado del agua. Lo que hace que la privatización del agua, como tema,
pase a segundo plano…Entonces, se instala un discurso que confunde
mucho a la gente y les obliga a tener que hacer procesos formativos súper
intensos en los territorios.” (C. Zarate, MAT)

En esta línea, Budds (2012) critica la efectividad de los enfoques


exclusivamente técnicos para resolver los problemas de escasez de agua y
crisis hídrica, en tanto no dan cuenta del “ciclo hidrosocial” es decir, de los
factores sociales y políticos que están detrás de las desigualdades de acceso
y los conflictos por el agua. Específicamente se refiere al estudio que realizó
la DGA en el Valle de Petorca para justificar una mayor asignación de
derechos de aprovechamiento de aguas subterráneas en un contexto de
“escasez”:

“el estudio no prestó atención ni en los factores cualitativos –como los


patrones de uso entre los distintos usuarios– ni el marco institucional que rige
el uso, acceso y control del agua, particularmente el Código de Aguas. Como
tal, el estudio ignoró la dinámica social de la sobreexplotación y el creciente
conflicto sobre el agua en el valle, aun cuando estas fueron las razones
primordiales por las que se llevó a cabo la evaluación. Esto posibilitó que el
estudio sea representado como técnico, la situación del agua como un
asunto ambiental, y los procesos políticos como puramente administrativos.”
(P. 181)

Se concluye de todo lo anterior que las medidas que se están proponiendo y


ejecutando son de carácter reactivo, enterrando con ello las dimensiones
políticas inherentes al agua y su gestión por medio de una transformación
sustancial del Código de Aguas y su anclaje constitucional, que atendiera en
profundidad las necesidades y demandas de los sectores más afectados por
la visión predominante de gestión del agua en Chile. La visibilización y
debate sobre las “falsas soluciones hídricas” ha formado parte de los
diagnósticos y propuestas de los movimientos territoriales socioambientales,
como ilustra la Memoria del encuentro “AguaAnte la Vida” del 2012, en la
síntesis de resultados de la mesa de trabajo “soluciones hídricas”:

“Este grupo se enfrentó a diversos titulares de prensa que proponen


mecanismos de solución desde la autoridad: bombardeo de nubes, la
construcción de un túnel submarino de 2.000 kilómetros para trasladar agua
de sur a norte, el remolcamiento de guateros gigantes desde la Patagonia,
por mar, al norte; el trasvasije de agua de cuencas no mineras a mineras, o
el traspaso de aguas de Argentina, cruzando la cordillera de Los Andes…El
grupo coincidió en que todas estas son Falsas Soluciones, no atienden ni el
sentir ni las demandas de la gente. El problema no es de dónde sacar agua,
sino determinar por qué nos vamos quedando sin ella, para qué se está
usando, quien la está consumiendo… la respuesta a esas preguntas puede
orientar verdaderas soluciones.” (OLCA, 2012)

67
En línea con lo anterior, el giro discursivo hacia lo medioambiental bajo el
paraguas del “cambio climático”, no apuntaba a cambiar el paradigma de
desarrollo sino que el horizonte de las instituciones y la dirección que
tomaron las políticas públicas apuntaron a construir, desde el paradigma ya
existente, un nuevo esquema, con foco en la sostenibilidad: que permitiera el
crecimiento y desarrollo pero con propuestas para la adaptación a los nuevos
escenarios climáticos y estrategias de mitigación de los costos ambientales
inherentes (Sánchez y Reyes, 2015). Con ello, el nuevo modelo de
“desarrollo sostenible” apunta a las grandes inversiones en tecnología para
seguir sosteniendo un modelo productivo intensivo, dejando una vez más, las
problemáticas sociales y ambientales, en un segundo plano.

3. La expansión extractivista y la explosión de los conflictos socio-


ambientales (territoriales)

3.1. La profundización extractivista y la indolencia político-institucional

Los fracasos en la resolución política del tema del agua, en paralelo se da un


incremento progresivo de la conflictividad social y un asenso progresivo del
agua como eje articulador de las demandas de los diversos actores y
territorios.

El problema hídrico comienza a hacerse cada vez más evidente, desatando


múltiples conflictos territoriales en el país, y afectando las condiciones
básicas de vida de amplias poblaciones, especialmente rurales y
campesinas. Como ejemplo de esta situación: entre los años 2008 y 2015 el
75% de las 110 cuencas hidrográficas de Chile se encontraban son sobre-
otorgamiento de derechos de agua; y de acuerdo al Atlas del Agua (DGA,
2016) del total derechos de agua consuntivos un 82% lo usa el sector
agropecuario, un 7% la industria, 3% la minería y solo 8% para agua potable
y saneamiento (Mundaca y Faúndez, 2019)

No obstante, el discurso de la “escasez hídrica” asociada al cambio climático


y – en menor medida- a una mala gestión del recurso hídrico desde la lectura
técnico-institucional, invisibiliza las causas estructurales a la base de la
desigualdad en el acceso al agua de las personas y territorios, que se
relacionan con la privatización de este bien de uso publico en diversos
niveles, su cooptación por las lógicas del libre mercado y la expansión y
profundización del modelo económico neoliberal extractivista de despojo
territorial, que continua siendo apoyado y subsidiado por las políticas
publicas estatales.

Como hemos visto, los diferentes movimientos socio-ambientales plantean


que la crisis hídrica general en Chile es acentuada por la política extractivista
que no ha tenido restricción o freno frente a las condiciones de mega sequia

68
o cambio climático, al contrario, al aumento de las inversiones le sigue el
aumento de la demanda por agua donde el principal acaparador de derechos
consuntivos es el sector agroindustrial y en el caso de los no consuntivos el
de hidro-energía.

“Lo anterior se fue acumulando en deudas que hicieron que la gente entrara
en un debate más político y que entendiera que su conflicto local, particular,
no iba a tener una solución de fondo si no se hacían cambios más
estructurales. Entonces de esa manera se daba una interacción entre la toma
de conciencia con opciones de carácter más político-ambiental, donde lo que
efectivamente había que empujar, era políticas ambientales más
comprometidas con el medio ambiente, pero también superando las
situaciones de injusticia ambiental, el cambio de la matriz productiva, salir del
extractivismo: se fueron instalando gradualmente en el tiempo como parte de
este proceso de crecimiento en distintos ámbitos del movimiento. Muchas de
las organizaciones que fueron pasando por estos procesos, un porcentaje de
ellas se fue quedando en la militancia de más largo plazo. Desde ser un
conflicto local donde la gente enfrenta una amenaza, o una situación de
contaminación, da una lucha para superar esa situación y luego, en muchos
casos, esas bases sociales se quedan haciendo una militancia mas socio-
ambiental y de una manera más permanente. Eso es lo que finalmente va
alimentando este proceso que luego se encuentra el agua como eje que
transversaliza las luchas socioambientales y territoriales.” (L. Cuenca, OLCA)

No obstante el creciente malestar, la economía en Chile, en base a la


explotación y exportación de recursos naturales, tuvo un crecimiento
considerable desde la década del noventa hasta el punto de ubicar en el
2018 una serie de productos sin mayor procesamiento, de sectores mineros,
agrícolas, forestales y acuícolas en los primeros puestos de las
exportaciones mundiales, liderando entonces en exportaciones de productos
tales como cátodos de cobre y yodo; uvas y cerezas frescas; celulosa cruda
de coníferas; filetes de salmón, y algas de uso industrial, entre otros
(Direcon-Prochile, 2018). La otra cara de la moneda expone los sacrificios
ambientales y sociales para que lo primero haya sido posible: la pérdida de
237.126 hectáreas de bosque nativo entre 1999 y 2013 (Instituto de asuntos
públicos, 2016:173) contribuyendo a esto las plantaciones forestales y la
habilitación agrícola de los suelos. En la minería, la producción de cobre
aumentó un 31,9% entre 1999 y 2015 lo que ha significado una mayor masa
de relaves y ha demandado mayor cantidad de energía y agua para su
explotación (Idem, 413).

Un elemento de contexto relevante es la agudización de las movilizaciones


sociales, ya iniciadas en el gobierno anterior de Bachelet (2006-2010) con la
primera “revolución pingüina” y sus demandas de mayor democratización y
derechos sociales. Durante el primer gobierno del derechista Piñera (2010-
2014), las movilizaciones estudiantiles y sociales continúan y el “malestar
social” asociado a la desigualdad de ingreso, territorial y consecuencias del

69
extractivismo se acentúa. Ejemplo de ello es el estallido de los llamados
movimientos regionalistas: la movilización de Magallanes y el paro del gas en
enero de 2011, Aysén y el movimiento “tu problema es mi problema” de
febrero/marzo de 2012, y por último, Calama y el movimiento ciudadano
regionalista originado en 2009 y su apogeo en el paro comunal de 2012 en
rechazo del proyecto FONDENOR.

A este panorama se suman a su vez un acumulado de múltiples conflictos


territoriales emblemáticos, que surgen en el escenario publico, relacionados
con el tema de la devastación del medioambiente producto de la
agroindustria (caso Freirina), la contaminación de las termoeléctricas y sus
consecuencias en la salud (casos de Ventanas, Quintero-Puchuncaví,
Barrancones), las denuncias del “saqueo” del agua en Petorca, asi como la
continuidad de la oposición a grandes proyectos mineros en el norte (Pascua
Lama – Valle del Huasco) y centro (Los Pelambres - Caimanes) e
hidroeléctricos en el centro (Alto Maipo) y el sur (HidroAysén - Patagonia sin
Represas), por parte de comunidades campesinas e indígenas.

El tema del agua continua tomando mayor relevancia en la agenda publica,


la mirada desde los conflictos territoriales va aportando al análisis y
complejizando el debate acerca de la propiedad y gestión del agua y otros
bienes comunes. Por ejemplo, a partir de la lucha continúa de las
comunidades y organizaciones contra Pascua Lama se visibiliza la relevancia
de los glaciares, el manejo de cuencas y los ciclos hidrológicos.

“Con un destacador cuentan, el Lucho Faura con la monjita que son unos de
los que hicieron este estudio, que ocuparon un destacador rojo, verde y
amarillo como el semáforo. Y cuando terminan de estudiar, se dan cuenta de
que tenían casi todo en rojo. Entonces ahí fue mayor la alarma dándose
cuenta de que podía haber contaminación de agua, afectación de las vegas
alto-andinas, impactos sociales por el tema de los camiones entre medio de
los poblados… una serie de impactos a la cotidianeidad. Entonces ahí se
inicia con toda la fuerza este movimiento y siempre fue muy importante el
agua. Por los glaciares y por el tema de la contaminación, tanto así que la
identidad del valle está atravesada por esta primera organización que se
organiza en la comuna de Alto del Carmen que se llama Salvaguarda de la
creación, que marca la idea “el agua vale más que el oro” (C. San Juan,
Asamblea del Agua Huasco)

En el otro extremo geográfico, desde la resistencia a HidroAysén, se


posiciona el debate sobre la matriz energética y su distribución – al servicio
de la industria minera-. En su Declaración fundacional la Coalición
Ciudadana por Aysén Reserva de Vida, cuestiona la coherencia de estos
megaproyectos hídricos con las nociones de “desarrollo sustentable”:

“…intervenir a la escala planteada los más importantes ríos (en caudal,


biodiversidad, potencialidades turísticas) de la Región de Aysén y Chile no

70
sólo será un verdadero asesinato de estos cauces sino además atentará
contra todas las formas de vida de estas cuencas y también contra las
condiciones de vida y la visión que quienes habitamos esta tierra tenemos
respecto del desarrollo integral presente y futuro para nuestras comunidades,
tanto en lo ambiental como en lo cultural, social y económico” (Declaración
fundacional Aysén Reserva de Vida, enero 2006)

Las campañas ciudadanas y comunicacionales de las organizaciones como


el Consejo de Defensa de la Patagonia tienen un amplio impacto social y
político, que se cristaliza en el movimiento “Patagonia sin Represas” que
marca tanto un hito de movilización y conciencia ciudadana, como un
posicionamiento de los temas ambientales y del agua en el debate político.
Según el relato publicado en la recopilación de Larraín (2010):

“En términos cuantitativos, los logros están a la vista. Hoy entre el 53 y el 57


por ciento de los chilenos no quiere represas en la Patagonia, y los
precandidatos presidenciales Alejandro Navarro, Jorge Arrate y Marco
Enríquez-Ominami expresaron directamente durante la campaña en 2009 su
rechazo a estas iniciativas. Por su parte el actual Presidente, Sebastián
Piñera, morigeró su discurso desde un neutro ( en la práctica pro represas)
“se van a hacer respetando el 100 % de la Ley Ambiental” a un balanceado
“las mega obras son necesarias sólo si no existen otras alternativas, y yo
creo que no estamos en ese momento”( Segura Ortiz,P. en Larraín 2010)

3.2. La explosión territorial y la crisis socio-política

Desde el Estado y de la empresa privada, la lógica imperante apunta a que


se pueden superar conflictos ambientales sin dejar atrás el crecimiento
económico a través del llamado desarrollo sustentable, lo que implica un uso
eficiente de las tecnologías y el cumplimiento de la normativa ambiental que
genera el Estado y su rol preventivo y orientador (Garrido et al., 2015). Sin
embargo, las que deben hacer frente a esta racionalidad hegemónica son
muchas racionalidades alternativas con su manera propia de observar,
construir y comprender la naturaleza, que depende de sus distintas
realidades y experiencia con su entorno y que las mueven distintas
motivaciones como por ejemplo éticas, estéticas, políticas, sociales y
económicas (Ulianova y Estenssoro, 2012; Garrido et al., 2015).

En dicho contexto es que emergieron a lo largo del país distintos focos de


conflictos cuyo centro es precisamente el sistema extractivista y la gestión
del agua, pero que se configuran en una amplia diversidad de formas,
orgánicas y estratégicas, lo cual en parte las dificultades para construir una
plataforma consolidada de organizaciones para desafiar las lógicas
dominantes, así, los mecanismos de acción y el perfil de las organizaciones y
movimientos han variado considerablemente desde principios de los noventa
y lo siguen haciendo el día de hoy. Las organizaciones territoriales y sus
alianzas son flexibles y funcionales a las necesidades de los territorios.

71
La recopilación de Larraín (2010) y el mapa de conflictos medioambientales
del INDH (2016) son una buena herramienta para dimensionar los problemas
y conocer la cantidad de focos de conflicto que han existido o permanecen
latentes o vigentes a lo largo de todo el país, a la vez que llevan a concluir
que el derecho al agua es uno de los principales derechos en juego y el
derecho a la participación se suma cuando se trata de territorios indígenas.
Generalmente se trata de conflictos entre dos o más partes, siendo una de
ellas sectores productivos y a veces el mismo Estado y las otras partes,
sectores sociales demandantes de su(s) derecho(s). En la zona norte la
principal actividad productiva amenazante a comunidades rurales e
indígenas es la minería; en el centro la amenaza suele ser la agricultura a
gran escala, las empresas sanitarias e hidroeléctricas; y en el sur, por lo
general son las forestales, plantas de celulosa y centrales hidroeléctricas las
que amenazan a comunidades indígenas y pequeños campesinos (Larraín,
2010; INDH, 2016).

De acuerdo al mapa de conflictos socioambientales del INDH (actualizado a


abril 2018) un 37% de los 118 conflictos reportados se asocian a la energía,
un 28% a la minería y un 8% al saneamiento ambiental. De estos un 44% (52
conflictos) tienen relación con el derecho al agua – de forma directa-15.

Para ser considerados un “conflicto”, de acuerdo a INDH (2016) debe existir


una controversia pública; se tienen que tomar acciones como judiciales,
protestas, cartas públicas, para visibilizar una posición; y tiene que existir al
menos un registro del conflicto en medios de comunicación. Considerando lo
anterior, se puede concluir que el número de conflictos recogidos y
reconocidos por el INDH puede ser impreciso ya que los actores
generalmente vulnerados muchas veces corresponden a sectores sin
mayores herramientas o poder hacer frente a su situación. En ese sentido,
los 118 focos de conflictos registrados en el 2018, considerando focos
cerrados, pueden solo ser comprendidos como datos que conforman un
panorama de la situación existente, con alta probabilidad de que los focos de
conflicto en el amplio sentido del término, sean aún más.

Si bien es su primera etapa post dictadura el movimiento socio-ambiental se


articula principalmente en interpelación al Estado (década de los ’90, inicios
2000), en un segundo momento, se produce una mayor autonomización y
énfasis en la generación de alternativas políticas desde lo local y territorial.
Estas respuestas surgen ante la amenaza extractivista a los sustentos
básicos de las comunidades, incluida el agua, la tierra y otros bienes
comunes:

“En cierto sentido, las organizaciones que toman más rápido conciencia de la
crisis – política y ambiental- son las que viven directamente los efectos de la

15
https://mapaconflictos.indh.cl/#/

72
profundización neoliberal en los territorios y que se ven obligadas a generar
nuevas respuestas que posibiliten su supervivencia frente a tales amenazas”
(L. Cuenca, OLCA)

Este proceso se inserta en uno más general de “crisis de legitimidad” del


sistema político y explosión del malestar social en diversos niveles: la
emergencia de los movimientos y agrupaciones territoriales responde a y se
nutre de esta crisis de representación política generalizada del sistema,
constituyéndose como opciones “fuera de” la forma tradicional – entendida
como la forma de la transición y sus partidos- de hacer política y
reivindicando otras formas de construcción democrática y ciudadana.

“La figura de el asamblea como espacio de toma de decisión, como espacio


de toma de decisiones, bajo su formato de trawun, tapimaptapi en el norte
andino, pero es un ejercicio de democracia real y participativa que tratamos
de construir y que sea lo mas transversal posible en el MAT o sea que sea
en asambleas que tomamos las decisiones transversales…” (F. Fernández,
MAT)

Durante la primera década del nuevo milenio los conflictos socio-ambientales


no fueron la excepción, más bien se dieron de forma paralela a otras
tensiones sociales, especialmente al histórico movimiento estudiantil
reactivado (2006-2011). Durante la ultima década se va generando un
panorama de articulación intersectorial, entre los diversos movimientos
sociales (ambientales, estudiantiles, de trabajadores, pensiones, feministas,
etc.) que comienzan a compartir diagnósticos y demandas de cambio frente
al modelo económico-social que multiplica inequidades e injusticias en
diversos ámbitos.

“…porque no creemos solamente que esto se hace solo desde la base, sino
desde todos los ámbitos, desde el estado, contra el estado en términos
políticos también cuando es necesario, fuera del estado, desde la sociedad
civil, desde la articulación con actores del mundo ambiental, y con otros
actores del mundo social, y ahí estuvimos con otros creando Unidad Social
con actores de la salud, educación, pobladores, UKAMAU, Colegio de profes,
No+AFP, seguimos en relación estrecha con ellos, porque sabemos que esta
cuestión es muchos mas grande, no es solo el agua, es la cultura, es la
salud, educación, el sistema económico y político que nos
instalaron…entonces desde la vereda del agua nosotros luchamos por la
recuperación de los bienes comunes, la desmercantilización, pero en un
sentido mucho mas profundo por el cambio rotundo de la sociedad, y somos
un actor mas en eso…” (R. Faúndez, MODATIMA)
3.3. Evidencias y experiencias desde casos emblemáticos de conflictos
socio-ambientales: hidroeléctricas, minería y agroindustria

• El caso de Patagonia Chilena sin Represas

73
Un caso que podría considerarse como hito del movimiento socio-ambiental
en Chile y del cuestionamiento en masa del sistema de gestión regulación de
las aguas, aunque también tiene mucho de excepcional, es el de Patagonia
Chilena sin Represas que se levantó el año 2006 como respuesta al avance
del proyecto “Hidroaysén” cuyo desenlace, años después, fue la detención
total del proyecto.

El objetivo del movimiento contra Hydroaysén era que Endesa y Colbún S.A
–capitales españoles/italianos y chilenos respectivamente- quienes tenían el
apoyo de destacadas figuras públicas, detuvieran su proyecto hidroeléctrico.
Enmarcado en el discurso de la necesidad de generar nuevas fuentes de
energía a causa de una previsible crisis energética en el corto plazo, que
afectaría principalmente al sector industrial del país, el proyecto contemplaba
la construcción de cinco centrales hidroeléctricas emplazadas en dos
grandes ríos que cruzan de cordillera a mar una de las zonas más australes
de Chile. Junto con esto, el proyecto implicaba la construcción de una línea
de transmisión: un tendido eléctrico superficial con torres de alta tensión para
sostener el cableado, el cual sería necesario para transportar la energía
producida desde el extremo sur hasta Santiago, para luego ser distribuida a
la zona de mayor demanda energética: el centro de la actividad minera en el
norte de Chile. No fue sino hasta el año 2011, cuando, de acuerdo al
procedimiento legal, el estudio de impacto ambiental que presentó
“Hidroaysén” para construir las represas fue aprobado, que el núcleo
impulsor de “Patagonia Chilena sin Represas” reaccionó con una intensa y
llamativa campaña que atrajo a una importante cantidad de personas que
hicieron de “Patagonia Chilena sin Represas”, su lucha. Es aquí necesario
aclarar que se trata de dos esferas que compusieron este fenómeno; aquella
de actores y organismos fundantes, quienes por sus propios intereses y con
los recursos suficientes, instalaron la discusión en el ámbito público,
atrayendo y reclutando a la otra esfera, que sería la ciudadanía en general.
Esta segunda esfera y su adhesión, fue la causa determinante que creó una
presión política tal, que fue capaz de comprometer la popularidad de la figura
del presidente de la República y, ante el descontento social, obligar al
aparato público a pausar el proyecto.

La estructura oficial que lo impulsó y sostuvo la resistencia es la excepción a


los movimientos más actuales que están siendo impulsados y sostenidos por
la misma ciudadanía de los propios territorios. En este caso el Consejo de
Defensa de la Patagonia estaba compuesto por fundaciones, corporaciones,
ONGs y asociaciones nacionales e internacionales. La calidad estética de la
campaña en general y el capital intelectual y monetario que se percibe,
corrobora que se trató de una campaña de élite (Radovic, 2012; Ulianova
Estenssoro, 2012). En este caso si bien el agua y los derechos de agua
acumulados por una transnacional para ejecutar un proyecto demostraban
que en el fondo del problema también estaba el Código de Aguas, lo que se
hizo no fue aludir a éste y las injusticias que conlleva, sino que se apeló a

74
otros elementos, principalmente de corte valórico: la valoración del
patrimonio ambiental, buscando mantener los paisajes de la Patagonia lo
más prístinos y menos intervenidos posible (Ulianova y Estenssoro, 2012;
Garrido et al., 2015) . No obstante aquello, a finales de enero del año 2015,
se publicó oficialmente la detención del proyecto Hidroaysén 16 por dos
motivos principales. Primero, el Estado no otorgó los derechos de agua
adicionales que solicitaba el proyecto para hacerse viable y segundo, porque
se decidió, por parte de las compañías, que era mejor esperar a que el
Estado chileno realizara una política energética oficial que decidiera las
futuras pautas de desarrollo energético del país.

Si bien esta iniciativa se trató de un caso bien particular en relación a los que
le siguieron y tuvo una importante influencia y trabajo en redes de ONGs
tanto a nivel nacional como internacional, acá sostenemos que de todas
formas sirvió para desplazar los límites de lo posible si de comprometer al
resto de la ciudadanía para detener grandes proyectos extractivistas se trata:
quedó como referente en la historia de Chile y en los imaginarios de la
ciudadanía. Logró movilizar a gente en Santiago que hizo de los problemas
de la Patagonia, sus problemas y esta movilización fue determinante en la
detención del proyecto. A partir de ésta, la población en la actualidad, se
encuentra más atenta a los potenciales daños ambientales y se considera
con el derecho y el poder de ejercer presión con una verdadera posibilidad
en el horizonte de poder llegar a incidir en las decisiones finales tomadas por
las figuras políticas y económicas.

• El caso de Pascua Lama

Pascua Lama es un proyecto minero de oro cuyo origen fue el Tratado


Binacional de Integración Minera entre Chile y Argentina, suscrito en el año
1997 que de amplias facilidades para la explotación y que no estuvo excento
de lobby sobre altos cargos políticos del período (Alcayaga, 2009). Este
proyecto estuvo liderado por la empresa canadiense Barrick Gold y empezó
a funcionar desde la década del 2000. Según las entrevistadas17, en las
comunidades aledañas al rio Huasco se encendieron las alarmas cuando
comenzaron a enterarse que el proyecto ya tenía los permisos necesarios y
pretendía intervenir dos glaciares para así comenzar a ejecutar el proyecto.
Los glaciares, que los locales denominan como “bancos perpetuos” han sido
reconocidos históricamente por ellos, como las fuentes que alimentan el río
Huasco que han permitido el desarrollo de las comunidades y sus
tradiciones, por lo tanto, si se llevaba a cabo dicha intervención, los

16
Endesa Chile decide detener el desarrollo de proyectos Hidroaysen y Punta Alcalde
https://www.emol.com/noticias/economia/2015/01/29/701455/endesa-chile-decide-detener-el-
desarrollo-de-proyectos-hidroaysen-y-punta-alcalde.html
17
Paula Carvajal de la comunidad indígena diaguita molle Kai Ko y Constanza San Juan,
vocera de la asamblea por el agua de El Huasco Alto.

75
lugareños sabían que sería el comienzo del fin de su fuente más elemental
de subsistencia.

La denuncia y resistencia comenzó a levantarse teniendo como principal


argumento la afectación hídrica tanto en el sentido de la disponibilidad del
agua como de la contaminación de ésta y como principal objetivo la
búsqueda de solidaridad y dar fin al conflicto en el territorio. Por un lado las
organizaciones que rechazaban el proyecto realizaron manifestaciones
públicas; acciones de puerta-puerta; charlas en liceos y universidades;
jornadas informativas e intervenciones artísticas en espacios públicos como
plazas y ferias; y funas a eventos auspiciados por Barrick Gold entre otros.

“así se van consolidando redes de trabajo y colaboración


estratégica con organizaciones como OLCA, grupos de apoyo de
Valparaíso, Santiago y Montreal (lugar de origen de la empresa),
además de contactos más personalizados con profesionales y
jóvenes documentalistas y tesistas.” (OLCA, 2013:89)

También lograron hacer presión a nivel parlamentario para impulsar una


iniciativa para crear una Comisión Investigadora sobre Pascua Lama en la
Cámara de Diputados, la que fue aprobada el 2013 y se encargaría de
analizar la situación ambiental de las comunas del Valle del Huasco y los
efectos de los trabajos del proyecto Pascua Lama (Cámara de Diputados,
2013). Además lograron que fuera a sesionar a terreno.

Por otro lado hubo una fuerte contraofensiva de la misma empresa


intentando limpiar su imagen y la del rubro minero completo que ésta había
ensuciado.”

“La empresa al verse cuestionada, comenzó un intenso


despliegue en el territorio, dentro de las que destacan el intento
por establecer un acuerdo con la Intendencia de Atacama, a
través de la creación de un fondo que aportaría con 10 millones
de dólares para la región, y que serían administrados por la
misma autoridad, a través de una fundación llamada “Desarrollo
Sustentable”, en caso de que se aprobara el proyecto. (…)
Asimismo ofrecía dinero a diversas organizaciones sociales para
tratar de captar más adherentes y dejar a un lado las objeciones
desde la ciudadanía, generando divisiones dentro de las mismas.”
(OLCA, 2016: 59)

Entonces siguiendo las lógicas de RSE en los territorios, Barrick Gold cooptó
a parte importante de la población realizando intervenciones sociales por
medio de financiamientos, intervenciones tecnológicas y entregas de
insumos: usando la estructura del Estado: JUNJI, CORFO y FOSIS, para
entregar dineros (OLCA, 2013). Asimismo logró cambiar de posición a
comunidades indígenas, o al menos a líderes de éstas; a organizaciones de

76
regantes; y logró instalar como alcaldesa a quien fuera la secretaria de la
empresa en la oficina comunal.

A principios del 2006 la Comisión Regional del Medio Ambiente de Atacama


pronunciándose a favor del nuevo Estudio de Impacto Ambiental de Barrick,
le otorgó el permiso para operar con la condición de no intervenir los
glaciares ni afectar la cantidad ni la calidad de las aguas del rio Huasco.
Desde entonces la oposición al proyecto intentó utilizar distintos medios
como ingresar la solicitud de recursos de protección y tramitar audiencias en
la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Cámara de
Diputados. Además levantaron una instancia de fiscalización comunitaria que
opera hasta el día de hoy con el fin de proteger sus aguas, territorio y propia
existencia (OLCA, 2016). Luego de reiteradas sanciones, las operaciones de
la faena minera fueron clausuradas en el año 2013 y posteriormente, en el
2017, la Superintendencia del Medio Ambiente le caducó la Resolución de
Calificación Ambiental. Si bien la empresa no ha apelado a las multas,
tampoco ha anunciado el cierre definitivo del proyecto. (Chile Sustentable,
2020)

Considerando lo anterior, cabe destacar que contando con un escaso capital


económico y de redes, fueron las comunidades organizadas las que
generaron sus redes y levantaron un debate público hasta el punto específico
de incidir en una Resolución de Calificación Ambiental y en términos
generales, de incidir en la discusión pública en torno a la importancia social y
ambiental de los glaciares y su preocupante nivel de desprotección en la
legislación chilena (Chile Sustentable, 2020).

• Petorca

Otra manera de enfrentar las problemáticas del Código de Aguas y sus


efectos, ha sido la de un grupo en la provincia de Petorca, región de
Valparaíso como respuesta al acaparamiento del agua por parte de la
agroindustria de palta, y al desigual acceso al recurso en la zona. En el 2010
un período crítico de sequía en estos valles alimentados por ríos de régimen
pluvial, provocó que miles de personas se quedaran sin abastecimiento de
agua, dejando al descubierto, a través de la denuncia de la organización
MODATIMA, que la DGA había sobre-otorgado derechos de aguas a pesar
de que sus aguas superficiales del rio Petorca y Ligua ya habían sido
decretadas como agotadas en 1997 y 2004 respectivamente, además de las
irregularidades en la extracción de agua: existencia de cientos de pozos y
drenes ilegales18 (Guioff, 2013). A partir de lo anterior, Bolados (2018) hizo
un estudio del sobre-otorgamiento y descubrió cómo los derechos de agua
en la zona se concentran en manos de cuatro familias agroexportadoras con

18
En su presentación ante la Comisión Especial sobre Recursos Hídricos, Desertificación y Sequía del
Senado en el año 2018, MODATIMA expuso la existencia de 366 pozos y 65 drenes ilegales en la zona
el año 2011.

77
vínculos estrechos con la Concertación las que de paso se han visto
beneficiadas por las ayudas monetarias que entrega la Comisión Nacional de
Riego para la construcción de embalses e incorporación de sistema de riego
tecnificado para los cultivos. El caso de la provincia de Petorca ha dejado en
evidencia cómo los organismos creados para fiscalizar y regular el
comportamiento de los privados en este sistema de libre mercado de las
aguas que el Código de Aguas permite, en la práctica no tienen la capacidad
para cumplir con su misión y que en el intertanto, y en un contexto de
escasez, se convierten en cómplices de un sistema que favorece sólo a
quien tiene más recursos y poder.

En vista de lo anterior, MODATIMA se ha propuesto como objetivo, intentar


incidir en la creación de un nuevo modo de gestión de las aguas; buscar la
revocación de los Derechos Provisionales del Rio Ligua y Petorca; terminar
con el subsidio estatal a grandes agricultores para obras de infraestructura
(MODATIMA, 2018). La vía ha sido participar y exponer su punto de vista
ante las comisiones especiales del Senado dentro del marco de las
discusiones de los proyectos de ley de reforma del Código de Aguas 19 ;
levantar una vocería y buscar un alcance mediático nacional e internacional
que se ha logrado de manera bastante destacada, buscando posicionar en el
debate público la idea de que el acceso al agua debe ser concebido como un
derecho humano y cómo el Código de Aguas y sus instituciones en Chile, en
su esencia y en la práctica, no satisfacen tal derecho y que el Estado de
Chile (la complicidad entre la clase política y económica) al mantener vigente
el Código de Aguas, no cumple con la protección de dicho derecho
(Mundaca, 2014).

3.4. Los limites del camino político-institucional

El primer gran denunciante de los efectos del extractivismo en Chile fue el


movimiento ambientalista compuesto por una red de ONGs que si bien surgió
a finales de los ochenta, su desarrollo más grande se dio en Chile durante
los noventa, con el retorno a la democracia. Como bien explican Ulianova y
Estenssoro (2015), el retorno a la democracia y al asentamiento de fuerzas
políticas de centro-izquierda permitió que los ambientalistas, constituidos en
ONGs se sintieran relativamente cercanos a la esfera política dominante;
creó expectativas de una relación más estrecha con el Estado y a la larga
hizo que se distanciaran de la función mediadora entre las comunidades de
base, el Estado y la empresa privada.

“En los equipos técnicos de las ONG expertas más emblemáticas,


es común encontrar a profesionales jóvenes con apellidos que
aluden al parentesco con conocidos lideres políticos e

19
Véase documento presentado ante la Comisión Especial sobre Recursos Hídricos, Desertificación y
Sequía del Senado en marzo del 2017

78
intelectuales progresistas de las generaciones anteriores. Con
relación a las ONG que funcionan en provincia, se puede percibir
un vinculo, a lo menos anunciado, con las organizaciones sociales
(sindicales, vecinales, etc.), asi como la vinculación de los temas
de ambiente y sociales. En cambio, las ONG "centrales" parecen
tener contactos más bien esporádicos con las organizaciones
sociales de base (permanentes o ad hoc) en torno a problemas o
situaciones ambientales especificas. La capacidad de
convocatoria social, de articulación de redes de voluntariado, de
movimientos sociales en torno a la problemática ambiental por
parte de estas organizaciones parece bastante limitada (Ulianova
y Estenssoro, 2015:196)”

En definitiva se trató de intelectuales de sensibilidad ambientalista, cercanos


a la elite política, que si bien no se fusionaron del todo con las fuerzas
políticas, asumieron lógicas bastantes similares a las hegemónicas y se
transformaron en centros de investigación altamente especializados y
profesionalizados con una alta capacidad e inteligencia para captar recursos
financieros y mediáticos. Por ejemplo, ONGs como Chile Sustentable han
invertido importantes esfuerzos en incidir en el diseño de las políticas
publicas en instancias institucionales y privadas, con presentaciones
sucesivas en comisiones especiales del ámbito legislativo en relación a
modificaciones al Código de Aguas, entre otros, pero con poca vinculación
con los movimientos socioambientales territoriales actuales.

Diversos intentos de representar políticamente las demandas ecologistas,


ocurrieron a lo largo de la época post dictatorial. La presentación de la
candidatura de M. Max-Neef (1993), economista y ecologista independiente,
apoyado por diversas organizaciones sociales, comunidades mapuche y
partidos de izquierda (Izquierda Cristiana, MAPU, Partido de los
Trabajadores), planteando una propuesta desde la sociedad civil y una
alternativa económica al neoliberalismo, que logró movilizar a diversos
sectores del espectro político, alcanzando un 5,5% de los votos. Si bien este
consistió un logro político relevante, este no se tradujo en la consolidación de
una apuesta política ecologista autónoma, a pesar de que Max Neef continuó
desarrollando académicamente propuestas económicas alternativas y fue
internacionalmente reconocido por sus planteamientos20.

Posteriormente el ala del movimiento ambientalista “central”, formó el Partido


Ecologista de Chile que se constituye en 2006, como parte de una corriente
de formación internacional de “partidos verdes” y con la aspiración de
representar políticamente las demandas ambientales 21 . En sus inicios se
presentó como una nueva alternativa, alejada de la política tradicional y

20
Sus principales planteamientos se encuentran en el libro “Desarrollo a Escala Humana” (1986)
21
Además de ONGs como Chile Sustentable y el Instituto de Ecología Política, otros antecedentes de
este partido se encuentran en Movimiento Ecologista (1993-1994) y de Los Verdes (1987-2001)

79
proveniente de organizaciones sociales y grupos ecologistas, que postulan
una interpretación política de la ecología y la necesidad de soluciones locales
y comunitarias a la pobreza y la construcción de una sociedad democrática y
“sustentable”. De hecho, en ocasión de su registro oficial como partido legal
(2008) uno de sus líderes, el conocido ambientalista Manuel Baquedano
(IEP), declaró:

"El tema ambiental se ha ido convirtiendo en un movimiento político y hay


una crisis de la política tradicional. La gente no se identifica con la manera de
hacer política. Hay un espacio que llenar. En 90 países del mundo hay
partidos verdes, es una corriente política en ascenso. Existe un clima
internacional con temas ambientales sobre la mesa: las crisis
medioambientales y los efectos del cambio climático demuestran que el
modelo económico hizo crisis. Tenemos que actuar en el plano político para
lograr reformas desde la gente, desde el barrio, desde la localidad"22

No obstante, en su trayectoria política este partido ha optado por la


constitución de alianzas con diversas coaliciones y partidos de “centro-
izquierda” (Chile Limpio en 2008, la Nueva Mayoría, el Partido Progresista -
PRO y recientemente el Frente Amplio) y ha alcanzado escasa
representación electoral, lo que da cuenta de su incapacidad de encauzar las
demandas territoriales y su desconexión con los actores de base del
movimiento socio-ambiental. En 2013 presentó como candidato presidencial
a Alfredo Sfeir que logró un 2,3% de votos. En 2017 logró la elección de un
diputado – Félix González por el distrito 20, Concepción.

En buenas cuentas, la conformación de un referente político autónomo y con


peso para la representación de los temas socio-ambientales no ha logrado
cristalizarse en una opción viable y los diferentes actores más institucionales
– ONGs “centrales”, partidos políticos- no han logrado conectar y movilizar
las diversas expresiones ciudadanas que, en constante crecimiento, han
optado por hacer política desde sus propias lógicas autónomas, más
alejadas de la institucionalidad.

3.5. El camino autónomo-territorial y el agua como eje articulador

En paralelo a estas instituciones de la sociedad civil centrales, con vínculos


político-institucionales (aunque con relativamente baja capacidad de
incidencia), los conflictos y movilizaciones de respuestas territoriales se han
ido multiplicando en las ultimas dos décadas y han ido configurando un
mosaico de diversas agrupaciones, redes y plataformas de actores en
múltiples niveles – locales, regionales, nacionales, temáticos- que se han
originado a partir de la necesidad de hacer frente a los impactos destructivos
de la expansión neoliberal y extractivista en sus entornos de vida y la

22
https://www.bcn.cl/historiapolitica/partidos_politicos/wiki/Partido_Ecologista_Verde

80
incapacidad del estado para mediar entre los intereses empresariales y las
necesidades de subsistencia de las comunidades.

El posicionamiento o “levantamiento” del agua como eje articulador de estos


diversos movimientos y orgánicas territoriales se va cristalizando
progresivamente a medida que los conflictos van escalando desde el nivel
local hacia el nacional, y ha medida que se producen encuentros y
articulaciones entre las diferentes luchas y demandas, frente a un estado en
general inoperante y pro-empresarial y un sistema político incapaz de
procesar las demandas por una mayor justicia territorial y ambiental y
entregar respuestas a la creciente conflictividad y precarización de los modos
de vida, especialmente rurales.

“Si bien Chile desde mucho tiempo ha sido un país extractivista que con la
Constitución del 80 prioriza como forma de tener recursos la venta de
materias primas o naturaleza, ya entrada la década del 2000, se empieza a
visibilizar en los distintos territorios la escasez hídrica y cada vez con mas
frecuencia. Porque los proyectos mineros empiezan a aumentar; los
agroindustriales llevaban mucho tiempo operando.” (E. Vega, Red defensa
Glaciares)

La ausencia de agua representa una “situación limite” para las personas, un


tema de “sobrevivencia” y de “dignidad” básica, que atenta contra las
condiciones para la vida humana. La perdida del agua se vive en forma
gradual, primero se pierde para las actividades económicas, el paisaje, el
ganado, y poco a poco se comienza a precarizar el acceso a nivel de
hogares y vida familiar. Ahora existe una conciencia mayor sobre la amenaza
de la usurpación y acaparamiento de las aguas en los territorios, donde la
amenaza se hace patente día a día y obliga a las poblaciones a una
vigilancia y alerta constante.

“La des-ideologizacion de la lucha socio-ambiental, o sea, las luchas mas


emblemáticas ambientalistas tenían un fuerte componente ideológico: contra
el extractivismo, contra el modelo de desarrollo…y yo siento que cada vez
los conflictos socio ambientales son mas por la “sobrevivencia”, la vida es
sentido común…o sea en Freirina la gente se moviliza porque esta aburrida
del olor a mierda de los chanchos, en Arica la gente tiene un índice de plomo
altísimo a la sangre, o muriendo de cáncer al estomago en el
Maule…entonces yo siento que son amenazas ya directas a la
sobrevivencia, que nos estamos yendo a la mierda todos juntos, …la
situación extrema…”(F. Fernández, MAT)

“Yo siempre digo, esto no es un tema de ecología, esto es un tema de


sobrevivencia. Hay mucha gente que les mueve el tema de ser ambientalista,
pero para nosotros eso no es necesario resaltarlo o ponerse la etiqueta de
ambientalista. La sangre nos manda defender el territorio que obviamente no
es la tierra que uno pisa no más, sino que es todo lo que en ella está. La

81
vida. Por ejemplo, todo nuestro sentir espiritual. Si afectan las aguas, el agua
es el espíritu de este país. Si no existiera, nada existiría acá, no existiríamos
nosotros. Entonces, si las aguas del rio, sea la que llega al mar, sea la que
riega nuestro huerto, sea la que va saliendo de los glaciares, si es afectada,
de afecta todo nuestro ser espiritual; se afecta toda nuestra forma de vivir en
el día a día. Se afecta toda nuestra vida.” (P. Carvajal, Asamblea por el Agua
Valle del Huasco)

Esta situación se ha vuelto insostenible, frente a la falta de respuestas desde


la institucionalidad y a las injusticias patentes que enfrentan las comunidades
a diario. Los gobiernos no han sido capaces de llevar adelante sus agendas
de reformas en estas materias, sobreponiendo otros intereses económicos.
No obstante, el agua se ha instalado actualmente de forma transversal a los
movimientos socio-ambientales, indígenas, campesinos y en general en la
ciudadanía consiente de la crisis ecológica y social causada por la
profundización del neoliberalismo.

Distintos conflictos emblemáticos a los largo de las ultimas dos décadas han
aportado al análisis, el debate y la instalación de las distintas aristas de la
problemática del agua en la agenda publica y demandas ciudadanas. Entre
ellos, resultan estratégicos: Pascua Lama instala el tema del agua y los
glaciares y la necesidad de su protección frente a la minería; Petorca,
visibiliza la precarización de la vida en las comunidades y la usurpación del
agua por parte de privados agroindustriales; recientemente Las Cabras, pone
en el tapete la tala ilegal de bosque nativo esclerófilo para “recuperación” de
cultivos agrícolas con autorización de planes de manejo por la CONAF
(mismo resquicio usado en Petorca para la instalación de paltos). Entre otros
múltiples que van alimentando el diagnóstico acerca de los efectos de la
escasez y los proyectos extractivos en los territorios:

“Por un lado, es una cuestión de palpar la escasez y la transformación de los


distintos territorios a partir de la instalación de distintos proyectos. En el caso
de Melipilla que es una zona de secano costero, es decir, se alimenta por
lluvias y precipitaciones, la crisis comienza desde que dos faenadoras tanto
de pollo como de chancho se instalan y comienzan a chupar cantidades
descomunales de agua. Eso es una cuestión innegable, pero por otro lado,
como el caso Pascua Lama, los mismos habitantes se dan cuenta que en el
proyecto no estaban mencionados los glaciares, en el año 2005, de ahí en
adelante se comienza a tramitar un proyecto de ley de glaciares que hasta la
fecha no ha podido salir, porque el peso minero es tan fuerte que no da
posibilidad.” (E. Vega, Red defensa Glaciares)

Hacia el 2010 se distinguen diversas articulaciones regionales, nacionales


y/o temáticas en torno a los conflictos territoriales o socio-ambientales, que
van concertando a los diversos grupos y construyendo un diagnóstico y
propuestas básicas comunes. Las experiencias de las diversas luchas
territoriales dan cuenta de la incapacidad y/o falta de voluntad del sistema

82
imperante para asegurar condiciones mínimas de supervivencia de
comunidades y ecosistemas, frente al avance de los capitales nacionales y
extranjeros. Este diagnóstico común, da cuenta de la necesidad de abordar
los “temas de fondo” que están a la base de los conflictos socio-ambientales,
relacionados con la profundización del modelo económico neoliberal, la
matriz productiva extractivista y sus consecuencias, las promesas
incumplidas de los gobiernos “progresistas” y en general la necesidad de
generar nuevas alternativas de “desarrollo” o “buen vivir” que pongan el
acento en la vida y el bienestar de comunidades y naturaleza, por sobre las
ganancias y la acumulación.

“Se saltó del conflicto particular a poder realizar demandas comunes del
movimiento socio-ambiental en torno a un modelo. Modelo que privatiza el
agua, que mercantiliza la naturaleza y profundamente extractivista y
neoliberal: ve la naturaleza como un saco de recursos a su disposición para
dirigirlo a los mercados mundiales. Al mismo tiempo, con un sistema
económico-social profundamente egoísta, individualista, donde el privado es
quien toma la batuta de las economías, de los procesos sociales y
organizativos, en desmedro de la comunidad, de la solidaridad, de la
reciprocidad y otras formas y economías locales y alternativas.” (C. Zarate,
MAT)

En este proceso de crecimiento del “movimiento socio-ambiental” o de


“defensa territorial” la demanda por al agua como derecho humano básico y
bien comunitario y eco-sistémico, se vislumbra prontamente como un
elemento transversal a las diversas luchas territoriales. Ya sea desde la
defensa en contra de su contaminación, distribución, usurpación y
privatización, de alguna u otra manera las diferentes demandas territoriales
son cruzadas por la necesidad de recuperar el agua como elemento básico
para la supervivencia de las personas, comunidades y culturas.

Los movimientos que integraron, tenían experiencias bastante recientes y


mas territorializadas y donde el foco no necesariamente era el agua, sino
mas el tema ambiental…y como que de manera conjunta nos damos cuenta
que es el agua el que nos iba aunando, y que los conflictos socioambientales
tenían sus particularidades en cada territorio…(Francisca Fernández, MAT)

“La gente que tenía problemas con la minería, que tenía problema con las
forestales, problemas con todo esto, decidió que lo que había que hacer era
exigir y poner en el centro el tema del agua. Yo creo que ese giro que se dio
en el 2011, 2012, fue de bastantes organizaciones…Nos dimos cuenta de
que hiciéramos lo que hiciéramos; de que pataleáramos lo que
pataleáramos, si es que no lográbamos cambiar el Código de Aguas, era una
cuestión… o sea que venía atado desde ahí. Se logró acordar desde todas
las organizaciones, de que había que poner el agua en el centro.” (V.
González, Red Defensa Territorios Araucanía)

83
La transversalidad del agua también contribuye y nutre la propia constitución
de estos movimientos a nivel nacional como una orgánica con expresión
socio-política, que en una primera etapa se configuraba más como un
“ambientalismo” o “ecologismo” en general, en paralelo a múltiples
expresiones locales de organización en defensa de los territorios sin mayor
articulación.

De igual forma, la complementariedad y coincidencia con las demandas


indígenas por la recuperación de sus territorios, y las propuestas y prácticas
de otras formas de organización social y económica, asi como de relación
con la naturaleza, nutre este crecimiento desde sus inicios y se plasma en
diversos niveles y espacios de articulación y acción conjunta.

“En Melipeuco hay un grupo importante de agrupaciones de mujeres de


defensa del territorio, de las semillas, economías territoriales, organizaciones
de artesanas… En ese sentido se acercan a la propuesta del buen vivir, pero
desde lo concreto: son productores que arman redes, organizan ferias, tienen
sus huertas, como formas de vida…son realmente prácticas campesinas y
mapuches y no solo definiciones teóricas.” (P. Neira, Red Melipeuco Ríos
Libres)

3.6. El asenso de las demandas desde lo local/territorial al escenario


nacional

A partir del 2010, los conflictos territoriales y locales, comienzan a escalar


hacia un plano más nacional, lo que puede entenderse como una
“ciudadanización” – en palabras de L. Cuenca-, es decir, las demandas se
expanden más allá del territorio afectado y logran movilizar una ciudadanía
mucho más amplia, que comienza a recoger los problemas socio-
ambientales que sienten como propios, en tanto participes del mismo modelo
de despojo social y ambiental. Siguiendo a Cuenca, este proceso “obedece a
una progresiva toma de conciencia y cambio cultural de base ciudadana,
donde quedan al descubierto las enormes inequidades del modelo
económico imperante y las “promesas incumplidas” de los gobiernos post
dictaduras, no solo en el plano ambiental, sino en mutiles esferas de la vida
social: educación, salud, pensiones, etc.”

Para Bolados (2016) esto obedece al fenómeno de que el neoliberalismo


comenzó a ser desnaturalizado, levantándose diversos espacios de
discusión y tejiéndose redes de organización que comenzaron a demandar
mayor participación y pluralismo de visiones en las instancias de generación
de políticas que los afectaban directamente. En este proceso, podemos ver
que el rol de los movimientos socio-ambientales ha sido crucial, para
visibilizar los efectos concretos – en las personas, territorios, ecosistemas y
culturas- de la expansión de la industria extractiva y del modelo neoliberal,
siendo el agua un aspecto especialmente critico que es clave para situar la

84
necesidad de poner limites al modelo de desarrollo actual y su afán de
privatizarlo todo.

Respecto a este ultimo punto, durante el ultimo período de Bachelet y Piñera,


se reactiva cierta politización de las demandas socio-ambientales, en parte
por el nuevo ímpetu del debate parlamentario en torno al Código de Aguas y
otros instrumentos, como la Ley de Protección de Glaciares, y por otra
debido a la alta presencia de la temática socio-ambiental en la ciudadanía,
que constituye un capital político-electoral que resulta atractivo para ser
movilizado por los partidos políticos y sus lideres. Específicamente con la
aparición de nuevos referentes políticos vinculados a las movilizaciones
estudiantiles y sociales y la creación del Frente Amplio (2017), como
referente de una “nueva política” cercana a los movimientos sociales, se
reactivan las conexiones de un sector del movimiento socio-ambiental con
los actores del sistema político-partidario. No obstante el acercamiento de los
diversos actores socio-ambientales a estas nuevas opciones partidarias no
ha sido homogénea, existiendo visiones distintas acerca de su voluntad,
compromiso y capacidad efectiva de impulsar los cambios largamente
demandados desde las luchas territoriales.

Desde un sector del movimiento los intereses de la “nueva izquierda” por


representar las demandas socio-ambientales y por el agua obedecen más a
intereses electorales que programáticos/políticos, o ideológicos, que
involucren la compresión de la crisis socio-ambiental de fondo y sus causas
estructurales, y no solo la atención a conflictos o movilizaciones puntuales y
sus soluciones inmediatas.

“Hay orgánicas políticas –todas muy legítimas— que ven el conflicto


ambiental solo como un espacio de capitalización y no como un intento de
cambiar y de generar una propuesta programática distinta. De hacerse cargo
de las problemáticas.”(L. Cuenca, OLCA)

Si bien este ultimo objetivo es primordial –priorizar resultados concretos para


las comunidades y sus conflictos-, es preciso atender a la dinámica
sociopolítica de los conflictos territoriales, que implican la generación de
propuestas de cambio social y económico, la reivindicaciones de modos
alternativos de vida y de relación con el entorno comunitario y territorial, y
que se traduzcan en la movilización de las comunidades afectadas en un
proceso de “militancia socio-política” que supere sus demandas particulares
y apueste por la construcción de proyectos alternativos “desde las bases”.
Por otro lado, sin cambios en las causas estructurales, la conflictividad social
y ambiental continuara en aumento, ya que la gente tiene más conciencia,
más información, más redes, etc. y esta más vigilante para reaccionar ante
las amenazas a sus entornos de vida.

Desde otro sector, esta nueva apertura representa una oportunidad política
de avanzar en conseguir las demandas de los movimientos sociales, donde

85
es clave la articulación político-social y jugar “en la cancha que hay”, sin
abandonar las luchas más estructurales

“…esa línea de parlamentarización ha sido permanente, …por ejemplo


cuando surge el Frente Amplio como actor y sacan 21 parlamentarios, yo
creo que nos juntamos en distintos momentos con todos, toda la bancada,
los Revolución Democrática RD, la presidencia nueva de RD, hasta con los
liberales…los humanistas, con todos nos hemos juntado desde la mesa
nacional de MODATIMA, porque entendemos que todos son frentes de
lucha, y el terreno parlamentario es el mas arisco, con el que tenemos mas
desconfianza, en particular el FA se ha portado súper bien con las posturas
nuestras...” (R. Faúndez, MODATIMA)

4. Nuevos relatos territoriales y rurales frente a la privatización y


neoliberalización

4.1. La nueva conciencia de la privatización y mitos neoliberales

Al mismo tiempo, con la desnaturalización del modelo neoliberal, se pone en


evidencia la privatización del agua como uno de los “pilares” fundamentales
del modelo neoliberal. Esta visibilización es resultado de las acciones del
movimiento socio-ambiental para posicionar el agua como un elemento
fundamental en el debate publico sobre la crisis del modelo actual y sus
alternativas, evidenciando la relevancia y a la vez la amplitud del desafío de
desmontar la privatización del agua y reponer su status de derecho humano
y bien común en el marco de un proceso de cambio social mayor, que
involucra a distintos movimientos y sectores de la sociedad.

Según Cuenca, la toma de conciencia acerca de la profundidad de la


privatización del agua y otros – mal llamados- “recursos naturales” ha sido un
proceso “progresivo y tardío”, que ha acaecido una vez que se han
multiplicado los impactos de esta privatización a nivel de comunidades y
territorios. Si bien el debate en torno al Código de Aguas y su anclaje
constitucional ha estado presente en la agenda político-legislativa – aunque
con escasos avances- desde inicios de la transición democrática, durante los
gobiernos post autoritarios se van desarrollando otros procesos que
agudizan el carácter de propiedad privada del agua y otros bienes comunes,
como la mencionada privatización de las sanitarias, privatización de
embalses e infraestructura hídrica (que también eran antes “bienes
públicos”), políticas de difusión y subsidios a sistemas de riego tecnificado
con impactos nocivos para los ciclos hidrológicos y ecosistemas,
intensificación/expansión de la agroindustria bajo diversos “resquicios” de
uso del agua y suelo, y recientemente las “soluciones técnicas” a la crisis
climático/ambiental como la carretera hídrica, la construcción de más
embalses, etc.

86
“Todo este entramado hace más difícil la construcción de un diagnostico
común y la acción de los actores territoriales y del movimiento socio-
ambiental para desmontar las diversas aristas del sistema de privatización.”
(L. Cuenca, OLCA)

El impacto de la privatización del agua, la tierra y los bienes comunes,


especialmente en los sujetos rurales y campesinos, también se ha asentado
como un “cambio cultural” donde se valora profundamente la propiedad
privada, por sobre la comunitaria y el individualismo por sobre la
organización colectiva. Hay una “perversidad en la propiedad del agua (y
tierra) y la opción neoliberal…un cambio cultural que lleva a una perdida de
conciencia del bien común” (L. Cuenca) que estaría en proceso de
recuperación/reivindicación.

En algunos casos, la toma de conciencia respecto de los impactos de la


expansión neoliberal en los territorios, especialmente en los primeros casos
de conflictos “emblemático” (fines ’90 - inicios 2000) se hace evidente cuando
los procesos de “sufrimiento ambiental” y precarización de la vida de
sectores vulnerables ya están en curso:

“O sea, el nivel de invasión… Se metieron hasta lo más profundo que se


podían haber metido. Hasta el centro de la familia también. Ni te cuento los
quiebres matrimoniales y etcéteras. El impacto que la minera tiene, no es
solo medioambiental. A nivel social, a nivel cultural, a nivel espiritual, ha sido
terrible. O sea, no hay palabras. No hay cómo explicarlo. Cada vez que yo
me acuerdo y hago el resumen me da tanta rabia. Me da tanta rabia que esta
gente haya llegado a nuestro hogar que era sagrado. Que era súper
tranquilo. Que era el lugar ideal y el paraíso. Que hayan llegado a destruirlo y
ya lo contaminaron desde contaminar las consciencias, contaminar el agua,
contaminarlo todo.” (P. Carvajal, Asamblea por el Agua Valle del Huasco)

4.2. El (anti) extractivismo como categoría para la defensa del agua y


los territorios

Los movimientos sociales han instalado la categoría del “extractivismo” para


explicar la forma en que la actividad minera – y otros sectores como el
forestal, agroindustrial, energético, etc.- se apropian y explotan los recursos
disponibles en un territorio, en beneficio de intereses foráneos y con escasos
beneficios para el desarrollo local –otro mito es el de la generación de
empleos- y altas “externalidades” negativas.

Otro ámbito de “mitos” que ha sido necesario desmontar como parte de la


labor de los movimientos socio-ambientales es la imagen de la minería como

87
“el sueldo de Chile” (o el paradigma de “Chile país minero”23), donde ha sido
un largo trabajo de las organizaciones en resistencia contra proyectos
mineros el develar los reales beneficios y costos de estas actividades para
las comunidades y el medioambiente.

El tema de los glaciares puede considerarse como un hito dentro de la


movilización que generó consciencia a nivel nacional de que existían
glaciares en el norte de Chile, realidad que era ignorada por muchos:

“ Este nuevo conocimiento de los glaciares, el hecho de que se tratara de un


proyecto minero binacional y el hecho de que fuese Barrick Gold, generaron
sensibilidades y reacciones. Esas tres cosas conjugaron y a favor de esta
comunidad que fue con el tema a Santiago a dar a conocer el proyecto; hizo
alianzas; se sacó un libro El exilio del cóndor. A la vez, se abrió un poco el
debate desde la arista política y la corrupción en la minería, se puso en la
balanza el tema de la minería sin control.” (C. San Juan, Asamblea por el
Agua Valle del Huasco)

La comprensión del modelo económico-productivo como “extractivista” ha


animado a la gente a enfrentarse a la minería y experiencias como la de
Pascua Lama contra Barrick Gold, y otras como Copiapo, Illapel, Salamanca
han mostrado la falta de “licencia social” de la actividad minera y han sentado
un precedente de mayor conciencia y actitud de vigilancia en las
comunidades frente una posible invasión minera.

Desde la experiencia de lucha contra Pascua Lama, al principio se tenía una


mirada como del “buen vecino” y de fuente generadora de empleo. La
empresa se presentó, les habló de todos los aspectos positivos de proyecto y
de que ellos como habitantes de la zona iban a “ganar” con el proyecto. Sin
embargo, el conocimiento local permitió visibilizar los impactos negativos en
los glaciares y sus consecuencias:

“Entonces la gente les creímos todo. Si somos todos tipos de buena fe, acá
como que no hay desconfianza, también había conocimiento de parte de
nosotros de los impactos de la mega minería o de la minería a esa escala.
Creímos todo lo que se nos decía. Entonces al comienzo, la primera luz de
alarma o insulto a la razón como le llamamos nosotros, fue decir que iban a
mover los glaciares. Que iban a mover los hielos eternos o los bancos
perpetuos como les llamamos acá. Entonces, por ignorante que sea, por
huaso por indio, por lo que sea, me doy cuenta que eso es imposible.” (P.
Carvajal, Asamblea Agua Huasco)

23
Para Bolados (2016) el imaginario de Chile como país minero fundado desde los inicios del estado
nacional con la explotación del salitre, el carbón y luego el cobre, ha construido una subjetividad que
sirvió de base a la instalación del extractivismo minero en los territorios.

88
Frente a la tecnocratización de las instituciones ambientales, la debilidad del
Estado en los territorios y el empoderamiento de las empresas privadas, son
las empresas extractivas quien se hacen cargo de solucionar sus problemas
con las comunidades locales. Así, durante la década de los noventa, cuando
los efectos de las intervenciones extractivas aún eran comparativamente
menores y la capacidad de denuncia aún muy débil, predominó un modo de
relacionamiento asistencialista entre empresas y comunidades (OLCA,
2020), donde con un discurso de apariencia desinteresada y disfrazada de
altruismo, pero a la vez de manera bastante reactiva, las empresas cubrían
las necesidades y traspasaban bienes o servicios acotados para resolver
problemas puntuales de grupos clientelares o la comunidad entera.

Al emerger los organismos de regulación ambiental – CONAMA, SEA-,


producto del crecimiento de los mercados y también de la incipiente
formación de grupos demandantes, la estrategia de las empresas evolucionó
hacia la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como una política
empresarial estructurada para – en teoría- hacer participe a la población de
sus proyectos locales (Ibid.)24. Los resultados materiales de la RSE alzaron
el prestigio y la imagen de las empresas, empoderándolas aún más, pero a la
vez fueron incubando un profundo descontento en parte de la población ya
que, con los años, mientras prometían oportunidades de empleo, recursos y
desarrollo local, la actividad extractivista se intensificaba de igual manera que
sus efectos nocivos directos e indirectos sobre la población y el medio
ambiente (OLCA, 2012; OLCA, 2020).

Por ejemplo, en la comuna de Huasco recuerda cómo Barrick con el proyecto


Pascua Lama ofrecía a la gente fondos de inversión social prácticamente
regalados que en cierta manera ponían en jaque a las personas que a la vez
los necesitaban y se resistían al proyecto:

“Para postular a un fondo concursable del Estado hay que hacer


un formulario, presentar estudios… es bien complicado para uno
que no cacha nada y que no tiene la posibilidad y que tiene que
pagarle a alguien para que lo haga y si uno no tiene plata, se
queda fuera. En cambio, esto (estos fondos) era a prueba de
tontos, cualquiera podía hacerlo, todos se los ganaban y si
querían rendían, si querían, no. O sea, era la papa para todo el
mundo. Estaba regalado.”(C. San Juan, Asamblea Agua Huasco)

Recientemente un tercer paradigma esta reemplazando a la RSE y la


relación empresa-comunidad ahora se está comenzando a dar bajo la lógica
del “Valor Compartido” que, considerando el aumento de conflictos

24
Esta estrategia se aterrizó en programas de desarrollo local elaborados con las comunidades y en
muchos casos implementados con las municipalidades que se materializaron en mejoras en
infraestructura, como plazas, bibliotecas, centros culturales, escuelas, multicanchas; y satisfacción de
necesidades básicas como canastas familiares y varios tipos de becas, entre otros.

89
socioambientales y necesitando una estabilidad para las inversiones, busca
establecer, con una profunda complicidad de actores políticos, instituciones
públicas y académicas, que la participación se perciba, por parte de los
miembros de la comunidad, como más horizontal y que ellos, ahora como
socios, se sientan con mayor poder de decisión (OLCA, 2020).

Otro mito es el de la industria forestal como productora de “bosques”. Lo que


en realidad se ha producido con la invasión forestal es la destrucción de un
modo de vida rural, campesino e indígena, que ha ido aparejado con el
recorte de las políticas de apoyo a la agricultura familiar, su mercantilización
(créditos) y que terminan empujando a la gente a dejar sus predios o
transformarse (con subsidio del estado) en pequeños empresarios forestales.
La implantación del modelo forestal chileno, llevado adelante “a sangre y
fuego” en dictadura, se funda en el proceso de despojo de tierras y
sustitución de bosque nativo por cultivo industrial. De acuerdo a Mundaca y
Faúndez (2019), si bien “originalmente, el DL 701 se planteó como una
medida para combatir la pobreza en la zona centro sur del país, al recuperar
suelos de secano y “forestar para Chile”. Transcurridos más de 43 años
desde la promulgación del DL 701, las plantaciones de monocultivo de pinos
y eucaliptus, bordean los 3 millones de hectáreas” (p. 91)

Si bien desde inicios del ´90 los movimientos ambientalistas ya cuestionaban


este modelo y sus consecuencias, no es hasta el ’97 con la quema de
camiones en Lumaco que se destapa el conflicto de las comunidades
mapuches, precarizadas y empobrecidas, y su resistencia al modelo forestal
y su expansión apoyada por el Estado. (L Cuenca). En relación a las
forestales, ha sido un trabajo importante la vinculación con el problema del
agua y su visibilización publica:

“Nunca se dimensiona la cantidad de agua que consumen sus árboles.


Porque es una cifra muy difícil de establecer. Se sabe cuánto consume un
pino o eucalipto en edad joven o en edad madura, pero multiplícalo por la
cantidad de hectáreas que tienen plantadas, e incluso multiplícalo por la
cantidad de hectáreas que tienen plantadas en terrenos particulares, de
gente que les vende a ellos los pinos y los eucaliptus. A esta altura la
propiedad de la tierra (no debería sea agua?) no es tan relevante.” (V.
González, MAT-Red Defensa Territorios)

“La gente en el campo ve y conoce su territorio, y cuando uno les habla del
impacto de las forestales en el agua, no estás inventando nada. (Ellos) Lo
está viendo en el rio que se les secó. Entonces yo creo que, a pesar del
miedo, igual en el pueblo chileno hay una profunda consciencia de clase.
Puede ser que te quedes callado, puede ser que no te atrevas a hacer nada,
pero igual te estás dando cuenta de que te están cagando. Yo creo que los
viejos lo ven, lo saben.” (P. Neira, Red Melipeuco Ríos libres)

90
El sector forestal es el segundo sector primario de exportaciones del país,
detrás de la gran minería del cobre, la expansión y crecimiento de este sector
sigue estando subsidiado por el Estado. En 2014, el DL 701 fue prorrogado
en su vigencia hasta el 2018, ante el reclamo de “crisis del modelo forestal”
por parte de los empresarios del duopolio Arauco-Mininco. El objetivo ahora
es que ya capitalizadas las grandes empresas, el subsidio debe apuntar a
financiar a los pequeños y medianos propietarios, cubriéndoles hasta el 90%
de los costos para sustituir sus bosques nativos por monocultivos. Esto de
traduce en el avance del “desierto verde” y la pobreza en los territorios, tal
como ilustra el reportaje audiovisual “Plantar Pobreza: El Negocio Forestal en
Chile (2014)”25.

Frente a esta situación las comunidades campesinas se ven obligadas a


migrar, ya que no tienen condiciones para producir alimentos o criar
animales, y además las aguas están contaminadas o no existen, con lo que
dependen de camiones aljibes. Las políticas de fomento forestal y de la
agroindustria atentan contra el modo de vida y derechos de las personas del
campo y comunidades indígenas, pero también significan una amenaza a la
seguridad y soberanía alimentaria de toda la población:

“…por la descampenización tan fuerte donde la producción de alimentos va


decayendo, vemos que los territorios que otrora fueron los graneros de Chile,
hoy día se han convertido en un desierto verde con pinos, eucaliptus, y sin
duda, que esto genera una gran amenaza a la vida, a las cosmovisiones, a
los pueblos originarios, a las comunidades indígenas que están en los
territorios, la muerte de la biodiversidad y de todo lo que significa. Esperamos
que el 701 no sea aprobado”. (Viviana Catrileo, ANAMURI, 2015)26

Asi, poco a poco, las políticas publicas neoliberales –durante y post


dictadura- han ido decretando como inviable los modos de vida campesinos
tradicionales e indígenas y presionando por su reconversión a la producción
hacia la agroindustria o forestal, por medio de políticas crediticias, paquetes
tecnológicos, promoción de cultivos según demanda internacional, etc. Se
produce un desplazamiento de las actividades tradicionales a favor de la
agroindustria o la producción forestal, tal como lo ilustra el caso emblemático
de la Provincia de Petorca:

“En la Provincia Petorca, inicio y lugar icónico, los movimientos surgen en los
2000, primero como articulaciones de agricultores campesinos con
problemas de agua, mas pobreza, vocación agrícola, muchos campesinos,

25
Tal como ilustra el reportaje audiovisual “Plantar Pobreza: El Negocio Forestal en Chile” (2014),
disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=A42dHCxuJ1w&feature=emb_logo&ab_channel=ResumenTV

26
Cita en articulo El Desconcierto: http://eldesconcierto.cl/la-industria-forestal-y-la-muerte-del-
bosque-nativo-en-chile-un-modelo-para-secar-al-pais/

91
parceleros que en los 90 se dedicaban a producir hortalizas, hasta que en los
90 se instala la palta como el gran negocio y se instalan grandes grupos
económicos para plantar paltos en los cerros y valle, y con ellos empezó a
transformarse el paisaje, cercaron cerros ya no había paso, compraron a
precio de huevo la tierra y inscribieron los derechos de agua de forma
perpetua porque el Código de Aguas asi lo permite y la
Constitución…entonces se acapararon el agua y la tierra y los pequeños y
medianos se vieron amenazados, el PRODESAL comenzó a promover la
reconversión productiva al palto, hubo como un boom del palto y en menor
medida limones y cítricos…y eso hizo que a su vez gran parte de los
productores se transformaran y empezara un proceso de degradación
ambiental hídrica del territorio creciente y sistemática o permanente, desde el
2000 había cambiado la superficie agrícola ya no era de hortaliza sino de
palto, en una década pasaron de 2.500 a 12.500 hectáreas …” (R. Faúndez,
MODATIMA)

La relación entre la privatización del agua y su concentración – en términos


de derechos de aprovechamiento- en el sector agro-industrial – en desmedro
de la agricultura familiar campesina e indígena-, se relaciona con la idea de
que junto con los productos agrícolas de exportación se “exporta agua”, en
tanto el uso de este recurso va en beneficio de estos grandes capitales y
cuya producción va a parar a grandes supermercados extranjeros, como lo
ilustra el reportaje de Danwatch sobre las condiciones de producción de
paltas chilenas consumidas en Dinamarca:

“Las paltas en los supermercados daneses pueden haber tomado el agua de


chilenos común y corrientes de una manera que viola su derecho humano al
agua. Varios supermercados desconocían el problema antes de la
investigación de Danwatch, pero ahora dicen que cambiarán sus políticas de
compra de paltas.” (MODATIMA, 2017)

La estrategia comunicacional, de denuncia publica – y también judicial- ha


sido una estrategia central para el posicionamiento del Movimiento de
Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente
MODATIMA como plataforma, más allá de Petorca, y ha contribuido
significativamente a la visibilización y sensibilidad ciudadana sobre la
necesidad de acabar con la privatización del agua (denunciando el robo y
apropiación ilegal y legal) y asegurar su provisión como derecho humano y
base para una “vida digna” en las zonas rurales y del “pueblo sencillo” (en
palabras de R. Mundaca)

“…después a nivel mas internacional en LAC con la Red VIDA pa’ la defensa
del R Mundaca que es dirigente, que fue en algún momento agredido y
criminalizado en un momento cuando estábamos muy en la confrontación
con Pereza Yoma en el 2014- 2013, y después en el terreno de la denuncia
internacional, que esa otra incidencia es la que nos ha catapultado por
decirlo asi a nivel nacional, pa’ tener una vocería mas mediática y que fue la

92
denuncia de cómo la palta vulnera el derecho humano al agua y eso llego a
Europa, llego al DAN watch, a la TV publica alemana y The Guardian en el
Reino Unido, y esos medios fueron un parlante gigante para que los
empresarios mas poderoso del agro la SNA reaccionaran y empezara la
arremetida y criminalización, y persecución y eso escalo un conflicto que
hasta el 2019 muy fuerte, con el Ministerio de RREE…la otra pata la
denuncia contra los ministros de Piñera que también nos ha tenido desde
que empezó este gobierno sobretodo a Walker con la denuncia de sus litros
por segundo…la línea denuncia es algo que hemos aprovechado mucho en
términos de incidencia y al final siempre lo transformamos en algo mediático,
porque eso permite avanzar e instalar los temas, disputar agenda y correr la
barrera del sentido común y eso lo hemos hecho durante mucho tiempo…”
(R. Faúndez, MODATIMA)

4.3. Demandas y actores rurales/campesinos en los nuevos


movimientos territoriales socio-ambientales

Como vimos, las políticas de contrarreforma agraria, la represión militar hacia


las organizaciones y dirigencias campesinas e indígenas y la posterior
reafirmación del esquema liberal con las políticas post dictadura, han
continuado la pauperización y reducción del campesinado, empujado su
asalarización y le han despojado de sus tierras, agua y recursos productivos.
La imposición del neoliberalismo en el campo logra desarticular las
demandas históricas del movimiento campesino (reforma agraria) y debilitar
a las organizaciones campesinas que habían cobrado fuerza en los ’60 e
inicios de los ‘70s. Por ello, si bien existe cierta presencia de organizaciones
de corte campesino en los movimientos socio-ambientales y territoriales de
las ultimas décadas, su incidencia y liderazgo es débil y con poca
representación de base.

Las organizaciones tradicionales sobrevivientes a la neoliberalización del


campo – ejemplo: Confederación Ranquil, MUCECH, etc.- no se han hecho
cargo de la “nuevas realidades” del campo y las nuevas demandas
asociadas al trabajo asalariado de temporada (precario, desprotegido), los
plaguicidas, la privatización de las semillas y las demandas por la
recuperación del agua y otros bienes comunes. Destaca en esta línea la
presencia de ANAMURI27, como una organización de nuevo tipo, que se
enfoca precisamente en las demandas del “nuevo campo” incluyendo a las
mujeres temporeras, la lucha por las semillas y la soberanía alimentaria, con

27
La Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) es una organización
civil chilena sin ánimo de lucro y autónoma compuesta únicamente por mujeres y fundada en
el año 1998 en Buin, cuya misión es organizar y promover el desarrollo de las mujeres
rurales e indígenas de Chile estimulando y fortaleciendo su organización. ANAMURI forma
parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y la Vía
Campesina Internacional.

93
alianzas con el movimiento campesino internacional (CLOC-Vía Campesina).
En su intervención frente a la reforma del CDA instala la critica al modelo
económico que arrasa con la vida e identidades rurales y campesinas, con
especiales impactos para las mujeres rurales e indígenas:

“Como Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI,


estamos en un momento en que es necesario hacer una reflexión y balance
de la situación general actual para pensar el futuro, pues estamos viviendo
una situación generalizada de desigualdades y discriminación, violencia,
trabajo precario, acaparamiento, y extractivismo de nuestros recursos
naturales en nuestros territorios que son claramente percibidos por las
mujeres y sus respuestas pueden ser variadas de acuerdo a la ubicación
geográfica en que se encuentran. Pero no solo nos quedamos en la crítica,
sino también tenemos conciencia de nuestro rol en la construcción de una
nueva sociedad…Nosotras buscamos romper con la homogenización que
recae sobre nuestros pueblos, ya que el capitalismo hace desaparecer
nuestras identidades y particularidades, transformando los ecosistemas, y
los territorios. El sistema político actual busca en nombre de la
homogenización, invisibilizarnos como sujetos/as. Todo esto exige cambios
profundos y nos obliga a buscar claves para la construcción de un nuevo
paradigma.”(ANAMURI, 2017)

Por su parte, las organizaciones de usuarios de agua promovidas por la


actual normativa – Juntas de Vigilancia, Asociaciones de Canalistas-, en su
mayoría, reafirman el valor de la propiedad privada del agua para participar
en las decisiones sobre su gestión y la necesidad de proteger estos derechos
de propiedad bajo el argumento de la “certeza hídrica” y la buena
administración del recurso por parte de estas agrupaciones. Junto con los
derechos de aprovechamiento de aguas, la entrega de la administración de
obras de infraestructura –embalses, canales- subsidiadas en su construcción
por el Estado a estas agrupaciones refuerza su poder sobre este bien
publico, “amplificando el efecto de la propiedad y privatización” (L Cuenca).
Esta dinámica se acentúa con las nuevas políticas como los “embalses
multipropósito” (riego, electricidad, mitigación riesgos por cambio climático)
donde las Juntas de Vigilancia también pasan a controlar centrales de
generación de energía hidroeléctrica, incrementando más las inequidades y
concentración del poder y la propiedad en un grupo de favorecidos por el
sistema privatizador. El discurso de valoración de los derechos de propiedad
sobre el agua se refleja en la siguiente cita referente a la construcción del
Embalse Punilla28 de la Junta de Vigilancia del Río Ñuble:

28
El embalse tiene un carácter multipropósito -riego y generación de energía-, y será el segundo más
grande del país, con un volumen útil de 600 millones de metros cúbicos. Su central hidroeléctrica
tendrá una potencia máxima de 94 megawatts y generará 470 Gwh (gigawatts hora) al año. En total,
el proyecto requerirá de una inversión de US$ 397 millones; el plazo de la concesión será de 40 años.

94
“El objetivo principal del Embalse Punilla será el de entregar seguridad de
riego para el desarrollo de la agricultura, especialmente en la temporada de
septiembre a marzo, pero además controlará las crecidas del río. Esto
favorecerá la programación de cultivos y ayudará a contrarrestar los efectos
del cambio climático global y de las sequías prolongadas que están
afectando al país. Por ello, establecen en la Junta de Vigilancia del Río
Ñuble, será obligación de la Sociedad Concesionaria de la obra prestar como
servicio básico la entrega de agua regulada a los usuarios que hayan
adquirido Derechos de Aprovechamiento de Aguas de la DOH.” (Velasco
Cruz, 2017)29

En buenas cuentas, todo el sistema de gestión de aguas y de apoyo a las


agrupaciones de regantes descansa en los derechos de aprovechamiento
(subsidios al riego, APR, etc.) Considerando esta estrecha relación entre los
intereses de las agrupaciones de regantes y usuarios de agua y los derechos
de aprovechamiento y propiedad sobre este bien común, no es de extrañar
que sus posiciones frente a las reformas al Código de Aguas durante las
diferentes instancias de debate en el Congreso hayan sido de rechazo a las
modificaciones sobre estos derechos de propiedad, que sienten como
legítimamente propios y la demanda de su “certeza jurídica”, a pesar de que
en algunos casos se reconozca la necesidad de priorizar usos humanos y
eco sistémicos por sobre los productivos. Ejemplo de ello es el documento de
“Posición de la Confederación de Canalistas de Chile ante la tramitación en
el Senado de la Reforma al Código de Aguas” (abril 2018) donde establecen
como aspectos conflictivos, entre otros: 1. La caducidad por no uso por ser
contraria a la CPE; 2. La retroactividad del proyecto que introduce la
temporalidad, para todos los derechos de aguas –nuevos y antiguos; 4. La
innecesaria intervención del Estado en las Organizaciones de Usuarios de
Agua en épocas de sequia; 8. El reemplazo sistemático de la palabra dueño
por titular, dando una clara señal de la intención de debilitar el derecho de
propiedad sobre el derecho de aprovechamiento de aguas (15 artículos).

En la misma línea, la presentación de la asociación de Canalistas de Diguillín


y sus afluentes ante la Comisión de Recursos Hídricos del Senado – titulada
“Una aventura sin precedentes”- establece su rechazo a la reforma del CDA
ya que:

“La Reforma al Código de Aguas:- Está focalizado en disminuir la protección


y seguridad jurídica del dominio de las aguas (uso precario) y organizaciones
de usuarios. - Reconoce mayores potestades y funciones a la DGA. Sin un
cambio estructural e independencia de los ciclos políticos, para asegurar su
carácter técnico. No asegura eficacia. Incluso hoy esta sobrepasada. -
Demuestra un menosprecio sobre las organizaciones de usuarios del país,
en especial las Junta de Vigilancia. A pesar de su evidente evolución y
reconocimiento nacional e internacional.” (enero 2017)

29
https://www.redagricola.com/cl/embalse-punilla-la-esperada-obra-transformara-nuble/

95
Las diversas posturas entre sectores de usuarios de agua “propietaristas” y
aquellos sectores campesinos y rurales que postulan al agua como bien
común y en el marco de un “buen vivir de los pueblos” dan cuenta de las
amplias inequidades existentes entre territorios y actores rurales. El mercado
de aguas ha profundizado las desigualdades entre campesinos y pequeños
agricultores, concentrando los recursos y oportunidades de “desarrollo” en
quienes logran insertarse en el proceso de neoliberalización del campo –
agroindustria, forestales- y que se benefician de las lógicas capitalistas,
donde el agua adquiere valor monetario, como bien transable en el mercado.
Del otro lado, los excluidos de estas lógicas o que se resisten a ellas son
precarizados y condenados a la pobreza y la desaparición:

“Como la institucionalidad del agua, es tan clasista, existe una junta de


vigilancia y esta junta de vigilancia está compuesta por los grandes regantes
de los territorios. Los que tiene tres mil acciones de agua. Los DDA
(derechos de aprovechamiento) son la vía por la cual se adquieren las
acciones de agua. Un gran regante tiene tres mil DDA en una cuenca versus
un pequeño regante que tiene media acción. En la práctica en gran regante
tiene más agua y además tiene mayor toma de decisión en la asociación de
canalistas. Una acción= un voto. En esa jerarquía existe una desigualdad
siendo los más pobres, las unidades de agricultura familiar, los más
desplazados y expuesto a la desaparición.” (E. Vega, Red Defensa
Glaciares)

Del otro lado, a partir de las luchas territoriales se ha generado una re-
valorización de los territorios rurales, de los modos de vida ancestrales y los
saberes campesinos e indígenas, que han permitido re-constituir y/o rescatar
las identidades territoriales que estaban olvidadas o en procesos de
desaparición. Por ejemplo, en el caso de Pascua Lama son los
conocimientos ancestrales de los agricultores y arrieros que permiten
identificar el daño del proyecto minero a los glaciares –“bancos perpetuos”- y
la contaminación de las aguas de los ríos Tránsito y Estrecho. El rescate de
estos saberes además de ser fundamento para sus demandas contra la
empresa, da cuenta del papel fundamental del ciclo del agua para la vida en
las comunidades afectadas:

“Si hay algo bueno que ha tenido Pascua Lama, ha sido eso, la gente
empezó a revalorar su propio territorio…Los viejos agricultores los que sí
tienen marcado, es cuándo no ha habido agua, cuando hubo sequía y ahí
hay conflicto. (…) los viejos del Tránsito tienen muy en su mente que, en un
momento de sequía muy fuerte, que fue en los años 60, el rio Tránsito siguió
teniendo agua y eso fue el rio Estrecho que justamente viene de estos
glaciares que estaban en jaque por Pascua Lama. Entonces capaz, sin
tenerlo tan presente, esa memoria estuvo presente.” (C. San Juan, Asamblea
Agua Huasco)

96
“Como es 100% rural, como son casi todos agricultores, si falta agua, va a
sufrir toda la población. Entonces cuando hay sequía, se sabe que son
tiempos muy malos, que no hay otra cosa que hacer y se pasa realmente mal
(…). Entonces yo creo que está en el inconsciente colectivo que el agua hay
que cuidarla y que los glaciares son lo más preciado que tenemos y que han
permitido que nosotros estemos viviendo acá por tantas generaciones y por
siglos.” (P Carvajal, Asamblea Agua Huasco)

En la medida que se ha avanzado en el discurso de ligar el conflicto del agua


y llevarlo a generar una oposición al modelo extractivista, lo que viene luego
de eso esa salir de esas posición y mirar alternativas al modelo hegemónico,
generando propuestas donde las experiencias de las luchas campesinas
adquieren nueva relevancia, por ejemplo en materia de la agroecología y en
contra de plaguicidas y agro-tóxicos, en oposición al monocultivo y también
la vinculación con procesos populares y de reivindicaciones territoriales como
cooperativas, huertas urbanas o espacios de muralismo, como posibles
salidas al modelo hegemónico:

“La idea no es solamente imponer la economía ancestral en lo urbano, sino


que desde las distintas territorialidades y sus distintos modos de vidas,
podamos ver las distintas alternativas. Más que simplemente imponer una
salida o una fórmula perfecta porque ya sabemos que eso funciona mal.
Siempre que colonialmente se ha impuesto un modo de vida que trata de
predominar sobre los modos de vida que ya habitan en un territorio (…)
finalmente todo resulta mal. Estamos en una apuesta de compartir, de saber
de estos distintos saberes y experiencias territoriales para poder generar una
hoja de ruta, un itinerario pare ver como superar el modelo hegemónico. Así
se comienzan a generar los vínculos: con la vía campesina, con experiencias
más territoriales y no solo con pueblos ancestrales.” (C. Zarate, MAT)

De igual forma, se destaca que estas resistencias y alternativas que se


levantan desde los territorios rurales, campesinos e indígenas, no son
“teóricas” sino que tienen existencia practica y de acciones concretas.

Un factor relevante en la revitalización de las luchas ambientales en los


territorios ha sido el rol que han jugado actores “neo-rurales”: profesionales y
activistas jóvenes urbanos o de origen rural pero que han migrado para
estudiar y retornado a sus territorios de origen30, que se han trasladado a
vivir a zonas rurales afectadas por conflictos y se han involucrado
activamente en las luchas por la defensa del agua y el territorio, aportando
nuevas visiones y análisis, y actuando como una suerte de articuladores
entre un “ecologismo” más urbano o de “elite” (académico o de ONGs) con
las bases organizativas presentes en los territorios y sus demandas,
aportando también a la difusión de estos conflictos fuera del territorio y al

30
Un ejemplo de estos procesos son la Agrupación Nacional Jóvenes Tehuelches surgida en la
Patagonia en el marco de las movilizaciones contra HIdroAysen

97
dialogo entre visiones y actores de diferente ámbito.

5. Espacios y estrategias de articulación e incidencia de los


movimientos territoriales socio-ambientales: frente a y fuera de la
institucionalidad política

5.1. Caminos de articulación supra-territorial, movilización e incidencia


conjunta

Diversas son las plataformas y encuentros donde se va construyendo la


articulación orgánica y programática de los diversos movimientos, afinando el
diagnostico sobre la relación entre crisis ambiental y política y visibilizando
las distintas respuestas desde la sociedades territoriales.

Dentro de los hitos de esta articulación entre luchas y agendas territoriales,


asi como en el posicionamiento de las demandas por el agua en el espacio
publico-ciudadano, se ubican las consecutivas Marchas por el Agua, que
surgen como proceso conjunto de una amplia diversidad de organizaciones y
movimientos, incluyendo al inicio a ONGs emblemáticas.

Ya en la ultima década (2010 adelante) los conflictos territoriales se fueron


masificando, creciendo en sus alcances y haciéndose mas visibles, además
se multiplican las organizaciones que buscan respuesta a sus problemas que
son muy diversos según el sector de la industria extractiva que les afecta, la
que se diferencia también geográficamente a lo largo del país:

“…en el norte en relación a la minería, contaminación de aguas, en


Antofagasta, Iquique, llevan muchos años, III región tienen muchos años que
se hacen marchas por el agua en Copiapó o Vallenar, en la IV región lo
mismo, ahí empieza mas la agricultura de exportación, en diferentes niveles,
o cultivos…en la zona central se extiende el conflicto con la agroindustria,
ellos usan el 80% del agua, por lo tanto es lógico que allí hayan mas
conflictos…hacia el sur represas hidroeléctricas, mapuches que les van a
inundar lugares sagrados, lagos contaminados por salmoneros…” (R.
Faúndez, MODATIMA)

Los movimientos responden a una serie de impactos nefastos del modelo


económico y productivo que se basa en la sobre-explotación de la naturaleza
y territorios: contaminación del agua y el aire, restricciones en el acceso al
agua para consumo y labores productivas, amenaza a los entornos
naturales, ecosistemas y biodiversidad, perdida de empleo y actividades
económicas tradicionales, etc. Asi, la necesidad de articulación surge cuando
los movimientos locales “tocan un techo” y dan cuenta de que no es posible
terminar con la explotación a nivel local, sin afectar al sistema total, viendo la
necesidad de articularse a nivel nacional.

98
Ya desde mediados de los ‘90s y principios del 2000 hay gérmenes de
movilizaciones conjuntas en torno a conflictos emblemáticos cuyo impacto
supera el ámbito local, como la fuerte oposición al proyecto Alto Maipo,
también los que hicieron oposición al proyecto minero Pascua Lama, y al
proyecto hidroeléctrico HidroAysén, entre otros. Estas eran vistas como
grandes inversiones que provocaban un alto impacto en la contaminación del
agua, a glaciares y/o ecosistemas. Lo anterior implicó que se hicieran
movilizaciones relevantes e incluso se levantó la solidaridad de otros grupos
de la ciudadanía, como el movimiento estudiantil, sobrepasando la
movilización más local y temática ambientalista o ecologista.

Un antecedentes relevante de las articulaciones entre movimientos


territoriales son los espacios de intercambio y diálogo impulsados desde
diversos sectores, como los promovidos por el Observatorio Latinoamericano
de Conflictos Ambientales (“AguaAnte la Vida”), Encuentros de Asambleas y
Organizaciones Territoriales31 que agrupa a organizaciones de la zona central
y norte chico, incluyendo comunidades de Caimanes y Salamanca y la
conformación de diversas redes como la Coordinadora de defensa del Agua
y la Vida (2009, impulsada por Chile Sustentable), la Red de Defensa de los
Territorios y la Red de Acción por los Derechos Ambientales (RADA) en la
zona de la Araucanía y Biobío, entre otras. En estos espacios, las distintas
movilizaciones en defensa del agua y los territorios, entienden la necesidad
de articularse, de apoyarse, generar espacios de interacción y conocimiento
mutuo

“Los recursos naturales son bienes comunes que deben estar disponibles
para la población, no sólo para las grandes empresas. Desde esa mirada y
desde la noción de urgencia que resulta de hacer una lectura de las diversas
realidades en relación al agua, se llegó a la conclusión de que debíamos
impulsar algo en concreto para lograr las aspiraciones que teníamos en
común. Es así como se tomó la decisión de organizar e impulsar una marcha
nacional por la defensa y recuperación del agua.” (OLCA, Memoria AguaAnte
la Vida 2012)32

“Desde el año 2009, trabajamos por la recuperación del agua como derecho
humano y derecho colectivo; la reforma a la constitución y al Código de
Aguas para asegurar su reconocimiento como bien común y patrimonio de
las comunidades, las personas y los ecosistemas; y la construcción de
procesos para la defensa de la gestión democrática y comunitaria de las
cuencas hídricas en los territorios” (Coordinadora por la defensa del agua y
la vida, 2010)

31
Segundo Encuentro de Organizaciones Territoriales:
https://www.youtube.com/watch?time_continue=490&v=nj_Dw0zDWaE&feature=emb_logo&ab_ch
annel=CaimanesResiste
32
“Agua y extractivismo: una mirada desde las comunidades” Memoria AguaAnte la Vida OLCA 2012,
http://olca.cl/oca/informes/Agua-y-Extractivismo-Una-mirada-desde-las-comunidades.pdf

99
“…ahí surgen las primeras marchas por el agua que fue el 2013 la primera
Marcha Nacional por el Agua de la cual fuimos impulsores como MODATIMA
en base a un encuentro que se hizo el 2011 en Petorca, y 2012 en
Antofagasta se replico y se sentaron las bases para que en un Encuentro en
Santiago se tomara la decisión de hacer la primera marcha por el agua el
2013, y fue un proceso de 2010 en delante de conocerse, de conocer a otros
y otras y hacer primero marchas territoriales, en algunos casos regionales,
hasta que derivamos en la nacional y de ahí ya van 8 o 9 versiones que se
hacen todos los años para el día mundial de la tierra, y se hacen muchas
movilizaciones para el día mundial del agua, pero esas articulaciones son
dialogadas, pensadas, no están exentas de conflicto entre las
organizaciones…” (R. Faúndez, MODATIMA)

En el año 2012 se comienza a gestar la idea de una movilización nacional en


torno al agua y la necesidad de generar una plataforma que articulara a las
diferentes organizaciones territoriales para incidir en el debate publico,
parlamentario y ciudadano, surgiendo el “Movimiento Social por la
Recuperación del Agua y la Vida”, que aglutinó a organizaciones y lideres
representantes de organizaciones territoriales de norte, centro y sur del país,
que ya venían movilizándose y articulándose a partir de los diferentes daños
asociados a la invasión neoliberal y extractivista en sus territorios. La idea
del Movimiento partió por visibilizar la temática del agua en 2 momentos o
hitos: el 22 de marzo (Día Mundial del Agua) que los territorios se
movilizaran localmente, y el 22 de abril (Día Mundial del Medioambiente)
donde todos los territorios se reunirían a marchar – inicialmente- en la
capital.

Nosotros fuimos participes de la creación de los que hoy día es el MAT que
en su momento fue, el “Movimiento Social por la Recuperación del Agua y la
Vida”, como tal nace después de la primera marcha nacional (en Santiago
marchamos desde los 4 puntos cardinales, y fue desgastante), luego hubo
una segunda el 2014, y cuando nos juntamos a evaluar esa primera marcha,
dijimos ya estamos bien y la conclusión fue que no bastaba solo con hacer
marchas y marchas, sino necesitamos construir algo mas que sea nacional,
inter-territorial, plurinacional, y como que tenga las características de
inclusión de todos los movimientos y creamos el “Movimiento Social por la
Recuperación del Agua y la Vida”, que se creo como una suerte de
coordinadora…(R. Faúndez, MODATIMA)

Según Camila Zárate, vocera del zonal centro del MAT: La movilización del
22 marzo (día del agua) y 22 de abril (día de la tierra) del 2013 fue un gran
hito. Se saltó del conflicto particular a poder realizar demandas comunes del
movimiento socio-ambiental en torno a un modelo. Se plantea la necesidad
de mostrar presencia y movilización a nivel central, ya que las movilizaciones
territoriales no estaban teniendo el impacto buscado.

100
El 22 de abril del 2013 se realiza la Primera Marcha por el Agua y la Vida en
Santiago, y en 2014 se convoca ampliamente a una segunda Marcha
apoyada por más de 70 organizaciones comunitarias y territoriales, ONGs y
sociedad civil en general. Dentro de la amplia variedad de organizaciones
que convocan esta movilización se encuentran Chile Sustentable, OLCA, No
Alto Maipo, MODATIMA, Mujeres en Zonas de Sacrificio, Coordinadora
Putaendo, Coordinadora para Melipilla, No a Pascua Lama, Comité de
Defensa de Caimanes y Asambleas de defensa del Agua de diversas
localidades y municipios. Diversos territorios viajaron a Santiago para hacer
una muestra de fuerza del movimiento por la defensa del agua y la necesidad
de desprivatizar. Las unifica el diagnóstico común sobre la necesidad de
cambiar el modelo económico y la matriz extractivista que es el factor común
en todos los conflictos territoriales, que privatiza el agua y la naturaleza y
destruye los modos de vida de comunidades y pueblos.

“El movimiento se crea a través de la movilización del 22 de Marzo. Se


realizaron movilizaciones locales en cada uno de los territorios y el 22 de
abril, que fue la gran marcha, distintos territorios viajaron a Santiago para
hacer una muestra de fuerza ante las autoridades que estaban totalmente
enceguecidas. Hasta antes de eso no había un entendimiento de que la
gente quería que se desprivatizara el agua. Con este hito se instala esta
demanda. Junto con otras consignas de la época como “no al lucro ni a la
mercantilización”. (C. Zarate, MAT)

Además del clima de movilización, se genera un entendimiento de la


importancia de generar movilización social y de reconocerse como
movimiento socio-ambiental. Los conflictos dejan de ser casos puntuales por
los que había que levantarse para oponerse a uno u otro proyecto, sino que
se llegó al entendimiento de que se estaba en contra de un modelo. Ese
modelo se instalaba de la misma manera en todos los territorios porque
primaba la rentabilidad antes que el consumo humano o la calidad del agua,
entendiendo que se necesitaba una movilización conjunta en torno al agua y
la defensa territorial como ejes.

“Hubo un salto cuantitativo y discursivo súper relevante en el entendimiento


de las luchas comunes y que también de que los enemigos eran comunes.
Entonces estos espacios de articulación y estos procesos de apoyarse, por
ejemplo, que quienes estaban dando una lucha en contra de una sanitaria en
O’Higgins, se dieran cuenta que en realidad es la misma lucha contra la
sanitaria que estaban dando en Valparaíso y que al final todas respondían a
un modelo de privatización de sanitarias que se había realizado desde la
Concertación en adelante.” (C. Zarate, MAT)

Desde sus primeras declaraciones esta plataforma de organizaciones


posiciona la demanda de terminar con la privatización de las aguas, devolver
su gestión a las comunidades y derogar el Código de Aguas y su anclaje en
la Constitución, en el mismo año que Bachelet asumiría con su propuesta de

101
retomar el tema del agua como una de las reformas importantes de su
mandato. Asi expresan en su Declaración del 2014:

“Somos organizaciones y comunidades que hace años venimos viendo


disminuir nuestros ríos, morir nuestros cultivos, enfermar nuestros hijos,
contaminar nuestras aguas; hace años venimos cambiando nuestras culturas
para adaptarnos a la escasez de agua, pero nuestros esfuerzos no han
mejorado la situación y todo es cada día más dramático….Por eso hemos
salido a buscar agua y nos hemos encontrado con otros y otras que, hace
más o menos tiempo, vienen denunciando a autoridades sordas y medios de
comunicación obsecuentes, la misma realidad. Entonces hemos descubierto
que en Chile hay agua, pero que la muralla que la separa de nosotros se
llama lucro y que se construye con el Código de Aguas, la Constitución, los
acuerdos internacionales como el Tratado Binacional Minero, pero
fundamentalmente con la imposición de una cultura que ve como normal que
el agua que cae del cielo, tenga dueños.” (Declaración Oficial, Movilización
por la Recuperación y Defensa del Agua. 26 de abril, Santiago 2014)

Si bien existían matices en las posturas – algunos más reformistas otros


apuestan por la derogación total del sistema vigente- las organizaciones que
conforman el Movimiento por la Recuperación del Agua y la Vida, posicionan
al Código de Aguas y la Constitución del ’80 como las bases fundantes del
modelo de mercantilización del agua como bien privado y el despojo de las
comunidades y ecosistemas de sus bases de subsistencia.

“Siempre hemos puesto sobre la mesa las demandas que deben primar y si
todos nos ponemos detrás de esas demandas, adelante, golpiemos en
conjunto, lo que pusimos fue la recuperación del agua en el centro: el fin al
Código de Aguas, la recuperación constitucional de la categoría del agua
como bien común y derecho humano, …el tema derecho humano pal sector
ambiental resulta un poco critico y conflictivo pal sector ambiental, porque
gran parte de este sector considera que no es solo un derecho humano sino
también ecológico-ambiental, y por tanto considera legítimamente, no solo lo
restringen a lo humano sino a todas las formas de vida…pero en definitiva es
¡DESMERCANTILIZAR¡… esta discusión se dio mucho los primeros años y
para todos, el propósito es desprivatizar y desmercantilizar y asi se mostro
los primeros años que era lo que nos unía, no tenemos mucha claridad de
cómo, pero si hay claridad en que el modelo neoliberal mercantil extremo es
lo que nos ha llevado a donde estamos y de ahí surgen las demandas …”(R.
Faundez, MODATIMA)

Cabe destacar que esta movilización nacional también tiene sus


antecedentes en hitos territoriales y se posibilita por experiencias como las
marchas por el agua en el Valle del Huasco y en Wallmapu, que se venían
realizando ya desde mediados de los 2000:

102
“El 2005 es la primera Marcha por el Agua y la Vida. De ahí en adelante, se
realiza en junio de cada año. Del 2013 en adelante, al constituirnos como
Asamblea, instauramos la “Posta por el agua para el Día del Agua en marzo,
ahí los de Alto y Bajo Huasco nos reunimos…desde el 2013 comenzamos a
ligarnos más como provincia… ha habido iniciativas del movimiento socio-
ambiental Valle del Huasco completo, que se han hecho mas fuerte tras el
caso de Freirina y Agrosuper.” (P. Carvajal, Asamblea Huasco)

“El año 2004, cuando Chile fue sede de la APEC y vino hasta George Bush a
Santiago, nosotros levantamos foros, marchas, distintas acciones de protesta
en Pucón y Villarrica, porque eran sedes de los ministros de economía de
estos 21 países. Y levantamos mucho movimiento y claro, después también
nos vinieron de vuelta muchas cosas, pero instalamos ahí el tema de la libre
determinación de los pueblos, del reconocimiento de los derechos colectivos.
Nuestro eje temático era “ NO al comercio contra los pueblos” y de alguna
forma fue la antesala a una mirada de “plurinacionalidad”. Fue una muy
buena experiencia de generar un espacio de encuentro porque fue
convocada por organizaciones mapuche que hicieron una invitación a las
asociaciones de la sociedad civil chilena a ser partícipes de esto.”(A. Seguel,
MAPUEXPRESS)

Una tercera Marcha por el Agua y la Vida se realiza en Valparaíso el 2015,


se trataba de interpelar al Congreso y a su vez generar movilización
ciudadana ampliada. Bajo el lema “mientras mas se mojan más nos secan” y
con el respaldo de cerca de 100 organizaciones, incluyendo el apoyo de la
CONFECH y otras orgánicas fuera del mundo socio-ambiental 33 . A nivel
interno, la plataforma de organizaciones contaba con vocerías, comisiones
de trabajo y comunicaciones que iban dando más forma al trabajo articulado.
La demanda continúa siendo la derogación del Código de Aguas y la
realización de una Asamblea Constituyente; se criticaba además como
“cortina de humo” el debate sobre el Código de Aguas en la Comisión de
Recursos Hídricos y Desertificación (R. Faúndez, Vocero de la época del
Movimiento por la Recuperación del Agua y la Vida 2015)

Esta movilización se distancia de las propuestas del gobierno, planteando


que de fondo se encuentra la continuidad de las políticas neoliberales, sin
ninguna solución al despojo de las comunidades y territorios:

“El Día 21 de mayo del año 2014, la presidenta Bachelet señaló que las
aguas serían consagradas como Bien Nacional de Uso Público.
Supuestamente marcaba un punto de inflexión en la forma de abordar la
temática en nuestra historia reciente. Sin embargo, hemos comprobado que
no se traduciría en ningún cambio sustantivo…El tiempo nos ha dado la

33
https://www.terram.cl/2015/04/cientos-de-personas-participaron-en-la-marcha-por-la-
recuperacion-del-agua-y-la-vida-en-valparaiso/

103
razón, cada una de las propuestas de ley de la administración, han tendido a
consolidar y profundizar un modelo de apropiación y lucro, en el que las
comunidades siguen siendo excluidas, divididas, violentadas, criminalizadas
y despojadas, como ha sido expuesto en los informes anuales del Instituto
Nacional de Derechos Humanos.” (Declaración Oficial, Movilización por la
Recuperación y Defensa del Agua. Valparaíso, abril 2015)

A pesar de la amplia convocatoria y del diagnóstico común acerca de la


necesidad de una transformación estructural y de la derogación del Código
de Agua y una nueva Constitución, desde muy temprano se ven tensiones al
interior de diferentes visiones dentro de la articulación del Movimiento por la
Recuperación del Agua y la Vida, donde hay diferentes posturas sobre la
forma de relación con la institucionalidad y la participación en el debate
político-legislativo es un punto de inflexión importante, junto con las posturas
distintas respecto de la estructura orgánica interna y toma de decisiones
dentro de en un movimiento muy amplio y diverso:

“…ese tercer año es la primera ruptura que tenemos, porque en la asamblea


se decide que las vocerías, más allá de los territorios queríamos que fueran
vocerías conjuntas, y que tenían que elegirse en plenaria, y los personajes
que te acabo de nombrar, la mayoría no sale electa, entonces genero una
primera tensión, y una segunda tensión, era sobre la participación en el
debate legislativo, y la mayoría del movimiento estaba por la derogación, que
si bien se respetaba que cada colectividad si quería podía participar en el
debate legislativo, como movimiento nos interesaba reforzarnos como
movimiento y territorios, y eso genero un poco de diferencias, tanto Alto
Maipo, MODATIMA y Zonas de Sacrificio tenían diferencias: eran mas
jerárquicos, tenían vocerías permanentes, si participaban fuertemente de la
agenda legislativa y de trabajo con otras ONGs, …y desde ese año se fue
generando una suerte de ruptura…” …(Francisca Fernández, MAT)

“Yo fui el primer vocero de ese esfuerzo…y las discusiones y al principio era
un sector que quería solo coordinarse y con la menor estructura posible,
lógicas mas autonomistas, ligadas al anarquismo, una lógica de base muy
territorializada y otros, nosotros, que queríamos, “démosle estructura” porque
al final nos mintamos entre nosotros, reglas básicas de funcionamiento,
vocerías establecidas pa’ que la prensa, pa’ que empecemos a golpear
públicamente y que la prensa nos escuche…como esas discusiones cuando
se forma un movimiento con distintas expresiones…”(Rodrigo Faúndez,
MODATIMA)

A partir del encuentro en Valparaíso, se decide descentralizar las acciones


de movilización, reforzando la presencia del movimiento en los diversos
territorios. En su cuarta edición la convocatoria a la Marcha por el Agua y la
Vida se decide hacer en Temuco y ese año empieza a tomar mas
protagonismo el sur, con una instancia de articulación (inter)regional

104
denominada “Red de Defensa de los Territorios” y con mayor presencia del
discurso de “autonomía” mapuche y de los diferentes pueblos presentes en
las luchas territoriales. También cobra mayor fuerza la demanda por la no-
criminalización de la protesta y defensa de los territorios, a partir de la
experiencia de resistencia mapuche. Un ejemplo de estas posturas es la
Declaración de la Red de Defensa de los Territorios Wallmapu en su Re-
encuentro del 2018 frente a lo que denominan como “nueva ofensiva
extractivista” y en medio de la represión del comando Jungla en la
Araucanía, se llama al dialogo entre los pueblos –mapuche y no mapuche- y
la lucha por el “buen vivir”:

Apoyamos la declaración del Fvta Xawün de Temu Kuykuy y hacemos un


llamado a la articulación entre pueblos. Reconocemos los cuatro ejes
centrales (desmilitarización del territorio mapuche y retiro del Comando
Jungla, autodeterminación del pueblo mapuche, reconocimiento del territorio
mapuche y la necesidad de una instancia de esclarecimiento histórico).
Creemos necesario intensificar las articulaciones políticas de diálogo
respetuoso y colaborativo entre los pueblos Mapuche y chileno-mestizo, con
el objetivo de construir una sociedad plurinacional…Proponemos pensar y
crear de forma conjunta un Plan de Desarrollo del Buen Vivir o Küme Mogen.
Llamamos a construir una propuesta articuladora, local e integral que tenga
como ejes centrales una visión anticapitalista, descolonizadora y depatriarcal
del llamado “desarrollo humano.” Ésta debiera basarse en los principios que
promueven los pueblos indígenas que han habitado históricamente el
continente Latinoamericano o Abya Yala. (Red de Defensa de los Territorios,
Wallmapu, 2018)
No obstante, estas definiciones, también se manifiestan nuevas tensiones
que terminan con la salida de algunas organizaciones emblemáticas de la
articulación:

“…el MAT (Movimiento por el Agua y los Territorios) ya había adquirido


nuestra propia lógica de trabajo, entre Valparaíso y Temuco se hace un
Encuentro en enero y hay otro hito importante: 1. Nos definimos
“plurinacionales”, íbamos del 3º al 4º año de existencia y en ese sentido
también una fuerte critica a la suerte de “chilenismo” del movimiento por el
agua, o sea entender que éramos distintos pueblos que nos estábamos
articulando, y en ese encuentro también , 2. Nos definimos como “anti
patriarcales”, y 3. Que nos organizaríamos como zonales: centro, sur y norte,
y que como zonales íbamos a respetar ciertos acuerdos en común, pero que
también cada zonal iba a tener sus propias lógicas de
organizaciones…entonces en el norte, la organización que coordinaba mas
era la Red de mujeres defensa del Rio Loa, en el centro las organizaciones
que te nombre, en el sur las Red DT, y en el extremo sur Aysén, Chiloé,
funcionando mas como localidades…pero si se definió que las vocerías
fueran rotativas y ahí se genera otro quiebre cuando se hace la movilización

105
en Concepción, y MODATIMA, Mujeres en Zonas de Sacrificio, Alto Maipo se
sale de la articulación….” (Francisca Fernández, MAT)

“ahí en el tira y afloja, no sin conflictos, se fue forjando ese movimiento, y


fuimos a la 3º marcha nacional en Valparaíso, y ese año hicimos varias
cosas como movimiento pero era muy frágil la estructura el 4º años seguí
siendo vocero nacional…ahí nos fuimos a Temuco a la marcha …ahí se
bautizo como Marcha “plurinacional” por el agua y la vida/territorios, y allí
hubo una transición de ese movimiento, por cuestiones de agenda o visión
política hubo varias tensiones…” (Rodrigo Faúndez, MODATIMA)

Influyeron en este quiebre las distintas visiones sobre el tema legislativo


(reforma versus derogación) y la priorización de la participación en el debate
sobre el Código de Aguas en curso versus la autonomía y fortalecimiento de
las luchas territoriales; y también las diferentes lógicas orgánicas, donde
existían diferentes visiones acerca de la elección de vocerías, paridad de
género, etc. El debate en el parlamento sobre el Código de Aguas se estaba
reactivando, y se había conformado la Comisión sobre Recursos Hídricos,
escenario frente al cuál un sector de las organizaciones consideraban
necesario participar “desde dentro” de la arena político-institucional y no solo
mediante presiones ciudadanas y movilizaciones de base:

“Después de esa marcha en Temuco yo deje de ser vocero, por cuestiones


personales y porque veía que el movimiento estaba yéndose a una lógica
muy de base-de base, sin considerar que nos estábamos excluyendo del
debate, de la escena publica, no estábamos siendo un actor mas allá de
convocar una vez al año esa marcha…y nos salimos del movimiento ese año
como MODATIMA, y siguió su marcha, y ese mismo año ellos cambiaron
nombre a MAT…” (Rodrigo Faúndez, MODATIMA)

La fracción saliente conforma una nueva articulación llamada “Fuerza Socio


ambiental por la Defensa de los Territorios” (abril 2017, Cajón del Maipo)
convocado por No Alto Maipo, MODATIMA, Asamblea Freirina, Defensa
Caimanes, Alerta Isla Riesco y Patagonia Sin Represas y conformada por
alrededor de 20 organizaciones socio-ambientales de diferentes territorios.
En su declaración de origen expresan:

“Hemos comprendido la responsabilidad histórica de ejercer el derecho de


proteger y defender nuestros territorios, es por esto que hoy comunicamos al
país la fundación de “FUERZA SOCIOAMBIENTAL EN DEFENSA DE LOS
TERRITORIOS” que busca ejercer el resguardo y la recuperación de los
bienes naturales comunes, entendiendo que la organización y la movilización
social son una forma indispensable para terminar con un modelo de
desarrollo, que no solo saquea y depreda la tierra a un ritmo desenfrenado,
sino que además pone en serio peligro la vida de comunidades completas
privatizando las ganancias y socializando las pérdidas. Por otro lado, hemos
visto y vivido como el Estado ha privilegiado los intereses económicos de

106
grandes empresas, dejando de cumplir su obligación de proteger el interés
general, el bien común y los intereses colectivos por sobre los individuales.”
(Comunicado de Prensa, “ Nace Movimiento Fuerza Socio-ambiental en
Defensa de los Territorios”, 2017)

Las organizaciones agrupadas en “Fuerza Socio-ambiental” han continuado


articulándose frente a diferentes hitos de sus luchas territoriales y de las
demandas generales por el agua y los bienes comunes y realizando
Encuentros Nacionales anuales, no obstante, su accionar se expresa más
desde cada organización de forma independiente que como plataforma. Por
su parte, las organizaciones conformadas en el ahora denominado
Movimiento por el Agua y los Territorios MAT, han continuado potenciando la
articulación en redes zonales y a nivel nacional, la visibilización y
fortalecimiento de las organizaciones territoriales y sus resistencias, al igual
que las propuestas y soluciones levantadas desde los territorios como
proyectos alternativos de “buen vivir”.

No obstante las diferencias que se han terminado dando entre distintas


organizaciones, estas no han mermado al movimiento como tal, aunque no
todas las organizaciones trabajen actualmente en la misma red, de todas
formas se siguen articulando en torno a diversos hitos y actividades. A partir
de la primera red que se arma que inicialmente se llamaba “Movimiento
Social por la Recuperación del Agua y la Vida”, de alguna manera, todos
quienes fueron parte de este proceso, están replicando las mismas
intencionalidades de articulación, de ser movimiento, de apoyo mutuo, donde
“todas las estrategias van sumando”, para la lucha y objetivo final, más allá
de las diferencias.

“Hubo un cambio de switch… la intención de todos siempre ha sido seguir


fortaleciendo el movimiento socio-ambiental y nunca debilitarlo…Si es que la
gente hoy está hablando del tema, o sabe que es un tema importante, o ya
entiende que una carretera hídrica no es una solución, es porque todos los
movimientos y todas las organizaciones que hemos estado trabajando estos
años en la temática, hemos incidido en que la gente piense como piense.”
(C. Zarate, MAT)

La instalación de los temas socio-ambientales y los conflictos territoriales en


la agenda publica y política ha sido una ganancia de estos años de
movilización, donde se ha posicionado estas demandas como centrales para
el cambio societal y se han generado vinculaciones con otros movimientos
sociales y también con el ámbito político-partidario. La instalación de la
conciencia ciudadana sobre estos temas también se evalúa como un logro
creciente, tanto a nivel nacional como de ciudadanías territoriales, donde el
trabajo de sensibilización y educación es permanente:

107
“En el cotidiano de las personas ya hay una consciencia de la importancia de
la desprivatización del agua…por ejemplo, “No es sequía, es saqueo”
Consigna de una campaña de Paine del MAT, pero la tomó Modatima y
terminó siendo más conocida. Por lo tanto, de alguna manera, esto muestra
que todos los aportes han sido importantes para la lucha y el objetivo final,
más allá de las diferencias. Las estrategias que toma Modatima, sirven igual
que las estrategias del MAT, significan un fortalecimiento.” (C. Zarate, MAT)

“En un principio, en la organización eran unos pocos de los que muchos


desconfiaban. En Melipeuco estaba muy vigente el tema del desarrollo y el
empleo con los que podían aportar los proyectos hidroeléctricos. Nadie o casi
nadie cuestionaba el modelo de desarrollo. Además se trataba de una
comuna muy pobre… Uno de los mayores logros fue posicionar en los
jóvenes y colegios el tema de la defensa de los territorios y las aguas. El
alcalde, que en un principio “nos hacía la guerra”, pero ahora se pronuncia a
favor nuestro….hay un cambio de consciencia de la ciudadanía que se
aprecia en las calles. Hay apoyo y visión de territorio porque ya es evidente
que dichos proyectos afectan al turismo.” (P. Neira, Red Melipeuco Ríos
Libres)

Si bien estas plataformas muestran intentos significativos de construcción de


un referente nacional que articule las demandas por el agua y socio-
ambientales, lo cierto es que existen múltiples fraccionamientos y
articulaciones paralelas, tanto territoriales (regionales, zonales, etc.) como
temáticas (glaciares, minería, etc.), que dan cuenta de la amplitud y
diversidad del movimientos socio-ambiental, que obedece también al amplio
alcance y múltiples efectos perversos del sistema político-económico
imperante. Las articulaciones se presentan como dinámicas, en permanente
cambio y flexibles según las coyunturas y necesidades de los territorios, y no
como un fin en si mismas:

“Por ejemplo, de la red Ríos Libres, participan organizaciones del MAT y de


Fuerza Socio-ambiental, pero ellos como Red no son MAT (están ligados
también al Orrego, ecologista emblemático), pasa lo mismo con la Red de
Glaciares… En el sur, la Red de defensa de territorios es la gran estructura
que vincula a las organizaciones, fuertemente mapuche pero también desde
la defensa socio-ambiental, o sea no son solo lof que están buscando la
autonomía mapuche, sino son org mapuche que están dialogando
constantemente con otras organizaciones, esta por ejemplo la Red de
Economías Territoriales, que participa de proyectos-fondos, pero que hace
una reivindicación de la necesidad de un comercio justo de los productos en
territorio mapuche, …Parlamento Coz Coz, el Jorge Hueque…la red de
defensa de la infancia, la Onésima Leinqueo que también es del MAT…pero
operan con sus propias dinámicas (F. Fernández, MAT)

De todas formas, se destaca la construcción de un imaginario colectivo de


plataforma de movilización e incidencia nacional: “…teníamos un imaginario

108
de que éramos parte de un movimiento, mas allá de que en la practica nos
viéramos solo algunos, éramos parte de lo que se estaba construyendo …(F.
Fernández, MAT)

“La adscripción a un movimiento no se da solamente por quien va a todas las


reuniones o quien participa de todas las actividades, sino que quien se siente
parte de ese espacio, quien siente que las demandas le hacen sentido. Y la
movilidad de los encuentros plurinacionales otorga esa posibilidad” (E. Vega,
Red Defensa Glaciares)

Desde los territorios, se reafirma la intención y necesidad de articular a


diversos actores locales y generar alianzas y redes a nivel extraterritorial,
pero sin perder el foco en el trabajo territorial:

“…es totalmente necesario (la articulación extraterritorial) por que con el


tiempo también hemos aprendido que el problema es estructural. Por eso se
llega también a proponer esta marcha nacional, porque se entiende que el
Código de Aguas es una gran razón de porqué estamos como estamos
(entre otras mas), pero se comprende que es un tema estructural. Por eso es
muy necesario estar en alianza más allá del territorio.” (C. San Juan,
Asamblea Huasco)

“Todos se suman cuando se necesita actuar. Ahí se suman las juntas de


vecinos, organizaciones de turismo, etc. Desde el comienzo se comenzó a
trabajar con gente del Observatorio Ciudadano (Temuco). Era un espacio
donde se coordinaban redes y de ahí nace la Red de Defensa de los
Territorios. Esta última ha ido mutando. Al principio estaba más enfocada en
Temuco que apoyaba a Biobío Araucanía y Los Ríos principalmente. Luego,
al fortalecerse orgánicamente, se fue dividiendo en regiones. Ahora hay
Coordinación Biobío, Coordinación Araucanía y Coordinación Los Ríos…En
momentos puntuales, coyunturales, hay muchos y en otros no. Los más
constante son unos 4 o 5 grupos. Pero hay un apoyo constante de
académicos desde las universidades, y profesionales en general, del área
social y natural. (P. Neira, Melipeuco Ríos Libes-Red Defensa Territorios
Araucanía)

“En algún momento, entendiendo que teníamos que asumir distintas


estrategias de alianzas, se propone generar sinergia con otras instancias no
mapuches para desarrollar procesos de relaciones que sean interculturales y
entendiendo que muchos de esos conflictos no solamente son de afectación
al pueblo mapuche, sino que a todas las sociedades: al pueblo chileno
también.” (A. Seguel, MAPUEXPRESS)

Desde la visión mapuche, son múltiples las experiencias de articulación y


movilización en defensa territorial y del agua que se han desarrollado como
parte de las reivindicaciones y luchas históricas de los pueblos originarios.
Estas articulaciones se van transformando y actualizando en diferentes

109
momentos, también con influencia de jóvenes técnicos y profesionales
mapuche más urbanos, que vinculan nuevos conocimientos y redes con las
demandas comunitarias y en combinación con las visiones ancestrales. Un
conflicto emblemático y que marco un “antes y un después” en la relación de
las comunidades mapuche con las empresas y específicamente proyectos
hidroeléctricos es la construcción de la Central Ralco, por parte de ENDESA.

“En esta época se arma una Coordinación de organizaciones mapuches de


Temuco y organizaron una movilización histórica (2000 personas en el año
1998) en apoyo a las familias pehuenches opositoras al proyecto de Ralco y
para presionar a la CONADI…posteriormente fue la Coordinación de
comunidades en conflictos socio-ambientales (comunidades mapuches en la
región de la Araucanía afectadas por vertederos y plantas de tratamiento de
aguas servidas). Luego se impulsó la Coordinación de Identidades
Territoriales Mapuches CITEM que se materializa entre el 2001 y el 2002,
hasta el 2007…La CITEM fue una articulación de más de 20 organizaciones
mapuche de Santiago hasta Chiloé…En marzo del 2000 se funda el medio
MAPUEXPRESS: herramienta de comunicación para acompañar los
procesos de articulaciones que se estaban dando, KONAPEWMAN asume el
rol de facilitar la articulación, y MAPUEXPRESS una herramienta de
comunicación a esos procesos de articulación.” (A. Seguel,
MAPUEXPRESS)

No obstante esta amplitud y la cada vez mayor conciencia ciudadana y


apoyo a las demandas medioambientales y de recuperación del agua, como
hemos visto, esto no se ha plasmado en la constitución de actores políticos
autónomos o en que parte de las llamadas “tendencias progresistas” que se
hagan cargo de canalizar y representar estas demandas en la discusión
política y legislativa, más allá de algunos intentos que no han avanzado en
resultados concretos. En este escenario, si bien los movimientos dialogan y/o
interpelan en diverso grado a la institucionalidad y los actores político-
partidarios, se apuesta por una construcción política propia, que llene el
vacío de la crisis de legitimidad que afecta al sistema y el modelo
democrático “representativo”.

5.2. Las posturas frente al debate legislativo y el escenario político-


institucional

Las posturas frente a la relación y posibles alianzas con los partidos políticos
para la incidencia legislativa y/o para la resolución de conflictos o coyunturas
especificas dentro del movimiento socio-ambiental son divergentes. Mientras
que para un sector –representado por MODATIMA- estas alianzas político-
partidarias son una estrategia válida y que consigue resultados concretos;
para el otro sector –representado por el MAT- mantener la autonomía del
movimiento social respecto de los partidos es un requisito indispensable de
su constitución identitaria, al mismo tiempo que las acciones de incidencia en

110
el plano político y parlamentario son estrategias secundarias o puntuales a
ciertas coyunturas, pero no están en el centro de su labor, posicionándose
desde otros espacios de construcción política:

“Es un movimiento abierto, pero hay criterios, no se puede participar en tanto


partido político, pero si tu eres militante puedes participar como parte de una
organización territorial o local, por ejemplo tenemos harta gente que es del
frente amplio, no quita que siempre hay sus roces, pero en tanto que ellos
tienen su territorialidad esta ok…pero si en las vocerías hay exigencia que no
sea partidista, aunque sea del FA…pero ese es la exigencia de las vocería,
por las confusiones o instrumentalización que se puede dar…” (F Fernández,
MAT)

“Incidencia parlamentaria en la reforma del Código de Agua, ir y exponer


primero, desde el 2011 cuando por presión nuestra se constituyo la Comisión
de Investigadora pal robo de aguas en los ríos del país, y de ahí seguimos en
relación con esos diputados y de ahí se constituyo la Comisión permanente
de Recursos Hídricos, que no existía, y justo ese año fue el gobierno de
Bachelet segundo e ingreso la indicación sustitutiva de la reforma al Código
de Aguas, que se discutió durante esos cuatro años, nosotros fuimos un
actor relevante en esa discusión, y hemos impulsado todo lo que implica
agua…y lateralmente otros temas como, sanitarias, por ejemplo…(R.
Faúndez, MODATIMA)

La participación en el debate legislativo y la parlamentarización de los


conflictos es una estrategia importante para un sector del movimiento socio-
ambiental, que sin embargo no es suficiente por si misma, ya que los
procesos de reforma al Código de Aguas y otras normativas – ej. Sanitarias-
resultan lentos y pocas veces llegan a cumplir con lo comprometido.

“El 2019 participamos por primera vez (como MAT), recibimos una invitación
para ir a presentar…bien, pero sabíamos la indicación sustitutiva del Código
para donde iba…lo hicimos mas bien como un ejercicio que una real
incidencia, …ingresaron la Camila Zarate y la Andrea, de Coordinadora del
rio Loa…y fue un súper buen ejercicio para ellas dos…Tampoco
relación/incidencia con parlamentarios o esa vía…nosotros no, los que hacen
mucho eso son Chilesustentable, la H. Boll, Modatima, ellos…nosotros mas
desde lo territorial” (F. Fernández, MAT)

No obstante las organizaciones, como MODATIMA y otras, han desplegado


importantes esfuerzos para incidir en estos espacios. Sin embargo los
resultados a la fecha no han sido auspiciosos, criticándose al mismo tiempo
los vicios de la “cancha institucional” y la aun débil capacidad de los
movimientos sociales para “golpear” en pro de sus demandas:

“..y el aprendizaje fue que necesitamos tener movimientos mas


estructurados, mas fuertes, organizaciones que sean instrumentos de las

111
luchas populares que sean capaces de presionar y golpear en los momentos
precisos, y en este caso si hubiésemos tenido un mundo social y político mas
potente y mas articulado, con mas poder en el parlamento y en la calle,
hubiésemos golpeado mas y a lo mejor la historia hubiese sido otra, pero no
fue el momento, vamos a tener que seguir creciendo y ganando fuerza para
que eso pase…ese fue el aprendizaje, formar organizaciones, partidos ,
movimientos, estructuras que estén insertos en la sociedad que no sea
solamente la parafernalia mediática, que no sean solo institucionales, sino
que estén metidos donde las papas queman en las organizaciones sociales y
populares y desde ahí construir, creo que eso un gran aprendizaje pa’ que
hoy día una sociedad que esta tan falta de derechos y en búsqueda de
participación y opciones pero que tampoco legitima cualquier liderazgo
tenga organizaciones mas insertas y mas representativas, y por lo tanto mas
legitimas para la sociedad y las mayorías” (R. Faúndez, MODATIMA)

Por su parte, la decisión de las organizaciones que se mantienen en el MAT


es no ir por la vía legislativa, considerando que esta es poco efectiva y no
genera cambios reales (“la reforma al CDA ha significado muchos proyectos
de ley del 2005 a la fecha”), y que la mayoría del MAT estaba por derogar y
establecer una nueva institucionalidad. No se trataba de derogar para
quedarse sin nada, sino de una nueva visión de la legislación sobre el agua:

“Lo que está mal de este CDA (Código de Aguas) no es solamente la figura
del derecho de aprovechamiento, sino que también su óptica totalmente
productivista con respecto del agua, su nula capacidad de entender el agua
desde sus distintos cuerpos o como sujeto político. Pero también no hay si
quiera una mención al ciclo del agua en el CDA. Es decir, no es un código
para el agua, es un código para producir con el agua.” (C. Zarate, MAT)

Adicionalmente, la visión del agua sobrepasa el Código de Aguas,


planteándose, por ejemplo, la necesidad de contar con una ley de protección
de glaciares, humedales, bosques, cambiando la visión desde leyes para el
mercado a “leyes para la vida”.

“cuando vemos que en realidad los territorios la afectación es real y grave,


creo que apostar a cualquier reforma pequeña, en el fondo es terminar
validando el modelo” (E. Vega, Red defensa glaciares)

La opción por no participar de los espacios institucionales para la discusión


legislativa y no entrar al juego de alianzas político-institucionales, no significa
que esta fracción del movimiento socio-ambiental no este vigilante y
movilizados en torno a la agenda política, oponiéndose públicamente a
proyectos pro-neoliberales y pro-extractivistas:

“El MAT tiene una comisión técnica que hace seguimientos a distintos
proyectos de ley. Del agua, el TPP11, el de protección de humedales,
reformas a sistema de evaluación ambiental, etc…Por lo tanto, no es que nos

112
restemos de estos procesos de saber qué está haciendo la agenda política
extractivista de turno, todo lo contrario, es tener posición política. En abril del
2019 decidimos ir a la comisión de agricultura a una sesión de la reforma al
CDA pero para plantear nuestra posición: que estábamos por la derogación
del CDA, que estábamos por la gestión comunitaria –evidentemente no se lo
tomaron para nada bien— y ser súper claros de que la última indicación
sustitutiva del Presidente Sebastián Piñera lo que buscar es profundizar y
mantener el modelo de privatización. Por lo tanto, los pocos avances de la
reforma al CDA de la Concertación, se anulaban totalmente.” (C. Zarate,
MAT)

Por su parte, para otra visión la articulación político-social y la incidencia a


nivel parlamentario y partidario es crucial para lograr cambios en el modelo y
también soluciones o respuestas rápidas a amenazas concretas o
coyunturales:

“Clave la articulación político-social…nos hemos juntado con FA, hasta con


el PC, con Sharp, Hirsh..gente de todos lados y el diagnostico común es que
esto no puede ser solo política, tampoco solo social…tiene que haber una
mezcla…y nosotros estamos permanentemente en ese juego político-social,
no hay uno sin lo otro y estas visiones existencialistas que niegan la política
institucional a mi me parecen erradas y bien por ellas, pero creo que carecen
de …pueden tener buen sentido del deber, ética-moral irrestricta, pueden
tener una cosa muy bonita incluso, pero carecen de sentido de realidad y por
eso MODATIMA es lo que es, porque nosotros decimos la cuestión es asi,
las reglas están fijadas asi, en esa cancha tenemos que jugar, que esa
cancha se transforme y poco a poco ir ganando batallas para que esa
cancha se de vuelta y nosotros pongamos la nueva cancha, la mayoría de
esta país, mande, el 90, 95% de este país y no un grupo privilegiado
oligárquico de poderes que ponen a sus políticos, que cambie social,
económica y culturalmente esta país…esa es la pelea del día a día” (R.
Faúndez, MODATIMA)

Por otra parte, desde la visión de los territorios el debate por el Código de
Aguas “ se queda corto” para resolver la complejidad de las demandas
territoriales y de las comunidades campesinas e indígenas, asi como para
responder al desafío del cambio societal. Es por ello que, por ejemplo, las
estrategias de judicialización y presión sobre las autoridades ambientales
(COREMA, SEA) y locales (Gobiernos regionales, intendencias, CONADI),
son espacios relevantes de incidencia, donde se dedican esfuerzos
permanentes, dejando la incidencia parlamentaria para aquellos
componentes más “centrales” del movimiento.

“Para eso también existe la articulación….Para que unos vayan a participar


en el parlamento y otros hagan otras cosas, hay que ir por todas las vías.
Tanto a nivel central como local. Pero junto con ir al parlamento, es muy
importante la labor de explicarle a los vecinos cuál es la base del problema,

113
asi como el trabajo de un hormiguero: Todos tienen que salir a trabajar y
cada uno tiene que cumplir sus roles…Estando en el sur, en la práctica es
mucho más difícil y al parlamento, pero hay figuras que si lo hacen” (V.
González, Red Defensa Territorios)

5.3. Desafíos para la articulación e incidencia para un futuro “post-


neoliberal”

Dada la amplia diversidad de los territorios y organizaciones involucradas en


los nuevos movimientos territoriales/socioambientales, un desafíos
permanente es concordar un diagnostico o comprensión de la problemática
desde visiones tan diversas (geográfica, cultural, orgánica, etc.) y con
diversos niveles de conciencia y análisis de las realidades, que además se
van encontrando y sumando en diversos momentos, por lo que es importante
“no forzar ritmos… y considerar que esta diversidad de visiones influye en la
oportunidad de las respuestas o reacciones frente a coyunturas políticas” (L.
Cuenca, OLCA)

A la interna, también es relevante generar aprendizajes para lidiar con


tensiones propias de los movimientos sociales, como las distintas visiones de
relación con el sistema político y con el Estado, y las dinámicas organizativas
diversas (más o menos horizontales, más o menos personalistas)

Una dimensión de diferenciación son los ejes o énfasis de las demandas: por
un lado quienes ponen el centro en la “gestión” del agua, su “gobernanza” y
la realización de mejoras al sistema (reformas); por otro, quienes cuestionan
más ampliamente la privatización y plantean recuperar el agua como bien
común, poniendo el foco en procesos más amplios como un cambio
constitucional vía Asamblea Constituyente.

Un problema que diferencia posturas es la definición de la relación de las


ONGs – Chile Sustentable, OLCA, etc.- con los actores territoriales socio-
comunitarios. Mientras para unos las ONGs no pueden “suplantar la
representación territorial” siendo su rol el de acompañar, facilitar y fortalecer
la auto-representación y soberanía de la comunidad; para otro sector, la
labor de estos organismos esta en instalar una voz “técnica” en los debates
públicos y parlamentarios, actuando más como “asesores” para la definición
de leyes y políticas publicas que integren adecuadamente la mirada
ambiental.

Las diferentes corrientes también significan diversas posturas acerca de la


política. Para las primeras posturas, el foco debe estar en la construcción de
movimientos desde los territorios, generando estrategias flexibles que
permitan aportar a resolver los distintos conflictos territoriales, construyendo
política “desde abajo” como cambios en la vida cotidiana que apunten a la
construcción de un nuevo proyecto político y social. En cambio para las

114
posturas mas institucionalistas se privilegia incidir en la arquitectura política
“desde arriba”, privilegiando acciones en el plano de la incidencia y asesoría
técnico-política. Desde visiones como la del OLCA el proceso desde abajo y
los cambios culturales y relacionales entre los actores, es un tema que se
puede postergar, pero no se puede eludir:

“El gran problema de las fuerzas progresistas de izquierda, es que nadie


quiere darse el tiempo o el trabajo de construir movimiento social (…) Antes
el tema era tomarse el poder y de ahí generar las transformaciones, hoy día
hay mucha gente que está cambiando el mundo desde abajo: en cambiar sus
formas de vida o adoptar formas de vida que contribuyen a superar la crisis
en sus cuestiones más esenciales. Entonces esa gente tiene que ser parte
de esta nueva visión de la política social de este tiempo.”(L. Cuenca, OLCA)

La comunicación, visibilización publica y educación para la ciudadanía es un


eje igualmente relevante, y que permite generar conciencias y “desmitificar”
discursos como el del “desarrollo sustentable” y la “naturalización de la
privatización” como forma de vida:

“Esto no se va a solucionar con el slogan del desarrollo sustentable que


finalmente es un pacto entre las transnacionales y los gobiernos para
hacernos creer que desde el capitalismo vamos a salir a buscar la solución y
que en realidad controlarnos un poco y regulándonos vamos a poder tener
un mundo para mañana. Sabemos que no es así. Entonces hay que hacer un
trabajo fuerte de visualización de la crisis ecológica -sanitaria-política-
económica, etc., que estamos viviendo hoy. (…) Ya hay un entendimiento
mayor por parte de la ciudadanía, pero todavía falta que esté al nivel de
poder entender que estamos pasando por una crisis y que esa crisis va a
significar un cambio total en nuestros modos de vida.” (Camila Zarate, MAT)

“Modelo neoliberal, particularmente en Chile que esta privatizado todo, y


hemos naturalizado la privatización como lugar de vida, endeudamiento,
asenso social….para todo, entonces por eso el debate profundo es respecto
de modelo de vida…que ojo, siempre los ecologistas nos machacan que
tiene que ver con el habito de consumo: reciclar, reutilizar, reducir…pero
nosotros decimos, ok si bien es eso, pero tiene que ver con una violencia
estructural…que se puede aprovechar esos espacio de ambientalismo mas
ligth, capitalismo “verde” para meter los temas de violencia estructural, …no
es un lugar que nos gusta, pero si estamos…por ej. Basura cero, es
interesante, ellos plantean que s importante reciclar y reducir, pero que el
problema es la basura industrial, de las grandes empresas y transnacionales,
no solo la basura del ciudadano particular, sino una visión mas estructural-
política…Fridays for Future también son parte del MAT, nos han invitado a
foros, se puede incidir y meter las ideas” (F. Fernández, MAT)

115
Con miras a las transformaciones del sistema, desde MODATIMA identifican
las dificultades del sistema político actual y su engranaje con los grandes
intereses económicos como un obstáculo para incidir en cambios reales:

“…que existe un parlamento cooptado en su mayoría, que funciona en clave


transicional, con la lógica del binominal, que no se pueden romper los
acuerdos y que por lo tanto tiene intereses muy comprometidos, muchos
financiados por grandes empresas… ….esos son los principales obstáculos,
como esta hecho el sistema, la constitución, los amarres constitucionales, el
tribunal constitucional que no permite que las cosas cambien, que fue hecho
a la medida por Jaime Guzmán justamente pensando en eso…entonces
desbordar el sistema político y hacerlo que cambie es el gran desafío y en
definitiva es democratizarlo…que sea representativo de lo que pasa en la
sociedad y no de lo que los grupos quieren como conservar…” (R. Faundez,
MODATIMA)

El caso de la red Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT), hace un


esfuerzo por no caer en el centralismo. Realizan encuentros una vez al año
que ellos denominan como plurinacionales, buscando que estos también
sean de manera descentralizada. Lo mismo con las marchas que si bien
partieron en Santiago, terminaron descentralizándose y realizándose en
distintos territorios. Buscan levantar instancias alternativas, considerando
que en las instancias oficiales las posibilidades de cambios drásticos son
casi nulas. La idea de reformar el Código de Aguas es insuficiente,
considerando el historial de intentos de reforma, y la permanencia de los
interesados en los puestos de poder, resguardados bajo la Constitución de
1980 y lógicas de gobiernos que por resguardar los intereses de las élites, se
acostumbraron a gobernar para sí.

“En marzo del 2019, en el encuentro en Aculeo, donde la gente se quedó sin
agua literalmente, se tomó la decisión de realizar cabildos por el agua. La
intención era llevar la discusión a los distintos territorios y que estos mismos
territorios hicieran una priorización de uso, entendiendo que en este
momento no existen priorizaciones de uso del agua porque es el mercado el
que manda y el que regula. Se buscaba generar una propuesta popular de
qué es lo que debiésemos hacer con el tema del agua entendiendo que la
gente no tiene ni voz ni voto en estas temáticas.” (E. Vega, Red Defensa
Glaciares)

Por su parte, la estrategia de MODATIMA es seguir creciendo como


organización “de carácter nacional” –actualmente están en 11 regiones- a
través de la formación de “filiales” regionales y/o territoriales, junto con
fortalecer su orgánica interna, liderazgos (por ejemplo, con la formación de
Mujeres MODATIMA y la rotación de vocerías) y líneas de acción
transversales:

116
“y en eso dijimos, tengamos un Encuentro Nacional…en ese tiempo se creo
TilTil y Puente Alto, y al 2018 ya tenían una historia, y querían encuentro
nacional para ver cuanto habían avanzado…armamos encuentro nacional en
Caleu, llego gente como la vez anterior pero con un poquito mas de trabajo
en el cuerpo…y ahí nos pusimos ambiciosos y dijimos, ya ok hagámoslo esta
vez bien…fuimos el 2018 al FAMA (Foro alternativo mundial del agua) fuimos
una delegación de 3 personas y ahí nos conocimos con movimiento Sin
Tierra, movimientos de afectados por las represas, movimientos muy
grandes y nos relacionamos a la par con ellos y dijimos ya pa’ que esta cosa
tenga fuerza y capacidad de golpear la mesa, y arrastre…tomemos la
decisión de formarlo nacionalmente, mas presiones de territorios que nos
decían empujemos, dijimos démosle!” (R. Faundez, MODATIMA)

Desde los territorios, un desafío importante es “sostener los procesos” tanto


económica, como técnicamente y con movilización y presión ciudadana. Ello
especialmente considerando que la resolución – no siempre favorable a las
comunidades- de los conflictos territoriales y por el agua, puede llevar
muchos años –décadas en el caso de Pascua Lama y otros- lo que implica
gran desgaste y “trabajo de hormiga” a nivel de base comunitaria:

“Una vez que salga la RCA favorable al proyecto, además de continuar la


protesta, vamos a seguir la vía legal (tribunales ambientales). Tenemos que
juntar dinero para financiarnos (rifas, bingos, venta de poleras)… seguir
involucrando a la gente de Melipeuco a través de una feria de las pulgas,
vender comida y crear espacios para difundir y fortalecer el apoyo y la
consciencia….Es fundamental mantener la movilización social como una
presión.” (P. Neira, Red Melipeuco Ríos Libres)

“Es importante seguir haciendo una pega legislativa, de mayor incidencia


política. Hay que seguir luchando y poner energía en el tema de la
Constitución y del CDA. Pero, sobre todo, es necesario acercarse e informar
a los vecinos de cuál es el origen de los problemas por el agua. Un trabajo
más de boca en boca.” (V. González, Red Defensa Territorios)

Desde lo intercultural, la relación entre las visiones mapuches y no


mapuches, especialmente dentro de estas ultimas aquellas más
tradicionalmente “nacionalistas” o “estatistas” es un desafío. En esta lógica
las articulaciones deben ser flexibles y centrarse no solo en la mirada sobre
el agua, sino también en otros ejes como las identidades territoriales,
derechos colectivos o bienes comunes:

“No es fácil lidiar entre la existencia de organizaciones más autonomías y


ciertas organizaciones que tienen un desarrollo ideológico muy occidental
con una mirada súper estructurada respecto de la competitividad, el
intervencionismo, la conducción, disputa de liderazgo. Ahí ha habido algunas
dificultades…El mayor aprendizaje es no tener un nivel de dependencia o
generar mayores expectativas con los movimientos sociales porque todo va

117
cambiando. Una instancia de una gran articulación fue el MAT, sin lugar a
dudas y puede seguir siéndolo, pero también es posible que se vayan
generando otras formas de articulación y quizás no necesariamente bajo las
temáticas del agua, sino bajo la temática de los territorios, de las identidades
territoriales o de los derechos colectivos.” (A. Seguel, MAPUEXPRESS)

La lucha por el agua y los territorios esta directamente ligadas a la


“autodeterminación de los pueblos”, que exista una participación real y
vinculantes respecto a las decisiones – e inversiones- en el territorio,
pudiendo incidir en nuevos modelos de desarrollo, no extractivistas, que
respeten la naturaleza y los modos de vida, que no son ajenos a las practicas
y modos de vida propios de cada localidad:

“Hemos aprendido desde muchos años, desde nuestros ancestros hemos


aprendido a vivir con lo que hay. Tu sales al patio a ver qué es lo que tienes,
qué tiene el vecino, qué se intercambia y si hay que comprar algo, se
compra, pero no hay primera necesidad de tener, de consumir. Y eso está
intrínseco en nuestra forma de vida. Entonces tampoco para nosotros es tan
idealista esto de levantar las alternativas”(P. Carvajal, Asamblea Agua
Huasco)

118
VI. Reflexiones finales

La reciente revisión ha mostrado el proceso de explosión de los conflictos


“socio-ambientales” y las respuestas desde los territorios como parte de la
reacción de estos actores frente a la nueva oleada de intervenciones
neoliberales y extractivistas en los territorios, antes aislados y/o periféricos.
Si bien el modelo neoliberal y la privatización de la naturaleza, el agro y los
“bienes comunes” se instala bajo fuerza durante la dictadura cívico-militar,
este modelo es mantenido y reforzado por los gobiernos post dictatoriales,
ahora bajo las lógicas del “crecimiento con equidad” y las falacias del
“desarrollo sustentable” y el “crecimiento verde”.

La privatización del agua es a la vez un “pilar” del modelo neoliberal y un


elemento transversal a las intervenciones extractivistas ya que es afectada
por estas en diversa forma. Pero es a la vez un elemento básico para la vida
de las poblaciones, comunidades y ecosistemas (“sin agua no hay vida”),
pero a la vez es un elemento con significado social y cultural, cuyos ciclos y
formas de apropiación – incluido los discursos y conocimientos que se
construyen sobre ella- modifican y son modificados por las sociedades, en un
“ciclo hidrosocial” (Budds, 2013). De ahí que el agua sea un elemento pivotal
para la operación del modelo neoliberal-privatizador, y también para su
desarme o transformación.

Los ejemplos revisados de conflictos socio-ambientales, no alcanzan en


ningún caso a ser una revisión exhaustiva, dada la amplitud y diversidad de
estos conflictos y de sus respuestas desde los actores sociales que
demandan la protección y salvaguarda de sus espacios vitales y sus modos
de producción y reproducción de la vida, donde el agua, es un elemento
fundante. Los llamados movimientos territoriales socio-ambientales, son
“movimientos sociales rurales” en tanto se asientan en territorios rurales y/o
periurbanos (periféricos), precarizados en sus modos de vida por el avance
neoliberal en el campo, pero que aun mantienen una identidad y practicas de
“localidad” y “comunidad” que son directamente amenazados por la
expansión extractivista. En este sentido, pueden entenderse como una nueva
fase de movilización y “politización” de los actores rurales y/o “neo-
campesinos”, pero no homologable a las luchas anteriores por la “reforma
agraria”, ni a las demandas económicas sobre “la tierra para quien la
trabaja”, sino que con diferencias sustanciales tanto en la orgánica de estos
movimientos como en sus agendas, demandas y propuestas. En primer
lugar, se integran por sujetos rurales diversos, que no responden únicamente
a una identidad campesina, de agricultores y/o indígenas, sino que son
compuestos por una mixtura de sujetos, que si bien se posicionan desde un
discurso local/rural, obedecen a nuevos perfiles que podríamos identificar
como propios de las “nuevas ruralidades” asalariados, servicios, comercio,

119
migrantes, también neo-rurales (migrantes, profesionales retornados), pero
que comparten la demanda por un modo de vida territorial especifico, local,
que se ve amenazado por la industria extractiva y por la apropiación del agua
y otros bienes comunes.

Son a la vez territorios “híbridos” abiertos a lo global –glocal- , con alianzas e


influencias de múltiples niveles, presencia de organizaciones especializadas
–Ongs, centros de estudio-, conectados con lo urbano, pero con fuerte
identidad y demanda de autonomía. Orgánicamente los actores agrupados
bajo el gran paraguas de lo “socio-ambiental” se componen de un mosaico
de respuestas socio-políticas territoriales – colectivos, agrupaciones,
organizaciones, ONGs, redes, plataformas, etc- , donde si bien están
presentes y participan organizaciones de tinte campesino-tradicional, estas
no son las preponderantes ni sus discursos los protagónicos.

Si bien movimientos agrupados en “lo socio-ambiental” no son puramente


rurales ni asimilables a lo campesino, si tienen una fuerte incidencia en estas
plataformas, tanto como territorios/identidades que esta siendo despojadas
por el neoliberalismo, como desde la reivindicación de otros modos de vida,
otros saberes –opuestos al técnico-burocrático- y otras
soluciones/propuestas (ej, agroecología). Del otro lado, el discurso de
defensa socio-ambiental y territorial, desde los bienes comunes y de un
“ecologismo” renovado (entendido como “giro-eco-territorial”, Svampa 2011),
revitaliza luchas e identidades campesinas, que comienzan a nutrir y ampliar
la demanda histórica por la tierra, por las demandas por el territorio, el agua y
los bienes comunes, asi como por la soberanía alimentaria y las semillas,
oponiéndose a las lógicas de transnacionalización.

La explosión de los conflictos territoriales y las respuestas socio-políticas en


la escena publica, los territorios aparecen en la agenda publica, y esta
aparición se da progresivamente a partir de la aparición de conflictos
emblemáticos que logran escalar desde lo local a lo nacional, y a la vez van
posicionando el tema de la naturaleza, los territorios y el agua, como una
parte central de la critica a la profundización neoliberal y avance del
“despojo” a esferas vitales, amenazas a la vida comunitaria y local. A la vez,
la nueva ciudadanía territorial/rural post ‘90s, cuenta con mayor información y
conexiones con los movimientos sociales globales, dentro de los cuales
están tanto el ambientalismo como los nuevos movimientos rurales e
indígenas en asenso en LAC. La influencia de el escenario extra-local y
global, y la progresiva visibilización de las injusticias ambientales y
territoriales, y sus daños para los derechos básicos de personas y pueblos,
contribuyen a y a la vez responden a un proceso de progresiva
“desnaturalización” del neoliberalismo (Bolados, 2016). En este proceso, son
diversos los conflictos territoriales emblemáticos que van nutriendo el
diagnóstico y análisis acerca de la depredación extractiva, sus dinámicas y
consecuencias nefastas, aportando tanto a desmontar una serie de “mitos
neoliberales” como a la generación de una “conciencia de la profundidad de

120
la privatización de la vida” y su precarización límite, que encuentra su
ejemplo más potente en la injusticia hídrica y la apropiación del agua por las
lógicas de mercado.

Como hemos visto, este posicionamiento del agua en la agenda y luchas


desde los conflictos territoriales y sus demandas especificas hasta el
escenario nacional y ciudadano, se da en paralelo con la “crisis de
legimitidad” del sistema político/institucional en su conjunto y el creciente
“malestar social” que se expresa en el aumento de la movilización y protesta
social en diversas esferas (estudiantil, sindical o laboral, regionalista,
feminista, etc.) que se agudiza ya entrados los 2000 y con el asenso de
gobiernos de derecha y sus políticas pro-inversión. El debate por el Codigo
de Aguas se prolonga desde el retorno a la democracia, con mayor énfasis
en la década de los 2000, pero no logra cristalizarse en acuerdos políticos
necesarios para avanzar en las declaraciones de programáticas del “agua
como derecho humano” o la necesidad de enfrentar – ahora si- seriamente la
“crisis hídrica” en un contexto de “cambio climático”. A pesar de que son
varias las organizaciones – ONGs, colectivos y organizaciones territoriales-
que contribuyen al diagnostico, seguimiento y lobby parlamentario para el
cambio en el Código de Aguas (CDA), y de que este es visible en las luchas
territoriales y plataformas de articulación como elemento fundante del
despojo del agua y su apropiación – junto con la Constitución del ’80- , y más
allá de las mutiles voces técnico-burocráticas que incluso respaldan los
cambios como necesarios para un “desarrollo sustentable” (Banco Mundial,
CR2, etc.), los actores político-partidarios no son capaces de generar los
acuerdos e imponer mayorías frente al implacable lobby empresarial y de los
“agricultores propietaristas” –agroexportación, forestales- que imponen sus
demandas de “certeza jurídica” de los derechos de propiedad y “seguridad
hídrica” por sobre el clamor ciudadano de derechos humanos básicos y
restauración de los ecosistemas y ciclos hídricos.

La institucionalidad y sistema político no son capaces – o no tienen la


voluntad- de dar respuestas a demandas territoriales y por los diversos
conflictos socio-ambientales, que se intensifican y escalan en busca de
soluciones y para lograr incidir en las transformaciones del “sistema
neoliberal”, que son visibilizadas en el diagnostico común como la base de
los diversos procesos de despojo y “sufrimiento ambiental”. La
institucionalidad ambiental fundada en los ’90 muestra sus limitaciones para
frenar los impactos nocivos del extractivismo. Los conflictos y movilizaciones
territoriales antes aislados, comienzan a confluir en la formación de diversas
plataformas y redes nacionales y de incidencia en diverso nivel y con diverso
grado de estructura y dinámicas muy diversas en su funcionamiento y
estrategias, pero que tienen en común el cuestionamiento a la privatización y
mercantilización del “agua y la vida” y demandan la recuperación de los
“bienes comunes” para los “pueblos” y territorialidades como espacios de
construcción socio-política y ciudadana autónoma y “soberana”.

121
Durante las dos décadas pasadas, 2000 al 2020, y especialmente desde el
2010, se produce una escalada desde lo territorial a lo nacional, que puede
entenderse como una “ciudadanización” y posterior “politización” de los
movimientos socio-ambientales territoriales y sus demandas (Cuenca, 2019).
Si bien en este proceso, los actores socioambientales y territoriales
desarrollan diversas estrategias de movilización, articulación e incidencia
frente a las posibles reformas del CDA, también tempranamente estos
procesos dan cuenta de sus limitaciones y restricciones de la arena político-
institucional para generar cambios sustantivos y no “cosméticos”. Frente a
esta constatación, una parte de las organizaciones y plataformas se
mantiene alejada y reacia a la participación en el espacio político-
institucional, pugnando por la construcción de espacios políticos autónomos
y sustantivos y la construcción de movimiento socio-ambiental “desde la
base”, mientras que otro sector continua dedicando esfuerzos a la
articulación socio-política, la incidencia parlamentaria y la generación de
transformaciones desde la cancha institucional, ello sin dejar de plantear
criticas a estos espacios.

El conflicto por el agua y los territorios “desborda” el debate por el CDA,


poniendo en relieve la persistencia de un “entramado” de mecanismos que
refuerzan y profundizan la privatización que deben ser desmontados,
incluyendo la institucionalidad y las subjetividades presentes en, por ejemplo,
organizaciones de usuarios de agua “propietaristas”, que defienden su
posición de privilegios y que, en cierto grado, han perdido la conciencia sobre
el “bien común”.

Por ultimo, más allá de su amplia diversidad, diferentes visiones y estrategias


de vincularse con “la política” y “lo político”, los distintos movimientos y
organizaciones analizadas comparten la reivindicación de un “cambio
societal” y del “modelo económico”, postulando nuevas formas de construir lo
social y la relación con la naturaleza desde concepciones que pongan en el
centro la protección de la vida y el rol de los territorios y pueblos en la
definición de los caminos para su “buen vivir” . El “anti-extractivismo”, la
“plurinacionalidad” y la construcción política desde “los pueblos” son
elementos fundantes de estas propuestas de transformación. En este
sentido, el cuestionamiento de la privatización del agua como elemento vital
y social está – y estará- en el centro de estas reivindicaciones, asi como en
la generación y rescate de nuevas formas de relaciones entre los ciclos
sociales e hídricos. En esta construcción, los territorios rurales/periféricos
tienen mucho que decir tanto desde el diagnostico como desde las
propuestas y sus –nuevos- actores continuarán estando en la primera línea
de la construcción de una nueva forma de política y ciudadanía ambiental y
territorial.

Epílogo: En Octubre del 2019 se produce en Chile el llamado “estallido


social” – o revuelta- que puso en jaque al modelo neoliberal y sus bases,

122
visibilizando las situaciones limites de precarización y desigualdades,
presionando por su transformación radical. Dentro del clamor de la
ciudadanía se visibilizaron demandas que venían siendo posicionadas por
los movimientos socio-ambientales y territoriales, incluyendo la
desprivatización del agua y la naturaleza, la recuperación de los bienes
comunes y la autonomía de los pueblos. En cierta medida “el estallido social
ya venia desde los territorios” y viene a reforzar las constataciones de los
movimientos territoriales acerca de la urgencia de cambiar el modelo
neoliberal, extractivista y de despojo. En pleno estallido se realizan mutiles
“cabildos y asambleas por el agua” en tanto eje central para la discusión
política y ciudadana. Como consecuencia del estallido de octubre, se abre un
proceso de cambio constitucional inédito en Chile, donde la demanda por la
desprivatización del agua y su resguardo como derechos humano y de la
naturaleza esta dentro de las prioridades transversales de los diferentes
actores y plataformas que están apostando por participar en este proceso de
re-fundación política que permita acabar con las injusticias ya largamente
evidenciadas por las comunidades y organizaciones durante décadas de
movilización social y territorial.

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https://reformacodigodeaguas.carey.cl/wp-content/uploads/2015/01/31-
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Agua y la Vida
https://www.terram.cl/2015/04/cientos-de-personas-participaron-en-la-
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-2015- Declaración Oficial, Movilización por la Recuperación y Defensa del


Agua. Valparaíso,
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la Comisión de Recursos Hídricos del Senado
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-2017- Asociación de Canalistas de Diguillín y sus afluentes ante la


Comisión de Recursos Hídricos del Senado
https://www.senado.cl/appsenado/index.php?mo=comisiones&ac=sesiones_c
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-2017- VELASCO CRUZ, J. Articulo en Red Agrícola: “Embalse Punilla: la


esperada obra que transformará a Ñuble”
https://www.redagricola.com/cl/embalse-punilla-la-esperada-obra-
transformara-nuble/

-2017: MODATIMA expone ante ante Comisión Especial sobre Recursos


Hídricos, Desertificación y Sequía del Senado. [archivo .ppt]
https://www.senado.cl/appsenado/index.php?mo=comisiones&ac=sesiones_c
elebradas&idcomision=1009&tipo=3&ano=2017&comi_nombre=Especial&ids
esion=11456&fecha=14%2F03%2F2017&inicio=09%3A30&termino=12%3A3
5&lugar=Sala&listado=2

-2017: MODATIMA Paltas y agua robada, reportaje de Danwatch

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http://modatima.cl/2017/03/22/paltas-y-agua-robada-reportaje-de-danwatch/

- 2017 - Comunicado de Prensa,“Nace Movimiento Fuerza Socio-ambiental


en Defensa de los Territorios”, 2017
https://cctt.cl/2017/04/24/chile-nace-movimiento-fuerza-socioambiental-en-
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-2018: MODATIMA presentación ante Comisión Especial sobre Recursos


Hídricos, Desertificación y Sequía del Senado. [archivo .ppt y .pdf],
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elebradas&idcomision=1009&tipo=3&legi=485&ano=2018&desde=0&hasta=0
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petorca/#:~:text=Es%20un%20fen%C3%B3meno%20conocido%20como,gob
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-2018: Biblioteca del Congreso Nacional. Proyecto de reforma al Código de


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-2018- Red de Defensa de los Territorios, Wallmapu


https://www.convergenciamedios.cl/2018/12/declaracion-red-de-defensa-de-
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-2018. “Posición de la Confederación de Canalistas de Chile ante la


tramitación en el Senado de la Reforma al Código de Aguas” (abril 2018)
https://www.senado.cl/appsenado/index.php?mo=comisiones&ac=sesiones_c
elebradas&idcomision=192&tipo=3&legi=485&ano=2018&desde=0&hasta=0
&idsesion=12397&idpunto=15755&listado=2

-2019: Gobierno de Chile. Presidente Piñera anuncia medidas para afrontar


sequía y escasez hídrica.
https://www.gob.cl/noticias/presidente-pinera-anuncia-medidas-para-afrontar-
sequia-y-escasez-hidrica-este-esfuerzo-tiene-que-involucrar-y-comprometer-
toda-la-sociedad-chilena/

2019: MAT, Movimiento por el Agua y los Territorios, presentación en


Comisión de Agricultura del Senado
https://www.senado.cl/appsenado/index.php?mo=comisiones&ac=sesiones_c
elebradas&idcomision=192&tipo=3&legi=485&ano=2019&desde=0&hasta=0
&idsesion=13606&idpunto=17286&listado=2

132
Entrevistas:

- Francisca Fernández, Movimiento por el Agua y los Territorios MAT


- Camila Zarate, Movimiento por el Agua y los Territorios MAT-zona
centro
- Estefanía Vega, Coordinadora por la Defensa de los Glaciares
- Paz Neira, Red por Los Ríos Libres – Melipeuco Ríos Libres
- Alfredo Seguel, CITEM, MAPUEXPRESS, Red de Defensa de
Territorios – Wallmapu
- Lucio Cuenca, Observatorio de Conflictos Socio ambientales OLCA
- Verónica González, Red de Defensa de los Territorios
- Constanza San Juan y Paulina Carvajal, Asamblea por el Agua del
Valle del Huasco
- Rodrigo Faúndez, Movimiento por la Defensa del Agua, la Tierra y
Protección del Medio Ambiente - MODATIMA

133

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