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Joan Subirats OTRAS OTA a éPOLITICA De "no nos representan" a la democracia de lo comin Icaria * BEINOG) Introduccion Vivimos en pleno cambio de época. No es solo una crisis.. Nos han cambiado las pautas de trabajo y de vida. Nos comunicamos, informamos y actuamos desde otras plataformas y medios. Otras familias. Ba- trios y pueblos mds heterogéneos, Trabajos, salarios e hipotecas dependiendo de decisiones y situaciones que no sabemos a quién atribuir. Y en medio de toda esa sacudida, la politica y los politicos parecen seguir a su aire, en sus cosas, como si lo que nos acontece fuera algo temporal. Estamos en una sociedad y en una eco- nomia mas abierta. Pero la politica sigue siendo un coto cerrado para especialistas. Como si en las instituciones que dicen representar al pueblo se exhibiera un cartel con el lema de «acceso restringide», La demacracia ‘SO puede ser solo vista ya como una forma mds de gobicr no. La demoetacia es algo mas. La democracia es una forma de entender la sociedad. El gran objetivo de la democracia deberia ser el de construir un munda capaz de incorporar a todas. Cada uno desde lo que es. Una democracia inserta en un mundo que no se obsesione en seguir creciendo despreciando las consecuencias que wn ello tiene. Una democracia en un mundo que permita la reconciliacién entre sujeto y naturaleza, Un mundo comin. Si queremos una democracia viva, si queremos una politica compartida, necesitamos espacios y oportuni- dades que permitan debates abicrtos, donde se constru- yan ideales y visiones también compartidos. Espacios en los que todos y cada uno puedan intervenir. Esas son las bases para poder hablar de ciudadantfa, de inclusién social, de una nueva relacién con la naturaleza. En definitiva, una sociedad en la que vale la pena vivir. Lo sucedido en los tiltimos meses, con el 15M y todas sus secuelas, nos permite aprender. Nos permite udidas en las vie}as y emender que internet gene ra $a nuevas plazas de la democracia. Internet per mite abrir nuevas «plazas». Espacios- que posibilitan que gentes de todas partes interacttien, se relacionen, compartan informacién, construyan criterios, se organicen para actuar e influir. No podemos simplemente confundir internet con un nuevo instrumento que nos permite hacer lo de siempre, pero de manera més cémoda o mas rdpida. Por decirlo asf, no podemos asimilar internet un nueve «martillo» que nos han regalado. Los partidos, las instituc jones, pensaren que internet cra un nueva martillo con el que seguir trabajando con los clavos de siempre, con las relaciones de poder de siempre. E internet es otra forma de relacionarse y de vivit. Es otro «pats». Con sus relaciones de poder y de explotacién (pero distintas), con sus reglas de juego y de interaccién (pero distintas), con sus leyes y deliros (pero distintos) Internet nos hace recuperar, a través de la capacidad de compartir y de movilizarse, el debate sobre lo comtin, mids alld de la cada vez mds confusa dicotomia entre mercado y Estado. Y en ese nuevo «pais», en esa nueva realidad social que internet sostiene y medifica, unos de los elementos que entran r4pidamente en cuestién son las funciones de intermediacién y control. La gente puede hacer directamente muchas cosas que antes tenfa que hacer a través de instituciones, intermediarios y personas que vivian de saber qué puerta tocar y qué do- cumento presentar. No creo que se txagere si se afirma que en muchos casos las insticuciones, los partidos y muchas empresas, enticlades ¢ incluso profesiones han vivido de intermediar y controlar. La representacion de ideales e intereses, o la capacidad de satisfacer lo que se consideraban «necesidades», fundamentaba su raz6n de ser. ¥ ahora, de golpe, tienen que repensar su papel en un nuevo escenario. Un escenario en el que son mas prescindibles. En el escenario politico, las instituciones y los partidos no han estado hasta ahora a la altura de las transformaciones en las formas de vida y de relacidn social. Las expectarivas de participacién de la gente son ahora mayores, porque pueden ser més directas ¢ inme- diata: lo viven y experimentan cuando usan las redes sociales. Cada uno es mas capaz de crear, de organizarse, de establecer sus propios espacios, incluso de construir su propio trabajo o de buscar financiacién para sus ideas usando la red. Y en cambio, las insticuciones, los partidos, siguen respondiendo a pauras mds propias dei industrialismo de los siglos XX y XX. Escenarios de clase en los que a cada lugar correspondia una persona, a cada persona su lugar y su funcién, Hoy todo es mas fluido, igualmente injusto, pero cambian los pardmetros, los espacios ¥ las situaciones. Y por tanto, las respuestas tradicionales empiczan a no servir. La politica y, sobre todo, los partidos que la encar- nan institucionalmente van a tener crecientes dificul- tades para seguir ejecciendo las funciones que les enco- miendan casi en régimen de monepolio la Constitucién y las leyes. Los acontecimientos se suceden aqui y fuera de aqui, y lo que muestran es que a la gente le cuesta cada vez mds encuadrarse en organizaciones cerradas, icos y desfilar tras pan- en mensajes forzosamente idén cartas colectivas. Proliferan mensajes mas individuales, expresiones mds especfficas de un malestar general. ¥ ademds, muestran ese malestar, esa incomodidad con lo que. sucede de manera también personalizada. Les cues- ta més aceptar la jecarquia como algo natural. ¥ buscan maneras diversas de expresarse, a través de mecanismos y formas més horizontales. A mayor formacién de la » mds medios de conexién social disponibles, gente, MENos § funcién politica de vorar, de influir o p encargados de tomar las decisiones por nosotros (los ¢ aceptard que a la ciudadania sole le quepa la resionar a los ). Habra, y ya hay, mas interés en poder poticymake ser «los que deciden cada dia (los everydaymakers). Es decir, ser personas que sufren y deciden cada dia, y que no tienen por qué limitarse a asistir como espectadares alo que las instituciones decidan hacer 0 deshacer, cada ver mas aparentemente al margen de lo que a la gente le preocupa y le desasosiega. Seguramente, la funcién de los partidos seguird sienda importante, pero lo que parece indudable es n. Sobre todo, aquellos partides que dicen querer representar que no pueden seguir actuando come to ha alos mas deébiles, a los mas vulnerables. Deberian no solo preocuparse por seguir siendo «representantes», sino también por «estar con Ja gente, por «arender lo que a la gente le preocupa. Y ello exige no centrar toda su actividad en el acceso al poder, en la seleccién de las elites que det 2n gobernarnos, El rero vuelve a ser el saber formar parte de los movimientos y espacios de actividad y de renovacidn de la politica, sin pretender representarlos ni capitalizarlos de manera sistematica. Sino estando en esos espacios, aprendiendo a ser «re- taguardia» y no solo vanguardia. Desde Ja cercania y la horizontalidad y no desde el privilegio y la jerarquia. Desde el intento de compartir dudas y experiencias y no de representar on exclusiva. En este sentido, hemos de agradecer al movimien- to 15M el que la politica haya vuelto a formar parte del debate cotidiano y que esté presente como nunca en las redes sociales. ¥. al mismo tiempo, que sicti las potencialidades de compartir y de colaborar en la construccién de bienes comunes, en el centro del debate sobre e! futuro de unas sociedades que. ven agorar sus recursos naturales. Ahora solo falta que en las institu- ciones y en los partidos se aproveche la ocasién para volver a discutir de politica, de otra politica, y no solo de «quitate ti para ponerme yor. La democracia sigue siendo el campo de batalla en el que dilucidar el futuro colectivo. Pero, una vez mas, no solo en las instituciones polfcicas y en el debate partidista. ‘También en la casa, también en la ciudad, también en el trabajo, también en la actividad econémica y de sustento. Oura época, otra vida, otra politica? Situémones en {a posibilidad de avanzar hacia Jna democracia de lo comin. otra democracia. En estas paginas, pretendemos por tanto defender la necesidad de cambiar la politica y las politicas. Y queremos hacerle desde la defensa de la politica como el mejor mecanismo que hemos encontrado para tratar de resolver de forma pacifica los conflictos de intereses y entes para poder decidir en torno a las dificultades crec os problemas que el modelo de desarrollo emprendido geneta. La forma de decidir de la politica en demo- cracia no se ha basado nunca en estrictos criterios de excelencia técnica o de racionalidad cientifica, sino en encontrar espacios de acuerdo y de viabilidad social que peemitieran, sino resolver definitivamente los conflictos planteados, al menos acomodar intereses y trazar vias de consenso. Lo que ocurre en cstos momentos, €$ que han cambiado muchos de los escenarios y de los criterios 10 en que se habja ido basande la politica para poder tomar decisiones, Y esos cambios han provocado mds dificultad tanto en el definirlos problemas a les que co- lectivamente nos enfrentames, come, ldgicamente, en poder tratar de resolverlos 0 mitigarlos. Los factores que contribuyen a ello son variados y su combinacién ha ido aumentando la sensacién de bloqueo o de laberinto cada vez que se abordan temas colectivos de especial relevancia. Nos ha cambiado el sustrato econdmico en el que nos moviamos. Como ya hemos dicho, nos est4 cambiando la vida muy rdpidamente. Y, en cambio, la politica sigue con sus anclajes institucionales y te- rritoriales, que lastran notablemente su capacidad de reaccién y de respuesta a esos cambios. Partimos de la idea que no habr4 nueva politica sin nuevos diagndsticos sobre lo que nos afecta a diario, en cada repliegue de lo que es nuestra cotidianeidad. Vivir, moverse, alimentarnos, reproducirnos, cuidar, mejorar,.., son necesidades y querencias que cada uno tiene y que colectivamente nos obligan a planrearnos la mejor manera de resolverlo de manera positiva. Hay mucha gente que considera que este mundo, el mundo en el que vive es profundamente injusto y que no tiene salida desde el punto de vista de su relacién con la naturaleza. No estd de acuerdo con las consecuencias de la forma de entender el desarrollo, la economia, la politica o la convivencia social. Pero, no acaba de querer cambiar de manera profunda las causas que motivan que todo ello suceda. Fs evidente que los intereses y a) las situaciones de cada quien son diversas, y por tanto, la concepcidn sobre qué entender en relacién a cada una de esas necesidades de cambio no es unitaria m1 pacifics. Ese es el reto de vivir en un mundo cada vez mas parecido y al mismo tiempo mds diversificado, Necesi- tla acabo tamos repensar la politica y la forma de lle para conseguir que lo que nos una sea superiora lo que nos separa. Avanzande hacia una democracia que sea, que represente ese mundo comin. Y ahf es donde nos tropeZdmMos con una democracia repre. enmtativa € INStl- tucionalizada, capturada en gran medida por las elites mercantil-financieras, que ¢n estos momentos parece ser mas impedimento que palanca de cambio. I iQué democracia tenemos? {Qué democracia queremos? En los dltimos meses se ha ido extendiendo t de que las instiruciones politicas de los estados tienen ntes dificultades, ya no para controlar sino, sim- plemente, para responder o acomadarse a dinamicas cre econdmicas y financieras que les desbordan y condicie- nan por completo. La economia parece maturalizada, moviéndose al mz gen de cualquier capacidad de ade- cuacién a las necesidacdes humanas. Y los efectos sobre fa vida de la gente son tremendos:Las expresiones mas claras las tenemos cn los origenes y consecuencias del boom inmobiliario y del frenesi bipotecario de los «aos felices» nuevo siglo, y también en la enloquecida ex- plotacidn sin limites de los recursos naturales, Frente a todo ello, mientras los poderes ptiblicos buscan obstina- damente salidas ortodoxas que satisfagan las exigencias de los mercados financieros, hasta el punto de modificar urgentemente constituciones, mucha gente en E spana yen otros paises, se empieza a mostrar remendamente molesta por la docilidad y servidumbre politica. Son cada vez mas Constientes que no encontr aran fespue Stas a sus problemas en unas instituciones que son inca- 13 oO paces de contrarrestar la hegemonia de los mercados financicres globales. Y, por ello exigen cambios en la tnanera de decidir, de ser representados, de organizar la vida en comin, Hemos pasado del confieto social que buscaba respuesta en el sistema democratico, a un con- flicto social que entiende que no hay respuesta posible sin transformar y modificar también el propio sistema tico. ‘Tenfamos conflicro social sin respuesta democ! en el Ambito politico. Ahora tenemos conflicto social y conflicto politico. ¥ surge por doquier la necesidad de ‘as formas de deaarrollo. repensar la vida y nuesti Se trata, por tanto, de entender que quiere decir esa wsociedad alejada» de las insticuciones de la que nos habla Michael Walzer, y tratar de repensar los lazos entre lo social, cada vez mas individualizado y personalizado, y laesfera politica, entendida como mecanismo delega- tivo de toma de decisiones en nombre de la comunidad. Sin marginar asimismo el crucial y deteriorado nexo entre personas y naturaleza. Detenerse en las relaciones sociedad-poder politico, es sin duda un elemento clave para poder repensar la politica y las politicas En efecto, en la politica, el factor delegacién, la transferencia del oO poder de las personas, de la comunidad, a los politicos, alos representantes y detentadores del poder, ha sido la piedra basal de la construccién de la legitiidad del poder en el Estado liberal. Y la lucha por sa demecra- is en ampliar Ja tizacién puso también un gran énfas base del sufre las clases populares en las instituciones representativas. zio y en el acceso de representantes de Si queremos repensar la polftica, deberemos empezar por repensar esa Idgica delegativa, Como bien afirma UlrichBeck: El ciudadano que quiere resolver los problemas que no han sabido ni prever ni evirar los especialistas, se los encuentra de nuevo entre sus manos, No tiene otra solucién que mantener la delegacion (a los politicos y especialistas), pero multiplicando esta vez los dispositives para controlarlos y vigilarlos. El reciente caso de Islandia, la reaccidn de sus ciu- dadanos ante la expropiacién de sus capacidades de decisidn parte de la alianza de politicos y financieros ¥ su posterior movilizacién para intervenit en los ele- mentos fundacionales de una nueva constitucién, nos ilustran al respecto. Dice Pierre Rosanvallon, que la democracia se sustenta en dos creencias o ficciones muy significa- tivas. Por una lado, la que entiende que el disponer de la mayorfa por parte de la opcién mas votada implica automaticamence que esa opcién expresa la voluncad general. Cuando, de hecho, la eleccién es basicamente un mecanismo técnico para seleccionar a los gobernantes. La otra ficcién o equivoco es que el triunfo mayoritario el dia concreto de las elecciones y, por consiguiente, la legitimidad conseguida ese dfa, se traslada autemdticamente a todo el tiempo en que va durar el mandato. EI nivel de informacién de los 15 ciudadanos, la rapidez con que se modifican las situa- ciones econémicas, politicas o sociales en un mundo cada vez mas interdependiente, la propia asimetria de recursos y posibilidades entre un sistema econdmico globalizado y una politica cerritorializada, todo ello indica la dificultad para mantener inalrerada durante todo el mandate la legitimidad conseguida el dia de las elecciones. Y, por otro lado, la fortaleza de una demo- cracia se mide por el grado de disenso o de inclusién de minorfas discordantes con el sentir mayoritario que sea capaz de contener. ¥ ello nos sefala que el peso de la prueba sobre la calidad democratica no reside en la fuerza irresistible de la mayorfa, sino en el respeto y el reconocimiento de las minorias. Unas minorias capa- ces, desde hace muches aos, muchas veces de mostrar los limites del desarrollo emprendido {ecologistas), las relaciones de explotacién en el Ambito doméstico (fe- minismo), la ambicién en mereantilizar y condicionar las nuevas teconalogias (movimiento de cultura libre) o la exploracion del inundo animal (veganos). Como ya hemos dicho, muchos de los pardmerros en los que se inscribfan las instituctones de la democra- cia representaciva han cambiado sustancialmente. Las 4, fueron modificandose (demo- bases liberales dle parti cratizandose) en una I{nea que permitiG irabriendo mas oportunidades de acceso a sectores y Capas sociales que no estaban «inscritos» en las coordenadas de partida. Las instituciones politicas del liberalismo se fundamenta- ban en una relacién subsidiaria respecto a las exigencias 16 tm eemmmmallaamaamaaamaaaaaaameaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaccaia del orden econémico liberal, y en ese diseho, como sabemos, las posibilidades de participacién politica se cireunscribian a aquellos considerados plenamente como ciudadanos, es decir, propictarios, cuyos umbrales de renta variaban en relacion a las fuerzas politicas, mas conservadoras, mas liberales, que ocupaban alternati- vamente las insticuciones politicas. La preocupacién por la participacién politica no era un tema que estuviera situado en la agenda de deba- ce de las instituciones. Era un tema extrainstitucional, planceado precisamente por aquellos que expresamen- te estaban excluidos de la vida politica institucional. Hablar de democracia en esa época eva referirse a un anhelo revolucionario y contradictorio con la légica institucional imperante, basicamente porque hablar de democracia era hablar de igualdad. La propia transformacidn del sistema econémico se acompafid, no sin. tensiones y conflictos de todo tipo y dimensidn, de la transformacién democratizadora del sistema polftico. Podrfamos decir que en la Euro- pa Occidental, y tras los apabullantes protagonismos populares en los desenlaces de las grandes guerras, s€ consigue llegar a cotas desconocidas hasta entonces de democratizacién politica y, no por easualidad, de| participacidn social en los beneficios del crecimiento econémico en forma de politicas sociales, iniciadas a partir de los inicios del siglo XX y consagradas a partir de 1945 en la forma de Estado de bienestar. Democia- tizacién y redistribucién aparecen entonces conectadas, \?7 gracias al mecanismo excepcional de regulacién del orden meteantil que significaron las polfticas fiscales, justificado por la voluntad politica de garantizar una cierta forma de justicia social a los mds débiles. Ese mo- delo, en e] que coincidian ambito territorial del Estado, poblacién sujeta a su soberania, sistema de produccién de masas, mercade de intercambio econdmico y reglas que fijaban relaciones de todo tipo, desde una légica de participacién de la cindadana en su dererminacién, adquirié dimensiones de modelo canénico y aparen- temente indiscutido. En los iltimos afios muchas cosas han cambiado al respect, Los principales parametros socioecondémicos y culturales que fueron sirviendo de base a la sociedad industrial estén quedando atras a marchas forzadas. Y muchos de los instrumentos de andlisis que nos habian ido sirviendo para entender las transformaciones del Es- ido liberal al Estado fordista y keynesiano de bienestar, resultan ya claramente inservibles. Y ha sido entonces cructura ce redistribucién cuando hemos visto que esa no se basaba en crirerios compartidos de justicia social, nien un consenso sobre los derechos fundamentales, sino simplemente a la existencia o no de dinero, una s de fiscalidad. En efecto, estos cambios no han encontrado a los variable muy fragil en plena cris poderes ptiblices en su mejor momento. El mercado y el poder econdmico subyacente se han globalizado, mientras las instituciones politicas y el poder que de ellas emana siguen en buena parte ancladas al terri- 1s torio. Y es en ese territorio donde fos problemas que generan la mundializacién econdmica y los procesos de individualizacién se manifiestan diariamente. La fragmentacién institucional aumenta, perdiendo peso el Estado hacia arriba (instituciones supraestatales), hacia abajo (procesos de descentralizacién, devalution, etc.}, y hacia los lados (con un gran incremento de los partenariados priblicos-privados, con gestién privada de servicios publicos, y con presencia cada vez mayor de organizaciones sin dnimo de lucro presentes en el escenario publico). AJ mismo tiempo, comprobamos como la légica jerérquica que ha caracterizado siempre el ejercicio del poder, no sirve hoy para entender los procesos de decisidn piiblica, basados cada vez mas en légicas de interdependencia, de capacidad de influen- cia, de poder relacional, y cada vez menos en estatuto orgdnico o en ejercicio de jerarquia formal. Hemos descubierto que el Estado no es ya la representacion democratica de un conjunto de individuos, sing un simple actor mas en el escenario social. Un actor mds, y no el mas fuerte, en la dindmica del mercado global. Un actor que resulta cada vez mds condicionado y limirado en su capacidad de accién por la creciente colusidn de sus politicas con los intereses privados. Es en ese nueve contexto en el que hemos de situar el debate sobre los posibles deficits de la democracia tepresentativa. Relacionando cambios en el emery politico con cambios en las formas de vida, de desa- rrollo y de trabajo. Y ello no se acostumbra a hacer. Se 19 discuce de la salud de la democracia, de su vitalidad y capacidad para recoger el sentir popular, como si la democracia fucra algo ya adquirido o conseguido para siempre, algo indiscutide ¢ indiscutible desde cualquier Ambito territorial o colectivo. ¥ mas avin: como si todos entendieran lo mismo cuando hablan de democracia. No es facil adentrarse en el debate sabre la demo- cracia y sus significados pasadas, actuales y futuros, sin aclararnos un poco sobre a que nos estamos refiriendo. Y tampoco es elle sencillo, dado lo mucho que se ha escrito y se sigue escribiendo sobre el tema. Acepremos que deben existir unas reglas minimas sobre las que fundamentar un ejercicio democrdtico, pera sabiendo que la existencia de esas reglas no implica el que se consigan los fines que desde siempre han inspirade la 2 Es decir, la igualdad no solo juridica sino también social lucha por la demoeratizacién de nuestras sociedad y econdmica. Esa aspiracion ha sido la razdn de ser de los movimientos democraticos desde que, por retro- tracrnos a los origenes, se alteraron las bases del Estado absolutista en la Inglaterra del XVII con las /evedlers 0 los diggers, 0 mas tarde con los siguales» de Babeuf en la Francia de finales del XVIfL. Esos movimientos, no se conformaban con el principio representative como elemento constitutivo de los nuevos regimenes, sino gue pretendian hacer realidad la aspiracién igualitaria, la aspiracié6n democratica. Lo que ha ecurrida en Jos dltimos afos,

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