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Ignacio Bosque: «Sobre el concepto de 'colocación' y sus lími-

tes», Lingüística Española Actual 23(1), 2001, pp. 9-40.

SOBRE EL CONCEPTO DE 'COLOCACIÓN' Y SUS


LÍMITES

Ignacio BOSQUE
Universidad Complutense

1. INTRODUCCIÓN

Cuando decimos de algún concepto (sea lingüístico o no) que


"está a caballo entre dos disciplinas" o que sus propiedades se si-
túan "a medio camino" entre las que corresponden a otros concep-
tos bien caracterizados, raramente estamos haciendo un análisis
ajustado de la noción que nos proponemos desentrañar. En la
mayor parte de estos casos, la inestabilidad que atribuimos al
concepto analizado no representa tanto una propiedad que lo ca-
racterice objetivamente (y lo sitúe por tanto en su lugar preciso
entre las nociones teóricas que definen el sistema lingüístico) co-
mo nuestras propias limitaciones para entenderlo teóricamente.
De hecho, solemos presentar la inestabilidad como una caracterís-
tica suya, con lo que nosotros quedamos a salvo, pero no está de
más preguntarse si la presunta irregularidad está propiamente en
él o está más bien en nuestra interpretación del fenómeno, en
nuestra forma de entender las propiedades definitorias de las
áreas, los ámbitos o las disciplinas en las que no nos acaba de en-
cajar la noción a la que nos enfrentamos.
Desde mi punto de vista, el concepto de 'colocación', sobre el
que ya existe una más que abundante bibliografía1, pertenece a
este grupo de fenómenos. Ante otros conceptos que han resultado
polémicos por razones similares —el de 'pronombre clítico' es un
caso paradigmático— la teoría lingüística ha avanzado conside-
rablemente al tratar de delimitar sus propiedades aparentemente
contradictorias (en este último caso, a caballo entre las de la mor-
fología y las de la sintaxis), así como al intentar precisar la natu-

1
El estudio de conjunto más completo que conozco sobre las colocaciones
del español es Koike (2000), con bibliografía muy abundante. Sobre los antece-
dentes del concepto, así como sobre el papel que desempeña en varias ramas de
la lingüística europea reciente véase Corpas (1996) y (en prensa, b), Alonso
Ramos (1994-1995) y Castillo Carballo (1998). Véanse también Hausmann
(1985), (1989) y (1998), García-Page (2001) y (en prensa), Ruiz Gurillo (1997)
y (1998), además de los trabajos reunidos en este volumen.

1
raleza de las unidades y las relaciones que se definen en esos nive-
les de análisis. Así pues, el estudio detallado de los pronombres
clíticos que se ha llevado a cabo en la lingüística teórica en los úl-
timos diez o quince años no ha servido solo para entender mejor
esas unidades, sino también para comprender más profundamente
las propiedades definitorias de la morfología y la sintaxis, es decir,
las dos áreas entre las que esos pronombres se sitúan a caballo.
Parece lógico actuar de forma análoga con otros conceptos
que, como el de 'colocación', se presentan casi siempre como 'uni-
dades semiidiomáticas' desde su misma definición. De hecho, mu-
chos estudiosos sitúan las colocaciones en algún punto intermedio
entre la gramática y la lexicografía. Son también numerosos los
especialistas que entienden que el estudio de las colocaciones for-
ma parte de la fraseología, pero algunos hacen notar que no por
ello queda fuera del ámbito estricto de la sintaxis y de la semán-
tica léxica en su relación con la gramática.
En este trabajo apoyaré la idea de que las propiedades caracte-
rísticas de las colocaciones no demuestran que esas unidades for-
men parte propiamente de la fraseología, sino que pertenecen más
bien a la llamada 'interfaz léxico-sintaxis'. Sugeriré que gran par-
te de ellas constituyen manifestaciones de un concepto ya necesa-
rio en la gramática por razones independientes: el de 'selección
léxica'. Los predicados (sean verbales, adjetivales, adverbiales o
preposicionales) seleccionan a sus argumentos, y al hacerlo res-
tringen el conjunto de entidades que pueden denotar en función
de rasgos semánticos que vienen a ser muy abiertos unas veces y
considerablemente restringidos otras. En muchísimos de estos ca-
sos (y frente a lo que parece sugerir una buena parte de la biblio-
grafía), no son piezas aisladas las unidades seleccionadas por los
predicados, sino clases léxicas de mayor o menor intensión. Las
'bases' que se proporcionan habitualmente para los 'elementos co-
locativos'2 (o simplemente 'colocativos') no constituyen casos úni-
cos de compatibilidad semántica, aun cuando la frecuencia de ta-
les combinaciones sea más alta que la que muestran otros miem-
bros de esos paradigmas.
Si el concepto de 'colocación' queda englobado en el de 'selec-
ción léxica', el problema de analizar las colocaciones pasa a ser el
de interpretar la frecuencia y la preferencia, no tanto la compati-
bilidad. Ciertamente, el hecho de que entre varias combinaciones
compatibles de una serie de piezas léxicas, una o dos entre ellas
predominen marcadamente sobre las demás es un hecho que no
debe de ser desestimado. Sugeriré que muchas de estas situaciones
pueden interpretarse como casos particulares de otro concepto

2
Adopto la distinción de Hausmann, ya general en la bibliografía sobre las
colocaciones. A veces se usa el término colocado, que prefiere Corpas (en pren-
sa, b) y colocador, que prefiere Írsula (1992), en lugar de colocativo. Coseriu
(1967) usa el término lexema determinado con un significado próximo al de co-
locativo, y lexema determinante con un significado cercano al de base.

2
que no es exclusivo del análisis lingüístico, ni siquiera del literario
o del sociológico: el de 'lugar común'.

2. LÍMITES DE LAS APROXIMACIONES ESTADÍSTICAS AL CONCEPTO


DE 'COLOCACIÓN'

Las aproximaciones meramente estadísticas al concepto de 'co-


locación' resultan insuficientes desde el punto de vista conceptual,
como ya se ha señalado alguna vez3. Aun así, son muy numerosas
(véase Federici y otros 2000 y la bibliografía allí citada), y de
hecho en algunos congresos monográficos se presta particular
atención al estudio de las formas de establecer automáticamente
esos cálculos, que se basan en la frecuencia de coaparición de las
palabras4.
Si con las aproximaciones estadísticas se pretende únicamente
cribar corpus grandes de forma que se proporcione al investigador
un conjunto de datos entre los que pueda luego realizar alguna se-
lección que se acerque más a sus intereses, estas herramientas
tendrían, desde luego, cierta utilidad, como la tienen los progra-
mas de concordancias o los indexadores automáticos. Pero me pa-
rece justo reconocer que los listados de datos que proporcionan
tales programas informáticos distan mucho de constituir en sí
mismos una aportación directa a la ciencia del lenguaje, como-
quiera que ésta se defina. El reciente diccionario de colocaciones
elaborado por la editorial Collins (CCEC, véase el siglario final)
constituye quizás la muestra más clara de las limitaciones a las
que me refiero. Este diccionario posee unas diez mil entradas y
contiene más de dos millones y medio de ejemplos procedentes del
Bank of English. Dada la importancia objetiva que tiene en el
mundo de la lexicografía la editorial que lo presenta, no será ocio-
so detenerse brevemente en algunas características de este diccio-
nario, particularmente en las que no me parecen más dignas de
ser imitadas en obras análogas.
Soy consciente de que, como han hecho notar Zuluaga (1998:
24), Corpas (en prensa, a y b) y otros autores, el llamado "con-
textualismo británico" se caracteriza por un uso muy laxo del
término colocación. Pero quisiera resaltar que la cuestión no es
exactamente si el concepto que una determinada escuela propone
abarca una extensión mayor o menor, sino más bien si esa exten-
sión define un dominio de conocimiento que se acota o se caracte-
riza de manera apropiada. Desde luego, llama mucho la atención

3
Cf. Alonso Ramos (1994-1995) y Koike (2000), entre otros trabajos.

4
Uno de ellos es el celebrado recientemente en Toulouse: COLLOCA-
TIONS: Computational Extraction, Analysis and Exploitation. Toulouse, Julio
2001. Más información en:
http://www.irit.fr/ACTIVITES/EQ_ILPL/aclWeb/acl2001.html

3
que entre las (así llamadas) 'colocaciones' que muestra este dic-
cionario para múltiples verbos estén los cuantificadores y los ad-
verbios focales: palabras como much, very, only, anything e
enough. Es indudable que estas palabras aparecen FRECUENTE-
MENTE junto a los verbos, y por tanto es evidente que el progra-
ma informático las seleccionará como candidatos. Sin embargo, no
alcanzo a entender en qué nos ayuda este hecho a entender su
combinatoria, o en general cualquier aspecto de la gramática o
del léxico del inglés, o de la lengua a la que este sistema se aplica-
ra. Lo mismo puede decirse respecto de los sustantivos en relación
con los determinantes, los demostrativos o los cuantificadores
nominales. El lector no comprende por qué aparecen estos ele-
mentos en un listado de lo que los autores llaman 'colocaciones';
tan solo entiende que un programa estadístico que busque concu-
rrencias frecuentes los seleccionará automáticamente.
Si prescindimos de las partículas y nos centramos en las uni-
dades léxicas comprobaremos que los problemas que surgen de
una aproximación estadística de este tipo no son menores. Vea-
mos un ejemplo. El CCEC proporciona para el adverbio rarely in-
finitivos o participios de los verbos see, use, find, work y get.
Ahora bien, es muy evidente que estos no son los únicos verbos
que admite el adverbio rarely en inglés, o sus equivalentes en es-
pañol y en otras muchas lenguas. Cuando el lector encuentra esta
lista de verbos en la entrada correspondiente a rarely se plantea
inmediatamente dos preguntas, que conviene hacerse separada-
mente:
a) La primera es: ¿Hemos de entender que la relación que se
establece entre rarely y el verbo al que modifica constituye un ca-
so de 'colocación'? Para los autores de la obra citada es evidente
que la respuesta es SÍ, porque da la impresión de que entienden
por 'colocación' cualquier combinación sintáctica de dos palabras
que muestre una frecuencia alta en un corpus representativo. Pe-
ro si el concepto de 'colocación' ha de tener algún significado en-
tre las unidades del análisis lingüístico (esto es, entre las unidades
que nos permiten entender el idioma), parece evidente que la res-
puesta más razonable a esta pregunta debiera ser NO. Los adver-
bios de frecuencia como rarely no están restringidos por el predi-
cado al que modifican (sí en cambio en lo relativo a su posición
sintáctica), puesto que no establecen léxicamente la manera en
que se caracteriza la acción verbal5. Así pues, no es evidente que
un diccionario de colocaciones haya de dar entrada a esta pala-
bra, ni a otras como ella, si parte de alguna definición de 'coloca-

5
No sucede así, como es sabido, con otras clases de adverbios, en particular
con los llamados 'elativos'. Greenbaum (1972, 1974) presentaba muchas de es-
tas restricciones con adverbios intensificadores: doggely (insist), desperately
(need), entirely (agree), greatly (appreciate, forget, admire), badly (need), etc.
Para las colocaciones adverbiales del español véanse García-Page (1994-1995),
(en prensa) y (en este volumen).

4
ción' que no acepte ciegamente cualquier coaparición frecuente de
palabras detectada por un programa informático.
b) La segunda pregunta es ésta: ¿Qué interpretación debemos
dar al hecho objetivo (atestiguado y bien documentado) de que
los verbos see, use, find, work y get sean los que aparecen más
frecuentemente con el adverbio rarely en inglés? No estoy seguro
de que esta pregunta tenga respuesta. Me parece que el constatar
que ciertas acciones se realizan más frecuentemente que otras no
nos ayuda a comprender ninguna característica fundamental de
las palabras que las designan. A lo sumo, estos hechos nos infor-
man de que entre las acciones que los seres humanos realizan a
menudo están las que representan estos verbos, como podrían es-
tar otras muchas. Como es obvio, una información estadística
atestiguada sobre determinadas combinaciones de palabras no se
convierte necesariamente en una información lingüísticamente re-
levante.
Los ejemplos de este tipo aparecen por docenas en el dicciona-
rio al que me refiero, junto a casos de verdaderas 'colocaciones',
en el sentido restringido del término, y lo cierto es que cualquier
aproximación al concepto de 'colocación' que se base en pautas
estadísticas similares estará seguramente sujeto al mismo riesgo
potencial. Así, en la entrada correspondiente se nos indica que el
verbo inglés protect forma 'colocaciones' cuando admite (como su-
jetos unas veces y como complementos otras) los sustantivos
troops, force, government, children, rights y people. He buscado
en un corpus de prensa española suficientemente amplio los com-
plementos más frecuentes del verbo proteger, y entre los sustanti-
vos que el programa de concordancias ha proporcionado están
familia, ciudadanos, medio ambiente, derecho(s), niños y zona.
Podría pensarse que, si se elaborara para el español un diccionario
similar al CCEC, estos sustantivos deberían estar entre los que
aparecieran en dicha entrada. Pero resulta mucho más razonable
entender que tales sustantivos no nos proporcionan ninguna pro-
piedad lingüística (denotativa, intensional) del verbo al que modi-
fican, sino una propiedad externa (designativa, extensional) de las
entidades del mundo a las que resulta frecuente aplicar esa ac-
ción. No descarto que un sociólogo pueda encontrar útiles este ti-
po de listas, pero me parece claro que tales índices de frecuencia
no constituyen propiamente 'datos lingüísticos' (ni léxicos, ni sin-
tácticos, ni fraseológicos, ni siquiera pragmáticos), es decir, datos
que el lingüista pueda considerar parte esencial de su trabajo.
La diferencia no es trivial, como han señalado numerosos auto-
res (entre los que destaca E. Coseriu) usando diferentes sistemas
terminológicos. Las clases léxicas definidas intensionalmente son
las que proporcionan informaciones relativas a las restricciones
léxicas que los predicados imponen a sus argumentos. Son las cla-
ses que se obtienen agrupando los complementos posibles de mu-
chos verbos (por poner algún ejemplo, verbos como concitar, pro-
ferir, suscitar, obstaculizar, ejercitar, conmemorar o prorrumpir)
5
o bien agrupando los verbos a los que modifican los adverbios que
restringen clases de eventos, o los adjetivos en función de las cla-
ses de individuos de las que se predican. Frente a estos grupos
léxicos, propiamente lingüísticos, no parece que existan clases
léxicas formadas por los sustantivos que designan seres que pue-
den ser protegidos, triturados, copiados, transportados, revisados
o fotografiados, independientemente de los datos que un corpus
cualquiera pueda proporcionar. Así pues, si un corpus amplio nos
dice que el sustantivo basura es más frecuente que el sustantivo
madera como complemento del verbo triturar no nos estará pro-
porcionando ninguna información LINGÜÍSTICA (esto es, informa-
ción sobre las palabras, su combinatoria o su significado), sino a
lo sumo sobre la frecuencia con la que se realizan ciertas acciones
que afectan a la manipulación de determinados objetos en un de-
terminado ámbito. De igual modo, si construimos un paradigma
que agrupe a todos los sujetos posibles del verbo volar, no obten-
dremos ninguna clase lingüística (ni semántica ni pragmática)6,
sino a lo sumo cierta información sobre el mundo en que vivimos,
es decir, sobre las entidades que tienen la capacidad de moverse
por el aire. Estas clases, que se definen extensionalmente, no son
DENOTATIVAS, sino DESIGNATIVAS. Es cierto que los programas
informáticos no son capaces de distinguir unas de otras, pero no
es menos cierto (y casi trivial) que la informática ha de estar al
servicio de la investigación, no al contrario. Es, por tanto, el lexi-
cógrafo el que debe interpretar los datos que los programas de
búsqueda proporcionan, y, sobre todo, el que debe proponer con-
ceptos teóricos que permitan establecer entre ellos las distinciones
necesarias.
No quiero decir que los límites entre la dos clases léxicas que
menciono estén siempre claros (en Bosque 2000 considero algunos
ejemplos escurridizos). Lo que me interesa resaltar aquí es que
ninguna aproximación estadística al concepto de 'colocación' pue-
de distinguir entre estos dos tipos de restricciones, lo que consti-
tuye en mi opinión una limitación muy considerable de esos enfo-
ques7.
En definitiva, me parece que las aproximaciones estadísticas al
concepto de 'colocación' están más cerca de las 'herramientas in-
formáticas' que de los 'estudios sobre el idioma'. Resulta evidente
que no es posible dar un contenido homogéneo (o siquiera com-
prensible conceptualmente en términos teóricos) al variadísimo

6
Con muy escasas excepciones, como sugieren paradigmas del estilo de Dejó
volar su {imaginación/ fantasía....}.

7
El problema no se plantea, salvo raras excepciones, en los diccionarios de
colocaciones que no se conciben en términos meramente estadísticos, como son
el BBI o el DSC. Tampoco se plantea en el DEC, en el DICE, en el DRL ni en
los demás proyectos similares (véase el siglario que aparece al final de este tra-
bajo).

6
conjunto de fenómenos que recubre este uso laxo del término 'co-
locación', sea cual sea la teoría lingüística sobre la combinatoria
léxica de la que el investigador parta. De hecho, si se desea acu-
ñar algún término que designe este amplísimo uso de collocation,
sería preferible buscar alguno más neutro, como coaparición, o tal
vez algún equivalente suyo. De esta forma se reservaría el término
colocación —como se hace por lo general entre nosotros— para
designar un concepto propiamente lingüístico, es decir, una uni-
dad de análisis que se restrinja en función de los criterios léxicos y
sintácticos que delimitan los ámbitos que cabe establecer en el es-
tudio científico del idioma.

3. LAS COLOCACIONES COMO CASOS DE SELECCIÓN LÉXICA

Desde el punto de vista adoptado aquí (y en el proyecto DRL,


que dirijo)8, la relación entre el 'colocativo' y sus 'bases' viene a
ser un caso particular de la relación entre un predicado y sus ar-
gumentos, lo que convierte a las colocaciones en casos específicos
de selección léxica. Esta aproximación tiene, me parece, numero-
sas ventajas, entre las que destacaré las siguientes:

a) La relación entre los colocativos y las bases raramente es bi-


unívoca, aunque se perciba habitualmente de esta forma en la bi-
bliografía. Así, mientras que los estudios sobre el concepto de 'co-
locación' mencionan una y otra vez combinaciones como enemigo
acérrimo, lo cierto es que son muchos los sustantivos que admiten
ese adjetivo9. Análogamente, es habitual decir que el adverbio so-

8
Véase el siglario que aparecer al final de este trabajo. En Bosque (2000) se
presentan las características fundamentales de este proyecto.

9
Como mostrará el DRL, cabe establecer varios grupos entre ellos. En la
entrada correspondiente se ejemplificarán todos los usos con datos procedentes
de un amplio corpus de textos periodísticos:

a) Sustantivos que designan personas enfrentadas a alguien o algo: enemigo,


adversario, detractor, rival, crítico, opositor...
b) Sustantivos que designan al que apoya o defiende algo o a alguien, muy fre-
cuentemente ideas, posturas, acciones o instituciones: defensor, seguidor,
partidario, militante, fan, forofo, hincha, incondicional, practicante...
c) Sustantivos relacionales (generalmente terminados en -ista o -al) que desig-
nan al partidario o defensor de las personas, movimientos, instituciones o
ideas políticas, religiosas o deportivas que se asocian con el nombre o el
adjetivo del que se derivan: nacionalista, comunista, falangista, europeís-
ta, castrista, madridista, atlético...
d) Sustantivos que designan esas mismas ideas, posiciones e ideologías: antico-
munismo, madridismo, anticlericalismo, individualismo...
e) Sustantivos abstractos que denotan defensa o, más frecuentemente, oposi-
ción, rechazo, enfrentamiento o porfía: defensa, oposición, confrontación,
competencia...

7
bradamente modifica únicamente al verbo conocer o al participio
conocido. Ésta es, en efecto, la combinación más frecuente, pero,
ciertamente, no es la única. He encontrado abundantes datos que
muestran combinaciones del adverbio sobradamente con los ver-
bos demostrar, probar, comprobar, cumplir, merecer, estudiar,
superar, alcanzar, compensar, dar la razón, agotar, prepararse,
transcurrir y algunos más, muchos de ellos con complementos
cuantitativos. Análogamente, a pesar de que el adjetivo supino se
combina preferentemente con el sustantivo ignorancia (un ejem-
plo clásico de 'colocación'), encuentro numerosos testimonios, que
el DRL recogerá, en los que modifica también a incompetencia,
inutilidad, necedad, desconocimiento, estupidez, ridiculez, imbeci-
lidad, hipocresía, irresponsabilidad, egoísmo, cinismo y unos po-
cos sustantivos más, cercanos semánticamente a estos. De la
misma manera, aun cuando la combinación prohibir terminan-
temente se repite una y otras vez en los estudios sobre el concepto
de 'colocación', encuentro testimonios en los que terminantemente
modifica a negar, desmentir, excluir, rechazar, oponerse y a otros
verbos. De nuevo, la combinación que se da como exclusiva es la
más frecuente, pero no la única admisible. Volveré sobre este as-
pecto de las colocaciones en el apartado 4.3.
La situación descrita se extiende a otros muchos casos. De
hecho, se ha hecho notar en repetidas ocasiones que mientras que
las piezas léxicas que constituyen las locuciones no pueden ser re-
emplazadas por sinónimos (tomar {el pelo/*el cabello}), las que
forman las colocaciones admiten la sustitución con suma frecuen-
cia. Pero importa resaltar que los colocativos no eligen sus bases
individualmente. No son las piezas léxicas aceptar o difundir las
que aparecen seleccionadas individualmente por el adverbio uni-
versalmente, sino más bien una serie de clases léxicas formadas
por los verbos que denotan aceptación (aceptar, admitir, aco-
ger...), valoración positiva (aplaudir, celebrar, reconocer...) o ne-
gativa (condenar, detestar, repudiar...), difusión (publicar, tras-
cender, extenderse...), conocimiento (conocer, saber...) y alguna
más. Análogamente, el adverbio poderosamente modifica a verbos
que denotan atracción e influencia (llamar la atención, influir,
marcar, atraer, incidir, afectar, influenciar...), ayuda y contribu-
ción (contribuir, ayudar, revitalizar, favorecer, respaldar...), cre-
cimiento, prominencia o desarrollo (destacar, sobresalir, crecer,
aumentar, prosperar...), semejanza y diferencia (contrastar, pare-
cerse, semejar...) y algunas clases léxicas más que se detallan en
el DRL. El adverbio pesadamente modifica a predicados que de-
notan caída o desprendimiento (caer, desplomarse, desmoronarse,
derrumbarse), otros tipos de desplazamiento (arrastrar, mover,
avanzar, caminar, marchar, subir, empujar) y, ocasionalmente,
ciertas funciones biológicas (dormir, digerir...). Lo mismo en mu-
chísimos casos más.

b) El hecho de que las bases que corresponden a cada colocativo


8
se agrupen no es estrictamente nuevo. El concepto de 'campo co-
locacional' de Hausmann (1985, 1988) viene a reflejar esta idea.
Otros autores se refieren repetidamente a la posibilidad de reco-
nocer paradigmas léxicos en las bases de los colocativos, unidades
entre las que existe una 'sinonimia restringida', en términos de
Benson (1990). Corpas (en prensa, b) entiende que las colocacio-
nes muestran procesos de "delexicalización" en cuanto que en lu-
gar de pares 'colocativo-base' aparecen paradigmas formados por
elementos afines. Entre sus ejemplos figura la serie ayuda, apoyo,
atención, asistencia, colaboración, servicio como complementos
del verbo prestar. Lo que caracteriza quizás el proyecto DRL,
frente a estas otras opciones, es el hecho de que el concepto de
'colocación' no se considera una unidad básica, puesto que el más
general de 'selección léxica' hace adecuadamente sus veces, y se
aplica además a relaciones semánticas no colocacionales.
Así pues, las clases léxicas formadas por los verbos de movi-
miento, de influencia, de afección, de percepción, de actitud pro-
posicional, o por los predicados simétricos, son necesarias en la
gramática independientemente de que existan las colocaciones. Si
las entidades seleccionadas no son piezas, sino clases léxicas, lo
esperable es que las colocaciones muestren conjuntos limitados de
seres o de tipos de eventos, que se restringen en función de tales
propiedades. El adjetivo inextricable, por ejemplo, se predica de
sustantivos que pertenecen a varios paradigmas léxicos. El más
habitual es el constituido por un grupo de nombres que designan
'cosas enredadas o enrevesadas' (maraña, madeja, red, trama, be-
renjenal...), pero otro grupo no menos representativo está forma-
do por una serie de sustantivos simétricos, entre los que están
mezcla, relación, entrecruzamiento, comunicación, lucha y algu-
nos más. Ciertamente, no pertenecen a este paradigma todos los
sustantivos simétricos del español, pero las propiedades de ese
grupo reconocible se establecen a partir de las que configuran di-
cha clase de sustantivos, profusamente estudiada en la bibliogra-
fía gramatical.

c) Como he señalado, los 'colocativos' constituyen predicados en


la aproximación que aquí se defiende, y las bases se interpretan
como argumentos suyos. Naturalmente, esta interpretación am-
plia de 'predicado' implica aceptar que los adverbios de manera,
una subclase de los tradicionales 'adverbios de modo', constituyen
predicados de los eventos (idea que no es ni siquiera polémica en
la semántica moderna), de forma similar a como los adjetivos
modificadores o atributivos se predican de los sustantivos. Nóte-
se que tal como presenta el BBI (pág. xxiv) el concepto de 'colo-
cación léxica', parecería una relativa casualidad que "typical lexi-
cal collocations consist of nouns, adjectives, verbs and adverbs".
Si las colocaciones son casos particulares de relaciones de selec-
ción, esta afirmación es una consecuencia natural de este hecho.

9
d) Si la relación entre 'colocativo' y 'base' es un caso particular
de selección léxica entre un predicado y sus argumentos, la pro-
piedad que manifieste el predicado mostrará, como es lógico, la
proporción adecuada entre 'extensión' e 'intensión'. Esta propor-
ción ha caracterizado tradicionalmente las relaciones predicativas.
Así, como se ha repetido en tantas ocasiones, si la intensión de
una propiedad es muy pequeña, su extensión será máxima; si, por
el contrario, la carga intensional es muy alta, la extensión será
mínima. El conjunto de entidades a las que se aplican propieda-
des relativas a la forma, el tamaño o el color de las cosas es —
ciertamente— muy amplio, como lo es el conjunto de entidades
que pueden caracterizarse como 'objetos físicos', o el conjunto de
acciones a las que cabría aplicar el adverbio lentamente. Por el
contrario, la carga intensional de adverbios como enérgicamente o
intensamente es mucho mayor, lo que hace que el conjunto de ac-
ciones a las que se aplican estos predicados decrezca proporcio-
nalmente, y además se pueda definir en términos semánticos. El
DRL no da entrada a adverbios como lentamente o esmerada-
mente en su lemario, puesto que carece de interés presentar lar-
guísimas listas de verbos cuyo único punto en común es el hecho
de denotar acciones. Por el contrario, dará entrada a adverbios
como enérgicamente, rotundamente o intensamente porque en es-
tos casos es posible caracterizar las clases semánticas que esos
predicados forman (esto es, la intensión de la propiedad denota-
da) y también es posible proporcionar una lista de los verbos co-
rrespondientes que la manifiestan (esto es, la extensión de la pro-
piedad denotada), así como ilustrarla con ejemplos extraídos de
textos.

e) Como observan Castillo Carballo (2000) y más detalladamen-


te Alonso Ramos (en este volumen), muchas de las informaciones
que representan el contorno de la definición lexicográfica consti-
tuyen 'bases' de relaciones colocativas. Nótese que esto es exac-
tamente lo esperable si los colocativos pertenecen a clases léxicas
restringidas que seleccionan ciertas bases. Como sabemos, en los
diccionarios tradicionales estas informaciones se especificaban a
menudo mediante marcadores restrictivos del tipo "referido espe-
cialmente a", "dícese de" "aplícase a", etc. Otros diccionarios, co-
mo el DEA, emplean corchetes para marcar estas restricciones10.

f) La conocida inestabilidad del concepto de 'colocación' desapa-


rece en gran medida en la aproximación que trato de defender.
Uno de los más destacados especialistas en el análisis de las colo-
caciones me decía hace no mucho que, en su opinión, la secuencia

10
Existen, sin embargo, como señala Alonso Ramos (en este volumen) nu-
merosos casos en los que la definición de los colocativos no puede contener es-
tas informaciones. Me referiré a algunos de ellos en los apartados siguientes.

10
leer un libro constituía un cierto tipo de colocación. He presenta-
do la misma combinación a otros estudiosos de este mismo campo
y me han contestado que en su opinión no había aquí colocación
alguna.
Esta discrepancia no constituye un caso aislado. La misma in-
estabilidad surge de inmediato si nos preguntamos (o pregunta-
mos a otros) si constituyen o no colocaciones combinaciones como
ejecutar un castigo, empantanarse un proyecto, enfilar la calle
principal, disminución progresiva, aumento considerable, desplo-
marse pesadamente, obstaculizar el avance, vivir peligrosamente,
defender enérgicamente, amar intensamente y esperar paciente-
mente. He evitado los ejemplos clásicos de 'colocación', una y otra
vez repetidos en la bibliografía, y he preferido elegir estas otras
combinaciones, que no se suelen proponer para ilustrar ese con-
cepto. No estamos, desde luego, ante locuciones ni ante modis-
mos. Algunos entenderían que se trata de "clichés" o de "rutinas"
y resaltarían seguramente que todas son combinaciones suma-
mente habituales. Estamos entonces ante 'colocaciones'? No creo
que sea posible obtener respuestas homogéneas de los especialis-
tas, y no solo porque las definiciones de 'colocación' que se en-
cuentran en la bibliografía no son enteramente coincidentes, sino
también porque estas definiciones no se aplican con justeza a los
casos fronterizos. Estaríamos, ciertamente, ante colocaciones si
definiéramos la noción de 'colocación' en términos estrictamente
estadísticos (es decir, limitándonos a medir la frecuencia de co-
aparición de esas dos unidades en comparación con otras alterna-
tivas posibles), pero ya hemos visto en las páginas anteriores que
este criterio resulta escasamente útil, considerado en términos
conceptuales.
En el proyecto DRL la pregunta no se formula, puesto que las
colocaciones no se consideran unidades básicas del análisis (esto
es, elementos primitivos) en ese proyecto. Dicho de otro modo, la
pregunta que se plantea, desde este punto de vista, no es si el ad-
verbio progresivamente forma o no 'colocación' con el verbo al
que modifica, sino si este adverbio restringe o no la clase semánti-
ca a la que pertenece el conjunto de verbos sobre los que incide.
La respuesta es SÍ. Esta clase semántica coincide aproximada-
mente con la de los llamados 'verbos de consecución gradual' (de-
gree achievement verbs), sobre los que ya existe una abundante
bibliografía11. Tenemos, pues, una restricción semántica impuesta
por un 'predicado de eventos' sobre el conjunto de eventos de los
que se predica. Esto es suficiente para dar entrada al adverbio en

11
Los 'verbos de consecución gradual' (degree achievement verbs) de Dowty
(1979) coinciden en lo fundamental con los 'verbos atélicos de cambio de esta-
do' (atelic verbs of change of state) de Levin y Rappaport (1995), con los 'ver-
bos de perfectividad gradual' (gradual completion verbs) de Bertinetto y Squar-
tini (1995) y con los 'verbos no delimitados' (unbounded verbs) de Declerck
(1979).

11
el DRL. La pregunta sobre si estamos o no ante una 'colocación'
se sustituye, por tanto, por otra pregunta que parece tener mayor
alcance12.

g) Se ha señalado en varias ocasiones que las bases de las coloca-


ciones son siempre elementos necesarios en la estructura 'colocati-
vo + base' o 'base + colocativo', mientras que los colocativos no
han de combinarse necesariamente con las bases, sino que pueden
aparecer también en relaciones ajenas a las colocaciones. De nue-
vo, esto es exactamente lo esperable en las relaciones de predica-
ción. Así, se sabe que los verbos transitivos que denotan acciones
muy específicas, restringidas a conjuntos de entidades relativa-
mente reducidos, no prescinden de los complementos que los de-
signan. Este hecho apoya, de nuevo, el análisis de las colocaciones
como casos particulares de selección léxica.

h) Del punto de vista adoptado se sigue que las clasificaciones


formales de colocaciones no han de establecerse mediante conca-
tenación de categorías léxicas, frente a lo que habitualmente se
hace en la bibliografía. Las llamadas colocaciones 'verbo + sus-
tantivo' son casos de argumentos internos seleccionados por un
verbo; las colocaciones 'verbo + adverbio' se refieren a los casos
en los que un adverbio (generalmente de manera) se predica de la
acción denotada por un SV; las colocaciones 'sustantivo + prepo-
sición + sustantivo' son casos de nombres cuantificativos sean
acotadores o de otro tipo13 , que poseen, como se sabe, naturaleza
predicativa. El razonamiento se extiende a los demás casos. En
suma, el concepto de 'colocación' defendido aquí nos permite
agrupar las categorías léxicas en función de las características se-
lectivas de los predicados, y no a través de concatenaciones de
clases de palabras que haya que estipular específicamente.

i) Finalmente, y como es de esperar, las clases léxicas se repiten


en el DRL y las referencias cruzadas permiten obtener paradig-
mas de colocativos que son sensibles a ellas. Así, por ejemplo, va-
rios predicados de semejanza coinciden en admitir adverbios como
(ni) remotamente, (ni) de lejos o poderosamente. Cabe establecer

12
Por lo general, las clases que se establecen en esta aproximación son léxi-
cas, es decir, raramente están constituidas por los elementos llamados 'funcio-
nales'. El adverbio indistintamente, por ejemplo, solo aparece en las construc-
ciones coordinadas copulativas o en las disyuntivas. La restricción impuesta no
es, desde luego, léxica (y por ello este adverbio no tiene cabida en el DRL), pe-
ro no es menos estricta que ellas. Este tipo de hechos apoya indirectamente el
análisis de las categorías funcionales como núcleos sintácticos, pero la argumen-
tación necesaria queda fuera de los límites de este trabajo y también del pro-
yecto DRL.

13
Véase Bosque (1999) para otros detalles sobre las clases de sustantivos
cuantificativos.

12
restricciones análogas con los predicados de afección, movimiento,
percepción y actitud proposicional, entre otros grupos. En cual-
quier caso, las clases léxicas se obtienen a posteriori, no a priori,
en el proyecto DRL, por lo que en el estado actual del proyecto
no es posible todavía presentar detalladamente todos esos para-
digmas.

4. PERTENECEN LAS COLOCACIONES AL DOMINIO DE LA FRASEOLO-


GÍA?

En la opción defendida hasta aquí, el estudio de las colocacio-


nes forma parte de la llamada 'interfaz (o 'interficie') léxico-
sintaxis', y por tanto no pertenece propiamente al ámbito de la
fraseología. Como vemos, esta opción es consecuencia natural de
interpretar las colocaciones como casos particulares de selección
léxica, noción que necesitamos independientemente en la gramáti-
ca haya o no colocaciones. Wotjak (1998 a y b) y (1988-89) ha in-
sistido también en que el análisis de las colocaciones no constitu-
ye una parte de la fraseología, pero muchos fraseólogos defienden
en la actualidad la opción contraria. Ahora bien, Corpas (1996:
cap 1 y en prensa, a) y otros autores han hecho notar que los es-
pecialistas no están enteramente de acuerdo en cuál debe ser
exactamente el abarque de la fraseología. Obviamente, la pregun-
ta acerca de si las colocaciones forman o no parte de la fraseología
sólo puede formularse si se da a esa disciplina un contenido que
perfile al máximo sus límites con las disciplinas vecinas. En lo que
respecta específicamente al estudio de las colocaciones, interesa
especialmente valorar los límites de su naturaleza idiomática o
semiidiomática, así como interpretar la elevada frecuencia que
esas combinaciones muestran.

4.1. La interpretación de la semiidiomaticidad

Las colocaciones suelen definirse como unidades 'semiidiomáti-


cas'. El concepto de 'semiidiomaticidad' tiene difícil definición,
como muchas de las nociones teóricas que se designan mediante
sustantivos prefijados por semi- o cuasi-. Como se ha señalado en
múltiples ocasiones, parece lógico suponer que el rasgo caracterís-
tico de los elementos idiomáticos es la ausencia de composiciona-
lidad. Esta ausencia puede entenderse desde el punto de vista
formal o desde punto de vista semántico. Son relativamente raros
los elementos idiomáticos que no respetan el primer tipo de com-
posicionalidad. Por ejemplo, las locuciones de vez en cuando y de
cuando en cuando constituyen los dos únicos casos en los que el
adverbio relativo cuando puede constituir el término de la prepo-
sición en. Tal falta de adecuación a los requisitos constitutivos del
sistema sintáctico es, ciertamente, menos frecuente entre las uni-
13
dades idiomáticas que la ausencia de composicionalidad entendida
semánticamente.
Como se ha hecho notar múltiples veces, no hay nada irregular
desde el punto de vista sintáctico ni semántico en la locución to-
mar el pelo, de modo que si sabemos que constituye una unidad
idiomática es porque su significado no se obtiene composicional-
mente de la combinación de las piezas que la forman. Desde el
punto de vista formal, sabemos además que el sustantivo pelo no
posee 'capacidad referencial' en ese sintagma verbal, puesto que
no podemos formar oraciones de relativo a partir del SN que con-
tiene (compárese *El pelo que le tomaron con La lata que le die-
ron). Podríamos entender que este rasgo hace "más idiomática" la
construcción tomar el pelo que dar la lata. En cualquier caso,
conviene resaltar que esa relativa independencia referencial de los
complementos directos no se aplica a las colocaciones. Más aún, si
las operaciones formales que regulan la 'semiidiomaticidad' afec-
tan a la capacidad de las construcciones para admitir o rechazar
las pautas formales que corresponden a su estructura sintáctica,
ciertamente las colocaciones no son construcciones semiidiomáti-
cas, puesto que su singularidad se limita fundamentalmente al re-
ducido conjunto de entidades que los colocativos pueden seleccio-
nar como bases. Eso no significa, desde luego, que sea sencillo de-
cidir si determinadas construcciones constituyen casos de 'locu-
ción', de 'compuesto sintáctico' o de 'colocación'14, pero aun así,
es obvio que el buscarles su lugar apropiado en el conjunto de op-
ciones existentes no implica que las colocaciones hayan de pasar a
formar parte de las unidades fraseológicas.
Es frecuente entre algunos fraseólogos caracterizar las cons-
trucciones idiomáticas como unidades sujetas a una 'combinatoria
restringida', frente a la 'combinatoria libre' que caracterizaría a
las piezas sintácticas en el discurso. La distinción está demasiado
simplificada, me parece, puesto que la combinatoria sintáctica es
siempre una 'combinatoria restringida'. Lo es desde el punto de
vista categorial, como es obvio, pero también lo es desde el punto
de vista semántico. De hecho, las restricciones de tipo léxico solo
quedan al margen de la llamada 'semántica no léxica', que abarca
los fenómenos de foco, ámbito, determinación, referencia o moda-
lidad, entre otros. Como sabemos, los adjuntos o circunstantes es-
tán restringidos por condiciones relativamente laxas (los adver-
bios de manera, por ejemplo, raramente pueden modificar a los
verbos que no sean de acción), pero eso no quiere decir que las
restricciones combinatorias sean inexistentes incluso en estos ca-
sos. En suma, dado que la mayor parte de las relaciones entre el
léxico y la sintaxis constituyen casos de 'combinatoria restringi-
da', este concepto no aporta en sí mismo ninguna prueba a favor

14
Tal como han señalado Ruiz Gurillo (1998) y (en prensa), Ginebra (2000
a y b), Koike (2000: 1.4.2) y otros autores.

14
de cuál ha de ser el lugar que corresponde a las colocaciones en el
sistema gramatical.
Los paradigmas léxicos obtenidos en la concepción defendida
en el § 3 contienen algunas irregularidades. Como observa García
Page (en prensa), el adverbio diametralmente se combina con
opuesto, pero no con distinto ni con contrario, a pesar de que es-
tas unidades pertenecen en principio a la misma clase léxica, por
lo que sería de esperar que mostraran un comportamiento homo-
géneo. Ciertamente, estas irregularidades se dan ocasionalmente
en los paradigmas léxicos restringidos que los colocativos propor-
cionan, pero lo cierto es que también se perciben en las clases
léxicas que son sensibles a comportamientos sintácticos homogé-
neos no relacionados con las colocaciones. Así, se ha observado
numerosas veces que el verbo resultar no muestra exactamente el
mismo comportamiento que parecer en las estructuras predicati-
vas, o que mirar y ver se diferencian también en varios aspectos
fundamentales de su sintaxis. Cabría añadir otros muchos ejem-
plos. Para subsanar parcialmente este problema, el DRL propor-
cionará información a la vez extensional e intensional, esto es, pa-
radigmas completos (o casi completos) y rasgos definitorios de las
clases léxicas que están en juego en cada caso.
Algunas de las clases obtenidas en la aproximación defendida
aquí son, ciertamente, muy reducidas. Aun así, estos paradigmas
cortos tienen interés, tanto desde el punto de vista léxico como
desde el sintáctico: la locución adverbial bajo llave, por ejemplo,
se combina únicamente con predicados como guardar, encerrar o
esconder. Existen restricciones similares de algunos verbos respec-
to de sus complementos o de ciertos adjetivos en relación con los
sustantivos a los que modifican. Independientemente de que en
algunos de estos casos, los ejemplos habituales no sean necesaria-
mente los únicos ejemplos existentes (cf. los §§ 3a, 4.2 y 4.3), el
hecho de que el paradigma obtenido sea escueto no supone que no
pueda establecerse.
Aun así, en algunas de las situaciones mencionadas es posible
que puedan postularse locuciones alternantes en lugar de un colo-
cativo y una base, con lo que no estaríamos ante casos de coloca-
ción. Una opción sería interpretar el sintagma preposicional sobre
las espaldas (donde las alterna con posesivos) como un predicado
adverbial restringido a los verbos cargar y llevar, por tanto como
un caso de 'colocación'. La otra opción sería asimilar esta alter-
nancia a la existente en otras locuciones agrupadas (recuérdese el
caso citado de vez en cuando/ de cuando en cuando), con lo que
tendríamos dos locuciones verbales en lugar de una estructura de
colocación. Todo parece indicar que no es éste el caso y que esta-
mos ante una colocación, no ante dos locuciones verbales15. Con-

15
Como hace notar Koike (2000: § 1.4.2.1), los sustantivos que aparecen en
el interior de las locuciones verbales no suelen admitir adjetivos, pero los que
forman parte de las colocaciones lo hacen con frecuencia. Así, correr un peligro
15
viene señalar que el estudio de la variación que se percibe en al-
gunas locuciones muestra que se obtienen los paradigmas léxicos
propios de las 'colocaciones'. Así, en el caso de la locución adver-
bial con las manos en la masa —ejemplo de Castillo Carballo
(2000)—, es claro que estamos ante una colocación, puesto que
los verbos a los que modifica pertenecen a la clase léxica formada
por pillar, coger, atrapar, capturar, agarrar y detener, o bien a la
constituida por sorprender, descubrir y algún otro verbo cercano.
Importa precisar, en cualquier caso, que la oposición entre 'lo-
cución verbal' y 'colocación' no se determina en función del nú-
mero de elementos que compongan el paradigma formado, sino en
función del comportamiento gramatical de los elementos analiza-
dos. Pueden existir, por tanto, 'colocativos' restringidos a una so-
la 'base' sin que ello signifique que estamos necesariamente ante
locuciones. Veamos un ejemplo. Sabemos que —salvo si se buscan
efectos de sentido cómicos o irónicos— los complementos directos
de los verbos que forman locuciones verbales no suelen tener au-
tonomía sintáctica16. En general, esta falta de autonomía es carac-
terística de los componentes de las locuciones, no de los de las co-
locaciones. Nótese ahora que a moco tendido (ejemplo de Corpas
(en prensa, b)) es una buena respuesta —esto es, no necesaria-
mente forzada con propósitos lúdicos— a la pregunta Cómo llo-
raba? De hecho, la locución adverbial a moco tendido tiene res-
pecto de llorar la autonomía sintáctica que cualquier adverbio
manifiesta respecto del predicado al que modifica. El hecho de
que llorar no pueda reemplazarse por otro verbo viene a mostrar
que la selección léxica que el adverbio realiza respecto del evento
del que se predica es sumamente específica (más ejemplos en los
apartados siguientes), pero entiendo que esa restricción no ha de
llevarnos a interpretar llorar a moco tendido como locución ver-
bal, lo que equivaldría a negar a la expresión a moco sentido sus
propiedades gramaticales respecto del verbo al que modifica o su
capacidad para pertenecer por sí misma a la clase de las locucio-
nes adverbiales. En general, la existencia de datos problemáticos
en relación con la distinción 'locución-colocación' no conduce en

no es una locución verbal, puesto que podemos decir Corren un grave peligro,
El serio peligro que corrían, Correrán seguramente un tremendo peligro, etc.
El hecho de que la construcción que examinamos constituya un ejemplo de 'po-
sesión inalienable' dificulta esta prueba sintáctica, pero aun así es posible decir
Tuvo que llevar sobre sus ya cargadas espaldas una nueva responsabilidad, lo
que no sería posible si estuviéramos ante una locución verbal.

16
Solo con esos propósitos (es decir, con determinada 'voluntad de estilo')
parece posible contestar con la pata a la pregunta Qué ha metido Juan? Tam-
poco parece posible, fuera de esos contextos lúdicos, que aparezcan tales com-
plementos en las disyunciones (No sé si me está haciendo el café o la pascua),
en las perífrasis de relativo (El pelo es lo que te han tomado, no el encargo) o
como sujetos de las pasivas (Le fue tomado el pelo repetidamente). Lo mismo
en otros muchos casos análogos.

16
forma alguna a negar su misma existencia, sino que nos fuerza a
precisar los rasgos definitorios de ambos conceptos.
Entre las características que habitualmente se resaltan en el
concepto de 'colocación' conviene aislar unas pocas que no son
exclusivas de estas unidades: "estabilidad", "reproducibilidad",
"recurrencia" y "especialización semántica". Muchos especialistas
(entre otros, Corpas, Ruiz Gurillo y García-Page) señalan que las
colocaciones son combinaciones "institucionalizadas". El problema
está aquí en el sentido exacto que se dé a los conceptos 'institu-
ción' e 'institucional'. Corpas (1986 y en prensa, b) entiende la
institucionalización como la "fijación en función de la reproduci-
bilidad de esa unidades en el discurso", con lo que remite indirec-
tamente a la propiedad de la 'recurrencia', en la que muchos au-
tores han hecho hincapié (cf. el apartado siguiente)17.
Varios especialistas han resaltado correctamente que las colo-
caciones no constituyen solo combinaciones FRECUENTES, sino
también combinaciones PREFERENTES18. Desde mi punto de vista
se echa todavía en falta una reflexión algo más detenida sobre
cómo deben interpretarse exactamente la 'frecuencia' y la 'prefe-
rencia', y en particular sobre los factores que dan naturaleza a
esos conceptos y sobre su lugar preciso en el sistema lingüístico.
Se trata, sin duda, de dos propiedades objetivas. Podría pensarse
que ambas constituyen una prueba de que las colocaciones perte-
necen al ámbito de lo que Coseriu llamaba el 'discurso repetido',
por tanto al dominio de la fraseología. Desde mi punto de vista,
no es esto lo que ponen de manifiesto la frecuencia y la preferen-
cia, pero tampoco se trata de dos rasgos banales que debamos
desestimar. Aunque entiendo que la reflexión necesaria sobre es-
tos conceptos debería ser algo más extensa que la puedo esbozar
aquí, apuntaré someramente algunas ideas por si pueden contri-
buir a ayudarnos a interpretar su peso efectivo en la cuestión que
analizamos.

4.2. La interpretación de la frecuencia

En el § 2 hemos visto que existen muchas razones para des-


confiar de los repertorios de colocaciones establecidos sin más cri-
terio que la frecuencia de coaparición de dos palabras. Ciertamen-

17
Hace notar la misma autora (Corpas 1996: 51) que las colocaciones son
unidades de 'la norma', no de 'el sistema', según la conocida distinción de Co-
seriu. Como se sabe, 'la norma' define un conjunto de fenómenos relativamente
accidental, dentro del sistema lingüístico. Aun así, se ha señalado algunas veces
en la bibliografía que no están enteramente claros los criterios para decidir si
un determinado subconjunto de fenómenos sintácticos o léxico-sintácticos ha de
corresponder al 'sistema' o bien a la 'norma' en la teoría coseriana.

18
Irsula (1992), Wotjak (1998 a, b) y algunos más.

17
te, la elevada frecuencia de coaparición de los elementos que se
combinan en las colocaciones constituye un dato real, que ha de
ser interpretado. Debe destacarse que entre las varias clases de
'coapariciones frecuentes' que cabe distinguir, son numerosos los
casos en los que la frecuencia de una combinación no nos aporta
información específica sobre su naturaleza lingüística:

a) En primer lugar, debemos descartar, como es lógico, la combi-


nación de elementos gramaticales (particularmente determinantes,
cuantificadores, conjunciones, ciertas preposiciones, etc.) y ele-
mentos léxicos, aun cuando —como se señala en el § 2— algunos
diccionarios de colocaciones den cabida (sorprendentemente) a la
relación entre unos y otros. Nótese que el simple hecho de que las
condiciones NECESARIAS para la caracterización correcta de cual-
quier sistema (sea o no lingüístico) se cumplan efectivamente im-
plica de inmediato constatar que las muestras de su cumplimiento
representarán, como es lógico, un hecho FRECUENTE. Si esas con-
diciones están bien definidas, la frecuencia no tiene aquí ningún
significado especial.

b) Debemos descartar igualmente las combinaciones frecuentes


que —como se hizo notar en el § 2— proporcionan paradigmas
extensionales en lugar de intensionales. Como se indicó en ese
apartado, la frecuencia no nos informa en esos casos acerca de las
propiedades lingüísticas de las palabras, sino acerca del mundo
que nos rodea. Tampoco aquí la 'frecuencia elevada' de los casos
de coaparición detectados parece tener ninguna pertinencia desde
el punto de vista lingüístico.

c) Tampoco resulta particularmente ilustrativa la elevada fre-


cuencia de determinadas combinaciones léxicas cuando sabemos
que los predicados que las hacen posibles se aplican exclusivamen-
te a ciertas personas o cosas por necesidades conceptuales relati-
vas a su misma definición. En estos casos, algo más complejos que
los anteriores, puede decirse que entramos ya en el terreno de las
colocaciones, pero aun así la elevada frecuencia de las combina-
ciones encontradas se limita a poner de manifiesto la existencia de
restricciones léxicas que son enteramente esperables, dadas las
respectivas definiciones de las piezas léxicas que entran en juego.
Consideremos, por ejemplo, el verbo encapotarse. Si se descar-
tan usos antiguos y dialectales, que el DRAE recoge, el único su-
jeto que este verbo admite en el español general es el cielo. Natu-
ralmente, el cielo es parte de la definición de encapotarse (del
'contorno', para ser precisos, lo que hace que el DEA lo sitúe en-
tre corchetes)19. Como se ha hecho notar en numerosas ocasiones,

19
Una restricción similar muestran vela o bandera respecto de izar y arriar,
o fruncir respecto de cejas o ceño, puesto que, como se sabe, para ciertos tipos
de movimiento la lengua acuña nombres especiales cuando se aplican a deter-
18
el hecho de que ladrar se predique de perro no es solo un HECHO
FRECUENTE. Es un HECHO NECESARIO, dada la naturaleza física
del sonido al que esa acción se refiere20. Análogamente, el sujeto
de avadarse solo puede designar un río o un arroyo, el de capotar,
un automóvil o un avión, y el de querochar una abeja. En el len-
guaje científico abundan los ejemplos de este tipo. Así, el verbo
esporular tiene como sujeto un reducido número de sustantivos
que designan plantas y bacterias; el adjetivo coriláceo solo se
aplica a las plantas betuláceas, el adjetivo umbelífero a las plan-
tas angiospermas dicotiledóneas; el adjetivo hiemal solo se aplica
a cuadrante y a solsticio, el concepto matemático de esperanza
solo se aplica a las variables aleatorias, y así en muchísimos más
casos21.
No creo que tenga sentido separar aquí el lenguaje técnico del
común, y no solo porque los límites de lo que es un tecnicismo no
son siempre claros, sino porque la naturaleza de las restricciones
léxicas es en este punto idéntica en los dos casos22: cuando
hablamos de cierre hermético estamos designando un determina-
do tipo de cierre, concretamente el que "no deja pasar el aire ni
otros fluidos", según el DRAE. El que hermético no se aplique
más que a cierre es una consecuencia de la restricción semántica
que el adjetivo impone al sustantivo al que modifica (o el adver-
bio al verbo que designa la acción de la que se predica): si res-
tringimos 'maneras de cerrar', en lugar de alguna otra acción, lo
natural es que el concepto de 'cierre' haya de aparecer en la ca-
racterización del adjetivo o el adverbio que designe la restricción
que consideramos.

minados objetos.

20
El término que Coseriu (1967) utiliza para designar este fenómeno es el de
solidaridad léxica multilateral. El término solidaridad referencial es el que pro-
pone Salvador (1989-90) para distinguir los casos en los que, como se ve, las
restricciones léxicas vienen impuestas por las condiciones específicas de la ac-
ción o la propiedad que se define; por tanto, por las características particulares
que los seres designados hayan de satisfacer para que podamos asignarles esas
atribuciones. No se ha llevado a cabo, por lo que se me alcanza, una compara-
ción detallada entre las nociones de 'solidaridad léxica' y 'colocación'. Aun así,
tiene razón Corpas (1986: 65) en que el concepto de 'colocación' parece más
amplio que el de 'solidaridad léxica'. Los adverbios restringidos por la naturale-
za semántica del verbo al que modifican tienen, como hace notar esta autora,
difícil cabida en la tipología de solidaridades léxicas de Coseriu, pero encajan
adecuadamente en el concepto de 'colocación'.

21
Pueden encontrarse más ejemplos de estas características en Pernas
(1991).

22
Repárese en que los complementos directos de muchos verbos parasintéti-
cos no necesariamente 'técnicos' (enhebrar, alfombrar, enmarcar, etc.) están
sumamente restringidos en tanto en cuanto estos verbos designan acciones ma-
nipulativas específicas que se aplican exclusivamente a un grupo muy limitado
de objetos.

19
¿Estamos ante 'colocaciones' en todos estos casos? Nótese que
si damos una respuesta afirmativa a esta pregunta no podremos
mantener que el análisis de las colocaciones forma parte de la fra-
seología, por lo que supongo que los autores que defienden esta
última tesis contestan negativamente (aun cuando esos autores
proponen a veces ejemplos como cerrar herméticamente para ilus-
trar el concepto de 'colocación'). Como he señalado en el aparta-
do anterior, la pregunta no se formula en el proyecto DRL, pues-
to que el concepto de 'colocación' no se considera básico en esa
aproximación. Por el contrario, en este proyecto se acepta que es-
tos casos han de figurar entre los predicados que imponen restric-
ciones léxicas específicas a los argumentos que seleccionan, sean
internos o externos.
Importa resaltar, desde luego, que a la 'frecuencia elevada' de
tales coapariciones no corresponde ninguna interpretación lingüís-
tica particularmente relevante. Es posible que el lenguaje científi-
co proporcione más ejemplos de este fenómeno que el lenguaje
común, pero ello se debe al hecho independiente de que en este
lenguaje abundan las propiedades y los procesos que caracterizan
conjuntos de seres sumamente restringidos, sean plantas betulá-
ceas o variables matemáticas aleatorias. El que las combinaciones
léxicas correspondientes sean frecuentes representa solo indirec-
tamente una propiedad lingüística (en tanto que la combinatoria
sintáctica de las palabras que designan estas acciones y propieda-
des está restringida léxicamente), pero como hemos visto la 'ele-
vada frecuencia' de esas combinaciones es enteramente esperable,
y solo relativamente interesante o reveladora en sí misma como
fenómeno léxico: el que la lengua contenga múltiples términos que
designan propiedades, acciones y procesos que se aplican a enti-
dades del mundo sumamente restringidas es un hecho conocido
cuyo estudio pormenorizado es pertinente para disciplinas como
la terminología y la lexicografía, pero lo es mucho menos para la
fraseología o para el análisis de la llamada 'interfaz léxico-
sintaxis'.
Tiene en cambio mucho más interés el uso figurado que el
idioma hace a veces de esas restricciones, por ejemplo el que el
adverbio herméticamente no modifique únicamente a los verbos
que designan la noción de cerrar (cerrar, sellar, tapiar, blin-
dar...), sino que se extienda a otros como silenciar, proteger o
guardar. Tampoco se sigue de la definición de hermético ni de la
clasificación objetiva que pueda hacerse de los tipos de cierre el
que puedan ser herméticas las actitudes, las mentes, los puntos de
vista y otras nociones a las que se aplica el concepto de cierre (o
el de cerrazón) por extensión de significado.
En general, las restricciones léxicas de tipo predicativo tienen
más interés cuanto menores sean las predicciones que podamos
hacer a partir de la información sobre los 'colocativos' que el dic-
cionario nos proporcione. Así, sabemos que el adverbio encareci-
damente está formado sobre el participio adjetival encarecido, de-
20
rivado del verbo encarecer, que significa "ponderar", "alabar" y
"recomendar con empeño". Mientras que de la definición del ad-
verbio herméticamente (o del adjetivo sobre el que está formado)
se deduce inmediatamente que este adverbio modificará al adver-
bio cerrar, descartando ahora los usos figurados mencionados an-
tes, de la definición estándar de encarecidamente o de la de enca-
recer no se sigue directamente que los verbos a los que este ad-
verbio modifica vayan a ser, casi exclusivamente, pedir, rogar, so-
licitar, instar, recomendar y advertir. Es claro que una descrip-
ción detallada del léxico debe proporcionar estos paradigmas, so-
bre todo cuando como vemos no se deducen automáticamente de
la definición del colocativo.
Los argumentos presentados en esta sección muestran que la
frecuencia de las combinaciones recibe interpretaciones diversas
en función de la naturaleza léxica y gramatical de las nociones de-
signadas, pero no constituye en sí misma una prueba de que las
colocaciones formen parte del llamado 'discurso repetido'.

4.3. La interpretación de la preferencia

Como se sabe, entre un conjunto de opciones los colocativos


eligen unas pocas bases más frecuentemente que otras opciones
también posibles. Se dice, por tanto, correctamente que las colo-
caciones constituyen COMBINACIONES PREFERENTES, esto es, 'fre-
cuentes, pero no exclusivas'. En el § 3a se han presentado varios
casos en los que una determinada combinación destacaba entre
otras porque resultaba ser más frecuente que ellas, no porque es-
tas últimas presentaran problemas de compatibilidad.
Coseriu (1967: 128) entendía que combinaciones como desear
ardientemente constituyen un "cliché léxico", por tanto uno de los
"sintagmas léxicos tradicionalmente fijados, pero no justificables
por una necesidad distintiva". Es cierto que el verbo al que más
frecuentemente modifica ardientemente es desear, pero desde lue-
go no es el único. El corpus que utilizo proporciona combinacio-
nes del adverbio ardientemente con los verbos desear, anhelar,
defender, creer, vivir, amar, besar, todos con varios testimonios.
En combinaciones esporádicas encuentro el adverbio ardiente-
mente modificando a los verbos abogar (por), denegar, desmentir,
solicitar, esperar, militar y cultivar (en sentido figurado). Son po-
sibles más combinaciones, en particular en la lengua literaria23,

23
Ramón y Cajal habla de “impulsar ardientemente la humanidad hacia la
verdad y el bien” (cit. en el DCRLC, vol. V, pág 414), y Fray Luis de Granada
usaba ardientemente con el verbo trabajar (“Trabajemos los mozos ardien-
temente, y corramos con toda sobriedad y vigilancia” (cit. en el DCRLC, vol.
II, pág. 552). Si se hiciera una búsqueda análoga en otros textos literarios aún
se encontrarían combinaciones más alejadas de las pautas habituales. V.
Alexandre, por ejemplo, combina ardientemente con el verbo romperse, predi-
cado de el sol ( ”El sol se rompe ardientemente/ Para iluminar en redondo el
21
pero es justo reconocer que no parece posible abarcar la lengua li-
teraria a la vez que la no literaria cada vez que se analiza un fe-
nómeno gramatical o léxico. De hecho, las entradas del proyecto
DRL contienen un apartado en el que se recogen los usos que po-
nen de manifiesto diversos efectos estilísticos o rasgos de autor.
Así pues, aunque la combinación del adverbio ardientemente
con el verbo desear es, sin duda, la más frecuente, este adverbio
también modifica a muchos otros verbos, en particular si giran en
torno a las nociones de 'deseo' y 'apetencia', o a las de 'esfuerzo'
y 'tesón'. Análogamente, he encontrado combinaciones del adver-
bio citado poderosamente con medio centenar de verbos (que apa-
recerán en el DRL ordenados en diversas clases semánticas), pero
lo cierto es que el predicado llamar la atención es, indudablemen-
te, el que más veces se repite. El fenómeno se extiende a otros
muchos casos, algunos de los cuales se han examinado en el § 3a.
¿Qué interpretación debemos dar entonces al hecho objetivo
de que estas combinaciones son más frecuentes que las demás op-
ciones existentes? Llamaré a esta cuestión 'el problema de la pre-
ferencia'. En mi opinión, son dos los factores que intervienen en
este problema, aunque seguramente con diferente peso:

a) En primer lugar, el que ciertos conceptos tengan 'representan-


tes prototípicos' es un hecho conocido que ha sido especialmente
destacado en la lingüística de inspiración cognitiva (particular-
mente, a partir de las investigaciones de E. Rosch), así como en el
análisis de los topoï, dentro de la teoría de la argumentación de
O. Ducrot, y en otros marcos teóricos que han analizado los con-
ceptos de 'prototipo' y de 'estereotipo'24. Aunque no niego que es-
te factor sea uno de los responsables del 'problema de la preferen-
cia', sería necesario confirmarlo mediante pruebas independientes.
Así, entre los verbos a los que el adverbio citado poderosamente
modifica, giran en torno a las nociones de atracción e influencia
los predicados llamar la atención, influir, marcar, atraer, incidir,
afectar, influenciar, mover los ánimos, pesar, gravitar y unos po-
cos más. Como ya he indicado, el que predomina abrumadora-
mente en los textos es el primero de los que cito. Sería interesante
comprobar si existen pruebas independientes que mostraran que
el 'predominio estadístico' de llamar la atención se corresponde
con su 'prominencia conceptual' dentro de esa clase. El fenómeno
se repite una y otra vez en el análisis de estas clases léxicas espe-
cíficas25, pero no es del todo evidente cuáles pueden ser esas prue-

paisaje vencido” (cit. en el DCRLC, vol. V, pág. 319).

24
En Bosque (1997) sugiero algunos puntos de contacto entre varios de
ellos.

25
Corpas (1996) relaciona los estereotipos que surgen en estos casos con los
que proporcionan las metáforas no literarias de Lakoff y Johnson. También lo
hacen Ruiz Gurillo (2000) y otros autores.
22
bas independientes que muestren que uno o dos de los miembros
de alguna clase léxica se destacan nocionalmente sobre los demás
en el ámbito de las colocaciones. Sin descartar enteramente que
pueda avanzarse por este camino en la resolución del 'problema
de la preferencia', entiendo que interviene un segundo factor, se-
guramente de mayor peso.

b) Es posible que muchas 'combinaciones preferentes' constituyan


manifestaciones del concepto no estrictamente lingüístico de 'lu-
gar común'26. Schapira (1999) toma de R. Martin los siguientes
ejemplos:

l'ammour est fou, passioné, la joie débordante, la


haine féroce, la tristesse profonde; un hommage est
vibrant, appuyé, le travail acharmé, une défaite
cinglante ou cuisante...

Como es obvio, en ninguna de estas oraciones copulativas se


definen conceptos; por el contrario, se proporcionan característi-
cas que se aplican 'típicamente' o 'tradicionalmente' a las nocio-
nes mencionadas, es decir, que son habituales porque han acaba-
do siendo lugares comunes. Al igual que en literatura, en antropo-
logía o en sociología, los lugares comunes no están forzados nece-
sariamente por la naturaleza interna de los sistemas, sino encau-
zados o favorecidos por los hábitos de las comunidades. Tiene in-
terés el que a veces usemos los adjetivos característico, típico o
peculiar para designar aspectos consustanciales de las cosas o las
personas, mientras que otras veces los usamos para describir ac-
ciones o propiedades habituales, pero no necesarias ni definitorias
de esas mismas entidades, lo que viene a significar que la lengua
misma no pone a veces particular interés en separar una noción
de la otra.
Nótese que en a) se hace hincapié en los factores cognitivos,
mientras que en b) se pone el énfasis en los culturales. No sería de
extrañar que como en tantos otros casos ambos tipos de factores
acaben siendo pertinentes en alguna medida. Es evidente que nos
faltan todavía investigaciones en ambas direcciones, pero aunque
el 'problema de la preferencia' es más intrincado que el de la fre-
cuencia, es claro que en ambas propiedades deben introducirse
distinciones. La 'frecuencia elevada' de una construcción puede
responder a factores tan diferentes (lingüísticos o no lingüísticos)
que en sí misma no constituye un criterio definidor fiable. En
cuanto a la preferencia, es muy posible como vemos que consti-
tuya el reflejo de tendencias, elecciones o hábitos cuya manifesta-
26
Véase Schapira (1999) y Franco y Olmos (en prensa) para diversas consi-
deraciones sobre este concepto a partir de la lingüística reciente. Como es sabi-
do, la noción de 'lugar común' cuenta con una gran tradición en los estudios li-
terarios y también en los antropológicos.

23
ción dista mucho de ser un rasgo exclusivamente lingüístico. Pa-
rece, pues, que ni la frecuencia ni la preferencia detectada en tales
combinaciones representan argumentos claros en favor de consi-
derar que las colocaciones pertenecen al dominio de la fraseología.

5. LA DIRECCIONALIDAD

Si los componentes de cualquier colocación son tres (la 'base'


B, el 'colocativo' C y la 'relación semántica' R que se establece
entre ellos) es natural que sean también tres las formas de elabo-
rar un diccionario de colocaciones:

a) Convirtiendo las bases en lemas.


b) Convirtiendo los colocativos en lemas.
c) Convirtiendo en lemas las relaciones semánticas existentes en-
tre bases y colocativos.

Así pues, el análisis de las colocaciones puede ser abordando


estableciendo procesos 'direccionales' distintos. Las diferencias en-
tre las tres aproximaciones son claras. Desde el punto de vista a),
el verbo rechazar sería un lema, y en su entrada se nos diría (con
formalización o sin ella) que su adverbio de intensidad o pondera-
ción característico es tajantemente. Si se opta por b), tajantemen-
te sería un lema. En su entrada se nos diría (con formalización o
sin ella), que este adverbio se predica de los verbos rechazar,
oponerse, cerrar, zanjar, separar, etc. que se agruparían en las
clases léxicas que se consideraran apropiadas. Si se opta por c),
tendríamos una entrada para las relaciones ponderativas, lo que
equivale a una función léxica del estilo de la que representa
MAGN en el modelo Sentido-Texto, u otra equivalente en algún
modelo de esas características. En la entrada correspondiente se
propondrían pares de bases y colocativos, lo que permitiría agru-
par tajantemente con otros adverbios análogos restringidos léxi-
camente, como estrepitosamente, efusivamente, encarecidamente,
rotundamente, categóricamente, etc.
No conozco análisis detallados que comparen las tres opciones,
quizás porque hasta el momento tampoco existían proyectos en
marcha sobre cada una de ellas. Tiene razón Alonso Ramos (en
este volumen) cuando señala que el enfoque a), que ella defiende
en el proyecto DICE, inscrito en la tradición del modelo Sentido-
Texto, y el enfoque b), que yo estoy aplicando en el proyecto
DRL, son complementarios, aunque parezcan dos concepciones
enfrentadas.
El proyecto DRL usará referencias cruzadas para recuperar la
información que corresponde a las opciones a) y c), y es posible
que el proyecto DICE también haga uso de ellas, aunque el DEC
no las utilice. Es evidente que cualquier base de datos permite
cruzar la información que contiene y acceder a ella a partir de los
24
criterios que se deseen. Aun así, quisiera hacer notar, aunque sea
muy brevemente, que el elegir una opción u otra como base de un
diccionario de colocaciones no es tan arbitrario como pedirle a un
programa de base de datos que nos presente los listados que co-
rresponden a un campo o a otro.
En efecto, en el proyecto DICE (como en el DEC, o en general
en el modelo Sentido-Texto) es importante proporcionar abanicos
de opciones léxicas, esto es, redes de conexiones entre el lema y
los elementos relacionados semánticamente con él. Estas redes de
conexiones las proporcionan las funciones léxicas. El resultado
tiene, sin duda ninguna, un enorme interés, como habrá podido
comprobar cualquiera que haya consultado el DEC, los anticipos
del DICE o los estudios teóricos que existen sobre el modelo Sen-
tido-Texto27. Estas redes de relaciones vinculan los lemas con un
gran número de nociones emparentadas semánticamente con ellos
de manera mucho más precisa de lo que permite cualquier otro
diccionario.
Una de las ventajas de usar funciones léxicas (formalizadas o
no) es que podemos establecer generalizaciones sobre conexiones
aspectuales relativas a las llamadas Aktionsarten. Así, Benson y
otros observaban en el BBI (pág. xxiv) que unas colocaciones
hacen referencia al concepto de 'creación' (come to an agreement,
make an impression, compose music, set a record, reach a vere-
dict, inflict a wound), otras al de 'activación' (set an alarm, fly a
kite, launch a missile, punch a time clock, spin a top, wind a
watch) y otras a ambos a la vez (call an alert, display bravery,
hatch a conspiracy, infrict an injustice, pose a question). Segu-
ramente en el modelo Sentido-Texto se usaría la función OPER
para la primera relación y FUNC para la segunda, o tal vez algu-
na combinación de funciones análogas a estas. No importa ahora
cuál sea la mejor manera de formalizar estas relaciones abstrac-
tas, sino el hecho mismo de establecerlas. Como es obvio, son
muy notables las consecuencias que esta aproximación tendría pa-
ra elaborar futuros programas de traducción automática, diccio-
narios bilingües y otros proyectos análogos.
El punto de vista adoptado en el DRL es seguramente com-
plementario, pero es diferente. Algún ejemplo podría ser útil para
aclarar esta diferencia. Consideremos, a modo de ilustración, las
relaciones colocativas de tipo intensivo o elativo28. En un diccio-
nario de colocaciones abordado desde la opción a), como el DICE

27
Las funciones léxicas se analizan pormenorizadamente en el propio DEC.
Véanse también Heylen (1995), Steele y Meyer (1990) y Alonso Ramos y Tutin
(1992), y las referencias que allí se proporcionan. Para el español, Alonso Ra-
mos (1989 a y b) y (1993), entre otros trabajos.

28
Algunas de estas colocaciones se han estudiado para el español en Ruiz
Gurillo (1996), Koike (1999) y García-Page (2001), además de en las referen-
cias mencionadas en la nota 5.

25
o el DEC, tendríamos una entrada para el verbo desear en la que
aparecería una especificación, entre otras muchas, en la que se
haría notar no importa ahora si con formalización o sin ella que
cuando se desea expresar la intensidad o la ponderación con ese
verbo, se usa en español el adverbio ardientemente. En el DRL,
por el contrario, ardientemente sería (será) el lema, no el resulta-
do de aplicar una determinada función a otro lema. Así pues, el
objetivo del DRL en este punto es mostrar qué uso figurado hace
el idioma de la palabra ardientemente (así como del adjetivo ar-
diente y de la noción de 'ardor'). De manera análoga, es posible
que el adverbio intensamente sea, en el DEC o en el DICE, el re-
sultado de aplicar alguna función elativizadora a verbos como llo-
ver o amar. En el DRL, por el contrario, este adverbio será el le-
ma, y en esa entrada se proporcionará una relación de clases se-
mánticas de verbos que se construyen con intensamente, con
ejemplificación abundante. El objetivo en este caso no es encon-
trar el mejor adverbio elativo para amar o llover, sino entender el
concepto mismo de 'intensidad' como noción lingüística, para lo
que resulta enormemente útil poder disponer de un estudio deta-
llado de su ámbito de aplicación29.
Un último ejemplo: el verbo concebir aparece en la entrada
sospecha en la propuesta que se presenta en Alonso Ramos (en
este volumen) como resultado de aplicar a esa voz una función
abstracta OPER que nos proporciona el significado de "tener",
"surgir" o "hacerse existente". En el DRL se opta en cambio por
establecer un paradigma con los elementos abstractos que pueden
ser "concebidos" y se intenta determinar qué tienen en común. La
relación no es, ciertamente, pequeña: dudas, planes, ideas, proyec-
tos y otras muchas nociones relacionadas con esos conceptos.
Parece, pues, que la diferencia entre un diccionario de bases y
un diccionario de colocativos no es arbitraria. No sé si exagero o
no al intuir que, en términos tradicionales, el proyecto DICE es
fundamentalmente 'onomasiológico', mientras que el proyecto
DRL es más bien 'semasiológico', empleando ahora dos conceptos
largamente aplicados en la lingüística europea de este siglo.
Desde el DEC o el DICE pueden verse las descripciones del
DRL como exageradamente pormenorizadas, y se resaltará segu-
ramente que los paradigmas léxicos que el DRL proporciona no
contienen algunos candidatos que podrían parecer naturales en las
clases léxicas propuestas, como se ha señalado más arriba. Las
funciones léxicas de los proyectos DEC o DICE establecen co-
nexiones semánticas sumamente útiles, como ya he señalado, pero
no es menos cierto que dan por sentado que los colocativos han
de reducirse a los elementos primitivos que esas funciones intro-
29
Es muy probable, por otra parte, que la intensidad no constituya un con-
cepto primitivo del análisis semántico. Para las diversas interpretaciones de la
cuantificación de grado en función de las clases léxicas de predicados puede
verse Bosque y Masullo (1998).

26
ducen. Esta reducción parece clara en algunos casos, como en el
de los llamados 'verbos de apoyo' o 'verbos soporte', pero no es
tan evidente en otros. Así, es posible que la rotundidad, el ardor,
la efusión, la contundencia, la profundidad, el hermetismo y la in-
tensidad sean variantes aleatorias de una sola función elativa abs-
tracta (como MAGN), tal como se sugiere en el modelo Sentido-
Texto, si lo interpreto correctamente. Pero tal vez no sea así. Tal
vez no estemos ante meras variantes de una misma noción y que-
pa entender que si la lengua posee esas palabras como conceptos
diferenciados es porque transmite con ellas nociones también dife-
renciadas. En el proyecto DRL es fundamental entender el uso (a
menudo figurado) que el idioma hace de esos conceptos, lo que se
consigue analizando con detalle los ámbitos a los que se aplican.
Así, en lugar de buscar la función abstracta que mejor representa
el significado de contundentemente en golpear contundentemente,
en el DRL se examinan cuidadosamente los verbos que se combi-
nan con ese adverbio (de acuerdo con los datos que el corpus pro-
porciona), puesto que se entiende que los límites combinatorios de
contundentemente estarán en función de lo que sea la contunden-
cia misma.
Resumo. El objetivo de los proyectos DEC o DICE, y en gene-
ral de las propuestas basadas en la opción a), es lograr que una
serie limitada de funciones léxicas establezcan el mayor número
posible de conexiones semánticas a partir de un vocabulario selec-
cionado. El objetivo del DRL, como ejemplo de proyecto orienta-
do desde la perspectiva b), es estudiar las consecuencias que se
obtienen al interpretar los colocativos como predicados. Al ser in-
terpretados de esta forma, seleccionan argumentos que pertenecen
a clases léxicas restringidas, que se proporcionan en las entradas.
No creo que una de las dos opciones haya de ser necesariamen-
te superior a la otra, puesto que se definen con propósitos y obje-
tivos diferentes. Hausmann entiende (1998: 68) que la opción que
aquí representa "a)" es la elección preferible. Como he intentado
mostrar, no es evidente que las cosas sean necesariamente así. Es
más, me parece que sería sumamente interesante que existieran
proyectos lexicográficos (o al menos lexicológicos) planteados
también desde la opción "c)". Seguramente resultarían tan útiles
para los que trabajamos en alguna de las otras dos opciones como
para los que se interesan por este fenómeno desde cualquier otro
punto de vista.

27
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