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Adicción y Familia
Adicción y Familia
Etapa 1 (Ajuste)
En la adicción la experiencia de intoxicación seduce al adicto y lo aleja de su familia.
Esta persona se vuelve incapaz para resistir la atracción de la experiencia de la droga, o
del alcohol. Lentamente, a veces rápidamente, se aparta de sus valores familiares,
rutinas, rituales y creencias. El adicto crea una familia “alternativa”, constituida por los
amigos del bar, los grupos o pandillas, casinos, prostitutas que se vuelven más
importantes que la propia familia inmediata. Drogarse, emborracharse se vuelve más
importante que convivir con su familia.
El círculo de amigos del adicto empieza a convertirse en su sociedad principal. Rompe
los lazos emocionales y su compromiso con su familia, amigos y comunidad y los
transfiere hacia otros adictos. En lugar de depender del apoyo familiar para resolver sus
asuntos, el adicto confía cada vez más en el proceso adictivo.
Todos en la familia sienten los dolorosos efectos del distanciamiento. Sin embargo, el
adicto vive en la negación y no se percata de nada de esto.
Ven al adicto abandonar el verdadero sentido del placer y tomar decisiones carentes de
sentido. La preocupación de un ser amado es una amenaza para el adicto y éste responde
a la amenaza tratando de minimizar, racionalizar y refutar las preocupaciones de esa
persona. El adicto lo toma como “dar lata”.
El amor que nadie escucha: La ansiedad es un sentimiento normal. Todo el mundo se
ajusta a un nivel de tensión siempre presente en el hogar. Es natural que la familia se
sienta ansiosa. Los miembros de la familia sienten el peligro de la adicción y pueden
prever sus consecuencias; a medida que el adicto continúa haciendo a un lado sus
preocupaciones, la familia se asusta más. Aunque se le cuestione, el adicto nunca ve ni
escucha el amor y la preocupación de su familia.
Al paso del tiempo, la vida familiar cotidiana se convierte en una lucha de poder. El
adicto se da de topes con los codependientes; cada quien lucha para demostrar que el
otro está equivocado; cada quien trata de convencer al otro.
Comunicación: Antes, los miembros se comunicaban para saber qué estaba mal, ahora
lo hacen para saber quién está mal.
En la familia adicta la verdad supone una amenaza. Si los miembros de la familia
hablarán abiertamente sobre la adicción, podrían encontrar una solución, sin embargo,
debido a su dependencia, el adicto debe sabotear la verdad y el proceso de
comunicación. Cada miembro construye un muro emocional tras el cual protegerse.
El adicto intensifica sus ataques contra la familia: Los otros se convierten en “los
malos”. Otros tienen la culpa. La energía se canaliza hacia la ira, el dolor y la negación.
La familia se centra en el poder, la persona con más opciones tiene el mayor poder. Por
consiguiente, el adicto -que está dispuesto a arriesgar más que ningún otro en la familia-
generalmente tiene el máximo poder. A menudo los coadictos (las personas
directamente relacionadas con el adicto) contraatacan y se vuelven contra el adicto
enojándose y resistiéndose. A veces el coadicto parece más perturbado e inestable que el
temperamental adicto.
La familia vigila al adicto: Durante la primera etapa de la adicción, la familia del adicto
empieza a vigilarlo de manera diferente. La familia se siente preocupada y entristecida.
Esta situación puede consumir a la familia del adicto.
Motivados por el amor, tratan con mayor empeño de mantenerse unidos acechando al
adicto.
Los preocupados miembros de la familia hacen a un lado sus necesidades personales
para atender las necesidades inmediatas del adicto.
Los efectos sobre los niños: En la familia donde uno de los padres es adicto, los niños
deben confiar en alguien que es peligroso para ellos. Aunque desean atención y apoyo
de los padres, es posible que sientan repulsión.
Para adaptarse, los niños suelen tomar el papel de padres y satisfacer las necesidades
emocionales de la familia. Si un adicto adulto en la familia necesita un amigo, a menudo
el niño tiene que serio. Si el cónyuge necesita alguien que le dé seguridad, el niño está
ahí para brindarle apoyo. Si el padre necesita alguien con quien quejarse, el hijo o la hija
están disponibles. Con tantas presiones, los niños se ven obligados a tomar partido en el
juego político de la familia. Los padres hacen campaña en busca de apoyo. Con
razonamientos determinan quién está en lo correcto y quién está equivocado y cada hijo
tiene un solo voto.
Cuando el niño siente que sus padres están bien, queda libre para explorar el mundo de
acuerdo a sus propias necesidades, no las de sus padres. En lugar de vigilar el mundo de
los padres, el niño es libre de jugar y explorar el suyo.
Durante la etapa de ajuste, es frecuente que los niños finjan ser mayores de lo que son.
(Los niños hacen esto en todas las familias, pero ocurre con mayor frecuencia en las
familias adictas y el deseo es más intenso). Pero con el deseo de ser mayores, viene el
ansia de poder, que con frecuencia presenta a los niños una posible solución. Ser más
grande significa más poder, y tener más poder significa que pueden ayudar a salvar a su
familia.
La razón se desmorona: A medida que la adicción progresa, las familias y las parejas,
tienen dificultad para recordar por qué están juntas. En la familia adicta no hay
respuestas, sólo frustración.
Cuando las familias o las parejas adictas pierden su razón de existir, trabajan para seguir
juntos en lugar de hacerlo para vivir juntos. Los miembros de la familia buscan
afanosamente buenas razones para no pasar tiempo juntos y llevan una vida de
aislamiento, como una forma de amortiguar sus pérdidas.
La descomposición del amor: La familia adicta ya no puede seguir sus principios, sus
valores. El amor se empieza a desmoronar. El amor se construye y está hecho de
principios que le dan cohesión.
Distanciamiento: Tener una vida separada, desconocida para el resto de la familia, trae
consigo una especie de esperanza, un lugar de autoestima, una oportunidad de
intimidad. Con este tipo de distanciamiento pueden encontrar algún alivio, pero con
frecuencia éste es acompañado por un sentimiento de culpa por haber abandonado a la
familia.
Los rituales familiares desaparecen: Debido a que los rituales crean intimidad y
vinculación, en las familias adictivas, aquéllos se interrumpen y contaminan. Después
de un tiempo, la familia entera abandona los rituales.
Felicidad: Las familias de adictos definen la felicidad como una ausencia de crisis, es
decir, por aquello que no ocurre.
Los miembros de las familias de adictos desean la felicidad, tanto como cualquier otro;
pero sencillamente no creen que exista. Temen interesarse en ella. Para la familia
adictiva, la felicidad es un riesgo.
Las crisis se hacen más frecuentes: En este tipo de familias, las crisis ocurren con gran
frecuencia y rara vez producen soluciones o crecimiento. Incluso pueden ser creadas
para dejar salir la tensión y las emociones reprimidas.
Se establecen nuevas reglas: Las reglas son intentos de control. Formular nuevas reglas
es un mecanismo de solución que se usa para disminuir la tensión en la familia. El
adicto generalmente acepta las nuevas reglas, para quitarse de encima a los demás.
Descansan cuando el adicto firma el acuerdo, aunque lo haga con tinta invisible.
Vergüenza y culpa: La vergüenza surge en parte, porque todo mundo sabe que a cierto
nivel la familia no está prosperando, y que, de alguna manera, cada quien está
contribuyendo a la situación. Es difícil vivir con la vergüenza. Nos hace sentir que no
valemos nada y produce odio hacia nosotros mismos. Pero en lugar de resolver
directamente su propia vergüenza, culpan al prójimo.
Los sentimientos de dolor y tristeza se ocultan con ira y negación.
Etapa 3 (Desesperación)
Padres e hijos por igual están cansados; apenas pueden manejar sus propias vidas.
Los seres humanos tienen necesidades de vinculación. Durante esta etapa, la mayor
parte de los miembros de la familia sabe que sus necesidades no pueden satisfacerse a
través de la familia, a menos que se formen vinculaciones negativas. En una vinculación
negativa, los mecanismos de defensa de una persona entran en juego con los de otra.
La vida en estado de choque: Durante esta etapa final de la adicción, los miembros de la
familia experimentan un trauma constante y la gente actúa como si el peligro siempre
fuera inminente. Una puerta que se azota, un radio que repentinamente suena muy alto o
una voz agitada, basta para asustar a todos. Los miembros de la familia se sobresaltan
fácilmente. Esto puede desencadenar más pleitos y discusiones.
Durante esta etapa sin esperanzas, dejar a la familia es una estrategia socorrida y una
solución común. El cónyuge de un adicto puede pedir la separación o divorcio, tener un
o una amante, lo que sea con tal de salirse.
Los niños usan el método: “si no puedes con el enemigo, únetele”. La unión traumática
hace que se sienta seguro y especial; pero en realidad se esta uniendo a alguien que lo
pone en peligro.
Los lazos se aflojan: Las familias repiten la misma conversación segura o no conversan.
Se evitan conversaciones más íntimas o profundas, que están cargadas de emociones y
requieren una capacidad de atención que la familia ya perdió para esta etapa.
LOS NIÑOS Y EL PROCESO ADICTIVO Cómo afectan la adicción a los niños en las
diferentes etapas de su desarrollo
La edad del juego y el proceso adictivo: jugar con el sentido de propósito (2 a 5 años)
Según Erikson, la meta en esta etapa (de dos a cinco años) es que el niño “emerja con
un sentido de iniciativa intacto”. Esto significa que el niño puede permanecer
concentrado en una tarea hasta completarla y experimentar el orgullo de lograr la meta.
Si el niño concluye con éxito esta etapa, el sentido de iniciativa sale indemne y se
transforma más adelante en sana ambición e independencia. El niño se sentirá guiado
por un sentido de propósito.
La edad del juego es también el tiempo en que los niños se sienten parte de un grupo,
como puede ser la familia, la guardería, el kinder o el club.
Los niños de familias adictivas quieren ser grandes para luchar y derrotar al demonio de
la adicción que habita en su familia. Desde luego, el niño fracasa. Al confrontarse con el
poder del proceso adictivo, los hijos de adictos a menudo se sienten avergonzados,
enojados y culpables debido a su pequeñez, a su falta de poder.
En los hogares sanos, los niños usualmente sienten seguridad gracias al poder de sus
padres. Está ahí como un refugio al cual acudir, cuando se llega al límite de las propias
fuerzas.
Los niños de las familias adictivas rara vez experimentan el uso del poder ético o justo.
Lo que es “correcto” a menudo se determina no por valores, sino por los estados de
ánimo de los padres o por su nivel de intoxicación. Estos niños pronto aprenden que "la
fuerza define lo correcto".
“Sólo como un ser dependiente el hombre puede desarrollar su conciencia; y es a través
de la conciencia como el hombre puede llegar a depender de sí mismo”, dice Erikson.
Imagine que por fuerza se le obliga a depender de alguien a quien encuentra asqueroso y
repugnante. ¿Quién quiere depender de un adicto? Nadie. Ni siquiera un niño, aunque
tenga que hacerlo. Este niño, por tanto, desarrolla su conciencia al depender de sí
mismo y de lo que otros adultos -maestros, niñeras, etcétera- le dicen. Incluso este niño
puede adoptar el sistema de valores de la cultura en general.
Si un niño no desarrolla una conciencia basada en el sentido y los principios, puede
desarrollar una conciencia más primitiva, cruel, agraviada y sin compromisos, enraizada
en el poder bruto. Al crecer, este niño desarrollará una conciencia basada en una actitud
soberbia, en lugar de basarla en la moral. La soberbia tiene que ver con el poder;
considera todos los asuntos éticos como un asunto de ver quién tiene la razón.
Este niño aprenderá a juzgar quién está en lo correcto y quién está equivocado o a quién
debe culparse. Este sentido es crucial para la supervivencia en una familia adicta, en la
que estar en lo “correcto” proporciona más poder para culpar a otros.
Niños resistentes
Algunos hijos de familias adictas pueden convertirse en lo que Emmy Werner llama
niños resistentes. En un estudio que abarcó treinta años, Werner encontró que casi una
tercera parte de los hijos de alcohólicos y adictos crecieron y desarrollaron vidas
normales y productivas. En su libro Vulnerable but Invincible, describe cómo los niños
resistentes encontraron apoyo fuera de sus familias. Los niños resistentes... tendían a ser
populares con sus compañeros de clase y tenían por lo menos un amigo cercano o,
normalmente, varios. Confiaban en una red informal de vecinos y amistades para buscar
consejo y apoyo. Aparentemente hacían de la escuela un hogar fuera del hogar, un
refugio para dejar el desorden doméstico. Para otros, el apoyo emocional provenía de un
grupo de iglesia.
Los niños resistentes poseen la capacidad de ver lo que está ocurriendo, distanciarse de
lo peor de la locura -por lo menos emocionalmente- y reparar por sí mismos el daño que
les fue infligido. Pueden permanecer conectados a los principios de mejoramiento y
encontrar maneras de conservar viva su humanidad. No esta claro por qué unos niños
pueden hacer esto y otros no.
Sin embargo, está claro que los niños resistentes a veces pagan un alto precio emocional
por encontrar su humanidad fuera de la familia. Frecuentemente sienten que han
traicionado a su familia. De hecho, así fue y así tuvo que ser. Para poder sobrevivir, se
separaron del proceso adictivo y del deterioro familiar.
El modo de ser del mundo
Los hijos de adictos pueden sentirse cómodos o incómodos frente a la necesidad de
negociar. Una sensación de incomodidad puede surgir del interior, cuando el niño se
siente inferior y en desventaja, debido principalmente a la vergüenza que le abruma. O
también puede sentirse cómodo al estar dentro de un sistema basado en el poder,
siempre y cuando todos sean de su mismo tamaño.
CODEPENDENCIA
La familia como sistema recibe de manera frontal el impacto de una adicción, de modo
que no existe familia que no se afecte y muestre síntomas de disfunción, cuando uno de
sus miembros se enferma de adicción.
Paradójicamente además, la familia afectada por la adicción, termina produciendo un
sistema de conductas que apoyan al desarrollo de la adicción. A esto le llamamos
codependencia.
Disfunción Familiar
Las relaciones familiares y la comunicación se van haciendo cada vez más
disfuncionales, debido a que el sistema familiar se va enfermando progresivamente. La
comunicación se hace más confusa e indirecta, de modo que es mas fácil encubrir y
justificar la conducta del adicto. Esta disfunción se va convirtiendo en el estilo de vida
familiar y produciendo en muchos casos el aislamiento de la familia de los contactos
sociales cotidianos. Las reglas familiares se tornan confusas, rígidas e injustas para sus
miembros, así como los roles de cada miembro familiar que se van distorsionando a lo
largo del proceso de avance de la adicción. Todos los miembros de la familia se afectan
de este sistema de reglas disfuncionales, y es allí, donde los niños van formando su
carácter codependiente, que puede facilitar el desarrollo de adicciones o de relaciones
enfermas en el futuro.
Facilitación
La conducta codependiente es una respuesta enferma al proceso adictivo, pero además
se convierte en un factor clave en la evolución de la adicción. O sea que la
codependencia promueve el avance del proceso adictivo. A este concepto le llamamos
"facilitación". Existen diversas formas que toma la facilitación que oscilan entre la
colaboración y la agresión. Los codependientes no pueden darse cuenta de que están
facilitando el problema, en parte por la negación y en parte porque están convencidos
que su conducta esta justificada, debido a que están "ayudando" a que el adicto no se
deteriore más, y a que la familia no se desintegre.
Recuperación de la Codependencia
Asi como la adicción es una enfermedad tratable, la codependencia también lo es. El
tratamiento de la codependencia puede consistir en una mezcla de psicoterapia y
asistencia a grupos de autoayuda, hasta sesiones estructuradas de terapia familiar.
Muchas veces la recuperación de una familia afectada por la adicción, comienza con la
recuperación de los codependientes, sin embargo es necesario que el codependiente
ponga el foco en su propia recuperación y cuidado personal, para que esto ocurra.
Los grupos de autoayuda para familiares de adictos, tales como: Familias Anónimas,
Alanon y Codependientes Anónimos son de gran utilidad en el proceso de recuperación
familiar y de la codependencia.
La codependencia es el resultado del impacto de la adicción en la familia. Esta
codependencia se manifiesta a través de patrones de conducta y relación que son
disfuncionales y que facilitan el desarrollo de la adicción. La codependencia es tratable
y la recuperación es posible.
2.- El Cuidador: Ellos asumen con ímpetu todas las tareas y responsabilidades que
puedan, con tal de que el adicto no tenga responsabilidades, o tenga las menos posibles.
Ellos actúan así convencidos de que al menos “las cosas están andando”. Lo que no
pueden ver, es que esto los carga con tareas que no les corresponden y con
responsabilidades que no son suyas, produciendo una sobrecarga que afecta su salud.
Esto a su vez promueve la falta de conciencia en el adicto, del deterioro que produce la
adicción en su funcionamiento.
3.- El Rebelde: La función del rebelde u oveja negra, es desenfocar a la familia y atraer
la atención sobre sí mismo, de modo que todos puedan volcar sobre él, su ira y
frustración. Muchas veces es el niño que continuamente tiene problemas de disciplina
en la escuela, o incluso el joven que experimenta con drogas ilegales.
6.- El Desentendido: Usualmente este rol es tomado por algún menor de edad que se
mantiene "al margen" de las discusiones y de la dinámica familiar. En realidad es una
máscara que cubre una gran tristeza y decepción que es incapaz de expresar.
1.- Victima: Este jugador se percibe a sí mismo como víctima de las circunstancias, y de
las personas a su alrededor. Culpabilizan a los demás de sus problemas y son incapaces
de admitir responsabilidad sobre sus actos. Para comunicarse utilizan mucho la
manipulación por el sentimiento de culpa. Usualmente es el rol preferido de los adictos
activos, pero podría ser practicado por un codependiente también.
2.- Perseguidor: El perseguidor está convencido de que hay una necesidad imperiosa de
controlar al adicto y someterlo. De esta manera establece sus acciones como
enmarcadas en la tarea de disciplinar, o de controlar la conducta que perciben como
inadecuada o intolerable. Las razones de fondo pueden estar justificadas, pero al utilizar
la fuerza de manera irrazonable e imponer sus criterios, no sólo esta deteriorando mas
las ya dañadas relaciones familiares, sino que terminan justificando aún más la visión de
víctima del adicto. La agresión es el método de comunicación que el perseguidor utiliza
y muchas veces es contra el adicto y contra el codependiente identificado como
rescatador, a quien culpa de la conducta del adicto.
Estos roles son parte de la dinámica básica de la disfunción familiar que ocurre en la
adicción. Los roles no son fijos, sino intercambiables y el adicto, así como cualquier
familiar pueden rotar de roles, pero siempre habrá alguien ocupando las posiciones para
poder cerrar el triángulo.
También es importante que los participantes hagan conciencia de su parte en este juego
y lo suspendan, pues es una pérdida de energía, y se produce una tensión acumulada que
termina explotando. Además el resultado final de esta dinámica es el de perpetuar el
comportamiento adictivo.
2.- Intentos de Control: Se refiere a la compulsión por controlar el uso del adicto, pero
también sus conductas, pensamientos y sentimientos, auto imponiéndose a sí mismo el
codependiente metas irrazonables que solo terminan produciendo más ira, confusión y
desesperanza.
3.- Asumir las Responsabilidades del Adicto: Cuando el adicto deja de cumplir con sus
responsabilidades cotidianas o familiares, el codependiente asume estas
responsabilidades con la justificación de evitar una crisis. La paradoja es que de todos
modos las crisis se producen y el codependiente se va cargando cada vez mas de tareas,
lo que al final lo drena e impiden su funcionamiento en la vida diaria y afectan su salud
integral.
4.- Racionalización y Adaptación: Al racionalizar con el adicto o justificar su uso, el
codependiente le refuerza el sistema de negación, de modo que es cada vez menos capaz
de realizar la gravedad de su adicción. Esto termina produciendo un ambiente familiar
donde se “normaliza” los comportamientos propios de la adicción y la familia se adapta
a la enfermedad.
6.- Rescate y Sumisión: Las conductas de rescate que además se conjugan con la
sumisión del codependiente a la dinámica del proceso adictivo, convierte al
codependiente en alguien al servicio del proceso adictivo que lógicamente apoya el
avance de la adicción.
Estas conductas provienen de la codependencia que ha sido causada por la exposición a
la adicción en la familia.
La importancia de tomar conciencia de la codependencia y poder tratarla, es que de esa
manera se removería la facilitación, y se establecerían nuevos patrones de relación
familiar que sean más adecuados para la recuperación.