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2 Juan - Introducción

En nuestro viaje a través de la Biblia, volvemos


hoy al Nuevo Testamento para comenzar nuestro
estudio en la Segunda Epístola del Apóstol Juan. Y
al emprender hoy el examen de esta carta,
quisiéramos decir algunas palabras de introducción
sobre esta Segunda Epístola de Juan, así como
también de la tercera carta que él escribió, cuando
lleguemos a ella. Queremos compartir con usted
algunos de los temas de la introducción que son de
suma importancia, especialmente en la hora que
nos toca vivir.
Estamos seguros de que la primera impresión
recibida por el lector, es la brevedad de estas dos
últimas epístolas. Es un hecho casi sorprendente.
Uno podría preguntarse por qué trece versículos en
la segunda epístola, y catorce versículos en la
tercera epístola debieron ser incluidos en las
Sagradas Escrituras. Así es que ambas son muy
breves, por cierto. Ahora, alguien quizás diga:
"ante semejante brevedad, parece evidente que el
apóstol Juan no tenía demasiado que decir.
Entonces, ¿no deberíamos descartar, o, al menos,
restar importancia al mensaje que ellas
transmiten? En absoluto, La brevedad de esta obra
en ninguna manera resta importancia a esta
epístola. En realidad, realza su importancia.
Aunque su extensión sea breve, esta epístola es
muy importante, y resulta esencial para obtener
una perspectiva apropiada de la primera epístola, y
para evitar un punto de vista equivocado. Así que
la brevedad no disminuye la potencia ni la
profundidad de su mensaje.

En primer lugar diremos algo sobre

El escritor
El escritor de la Epístola fue el apóstol Juan, a
quien hemos llamado el apóstol del amor. El Señor
Jesucristo lo llamó "hijo del trueno" (como
podemos leer en Marcos 3:17). Creemos que
podemos añadir al trueno un poco de relámpagos,
porque en sus epístolas El dejó bien en claro que
usted debe mostrar amor hacia los hermanos, y si
no es así, entonces usted no sería un hijo de Dios.
En cuanto a

La fecha
podríamos situarla entre los años 90 y 100 de
nuestra era. Ahora vamos a considerarla como

Una carta personal


La epístola es como el libro de Filemón, en el
sentido en que éste constituye una carta personal.
En el caso de la epístola de Juan, fue escrita por
Juan y dirigida "a la señora elegida". Con
frecuencia se ha mencionado la pregunta sobre si
la palabra Griega "electa" era un título, o si más
bien se refería a una señora cristiana llamada
Electa en la iglesia primitiva. Tenemos que
recordar que Juan fue el apóstol que escribió sobre
la familia de Dios. El apóstol Pablo escribió a la
iglesia de Dios, mientras que el apóstol Pedro
escribió sobre el gobierno de Dios. Ahora, el pensar
en estos antecedentes cuando nos acercamos a
estas epístolas, escritas por estos tres hombres
diferentes, nos ayudará a entender muchas cosas
que ellos dijeron. Indiferentemente de si esta carta
que estudiamos hoy fue dirigida a un individuo a
una iglesia, Juan estaba considerándola en el
contexto de la familia de Dios. Aparentemente,
había una señora cristiana, o una iglesia local que
estaba ofreciendo hospitalidad a todos aquellos que
profesaban ser cristianos, aunque algunos de ellos
eran herejes que negaban la deidad de Cristo y las
otras grandes verdades de la fe cristiana, En esta
epístola Juan expresó una advertencia contra
albergar a tales personas. Y este fue, en realidad,
el propósito de esta breve epístola. Ahora
abordaremos otro asunto, y se trata de
El tema
De esta segunda epístola, que en este sentido gira
alrededor de la verdad, cuando la verdad y el amor
entran en conflicto, la verdad es la que tiene que
predominar, la que tiene la máxima prioridad.
Quizás usted haya observado que en 1ª. Corintios
13, el apóstol Pablo no dijo: Ahora permanecen la
fe, le esperanza, la verdad y el amor. El apóstol
simplemente dijo: Ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de
ellos es el amor. Pero cuando se menciona a la
"verdad", entonces la verdad viene primero.
Creemos que la verdad de la Palabra de Dios es
digna de ser defendida, Cuando hablamos de
"verdad", queremos decir aquello que es básico
para el hecho de que la Biblia es la Palabra de
Dios. En segundo lugar, el siguiente factor de
importancia es la deidad de Cristo y Su obra en la
cruz a favor nuestro. Cuando nos encontramos con
alguien que es fiel a estos factores esenciales,
entonces esa persona y nosotros podemos
mantener una relación fraternal, aunque estemos
en desacuerdo en asuntos no esenciales.
La Palabra clave de la primera epístola de Juan, es
"amor", pero es un amor que está limitado a la
familia de Dios. Los Hijos de Dios tienen que
amarse unos a otros en la familia de Dios. Esta es
la marca o señal de identificación de un hijo de
Dios; él ama a Cristo, y ama a sus hermanos. La
manera en que los hijos de Dios deben amarse
entre sí constituye la totalidad de la suma y
esencia de la citada epístola de 1 Juan.
Será de utilidad retroceder a la primera epístola
para resaltar otra vez el pensamiento expresado en
1 Juan 3:10, que dice: 10En esto se manifiestan
los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel
que no hace justicia y que no ama a su hermano,
no es de Dios. El apóstol Juan presentó
intencionalmente esta verdad en su aspecto
negativo, para no dejar ningún margen a fin de
que cualquier individuo que profesara ser cristiano
y no estuviera a la altura de su profesión pudiese
evadirse de la tajante afirmación del apóstol. Uno
no puede evitar el definirse ante esta cuestión
fundamental. Si alguien no practica la justicia en su
vida, no pertenece a Dios. Esta es la señal exterior
de un hijo de Dios. Usted tiene que conocer al
Señor Jesús como Su Salvador y la prueba
evidente ante los demás, es que usted practique la
justicia en su vida personal y de relación. Y si
usted no ama a su hermano, y nos referimos a su
hermano cristiano, - porque no creemos en la
fraternidad universal de las personas porque la
Biblia no la enseña---), entonces usted no es un
hijo de Dios. No somos nosotros los que lo
afirmamos sino que fue el apóstol Juan quien hizo
esta tajante declaración. El explicó claramente que
uno puede conocer si alguien es un creyente
genuino, a través de su vida recta, justa, y por su
amor por otros cristianos.
¿Y qué diremos del pecador perdido que no
pertenece a la familia de Dios? ¿Tenemos que
amarle? Bueno en el Evangelio de Juan 3:16 el
escritor dijo: 16»De tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, sino que
tenga vida eterna. Tenemos que amar a la gente
hasta el punto de comunicarles el mensaje del
Evangelio. Al estudiar el libro de Jonás vimos que
Jonás no amaba a los habitantes de Nínive, pero
Dios lo envió a esa ciudad porque Dios los amaba y
dijo: "Ya que yo les amo, y ellos se han vuelto a
mí, Jonás, yo quiero que tú también les ames". Así
es que, esta es la relación que el hijo de Dios debe
tener con el mundo perdido, amar el mundo, pero
en el sentido de llevarles a ellos el evangelio. Pero
uno no puede amar al pecador por su pecado. No
se nos pide que hagamos esto. Se nos pide que les
amemos lo suficiente como para llevarles el
evangelio. Eso es lo importante. Debemos amarles
en ese sentido, porque Dios los ama. Y después,
cuando ellos se vuelvan a Cristo, entonces también
los amaremos.
Ahora, surge también otra pregunta ¿cuál tiene
que ser nuestra relación con los falsos maestros,
con aquellos que niegan la deidad de Cristo? En
esta segunda epístola Juan nos iba a dejar bien en
claro que este es un asunto frente al cual debemos
permanecer alertas. En el versículo 7 dijo;
7Muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en
cuerpo humano. Quien esto hace es el engañador y
el anticristo. ¿Cuál debe entonces ser nuestra
relación con ellos? Examinaremos cuidadosamente
este tema, que podría ser una parte crucial de esta
epístola y si no comprendemos este punto
correctamente llegaremos a una interpretación
ambigua y confusa. Porque hay quienes enfatizan
el amor por encima de todas las diferencias
doctrinales y teológicas que la misma Biblia
establece. Se nos dice que debemos amar a toda la
gente, pero hay que reconocer que hay algunos
acerca de los cuales las Sagradas Escrituras nos
aconsejan no amar y además, estar alertas y
vigilantes ante su presencia o influencia. El apóstol
Juan escribió en su primera carta, 2:15; no améis
al mundo ni las cosas que están en el mundo. Las
cosas que están en el mundo son identificadas con
la gente que está en el mundo y que ha convertido
a este mundo en lo que es. Nuestro amor se limita,
entonces, a llevarles el evangelio, a comunicarles
la Palabra de Dios.
El énfasis de Juan en su primera epístola fue "el
amor" pero la palabra clave en su segunda epístola
fue "verdad", Ahora, cuando la verdad y el amor
están en contraste o entran en conflicto, ¿cuál
debería prevalecer? Si obtenemos la respuesta a
esta pregunta, entonces, dicha respuesta
determinará nuestra relación con un profeta falso,
con aquel que niega la deidad de Cristo. El llamado
"apóstol del amor" iba a impactarnos a usted y a
mí en nuestra complacencia sentimental y noción
ambigua del amor. ¿Qué debería predominar, la
verdad o el amor? Su sorprendente respuesta sería
que la verdad ocupa el primer lugar. En Juan 14:6
Cristo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida,
nadie viene al Padre sino por mí. Usted ha venido
al Padre por medio de Jesucristo. No hay otro
camino. ¿Por qué? Porque El no solo es el camino,
sino que también es la verdad. Fue Juan quien más
tarde escribió su expresión de que Dios es amor.
Después de que el Señor Jesucristo estuviera aquí
y dijera que El era la verdad, entonces Juan dijo:
"Dios es amor". Estimado amigo, el amor puede
ser expresado solo dentro de los límites y el
contexto de la verdad que la Biblia ha establecido.
Por lo tanto, ¿qué diremos con respecto a los
maestros falsos? Debemos decir que no tenemos
que amar al maestro falso. Juan iba a dejar este
principio totalmente en claro. En realidad, él iba a
decir algo bastante sorprendente, cuando escribió
que los creyentes no debían ni siquiera recibirlos,
ni hospedarlos en sus casas, ni tener ninguna
relación de compañerismo con ellos. Esta
declaración no podía ser más fuerte y terminante.
Ahora, tenemos que considera otra palabra
importante para obtener una perspectiva adecuada
de lo que Juan escribiría en esta segunda carta, así
como en la tercera. En la primera epístola Juan dijo
que debíamos andar en la luz, como El está en luz.
La verdad y la luz equivalen a lo mismo; ellas
constituyen la Palabra de Dios. Como ya hemos
dicho, el amor y la verdad son inseparables. Cristo
es el epítome, el paradigma de ambas. El es la
verdad, y El es amor. Dios es amor, y El, Cristo, es
Dios. Además de la "verdad", hay una segunda
palabra que el escritor de esta breve epístola
presentó. Y es la palabra "andar". En el versículo 4
de esta segunda epístola veremos que Juan dijo:
4Mucho me regocijé porque he hallado a algunos
de tus hijos andando en la verdad, conforme al
mandamiento que recibimos del Padre. Y más
adelante, en el versículo 6 leemos: 6Y este es el
amor: que andemos según sus mandamientos.
Este es el mandamiento: que andéis en amor,
como vosotros habéis oído desde el principio.
Retrocediendo ahora a la primera epístola, vemos
que en 3:10 el apóstol escribió: 10En esto se
manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo:
todo aquel que no hace justicia y que no ama a su
hermano, no es de Dios. Esa justicia es Cristo, y
negar la deidad de Cristo, con toda seguridad, no
es practicar la verdad. Es que la verdad es
esencial. Dijo Juan; y que no ama a su hermano.
Esta es la segunda cosa que tiene gran
importancia; el andar. Con esta segunda palabra,
vamos al extremo opuesto del espectro de la vida
cristiana. No solo es esencial la verdad, sino
también el andar es esencial, y por lo tanto, se nos
ha dicho que tenemos que amar a los hermanos.
Por lo tanto, esta segunda epístola nos presentará
un punto de vista equilibrado de la primera
epístola. La idea contemporánea de que lo único
importante es el amor, y de que debemos de amar
a cualquiera que intente entablar una relación con
nosotros, no se encuentra en la Palabra de Dios.
Cuando Juan estaba hablando aquí de amor, dejó
aclarado que se refería al amor dentro de la familia
de Dios. Necesitamos ser cuidadosos en definir
bien los alcances de este sentimiento, porque
muchos están mencionando al amor "ágape" en
relación con cualquier clase de amor. Realmente,
con ciertos usos actuales del término, esta palabra
"amor" se ha devaluado.
Este amor en la familia de Dios necesita hoy ser
expuesto en la iglesia. Creemos que para algunas
iglesias, congregaciones o grupos que han
construido una reputación de defender las
verdades básicas de la fe, ha llegado el momento
de que manifiesten y pongan en evidencia ese
amor entre los que son espiritualmente hermanos,
al compartir la misma fe, Todos y cada uno
tenemos que reconocer que necesitamos
experimentar más de ese amor fraternal en
nuestra vida.
Sin embargo, ya hemos aclarado que este amor no
ha de derramarse en todas direcciones,
indiscriminadamente, y hemos reconocido que sus
límites se encuentran en la familia de Dios.
Supongamos que algún día se presentara una de
esas personas que cree lo que otros creían en los
días del apóstol Juan. Nos referimos a alguien que
sea un apóstata; que sea, en realidad un anticristo,
es decir, según la definición de esta epístola,
alguien que niega la deidad de Cristo. En cuanto a
tales personas, el apóstol escribió que cuando
alguien que manifestara esas creencias se
presentara, aquellos creyentes no debían ofrecerle
amor ni hospitalidad.
A continuación presentaremos un bosquejo que
pretende ordenar las ideas principales de esta
breve epístola, para una mejor comprensión de la
totalidad de su mensaje, y para que usted, amigo
oyente, pueda seguir mejor el desarrollo de esta
carta apostólica.

I. El amor expresado con los límites de la verdad.


Versículos 1 al 6. "El amor en la verdad"

II. La vida es una expresión de la doctrina de


Cristo. Versículos 7 al 11.La falsa doctrina conduce
a las malas acciones

III. Saludos personales. Versículos 12 y 13,


Los maestros falsos no deberán ser recibidos por el
cristiano, pero los maestros verdaderos han de ser
recibidos con amor y alegría.
Para concluir, y a modo de repaso, recordemos la
importancia de esta breve epístola para estudiar,
bajo una perspectiva adecuada y comprensible, las
enseñanzas del apóstol Juan en su primera
epístola. Ya hemos dicho que el tema de esta carta
trata sobre la polaridad en la vida cristiana,
manejando términos y conceptos que a primera
vista, parecen estar situados en polos opuestos, o
que parecen representar virtudes que se orientan
en direcciones contrarias, como son, la verdad y el
amor. Y en el transcurso de nuestro estudio
comprobaremos algo que ya hemos adelantado, de
forma resumida, en esta introducción. Y nos
referimos a la respuesta a la siguiente pregunta
que planteamos en nuestro estudio de hoy, Cuando
la verdad y el amor entran en conflicto, ¿Cuál de
estas virtudes debe tener la máxima prioridad?
Amigo oyente, nuestro tiempo ha llegado a su fin.
Le agradecemos la atención prestada a este
programa, y como esperamos contar con su
compañía y participación, le sugerimos repasar
aquellos versículos que hemos citado de la primera
epístola del apóstol Juan, que estudiamos hace ya
un tiempo, y al mismo tiempo le recomendamos
que lea por sí mismo los primeros versículos de
esta segunda carta de Juan, para familiarizarse con
su contenido y para poder aprovechar mejor las
enseñanzas de nuestro próximo programa.
Finalmente, le recordamos que recibimos
numerosas cartas de nuestros oyentes. Y como
deseamos mantener esos contactos y a la vez
conocer a otros oyentes, le invitamos a que nos
escriba para darnos su parecer sobre estos
estudios. Y si tiene usted dudas o preguntas sobre
la etapa que estamos recorriendo en nuestro viaje
"a través de la Biblia", por favor escríbanos y le
contestaremos lo antes posible. ¡Hasta nuestro
próximo encuentro, si Dios lo permite!

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2 Juan - Introducción - 1
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido
por la Segunda Epístola del Apóstol Juan. En
nuestro programa anterior estuvimos destacando
algunos detalles sobre la introducción a este libro.
Consideramos al escritor de la carta, la fecha en
que fue escrita, el carácter de esta obra como carta
personal, el tema, y dedicamos bastante tiempo a
examinar el significado de palabras claves de esta
epístola, y de la primera epístola de Juan. Las
palabras eran amor y verdad. Recordamos que el
énfasis de la primera epístola estaba en el amor,
pero la palabra clave de esta segunda epístola fue
verdad. Realmente se trata de dos palabras que
hemos considerado dentro del contexto de la
familia de Dios, y que deben complementarse
mutuamente en la experiencia del cristiano, dando
como resultado una actitud de equilibrio, y una
acción moderadora de los extremos que puedan
presentarse entre las relaciones fraternales. Por
todo ello, la importancia de estas palabras
desborda estas dos epístolas y las transforma en
palabras cuya comprensión resulta esencial para la
integridad del mensaje del Nuevo Testamento, y
para su aplicación en nuestra vida cristiana.
Ya dijimos que el escritor de la Epístola fue el
apóstol Juan, a quien hemos llamado el apóstol del
amor. El Señor Jesucristo lo llamó "hijo del trueno"
(como podemos leer en Marcos 3:17.) Es evidente
que su cercanía y amistad íntima con Jesús fueron
transformando su vida, y su carácter impulsivo
hacia los demás, hasta llegar a ser conocido como
una persona que desarrolló de una manera tan
elocuente como directa y equilibrada, el tema del
amor cristiano.

En cuanto a la fecha de escritura de la carta, se ha


fijado la fecha entre los años 90 y 100.
Esta segunda carta del apóstol Juan, fue como el
libro de Filemón, una carta personal. Fue dirigida
"a la señora elegida" como una carta personal. Con
frecuencia se ha mencionado la pregunta sobre si
la palabra Griega "electa" era un título, o si más
bien se refería a una señora cristiana llamada
Electa en la iglesia primitiva. Tenemos que
recordar que Juan fue el apóstol que escribió sobre
la familia de Dios. Indiferentemente de si esta
carta que estudiamos hoy fue dirigida a un
individuo o a una iglesia, Juan estaba
considerándola en el contexto de la familia de Dios.
Aparentemente, había una señora cristiana, o una
iglesia local que estaba ofreciendo hospitalidad a
todos aquellos que profesaban ser cristianos,
aunque algunos de ellos eran herejes que negaban
la deidad de Cristo y las otras grandes verdades de
la fe cristiana, En esta epístola Juan expresó una
advertencia contra albergar a tales personas. Y
este fue, en realidad, el propósito de esta breve
epístola.
Ahora, en cuanto al tema de esta segunda epístola,
que en este sentido gira alrededor de la verdad,
diremos lo siguiente, Cuando la verdad y el amor
entran en conflicto, la verdad es la que tiene que
predominar ,es la que tiene la máxima prioridad.
Quizás usted haya observado que en 1 Corintios
13, el apóstol Pablo no dijo: Ahora permanecen la
fe, la esperanza, la verdad y el amor. El apóstol
simplemente dijo: Ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de
ellos es el amor. Pero cuando se menciona a la
"verdad", entonces la verdad viene primero.(1
Corintios 13:13)
Creemos que la verdad de la Palabra de Dios es
digna de ser defendida, Cuando hablamos de
"verdad", queremos decir aquello que es básico
para el hecho de que la Biblia es la Palabra de
Dios. En segundo lugar, el siguiente factor de
importancia es la deidad de Cristo y Su obra en la
cruz a favor nuestro. Cuando nos encontramos con
alguien que es fiel a estos factores esenciales,
entonces esa persona y nosotros podemos
mantener una relación fraternal, aunque estemos
en desacuerdo en asuntos no esenciales.
La Palabra clave de la primera epístola de Juan, es
"amor", pero es un amor que está limitado a la
familia de Dios. Los Hijos de Dios tienen que
amarse unos a otros en la familia de Dios. Esta es
la marca o señal de identificación de un hijo de
Dios; él que ama a Cristo, y ama a sus hermanos.
La manera en que los hijos de Dios deben amarse
entre sí constituye la totalidad de la suma y
esencia de la citada epístola de 1 Juan.
Será de utilidad retroceder a la primera epístola
para resaltar otra vez el pensamiento expresado en
1 Juan 3:10, que dice: 10En esto se manifiestan
los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel
que no hace justicia y que no ama a su hermano,
no es de Dios. El apóstol Juan presentó
intencionalmente esta verdad en su aspecto
negativo, para no dejar ningún margen a fin de
que cualquier individuo que profesara ser cristiano
y no estuviera a la altura de su profesión pudiese
evadirse de la tajante afirmación del apóstol. Uno
no puede evitar el definirse ante esta cuestión
fundamental. Si alguien no practica la justicia en su
vida, no pertenece a Dios. Esta es la señal exterior
de un hijo de Dios. Usted tiene que conocer al
Señor Jesús como Su Salvador y la prueba
evidente ante los demás, es que usted practique la
justicia en su vida personal y de relación. Y si
usted no ama a su hermano, y nos referimos a su
hermano cristiano, - porque no creemos en la
fraternidad universal de las personas porque la
Biblia no la enseña---, entonces usted no es un hijo
de Dios. No somos nosotros los que lo afirmamos
sino que fue el apóstol Juan quien hizo esta tajante
declaración. El explicó claramente que uno puede
conocer si alguien es un creyente genuino, a través
de su vida recta, justa, y por su amor por otros
cristianos.
¿Y qué diremos del pecador perdido que no
pertenece a la familia de Dios? ¿Tenemos que
amarle? Bueno en el Evangelio de Juan 3:16 el
escritor dijo: 16»De tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, sino que
tenga vida eterna. Tenemos que amar a la gente
hasta el punto de comunicarles el mensaje del
Evangelio. Al estudiar el libro de Jonás vimos que
Jonás no amaba a los habitantes de Nínive, pero
Dios lo envió a esa ciudad porque Dios los amaba y
dijo: "Ya que yo les amo, y ellos se han vuelto a
mí, Jonás, yo quiero que tú también les ames". Así
es que, esta es la relación que el hijo de Dios debe
tener con el mundo perdido, amar el mundo, pero
en el sentido de llevarles a ellos el evangelio. Pero
uno no puede amar al pecador por su pecado. No
se nos pide que hagamos esto. Se nos pide que les
amemos lo suficiente como para llevarles el
evangelio. Eso es lo importante. Debemos amarles
en ese sentido, porque Dios los ama. Y después,
cuando ellos se vuelvan a Cristo, entonces también
los amaremos.
Ahora, surge también otra pregunta ¿cuál tiene
que ser nuestra relación con los falsos maestros,
con aquellos que niegan la deidad de Cristo? En
esta segunda epístola Juan nos iba a dejar bien en
claro que este es un asunto frente al cual debemos
permanecer alertas. En el versículo 7 dijo;
7Muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en
cuerpo humano. Quien esto hace es el engañador y
el anticristo. ¿Cuál debe entonces ser nuestra
relación con ellos? Examinaremos cuidadosamente
este tema, que podría ser una parte crucial de esta
epístola y si no comprendemos este punto
correctamente llegaremos a una interpretación
ambigua y confusa. Porque hay quienes enfatizan
el amor por encima de todas las diferencias
doctrinales y teológicas que la misma Biblia
establece. Se nos dice que debemos amar a toda la
gente, pero hay que reconocer que hay algunos
acerca de los cuales las Sagradas Escrituras nos
aconsejan no amar y además, estar alertas y
vigilantes ante su presencia o influencia. El apóstol
Juan escribió en su primera carta, 2:15; no améis
al mundo ni las cosas que están en el mundo. Las
cosas que están en el mundo son identificadas con
la gente que está en el mundo y que ha convertido
a este mundo en lo que es. Nuestro amor se limita,
entonces, a llevarles el evangelio, a comunicarles
la Palabra de Dios.
El énfasis de Juan en su primera epístola fue "el
amor" pero la palabra clave en su segunda epístola
fue "verdad", Ahora, cuando la verdad y el amor
están en contraste o entran en conflicto, ¿cuál
debería prevalecer? Si obtenemos la respuesta a
esta pregunta, entonces, dicha respuesta
determinará nuestra relación con un profeta falso,
con aquel que niega la deidad de Cristo. El llamado
"apóstol del amor" iba a impactarnos a usted y a
mí en nuestra complacencia sentimental y noción
ambigua del amor. ¿Qué debería predominar, la
verdad o el amor? Su sorprendente respuesta sería
que la verdad ocupa el primer lugar. En Juan 14:6
Cristo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida,
nadie viene al Padre sino por mí. Usted ha venido
al Padre por medio de Jesucristo. No hay otro
camino. ¿Por qué? Porque El no solo es el camino,
sino que también es la verdad. Fue Juan quien más
tarde escribió su expresión de que Dios es amor.
Después de que el Señor Jesucristo estuviera aquí
y dijera que El era la verdad, entonces Juan dijo:
"Dios es amor". Estimado amigo, el amor puede
ser expresado solo dentro de los límites y el
contexto de la verdad que la Biblia ha establecido.
Por lo tanto, ¿qué diremos con respecto a los
maestros falsos? Debemos decir que no tenemos
que amar al maestro falso. Juan iba a dejar este
principio totalmente en claro. En realidad, él iba a
decir algo bastante sorprendente, cuando escribió
que los creyentes no debían ni siquiera recibirlos,
ni hospedarlos en sus casas, ni tener ninguna
relación de compañerismo con ellos. Esta
declaración no podía ser más fuerte y terminante.
Ahora, tenemos que considerar otra palabra
importante para obtener una perspectiva adecuada
de lo que Juan escribiría en esta segunda carta, así
como en la tercera. En la primera epístola Juan dijo
que debíamos andar en la luz, como El está en luz.
La verdad y la luz equivalen a lo mismo; ellas
constituyen la Palabra de Dios. Como ya hemos
dicho, el amor y la verdad son inseparables. Cristo
es el epítome, el paradigma de ambas. El es la
verdad, y El es amor. Dios es amor, y El, Cristo, es
Dios. Además de la "verdad", hay una segunda
palabra que el escritor de esta breve epístola
presentó. Y es la palabra "andar". En el versículo 4
de esta segunda epístola veremos que Juan dijo:
4Mucho me regocijé porque he hallado a algunos
de tus hijos andando en la verdad, conforme al
mandamiento que recibimos del Padre. Y más
adelante, en el versículo 6 leemos: 6Y este es el
amor: que andemos según sus mandamientos.
Este es el mandamiento: que andéis en amor,
como vosotros habéis oído desde el principio.
Retrocediendo ahora a la primera epístola, vemos
que en 3:10 el apóstol escribió: 10En esto se
manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo:
todo aquel que no hace justicia y que no ama a su
hermano, no es de Dios. Esa justicia es Cristo, y
negar la deidad de Cristo, con toda seguridad. No
es practicar la verdad. Es que la verdad es
esencial. Dijo Juan; y que no ama a su hermano.
Esta es la segunda cosa que tiene gran
importancia; el andar. Con esta segunda palabra,
vamos al extremo opuesto del espectro de la vida
cristiana. No solo es esencial la verdad, sino
también el andar es esencial, y por lo tanto, se nos
ha dicho que tenemos que amar a los hermanos.
Por lo tanto, esta segunda epístola nos presentará
un punto de vista equilibrado de la primera
epístola. La idea contemporánea de que lo único
importante es el amor, y de que debemos de amar
a cualquiera que intente entablar una relación con
nosotros, no se encuentra en la Palabra de Dios.
Cuando Juan estaba hablando aquí de amor, dejó
aclarado que se refería al amor dentro de la familia
de Dios. Necesitamos ser cuidadosos en definir
bien los alcances de este sentimiento, porque
muchos están mencionando al amor "ágape" en
relación con cualquier clase de amor. Realmente,
con ciertos usos actuales del término, esta palabra
"amor" se ha devaluado.
Este amor en la familia de Dios necesita hoy ser
expuesto en la iglesia. Creemos que para algunas
iglesias, congregaciones o grupos que han
construido la buena reputación de defender las
verdades básicas de la fe, ha llegado el momento
de que manifiesten y pongan en evidencia ese
amor entre los que son espiritualmente hermanos,
al compartir la misma fe. Todos y cada uno
tenemos que reconocer que necesitamos
experimentar más de ese amor fraternal en
nuestra vida.
Sin embargo, ya hemos aclarado que este amor no
ha de derramarse en todas direcciones,
indiscriminadamente, y hemos reconocido que sus
límites se encuentran en la familia de Dios.
Supongamos que algún día se presentara una de
esas personas que cree lo que otros creían en los
días del apóstol Juan. Nos referimos a alguien que
sea un apóstata; que sea, en realidad un anticristo,
es decir, según la definición de esta epístola,
alguien que niega la deidad de Cristo. En cuanto a
tales personas, el apóstol escribió que cuando
alguien que manifestara esas creencias se
presentara, y aquellos creyentes no debían
ofrecerle amor ni hospitalidad.
A continuación presentaremos un bosquejo que
pretende ordenar las ideas principales de esta
breve epístola, para una mejor comprensión de la
totalidad de su mensaje, y para que usted, amigo
oyente, pueda seguir mejor el desarrollo de esta
carta apostólica.

I. El amor expresado con los límites de la verdad.


Versículos 1 al 6. "El amor en la verdad"

II. La vida es una expresión de la doctrina de


Cristo. Versículos 7 al 11. (La falsa doctrina
conduce a las malas acciones).

III. Saludos personales. Versículos 12 y 13,


Antes de comenzar a considerar el versículo 1 de
esta segunda carta recordemos la importancia de
esta breve epístola para estudiar, bajo una
perspectiva adecuada y comprensible, las
enseñanzas del apóstol Juan en su primera
epístola. Ya hemos dicho que el tema de esta carta
trata sobre la polaridad en la vida cristiana,
manejando términos y conceptos que a primera
vista, parecen estar situados en polos opuestos, o
que parecen representar virtudes que se orientan
en direcciones contrarias, como son, la verdad y el
amor. Y en el transcurso de nuestro estudio
comprobaremos algo que ya hemos adelantado, de
forma resumida, en esta introducción. Y nos
referimos a la respuesta a la siguiente pregunta
que planteamos en nuestro estudio de hoy, Cuando
la verdad y el amor entran en conflicto, ¿Cuál de
estas virtudes debe tener la máxima prioridad?
Pasemos ahora a considerar el primer párrafo de
este único capítulo de la carta, leyendo el versículo
1, que encabeza el párrafo que hemos titulado

El amor expresado dentro de los límites de la


verdad
"El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a
quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino
también todos los que han conocido la verdad"
Ahora, la palabra griega para "anciano" es
"presbuteros", es decir, en castellano, presbítero, y
tiene un significado doble. Puede traducirse a "un
hombre mayor", refiriéndose a la edad del
individuo, o si no, puede considerarse como un
título, refiriéndose a un cargo en la iglesia, como
por ejemplo un "pastor" único, a un grupo de
pastores o ancianos o a un maestro de las
Sagradas Escrituras. Creemos que seguramente el
apóstol Juan estaba, ante todo, llamándose a sí
mismo un anciano, hablando de su cargo o
ministerio en la iglesia. También creemos que él
insinuó el hecho de que él mismo era, entonces, al
escribir esta epístola, un hombre de edad
avanzada, que debía tener más de los 90 años y
cerca de los 100 años de edad, Observemos que
Juan no recurrió aquí a su ministerio como apóstol.
Y pensamos que la razón era bastante evidente: la
persona o personas a quienes iba dirigida esta
carta aceptaban su autoridad. Por ello, aquí se
llamó a sí mismo "el anciano."
Y el versículo continúa identificando a quien o a
quienes dirigía la carta y dice, a la señora elegida y
a sus hijos. La palabra elegida o "electa" podría
representar el nombre de una mujer importante de
la iglesia, o quizás Juan estaba pensando en la
iglesia misma o congregación local. La frase y a sus
hijos" podrían haber sido los hijos de aquella
mujer, o sus hijos espirituales de la iglesia.
Nosotros, en este caso, enfatizamos más bien la
iglesia más que una persona en particular,
aplicando los términos a la iglesia en general y a la
iglesia actual. Cuando decimos "la iglesia", no
estamos pensando en ninguna iglesia,
congregación local o denominación, sino en el
cuerpo total de todos los creyentes en el Señor
Jesucristo. Esta epístola ha sido relevante para la
iglesia cristiana a través de los siglos, y lo que se
ha escrito en esta carta ha resultado para la vida
de la iglesia, muy productiva espiritualmente
hablando, Creemos que como la iglesia
contemporánea, necesitamos esta breve epístola
para desarrollarnos espiritualmente y recibir una
perspectiva correcta de lo que es el amor.
El versículo continúa diciendo: a quienes yo amo
en la verdad. Como dijimos anteriormente en la
introducción, la palabra verdad fue enfatizada en
esta epístola. Ya dijimos que es la palabra clave de
la epístola. El amor cristiano puede ser expresado
únicamente dentro de los límites de la familia de
Dios, es decir en aquellos que tienen la verdad. "La
verdad" aquí es la Palabra de Dios y también, el
que está revelado en la Palabra, es decir, el Señor
Jesucristo mismo. La traducción literal correcta es
a quienes yo amo en verdad. Aquí Juan estaba
hablando de dos cosas: (1) que el objeto de su
amor tiene que ser otro creyente en Cristo, o sea,
un creyente genuino. Y también (2) que él era
sincero al hacer esta afirmación, y que al expresar
su amor no era simplemente la expresión de un
tópico piadoso.

Y finaliza este primer versículo con la frase Y no


solo yo, sino también todos los que han conocido la
verdad. Juan abarcó aquí al resto del cuerpo de los
creyentes. Ellos también amaban a esta iglesia o a
esta mujer en particular de la iglesia por su
testimonio sobresaliente.
Amigo oyente, debemos terminar. Y como
esperamos continuar contando con su participación
en este estudio de esta segunda epístola de Juan,
le sugerimos que lea por sí mismo, por lo menos
hasta el versículo 5, del único capítulo de este
libro. Si le ha surgido alguna duda o tiene alguna
pregunta, puede ponerse en contacto con nosotros
y trataremos de responderle lo antes posible. Le
esperamos, pues en nuestra próxima lección, para
continuar juntos este prolongado viaje "a través de
la Biblia."

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2 Juan 1 - 5
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido
por la Segunda Epístola del Apóstol Juan, y
volvemos al primer versículo que dice:

"El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a


quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino
también todos los que han conocido la verdad"
Podemos notar que, en este versículo, se enfatiza
dos veces la palabra "verdad", y como ya hemos
dicho, "la verdad" es el tema que se considera la
clave para esta epístola. Hemos identificado al
"anciano" que se menciona como el Apóstol Juan, y
es muy probable que él utilizó esta expresión con
un doble sentido. Podría significar que él era un
anciano, entrado en años, porque al escribir esta
epístola había pasado los 90 años. También Juan
tenía un cargo, una posición, en la iglesia. Ahora,
observamos que Juan no se presentó como un
Apóstol, por la razón que la persona a la cual él
estaba escribiendo, aceptaba su autoridad. Por ello,
él se llamó a sí mismo "anciano". La carta fue
dirigida a la señora elegida. Y queremos recordar,
una vez más, que esa palabra que ya presentamos
anteriormente, significaba "electa". Probablemente,
pudiera ser el nombre de una mujer destacada y
prominente en la iglesia, pero también cabe la
posibilidad de que Juan podría haber estado
pensando en la iglesia, la esposa de Cristo.
A continuación dijo: Y a sus hijos. Esta mención
podría referirse a los hijos físicos de esta mujer, de
esta señora, o bien, podrían ser los hijos
espirituales de la iglesia. Creemos que podemos
considerar ambas posibilidades. Cuando
mencionamos a "la iglesia", nos referimos a la
iglesia en general. Cuando hablamos de "la
iglesia", no estamos pensando en ninguna iglesia
local, o en algún grupo o sector en particular, sino
que nos referimos a los creyentes que forman la
iglesia. Esta epístola ha sido muy relevante para la
iglesia a través de los siglos y lo que aquí
mencionó el apóstol Juan fue de mucho beneficio
para la vida de la iglesia.
Juan siguió diciendo: a quienes yo amo en la
verdad. Ya hemos dicho que el genuino amor
cristiano puede expresarse solamente dentro de los
límites de la familia de Dios, hacía aquellos que
tienen la verdad, la verdad que es la Palabra de
Dios. Y Aquel que fue revelado en la Palabra, es el
Señor Jesucristo. Juan expresó dos pensamientos;
primero, que el objeto de su amor debía ser otro
creyente en Cristo, un creyente nacido
espiritualmente; y segundo, que él era sincero al
asegurar que, el expresar su amor, no era
meramente una práctica piadosa. El amor era
auténtico y muy real para él.
Continúa diciendo el versículo: a quienes yo amo
en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los
que han conocido la verdad. Juan se incluyó en esa
iglesia, en ese conjunto de creyentes; ellos
también amaban a los demás hermanos en la fe, y
amaban a esta iglesia; o también amaban a esta
mujer en particular, por su destacado testimonio
como creyente. El versículo 2 dice:

"A causa de la verdad que permanece en nosotros,


y estará para siempre con nosotros"
Hagamos una pausa aquí, amigo oyente, ya que el
apóstol escribió: a causa de la verdad. Y esta causa
de la verdad significaba una defensa de la verdad.
Debemos reconocer que la verdad necesita ser
defendida en el presente. Debemos tomar una
posición a favor de la verdad, y una firme postura
por la Palabra de Dios. Hay personas que tratando
de aparentar que son muy listas e ingeniosas; no
se expresan con claridad, no dicen las cosas tal
como son, no son transparentes, sino hablan con
ciertos rodeos, y utilizan figuras retóricas. Pero el
caso es, amigo oyente, que la Palabra de Dios nos
insta a ser claros en expresar la verdad, sin temor
y sin avergonzarnos.
Ahora, Juan dijo en este versículo 2: A causa de la
verdad que permanece en nosotros, y estará para
siempre con nosotros. Vamos a analizar este
versículo por partes: A causa de la verdad. Y
gracias a Dios que estará para siempre con
nosotros. Amigo oyente, en los tiempos en los que
nos toca vivir, en los que cada cual defiende "su"
propia verdad, una verdad subjetiva, y en los
cuales nuestra sociedad demanda que se respeten
todos los puntos de vista y todas las verdades
personales, para el cristiano es bueno tener a
Alguien en quien se puede creer, confiadamente, y
este es nuestro Señor Jesucristo. A causa de la
verdad - dijo Juan - que permanece en nosotros.
Es el Espíritu de Dios el que nos revela lo que es
real y verdadero para nosotros, los hijos de Dios: y
estará para siempre con nosotros. La "verdad" no
cambiará; es permanente y eterna.

Alguien lo expresó de esta manera: "Lo que es


"verdad", no es nuevo. Y lo que es nuevo, no
siempre es la verdad". Esta afirmación, como
muchas, generaliza, y por supuesto, hay
excepciones, pero describe bastante bien la firmeza
de lo que es verdadero, lo que es la verdad.
Ahora, en el versículo 3 de este único capítulo del
que se compone la segunda carta de Juan, el
apóstol adoptó un saludo un poco diferente del que
utilizaron los Apóstoles Pablo, Pedro y Santiago.
Dice el versículo 3:

"Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de


Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre,
en verdad y en amor."

Notemos que Juan volvió a mencionar la palabra


"verdad". Ahora, aquí encontramos tres palabras
muy importantes que debemos comprender en
profundidad. Una de ellas es "amor". La otra es
"misericordia", y la siguiente es "gracia."
Juan introdujo aquí la palabra "misericordia" en su
saludo. Ahora, ¿cuál es la diferencia entre el amor,
la misericordia, y la gracia de Dios?

Cuando estudiábamos la carta del Apóstol Pablo a


los Efesios, en el capítulo 2, versículos 4 y 5,
leímos: Pero Dios, que es rico en misericordia, por
su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).
Estos versículos de la Escritura son muy profundos,
porque combinan a los tres conceptos: El apóstol
Pablo indicó que Dios es rico en "misericordia" y,
por el gran "amor" que nos tiene, Él nos salva por
"gracia". ¿Qué es el amor de Dios? Bueno, Dios es
amor. Antes de que existiera cualquier cosa, Dios
ya era amor. Ahora, alguien quizá diga: "¿Y a quién
amó Dios?" Bueno, la Trinidad ya existía, y
sabemos del amor que existió desde siempre entre
el Dios Padre, y Dios Hijo. El Dr. Lewis Sperry
Chafer escribió: "Amor es lo que existía en Dios,
antes de que
Él tuviera que ejercitar la misericordia y la gracia".
Amor es la naturaleza de Dios. Eso es lo que se
llama un "atributo" de Dios. Dios es amor. Pero, lo
interesante es que el amor de Dios nunca salvó a
un pecador. El amor de Dios impulsó a Dios en
dirección a la misericordia y la gracia. El amor de
Dios le llevó a mostrar la misericordia y la gracia.
Ahora, nos hacemos esta pregunta: ¿Cuál es la
diferencia entre la misericordia y la gracia? Bueno,
la misericordia es aquella que Dios proveyó a su
debido tiempo, para el hombre pecador. Esa es la
misericordia de Dios. Queremos ser exactos en lo
que decimos, y queremos expresarlo
correctamente, de modo que, permítanos citar lo
que también dijo el Dr. Chafer: "La misericordia es
aquello en Dios que oportunamente proveyó, para
la necesidad del hombre pecador". Dios es rico en
misericordia, porque ama. Eso es lo que afirmó el
apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo. El
pasaje maravilloso del capítulo 2 de la epístola a
los Efesios, que acabamos de leer combina tres
atributos o características, de las innumerables que
conforman a Dios. Él es rico en misericordia.
Ahora, ¿por qué es rico en misericordia? Porque Él
es amor. Y porque Dios es amor, Él, por
misericordia, ha hecho provisión y solución para el
problema y la necesitad del hombre pecador. Pero
tampoco la misericordia salva al hombre pecador.
Nos queda la gracia; ¿qué es la gracia?
Mencionábamos al Dr. Chafer anteriormente, y
volvemos a mencionar su cita al respecto: " la
gracia es aquello en Dios, que actúa libremente
para salvar, porque todas las demandas de
santidad han sido satisfechas". Por tanto, Dios hoy,
es libre, amigo oyente, para actuar en la gracia. Él
puede acercarse a usted, a mí, aunque seamos
pecadores. Usted, y ningún ser humano, puede
ofrecer algo a Dios. No tenemos nada, para
ofrecerle a Dios.
La Gracia significa que Dios puede acercarse a
usted, un pecador perdido, y decirle: "Yo soy AMOR
y soy rico en misericordia. Yo te amo. Yo he hecho
provisión para ti, por Mi misericordia. Yo he
provisto un Salvador para ti". Ahora, si usted
confía en Él, sepa que "por gracia sois salvos, por
medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don
de Dios. (Efesios 2:8).
Ahora, aquí hay una distinción muy tenue entre
estas palabras. Alguien podría decir que parece
una ligera distinción, pero que no encuentra una
diferencia. Bueno, existe una diferencia en aquello
que no difiere. Veamos, la Salvación se origina en
el amor de Dios. Pero Dios no salva por Su amor o
Su misericordia. Después de todo, amigo oyente,
nuestro Dios es un Dios Santo, y la Biblia nos dice
que: De tal manera amó Dios al mundo que ha
dado a su Hijo unigénito..". (Evangelio de Juan 3,
16).Dios no amó de tal manera al mundo que salvó
al mundo - Él no hizo eso. Dios amó de tal manera
al mundo, que por Su misericordia, proveyó un
Salvador para salvar al mundo, y Él ahora puede
salvar por Gracia.

Dios puede salvar por gracia, pero, amigo oyente,


hay algo más aquí que es importante. La salvación
no es sólo la expresión del amor de Dios, sino que
también es la expresión de la justicia y la rectitud
de Dios. Nosotros no solamente necesitamos Juan
3:16, el versículo ya mencionado, sino que también
necesitamos Romanos 3:26. El Apóstol Pablo dijo:
pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo
para manifestar su justicia. De este modo Dios es
justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe
en Jesús".
Para poder justificarle a usted, amigo oyente,
cuando confía en Cristo, Dios tiene que ser justo y
santo y recto. Él no puede abrir la puerta trasera
del cielo y dejar que usted se introduzca
encubiertamente, en el cielo, al amparo de la
oscuridad. Usted y yo no somos aptos para ir al
cielo. Estamos apartados y alejados de Él. No
tenemos comunión con Él. La comunicación y la
comunión se perdieron en el jardín del Edén, y Él,
Dios, es quien la ha renovado y restaurado. Porque
Él tiene que ser justo y recto, Su misericordia
proveyó a un Salvador, y eso ocurrió, porque Él le
ama a usted. Dios tiene que ser el justo, pero
también es Él, el que justifica. De este modo "Dios
es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen
fe en Jesús".
Es así cuando el apóstol Juan escribió: sea con
vosotros gracia, (ésta es la manera como Dios
salva), misericordia, (la misericordia proveyó a un
Salvador), y paz. Cuando usted recibe todo esto,
entonces "la paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento, va a guardar su corazón". Como
dijo Juan: como Él dijo, que por consideración a la
verdad que mora en nosotros, estará con nosotros
para siempre. Ahora, Dios no va a cambiar estas
grandes verdades. Él no va a cambiar Su forma de
pensar. Nunca dirá: "Bueno, voy a hacer las cosas
de forma diferente. La opinión pública parece que
va en otra dirección, así que, voy a cambiar Mi
forma de actuar, de pensar, de sentir, de juzgar...
voy a plegarme a la corriente de la opinión pública,
porque así será más fácil llegar al ser humano".
No, amigo oyente, Dios no cambia. Él no es como
una veleta que cambia según la dirección del
viento.
Es como aquella anécdota que cuenta que un
hombre de campo colocó una veleta, un banderín
de latón, sobre el techo de su granero para señalar
la dirección del viento. En esa veleta el hombre
había inscrito "DIOS ES AMOR". Por allí pasó un
predicador, y al leer ese texto, preguntó al
agricultor: "¿Quiere usted decir que el amor de
Dios cambia tanto como esa veleta?" "No, no quise
decir eso, -dijo el agricultor. Para mí significa que
no importa de dónde sopla el viento, Dios es y
seguirá siendo AMOR."
Amigo oyente, eso es cierto; nuestro Dios es amor.
Y porque Él es amor, Él ha provisto la salvación
para usted. Él nunca cambiará.

Sea con vosotros gracia, misericordia y paz. Usted


puede tener la paz de Dios el Padre, y del Señor
Jesucristo, quien murió por usted. Él es el Hijo del
Padre Celestial. Esa es Su posición en la Trinidad.
Seguimos analizando el versículo 3 de este único
capítulo de Segunda Epístola del apóstol Juan.

"Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de


Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre,
en verdad y en amor."
Recuerde, amigo oyente, que el amor tiene que ser
ejercitado en el contexto de la verdad.

Quizás algunos oyentes pudieran pensar que


somos muy dogmáticos. Enseñar la Palabra de Dios
es un asunto serio, y sí, somos muy dogmáticos en
cuanto a esto. En muchos asuntos somos flexibles,
pero cuando se trata de la veracidad y la autoridad
de las Sagradas Escrituras, entonces no podemos
añadir ni quitar nada, y somos dogmáticos.
Estamos hablando de la Segunda Epístola del
Apóstol Juan, y, amigo oyente, somos muy
dogmáticos en cuanto a lo que él estaba diciendo
aquí.
Con el versículo 3, concluye la introducción a esta
epístola, pero aún nos encontramos en esta
sección donde se afirma que el amor debe ser
expresado en los límites de la verdad. El versículo
4 comienza diciendo:

"Mucho me regocijé porque he hallado a algunos


de tus hijos andando en la verdad, conforme al
mandamiento que recibimos del Padre."
Ahora, estos hijos pueden ser los hijos de esta
mujer a la cual Juan dirigió esta carta, hijos físicos,
o bien, también pudiera referirse a los miembros
de la iglesia, la iglesia local. Pueden ser ambas
situaciones, y probablemente se refiere a las dos.
Juan dijo: He hallado a algunos de tus hijos
andando en la verdad. Es maravilloso tener hijos
que caminen en la verdad, lo que significa la
manera de vivir, el estilo de vida en obediencia a
los mandamientos del Padre Celestial. Conforme al
mandamiento que recibimos del Padre. Su
mandamiento es que andemos en la luz como Él es
luz, y que la Palabra de Dios ordene nuestras
vidas. Y en el versículo 5, dice:
"Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote
un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido
desde el principio"

Usted recordará que, en la Primera Epístola del


Apóstol Juan vimos, que lo que Juan llamó el
principio, era una referencia al comienzo del
ministerio de Cristo.
La enseñanza que el Señor Jesucristo dio fue esta:
Si me amáis, guardad mis mandamientos, y por
esto el mundo sabrá que vosotros sois mis
discípulos. No por conocer las doctrinas, por
cumplir los mandamientos, por hablar de Cristo,
sino porque tenéis amor el uno por el otro.
(Evangelio de Juan cap. 13:35)

Juan dijo que este mandamiento lo recibimos


desde el principio, de que nos amemos los unos a
los otros.
Aquí volvemos nuevamente a este pensamiento:
andar en la verdad, amándonos los unos a los
otros; estamos hablando acerca del amor entre los
hermanos en la fe en Jesucristo. Este es el
equilibrio que se necesita en la iglesia. Se puede
llegar a ser demasiado sentimental en la iglesia,
donde solamente se habla del amor, y todo parece
ser amabilidad y concordia. Pero, ¿estamos
andando en la verdad? ¿Estamos creciendo
verdaderamente en el conocimiento de la Palabra
de Dios? Todos estos apóstoles que hemos
considerado en nuestros estudios recalcaron y
enfatizaron que debemos andar en amor. Ellos
enfatizaron el caminar, el andar, el vivir, en amor,
pero en un amor impregnado y saturado en la
verdad. Si usted es un hijo de Dios, nacido de
nuevo por la fe en el sacrificio redentor de
Jesucristo, esperamos que haya comprendido y
cumpla este mandamiento de nuestro Señor.

Y vamos a detenernos aquí por hoy, amigo oyente.


Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo
programa. Le invitamos a que nos escriba sus
preguntas o comentarios, que con mucho gusto
contestaremos. Hasta entonces, pues, ¡y que Dios,
por medio de su Espíritu, revele Su Verdad y Su
amor, en su corazón!
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RTM - Radio Transmundial, Canal de Vida). Todos
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2 Juan 6-8
Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo esta
breve epístola, la Segunda carta del Apóstol Juan.
Y comenzaremos nuestro estudio en el versículo 6.
Debemos recordarle algo nuevamente, que es de
suma importancia y que debemos mantener
siempre ante nosotros al estudiar esta epístola. La
polaridad de la fe cristiana y de la vida cristiana, es
la verdad y el amor. Es cierto que para el creyente
es la fe, la esperanza y el amor. Pero, la polaridad
objetiva de la fe cristiana es la verdad y el amor.
En su primera epístola, Juan enfatizó el amor, pero
él también dijo que ese amor es para los
hermanos, para los creyentes, para aquellos que
están en Cristo. Él dice: Hijitos, amaos los unos a
los otros. Y él se está refiriendo a los creyentes.
Hay algunos que piensan que debemos diluir las
Escrituras y la fe cristiana hoy, y decir que uno
debe amar a todo el mundo. No podemos
comprender esto muy bien, porque sabemos que
cuando uno dice algo así, uno no ama en realidad a
todo el mundo. Eso es algo imposible de hacer.
Hay demasiadas personas en este mundo que,
bueno, son difíciles de amar, muchos de nosotros
somos así. Y como resultado, no somos amables.
Como dijimos en nuestro programa anterior, Dios
ama al mundo. Él nos ama a todos nosotros.
Nosotros no somos dignos de ser amados, pero
Dios nos ama. Lo importante es que Él dijo que
usted y yo debíamos llevar el evangelio a esta
gente. Así es como usted y yo podemos demostrar
nuestro interés y nuestro amor; llevando el
evangelio a esta gente. Dios los ama. Nosotros
pensamos que a veces nos sentiremos en nuestros
corazones lo que sucedió en el corazón de Jonás:
que se irá desarrollando un amor por aquellos que
escuchan el mensaje de la salvación; pero lo
importante es ver que Dios es amor. Ese es Su
atributo. Y Su amor ha provisto un Salvador para
nosotros. Es importante mantener siempre esa
verdad en nuestra mente.

Ahora, la verdad es muy importante también.


Usted no puede poner el amor por encima de la
verdad, porque cuando usted así lo hace, entonces
sacrifica la verdad. Y Juan enfatizó esta idea.

Ahora, al comenzar el versículo 6, él dijo:

"Y este es el amor: que andemos según sus


mandamientos. Este es el mandamiento: que
andéis en amor, como vosotros habéis oído desde
el principio."
¿Qué es el amor? Es vivir cumpliendo Sus
mandamientos. El Señor dijo: si me amáis,
guardad mis mandamientos. El versículo 6 fue otra
forma de decir lo mismo. Los mandamientos del
Señor son más que los Diez Mandamientos. Los
Diez Mandamientos son básicos para los gobiernos
de los pueblos y para la civilización, pero el
cristiano ha sido llamado a vivir en un nivel más
elevado, en el cual ha de producir en su vida, por
el Espíritu Santo - y este es el fruto del Espíritu---
amor, gozo, paz, paciencia, etc. Si estas virtudes
están en nosotros y permanecen en nosotros,
quiere decir que usted y yo estamos cumpliendo
Sus mandamientos. Si esas virtudes no están en
nosotros, no estamos obedeciendo Sus
mandamientos.

Y el amor siempre se expresa por medio de


acciones de ayuda a otras personas, Nadie puede
decir que ame a alguien a menos que tenga una
genuina preocupación que le impulse a ayudar a
quien lo necesite, y especialmente una
preocupación por su bienestar espiritual.
Bueno, aquí se nos dice que pongamos en práctica
sus mandamientos. Este pedido llega directamente
a nuestra vida práctica diaria. Es la salvación
expresada caminando por las aceras de nuestras
calles, donde vivimos la vida diaria y de relación.
Recordemos que hombres como los apóstoles Juan
y Pablo estaban escribiendo a personas que vivían
en el mundo Romano. En los días de Pablo el
emperador era el sangriento y cruel Nerón. Juan
llegó a ver a un emperador tras otro asumir el
poder y perseguir a los cristianos. Comenzando con
el emperador Tito, la persecución fue
especialmente severa y dura. El mundo romano era
brutal y cruel, pagano hasta la médula. Y sin
embargo había hombres y mujeres caminando por
los caminos romanos, viviendo en ciudades
paganas que estaban poniendo en práctica los
mandamientos divinos. Estaban traduciendo el
evangelio a la vida diaria. Esta es la actitud que
urgentemente necesitamos en nuestro tiempo.
El versículo 6 finaliza diciendo Este es el
mandamiento: que andéis en amor, como vosotros
habéis oído desde el principio. En otras palabras,
este mandamiento no era para guardarlo en un
lugar secreto, ni expuesto en una estantería. Lo
habían oído desde el principio, y había sido
enseñado por el Señor mismo. Por lo tanto debían
ocuparse en llevarlo a la práctica y vivir de acuerdo
con esta enseñanza, expresando amor a aquellos
que estaban dentro y fuera de su círculo. Y ahora
llegamos a un párrafo que hemos titulado

El amor es una expresión de la doctrina de Cristo


Aquí surge ante nosotros el otro extremo de la
polarización: el amor está en un lado, y la verdad
se encuentra en el otro lado. Y el apóstol Juan
pronunció su advertencia. Leamos el versículo 7 de
esta epístola:

"Porque muchos engañadores han salido por el


mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido
en cuerpo humano. Quien esto hace es el
engañador y el anticristo."
Aquí debería traducirse un anticristo. En su primera
epístola, Juan dijo que ya había muchos anticristos,
y que estaba el espíritu del Anticristo, ¿Cómo
identificamos el espíritu del anticristo? Estamos
repitiendo aquí lo que hemos dicho anteriormente,
pero este es un tema tan importante que es
necesario recordarlo siempre, y tiene relación con
la persona del Señor Jesucristo. Dijo aquí Juan que
un anticristo era el Que no confiesa que Jesucristo
ha venido en cuerpo humano. El espíritu del
Anticristo consiste en negar la deidad de Cristo, es
negar tanto aquello que se ha dicho de Él, como
todo aquello que Él ha dicho. Así también como
todo lo que Él hizo por nosotros en la redención,
muriendo en la cruz, siendo resucitando
corporalmente de entre los muertos. Ese es el
anticristo; este es el espíritu del Anticristo.
El profesor McGee, autor de estos estudios, cree
que el espíritu del Anticristo, en su momento, será
dirigido no por un solo hombre, sino por dos, que
quedaron descritos en el libro de Apocalipsis 13.
Uno de ellos será un gran líder político, un
gobernante, un enemigo de Cristo - él estará en
contra de Cristo. El otro será un líder religioso, que
imitará a Cristo y que conseguirá que el mundo
adore a la "primera bestia", es decir, que adore al
líder político. Eso ocurrirá en el futuro y todo lo que
está sucediendo en nuestro tiempo está
preparando el camino para la llegada de este
último; hasta el punto de que cuando el
gobernante político y el dirigente religioso
finalmente aparezcan, el mundo estará dispuesto
para recibirlos. Y el Profesor McGee cree que el
mundo está casi preparado para llegada de ellos en
estos días en que estamos viviendo. En primer
lugar, el gobernante político prometerá paz para el
mundo, durante 3 años y medio, y en ese período
de tiempo lo logrará, pero esta paz no será
permanente o definitiva. Irá creando un estado de
cosas que culminará en una gran catástrofe que
será introducida por la guerra de Armagedón, que
durará aproximadamente 3 años y medio, hasta la
venida de Cristo a la tierra para establecer Su
reino.
En aquel tiempo habrá una religión, por cierto que,
incluso en estos tiempos, parecemos estar yendo
en esa dirección. Será una religión mundial en la
que todos compartirán su forma de pensar. Será
una religión vacía de creencias; los que la acepten
no tendrán nada que los mantenga unidos. En el
día de hoy se habla mucho librarnos de todo
aquello que nos separe. Por ello se creará una
religión cuyos adeptos que, al no creer en nada, no
se dirigen hacia ninguna dirección en particular, es
decir, que no van a ninguna parte, y por lo tanto
pueden unirse. Esta será la obra del engañador que
finalmente surgirá en la historia, en los últimos
tiempos; por ello se habla de uno que dirigirá la
religión y otro, la política de este mundo. Este
será, pues, el Anticristo que vendrá.
Por ello el versículo 7 dice: Muchos engañadores
han salido por el mundo. El Gnosticismo estaba
creando perturbación en los días del apóstol Juan.
A cualquier lugar donde haya llegado el Evangelio,
los cultos y sectas siempre lo han seguido. Esas
sectas siempre llegan siguen a la predicación del
Evangelio - nunca llegan antes. Así que, en aquel
tiempo se habían introducido en la zona, la que fue
conocida por la secta Gnóstica, que realmente
estaba dividida en muchos grupos. Había uno de
esos grupos que formaba una secta conocida como
los gnósticos de Cerintios. Ellos seguían a un
maestro de Éfeso que se llamaba Cerintius. Cuenta
una tradición que Juan, que era Pastor de la iglesia
en Éfeso, fue a los baños públicos que había en
aquella época, y que allí se encontraba Cerinto que
también estaba tomando un baño, y que cuando
Juan vio que él estaba allí, salió del agua, tomó sus
ropas, se vistió rápidamente, y salió de ese lugar,
porque no quería tener nada que ver con aquel
hereje. Bueno, ésta es una tradición que puede ser
cierta o no, pero con seguridad expresa el punto de
vista de Juan en esta epístola que estamos
estudiando. Aquellas sectas de Gnósticos se
parecen a diversos cultos que se han organizado en
la actualidad, en el sentido en que enseñan que
Jesús y Cristo eran dos entidades diferentes. Los
gnósticos de Cerinto eran parecidos a algunas
sectas que existen en el presente. Ellos enseñaban
que Jesús y Cristo eran dos entidades
completamente diferentes. Y que lo divino
descendió sobre Jesús en Su bautismo, pero que le
dejó cuando Él murió en la cruz. Estaba también
otra filosofía gnóstica docética, cuyos adeptos
negaban la realidad del cuerpo físico de Cristo.
Ellos dijeron que los apóstoles pensaban que veían
a Jesús, pero que de hecho, El no era una persona
real. Según ellos, El era simplemente una
aparición. Hay algunas sectas que han adoptado
también esta herejía. Fue por esa razón que Juan
dijo en su primera epístola, recordando a Jesús, en
el capítulo 1:1, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado
y palparon nuestras manos. Los apóstoles sabían
de que estaban hablando, y que Jesús era un
hombre real.
En aquel momento había algunas sectas judías, y
cuando surgió el cristianismo, ellas adoptaron
muchas de las enseñanzas de la fe cristiana. Había
un grupo de Esenios en Qumran, donde se
encontrarían los rollos del Mar Muerto. Y en
Masada, que cayó en el año 73 de nuestra era, 3
años después de la caída de Jerusalén, había
alrededor de 967 celotes, que también habían
escogido algunas de las enseñanzas de Cristo.
Ambos grupos habían tergiversado, distorsionado o
pervertido concepciones de la persona de Cristo.
Y lo que Juan estaba diciendo aquí era de suma
importancia, porque a través de los tiempos se han
difundido ideas falsas sobre la persona de Cristo.
Los grupos que sostienen esos puntos de vista no
son difíciles de identificar. Solo basta comparar
esas creencias y enseñanzas con la persona de
Cristo y Sus enseñanzas con las de las Sagradas
Escrituras.
Ahora, esto no quiere decir que una persona no
pueda tener un punto de vista un poco diferente al
suyo, por ejemplo en el tema de la elección. Este
tema ha sido debatido por siglos. Juan Wesley lo
enseñó desde cierto punto de vista, mientras que
Juan Calvino lo enseñó desde otro punto de vista.
Pero ambos creían en la deidad de Cristo; y cuando
uno cree en la deidad de Cristo, amigo oyente, ello
indica que también cree en el nacimiento de Cristo
de una virgen, la virgen María. Y significa que esa
persona cree en el registro histórico que tenemos
en la Biblia, y que también cree en la doctrina de
los apóstoles, que ellos enseñaron en sus epístolas.
Así que los teólogos citados tenían una diferencia
de opinión sobre la doctrina de la elección, pero
ninguno de ellos era un falso maestro porque
ambos estaban de acuerdo en las doctrinas básicas
de la fe cristiana.
Permítanos ilustrar esto con otro ejemplo. El
profesor McGee inició sus estudios teológicos en un
seminario que, en profecía, había adoptado la
postura amilenarista, totalmente contraria a un
milenio literal en el cual Cristo reinaría sobre la
tierra. Posteriormente, continuó sus estudios
superiores en un seminario que había adoptado la
posición premilenarista, que es favorable a ese
reino literal. Hablando de su primera etapa de
estudios, el profesor McGee recordó siempre a un
profesor del primer seminario, el amilenarista, y
aunque no compartía la posición del citado
profesor, reconoció que le encantaba escuchar la
elocuencia con que aquel hombre exaltaba la
persona de Cristo, y como defendía su nacimiento
virginal, la redención por Su sangre y la
resurrección corporal en una forma que jamás
había escuchado antes. Su claridad había llegado a
emocionarle. Por supuesto que aquel profesor se
oponía al premilenarismo, posición del profesor
McGee. Pero ambos se hicieron buenos amigos y
sus diferencias nunca llegaron a perturbar su
amistad. Por su parte, McGee lo consideraba
equivocado, pero ambos disfrutaban de largas
conversaciones compartiendo aquello que les unía
en Cristo y el respeto a la autoridad de las
Sagradas Escrituras. Ellos consideraban a sus
divergencias teológicas como elementos
secundarios y pensaban que al llegar al cielo,
estarían completamente de acuerdo, porque cada
uno de ellos tendría que modificar un poco su
posición en los aspectos secundarios de la fe. Y los
consideraban factores secundarios porque los
comparaban con las verdades fundamentales sobre
la persona de Cristo.
Ahora, Juan dijo que la forma en que íbamos
distinguir a alguien que fuera hijo de Dios de una
persona que no lo fuera era observando. El que no
practicara la justicia ni amara a su hermano, no
pertenecía a Dios. El amor y la justicia eran y son
dos manifestaciones de un hijo de Dios. Por ello
debíamos conocer a aquellos que negaban la
deidad de Cristo. Juan decía que aquel que negaba
la deidad de Cristo, no era cristiano. Podría ser una
persona religiosa, pero no cristiana. Después de
todo, "cristiano" significa seguidor de Cristo, o sea,
alguien que cree en El. Nadie puede ser un
seguidor de Cristo menos que crea en el
nacimiento virginal, en su Deidad, en su vida
milagrosa, en Su obra de redención en la cruz, y en
su resurrección de entre los muertos. Y continuó
diciendo el apóstol en el versículo 8:

"Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis


el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis la
recompensa completa."
Usted no pierde su salvación cuando tiene
comunión o compañerismo con personas
equivocadas y esto tiene que quedar bien aclarado.
Pero usted se coloca en una posición peligrosa
desde el punto de vista espiritual. Ello significa que
en el momento en que usted y yo nos identificamos
con alguien de una secta o culto falso en el sentido
de sentirnos cómodos en un contexto en el que se
niega la deidad de Cristo, sería como someter a
nuestra fidelidad a presiones extrañas que podrían
desviarnos de la fe. No creemos que haya
recompensa para un cristiano que se coloque en
esa posición límite.
Cada creyente debería sentir una gran motivación
para ser fiel a Cristo, viviendo la expectativa de
aquel día en que le escuche decir a su Salvador y
Señor; Está bien, buen siervo:...has sido fiel (Lucas
19:17). Al final de su vida, el apóstol Pablo pudo
decir lo que leemos en 2 Timoteo 4:7 y 8: 7He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez
justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a
todos los que aman su venida. Durante su vida, no
estuvo completamente seguro de ello, porque en
una ocasión dijo que no quería ser desaprobado
cuando llegara a la presencia de Cristo. Por lo
tanto, nos incumbe a nosotros no ser engañados ni
convencidos por el error.
Amigo oyente, el tiempo nos obliga a concluir
nuestro estudio de hoy en este punto. Le
agradecemos la atención con que nos ha
escuchado y le invitamos cordialmente a
acompañarnos en nuestro próximo programa, en el
cual finalizaremos nuestro estudio de esta segunda
epístola del apóstol Juan. Le sugerimos que lea por
sí mismo y anticipándose al programa, hasta el
versículo 13, o sea, hasta el final del único capítulo
de esta carta y, si es posible, vuelve a repasar los
versículos ya leídos, para estar más familiarizado
con esta breve epístola que expone algunos de los
puntos esenciales de la doctrina cristiana, a la vez
que enfatiza su aplicación práctica a nuestra vida
diaria. A nuestras relaciones con nuestros
hermanos en la fe y a nuestro contacto con los que
no comparten nuestra fe. Y si surge alguna duda o
tiene usted alguna pregunta sobre la exposición
Bíblica, le invitamos a que nos escriba, e
intentaremos contestarle lo antes posible.
Consideramos que el contacto con nuestros
oyentes tiene gran importancia, pues constituye un
gran estímulo para continuar con nuestra labor.
Nos despedimos, pues, hasta nuestro próximo
encuentro.

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2 Juan 9-13
Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro último
estudio en esta breve Segunda Epístola del Apóstol
Juan, que es una epístola de suma importancia.
Antes de dedicarnos al versículo 9, y a modo de
repaso, recordaremos algunos de los puntos
básicos de la última parte de nuestro programa
anterior.
Recordemos, por ejemplo, la referencia de Juan al
Gnosticismo. El Gnosticismo estaba creando
perturbación en los días del apóstol Juan. A
cualquier lugar donde haya llegado el Evangelio,
los cultos y sectas siempre lo han seguido. Esas
sectas siempre llegan y siguen a la predicación del
Evangelio - nunca llegan antes. Así que en aquel
tiempo se habían introducido en la zona, la que fue
conocida por la secta Gnóstica, que realmente
estaba dividida en muchos grupos. Había uno de
esos grupos que formaba una secta conocida como
los gnósticos de Cerintius. Ellos seguían a un
maestro de Éfeso que se llamaba Cerintius. Los
gnósticos de Cerinto enseñaban que Jesús y Cristo
eran dos entidades completamente diferentes. Y
que lo divino descendió sobre Jesús en Su
bautismo, pero que le dejó cuando Él murió en la
cruz. Había también otra filosofía gnóstica llamada
docética, cuyos adeptos negaban la realidad del
cuerpo físico de Cristo. Ellos dijeron que los
apóstoles pensaban que veían a Jesús, pero que de
hecho, El no era una persona real. Según ellos, El
era simplemente una aparición. Hay algunas sectas
que han adoptado también esta herejía. Fue por
esa razón que Juan dijo en su primera epístola,
recordando a Jesús, en el capítulo 1:1, lo que
hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos contemplado y palparon nuestras
manos. Los apóstoles sabían de qué estaban
hablando, y estaban convencidos de que Jesús era
un hombre real.
Ahora, Juan dijo que podríamos distinguir a alguien
que fuera hijo de Dios, de una persona que no lo
fuera. El que no practicara la justicia ni amara a su
hermano, no pertenecía a Dios. El amor y la
justicia eran y son dos manifestaciones de un hijo
de Dios. Por ello debíamos conocer a aquellos que
negaban la deidad de Cristo. Juan decía que aquel
que negaba la deidad de Cristo, no era cristiano.
Podría ser una persona religiosa, pero no cristiana.
Después de todo, "cristiano" significa seguidor de
Cristo, o sea, alguien que cree en El. Nadie puede
ser un seguidor de Cristo a menos que crea en el
nacimiento virginal, en su Deidad, en su vida
milagrosa, en Su obra de redención en la cruz, y en
su resurrección de entre los muertos.
Cada creyente debería sentir una gran motivación
para ser fiel a Cristo, viviendo la expectativa de
aquel día en que le escuche decir a su Salvador y
Señor; Está bien, buen siervo:...has sido fiel (Lucas
19:17). Al final de su vida, el apóstol Pablo pudo
decir lo que leemos en 2 Timoteo 4:7 y 8: 7He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez
justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a
todos los que aman su venida. Durante su vida,
Pablo no estuvo completamente seguro de ello,
porque en una ocasión dijo que no quería ser
desaprobado cuando llegara a la presencia de
Cristo. Por lo tanto, nos incumbe a nosotros el no
ser engañados ni convencidos por el error.

Y en el versículo 9, de la Segunda Epístola del


Apóstol Juan, leemos:

"Cualquiera que se desvía, y no persevera en la


doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que
persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al
Padre y al Hijo."
La palabra extravía hablando de aquel que se
desvía es muy interesante. En el griego es la
palabra "proago", y "ago" quiere decir "ir". "Pro"
quiere decir "antes". Por lo tanto, proago significa
"ir antes", o "seguir adelante". En consecuencia, el
significado aquí, no es tanto el transgredir sino
más bien el ir más allá de lo que es apropiado, el ir
más allá de lo que es correcto. Este es el
significado que le dio el profesor Thayer en su
léxico Griego del Nuevo Testamento. Dice también
literalmente, "cualquiera que va más allá de lo
correcto, es decir, que va a un extremo". Y esto
era lo que reclamaban los gnósticos para sí
mismos. Como bien sabemos, la palabra "gnosis"
significa conocimiento. Los gnósticos afirmaban
tener un poco más de conocimiento que cualquier
otra persona, algo que los hacía más santos.
También en nuestra época hay algunos que se
consideran en esa categoría; en su orgullo, ellos
creen tener algo que el resto de los demás no
tiene. De vez en cuando recibimos una carta de
alguien que señala algo que, en su opinión,
nosotros ignoramos, y que esa persona manifiesta
conocer. Ese tipo de personas parecen no tener
amor por sus hermanos, lo cual significa que no
están permaneciendo en la doctrina de Cristo. Esto
es algo que los caracteriza. Así que esta era la
condición de la cual el apóstol Juan estaba
hablando aquí, al referirse a una situación que
sobrepasaba lo que era apropiado, es decir, que se
iban a un extremo, que eran unos extremistas, que
no permanecían en la doctrina de Cristo, y estaban
demostrando no tener a Dios en su vida.
Hace muchos años, algunos teólogos de tendencia
crítica se reunieron con ciertos predicadores y
después de mantener algunas discusiones
concluyeron que ya no necesitaban responder a las
creencias de los más conservadores, en asuntos
como el nacimiento virginal de Cristo, la deidad de
Cristo, o la muerte de Cristo por nuestros pecados.
Se sentían como si se hubieran graduado de estas
enseñanzas. Se consideraban muy intelectuales,
como si hubieran llegado a un nivel muy alto de
madurez y santidad, es decir, como si hubieran
alcanzado la cumbre del conocimiento, y desde
esas alturas contemplaban al resto de los cristianos
como ingenuos, que aun creían en la deidad de
Cristo y Su muerte a causa de nuestros pecados.
Según nuestra opinión, ellos habían quebrantado
las creencias de la doctrina de Cristo reveladas en
las Sagradas Escrituras y no tenían a Dios en sus
vidas. No resultó sorprendente, entonces, que
muchos de aquellos teólogos llegaran, con el
tiempo, a la conclusión de que Dios había muerto.
Pero El no estaba muerto, sino que eran ellos los
que estaban espiritualmente muertos en sus
pecados. Y hoy hay muchos que creen lo mismo o,
al menos, viven como si creyeran que Dios no
existe. Y convierten estas palabras de Juan en una
realidad porque, amigo oyente, todo el que se
descarría y no permanece en las enseñanzas de
Cristo, no tiene a Dios. Como dijo el apóstol Pablo
en Efesios 2:5, son aquellos que están
espiritualmente muertos en sus pecados, y
necesitan que Dios les de vida espiritual,
salvándoles por su gracia, porque ellos no pueden
hacer nada para salvarse por sí mismos.
Por ello el apóstol Juan continuó diciendo en este
versículo 9, el que persevera en la doctrina de
Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si usted está
permaneciendo en la doctrina de Cristo,
perseverando en Sus enseñanzas reveladas en la
Biblia, entonces tiene a Dios el Padre, tiene a Dios
el Hijo, y tiene acceso al Padre por medio del Hijo.
Así que tenemos acceso a Dios a través de Cristo,
por Su maravillosa e infinita gracia si
perseveramos en las enseñanzas de Cristo.
Ahora, esa palabra perseverar o permanecer,
indica seguir, continuar, es decir, que se refiere a
un arreglo permanente. Algunos teólogos críticos,
aunque respeten las opiniones divergentes, y
mantengan el aspecto personal o amistoso de una
relación, tienden a creer que los llamados
cristianos conservadores, al no cambiar la
interpretación de ciertos pasajes Bíblicos, o por
interpretarlos literalmente en cuestiones
doctrinales, son anticuados en su forma de pensar.
Pero lo que a nosotros realmente nos preocupa, es
que haya personas ejerciendo el ministerio
cristiano, leyendo la Biblia en público, por ejemplo,
que no crean real y plenamente en lo que están
predicando. A través de los años hemos tenido
contactos con algunos de los que son críticos con
nuestra posición, y después de discutir con ellos
distintos puntos básicos de la teología cristiana, y
los elementos o eventos sobrenaturales de la
Biblia, nos preguntamos si creen realmente en
algo, en algo que haya sucedido verdaderamente
tal como la Biblia lo relata literalmente, como por
ejemplo, la acción sobrenatural de Dios en la
historia y en la vida de muchas personas en
particular. No olvidemos, pues, el énfasis que el
apóstol Juan le dio a permanecer en la doctrina o
enseñanzas de Cristo, perseverando en ellas, sin
cambiarlas porque alguna parezca contradecir la
moda o comportamiento social de una época.
Continuemos leyendo el versículo 10 de este único
capítulo de la segunda carta del apóstol Juan:

"Si alguno viene a vosotros, y no trae esta


doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis:
¡Bienvenido!"
No podemos pensar en un lenguaje más duro y
severo que éste. Volvamos a recordar nuevamente
los antecedentes de esta carta, para entender
mejor la firmeza de estas palabras. Juan estaba
escribiendo aquí a la Señora escogida, que puede
haber sido una mujer destacada en la iglesia, que
disponía de buenos recursos económicos,
renombrada por su hospitalidad, y que podía
agasajar a sus visitantes espléndidamente en su
hogar. Era una mujer generosa. Evidentemente
llegaron algunos Gnósticos y ella les ofreció
hospitalidad. Quizás sintió preocupación o dudas
por lo que estaba haciendo y escribió al apóstol
Juan, preguntándole qué debía hacer ante esta
situación. Probablemente se sentía incómoda por
tenerles que decir a sus visitantes que se fueran.
¿Cuál debía ser su reacción hacia los apostatas,
hacia los herejes, hacia quienes negaran la deidad
de Cristo, pero al mismo tiempo pretendían ser
seguidores de Cristo? ¿Debía recibirlos y
hospedarlos en su casa?
También debemos tener en cuenta que en aquellos
tiempos, en el Imperio Romano, no había hoteles
ni facilidades de alojamiento adecuadas como las
que tenemos en la actualidad. Había algunos
mesones, pero éstos carecían de comodidades
elementales, como por ejemplo, camas. Algunos
viajeros tenían que llevar sus propias esteras y
almohadillas como parte de sus equipajes. Y quizás
cuando uno se acostaba tenía gente alrededor, a
sus pies, al lado o en la cabecera. Ese era el
método utilizado con los viajeros que desearan
pasar la noche en la posada. Todo lo que el viajero
podía conseguir era alquilar un espacio donde
colocar su cama si la tenía. Así que, en los tiempos
de la iglesia primitiva, las casas de los cristianos
estaban siempre abiertas para alojar a los
predicadores o maestros itinerantes de la Biblia.
Cuando aquellos hombres llegaban a una ciudad,
siempre había un hogar dispuesto para que ellos se
alojaran. Recordemos que el Apóstol Pablo, cuando
llegó a la ciudad de Corinto, se hospedó en el
hogar de Priscila y Aquila. Así que éste era el
procedimiento que se seguía en los días de la
iglesia primitiva y la práctica general de aquella
época.
Pues, bien, aparentemente esta mujer que se
mencionó aquí en la Segunda Epístola del Apóstol
Juan, era esa clase de persona que hospedaba a
gente en su hogar y, como dijimos antes, tendría
dudas sobre si debía continuar hospedando a los
maestros falsos. Y, como ya hemos visto, el
apóstol Juan le envió una respuesta severa y clara,
que decía, como hemos leído en el versículo 10; Si
alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no
lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Pero,
amigo oyente, Juan iba a decir algo más para
alertar a los creyentes y darles el motivo de su
severa respuesta. Escuchemos lo que dijo aquí en
el versículo 11:
"Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en
sus malas obras."
Si alguien recibía a aquellos maestros, entonces los
estaba apoyando ante los demás miembros de la
iglesia y ante las autoridades de esa congregación,
facilitándoles su estrategia y acciones. Esa es la
razón por la cual usted debe examinar todo lo que
usted da a los demás como cristiano, porque si
usted está ofreciendo algo indebidamente, Dios lo
considerará un participante en esa acción. En
relación con este hecho, el Señor Jesucristo
presentó una parábola sobre un hombre que
trabajaba para otro y descubrió que estaba a punto
de ser despedido (como podemos leer en Lucas
16:1-13) y entonces se puso en contacto con todos
los deudores de su jefe, ofreciéndoles un
descuento si pagaban sus deudas, Por supuesto,
ellos aceptaron encantados este arreglo. Y él actuó
de esta manera para que, una vez despedido,
pudiera pedirles ayuda, ya que él les había
ayudado previamente. Era evidentemente un trato
deshonesto - porque el Señor no dijo que fuera un
acto honesto y correcto. Dejó en claro que era una
mala acción. El se limitó a decir que aquel
administrador de las riquezas mundanas había
actuado con astucia, y concluyó que los de este
mundo, en su trato con los que son como ellos, son
más astutos en sus negocios que los que han
recibido la luz del Evangelio de Cristo. Y hay
muchas personas que están tratando de ganar
dinero rápida y fácilmente en nuestros días; son
muy astutas e ingeniosas en el mundo comercial.
Por lo tanto, si un hombre o mujer cuyos valores
son los del sistema de este mundo, son sabios en
la forma de invertir su dinero, ¿qué diremos de
nuestra actitud, amigo cristiano?
¿Se siente usted conmovido por una historia
sentimental o conmovedora que lo anima a
contribuir económicamente en una causa. ¿Ha
averiguado bien los antecedentes de quienes dicen
canalizar adecuadamente los envíos de dinero,
alimentos o material sanitario a zonas deprimidas
de otros países? Conoce algunos detalles sobre los
receptores de esa ayuda? Porque sin saberlo,
podría estar ayudando usted a quienes nieguen la
deidad de Cristo, todo lo que El es en Su persona
divina, todo lo que El hizo en su obra redentora a
favor nuestro. Si ese fuera el caso, si usted está
apoyando esa obra concreta, es decir, si está
participando en ella, Dios podría considerarlo
responsable. En cambio, y por otra parte, hay
excelentes organizaciones cristianas motivadas
espiritualmente, distribuidas por todo el mundo,
que actúan inteligente y honestamente, de acuerdo
con la ética cristiana revelada en la Biblia, Por ello
hemos dicho que debemos enfrentarnos a estos
esfuerzos humanitarios con sabiduría, pidiéndole a
Dios que El nos guíe para no ser engañados, y para
colaborar activamente con aquellos que con su
labor están contribuyendo a mostrar de una
manera práctica, el amor de Dios, y haciendo esto,
están participando en la difusión de la Palabra de
Dios. Y Juan aquí nos estaba dejando una
advertencia. Ahora leeremos los versículos 12 y 13,
que constituyen el párrafo final, que hemos titulado

Saludo personal
"Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he
querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues
espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que
nuestro gozo sea cumplido. Los hijos de tu
hermana, la elegida, te saludan. Amén."
El apóstol estaba diciendo que prefería más
comunicarse con ellos de palabra, que por escrito.
Y el rey David dijo lo mismo, en el Salmo 45:1,
escribiendo lo siguiente: Mi lengua es pluma de
escribiente muy diestro. Cuando David comenzó a
escribir ese hermoso Salmo 45, un Salmo de
alabanza a Cristo, él también dio a entender que
hubiera podido comunicar estos elevados
pensamientos con sus palabras, personalmente. Es
como si hubiera dicho que podía expresar su poesía
verbalmente, mejor que escribiéndola. Por eso nos
agrada tanto el ministerio de la radio al difundir el
mensaje de la Palabra de Dios, porque creemos
que podemos expresarlo mejor que si lo
escribiéramos.

EL versículo 12 dice Los hijos de tu hermana, la


elegida, te saludan. Amén. Aparentemente, ellos
eran los hijos de una hermana de esta señora
llamada hermana elegida, o quizá este pasaje
Bíblico se estaba refiriendo a una iglesia hermana,
enviando saludos a esta señora y a la iglesia local
de aquel lugar.
Esta carta de una extensión tan breve, es
extraordinaria por su profundidad, y por su
carácter incisivo para señalar actitudes del cristiano
con gran claridad y, a la vez, escribiendo con
sencillez y sinceridad. El apóstol Juan comunicó a
la iglesia de todos los tiempos ciertas señales de
alerta en el área doctrinal y teológica, defendiendo
la integridad y cohesión de la iglesia cristiana en
general, y de una congregación local.
Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de
esta Segunda Epístola del Apóstol Juan. En nuestro
próximo programa, comenzaremos a estudiar la
tercera y última de las epístolas del Apóstol Juan.
Le invitamos pues, a acompañarnos en el estudio
de esta carta, también breve, pero muy descriptiva
de ciertos personajes, cuyas características se han
podido observar desde el principio mismo de la
historia de la iglesia hasta nuestros días. En su
momento veremos que tales personajes,
concretamente dos de ellos, fueron un ejemplo
positivo a imitar, y el tercero, constituyó una
advertencia para no imitar sus motivaciones.
Queremos insistir en que si usted tiene dudas o
preguntas sobre los temas que hemos tratado
hasta ahora en los escritos considerados en
nuestro estudio, se ponga en contacto con nosotros
para aclarar cualquier asunto que haya captado su
interés. Consideramos muy importante conservar
la relación con nuestros oyentes, con el propósito
de mantener nuestra presentación dentro del
contexto de las necesidades de los cristianos,
recalcando al mismo tiempo el amor de Dios hacia
aquellos que no creen en El, para que puedan
iniciar una relación `personal con Jesucristo, de
manera que, como Salvador y Señor, El llegue a
formar parte de su vida.
Finalmente, queremos sugerirle que lea
anticipadamente la tercera epístola del apóstol
Juan, para familiarizarse con su contenido, y de
esta manera poder aprovechar mejor sus
enseñanzas, Le esperamos, pues, en nuestro
próximo encuentro.

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