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38 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

Hillsborough, en Sheffield, se produjo una aglomeración que mató


a 95 personas y dejó a Tony Bland, un joven de 17 años, sin oxígeno
en sus pulmones y cerebro, lo cual destruyó su corteza cerebral. En
este juicio, para desconectar el soporte vital, se tuvo en cuenta la
calidad de vida del joven. Singer reflexiona también acerca de la
tolerancia de la eutanasia activa en Holanda o las acciones del doc-
tor Kervorkian que hasta ese momento no habían sido castigadas,
así como los dilemas que generan recién nacidos anencefálicos que
no pueden ser donantes de órganos. En relación con estos casos,
plantea que la ética occidental tradicional basada en la “sacralidad
de la vida” se ha desmoronado. Singer propone considerar algu-
nos ejemplos como los casos de Nancy Cruzan, Tony Bland o per-
sonas jóvenes en estado vegetativo persistente en los cuales se pide
que se los deje morir. También considera la modificación en la defi-
nición de muerte introducida de la mano de los transplantes de ór-
ganos. En función de todo lo anterior, concluye que estos cambios
significan una alteración profunda en la visión tradicional de la
vida como algo sagrado que debe salvarse a toda costa. Propone,
en cambio, considerar la “calidad de vida”.
Otro elemento particular en su posición es su crítica al “espe-
ciecismo” y su defensa de los animales basada en la concepción fi-
losófica de la noción de “persona” como diferente de la de “ser
humano”. El especiecismo consiste en considerar que los seres hu-
manos son especiales frente al resto de los animales, ya sea por ra-
zones religiosas –que los considera los únicos seres vivos hechos a
imagen de Dios– o por tradiciones filosóficas que se remontan a
Aristóteles, quien planteaba que la naturaleza tiene un fin y el fin
último de los seres no racionales es satisfacer las necesidades de
los más racionales.

3. TEORÍAS DEONTOLÓGICAS: KANT

Existe una diversidad de teorías deontológicas que compiten en-


tre ellas y con las teorías consecuencialistas. En esta breve intro-
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 39

ducción se presentará una de las posiciones más influyentes y clá-


sicas como es la de Immanuel Kant (1724-1804).
El término “deontológico” deriva del griego deón, que signi-
fica obligación. A diferencia del utilitarismo, las teorías deontoló-
gicas sostienen que los conceptos de obligación y de corrección
moral son independientes del concepto de bien. Kant argumenta
que las consecuencias no hacen a una acción correcta o incorrecta,
sino que el factor moralmente decisivo es el principio en función
del cual el agente actúa.34
La ética kantiana se basa en su concepción antropológica.
Para Kant, el hombre es un ciudadano de dos mundos: el sensible
sometido a las leyes de la naturaleza, el inteligible sometido a las
leyes de la razón. Así, las acciones humanas pueden estar deter-
minadas por la razón o por las inclinaciones (las pasiones, los sen-
timientos, los deseos).
En función de esta concepción, Kant distinguirá diferentes
clases de actos y da los siguientes ejemplos:
1) actos contrarios al deber: son aquellos moralmente incorrec-
tos. Por ejemplo, un comerciante que cobra a los compradores me-
nos experimentados un precio más alto por sus mercaderías.
2) actos de acuerdo al deber: son aquellos moralmente neutros.
Aquí Kant distingue aquellos que se hacen por inclinación mediata
(por ejemplo, si el comerciante vende su mercadería a todas las
personas al mismo precio porque esto es conveniente para su ne-
gocio, no actúa de este modo porque lo exige el deber, sino porque
este acto es un medio para alcanzar un fin deseado) y aquellos
que se hacen por inclinación inmediata (por ejemplo, si el comer-
ciante vende su mercadería a todas las personas al mismo precio
por amor a la humanidad). En ambos casos, actuó conforme al de-
ber (cobró la mercadería al precio que debía), pero no por deber.
Sus inclinaciones (intereses, deseos y pasiones) fueron la razón de
su acción. Kant dirá que estos actos merecen alabanza y estímulo
pero no estimación.

34 John Arras y Nancy Rhoden, op. cit., p. 15.


40 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

3) actos por deber: son los actos moralmente correctos. En este


caso, el comerciante debería cobrar a todas las personas el mismo
precio, aunque esto fuera en contra de sus intereses y no tuviera
ningún deseo de actuar de este modo.35
Para Kant, estos son los actos que tienen valor moral. Un acto
es moral sólo si surge de lo que él denomina “la buena voluntad”,
es decir, es una voluntad gobernada por un principio moral racio-
nal. ¿Qué implica entonces la buena voluntad? Significa actuar so-
bre la base de un sentido del deber, esto es, actuar en función del
respeto a la ley moral. Por ejemplo, si ayudamos a aquellos que
nos necesitan y carecen de recursos porque lo disfrutamos, nues-
tras acciones no tendrán valor moral. Sólo lo tendrán si las hace-
mos por deber. Muy elocuentemente Kant expone el siguiente
ejemplo:

Ser benéfico en cuanto se puede es un deber; pero, además, hay


muchas almas tan llenas de conmiseración, que encuentran un
placer íntimo en distribuir la alegría en tormo suyo, sin que a ello
les impulse ningún movimiento de vanidad o de provecho pro-
pio, y que pueden regocijarse del contento de los demás, en
cuanto que es su obra. Pero yo sostengo que, en tal caso, semejan-
tes actos, por muy conformes que sean al deber, por muy dignos
de amor que sean, no tienen, sin embargo, un valor moral verda-
dero y corren parejos con otras inclinaciones; por ejemplo, con el
afán de honras, el cual, cuando, por fortuna, se refiere a cosas que
son en realidad de general provecho, conformes al deber y, por
tanto, honrosas, merece alabanzas y estímulos, pero no estima-
ción; pues le falta a la máxima contenido moral, esto es, que tales
acciones sean hechas, no por inclinación, sino por deber.
Pero supongamos que el ánimo de ese filántropo está en-
vuelto en las nubes de un propio dolor, que apaga en él toda con-
miseración por la suerte del prójimo; supongamos, además, que

35 Imanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Madrid,

Espasa Calpe, 1981, pp. 33 y ss.


PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 41

le queda todavía con qué hacer el bien a otros miserables, aunque


la miseria ajena no le conmueve, porque le basta la suya para
ocuparle; si entonces, cuando ninguna inclinación le empuja a
ello, sabe desasirse de esa mortal insensibilidad y realiza la ac-
ción benéfica sin inclinación alguna, sólo por deber, entonces, y
sólo entonces, posee esta acción su verdadero valor moral.36

3.1. El imperativo categórico

Kant distingue entre imperativos hipotéticos y categóricos. Un


imperativo hipotético es aquel que está sujeto a condiciones. Por
ejemplo, si deseo ser médico, debo estudiar la carrera de medi-
cina. Así, el fin es ser médico y el medio es el estudio. Estos fines
pueden variar –obtener reconocimiento social, ganar dinero, etc.–,
por lo cual, en función de ello, se establecerán los medios. En este
tipo de fórmulas, los deseos y fines diversos sirven de base para
requerimientos válidos condicionalmente que se expresan como
imperativos hipotéticos. Son imperativos porque se formulan en
términos de lo que el agente debe hacer, pero la condición es la
búsqueda de tales objetivos o deseos.
Para Kant, se tiene como fin la felicidad, que resulta del logro
de ciertos fines y objetivos que forman parte de nuestros deseos,
pero éstos no pueden ser la base de los requisitos morales. Así, los
constreñimientos morales generalmente entran en conflicto con
aquello que contribuye a nuestra felicidad personal.37
¿Cuándo es correcta una acción? Cuando está de acuerdo con
la regla que satisfaga al imperativo categórico. Éste es el principio
supremo de la moralidad kantiana. Tal principio reza: “Obra sólo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
torne ley universal”.38

36 Ibid., p. 35.
37 Véase Mark Timmons, op. cit., pp. 154 y ss.
38 Imanuel Kant, op. cit., p. 72.
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Lo que pide este imperativo es que se trate a los otros como


iguales morales y que se reconozca la igualdad de otras personas
permitiéndoles actuar tal como lo haríamos si ocuparan una posi-
ción semejante a la de uno.39 Esta ley moral es el origen y funda-
mento del deber en los seres humanos. Como se ve, se basa en la
razón. Una de las genialidades de Kant fue elaborar un principio
por el cual cada persona se obedece a sí misma. Para él, cada per-
sona es su propia autoridad moral, se autolegisla. La autonomía
es la base de la dignidad de la naturaleza humana y la de toda na-
turaleza racional. De acuerdo con Kant, la autonomía se refiere a
la capacidad, inherente en todos los agentes racionales, de actuar
libremente en base a la razón e independientemente de nuestros
deseos. La autonomía es la libertad de elección y, por lo tanto, la
base de los constreñimientos morales que pueden expresarse
como imperativos categóricos.40
Considérese la innovación que esto significa a la luz de una
visión predominantemente religiosa, en la cual era Dios quien dic-
taba la ley moral o, en versiones posteriores, aun sin procedencia
religiosa, leyes inamovibles que alguien estipulaba y todos debían
respetar.41
Un imperativo, como lo indica su nombre, se trata de una or-
den. A diferencia de los imperativos hipotéticos, éste es categó-
rico, obliga de manera absoluta, sin importar las consecuencias.
Manda incondicionalmente.
Otra de las características de este imperativo es que es un
principio absolutamente formal. Carece de contenido material
pero es aplicable a toda acción posible. Imagínese un investigador
que necesita sujetos de investigación para un experimento que
sabe que es bastante peligroso, pero que promete grandes progre-
sos científicos –como podría ser una vacuna contra el SIDA–. Como
el investigador es consciente de que no logrará incorporar poten-

39 John Arras y Nancy Rhoden, op. cit., p. 15.


40 Mark Timmons, op. cit., p. 157.
41 A este tipo de propuestas, Kant las denominaba “morales heterónomas”.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 43

ciales sujetos de investigación si les explica claramente los riesgos


y peligros, les asegura que es absolutamente segura e inocua. El
investigador podría pensar que actúa en función del principio
“Toda vez que tu investigación se ponga en peligro debido a la re-
nuencia a participar de los sujetos de investigación, está permi-
tido formular falsas promesas”.
Pero, ¿es así? ¿Puede esta formulación elevarse a ley univer-
sal? Obviamente que no; si la ley fuera realizar promesas falsas
para incorporar personas a una investigación, la misma noción de
formular promesas carecería de sentido. Nótese que el argumento
no está basado en las consecuencias actuales o probables de nues-
tras acciones. Lo que intenta mostrar es que ciertas acciones no
pueden universalizarse sin implicar a su autor en una contradic-
ción. Ésta no es una contradicción puramente lógica (un mundo
sin promesas es concebible) sino práctica. Para que tenga sentido
la noción de una promesa falsa, tiene que existir la práctica general
de hacer y mantener promesas. Si todas las promesas se violaran,
no tendría sentido hacer promesas, ni hablar de promesas falsas.
En función de estas y otras consideraciones de Kant, se debe
evaluar si las acciones no pasarían este test porque son intrínseca-
mente inconsistentes –como en el caso anterior– y se autorrefutan,
o porque si se elevan a ley universal, frustrarán nuestros propios
fines.42

3.2. Tipos de obligaciones

Del imperativo categórico se pueden derivar otro tipo de obliga-


ciones o deberes: 1) el deber de autoperfección y 2) el deber de
promover la felicidad de los otros. De estos se derivan deberes
más específicos. Dentro de las obligaciones hacia uno mismo en
relación con la autoperfección, Kant distingue obligaciones per-
fectas o de omisión, e imperfectas o de comisión. Las perfectas

42 John Arras y Nancy Rhoden, op. cit., pp. 15 y 16.


44 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

prohíben acciones específicas que probablemente no haríamos en


la mayoría de las circunstancias. Son acciones que destruirían o al
menos degradarían la humanidad de la persona, por ejemplo, el
suicidio, la mentira, la avaricia, el servilismo. Kant argumenta que
el suicidio está mal porque implica “disponer de uno mismo
como un mero medio para un fin discrecional que degrada la hu-
manidad en su propia persona”. Respecto de la mentira, el argu-
mento principal es que con una mentira se aniquila la dignidad de
una persona como ser humano.43 Las obligaciones perfectas en re-
lación con los otros implican acciones que no respetan la humani-
dad como un fin en sí, por ejemplo, la ingratitud, la envidia y la
arrogancia.
En contraste, en los deberes de comisión o imperfectos, los
agentes tienen más libertad para decidir cómo y cuándo actuar en
función de tales fines. Algunas de las obligaciones imperfectas en
relación con uno mismo son el desarrollo del espíritu, el alma, el
cuerpo, la moral, mientras que las obligaciones imperfectas que
promueven la humanidad como fin en sí misma requieren que se
desarrollen actos de beneficencia, simpatía y respeto hacia los
otros. Decir que el principio de beneficencia es imperfecto implica
sostener que no se está obligado constante ni universalmente a
ayudar a todos. En estos casos, las inclinaciones pueden jugar un
rol legítimo para determinar a quiénes y en qué momento ayudar.
Esta distinción entre obligaciones es compleja y ha sido fuente
de diferentes interpretaciones.44 Como se verá más adelante, en-
frentará fuertes y persistentes objeciones. La mayoría de las difi-
cultades morales involucran la presencia de más de una obligación
moral. Casi siempre se debe elegir entre diferentes obligaciones,
como aliviar el sufrimiento o prolongar la vida de una persona en
las etapas finales de una enfermedad. Por ejemplo, esto correspon-

43
Mark Timmons, op. cit., pp. 159 y ss.
44
Por ejemplo, Timmons defiende una mirada más casuística. Sostiene que
para Kant la aplicación de las reglas requiere el uso del buen juicio, inclu-
yendo el ser sensible a los detalles de los casos individuales. Ibid., p. 161.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 45

dería al caso delineado previamente respecto de la decisión de uti-


lizar drogas que quitan el dolor pero pueden acortar la vida.
Aunque Kant no trata explícitamente el problema de obliga-
ciones en conflicto, parece comprometerse con la prioridad de las
obligaciones perfectas sobre las imperfectas. Esto es, la obligación
de promover el bienestar de otras personas no puede pasar por
encima del deber de no violar sus derechos. El caso que se men-
cionó de la experimentación parece brindar el ejemplo perfecto.
Un kantiano sostendrá que es inaceptable moralmente realizar tal
experimento, si esto implica mentir y reducir a otras personas a
conejillos de India. No importa cuánto bienestar se pueda brindar
a la humanidad.

3.3. El respeto a las personas

Como ya habrá observado el lector, otro punto fundamental en la


teoría kantiana es la defensa de las personas y su derecho a la au-
todeterminación. Este derecho deriva de la visión kantiana de
nuestro estatus como agentes racionales o personas.
Tal posición moral se presenta explícitamente en otra formu-
lación del imperativo categórico: “Obra de tal modo que te rela-
ciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cual-
quier otro, siempre como fin, nunca sólo como un medio”.45
Esta formulación traza una distinción radical entre cosas y per-
sonas. Para Kant, las cosas poseen valor de mercado, precio. Las
personas, en cambio, poseen dignidad o valor incondicional ya que
ellas pueden ser capaces de elecciones racionales. Según Kant, la
dignidad deriva de la capacidad de darse leyes racionales en con-
formidad con el imperativo categórico. Tal dignidad reside en la na-
turaleza de las personas como agentes morales autónomos. Un
ejemplo del trato de una persona como mero medio se puede ver en
las esterilizaciones involuntarias de mujeres de escasos recursos.

45 Imanuel Kant, op. cit., p. 104.


46 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

3.4. Usos y abusos de Kant

La posición kantiana ha tenido y tiene una gran influencia en la


bioética, por ejemplo en la insistencia de que se trate a los pacien-
tes como agentes morales autónomos. También se hace manifiesta
en la defensa del consentimiento informado, tanto en la investiga-
ción como en la clínica. Estas prácticas implican tomar al sujeto de
investigación y al paciente como un sujeto autónomo y racional
que puede tomar sus propias decisiones si es correctamente infor-
mado. En este sentido, es interesante el análisis que se podría ha-
cer del uso del placebo a la luz de los planteos kantianos. Mientras
que una lectura kantiana del uso del placebo en la clínica o prác-
tica médica en general estaría en contra (por el engaño que éste
implica hacia el paciente –téngase en cuenta que Kant no acepta la
mentira piadosa–),46 sería aceptable en el caso de la investigación.
En esta última, en cambio, el consentimiento informado obliga a
informar acerca de la posibilidad de formar parte del grupo pla-
cebo y a explicar claramente en qué consiste. Se lo toma como una
herramienta metodológica y esto debe quedar explícito antes de
incluir a un sujeto de investigación en un ensayo. Así, Kant podría
llegar a aceptar este segundo uso del placebo.
También la distinción entre personas y cosas será recogida ex-
tensamente en la bioética. En estos términos se pueden condenar
los casos de esterilización involuntaria al servicio de políticas po-
blacionales. Esterilizar mujeres sin su consentimiento implica to-
marlas como meros medios para otros fines (por ejemplo, evitar la
superpoblación o la reproducción de personas sin recursos). Y, en
este sentido, se proponen lecturas interesantes de Kant.
Sin embargo, últimamente puede comprobarse un cierto
abuso en el empleo de tal distinción. Entre otras cuestiones, se es-
grime en el caso del alquiler de vientre cuando se objeta que se

46 Véase Imanuel Kant, “Sobre un presunto derecho a mentir por amor al

prójimo”, en Cuadernos de Ética, núm. 2/3, 1987, pp. 9-98. Allí expone un en-
cendido ataque a esta posibilidad.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 47

toma a las mujeres como meros medios. Sin embargo, se deja de


mencionar el hecho de que éstas se prestan voluntariamente y dan
su consentimiento, un punto fundamental en la ética de Kant. Así,
si se sigue una interpretación kantiana, no queda claro que el ar-
gumento de los meros medios sea el adecuado en esta situación.47
Aun más cuestionable es el uso que se hace del concepto de
dignidad. Como se ha visto, para Kant la dignidad deriva de la ca-
pacidad de las personas de darse leyes racionales, y allí reside su
naturaleza como agentes morales autónomos. Una aplicación co-
rrecta es aquella que señala que la vida de una persona no tiene
precio sino que posee dignidad. Un kantiano puede oponerse férre-
amente a la utilización de una persona en investigación sin un ver-
dadero consentimiento, sin su aprobación en tanto agente moral. O,
en relación con el ejemplo del sheriff que se analizó en la sección 2.3,
un kantiano jamás permitiría el sacrificio de un chivo expiatorio.
Sin embargo, en el último tiempo se ha extendido este concepto
a entidades no abarcadas por el concepto kantiano original: se habla
de la dignidad de los embriones o del genoma.48 Estas entidades no
poseen racionalidad, no pueden erigirse como agentes autolegisla-
dores, por lo tanto, en términos kantianos, carecen de dignidad.

3.5. Algunas objeciones a la teoría kantiana

En primer lugar, se señalan problemas con la formulación de las


máximas y la aplicación del imperativo categórico. Considérese la
siguiente situación. Nadie elevaría a ley universal “Miente
cuando te resulte conveniente”. Pero, ¿qué se sostendría de
“Miente cuando pienses que decir la verdad puede causar daños a
otros” o “Siempre que un médico tenga buenas razones para creer

47 Los problemas morales que plantea el alquiler de vientre son muy com-

plejos y serán desarrollados más extensamente en el capítulo VIII del presen-


te libro.
48 Estos temas serán abordados con profundidad en la segunda parte del

libro.
48 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

que la vida de su paciente está en peligro por decir la verdad


acerca de su condición, debe mentir”? Las tres formulaciones se
pueden aplicar a la misma situación. Parecería que se puede obrar
como se desee si se describe la acción muy detalladamente. En
este sentido, cuando se agregan o quitan especificaciones, el caso
resulta descripto de manera diferente y su juicio de corrección
también variará. Kant no aclara cuándo un aspecto del caso es
moralmente relevante y cuándo no lo es.49
Suele presentarse otra objeción respecto de la distinción entre
diferentes tipos de obligaciones. En primer lugar, no resulta obvio
que siempre tengan que prevalecer las obligaciones perfectas so-
bre las imperfectas. Supóngase que alguien promete encontrarse
con un amigo a almorzar (una obligación perfecta: fidelidad a las
promesas). Cuando está dirigiéndose al lugar, se encuentra con
una persona que necesita urgentemente su ayuda para llegar al
hospital ya que su vida corre peligro (una obligación imperfecta:
beneficencia). ¿Quién podría recriminarle que actuó incorrecta-
mente al llevar a esa persona al hospital? Pareciera que algunas
obligaciones imperfectas pueden tener precedencia sobre las per-
fectas. Si no es así, se generan conclusiones contraintuitivas a raíz
del mandato de las distintas obligaciones. Hay algo cuestionable
en una teoría que sostiene que mantener las promesas es una obli-
gación perfecta, aun cuando las promesas sean triviales y las con-
secuencias sean desastrosas.50
Otro tipo de crítica apunta a la falta de ayuda para decidir
acerca de obligaciones perfectas en conflicto. Por ejemplo, entre la

49 En una línea semejante, Timmons señala que se necesita que Kant dé una

razón para seleccionar una máxima posible por encima de las muchas otras
que pueden aplicarse para testear la moralidad de una acción. Mark Timmons,
op. cit., p. 173.
50 Una propuesta de análisis es la de Korsgaard. Esta autora trata de salvar

a Kant de la necesidad de decir siempre la verdad, por ejemplo, en el caso de


un asesino que viene a buscar a un inocente al cual, según la propuesta kan-
tiana tradicional, no se le puede mentir. Véase Christine M. Korsgaard, “The
Right to Lie: Kant on Dealing with Evil”, en Philosophy and Public Affairs, vol.
15, núm. 4, 1986, pp. 325-349.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 49

obligación perfecta de respetar nuestras promesas y aquella de no


dañar a personas inocentes. ¿Cómo debemos actuar si respetar la
promesa a A puede dañar seriamente a B?
Finalmente hay objeciones a la noción de persona. Kant está
considerando como persona al adulto normal que puede razonar
y darse su propia ley moral. Esto implica que no pueden aplicarse
los mismos parámetros a aquellos que no son personas, y tal sería
el caso de los fetos, los recién nacidos, los comatosos, aquellos que
padecen serias enfermedades mentales o los incompetentes.51
Si bien no se puede negar el peso de las críticas formuladas
contra Kant, así como su excesivo rigor, es indudable que este filó-
sofo encontró la fórmula para que cada persona fuera su propio
legislador. A partir de él no pudo ignorarse la autonomía de las
personas como un valor fundamental.

4. LA TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS

¿Qué impacto tienen estas teorías? Si bien se pueden encontrar


respuestas similares en la mayoría de los análisis desde una pers-
pectiva deontológica y una utilitarista, algunas de sus posiciones
se tornan irreconciliables. Así, durante la primera mitad del siglo
XX, la ética parece mostrar un camino sin salida debido a la ten-

sión que plantean las teorías éticas recién analizadas. Paralela-


mente, el positivismo lógico, la filosofía predominante de ese
tiempo, ataca la ética convencional.52 Este movimiento filosófico
considera privilegiado el lenguaje descriptivo porque las proposi-
ciones o enunciados son las únicas que pueden ser declaradas ver-
daderas o falsas. Así, desde el punto de vista del lenguaje descrip-

51 Hay que reconocer, sin embargo, que la noción de persona responde a

una tradición acendrada en la filosofía. Ya desde Locke se distingue entre la


noción de hombre (ser humano) y persona. John Locke, Ensayo sobre el entendi-
miento humano, México, Fondo de Cultura Económica, parágrafo 29.
52 Sus comienzos se dan a partir de 1923 con los desarrollos del Círculo de

Viena, con Moritz Schlick, Ludwig Wittengstein y Rudolf Carnap.

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