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comenzé a ser reconocide como factor c ei desarrollo de ia civilizaciOn a partir de log trabajos publicados por Huizinga en los treinta, especialmente el Homo Iudens. Des entonces, psicGlogos ¢ historiadores no han- cesadi de descubrir aspectos insospechados en esta actividad de apariencia inocente. En Los Juegos Jos horibres, Roger Caillcis intenta una empn: audaz: proponer una sociologia a partir de los i juegos. En efecto, ios juegos disciplinan los instintos, pues son, pox un lado, espacio para el placer y la invencin, y por otro, acatamiento dé 2 una serie de restricciones. Al Proporcionar un” modelo controiado de la realidad, permiten ef aprendizaje, no de-un-oficio 0 de-una actividad especifica, sino de las virtudes necesarias para afrontar pittebas posteriores. Cada uno de ellos estimula el desarrollo de una facuttad distinta: hi juegos de azar, de competencia, de sirmulacro y de vertigo. Las sociedades fascinadas por juegos de simulacro.y vértigo juegan on realidad a Ia a enajenacién de fa personalidad y permanecen estarcadas, pero los juegos de competencia y azar’ acompafian al establecimiento de la civilizacién. a COLECCION POPULAR ¥ LOS HOMBRES COLECCION POPULAR 344 LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES URLLADOVLD Traduccién de Joncr Ferremo “ROGER CAILLOIS _Los JUEGOS Y LOS HOMBRES La mascara y el vértigo " ~“"FONDO DE CULTURA’ ECONOMICA ~ MEXICO ae 4 Primera edicion en francés, 1967 Primera edicién en espafiol, 1986 Titulo original: | Los Jeux et les Hommes. Le masque ¢t le vortige © 1967, Editions Gallimard, Paris D. R. © 1986, Foxpo pe Curruna Economica, $. A. ve C. V. Avenida de la Universidad, 975; 08100 México, D. F. ISBN 968-16:2481-5' Impreso en México INTRODUCCION Los juegos son innumierables y de multiples es- pecies: juegos de sociedad, de habilidad, de azar, juegos al aire libre, juegos de paciencia, de cons. truccién, etc. Pese a esa diversidad casi infinita y con una constancia sorprendente, la palabra juego evoca las mismas ideas de holgura, de ries- go o de habilidad. Sobre todo, infaliblemente trae consigo una atmésfera de solaz o de diversisn. y divierte. Evoca una actividad sin apremios, pero también sin consecuencias para la vida real. Se opone a la seriedad de ésta y de ese modo se ve tachada de frivola. Por otra par- te, se opone al trabajo como el tiempo perdido al tiempo bien empleado. En efecto, el juego no produce nada: ni bienes ni obras. Es esencial- mente estéril. A cada nueva partida, y aunque jugaran toda su vida, los jugadores vuelven a encontrarse en cero y en las mismas condiciones que en el propio principio. Los juegos de dinero, de apuesta o de loterfas no son la excepcién: no crean riquezas, sino que sélo las desplazan. Esa gratuidad fundamental del juego es cla- ramente la caracteristica que m4s lo desacredi- ta. Es también Ja que permite entregarse a él despreocupadamente y lo mantiene aislado de las actividades fecundas. Desde wn principio, cada cual se convence asi de que el juego no es 7 mas ‘que fantasia’ agradabie y’ digiraccién Vand, * sean cuales fueren el cuidado que se le ponga, Jas facultades que movilice y el rigor que se exija, lo cual se siente claramente en esta frase de Chateaubriand: “La geometria especulativa tiene sus juegos y sus inutilidades, como las otras ciencias.” a En esas condiciones, parece tanto mas signifi- cativo que historiadores éminentes luego de es- tudios profundos, y psic6logos escrupulosos lue- go de observaciones repetidas y sistemiticas, se. hayan credo obligados a hacer def'espiritu de juego uno de los resortes principales, para las sociedades, del desarrollo de las manifestacio- - nes mas elevadas de su cultura, y para el indi- viduo, de su educacién moral y de su progreso intelectual. El, contraste entre una actividad me- nor, considerada insignificante, y" los reSultados © esenciales que de pronio se inscriben en bene- ficio suyo, se opone lo suficiente a la verosimi- litud para que nos preguntemos si no Se trata de alguna paradoja mas ingeniosa que bien fun- dada. ‘Antes de examinar las tesis 0 las conjeturas - de los panegiristas del juego, me parece conve- niente analizar las ideas implicitas que se repi- ten en la idea de juego, tal como aparecen en jos diferentes empleos de la palabra fuera de su sentido propio, cuando se utiliza como me- tafora. Si verdaderamente el juego es un resorte principal de la civilizacién, no puede ser que sus significados secundarios no resulten instructivos. ‘Bn primer lugar, en una de sus acepciones mas corrientes., y. también..mas .cercapas al sentido i “parte, se transforman sin cesar, La jueRt propio, la palabra juego designa “no tividad: especifica que nombra, “totalidad de las figuras, de los simbolos o de los “ instrumentos necesarios a esa actividad o al fun- cionamiento de un conjunto complejo. Asf{, se habla de un juego de naipes: conjunto de car- tas; de un juego de ajedrez: conjunto de piezas indispensables para jugar a ese juego. Conjun- tos completos y enumerables: un elemento de mas ode menos y el juego es imposible o fal- s0, 2 menos que el retiro o el aumento de uno o de varios elementos se anuncie de antemano y responda a una intencién precisa: asi ocurre con el joker en la baraja o con la ventaja de una pieza en el ajedrez para establecer un equilibrio entre dos jugadores de fuerza desigual. De la misma manera, se hablara de um juego de 6r gano: conjunto.de tubos: y de: teclas;-o-de un juego de velas: conjunto completo de las dife- yentes velas de un navio. Bsa idea de totalidad cerrada, completa en un principio e inmutable, ‘oncebida para funcionar sin otra intervenci6i fe constituye una innovacién preciosa en _foundo esencialmente en movimiento, cuyos ele- Tmentos son practicamente infinitos y, por otra. 2 x La palabra je 0] designa ademés él estilo, fa manera de un intérprete, mtisico o comediante, es décir las ca- - ‘Yacteristicas originales que distinguen de los demas su maanera de tocar un instramento o de interpretar un papel. Vinculado por el, texto o | por la partitura, no por éllo es menos libré. (den- / Sto de cfertos limites) de manifestar su perso- 5B ~~ nalidad” mediaite’ ifiimitables maticés o varid- “La palabra juego. combina entonces. las, ideas de limites, de libertad y de invencién. En un “registro vecino, expresa una mezcla notable en que se leen conjuntamente las ideas complemen- arias de suerte y de habilidad, de recursos re- del azar o de la fortuna y de la inteli- ‘gencia mas 0 menos répida que les pone en cho, Una expresién como avoir beau jeu [ser facil algo a alguien] corresponde al primer senti- do, y otras como jouer serré [jugar con cautela] y jouer au plus fia {darselas de listo] remiten al segundo; otras mds, como mostrar su juego 0, a la inversa, ocultar su juego se refieren inextricablemente a ambos: ventajas al princi- ~ pio-y despliegue-habit de una estrategia’ maestra: La idea de riesgo viene, al punto, a complicar elementos de suyo enredados: la evaluacién de los recursos disponibles, el cdlculo de las even- tualidades previsibles se acompafian rapidamen- te de otra especulacién, una especie de apuesta que supone una comparacién entre 1 riesgo aceptado y el resultado esperado. De alli las lo- cuciones como poner en juego, jugar en grande, jugarse el resto, la carrera, la vida, o incluso la comprobacién de que el juego no vale la cande- la, es decir, que el mayor provecho que puede sacarse de la partida es inferior al costo de la luz que lo alumbra. Una vez més, el juego aparece como una idea singularmente compleja que asocia un estado ‘de hecho, um elemento, favorable o miserable, en 10 ion y trata de obtener de ellos el mayor pro-_ qué ¢l avar é8 rey ¥ que el jugador hereda para O;para mal, sin poder hacer nada al res- una aptitud para sacar el mejor partido xe esos recursos desiguales, que un calculo sagaz hace fructificar y que la negligencia dilapida y, en fin, una eleccién entre la prudencia y la auda- cia que aporta una tltima coordenada: la me- dida en que el jugador estA dispuesto a apostar por aquello que se le escapa mas que por aque- lo que domina. Todo juego es un sistema de © replas. Estas de- | finen Io que es o no es juego, es lo permi-— y lo prohibido, A la vez, ésas Convenciones arbitrarias, impérativas e inapelables.” No! jen violarse coh ningém pretexto, so pena de que cl juego acabe al punto y se estropee por | este hecho.. Pues nada mantiene la regla salvo el deseo de jugati-es-decir, la voluntad de tespe- tarla. precisa_jugar.. 00 DO ir absolute. Ahora bien, “jugar al” jogo” jaar en para actividades alejadas del juego ¢ incluso fundamentalmente fuera de él, en las diversas ac- ciones o los diversos intercambios a los cuales se trata de hacer extensivas algunas convenciones implicitas semejantes a las de los juegos, Tan- to mAs conveniente es someterse a ellas cuanto que ninguna sancién oficial castiga al compa- fiero desleal. Dejando simplemente de jugar. al juego, éste ha vuelto a abrir el estado natural y ha permitido nuevamente toda exaccién, toda treta o respuesta prohibida, que las ‘convencio- ‘nes precisamente tenian por objeto suprimir, dé “comin acuerdo. Esta vez, lo qui go aparece como un conjunto de ‘resti voluntarias y aceptadas de buen grado; que ins- “fatiran ‘un orden éstable, a veces una legislacion “tcita’ én un universo sin ley... La palabra juego evoca en fin una idea de am- plitad, de facilidad de movimiento, una libertad util, pero no excesiva, cuando se habla del jue- de un engranaje o cuando se dice que.um mavio jtiega sobre su ancla, Esa amplitud hace posible una indispensable movilidad. Ei juego que subsiste entre los diversos elementos per- mite el funcionamiento de un mecanismo. For otra parte, ese juego no debe ser pues la maquina parecerfa desbocada. Asi, ese espacio cuidadosamente calculado impide que se atasque o se desajuste. Juego significa enton- ces libertad, que debe mantenerse en el seno del iz ismo para que éste adquiera 0 conser- | ve su-effcacia: “Por lovdemés,-el mevatiismo en tero se puede Considerar como una especie de Juego en otro sentido de la palabra que un dic- cionario precisa de la manera siguiente: “Ac- cin regular y combinada de las diversas partes de una m4quina.” En efecto, una mdquina es un puzzle de piezas concebidas para adaptarse unas a otras y funcionar concertadamente. Pero, en el interior de ese juego, enteramente exacto, in- terviene un juego de otra especie, que le da vida. primero es ensamble estricto y perfecta relo- \ jerla, el segundo es elasticidad y margen de “movimiento. “Los anteriores son’ significados variados y ricos que muestran cémo, no el juego mismo, sine las isposiciones psicolégicas que manifiesta y des- 12 z 2 3 = te i & e lee arrolla pueden en efecto constituir importante: factores de civilizacién, En general, esos distin-| tos sentidos implican ideas de totalidad,; de re- glay de libertad. Uno de ellos asocia la presencia de limites con Ja facultad de inventar dentro de esos limites. Otro separa entre los recursos he- redados de Ja suerte y el arte de lograr la victo- ria con el solo concurso de recursos intimos e inalienables, que no dependen sino de ia apli- cacién del celo y de la obstinacién personal. Un tercero opone el calculo y el riesgo. Otro mas invita a concebir leyes.a la vez imperiosas y sin otra sancién que no sea su propia destraccién o inidica que es conveniente contar con cierto va- cio o cierta disponibilidad en el centro de la mas €xacta economia. _ -Hay..ciertos casos en, que Jos. limites,.se.borran y la regla se uelve, otros en cambio en que la libertad y la invencién estan a punto de des- aparecer. Sin embargo el juego significa que ambos polos subsisten y que entre uno y otro se mantiene' cierta relacién. El juego propone y propaga estructuras abstractas, im4genes de am- jientes cerrados y protegidos, en que pueden ejercitarse competencias ideales. Esas estructu- _ ‘Tas y esas competencias son otros tantos, mode- | “Tés de instituciones y de conductas. Con toda se- © idad no son aplicables de manera directa a la realidad siempre confusa y equivoca, compleja e innombrable. Intereses_y pasiones no se dejan ‘dominar facilmente en ellas. Alli son moneda ‘orriente la violencia y la traicién. Pero los mo- delos que los_juegos.ofrecen constituyen otras . ani tas anticipaciones del- universo reglamenta- 13 J que es conveniente sustituir la anar- al. reducida a lo esencial, la argumenta- cién de un Huizinga, cuando deriva del espfritu de juego la mayoria de las instituciones que or- denan a las sociedades o las disciplinas que contribuyen a su gloria. Fl derecho entra sin discusién en ésta categoria: el codigo enuncia la regla del juego social, la jurisprudencia lo ex- tiende a los casos de litigio y el procedimiento define la sucesién y la regularidad de las juga- das. Se toman precauciones para que todo ocu- rra con la claridad, la precisién, la pureza y la imparcialidad de un juego. Los debates se reali- zan y el fallo se pronuncia en un recinto de justicia, de acuerdo con um ceremonial invaria- ble, que evocan_respectivamente el aspecto de- = dicado al juego (campo cerrado, pista o arena, tablero para damas o tablero de ajedrez), la separacién absoluta que debe aislarlo del resto acio mientras dure la partida o la audi- cién y, por fin, el cardcter inflexible y original- mente formal de las reglas en vigor. En el intervalo de los actos de fuerza (en los que el juego ya no se juega), también existe en Ja politica una regla de alternancia que Ileva uno a uno al poder, y en las mismas condicio- nes, a los partidos opuestos. El equipo gober- nante, que juega correctamente e] juego, es de- cir, de acuerdo con las. disposiciones establecidas y sin abusar de las ventajas que le da el usu- fructo momentaneo de la fuerza, ejerce ésta sin aprovecharla para aniquilar al adversario o pri- varlo de toda oportunidad de sucederlo, en_las.._ 14 | formas legales. A falta de lo cual; se abre la puer- ta a la conspiracién oval motin. En lo sucesivo, todo se resumirfa en un brutal enfrentamiento de fuerzas que ya no serian atemperadas por fragiles convenciones: aquellas que tenian como consecuencia hacer extensivas a la lucha politi- ca las leyes claras, distantes e indiscutibles de las rivalidades contenidas. No ocurre otra cosa en el terreno estético. En pintura, las leyes de la perspectiva son en gran parte convenciones. Engendran habitos que, al final, las hacen parecer naturales. En musica, Jas leyes de la armonia, en el arte de los ver- sos las de la prosodia y de la métrica, y cualquier otra imposicién, unidad o canon en Ja escultu- ra, la coreografia o el teatro, componen igual- mente diversas legislaciones, mas plicitas y detalladas; que a la vez 'y limitan ~ al creador. Son como las reglas del juego al que él juega. Por otra parte, engendran un es- tilo comin y reconocible en que se concilian y se compensan la disparidad de gusto, la prucba de la dificultad técnica y los caprichos del ge- nio. Esas reglas tienen algo de arbitrario y, de encentrarlas extrafias o molestas, cualquiera est4 autorizado para rechazarlas y pintar sin pers- pectiva, escribir sin rima ni cadencia 0 compo- ner fuera de Jos acordes permitidos. Al hacerlo, ya no juega al juego sino que contribuye a destruirlo pues, igual que en el juego, esas reglas slo existen por el respeto que se les tiene. Sin embargo, negarlas es al mismo tiempo esbozar Jas normas futuras de una nueva excelencia, de otro juego cuyo, cédigo atm vago:ser4 a su vez. AS “ tirfnico, domesticar4 la audacia y‘prohibiré nue- vamente la fantasia sacrilega. Toda ruptura que quiebre una probibicién acreditada esbozard ya otro sistema, no menos estricto y no menos gra- tuito. La propia guerra no es terreno de la violen- cia pura, sino que suele serlo de la violencia regulada. Las convenciones limitan las hostili- dades en el tiempo y en el espacio. Empiezan por una declaracion que precisa solemnemente el dia y la hora en que entra en vigor el nuevo estado de cosas. Termina mediante la firma de un armisticio o de un acia de rendicién que precisa igualmente su fin. Otras restricciones excluyen de las operaciones a las poblaciones ci- viles, a las ciudades abiertas, se esfuerzan por prohibir ¢l empleo de ciertas armas y el trate “a los heridos y'a ‘los ‘pri En épocas de guerra Ilamada cortés, hasta la es- trategia es convencional. Las marchas y contra- marchas se deducen y se articulan ‘como com- binaciones de ajedrez y Mega a suceder que los teéricos estimen que el combate no es necesario para la victoria. Las guerras de ese tipo se em- parientan claramente con una especie de juego: mortifero y destructor, pero regulado. Mediante esos pocos ejemplos, se: aprecia una especie de huella o de influencia del principio del juego, o cuando menos una convergencia con sus ambiciones propias. Con ella se puede seguir el progreso mismo de la civilizacién, en la me- dida en que ésta consisté én pasar de-un universo tizan “‘tosco a un universo administrada, que se apoya |e erttpenvncvicenmnnimroncrninmnrneene rant ininmseimiaiay un sistema coherente y equilibrado, tanto “de derechos y de deberes como de privilegios y de “pesponsabilidades. El juego inspira o confirma ‘ese equilibrio. Continuamente procura la ima: “gen de un medio puro y autonome, en que, res. petada voluntariamente por todos, ia regla no favorece ni lesiona a nadie, Constituye una isla de claridad y de perfeccion, cierto que siempre infinitesimal y precaria, y siempre revocable, que se borra por sf misma. Pero esa duracién fugitiva y esa rara extensién, que dejan fucra de si las cosas importantes, tienen al menos ‘valor de modelo. Los juegos de competencia desembocan en los deportes; los juegos de imitacién y de ilusién prefiguran los actos del espectaculo. Los juegos de azar y de combinacién han 4 numierosos ‘desarrollos de las matematicas, des- de el cdlculo de probabilidades hasta Ia topo- logia. Es claro: el panorama de la fecundidad cultural de los juegos no deja de ser impresio~ nante. Su contribucién en el nivel del individuo no es menor. Los psicéloges les reconocen un papel capital en la historia de la afirmacién de sf en el nifio y en la formacién de su cardcter. Los juegos de fuerza, de habilidad, de cAleulo, son ejercicio y entrenamiento. Hacen el cuerpo més vigoroso, mds flexible y mds resistente, la vista mds penetrante, el tacto més sutil, el espi- ritu mds metédico o més ingenioso. Cada juego refuerza y agudiza determinada capacidad fisica 9 intelectual. Por el camino del placer o de la obstinacién, hace facil lo que en un principio fue dificil 6 agotador. —— 17 igen.a.. Contra fo’que se afirma con frecuencia, el jue- go no es aprendizaje de trabajo. Sélo en apa- riencia anticipa las actividades del adulto. El chico que juega al caballo o a Ja locomotora no se prepara en absoluto para ser jinete 0 meca- nico, ni para ser cocinera la chiquilla que en platos supuestos prepara alimentos ficticios con- dimentados con especias ilusorias. El juego no prepara para ningtin oficio definido; de una ma- nera general introduce en la vida, acrecentando toda capatidad de salvar obstéculos o de hacer frente a las dificultades. Es absurdo y no sirve en absoluto para salir adelante en Ja realidad lanzar lo mds lejos posible un martillo o un disco metdlico, o bien atrapar y lanzar intermi- nablemente una pelota con una raqueta. Pero es joso tener musculos fuertes y. reflejos ré- : El juego ciertamente supone 1a voluntad de‘ ganar.utilizando al mdximo esos recursos y pro- hibiéndose las jugadas no permitidas. Pero exige atm més: es preciso superar en cortesia al ad- versario, tenerle confianza por principio y com- batirlo sin animosidad, Ademds es necesario \ aceptar de antemano cl posible fracaso, la mala suerte o la fatalidad, consentir en la derrota sin célera ni desesperacién. Quien se enoja o | se queja se desacredita. En efecto, alli donde. toda nueva partida aparece como un principio absoluto, nada esta perdido y, antes que re: minar 0 desalentarse, el jugador tiene la posibi! lidad de redoblar su esfuerzo. El juego invita y acostumbra a escuchar esa! leccién del dominio..de si y a hacer extensiva: 13° su practica al’ Conjunto de Jas relaciones y de Jas vicisitudes humanas en que la competencia ya po es desinteresada ni est4 circunscrita la fatalidad. Aun siendo evidente y estando toda- via por garantizar, esa frialdad en el momento de los resultados de la accién no es poca vir- tud: Sin duda, tal dominio es mas fécil en el juego, donde en cierto modo es de rigor y don- de pareceria que el amor propio se hubiera com- prometido de antemano a cumplir con las obli- gaciones. No obstante, el juego moviliza las diversas ventajas que cada cual puede haber recibido del destino, su mejor afén, la suerte im- placable ¢ imprescriptible, la audacia de arries- gar y la prudencia de calcular, la capacidad de conjugar esas diferentes clases de juego, que a su vez es juego y juego superior, de mayor com-, plejidad en‘el sentido de que es el arte de aso. ~ iar utilmente fuerzas dificilmente conciliables. -En. cierto sentido, nada como el juego exige - tanta atenci6n, tanta inteligencia y resistencia nerviosa. Esté demostrado que el juego pone al set en un estado por decirlo asi de incandescen- cia, que lo deja sin energia ni resorte, una vez rebasada la cima, consumada la hazafia, una _ vez alcanzado el extremo como de milagro en Ja proeza o la resistencia. En Jo cual también €s meritorio el desapego. Como Io es aceptar perderlo tedo sonriendo, al echar tos dados o al ‘voltear un naipe. . Por otra parte, es preciso considefar los jue- | gos de vertigo y el voluptuaso estremecimiento | jue se apodera del. jugador al cantarse el fatal | rienne-va-plus, anuncio éste que pone fin a la Y 9 . a THlos thodales, _ discrecién de su libre-arbitrio y ‘hace inapelable © un veredicto que sélo de él dependia evitar de- ) jando de jugar. Tal vez de manera paraddjica, algunas personas atribuyen un valor de forma- cién moral a ese desasosiego profundo aceptado deliberadamente. Experimentar placer con el pa- nico, exponerse a él por voluntad propia para. tratar de no sucumbir ante él, tener a la vista Ja imagen de la pérdida, saberla inevitable y no. préparar otra salida que la posibilidad de afec- tar indiferencia es, como dice Platén hablando de otra apuesta, un hermoso riesgo que vale Ia_ pena correr. Ignacio de Loyola profesaba que era necesa- rio actuar contando sélo consigo mismo, como si Dios no existiera, pero recordando constan- temente que todo dependia de Su voluntad. Fl juego.no: es-una-escucla menos ruda:"Ordena al jugador no descuidar nada para el triunfo y al mismo tiempo guardar distancias respecto a él. Lo:que ya se ha ganado puede pérderse e in- cluso se encuentra destinado a ser perdido. La manera de vencer es ms importante que la pro- pia victoria y, en cualquier caso, més impar- tante que lo que esta en juego. Aceptar el fracaso como sitnple contratiempo, aceptar la, victoria sin embriaguez ni vanidad, con ese desapego, con esa ultima reserva respecte de la propia ac- cién, es Ja ley del juego. Considerar la realidad como un juego, ganar mas terreno con esos be- ‘qtie hacen retroceder Ia tacafieria, la codicia y el odio, es Hevar a cabo obra de “ivilizacién. Este alegato en favor del espiritu de juego 20 sia iat aE traé a°la mente una‘ palinodia que ‘séfiala bre- yemente sus debilidades y sus peligros. El juego constituye una actividad de lujo y presupone tiempo para el ocio. Quien tiene hambre no juega. En segundo lugar, como no se esta obli- lo a él y como sdlo se mantienc. mediante el placer de jugar, el juego queda a merced del aburrimiento, de la saciedad o de un simple cam- bio de humor. Por otra parie, el juego esta con- + denado a no fundar ni a producir nada, pues en sa propia esencia est4 anular sus resultados, 2 diferencia del trabajo y la ciencia que capitalizan ~Tes suyos y, en mayor o menor medida, transfor- ~man el mundo. Ademés, a expensas del conteni- «do, el juego desarrolla un respeto supersticioso a la forma, respeto que puede volverse maniace si simplemente se mezcla con el guste por la eti- ~quet#-por el pundonor oc por la” ¢astilstica, por Jos refinamientos de la buracracia'o de los pro- cedimientos. Finalmente, el juega escoge sus di- ficultades, las afsla de su contexté y, por decirlo asi, las irrealiza, Que sean o no resueltas no tiene mds consecuencia que cierta satisfaccién © cierta decepcién igualmente ideales. De habi- tuarse a ella, esa benignidad engafa respecte a la rudeza de las pruebas verdaderas. Acostum- bra considerar sélo elementos examinados y resueltos, entre los cuales la eleccién es nece- sariamente abstracta. En pocas palabras, el jue- #0 _descansa sin duda en el placer de vericer el obstaéculo, pero un obstéculo arbitrario, casi fic- ticio, hecho a la medida del jugador y acéptado. ‘por él’ Bn cambio, la realidad no tiene esas de... Ticadezas. : 2 ~ Bn este tiltimo punto reside la debilidad prin- cipal del juego. Pero esa debilidad obedece en iltima instancia a su propia’ naturaleza y, sia ails, ol juego estaria igualmente desprovisto de Secundum Secundatum i PRIMERA PARTE orig I. DEFINICION DEL JUEGO En 1933, Johan Huizinga, rector de Ja Universi- dad de Leiden, eligié como tema de su discurso inicial Los limites del juego y de la seriedad en la cultura. En Homo ludens, trabajo original y vi- goroso publicado en 1938, retomé y desarrollé sus tesis. Discutible en la mayoria de sus afir maciones, esta obra, por su naturaleza, no deja de abrir caminos sumamente fecundos a la in- vestigacion y a la reflexion. En todo caso, el mérito de Huizinga consiste en haber analiza- do magistralmente ‘varias de las caracteristicas - fundamentales del juego y en haber demostrado Ja importancia de su funcién en el desarrollo mismo de la civilizacié: or una parte, inten- } taba procurar una definicién exacta de la natu- raleza esencial del juego; por otra, se esforzaba “por arrojar luz sobre esa parte del juego que -.obsesiona 0 vivifica las manifestaciones esencia- Jes de toda cultura: las artes y la filosofia, la poesia y las instituciones juridicas e incluso cier- tos aspectos de la guerra cortés. Huizinga cumplié brillantemente con esa de- mostracién pero, aunque descubre el juego alli donde antes que ¢] nadie se habia atrevido a _econocer su presencia o su influencia, descuida deliberadamente la descripcién y la clasificacion de los propios juegos, dandolas por sentadas, como si tédos los juegos respondieran a las mis- mas necesidades y manifestaran indiferentemen- te la misma actitud psicoldgica. Su obra no es un estudio de los juegos, sino una investigacién sobre la fecundidad del espiritu de juego en el terreno de la cultura y més precisamente del espiritu que preside cierta especie de juegos: los juegos de competencia reglamentada. El exa- men de las formulas iniciales de que se vale Huizinga para circunscribir el campo de sus andlisis ayuda a comprender extrafias lagunas de un estudio por lo demas notable en todos aspectos. Huizinga define el juego ast: Resumiendo, podemos decir, por tanto, que el juego, en su aspecto formal, es una accién libre ejecutada “como si” y sentido como situada fue- ra. dela vida-corriente, perozquema'-pesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningdn interés material ni se’ obtenga en ella provecho alguno, que se eje- " clita dentro de un determinado tiempo y de un determinado espacio, que se desarrolla en un or- den sometido a reglas y que origina asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfra- zarse para destacarse del mundo habitual. + Homo ludens, trad, del FCE, México, 1943, pp. 3132, En la pdgina 53 se encuentra otra definicién, menos rica pero también menos limitativa: “EL juego es una accién u ocupacién libre, que se desarrolla dentro de unos limites temporales y espa ciales determinados, segiin reglas absolutamente obli- gatorias, aunque libremente aceptadas, accidn que tiene su fin en sf misma y va.acompafiada de un sentimien- to de, tensién y alegria y de la conciencia de ‘ser de otro. modo’ queen, ida c te 28 _ cuando el secreto, la Esta definicién, en que sin embargo todas las palabras tienen gran valor y estan Ienas de sen- tido, es a la vez demasiado amplia y demasiado limitada. Es meritorio y fecundo haber captado la afinidad que existe entre el juego y el secreto o el misterio, a pesar de Jo cual esa connivencia no podria intervenir en una definicién del juc- go, el cual casi siempre resulta espectacular si no es que ostentoso. Sin duda el secreto, el misterio y, en fin, el disfraz, se prestan a una actividad de juego, aunque al punto es conve- niente agregar que esa actividad necesariamente se ejerce en detrimento de todo secreto. La ac- tividad de juego lo expone, Io publica y, en cier- to modo, lo gasta. En pocas palabras, tiende a desviarlo de su naturaleza misma. En. cambio, ra_y_el,traie. desem- peliah una Tufcidn sacramentalse“puede estar seguro de que no hay un juego, sirfo una insti- tucién. we Todo lo que es misterio 0 simulacro por na- turaleza est4 préximo al juego: y aun es ne cesario que se imponga la parte de la ficcién y de la diversién, es decir, que el misterio no sea veverenciado y que el simulacro no sea ni prin- cipio ni signo de metamorfosis y de posesién. En segundo lugar, la parte de la definicién de Huizinga que considera al juego como una ac- cién desprovista de todo interés material exclu- ye simplemente las apuestas y los juegos de azar, es decir, por ejemplo, los garitos, Jos casi- nos, las pistas de carreras y las loterias que, “para. bien o para mal, ocupan pregisamente un - 29 lugar ithportante en la economia y en Ja vida © cotidiana de los diferentes pueblos, cierto que en formas infinitamente variables, pero, en las ” cuales la constancia de la relacién entre azar y ganancia es atin mds impresionante. Los juegos de azar, que son también juegos de dinero, prac- ticamente no tienen cabida en la obra de Hui- zinga. Y ése es un prejuicio que no carece de consecuencias. Pero tampoco es inexplicable, Ciertamente re- sulta mucho més diffcil establecer la fecundi- dad cultural de los juegos de azar que la de los juegos de competencia. Sin embargo, la influen- ‘cia de los juegos de azar no es menos aprecia- le, aunque se considere desdichada, Ademas, no tomarlos en consideracién conduce a dar del juego una definicién que afirma o sobreentien- -de-que ‘el juego’ rio Neva coisigo ningtin’ inte- rés de orden econémico. Pues bien, es preciso distinguir.. En- algunas de sus manifestaciones, el juego es por el contrario lucrative o ruinoso a un grado extremo y esta destinado a serlo, lo cual no impide que esa caracteristica se avenga con el hecho de que, incluso en su forma de juego por dinero, el juego siga siendo rigurosa- mente improductivo. En el mejor de los casos, la suma de ganancias no podria sino igualar la suma de las pérdidas de los demas jugadores. Aunque casi siempre es inferior, a causa’de los gastos generales, de los impuestos o de los be- neficios del empresario, tmico que no juega o | cuyo juego esté protegido contra el azar por la ley de los grandes mimeros, es decir, el unico que no: puede tomar placer en el juego. Hay 30 desplazamiento de’ propiedad, pero no produc- cién de bienes. Adn més, ese desplazamiento no afecta sino a los jugadores y sélo lo hace en la medida en que ellos aceptan, por efecto de una libre decision renovada en cada partida, la even- tualidad de esa transferencia. En efecto, es ca- racteristico del juego no crear ninguna riqueza, ninguna obra, en lo cual se distingue del trabajo o del arte. Al final de la partida, todo puede y debe volver a empezar en el mismo punto, sin que nada nuevo haya surgido: ni cosechas, ni * ebjeto manufacturado, ni obra maestra, ni tam- poco ampliacién de capital. El juego es ocasién de gasto puro: de tiempo, de energia, de inge- nio, de habilidad y con frecuencia de dinero, para la compra de los’ accesorios del juego o posible- mente para pagar el alquiler del local. En cuan- to a los préfesionales, los BOkeadores, los ‘Cicli: tas, los jockeys o los actores que se ganan la vida en el cuadrilatero, en la pista, en el hips- dromo o en las tablas, y deben pensar en la prima, en el salario o en’la remuneracién, esta claro que en ello no son jugadores, sino hombres de oficio. Cuando juegan, es a algin otro juego. Por otra parte, no cabe duda de que el juego se debe definir como una actividad libre y volun- taria, como fuente de alegria y de diversion. Un juego en que se estuviera obligado a participar dejarfa al punto de ser un juego: se constituiria en coercién, en una carga de la que habria prisa por desembarazarse. Obligatorio o simplemente recomendado, perderfa una de sus caracteristi- cas fundamentales: él hecho de que el jugador 34 se entrega a é] espont4neamente, de buen grado y por su gusto, teniendo cada vez la total liber- tad de preferir el retiro, el silencio, el recegi- miento, la soledad ociosa o una actividad fecun- da. De alli la definicién que Valéry propone del juego: es aquello donde “el hastio puede desli- gar lo que habia ligado el entusiasmo”.* El jue- go sdlo existe cuando los jugadores tienen ganas de jugar y juegan, asi fuera el juego més absor- : bente y mas agotador, con intencién de divertir- L se y de escapar de sus preocupaciones, es decir, para apartarse de la vida corriente. Por lo dem&s y sobre todo, es preciso que estén en libertad de irse cuando les plazca, diciendo: “Ya no jue- go més. En efecto, ¢l juego_es .esencialmente. pacién soparada. cuidadosamtenté aiclads del res, to de la existencia y realizada por lo general dentro de limites precisos de tiempo y de lugar. “Hay un espacio para el juego: segtin ‘los casos, la rayuela, el tablero de ajedrez o el tablero de damas, el estadio, la pista, la liza, el cuadrilé- tero, la escena, la arena, etc. Nada de lo que ocurre en el exterior de la frontera ideal se toma en cuenta. Salir del recinto por error, por acci- dente o por necesidad, enviar la pelota mds alld del terreno, ora descalifica, ora da lugar a un castigo. Hay que retomar el juego en Ja frontera con venida. Lo mismo ocurre con el tiempo: Ja par- tida empieza y termina a una sefial. Con fre- *Paul Valéry: Zel quel, 1, Paris, 1943, p. 21... 32 cuencia, su duracién se fija de antemano. Es deshonroso abandonarla 9 interrumpirla sin cau- sa mayor (gritando, por ejemplo, “tiempo”, como en los juegos de nifios). Si es posible, se pro- longa, tras acuerdo de los adversarios 0 decisién de un 4rbitro, En cualquier caso, el terreno del juego es asf un universo reservado, cerrado y protegido: un espacio puro. Las leyes confusas y complicadas de la vida or- dinaria se sustituyen, en ese espacio definido y durante ese tiempo determinado, por reglas pre- cisas, arbitrarias e irrecusables, que es preciso aceptar como tales y que presiden el desarrollo correcto de la partida. Si las viola, el tramposo cuando menos finge respetarlas. No las discu- te: abusa.de la lealtad. de los. demdg,jugadores, . Desde ese punto de vista, se debe apoyar a los autores segiin los cuales la deshonestidad del tramposo no destruye el juego. El.que lo es- tropea es el negador que denuncia lo absurdo de las reglas, su naturaleza puramente conven- cional, y se niega a jugar porque el juego no tiene ning&n sentido. Sus argumentos ‘son irre- futables. El juego no tiene més sentido que el juego mismo. Ademés, ésta es la razén de que sus reglas sean imperiosas y absolutas: se en- cuentran por encima de toda discusién. No hay ninguna raz6n para que sean como son y no de otra manera. Quien no las acepta con ese cardc- ter, necesariamente debe considerarlas extrava- gancia manifiesta. 33 Sélo se juega si se quiere, cuando se quiere y el tiempo que se quiere. En ese sentido, el juego es una actividad libre. Es ademas una actividad incierta. La duda sobre el resultado debe prolon- garse hasia el fin. Cuando, en una partida de nai- pes, el resultado ya no ¢s dudoso, se deja de jugar y todos muestran su juego. En la loteria, en la ruleta, se apuesta a un ntimero que puede salir o no. En una prueba deportiva, las fuerzas de los campeones deben estar equilibradas, a fin de que cada cual pueda defender su suerte hasta el fin. Todo juego de habilidad implica por definicién y para el jugador el riesgo de fallar la jugada, una amenaza de fracaso sin la cual el juego dejaria de divertir. A decir verdad, ya no divierte a quien, demasiado entrenado ° demasiado habil, gana. sin esfuerzo € lible- mente. Un desarrollo conocide de antemano, sin po- sibilidad de,error ni de sorpresa, que conduzca. claramente a un resultado ineluctable, es incom- patible con la naturaleza del juego. Se necesita una renovacion constante e imprevisible de la situacién, tal como la que se produce a cada ataque 0 a Cada respuesta en esgrima o en fut- bol, en cada cambio de pelota en el tenis o incluso, en el ajedrez, en cada ocasién que uno de los adversarios mueve una pieza. Ei juego consiste en la necesidad de encontrar, de inven- tar inmediatamente una respuesta que es libre dentro de los limites de las reglas, Esa libertad del jugador, ese margen concedido a su. accién es esencial para el juego y explica en parte cl placer que suscita. Igualmente es la que da ra- uM z6n de empleos tan sorprendentes y significati- vos de la palabra “juego” como Jos que se apre- cian en las expresiones juego escénico de un artista 0 juego de un engranaje, para designar en un caso el estilo personal de un intérprete y en el otro Ja falta de ajuste de un mecanismo. Muchos juegos no implican reglas. De ese modo, no las hay, o. cuando menos no fijas y rigidas, para jugar a las mufiegas, al soldado, a policias y ladrones, al caballo, a la locomotora, al avién y, en general, a los juegos que suponen una libre improvisacién y cuyo principal atractivo se deri- va del placer de representar un papel, de compor- tarse como si se fuera alguien distinto o incluso una cosa distinta, por ejemplo una maquina. Pese al caracter paradéjico de la afirmacién, debo decir aqiii que la ficcién,”el “sentimiento ~ del coma si sustituye a la regla y cumple exac- tamente la misma funcién. Por sf misma, Ia regla crea una ficcién. Quien juega al ajedrez, al marro, al polo, al bacar4, por el propio he- cho de plegarse a sus reglas respectivas, sé ve separado de la vida corriente, que no conoce ninguna actividad que esos juegos pudieran tra- tar de reproducir fielmente. Por eso se juega en serio al ajedrez, a las barras, al polo o al bacara. No se hace como si, Por el contrario, cada vez que el juego consiste en imitar a la vida, por una parte el jugador evidentemente no sabré inven- tar y seguir reglas que no existen en la realidad y, por la otra, el juego sé acompaiia de la con- ciencia de que la conducta seguida es fingimien- to, simple. mimica. Esa conciencia de la irreali- 35 » dad fiindamental del comportamiento “Sdoptado’ separa de la vida corriente y ocupa el jugar de la legislacion arbitraria que define otros jue- gos. La equivalencia es tan precisa que el sabo- teador de juegos, que denunciaba lo absurdo de las reglas, se constituye ahora en aquel que rom- pe el encantamiento, en aquel que se niega bru- talmente a acceder a la ilusién propuesta, en aquel que recuerda al muchacho que no es un verdadero detective, un verdadero pirata, un ver- dadero caballo, un verdadero.submarino, o, a Ja chiquilla, que no arrulla a un nifio verdadero o que no sirve una verdadera comida a verdaderas damas en su vajilla en miniatura. Ast, los juegos no son reglamentados y ficticios. Antes bien, o cstan reglamentados o son ficti- seios. Al’grado de“qire’ shaun: jue; iieritado’ aparece en ciertas circunstancias como Una ac- tividad seria y fuera de alcance a quien ignora Jas reglas, es deeir, si le parece parte de la vida corriente, ese juego al punto puede servir al pro- fano desconcertado y curioso de cafiamazo para un simulacro divertido. Podemos concebir facil- mente que, a fin de imitar a las personas ma- yores, algunos nifios muevan a tontas y a locas piezas reales o supuestas sobre un tablero de ajedrez ficticio, y encuentren divertido, por ejem- plo, jugar a “jugar al ajedrez”. Destinada a precisar la naturaleza, el mdximo comtin denominador de todos los juegos, la ex- posicién anterior posee al mismo tiempo la ven- taja de poner en relieve su diversidad y de am- pliar muy considerablemente el universo que por jo comin se explora cuando se los estudia. En particular, estas observaciones intentan anexar a ese universo dos nuevos campos: el de las apuestas y los juegos de azar, y el de la mimica y la interpretacién. No obstante, quedan nume- rosos juegos y diversiones a los que todavia dejan de Jadoo a los cuales se adaptan imper- fectamente: ellos son, por ejemplo, el cometa y el trompo, los acertijos, los solitarios y los cru- cigramas, el tiovivo, el columpio y algunas atrac- ciones de las ferias ambulantes. A ellos habra que volver. Por el momento, los andlisis ante- riores permiten ya definir esencialmente el jue- go como una actividad: {2 Libre: a la cual el jugador no fodria estar obligado sin-que el. juego perdierasalpunto “sit. naturaleza de diversién atractiva alegre; 2° Separada: circunscrita en limites de espa- cio y de tiempo precisos y determitiados por an- ticipado; 3° Incierta: cuyo desarrollo no podria estar predeterminado ni el resultado dado de antema- no, por dejarse’ obligatoriamente a la iniciativa del jugador cierta libertad en la necesidad de inventar; 4 Improductiva: por no crear ni bienes, ni riqueza, ni tampoco elemento nuevo de ningu- na especie; y, salvo desplazamiento de propie- dad en el seno del efreulo de los jugadores, por- que se llega a una situacién idéntica a la del principio de la partida; 5° Reglameniada: sometida a convenciones que a 37 suspenden ‘las léyes ordinarias é instauran mo- menténeamente una nueva legislacién, que es la mica que cuenta; . 6° Ficticia: acompafiada de una conciencia es- pecifica de realidad secundaria o de franca irrea- lidad en comparacién con la vida corriente. Esas diversas cualidades son puramente for- males. No prejuzgan sobre el contenido de los juegos. Sin embargo, el hecho de que las dos ultimas —la regla y la ficcion— hayan parecido casi exclusivas la una con respecto a la otra de- muestra que la nattiraleza intima de los elemen- tos que ambas traian de definir implica y tal vez exige que éstos sean a su vez objeto de una reparticién que, esta vez, se esforzara por tener en cuenta, no caracteristicas que los oponen en gu conjunto al resto de la realidad, sino las que los. distfibuyen-en* grupos: de~-una “originalidad decididamente irreductible. Il, CLASIFICACION DE LOS JUEGOS LA. MULTITUD y Ja variedad infinitas de los jue- gos hacen perder, al comienzo, la esperanza de descubrir un principio de clasificacién que per- mita distribuirlos-a todos en un nimero redu- cido de categorias bien definidas. Ademds, los juegos presentan tantos aspectos diferentes que hay la posibilidad de multiples puntos de vista. El vocabulario comin muestra a las claras hasta qué punto permanece vacilante e incierta la men- te: a decir verdad, emplea diversas clasificacio- nes-opuestasNo:tiene sentido enfrentar los: jue-« gos de naipes a los juegos de habilidad, como tampoco oponer los juegos de sociedad a los jue- gos de estadico. En efecto, én un caso se escoge como criteria de distribucin el instrumento de juego; en otro, la cualidad principal que exige; en un tercero, el mimero de jugadores y el am- biente de la partida; finaimente, en el ultimo, el lugar en que se disputa la prueba. Ademas, lo que viene a complicarlo todo es el hecho de que se puede jugar a un mismo juego solo o en gru- po. Un juego determinado puede movilizar di- versas cualidades a la vez o bien no necesitar ninguna. En un mismo lugar, se puede jugar a juegos marcadamente distintos: los caballos de madera 39 © el nifio que juega pasivamente por el placer de verse arrasirado por la rotacién del tiovivo no Jo hace con el mismo espiritu que quien realiza su mejor esfuerzo para atrapar correctamente su diabolo.-Por otra parte,. muchos juegos se jue- gan sin instrumentos ni accesorios. A lo cual se agrega que tn mismo accesorio puede tener fun- ciones diversas segiim el juego considerado. Por Jo general, las canicas son el instrumento en un juego de habilidad, pero uno de los jugadores puede tratar de adivinar si el namero que su adversario tiene en la mano cerrada es par 0 impar: y entonces las canicas son instrumento. en un juego de azar. Sin embargo, quiero detenerme en esta Ulti- ma expresién. Por una vez, hace alusién al ca- i RLS itak-de-smna- especiegbiengdeter minada de juegos. Sea al hacer una apuesta o en la Joteria, sea en Ja ruleta 0 el bacara, es claro que el jugador adopta la misms= actitud. No hace nada, sélo espera la decision de la suerte. En cambio el boxeador, el corredor, el jugador de ajedrez o de rayuela ponen todo en préc- tica para ganar. Poco importa que esos juegos sean ora atléticos, ora intelectuales. La actitud del jugador es la misma: el esfuerzo por vencer a un rival colocado en.las mismas condiciones que él. Asi, al parecer esté justificado oponer Jos juegos de azar y los juegos de competencia. Sobre todo, resulta tentador ver si es posible descubrir otras actitudes no menos fundamen- tales, que posiblemente ofrecerian los titulos de una clasificacién razonada de los juegos. ~ y. el diébolo-som-diversiones ‘al aire-libre; pero- des, propongo con ese fin una divisién en cuatro secciones principales segtin que, en los juegos considerados, predomine el papel de la compe- tencia, del azar, del simulacro o del vértigo. Las llamo respectivamente Agon, Alea, Mimicry e Tlinx. Las cuatro pertenecen claramente al te- rreno de los juegos: se juega al futbol, a las canicas 0 al ajedrez (agon), se juega a la ruleta o a la Ioteria (alea), se juega al pirata como se vinterpreta (francés: on joue] a Nerén o a Ham- let (mimicry) y, mediante un movimiento rapido de rotacién ode caida, se juega a provocar en s{ mismo un estado orgdnico de confusién y de desconcierto (ilinx). Sin embargo, esas desig- naciones atin no.cubren enteramente el universo de] juego. Lo distribuyen eneugdrantes, cada oo ode vér- tigo, K. Groos,, .principalmente, ofrece ejemplos sorpreridentes "para cada ‘una de esas categorias. En_cambio, demasiado metidos en lo inmediato y demasiado esclavos de sus impulsos, los ani- *Por ejemplo, en Jas Islas Baleares para el juego de pelota, en Colombia y las Antillas para las peleas de gallos. Huelga decir que no es conveniente.tener en cuenta los montos en especie que pueden cobrar joc keys © propietarios, corredores, boxeadores, jugadores de futbol o el tipo de atletas que sea. Por considerables que se supongan, esos precios no entran en la catego- ria del alea. Recompensan una victoria pasién. Esa recompensa, otorgada al méri que ver con el favor de fa suerte, resultado de Ja for: tuma que sigue siendo monopotio incierto de los apos tadores, Incluso._ es Jo,.contrario... 50 su atractivo- principal. Estos no logran hacer males no-podrian imaginar una fuerza abstracta e insensible, a cuyo veredicto se sometieran de “antemano por juego y sin reaccién. Esperar pa- siva y deliberadamente la decisién de una fata- jidad, arriesgar en ella un bien para multipli- carlo en proporcién a las probabilidades de . perderlo es una actitud que exige una posibilidad de prevision, de representacién y de :especula- cién de la que sélo es capaz una reflexién obje- ‘tiva y calculadora. Tal vez en la medida en que el nifto ain esta préximo al animal, los juegos de azar no tienen para él la importancia que + cobran para el adulto. Para él, jugar es actuar. Por otra parte, privado de independencia econé- mica y sin dinero que le pertenezca, no encuen- tra en los juegos de azar aquello que constituye éluna monedat Sirfembargo, para ganarlas cuen- fa m&s con s4 habilidad que con la suerte. El agon y el alea manifiestan actitudes opuestas y en cierto modo simétricas, pero ambos obe- decen a una misma ley: la creacién artificial en- tre los jugadores de las condiciones de igualdad pura que la realidad nicga a los hombres, pues nada en la vida es claro sino que, precisamente, todo en ella es confuso en un principio, tanto las oportunidades como los méritos. Sea agon, sea alea, el juego es entonces una tentativa de sustituir la confusién normal de la existencia comun por situaciones perfectas. Estas son tales que el papel del mérito o del azar se muestra en ellas de manera clara ¢ indiscutible, También Si .implican-que todos deben gozar exactamente de ~ las mismas posibilidades de demostrar su valer o, én Ja otra escala, exaciamente de las mismas oportunidades de recibir un favor. De uno u otro modo, el jugador escapa del mundo haciéndolo otro. Pero también es posible evadirse de él ha- ciéndose otro. Que es a lo que responde la mi- micry. : Mimicry. Todo juego supone la aceptacién tem- poral, si no de una ilusién (aunque esta tltima =) palabra no signifique otra cosa que entrada en © juego: inlusio), cuando menos de un universo cerrado, convenctonal y, en ciertos aspectos, fic- ticio. El juego puede consistir, no en desplegar una actividad o en soportar un destino en un c sinaxic : ang dnismo.unpers..-J Nos encontramos entonces frente a una serie wwariada de manifestaciones que,tienen como ca- racteristica comin apoyarse en el hecho de que el sujeto juega a creer, a hacerse creer o a hacer creer a los demas que es distinto de si mismo. EI sujeto olvida, disfraza, despoja pasajeramen- te su personalidad para fingir otra. He decidido designar esas manifestaciones mediante el tér- mino mimicry, que da nombre en inglés al mi- metismo, sobre todo de los insectos, a fin de subrayar Ia naturaleza fundamental y elemental, casi organica, del impulso que las suscita. El mundo de los insectos aparece frente al mundo humano como la solucién mas divergen- te que ofrece la naturaleza. Ese mundo se opone punto por punto al del hombre, pero no es. me-. , 52 nos elaborado, complejo y sorprendénte. Asi, me ” parece legitimo tomar aqui en consideracién los fenémenos de mimetismo cuyos ejemplos mas perturbadores presentan los insectos. En efec- to, a una conducta libre del hombre, versatil, arbitraria e imperfecta, que sobre todo acaba en una obra exierior, corresponde en el animal y, de manera mas particular en el insecto, una modificacién organica, fija y absoluta que carac- teriza a la especie y se ve reproducida infinita y exactamente de generacién en generacién en- tre miles de millones de individuos: por ejem- plo, las castas de las hormigas y de los termes frente a la lucha de clases, los dibujos de las alas de las mariposas. frente a la historia dela pintura. Por poco que se admita esa hipétesis, plicable.mimetismo de los insec- tos ofrece de pronio una réplica extraordinaria al gusto que el hombre encuentra en disfrazar- se, en disimularse, en ponerse una mdscara, en representar [jouer] a un personaje. Sélo que, en esta ocasidn, la mAscara y el disfraz forman parte del cuerpo, en vez de ser un accesorio fabricado. Pero en ambos casos sirve exacta- mente a los mismos fines: cambiar la apariencia del portador y dar miedo a los demas.* *Se encontrarin ejemplos de mimicas aterradoras de los insectos (actitud espectral de la mantis, trance de ja Smerinthus ocellata) 0 de morfologias disimulado- ras en mi estudio titulado: “Mimétisme et psychasténie légendaire”, Le Mythe et UHomme, Parts, 1938, pp. 101- 143. Por desgracia, ese estudio aborda el problema des- de uma perspectiva que en la actualidad me.parece de. 53 OR REIT _cacion Yi “cangrejos oxirincés, que plantan’ sebré™’su- ca- Entre los’ veriebrados, la ‘tendencia ‘a’ imitar“se manifiesta en primer lugar por, medio de un contagio enteramente fisico, casi irresistible, se- mejante al contagio del bostezo, de la carrera, de la claudicacién, de la sonrisa y sobre todo del movimiento. Hudson creyé poder afirmar que, esporédicamente, un animal joven “sigue a todo objeto que se aleja, y huye de todo objeto que se acerca”. Al grado de que un cordero se sobresalta y escapa si su madre se vuelve y se di- rige hacia él, sin reconocerla, y en cambio, sigue el paso del hombre, del perro o del caballo que ve alejarse. El contagio y la simulacién todavia no son simulacro, pero lo hacen posible y dan lugar a la idea y al gusto por Ja mimica. Entre las aves, esa tendencia culmina en los pavoneos jas y las exhibiciones ifachoseyhembras con una rarayapl “los un evidente placer. En, cuan rapacho toda alga o todo pédlipo que pueden coger, su aptitud para el disfraz no ofrece lu- gar a duda, sea cual fuere la explicacién que pueda darsele. Jo ms caprichosa. En efecto, ya no haré del mime- tismo un desarreglo de la percepcién del espacio y una tendencia a regresar a lo inanimado, sino, como. lo propongo aqui, el equivalente en cl insecto de los jue: gos de simulacro en el hombre. Sin embargo, los ejemplos utilizados conservan todo su valor. Reproduz- co algunos de ellos en el “Expediente”, al final de este volumen. (p. 291). see : 54 La mimica y el disfraz son asf los:resortes com- plementarios de esa clase de juegos. En el nifio, antes que nada sé trata de imitay a los adultos. De alli el éxito de las colecciones y de los juguetes en miniatura que reproducen Ios-utensilios, los aparatos, las armas y las mdquinas que utili- zan los mayores. La nifia juega a la mamé, a la cocinera, a la lavandera y a la planchadora; el nifio finge ser soldado, mosquetero, agente de policia, pirata, vaquero, marciano, etc. Juega al ayién abriendo los brazos y haciendo el ruido del motor. Pero las conductas de la mimicry pasan ampliamente de Ja infancia a la vida adul- ta. También cubren toda diversién a la que nos entreguemos, enmascarados o disfrazados, y que consiste tanto en el propio hecho de estar el jugador enmascarado o disfrazado-como en sus Sebati presentacién teatral y la interpi 4 entran con todo derecho rupo. a El. placer “consiste en ser otro#ien. hacerse pasar por otro. Pero, como se trata de un jue- go, en esencia no es cosa de engafiar al espec- tador. El nifio que juega al tren bien puede ne- garse al beso de su padre diciéndole- que no se besa a las locomotoras, pero no trata de hacerle creer que es una verdadera locomotora. En el carnaval, el enmascarado no trata de hacer creer que es un verdadero marqués, ni un verdade- +Como se ha observado.con toda razén, los juguetes de Jas nifias estan destinados a imitar conductas cer- canas, realistas y domésticas, y los de los nifios evocant actividades lejanas, novelescas ¢ inaccesibles o incluso francamente irreales, ee oe 55 intenta infundir miedo y sacar provecho de la licencia ambiente, a su vez resultado del hecho de que Ja mascara disimula al personaje social y libera la personalidad verdadera. Tampoco el actor trata de hacer creer que es “de veras” el Rey Lear o Carlos Quinto, Sélo el espia y el fugitivo se disfrazan para engafiar realmente, pero ellos no juegan, " Como actividad, imaginacién e interpretacion, la mimicry no podria tener relacién alguna con el alea, que impone al jugador la inmovilidad y el estremecimiento de la espera, pero no queda excluido que se acomode con el agon. No estoy pensando en los concursos de disfraces donde Ja alianza es enteramente exterior. ‘Una -guienes no participan en J, todo agon es un espectaculo. Sélo que es un espectéculo en que, paré*iie-sea ‘v4lido, se éxiiiye el simu- lacro. Las grandes manifestaciones deportivas no por ello dejan de ser ocasiones privilegiadas para la mimicry, con sélo que se recuerde que el simulacro se transfiere aqui de los actores a los espectadores: los que imitan no son los ac- tores, sino claramenie los asistentes. Por si sola, Ja identificacién con el campeén constituye ya una mimicry préxima a la que hace que el lector s€ reconozca en el héroe de novela, el espectador en el héroe de Ja pelicula. Para convencerse de ello no hay mas que considerar la funcién per- fectamente simétrica del campeén y de Ja estre- Ha, sobre Ja cual tendré ocasién de insistir de 56 maricra més explicita. Los campeones, triunfa-+ dores del agon, son las estrellas de los encuen- iros deportivos. En cambio, las estrellas son las vencedoras de una competencia difusa donde se juega el favor del pablico. Unos y otros reciben. correspondencia abundante, conceden entrevis- tas a una prensa avida y firman autégrafos. A decir verdad, la carrera ciclista, el encuentro de boxeo o de lucha, el partido de futbol, de tenis o de polo, constituyen en si espectéculos con trajes, inauguracién solemne, liturgia apro- piada y desarrollo reglamentado. En una pala- bra, son dramas cuyas diferentes peripecias ha- cen al piiblico contener el aliento y Hegan a un desenlace que exalta a unos y decepciona a otros. La naturaleza de esos especticulos sigue siendo del tt manes el esfuerzo de los atletas de su prefe- caballos de su eleccién. Un contagio fisico los le- va a esbozar la actitud de los hombres o de los animales, para ayudarios, a la manera en que se sabe que un jugador de bolos inclina el cuerpo de manera imperceptible en la direc- cién que quisiera ver tomar a la pesada bola al término de su recorrido. En esas condi nes, ademas del espectaculo, entre el puiblico se suscita una competencia con mimicry, que dupli- ca el verdadero agon del campo o de la pista. Con excepcién de una sola, la mimicry pre- senta todas las caracteristicas del juego: liber- tad, convencioén, suspensién de la realidad, es- 57 no se contentan.con alentar con Ia voz y los ade- rencia sine ‘también, en el hipédromo, el de los* tees! i : ft \ g e i pacio:-y“ tiempo.’ delimitados; No» obstante, la continua sumisién a reglas imperativas y prec’ sas no se deja apreciar en ella. Ya lo hemos vis- to: ocupan su lugar Ja disimulacién de la realidad yla simulacién de una segunda realidad. La mi- micry es invenci6n incesante. La regla del juego es nica: para el actor, consiste en fascinar al espectador, evitando que un error conduzca a. éste a rechazar la ilusién; para el espectador, consiste en prestarse a la ilusién sin recusar desde un principio la escenografia, la mascara, el artificio al que se le invita a dar crédito, du. rante un tiempo determinado, como a una reali- dad més real que la realidad. Hlinx. Un ultimo tipo de juegos reane a los que se basan en buscar el vértigo, y consisten en un de la. percepcion y.de_infligir a Ia congient Tadida’ una % ne cote olupitiogs En cualquier caso; sé; trata dé-alcanzar und ‘especie de espasmo, de trance o de aturdimiento que provoca la aniquilacién de Ia realidad con una brusquedad soberana. Es sumamente comin que la perturbacién provocada por el vértigo se busque por si mis- ma: no citaré mds ejemplo que-él de los ejer- cicios de los derviches bailadores y de los vo- ladores mexicanos. Los escojo a propésito, pues jos primeros, mediante la técnica empleada, se vinculan a ciertos juegos infantiles, mientras que los segundos evocan mAs bien los recursos refi- nados de Ia acrobacia y de Ja cuerda floja: de ese modo alcanzan los dos polos de los juegos "58 una espiral ‘de vértigo. Los “dervithes buscati"el “éxtasis “gi- rando sobre si mismos, de acuerdo con un mo- vimiento que aceleran toques de tambor cada vez mas precipitados. El panico y Ja hipnosis de Ja conciencia se aleanzan mediante el paroxismo de una rotacién frenética contagiosa y compar- tida” En México, los voladores --huastecos 0 totonacas— se izan hasta Jo alto de un poste de veinte a treinta metros de altura. Falsas alas suspendidas de sus munecas los disfrazan de Aguilas. Se atan de la cintura al extremo de una cuerda. Luego, ésta pasa entre los dedos de sus pies, de manera que puedan efectuar el descenso entero cabeza abajo y con los brazos abiertos. Antes de llegar al suelo, dan vatias vueltas com- pletas, trece segim Torquemada, describiendo i: @ va ensanchandosé. La ceremo- verre “Waar mediodia, se inteypreta com gusto. auna.dan- za del sol poniente, al que acgmpatian aves, muertos divinizados. La frecuencia™“de los acci- dentes ha Ilevado a las autoridades mexicanas a prohibir ese peligroso ejercicio. Por Jo demas, casi no resulta necesario invo- car esos ejemplos raros y prestigiosos. Gicando 50. Depont y X. Coppolani, Les Confréries religieuses musulmanes, Argel, 1887, pp. 156-159, 329-339. ©Descripcién y fotografias en Helga Larsen, “Notes ‘on the volador ‘and its associated ceremonies and su- perstitions", Ethnos, vol. I, num. 4, julio de 1937, pp. 179-192, y en Guy Stresser-Péan, “Les origines du vo- jador et du comelagatoazte”, Actes da XXVIH= Congres International des Américanistes, Paris, 1947, pp. 327- 334. En cl “Expediente”, p. 298, reproduzco una parte de la descripcién hecha en este ultimo trabajo. 59 también el modo de Hegar a un estado centri- fugo de huida y de escape, en que el cuerpo tiene dificultad en recobrar su equilibrio y la percepcién su claridad. No cabe duda de que el nifio lo hace por juego y se complace en clio Asi ocurre en el juego de la perinola en que gira sobre un talén lo mas répido que puede. De una manera andloga, en el juego haitiano del maiz de oro, dos nifios se toman de las manos, frente a frente, extendiendo los brazos. Con el cuerpo rigido ¢ inclinado hacia atras, los pies juntos y encontrados, giran hasta perder el aliento por el solo placer de vacilar después de detenerse. Gritar a voz en cuello, precipitarse por una pen- diénte, resbalar por el iobogén, el tiovivo, siem- give icie: “y Baja, ciones andlogas: ae mee ae . . Tambiénses provocan tratamientos fisicos -di- versos: la pitueta, la caida o la proyeccién en el espacio, la-rotacién rdpida, el deslizamien- to, la velocidad, Ja aceleracién de un movimiento rectilineo 0 su combinacién con un movimien- to giratorio. Paralelamente, existe un vértigo de orden moral, un arrebato que de pronto hace presa del individuo. Ese vértigo se compara de buen grado con el gusto normalmente reprimido por el desorden y la déstruccién. Manifiesta for- mas toscas y brutales de la afirmacién de la per- sonalidad. Entre los nifios, se aprecia sobre todo en ocasién de los juegos de mano caliente, de prendas y del salto de rana, que de pronto se precipitan y degeneran en simple barahinda. En- 60 répidamente Sobré"'st imisino, todo ‘nifio conoce emente rapido, el sube tre Ids’ adultos, nada més revelador en’ ese te- yreno que la extrafia excitacién que.continian experimentando al segar con una vara las flores : altas de una pradera o hacer caer ‘en avalancha 4 la nieve de un techo, o incluso la embriaguez que legan a conocer én las carpas de feria, por ejemplo, destrozando ruidosamente montones de vajilla de desecho. Para cubrir las diversas variedades de esos arrebatos que al mismo tiempo son un descon- cierto, ya orgénico, ya fisico, propongo el tér- mino ilinx, nombre griego del remolino de agua, de donde ‘se deriva precisamente en la misma lengua el nombre del vertigo (ilingos). Ese placer tampoco es privilegio del hombre. de ciertos mamiferos, en particular de las ove- jas““Auni cuando en“€@"taso se traté“de* una inanifestacién patolégica, es demasiado significa- tiva para no mencionarla. Por lo demas, no fal- tan los ejemplos cuyo cardcter de juego no deja lugar a dudas. Los perros giran sobre si mismos para atraparse la cola, hasta caer. Otras veces, ‘son presas de una fiebre de correr que sdlo los abandona cuando se agotan. Los antiopes, las ga- celas y los caballos salvajes son victimas con . frecuencia de un pdnico que no corresponde a ningtin peligro real, ni tampoco al menor asomo de peligro, pénico que refleja mas bien el efec- ‘to de un contagio imperioso y de una compla- cencia inmediata a entregarse a él." Las ratas de Karl Groos, op. cit, p. 208. 61 ‘agtia se diviertén rodando sobre sf mismas, como si fueran arrastradas por los movimientos de la corriente. El caso de las gamuzas es avin mds notable. Segiin Karl Groos, suben a los nevados y, alli, tomando cada cual impulso, se desliza a su vez a lo largo de una abrupta pendiente, mientras que las demas Ja ven hacer. El gibén escoge una rama flexible, Ja curva con su peso hasta que se afloja, proyectandolo por los aires. Se recupera como puede y vuelve a empezar interminablemente ese ejercicio int- tl € inexplicable si no es por su seduccién in- tima. Pero las aves, sobre todo, son amantes de los juegos de vértigo. Se dejan caer como una piedra desde gran altura y no abren las alas sino a unos cuantos metros del suelo, dando la impresién de que se estrellaran contra él. Luego OC ara seduc TON? “América, “descrito por Audubon, “sun virtuoso aficionado a esa impresionante acrobacia. Después de la perinola, el maiz de oro, Ja res- baladilla, cl-tiovivo y el’ columpio de la infancia, los hombres disponen antes que nada de los efectos de la embriaguez y de numerosas danzas, desde el torbellino mundano pero insidioso def vals, hasta diversas gesticulaciones obsesivas, trepidantes y convulsas. Los mayores experimen. tan un placer del mismo tipo con el aturdimien- to provocada por una velocidad extrema, como "Karl Groos, ibid, pp. 111, 116 62 BI haleon nee de motocicleta o en un auto convertible. Para dar a ese tipo de sensaciones la intensidad y la bru- talidad capaces de aturdir fos organismos adul- tos, ha habido que inventar maquinas potentes. Por tanto, no es sorprendente que con frecuencia se haya tenido que Ilegar a la era industrial para ver al vértigo constituirse en verdadera catego- rfa de juego. Desde entonces se ofrece a una Avida multitud por medio de mil aparatos im- placables instalados en las ferias y en los par- ques de atracciones. Evidentemente, esos aparatos rebasarian su fin si sdlo se tratara de perturbar los érganos del ofdo interno, de los que depende el senti- do del equilibrio. Pero el cuerpo entero es some- peuvcedad, vale_la. ~sméquinas de vértigo. Devuelven a las personas “demacradas, tambaleantes y al borde de la nau- sea. Acaban de dar alaridos de terror, han tenido la respiracién entrecortada y sentido la horrible impresién de que dentro de si mismas hasta sus 6rganos tenian miedo y se encogian para esca- par de un terrible asalto. Sin embargo, en su mayoria e incluso antes de tranquilizarse, se precipitan ya a la taquilla para comprar el de- recho de experimentar una vez més el mismo suplicio, del que esperan un goce. Fuerza es decir goce, pues vacilamos en Ila- mar distraccién a semejante arrebato, que se acerca mds al espasmo que a Ja diversién. Por farsé pi 63 el que se siente por ejemplo sobre esquies, en” otra parte, es importante .abservar que Ja vio-. pana_ghservar la. salidande-esa gg xcttt lencia ‘de la” impresién séntida és tal’ que los »propietarios de los aparatos, en casos extremos, hacen esfuerzos por seducir a los ingenuos me- diante el caracter gratuito de la atraccién. Fa- lazmente anuncian que “todavia esta vez” no cuesta nada, cuando en realidad asf ocurre sis- teméticamente. En cambio, se hace pagar a los espectadores su privilegio de considerar tran- quilamente desde lo alto de una galeria las an- gustias de las victimas voluntarias o sorprendi- das, expuestas a fuérzas temibles o a extraiios caprichos. Serfa temerario sacar conclusiones demasiado precisas respecto de esa curiosa y cruel distri- bucién de papeles. Esta no es caracteristica ‘de una sola clase de juegos: se encuentra en el bo- : ‘di SoRGOY lO esencial Fe he Bal 5 Grier. de esextlescopsierto espétifico, de ese” panico . momentdneo.idefinido. por el término del vérti- go y de las indudables caracteristicas de juego que van asociadas a él: libertad de aceptar o de rechazar la prueba, limites estrictos e invaria- bles, separacién del resto de la realidad. Que la prueba dé ademas materia de espectdculo no disminuye sino que refuerza su naturaleza de juego. b) De LA TURBULENCIA ALA REGLA Las reglas son inseparables del juego en cuanto éste adquiere lo que yo amaré una existencia institucional. A partir de ese momento, farman parte de su naturaleza. Son cellas Jas que. Jo, trans- 64 - foxman en instrumento de cultura fecundo y de- cisivo. Pero sigue siendo cierto que en el origen del juego reside una libertad primordial, una necesidad de relajamiento, y en. general de dis- traccién y fantasfa. Esa libertad es su motor indispensable y permanece en el origen de sus formas mAs complejas y mas estrictamente or- ganizadas. Su capacidad primaria de improvi- sacion y de alegria, a la que yo Jlamo paidia, se conjuga con el gusto por la dificuitad gratuita, a la que propongo llamar ludus, para Megar a los diferentes juegos a los que sin exagerar se puede atribuir una virtud civilizadora. En efec- ‘to, esos juegos ejemplifican los valores morales e intelectuales de una cultura. Ademas, contri- buyen a precisarlos y a desarrollarlos. He escogido la palabra. pai Pp te al, lector.xrect de una lengua de las antipodas. Pero el sans- crito kredati y el chino wan parecen a la vez mas ricos y més reveladores, por la variedad y ja naturaleza de sus significados anexos. Cierto es que también presentan los inconvenientes de una riqueza demasiado grande, entre otros, cier- to peligro de confusion. Kredati designa el juego de los adultos, de los nifios y de los animales. Se aplica de manera mds exclusiva al brinco, es de- cir, a los movimientos brusces y caprichosos provocados por una superabundancia de alegria o de vitalidad. Se emplea también para las rela- ciones eréticas ilicitas, para el vaivén de las olas y para cualquier otra cosa que ondule de acuer- 65 © do.con el-viento: ha palabra-wan'es todavia inds™ explicita, tanto por lo que nombra como por Jo que descarta, es decir, los juegos de habili- dad, de competencia, de simulacro y de azar. Ea cambio, manifiesta numerosos desarrollos de sentido en los cuales tendré ocasién de insistir. A la luz de esas comparaciones y de esas ex. clusivas semanticas, ¢cudles pueden ser la exten- sién y la significacién del término paidia? Por mi parte, lo definiré como el vocablo que incluye Jas manifestaciones espontaneas del instinto de juego: el gato enredado en una pelota de. lana, el perro que se sacude, el lactante que rie a su sonaja, representan los primeros ejemplos iden- tificables de esa clase de actividad. Interviene en toda exuberancia dichosa que manifiesta una agitacién inmediata.y desordenada, una siva, cuyg : ter im, Simi Skane eae aie * razoHtdeSEe Dela Volteree-al parabato de la pelotera a la batahola, no faltan ejemplos -per- fectamente claros de semejantes pruritos de mo- vimientos, de colores o de ruidos. Esa necesidad elemental de agitacién y de es- truendo aparece antes que nada como un impul- so de tocarlo todo, de asir, de probar, de olfatear y luego de olvidarse de todo objeto accesible. Facilmente se constituye en gusto de destruir o de romper. Explica el placer de coriar intermi- nablemente papel con tijeras, de hacer trizas una tela, de hacer que se derrumbe un monta- je, de atravesar una fila, de flevar el desorden aun juego o a la ocupacién de Jos demas, etc. 65. recrea- ja unica. Pronto viene cl deseo dé engafiar’'o’de desafiar, lo la lengua, haciendo muecas, fingiendo tocar o tirar el objeto prohibido. Para el nifo, se trata de afirmarse, de sentirse causa, de obli- gar a los demas a prestarle atencién. De ese modo, K. Groos informa del caso de un simio al que le gustaba tirar de la cola a un perro que vivia con él, cada vez que éste simulaba dormir. La alegria primitiva de destruir y de tirar fue observada en un mono capuchino por Ja herma- na de C. J. Romanes, con una precisién de de- talles de lo mas significativa.” El nifio no se limita a eso. Le gusta jugar con su propio dolor, por ejemplo, irritandose con la Jengua una muela enferma. También le gusta que lo asusten. Asi, busca ora un dolor fisico, dirigido, cuya causa es él, ora juego’ attividad Voliftaria, day gobernada. Pronto nace el gusto de inventat reglas y de plegarse a ellas con obstinacién, cueste lo que cueste: el nifio hace entonces consigo mismo o con sus compafieros todo tipo de apuestas que son, como ya hemos visto, las formas elementa- les del agon: camina a la pata coja, hacia atras, cerrando los ojos, o juega a quién mirard el sol, soportaré un dolor o permanecer4 en una posicién molesta el mayor tiempo posible. * Observacién citada por Karl Groos, op. cit., pp. 86 89, y reproducida en el “Expediente” (p. 299). 67

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