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Charles Brenner

Elementos Fundamentales de
Psicoanálisis
CAPITULO III

EL APARATO PSIQUICO

Preguntemos no ahora: "¿Cual es el cuadro de la mente que hemos


obtenido de nuestra consideración de la teoría psicoanalítica?".

Al formular la respuesta vemos, en primer lugar que comenzamos con dos


hipótesis fundamentales, bien establecidas, que conciernen al funcionamiento de
la mente y de un carácter esencialmente descriptivo. Una de ellas era la ley de la
casualidad psíquica y la otra, la proposición de que la actividad psíquica es
principalmente inconsciente.

Sabemos que estas dos hipótesis han de ser nuestros postes indicadores
como lo fueron en la consideración posterior de la teoría psicoanalítica. Como
acabamos de decir, son de una naturaleza primordialmente descriptiva. Sin
embargo en el tema siguiente, los impulsos, nos hallamos de modo inmediato
tratando con conceptos que eran, en lo fundamental de tipo dinámico. Tratamos
de la energía psíquica que impele al organismo a la acción hasta haber alcanzado
la gratificación., del patrón genéticamente determinado de variación de una fase
de organización instintiva a otra, a medida que el niño madura., de las variaciones
individuales que pueden producirse dentro de los amplios limites de este patrón.,
del flujo de la libido y de la energía agresiva de un objeto a otro durante el curso
del desarrollo., del establecimiento de puntos de fijación., y del fenómeno del
retorno de la energía psíquica de esos puntos de fijación que denominamos
regresión instintiva.
En realidad, es característico de la teoría psicoanalítica que nos de justo
ese cuadro dinámico, en movimiento de la mente, y no uno estático sin vida.
Procura demostrar y explicar el crecimiento y funcionamiento de la mente, así
como las operaciones de sus partes y sus interacciones mutuas y conflictos. Hasta
la división de la mete que la toma en varias partes tiene una base funcional y
dinámica, como veremos en este capitulo y en los dos subsiguientes, que trataran
de lo que Freud denomino los elementos del aparato psíquico.

El primer intento publicado que hizo Freud para construir un modelo del
aparato psíquico, fue el que apareció en el ultimo capitulo de la interpretación de
los sueños [Freud, 1900]. Lo describió como similar a un instrumento óptico
compuesto, como un telescopio o un microscopio que esta constituido por muchos
elementos ópticos dispuestos en forma consecutiva. El aparato psíquico debía ser
imaginado como constituido por muchos componentes psíquicos dispuestos en
forma consecutiva y extendiéndose, si se puede emplear esta palabra del sistema
perceptivo en un extremo al sistema motor en el otro con los diversos sistemas de
recuerdo y asociación de intermedios.

Aun en este esquema tan claro de la mente, por tanto, se pueden ver
divisiones de tipo funcional. Una "parte" del aparato reaccionaba a los estímulos
sensoriales, una parte estrechamente relacionada a activarla, producía el
fenómeno de la conciencia, otras almacenaban los trazos del recuerdo y los
reproducían, y así sucesivamente. De un sistema al otro fluía una cierta clase de
excitación psíquica que a su turno le daba energía a cada uno y que estaba
concebida en forma presumiblemente semejante al impulso nervioso. Podemos
apreciar con claridad que ya era intenso el énfasis de Freud sobre un enfoque
dinámico y funcional.

El primer modelo no se desarrollo más. Alrededor de una década mas


tarde, Freud hizo un nuevo intento de establecer una topografía de la mente
mediante la división de sus contenidos y operaciones sobre la base de que fueran
o no conscientes [Freud, 1913 b].
En esta formulación distinguió tres sistemas mentales que denomino
"inconsciente", "preconsciente", y "consiente", pero por su abreviatura con el fin de
evitar la confusión que ocasionaría el significado habitual de dichas palabras.

A primera vista parece que esta segunda teoría de Freud acerca de un


aparato psíquico esta lo mas alejada posible de ser dinámica y funcional. Parece
hacer una división entre las partes de la mente sobre una base puramente estática
y cualitativa: "¿es o no consciente?". En este caso, empero, las apariencias son
engañosas y la segunda teoría también es funcional como lo demostrara la
consideración siguiente.

Freud comenzó por señalar que el mero atributo de consciencia es una


base inadecuada para diferenciar entre los contenidos y procesos psíquicos. La
razón de ello es que hay dos clases de contenidos y procesos que no son
conscientes y que pueden distinguirse unos de otros por criterios dinámicos
funcionales. El primero de estos grupos no difiere en nada esencial de lo que pude
ocurrir en la consciencia en un momento cualquier. Sus elementos pueden
hacerse conscientes por un simple esfuerzo de atención a la inversa, lo que es
consiente en un momento deja de serlo cuando la atención lo abandona. El
segundo grupo de procesos y contenidos mentales que no son conscientes
difieren del primero en que no pueden hacerse consciente por un simple esfuerzo
de la atención. Están impedidos de penetrar en la conciencia por el momento por
alguna fuerza interna de la mente misma.

Un ejemplo simple de este segundo grupo seria una orden dada bajo
hipnosis como se describió en el capitulo I, que el sujeto hubo de obedecer
después de "despertar" del trance hipnótico, pero del cual se le ordeno que no
tuviera un recuerdo consciente. En este caso todo lo que había acontecido durante
el trance hipnótico no pudo alcanzar la consciencia por la orden del hipnotizador
de olvidar. O para ser mas exactos, el recuerdo de los sucesos del transe fue
trabado en su incorporación a la consciencia por la parte de la mente del sujeto
que era obediente a la orden de olvidar. Fue sobre esta base funcional que Freud
diferencio entre los dos sistemas que denomino Ics y Pcs. A los contenidos y
procesos psíquicos impedidos de alcanzar la consciencia los llamo sistema Ics a
los que podían alcanzar la consciencia por un esfuerzo de la atención, los llamo
Pcs. El sistema Cs designo claro esta lo que era consiente en la mente.

A causa de su proximidad funcional se agrupo a los sistemas Cs y Pcs


como sistemas CsPcs, en contraposición al Ics. La estrecha relación de Cs y Pcs
es fácil de comprender. Un pensamiento que pertenece en este momento al
sistema Cs será parte del Pcs unos instantes después cuando la atención se haya
alejado de él y ya no sea más consciente. A la inversa, a cada momento
pensamientos deseos, etc., que hasta entonces habían pertenecido al sistema Pcs
se hacen conscientes y pertenecen por consiguiente al Cs puesto que los
procesos conscientes ya habían sido conocido y estudiado por los psicólogos
desde hace mucho antes que Freud, fue natural que las contribuciones y
descubrimientos principales de este concernieran al sistema Ics.

Por cierto que durante muchos anos de su evolución, el psicoanálisis fue


denominado con razón "psicología profunda", es decir, psicología del Ics. Era una
psicología que trataba principalmente de los contenidos y procesos de la mente
que estaban impedidos de alcanzar la consciencia a causa de alguna fuerza
psíquica.

Al aumentar la compresión de Freud del sistema Ics, empero, se dio cuenta


de que sus contenidos no eran tan uniformes como había esperado que lo fueran
resulto que existían otros criterios fuera de el de estar activamente impedidos por
entrar en la consciencia, los cuales, podían ser aplicados a los contenidos y
procesos mentales, puesto que la aplicación de estos nuevos criterios le pareció
que redundaba en agrupamientos mas homogéneos y útiles de los contenidos y
procesos mentales que los antiguos, Freud propuso una nueva hipótesis con
respecto a los sistemas mentales [Freud, 1923]. Esta teoría, la tercera que [publico
se cuele conocer como hipótesis estructural para distinguirla de la segunda a ala
que se suele hacer referencia como teoría o hipótesis topográfica. La primera
teoría no tiene un nombre especial, pero si se hubiera de seguir el mismo criterio
honomatologico que para las otras dos, bien podría ser la hipótesis telescópica.
La hipótesis estructural, pese a su nombre, se asemeja a sus predecesoras
en que intenta agrupar procesos y contenidos mentales que están relacionados
funcionalmente y distinguir entre los diversos grupos sobre la base d diferencias
funcionales. Cada una de las "estructuras" mentales que Freud propuso en su
nueva teoría es en realidad un grupo de procesos y contenidos mentales que
están relacionados unos con otros funcionalmente y entre los cuales considero la
existencia de tras a los que denomino el ello, el ego, y el superego.

Para que podamos obtener una primera orientación aproximada acerca de


esta, la tercera y ultima de las teorías de Freud, podemos decir que el ello abarca
las representaciones psíquicas de los impulsos; el ego consiste en aquellas
funciones que tienen que ver con la relación con el medio, y el superego
comprenden los preceptos morales de nuestra mente, así como nuestras
aspiraciones ideales.

Consideramos, claro esta que los impulsos se encuentran presentes desde


el nacimiento, pero esto mismo no vale para el interés en el ambiente o en su
dominio por una parte, ni para un sentido moral ni aspiraciones por la otra. Es
obvio que ninguno de estos últimos, vale decir ni el ego ni el superego se
desarrollan hasta algún tiempo después del nacimiento. Freud expreso este echo
estimando que el ello abarca en el nacimiento la totalidad del aparato psíquico, y
que el ego y el superego eran originariamente parte del ello que se diferenciaron lo
suficiente en el curso del crecimiento como para garantizar el que se los considere
como entidades funcionales separadas.

Esta diferenciación se produce primero con respecto a las funciones del


ego. Es sabido que el niño demuestra un interés por el medio sobre el cual es
capaz de ejercer un cierto dominio como mucho antes de que desarrolle sentido
moral alguno. En realidad los estudios de Freud le llevaron a afirmar que la
diferenciación del superego no se inicia hasta los cinco o seis anos y que es
probable que no quede firmemente establecida hasta varios anos después quizá
no antes de los diez u once anos. Por otra parte la diferenciación del ego
comienza al rededor del sexto u octavo mes de vida y queda bien establecida a la
edad de dos o tres anos, aun que esta claro que también antes de esa edad se
produce normalmente un gran crecimiento y alteración.

A causa de estas diferencias en el tiempo de desarrollo, será conveniente


que consideremos la diferenciación del ego y del superego en forma separada y,
claro esta, que de acuerdo con dichas diferencias de tiempo se requerirá que
comencemos por el ego.

Hay un punto que el lector debe tener en cuenta durante la discusión


siguiente acerca de la diferenciación y evolución del ego. Que hay muchos
aspectos de esta evolución que deben ser considerados y presentados en forma
sucesiva en un libro, mientras que en la vida real todo sucede al mismo tiempo y
cada uno influye y resulta influido por el otro. Con el fin de obtener una cuadro
bastante adecuado de la evolución del ego uno a de estar familiarizado con todos
sus aspectos. No hay una forma satisfactoria de presentar solo un aspecto por vez
y desentenderse de los otros. Debieran discutírselos todos simultáneamente o,
puesto que ello es imposible el lector debe pensar en todos los otros aspectos
cuando este leyendo sobre uno en particular a menos que el lector tenga ya un
conocimiento previo del material de las consideraciones siguientes, esto significa
que habrá de leerlo por lo menos dos veces y probablemente mas todavía. Sera
solo en la relectura que comprenderá más claramente las interrelaciones intimas
de los diversos aspectos de la diferenciación y evolución del ego.

Ya hemos dicho que el grupo de funciones psíquicas que denominamos el


ego, comprende a aquellas que se asemejan en que cada una tiene que ver,
primordialmente o en grado importante con la relación del individuo y su medio. En
el caso de un adulto, es claro, una formulación tan amplia incluye una basta serie
de fenómenos: deseos de gratificación, hábito, presiones sociales, curiosidad
intelectual, interés ético o artístico, y muchos otros, algunos de los cuales difieren
en forma notable mientras que otros se distinguen por el más sutil de los matices.

En la infancia, en cambio y particularmente en la primera infancia, no existe


tal profusión de interés en el medio, ni su carácter es tan variado ni sutil. La actitud
del pequeño es muy simple y eminentemente practica: "¡denme lo que quiero!" o
"¡hagan lo que quiero!" en otras palabras, la única importancia subjetiva que
originalmente tiene el ambiente para el niño es la de ser una fuente posible de
gratificación o descarga para sus deseos, necesidades y tensiones psíquicas que
surgen de los impulsos y que constituyen el ello. Si deseamos que nuestra
afirmación sea mas completa, debemos agregar también, lo negativo, es decir, el
ambiente también es importante como posible fuente de dolor o incomodidad en
cuyo caso el niño, como es lógico, trata de evitarlo.

Repitiendo el interés originario del niño en su ambiente es como posible


fuente de gratificación. Las partes de la psiquis que tienen que ver con la
explotación del medio se transforman gradualmente en lo que denominamos el
ego. Por consiguiente, el ego es esa parte de la psiquis que concierne al medio
con el propósito de obtener el máximo de gratificación o de descargar para el ello.
El ego es el ejecutante de los impulsos.

Tal cooperación cordial entre el ego y el ello no es lo que estamos


acostumbrados a ver en la labor clínica habitual. Por lo contrario, allí se ven
diariamente diversos conflictos graves entre el ego y el ello. Son la materia prima
de las neurosis y nuestra preocupación continua obligada por tales conflictos
durante nuestra labor de clínicos. Hace que nos resulte fácil olvidar que el conflicto
no es la única relación posible entre el ego y el ello, y que no es la primaria, que
es más bien de cooperación, como ya hemos dicho.

No sabemos en que etapa de la evolución psíquica comienzan a surgir


conflictos entre el ego y el ello y a adquirir particular importancia en el
funcionamiento psíquico, pero parece probable que esto solo pueda suceder
después de un grado sustancial de diferenciación y organización del ego.

De cualquier manera, postergaremos la consideración de tales conflictos


hasta algo mas tarde en nuestra exposición de la evolución del ego y del ello.

Ahora bien, ¿cuales son las actividades del ello con relación a su medio en
los primeros meses de vida? A los adultos nos debe parecer casi insignificantes,
pero un instante de reflexión confirmara su importancia y estaremos seguros de
que a pesar de su aparente insignificancia son mas importantes en la vida de cada
uno de nosotros, de cuanto lo serán las adquisiciones subsiguientes.

Un grupo obvio de funciones del ego es la adquisición de dominio sobre la


musculatura esquelética, a lo que nos referimos habitualmente como dominio o
control motor. Igual importancia tienen las diversas modalidades de la percepción
sensorial que brindan información esencial acerca del medio. También es
importante como parte del propio equipamiento, la adquisición de lo que
podríamos denominar una biblioteca de recuerdos para así poder influir sobre el
medio en forma efectiva. Es obvio que cuanto mejor sabe lo que ha ocurrido en el
pasado y cuantos más "pasados" se han experimentado más capaces será uno de
aprovechar el presente. He incidentalmente parece probable que los recuerdos
mas primitivos sean aquellos de la gratificación instintiva.

Además de estas funciones debe de existir en la criatura algún proceso


psíquico que corresponda a lo que en la vida posterior llamaremos afecto. Lo que
puede ser tales aspectos primitivos o predecesores de afectos, es el por el
momento solo una cuestión interesante que aun no tiene solución. Por fin, en un
momento u otro de la primera infancia, debe de surgir la actividad mas distintiva
del ego humano: La primera vacilación entre el impulso y la acción, la primera
demora en la descarga, que luego evolucionara hacia ese fenómeno
enormemente complejo que denominamos el pensamiento [Rapaport, 1951].

Todas estas funciones del ego -control remoto, percepción, memoria, afecto
y pensamientos- comienzan, como podemos ver en una forma preliminar y
primitiva y solo evolucionan gradualmente a medida que el niño crece. Tal
evolución gradual es característica de la funciones del ego en general y los
factores responsables del desarrollo progresivo de las funciones del ego su
pueden dividir en dos grupos. El primero de ellos es el crecimiento físico, que en
este caso significa primordialmente el desarrollo del sistema nervioso central
determinado por razones genéticas. El segundo es el de la experiencia o si se
prefiere los factores experienciales. Por razones de comodidad nos referimos al
primer factor como maduración (Hartmann y Kris 1945).

Es fácil de comprender la importancia de la maduración. Una criatura no


puede obtener un dominio motor efectivo de sus extremidades, por ejemplo, hasta
que los haces corticospinales (piramidales) se hallan mielinizados. Del mismo
modo la posibilidad de la visión binocular depende necesariamente de la
existencia de mecanismos neurales adecuados para conjugar los movimientos
oculares y para la fusión de las imágenes maculares. Tales factores de
maduración ejercen con toda claridad un efecto profundo sobre la rapidez y la
secuencia de la evolución de las funciones del ego y cuanto mas aprendamos
sobre ellos del psicólogo del desarrollo y otros, mejor será. Sin embargo la
orientación principal del interés de Freud era hacia la influencia de los factores
experienciales sobre la evolución del ego, aunque no ignoraba la importancia
fundamental de los factores genéticos.

Uno de los aspectos de la experiencia considerados por Freud (1911) como


de importancia fundamental en las primeras estepas formación del ego fue,
aunque parezca extraño, la relación del niño con su propio cuerpo. Señalo que
nuestros propios cuerpos ocupan un lugar muy especial en nuestra vida psíquica
mientras conservemos el aliento vital y que comienzan a ocupar esa posición
privilegiada desde muy temprano durante la infancia. Sugirió que hay más de una
razón para ello. Por ejemplo, una determinada parte del organismo es distinta de
cualquier otro objeto del medio por el hecho de dar origen a dos sensaciones en
vez de una cuando la criatura la toca y se la lleva a la boca: no solo es sentida,
sino que siente, lo que no ocurre con ningún otro objeto.

Además, y aun mas impórtate quizá, las partes de su propio cuerpo le


proporcionan al niño un medio de gratificación fácil y siempre a su alcance. Por
ejemplo, la criatura, como resultado de la maduración, y también de la experiencia
en cierto grado suele ser capaz de llevarse el pulgar u otro dedo a la boca ya a las
tres o seis semana (Hoffer, 1950) y, por tanto, podrá gratificar su deseo de
succionar siempre lo que desee. Creemos que para una criatura tan pequeña
nada hay que pueda compararse en importancia psíquica con la gratificación oral
que acompaña a la succión. Podemos imaginar que una importancia grande en
correspondencia con ello debe atribuirse a las diversas funciones del ego (dominio
motor, memoria, cinestesia), que hacen posible la gratificación por succión del
pulgar y a los objetos del mismo impulso, los dedos. Mas aun, debemos recordar
que los órganos de la succión (orales) también tienen gran importancia psíquica,
por el mismo motivo, es decir, por que están íntimamente relacionados con la tan
importante experiencia del placer, que es producido por la succión. De modo que
ambas partes del organismo la succionada y la succionante, son o resultan ser de
gran importancia psíquica, y sus representaciones psíquicas pasan a ocupar una
ubicación importante entre los contenidos mentales que se agrupan bajo el
encabezamiento de ego.

Debemos agregar que algunas partes del organismo pueden adquirir una
gran importancia psíquica en virtud de ser fuente con frecuencia de sensaciones
dolorosas o desagradables y en razón del factor adicional de que a menudo no se
puede huir de dichas sensaciones dolorosas. Si una criatura tiene hambre, por
ejemplo, sigue hambrienta hasta que se la alimenta. No puede ―alejarse‖ de la
sensación de hambre, como puede alejar su mano de un estimulo doloroso y así
interrumpirlo.

De cualquier manera el efecto acumulativo de estos factores y quizá de


otros mas oscuros para nosotros es que el organismo de la criatura, primero en
sus diversas partes y eventualmente también in toto, ocupa un lugar muy
importante dentro del ego. Las representaciones psíquicas del cuerpo, es decir los
recuerdos e ideas conectados con el con sus catexias de energía impulsiva es
probable que constituyan el factor mas destacado en la evolución del ego, en su
primerísima etapa. Freud (1923) expreso este hecho diciendo que el ego es ante
todo un ego corporal.

Aun hay otro proceso que depende de la experiencia y que tiene un papel
preponderante en la evolución del ego, que se denomina identificación con los
objetos del medio, generalmente personas. Por ―identificación‖ queremos decir el
acto o proceso de asemejarse a algo o alguien en uno o varios aspectos del
pensamiento o conducta. Freud señalo que la tendencia a asemejarse a un objeto
del medio que a uno lo rodea es una parte muy importante de las propias
relaciones con los objetos en general y que parece tener un significado particular
en la vida muy temprana.

Ya a mediados del primer año de vida se pueden hallar pruebas de esta


tendencia en la conducta del niño. Aprende a sonreír por ejemplo por imitación del
adulto que le sonríe, a hablar por lo que se le dice, y hay una cantidad de juegos
imitativos que los adultos suelen practicar con los niños en esta época y que
dependen de la misma tendencia la imitación. Basta mencionar el ―palmoteo‖ y las
―escondidas‖ (―hacer tortitas‖ y ―cuco- aquí esta‖, respectivamente, entre nosotros,
N. del T.) para recordar que papel notorio desempeña tales juegos en ese periodo
de la niñez.

Otro ejemplo importante de identificación se puede tomar de la adquisición


del habla por parte del niño que claro esta ocurre algo mas tarde. La simple
observación nos mostrara que la conquista del lenguaje motor en el niño depende
en medida considerable de la tendencia psicológica a imitar un objeto de su
circunstancia o, en otras palabras a identificarse con el. Es muy cierto que una
criatura no puede aprender a hablar hasta que su sistema nervioso central haya
madurado lo suficiente y que la adquisición del conjunto del lenguaje esta bien
lejos de no ser mas que un simple proceso de imitación. No obstante, es cierto,
que los niños, por lo menos al principio suelen hablar por imitación. Es decir que
repiten los sonidos que les oyen a los adultos y aprenden a expresarlos como
imitación del adulto, muy a menudo como parte de un juego. Más aun, es
instructivo observar que todo niño habla con el mismo ―acento‖ que los adultos y
niños que los rodean. Si el oído del niño es normal, este copiara exactamente la
entonación, el diapasón, la pronunciación y los idiomas. Tan exactamente, por
cierto, que le hacen pensar a uno si lo que se acostumbra a denominar ―sordera
tonal‖, es decir la incapacidad de distinguir diferencias relativas de tono, será
realmente congénita. Como quiera que sea podemos estar seguros de que la
identificación desempeña un papel muy importante en la adquisición de esa
función particular del ego que hemos denominado el lenguaje motor.

Lo mismo es cierto con los modismos físicos, las inquietudes y ―hoobies‖


intelectuales o atléticos, una tendencia hacia una expresión reprimida de los
impulsos instintivos, como los accesos temperamentales, o una tendencia opuesta
de refrenar tales expresiones, y mucho otros aspectos de la función del ego.
Alguno de estos aspectos son notables, obvios, otros son mas sutiles y menos
evidentes, pero tomado en conjunto resulta claro que constituye una parte muy
importante del efecto de la experiencia en la formación del ego.

Es claro que la tendencia a identificarse con una persona o cosa altamente


catequizada de su circunstancia no esta limitada en modo alguno a la primera
infancia. Por ejemplo el adolescente que se viste o habla como un ídolo de la
pantalla (quizás hoy debiera decirse ―como un ídolo de la televisión‖) o como un
héroe deportivo, se ha identificado hasta ese extremo con el mismo. Tales
identificaciones de la adolescencia pueden ser transitorias, de importancia solo
pasajera, pero no siempre es así. Los educadores han comprendido muy bien
verbigracia, que un maestro de adolescentes no solo ha de enseñar bien si no que
también debe constituir un ―buen ejemplo‖ para sus estudiantes, lo cual es otra
manera de aceptar que estos tienen tendencia a asemejarse a él, es decir a
identificarse con su maestro. Por cierto que no siempre estaremos de acuerdo con
nuestros amigos los educadores con respecto a lo que pueden constituir un
ejemplo conveniente, pero todos concordaremos en que los discípulos tienden a
identificarse con sus maestros.

Esta tendencia persiste durante toda la vida, pero en los años posteriores
por lo menos es más propensa a ser principalmente inconsciente en sus
manifestaciones. En otras palabras muy a menudo el adulto ignora que en algunos
aspectos de sus pensamientos o conducta o en ambos se esta asemejando, es
decir, imitando a otra persona, o de que ya se ha hecho semejante a ella. En la
vida más temprana es mas probable que el deseo de parecerse a otra persona
sea accesible a la conciencia aunque de ningún modo ocurre siempre así. Un
pequeño, por ejemplo, no hace un secreto de su deseo de parecerse al padre, o
mas tarde a súper man o roy Rogers, mientras que en la vida posterior se dejara
un bigote precisan entre semejante al de su nuevo empleador pero sin estar
conscientemente enterado de su deseo de identificarse con el, subyacente en ese
dejarse un bigote similar.

Lo que hemos considerado hasta aquí es la tendencia ala identificación con


personas o cosas de la propia circunstancia que están catequizadas por la
libido. Debiera haber resultado autoevidente de dicha discusión que esta
tendencia es perfectamente normal, aunque parece destacarse mas y ser
relativamente mas importante durante los primeros tiempos de la vida mental.

Es interesante consignar que también existe una tendencia a identificarse


con aquellos objetos que se encuentran altamente catetizados por la energía
agresiva. Esto resulta cierto en particular si el objeto o persona en cuestión es
poderoso, un tipo de identificación que ha sido denominado ―identificación con el
agresor‖ (A. Freud, 1936). En tales casos es claro que el individuo tiene la
satisfacción de participar el mismo, por lo menos en su fantasía, del poder y la
gloria que le atribuye a su enemigo es la misma suerte de satisfacción brindada al
individuo, niño o adulto, que se identifica con un objeto admirado, catetizado
principalmente por la libido. Véanse como ejemplos las identificaciones descritas
con padres, maestros, ídolos populares y empleadores.

Sin embargo la mejor evidencia que poseemos esta a favor del punto de
vista de que la identificación esta conectada solo en forma secundaria con la
fantasía de remplazar al objeto admirado con el fin de recibir los derechos y
atributos de la persona admirada. No hay duda de que este es un motivo muy
poderoso en muchos casos en los que desempeña su papel, pero parece que la
tendencia a identificarse con un objeto es simplemente una consecuencia de su
catexia libidinal, puesto que se la puede observar en una época de la infancia muy
anterior a que un motivo como la envidia o cualquier fantasía de remplazo de la
persona envidiada puede ser concebido como factible. Que la identificación puede
ser la consecuencia directa de una gran catexia con energía agresiva es una
cuestión que esta aun pendiente de respuesta.

Freud (1916 a) destaco otro factor que desempeña un papel muy


importante en el proceso de identificación. Este factor es la perdida del objeto, con
lo que quiso decir la muerte física del mismo o una separación muy prolongada o
permanente de él. En tales casos descubrió que existe una fuerte tendencia a
identificarse con la persona desaparecida y sin duda la experiencia clínica ha
confirmado repetidamente la importancia y lo correcto del descubrimiento de
Freud. Los casos apuntados variarían desde el hijo que se convierte en un
duplicado del padre después de la muerte de este y prosigue con su negocio como
aquel mismo lo hubiera hecho, como si fuera el mismo padre, lo que esta muy
cerca de ser, hasta la paciente citada por Freud (1916 a) que se acusaba a si
misma de crímenes que en realidad había cometido su padre ya fallecido. Al
primero de estos ejemplos debemos considerarlo normal, claro esta, mientras que
el segundo se trataba de una paciente que sufría una grave afección mental.

Como lo sugieren nuestros ejemplos, la pérdida por fallecimiento o


separación de una persona muy catetizada puede tener un efecto crucial sobre la
evolución del propio ego. En tales casos queda una necesidad duradera de imitar
o de transformarse en la imagen de lo que se ha perdido. Los casos de este tipo
que han sido mas estudiados en la practica psicoanalítica son los de depresión, es
todo clínico en cuya psicopatología la identificación inconsciente con un objeto
perdido suele desempeñar un papel importante.

De este modo observamos como la identificación juega una parte en la


evolución del ego en más de un aspecto. Ante todo es parte inherente a la relación
de uno con el objeto muy catetizado, en particular en las primeras épocas de la
vida. Además hemos fomentado la tendencia a identificarse con un objeto
admirado aunque odiado, a la cual Ana Freud denomino ―identificación con el
agresor‖. Por fin esta el ultimo factor mencionado, el de la perdida del objeto muy
caracterizado que lleva a un grado mayor o menor de identificación con el objeto
perdido. Pero, cualquiera que sea el modo en que se produce la identificación el
resultado es siempre que el ego así se habrá enriquecido para bien o para mal.

Deseamos discutir ahora otro asunto que también esta en intima relación
con el tema de la diferenciación del ego y del ‗ello‘ entre si. Trataremos de los
nodos de funcionamiento del aparato psíquico que denominamos procesos
primarios y secundarios (Freud, 1911).

El proceso primario fue denominado así en razón de que Freud lo considero


el modo origínalo o primario en que funciona el aparato psíquico. Creemos que el
ello funciona de acuerdo con el proceso primario durante toda la vida mientras que
el ego lo hace durante los primeros años cuando su organización es inmadura y
naturalmente aun muy parecida al ello del que acaba de surgir en su
funcionamiento. El proceso secundario por otra parte evoluciona gradual y
progresivamente durante los primeros años de vida y es característico de las
operaciones del ego relativamente maduro.

Los términos ―proceso primario‖ y ―proceso secundario‖ se utilizan en la


literatura psicoanalítica para referirse a dos fenómenos relacionados pero
distintos. ―proceso primario‖ por ejemplo, puede referirse ya a cierto tipo de
pensamiento que es característico del niño dl ego aun inmaduro, ya a la forma en
que creemos que la energía impulsiva libidinal o agresiva, modifica su orientación
y se descarga en el ello o en el ego inmaduro. En forma análoga, ―proceso
secundario‖ puede corresponder a un tipo de pensamiento característico del tipo
de pensamiento maduro y puede referirse a los procesos de asociación y
movilización de energía que se cree que ocurren en el ego maduro. Los dos tipos
de pensamiento son de la mayor importancia clínica y son bastante accesibles
para su estudio. Las dos formas de tratar con la energía psíquica y de descargarla
ocupan un lugar muy importante en nuestra teoría, pero son menos accesibles
para su estudio, como ocurre con todas nuestras hipótesis concernientes a la
energía psíquica.
Consideremos primero a que fenómenos en el manejo de la energía
psíquica nos referimos cuando hablamos de procesos primario o secundario.

En cuanto al proceso primario, sus características básicas pueden ser


descritas en forma simple en términos de nuestras formulaciones teóricas previas
con respecto a la energía impulsiva. Sencillamente expresaremos que las catexias
impulsivas que están asociadas al proceso primario son muy móviles. Creemos
que esta movilidad catectica responde por las dos características notables dl
proceso primario: 1) la tendencia a la gratificación inmediata (descarga de catexia)
que es característica del ello y del ego inmaduro, y 2) la facilidad con que la
catexia puede ser desplazada de su objeto original o de su método de descarga,
en el caso de que estos estén trabados o inaccesible para que, en vez, se
descargue por una vía similar aun muy diferente.

La primera característica, la tendencia a la gratificación o descarga de


catexia inmediata es, con toda claridad la dominante en la primera infancia y en la
niñez, cuando aun las funciones del ego están inmaduras. Además, es mucho más
común en nuestra vida posterior de lo que le agradaría admitir a la vanidad y la
investigación de los procesos mentales inconscientes por el método del
psicoanálisis, en particular de aquello procesos que denominamos el ello, ha
demostrado que la tendencia a la descarga inmediata de la catexia es
característica del ello durante toda nuestra vida.

En cuanto a la segunda característica, la facilidad con que un método de


descarga de catexia puede ser sustituido por otro quizá pueda ilustrarse mejor
con algunos ejemplos simples. Se nos ofrece uno en el niño que se succiona el
pulgar cuando no tiene el pecho ni la mamadera a su alcance. La catexia de la
energía impulsiva asociada al impulso o deseo de succionar esta originariamente
orientada hacia las presentaciones psíquicas del pecho o la mamadera. Pero
como la catexia es móvil, si la descarga no se puede cumplir por la inaccesibilidad
de esos dos elementos, se desplaza al pulgar de la criatura que si es accesible; el
niño se succiona el pulgar como remplazo y la descarga de la catexia esta
lograda.
Otro caso es el del niño que juega con tortas de barro. El jugar con las
heces ya no es mas factible como descarga de la catexia, pues a sido prohibido,
de modo, que el niño, a causa de la movilidad de la catexia asociada a las
representaciones psíquicas de sus heces, puede obtener la misma gratificación
desplazando esa catexia hacia el barro y logra su descarga al jugar con el. De
igual manera nos son familiares el niño que le pega o molesta su hermano menos
cuando esta disgustado con la madre o el padre que les grita a sus hijos por la
noche por que durante el día no se atrevió a expresar su rabia al patrón. Cuando
nos ponemos a considerar el proceso secundario, cuando nos hallamos con que
existe una situación muy distinta. Aquí el énfasis se apoya en la habilidad o
capacidad de postergar la descarga de la energía catectica. Podríamos decir que
la cuestión parece ser el poder demorar la descarga hasta que las circunstancias
sean más favorables. Por cierto que esta es una formulación antropomórfica, pero
después de todo estamos hablando del ego, que es anthropos el mismo
(Hartmann, 1953 b). De cualquier manera, la capacidad de postergar la descarga
es un rasgo esencial del proceso secundario.

Otro de sus rasgos esenciales es que las catexias están asociadas en


forma mucho mas firme a un objeto particular y método de descarga de catexia
que en el caso del proceso primario. Aquí también, como para la primera
característica –capacidad de postergar la gratificación- la diferencia entre los
procesos primarios y secundarios es más bien cuantitativa que cualitativa.

Por esta misma razón, la transición de uno a otro es gradual, tanto desde el
punto de vista histórico – al seguir el crecimiento y evolución de un individuo
determinado como del descriptivo, al intentar el trazado de una línea que delimite
los procesos primarios y secundarios, la estudiar el funcionamiento mental de una
persona cualquiera. No suele ser difícil decir si cierto pensamiento o conducta
posee tales o cuales trazos de procesos primarios o secundarios, pero ningún
hombre puede afirmar: ―Aquí termina el proceso primario y aquí comienza el
secundario‖. El cambio de proceso primario a secundario es de tipo gradual, parte
de la diferenciación y desarrollo de esos procesos metales que forman lo que
denominamos el ego.

Como dijimos con anterioridad, los términos primario y secundario también


señalan dos tipos o modos distintos de pensamiento. También creemos que el
pensamiento de proceso primario aparece en la vida antes que el pensamiento de
proceso secundario y que este último se desarrolla en forma gradual como parte o
aspecto de la evolución del ego.

Si tratamos ahora de definir y describir estos dos modos de pensamiento,


comprobaremos que el secundario es más fácil de describir que el primario por
que nos es más familiar. Es un pensamiento común. Consciente, como lo
sabemos por la introspección, es decir, primariamente verbal y de acuerdo con las
leyes de sintaxis y lógica. Es el modo de pensamiento que por lo común
atribuimos al ego más bien maduro y puesto que nos es conocido, no necesita una
descripción ulterior especial.

El pensamiento de proceso primario, por otra parte, es el modo de


pensamiento característica de aquellos años de la infancia en que el ego esta aun
inmaduro. Difiere en aspectos importantes de las formas familiares del
pensamiento consciente que llamamos proceso secundario; tan diferente, por
cierto, que el lector puede dudar si el pensamiento del pensamiento del proceso
primario tiene cabida en el proceso normal de la mente. En consecuencia es
importante destacar que el pensamiento de proceso primario es normalmente la
forma normal de pensamiento para el ego inmaduro y que del mismo modo
persiste en algún grado en la vida adulta como pronto veremos.

Para proseguir ahora con nuestra descripción del pensamiento de proceso


primario, podemos tomar una de sus características, que a menudo, produce una
fuerte impresión de extrañeza e incomprensión: la ausencia de cualquier tipo de
conjunciones modificadoras adversativas condicionales. Solo por el contexto
puede determinarse si algo afirmado debe ser comprendido en sentido positivo o
negativo. O quizás aun en el condicional u optativo. Los términos antagónicos
pueden aparecer unos en lugar de los otros e ideas contradictorias entre si pueden
coexistir con toda tranquilidad. Parece que nos costara demostrar que esta forma
de pensamiento no es por completo patológica, pero antes de proseguir con la
consideración de este punto completemos nuestra descripción de proceso primario
como modo del pensamiento.

Aquí la representación por alusión o analogía es frecuente y una parte de


un objeto, recuerdo o idea puede usarse en vez del conjunto, o viceversa. Mas
aun varios pensamientos diferentes pueden estar representados por un solo
pensamiento o imagen. La representación verbal no se utiliza en la forma casi
exclusiva empleada en el pensamiento del proceso secundario. Las impresiones
visuales y también otras sensoriales pueden aparecer en lugar de una palabra o
aun en vez de un párrafo o de todo un capitulo. Como característica final podemos
añadir que no existe un sentido del tiempo o una preocupación por el; no existe
cosa tal como ―antes‖, ―después‖, ―ahora‖, ―entonces‖, ―primero‖, ―posterior‖ o
―ultimo‖, el pasado, el presente y el futuro son todo uno en el proceso primario.

Ahora bien, es verdad que el pensamiento de proceso primario es notorio


en muchos casos de grave afecciones mentales y pueden constituir una parte tan
destacada de la vida mental como para contribuir en forma prominente a los
síntomas que manifiestan estos paciente. Este es el caso de los diversos delirios
asociados con enfermedades cerebrales u orgánicas, así como en afecciones
graves de etiología indeterminada, como la esquizofrenia y la psicosis
maniacodepresiva. No obstante de proceso primario no es en si patológico; la
anormalidad en tales casos esta dada por la ausencia relativa o desaparición del
pensamiento antes que por la presencia del primario: es el dominio o la presencia
exclusiva del proceso primario lo que constituye una anormalidad, cuando se
produce en la vida adulta a pesar dé la impresión inicial de extrañeza del
pensamiento de proceso primario nos causa las siguientes consideraciones
pueden contribuir a hacérnoslo mas comprensible aun podría persuadirnos de que
nos es en realidad mas familiar de lo que habíamos imaginado la falta de un
sentido del tiempo, por ejemplo, podemos relacionarla en forma comprensible con
lo que sabemos de la evolución intelectual del niño pequeño. Habrán de pasar
varios años antes de que un niño desarrolle una noción del tiempo antes de que
pueda captar otra cosa que el ―aquí y ahora‖, de modo que este rasgo del
pensamiento de proceso primario no es sino una característica familiar de la
primera infancia.

Lo mismo vale, claro esta, para la tendencia a representar las ideas en


forma no verbal. Esta es, después de todo, la forma pre verbal en que le niño debe
pensar.

En cuanto a los rasgos sintácticos confusos e ilógicos que hemos decreto,


el uso de conjunciones notificadoras y aun de partículas negativas es mucho mas
común en el lenguaje escrito que en el hablado, donde tan buena parte del sentido
se expresa por la situación, los gestos, la expresión facial y el tono en el que
habla. Mas aun cuanto mas familiar y menos formal sea la manera de hablar, mas
simple será la sintaxis y mas ambiguas las palabras mismas si se las separa de su
contexto.

De modo similar la representación de una parte por el todo, o viceversa, o a


la representación por analogía o alusión son formas de pensamiento
intencionalmente buscadas en poesías y halladas con igual frecuencias en otras
producciones mentales menos serias, como los chistes y la jerga popular. Hasta le
representación de ideas en una forma no verbal se infiltra a menudo en nuestras
vidas conscientes. Hablamos de cuadros que narran toda un historias mejor que
cuanto lo podrían hacer las palabras; y aun que los sofisticados en arte existen
entre nosotros puedan no tener una gran estimación critica por las pinturas serias
que intentan contarnos una historia, todos reconocemos la frecuencia de tales
deseos en los dibujos humorísticos e ilustraciones para avisos, verbigracia.

Todos estos ejemplos concurren a demostrar que las características del


proceso primario no son tan ajenas al, pensamiento de la vida adulta con
habíamos supuesto en un principio. Es obvio que persisten durante toda la vida y
que siguen desempeñando un papel, bastante importante aun que subordinados.
Además, como veremos en capítulos posteriores el ego conserva en forma normal
una capacidad de volver temporariamente a los patrones inmaduros que fueron la
característica de la infancia. Esto es evidente en particular para los deportes,
bromas y juegos de adultos, sazonados o no con alcohol. También ocurre al
dormir en los sueños al igual que con el soñar despierto de la vigilia. En todos
esos casos se hace notorio un aumento temporario de la importancia del
pensamiento del proceso primario en comparación con el secundario, cuyo tipo es
normalmente el dominante en la vida adulta, como ya hemos dicho, aun que han
quedado incluidos los puntos escánciales de los pensamientos de proceso
primario y secundario, hay aun algunos por arreglar que facilitaran al lector el
abordaje de la literatura psicoanalítica concerniente a estos temas.

En primer lugar, hay un par de términos de uso aceptado en la literatura


psicoanalítica para señalar algunos de los rasgos del pensamiento de proceso
primario que será conveniente definir.

El primero de estos términos es ―desplazamiento‖ y ―condensación‖.

Cuando se lo usa en su sentido técnico psicoanalítico, ―desplazamiento‖ se


refiere a la representación de una parte por el conjunto a viceversa, o, en general,
a la sustitución de una idea o una imagen por otra conectada con ella por
asociación. Freud supuso que tales sustituciones eran debidas o dependían de un
desplazamiento de la catexia, es decir, de la carga de energía psíquica de uno a
otro pensamiento o idea. De allí su elección de la palabra ―desplazamiento‖ lo que
se desplaza es la catexia. Coincidentemente este termino ilustra la estrecha
relación que existe entre el pensamiento de proceso primario y las formas
características de regulación de le energía impulsiva que también se las denomina
proceso primario. En este caso, la pronta tendencia al desplazamiento,
característica del pensamiento del proceso primario esta relacionado con la
movilidad de las catexias que hemos descrito como propia del proceso primario en
si.
El termino ―condensación‖ se utiliza para indicar la representación de varias
ideas o imágenes con una sola palabra o imagen, o con partes de ellas. En este
caso la elección de la palabra ―condensación‖ se refiere al hecho de que lo mucho
que expresa con poco y no tiene relación con la regulación o descarga de
catexias.

Existe otra característica del pensamiento del proceso primario que suele
considerarse como si fuera separada y especial, aunque parezca más bien un
ejemplo de uno de los rasgos que ya hemos discutido, el desplazamiento. Es la
que denominamos representación simbólica, en el sentido psicoanalítico de la
palabra ―simbólico‖.

A poco de iniciado su estudio de los sueños y de los síntomas neuróticos,


Freud hallo que algunos de los elementos de los sueños o síntomas tenían un
significado que era muy constante de un paciente a otro, que era distinto del
significado habitual y, lo mas raro de todo, que era desconocido para el mismo
paciente. Por ejemplo, un par de hermanas en un sueño equivalían casi siempre a
pensamientos sobre senos, un viaje o una ausencia a muerte, dinero a heces y así
sucesivamente. Ocurría como si existiera un lenguaje universal secreto que la
gente utilizaba en forma inconsciente, sin ser capaz de comprenderlo
conscientemente; y al llamémosle vocabulario de ese lenguaje Freud lo denomino
―símbolos‖. En otras palabras en el proceso primario el dinero puede ser empleado
como símbolo, es decir, como equivalente total de heces, viajes se puede usar por
muerte, etc., esta es una verdad una situación notable y no es sorprendente que
este descubrimiento suscitara un gran interés y del mismo modo una gran
oposición. En realidad, es posible que tanto el interés como la oposición se
debieran en gran parte al hecho de que muchos objetos e ideas representados en
forma simbólica están prohibidos, vale decir, son sexuales o ―sucios‖.

La lista de lo que puede ser representado con un símbolo es muy larga;


comprende el cuerpo y sus partes, en particular los órganos sexuales, nalgas, ano,
aparato digestivo, y urinario, y los senos; los miembros próximos de la familia,
como madre, padre, hermana y hermano; ciertas funciones y experiencias
orgánicas, como la relación sexual, la micción, defecación, alimentación, llanto, ira
y excitación sexual; el nacimiento y la muerte; y algunos otros términos. El lector
podrá notar que estas son cosas de gran interés parea la criatura, en otras
palabras que son importantes para el individuo en una época en que su ego esta
aun inmaduro y el proceso primario desempeña un papel principal en su pensar.

Esto contempla nuestra consideración de los procesos primarios y


secundarios. Deseamos ahora encararnos con otro aspecto de la teoría de la
energía impulsiva que tiene que ver con la diferenciación del ego y del ello y su
evolución subsiguiente.

El aspecto al cual nos referimos se denomina neutralización de la energía


impulsiva. Como resultado de la neutralización, la energía impulsiva que va de otro
modo presionaría en forma imperiosa para descargarse lo mas pronoto posible,
como todas las catexias del ello, se pone al alcance del ego y a disposición de
este para llevar acabo sus diversas tareas y deseos de acuerdo con el proceso
secundario. De este modo relacionamos la energía impulsiva no neutralizada con
el proceso primario y la neutralizada, con el secundario, aunque no estamos
seguros de la relación precisa entre la neutralización y el establecimiento y
actuación del proceso secundario.

Lo que sabemos es que, primera la neutralización consiste en una


transición mas bien progresiva que repentina, y segundo, que la energía que la
pone al alcance de las funciones del ego es esencial para el ego. Sin ella, el ego
no puede funcionar o no puede hacerlo en forma adecuada (Harmann, 1953).

Cuando decimos que la neutralización es progresiva queremos expresar


que se produce una neutralización, poco a poco, a lo largo de un extenso lapso.
Como los otros cambios que están relacionados con la evolución del ego, se
realiza en forma gradual y paralela al desarrollo del ego, al que, como ya hemos
dicho, contribuye con un aporte importante.

Si tratamos ahora de definir la energía neutralizada, la definición más


simple y comprensible que podemos ofrecer es que se trata de la energía que ha
sido modificada apreciablemente en su carácter original. Sexual o agresivo.
Debemos interpolar aquí en este concepto de desnaturalización de la energía
impulsiva fue introducido por Freud cuando el único impulso instintivo que
reconocía era el sexual. Como consecuencia, al considerar el proceso al cual nos
estamos refiriendo lo denomino desexualizasacion; en años recién ha sido
introducida la palabra ―desagresivizacion‖ como compañera de aquella (Harmann,
Kris, Lowenstein, 1949), pero por razones de simplificación y euforia parece
preferible hablar simplemente de neutralización, trátese de energía sexual o de
agresión.

El termino neutralización implica que una actividad de un individuo que


originalmente le brindaba una satisfacción de los impulsos mediante la descarga
de catexia, deja de hacerlo y pasa a ponerse al servicio del ego, casi o por
completo independiente, al parecer de la necesidad de gratificación o descarga de
catexia en cuanto se parezca si quiera a la forma instintiva original. Quizás el
ejemplo siguiente pueda servir par que esto sea comprensible.

Los primero intentos del niño para hablar le proporcionan una descarga
para varias catexias impulsivas, como lo hace en general las otras actividades del
ego inmadura, quizá sea difícil o imposible conocer con exactitud y por completo
precisamente que energías impulsivas del pequeño se descargan hablando, pero
podemos estar de acuerdo en varias de ellas; de expresión de un sentimiento de
identificación de un adulto o un hermano mayor y un juego de obtención de la
atención de un adulto. También concordaremos, empero, que con el tiempo el uso
del lenguaje comienza a ser independiente en forma amplia de tal gratificación y
se dispone de el para la comunicación del pensamiento aun en ausencia de tales
gratificaciones directas como las que al principio lo acompañaron: lo que
originariamente fue energía impulsiva a sido neutralizada y esta al servicio del
ego.

Deseamos destacar que la relación entre una actividad tal como el hablar y
la satisfacción de los impulsos es normal en las primeras etapas de la vida. Sin la
contribución aportada por la energía de los impulsos, la adquisición del lenguaje
estaría seriamente dificultada si es que siquiera pudiera producirse. Se pueden ver
ejemplos clínicos de este hecho en mutismo de niños psicóticos y apartados que
no tienen relación de gratificación con los adultos y cuyo lenguaje retorna o se
desarrolla por primera vez solo cuando en el curso del tratamiento recomienzan o
comienzan a tener tales relaciones. Por otra partes si la energía impulsiva
involucrada no se neutraliza lo suficiente, y si en la vida posterior se anula y el
hablar o la energía neutral dispone para ello se reinstintiviza, entonces pueden
interferir conflictos neuróticos con los que hasta ahora había sido una función del
ego a disposición del individuo indiferente a conflictos interiores. Se nos ofrecen
ejemplos de la consecuencia de dicha instintivizacion, en el tartamudeo infantil
(neutralización inadecuada) y en la afonía histérica (reintintivizacion). Podemos
agregar al pasar que la reinstintivizacion (desneutralizacion) es un aspecto del
fenómeno de regresión, al que ya nos hemos referido en el capitulo II y que
volveremos a considerar en el capitulo IV.

El concepto de que la energía neutralizada esta a disposición del ego para


muchas de sus funciones esta de acuerdo con el echo de que estas operaciones
del mismo son autónomas en el sentido de que por lo general no las perturba el
flujo de los impulsos ni los conflictos intrapsiquiatricos promovidos por los impulsos
por lo menos después de la primera infancia (Harmann, Kris, Loewenstein, 1946).
No obstante su autonomía es relativa y no absoluta, y como hemos dicho más
arriba en algunas actuaciones patológicas la energía a su disposición puede
reinstintivizarce y las funciones mismas pueden quedar afectadas o aun a merced
de los deseos despertados por los impulsos o por los conflictos acerca de tales
deseos.
CAPITULO IV

EL APARATO PSIQUICO

En el capitulo II hemos considerado diversos temas en conexión con la


diferenciación del ego a partir de ello, su desarrollo gradual y su funcionamiento.
Hablamos de las funciones psíquicas que están agrupas bajo el encabezamiento
―el ego‖, tales como el control motor, la percepción sensorial, la memoria, los
efectos y el pensamiento, y hemos llamado la atención sobre el hecho de que los
factores que influyen sobre la evolución y de los del ego caen dentro de dos
vastas categorías que denominamos madurativa y ambiental o experiencial.
Discutimos esta última categoría con alguna extensión y señalamos la importancia
excepcional para el desarrollo del ego de uno de los objetos del medio der la
criatura, su propio cuerpo. Además discutimos la gran influencia que poseen las
personas que rodean al niño sobre el crecimiento y desarrollo del ego por medio
del proceso de identificación. Volvimos luego nuestra atención hacia, lo que
llamamos el modo de funcionar de diversas partes del aparato psíquico y tratamos
de los procesos primario y secundario y los modos del pensamiento
correspondientes a dicho proceso. Por fin estudiamos el, papel que en la
formación y funcionamiento del ego desempeña la neutralización de la energía
psíquica derivada de los impulsos. En este capitulo organizaremos nuestra
consideración alrededor de dos temas principales que a su vez están en estrecha
relación entre si. El primero concierne a la capacidad del ego para adquirir
conocimiento del medio y dominarlo. El segundo trata de las formas complejas y
en extremo importantes en que el ego alcanza en grado de regulación y dominio
sobre el ello, es decir sobre los deseos y tendencias despertados por los impulsos.
Un tema tiene que hacer con la lucha del ego con el mundo exterior en su papel
de intermediario entre el ello y el medio, el otro, con el ego en igual lucha pero con
el ello mismo, o como podría decirse, con el mundo interior.

Comencemos por el primero de estos temas, es decir con el dominio del


ego sobre el medio. Esta claro que por lo menos tres funciones de las que hemos
considerado previamente son de importancia fundamental en este aspecto. La
primera de dichas funciones corresponde a las percepciones sensoriales que
informan al ego sobre su circunstancia en primer lugar. La segunda incluye la
capacidad de recordar, de comparar y de pensar según el proceso secundario lo
que permite un nivel mucho mas elevado de conocimiento acerca del medio del
que las elementales impresiones sensoriales solas podrían proveer. La tercera
consiste en el dominio y la habilidad motora que permiten al individuo emprender
la alteración de sus ambientes físico por medios activos. Como podría esperarse,
están mas bien interrelacionadas que separadas. Por ejemplo, la habilidad motora
puede ser esencial para ganar impresiones sensoriales, como en el caso de la
adquisición de la visión estereoscópica o el uso de las manos en la palpación.
Empero, además de estas diversas funciones del ego relacionadas entre si,
también distinguimos una particular que desempeña un papel de máxima
importancia en la conexión del ego con sus circunstancia y que denominamos
criterio de la Realidad (Freud, 1911, 1923). Por criterio de la realidad queremos
significar la capacidad del ego para distinguir entre los estímulos o percepciones
que nacen del mundo exterior, por una parte, y aquellos que surgen de los deseos
e impulsos del ello, por la oirá. Si el ego es capaz de desempeñar esta tarea con
éxito, decimos que el individuo en cuestión tiene un sentido de la realidad
adecuado o bueno. Si el ego no puede cumplir esta labor, consideramos que su
sentido de la realidad es pobre o defectuoso.

¿Cómo se desarrolla el sentido de la realidad? Creemos que evoluciona en


forma gradual, como otras funciones del ego, a medida que el niño crece y
madura, a lo largo de un período considerable. Suponemos que durante varias de
las primeras semanas de vida, la criatura es incapaz de distinguir por completo
entre los estímulos de su propio cuerpo y los instintivos con respecto a los
provenientes del medio. Desarrolla en forma progresiva su capacidad de lograrlo,
en parte como consecuencia de la maduración de su sistema nervioso y sus
órganos sensoriales y en parte como resultado de los factores experienciales.

Freud (1911) llamó la atención sobre el hecho de que la frustración era uno
de estos últimos. En realidad, él consideró que era de gran importancia en la
evolución del sentido de la realidad durante los primeros meses de vida. Señaló,
por ejemplo, que la criatura experimenta muchas veces que ciertos estímulos,
verbigracia, los del pecho y la leche, que son fuentes importantes de gratificación,
se hallan ausentes. Como descubre la criatura, esto puede resultar cierto aun
cuando algunos estímulos determinados están altamente catectizados, es decir,
en este ejemplo, aunque el niño esté hambriento.

A tales experiencias de frustración que de modo inevitable se repiten de


una manera u otra en diversidad de formas durante la infancia, Freud las
consideró un factor de los más importantes en el desarrollo de un criterio de la
realidad. A través de ellas, el niño aprende que algunas cosas en el mundo vienen
y se van, que pueden estar ausentes o presentes, que ―no están aquí‖ por
muchísimo que uno lo desee. Este es uno de los puntos de partida para reconocer
que tales cosas (el pecho de la madre, por ejemplo) no son ―sí mismo‖ sino ―fuera
de sí mismo‖.

A la inversa, existen algunos estímulos a los que el niño no puede obligar a


irse. No importa cuánto pueda desear que ―no estén aquí‖, aquí están. Estos
estímulos surgen en el seno del organismo y son a su vez puntos de partida para
reconocer que tales cosas (un dolor de estómago, por ejemplo) no son ―fuera de sí
mismo‖ sino ―sí mismo‖.

La capacidad para decidir si algo es ―sí mismo‖ o no, es obvio que forma
parte de la función general del criterio de la realidad, a uno de cuyos aspectos nos
referimos como establecimiento de límites estables para el ego. En realidad, es
probable que fuera más exacto hablar de límites de sí mismo que de límites del
ego, pero esta última frase ha quedado por el momento mejor establecida en la
literatura.

Bajo la influencia de tales experiencias como las que acabamos de describir


el ego del niño en crecimiento va desarrollando en forma gradual su capacidad
para determinar la realidad. Sabemos que en la infancia esta capacidad ' no es
sino parcial y varía de eficacia de una época a otra. I Por ejemplo, sabemos bien
de la tendencia del niño a r tomar un juego o una fantasía como algo real, por lo
menos mientras dura. Pero además debemos .reconocer que aun en la vida adulta
normal nuestra visión de la realidad está influida en forma constante por nuestros
propios deseos, temores, esperanzas y recursos. Hay pocos de nosotros, si es
que alguno existe, que vean claro el mundo y que lo vean constante. Para la gran
mayoría de nosotros la visión del mundo que nos rodea está más o menos influida
por nuestra vida interior mental.

Para elegir un ejemplo simple, piensen cuán distintos nos parecen algunos
extranjeros según que nuestros respectivos países se encuentren gozando de
relaciones pacificas o se encuentren en guerra. Se trasforman de personas;
agradables, o aun admirables, en gente viciosa y desagradable, ¿Qué es lo que
ha causado ese cambio en nuestra estimación de su carácter? Pienso que
tenemos que estar de acuerdo en que los factores decisivos en la generación de
ese cambio han sido los procesos psíquicos producidos en nuestro interior. Sin
duda que estos procesos psíquicos; son bastante complejos, pero uno puede
adivinar con facilidad que uno de los importantes es el nacimiento de odio por el
enemigo, un deseo de herirlo o destruirlo, y la culpa resultante, es decir el temor al
castigo y al desquite. Es consecuencia de tales sentimientos turbulentos «pe
nuestros hasta entonces vecinos admirables devienen despreciables y viciosos
ante nuestra vista.

Lo deficiente o la imposibilidad de fiar en la capacidad de nuestros egos


para un criterio de la realidad se reflejan de este modo en el prevalecimiento de
prejuicios como los que acabamos de considerar. También resulta evidente de la
creencia difundida y tenaz en las supersticiones y prácticas mágicas, religiosas o
no, así como en las creencias religiosas en general. No obstante, el adulto suele
alcanzar dentro dé lo normal un grado considerable de éxito en su capacidad para
discernir la realidad, por lo menos en las situaciones habituales o cotidianas,
capacidad que se pierde o se ve disminuida en forma considerable sólo en casos
de enfermedades mentales graves. Los pacientes afectados de tales males tienen
perturbaciones mucho más serias en su capacidad para discriminar la realidad, de
lo que uno está acostumbrado a ver en las personas normales o neuróticas. Como
ejemplo, bastaría citar al enfermo mental que cree que sus ideas delirantes o sus
alucinaciones son reales, cuando en realidad tienen su origen primordialmente en
los temores y deseos de él mismo.

Tanto es así, que una perturbación del criterio de la realidad, rasgo habitual
de varias enfermedades mentales graves, se ha constituido en el criterio para el
diagnóstico de las mismas. Las serias consecuencias de tal perturbación sirven
para hacernos resaltar la importancia de la capacidad de discernir la realidad en el
ego en su papel normal de ejecutante del ello. Un sentido de la realidad intacto
faculta al ego para actuar en forma eficaz sobre el medio en interés del ello.
Constituye así un capital valioso para el ego cuando éste se alía con el ello e
intenta explotar el medio con vistas a oportunidades de gratificación.

Contemplemos ahora otro aspecto del papel del ego como intermediario
entre el ello y el ambiente, y en el cual hallamos al ego postergando, regulando u
oponiéndose a la descarga de las energías del ello en vez de estimularla o
facilitarla.

Del modo que comprendemos la relación entre el ego y el ello, la capacidad


de aquél para regular la descarga de las energías de éste es en primer lugar algo
necesario o valioso para un aprovechamiento eficiente del medio, como
mencionamos más arriba. Si uno puede esperar un poco puede evitar a menudo la
consecuencia desagradable de una gratificación o puede aumentar el placer a
obtener. Como ejemplo simple, el niño de un año y medio que desea orinar puede
ser capaz de evitar el desagrado de un reto si su ego logra postergar la micción
hasta llegar al baño, y al mismo tiempo puede ganar un placer extra en forma de
elogio y afecto. Además, hemos visto que para el desarrollo del proceso
secundario y del pensamiento de proceso secundario es esencial una cierta
demora en la descarga de la energía impulsiva, lo cual es por cierto una
contribución valiosa al ego para la explotación del medio.

Podemos comprender entonces, que el mismo proceso de desarrollo del


ego resulte en una cierta proporción de la demora en la descarga de las energías
del ello y en cierta medida de la regulación del ello por el ego. Anna Freud (1954
a) expresó este aspecto de la relación entre el ello y el ego por comparación con la
relación entre el individuo y los servicios públicos civiles de un estado moderno.
Ella señaló que en una sociedad compleja el ciudadano debe delegar muchas
tareas a los servidores públicos si desea que se cumplan en forma eficiente y
según sus mejores intereses. La creación de un servicio público es, en
consecuencia, para ventaja del ciudadano individual y le reporta numerosos
beneficios de los que es feliz de poder gozar, pero al mismo tiempo descubre que
también hay ciertas desventajas. El servido público es, a menudo, muy lento para
la satisfacción de una necesidad determinada del individuo y parece tener sus
ideas propias acerca de lo que es mejor para él, ideas que no siempre coinciden
con lo que él desea en ese momento. En forma similar, el ego impone una demora
a los impulsos del ello, puede defender al medio contra él y aun puede apropiarse
para su propio uso de la energía de los impulsos por medio de la neutralización.

Podríamos esperar, de lo que hasta aquí hemos aprendido acerca de la


relación entre el ego y el ello, que la conexión entre el ego y el medio nunca sea lo
bastante fuerte como para forzar al ego a una oposición seria o prolongada a las
exigencias instintivas del ello. Después de todo, hemos dicho repetidamente que
la relación del ego con la realidad era primordialmente en servicio del ello y
podemos esperar en consecuencia que en caso de un conflicto realmente
importante entre los deseos del ello y las realidades del medio, el ego se una en
forma sustancial al ello.
No obstante, lo que hallamos en la realidad es bastante distinto de lo que
esperábamos. Comprobamos que el ego puede hasta indisponerse contra el ello y
aun oponerse directamente a la descarga de sus energías impulsivas. Esta
oposición del ego al ello no se hace evidente con claridad hasta después de
haberse establecido un cierto grado de evolución y organización de las funciones
del ego, claro está, pero sus comienzos no son posteriores al término del primer
año de vida. Un ejemplo simple de tal oposición sería el rechazo por el ego del
deseo de matar a un hermanito. Como sabemos, los niños muy pequeños actúan
muy a. menudo de: acuerdo con tal deseó mediante el ataque al hermano, pero
con el trascurso del tiempo y bajo la presión de la desaprobación ambiente, el ego
termina por oponerse y rechaza el deseo del ello, en grado tal que por fin en
realidad parece haber dejado de existir. Por lo menos en cuanto concierne a la
conducta externa, el ego ha prevalecido y el deseo de matar ha sido abandonado.

De este modo vemos que aunque el ego es originariamente el brazo


ejecutor del ello y continúa siéndolo en muchos aspectos durante toda la vida,
comienza a ejercer un grado creciente de regulación del ello desde temprano y en
forma gradual llega a oponerse a algunos intentos del ello y hasta a ponerse en
abierto conflicto con ellos. Del sirviente servicial y obediente del ello en todo
aspecto, el ego pasa a ser en cierto grado su opositor y aun su amo.

Pero esta revisión de nuestro concepto del papel del ego origina, en
nuestras mentes muchas preguntas que han de ser contestadas. ¿Cómo hemos
dé explicar el hecho de que el ego, una parte del ello que se inició como servidor
de sus impulsos, se trasforme en cierta medida en su amo? Además, ¿qué medio
particular utiliza el ego para mantener en jaque a los impulsos cuando así logra
hacerlo?

La respuesta para la primera pregunta reside en parte en la relación del


niño con su circunstancia y en parte en ciertas características psicológicas de la
mente humana. Algunas de estas características son nuevas y otras ya nos son
familiares en razón de las consideraciones previas. Lo que tiene en común es que
todas estas están relacionadas con el funcionamiento del ego.
Primero, lo del ambiente. Sabemos que el ambiente de una criatura es de
especial importancia biológica para ella, o más bien que lo son partes de su
ambiente. Sin dichas partes, que al principio son su madre y algo más tarde
ambos padres, no podría sobrevivir. No nos sorprende, por tanto, que la
dependencia física inusitadamente grande y única en duración de la criatura
humana con respecto a sus padres esté seguida en forma paralela por su
dependencia psíquica de ellos; pues el niño, como hemos visto, depende para la
mayoría de sus fuentes de placer de sus padres y nos damos cuenta, a
consecuencia de estos diversos factores, de cómo la madre, por ejemplo, puede
devenir un objeto tan importante en el ambiente del niño que en caso de un
conflicto entre un pedido de la madre y un deseo directo del ello del niño, el ego se
ponga del lado de aquélla en contra de éste. Por ejemplo, si una madre prohíbe
una manifestación del impulso de destrucción, como el desgarrar las páginas de
un libro, el ego se pondrá a menudo de su parte y en contra del ello.

Esta parte de nuestra respuesta es fácil de comprender y no requiere una


consideración muy técnica o complicada. Al pasar al resto de la respuesta a la
primera de las preguntas formuladas más arriba, tendremos que discutir más de
un factor y con cierta extensión.

Ante todo podemos volver a destacar que la formación y el funcionamiento


del ego utilizan energía que proviene por completo o en gran parte del ello. A
menos que acéptenos que el ello es una fuente infinita de energía psíquica,
debemos llegar a la conclusión de que el mero hecho de la existencia del ego y de
su funcionamiento implica una reducción de la cantidad de energía impulsiva del
ello. Parte de ella ha sido utilizada para crear y poner en marcha el ego. Por cierto
que al volver la vista hacia algunos (congéneres tenemos a veces la impresión de
que no queda nada del ello en algunos miembros de la especie particularmente
carentes de pasiones y de que toda su energía psíquica se ha trasfundido en la
formación del ego, aunque sabemos que tal situación extrema es imposible. Lo
importante, empero, es que el desarrollo del ego determina en forma inevitable un
cierto grado dé debilitamiento del ello. Desde este punto de vista uno podría decir
que el ego crece como un. parásito a expensas del ello, y esto puede , contribuir
en cierta medida ah hecho de que el ego eventualmente sea tan fuerte como para
convertirse en amo del ello en vez de ser para siempre y por completo su servidor;
aunque, como dijimos antes, parece difícil' que pueda explicar por completo este
resultado, .

En este punto será provechoso mencionar Varios procesos que son de


importancia en la formación y funcionamiento del ego y que contribuyen en modo
significativo al proceso de disminución de la energía psíquica del ello y al aumento
de la del ego.

Uno de tales procesos, que se ha visto que era una parte principal del
desarrollo del ego y que debe actuar en la forma recién descrita, es la
neutralización de la energía impulsiva. Este proceso de desnaturalización, que
hemos descrito con cierta extensión en el Capítulo III, resulta con claridad en una
reducción de las energías libidinales y de agresión del ello y en un aumento de la
energía a disposición del ego.

Otro de los factores que sabemos son importantes en la evolución del ego y
que desempeña un papel destacado en el desplazamiento de la energía psíquica
del ello hacia el ego es el proceso de identificación. Este también fue estudiado en
el Capítulo III y el lector recordará que consiste, esencialmente, en el hacerse el
individuo semejante a un objetó (persona p cosa) del mundo exterior
psicológicamente importante para él, es decir, muy catectizado con energía
impulsiva.

El ―hacerse semejante‖, como hemos visto, produce una modificación del


ego y una de sus consecuencias es que todas o una parte de las catexias que
antes estaban unidas a un objeto externo quedan ahora asociadas a la copia de
tal objeto en el seno del ego. El hecho de que algunas de las energías del ello
estén unidas entonces a una parte del ego contribuye al enriquecimiento de las
energías a disposición de éste a expensas de aquel y a su fortalecimiento frente al
mismo.
Hay aun otra forma, que merece nuestra atención, por la cual las exigencias
del ello se debilitan y de allí que se haga más susceptible dé dominio por el ego;
es el proceso de la gratificación por fantasías. Es notable, aunque sea un lugar
común, que una fantasía —ya en el soñar despierto o en el dormido— en la. Que
uno ó varios deseos del ello estén representados como cumplidos determina de
hecho una gratificación parcial de los impulsos del ello que le conciernen y una
descarga parcial de su energía. Así por ejemplo una persona sedienta dormida
puede soñar que apaga su sed y se siente satisfecha y sigue durmiendo pese a
que el grifo del agua se encuentra ahí nomás, en el cuarto vecino.

Es obvio, aun después de una breve reflexión, qué el papel desempeñado


en nuestras vidas mentales por la fantasía es muy grande y no nos proponemos
siquiera trazar aquí un bosquejo de la importancia general de dicha función. Sólo
deseamos señalar que un efecto de la fantasía puede ser que un impulso del ello
quede tan próximo a estar satisfecho que le resulte relativamente fácil al ego
dominarlo o regularlo, y, en consecuencia, desempeña una función para lograr que
el ego dómine al ello. Podemos agregar algo que debiera ser obvio, á saber, que
tales fantasías se producen con frecuencia en la vida mental normal.

Llegamos ahora a la última de las características psicológicas que


deseamos discutir como integrante dé la tarea de facilitar al ego su trasformación
en cierto grado en el amo del ello. Esta característica es probablemente la decisiva
y la verdadera responsable de la capacidad del ego para oponerse y dominar los
impulsos del ello en cierta extensión y en ciertas ocasiones. Se trata de la
tendencia humana a generar angustia bajo ciertas circunstancias una tendencia
qué~ requerirá no sólo una discusión más bien larga y técnica para elucidarla sino
también una introducción considerable, puesto que la teoría psicoanalítica
corriente de la angustia, no puede ser comprendida sin antes presentar lo que
Freud (1911) denominó el principio del placer. Esta hipótesis que aun no hemos
discutido será considerada aquí.

Expresado en términos simples, el principio del placer afirma que la mente


tiende a obrar en forma tal de alcanzar el placer y. de evitar su antagonista. La
palabra alemana que Freud utilizó para expresar lo antagónico al placer fue
Unlust, que ha sido traducida a menudo como ―dolor‖, de modo que nuestro
principio ha sido denominado también principio del placer y dolor. Pero ―dolor‖, a
diferencia de Unlust, también denota la sensación física de dolor además de lo
opuesto al placer, por lo cual, para evitar la ambigüedad en tal aspecto, algunos
traductores más recientes han sugerido que en vez de ―dolor‖ se utilice la palabra
unpleasure [implacer], carente de belleza, pero que no da lugar a la ambigüedad.
[En castellano usaremos la palabra ―desplacer‖, idiomáticamente correcta y
carente de connotación física, como el autor la desea. N. del T.]

Freud incorporó al concepto del principio del placer las ideas de que en los
muy primeros tiempos de vida la tendencia a obtener placer es imperiosa e
inmediata y de que el individuo sólo en forma gradual adquiere la capacidad de
posponer el logro, del placer, a medida que se va haciendo mayor.

Ahora bien, este concepto del principió del placer suena parecido al
concepto del proceso primario que tratamos en el Capítulo III. De acuerdo con el
principio, del placer hay una tendencia a obtener placer y a evitar el desplacer,
tendencia que en los comienzos de la vida no da lugar a postergaciones. De
acuerdo con el proceso primario, las catexias de la energía impulsiva han de ser
descargadas lo más pronto posible* y podemos suponer aun que este proceso es
el dominante en el funcionamiento mental de esa época de la vida. Además, en
conexión con el principio del placer, Freud afirmó que con los años hay un
aumento gradual de la capacidad del individuo para postergar la obtención del
placer y el alejamiento del desplacer, mientras que en relación con el proceso
primario formuló la idea de que el desarrollo del proceso secundario y su aumento
de importancia relativa permitía al individuo postergar la descarga de las catexias
a medida que se hacía mayor.

En lo fundamental, por tanto, el concepto original de Freud del principio del


placer se corresponde con el posterior de proceso primario. La única diferencia
real, fuera de la terminología, es que el principio del placer está formulado en
términos subjetivos mientras que el proceso primario lo está en objetivos. Es decir
que las palabras ―placer‖ y ―desplacer‖ se refieren a fenómenos subjetivos, en este
caso a afectos, mientras que las frases ―descarga de catexia‖ o ―descarga de la
energía impulsiva‖ se refieren al fenómeno objetivo de la distribución y descarga
de la energía, en este caso dentro del ello. Debe anotarse, de paso, que de
acuerdo con nuestras teorías un afecto o emoción es un fenómeno del ego, por
más que dependa, para su génesis de procesos operados en el ello.

Freud de ningún modo ignoró la gran similitud entre la formulación del


principio del placer y la formulación de ese aspecto del funcionamiento del ello que
denominó proceso primario. De hecho, trató de unificar los dos conceptos y es en
realidad a causa de que sintió que su intención no tenía éxito que deberemos
discutir aquí las dos hipótesis en forma separada.

El intento de unificar los dos conceptos se hizo basada en una suposición


muy simple, la de que un aumento en la cantidad de catexias móviles no
descargadas corresponde

O da origen, dentro del aparato psíquico, a un sentimiento de


desplacer, mientras que la descarga de tales catexias, con la consiguiente
disminución del remanente, lleva a una sensación de placer. En términos más
simples pero algo menos precisos podemos decir que Freud (1911)
originariamente supuso que un aumento de la tensión psíquica producía
desplacer, mientras que una disminución de ella ocasionaba placer. Si esta
suposición fuera correcta, el principio del placer y el proceso primario no serían
más que formas distintas de expresar la misma hipótesis.

El argumento se desarrollaría de la siguiente manera: el principio del placer


afirma que en el niño muy pequeño hay una tendencia a lograr el placer mediante
la gratificación, que no puede ser postergada. El proceso primario afirma que en el
niño muy pequeño hay una tendencia a descargar la catexia, es decir, la energía
impulsiva, que no puede ser postergada. Pero, de acuerdo con la suposición
original de Freud, el placer de la gratificación es el mismo o es un aspecto de la
descarga de la catexia. Si la suposición fuera cierta, por tanto, las dos
formulaciones dirían lo mismo con distintas palabras y el principio del placer y el
proceso primario no serían sino dos expresiones posibles de la misma hipótesis.

Por desgracia para nuestro deseo natural de simplicidad en las teorías,


Freud (1924 c) llegó a la conclusión de que aunque el placer acompaña a la
descarga de la energía psíquica móvil en la vasta mayoría de los casos, mientras
que el desplacer es la consecuencia de la acumulación de tal energía, aun quedan
casos importantes en los cuales esto no parece ser así. Hasta afirmó que existían
casos en los cuales la inversa es lo cierto. Como ejemplo señaló que por lo menos
hasta cierto punto un aumento de la tensión sexual se experimenta como
placentero.

La decisión final de Freud fue, por tanto, de que las relaciones entre los
fenómenos de acumulación y descarga de energía impulsiva móvil, por un lado, y
los sentimientos de placer y desplacer, por el otro, no eran simples ni
determinables. Adelantó una hipótesis: que la razón y el ritmo de incremento o
descarga de catexia podía ser un factor determinante, y ahí dejó la cuestión. Ha
habido intentos posteriores de desarrollar una hipótesis satisfactoria sobre la
relación entre el placer y la acumulación de descarga de energía de los impulsos,
pero ninguna de ellas ' está tan aceptada en la actualidad como para justificar su
inclusión aquí (Jacobson, 1953). .

La consecuencia de estos hechos es que no podemos aún formular en


forma satisfactoria el principio del placer en términos precisos relacionados con la
energía psíquica. Debemos por tanto atenemos a la versión primera del mismo,
expresada en términos de las experiencias subjetivas de placer y desplacer: la
mente, o el individuo en su vida mental, procura la obtención de placer y evita el
desplacer.

El lector recordará que, para introducir a esta altura una discusión del
principio del placer, nuestra razón fue la dé facilitar el camino para el tema de la
angustia y es a este asunto que volveremos ahora nuestra atención. La
importancia del principio del placer en la teoría psicoanalítica de la angustia se
hará visible durante el curso de su consideración.

La teoría original de Freud de la angustia era que resultaba del freno


y descarga inadecuada de la libido. Que la acumulación anormal de libido
dentro de la psiquis fuera el resultado de obstáculos exteriores para su
descarga apropiada (Freud, 1895) o que fuera debida a obstáculos
interiores, tales como conflictos inconscientes o inhibiciones concernientes
a la gratificación sexual, no tenía mayor importancia desde el punto de vista
de esa teoría. En ambos casos el resultado era una acumulación de la libido
no liberada, que podía transformarse en angustia. La teoría no explicaba
cómo ocurría dicha trasformación ni qué factores determinaban el momento
preciso en qué debía ocurrir. Es importante, también consignar que de
acuerdo con esa teoría el término ―angustia‖ denota un tipo patológico de
temor que, por cierto, está relacionado fenomenológicamente con el temor
normal a un peligro externo, pero que tiene un origen claramente distinto. El
temor al peligro externo es, según se presumía, una reacción aprendida, es
decir, una reacción basada en la experiencia, mientras que la angustia es
libido trasformada, es decir, una manifestación patológica de la energía de
los impulsos.

Este fue el status de la teoría psicoanalítica de la angustia hasta 1926. En


ese año Freud publicó una monografía que en su versión norteamericana se
denominó El problema de la angustia, mientras que en la inglesa fue Inhibición,
síntoma y angustia. En esa obra Freud señaló que la angustia es el problema
central de la neurosis y propuso una nueva teoría basada en la hipótesis
estructural y que resumiremos aquí.

"Pero antes de hacerlo será conveniente que consignemos la estrecha


relación entre el tema n es decir la segunda teoría de la angustia de Freud y el de
dos trabajos anteriores a los que nos hemos referido en el trascurso de los
Capítulos II y III, Más allá del principio del placer y El ego y el ello. Estas dos
monografías contienen los conceptos fundamentales que diferencian la: moderna
teoría psicoanalítica de lo que fue antes.

Estos conceptos son, la teoría dual de los impulsos y la hipótesis


estructural. Permiten una forma más sólida y conveniente de enfocar los
fenómenos mentales de lo que con anterioridad era posible, así como una
comprensión de sus complicadas interrelaciones. Las nuevas teorías también
facilitaron progresos valiosos en la aplicación clínica del psicoanálisis. Un ejemplo
sobresaliente ha sido el desarrollo del análisis del ego y del campo íntegro de la
patología psicoanalítica del ego que se ha producido durante los últimos
veinticinco años.

Freud mismo escribió varios trabajos en los que mostró cómo las nuevas
teorías podían rendir frutos cuando eran aplicadas a los problemas clínicos (Freud,
1924 b, 1924 c, 1924 d, 1926). El problema de la angustia es en forma notoria el
caso aislado más importante de tal aplicación fructífera; en él Freud adelantó una
teoría de la angustia de aplicación clínica, basada en las visiones profundas
brindadas por la hipótesis estructural.

Para lograr la comprensión de la nueva teoría debemos


Además abandonó una parte importante de su teoría primigenia: dejó de
lado por completo la idea de que la libido no liberada se trasformaba en angustia.
Dio este paso con fundamentos clínicos y demostró la validez de su nueva
posición mediante la discusión algo detallada de dos casos de fobias de la
infancia.

En su nueva teoría Freud propuso relacionar la aparición de la angustia con


las que denominó ―situaciones traumáticas‖ y ―situaciones de riesgo‖. A aquéllas
las definió como las situaciones en las cuales la psiquis queda abrumada por el
influjo de estímulos demasiado grandes para dominarlos o descargarlos.
Consideró que cuando se producía esto se desarrollaba en forma automática la
angustia.

Puesto que es parte de la función del ego tanto el dominar los estímulos
sobrevivientes y el descargarlos en forma efectiva, sería de esperar que las
situaciones traumáticas se produjeran con más frecuencia en los primeros meses
y años de vida, cuando el ego es aún débil y no está desarrollado. Por cierto que
Freud consideraba que el prototipo de situación traumática es la experiencia del
nacimiento, al ser afectada por él la criatura que asoma a la vida. En ese j «
momento el niño está sometido a un influjo abrumador de experiencias externas y
sensoriales viscerales y responde con lo que Freud consideró que eran
manifestaciones de angustia.

El interés principal de Freud en el nacimiento como situación traumática


acompañada de angustia residía al parecer en que podía ser contemplada como
prototipo para situaciones traumáticas posteriores de mayor importancia
psicológica y que de ese modo ajustaba dentro de sus nuevas teorías en forma
satisfactoria. Otto Rank (1924) procuró aplicar esta teoría de Freud en la clínica en
una forma mucho más audaz que Freud mismo y propuso la noción de que todas
las neurosis podían ser atribuidas al trauma natal y que podían ser curadas
mediante la reconstrucción de la que dicho trauma podía haber sido y haciendo
que el paciente adquiriera conciencia de ello. Las teorías de Rank suscitaron
considerable agitación entre los psicoanalistas de la época en que fueron
propuestas, pero han sido ya descartadas.

En su monografía Freud prestó bastante atención a las situaciones


traumáticas que se producen después del nacimiento en la primera infancia. Como
ejemplo de tales situaciones eligió la "siguiente: en los primeros tiempos de vida
de una criatura depende de la madre para la gratificación de la mayoría de sus
necesidades orgánicas y para la obtención de la gratificación que en este período
de la vida está primordialmente relacionada con la satisfacción de las necesidades
orgánicas, como por ejemplo en el amamantamiento, en el que la criatura
experimenta una gratificación oral al mismo tiempo qué él placer de que lo
sostengan en brazos, le den calor y lo mimen. La criatura, antes de alcanzar una
cierta etapa de su vida, no puede obtener estos placeres, es decir, estas
gratificaciones instintivas, por si mismo. Si cuando la madre esta ausente el niño
experimenta una necesidad instintiva que solo puede ser satisfecha por aquella,
se crea una situación traumática para el niño, en el sentido que Freud le da a esta
palabra. El ego del niño no esta bastante desarrollado como para ser capaz de
postergar su gratificación mediante la retención de sus de deseos impulsivos y, en
cambio, la psiquis del niño queda abrevada por la acumulación de estímulos.
Puesto que no puede dominar ni descargar dichos estímulos genera una angustia.

Merece consignarse que en nuestro ejemplo, y claro está que en todos los
casos que nuestro ejemplo pretende tipificar, el flujo de estímulos que da origen a
este tipo primitivo y automático de angustia, es de origen interno. Específicamente
surge de la actuación dé los impulsos o con mayor precisión, del ello. Por tal
razón, este tipo automático que acabamos de describir ha sido denominado a
veces ―angustia del ello‖. Rara vez se utiliza esta denominación hoy día, pues
puede dar lugar al concepto erróneo de que el ello es su lugar de asiento. En
verdad, según la idea de Freud contenida en su hipótesis estructural, es en el ego
que se ubican todas las emociones.

El experimentar una emoción cualquiera es función del ego, según Freud, y


debe ser cierto también, por tanto, para la angustia. Lo que facilitó el concepto
erróneo de que el ello era el lugar de asiento de la angustia de inducción
automática fue que el ego apenas si existe como estructura diferenciada, y menos
aún integrada, en una etapa tan precoz como la que sirvió para ejemplo en él
parágrafo precedente. Las criaturas pequeñas, como ya hemos dicho, tienen sólo
unos rudimentos de ego y aun este poco que ha comenzado a diferenciarse del
resto del ello apenas si se puede distinguir de éste. No obstante, lo que pueda
haberse diferenciado de ego en tan pequeños seres es el lugar de asiento de la
angustia generada.

Freud creía también que la tendencia o capacidad del aparato mental para
reaccionar a un flujo excesivo de estímulos en la forma descrita más arriba, es
decir, por generación de angustia, persiste durante toda la vida. En otras palabras,
una situación traumática, en el significado especial que Freud da a esta frase,
puede generarse a cualquier edad. Seguro que tales situaciones se generarán con
mucha mayor frecuencia en los muy primeros tiempos de vida por la razón ya
enumerada de que el ego aún no se desarrolló, pues cuanto más evolucionado
está el ego tanto mejor será capaz de dominar o descargar los estímulos
generados de origen externo o interno, y el lector claro está que recordará que es
sólo cuando tales estímulos no pueden ser dominados o descargados en forma
adecuada que la situación se trasforma en traumática y se genera la angustia.

Si Freud estaba acertado al decir que el nacimiento es el prototipo de las


situaciones traumáticas posteriores, entonces el nacimiento es un ejemplo de
situación traumática de la infancia provocada por estímulos que son
principalmente de origen externo. En otros casos los estímulos ofensivos se
originan particularmente en los impulsos, es decir que su origen es interno, como
correspondió al ejemplo del niño cuya madre no estaba presente para brindarle la
gratificación por la cual clamaba su ello y que sólo la madre podía darle.

Por lo que podemos saber, las situaciones traumáticas originadas a


consecuencia de las exigencias del ello son las más comunes y también las más
importantes en los primeros años de vida. Freud consideraba que tales situaciones
surgen también en la vida posterior en aquellos casos que él clasificó como
neurosis de angustia ―actuales‖ (ver Capítulo VIII) y que la angustia que padecen
estos pacientes está realmente ocasionada por la afluencia abrumadora de
estímulos originados por la energía, del impulso sexual que no fue liberada en
forma adecuada a causa de impedimentos exteriores.

Pero esta suposición de Freud en particular tiene poca importancia práctica,


puesto que el diagnóstico de neurosis actual, rara o ninguna vez se hace en la
actualidad. Otra aplicación de la misma idea básica ha asumido una importancia
clínica mayor: la suposición de que las denominadas neurosis traumáticas de la
vida adulta, como por ejemplo las neurosis de guerra y lo que se denominó ―shell-
shock‖ (choque por conmoción) el resultado de una afluencia abrumadora de
estímulos externos que da origen en forma automática a la angustia. Freud mismo
sugirió esta posibilidad y subsiguientemente muchos autores al parecer aceptaron
que era cierta, o por lo menos que Freud creía que era cierta. En verdad, Freud
(1926) expresó su opinión de que una neurosis traumática bien podía no surgir en
una forma tan simple, sin lo que él denominó la ―participación de las capas más
profundas de la personalidad‖.
El concepto de Freud de las situaciones traumáticas y de la generación
automática de angustia en las situaciones traumáticas constituye lo que podemos
denominar la primera parte de su nueva teoría. Esta parte es la más próxima a su
teoría primigenia, aunque difiere en forma sustancial de aquélla en lo que respecta
al modo de producción de la angustia. El lector recordará que, según Freud en su
punto de vista anterior, la angustia surge por una trasformación de la libido,
mientras que según él punto de vista posterior se genera como resultado de una
afluencia abrumadora de estímulos que pueden o no provenir de los impulsos.

Podemos ahora resumir la primera parte de la nueva teoría de Freud, como


sigue:

1) La angustia se genera en forma automática siempre que la psiquis


resulta abrumada por una afluencia de estímulos demasiado grande para ser
dominada o liberada.

2) Estos estímulos pueden ser de origen externo o interno, pero con


mayor frecuencia surgen del ello, es decir, de los impulsos.

3) Cuando de este modo se genera en forma automática una angustia,


se dice que la situación es traumática

4) El prototipo de tales situaciones traumáticas es el nacimiento.

5) La angustia automática es característica de la infancia, a causa de la


debilidad y falta de madurez del ego en esa época de la vida, y también se halla
en la vida adulta en los casos de la así llamada neurosis de angustia actual.

La segunda parte de la nueva teoría consiste en que, en el curso del


desarrollo, el niño aprende a anticipar o prever la llegada de una situación
traumática y a reaccionar ante ella con angustia antes de que se haga traumática.
A este tipo, Freud lo denominó angustia de alarma. Se produce por una situación
de peligro o por la anticipación del peligro, su producción es función del ego y sirve
para movilizar las fuerzas a disposición del ego para enfrentar o evitar la situación
traumática inminente.
Para ilustrar el significado de las palabras ―situación de peligro‖ Freud
retornó al ejemplo de la criatura cuya madre la deja sola. El lector recordará que si
estando solo le asaltara al niño alguna necesidad de gratificación que requiera la
presencia de la madre, la situación se convertiría en traumática y se generaría la
angustia en forma automática. Freud argumentó que después de haber alcanzado
una cierta etapa de su desarrollo el ego del niño sabrá reconocer que existe una
relación entre la partida de su madre y el engendramiento de un estado de gran
desplacer consistente en una angustia inducida en forma automática algunas
veces después de haberse ido ella. En otras palabras, el ego sabrá que si la
madre está presente no se generará la angustia, mientras que puede ocurrir si ella
se va. Como resultado, el ego pasa a considerar la separación de la madre como
una ―situación de peligro‖, cuyo peligro reside en la aparición de una exigencia
imperiosa de gratificación por parte del ello mientras la madre está ausente, con la
consiguiente producción de una situación traumática.

¿Qué hace el niño en una situación de peligro tal? Parte de lo que hace es
familiar para quienquiera que haya tenido experiencia con niños. Mediante
diversas manifestaciones de malestar el niño procura evitar que la madre se aleje
o que retorne si ya se fue. Pero Freud tenía más interés en lo que ocurre
intrapsíquicamente en la criatura que en las diversas actividades del ego que
tienen por objeto modificar el medio, por importantes que ellas sean. Sugirió que
en una situación de peligro el ego reacciona con una angustia que produce él
mismo en forma activa y propuso denominarla angustia de alarma; puesto que es
generada por el ego cómo un aviso o señal de peligro.

Pero antes de proseguir detengámonos un Momento. ¿Cómo es que el ego


puede producir una angustia, sea ésta como aviso o con cualquiera otro motivó?
La respuesta a esta pregunta dependerá de que recordemos que, después de
todo, el ego no es sino un grupo de Sanciones relacionadas. Creemos que en una
situación de peligro algunas de estas funciones, verbigracia, la percepción
sensorial, la memoria y algún tipo de proceso de pensamiento, están relacionados
con el reconocimiento del peligro, mientras que otras partes del ego u otras
funciones del ego reaccionan ante el peligro, lo cual se aprecia como angustia. Sin
duda que hasta podríamos deducir de nuestra experiencia clínica que la
percepción del peligro quizá da origen a una fantasía de la situación traumática y
que es esta fantasía lo que produce la angustia de alarma. Aunque esta
suposición sea o no correcta, podemos decir que algunas funciones del ego son
responsables del reconocimiento del peligro y que otras lo son de reaccionar ante
él con angustia.

Continuemos ahora con la exposición de Freud acerca, de lo que sucede


cuando el ego reconoce-una situación de peligro y reacciona a ella mediante una
angustia de alarma. Es en-este .punto que el principio del placer entra en el
cuadro. La angustia de alarma es desagradable y cuanto más intensa, mayor el
desplacer. Se puede suponer que hasta cierto punto la intensidad de la angustia
es proporcional a la estimación del ego de la gravedad o proximidad del peligro, o
de ambos factores. De modo que es de esperar que en el caso de cualquier
situación de peligro considerable también lo sean la angustia y el desplacer Es
este último el-que pone en acción en forma automática al que Freud denominó el
"todopoderoso" principio del placer. Es la manera de obrar del principio del placer
lo que luego le da al ego la fuerza necesaria para dominar la emergencia o la
acción continuada de cualesquiera impulsos del ello que puedan estar dando
origen a una situación de peligro. En el caso del niño abandonado por la madre,
estos impulsos pueden expresarse por el deseo de ser alimentado y mimado por
ella, por ejemplo.

Freud trazó una serie de situaciones de peligro típicas que se puede


esperar sucedan en una secuencia en la vida del niño. La primera de éstas,
cronológicamente, es la separación de una persona que es importante para el niño
como fuente de gratificación. A esto suele hacerse referencia en la literatura
psicoanalítica como "pérdida del objeto‖ o ―pérdida del objeto amado" aunque; en
la edad en que se percibe» como peligro por primera vez, el niño es aún
demasiado pequeño para atribuirle una emoción tan compleja como el amor. La
situación de peligro típica siguiente en el niño es la pérdida del amor de una
persona de su medio, de la que debe depender para su gratificación. En otras
palabras, aun cuando, esa persona esté presente, el niño puede temer la pérdida
de su amor; esto suele denominarse ―pérdida del amor del objeto‖. La situación
siguiente difiere según el sexo. En el caso del varón el peligro reside en la pérdida
de su pene, lo que en la literatura psicoanalítica suele referirse como ―castración‖.
En el caso de la niña el peligro reside en alguna lesión genital análoga. La última
situación de peligro es la de culpado desaprobación castigo dé parte del superego.

Podemos considerar que el primero de estos peligros es característico de la


primera etapa de evolución del ego, quizás hasta el año y medio, edad a la cual se
le suma el segundo, mientras que el tercero no ocupa un primer plano hasta los
dos y medio a tres años, y el último, claro está, no adquiere importancia hasta los
cinco o seis años, cuando ya ha formado él superego. Todos estos peligros
persisten por lo menos en cierto grado durante toda la vida inconscientemente en
pacientes neuróticos, en grado excesivo y la importancia relativa dé cada peligro-
varía de una persona a otra. Es obvio que tiene la mayor importancia práctica en
la labor clínica con el paciente, el saber qué peligro es el principal dentro de los
temores inconscientes del paciente.

Freud afirmó que la angustia es el problema central en la enfermedad


mental y su afirmación es aceptada por la mayoría de nosotros en la actualidad
incidentalmente, podemos recordar que no siempre fue así. Antes de la
publicación de El problema de la angustia el énfasis principal en la concepción
psicoanalítica de las neurosis, en la teoría y en la clínica, recaía en las vicisitudes
de la libido, en particular en las fijaciones libidinales.

En aquel entonces, como ya hemos dicho, se consideraba que la angustia


era libido trasformada como consecuencia de su liberación inadecuada. Era
natural, por tanto, que la libido ocupara el primer plano en las discusiones teóricas
y que la preocupación clínica principal residiera en deshacer las fijaciones y en
general en asegurar Una liberación adecuada de la libido. Esto no pretende
implicar que sea menos importante ahora que entonces el eliminar las fijaciones.
Sólo se trata de que en la actualidad tendemos a contemplar estos problemas,
clínica y teóricamente, desde el punto de vista del ego y del ello, en vez de hacerlo
sólo desde el lado del ello. Puesto todo el énfasis de la literatura psicoanalítica
corriente sobre la importancia de la angustia en la enfermedad mental resulta fácil
perder de vista el hecho de que su papel en la facilitación al ego para dominar o
inhibir los deseos o impulsos instintivos que le parezcan peligrosos es esencial en
la evolución normal. La función de la angustia de ningún modo es patológica en sí
misma. Por lo contrario, se trata de una parte necesaria en la vida y, el desarrollo
mental. Sin ella, por ejemplo, sería imposible tipo alguno de educación, en el
sentido más amplío de esta palabra. Él individúo estaría a merced de cada
impulso a medida que fuera surgiendo en el ello y procuraría gratificar cada uno
por turno o a la vez, a menos que de tal intento se produjera una situación
traumática y el individuo quedara abrumado por la angustia.

Otra cuestión que concierne a la angustia de alarma es esta: es, o debería


ser, de mucho menos intensidad que la angustia que acompaña a una situación
traumática. En otras palabras, este aviso que el ego aprende a proporcionar en el
curso de su desarrolló tiene una intensidad de desplacer menor que la angustia
que podría generarse si el aviso no fuera dado y se generara una situación
traumática. La angustia de alarma es una angustia atenuada.

Recapitulemos ahora ésta segunda parte de la nueva teoría de la angustia:

1) En el curso del desarrollo el ego adquiere la capacidad de producir


angustia cuando surge una situación de peligro (amenaza de una situación
traumática) y luego, como anticipación al peligro.

2) Á través de la acción del principio del placer, esta angustia de alarma le


permite al ego dominar o inhibir los impulsos del ello en una situación de peligro,

3) Existe una serie, o secuencia característica de situaciones de peligro


durante la infancia, las cuales persisten como tales en mayor o menor grado o
inconscientemente durante toda la vida.
4) La angustia de alarma es una forma atenuada de angustia
desempeña un gran papel en la evolución normal y es la forma característica de
las psiconeurosis.

Hemos completado así nuestra respuesta a la primera de las dos preguntas


formulabas en la página 83. Esta inquiría por la explicación del, hecho de qué el
ego, aunque se inicia como parte del ello "servidora del resto'," pueda llegar en
cierta medida, a dominar al ello con el, tiempo. Deseamos ahora emprender la
contestación a la segunda pregunta, formulada en la página 83, a saber, de cómo
el ego se las compone para mantener reprimidos los impulsos del ello cuando
logra hacerlo así.

De nuestra consideración de la angustia comprendemos que cuando el ego


se opone a la emergencia de un impulso del ello lo hace así porque considera que
la liberación de dicho impulso creará una situación de peligro. El ego produce
entonces la ansiedad como señal de peligro, obtiene así la ayuda, del principio de
placer es capaz de ofrecer una resistencia exitosa a la salida de los impulsos
peligrosos. En la terminología psicoanalítica, hablamos de tal actuación como de
la defensa, u operación defensiva del ego.

Nuestra pregunta puede encuadrarse entonces de la manera siguiente:


―¿Cuáles son las defensas que el ego posee para enfrentar al ello?‖

La respuesta a esta pregunta es muy simple, aunque muy general. El ego


puede utilizar con tal fin todo aquello que esté a su alcance. Cualquier actitud del
ego. cualquier percepción, un cambio en la atención, la anteposición de otro
impulso del ello que sea más seguro que el peligroso y que compita con él, un
intento vigoroso de neutralizar la energía del impulso peligroso, la formación de
identificaciones o la ejercitación de la fantasía, todos pueden utilizarse con fines
defensivos, aislados o en combinación.

En una palabra, el ego puede usar y usa todos los procesos de su


formación y función normal con fines defensivos, en uno u otro momento.
Además de estas operaciones defensivas del ego, empero, en las cuales el
ego hace uso de procesos que ya nos son familiares por su consideración previa,
hay ciertos procesos del ego que tienen que hacer originariamente con las
defensas del ego contra el ello. A esto- Atina, Freud (1936) les dio el nombre de
―mecanismos de defensa‖ y ellos serán nuestra preocupación principal en la
discusión ulterior de as defensas del ego.

Cualquier lista que pudiéramos dar de los mecanismos de defensa sería


necesariamente incompleta y abierta a las críticas, puesto qué1 aún existen
diferencias de opinión entre los psicoanalistas' acerca de qué debiera y qué no
debiera ser denominado mecanismo de defensa en oposición a los otros medios
que están a disposición del ego para dominar al ello. Lo que haremos, por tanto,
es tratar de definir y discutir aquellos mecanismos de defensa que en general se
reconocen como tales y que suele admitirse que son de importancia considerable
en funcionamiento de la mente.

El primer mecanismo reconocido y el que ha merecido la atención mayor en


la literatura psicoanalítica es aquel que denominamos represión (Freud. 1915 b).
La represión consiste en una actividad del ego que aleja de la conciencia el
impulso no deseado del ello o cualquiera de sus derivados, sean recuerdos,
emociones, deseos o fantasías. En lo que concierne a la vida consciente del
individuo es como si todos ellos no existieran. Un recuerdo reprimido es uno
olvidado desde el punto de vista subjetivo del individuo en el cual se produjo la
represión. Podemos agregar entre paréntesis que no estamos seguros de que
exista otro tipo de olvido que el de la represión.

El acto de represión da origen dentro de la mente a una oposición


permanente o prolongada entre el ego y el ello en el asiento de la represión.
Creemos que por una parte el material reprimido continúa cargándose con cierta
catexia de energía impulsiva que presiona en forma constante en busca de
satisfacción, mientras que por otra parte el ego mantiene la represión por el gasto
constante de una porción de la energía psíquica, a su disposición. Esta energía se
denomina contracatexia, puesto que tiene la función de oponerse a la catéxia de
energía impulsiva con que está cargado el material reprimido.

El equilibrio entre catexia y contracatexia jamás es de tipo fijo, estático. Es


el resultado de un equilibrio entre las fuerzas antagónicas y puede desplazarse
según las ocasiones. Mientras la contracatexia gastada por el ego sea más fuerte
que la catexia del material reprimido, éste permanece en tal situación. Pero si la
contracatexia se debilita, el material reprimido tiende a asomar en la conciencia y
en la acción. Es decir, que la represión comenzará a fallar, y lo mismo ocurrirá si la
intensidad de la catexia de los impulsos aumenta sin un crecimiento paralelo de la
contracatexia.

Quizá valga la pena ilustrar estas posibilidades. La contracatexia opuesta


por el ego puede ser disminuida en varias formas. Parece ocurrir esto, por
ejemplo, en muchos' estados tóxicos o febriles, de los que es muy conocida la
intoxicación alcohólica. En estado de beodez una persona puede mostrar en su
conducta o lenguaje tendencias libidinosas o agresivas que él mismo ignora
estando sobrio, y lo mismo vale para otros estados tóxicos. Durante el sueño •
parece producirse una reducción comparable de la contracatexia, con bastante
frecuencia, como veremos en el Capítulo VII, con el resultado de que los deseos y
recuerdos reprimidos pueden aparecer en forma consciente en los sueños de un
modo tal que sería por-completo imposible durante la vigilia de ese soñador.

Por lo contrario, tenemos buenas razones para creer que en la pubertad,


por ejemplo, existe un aumento en la energía a disposición del ello, de modo que
en esa época de la vida las represiones que fueron bastante, firmes durante varios
años pueden destruirse en parte o por completo. Además, suponemos que la falta
de gratificación tiende a aumentar la potencia de los impulsos del ello. Así como el
hombre hambriento comerá alimentos que habitualmente le disgustarían, lo mismo
ocurre con el, individuo que se ha visto muy privado sexualmente, por ejemplo, el
cual se verá más propenso a que sus represiones fallen que si no hubiera estado
privado tanto tiempo o en forma tan marcada. Otro factor que es probable que
debilite las represiones por aumento de la intensidad de los impulsos del ello es el
de la seducción o tentación.

Debemos- señalar también que si una represión se debilita o está por


fracasar, o aun fracasa en cierto grado, ello no significa "que haya terminado
necesariamente la lucha entre el ego y ello que acerca de esos determinados
impulsos y que los impulsos tendrán desde entonces acceso bastante directo y
libre a la conciencia, así como la ayuda del ego en-la obtención de gratificación.
Clavo está que este resultado es posible. En la transición de la infancia a la edad
adulta, por ejemplo, es necesario en nuestra sociedad actual que muchas
represiones sexuales sean revocadas por completo o en parte para que él ajuste,
sexual del adulto sea normal. Pero también es frecuente otro resultado. Tan pronto
como el impulsó del ello comienza a abrirse paso hacia la conciencia y su
satisfacción, el ego reacciona ante eso como ante un nuevo peligro y una vez más
genera la angustia de alarma, movilizando de este modo fuerzas nuevas para una
defensa renovada contra el impulso indeseado y peligroso. Si él intentó del ego
resulta exitoso, se restablece una defensa adecuada, sea por represión o de
alguna otra manera,-lo que a su vez requiere nuevo gasto de energía
contracatéctica para su mantenimiento.

Con respecto a la posibilidad de desplazamientos del equilibrio entre el ego


y el ello que existe en la represión, debemos agregar que es posible (Fvoúd. 1926)
que exista una cosa tal como la represión totalmente exitosa de un deseo que
resulte en la desaparición efectiva del deseo y la abolición de su catexia, o por lo
menos en la desviación completa de su catexia hacia otros contenidos mentales.
En la práctica no sabemos de ejemplo alguno de represión tan idealmente
completa. En realidad, en nuestra labor clínica tratamos principalmente con casos
en los cuales la represión ha sido notoriamente inexitosa, con el resultado de la
generación de síntomas psiconeuróticos (Capítulo VIII). De cualquier manera, los
únicos casos de los cuales tenemos un conocimiento positivo son aquellos en los
cuales s) material reprimido continúa siendo catectizado por la energía de los
impulsos, la que debe en consecuencia ser antagonizada por una contracatexia.
Hay dos puntos más por aclarar con respecto al mecanismo de represión.
El primero de ellos es que todo el proceso se produce en forma inconsciente. Lo
inconsciente no es sólo el material reprimido. Las actividades del ego que
constituyen la represión son igualmente inconscientes. Uno no se da más cuenta
de que está ―reprimiendo‖ algo que de si lo está olvidando. Lo único que uno
puede apreciar es el resultado. Sin embargo, hay una actividad consciente que es
bastante análoga a la represión. Esta actividad suele conocerse como supresión
en la literatura psicoanalítica. Es la conocida decisión de olvidar algo y de no
pensar más en ello. Es más que probable que haya intermedios entre la represión
y la supresión y es posible que no exista una línea neta de demarcación entre
ambas. Empero, cuando usamos la palabra ―represión‖ queremos decir que el
impedimento de acceso a la conciencia y la erección de una contracatexia durable
se han producido en forma inconsciente.

El segundo de estos puntos finales es que cuando se reprime algo no basta


decir que se ha impedido por la fuerza su ingreso a la conciencia; tiene tanta
importancia como eso el comprender que lo reprimido se ha separado
funcionalmente del ego y que ha pasado a ser parte del ello.

Tal afirmación requiere alguna explicación. Hasta ahora en nuestra


consideración de la represión hemos hablado de una oposición o conflicto entre el
ego por una parte y un impulso del ello por la otra. Por cierto que no tendría mayor
sentido decir que la represión hace que un impulso del ello sea parte del ello. Lo
que debemos comprender en conexión con esto es que los recuerdos, fantasías y
emociones que están íntimamente asociados con el impulso del ello en cuestión
comprenden muchos elementos que formaban parte del ego antes de que se
produjera la represión. Después de todo, antes de la represión las funciones del
ego estaban al servicio de este impulso particular del ello como también lo estaban
al servicio de otros, de modo que el impulso del ello y las operaciones del ego
formaban más bien un conjunto armónico antes que dos partes antagónicas.
Cuando se produjo la represión resultó reprimido el conjunto, con la consecuencia
de que en realidad se sustrajo algo de la organización del ego y se le agregó al
ello. Es fácil comprender, si se tiene en cuenta este hecho, que un grado indebido
de represión es perjudicial para la integridad del ego. Podemos apreciar ahora que
cada represión disminuye efectivamente la extensión del ego y lo hace, por tanto,
menos efectivo de lo que ha sido. Podemos añadir, como un método adicional por
el cual la represión reduce la eficacia o "fuerza" del ego, que cada represión
requiere del ego un gasto nuevo de su cantidad limitada de energía, con el fin de
mantener la contracatexia necesaria

El segundo mecanismo de defensa que consideraremos será el


denominado formación de reacción. Este es un mecanismo por el cual una de un
par de actitudes ambivalentes, verbigracia, el odio, se hace inconsciente y
permanece inconsciente por la exageración de la otra, que en este ejemplo sería
el amor: De este modo el odio aparece cómo remplazado por el amor, la crueldad
por la gentileza, la obstinación por la condescendencia, el goce de la suciedad por
la prolijidad y limpieza, y así sucesivamente, aun cuando la actitud ausente
persista en forma inconsciente.

Aunque estamos más acostumbrados a pensar en formaciones de reacción


como las mencionadas más arriba, que actúan en el sentido de que el individuo
abandona alguna forma de conducta inaceptable para la sociedad por una
conducta que es más aceptable para los padres y maestros, también es
perfectamente posible que ocurra lo inverso, es decir que el odio aparezca como
una formación de reacción contra el amor, la obstinación en vez de la
condescendencia, y demás. Lo que es decisivo en la determinación del carácter
preciso de la formación de reacción en cada caso particular, es la respuesta a esta
pregunta: ―¿Qué es lo que el ego teme como peligro y a lo cual reacciona, por
tanto, con la señal de angustia?‖ Si por alguna razón el ego teme el impulso al
odio o, para mayor exactitud, teme los impulsos asociados con el odio, entonces la
actuación del mecanismo de defensa de formación de reacción dominará aquellos
impulsos y los mantendrá dominados por la acentuación y fortalecimiento de la
actitud de amor. Si el amor fuera lo temido, entonces se produciría la situación
inversa.
Por ejemplo, una persona puede generar una actitud de gran ternura y
afecto hacia los seres humanos o los animales con el fin de dominar y mantener
inconscientes los impulsos muy crueles y aun sádicos hacia ellos. A la inversa,
puede ocurrir en el curso de un tratamiento psiquiátrico o psicoanalítico que la ira
consciente del paciente hacia el terapeuta esté originariamente motivada por la
necesidad inconsciente de su ego de defenderse contra la salida de sentimientos y
fantasías de amor hacia ese profesional. Una consecuencia de nuestro
conocimiento de la actuación de este mecanismo de defensa es que siempre que
observemos una actitud de este tipo que sea irreal o excesiva, debemos meditar si
no estará tan exagerada como defensa contra la antagónica. Así podríamos
esperar que un devoto pacifista o antiviviseccionista, por ejemplo, tenga fantasías
de crueldad y odio que a su ego se le aparecen como particularmente peligrosas.

Estimamos que la formación de reacción se produce en forma inconsciente,


como dijimos antes que es el caso de la represión, y como por cierto es la
situación con la mayoría, si no todos, los mecanismos de defensa del ego. Pero
también aquí hay alguna ventaja en reconocer las analogías con la formación de
reacción que existen en nuestras vidas mentales conscientes. Lo que en modo
inconsciente ocurre en la- formación de reacción es por lo menos similar a lo qué
se produce en forma consciente en la mente del sicofanta, del hipócrita o aun, bajo
ciertas circunstancias, del buen huésped. Cada uno de éstos se dice a sí mismo:
―Simularé que me agrada esta persona, aunque mis sentimientos verdaderos o
profundos hacia él sean distintos, o hasta directamente opuestos‖. Lo que
debemos evitar es el confundir similitud con identidad. Cuando se produce un
procesó así ello significa un mero ajuste temporario. La verdadera formación de
reacción, por lo contrario, altera en forma permanente al ego y al ello del individuo
en que se produce, en forma muy igual a aquella en que lo hace la represión.

Antes de pasar al siguiente de los mecanismos de defensa, deseamos


hacer una observación final que servirá para ilustrar la complejidad y la
interrelación de las actividades del ego en general, así como las dificultades que
yacen en el camino de cualquier intento de simplificar la discusión de los
mecanismos de defensa del ego procediendo en forma más bien esquemática.

Consideremos el caso de un niño de dos años cuya madre dé a luz un


hermano. Sabemos que un resultado inevitable de tal experiencia es que el niño
de dos años procure liberarse del niño que a sus ojos lo está privando del amor y
las atenciones que desea obtener de su madre. Ese deseo hostil se puede
manifestar de palabra o de hecho en medida reconocible o aun puede resultar un
grave peligro para el bebé. Pero el niño descubre pronto que su hostilidad hacia el
hermano es de sumo desagrado para la madre y la consecuencia habitual es que
se defienda contra la aparición de esos impulsos hostiles a causa del miedo a
perder el amor de la madre. Puede ser que la defensa empleada por el ego sea la
represión. En-ese caso estimamos que los impulsos hostiles y sus derivados
quedan excluidos del ego, se unen al ello y su acceso a la conciencia queda
impedido por una contracatexia permanente.

Además de la desaparición de la conciencia del niño con respecto a los


impulsos hostiles hacia su hermano, no es raro observar un cierto grado de amor
hacia el hermano, que puede variar mucho en su intensidad, pero que con
seguridad podemos adjudicárselo también a las actividades de defensa del ego,
en particular a una formación de reacción. Parece que el ego se ha valido de dos
mecanismos para defenderse contra los impulsos hostiles del ello que le
atemorizan y claro está que esos dos son la represión y la formación de reacción.

En realidad nuestra experiencia clínica nos dice que los mecanismos de


defensa rara vez se emplean en forma aislada o siquiera de a pares. Por lo
contrario, se utilizan muchos a la vez, aunque en un caso puedan ser uno o dos
los mecanismos más importantes o primarios.

Pero esto tampoco considera en forma exhaustiva las complicaciones


inherentes a nuestro ejemplo simple. Comprendemos muy bien que al reprimir su
hostilidad el niño reaccionara como si la madre le hubiera dicho: ―No te amaré si
odias a tu hermanito‖. Su respuesta habría sido: ―No odio a ese niño y por tanto no
tengo por qué temer que no me ames‖. La frase ―no odio a ese niño‖ es la
manifestación verbal de lo ejecutado por la represión.

Para evitar la posibilidad de una incomprensión de esto haremos notar entre


paréntesis que no queremos implicar que tal conversación se produzca en efecto
entre la madre y el niño, sino sólo que el efecto es como si esa conversación
hubiera existido. Aunque las palabras mismas jamás hubieran sido pronunciadas,
los pensamientos expresados por las palabras se corresponden con lo sucedido
en realidad. Pero los vocablos que hemos empleado hasta ahora tienen que ver
sólo con la represión, y, como hemos visto, la formación de reacción también
forma parte de la defensa del niño. Mediante esta formación de reacción el niño
dijo: ―No odio a ese niño, lo amo‖. ¿De dónde proviene ese ―lo amo‖? Por cierto
que experimentamos enfáticamente que posee un valor defensivo interior pues es
mucho más difícil admitir sentimientos de odio hacia quien manifestamos amar
que hacia quien miramos con indiferencia. Por cierto aun, que muchas madres no
dicen sólo que ―Tú no debes odiar a tu hermano‖, sino que dicen con toda claridad
que ―Tú debes amar a tu hermano‖, de modo que para ese niño es lógico que
amar al hermano sea una seguridad contra el temor de perder el amor de la
madre. Pero la experiencia psicoanalítica enseña además que, cuando un niño de
dos años ―ama al bebé‖ lo hace sólo en una forma muy especial y plena de
significaciones. Actúa como si él mismo fuera la madre y la imita en sus actos y
actitudes hacia la criatura; en otras palabras, se identifica inconscientemente-con
la madre.

Con lo que hemos sido llevados a una conclusión inesperada: que el


proceso de identificación puede ser parte de una formación de reacción o quizás
un preludio necesario para ella y nos hace meditar si los mecanismos de defensa
no podrían ser de dos tipos, aquellos que son elementales o no reductibles y
aquellos que son reductibles a lo que podríamos denominar los mecanismos
elementales. Esta es una cuestión que aún aguarda la respuesta definitiva. Anna
Freud (1936) en su trabajo clásico sobre El ego y los mecanismos de defensa se
refirió: a la sugerencia de algunos autores, de que la represión es el mecanismo
de defensa básico y que todos los otros mecanismos o refuerzan una represión o
entran a actuar cuando fracasa una represión. Anna Freud misma propuso como
implicación el valor de estudiar y probablemente de clasificar los mecanismos de
defensa sobre una base genética o evolutiva, es decir comenzando por los
mecanismos de defensa más primitivos o hasta quizá por los precursores de los
mecanismos de defensa propiamente dichos y trabajando paso por paso llegar
hasta los mecanismos de defensa .finales, de relativa gran evolución. Es
interesante que esta sugerencia, que parece como tal ser estimulante, no haya
sido aún aceptada y seguida, por lo menos de lo que se puede apreciar por la
literatura.

Sin embargo, volviendo por ahora a la sugerencia de que la represión es el


mecanismo de defensa y que todos los otros son a lo sumo auxiliares de la
represión, debemos confesar nuestra incapacidad para llega): a una decisión final
sobre esta cuestión. La dificultad surge de nuestra imposibilidad de caracterizar o
describir la represión excepto en términos de su resultado. Es claro que el
resultado consiste en que algo es ―olvidado‖, es decir, impedido su acceso a la
conciencia. También es cierto para cualquier otro mecanismo de defensa que
impide que algo alcance la conciencia. Que también sea cierto para estos otros
mecanismos "de defensa el que los detalles del proceso de trabar el acceso a la
conciencia y los detalles del resultado final sean igualmente lo bastante similares a
los detalles correspondientes del mecanismo que hemos acordado denominar por
el nombre especial de represión, es algo que no podemos asegurar aún.

Prosigamos con nuestro catálogo de los mecanismos de defensa. La


palabra aislamiento ha sido usada en la literatura psicoanalítica para designar dos
mecanismos de defensa que no son del todo similares, aunque ambos son
característicos de pacientes con un tipo particular de síntoma neurótico que se
suele denominar obsesivo. El significado más común de esta palabra es un
mecanismo que Freud denominó originariamente aislamiento del afecto, pero que
podríamos nombrar mejor como represión del afecto o represión de la emoción.
En tales casos una fantasía relacionada con un deseo o recuerdo crucial del
pasado puede tener fácil acceso a la conciencia, pero la emoción por lo general
dolorosa que suele estar relacionada con aquélla no logra, en cambio, el acceso a
la conciencia. Más aún, tales pacientes suelen componérselas para evitar el sentir
demasiada emoción de tipo alguno. Este proceso de represión de la emoción
comienza como un impedimento del acceso a la conciencia de las emociones de
dolor o temor, es decir, que actúa con claridad en interés del principio del placer y
en muchos casos no va más allá de esto. Sin embargo, en algunas personas
desdichadas esto va tan lejos que al final no experimentan emociones de ninguna
clase y parecen una caricatura de aquella ecuanimidad que los antiguos filósofos
proponían como un ideal.

El otro significado de la separación corresponde a un mecanismo mucho


más raro que Freud consideró en la sección de El problema de la angustia (1926)
que corresponde a la psicopatología de las obsesiones. Es un proceso
inconsciente por el cual un pensamiento determinado queda literalmente
separado-de los pensamientos que le precedieron y de los que le siguen mediante
un breve período en blanco. Al privar así al pensamiento aislado de toda conexión
por asociación en la mente, el ego tiende a reducir al mínimo la posibilidad de su
reingreso a la conciencia. El pensamiento se considera como ―intocable‖.

Como hemos dicho, ambos tipos de aislamiento es característico hallarlos


en asociación con los síntomas de obsesión. Otro mecanismo de defensa que está
relacionado en forma característica con tales síntomas es el de la anulación: Este
consiste en Una acción que tiene el propósito de desaprobar o deshacer él daño
que el individuo en cuestión imagina en forma inconsciente que puede haber
causado con sus deseos, sean éstos sexuales' u hostiles; Por ejemplo, un niño
cuyos deseos hostiles hacia el hermano menor podrían producirle una gran
angustia si se hicieran conscientes, puede experimentar en vez un deseo
inconsciente y fuerte de salvar animales enfermos o heridos y cuidarlos y sanarlos.
En el caso citado el niño, con sus esfuerzos para curar está en forma inconsciente
anulando el daño a su hermano que sus deseos hostiles pueden causarle en
fantasía.
Muchos casos de comportamiento ritual en los niños y en los adultos
poseen elementos que se pueden explicar sobre esta base, es decir, que están
tratando en forma consciente o inconsciente de anular los efectos de algún
impulso del ello que el ego considera peligroso. A veces el significado del ritual es
obvio. Hasta puede ser casi o del todo consciente en el paciente mismo. Con
mayor frecuencia no es fácil descubrir el significado del mecanismo de anulación
porque ha sido distorsionado y disfrazado, como en el ejemplo citado más arriba,
antes de permitir que se haga consciente. Hay algo que puede decirse a este
respecto y es que toda la idea de la anulación es de tipo mágico y es probable que
tenga su origen en aquellos primeros años de la infancia donde las ideas mágica.'
minan tanto la vida mental.

Otro mecanismo de defensa importante es el de la negación. Anna Freud


(1936) usó esta palabra para referirse al rechazo de una porción de realidad
externa indeseada o no placentera, sea por medio dé una fantasía complaciente o
de la conducta. Por ejemplo, un niño que tenga miedo a su padre puede decir- de
sí mismo que es el hombre más fuerte del mundo y que acaba de ganar el
campeonato mundial de los pesos pesados y andar por toda la casa con el
cinturón correspondiente al campeonato obtenido. En este ejemplo lo que el niño
rechaza son sus propias dimensiones reducidas y su debilidad en relación con su
padre. A estos hechos de la realidad los rechaza y remplaza por una fantasía y
conducta que gratifican los deseos del niño de una superioridad física sobre el
padre.

El término ―negación-‖ parece haber sido usado también para referirse a


una actitud similar hacia los datos de la experiencia interior, es decir, hacia la
realidad interior. En el ejemplo antecitado se puede afirmar que el niño negó su
propio miedo. Este uso de la palabra ―negación‖ no parece deseable, puesto que
el emplearlo en este sentido lo hace muy similar al concepto de supresión que
hemos definido con anterioridad o, quizá, lo hace en esencia un paso en el camino
a la represión. El significado original de ―negación‖ se refiere más bien al bloqueo
de ciertas impresiones sensoriales provenientes del mundo exterior. Si no se les
niega efectivamente el acceso a la conciencia, por lo menos se les presta tan poca
atención como sea posible y las consecuencias dolorosas de su presencia quedan
anuladas en parte.

Otra confusión que surge a veces en conexión con el uso de la palabra


―negación‖ en las-consideraciones de los problemas de defensa, se debe al hecho
de que la naturaleza misma de la- defensa reside en que algo está siendo negado,
así como lo más común en el carácter de la defensa es que a algo se le impide el
acceso a la conciencia. El ello dice ―sí‖ y el ego dice ―no‖, en todo acto de defensa.
No obstante, no parece muy justificado inferir de esto, como lo han hecho algunos
autores, que el mecanismo específico que Anna Freud describió como negación
en la fantasía esté involucrado en la actuación de todo mecanismo de defensa.

Podemos agregar que el mecanismo de defensa de la negación está


bastante relacionado con ciertos aspectos del juego y del soñar despierto o que
desempeña un papel importante en estas dos actividades durante toda la vida. El
concepto íntegro de actividades de recreación como medio de evasión de los
cuidados y frustraciones dé nuestras vidas diarias es obvio que‘ se aproxima a la
actuación de la negación como mecanismo de defensa.

El mecanismo siguiente que deseamos discutir es el de la llamada


proyección. Este es uní mecanismo de defensa que resulta en la atribución
individual de un impulso o deseo que le pertenece a sí mismo, a alguna otra
persona o, con la misma razón, a algún objeto impersonal del mundo exterior. Un
caso patológico notorio sería el del enfermo mental que proyecta sus impulsos de
violencia y que en consecuencia, por error, se creyera a sí mismo un peligro físico
por parte de la policía, los comunistas o el vecino, según el caso. Tal paciente se
clasificaría comúnmente en la clínica como afectado por una psicosis paranoidea.

Es importante consignar, sin embargo, que aunque la proyección


desempeña un papel tan importante en las psicosis paranoideas, actúa también en
las mentes de personas que no están mentalmente enfermas La experiencia
psicoanalítica ha mostrado que muchas personas atribuyen a otras los deseos e
impulsos que les pertenecen, que no les parecen aceptables y de los que
inconscientemente tratan de desprenderse, mediante el mecanismo de
proyección. Es como si tales personas dijeran en forma inconsciente: ―No soy yo el
que tuvo esos malos deseos (o peligrosos), sino él‖. El análisis de estos individuos
nos ha demostrado que los crímenes y vicios que atribuimos a nuestros enemigos
en tiempos de guerra, los prejuicios que poseemos contra los extraños, contra los
extranjeros, o contra .aquellos de piel de distinto color de la nuestra, y muchas de
las supersticiones y creencias religiosas son a menudo, íntegramente o en parte,
el resultado de una proyección inconsciente de deseos e impulsos propios.

Por estos ejemplos podemos comprender que si se utiliza la proyección


como mecanismo de defensa en una extensión muy grande en la vida adulta, la
percepción en quien así lo haga de la vida externa quedará seriamente
distorsionada o, en otras palabras, la capacidad de su ego para el criterio de la
realidad estará muy disminuida. Sólo un ego que pueda abandonar con facilidad
su capacidad de discernir la realidad sin error se podrá permitir el uso extenso de
esta defensa. Estas mismas observaciones valen con respectó al empleo de la
negación como mecanismo de defensa en la vida adulta.

La proyección es, por tanto, un mecanismo de defensa que normalmente


desempeña su papel destacado durante los primeros años de vida. Con toda
naturalidad la criatura muy pequeña atribuye a otros, personas, animales o aun a
objetos inanimados, los sentimientos y reacciones que él mismo experimenta,
hasta cuando no está comprometido en una lucha defensiva contra sus propios
sentimientos y deseos, y la tendencia a repudiar la conducta o los impulsos
indeseados mediante su atribución a otros es obvia en esos primeros años.
Sucede a menudo que el niño, cuando se lo acusa o se lo reta por alguna
travesura, dice que no fue él sino otro chico, con frecuencia imaginario, el que en
realidad lo- hizo. Como adultos nos inclinamos a estimar una excusa así como un
engaño consciente de parte del niño, pero los psicólogos infantiles nos aseguran
que el niño muy pequeño acepta su proyección como verdadera y espera que sus
padres o niñeras hagan lo mismo.
Podría ser oportuna una palabra final acerca del posible origen del
mecanismo de proyección. Se ha sugerido (Stárcke, JL920; van Ophuijsen, 1920:
Arlow, 1949) que el modelo para el mecanismo psicológico de separar de los
pensamientos y deseos propios alguno y proyectarlo hacia el mundo exterior es la
experiencia física de la defecación, que le es familiar al niño desde su más tierna
infancia. Sabemos por observaciones orientadas psicoanalíticamente que el
pequeño considera a sus heces como una parte de su propio cuerpo y parece que
cuando emplea, la proyección como mecanismo de defensa procura, en forma
inconsciente, desprenderse de los contenidos mentales como si lo fueran
intestinales.

Otro mecanismo de defensa es el volver un impulso instintivo contra uno


mismo que, más brevemente, es volverse contra si mismo. -Podemos indicar lo
que esto significa por un ejemplo tomado de la conducta infantil, puesto que la
infancia es una época en que este mecanismo, como la proyección y la negación,
se observan con facilidad en la conducta pública. El niño que siente ira hacia otro,
por ejemplo, pero que no se atreve a expresarla contra el objeto original, puede en
vez pegarse, golpearse o lesionarse a sí mismo. Este mecanismo, como la
proyección, pese a su aparente extrañeza, desempeña más de un papel en la vida
mental normal de lo que suele reconocerse, Se acompaña con frecuencia de una
identificación inconsciente con el objeto del impulso contra cuya emergencia el
individuo se defiende. En el ejemplo antecitado, por ejemplo, es como si el niño al
castigarse estuviera diciendo: ―¡Yo soy él, y así es como le pego!‖ ‗

El lector recordará que ya hemos tratado con alguna ex-tensión, en el


Capítulo-III, el proceso de identificación y que allí lo consideramos un factor dé
suma importancia en la evolución del ego. La identificación se utiliza con
frecuencia con propósitos de defensa, pero no existe en general un acuerdo
acerca de si ha de ser clasificada como mecanismo de defensa en cuanto tal, o si
es más correcto contemplarla como una tendencia general del ego que se utiliza
con frecuencia con fines defensivos. En este sentido podemos repetir lo que
dijimos al comienzo de nuestra discusión dé los mecanismos de defensa del ego:
que el ego puede emplear y emplea como defensa cualquier elemento a su
alcance que le ayude a disminuir o a evitar el riesgo surgido de las exigencias de
un impulso instintivo indeseado.

Cuando el ego utiliza la identificación como método defensivo lo modela a


menudo según el acto físico de comer o deglutir. Esto quiere decir qué la persona
que utiliza el mecanismo de identificación en forma inconsciente se imagina que
está comiendo o siendo comido, por la persona con quien se identifica. Tal
fantasía es el reverso de la asociada con el mecanismo de proyección, que el
lector recordará que como modelo inconsciente aparenté tenía el de la defecación.

Los términos introyección e incorporación también se hallan en la literatura


empleados para; designar la fantasía inconsciente de unión con -otro por
ingestión. Algunos autores han intentado hacer distinciones entre estos diversos
términos, pero en el uso común son en esencia sinónimos del término
identificación.

Debemos mencionar aún otro mecanismo que ocupa una posición


importante entre las operaciones defensivas del ego, que es la regresión. Sin
embargó, pese a su importancia como defensa, la regresión y la identificación son
mecanismos de importancia más amplia que el mecanismo de defensa; en sí.
Podemos suponer que la tendencia a la regresión es una característica
fundamental de nuestras vidas instintivas y, como tal, ya la hemos mencionado en
el Capítulo IÍ. La importancia de la regresión instintiva como defensa reside en que
frente a conflictos graves sobre deseos de la fase fálica del desarrollo instintivo,
por ejemplo, se puede abandonarlos por completo o en parte para retornar o
regresar a los fines y deseos de una etapa previa, anal u oral, y evitar así la
angustia que sería causada por la persistencia de los deseos fálicos. En algunos
casos tal regresión instintiva que, incidentalmente, es con mas frecuencia parcial
que completa, basta para solucionar el conflicto entre el ego y el ello a favor del
primero, de donde resulta un equilibrio intrapsíquico relativamente estable sobre la
base de que los deseos de los impulsos pre fálicos han sido sustituidos en forma
más ó menos completa por los fálicos. En otros casos la regresión fracasa en la
intención de lograr sus fines defensivos y en vez de un equilibrio relativamente
estable se obtiene un conflicto renovado, esta vez a un nivel pre fálico. A tales
casos, en los cuales se ha producido un grado considerable de regresión instintiva
sin alcanzar una resolución a favor del ego en el conflicto intrapsíquico, es
habitual, que se los halle clínicamente entre los casos más graves de' enfermedad
mental.

Una regresión de este tipo en la vida instintiva se presenta acompañada en


muchos casos por un cierto grado de regresión también en el funcionamiento o en
la evolución del ego. Cuando una regresión tal .del, funcionamiento del ego
constituye una característica prominente en la vida mental de un individuo que
persiste en la edad adulta, ha de ser considerada siempre como patológica.

Esto completa la lista de mecanismos de defensa que hemos de estudiar:


represión, formación de reacción, aislamiento de afecto, aislamiento propiamente
dicho, anulación, negación, proyección, vuelta, contra sí mismo, identificación o
introyección y regresión. Todos actúan en mayor o menor grado en la evolución
psíquica normal, en su funcionamiento y en diversos estados patológicos.

Unido a ellos, aunque distinto, está el mecanismo mental que Freud (1905
b) denominó sublimación. Como se la concibió originariamente, la sublimación era
la contraparte normal de los mecanismos de defensa, considerados entonces
estos últimos como en relación con una disfunción psíquica. Hoy decimos más
bien que el término sublimación expresa un cierto aspecto de la función normal del
ego. Hemos dicho repetidas veces en el Capítulo IV y en éste que las funciones
normales del ego están orientadas hacia la obtención del máximo de satisfacción
de los impulsos que pueda coexistir con las limitaciones impuestas por el medio.
Para ilustrara el concepto de sublimación, tomemos como ejemplo, el deseo
infantil de jugar con las heces, que es, claro esta, un derivado de los impulsos. En
nuestra civilización este deseo se ve opuesto intensamente por los padres o los
sustitutos. Sucede a menudo que el niño abandona el jugar con las haces y se
pone en vez a jugar con tortas de barro. Mas tarde esto podrá ser remplazado por
el modelado de arcilla o plastilina, y en casos excepcionales esa persona podrá
hacerse en la vida adulta escultor aficionado o aun profesional. La investigación
psicoanalítica indica que cada una de estas actividades sustitutivas brindan un
cierto grado de gratificación infantil del jugar con sus heces. No obstante, en cada
una de esas ocasiones la actividad deseada originaria se ha modificado en el
sentido de la aceptación y aprobación social. Más aun, el impulso original, como
tal, se ha hecho inconsciente en la mente del individuo, ocupado por el modelado
o esculpido de arcilla o plastilina. Por fin en la mayoría de tales actividades
sustitutas el proceso secundario representa un papel mas importante que en el
deseo o actividad infantil original. Por cierto que esto es obvio en el ejemplo que
hemos elegido y no así en el caso de una persona que se ha hecho especialista
en parásitos intestinales en vez de escultor.

Lo que denominamos sublimación es esa actividad sustitutiva, que al mismo


tiempo se adapta a las exigencias del medio y da una medida dé gratificación
inconsciente al derivado de un impulso infantil qué fuera repudiado en su forma
original. En nuestros ejemplos, el jugar con tortas de barro, modelar, esculpir y
estudiar los parásitos intestinales son todas sublimaciones del deseo de jugar con
las heces.

Podemos decir del mismo modo que son todas manifestaciones, a distintas
edades del funcionamiento normal del ego, que actúa para armonizar y satisfacer
las exigencias del ello y del medio en la forma más completa y eficiente posible.

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