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SEGUNDO TRIMESTRE 2021 - LECCIÓN 2

Título: “Conceptos básicos del pacto”

Tema: Los escritores del Nuevo Testamento constantemente hacen referencia a dos pactos. Estos
dos pactos son conocidos comúnmente como el primer pacto y el segundo pacto, o también como
el antiguo pacto y el nuevo pacto. Sin embargo, Hebreos 13:20 llama al segundo pacto o al
nuevo pacto, el pacto eterno, ubicándolo así, mucho antes que el primero o antiguo pacto, o para
ser más específico lo pone en la eternidad. Eso quiere decir que el llamado segundo o nuevo
pacto, no es realmente tan nuevo, sino que más bien es el pacto que ha existido desde la
eternidad entre Dios y sus criaturas. Por lo tanto, todos los pactos del Antiguo Testamento fueron
una sombra del verdadero pacto; ellos no eran el ideal, pero aun así fueron dados debido a la
maldad y a la dureza de los corazones de los hombres. Y una vez más, encontramos a Dios
condescendiendo con la condición del hombre, bajando a donde nosotros estamos para poder
relacionarse con nosotros y llevarnos, en Cristo, a donde Él está… Comencemos.

Bloque 1

Principio: La semana pasada estuvimos analizando la creación, y una de las cosas que podemos
notar en esta narrativa, es que el hombre no tuvo que hacer absolutamente nada para obtener o
merecer todas las bendiciones que Dios le dio. No sé si te has puesto a pensar, pero cuando Adán
y Eva abrieron sus ojos, tenían ya todas las cosas necesarias para la vida y su crecimiento, tanto
físico como espiritual. Ninguna de las bendiciones dadas por Dios a la primera pareja, en el
Edén, estuvieron condicionadas a una respuesta de ellos, ¿sabes por qué? Porque en el pacto
eterno de Dios, Dios es el que pacta, Dios es el que promete, y Dios es el que cumple y es fiel a
su promesa independientemente de nuestra fidelidad a Él o no. Por ejemplo, en el Edén, Dios
creó todas las cosas antes de crear al hombre. Eso quiere decir que Dios creó los medios para
satisfacer las necesidades del hombre, mucho antes de que el hombre tuviera, tan siquiera, alguna
necesidad. También, en el Edén, Dios crea al hombre a su imagen y semejanza desde el
principio, no siendo esto algo que ellos debían alcanzar o merecer debido a su obediencia a Él. El
hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, era una promesa en sí misma para el
hombre, porque eso le garantizaba como mínimo tres cosas: (1) Tenían el sello de Dios en ellos.
En Apocalipsis 14:1, se presenta a los 144 mil que fueron sellados con el sellos de Dios en sus
frentes, y ese sello es el Nombre o el carácter del Cordero y de su Padre. En el caso de Adán y
Eva, ellos nacieron o fueron creados ya sellados porque ellos eran el Nombre o el carácter de
Dios, o como vimos la semana pasada, ellos eran “la fiel imagen de lo que Dios es.” Por lo tanto,
el hombre a través de ser la imagen perfecta de Dios, estaba protegido contra el pecado y las
consecuencias del mismo. (2) Ser la fiel imagen de Dios, no sólo protegía al hombre contra el
pecado, sino que también le daba todas las herramientas necesarias para vencerlo e incluso
liberar del pecado a la misma serpiente por medio del amor que no busca lo suyo, o el amor
redentor de Dios que él mismo estaba llamado a reflejar. Recordemos que el hombre fue creado
con el propósito de subyugar o someter a sus enemigos, o lo que es lo mismo, someter a toda
criatura que no reflejaba el carácter de Dios debajo de sus pies por medio de la manifestación del
amor, o la revelación del carácter de Dios con la cual ellos habían sido creados. Y (3), al Dios
crear al hombre a su imagen y semejanza, lo estaba creando en total armonía con Él y los
principios de su reino; y esto hacía del hombre, un santuario especial en el cual Dios pretendía
habitar por siempre. La escritora y comentadora bíblica Elena White, dice en su libro El Deseado
de Todas las Gentes, p.132, “Desde las edades eternas, había sido el propósito de Dios que todo
ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuese un templo para que en
él habitase el Creador.” En otra palabras, el pacto de Dios con el hombre, en el Edén, consistía en
crearlos a su imagen y semejanza. Esa es la promesa y la bendición más grande que Dios le
puede dar a un ser creado por Él. Pero lo más importante de este pacto, es que no dependía de las
obras del hombres; por lo tanto, no fue el resultado de la obediencia del hombre a las
indicaciones que Dios le dio con respecto a que debía y que no debía comer, sino que este pacto
fue solamente el resultado de la obra creadora de Dios. Una obra que permanecía y daba fruto
porque el hombre vivía de cada palabra que salía de la boca de su Creador. Sin embargo, cuando
el hombre, libre y voluntariamente, decidió dejar de vivir por la palabra que salía de la boca de
Dios, inmediatamente comenzó a vivir por la palabra que salió de la boca de la serpiente. Ahora,
es importante destacar que Dios nunca le retiró al hombre su imagen, porque el pacto de Dios no
es condicional a la respuesta del hombre. Recuerden que en el pacto eterno es Dios el que pacta,
es Dios el que promete, y es Dios el que cumple; nunca el cumplimiento del pacto recae sobre el
hombre porque el pacto no es iniciativa del hombre, sino de Dios. Por lo tanto, cuando el hombre
comienza a vivir por la palabra de la serpiente, el resultado natural es que se hiciera a la imagen
y semejanza de aquello que ahora contemplaba. Dios dice en Jeremías 2:13, “Dos son los
pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han
cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” En otras palabras, nosotros
somos transformados a la imagen y semejanza de aquello que contemplamos. Es por eso que
cuando el hombre comienza a contemplar a la serpiente, inmediatamente también comienza a
vivir por su palabra, y termina siendo transformado a su imagen y semejanza; o lo que es lo
mismo, el hombre se convirtió en una cisterna rota que no puede contener el agua viva que es
Cristo. Y esto es exactamente lo que la serpiente o Satanás es, una cisterna rota que no puede
contener el agua viva que es Cristo. Es por eso que constantemente está enemistad con Dios y
contra todo lo que se parezca o refleje la imagen de Dios.

Preguntas: Generalmente decimos que el pacto de Dios con el hombre es semejante a un pacto
matrimonial, pero ¿qué es un pacto matrimonial? ¿El pacto matrimonial es una transacción o
acuerdo legal, es un compromiso relacional, o es una combinación de ambos? Lee Génesis 2:24
¿Cómo ve Dios el matrimonio? ¿Como una transacción o acuerdo legal, como un compromiso
relacional, o como una combinación de ambos? ¿Quién debía dejarlo todo y comprometerse con
la otra persona relacionalmente? ¿El hombre, la mujer, o los dos? Lee Oseas 1 y 2 ¿Quienes se
comprometieron en este matrimonio que refleja el pacto eterno de Dios con el hombre? ¿Oseas
solamente, Gomer solamente, o ambos? ¿Quebrantó el pacto matrimonial Oseas a pesar de que
Gomer lo hizo repetidas veces con toda la intensión? Lee Mateo 19:3-8, ¿Quienes veían el
matrimonio como una transacción o acuerdo legal y/o quizás hasta como una combinación de
acuerdo legal y relación? ¿Jesús o los fariseos?

Nota Adicional: A Dios solo le interesa que una persona esté comprometida en el pacto del
matrimonio, porque el amor que no busca lo suyo y que se entrega por la otra persona, siempre
va a ser suficiente para ganarse el corazón de la persona amada… y ese es el pacto eterno de
Dios con el hombre
Bloque 2

Principio: Teniendo como fundamento el contexto inicial del pacto eterno de Dios con el
hombre en una realidad sin pecado y perfecta, podemos entrar entonces a analizar los pactos que
Dios hizo en diferentes momentos y con diferentes personas de las Escrituras. Ahora,
recordemos siempre que estos pactos fueron sombras del verdadero pacto, también conocido
como el segundo pacto, nuevo pacto, o pacto eterno; y si fueron sombras del verdadero, era
precisamente debido a la maldad y a la dureza de los corazones de los hombres. Por lo tanto,
Dios siempre condesciende con nuestra condición caída, depravada, y entenebrecida por la
tergiversación que el pecado hace al carácter de Dios, para tomarnos donde estamos y llevarnos a
donde Él está. La primera vez que aparece la palabra pacto en la Biblia es en el contexto del
diluvio, y generalmente, tenemos la tendencia a pensar que el pacto de Dios con Noé incluía
tanto la destrucción del mundo como la salvación de Noé y su familia. Sin embargo, al comparar
esta posición con el pacto eterno manifestado en el Edén, nos damos cuenta que en ese pacto no
había destrucción sino sólo salvación porque Dios es Creador y no destructor. Por lo tanto,
necesitamos analizar bien el contexto de lo que estaba pasando en Génesis 6 para poder entender
porque Dios hace un pacto con Noé y en qué consistía ese pacto. Primeramente, la palabra que se
traduce como pacto, en el Antiguo Testamento, es (bᵊrîṯ) la cual significa “pacto, alianza, o
promesa” y etimológicamente está compuesta por dos verbos que se pronuncian iguales
[baw-raw’] pero que no significan lo mismo: La primera, es una palabra que significa comer o
dar de comer, y seleccionar; y la segunda, es una palabra que significa crear, dar forma, formar, y
que también describe el proceso de tallar o esculpir una imagen. Ahora, esta palabra es la misma
que se utiliza en Génesis 1:1 para describir el acto creador de Dios porque solo Dios puede
(bārā’) o crear algo funcional y con propósito de la nada. Por lo tanto, según su etimología,
podemos concluir que “el pacto” es una selección que hace la persona que pacta para tomar la
responsabilidad, por medio de una promesa, de sustentar, crear, formar o hacer algo “bueno en
gran manera” de la nada o donde todo es un caos total; pero esa persona que pacta o el agente
activo del pacto, es siempre Dios y no el hombre. Eso quiere decir que la destrucción del mundo
por medio del diluvio, nunca fue parte de la promesa del pacto que Dios hizo con Noé. Pero
entonces, ¿qué pasó? Para entender lo que pasó, necesitamos analizar Génesis 6:3 que dice,
“Entonces el Señor dijo: —No contenderá para siempre mi espíritu con el hombre, por cuanto él
es carne [o carnal]…” La palabra que se traduce como “contender” es (dîn), la cual también
significa “rogar, suplicar, defender una causa, y gobernar”. Ahora, quiero que te preguntes
conmigo: Si el Espíritu de Dios ya no podía seguir contendiendo con el hombre, o lo que es lo
mismo, rogándole, suplicándole, defendiéndolo, o gobernando sobre ellos porque ellos
simplemente no lo querían; entonces ¿qué pasa cuando el Espíritu de Dios se retira como
respuesta al pedido del hombre de que se vaya y le deje solo? Job lo dice de esta manera, “Si
Dios decidiera retirar su Espíritu y atraer hacia sí mismo su aliento, morirían entonces todos los
seres vivos; [y] el ser humano volvería al polvo” (Job 34:14-16) Por otra parte, comentando
sobre esto, Elena White en su libro Eventos de los Últimos Días, capítulo 17, dice, “El Espíritu
de Dios— insultado, rechazado, abusado—ya se está retirando de la tierra. Tan pronto como el
Espíritu de Dios se aleje, se llevará a cabo la cruel obra de Satanás en tierra y mar.” Y yo te
pregunto, ¿acaso no fue eso lo que pasó en el diluvio? Pero por si todavía te queda dudas, la
misma autora continúa diciendo en su libro, “Dios está retirando su Espíritu de las ciudades
impías, que han llegado a ser semejantes a las del mundo antediluviano y a Sodoma y Gomorra”
(p.97). Eso quiere decir, que ella está afirmando que la destrucción de los antediluvianos y de los
habitantes de Sodoma y Gomorra, fueron la consecuencia de Dios haber retirado su Espíritu,
dejando así libre a Satanás o al destructor, para realizar su obra de destrucción que el hombre
mismo estaba pedido sobre él. Por lo tanto, cuando Dios le dice a Noé en Génesis 6:18, “Pero
estableceré mi pacto contigo. Entrarán en el arca tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos
contigo”, le estaba prometiendo protegerlo o salvarlo de la destrucción que el destructor estaba
por traer sobre toda la tierra, y junto con la protección estaba el sustentarlo, y crear, formar o
hacer algo “bueno en gran manera” de todo el caos que Satanás iba a dejar… porque como bien
lo expresa la comentadora bíblica Elena White, “Satanás es el que destruye; [pero] Dios [es] el
que restaura” (El Ministerio de Curación, p.75-76).

Preguntas: Lee Génesis 6:6, ¿Se arrepintió Dios de haber creado al hombre? ¿Puede Dios
arrepentirse de algo que hace como si algo le tomara por sorpresa? ¿Cómo entiendes “que Dios
se arrepintió” a luz de Números 23:19 que dice que Dios no es imperfecto como nosotros como
para hacer algo de lo cual luego se arrepienta? ¿Sabías que en ambos textos la palabra hebrea que
se utiliza es exactamente la misma? ¿Se contradice entonces la Biblia? ¿Se contradice entonces
Moisés, el cual fue el autor de ambos libros, o simplemente Moisés está poniéndole a Dios
rasgos humanos para poder explicar a los lectores de su tiempo cosas que por su cosmovisión y
desconocimiento del carácter de Dios, no entenderían de otra manera? Lee Génesis 6:7 ¿Quiénes
pecaban, abundaban en maldad, y los designios de su corazón eran de continuo solo para hacer el
mal? ¿Los hombres o los animales, los reptiles y las aves del cielo? ¿Por qué Dios destruiría a
todo animal, reptil y ave cuando era el hombre el causante de tanta maldad? Lee Génesis 6:19-20
¿Había animales, reptiles y aves buenas que merecían ser salvadas, mientras que había otros
animales, reptiles y aves que eran malos y que no merecían ser salvados? ¿Cómo reconciliamos
todas estas preguntas con la idea de un Dios que es Creador, pero que también destruye su propia
creación? ¿Cómo reconciliamos la revelación de Jesús de un Satanás que viene a robar, matar,
destruir y que es asesino desde el principio, con la idea de un Dios que crea, pero que también
destruye y muchísimo más que aquel que lleva por nombre y título, “el destructor”, según
Apocalipsis 9:11?

Bloque 3

Principio: Como hemos venido diciendo, cuando Dios pacta con el hombre, no lo hace como
resultado de una respuesta del hombre, ni su fidelidad en cumplir su promesa depende de la
obediencia del hombre. De ser así, las promesas de Dios dependerían de las obras humanas y la
salvación no sería por gracia, sino por obras. Dios no salvó a Noé y a su familia de la destrucción
del diluvio debido a sus obras, sino solamente por gracia. La obediencia de Noé, o lo que es lo
mismo, su decisión de vivir o depender de la palabra que Dios le había dado, fue el resultado de
la manifestación de la gracia de Dios, y no la gracia de Dios el resultado de la obediencia de
Noé. Dicho esto, podemos entrar a analizar el pacto de Dios con Abraham. Génesis 12:1-3 sienta
las bases del pacto con Abraham, y dice, “Entonces el Señor dijo a Abram: —Vete de tu tierra,
de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a
los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Y yo te
pregunto, ¿desde donde comienza el pacto de Dios en estos versos, si tenemos en cuenta que el
pacto no conlleva obras humanas, sino solamente la obra de Dios? Y es aquí donde muchas
veces tenemos problemas con la orden imperativa de Dios diciéndole a Abraham “vete…”
Porque si el pacto de Dios estaba condicionado a la obra o respuesta humana de Abraham de
“irse o salir”, entonces la promesa y las bendiciones del pacto eran meritorias y no por gracia.
Pablo lo decía de esta manera, “Cuando la gente trabaja, el salario que recibe no es un regalo
sino algo que se ha ganado” (Romanos 4:4). En otras palabras, si Dios para cumplir su pacto,
demanda nuestra obediencia como una condición, entonces sus bendiciones, promesa, y
salvación no serían un regalo inmerecido o por gracia, sino que nos estaría pagando lo justo por
nuestra obediencia, y eso es contrario al evangelio de Cristo o al pacto eterno. Míralo de esta
manera, dentro de la promesa de una tierra nueva, está implícito el salir de la tierra vieja o de la
tierra en que actualmente estamos. De la misma manera en que dentro de la promesa de una vida
eterna, está implícito el morir a la vida vieja o la vida en la actualmente vivimos y que no es
eterna. Dios no necesita darnos una orden imperativa de morir; sin embargo, si necesita darnos la
promesa de que en Él tenemos vida eterna para que no tengamos miedo a la muerte. De igual
modo, Dios no necesitaba ordenarle a Abraham que saliera de la tierra de sus padres, sino que el
simple hecho de que Dios estaba pactando o diciéndole que iba a cumplir su promesa en él y por
medio de él, debían ser motivos suficientes para que saliera. Sin embargo, Dios tuvo que darle la
orden debido a la dureza de su corazón. El hecho de que Abraham llegara a ser llamado el padre
de la fe, no significa que siempre lo fue. Solo basta con leer su historia para ver cuántas veces
retrasó el plan de Dios, y solo basta con ver las constantes guerras y disputas, que hasta el día de
hoy, existen en el medio oriente para darse cuenta de cuánto daño ha ocasionado y siguen
ocasionando las decisiones que Abraham tomó por no tener fe en la promesa. Si se dan cuenta,
Dios tuvo que recordarle su pacto a Abraham varias veces durante su peregrinaje a la tierra
prometida. ¿Saben por qué? Porque la promesa de Dios a Abraham era más que llevarlo a vivir
en un un pedazo de tierra en este mundo donde abundaba la leche y la miel, sino que la promesa
de Dios consistía en convertir a Abraham mismo en una tierra abundante de leche y miel para las
naciones. Cuando Abraham sale de Ur de los Caldeos, tierra que más tarde fue llamada
Babilonia, estaba realmente saliendo de la confusión en la que vivía sobre el carácter de Dios, a
experimentar en su vida una revelación del evangelio de Jesucristo. Salir de la tierra en la que
estaba, implicaba salir de las tinieblas a la Luz. Una Luz que según Juan es también la Vida (Juan
1:4); y una Vida, que según Jesús, es también la Resurrección (Juan 11:25). El único problema,
es que para experimentar la Vida y la Resurrección, se necesita primero morir; y era
precisamente eso lo que más trabajo le costó a Abraham entender… hasta que finalmente
comprendió el evangelio de Jesucristo mediante el amor desinteresado que manifestó su hijo
Isaac, cuando no buscando lo suyo ni satisfacerse a sí mismo, se entregó por amor a su padre y a
Dios. Fue ahí, donde Abraham se rindió por completo a morir a él mismo, porque entendió que
no se trataba de él y de cómo él proveería los medios para cumplir la promesa, sino que siempre
se había tratado de Dios y de cómo Él cumple su pacto o su promesa. Fue por eso que Abraham
pudo descansar totalmente al decir, “Yahveh-jireh (que significa «el Señor proveerá»). Por eso es
que aún hoy se dice: «En el monte el Señor proveerá»” (Génesis 22:14).

Preguntas: ¿Podemos entrar en el pacto eterno de Dios sin morir? ¿Podemos disfrutar de la
promesa del pacto eterno de Dios sin morir? ¿Puede el evangelio de Jesucristo entrar a nuestras
vidas y no matar quienes somos? Lee esta serie de textos, Génesis 2:17; Éxodo 33:20; Isaías
40:5-8; Juan 3:30; Romanos 6:1-11; Gálatas 2:20; y Filipenses 1:21 ¿Te has puesto a pensar que
para ver el rostro de Dios, tienes que morir? ¿Te has puesto a pensar que para vivir en el Espíritu
de Dios, tienes que morir? ¿Te has puesto a pensar que dejar entrar el evangelio, el cual es poder
de Dios para salvación, primero tienes que morir? ¿Te has puesto a pensar que nadie es salvado
por el poder de Dios, sin antes morir? ¿Te has puesto a pensar que para que Cristo viva en ti,
tienes que morir? ¿Te has puesto a pensar que los vivos no tienen necesidad de ser resucitados
sino solamente los muertos? ¿Te has puesto a pensar que no hay ganancia sin muerte? Y si todo
esto esto es una realidad, entonces ¿De qué manera crees tú que podemos vivir nuevamente
dentro del pacto eterno de Dios? ¿Permaneciendo vivos o muriendo a nosotros mismos?

Bloque 4

“El Bonus de esta Semana”: Vamos a estar analizando lo que conocemos como el nuevo pacto,
el cual no es más que el pacto eterno de Dios. Hebreos 8:6-10, 13 dice, “Pero el servicio
sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de ellos, así como el pacto del cual es mediador es
superior al antiguo, puesto que se basa en mejores promesas. Efectivamente, si ese primer pacto
hubiera sido perfecto, no habría lugar para un segundo pacto. Pero Dios, reprendiéndoles, dijo:
«Vienen días —dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa
de Judá. No será un pacto como el que hice con sus antepasados el día en que los tomé de la
mano y los saqué de Egipto, porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo dejé de
preocuparme por ellos—dice el Señor—. “Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel
después de aquellos días”, —dice el Señor. “Pondré mis leyes en la mente de ellos y en su
corazón las inscribiré. Y yo seré para ellos Dios, y para mí ellos serán pueblo… Al decir
“nuevo”, ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está listo para
desaparecer.” Ahora, el razonamiento del escritor de Hebreos, es que Jesús es superior a todos, y
cuando dice a “todos”, no es solamente a los sacerdotes que ministraban en el templo, sino que
Jesús es superior a todo ser humano incluyendo a los mismos profetas. Y si Jesús es superior a
todos, entonces su ministerio también es superior a todo ministerio que fue enseñado
anteriormente por medio de los profetas del antiguo pacto. Y si Jesús y su ministerio son
superiores a todos los hombres y a todos los ministerios antes enseñados, entonces el pacto que
nos presentó Jesús, es superior al pacto con Noé, al pacto con Abraham, al pacto con Moisés, y a
todos los pactos que fueron dados como sombra del verdadero o del pacto eterno. Y en especial
Pablo destaca algo, él dice, “[porque este pacto] está basado en mejores promesas”. Ahora, Pablo
va mucho más allá, y asegura que el primer pacto, no solo estaba basado en promesas que no
eran tan buenas, sino que tampoco era perfecto, porque “si ese primer pacto hubiera sido
perfecto, no habría lugar para un segundo pacto”. Y para no dejar dudas de cual pacto él estaba
hablando, Pablo cita cuando Dios le dijo a Jeremías, “No será un pacto como el que hice con sus
antepasados el día en que los tomé de la mano y los saqué de Egipto” Y yo te pregunto, ¿qué
pacto hizo Dios con su pueblo al sacarlos de Egipto? Moisés lo resume de esta manera en
Deuteronomio 4:1-2, “Ahora pues, oh Israel, escucha las leyes y decretos que yo les enseño que
hagan, a fin de que vivan y entren a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, Dios de sus
padres. No añadan a las palabras que yo les mando, ni quiten de ellas, de modo que guarden los
Mandamientos del Señor su Dios, que yo les mando. [y añade en el verso 6] Guárdenlos, pues, y
pónganlos por obra, porque esto es su sabiduría y su inteligencia ante los ojos de los pueblos…”
Fíjense que en este primer pacto: (1) el pueblo tenía que “vivir” por lo mandamientos. Y no solo
por la obediencia estricta de los Diez Mandamientos, sino por la obediencia estricta de todo el
conjunto de leyes que también le fueron dadas al pueblo. (2) Era la obediencia a los
Mandamientos y las demás leyes lo que les permitiría “entrar” o “alcanzar” la tierra prometida. Y
(3) ellos tenían que guardar, proteger, y poner por obras, su obediencia a los Mandamientos. Y
yo te pregunto ¿Acaso no es así como la mayoría de nosotros ve todavía los Diez
Mandamientos? ¿Acaso no es una obediencia estricta a los Diez Mandamientos, la cual tenemos
que poner por obras delante de las demás denominaciones, lo que todavía enseñamos muchos de
nosotros? ¿Acaso no son los Diez Mandamientos puestos como nuestra norma de vida y como
nuestra aseguranza para entrar a la tierra nueva? Pablo dice, “si ese primer pacto hubiera sido
perfecto, no habría lugar para un segundo pacto” y añade, “Al decir “nuevo”, [Dios] ha declarado
caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está listo para desaparecer.”¿Eso
quiere decir que la ley o lo que dicen los Diez Mandamientos caducó, es anticuado y necesita
desaparecer? Como también diría Pablo, “de ninguna manera”, porque el principio siempre es el
mismo, y ese principio es el amor; y el amor nunca cambia, siempre es el mismo, y no se acaba
ni se extingue. Sin embargo, la Ley no es nuestra norma de vida, tampoco es nuestra aseguranza
para entrar al reino de los cielos, ni tampoco fue dada para que la pongamos por obras delante de
las demás denominaciones para afirmar que eso nos hace remanente de Dios. En cambio, todas
estas cosas, son hechas, en el nuevo pacto, por medio de Cristo y en Cristo; no porque Dios
ahora lo haya determinado así, sino porque este siempre ha sido “el” pacto, el único y verdadero
pacto, el pacto eterno de Dios con todos sus criaturas… porque como también dijo Pablo “Cristo
es el todo y en todos” (Colosenses 3:11).

Preguntas: ¿Qué crees que significa poner la ley en nuestras mentes y escribirlas en los
corazones? ¿Qué Dios va a poner las tablas de piedras dentro nuestro? ¿Qué nosotros tenemos
que entenderlas, aceptarlas y obedecerlas? Lee Gálatas 3:19 ¿Por qué fue necesario dar los Diez
Mandamientos? ¿Hasta cuando era necesario vivir bajo la Ley de las tablas de piedra, según
Pablo? Lee Gálatas 5:22-23 ¿Por qué dice Pablo que no hay ley que pueda ir contra o condenar el
fruto del Espíritu en nosotros? Lee Romanos 13:8-10 Si el amor es el cumplimiento de la Ley
¿Cuál debería ser nuestro mayor anhelo? ¿Obedecer estrictamente la ley o morir a nosotros para
que en nuestro lugar viva Aquel que es amor?

Conclusión
Hemos llegado al final del estudio de hoy, y este estudio ha sido solamente un resumen a grandes
rasgos de las cosas que estaremos profundizando en las siguientes semanas mientras analizamos
el Pacto Eterno de Dios. Sin embargo, como resumen y como guía para tu estudio personal sobre
los diferentes pactos que encontramos en el Antiguo Testamento, te invito a que cuando los
estudies, lo haga siempre a través de Jesús, porque sin Jesús, cada vez que estudies los pactos vas
terminar poniéndote cargas innecesarias sobre ti, que al final, terminarán dañándote y
destruyéndote a ti mismo y todos los que te rodean. 1 Juan 5:12 dice, “El que tiene al Hijo, tiene
la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” De nada nos vale la obediencia, las
leyes, ni ninguna otra cosa, si no tenemos a Cristo, porque sin Cristo, todo es vanidad. Y para
terminar te dejo con este pensamiento de Pablo, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con Él, todas
las cosas? (Romanos 8:32). Que Dios te bendiga y nos vemos la próxima semana.
 

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