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PREGUNTAS

VASALLAJES DEL YO

● ¿Cuáles son los vasallajes del yo de acuerdo a la segunda tópica? ¿A qué se refiere
Freud con los vasallajes del yo? Explique los vasallajes del yo a los que se refiere
Freud en “El yo y el Ello”. Diferenciar los tres vasallajes del yo.

Entendemos a la instancia del yo como la parte del ello modificada por acción de la realidad.
El mismo gobierna el acceso a la motilidad, constituye un nexo con la percepción y ejecuta
el examen de realidad. Sin embargo, no podemos hablar ya únicamente de un yo coherente
sino más bien de un yo con un núcleo interior inconsciente. Este yo se halla, por un lado,
escindido a causa del modo particular de enfrentar el conflicto sucedido en el complejo de
Edipo entre sus exigencias pulsionales y la realidad objetiva. Por otro lado, este yo está
también alterado a causa de la internalización de ciertos mecanismos de defensa
empleados en los primeros tiempos contra las exigencias pulsionales del ello, que se
constituyen luego como rasgos de carácter.

En este mismo sentido, Freud se refiere al yo como “una pobre cosa” ya que se halla
triplemente sometido, obedeciendo a tres amos, es decir, resulta ser un vasallo. El yo quiere
mantener una buena relación con el ello amoral y con sus satisfacciones pulsionales, pero
al mismo tiempo intenta hacerlo ceder ante las exigencias de la realidad. En simultáneo, el
superyó puede desplegar sus hiperexigencias sobre el yo que encuentra aquí su tercer
vasallaje. Lejos está el yo de esa ilusión de unificación, organización, voluntad y autonomía;
el yo está siendo constantemente tironeado por sus tres amos y en el intento de mediar
entre ellos y conciliar las exigencia de los tres se hace sede de angustias de diversos tipos,
que es la expresión de esta incapacidad de tramitar lo que tantas exigencias le plantean.

Para finalizar, y con el objeto de figurar del mejor modo posible los vasallajes del yo,
podemos recurrir a la metáfora que plantea Freud del jinete y su caballo. El yo es aquel que
gobierna el acceso a la motilidad, aunque no siempre es él quien lleva las riendas. El yo no
posee fuerza propia, debe valerse de la fuerza del ello para ponerle freno a sus propias
exigencias. El yo representa al jinete que se esfuerza por controlar al caballo, el ello. El
jinete domina al caballo utilizando la fuerza de este último. Sin embargo, no siempre puede
dirigirlo para donde quiere, es decir, adecuar el camino del caballo a la realidad objetiva,
sino que irremediablemente termina siendo conducido por este en contra de su voluntad. El
yo toma prestada del ello la energía para poder operar, para poder funcionar. Y
lamentablemente, como utiliza esa energía, tiene que someterse muchas veces a ese ello
sin poder dominarlo. Esta metáfora nos muestra a este yo pasivo, dominado y opuesto
aquel relacionado con el ideal de autonomía y dominio.

Allí tenemos al yo ocupando el centro y tres instancias a las que se ve sometido. Freud los
va a llamar “vasallajes del yo”. Freud nos dice que, tras haber presentado las instancias que
conforman la segunda tópica, vemos al yo en su potencia y en su endeblez. Sabemos que
el yo tiene importantes funciones, como el ordenamiento temporal de los procesos
anímicos, el examen de realidad, el gobierno de la motilidad. Pero... también se encuentra
sometido a los tres amos indicados en el esquema. El yo se enriquece a raíz de las
experiencias de vida que provienen del mundo exterior, pero también tiene que lidiar con las
frustraciones y la exigencia de renuncia pulsional que impone el mundo exterior. Por otro
lado, el ello es su otro mundo exterior, al cual el yo intenta someter. La relación entre el yo y
el ello la trabajamos con detalle la clase pasada. El yo intenta ligar lo que proviene del ello,
aquellos estímulos internos no ligados. Este proceso es lo que llamamos síntesis del yo, y
sabemos que es un proceso imperfecto e inacabado: no todo el ello puede transmudarse en
energía ligada, debido a la desmezcla pulsional y a la incesante pulsión de muerte y su afán
de desagregar. También hemos visto que el yo se empeña por conciliar las exigencias del
ello y las que provienen del mundo exterior. Es un mediador entre el ello y el mundo exterior.
Finalmente (y no por eso, menos importante), en esta clase abordamos la relación del yo
con el superyó: como el yo se somete al imperativo categórico del superyó. Asimismo,
vimos que el superyó mantiene vínculo, “duradera afinidad”, con el ello y puede subrogarlo
frente al yo. Entonces, Freud va a definir al yo como una “pobre cosa” sometida a tres
servidumbres, y en consecuencia sufre las amenazas de tres clases de peligros por parte
de: -el mundo exterior -la libido del ello -la severidad del superyó Tres variedades de
angustia corresponden a estos tres peligros diferentes, pues la angustia es la expresión de
una retirada frente al peligro. El yo es el genuino almácigo de la angustia (es donde resuena
la angustia): amenazado por tres clases de peligros, desarrolla entonces un reflejo de huida
retirando su propia investidura de la percepción amenazadora o del proceso del ello
amenazador y emitiendo angustia. Estas consideraciones sobre “el peligro” y la “angustia”
serán trabajadas a la luz de la tercera versión de la teoría de la angustia en el espacio de
Seminarios.

El yo es la instancia que intenta mediar entre el Ello, el Superyó y el mundo exterior, tiene a
su cargo que opere el principio de placer. Esto significa que busca tramitar y ligar aquellas
cantidades que irrumpen o provienen de sus distintos amos. Toma del ello, ese otro
cuantitativo-cualitativo y mudo, la energía para operar. Intenta algún dominio de lo pulsional
aunque muchas veces esa instancia es la que lo domina a él.

RESISTENCIAS

● ¿Cuáles son, de acuerdo a la segunda tópica, los diferentes tipos de resistencia?


Nombre y desarrolle las resistencias de la segunda tópica. ¿Cómo formula Freud las
resistencias en el análisis a partir de la segunda tópica?, ¿De qué manera la
conceptualización de la segunda tópica permite repensar las resistencias?

La primera tópica respondía a la pregunta de cómo se forman los síntomas y cómo se los
puede abordar. La segunda responde a los obstáculos que surgen ante la cura. Aparece
una nueva teorización porque, como dice Freud, la explicación de por qué se forma un
síntoma y cómo se cura ya no encuentra para él dificultades. Lo que ahora se necesita es
responder a por qué surgen las resistencias, por qué muchos pacientes empeoran cuando
vislumbran su mejoría.

De la primera tópica con su idea de un aparato dividido en dos grandes sistemas separados
por la represión: por un lado, el sistema consciente preconsciente y por otro el inconsciente,
se pasará a lo que nombraremos como la segunda tópica. Ahora el aparato psíquico será
concebido como dividido en tres instancias, yo, ello y superyó. Sin embargo, ambas tópicas
siguen coexistiendo, la primera no se desecha.

En un primer momento la cura era concebida como un llenado de lagunas, un hacer


consciente lo inconsciente. Y en un segundo momento, ya se le habían presentado a Freud
las resistencias a la cura. Estas resistencias debían ser enfrentadas, interpretadas y
levantadas por el análisis. Es recién después de la instauración de la segunda tópica que se
pueden reformular las resistencias que llamamos “estructurales” y que van a transformar la
forma de abordar clínica. Tres de las resistencias corresponden al Yo, una al Ello y la otra al
Super Yo. Las últimas dos forman parte de las resistencias estructurales desarrolladas en el
texto “Análisis terminable e interminable”.

Las tres resistencias del yo: resistencia-represión, resistencia de transferencia y beneficio


secundario del síntoma o ganancia de la enfermedad.

La resistencia del ello y la resistencia del yo forman parte de las resistencias estructurales.
En el texto “Análisis terminable e interminable” estas resistencias pueden ubicarse como lo
que Freud nombra con el término “resistencias al levantamiento de las resistencias”. Son
aquellas que ponen en juego algo estructural, algo de la neurosis misma que da cuenta de
un límite a la cura y que imponen otra dificultad y otro trabajo para el analista. A diferencia
de las mencionadas anteriormente, en ellas se juega algo de lo incurable.

La resistencia del ello es la compulsión a la repetición. Es justamente ella la que conlleva


este aspecto traumático del psiquismo, aquello que proviene de lo pulsional como estímulos
interiores no ligados que insisten una y otra vez y nunca cesarán de insistir en tanto no
puedan ser representados ni ligados.Eso que empuja y se repite es lo que no se liga de
ningún modo y que siempre será un obstáculo para la cura.

Por otro lado, la resistencia del superyó proviene del sentimiento de culpa inconsciente por
no poder responder a las exigencias que la instancia del Superyó impone. Este sentimiento
de culpa inconsciente lleva al sujeto a una necesidad constante de castigarse por no lograr
nunca lo que se espera de él. Freud plantea una satisfacción en el padecimiento a la que se
refiere como beneficio primario del síntoma: la satisfacción en el mismo síntoma, vinculada
al Superyo. Esta resistencia que en el análisis proviene de la necesidad de castigo y que
surge de la culpa inconsciente, Freud la denomina “reacción terapéutica negativa”. Esta
satisfacción en el padecer incluye la dimensión del masoquismo moral, es decir, la
tendencia a sufrir debido a las características del superyó. El sujeto necesita castigarse y lo
busca en todas las circunstancias posibles, el castigo apacigua su búsqueda de sufrimiento,
busca justificar su sentimiento de culpa.

● Relacionar las resistencias de “Psicoterapia de la histeria” con las resistencias de


“Inhibición, síntoma y angustia”

En “Psicoterapia de la histeria”, Freud clasifica las resistencias en resistencias de


asociación, fuerza que le impide al paciente llegar a recordar un evento traumático
impidiendo la asociación de ideas y resistencias radiales, resistencia en relación con el
núcleo patógeno, esto es, mientras más cerca se está del núcleo patógeno, mayor se hace
la resistencia.
En "más allá del principio del placer" se reformula el estatuto de la pulsión al introducir la
pulsión de muerte en tanto estímulos internos no ligados al campo del principio del placer.
Así, Freud puede empezar a recortar el obstáculo en relación a las resistencias de lo
inconsciente. Comienza a trazarse una diferencia entre la insistencia de lo reprimido y la
resistencia de lo no ligado. Es decir, estos estímulos interiores no ligados en cuya fuente
ubica pulsiones que resisten a la ligadura.

En el Yo y el Ello, Freud empieza a ubicar el problema a partir de pensar en la relación entre


resistencia e inconsciente, pero vacila aún en darles a las resistencias un anclaje estructural
porque sigue planteando que las represiones parten del Yo, es decir, las articula con lo
reprimido. Sin embargo, trabaja muy minuciosamente en la resistencia del Superyó que es
responsable de la reacción terapéutica negativa, el peor de los obstáculos a la cura.

Hacia 1925 con el texto "inhibición, sintoma y angustia" las resistencias se ordenan y
quedan articuladas de acuerdo a la segunda tópica, las resistencias del Yo, del Ello y del
Superyo. Así entonces quedan presentadas 5 clases de resistencias: las resistencias yoicas
que son 3 (la resistencia de represión, la resistencia de transferencia y la resistencia que
nombramos como ganancia secundaria de la enfermedad) y las resistencias estructurales:
resistencia del ello y resistencia del superyó.

● ¿Cómo se forma el superyó? Explicar la resistencia del superyó.

Antecedentes: Los diques pulsionales: asco, vergüenza y moral. Los sueños punitorios. La
identificación primaria como ordenadora. La formación del Ideal del Yo a partir de la
influencia crítica de los padres. La conciencia moral.

Idea Central: Se localiza “por encima” del Yo. Puede ser protector o cruel. Es portador de
ambas pulsiones.

Nociones principales:
- Debe su posición a: 1. Es la identificación inicial, ocurrida cuando el yo era todavía
endeble. 2. Es el heredero del complejo de Edipo, y por tanto introdujo en el yo los objetos
más grandiosos.
- Como el niño a las figuras parentales el yo se somete al imperativo categórico de su
superyó (exigencia de satisfacción pulsional por ser heredero del ello y también su
prohibición). Puede ser hipermoral y volverse cruel (paradoja del superyó).
- La reacción terapéutica negativa: la cura es vivida como un peligro. Responde al
sentimiento inconsciente de culpa (mudo) que halla su satisfacción en la enfermedad y no
quiere renunciar al castigo del padecer.
- Responsable del sentimiento inconsciente de culpa.
- Debe su crueldad a la desmezcla de pulsiones, consecuencia de la identificación con el
arquetipo paterno que lo engendra. - Su conducta decide la gravedad de la neurosis.

En este sentido, es posible ubicar dos dimensiones en la génesis del superyó, es decir, un
doble origen. Por un lado, Freud nos dice que el superyó es producto de identificaciones
primeras, iniciales y de mayor valor para el sujeto, es decir, las identificaciones con el padre
de la prehistoria personal. Nos dice que estas identificaciones son directas, no mediatizadas
por el Yo (son inmediatas), incluso podemos pensarlas anteriores a la constitución del yo.
Son más tempranas que cualquier investidura de objeto, o sea, no se está hablando de
identificaciones que ocurren no como el decantado de investiduras de objeto resignadas,
sino más bien como identificaciones previas a cualquier investidura de objeto. Estas
identificaciones primarias van a ser las marcas que son el soporte en la constitución del yo.
Entonces, el superyó tiene un origen en estas identificaciones primeras, que lo conectan
con el Ello, por eso Freud dice que esta identificación inicial ocurre cuando
el Yo todavía es endeble.

Por otro lado, el superyó debe su génesis a ser el heredero del complejo de Edipo. Realiza
un recorrido por el devenir edípico en el niño y la niña. Con esto como base, Freud afirma
que el desenlace del complejo de Edipo implica la resignación de las investiduras edípicas
de objetos que parten del Ello. Las elecciones de objetos incestuosas que gobiernan el
complejo de Edipo son, con la salida del Edipo, resignadas y sustituidas por identificaciones,
constituyéndose así la otra dimensión del origen del superyó. Se resigna lo incestuoso de
esos objetos grandiosos, a condición de apropiarse de una parte de ellos. Es decir, el
superyó es el heredero o el resultado del sepultamiento del complejo de Edipo. El superyó
adquiere así rasgos y sanciones provenientes de los padres del Edipo, constituyéndose así
la conciencia moral, aquella que sanciona la dimensión de la falta en el sentido de aquello
que le falta al yo para alcanzar el ideal.

Según lo mencionado hasta acá ubicamos dos dimensiones de la génesis del superyó, las
identificaciones primarias y las identificaciones que acontecen con la salida del Edipo. El
superyó es el resultado de dos factores biológicos de suma importancia: el desvalimiento y
la dependencia del ser humano durante su prolongada infancia y el hecho de su complejo
de Edipo.

Estas dos dimensiones de la génesis del superyó nos permiten precisar lo que Freud va a
llamar la doble cara del superyó. Tendrá entonces una cara normativa, prohibitiva y
reguladora y, a la vez, una faceta de severidad y crueldad mortificante para el Yo. Respecto
de la cara reguladora y normativa del Superyó, podemos pensar que las identificaciones
que decantan del sepultamiento del complejo de Edipo introducen una legalidad por la vía
de la prohibición. Se trata de la pulsión articulada a la prohibición en el marco de la
instauración de la ley, es la legalidad de la prohibición ordenando el registro de lo pulsional.
Esta cara normativa es lo que nos permite vivir entre otros, es porque hay superyó que no
aniquilo al otro. Son estas cosas que empiezan a producirse a partir de los diques psíquicos
y que permiten la convivencia del yo y su mundo exterior.

Por otro lado, si ubicamos la cara más cruel y severa de superyó podremos pensar que las
identificaciones iniciales conllevan inherentemente cierto sadismo frente a un yo todavía
endeble y frágil. Las identificaciones tempranas implican cierto sadismo que va
conformando la cara más punitiva y cruel del superyó, y que somete a un Yo pasivo y
masoquista, un Yo aún no constituido.

El masoquismo moral se caracteriza por su búsqueda del padecer, aleja su vínculo con la
sexualidad, es decir, lo que importa es el padecer como tal, sin ser relevante quien la
infrinja, la persona amada o bien una persona indiferente. Y en ese padecer hay una
satisfacción en juego. El masoquismo moral supone una satisfacción en el padecimiento
que constituye con claridad la ganancia primaria en juego de la enfermedad. Freud articula
así masoquismo moral con la existencia de una necesidad de castigo, un sentimiento de
culpa inconsciente y constitutivo en la estructura neurótica, necesidad de castigo que
testimonia acerca de la tensión entre el yo y el superyó. Este sentimiento inconsciente de
culpa, esa necesidad de castigo la tenemos que pensar en relación al Ello y en relación a la
desmezcla pulsional, es decir, a la pulsión de muerte, a lo que no tiene medida, justamente
de allí la crueldad del superyó.

La necesidad de castigo es como Freud logra formalizar conceptualmente el sentimiento


inconsciente de culpa. La necesidad de castigo es el nombre que Freud le da a la
resistencia del superyó y la reacción terapéutica negativa es como la resistencia se pone
de manifiesto clínicamente. Es el fenómeno a través del cual se puede ubicar la necesidad
de castigo. Entonces, una cosa es el sentimiento de culpa normal que descansa en la
tensión entre el yo y el ideal, sentirme mal y culpable porque sé que no estoy a la altura del
ideal, y otra cosa es esa dimensión que Freud llama necesidad de castigo, que es
inconsciente y que refiere a un padecimiento martirizador.

En el marco de un tratamiento analítico, la forma más extrema y patológica de esta


dimensión del masoquismo moral, Freud la nombra como reacción terapéutica negativa.
En ‘El Yo y el Ello’ refiere que hay algunos pacientes que manifiestan de manera
extrañísima en el trabajo analítico, en el sentido que, frente a un avance respecto de su
tratamiento o cierta solución respecto de aquello que lo aquejaba, estos pacientes
reaccionan con un refuerzo momentáneo de su padecimiento, empeorando. De esta
manera, su padecimiento inicial desaparece, pero Freud nos aclara que de lo que se trata
es de la sustitución de un malestar por otro, es decir, una forma de padecer ha sido
relevada por otra, asegurando así la conservación del padecimiento. La curación es así
vivida como un peligro, y esta reacción terapéutica negativa se evidencia como una de las
resistencias más poderosas e inconmovibles en el marco de un análisis. Se trata de la
resistencia del superyó, una resistencia que se opone al levantamiento de las resistencias
yoicas.

Nociones principales: Punto VIII -Reacción terapéutica negativa en el tratamiento analítico.


El padecer que la neurosis conlleva la vuelve valiosa para la tendencia masoquista y
testimonia de la tensión entre el yo y el superyó. Satisfacción en el padecimiento. La
ganancia primaria, la necesidad de castigo como resistencia del superyo. Masoquismo
moral.

● ¿Qué es la reacción terapéutica negativa? Explique con las resistencias (contestada


arriba).

RUPTURA DEL PRINCIPIO DE PLACER

● ¿Cómo explica Freud la ruptura del principio de placer en “Más allá”? Explique la
ruptura que se produce en el principio de placer en “Más allá” ¿Qué fenómenos
clínicos utiliza para dar cuenta de eso? Nombre los tres referentes clínicos.

Usar cómo intro: La clínica de la neurosis traumática, el juego infantil del Fort-Da y la
compulsión de repetición en la transferencia evidencian algo disruptivo y los llevaron a
Freud a cuestionar el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado
automáticamente por el principio del placer. También, esto revela en el núcleo mismo del
sujeto humano, algo exterior al principio del placer, atestigua tendencias situadas más allá
de este, más originarias que el principio del placer e independientes de él. Lo que le llevará
a postular el lugar del masoquismo en la estructuración psíquica, como veremos en la clase
de hoy.

El texto “Más allá de principio de placer” publicado en 1920, Freud introduce grandes
novedades respecto del funcionamiento del aparato psíquico. Hasta entonces, se había
recurrido a distintos principios rectores para explicar el funcionamiento del aparato. En
primera instancia, la teoría freudiana empleó el principio de constancia, según el cual el
aparato tendería a la homeostasis y a la necesidad de descarga. Más adelante, este caería
para ser relevado por el principio de placer. Para el mismo, tras la pérdida del objeto
adecuado, aquel de la primera vivencia de satisfacción, queda de él su huella mnémica lo
que lanza al psiquismo a una constante búsqueda, una permanente tensión del desear. Se
introduce así el deseo y el aparato pasa a regularse por una constante tendencia a evitar el
aumento de tensión, el displacer, y la búsqueda del placer como disminución de dicha
tensión. Bajo la lógica de este principio regulador, todo lo reprimido podía explicarse como
aquello que produce placer para un sistema y displacer para otro. Este principio marca la
tendencia del aparato a buscar el placer y evitar el displacer en el campo de las
representaciones. Además, este principio se encontraba articulado con el método analítico
de la palabra en el marco de la regla fundamental de la asociación libre, estructura de red
de las representaciones que exceden la significación unívoca, se trata de una energía
psíquica libre y móvil que circula por el campo de las representaciones, esto es, energía
susceptible de ligadura al campo representacional.

Ahora bien, hacia 1920, en el texto “Más allá del principio del placer” de 1920, Freud postula
la caída del imperio irrestricto del principio del placer como regulador de todos los procesos
anímicos. Freud nos presenta la existencia de un más allá del principio del placer dando
cuenta de aquello energético en el aparato que se resiste a la ligadura representacional.
Estamos hablando, y esto es lo novedoso, de la irrupción de aquello pulsional independiente
al registro de las representaciones. Es decir, aquella dimensión pulsional que se ubicará
cómo el campo de lo no ligado, de lo no articulado a las representaciones. Esta irrupción
pulsional insusceptible de ligadura será nombrada como pulsión de muerte dando lugar a un
segundo dualismo pulsional: pulsión de vida vs pulsión de muerte. Freud no abandona el
principio del placer, este principio no desaparece sino lo que nos marca es la caída de su
hegemonía en tanto comprueba la existencia de un más allá del principio del placer que
funciona de manera independiente al principio del placer mismo. Esto implica un corrimiento
de los límites del análisis cambiando así el modo de pensar la experiencia clínica. Esto
también marca un viraje, esto es, la reformulación de algunos conceptos y nociones
centrales como son el concepto de trauma, la teoría de los sueños, el concepto de
repetición y el dualismo pulsional. Estos planteos de Freud a partir de 1920 surgen porque
el principio del placer se mostraba insuficiente para explicar el funcionamiento del aparato
psíquico en su totalidad.
Ubica en particular tres referentes que parecerían no obedecer a la lógica del principio del
placer, sino que por el contrario no podría hallarse en los mismos placer para ningún
sistema. Aparece un particular modo de juego infantil denominado por Freud como
“Fort-da”, la compulsión de repetición en transferencia y los sueños de las neurosis
traumáticas. Con estos tres referentes, Freud va a intentar demostrar un modo de
funcionamiento del aparato psíquico independiente del principio del placer. En los tres
referentes vamos a encontrar como común medida la compulsión a la repetición como un
intento fallido de ligadura de aquello pulsional que irrumpe.

● Explicar el juego infantil del Fort Da.

Se propone desarrollar el juego infantil en un estadío primitivo de la infancia y ubicar la


importancia del juego en relación a la constitución subjetiva.

El niño en cuestión es el nieto de Freud, tiene un año y medio. Es a quien él observa jugar
con un carretel, con un hilo, una especie de yoyo que arrojaba lejos de sí hasta hacerlo
desaparecer y luego volvía a traerlo. Este juego era acompañado por los fonemas propios
de la media lengua con la que habla un niño de esa edad (O-A). Todos quienes lo rodeaban
sabían traducir estos fonemas al alemán como Fort-Da. Fort significa se fue y Da significa
acá está. Este es un juego que, más allá de las traducciones, jugamos con todos los niños
en todas partes del mundo (aquí: no está-acá está).
Ahora bien, ¿en qué momento comienza a jugar el niño este juego? El niño comienza con
este juego en los momentos en que su madre se ausenta, entonces el juego aparece en
relación con su ausencia. La hipótesis de Freud es que el carretel representa a la mamá. El
juego, en ese desaparecer y aparecer, reproduce y tramita la partida de la madre, siendo lo
displacentero la ausencia/la partida y lo placentero el reencuentro. La mayoría de las veces
el “acá está” viene acompañado en los niños de una carcajada y una exigencia de jugar el
juego otra vez y otra vez.
Freud dice que el juego completo es el reencuentro con el objeto que representa a la madre
con su consabido placer. Ahora bien, lo que a él le llama la atención es que la primera parte
del juego se repite un mayor número de veces, aquella parte que suponemos displacentera
porque representa la ausencia, la partida o la separación de la madre. El verdadero placer
está en él “acá está” en nuestra jerga. Podemos hablar de placer cuando pensamos en el
juego completo, que coincide con hacer regresar a la mamá. Sin embargo, Freud se da
cuenta de que se repite con muchísima más frecuencia esta primera parte del juego: el fort.
Esta cuestión no puede ser explicada a la luz del principio del placer. Este es el punto que a
Freud le permite cuestionar el reinado del principio del placer. ¿Cómo puede ser, se
pregunta Freud, que se trate de procesar algo desagradable pero exteriorizandolo de
manera primaria e independiente del principio del placer? Se procesa, pero más allá del
principio del placer.

Por un lado, dice Freud, el juego permite tramitar una renuncia pulsional: el aceptar sin
reparos la ausencia de la madre, por otro lado, y al mismo tiempo, esto es un gran logro
cultural del niño. Podríamos decir entonces que es la ausencia de la madre lo que propicia y
permite, vía el juego, el advenimiento de la posición subjetiva.

El juego permite hacer activo lo pasivo. Es decir, tramitar una situación vivida pasivamente,
vía el juego, se convierte en algo que se vive activamente. Freud lo dice así: Los niños
repiten en el juego todo cuánto les ha hecho gran impresión en la vida. De ese modo,
abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan, por así decir, de la situación. Hay
una trasposición al exterior de la pulsión de muerte. Ahí donde antes no existía, por fuera de
la presencia de su madre, en ese pasaje, se produce la constitución subjetiva en el niño,
logrado vía el juego de la presencia-ausencia. Podríamos decir que el niño desplaza,
transfiere sobre el carretel, eso que él era: lo transfiere fuera de su cuerpo. Ya no tiene una
posición puramente pasiva en relación a sus padres, pasa de ser un juguete para ellos a
tener juguetes. Ahora tiene objetos con los que jugar. Entonces, la ausencia de la madre
tiene un doble valor: por un lado, es dolorosa porque el niño cae de un lugar que hasta el
momento le daba existencia, pero, por otro lado, le permite existir por fuera de su mamá. En
este niño, esta producción subjetiva se realiza vía el juego, juego que también se
complejizará en la medida que el niño evolucione.

"El juego completo era el de desaparecer y volver. Las más de las veces solo se había
podido ver el primer acto repetido por sí solo incansablemente en calidad de juego, aunque
el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo” (pag. 15) ¿Cuál fue la
interpretación que Freud hace inmediatamente del tema? Él dice que la interpretación es
obvia. Es un logro pulsional del niño, un logro cultural, como que hay algo que el niño
conquista en ese juego. Y dice que se trata de una renuncia pulsional, renuncia a la
satisfacción pulsional de admitir, sin protestas, la partida de la madre. Entonces se resarcía,
escenificando por sí mismo, con los objetos a su alcance ese desaparecer y regresar.

La ausencia de la madre remite a su presencia y al revés, la presencia de la madre le evoca


la ausencia, en tanto que ella está, pero podría no estar. Su presencia es efímera, la pérdida
de la madre ha permitido simbolizarla, es como si Juanito jugando dijera ahora ya sé qué es
una mamá, una mamá es alguien que se va.
Este juego no solo implica a la madre, sino que lo implica también al niño, al niño como
sujeto, cuando adviene como sujeto del lenguaje en ese OOAA. Y entonces ahí el lenguaje
viene a ocupar o a representar la manera de ligar algo del trauma, el lenguaje viene a ser
una ligadura del trauma de la pérdida del objeto. Es con la pérdida de la madre que puede
emerger la madre en el campo de la representación y es él, el niño, quien, al mismo tiempo,
emerge en esa misma alternancia como aquello que se va separando de su madre. Esta
separación no podría de ninguna manera pensarse sin el sustrato, por supuesto, del
lenguaje.

Hay algo impresionante que el juego tramita. ¿Qué es eso psíquicamente


impresionante? Eso psíquicamente impresionante es la pérdida del objeto, en tanto que el
objeto es la madre, esa pérdida es simbolizada y la madre adquiere entonces ahí el estatuto
de algo que es nombrado. Y justamente, lo interesante que Freud marca es que lo
displacentero no lo vuelve inutilizable, el hecho de que haya algo displacentero en este
jugar a la pérdida, no lo vuelve inutilizable para el juego, sino que justamente es la causa
misma del juego.

Quiero concluir con el juego del Fort-Da diciendo que de todos los referentes que
trabajamos del más allá del principio del placer, podemos decir que el juego del Fort-Da es
el más exitoso, en el sentido de permitir alguna ligadura de lo traumático.Con el juego del
Fort-Da no alcanza para destronar el funcionamiento del principio del placer, porque como
estamos tratando de mostrar, hay algo en el juego que, efectivamente, implica una renuncia
pulsional que, como efecto, logra una renuncia pulsional que implica un logro cultural
inmenso para el niño.

● Explique la noción de trauma desde “Más allá”. Diferencie con la primera


conceptualización freudiana de trauma. Explique cómo Freud concibe lo traumático
en la primera época de su teoría y articularlo con cómo lo concibe en “Más allá”
Explicar la conceptualización de lo traumático a partir del texto “Más allá”, ¿En qué
se diferencia con las primeras teorizaciones de Freud?
Uno de los referentes que Freud plantea en “Más allá”, los sueños de las neurosis
traumáticas, le permiten a Freud reformular el concepto de trauma y su teoría de los
sueños.

Freud se encontraba con pacientes que habían sobrevivido la guerra pero que no tenían
grandes heridas físicas sino, por el contrario, presentaban un cuadro que Freud dio a llamar
neurosis de guerra (o neurosis traumática). Podemos poner varios ejemplos de esto: un
accidente, un choque grave, una situación de robo a mano armada, Cromañon, una guerra,
etc. Todas situaciones que tienen un rasgo en común: se corre un riesgo de muerte. Lo
fundamental a resaltar es que ese riesgo de muerte se corre de manera sorpresiva. El factor
sorpresa que provoca un afecto de terror u horror es un factor fundamental para entender el
cuadro, es un rasgo fundamental de la neurosis traumática. El segundo rasgo fundamental
es que no hay un daño físico concomitante, es decir, simultáneo. Esto también es
importante porque lo que Freud está suponiendo es que este daño físico de alguna manera
contrarresta el efecto de la neurosis ya que, el sujeto aquejado de una situación traumática
teniendo una herida de la cual quejarse, liga el estado de terror alrededor de ese órgano
doliente.
En este punto vamos a ver que Freud diferencia tres términos de acuerdo a la relación al
peligro:

- El miedo que requiere de un objeto determinado en presencia del cual uno siente
ese miedo.
- El terror que refiere a un estado de no preparación ante el peligro. Se destaca aquí
el factor sorpresa.
- La angustia que refiere a un estado de expectativa y preparación ante el peligro,
aunque se trate de un peligro desconocido. En este sentido, Freud nos dice que la
angustia, con su expectativa y preparación, protege contra el terror y, por lo tanto,
contra la contracción de una neurosis traumática.

El peligro exterior se trata de una percepción o un estímulo que irrumpe en el aparato


psíquico y que no puede ser ni simbolizado ni tramitado por las vías normales. Se trata de
una percepción de estímulos pulsionales que irrumpen en el aparato y que se muestran
heterogéneos al campo de las representaciones. ¿Qué quiere decir esto? Que hay una
dimensión en la que no podes pensar, no podes organizar lo que ocurrió, no lo podes
tramitar. De esta manera se va ubicando una lógica exterior al principio de placer cuando
este queda abolido, es decir, sin posibilidad de producción.

Esta idea de un registro de lo pulsional como lo no ligado producirá una reformulación del
concepto de trauma. Lo traumático ya no será algo relacionado al campo de las
representaciones sino que en este tercer momento de la obra de Freud, lo traumático tendrá
que ver con aquello que escapa a la simbolización, aquello pulsional que resiste al campo
de las representaciones. La reacción frente al peligro exterior, como una manera de
nombrar la irrupción de los estímulos pulsionales no ligados a las representaciones, permite
a Freud indagar y ubicar un más allá del principio del placer en relación a los procesos
anímicos.

Ahora vamos a ubicar lo traumático en la dimensión de la ausencia de representación. En


las neurosis traumáticas algo no pudo ser ligado, entonces aparece como un exceso en el
aparato, irrumpe sin enlace representacional. Esto que vale como un exceso obliga al
aparato a un trabajo constante de intento de ligadura. El sueño traumático se repite una y
otra vez como intento de ligar aquello pulsional no enlazado a las representaciones. En este
sueño no es que el aparato falla en la ligadura al proceso secundario sino que no puede ni
siquiera condensarse y desplazarse, es decir, no puede ni siquiera ligarse al proceso
primario.

Extras

La tarea del aparato es ligar los volúmenes de estímulos que pueden ingresar tanto del
exterior como del interior, la tarea es producir ligaduras. La ligadura, lo ligado, se va a
relacionar con el principio del placer (el placer es placer de representación). El más allá
viene a indicar el fracaso de la ligadura y un agujero en las representaciones. El nuevo
sesgo clínico que trae esta reformulación es el hecho de la repetición en la cura.
Entonces, para entrar en el tema de las neurosis traumáticas de guerra, Freud empieza
recordando la vieja idea de las neurosis traumáticas que estuvieron al comienzo de la
teorización del psicoanálisis. Se advertía allí que no era tanto el hecho del accidente
en sí (la violencia mecánica) lo que importaba, sino que el trauma del que nos
ocupábamos era el trauma psíquico, es decir, el de las marcas y las secuelas del
accidente. Todo trauma inicialmente tiene un momento de estupor y el momento para
comprender siempre llega después.

Freud dice que tanto las neurosis de guerra como las neurosis traumáticas no han
alcanzado respecto de ello un conocimiento pleno. Sirviendose de partida de las neurosis
traumáticas dice lo siguiente: “en la neurosis traumática común se destacan dos rasgos que
podrían tomarse como punto de partida de la reflexión, el centro de la gravedad parece
situarse en el factor de la sorpresa, en el terror, y que un simultáneo daño físico o herida
contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis”.

La introducción del más allá del principio del placer, el texto y lo que esto
implica, reformula la cuestión del trauma, que es de larga data en la historia de los
conceptos del psicoanálisis. Hemos recorrido ya algunos tramos de esa concepción del
trauma que atraviesa toda la obra de Freud, y hemos visto que este ha sufrido algunas

reformulaciones, por ejemplo, podríamos establecer una pequeña genealogía, un cierto


ordenamiento en la historia de la aparición de la noción de trauma. Entonces,
empezábamos con el trauma psíquico: El trauma era de carácter psíquico, lo veíamos con
claridad en el texto “El mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos”, ahí aparecía la
idea de un trauma incompletamente abreaccionado. Luego tenemos el pasaje a la
vivencia sexual, prematura y traumática como causa de la neurosis. Y luego, cuando
el concepto de pulsión se ha formulado, situamos el pasaje del trauma como lo
realmente acontecido, a la fantasía. La fantasía como una respuesta al trauma sexual
producido por las pulsiones.

El trauma también será referido a un punto de vista que Freud llama económico, es
decir, uno de los puntos de vista de la metapsicología (lo metapsicológico implicaba
el abordaje de los fenómenos del psiquismo en esas 3 dimensiones tópica, dinámica
y económica). Entonces, el trauma es referido de algún modo a una cuestión
económica, en el sentido de desbordes de cantidades de excitación de las que el
aparato psíquico no está en condiciones de poder defenderse, es decir, es el ingreso
de un quantum enorme de excitación que produce un anegamiento del aparato
psíquico y que, por eso, fracasan las posibilidades de poder ligar esa hipertrofia de
ingreso de volúmenes de excitación. Esto produce un anegamiento, una inundación
del aparato psíquico; el aparato psíquico no estaría en condiciones de poder
defenderse, es decir, de ligar toda la cantidad que ha ingresado. Ese es uno de los
modos con los que Freud también va a presentar el trauma y lo va a reformular en
este texto.

Ahora bien, los neuróticos traumáticos tratan de agotar el trauma mediante la


ligadura de las cantidades de excitación. Tratan de hacer de la energía libre, energía
ligada y la por la vía de la repetición conducir a la ligadura de dichas cantidades. Sin
embargo, el sueño traumático muestra ese fracaso en el renovado terror del cual el
enfermo despierta, hay una energía que no podrá dejar de ser libre, es decir, no podrá
ser ligada y por ello lo traumático no terminaría de tramitarse. Esa insistencia en lo
displacentero lleva a subordinar el trauma al nuevo punto de vista del más allá del
principio del placer. Ya no puede decirse entonces que la insistencia en los
displacentero restituye el placer, ya que el más allá implica siempre un resto que se
sustrae al placer. Y el más allá es intento de ligadura que restituiría la homeostasis y
a la vez la falla de ese intento. El más allá del principio del placer, sin contradecir al
principio del placer, es independiente de él.

En la página 29, reformula la idea de trauma y va a decir lo siguiente: ‘‘llamamos


traumáticas a las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la
protección anti-estímulo. Un suceso como el trauma externo provocará una perturbación
enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los medios
defensivos. Pero, en un primer momento, el principio del placer quedará abolido. Ya no
podrá impedirse que el aparato anímico resulte inundado por grandes volúmenes de
estímulo. Entonces, la tarea planteada es más bien otra, dominar el estímulo, ligar
psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violentamente a fin de
conducirlos después a su tramitación’’.

El ejemplo que nosotros podemos poner aquí es una guerra, un estruendo como una
bomba, un atentado, un incendio, algo muy traumático que proviene del exterior.
Claramente, eso es un tiene una intensidad que va a romper la estructura del aparato,
porque esa protección anti-estímulo no alcanza a ligar psíquicamente lo ingresado
intempestivamente al aparato, y entonces dice que en un inicio el principio del placer va a
quedar abolido o detenido.

Con relación a esta cita, tenemos dos cuestiones a definir, por un lado, la redefinición de lo
traumático, Freud redefine lo traumático en su texto “Más allá del principio del placer”, y, por
otro lado, una pregunta qué es ¿Cómo reacciona el aparato frente a esta irrupción de lo
traumático?

Respecto de la primera pregunta, Freud redefine la noción de trauma entendiendo que lo


traumático refiere a los estímulos externos que irrumpen sorpresivamente perforando la
protección anti-estímulo, es decir, aboliendo al principio del placer en su funcionamiento.
Pero, por otro lado, lo traumático también estará en relación a los estímulos internos
pulsionales que irrumpen sin ser atemperados y ligados por el principio del placer.

Lo traumático Freud lo define en términos de lo no ligado al campo de las representaciones


y, en este sentido, tanto un estímulo externo como un estímulo pulsional interno pueden ser
estímulos no ligados. Por lo tanto, si antes lo traumático era una representación, ya sea una
representación sexual inconciliable o la misma pulsión que se jugaba en el campo de las
representaciones, ahora lo traumático es lo que no puede ser asimilado por el campo de las
representaciones, provocando una perturbación a nivel energético.

Es un momento en el cual el sujeto se queda sin representaciones en las cuales sostenerse


para hacer frente a la irrupción de lo no ligado. Es un momento de ruptura, de quiebre, de
pérdida de las referencias en las cuales alguien se venía sosteniendo. Se trata de lo que
desborda, de lo que excede al principio del placer, es decir, de lo que se puede pensar, de lo
que se puede digerir y de lo que se puede tramitar. Esto es lo que muchas veces puede
precipitar una consulta a un analista.

La segunda cuestión que planteamos: ¿Cómo reacciona el aparato frente a la irrupción de


lo traumático? Frente a la irrupción de los estímulos que provocan una perturbación en la
economía energética del aparato psíquico, queda abolido el principio del placer. En un
primer momento, se plantea una tarea que es otra que la del principio del placer, es decir,
una tarea independiente del principio del placer: ligar esos estímulos no ligados que
irrumpieron, es decir, transmudar la energía no ligada en energía ligada. Si dijimos que la
tarea del principio del placer, acorde al proceso primario es desplazar la energía por el
campo de las representaciones, ligar esa energía es el primer paso para que después
pueda haber desplazamiento y condensación, es decir, para que pueda operar la lógica del
proceso primario.

Con energía ligada no estamos hablando de la energía propia del proceso secundario, sino
de la energía ligada al campo de las representaciones, con lo cual energía ligada también
alude a la energía móvil que se desplaza bajo las condiciones del proceso primario.

Más sobre trauma:

Freud parte de la reacción anímica frente al peligro exterior y define como peligro a una
determinada perturbación económica cuya magnitud de excitación podría avasallar al
aparato. Para poder explicar esto recurre a una representación auxiliar, la representación de
la vesícula de sustancia estimulable inmersa en un medio cargado de estímulos, su
superficie recibe estímulos de adentro y de afuera, y los procesos excitatorios en ella no
dejan marca. Esto es, a diferencia de los estratos contiguos, que en su interior se
despliegan formas particulares de transformación de la energía cuyo tránsito está regulado
por la serie de sensaciones, placer-displacer. Para su funcionamiento, esta vesícula debe
precaverse de los estímulos exteriores y prepotentes y lo hace a través de la protección anti
estímulo. Su función es que la energía exterior se propague hacia el interior solo con una
pequeña parte de su intensidad para que los estratos internos puedan recibir la excitación
ya filtrada y puedan ligar dicha excitación en el marco de las representaciones, y en
consonancia con el principio de placer. Lo cual lleva a Freud a postular la tesis de que la
tarea prioritaria primera del aparato es protegerse contra los estímulos, lo cual es casi más
importante que la de tramitarlos psíquicamente.

Así puede Freud denominar como excitaciones traumáticas a aquellas que posean fuerza
suficiente para perforar la protección anti estímulo. Si esto pasase, si se perforara, se
produciría una perturbación económica de tal magnitud que quedaría abolido el principio del
placer. Por lo tanto, redefine el concepto de trauma como energía no ligada e imposible de
ligar. Y a lo traumático lo define como el encuentro con esa energía no ligada, o sea, la
perforación de la protección anti-estímulo.

● Explique por qué la compulsión de repetición en transferencia se ubica más allá del
principio de placer. Explique la relación entre la compulsión de repetición y la
transferencia.
Se introduce el tercer argumento o el tercer referente clínico que es la compulsión de
repetición en la transferencia, es decir, la relación entre repetición y transferencia. La
compulsión de repetición en transferencia es el modo en el que lo no ligado se hace
presente en el interior del dispositivo analítico.

Nociones principales: - Diferencia entre repetición (agieren) y compulsión de repetición en


transferencia. - Las resistencias no pueden atribuirse al Icc. Lo reprimido insiste. Será
necesario postular que parte del yo también es inconsciente (aunque no en el sentido de lo
reprimido). - La compulsión de repetición en transferencia exige reformular la teoría
pulsional (en tanto reedita vivencias incapaces de producir satisfacción para la pulsión
sexual). - Las neurosis de destino (cómo la compulsión de repetición se pone en juego por
fuera del análisis). - Compulsión de repetición como el nombre de aquél modo de
funcionamiento del aparato psíquico que se instaura más allá del principio de placer.

Lo llama el primer momento de la clínica que se ha ido recortando en un segundo momento,


ubica justamente las resistencias, hacer consciente lo inconsciente y que entonces la tarea
central es la de descubrir esas resistencias a través de la transferencia y el centro de
gravedad de la clínica freudiana recae en el levantamiento de las resistencias como el
primer modo de aparición del obstáculo ya en la tarea terapéutica. Instaba al enfermo a
descubrirlas entonces ya no se trataba del arte de la interpretación, sino del arte por el
esclarecimiento de las resistencias, mostrárselas al paciente y, por medio de la sugestión o
de la influencia, que actúa como transferencia, moverlo a que las resignara. Estas serían las
resistencias de represión, que es un eje clínico muy importante que acompaña a las
reformulaciones que Freud va haciendo en su teoría. Entonces ahora ya no se tratarán del
arte de la interpretación ni de las resistencias, sino que el nuevo sesgo clínico que va a
cobrar un papel predominante es el sesgo clínico de la repetición. Freud ya admite que el
trabajo de hacer consciente lo inconsciente tampoco podía alcanzarse plenamente, y en la
página 18 de este capítulo dice lo siguiente: “el enfermo puede no recordar todo lo que hay
en él de reprimido, acaso justamente lo esencial, es decir, que encontramos un tope al
recuerdo. Se ve forzado a repetir, dado que puede no recordar todo lo que hay en él de
reprimido, acaso justamente lo esencial, entonces se ve forzado a repetir lo reprimido como
vivencia presente en vez de recordarlo como el médico preferiría en calidad de fragmento
del pasado”. Aquí agrega que esto de la repetición en el lugar del recuerdo emerge como
una reproducción, como si hablara de una fotocopia, algo se reproduce ahí en la
transferencia y emerge con una fidelidad no deseada, eso que emerge con fidelidad no
deseada en la transferencia es el momento en donde podemos decir que la transferencia ha
sido efectivamente sustituida por una neurosis de transferencia. Eso que suele
escenificarse, con fidelidad no deseada en el terreno de la transferencia, emerge como un
actuar. Freud usa la palabra como un actuar, usa el término “agieren”, es un término distinto
a la repetición e implica que eso que emerge al modo de una reproducción tiene por
contenidos, en lo que se verifica, un fragmento de la vida sexual infantil. Y, por tanto, del
complejo de Edipo y sus ramificaciones. Eso es lo que regularmente se escenifica en el
terreno de la transferencia, es decir, en la relación con el médico, se escenifica un
fragmento de la vida sexual infantil. Y el hecho de que esa escena que emerge con fidelidad
no deseada en el terreno de la transferencia tenga por contenido algo de la actividad sexual
o de la vida sexual infantil, nos está indicando que eso que emerge tiene una estrecha
articulación con la pulsión, porque es un fragmento, algún fragmento pulsional de la
actividad sexual infantil que emerge en la transferencia porque la transferencia actualiza o
actualizó esos fragmentos pulsionales e inevitablemente surge en la transferencia de modo
irruptivo.

Decíamos recién que ese momento de la emergencia con fidelidad no deseada de esta
compulsión de repetición en la transferencia, que se escenifica en la relación con el analista,
es el momento donde estamos en condiciones de afirmar que, efectivamente, ha sido
sustituida la anterior neurosis por una nueva neurosis que llamamos neurosis de
transferencia. Este fenómeno es estructural a la experiencia del análisis, no puede ser
ahorrado. Hay algo en la instalación de la transferencia y en su funcionamiento mismo, que
fatalmente va a llevar a que algo de esta compulsión de repetición se haga presente.
Entonces, esta compulsión de repetición de la que estamos hablando hace necesaria una
torsión. Es una torsión conceptual que Freud se ve necesitado de producir. Y entonces,
luego de hablar de esta inevitabilidad de la compulsión de repetición en la transferencia, nos
dice que para volver más comprensible esta compulsión de repetición, que se exterioriza en
el curso del tratamiento psicoanalítico de los neuróticos, es necesario rectificarnos de un
error, hay un error del cual él va a producir una rectificación. En la lucha contra las
resistencias en el análisis no nos enfrentamos con la resistencia del inconsciente, es decir,
el inconsciente no se resiste.

Este, el inconsciente reprimido que nosotros hemos trabajado hasta acá, lejos de ofrecer
resistencias no hace otra cosa que ser un empuje al trabajo porque solo aspira a aflorar a
través de sus retoños. Lo reprimido inconsciente no resiste, insiste, es el mayor colaborador
a los esfuerzos de la cura. Entonces, las resistencias provienen de otro lado. Esta
rectificación por el origen de las resistencias en la cura lo lleva a Freud a concluir que
entonces la resistencia, ahora, diremos que proviene de los mismos estratos y sistemas de
la vida psíquica que en su momento llevaron a cabo la represión, es decir, el yo.

Práctico

Para poder tomar dimensión de la novedad que este fenómeno introduce en la dirección de
la cura, que Freud abre este capítulo con una descripción de los modos en los que la
terapéutica psicoanalítica se ha ido modificando a lo largo de los años. Hay un primer
momento en el cual el psicoanálisis se consideraba principalmente un arte de interpretación,
aspirando a la reconstrucción de aquello, que en tanto inconsciente para el paciente, se
encuentra en la base de sus síntomas. Esta tarea se complejizó frente al encuentro con las
resistencias, aquellas fuerzas que al servicio de la represión se oponen a la tarea de hacer
consciente lo inconsciente, produciendo una detención de las asociaciones. Operar sobre
las resistencias pasó a ser parte del trabajo analítico tan importante como el de la
interpretación. Es sobre este reconocimiento que Freud construye este concepto de
transferencia. Pero pronto se da cuenta de que el levantamiento de las resistencias no es
tan simple y de que el afán de hacer consciente lo inconsciente resulta inalcanzable, existe
un límite al recuerdo.

Con la metapsicología logra definir ese límite con el concepto de represión primordial, con la
propuesta de que ese representante que siendo inscripción, siendo huella, no retorna. El
correlato de ese límite en la cura es la repetición (el agieren). Este fenómeno
transferencial opera como un recordar en acto, allí donde no se puede producir un relato
referido al pasado, éste se pone en escena en la situación analítica y se actualiza en torno a
la figura del analista. De este modo se constituye la neurosis de transferencia, la única
neurosis de la que cura un análisis. ¿Qué se repite en el agieren? Freud dirá que se repite
un fragmento de la vida sexual infantil, es decir, algo referido al complejo de Edipo y sus
ramificaciones. Freud sostiene que el manejo de la transferencia permite reconducir esta
repetición al recuerdo.

Hasta aquí un resumen de lo que ya conocíamos, veremos que aporta de nuevo este
capítulo de “Más allá del principio del placer”. Primero Freud señala un error, el de creer que
la resistencia proviene del inconsciente. Lo reprimido no resiste, sino que insiste en su afán
de retornar. Entonces la resistencia debería atribuirse al “yo”, la otra instancia del conflicto
psíquico. Y esto tiene sentido, es el “yo” quien nada quiere saber de lo reprimido. Esto lleva
a admitir que también en el interior del “yo” es mucho lo inconsciente.

La repetición, tal como la conocemos hasta el momento, es para Freud un modo de


recuerdo en acto. En ese sentido, vale como retorno de lo reprimido. Es decir que, aun si
causa displacer para el “yo”, hay una satisfacción de las pulsiones sexuales reprimidas,
mociones edípicas, y por ende no contradice el principio del placer. Supone displacer para
un sistema, placer o satisfacción en otro. Se encuentra enmarcada en la segunda fuente de
displacer que Freud describe en el capítulo uno.

Entonces, si Freud ahora se pregunta por la relación de la repetición con el principio del
placer, es porque se encuentra con que el agieren no es la única dimensión de la repetición.
Existe otra modalidad en la repetición a la que Freud llamará aquí compulsión a la
repetición, que se presenta también en transferencia y que responde a otra lógica. ¿Qué se
repite en la compulsión a la repetición? Se repiten vivencias pasadas que no contienen
posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni
siquiera de las mociones pulsionales reprimidas desde entonces.

Hasta ahora la teoría pulsional sostenía que la satisfacción de las pulsiones sexuales
siempre es placentera en sí misma, que es incoercible. En todo caso es la represión la
responsable de que esa satisfacción se sienta en el “yo” como displacentera. Sin embargo,
la compulsión de repetición en transferencia pone en escena situaciones que sólo han sido
capaces de producir displacer, que no suponen satisfacción para las pulsiones sexuales.

La compulsión de repetición introduce una dimensión de la satisfacción que llevará a Freud


a reformular su teoría pulsional introduciendo la noción de la pulsión de muerte.

¿Por qué entonces repetimos cierto modo particular de fracasar? Y sobre todo, ¿por qué
pareciera que esto responde a una fatalidad, que por más que lo intentemos terminamos
siempre en el mismo lugar? Freud dirá que todos estos fenómenos que hemos abordado, el
destino fatal, el comportamiento en transferencia, los sueños traumáticos y la impulsión al
juego infantil, responden a una compulsión de repetición que se instaura en más allá del
principio del placer, más allá del campo de la ligadura. La compulsión de repetición opera
así como una hipótesis que da cuenta de que el acontecer anímico no es regulado
exclusivamente por la tendencia al placer.
La compulsión de repetición es el intento del aparato psíquico por ligar la irrupción de lo no
ligado. Dicho de otra manera, la irrupción de lo no ligado causa la compulsión de repetición.
Es la respuesta del aparato que trabaja para ligar lo no ligado, y se trata de una tarea previa
para que luego pueda operar el principio del placer por la vía de la condensación y el
desplazamiento. Por eso decimos que es un modo de funcionamiento más primario e
independiente del principio del placer.

Freud dice que en el analizado resulta claro que su compulsión a repetir en la transferencia
los episodios del período infantil de su vida, se sitúan en todos los sentidos más allá del
principio del placer. En este sentido diferencia la repetición que funciona respecto al
principio del placer de la compulsión de repetición, que se ubica más allá. Así es que Freud
se encuentra preguntándose de qué manera se entrama lo pulsional con la compulsión a la
repetición. Para responder, en la página 36, nos hace pensar en el carácter
conservador de la pulsión, dice: ‘’Una pulsión sería entonces un esfuerzo de
reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de
fuerzas externas’’. Admite que esto resulta extraño, es una cita compleja ya que nos
habíamos habituado a ver en la pulsión el factor que esfuerza en el sentido del cambio y del
desarrollo, pero que ahora nos vemos obligados a reconocer en ella lo contrario, la
expresión de una naturaleza conservadora.
Se entiende entonces que intente reproducir un estado anterior que está asociado a una
ganancia de placer para un sistema tal como sucede con el intento de reproducción de la
primera vivencia de satisfacción. Pero , ¿qué estado anterior busca reproducir la
compulsión a la repetición?, ¿de qué estado anterior nos está hablando Freud? Él
dice que la compulsión de repetición devuelve huellas mnémicas de vivencias propias de un
período primordial que permanecen en estado no ligado y por ello son insusceptibles de
procesos primarios. Esto es lo que remitíamos a la originalidad del trauma, aquellas marcas
en estado no ligado que igualmente nos constituye como sujeto. Ya veremos con la 2da
tópica que esto tendrá que ver con el ello.

Cuando trabajamos la compulsión de repetición en transferencia, en su distinción


con el agieren, ubicamos que lo que se ponía en juego en dicha repetición tenía que
ver con el doloroso desenlace del complejo de Edipo. Se repite entonces lo no ligado.
Pero, ¿Por qué se buscaría reproducir ese estado anterior? Freud concluye que esa
tendencia a devolver huellas en estado no ligado responde a un tipo de pulsión que él
va a denominar pulsión de muerte. Así, trauma y compulsión de repetición en relación
a lo no ligado, responden a lo que Freud conceptualiza como pulsión de muerte, que
se opone a otro grupo de pulsiones que esfuerzan en el sentido de la creación y del
progreso, de la ligadura y la unificación, las pulsiones de vida
● ¿Cuál es la modificación que introduce con el sueño traumático en la teoría de los
sueños a partir de “Más allá”? ¿Por qué los sueños de las neurosis traumáticas
cuestionan el imperio irrestricto del principio de placer? ¿Cómo se reformula la
doctrina de los sueños a partir de estos desarrollos?

Freud va a decir que los sueños de las neurosis traumáticas reconducen al enfermo una y
otra vez a la situación de su accidente de la cual despiertan con renovado terror. Es decir,
estos eran pacientes que dentro de todo podían llevar una vida más o menos normal en la
vigilia pero su vida onírica se ve profundamente afectada, es decir, no podían conciliar el
sueño. La razón por la cual no podían conciliar el sueño era porque cada vez que lo
intentaban se despertaban soñando con la situación del accidente sin ningún tipo de
desfiguración. Es decir, el hecho traumático retorna, se repite compulsivamente en el sueño.
El sueño no devuelve imágenes de cuando el sujeto estaba sano ni fantasías respecto a
alguna supervivencia, ni desfiguradas ni condensadas sino que lo traslada al sujeto una y
otra vez a la escena traumática del accidente.

Freud nos está hablando de una repetición que no responde a la lógica del principio del
placer y tampoco responde a la lógica de la desfiguración. A este modo de repetición Freud
lo va a llamar compulsión a la repetición. A diferencia de la repetición que nosotros
veníamos trabajando, que suponía placer para un sistema y displacer para otro, la
compulsión a la repetición no supone placer para ningún sistema. Es respecto a este punto
en relación al sueño de la neurosis traumática que Freud va a reformular su teoría de los
sueños. Desde 1900, la teoría de la función del sueño era que el sueño es un cumplimiento
de deseo articulado al principio del placer. Sin abandonar esta tesis sobre el sueño, Freud
reformulará la función del sueño y nos dirá que es un intento de cumplimiento de deseo.
Esta reformulación de su tesis sobre el sueño la formaliza en la conferencia 29 que se llama
“Revisión de la doctrina de los sueños”.

Es el sueño de la neurosis traumática el que le permite a Freud sostener y argumentar que


en ellos falla la función del sueño al producirse una abolición del principio del placer. En este
sentido, estos sueños exceden el marco del principio del placer y se articulan con el más
allá del principio del placer.

Si recordamos lo visto hasta ahora, nosotros sabemos que para que un sueño sea soñable
debe operar el proceso primario con sus mecanismos de condensación y desplazamiento,
debe haber un compromiso entre instancias (la instancia inconsciente-reprimida y la
instancia preconsciente-represora), y debe producirse el trabajo del sueño teniendo en
cuenta el deseo icc, los restos diurnos y los pensamientos oníricos latentes. Pero, en los
sueños de las neurosis traumáticas nada de esto sucede. Allí se sueña una y otra vez de
manera idéntica una escena que no había generado placer y que tampoco da lugar a él en
el sueño. Freud nos dice en este punto que el sujeto está fijado psíquicamente al trauma.
Hace un rato dijimos que ahora vamos a ubicar lo traumático en la dimensión de la ausencia
de representación. En las neurosis traumáticas algo no pudo ser ligado, entonces aparece
como un exceso en el aparato, irrumpe sin enlace representacional. Esto que vale como un
exceso obliga al aparato a un trabajo constante de intento de ligadura. El sueño traumático
se repite una y otra vez como intento de ligar aquello pulsional no enlazado a las
representaciones. En este sueño no es que el aparato falla en la ligadura al proceso
secundario sino que no puede ni siquiera condensarse y desplazarse, es decir, no puede ni
siquiera ligarse al proceso primario. Por último, y no menos importante, Freud nos dice que
el despertar del sueño traumático desemboca regularmente en el desarrollo de angustia.
Podemos pensar que esa angustia con la que el sujeto se despierta una y otra vez, es
justamente la angustia que faltó para prepararse para el peligro exterior. Es la angustia que
faltó en el momento del accidente.

Los sueños de las neurosis traumáticas de guerra lo llevan a Freud a preguntarse por el
cumplimiento de deseo en el sueño. Dice: “suponiendo que los sueños de estos neuróticos
traumáticos no nos disuadan de afirmar que la tendencia del sueño es el cumplimiento de
deseo, tal vez nos quede el expediente de sostener que en este estado la función del
sueño, como tantas otras cosas, resultó afectada y desviada de su propósito”. Estos sueños
lo llevarán a Freud a revisar su tesis de que la función del sueño es el cumplimiento de
deseo, estos sueños abren una nueva y enorme pregunta.

Freud termina diciendo que en esos sueños y en la repetición de los mismos se ubica el
intento de ligadura del trauma, aunque por supuesto el sueño no es el trauma ya que como
cualquier sueño implica cierta escena/pantalla, sin embargo, parece que en estos sueños
falló algo de esa pantalla que el desplazamiento y la condensación hubieran proporcionado
y se muestra algo del orden de lo idéntico a sí mismo (esto tiene relación con la pulsión de
muerte). Estos sueños intentan producir alguna ligadura del trauma en ese despertar con
renovado terror y al mismo tiempo también intenta producir el apronte angustioso que faltó
en el momento del trauma. Indican además que son un intento de ligadura que muestra su
fracaso, el sueño traumático es un intento de esa ligadura y el fracaso en el mismo repetir
con renovado terror.

Freud subraya que el apronte angustiado con su sobre investidura de los sistemas
recipientes (que reciben los estímulos) constituye la última trinchera de la protección anti
estímulo, es decir, el último recurso del aparato antes de la ruptura de esta protección. El
apronte angustiado, o la angustia señal, anticipa la proximidad del peligro y protege de la
irrupción sorpresiva. Si se rompe o se atraviesa esa angustia señal, precisamente porque lo
traumático no dio tiempo a prepararse, llamaremos traumáticas a esas situaciones.
Entonces, lo decisivo va a ser la diferencia entre los sistemas preparados y aquellos no
preparados por sobre la investidura para recibir los estímulos.

Hay una diferencia sustancial entre intento de cumplimiento de deseo y cumplimiento de


deseo. Decíamos que el sueño se trata de un modo de recuperar el dominio sobre el
estímulo por medio del desarrollo de angustia y, a su vez, el desarrollo de angustia es una
función del aparato psíquico que no contradice al principio de placer, porque si se logra la
ligadura del estímulo, entonces el principio de placer podrá restaurarse. Por lo tanto, Freud
revisa su teoría y plantea que el sueño ya no es un cumplimiento de deseo sino es un
intento de cumplimiento de deseo, es un medio para posibilitar el pasaje de lo no ligado a lo
ligado y, por lo tanto, el funcionamiento del principio de placer.

● ¿Por qué los sueños de las neurosis traumáticas dan cuenta del fracaso del principio
del placer como regulador del aparato?

Y respecto a los sueños de las neurosis traumáticas, no están al servicio del cumplimiento
de deseo acorde al principio del placer, sino que responden a una tarea que debe
resolverse primero, y antes, para que el principio del placer pueda funcionar. Y esta tarea es
recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión
causó la neurosis traumática, es decir, se intenta ligar los estímulos no ligados, para que
una vez que se consigue ligarlos al campo de las representaciones, el principio del placer
pueda operar.

Por otro lado, la reacción frente a este peligro exterior, va a permitir a Freud indagar y ubicar
ese más allá del principio de placer en relación a los procesos anímicos. Freud se sumerge
así en el estudio de la vida onírica de las neurosis traumáticas a fin de precisar dicha
reacción. Va a sostener que lo que pasa en esos sueños reconducen al enfermo una y otra
vez a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. Es decir, el
hecho traumático retorna, se repite compulsivamente en el sueño. Este, no devuelve
imágenes de cuando el sujeto estaba sano, sino que no traslada una y otra vez a la escena
del accidente. Freud nos dice además algo muy importante, esa repetición que se presenta
en los sueños, está comandada por las enigmáticas tendencias masoquistas del yo. Sin
embargo, esto cuestiona la teoría del sueño ya que el mismo consistía en la realización de
deseo, es decir de esa tendencia que va desde el displacer al placer. En ese despertar con
renovado terror, lo que nos encontramos es una falla en la función del sueño, primero
porque no funciona como guardián del dormir (produce el despertar), pero además porque
ese despertar es con terror. Esto va a llevar a que Freud en la conferencia 29 reformule la
teoría de los sueños, sosteniendo que de lo que se trata en los sueños traumáticos no es de
una realización de deseo, sino de un intento de realización de deseo, que fracasa.

El trauma libera un quantum pulsional. Es decir, el trauma libera una cantidad


energética proveniente de las pulsiones. Es un quantum pulsional que proviene del interior
del cuerpo pero que hace sentir al cuerpo como si fuera extraño, un cuerpo que desaloja al
sujeto del campo de las representaciones, es un cuerpo no ligado. Por lo tanto, la solución
es tratarla como si fuera exterior para así poder ligar esa irrupción de lo no ligado que
aparece con ese quantum pulsional.

Los sueños traumáticos reconducen a la situación traumática. Desde esta perspectiva, no


están al servicio de la realización de deseo, ni tampoco están al servicio del principio del
placer. Es más, los sueños traumáticos no operan como guardianes del dormir. En la
Conferencia 29, Freud dice que en realidad estos sueños traumáticos testimonian un
fracaso de la función del sueño porque despiertan, y entonces, el sueño no se revela como
guardián del dormir. Despiertan, por lo tanto, Freud dice que hay que plantear una
excepción a la tesis del sueño como cumplimiento de deseo. No se puede postular que el
sueño es un cumplimiento de deseo porque el cumplimiento de deseo implica el
funcionamiento del principio de placer e implica el desplazamiento de las investiduras en
estado ligado por las representaciones, mientras que los sueños traumáticos testimonian
esta irrupción de lo no ligado, la inundación del aparato psíquico, los volumenes de
estímulos que rompen con la protección antiestimulo, y además, despiertan. Entonces, hay
que plantear una excepción a esa tesis, tenemos que plantear que se trata de un intento
de cumplimiento de deseo.

Hay una diferencia sustancial entre intento de cumplimiento de deseo y cumplimiento de


deseo. Decíamos que el sueño se trata de un modo de recuperar el dominio sobre el
estímulo por medio del desarrollo de angustia y, a su vez, el desarrollo de angustia es una
función del aparato psíquico que no contradice al principio de placer, porque si se logra la
ligadura del estímulo, entonces el principio de placer podrá restaurarse. Por lo tanto, Freud
revisa su teoría y plantea que el sueño ya no es un cumplimiento de deseo sino es un
intento de cumplimiento de deseo, es un medio para posibilitar el pasaje de lo no
ligado a lo ligado y, por lo tanto, el funcionamiento del principio de placer.

El allí plantea que hay dificultades que se opusieron a la teoría del sueño, la teoría del
sueño que nosotros sostenemos a partir de interpretación de los sueños, según la cual
sueño es un cumplimiento de deseo. Una de estas dificultades está dada por el hecho de
que las personas que han pasado por un grave trauma psíquico se ven remitidas por el
sueño a aquella situación traumática. ¿Qué emoción deseo podría satisfacerse mediante
ese retroceso hasta la vivencia traumática, una vivencia extremadamente penosa? Freud
dice que en realidad esos sueños traumáticos testimonian un fracaso de la función del
sueño, porque despiertan. Volvamos al sueño traumático, aquel que vuelve a traer una y
otra vez la situación traumática y el soñante despierta con renovado terror. Su carácter
displacentero no se concilia de ninguna manera con la tendencia del sueño al cumplimiento
de deseo, por lo tanto, podemos decir que falla la función del deseo. Como dice Freud, la
excepción no cancela la regla, por eso termina concluyendo que el sueño es un intento de
cumplimiento de deseo.

No se trata solo de la vida onírica en las neurosis traumáticas, sino que también
observamos muchos sueños que testimonian algo traumático en la estructura misma del
aparato psíquico del sujeto humano.

El sueño solo puede imponer su propósito de cumplimiento deseo de manera muy completa
o deber resignarlo del todo. ¿Cuál es su impedimento? El impedimento es la fijación
inconsciente a un trauma. Recuerden nuestra definición de trauma, energía no ligada e
imposible de ligar. En la página 28 de la Conferencia 29, dice Freud: En el sueño se vuelve
activa la pulsión aflorante de la fijación traumática, ella es la que provoca que falle la
operación del trabajo del sueño. Esta operación aspiraría a transmudar las huellas
mnémicas del episodio traumático en un cumplimiento de deseo.

Esta conferencia en donde Freud revisa la doctrina de los sueños implica un cambio de
pregunta: de ¿por qué soñamos? a ¿por qué despertamos? Y acá está su respuesta: Si nos
remitimos a los fracasos de la función del sueño, la neurosis traumática nos muestra un
caso extremo de ellos. Sin embargo, recién dijimos que también le teníamos que conceder
carácter traumático a las vivencias infantiles. Es así, entonces, que podemos ampliar la
tesis de la función del sueño como un intento de cumplimiento de deseo a todo sueño
traumático.

Demos una vuelta de tuerca más. En esencia, la ligadura es la condición de posibilidad del
imperio del principio del placer y del sueño como cumplimiento de deseo. Hasta ese
momento, y no siendo esto posible, el aparato tendría la tarea previa de dominar o ligar la
excitación de esa pulsión en tanto elemento no ligado. El sueño, como intento de
cumplimiento de deseo, nos muestra el carácter pulsional de la compulsión y un punto
imposible de ligar.

TERCERA VERSIÓN DE LA ANGUSTIA

● Desarrolle la tercera versión de la teoría de la angustia y compare con la segunda


versión. Defina y diferencie la segunda y la tercera teoría de la angustia.

Al establecer el nuevo dualismo pulsional y la segunda tópica, Freud se vio compelido a


realizar ciertas modificaciones cruciales en la teoría de la angustia. Para comenzar a
comprenderla, resulta pertinente conocer cómo se estructura la misma y cuáles son los
cambios sucedidos.

Hacia la segunda teoría de la angustia, la explicación freudiana implicaba que la misma se


generaba luego de la represión, como un destino del monto de afecto. Es decir, una vez
sucedida la separación entre representación y monto de afecto, la representación sucumbía
a los mecanismos de represión secundaria mientras que el monto de afecto podía ser
sofocado, reaparecer como afecto coloreado cualitativamente o mudar en angustia. Sin
embargo, esta relación se invierte hacia la tercera teoría siendo ahora la angustia la que
crea la represión y no viceversa. Es la angustia señal, la que actúa como advertencia ante
un peligro exterior la que convoca a la represión. Ahora bien, hacia la segunda teoría Freud
comprendía una clase de angustia realista cuyo temor era justificado hacia un peligro
exterior y, en contraparte, la angustia neurótica cómo temor hacia las propias exigencias
libidinales. Ante esta nueva conceptualización ¿Cómo podrían las exigencias pulsionales
entenderse como peligro exterior? Pensemos, por ejemplo, en la angustia de castración,
crucial en el sepultamiento del complejo de Edipo. El niño se ve obligado a renunciar a la
madre, su objeto de amor, ante la amenaza de castración, es decir cuando se vuelve
efectiva la amenaza de pérdida del pene. El pequeño, renuncia a sus deseos libidinosos,
mas no por el temor a ellos en sí, sino porque ello conllevaría un peligro externo. La
represión de las mociones libidinales se sucede entonces ante la angustia de una inminente
castración, no de la moción pulsional en sí. De esta manera, cualquier angustia neurótica
podrá ser desplazada hacia una suerte de angustia realista despertando la angustia señal
ante un peligro e invocando la represión. Se observa aquí otra innovación fundamental de
esta tercera teoría ya que ahora, en palabras de Freud “toda situación pulsional temida se
remonta, en el fondo, a una situación de peligro exterior”.

Ahora bien, si damos un paso más, así como explica Freud, podemos preguntarnos
efectivamente hacia qué se sucede el temor, cuál es el peligro. Si nos remontamos a la
angustia del nacimiento, comprendemos que el verdadero temor, lo que en verdad se
considera como peligro es la irrupción de un factor traumático, es decir de un factor
cuantitativo tan elevado que no pueda ser tramitado por medio del principio de placer,
suspendiendo su imperio. En situaciones normales, no traumáticas, la angustia señal como
apronte, cómo “última trinchera” advierte sobre el inminente peligro de la irrupción y el
aparato se halla preparado para ligar. Sin embargo, existen situaciones donde el apronte
angustiado no sucede, como en la experiencia del nacimiento. Allí, el factor cuantitativo
inunda el aparato produciendo un trauma y la angustia automática sobreviene como
respuesta al mismo, a esa vivencia de desvalimiento del yo. A partir de esta primera
vivencia de angustia, podemos comprender que la angustia señal actuará en adelante para
intentar evitar una nueva ocasión de angustia traumática. Es así que se consolida como una
alerta ante cualquier situación emergente que pueda ocasionar nuevamente el
desvalimiento del yo, cualquier inminente irrupción del factor cuantitativo. A su vez, esta
irrupción de lo no ligado podemos entenderla cómo irrupción de la pulsión de muerte, que
suspende el reinado casi absoluto del principio de placer e impone al aparato la única tarea
de intentar ligar ese factor cuantitativo a representaciones.

Por último, podemos preguntarnos, en relación a la tópica, dónde se sucede ese desarrollo
de angustia, lo que nos conduce inevitablemente al yo. Es el yo quién advierte el inminente
peligro y recurre a un mecanismo peculiar. Permite a las mociones pulsionales generar las
sensaciones de displacer que advendrían de ocurrirse la situación de peligro. Se activa así
la angustia señal. A continuación, se pone en marcha de manera automática el mecanismo
del principio de placer y sobreviene la represión para evitar el displacer. Es de este modo el
yo quien genera la angustia y a su vez, quien la padece.

● ¿Cómo conceptualiza Freud la angustia a partir de “Inhibición, síntoma y angustia”?


De “Inhibición, síntoma y angustia” comenzamos con una exposición del capítulo cuatro, en
el que Freud, a partir del estudio del caso Juanito o Hans, pone en relación la angustia con
el complejo de castración. Freud se va a apoyar en la triada constituida por estos tres
términos que son los que le dan título a esta obra, estos términos son inhibición, síntoma,
angustia, a fin de explorar los vínculos entre el mecanismo de la represión, el síntoma y la
angustia.

Por otra parte, la angustia es sentida y desarrollada por el yo. El yo recurre al mecanismo
de la represión para defenderse. Freud va a decir que la angustia de castración es la que
produce la represión, es decir, esta es el motor del proceso represivo, no a la inversa, que
es lo que Freud sostenía en la época de la metapsicología del 15’. Es decir que Freud, en
este capítulo cuarto, produce una inversión de la fórmula que pone en relación a la angustia
con el mecanismo de la represión, va a decir que la angustia esla que crea la represión y no
al revés.

En primer lugar, Freud va a rectificar la hipótesis de la mudanza de investidura pulsional en


angustia por obra de la represión, esta era una idea del 15. A partir de lo que el desarrollo
acá, lo importante es entender que la angustia en tanto señal va a motorizar el proceso
represivo. Esto una vez que el aparato está constituido o en vías de constituirse. Esto
aplicaría al complejo de castración para el caso del niño pequeño o aquellas situaciones de
conflicto en el adulto, es decir, una vez que el aparato está funcionando, allí donde la
angustia opere como señal. Entonces va a ser motor del proceso represivo. El objetivo es
propiciar o favorecer el trabajo de ligadura, es decir, la producción o la formación de un
sustituto, de una representación sustitutiva, un síntoma, por ejemplo. Todo esto para evitar
la perturbación económica, es decir, la irrupción de la otra modalidad de angustia que es la
angustia traumática, la angustia automática, masiva e invasiva.

La otra observación importante es que el yo es la sede de la angustia por el lugar que le


cabe en la estructura del aparato psíquico y por el grado de organización que le
corresponde. Es decir, el yo va a funcionar como un punto de referencia, como un punto de
anclaje subjetivo que va a permitir delimitar, vía membrana protectora, un adentro de una
fuera. Es decir que, aquello que el yo logre filtrar de los estímulos se va a volver un interior
homeostático. Las excitaciones pulsionales traumáticas que son del propio cuerpo no son
reconocidas por este yo del narcisismo como propias y se ubican en un exterior que va a
ser problemático desde el punto de vista de la homeostasis. Por eso es que Freud va a
decir que ni el superyó ni el ello exteriorizan angustia, más bien todo lo contrario, el ello
como sede de las pulsiones y cierta dimensión del superyó se van a conectar con ese
exterior traumático y van a ser fuentes de angustia para el yo, de ahí los vasallajes del yo.

La otra cuestión importante es que habría distintas situaciones de peligro para el psiquismo
a partir del arquetipo del nacimiento, es decir, a partir del trauma del nacimiento. Él va a
decir que en el periodo de inmadurez del yo el peligro va a ser el desvalimiento psíquico. En
la primera infancia el peligro va a ser la pérdida de objeto, es decir, la ausencia de la madre.
En la fase fálica, el peligro va a ser la castración y en la latencia, una vez constituido el
aparato anímico, la angustia va a ser frente al superyó, superyó que va a evocar a partir del
sepultamiento del Edipo los mandatos familiares/paternos.
Por último, Freud va a decir que la angustia de castración va a resultar el único motor de los
procesos defensivos que van a llevar a la neurosis.
● Desarrolle la tercera versión de la teoría de la angustia. Explique la diferencia entre
angustia señal y angustia traumática.

En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud plantea la tercera teoría de la angustia en la que


hay dos clases de angustia:

- Angustia señal o apronte angustiado: sirve para evitar el trauma ya que previene al
yo frente al peligro. Si la angustia señal logra ligar el estímulo nocivo, el trauma no
ocurre. Peligro es la situación en la que el yo evalúa que podría verse en una
posición de desvalimiento, si bien eso aún no ocurrió. Es una sobreinvestidura que
hace más resistente a la protección antiestimulo. Es una preparación previa. La
angustia señal es previa a la represión ya que previene al yo para que pueda
defenderse.
- Angustia traumática: es la angustia que ocurre ante una situación de desvalimiento
del yo. Es una reacción ante el evento traumático. Es un intento de ligar el estímulo
nocivo. Es una contrainvestidura frente al estímulo nocivo. Es una angustia que
vuelve a repetirse, por ejemplo, los sueños de las neurosis traumáticas.

El individuo siente angustia por primera vez al nacer, siendo ese un evento traumático en el
que ocurre una perturbación económica del aparato psíquico. Perturbación que Freud
denomina “núcleo genuino del peligro”.

● Diferencie la primera y la tercera teoría de la angustia.

Para recapitular, sintetizar y concluir el desarrollo que hemos hecho del problema de la
angustia; en la primera teorización en el contexto de la primera etapa de la obra de Freud, la
angustia lo pone a Freud sobre la pista del problema del afecto, este afecto que de alguna
manera va a tener un recorrido en la investigación de Freud a lo largo de toda su obra. En
esa primera etapa, la angustia va a aparecer como la expresión de estos estímulos
somáticos que no han encontrado traducción a lo anímico, una adecuada traducción a lo
anímico, es ahí donde se ubica inicialmente el término libido.

En la medida en que él está construyendo el campo del psicoanálisis le da importancia


fundamental a el trabajo asociativo, es decir, a los recuerdos, a las representaciones, la
angustia, que no está referida a ninguna representación, le va a marcar un límite. Es decir,
el dispositivo de alguna manera no va a poder ser aplicado a la solución de la angustia
porque fundamentalmente va a tener que ver con soma, que no remite a los psíquico. Lo
importante es que el problema de la angustia, en su relación al problema del afecto, lo va a
llevar a Freud a reconocer que, si bien el psicoanálisis se vincula a una experiencia de
palabra, esa experiencia no solamente involucra la representación, ese componente
ideativo vinculado al trabajo de asociación, sino que pone en juego también un componente
afectivo que va a ser muy importante y que de alguna manera Freud va a tener que poder
conceptualizar. Es decir, que en principio ese monto de afecto va a parecer asociado al
trabajo de la defensa en la medida en que ubicará ahí las operaciones de sustitución y
desplazamiento. Desplazamiento del afecto y, en ese punto, sustitución de una
representación por otra.
Como ustedes trabajaron con la teoría sexual y con la formulación del concepto de pulsión,
ese afecto de alguna manera va a quedar conectado a lo que Freud va a nombrar como
investidura de la pulsión, que es aquello que, sobre todo en la metapsicología del 15, y ahí
ubicaríamos la segunda formulación de la teoría de la angustia, aparece como ese elemento
que, operada la represión, logra irrumpir en la conciencia, pero que va a tener como punto
de referencia en lo inconsciente una representación que ha quedado reprimida. Es decir que
en ese punto Freud lo que hace es incluir la angustia en el campo de lo psíquico (esta es la
segunda teoría), en la medida en que ese afecto adquiere esta significación psicológica que
es ser investidura pulsional. Es decir, el aspecto cuantitativo del representante psíquico de
pulsión.

La diferencia importante entre la segunda y la tercera formulación es que ese elemento


cuantitativo en la tercera teoría ya no va a remitir a una representación reprimida, sino que
de alguna manera va a ser la indicación, la anticipación de esas de investidura pulsionales
que va asociar a la pulsión de muerte, estos estímulos interiores no ligados, que van a
convocar al aparato anímico, al yo justamente por su vasallaje con ello, a un trabajo de
elaboración, de tramitación, fundamentalmente de ligadura. Trabajo que, por lo que
estuvimos trabajando, va a articularse a estas dos dimensiones de la angustia; la angustia
señal y la angustia traumática en su articulación con estas dos dimensiones también del
término castración. La castración en un sentido más estructural, radical, ahí la figura es el
trauma del nacimiento y la castración en su relación con el complejo de castración.

COMPLEJO DE EDIPO Y COMPLEJO DE CASTRACIÓN

● ¿Cómo formula Freud la entrada y salida del complejo de Edipo en el varón y en la


niña? Explique la asimetría de los Edipos en el varón y en la niña.

● ¿Cuál es la relación que Freud establece entre el complejo de Edipo y la fase fálica?

● Compare y articule la fase fálica con el complejo de castración y relacione con la


asimetría de Edipo. Explicar la articulación entre fase fálica y complejo de castración.
Relacione con asimetría edípica.

● Explique la afirmación: “Sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del


complejo de castración si a la vez se toma en cuenta su génesis en la fase del
primado del falo”

● ¿De qué manera influye en la feminidad la relación de la niña con la madre durante
la etapa pre-edípica?

EL YO

● ¿Cómo conceptualiza Freud el Yo a partir de la segunda tópica? ¿Qué diferencia


puede establecer con el Yo del narcisismo?

Más info sobre primera y segunda tópica en pdf teórico Unidad 16 gráficos clase 2.
Del lado del Yo esta la experiencia que es vivida pasivamente: ‘’me pasa, me ocurre’’. Freud
lo dice del siguiente modo: ‘’somos vividos por poderes ignotos, ingobernables’’. Esta
sensación de estar sometidos a la fatalidad o a la mala suerte forma parte algunas veces de
nuestra experiencia más cotidiana ‘’otra vez me pasa lo mismo’’. Podemos entender este
particular vínculo entre ambas instancias si tenemos en cuenta que el Yo es una parte
diferenciada del Ello. Es decir que, apelando nuevamente a la mítica sobre los
orígenes, podríamos afirmar que en el principio se era un puro Ello. Es sobre el Ello
que se asienta el Yo, constituyéndose como una instancia diferenciada a partir de su
contacto con el mundo exterior. Esta particular posición del Yo hará que funcione
como mediador entre las exigencias pulsionales del Ello, el Ello es la sede de las
pulsiones para Freud, y las demandas del mundo exterior, que requiere, por el
contrario, de renuncia pulsional.

Freud nos dirá que entre ambas instancias no hay una separación tajante. El yo hunde
sus raíces en el Ello. El Ello es el núcleo inconsciente del Yo. En el intento por hacer
valer los influjos del mundo exterior sobre el Ello, el Yo cuenta con una ventaja. Es él quien
gobierna el acceso a la motilidad. Sin embargo, el Yo no posee fuerza propia, debe valerse
de la fuerza del Ello para intentar poner freno a sus exigencias. Para dar cuenta de esta
particularidad, Freud aquí usa la metáfora del jinete que domina al caballo usando las
fuerzas de este. De todos modos, tengamos en cuenta que las metáforas son imágenes que
nos permiten acceder a cierta intuición respecto de los conceptos pero que tienen sus
límites.

Lo que nos interesa aquí es subrayar esta función del Yo como mediador entre el Ello y
el mundo exterior, instancias que tienen exigencias absolutamente opuestas. Y sobre
todo, acentuar cómo en el vínculo entre el Ello y el Yo, Freud logra plasmar en este
modelo de aparato psíquico esta íntima exterioridad que viene intentando cernir
desde 1920. En lo más íntimo del Yo se encuentra aquello que le resulta lo más ajeno;
el Ello.

INCONSCIENTE

● ¿Qué motivos conducen a Freud a plantear la existencia de un tercer ICC?


Diferencie de los desarrollos que equiparan lo inconsciente con lo reprimido. ¿Qué
agrega el concepto de inconsciente en la segunda tópica? ¿Cómo cambia la noción
de inconsciente con la segunda tópica? (no todo lo icc es reprimido, lo no ligado,
etc),

Entonces, habiendo ubicado la necesidad de distinguir la consciencia de lo inconsciente,


Freud pasa a recordarnos que el término inconsciente tiene para el psicoanálisis diversas
acepciones. En un sentido descriptivo, lo inconsciente será todo proceso psíquico que no
se encuentre en la consciencia. Sin embargo, sabemos que los estados de consciencia son
fugaces en tanto se reducen a aquello de lo que nos percatamos, mientras que las
operaciones psíquicas que quedan por fuera de la consciencia no son homogéneas. Por tal
motivo, Freud va llevando a proponer una segunda acepción para el término inconsciente
que es la dinámica. En este caso, lo reprimido es el modelo de lo inconsciente, permite de
este modo diferenciarlo de lo preconsciente pero susceptible de consciencia. Por lo tanto, la
dimensión dinámica del inconsciente es solidaria del primer modelo del aparato psíquico.

¿Cuál es la novedad que propone respecto de la consideración de lo inconsciente? Para


comprenderla debemos apelar al problema que habíamos dejado planteado cuando
abordamos el capítulo 3 de “Más allá”. Ahí Freud se interrogaba respecto de cómo ubicar a
las resistencias en su aparato psíquico. El planteo era el siguiente: ‘’si el conflicto psíquico
se da entre lo reprimdo y el yo, y sabemos que lo reprimido siempre insiste en retornar,
sería imposible suponer que las resistencias provinieran de lo reprimido. No queda otra
alternativa que ubicarlas del lado del yo’’.
Ahora bien, las resistencias se le imponen al paciente más allá de su voluntad. Por más que
él quiera obedecer a la regla fundamental, simplemente no se le ocurre nada. Si lo
pensamos un poco esta misma estructura la encontramos al inicio de nuestro trabajo
cuando estudiamos la defensa; el paciente quiere olvidar, no lo logra, entonces se impone la
defensa más allá de su voluntad y responde al conflicto divorciando representación y monto
de afecto.

Entonces, atribuir las resistencias y también la defensa o la represión al yo, nos exige
asumir que el yo no es idéntico a la consciencia. Es decir, que hay en el yo una parte
inconsciente y esa parte inconsciente no es inconsciente por estar reprimida.

Estos hallazgos llevan a Freud a ampliar su noción de inconsciente sumando una nueva
acepción. Ya nos había anticipado esta idea en el texto “Lo Inconsciente” cuando afirmaba
que todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente pero que debemos dejar sentado
desde el comienzo que lo reprimido no recubre todo lo inconsciente.
Entonces hay un tercer inconsciente no reprimido, un incosnciente estructural. Esta
propuesta supone ubicar un más allá del inconsciente dinámico. Para nombrar este
inconsciente no reprimido, Freud apelará al término ‘’Ello’’

Este inconsciente no reprimido, el Ello, conforma el núcleo del yo, es decir que en la
instnacia más personal, que desde el inicio planteamos que el yo se consrituye como
ese conjunto de representaciones que nos permite reconocernos, ahí se aloja como
su núcleo una agenidad irreductible. Fíjense cómo se aleja Freud del concepto del ‘’yo
moderno’’ propio de la época. Allí en donde sus contemporáneos aspiran a un yo que logre
conocerse a sí mismo, que puede ser reducido a la voluntad y consciencia, Freud se
encuentra con un yo que se asienta sobre el Ello, sobre lo no reconocido, sobre lo
irremediablemente extranjero.

Con la introducción del Ello, Freud funda su segundo modelo de aparato psíquico:
‘’Ello-Yo-Superyó’’ modelo que incorpora el más allá del principio del placer.

● Explique las articulaciones y diferencias entre lo reprimido inconsciente y el


inconsciente de “El yo y el ello”. Articule y diferencia la noción de inconsciente
reprimido con la formulación del inconsciente que leemos en “El yo y el ello”.

Entonces, esta compulsión de repetición de la que estamos hablando hace necesaria


una torsión. Es una torsión conceptual que Freud se ve necesitado de producir. Y
entonces, luego de hablar de esta inevitabilidad de la compulsión de repetición en la
transferencia, nos dice que para volver más comprensible esta compulsión de repetición,
que se exterioriza en el curso del tratamiento psicoanalítico de los neuróticos, es necesario
rectificarnos de un error, hay un error del cual él va a producir una rectificación. En la lucha
contra las resistencias en el análisis no nos enfrentamos con la resistencia del
inconsciente, es decir, el inconsciente no se resiste.

Este, el inconsciente reprimido que nosotros hemos trabajado hasta acá, lejos de ofrecer
resistencias no hace otra cosa que ser un empuje al trabajo porque solo aspira a aflorar a
través de sus retoños. Lo reprimido inconsciente no resiste, insiste, es el mayor
colaborador a los esfuerzos de la cura. Entonces, las resistencias provienen de otro
lado. Esta rectificación por el origen de las resistencias en la cura lo lleva a Freud a concluir
que entonces la resistencia, ahora, diremos que proviene de los mismos estratos y sistemas
de la vida psíquica que en su momento llevaron a cabo la represión, es decir, el yo.

Freud dice que ahora ya no se tratará de oponer consiente a inconsciente, sino que ahora
vamos a situar una oposición entre el yo coherente y lo reprimido. ¿Hay una parte del
yo que es reprimido? Hasta ahora veníamos de decir otra cosa, y Freud responde que sin
duda hemos descubierto algo que es que en el interior del yo hay una parte que es
inconsciente y llama a esta parte inconsciente el núcleo del yo, un núcleo del yo que
es inconsciente. El paciente repite, pero no sabe que repite.

Veremos que esta parte inconsciente del yo será uno de los antecedentes conceptuales del
tercer inconsciente, que se llamará el ello y que justamente es un inconsciente no reprimido.
● ¿Qué articulaciones y diferencias se pueden establecer entre lo reprimido
inconsciente y el ello? Relaciones y diferencias entre el inconsciente reprimido y el
ello.

En el capítulo 2 de “El Yo y el Ello”, Freud se abocará a caracterizar a ambas instancias


psíquicas y describir las relaciones que se establecen entre ellas. Comenzará situando
nuevamente, pero desde otra perspectiva, la diferencia entre el inconsciente dinámico y el
más allá del principio del placer, ahora formalizado como inconsciente estructural,
irreductible.

Afirmará que es a partir de la conciencia que tomamos noticia de los procesos internos y
externos. Ella es la sede de percepciones sensoriales que provienen del exterior, así como
de sensaciones y sentimientos que vienen del interior. También de los procesos de
pensamiento nos enteramos en la medida en que algo de ellos acceden a la conciencia, por
tal motivo, debemos suponer que este sistema tiene una posición espacial específica. Se
encuentra en el extremo del aparato psíquico que se dirige al mundo exterior en la
superficie del aparato. Sin embargo, cada uno de los procesos que acceden a la
consciencia lo hace de un modo particular. Sabemos que los procesos de pensamiento
comienzan siendo inconscientes y se vuelven susceptibles de consciencia, preconscientes,
en tanto logran enlazarse a una representación-palabra. Es decir, acceden a la consciencia
a través del aparato de representaciones en la medida en la que son sometidos a sus
operaciones y leyes. No obstante, hay otro tipo de procesos que avanzan de manera directa
sin la mediación impuesta por el aparato psíquico y el principio del placer. Ellos serán
caracterizados por Freud como un otro cuantitativo-cualitativo. ¿Otro respecto de qué? Otro
respecto del campo de representaciones y de la ligadura.

Freud irá más lejos al afirmar que ese otro cualitativo-cuantitativo puede desplegar sus
fuerzas pulsionantes sin que el Yo note su compulsión. Volveremos a esta frase en un ratito,
pero antes fíjense que nos encontramos una vez más con la distinción entre el campo
del principio del placer, cuyos procesos resultan accesibles a través de la operación
de las representaciones, y aquello que se ubica más allá del principio del placer y que
irrumpe sin someterse al tratamiento de aparato representacional. El Ello participará de
este último tipo de proceso, del proceso no ligado, frente al cual el Yo, que está en el campo
de la ligadura, intentará con un éxito limitado introducir algún tipo de mediación.

La resistencia entonces no proviene de lo reprimido dice Freud, sino del yo. Asimismo, no
podemos decir que las resistencias sean conscientes. A esta nueva dimensión de lo
inconsciente Freud la denomina núcleo del yo y la identifica como la responsable de las
resistencias a la cura. Entonces, sostener que en el yo hay represión y que de él parten las
resistencias, que no son conscientes, lo lleva a anticipar lo que será el nuevo modo de
concebir al yo y el nuevo estatuto del inconsciente que se va a conceptualizar a partir del
texto “El yo y el ello”.

Se acuerdan de la frase que tanto se remarcó en las clases, del texto “Lo inconsciente” de
la metapsicología, en donde Freud decía “todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo
inconsciente es reprimido”. O sea, que el inconsciente abarca un campo más vasto, hay una
dimensión de lo inconsciente que es diferente a lo reprimido. Entonces, Freud en 1920
determina que una gran parte del yo es inconsciente y pasa a denominarla núcleo del yo.
Mientras que en la primera tópica yo y sistema preconsciente-consciente coincidían, acá
queda establecido lo contrario. Freud mismo dice, a partir de esto, que ya no tiene tanta
importancia determinar si algo es consciente o no lo es. O sea, que está enfatizando que la
primera tópica le es insuficiente para explicar los fenómenos con los que se encuentra,
sobre todo en la clínica.

“El inconsciente no coincide con lo reprimido. Sigue siendo correcto que todo lo reprimido es
inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido. También una parte del yo es
inconsciente”. Y en la página 20, la página siguiente, agrega: “Este inconsciente del yo es lo
que llamamos el tercer inconsciente no reprimido”. Si dijimos que en la primera tópica el
aparado el aparato era concebido como sistema de representaciones, podemos ahora
establecer claramente que este nuevo inconsciente, al que Freud denomina tercer
inconsciente, justamente tiene un estatuto totalmente diferente. Éste no consta de
representaciones y es la sede de todo aquello que nombrábamos cómo no pudiendo
registrarse en el sistema preconsciente-consciente e inconsciente. Entonces, no se trata de
representaciones reprimidas como las que adscribimos al inconsciente dinámico. El
inconsciente dinámico reprimido, tal como lo describimos antes, supone un aparato de
representaciones por donde circula una carga o monto de afecto que se traslada de una
representación a otra. Ese traslado de carga es lo que denominamos ligadura. La ligadura
que corresponde al principio del placer supone que, de acuerdo a distintas modalidades, la
carga, lo cuantitativo puede abrocharse o adosarse a una representación y circular por allí.
El principio del placer implica un desplazamiento de investiduras entre representaciones. En
el orden del proceso primario, una representación vale por la relación con la otra, la
investidura se desplaza libremente. En el proceso secundario hay menos movilidad, hay una
limitación mayor en cuanto a la posibilidad de desplazamiento, pero en ambos casos hay
posibilidades de ligadura. Esto que describimos es lo que ustedes conocen como el
principio del placer.

Freud, en las primeras páginas de “El yo y el ello”, retoma el mismo todas estas
concepciones por las que él fue atravesando. Entonces, distingue las distintas nociones de
inconscientes que manejó hasta ahora, se pregunta qué debe suceder para que una
representación que estaba reprimida vuelva a cobrar su estatuto de consciente y dice que
para esto debe ser enlazada con representaciones-palabras. Pero ahora estamos situando
un inconsciente que no tiene ninguna posibilidad de ser representado, a diferencia del
anterior. Este tercer inconsciente, que será la sede de las pulsiones, una instancia originaria
que no está conformada por representaciones, nos propone que haya algo en el aparato
que nunca podrá devenir consciente, en tanto nunca podrá ser ligado a representaciones.
Esta instancia, la del ello, podemos pensarla como ese reservorio, pulsional, caótico,
originario. Lo podemos vincular también con el resto autoerótico que vieron en “Introducción
del narcisismo”, ese resto que no podía cederse a los objetos ni al yo. Este resto del orden
de lo cuantitativo es aquello que no puede terminar de ligarse del todo en ningún momento.

Ahora se establece en este tercer inconsciente no reprimido que en alguna de las páginas
de “El yo y el ello” nombra como lo otro cualitativo-cuantitativo. Agrega, por ejemplo, que
este inconsciente se comporta como lo reprimido desplegando consecuencias sin que el yo
lo noté. A diferencia de lo reprimido, que para ser advertido debe lograr conectarse
nuevamente con las representaciones-palabras que habían sido reprimidas y extraídas de la
conciencia, estas exteriorizaciones del ello no pueden ser puestas en palabra y producen
otro tipo de efectos. Podríamos incluir acá alguno de los elementos que nombramos como
aquello que llevó a Freud a sostener esta nueva tópica, por ejemplo, la compulsión, la
angustia. Estos son ejemplos de los efectos de ese inconsciente no reprimido, son efectos a
pesar de que no pueden ser ligados con representaciones, de que no pueden ser asociados
a palabras. Son irrupciones de aquello que tiene que ver con lo pulsional, con ese tercer
inconsciente, con ese inconsciente no reprimido en donde encontramos ese sustento para
los elementos que no podíamos incluir en la primera tópica.

ANÁLISIS TERMINABLE E INTERMINABLE

● ¿Cuáles son los factores obstaculizan la cura según la perspectiva de “Análisis


terminable e interminable”? ¿Qué factores explora Freud en “Análisis terminable e
interminable respecto de los obstáculos a la curación? (Son 3: influjo de traumas,
intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración del yo)

Con la introducción del segundo dualismo pulsional (pulsión de vida – pulsión de muerte) y
la segunda tópica (yo, ello y superyó) la pregunta freudiana deja de estar centrada en cómo
funciona el método analítico para orientarse a los obstáculos que la práctica analítica
encuentra. La respuesta y el ordenamiento planteados en “Inhibición, síntoma y angustia”
(resistencias del yo, del ello y del superyó) no cierran el problema dando lugar a nuevos
interrogantes. El influjo de los traumas, la intensidad constitucional de las pulsiones y la
alteración del yo, por un lado y, la roca viva de la castración, por otro, son las vías que para
intentar cernir los obstáculos en la cura explora Freud en este artículo.

- Destaca la existencia de tres factores para las posibilidades de la terapia analítica: influjo
de traumas, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo. Interroga el
segundo y afirma que la solución de un conflicto entre el yo y la pulsión vale para una
determinada intensidad de la pulsión.
- La operación de la terapia analítica es que el yo, fortalecido y madurado, emprenda la
rectificación de las represiones y ponga término al hiperpoder del factor cuantitativo.
Seguiremos trabajando un artículo que Freud escribe en el año 1937, un año antes de
exiliarse, y dos años antes de morir. El texto se llama “Analisis terminable e interminable”.
En el capítulo 3, Freud destaca la existencia de tres factores que condicionan la mayor o
menor dificultad y las posibilidades de una terapia analítica: el influjo de traumas, la
intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración del yo. Interroga el segundo y
afirma que la solución del conflicto entre el Yo y la pulsión vale solo para una determinada
intensidad pulsional. Indica que en lugar de indagar cómo se produce la curación en un
análisis tenemos que detenernos en profundizar cuáles son los obstáculos que impiden la
cura.

Intenta abordar una respuesta por la duración de los análisis y también una respuesta
respecto de la curación completa. En este sentido, sostiene que la operación genuina de la
terapia analitica es que el Yo, fortalecido y maduro, emprenda la rectificación de las
represiones de la primera infancia y ponga término al hiperpoder del factor cuantitativo. Va a
aclarar qué es lo que se entiende por tramitación duradera de una exigencia pulsional, es
allí donde nos dice que la pulsión no desaparece y que eso tampoco sería deseable, pero
que sí podemos domeñarlas, es decir, que la pulsión sea admitida dentro de la armonía del
Yo, que el paciente ya no sufra a causa de sus síntomas. Presten atención, no dice que no
los tenga, sino que no sufra a causa de ellos. El éxito de este desenlace dependerá de la
intensidad pulsional.

Dice que el análisis produce un nuevo estado que nunca preexistió, una neocreación. Un
estado en el interior del Yo que implica una rectificación del proceso defensivo primario, no
se trata de la represión primaria. Esta neocreación es lo que diferencia al sujeto analizado
del que no.

Es necesario plantear la idea de que el factor cuantitativo, que se había contrapuesto en un


primer término a los intentos defensivos del Yo ,y por lo cual se recurrió a la terapia, ahora
ese mismo pone un límite a la eficacia de dicho trabajo analítico. Es decir, el gobierno sobre
lo pulsional tiene eficacia pero el trabajo es incompleto.

Freud va a cernir los obstáculos a partir de ubicar tres factores decisivos para las
posibilidades de la terapia analítica. (páginas 223, 227). Estos factores decisivos son: el
influjo de traumas tempranos que Freud asocia a un factor accidental, la intensidad
constitucional de las pulsiones y la alteración del yo, ambos asociados a un factor
constitucional. Los desarrolla en los capítulos 3, 5 y 6. Y al mismo tiempo va a plantear, en
el capítulo 8, como tope estructural a la cura, límite a la tarea analítica, diferenciándolo de
los factores antes nombrados, lo que va a llamar la roca de base en relación a la castración.

Interesa resaltar que la neurosis devendrá de la conjugación de lo traumático, la intensidad


pulsional y la alteración del yo. Respecto de la intensidad constitucional de las pulsiones y la
alteración del yo, adquirida en la lucha defensiva, los piensa como factores desfavorables
para el efecto del análisis y capaces de prolongar su duración hasta lo inconcluible.

Y dice en la página 224: “en vez de indagar cómo se produce la curación por el análisis,
cosa que yo considero suficientemente establecida, el planteo del problema debería
referirse a los impedimentos que obstan a la curación analítica”.

Respecto de la intensidad pulsional lo primero que hace Freud es modificar la denominación


constitucional, como la nombró al principio. Porque advierte que no solo influye el factor
constitucional, esa particular manera en que para quién se ha inscripto la pulsión, sino que
es esperable que a lo largo de la vida otros refuerzos pulsionales produzcan los mismos
efectos. Freud se pregunta si es posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante
el análisis, el conflicto de la pulsión con el yo. Una demanda pulsional dirigida al yo. Aclara
que, si por duradero y definitivo entendemos hacerla desaparecer, esto sería imposible. El
intento sería lograr el domeñamiento de la pulsión. Freud señala que la tramitación de un
conflicto entre el yo y la pulsión vale para una determinada intensidad pulsional en un
determinado campo de relación entre la pulsión y el yo.
Puede suceder que la investidura, la robustez del yo, se vea afectada, rebajada por alguna
enfermedad, por agotamiento, entonces la pulsión vuelve a mostrar subtítulos. Por el lado
de la intensidad pulsional, se pueden producir refuerzos en virtud de nuevos traumas, por
ejemplo en la pubertad. En definitiva el resultado es siempre el mismo y confirma el poder
incontrastable del factor cuantitativo en la causación de la enfermedad, lo dice en la página
229. El desenlace va a depender del factor cuantitativo de la pulsión.

Un análisis permitiría revisar las represiones infantiles con las que el yo endeble, en
constitución, se fue defendiendo primitivamente para gobernar las pulsiones. Dice en la
página 230. La teoría supone que contando ahora con un yo constituido se podrá rectificar
el proceso represivo originario para responder, tramitar de otra manera, el influjo del
refuerzo pulsional y poner término al hiperpoder del factor cuantitativo. Esta sería para
Freud la genuina meta de la terapia analítica, pero en la experiencia el análisis lograría esta
tarea solo de una manera inconstante, imperfecta. Entonces represiones infantiles, primeras
represiones, un yo endeble en constitución, remite a ese tiempo lógico que dejará la
predisposición por fijación libidinal, condición necesaria pero no suficiente para el estallido
de la neurosis adulta. Nos referimos entonces a la neurosis infantil que se lee
retroactivamente en el análisis de un adulto.

Pero la experiencia muestra que esta tarea es imperfecta porque Freud se encuentra con
fenómenos residuales, fragmentos de la organización anterior, restos de fijaciones
libidinales, conceptores del mecanismo antiguo que el trabajo analítico no ha podido tocar.
Entonces Freud insiste en la importancia del factor cuantitativo ya que dada una
determinada cantidad hipertrófica se servirá de estas fijaciones, por lo tanto, el gobierno
sobre lo pulsional es justo en la teoría pero no siempre lo es en la práctica. No siempre se
consigue asegurar en medidas suficientes el gobierno sobre lo pulsional. Conmover la
economía libidinal de un sujeto no será sin esos restos, sin esos residuos. El factor
cuantitativo está ligado a la etiología, a la causación de la enfermedad y también está
articulado al final.

● ¿A qué se refiere Freud con “alteración del yo”? ¿Cómo se relaciona con la cura?

- El pacto posible es con un yo normal pero ese yo normal es una ficción ideal. Su
distanciamiento de la normalidad se debe a la “alteración del yo”
- El yo debe mediar con el ello y el mundo.
- Las exigencias pulsionales son tratadas como peligros externos.
- La curación es tratada como un peligro nuevo.
- El yo ofrece, en forma inconciente, una resistencia al descubrimiento de las resistencias
- Hay resistencias a hacer conciente contenidos del ello y contra el análisis y la curación.
- El yo paga precios altos por los servicios que los mecanismos de defensa le prestan: la
alteración del yo.

En el capítulo 5, Freud va a desarrollar el segundo de los tres factores al que llamará


alteración del Yo. Sostiene que la situación analítica consiste en aliarnos con el Yo de la
persona a fin de integrar en la síntesis del Yo sectores no gobernados de su Ello. Este pacto
sería posible con un Yo normal, pero ese Yo normal es una ficción ideal. Su distanciamiento
de la normalidad se debe a la alteración del Yo, esta alteración del Yo la podemos pensar de
la siguiente manera: el Yo en su constitución misma tiene un núcleo que es lo más ajeno,
siendo paradójicamente lo más íntimo, nos referimos al ello. El Ello no puede ser
simbolizado en su totalidad por el Yo, en ese sentido no existe la posibilidad de un Yo
normal, solo existe un Yo alterado. Sus vasallajes no son sin consecuencias. El Yo debe
mediar con el Ello y el mundo exterior y debe precaver al Ello de los peligros del mundo. Si
en el curso de esta tarea, el Yo aprende a adoptar una actitud defensiva también frente al
Ello y a tratar sus exigencias pulsionales como peligros externos, es porque comprende que
la satisfacción pulsional llevaría a conflictos con el mundo exterior. Desde el comienzo, el Yo
tiene que mediar entre las exigencias del Ello y el mundo exterior. Muy pronto el Yo se
acostumbra a trasladar el escenario de la lucha de afuera hacia adentro, a dominar el
peligro interior de modo que se configure en un peligro exterior. Más tarde se agrega el
Superyó como exigencia para el Yo constituyendo así los tres vasallajes.

Freud dice que para cumplir con estas tareas el Yo se vale de mecanismos de defensa. La
represión es sólo uno de ellos aunque sea el central. Estos mecanismos producen un gasto
dinámico y limitaciones para el Yo. "Los mecanismos de defensa sirven al propósito de
apartar peligros. Es incuestionable que lo consiguen, es dudoso que el Yo pueda renunciar
por completo a ellos pero también es seguro que ellos mismos pueden convertirse en
peligros. Muchas veces el resultado es que el Yo ha pagado un precio muy alto por los
servicios que ellos le prestan". En este sentido, Freud explica que el Yo del adulto sigue
defendiéndose de unos peligros que ya no existen en la realidad objetiva y aun se ve
forzado a rebuscar aquellas situaciones de la realidad que puedan servir como sustitutos
aproximados de un peligro originario a fin de justificar su aferramiento a los modos
habituales de reacción. Son infantilismos que terminan favoreciendo el estallido de la
neurosis. Así, los mecanismos de defensa se enquistan y se fijan en la tarea para la
que han sido creados: evitar el peligro, la angustia y el displacer. De este modo se
han fijado como respuesta a lo largo de la vida e inexorablemente retornan en la cura
como resistencias al restablecimiento.

Por lo tanto, la curación es tratada como un peligro nuevo. Esta alteración del Yo que es
estructural y remite a la diferencia yo-ello, se presenta como un obstáculo. Son resistencias
articuladas al núcleo inconsciente del Yo, están segregadas dentro del Yo. Lo que ocurre
entonces es que el Yo ofrece en forma inconsciente una resistencia al descubrimiento
de las resistencias, a estas resistencias las llamamos resistencias mayores o
estructurales. Son resistencias que se vuelven contra el análisis y contra la curación
en general. Los mecanismos de defensa fijados en el núcleo del Yo adquieren el
estatuto entonces de resistencias de la alteración del Yo, de la intensidad del
enquistamiento de esas resistencias va a depender el desenlace de la cura. Otra vez la
importancia de la tramitación del factor cuantitativo.

El yo fracasa en este ideal de unificación y de síntesis al que por otro lado tiende. Lo que lo
distancia de ese yo normal es diferentes grados y modalidades de la alteración del yo. Esta
alteración es adquirida y se produce tempranamente contra la exigencia pulsional del ello.
El yo advierte que la satisfacción pulsional del ello es un peligro porque llevaría a peligros
con el mundo exterior. Así el yo traslada la lucha de afuera hacia adentro, dominar un
peligro interior antes de que haya devenido un peligro exterior. Durante esa lucha el yo se
vale de diversos mecanismos de defensa. La represión es uno de ellos. Freud plantea que
los destinos pueden ser también modos de defensa frente a la pulsión. Los destinos: el
trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, que mas bien dan cuenta de
las vicisitudes de la pulsión, son correlativos al inconsciente no reprimido. Los mecanismos
de defensa sirven al propósito de apartar peligros, ya que el aparato psíquico no tolera el
displacer, tiene que defenderse de él a cualquier precio y es alto el precio.

Entonces el yo ha pagado un alto precio por los servicios prestados. Estos mecanismos no
son resignados, se conservan y el resultado del gasto dinámico que implica y las
limitaciones del yo que conllevan, demuestran ser unos pesados lastres para la economía
psíquica, convirtiéndose ellos mismo en un peligro. Entonces los mecanismos de defensa
se fijan en el interior del yo y alteran su estructura y devienen modos regulares de reacción
del carácter que se repiten durante toda la vida tan pronto como retorna una situación
parecida a la originaria (página 239). Esta alteración del yo es adquirida tempranamente en
el curso del desarrollo, es una alteración permanente que evoca los procesos defensivos
más originarios implementados por el yo en su lucha contra el ello. Agregamos: hacen a la
constitución el yo, son estructurales.

Freud se pregunta cómo estos mecanismos de defensa influyen en el trabajo analítico.


Responde que el analizado repite estos modos de reacción en transferencia, los muestra. El
hecho decisivo es que los mecanismos de defensa frente a antiguos peligros retornan en la
cura como resistencias al restablecimiento. La cura misma es tratada por el yo como un
peligro nuevo (Página 240) Se defiende de un nuevo peligro utilizando una antigua defensa.
Esta alteración del yo cuyo sentido estructural remite a la necesaria diferenciación yo-ello y
a la superación de los peligros que permitió la organización del mismo yo, se muestra en el
curso de la cura como obstáculo.

Si la dirección de la cura es hacer consciente lo inconsciente mediante el trabajo de


interpretación, las resistencias articuladas al yo lo obstaculizan. Aclaremos que no son las
resistencias yoicas que ustedes trabajaron en la clase pasada a partir del ordenamiento que
hace en “inhibición, síntoma y angustia''. Ahora bien, estas resistencias aunque pertenecen
al yo son inconscientes y en cierto sentido están segregadas dentro del yo. Están en
relación a su núcleo inconsciente (página 241). Existe realmente, dice Freud, una
resistencia a la puesta en descubierto de las resistencias. Así las resistencias no son sólo
hacer consciente lo inconsciente, algo que Freud teorizó en la primera tópica, sino contra el
análisis en general, contra la curación.

Al efecto que en el interior del yo tiene el defender, lo designa Freud alteración del yo. Con
la segunda tópica se trata del núcleo del yo donde se fijan los mecanismos de defensa que
adquieren el estatuto de resistencias de la alteración del yo. Estas resistencia que en su
momento eran parapetos frente al desborde pulsional se convierten ahora en resistencia en
la cura misma. El desenlace de la cura depende de la intensidad y profundidad de arraigo
de esas resistencias de la alteración del yo.

Habíamos ubicado que la alteración del yo se produce como efecto de la defensa, esto es,
se fijan los mecanismos de defensa que sirven a los fines de apartar peligros cuando el yo
es aún endeble, está en constitución. Recordemos que hay otros mecanismos de defensa,
además de la represión, que es el mecanismo privilegiado que constituye la neurosis. Freud
no los nombra, hace alusión a ellos en distintos textos, pueden ser la proyección, la
anulación, la formación reactiva, etc. Esos mecanismos se configuran de manera diferente
en cada neurosis, es decir, en la histeria, en la obsesión, en las fobias y por supuesto, en
cada sujeto. Estos mecanismos de defensa, que se fijan, devienen modos regulares de
reacción del carácter que se repiten y que se muestran en la cura, que es lo que a Freud le
interesa.

● Roca de base

En el capítulo 8, Freud nos transmite dos temas ligados a la diferencia de los sexos que son
un límite a la tarea analítica, un punto de tope con los que se encontraba en los análisis que
dirigía, algo en relación a la castración que parece irreductible. Son dos límites para el
análisis. Para la mujer, lo va a nombrar envidia del pene, no se trata literalmente de un
pene, sino, siguiendo la ecuación simbólica, todo lo que tenga valor fálico para ella. Para el
hombre, la revuelta contra la actitud pasiva o femenina hacia otro hombre, lo va a llamar
desautorización de la feminidad o protesta masculina y tiene relación con la angustia de
castración.

La promesa o la espera en relación al falo o la protesta masculina son pensados


como roca base del término de un análisis. Es decir que, la roca de base da cuenta de
que existe una falta que es estructural y que subjetivamente se traduce como desamparo,
aquel desamparo original que posiciona al sujeto en tanto se defiende de ese punto. La
castración vale como límite traumático en relación al agujero en el campo de las
representaciones, en la medida en que se articula el desvalimiento psíquico original que
implica no saber quien soy para aquel que me dio un lugar en el mundo. Frente a la
castración como falta estructural y núcleo de la neurosis, el sujeto se defiende y se
constituye.

En relación a este texto, en análisis terminable e interminable, podríamos decir que Freud
ubica como límite a la roca viva de la castración, esto es a la angustia de castración como
causa. Lo que trabajaron respecto del complejo de castración, motor de la defensa,
referente de síntomas. Y por otro lado, ubica los obstáculos a partir de los 3 factores: El
influjo de los traumas tempranos, la alteración del yo y la intensidad pulsional, remarcando
esta última como lo decisivo, lo económico.

TÓPICA Y DUALISMO PULSIONAL

● ¿Cómo formula Freud el primer dualismo pulsional? Relacional con el segundo


dualismo pulsional. Pasaje del primer dualismo al segundo dualismo.
Recordemos que a partir de 1905, cuando introduce el concepto de pulsión, Freud la piensa
siempre en términos de un dualismo. El primer dualismo consistió en pensar las pulsiones
de autoconservación, y luego yoicas, en diferencia a las pulsiones sexuales. Este dualismo
se asentaba en el primer modelo de defensa que oponía una instancia sexual (presentación
sexual inconciliable) vs una instancia no sexual (como el yo en tanto masa de
representaciones). Por lo tanto, se redefine el conflicto psíquico en términos pulsionales.

En este primer dualismo, la pulsión sexual se apuntala en el cuerpo de la conservación y es


inseparable del intercambio con el otro de los primeros cuidados, que erogeniza ese cuerpo.
Es así como en “Perturbación psicógenas de la visión'', un texto de 1910, nos habla de
pulsiones yoicas y de la noción de órganos de doble función, se va libidinizando el yo,
perdiendo su carácter de instancia no sexual. No hay un cuerpo de la conservación vs un
cuerpo libidinal, se desdibuja el primer dualismo pulsional porque las pulsiones de
autoconservación, o yoicas, son también de naturaleza libidinal.

Ya en 1914, con la introducción del concepto de narcisismo, Freud plantea un falso


dualismo: líbido yoica-líbido de objeto. Es la misma líbido que se vuelve reversible, fluctúa,
aunque nos aclara (y esto es lo que vamos a resignificar con el segundo dualismo pulsional)
que no toda la líbido se puede transferir a los objetos. Existe un resto autoerótico inmutable
que persiste al nivel del núcleo inconsciente del yo, que Freud introduce en el capítulo 3 de
más allá y del cual hemos señalado que produce una ruptura con la lógica de la primera
tópica, porque se trata de un insconsciente estructural que diferenciaremosdel inconsciente
reprimido. Este inconsciente estructural resiste a la ligadura representacional. Se tratará del
ello en la segunda tópica y es un interior que funciona como extranjero, como ajeno.

Podríamos ubicar lo siguiente en el sentido de lo que venimos pensando: la líbido que


puede fluctuar, es aquella que se encuentra circulando en el entramado representacional
bajo la lógica del principio del placer. Esto nos quedará del lado de la pulsión de vida,
mientras que ese resto autoerótico, fijo e inmutable, ese resto pulsional, nos quedará del
lado del campo de lo no ligado y el más allá del principio del placer en la medida en que
persiste sin ligadura al campo de las representaciones, será aquello que se ubique del lado
de la pulsión de muerte.

Ya planteamos que se trata ahora del dualismo pulsión de muerte, a la que Freud se refiere
con el término ‘’tanatos’’ y pulsión de vida, que Freud también la nombra como ‘’eros’’.

Sobre la pulsión de muerte, Freud nos dice que tiene un carácter conservador, que
contraria el afán de ligadura, que reconduce a lo inorgánico, es decir, a aquel momento de
la vida en la que todavía se es un objeto para el otro de los primeros cuidados. Se
constituye además como una fuente independiente de desprendimiento de displacer, lo que
también es posible pensar en relación a una ganancia de placer de otra índole directa, no
medida por el campo de la palabra. [Recuerden que este placer de otra índole es el que
menciona Freud cuando está haciendo sus trabajos sobre el juego infantil, es en este punto
en donde vamos a articular el masoquismo y otro carácter la pulsión de muerte que es su
mudez].

En la pulsión de vida, Freud nos recuerda que son aquellas que esfuerzan en el sentido de
la creación y del progreso, dice que tienden en la síntesis a la cohesión por lo que en este
sentido la pulsión de vida supone la ligadura a las representaciones. Y aunque toda pulsión
tiende a repetir un estado anterior, Freud dice que la pulsión de vida lo hace aspirando la
renovación y a la realización de la vida. Así la pulsión de vida no queda asociada a la
mudez sino al alboroto, al ruido, al movimiento que implica la vida.

Es decir, la pulsión de vida recoge lo trabajado en relación a la pulsión sexual y a las


pulsiones de autoconservación. Sin embargo, Freud piensa que estas pulsiones no
actúan unas separadas de la otra, es decir, no es pulsiones de vida con un fin y
pulsiones de muerte con otro fin, sino que ambas pulsiones son conservadoras y
siempre se presentan mezcladas. Freud las va a nombrar y definir siempre como mezcla
y desmezcla.

La pregunta que surge es, ¿cuál es la satisfacción que hay allí en juego? ¿qué pulsión se
satisface? Claramente, es una satisfacción que no condice con el principio de placer. Este
es el punto en el que se separa satisfacción de placer. ¿De qué modo se entrama lo
pulsional con la compulsión de repetición de más allá del principio de placer? Freud nos
hace ver algo clave y fundamental que no ha sido acentuado en su doctrina de las
pulsiones, que es la naturaleza conservadora, el carácter universal de las pulsiones.
Releamos la página 36 de “Más allá del principio del placer” donde Freud nos aclara que no
condice de ninguna manera con la naturaleza conservadora de la pulsión, el que ella aspire
a alcanzar un estado nunca alcanzado antes. Por lo cual, inicialmente cuando lo vivo debió
abandonar el estado inorgánico, la pulsión inicial primera sería un esfuerzo inherente a lo
orgánico vivo de reproducción de un estado anterior que debió resignar bajo el influjo de las
fuerzas externas perturbadoras. En algún momento se suscitaron en esa materia inanimada
las propiedades de la vida. Así, como dice Freud, nació la primera pulsión, la de regresar a
lo inanimado. En ese primer momento, a la sustancia viva le resultaba fácil morir, volver a
eso al estadio anterior, o sea, al estadio de lo inanimado. Y plantea que influjos externos
forzaron a esa sustancia viva a desviarse de esa meta originaria, de esa primera meta, y a
dar unos rodeos cada vez más complicados antes de alcanzar la meta de la muerte. Esos
rodeos para llegar a la muerte son los que nos ofrece el cuadro de los fenómenos vitales.
Todo esto lo lleva a Freud a revisar el dualismo pulsional.

● Dualismo pulsional (antes y después)

Previamente a la teoría de las pulsiones, Freud ubicaba el valor etiológico en el ámbito de


las representaciones sexuales, el síntoma testimoniaba el conflicto entre una representación
sexual de carácter inconciliable y el yo, recuerden que el yo en esa época era una masa de
representaciones, una masa atravesada por los valores culturales. La entrada del concepto
de pulsión reinscribe al conflicto psíquico en términos pulsionales: pulsiones sexuales y
pulsiones de autoconservación. Este primer modelo nos muestra la necesidad teórica
fundamental del dualismo pulsional. Era importante para Freud distinguir un campo sexual
de uno que no lo es.

Planteada la noción de apuntalamiento, él observa que el conflicto se juega en una zona


erógena y ubica a los órganos de doble función. Esto lo lleva a Freud a nombrar a las
pulsiones de autoconservación como pulsiones yoicas en oposición a las pulsiones de
objeto. En 1914, con “Introducción del narcisismo”, se ve obligado a reconocer que también
el yo, núcleo hasta entonces de los impulsos no sexuales, era libidinizado. Esto es, era
tomado como objeto por parte de las pulsiones sexuales, reemplazando el antiguo dualismo
por un pseudodualismo (falso dualismo) con la oposición libido yoica/libido de objeto. Esto
pareciera ser más una formación de compromiso entre su pensamiento dualista y lo que él
hallaba en la clínica. El mismo Freud dice, en la página 114 de “El malestar en la cultura”,
que el concepto de libido corrió peligro cuando arribó a la conclusión de que el yo estaba
libidinizado, las pulsiones yoicas estaban libidinizadas.

Parecería que ahí Freud abandonaba su pensamiento dualista y se transformaba en


monista como Jung. Esta posición es impensable para Freud, por eso decimos que la
oposición libido yoica - libido de objeto, oposición que intenta seguir sosteniendo un
pensamiento de tipo dualista, es un falso dualismo, sin embargo, la lógica freudiana insiste
en mantener la oposición entre un campo sexual y un campo de tendencias no sexuales,
aún cuando el yo está libidinizado.

En el pensamiento freudiano, el dualismo es epistemológicamente imprescindible para no


perder la posibilidad de determinar lo sexual y de distinguirlo de un campo de tendencias y
pulsiones no sexuales.
Hasta “Más allá del principio de placer”, cuando por primera vez se le da el lugar a la
compulsión de repetición y postula Freud, el carácter conservador de la vida pulsional. La
conceptualización de la pulsión de muerte, que compele a la repetición, es clave para
resolver algunas contradicciones e inconsistencias que se presentan en el dualismo
pulsional, en el que ahora vamos a oponer las pulsiones de vida a las pulsiones de muerte.
Freud distingue la pulsión de muerte de la pulsión de vida o pulsión erótica. De un lado, las
pulsiones libidinosas, yoicas y de objeto, y del otro lado, otras pulsiones que han de
estatuirse en el interior del yo de naturaleza no libidinosa. Con la tesis de la libido narcisista
y la extensión del concepto de libido, la pulsión sexual se nos convirtió en Eros. Eros que
procura reunir las partes de la sustancia viva, unas hacia otras, y cohesionarlas. Las
pulsiones sexuales entonces aparecen como la parte de este Eros vuelta hacia el objeto. El
nombre de libido se aplica a las exteriorizaciones de fuerza del Eros, a fin de separarlas de
la energía de la pulsión de muerte, ese estímulo interior no ligado. Según la especulación
freudiana, Eros actúa desde el comienzo de la vida y, como pulsión de vida, entra en
oposición con la pulsión de muerte nacida por la animación de lo inorgánico. Estas dos
pulsiones luchan entre sí desde los orígenes. Así, surge una nueva oposición entre
pulsiones libidinosas yoicas y de objeto con otras en el interior del yo, pulsiones yoicas no
libidinosas.

La especulación de Freud convierte esta oposición en la que media entre pulsiones de vida,
Eros, y pulsiones de muerte. Fíjense que se recupera el resto autoerótico de introducción
del narcisismo, resto de un yo que no participa de la transferencia de la libido y de su
reversibilidad.

La conclusión es que, además de la pulsión que pugna por disolver esas unidades y
reconducirlas al estado inorgánico inicial, una pulsión que tiende a la fragmentación, hay
otra pulsión que aspira a conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada vez
mayores, que aspira a la ligadura. Ambas pulsiones están en oposición. Es decir, la
conclusión es el segundo dualismo pulsional: junto al Eros hay una pulsión de muerte. La
acción eficaz contrapuesta de ambas permite explicar los fenómenos de la vida. ¿Por qué
no pudimos pesquisar antes esto? porque rara vez, o casi nunca, las dos variedades de
pulsiones se presentan puras, aisladas entre sí, sino que se ligan en proporciones muy
variables, volviéndose de ese modo irreconocibles para nuestro juicio.

Podemos concluir que este, el dualismo pulsional al que arribamos, opone la pulsión de
muerte, de destrucción, cuya meta es la fragmentación, la disolución a la pulsión de vida
que aspira a la reunión, a la cohesión, a la ligadura y sus efectos son llamativos, son
ruidosos. Los fenómenos de la vida se deben a la acción conjugada entre ambas al
interjuego entre los procesos de mezcla pulsional y de desmezcla pulsional. Puede imperar
una u otra de las pulsiones. Si prevalece el proceso de mezcla pulsional, tiene mayor
cuantía aquella pulsión que aspira a la cohesión, a la reunión. Y cuando lo que impera es el
proceso de desmezcla pulsional, allí está la acción de aquella pulsión que aspira a la
fragmentación.

● ¿Cuáles fueron las razones del pasaje de la primera a la segunda tópica? Explique
la segunda tópica y lo que lleva a Freud a formularla.
Los hallazgos referidos al más allá del principio de placer, formalizados bajo la rúbrica de la
pulsión de muerte, hacen necesaria la conformación de un aparato psíquico que dé cuenta
de ellos.

Con la primera tópica Freud había logrado justificar y explicar la lógica propia del proceso
primario, afirmar al Icc como un sistema con leyes particulares e incorporar, de este modo,
al Icc al ámbito de lo psíquico (recordemos que en su época, lo psíquico era considerado
como idéntico a lo consciente). Podríamos decir que todo su trabajo hasta 1920 está
destinado a arrojar luz sobre las complejidades relativas al funcionamiento de este aparato
psíquico, es decir, al estudio de los procesos regulados por el principio de placer.

En 1920, el encuentro con obstáculos clínicos y teóricos, lleva a Freud a tomar noticia de
fenómenos que no se encuentran regulados por el principio de placer y que, sin embargo,
forman parte de la experiencia del análisis, en el que aparecen bajo el modo de las
resistencias o de límites a la cura. Las consecuencias del encuentro con los procesos no
ligados son plasmadas en la reformulación de la teoría pulsional. Sin embargo, persisten en
un lugar de exterioridad respecto del aparato psíquico. Es por este motivo que, en 1923,
Freud se ve llevado a construir un nuevo modelo de aparato, una segunda tópica, que
incluya esta nueva dimensión pulsional que no se encuentra en el terreno de la ligadura: la
pulsión de muerte. El resultado de esta empresa es la tríada: yo, ello y superyó.

A partir de estas tres instancias psíquicas será posible pensar las complejas relaciones que
se establecen entre el principio de placer y su más allá. Esto resulta un gran aporte para el
abordaje de problemas relativos a la cura analítica, sus posibilidades y su alcance.
Precisamente, es a partir de ubicar los límites al campo de la ligadura, que Freud puede
interrogar los límites de la cura analítica.

Práctico

En 1900 nos había presentado un primer modelo de aparato psíquico compuesto por tres
instancias: inconsciente, preconsciente y consciente, que permitía responder a los
interrogantes referidos a los fenómenos relativos a la represión y al retorno de lo reprimido.
Orientado por la pregunta por el síntoma y su curación, es decir, cómo se producen y curan
los síntomas, Freud construye un aparato de representaciones comandado por el deseo,
esa tendencia que va del displacer al placer, y regulado por el principio de placer, que
mantiene las sensaciones de placer y displacer dentro de ciertos umbrales.

Esta primera tópica es una herramienta imprescindible para el análisis de las formaciones
del inconsciente. ¿Recuerdan lo que son las formaciones del inconsciente? Los sueños, los
chistes, los actos fallidos, el síntoma.

Sin embargo, la formación de un campo produce en forma simultánea su propia


exterioridad. Esto es, si armamos el conjunto de los colores primarios, en ese mismo acto
todos los otros colores se constituirán como ajenos respecto a ese conjunto. Así la
fundación de este aparato de representaciones del campo del principio del placer y
de la ligadura produce su propio afuera, lo no ligado.
Lo que Freud logra en 1920 con el ‘’Más allá del principio del placer’’ es formalizar esa
dimensión de exterioridad que irrumpe en el aparato o en el campo de la ligadura y que se
presenta como obstáculo en la cura. La pulsión de muerte es el concepto con el que
nombra a lo no ligado, incluyéndolo en su teoría.

Es recién luego de que el campo del principio del placer del inconsciente dinámico, es decir
de la represión y su retorno, ha sido delimitado y estudiado en profundidad, que sus límites
pueden aparecer en el centro de la escena y plantearse como problemas que reclaman
soluciones teóricas. Esto es lo que ocurre en más allá del principio del placer. Recuerden
que es allí, con la previa caída del dualismo pulsional como telón de fondo, donde Freud
llega a formalizar los interrogantes relativos al peligro exterior y a partir de ellos a reformular
el concepto de pulsión

Ahora bien, estos nuevos desarrollos conceptuales en torno a la pulsión de muerte


reclaman un modelo de aparato psíquico que pueda incluirlos. Es por esto que Freud
construirá su segunda tópica. Tenemos que decir que este segundo modelo de aparato
psíquico, no reemplaza absolutamente al primero, no lo supera. Inconsciente,
preconsciente y consciente siguen siendo categorías privilegiadas para el abordaje de
cuestiones relativas a la represión y a su retorno, al proceso primario y a las formaciones
del inconsciente. Mientras que las instancias que estudiaremos ahora: el yo, el ello y el
superyó, van a permitir dar cuenta de los límites de la estructura, de los obstáculos
mayores a la cura y de ciertos bordes clínicos relativos a la pulsión

PEGAN A UN NIÑO

● ¿Por qué Freud dice que la segunda fase es rica en consecuencias? Comparar con
la primera y tercera fase.

SUPERYÓ Y CONCIENCIA MORAL / RELACIÓN SUPERYÓ-ELLO

Sin embargo, lo que sorprende a Freud no es esa experiencia, sino otra. Es la que de
alguna manera se le hace palpable en un análisis, aquellos análisis de quienes la
autocrítica y la conciencia moral son inconscientes y como tales exteriorizan los
efectos más importantes. ¿Cómo concebir que la conciencia moral pueda,
paradójicamente, ser inconsciente?, ¿Cómo pensar la posibilidad de un sentimiento
inconsciente de culpa? Recordemos que la teoría psicoanalítica afirma que los sentimientos
y las sensaciones son incapaces de ser inconscientes.

Articulación del masoquismo moral con aquellos obstáculos en la curación que no se


ordenan respecto del despliegue de la cadena asociativa y donde la operatoria de la
interpretación evidencia su fracaso. Se trata de fenómenos clínicos que nombraremos como
reacción terapéutica negativa, sentimiento inconsciente de culpa o necesidad de castigo y
que expresan una resistencia mayor a la curación, resistencias que están articuladas al
Superyó.

Por otro lado, si ubicamos la cara más cruel y severa de superyó podremos pensar que las
identificaciones iniciales conllevan inherentemente cierto sadismo frente a un yo todavía
endeble y frágil. Las identificaciones tempranas implican cierto sadismo que va
conformando la cara más punitiva y cruel del superyó, y que somete a un Yo pasivo y
masoquista, un Yo aún no constituido.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de sadismo y crueldad del superyo? Freud ubica en
este punto, el imperativo categórico del superyó. La referencia de Freud es al imperativo
categórico kantiano que precisa a aquello que se impone como ley universal, como
mandamiento capaz de regir el comportamiento humano y que debe realizarse por el hecho
de ser en sí necesario. El superyó, con su imperativo categórico deja al yo sometido y
pasivo frente a un mandato no equivocable, que exige siempre más, un deber ser sin límite,
porque todo imperativo categórico es un imposible por estructura. Entonces, es una
demanda enloquecedora e imposible de cumplir. Es decir, el imperativo categórico del
superyó aparece con una estructura de frase no equivocable, un mandato loco e insensato
que deja al Yo en una posición pasiva respecto de esa voz que empuja una satisfacción
pulsional no regulada por el principio del placer.

En este punto vamos a tomar una referencia de la página 53 del capítulo 5, en donde Freud
da cuenta de este estatuto particular del Superyó. Ahí se ubica que el superyó proviene de
lo oído, es una parte del Yo y permanece accesible a la conciencia desde las
representaciones-palabras, conceptos, abstracciones. Pero, nos dice Freud, la energía de
investidura le es aportada no por la percepción auditiva, sino por las fuentes del Ello. Es
decir, con la energía de investidura proveniente del Ello, el superyó aparece en su cara más
cruel como una voz áfona, que ordena a gozar sin un límite, es decir, empuja una
satisfacción pulsional no regulada por el principio del placer. Y en este punto, solo puede
conducir a lo más mortífero, es una voz imperativa que el Yo oye y acata.

Entonces, esto Freud lo nombra como la paradoja del superyó. Esta paradoja se trata de
que cuanto más el Yo renuncia a la satisfacción pulsional, cuanto más limitan su agresión
hacia fuera, mayor será la agresión y exigencias del superyó sobre el Yo. Es decir, cada
fragmento de agresión del cual el Yo se abstiene es asumido por el superyó de manera que
este acrecienta su exigencia irracional y su severidad sobre el Yo.
Por eso, Freud precisa, en la página 54 y en referencia a la limitación de lo pulsional, que el
superyó evidencia una cara hiper moral, mientras que el Ello es totalmente amoral y el Yo se
empeña por ser moral.

En ‘El problema económico del masoquismo’, Freud nos especificaba 3 figuras del
masoquismo: masoquismo erógeno, femenino y moral. El masoquismo erógeno se ubicaba
como fundamento de los restantes en el punto en donde el masoquismo femenino y el moral
surgían como masoquismos secundarios a partir de la introyección de lo que en términos
pulsionales había sido traspuesto al exterior en calidad de sadismo. Entonces, recordemos
que el masoquismo se ubica en tanto primario respecto de la experiencia sádica.

Pero, en 1924 Freud nos dice que el masoquismo moral se caracteriza por su búsqueda del
padecer, aleja su vínculo con la sexualidad, es decir, lo que importa es el padecer como tal.
El masoquismo moral supone una satisfacción en el padecimiento que constituye con
claridad la ganancia primaria en juego de la enfermedad. Freud articula así masoquismo
moral con la existencia de una necesidad de castigo, un sentimiento de culpa inconsciente y
constitutivo en la estructura neurótica, necesidad de castigo que testimonia acerca de la
tensión entre el yo y el superyó. Este sentimiento inconsciente de culpa, esa necesidad de
castigo la tenemos que pensar en relación al Ello y en relación a la desmezcla pulsional, es
decir, a la pulsión de muerte, a lo que no tiene medida, justamente de allí la crueldad del
superyó.

La necesidad de castigo es el nombre que Freud le da a la resistencia del superyó y la


reacción terapéutica negativa es como la resistencia se pone de manifiesto clínicamente. Es
el fenómeno a través del cual se puede ubicar la necesidad de castigo. Entonces, una cosa
es el sentimiento de culpa normal que descansa en la tensión entre el yo y el ideal, sentirme
mal y culpable porque sé que no estoy a la altura del ideal, y otra cosa es esa dimensión
que Freud llama necesidad de castigo, que es inconsciente y que refiere a un padecimiento
martirizador.

En el marco de un tratamiento analítico, la forma más extrema y patológica de esta


dimensión del masoquismo moral, Freud la nombra como reacción terapéutica negativa.

CASTRACIÓN Y NEUROSIS

El complejo de castración es ahora el motor de la defensa que recae sobre las aspiraciones
edípicas. Es decir, sobre las exigencias libidinosas del complejo de edipo. La exigencia
pulsional conlleva un peligro exterior que es la castración, por lo tanto, ante un peligro de
castración el yo da la señal de angustia para inhibir el proceso de investidura que parte de
ello. Es decir, la angustia crea la represión. La angustia de castración se constituye
como núcleo de la neurosis

Entonces, hay que decir que la defensa ya no equivale punto por punto a la represión. La
represión es uno de los mecanismos de defensa pero no el único, también está la regresión,
las formaciones reactivas, la negación, la proyección y otros que veremos prontamente.

Lo importante de este capítulo es que la situación inicial para toda neurosis es la misma: la
defensa contra las exigencias libidinosas del complejo de edipo y, por otro lado, el estudio
de la neurosis obsesiva pone de relieve que hay otros mecanismos de defensa en juego
además de la represión, como la regresión de la fase falica a la fase sadico anal y las
formaciones reactivas que consisten en un reforzamiento de la actitud opuesta que se
reprime.

EXTRA COMPULSIÓN A REPETICIÓN

Es por la repetición que esos olvidos van a poder ser recuperados, es decir, lo que
llamamos las lagunas del recuerdo, pero es también por ella que no todo va a poder ser
recordado. Habría un resto, lo que se repite en lo que se repite, que no podría terminar de
ser ligado por ninguna repetición. Y finalmente, el más allá, va a ser esa fuerza que insiste
porque no puede agotarse el trauma, es decir, lo que queda, lo que resta, en lo que se
repite, lleva al analista (dimensión ética importante) a renunciar a cierto “furor curandis”,
como lo llama Freud a tener furor por curar, porque parece que habría algo que empieza a
asomar como incurable, y entonces encuentra un límite que se transforma en un límite ético
en relación a la dirección de la de la cura.

Este eterno retorno de lo igual, de la vuelta de emociones que nunca produjeron


satisfacción, sino que ya estaban destinadas únicamente a producir displacer, Freud dice
que eso se lo repite vanamente, que hay algo que empuja a ello. Es un eterno retorno de
lo igual, vía por la cual Freud va a establecer una relación entre la compulsión de
repetición y la pulsión. Entonces va a decir que todas las exteriorizaciones descritas para
fundamentar la compulsión de repetición, es decir, los sueños traumáticos, el Fort-Da, la
compulsión de repetición en la transferencia, tienen un carácter absolutamente pulsional.

Y se anuncia entonces así, en la pulsión, un carácter nuevo que es justamente el de que las
pulsiones ahora se vuelven conservadoras, hay un carácter conservador, regresivo, de
retorno a un estado anterior que se corresponde con el carácter fatigante que tiene la
repetición para la persona, para el sujeto y que lo va a llevar a Freud ya más definitivamente
a conceptualizar la pulsión de muerte.

METÁFORA BARRERA ANTI ESTÍMULOS

¿Cuál sería la tarea prioritaria primera del aparato? Dominar el estímulo. Freud sostiene que
la tarea de protegerse contra los estímulos es casi más importante que la de recibirlos o
tramitarlos psíquicamente.

Definida la función de la protección anti-estímulo y también la prevalencia de la serie de


sensaciones, placer y displacer, tendríamos que definir en qué consisten las excitaciones
traumáticas, a qué tipo de excitaciones vamos a denominar como traumáticas, por ejemplo,
en las neurosis traumáticas. Vamos a definir a estas excitaciones como excitaciones
externas que poseen la fuerza suficiente para perforar la protección anti-estímulo. Si logran
hacerlo, si estás excitaciones traumáticas logran perforar la protección anti-estímulos,
producen una perturbación en la economía energética, en la magnitud y en los volúmenes
de los estímulos circundantes, por ende, produce una perturbación que también anula la
dinámica de las representaciones. Sin duda, habrá que defenderse de una perturbación de
tamaña magnitud. Si esto acontece, en un primer momento, el principio de placer quedará
abolido, ya que no se pudo impedir que el aparato anímico resulte inundado por esos
grandes volúmenes de estímulos. Entonces la tarea es, como dijimos, dominar el estímulo,
intentar ligar psíquicamente los volúmenes de excitación que penetraron violentamente a fin
de luego tramitarlos por medio del principio de placer, pero primero, dominarlos.

¿Cuál es el medio de defensa por excelencia que Freud ubica? El apronte angustiado. La
angustia protege contra el terror. La presencia de este apronte angustiado, de esta angustia,
de esta protección frente al terror, esa expectativa ante el peligro implicaría la posibilidad de
ligar esa excitación. Su ausencia presentifica el terror, que tiene por condición la falta de
apronte angustiado. Ubica así una dimensión de la angustia que es de protección contra el
terror. De este modo, Freud anticipa la función de la angustia como contrainvestidura, como
un modo de respuesta frente a lo que será un peligro para el aparato. Freud llama a la
angustia la última trinchera de la protección anti-estímulo. Cuando faltó el apronte
angustiado y se perforó la protección anti-estímulos, en consecuencia, el aparato ha
resultado avasallado.

Sigue explicación de sobreinvestidura, es el apronte angustiado (pag 5 o 2 de teórico 4 tm)


¿Cómo se manejaría el aparato con los estímulos interiores donde no hay posibilidad de
esta protección anti-estímulo? Los tratará como si no proviniesen desde adentro, sino como
si fueran externos, para poder aplicar sobre ellos la protección anti-estímulo. La protección
anti-estímulo no funciona cuando se trata de procesos excitatorios internos, es decir, a las
pulsiones.

La función del aparato es ligar la excitación de las pulsiones que entran en operación en
este proceso primario, en acuerdo con el programa del principio de placer. Pero nos
encontramos con el fracaso de esta ligazón de las mociones pulsionales, y dice Freud, esto
provocaría una perturbación análoga a las neurosis traumáticas. Solo cuando se alcance
esa ligazón podrá volver a establecerse el imperio irrestricto del principio del placer y, como
aprendimos, el aparato anímico, tendrá la tarea previa de dominar o ligar la excitación.
¿cuándo nos encontramos con el fracaso de la ligazón de las mociones pulsionales?
Retomemos algunas cuestiones previas: las exteriorizaciones de una compulsión de
repetición, por ejemplo, el juego infantil o la compulsión de repetición en el dispositivo
analítico, que muestran claramente un carácter pulsional e independiente del principio del
placer.

Allí, hay algo que insiste, por ejemplo, si tomamos el juego infantil y la incansable repetición
del Fort, ni aun por ese medio, consigue el dominio sobre la intensidad de la impresión
traumática. La pulsión obedece a un proceso no ligado, de modo análogo a esas
excitaciones exteriores que amenazan con avasallar al aparato y producir las
perturbaciones económicas que vimos. En relación al sueño, el sueño traumático devuelve
una y otra vez, una y otra vez, la situación traumática y despierta, como dice Freud, con
renovado terror. Ahí vemos que efectivamente no cumplen la función de cumplimiento de
deseo ni están al servicio del principio de placer. No operan como guardianes del dormir
porque despiertan. Lo mismo acontece en el dispositivo analítico: la compulsión a repetir en
la transferencia episodios del periodo infantil de la vida que se sitúan en todos los sentidos
más allá del principio de placer. Los analizantes muestran vivencias de un tiempo primordial
vinculadas con lo visto y oído que no subsisten en el interior en estado ligado, más aún, son
insusceptibles de ello y, por lo tanto, pueden producir efectos análogos al fracaso de la
ligadura.

Se nos desprende una pregunta que es ¿de qué modo se entrama lo pulsional con esta
compulsión de repetición más allá del principio de placer?

Freud nos asevera algo clave y fundamental, y que no ha sido acentuado hasta este texto
en su doctrina de las pulsiones, que es un carácter que es universal de las pulsiones. Y ahí
nos arroja una conjetura: Una pulsión es un esfuerzo inherente de reproducción de un
estado anterior que el ser orgánico vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas
perturbadoras externas. ¿no solíamos ver en la pulsión el factor que esfuerza al cambio y al
desarrollo? Esta línea argumentativa metapsicológica nos lleva a reconocer ese carácter
universal de las pulsiones, su naturaleza conservadora. ¿Cómo la pulsión, en su búsqueda
de la satisfacción, buscaría algo nuevo? ¿Como no intentaría repetir una satisfacción ya
hallada? Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones que la meta de la vida
fuera un estado nunca alcanzado antes, la meta ha de ser más bien un estado antiguo e
inicial. Y si volvemos a nuestra metáfora biológica, este estado ha de ser un estado antiguo
inicial que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la
evolución. Esto le permite afirmar a Freud que ese carácter universal, esa naturaleza
conservadora, un primer momento, intenta recuperar aquel estado que lo vivo abandonó
una vez.

Partimos de la materia inanimada, en algún momento se suscitaron en esa materia


inanimada las propiedades de la vida, y dice Freud, así nació la primera pulsión, la de
regresar a lo inanimado. En esa época, a la sustancia viva todavía le resultaba muy fácil
morir, tenía que recorrer solo un breve camino vital. Influjos externos forzaron a esta
sustancia viva a desviarse de la meta originaria y a dar unos rodeos cada vez más
complicados antes de alcanzar la meta de la muerte, estos rodeos para llegar a la muerte
son los que nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales.
Este carácter universal de las pulsiones, su naturaleza conservadora y esta
conceptualización de la pulsión de muerte lo llevará a Freud a revisar su dualismo pulsional
y también a revisar el concepto de masoquismo.

TRAUMA

Nos restará una pregunta que trabajaremos más adelante: Lo no ligado, ¿es posible de ser
ligado o siempre resta un núcleo imposible de ligar? Esta es una modificación clave de la
teoría de Freud respecto del trauma.

Detengámonos en este punto. Recuerdan los primeros textos y sus referentes clínicos, con
Emma articulamos el trauma en dos tiempos ubicando la vivencia sexual prematura
traumática con su valor etiológico. Con Cecilia, el trauma es del orden de la representación,
el trauma es la representación patógena. Con el descubrimiento del inconsciente y la
fundación del psicoanálisis, nunca más volverá a considerar el trauma como representación.

En “MIs tesis” rompe con la idea de la vivencia de seducción como traumática, deja de lado
la insistencia de los influjos accidentales y adquieren primacía, valor fundamental, los
factores constitucionales: la pulsión. Ubica el valor principal de la sexualidad infantil y su
carácter pulsional. Con el concepto de fantasía como velo a la propia práctica sexual infantil,
Freud subraya al autoerotismo y a la satisfacción paradojal como aquello ante lo cual el
aparato debe hacer algo, la satisfacción autoerótica como elemento clave de la definición de
pulsión.

En “Más allá”, el trauma se reformula. Vuelve a hacerse exterior, sin embargo, hay que
reubicar esta concepción de exterioridad, de lo que se trata es de aquello que está fuera del
campo de las representaciones y al mismo tiempo lo sostiene. Es aquello imposible de ligar
como un punto de exterioridad al campo de las representaciones. Pero cuando definamos
en breve a la pulsión de muerte, veremos la fuente. La fuente es la pulsión.

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