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Identificación amorosa con Jesús encarnado y crucificado

NARRADOR: “Y tú, hombre redimido, considera a quién, cuál y cuán grande es éste
que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo
lloran los cielos y la tierra. […] Paraque del costado de Cristo, dormido en la cruz, se
formase la Iglesia y se cumpliese las Escrituras que dice: miraran al que atravesaron,
uno de los soldados le hirió con una lanza y le abrió el costado” (San Buenaventura,
Opúscula.3).

Paz y bien, hermanos y hermanas, las fuentes hagiográficas, narran la historia de


san Francisco y sus compañeros, y nos dicen que: él fue tan pobre y humilde que ya no
irradiaba más, pero sí totalmente, la persona de Cristo y su espíritu, haciéndose visible,
audible, palpable, como nadie, en sus manos, sus pies y costado (2 Celano 219). El
acontecimiento de la impresión mística de los sagrados estigmas sucedió en el año 1224
en el monte Alverna, ya casi celebramos sus 800 años.

Por eso, el testimonio de San Francisco, el estigmatizado de La Verna, nos presenta


un camino auténtico de seguimiento de las huellas de Jesús pobre y crucificado, por tanto,
para el franciscano de hoy es necesario volver a la fuente para beber de ella y saborear la
dulzura divina de la contemplación, eso significa andar nuevamente el camino de la cruz
redentora, buscar la senda que nos lleva más íntimamente hacia Cristo pobre y crucificado.
Francisco nos sigue ofreciendo el ejemplo de su vida misma, guiada por el Evangelio –una
vida cuya forma es el Santo Evangelio- (1Cel 115), con un amor profundo y servicial por la
vida de los más necesitados de nuestra sociedad, por los crucificados de ayer y de hoy.

Canto: Hermano entre los hombres.

A continuación, pongamos atención a la historia de este inusual acontecimiento místico


acontecido en el monte Alverna

1
Hermano Francisco: Hermanos míos, a ustedes les he confiado que soy muy devoto de la
Pasión de Cristo y de su madre María Santísima, también de los santos arcángeles, por eso,
quiero que vivamos lo más evangélicamente posible esta cuaresma en honor al Arcángel
San Miguel. Aunque estoy bastante débil corporalmente, quiero que me acompañen a subir
al monte Alvernia, para que todos ahí podamos contemplar y disfrutar de las grandezas que
Dios nos quiere revelar.

Hermano Ángel: Hermano Francisco, tengo miedo de que subas a la montaña, hay mucho
frío y el tiempo no es tan clemente por ahora. El clima está cambiando mucho, no sabemos
por qué, pero los cambios son bruscos; Además, hermano estas muy enfermo, el rigor de la
penitencia y ese esfuerzo de la gran subida te afectará más, será como un camino largo y
doloroso, mejor dicho, será un camino al Calvario para ti.

Hermano Francisco: Hermano Ángel, siempre he estado debilitado por la hermana


enfermedad y aun así he buscado orar más íntimamente con Dios y de servir a mis
hermanos leprosos, abrazarlos y amarlos con todo mi corazón; y tú más que nadie sabes
cuánto nos ama el Altísimo Rey del cielo y de la tierra y, por ello, debemos de estar
preparado para esta santa cuaresma, ven con nosotros a la montaña y no temas,
contemplaremos juntos las maravillas de nuestro Señor.

Hermano Ángel: Está bien, hermano Francisco, que se haga la voluntad de Dios, en fin,
somos sus servidores, pecadores e inútiles. Necesitamos hacer penitencia y convertirnos de
corazón para servirle con más humildad y sencillez.

Hermano Francisco: Ánimo hermanos, caminemos ya, porque nuestro hermano sol parece
que ya quiere irse a descansar y las tinieblas de la noche acechan continuamente.

NARRADOR. Francisco deseando consagrarse en esta cuaresma, es decir, en estos


cuarenta días y cuarenta noches, al gozoso silencio de la contemplación, sube
apresuradamente al eremitorio de monte Alverna con los tres compañeros inseparables:
León, Ángel y Rufino, también lleva con él a Fray Silvestre que es gran contemplativo, a Fray
Iluminado, Fray Maseo y Fray Bonicio.

Canto: Queremos

2
II. Contemplando a Cristo en la cumbre sagrada de la montaña

Narrador: Uno de sus primeros hagiógrafos Fray Tomás de


Celano relata que, a pesar de sus padecimientos y fuertes
dolores, Francisco, siempre se mantenía firme y alegre, y en su
corazón cantaba para sí y para Dios cantos de júbilo. Por eso fue
hallado digno de mayor revelación quien supo gozarse en otra
revelación mínima, y mucho se le encomendó a quien fue fiel en
lo poco (Mt 25,21)1.

Hermano Francisco: Hermanos esta montaña es bella, es un


gran regalo, es santa, es grande y para aprovechar mejor el encuentro intimo con Dios, es
necesarios como ustedes lo saben muy bien, el silencio y la soledad... Por tanto, quisiera
pedirles un favor a todos; que cada uno busque un lugar apartado totalmente del otro, para
contemplar y discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Quiero pedirle al hermano León que sea él quien me traiga pan y agua, pero antes de que se
acerque al lugar donde yo voy a estar, tienes que decir estas palabras en voz alta: “Señor
abre mis labios” y si yo te respondo: “Y mi boca proclamará tu alabanza”, entonces,
puedes pasar conmigo, de lo contrario te prohíbo visitarme y acercarte a mi persona.

NARRADOR: Todos los hermanos de buen gusto aceptaron y obedecieron cuanto el


hermano Francisco les había dicho y marcharon a sus lugares favorecidos con la señal de la
santa cruz.

Hermano León: saludo antes de entrar. “Señor abre mis labios”… Paz y bien, Hermano
Francisco, que alegría verte de nuevo, quiero confesarte una cosa; después de muchos días
de traerte el pan y el agua al eremitorio, ayer antes de recitar la invocación que me pediste,
me sorprendió ver una gran luz, una claridad más fuerte y radiante que la del hermano sol y
pude entre los árboles contemplarte a lo lejos de rodillas mirando al cielo y escuché una voz
que repetías continuamente: “Quién eres tú Señor y quien soy yo, siervo inútil”...

Hermano Francisco: Hermano León, no has obedecido a lo que te dije, pero bueno, no
puedo ocultar más lo que has visto, es realmente verdadero lo que vistes y escuchaste
repetidamente, pero te ruego por el amor de Dios que a nadie se lo cuentes... ni a mis otros
hermanos, por amor de Dios, León, obedece.

Hermano León: Está bien, perdóname hermano Francisco, así lo haré, obedeceré
puntualmente como me lo has indicado.

1
1Cel 93. (Escritos, p. 220).

3
Hermano Francisco: Hermano León, yo también quiero confesarte algo más, lo que le he
estado pidiendo en esta sagrada cuaresma al Señor en mi oración contemplativa: “Señor
mío Jesucristo dos gracias te pido me concedas antes de mi muerte; la primera que yo
experimente en vida, en el alma y en el cuerpo aquel dolor que tú, dulce Jesús, soportaste
en la hora de tu acerbísima pasión; y la segunda que yo experimente en mi corazón, en la
medida posible, aquel amor sin medida en que tú hijo de Dios, ardías cuando te ofrecías a
sufrir tantos padecimientos por nosotros pecadores”.

Hermano León: Hermano Francisco, que petición tan profunda, yo estoy seguro que el
Señor Jesús que te habló y te llamó desde la cruz en San Damián y que te confirmó la
misión que deberías reconstruir la Iglesia que estaba en ruinas, ahora te hablará
nuevamente, te concederá esa gracia martirial que estas pidiéndole de corazón para tu vida
y para el bien de toda la Iglesia y, sobre todo, para la salvación de muchas almas.

Canto: Que bello es

III. Confiesa a los hermanos sus coloquios divinos con Dios

NARRADOR. En las profundidades del eremitorio de monte Alverna,


Francisco va intensificando su oración, su meditación de la Pasión de
Cristo, dando a entender que, así como seguía a Jesús pobre y
crucificado en su vida cotidiana, también debía conformarse a él en las
aflicciones y dolores de la sagrada Pasión antes de dejar esta vida.
Esta cuaresma es una preparación de Francisco para su hora decisiva
de la manifestación del amor de Cristo crucificado y glorificado.

Canto: Tu fuerza tu violencia y tu coraje.

Hermano León: invocación: “Señor abre mis labios”…

Hermano Francisco: Hermano León, gracias por venir nuevamente, sabes que se acerca
ya la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz y quisiera pedirte que me traigas un
Nuevo Testamento, para leer y meditar los textos de la Pasión y muerte de nuestro Señor
Jesucristo.

Hermano León: Hermano Francisco, tu sabes que eso es muy difícil, pero haré todo lo
posible para conseguirlo cuanto antes. Quizás alguno de los hermanos que ya tienen libros
lo pueda tener y prestarlo.

Hermano Francisco: Hermano León, yo sé que tú puedes conseguirlo, por eso te lo pido a
ti, es más te pediré que llames a todos los hermanos para que recemos juntos una oración

4
que el Señor me ha regalado en mi corazón y en mis palabras en estos días de
contemplación.

NARRADOR: El hermano León sale a prisa a buscar a sus hermanos, al poco tiempo
regresa muy contento con ellos para compartir la oración de Francisco, como una alabanza
a Dios creador y redentor.

Hermano Francisco: Hermanos míos, que alegría verlos contentos y sanos, les he
convocado, para que recemos juntos una humilde oración que he compuesto para alabar al
Señor.

NARRADOR: Pide a toda la asamblea presente que se ponga de pie y que vaya repitiendo
lo que Francisco va a ir diciendo: (a modo de salmo responsorial).

Oración
“Tú eres el santo, Señor Dios único,
el que haces maravillas.
Tú eres el fuerte,
Tú eres el grande,
Tú eres el altísimo,
Tú eres el rey omnipotente,
Tú padre santo, rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Dios de dioses,
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien,
Señor Dios vivo y verdadero.
Tú eres el amor y la caridad;
Tú eres la sabiduría,
Tú eres la humildad,
Tú eres la paciencia,
Tú eres la hermosura,
Tú eres la mansedumbre,
Tú eres la seguridad,
Tú eres la quietud,
Tú eres el gozo,
Tú eres nuestra esperanza y alegría.
Tú eres la justicia,
Tú eres la templanza,
Tú eres nuestra riqueza a saciedad,
Tú eres el protector,
Tú eres nuestro refugio y defensor,
Tú eres la fortaleza,
Tú eres el refrigerio,
Tú eres nuestra esperanza,
Tú eres nuestra fe,

5
Tú eres nuestra caridad,
Tú eres toda nuestra dulzura,
Tú eres nuestra vida eterna,
Grande y admirable Señor,
Omnipotente Dios,
misericordioso salvador”.

NARRADOR. Esta plegaria profunda comienza confesando la santidad absoluta de Dios,


fruto de la contemplación, del amor y de la entrega total del pobrecillo de Asís a Dios
Omnipotente. En efecto, el monte Alverna tiene realmente más importancia teológica que
geográfica, bíblicamente las montañas son lugares especiales para orar y encontrarse
con Dios, dicho de otro modo, la cima del monte Alverna fue a la vez su monte Tabor -
monte de la Transfiguración- y también su Calvario que es unificación con lo divino. Y en
consecuencia, ahora el tiempo se ha convertido en verdadero calvario personal:
penitencia, silencio, soledad, escucha, dolores y sufrimientos, que se traducen en la hora
de la cruz redentora, pero es también el tiempo propicio para la gracia del amor pleno, el
coloquio con Dios y la transformación del alma herida, un verdadero Tabor donde
saborea “la dulzura de la divina contemplación”.

El acontecimiento místico del Alverna se convierte en réplica auténtica del Calvario


salvífico, lugar teológico, fértil, unción (cf. 1Jn 2,27) y sello divino, alianza visible ya no en
piedras sino en el aprisco de la carne, andrajo y desnudez, inmediatez de la unión divina.
Visibilidad de la gloria de Dios que transforma y lo configura conforme al cuerpo glorioso
de su Hijo amado.

Fr. Tomás de Celano en su vida primera (1Cel 94-98), recogerá esta experiencia
mística de la impresión de los estigmas como el acto más profundo de amor y también el
retorno a la ciudad de Asís, lleno del amor de Dios que nunca mengua. Este retorno es
“vía lucis”, es camino de luz… de entrega radiante de sí mismo, es la victoria de la cruz.
¡Eso es Amor!

Canto: Omnipotente

IV. La hora de la crucifixión mística en la cima del monte Alverna

Hermano León: Invocación: “Señor abre mis labios”.


Hermano Francisco aquí está el Nuevo Testamento que me habías pedido, aprovecho
también para darte los saludos que te manda la hermana Clara y todas sus hermanas, que
son fieles discípulas de Cristo pobre y crucificado y que están viviendo con alegría lo que
prometieron al Señor.

6
Hermano Francisco: Gracias hermano León, ya sabía que tu me lo ibas a traer, también
quiero pedirte otro gran favor... En estos tres días que vienen quiero que por favor me dejes
solo para profundizar con fe en esta fiesta de la exaltación de la santa cruz. Por favor
hermano León regresa hasta el domingo por la mañana...

Hermano León: Me es difícil dejarte solo, pero está bien hermano Francisco, voy a
obedecer, regresaré el domingo por la mañana como tú lo has dicho...

Hermano Francisco: Hermano León he estado orando por la Damas pobres, por favor
llévale a Clara esta carta, si quieres puedes leerla para ver qué te parece.

Hermano León: Esta bien, llevaré a las hermanas y señoras tu escrito: “Yo, el hermano
Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro
Jesucristo… y les ruego señoras mías y les aconsejo que vivan siempre en esta santísima
vida y pobreza evangélica”2. Se pondrá muy contenta Clara y sus hermanas. Nos vemos
pronto, si Dios quiere.

Canto: Espejo de la eternidad

NARRADOR. Francisco en oración como ya lo había


hecho en otro tiempo, abrió lentamente por tres veces el
santo Evangelio que le había conseguido el hermano León
y en las tres veces se encontró como por casualidad con
los textos que narran la pasión y muerte de nuestro Señor
Jesucristo en el Calvario.
En la vocación de Francisco hay una extrema tensión hacia
algo que es a la vez doloroso y glorioso, y que
inevitablemente debía producirse en la más íntima
identificación con Cristo Crucificado. Y así el domingo por
la mañana el hermano León, un poco desesperado, llegó
corriendo hasta donde estaba de rodillas el hermano
Francisco.

Hermano León: Hermano Francisco, ¡Santo Dios!, que te


ha pasado, te veo ensangrentado, te caíste o que te pasó,
dime hermano mío, que te ha pasado, hay algo malo, que
te sucedió... Contéstame por favor.

Hermano Francisco: Hermano León, que rápido se te olvida todo, es más espero no seas
incrédulo quiero contarte lo que el Señor me ha revelado… “Ayer por la mañana mientras
oraba en uno de los flancos del monte, vi con mis propios ojos bajar de lo más alto del cielo
a un Serafín que tenía seis alas tan ígneas como resplandecientes. En vuelo rapidísimo
avanzó hacia el lugar donde me encontraba, deteniéndose en el aire apareció entonces
2
Cf. Última voluntad para Clara y sus hermanas 1-2.

7
entre las alas le efigie de un hombre crucificado, cuyas manos y pies estaban extendidos a
modo de cruz y clavados a ella. Dos alas se alzaban sobre la cabeza, dos se extendían para
volar y las otras dos restantes cubrían todo su cuerpo. Estaba sumamente admirado ante
una visión tan misteriosa y al instante aquellas llagas aparecieron claramente impresas en
mi carne”.
Hermano León, esto que me ha sucedido misteriosamente, es un regalo del Señor que ha
escuchado mi humilde y fervorosa plegaria, que ha escuchado lo que en mi corazón
deseaba profundamente.

NARRADOR: El hermano León, se acerca y abraza con cuidado y ternura a Francisco y se


llena él también del gozo santo al saber esta alegre noticia que conmovió su corazón. Sin
embargo, el varón de Dios quería que solo el hermano León pudiera ver y tocar los estigmas
y vendárselos, para contener la sangre derramada y amortiguar el dolor que le producían.
Más tarde, cuando se agraven sus enfermedades, el hermano León tendrá que cambiarle el
vendaje diariamente, excepto los viernes, pues ese día no quería que nada mitigase la
Pasión de Cristo que llevaba impresa en su cuerpo; y también un dolor insoportable por
amor salvífico.

Hermano Francisco: Quiero hermano León que no le digas a nadie sobre lo que me ha
pasado acá en el monte Alverna, pues imagínate el alboroto de la gente y, sobre todo, la
incredulidad de mis hermanos. No quiero causar escándalo alguno ni nada parecido…

Hermano León. Pero hermano Francisco los hermanos deben de saber esto, hay que
comunicarles ahora esta manifestación de amor divino, para que sepan lo que Jesús
crucificado ha hecho con este siervo inútil y pecador. Este regalo divino no puede quedarse
oculto, en silencio, tenemos que darlo a conocer a toda la Iglesia.

Hermano Francisco: No, nada de eso hermano León, quedémonos contemplando otras dos
semanas acá, y te pido por santa obediencia que no se lo cuentes a nadie lo que has visto y
lo que te he confiado personalmente.

Canto: Dulce sentir

V. Lleva en su cuerpo el signo visible del Dios viviente

NARRADOR: Una vez pasada las dos semanas, Francisco y el hermano León
emprendieron el viaje de regreso, pero como Francisco no podía caminar por causa de los
estigmas, bajó a lomos de un asno prestado por el conde Orlando que era terciario
franciscano, es decir, un laico seguidor de Francisco y del Evangelio. Antes, Francisco
exhortó a los hermanos a la obediencia y a la oración contemplativa, y a cuidar de aquel
lugar santo, dando su bendición a todos sus moradores, presentes y futuros. Mientras
bajaban mucha gente le salía al encuentro y se abalanzaba sobre él, para tocarlo o besarles

8
las manos. No pudiéndolo evitar, él ocultaba el vendaje con la manga y daba solo a besar
las puntas de los dedos.

Hermano Ángel: Bueno, ya presentía que algo maravilloso iba a suceder en lo alto de la
montaña, me lo decía el corazón, lo mismo pasó en el Antiguo Testamento con Moisés, con
el profeta Elías, con el mismo Jesús nuestro Señor y sus discípulos y ahora este gran regalo
de amor con nosotros. Qué bueno es el Señor para los que le aman de verdad y le buscan
con sincero corazón.

Hermano Rufino, Ahora entiendo porque Francisco nos


exhortaba así: “Hermanos todos, estemos muy vigilantes,
no sea que, so pretexto de alguna recompensa o quehacer
o ayuda, perdamos nuestra mente y nuestro corazón o los
apartemos del Señor”3. Por eso, el don de los estigmas,
revelan el toque de la gracia trinitaria, la unión mística con
Christus pauper et crucifixus en cuanto miembro del
Cuerpo místico.

Hermano Silvestre: Si hermanos, ahora podemos decir


con fe que los estigmas son un signo místico, un signo
sensible y el que con fe y confianza acude obtiene las
gracias divinas para seguir en el servicio de Dios,
defendiendo con amor entrañable a los pobres y, sobre
todo, a la creación que está sufriendo gravemente por
nuestra culpa, por nuestros egoísmo y nuestra sed de
poseer y dominar, por eso Francisco nos invita a: “Load y
bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran
humildad”.

Hermano León: Hermanos creo que el camino de vida


mística y de simplicidad (LP 18), recorrido por nuestro
Padre Francisco es el “perseverar hasta el fin” para converger auténticamente con el de
Jesús, con el propósito como dice San Pablo de “reconciliar con él todas las cosas” (cf. Col
1,20).

Clavado ya en cuerpo y alma a la cruz juntamente con Cristo (Gál 2,19), Francisco no sólo
ardía en amor seráfico a Dios, sino que también, a una con Cristo crucificado, estaba
devorado por la sed de acrecentar el número de los que han de salvarse. No pudiendo
caminar a pie a causa de los clavos que sobresalían en la planta de sus pies, se hacía llevar
su cuerpo medio muerto a través de las ciudades y aldeas para animar a todos a llevar la cruz
de Cristo. Y, dirigiéndose a sus hermanos, les decía: “Comencemos, hermanos, a servir al
Señor nuestro Dios, porque bien poco es lo que hasta ahora hemos progresado”4.

3
1R 22,25. (Escritos, p. 126).
4
San Buenaventura, LM XIV,1 (Escritos, pp. 479-480).

9
Hermano Francisco: Hermanos, disculpen que les interrumpa, llévenme con cuidado a la
ermita de Santa María de los Ángeles, en dónde el Señor un día me reveló “la forma del
santo Evangelio” que, he observado fielmente, pero quiero que me lleven primero con la
Hermana Clara y sus hermanas a San Damián, deseo alegrarme profundamente con ella y
sus damas pobres, compartir con gozo las maravillas de Dios, sus revelaciones divinas, este
gran don con que Dios ha querido identificarme con su Hijo amado, con Cristo en la cruz
redentora, en su gloriosa pasión.

Canto: Canta Francisco

VII. Testigos fidedignos del don de los estigmas

NARRADOR. En octubre del año 1226, Francisco muere


santamente en la Porciúncula. Así, Santa Clara y sus hijas
vieron nuevamente las sagradas llagas y pudieron besarlas
cuando el cuerpo del san Francisco fue depositado, por
breves instantes, en la Iglesia y monasterio de San Damián,
antes de ser sepultado en la Iglesia de San Jorge (1Cel 116-
117). Los estigmas de las manos y los pies, por su
exterioridad fueron vistos durante los dos últimos años su
vida, por bastantes frailes y personalidades fuera de la
Orden. Solamente Fray Elías consiguió superar la barrera de
reserva del santo, para observar las llagas del costado (2Cel
138)5.

Una vez muerto el santo, sus hermanos lo lloran amargamente:

Fray Jacoba: Hermanos y hermanas con el gozo de haber asistido a Francisco en los
últimos momentos de su vida terrena:

Yo levanté el paño que lo cubría para verlo por última vez, y contemplé el vaso precioso en
que se había escondido el precioso tesoro, y lo contemplé enriquecido con cinco perlas;
considerando las cinceladas en el cuerpo, que sólo la mano del Todopoderoso había
verificado para asombro del mundo. Es la muerte de mi gran amigo, y no hay que disimular ni
esconder por más tiempo el inaudito prodigio, sino ponerlo resueltamente a la vista de todos6.

Fray Maseo: Hermanos y hermanas quiero contarles, lo que yo pude ver con mis ojos
corporales en el cuerpo del hermano Francisco:

5
Según Fray Tomás de Celano, solamente Fray Elías y Fray Rufino contemplaron la llaga del costado, estando vivo San
Francisco (1Cel. 95).
6
3C 39. (Escritos, p. 384), también puede verse LP 8, EP 112.

10
Se veían las manos y los pies atravesados en la mitad por los clavos, de tal modo que las
cabezas de los clavos estaban en la parte inferior de las manos y en la superior de los pies,
mientras que las puntas de los mismos se hallaban al lado contrario. Las cabezas de los
clavos eran redondas y negras en las manos y en los pies; las puntas, formadas de la misma
carne y sobresaliendo de ella, aparecían alargadas, retorcidas y como remachadas. Así,
también el costado derecho –como si hubiera sido traspasado por una lanza- escondía una
roja cicatriz, de la cual manaba frecuentemente sangre sagrada, empapando la túnica y los
calzones7.

Fray Rufino: Hermanos y hermanas yo también quiero contarles lo que pude contemplar
con gozo en el cuerpo de Francisco:

En efecto, el venerable Padre fue marcado con el sello de la pasión y la cruz en cinco partes
de su cuerpo, como si hubiera estado colgado de la cruz con el Hijo de Dios”8. Y, por fin,
“Cuando desapareció esta visión admirable, después de largo espacio de tiempo y de secreto
coloquio, dejó en el corazón de San Francisco un ardor desbordante y una llama de amor
divino, y en su carne, la maravillosa imagen y huella de la pasión de Cristo9.

Fray Silvestre, bueno si no están cansados, yo también quiero compartir con ustedes esto
que el Señor me regaló cuando pude ver lo que había acontecido en la persona de
Francisco de Asís.

Con gran empeño ocultó aquellas insignias del Crucificado, dignas de ser veneradas incluso
por los espíritus más elevados. Desde que allí, a los principios, el verdadero amor de Cristo
había transformado al amante en fiel imagen de él, fue tan grande la cautela del santo en
callar y ocultar el tesoro encontrado, que ni siquiera sus hermanos se dieron cuenta por
mucho tiempo. Pero la Providencia divina no quiso que las llagas estuvieran escondidas por
siempre sin que las vieran los más caros del santo10.

Fray Iluminado, hermanos y hermanas, disculpen que hablo mucho, pero permítanme
compartirles a manera de síntesis, el don divino de los sagrados estigmas en el cuerpo de
Francisco de Asís.

A la vista de todos resplandecía tan maravillosa belleza; su carne se había vuelto más blanca;
pero era sorprendente contemplar, en el centro de manos y pies, no vestigios de clavos, sino
los clavos mismos, que, hechos de su propia carne, presentaban el color oscuro del hierro, y
el costado derecho tinto en sangre. Estas señales de martirio no causaban espanto a quienes
las veían; es más, prestaban a su carne mucha gracia y hermosura, como las piedrecillas
negras en pavimento blanco. Llegábanse presurosos los hermanos e hijos, y, derramando
lágrimas, besaban las manos y los pies del piadoso Padre que los había dejado, y el costado
derecho, cuya herida recordaba la de Aquel que, derramando su sangre y agua, reconcilió el
mundo con el Padre. Muy honrada se sentía la gente; no sólo aquellos a quienes era dado el

7
San Buenaventura, LM XIII,3. También puede verse; 1Cel 90. 93-95; TC 69-70.
8
1Cel 90. (Escritos, p. 218).
9
CLI 3. (Escritos, pp. 906-907).
10
2Cel 135. (Escritos, p. 326).

11
besar, sino también los que no podían más que ver las sagradas llagas de Jesucristo que San
Francisco llevaba en su cuerpo11.

Narrador: El tema de la Pasión de Cristo tiene un significado profundo para Francisco (TC
14) su devoción se origina concretamente en el encuentro del Cristo de San Damián, que le
llevó a la misión de reparar la Iglesia en ruinas y de acompañar al sufrimiento humano
expresado en las personas leprosas. Este viraje radical en la vida de Francisco hace que
después de su muerte sea el único y primer santo que reciba el título de: “Otro Cristo”, “el
Cristo revivido”, fue precisamente el Papa Pío XI, quien se atrevió a definirlo así: un “Alter
Christus” y después lo confirmó el Papa Juan Pablo II, por ser una de las experiencias
místicas más originales en la historia de la Iglesia… Pero, Francisco no solamente se
configuró a Cristo “el Cristo de la Edad Media” sino que es como señala San Buenaventura
“Repetitor Christi”, un hombre humilde repetidor de Jesucristo nuestro Salvador.

Fray Tomas de Celano expresa con profunda gratitud:

¡Oh don singular, señal del privilegio del amor, que el caballero venga adornado de las
mismas armas de gloria que por su excelsa dignidad corresponden únicamente al Rey! ¡Oh
milagro digno de eterna memoria y sacramento de que continuamente ha de ser recordado
con admirable reverencia! De modo visible representa el misterio de la sangre del Cordero
que, manando copiosamente de las cinco aberturas, lavó los crímenes del mundo ¡Oh
sublime belleza de la cruz vivificante, que a los muertos da vida; tan suavemente oprime y con
tanta dulzura punza, que en ella adquiere vida la carne ya muerta y el espíritu se fortalece!
¡Mucho te amó quien por ti fue con tanta gloria hermoseado!12.

Finalmente, el Papa Francisco nos pide encarecidamente a la luz del testimonio del
estigmatizado del Alverna que es necesario y urgente una Iglesia en salida:

“…salir al encuentro de nuestros hermanos que sufren, convencidos de que la misión es una
pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo”13.

Hermanas y hermanos, nos ponemos de pie para finalizar con esta


oración que el Papa san Juan Pablo II, compuso en honor a san Francisco
de Asís, el estigmatizado del Alverna. El mundo tiene nostalgia de ti14.

San Francisco, que recibiste los estigmas en el Alverna,


el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús Crucificado.

Tiene necesidad de tu corazón abierto a Dios y al hombre,

11
1Cel 113. (Escritos, p. 232).
12
1Cel 114. (Escritos, p. 233).
13
Papa Francisco, Exhortación apostólica, Evangelii gaudium, n. 268.
14
En 1993 el Papa Juan Pablo II, invitó a todos los cristianos a “peregrinar” al monte de los Estigmas… Es necesario hacerse
peregrino hacia la montaña del dolor y de la esperanza para aprender la lección del Alverna.

12
de tus pies descalzos y heridos,
de tus manos traspasadas e implorantes.

Tiene nostalgias de tu voz débil, pero fuerte por el poder del Evangelio.

Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy a reconocer


el mal del pecado y a buscar
su purificación en la penitencia.

Ayúdalos a liberarse también


de las estructuras del pecado
que oprimen a la sociedad actual.

Reaviva en la conciencia de los gobernantes


la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.

Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,


capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.

A los ofendidos por cualquier tipo de maldad


concédeles, Francisco, tu alegría de saber perdonar.

A todos los crucificados por el sufrimiento,


el hambre y la guerra, ábreles de nuevo
las puertas de la esperanza. Amén15.

Fr. Anselmo Maliaño Téllez OFM


Eremitorios Nuestra Señora de los Ángeles,
Costa Rica.
shemapazybien@gmail.com

* SE FINALIZA CON EL CANTO: ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO.

15
Oración del papa Juan Pablo II a San Francisco en la capilla de los Estigmas del Monte Alverna (17 de septiembre de 1993).
cf. L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, 1-X-1993; cf. OFM, ENCHIRIDION de la Orden de los
Hermanos Menores. Documentos 1990-2002, T. II, Roma 2010, pp. 398-399.

13

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