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Material exclusivo para los alumnos de Literatura del siglo XX

Habíamos descripto un paisaje bastante sombrío, contra el cual se recorta la figura de


Ingeborg Bachmann. Explicamos el pasaje de la era del desastre a la era de la catástrofe.
Vimos algunas cosas generales sobre la biopolítica nazi, a la que caracterizamos como
racista y eugenésica. Nos detuvimos en particular en cómo el nazismo afecto el lenguaje,
creando una división interior a los nombres, porque éstos dejaron de significar una cosa
para pasar a significar otra. Ése es el horizonte de la segunda posguerra.
Inge nació en Klagenfurt (Austria) en 1926. Murió en Roma el 17 de octubre de
1973, donde vivía, incendiada en la cama en la que se había acostado a dormir con un
cigarrillo en la mano (tres paquetes de Gitannes por día) y probablemente un
desmesurado tenor de alcohol en sangre.
Pasó su infancia y juventud en Carintia, una ciudad que está más cerca de Venecia
(280 kms) que de Viena (300 kms). Hacia el año 1000, Carintia formaba parte del reino de
Baviera, que lindaba al sur con la marca de Verona, luego ducado, luego dividido en dos
(la marca de Carintia). En fin... un territorio inestable. Ya dijimos que después del
Anschluss, Austria entera pasa a llamarse Ostmark (marca del Este). Fue la capital de la
provincia austríaca con más afiliaciones al partido nazi.
En 1908, Joseph Bayer y otros arqueólogos encontraron una de las esculturas más
famosas del mundo en un yacimiento paleolítico cerca de Willendorf (a 240 kms de
Carintia). La Venus de Willendorf está en el Museo Natural de Viena. Pongamos a Inge en
relación con esa figura de piedra caliza que podrá querer decir muchas cosas pero que es
índice de bienestar y éxito mundano. Pero no de felicidad.
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El neonazi Jörg Haider (que murió en 2018) era también oriundo de Carintia, capital
de la provincia Carintina, de la que fue gobernador en dos períodos (entre 1989 y 1991 y
entre 1999 y 2008). Al sur de esa ciudad hay importantes colonias eslovenas y él se
opuso, en la década del ochenta a la integración de las comunidades eslovenoparlantes
en las escuelas primarias, a la inmigración, al bilingüismo (por ejemplo, en las señales de
tránsito), en contra de la Constitución austríaca. Murió en un accidente de tránsito cerca
de Klagenfurt (manejaba borracho). Nos gusta pensar que no pudo leer los nombres
en una señal de tránsito escrita en esloveno.
El paisaje en el que creció Inge tiene su propia historia. El fascismo austríaco,
también. En 1918 se crea la República de la Austria alemana. Después de realizar
plesbiscitos en los que ganó por abrumadora mayoría la unificación con Alemania, Austria
alemana reclamó territorios1 y anunció su intención de unificación estatal. Ninguna
potencia apoyaba el reclamo (salvo Alemania, envuelta en su propia crisis económica y
una revolución socialista)2, así que el asunto quedó para más adelante, el Anschuss del
38. La república austríaca de después de la guerra no funciona del todo (crisis económica,
política y social). En marzo de 1933, el canciller Engelbert Dollfuss disolvió la Cámara
Baja y comenzó a gobernar por decreto. En mayo de 1934, promulgó una nueva
Constitución que marca el comienzo oficial de un régimen autoritario que se conoce como
“austrofascismo”. Murió asesinado en 1934, durante un fallido intento de golpe de estado
nacionalsocialista.
En marzo de 1938 se produjo uno de los ataques más violentos contra los judíos en
Viena (donde el antisemitismo era mucho más profundo que en Alemania). Viena
concentraba la mayor población judía en territorio germano-parlante (“la nueva
Jerusalem”, la llamaban). Incluso bajo el austrofascismo, los judíos tenían propiedades y
ocupaban muchos cargos académicos y profesionales. Todo esto, desde una perspectiva
de antisemitismo racionalmente instrumental, debía terminar. Los nazis austríacos
tomaron la iniciativa de lo que habría de conducir a la Solución Final.
En Viena, los judíos ocupaban 60.000 unidades de vivienda. En marzo de 1938 se
resolvió la crisis crónica de vivienda en la ciudad, embargando todas las viviendas judías

1 Reclamaba el territorio de la actual Austria más el Tirol Sur, Tarvisio (Italia), el sur de Carintia y de Estiria
(Eslovenia), toda la franja occidental de Bohemia y los Sudetes (República Checa).
2 El 12 de marzo de 1919 la Asamblea Nacional austríaca declaró al estado como una parte constituyente
de la República alemana. El 10 de septiembre de 1919, el canciller Karl Renner fue presionado para
firmar el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, por medio del cual se cambia el nombre de la naciente
república por Austria a secas y se le prohibe la unificación con otro Estado a menos que contara con la
aprobación de la Sociedad de las Naciones. El Tratado de Versalles, por su parte, prohibía a Alemania
unirse con Austria.
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y recolocando a sus habitantes en campos en las afueras de Viena. Poco después, se


decidió enviarlos a Polonia. Si los nazis fueron (sobre todo al comienzo) medianamente
respetuosos de la opinión pública alemana, Viena les ofreció un escenario para ensayar
sus peores fantasías.
Antes de la derrota final de la Alemania Nazi, gran parte de Austria, incluida Viena,
fue tomada por el Ejército Soviético (son las páginas del Diario que Inge quiso dejarnos
leer) y luego, los aliados, hasta 1955, año en el que el país recuperó su independencia
con la condición de “neutralidad”.
*
El padre de Ingeborg Bachmann, maestro de escuela, estaba afiliado al partido nazi
(NSDAP) desde mucho antes del Anschluss. En su poema “Curriculum vitae” (incluido en
Invocación a la Osa Mayor, 1956) leemos:

Auch unsere Mütter haben Tambien nuestras madres han


von der Zukunft ihrer Männer geträumt, soñado el futuro de sus hombres,
sie haben sie mächtig gesehen, poderosos los vieron,
revolutionär und einsam, revolucionarios y solitarios,
doch nach der Andacht im Garten pero después de las plegarias en el jardín
über das flammende Unkraut gebeugt, inclinado sobre los yuyos encendidos,
Hand in Hand mit dem geschwätzigen De la mano con el charlatán
Kind ihrer Liebe. Mein trauriger Vater, hijo de su amor. Mi triste padre
warum habt ihr damals geschwiegen ¿por qué no dijiste nada entonces
und nicht weitergedacht? y no pensaste en las consecuencias?

La tentación de “interpretar” el poema como un reproche al padre y a su generación


por su complicidad con el nazismo es fuerte, pero probablemente el asunto vaya en otra
dirección. Inge señaló en 1961 que lo poco que sabía de poemas “pertenece a la
sospecha... hay que sospechar de las palabras, de la lengua... para que quizás algún día
pueda nacer algo nuevo”. Y en este mismo poema se lee:
Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazón
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el párpado
(y no hubiera visto la cuerda).
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Ahí tenemos ya un par de señalamientos: 1) la relación con el lenguaje cae bajo el


régimen de la sospecha. 2) la relación de sospecha afecta tanto al sistema de nombres
como a la situación de enunciación. 3) lo que está en juego en esa lucha es algo de vida o
muerte, es decir: el fundamento de una ética.
Afortunadamente, sabemos de qué habla Inge: se refiere a Wittgenstein (a quien
confronta con Heidegger), se refiere a los límites y umbrales del lenguaje a partir del
famoso aforismo del Tractatus: Wovon man nicht sprechen kann, darüber muss man
schweigen (De aquello que no se puede hablar, mejor es callarse). Se refiere también a
Baudelaire y, por esa vía, a Pascal, el racionalista que pudo (o no) colaborar con Port-
Royal, pero cuyos Pensamientos Beckett copió en su cuaderno (y sus versos, la niña Inge
en su Diario de la guerra).

“El Abismo” de Charles Baudelaire

Pascal avait son gouffre, avec lui se mouvant. Pascal tenía su abismo, que con él se movía
- Hélas ! tout est abîme, - action, désir, rêve, -¡Todo es abismo, ay, acción, deseo, sueño,
Parole ! et sur mon poil qui tout droit se relève palabra!, y mi pelo se eriza de pronto
Maintes fois de la Peur je sens passer le vent. ante el terror que como un viento lo toca.

En haut, en bas, partout, la profondeur, la grève, Abajo, arriba, por todas partes, la profundidad, la
playa,
Le silence, l'espace affreux et captivant... el silencio, el espacio cautivante y horrendo...
Sur le fond de mes nuits Dieu de son doigt savant En mis noches profundas con su dedo de sabio Dios
Dessine un cauchemar multiforme et sans trêve. dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.

J'ai peur du sommeil comme on a peur d'un grand Tengo miedo del sueño como como se teme a un gran
trou, agujero,
Tout plein de vague horreur, menant on ne sait où; lleno de vago terror, que lleva a ninguna parte;
Je ne vois qu'infini par toutes les fenêtres, en todas las ventanas no veo sino infinito.

Et mon esprit, toujours du vertige hanté, Y mi espíritu, siempre hechizado de vértigo


Jalouse du néant l'insensibilité. envidia la insensiblilidad de la nada.
Ah ! ne jamais sortir des Nombres et des Êtres ! -- ¡Ah!, no salir jamás de los Números y de los Seres!

¿Qué le interesa a Inge de eso? La razón queda limitada a un conjunto de


proposiciones inútiles (los números y los seres), porque sólo afectan a lo cuantificable de
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lo existente. De lo que se trata es de encontrar una salida, por la vía de lo no cuantificable


(los conjuntos no numerables, digamos) y, por lo tanto, de lo no calculable (el cálculo es,
en última instancia, fascista).
Si el Ser es (in)nombrable (El innombrable) es también innumerable. No hay
lenguaje (filosófico) en el racionalismo trascendental o positivista (de Port-Royal a
Wittgenstein) que sirva para responder al abismo del Ser.¿Pero entonces, hay que callar?
Sabemos que Wittgenstein se calló durante un tiempo después del Tractatus, fue
maestro de primaria en escuelas rurales (a 90 kms del pueblo de Inge, la más cerca), tuvo
que renunciar por sus métodos disciplinarios. Y volvió a pensar todo de nuevo.
Sabemos que Beckett no podía callar nunca. Bachmann pone al lenguaje bajo
sospecha, pero por eso mismo, se obliga a depurarlo de las palabras-amo. Si tiene que
callar, lo hace, para empezar de nuevo, como Wittgenstein.
Sospechamos, pues, de nuestra inmediata sospecha. En el libro que recoge las
entrevistas que le hicieron (Tenemos que encontrar oraciones verdaderas.
Conversaciones y entrevistas) se lee3:
Lo he pensado antes, ¿dónde comienza el fascismo? No comienza con el lanzamiento
inicial de bombas, ni con el Terror, que se puede informar en cualquier periódico.
Comienza con las relaciones entre un hombre y una mujer. Aquí en esta sociedad
siempre hay guerra.
Recuerden lo que dijimos de la relación de los jóvenes alemanes de principio de
siglo respecto del nombre “Gesellschaft” (sociedad) y a qué lo oponían. Inge hace
coincidir la sociedad con una institución (la relación erótica o afectiva entre hombre y
mujer: la institución matrimonial, lo que prefieran) o bien: llama a la institución conyugal,
“sociedad” (como pudiera ser una sociedad civil o comercial).
Hay una torsión bien significativa en quien creció durante el fascismo alemán en
relación como el procesamiento de ese trauma. El fascismo está ya en el régimen
héteropatriarcal. El fascismo es una relación de dominio total que encuentra en la relación
sexual entre hombre y mujer su modelo. El mundo que hay que derrumbar es obra de los
hombres, en el que las mujeres sólo se pueden integrar pagando el precio del propio
sacrificio. La lengua que hay que destituir es la lengua patriarcal.
En el relato “Undine va”, incluido en El trigésimo año (Das dreissigste Jahr, 1961)",
se lee:

3 “Ich habe schon vorher darüber nachgedacht wo fängt der Faschismus an. Er fängt nicht an mit den
ersten Bomben, die geworfen werden, er fängt nicht an mit dem Terror, über den man schreiben kann, in
jeder Zeitung. Er fängt an in den Beziehungen zwischen einem Mann und einer Frau. Hier in dieser
Gesellschaft ist immer Krieg” . Bachmann, Ingeborg. Wir Müssen Wahre Satze Finden. Gesprache Und
Interviews. München, Piper, 1991, pág. 144.
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¡Ustedes, hombres! ¡Ustedes, monstruos!4


¡Ustedes, monstruo llamado Hans! Con este nombre que no podré olvidar nunca.
Siempre que pasaba por el claro y las ramas se abrían, cuando los juncos golpeaban el
agua de mis brazos, las hojas lamían las gotas de mi cabello, conocía a uno que se
llamaba Hans5.

Esto se escribirá bastante después de la guerra y de la liberación. Pero está, de


alguna manera, implícito en lo que los Diarios y la Correspondencia de Inge, sobre los
cuales vamos a detenernos con esta hipótesis:
A diferencia de lo que podíamos leer en Beckett, no hay aquí imperativo categórico de
decir asociado a la imposibilidad de decir. El silencio no es conjurado, sino que se cae en
él (de hecho, Inge estuvo diez años sin publicar nada). El problema, pues, es otro: el de
una lengua intervenida por las palabras-amo: es el léxico fascista pero es, también, el
léxico héteropatriarcal. Los textos de Bachmann han sido recuperados como un una
contribución, y a veces una anticipación, al desarrollo de la teoría feminista francesa
(particularmente, los feminismos de la diferencia).
Bachmann piensa tanto al Eros como a la mujer como fuerzas hostiles a la
civilización y, por lo tanto, como herramientas poderosas para la crítica cultural. O como
Simone de Beauvoir, sabe incluso que "La humanidad es masculina", "y el hombre define
a Ia mujer no en cuanto tal sino en relación a si mismo: no es considerada un ser
autónomo (…). Él es el Sujeto, el Absoluto: ella es el Otro" (El segundo sexo, 1949). Y
para clarificar aún mas este punto, de Beauvoir citaba a aquel maestro de Blanchot que
muy tempranamente escribió sobre la filosofía del nacionalsocialismo, cuando dice:
La alteridad se cumple en lo femenino. un termino situado al mismo nivel pero de
significado opuesto a Ia conciencia (...) ¿No podría darse entonces una situación en que Ia
alteridad marcase inconfundiblemente Ia naturaleza de un ser, como si fuese su esencia,
un ejemplo de alteridad que no consistiese pura y simplemente en Ia oposicion de dos
especies del mismo género? Pienso que lo femenino representa lo contrario en
sentido absoluto6.

Para Simone de Beauvoir, “Ia categoria del Otro tiene orígenes tan remotos como
Ia misma conciencia" (...) "Ia Alteridad es una categoria fundamental del pensamiento
humano". Es en el pensamiento del abominable Hegel donde de Beauvoir encuentra el
4 La palabra que usa es “Ungeheur”, la misma que aplica el judío de Praga al insecto en que se ve
convertido Gregor Samsa una mañana, después de sueños intranquilos. “Als Gregor Samsa eines
Morgens aus unruhigen Träumen erwachte, fand er sich in seinem Bett zu einem ungeheueren
Ungeziefer verwandelt”.
5 Ihr Menschen! Ihr Ungeheuer!
Ihr Ungeheuer mit Namen Hans! Mit diesem Namen, den ich nie vergessen kann.
Immer wenn ich durch die Lichtung kam und die Zweige sich öffneten, wenn die Ruten mir das Wasser
von den Armen schlugen, die Blätter mir die Tropfen von den Haaren leckten, traf ich auf einen, der Hans
hieß.
6 Simone de Beauvoir. El segundo sexo. Buenos Aires, Siglo XXI, 1977. La cita de Lévinas en página xix.
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sentido de una "hostilidad" de Ia conciencia frente al otro/o: "el sujeto se sitúa tan solo por
oposición -se afirma como esencial y convierte al Otro en inesencial, en objeto". Por tanto,
continua de Beauvoir, al intentar negar cualquier tipo de reciprocidad entre sujeto y objeto,
el sujeto (masculino) de Ia conciencia coloca a Ia mujer como objeto en una dimensión de
alteridad radical; pero como continua teniendo necesidad de ella como "sexo'', o bien
como fuente de deseos sexuales, ademas de prole, el sujeto masculino permanece ligado
o próximo a Ia mujer, y también ella a él, por una necesidad recíproca similar a Ia que une
al amo y al esclavo. De aquí Ia definición paradójica de Ia mujer como ser humano
fundamentalmente esencial para el hombre y, a un tiempo, objeto inesencial y
radicalmente otro.
Entonces de Beauvoir se pregunta por qué acepta Ia mujer el estatus de objeto.
¿De dónde procede Ia sumisión o Ia complicidad que Ia convierte en "incapaz de
reivindicar el estatus de sujeto" y que Ia hace abandonar toda aspiración a una conciencia
propia? Porque aún cuando Ia necesidad reciproca sea "igualmente urgente" para el
hombre que para Ia mujer, como afirma de Beauvoir refiriéndose a Ia necesidad que une
amo y esclavo, ésta siempre se vuelve "a favor del opresor y en contra del oprimido" (p.
xxiii).
Para las mujeres, Ia paradoja de Ia mujer no es una contradicción aparente o
ilusoria, sino una contradicción verdadera y real. No hace falta tener un cuerpo de mujer
para notarlo. De hecho, coincide con lo que John Berger señalaba en Modos de ver:
Una mujer tiene que mirarse constantemente. Está casi constantemente acompañada de
su propia imagen (...) de tal manera que considera Ia parte de sí que observa y Ia que se
siente observada como los dos elementos constitutivos. si bien siempre distintos, de su
propia identidad de mujer (...) Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres miran cómo
son miradas. Esto determina no solo Ia mayor parte de las relaciones entre hombres y
mujeres sino también Ia relación de las mujeres consigo mismas. La parte de Ia mujer que
se observa es masculina: Ia parte que se siente observada es femenina. Así Ia mujer se
transforma en objeto, y mas exactamente en un objeto de visión: una vista.

Entonces, si los sistemas de opresión son simultáneos (los ejes de “diferencia” y


los modos de opresión que derivan de ellos no están alineados y son paralelos sino que
se sobreponen y se entrecruzan unos unos con otros -género, raza, clase, por ejemplo),
esto implica que están interconectados y se determinan recíprocamente.
De lo que se tratará en Bachmann, entonces, es de olvidar un pasado para
construir un futuro. Ésa es la “propia ley” hacia la que se va (también en “Undine”):
¿Lo puedes entender bien? Tu soledad no la compartiré jamás, porque allí está la mía, que
viene de antes y se extiende en el tiempo. Yo no estoy hecha para compartir tus
preocupaciones. ¡No a estas preocupaciones! ¿Cómo podría yo alguna vez reconocerlas
sin traicionar mi propia ley?
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El asunto es ético y, como se comprende, la diferencia con Beckett no es sólo una


posición enunciativa, sino también de episteme: lo que aquí se afirma es la diferencia
sexual y la guerra entre los sexos a mínima escala, la necesidad de construirse más allá
de una otredad radical de la conciencia (masculina) y de proponer una existencia que no
dependa de la mirada de los hombres. Las condiciones de posibilidad para “decir mujer”
ya son otras7. Bachmann las recorre desde el comienzo. Y hasta que la crítica feminista
repara en ella, casi nadie la oye.
Bachmann ata el trauma austrofascista (antisemita y eugenésico) con un trauma
menos localizado: la violencia de las relaciones de género. En un caso y en otro, tiene
que buscar las palabras y las imágenes justas (tarea agobiante), libres de culpa pero,
también, capaces de potenciar lo “utópico”.
Publica dos libros de poemas de extraordinario suceso 8 y después abandona la
poesía. “He dejado de escribir poemas cuando sospeché que ahora 'sabía' escribirlos
aunque faltase la necesidad de escribirlos”, dice. A diferencia de Beckett, una vez más, no
se escribe por imperativo sino por necesidad. En los dos casos, se rechazan las reglas del
“bien decir”, de lo bien fait.
En la poesía de Bachmann (también en su narrativa) la voz y la mudez articulan el
campo en el que se constituye una memoria depurada por un lenguaje diferencial —cuya
relación con la experiencia obliga a repensar el mundo moderno a expensas de la
masacre industrializada (es decir, de la razón instrumental, del cálculo fascista, lo
numerable).
Inge fue una niña prodigio. A los 14 años, entre 1942-1943 escribe Carmen
Ruidera, tragedia histórica en verso donde (dicen quienes la examinaron) aparecen ya sus
revueltas contra las figuras paternas. Inge pensaba que, como las instituciones literarias
nazis adoraban los dramas de martirio, el martirio de Carmen, impulsada por su odio a
Napoleón, tendría alguna chance de ser publicado. No tuvo en cuenta que su protagonista
se negaba a asumir el papel tradicional de mujer y madre. Padre-Napoleón-Hitler son en
su imaginario figuras intercambiables. A la lealtad y los ideales nacionales, Bachmann
antepone el principio de cruzar fronteras (ir más allá de los límites de los nombres
heredados, pero también: mudarse) y cierto anti-heroísmo, que en ese momento no
encajaba con la ideología dominante.

7 En 1975 se publica en Alemania Occidental el libro de Alice Schwarzer La pequeña diferencia y sus
grandes consecuencias, uno de los grandes libros de feminismo “duro”.
8 En 1953 aparece su primer libro de poemas, Die gestundete Zeit (El tiempo postergado, que es
exactamente lo contrario de El tiempo perdido).
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A los 19 años (inmediatamente después de las escuetas páginas del Diario), Inge
abandona por primera vez la ciudad donde creció. Ya ha leído y asimilado a Baudelaire
(en el Diario, su nombre aparece destacado con signo de admiración): "Pronto caeremos
en las frías tinieblas, adios viva claridad".
Se matricula en Filosofía (subespecialización en Germanística y Psicología) en
Insbruck. Realiza prácticas en una clínica psiquiátrica cerca de Viena. Su primera historia,
“El Ferry” se publica en 1946. En 1950, se doctora con una tesis sobre La recepción
crítica de la filosofía existencial de Heidegger, que aparentemente no era buena pero que
contenía una intuición feroz: el poeta llega ahí donde el filosofo falla.
En su tesis, Bachmann parece insinuar que la metafísica heideggeriana, en tanto
intenta dar expresión en forma de teoría a contenidos que no son racionalizables, se ubica
afuera del ámbito del conocimiento y necesariamente termina produciendo un insuficiente
sustituto de la poesía (eso se deduciría también de la confrontación con Wittgenstein).
Escribe:

La metafísica heideggeriana, que tiene la forma de una teoría, se muestra sin embargo
inadecuada para expresar un sentimiento vital que, según la opinión de algunos autores,
debe ser confiado a la metafísica [...] A la necesidad de expresión de este otro ámbito de la
realidad, que se sustrae a la fijación mediante una filosofía existencial sistematizante,
responde, en medida infinitamente mayor, el arte con sus múltiples posibilidades. Quien
quiera encontrar la “nada nadificante” experimentará con temor la violencia del horror y de
la aniquilación mítica en el cuadro de Goya Zeus devora a sus hijos; y como testimonio
lingüístico de la extrema posibilidad de exposición (Darstellung) de lo indecible, podrá
probar el soneto de Baudelaire “El abismo”, donde se expresa la confrontación
(Auseinandersetzung) del hombre moderno con la “angustia” y con la “nada”.

Dicho esto, se comprende por qué se obsesiona con Wittgenstein y por qué se
entrega, en primer término, a la poesía y, después, a un tipo de prosa rarísima, imposible
de clasificar. Ahora bien, ¿cuál es el experimentum linguae que define el lugar propio de
Bachmann? El breve discurso dado en ocasión del premio Wildgans en mayo de 1972
responde a estas preguntas con dos autocitas (tomadas de Málina): “el lenguaje es la
pena” y “no una palabra, o palabras”. El lenguaje es una tensión afectiva y no un sistema
de nombres.
El silencio del que hablábamos antes se entiende en el experimento bachmanniano
no como silencio en el lenguaje o privación de palabra; sino silencio del lenguaje, palabra
donde la palabra calla.
Se trata de un planteo similar a la que Benjamin tenía en mente cuando, en la carta
carta a Buber a la que antes nos referimos, hablaba de “una dirección intensiva de la
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palabra en el corazón del más íntimo enmudecer” y de una “cristalina eliminación de lo


indecible en el lenguaje”9.
Lo que muestra no es lo no-lingüístico (que, en cuanto tal, sería un oscuro
presupuesto de la palabra, una pausa del lenguaje) sino aquella “lengua total” (die ganze
Sprache) que constituye la “utopía del lenguaje” mediante la cual, según la última lección
de Frankfurt de Inge, la literatura se mantiene en marcha.
*
Bachmann escribió poesía, novelas, guiones radiofónicos, reportajes políticos, novelas,
libretos de ópera. En 1963 anuncia su proyecto Todesarten (Formas de morir) compuesto
por tres novelas de las cuales sólo terminó una, Málina (1973). La novela está narrada en
primera persona (el personaje no tiene nombre) y se confronta con dos hombres que
representan “lo otro” (Iván y Málina), subvirtiendo el habitual de la mujer como “lo otro”.
En algún momento la narradora sueña con un “Tercer hombre”: es su padre, que la
lleva a una cámara de gas para matarla.
En Viena se relaciona con los intelectuales que intentaban salvar lo que se pudiera
de la catástrofe nazi, incluida la lengua: ¿cómo escribir en la lengua de los asesinos? Y,
sobre todo, después del doble dictum del patriarca de la escuela crítica de Frankfurt: el
genocidio es inconmensurable, y no se puede escribir poesía después de Auschwitz.
En Viena conoce al mayor poeta alemán de la posguerra (probablemente del siglo),
sobreviviente de los campos, con quien entabla una relación amorosa muy compleja y
duradera a lo largo de los años (ella, “casada” con Max Frish entre 1958 y 1963; él, con
otra mujer).
Entabla relación con el Grupo 47 (por el año de su fundación) que pretendía
renovar la literatura en lengua alemana (Heinrich Böll formó parte de él) y, sobre todo,
renovar la lengua envenenada por la acción del fascismo: no se construye «un mundo
nuevo sin un lenguaje nuevo». Bachmann adhirió a ese principio, que es también el de
Epicteto: “initium doctrinae sit consideratio nominis” (“el comienzo de toda doctrina debe
ser el estudio de su nombre”). Consideratio nominis es una política de los nombres
diferente de la de Beckett.
Trabajó para la emisora radial de las fuerzas de ocupación americana. En 1958 se
alió con Ilse Aichinger y otras escritoras para fundar la rama femenina del Grupo 47. Ya
no se tratará de eliminar del lenguaje las palabras manchadas por los nazis, sino también

9 Si han seguido el curso, habrán notado que éste es el párrafo que Diego Carballar había sugerido como
comienzo. No pudimos darle el gusto, pero acá está. La hiperestesia nos trajo hasta este lugar.
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de limpiar la lengua de aquellas palabras de las que se sirven los hombres para hablar de
las mujeres. "Undine" responde a ese impulso.
En 1953 se mudó a Roma. En 1959 inauguró, como primera profesora invitada, un
puesto relacionado con al poesía creado por la Universidad de Frankfurt, para permitir que
un escritor de lengua alemana expusiera su “arte poética”. De las seis conferencias
previstas, Bachmann dará sólo cinco, tituladas Cuestiones de poesía contemporánea.
En 1964 recibió el prestigioso premio Büchner por sus poemas, y compuso para la
recepción de este su texto: Berlín, un lugar de azares. Éste es su último poema:

NADA DE DELIKATESSEN
Ya nada me gusta.
¿Debo
ataviar una metáfora
con una flor de almendro?
¿Crucificar la sintaxis
sobre un efecto de luz?
¿Quién se romperá la cabeza
por cosas tan superfluas?
He aprendido a ser sensata
con las palabras
que hay
(para la clase más baja)

hambre
deshonra
lágrimas
y
tinieblas.
Con los sollozos no depurados,
con la desesperación
(y desespero de desesperación)
por tanta miseria,
por el estado de los enfermos, el costo de vida,
me las arreglaré.

No descuido la escritura,
sino a mí misma.
Los otros saben
dios lo sabe
desenvolverse con las palabras.
Yo no soy mi asistente.

¿Debo
aprisionar un pensamiento,
llevarlo a la iluminada celda de una frase?

¿Alimentar oídos y ojos


con deliciosos bocados verbales?
¿Investigar la libido de una vocal,
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averiguar el valor de amateur de nuestras consonantes?

¿Tengo que,
con la cabeza apedreada,
con el espasmo de escribir en esta mano,
bajo la presión de trescientas noches
rasgar el papel,
barrer las urdidas óperas de palabras,
destruyendo así: yo tú y él ella lo*

nosotros vosotros?

(Que sea. Que sean los otros.)

Mi parte, debería perderse.

Y éste fue su lema: “Ningún mundo nuevo sin un lenguaje nuevo” (A los treinta
años).

Fíjense que la traducción pone un pronombre de acusativo donde Bachmann puso


un pronombre neutro nominativo: es -la lengua alemana tiene tres géneros). Yo no lo he
modificado para que noten la dificultad de la traducción en ese momento. Hoy no
hubiéramos dudado un instante y habríamos puesto “elle”, ya que “ello” está demasiado
cargado de connotaciones psicoanalíticas10 y aquí lo único que quiere decirse es el
masculino, el femenino y el neutro. “Ello”, por otro lado, es masculino en castellano. El
nombre “neutro”, paradójicamente, también lo es (en castellano).

*
El Diario de la guerra

En alguna entrevista Bachmann contó la experiencia que “le arruinó la infancia”.


Tenía 12 años cuando los nazis entraron a Klagenfurt (1938):

Fue algo tan aterrador que mis recuerdos comienzan ese día, con un dolor muy prematuro
y tan intenso que jamás volví a sentir. Esa horrible brutalidad que se percibía, ese bramar,
ese cantar y marchar, el surgir de mi primera angustia mortal.

El Diario de la guerra comienza con una palabra con resonancias muy específicas:
“estoy salvada”. La niña Inge (tiene apenas 18 años) no puede saberlo, pero un
superviviente de Auschwitz titulará uno de sus libros como Los hundidos y los salvados
(1986). El destino posterior pareciera demostrar que, en esas circunstancias, no hubo
salvación posible. Ni redención. Primo Levi se mató, como Paul Celan, el amante y

10 “das Es, das Ich y das Über-Ich”


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corresponsal de Bachmann.
En todo caso, la salvación le viene en el Diario por dos excepciones: no deberá ir a
Polonia a servir, ni deberá cumplir con entrenamiento militar (los Panzerfaust eran
lanzagranadas). “Nunca hubiera imaginado que llegaría una ocasión en que la tan odiada
escuela para formación de maestros pudiera salvarme”, dice la joven que se coloca en
una posición abiertamente anti-institucional que no abandonará nunca (cuando Frankfurt
la invita a dar seis conferencias, se aburre después de la quinta).
No se trata sólo de que “las chicas de la clase son todas unas fanáticas” sino de
una relación más radicalmente exterior a toda institución (sobre todo la “institución
amorosa”, algo que la correspondencia expone con toda su fuerza).
En cuanto a la guerra, el diario es bastante elocuente. “Aún no hay bombas. Una
vez pasaron dos cazas en vuelo rasante y dispararon un poco”. “Ella [su amiga Issi] no
sabe si puede coger algo del armario de los venenos. Las dos tenemos miedo de los
rusos. No quiero creer todo lo que se cuenta, pero nadie puede prever lo que van a hacer
con nosotras, si nos dejarán aquí o si nos llevarán a Siberia. Sólo cabe esperar lo peor”.
Lo peor no es la muerte (que incluso se prepara), ni ser bombardeada (“ya no
tengo miedo, sólo cuando caen las bombas tengo una sensación en el cuerpo, algo se
crispa dentro de mí”) sino caer en manos de las tropas rusas, convertirse en carne de
soldadesca, objeto de los hombres. Morir en el bunker provoca terror: “La idea de morir
probablemente allí con todos, como en un rebaño, me causa horror. Por lo menos en el
jardín. Por lo menos al sol”.
La deriva es evidente: palabras-amo de las que hay que desembarazarse, rebaño
del que hay que apartarse, hombres a los que hay que poner en su justo lugar, en su justa
distancia (cuanta mayor, mejor), la busca de un lenguaje es también la busca de la propia
voz (la voz de “una mujer”, que se le escapa). Y la frase, que hace eco con los
pensamientos de los jóvenes de principio de siglo: “No, con los adultos ya no se puede
hablar”.
Es evidente, al leer las notas de edición, que las páginas que sobrevivieron del
Diario de guerra son algunas pocas. Es probable que las anteriores comprometieran en
otro sentido a Inge o su familia. Pero, además, lo que importa es enmarcar el encuentro
con Jack Hamesh, que representa un plan perfecto de consideratio nominis, empezando
por el nombre político por excelencia, el gran divisor, el nombre judío.
A diferencia de sus amigas, Inge quiere irse al extranjero, “pero para poder
estudiar, y no quiero casarme, ni siquiera con un inglés por unas cuantas conservas y
Material exclusivo para los alumnos de Literatura del siglo XX

medias de seda” (yo subrayo: el tema volverá en la correspondencia). Con Jack Hamesh,
Inge habla de “Thomas [Mann] y de Stefan Zweig y de Schnitzler y de Hofmannsthal”. El
último, tan especular, abandonó la poesía como ella misma lo hará. ¿Ya lo sabe?
Jack es judío, con él habla de historia y política. Lee El capital de Marx (¿no será
mucho, Inge?). Su familia se preocupa porque “sale con el judío”, pero eso aumenta el
goce de Inge: “pasearía arriba y abajo por Vellach y por Hermagor todas las veces que
quisiera, y que si todos se escandalizaban, tanto mejor”. No es que a Ingle no le importara
que Jack fuera judío: le importaba sobremanera para el establecimiento de una
relacion con el lenguaje (con los nombres), con las personas, con el mundo.
Esa relación infantil de escándalo para el mundo tiene una contrapartida:
“¡Estudiaré, trabajaré, escribiré!”, con lo que la relación sentimental se vuelve un episodio
de aprendizaje. Toda la correspondencia de Jack Hamesh apunta a lo mismo. Inge no iba
a tener una relación duradera con él. Él sospecha que su poder en las tropas de
ocupación fue decisivo en la relación. Ella le escribe que no concibe felicidad sin libertad
(sobre todo, respecto del yugo amoroso).
¿Que es ese interés por “el judío”? Obviamente, se parte allí del rechazo
germánico a la voz, al cuerpo y al nombre “judío”. Es decir: se tiende un puente hacia ese
afuera de la lengua alemana, hacia lo que sólo puede habitar la lengua bajo la forma de la
injuria (ya hemos hablado de todo esto). Cruza una frontera y ya no volverá atrás.
Después de su muerte se publicó un epistolario amoroso imaginario que escribió
durante los mismos años de este diario y las cartas con Jack Hamesh. Llamó a ese librito:
Cartas a Felician [el eco de las Cartas a Felice es inocultable]. Como no se conservan las
cartas que ella le envió a Jack Hamesh, es imposible saber si las usó como material de
base. Allí se lee:
Mi corazón feliz sin embargo piensa en ti de nuevo. No, que no había pasado durante
mucho tiempo, pero ahora todo ha vuelto, como antes, como en años anteriores. Me
pondré en contacto contigo pronto. Sostendrás mis páginas. Por supuesto, estas páginas
no te van a decir lo que eras y lo que sos para mí, pero a lo mejor leerás tu nombre con
asombro.

El problema (insoluble) del nombre persigue a Inge. Por eso Málina está narrada
por una voz sin nombre.
Se ha especulado si Felician es el seudónimo de una persona verdadera. Algunos
propusieron que era Josef Friedrich Perkonig, mentor de Inge, quien intentó publicar su
tragedia adolescente, pero otros dicen que no. En todo caso, los archivistas no se
detienen y ya averigüarán algo, como averigüaron el nombre palestino (hebreo) de Jack
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Hamesh, y lo localizaron.
Fíjense en el ritmo de las cartas (a las que hay que suponerles respuesta) y en las
distancias progresivas. Pongan eso en correlación con el tono.
Inge pone freno a los impulsos amorosos de Jack, hasta que consigue estabilizar la
relación en una “amistad a la distancia”. Pareciera que la correspondencia le sirve a Inge,
como a otros antes que a ella, no para acortar las distancias sino para sostenerlas.
La última carta de Jack es de julio del 47. Menos de un año después, Inge ya tiene
otro corresponsal, también judío, con quien ha pasado una primavera igualmente
memorable en mayo-junio 1948. Está en otra parte, está con otro hombre, pero está en la
misma relación de distancia.
En los dos epistolarios Inge mantiene a sus corresponsales lo más lejos posible.
Es, como habíamos dicho algunas clases antes, el No-Querer-Asir de Roland Barthes,
respecto del cual Inge manifiesta una explícita repugnancia. Una cosa es amar. Otra cosa
es Querer-Asir. Jack le escribe: “por favor, no me vuelvas a escribir que ser libre hace
feliz.”
Inge ya lo ha perdido. Progresivamente, Jack acepta (eso se lee en la
correspondencia) el conjunto de determinaciones que modelan su vida (la causa
Palestina). De emancipación, ni hablar.
Bachmann va a hacia otra parte, porque quiere que todos los yugos desaparezcan.
Naturalmente, dejará Viena, no porque otra ciudad sea mejor que Viena, sino porque
cualquier otra ciudad (cualquier otro lugar, con otro nombre) le permitiría una existencia
desatada, desanudada, desujetada, exterior, .
Por supuesto, todo terminará prematuramente:

“Y la ruta de escape hacia el sur no nos beneficia, como a los pájaros” 11.

11 “Und der Fluchtweg nach Süden kommt uns nicht, wie den Vögeln, zustatten”.

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