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HORA SANTA Por el P. Mateo Crawley-Boeby Editorial APOSTOLADO MARIANO Recaredo, 44 - 41003 SEVILLA Tel.: 954 41 68 09 - Fax: 954 54 07 78 www.apostoladomariano.com ISBN: 978-84-7770-415-7 Depésito legal: M. 47.270-2005 Impreso en Espaiia - Printed in Spain Por: Impresos y Revistas, S. A. IMPRESA) PROLOGO Esta hora debe ser de oracién meditada. Asi lo in- dicé el Sefior a Santa Margarita M. de Alacoque: «Todas las noches del jueves al viernes te haré par- ticipar de la mortal tristeza que yo quise sentir en el huerto de los Olivos... y para acompafiarme en la hu- milde oracién que ofreci entonces a mi Padre en medio de todas mis angustias, te levantardés entre las once y las doce de la noche y te postrarés en tierra, tanto para aplicar la célera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para endulzar de algin modo la amargura que sentf por el abandono de los Apéstoles, que me obligo a reprenderlos por no haber podido ve- lar una hora conmigo, y durante esta hora, harés lo que Yo te ensefiaré.» Decid, pues, cada uno en lo profundo de vuestro cspiritu: «Jesiis mfo, gracias, porque me queréis hablar al coraz6én desde esa Eucaristfa Santa en que os puso el amor; gracias, porque me facilitéis el que durante una hora mi oracién se una a vuestra oracién. «Miradme, pues, desde ese Santisimo y dadme algo de aquel recogimiento con que los 4ngeles os acompa- fiaren en Getsemani y del amor con que la Reina de los fngeles, Maria Santisima, os supo hacer dulce vues- tra Pasién, acercindose a vuestra cruz.» 3 HORA SANTA Cafa la tarde del Jueves Santo... Junto con las primeras sombras los horrores de una agon{a es- pantable inundaban ya el coraz6n desgarrado de Jestis... El Nazareno Salvador era el Hijo del Hombre..., tenfa una madre, jiinica en su ternura, divina en su hermosura! Su carifio y su mirada eran para Jestis, m4s que el cantar de los dnge- les, m4s que el aura perfumada de los cielos... jera ella la bendicién del Padre!... ;Y debfa de- jarla por amor de los humanos! jOh, Jueves Santo, dfa de las despedidas supremas del Maes- trol... jHabfa Megado su hora! Postrado en tierra, de rodillas ante la Virgen Marfa, el Hijo-Dios le pide licencia para morir en redencién de sus verdugos!... Y entrecortada la voz por los sollo- zos, descansando su cabeza soberana sobre el pecho de su Madre, le conffa Jestis a las oveji- tas recobradas del rebafio... Marfa le, tiene estre- 4 chado entre los brazos, puesto el recuerdo en la cuna de Belén, y los ojos, milagrosamente ilumi- nados, en el Calvario del mafiana... jY esa Rei- na llora, ungiendo la cabeza del Redentor con sus preciosas l4grimas..., lJora, ofreciendo al Eterno Padre esa Victima, el Cordero Inmacula- do..., llora, bendiciendo al mundo, cuyo rescate comenz6 en la casita dichosa de Nazaret, y que terminar4 al siguiente dfa de un cadalso de ho- rror, de sangre y de vergiienza!... jAbraza deli- rante de amor al Hijo, y antes de que las espi- nas profanen su frente, la besa en nombre del cielo, porque es su Dios..., vuelve a besarle en nombre de la tierra, porque es su Rey..., y pro- nuncia un jfiat! desgarrador, omnipotente!... {Era ya la noche, Jesiis ha confiado su madre desola- da a los amigos de Betania y a los dngeles, y se aleja, levando el alma anegada en una ago- nfa m4s amarga que la muerte! (Pausa) Las almas.- Qué bien sienta, Jestis sacramen- tado, recordarte a esta hora, y en este dfa in- comparable, esa tu primera angustia, cruelfsima: el sacrificio de tu Madre, por amor del mundo desdichado... jSefior, no sélo como Dios que Ss eres, sino como Jests, el Hijo de Marfa, Tu penetras y comprendes la crueldad mortal de las separaciones de la tierra... y el dolor que provo- can las ausencias, las despedidas y la muerte... jAh!, precisamente porque eres Jesiis; venimos, pues, a desahogarnos en aquella primera herida de tu Coraz6n, abierta al despedirte de Marfa, dolorosa como ninguna Madre, desde ese instan- tel... Mira en Ella, Jestis, a tantas madres, a tantas esposas, a tantas almas que lloran hoy, ante el Sagrario, la ausencia de seres queridos... jCu4nias Ilegarén mafiana, solas, ante la Cruz ensangrentada... Sf, vendrén solas, porque la des- gracia, jay!, y tal vez la falta de fe, tienen ale- jados del hogar o de tus templos a un hermano, al esposo, o algun hijo... alejados, pero no des- pedidos, mil veces no, del Sagrario de tu Cora- z6n, que es la resurreccién de los cafdos! En él, como en un c4liz, vienen a llorar contigo, en este Getsemanf, las angustias de la ausencia, muchas madres atribuladas, tantos padres cristia- nos, muchos hermanos desolados, que reclaman de tu Coraz6n, la paz, en el triunfo de tu amor en los hogares..., la paz en el regreso de los prédigos..., la paz en la resignacién por las crueldades de la muertel... No importa que suframos nosotras, Maestro, 6 aquf a tu lado; pero que los nuestros sean tam- bién tuyos, que te adoren, que te amen todos, como el dfa sin nubes, de la Primera Comu- ni6n... jOh, dulce Nazareno, recuerda las congo- jas de Marfa, al despedirte Tu de ella, en Jue- ves Santo..., no olvides el postrer abrazo de tu Madre, y el encargo que te hizo de velar, con especial ternura en 1a Eucaristfa sacrosanta, por las madres doloridas..., y por todos los ausentes del hogar!... (Pausa) (Pedid a los Sagrados Corazones de Jestis y de Maria que, por la mutua afliccién del Jueves Santo, remedien tantas desdichas morales del ho- gar; en este dia en el que nos obsequid su Co- razén en la Santa Eucaristfa, no puede negarnos esa gracia.) Con el corazén lacerado, humedecido el pe- cho y los cabellos con las lagrimas de su divina Madre, sube Jestis la colina de Sién, y llega con los suyos a la sala de la ultima Cena de su vida... Est4 herido de amor... El Ilanto ha enro- jecido sus ojos hermosfsimos, y pugna todavia por brotar a raudales; pero el Maestro le contie- 7 ne prisionero en su Coraz6n, que ya agoniza. «Y como nos hubiera amado siempre con amor sin Ifmites, en esa hora sublime, nos amé con exceso», con delirio infinito: deliciosamente enlo- quecido, por su propia caridad, se hizo pan... se hizo Eucaristfa, e inerme, indefenso, aniquilado, se nos entreg6 en la Hostia, hasta la consuma- cién de las edades... «jTe vencié el amor, Jests! jViva w Coraz6n Sacramentado!» (Pausa) Al recordar la dddiva por excelencia del Co- raz6n de Jesucristo, su maravillosa Eucaristfa, hemos exclamado con ardor del alma: «jViva tu Coraz6n Sacramentado! Pero jay! no es ése, no, el grito de un mundo que heredé la dureza de un pueblo deicida, y aun la perfidia del discfpu- lo waidor. Ahf tenéis al Dios Sacramentado, ahf est4, decepcionado de millares de sus redimi- dos... Fabric6 la prisi6n de su Sagrario, inventé el cielo de la Hostia, y su pueblo le pagé con el olvido!..... Su pueblo hizo el silencio alrede- dor del Arca Santa, y ahf donde le veis, almas consoladoras, ah{ le tiene abandonado entre las sombras de ese pobre calabozo, siendo el Dios, que es la Bienaventuranza de los cielos... Llama, y su voz se pierde en el destierro; pide, y su reclamo se disip2 en el silencio; se queja... y sus gemidos le apagan muchas veces, el clamor de sus hijos, que rfen y cantan, despreocupados por completo del Cautivo del altar... jY el Hom- bre-Dios, conoci6é esta afrenta, y la saboreé en toda su indecible amargura al consagrar el pri- mer pan en Jueves Santo! jOh, sf, lo supo, y su Corazén no vacilé, porque os esperaba a voso- tras, almas fidelfsimas..., porque os vefa llegar con una plegaria de consuelo y de victoria ante su altar. Digd4mossela con una sola voz, y que esa oracién sea un tiempo el desagravio de ese ignominioso olvido y la peticién imperiosa de una nueva era de triunfo para el Corazén de Jesus Eucaristfa... Las almas.- Con el {ntimo fervor con que comulg6 San Juan de tu mano benditfsima, y con la fe ardorosa de San Pedro, suplicdémoste; Jesis Sacramentado, que despiertes en las almas incontenibles ansias, hambre divina de comulgar. Te conjuramos, pues, que nos escuches: Por ja Primera Comunién distribuida a tus Apéstoles en la Cena misteriosa del Jueves San- to... (Todos en alta voz.) jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dla! Por las protestas de amor y de fidelidad de tus discfpulos al entregarles el tesoro de tu Sa- grado Corazon... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! Por el poder maravilloso conferido a los Apéstoles y por la instituci6n del sacerdocio para la perpetuidad de los misterios eucarfsti- jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! Por la renovacién, no interrumpida desde en- tonces, del holocausto del Cendculo.y de la Cruz en el maravilloso sacrificio de la Misa... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dla! Por las inagotables larguezas de tu Corazén, en las victorias otorgadas a tu Iglesia por el Sa- cramento del altar... (Reina, Corazén Divino, por la Comuniédn cada dta! Por los prodigios incesantes de santificacién, 10 operados en la recepcién frecuente y cotidiana del man4 sacramentado... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! Por tu residencia fidelfsima de veinte siglos de Sagrario, no obstante el olvido, el desdén y el sacrilegio... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! Por la sabidurfa de tu Iglesia, al invitar con santo apremio a la recepcién frecuente y diaria de la adorable Eucaristfa... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! Por la ternura redentora que ha abierto a los pequefiitos, de un mundo que se pierde, el refu- gio de tu Coraz6n y de tu santo Tabernfculo... jReina, Corazén Divino, por la Comunién cada dia! (Pausa) (Pedid con especial fervor en esta tarde el triunfo del Sagrado Corazén en la Comunién diaria.) El que es Sefior del Cielo y soberano de la u tierra es ya el divino esclavo de los hombres..., el que nos dié la vida, se ha aniquilado; el que rompi6 nuestras ligaduras, las ha tomado para Sf, y es, por amor incomprensible prisionero nuestro desde el Cendculo... Arrastrando invisibles cadenas baja de Sidn, se interna entre los olivos de Getsemanf... y, icayendo ahf de hinojos, ora y comienza a ago- nizar!... Se cierne en este instante la tempestad de todos los dolores sobre su corazén despeda- zado, y entre medio de todas las congojas, repi- te, entre sollozos: «jLos amo, Padre! jHiere, pero salva, perdona a los humanos!»... Arrecian las angustias, han pasado los verdu- gos, los blasfemos, los insultadores de la Cruz; los negadores de su Evangelio y de su amor... Y ha repetido: «jLos amo, Padre!... ;Perdona a los humanos!» Han pasado los apéstatas, los in- felices renegados, que pisotearon el altar en que adoraron... ha pasado la muchedumbre infinita de cobardes, de los que temieron confesarlo, de los que se avergonzaron de su Rey y Salvador, y ha exclamado dolorido: «jLos amo, Padre!... iPerdona a los humanos!...» Han pasado los per- seguidores de su Iglesia, los que han lucrado con la mentira, los seductores de los pueblos, los hipécritas, los soberbios..., han pasado los 12 tuines, los indiferentes de conciencia, la turba incontable de los. gozadores que profanaron el alma en un lodazal de pasiones nefandas... y el divino Agonizante ha repetido: «jLos amo, Pa- dre!... jSalva, perdona a los humanos!»... Han pasado los sacerdotes tibios e infieles, los padres mundanos y culpables de la perdicién de sus hi- jos; han pasado los hogares con todos sus deli- tos, las sociedades con todas sus orgias, los pue- blos y gobernantes con todas sus insultantes re- beldfas..., han pasado los que abofetearon el Pontifice, su Vicario, y sollozando y ahogado en ese lago insondable de tedios, de horrores y agonias, ha balbuceado: *Sf, los amo, Padre; los amo!... jPerdona a los humanos!»... ;Ay! como millares de saetas han venido, en fin, a azotar sacrilegamente su rostro y taspasar su Corazén los nombres de los malditos..., jde aquella legién innumerables de réprobos que, ungidos por su sangre y rescatados por su muerte, quisieron, sin embargo, morir y maldecir eternamente!... Esta- lla, entonces, el Coraz6n de Jestis en un sollozc infinito, y esa palpitacion violenta rompe sus venas... Palidece Jesiis... pero, un instante des- pués, su rostro livido, sus cabellos desgrefiados, todo su cuerpo tembloroso esi4 empapado en sangre... Cae entonces con la faz sobre el polvo 13 exclamando: «jPadre, he aquf que he venido a hacer tu voluntad..., pero, si fuere posible, aparta de Mf este caliz!»... Estaba postrado en tierra todavfa, cuando resonaron nuestros nombres en su Coraz6n agonizante... Nos vi6; sf, nos vid a los que estamos aqui Presentes en esta hora dulce y santa de consue- lo... Bajamos nosotros, con el 4ngel, para soste- nerle... Sinti6 que le hacfamos descansar, desfa- llecido, entre nuestros brazos..., que le confort4- bamos con sacrificios, con ternura, con amor del alma..., y desde entonces nos sigue mirando a través de sus ld4grimas y de las rejas de su c4rcel, como a los amigos, como a los confiden- tes de su entristecido Coraz6n... Ese mismo Co- raz6n palpita ahf, en esa misteriosa tumba... jCallemos, y que sus latidos nos cuenten sus congojas secretas, sus reclamos de amor, sus anhelos de triunfo!... (Pausa) (Consagraos en esta Hora, mil veces santa, a su Sagrado Corazén, y juradle amor eterno, en su divina Eucaristta.) Era plena noche. «jVamos -dijo de pronto, 14 Jestis, despertando a los Apéstoles-; vamos, se acerca el que va a entregarme!» Un momento més y su Coraz6n se estremeci6, cruelmente tor- turado, a la vista de Judas, el traidor. jLe habfa amado tanto!... Lo habfa predestinado entre mi- llares..., lo hizo apéstol suyo y sacerdote... jY por un vil pufiado de monedas viene a entregar al Salvador!... jLe tiende los brazos..., joh felo- nfa!, y acerc4ndose al rostro de Jesiis, donde le bes6 su Madre Inmaculada, ahf le besa Judas!... Dulcfsimo, pero hondamente conmovido, le dice Jestis: «Amigo, gcon un ésculo me entregas?»... jAy! jCémo no se ha perdido, en tantos siglos, esa palabra de infamante reproche!... Es que los traidores viven atin expiando a su Maestro; esa taza perdura, vive de su sangre, sigue sorteando su tinica y negociando su Evangelio... Y el Se- fior, Jestis, porque es manso y porque es eterno, calla en ese Taberndculo, testigo de las prome- sas que le hicieron, monumento acusador de trai- ciones... Le besan y le entregan tantos, jay! que, por renegar de su Maestro, reciben puestos, situacién y las monedas viles siempre codiciadas.:. Le besan con perfidia, y le entregan, los in- felices que se dicen desengafiados de su doctrina salvadora..., y es que no soportan la santidad de 18 su murada y de su ley... jLe besan y te enue gan... tantos tfmidos, que temen a los doctores y fariseos que persiguen a este Dios, que condena la falsedad y toda cobardfa!... Y estos Judas son refinadamente crueles con Jesiis, que se le acer- can con fingimiento de respeto; le traicionan, segiin dicen, por deber ineludible de su situa- ci6n, por honradez de conviccién, por delicadeza de conciencia... La almas.- Est4én decepcionados de Tf, Jestis, que eres la winica verdad, el solo camino y la vida que nunca desfallece... ;Oh! jEn esta Hora Santa, sepulta en el olvido el ultraje sangriento de tantos que se han sentado a m banquete, que participaron de tus confidencias, que fueron tus amigos y después te pospusieron a la escoria de la _tierra!... (Todos, en alta voz:) iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesiis! Por el intenso dolor que afligié tu Coraz6n, en la traicién villana del Apéstol, que te entregé con un beso de perfidia... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! Por la decepcién sufrida en la fuga bochorno- sa de los once discfpulos que habfan jurado amarte hasta la muerte... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! Por la amargura saboreada en la triple nega- cién de San Pedro..., por las l4grimas humildes con que repar6é su presuncién, y después, su la- mentable cobardfa... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesus! Por el horrible desengafio de tu pueblo que, después de vitorear tu nombre, aclamé a tus verdugos y exigi6 tu sangre... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesiis! Por la congoja que sufriste en la ingratitud de aquellos que sanaste en tu camino, que cose- charon tus prodigios, y se unieron, sin ernbargo, a la turba deicida... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! Por el Ianto que arrancé a tus ojos la maldi- ci6n de aquellas madres cuyos hijos bendijiste, por el lodo que esos nifios arrojaron a tu ros- tro... iPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! 7 Por la honda herida que te abrié ia desespe- racién de Judas, al desconfiar de tu misericordia inagotable... jPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! Por las wistezas que te causaron las innume- rables defecciones previstas en Getsemanf y que te ultrajarén, desgarrando, en el transcurso de los siglos, la tinica inconsitil de tu Iglesia... jPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! Por la agonfa mortal sufrida por la apostas{fa publica de algunos ministros de tu altar, por esa cruel lanzada, por los gemidos que te arrancaron las blasfemias de esos desdichados Judas... jPerdona las traiciones, Corazén Agonizante de Jesis! (Desagraviad a Jesus por tantas traiciones de bajo interés y cobardia). (Pausa.) = quién buscdis?», dice Jestis a los solda- , dominando con majestad divina un dolor in- menso... «jA Jestis de Nazaret!», contestan a una voz los que venfan sediento de su sangre... Un 18 momento més, y el dulcfsimo Maestro se adelan- ta, ofrece las manos, doblega su cuello bajo una soga criminal... y, cautivo de los hombres, les entrega nuevamente el enamorado corazé6n... Y vosotros, za quién buscd4is?, almas fervien- tes, en esta noche, aquf en este Getsemanf de su Sagrario?... Las almas.- Venimos en busca tuya, Jess de Nazaret... Es esta la hora del poder de las tinie- blas, de la soledad y del pecado... Por esto hemos elegido el momento supremo de tu des- amparo joh Divino Agonizante del altar!... para sorprenderte a solas y ocupar en esta Hora San- ta el puesto de San Juan y de los Angeles... Sf, yo soy tu duefio como he sido tantas veces w verdugo... Déjanos, pues acercamos a tu cércel voluntaria y permite que besemos tus cadenas, que bendigamos los dichosos muros de wm cala- bozo; consiente que Iloremos de amor al meditar en la sublime e incomparable cautividad del Hijo del Dios vivo... Aquf no fué ya un pecador quien te entreg6, fué tu propio Corazén, el di- choso, el amabilfsimo, culpable de esta prisién de amor... Permftenos, pues, resarcirte ahora de las amarguras de tu cautiverio con el clamor de nuestra humilde adoracién... Acércate, Jesiis, a 19 las puerta de tu c4rcel y recoge la plegaria de tus hijos fidelfsimos: En los sagrarios todos de la tierra, en las hostias consagradas del mundo entero... (Todos en voz alta:) jTe adoramos, Coraz6n de Jestis-Eucaristia! En aquellos Tabernéculos enteramente abando- nados, en aquellas lejanfas donde quedas largos meses olvidado, enue el polvo del altar... iTe adoramos, Corazén de Jesiis-Eucaristia! En aquel sinnimero de templos donde se ofende con irreverencias la humilde majestad de tu Sagrario... iTe adoramos, Corazén de Jestis-Eucaristia! En el pavimento del Santuario, en el polvo del camino, en el fango de los muladares, en que las manos de un sacrflego han profanado la Hostia consagrada... jTe adoramos, Corazén de Jestis-Eucaristia! En los labios del que te recibe como Judas, en su coraz6n, manchado por la culpa... iTe adoramos, Corazén de Jestis-Eucaristia! En la esplendidez y pompa con que la Igle- sia te ensalza en los cultos ptblicos de este Sa- cramento del amor... iTe adoramos, Corazén de Jestis-Eucaristta! jEn el dichoso retiro de los monasterios, en el corazén de tus esposas virgenes, que cantan al Cordero un himno de amor inmaculado! iTe adoramos, Corazén de Jesiis-Eucaristta! iEn unién de todos tus amigos que, en la adoracién perpetua y en la Hora Santa, vienen a Tepararte y a visitarte, joh Dios encarnado! iTe adoramos, Coraz6n de Jestis-Eucaristia! En el pecho del moribundo que te ha Ilama- do en su socorro, en ese coraz6n agonizante que desfatlece ya, herido por la muerte... iTe adoramos, Corazén de Jestis-Eucaristia! (Pausa) No ha habido noche mds horrenda, en sus dolores, que la noche del primer Jueves Santo de la tierra... No tenéis para qué reconstruir la escena de hace veinte siglos, almas fervorosas, cuando ahf tenéis a Jestis, sentado siempre en el banquillo de los criminales... reo de un amor in- finito. Ahf le tenéis, desde entonces, vendados los divinos ojos por el Ilanto que le arranca la libieza de los buenos, de los suyos...; ahf est4, objeto incesante de Ja befa de los sabios y de los honrados de la tierra...; ahf sigue, siendo en 21 ludibrio sangriento de los que le temen en su misma inercia, en su silencio sacramental... «Tu, que resucitas a los muertos -le dice la increduli- dad-, sal, si puedes, de esa tumba...; «Si eres Rey, -le dicen los gobernantes-, si es verdad que palpitas, Dios, en esa Hostia, adivina quién te hiri6!», y le golpean con sacrflega legalidad, y profanan sus templos... e insultan la mansedum- bre de su Coraz6n, que calla y que espera siem- pre perdonar... Pero es, sobre todo, el pecado de altivez y de soberbia el que més le ultraja en la dulcfsi- ma humildad de su Sagrario... Es la rebeldfa de Luzbel, el orgullo humano, la hez més amarga de su cAliz... jOh!, en este dfa espera de nosotros, con de- recho, un consuelo de humildad. jAh!, sf, recfbe- lo mil veces, Jestis Sacramentado, en pago de amor, por aquella eterna noche de sacrflega pro- fanacién de tu persona, sufrida el Jueves Santo. (Lento y cortado.) Las almas.- {Te amamos, Jestis; concédenos la gloria de ser propuestos, por tu entristecido Coraz6n!... iTe amamos, Jestis; otérganos la dicha de ser 22 confundidos, por tu amargado Corazén!... jTe amamos, Jestis; concédenos la gracia de ser desatendidos, por causa de tu misericordioso Corazén!... iTe amamos, Jesiis; ot6érganos la honra inme- recida de ser burlados, por tu acongojado Cora- zon!... iTe amamos, Jestis; concédenos la recompen- sa de ser despreciados por la gloria de tu herido Corazén!... jTe amamos, Jestis; ot6rganos la distincién preciosa de ser injuriados, por el triunfo de tu Divino Corazé6n!... jTe amamos, Jestis; concédenos la fruicién de ser algun dfa perseguidos, por el amor de t sa- grado Coraz6n!... jTe amamos, Jesiis; ot6rganos la honra de ser aborrecidos en unién de tu- Agonizante Cora- z6n!... jTe amamos, Jestis; concécenos el _,;rivile sio de ser condenados por el mundo, en obsequio a tu Divino Corazén!... jTe amamos, Jestis; otérganos la amargura deliciosa de ser olvidados, por amor a tu Sagra- do Corazén!... ijSi el disc{pulo no ha de ser més que su Maestro te suplicamos, Jestis, nos des la parte 23 que nos corresponde en los vilipendios de tu Coraz6n Sacramentado... Consuélate de todos ellos, Maestro muy amado, pues estos tus ami- gos, poniendo en tu costado herido una palabra de humildad, te protestan que Tu eres, en esa Hostia, su tnica fortuna, su solo Parafso! (Breve pausa.) El! Jueves Santo no fué una hora de caridad y de agonfa, de aquel dfa de siglos, que vivird encarcelado en los altares, cautivo de los corazo- nes, prisionero de nuestros templos, Jests-Euca- ristfa... El Jueves Santo del Cendculo y de Get- semanf se perpetuar4 para glorificacién de Jests hasta la consumacién de las edades: este Sacra- mento del amor y de la fe quedar4 con nosotros hasta que la ultima Hostia se consuma en cl pecho del ultimo hombre que agonice... jAh!, pero ese Sol de amor, el coraz6n ocul- to en el pecho de Jestis y en esa Hostia, no ha permanecido siempre velado a nuestros ojos, no! Incontenible en sus ardores de caridad y en los fulgores de luz misericordiosa, por la ancha he- rida del Costado, nos habla ese Corazén Sagra- do, con gemidos de paloma... y, por fin, se re- 24 vela, un dfa venturoso, en toda la magnificencia de su amor, . Y es El, el Nazareno Divino, es el Maestro de Judea, apasionado de las almas... es el mismo Agonizante adorable, el mismo cau- tivo uiunfador de Getsemanf... el que aparece ante los ojos extasiados de Margarita Marfa, y el que, mostréndoie su Corazén envuelto en Ila- mas, dice: «He aquf el Corazén que ha amado tanto a los hombres...; no he podido contener por mds tiempo el amor que por ellos me devo- ta... Wed aquf que vengo, pues, a pedir amor por amor, coraz6n por coraz6n...; quiero trocar mi vida por vuestra vida... Estoy triste...: se me olvida..., se me ultraja! jQuiero consuelo, tengo ansias de un solemne desagravio en una gran festividad a mi Coraz6n!... ; Vengo a exigir para él un homenaje, un culto victorioso; pues por él he de reinar... Venid a acompafiarme en la ado- raci6n reparadora...; venid a convertir al mundo en la HORA SANTA... jAh, venid a comulgar..., venid, tengo sed de ser adorado en el Sacramen- to del altar... Traedme almas..., muchas almas..., y luego, levadme al seno del hogar, al corazén del que padece, al lecho del pecador empederni- do... y veréis la gloria y los prodigios de mi amor... Tomad y recibid, en esta Eucaristfa, mi Divino Corazén...; todo él os pertenece...: ama- dle..., amadle... y hacedle reinar!» (Ast habl6 el Dios de Paray-le-Monial, ast nos sigue hablando por la deliciosa llaga de su pecho... Espera una respuesta en esta noche, que al esfumarse, como una visién del cielo, ird a confundirse en las horas de una eternidad fe- liz.) (Pausa.) Las almas.- «Angel de Getsemanf, San Juan y Margarita Marfa, adoradores felices del Cené4- culo, Virgen Inmaculada, acercaos todos, velad y orad con nosotros, y depositad nuestra tiltima plegaria, no a los pies de Jesis Sacramentado, sino en la herida sangrienta del Costado... Sefior, Jesés, Ti lo has dicho, Tu eres Rey..., a eso viniste al mundo, para reinar estableciste el sa- crificio perpetuo del altar, para reinar nos reve- laste los tesoros y los anhelos de tu Divino Co- raz6n... No en vano nos aseguraste, Jestis, que por él incendiarfas en tu amor al mundo desdi- chado... Cumple, pues, tus promesas; establece ya, nos urge, el reinado de tu amante Coraz6n. 6 (Todos en voz alta:) Venga a nds el reinado de tu amante Cora- zon. 1, ;Pronto, Jestis, sf, reina presto, antes que Satén y el mundo te arrebaten las conciencias y profanen, en t ausencia, todos los estados de la vida!... Venga a nds el reinado de tu amante Cora- 26n. 2. jAdelante, jestis, y wiunfa en los hogares, reina en ellos por la paz inalterable prometida a los que te han recibido en Hosannas!... Venga a nds el reinado de tu amante Cora- z6n. 3. jNo demores, Maestro muy amado, porque muchos de éstos padecen aflicciones y amargu- ras, que Tu solo prometiste remediar!... Venga a nds el reinado de tu amante Cora- z6n. 4. jVen!..., porque eres fuerte, Tui, el Dios de las batallas de la vida, ven, mostréndonos tu pe- cho herido, como esperanza celestial en el trance de la muerte!... Venga a nds el reinado de tu amante Cora- 26n. 5. Sé Tu el éxito prometido en nuestros tra- bajos, s6lo Ti la inspiracién y recompensa en todas las empresas. Venga a nds el reinado de tu amante Cora- z6n. 6. Y tus predilectos, quiero decir, los pecado- res, no olvides que para ellos, sobre todo, reve- laste la ternura incansable de tu amor. Venga a nds el reinado de tu amante Cora- z6n. 7. jAy! son tantos los tibios, Maestro, tantos los indiferentes a quienes debe inflamar con esta admirable devocién! Venga a nds el reinado de tu amante Cora- zon. 8. «Aquf est4 la vida», nos dijiste, mostrén- donos tu pecho atravesado... jPermite, pues, que ahf bebamos el fervor, la santidad a que aspira- mos! Venga a nos el reinado de tu amante Cora- z6n. 9. Tu imagen, a peticién tuya, ha sido ento- nizada en muchas casas... En nombre de ellas, te suplico sigas siendo en todas el Soberano muy: amado. Venga a nos el reinado de tu amante Cora- z6n. 10. Pon palabras de fuego, persuacién irresis- lible, vencedora, en aquellos sacerdotes que te aman y que te predican como Juan, w apéstol regalado. Venga a nos el reinado de tu amante Cora- 26n. 11. ;¥ a cuantos ensefien esta devocién subli- me, a cuantos publiquen sus inefables maravillas, resérvales, Jesis, una fibra vecina a aquella en que tienes grabado el nombre de tu Madre! Venga a nds el reinado de tu amante Cora- z6n. 12. Y, por fin, Sefior, Jestis, danos el ciclo de tu Coraz6n a cuantos hemos compartido tu agonfa en la Hora Santa, por esta hora de con- suelo y por la Comunién de los primeros vicr- nes, cumple con nosotros tu promesa infalible..., te pedimos que en la hora decisiva de la muer- te, Venga a nds el reinado de. tu amante Cora- z6n. (Pausa breve.) Y reclinados ahora dulcemente en tu sagrado pecho, déjanos decirte: Te bendecimos y te amamos, Jestis, por todos los que te aborrecen. Te bendecimos y te amamos por todos los que te blasfeman. Te bendecimos y te amamos por todos los que te profanan con el sacrilegio. Te bendecimos y te amamos por todos los que te niegan en este Sacramento. Te bendecimos y te amamos por todos los indiferentes que te olvidan. Te bendecimos y te amamos por todos los buenos que abusan de la gracia. Te bendecimos y te amamos en esta Eucaris- tfa con el Coraz6n de tu divina Madre, y con la caridad de todos los predgestinados. Y si te hemos negado alguna vez, perdona, joh Dios Sacramentado!..., y, en desagravio, dé- janos reconocerte en el Sagrario en que Tu vi- ves... Si te hemos ofendido por fragilidad o por malicia, déjanos servirte en eterna esclavitud de amor eterno, porque es m4s muerte que vida la que no se consume en amar y en hacer amar tu amante, tu olvidado, tu Divino Corazén, en la Santa Eucaristfa: jvenga a nés tu reino! (Un Padrenuestro y Avemaria por las inten- ciones {ntimas de los presentes. Un Padrenuestro y Avemarta por los agoni- 30 zantes y pecadores. Un Padrenuestro y Avemarta por el triunfo universal del Sagrado Coraz6n, especialmente en la Comunién diaria, en la HORA SANTA y en la entronizaci6n del Sagrado Corazén en los hogares). Acto final de Consagracién. jHosanna a Ti, Jesus, hosanna, en reparacién de los millones de criaturas que ignoran por completo m presencia real en los Sagrarios; en nombre de todos ellos te adoramos, Sefior, y te amamos con amor més fuerte que la muertel... iHosanna a Ti, Jestis, hosanna, en reparacién de los que, creyendo en este sublime misterio, vivien tranquilos, sin comulgar jams, desdefiosos del man4 de tus altares; en nombre de todos ellos te adoramos, Jestis, y te amamos con amor més fuerte que la muerte! iHosanna a Ti, Jess, hosanna, en reparacién los que creen en tu Eucaristfa y la profanan xon horrendo sacrilegio; en nombre de todos ellos te adoramos, Sefior, y te amamos con amor mfs fuerte que la muerte! ijHosanna a Ti, Jesiis, hosanna, en reparacién de los que, por culpable tibieza, se retraen del 31 comulgatorio y te reciben sélo muy de tarde en tarde y con recelos de un temor exagerado, que te ofende; en nombre de todos ellos te adora- mos, Sefior, y te amamos con amor més fuerte que la muerte! jHosanna a Ti, Jesus, hosanna, en reparacién de tantos buenos y piadosos, de tantos sacerdo- tes que pudieran ser santos con sdlo darse gene- rosamente a la devocién de tu sagrada Eucaris- tfa, consagréndose sin reserva a este amor de los amores, a este culto reparador, incomparable; en nombre de todos ellos te adoramos, Sefior, y te amamos con amor més fuerte que la muerte! jOh, sigue, Jesus, revelando las maravillas de tu Corazén desde esa Hostia!... jAvanza, Dios oculto y vencedor, avanza, conquistando en el comulgatorio alma por alma, familia por familia, hasta que la tierra entera exclame alborozada: «jAlabado sea el Divino Corazén su Eucaris- tfa salvadora...; a El, s6lo a El, en los altares, gloria y honor por los siglos de los siglos: vega a nés tu reino!» 32

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