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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA MADRE Y MAESTRA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES, HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE DERECHO
MAESTRÍA EN PROCEDIMIENTO CIVIL
LAS PRUEBAS EN EL PROCESO CIVIL

´´El documento electrónico como medio probatorio en el proceso civil dominicano:


Retos en su eficacia procesal´´

Danelys Jáquez 2015-0115

Lic. Emilio R. Castáños Núñez

Santiago de los Caballeros


República Dominicana
Viernes 9 de diciembre de 2022
Introducción

En el mundo actual, donde la tecnología avanza cada vez más, es evidente que con ello
también avanzan las sociedades y se hace imperante que entorno a esa evolución, también se
se regulen los mecanismos novedosos que vienen con las revoluciones tecnológicas.
Mensajes de texto, negocios y acuerdos de voluntades que surgen a través de estos nuevos
medios, y con esto, también las controversias en cuanto a las obligaciones que se contraen,
sobre quién responde y cómo se determina sobre quién recae la responsabilidad por el
incumplimiento de dicha obligación. Esto por supuesto, visto desde una esfera que se aleja
de lo tradicional y que obliga a todo un entramado legislativo a movilizar su aparato regulador
con la finalidad de que a estas situaciones, que surgen en los nuevos tiempos como causa de
la revolución tecnológica, pueda brindársele respuesta oportuna. Asimismo, en los últimos
años, es plausible que surja el cuestionamiento respecto del valor probatorio de estos nuevos
medios, cuáles son los mecanismos idóneos para su ponderación y cuál es la labor que
corresponde estrictamente al juez, atendiendo a su naturaleza.

Dentro de la clasificación de esos ´´nuevos medios´´, se otorga una especial importancia al


documento electrónico no sólo por ser una respuesta al auge tecnológico, sino también debido
la inmediatez que proporciona a aquellos que deciden realizar convenios en el marco de
relaciones comerciales. De ahí que, con arreglo a la importancia que envuelve este tema en
la esfera jurídica actual, se hace imperante abordar el tema del documento electrónico como
medio de prueba dentro del proceso civil dominicano, enfocado en analizar las dificultades
que puede enfrentar la eficacia probatoria de este tipo de documento en nuestro sistema
judicial, dado su carácter novedoso. En ese sentido, es necesario establecer la noción de
documento electrónico, hacer un análisis sobre la aplicación o no de las disposiciones
contenidas dentro del Código Civil Dominicano en este tipo de documento, así como el
contenido en otras legislaciones dominicanas que nos permitan abordar la admisibilidad de
este tipo de documentos en el marco jurídico actual, y establecer posibles puntos de contacto
con la esfera civil. De igual forma, se hace necesario evaluar distintas decisiones que han
sido rendidas por los jueces de la Suprema Corte de Justicia, las cuales marcan el criterio de
la jurisprudencia dominicana en relación a la eficacia probatoria de los documentos
electrónicos. Por último, se hace necesario dar un vistazo hacia el contenido de las
legislaciones extranjeras, con la finalidad de evaluar su posición en relación a la inclusión
de los documentos electrónicos como medios probatorios, las dificultades que pudieran
suscitarse como consecuencia del carácter novedoso que encierran, y evaluar posibles aportes
que resulten relevantes para el marco normativo dominicano.
´´El documento electrónico como medio probatorio en el proceso civil
dominicano: Retos en su eficacia procesal´´

El origen del nombre ´´documento´´ proviene del griego dek, correspondiente al verbo latino
docere, ´´instruir´´, cuya procedencia se deriva del vocablo documentum, que significa ´´lo
que se enseña´´ o ´´con lo que alguien se instruye´´. En sentido amplio, es posible traducir el
verbo docere y el grioego dékomai por ´´hacer ver a alguien algo claro, instruirlo´´ (LÓPEZ,
1995). De su etimología entonces, es posible inferir que la palabra documento guarda
estrecha vinculación con lo que se pretende mostrar o demostrar a alguien, razón por cual se
podría decir, que lo que hace al documento no es necesariamente el medio que lo soporta,
sino más bien, su objetivo de instruir sobre una determinada cosa a un público específico.

Esta idea amplia acerca de la noción del documento (que no lo condiciona al soporte papel),
también la comparten autores como Francesco Chiovenda, reconocido jurista italiano, para
quien el documento se refiere a ´´cualquier representación material a través de la cual se
manifiesta el pensamiento´´, y para otros, como Enrico Liebman, doctrinario ucraniano,
quien lo define como ´´la representación o configuración de un hecho con el cual se busca
dar a quien sea que lo observe un grado de conocimiento sobre él´´ (NARVÁEZ, 2016). El
documento en términos generales puede ser definido como ´´un objeto material, que es
susceptible de representación por sí mismo y en el futuro, un hecho o una serie de hechos
percibidos en el momento para su elaboración, con prescindencia de la forma en que esa
representación se exteoriza´´.(NARVÁEZ, 2016). De ahí que se entienda, que para que un
objeto pueda constituirse como documento, basta con que sea susceptible de representación
y su contenido perceptible y digerible por el ojo humano, con total independencia de la forma
en la que se represente. Una definición como esta, así como las indicadas anteriormente,
admite la posibilidad de que el documento sea también electrónico.

En ese tenor, cuando se habla de documento electrónico, este se define como: ´´aquel que ha
sido creado sobre un ordenador, que se encuentra en un soporte informático y cuyo
contenido puede ser reproducido. ´´ En la legislación dominicana, la definición de
documento electrónico se recoge específicamente en la ley 126-02 sobre Comercio
Electrónico, Documentos y Firma Digital. En ella, se establece que aquel no es sino ´´la
información codificada en forma digital sobre un soporte lógico o físico, en la cual se hace
uso de métodos electrónicos, fotolitográficos, ópticos o similares que se constituyen en
representación de actos, hechos o datos jurídicamente relevantes´´ (Congreso de la
República Dominicana, 2002, Ley 126-02). Esta definición como la anterior, permite
formarse una idea sobre las características que necesariamente debe envolver el documento
electrónico de cara a su naturaleza, dentro de las cuales podemos mencionar: 1) Que la
codificación de esa información que constituye el documento, haya sido hecha a través de un
ordenador, y sobre este punto, hay que hacer énfasis especial en el hecho de que si bien la
información se encuentra codificada digitalmente, quien hace la construcción de la misma no
es el ordenador, sobre el que sólo recaería exclusivamente la decodificación de un lenguaje
que va desde lo incomprensible para el ser humano, a uno que hace facilita su comprensión;
2) Que dicha información esté contenida en un soporte lógico o físico, entendiendo que dicho
soporte podría ser tanto un ordenador, un CD o una memoria USB; 3) Que la información
que en principio está codificada y por tanto, resulta ajena al entendimiento humano, pueda
ser decodificada para dar como resultado la representación de actos, hechos o datos de
relevancia jurídica.

Esta misma ley, es la que proporciona la importancia jurídica que se le otorga a los
documentos digitales. En ese sentido, en su artículo 4, se establece que: ´´No se negarán
efectos jurídicos, validez o fuerza obligatoria a todo tipo de información por la sola razón
de que estén en forma de documento digital (…) ´´. En ese sentido, se infiere que entre los
factores que el legislador dominicano ha querido a través de este reconocimiento que otorga
al documento electrónico, se encuentra el impulso de los acuerdos de voluntades que pueden
surgir haciendo uso de las bondades que proporciona la tecnología, por un lado, y del otro,
advertir a quienes decidan hacer uso de estos nuevos medios, que en caso de algún
incumplimiento, no podrán prevalecerse de la novedad que envuelven estos
documentos. Esto obedece además, a que si bien es cierto que el hombre en sus relaciones
ha hecho uso de los medios tradicionales no sólo para formar vínculos jurídicos, sino también
en el desarrollo de su vida diaria, ciertamente el paradigma actual ha cambiado, y
necesariamente junto a la evolución de la tecnología, también han evolucionado las formas
en que el hombre decide comprometerse a una obligación del tipo que fuere, frente a una
persona determinada.

Respecto de la documentación electrónica, se ha dicho que en estos nuevos tiempos, resulta


de verdadera necesidad convencerse de que escribir ya no es una realidad que se hace posible
exclusivamente a través de papel, sino que pueden fácilmente registrarse datos en una
memoria magnética, donde el flujo de electrones comportaría como el equivalente de la tinta,
y de igual forma, los soportes electrónicos en los cuales se haya el contenido que constituye
dicho documento serían el equivalente al papel, y por supuesto, la combinación para
representar los caracteres alfanuméricos serían el novedoso y actual alfabeto. 2 Así pues, la
realidad que viene con estos nuevos ´´canales de información´´, ha provocado que se
cuestione la posibilidad de su admisibilidad y de igual forma, su ´´calidad probatoria´´ en el
curso de un proceso judicial. De ahí que, el legislador dominicano en el artículo 9 de la ley
126-02 promulgada en fecha 29 de septiembre de 2006, para despejar dudas respecto de este
punto, haya expresado que: ´´Los documentos digitales y mensajes de datos serán admisibles
como medios de prueba y tendrán la misma fuerza probatoria otorgada a los actos bajo
firma privada en el Código Civil y en el Código de Procedimiento Civil´´ (Congreso de la
República Dominicana, 2002, Ley 126-02, Artículo 9). De ahí que, revista de especial
importancia el uso que se puede dar a los documentos digitales cuando en el curso de un
proceso, se pretende comprobar o rechazar una pretensión presentada por algunas de las
partes en el juicio. De hecho, los doctrinarios han decidido denominar esa equiparación
respecto a la fuerza probatoria entre los ´´documentos digitales´´ y los ´´ actos bajo firma
privada´´ como principio de equivalencia funcional. (LÓPEZ H. A., 2016).

A pesar de que en la legislación dominicana, igual que el caso del principio de equivalencia
no se hace una mención directa del mismo, se desprende del contenido de la norma
dominicana la previsibilidad del principio de no discriminación, principio que guarda
estrecha vinculación con el principio de equivalencia funcional, y el cual propone una
abstención para quien va a interpretar el alcance jurídico de los mensajes de datos y los
documentos digitales, advirtiéndose que no es posible otorgarle un tratamiento distinto a la
información que se agrupa en esta clase de formatos respecto de otros que aquellos dispuestos
en los usos tradicionales.

Sin embargo, se hace necesario voltear la mirada hacia las disposiciones contenidas en el
Código Civil de la República Dominicana, disposiciones estas a las que el legislador hace
mención cuando se refiere a la eficacia probatoria de los mensajes de datos y muy
especialmente, el documento electrónico. Sobre este respecto, el artículo 1322 del Código
Civil Dominicano establece que: ´´El acto bajo firma privada, reconocido por aquel a quien
se le opone, o tenido legalmente por reconocido, tiene entre los que han suscrito y entre sus
herederos y causahabientes, la misma fe que el acto auténtico´´. De la redacción de este
artículo y haciendo un análisis puramente comparativo con relación la eficacia probatoria
que se reconoce al documento electrónico es posible definir que al igual que el acto bajo
firma privada, el documento electrónico para que haga fe respecto de lo que contiene, debe
reconocerlo aquel otro suscribiente a quien se pretende hacer oponible dicho acto. Hasta este
punto, se pensaría que no hay mayores inconvenientes si se extrapola lo referido en ese
artículo que aborda la fuerza obligatoria del acto bajo firma privada a los documentos
electrónicos, sin embargo, el acto bajo firma privada cuyo soporte es de papel, si bien es
cierto nada quita que pueda ser atacada su autenticidad en el curso de un proceso civil, lo
cierto es que cuenta con elementos como la firma manuscrita que lo dificultan en gran
medida, y en cuyo caso se revierte la carga de la prueba y quien niega el contenido del acto,
le correspondería probar a través de otros medios pertinentes, que el contenido que se le
opone no se ajusta con la realidad. Ahora bien, en el caso del documento electrónico, la
primera dificultad que presentaría como medio probatorio, es que ciertamente no se puede
dejar de lado, que el contenido que se haya en un soporte electrónico puede ser manipulado,
variado o fácilmente alterado.

Hay autores que piensan que ahí se deriva la importancia de la firma electrónica, que viene a
suplir la exigencia de la firma manuscrita, y que en el caso de estos nuevos documentos
puedan estar dotados de toda autenticidad y su contenido no pueda ser rechazado por aquel
a quien se le opone. De ahí que algunos autores, impulsen la idea de que la firma manuscrita
haya sido exitosamente reemplazada por la firma electrónica en la medida en que las
tecnologías de hoy en día son las mismas que permiten que se pueda identificar la identidad
de quien accede a un sistema electrónico para la emisión de un determinado mensaje,
autenticar el contenido del mensaje que se transmite y es recibido, y de igual forma, de
aquellos documentos que son estrictamente elaborados por un computador. Sin embargo, al
otro extremo, hay quienes piensan que la falta de firma en los documentos electrónicos no
les resta ningún valor como medios probatorios, siempre que los juzgadores puedan disponer
de los elementos de control necesarios que permitan determinar la exactitud de la información
contenida en el referido documento (FALCÓN, 1992).

Siguiendo con el requisito de la firma, el artículo 6 de la ley 126-02 establece que ´´cuando
cualquier norma exija la presencia de una firma o establezca ciertas consecuencias en
ausencia de la misma, se entenderá satisfecho dicho requerimiento en relación con un
documento digital o un mensaje de datos, si éste ha sido firmado digitalmente y la firma
digital cumple con los requisitos de validez establecidos en la presente ley.´´ (Congreso de
la República Dominicana, 2002, Ley 126-02, Artículo 6). En ese sentido, el artículo 1322 del
Código Civil Dominicano expresa que ´´aquel a quien se le pretende hacer oponible un acto
bajo firma privada, está obligado a confesar o negar formalmente su letra o su firma, y en
caso de los herederos o causahabientes puede declarar que no conocen la letra ni firma de
su causante´´. Asimismo, el artículo 1324 del mismo Código hace la salvedad de que para el
caso de que la parte a quien se le opone niegue la firma y los herederos y causahabientes
declaren no conocerla, se ordenará en justicia la verificación. De lo anterior, se entiende
entonces que en el caso de los documentos electrónicos cuando se traten de acuerdo de
voluntades entre las partes que los suscriben, la parte a quien se le opone puede negar su
firma, y en caso de hacerlo, en el curso de un proceso, se ordenará la verificación de escritura.
Ahora bien, la ley evidentemente no propone cómo sería la verificación de escritura en el
caso de un documento electrónico, sin embargo, se entendería que hay que someterlo a una
prueba pericial donde un experto en la materia pueda determinar la autenticidad del
documento cuya firma se niega.

A pesar del silencio de la ley en relación al procedimiento a seguir en el caso de la


verificación de escritura de un documento electrónico, la propia ley 126-02 al abordar la
noción del ´´certificado´´ arroja luz respecto a lo que comprobará el perito sobre quien
recaiga la verificación, en caso de que la parte decida negar la firma y la autenticidad se
coloque en tela de juicio. En ese orden, la referida ley define el certificado como ´´el
documento digital emitido y firmado digitalmente por una entidad de certificación, que
identifica unívocamente a un suscritor durante el período de vigencia del certificado, y que
se constituye en prueba de que dicho suscriptor es fuente u originador del contenido de un
documento digital o mensaje de datos que incorpore su certificado asociado´´ (Congreso de
la República Dominicana, 2002, Ley 126-02). Esta definición permita que sea posible ubicar
el posible papel que desempeñaría el perito entorno a un proceso de verificación de un
documento electrónico, el cual podría desarrollarse en primera fase, con la constatación de
que el documento cuenta con el certificado que garantiza la fidelidad de la firma con respecto
al suscritor que la estampa; en una segunda fase, que ciertamente el certificado que le sirve
de base al documento, no ha sufrido ninguna alteración; en tercer término, que el certificado
se encontraba vigente al momento en que se pretendía hacer valer el proceso. Sobre esto
último, podrían dividirse los criterios en relación a, de un lado, si lo que otorga autenticidad
y respalda la identificación del suscritor del documento es el certificado, cuyo período de
vigencia está sujeto a un tiempo determinado de acuerdo a la letra del texto, lo que obliga a
preguntarse entonces: ¿cuál sería su eficacia probatoria dentro de un proceso que se inicia
con un documento cuyo certificado ya no está vigente?, y por otro lado, se podría formar el
criterio de que independientemente el certificado haya agotado su período de vigencia, en el
momento en que se otorgó bastaba con que la entidad de certificación al emitir el certificado
verificara que la identificación entre el suscritor real y el suscritor aparente era la misma.
Ciertamente, la ponderación respecto a si la caducidad del certificado que sirve de aval a la
identificación de quien (es) suscribe (n), y con ello, a la voluntad firme en convenir lo allí
descrito, dependerá en toda medida del juzgador. No obstante, sería oportuno razonar que la
autonomía de la voluntad se impone frente al período de vigencia del certificado, en el
entendido de que más que brindar seguridad a las partes respecto de la identificación
inequívoca de quienes suscriben el documento y a la propia autenticidad del mismo, si se
otorgara mayor preponderancia a la vigencia del certificado, esto se convertiría en un
obstáculo y una vía de escape para quienes decidan evadir sus obligaciones.
En ese mismo tenor, la doctrina en su búsqueda de procurar el tratamiento al que debe ser
sometido el documento electrónico de acuerdo a su naturaleza, ha establecido condiciones
que deben ser valoradas por el juzgador, para ser acogido como medio probatorio en los
Tribunales. Entre estos requisitos, se enumeran los siguientes: 1. Que se demuestre por quien
pretende hacer valer el documento que el equipo o hardware que fue utilizado para la creación
del documento es de tales características que cabe esperar con toda naturalidad un
funcionamiento correcto del mismo; 2. Que pueda demostrarse la bondad de los
procedimientos o softwares de datos que se utilizan en la entrada de la información al
ordenador, o previos a la misma, de manera que se asegure la exactitud de los registros en
todo su haber; 3. Que puedan ser comprobables los métodos de almacenaje, tratamiento y
elaboración de la información y de preparación de su salida, o software de programa, con el
fin de que puedan garantizar la fiabilidad de registro; 4. Que sea un caso en el que el
documento electrónico venga hacer prueba en contra de su titular o propietario; 5. Que la
veracidad de la información pueda ser corroborada por otros medios complementarios, como
la confesión del interesado, el peritaje y la declaración testimonial de quienes intervinieron
en el proceso de datos; 6. Que sea posible identificar con precisión los sujetos participantes
y las operaciones realizadas por cada uno de ellos en el proceso de elaboración del documento
electrónico, para que de ser el caso, pueda ser accesible a un informe de cuántos operadores
ingresaron información, en qué modo lo hicieron, qué archivos trabajaron y por cuánto
tiempo en cada uno, etc.(MOSCARDÓ, 1992). Sobre los primeros tres requisitos, se infiere
que están enfocados en la comprobación de la calidad de los mecanismos informáticos que
intervinieron en la creación del documento, por lo que, para llevarlo a efecto, correspondería
al juzgador la designación de peritos que puedan constatar lo esbozado. Por otro lado, para
el sexto requisito correspondería la actuación de un experto especializado, cuya designación
pueda ser solicitada por las partes o promovida de oficio por el juez. Con relación al quinto
requisito, se dispone la complementariedad con otros medios probatorios que puedan ser
aportados dentro del proceso, con la finalidad de garantizar la veracidad del documento
electrónico cuyo contenido se opone.

Que respecto de esto último principalmente, sin restar importancia a los demás requisitos
planteados, la Suprema Corte de Justicia (o también, SCJ) en ocasión de un recurso de
casación contra una sentencia laboral en la que se dio crédito a unas conversaciones de
Whatsapp para el reconocimiento de una deuda en provecho de una de las partes, dicho
Tribunal estimó lo siguiente:

´´Que esta Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia, entiende que es preciso
indicar que, si bien es cierto, dado el avance de la tecnología informática que ha
creado nuevos métodos en el suministro y preservación de la información, el
legislador, mediante la Ley núm. 120-02, de 4 de septiembre del 2002, le reconoce
valor probatorio a los documentos digitales y mensajes de datos, los cuales son
admitidos como medios de prueba, con la misma fuerza probatoria que los actos bajo
firma privada, no menos cierto es que la prueba digital constituye una prueba
compleja que, ante el cuestionamiento de la credibilidad del contenido de la
información consignada en la pieza digital de la cual se pudieran derivar derechos u
obligaciones, como ocurre en la especie, pone a cargo de la parte proponente de
dicha prueba, el deber de colocar a los jueces del fondo en las condiciones de
comprobar la veracidad del contenido del documento electrónico aportado, pudiendo
para esto recurrir a la más amplia libertad de pruebas, incluida la solicitud formal
de la realización de una pericia electrónica o cualquier otra comprobación que
permita constatar, entre otros aspectos, que el documento ha sido conservado de
manera integral, que no ha sido adulterado e identificar la titularidad del receptor y
el emisor del documento electrónico. (Suprema Corte de Justicia (2019). Sentencia
No. 557-2019. p. 10)´´ (Subrayado agregado)

Que en las motivaciones brindadas por los jueces de Casación, se infiere que ciertamente se
brinda a las partes la posibilidad de utilizar otros medios de prueba con la finalidad de que el
juzgador pueda verificar, dada la naturaleza misma del documento electrónico, la veracidad
de su contenido. En la referida decisión, no se hacen más observaciones respecto de todos
los medios que pudieran resultar idóneos para brindar apoyo al contenido del documento
entorno a un proceso judicial en el que se pretende aportar, sin embargo, dentro de esa libertad
probatoria que se reconoce a las partes, sí se ejemplifica la solicitud formal de realización de
una pericia electrónica. Por la forma en que está redactado el texto, los jueces de la Suprema
fijan el criterio de que, en caso de ser requerida pericia por aquella parte que pretende hacer
valer el documento electrónico como prueba dentro del proceso, deberá solicitarlo al
juzgador, quien en todo caso, atendiendo a la complejidad que encierra la prueba misma en
su esencia, terminará por acoger la referida solicitud.

La misma decisión resulta de utilidad para analizar otro de los requisitos con relación al
documento electrónico. El mismo se pone de relieve, al momento de la Tercera Sala estimar
lo siguiente:

´´Que esta Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia, actuando como Corte de
Casación, de la lectura de los motivos expuestos en la decisión, así́ como de las piezas
que componen el expediente, estima que de los motivos brindados por la corte a qua
no es posible deducir si la normativa ha sido bien o mal aplicada, al momento de
reconocer como un título válido para condenar al trabajador al pago del monto de
RD$747,313.23, sobre la base de una documentación electrónica cuestionada en su
contenido, de la cual no se deriva su monto exacto de la alegada deuda, y que de su
lectura no se pueda apreciar idoneidad, como reconocimiento de deuda, máxime,
cuando la parte hoy recurrente no le otorgó aquiescencia al contenido ni a las
consecuencias jurídicas que se podrían desprender de su lectura, lo que ponía a la
corte a qua en la obligación de hacer un examen de integral de la prueba ofertada
en búsqueda de corroboración, sin perjuicio de poder utilizar su papel activo, lo que
no ha ocurrido en la especie, por lo que procede acoger el medio examinado y en
consecuencia casar la sentencia impugnada´´ (Suprema Corte de Justicia (2019).
Sentencia No. 557-2019. pp. 10-11) (Subrayado agregado)

Que, del análisis dispuesto, se infiere que para el caso de que la parte a quien se le oponga el
documento electrónico, no lo reconozca como bueno y válido sin necesariamente atacar su
contenido con la aportación de otras pruebas que señalen la extinción de la obligación,
corresponderá al juzgador realizar un examen de fondo a la referida prueba documental
electrónico. Sobre lo propuesto, se deduce que cuando se hace uso de la palabra
´´corroboración´´, se entiende que en búsqueda de otorgar suficiente valor probatorio a la
documentación electrónica que se propone, deberán aportarse otras pruebas que permitan
deducir, tomando como base el caso de la especie, la veracidad del contenido de la prueba
electrónica.

Asimismo, de lo analizado se infiere que el juez está facultado para ordenar de oficio
cualquier medida que entienda pertinente a los fines de verificar de forma integral si el
contenido de la prueba compone los requisitos necesarios para ser acogida, de acuerdo a la
naturaleza que envuelve. Sin embargo, pese a lo dispuesto por la Corte a-qua hay que decir
que en el caso de la especie, la complementación de la prueba presentada (es decir, las
conversaciones de WhatsApp) estaría un poco limitada respecto a otro tipo de documentación
electrónica. Esto porque, en primer lugar, la forma de escribir en esa red social obedece a un
carácter puramente informal, donde las palabras pueden estar sujetas a una libre
interpretación, donde se prescinde de la firma electrónica en el caso de que medie un acuerdo
de voluntades entre el emisor y receptor. Además, de que en muchos casos, los mensajes no
suelen presentar fecha en todo lo largo de la conversación para comprobar que existe un
equivalencia entre lo que allí se expresa y lo que se pretende probar.

En ese mismo tenor, y limitándonos a lo expresamente descrito por la ley 126-02, la


posibilidad de que pueda certificarse a través de una entidad autorizada, el origen del
documento, en el caso de las conversaciones WhatsApp, puede verse atropellada. En el caso
particular de los mensajes de WhatsApp, debe entenderse que para que se logre identificar a
ciencia cierta, que tanto el origen como el destino del documento guarda relación con las
partes dentro del proceso, en sus calidades de emisor y receptor, habría que plantearse la idea
de desencriptar dichos mensajes. Sin embargo, en el caso de WhatsApp, los mensajes y
cualquier otro material que sea enviado o recibido, está protegido con la funcionalidad del
cifrado de extremo a extremo que permite asegurar que los sujetos que forman parte de la
conversación sean los únicos capaces de desencriptar los mensajes y leerlos (WHATSAPP,
s.f.). Por lo que, en el caso de este tipo de documentos electrónicos donde la posibilidad de
contar con elementos que permitan garantizar el origen del mensaje, como es el caso de la
firma se ve limitada, con ello, también se pone en tela de juicio la eficacia probatoria de los
mismos.
No obstante, a pesar de que en casos como el anteriormente señalado, por la dificultad que
entraña el documento electrónico con relación a su eficacia probatoria de cara a su naturaleza,
no deja de ser un criterio de los jueces que existe libertad probatoria en el caso de este tipo
de documentos. Sin embargo, si se extrapola lo anterior a la esfera civil, donde la existencia,
validez y ejecutoriedad de los actos jurídicos, se lleva a cabo a través de un método que se
estima principal y perfecto, como lo es la prueba documental, habría que necesariamente
cuestionarse si esa libertad probatoria que se otorga a ciertos documentos electrónicos en
otros ámbitos alcanza a los actos jurídicos en el seno de un proceso civil. Por esa razón, es
propicio referirse a lo dispuesto entre los artículos 1315 al 1369 del Código Civil
Dominicano, que abordan lo relativo a la prueba de las obligaciones (JAQUEZ, 2022).

En ese sentido, el artículo 1315 del referido Código establece que: ‘‘El que reclama la
ejecución de una obligación, debe probarla. Recíprocamente, el que pretende estar libre
debe justificar el pago o el hecho que ha producido la extinción de la obligación.’’. (Código
Civil, 1884, Art. 1315) En ese mismo tenor, el artículo 1326 establece que: ‘‘El pagaré o la
promesa hecha bajo firma privada, por la cual una sola parte se obliga respecto a otra a
pagarle una suma de dinero o una cosa valuable, debe estar escrita por entero de la mano
del que la suscribe, o a lo menos se necesita, además de su firma, que haya escrito por su
mano un bueno o aprobado, que contenga en letras la suma o cantidad de la cosa... ’’(Código
Civil, 1884, Art. 1326). (Subrayado agregado). Asimismo, el artículo 1327 establece que:
‘‘Cuando la suma que se expresa en el texto del acto es diferente de la que se expresa en el
bueno o aprobado, se presume entonces que la obligación es por la suma más pequeña, aun
cuando tanto el acto como el bueno o aprobado estén escritos por entero de la mano del que
está obligado, a menos que se pruebe de qué parte está el error’’ (Código Civil, 1884, Art.
1327). De igual forma, el artículo 1341 propone que: ‘‘Debe extenderse acta ante notario o
bajo firma privada, de todas las cosas cuya suma o valor exceda de treinta pesos, aún por
depósitos voluntarios; y no se recibirá prueba alguna de testigos en contra o fuera de lo
contenido de las actas, ni sobre lo que se alegue haberse dicho antes, en, o después de
aquellas, aunque se trata de una suma o valor menor de treinta pesos’’ (Código Civil, 1884,
Art. 1341). (Subrayado agregado).
De los apartados supraindicados, hay que resaltar que siendo la prueba documental un medio
perfecto para comprobar la existencia de una obligación, cuando en ella se involucra el pago
de una suma de dinero, en el caso del documento electrónico, resultaría esencial cubrir ciertos
requisitos de acuerdo a lo propuesto, para garantizar la eficacia probatoria del referido
documento entorno a un proceso civil, pese al criterio de la libertad de pruebas que pudiera
formar parte del juzgador: Que de tratarse de una obligación de pagar una suma de dinero,
ante la imposibilidad de que el deudor escriba de su puño y letra por no ser el papel el soporte
utilizado, éste debería reconocer su compromiso de pago frente a su acreedor a través de la
documentación electrónica, sin menoscabar la validez al mismo a través de su firma
electrónica, esto así, porque aún en el caso en que el deudor aceptara la existencia de una
obligación de pago a su cargo, para fines probatorios le favorecería al acreedor en ocasión de
un proceso civil, contar con la firma electrónica que acredita que la calidad de suscritor real
y suscritor aparente se encuentran reunidas en la misma persona.

De igual forma, con base a lo que ya ha sido descrito en apartados anteriores, para los fines
resultaría indispensable que el documento electrónico cuente con el certificado asociado de
la entidad autorizada para esos fines, donde se acredite de forma inequívoca la identificación
de quien se obliga y asume la calidad de deudor. En ese mismo tenor, puede presentarse cierta
dificultad, para el caso de que exista una diferenciación entre la suma exigida por el acreedor
y la reconocida por el deudor, porque de ser el caso y de acuerdo a los términos que propone
el artículo 1327 del Código, se presumiría que la suma adeudada corresponde al valor menor,
sin embargo, nada quita que para garantizar la autenticidad de lo contenido en el documento,
el acreedor pueda perseguir, de igual forma, que se cumpla el requisito de la firma electrónica
y por consiguiente, el respaldo del certificado emitido por una entidad de certificación
autorizada a tales fines, donde se verifique la identificación de quien se obliga, y su plena
voluntad en asumir la referida obligación de que se trata.

Respecto de lo dispuesto en el artículo 1341 del Código, se entiende que no se presentan


mayores inconvenientes cuando se trata de un acto bajo firma privada redactado y firmado
sobre un soporte de papel respecto de la preponderancia que se otorga a la prueba documental
cuando se trata de sumas que exceden el valor de treinta pesos, sin embargo, en el caso de la
prueba documental electrónica cuyo contenido se encuentra en un soporte digital, el
panorama se torna un poco distinto a los fines de que se le otorgue la suficiente validez
probatoria en torno a un proceso civil. La primera dificultad que se presenta es que, si bien
es cierto se le reconocen los mismos efectos jurídicos, validez y eficacia que los actos bajo
firma privada (en los términos propuestos en la ley 126-02), y esto obliga a remitirse a lo
dispuesto en el Código Civil y Procedimiento Civil Dominicano, no menos cierto es que en
atención a la naturaleza de los documentos electrónicos, la exigencia de si necesariamente
debe transcribirse en un soporte de papel para cumplir con esta exigencia no queda muy clara
de la simple lectura de la ley. Lo que sí queda claro, por lo menos de la redacción del texto
legal, es que si se otorgara el mismo tratamiento a los documentos electrónicos que los actos
bajo firma privada con relación con la imposibilidad de servirse de otros medios probatorios
cuando incluyan obligaciones de pago que excedan de los treinta pesos, se atentaría contra la
naturaleza misma de los documentos electrónicos, y con el derecho de las partes de hacer
valer lo que allí se contiene. Por esta razón, atendiendo a la propia complejidad que envuelve
este tipo de prueba, para la determinación de su autenticidad, el juez necesitaría contar con
la asistencia de un perito que sirva para colocar al juez en condiciones de valorar
adecuadamente el referido documento, más aún cuando el ejercicio que resulta de determinar
si la referida prueba es cónsona con la realidad de aquello que se persigue en ocasión de un
proceso civil, escapa de su total conocimiento teórico-práctico.

En legislaciones homólogas a la nuestra, como es el caso de Venezuela, se propone que de


acuerdo a lo dispuesto en la Ley sobre Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas promulgada
en 2001, a los documentos electrónicos se les otorgará la calidad de prueba como elementos
de convicción que puedan ser valorables por el juez conforme a las reglas de la sana crítica
o por el contrario, se les otorgue el valor de simple indicio (lo que en nuestra legislación,
equivaldría al principio de prueba por escrito). La escogencia de una de estas dos dualidades
estará condicionada al cumplimiento de los siguientes requisitos:

´´El primero, en el caso que el documento electrónico esté asociado a una firma
electrónica debidamente certificada por un Proveedor de Servicios de Certificación
conforme lo establecido en la Ley sobre Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas
(2001), tendrán la misma validez y eficacia probatoria que la Ley otorgue al
documento que contiene un firma manuscrita, es decir, hace plena prueba entre las
partes; b) El documento electrónico al cual esté asociado una firma electrónica
validada por un certificado electrónico de firma emitida por un Proveedor de
Servicios de Certificación no acreditado ante la Superintendencia de Servicios de
Certificación Electrónica o al cual esté asociado simplemente una firma electrónica
no certificada, constituirá un elemento de convicción valorable conforme a la regla
de la sana crítica: c.- El documento electrónico no asociado a una firma electrónica,
solo tendrá el valor de un indicio, por lo que debe ser acompañado de otros medios
de prueba que sustenten los hechos contenidos en el mensaje de datos´´ (JURADO,
2011).

Haciendo un análisis comparativo de nuestra legislación con lo citado supra, es posible


deducir que lo que brinda efectividad a la prueba electrónica para que se le otorgue la calidad
de ´´verdadera prueba´´ en ocasión de un proceso, es que cuente con una firma electrónica
que sea capaz de autenticar el documento que se pretende hacer valer, y que la misma cuente
con la certificación electrónica de una entidad avalada para ello. Sin embargo, donde hay una
verdadera diferenciación respecto de la norma citada con lo que propone la nuestra, es que
para el caso de los documentos electrónicos que no cuenten con la debida firma electrónica,
se tendrá como principio de prueba por escrito, y para su complementariedad, deberá contar
con el respaldo de algún otro medio que sustente el contenido del documento, y por ende, le
otorgue verdadera eficacia probatoria.

Sin embargo, pese a que en la normativa jurídica dominicana, especialmente en la ley 126-
02, se ordena la remisión a lo dispuesto para los actos bajo firma privada en Código Civil,
con base al principio de equivalencia funcional, cuando se hace un ánalisis sobre lo referido
en el artículo 1341 del Código Civil de cara a la naturaleza de la prueba electrónica, se
entiende que en el caso de que la obligación cuyo pago exceda sobre el valor de los treinta
pesos y se encuentre en un soporte electrónico, aún cuando opere una contradicción con el
texto legal, deberá de forma excepcional en atención a su naturaleza, permitirse que opere
una excepción respecto de lo dispuesto en el artículo 1341, brindado al proponente de la
prueba, la posibilidad de edificar al juez respecto del contenido del documento, haciendo uso
de otros medios probatorios que si no el mismo proponente, el juez en su papel activo podrá
ordenar de oficio.

De hecho, estas actuaciones ya han sido impulsadas por la Suprema Corte de Justicia, quien
ha adoptado el criterio jurisprudencial de que un acto jurídico puede ser probado por otros
medios, con indepedencia de la presentación del documento por escrito. En ese sentido, en
su sentencia número 988 de fecha 10 de septiembre de 2014, se estableció lo siguiente:

´´Considerando que, en segundo lugar, merece resaltarse que la regla establecida en


el citado artículo 1341 del Código Civil, forma parte del sistema de tarifa legal
instituido en nuestro derecho con la adopción del Código Civil Napoleónico, que
consiste, principalmente, en la determinación in abstracto por parte del legislador
de la admisibilidad, producción y eficacia de los medios de prueba en justicia; que
dicho sistema fue establecido en una época en la que el derecho estaba regido por el
imperio de la ley y perseguía lograr uniformidad, certeza y economía en la
administración de justicia, fundamentado en una desconfianza en la labor de los
jueces; que en la actualidad nuestro derecho y nuestra administración de justicia han
evolucionado, destacándose la transformación del antiguo Estado Legal de Derecho
en el vigente Estado Constitucional de Derecho; que, producto de esta
transformación el ordenamiento jurídico dominicano se sustenta actualmente en la
defensa de ciertos principios y valores que trascienden al del imperio de la ley, como
lo es el principio de justicia; que, la certeza lograda con la aplicación taxativa de un
sistema de prueba tarifada vulnera el principio de justicia por cuanto hace prevalecer
una verdad formal en perjuicio de la realidad de los hechos; que, de este modo se
debilita además, tanto el derecho de defensa de las partes como la tutela judicial
efectiva ya que se restringe de manera genérica la posibilidad de que las partes pue-
dan ejercer sus derechos en aquellos casos en que no existe el medio probatorio
específicamente establecido en la ley y, además, se coarta al juez en su labor de
esclarecer los hechos de la causa a partir de otros medios de prueba sin que ello esté
justificado en una violación concreta al debido proceso; que, en base a dichas
deficiencias, la doctrina procesalista más reconocida ha defendido la sustitución de
dicho sistema por el de la libre convicción o sana crítica, que permite a las partes
aportar todos los medios de prueba relevantes y al juez la libre apreciación de los
mismos a condición de que se exponga o motive razonadamente su admisión y
valoración, postura que comparte esta Sala Civil y Comercial de la Suprema Corte
de Justicia en virtud de lo expuesto anteriormente.´´ (Suprema Corte de Justicia
(2014). Sentencia No. 988). (Subrayado agregado)

Que de lo colegido por los jueces de la Suprema en la decisión precitada, se infiere que el
juzgador en los casos donde se amerite, como bien podría ser el caso de un documento
electrónico, deberá poner en funcionamiento su papel de juez activo cuando así se requiera,
para la sustanciación del proceso y una buena administración de justicia, brindándosele la
facultad a cualesquiera de las partes de que puedan aportar todos los medios de prueba que
resulten idóneos y acordes con aquello que se pretende probar o dicho de otra forma, con el
objeto de la demanda en ocasión de un proceso civil. Así pues, pese a que la legislación
dominicana resulta escueta respecto al tratamiento que se debe dar a los documentos
electrónicos para garantizar en gran medida, su eficacia probatoria, tal y como se estimó en
la decisión supra, se advierte que los jueces han comprendido que mientras el esclarecimiento
de la verdad no contravenga con ningún principio procesal o derecho fundamental, la norma
no puede comportarse como el antídoto y el veneno en los casos en que, atendiendo a la
evolución acelerada de la sociedad y con ello, la necesidad imperante de que se regule aún
más dentro de la norma sobre estos novedosos medios probatorios como lo es el documento
electrónico, se atente contra la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el deber del juez
de dar respuesta oportuna, pese al silencio, oscuridad, deficiencia o contradicción de la
norma.
Conclusión

En un mundo donde la tecnología ocupa un papel protagónico en múltiples escenarios de la


vida cotidiana, se hace necesario que al mismo ritmo evolucionen las normativas que rigen
las sociedades en relación a este fenómeno. Así, en la medida en que ha sido posible, ha ido
evolucionado el marco regulatorio dominicano, en su búsqueda por brindar respuesta
oportuna en aquellas situaciones que pudieran suscitarse debido al carácter novedoso que
presupone la tecnología.

Sin embargo, pese a los esfuerzos de aquellos a quienes les corresponde la creación de la
estructura que viene a regular estos ´´nuevos fenómenos´´, incluyendo aquellos que se
derivan de la evolución tecnológica, el trabajo que resta por hacer al día de hoy es abismal.
Esto, en atención a que en el caso de los documentos electrónicos, la ley 126-02 sobre
Comercio Electrónico, Documentos y Firmas Digitales, que a la fecha es donde se prevé su
tratamiento, protección y promoción, data de poco más de una década. Además, de que en
los intentos por otorgarle la misma eficacia que a otra clase de actos como el caso de aquellos
suscritos bajo firma privada, se han dejado a un lado las dificultades que encierra aquel
ejercicio analógico, en la medida en que resulta totalmente contrario con la naturaleza de
aquellos documentos que se encuentran dentro de un soporte electrónico.

De esto se deriva, que en algunos casos, por la obligacion que tiene el juez de hacer la función
de pseudo-legislador cuando la norma resulta insuficiente o incompatible con los actos que
se suscitan en ocasión de un proceso civil, se corra con la peligrosidad de obtener una
diversidad de criterios incluso entorno a un mismo objeto, promoviéndose la posibilidad de
que sobre algunos pese una decisión determinada y sobre otros, una totalmente distinta. No
porque el objeto sea distinto, no porque lo aportado sea diferente, no porque las partes no
ostenten la misma calidad que otras en un proceso en cuestión, sino porque al otorgar
demasiada libertad a quienes le corresponde decidir en ocasión de un proceso judicial, se
impulsa la contrariedad y se promueve la posbilidad de que sean vulnerados derechos, los
derechos que precisamente las partes cuando acuden a los Tribunales, pretenden le sean
protegidos o tutelados.
En ese sentido, ante la insuficiencia de la normativa dominicana en relación al tratamiento
del documento electrónico como medio de prueba dentro de un proceso civil en atención a
su naturaleza, se hace imperante la creación de un marco regulatorio que prevea con absoluta
exclusividad, las reglas que conciernan a la proposición del documento electrónico como
medio probatorio, el cumplimiento de determinados requisitos como el de la firma
electrónica, los criterios a seguir para aquellos documentos electrónicos que se deriven de
alguna red social, en los que por su carácter informal no exista tal firma, la aplicación
excepcional de la libertad probatoria cuando las obligaciones suscritas entorno a un
documento electrónico resulten del cumplimiento de un pago y de igual forma, la justa
determinación de la eficacia probatoria de un documento electrónico cuando el certificado
que acredita su origen ha vencido.

Así pues, hay que decir que sobre el legislador dominicano pesa la gran tarea de regular el
documento electrónico como lo que es, un verdadero y novedoso documento que merece ser
regulado junto y no por los demás documentos tradicionales; que cuente con un esquema
regulatorio donde se prevea todo cuanto pueda suscitarse con base en su especialísima
naturaleza, y no que se suplan las debilidades regulatorias en relación a ese tipo de
documentos, ordenando la supletoriedad con base en otras normas que atienden la propia
naturaleza de aquello que regulan, y resultan ajenas por supuesto, a la realidad que entraña
el documento electrónico.
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Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana (2014). Sentencia No. 988.

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