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Diálogo o Muerte. El Encuentro de Estocolmo
Diálogo o Muerte. El Encuentro de Estocolmo
24 diciembre 2014 | 4
Esto me hace recordar que este año se cumplen veinte años del llamado
Encuentro de Estocolmo, del cual fui iniciador, gestor y coordinador. Celebrado
en 1994 bajo la égida del Centro Internacional Olof Palme, aquella reunión
enfocó, en un momento crítico de la historia de Cuba, una parte importante del
territorio ideológico que en este mes de diciembre ha tenido un desenlace
crucial.
Once escritores cubanos, cinco que residen en la Isla y seis que viven en el
extranjero, nos hemos reunido en Estocolmo, convocados por el Centro
Internacional Olof Palme, para discutir durante tres días problemas culturales y
políticos de importancia vital para Cuba.
En francas discusiones, que se desarrollaron en una atmósfera de respeto
mutuo, hemos llegado a los siguientes acuerdos:
1.- La cultura cubana, tanto la que se produce en Cuba como en el exterior, es
una, y pertenece a la herencia de nuestra Nación.
2.- El embargo económico y financiero de los Estados Unidos de América
contra la República de Cuba debe ser levantado urgentemente y sin
condiciones, como factor indispensable que contribuya a fortalecer el equilibrio
de la Nación.
Estocolmo, 27 de mayo de 1994.
Borrador de la Declaración de Estocolmo no se ha publicado nunca.
Borrador de la Declaración de Estocolmo con todas las firmas, no se había publicado nunca hasta hoy.
Estos dos puntos esenciales fueron aprobados con su firma por todos los
participantes. La declaración fue un producto colectivo que confeccionamos
entre todos con entera libertad. Primero en un borrador, también firmado por
todos, y luego en el documento final. Los argumentos que manejamos eran tan
incontrastables como los que ahora, 20 años después, invoca el presidente
Obama reconociendo lo inicuo del bloqueo. Luego hubo tres tristes
retractaciones. Eso hoy carece de relevancia histórica. A veinte años de
distancia, La Declaración de Estocolmo significa que haber exigido el fin del
bloqueo en aquellas fechas terribles, era ponernos de parte de la vida frente al
poderío de la muerte. Y la vida se alimenta del canto y la risa, de la promesa y
la felicidad. No todos los artistas son necios a la hora de resistir las presiones
de un imperio, ni la triste tentación de sus dineros.
Declaración de Estocolmo con todas las firmas.
De: http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/12/24/a-veinte-anos-de-la-declaracion-de-
estocolmo-fotos/
DE MI ARCHIVO / REUNIÓN DE
ESCRITORES CUBANOS
EN ESTOCOLMO
El Centro Internacional Olof Palme, adscrito al Partido Socialdemócrata Sueco, hizo posible
un encuentro de escritores cubanos en Estocolmo a finales de mayo de 1994. En ese encuentro, que
duró cuatro días (del 24 al 28), por primera vez escritores del exilio y del interior de la isla
discutieron cara a cara sobre el presente y el futuro de Cuba. De la isla acudieron Reina María
Rodríguez, Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat y Senel Paz; del exilio,
Lourdes Gil, Heberto Padilla, José Triana, Jesús Díaz y yo. El organizador y moderador del
encuentro fue René Vázquez Díaz, novelista cubano residente en Suecia.
En su carta de invitación, el Centro Internacional Olof Palme subrayaba el carácter político del
coloquio, precisando que éste se dedicaría al “análisis del proceso de democratización de Cuba y su
revolución”, y expresando su esperanza de que en el mismo diéramos “un ejemplo de tolerancia,
valentía política y sensatez, que abra, si no un camino, al menos sí un trillo que alguna vez sea
transitable hacia la libertad, el desarrollo y la reconciliación nacional que anhelan millones de
cubanos”.
Los escritores procedentes de la isla llevaron comunicaciones sobre temas ajenos a los que debíamos
tratar; pero, a pesar de su intención de convertir el encuentro en una tertulia literaria –recuerdo que
les dije a mis viejos amigos que no habíamos ido a Estocolmo a hacernos los suecos–, los temas
candentes de la problemática política cubana, abordados por los del exilio, monopolizaron y
aborrascaron la discusión. Heberto Padilla, en declaraciones hechas a El Nuevo Herald en junio de
aquel año, se refirió, evocando una escena, a las discusiones que abundaron en el encuentro: “A
Arrufat pensamos que le iba a dar un infarto cuando se enfrentó a Díaz Martínez, pero quiero aclarar
que Arrufat nunca defendió a la revolución, sino que impugnó el estilo agresivo de Díaz Martínez”.
Los del exilio planteamos la necesidad de que en Cuba se realizara cuanto antes la apertura
democrática. Jesús Díaz recalcó que el Gobierno de Castro debía iniciarla sin esperar a que Estados
Unidos suprimiera el embargo. Para la declaración final (Declaración de Estocolmo) sólo se logró
consenso en dos puntos: el relativo a la unicidad de la cultura cubana –negada por el régimen
castrista al discriminar a los creadores cubanos exiliados, y por el exilio radical al discriminar a los
de adentro– y el relativo al levantamiento del embargo comercial y financiero norteamericano.
Propuse que en este punto exigiésemos también que el Gobierno de Cuba suprimiera su embargo
interno a las libertades democráticas. Mi proposición, dicha así, no era asumible por los del interior:
superaba los límites de lo que podían suscribir. Entonces buscamos una manera no tan cruda de
formularla, y convinimos en refirirnos al levantamiento del embargo “como factor indispensable que
contribuya a restablecer el equilibrio de la nación”.
Entre los participantes del encuentro hubo, en aspectos importantes de la temática debatida, más
afinidad de la prevista; pero, por razones obvias, los residentes en Cuba, que a Cuba volvían, sólo
accedieron a que estuvieran en la declaración final, y en la forma que en ella aparecen, los puntos ya
señalados.
Aunque no nos satisfacía la declaración, los del exilio la firmamos por dos razones: porque el Centro
Internacional Olof Palme se comprometió a publicar en un libro todas las ponencias tal como las
habíamos presentado –promesa que cumplió– y porque teníamos la voluntad –quizás, vista a
distancia, demasiado pretenciosa– de que el encuentro, al no fracasar –por discutibles que fuesen sus
resultados–, demostrara que el camino del diálogo era practicable y podía conducir, con lentitud pero
sin tragedia, a la solución del problema cubano.
En Estocolmo no todo fue debate o bronca a puertas cerradas y bisbiseo en los pasillos del Reso
Hotel. El encuentro terminó con una conferencia de prensa presidida por Pierre Schori, secretario de
la cancillería del Ministerio de Relaciones Exteriores sueco (quien abogó abiertamente por la
democratización de Cuba), a la que acudió un enjambre de reporteros de medios de comunicación
locales e internacionales. En ella, cada uno de nosotros hizo su particular declaración de Estocolmo.
La mía fue la siguiente:
Como todo el mundo conoce, Cuba atraviesa una crisis política, económica, social y moral
extraordinariamente aguda, la peor de su historia republicana. Una crisis que ha provocado
profundos antagonismos entre los cubanos dentro y fuera del país y que está poniendo en peligro la
seguridad y la independencia de la nación. Las causas de esta crisis son múltiples y complejas.
Para mí, las principales hay que buscarlas dentro del país y tienen que ver con la excesiva
centralización del poder político en Cuba y con errores en la gestión de gobierno. Pero hay dos
causas externas de capital importancia: la desaparición del campo socialista europeo, del que
dependíamos fundamentalmente, y el embargo financiero y comercial impuesto por Estados Unidos,
embargo que, en las actuales circunstancias, constituye un obstáculo para el tránsito pacífico hacia
la normalización de la vida nacional en un marco de convivencia democrática. Pienso, por tanto,
que para superar la crisis que nos agobia es necesario, de una parte, que Estados Unidos levante el
embargo y, de otra, que el Gobierno de Cuba inicie urgentemente un proceso de reformas políticas
sobre la base de sus compromisos como signatario de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre. Quisiera que el primer paso de este proceso fuera la liberación de todos los cubanos que
cumplen condenas de cárcel por causas políticas y el reconocimiento del derecho de asociación con
fines pacíficos.
Ojalá muy pronto sean posibles, en el seno de la sociedad cubana, la libertad de expresión y el
respeto a todas las opiniones que han estado presentes entre los escritores que nos hemos reunido
aquí en Estocolmo bajo los auspicios del Centro Internacional Olof Palme. Ojalá pronto sea una
realidad en Cuba la reconciliación en la diversidad, de la cual este encuentro es, creo, un primer
síntoma.
Algunos intelectuales cubanos exiliados manifestaron su repulsa al encuentro de Estocolmo. Por
ejemplo, en El Nuevo Herald, de Miami, el 6 de junio de aquel año, Guillermo Cabrera Infante dijo
que fue “una reunión lamentable”, y Leví Marrero lo describió como “un diálogo con los
burócratas”. Carlos Franqui recurrió a la descalificación moral llamando al grupo del exilio “los
arrodillados de Estocolmo”, y a todos nos negó representatividad. Gastón Baquero, por el contrario,
saludó el encuentro y nos reconoció “autoridad intelectual más que suficiente” y “sobrados méritos y
derechos para hablar por Cuba y para Cuba” [El Nuevo Herald, viernes 20 de mayo, 1994].
Casi al final de nuestra estancia en Estocolmo, el Centro Internacional del Movimiento Obrero
Sueco nos invitó a una cena. En la mesa, Miguel Barnet, que entonces era diputado a la Asamblea
Nacional del Poder Popular, nos comunicó que el embajador cubano en Suecia nos invitaba, a todos,
a un cóctel en la embajada. Rechacé la invitación y esto provocó una acalorada polémica entre
Padilla, partidario de aceptarla, y yo. La polémica tuvo una segunda parte en el hotel, en la
habitación de José Triana. Padilla, finalmente, no asistió al cóctel, y no porque se rindiera a mis
argumentos sino porque ninguno de los otros miembros de la delegación del exilio aceptó el convite
del embajador. Ésta fue la única controversia dentro de nuestro grupo de las múltiples que hubo
entre los que fuimos a Estocolmo. Padilla consideraba que mi actitud no era consecuente con el
propósito del encuentro, y yo no tenía la menor duda de que el Gobierno cubano instrumentalizaría
nuestra presencia en el sarao de la embajada.
Les faltó tiempo a los representantes de Castro en la ONU para aventar desde Nueva York, entre
diplomáticos y periodistas, la Declaración de Estocolmo. La presentaban como un espaldarazo de
todos sus firmantes al régimen castrista por cuanto en ella se exige a Estados Unidos el
levantamiento incondicional del embargo. Ante esto, Lourdes Gil, José Triana y yo hicimos pública
una “Nota aclaratoria a la Declaración de Estocolmo”, en la que precisamos que nuestro rechazo al
embargo norteamericano se debía a que “nuestra conciencia moral no nos permite apoyar el embargo
económico como arma política en contra de cualquier país”. Asimismo reafirmamos nuestra
convicción de que “el sufrimiento del pueblo cubano” es responsabilidad de Fidel Castro.
Días después de mi regreso a Canarias hablé por teléfono con Padilla y le dije que no me arrepentía
de haber participado en el diálogo de Estocolmo, pero sí de haber firmado la Declaración. Esto
motivó la última polémica entre Heberto y yo.
MDM
De izquierda a derecha: Pablo Armando Fernández, Lourdes Gil, René Vázquez Díaz, José Triana,
Reina María Rodríguez, Antón Arrufat, Manuel Díaz Martínez; sentados: Senel Paz y Heberto
Padilla. Falta Jesús Díaz, que aún no había llegado a Suecia. (Estocolmo, mayo, 1994)
DOCUMENTOS
Estocolmo 14 de febrero de 1994
En estos momentos sumamente difíciles para el pueblo de Cuba me dirijo a Ud., en mi condición de
escritor cubano en el exilio, con una invitación formal avalada por el Centro Internacional Olof
Palme para que participe en lo que seria la primera reunión de análisis del proceso de democratiza-
ción de Cuba y su revolución, con la participación de escritores cubanos del exilio y de la Isla.
Como ya Ud. sabe por reiteradas conversaciones telefónicas, se trata de un proyecto por el que me
he esforzado mucho durante varios años, pues estoy seguro de que una reunión de este tipo dará un
ejemplo de tolerancia, valentía política y sensatez que abra, si no un camino, al menos sí un trillo
que alguna vez sea transitable hacia la libertad, el desarrollo y la reconciliación nacional que anhelan
millones de cubanos. Son éstos los objetivos humanitarios que apoya el Centro Internacional Olof
Palme y que explican el generoso gesto de patrocinar el evento.
Demás está decir que no tengo la más mínima pretensión de que nuestras deliberaciones
transformen, por arte de magia, el destino de Cuba; nada más lejos de mi intención, tampoco, el que
acudamos a Estocolmo con el fervor anacrónico de convencernos mutuamente sobre la infalibilidad
de las ideas propias. Si algún invitado se siente incapaz de abstenerse de atacar o denostar
personalmente a los demás participantes, lo exhorto cordialmente a que decline esta invitación. Se
trata de que cada cual exponga libremente sus opiniones en una atmósfera de moderación, prudencia
y respeto al verdadero protagonista del encuentro: el pueblo cubano que sufre.
No será con espíritu primitivo de revancha que se cicatrizarán las llagas de tres decenios de dura
lucha ideológica en torno a proyectos opuestos de desarrollo del país. Creo firmemente que la
tragedia que vive Cuba va más allá de la ideología de un hombre o de un partido¡ o de una
superpotencia que carece de moral pata imponer su voluntad a escala global. Necesitamos pluralidad
de voceé y serenidad en el debate. Es mi esperanza que este tipo de encuentros se repitan –¿por qué
no algún día en La Habana?– en otros países y con nuevos participantes.
Al aceptar la invitación¡ cada escritor se compromete a enviar una ponencia de un máximo de doce
folios¡ que se inspire en los siguientes temas:
2) ¿Cómo vemos nosotros¡ los escritores cubanos¡ la situación cultural¡ económica y política de
Cuba en esta época pos guerra fría?
Los textos¡ cuya integridad será rigurosamente respetada¡ serán publicadas por el Centro
Internacional Olof Palme en sendas ediciones no venales¡ en español y en sueco. Por ello le pido
encarecidamente que me envíe su ponencia a más tardar a principios de mayo. Yo seré el
responsable de ambas ediciones.
La reunión se realizará bajo la égida del Centro Internacional Olof Palme. El nombre de Palme
evoca y sintetiza la tradición del Movimiento Obrero de Suecia de contribuir a la solución pacífica
de conflictos internacionales.
De Cuba han sido invitados los siguientes escritores: Reina María Rodríguez, Miguel Barnet, Pablo
Armando Fernández, Antón Arrufat y Senel Paz. De fuera de Cuba: Lourdes Gil, José Triana,
Manuel Díaz Martínez, Jesús Díaz y Heberto Padilla. Cada participante recibirá una dieta simbólica
de 2000 coronas suecas. Los gastos de viaje, hotel y comida correrán a cargo del Centro
Internacional Olof Palme. La reunión se llevará a cabo los días 27, 28, 29 y 30 de mayo, y constará
de dos partes: una de sesiones estrictamente privadas en las que se leerán las ponencias, las cuales no
se discutirán por separado, sino en una sesión final, y otra pública en forma de panel en la que cada
cual expondrá sucintamente sus conclusiones finales. Habrá servicio de traducción simultánea.
Le ruego que me confirme a la mayor brevedad su asistencia a la reunión, si es posible por fax, al
Centro Internacional Olof Palme.
El 25 de mayo comienza en Estocolmo una reunión de escritores cubanos, con asistencia de autores
que están en Cuba y de autores que viven lejos de la Isla. Recibo el boletín informativo que firman
los señores Sven-Eric Söder y René Vázquez Díaz. Dan cuenta de los móviles y de los objetivos de
la reunión: «un diálogo constructivo y libre entre los trabajadores de la palabra».
Para cada una de las partes, la Cuba legítima y verdadera es la que defiende o prefiere. El otro, los
otros, los de allá (un allá que es «los de Miami» para los de La Habana y «los de La Habana» para
los de Miami) no son buenos cubanos, no aman a la patria, no comprenden a Martí ni lo quieren.
Esto es insensato, es absurdo. Llevo tiempo diciendo que es una obligación nuestra, un elemental
requisito de amor a la cultura, interesarnos por conocer lo que pasa en Cuba, lo que hay en Cuba, lo
que es Cuba, que no es sinónimo de Castro ni mucho menos. El terrible embrujo de este individuo
nos ha llevado a todos a identificar a Cuba con su verdugo, a fusionar la víctima con el victimario.
Castro ha conseguido hipnotizarnos a todos. Ha conseguido aturdimos de tal manera que no
acertamos a distinguir, a diferenciar entre Castro y el pueblo, entre el tirano y la nación cubana.
Ellos y nosotros
Al publicar aquí, hace tiempo, un artículo titulado Puentes hacia la Isla, (Mayo 31, 1992)
reclamando el acercamiento al pueblo que pertenecemos, el mutuo reconocimiento entre nosotros y
ellos, no faltó quien me acusara de aconsejar el diálogo con Castro. Es el simplismo fusionador, la
identificación total entre la víctima y el verdugo.
Castro está ahora comenzando a comprender –¡a la fuerza ahorcan!– el papel del diálogo en una
sociedad civilizada. El monologuista absoluto, el totalitario en estado puro, quiere ahora hablar de
diálogo. Finge olvidar que diálogo es uno de los más bellos nombres de la libertad.
Esta circunstancia de ablandamiento de la tiranía por conveniencia propia, tiñe de mal color una
iniciativa como la del encuentro en Estocolmo. El hecho de que ahora, por su interés, el régimen deje
en libertad a unos escritores para que hablen con otros cubanos, no debemos interpretarlo como una
maniobra de los que viajan de La Habana a Estocolmo, maniobra en favor de Castro, por supuesto.
No hay tal. Creo en la sinceridad de estas 10 personas.
Creo en la conveniencia, y aún más, en la necesidad del diálogo cultural. Si de este hecho se
beneficia o aprovecha momentáneamente el tirano, no debe preocuparnos. Cuando una cultura se
manifiesta abierta y libre, acaba siempre por derribar a la tiranía.
La lectura de las ponencias y sus discusiones fueron a puerta cerrada, y el encuentro terminó con
preguntas del público asistente y una rueda de prensa donde participaron todos los periodistas que
quisieron.
No estaban allí Radio ni Tele Martí; tampocolos corresponsales de los periódicos y las numerosas
emisoras de Miami, que optaron por condenar el encuentro de Estocolmo como una manipulación
del gobierno cubano. La mayoría de las opiniones coincidió en condenar un encuentro donde
pudieron coincidir, sin matarse entre sí, escritores cubanos residentes en la isla y seis en el exilio.
Esto les pareció demasiado sospechoso. Era posible estrechar la mano y dialogar con agentes de la
policía de Castro»? No, imposible, a menos que fuesen redomados «colaboracionistas». ¿Así de
simple?
Es el lenguaje de la guerra fría que aún prevalece en ciertos grupos de exiliados «intransigentes con
la tiranía de Castro» y, por lo mismo, con los «colaboracionistas» dispuestos a respaldar cualquiera
de sus manipulaciones. Exactamente igual, según ellos, al encuentro celebrado en La Habana
recientemente sobre la «emigración». Pero, ¿se trataba de la misma cosa? Claro que no.
Exclusivamente escritores
El encuentro de Estocolmo se produjo exclusivamente entre escritores, fue convocado por un centro
internacional de Suecia, cuyos organizadores determinaron los nombres de los asistentes, con una
agenda referida a la bipolaridad de la cultura cubana, abierta igualmente a otros problemas
nacionales, ni Cuba, ni los organismos oficiales de la isla, tuvieron nada que ver en esto. Ni siquiera
la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. De modo que sí se debatió la crítica situación de los
presos cubanos, a lo que, por ejemplo, se refirió crudamente Manuel Díaz Martínez en su ponencia y
en su intervención pública; la penalización del adversario político, a que me referí yo, la apelación
de Jesús Díaz a que se produzcan cambios que no se supediten únicamente al levantamiento del
embargo. No obstante, hubo concenso en que el embargo impuesto a Cuba durante más de 30 años
ha quitado razones a los defensores de la democracia. Expusimos, pues, nuestra oposición al
embargo, que yo personalmente considero desafortunado, pues a quien más mella es al pueblo de
Cuba.
Estos, y otros planteamientos, pudieron ser oídos por nuestros corresponsales en la conferencia de
prensa de Estocolmo, pero es más fácil condenar que oír y reflexionar.
Por principio, no admito la exigencia represiva de que no se puede utilizar «la tribuna del enemigo»,
ni «bajar la guardia» ante sus maniobras, porque conozco ese lenguaje desde Cuba. No lo acepto. Me
parece absurdo.
Precisamente ayer, un viejo amigo me recriminaba desde Puerto Rico, que no tomase yo en cuenta el
carácter político de cada una de mis actuaciones y opiniones. Esto significa que me he salido una vez
más del juego. De hecho, debo agradecerle que intente protegerme de la jauría que puede devorarme.
En realidad no me importa. Cuando a uno le han arrebatado su patria y tiene que andar como un
híbrido sobre la faz del planeta, no importa la histeria de los que odian por odiar.
Quiero buscar y encontrar un espacio de discusión; sí, de discusión. No me reuní con enemigos
viscerales sino con escritores, tan atrapados como el pueblo de Cuba, en la erosión de nuestra época.
Tal vez por eso hasta el enemigo más recalcitrante pueda ser «culpable de su inocencia tanto como
inocente de su culpa», como dijese Miguel Barnet en el encuentro. A pesar de que esta reunión
estuvo a punto de romperse en más de una ocasión, sus resultados fueron positivos. Nuestro
propósito fue el de apoyar las corrientes más sanas del debate nacional. Queríamos y queremos ver
el resultado de esta conferencia. Por eso, para que no se confundieran nuestras muestras de
esperanzada cordialidad, decidimos no asistir al cóctel que nos ofreció la embajada cubana a todos
los presentes, sin ninguna excepción.
Lourdes Gil fue totalmente educada en Estados Unidos, con muy fuertes raíces cubanas. Hoy es una
joven y brillante poeta y escritora, pero salió de Cuba en el grupo de niños enviados a Norteamérica
durante la operación Pedro Pan. Ella es la hermosa respuesta que ha dado la historia a quienes
quisieron arrancarla de Cuba.
Y Lourdes Gil, como el resto de los que asistimos a este encuentro de escritores en Estocolmo, ha
tocado el punto crucial. ¿Qué es Cuba? Para mí, actualmente, una mezcla de sueño y pesadilla.
Ya se han leído varias ponencias, se han discutido numerosos problemas de la vida cubana, cultural
y política. Parece que el Centro Internacional Olof Palme logrará su objetivo de que estos primeros
pasos en el análisis de la situación cubana tengan resultados satisfactorios. Los que vienen de Cuba –
y a Cuba regresarán– no han dialogado con temor. A las primeras intervenciones de Manuel Díaz
Martínez, poeta y ensayista que vive exiliado en España, y de Pablo Armando Fernández, director de
la revista Unión, órgano oficial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, respondieron con
pasión, pero sin ánimo de ruptura, varios escritores, entre los que se destacó el dramaturgo Antón
Arrufat.
Díaz Martínez se refirió a su entusiasmo juvenil por la revolución, como escritor y dirigente político,
pero describió crudamente la situación en Cuba, la falta de libertades, el carácter tiránico de la
dirección castrista y la urgencia de un cambio democrático que los escritores deben ser los primeros
en auspiciar. Para Díaz Martínez, Fidel Castro es el único culpable de la tragedia cubana. El poeta
responsabilizó “a una parte de los escritores cubanos”, que calificó de cómplices de la tiranía. Esto,
por supuesto, pudo convertirse en el fin de las conversaciones, y hasta hubo amagos de que así
ocurriera; pero, por ejemplo, Antón Arrufat mantuvo la calma al responderle a Díaz Martínez, y lo
hizo con tanta inteligencia como respeto. La ponencia de Díaz Martínez fue una clara exposición de
objeciones al rumbo personal que tomó la revolución cubana casi desde el comienzo, pero creo que
todos los presentes en la reunión hemos sido responsables directos de que esto fuera posible. La
condena de Díaz Martínez encajaba perfectamente en la opinión de Arrufat en el sentido de que su
análisis exigía, como el viejo marxismo, que la realidad obedeciera a un modelo ideal sin tomar en
cuenta los problemas concretos, que son múltiples y cambiantes. Y es cierto que el ataque de Díaz
Martínez, con todas sus razones, no podía separarse de la metodología crítica del marxismo.
Tampoco pienso que su contenido sea igual a cualquier editorial de Radio Martí, como dijo Arrufat,
porque esa es la acusación que el gobierno de Cuba hace siempre a la crítica de los exiliados. De
hecho, nada hay más cauteloso y estudiado que un editorial de esa emisora. De todo se les podrá
acusar, menos de virulentos e incendiarios. No obstante, en el violento intercambio de opiniones, no
hubo ataques personales y Arrufat dejó bien claro que ningún antagonismo ideológico lo separa de la
amistad y la admiración que él siente hacia Manuel Díaz Martínez. Éste ha sido hasta ahora el
enfrentamiento más tenso, pero si el resto de los participantes asume la misma actitud, se habrá
logrado un debate que puede mostrar a los dirigentes políticos de La Habana que los escritores no
están dispuestos a respaldar la intolerancia ideológica que, como dijo Miguel Barnet, ha estado
asfixiando el idioma cubano de parte y parte. En la terrible crisis que hoy vive el país, añadió, lo que
realmente importa es encontrarle soluciones. Insistió en que no hablaba como vicepresidente de la
Unión de Escritores o miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sino como creador que
siempre ha estado dispuesto a parlamentar y discutir. “El gobierno cubano tiene que oír lo que
piensan sus escritores, aunque sus planteamientos no sean enteramente de su agrado”, dijo.
Pablo Armando Fernández habló de su deuda intelectual con Estados Unidos, de su infancia en una
escuela norteamericana del Central Delicias y de su larga estancia en Nueva York. Eran polos
decisivos en su experiencia personal, pero la insistencia de los gobiernos norteamericanos de
“mantener el criminal bloqueo” contra Cuba era indigna de sus tradiciones democráticas. Esa actitud
no favorecía ninguna apertura. Frente a la hostilidad no quedaba otra alternativa que resistir y luchar.
Los planteamiento de Pablo Armando Fernández dieron pie a intervenciones de Lourdes Gil, Reina
María Rodríguez, Senel Paz, y en realidad, de todos los presentes, que dimos nuestra opinión sobre
el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Hubo unanimidad en que la persistencia del
embargo no ha creado en el pueblo sentimientos de odio, sino de frustración y pesar.
Al final, René Vázquez Díaz nos entregó una nota que el Centro Olof Palme había recibido por fax
desde Washington. Escrita a mano, la nota procedía de la Oficina Cubana del Departamento de
Estado. Estaba firmada por Bob Fretz, funcionario político, y dice textualmente: “¿Creen ustedes que
el 25 será la primera vez que se ha celebrado una reunión entre escritores cubanos en el país con los
del exilio? ¡Muy buena la idea!”
A Vázquez Díaz le pareció un escarnio. Al dramaturgo José Triana le hizo reír a carcajadas.
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DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO
Once escritores cubanos, cinco que residen en la Isla y seis que viven en el extranjero, nos hemos
reunido en Estocolmo, convocados por el Centro Internacional Olof Palme, para discutir durante tres
días problemas culturales y políticos de importancia vital para Cuba.
En francas discusiones, que se desarrollaron en una atmósfera de respeto mutuo, hemos llegado a los
siguientes acuerdos;
1. La cultura cubana, tanto la que se produce en Cuba como en el exterior, es una, y pertenece a la
herencia de nuestra Nación.
Lourdes Gil. Miguel Barnet. René Vázquez Díaz. Antón Arrufat. Reina María Rodríguez.
José Triana. Jesús Díaz. Pablo Armando Fernández. Manuel Díaz Martínez. Heberto Padilla.
Senel Paz.
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Creemos que el responsable por el sufrimiento de nuestro pueblo es Fidel Castro, cuya egolatría,
inflexibilidad y empecinamiento en perpetuar su poder no le permiten otorgar a los cubanos la
condición que exigen los Estados Unidos para el levantamiento del embargo: elecciones libres.
A pesar de que no creemos que el levantamiento del embargo suscitaría un cambio político por parte
de Fidel Castro, nuestra conciencia moral no nos permite apoyar el embargo económico como arma
política en contra de cualquier país, ya se trate de Haití, Iraq, Africa del Sur, o en este caso, Cuba.
Creemos que es el pueblo y no los gobernantes la víctima inocente de esta política y, aunque
reconocemos que a veces es efectiva, no la apoyamos por ética.
Dado que lo dicho referente al embargo en la Declaración de Estocolmo podría interpretarse como
simpatía solapada a la tiranía de Fidel Castro, creemos necesario hacer esta aclaración.
Queremos aftadir que nuestra posición durante el encuentro, tanto en el nivel personal como
profesional, constituyó una denuncia de la persecución política y de la violación a los derechos
humanos que sufre nuestro pueblo en Cuba.
Por último queremos decir que fuimos a Estocolmo, territorio políticamente neutro, con un espíritu
de saneamiento del cisma cultural de la nación cubana, ya que la historia de la humanidad revela que
todo tipo de intercambio intelectual libre conlleva un mejoramiento de la sociedad humana.
Lourdes Gil. José Triana. Manuel Díaz Martínez.
De: https://diazmartinez.wordpress.com/2010/01/10/de-mi-archivo-reunion-
de-escritores-cubanos-en-estocolmo/