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Diálogo o muerte

RENE VAZQUEZ DÍAZ


09 AGO 1994 -
El 28 de mayo comparecieron en Estocolmo, convocados por el Centro Internacional
Olof Palme, 11 escritores cubanos, cinco que viven y trabajan en Cuba (Miguel Barnet,
Pablo Armando Fernández, Reina María Rodríguez y Senel Paz) y seis en el exterior
(Heberto Padilla, Jesús Díaz, Lourdes Gil, José Triana, Manuel Díaz Martínez y el que
esto escribe) en un seminario moderado por el vicepresidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores del Parlamento sueco, Pierre Schori, bajo el título La bipolaridad
de la cultura cubana. Los 11 allí reunidos teníamos sólo dos cosas en común: éramos
escritores y habíamos nacido en la isla de Cuba.Tres días de intensas discusiones
internas culminaron en lo que ha venido a llamarse la Declaración de Estocolmo. Para
mí personalmente era la culminación de una labor de varios años; yo fui el gestor del
encuentro y su coordinador junto al equipo del Centro Internacional Olof Palme. La idea
que me movió a realizar el proyecto fue la siguiente: en un momento histórico en que
las posiciones son cada vez más inexorables, con el recrudecimiento del embargo
norteamericano por una parte y, por la otra, la consigna de Fidel Castro, "socialismo o
muerte" propiciar un encuentro entre entre escritores cubanos de ambas trincheras de
nuestra cultura sería un paso hacia la sensatez y la reconciliación. ¿Por qué no
atrevernos a dialogar acerca del papel de la literatura (y de nosotros mismos) en el
proceso de democratización de Cuba e n el nuevo orden mundial Surgido tras
el desmerengamiento del bloque socialista, o al menos sentarnos a conversar en un
clima de tolerancia?
Entre la reaccionaria Fundación Cubano-Americana (cuyas armas son la confrontación
y el embargo) y el dogmático Partido Comunista de Cuba se debate el muy sufrido
pueblo de Cuba; y es al pueblo a quien representamos: en la lengua, en nuestras
tradiciones, en las representaciones verbales de nuestra identidad. Se trataba entonces de
ir más allá del odio que ha dividido y paralizado a los intelectuales cubanos y, por
primera vez en 35 años, mirar de frente al enemigo. Acudir a Estocolmo requirió
independencia de criterio y una gran valentía cívica, pues era exponernos a una
situación inédita al aceptar, de ambas partes, sentarnos a la misma mesa que ese
supuesto enemigo.
Las discusiones fueron cariñosas y violentas. Aquella sala de reuniones se convirtió en
una Cuba en miniatura. Gritamos y nos desahogamos sacando a relucir viejas rencillas
de ambas partes, pero siempre con argumentos y no con armas. La fuerte carga
emocional acumulada provocó exabruptos que impidieron un intercambio más sosegado
de ideas, cosa humana y necesaria; pero la sombría sensación de que nosotros, 11
creadores cubanos representativos de la cultura cubana actual, al mismo
tiempo queríamos reconciliarnos y destruirnos me llevó a la certeza del único camino
que le resta a Cuba: el diálogo o la muerte.
Todos tenemos que empezar a perdonar. Si tal es el rencor de los que nos dedicamos a
la literatura -que siempre debería ser un acto de paz-, ¿qué puede esperarse de los que
sólo confían en las soluciones totales? ¿Cuántas muertes a la García Lorca habrá en
Cuba? La certidumbre de que pese a todo el resentimiento, el revanchismo y la
sobresaturación ideológica pertenecíamos a una misma nación querida y escindida se
nos metió en los huesos con dolor. El embargo de Estados Unidos contra Cuba gravitó
sobre nosotros como un elemento de indecencia, como una injusticia histórica que
emocionalmente nos unió. Un fax recibido de la Oficina de Asuntos Cubanos del
Departamento de Estado Norteamericano, firmado por un political officer, Bob Fretz, en
el que burlonamente se nos recordaba que estábamos siendo observados, nos pareció a
la mayoría de los reunidos una grosera intromisión en nuestros asuntos, un insólito
escarnio. ¿No estamos hartos de los comisarios políticos cuya profesión es observarnos?
Los resultados de Estocolmo tenían que ser forzosamente modestos. El hecho en sí de
que ahora se nos exija que planteáramos y resolviéramos, en tres días, todos nuestros
diferendos revela la enorme necesidad de este tipo de encuentros. ¡Por cada día de
reunión había más de diez años de antagonismo! Sólo en tomo a dos puntos logramos
un consenso: que se levante incondicionalmente el embargo contra Cuba; que la cultura
cubana es una e indivisible: tanto la producida en el exterior como en la isla pertenece a
la herencia de la nación. Una sola cultura; un solo pueblo. Ya no hay gusanos y
comunistas: hay cubanos. En 1980, cuando 10.000 cubanos ocuparon la Embajada de
Perú y 250.000 desfilaron para repudiarlos, el Granma escribió: "Éste es el verdadero
pueblo". En Estocolmo quedó establecido que el verdadero pueblo es tanto el que se
escapa en una embarcación como el que lo ametralla desde otra. Tan cubano es el que
defiende una idea como la otra. Ésa es la imponente dimensión de nuestro drama
nacional. Ésa es la responsabilidad que emana de la Declaración de Estocolmo.
Ninguna de las dos partes tiene toda la razón. El diálogo no es sólo entre el exilio y la
revolución; el exilio tiene que sentarse a dialogar con las tendencias que lo atomizan, lo
cretinizan y lo envenenan, y la revolución tiene que abrir la mano y liberalizarse. A la
sombra de las rimbombantes verdades absolutas, tanto las de Cuba como las de Miami,
pululan las vergonzosas mentiritas relativas. El encuentro de Estocolmo fue ácidamente
atacado en la prensa de Miami. A mí me tildaron de "agente castrista"; al Centro Olof
Palme, de haber sido "comprado por Castro". Que los aguerridos comodones sigan
despotricando contra Fidel Castro. A mí Fidel no me interesa porque el drama del
pueblo cubano va más allá de un líder o de una ideología. A mí me interesa la
extraordinaria poetisa Reina María Rodríguez, a quien no le da la gana de irse de Cuba
porque tiene una terraza desvencijada en la calle de las Ánimas, cuatro hijos que no
tienen leche y nueve gatos que el barrio persigue para zampárselos, y me interesan el
montón de jóvenes poetas maravillosos, hambrientos y dignos que la rodean, mientras
sueñan con una Casa de la Poesía de La Habana y se preparan para cambiar lo que nos
rodea sin que nadie los ayude. Si no buscamos un compromiso histórico para la
reconstrucción nacional, la guerra será feroz: ésa es la verdadera cuenta que nos pasará
la historia. A ver si el muro que llevamos dentro empieza al fin a resquebrajarse, antes
de que los vecinos de la calle de las Ánimas devoren los nueve gatos de Reina María.
René Vázquez Díaz es escritor cubano afincado en Suecia. Su novela La isla del
cundeamor será próximamente publicada por Alfaguara.
De: https://elpais.com/diario/1994/08/09/opinion/776383208_850215.html?event_log=fa
A veinte años de la Declaración de Estocolmo (+
Fotos)
Por: René Vázquez Díaz

24 diciembre 2014 | 4

Cuando una superpotencia se aviene a negociar de igual a igual con un


pequeño vecino, tras negarse a reconocer su derecho a la autodeterminación y
la vida durante más de medio siglo, no es porque sus aspiraciones de
dominación se hayan esfumado sino porque ha mordido el polvo de la derrota.
El Presidente Obama ha empezado a merecerse el Premio Nobel de la Paz
que le otorgaron en Oslo. Bienvenida sea su voluntad de paz en ambas orillas
del Estrecho de la Florida.
El asedio contra Cuba, con la política de aislamiento y estrangulación, terminó
por aislar al agresor. Para los cubanos de alquiler, el desprecio a su propio país
ha sido una poderosa motivación para la traición. Los oficialistas sumisos a
sueldo de la NED, la USAID, el PP español u otros Gobiernos extranjeros, en
instituciones espurias como Radio Martí, Diario de Cuba, la revista Encuentro,
etc, terminaron recibiendo el título de charlatanes. Para los que durante
décadas hemos combatido el bloqueo y el entrometimiento de Estados Unidos,
la verdadera reconciliación consiste en unirnos todos al fin, dentro y fuera de
Cuba, a favor del levantamiento total del bloqueo. Aún queda mucho por hacer.

Llevando a buen puerto las históricas negociaciones, el Gobierno cubano ha


abierto nuevas esperanzas de negociación y aumento del bienestar. La mano
cubana está abierta al análisis de las divergencias. De igual a igual. La
soberanía cubana no está sobre la mesa. Nadie sabe cómo evolucionará la
buena voluntad de la contraparte estadounidense. Por ello es esencial poner
las cosas claras: La Casa Blanca ha reconocido su política de “aislamiento” de
Cuba, sin mencionar la palabra agresión. Disposición al diálogo no significa
propensión al olvido. ¿Qué nuevas formas adoptará la injerencia
estadounidense en los asuntos cubanos?

Esto me hace recordar que este año se cumplen veinte años del llamado
Encuentro de Estocolmo, del cual fui iniciador, gestor y coordinador. Celebrado
en 1994 bajo la égida del Centro Internacional Olof Palme, aquella reunión
enfocó, en un momento crítico de la historia de Cuba, una parte importante del
territorio ideológico que en este mes de diciembre ha tenido un desenlace
crucial.

El hecho de que un puñado de escritores de posiciones divergentes nos


reuniéramos para ventilar nuestras visiones de la problemática cubana, llamó la
atención sobre el papel de los escritores (y por extensión, también, de los
artistas) en un tiempo de peligros y de cambios.

El famoso compromiso del escritor no es más que un pacto con los


fundamentos de su propia vida: su decencia y su creatividad, su humanismo y
su capacidad de identificación con su propio trabajo, sin excluir las grandes y
duras realidades colectivas.

Eso lo viví en Estocolmo junto a un grupo de creadores de primera línea, de


cuya selección fui enteramente responsable: Heberto Padilla y Pablo Armando
Fernández, Lourdes Gil y Senel Paz, Reina María Rodríguez y Manuel Díaz
Martínez, Jesús Díaz y Miguel Barnet, Antón Arrufat y José Triana. El
Encuentro de Estocolmo se realizó antes de la promulgación de la Ley Helms-
Burton (que sigue en pie) y de lo que vendría a ser la Posición Común de la
Unión Europea. Es decir, antes de que la guerra de reconquista de Cuba, que
en aquel momento ya se había hecho inusitadamente criminal con la Ley
Torricelli, se reforzara hasta extremos nunca vistos.
Foto de grupo: Encuentro de Estocolmo, de izquierda a derecha: Antón Arrufat, Jourdes Gil, Jesús Díaz,
Reina María Rodríguez, Heberto Padilla, Manuel Díaz Martínez, José Triana, René Vázquez Díaz, Miguel
Barnet, Pablo Armando Fernández, Pierre Schori (por el Centro Olof Palme) y Senel Paz.

Nadie se convierte en un héroe si su conciencia no lo obliga. Los cinco


cubanos antiterroristas que infiltraron organizaciones que desde Miami
preparaban nuevos atentados contra Cuba, son un ejemplo de que la justicia
puede prevalecer al fin en este mundo plagado de desdichas. El amor, a veces,
tiene el deber de hacer la guerra a la guerra.

Según la investigación exhaustiva de la American Association for World Health


(AAWH), que en aquellos momentos investigó la situación del servicio
oncológico pediátrico cubano, “los niños vomitaban un promedio de 28 a 30
veces por día” por faltarles la medicina cuya adquisición Estados Unidos
bloqueaba “con las mejores intenciones”. Eso pertenece a lo que ahora Obama
llama “la pesada carga de la historia”. El informe de la AAWH forma parte del
libro Salud y nutrición en Cuba: efectos del embargo norteamericano, que
compilé en 1999 para el Centro Internacional Olof Palme.

Cada uno de los participantes del Encuentro de Estocolmo interpretó a su


manera el momento histórico de aquellos días de 1994. Los hechos que
definieron aquella época y la historia posterior definieron también a cada cual.
En mi caso particular, y desde mi posición de escritor solitario, la violenta
reacción contra la llamada Declaración de Estocolmo marcó la diferencia entre
convertirme en un aliado natural del pueblo agredido, o en un discreto cómplice
del agresor. He aquí el texto íntegro de la Declaración de Estocolmo:

Once escritores cubanos, cinco que residen en la Isla y seis que viven en el
extranjero, nos hemos reunido en Estocolmo, convocados por el Centro
Internacional Olof Palme, para discutir durante tres días problemas culturales y
políticos de importancia vital para Cuba.
En francas discusiones, que se desarrollaron en una atmósfera de respeto
mutuo, hemos llegado a los siguientes acuerdos:
1.- La cultura cubana, tanto la que se produce en Cuba como en el exterior, es
una, y pertenece a la herencia de nuestra Nación.
2.- El embargo económico y financiero de los Estados Unidos de América
contra la República de Cuba debe ser levantado urgentemente y sin
condiciones, como factor indispensable que contribuya a fortalecer el equilibrio
de la Nación.
Estocolmo, 27 de mayo de 1994.
Borrador de la Declaración de Estocolmo no se ha publicado nunca.

Borrador de la Declaración de Estocolmo con todas las firmas, no se había publicado nunca hasta hoy.
Estos dos puntos esenciales fueron aprobados con su firma por todos los
participantes. La declaración fue un producto colectivo que confeccionamos
entre todos con entera libertad. Primero en un borrador, también firmado por
todos, y luego en el documento final. Los argumentos que manejamos eran tan
incontrastables como los que ahora, 20 años después, invoca el presidente
Obama reconociendo lo inicuo del bloqueo. Luego hubo tres tristes
retractaciones. Eso hoy carece de relevancia histórica. A veinte años de
distancia, La Declaración de Estocolmo significa que haber exigido el fin del
bloqueo en aquellas fechas terribles, era ponernos de parte de la vida frente al
poderío de la muerte. Y la vida se alimenta del canto y la risa, de la promesa y
la felicidad. No todos los artistas son necios a la hora de resistir las presiones
de un imperio, ni la triste tentación de sus dineros.
Declaración de Estocolmo con todas las firmas.

* René Vázquez Díaz es novelista. Su obra más reciente es Ciudades junto al


mar, Alianza Editorial, Madrid, 2011.

De: http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/12/24/a-veinte-anos-de-la-declaracion-de-
estocolmo-fotos/
DE MI ARCHIVO / REUNIÓN DE
ESCRITORES CUBANOS
EN ESTOCOLMO
El Centro Internacional Olof Palme, adscrito al Partido Socialdemócrata Sueco, hizo posible
un encuentro de escritores cubanos en Estocolmo a finales de mayo de 1994. En ese encuentro, que
duró cuatro días (del 24 al 28), por primera vez escritores del exilio y del interior de la isla
discutieron cara a cara sobre el presente y el futuro de Cuba. De la isla acudieron Reina María
Rodríguez, Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat y Senel Paz; del exilio,
Lourdes Gil, Heberto Padilla, José Triana, Jesús Díaz y yo. El organizador y moderador del
encuentro fue René Vázquez Díaz, novelista cubano residente en Suecia.
En su carta de invitación, el Centro Internacional Olof Palme subrayaba el carácter político del
coloquio, precisando que éste se dedicaría al “análisis del proceso de democratización de Cuba y su
revolución”, y expresando su esperanza de que en el mismo diéramos “un ejemplo de tolerancia,
valentía política y sensatez, que abra, si no un camino, al menos sí un trillo que alguna vez sea
transitable hacia la libertad, el desarrollo y la reconciliación nacional que anhelan millones de
cubanos”.

Los escritores procedentes de la isla llevaron comunicaciones sobre temas ajenos a los que debíamos
tratar; pero, a pesar de su intención de convertir el encuentro en una tertulia literaria –recuerdo que
les dije a mis viejos amigos que no habíamos ido a Estocolmo a hacernos los suecos–, los temas
candentes de la problemática política cubana, abordados por los del exilio, monopolizaron y
aborrascaron la discusión. Heberto Padilla, en declaraciones hechas a El Nuevo Herald en junio de
aquel año, se refirió, evocando una escena, a las discusiones que abundaron en el encuentro: “A
Arrufat pensamos que le iba a dar un infarto cuando se enfrentó a Díaz Martínez, pero quiero aclarar
que Arrufat nunca defendió a la revolución, sino que impugnó el estilo agresivo de Díaz Martínez”.
Los del exilio planteamos la necesidad de que en Cuba se realizara cuanto antes la apertura
democrática. Jesús Díaz recalcó que el Gobierno de Castro debía iniciarla sin esperar a que Estados
Unidos suprimiera el embargo. Para la declaración final (Declaración de Estocolmo) sólo se logró
consenso en dos puntos: el relativo a la unicidad de la cultura cubana –negada por el régimen
castrista al discriminar a los creadores cubanos exiliados, y por el exilio radical al discriminar a los
de adentro– y el relativo al levantamiento del embargo comercial y financiero norteamericano.
Propuse que en este punto exigiésemos también que el Gobierno de Cuba suprimiera su embargo
interno a las libertades democráticas. Mi proposición, dicha así, no era asumible por los del interior:
superaba los límites de lo que podían suscribir. Entonces buscamos una manera no tan cruda de
formularla, y convinimos en refirirnos al levantamiento del embargo “como factor indispensable que
contribuya a restablecer el equilibrio de la nación”.
Entre los participantes del encuentro hubo, en aspectos importantes de la temática debatida, más
afinidad de la prevista; pero, por razones obvias, los residentes en Cuba, que a Cuba volvían, sólo
accedieron a que estuvieran en la declaración final, y en la forma que en ella aparecen, los puntos ya
señalados.

Aunque no nos satisfacía la declaración, los del exilio la firmamos por dos razones: porque el Centro
Internacional Olof Palme se comprometió a publicar en un libro todas las ponencias tal como las
habíamos presentado –promesa que cumplió– y porque teníamos la voluntad –quizás, vista a
distancia, demasiado pretenciosa– de que el encuentro, al no fracasar –por discutibles que fuesen sus
resultados–, demostrara que el camino del diálogo era practicable y podía conducir, con lentitud pero
sin tragedia, a la solución del problema cubano.

En Estocolmo no todo fue debate o bronca a puertas cerradas y bisbiseo en los pasillos del Reso
Hotel. El encuentro terminó con una conferencia de prensa presidida por Pierre Schori, secretario de
la cancillería del Ministerio de Relaciones Exteriores sueco (quien abogó abiertamente por la
democratización de Cuba), a la que acudió un enjambre de reporteros de medios de comunicación
locales e internacionales. En ella, cada uno de nosotros hizo su particular declaración de Estocolmo.
La mía fue la siguiente:

Como todo el mundo conoce, Cuba atraviesa una crisis política, económica, social y moral
extraordinariamente aguda, la peor de su historia republicana. Una crisis que ha provocado
profundos antagonismos entre los cubanos dentro y fuera del país y que está poniendo en peligro la
seguridad y la independencia de la nación. Las causas de esta crisis son múltiples y complejas.
Para mí, las principales hay que buscarlas dentro del país y tienen que ver con la excesiva
centralización del poder político en Cuba y con errores en la gestión de gobierno. Pero hay dos
causas externas de capital importancia: la desaparición del campo socialista europeo, del que
dependíamos fundamentalmente, y el embargo financiero y comercial impuesto por Estados Unidos,
embargo que, en las actuales circunstancias, constituye un obstáculo para el tránsito pacífico hacia
la normalización de la vida nacional en un marco de convivencia democrática. Pienso, por tanto,
que para superar la crisis que nos agobia es necesario, de una parte, que Estados Unidos levante el
embargo y, de otra, que el Gobierno de Cuba inicie urgentemente un proceso de reformas políticas
sobre la base de sus compromisos como signatario de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre. Quisiera que el primer paso de este proceso fuera la liberación de todos los cubanos que
cumplen condenas de cárcel por causas políticas y el reconocimiento del derecho de asociación con
fines pacíficos.
Ojalá muy pronto sean posibles, en el seno de la sociedad cubana, la libertad de expresión y el
respeto a todas las opiniones que han estado presentes entre los escritores que nos hemos reunido
aquí en Estocolmo bajo los auspicios del Centro Internacional Olof Palme. Ojalá pronto sea una
realidad en Cuba la reconciliación en la diversidad, de la cual este encuentro es, creo, un primer
síntoma.
Algunos intelectuales cubanos exiliados manifestaron su repulsa al encuentro de Estocolmo. Por
ejemplo, en El Nuevo Herald, de Miami, el 6 de junio de aquel año, Guillermo Cabrera Infante dijo
que fue “una reunión lamentable”, y Leví Marrero lo describió como “un diálogo con los
burócratas”. Carlos Franqui recurrió a la descalificación moral llamando al grupo del exilio “los
arrodillados de Estocolmo”, y a todos nos negó representatividad. Gastón Baquero, por el contrario,
saludó el encuentro y nos reconoció “autoridad intelectual más que suficiente” y “sobrados méritos y
derechos para hablar por Cuba y para Cuba” [El Nuevo Herald, viernes 20 de mayo, 1994].
Casi al final de nuestra estancia en Estocolmo, el Centro Internacional del Movimiento Obrero
Sueco nos invitó a una cena. En la mesa, Miguel Barnet, que entonces era diputado a la Asamblea
Nacional del Poder Popular, nos comunicó que el embajador cubano en Suecia nos invitaba, a todos,
a un cóctel en la embajada. Rechacé la invitación y esto provocó una acalorada polémica entre
Padilla, partidario de aceptarla, y yo. La polémica tuvo una segunda parte en el hotel, en la
habitación de José Triana. Padilla, finalmente, no asistió al cóctel, y no porque se rindiera a mis
argumentos sino porque ninguno de los otros miembros de la delegación del exilio aceptó el convite
del embajador. Ésta fue la única controversia dentro de nuestro grupo de las múltiples que hubo
entre los que fuimos a Estocolmo. Padilla consideraba que mi actitud no era consecuente con el
propósito del encuentro, y yo no tenía la menor duda de que el Gobierno cubano instrumentalizaría
nuestra presencia en el sarao de la embajada.

Les faltó tiempo a los representantes de Castro en la ONU para aventar desde Nueva York, entre
diplomáticos y periodistas, la Declaración de Estocolmo. La presentaban como un espaldarazo de
todos sus firmantes al régimen castrista por cuanto en ella se exige a Estados Unidos el
levantamiento incondicional del embargo. Ante esto, Lourdes Gil, José Triana y yo hicimos pública
una “Nota aclaratoria a la Declaración de Estocolmo”, en la que precisamos que nuestro rechazo al
embargo norteamericano se debía a que “nuestra conciencia moral no nos permite apoyar el embargo
económico como arma política en contra de cualquier país”. Asimismo reafirmamos nuestra
convicción de que “el sufrimiento del pueblo cubano” es responsabilidad de Fidel Castro.
Días después de mi regreso a Canarias hablé por teléfono con Padilla y le dije que no me arrepentía
de haber participado en el diálogo de Estocolmo, pero sí de haber firmado la Declaración. Esto
motivó la última polémica entre Heberto y yo.
MDM
De izquierda a derecha: Pablo Armando Fernández, Lourdes Gil, René Vázquez Díaz, José Triana,
Reina María Rodríguez, Antón Arrufat, Manuel Díaz Martínez; sentados: Senel Paz y Heberto
Padilla. Falta Jesús Díaz, que aún no había llegado a Suecia. (Estocolmo, mayo, 1994)

DOCUMENTOS
Estocolmo 14 de febrero de 1994

Manuel Díaz Martínez


Calle Sagasta 66
Ático 602
35008 Las Palmas
Gran Canaria
España

En estos momentos sumamente difíciles para el pueblo de Cuba me dirijo a Ud., en mi condición de
escritor cubano en el exilio, con una invitación formal avalada por el Centro Internacional Olof 
Palme para que participe en lo que seria la primera reunión de análisis del proceso de democratiza-
ción de Cuba y su revolución, con la participación de escritores cubanos del exilio y de la Isla.
Como ya Ud. sabe por reiteradas conversaciones telefónicas, se trata de un proyecto por el que me
he esforzado mucho durante varios años, pues estoy seguro de que una reunión de este tipo dará un
ejemplo de tolerancia, valentía política y sensatez que abra, si no un camino, al menos sí un trillo
que alguna vez sea transitable hacia la libertad, el desarrollo y la reconciliación nacional que anhelan
millones de cubanos. Son éstos los objetivos humanitarios que apoya el Centro Internacional Olof
Palme y que explican el generoso gesto de patrocinar el evento.

Demás está decir que no tengo la más mínima pretensión de que nuestras deliberaciones
transformen, por arte de magia, el destino de Cuba; nada más lejos de mi intención, tampoco, el que
acudamos a Estocolmo con el fervor anacrónico de convencernos mutuamente sobre la infalibilidad
de las ideas propias. Si algún invitado se siente incapaz de abstenerse de atacar o denostar
personalmente a los demás participantes, lo exhorto cordialmente a que decline esta invitación. Se
trata de que cada cual exponga libremente sus opiniones en una atmósfera de moderación, prudencia
y respeto al verdadero protagonista del encuentro: el pueblo cubano que sufre.

No será con espíritu primitivo de revancha que se cicatrizarán las llagas de tres decenios de dura
lucha ideológica en torno a proyectos opuestos de desarrollo del país. Creo firmemente que la
tragedia que vive Cuba va más allá de la ideología de un hombre o de un partido¡ o de una

superpotencia que carece de moral pata imponer su voluntad a escala global. Necesitamos pluralidad
de voceé y serenidad en el debate. Es mi esperanza que este tipo de encuentros se repitan –¿por qué
no algún día en La Habana?– en otros países y con nuevos participantes.

Al aceptar la invitación¡ cada escritor se compromete a enviar una ponencia de un máximo de doce
folios¡ que se inspire en los siguientes temas:

1) Papel de la literatura y la libertad de palabra tanto en Cuba como en el exilio.

2) ¿Cómo vemos nosotros¡ los escritores cubanos¡ la situación cultural¡ económica y política de
Cuba en esta época pos guerra fría?

3) ¿Existen puntos en torno a los cuales podríamos ponernos de acuerdo?

Los textos¡ cuya integridad será rigurosamente respetada¡ serán publicadas por el Centro
Internacional Olof  Palme en sendas ediciones no venales¡ en español y en sueco. Por ello le pido
encarecidamente que me envíe su ponencia a más tardar a principios de mayo. Yo seré el
responsable de ambas ediciones.
La reunión se realizará bajo la égida del Centro Internacional Olof  Palme. El nombre de Palme
evoca y sintetiza la tradición del Movimiento Obrero de Suecia de contribuir a la solución pacífica
de conflictos internacionales.

De Cuba han sido invitados los siguientes escritores: Reina María Rodríguez, Miguel Barnet, Pablo
Armando Fernández, Antón Arrufat y Senel Paz. De fuera de Cuba: Lourdes Gil, José Triana,
Manuel Díaz Martínez, Jesús Díaz y Heberto Padilla. Cada participante recibirá una dieta simbólica
de 2000 coronas suecas. Los gastos de viaje, hotel y comida correrán a cargo del Centro
Internacional Olof Palme. La reunión se llevará a cabo los días 27, 28, 29 y 30 de mayo, y constará
de dos partes: una de sesiones estrictamente privadas en las que se leerán las ponencias, las cuales no
se discutirán por separado, sino en una sesión final, y otra pública en forma de panel en la que cada
cual expondrá sucintamente sus conclusiones finales. Habrá servicio de traducción simultánea.

Le ruego que me confirme a la mayor brevedad su asistencia a la reunión, si es posible por fax, al
Centro Internacional Olof Palme.

Con un saludo cordial le da ya la más cálida bienvenida,

René Vázquez Díaz,


Iniciador y coordinador del proyecto.
Por el Centro Internacional Olof Palme:
Sven-Eric Söder
____________________
LA REUNIÓN DE ESTOCOLMO
Gastón Baquero

El 25 de mayo comienza en Estocolmo una reunión de escritores cubanos, con asistencia de autores
que están en Cuba y de autores que viven lejos de la Isla. Recibo el boletín informativo que firman
los señores Sven-Eric Söder y René Vázquez Díaz. Dan cuenta de los móviles y de los objetivos de
la reunión: «un diálogo constructivo y libre entre los trabajadores de la palabra».

Cinco escritores residentes en Cuba y cinco residentes en el extranjero participarán en el encuentro.


Según el boletín, los cinco cubanos de la Isla son: Reina María Rodríguez, Miguel Barnet, Antón
Arrufat, Senel Paz y Pablo Armando Femández; los cinco del exterior son: Lourdes Gil, José Triana,
Heberto Padilla, Manuel Díaz Martínez y Jesús Díaz. Estos 10 nombres cubanos, me adelanto a
decido, tienen sobrados méritos y derechos para hablar por Cuba y para Cuba en materia de
creatividad, de cultura. Esto no quiere decir que sean los únicos ni los máximos portavoces, porque
en Cuba y fuera de ella hay 100 nombres posibles más, de parejos méritos. Quiere decir simplemente
que estas 10 personas poseen autoridad intelectual más que suficiente para dialogar sobre una
cuestión que es mucho más que un tema, es una esencia: el destino cultural de la nacionalidad, de la
patria común, de la identidad única.

La noci6n de dos  Cubas


De sobra sé que hay en el exilio, como dentro de Cuba, personas tan aferradas a los ideales políticos,
tan fanatizadas por lo que para cada uno es la verdad, que la sola mención de la palabra diálogo se
traduce por traición, entreguismo, rendición ante el enemigo. En esta actitud, que ambas partes
consideran justa y patriótica, llevamos treinta y tantos años. Del terreno estrictamente político
pasamos, ambos, a encasillar todas las manifestaciones del humano en sociedad y del humano como
miembro de una comunidad histórica. Se creó la noción de un arte, de una música, de una poesía, de
una cultura en suma, opuesta y contraria a la del otro. Por decir que hay dos corrientes muy definidas
en materia de política, llegamos a creer que hay dos Cubas.

Para cada una de las partes, la Cuba legítima y verdadera es la que defiende o prefiere. El otro, los
otros, los de allá (un allá que es «los de Miami» para los de La Habana y «los de La Habana» para
los de Miami) no son buenos cubanos, no aman a la patria, no comprenden a Martí ni lo quieren.

Esto es insensato, es absurdo. Llevo tiempo diciendo que es una obligación nuestra, un elemental
requisito de amor a la cultura, interesarnos por conocer lo que pasa en Cuba, lo que hay en Cuba, lo
que es Cuba, que no es sinónimo de Castro ni mucho menos. El terrible embrujo de este individuo
nos ha llevado a todos a identificar a Cuba con su verdugo, a fusionar la víctima con el victimario.
Castro ha conseguido hipnotizarnos a todos. Ha conseguido aturdimos de tal manera que no
acertamos a distinguir, a diferenciar entre Castro y el pueblo, entre el tirano y la nación cubana.

Ellos y nosotros
Al publicar aquí, hace tiempo, un artículo titulado Puentes hacia la Isla, (Mayo 31, 1992)
reclamando el acercamiento al pueblo que pertenecemos, el mutuo reconocimiento entre nosotros y
ellos, no faltó quien me acusara de aconsejar el diálogo con Castro. Es el simplismo fusionador, la
identificación total entre la víctima y el verdugo.
Castro está ahora comenzando a comprender –¡a la fuerza ahorcan!– el papel del diálogo en una
sociedad civilizada. El monologuista absoluto, el totalitario en estado puro, quiere ahora hablar de
diálogo. Finge olvidar que diálogo es uno de los más bellos nombres de la libertad.

Esta circunstancia de ablandamiento de la tiranía por conveniencia propia, tiñe de mal color una
iniciativa como la del encuentro en Estocolmo. El hecho de que ahora, por su interés, el régimen deje
en libertad a unos escritores para que hablen con otros cubanos, no debemos interpretarlo como una
maniobra de los que viajan de La Habana a Estocolmo, maniobra en favor de Castro, por supuesto.
No hay tal. Creo en la sinceridad de estas 10 personas.
Creo en la conveniencia, y aún más, en la necesidad del diálogo cultural. Si de este hecho se
beneficia o aprovecha momentáneamente el tirano, no debe preocuparnos. Cuando una cultura se
manifiesta abierta y libre, acaba siempre por derribar a la tiranía.

[El Nuevo Herald, viernes 20 de mayo, 1994.]


____________________

NUESTRO ENCUENTRO EN ESTOCOLMO


Heberto Padilla
Cada día se hace más difícil opinar sobre la crisis cubana, o lo hacen más difícil los que se creen
profesionales de su desgracia y no toleran a los intrusos que actúan sin consultar al gremio. En
Miami ya han comenzado los ataques a la Conferencia de Estocolmo, convocada por el Centro
Internacional Olof Palme para discutir la bipolaridad de la cultura cubana. La prensa ha ofrecido una
amplia información sobre el encuentro y sus participantes, y yo mismo he escrito dos artículos, en el
último de los cuales me referí a la violenta polémica con que comenzaron las discusiones. Como era
de esperar en el caso de Cuba, la política irrumpió y se impuso hasta el final de los debates.

La lectura de las ponencias y sus discusiones fueron a puerta cerrada, y el encuentro terminó con
preguntas del público asistente y una rueda de prensa donde participaron todos los periodistas que
quisieron.

No estaban allí Radio ni Tele Martí; tampocolos corresponsales de los periódicos y las numerosas
emisoras de Miami, que optaron por condenar el encuentro de Estocolmo como una manipulación
del gobierno cubano. La mayoría de las opiniones coincidió en condenar un encuentro donde
pudieron coincidir, sin matarse entre sí, escritores cubanos residentes en la isla y seis en el exilio.
Esto les pareció demasiado sospechoso. Era posible estrechar la mano y dialogar con agentes de la
policía de Castro»? No, imposible, a menos que fuesen redomados «colaboracionistas». ¿Así de
simple?

Es el lenguaje de la guerra fría que aún prevalece en ciertos grupos de exiliados «intransigentes con
la tiranía de Castro» y, por lo mismo, con los «colaboracionistas» dispuestos a respaldar cualquiera
de sus manipulaciones. Exactamente igual, según ellos, al encuentro celebrado en La Habana
recientemente sobre la «emigración». Pero, ¿se trataba de la misma cosa? Claro que no.

Exclusivamente escritores
El encuentro de Estocolmo se produjo exclusivamente entre escritores, fue convocado por un centro
internacional de Suecia, cuyos organizadores determinaron los nombres de los asistentes, con una
agenda referida a la bipolaridad de la cultura cubana, abierta igualmente a otros problemas
nacionales, ni Cuba, ni los organismos oficiales de la isla, tuvieron nada que ver en esto. Ni siquiera
la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. De modo que sí se debatió la crítica situación de los
presos cubanos, a lo que, por ejemplo, se refirió crudamente Manuel Díaz Martínez en su ponencia y
en su intervención pública; la penalización del adversario político, a que me referí yo, la apelación
de Jesús Díaz a que se produzcan cambios que no se supediten únicamente al levantamiento del
embargo. No obstante, hubo concenso en que el embargo impuesto a Cuba durante más de 30 años
ha quitado razones a los defensores de la democracia. Expusimos, pues, nuestra oposición al
embargo, que yo personalmente considero desafortunado, pues a quien más mella es al pueblo de
Cuba.

Estos, y otros planteamientos, pudieron ser oídos por nuestros corresponsales en la conferencia de
prensa de Estocolmo, pero es más fácil condenar que oír y reflexionar.

Por principio, no admito la exigencia represiva de que no se puede utilizar «la tribuna del enemigo»,
ni «bajar la guardia» ante sus maniobras, porque conozco ese lenguaje desde Cuba. No lo acepto. Me
parece absurdo.

Precisamente ayer, un viejo amigo me recriminaba desde Puerto Rico, que no tomase yo en cuenta el
carácter político de cada una de mis actuaciones y opiniones. Esto significa que me he salido una vez
más del juego. De hecho, debo agradecerle que intente protegerme de la jauría que puede devorarme.
En realidad no me importa. Cuando a uno le han arrebatado su patria y tiene que andar como un
híbrido sobre la faz del planeta, no importa la histeria de los que odian por odiar.

Quiero buscar y encontrar un espacio de discusión; sí, de discusión. No me reuní con enemigos
viscerales sino con escritores, tan atrapados como el pueblo de Cuba, en la erosión de nuestra época.
Tal vez por eso hasta el enemigo más recalcitrante pueda ser «culpable de su inocencia tanto como
inocente de su culpa», como dijese Miguel Barnet en el encuentro. A pesar de que esta reunión
estuvo a punto de romperse en más de una ocasión, sus resultados fueron positivos. Nuestro
propósito fue el de apoyar las corrientes más sanas del debate nacional. Queríamos y queremos ver
el resultado de esta conferencia. Por eso, para que no se confundieran nuestras muestras de
esperanzada cordialidad, decidimos no asistir al cóctel que nos ofreció la embajada cubana a todos
los presentes, sin ninguna excepción.

La más trágica hora


Lo más importante era la posibilidad de este encuentro sobre Cuba, un país que como dijo en su
ponencia Lourdes Gil, está «actualmente varado en la más trágica hora de su historia; el que
conocieron sus primeros moradores y se disputaron hace un siglo los próceres cubanos, los
colonizadores ibéricos y los expansionistas yanquis… El que vio el triunfo de la revolución y su
fracaso; el de Girón, las incursiones por el África, el éxodo del Mariel y los balseros. El de La
Habana como ruinas de Pompeya. El país como llaga en el pensamiento de los desterrados, los de
hoy y los del XIX… ¿Cuál es la Cuba que conoce cada uno de nosotros? ¿Y de qué Cuba hemos
venido a hablar? ¿Qué es Cuba ahora; qué su literatura desbordándose en la lejanía?».

Lourdes Gil fue totalmente educada en Estados Unidos, con muy fuertes raíces cubanas. Hoy es una
joven y brillante poeta y escritora, pero salió de Cuba en el grupo de niños enviados a Norteamérica
durante la operación Pedro Pan. Ella es la hermosa respuesta que ha dado la historia a quienes
quisieron arrancarla de Cuba.

Y Lourdes Gil, como el resto de los que asistimos a este encuentro de escritores en Estocolmo, ha
tocado el punto crucial. ¿Qué es Cuba? Para mí, actualmente, una mezcla de sueño y pesadilla.

[El Nuevo Herald, sábado 4 de junio de 1994.]


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DIEZ CUBANOS DEBATEN


Heberto Padilla
Estocolmo, 27/5/94.- Al fin han comenzado las reuniones que todo el mundo había condenado al
fracaso. Los 10 escritores cubanos (cinco exiliados y cinco residentes en la isla) nos encontramos
todos en Estocolmo, sin que nadie faltara a la cita. De un lado estaban Reina María Rodríguez,
Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat y Senel Paz; del otro lado, del exilio,
estábamos Lourdes Gil, José Triana, Manuel Díaz Martínez, Jesús Díaz y yo. René Vázquez Díaz,
perteneciente a nuestro grupo, participaba también como moderador y representante del Centro
Internacional Olof Palme, que propició el encuentro.

Ya se han leído varias ponencias, se han discutido numerosos problemas de la vida cubana, cultural
y política. Parece que el Centro Internacional Olof Palme logrará su objetivo de que estos primeros
pasos en el análisis de la situación cubana tengan resultados satisfactorios. Los que vienen de Cuba –
y a Cuba regresarán– no han dialogado con temor. A las primeras intervenciones de Manuel Díaz
Martínez, poeta y ensayista que vive exiliado en España, y de Pablo Armando Fernández, director de
la revista Unión, órgano oficial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, respondieron con
pasión, pero sin ánimo de ruptura, varios escritores, entre los que se destacó el dramaturgo Antón
Arrufat.
Díaz Martínez se refirió a su entusiasmo juvenil por la revolución, como escritor y dirigente político,
pero describió crudamente la situación en Cuba, la falta de libertades, el carácter tiránico de la
dirección castrista y la urgencia de un cambio democrático que los escritores deben ser los primeros
en auspiciar. Para Díaz Martínez, Fidel Castro es el único culpable de la tragedia cubana. El poeta
responsabilizó “a una parte de los escritores cubanos”, que calificó de cómplices de la tiranía. Esto,
por supuesto, pudo convertirse en el fin de las conversaciones, y hasta hubo amagos de que así
ocurriera; pero, por ejemplo, Antón Arrufat mantuvo la calma al responderle a Díaz Martínez, y lo
hizo con tanta inteligencia como respeto. La ponencia de Díaz Martínez fue una clara exposición de
objeciones al rumbo personal que tomó la revolución cubana casi desde el comienzo, pero creo que
todos los presentes en la reunión hemos sido responsables directos de que esto fuera posible. La
condena de Díaz Martínez encajaba perfectamente en la opinión de Arrufat en el sentido de que su
análisis exigía, como el viejo marxismo, que la realidad obedeciera a un modelo ideal sin tomar en
cuenta los problemas concretos, que son múltiples y cambiantes. Y es cierto que el ataque de Díaz
Martínez, con todas sus razones, no podía separarse de la metodología crítica del marxismo.
Tampoco pienso que su contenido sea igual a cualquier editorial de Radio Martí, como dijo Arrufat,
porque esa es la acusación que el gobierno de Cuba hace siempre a la crítica de los exiliados. De
hecho, nada hay más cauteloso y estudiado que un editorial de esa emisora. De todo se les podrá
acusar, menos de virulentos e incendiarios. No obstante, en el violento intercambio de opiniones, no
hubo ataques personales y Arrufat dejó bien claro que ningún antagonismo ideológico lo separa de la
amistad y la admiración que él siente hacia Manuel Díaz Martínez. Éste ha sido hasta ahora el
enfrentamiento más tenso, pero si el resto de los participantes asume la misma actitud, se habrá
logrado un debate que puede mostrar a los dirigentes políticos de La Habana que los escritores no
están dispuestos a respaldar la intolerancia ideológica que, como dijo Miguel Barnet, ha estado
asfixiando el idioma cubano de parte y parte. En la terrible crisis que hoy vive el país, añadió, lo que
realmente importa es encontrarle soluciones. Insistió en que no hablaba como vicepresidente de la
Unión de Escritores o miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sino como creador que
siempre ha estado dispuesto a parlamentar y discutir. “El gobierno cubano tiene que oír lo que
piensan sus escritores, aunque sus planteamientos no sean enteramente de su agrado”, dijo.

Pablo Armando Fernández habló de su deuda intelectual con Estados Unidos, de su infancia en una
escuela norteamericana del Central Delicias y de su larga estancia en Nueva York. Eran polos
decisivos en su experiencia personal, pero la insistencia de los gobiernos norteamericanos de
“mantener el criminal bloqueo” contra Cuba era indigna de sus tradiciones democráticas. Esa actitud
no favorecía ninguna apertura. Frente a la hostilidad no quedaba otra alternativa que resistir y luchar.

Los planteamiento de Pablo Armando Fernández dieron pie a intervenciones de Lourdes Gil, Reina
María Rodríguez, Senel Paz, y en realidad, de todos los presentes, que dimos nuestra opinión sobre
el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Hubo unanimidad en que la persistencia del
embargo no ha creado en el pueblo sentimientos de odio, sino de frustración y pesar.

Al final, René Vázquez Díaz nos entregó una nota que el Centro Olof Palme había recibido por fax
desde Washington. Escrita a mano, la nota procedía de la Oficina Cubana del Departamento de
Estado. Estaba firmada por Bob Fretz, funcionario político, y dice textualmente: “¿Creen ustedes que
el 25 será la primera vez que se ha celebrado una reunión entre escritores cubanos en el país con los
del exilio? ¡Muy buena la idea!”
A Vázquez Díaz le pareció un escarnio. Al dramaturgo José Triana le hizo reír a carcajadas.

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DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO
Once escritores cubanos, cinco que residen en la Isla y seis que viven en el extranjero, nos hemos
reunido en Estocolmo, convocados por el Centro Internacional Olof Palme, para discutir durante tres
días problemas culturales y políticos de importancia vital para Cuba.

En francas discusiones, que se desarrollaron en una atmósfera de respeto mutuo, hemos llegado a los
siguientes acuerdos;

1. La cultura cubana, tanto la que se produce en Cuba como en el exterior, es una, y pertenece a la
herencia de nuestra Nación.

2. El embargo económico y financiero de los Estados Unidos de América contra la República de


Cuba debe ser levantado urgentemente y sin condiciones, como factor indispensable que contribuya
a restablecer el equilibrio de la Nación.

Estocolmo, 27 de mayo de 1994.

Lourdes Gil.  Miguel Barnet.  René Vázquez Díaz.  Antón Arrufat.  Reina María Rodríguez. 
José  Triana.  Jesús Díaz.  Pablo Armando Fernández.  Manuel Díaz Martínez.  Heberto Padilla. 
Senel Paz.
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NOTA ACLARATORIA A LA DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO


Nosotros, los abajo firmantes, participantes del Encuentro de Escritores Cubanos en Estocolmo,
Suecia, y signatarios de la Declaración de Estocolmo, queremos esclarecer ante la prensa
internacional y ante nuestro pueblo, dentro y fuera de la isla, nuestra posición ante el embargo
norteamericano, cuyo levantamiento se propugna en susodicho documento.
Nuestra postura responde a motivaciones estrictamente humanitarias y de solidaridad con los
pueblos del mundo.

Creemos que el responsable por el sufrimiento de nuestro pueblo es Fidel Castro, cuya egolatría,
inflexibilidad y empecinamiento en perpetuar su poder no le permiten otorgar a los cubanos la
condición que exigen los Estados Unidos para el levantamiento del embargo: elecciones libres.
A pesar de que no creemos que el levantamiento del embargo suscitaría un cambio político por parte
de Fidel Castro, nuestra conciencia moral no nos permite apoyar el embargo económico como arma
política en contra de cualquier país, ya se trate de Haití, Iraq, Africa del Sur, o en este caso, Cuba.

Creemos que es el pueblo y no los gobernantes la víctima inocente de esta política y, aunque
reconocemos que a veces es efectiva, no la apoyamos por ética.

Dado que lo dicho referente al embargo en la Declaración de Estocolmo podría interpretarse como
simpatía solapada a la tiranía de Fidel Castro, creemos necesario hacer esta aclaración.

Queremos aftadir que nuestra posición durante el encuentro, tanto en el nivel personal como
profesional, constituyó una denuncia de la persecución política y de la violación a los derechos
humanos que sufre nuestro pueblo en Cuba.

La Declaración de Estocolmo, firmada bajo una atmósfera de tensión permanente y chantaje


emocional, no refleja, sin embargo, esta postura, la cual se hizo evidente en cada una de nuestras
ponencias, que aparecerán reunidas en un volumen que el Instituto Olof Palme se comprometió a
publicar.

Por último queremos decir que fuimos a Estocolmo, territorio políticamente neutro, con un espíritu
de saneamiento del cisma cultural de la nación cubana, ya que la historia de la humanidad revela que
todo tipo de intercambio intelectual libre conlleva un mejoramiento de la sociedad humana.
Lourdes Gil.  José Triana.  Manuel Díaz Martínez.
De: https://diazmartinez.wordpress.com/2010/01/10/de-mi-archivo-reunion-
de-escritores-cubanos-en-estocolmo/

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