You are on page 1of 3

Homenaje lírico

(para Rubén Darío)

Yo saludo al poeta de las «Prosas profanas»,


al Apolo moderno de los versos de oro,
en cuyo escudo se halla un caracol sonoro,
la máscara de Grecia, la flor de lis de Francia.

Dime, mago risueño de las urnas paganas,


¿qué espíritu visita tu corazón-tesoro,
que hace que tu mano escriba versos de oro
en cuya urdimbre juega la risa de la Francia?

Emperador del ritmo, ante tus pies me postro;


vuelve tu altivo rostro hacia mi triste rostro;
concédeme la gracia de una dulce sonrisa.

Hermanos yo no tengo, ni escudo ni nobleza;


yo soy un sacerdote de la diosa Belleza
que ha soñado tus versos y tu melancolía.

René López: Imaginarios

A cien años de su muerte (12 de mayo de 1909)

“El nombre del llorado autor de Bustos y Rimas, me lleva a señalar el nombre de su más
encantador discípulo, el más joven, quizás, de los que figuran en este Parnaso de la Poesía
Cubana: René López

Casal no ha muerto; vive en el autor melancólico de “Barcos que pasan” (…) Continuar a Casal
no es dado a todo el mundo. René López lo ha intentado. Realizándolo, ha dado al sueño de
Casal la consistencia del granito, que la muerte no raja”.

Conde Kostia, prólogo de Arpas Cubanas, 1904

René F. López

Por Héctor Durán

Por encima de todo, aunque entren en libra sus apreciables dotes de prosador satírico, es René
López un verdadero poeta.
Sentimental, elegante, fácil, pone pedazos de alma en sendas rimas, como acostumbran los
artífices poner diamantes brasileños en estuches de raso y terciopelo. René López se me
ocurre tierno a lo Becquer, delicado a lo Selgas, melancólico a lo Pastor y pesimista a lo
Espronceda.

Gusta de lo nuevo…y, sin embargo, no se olvida de lo antiguo.

Por lo tanto, pertenece a los pocos escritores jóvenes que, en este renacimiento de las letras
cubanas, sabe vivir estrechamente unido a los grandes de hogaño, no echan en saco roto a los
gigantes de antaño, y aún se deleita con la doliente copla de Jorge Manrique, la égloga
apasionadísima de Garcilaso, la apacible lira de Fray Luis de León, el terceto filosófico de Rioja,
la tonante oda de Herrera, el soneto sin rival de Jáuregui, el retruécano punzador de Quevedo,
el romance morisco de Góngora, la valiente octava de Pablo de Céspedes, y el sangriento
epigrama de Moratín. René suele presentársenos colorista y rimador por excelencia.

Sirva como prueba de mi aserto el siguiente Cuadro Andaluz que Rueda se complacería en
firmar.

Cuadro Andaluz

Para Salvador Rueda

Bajo el dosel movible de vid jugosa,

donde penden racimos de moscateles,

riendo, las manolas y churumbeles

celebran una juerga jacarandosa.

La manzanilla corre, rica, espumosa,

tiñendo de amarillo, blancos manteles,

y resuenan mil voces y cascabeles,

y es la luz más alegre y esplendorosa.

Se escuchan castañuelas y carcajadas,

chasquidos de cristales, risas, palmadas,

subiendo por los aires anchos sombreros.

Y al surgir de los pechos tristes canciones,


las guitarras preludian con sus bordones

las notas sugestivas de los boleros...

¿Verdad que este soneto parece un cacho de Andalucía?

Otras veces condensa en unas cuantas rimas pensamientos trascendentales y casi nuevos.

Tomado de: René López, de Alberto Lamar Schweyer, La Habana, Imp. Sociedad Tipográfica
Cubana, 1920

You might also like