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Cuentos Reflexiones 2
Cuentos Reflexiones 2
Vive el presente
Un hombre se le acerco a un sabio anciano y le dijo:
– Me han contado que eres muy sabio. Por favor, ¿qué
cosas haces como sabio que no podamos hacer los
demás?
El anciano le contestó:
– Bueno, cuando como, simplemente como; duermo
cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, solo hablo contigo.
El hombre lo miró con asombro y le dijo:
– Pero yo también puedo hacer esas cosas y no por eso soy un sabio.
– Yo no lo creo así -replicó el anciano. – Cuando duermes, recuerdas los problemas
que tuviste durante el día, o te preocupas por los que podrás tener al levantarte.
Cuando comes, estás pensando en qué harás después. Mientras hablas conmigo,
estás pensando en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme antes de que
termine de hablar.
Moraleja: El secreto es estar consciente de lo que estamos haciendo en el momento
presente, y así podremos disfrutar de cada minuto de nuestra maravillosa vida.
21. Amor
Un pescador una vez atrapó un salmón. Al ver su
extraordinario tamaño, exclamó: "¡Qué pez tan
maravilloso! ¡Se lo llevaré al rey! Le encanta el
salmón fresco.
El pez dedujo que había razones para tener esperanza... si el rey ama a los salmones,
podría dejarlo en libertad.
Una vez dentro del palacio, y aunque el pez apenas podía respirar, seguía siendo optimista.
Después de todo, el rey ama el salmón, pensó.
El pescado fue llevado a la cocina, y todos los cocineros comentaron lo mucho que le
gustaba el salmón al barón. El pescado fue puesto sobre la mesa y cuando el rey entró,
ordenó: "Corta la cola, la cabeza y abre el salmón."
Con su último aliento de vida, el pez gritó desesperado: "¿Por qué mientes? Si realmente
me amas, cuida de mí, déjame vivir. No te gusta el salmón, te gustas a ti mismo!"
Mucha gente culpaba al Rey por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de
ellos hizo nada para quitar la piedra.
Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. Al acercarse a la roca,
dejó su carga y trató de sacar la piedra del camino. Después de mucho esfuerzo, finalmente
tuvo éxito.
Después recoger sus verduras, se dio cuenta de que había un bolso en el piso donde había
estado la piedra.
El bolso contenía muchas monedas de oro y una carta del Rey explicando que el oro era
para la persona que pueda despejar la vía.
La moraleja de la historia:
23. El usurero
En una pequeña ciudad italiana, hace cientos de
años, el dueño de un negocio familiar debía una gran
suma de dinero a un prestamista. El usurero era un
tipo muy viejo y poco atractivo, que por casualidad le
gustaba la hija del dueño del negocio.
Éste decidió ofrecer al hombre de negocios un trato que borraría completamente la deuda.
Sin embargo, sólo se eliminaría si se casaba con la hija del dueño del negocio.
No hace falta decir que esta propuesta fue recibida con una mirada de disgusto.
El prestamista dijo que colocaría dos piedras en una bolsa: una blanca y otra negra.
La hija tendría que meter la mano en la bolsa y sacar un piedrita. Si era negra, la deuda
sería borrada, pero el prestamista se casaría con la joven. Si era blanca, la deuda también
sería borrada, pero la hija no tendría que casarse con el usurero.
Mientras él las recogía, la hija se dio cuenta de que había recogido dos piedras negras y las
había metido en la bolsa.
Naturalmente, la hija tenía tres opciones en cuanto a lo que podía haber hecho:
• Negarse a recoger una piedra de la bolsa.
• Saca ambas piedras de la bolsa y exponer al usurero por hacer trampa.
• Escoger una piedra de la bolsa sabiendo que es negra y sacrificarse por la libertad de su
padre.
Entonces introdujo su mano y sacó una piedra de la bolsa, y antes de mostrar su color,
"accidentalmente" las dejó caer en medio de los otros guijarros.
"Oh, qué torpe soy... Pero no importa, si buscas en la bolsa la piedra que queda, sabrás qué
color elegí".
La piedra que quedaba en la bolsa es obviamente negra, y viendo que el usurero no quería
ser expuesto como un tramposo, tuvo que seguirle el juego como si la piedra que la joven
dejó caer era blanca, saldando así la deuda de su padre.
Siempre es posible superar una situación difícil, mediante pensamiento creativo y no ceder a
las únicas opciones que crees que tienes para elegir.
Además mi hijo Tommy, de 15 años, se quejaba de un mal corte de cabello. Tuvo que
aguantar todo el día que otros estudiantes del colegio lo llamaran "calvo".
Lisa, mi segunda hija, se sentía devastada, pues aunque había estudiado mucho para la
prueba final del séptimo grado, le habían faltado dos decimales para no reprobar.
Por último Jenni, en su primer año de escuela, había sido "víctima" de la timidez al
momento de realizar una lectura frente a toda la clase.
Miré los rostros desconsolados de mis hijos, y fue entonces cuando la imagen de mi abuela
vino sonriendo a mi cabeza. Entonces dije:
Muy bien, ¿saben qué día es hoy? Es "un día en que todo salió mal" ¡Vamos a celebrarlo!
Me miraron, sorprendidos y con curiosidad. Continué: "Mi abuela siempre decía que
aprendemos más de nuestros errores que de nuestros éxitos. Siempre nos decía que
cuando uno más se equivoca o las cosas le salen mal, es cuando existe mayor oportunidad
de superarse y triunfar".
Esta fue la primera de muchas otras fiestas por "las cosas que no funcionaron". En medio
de la tragedia, buscamos siempre una excusa para celebrar, en lugar de angustiarnos por lo
que habíamos sufrido.
Espero haber plantado en las almas de mis hijos las semillas recogidas por la sabiduría de
las mujeres que me precedieron. Y que estas semillas se extiendan en sus propios jardines
algún día.
25. El eco
Un hijo y su padre caminaban por las montañas,
cuando, de repente, el niño cayó, se hizo una herida
y grito: "¡Aaahhh!"
El padre sonrió y le dijo: "Hijo, presta atención." Y le gritó a la montaña: "¡Te admiro!"
Otra vez, el hombre gritó: "¡Tú eres un campeón!" Y la voz respondió: "¡Tú eres un
campeón!"
El muchacho seguía sin entender. Entonces, el padre le explicó: "La gente lo llama eco,
pero realmente es vida, porque te devuelve cualquier cosa que dices o haces”.
Un día, llegó un contingente de ejecutivos, de paso hacia una convención. Atraídos por la
belleza natural, tomaron y paseo, y, de regreso, descansaron en la plaza. Al ver que estaba
rodeado de niños, jóvenes, adultos y ancianos, se acercaron a ver qué pasaba.
Y allí estaba Hans, respondiendo las preguntas que le hacían, con parábolas sobre su
profesión de jardinero y la vida. Entonces, les dijo: “La vida es un jardín. Lo que siembres en
ella, eso te devolverá. Así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las
flores más hermosas.
Cada acto, palabra, sonrisa o mirada, es una simiente. Procura, entonces, que caiga tu
simiente en el surco abierto del corazón de los hombres y vigila su futuro.
Procura, además, que sea como el trigo que da pan a los pueblos, y no produce espinas y
cizaña que dejan estériles las almas.
Muchas veces sembrarás en el dolor, pero esa siembra traerá frutos de gozo. A menudo
sembrarás llorando, pero, ¿quién sabe si tu simiente no necesita del riego de tus lágrimas
para que germine?
No tomes las tormentas como castigos. Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces
se hagan más profundas, para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir.
Y, cuando tus hojas caigan, no te lamentes; serán tu propio abono, reverdecerás y tendrás
flores nuevas.