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German _ Castro Caycedo Palacio a mascara ‘li. =) aT) femur Corer Ler rene ete nt Pano quir4. El periodismo es el nico oficio Prene Cc ic O Rs Cems att cronista general de El Tiempo durante Clete Smecet Cn ep sa tee Poo asc erne aeare prec eescene n ech ent) Porn meo Cs tLC ars mate ts director durante dos décadas. POR O Rem eon CeCn oa Pen men Roun on aay Seer aoe SOO Rene BOM Trae tac) a ese RT ee Cr ca Sens COMER cd Pen eco m neo eae nd eee OPUS noT Pe Reet wee tran libro Que la muerte espere. Es, sin duda, ROO nme eames DNC eee ese ec ed ha sido publicada en Europa y América Pete El Palacio sin mascara GERMAN CASTRO CAYCEDO EI Palacio sin mascara @Planeta Foto de la cubierta: Archivo de redaccién, El Tiempo. © German Castro Caycedo, 2008 © Editorial Planeta Colombiana S. A., 2008 Calle 73 No. 7-60, Bogot Primera edici6n: abril de 2008 Segunda edicion: mayo de 2008 Tercera edicién: junio de 2008 ‘Cuarta edicién: noviembre de 2008 ‘Quinta edicién: junio de 2017 Sexta ediciOn: abril de 2022 ISBN 13 (Riistca):978-958-42-1850-6 ISBN 10 (Restica): 958-42-1850-6 ISBN (Tapa dura): 978.958-42-1857-5 ISBN (Tapa dura): 958-42-1857-3 Impreso por Xpress Estudio Gréfico y Digital S.A. Est leo no pods ser reproduc, ni total nl parcalmente, ‘itel previo permiso escrito del editor “Todos lo derechos reservados. No hubo ningiin plan dirigido a liberar rehenes [...] Desde cuando se dio por finalizada la recuperacién del Palacio, se empez6 a enmascarar la verdad de lo ocurrido alli, Comisién de la Verdad Contenido Presentacién. Batalla avisada. Planes distantes.. Retaliacién... La Procuraduria de Gomez Méndez 1989 - 1990..... un 2 Saas Presentacién EI Palacio sin mdscara es lo que nadie le dijo al pafs durante 22 afios en tornoal holocausto del 6 y 7 de noviembre de 1985, tiempo durante el cual pareceria que se hubiese realizado un pacto para ocultar parte de la verdad de lo ocurrido allf. Se trata de un reportaje donde ni una sola palabra deja de estar sustentada en documentos obtenidos por el autor en seis juzgados penales, en el Tribunal Especial de Instruccién Cri- minal, en la Comisi6n de la Verdad, en el Consejo de Estado, enla Procuradurfa General dela Nacién, en tribunales conten- ciosos administrativos y especialmente en la Fiscalia General dela Nacién que volvié sobre la investigacién de delitos que permanecen, como la desaparicién forzada agravada, En 1999 la Procuraduria habia ordenado la destitucién del general Jestis Armando Arias Cabrales, entonces comandante dela Brigada Trece, y del coronel Edilberto Sénchez Rubiano, jefe de Inteligencia de la misma, Entre el afio 2007 y el 2008 la Fiscalfa General de la Nacién ordené la detencién del coronel Edilberto Sénchez Rubiano, del coronel Luis Alfonso Plazas Vega, ex comandante de la 2 GERMAN CASTRO CAYCEDO Escuela de Caballerfa, del capitan Oscar William Vasquez Rodrfguez, del analista Luis Fernando Nieto Velandia y de los sargentos Ferney Ulmadrin Causayé y Antonio Rubay Jiménez Gémez. Igualmente solicité que a los generales Rafael Samudio Molina, entonces comandante del Ejército, y Jestis Arman- do Arias Cabrales les compulsaran copias para que fueran investigados por el fiscal general de la Nacién, y que el ex presidente Belisario Betancur fuera citado por la Comision de Acusaciones de la Camara de Representantes. Finalmente, ordené vincular a este proceso penal, median- te indagatoria, al general Ivan Ramirez Quintero, entonces comandante del Batallén Charry Solano (Comando de Inte- ligencia y Contra Inteligencia, Coici), y al oficial de enlace de ese organismo, Camilo Pulecio Tovar. ‘A este tiltimo, la Fiscalfa General de la Nacién ordené localizarlo en compaffa de los subalternos José Agustin Luna, Olmedo de Jestis Romero Londofio, Mariano Guzman y Elkin de Jestis Giraldo Holguin, para vincularlos también al proceso. Aquel jueves antes del anochecer —un par de horas des- pués de haber salido el tiltimo de los sobrevivientes—, el Palacio de Justicia era un hueco caliente, ennegrecido por Jas llamas de la noche anterior. Por un momento asociamos el olor a humo y a pélvora con el mismo de la muerte que hhabfamos visto a la entrada dentro de un camién Ileno de ca- daveres. Con Fernando Gémez Agudelo, el presidente de RTI Televisi6n, buscabamos el de nuestro amigo, el magistrado Carlos Horacio Urén. « Si estas columnas hablaran ahora mismo...» dijo Fernan- do y regres6 en busca de la puerta destruida por un carro de combate blindado. Ena parte superior del marco acribillado por las ametralladoras, algo que al parecer nunca ha tenido que ver con nuestra realidad: Colombiianos: las armas os han dado Ia independencia, Las leyes os dardn la libertad. Santander. Hoy, veintidés aftos después empecé a escuchar parte de lo que sabfan aquellas columnas. Voces de sobrevivientes perdidas en millares de folios de juzgado, rastros de cerca de 4 GERMAN CASTRO CAYCEDO un centenar de seres inmolados, gente torturada, asesinada y desaparecida. Voces que contindan allf: »—Al comienzo lo tinico que se escuchaba eran los gritos de los guerrilleros que después de las once del dia lanzaban vivas al M-19 y vivas a Colombia [...] Venimos por el poder y lo tenemos»: Blanca Inés Amaya. «Ei presidente dea Reptiblica dio la orden derespetar la vida de los rehenes, pero como los militares estaban sedientos de venganza —y esos mandos militares de esa época eran siniestros— fueron a lo que querian. A ellos no les importaba que se tratara de magistrados, o que fueran mujeres [...] Allf hubo un golpe de Estado de los militares»: Bernardo Rami- rez, ministro de Estado y el asesor més cercano al presidente Betancur. «—Por ahfa la una de la tarde senti que estall6 una grana- daen el bafto y grité: “No me maten, yo soy empleado de la Corte”. Me acababan de herir. Ellos eran del Ejército»: Carlos Julio Cruz, «Cuando ya estaba oscuro escuché el coro de los rehenes que decian “no disparen somos rehenes... Soy el presidente de la Corte, voy a salir”»: Mario Moncaleano. «—Cuando reaccioné, al abrir los ojos me topé con los ojos de la doctora Luz Stella Bernal ya cristalizados por la muerte. Me parecié escucharle cémo se desangraba por dentro y le observé un impacto de bala, tal vez a la altura del omoplato derecho. En la espalda tenfa un orificio hecho con arma de fuego»: José Alberto Roldén. «Entre ellos iba una muchacha a la que le decian Viole- ta, La muchacha se fue. Cuando uno de ellos nos hablaba le dieron unos disparos por la espalda y una bala le salié por el pecho»: Ana Lucia Limas. «EI Palacio estaba muy iluminado, parecfa que nos hu- bieran puesto la luz [...] El edificio estaba en llamas»: Yolanda Mejfa. EL PALACIO SIN MASCARA 6 «Un uniformado me agarré por el pelo y cruzamos por el centro de una fila de militares que nos decfan, “hijueputas” y nos daban golpes con las culatas de sus fusiles. El militar que me arrastraba por el pelo me arrancé la cadena de oro que llevaba en el cuello»: Eduardo Matson. «—Por lo menos tres de los magistrados, los doctores Al- fonso Reyes Echandia —presidente de la Corte Suprema de Justicia—, Ricardo Medina Moyano y José Eduardo Gnecco Correa, mostraron en susrestos mortales proyectiles de armas que no us6 la guerrilla»: Comision de la Verdad. «—Pedi que me llevaran a mi casa, pero la respuesta fue- ron patadas y patadas y patadas. Me dijeron: “;Cudl casa? ‘Austed no la vamosa llevar a ningtin lado. Quédese ahi quieta, perra” Todo el que pasaba se sentfa con derecho a pegarme. Si ta le pegas a alguien con esas botas que tenfan los militares es porque te sientes con derecho»: Yolanda Santodomingo Albericci. «—Nosotras les respondimos que ellos no estaban arma- dos. Solamente eran dos guerrilleros heridos. Entraron los del Ejército y los mataron»: Maria Mercedes Ayala. Un poco después de las once y media de la mafiana del miércoles 6 de noviembre de 1985 irrumpieron disparando os primeros guerrilleros del M-19 que venfan a tomarse el Palacio de Justicia. Antes lo habfan hecho algunos de ellos por la puerta principal y se hallaban adentro esperando el primer balazo para actuar. Segtin sus planes —publicados en el libro Noches de humo de Olga Behar, escrito con base en recuerdos de la tinica guerrillera que logré salir viva del Palacio luego de una ba- talla de 27 horas—, el grueso de los 35 guerrilleros entrarfa 16 GERMAN CASTRO CAYCEDO por los estacionamientos del s6tano del edificio —con una vigilancia muy deficiente en esos dias— y comenzarfa a as- cender tomandose, uno a uno, cuatro pisos. A medida que fueran subiendo armarfan en las escaleras contenciones con ametralladoras. En ese mismo momento, mientras tres vehiculos con més guerrilleros ingresarfan al s6tano, ellos tomarfan el control del primer piso y cerrarfan la gran puerta principal recubierta en bronce. Segdin un plan de ataque hallado el mismo dia 7 por la Policia en la casa donde se preparé la toma, «hacia el Palacio se desplazaran tres vehiculos con 29 de los 35 miembros del comando, el primero de los cuales serd Ia vanguardia donde ird el primer grupo de asalto motorizado. Es un vehfculo ligero donde viajarn cuatro compafieros con dos metras y dos fusiles. »En el segundo viajarén 14 compajteros, el mando general y los explosivos, ingenieros y de intendencia. Es un vehiculo semipesado. »El tercer vehfculo serd la retaguardia y en él viajarn 10 compafieros». Dominada la posicién, buscarfan al magistrado Jaime Betancur Cuartas, hermano del presidente de la Repiiblica Belisario Betancur, y a la abogada Clara Forero de Castro, esposa del ministro de Gobierno, Jaime Castro. (Pensaban que teniendo a estas dos personas lograrian una negociacién politica después de los primeros enfrentamientos). Una vez el grueso del grupo se hubiera tomado el s6tano colocarfan allf cargas de explosivos igual que en la puerta principal. Por la cubierta el edificio parecia inexpugnable y ni aun desembarcando en la terraza podrfan entrar los militares. Alli estarfan tres guerrilleros que tendrfan la posicién favorable EL PALACIO SIN MASCARA ” para el disparo y para la visién del objetivo. Para el Ejército serfa més diffcil ubicarlos por arriba. Una parte del grupo grande deberfa ascender hasta la pre- sidencia de la Corte Suprema de Justicia y presionar la nego- ciacién del cese del fuego para empezar a dialogar y presentar en forma solemne una demanda contra el presidente de la Reptiblica que llevaban preparada. Calculaban que el cese del fuego se podria comenzar a negociar la misma noche de la toma: «Vamos a tener que combatir todo el dia porque la luz natural favorece al enemi- ‘go que nos puede ubicar mas fécilmente que en las sombras. Si logramos mantenernos hasta las seis o siete, la oscuridad estard de nuestro lado y ellos decidiran negociar. Sabemos que combatiremos de once y media dela mafianaaseis dela tarde, mfnimo. Si tenemos capacidad para combatir y combatir, ellos tendrén que aceptar un cese del fuego y escucher nuestras demandas», segiin uno de los estrategas del M-19. La guerrilla estaba segura de que los militares ingresarfan al Palacio algunos carros de combate blindados armados con cafiones de 90 milimetros y dos grandes ametralladoras cada uno, por lo cual buscaron cohetes anti-tanque. «Apenas aparezca el primero por la puerta principal le dissararemos y como el cohete despide una gran concentraci6n de calor se derretiré el metal del carro». Habfa que buscar a un experto en la utilizacion de esta arma pues el cohete es de tiro tinico. Pero no lo consiguieron porque no lo habfa en el mercado negro, ni en Cclombia, ni enel exterior. ‘Tres meses después de una biisqueda infructuosa decidie- ron reemplazarlo por dispositivos hechos por ellos mismos con dinamita y TNT. «Con dinamita podremos por lo menos inutilizar uno de los carros y modificar temporalmente la respuesta de los militares». ‘A falta del cohete tendrfan que acopiar la mayor cantidad de las més eficaces armas largas y cortas, granadas y mucha 18 GERMAN CASTRO CAYCEDO municién. Se propuso Ievar a Bogoté algunas armas de sus frentes en las selvas del sur, otras las conseguirfan en el mercado negro en el exterior y el resto en el departamento de Antioquia. Habria que afinar los contactos con amigos y conocidos co- lombianos que podrian facilitar recursos y «palancas» entre las autoridades para entrarlas. Se buscaria el apoyo, sin que esos amigos supieran de qué se trataba. «Sélo diremos que “esta- mos en algo”. La retirada: habia que decidir cémo serfa el fin y hacia donde se partiria, Se pensaba en una accién de dos meses de duracién luego de los cuales el comando se trasladarta al de- partamento del Cauca en el sur de Colombia donde se crefan fuertes. Dentro del plan tendria que pensarse en helicépteros que recogieran a los miembros del comandoy alos civiles en la terraza del edificio. Se comision6 a un hombre para averiguar cuéles podrian estar disponibles y dénde vivian los pilotos para ir por ellos a sus casas cuando se acercara el momento. Una vez negociada Ia salida no seria dificil sacar a guerrilleros y magistrados y levarlos al Cauca, «para que desde allé se dialogue con la oligarquia>, explicaron. La negociacién seria entonces en la zona guerrillera y no enel Palacio de Justicia, El plan completo localizado por la Policia y entregado al Juzgado 71 Penal fue calificado como «un documento inve- rosimil» por el ‘Iribunal Especial de Instruccién Criminal que realiz6 la primera investigacin global. Con la toma, el M-19 buscaba entregarle a la Corte Supre- ‘ma de Justicia reunida en pleno, un documento que llamaron «demanda armada» con base en el cual aspiraban a que ese tribunal iniciara un juicio de responsabilidad politica contra el presidente de la Reptiblica Belisario Betaxcur «por haber EL PALACIO SIN MASCARA 19 violado los acuerdos hechos con nuestra organizacién un afio antes, «y por traicionar al pais». El documento estaba sustentado en cuatro temas: la entre- ga de los recursos naturales, la extradicin de colombianos, el incumplimiento de la tregua acordada con ellos y la violacién de los derechos humanos. El punto fundamental del documento —aunque no es el primero en la enumeracién— dice: «4 —La presencia en este tribunal del presidente de la Re- publica Belisario Betancur o su apoderado para que responda de manera clara e inmediata a cada una de las acusaciones contra el actual gobierno, »Sefiores magistrados de la Honorable Corte Suprema de Justicia, creemos oportuno que aqui y ahora se defina si los colombianos vamos a seguir permitiendo que se siga cediendo nuestro pais a pedazos con el fin de entregar considerables porciones de nuestro suelo, se entregan nuestros recursos naturales (petréleo, carbén, oro, niquel, platino, fauna y flora). Se entrega la drbita geoestacionaria. Se entregan clan- destinamente nuestros nifios. Se entregan nuestros cerebros a través de su fuga. Como si todo no fuera poco, mediante un impopular y escandaloso tratado de extradicion se entrega nuestra juridicidad. »Centenares de compatriotas nuestros estan seriamente amenazados no sélo por la legislaci6n de paises extrafios sino por lamanifiesta animadversi6n de algunos de ellos, como es. el caso concreto de los Estados Unidos de Norteamérica. »Sefiores magistrados, tienen ustedes la gran oportunidad de cara al pafs y en su condicién de gran reserva moral de la Repiiblica, de presidir un juicio memorable que habré de de- Una vez acaecida la sangrienta incursién guerrillera, la respuesta militar fue inmediata, desproporcionada y a gran escalan. Magalis Arévalo, empleada de la Corte ante los jueces: «Cuando comenzaron los balazos yo bajaba a recoger el che- que de mi sueldo y legaron ellos disparando y cuando fui a salir por el s6tano que daala Carrera Octava aparecié un sefior uniformado de café, pienso que era de la vigilancia porque me dijo, “retfrese que estén disparando”. Era de la compaiiia de celadores que prestaba servicio en palaciohacfa muy poco tiempo porque antes tenfan guardias pero los habian retirado. Igualmente ese dia habian retirado a la Policfa». Hoy la Fiscalia General de la Nacién en un documento mediante el cual imparte la orden de detenci6n de algunos militares, anota: «ra y es claro que las Fuerzas Militares y los organis- mos del Estado debfan establecer mecanismos para evitar y contener actividades en particular de este grupo subversivo del M-19. Desde 1984 y en particular desde abril de 1985 se esperaban acciones de grandes magnitudes con ocasi6n del reconocimiento de las acciones de este movimiento. Era més que conocida la posible toma del Palacio de Justicia y la fecha aproximada de la misma, y que la finalidad de la presunta toma era “el secuestro de los 24 magistrados de la Corte Su- prema”». Planes distantes Los planes trazados por el M-19 en su loca operacién esta- ban distantes de lo que realmente sucederfa desde e’ momento de ingresar los primeros guerrilleros al Palacio, cuando en- contraron en el sétano del edificio una resistencia con la cual nunca habfan contado. Celadores, algtin policia y escoltas armados de los magistrados le hicieron las primeras seis bajas: ‘un muerto y cinco heridos de alguna consideracién. Uno de los tres vehfculos en los que debian irrumpir varios efectivos més no llegé a la cita por un imprevisto de organizacin. ‘Tampoco lograron retener al hermano del presidente dela Repiiblica ni a la esposa del ministro de Gobierno. Eduardo Suesctin Monroy, Consejero de Estado: «Todo lo que se diga sobre la cantidad de disparos es poco. Paraba por unos momentos y después, cuando uno empezaba a creer quelas cosasiban a mejorar, volvian los disparos, las réfagas, Ios estallidos, las bombas. 30 GERMAN CASTRO CAYCEDO »Por teléfono supe que mi hija estaba ya en la casa, pero la situacién nuestra empezaba a hacerse més dramatica porque el Bjército no lograba dominar la situacién. »Cuando comenzé todo yo empecé a creer que se trataba de una loca aventura de los guerrilleros y queen poco tiempo el Ejército impondria el orden y nosotros estarfamos a salvo, pero el tiempo pasaba angustiosamente sin que pararan los tiros. Por teléfono preguntébamos a quienes llamaban si el Ejército ya habia entrado. »Al fin vinieron los momentos de la entrada de los tan- ques y la legada de los helic6pteros y volvimos a recobrar la esperanza de una pronta solucién. Sin embargo, el combate seguia y arreciaba terriblemente. »Yo desde la oficina donde estaba con Miguel Betancourt en realidad no podia ver nada del interior del edificio. Abajo ena biblioteca habia personas tendidas, entre ellas el doctor Chirola. Al frente teniamos la Calle Doce, la terraza de salida del Banco Comercial Antioquefio, al comienzo con mucha gente aglomerada. »Pasaban las horas y nuestra angustia segufa creciendo. No podfamos sentarnos porque al momento se sentfan nuevas réfagas y otra vez.al piso. En un momento crefmos que como nuestra oficina quedaba un poco aislada, ya habfan sobrevi- vido los demas y se habian olvidado de nosotros. »De pronto sentimos en la puerta que preguntaban si adentro habfa gente. Dijimos que sf, que éremos consejeros de Estado y salimos con Miguel. Era un soldado con casco y fusil que venia a liberarnos. Nos dijo que debiamos salir y correr agachados hasta la esquina del corredor donde esta la sala de consulta. »Salimos a la puerta de la oficina y cuando nos disponia- mosa correr agachados, vino hacia donde estébamos nosotros una réfaga que lo hizo temblar todo. Yo la sentf sobre nuestras cabezas y me volvia tirar a la oficina de adentro. El soldado nos insisti6, nos alent6, nos cubri6 y asf llegamos a la esqui- EL PALACIO SIN MASCARA a na del corredor. Yo cref que por aht habria algtin camino de salvacién, pero alli nos recibié un sargento vestido denegroy nos dijo que tenfamos que pasar todo el corredor del segundo piso hasta el sur y que él nos pasaba. Me orden agarrarme de su cinturén y que Miguel hiciera lo mismo conmigo. »Empezamos la carrera pero los tiros arreciaron y debimos sentarnos para avanzar arrastréndonos por todo el corredor hasta la oficina de Alvaro Le6n Cajiao. Allé nos llevé el sar- gento. »En la oficina de adentro estaba un grupo de consejeros tendidos en el piso: Jaime Betancur Cuartas, Jaime Paredes Tamayo, Mario Enrique Pérez, los doctores Rafael Acosta y Moisés, abogados, asistentes [...] Estaban con un capitén de la Policfa que coordinaba el salvamento y con la escolta de Jaime Betancur. »Habian roto los vidrios interiores que dan hacia el primer piso sobre una secretarfa de la Corte y por ahi el Ejército ya +habfa organizado la salida de varios funcionarios del segundo piso. Todas las mujeres de ese piso ya habian sidoevacuadas. ‘S6lo queddbamos nosotros, los que nombré atrds. »La bajada era un poco aparatosa y dada la altura se habia suspendido porque las condiciones no lo permitfan. En todo ‘momento sonaban ms y més disparos y se habia suspendido el salvamento. EI capitén se fue a buscar un medio de comunicacién porque all no habia teléfonos ni radioteléfonos pero el aba- leo no le permitié regresar pronto. Fue esa una larga espera. Afuera, cerca de la oficina donde estabamos decfan que habia un soldado respondiendo el fuego. Me angustiaba que en el segundo piso no hubiera més fuerza del Ejército. »Después de un tiempo regres6 el capitén, arreciaron los disparos, hubo uno terrible como de rocket que iluminé de amarillo una pared vecina. »Por fin, en un momento determinado en que disminuy6 el fuego que habia por uno y otro lado, el capitan ordené la 22 GERMAN CASTRO CAYCEDO bajada. Salié primero Jaime Betancur. Yonome acuerdo luego de quién salf, pero me parece que fue en seguida de Jaime Pa- redes. Me ayudaban los militares a saltar sobre un escritorio que estaba en el primer piso. Ahf me recibié un muchacho de la Policfa Secreta conocido que antes hadfa trabajado en el Consejo de Estado. »Luego él me sacé de esa secretarfa y me llev6 a correr por el primer piso hacia la puerta. Ahi me recibié otro capitan de la Policta, también amigo, y me dejé a media cuadra de allf, en el Museo Casa del Florero. »Ah{ ya habfa muchos liberados y al momento Ilegaron Mario Enrique Pérez y Miguel Betancourt. Ya respirébamos. En la oficina de Alvaro Le6n Cajiao duramos como una hora para poder bajar. »En la Casa del Florero nos recuperamosun poco. Ahf es- tuvimos como hasta las siete de la noche. Cuando salimos de allf crefamos que toda esa horrible pesadilla estaba proxima a terminar para los compafieros que quedaban adentro». Ejército: —Por firvor Arpon, QAP. QAP. Arcano Dos (coronel S4nchez Rubiano, comandante del B2 de la Brigada Trece), necesitamos saber el dato exacto de los evacuados. Cambio. —Bueno, recibt QSL. Ya dejamos aqut a catorce personas que se evacuaron. Cambio. —La esposa del ministro de Gobierno ya est evacuada. Cam- bio. — El presidente de la Corte? —No. El no ha salido todavia. Cambio. Una hora después arribaron a la Plaza de Bolfvar los ca- rros blindados de combate de la Escuela de Caballerfa pero los guerrilleros no tenfan con qué contrarrestar su ingreso al Palacio (Después de una buisqueda infructuosa habfan deci- EL PALACIO SIN MASCARA 33 dido reemplazar unos cohetes por dispositivos hechos por ellos mismos con dinamita y TNT). Ejército: «12:35 Llegada a la Plaza de Bolivar de las unida- des blindadas de combate. Con toques de sirena entran cinco carros a la plaza, estacionéndose frente al Palacio de Justicia, Son recibidos con fuegonutrido desde el interior de Palacio. Los otros vehiculos se colocan en la parte posterior de Palacio por Ja entrada a los s6tanos». Juzgado 30: «Las armas utilizadas fue otro aspecto que adquirié mayores proporciones. Por un lado la guerrilla utiliz6 todo tipo de armas, fusiles M-16, AR-15, FaL, Galil, carabinas M-1, subametralladoras Uzi, Thompson, Madsen de diferen- tes calibres, lanzacohetes M-72, granadas de fragmentacién PRB-234, de fabricaci6n casera, de humo, lacr:mégenas, minas explosivas, dinamita, bombas tipo Kleimor, pistolas, revélveres. »Las Fuerzas Armadas también utilizaron armas de gran despliegue ofensivo. Carros blindados de combate con cafiones yametralladoras MAG 7’62-milfmetros de gran calibre, fusiles G-3, Galil, subametralladoras MP-s, lanzacohetes M-72 A-2, explosivos plésticos tipo composicién ‘c’, granadas de frag- mentacién PRB-423. Y ademas las poderosas granadas de 90 milimetros de accién rompedora utilizadas por el cafién de ‘uno de los carros blindados. »Este material de guerra puede dar una idea del altisimo poder de fuego utilizado en la confrontacién publica. Ade- més, como se puede apreciar, el reducido espacio fisico, las caracteristicas arquitect6nicas de la edificacion y la intensidad misma del combate originada en la ofensiva guervillera y la respuesta de la Fuerza Pablica fueron factores decisivos en la produccién de tantas bajas tanto de la guerrilla y de las fuerzas del orden, como de rehenes y civiles inocentes». 34 GERMAN CASTRO CAYCEDO Segiin la Comision de la Verdad —integrada por los ma- gistrados José Roberto Herrera Vergara, Jorge Anfbal Gémez Gallego y Nilson Pinilla Pinilla—, todos ex presidentes de la Corte Suprema de Justicia, . Jorge Arturo Sarria Covo. Técnico en programacién de computadoras, 22 afios, no es miembro del Kjército, tampoco de la Policia ni de ningdin cuerpo de seguridad del Estado. Se trata de un esponténeo que terminé siendo armado por alguien de la Policfa y luego comand6 a un grupo de agentes y soldados. La presencia de este personaje fue registrada por el diario El Tiempo el 10 de enero de 1986, cuando lo bautiz6 como «Rambo Criollo» y lo presenté al pafs como una figura fol- clérica. No obstante, él representa el caos que goberné la coperacién para recuperar el Palacio. Aqui su declaracién ante el juez 27 de Instruccién Crimi- nal: «Me encontraba en una oficina del séptimo piso del edi- ficio Banco de Antioquia a una cuadra al norte del Palacio. Tipo once y media de la mafiana of una serie de disparos. Salf a la ventana y miré hacia la Carrera Octava y lo que vi fue a toda la gente mirando hacia el sur. Otros lo hacian hacia el norte. »Saqué mis documentos de identificacién que los tenia enla chaqueta y me los eché al bolsillo, abrila puerta, bajé al primer piso, llegué a la esquina de la Octava y caminé hasta laentrada a una oficina del Seguro Social, donde me encontré con un oficial de la Policia que era conocido mio, de nombre Fonseca Villada José Rémulo. £] estaba con dos agentes, le pregunté qué estaba pasando, y me dijo: “Mira a ese franco- EL PALACIO SIN MASCARA 4a tirador que estd en el balcén” un punto que se vela desde ese Angulo en el Palacio de Justicia. »En efecto, allf habia un individuo que parecia tener un pasamontafias en la cabeza, se levantaba y disparaba hacia todo el Angulo de tiro que tenfa al frente. »Los cuatro avanzamos entonces hacia otra esquina més cercana al Palacio y ahf empezamos a sentir los disparos del francotirador a los pies de nosotros y ah{ nos tiramos hacia la acera del frente, arrastrandonos por el andén al borde de Ja lémina que separaba la calle de un lote en construccién y asf nos arrastramos una cuadra hacia arriba, més al frente del Palacio. «En ese momento no vimos por alli ni Policia, nijército, ni patrullas méviles. En la Caja Social de Ahorros que se encon- traba al frente de nosotros un coronel me hizo un indicativo para que fuera hacia él y hablara, Fui hasta alli y aquél me pregunt6 qué estaba haciendo y le dije que no sabia, pero que habia un francotirador disparando, y él me dijo: “Imposible que se hayan tomado el Palacio, pero [..] No. No creo en una cosa de esas”. »Nosotros no sabiamos qué estaba sucediendo. Luego el coronel por radio pidié més personal y llegé uno del F2 dela Policfa Secreta al que le decian “mi capitén”. El capitan lleg6 acompafiado por un muchacho de negro con una chaqueta de color café y llevaba una subametralladora. »Ya con un poco de més confianza corrimos la calle. Yollevaba una gabardina negra que me estorbaba para poder- me mover. Entonces golpeé en una puerta al lade de la Caja Social de Ahorros y dejéla gabardina para que mela cuidaran y asf corriendo, acompafiado de unos uniformados, llegué a otra esquina a las espaldas de Palacio hasta donce ya habia egado més personal de las Fuerzas Armadas. También habia civiles voluntarios. All{ nos calmamos un poco porque ces6 el fuego del francotirador. 2 GERMAN CASTRO CAYCEDO »Después todos los que nos reconocimos de parte de las Fuerzas Armadas nos fuimos hacia el muro que separa la calle de la edificacién y decidimos saltarnos la valla para ingresar al Palacio de Justicia por la parte superior. »Luego corrimos hacia la esquina oriental del Palacio y en ese vértice nos saltamos la valla y cafmos dentro de la obra porque eso estaba en obra negra. De ahi ccrrimos hacia un vértice que salfa como al final del edificio y nos guarecimos en una caseta donde guardaban materiales de construccién. »En ese momento un uniformado le entregé al teniente Fonseca una ametralladora y éste me entregé su revdlver de uso oficial con la municién, pues yo me encontraba sin armamento. »Luego decidimos pasar cerca al muro que le servia de base a la azotea, buscando la manera de eliminar al individuo que estaba de francotirador, sin percatarnos de unos huecos que habfa contra ese muro que frente a nosotros nos daban ala altura de la cabeza y después supe que eran huecos de desagiie de los estacionamientos de Palacio donde estaban acostados otros guerrilleros y desde donde nos disparaban en el momento de cruzar hacia la obra para colocarnos al lado del muro. »Los guerrilleros dieron de baja a tres efectivos de la Po- licfa, entre ellos el teniente Fonseca Villade José. Tratamos de recuperar sus cuerpos, pero en ese momento se armé una batalla campal en la que nos lanzaban granadas, nos dispa- raban toda clase de armas, nos disparaban desde diferentes sitios del edificio. Nos tocé salir corriendo hacia la calle y allf nos favorecimos contra la valla. »Estuvimos ahi unos cuantos minutos cuando me Ilamé un. oficial de la Policfa Secreta que se encontrabaen la esquina, al ado de un teléfono ptiblico, con el fin de preguntarme sobre la situaci6n. En ese momento se me acercé un sefior y me dijo que sus dos niffas estaban dentro de un campero de color rojo frente al Banco Cafetero. Corrimos con un policfa de apellido EL PALACIO SIN MASCARA 3 Orobio y detrés de nosotros se vinieron por lo menos diez personas desconocidas y me surgié una gran desconfianza pensando que eran guerrilleros. »Nos acercamos hasta la mitad de la cuadra, puesto que el fuego era demasiado intenso. En ese momento un hombre con un pantaldn gris, una chaqueta color azul como las de Jos empleados del correo y aproximadamente de un metro sesenta y cinco de estatura, pelo negro, crespo y abundante atraves6 la calle, y diez metros adelante cay muerto por la balacera antes de ganar la entrada a un garaje. »Entonces nosotros con dos agentes motorizados y el agen- te Orobio nos metimos en un restaurante y allf nos subimos auna peluquerfa en el segundo piso, buscando la manera de entrar nuevamente al Palacio de Justicia. »Habfa un carro frente al Palacio donde se suponiaestaban las dos niftas. Bajamos rpidamente y el agente Orobio corrié hacia el vehiculo de color rojo siendo herido en la cabeza y enel hombro. »Alli quedamos aprisionados algo asf como un cuarto de hora pidiendo una camilla para trasladarlo. Mientras tanto vefamos cémo en los cruces dela calle llegaban ambulancias, periodistas, nos tomaban fotograffas. Habia un desorden total. No habia una cabeza visible que dirigiera. No habia quién nos informara sobre las acciones que se desarrollaban en otros costados. »Luego aparecié un sefior de la Cruz Roja quien confiado en un pafiuelo blanco y de su insignia procedié a pasar la calle y fue sorprendido por las réfagas de ametralladora y é1 se tiré debajo de un vehfculo. Mientras tanto nos tiraron una camilla por el andén de la Carrera Octava. »Como no habia manera de llegar al carro donde estaba el agente Orobio decidf romper el vidrio con la cacha del revolver y, como no pude, decidf hacerle un tiro y luego des- loquear el carro. Con el sefior de la Cruz Roja nos fuimos empujando ese vehiculo hasta el lado del campero con las, 4 GERMAN CASTRO CAYCEDO nifias y cuando estabamos alli alcanzamos ¢ distinguir en la calle a varios muertos, pero era imposible atravesar porque estaban los guerrilleros disparando. Nosotros los vefamos de frente. »Finalmente montamos a Orobio sobre la camilla y deci- dimos empujar el carro y cubriéndonos con el mismo carro recorrimos la calle hasta llegar con el herido hasta una ambu- lancia. Yo quedé dentro de la ambulancia y arrancamos para el hospital de la Polica. »Una vez allf me detenia todo el munco porque era la primera vez.y la primera persona que llegaba como herida de esa batalla y preguntaban cémo era la situacién, qué estaba pasando y un capitén me dio de comer y me llevé a hablar con el comandante de ese puesto del hospital. Lo tinico que le pude decir fue la situacién que habfa visto y la manera imposible de entrar al Palacio y debido al poder de los gue- rrilleros y que aconsejaba alistaran camillas y ambulancias que tuvieran disponibles y que yo habia estado alli unos diez ‘minutos pero se me hacfan como dos horas. »Allfen el hospital caf en la cuenta de quese me habia aca- bado la municién y un oficial me sacé una ceja de proyectiles 38 especial y me la entreg6. »En vista de que yo queria volver al Palacio el oficial puso a mi disposici6n una patrulla con dos agentes, con los cuales regresé. Cuando volvi ya el ambiente era ot:0. Habfa mucha Fuerza Péblica en las calles aledafias al Palacio, habia un tanque de guerra en la Carrera Novena, un poco hacia allé, en Ia mitad de la cuadra otro tanque y en la Calle Doce otro tanque y en la esquina bastantes ambulancias de la Cruz Roja y la gente empezaba a amotinarse una esquina més allé de Palacio. »Se ofa que estaban rompiendo vitrinas y sonaban dispa- ros en el sector de la Bolsa de Bogoté. Entonces con los dos agentes que yo tenia y con un teniente dela Policia decidimos disgregar la manifestaci6n y en eso duramos media hora. EL PALACIO SIN MASCARA 45 »De pronto un soldado del Ejército se me acercé y me dijo: "Mi coronel lo necesita”. Me enteré y procedi a acompafiarloy me hice al lado de él caminando hacia un tanque de guerra que estaba en la mitad de la Carrera Octava. Ese tanque fue avan- zando para tratar de entrar al garaje del Palacio de Justicia. Avanz6 un poco més y finalmente se estrellé contra un muro, cerca de donde estaba el cadaver del teniente Fonseca »Al caer aquel muro logramos sacar al teniente, Io mon- tamos en una ambulancia y se lo llevaron. Luego regresamos al lado del tanque y el soldado me dijo que su coronel estaba hacia el lado del Palacio. Ya la puerta del Palacio habia sido de- rribada y habfa un corte entre la cantidad de personal militar que estaba afuera y contados miembros que habfamos entrado al Palacio, que éramos aproximadamente unos diez. Porque si algo tengo presente es que dentro del Palacio nunca fuimos més de diez a treinta los miembros de las Fuerzas Armadas © de personas civiles como yo que estébamos colaborando con los militares. >Ahf nos encontrabamos todos en la esquina frente a los ascensores y al costado izquierdo. A milado, en el suelo habia ‘un guerrillero muerto junto con un sefior a quien identifica- mos como portero del Palacio. »Ahf también estaba el comandante de la Policiade Bogota pidiendo permiso por radio para poder defendernos, puesto que nos disparaban desde el interior del edificic. Ademés vefamos cémo desde las oficinas personas nos pedian auxi- lios mientras algunos guerrilleros nos insultaban. Nos decfan “cerdos, yankis. Ya llegé a comandarlos el chulo mayor [...] Nosotros somos el pueblo [...] De aqui nos sacan pero muertos [..] Los tenemos a todos como rehenes. Si entran volaremos esto porque lo tenemos dinamitado [...]” »Las voces que més se ofan eran la de una mujer que yo vi de frente como a las dos horas, en el tercer piso donde le dio de baja a un soldado que me acompafiaba e hirié a otro. Entonces nosotros no sabfamos en realidad qué hacer, puesto 46 GERMAN CASTRO CAYCEDO queen aradio del comandante de la Policia se ofa la negativa de dejarnos actuar, pero nosotros estébamos a punto de que nos mataran, puesto que no podiamos defendernos. »Yo como no tenia nada qué ver militarmente, decidi asu- mir bajo mi responsabilidad lo que fuera a hacer. Entonces sali corriendo y me meti en una de las oficinas del primer piso y detrds de mf arrancé un capitan de la Policfade nombre Juan B. Chamorro, un sargento del Guardia Presidencial vestido de gala y dos soldados. De esa oficina salié un individuo que portaba un brazalete de seda de color azul, blanco y rojo del M-I9, disparé de detras de un escritorio que se encontraba al fondo de la oficina hiriendo al sargento. A ese yo le di de baja para poder penetrar al lugar. »Allf no se encontraba ningdin personal civil. Miré hacia arriba y me di cuenta de la peligrosa configurecién del edificio, puesto que las ventanas de los pisos superiores escalonada- ‘mente tenfan visibilidad sobre el primer piso. »En ese momento rompieron una ventana del cuarto piso y comenzaron a dispararnos desde el segundo piso que esta- ‘ba encima de mi. Luego apareci6 un sefior de barba con una secretaria al que le preguntamos dénde estaban los guerri- lleros, pero é1 enmudeci6, no nos decia nada. Yo le pedi que rompiera un vidrio y asf lo hizo. »Entonces el sargento que seguia herido me dijo que no subiera, que a lo mejor los guerrilleros lo estaban amenazan- do y habfan tendido una trampa. Sin embargo decidimos jugérnosla para ver quiénes subjan primero, ya que por una sospecha no podiamos dejar a los empleadas que de pronto se murieran. »Decidimos salir con el capitén. Colocamos un mueble encima de otro y nos colgamos de una viga y nos metimos al interior de una oficina. Alli nos dijeron que ellos no habfan arrimado a la puerta de la oficina. Yo decidi abrirla que no era de frente sino lateral. EL PALACIO SIN MASCARA a »Alllf tuvimos una discusién con el capitén de la Policfa, puesto que no sabia si seguir con nuestra incursién 0 que- darnos en esa oficina esperando érdenes. Entonces volvi a bajar al primer piso y le comenté al comandante de la Policia de Bogota y al comandante de la Escuela de Artillerfa que venfamos del segundo y é1 me pregunt6 si seria posible to- mamnos el piso y le dije que sf, pero que necesitatamos mas soldados. Ahi me fue dado un chaleco antibalas de fusil y ademés otros soldados con los que subimos al segundo piso por la ventana, ya que por la escalera contra incendios que se encontraba cerca de nosotros era imposible llegar hasta alld. No se podfa subir ya que habja un incendio prolongado en el segundo piso hacia ese costado. »En ese piso nos hicimos fuertes en la oficina que habfa- mos ocupado. Allf apostamos una guardia en la puerta y dos guardianes adentro con los consejeros de Estado y demas empleados que tenfamos alli. Quedamos entonces cinco hombres para localizar a los demas consejeros y las demas oficinas ya que yo le habfa comentado al capitan de la Policia Iaaprobacién del comandante de la Escuela de Artillerfa y del comandante de la Policfa de Bogota para tomarnes el piso y ‘empezamos a escalonar de oficina en oficina. »Asi poniamos manos arriba a todos los que estuvieran adentro de ellas, los resefiabamos, requisébamos los armarios, les solicitabamos los documentos de identidad. Luego con un soldado los mandabamos a otra oficina en donde tenfamos més personas mientras nosotros los cubriamos del fuego que disparaban desde los pisos siguientes. »Luego el soldado se dirigia hasta la oficina y pasébamos ala siguiente. Asf fuimos encontrando a varios consejeros de Estado entre los que encontré a Jaime Paredes Tamayo, Eduar- do Suesctin Monroy, Mario Enrique Pérez, Humterto Mora Osejo, Miguel Betancur Rey, éstos como a los primeros. »Cuando Ilegamos a la oficina que estaba en la esquina norte salieron de las escaleras que dan al tercer piso tres 8 GERMAN CASTRO CAYCEDO hombres y dos mujeres que venfan fuertemente armados. Gritaban entre ellos que ya sabfan dénde estaba el hermano del presidente de la Reptiblica. »Nosotros nos tiramos al piso. Les hicimos fuego, prime- ro ellos nos mataron a un soldado. Después el capitén y yo salimos frente al corredor y presumimos que habfamos dado. de baja a cinco guerrilleros, aunque apenas encontramos dos cuerpos. Los otros se presume que los habfan llevado a los pisos superiores. »Entramos luego a la oficina donde ellos gritaban que es- taba el hermano del presidente. Esa oficina tenfa dos partes. Al abrir la puerta en la primera encontramos a un individuo con una ametralladora y a un seftor de edad metido debajo del escritorio. El de la ametralladora se quedé miréndome. Entonces yo le caf encima con el arma y é1 me dijo que era del DAS, que era guardaespaldas del doctor Betancur. Le pregunté por aquél y dijo que estaba en la oficina siguiente. »Allé lo encontramos y procedimos a sacarlo en contra de Jo que opinaba su guardaespaldas, porque nosotros presumia- ‘mos que allf podrian darle de baja y el enemigo se organizaria y serfa mas dificil salir de alli. »En efecto nosotros estébamos todos metidos ahi en el corredor pero logramos llevarlos hasta una oficina que en- contré abierta puesto que habia algunas con Ilave donde no podfamos volar las chapas pensando que de pronto podria- mos herir a empleados que estuvieran escondidos. »Llegamos al borde de la escalera que da al tercer piso. Yo me iba arriesgando a subir, pero un soldado me insinué que le pasara un libro que se encontraba en una oficina. Se lo entregué, él lo lanz6 contra las escaleras inmediatamente empezaron a disparar. »Luego me pidi6 que le pasara un escr:torio. Lo hice y cuando lo asomamos lo volvieron astillas por los tiros que recibfa desde la escalera donde, al parecer, habia un nido de EL PALACIO SIN MASCARA, 9 ametralladora operada por una mujer. Sin embargo subimos, pero pensando que ellos pudieran estar en el bafto. »Efectivamente, dentro de aquel bafio habia otra mujer. Estaba con una ametralladora automética y parecfauna escena de pelicula verla disparando contra nosotros y ah fue cuando hirid a un soldado. Luego nos tocé arrastrarnos para ir a la oficina donde estaban los consejeros de Estado», Ejército: —Q51 (enterado). De todas maneras hay que presionar, porque ‘yo creo que esta gente no tenga municién para hacer una resistencia ‘muy prolongada. Entonces hay que presionar en este sentido, para que disparen. Siga. Sarria: «En ese momento empezaron a gritar de los pisos de arriba varias personas, diciendo, «no disparen, somos rehenes». Pero entre las voces se destacaban las de guerrille- ros, puesto que eran de las mismas que habiamos escuchado entrar a Palacio dandole vivas al M-19. Ademés esas voces no se revestian de miedo sino de un cierto rigor: un tono como de manifestaci6n que no daba seguridad sobre un cese del fuego. »Sin embargo los del grupo acordamos que yo saliera al corredor ya que era el que estaba vestido de civil. En realidad ami si me dio miedo, pero después de unos diez minutos queno se oyeron disparos, ni de militares, ni de guerrilleros, ahf sf decidf salir. Pero tan pronto salf empezaron a disparar. Entonces decidimos sacar a todos los consejeros de Estado que habfamos dejado en la oficina, ya que las secretarias se habsan bajado primero. »Disparaban mucho de adentro de la escalera contra cual- quier movimiento que se insinuara. En ese momento salieron una mujer y un hombre arrastréndose por el piso. El hombre tenia un libro en la mano. Eran los dos costeitos y dijeron que 50 GERMAN CASTRO CAYCEDO fuéramos por ellos, que eran estudiantes de la Universidad Externado de Colombia». (Yolanda Santodomingo Albericci y Eduardo Matson Ospino). »Yo les pregunté quién era Hinestrosa y me dijeron que el rector. Confiando en esa respuesta que me habfa dado el muchacho corri a encontrarlos aunque eran un blanco fijo y ademés yo dudaba de quiénes eran. Cuandollegamos al lado de ellos la mujer se levant6 y nos abrazaba, pero a nosotros no nos convenfa estar parados sino agachados. »En vista de la histeria que tenia la muchacha le pegué un golpe enel est6mago y mela eché al hombro y la llevé hasta la oficina. Ahf les hice nuevas preguntas. Sin embargo la mucha- cha le cont6 al joven que la sangre le habia causado trastorno y amfse me hizo extrafto que hubiera comentado eso. »Luego del mismo sitio salié otro joven, costefio también, un poco mas grande que los otros dos, gritando que era del Externado de Colombia. El soldado hizo la misma pregunta que yo habfa hecho antes, que quién era Hinestrosa y el mu- chacho traté de mandarle la mano ala cintura. El soldado le disparé y lo mats. »Luego decidimos bajar a los consejeros de Estado que personalmente sbamos llevando uno a uno ala Casa del Flo- rero y también a los estudiantes del Externado de Colombia. Alf sacamos a todos los que tenfamos en el segundo piso. Luego regresamos y estuvimos en la oficina del primer piso aproximadamente tres horas. Comentaron que habfa llegado comida y salimos a comer. »Eran como las ocho de la noche. En ese momento llegé un comando del Ejército con lentes infrarrojos, fusiles Galil con mira telescépica, ametralladoras, fusiles de toda clase, pistolas, y se cuadraron a la entrada del Palacio. »El comandante de la Escuela de Artillerfa que se encon- traba ahi me dijo que yo que conocfa el edificio por dentro, es decir los pisos superiores, le sirviera de gufa al comando que habia Ilegado. EL PALACIO SIN MASCARA ie »Salimos hasta la azotea por la escalera de incendios que ya tenfamos dominada. Allf tuvimos un enfrentamiento con los guerrilleros de, por lo menos, una hora. Los guerrilleros usaban brazaletes de colores: rojo, azul y blanco, aunque habfa algunos con uniformes del color de los de la Policia, con insignias bordadas que decfan “Comando Ivan Marino Ospina M-19, Ejército del pueblo”. »Luego subimos a la azotea donde se efectuaron acciones militares para arrestar a los que estaban en el cua:to piso. »Cuando se propicié un incendio aproximadamente a las nueve de la noche del miércoles 6 teniendo todo el personal del Ejército que salir del edificio, quedamos nosotros en la azotea »Los guerrilleros intentaban salir también a la azotea de- bido ala cantidad de humo. También tuvimos enfrentamien- tos hasta las once y media de la noche, resultando heridas muchas personas de ambos bandos. A nosotros ya se nos estaba acabando la municién. Ademés el piso de la azotea se encontraba hirviendo debido al incendio que se estaba desa- rrollando, hasta que llegé un carro de bomberos y nos evacué por medio de una escalera, quedando el edificio desocupado de militares. »Cuando llegué abajo, creo que debido al cambio del calor al frfo, alo diltimo se me inflamaron las piernas y me subieron a una ambulancia. Yo les pedi que me llevaran a mi casa. »—gEn cuanto calcula el ntimero de asaltantes al Pa- lacio? »—De acuerdo con mi recorrido y en los diferentes puntos donde tuve acceso calculo un ntimero de cincueata guerri- eros. »—zPuede hacer un estimativo de las bajas guerrilleras? »—Uno, o sea el francotirador. Otro que estaba junto al portero muerto del edificio. Otro que se dio de baja en la of- cina del primer piso. Otro en el segundo piso que decfa ser del Externado de Colombia, que intent6 agredir al soldado. 2 GERMAN CASTRO CAYCEDO Cinco del enfrentamiento en los corredores del segundo piso. Cuatroala entrada de las escaleras contra incendios en el ter- cer piso. Dos en a entrada de las escaleras contra incendios en el cuarto piso, fuera de un ntimero que calculo en diez, mas omenos, en los enfrentamientos en el primer piso. Lo mismo entre la azotea y el cuarto piso, para un total aproximado de unos veinticinco que es lo que a mi me consta». Finalmente miembros del Ejército subieron al cuarto piso a través de las escaleras del costado sur hasta que el incen- dio obligara la evacuacion de todo el personal de la Fuerza Pablica por la terraza. Es muy posible que la dotacién téctica del Copes de la Policia no fuera lo suficientemente préctica y adecuada para la operacién que debian enfrentar. Sus miembros portaban un fusil Galil, una pistola de dotacién, chalecos antibalas y granadas de dotaci6n o disuasi6n no ofensiva: sélo producen ‘un intenso ruido. Por su parte, de acuerdo con las versionestestimoniales de varios miembros de estos grupos especiales, los guerrilleros muy probablemente utilizaron intensificadores de luz infra- rrojos dada la efectividad de sus disparos que produjeron en condiciones pobres de luz cualitativas bejas de la Fuerza Publica. Del mismo modo usaron mascaras antigases y una de las guerrilleras, que present6 una fiera resistencia en el cuarto piso, manipulaba un arma automatica de alto poder de fuego desde una posicién téctica perfecta. En el cuarto piso murieron 9 magistrados, 3 magistrados auxiliares, 12 empleados, 5 escoltas y un capitan de la Policta,, ademas de los guerrilleros. EL PALACIO SIN MASCARA 53 En medio de la confusién con que no contaban los estra- tegas rebeldes, los asaltantes no se acordaron de buscar a las dos personalidades, para ellos claves en la negociacién: el her- mano del presidente dela Republica y la esposa del ministro del Interior a quienes con el correr de la tarde localizaron los militares ayudéndose con pancartas de cierto tamafio en las cuales habfan anotado sus nombres. Ambos fueron sacados de alli antes del anochecer. Ejército: «La proteccién que ofrecen los carros blindados permitio la recuperacién de los primeros rehenes». Juzgado 30 de Instrucci6n: «El material de guerra puede dar una idea del altisimo poder de fuego utilizado en la confrontacién bélica. Ademés, el reducido espacio fisico, las caracteristicas arquitectnicas de la edificacion y la intensidad misma del combate originada en le ofensiva guerrillera y en la respuesta de la Fuerza Piiblica fueron factores decisivos en la produccién de tantas bajas tanto de la guerrilla, de las Fuerzas Armadas como de rehenes y civiles indefensos. »Como en cualquier batalla, las acciones eran un frenesf de sucesos, todos simulténeos, todos alocados. Los unos que- rfan obligar al Estado a juzgar al presidente de la Reptiblica Belisario Betancur. Los otros exterminar lo que se moviera en aquel palacion. Ana Lucia Limas, empleada de Serviaseo: «Al comienzo estdbamos brillando el piso, bajando desde el cuarto, y escu- chabamos tiros hacia arriba y hacia abajo. Nos guardamos en una habitaci6n que tenemos entre el tercero y el cuarto piso, para cambiarnos. »Unos guerrilleros vieron que la puerta se movié y nos amenazaron para que les abriéramos y ellos pudieran prote- 54 GERMAN CASTRO CAYCEDO gerse. Dijeron que no nos hacfan nada porque éramos simples trabajadoras. Uno nos pidi6 agua. Entre ellos habfa una muchacha a la que le decfan Vio- leta y Ia muchacha se fue. Cuando el guerrillero nos estaba hablando le dieron unos disparos por la espalda y una bala le salié porla tetilla. Los otros compafteros lo ayudaron a entrar. Ledijeron ami compafiera quele hiciera cureciones. Mi com- pafiera cogié una bayetilla, la rompié y la amarré para que no se desangrara. El muchacho empez6 a quejarse y Violeta aparecié con otro muchacho herido y despuéscogié la ametra- lladora del primer herido porque no tenia conqué defenderse, Se la llevé con dos granadas y los dejé desarmados. »Al buen rato subié otra guernillera con un radio, lo trajo para el bafio cerca al cuarto piso y empezaron a escuchar noticias del Palacio. »Como no habia luz en los pasillos, los soldados golpeaban y preguntaban si en las oficinas habia gente. Los guerrilleros ‘me amenazaron: que no fuéramos a hablar porque nos ma- taban. »Uno de ellos regaiié luego al compaiiero por haberse que- jado. Abrila puerta y primero salié mi compafiera de trabajo. El Ejército pregunt6 quiénes éramos y uno de los guerrilleros dijo queempleadas del aseo. Mandaron que caminaramos con Jas manos arriba. Nos preguntaron quiénes eran los mucha- chos que estaban adentro, que dijéramos la verdad o sino nos mataban. Les dijimos que eran guerrilleros. Un guerrillero nos grité: “Primero estén sus vidas que las nuestras”. »Los militares les dijeron a los muchachos que se pusieran de pie y uno de ellos, el que estaba herido en la espalda, les respondié, “compa, yo no me puedo parar, zyideme”. Y los militares mataron a los guerrilleros». Maria Mercedes Ayala, compafiera de le anterior: «Uno de los guerrilleros, de pelo crespo, chivera, sin bigote iba ves- tido de civil con camisa blanca y chaqueta, nos tranquilizaba EL PALACIO SIN MASCARA 55 porque nosotros les decfamos que no nos fueran a matar. Entonces, mi compaiiera de trabajo y yo salimos con los brazos en alto y los del Ejército nos preguntaron que quiénes més estaban con nosotras, les dijimos que unos muchachos: »—¢Estén armados? Si llegan a estar armados y matan a alguno de nosotros, las matamos a ustedes, malparidas. »—No, no estén armados. »Entraron y mataron a los guerrilleros». Rodrigo Barrera, reportero: «A los periodistas nos llama- ron la atencién tres personas que fueron sacadas del Palacio por agentes secretos, llegando incluso entre los periodistas que habitualmente cubrian orden puiblico, a afirmarse que uno de ellos era Carlos Jacquin, uno de los lideres del M-19. »Cerca de la una y media de la tarde del dfa 7 el coronel Plazas Vega nos dijo primero a los periodistas que quedaban siete guerrilleros. Luego que le habfan dado muerte a tres o cuatro. Después que los que quedaban se habian rendido. Y més tarde, tras la salida de los tiltimos rehenes, entre ellos el magistrado Humberto Murcia Ballén, nos dijo queno habia detenidos, que todos los guerrilleros habfan muerto». Ejército: —Aladino estd pensando en un comunicado y quiere un dato exacto, Cambio. En este momento, como le informaba, murieron uno en el primer piso que estaba cubriendo la entrada cuando se presents el acceso. Otro que intenté salir pastndose por policia y se nos mu- 116 por el camino a la clinica, y dos que fueron dados de baja en et cuarto piso. Cambio. Fiscalia General: “También existieron “ejecuciones” como loacreditan las personas que narraron cémo asesinaron a dos guerrilleros heridos de muerte y desarmados. Si bien es cierto el hecho no puede ser relacionado en este acépite, sfdeja una 56 GERMAN CASTRO CAYCEDO sensacién muy lamentable por la cual, por lo menos, se debia haber indagado en su oportunidad. »Al igual que las torturas denunciadas por muchos de los rehenes liberados y en particular por el sefior José Vicente Rubiano, que en opinién de esta instructora puede constituir delito que segiin los mismos argumentos que soportan esta decisién puede ser considerado como de lesahumanidad, por lo que se compulsarén las copias respectivas». ‘Mario Enrique Pérez, consejero de Estado: «Un empleado de la revista juridica Legis que ordinariamente iba al Consejo a conseguir copias de provefdos, a quien corocia de vista, me pidi6 permiso para permanecer en la oficina a lo cual accedi., Luego me dijo que se llamaba Julio Roberto Cepeda. »Cuando por la algarabfa que se escuchaba tomamos conciencia de que fuerzas subversivas se habjan tomado el Palacio la seftora Bolfvar de Nieto, el aludido Cepeda y yo nos tendimos en el tapete tratando de protegernos con los muebles y ahf permanecimos en silencio hasta las cinco dela tarde, hora en que un oficial de la Policia golpe6 a la puerta y nos dijo que saliéramos. »Protegidos por él caminamos hasta la Fiscalfa Primera que funcionaba en el piso segundo a pocos metros de la mia y donde se encontraban varios de los empleados que traba- jaban en ese piso. »Deesta manera poco a poco nos concentramos el grupo de las personas que nos encontrabamos en esa segunda planta. »Como previamente se habja roto un vidrio grande de esa fiscalfa, de los que daban al fondo de la misma y ademas la Policfa habia arrimado algunos muebles, por estos nos deslizamos al primer piso dando a una de las secretarfas dela Corte Suprema de Justicia desde la cual nos dirigimos hacia la puerta principal, sobre la Plaza de Bolivar, y fuimos conducidos a la Casa del Florero Ievados por la Fuerza Publica. EL PALACIO SIN MASCARA 7 »En esta forma salimos entre las cinco y las seis de la tarde del primer dia de toma, ademas de tres fiscales los consejeros de Estado Miguel Betancur, Eduardo Suesctin Moaroy, Jaime Betancur Cuartas, Jaime Paredes Tamayo, Humberto Mora Osejoy yo. Ademas varios empleados judiciales y el empleado de la revista Legis». Denis Darceth Durango: «Me llevaron al Museo. All vi que subieron al segundo piso a un sefior que trabajaba en la revista de leyes, Legis. Estaba acompafiado por unmuchacho yuna muchacha (Eduardo Matson Ospino y Yolanda Ernes- tina Santodomingo Albericci). Al segundo piso llevaban alos sospechosos. El de Legis era muy conocido en Palacio. Luego vi que el de Legis baj6. A los otros dos no los vi bajar». Julio Roberto Cepeda, redactor de la revista Legis: «Creo que eran las tres y media de la tarde. Allé estabamos los del segundo piso. Al momento de salir del Palacio dos militares dijeron que habfa que mostrar el carné de la Corte. Dije que yo trabajaba en Legis y me dijeron que saldria de dltimo, ‘después de dos muchachos, hombre y mujer estudiantes de la Universidad Externado de Colombia. »Los militares anunciaron a gritos a los que estaban afuera que famos a salir tres “especiales”. Nos custodiaron fuerte- mente. Cuando fbamos por la Plaza de Bolivar seguian g; tando que éramos tres “especiales” que llamaran un carro del 2. de Inteligencia de la Brigada. Salieron por medio de una fila de militares y otros de civil que gritaban y gritaban que éramos “especiales”. Luego ya decian, “estos hijueputas son guerrilleros” y algunos me cogfan por el brazo y me tiraban y decfan, “a este hijueputa déjenmelo a mi”, »Avanzamos hacia el Museo del Florero. Detrés de m{los. estudiantes. Entramos allf y nos subieron al segundo piso. ‘Me di cuenta de que todas las personas de la Corte estaban enel primer piso. Algunos gritaban, “no se lo leven que é1 58 GERMAN CASTRO CAYCEDO es empleado de Legis”. En el segundo piso nos entraron a un salon y nos hicieron colocar a cada uno en una esquina. los muchachos los estaban fustigando y ellos protestaron, Los militares decian “hay que matar a todos estos hijuepu- tas, no debe quedar ninguno vivo”. En ese momento soné un disparo. »A mf me requisaron pero no me oprimizron como a los estudiantes. Se retiraron varios de os militares y tinicamente dejaron dos soldados vigiléndolos a ellos. »Pasados unos veinte minutos apareci6 un general acom- pafiado por una empleada de la Corte y me dijo que podia bajar al primer piso». Edne Cohen Daza, fiscal del Consejo de Estado: «Habian roto un gran vidrio y por ahi era por donde se iban descol- gando los agentes de la Policia y el Ejército hasta legar al primer piso. »En esa oficina estuve junto con otros empleados del se- gundo piso, algunos abogados y dos jévenes estudiantes de la Universidad Extemado de Colombia. »Estos j6venes se mostraban sumamente nerviosos, ha- blaban demasiado y esponténeamente intentaron referir sus experiencias. Lajoven estaba descalza y su vestido manchado de sangre. »Para protegernos del fuerte tiroteo nos tendimos en el suelo. El espacio era muy reducido, de suerte que quedamos todos muy cerca, incluso unos encima de otros. »En esta oportunidad pude hablar con los dos estudiantes, pues su nerviosismo era mas notorio que el del resto de los alli presentes. Les estuve preguntando qué hacian ellos en el Palacio de Justicia. La nifia me dijo que verian a presentar un examen. El joven contesté otra cosa, pero la muchacha no lo dejé continuar y alzando la voz y haldndolo del brazo lo hizo callar. EL PALACIO SIN MASCARA 59 >Yo insistia en preguntarles en qué universidad estu- diaban. Ella contesté que en el Externado de Colombia. Le pregunté también dénde estaba ella cuando se comenzaron a ofr los primeros disparos. »Ella contest6 que estaban en el primer piso cerca de la cafeterfa. Que estando ahf en medio dela confusi6n y las balas cay6 junto a ella un guerrillero y otra guerrillera le ordené que auxiliara al compafiero. Ella entonces cogié un paftuelo y se lo puso al guerrillero en la cabeza, pero la herida era tan grande que el paftuelo y la mano se le fueron dentro de 1a herida. Ella mostraba la manga de su blusa blanca toda manchada de sangre. »Yo insistf pregunténdole a la joven por qué estaban en el segundo piso y cémo habian hecho para llegar alli y la jo- ven se mostré un tanto confusa y realmente no dio ninguna explicacién. »Estando tirados en la oficina del primer piso la estudiante insistfa en que bajaran una cortina para ponérsela y asf po- der quitarse la falda que segiin ella estaba también sucia de sangre. »Debo observar que muchos de los que estabamos all nos cruzamos miradas y hasta voces de alerta y desconfianza en relaci6n con estos jévenes. »Después de una media hora y cuando ya habian logrado evacuar a casi todos los empleados del segundo piso, nos so- licitaron que hiciéramos una fila para comenzar a salir hacia la calle. »Estando en la fila esperando que cesara un poco el fuego para correr hacia la puerta principal en la Plaza de Bolivar, le pregunté a uno de los agentes de la Policia Secreta por la gente que atin quedaba en el segundo piso y en los pisos de arriba, insistiendo en la zona donde funcionaban las fiscalias. El agente me respondié que a todos los del segundo piso los ibana sacar y cuando el Ejército se tomara el tercer piso enton- 0 GERMAN CASTRO CAYCEDO ces ayudarian a salir alos empleados. Que hasta ese momento el Bjército ya se habia tomado el primero y el segundo piso, que lo mismo iban a hacer con los otros. »Con las manos en la cabeza, vigilados por los soldados egamos a la puerta de salida. En la calle habia una especie de cordén humano que nos conducia a la Casa del Florero. Allfllegamos y fui resefiada por agentes de civil. Me formu- laron una serie de preguntas y me solicitaran que hiciera el reconocimiento de los estudiantes que habfan salido junto conmigo y que se encontraban en el segundo piso de la Casa, junto con otras personas que identificamos a los dos estudiantes». América Isabel Ramirez, empleada del Museo: «Las primeras personas que fueron liberadas llegaron al Museo alrededor de las cuatro y media de la tarde del dia miércoles, ‘Como llegaron sofocadas y Ilenas de angustia, la Cruz Roja los calmaba y les proporcionaba agua. Una vez que se serenaban iban saliendo con autorizaci6n de los del Ejército. »A las personas las llevaban al fondo del Museo. Allé los resefiaban, los interrogaban y luego los soltzban. A algunos que crefan que eran sospechosos los llevabanal segundo piso y los interrogaban. Los ponfan con las manos en alto y los arrodillaban mirando contra las paredes en una oficina a la cual no tenfamos acceso». Como efecto de los primeros avances del Ejército a partir del primer piso en acciones apoyadas por los carros blindados, Jos del M-19 se habia dividido en dos grupos importantes. El primero que controlaba el cuarto piso estaba dirigido por el jefe del operativo Luis Otero. De él hacfan parte algunos EL PALACIO SIN MASCARA a miembros del Estado Mayor del M-19. Este grupo tenfa en calidad de rehenes al presidente dela Corte Suprema, a ocho magistrados més y a otras personas concentradas en lugar separado, en cumplimiento del plan de ataque. El segundo grupo estaba dirigido por el jefe guerrillero Andrés Almarales Manga. Actuaba en el sector ce las esca- eras y los bagios del costado norte y mantenia en su poder al mayor némero de personas (més de setenta). Comisién de la Verdad: «Alrededor de setenta personas entre ellas cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia y tres consejeros de Estado quedaron hacinados en un redu- cido espacio de veinte metros cuadrados sometidos hasta el mediodia del 7 de noviembre a la angustia, a la amenaza de las armas de aproximadamente diez guerrilleros y a la posi- bilidad de una incursién armada de la Fuerza Pablica, »El ruido ensordecedor de los disparos de fusiles, gra- nadas, bombas, explosivos, disparos de tanques y rockets producidos inicialmente al exterior del bafio donde se ha- ian refugiado, las incomodidades locativas propias de esa infamante situaci6n, el calor, la oscuridad, el hambre, la sed, la sensacién de impotencia absoluta, la intensidad del fuego cruzado, la preocupacién por los seres queridos, la asfixia y Ja inminencia de la muerte se amalgamaron en tcrmentosos huracanes de desesperacién y sufrimiento indecibles». Ejército: =Se ha conseguido municién. La capturada de ellos es Indumnil. Cambio. —Erre, Cambio, Qsz (enterado) — 06 (general Samudio, comandante del Ejército): que é nota que la situacién se enfri6. Que necesita que haya accién, que haya ruido. Que si necesita mds municién que le coloquen toda la que necesite, pero que no los deje descansar. Que él nola que se esté enfriando Ia situacién. Cambio, a GERMAN CASTRO CAYCEDO —Erre, Esa es apreciacién externa a la situacién, pero aqui se estd tratando se reducir a los grupos que estdn en los pisos dos, tres y cuatro a un reducto de causarles las bajas en ese sector. De impedir mayores destrozos y todavia hay personal ajeno a la situacién que estd... —Erre, Lo que nos preocupa de esa accién es que no os pon- ‘gamos a reparar en gasto de municién ni en los destrozos que haya que ocasionar, pero que quiere que haya accién. Cambio, Héctor Darfo Correa, empleado de la Corte: «Unos veinte minutos después de los primeros disparos entraron al despa- cho los cuatro magistrados dela Sala Constitucional: Ricardo, Medina Moyano, Carlos Medellin, Alfonso Patifio Rosselli y Manuel Gaona Cruz, y el secretario Ricardo Correal Morillo y se refugiaron bien al fondo detrés del escritorio del doctor ‘Medina, En ese momento entraron disparos que venfan de la Carrera Séptima. Viendo esto optamos por amarrar un pafiuelo blanco al perchero y lo colocamos é la vista» Comisién de la Verdad: «Cuando cafa la tarde el humo y el calor del incendio asf como los proyectiles que venian de los edificios vecinos les hicieron ver que irremediablemente iban a morir, sacaron al pasillo un trapo blanco asegurado en tun paragiiero y con la garantia de un guertillero de que les respetarfan la vida fueron llevados a los bafios ubicados en los descansos de las escaleras». Héctor Dario Correa: «LUnos cinco minutes después ofmos unas voces que nos decfan que saliéramos con las manos s0- bre la cabeza y los pies separados, que ellos nos respetaban la vida. »El primero en salir fue el doctor Manuel Gaona Cruz y cuando llegé alla nos grit6 que estaba bien y que lo habfan cogido los del M-19, que hiciéramos lo mismo. EL PALACIO SIN MASCARA 8 »Nos pasaron a un bafio de damas que queda entre el tercero y cuarto pisos, junto con unas nueve personas que habia en el ascensor. Nos encerraron alli y con nosotros se quedaron dos guerrilleros »En tanto, ala salida del baito hay una especie de descan- so. Allf habfa varios guerrilleros, tres de los cuales estaban heridos y estaba el comandante Almarales y les decfa que no desperdiciaran munici6n y que uno de ellos debfa bajar hasta el sétano a buscar a la enfermera y traer los medicamentos que habfan quedado alli. En el bafio habia choferes, la sefiora del ascensor, emplea- dos y magistrados de la Corte y magistrados del Consejo de Estado. Un rato después llegaron unas veintidés personas més y entraron a algunos de los guerrilleros heridos, todos armados. Un muchacho herido en una pierna también estaba herido en una mano. Dijo que no le dolfa porque tenia la bala adentro. En cambio la pierna sf le dolta, »Entraban cada vez mas rehenes y nos empezébamos a dar cuenta de que estaban entrando gases por los conductos de Ios sifones de los lavamanos y por las rendijas de las puertas. En ese momento los guerrilleros nos dijeron que mojéramos los paftuelos y nos tapéramos la nariz y la boca cen ellos. »Serfa més o menos la una de la tarde del dfa 6. Ellos comenzaron a sacar méscaras antigases y nos dijeron que utilizéramos cualquier trapo mojado para cubrirnos boca y nariz, Algunos de los guerrilleros heridos salieron para cubrit Ja terraza. Gritaban Viva Colombia. »Entre las cinco dela tarde y las siete dela noche se habjan disipado los gases y ellos nos dejaban poner de pie. Dijeron que no toméramos agua porque podia estar envenenada. »Baj6 un guerzillero e informé que iban a hacer una “ope- racién rastrillo” que empezarfa entre las cinco y las seis de Ia maflana. Entonces Almarales nos dijo que el Gobierno ya no iba a negociar con ellos, que ahora iba a entrar el Ejército a GERMAN CASTRO CAYCEDO y acabar con todos los que estabamos allé porque la radio también habia dicho que no habia ningtin rehén dentro del Palacio. »Luego dijo que gritéramos que éramos més 0 menos setenta rehenes, que le pidiéramos al Ejército que parara la bala, que no nos fuera a masacrar. Estuvimos mucho tiempo gritando esto, pero cuando empezamosa gritar nos respondie- ron con otra balacera tremenda hacia nosotrcs y comenzaron a disparar las tanquetas o blindados del Ejéraito hacia el bao donde estabamos. »Los guerrilleros respondieron el fuege y sacaron una mina hecha por ellos que era como una patilla y le colocaron una granada porque los detonadores se les habian mojado. Esa la usaron contra el carro blindado y tuvieron como pre- caucién decirnos que cuando ellos la lanzaran abriéramos la boca tirados contra el piso para evitar los efectos de la onda explosiva, El jueves en la tarde me llevaron a la Casa del Florero todavia en calidad de guerrillero. Me dejaron en el primer piso pero separado de los demas. Uno al que le decfan “mi coronel” me quit6 mis papeles y se los llevé y mientras tanto me hicieron sentar en el piso y me cuidaban dos soldados. »Aparte, conmigo también separadas de ias demés habia tres muchachas, no sé quiénes serfan. Yo no hablé con ellas. Y habia dos muchachos rehenes porque estuvieron conmigo en el bao, entre ellos un abogado del Consejo de Estado. Entraron también muchos heridos y gente de la Cruz Roja. »Uno de esos heridos era el doctor Ricardo Correal. Lo pude identificar por la voz porque yo tenfa que pe-manecer con la cara contra la pared. E] se quejaba de que estaba herido. »Allf supe que tenfan como guerrillera a Magalis Arévalo. Lallevaron al segundo piso donde estaba la guerrillera mona, pecosa a quien varios rehenes la vimos sentada en el corredor. Las muchachas de Serviaseo se dieron cuenta también de EL PALACIO SIN MASCARA, 6 que la guerrillera pecosa estaba alli, como también algunos magistrados y auxiliares del Consejo de Estado. »A la gente que no se daba cuenta nosotros le decfamos, “mire, esa es la guerrillera que estaba en el bafio”. En ese momento estaba vestida con las mismas medias negras, la falda larga a cuadros, una blusa morada [...)>. Retaliacion Comisién de la Verdad: «Resulta imposible analizar la actuacién de las Fuerzas Armadas en los hechos del holocausto del Palacio de Justicia sin previamente hacer referencia somera siquiera a los antecedentes o situaciones ocurridos antes de ese luctuoso acontecimiento, en especial en cuanto a motivos de conflictos entre el estamento castren- sey el grupo subversivo denominado M-19. >1- Sin duda, una de las acciones mas osadas desde el punto de vista militar y politico del M-19 la constituy6 el robo en enero de 1979 de alrededor de cinco mil armas que posefa el Ejército en instalaciones del Cantén Norte, dependencia de laBrigada Trece, ala sazén al mando del general Vega Uribe, (ministro de Defensa cuando la toma). »Esa mofa dela seguridad de un bastin dela milicia min6 poderosamente la moral militar, porque la sustracci6n de ese numeroso arsenal a través de la espectacular accién guerrillera no s6lo era un rudo golpe perpetrado en el corazén de una de las dependencias militares supuestamente ms resguardada EL PALACIO SIN MASCARA o del pais, sino que se trataba de una descomunal egresién al alma misma del Ejército. »Ese hecho conmovid fuertemente al pais y generé una reacci6n monumental por parte del Ejército contra los respon- sables del audaz y reprobable delito hasta lograr al objetivo de recuperar a cualquier precio précticamente a totalidad del armamento sustrafdo. »2- En diciembre de 1984 se produjeron fuertes enfrenta- mientos entre el Ejército y guerrilleros del M-19 en Yarumales (Cauca) donde supuestamente se encontraba un grupo de secuestrados. Cuando el Ejército tenia ya cercado aun contin- gente importante de los alzados en armas, incluida parte de Ia cpula, se produjo una orden presidencial de suspender el operativo, lo que caus6 desagrado y malestar en las Fuerzas ‘Armadas. »3+ Entre junio y noviembre de 1985 se exacerbaron los ataques del M-19 contra policias y soldados. Varios de estos fueron dados de baja. El Ejército recibié un duro golpe con el ataque al Batallén Cisneros en Armenia. »d- El grave atentado al general Samudio, comandante del Ejército, producido el 23 de octubre de 1985, quince dias antes del asalto al Palacio de Justicia, indudablemente provo- 6 un gran repudio de los militares. Desde entonces el M-19 anuncié a la opinién publica “la realizacién de algo de tanta trascendencia que el mundo va a temblar”. »5- El alto estamento militar nunca compartié la politica de paz emprendida por el gobierno del presidente Relisario Betancur. Sintié con ella minada su moral y se opuso, unas veces soterradamente y otras mediante declaraciones puibli- ‘cas, que provocaron el retiro del general LandazAbal dispuesto por el presidente. »Consideraron los militares que las concesiones del Go- bierno al M-19 implicaban claudicar ante un enemigo y otor- garle graciosamente las conquistas que no habfan logrado con su lucha armada infructuosa y violenta.

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