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El fanatismo puede crear monstruos perversos

Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)

El comediógrafo romano Plauto (aprox. 250-184 A. de C.) en su obra ‘Asinaria’ (‘La


Comedia de los Asnos’), presenta al personaje ‘El Mercader’ que dice al personaje
‘Líbano’: “Cuando una persona te es desconocida, pues es para ti, como un lobo, no un
hombre” (Acto II, Escena IV). La expresión “Homo, homini lupus” (el hombre, un lobo
para otro hombre) no reproduce de manera fidedigna lo que dice El Mercader, pero esa
expresión se hizo popular y muchos autores la han utilizado. Por ejemplo, el psiquiatra
austríaco Sigmund Freud (1856-1939) en su obra: ‘El Malestar en la Civilización’ (1930)
dice: “Homo, homini lupus. ¿Quién a la luz de toda la experiencia en su vida y la
experiencia de la historia se atrevería a negar esta aseveración?” (Cap. V).

Sin embargo, esa expresión ‘Homo, homini lupus’ quizás no es acertada. Los estudios
científicos han evidenciado que los lobos no se exterminan entre ellos. El científico
austríaco Konrad Lorenz (1903-1989) fue uno de los primeros fundadores de la disciplina
llamada ‘Etología’ que estudia el comportamiento de los animales y compartió el Premio
Nóbel de Fisiología y Medicina en 1973. En 1952 publicó su obra: ‘El Anillo del Rey
Salomón’ y el título se explica porque según una leyenda judía, el Rey Salomón poseía un
anillo mágico que le permitía hablar con los animales. El caso es que Lorenz describe sus
observaciones sobre el comportamiento de diversos animales y dice: “Hay muy pocos
animales que, cuando están amenazados de morir por hambre, atacan a un animal de su
mismo tamaño de su propia especie con la intención de devorarlo. Yo solamente conozco
que esto es verdad en el caso de las ratas y unas pocas especies de roedores relacionadas
con las ratas. Que los lobos lo hacen, lo dudo mucho por las contundentes observaciones
que he hecho” (Cap. 3). No obstante, desde los estudios de Lorenz se ha descubierto que
hay otras especies cuyos individuos también se matan. Más adelante Lorenz en su obra
refiere que las peleas entre dos lobos culminan cuando el vencido se da por vencido y el
lobo triunfador no lo mata (Cap. 12). Los humanos sí se matan en las guerras aunque no se
devoren unos a otros. Esas guerras pueden ser por la posesión de tierras, recursos y
alimentos, y entonces quizás podríamos cambiar el dicho y decir: “Homo, homini rattus”
(El hombre, una rata para otro hombre). Pero hay algo peor, porque el humano, gracias a su
imaginación, puede planificar las torturas más perversas. El escritor francés Michel de
Montaigne (1533-1592) vivió las guerras religiosas entre católicos y hugonotes, y en su
ensayo: ‘Sobre la Crueldad’ (1580) dice: “Si yo no lo hubiera visto me costaría creer que
usted puede encontrar almas tan monstruosas que cometen asesinato por el placer de
cometerlo; que descuartizan y arrancan los miembros a otra persona; y esfuerzan su mente
para inventar torturas novedosas y nuevas maneras de matar, no por odio o para obtener una
ganancia, sino con el único propósito de gozar con el espectáculo de los gemidos y gritos
de un hombre que se retuerce agonizando”. Entonces después de ver lo que dice
Montaigne, quizás deberíamos cambiar el dicho y decir: “Homo, homini rattus
perversus”…¡”El hombre, una rata perversa para otro hombre”!...Pero no seamos tan
pesimistas al juzgar al humano. En diversos artículos hemos visto que el humano es una
especie contradictoria. Hay humanos que son fundamentalmente bondadosos y otros que
son fundamentalmente malévolos, y hay toda una gama intermedia entre ambos extremos.
En las circunstancias sociales adecuadas el humano puede desarrollar gran solidaridad y
altruismo hacia sus semejantes, pero en otras circunstancias puede desarrollar crueldad
hacia los adversarios….Por ejemplo…¡El fanatismo político o religioso crea monstruos
asesinos!!!...Por eso tenemos que crear una sociedad que desarrolle la democracia, la
tolerancia, el libre pensamiento y en general las mejores facetas del humano.

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