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E l resplan
resp dor intelectual
de 1as im ágenes
Estudios de emblemática
y literatura novohispana
C oordinación de H umanidades
Programa Editorial
José Pascual Buxó
Estudios de emblemática
y literatura novohispana
Prefacio
Octavio Castro López
jj
'X'
Primera edición: 2002
ISBN 968-36-7083-0
índice
V. El a rte d e la m e m o r ia en el P rim er o su eñ o
d e S o r J u a n a In és d e la C r u z
1. D e l P rim er o su eñ o y su s m o d e r n o s e x é g e t a s 445
2. D e la s te o r ía s c lá s ic a s d e l s u e ñ o y la
r e m in is c e n c ia 463
3. D e la m e m o r ia y lo s "lu g a r e s" r e t ó r ic o s iso
4. El P r im e r o sueño y su m o d e lo e m b le m á t ic o 498
O r i g e n d e lo s a r tíc u lo s in c lu id o s e n e s te v o lu m e n 295
...la b elleza consiste menos en la sim etría cjue en el esplendor
[ d iv in o ] c¡ue b rilla en esa sim etría, y es el esp len d or lo c/ue
debe amarse.
Plotino, Enéada vi
PREFACIO
LOS SÍM BO LO S
D E L O R B E N O VO H ISPAN O
*N o puedo omitir, desde luego, las excepciones de rigor: Lucas Alamán, Vicen
te Riva Palacio y Justo Sierra son tres ejemplos de ponderación y objetividad,
en lo que toca a la visión del virreinato.
1959. Me refiero a Arco y certamen de la poesía mexicana colo
nial (siglo XVII), publicado por la Universidad Veracruza-
na. Este hecho y el de haber participado en la revista Ideas
de M éxico, Í 9 5 3 - Í 9 5 6 , muestran cuáles son las preocupa
ciones de José Pascual Buxó desde sus mocedades. Sin el
temor de abultar las cosas, nuestro amigo y maestro con
vierte a México en el centro de su atención, con el amor y
la inteligencia que manifiestan los transterrados. (Invaria
blemente pienso en el ejemplo de José Gaos.) Ese libro
de José Pascual contiene un extenso y bien documentado
estudio sobre el tema, al par que la edición de dos docu
mentos: el Marte católico (1653) y la Breve relación de la plausi
ble pompa (1673). El primero es anónimo, en tanto que el
segundo lo escribe el bachiller Diego de Rivera con la
colaboración de Miguel de Perea Quintanilla. Ambos tex
tos expresan una de las constantes de la poesía colonial:
la literatura cumple con una función ancilar, se crea por
encargo y sirve a un propósito externo. Pero eso no le
resta valor. Responde por completo a las necesidades
comunicativas de su circunstancia y echa mano de los re
cursos expresivos vigentes en ese mundo complejo y
laberintoso. Tanto los emisores como los destinatarios
manejan y comprenden un universo de símbolos, asociados
a la cultura clásica, a la ideología dominante y a la glorifi
cación del poder, ya en su esfera secular, ya en la eclesiás
tica. Salvadas las incompatibilidades entre elementos tan
dispares, se cumple con el propósito que orienta esta em
presa la cual supone, por parte de los que intervienen en
ella, un gran esfuerzo de inteligencia, de elaboración y de
habilidad estética. Ya afirmaba Gracián, portavoz de la
época, que "el jugar a juego descubierto ni es de utilidad
O ctavio C astro López
iz
bien la enorme importancia del relevo. El sustituto llega
ba investido de los poderes reales y debía recibírsele con
los honores que exigía su dignidad. Su largo y lento tra
yecto de Veracruz a la capital era ocasión de numerosos
actos solemnes que le dispensaba el reino.
Como es de comprender, la entrada a la ciudad de Méxi
co era el acontecimiento de mayor solemnidad y brillantez.
Al reseñar, con el auxilio de los cronistas de la época, la
llegada y trayectoria de don Diego López de Pacheco,
decimoséptimo virrey, Pascual Buxó registra con algún de
talle la entrada a la ciudad de México. Habla del cortejo
que toma por la calle de la Catarina, para desembocar en
la Plaza de Santo Domingo. Ahí se vale de una cita de
Gutiérrez de Medina que aquí nos interesa particularmen
te: en ese sitio ya se había levantado una "real portada que
detenía el paso y la vista, con el primor de su pintura y la
agudeza de sus jeroglíficos y emblemas" (pp. 15-16. El subrayado
es nuestro). Probablemente en la época de la composición
de su remoto texto, José Pascual Buxó no sospechó que en
esa cita aparentemente trivial, estaba en embrión un as
pecto importante de su obra posterior. Precisamente el li
bro para el que escribo este prólogo, se integra con un
conjunto de ensayos sobre el universo simbólico de la cul
tura novohispana. El eje está en la emblemática. La mayoría
de los títulos no dejan lugar a dudas: "De la poesía emble
mática en la Nueva España", "Presencia de los emblemas
de Alciato en el arte y la literatura novohispanos del siglo
XV I", "Jeroglífica y emblemática: el estatuto semiótico de
la figuración",- "Francisco Cervantes de Salazar y Sor Juana
Inés de la Cruz: el arte emblemático en la Nueva España".
Los restantes, aunque abordan otros temas, no pierden de
vista las ideas centrales que gobiernan todo el libro.
Conviene ahora detenernos, bien que brevemente, en
el espinoso asunto que se desprende de la relación entre el
sujeto usuario, el lenguaje, el pensamiento y el mundo acer
ca del cual se habla, empleando precisamente el lengua
je. Los usuarios se comunican primordialmente con pala
bras; echan mano de los idiomas que hablan y escriben en
las diversas comunidades que hay en el mundo. En el co
mercio espiritual diario intervienen las palabras, el pen
samiento, las cosas y las necesidades comunicativas de
los hablantes de cada sociedad. ¿Qué puede detectarse en
un acto lingüístico a primera vista? La palabra o palabras
que genera el emisor — un acontecimiento físico que se
da en el tiempo, si la emisión es oral, y que eventualmente
se da en el espacio, si la palabra es una entidad escrita— .
Pues bien, tanto en un caso como en otro, aparece un sig
no. El hombre, como usuario del lenguaje, se vale de sig
nos. Tratemos de penetrar en su naturaleza. Ahí descubri
mos una nota distintiva: signo es aquello que está en lugar
de otra cosa. Hace las veces de su representante. La pala
bra poesía está en lugar de una actividad creadora que rea
lizan los hombres,- el término huracán representa un fenó
meno de la naturaleza. Nosotros, como usuarios del
español, podemos construir diferentes enunciados con poe
sía y huracán , dos signos que manejamos en diferentes si
tuaciones.
Ahora bien, para que hagamos un uso adecuado de ellos,
aplicamos ciertas reglas que están vigentes en la comuni
dad lingüística hispana. La conducta de los signos no es
azarosa. Precisamente el apego a esas reglas es otro as
pecto de su naturaleza. Lo que acabamos de decir, corres
ponde a una de las formas que adopta la relación entre el
lenguaje, el pensamiento, el mundo y el usuario, pero,
comprensiblemente no es la que domina ni se presenta de
manera tan sencilla. Tal relación adopta múltiples y com
plejas modalidades, de acuerdo con las necesidades del
usuario. Más aún: con frecuencia, el puente que se tiende
entre el usuario y el mundo, desborda los límites del len
guaje natural. Se monta en otros sistemas que crean las
culturas, las peculiaridades de una sociedad, el quehacer
intelectual de los hombres o sus tendencias estéticas. Tal
ocurre con un sistema como el de la emblemática en que
cooperan la imagen y el lenguaje natural. Se trata, desde
luego, de una situación simbólica compleja: ante todo, se
estimula el ojo, centro aquí de la experiencia. El ojo perci
be la imagen y lee los textos que la acompañan. Tratemos
de circunscribir el papel de la imagen: en principio puede
presentarse com o jeroglífico, etapa previa al emblema. Buxó
nos ofrece la delimitación conceptual pertinente: “el jero
glífico se reduce a una figura o secuencia arbitraria de figu
ras" (cfr. el ensayo "Jeroglífica y emblemática: el estatuto
semiótico de la figuración"). El jeroglífico se distingue,
pues, por quedarse en el plano de una mera figura,- no hay
texto que la auxilie o la explique. En cambio, el emblema
se enriquece con dos elementos lingüísticos: un mote y un
epigrama. Acudo nuevamente a la delimitación que esta
blece el autor: "un proceso semiótico de carácter sincrético
en el que se hallan necesariamente vinculados una imagen
visual, un mote o inscripción lacónica y sentenciosa y un
epigrama". (Ibídem )
Averigüemos ahora cómo es la relación entre el lengua
je, pensamiento, mundo y usuario, a propósito de los em
blemas. Ateniéndonos a lo que suscribe el maestro Pascual
Buxó, el mote y el epigrama pertenecen al lenguaje natural.
Son enunciados que se forman de acuerdo con las reglas de
que ya hemos hablado. Sus signos — las palabras— signifi
can como cualquier otro signo del español, del francés, del
italiano o del latín. Pero eso no basta: los enunciados en
este caso obedecen a ciertas prescripciones literarias en que
se dan la mano el gusto y el ingenio. Operan en un área
estética. Aquí se detecta ya la presencia del arte en el em
blema. Mote y epigrama no están sólo como apoyo de la
imagen. Atraen la atención sobre sí mismos y, a la vez, re
miten a aquélla. De seguro, cualquier enunciado trivial, aun
que aludiera al mismo asunto, no desempeñaría el mismo
papel. Según se desprende de la naturaleza del emblema, el
área de referencia es común a la imagen y al epigrama: las
cosas o el mundo aparecen figurativamente representados
en tal imagen y significados en el epigrama. La primera es
tablece el nexo con el mundo, valiéndose de los trazos, de
las formas y de los colores, en tanto que el segundo aprove
cha los dos aspectos semánticos que tienen las palabras: su
connotación y su denotación. El mote recoge alguna ense
ñanza moral ligada al asunto del emblema. Se desempeña
como otro auxiliar para la interpretación. Es, como bien lo
ve el ensayista, un indicador verbal del tópico discursivo
que subyace a las imágenes. Contribuye, incluso, a validar
la relación homológica.
El siglo XVII, se ha dicho a menudo, es el siglo de la
preeminencia de la razón. Los partidarios de la naturale
za racional del hombre ocupan el primer plano de la es
cena y exigen que cualquier otro rasgo del ser humano se
elimine o se pase por alto. En apariencia, no es el siglo de
la poesía sino de la prosa. Como que no se atiende a!
encanto de las palabras ni se deja margen para el misterio.
La inteligencia, mecánica y seca, lo penetra todo. En de
finitiva, no habría sitio para la poesía.
No hay tal; los hombres quedarían manifiestamente mu
tilados. Tendrían que renunciar a la espontaneidad y a la
frescura. Se verían obligados a ahogar los sentimientos. El
siglo XVII encuentra el camino para que convivan la razón
y la poesía. No son incompatibles. El barroco ofrece la
prueba: el arte es un producto de la inteligencia, pero no
están excluidas ni la imaginación ni la sensibilidad. Al con
trario, son el complemento justo del papel que juega el
intelecto. La visión de Diderot es exacta: "les choses sont
dites et représentées tout à la fois,- dans le même temps
que l'entendem ent les suisit, l'âm e en est émue,
l'imagination les voit et l'oreille les entend". (Citado por
Mario Praz, Imágenes del barroco. Estudios de emblemática, cap.
1, Ediciones Siruela, Madrid, 1989.) Diderot se refiere a la
ópera, una suerte de fusión de las artes que triunfa en el
siglo XVII; sin forzar las cosas, podría tomarse como una
nota distintiva de la época.
Esta urdimbre infinita de conceptos, de figuras, de
símbolos exige, ni quien lo dude, paciencia y laboriosi
dad. Por un lado, es imprescindible el manejo de los hu
manistas del Renacimiento, por el otro, se impone de
cuando en cuando la referencia a Platón o a Aristóteles.
Buxó nos acerca a ellos, cada vez que la exposición lo
requiere, sin abrumarnos. Y como espectador privilegia
do del arte, va de la poesía a la pintura, del dibujo a la
arquitectura. Él es nuestro guía insustituible en la visita
al Santuario de Atotonilco y al templo de San Luis
Tehuiloyocan, la Morada del Diablo. El primero es ejem
plo del celo religioso de San Felipe Neri, mecenas, in
térprete de la Biblia y verdugo de su cuerpo. El segundo
obedece al mismo celo religioso — el de fray Andrés de
Olmos— , autor de una dualidad curiosa.- la iglesia del
bien y la iglesia del mal. Lucifer, ¡qué duda cabe!, acau
dilla la del mal. Como le sobran artimañas logra reclu
tar, para su causa, a algunos disidentes y a varios nati
vos. En el interior del templo pueden contemplarse los
símbolos empleados en los ritos del culto a Satán. La
vida de sombras se mezcla con las tensiones sociales y el
desenfreno. Nada escapa a la mirada de José Pascual
Buxó: la extraña personalidad del cura, promotor del pro
grama iconográfico, el contenido de los símbolos y las
travesuras del diablo.
Cervantes de Salazar y Sor Juana son dos figuras de
primer orden en las letras de la Nueva España. El primero
por sus dones de humanista y la segunda, aparte de su
saber, por su espíritu creador. Uno y la otra sobresalen en
el arte emblemático de la Nueva España. Buxó justifica
con creces su apreciación de los dos escritores novohis-
panos.
Varias veces se ha ensayado el catálogo de las obras
fundamentales en la cultura de Occidente. Unos proponen
la lista, otros la enmiendan, algunos más la enriquecen.
Los Emblemas de Alciato, por varias razones de peso, me
recen figurar en el catálogo. Y hay que dejar constancia
de un hecho. El humanista boloñés tiene presencia entre
nosotros desde el siglo XVI. Pascual Buxó nos lo hace fa
miliar, sin alarde alguno. Como libro de cabecera, lo acom
paña cada vez que se introduce a un templo de la época,
que escudriña un texto o que habla del Túmulo en honor
de Carlos V. Alciato, inconfundible espíritu del Renaci
miento, contagia. Buxó no puede ocultarlo. Tal vez eso
influye en su trabajo sobre la poesía emblemática en la
Nueva España. La información y el gusto se conjugan con
la nota perspicaz,- y como para redondear esta experien
cia placentera, la prosa discurre fluida y tersa, en home
naje a los Emblemas.
1. El resplandor intelectual
de las imágenes
En sus ya dásicos Studies m Imagery (1964)' adujo Mario
Praz un pasaje de Schopenhauer en el que éste definía los
emblemas como "dibujos alegóricos sencillos acompañados
de un lema explicativo y destinados a enseñar de forma
intuitiva una verdad moral". El filósofo alemán considera
ba que el recurso a la alegoría era perfectamente acepta
ble y útil en poesía, en tanto que lo juzgaba completa
mente inadmisible en las artes plásticas. Dado que en la
alegoría poética — decía— "un dato se convierte siempre
en un concepto que trata de hacerse aprehensible intuitiva
mente a través de la imagen [...] se puede admitir que una
figura pintada acompañe o apoye la expresión" verbal, pero
en tal caso, dicha figura no oodría ser considerada como1*
! Paulo Jovio, Dialogo ielle imprese militari ed amorose. Rovillo, Lyon, 1534. La
traducción española de Alonso de UHoa fue impresa en Venecia en 1558, y
en 1562 en Lyon, con el añadido de las empresas de Gabriel Symeon. Cfr.
Giuseppina Ledda, Contributo allo studio della letteratura emblematica in Spagna (t 549-
Ì 6 1 3 ). Università di Pisa, 1970.
palabras llevarían su sentido "encubierto" con el fin de que
el lector aguzara su ingenio para interpretar adecuadamente
el significado resultante de la acción combinada del texto
y la imagen. Girolamo Ruscelli,4 no menos influyente que
su predecesor, exigía la absolu ta "convenienza o
communanza" de cada uno de los componentes del em
blema o la empresa, y distinguía con precisión las diferen
tes funciones que corresponde desempeñar al texto litera
rio: en el primer caso, las palabras deben atender a la cabal
"declaración de las figuras",- en el segundo, no sucede así,
puesto que las cosas figuradas en la empresa "han de decir
una parte de la intención del autor y las palabras otra parte". Pasan
do al terreno español, Sebastián de Covarrubias anotaba
en su Tesoro de la lengua castellana (1611) que
6 La opinión de haber sido Steyner quien introdujo por su cuenta las ilustra
ciones en los Emblemas de Alciato se habría originado en un pasaje de Lúea
Contile, Ra^iomtmaito... sopra la propicie) áette Imprcsc... Pavia, 1574, que traduzco
así: "Algunos dicen que dicho libro fue primeramente impreso sin las figuras,
pero después de algún tiempo, le fueron judiciosamente añadidas por el gran
jurisconsulto, más por belleza y buena vista que para la mejor comprensión
de aquella admirable poesía". Pero es el caso que nadie ha visto esa presunta
edición milanesa anterior a la de Steyner,- por otra parte, el mismo texto de
Contile parece haber inspirado las ideas de Schopenhauer y sus seguidores
acerca del carácter puramente ornamental de la res pida.
pintores, orfebres y fundidores puedan sacar de ahí esas
insignias que llamamos escudetes y ponemos en nuestros
sombreros''.7 Aunque el jurista bolones parecía estar inte
resado en hallarle a sus Emblemas algún provecho económi
co inmediato (ofrecer un corpus de imágenes significantes
útiles para la elaboración de aquellas empresas amorosas o
militares tan de moda entre los caballeros cortesanos) y
no sospechara entonces que su invención se convertiría
en un formidable instrumento didáctico-ideológico, que
da bien claro en la cita que los "asuntos" tomados de la
historia, la literatura o la realidad natural habían de os
tentar una imagen concreta en su libro, pues de lo contra
rio, pintores, orfebres y fundidores hubieran carecido del
modelo pictórico que Alciato les ofrecía, no tanto como
referencia genérica, sino como imagen singularmente ex
presiva.
No hay duda, por lo demás, de que una gran parte del
material figurativo en que se basan los Emblemas procede
de las imágenes de dioses y héroes que el mundo clásico
había ido fijando tanto en obras literarias8 como en pin
turas, estatuas, bajorrelieves y medallas, y esas imágenes
son parte constitutiva de los emblemas y no meras ilus
traciones añadidas por capricho o azar,- de manera, pues,
que cuando Steyner encargó los grabados de la edición
de 1531 no debe haber procedido de conformidad con un
capricho personal, sino atendiendo a darle a los Emblemas
la estructura icónico-verbal prevista por Alciato.
3i
3. La palabra y la imagen:
relación solidaria
n .
In Deo l^tandumj.
E M B L E M A l i l i .
7. Analogía y mitología
En su erudito estudio sobre la supervivencia en la Europa
medieval y renacentista de las imágenes de los dioses pa
ganos, Jean Seznec puntualizó el doble origen, pictórico
y literario, de las figuras difundidas por el Fulgentius
Metaforalis de Ridewall, el Albricus, la Gesta Romanorum o los
Ovidios moralizados. Pero frente a la expeditiva interpre
tación en clave cristiana, característica de esos tratados
medievales, la Genealogía Deorum de Boccaccio (concluida
hacia 1360 y publicada en París en 1511 )13 representó el
primer intento humanista de revisión crítica de las fuen
tes mitológicas, al grado de que debe ser reconocida como
el antecedente directo de una serie de obras verdadera
mente eruditas como las de Gyraldi, Valeriano, Natal
Conti, Cartari, etcétera. En la Edad Media — ha dicho
Erwin Panofsky— se mantuvieron separados "los temas clási
cos de los motivos clásicos" (esto es, las ideas respecto de las
imágenes a las que se confiaba su representación),- corres
pondió al Quattrocento la reintegración tanto arqueológica
como estructural de las imágenes clásicas y sus correspon
dientes contenidos intelectuales.
Los Emblemas de Alciato participan de esa actitud
renacentista hacia la Antigüedad grecorromana y en ellos
las imágenes de los dioses y héroes ocupan un destacado
lugar: Júpiter, Pan, Baco, Juno, Minerva, Neptuno, fdér-
cules, las Gracias, Prometeo, Icaro, Narciso, etcétera, com
parecen ante nosotros innumerables veces. El ojo — escri
bía Seznec— se complace contemplando esas figuras, a
veces encantadoras, "pero no olvidemos que cumplen una
función específica: o bien simbolizan un vicio o una vir
tud o bien traducen una verdad moral. Así, Fauno es la
lujuria,- Tántalo, la avaricia,- Belerofonte, la inteligencia y el
14Jean Seznec, L a survivance Jes dieux anticues Essai sur le rôle de la tradition mithologicjue
dans l'humanisme et dans l’art de la Renaissance. The Warburg Institute, Londres,
1940.
15 Cfr. E. H. Gombrich, Imágenes sim bólicas. Alianza Forma, Madrid, 1983.
ese poema parece haberse inspirado Alciato para la com
posición de su Emblema CXX1I ("In Occasionem") cuyo epi
grama describe una estatua de Lisipo de Sición sobre el
mismo asunto:
8. Jeroglíficos y emblemas
,9D. Andreae Alciati, D e verborum signijicatione libri (fuatuor. Lugduni, 1530. "Las
palabras tienen un sentido, las cosas reciben un sentido. Aunque algunas ve
ces, las cosas también son significantes, como los jeroglíficos de Horus y
Queremón, asunto sobre el cual también nosotros hemos compuesto un pe
queño libro en verso intitulado Emblemas".
L o s je r o g lífic o s d e H o r a p o lo so n , c o m o e s sa b id o , una
serie d e b re v ísim o s te x to s p riv ad o s d e to d a v irtu d lite ra
ria, a lo s q u e a n te c e d e un títu lo o le m a — Pureza, Impiedad,
Expiación, e tc é te ra — y a lo s q u e su c e d e u n a e x p lic a c ió n
d e la c o rre sp o n d e n c ia q u e e s n e c e sa rio e sta b le c e r e n tre el
o b je to alu d id o en el te x to exp licativ o — ¡fuego y agua, /pezl,
¡cuerno de vaca! — y el c o n c e p to q u e p o r m e d io d e tal im a
g e n sig n ific a b a n lo s a n tig u o s egipcios,- a s í p o r e je m p lo , el
títu lo d el je r o g lífic o 23 d e la se g u n d a p arte re za : "D e la
m anera en q u e lo s e g ip c io s sign ificab an una ob ra p o r reali
zar" y el te x to ex p licativ o d eclara qu e "U n a o re ja p in ta d a
sig n ifica q u e un h o m b re d e b e e sta r a te n to a h a c e r c u a l
q u ier c o sa ". A p a rtir d e la e d ic ió n ly o n e sa d e 1543, las
im á g e n e s c o rre sp o n d ie n te s a c a d a je r o g lífic o a p a re c ie ro n
en la p á g in a im p resa. L o s je ro g lífic o s d e H o r a p o lo rem i
tían ciertam en te al sistem a d e escritura faraón ica, p e ro tal
c o m o han p o d id o co m p ro b a r F ran cesco S b a rd o n e 20 y o tro s
e stu d io so s d e n u estro s días, la a u te n tic id a d d e su o rig e n
no g a ra n tiz a el e m p le o c a n ó n ic o del sistem a. M á s re c ie n
tem en te, C la u d e -F ra n ço is B runon 21 se h a o c u p a d o del tem a
y h a m o stra d o d e q u é m an era se llev ó a c a b o el c a m b io de
un c ó d ig o d e n o ta c ió n d e v a lo r e s fo n é tic o s q u e se v a le
de im ágen es m uy sim ples a las que se atribuye un v a lo r p u ra
m en te fu n cio n al, a un siste m a de c o rre sp o n d e n c ia s sim -
20Hori Apollonis, H ieroÿ ly p h ica. Saggio introduttivo, edizione critica del testo
e commento di Francesco Sbardone. Luigi Loffredo, Napoli, 1940. En su
famoso Précis du Systèm e hiéroglyphique des anciens Egyptiens, declaraba Champollion
que "la mayor parte de las imágenes simbólicas indicadas en el primer libro
de Horapolo y en la parte del segundo que parece ser la más auténtica, se
encuentran en los tableros esculpidos o pintados, sobre los muros de templos
y de palacios..." de los antiguos egipcios.
21 Claude-François Brunon, “Signe, figure, langage: les H ié r o g ly p h ic a
d'Horapollon" en Société Française des Seiziémistes, LEmblème a la R en aissan ce ,
C. D. U. y SEDES, Paris, 1982.
bélicas ajeno — en principio— a la genuina escritura
jeroglífica. Para comprobar lo anterior, atendamos al jero
glífico 17 del segundo libro de Horapolo,- allí se da como
equivalente de la noción de "trabajo" el cuerno de un ani
mal bovino con cuya representación se sustituye el primer
componente de la palabra ivpwt que significa precisamen
te "trabajo por realizar"; de igual manera el jeroglífico 47
del libro primero indica que para "denotare! oído' los egip
cios representaban una oreja de vaca", lo cual es verdad
pero sólo en cuanto que la imagen de la "oreja de vaca" es
parte del significante jeroglífico de la noción verbalizable
como "escuchar": sdm.
Con todo esto, parecerá evidente que Horapolo dio
una interpretación simbólica a las imágenes o figuras que
en el sistema jeroglífico egipcio servían a la representa
ción de los componentes fónicos de los signos verbales y
no a la totalidad del referente figurado, con lo cual se abrió
para los humanistas de fe neoplatónica uno de los cami
nos que, a poco andar, contribuiría a la invención del emble
ma triplex, por cuanto que la prestigiosa vetustez del texto
de Horapolo concedía a las imágenes la capacidad de sig
nificar ciertas nociones de manera directa y total.
Influida también por Horapolo, la Hipnerotomachia Poli-
phili (Venecia, 1499) de Francesco Colonna22 contiene
abundantes ejemplos de la tendencia a interpretar simbó
licamente la antigua escritura jeroglífica. Así, algunos de
los jeroglíficos inventados por Colonna se constituyen
como un conjunto de imágenes yuxtapuestas cada una de
las cuales se corresponde con un sintagma verbal que, a
: ' Puede consultarse: Charles S. Peirce, Ecrits sur le sit)ne. Aux Editions de Seuil,
Parts, 1978.
co y los significados o contenidos a los que convencional
mente se asocia.24
Por principio de cosas, el icono o imagen gráfica del
animal que llamamos delfín será siempre un "delfín" — esto
es, se fundará en la participación de las cualidades que
todos suponemos perceptibles en el delfín real^— y no,
pongamos por caso, en un "ancla",- los significantes lin
güísticos con que designamos los contenidos "delfín" o
"ancla" podrían ser cambiados por otros — como ocurre,
efectivamente, en las traducciones de una a otra lengua—
sin aparentes consecuencias, pues poco importarían los
cambios introducidos en el significante o "imagen acústi
ca" de una palabra si éste continuara manteniendo la mis
ma relación solidaria con la "imagen conceptual" o signifi
cado correspondiente. Dicho de otra manera, la palabra
se estructura en dos planos: el de la expresión perceptible
y el del contenido cognoscible. Como ya dijimos, las uni
dades ¡cónicas no se estructuran en dos planos separables:
la imagen que contemplamos es, a un tiempo, expresión y
contenido, significante y significado, unidos, inseparables.
Así pues, cuando intentáramos trasladar los signos de una
lengua a los de un sistema ¡cónico, sólo lograríamos esta
blecer una dudosa correspondencia entre el contenido
semántico propio de determinadas palabras o enunciados
y ese mismo contenido reinterpretado por un texto ¡cónico,
24 En efecto, decía Saussure que "el lazo que une el significante al significado
es arbitrario [...] La palabra arbitrario necesita también una observación. No
debe dar idea de que el significante depende de la libre elección del hablante
—ya veremos luego que no está en manos del individuo cambiar nada en un
signo una vez establecido por un grupo lingüístico— , queremos decir que es
inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guar
da en realidad ningún lazo natural". Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística
general. Traducción de Amado Alonso, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945.
F. Colonna, Hipnerotomachia
37 Sera litil la consulta de: Guy de Terverant, Attributs et Symboles dans l'art profa
ne. Librairie E. Droz, Ginebra, 1958.
c a rg o la m an ife sta c ió n d e un c o n te n id o cultural e q u ip a ra
b le. El c o m p o n e n te ¡c ó n ic o d el te x to e x ig e la id e n tific a
ció n d e su s im ág e n e s, e sto es, d e lo s ra sg o s ic o n o g rá fic o s
q u e les h an sid o a sig n a d o s tra d icio n a lm e n te y, en c o n s e
c u e n cia , la re m e m o ra c ió n d e to d o s a q u e llo s te x to s c u ltu
rales en q u e se h a g a n e x p líc ita s las h o m o lo g ía s in stau rad as
en tre las a c c io n e s y lo s a trib u to s d e lo s d io se s, p o r un a
p arte, y p o r las c o n sta n te s del c o m p o rta m ie n to m oral del
h om b re, p o r otra. P ara el le cto r a v isad o será fácil d escu b rir
lo s d o s n iveles se m á n tic o s p ro p io s d e e se te x to ic o n o g r á
fico: el relativ o al d isc u rso m ito ló g ic o c a n ó n ic o y el qu e
p e rte n e c e a u n a d e su s a c tu a liz a c io n e s a le g ó ric a s c o n c r e
tas. El m o te in scrito en el p ro p io e sp a c io d e la re p re se n ta
c ió n ¡c ó n ic a c u m p le u n a d o b le fu n ción : es un in d ic a d o r
v erb al d el tó p ic o d iscu rsiv o su b y a c e n te en la s im á g e n e s y,
ad em ás, u n a in d ic a c ió n d el se n tid o en q u e d e b e rá r e c o n o
c e rse la v a lid e z d e la relació n h o m o ló g ic a allí su ste n ta d a .
E sta b a en lo c ie rto G io v a n n i P o z z i28 c u a n d o afirm a b a
q u e é sta y o tras tab lilla s se m e ja n te s d e la Hipnerotomacbia
Poliphili "so n casi e m b le m a s in nuce"¡ si n o lleg a n a se r e m
b le m a s fo rm ales, p o r lo m e n o s la relació n q u e en ello s se
e sta b le c e en tre la figu ra y la e x p re sió n lin g ü ístic a (b a jo la
form a d e un lem a o títu lo ) n o d ifie re m u ch o d e lo q u e
se rá el e m b le m a en A lc ia to y su s n u m e ro sísim o s s e g u id o
res. P ero aun así, ¿cuál es la d ife re n cia p ro fu n d a en tre lo s
ico n o s p se u d o je ro g lífic o s y estas o tras im ágen es d e los pro-
to e m b le m a s d e C o lo n n a ? L o s p rim e ro s fra g m e n ta n lo s
c o n te n id o s se m á n tic o s a los q u e s e q u iere d a r expresión,-
en ta n to q u e p reten d en se r la tra n scrip c ió n d e un te x to
v erb al ad boc, lo s sig n o s c rip to g r á fic o s resu ltan in a d e c u a
28Cfr. Giovanni Pozzi, "Les hiéroglyphes de 1'H ypw rotom acbiaPolipbilt', loe. cit.
dos para el cumplimiento de las funciones propias de los
signos lingüísticos,- son, pues, como ya se advirtió, un caso
frustrado de engendramiento de un sistema ¡cónico por
parte de una única manifestación discursiva de un sistema
verbal.
Las imágenes de los protoemblemas se disponen, en
cambio, de conformidad con su naturaleza espacial y exi
gen una percepción simultánea de todos los elementos
del conjunto, por más que deba asignárseles un orden es
pecífico en los recorridos visuales y exegéticos a que se
someta posteriormente la totalidad gráfica. No son, como
los pseudojeroglíficos, la transcripción problemática de
un texto verbal único, sino la actualización de un discurso
cultural reconocible y reformulable por cada uno de los
destinatarios idóneos,- en otras palabras, se trata de una de
las variantes posibles de un paradigma cultural por cuyo
medio se configura un espacio de relaciones homológicas
entre el hombre y los dioses, a saber; la ejemplaridad moral
de las fábulas mitológicas.
Iufta v ltio .
EMBLEMA CLXXIII.
DE LA POESÍA
EMBLEMÁTICA
EN LA NUEVA ESPAÑA
IOI
sen — a la v ista y al e n te n d im ie n to — las v ic to ria s m ilita
res y las virtu d es cristian as del d ifu n to em p era d o r. A sí lo
d e c la ra b a "al p ru d en te lecto r" A lo n so d e Z o rita , o id o r de
la A u d ien cia Real:
3 Cfr. Irving A Leonard, Los libros del conquistador. Fondo de Cultura Económica,
México-Buenos Aires, 1953.
a un escorpión, réplica indudable del Emblema 172: "Ivsta
vltio", que el Maestro Diego López interpretaba así:
4 Diego López, Declaración magistral sobre los emblemas Je Alciato. Nájera, 1615.
5 Un libro indirectamente precursor es el de Francisco de la Maza, La mitología
clásica en el arte colonial de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM ,
México, 1968, en el que pasa revista a todos los arcos y piras novohispanos
con el fin de documentar la conspicua presencia de la mitología clásica en la
pintura y la poesía colonial, sin embargo, no hace la más leve alusión al arte
del emblema ni a Alciato. H ay que encarecer la labor pionera de Santiago
Sebastián en sus numerosos estudios sobre la emblemática en la América
española, en particular, su trabajo acerca de "El empleo y actualización de los
modelos europeos en México y América Latina o La emblemática en Méxi
co", en Simpatías y diferencias. Relaciones del arte mexicano con el de América Latina.
X Coloquio Internacional de Historia del Arte, Instituto de Investigaciones
Estéticas, UNAM, México, 1988. Entre noviembre de 1994 y febrero de
1995, el Museo Nacional de Arte auspició una exposición de la pintura em
blemática en la Nueva España, bajo el título de Juegos de ingenio y agudeza,
México, 1994, el catálogo de dicha exposición reúne un conjunto muy apre
ciable de ensayos de diversos autores que, en su conjunto, ofrecen el mejor
panorama histórico y crítico publicado hasta hoy.
em in en te y m a lo g ra d o e stu d io so d e la literatu ra n e o la ti
na— p u b lic ó un artícu lo , "El g é n e ro e m b le m á tic o en la
N u e v a E sp a ñ a ",6 en el q u e d a b a cu e n ta d e la fortu n a c o n
qu e co rrió la in v en ció n d e A lc ia to a lo la rg o d e lo s tres
s i g l o s c o l o n i a l e s y e n e l c u a l, d e c o n f o r m i d a d c o n
G iu se p p in a L e d d a , re sa lta b a su a le jam ie n to d e lo s m o d e
los c o rte sa n o s q u e c ara c te riz a ro n el g é n e ro en Italia y en
F ran cia y su h isp á n ic a d isp o sic ió n c o m o v e h ícu lo d e la
id e o lo g ía c o n tra rre fo rm ista , e x a lta d o ra d el se n tim ie n to
del desengaño y p ro m o to ra d e las p rá c tic a s d e m e d ita c ió n
a sc é tic o -m ístic a s.7 En o p in ió n d e O s o r io , "p o r e ste se n ti
d o p r o p a g a n d ístic o , lo s lib ro s d e e m b le m a s n o v o h isp a -
n o s generalmente p ro v ien en d e a rc o s triu n fales y d e tú m u lo s
y ex eq u ias" o , d ic h o d e o tra m an era, q u e en la N u e v a E s
pañ a, la literatu ra p ro p ia m e n te e m b lem ática, e sto e s, a q u e
lla qu e u tiliza el emblema triplex c o m o v e h ícu lo d e e x p r e
sió n , se h alla c a si c o n e x c lu siv id a d en e se tip o d e e fím e ro s
m o n u m e n to s a rq u ite c tó n ic o s q u e so lía n d a r o rig e n a una
relació n p o rm e n o riz a d a d e lo s fe ste jo s p ú b lic o s o las c e
re m o n ias lu ctu o sa s del c a so , d e sc rib ie n d o c o n r e g o d e o la
tra z a y lo s ó rd e n e s a rq u ite c tó n ic o s del e d ific io y d a n d o
cu e n ta d e la s fu en tes h istó rica s y m ito ló g ic a s, a sí c o m o
d e lo s a rg u m e n to s q u e sirv iero n d e in g e n io so su ste n to a
su s re sp e c tiv o s p ro g ra m a s sim b ó lico s. E n e fe c to , si a ñ a
d im o s las p a le stra s literarias y las m áscaras y c a rro s triu n
fales, fe ste jo s en lo s q u e tam b ién so lía e c h a rse m a n o d e la
eru d ició n c lá sic a y del sig n o em b le m á tic o , en M é x ic o n o
8 Triumpho P arthenico <\ue en G lorias de M a ría Santísim a inm aculadam ente concebida,
celebró el D octor don Ju a n de N arv á ez [ ...] Descríbelo D . Carlos de Sigüenza y G óngora [ .. .]
En M éxico. P o r Ju a n de R ibera. fX í> D C . LXXX. III.
dor, que mantiene su pureza virginal frente a las asechan
zas del maligno, y todo ello a partir de una sibilina inter
pretación de los versos 71 a 98 del libro tercero de la
Eneida-, "Sacra matri colitur..." De ese modo, pues, Sigüenza
y Góngora propone la conversión de la fábula virgiliana
— sujeta hasta entonces, como dice, "a la tiranía de los
gentiles"— en los términos de la "segura" verdad cristia
na. El certamen primero pedía, entre otros metros, "un
romance de doce coplas de asonante U. O." en que se
describirá la alteración del mar y de los "enfurecidos vien
tos combatiendo a Délos, y aplicándola al asunto",- de suer
te que los poetas concursantes habían de representar en
las primeras coplas o estrofas de su composición la furia
de una tormenta y, en las últimas, darle a la imagen ante
riormente descrita la interpretación adecuada a la alego
ría mariana. No de otra manera se procede en la compo
sición del emblema: la pictura se convierte en res sitjnificans o
imagen significante gracias a la orientación semántica del
mote y a la exégesis doctrinal del epigrama. Así practica
ba la ekphrasis, esto es, la descripción literaria de la pictura
propuesta, el bachiller Francisco Arias de Maldonado, que
aprovechaba, de paso, la ocasión para rendirle homenaje
al admirado don Luis de Góngora, evocando algunos de sus
versos:
Soberbiamente inconstante
y rotamente sañudo
descarga de vidrio azotes
sobre la espalda de un mundo.
iio
genes con las palabras. Pero no habiendo ahora tiempo
para extendernos en la ejemplificación y comentario de
cada uno de los casos mencionados, nos conformaremos
con atender algunos de los más singulares, esto es, aquel
tipo de poemas líricos que, por no formar parte de un
programa alegórico expresamente ideado para la celebra
ción de entradas, exequias o dogmas religiosos, puede
haberse pasado por alto su carácter intrínsecamente em
blemático.
1577 fue un año admirable para la cultura humanística
novohispana, no sólo se publicaron el Emblematum libellus y el
P. Ovidii Nasonis tam de Trístíbus cfuam de Ponto por el mismo
Antonio Ricardo, también un amanuense anónimo inició la
ordenación y copia de un vasto repertorio de poemas suel
tos a cuyo conjunto dio por título el de Flores de baria poesía.9
La compilación incluye trescientas sesenta composicio
nes líricas de un buen número de poetas peninsulares (en
particular sevillanos como Femando de Herrera, Gutierre
de Cetina y Juan de la Cueva), así como de algunos crio
llos de la Nueva España: Francisco de Terrazas, Carlos de
Sámano y Martín Cortés, hijo del conquistador. Figuran
también un soneto y una estancia (las numeradas como
287 y 288) atribuidas a un tal "Lagareo", que parece ser
una mala transcripción del apellido Lagarto,- de ser ése el
caso, se trataría de aquel "ínclito" miniaturista que — se
gún el testimonio de Bermúdez de Castro en su Theatro
anijelopolitano — fue traído de España por Diego Osorio
Romano, obispo de Puebla, para que se encargara de "la
fábrica de los libros con que se gobierna el coro para los
3Los subrayados son nuestros. El Dr. José Quiñones sostiene que Cervantes
de Salazar no escribió un solo epigrama del T ú m u lo ¡ basa su aserto en el he
cho de que nuestro Horado amigo Humberto Maldonado, en indagaciones
llevadas a cabo en el Archivo General de la Nación, pudo haber identificado
a los autores de los versos castellanos, aunque no dio noticia pública de ello,-
por lo que toca a los versos latinos, "los escribieron los intelectuales más
sobresalientes de la ciudad de México". Quiñones no pudo aportar pruebas
documentales, pero arguye en pro de su opinión el hecho de que no se co
nozcan otros versos de nuestro profesor de gramática y retórica en la inci
piente Universidad mexicana, quizá desdeñando el hecho de que un maestro
de retórica no podía evadir en sus cursos la enseñanza y práctica de la versi
ficación, así en latín como en castellano Esperemos, pues, la publicación de
los papeles inéditos de Humberto Maldonado para zanjar la cuestión que, en
ningún caso, afectaría la estructura icónico-literaria del Túm ulo aquí descri
ta. Cfr. José Quiñones Melgoza, "El Túm ulo imperial de la g ra n ciu dad de México-.
propuestas para una edición actual", en José Pascual Buxó (editor), La cultura
literaria en la América virreinal. Concurrencias y diferencias. Seminario de Cultura Lite
raria Novohispana, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM, 1996,
pp 401 y ss.
em p resa s o e m b le m a s , hecha de conformidad con el modelo
renacentista de tales textos pictórico-conceptuales? En
efecto, la estructura de esos aparatos semióticos que lla
mamos em p resa y em b lem a es muy semejante,- los diferencia
formalmente el hecho de que el primero sea de naturale
za dual: consta de un mote (lema o ¡n s c r ip tio ) y una figura
(res s itjn ific a n s ) , o si se prefiere decirlo con la metáfora an
tropológica entonces en boga, de un a lm a conceptual y
un c u er p o sensible, esto es, perceptible por la vista. Por su
parte, el em b lem a tr ip le x supone la concurrencia de una p ic tu r a
o imagen impresa en la página o pintada en los lienzos
adosados a algún espacio arquitectónico, con un lacóni
co texto que la encabeza (el mote) y otro texto de mayor
extensión que se suscribe a la imagen, esto es, la d e c la r a t io ,
epigrama o comentario exegético y doctrinal. Cervantes
de Salazar dio el nombre de "letras” a los motes que con
tribuyen a situar la figura o "cuerpo" de la empresa o del
emblema en un preciso ámbito semántico relativo a los
contenidos morales o políticos del programa alegórico
del T ú m u lo , y llama "inscripciones" a los textos en prosa o
verso — o en una combinación de ambos— que le sirven
para aplicar a una circunstancia expresa el significado o
contenido conceptual de la imagen correspondiente,- ta
les "inscripciones" desempeñan en el T ú m u lo la misma fun
ción que corresponde a los epigramas en el E m b le m a tu m
líb e r de Alciato.
Hablando en términos generales, es función de las "le
tras" y demás textos suscritos la cabal "declaración de las
figuras", en tanto que las imágenes han de tener "hermosa
vista", como precisamente recomendaba el erudito Paulo
Jovio en su influyente D ia llo t jo d elle im p rese m ilita r i ed a m o r o s e
(1534), que seguramente conoció nuestro autor, ya fuese
en su edición príncipe, ya en la traducción española de
Alonso de Ulloa publicada varias veces a partir de 1558
en Venecia y Lyon. Por lo que hace a las figuras o imáge
nes significantes, conviene aclarar que Alciato no se limi
tó a tomarlas de los Hierotjlyphica de Horapolo, como po
dría equivocadamente suponerse por la mención que hizo
de ese libro como antecedente de sus propios Emblemas, de
hecho, la mayoría de las "historias y figuras" de Alciato
provienen de la tradición clásica, ya sea literaria, filosófi
ca, histórica o plástica. Pero, gracias a su particular densi
dad alegórica, son las figuras mitológicas las que dieron
origen a un mayor número de emblemas: Júpiter, Pan, Baco,
Juno, Minerva, Neptuno, Hércules, las Gracias, Prometeo,
¡caro, Narciso... comparecen ante nosotros una o más ve
ces en la medida en que simbolizan vicios o virtudes tan
propias de los dioses como de los mortales. Y es que en el
sistema de Alciato ya no se trata — como en Queremón u
Horapolo— de descubrir el significado esotérico de aque
llos animales o plantas que, según la tradición hierática de
los sacerdotes del antiguo Egipto, eran representaciones
de los dioses por medio de sus atributos simbólicos, sino de
exponer en la brevedad compendiosa del emblema todo
el universo intelectual de la Antigüedad clásica renovada
por el espíritu humanista.
Contrariamente al jeroglífico y la empresa, cuya se
creta intención significativa — teológica, política o amo
rosa— los convierte en enigmas para quienes descono
cen las claves apropiadas, el emblema tiene el carácter de
una cápsula semántica en cuyas semillas ha de poderse
encontrar la riqueza y la magnitud de los saberes acumu
lados en muchos libros, esto es, en muchos mitos y en
muchas obras de la filosofía y la poesía. En oposición a la
empresa — mensaje cifrado del destinador para un desti
natario único y avisado— , el emblema tiene un carácter
público y didáctico,- su brevedad no oculta, sino que com
prime,- como el a l e f borgesiano es manifestación simultánea
de todas las cambiantes facetas de un universo cultural que
desea transmitirse en toda su cambiante complejidad para
luego ser apurado en la meditación silenciosa, en el dis
curso explícito o en la ceremonia pública.4
Sin embargo, hay que reconocer en la obra de Cer
vantes de Salazar una significativa indecisión — o, quizá
sería mejor decir, un involuntario eclecticismo— entre las
figuras emblemáticas de la mitología clásica y las prove
nientes de la imaginería cristiana medieval; así, por ejem
plo, la Memoria, de evidente carácter humanista, pintada
como una "mujer coronada con corona de laureles [...] la
ropa llena de caracteres griegos, latinos, hebreos y caldeos",
alterna con numerosas "figuras de Muertes de bulto que
había sobre los frontispicios mayores", de indudable raíz
gótica. Estas mezclas o disparidades, no sólo iconográficas,
sino propiamente ideológicas, constituyen un clarísimo
indicio de la postura intelectual de Cervantes de Salazar
y, claro es, de la mayor parte de sus contemporáneos le
trados: atraídos por las seductoras imágenes del mundo
clásico renaciente, no pueden liberarse de golpe de sus
ataduras con la imaginería cristiana medieval. El fenóme
no es bien conocido por los historiadores de la cultura:
resulta imposible trazar una neta línea divisoria entre Edad
Media y Renacimiento — de hecho, entre cualquier pe-
[-]
6"Los dioses y los espíritus que el artista [escultor, pintor] representa no son
exactamente los mismos que aquellos de los que el poeta se sirve. En el caso
del artista se trata de abstracciones personificadas que, para que se las pueda
reconocer, necesitan conservar de un modo estable los mismos atributos. En
el poeta, en cambio, son seres reales que actúan y que, por encima de su
carácter general, poseen otras cualidades y sentimientos que, según las cir
cunstancias, pueden destacar sobre aquél”. Cito por: C. E. Lessing, Laocoonte.
Introducción y traducción de Eustaquio Barjau, Editorial Tecnos, Barcelona,
1990.
c u y o s n o m b re s c o n te n ía n a lg u n o s so n id o s se m e ja n te s a
lo s d e la p a lab ra c o rre sp o n d ie n te a la n o ció n q u e s e q u e ría
e v o ca r— c o n c e d ió un v a lo r sim b ó lico cu asi ab so lu to a c ie r
ta s im á g e n e s p ro v e n ie n te s d e l m u n d o n atu ral, c o m o el
h alc ó n p ara sig n ific a r "d io s" o “alm a", la se rp ie n te q u e se
m u erde la c o la p a ra re p re se n ta r el "u niverso" o la "e te rn i
dad",- el le ó n p ara d e n o ta r el "co ra je " o la "v ig ilan cia”, e t
c é te r a . El p r e s t ig io a lc a n z a d o p o r lo s je r o g l í f ic o s d e
H o r a p o lo e n tre lo s h u m an istas, s e h a llab a su ste n ta d o sin
d u d a en la o p in ió n d e P lo tin o , q u ien c o n c e d ió a e sta c la
se d e s ig n o s u n o r ig e n p r o p ia m e n t e d iv in o . M a r s ilio
F icin o, tra d u c to r y c o m e n ta rista d e P lo tin o y g ran p r o p a
g a d o r d e las id e a s d e la filo so fía h erm ética, q u e él c o n s i
d e rab a c o m o lo s re sto s v iv ie n te s d e un a te o lo g ía p rístin a,
a se g u ra b a q u e
7Cfr. Athanasius Kircher. Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal. Texto
de Ignacio Gómez de Liaño, Ediciones Siruela, Madrid, 1985.
juzgasen que la D eidad siendo infinita, pudiera estrechar
se a la figura y término de cuantidad limitada,- sino porque
com o eran co sas que carecían de toda forma visible y,
por consiguiente, im posibles de mostrarse a los o jo s de
los hom bres [...] fue necesario buscarles jeroglíficos que
por similitud, ya que no por perfecta imagen, las repre
sentasen.8
D e e n tra d a n ie g a S o r Ju a n a el c a rá c te r ó n tic o — o h e r
m ético — d e lo s je ro g lífic o s, e s decir, la v in c u la ció n d i
recta d e ta le s sig n o s c o n la d iv in id a d y su s atrib u to s. A te n
d ien d o , sin d u d a , la s le c c io n e s d e S a n to T o m á s, e sta b le c e
una n eta d ife re n cia e n tre "sem ejan za " e "im agen " q u e d e b e
se r re c o rd a d a a fin d e c o m p re n d e r m e jo r las id e a s d e n u e s
tra p o e tisa so b re lo s p ro b le m a s relativ o s a la n atu raleza
d e los sig n o s y, en particu lar, d e la mimesis ¡c ó n ic a o re p re
se n ta ció n p o r m e d io d e im ág e n e s d e c ie rto s c o n te n id o s
in telectu ales. En su Tratado de la santísima Trinidad e sta b le c e
S a n to T o m á s la sig u ie n te d ife re n cia en tre e sa s n o c io n e s.
D ice : en el c o n c e p to d e im agen en tra el d e sem ejanza,-
sin e m b a rg o n o b a sta c u alq u ie r se m e ja n z a p a ra o b te n e r
el c o n c e p to d e im ag en , y e llo e s a sí p o rq u e "p ara q u e a lg o
se a v erd ad e ra m e n te im agen se req u iere q u e p r o c e d a d e
o tro c o m o se m e ja n te a él en e sp e c ie o, p o r lo m e n o s en
algú n sig n o d e la e sp e c ie ", d e su erte q u e "im agen e s p r o
p ia m en te lo q u e p ro c e d e a se m e ja n z a d e o tr o y, en c a m
b io , a q u e llo a c u y a se m e ja n z a p ro c e d e a lg o , c o n p r o p ie
d a d se lla m a modelo e im p ro p ia m en te im agen ". (Q u a e s t io
* Sigo el texto del Nrpíimo alegórico en: Sor Juana Inés de la Cruz, Obras comple
tas, t. IV. Comedias, sainetes y prosa. Edición, introducción y notas de Alber
to G. Salceda, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.
XXXV).9 Para Sor Juana, pues, los jeroglíficos no son "per
fecta imagen" de las nociones que representan — esto es;
de sus modelos— sino sólo "similitudes" parciales o, como
diríamos hoy, signos de signos, formas ¡cónicas de con
ceptos que se extienden a todas aquellas cosas cuya "co
pia" o representación visual es difícil porque carecen de
figura natural, como por ejemplo los días, meses y sema
nas, o el frío, calor, humedad y sequedad, y así se entien
de por Vulcano el fuego y por el aire Juno y por la tierra
Vesta. Con todo, hay nociones que también escapan a su
formulación verbal porque el entendimiento no es capaz
de comprenderlas,- será entonces razonable "buscar ideas
y jeroglíficos que simbólicamente" las representen. Aun a
pesar de la imperfecta o parcial similitud de los iconos
con las ideas que se quiere representar contribuirán a la
comprensión de éstas.
Trasladando la especulación teórica al campo de las
ceremonias cortesanas — cosa por lo demás frecuente en
la obra de Sor Juana— dirá que a las innumerables virtu
des o "prerrogativas que resplandecen" en el nuevo virrey,
no pudiendo caber en el corto entendimiento humano, será
preciso buscarles simulacros que de manera aproximativa
permitan entender la "perfectísima nobleza" del De la La
guna, es decir, habrá que fundarse en imágenes o "jeroglí
ficos" por medio de los cuales pueda aludirse a sus claras
virtudes y su noble origen. Ajustándose, pues, a ese "mé
todo tan aprobado" de buscar entre los dioses y héroes de
la Antigüedad alguno que pudiera considerarse como di
seño del más perfecto héroe moderno, eligió Sor Juana a
9 Cito por: Suma teológica Je Santo Tomás de Acfuino, t. II. De la santísima Trinidad.
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, MCMXLVIII.
Neptuno porque en él, dice, "quiso la erudita antigüedad
hacer un dibujo de su Excelencia tan verdadero como lo
dirán las concordancias de sus hazañas ".'0 He aquí el meollo de
la cuestión. Lo que importa destacar no es propiamente la
comunidad o semejanza del modelo remoto con el sujeto
actual, sino sólo la concordancia o analogía proporcional
que pueda establecerse entre aquellos "extremos cognos
cibles", esto es, entre la imagen del dios de las aguas y el
Marqués de la Laguna, al cual — extremando la hipérbo
le— , no es posible representar al vivo, pues su misma na
turaleza, esto es, la extrema perfección a él atribuida, ex
cede toda posibilidad de mimesis cabal.
A e ste recu rso re su eltam en te u tiliz a d o p o r el arte y la
literatu ra b a rro c a lla m a b a B a lta sar G ra c iá n en su Agudeza
y arte de ingenio (H u e sc a , 1 6 4 8 ) "c o n c e p te a r c o n su tilez a" y
e ste "m o d o d e c o n c e p to — añ ad ía— se llam a p r o p o r c io
nal, p o rq u e en él se atiende a la correspondencia cjue hacen los
extremos cognoscibles entre sí"." En e ste c a so , lo s "extrem os"
re la c io n a d o s so n , p o r un la d o , el d io s N e p tu n o , p o r el o tro
"n u estro Príncipe",- en el p rim ero , "p a re c e qu e n o a c a so ,
sin o c o n p articu lar e sm e ro , q u iso la eru d ita a n tig ü e d a d
h a c e r un d ib u jo d e su E x celen cia", si b ien será n ecesario
"d arle en sa n ch as" a la fáb u la o, lo q u e e s lo m ism o, e x te n
d erla y a d icio n a rla c o n el fin d e q u e p u e d a re p re se n ta r
c o n la m ay o r ap ro x im a ció n p o sib le to d a s las virtu d es del
n u ev o h éro e n o v o h isp a n o . 10
13 El libro de Vincenzo Cartari al que alude Sor Juana, ¡magmi degli Dei degli
antichi, es un vasto repertorio de los atributos de los dioses míticos documen
tados por los poetas e historiadores dé la Antigüedad, así como de las repre
sentaciones ¡cónicas que de ellos se derivan.
bien los superaban en virtudes.13 Y para mayor confirma
ción de la estructura emblemática de los "argumentos" des
plegados en el arco, se puso sobre la pintura referida el
mote "Muñere triplex" ('Triple en su oficio") y, debajo de
ella, en un tarjón, "se escribió con bien cortadas letras este
soneto", que establece precisamente las correspondencias
analógicas discernidas por Sor Juana entre las deidades
que rinden pleitesía a Neptuno y los habitantes de la La
guna mexicana que se postran ante su nuevo mandatario,
así como entre el tridente — signo de la triple cualidad de
las aguas sobre las que Neptuno gobierna: dulces, amar
gas y saladas— y el bastón de mando del Marqués de la
Laguna, símbolo del triple poder del virrey: civil, judicial
y militar:
l!"En los rostros de las dos deidades marinas —escribe Sor Juana— hurtó el
pincel las perfecciones de los de Sus Excelencias, haciendo (especialmente a
la Excelentísima Señora Marquesa) agravios a su copia, aunque siempre her
mosos por sombras de sus luces, groseros por atrevidos, y cortos por desigua
les.” Esto es: la "copia" o retrato de la virreina no se acercaba siquiera — por
causa de la excelsitud inalcanzable del modelo, aunque no por incompeten
cia del artífice— a la incomparable verdad de su hermosura
Tres partes del Tridente significan
dulce, amarga y salada en sus cristales
y tantas al Bastón dan conveniencia:
1. Del P rim e r o su e ñ o
y sus modernos exégetas
' Quien no tenga a su alcance alguna de las ediciones originales o las facsimi-
lares de las obras de Sor Juana, publicadas por la Facultad de Filosofía y Le
tras de la UNAM , 1995, puede ver los textos de los "censores" en Sor Juana
lnis Je la Cruz ante la historia. (Biografías antiguas. La Fama Je i 700. Noticias Je e 667 a
1892.J Recopilación de Francisco de la,M aza. Revisión de Elias Trabulse,
UNAM, 1980.
3 Cfr. Andrés Sánchez Robayna, Para leer el 'Primero sueño' Je Sor Juana In6 Je la
Cruz. Fondo de Cultura Económica, México, 1991.
Tenerme yo la osadía de haber sido el primero a tanto
empeño ha sido riesgo pesado, y que puede infamarme de
ligero (para algún Zoilo). Pero en el seguro riesgo de tro
pezar en tan oscura noche tengo también el seguro de las
glorias del osado, por más que quede vencido.
N o p o d e m o s sa b e r si lo s p o e ta s d e su c írc u lo in su lar
— c o n lo s cu a le s Á lv arez d e L u g o c o n fe riría u n a y o tra
v e z su s av a n c e s en la e x é g e sis d el Sueño— se b en eficia ro n
d e lo s c o m e n ta rio s a lo s c ie n to se te n ta ic in c o p rim ero s
v e r s o s q u e su p a isa n o lle g ó a redactar,- p e r o si b ie n en
e llo s n o p u e d e ad iv in arse cuál h a y a sid o el d ise ñ o o id ea
re c to ra de la c o m p o sic ió n del p o e m a , c o n stitu y e n sin e m
b a r g o un b u en e je m p lo de la e ru d ició n re tó rica, h istó rica ,
filo só fic a y c ie n tífic a co rrien te en tre lo s p o e ta s cu lte ran o s
y, en particular, d e lo s m ás c o n sp ic u o s tó p ic o s m ito ló g ic o s,
cu y a en cu bierta in ten ción m oralizan te "esco n d en las fáb u
las en su s cuentos",- d e ah í q u e — a p o y á n d o se p rin c ip a l
m en te en la s Metamorfosis d e O v id io , la Eneida v irg ilia n a , la
H istoria natural d e P lin io y, s o b r e t o d o , e n la e n c ic lo p e
d ia m ito ló g ic a d e N a ta le C o n ti— ,3 Á lv a re z d e L u g o se
h a y a e s fo r z a d o e n p r o p o r c io n a r a lo s le c t o r e s d e su Ilus
tración las c la v e s in d isp e n sa b le s, n o s ó lo p a ra d e se n trañ ar
la s a lu sio n e s a d iv e r sa s e n tid a d e s m ític a s (N ic tim e n e ,
M in e rv a, B a co , A scá la fo , las M in ias, e tc é te ra ), sin o p ara
p o n e r al le c t o r al ta n to d e a q u e llo s e p is o d io s fa b u lo so s
m ás p e rtin e n te s p a ra la c o m p re n sió n d e l Sueño.
Á lv a re z d e L u g o m u rió en 1704, sin q u e — al p a r e
c e r— h u b ieran lle g a d o a su s m a n o s las b re v e s p e ro e x ac-
} Natale Conti, M ytoiogiat siw explicatkmum fabularum libri decern, Venecia, 1551.
tas n o ticia s p ro p o rc io n a d a s p o r el p a d re D ie g o C a lle ja en
su "A p ro b a ció n " d e la Fama y obras postumas d e S o r Ju a n a ,
im p resas en M a d rid c u a tro a ñ o s a n tes. A llí, el a m ig o y
c o rre sp o n sal de S o r Ju a n a — su p rim er b ió g ra fo y, ju n to a
T in eo de M o ra le s y N a v a rro V é le z , u n o d e su s p rim eros
crítico s form ales— ra tifica b a el c a rá c te r e ru d ito y e n c i
c lo p é d ic o del Sueño, a s í c o m o el p a te n te d e se o d e em u lar
al au to r d e Las soledades, y aun q u iz á d e su p erarlo, p u esto
q u e n o s ó lo se o c u p a b a — c o m o el c o rd o b é s— d e m a te
rias m ito ló g ic a s referen tes al m u n d o d e las p a sio n e s h u
m an as y su m e ta fó ric o tra sla d o a lo s m o v im ie n to s n atu ra
les, sin o tam b ié n d e a su n to s c ie n tífic o s y filo só fic o s, a
sab er:
6 De hecho, ocurre todo lo contrario: las ediciones del Primero sueño de fines
del siglo XVII y principios del XVIII abundan en signos de puntuación, algu
nos de ellos superfluos, al extremo de ser tal el exceso que puede confundir al
lector moderno. Otra cosa es su complejidad sintáctica y, en particular, su
permanente recurso al hipérbaton y las cláusulas o periodos intercalados, de
los que se originan reiterados desplazamientos semánticos.
Sueño de sueños, sueño del soñar que se sueña, el poema
de Sor Juana quedaría todo él recluido en la experiencia
nocturna del espíritu y, por lo tanto, en el marco de un
espectáculo onírico que, sin renunciar al carácter ambi
guo y supuestamente inconexo de sus visiones, confirma
ría, por otra parte, el exacto orden interno o intelectual
del poema contrapuesto a su exterior confusión, toda vez
que el "estado mental aparentemente caótico que repre
senta" sólo sería un artificio del que se habría valido Sor
Juana para "traducir" literariamente sus reiteradas experien
cias oníricas.
Chávez se sintió en la obligación de trasladar a los tér
minos de la fisiología y la psicología modernas el carácter
y función de aquellas imágenes o figuras de las cosas que
— en el poema de Sor Juana— los sentidos corporales,
por intermedio del sentido común, van presentando a la
contemplación de la fantasía, imágenes que — llegado el
caso— habrán también de servir como signos apropiados
a las más abstractas elaboraciones del pensamiento. Y esa
multitud de figuras fantásticas que se ofrecen al alma dor
mida van desde la funesta pirámide de sombra que invade
un hemisferio terrestre y se proyecta amenazadora sobre
la luna y las estrellas, hasta la derrota de los ejércitos de la
noche a manos de las aguerridas huestes del sol. El reposo
corporal propicia la concentración del alma racional en
las más altas tareas del entendimiento y — a partir de ahí—
en la contemplación de un dilatado desfile de imágenes
significativas: las pirámides de Egipto, el faro de Alejandría
y — con ayuda de ese "faro" que es, como tendremos oca
sión de precisar, la misma luz del intelecto— la multitud
de figuras mitológicas que no dejan de hacer su aparición
a lo largo de los novecientos setentaicinco versos de la
silva (Hécate, Diana, Minerva, Plutón, Proserpina, Thetis,
Morfeo, Venus, Alcides, (caro, Faetonte, etcétera).
El esfuerzo de don Ezequiel por explicar con "las pala
bras de los sabios" modernos los conceptos presentados
por Sor Juana en su "lengua poética" le llevaría a traducir
en los términos de "harmozones" y "hormones" las teorías
de los espíritus vitales y los humores en que se fundó Sor
Juana siguiendo las explicaciones científicas de su tiem
po, así como a identificar las "figuras mentales" con las
"amortiguadas sensaciones" que ordinariamente continúan
produciéndose durante el sueño y excitan el organismo
engendrando imágenes diversas,- con todo, reconocía que
las "imágenes de la fantasía de Sor Juana" no eran tan
ambiguas o confusas como a primera vista podían pare
cer, toda vez que pertenecen a un tipo de sueños que él
llamaba "razonadores",- de ahí que la poetisa se hubiera
visto en la necesidad de interpretarlas, considerando que
eran portadoras de verdaderos contenidos "epistemológi
cos" o "gnoseológicos" y, en resumen, constituían la ex
presión de un ansia de conocimiento que su alma o mente
racional podía concretar en aquel "grandioso desorden"
de sus sueños.7
’ Garlos Vossler, “La 'Décima Musa de México’, Sor Juana Inés de la Cruz”, en
Escritonsy portas át España. Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires-México, 1947.
(Colección Austral.)
hincapié en el programa filosófico y científico — o pseu-
docientífico, como él lo llama— del texto sorjuaniano, que
si bien se ajusta al esquema medieval del sueño alegórico-
didáctico, queda rejuvenecido "por el ansia de saber".
Vossler veía en el Sueño un hálito precursor de la poesía de
la Aufklarm<j, por más que reconociera en el poema de Sor
Juana —contra el optimismo ilustrado— la pervivencia de
un sentimiento barroco de "anticipada derrota ante la mag
nitud de la materia y del cometido". A través de medios
intelectuales y expresivos "atrevidos y pseudoexactos", el
poema expone las circunstancias del funcionamiento del
sueño, del corazón y los pulmones, la digestión y la respi
ración, así como "el sustento del cerebro", y describe los
fenómenos astronómicos de manera "a medias científica y
a medias fantástica", puesto que en su construcción con
tribuyen en igual medida "idea e intuición, investigación
y mitología [...] en un esfuerzo creciente y sostenido que
no encuentra descanso ni en la crítica [...] ni tampoco en
un arrebato místico", y que se prolonga hasta el "despertar
a la realidad de la mañana".
¿Cuál fue la causa — se pregunta Vossler— de que en
un convento novohispano haya surgido este poema que
revela una personalidad a la vez ingenua y apasionada en
su propósito de investigar los misterios del hombre y el
cosmos con relevantes dotes discursivas, las cuales, sin
embargo, le resultaron insuficientes para llevar a cabo
tamaña empresa? Los tesoros de cultura que las universi
dades de la Metrópoli habían acumulado durante siglos,
en México los tenía que alcanzar Sor Juana por su propio
y solitario esfuerzo, y es la "frescura" de esa empresa auto
didáctica y solitaria la causa de que Sor Juana diese crédi
to a "teorías anticuadas desde hacía tiempo, tales como el
sistema de Tolomeo", así como de que mantuviera una dis
persa curiosidad por la mitología antiguadlas ideas de
Platón o la linterna mágica de Kircher, y se obstinara ca
prichosamente, "sin criterio de selección, en una palabra",
en una indagación que no hubiera encontrado "ningún
favorable ambiente en las severas y pusilánimes Universi
dades de la vieja España”.
No deja de sorprender que críticos tan perspicaces y
eruditos como Vossler se hayan dejado confundir, prime
ro, por la idea de que la ciencia de Sor Juana, retrasada
respecto de la que se producía en la Europa de su tiempo,
hubiera de ser asimismo obsoleta para el intento de dar
expresión literaria a los afanes de su espíritu y, segundo,
por la presunta semejanza de las imágenes retóricas — o
plásticas— con aquellas otras que elaboramos durante el
sueño. Lo primero, porque el mundo de ideas de que se
sirve Sor Juana en sus obras poéticas (ya sea en el Primero
sueño o en sus numerosas loas dedicadas a monarcas, man
datarios y amigos) es el más corriente y reconocible den
tro de su contexto cultural y, por ende, el más ajustado a
su intento de comunicar por medio de un discurso alegó
rico, no ya las más recientes novedades científicas — de
las que pudo estar razonablemente enterada— , sino una
concepción armónica del mundo y del ser humano que
sólo podrían ser imaginadas — id est, expresadas por me
dio de imágenes— de conformidad con un modelo teoló
gico, cosmológico y psicológico sancionado por la tradi
ción patrística y humanística, a las que propiamente
corresponde Sor Juana. Pero ya fuese su imagen del uni
verso concebida a la tradicional manera tolemaica o ajus
tada a la revolucionaria visión copernicana — aún artísti
camente inmanejable, puesto que carecía de su propio es
tatuto imaginario— , el hecho evidente es que el Sueño ha
de ser visto como símbolo del humano "afán de conoci
miento" y no del conocimiento particularmente conside
rado y, en consecuencia, de la derrota del entendimiento
humano — fatalmente imperfecto y limitado— en su ra
cional empeño por discernir la inextricable "fábrica" del
universo. Fracaso intelectual previsible del que se origina
la actitud melancólica ante lo vislumbrado pero inalcan
zable, o dicho con términos propios del tiempo, la
irrecusable experiencia del desengaño, de la amarga acep
tación de no poder saber. Es en ese contexto artístico-
filosófico donde las imágenes mitológicas alcanzan su
verdadera función de signos paradigmáticos en los que se
compendia una vasta — y ya para entonces mostrenca—
reflexión sobre el hombre y el mundo.
Ludwig Pfandl, otro hispanista alemán de méritos in
dudables — por más que la hipótesis central de su libro
sobre la personalidad neurótica y narcisista de Sor Juana
Inés de la Cruz haya sido causa para desacreditarlo— ,10
se ocupó largamente del Primero sueño, que él veía como un
claro ejemplo de transferencia del "ahogo psíquico" de la
poetisa a una excepcional obra poética. De acuerdo con
Freud, determinados impulsos instintivos ligados de ma
nera implícita o explícita con la vida sexual, no sólo des
empeñan un importante papel en la causación de las en-
ió o
central del poema de Sor Juana ("La intuición del sueño")
es “un auténtico sueño nocturno, y por lo mismo una ori
ginal y sublime creación, mientras que todo lo demás se
manifiesta como sueño diurno", esto es, como "visión
imaginada" y, en sustancia, como "poesía del inconscien
te",- y será precisamente en ese núcleo poemático donde
se manifieste el anhelo primordial de Sor Juana: "el deseo
infantil reprimido y el desenfrenado afán de saber", mien
tras que en las partes "laterales" del texto hacen su apari
ción los símbolos o imágenes sucedáneas de la materni
dad fallida o de las fantasías incestuosas. De ahí también
que, en su conjunto, el Primero sueño presente ante nosotros
a "la Juana Inés cabal, con todos sus complejos y represio
nes, con todos sus secretos deseos y no cumplidos afanes",
a los que Pfandl dedicará una particular indagación
psicoanalítica, acorde con su hipótesis que hace del poe
ma sorjuaniano una verdadera "poesía del inconsciente".
De todo ello resultará, pues, que en el Sueño se encuentren
los símbolos de las formas sustitutivas o sucedáneas de la
realización de los deseos reprimidos de la autora — enten
dida aquí como individuo psicobiológico y no como ins
tancia enunciadora de un determinado discurso lírico-— y
que tales símbolos sólo ocasionalmente "se ordenen con
forme al lógico curso mental de la poesía y que frecuente
mente parezcan tan sólo anodinas y desatinadas reminiscencias de la
mitología griega"."
Sin deseo de aminorar la importancia del estudio de
Pfandl ni lo sugerente — y aun convincente— de algunos
de sus análisis, el hecho es que su interpretación de las
múltiples imágenes mitológicas del texto de Sor Juana 1
14Cito por. Platón, Timeo. Traducción del griego, prólogo y notas por Francis
co de P. Samaranch, Aguilar, Buenos Aires, 1981.
15Dice Platón en el mismo Timeo (47, b) que ninguna disertación acerca del
Mundo podría haberse hecho si los hombres jamás hubieran visto ni los as
tros, ,ni el Sol, ni el cielo. Gracias a los ojos nos ha sido dada esta "especie de
ciencia, de tal calidad que nunca ningún bien mayor fue dado ni será dado a
los mortales".
único todo, se formara, "siguiendo el eje de los ojos, un solo
cuerpo homogéneo". Se explicaría de este modo que, cuan
do la luz que emiten los ojos se topa con la luz que pro
viene de los objetos exteriores, se "forma un conjunto que
tiene propiedades uniformes en todas sus partes, debido a
su semejanza". Este conjunto constituye, por supuesto, la
imagen retiniana en la que reside el fenómeno central de
la visión.
Pero ¿qué ocurre durante la noche cuando el fuego ex
terior se retira del aire e impide la visión de los objetos?
Entonces los párpados se cierran para frenar, a su vez, la
salida del fuego interior y sobreviene el sueño. Con la ate
nuación o desaparición de los movimientos interiores del
alma, provocados por las sensaciones, se produce tam
bién el reposo corporal completo y "un sueño casi sin sue
ños se abate sobre nosotros". Sin embargo, cuando sub
sisten en el alma "movimientos más notables [...] resultan
de ellos imágenes de diversas naturalezas, más o menos
intensas, sem ejan tes a lo s o b je t o s in teriores o ex te rio r es , y de las
que conservamos algún recuerdo al despertar".
Pareciera que Timeo terminara aquí abruptamente su
disertación sobre las imágenes contempladas en los sue
ños, pero el párrafo siguiente que trata sobre los espejos y
sus modos de reflejar las imágenes de los objetos son, en
realidad, un excurso sobre el mismo tema. Las imágenes
reflejadas en superficies pulidas y brillantes tienen la par
ticularidad de presentarse invertidas a la percepción del
espectador, ello se debe — según Platón— a que cada vez
que la luz ilumina los objetos ésta se une sobre la superfi
cie del espejo al fuego interior que emite el ojo, esa luz
exterior se proyecta sobre las partes opuestas del "fuego"
visual, contrariamente a lo que ocurre en la percepción di
recta y ordinaria, y así al ojo humano se le aparece del lado
izquierdo lo que es en realidad la parte derecha del obje
to. Igual deformación ocurre cuando la superficie curva
de un espejo hace cambiar la apariencia normal de los
objetos y presenta invertidas a la mirada la posición de lo
superior y lo inferior. Tales inversiones se corrigen natu
ralmente cuando la mirada se desvía del espejo y contem
pla directamente el objeto o cuando el espectador reco
noce su posición frente a su propia imagen reflejada, esto
es, cuando advierte que el espejo, al invertir su propio punto
de vista, le obliga a un examen más meditado de las imá
genes contempladas. No en balde speculatio y speculum dan
origen a las voces castellanas "especular" y "especulación",
que no sólo aluden al reconocimiento que se hace con la
vista de alguna cosa, sino al conocimiento discursivo o
racional de la realidad de tal cosa, como si se viera refleja
da en el espejo de la memoria.
Esos pasajes relativos a las imágenes del espejo — que
son equivalentes ambiguos tanto de la percepción como
de la representación o "copia" de las objetos— se relacio
nan implícitamente con el traslado de esas mismas imá
genes por el medio de un instrumento semiótico — pala
bra o pintura— que vuelva a ofrecerlas a la mirada del
entendimiento, ya no de conformidad total con la per
cepción directa de los objetos, sino con la "imitación" o
representación de tales objetos por medio de signos ver
bales o visuales. El problema de la representación — o
mimesis— de las cosas por diferentes medios y, en particu
lar, por medio de la palabra, lo trató Platón en su Cratilo.
El punto central de la discusión entre Só crates,
Hermógenes y el propio Cratilo reside en indagar qué es
lo que permite que por medio de "letras" — es decir, de
fonemas o sílabas— pueda designarse a dioses, personas y
cosas. Después de largas disquisiciones sobre lo apropia
do o inapropiado de ciertas palabras respecto del ser esen
cial que poseen las cosas nombradas — disquisiciones que
aquí evitamos— , los interlocutores llegan, guiados por la
astucia argumentativa del Maestro, a la conclusión de que
las expresiones verbales "imitan" ciertamente la naturaleza
de los objetos a que se refieren,- pero "imitar" — he ahí el
meollo— no quiere decir reproducir las cosas mismas, sino
representar — prescindiendo de su materia y sus acciden
tes— la esencia de tales cosas. Casos particulares son la
escultura y la representación teatral escenificada,- la pri
mera porque incluye las magnitudes físicas del objeto, ya
sea con fidelidad al modelo natural, o bien proyectadas a
una escala superior o inferior,- la segunda, porque la perso
na del actor se presenta como símbolo de otra persona
virtual o fingida, es decir, se ofrece a sí mismo como "más
cara" significante de un significado que lo desborda en
cuanto a su ser individual y es, por tal causa, signo de otro
signo o, si quiere decirse de otro modo, magnitud mate
rial y perceptible de una inteligible entidad ficticia: la de
la "persona" representada.
Es memorable el pasaje en que Sócrates deslinda las
diferencias que ha de haber entre el objeto y su imagen o
entre el modelo y su representación,- allí le dice a Cratilo
que si alguna divinidad representase su cuerpo, no sólo en
sus contornos y su color, como hacen los pintores, sino
también todo su interior, con su morbidez y su calor, "con
su movimiento y su alma y su pensamiento'',- es decir, si
todo lo propio de Cratilo se reprodujese completamente,
¿qué tendríamos? ¿A Cratilo y la imagen de Cratilo, o más
bien a dos Cratilos? Es evidente que las imágenes — ya
sean producto de la sensación o resultado de una mimesis
verbal, pictórica, musical, etcétera— nunca reproducen
el modelo por entero, sino sólo sus rasgos distintivos. Y
es esa naturaleza esencial de las imágenes, y principal
mente de aquellas representadas por medio de la pintu
ra o la palabra, la que las hace intermediarios idóneos
para el pensamiento y la comunicación. Las "cosas", pues,
no siempre son reconocibles y participables por sí mis
mas, sino por medio de los signos que son sus imágenes,
si bien es cierto — según advertía Sócrates— que puestos
en la necesidad de comprobar la adecuación de las imáge
nes, deberemos acudir sin duda a la consulta de las cosas de
que proceden.
Aristóteles no acogió las ideas antes expresadas por
Empédocles y Timeo de que la visión fuese el resultado
del encuentro de dos luces, la que sale del ojo y la que
reflejan los objetos,- en su tratado De la sensación y las cosas
sensibles, el estagirita compartió la opinión de Demócrito,
según la cual el ojo y la pupila son agua y, como el agua,
diáfanos o transparentes, que es la cualidad que Ies per
mite recibir la luz. Sin embargo, no pudo deshacerse por
completo de las hipótesis de Timeo — sin duda aún muy
populares en su tiempo— , puesto que alguna vez compa
ró indirectamente el ojo con los espejos y declaró que las
pupilas bien pueden ser concebidas como "una especie de
lámpara",- así, cuando por accidente resultan cortados los
"poros de los ojos", éstos quedan en la oscuridad, "como
una lámpara que se apaga".16
16Todas las citas provienen de: Obras ie Aristóteles puestas en lengua castellana por
Patricio de Azcárate, Madrid, s.f.
Pero será preciso acudir al tratado D e la memoria y Je la
reminiscencia para completar, no sólo la teoría aristotélica
de la visión, sino — lo que más nos importa— su teoría de
las imágenes. Si las imágenes de los objetos que percibi
mos directamente son producto de una sensación, esto
es, de una afección o modificación del sentido que co
rresponda por causa de un agente exterior, cuando recor
damos un objeto determinado, la imagen que contempla
mos en la mente no está ligada a un objeto presente, sino
ausente. ¿De qué manera puede tenerse la sensación y el
conocim iento de un objeto ausente?, se preguntaba
Aristóteles. Suponiendo — respondía— que "la impresión
producida en el alma como resultado de la sensación" es
análoga a "una especie de pintura" y que la percepción de
esa impresión "constituye precisamente la memoria". Así
pues, lo que se recuerda o evoca es la impresión o huella
anímica del objeto y no el objeto mismo en su espesor
material.
Retomando el símil del que ya se había valido en su
tratado Del alma, dice Aristóteles que debemos admitir que
hay en la memoria "algo semejante a un sello o a una pin
tura" que nuestra alma puede recordar,- pero la imagen del
objeto interiormente contemplado ¿lo es de la cosa en sí
misma o es su representación en el espíritu? De hecho, es
ambas cosas,- pues si la consideramos en sí misma es pro
piamente una imagen, impronta o huella,- pero en tanto que
se relaciona con un determinado objeto es la copia de un
modelo.17Además, cuando se considera la imagen del ob
21 Cito la Idea del Theatro de Camillo por Francés Yates, op. cit., pp. 157 y ss.
pósito bastará persuadirnos de que —cualesquiera que fue
sen los modelos ideológicos prevalentes en ese tipo de
constructos simbólicos— los artificios del teatro mnemo-
técnico constituyeron un fascinante método de indaga
ción de los fundamentos del conocimiento humano a tra
vés del poder evocador y sintetizador de las imágenes
significantes, y especialmente para quienes —como Sor
Juana Inés de la Cruz, siglo y medio más tarde— querían
dar a sus afanes intelectuales una expresión poética de
conformidad con las normas estéticas de su tiempo, esto
es, la agudeza, la erudición y la elegancia. En cierta ma
nera el P rim er o su eñ o se constituye también como una vasta
imagen del mundo sublunar representado a través de sus
elem en ta ta o reinos naturales y de las figuras que paradigmá
27Cfr. San Agustín, “Sobre la doctrina cristiana" en O bra s completas, t. XV, Bi
blioteca de Autores Cristianos, Madrid, MCMLVII.
en las fábulas com puestas por ellos,- a éstas debía
considerárselas como un invaluable repositorio de "gran
des misterios" embozados por las ficciones poéticas y a
sus autores como "muy eruditos y dotados de un ánimo
divino y de artístico ingenio". Para San Agustín, la oscuri
dad o ambigüedades de la Escritura eran ocasionadas o
por la ignorancia del intérprete respecto de las "palabras"
y las "cosas" o por leer el texto en su sentido literal: es una
"lastimosa servidumbre tomar al pie de la letra las senten
cias figuradas", decía San Agustín,- así también para
Boccaccio es menester penetrar los significados que se
ocultan debajo del "sutil velo" de las ficciones poéticas
para descubrir su admirable conocimiento de las cosas del
mundo.28 Pero es aún más de notarse el esfuerzo exegético
a que somete cada fábula, es decir, a lo que él llamaba la
"recomposición de sus miembros" con el fin de encontrar
en los diferentes aspectos o peripecias de la ficción un
significado múltiple y verdadero, relativo ya a la natura
leza, ya a la historia, ya al comportamiento moral de los
hombres, ya a los secretos de la divinidad. Así por ejem
plo, después de relatar cómo a la Noche, hija de la Tierra
y de padre desconocido, le fue prohibido por su madre
casarse con el pastor Fanete, por lo que éste, habiendo
pasado de amante a enemigo, la perseguía sin cesar para
darle muerte, y queriendo librarse de tal peligro la Noche
se unió al Erebo y escapó para siempre a la vista de su
amante desdeñado, emprendió Boccaccio el desentraña-
miento de la "verdad" o verdades veladas por la fábula.
28 Decía San Agustín, en op. cit., que ''el cristiano bueno y verdadero ha de
entender que en cualquier parte donde hallare la verdad, es cosa propia del
Señor"; ya sea cierto o falso lo que contó Varrón, "no debemos rehusar a la
música por la superstición que de ella tengan los profanos".
Dicen que la Noche es de padre desconocido — comenta
el autor de la Genealogía de los dioses paganos— porque su
madre la Tierra, por causa de la densidad de su cuerpo, ha
ocasionado que "los rayos del sol no puedan penetrar en
su parte opuesta" y ésta es la razón de que "salga de ella
una sombra tan grande como el espacio ocupado por la
mitad del cuerpo de la tierra",- entiende que el pastor Fanete
es el Sol, que sigue la rápida carrera de la Noche como si
desease encontrar a su amada,- ella se rehúsa al encuentro
y huye con rápido paso porque “él da la luz y ella, por el
contrario, produce la oscuridad", de suerte que moriría si
se uniese a él, "ya que el sol disuelve con su luz toda la
oscuridad". Este sería el significado natural o astrologal
de la fábula,- pero su sentido moral, en cambio, se hallaría
en la unión de la Noche con el Erebo, que es el infierno,
porque nunca penetran en él los rayos del sol. La noche
es nociva — concluía Boccaccio— "porque es adecuada
para los que obran mal, puesto que leemos: quien obra
mal odia la luz,- de lo cual se deduce que ama a las tinie
blas como las más adecuadas para una mala acción". Re
cordemos que también en los versos iniciales del Sueño de
Sor Juana, se hace una descripción de la noche en la que
pueden advertirse — aparte de otras— las dos dimensio
nes semánticas destacadas por Boccaccio en su interpreta
ción del mito: los aspectos naturales del fenómeno astral
(aquella pirámide de sombra que emerge del hemisferio
terrestre abandonado por el sol y que pretende "escalar"
hasta la luna y las distantes estrellas pero que, al final del
poema, es perseguida y ahuyentada por el sol naciente) y
las implicaciones morales de aquellos habitantes de la no
che — lechuzas, murciélagos, búhos— metamorfoseados
en av e s fu n estas en c a stig o p o r d iv ersas tra n sg re sio n e s a
una ley u ord en m oral e sta b le c id o .29
A e ste tip o d e sig n ific a d o s sim b ó lic o s a te n to s a la m a
n ifestació n d e c o n c e p to s n atu rales y m o ra le s es a los que
— si p ro c e d e m o s d e c o n fo rm id a d c o n la trad ició n agusti-
n ian a a la qu e n atu ralm en te se ad sc rib e S o r Ju a n a — d e
b e m o s a so c ia r las im á g e n e s e v o c a d a s en el Sueño p ara n o
c a e r en aq u ella "servidu m b re" c o n siste n te en "in terp retar
in ú tilm en te lo s sig n o s", to m a n d o c o m o p ro p ia s las p a la
b ras tra sla d a d a s o m etafó ricas, o e n te n d ie n d o un as y o tras
fuera d e su s c o n te x to s p re c iso s. E n e fe c to , S a n A gu stín
p reven ía a lo s e x é g e ta s b íb lic o s c o n tra lo s p e lig ro s d e t o
m ar las p a la b ra s igu a les c o m o p o rta d o ra s d e un m ism o
sig n ific a d o n o im p o rta n d o c u áles fu esen su s c o n te x to s d e
aparición,- una v e z av e rig u ad o el c a rá c te r figu ra d o d e la
e x p resió n , es n e ce sario c o n sid e ra r q u e "c ad a c o sa p u ede
sig n ifica r o tra o de m o d o c o n trario o s ó lo diverso",- q u ie
re d ecirse, p u es, qu e una m ism a p a lab ra — y p o r e n d e la
"c o sa " q u e ella sig n ific a — p u e d e u sa rse p o r se m e ja n z a
"unas v e c e s d e bien y o tras d e m al", c o m o ocu rre — p o r
e je m p lo — co n la p alab ra "león " qu e p u ed e d e sig n a r tan to
a C r isto c o m o al d ia b lo , segú n el p a sa je en q u e se e n
cu en tre. P o r lo qu e h ace a la d iv e rsid a d de las sig n ific a
c io n e s qu e, p o r eje m p lo , p u e d e ten er la p alab ra "a g u a ”, es
ev id e n te qu e u n as v e c e s se refiere al "p u eb lo", c o m o en el
Apocalipsis, y o tras al E sp íritu S an to . N o n os estará m al a
lo s c rític o s y e x é g e ta s d e la literatura e sc u c h a r esta a n ti
g u a y b e n é fic a le c c ió n a la h o ra en q u e e m p re n d a m o s
n u estra p ro p ia labor.
29Cfr. José Pascua! Buxó, "El Sueño de Sor Juana: alegoría y modelo del mun
do", en Las figuraciones del sentido. Ensayos de poética semiológica. Fondo de
Cultura Económica, México, 1984.
4. El P rim e ro su e ñ o y su modelo
emblemático
C a lla n d o , se igu a la n — p o r lo m en o s an te la o p in ió n
d e lo s d e m á s— el n e c io y el sabio,- la p a la b ra d e sc u b re lo
q u e se o c u lta e n el "p e c h o ", d e su e rte q u e c o n v ie n e al
"lo c o " — e sto e s, al ig n o ran te — to m a r e je m p lo d e "aquel
,4Cito por Plutarco, Isis et O siris. Traduction par Mario Meunier, L'Artisan du
Livre, Paris, M D CCCCXXIV.
leite intelectual de los caballeros cortesanos como a la
educación de los hijos de príncipes y magnates, es — de
hecho— un erudito y multifacético repertorio de virtu
des y vicios políticos y morales, verdadero y variado pa
radigma de cultura humanística, así en lo filosófico como
en lo literario. Pero los emblemas que para el renacentista
Alciato se constituían como un despliegue erudito de tó
picos e imágenes estimulantes de la propia reflexión, lle
garían a convertirse para la cultura barroca en un instru
mento de sólida y persuasiva propaganda ideológica. En
efecto, los libros de emblemas españoles del siglo XVII
adquirirán — especialmente con la Idea de un príncipe político
cristiano representada en cien empresas (Monaco, 1 6 4 0 ) de D iego
Saavedra Fajardo y la Emblemata regio política (Madrid, 1 6 5 3 )
de Solórzano Pereira— el carácter de un tratado, a la vez
orgánico y variopinto, sobre materia política o, dicho
diversamente, del com pendio e ilustración de aquellas
virtudes que ha de poseer el príncipe católico y han de
estimar sus súbditos,- con la Idea del buen pastor copiada por los
santos doctores, representada en empresas sacras (León, 16 8 8 ) de
F. Núñez de Cepeda, quedará fijado también por medio
de imágenes significantes el dechado del gobernante es
piritual y de sus virtudes pastorales. N o más empezar la
dedicatoria de su obra "Al Príncipe N uestro Señor",
Saavedra Fajardo dejó bien en claro la función de la em
presa como eficaz artificio ideológico-didáctico: "Propon
go a V. A. la Idea de un príncipe político cristiano, representada
con el buril y con la pluma, para que por los ojos y por los
oídos (instrumentos del saber) quede más informado el
ánimo de V. A. en la ciencia de reinar, y sirvan las figuras de
memoria artificiosa". Y en la dedicatoria "Al lector" justifica
que una tarea tan grave como la educación del príncipe
haya sido llevada a cabo por medio de empresas, puesto
que bien podría decirse que el inventor de este género fue
Dios mismo, porque ¿qué otra cosa son la sierpe de metal,
la zarza encendida, el león de Sansón, las vestiduras del
sacerdote, etcétera, sino empresas? Saavedra Fajardo asu
me que el lector — y singularmente el Príncipe— habrá
de contemplar en la página impresa únicamente la figura y
su mote correspondiente, aunque de hecho sus empresas
afectan la estructura triple propia del emblema, toda vez
que contienen una "declaración" en prosa que funciona
simultáneamente como texto suscrito a la imagen y como
exégesis o comentario que sustituye — o, por mejor decir,
incita— el proceso discursivo que el destinatario deberá
realizar por su cuenta, esto es, la meditación interiorizada
o explícita de las lecciones imbuidas en la res sicfnijicans. En
la segunda de las empresas de su Idea de un príncipe cristiano,
"Ad Omnia" — cuyo "cuerpo" o figura representa un gran
lienzo en blanco extendido frente a la mano del pintor
que sostiene paleta y pinceles— , encarece Saavedra Fajardo
el valor de la pintura y, en general, del arte, pues aunque
ésta no sea capaz "de dar alma a los cuerpos" sí puede con
cederle, en cambio, "la gracia, los movimientos y aun los
afectos del alma", idea que ya había sido propugnada por
Lomazzo cien años antes. En la declaración de esta ima
gen, descubre el autor la analogía entre la tela en blanco
que espera ser llenada por "el poder del arte" con "las ta
blas rasas del entendimiento, la memoria y la fantasía" del
hombre, donde la "doctrina" ha de "pintar las imágenes de
las artes y las ciencias" y la educación "escribir sus docu
mentos".
Con todo, no sólo se echará mano del buril y de la plu
ma en ocasión didáctica tan importante como es la edu-
empresa II
C
la
On el Pincel,y los colores
lasfu poder el arte. C on
m ucftra en todaslas co
ellos fi no es Naturaleza
, es tan fcmejante a ella, que en fus obras fe
Pintura
engañala viña,ya menefter valerle del caíto para reco-
nocel-
Saavedra Fajardo, Empresa 2
P or e so , c o n c lu y e , sie n d o las p ro e z a s y h a z a ñ a s d e S u
E x celen cia tan g ra n d e s qu e el en ten d im ien to no es c a p a z
de co m p re n d e rlas ni la v o z d e e x p resarlas, n o h a b rá sid o
fuera de ra z ó n b u sc a r "id eas y je ro g lífic o s qu e s im b ó lic a
m ente las re p re se n ta se n ".35 P rescin d am o s del h a la g o c o r
te sa n o (las "p ro e z a s" del n u ev o virrey so n p o c o m en o s
q u e d iv in a s) y a te n d a m o s a lo s a s p e c t o s te ó r ic o s q u e
su bsu m e el d isc u rso p an egírico .
A p esar de la b o g a en qu e tod av ía an d ab an los libros
"e g ip c ia n o s" d e H o r a p o lo y Q u e re m ó n , fa rra g o sa m e n te
a c tu a liz a d o s p o r P ierio V alerian o — a c u y a Hieroglyphica
(Florencia, 1556) alu d e S o r Ju a n a rep etid as veces— , la d o c
trina so b re las im ág e n e s a q u e ella se atien e n o es p ro p ia
m en te h e rm é tic a — la cual atrib u ía a c ie rto s a n im ale s o
v e g e ta le s y, cla ro está, a su s co rresp o n d ien tes im ágen es un
s i g n i f i c a d o ó n t i c o d e c a r á c t e r s o b r e n a t u r a l — , s in o
can ó n icam en te cristian a. D e co n fo rm id ad c o n S a n to T o
m ás d e A q u in o , S o r Ju a n a e sta b le c e una sutil d istin ció n
entre "sem ejan za" e "im agen " qu e aq u í con v ien e deslin dar.
En su Tratado de la Santísima Trinidad, S a n to T o m á s d istin gu e
am b as n o c io n e s: el c o n c e p to d e im agen — d ice — en tra
en el d e sem ejanza,- sin e m b a rg o , n o b a sta cu alqu ier se m e
ja n z a p ara o b te n e r el c o n c e p to d e im agen , y ello e s a sí
porqu e "para q u e a lg o sea verd ad era m en te im agen requie-
17Cito por: Baltasar Gracián, O bras com pletas. Estudio, edición, bibliografía y
notas de Arturo del H oyo, Aguilar, Madrid, 1960, pp. 247 y ss.
E! Primero sueño — "ese papelillo que llaman el Sueño"—
fue sin duda, como decía la misma Sor Juana, la única obra
que escribió, no de encargo, sino a su propia contempla
ción. No es, como el Neptuno, un súbito y brillante ejercicio
de imaginación alegórica aplicado a una circunstancia po
lítica, sino un texto largamente meditado en el cual Sor
Juana se propuso explorar los confines del conocimiento
humano y, claro está, de su propio poder intelectual. Pero
a pesar del carácter intimista de El sueño, así como de su
ambicioso proyecto filosófico, comparte con el Neptuno y
con tantas otras loas y romances suyos, el mismo princi
pio compositivo de la literatura emblemática. Aun siguien
do el esquema narrativo del sueño de anábasis, esto es,
de un itinerario estático por el interior del cosmos y del
microcosmos, las imágenes contempladas por la mente
humana durante el discurso nocturno de su entendimien
to, no se fundan en las evanescentes y engañosas imáge
nes de un ensueño verdaderamente experimentado — como
sostuvieron algunos críticos de nuestro siglo— , sino en el
nítido y vasto mundo imaginario de la erudición clásica,
desplegado espectacularmente, como requería la fastuosa
estética del barroco culterano. Y, en efecto — como todos
recordamos— , el poema se abre con la avasallante imagen
de la noche: la sombra "piramidal" y "funesta" que proyec
ta el espeso cuerpo de la tierra sobre la luna y pretende
opacar las más remotas estrellas:
38Cfr. José Pascual Buxó, "El Sueño de Sor Juana: alegoría y modelo del
mundo" en S or J u a n a Inés de la Cruz, am or y conocimiento. Ed. cit.
Saavedra Fajardo, E m p resa 1 2
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía...
(w . i 9-24)
iiz
in m a cu lad o in stan te" en q u e M a ría, p o r n o se r p o se íd a d e
la c u lp a, era y a "d e se m p e ñ o d e la sab id u ría". D ic e n a sí lo s
te rc e to s d e J o s é d e M o ra y C u élla r:
Justamente condenada
Esta noche al fuego estuvo
Para que ardiera abrasada,
Pues aunque fue buena, tuvo
Muchas cosas de alumbrada.
Q u é m ás h a y q u e d e c ir p ara c o m p ro b a r qu e ta n to el
fe ste jo y su s m ú ltip les m a n ife sta c io n e s, c o m o su m e m o
rio sa relació n so n un v iv o e je m p lo de aquel esp íritu b a r r o
c o am an te d e a rm o n iz a r a fu erza d e in gen io las lu ces c o n
las so m b ras, lo s a g ra d o c o n lo p ro fan o , lo em in en te co n lo
ínfim o. G u sto b a rro c o p o r e sta b le c e r u n a in telectu al ar
m on ía lo m ism o en tre lo q u e tien e se m e ja n z a y c o n fo rm i
d a d qu e entre lo im p ro p o rc io n a d o y d iso n an te.
Es tie m p o y a d e p re sta r a lg u n a ate n ció n a lo s p a ra d ig
m as e sté tic o s y a lo s re c u rso s re tó ric o s qu e p rev alecen en
el Triunfo parténico. D ijim o s q u e e n el ca p ítu lo V, aq u el en
qu e "D escríb ese el a d o rn o d e la im p erial A ca d e m ia", a n a
liza S ig ü e n z a co n g o lo s o p o rm e n o r la d isp o sic ió n y a d o r
n o d e los altares,- es a llí p re c isa m e n te d o n d e p a ra n g o n a la
h ab ilid ad de los p in to re s m e x ic a n o s (A lo n so V á sq u e z , Luis
X u árez, C o n ch a , A rrúe, A rtia ga y H errera) n o só lo c o n los
"e x tra n je ro s p in c e le s" q u e ta m b ié n c o n tr ib u y e ro n c o n su
a rte a la m a g n ific e n c ia d e la o b r a , sin o — en h ip é r b o le
esp e ra b le — co n los Z e u x is, A p e le s y T im an tes d e la A n ti
g ü e d a d , y es allí tam b ién d o n d e se p o n e en e v id e n cia la
p ecu liar n atu raleza se m ió tic a d e a q u e llo s "ap arato s" sim
b ó lic o s p o r c u y o in term ed io se sig n ifica n d iv erso s a s p e c
to s d e la sab id u ría virgin al d e M a ría. C o m o sa b e m o s, es
la ekphrasis o d e sc rip c ió n literaria d e las o b ra s d e arte un
g é n e ro b ien e sta b le c id o q u e tie n e su o rig e n en la R a p s o
d ia d e c im o c ta v a d e la Ilíada en q u e h a c e H o m e ro la d e s
crip c ió n puntual del v a stísim o u n iv erso re p re se n ta d o p o r
H e fe sto s en el e sc u d o d e Aquiles,- e se p a sa je se co n v irtió
en el m o d e lo de un n u ev o g é n e ro literario. En lo s p rim e
ros sig lo s de la era c ristian a lo cu ltivaron los d o s F iló strato s
y C a líste n e s, el p rim ero d e e llo s d e jó e sta b le c id o en el
te x to prelim in ar d e su s [magines11el p r o p ó sito d id á c tic o d e
e se p e cu liar e je rc ic io re tó ric o d e stin a d o al a d ie stram ie n to
de sus jó v e n e s alum n os en la ob servación e interpretación de
las pin tu ras q u e ten ían a la vista, e sp e c ia lm e n te en lo qu e
se refería a la id e n tifica ció n d e lo s e p iso d io s m ito ló g ic o s
q u e en ellas se re p re se n ta b a n y a la h a b ilid a d té cn ica y
efica cia p ersu asiv a d e lo s p in tores.
D o n M an u el R o m e ro d e T e rre ro s, ju z g ó — d e sd e su
p ersp ectiv a d e h isto ria d o r d el arte— q u e lo m ás im p o r
tan te del Triunfo parténico era "q u iz ás la d e scrip ció n qu e h ace
d e lo s a d o rn o s q u e lu ció la A ca d e m ia M e xican a'',9 p e ro
n o re la c io n ó e sa s d e sc rip c io n e s c o n el g é n e ro literario d e
la ekpbrasis, al qu e ciertam en te p erten ecen . En efecto , el a r
tificio e m p le a d o p o r S ig ü e n z a c o n siste en reco rrer el atrio
y las c a p illa s de la U n iv e r sid a d d el m ism o m o d o en q u e
el a te n to v isitan te d e un m u se o iría c o n te m p la n d o y c o n
sid e ra n d o — c o m o h a c ía F iló strato el M a y o r— las p in tu
ras o b je to d e su a te n ció n . Y p ara qu e no q u e d a se d u d a de
su m é to d o , h iz o h in c a p ié en el p ap el prim ord ial qu e ju e g a
el se n tid o de la v ista e n la d isp o sic ió n d e su s p o rm e n o ri
z a d a s d e sc rip c io n e s. D ic e S ig ü e n z a , h ip e rb o liz a n d o la e x
trem a b e lle z a d e c a d a u n o d e e so s altares:
zzó
Pasando de allí al despejado Atrio, embarazada la vista con
tan diversos objetos, vacilaba dudosa en la elección el pri
mero, para que su contemplación le estimulase los deseos
de no perder los restantes,- pero como cualquiera que se
venía a los ojos era rémora suavísima que en tanto golfo
de hermosura les detenía los pasos, hubieron de cederle
los movimientos al que con más instancia los solicitó por
lo propincuo que estaba.
S e a d v ie r t e d e in m e d ia to la e s tr u c tu r a e m b le m á t ic a
d e e se "a p a r a to " en q u e se su sc rib e n a la p r im o r o sa p in tu
ra de M a ría lo s te x to s q u e revelan algu n a d e las "in g e n io
sas" y su tiles c o rre la c io n e s m e ta fó ric a s e sta b le c id a s p o r
su s artífices,- y así, el ó le o de la V irgen eq u ivale a la "pictu ra"
o c u e rp o d el e m b le m a , y lo s p o e m a s q u e la a c o m p a ñ a n
cu m p len el p ap e l d e “alm a" o te x to ex p lic a tiv o p o r m e d io
" Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio, en O bras completas. Estudio prelimi
nar y edición de Arturo del Hoyo, Aguilar, Madrid, 1960
el cúm ulo de "m isteriosas con so n an cias" o sig n ifica d o s o c u l
to s qu e con cu rrían tan to en la im agen sa g ra d a c o m o en las
figu ras d e a d o rn o q u e la circu n d ab an . A e ste p ro p ó sito de
e x é g e sis y resum en c o n c e p tu a l d e la pictura a tie n d e un s o
n eto — so sp e c h o q u e del p ro p io S ig ü e n z a y G ó n g o r a —
que cierra la serie de ep ig ra m as:
"O lv id á b a se m e — d ice e n se g u id a S ig ü e n z a — q u e en lo
m ás b a jo d e las repisas [ . . . ] servían d o s p ro d ig io so s e sp e jo s
d e re sp ald o d iáfan o a d o s estatu as sin gu larísim as, q u e m an i
festan do en sus e sp ecies directas se r sim u lacros d e la v id a y
d e la g lo ria , en la s reflejas (a b e n e fic io d e la c a tó p tr ic a )12
Si en la Maternidad privilegiada
Los vuelos remontaste a tanta altura,
Que tuviste en esfera de criatura
Con la vida la gloria anticipada.
4 Así dice el texto copiado en el ingreso de la capilla del Santo Sepulcro. Cfr.
José de Santiago, Atotonilco, cit. pp. 269-270.
a p la u d e la "gen ial la rg u e z a y g e n e ro sid a d " d e su m e ce n as
y lo s c o n tin u a d o s y “c re c id o s g a sto s" q u e sie m p re a fro n
tó . A u n q u e n o e s é ste el m o m en to p ro p ic io p ara e x te n
d e rn o s en c o n sid e ra c io n e s so b re el asu n to , a lg o n o s h ace
p en sar q u e el San tu ario d e A to to n ilco fue e rig id o , n o s ó lo
p ara la g lo ria d e Je s ú s N a z a re n o , sin o q u iz á c o n el su b
c o n sc ie n te d e se o d e q u e sirviese d e te m p lo y tú m u lo a su
p r o p io c o n stru c to r: a e sa e sp lé n d id a fá b ric a m aterial y
sim b ó lic a d e d ic ó to d a s su s e n e rg ía s, y d e n tro d e su s m u
ro s p u rg ó sin m ise rico rd ia su s m ás se c re to s p e c a d o s.5
S e ñ a la J o s é d e S a n tia g o , q u e la c o n stru c c ió n del S a n
tu ario se a la rg ó m u ch o tie m p o y, a c o n se c u e n c ia d e ello ,
c a re c ió d e un "p ro g ra m a arq u ite ctó n ic o u n itario", p e ro la
fu n ción p e n ite n cial d el te m p lo y su u n id a d p ro g ra m á tic a
se a p re c ia p e rfe c ta m e n te en la e stricta c o rre la c ió n d e los
p ro g ra m a s ic o n o g r á fic o s c o n su s n u m e ro sa s g lo s a s t e x
tu ales, p o r m ás q u e su factu ra p lá stic a n o h a y a sid o siem -
! E s n o ta b le — c o m o p in tu ra y c o m o te stim o n io — e l m ural d e P o c a sa n g r e en
la p u erta d e la c a p illa d el S a n t o S e p u lc ro en q u e se rep re se n ta al p a d re A lfaro
c a rg a n d o la c ru z en la p ro c e sió n d el V iern es S a n to en S a n M ig u e l A llen d e.
En su o rac ió n fú n eb re a A lfaro , s u c o n fe so r D ie z d e G a m a rra d e sc r ib ió a s í la
o b se siv a e in c le m e n te im itac ió n d e C r is t o p ra c tic a d a p o r el fu n d a d o r d el
S an tu a rio d e Atotonilco-, "L o s c ilic io s q u e c a r g ó to d a s u v id a e ra n ta n to s q u e
a p e n as le d e ja b a n lib res las co y u n tu ra s d el c u e rp o [...] L o s v iern es q u e p a sa b a
c o m ie n d o el p an d e lá g rim a s, se v e stía u n ju b ó n q u e s ó lo v e rlo p o n ía h o rro r
[...] a m ás d e su ju b ó n y a d ic h o , se p o n ía en lo s p ie s u n as p la n tillas d e h o ja
lata, tan á sp e ra s q u e p are c ía im p o sib le d ie se un p a so , en las ro d illas se p o n ía
u n as lám in as c ó n c a v a s d el m ism o artificio y c ru cificab a d e m o d o su c u e rp o
q u e a p e n as h allaríais en él p a rte san a [...] En lo s V iern es S a n to s [...] lo v isteis
c o n u n a s o g a al c u e llo , c o n u n a c o ro n a d e p e n e tra n te s e sp in a s q u e se le
in tro d u cían p o r la fre n te y b a ñ a b a n su ro stro d e san g re , c a rg a n d o un p e sa d o
m a d e ro p ara d a r c o n él las tres c a íd a s en m em oria d e las q u e p o r n o so tro s d io
Je sú s en la C a lle d e la A m argu ra". J o s é M e rc ad illo M iran d a, en su Vida del [...]
Padre Luis Felfa Neri de Alfaro, relata q u e el "sie rv o d e D io s", d e sp u é s d e "a d o ra r
a Je sú s S a c ra m e n ta d o ", "se m etía b a jo el altar d o n d e e sta b a u n ataú d , y a c o
m o d á n d o se d e n tro d e é l c o n lo s o jo s c e rra d o s y el c u e rp o e x te n d id o , g a s ta b a
la n o c h e en p rep a ra rse p a r a la m uerte".
p re d e la m ism a c a lid a d d e la re a liz a d a p o r M a rtín e z de
P o c a sa n g re y q u e lo s d iv e rso s re p in te s, a lg u n o s fra n ca
m en te d e sa stro so s, h a y a n p o d id o d e sa rro lla r c o n a n a c ró
n ica in d e p e n d e n c ia a lg u n o s a sp e c to s im p lícito s en el p r o
g ra m a gen era l id e a d o p o r el p a d re Alfaro,- tal m e p arece
se r el c a so de los ta b le ro s d el can c e l d e in g re so d e d ic a d o s
a a su n to s relativ o s al S a g r a d o C o r a z ó n d e Je s ú s , a sí c o m o
tam b ién el de lo s m u rales del p rim er tram o y del p rim er
a rc o del C o r o , cu y as b a sta s p e ro e n é rg ic a s im á g e n e s d e
factu ra p o p u la r re p resen ta n a lg u n o s p a sa je s d e la P asión
d e C risto , tam b ién c o n c e b id o s a p artir d e la a le g o ría del
S a g r a d o C o ra z ó n .
El au to r del lib ro q u e c o m e n ta m o s, al ex a m in a r la t e
m átic a d e la d e c o ra c ió n d el p e q u e ñ o re c in to re c tan g u lar
q u e c o rre sp o n d e al se g u n d o tram o d el c o ro , y q u e recib e
el n o m b re d e "G lo ria e sc o n d id a ", c o n c lu y ó q u e c o n stitu
y e "u n a a m p lia e x p o sic ió n d el siste m a ig n a c ia n o d e lo s
Ejercicios". En e fe c to , en el v a n o d e in g re so p u e d e v erse un
jo v e n d e sn u d o y se n ta d o , c o n un h a z d e sie rp e s q u e le
ro d e a la c a b e z a y en c u y a e sp a ld a p arecen h a b e rse h u n
d id o o c h o e sp a d a s, c a d a una d e e lla s c o n el n o m b re del
p e c a d o correspon diente,- so n o c h o y n o sie te p o rq u e u n o
d e ellos, el de la ira, se h a d e sd o b la d o en la v e n g a n z a (G la-
dius ultionis). P o r o tra p arte, en el a lfé iz a r d e u n a d e las
v e n ta n a s d e d ic h o re cin to se re p ro d u jo , c o m o en un lib ro
a b ie rto so ste n id o p o r d o s án g e le s, el e sq u e m a tra z a d o p o r
S an Ign acio c o n el p ro p ó sito d e q u e el p e c a d o r fuese a n o
ta n d o su s p ro g re so s en el c a m in o d e p e rfe c cio n a m ie n to
espiritual. C o m o era d e esp erarse, el resto d e la d e co ració n
p ic tó ric a d e d ic h o recin to alu de a e sc e n as d e las "p o strim e
rías del alm a": m uerte, ju icio , infierno y gloria,- d estacan , en
p rim er lugar, las tortu ras q u e p a d e c e n lo s c o n d e n a d o s al
infierno, así como una espléndida representación del Jui
cio final, "seguramente proveniente — dice De Santiago—
de un grabado de catecismo o de alguna obra ascética del
siglo XVI"; a todo ello se añade una escena en la cual la
Virgen aparece revelándole al fundador de la Compañía
de Jesús el método de los Ejercicios.
En opinión del autor, la decoración de la "Gloria Es
condida" constituye una "especie de epítome de toda la
simbología de Atotonilco", toda vez que la ubicación de
ese recinto dentro de la planta general del edificio, parece
colocarla "como la parte fundamental de la llave que pue
de reconocerse en la planta de las capillas del Santo Se
pulcro y del Calvario, llave o clave que opera precisamente
para abrir una cerradura y no es sino la de la Gloria". No
abunda José de Santiago en las condiciones formales o
semióticas que sustentarían este posible simbolismo espa
cial, que parece configurarse a partir de la planta en forma
de cruz de la capilla del Calvario, se prolonga en línea verti
cal en la capilla del Santo Sepulcro y concluye trans
versalmente en la planta de la "Gloria Escondida", esto es,
en el espacio precisamente reservado a los más arduos ejer
cicios de oración mental. Tengo para mí que se trata de
una muy fundada y expresiva analogía que quizá podría
extenderse a la interpretación simbólica de otros espacios
constructivos del Santuario, pues no otra cosa recomen
daba el cardenal Borromeo en sus Instructiones Fabricae et
Supellectilis Ecclesiasticae, sino darle a muchas partes del tem
plo una semejanza apropiada a la "significación del miste
rio" de que se tratase.
Está en lo cierto José de Santiago cuando afirma que
la unidad conceptual, no sólo del programa particular de la
"Gloria Escondida", sino, en general, del diseño teológi
c o -a le g ó ric o d e A to to n ilc o , resid e e n el h e c h o d e q u e to d o
el S a n tu a rio e stá c o n sa g r a d o al o rd e n a m ie n to visual y te x
tual d e lo s p a so s q u e h an d e se g u irse p ara la e x ito sa reali
z a ció n d e lo s e je rc ic io s ig n a c ia n o s o , d ic h o d e o tra m a n e
ra, q u e to d o el e d ific io n o e s o tra c o s a q u e un m on u m en tal
lib ro a b ie rto en el q u e se d e sp lie g a n las e ta p a s p revistas
p o r Ig n acio d e L o y o la p a ra q u e el cristian o te n g a "m o d o
d e exam in a r su c o n c ie n c ia , d e m editar, d e co n tem p la r, de
o ra r v o ca l y m e n tal[m e n te ] y d e o tra s e sp iritu ales o p e r a
cio n es", e m p re n d id a s c o n el fin d e "q u itar d e s í to d a s las
a fe c c io n e s d e so rd e n a d a s y d e sp u é s d e q u ita d a s p ara h allar
la v o lu n ta d d iv in a en la d isp o sic ió n d e su vid a p ara la s a
lud del alm a", e sto es, p ara la lib era ció n d el p e c a d o y la
salv a ció n e te rn a .6
S e g ú n e x p lic a n lo s t e ó lo g o s m o d e rn o s, S a n Ig n a c io
c o n c ib ió la n arració n e v a n g é lic a c o m o si se tratara d e un
"e sp e jo lím p id o o c o m o la tra n scrip c ió n d ire c ta d e p a la
b ras y h e c h o s" del E v an g e lio . En e fe c to , el fu n d a d o r d e la
C o m p a ñ ía de Je sú s o rg a n iz ó el d e sarro llo d e su s e je r c i
c io s en cu atro e ta p a s p e rfe c ta m e n te c o n c a te n a d a s: en la
p rim era, el e je rcita n te h ará "c o n sid e ra c ió n y c o n te m p la
ció n " d e lo s p e c a d o s d e la re b e ld ía a n g é lica y d e la s p en as
del in fiern o, d o n d e ex p e rim e n ta rá las tortu ras a p ro p ia d a s
a la índole de sus pecados,- e sta prim era e tap a es la qu e c o n s
tituye p ara L o y o la la vía purgativa,- en la se g u n d a, se d a
c o m ie n z o a la vía ilu m in ativ a d o n d e el p ractica n te rem e
m o rará la v id a d e C risto h a sta el d ía d e R a m o s; en la ter
cera, será su tem a d e m e d itació n la P asión y M u e rte d e
Cristo,- en la cu arta, su R e su rre cció n y A sce n sió n .
8 José Mercadillo Miranda, Vida del siervo de Dios, padre Luis Felipe Neri de Alfaro.
Fundador del venerable santuario y de la santa casa de ejercicios espirituales de Atotonilco,
Guanajuato. San Miguel Allende, s. f.
extreman la dificultad de formular una nueva hipótesis,
me atrevo a sugerir la siguiente.
Como observó José de Santiago en su análisis de los
murales de Pocasangre, "el corazón es el punto culminan
te de la decoración y de la simbología y el lugar de coin
cidencia tanto de las aristas de las bóvedas como de la
m ayoría de las líneas de fuerza de la estructura
compositiva",- a partir de ese estímulo plástico-ideológi
co, Barajas y — quizá— Pedro Ramírez pintaron, el pri
mero, las escenas del cancel de entrada y la serie de me
dallones del sotocoro y, el otro, los muros del Coro donde
se desarrollan las escenas de la Pasión de Cristo alegori
zadas en la figura, desmesurada y groseramente naturalis
ta, del Corazón martirizado de Jesús. Me fundo en las
siguientes consideraciones: no hace referencia al cancel
ni a sus pinturas Manuel Antonio Valdés y Munguía quien,
en el prefacio a su poema sacro Recuerdos tiernos de las finezas
de Jesús y Adarfa, describe con retórico pormenor el adorno
del Santuario. Por otra parte, las imágenes del cancel in
terrumpen la continuidad ignaciana del programa alegó
rico: después de haber considerado el ejercitante las pe
nas del infierno, debe proseguir en la meditación de la
vida de Cristo, cuyas escenas más significativas se repre
sentan precisamente en las bóvedas de la nave principal,-
a esas pinturas alude Valdés Munguía diciendo que: "es la
figura de éste [el templo] un cañón seguido cuyas ocho
bóvedas forman treinta y dos gajos: en todos ellos se con
tiene lo mismo que en los dos Cantos de la obra [Recuerdos
tiernos], los pasos todos de la Pasión y Vía Dolorosa..." Es
evidente, por lo demás, que las representaciones del Sa
grado Corazón de los murales de Pocasangre (un rosetón
de ocho bastos, ocasionalmente dividido por una cruz,
en cuyo centro se instala la imagen sintética de un cora
zón) no tienen como modelo gráfico las figuras de la Schola
Coráis de Haeften, a las que se plegaron tanto Barajas en
las escenas del cancel como el autor de los murales del
primer tramo y primer arco del Coro, quien no se confor
maría con repintar los murales dañados de Pocasangre, sino
que introduciría como protagonista del relato evangélico
un enorme corazón vacuno que los sicarios someten a las
mismas humillaciones y martirios que padeció el Salva
dor. Ambos pintores del siglo XIX basaron sus obras en las
formas ingenuas y populares de esta devoción, tal como
se representan en los emblemas de la Schola Coráis y tal
como fueron reproducidas en México muchas otras veces.9
No parece haberlas tenido en cuenta el padre Alfaro como
posible modelo gráfico de algún aspecto de su programa
general, pero, en cambio, es muy posible que — ya en 1867,
al ordenar la renovación del Santuario— el presbítero
Atanacio Cruz haya decidido desarrollar ese nuevo pro
grama iconográfico en aquellos lugares donde las pinturas
originales del siglo XVIII se hallaban destruidas.
Contrariamente al precario estilo de los pintores del
siglo XIX o de principios del XX que tuvieron a su cargo la
parcial restauración de las pinturas del Santuario, Martínez
de Pocasangre se revela a lo largo de su trabajo en las bó
ZÓ2
Vili
¡
Quien revise con algún cuidado la Imprenta en M éxico de
José Toribio Medina1y se detenga en los tomos V y VI en
que se registran los libros, folletos y periódicos publica
dos en la Nueva España durante la segunda mitad del si
glo XVI11, podrá advertir cuán trabajosa y esforzada fue la
tarea de un José Antonio de Alzate y un José Ignacio
Bartolache para introducir a sus conciudadanos en los
conocimientos de la ciencia ilustrada, esto es, por lograr
el acceso de su patria a lo que hoy llamamos la "moderni
zó7
nes" y, con el fin de hacerlos semejantes a los "santos sa
cramentos, contrahace las unciones benditas...",- tales
execramentos — como indica su nombre— constituyen una
burla de la comunión, de la hostia y de sus sagrados atri
butos. Así, decía el franciscano fray Andrés, el ministro
diabólico "busca una porquería... un excremento espanto
so, escandaloso y difícil de reconocer",- de esto — añade—
hacen la "materia" del sacramento. En sustitución de lo
que se llama "forma", el ministro de Belcebú "usa palabras
muy peligrosas, falsas, oscuras, difíciles de entender", y
respecto de lo que se llama "intención, que quiere decir lo
que más desea su corazón cuando da los execramentos",
su deseo es que se cumplan perversas acciones, pecados y
maldades,- por eso la iglesia de Belcebú se reúne en secreto
y consigue sus adeptos entre los débiles y los enfermos.
Al llegar a México como colaborador del obispo Zu-
márraga, ya tenía fray Andrés una larga experiencia en
asuntos demonológicos: en efecto había colaborado con
su correligionario fray Martín de Castañega en la compo
sición de su célebre Tratado... de tas supersticiones y las hechice
rías (Logroño, 1529) y de ese libro extrajo toda su doctri
na para juzgar las "abusiones" de los hechiceros de la Nueva
España. También en el Nuevo Mundo pudo comprobar
que las mujeres eran más proclives a ingresar a la secta del
demonio que los hombres y que — por lo tanto— se en
tregaban con más frecuencia que éstos "al pecado que se
llama de execramentos". La explicación de esta disposi
ción femenina la hallaba no sólo en el hecho de que "nues
tra primera madre" fue seducida por el diablo con "falsas
palabras", sino porque las mujeres "quieren saber con gran
prisa las cosas que suceden en secreto",- ellas se dejan do
minar fácilmente por la ira, son celosas y envidiosas y
sacian su corazón con la muerte de aquellos a quienes
aborrecen,- además, porque deseando en la vejez conti
nuar con la vida disoluta que llevaron siendo jóvenes, el
diablo las atrae con sus perturbadoras promesas de delei
te. Fray Andrés no atendía — o no estaba en condiciones
de percibir— los condicionamientos sociales y emocio
nales de esta proclividad femenina a las artes diabólicas.
Por lo que toca a los hechiceros o nahuales, decía el fran
ciscano que para probar su reverencia al demonio habían
de besarlo en cierto "sitio" sucio e innombrable, de modo
semejante a como los miembros de la Iglesia cristiana be
san la mano de sus sacerdotes en señal de reverencia y
amor,- con el fin de recibir este inmundo homenaje, y ha
bida cuenta de que el diablo no posee cuerpo propio, suele
tomar "la apariencia de un venado o se transforma en bes
tia fiera". Como tantos otros cristianos, el buen fraile no
se sentía capaz de encontrar las razones por las cuales
Dios no había sometido al diablo de una vez por todas,
pero recomendaba fervientemente a sus catecúmenos que
no vivieran como servidores de aquel que, a cambio de
unos cuantos placeres, los arrojará finalmente "a la cloa
ca, a las letrinas".
A lo largo del siglo XVII, otros muchos eclesiásticos se
ocuparon de las idolatrías, supersticiones, ritos y hechi
cerías de los aborígenes,- buen espacio dedicó a los dioses
y ceremonias de los antiguos pobladores de la Nueva Es
paña fray Juan de Torquemada en su Monarquía indiana y
después de él otros muchos trataron del asunto: el doctor
Jacinto de la Serna, cura del Sagrario Metropolitano, que
dejó manuscrito un M anual de ministros para el conocimiento de
su s id o latrías y extirpació n de ellas,- Gonzalo del Balsalobre, autor
de una R elació n de las id o latrías del o b isp ad o de O a x a c a ¡ el doc
tor Pedro Sánchez de Aguilar, compilador de un Inform e
co n tra idolorum cultores del o b isp ad o de Y u c a tá n y el Bachiller
Hernando Ruiz de Alarcón — hermano de nuestro mayor
dramaturgo— que compuso un T ra ta d o de la s supersticiones de
los n a tu ra le s de esta N u e v a E s p a ñ a .3 Sorprendía e irritaba al
doctor de la Serna que habiendo sido los indios de la
Nueva España llamados por Dios y recibido sus sacra
mentos, fueran "de tan gran ignorancia y simplicidad...
que les parece que se puede conservar la ley de Dios y los
misterios de nuestra santa fe con el conocimiento de sus
antiguos y falsos dioses: el sol, la luna, el fuego, las aguas,
los animales...", al grado de que para disimular su engaño
mezclan "sus ritos y ceremonias idolátricas con cosas bue
nas y santas". También Hernando Ruiz de Alarcón confir
maba en su informe el hecho de que las "costumbres
gentílicas" habían ido trasmitiéndose y practicándose de
generación en generación y enmascarándose bajo las ce
remonias cristianas.
La mayor dificultad que hallaba don Hernando para
cumplir con el encargo que había recibido de averiguar
todo lo concerniente a las idolatrías de los indígenas, resi
día en el hecho de que quienes poseen suficientes noticias
sobre esta materia son los propios "delincuentes", los cua
les, como es natural, no quieren hablar de ello o, en caso
de obligárseles, la ocultan o disimulan con un "lenguaje
dificultoso" porque "el demonio su inventor", en todos los
2/0
conjuros, invocaciones y encantos finge veneración y es
tima por las cosas sagradas; de hecho, todo ese lenguaje
no es otra cosa que una serie concatenada de metáforas
"no sólo en los verbos, sino aun en los nombres sustantivos
y adjetivos, y tal vez pasa a una continuada alegoría" ininte
ligible. Notaba con perspicacia Ruiz de Alarcón las causas
de que se ignore este lenguaje cifrado, así como de su per
manencia y propagación entre los grupos indígenas,- la pri
mera, que los ministros cristianos "entraron tarde en las len
guas de los feligreses",- la segunda, que los indios han sido
"reducidos" o conminados a vivir en sus "congregaciones"
donde difícilmente se desarraigan de sus antiguas creencias,-
la tercera, que los texoxcjui o hechiceros jamás confiesan
nada que permita sacar a la luz la verdad de sus acciones.
En fin, era tanto el dominio ejercido por el demonio sobre
los naturales de la tierra que don Hernando no hallaba
otra explicación sino ésta: al nacer un niño sus padres lo
vinculan con un dueño o nahual a quien tienen por señor
de todas sus acciones,- al llegar a la edad adulta, este pacto
con el demonio es ratificado tácita o expresamente, "por
que sin esta condición — concluía— no es creíble que el
demonio tenga tanta potestad", inclusive sobre aquellos
que recibieron el bautismo. Entre tantos casos incontro
vertibles, traía a colación el de un "cantor de la iglesia" del
pueblo de Tasmalaca que reverenciaba en su casa a diver
sos ídolos,- preso el idólatra y requerida su mujer para que
mostrase sus estatuas, ésta ya se había dado maña para
ocultarlas a la pesquisa de Ruiz de Alarcón, con lo cual que
daba demostrada "la sagacidad que es menester con esta
gente, porque ni temor de Dios, ni juramento ni otra cosa,
es parte con los indios para que confiesen la verdad".
Vi
Pero no eran únicamente los naturales quienes quebran
taban las leyes de la Iglesia de Cristo,- en su Historia del tribu
nal del Santo Oficio de la Inquisición en M éxico,4 José Toribio
Medina reunió numerosísimas noticias acerca de clérigos
españoles acusados ante el Santo Oficio de conculcantes y
solicitantes. A mediados del siglo XVII hicieron crisis las
pugnas entre los ministros del Tribunal y los frailes del
Carmen,- muchos de éstos habían sido enjuiciados por de
sacato a las mujeres que asistían a sus confesonarios,
"aposentillos embebidos en las paredes y con unas puertas
que cierra el confesor por la parte de dentro", de manera que
se da lugar a "óbsculos e inspecciones impúdicas" de las pe
nitentes. No era eso todo,- de acuerdo con un documento
fechado en 8 de julio de 1664, en tiempos del virrey de
Alburquerque, la práctica de la sodomía se había extendido
no sólo por la ciudad de México, sino por todo el reino, de tal
suerte que los hombres, "saciados del apetito sensual de las
mujeres, se buscan unos a otros",- por desgracia, quienes in
currían principalmente en este "nefando crimen" eran los
propios religiosos,- uno de ellos — franciscano descalzo—
confesó sin recato haber pasado de la sodomía a la bestiali
dad. Los alarmados ministros del Santo Oficio pedían al
virrey que se pusiese pronto remedio a ese "cáncer", porque
— según cundía— "parece muy dificultoso que después lo
pueda tener".
Los "crímenes" denunciados a los inquisidores no eran
únicamente de índole sexual,- muchas veces se trataba de
delitos contra las "sagradas formas" del rito católico y, en
esos casos, los reos eran frailes "conculcantes", es decir,
‘ José Toribio Medina, Historia del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en M éxi
co. Santiago de Chile, 1905. H ay edición facsimilar publicada por la unam en
1987.
m
culpables de haber hollado impíamente los sacramentos
en la celebración de ceremonias satánicas,- a fines del XVII
y aun bien entrado el XVIII, algunos carmelitas y francis
canos fueron juzgados y condenados por delitos en los
cuales se mezclaban claramente los desmanes del sexo con
la befa de los signos sacramentales, actos evidentemente
unidos a ceremonias satánicas y, por supuesto, orgiásticas.
En esos años abundan también los juicios a brujas, hechi
ceras y poseídas, culpables de “toda especie de pacto y
apostasía", como es el caso de la mestiza queretana Josefa
de San José o de Antonia de Ochoa, vecina de la ciudad de
México, que se jactaba de "visiones, revelaciones, profe
cías, éxtasis y falsos arrobos".
Como es bien sabido, el tribunal del Santo Oficio no
estaba facultado para proceder contra la población indí
gena en causas de herejía, su jurisdicción se limitaba a los
"quebrantadores de las leyes y preceptos divinos",- pero
los obispos ponían especial empeño en que no quedasen
sin castigo los indios idólatras. Precisamente por aquellos
años en que Alzate y Bartolache se desvelaban por hacer
llegar a la Nueva España los aires renovadores de la cien
cia ilustrada, Carlos 111 ordenó el definitivo exterminio de
la idolatría de todos sus reinos, en cumplimiento de lo
cual el provisor del Arzobispado de México publicó un
edicto en el que se describen y condenan las prácticas a
las que se entregaban los naturales. El documento referi
do es de gran interés para el conocimiento de un fenóme
no social de gran magnitud: la supervivencia de formas
ancestrales de las culturas indígenas en la vastedad de un
territorio políticamente incontrolado por las autoridades
virreinales y, más importante aun, para la formación de
una cultura popular, sincretista o mestiza, en la que se alian
las supersticiones prehispánicas con las creencias satánicas
de la tradición cristiana medieval. Por el documento refe
rido sabemos que — fuera de la ciudad capital y gracias a
la falta de comisarios de la Inquisición en los lugares apar
tados— se continuaban celebrando "bailes, danzas y otras
especies de juegos y representaciones" en lenguas indíge
nas, al modo que los "gentiles" acostumbraban, y que estas
ceremonias se alternaban con otras de origen hispánico,
como eran las "representaciones al vivo de la pasión de
Cristo Nuestro Redentor", todas ellas combinadas con las
"danzas de Santiaguito", el palo del volador y "otros bailes
supersticiosos". Pero, más que esta mezcla tan reprobable
en opinión de los ministros de la Iglesia, les resultaban
mucho más aberrantes las maneras en que indios, negros,
"chinos” (filipinos) y castas decían cumplir con los precep
tos de la religión cristiana: así por ejemplo, el hecho de
que se casasen muchas veces sin que sus cónyuges hubie
ran fallecido,- que blasfemasen de Dios, la Virgen y los
santos,- que dijeran misas muchos individuos que no ha
bían recibido las órdenes sagradas y, para colmo, celebra
sen pacto con el diablo, abusando del peyote, fingiendo
— o sufriendo— éxtasis y revelaciones, adorando animales
o cosas insensibles, etcétera, con lo que contravenían "la
solemne profesión que hicieron en el sacrosanto bautis
mo, en el que renunciaron al demonio y a sus pompas".
No hay para qué alargarse demasiado en esta materia,
de suyo inacabable. Los juicios por pacto diabólico abun
dan naturalmente en los archivos del tribunal del Santo
Oficio,- cuando los involucrados son indios, negros o indi
viduos de castas, los documentos suelen revelar su con
dición étnico-social,- en los demás casos, se presume que
los enjuiciados sean criollos o europeos (portugueses, fran
ceses, ingleses, húngaros, italianos, etcétera). A partir de
las noticias proporcionadas por José Toribio Medina no es
fácil determinar el carácter étnico o la posición social de
los participantes en una misma ceremonia ni la configura
ción del grupo de adeptos reunidos en tomo de una per
sonalidad dominante, cabeza de aquellas iglesias diabóli
cas a las que se había referido tempranamente fray Andrés
de Olmos, pero gracias al exhaustivo análisis hecho por
Solange Alberro5 de algunos procesos de magia y hechi
cería seguidos a numerosos residentes de Celaya y Tepeaca
a principios del siglo XVII queda en claro que — al menos en
las sociedades pueblerinas— se daba una clara interacción
entre las mujeres pertenecientes a diversos estratos socia
les: las hechiceras declaradas — dice la mencionada inves
tigadora— "no pertenecen nunca al sector social privile
giado, sino al de menor prestigio y que se halla en la
situación más precaria", pero a ellas acuden las criollas aco
modadas — que sólo cuentan con el factor sexual para al
canzar alguna forma de autoafirmación— en busca de los
poderes o atributos sobrenaturales que se les reconoce,
especialmente para atraerse el amor de los maridos "dis
traídos" y, en suma, para modificar aquellos aspectos de su
realidad social o emocional que les resultaran adversos.
Solange Alberro advirtió que en los procesos referidos
no figuraron individuos pertenecientes al sector social más
poderoso, pero en cambio se vieron comprometidos por las
denuncias algunos miembros de las familias de ricos labra
dores,- el hecho es que en el grupo de oficiantes que fue
sorprendido en pleno ejercicio de sus ceremonias, figura
6 José Antonio Terán Bonilla, L j extraña casa i e San Luis Tehuiloyocan. Gobierno
del Estado de Puebla, 1991.
Manuel de Flon,7 se asienta que el partido de Cholula com
prendía entonces 42 pueblos en que había cinco parro
quias, un convento de franciscanos, 43 haciendas y 13
ranchos, el total de los habitantes de ese partido adminis
trativo eran algo más de 2 2 mil almas, de las cuales cerca
de tres mil eran españoles y las restantes indios, mestizos
y castas. Los productos de las haciendas eran trigo, frijol y
maíz,- las pequeñas industrias de tejidos de algodón esta
ban en manos de los españoles,- "los indios, a excepción de
pocos traficantes, subsisten de jornaleros en las mismas
haciendas y con el auxilio del pulque que cultivan en sus
solares, expendiéndolo por menor en sus casas, en los ca
minos y aun en esta ciudad" de Cholula. El nombre náhuatl
del poblado parecería indicar que fue conocido en tiem
pos prehispánicos por las labores de alfarería de sus habi
tantes: teuilotl, vale por "cristal" o "vidrio",- teuilocacbiuhcfui es
el que hace vasijas de ese material y Tehuiloyocan es el "Lu
gar de espejos", quizá por alusión al revestimiento vidria
do y esplendente de sus famosas vasijas o tal vez por ha
ber sido centro de adoración de Tezcatlipoca, los muros
de cuyos templos estaban cubiertos de espejos.
En uno de los solares inmediatos a la pequeña plaza
que sirve de "centro generador" de este pequeño pueblo,
se levanta el templo principal del lugar dedicado a San
Luis Obispo, hay otras dos modestas iglesias: la del Sal
vador y la de Ecce Homo. La "extraña casa" objeto de estu
dio fue construida en una calleja secundaria que la man
tuvo al amparo de miradas indiscretas, al punto de que
hasta ahora nadie había reparado en su peculiar adorno
7 C/r. Descripciones económicas regionales de Nueva España. Provincias del Centro, Sudeste
y Sur i 7 6 6 - t 8 2 7 , comp. de Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, SEP-inah,
México, 1976.
JOSÉ ANTONIO TERÁN
“Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial. 1610-
<670. Fondo de Cultura Económica, México, 1980.
Z9 I
seducción diabólica y a sus promesas mundanas, sino el
diablo mismo figurado en la interpósita persona del mago
o ministro que dirige los ritos.
En una de las "Constituciones" de su Bularía, el papa Six
to V hizo una apretada síntesis de cuanto ocurre en los con
ciliábulos celebrados por los que "hacen concierto con la
muerte y pacto con el infierno": los magos trazan círculos
y caracteres incomprensibles, hacen oración a los demonios,
los inciensan, encienden candelas y "sacrilegamente usan
de las cosas sagradas, Sacramentos o Sacramentales, ha
cen adoraciones y genuflexiones y otros oficios de gran
impiedad" o, para decirlo con nuestro franciscano Andrés
de Olmos, el diablo exige a sus adeptos que remeden en
todo a la Santa Iglesia, "por eso Él hace a menudo execra-
mentos que se hacen bajo forma de unciones". Los círcu
los y signos mágicos que bordean las figuras de los monos
antropomórficos de Tehuiloyocan, el ominoso pene erec
to frente al altar y, en general, todo el conjunto icónico,
no son sino otras tantas referencias a la abominación de los
dogmas y ritos de la Iglesia cristiana,- se comprende así que
la oración latina del Magníficat, escrita de manera invertida,
sea signo inequívoco de una profanación ritualizada de la
virginidad de la Madre de Dios, en obediencia a los dicta
dos del Príncipe de este mundo: en efecto, el ultraje de
palabra y de hecho a la beata Virgen María, así como la
negación del bautismo y de la eucaristía, eran -—según
sostuvo Francesco Maria Guaccio, fraile ambrosiano de
Milán y autor de un apreciado Compendio delle Stregonerie
(1608)— 9 los deberes principales de quienes contraían
V. El a rte d e la m e m o r ia en el P rim er o su eñ o
d e S o r J u a n a In és d e la C r u z
1. D e l P rim er o su eñ o y su s m o d e r n o s e x é g e t a s 445
2. D e la s te o r ía s c lá s ic a s d e l s u e ñ o y la
r e m in is c e n c ia 463
3. D e la m e m o r ia y lo s "lu g a r e s" r e t ó r ic o s iso
4. El P r im e r o sueño y su m o d e lo e m b le m á t ic o 498
O r i g e n d e lo s a r tíc u lo s in c lu id o s e n e s te v o lu m e n 295
El resplandor intelectual de las imágenes: Estudios de emblema
tica y literatura nouoshispana, de José Pascual Buxó, edi
tado por el Programa Editorial de la Coordinación
de Humanidades de la UNAM, se terminó de impri
mir en agosto del año 2002, en los talleres de Hemes
Impresores, Cerrada de Tonantzin No. 6 Col. Tlaxpana,
México, D.E
Su composición se hizo en tipos Weiss, Nicolascoct
reg y Caligraphic de 11:13, 10:13 y 8:9 pts. La edición
consta de 1000 ejemplares impresos en papel Kromos
ahuesado de 90 grs. y estuvo al cuidado de Judith
Sabines y Silvia González de León.