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‘Siempre he creido que tal di- versidad es un hecho inevitable y explicable. Si observamos de- tenidamente lo que sucede al hacer terapia familiar», nos en- contramos, al menos, con ses planos: * Elplano de la eoria una se- rie de principios derivados de los paradigmas tomados como refe- ‘encias para establecer modelos segiin las corrientes de pensa- miento que tienen algo que aportar a la idea de hombre, * Brolesor Titular Uoversidad Com Plutenso. Director de »Strpe- (Te Fapia Familia) ee personalidad, familia, interac- cidn, y todas aquellas que inci- den de una u otra manera en To que sera el esqueleto interno de una estructura sobre la que actuar terapéuticamente, ‘+ El plano de la prtica que toma diversas formas en fun: ign de los niveles sobre los que se interviene terapéuticamente. Pueden verse muchos modelos practicos seztin los problemas sobre los que se actiia, de modo que podemos encontrarnos con ‘modelos mas orientados hacia la prdctica clinica, la educativa, la intervencién social, asi como distintos subgrupos dentro de ‘cada unta de estas grandes cate- porias + Ei plano del estilo perso- ‘nal de cada terapeuia familiar. Este aspecto, evidente cada ver ‘que vemos intervenir a un tera peuta, se olvida muchas veces y es, sin embargo, fundamental cuando tratamos dé discernir por qué fulano acta asi y zuta- no lo hace de aquella otra ma- nera. Si estamos atentos, podre- mos ver que detras de ambos smodos de intervenir no hay di- ferencias esenciales en cuanto a Jo que apoya teéricamente la in- tervencién de uno y otro. Tal vex podamos llegar a concluir {que tampoco hay diferencia por cuanto se refiere al modelo prac- tico, ya que ambos actiian sobre el mismo nivel problematico y cen el mismo sector. Lo que los diferencia es su estilo, su pecu- liar modo de llevar a la realidad sobre la que interviene los mis mos principios teéricos y las mismas referencias practicas Estas reflexiones nos acerean aconsiderar sino hay unos mo- delos de los que se describen y {que to que sucede, en realidad, es que cada terapeuta tiene un «modo» de hacer 10 mismo. ‘Abi queda tal afirmacién para el debate y para la investigacién de los interesados en el tema. Desde tal planteamiento es desde el que deseo exponer algu: nos elementos que pueden cons. tituir el entramado en el que vengo desarrollando mi trabajo como terapeuta familiar desde 1965, aunque en pertodo tan di- Jatado puedan marcarse varias, fases de un mismo proceso que no es del caso y sobre el que me he detenido en otras ocasiones (Rios Gonzalez, 1990). Por todo ello no me atrevo ria excesiva osadia!— a ha- blar de «modelo». A lo sumo de «aportaciones» a un modelo ms 0 menos ecléctico en el que si se me apura a dar raz6n y cuenta casi sélo podré decir que es asi porque me encuentro c6- modo en é1y porque, en alguna medida, se me ha mostrado ‘como eficaz en bastantes ocasio- nies. No es poco a la hora de valorar resultados y relacionar esfuerz0s y consecuencias. ‘Veamos cuales son estos ele: ‘mentos gue pueden ser diferen- ciadores con otros aestilos» de hacer terapia familiar. 1. EL INICIO DE LAT. F. Coincidiendo y compartiendo ‘en la simple pero profunda idea pasa a ser contemplado, tanto por Ios integrantes del mis- ‘mo como por la demanda que hhacen a los terapeutas, como subsistema conyugab> donde empieza a verse de un modo mas claro que esahi, en la pareja, en el matrimonio, donde se oculta la raiz y la causa del manteni- miento de muchos sintomas que cconvierten en «paciente» a un miembro del S. F Provesualmente este es el mo- mento de pasar de una terapia familiar a una terapia de pare ja. Y, a partir de ese instante, el ‘epaiente» queda fuera del tra- tamiento, Tras operaciones de desvio, cuya utilizacion terapéu- tica depende del arte de los te rapeutas, son un instrumnento va. Jioso para conseguir tales fines. Este dato, corroborado por la propia experiencia, demuestra también que de no tener previs- tay concertada una sesién para los padres, muchos abandonan por «miedo» a entrar en lo que les afecta, ya sea como indivie duos, ya sea como unidad con- ‘yugal que es la matriz de no po cos compartamientos sintomi ticos encarnados en un miembto ajeno a los componentes del mia- trimonio. 3.2, La sesién com los hiijos/ hermanos Constituyen una herramienta insertada en lo que es la contem- placidn del subsistema fraternal. La importancia de la constela- vidn de hermanos, sus dinamis- ‘mos, la confluencia en ella de interacciones integradoras 0 amenazantes de la estabilidad de To que es la cohesién # nivel ho- rizontal, ¢s un punto que empe- zamos a tener muy en cuenta, toda vex que se nos muestra como iil para entrar en mode: los de comunicacién, apoyos y formacién de mecanismos de progreso que no siempre se han tenido en cuenta, La importan cia te6rica que encierra, asi como la serie de implicaciones {que supone por el orden en la fratria, la delegacién de papeles por atribuciones y las conclusio- nes de algunas investigaciones ‘en este terreno, constituyen lo ‘que he denominado «el encuen- tro perfective con los herma- nos» en mi obra sobre «Orien- tacién y Terapia Familiar» (1984), De tales planteamientos te6ricos, tratamos de sacar apli- caciones coneretas que aceleran i proceso de la T. F, en nues: tro modelo. 3.3. EL informe evolutive de TF Ciertos modos de romper con los moldes tradicionales de diagnéstico-prondstico- tratamiento que llevaban impli- cita Ia presentacién de un «in- forme» (oral o escrito) para el Sujeto atendido por el especia- lista, han llevado a descuidar en exceto su mantenimiento en los ‘modos de trabajar muchos tera- peutas familiares. En nuestro aso, ¥ tras el propio descuido al pasar de modelos més linea- les y de atencién «individual» que hemos mantenido durante los primeros aos de nuestro trabajo profesional, hemos vuel- to al «informe que denomina- mos «evolutivon del proceso. Con él, realizado en dos mo- ‘mentos del proceso: hacia la 5.* sesin y tras la aplicacién del Cucstionario de Control uD» ya citado y, en un segundo momen- toal final del proceso y una ver cerrado el caso, igualmente tras la aplicacién del Cuestionario de Control «F, Abarca cuatro partes bien di- ferenciadas: en la primera se realiza una evaluacién de la «evolucién y situacion» del sin- toma o sintomas que constituye- son el umotivo de consulta». Es Jun modo de dar a la familia nuestra vision del camino revo- rrido sobre lo que es el punte central de sus preocupaciones. En el segundo apartado se hace luna exposicién de los «aspectos positivos» que se han detectado en el funcionamiento del S. F. alo largo de las sesiones tenidas Constituye, por tanto, una ver- tiente optimista dela realidad de Ja familia que casi siempre acen- ‘sia la contemplacién de los pun- tos negras en que se debate y trata de crecer, La tetcera parte del informe estd destinada a se- falar, porque también hay que hacerlo, lo que lamamos «as- pectos limitantes de la dinémi- ca familiar». Son sefiales de alarma para que la familia vaya tomando conciencia de lo que puede ser tenido en cuenta para evitarlo, corregitlo, controlarlo, © eliminarlo a través de su tra- bajo y esfuerz0. Finalmente la Ultima parte se dedica a sefalar algunos puntos © aspectos que Ja familia debe tener en cuenta en caso de «recaidas», Entre ellos destacamos los nuevos me- ccanismos descubiertos por ellos durante las sesiones, las posibi- Tidades y éxitos experimentados, Jos apoyos ¥ alianzas descubier- tas en la interaccién personal de sus miembros..., (odo ello den- tro de lo que vengo denominan. do «la devolucién de la capac Sad terapéutica a la familia, Creo que una buena utiliza- cin de un informe con estas 0 parecidas caracteristicas se con: vierte en un apoyo para el tra ajo de los terapeutas que se prolonga mas alld de la interven- cin de los mismos en el seno de cada sesién o en el interior de todo el conjunto de sesiones ce- lebradas. El hecho de darlo por escrito es, al mismo tiempo, un procedimiento que les ayuda a tener mas concretas las mil su- gerencias hechas en las sesiones con el riesgo de que los puntos esenciales se pierdan por olvido © negligencia en su modo de actualizarlos. Pronto podremos ofrecer una revisién de tales in formes para introducir mejoras fn su estructura y utilizacién 3.4. EI control det proceso y efectos terapéuticos Aparte de lo ya seftalado acet- cca de 108 Cuestionarios «D» y 4B, intentamos —y acento la palabra— mantener controtes posteriores para evaluar la per~ ‘manencia de los resultados ob- tenidos o controlar las posibles secaidas en forma de nuevos sin- tomas 0 aparicién de nuevos pacientes» en el interior de la familia, Si no escamoteamos la verdad hay que decir sin miedos que estas evaluaciones, lamenta. blemente, constituyen hoy por hhoy una de las lagunas 0 «asig- naturas pendientes» de la tera- pia familiar. Hay muy poca co- laboraci6n por parte de las familias atendidas y hay que preguntarse si el «fracason de tales controles radica en los ins- ‘trumentos que utiizamos, la pe- reza por contestarlos, el deseo de abarcar a todos los miembros en la recogida de datos para el control o, tal vez, la actitud de las familias de no querer volver aasecordar un pasado que no fue alegre o saisfactorio. Tenemos datos de muchas de ias familias que hemos atendido, aunque ia ‘mayor parte de las veces por ca- minos indirectos a los que falta sistematizacion y rigor que ga- rantice una buena informacién sobre los datos que tenemos. Es por tales razones por las que ac- tualmente estamos esbozando un nuevo procedimiento de con- tol que garantice mejores resul- tados y mayor fabilidad. Nos consuela, no obstante, que este es un nucleo no resuelto por ‘otros equipos y profesionales En el punto 14 del Contrato se dice que «una vez terminada la T. F. nuestro equipo volvera a ‘ponerse en contacto con ustedes, de una manera cémoda al cabo de 6, 12 y 24 meses para evaluar la situaci6n posterior a la tera- pia realizadan, aftadiendo que «ade este modo, si hubiese nece- sidad, estaran atendidos por nuestra parte para cualquier duda o aclaracién.»» Para algu- nas familias el ultimo parrafo ha sido la puerta abierta para alzdn nuevo contacto en el que han ajustado aspectos que alin les preocupaban, 3.5. EL niimero de sesiones Mantenemos como criterio orientativo la realizacion de 8/10 sesiones segtin el modelo de la Escuela de Milin. En el unto 15 del Contrato se dice ‘que «si realizadas las 10 sesiones {que indican en el punto 6, la fa- milia 0 el equipo de “Stirpe ven Ia necesidad de tener algu- na sesién mas, podra plantear- se un nuevo Contrato en el que se determinen los. contenidos acordados entre todos, los ‘miembros a intervenir, el ritmo y fechas de la/s nueva/s se- sién/sesiones de la nueva fase, asi como los honorarios si fue- se el caso», teniendo en cuenta para ello los datos obtenidos en la aplicacién de los Cuestiona- rios de Control ya aludidos. So- lemos elegir los temas de estas nuevas sesiones entre aquellos que hayan quedado menos ela- borados 0 en los que hayan apa- recido como nuevos contenides a lo largo de la terapia, LA COTERAPIA Desde hace bastantes afios he- ‘mos optado por el trabajo en co- terapia. No es tarea facil ni con ello se resuelven todas las difi- cultades. Sin embargo, el poder de la familia obliga a ello. La formacién de la pareja terapéu. tica lleva afios y no siempre se logra y consolida, por miitiples razones que seria muy largo de ‘exponer agui. No obstante, se ‘muestra como un apoyo impor- tante para los terapeutas. En nuestro caso, por otra parte, la coterapia abarea al equipo que est tras el espejo porque todos sus miembros participan activa- mente en la planiticacié, reali- zacion y supervision del traba- jo de os terapeutas que estan en contacto directo con la familia Creo, tras algunos afios vivien- do la experiencia, que el secreto de su eficacia esta en la buena estructuracion de una metodo- Jogia que facilite la participacion de todos. Es algo que, por el ‘momento, ereemos haber logra- do para nuestros fines y de cu Yyos beneficios se han enriqueci do lox ya més de un largo centenar de profesionales que hhan pasado por nuestros progra- mas de Formacién en Terapia Familiar (1980 hasta el curso en marcha 1991-1992). La perma: nente actualizacién de cuanto implica una metodologia del gé- nero es la clave de su vigencia y cficacia, Y en ello siempre se puede mejorar 5. LOS MODELOS DE INTERVENCION No es necesario manifestar ‘que seguimos utilizando los mo- delos de intervencién ya consa- sgrados en la historia de la T. F. Sobre el eje de las «connota- ciones-redefiniciones-pres- cripciones» seguimos constru- yendo nuestros intentos de cambio sistémico en el trabajo habitual. Por ello habria poco {que decir aqui si no hubiésemos probado y, en cierto modo, si tematizado de alguna manera un ABRIL / 1992 Ei modelo de prescripcién al que vengo llamando «prescripcién indirecta». Unas palabras sobre ella. He descrito la «prescripcién indirecta» como aquella que no viene dictada exactamente a la familia en el proceso de una se- sién o al final de la misma como hacen algunos modelos de todos conocidos, contraponiéndola a la prescripcion clisica —direc- (a— que viene formulada de ‘manera paraddjica para provo- car un cambio mediante la im- posicién del no-cambio. (Rios Gonzalez, 1987 a). Se trata, por tanto, de dar a la familia una in- formacién que se convierte automaticamente en factor de cambio. No se manda nada, no se prescribe nada, solamente se Te dan ideas que van a actuar en Ja medida en que ellos las cap- ten y puedan incorporarlas a su acerbo de pautas y modelos de comportamiento.. Sobre las prescripeiones direc tas tienen una doble ventaja: por uun lado se respeta el «ritmo» de cada familia, ya que iran dedu- ciendo de ellas cuanto puedan ir asimilando. Lo que tantas veces repito a las familias acerca de «s6lo florece en primavera», de- bbemos tenerlo en cuenta nos- ‘otros mismos cuando intenta- ‘mos modificar algo en ellas, Respetar su ritmo, acomodar- ‘nos a sui progreso, es algo que va implicito en este tipo de in- tetvencién. Por otro lado es un modo de wdevolver a la familia su capacidad terapéutica», ya ue son ellos, sobre el material- informative dado, los que cons- truyen sus nuevos esquemas de conductas interactivas. Podrian ponerse ejemplos, pero quiero pensar que queda suficiente- ‘mente clara la conceptualizacién de lo que entiendo por «pres- cripeién indirectay. 6. EL MOMENTO. DE PRESCRIBIR Es muy conocido el modo de trabajar en el grupo de Milin. Un momento importante es el de Ja «pausa» en medio o final de la sesién para preparar a solas —fuera de la presencia del S. F.—la eineervencién final», Es evidente que su incorpora: ci6n al trabajo de los terapeutas hha ocasionado grandes ventajas y muy buenos resultados. No se trata, por tanto, de descalificar tal proceder. Unicamente SE TRATA DE hacer intervencio- nes en forma de prescripciones siempre gue se presente «un buen momento terapéatican, entendiendo por tal esa situa: cidn que, de no ser aprovecha- da tal vez n0 vuelva nunca mas. Por ello se prescribe cada vez ‘que se siente que ha llegado uno de estos momentos. No muchos, porque el principio de economi prescriptive creo que debe man- tenerse a toda costa. 1.0 impor- tante es saber si en ese instante cl terapeuta tiene 0 no poder so- bre la familia. Si percibe que lo tiene no ha de tener miedo a in tervenir. No hace falta esperar ala pausa o al final de la sesién, deliberar con el equipo o el otro rerapeuta si se trabaja en cote- rapia y, segiin io consensuado, impartir la prescripcién. Esta si- tuacién, evidentemente, es uaa de las que hace dificil la coordi- nacién de los terapeutas cuando se trabaja juntos. La recapitu lacién de 1o que hace el ott9, la integracién de lo que cada uno realiza y la no descalificacin de lo preserito por cualquiera de ellos son, entre otras, algunas formas de eludir dificultades. 7. LA TERAPIA DE PAREJA EN NUESTRO TRABAJO Aunque este epigrafe const tuye por sf mismo un tema sufi cientemente amplio para dedi- carle un trabajo exclusivo, no ‘quiero omitir algin comentario {que perfile algunas modalidades de como lo’ realizamos en «Stirpe>. <7. Instrumentos e evaluacién de la pareja Con idéntico proceso al des- crito en el punto I de este ar- ticulo, los instrumentos que utilizamos son el Cuestionario D.A.S. (Dyadic Adjustment Scale) de Spanier (1976), gracias ala gentileza del profesor A. Es- pina que fo viene utilizando de manera habitual mucho antes ‘que nosotros. Su ulilidad se nos muestra cada vez mas eficaz, ya que reune en si varias cualidades jimportantes: sencillez para con- testarlo, brevedad para su rea- lizacién y correccién, claridad de las subescalas que compren- ey valor practico para deter- minar algunos objetivos/metas de la posterior labor tera- péutica. Junto al mismo aplicamos los ‘Cuestionarios A-TP (antes dela ‘Terapia de Pareja) y S-TP (ac- titud sistémica ante la Terapia de Pareja), de estructura y fina- Sidades idémticas alos ya expues- tos A-TF y S-VF. Con caracter descriptivo mientras no elabora ‘mos tablas de resultados sobre cl material que vamos recogien- do, utilizamos e1 Cuestionario SF-82 para Parejas que es una parte del mas amplio de familia con idéntica denominacién. Con €Lrecogemos informacién acer- ca de «oma de decisiones», «ipo y nivel de comunicacién», «ipologia de pareja, «expre- sién afectivan, asexualidad: ini cio, satisfaccién, estabilidad y disfunciones, asi como «reas de poder» ejercicio por uno y otro cényuge en la eelacién ma- rita, 7.2, Estructura dindmiea ‘conyugal Esté resultando de gran util dad el esquema en torno al cual recogemos la informacién ten- dente a sistematizar toda la in- formacién que vamos recogien- do a través de las sesiones de Terapia de Pareja. Proxima- mente aparecerd en «Cuadernos de Terapia Familiar» un amy trabajo sobre los modelos de fi- cchas que sintetizan los aspectos que tenemos en cuenta, entre los ue podemos destacar aqui los relativos ala crisis y cisma con- ‘yugal, la emocidn expresada, los estilos afectivo, de apoyo, de- fensivo, de individualizacién de los cényuges, interactivo y de solucién de problemas, ademas de [a demarcacién de limites, mitos, red social de la pareja, roles, Sexualidad, estrés, tiempo libre y valores dominantes. 7.3. Tipologia de parejas y estilo con cada tipo A partir de una serie de tra- bajos publicados entre 1979 y 1981 tenemos unas referencias acerca de ciertos tipos de pare- jas que precisan un estilo tera- péutico peculiar en cuanto a ele- memos comunes a cualquier pareja y la programacion (no rigida ni inflexible) acerca de aspectos a abordar, dinamizar, controlar y eliminar a lo largo de la terapia. Me remito & los tra- bajos que forman el cuerpo te6- rico y prdctico de lo que puede encerrarse en este apartado. 7.4, La presencia de otros miembros del S. F. en la Terapia de Pareja Manteniendo el criterio de que «en las cosas de los mayo- res no deben meterse los peque- fos» (y el inverso también vale para evitar las dramaticas trian- gulaciones que asolan a tantas Familias), cuanéo iniciamos una terapia de pareja no incorpora- ‘mos a los hijas, al menos de ma- nera habitual y sistemética. Sin embargo, hemos podido com- probar la utilidad de tener lo que puede llamarse «intervencién fa- miliar» con la presencia de los hhijos que por su madurez y el grado de canocimiento que ten- gan de Is problematica de los padres, pueden aportar elemen- tos constructivos de cara al fu- turo de la pareja parental. No puede generalizarse cual es la ‘edad adecuada para discernir la toma de tal decision, pero tene- ‘mos experiencias de hijos ado- Jescentes que, con ciertas limita ciones en cuanto al manejo del contenido de los problemas de los padres, han constituido ut factor positivo de cara a las so- luciones arbitradas por los pa- dres. Los miedos que puedan tenerse en este tipo de interven= ciones son siempre «miedos de! terapeuta», ya que la realidad de las familias demuestra que con- ticnen un elemento saludable que no debe despreciarse. Este ramillete de reflexiones ‘no intentan ofrecer un modelo de terapia familias y de pareja. Son hitos de un quehacer que lena ya varios aftos. Aparte det valor «subjetivo» que puede te- ner, intenta ofrecer a otros tera peutas puntos de reflexién y desafio para el debate. De la contrastacién de lo que aqui se tna dicho, pueden surgir nuevos ‘enfoques para enriquecer lo que siempre serd un camino abierto: las aportaciones de cada cual a os modelos ya existentes. Es ‘una manera de no paralizarse Es un modo de hacer erecer ala misma terapia familiar. BIBLIOGRAFIA NAVARRO GONCORA, J. (1985) ‘Aportaciones en Terapia Fami- liar Sistémica», Revista de Psi- quiatria y Psicologia Humanis: 2 Rios Goxzavez, J. A. (1984): Orientacién y terapia familiar. Instituto de Ciencias del Hom: bre, Madrid 3 los Gonzavez, J. A. (1987 a) «Los nifos en las prescripciones indirectas en terapia familiar (Cuadernos de Terapia Familiar, 130-37. + Rios Gonzavez. J. A. (1987 DY: «2.* llamada elt nica ena Te rapia Familiar», Cuadernos de Terapia Familiar, 3, 37-46. 5 Rios GoNzALE2, M. (1990): «Veintiinco anos de “Stirpe". Separata de Cuadernos de Tera- pia Familiar, 13, Sanz Poss, R. (1987); «Apolo- ‘sladel ecleticismo: juntos pero ro revueltosy. Cuadernos de Te rapia Familiar, 4, 29-8 SELVIN-PALAZZOLI, M. (1974): Paradoja y contraparedoja. Pai- ‘46s, Barcelona (ed. espanola, 1988)

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