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Semana XII Cotidiano
Semana XII Cotidiano
Amén
Psallendum Salmo
R/. Señor.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios (6, 12 - 20):
Demos gracias a Dios
Hermanos:
Todo me es lícito, pero no todo me aprovecha. Todo me es lícito, pero no me dejaré
dominar por nada. El alimento es para el vientre y el vientre para el alimento; pero
Dios destruirá una cosa y la otra. El cuerpo no es para la fornicación, sino para el
Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a
nosotros con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
¿Y voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta?
De ningún modo. ¿O no sabéis que unirse a una prostituta es hacerse un cuerpo con
ella? Porque dice: «Serán los dos una sola carne». En cambio, el que se une al
Señor es un espíritu con él.
Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su
cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no sabéis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido
de Dios? Y no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto,
¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Amén
Evangelio
En aquel tiempo:
Sucedió que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de
lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó, diciendo: «Señor, si
quieres, puedes limpiarme». Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio». Y enseguida la lepra se le quitó. Y él le ordenó no
comunicarlo a nadie; y le dijo: «Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu
purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Se hablaba de
él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus
enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la
oración.
Un día estaba él enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley,
venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor
estaba con él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en
una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él.
No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo
descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de
Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?». Pero Jesús,
conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en
vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o
decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene
poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: “A ti te lo digo, ponte en
pie, toma tu camilla, vete a tu casa”». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos,
tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a
Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor,
decían: «Hoy hemos visto maravillas».
Amén