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ADICCIÓN Y FAMILIA

CÓMO VIVE LA FAMILIA: ETAPAS DE LA ADICCIÓN


La adicción es una enfermedad que destruye la capacidad de la persona para crear y
mantener relaciones significativas. Con el tiempo, todos los miembros de una familia
adicta deben ajustarse y adaptarse a pérdidas psicológicas, emocionales y espirituales.
La familia ya no está organizada alrededor de valores mutuos, ahora la familia está
organizada alrededor de la adicción. Los miembros que alguna vez encontraron
consuelo, compañía, amor constante y sentido entre sí, están ahora nerviosos, irritados y
descontentos.
Las rutinas establecidas, se han tornado impredecibles. ¿Quién llegará a cenar? ¿Quién
estará borracho o drogado? ¿Estará papá enojado, ensimismado o alterado? ¿Dónde
estará mamá? En vez de ser un lugar de refugio y santuario, ahora el hogar es un lugar
de incertidumbre, peligro y dolor.
Las relaciones y los individuos se lastiman y maltratan. La ira y las discusiones se
vuelven el pan de cada día.
La adicción en sí misma es un animal enfurecido que acecha de continuo a la familia.
Por lo tanto, la familia sintiéndose amenazada siempre está alerta, en guardia. Aunque
lo nieguen el adicto y los demás, la enfermedad es un tirano que controla a la familia.
Dicta cuán plácida o tumultuosa serán las situaciones en la familia, la hora en que
regresa del bar el adicto, cuán asustados estarán los niños a la hora de irse a la cama o si
los padres despertarán a tiempo para llevarlos a la escuela. No es sorprendente que las
familias adictas estén llenas de frustración, ira y vergüenza. Es comprensible que, con
tal caos e impotencia en casa los miembros de la familia busquen tener poder para
defenderse. Este tipo de familia depende de sus sistemas de defensa para resolver sus
problemas, en lugar de usar la razón y la comunicación colectiva.
Los miembros de la familia se vuelven más reactivos, están constantemente atentos al
peligro y, cuando lo ven venir, reaccionan para evitarlo o controlarlo. Aumentan el
temor y los conflictos. Los padres son cada vez menos capaces de encontrar soluciones.
Las conversaciones están marcadas por expresiones egoístas y el uso de ciertos tonos y
gestos intimidantes.

Etapa 1 (Ajuste)
En la adicción la experiencia de intoxicación seduce al adicto y lo aleja de su familia.
Esta persona se vuelve incapaz para resistir la atracción de la experiencia de la droga, o
del alcohol. Lentamente, a veces rápidamente, se aparta de sus valores familiares,
rutinas, rituales y creencias. El adicto crea una familia “alternativa”, constituida por los
amigos del bar, los grupos o pandillas, casinos, prostitutas que se vuelven más
importantes que la propia familia inmediata. Drogarse, emborracharse se vuelve más
importante que convivir con su familia.
El círculo de amigos del adicto empieza a convertirse en su sociedad principal. Rompe
los lazos emocionales y su compromiso con su familia, amigos y comunidad y los
transfiere hacia otros adictos. En lugar de depender del apoyo familiar para resolver sus
asuntos, el adicto confía cada vez más en el proceso adictivo.
Todos en la familia sienten los dolorosos efectos del distanciamiento. Sin embargo, el
adicto vive en la negación y no se percata de nada de esto.
Ven al adicto abandonar el verdadero sentido del placer y tomar decisiones carentes de
sentido. La preocupación de un ser amado es una amenaza para el adicto y éste responde
a la amenaza tratando de minimizar, racionalizar y refutar las preocupaciones de esa
persona. El adicto lo toma como “dar lata”.
El amor que nadie escucha: La ansiedad es un sentimiento normal. Todo el mundo se
ajusta a un nivel de tensión siempre presente en el hogar. Es natural que la familia se
sienta ansiosa. Los miembros de la familia sienten el peligro de la adicción y pueden
prever sus consecuencias; a medida que el adicto continúa haciendo a un lado sus
preocupaciones, la familia se asusta más. Aunque se le cuestione, el adicto nunca ve ni
escucha el amor y la preocupación de su familia.
Al paso del tiempo, la vida familiar cotidiana se convierte en una lucha de poder. El
adicto se da de topes con los codependientes; cada quien lucha para demostrar que el
otro está equivocado; cada quien trata de convencer al otro.

La erosión de la confianza: Debido a que el adicto constantemente es manipulado por la


experiencia de la intoxicación y se vuelve manipulador, ve a todo el mundo bajo la
misma luz; le es imposible considerar que la preocupación sea genuina. Piensa que sus
seres queridos están tratando de engañarlo o de forzarlo a que deje de beber o usar
drogas. Por consiguiente, para defenderse el adicto aumenta su desconfianza y se
distancia de la familia. Cuando los miembros de la familia ven que el alcohólico se aleja
y se hace más dependiente de una sustancia química, están menos dispuestos a confiar
en él. La confianza es esencial en las relaciones de intimidad. Las relaciones se
desintegran al faltar la confianza.

La adicción toma el mando: La adicción afecta a la familia en cuatro niveles:


conductual, mental, emocional y espiritual.
Conductual: La familia sabe que existe un problema. Saben que la bebida o la droga de
un miembro de ella los gobierna cada vez más. Esto se refleja en sus mentes, sus
actitudes y su conducta. Cada día, cuando los niños regresan a casa de la escuela, se
preguntan qué les espera del otro lado de la puerta.
Mental: Ahora se emplea más tiempo y energía tratando de comprender lo que está
pasando. Todo mundo vive el alocamiento y las peleas una y otra vez. Los miembros de
la familia pueden pasar horas enteras hablando entre sí o pensando y analizando la
conducta del adicto. Todo el mundo se pregunta por qué y busca respuestas. En su
impulso de sentido, los miembros de la familia buscan el sentido de algo que
fundamentalmente no lo tiene.
Emocional: El adicto crea un engañoso sistema de defensa que permite que la adicción
avance. Enfrentados a los ataques del adicto, los miembros de la familia naturalmente se
defienden, lo cual sólo los lleva a librar batallas sin sentido con el adicto. Tal vez pronto
empiecen a desarrollar su propia forma de engaño para eliminar el problema de su
mente: “No pasa nada. No bebe tanto. Estará bien...”
Espiritual: El adicto empieza a traicionar principios y valores como la honestidad, la
esperanza y el respeto a sí mismo y a otras personas. La adicción lentamente toma el
control del individuo y de la familia. Se gasta más y más tiempo en tratar de proteger al
adicto.

La evitación y el control reemplazan al sentido: Los miembros de la familia se protegen


evitando y minimizando los problemas causados por la adicción.
El adicto cree que puede controlar la sustancia que absorbe y la familia cree que puede
controlar al adicto.

La familia se vuelve reactiva: Cuando estamos asustados y necesitamos protección,


buscamos el poder instintivamente. Buscan refugio en su propio impulso de poder -
usando argumentos y tácticas similares a las del adicto- y cayendo así en el proceso
adictivo. Al refugiarse en sí mismos, los miembros de la familia se aíslan cada vez más.
La adicción dobla, tuerce y amenaza con romper a los miembros de la familia.
Vivir dentro de una doble muralla: Los miembros creen que deben arreglar el problema
y, sin embargo, no pueden. Su mente les dice que no tienen la culpa, pero en su corazón
sienten que sí la tienen. El adicto quiere vincularse con su familia y, sin embargo, la
rechaza en favor de la adicción. Las preocupaciones de la familia atraen y repelen al,
adicto. El adicto desea mayor libertad para seguir con su adicción creciente y quiere que
la familia no se moleste.
La familia desea brindar ayuda al adicto pero es rechazada. Esto hiere a los miembros
de la familia y los hace desarrollar, como el adicto, un sistema interno de defensa. Cada
miembro de la familia se acerca al adicto por amor y evita al adicto por dolor.

Comunicación: Antes, los miembros se comunicaban para saber qué estaba mal, ahora
lo hacen para saber quién está mal.
En la familia adicta la verdad supone una amenaza. Si los miembros de la familia
hablarán abiertamente sobre la adicción, podrían encontrar una solución, sin embargo,
debido a su dependencia, el adicto debe sabotear la verdad y el proceso de
comunicación. Cada miembro construye un muro emocional tras el cual protegerse.
El adicto intensifica sus ataques contra la familia: Los otros se convierten en “los
malos”. Otros tienen la culpa. La energía se canaliza hacia la ira, el dolor y la negación.
La familia se centra en el poder, la persona con más opciones tiene el mayor poder. Por
consiguiente, el adicto -que está dispuesto a arriesgar más que ningún otro en la familia-
generalmente tiene el máximo poder. A menudo los coadictos (las personas
directamente relacionadas con el adicto) contraatacan y se vuelven contra el adicto
enojándose y resistiéndose. A veces el coadicto parece más perturbado e inestable que el
temperamental adicto.

La familia vigila al adicto: Durante la primera etapa de la adicción, la familia del adicto
empieza a vigilarlo de manera diferente. La familia se siente preocupada y entristecida.
Esta situación puede consumir a la familia del adicto.
Motivados por el amor, tratan con mayor empeño de mantenerse unidos acechando al
adicto.
Los preocupados miembros de la familia hacen a un lado sus necesidades personales
para atender las necesidades inmediatas del adicto.

Los efectos sobre los niños: En la familia donde uno de los padres es adicto, los niños
deben confiar en alguien que es peligroso para ellos. Aunque desean atención y apoyo
de los padres, es posible que sientan repulsión.
Para adaptarse, los niños suelen tomar el papel de padres y satisfacer las necesidades
emocionales de la familia. Si un adicto adulto en la familia necesita un amigo, a menudo
el niño tiene que serio. Si el cónyuge necesita alguien que le dé seguridad, el niño está
ahí para brindarle apoyo. Si el padre necesita alguien con quien quejarse, el hijo o la hija
están disponibles. Con tantas presiones, los niños se ven obligados a tomar partido en el
juego político de la familia. Los padres hacen campaña en busca de apoyo. Con
razonamientos determinan quién está en lo correcto y quién está equivocado y cada hijo
tiene un solo voto.
Cuando el niño siente que sus padres están bien, queda libre para explorar el mundo de
acuerdo a sus propias necesidades, no las de sus padres. En lugar de vigilar el mundo de
los padres, el niño es libre de jugar y explorar el suyo.
Durante la etapa de ajuste, es frecuente que los niños finjan ser mayores de lo que son.
(Los niños hacen esto en todas las familias, pero ocurre con mayor frecuencia en las
familias adictas y el deseo es más intenso). Pero con el deseo de ser mayores, viene el
ansia de poder, que con frecuencia presenta a los niños una posible solución. Ser más
grande significa más poder, y tener más poder significa que pueden ayudar a salvar a su
familia.

Etapa 2 (Desarrollo de una máscara protectora)


Para defenderse y sobrevivir, los miembros de la familia se ponen personalidades como
si fueran disfraces; así se protegen del dolor adicional.
Con el tiempo, los disfraces se vuelven como la piel, como carne verdadera. Los
miembros de la familia caen en el error de creer que las máscaras son su verdadera
identidad. Cambian su conducta y no pueden detenerse, ni volver a ser los seres
auténticos que eran antes de que la enfermedad mandara en la familia.
La persona más dominante de la familia, que suele ser el adicto, trata de utilizar su
fuerza para explotar y manipular a los otros a fin de que accedan a sus deseos.

La razón se desmorona: A medida que la adicción progresa, las familias y las parejas,
tienen dificultad para recordar por qué están juntas. En la familia adicta no hay
respuestas, sólo frustración.
Cuando las familias o las parejas adictas pierden su razón de existir, trabajan para seguir
juntos en lugar de hacerlo para vivir juntos. Los miembros de la familia buscan
afanosamente buenas razones para no pasar tiempo juntos y llevan una vida de
aislamiento, como una forma de amortiguar sus pérdidas.

La descomposición del amor: La familia adicta ya no puede seguir sus principios, sus
valores. El amor se empieza a desmoronar. El amor se construye y está hecho de
principios que le dan cohesión.

Cuando la comunicación se deteriora: Debido a que la comunicación honesta puede


confrontar la adicción, siempre se sacrifica en la familia adictiva.
Los miembros de la familia nunca se escuchan entre sí; únicamente reaccionan. Con
esta actitud reactiva, sólo se escuchan el tono y las primeras palabras de una
conversación.
Aumenta el aislamiento. Cada miembro de la familia se queda sólo en su interior;
inevitablemente se siente deshonrado porque no es escuchado.

La ira como protección: El uso de malas palabras, de vulgaridades y gritos, es una


expresión de ira. También sirve como defensa o como máscara, una forma de aparentar
rudeza y dominación. Estas defensas permiten que uno se sienta poderoso rápidamente;
esto no es poder verdadero. En realidad, las malas palabras desmerecen al que las usa y
son una forma de violencia psíquica, un mazo verbal. A medida que la familia empieza
a desintegrarse, también se desintegra la comunicación. El uso de malas palabras es un
signo de desmoronamiento del propio ser.

La supervivencia sustituye a la intimidad: La supervivencia es una prioridad. Los padres


y los hijos dejan de sospechar que la adicción es el problema: ahora lo saben con
certeza. Ésta es la realidad cotidiana. La vida diaria se convierte en una carga. Para los
hijos, el hogar es un lugar que hay que evitar; y ahora la escuela es el sitio para
relajarse, donde dejan salir las frustraciones del hogar. Es del hogar del que hay que
escapar, no a donde regresar.

La familia se polariza: Como mencionamos antes, es frecuente que la familia adictiva se


divida en bandos. De esta manera, un miembro de la familia puede mantener lazos con
al menos uno o dos de los otros miembros. El adicto y los que lo apoyan, en un bando;
los codependientes en el otro. A menudo, un grupo de codependientes cree que se
necesita control y que deben fijarse y respetarse algunos límites. El grupo que apoya al
adicto, piensa que todo el mundo debe aflojar y relajarse.

Distanciamiento: Tener una vida separada, desconocida para el resto de la familia, trae
consigo una especie de esperanza, un lugar de autoestima, una oportunidad de
intimidad. Con este tipo de distanciamiento pueden encontrar algún alivio, pero con
frecuencia éste es acompañado por un sentimiento de culpa por haber abandonado a la
familia.

Los rituales familiares desaparecen: Debido a que los rituales crean intimidad y
vinculación, en las familias adictivas, aquéllos se interrumpen y contaminan. Después
de un tiempo, la familia entera abandona los rituales.

Felicidad: Las familias de adictos definen la felicidad como una ausencia de crisis, es
decir, por aquello que no ocurre.
Los miembros de las familias de adictos desean la felicidad, tanto como cualquier otro;
pero sencillamente no creen que exista. Temen interesarse en ella. Para la familia
adictiva, la felicidad es un riesgo.

El papel de víctima: Los miembros de la familia se convierten en víctimas, temerosos de


relajarse y bajar la guardia. Siempre en guardia, cada uno es un centinela en servicio
dentro de una zona de combate.
Si bien el disfraz de víctima parece ofrecer una buena defensa, ésta es muy destructiva.
Le roba al individuo su poder de elección y, al hacerlo, lo atrapa dentro de una herida
creada por algún otro

Las crisis se hacen más frecuentes: En este tipo de familias, las crisis ocurren con gran
frecuencia y rara vez producen soluciones o crecimiento. Incluso pueden ser creadas
para dejar salir la tensión y las emociones reprimidas.

Se establecen nuevas reglas: Las reglas son intentos de control. Formular nuevas reglas
es un mecanismo de solución que se usa para disminuir la tensión en la familia. El
adicto generalmente acepta las nuevas reglas, para quitarse de encima a los demás.
Descansan cuando el adicto firma el acuerdo, aunque lo haga con tinta invisible.

Vergüenza y culpa: La vergüenza surge en parte, porque todo mundo sabe que a cierto
nivel la familia no está prosperando, y que, de alguna manera, cada quien está
contribuyendo a la situación. Es difícil vivir con la vergüenza. Nos hace sentir que no
valemos nada y produce odio hacia nosotros mismos. Pero en lugar de resolver
directamente su propia vergüenza, culpan al prójimo.
Los sentimientos de dolor y tristeza se ocultan con ira y negación.
Etapa 3 (Desesperación)
Padres e hijos por igual están cansados; apenas pueden manejar sus propias vidas.
Los seres humanos tienen necesidades de vinculación. Durante esta etapa, la mayor
parte de los miembros de la familia sabe que sus necesidades no pueden satisfacerse a
través de la familia, a menos que se formen vinculaciones negativas. En una vinculación
negativa, los mecanismos de defensa de una persona entran en juego con los de otra.

El abismo parece infranqueable: Aumenta la distancia entre los miembros de la familia.


Aunque comparten la mesa, los padres y los hermanos rara vez establecen contacto.
Ante la desesperación, no es anormal que se permitan fantasías sobre el suicidio o la
muerte de la persona que causa el dolor.
Los padres experimentan una profunda angustia y vergüenza, pues creen que tienen la
culpa de la adicción de sus hijos. Muchos pensaban en la muerte de su hijo y se castigan
por permitir siquiera que tales pensamientos entren en su mente, además de que los
conduce a los padres a una grave depresión. Algunos compensan sus pensamientos
negativos ayudando a sus hijos.

La vida en estado de choque: Durante esta etapa final de la adicción, los miembros de la
familia experimentan un trauma constante y la gente actúa como si el peligro siempre
fuera inminente. Una puerta que se azota, un radio que repentinamente suena muy alto o
una voz agitada, basta para asustar a todos. Los miembros de la familia se sobresaltan
fácilmente. Esto puede desencadenar más pleitos y discusiones.
Durante esta etapa sin esperanzas, dejar a la familia es una estrategia socorrida y una
solución común. El cónyuge de un adicto puede pedir la separación o divorcio, tener un
o una amante, lo que sea con tal de salirse.
Los niños usan el método: “si no puedes con el enemigo, únetele”. La unión traumática
hace que se sienta seguro y especial; pero en realidad se esta uniendo a alguien que lo
pone en peligro.

Unos simplemente se rinden: Al no encontrar la forma de salir, se someten, ciegamente


a la locura del sistema de contagio familiar. La depresión se convierte en su refugio.
Dejan de tener interés, esperanza, cualquier sueño de escape; se les acabó la ira.

Los lazos se aflojan: Las familias repiten la misma conversación segura o no conversan.
Se evitan conversaciones más íntimas o profundas, que están cargadas de emociones y
requieren una capacidad de atención que la familia ya perdió para esta etapa.

Se necesita un nuevo sistema: La capacidad para mantener relaciones dentro de la


familia ha sido significativamente erosionada. En las familias adictivas, una fuerza
poderosa trabaja contra el cambio, a pesar de que todos se sienten desgraciados por la
forma en que van las cosas. El cambio forzaría a todos a encarar la verdad sobre sí
mismos como individuos y como comunidad. El cambio significa algo tan ajeno a los
miembros de la familia adictiva que no pueden imaginar siquiera lo que pueda ser. La
idea de vivir en forma diferente incrementa tremendamente el temor. La situación
parece desesperada.
Básicamente el diálogo no existe, el adicto está separado emocionalmente de la familia,
los rituales familiares, las rutinas, valores y creencias que apoyaban a la familia se han
destruido.
LA PAREJA Y EL PROCESO ADICTIVO
Convertirse en una pareja
El matrimonio o sociedad en el cual podemos definir, explorar, refinar y defender
nuestros principios de mejoramiento, contribuyen a una existencia significativa.
Ser pareja significa preservar y alimentar el nosotros. La forma en que una pareja
equilibra dependencia y autonomía en su relación es crucial para su supervivencia y
prosperidad.
El proceso adictivo ataca y destruye los vínculos entre la pareja dentro de una relación
sana. La pareja siente en cada fibra de su ser que ha fallado. La única diferencia entre el
esposo y la esposa, entre el adicto y el coadicto (en ocasiones puede pasar al contrario
de lo que regularmente se piensa y entonces, la esposa puede ser la adicta), es la manera
en que cada uno lidia con el dolor y la desesperación. Con frecuencia, el adicto, en su
dolor, se hunde más profundamente en el proceso adictivo. Beber y drogarse son
soluciones rápidas. Pero el coadicto experimenta la pérdida en forma diferente, porque
no encuentra consuelo o alivio temporal en una botella o una droga. Sin embargo, el
coadicto puede meterse con su compañero en el fango del proceso adictivo. El coadicto
únicamente está tratando de rescatar al adicto de una vida empantanada en el egoísmo y
la soledad, pero sus acciones lo hunden en la soledad.

El acuerdo de una pareja: la razón de ser


Cuando dos personas deciden convertirse en una pareja, acuerdan ciertas cosas. Los
acuerdos pueden ser explícitos o implícitos (que se entienden incluidos en el
matrimonio), expresos o tácitos (aquellos que no se expresan clara y abiertamente pero
se sobreentienden). Son como un contrato, que surge de las esperanzas de la pareja, de
sus sueños y deseos de compartir una vida mejor; estos acuerdos iniciales ayudan a
definir los principios y valores compartidos de la pareja. Los acuerdos tratan de
contestar preguntas como: ¿Qué somos como pareja? ¿Qué clase de relación estamos
formando? ¿Seremos monógamos? ¿Nos apoyaremos mutuamente en nuestra carrera?
¿Cómo podemos pelear más justamente? Los acuerdos están hechos para dirigir el curso
de la relación. Se convertirán en la norma para juzgar el éxito o el fracaso de su
relación.
Debido a que el inicio de una relación, el tiempo antes de formalizar los acuerdos, es un
tiempo de dar, de respetar y de cuidarse mutuamente, la mayoría de las parejas arrancan
con buenos acuerdos. Usualmente, éstos son sobre el amor y el sentido, no sobre el
poder y el placer. Con el tiempo, las parejas empiezan a articular sus acuerdos y
esperanzas; están definiendo no solo cómo sino también por qué desean estar juntos.
Los acuerdos se basan en la vulnerabilidad mutua. Una característica de las relaciones
sanas es la generosidad. En el acuerdo de una pareja subyacen principios fundamentales
sobre los que descansa la relación y la felicidad mutua. Los acuerdos expresan la
creencia de la pareja de que cada cual se sacrificará y hará lo necesario para crear y
alimentar un nosotros con sentido. Los buenos cónyuges se esfuerzan sobremanera para
honrar su compromiso, llenar de significado sus vidas y hacer los cambios necesarios en
sus acuerdos, la que los hace sentirse más felices y competentes como individuos y
como parte de una pareja. Estos acuerdos y principios se convierten en un faro que los
guía por el camino en los momentos más oscuros.

Cuando la adicción entra en las relaciones


Cuando la adicción penetra en una relación, los acuerdos explícitos o implícitos,
formales e informales de la pareja cambian subrepticiamente. Incluso los acuerdos
tácitos se ponen a prueba con esta poderosa enfermedad. La adicción puede ser más
poderosa que cualquier acuerdo de la pareja. Agota las fuerzas de la relación. El adicto
cambia su lazo principal con un ser humano, por un lazo con un objeto (Ej. la droga) y
un evento (Ej. la “hora feliz” de un bar).
La persona adicta se desprende del nosotros de la pareja, creando profundo dolor y
abandono dentro de la relación. A medida que se adentra en el proceso adictivo,
traicionan sus relaciones -y a sí mismos- cada vez más. Los acuerdos se violan con
mayor frecuencia, causando mayor ansiedad.
El coadicto realmente desea el regreso de su amigo, amante y compañero; extraña el
amor que estaba protegido y se alimentaba de los acuerdos iniciales. Es por esto que a
menudo parece que los coadictos persiguen a su compañero adicto.
Cuando el dolor crece y la ansiedad aumenta, el cónyuge codependiente se siente tan
frustrado, extraviado y castigado por el proceso adictivo, que secretamente desecha el
sentido y el amor. Ya sólo desea poder. Piensa que el poder sobre el otro cónyuge lo
puede proteger. Antes sentía que era el guardián del sentido y del amor, pero ahora ya
no cree en sí mismo. Esto se convierte en una vergüenza secreta.
La sed de poder del coadicto es natural y lógica, el error consiste en buscar el poder
bruto en lugar del poder ético.
Es imposible estar preparado con lo necesario para proteger y honrar una relación en
presencia de la adicción. Se requieren las mejores y más avanzadas habilidades. De esto
se ocupan la intervención profesional (psicoterapeutas), los grupos como Alcohólicos
Anónimos y Al-Anon, entre otros. Estos programas de recuperación enseñan las
habilidades necesarias, proporcionando al individuo un lugar donde aprender y ser
escuchado sin humillaciones, ataques ni burlas. Se ajustan a una conducta que sirva al
amor, y no para controlar mejor al cónyuge. Pero, son lecciones duras. A veces se debe
aprender que no se puede tener lo que se quiere desesperadamente. Es difícil escuchar
que tal vez no se puede salvar lo que uno más ama: una relación.

LOS NIÑOS Y EL PROCESO ADICTIVO Cómo afectan la adicción a los niños en las
diferentes etapas de su desarrollo

El bebé y el proceso adictivo:


La principal función de los padres es amar, proteger y cuidar al infante para que pueda
llegar a sentirse seguro. Cuando los padres Crean un ambiente libre de temor, permiten
al infante, que todavía no habla, experimentar sentimientos de confianza y seguridad. La
mayoría de los padres gustosamente dan de sí mismos para ayudar al infante a
desarrollarse. Entre más amor pueda expresar un padre a su hijo, el infante sentirá más
confianza.
Cuando no se satisfacen las necesidades de relación de los infantes, éstos pueden
resistirse a salir al mundo cuando sean mayores. Los infantes nacidos en ambientes de
completa adicción familiar, nacen en el seno de familias que se oponen a relaciones
nutricias. Estos infantes se convierten en los niños más dañados en nuestra sociedad. Si
un niño no conoce más que la conducta adictiva desde el primer día de su vida, ¿cómo
encontrará esperanza cuando crezca?
Con frecuencia, se les grita a los infantes porque sus necesidades básicas son
consideradas como una “carga” por el adulto. Estos infantes se convierten en adultos
con problemas para confiar en la humanidad, porque para ellos no existió una verdadera
humanidad en quien confiar.
Los infantes desarrollan confianza cuando experimentan interacciones coherentes y
predecibles, no cuando viven en la incoherencia que acompaña al proceso adictivo. Aun
cuando se satisfagan las necesidades del infante, los cuidados se suministran en forma
impredecible.

La primera infancia y el proceso adictivo: formación de una personalidad basada en la


vergüenza (1 a 2 años)
En esta edad los niños empiezan a experimentar en su interior los impulsos de placer,
poder y sentido. Saben cuál dulce desean para su placer, lo efectivos que pueden ser los
berrinches para ganar poder, y que algunas de las cosas que mamá y papá comparten
con ellos son importantes. Los niños empiezan a aprender, con la ayuda de sus padres,
cómo ordenar sus impulsos. Los niños deben aprender a vivir con los tres impulsos.
La forma en que los padres lidian con los impulsos nacientes de sus hijos es crucial.
Paternidad ética. Entre más ética y amorosa sea la paternidad, mayor es la disposición
del niño para abrazar y disfrutar las tareas de aprendizaje y la adquisición de
habilidades, las cuales le ayudarán a aprender aún más.
La paternidad ética combina sentido, pensamiento y acción disciplinada; está basada en
principios, no en poder ni placer.
Tomar y soltar. Si se nos enseña a aferramos a aquello que debilita y adormece nuestro
espíritu y a soltar aquello que lo alimenta, estamos listos para una vida de miseria y
vergüenza. Los hijos de un adicto observan a sus padres cometer todo el tiempo este
error básico. La adicción es una enfermedad de decisiones equivocadas.
Regulación recíproca. Durante la niñez temprana, tanto el padre como el hijo necesitan
estar involucrados en lo que Erikson llama regulación recíproca. Esto significa un
intercambio mutuo en la relación entre padre e hijo. Si ambos se regulan a sí mismos y
desarrollan un ritmo entre los dos, se desarrolla un sentido interno de orden, una
sensación interna de comodidad con el orden y con la restricción de los propios
impulsos. La disciplina y la supresión de impulsos se empiezan a sentir bien y
comienzan a cobrar sentido. A veces uno se controla porque es lo que uno necesita; a
veces, se hace por el bien de los seres queridos, porque es lo que ellos necesitan.
En una relación mutuamente vulnerable, yo permito que tú me cambies y tú permites
que yo lo haga. Sin la vulnerabilidad mutua, la intimidad no puede crecer ni prosperar.
En las familias adictivas, la vulnerabilidad mutua rara vez ocurre.

La edad del juego y el proceso adictivo: jugar con el sentido de propósito (2 a 5 años)
Según Erikson, la meta en esta etapa (de dos a cinco años) es que el niño “emerja con
un sentido de iniciativa intacto”. Esto significa que el niño puede permanecer
concentrado en una tarea hasta completarla y experimentar el orgullo de lograr la meta.
Si el niño concluye con éxito esta etapa, el sentido de iniciativa sale indemne y se
transforma más adelante en sana ambición e independencia. El niño se sentirá guiado
por un sentido de propósito.
La edad del juego es también el tiempo en que los niños se sienten parte de un grupo,
como puede ser la familia, la guardería, el kinder o el club.
Los niños de familias adictivas quieren ser grandes para luchar y derrotar al demonio de
la adicción que habita en su familia. Desde luego, el niño fracasa. Al confrontarse con el
poder del proceso adictivo, los hijos de adictos a menudo se sienten avergonzados,
enojados y culpables debido a su pequeñez, a su falta de poder.
En los hogares sanos, los niños usualmente sienten seguridad gracias al poder de sus
padres. Está ahí como un refugio al cual acudir, cuando se llega al límite de las propias
fuerzas.
Los niños de las familias adictivas rara vez experimentan el uso del poder ético o justo.
Lo que es “correcto” a menudo se determina no por valores, sino por los estados de
ánimo de los padres o por su nivel de intoxicación. Estos niños pronto aprenden que "la
fuerza define lo correcto".
“Sólo como un ser dependiente el hombre puede desarrollar su conciencia; y es a través
de la conciencia como el hombre puede llegar a depender de sí mismo”, dice Erikson.
Imagine que por fuerza se le obliga a depender de alguien a quien encuentra asqueroso y
repugnante. ¿Quién quiere depender de un adicto? Nadie. Ni siquiera un niño, aunque
tenga que hacerlo. Este niño, por tanto, desarrolla su conciencia al depender de sí
mismo y de lo que otros adultos -maestros, niñeras, etcétera- le dicen. Incluso este niño
puede adoptar el sistema de valores de la cultura en general.
Si un niño no desarrolla una conciencia basada en el sentido y los principios, puede
desarrollar una conciencia más primitiva, cruel, agraviada y sin compromisos, enraizada
en el poder bruto. Al crecer, este niño desarrollará una conciencia basada en una actitud
soberbia, en lugar de basarla en la moral. La soberbia tiene que ver con el poder;
considera todos los asuntos éticos como un asunto de ver quién tiene la razón.
Este niño aprenderá a juzgar quién está en lo correcto y quién está equivocado o a quién
debe culparse. Este sentido es crucial para la supervivencia en una familia adicta, en la
que estar en lo “correcto” proporciona más poder para culpar a otros.

La edad escolar y el proceso adictivo: ser el que está abajo


No es raro que los hijos de adictos duden salir solos, porque creen que deben
permanecer en casa para cuidar a sus padres.
Durante la edad escolar, los niños se sienten orgullosos y adquieren auto estima al llevar
a cabo ciertas tareas. Para algunos hijos de adictos, la escuela se convierte en algo
completamente absorbente, la única forma de sentirse competentes en todo.
En esta edad, los niños también aprenden a ser sociables y a participar en grupos de
iguales. Los hijos de adictos se sienten aislados e inferiores a los demás, por lo que se
unen a cualquier grupo que los acepte. A veces se convierten en líderes de sus grupos
para compensar su falta de poder y su baja autoestima.

Niños resistentes
Algunos hijos de familias adictas pueden convertirse en lo que Emmy Werner llama
niños resistentes. En un estudio que abarcó treinta años, Werner encontró que casi una
tercera parte de los hijos de alcohólicos y adictos crecieron y desarrollaron vidas
normales y productivas. En su libro Vulnerable but Invincible, describe cómo los niños
resistentes encontraron apoyo fuera de sus familias. Los niños resistentes... tendían a ser
populares con sus compañeros de clase y tenían por lo menos un amigo cercano o,
normalmente, varios. Confiaban en una red informal de vecinos y amistades para buscar
consejo y apoyo. Aparentemente hacían de la escuela un hogar fuera del hogar, un
refugio para dejar el desorden doméstico. Para otros, el apoyo emocional provenía de un
grupo de iglesia.
Los niños resistentes poseen la capacidad de ver lo que está ocurriendo, distanciarse de
lo peor de la locura -por lo menos emocionalmente- y reparar por sí mismos el daño que
les fue infligido. Pueden permanecer conectados a los principios de mejoramiento y
encontrar maneras de conservar viva su humanidad. No esta claro por qué unos niños
pueden hacer esto y otros no.
Sin embargo, está claro que los niños resistentes a veces pagan un alto precio emocional
por encontrar su humanidad fuera de la familia. Frecuentemente sienten que han
traicionado a su familia. De hecho, así fue y así tuvo que ser. Para poder sobrevivir, se
separaron del proceso adictivo y del deterioro familiar.
El modo de ser del mundo
Los hijos de adictos pueden sentirse cómodos o incómodos frente a la necesidad de
negociar. Una sensación de incomodidad puede surgir del interior, cuando el niño se
siente inferior y en desventaja, debido principalmente a la vergüenza que le abruma. O
también puede sentirse cómodo al estar dentro de un sistema basado en el poder,
siempre y cuando todos sean de su mismo tamaño.

La adolescencia y el proceso adictivo: una nave sin timón


Los padres son muy importantes para ayudar a sus hijos a resolver cuestiones de
identidad y para afirmar su personalidad. Pueden alentar a los jóvenes a asumir más
riesgos y a hacerse más independientes. Los adolescentes observan a sus padres seguir
sus principios y valores en tiempos difíciles. Es probable que los hijos de adictos o
alcohólicos comprueben que sus padres abandonan estos principios. Este es el meollo
del problema para los adolescentes de familias adictivas. Los padres a quienes necesitan
acogerse para encontrar dirección y valores, no son sólidos. No hay que sorprenderse de
que muchos de estos adolescentes busquen consuelo y orientación en su grupo, en la
pandilla de hijos de otras familias adictivas y en la cultura pop, la cual abarca
comerciales, películas, actores y estrellas de rock. Aunque parte de esto es natural para
todos los adolescentes, para los hijos de familias adictivas se vuelve absolutamente
indispensable.
Es importante sentirse a gusto con la propia comprensión del yo, ya que esta
comprensión evolucionará con la edad. Por tanto, los adolescentes necesitan desarrollar
un sentido sólido de identidad y la capacidad para cuestionarse así mismos y agregar
nuevos aspectos a su identidad. Esta habilidad, necesaria durante toda la vida, nos
permite crecer y cambiar sin perder un núcleo de principios y valores.
El sentido es lo que mantiene unidas las relaciones y aporta alegría a nuestras vidas.
Idealmente, al terminar la adolescencia, así lo comprendemos y nos deslizamos hacia
una vida basada en el sentido y los principios. Desgraciadamente, los hijos de los
adictos han aprendido que el poder y el placer son los que dan la verdadera satisfacción
en la vida.

CODEPENDENCIA
La familia como sistema recibe de manera frontal el impacto de una adicción, de modo
que no existe familia que no se afecte y muestre síntomas de disfunción, cuando uno de
sus miembros se enferma de adicción.
Paradójicamente además, la familia afectada por la adicción, termina produciendo un
sistema de conductas que apoyan al desarrollo de la adicción. A esto le llamamos
codependencia.

¿Quiénes desarrollan Codependencia?


La codependencia puede ocurrir en cualquier persona que está en contacto con la
adicción de otra persona, ya sea un familiar, amigo, compañero, pareja o cliente que
sufra de adicción. Además existen otros desordenes de conducta y enfermedades que
pueden generar codependencia, tales como la esquizofrenia, la violencia, el maltrato y
las neurosis. Toda persona expuesta a estos desórdenes, puede desarrollar
codependencia.
Muchas veces alguien que ha desarrollado codependencia por crecer en una ambiente
disfuncional adictivo, no manifiesta grandes síntomas hasta que se casa o forma una
relación de pareja. Por otro lado, con mucha regularidad las hijas de adictos, terminan
casándose con otros adictos, aún sin que esto sea una decisión conciente.
¿Cuáles son los síntomas de la Codependencia?
La codependencia se caracteriza por una serie de síntomas tales como:
1.- Dificultad para establecer y mantener relaciones intimas sanas
2.- Congelamiento emocional
3.- Perfeccionismo
4.- Necesidad obsesiva de controlar la conducta de otros
5.- Conductas compulsivas
6.- Sentirse sobreresponsables por las conductas de otros
7.- Profundos sentimientos de incapacidad
8.- Vergüenza tóxica
9.- Autoimagen negativa
10.- Dependencia de la aprobación externa
11.- Dolores de cabeza y espalda crónicos
12.- Gastritis y diarrea crónicas
13.- Depresión
Estos síntomas se presentan primero en la relación enferma que produce la tensión, pero
luego se transfiere a las demás relaciones del codependiente.

Disfunción Familiar
Las relaciones familiares y la comunicación se van haciendo cada vez más
disfuncionales, debido a que el sistema familiar se va enfermando progresivamente. La
comunicación se hace más confusa e indirecta, de modo que es mas fácil encubrir y
justificar la conducta del adicto. Esta disfunción se va convirtiendo en el estilo de vida
familiar y produciendo en muchos casos el aislamiento de la familia de los contactos
sociales cotidianos. Las reglas familiares se tornan confusas, rígidas e injustas para sus
miembros, así como los roles de cada miembro familiar que se van distorsionando a lo
largo del proceso de avance de la adicción. Todos los miembros de la familia se afectan
de este sistema de reglas disfuncionales, y es allí, donde los niños van formando su
carácter codependiente, que puede facilitar el desarrollo de adicciones o de relaciones
enfermas en el futuro.

Facilitación
La conducta codependiente es una respuesta enferma al proceso adictivo, pero además
se convierte en un factor clave en la evolución de la adicción. O sea que la
codependencia promueve el avance del proceso adictivo. A este concepto le llamamos
"facilitación". Existen diversas formas que toma la facilitación que oscilan entre la
colaboración y la agresión. Los codependientes no pueden darse cuenta de que están
facilitando el problema, en parte por la negación y en parte porque están convencidos
que su conducta esta justificada, debido a que están "ayudando" a que el adicto no se
deteriore más, y a que la familia no se desintegre.

Recuperación de la Codependencia
Asi como la adicción es una enfermedad tratable, la codependencia también lo es. El
tratamiento de la codependencia puede consistir en una mezcla de psicoterapia y
asistencia a grupos de autoayuda, hasta sesiones estructuradas de terapia familiar.
Muchas veces la recuperación de una familia afectada por la adicción, comienza con la
recuperación de los codependientes, sin embargo es necesario que el codependiente
ponga el foco en su propia recuperación y cuidado personal, para que esto ocurra.
Los grupos de autoayuda para familiares de adictos, tales como: Familias Anónimas,
Alanon y Codependientes Anónimos son de gran utilidad en el proceso de recuperación
familiar y de la codependencia.
La codependencia es el resultado del impacto de la adicción en la familia. Esta
codependencia se manifiesta a través de patrones de conducta y relación que son
disfuncionales y que facilitan el desarrollo de la adicción. La codependencia es tratable
y la recuperación es posible.

LOS ROLES EN LA FAMILIA DEL ADICTO


Con todo el impacto que la adicción genera sobre la dinámica familiar, los miembros de
esta familia van enfermando progresivamente de codependencia. Muchas veces esto se
traduce en una inversión de gran cantidad de tiempo y energía en la actuación de roles
familiares disfuncionales, cuyo objetivo es el de proveer a la familia de un mecanismo
de defensa para disminuir la ansiedad y el temor y dar la sensación de “estar haciendo
algo” para resolver el problema de la adicción.
Desgraciadamente el resultado final es que la adicción se fortalece y la familia se
enferma más aún, estableciéndose un sistema familiar que gira en torno al adicto.

A continuación una breve descripción de los roles disfuncionales en la familia: del


adicto:

1.- El Rescatador: Este miembro de la familia se encarga de salvar al adicto de los


problemas que resultan de su adicción. Son los que inventan las excusas, pagan las
cuentas, llaman al trabajo para justificar las ausencias, etc. En general ellos se asignan a
sí mismos la tarea de resolver todas las crisis que el adicto produce. De esta manera
promueven el autoengaño del adicto, manteniéndolo ciego a las consecuencias de su
adicción y convencido de que no existe ningún problema con su uso.

2.- El Cuidador: Ellos asumen con ímpetu todas las tareas y responsabilidades que
puedan, con tal de que el adicto no tenga responsabilidades, o tenga las menos posibles.
Ellos actúan así convencidos de que al menos “las cosas están andando”. Lo que no
pueden ver, es que esto los carga con tareas que no les corresponden y con
responsabilidades que no son suyas, produciendo una sobrecarga que afecta su salud.
Esto a su vez promueve la falta de conciencia en el adicto, del deterioro que produce la
adicción en su funcionamiento.

3.- El Rebelde: La función del rebelde u oveja negra, es desenfocar a la familia y atraer
la atención sobre sí mismo, de modo que todos puedan volcar sobre él, su ira y
frustración. Muchas veces es el niño que continuamente tiene problemas de disciplina
en la escuela, o incluso el joven que experimenta con drogas ilegales.

4.- El Héroe: El también esta empeñado en desviar la atención de la familia y distraerla


hacia el, a través de logros positivos. De esta manera hace que la familia se sienta
orgullosa, y ayuda a la familia a distraer la atención que tiene en el adicto. Puede ser el
alumno de impecable record académico, el atleta que sobresale en los torneos o que
siempre está logrando mas de lo que se espera de él.
5.- El Recriminador: Esta persona se encarga de culpar al adicto de todos los problemas
de la familia. Se encarga de llevar a cabo sesiones de recriminación tremendamente
amargas, y sermones que, no solo son exagerados, sino que además solo funcionan para
indignar al adicto, brindándole así una excusa perfecta para seguir usando.

6.- El Desentendido: Usualmente este rol es tomado por algún menor de edad que se
mantiene "al margen" de las discusiones y de la dinámica familiar. En realidad es una
máscara que cubre una gran tristeza y decepción que es incapaz de expresar.

7.- El Disciplinador: Alguno de los miembros usualmente se encarga de manejar el rol


de disciplinador. Este familiar presenta la idea de que lo que hace falta es un poco de
disciplina y agrede al adicto, ya sea física y/o verbalmente. Esta actitud nace de la ira y
frustración que se acumulan en la familia del adicto y de los sentimientos de culpa que
muchos padres albergan por la adicción de sus hijos. Por supuesto que la violencia no
añade nada positivo a la dinámica familiar ya enferma por la adicción.
Todos y cada uno de los familiares realizan estos roles sin la más mínima idea de que
están promoviendo el desarrollo de la adicción. Muy por el contrario, están más que
convencidos de que están ayudando. Por esto es necesario hacer conciencia de la
necesidad de cambios en la familia para poder lograr una recuperación de mayor
calidad.

EL TRIANGULO DEL DRAMA


El análisis transaccional, nos ofrece una forma de entender la dinámica disfuncional, de
la familia que sufre de la adicción de uno de sus miembros.
El sistema disfuncional se postula como la manifestación de un juego transaccional con
tres posiciones básicas que interactúan entre sí, para mantener la disfunción o el juego.
A continuación una esquematización de la dinámica básica del triángulo del drama:

1.- Victima: Este jugador se percibe a sí mismo como víctima de las circunstancias, y de
las personas a su alrededor. Culpabilizan a los demás de sus problemas y son incapaces
de admitir responsabilidad sobre sus actos. Para comunicarse utilizan mucho la
manipulación por el sentimiento de culpa. Usualmente es el rol preferido de los adictos
activos, pero podría ser practicado por un codependiente también.

2.- Perseguidor: El perseguidor está convencido de que hay una necesidad imperiosa de
controlar al adicto y someterlo. De esta manera establece sus acciones como
enmarcadas en la tarea de disciplinar, o de controlar la conducta que perciben como
inadecuada o intolerable. Las razones de fondo pueden estar justificadas, pero al utilizar
la fuerza de manera irrazonable e imponer sus criterios, no sólo esta deteriorando mas
las ya dañadas relaciones familiares, sino que terminan justificando aún más la visión de
víctima del adicto. La agresión es el método de comunicación que el perseguidor utiliza
y muchas veces es contra el adicto y contra el codependiente identificado como
rescatador, a quien culpa de la conducta del adicto.

3.- Rescatador: El rescatador se impone la tarea de proteger al adicto de las


consecuencias de su uso, y asume responsabilidades por el adicto, interponiéndose
además entre cualquier persona que pudiera ser hostil con el adicto. Al "robarle"
constantemente las crisis al adicto, le quita la capacidad de aprender de las
consecuencias de sus actos. El rescatador encuentra justificación en el hecho de que el
adicto se rodea de problemas, con el avance de su enfermedad. Además el rescatador
alimenta en su interior, un profundo temor de el adicto colapse, sino se le ayuda.

Estos roles son parte de la dinámica básica de la disfunción familiar que ocurre en la
adicción. Los roles no son fijos, sino intercambiables y el adicto, así como cualquier
familiar pueden rotar de roles, pero siempre habrá alguien ocupando las posiciones para
poder cerrar el triángulo.
También es importante que los participantes hagan conciencia de su parte en este juego
y lo suspendan, pues es una pérdida de energía, y se produce una tensión acumulada que
termina explotando. Además el resultado final de esta dinámica es el de perpetuar el
comportamiento adictivo.

FACILITACIÓN DE LA CONDUCTA ADICTIVA


En la dinámica sistémica de la adicción, el codependiente queda atrapado en una serie
de conductas compulsivas que se repiten, y que le causan dolor. Muchas veces existe
negación asociada a las consecuencias de la conducta codependiente, por lo que es
difícil para el familiar percibir el problema con su comportamiento.
La forma en que el codependiente facilita el avance de la adicción puede tomar varias
formas, a saber:

1.- Sobreprotección: Cualquier intento del codependiente de cubrir, salvar y proteger al


adicto para que no experimente el impacto completo de las consecuencias negativas que
el uso produce en la vida del adicto, escudándolo de otras personas que se sienten
afectadas por el adicto.

2.- Intentos de Control: Se refiere a la compulsión por controlar el uso del adicto, pero
también sus conductas, pensamientos y sentimientos, auto imponiéndose a sí mismo el
codependiente metas irrazonables que solo terminan produciendo más ira, confusión y
desesperanza.

3.- Asumir las Responsabilidades del Adicto: Cuando el adicto deja de cumplir con sus
responsabilidades cotidianas o familiares, el codependiente asume estas
responsabilidades con la justificación de evitar una crisis. La paradoja es que de todos
modos las crisis se producen y el codependiente se va cargando cada vez mas de tareas,
lo que al final lo drena e impiden su funcionamiento en la vida diaria y afectan su salud
integral.
4.- Racionalización y Adaptación: Al racionalizar con el adicto o justificar su uso, el
codependiente le refuerza el sistema de negación, de modo que es cada vez menos capaz
de realizar la gravedad de su adicción. Esto termina produciendo un ambiente familiar
donde se “normaliza” los comportamientos propios de la adicción y la familia se adapta
a la enfermedad.

5.- Cooperación y Colaboración: En su afán de tomar control de la conducta del adicto,


el codependiente muchas veces acompaña al adicto en su uso, o le ayuda en el proceso
de usar, lo cual envía un mensaje muy directo de aprobación de la conducta adictiva,
aún que la intención no haya sido esa.

6.- Rescate y Sumisión: Las conductas de rescate que además se conjugan con la
sumisión del codependiente a la dinámica del proceso adictivo, convierte al
codependiente en alguien al servicio del proceso adictivo que lógicamente apoya el
avance de la adicción.
Estas conductas provienen de la codependencia que ha sido causada por la exposición a
la adicción en la familia.
La importancia de tomar conciencia de la codependencia y poder tratarla, es que de esa
manera se removería la facilitación, y se establecerían nuevos patrones de relación
familiar que sean más adecuados para la recuperación.

¿QUÉ SUCEDE EN LAS FAMILIAS ANTE LA ADICCIÓN DE ALGUNO(S) DE


SUS MIEMBRO (S)?
El principal problema con que se enfrenta la familia es que no tiene la capacitación
necesaria, ni para pedir ayuda, ni saber qué hacer en general, afectándose su capacidad
de actuar. En ese lapso se cometen muchos errores, como encerrarlos en hospitales
psiquiátricos donde no les tratan propiamente la adicción, o en un hospital donde sólo
desintoxican a los adictos sin darles el respaldo emocional para fortalecerse y por lo
tanto reinciden en el uso de sustancias. También llegan a denunciarlos con la policía,
situación de la cual después los mismos familiares se arrepienten. No dejan de
vigilarlos, de desconfiar de ellos, etc., pero lo sorprendente es que la mayoría de las
familias cuando buscan ayuda, en muy pocas ocasiones se preguntan ¿qué pueden hacer
ellos como su familia?; ¿si acaso estarán participando en promover lo que quiere evitar?
Las familias que conviven cotidianamente con un adicto, son afectadas emocional y
psicológicamente. Particularmente son las esposas e hijos quienes padecen directamente
las consecuencias del uso adictivo, viven y crecen con la incertidumbre de este
problema en casa.
Algunas familias manifiestan una gran tensión que se refleja en preocupación, temores,
dudas y agresiones.
Las familias que tienen esta enfermedad viven en un ambiente de constante tensión, que
a veces se denomina “estrés”.

Tensión. Se refiere a las situaciones en la vida de un sujeto que él percibe como


amenazante s y que alteran su bienestar emocional y físico.
La tensión se origina a partir de ciertas experiencias desagradables que enfrenta el
familiar a consecuencia de vivir de cerca los efectos que produce el uso adictivo, como
son las dificultades económicas, el estar al pendiente de los efectos que se producen en
la familia, los efectos en la salud y los sentimientos que se asocian a este tipo de
experiencia, tales como enojo, preocupación, impotencia, desesperanza, culpa, tristeza,
así como los síntomas físicos que el familiar atribuye en parte al uso del adicto (como
cansancio, falta de apetito, dolor de cabeza, etc.)

¿Cuáles son las manifestaciones de tensión más comunes en la familia?


Las manifestaciones de tensión más comunes entre los miembros de la familia en donde
existe un problema de adicción son las siguientes:

Descuidos y perturbaciones en la familia.


Cambios de humor y agresiones.
Suspicacias, preocupaciones e incertidumbres.
Cambios en los sentimientos hacia el usuario.
Incertidumbre sobre cómo actuar con el usuario.
Limitaciones sociales, aislamiento y falta de apoyo.
El impacto de las adicciones en cualquier familia suele ser muy grande y transforma la
su dinámica convirtiéndola en un caos o en su defecto empeorando las dificultades que
ya anteriormente presentaba.

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