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CAPITULO I

CONCEPTO GENERAL DE DERECHO INTERNACIONAL


AMERICANO
Denominación
El término "Derecho Internacional Americano" no tiene un origen reciente; se
podría decir que éste aparece desde el momento mismo de la emancipación de las
Repúblicas sudamericanas, o más bien desde el momento cuando las naciones de
ese continente trataron de proclamar en común los principios de política
internacional que debían regirles. Se puede afirmar que la expresión fue formulada
por primera vez durante el Congreso de Panamá de 1826, convocado por Simón
Bolívar, Libertador de América, Presidente de Colombia en ese entonces. En ese
Congreso, el delegado de Perú formuló en efecto una propuesta que encargaría dos
personas de presentar "un proyecto de Código de derecho de gentes americano que
no esté en contradicción con las costumbres europeas".1
En 1831, 1838, 1840 México convocó a nuevos Congresos, que tendrían, entre
otras, por finalidad la preparación de un Código de derecho Internacional que
reglamentaría las relaciones entre las naciones americanas.2

A pesar del poco éxito que arrojó la iniciativa de México la idea de convocar
semejante asamblea siempre persistía. Ya en 1842, el Presidente de Colombia —
entonces Nueva Granada— General P. H. Herrau insistía en una resolución
especial sobre la "gran utilidad para toda la América española de reunir una
asamblea general, donde estarían representadas todas las repúblicas que la
componían, a fin de fijar, decidir y sancionar los principios de "derecho
internacional que, en el futuro, irían a regirles".3

En 1864, el Congreso de Chile declaró la intervención española en Perú "contraría


al Derecho Internacional Americano". En 1880, el artículo 3 del Tratado entre
Colombia y la República de Chile contemplaba que la solución de todo conflicto
internacional a través del arbitraje sería considerada "un principio de derecho
público americano".4

En el preámbulo del Tratado del 20 de abril de 1836, suscrito entre Perú y Bolivia,
sobre la delimitación de sus fronteras, fueron empleados los términos "Derecho
Internacional Americano" y Derecho Internacional Sudamericano".5 Se encuentra
el mismo término en la Primera Conferencia Panamericana, celebrada en
Washington en 1889-1890, en la que se expresa que el "arbitraje es un principio
de Derecho Internacional Americano".6

La Segunda Conferencia Panamericana—México, 1901-1902—, en el protocolo


de adhesión a las convenciones firmadas en la Conferencia de la Paz de La Haya
contempla en su artículo primero lo siguiente: Las Repúblicas Americanas
representadas en la Conferencia Internacional de México, no signatarias de las tres
convenciones firmadas en La Haya el 29 de julio de 1899, reconocen principios
consignados en las mencionadas convenciones como parte integral del Derecho
Internacional Americano.
La Declaración de Principios sobre la Solidaridad y la Cooperación
Interamericana, aprobada en la Conferencia extraordinaria para la Consolidación
de la Paz, convocada en Buenos Aires en 1936, declara en su preámbulo que: "El
Panamericanismo, como principio de Derecho Internacional Americano, basado
en la unión moral de todas las Repúblicas de América para la defensa a sus
intereses comunes sobre !a base de la más perfecta igualdad y del respeto recíproco
de sus derechos de autonomía, de independencia y del libre desarrollo, exige la
proclamación de principios de Derecho Internacional Americano".

La Octava Conferencia Interamericana, celebrada en Lima 1938, declara la


ocupación y la adquisición de territorio como contrarios a un "principio
fundamental de Derecho político de América".

En otros documentos valiosos más recientes podemos también encontrar el


término. Por ejemplo, el punto 6 del preámbulo de la Convención Sobre la
Administración Provisoria de Colonias y Posesiones Europeas en América, apro-
bada en la Segunda Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de
las Repúblicas Americanas —La Habana, 21-30 de julio de 1940—, dice que "en
virtud de un principio de Derecho Internacional Americano, reconocido en
diversas conferencias, la adquisición de territorios por medio de la fuerza, no puede
ser permitida".

De lo arriba expuesto se desprende que los países de América han expresado desde
su independencia, de manera sistemática, en documentos de carácter internacional,
—Congresos, Conferencias, Convenciones, etc.— la concepción de un derecho
propio a ese continente; la existencia de un Derecho Internacional Americano que,
como veremos, ha sido objeto de muchas polémicas y discusiones.

La Teoría y la Crítica Concernientes al Derecho Internacional Americano

Si bien se puede constatar que la concepción, o al menos la mención de un derecho


internacional americano, aparece casi desde el momento mismo de la
emancipación de las Repúblicas Sudamericanas; no menos cierto es que apenas
aproximadamente a mediados del siglo XIX es que surgen trabajos científicos de
juristas dedicados a este tema.

Parece que es Juan Bautista Alberdis, Jurista argentino, quien encabeza la lista de
autores latinoamericanos que han concebido un derecho internacional americano,
y a quien se suele llamar "verdadero fundador del derecho internacional
americano".

Un poco más tarde son publicadas las obras de un jurista y diplomático de la misma
nacionalidad que Alberdis, Vicente Quezada —1830-1913— quien habla de un
derecho internacional americano, al referirse a ciertos principios como "Uti
Possidetis".
En 1833, Carlos Calvo, también jurista argentino, publicó la obra "El Derecho
Internacional Teórico y Práctico". Esa obra fue objeto de una crítica de parte de su
compatriota Amancio Alcorta, basándose en el hecho de que Calvo no había hecho
mención en su libro, de la existencia de un derecho internacional americano. Calvo
da a Alcorta una respuesta que niega la existencia de ese derecho, al entender que
la universalidad del derecho internacional no permite concebir un orden jurídico
del mismo género, propio o exclusivo de un continente.

Entre los autores de esta misma época que concibieron un derecho internacional
americano, es necesario nombrar al francés M. Pradier Fodére, quien fue profesor
de derecho de gentes, en la Universidad de San Marcos, Lima —Perú—, y quien
publica en 1888 la obra "Tratado de derecho internacional público, europeo y
americano", y a M.A. Seijas, Venezolano, quien escribió la Obra "Derecho
Internacional Hispano Americano Público y Privado".

Sin embargo, esos dos últimos autores citados más arriba se han limitado a estudiar
ciertos casos concretos de la política internacional que han tenido lugar en
América, sin tener la menor idea de establecer para el Nuevo Mundo, Doctrinas
Jurídicas especiales.

El delegado argentino a la Primera Conferencia Panamericana, M. R. Saenz Peña,


publicó en 1905 una recopilación de sus mejores escritos y discursos bajo el título
"Derecho público Americano", que contiene notables estudios sobre la cuestión
internacional americana, tales como la Doctrina Monroe, La Unión Arancelaria
Continental, El Derecho Público Internacional, y otros.

Entretanto, y sin ninguna duda, la mayor contribución al análisis científico del


derecho internacional americano le corresponde a Alejandro Álvarez, quien bajo
forma teórica expuso sistemáticamente los principios y normas que, según él,
constituyen el derecho internacional de ese continente; es decir, él expone de
manera organizada la concepción de un derecho internacional propio a las naciones
americanas.

En realidad es Alejandro Álvarez quien ha merecido ser llamado padre del Derecho
Internacional Americano. La mayoría de los internacionalistas latinoamericanos
están de acuerdo en que se le conceda ese título. Así por ejemplo, Diego Uribe
Vargas, en su obra "Panamericanismo Democrático", escribe: "Cuando se trata de
analizar las diversas actitudes doctrinarías respecto al derecho internacional
americano, en primer lugar surge el nombre de Alejandro Álvarez, quien ha sido
el sistematizado de sus más importantes principios", y a seguida agrega: "Es a
Alejandro Álvarez a quien le corresponde el mérito de haber hecho la primera
sistematización de los principios del Derecho Internacional Americano, dando una
armonía de concepción a ese deseo común de todos los pueblos del continente".
Juan Carlos Puig, en su obra "Los Principios del derecho internacional americano",
escribe que, antes de Alejandro Álvarez se había hablado con profusión de
principios americanos, mas sin haber reflexionado seriamente sobre las conse-
cuencias que implicaba una plena aceptación de la teoría, ni más ni menos que la
consagración del particularismo en derecho internacional.

La cuestión de la existencia de un derecho internacional americano había sido ya


expuesta por Alejandro Álvarez en el Tercer y en el Quinto Congreso
Latinoamericano de 1905 y de 1908 respectivamente, para luego ser publicada en
1910 en su famosa obra "Le droit International Americain", que provocó una serie
de polémicas entre ese autor y otros autores latinoamericanos, generó diversas
críticas y discusiones.

En sus trabajos ulteriores, tales como: "Latin American and International Law" —
The American Journal of International Law, Vol. 3, pp. 269-353, april, 1909—;
"De la necesidad de una nueva concepción del derecho" —Anales de la Univer-
sidad República de Chile, tomo CXLVI, pp. 175-198, 1920—; "Le Droit
International Noveau", —París, 1959, pp. 89-135-152—; así como en otras,
Alejandro Álvarez mantiene su teoría de la existencia de un Derecho Internacional
Americano.

La importancia de ese tema, el interés que se le otorga a la idea de un derecho


internacional americano pueden ser observados en los numerosos trabajos
consagrados a defender la existencia de tal derecho, lo que ha llevado a crear la
llamada "Escuela Panamericana", es decir, una escuela que se funda sobre la
doctrina de la existencia de un Derecho Internacional Americano. Entre esos
trabajos, además de las obras que han sido ya mencionadas, podemos incluir las
siguientes: "El Sistema Internacional Público Americano" excelente obra de L.M.
Moreno Quintana, publicada en 1925 —Buenos Aires—; J.M. Yepes: "Los
problemas Fundamentales del Derecho de Gentes en América" —Recueil des
Cours; Tomo 4, Academie du Droit International de La Haye—, "Alejandro
Alvarez, Createur du Droit International Americain" —Paris, Les editions
Internationales, 1938—; "Philosophie Panamerica-nisme et Organization de la
Paix" —Edition de la Bacamiere, Neufchatel, 1945—; Velasco Ibarra,
expresidente del Ecuador: "Derecho Internacional del Futuro"; Urrutia: "Le Conti-
nent Americain et le droit international", 1928; Carlos Sánchez y Sánchez, "Curso
de Derecho Internacional Público Americano", Ciudad Trujillo, 1943; Savelberg
"Le Probleme du droit international americain etudie specialement a la lumiere,
des conventions panamericaines de la Havane": —La Haye, 1949—; J.C. Puig:
"Principio de Derecho Internacional Público Americano" —Buenos Aires, 1952—
; R.C. Dupuy— "Le Nouveau Panamericanisme" —París, 1956—, Hornero
Henríquez Vergez —"Manual de Derecho Internacional Americano"— Santo
Domingo; 1966, y otros. Hay además una serie de artículos publicados en revistas
internacionales sobre el mismo tema.

La Tesis de Alejandro Álvarez


Como ya hemos dicho anteriormente, este autor es el más grande defensor de un
derecho internacional americano; es quien ha formulado bajo una forma teórica
concreta la concepción de ese derecho particular.

Álvarez sostuvo que un derecho internacional propio de América surgió debido a


la situación geográfica, la vida política e internacional de las naciones de esa
región, y a la psicología de los pueblos habitantes de ese continente.

El define ese derecho internacional como un conjunto de principios, reglas,


instituciones, doctrinas, convenciones, costumbres y prácticas que son
características para las Repúblicas Americanas en el dominio del derecho
internacional.7

Álvarez considera que ciertos principios de aplicación americana han nacido como
repudio a los principios o sistemas políticos admitidos en Europa, que al parecer
lucían contrarios a la independencia y al desarrollo de los países de América. Estos
principios se pueden reducir a los siguientes:
1. Principio de auto determinación
2. Principio de No-intervención
3. Principio de No-colonización.8

Según Alejandro Álvarez "todas esas ideas encontraron una fórmula nítida en el
Mensaje del Presidente Monroe".9
A continuación, Alejandro Álvarez enumera otros principios nacidos en América
con posterioridad, y entre los cuales figuran:

a. Ningún Estado puede vender una parte de su territorio a otros Estados extra
continentales;
b. Ningún Estado extra-continental puede ocupar al mismo tiempo una parte
cualquiera del Continente Americano;
c. La igualdad entre nacionales y extranjeros es totalmente igual para la
adquisición y disfrute de los derechos civiles;
d. No hay minoría en América;
e. El principio Uti Passidetis Juris de 1810 rige la delimitación de las fronteras
entre los Estados latinoamericanos;
f. Toda defensa hecha a un Estado americano por un Estado extra continental es
considerada como una ofensa hacia los Estados del Nuevo Mundo.

Al afirmar la existencia de un derecho internacional Americano, Alejandro


Álvarez presenta otros argumentos, tales como: el surgimiento de problemas "sui
generis" y la presencia de reglas netamente americanas, entre ellas:
a. la delimitación de fronteras
b. el reconocimiento de asilo político,
c. la aceptación del principio jus solí como oposición al principio jus sanguinis,
aplicado en Europa,
d. la Doctrina Drago;
e. el reconocimiento del estatuto legal de los rebeldes.

Al presentar la cuestión del particularismo y el universalismo en el derecho


internacional, Alejandro Álvarez juzga conveniente la fragmentación del derecho
internacional por continentes o regiones, puesto que las condiciones sociales o
naturales o geográficas de cada región o continente son diferentes unas de otras y,
por consiguiente, hacen imposible la existencia de reglas idénticas para cada una,
y agrega: "No hay ninguna utilidad ni necesidad de que las reglas del derecho
internacional sean universales, ello sería colocarse en un punto de vista muy
estrecho..."10
"La solidaridad internacional no exige que todos los Estados se rijan por reglas
idénticas, sino por preceptos definidos que tomen en consideración su diversidad
nacida de causas suficientemente establecidas"."

Es decir, Alejandro Álvarez no trata de justificar la creación de diversos sistemas


antagónicos opuestos unos a otros, sino de negar la existencia de reglas o normas
universales idénticas para cada región o continente.

"No se trata pues de establecer dos derechos internacionales contrarios, sino


solamente de corregir, en el derecho internacional actual, el dogma del absolutismo
y de la universalidad de todas las reglas que lo constituyen".12
Son éstas, bajo una forma general resumida, los principales argumentos de
Alejandro Álvarez en su concepción de un derecho internacional Americano.

Oposición a la Tesis de Alejandro Álvarez

La publicación de la obra "Le droit International Améri-cain" ocasionó una serie


de debates entre los juristas, tanto europeos como americanos, y algunos de ellos,
en particular el brasileño M. de Souza Sa Vianna, negaron la existencia de un
derecho particular como lo concibió Alejandro Álvarez. La opinión de Sa Vianna
resulta de la idea, según la cual, el derecho internacional es, por su naturaleza
misma, universal, y que sostener lo contrario es insensato.

Sa Vianna, al negar la existencia del derecho internacional americano, sostenía que


ciertas materias como el arbitraje obligatorio y otras ya mencionadas por Alejandro
Alvarez, no son de origen exclusivamente americano, e incluso si ello es así, éstas
han sido incorporadas al derecho internacional universal.
Algunos autores argentinos, entre los cuales cabe destacar a Daniel Antokoletz,
aunque al afirmar que existen en América normas y principios que le son propios,
niegan la existencia de un derecho internacional americano tal como lo concibe
Alejandro Álvarez.

Antokoletz escribe por ejemplo lo siguiente:


"Se afirma que existen muchos principios que debido a su aceptación y aplicación
más o menos general, pueden ser considerados como credo internacional de
América. Se tiene aquí en cuenta a la soberanía de los Estados, a la proscripción
de la guerra y de la fuerza, al reino de la paz y de la ley. Todo esto es cierto y
demuestra, no la existencia de principios especiales, sino el respeto y la veneración
de esos principios que tienen tanto valor en América como en Europa. Se puede
hablar del derecho internacional en América, más no del derecho internacional
americano".13

La negación de un derecho internacional americano, tal como lo concibió


Alejandro Álvarez podemos encontrarla en las obras de otros autores europeos14 y
americanos.15

La mayoría de esos autores, al negar la existencia de tal derecho, parten del hecho
de que sostener la existencia de un derecho internacional americano implica crear
un nuevo derecho, antagónico y opuesto al derecho internacional universal; idea
que jamás formó parte de las proposiciones del jurista chileno, quien precisa lo
siguiente: "La discusión reposaba, en gran medida, sobre un mal entendido. Se
creía que yo sostenía que existe en América un derecho internacional com-
pletamente diferente del que domina en Europa: ahora bien, yo mismo condené esa
concepción en la obra Derecho Internacional Americano. Lo que yo afirmé es el
hecho de que existen, en el Nuevo Mundo, instituciones, principios, problemas,
doctrinas, convenciones, costumbres y prácticas que son propias a los Estados del
continente americano, y ello constituye, en su conjunto, el derecho internacional
americano".16

A. Rasgos característicos generales de las relaciones de los Estados de América


Latina desde su independencia hasta los últimos años del siglo XIX

Es sobre el período que se extiende desde la independencia de los Estados de


América Latina hasta los últimos años del Siglo XIX que los defensores de un
Derecho Internacional Americano pueden apoyarse con mayor argumentación,
puesto que es en ese tiempo que aparecen nuevas tendencias en las relaciones
internacionales causadas por la entrada de América a la Comunidad de los Estados,
y que se crean en ese continente nuevos principios y normas internacionales que
presentan una particularidad suya.

Esa particularidad característica puede ser apreciada a la luz de tres momentos o


hechos:

1. Los Estados del Nuevo Mundo, al incorporarse a la comunidad internacional


rechazan los principios o el sistema político que ellos consideran como
perjudiciales o contrarios a su independencia o a su desarrollo.

2. Los Estados de América proclaman y aplican nuevos principios o principios


que hasta entonces no habían sido aplicados en la práctica.
3. En América aparecen nuevos problemas de Derecho Internacional de carácter
netamente americano.

a. Rechazo de Principios

El repudio a ciertos principios de origen europeo, considerados entonces como


parte del Derecho Internacional, fue dictado por el interés social y político de esos
nuevos Estados, puesto que el movimiento de emancipación en ese continente fue
considerado por los Estados de Europa como una revuelta que era necesario
reprimir y por consiguiente, según ellos, un atentado a la integridad de la
Metrópolis. Es desde ese momento que se manifiesta la primera gran divergencia
entre esos dos continentes, pues las nuevas repúblicas de América sostenían el
derecho a la independencia y el principio de Auto-Determinación, según el cual
ese acto de sublevación no era otra cosa que el ejercicio legítimo de un derecho
propio a cada nación de constituirse en Estado libre, de no someterse invo-
luntariamente a ningún otro Estado y el derecho de escoger su propio destino
conformemente a su propia naturaleza.

Los Estados del Nuevo Mundo, al defender el principio citado más arriba no
podían dejar de rechazar el "derecho" de intervención, base de la política exterior
del Viejo Mundo, ni el derecho de conquista, según el cual los Estados de Europa
podían adquirir mediante la ocupación, cualquier territorio del Continente
Americano. El primero de esos dos "derechos" encontró su reflejo en la llamada
Santa Alianza —26-9-1815— firmada por los monarcas de Rusia, Prusia y Austria
y a los cuales se unió la mayoría de las monarquías del Continente Europeo y la
cual tenía como propósito proteger el poder monárquico contra las tendencias
revolucionarias donde estas surgieron...

La condena al "derecho" de intervención y de posesión de territorio o de


colonización se refleja en la llamada doctrina Monroe la que, en uno de sus puntos
decía:

"Los territorios americanos por la libre e independiente condición que han sido
adquiridos, no deben ser en lo adelante considerados como sujetos a una
colonización de parte de una potencia europea". "Es imposible que las potencias
aliadas extiendan su sistema político a cualquier parte de uno y otro continente sin
amenazar nuestra paz y seguridad; nadie puede creer que nuestros hermanos
sureños, si son abandonados a sí mismos, puedan adoptar ese sistema por propia
voluntad. Es igualmente imposible, por consiguiente, que nosotros admitamos con
indiferencia una intervención de cualquier clase".

Un poco más tarde, en el Congreso de Panamá (1826), los países de América


Latina mantuvieron esa misma posición, según la cual uno de los propósitos
fundamentales consistía en defender la soberanía, la independencia y la integridad
territorial de todas las Repúblicas de América (art. 2,3, y 21). El Art. 3, por
ejemplo, decía: "Las partes contratantes se obligan y se comprometen a sostener y
a defender la integridad de sus territorios respectivos oponiéndose eficazmente a
los regímenes que allí se traten de establecer sin la autorización y el consentimiento
correspondientes de los gobiernos a los cuales estos corresponden en dominio y
propiedad y a emplear en común sus fuerzas si ello fuera necesario".17

Como hemos visto más arriba, los Estados de América, al entrar en las relaciones
internacionales como Estados independientes, rechazaron ciertos principios de
carácter internacional hasta entonces considerados como legítimos por las
potencias europeas y, por consiguiente, han cedido; lugar a otros principios que
vendrían a sustituirlos.

B. Aplicación y reclamación de nuevos principios

Al hablar de la aplicación de nuevos principios en América, sería necesario


clasificarlos en dos tipos:

1. Esos principios que aparecen como sustitutos de aquellos que han sido
rechazados.

2. Esos principios que tienen realmente un carácter americano.


Al primer grupo pertenecen los principios que se encontraban en contradicción con
la política exterior de la mayoría de los Estados europeos, es decir, el principio de
autodeterminación, principio de conservación o de independencia, el principio de
No-intervención y el de la inviolabilidad territorial.

Esos principios encontraron su confirmación en documentos de carácter


internacional, tales como el Congreso de Panamá de 1826 —artículos 2, 3 y 21 ya
citados—, en la llamada doctrina de Monroe, etc.

Al distinguir los principios pertenecientes al segundo grupo, hay que analizar


particularmente aquellos que están en relación con la delimitación de fronteras y
con la nacionalidad.

En primer lugar nos referimos al principio Uti Possiditis de 1810. Resultó que, al
momento de la emancipación, los límites entre los nuevos Estados no estaban muy
precisos, dado que la metrópolis cambiaba según los límites administrativos de sus
colonias. Esta y otras causas ocasionaban por consiguiente, un elemento de
confusión a la cuestión de la verdadera extensión de cada colonia. Los Estados
sucesores de la Corona española no pudieron, en consecuencia establecer sus
fronteras sino de una manera aproximada.

Esos nuevos Estados aplicaron de una manera casi invariable, en sus constituciones
y en tratados celebrados entre ellos, el criterio de proclamar como fronteras
políticas de cada Estado las divisiones administrativas de la metrópolis que
existían al momento cuando estalló el movimiento general de liberación y que. en
realidad, estaban reconocidas por todos los Estados.
Así por ejemplo, la Constitución de Venezuela del 1830, dentro de su artículo V
proclama: "El Territorio de Venezuela comprende todo lo que hasta los cambios
políticos de 1810 se llamaba capitanía general de Venezuela".18

La Constitución de América Central del 1824 establecía en su artículo V: "El


Territorio de la República es aquel que componía anteriormente el Reino de
Guatemala, excepto la provincia de Chaspas", etc. Los primeros tratados
celebrados entre las nuevas repúblicas estaban igualmente de acuerdo con el punto
de vista ya enunciado; así por ejemplo, el Acuerdo de Unión entre Colombia y
América Central del 15 de marzo del 1825, en su Art. V establecía que "las dos
partes se garantizan recíprocamente la inviolabilidad de sus territorios ante la
pretensión y amenaza de parte de sujetos del Reino Español, sobre la superficie
existente hasta la presente guerra por la independencia".19

El artículo V del Tratado de Paz entre Colombia y el Perú del 22 de septiembre de


1829 proclamaba: "Las dos partes reconocen como fronteras de sus territorios
respectivos aquellas que poseían anteriormente el Virreynado de Nueva Granada
y del Perú hasta la declaración de sus independen-

Por otra parte el artículo XXXIX del Tratado de Paz entre Argentina y Chile del
30 de agosto de 1855 indicaba: "Las dos partes aceptan en calidad de sus fronteras
territoriales aquellas que ellas poseían hasta el momento de la liberación del poder
español en 1810".20

Es así que nació el principio consuetudinario conocido bajo el nombre de Uti


Possiditis Juris de 1810.

Ese principio fue introducido en las relaciones recíprocas de las Repúblicas


Americanas de origen español en el Tratado de Bogotá del 1811, celebrado en las
provincias unidas de Nueva Granada, por medio del cual ellas se obligaban a respe-
tar como límites entre ellas aquellos que correspondían a la capitanía general y al
Virreynado.

En otras palabras, las nuevas repúblicas, por el hecho de poseer un territorio


determinado al momento de la emancipación tenían igualmente el derecho de
conservar la posesión del mismo territorio. Los límites así fijados eran practica-
mente imaginarios, dado que los actos del poder colonial español; cédulas, reales
audiencias, etc. eran muy imprecisos, vagos y a veces contradictorios, desprovistos
de base científica o geográfica. Lo antes dicho, unido a las dificultades de
determinar los límites entre Brasil y sus vecinos —puesto que como se sabe, los
actos administrativos de la corona española no tenían influencia sobre ese país—
hacía imposible la eliminación de litigios fronterizos que estallaron más tarde entre
esos países.
Aunque fue difícil evitar los conflictos, se logró al menos establecer un modelo,
una norma jurídica que sirvió de criterio para toda decisión que se tomaría relativa
a los problemas de fronteras. Correcta es la opinión de Juan Carlos Puig —autor
ya citado en este trabajo— según el cual "La verdadera importancia del Utis
Prossidetis consistió en que éste aportó una solución transitoria a los diferendos de
límites, creando una solución más o menos cómoda, comparable a una especie de
modus vivendi".

El Utis possidetis, además de ser reconocido por numerosos internacionalistas en


sus obras de derecho y de estar incluido en ciertas constituciones de Estados
Americanos, 23 fue reconocido como un principio jurídico de Derecho Inter-
nacional. Así por ejemplo, el Art. VI del Tratado de Paz, amistad y de Unión del
1860 entre el Ecuador y el Perú contiene la disposición siguiente: "durante un
tiempo determinado ellos —Perú y Ecuador— aceptaron las fronteras basadas en
el Uti Possidetis". Por otra parte, el Art. VIII del Acuerdo General de Arbitraje
entre Bolivia y Perú del 21 de noviembre del 1901, contemplaba que "el arbitro
debe dictar las sentencias conforme a las reglas del Derecho Internacional y en
cuestiones concernientes a las fronteras, él debe observar el principio americano
Uti possidetis del 1810".

En la Constitución de Costa Rica de 1848 se indica que "Las fronteras del territorio
de la República son las fronteras del uti possidetis". Otros tratados, tales como el
Acuerdo de Paz entre Perú y Chile del 26 de abril de 1823, el Tratado de 1881
entre Argentina y Chile, de Lima de 1848, el Tratado entre Colombia y México de
1823, etc... Contienen las mismas ideas enunciadas anteriormente.21

Los Estados Unidos de Norteamérica, en calidad de sucesores de los derechos de


España en Florida, reconocieron igualmente el principio Uti-possidetis juris, es así
como lo reconoció la nota del Secretario de Estado Marcy dirigida al Ministro de
Estados Unidos en Inglaterra, del 26 de julio de 1856, que dice: "Los Estados
Unidos consideran como un principio establecido del Derecho Internacional que
cuando una colonia europea en América logra su independencia, ésta mantendrá
los mismos límites establecidos por la Metrópolis".22

Como lo hemos visto, el Uti possidetis llegó a ser reconocido como un principio
de derecho de carácter internacional durante la época a la cual nos referimos en
este capítulo; naturalmente, ese principio ha perdido hoy día su actualidad, mas
como bien dijo Juan Carlos Puig "no se puede subestimar el hecho que éste pudo
ser invocado legítimamente con el carácter de una regla auxiliar de aplicación en
ausencia de una posesión in actu".

La nacionalidad en América ha sido un problema que ha recibido una solución


distinta a la obtenida en Europa. Nos referimos particularmente al problema ligado
a la adquisición de la nacionalidad y a las implicaciones de la misma. Como
sabemos, la mayoría de los países europeos reconocían como nacionales solamente
a los hijos de sus nacionales, independientemente del lugar donde hayan nacido;
es decir, que aplicaron el sistema o principio Ius sanguinis. Sin embargo, en
América ocurrió todo lo contrario, es decir, fueron considerados como nacionales
todas las personas nacidas en territorio americano, independientemente de la
nacionalidad de sus padres. Se aplicó, pues el principio Ius solis.

Las razones que obligaron a los nuevos Estados Americanos a aplicar ese principio
pueden explicarse por los siguientes factores.

1. Los nativos del país fueron los "criollos", fuerza motriz en el movimiento
liberador y que de hecho realizaron la independencia. Los parientes o cercanos, así
como los extranjeros, militares o civiles no fueron considerados como tales, a
menos que hubieran contribuido al movimiento de emancipación. Es por esa razón
que los criollos llegaron a ser de manera natural los nacionales por excelencia de
los países que ellos habían liberado.

2. La población de los países de América no correspondía a la inmensidad de sus


territorios, por consiguiente era necesario favorecer la emigración para el propio
desarrollo social y económico del continente. Es por ello que una vez obtenida la
independencia, los criollos se mostraron favorables a la emigración, y los hijos de
estos emigrantes que nacieran en territorio americano eran considerados
americanos en virtud del principio ius soli, uniéndose así al elemento étnico y
contribuyendo a formar su población.

La necesidad de emigrantes produjo en América una práctica que llegó a ser un


principio jurídico entre las repúblicas latino-americanas, es decir, la identificación
del nacional y el extranjero en cuanto a los derechos civiles.

C. Problemas de carácter netamente americano

Al clasificar esos problemas como típicamente americanos, se parte del hecho que
fue en ese continente —América del Sur— donde estos se repitieron con la mayor
frecuencia y donde por consiguiente ellos se hicieron característicos y han
merecido un estudio aparte, sin pretender de manera alguna negar que los mismos
pudieran presentarse en el futuro en otra región o en otro continente. Los
problemas a los que nos referimos surgieron a causa de tres factores principales:

1. Los conflictos fronterizos.


2. Las Guerras civiles.
3. La atracción de capital extranjero.
Como dijimos en la sección anterior, la sola explicación del uti possidctis no podía
evitar que en ese continente surgieran en el futuro nuevos conflictos fronterizos;
lo que es más, se puede afirmar sin exagerar que las luchas principales que
estallaron entre esas repúblicas tuvieron su origen en ese género de conflicto. El
problema que presentaba mayor originalidad y que se registraba con mayor
frecuencia era la reclamación de parte de dos o más países, de una porción
determinada de territorio, territorio que a veces jamás habían ocupado, e
igualmente la reclamación de zonas o de provincias enteras bastantes pobladas y
que, después de un largo período, se encontraban bajo el dominio de otro Estado.
Se puede citar como ejemplo el conflicto que estalló entre Perú y Ecuador en
1857.23

Las guerras civiles que estallaron a menudo en América Latina, crearon una
cantidad de problemas de Derecho Internacional, entre los cuales merecen una
atención particular aquellos ligados con:

1. El reconocimiento de beligerantes.
2. Los deberes y derechos de los Estados neutros.
3. La responsabilidad de los Estados por causa de esas guerras civiles.

Los dos primeros tipos de problemas aparecieron como resultado de la práctica


que introdujeron los revolucionarios o rebeldes de capturar buques de sus
respectivos países, los cuales eran declarados "piratas" por el gobierno establecido.
Como ejemplo podemos citar el caso de Huáscar.

El Huáscar era un crucero perteneciente a la Marina de Guerra peruana. Los


oficiales subalternos de ese buque sometieron a la obediencia a sus superiores y
lograron salir del puerto de Callao y dirigirse hacia el Sur.

El gobierno de Perú emitió un decreto en virtud del cual declaraba que el crucero
Huáscar no gozaba en lo adelante do la protección del pabellón nacional, y por
consiguiente podía ser legítimamente apresado por todo buque encargado de la
protección de los intereses de la nación.

En el caso fue la marina inglesa que apresó el buque, más luego, el Foreign Office
—Cancillería Inglesa— declaró que: "el deber de las autoridades navales inglesas
era observar una estricta neutralidad en los asuntos internos de dicha república".»

El caso Huáscar generó una nueva serie de problemas entre el gobierno inglés y el
gobierno peruano, debido a la declaración ya citada del gobierno inglés y los daños
causados por la marina inglesa durante el intento de captura del Huáscar.
En materia de responsabilidad generada por guerras civiles es que se refleja con
mayor claridad la política imperialista de los países de Europa y de los Estados
Unidos hacia los Estados latinos de América, los cuales imputaban responsabilidad
a estos últimos por los "daños" causados a sus nacionales a causa de perturbaciones
internas y de guerras civiles, y que, bajo ese pretexto, emprendieron numerosas
veces métodos de represalia y de intervenciones en esos países.

Como ejemplo típico podemos aquí mencionar la intervención francesa de 1862


en México, bajo el pretexto de apoyar allí una reclamación pecuniaria que ese país
latinoamericano tenía que satisfacer a uno de sus nacionales.
Los casos en que los países latinoamericanos fueron responsables por daños
causados a extranjeros durante guerras civiles son numerosos y la mayoría de estos
fueron resueltos por medio del arbitraje. Citaremos unos cuantos: Francia intervino
en Argentina a causa de daños ocasionados a sus nacionales; caso que fue sometido
al arbitraje en base al tratado del 29 de octubre de 1840.

Los Estados Unidos tuvieron una controversia con Nueva Granada por los daños
causados a ciudadanos norteamericanos como resultado de una sublevación en
Panamá; caso que también se sometió al arbitraje por la Convención del 10 de
septiembre del 1857. La controversia de Francia y Argentina por daños causados
a nacionales de este último país, debido a guerras civiles; sometido al arbitraje por
la Convención del 21 de agosto del 1958, etc.

Como resultado de la atracción de capital extranjero, surgieron en América Latina


una serie de problemas entre los cuales hay que mencionar especialmente los
relacionados con reclamaciones diplomáticas de las grandes potencias en favor de
sus nacionales. En estos casos, al igual que en los referidos en el párrafo anterior,
se puede percibir la política de los países imperialistas, tendentes a someter
económicamente a los países débilmente desarrollados de América.

En virtud de las constantes injusticias, ciertos países de América se vieron


obligados a incluir disposiciones en sus constituciones o en sus leyes, según las
cuales los extranjeros no podían recurrir a la vía diplomática para reclamar indem-
nizaciones u otras formas de pago de deudas.

El Art. 14 de la Constitución de Guatemala, así como el Art. 40 de la Constitución


de El Salvador, establecían que los nacionales, al igual que los extranjeros, no
podían reclamar indemnización al gobierno debido a daños o perjuicios que los
facciosos pudieran ocasionar a sus personas o a sus bienes.

Esa misma disposición la encontramos en el Artículo 185-2 de la Constitución


Haitiana. Los Arts. 14 Y 15 de la Constitución de Honduras, 13 y 14 de la
Constitución de Nicaragua establecían a la vez que los extranjeros no podían
presentar reclamaciones, ni exigir del Estado ninguna indemnización, si no era en
los mismos casos y en las mismas formas que los nacionales, que éstos podían
recurrir a la vía diplomática sólo cuando eran víctimas de denegación de justicia.
El Art. 10 de la Constitución de Venezuela establecía que los extranjeros podían
recurrir a la vía diplomática sólo cuando disposiciones contractuales así lo
autorizaban, y en los casos cuando lo admitían los principios del Derecho Inter-
nacional. Una disposición análoga la encontramos en el Decreto del gobierno de
Perú del 17 de abril del 1846.

A causa de las intervenciones diplomáticas y de las implicaciones de la misma,


surgió la llamada Doctrina Calvo, que más tarde se conoce como cláusula Calvo.
Disposición que fue insertada en los contratos celebrados por Estados latinoa-
mericanos con individuos o entidades privadas o extranjeras. Según esta cláusula,
las divergencias que surgieran entre las partes concernientes a la aplicación v a la
interpretación del contrato serían sometidas a los tribunales locales competentes y
no autorizaban el recurso a la protección diplomática.

Otra práctica de carácter típicamente americano que apareció en ese período a


causa de guerras civiles, es la del asilo en embajadas y consulados.
Como hemos podido observar, este período de la historia de las relaciones
interamericanas y de éstas con países europeos presenta numerosas
particularidades, engendra una serie de nuevos problemas de carácter típicamente
americano, se regulan problemas y se aplican prácticas de una manera diferente a
la hasta entonces aceptada, y aunque muchos de esos principios y problemas hayan
perdido actualidad, vale la pena reconocer la influencia que ellos ejercieron en el
perfeccionamiento y el desarrollo del Derecho Internacional.

D. Rasgos característicos generales de las relaciones de los Estados latinoamericanos


desde 1899 hasta nuestro* días

Tomamos esta fecha como límite, pues, es después de ese momento que finaliza la
política de aislamiento de América del Norte hacia las Repúblicas de América del
Sur; la política de las dos Américas llega a ser más íntima y comienza la etapa del
panamericanismo. Por otra parte, las relaciones de los países de América Latina
con Europa, se desarrollan aún más que durante los períodos precedentes, en
particular con Inglaterra y Alemania. Los Estados latinoamericanos toman parte,
al lado de los Estados europeos, en los más importantes congresos y conferencias
internacionales, dando a esos eventos, por su participación, un carácter más
general, mundial.25

Es en el transcurso de ese período que se pone fin a los principales conflictos


fronterizos entre los Estados de Europa y los de América Latina; es decir, en lo
que se refiere a las posesiones coloniales de los primeros. Podemos citar como
ejemplo, Los casos siguientes: el conflicto entre Venezuela e Inglaterra relativo a
la delimitación de la Guayana francesa; el conflicto entre Brasil y Holanda para la
delimitación de la Guayana Holandesa, etc. La mayoría de esos conflictos fueron
resueltos por la vía arbitral.

En cuanto a los problemas que surgieron entre los Estados Latinos entre sí, éstos
tienen su origen en las mismas causas que los del período precedente; es decir, las
guerras civiles que generan la cuestión del asilo en embajadas y consulados; los
litigios fronterizos, etc. Los conflictos principales son: entre Colombia y Costa
Rica, entre Brasil y Argentina, entre Chile y Argentina, entre Haití y República
Dominicana, entre Bolivia, Argentina y Chile, entre Bolivia, Brasil y Perú por el
territorio de Aire, entre Estados Unidos y México por cuestiones ligadas con el
desplazamiento de las aguas del Río Grande y Colorado, entre Honduras y
Nicaragua, entre Honduras y El Salvador, entre Guatemala y Honduras, entre
Costa Rica y Nicaragua.
Los mencionados últimos cinco conflictos, fueron resueltos por medio de
comisiones mixtas. Entre los conflictos que surgieron más tarde, el más importante
fue el conflicto entre Bolivia y Paraguay relativo a una parte del territorio del
Chaco y que condujo a la guerra del 1932-1935 entre esos dos países. En 1938 fue
firmado el Acuerdo de Paz y Amistad, en virtud del cual Paraguay recibió más de
dos terceras partes de dicho territorio.

Al igual que en el período precedente, aunque con menos frecuencia, las


reclamaciones diplomáticas dan motivo a que los países latinoamericanos apliquen
medidas tendentes a evitar los excesos de tales reclamaciones. Una atención parti-
cular merece la Convención sobre los Derechos de los Extranjeros, aprobada en la
Segunda Conferencia Panamericana de México del 1902. Los Arts. 1, 2 y 3
prevecn la igualdad jurídica de los nacionales y los extranjeros y prohíben a estos
últimos recurrir a la vía diplomática, excepto en los casos de denegación de
justicia.

Las reclamaciones diplomáticas y las guerras civiles dieron origen a las doctrinas
de carácter latinoamericano, algunas de las cuales analizaremos detalladamente en
otros capítulos. Nos referimos específicamente a las Doctrinas Drago y Tobar; la
primera fue formulada en ocasión de la acción coercitiva contra Venezuela en
1902, y cuyo propósito consistió en eliminar la intervención armada motivada por
el pago de la deuda externa.

La doctrina Tobar fue formulada con el propósito de impedir las guerras civiles,
negando el reconocimiento a los gobiernos nacidos de una "revolución".

Entre los problemas de Derecho Internacional surgidos en el Continente


Americano y que adquirieron rasgos particulares latinoamericanos, cuentan las
relaciones con ciertos aspectos del derecho del mar. En efecto, los países
latinoamericanos tomaron iniciativas que modificaron el régimen jurídico de ese
medio del mar. Los regímenes de la plataforma continental, de la zona económica
exclusiva responden a iniciativa latinoamericana.

He aquí las particularidades más sobresalientes presentadas en América Latina en


diversos períodos y las que han servido de mayor apoyo a los autores que
argumentan la defensa de un Derecho Internacional Americano.
La enumeración de esos rasgos característicos demuestran que el desarrollo de las
relaciones internacionales, y más concretamente, el derecho, en América Latina no
puede ser concebido, difundido o atacado si no se tiene en cuenta sus diferentes
etapas y que la experiencia que de éstas resultan, ha servido de enorme aporte al
Derecho Internacional, es decir, ha ejercido una gran influencia en ese dominio del
Derecho.

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