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La Hermenéutica del Sujeto

de Michel Foucault.

Fundación Mannoni
Taller de Lectura sobre La hermenéutica del Sujeto de Michel Foucault.
Docente a Cargo: Lic. Cristina Solange Donda.
Año 2009.

Foucault denomina “ética” –prácticas subjetivadoras- al tercer eje de su análisis: la relación del su-
jeto consigo mismo, forma de subjetivación que desarrolla, básicamente, en el segundo y tercer
tomo de Historia de la sexualidad y en una entrevista con Hubert Dreyfus y Paul Rabinow, “Sobre
la genealogía de la ética”. Esa dimensión del “sí mismo” es una forma de ejercicio consigo mismo a
través de la cual el “sujeto” se vuelve sobre sí y se afecta a sí mismo.

Una línea de subjetivación –como dice Deleuze - es un proceso, es la producción de subjetividad


en un dispositivo . El sí mismo no es ni un saber ni un poder. Es un proceso de individuación que
tiene que ver con grupos o personas y que se sustrae a las relaciones de fuerzas establecidas como
saberes constituidos: es una especie de plusvalía –agrega Deleuze-.

Como recuerda Ian Hacking , es precisamente en este momento en el que Foucault pone én-
fasis en la construcción de subjetividad y desplaza su atención de aquello que la gente dice y hace
a otra gente, a lo que nos decimos y nos hacemos a nosotros mismos. Los códigos morales oficiales
o predominantes o privados serían parte de esa historia, pero hay, aclara Foucault, otro lado de las
prescripciones morales que la mayor parte del tiempo no está aislado como tal pero que es impor-
tante: la clase de relación que se debería tener con uno mismo, rapport a soi, que llama ética y que
determina cómo el individuo se constituye como sujeto moral de su propia acción, es decir, cómo
nos constituimos como sujetos, como agentes, y no como víctimas.

La genealogía de la ética describe las formas históricas de la relación del “yo” consigo mismo, tal
como fuera percibida por Foucault. Así, Foucault destaca que en la antigüedad el trabajo sobre el yo
no era algo impuesto sobre los individuos a través de leyes civiles o religiosas sino que se trataba,
más bien, de una elección sobre la existencia hecha por un individuo: la gente decidía por sí misma
si quería o no cuidar de sí.

La práctica del “yo” en los griegos, pondría de manifiesto una cultura (del yo) diferente de la nuestra.
Este paso se habría dado cuando el cristianismo sustituyó la idea de un “yo” que debía ser creado
como una obra de arte por la idea de un yo al que se debía renunciar, ya que apegarse al yo se
oponía a la voluntad divina. El “yo” del cristianismo es el yo que debe ser descifrado y al que se debe
renunciar. El “yo” griego es algo que debe ser hecho.

Conviene tener en cuenta también las referencias de Foucault a este tema en Hermenéutica del sujeto.
DELEUZE, G. “Qué es un dispositivo” en Deleuze, Balbier et alt. (comp.) Michel Foucault filósofo. Gedisa.
1989.
Este concepto es tratado en la tercera lección y en el Apéndice.
HACKING, I. “Mejora de uno mismo”, en COUZENS HOY, D. (comp.) Foucault. Ed. Nueva Visión. Bs.As.
1988. p. 257
Foucault señala, oportunamente, que el análisis de las técnicas del yo presenta algunos in-
convenientes. En primer lugar, estas técnicas no requieren el mismo aparato material que el que
exige la producción de objetos: se trata, la mayoría de las veces, de técnicas “invisibles”; en segundo
lugar, están frecuentemente asociadas con técnicas para dirigir la conducta de otros. Por ejemplo,
en las instituciones educativas “nos damos cuenta” que uno está manejando a otros al enseñarles
a manejarse a sí mismos. Cuando el cristianismo se hace cargo de la epimeleia heautou (el cuidado
de sí), se convierte en epimeleia ton allon (cuidado del otro, que es el trabajo del pastor; desaparece
el cuidado clásico del “yo” que pasa a ser integrado y pierde parte de su autonomía).

Cuando a Foucault le preguntan en Sobre la Genealogía de la ética, ¿cómo se relacionaron las prác-
ticas de autodominio con otras prácticas sociales? dice que en la cultura europea hasta el siglo XVI
el problema sigue siendo: ¿qué trabajo efectuar sobre sí mismo para ser capaz y digno de acceder
a la verdad? Descartes rompe con esto cuando sustituye la ascesis de la verdad por la evidencia: se
puede ser inmoral y conocer la verdad. Esta idea habría sido rechazada según Foucault por toda
la cultura anterior. Después de Descartes tendríamos un conocimiento no-ascético y este cambio
habría hecho posible la institucionalización de la ciencia moderna.

“Después de Descartes tenemos un sujeto de conocimiento que coloca a Kant frente al problema
de conocer la relación entre el sujeto de la ética y el sujeto de conocimiento. Se debatió mucho du-
rante el Iluminismo si estos dos sujetos eran completamente diferentes o no. La solución de Kant fue
encontrar un sujeto universal que, por el hecho de ser universal, podía ser el sujeto de conocimiento
pero que demandaba también una actitud ética. [...] Kant dice: «Debo reconocerme a mí mismo
como un sujeto universal, es decir, debo constituirme a mí mismo en cada una de mis acciones
como un sujeto universal conforme a reglas universales». Las viejas preguntas fueron reinterpreta-
das: ¿cómo puedo constituirme a mí mismo como un sujeto ético? ¿cómo puedo reconocerme a
mí mismo como tal? ¿son necesarios los ejercicios ascéticos? ¿o simplemente esta relación kantiana
con lo universal me hace ético por conformidad a la razón práctica? Así es como Kant introduce un
modo más en nuestra tradición donde el “yo” no es nuevamente dado sino constituido en relación
a sí mismo como sujeto”.

John Rajchman anota que a partir del descubrimiento científico de una naturaleza al mismo tiempo
externa y amoral, la tradición que va “de Descartes a Husserl” intentó desplazar el interés filosófico
de la identidad propia al sujeto “pensante” o sujeto epistemológico. Esa tradición habría tratado de
“superponer las funciones de la espiritualidad sobre un ideal basado en la cientificidad”. Y recuerda
que para Foucault estos profundos desarrollos de la “subjetividad” del pensamiento crítico tendrían
dos resultados concomitantes: en primer lugar, “nuestra moral, una moral de ascetismo, no ha de-
jado de decir que el sí mismo no era la instancia que se podía rechazar; en segundo lugar, el impera-
tivo «conócete a ti mismo» ha ocultado y sustituido la tarea que en otras épocas consistía en cuidar
de uno mismo, en ocuparse de uno mismo”.

FOUCAULT, M. “Sobre la genealogía de la ética”, op. cit. p. 219.


RAJCHMAN, J. Foucault, Lacan y le ética. Ed. Psicoanalítica de la Letra. México. 2001. p. 18 y ss.
En ese orden de cosas, abordaremos el estudio y análisis de algunas lecciones de la Her-
menéutica del Sujeto (1981-1982), según el siguiente detalle:

I. Clase del 6 de enero de 1982.


Subjetividad y verdad. La inquietud de sí en griegos y cristianos. La descalificación moderna del
cuidado de sí y el primado del autoconocimiento. El conflicto entre diversas exigencias de espiritu-
alidad.

II. Clase del 13 de enero de 1982.


Contexto de aparición del imperativo socrático de la inquietud de sí.

Textos de Platón: Fedón


Alcibíades
III. Clase del 20 de enero de 1982.
Las consecuencias éticas de la generalización de la inquietud de sí como eje formativo y corrector;
el objetivo terapéutico.

IV. Clase del 27 de enero de 1982.


La cuestión del otro: los tres tipos de magisterio en los diálogos platónicos. El magisterio de la sub-
jetivación.

V. Clase del 10 de febrero de 1982.


El doble desenclave de la inquietud de sí con respecto a la pedagogía y a la actividad política. Las
metáforas de la autofinalización del yo. Veridicción y subjetivación.

VI. Clase del 17 de febrero de l982.


La conversión de sí como forma consumada de la inquietud de sí. La técnica del pilotaje como para-
digma de la gubernamentalidad.
VII. Clase del 3 de marzo de 1982.
Prácticas de subjetivación: los ejercicios de escucha. La naturaleza ambigua de la escucha entre
pasividad y actividad.

VIII. La escritura como ejercicio físico de incorporación de los discursos. La correspondencia como
círculo de subjetivación/veridicción. El arte de hablar en la espiritualidad cristiana.

IX. Clase del 10 de marzo de 1982.


La parrhesia como actitud ética y procedimiento técnico en el discurso del maestro, los adversarios
de la parrhesia: adulación y retórica. La importrancia de la adulación y la ira en la nueva economía
del poder. Pedagogía y Psicagogía.

Se consultará especialmente el texto de Michel Foucault,“Coraje y Verdad” en ABRAHAM, T. El último


Foucault. Ed. Sudamericana. Buenos Aires. 2003.

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Todos los viernes:
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