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Antropología.

Ficha Nº4

La dimensión espiritual de la persona humana.

En esta unidad intentaremos seguir profundizando sobre quien es la persona humana


“entrando” en una de sus dimensiones constitutivas: la dimensión espiritual.
El espíritu es la realidad más profunda y trascendente que tiene la persona humana. Es
por este espíritu que la persona tiene conciencia de sí misma. La expresión “dimensión
espiritual” o “espíritu” no es un sentimiento o actividad que la persona hace, sino que es
la capacidad más importante que tiene, ya que por medio de ella la persona humana
encuentra y desarrolla su propia identidad.
El espíritu conduce a la persona en la búsqueda del sentido que tiene su ser. Este sentido
que tiene la persona humana es un llamado, es el llamado a vivir en el amor porque su
origen es el Amor. En el amor está la realización de la persona humana, el amor es su
origen y su meta, el amor es como un llamado que interpela al espíritu humano y le dice
“búscame, encuéntrame y realízate en mí”.

El proceso de personalización.

¿En qué consiste? Este proceso consiste en la posibilidad y el trabajo que tiene cada
persona humana de construir positivamente el desarrollo de su persona, resolviendo
lo negativo de su vida. Es un proceso lento que debe ser sostenido en cada etapa de
la vida.
¿Para qué sirve? Sirve para ordenar todo el ser personal (toda la persona misma) en
orden a madurar y vivir en el amor. Este ordenamiento le permite encontrar y
desarrollar el sentido de su vida y realizarse en él.
¿Cómo se lo lleva a cabo? Se lo lleva a cabo por medio del conocimiento de sí
mismo en el amor a la verdad, la aceptación de sí mismo en el amor al bien, la
donación de sí mismo en el amor al otro.

1- El conocimiento de sí mismo en el amor a la verdad.

✔ Aporte teórico: El conocimiento de sí mismo en el amor a la verdad es una parte del


proceso de personalización y en cuanto tal es un proceso en sí mismo, ya que lleva
tiempo y fuerzas. El conocerse a sí mismo es posible en la medida que nos vamos
amando en cuanto personas que somos. Siendo auténticos aprendemos a ser
nosotros mismos y a no responder a modelos externos que nos determinen. La
verdad es la realidad que somos y amando la realidad que somos nos conocemos tal
cual somos. Conocernos tal cual somos, sin “caretas”, sin miedos a ser distintos a
los demás, nos permite desarrollar la vida desde la identidad que tenemos, desde
quienes somos, así como somos. Quien es auténtico consigo mismo y busca
conocerse, toma la propia vida en sus manos como algo suyo y no se entrega a
falsas seguridades. Quien toma su vida entre sus manos, quien asume la
responsabilidad de ser uno mismo, se reconoce como “proyecto llamado a
realizarse” y es la propia vida interior (la dimensión espiritual) la que le indica el
camino de realización en el amor. La persona humana es un proyecto de amor y este
proyecto comienza a realizarse cuando la persona se conoce a sí misma y
conociéndose se ama, se respeta, se valora y agradece lo grandioso de su ser.

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2- La aceptación y posesión de sí mismo en el amor al bien.

✔ Aporte Teórico: La aceptación y posesión de sí mismo en el amor al bien es un paso


más en el proceso de personalización de la persona humana, es el paso que va de
conocer la verdad que somos como imagen y semejanza de Dios a aceptarnos y
poseernos a nosotros mismos amándonos tal como somos.
Podemos conocernos profundamente pero no terminar de aceptar la realidad que
somos y por lo tanto quedar a mitad de camino en el proceso de personalización.
La aceptación de uno mismo es la decisión de valorarme y desarrollar mi vida con
las posibilidades que tengo y con los límites que tengo, sin querer ser quien no soy,
o en positivo sería, ser quien soy y estar alegre y agradecido por ser quien soy.
La aceptación de sí mismo le permite a la persona humana saber con que cualidades,
capacidades y tendencias cuenta para desarrollar la vida y realizarse en el amor.
Junto con esta aceptación de sí mismo se encuentra la posesión de sí mismo, o lo
que también se podría llamar el dominio de sí mismo.
Esta posesión o dominio de sí mismo se caracteriza por permitirle a la persona
humana poder auto – orientarse hacia aquellas metas que lo realizan en cuanto
persona.
Cuando la persona humana no se posee a sí misma, no se domina a sí misma queda
sometida, queda encerrada, queda atada a fuerzas interiores que no le permiten
elegir, que no le permiten ser libre, que no le permiten buscar aquellos bienes que le
hacen bien, que dignifican su ser y lo llevan a su plenitud.
Cuando la persona humana no se domina a sí misma responde a esas fuerzas
interiores (impulsos) que la llevan al ejercicio de la violencia, la intolerancia, el
orgullo, la impaciencia, la envidia, la queja permanente y la falta de escucha y
atención a los otros.
Muchas veces la persona humana piensa que con estas reacciones impulsivas
agresivas tiene más poder sobre los otros y “es más” persona por lo que logra de
esta manera; pero lo que ocurre en verdad es todo lo contrario, quien se deja
arrastrar por los propios impulsos agresivos está demostrando que no puede consigo
mismo, que no tiene ni siquiera el poder de “tenerse” a sí mismo. Este dominio de sí
mismo es como la indicación, el consejo, el orden que la persona humana se da a sí
misma para encaminarse en el desarrollo armónico de su vida.
Quien se ha aceptado y tiene posesión de sí mismo logra encauzar todas sus fuerzas
en aquellas acciones que lo hacen más humano y por lo tanto más cercano a los
otros, más atento a lo que dignifica a toda persona humana buscando el bien de
todos y no el de uno mismo por sobre los otros.
La aceptación y posesión de sí mismo es una invitación de la antropología cristiana
a recuperar la autoridad que tiene la persona humana sobre su propio ser y de este
modo poder elegir aquellos bienes que le permitan vivir y realizarse en el amor.

3- La donación de sí mismo en el amor al otro.

✔ Aporte Teórico: La donación de sí mismo en el amor al otro completa el


proceso de personalización iniciado por el conocimiento y la posesión de sí mismo.

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La persona humana puede conocerse y poseerse, pero si no logra aprender a darse, a
donarse a sí misma, no termina de madurar como persona, queda estancada,
incompleta, sin llegar a experimentar la realización en el amor.
La capacidad de donarse que tiene toda persona humana hace que ella misma no
quede encerrada en sí, sino que se transforme en una “persona - en - relación”, en
una “persona - en - comunicación de vida y amor” con otras personas, se transforma
en una “persona - en - comunidad”. De este modo la persona se completa a sí misma
y permite que otros logren lo mismo.
Esta donación de sí mismo se concreta, se hace real amando a otras personas.
Cuando se ama a las personas con las que se vive o con las que se encuentra en
distintos lugares, la persona logra ser plenamente imagen y semejanza de Dios que
es plenitud de Amor.
En la experiencia de amar y permanecer amando, la persona humana se expresa toda
ella como amor; como amor que completa a la persona que ama. Es como si la
persona amada le preguntara a la que ama: “¿cómo te llamas?” y esta le contestara
“me llamo amor y estoy para que vos seas pleno, seas feliz”.
Cuando esto se logra se produce un encuentro, se produce el encuentro de dos o más
personas que se enriquecen mutuamente por lo que dan y por lo que reciben.
Donarse es amar y amar es entregarse al otro en aquello que le hace bien a él y al
que se entrega. El amor es la ofrenda que la persona hace de sí misma. (No de algo
de sí misma, sino de sí misma)
Una persona muy sabia decía: “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. Esto
no quiere decir que la persona humana no sirva, sino que ella está creada para amar
y cuando no ama se frustra a sí misma. Es en la experiencia de recibir y dar amor en
donde la persona humana se realiza plenamente.

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