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b e tiA R O b e v e i r e
El siglo X V II francés conoció, en litera tal, desear su victoria sobre don Sancho,
tura, dos grandes procesos de verosimilitud. aceptar, ni siquiera tácitamente, la perspecti
El primero se sitúa en el terreno propiamen va de una boda, etc.; la acción de la Princesa
te aristotélico de la tragedia —o más exacta de Cléves es mala porque Mme. de Cléves no
mente, en este caso, de la tragi-comedia— : se debía tomar como confidente a su marido
trata de la querella del Cid (1637); el segun — lo que significa, evidentemente, a un mis
do extiende su jurisdicción al campo del rela mo tiempo, que esas acciones son contrarias
to en prosa: es el caso de la Princesa de Cié- a las buenas costumbres y que son contrarias
ves (1678). En ambos casos, en efecto, el a toda previsión razonable: infracción y acci
examen crítico de uña obra se reduce, en lo dente. El padre d'Aubignac, excluyendo de
esencial, a un debate sobre la verosimilitud la escena un acto histórico como el asesinato
de una de las acciones constitutivas de la fá de Agripina por Nerón, escribe asimismo:
bula: la conducta de Jimena con respecto a "Esta barbarie sería no sólo horrible para los
Rodrigo después de la muerte del Conde, la que la vieran, sino increíble ya que esto no
confesión hecha por Mme. de Cléves a su ma debía suceder, o también, de un modo más
rido. En los dos casos también se ve hasta teórico: "L a escena no muestra las cosas co
qué punto la verosimilitud se distingue de la mo fueron, sino como debían ser. Se sabe,
verdad histórica o particular: " E s verdad, di desde Aristóteles, que el tema del teatro, y,
ce Scudery, que Jimena se casa con el Cid, extensivamente, de toda ficción, no es ni lo
pero no es verosímil que una hija respetuosa verdadero ni lo posible, sino lo verosímil, pe
del honor se case con el asesino de su padre" ro se tiende a identificar cada vez más neta
y Bussy-Rabutin: "L a confesión de Mme. de mente la verosimilitud a lo que debe ser. Es
Cléves a su marido es extravagante y no se ta identificación y la oposición entre verosimi
puede hallar más que en una historia verda litud y verdad son enunciadas al mismo tiem
dera; pero cuando se trata de imaginar una, po en términos típicamente platónicos por el
es ridículo dar a su heroína un sentimiento Padre Rapin:"La verdad sólo hace las cosas
tan extraordinario." En los dos casos, ade como son y la verosimilitud las hace como
más, se marca de una manera bien neta la re deben ser. La verdad es casi siempre defec
lación estrecha, o, por decir mejor, la amal tuosa por la mezcla de condiciones singula
gama entre las nociones de verosimilitud y res que la componen. No nace nada en el
de decoro, amalgama perfectamente repre mundo que, desde el momento de nacer, no
sentada por la ambigüedad bien conocida se aleje de la perfección de su idea. Es nece
(obligación y probabilidad) del verbo deber: sario buscar originales y modelos en la véro-
el tema del Cid es malo porque Jimena no similitud y en los principios universales de
debía recibir a Rodrigo después del duelo fa las cosas: donde no entra nada de material
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y de singular que las corrompa" De este mo son acciones "extravagantes" según la pala
do, las conveniencias internas se confunden bra tan expresiva de Bussy y la extravagancia
con la conformidad o conveniencia o propie es un privilegio de lo real.
dad de las costumbres exigida por Aristóteles
Tal es, groseramente caracterizada, la ac
y que es evidentemente un elemento de la
titud de espíritu sobre la cual reposa explíci
verosimilitud: "P or la propiedad de las cos
tamente la teoría clásica de la verosimilitud e
tumbres, dice la Mesnardiére, el poeta debe
impl ícitamente todos los sistemas de verosi
considerar que no se debe jamás introducir
militud que rigen todavía en los géneros po
sin necesidad absoluta ni una muchacha va
pulares tales como la novela policial, el fo
liente, ni una sabihonda, ni un criado crite-
lletín sentimental, el western, etc. De una
rioso. . . Poner en el teatro esas tres especies
época a otra, de un género a otro, el conte
de personas con esas nobles condiciones es
nido del sistema, es decir, el tenor de las nor
chocar directamente con la verosimilitud
mas o juicios de esencia que lo constituyen
corriente. (En todos los casos, salvo necesi
pueden variar en todo o en parte (d'Aubig-
dad) que no haga nunca un guerrero de un
nac observa, por ejemplo, que la verosimili
asiático, un hombre fiel de un africano, un
tud política de los griegos, que eran republi
impío de un persa, un verídico de un griego,
un generoso de un tracio, un sutil de un ale canos y cuya "creencia" era que "la monar
mán, un modesto de un español, ni un des quía es siempre tiránica" ya no es admisible
cortés de un francés." De hecho, verosimi por un espectador francés del siglo X V II:
litud y decoro se unen en un mismo criterio, "N o queremos creer que los reyes puedan ser
a saber "todo lo que está de acuerdo con la m alos")(3); lo que subsiste y que define lo
verosímil es el principio formal de respeto de
opinión del público". Esta "o p in ió n " real o
la norma, es decir, la existencia de una rela
supuesta, es prácticamente lo que se llama
ría hoy una ideología, es decir, un conjunto ción de implicación entre la conducta parti
cular atribuida a tal personaje y tal máxima
de máximas y prejuicios que constituye a la
vez una visión del mundo y un sistema de va general implícita y recibida. Esa relación de
lores. Se puede pues, indistintamente enun implicación funciona también como un prin
ciar el juicio de inverosimilitud bajo una for cipio de explicación: lo general determina y,
ma ética, sea: "E l Gid es una obra mala por por lo tanto explica lo particular; compren
que da como ejemplo la conducta de una hi der la conducta de una persona (por ejem
ja desnaturalizada (1) o, bajo una forma lógi plo) es poder referirla a una máxima admiti
ca: El Cid es una obra mala porque da una da y esta referencia es recibida como un as
conducta reprensible a una hija presentada censo del efecto a la causa: Rodrigo provoca
como honesta (2). Pero es bien evidente que al conde porque "nada puede impedir a un
una misma máxima subtiende esos dos jui hijo bien nacido vengar el honor de su pa
cios, a saber, que una hija no debe casarse dre"; inversamente, una conducta es incom
con el asesino de su padre, o también que prensible o extravagante cuando ninguna má
una hija honesta no se casa con el asesino de xima, recibida puede justificarla. Para enten
su padre, o, mejor y más modestamente, que der la confesión de Mme. De Cléves sería ne
una hija honesta no debe casarse, etc., es de cesario referirla a una máxima tal como "una
cir que tal hecho está en el límite posible y mujer honesta debe confiar todo a su mari
concebible, pero como un accidente. Ahora d o "; en el siglo X V II esta máxima no es ad
bien, el teatro (la ficción) no debe represen mitida (lo que equivale a decir que no exis
tar más que lo esencial. La inconducta de J¡- te); se preferiría más bien esta que propone,
mena, la imprudencia de Mme. de Cléves, en el Mercure Galant un lector escandali-
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zado: "una mujer no debe jamás arriesgarse razones respetables son las razones de verosi
a alarmar a su marido"; la conducta de la militud.
Princesa es, pues, incomprensible en este sen El relato verosímil es, pues, un relato
tido preciso que es una acción sin máxima. cuyas acciones responden, como otras tantas
Y, por otra parte se sabe que Mme. de l_a Fa-
aplicaciones o casos particulares, a un con
yette es la primera en reivindicar, por boca
junto de máximas recibidas como verdaderas
de su heroína, la gloria un poco escandalosa
por el público al cual se dirige; pero esas má
de esta anomalía: "V o y a haceros una confe
ximas, por el mismo hecho de ser admitidas,
sión que no se ha hecho jamás a un marido."
permanecen la mayoría de las veces implíci
y también: "L a singularidad de una confe
tas. La relación entre el relato verosímil y el
sión como esta de la cual ella no hallaba nin
sistema de verosimilitud al cual él se sujeta es
gún ejemplo", y también: "N o hay en el
pues, esencialmente muda: las convenciones
mundo otra aventura parecida a la m ía " y
de género funcionan como un sistema de
aún más: (es necesario tener en cuenta la si
fuerzas y de obligaciones naturales a las cua
tuación, que le impone disimular delante de
les obedece el relato como sin percibirlas y a
la Reina Delfina, pero la palabra debe ser se
fortiori, sin nombrarlas. En el western clási
ñalada) "Esta historia no me parece muy ve
co, por ejemplo, son aplicadas (entre otras)
rosím il" Tal alarde de originalidad es, de por
las reglas de conducta más estrictas sin ser
sí, un desafío al espíritu clásico; se debe, sin
explicadas jamás porque son obvias en el
embargo, agregar que Mme. de la Fayette ha
contrato tácito entre la obra y su público.
bía buscado una garantía al colocar a su he
Lo verosímil es pues, aquí, un significado sin
roína en una situación tal que la confesión se
significante o, más bien, no tiene otro signi
convertía en la única salida posible, justifi
ficante que la obra misma. De ahí ese atracti
cando así por lo necesario (en el sentido
vo muy sensible de las obras "verosímiles"
griego del anankaion aristotélico, es decir, lo
que a menudo compensa y va más allá, la po
inevitable) lo que no lo era por lo verosímil:
breza o la chatura de su ideología: el relativo
como su marido desea obligarla a volver a la
silencio de su funcionamiento.
corte, Mme. de Cléves se ve forzada a revelar
le la razón de su retiro, lo que ella, por otra En el otro extremo de la cadena, es de
parte, había previsto: "S i M. de Cléves se cir, en el éxtremo apuesto de este estado de
•obstina en impedirlo o en querer saber las ra verosimilitud implícita, se encontrarían las
zones, tal vez yo le haga el daño, y a m í tam obras más emancipadas de todo respeto de la
bién, de hacérselas saber." Pero se ve bien opinión del público. A q u í el relato no se pre
que este género de motivación no es decisivo ocupa más de respetar un sistema de verda
a los ojos del autor puesto que esta frase es des generales, no depende sino de una verdad
tá recusada por esta otra: "Ella se pregunta particular o de una imaginación profunda.
ba por qué había hecho una cosa tan arries La originalidad radical, la independencia de
gada y hallaba que se había lanzado en ella esta posición lo sitúa bien, ideológicamente
casi sin habérselo propuesto"; en efecto, un en las antípodas del servilismo de lo verosí
propósito forzado no es totalmente un pro mil; pero las dos actitudes tienen un punto
pósito; la verdadera respuesta al p or qué es: en común que es una misma supresión de los
porque no podía hacer de otro modo, pero comentarios y las justificaciones. Citemos so
ese porque de necesidad no es de muy. alta lamente como ejemplo del segundo el silen
dignidad psicológica y parececasi.no haber si cio desdeñoso que rodea en Rojo y Negro,
do tenido en consideración en la querella de la tentativa de asesinato de Julián contra
la confesión: en "m o ra l" clásica, las únicas Mme. de Renal o, en Vanina Vanini, la boda
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final de Vanina con el príncipe Savelli; esas tos, una gradación a la manera de Pascal en
acciones brutales no son, en sí mismas, más la cual el papel del primer grado que está en
"incomprensibles" que muchas otras y el la ignorancia natural, estaría ocupado por el
más torpe de los novelistas realistas no hu relato verosímil y el de tercer grado, la igno
biese tenido dificultad en justificarlas por rancia sabia que se conoce, por el relato enig
v ías de una psicología que llamaremos confor mático; quedaría, pues por localizar el tipo
table, pero se diría que Stendhal eligió deli de relato intermedio, de relato semi-hábii, di
beradamente conservarles o, tal vez conferir cho de otro modo: salido del silencio natural
les por su negativa a toda explicación, esta de lo verosímil y no habiendo aún alcanzado
individualidad salvaje jque constituye lo im el silencio profundo de lo que se llamaría,
previsible de las grandes acciones — y de las utilizando el título de uno de los libros de
grandes obras. El acento de verdad, a mil le Yves Bonnefoy, lo improbable. Borrando to
guas de toda especie de realismo, no se sepa do lo que sea posible de esta gradación toda
ra aquí del sentimiento violento de una arbi connotación valorizante, se podría situar en
trariedad plenamente asumida y que no se la región mediana un tipo de relato demasia
preocupa por justificarse. Hay tal vez algo de do alejado de las trivialidades de lo verosímil
eso en la enigmática Princesa de Cléves a para descansar en el consenso de la opinión
quien Bussy-Rabutin reprochaba el haber vulgar, pero al mismo tiempo demasiado liga
"pensado más en no parecerse a las otras no do al asentimiento de esta opinión para im
velas que en respetar el sentido com ún". Es ponerle sin comentario, acciones cuya razón
de notar, en todo caso, este efecto que pro correría peligro entonces de escaparle: relato
viene tal vez al mismo tiempo de su parte de demasiado original (tal vez demasiado "ver
"clasicism o" (es decir, respeto de lo verosí dadero") para seguir siendo transparente a su
mil) y de su parte de "m odernism o" (es de público, pero aún demasiado tímido o dema
cir, de desprecio de las verosimilitudes): la siado complaciente para asumir su opacidad.
extrema reserva del comentario y la ausencia Un relato semejante debería entonces buscar
casi completa de máximas generales que pue la transparencia que le falta multiplicando
de sorprender en un relato cuya redacción fi las explicaciones, reemplazando a cada paso
nal se atribuye a La Rochefoucauld y que es las máximas ignoradas por el público capaces
considerado por lo menos como novela de de dar cuenta de la conducta de sus persona
"moralista". En realidad, nada es más ajeno jes y del encadenamiento de sus intrigas, en
a su estilo que la epifrase (4) sentenciosa, una palabra, inventando sus propias triviali
como si las acciones estuvieran siempre por dades y simulando completamente y por las
debajo o por encima de todo comentario. A necesidades de su causa un verosímil artifi
esta situación paradójica La Princesa de Cié- cial que sería la teoría —esta vez forzosa
ves debe, tal vez, su valor ejemplar como ti mente explícita y declarada- de su propia
po y emblema de relato puro. práctica. Este tipo de relato no es pura hi
pótesis; todos nosotros lo conocemos y, ba
La manera por la cual los dos "extre jo sus formas degradadas, llena todavía la li
m os" representados aquí por el más dócil re teratura con su inagotable palabrerío. Vale
lato verosímil y por el más liberado relato no más aquí considerarlo bajo su aspecto más
verosímil se unen en un mismo mutismo con glorioso que resulta ser también el más carac
respecto a los móviles y a las máximas de la terístico y el más acusado: se trata, evidente
acción, ahí demasiado evidentes, aquí dema mente del relato balzaciano. A menudo se
siado oscuros para ser expuestos, induce na han burlado de esas cláusulas pedagógicas
turalmente a suponer, en la escala de los rela que introducen con poderosa pesadez las
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vueltas explicativas de la Comedia huma cen en provincia"), sus rasgos intelectuales
na (y a menudo las han imitado): He aquí ("este genio de análisis que poseen los pro
que. . . Para comprender lo que sigue son ne vincianos. . . como las gentes de provincia
cesarias tal vez algunas explicaciones.. . Esto calculan todo. . . como saben disimular las
requiere una explicación. E s necesario entrar gentes de provincia"), sus pasiones ("uno
aq u í en algunas explicaciones. . . E s necesa de sus odios sordos y capitales como se en
rio, para ¡a comprensión de esta historia, etc. cuentran en provincia"), otras tantas fórmu
.. . Pero el demonio explicativo en Balzac no las que con muchas otras, componen como
alcanza exclusivamente ni esencialmente el el background ideológico "necesario a la inte
encadenamiento de los hechos; su manifesta ligencia" de una buena parte de la Comedia
ción más frecuente y más característica es la humana. Se sabe que Balzac tiene "teorías
justificación del hecho particular por una ley sobre todo"(5), pero esas teorías no apare
general supuesta desconocida o tal vez olvida cen por el sólo placer de teorizar, ellas están
da del lector y que el narrador debe enseñar en primer término al servicio del relato: le
le o recordarle; de donde esos tics bien cono sirven a cada instante de fianza, de justifica
cidos: Com o todas las solteronas... Cuando ción, de captado benevolentlae, cierran todas
una cortesana. .. Sólo una duquesa... La vi las fisuras, balizan todas sus encrucijadas.
da de provincia, por ejemplo, supuesta a una El relato en Balzac está entonces a me
distancia casi etnográfica del lector parisino nudo bastante lejos de este infalible encade
es ocasión de una solicitud didáctica inagota namiento que se le atribuye sobre la fe de su
ble: "M . Grandet gozaba en Saumur de una seguridad y de lo que Maurice Bardéche lla
reputación cuyas causas y efectos no serán ma su "aparente rigor"; el mismo crítico se
enteramente comprendidos por las personas ñala, solamente en el Cura de Tours, "el po
que no han vivido o que han vivido poco en der del Padre Troubert, jefe oculto de la
provincia... Estas palabras deben parecer os Congregación, la pleuresía de Mlle. Gamard
curas a los que todavía no han observado las y la complacencia que pone para morir el vi
costumbres propias de las ciudades divididas cario general cuando se tiene necesidad de su
en parte alta y parte baja... Vosotros solos, roquete", así como otras tantas "coinciden
pobres ilotas de provincia, para quienes las cias un poco demasiado numerosas para pa
distancias sociales son más largas de recorrer sar desapercibidas." Pero no son solamente
que para los parisinos, a los ojosde losfcuales esas complacencias del azar que a cada reco
estas se acortan día a día. . . sólo vosotros do hacen ver ai lector un poco desconfiado
comprenderéis. . ." Balzac, que estaba com lo que Valéry hubiese llamado la mano de
penetrado de esta dificultad, no ahorró nada Balzac. Menos evidentes pero más numerosas
para constituir y para imponer, y se sabe có y, en el fondo más importantes, las interven
mo lo logró, un provinciano verosímil que es ciones que alcanzan la determinación de las
una verdadera antropología de la provincia conductas individuales y colectivas y que
francesa, con sus estructuras sociales (aca muestran la voluntad del autor de conducir
bamos de verlo), sus caracteres (el avaro pro la acción, cueste lo que cueste en tal direc
vincial tipo Grandet opuesto al avaro parisi ción y no en tal otra. Las grandes secuencias
no tipo Gobseck), sus categorías profesiona de intriga pura, intriga mundana como la
les (ver el procurador de provincia en Ilusio "ejecución" de Rubempré en la segunda par
nes perdidas) sus costumbres ("la vida estre te de Ilusiones perdidas o,.jurídica como la
cha que se lleva en provincia. . . las costum de Séchard en la tercera parte, están llenas
bres probas y severas de provincia... una de de esas acciones decisivas cuyas consecuen
esas guerras con todas las armas como se ha cias podrían también ser totalmente distin-
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tas, de esos "errores fatales" que hubiesen independientes de las del espíritu como las
podido decidir la victoria, de esas "habilida facultades del genio lo son de las noblezas
des consumadas" que hubiesen podido con del alma. Los hombres completos son tan ra
vertirse en catástrofe. ros que Sócrates (6),etc." ¿Porqué Birotteau
Cuando un personaje de Balzac está en no está plenamente satisfecho de su existen
el camino del triunfo, todos sus actos son cia después de haber recogido la herencia de
rentables; cuando está en la pendiente del Chapeloud? “Aunque el bienestar que desea
fracaso, todos sus actos —los mismos— cons toda criatura y con el cual él había soñado
piran para su pérdida: no hay más bella ilus tan a menudo le había tocado en suerte, co
tración de la incertidumbre y de la reversibi m o es difícil para todo el mundo, aún para un
lidad de las cosas humanas. Pero Balzac no se sacerdote, vivir sin una manía, desde hacía
resigna a reconocer esta indeterminación de dieciocho meses el padre Birotteau había re
la cual él aprovecha, sin embargo, sin escrú emplazado sus dos pasiones satisfechas por el
pulos y menos aún a dejar ver la manera por deseo de un canonicato." ¿Por qué ese mis
mo padre Birotteau abandona el salón de
la cual él mismo manipula el curso de los
acontecimientos, y es aquí donde intervie Mlle. Gamard (lo cual como se sabe es justa
nen las justificaciones teóricas. "Bastante a mente el origen del drama)? "L a causa de es
menudo, reconoce él mismo en Eugenia ta deserción es fácil de concebir. Aunque el
Grandet, ciertas acciones de la vida humana vicario fuera uno de aquellos a quienes el pa
parecen, literalmente hablando, ¡nverosímU raíso debe pertenecer un día en virtud del fa
ies aunque verdaderas. Pero ¿no será porque llo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!
se omite casi siempre derramar sobre nues él no podía, com o muchos tontos soportar el
tras determinaciones espontáneas una espe aburrimiento que le causaban otros tontos.
cie de luz psicológica sin explicar las razones Las gentes que carecen de espíritu se parecen
misteriosamente concebidas que las han ne a las malas hierbas que se sienten a gusto en
cesitado?. . . Muchas gentes prefieren negar los buenos terrenos y es justamente porque
los desenlaces en vez de medir las fuerza de se aburren que les gusta que los diviertan."
los lazos, de los nudos, de los vínculos que Es evidente que también se podría decir lo
unen indisolublemente en secreto un hecho a contrario en caso de necesidad y no hay má
otro en el orden moral." Se puede ver que la ximas que remitan más irresistiblemente a las
"luz psicológica" tiene por función, aquí, transformaciones por inversión a modo de Du-
conjurar lo inverosímil revelando —o supo casse. Si fuera necesario, Mlle. Cormon reco
niendo— los lazos, los nudos, los vínculos nocería en Atanasio sus propias delicadezas
que aseguran mal o bien la coherencia de lo porque los grandes pensamientos vienen del
que Balzac llama el orden moral. De ahí esos corazón; Birotteau se conformaría con su
entimemas característicos del discurso de apartamento porque un tonto no tiene sufi
Balzac que constituyen la alegría de los co ciente paño para ser am bicioso; se sentiría a
nocedores y algunos de los cuales apenas gusto en el salón beocio de Mlle. Gamard
disimulan su función de relleno. ¿Por qué porque aslnus aslnum fricat, etc.. Sucede,
Mlle. Cormon no adivina los sentimientos de por otra parte, que la misma situación pro
Atanasio Granson? "Capaz de inventar los duce sucesivamente dos consecuencias
refinamientos de grandeza sentimental que opuestas algunas líneas más lejos: "C om o la
primitivamente la habían perdido, ella no los naturaleza de los espíritus estrechos los lleva
reconocía en Atanasio. Este fenómeno m oral a adivinar las minucias, él se abandonó brus
no parecerá extraordinario a las gentes que camente a muy grandes reflexiones sobre
saben que las cualidades del corazón son tan esos cuatro acontecimientos imperceptibles
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para cualquier otro.", pero "E l vicario aca fundo por ejemplo el sentido es parejo: se
baba de reconocer, un poco tarde en verdad, gún lo que el autor decida eí hábil ganará
los signos de una persecución sorda... cuyas gracias a su habilidad (es la lección del Cura
malas intenciones hubiesen sido adivinadas, de Tours) o bien será víctima de su propia
sin dudas, mucho antes por un hombre inte habilidad (es la lección de La solterona). Una
ligente." O también: "C o n esa sagacidad pre mujer burlada puede, a voluntad, vengarse
guntona que adquieren los sacerdotes habi por despecho o perdonar por amor: Mme. de
tuados a dirigir las conciencias y a profundi Bargeton honra más o menos sucesivamente
zar insignificancias en el fondo del confesio las dos virtualidades en Ilusiones perdidas.
nario, el padre Birotteau...", pero "E l padre Como cualquier sentimiento puede, al nivel
Birotteau que no tenía ninguna experiencia de la psicología novelesca justificar cualquier
del mundo y sus costumbres y que vivía en conducta, las determinaciones son, casi siem
tre la misa y el confesionario, muy ocupado pre aquí, seudodeterminaciones y todo suce
en decidir los casos de conciencia más leves de como si Balzac consciente y preocupado
en su calidad de confesor de los pensionados por esta libertad comprometedora, hubiera
de la ciudad y de algunas hermosas almas tratado de disimularla multiplicando un po
que lo apreciaban, el padre Birotteau podía co al azar los porque, los pues, los p or lo tan
ser considerado como un niño grande." Hay, to, todas esas motivaciones que llamaríamos
naturalmente negligencia en esas pequeñas seudo-subjetivas (como Spitzer llamaba "seu-
contradicciones que Balzac no hubiese teni do-objetivas" las motivaciones atribuidas por
do dificultad en borrar si se le hubiese ocu Charles Louis Philippe a sus personajes) y cu
rrido, pero tales lapsus revelan también pro ya abundancia sospechosa no hace más que
fundas ambivalencias que la "lógica" del re subrayar para nosotros al fin de cuentas lo
lato sólo puede reducir en la superficie. El que quisieran disimular: la arbitrariedad del
padre Troubert triunfa porque a los cincuen relato.
ta años decide disimular y hacer olvidar su A esta tentativa desesperada debemos
ambición y su capacidad y hacerse pasar por por lo menos uno de los ejemplos más pas
gravemente enfermo como Sixto V, pero una mosos de lo que se podría llamar la invasión
tan brusca conversión podría despertar la del relato por el discurso. En verdad, en Bal
desconfianza del clero de la Touraine (des zac el discurso explicativo y moralista es, la
pierta, por lo demás, la del padre Chapeloud) mayor pacte de las veces (cualquiera sea el
por otra parte, él triunfa también porque la placer que el autor encuentre en ello y ac
Congregación hizo de él el "procónsul desco cesoriamente el lector) estrechamente subor
nocido de Touraine". ¿Porqué esa elección? dinado a los intereses del relato y el equili
A causa de la "posición del canónigo en me brio parece más o menos mantenido entre
dio del senado femenino que hacía tan bien esas dos formas de la palabra novelesca; sin
la vigilancia de la ciudad", a causa también embargo, aún manteniendo a raya a un autor
de su "capacidad personal.". Se ve aquí co muy charlatán pero también muy apegado al
mo en otros pasajes que la "capacidad de un movimiento dramático, el discurso se extien
personaje es un arma de doble filo: razón pa de, prolifera y parece a menudo a punto de
ra elevarla, razón para desconfiar de ella y asfixiar el curso de los acontecimientos que
por lo tanto para derribarla. Tales ambivalen tiene por función aclarar. Es así que la pre
cias de motivación dejan pues entera libertad dominancia de lo narrativo se halla ya, si no
al novelista, que puede insistir por medio de impugnada, por lo menos amenazada en esta
una epffrase, tanto en un valor, como en obra que sin embargo es considerada sinóni
otro. Entre un imbécil y un intrigante pro mo de "novela tradicional." Un paso más y
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la acción dramática pasará a segundo plano, parece realmente probar que la conformidad
el relato perderá su pertinencia en provecho con la opinión no es el único medio de obte
del discurso: preludio de la disolución del gé ner la adhesión del público: lo que no está
nero novelesco y del advenimiento de la lite lejos de arruinar toda la teoría de lo verosí
ratura en el sentido moderno de la palabra. mil o de obligar a apoyarla sobre nuevas ba
De Balzac a Proust, por otra parte, hay me ses. Pero pasemos al punto capital de la ar
nos distancia de lo que se piensa —y Proust, gumentación, donde se verá que esta defen
lo sabía mejor que nadie. sa no va sin cierta forma impertinente de lo
que se llamará más tarde, y en otro contex
Volvamos ahora a nuestras dos querellas
to, la puesta ai desnudo del procedimiento:
de verosimilitud. En medio de esos testimo
"Sé, dice Sorel, que no hay apariencia (igual
nios tan caracterizados de ilusión realista
a verosimilitud) en el hecho de que una hija
-puesto que se discute para saber si Jimena
haya querido casarse con el asesino de su pa
o Mme. de Cleves tuvieron o no razón al ac
dre, pero eso dio lugar a decir bellas agude
tuar como lo hicieron a la espera de interro
zas. . . Bien sé que el Rey hace mal en no ha
garse dos siglos más tarde sobre sus "verda
cer detener a don Gormas en lugar de rogarle
deros" móviles (7)— vamos a encontrar dos
que se conforme, pero si a sí hubiera sucedi
textos cuyo aspecto e intención están muy
do no habría m uerto... Sé que el Rey debió
alejados de tal actitud y que tienen en co
haber dado, órdenes al puerto, al estar infor
mún (a pesar de grandes diferencias de am
mado del designio de los Moros, pero si lo
plitud y de alcance) una especie de cinismo
hubiese hecho el C id no le habría prestado el
literario bastante salubre. El primero es un
panfleto de una decena de páginas, general gran servicio que obliga a perdonarlo. Bien sé
mente atribuido a Sorel y titulado E i juicio que la Infanta es un personaje inútil, pero
del Cid hecho por un burgués de París, D i había que Henar la pieza. Bien sé que don
rector de su Parroquia. El autor pretende ex Sancho es un pobre bromista, pero era ne
presar, contra la opinión de los "d o cto s" re cesario que trajera su espada a fin de asustar
presentados por Scudery, la opinión del a Jimena. Bien sé que no era necesario que
"p u e b lo " que se burla de Aristóteles y regula don Gormas hablara a su sirvienta de lo que
el mérito de las piezas por el placer que reci iba a deliberar el Consejo, pero el autor no
be: "Encuentro que (el Cid) es bastante bue supo hacerlo decir de otro modo. Bien sé
no por esta única razón que ha sido bastante que la escena es, ya el palacio, ya la plaza pú
aprobado." Este recurso al juicio del público blica, ya la alcoba de Jimena, ya el aparta
será, como se sabe, la actitud constante de mento de la Infanta, ya el del Rey y todo es
los autores clásicos y particularmente de M o to es tan confuso que uno se pasa a veces de
lière, argumento por otra parte decisivo con uno a otro por milagro, sin haber pasado nin
tra reglas que pretenden fundarse sobre la so guna puerta: pero el autor tenía necesidad
la preocupación de la eficacia. Menos clásica de todo ello (8). En plena querella, a algunas
e incluso típicamente barroca, esta precisión semanas del veredicto de la Academia, tal de
que hace consistir el atractivo del C id "en su fensa parecería un elogio torpe, pero hoy
rareza y extravagancia." Este atractivo de ra que Scudery, Chapelain y Richelieu están
reza que confirma Corneille en su Examen muertos y el Cid bien vivo, podemos recono
de 1660 recordando que la visita, tan critica cer que lo que dice Sorel vale lo que pesa, y
da, de Rodrigo a Jimena después de la muer expresa en voz alta lo que todo autor debe
te del Conde provocó "cierto estremecimien pensar bajito: al eterno ¿p o rq u é ? de la críti
to en la asamblea que marcaba una curiosi ca verosimilista, la verdadera respuesta es
dad maravillosa y un redoble de atención". porque lo necesito. Verosimilitudes y conve
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niencias no son, a menudo, más que honestas función a término que es aún más importan
hojas de parra y no está mal que de tanto en te. Porque la Princesa no solo confiesa a su
tanto venga un director de parroquia — para marido el sentimiento que ella experimenta
escándalo de las feligresas- a revelar ciertas por otro hombre (que ella no nombra, de
funciones. donde primer efecto a término, curiosidad y
El Juicio del Cid quería ser, a su manera averiguación de M. de Cieves); ella lo con
indiscreta, una defensa de la obra; las Cartas fiesa también, sin saberlo, a Nemours, escon
a ia Sra. Marquesa de * * * sobre el tema de la dido muy cerca, que oye todo y que se reco
Princesa de Cieves, de Valincour (1679) se noce en cierto detalle. De donde, efecto pro
ducido sobre Nemours, dividido entre la ale
presentan más bien como una crítica de la
gría y la desesperación; de donde la confi
novela, crítica a menudo rigurosa en el deta
dencia que hace a uno de sus amigos de toda
lle, pero cuya seriedad constituía más bien
la aventura; éste la contará a su amante,
un homenaje que un ataque. Este libro se
quien la repetirá a la Reina Delfina, quien la
compone de tres "Cartas", la primera de las
repetirá a Mme. de Cieves en presencia de
cuales trata la conducta de la historia y la
Nemours ( iescenal); de donde reproches de
manera de conducir los acontecimientos, la
la Princesa a su marido de quien ella sospe
segunda sobre los sentimientos de los perso
cha naturalmente sea el origen de las indis
najes y la tercera sobre el estilo. Sin tener en
creciones; reproches recíprocos de M. de Cié-
cuenta la tercera, es necesario observar pri
ves a su mujer: he aquí algunos efectos a tér
meramente que la segunda retoma a menudo
mino de esta escena de la confesión que han
la primera y que los "sentimientos" no son
sido y son todavía (9) descuidados por la
lo que más le importan a Valincour. Es así
mayor parte de los lectores fascinados por el
que la confesión, pieza capital del debate ins
debate sobre los motivos, a tal punto es cier
tituido en el Mercure Galant, no le inspira
to que el ¿de dónde viene eso? sirve para ha
(abstención a señalar) ningún comentario
cer olvidar el ¿para qué sirve? Pero Valin
psicológico concerniente a Mme. de Cléve, si
cour no lo olvida. "S é bien también, dice a
no simplemente un elogio del efecto patético
propósito de la confidencia de Nemours que
producido por la escena, seguido de una crí
eso está ahí para preparar la dificultad en
tica de la actitud del marido y de la evoca que se encuentran más adelante Mme. de
ción de una escena comparable en una nove
Cieves y M. de Nemours en lo de la Delfina"
la de Mme. de Villedieu. Si Valincour, según y también: "E s verdad que si no hubiesen
la costumbre de la época, ataca frecuente cometido esas faltas uno y otro, la aventura
mente la conducta de los personajes (impru de la alcoba de la Delfina no hubiese ocurri
dencia de Mme. de Cieves, torpeza e indis do". Y lo que él reprocha a tales medios es el
creción de M. de Nemours, falta de perspi traer tales efectos con demasiado esfuerzo y
cacia y precipitación de M. de Cieves, por comprometer así en sentido pleno, la econo
ejemplo), es sólo en la medida en que inte mía del relato: "U na aventura no cuesta de
resa la conducta de la historia que constituye masiado caro cuando cuesta faltas de sentido
su verdadero interés. Lo mismo que Sorel, y de conducta al héroe del libro" o bien:
aunque de manera menos desenvuelta, Va "Resulta enojoso que sólo haya podido ser
lincour pone el acento sobre la función de traída a la historia a expensas de lo verosí
los diversos episodios: acabamos de ver la es mil (10). Se ve que Valincour está lejos del
cena de la confesión justificada por lo que se laxismo burlón de Sorel: las faltas contra la
puede llamar su función inmediata (lo paté verosimilitud (imprudencias de una mujer te
tico); Valincour lo examina igualmente en su nida por sensata, faltas de delicadeza de un
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gentilhombre, etc.) no lo dejan indiferente; tá puesto "para preparar" algún aconteci
pero en lugar de condenar esas inverosimili miento extraordinario (11)". La defensa del
tudes por sí mismas (lo que es propiamente autor es "felix culpa"; el rol del crítico no es
la ilusión realista) como un Scudery o un el de condenar la falta "a priori", sino de
Bussy, los juzga en función del relato, según buscar qué^acierto acarrea, de medirlos uno
la relación de rentabilidad que une el efecto con otro y de decidir si, sí o no, el acierto
a su medio y no los condena sino en la medi excusa la falta.
da en que esa relación es deficitaria. De este Y el verdadero pecadora sus ojos, sería
modo, si la escena en lo de la Delfina cuesta la falta sin acierto, es decir la escena a la vez
cara, es en sf misma tan feliz "que el placer costosa y sin utilidad, como el encuentro de
que me ha dado me ha hecho olvidar todo el Mme. de Cléves y de M. de Nemours en un
resto." es decir lo inverosímil de los medios: jardín después de la muerte del Príncipe:
balanza en equilibrio. A l contrario, para la " L o que me pareció más extraño en esta
presencia de Nemours en el momento de la aventura, fue ver hasta qué punto es inútil.
confesión: "M e parece que no dependía más ¿Par qué tomarse el trabajo de suponer una
que del autor hacer surgir una ocasión menos cosa tan extraordinaria. . . para terminarla
peligrosa y sobre todo más natural (igual a: de manera tan extraña? Se saca a Mme. de
menos onerosa) para que oyera lo que el au Cléves de su soledad, se la lleva a un lugar
tor quería que supiera". Y también para la adonde no acostumbra ir; y todo esto, para
muerte del Príncipe provocada por un infor darle la tristeza de ver a M. de Nemours salir
me incompleto de su espía que vio a Ne por una puerta de atrás": (12) no vale la pe
mours entrar de noche en el parque de Cou- na tanto esfuerzo.
lommiers, pero que no supo ver (o decir) que
esta visita fue sin consecuencias. El espía se Una crítica tan pragmatista no tiene evi
comporta como un tonto y su amo como un dentemente nada para satisfacer a los aficio
atolondrado y "n o sé si el autor no hubiese nados de alma, y se comprende que el libro
hecho mejor en servirse dé su poderío abso de Valicour no tenga buena fama: aridez de
luto para hacer morir a M. de Cléves en vez corazón, estrechez de espíritu, formalismo
de dar a su muerte un pretexto tan poco ve estéril, reproches como estos son, en seme
rosímil como es el de no haber querido escu jante caso, inevitables— y sin importancia.
char todo lo que su gentilhombre tenía que Tratemos mejor de extraer de esta crítica
decirle": he aquí otro efecto que cuesta de los elementos de una teoría funcional del
masiado caro; se sabe bien que M. de Cléves relato, y accesoriamente, de una definición,
debe morir a causa del amor de su mujer por ella también funcional (tal vez deberíamos
mejor decir económica) de lo verosímil.
Nemours, pero la coyuntura adoptada es
torpe. La ley del relato tal como se despren Hay que partir, como de un dato fun
de implícitamente para Valincour es simple damental, de esta arbitrariedad del relato
y brutal: el fin debe justificar el medio. "E l ya mencionada, que fascinaba y repelía a
autor no cuida mucho la conducta de sus Valéry, de esta libertad vertiginosa que tie
héroes, no se preocupa de que olviden un po ne el relato, en primer lugar, de adoptar a
co, siempre que esto le prepare aventuras" y cada paso tal o tal orientación (es decir la
también "Apenas uno de los personajes. . . libertad, al enunciar La marquesa. . ., de
dice o hace algo que nos parece una falta, no continuar por salió, o también por volvió,
hay que mirar como en los otros libros, es o cantaba, o se duerme, etc.): arbitrariedad,
decir como algo que habría que suprimir; al entonces de dirección; luego, de detenerse
contrario podemos cerciorarnos que esto es en el lugar y de dilatarse por la añadidura
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de tal circunstancia, información, indicio, desesperada que determina a la pistola, sino
catálisis (13) (es decir la libertad de propo que es la pistola la que determina a desespe
ner, después de La marquesa..., enunciados rada. Para volver a ejemplos más canónicos,
tales como de Sevigné, o una mujer alta, seca M. de Ciéves no muere porque su gentilhom
y altanera, o pidió su carruaje y. arbi bre actúa como un tonto, sino que el gentil
trariedad de expansión. "Sería tal vez intere hombre actúa como un tonto para que M.
sante hacer una vez una obra que mostrara de Ciéves muera, o aún, como lo dice Valin-
en cada uno de sus nudos la diversidad que cour, porque el autor quiere hacer morir a
puede presentársele a la mente, y dentro de M. de Ciéves y esta finalidad del relato de
la cual él elige la continuación única que es ficción es la ultima ratio de cada uno de sus
tará dada en el texto. Sería de este modo elementos. Citemos por última vez a Valin-
sustituir a la ilusión de una determinación cour: "Cuando un autor hace una novela, la
única e imitadora de lo real, la de lo poslble- mira como a un pequeño mundo que él mis
en-cada-instante, que me parece más verda mo crea; considera a todos los personajes co
mo sus criaturas, de las cuales él es amo ab
dero (14)." Es necesario observar, sin embar
go, que esta libertad, en realidad, no es infi soluto. Puede darles bienes, ingenio, valor,
nita, y que lo posible de cada instante está tanto como quiera; hacerlas vivir o morir
sometido a un cierto número de restriccio tanto como le plazca, sin que ninguno de
nes combinatorias muy semejantes a las que ellos tenga derecho de pedirle cuentas de su
impone la corrección sintáctica y semántica conducta: "lo s propios lectores" no pueden
de una oración: el relato también tiene sus hacerlo, y si hay quien reprocha a un autor
criterios de "gramaticalidad" que hacen por de haber hecho morir a un personaje dema
ejemplo que después del enunciado: La mar siado temprano, es porque no puede adivinar
quesa pidió su carruaje y . . . esperemos me las razones que tuvo, para qué esa muerte
jor: salló a dar un paseo en lugar de se fue a debía servir en la continuación de su histo
acostar. Pero es sin duda un método más sa ria (15). Estas determinaciones retrógradas
no considerar primero al relato como total constituyen precisamente lo que llamamos la
mente libre, luego registrar sus diversas de arbitrariedad del relato, es decir no realmen
terminaciones como otras tantas restriccio te la indeterminación, sino la determinación
nes acumuladas en lugar de postular desde de los medios por los fines, y, hablando más
el comienzo una "determinación única e imi brutalmente, de las causas p or los efectos. Es
tadora de lo real". Luego, hay que admitir esta lógica paradójica de la ficción la que o-
que lo que se lé aparece al lector como igual bliga a definir todo elemento, toda unidad
número de determinaciones mecánicas no del relato por su carácter funcional, es decir
fue producido como tal por el narrador. Des entre otras, por su correlación con otra uni
pués de haber escrito: La marquesa, desespe dad (16), y a dar cuenta de la primera (en el
rada. . ., no está sin duda tan libre de prose orden de la temporalidad narrativa) por la
guir con . .. pidió una botella de champagne segunda, y así sucesivamente— de donde se
como con tomó una pistola y se levantó la deduce que la última es la que manda a todas
tapa de los sesos; pero en realidad, las cosas las otras, y que nada manda: lugar esencial
no suceden de este modo: al escribir La mar de la arbitrariedad, al menos en la inmanen
quesa. . ., el autor ya sabe si terminará la es cia del relato mismo, pues luego es posible
cena con una parranda o con un suicidio, y buscarle en otra parte todas las determina
es entonces en función del final que elige lo ciones psicológicas, históricas, estéticas, etc.
intermedio. Contrariamente a lo que sugiere que se quieran. Según este esquema, todo en
el punto de vista del lector, no es entonces La Prlncesse de Ciéves, dependería de esto
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y por lo tanto de naturalizar, o de realizar ces, lo que es muy diferente, pero igual de
(en el sentido de hacer pasar por real) la f ic económica, una motivación-cero. A s í nace
ción disimulando lo que tiene de concerta un nuevo verosímil (24), que es el nuestro,
do, como dice Valincour, es decir de artifi que nos encantó hace un rato y que debemos
cial: en una palabra, de ficticio. El vuelco de también quemar: la ausencia de motivación
determinación que transforma a la relación com o motivación.
(artificial) entre medio y fin en una relación Formularemos ahora de manera más ex
(natural) entre causa y efecto, es el instru peditiva, el propósito, un poco cargado, de
mento mismo de esta realización, evidente este capítulo:
mente necesaria para el consumo corriente, 1 o. Sean distinguidos tres tipos de relato:
que exige que la ficción esté dentro de una a) el relato verosímil, o de motivación
ilusión, aún imperfecta y a medias actuada, implícita, ejemplo: "L a marquesa pidió su
de realidad. carruaje y fue a dar un paseo".
Hay entonces una oposición diametral, b) el relato motivado, ejemplo: "L a
desde el punto de vista de la economía del marquesa pidió su carruaje y se fue a acos
relato, entre la función de una unidad y su tar, porque era muy caprichosa" (motiva
motivación. Si su función es (groseramente ción de primer grado o motivación restrin
hablando) para lo que ella sirve, su motiva gida), o aún: ". . . porque, como todas las
ción es lo que le hace falta para disimular su marquesas, era muy caprichosa" (motiva
función. Dicho de otro modo, la función es ción de segundo grado, o motivación genera
un beneficio, la motivación es un costo. El lizante).
rendimiento de una unidad narrativa, o, si se c) el relato arbitrario, ejemplo: "L a
prefiere, su valor, será entonces la diferencia marquesa pidió su carruaje y se fue a acos
proporcionada por la resta: función menos tar".
motivación. V — F — M, es lo que podríamos 2o. Comprobamos entonces que, formal
llamar el teorema de Valincour (23). No de mente, nada separa al tipo " a " del tipo "c ".
bemos reírnos demasiado de este sistema de La diferencia entre relato "arbitrario" y re
medida, un poco brutal, pero que vale tanto lato "verosím il" solo depende de un juicio
como otro, y que nos proporciona en todo en el fondo de orden psicológico u otro, ex
caso una definición bastante provechosa de terior al texto y eminentemente variable:
lo verosímil, que todo lo que precede nos según la hora y el lugar, todo relato "arbi
dispensará de justificar más: es una motiva trario" puede volverse "verosímil", y recí
ción implícita, y que no cuesta nada. A q u í procamente. La única distinción pertinente
entonces, V = F — cero, es decir, si cuento es entonces entre los relatos motivado y no-
bien, V =: F. Cuando se ha medido una vez la motivado ("arbitrario" o "verosímil"). Esta
eficacia de tal fórumula, no se sorprende distinción nos reconduce, de manera eviden
uno más de su uso, ni aún de su abuso. ¿Pue te, a la oposición ya reconocida entre relato
de imaginarse algo más económico y renta y discurso.
ble? ¿L a ausencia de motivación, el procedi Traducción de Fanny Dobinsky
miento desnudo, apreciado por los Formalis y Lucía Flores.-
tas? Pero el lector, humanista por esencia, (Alliance Française e
psicólogo por vocación, respira mal ese aire Instituto de Profesores).
enrarecido; o mejor dicho, el horror del va
cío y la presión del sentido son tales que esta
(Texto integro del artículo "Vraisemblance
ausencia de signo se vuelve rápidamente sig
et motivation" extraído de Figures II. Ed.
nificante. La no-motivación se vuelve enton
du Seuil. París, 1969.)
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NOTAS
1. Scudery: "E l desenlace del Cid choca las bue 12. ibid., p. 129-130.
nas costumbres"; la pieza entera "es un ejemplo 13. Cf. Roland Barthes, Introduction â l'analyse
m uy m alo." structurale du récit. Communications 8,p . 9.
2. Chapelain: "E l tema del Cid es defectuoso en 14. Valéry, Oeuvres, Pléiade, I, p. 1467.
su parte esencial. . . pues. . . el decoro de las cos 15. Valincour, Lettres. . ., p. 216. Señalado por
tumbres de una hija presentada como virtuosa no nosotros.
es respetado por el poeta. " 16. Cf. Roland Barthes, art. cit., p. 7: "E l aima
3. Pratique du théâtre, p. 72-73. de toda función es, si así puede decirse, su germen,
4. Este término está desviado de su sentido retó lo que le permite sembrar el relato con un elemen
rico estricto (expansión inesperada dada a una frase to que madurará más tarde. "
aparentemente terminada! para designar toda inter 17. No confundiremos por esto función e inten
vención del discurso en el relato, o sea aproximada ción: una función puede ser en gran medida invo
mente ¡o que la retórica' llamaba, con una palabra luntaria, una intención quizás fallida, o desborda
que se convirtió, por otras razonesr en incómoda: da por la realidad de la obra: la intención global
epifonema. de Balzac en ta Comédie humaine era, como es sa
5. Claude Roy, te commerce des classiques, p. bido, competir con el estado civil.
191. 18. En resumen, la narratividad de una obra na
6. La vieille filie, p. 101, subrayado del autor. rrativa no agota su existencia, n i aún su literaria-
7. Ejemplo de esta actitud, Jacques Chardonne: dad. Ningún relato literario es "solamente" un re
"Se ha criticado esta confesión en el siglo X V II. Se lato.
la halló inhumana y sobre todo inverosímil. No hay 19. Ejemplo clásico, citado (o inventado) por
más que una explicación: es una acción irreflexiva. Grammont, "Le Vers français", p. 3: "¿ Y la pala
Pero esto solo es posible si una mujer ama a su ma bra "mesa'7 Vean cómo da bien la impresión de
rido. " Y también: "Mme. de Cléves no ama casi a una superficie plana reposando sobre cuatro pa
su marido. Cree amarlo. Pero lo ama menos de lo tas".
que cree. Sin embargo lo ama mucho más de lo que 20. Cf. Erüch, Russian Formálism, cap. XL
piensa. Estas incertidumbres íntimas hacen la com 21. La importancia de la coartada es evidentemen
plejidad y todo el movimiento de los sentimientos te variable. LLega al máximo, ai parecer, en la no
reales." fTableau de la littérature française, Galli vela realista del siglo XIX. fn épocas más antiguas
mard, p. 128). La explicación nos seduce, no tiene
más que el defecto de olvidar que ios sentimientos (Antigüedad, Edad Media, por ejemplo), un estado
de Mme. de Cléves —hacia su marido y hacia Ne más rudo o más aristocrático del relato no intenta
mours— no son sentimientos reates sino sentimien disfrazar sus funciones. "La Odisea no confine nin
tos de ficción y de lenguaje, es decir sentimientos guna sorpresa; todo está dicho de antemano; y to
que agota la totalidad de ios enunciados p o r los do lo que está dicho, sucede... Esta certeza en la
cuales el relato los significa. Interrogarse sobre ¡a realización de los acontecimientos predichos afec
realidad (fuera del texto! de los sentimientos de ta profundamente a la noción de intriga... ¿Qué
Mme. de Cléves es tan quimérico como preguntarse tienen en común la intriga de causalidad que nos es
cuántos hijos tenia realmente Lady Macbeth o si habituai y esta intriga de predestinación propia de
Don Quijote había realmente leído a Cervantes. 'La Odisea'?" (Tzvetan Todorov, El relato primiti
Ciertamente es legítimo buscar la significación pro vo, "Tel Q uel" No. 30, p. 55).
funda de una acción como la de Mme. de Cléves 22. Hay sin embargo que hacer justicia, fuera de
considerada como un lapsus (un "descuido^! que la narratividad, a la eventual función inmediata del
nos remite a alguna realidad más oscura. Pero en discurso motivante. Una motivación puede ser one
tonces, quiérase o no, no es el psicoanálisis de rosa desde el punto de vista de la mecánica narrati
Mme. de Cléves que se comienza a hacer, es el de va, y gratificante en otro plano, estético por ejem
Mme. de la Fayette o (y) e l del lector. Por ejemplo: plo: es decir el placer, ambiguo o no, que el lector
"si Mme. de Cléves se confía a M. de Cléves es por de Balzac recibe del discurso balzaciano —y que
que es a él que ella ama, pero M. de Cléves no es su hasta puede llegar a eliminar completamente el
marido, es su padre. " punto de vista narrativo. No es por la "historia"
8. Subrayado del autor. que leemos a Saint-Simon, nia Michelet.
9. Sobre la situación de Nemours en este episo 23. Es et momento de recordar aquí que excelen
dio y en otro, ver sin embargo a Michel Butor, Ré tes eruditos atribuyen la paternidad real de las
pertoire, p. 74-78 y Jean Rousset, Forme et signi
"Lettres sur la Princesse de Cléves" no a Valincoúr,
fication, p. 26-27.
sino al P. Bouhours.
10. Lettres sur le sujet de la Princesse de Clèves, 24. Si admitimos que lo verosímil se caracteriza
edición A. Cazas, p. 113-114. Subrayado del autor. por M = cero. Para quien juzgue sórdido este punto
de vista económico, recordemos que'en matemáti
11. Ibid., p. 119, p. 125. Señalado p o r nosotros. cas (entre otras) la economía define a la elegancia.
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