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B. APL, 42. 2006 (209-226) TUCUYRICOC Rodolfo Cerrén-Palomino Academia Peruana de la Lengua “El modo y gobierno que los Ingas tenfan en este reino, era por provincias grandes poner sus gobernadores, que lamaban focricos [tuccui ricuc], Jos cuales eran descendientes de los mismos Ingas, y éste certificaba los delitos de la manera quest dicho y cobraba los criburos que daban alos dichos Ingas”. Pedro de Carabajal ({1586] 1965: 207) 0. Muchos de los términos que refieren a las instituciones del incario (politicas, administrativas, econ6micas y religiosas) han probado ser de origen aimara y no quechua, lo cual no es de extrafiar ya que el idioma oficial del imperio, por lo menos hasta el reinado de Tupac Inca Yupanqui, fue la primera de las lenguas mencionadas. A medida que se producfa el desplazamiento irreversible del aimara por el nuevo idioma oficial, de origen chinchaisuyo, propiciada por un bilingtiismo de corte sustractivo a favor del quechua, tales vocablos fueron acomedados, cuando no reinterpretados, dentro de las estructuras léxicas y morfoldgicas del idioma recientemente adoptado. Después de todo, tales remodelaciones se vefan facilitadas por el extraordinario paralelismo formal y semintico existente entre ambas lenguas, como producto 18. APL 42(42), 2006 209 Robot to CERRON-PALOMINO: de su milenaria convergencia en el espacio centroandino peruano, Segtin trataremos de demostrarlo en las secciones siguientes, un caso especial de remodelamiento léxico serfa el del yocablo institucional del mctyricoc. 1. Lainstitucién. Como se sabe, la administracién de las provincias del dilatado imperio de los incas estaba a cargo de funcionarios especialmente designados por el soberano, con atribuciones politicas, administrativas, econémicas, judiciales y religiosas, a los que estaba sujeta la autoridad del gobierno local de los curacas. Tales funcionarios, llamados “gobernadores”, “veedores” 0 “corregidores”, dentro de la documentacién colonial, recibian el nombre de , segiin unos, o de , segtin otros, para citar sdlo las formas, que podemos llamar modélicas, de un término expuesto a una gran variacién ortografica, por razones de registro, de copiado, ode edicién, como siempre acontece en estos casos, tratéindose de la escritura de vocablos de origen nativo. De las variantes asumidas como candnicas, la primera es, sin duda alguna, la més difundida, segtin puede verse en los manuales y tratados de historia incaica (Markham [1910] 1920: XI, 14 Rostworowski [1953] 2001: V, 202), y hasta en las enciclopedias (por ejemplo, Tauro del Pino 1987), y el modelo se remonta seguramente ala autoridad del Inca Garcilaso, conforme se hara evidente en las secciones siguientes. La segunda forma es la menos cortiente, pero no por ello menos antigua, conforme veremos en su momento‘. Sefialemos, en fin, que hay historiadores que no solo reconocen en tales variantes alternancias diferentes sino también significados distintos que cortesponderfan, en el plano de la referencia institucional, a dos categorfas de funcionarios. Entre tales estudiosos se Descartamos de las variantes mencionadas, la empleada exclusivamente por Espinoze Soriano (1987: Hl, 346-350), en Ja forma de ~ , por tratarse de reproducciones cacogréficas que obviamente son el resultado de Jecturas erniticas de y , respectivamente, es decir de la segunda variante modélica. No se requiere mucha familiarizacién con el quechua ni con el aimara para descartar de plano tales formas como fonolégicamente aberrantes: la existencia de un grupo consonéntico dentro de un lexema o el registro de una palabra acebada en final son realmente peregrinos en cualquiera de las lenguas mencionadas. 210 B. APL 42(42), 2006 TucurRicoc encuentran no sdlo Rowe (1958), Guillén (1962) y Valcarcel (1964), para citar a los de la vieja guardia, sino también, recientemente, el finlandés Parsinen (2003). Siendo asf, conviene que averigiiemos sobre la etimologia de los términos en cuestién, pues de ello dependers si estamos ante una o dos instituciones propias de la administracisn politica incaica. 2. La forma . Una de las primeras sorpresas que aguardan a quien indague sobre este nombre es su ausencia completa de registro en las fuentes lexicogr4ficas coloniales. En efecto, vanos seran los intentos de ubicarlo en nuestros repositorios léxicos tempranos del quechua ydel aimara, y ello no sélo por tratarse de una palabra de estruccura compleja, siendo en verdad una frase, pues paralexemas de este tipo suelen ser frecuentes en los diccionarios de Gongélez Holguin ([1608] 1952), para el quechua, y de Bertonio ([1612] 1984), para el aimara collavino’. En verdad, los tnicos vocabularios modernos que consignan el rérmino, y sélo para el quechua surefio, son el de Markham (1864: ), el de los miembros de Propaganda Fide ([1905] 1998: sub gobemador ), y el de Perroud y Chouvene (1970: ). Ausente, pues, de toda documentacisn temprana estrictamente lingiifstica, el vocablo sélo aparece registrado, aunque no siempre de manera confiable, en contadas crdnicas y registros de caracter administrativo. Pues bien, una de tales crénicas, en las que el término aparece tegistrado de manera clara e inambigua, es ciertamente la del historiador cuzquefio, como puede verse en el pasaje transcrito a continuacién, y no hay duda de que los lexicégrafos modernos mencionados se han basado en la autotidad del Inca para consignarlo. Dice, pues, el ilustre mestizo, que + Advigetase que el adjetivo collavina se hace necesario, en la medida en que hubo, y hay todavia, variedades aimaraicas ajenas a aquél: nos referimos, por ejemplo, al aimara “euqueiio” mencionado en los documentos coloniales, y #l jacaru caugui, que se habla atin en la sertanfas de Lima. Ver, para toda esto, Cerrén- Palomino (2000: cap. III) B. APL 42(42), 2006 211 Roporo CERRON-PALOMINO, aufa veedores, y pesquisidores que de secreto andaué en sus distritos, viendo, o pesquisando lo que mal hazfan los tales officiales [curacas], y dauan cuenta dello a los superiores, a quien tocaua el castigo de los inferiores, para que lo castigassen. Llamauase Tucuy ricoc, que quiere dezit el que lo mira todo (énfasis nuestro; ef. Garcilaso [1609] 2002: Il, XTV, 40v-41) Las otras crdénicas, en las que parece asomar la variante en consideraciGn, son las de Sarmiento de Gamboa ([1572] 1960), Cabello Valboa ([1586] 1951) y Muriia ([1613] 1987). El cardcter sospechoso de tales registros puede ser achacado a diversos factores, entre los cuales no debe descartarse el papel que han jugado los editores de las obras mencionadas, a menudo inclinados a “restituir” gratuitamente la forma de los vocablos nativos, con dudoso conocimiento de las lenguas involucradas. Con la salvedad del caso, decimos entonces que Sarmiento registra, en efecto, (p. 240) allado de (p. 244); Cabello, por su parte, recoge < tucuirico> (Il, XIX, 348) junto a (III, VII, 340); Munta, en fin, consigna (II, V, 355)’. Como puede verse, tales formas alternantes estan prdximas al modelo consagrado por el Inca, pero también las oftecidas por Sarmiento y Cabello, asf como la tinica versi6n registrada por Murtia, pueden avenirse con la segunda variante modélica mencionada. Lo importante es advertir, en este caso, que dicha documentacién, con excepcidn de la de Murda, es anterior a la del historiador cuzquefio. La tinica otra documentacién, igualmente anterior a la del Inca, en la que encontramos registrada la variante que nos ocupa, es la averiguacién hecha en 1580 por el corregidor del Cuzco, don Pedro de Cordoba Mexia ({1580] 1966), por mandato del virrey Martin Henriquez, sobre “los usos y costumbres que los indios naturales desta tierra tenfan en el modo de su Ante la imposibilidad de poder acceder a los originales de tales obras, y de las que citaremos mas adelante, no queda més remedio que emplear las ediciones de que se disponen, todas ellas, 2 cual mas, plagadas del tipo de errores que acabamos de sefialar. Sirva la ocasi6n para lamentar que hasta ahora no contemos con ediciones serias y responsables, ni siguiera de los cronistas clasicos, que tomen en cuenta la recta interpretacién de las voces indicas que recogen. 212 B. APL 42(42), 2006 Tucuyricoc gobierno y seguimiento de sus pleitos en tiempo de su gentilidad”. En tres de los diecinueve “capitulos” de esta averiguacién se pregunta, dos veces explicitamente, sobre quién era el . En todas las respuestas vuelve aasomar la misma forma, excepto en una de las proporcionadas por Alonso de Mesa, viejo “descubridor y conquistador del Pert”, para quien el nombre cotrecto parece haber sido el de , forma mas bien afin a la de la segunda variante, como veremos en su momento. De todos modos, queda claro que, con la salvedad hecha respecto de la edicidén de los documentos coloniales, el término “oficial” de la institucién parece corresponder a la variante que después serfa consagrada por el Inca historiador. Hasta aqui la documentacién de la expresién alternante . En cuanto a su forma, como yase adelanté, la palabra es mas bien una frase verbal nominalizada, compuesta por un niicleo, que en este caso es el verbo riku-, seguido de un complemento adverbializado, vale decir tukwy ‘todo’. De esta manera, tukicy riku-y significa, literalmente, “verlo todo”, ysu forma nominalizada, es decir tukuy riku-q, viene a ser, como nos lo precisa el Inca, “el que lo mira todo”. En tal sentido, la manera en la que la registra el historiador mestizo es la mas correcta, con el agregado de que no sélo nos la ofrece como una frase sino que también se esmera en darnos la forma fonética aproximada de la misma, donde puede apreciarse la apertura de la segunda vocal de riku-q (es decir, [rikoq]), motivada por la presencia de la consonante postvelar /q/. Por lo demés, su registro como forma sintetizada, cual si fuera una palabra, es el resultado de su lexematizacion, més bien artificial antes que espontanea, consagrada luego en los manuales de historia yen los vocabularios modernos que hemos citado. Y en este punto, conviene volver a preguntarse: /a qué se debe no sélo la total ausencia de registro del término en los vocabularios coloniales sino también la escasez de su consignaci6n en el resto de las fuentes documentales? La respuesta la encontraremos cuando tratemos sobre la segunda variante. 3. La forma . Conforme lo anunciamos, esta variante, si bien la menos conocida, es la que goza de amplio registro no solamente en cuanto asu documentacidn propiamente histérica sino también estrictamente lingiiistica. En efecto, sin ser exhaustivos, y pasando por alto problemas obvies de lectura del vocablo en los manuscritos, quienes consignan versiones B, APL 42(42), 2006 213 RoDOLEO CERRON-PALOMINO: evidentemente afines a la forma modélica son Damian de la Bandera ([1557] 1968: , p. 496), Castro y Ortega ([1558] 1968: , p. 487), Santillan ([1563] 1968: , p. 382-383), Carabajal ([1586] 1965: , p. 207), Anénimo [1595] 1968: , p. 169), Guaman Poma ([1615] 1980: , passim), y Cobo ([1653] 1956: LXIL, XXV, , p. 114)*. Nétese que, a diferencia de lo que ocurria con respecto a la primera variante, en este caso todas la fuentes citadas son unénimes en cuanto a la escritura de la primera silaba del vocablo: ella porta invariablemente la vocal , jamas la , hecho crucial para nuestra interpretacién, como se ver en su lugar. Lo propio podemos decir respecto de las fuentes lexicogrdficas coloniales, que la registran prédigamente. En efecto, para el quechua contamos con los vocabularios de Domingo de Santo Tomas ([1560] 1992: “veedor”), del Anénimo (1586: “administrar oficio”), de Gongdlez Holguin ({1608] 1952: “el que tiene a cargo el pueblo o gente”), y el de Torres Rubio ((1619] 1754: “gobernar”); para el aimara contamos con los registros de Bertonio ([1612] 1984: “gouernador de pueblos”) y del mismo Torres Rubio (1616: ‘gobernador’). Ahora bien, como en Ifneas generales hay consenso sobre el significado del vocablo, que se lo registra en quechua, bien como raz verbal ‘gobernar’ o como forma nominal derivada ‘gobernador’, del mismo modo que en aimara, en sus formas correspondientes de y , conviene que nos detengamos en el andlisis e interpretacién de tales formas, de modo de restituirles, a partir de su notacién ortogréfica varia, su contextura fonolégica originaria. Adviértase que, a diferencia de lo que puede ocurrir en otras ocasiones, en este caso la restitucién de la palabra mediante la consulta a un hablante quechua 0 aimara resulta inviable, toda Incidentalmente, tanto en el pesaje pertinente de la “Relacién” de Carabajal, citado como epigrafe de la presente nota, como en el del jesuita Cobo, el vocablo respectivo aparece seguido, entre corchetes, de la forma supuestamente “correcta” en que debla ser lefdo: y , respectivamente. En estos casos, la “enmienda” proviene del editor de los textos respectivos: don Marcos Jiménez de la Espada 214 B. APL 42(42), 2006 Tucuyricoc vez que el término ha devenido obsoleto en ambas lenguas’. En tal sentido, al no encontrarse ya hablantes que la usen o al menos reconozcan, no queda sino el examen interno del yocablo, echando mano sin embargo de los principios elementales de la gramatica y de la comparatistica quechumara. Asi, pues, en lo que sigue procederemos con la restitucién fonolégica y gramatical cle la voz examinada, para lo cual nos apoyaremos en las notaciones ofrecidas por Gongalez Holguin y por Bertonio, quienes, a diferencia no sdlo de los demés autores sino incluso de sus colegas gramaticos, procuraron reproducir de manera mas fiel la pronunciacién original de la misma. Pues bien, desde el punto de vista fonoldgico, en lo que respecta al jesuita cacerefio, por lo general menos sistematico que su colega italiano, nos proporciona tanto las variantes ~ (1, 344) como (1,344; Il, 534). La variacién notacional tiene que ver con el registro del segmento inicial ( 0 ) asf como del que traba la primera sflaba ( 0 )*. Comenzando por lo tiltimo, como ya se adelanté a propésito de la apertura de la segunda vocal de , no hay duda de que el recurso a obedezca al afin por reproduciz, aunque no siempre de manera coherente, el fonema postvelar /q/, que es el que se encarga de “abrir” la vocal precedente (cambiandola de u en 0). Luego, en cuanto a la consonante inicial, no es facil identificarla en principio, aunque el recurso a la doblada ya nos anuncia que no puede tratarse de una simple dental /t/, por lo que, de acuerdo con la notacién ambigua del lexicégrafo, podriamos estar ante una glotalizada /t'/o ante una aspirada /t'Y, toda vez que nuestro autor se vale del mismo artificio para la representacién de ambos fonemas. Menos mal que el examen de la notacién de Bertonio, mas coherente que lade su compaiiero de orden, nos permite salir de dudas. En efecto, el anconense trae 5 Tampoco nos ayuda esta vez la informacién dialectolégica del quechua, pues la voz, ausente en los dems diolectos de la familia en su conjunto, parece haber sido exclusiva de la variedad surcfa, particularmente de la del Cuzco. Notese que en quechua (y en aimara, agregarfamos nosotros), segtin ya nos lo advirtié el Inca Garcilaso (cf. op. cit, VI, 1V, 169v), una palabra como se silabea, a diferencia de lo que ocurtitte en castellano, como y no como (donde el punto indica limite silébica). B, APL 42(42), 2006 215 RapoLFo CERRON-PALOMINO invariablemente la rafz (II, 360; 1, 252), dando a entender, en primer lugar, que el recurso al digrafo busca representar inambiguamente a la /t'/ aspirada; y, en segundo lugar, que la , ideada por el mismo, de manera exprofesa, registra el segmento postvelar fricativo [z] propio del aimara. De este modo, cotejando ahora ambas versiones, estamos en condiciones de restituir la naturaleza fénica de la consonante inicial del vocablo: tanto la como la buscan representar la dental oclusiva aspirada. Por consiguiente, las formas basicas de la raiz equivalente a “gobernar” en ambas lenguas eran: thuqn- (es decir [t'ogri-], enel quechua de la época) y thueri- (0 sea [t'o“ti-], en el aimara de siempre)’. A partir de tales radicales se obtienen las derivaciones respectivas, que pasaremos a examinar gramaticalmente. Y asf, por lo que respecta al quechua, se obtienen el tema verbal (es decir [thoqri-ku-], con el marcador de dativo ético —ku) y su forma nominalizada (osea [t'ogri-ku-q], con el agentivo -q); de mado semejante, por lo que toca al aimara, se derivan el tema verbal (es decir [t'o=ti-si-], con el dativo ético-si) y su version nominalizada (0 sea [tho-ti-si- ri], con el agentivo -1i), De esta manera, las expresiones quechuas y aimaras resultan siendo paralelas ¢ intertraducibles, una a una, tanto en el plano fonolégico como en el nivel morfoldgico y gramatical. Es mds, al margen del paralelismo gramatical observado, el radical es practicamente idéntico. Surge entonces la pregunta: estamos ante una voz de origen quechua o aimara? Nuestro siguiente paso consistira en abordar dicha interrogante, cuya respuesta, segtin se ver4, no sdlo nos permitiré postular la procedencia idiomatica del término sino también dilucidar el problema inicial planteado, consistente en averiguar si estamos ante dos vocablos con distintos referentes ono. Incidentalmente, la identificacién del primer segmento del vocablo ha despistado a més de uno. Ello les ocurrié nada menos que 2 filélogos tan respetables como Tschudi (1853) y Middendorf (1890), quienes consignan el vocablo en la forma de y , respectivamente, es decir con con la dental glotalizada. Nétese, ademis, la espirantizacién del segmento postvelar en la notacién del segundo de los autores mencionados, que estarfa delatando una pronunciacién supuestamente moderna del vocablo. Ver nota siguiente. 216 B. APL 42(42), 2006 Tucuynicac 4. Filiacién del vocablo . Como se dijo, lo primero que sorprende al consultar los vocabularios coloniales es la ausencia total del registro de . Contrasta esta situacién con la que se da en relacién con , cuyo radical esta presente en quechua y aimara. Ahora bien, mientras que no hay duda de la factura exclusivamente quechua del primero, al no consignarse algo semejante en el aimara, ni siquiera como préstamo, no puede decirse lo mismo en el segundo caso, pues surge inevitablemente el problema de su filiacién. Una manera de averiguar sobre el punto consistiria en ver el grado de mayor 0 menor atraigo que el vocablo ostentaba en cualquiera de los idiomas. Sin embazgo, muy pronto advertiremos que la situacién era la misma: tanto en quechua como en aimara el radical se da inicamente con el significado especializado de “gobernar”, no registrdndose otros usos ni derivaciones distintas a las mencionadas previamente. Ya se dijo, ademas, que el término entré en desuso tan pronto como se quebré el aparato administrativo incaico, quedando registrado Gnicamente en la documentacidn colonial. Ante la dificultad de establecer su procedencia de manera interna, es decir a través de su integracion léxica dentro de cualquiera de las lenguas, queda la hipdtesis del préstamo como alternativa de explicacién. Segtin ella, el vocablo bien podrfa ser quechua o aimara, lo que significa que una de estas lenguas debié haberlo tomado de la otra. (Cémo saber cual fue la direccionalidad del préstamo? Al respecto, creemos que una buena pista en tal sentido es precisamente la escasa y tardia documentacién del vocablo , ademas del hecho de su propia constitucién léxica de origen frasal. En efecto, desde el punto de vista de su consignaci6n por escrito, admitiendo las reservas formuladas con respecto a la autenticidad de su registro en las crénicas de Sarmiento y Cabello —de 1572 y 1586, respectivamente—, la Unica documentacién confiable mas temprana del rérmino seria la del corregidor Pedro de Cérdoba Mexia (1580). En este documento, camo se mencioné, la version “oficial” de la institucién involucrada es . Pero, ademas, de manera interesante, Alonso de Mesa, en su testimonio ofrecido, al responder sobre el oficio de los funcionarios en cuestién, se refiere a ellos como , “que asi se llamaban” (doc. cit., 196). Hasta donde hemos podido ver, esta es la tnica documentacién del vocablo, cuya forma restituida B. APL 42(42), 2006 RODOLFO CERRON-PALOMINO: seria thugri-q, es decir “el que gobierna”’. La forma consignada en el documento se explica como resultado de su castellanizacion, consistente entre otros detalles, en la caida de la consonante final (como en a partir de kama~yuq). Segtin se adelanté, lo mas importante del texto dela averiguacién es que alli aparecen las variantes de las dos formas canénicas estudiadas: y . No hay duda, entonces, de la existencia de ambas versiones, que en el documento se dan como meras alternancias. Mas tarde, el Inca historiador consagrard definitivamente la primera forma, corrigiéndola como , y relegando al olvido a la segunda. Ahora bien, si ambas expresiones eran equivalentes, segdn se desprende del documento de la averiguacién, y, de otro lado, si convenimos en que el registro de no sélo es tardio en relacién con sino que ni siquiera figura en los vocabularios coloniales, forzoso es concluir que el primer vocablo fuera producto de una creacién relativamente reciente, de ninguna manera remontable a €épocas prehispdnicas. Admitido esto, la pregunta que surge tiene que ver con la motivacién del acufiamiento terminolégico. iA santo de qué acufiar una expresiGn para referirse a una instituci6n con nombre propio, pero que, ademas, ya no tenfa cabida dentro del ordenamiento colonial instaurado por los espatioles? Dejando por el momento la primera parte de la pregunta, que sera desarrollada en la seccidn siguiente, creemos que no es aventurado sostenet, aestas alturas de nuestra discusién, que la expresion de surge como un intento por datle sentido a , que en el nuevo cantexto creado por la situacién colonial resultarfa sem4nticamente opaco. Dicha Modernamente, a decir verdad, también lo consignan, como se meneion6, Tschudi (op. cit, 181: ) y Middendosf (op. cit, 85: ), el primero con el significado de “atalaya” y el segundo con el de “espiar, cbservar, vigilar desde un punto clevado". Aparte de la falsa identificacién de la consonante inicial del vocablo, como se sefialé en la nota anterior, existen suficientes razones para sostener que tales registros son apécrifos, en el sentido de que buscan restituir un término obsoleto, sin duda alguna resucitado por los puristas cuzquefios de las obras draméticas quechuas del siglo XVIII. De allf también el significado “novedoso" de “atalaya”, sospechosamente relacionable con el escenatio de las hazafias del héroe literario (ni siquiera mitico) del Ollantay. 218 B. APL 42(42), 2006 Tucuvaicoc opacidad se agravaria por el hecho de que la raiz , de probable origen aimara, resultaba cada vez mas incomprensible, como tantas otras voces de procedencia similar, para los informantes cuzquerios de la época, completamente quechuizados al tiempo en que los espafioles entraron en la capital imperial. Ante la oscuridad del radical en cuestién sdlo resultaba inteligible la gramatica del vocablo en su conjunto: ‘alguien que hace X’, donde X ya resultaba incomprensible, Porque, hay que decirlo, admitiendo que la rafz fuera aimara, la gramatica de es enteramente quechua: es decir, tendriamos al frente una estructura del tipo [[t'oqri] L-ku-d]o Para hacer inteligible el radical, es decir X, habfa que reinterprerarlo asocidndola con algo mas familiar, y nada mejor que hacerlo, motivado por el significado de la instituci6n, tal como los historiadores espafioles nos lo transmitieron, a través de voces quechuas familiares: tukwy ‘todo’ y vikat-q ‘el que lo ve’, y cuya suma da precisamente ‘el que todo lo ve’. Es decir, pura etimologia populax, en cuya gestacidn habrian intervenido tanto elingenio anénimo del pueblo como el saber “establecido” de los funcionarios espaficles’. Ya sabemos que en estos casos importan poco los estrujamientos formales a que son sometidos los vocablos reinterpretados, con tal de que resulten Que nadie se libra de las tentaciones de la etimologia popular, nos lo estarfa demostrando otro caso de falsa asociacin en el que incurren algunos historiadores modernos, precisamente en relacién con un término estrechamente vinculado all de . Nos referimos a la palabra , en lugar de la forma correcta de , que aparece consignada con el significado de, “teniente gobernador”, es decir el segundo del . En efecto, tanto Guillén (art. cit, 195-197) como Parsinen (op. cit,, p. 329), no obstante la documentacién undinime del vocablo en su forma originaria (cj. Castro y Ortega, op. cit, 487: ; Sarmiento, op. cit., 255: ; Guaman Poma, op. cit., passim: ), lo reinterpretan como , seguramente baséndose en Goncdlez Holguin, quien recoge , con ef significado de “el que gobierna y dirige” (cf, op. cit., 1, 237}. El hecho es, sin embargo, que el jesuita anconense registra en aimara “espiar, acechat” (ef. Bertonio, op. cit, I], 221); y el mismo vocablo €s consignado por su colega de orden como “entcemeter(se)" (cf. Gongalez Holguin, op. cit., I, 237-238). No hay duda, pues, de que esta relacionado con esta raiz, pot lo que nada tiene que ver con el significado metaférico de ‘pastear’, que esa es la acepcién primaria de . Notese, de paso, la diferencia fonalégica involucrada: estamos ante [miti-] ‘pastear’ frente a [mic'u-] ‘espiar’: ef cambio de los fonemas para igualar una forma con otra sdlo puede caber en la imaginacidn de los etimologistas aficionados. B, APL 42(42), 2006 219 Ropotro CERRON-PALOMINO: inteligibles: el paso de thuqri-ku-q a tukwy ri-kug asi lo estarfa confirmando. Resta que insistamos que cuando nos referimos al aimara como la fuente del vocablo no estamos aludiendo necesariamente a la variedad altiplénica de la Jengua sino ala modalidad aimaraica que se hablaba en la regidn cuzquefia hasta antes de su quechuizacion definitiva. Vale la pena destacar esto, ya que, conforme vimes, tampoco en el aimara altiplinico parece haber estado suficientemente arraigada la rafz < thokhri->. Por lo demas, como la hemos seftalado en otros lugares (cf. Cerrén-Palomino 1998, 1999), el aimara llamado “cuzquefio” y el altiplanico no diferian sustancialmente. 5. iDos instituciones? En la seccién precedente adelantamos la hipétesis de que y tenfan un mismo referente dentro de la estructura administrativa del aparato de gobierno del imperio incaico. Para ello, nos basamos en el examen etimoldgico de tales voces, habiendo concluido que la segunda no era sino una reinterpretaci6n de la primera, motivada por la oscuridad seméntica del radical de ésta. No chstante ello, como se adelanté en § 1, no faltan historiadores que quieran ver, en el registro de ambas expresiones, no una instituci6n sino dos. En efecto, el primero en sostener dicha hipstesis fue John Rowe, en su estudio sobre la edad en Ios censos incaicos. Segtin el investigador norteamericano, habria que distinguir entre el , gohernador provincial que radicaba en su jurisdiccidn, y el , que habria sido una suerte de “inspector” itinerante. Obviamente, la diferencia que el autor sefiala esta claramente condicionada, por no decir viciada, por el significado lireral de la segunda expresién. Después de todo, como era de esperarse, el mismo estudioso no se muestra muy convencido de ello, sefialando que “es algo dificil establecer con gran precisién” los deberes de los funcionarios respectivos, y ello porque, segtin afiade, “las denominaciones de los titulos de estos funcionarios suenan de manera similar” (cf. art. cit., 18- 19). Sin embargo, no nos parece del todoasf, pues ya vimos cémo el documento de Pedro de Cérdoba Mexia demostraba taxativamente que ambos términos aludfan a un mismo funcionario, con las mismas atribuciones. Lo propio podemos decir de la tesis sostenida por Valeércel, quien, al parecer haciéndose eco de Rowe, aunque de modo més enfatico, sostiene que la administracién incaica estaba supervigilada por “dos tipos de funcionarios: el Gobernador 220 B. APL 42(42), 2006 Tucuyricoc del Incay el Inspector volante, conocidos respectivamente en lengua quechua con los nombres de tojrikoj y tukuyriko)” (cf. op. cit. 41). Guillén, por su parte, se propone efectuar un estudio destinado a resolver el aparente problema surgido a rafz de interpretaciones como las mencionadas, para lo cual emprende el examen de ambas expresiones a la luz de su registro léxico y documental en general. Tras penosa faena lexicografica, ausente de evaluacién lingiifstica rigurosa, concluye el estudioso que “ambos vocablos son distintos en sus raices y su significacién literal y, por ende, en sus correspondientes acepciones” (art. cit., 163). De esta manera, aunque sin citarlo, el autor susctibe la tesis central sugerida por Rowe y afirtmada por Valcarcel. Recientemente, en fin, el historiador Parsinen, no obstante poner en duda la naturaleza residencial o temporal, aducida por los mencionados estudiosos como criterio que podria invocarse para reconacer dos funcionarios en vez de uno, nos sorprende al suscribir inesperadamente la tesis de Rowe. En efecto, luego de observar que en su estudio “acerca de los gobernadores incas [se] ha demostrado que éstos residieron en las provincias s6lo en casos muy esporddicos”, y que en este punto “no existfa gran diferencia entre un gobernador inca y un inspector inca”, concluye que “es muy posible que tocricos y tokoyrikogs hayan sido diferentes oficiales” (cf. op. cit., 253)". Como se ve, en este y en los casos anteriores, se impuso la palabra sobre la realidad; sdlo que ésta, en el presente caso, lejos de haber sido genuina, resulté siendo una creacién artificial. 6. Amanera de conclusién. En las secciones precedentes nos hemos valido del andlisis lexicografico can el 4nimo de esclarecer la gran confusién existente entre nuestros historiadores respecto de los términos y y los significados que se les asigna. Como es sabido, hay quienes ven en tales formas meras cacograffas de un mismo vocablo, prefiriendo emplear uno de ellos en lugar del otro, ya sea por seguir la tradicién (garcilasiana fundamentalmente), en cuyo caso se opta por , Névese, de paso, que la manera en que el autor escribe esta palabra es complezamente exratica, desde el momento en que, segtin se vio, la raft bisica del vocablo es tukiv-, en cuya pronunciacién no cabe la voeal o, come lo han venido demestrando todes los documentos citados en el presente ensayo. B, APL 42(42), 2006 221 RovoLro CERRON-PALOMINO o por razones bien atendidas de mayor documentacién, y entonces se opta pot ; pero no faltan quienes, violando el principio tan caro a Guillermo de Occam, prefieren distinguir entidades alli donde la realidad no parece permitirlo, y como resultado de ello, creen identificar dos instituciones en lugar de una sola. Por nuestra parte, tras el excurso etimol6gico efectuado, creemos haber aportado algunas evidencias que demostrarian el caracter artificial y postizo de , al mismo tiempo que postulamos no s6lo la naturaleza genuina de sino también su posible origen aimaraico. En tal sentido, sobra decirlo, la hipétesis de la existencia de dos tipos de gobernadotes del incario careceria de sustento no sélo léxico sino también referencial. BIBLIOGRAFIA ANONIMO (Alonso de Barzana?) 1586 Arte, y vocabvlario en la lengva general del Pery llamada quichua, y en la lengua espafiola. Lima: Antonio Ricardo Editor. ANONIMO [1595] 1968 Relacién de las costumbres antiguas de los naturales del Piri. Madrid: BAE, Tomo CCIX, Ediciones Atlas, pp. 153-188. BERTONIO, Ludovico [1612] 1984 Vocabulario de la lengva aymara. Cochabamba: Ediciones CERES-IFEA. CABELLO VALBOA, Miguel [1586] 1951 Misceldénea antdrtica. Lima: Instituto de Etnologia, UNM.S.M. 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