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PARA MIS APRECIADOS MAESTROS

Señor director, elegantísimas maestras y maestros de nuestra institución, padres de


familia, amigos y amigas, tengan todos ustedes muy buenas tardes, en este día tan
especial es para mí un honor dirigirme a ustedes en representación del aula cuarto
grado gratitud.
En primer lugar, agradecemos a dios, pues es quien nos da tantas bendiciones, nos
dio una hermosa familia y puso en nuestros caminos buenas maestras.
En segundo lugar, quiero dedicarte algunas palabras a ti maestra y maestro.
La labor de un maestro es enseñar con respeto, honestidad y confianza; siento como si
fuera ayer, aquel primer día de clases, en la que temeroso, entre llantos, dejaba el
regazo de mi morada, para ingresar por primera vez primera, al lugar que se iba a
convertir, con el paso del tiempo, en mi segundo hogar, al lugar que se iba a convertir,
con el paso del tiempo, en mi templo de enseñanza.

Aquí, Dios me dio la oportunidad de conocer a mis primeros amigos, mis primeras
travesuras; ávido de aprender, de conocer el mundo junto a mis maestras, a quien le
agradezco infinitamente por toda la paciencia, el compromiso y la dedicación hacia mí
y hacia mis compañeros; esos primeros años serán inolvidables, me enseñaron a
compartir, a ser generoso, a valorar y respetar a los demás; por eso me siento tan
agradecido, por eso con estas palabras quiero homenajear esta labor; a la profesión de
profesiones, que los docentes que cumplen un papel preponderante en nuestra
sociedad.

Recuerdo mi escuela con tanto cariño, cada día un conocimiento nuevo, cada día
aprender mucho más: el planeta Tierra girando alrededor del sol, Cristóbal Colón
descubriendo América, José de la Torre Ugarte escribiendo el himno nacional, nueve
por nueve ochenta y uno; ¡fue deslumbrante! y los valores, esos valores que con tanto
ahínco, mi querido profesor me inculcó: tolerancia, responsabilidad, respeto; que
valioso me es todo aquello, que hace hoy de mí, la persona que soy, en quien me he
convertido; y será la base, el cimiento, de quien he de llegar a ser.

En mi segundo hogar también encontré mis segundos padres, recuerdo cuando


tropecé, caí al suelo, raspé mi rodilla, llorando busqué a mi maestra, ¡cuánta calma
sentí! Apaciguó mi dolor, curó mis heridas, consoló mi llanto con una sonrisa, me
devolvió la alegría y volví a jugar, por eso lo aprecio tanto; no solo por lo que me
enseñó, sino también, por estar ahí cuando lo necesitaba, por ser mi soporte, mi guía,
mi amigo y definitivamente como mi padre.

Por eso no me voy a cansar de agradecerte, por ser tan bondadoso, por apoyarnos, por
exigirnos, por dejar de lado sus problemas y llenarse de paciencia con nosotros, por
explicarnos tan bien sus clases, por repetirla si no entendemos, por aconsejarnos si mal
actuamos, por inculcarnos su responsabilidad, por eso y mucho más, ¡muchas gracias
apreciados maestras y maestros! ¡que viva el día del maestro!

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