You are on page 1of 25

UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ DE GUATEMALA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES

FILOSOFIA / LIC. VICTOR ENRIQUE NOJ VASQUEZ

PRIMER SEMESTRE, SECCION “B”

GRUPO: NO. 4

NOMBRES: ALEJANDRA DEL ROSARIO IZQUIERDO VALLE 3150-22-9492

GLADYS NOEMI SUCHITE SUCHITE 3150-22-22183

OSCAR JOSUE HERNANDEZ ERICASTILLA 3150-22-8242

FECHA: VIERNES 13 DE MARZO 2022

NARCOACTIVIDAD
INDICE

1. INTRODUCCION............................................................................................3

2. NARCOACTIVIDAD.......................................................................................4

3. Narcoactividad y globalización...................................................................7

4. Diagnostico Regional de Narcotráfico.......................................................9

5. Lavado de Activos......................................................................................14

6. Desmilitarización y narcotráfico...............................................................16

7. Democracia, gobernabilidad y narcoactividad........................................19

8. CONCLUCIONES.........................................................................................25
INTRODUCCION

El tráfico ilegal de grandes cantidades de sustancias peligrosas se denomina


"narcotráfico". "Narcotráfico" se compone de dos palabras: "narco" significa
"estupefacientes" y "trafico" significa "promoción de productos".

El cultivo, la producción, el transporte y la distribución, así como la venta de


medicamentos, forman parte del proceso de comercialización. Existen
"organizaciones" que se especializan en cada una de estas etapas de
comercialización; estas organizaciones se denominan "carteles", y se encargan de
completar todas las etapas de comercialización hasta que el medicamento llega a
su destino final y es consumido por las personas.

Debido a la gran cantidad de dinero que generan sus actividades, que se basan en
la ilegalidad del artículo que venden, que es una droga venenosa, la organización
de los cárteles de la droga es análoga a la de un gobierno. Existen numerosas
formas de drogas; sin embargo, hay drogas legales socialmente aceptables, como
el alcohol o el tabaco, así como sustancias ilícitas utilizadas en la medicina, como
la morfina, y drogas ilegales que hacen mucho más rentable y peligrosa su
comercialización, como las drogas.

Actualmente, existe un debate mundial sobre la despenalización de los


estupefacientes, que pretende legalizar la actividad como tal, es decir, la
producción, distribución y venta de drogas, lo que, según sus partidarios,
supondría una reducción de los grandes beneficios porque dejaría de ser una
actividad ilegal, a la vez que generaría mucho dinero para los estados a través de
la recaudación de impuestos.
NARCOACTIVIDAD

Una de las tendencias que marcan la transición centroamericana y su inserción en


el mundo globalizado, el fenómeno de la narcoactividad tiene raíces históricas muy
claras en los años en que el istmo fue uno de los escenarios de las fases finales
de la guerra fría.

La historia de Centroamérica está marcada por su condición geográfica. A medida


que los países del mundo se han ido acercando, como consecuencia del
crecimiento del intercambio comercial y los avances de la tecnología, esa
condición geográfica se ha traducido en un acentuado factor geopolítico. Desde
los albores de la formación de las repúblicas independientes y en el proceso de
balcanización que siguió al fin del dominio colonial español, en el primer cuarto del
siglo XIX, la sombra de ese factor geopolítico se hizo sentir en los destinos de
nuestros pueblos.

En adelante y hasta nuestros días, la historia de cada nación del istmo está
influida, muchas veces de manera decisiva, por factores externos. Verdad
particularmente evidente en la segunda mitad de este siglo, cuando el fragor de la
guerra fría arrastró a las naciones del istmo a un período de tensiones internas y
regionales que llegaron, en algunos países, a conflictos armados calificados
alguna vez como de baja intensidad.

En la dinámica global que condujo al fin del conflicto Este-Oeste, las naciones
centroamericanas encontraron los intersticios apropiados para formular soluciones
regionales, que condujeran a la finalización de las confrontaciones nacionales y a
reducir el peso de los factores extrarregionales que alimentaban la tensión. La
adopción del Plan Arias para la solución pacífica de la conflictividad
centroamericana, durante la cumbre de Esquipulas II, en agosto de 1987,
constituye un punto de referencia obligado en la definición de la nueva etapa
histórica por la que transita el istmo.

Características de esta nueva fase son una pesada herencia de pobreza extrema,
instituciones republicanas debilitadas y procesos de reconciliación inconclusos. A
su vez, este curso histórico se imbrica con la intensificación de los procesos de
globalización económica, factor nuevamente extrarregional que marca derroteros
en muchos sentidos ajenos a la voluntad o decisión soberana de los
centroamericanos.

Con una extensión territorial conjunta de 511 mil 217 kilómetros cuadrados, los
siete países centroamericanos (Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador,
Nicaragua, Costa Rica y Panamá) y una población estimada, en 1996, de 33
millones de personas, el reto común es insertarse de manera eficiente en la
economía globalizada y al mismo tiempo superar aquella herencia de pobreza y
pobreza extrema, dejada por la llamada década perdida (los años 80) y que el
crecimiento registrado durante la actual ha sido insuficiente para revertir.

Las economías centroamericanas siguen dependiendo fuertemente de la


producción agropecuaria y la exportación de bienes primarios. Al propio tiempo,
con diverso grado de éxito, estos países se esfuerzan por diversificar sus
exportaciones a través de la apertura a la industria de ensamblaje (maquilas) y por
desarrollar su potencial turístico.

En el período 1990-95, de acuerdo con un informe del Banco Interamericano de


Desarrollo (BID), el crecimiento real promedio del Producto Interno Bruto (PIB), fue
de 4.5 por ciento, traducido en un crecimiento del PIB per cápita de casi dos por
ciento en el mismo lapso.
Sin embargo, advierte el BID, "desde el punto de vista del crecimiento y el
bienestar, se puede argüir que los países centroamericanos, con la excepción de
Costa Rica y Panamá, todavía están por detrás de otras regiones emergentes en
el mundo."

Este rezago es particularmente notorio en materia de distribución de la riqueza. En


Guatemala y Panamá, en 1989, el quintil más rico de la población recibió 60 por
ciento del ingreso total, mientras que el más pobre recibió solamente el dos por
ciento. Aún para Costa Rica, esas cifras eran bastante desequilibradas, 51 y 4 por
ciento, mientras que en su quintil más alto el 10 por ciento todavía absorbió más
de un tercio del ingreso total, según informa también el BID.

Es obvio, añade esa fuente, que Centroamérica no ha sido aún capaz de generar
suficientes trabajos regulares (tanto en términos cuantitativos como cualitativos)
en la economía formal, para introducir una estimulante mejora en la pobreza y
reducir la brecha entre ricos y pobres. En algunos casos, los pobres están peor
hoy que antes de la crisis fiscal/deuda de los años ochenta.
Narcoactividad y globalización

Una de las tendencias que marcan la transición centroamericana y su inserción en


el mundo globalizado, el fenómeno de la narcoactividad tiene raíces históricas muy
claras en los años en que el istmo fue uno de los escenarios de las fases finales
de la guerra fría. No se trata sólo de la bochornosa cadena de hechos que se
conocen bajo el nombre de escándalo Irán-Contras, sino de un fenómeno mucho
más amplio que, por decirlo de algún modo, inició toda la contaminación que ha
convertido a Centroamérica, en nuestros días, en un circuito importante del
narcotráfico.

Aparecida como un fenómeno externo, como subproducto estimulado por acciones


u omisiones de Estados Unidos y sus aliados en el istmo, la narcoactividad está
teniendo un boom sin precedentes en la historia regional, al punto de convertirse
en una amenaza latente para la consolidación de los procesos democráticos en la
mayoría de los países istmeños, o disolvente de aquellas experiencias
democráticas de más largo arraigo, como la costarricense.
Las amenazas a las frágiles democracias centroamericanas están lejos de
originarse exclusiva o principalmente en el narcotráfico. El talón de Aquiles de
tales regímenes políticos se encuentra en su precario soporte económico-social.
Arrastrados por la ola del ajuste estructural de corte fondomonetarista, los países
del istmo suman a la herencia del conflicto una pesada carga de desempleo,
reducción de los servicios sociales y aumento de la marginalidad, que hacen
fértiles sus suelos, para que florezcan todo tipo de ilícitos, de los cuales se
retroalimentan estructuras de poder surgidas al amparo de los regímenes
autoritarios del pasado reciente.

En esto radica la importancia del proyecto de investigación, en cuya fase terminal


nos encontramos ahora. Se trata de un esfuerzo pionero, que, si bien apenas pone
las bases para el estudio más completo del fenómeno, al mismo tiempo se
constituye en un punto de apoyo para alertar a las sociedades centroamericanas
sobre la amenaza que representan para nuestros países tanto la narcoactividad en
sí misma y las acciones para combatirla.

La narcoactividad es un fenómeno complejo cuya expansión por tierras


centroamericanas difícilmente puede atribuirse a un sólo factor. Por la misma
razón, su estudio ha de ser multidireccional e interdisciplinario. Sin embargo, las
investigaciones tienen una deliberada orientación hacia lo político. Si bien se
necesita acercarse a un diagnóstico, y partir de él, la preocupación central se
refiere a los componentes políticos del problema, o bien aquellos de naturaleza
jurídica, social o económica que ayuden a explicar de qué modo, este fenómeno,
amenaza las aspiraciones democráticas de las sociedades centroamericanas.
Diagnostico Regional de Narcotráfico

Centroamérica es hoy una zona donde la narcoactividad se expresa bajo todas


sus formas: producción, consumo, almacenamiento y tránsito de drogas y
precursores, así como lavado de recursos provenientes del narcotráfico y aumento
de los hechos delictivos asociados con la narcoactividad, incluyendo la formación
de estructuras delictivas permanentes, vinculadas al denominado narcotráfico
internacional.

La magnitud de cada una de estas manifestaciones de la narcoactividad varía de


un país a otro, a juzgar por los informes. Sin embargo, estos coinciden en destacar
el aumento del consumo. Si en el pasado reciente, por ejemplo, a inicios de la
década de los 70, en Centroamérica predominaba el consumo de marihuana
(excluyendo, por comodidad expositiva, obviamente el alcohol), en la actualidad se
encuentra muy extendido el uso de la cocaína y el crack. Para los propósitos de
esta investigación lo que interesa destacar es que la región se ha convertido en un
mercado en sí mismo, trascendiendo su condición previa de mera región de
tránsito.
El crecimiento del consumo no agota su explicación en el hecho, corroborado por
los informes, de que los agentes locales del narcotráfico están siendo pagados, al
menos parcialmente, en especie. El deterioro de las condiciones de vida, la
desintegración familiar, la formación de bandas juveniles que ofrecen salidas
falsas al descrédito de movimientos y luchas sociales, el aumento de las presiones
laborales en un mercado de trabajo dominado cada vez más por la competencia
propia del capitalismo salvaje, las modas y la extendida penetración de la cultura
consumista del primer mundo, particularmente la estadounidense, parecen ser
algunos de los factores que se suman, cuando se intenta explicar por qué se
extiende el mercado regional para los estupefacientes.

Por otra parte, el incremento en el uso de las drogas está contribuyendo a


reforzar, en las sociedades centroamericanas, tendencias de mayor
desintegración social e inseguridad ciudadana. Difícilmente se puede disociar el
consumo de enervantes del aumento de cierto tipo de hechos delictivos. Al mismo
tiempo, representa un problema de salud pública para cuya atención,
invariablemente, hay rezago e insuficiencia presupuestaria estatal.
Parece general a la región la carencia de políticas de Estado, para la atención del
problema, no obstante que, en la mayoría de los países, existen organismos
multisectoriales coordinados a muy altos niveles gubernamentales. La
narcoactividad, bajo su modalidad de consumo, no constituye una prioridad en las
agendas de los gobiernos, lo que contrasta con las muy publicitadas acciones de
interdicción. Las omisiones, en materia de prevención o regulación del consumo
interno de drogas, no llevan implícita la amenaza de descertificación
estadounidense, como ocurre respecto del combate al narcotráfico propiamente
dicho.

La tendencia creciente del consumo de drogas es un tema que merecería ser


objeto de estudios posteriores, particularmente buscando responder si ¿el
aumento del consumo de estupefacientes obedece a un plan deliberado de
ampliación del mercado, por parte de las organizaciones externas de
narcotraficantes? ¿hasta dónde puede ampliarse el mercado en nuestras
sociedades, caracterizadas por elevados índices de pobreza y pobreza extrema?
¿están preparadas las sociedades centroamericanas para emprender acciones
encaminadas a reducir el consumo de drogas? ¿son eficaces los esfuerzos que se
hacen en este terreno? ¿cuál es la relación entre el aumento del consumo y la
aplicación de políticas de ajuste en las economías centroamericanas?
Respecto de la producción el primero de ellos es que una de las drogas, la
marihuana, se ha convertido principalmente en un producto para el comercio
intrarregional, antes que para abastecer los grandes mercados del mundo.

El perfil de los productores de marihuana es especialmente de pequeños


campesinos, que han sustituido sus cultivos de granos básicos por marihuana. Se
trata más bien de productores dispersos, que cultivan por cuenta propia, antes que
plantaciones promovidas por agentes externos, como parece suceder con la
producción de amapola que se realiza en algunas regiones de Guatemala.
En todo caso, la producción de marihuana y amapola es tema que, en los informes
nacionales, se trata de manera inevitablemente superficial. Del mismo modo, el
consumo amerita un estudio más profundo de la producción de drogas, que ponga
acento en cómo la lógica del mercado compele a la sustitución de cultivos. El dato
de los diferenciales de precios pudiera resultar una explicación simplista, dado que
el costo de los riesgos que implica la producción de drogas aporta una línea
intangible, que los campesinos centroamericanos seguramente no se habrían
dispuesto a trasponer en otros momentos de la historia regional.

La expansión de la producción no podría explicarse por una mera relación de


mercado, sino requiere el estudio del entorno que estimula la sustitución de
cultivos, incluido un ambiente de extendida permisividad, por no decir impunidad,
desde el Estado y sus agencias de poder coercitivo. Este es uno de los retos, para
investigaciones posteriores sobre el crecimiento de la producción de drogas en
nuestros países.

Por lo que toca al uso del territorio centroamericano, como trampolín para el
reenvío de las drogas hacia el mercado estadounidense, en la mayoría de los
informes es perceptible el reforzamiento de ese rol tradicional con el de la creación
de bodegas. Los métodos del trasiego se analizan en algunos de los informes, de
los que se deduce que la acumulación de stocks en el área responde a la
permanente diversificación de procedimientos y rutas, y al crecimiento de la
importancia del mercado regional.
Uno y otro uso del territorio istmeño (tránsito y almacenamiento) parecen
asociados, por otra parte, con la debilidad de los cuerpos de seguridad, sus
limitados recursos técnicos para ejercer control sobre los pasos fronterizos o las
aguas territoriales, así como su vulnerabilidad ante la acción corruptora.

Si bien la intensificación del uso de Centroamérica para trasegar drogas es motivo


de preocupación, cabe estar alertas respecto del sobredimensionamiento del
asunto. Uno de los retos es tratar de acercarse a una exacta ponderación de la
importancia de las rutas centroamericanas, frente a las de otras regiones del
continente, particularmente el Caribe.

LAVADO DE ACTIVOS

El lavado de recursos financieros provenientes del narcotráfico es también una


constante en el informe, si bien el grado de atención que se presta al fenómeno
varia de un caso a otro. El tema del lavado se encuentra extensamente abordado
principalmente en el informe de Panamá, lo cual no parece una mera casualidad:
ello alude a las características de la economía panameña y a la adaptabilidad del
negocio de las drogas a las peculiaridades de cada país. La existencia de un
importante centro bancario internacional y la vocación hacia los servicios, de la
economía de ese país, se antojan condiciones básicas para que sea
particularmente extensa esta rama de la narcoactividad.
El lavado se manifiesta en todos los países. El aumento de las inversiones
inmobiliarias y cierta hipertrofia del sistema bancario-financiero, formal e informal,
son las señales más claras de que, en los circuitos económicos de nuestros
países, se están introduciendo de manera creciente los llamados narcodólares.
Significativamente, en ningún caso hay estimaciones siquiera aproximadas de la
magnitud del fenómeno y, hasta ahora, excepción hecha de los casos a los que se
refiere el informe Panamá y un muy reciente escándalo financiero en El Salvador,
hay poco más que indicios de supuestos negocios utilizados para el blanqueo de
activos.

El hecho de que los gobiernos centroamericanos hayan aprobado hace poco, en


Panamá, el convenio regional para el combate y la prevención del lavado de
activos, seguramente, es una manifestación más de la sobre determinación
estadounidense en la agenda regional sobre narcotráfico; pero, sin duda, también
es indicio cierto del crecimiento del fenómeno.

Lo que genéricamente hemos llamado diagnóstico de la narcoactividad, en


Centroamérica no puede ser más preocupante. Si bien en países como Costa Rica
y Panamá, por ejemplo, la producción no es tan relevante, el narcotráfico ha
sentado sus reales, a través del lavado o el trasiego propiamente dicho. Por su
parte, Honduras, Nicaragua y Guatemala destacan por la extensión de la
producción. Y, como se anotó al inicio de este apartado, en todos los países
aumenta el consumo, de manera preocupante.
Desmilitarización y narcotráfico

El primero de ellos es más o menos histórico, pero de gran utilidad para la


comprensión del fenómeno. Se trata de cómo las condiciones de conflictividad
político-militar regional, de los finales de los setenta y toda la década de los
ochenta, sentaron las bases del boom del narcotráfico en la región.

Desde su inicio, el negocio ha tenido un componente militar bastante claro, en el


sentido de que la estrategia de contención aplicada por Estados Unidos, de
Panamá hasta Guatemala, con las variantes comprensibles de Costa Rica y
Belice, se hace de la vista gorda respecto de la penetración de los cárteles
colombianos a estos países y el establecimiento de vínculos con altos jefes
militares.

Los indicios son significativos en los casos de Guatemala y Honduras, pero hace
falta mucho trabajo para documentar el fenómeno. La gran pregunta para esos
países, y en cierto modo para El Salvador, es hasta qué punto pueden existir
grupos de narco militares, con algún grado de organicidad, cuyo desarrollo y
consolidación pueda ser el punto de arranque de una reversión militarista que
devenga en narco dictaduras como las registradas en experiencias
sudamericanas, como las de Bolivia y Paraguay.
Lo anterior se conecta con otro de los ejes principales de la indagación: el rol de
las fuerzas armadas en el combate a la narcoactividad. La conclusión preliminar
es que el debate no está culminado y que en el seno mismo de los ejércitos
centroamericanos hay resistencias a desempeñar un papel más destacado, que
probablemente quisiera asignarles Estados Unidos. Incluso, está en discusión si la
política norteamericana puede prescindir de la incómoda sociedad con los
militares, para el combate al narcotráfico.

Cabe considerar esto, además, desde la perspectiva de los uniformados. La crisis


misional que viven los ejércitos de la región es evidente y por ahí puede colarse
una tendencia favorable a asignar un rol protagónico a las fuerzas armadas, en
este terreno. De lo cual hay fuertes indicios en, al menos, Honduras y Guatemala,
donde hay muchos militares metidos en el negocio, y podrían alimentar, por
paradójico que parezca, una corriente favorable a esa inserción.

Se trata, para decirlo en palabras de Herasto Reyes, autor del informe sobre
Panamá, de "poner a los ratones a cuidar el queso". Puede estarse ante lo que
podría llamarse la mexicanización el modelo mexicano de penetración de las
estructuras castrenses que, para países como los centroamericanos, pueden ser
muy graves, dados los antecedentes autoritarios de los mílites istmeños.
El tema es de la mayor trascendencia, al menos para los países del Triángulo
Norte, (Honduras, El Salvador y Guatemala) donde las corrientes civilistas
alcanzaron éxitos importantes en estos años, al colocar a los militares a la
defensiva política.

Conviene llamar la atención de la sociedad civil sobre los riesgos de la formación


de corrientes narco militares, agregando que, en ese terreno, se pueden encontrar
aliados entre los mismos uniformados, proclives a la profesionalización de las
instituciones armadas.

Parece claro el empeño por impedir la formación de corrientes narco militares, lo


que pasa por la insistencia en que los miembros de las fuerzas armadas
involucrados en casos de narcotráfico sean llevados ante los tribunales y
sancionados conforme la legislación de sus países. La supresión del fuero militar
en materia penal forma parte, desde esa perspectiva, de una necesidad para
contribuir a disminuir los riesgos de contaminación de los institutos armados.

La militarización de la lucha contra el narcotráfico no se expresa exclusivamente


en la tendencia a que los ejércitos asuman esa tarea. Así lo corrobora la
experiencia de Costa Rica, país que, desde 1948, carece oficialmente de ejército,
pero cuyas fuerzas policiales, especialmente las antinarcóticos, reciben
entrenamiento y acuden a métodos propios de la contrainsurgencia practicada por
los ejércitos centroamericanos en los años 80 y principios de los 90.
Democracia, gobernabilidad y narcoactividad

la narcoactividad ha penetrado prácticamente todas las esferas de la vida de las


sociedades centroamericanas. El grado de impacto de un país a otro, como de un
ámbito a otro, es variable; pero, hay esferas claves para el ulterior desarrollo de
los esfuerzos de construcción de sistemas políticos democráticos.

Uno de los datos más preocupantes es el referido a la corrupción. Si bien en las


sociedades centroamericanas, lo mismo que en otras del continente,
tradicionalmente hubo expresiones antológicas en este terreno, la venalidad ha
llegado a niveles insospechados y en ello la narcoactividad juega un papel nada
despreciable.

Destaca la incidencia corruptora del narcotráfico en los sistemas judiciales de la


mayoría de los países. El panameño, es probablemente uno de los más graves
pues, según muchos indicios, la corrupción alcanzaría a altos niveles de la
magistratura. Por lo que toca a Honduras, mencionado también a título de
ejemplo, destaca el pago de fianzas determinadas por jueces venales que, de esa
forma, liberan a narcotraficantes. El sistema judicial hondureño carece de
mecanismos de depuración y, por el contrario, jueces y magistrados implicados en
liberación de narcotraficantes nunca han sido sancionados.

En varios países, acusadamente en Guatemala y Belice, hay indicios alarmantes


sobre infiltración del narcotráfico en los órganos policiales. En el segundo de estos
países, se produjo recientemente una masiva depuración de policías acusados de
proteger el tráfico de estupefacientes, en tanto que en el primero quedó al
descubierto.
Lo anterior agrava el panorama de falta de capacitación y estrechez de recursos
que hagan eficientes a los órganos especializados en el combate al narcotráfico.
En los casos de Honduras y Guatemala, por ejemplo, se crearon, dentro del
Ministerio Publico, las fiscalías de narcoactividad; pero, en ambos países, es
significativa la precariedad de los recursos con que trabajan.

La postración humana, presupuestaria y tecnológica de las fuerzas policiales


especializadas en combate al narcotráfico tiene un doble efecto. De una parte, las
pone a merced de la Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA), cuyos
agentes se convierten en los verdaderos conductores de la guerra antidrogas.

Por otro lado, la incapacidad policial, no sólo en el ámbito de la persecución del


narcotráfico, sino en el espacio más amplio de la seguridad ciudadana, otorga
argumentos a las corrientes más conservadoras, dentro y fuera de los ejércitos,
empeñadas en conferir a los institutos armados funciones que trascienden sus
mandatos constitucionales.
Nuevamente, los casos de Honduras y Guatemala son los principales ejemplos de
esta tendencia, que parece asociada al crecimiento de la demanda interna, a la
que se aludió líneas arriba. Los retos de investigación en este aspecto particular
del fenómeno son mayúsculos, pues nuevamente se dispone de indicios dispersos
y muchísimas preguntas sin resolver.

Por ejemplo, no está claro cuáles son los patrones de arreglo entre los grupos de
narcotraficantes nacionales con los de sus socios del exterior. Puede resultar
discutible el uso indiscriminado de la figura de "cártel" para describir a estos
grupos delictivos; pero, es evidente que se trata de organizaciones bastante
estructuradas, con áreas de influencia definidas.
El surgimiento de organizaciones permanentes de narcotraficantes también está
influido por la presencia en la región, especialmente en Guatemala, El Salvador,
Nicaragua y Honduras, de contingentes de las fuerzas armadas o de grupos
irregulares desmovilizados. Muchos de ellos no lograron reinsertarse en la vida
civil y, en cambio, encontraron en las ilícitas formas de prolongación de su modo
de vida previo, haciendo uso frecuente de la violencia, y viviendo el vértigo de lo
clandestino y el poder de la impunidad.

Algunos de ellos, antes de abandonar las filas castrenses, policiales o guerrilleras,


habrían participado en la narcoactividad y, en tales casos, no han hecho otra cosa
que prolongar, hacia la vida civil, sus vínculos con ese ilícito.
Hasta ahora, el tema de violaciones a los derechos humanos por parte de los
aparatos del Estado, encargados del combate al narcotráfico, no ha aparecido
relevante en la investigación regional de la narcoactividad. Sin embargo, tanto en
la violenta Guatemala, como en la pacifica Costa Rica (para aludir al espectro
completo) se han registrado casos de ejecuciones extrajudiciales de presuntos
narcotraficantes. En el caso costarricense, es notoria la relación entre tales
prácticas violatorias de los derechos humanos con el proceso de militarización de
las fuerzas policiales.

Las garantías individuales de los involucrados en ilícitos relacionados con la


producción, distribución o consumo de enervantes no tienen, en todos los países,
trato igual. Son comunes las sentencias condenatorias a campesinos sorprendidos
como productores de unas cuantas matas de marihuana, en tanto que los
traficantes asociados con los cárteles de la droga sobornan jueces o contratan
abogados, para evadir ser sancionados.

La narcopolítica es, en Centroamérica, algo más que una amenaza. Si bien la


penetración del narcotráfico en los partidos políticos y los parlamentos no es otra
cosa que la expresión de su influencia en todos los ámbitos, conviene aislar esto,
como un tópico especifico de la investigación de la narcoactividad.

Aunque no suficientemente documentados, son numerosos los casos de


funcionarios de elección popular que recibieron aportes de narcotraficantes para
financiar sus campañas proselitistas. Aquí, se camina en el incierto terreno de los
indicios y los trascendidos.
En particular, el tema de la financiación de las campañas electorales aparece
como clave en la penetración del narcotráfico en la vida política regional. La
legislación en esta materia, en la mayoría de los países del área, es muy débil, por
no decir inexistente. Ello facilita la labor corruptora, no sólo de narcotraficantes,
sino de quienes requieren situar piezas en las esferas del poder político.
CONCLUCIONES

You might also like