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DE COLOMBIA
ESTADO DE ARTE:
ANTROPOLOGÍA
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Elaborado por las Antropólogas Jazmín Pabón y Juliana Padilla. Este artículo se circunscribe dentro
del Convenio Interinstitucional entre la Universidad Nacional de Colombia y el Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario, INPEC No. 29 de 2008
Antropología y el campo penitenciario 3
disciplinas. Sin el ánimo de profundizar sino como forma de contextualizar cada una
de las ramas tiene un enfoque particular, los cuales se exponen a continuación.
Así, la Antropología social o cultural aborda al hombre desde una perspectiva de
sus relaciones sociales y culturales2; mientras que la Arqueología estudia las
relaciones sociales y las particularidades culturales a partir de la cultura material de
las sociedades del pasado. Por otro lado, la lingüística parte del estudio del lenguaje
como una herramienta de socialización particular del ser humano ya que “este
condiciona poderosamente todo nuestro razonamiento de los problemas y procesos
sociales” (Saphir 1993:144) Y, la bioantropología “estudia la diversidad biológica de
las poblaciones humanas actuales y pasadas” (Rebato, et al 2005:15) toma al
hombre en tanto su ser biológico sin desatender la importancia y efecto que tiene su
relación con el medio y los demás seres.
Antropología y Campo Penitenciario
La relación de la antropología y el campo penitencial está mediada por los
diferentes roles que puede jugar la disciplina antropológica en dicho campo, sea bien
como actor directo brindando conceptos de experticia en la acción penal o como
investigador “externo” que aborda la problemática de lo penitencial y lo criminal.
En el rol de actor directo se toma al antropólogo como perito para aclarar
conceptos que necesitan ampliación y comprender aspectos específicos de un
hecho. De esta forma el antropólogo utiliza sus conocimientos específicos para
aportar información a un proceso penal. En esta vía las cuatro ramas de la
antropología pueden participar.
Contrario a lo que podría pensarse, los peritajes antropológicos no son de origen
reciente pues se remontan casi al inicio de la antropología como tal, y de los
procesos de judicialización del delito en donde desde la anatomía se comenzaron a
prestar “asesorías” a las decisiones legales, lo que posteriormente se convertiría en
la Medicina Legal.
El antropólogo puede emitir conceptos sobre bienes arqueológicos o de interés
cultural para la nación protegiendo así la herencia patrimonial de un país; asi mismo
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Es pertinente aclarar que en la literatura antropológica se encuentran más de 200 definiciones de cultura,
discusión en la cual no se profundizará en el presente escrito por no ser relevante para los fines de este.
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puede ser llamado a dar concepto sociocultural sobre casos específicos que entran
en el ámbito penal emitiendo “peritajes culturales” en un contexto de naciones
pluriétnicas. Desde la perspectiva bioantropológica, retomando sus inicios periciales,
en los últimos años la antropología ha entrado a formar parte de las llamadas
ciencias forenses, prestando su experticia en casos relacionados con restos
humanos en avanzado estado de descomposición, donde las técnicas
convencionales de identificación necesitan de una herramienta mas para llegar a un
resultado final (Rodríguez 2004) y también apoyando con la metodología
antropológica los procesos de búsqueda, recuperación e identificación de personas
desaparecidas. Debido a que esta participación no tiene una afectación directa en el
tratamiento de los internos al interior de los centros penitenciarios no se amplia la
discusión ni las referencias al respecto.
En cuanto a la participación de la antropología en el estudio de lo penitencial y lo
criminal, se encuentra una producción literaria mas amplia, partiendo de estudios
sociológicos que ven el delito como un hecho social (Durkheim, 1938) desde su
génesis pasando por la forma en el que se articula en el entramado social y el
contexto de los individuos al cometer hechos delictivos, lo cual ha dado paso a
estudios criminológicos que, al no ser sólo abordados desde la antropología, forman
parte de una realidad multidisciplinaría. En este sentido, la codependencia entre la
antropología y otras ciencias sociales como el derecho, la psicología y la sociología,
se hace manifiesta al abrir campo a subdisciplinas como la antropología jurídica,
penal y criminal.
Se encuentra que al tomar al derecho como una forma de regular las relaciones
sociales a partir de “un cuerpo de doctrinas y de reglas totalmente independiente de
sujeciones y presiones sociales y que encuentra en si mismo su propio fundamento”
(Bourdieu 2000:166) se da un punto de unión entre este y las ciencias humanas que,
en un primer momento para el caso particular de la antropología, da paso a la
antropología jurídica definida como la “aplicación de los conocimientos
antropológicos al arte de codificar, de acuerdo con las exigencias de la moral, las
relaciones sociales susceptibles de ser reglamentadas en beneficio de todos”
(Casanova, 1937 p 20)
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Para efectos de este trabajo, se entiende lo marginal no solo aquellos estudios que se centran en el análisis e
interpretación de aquellas prácticas de las personas que se encuentran fuera del margen del orden establecido,
sino sobretodo y más relevante aún, los estudios que se refieren a aquellos personas o instituciones que han
quedado al margen de los estudios sociales y, en general, de la práctica de la vida de las instituciones cotidianas.
Aquellos que por sus condiciones “excepciones” o han sido objeto de una invisibilización, o por el contrario de
una potencialización de intereses en sus abordajes que se puede traducir en una ghettización que deriva en la
posterior estigmatización.
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“Una institución total puede definirse como un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de
individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su
encierro una rutina diaria, administrada formalmente” (Goffman 2004: 13).
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En oposición al de Institución Total, el concepto de refile expresa “Una transacción material o simbólica entre
uno o varios internos y uno o varios guardias penitenciarios con el fin de otorgar a los presos un “derecho” no
autorizado a fin de una contraprestación” (Núñez 2007: 107).
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adquieren más importancia en la vida cotidiana carcelaria que la impartida desde las
leyes estatales.
Desde otra perspectiva escudada tras la visión crítica de los procesos de
resocialización que se pretenden a través de los desarrollos educativos y laborales,
los estudios de Mario Antonio Ruiz (2007) analizan tanto al sistema “Patio” y a las
relaciones de poder y convivencia que se establecen en él, como el sentido de las
prácticas educativas y laborales en los procesos de tratamiento penitenciario.
Así, se observa la cárcel como un sistema que contiene partes relacionadas entre
si y se mantiene en un estado dinámico; el interno, entonces, se debe adaptar a una
manera de supervivencia individual y colectiva que se expone en el orden
implementado en el “patio”, como un espacio (territorio) de construcción social y
cultural. Desde esta perspectiva, se encuentra que es el patio el lugar donde de
mejor manera se evidencia el carácter opuesto de la cárcel a la institución total.
En cuanto a la territorialidad en los espacios carcelarios, Aedo (2006) considera
que es un lugar de solidaridad territorial intra y extra muros que, sin embargo, debe
ser visto bajo la luz de la asociación generacional y criminal. Se aprecia de esta
forma que los elementos territoriales vistos desde lo social sirven a un análisis
mayor ya que presentan una visión más amplia al dar relevancia al punto de vista de
los internos de la cárcel, en oposición a los estudios estadísticos sobre hacinamiento
los cuales abundan y cuya información no realiza mayores aportes al ser demasiado
repetitivos (Pérez Guadalupe 2000: 31)
Este tema de los espacios carcelarios como construcciones sociales y como
lugares de conformación de relaciones sociales es evidente también en las narrativas
de historias de vida de corte etnográfico (María Eugenia Vásquez 1998, William
Carrillo 2000 y Vera Grave 2000) y es mostrado de manera magistral en el
desarrollo de la obra literaria de corte indigenista del peruano Manuel Scorza (1972,
1977, 1983, 1984, 1987, 1988).
Además, se encuentra otra serie de estudios antropológicos que utilizan la
institución penitenciaria como un espacio para realizar un trabajo de campo sobre un
tema específico. Es el caso del estudio sobre “Crimen pasional. Contribución a una
antropología de las emociones” de Myriam Jimeno (2004), en el cual a través de un
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intra y extra murales en la vida cotidiana de las cárceles para el caso de Vásquez
Perdomo y para el caso de Carrillo se presenta una crítica demoledora desde la
cotidianidad de un preso a las cárceles, como instituciones totales, y sus sistemas de
dominio, expresados en procesos de resocialización que corresponden a una
constitución de Estado que está en contravía con los planteamientos de los grupos
políticos a los cuales pertenecen). (qué quiere decir con la última frase? Que la
concepción de estado que tiene su pensamiento político va en contravía del estado
real?)
Al igual que los documentos citados anteriormente, el texto de Vera Grave (2000)
roza los límites entre lo literario y lo etnográfico concluyendo su construcción en una
idea vital: ser escrito no para quedarse en el mero panfleto discursivo, sino para
evitar que el olvido se trague a la memoria e insistir en que se retomen las historias
no oficiales, que reflejan una sociedad en un determinado tiempo, para plantear
alternativas de transformación de la realidad.
En esta medida estos textos deben ser analizados desde la perspectiva de la
“etnografía del habla” y del análisis del discurso y deben plantearse como objeto de
análisis a partir de recursos etnográficos.
Investigaciones en donde se toma como objeto de estudio lo marginalizado
En el tercer grupo se encuentra el estereotipo de la antropología como una
herramienta para estudiar aquello que no es posible entender por otras disciplinas,
es decir, aquello que desborda la normalidad social y que ha sido denominado como
poblaciones especiales o minorías, entre otras connotaciones. En esta medida, se
encuentran textos enfocados en grupos indígenas o de mujeres los cuales no caben
en las definiciones clásicas asumidas dentro del sistema penitenciario: aquellos cuya
“estructura de pensamiento” y cultura deben ser tomadas como una condición
excepcional.
Pese a que no hay una homogenización en cuanto a sus planteamientos
epistemológicos ni a sus propuestas finales, los estudios sobre las mujeres en prisión
han marcado un derrotero importante desde el enfoque antropológico al coincidir en
un punto relevante: la necesaria urgencia de hacer una revisión de los modos en
que en los diversos estudios se han abordado a las mujeres privadas de la libertad y,
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año de 1973 era vislumbrado por Sonia Rodríguez en su estudio comparativo para
algunas cárceles de mujeres en Colombia.
Esta autora critica, de manera enfática, el trabajo penitenciario como mecanismo
para readaptar a los hombres y mujeres condenados, pues esta alternativa de
tratamiento en lugar de minimizar y resocializar a las internas potencializa
desigualdades y genera tensiones que incrementan la violencia y agresividad.
Además, en este trabajo se señala que las trabajadoras internas no están libres de
escoger el trabajo deseado y las rivalidades, odios y murmuraciones se maximizan
ante las posibilidades de ganancias económicas o beneficios de disminución de
tiempo. Se afectan, entonces, las relaciones interpersonales, es decir, las divisiones
entre subgrupos y las maneras como se otorgan los beneficios pues rayan entre la
corrupción y las preferencias. Estos aspectos influyen de manera general en el
propósito de la rehabilitación y en el tiempo que se permanece en la cárcel, en
consecuencia favorecen que se acumule odio y resentimiento.
A estas situaciones relacionadas con el tratamiento penitenciario se debe anudar
el desligue de sus redes sociales de la mujer interna, especialmente de su familia,
destacándose el debilitamiento de los lazos con su compañero sentimental y la
separación de sus hijos. Con respecto a esto, existen varios trabajos que
problematizan no solo las relaciones de la madre recluida en una institución
penitenciaria y la separación de sus hijos sino, también, el adecuado desarrollo de la
primera socialización para los hijos e hijas de mujeres internas (Kalinsky y Cañete
s.f.). Las huellas de esta primera socialización dejan marcas indelebles ya que al
igual que sus madres, sus hijos e hijas comparten la misma rutina de seguridad de
las cárceles, en otras palabras y siguiendo a Kalinsky y Cañete, los niños hijos de
mujeres reclusas, están también “presos”.
Estos mismos autores señalan un aspecto importante que tiene estrecha relación
con el tratamiento penitenciario y es que el desempeño maternal es un aspecto que
se considera para dar cuenta del comportamiento de la interna. Este aspecto es
tenido en cuenta sobretodo por parte del personal de guardia y en dado caso que
este no esté sujeto a lo que se concibe como “buena madre”, puede acarrear
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Es decir, que lo que se busca es que las comunidades indígenas tengan plena
participación en la definición y formulación de sus procesos de formación, los cuales
van a dirigir sus destinos de acuerdo a su propia historia.
Para el año de 1982, se inicia un proceso por parte del Ministerio Nacional de
Educación que responde a varios planteamientos realizados por comunidades
indígenas, las cuales venían reuniéndose en diferentes organizaciones nacionales y
regionales, en el sentido de formular una serie de lineamientos para una política
educativa en la cual los indígenas participaran activamente. Esta política trata en
palabras del Ministerio de Educación:
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de etnoeducación, bajo la mirada del respeto de los derechos de los grupos étnicos,
por tal razón, para el año 1994, se estableció un convenio de cooperación técnica
entre la Universidad Nacional de Colombia y el Ministerio de Educación Nacional y se
creó el Seminario Permanente Interdisciplinario de Etnoeducación, encaminado a
mejorar los programas de acuerdo a las normas constitucionales y al respeto por los
grupos étnicos del país.
Con el auge en las últimos años de la educación intercultural bilingüe se apuesta
por el manejo de la educación indígena con una propuesta de realizar no solo un
énfasis en los idiomas que hablan las diferentes nacionalidades indígenas sino en
plantear un espacio para el intercambio cultural, dado el choque entre culturas.
En relación con las cárceles se debe tener un especial desarrollo en el tema de
educación para los grupos que se identifiquen como pertenecientes a diversos
grupos étnicos. Diversos los planteamientos de la educación bilingüe parten de
realizar los procesos de aprendizaje y enseñanza en los lugares propios de las
comunidades y a través de mecanismos propios. Sin embargo, dado que los lugares
de las cárceles son espacios controlados y que no corresponden ni a la historia ni a
los procesos culturales particulares de varios grupos humanos, problematizar y
construir modelos viables educativos sería un buen derrotero para maximizar las
funciones, actividades y desarrollos de los procesos de tratamiento particulares.
Metodología
La metodología empleada en este tipo de estudios es fundamentalmente la
concerniente a la etnografía, la cual propone la realización de un trabajo de campo
con técnicas como observación participante, las entrevistas y las historias de vida.
Asimismo, a partir de la antropología social o cultural se toman ciertas corrientes de
pensamiento para la explicación de fenómenos particulares, que se dan tanto al
interior de las instituciones como en la influencia del entorno para la comisión y
señalización de un delito.
El análisis del discurso que surge desde la antropología lingüística es una
herramienta, cada vez mas utilizada, para abordar los estudios en torno al sistema
penitenciario. Es usual encontrar en anexos o apéndices de los estudios de corte
etnográfico, listados de palabras que, a modo de glosario, indican su uso peculiar en
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inalienables e inviolables del ser humano. Esto supone que su práctica habrá de
sustentarse en:
a) conocimientos válidos para el nivel de desarrollo actual de la antropología y
b) En principios éticos universales que resguarden tales derechos.”
(http://www.ala-net.org/noticias/dic07/eticaChile.pdf)
Con respecto a la posición del antropólogo como investigador social en estos
ambientes, se ha llegado a acuerdos sobre la necesidad extrema de confidencialidad
que rodea a los ambientes penitenciarios. Asimismo, del cuidado que debe tener el
investigador para que sus informes y, en general, la investigación sea considerada a
la luz de lo constitucional como una apología al delito, si bien es necesario que el
antropólogo exprese sus opiniones respecto a la situación carcelaria, estas opiniones
deben tener un trasfondo ético que no comprometa la situación legal del mismo
investigador. (Kalinsky 2003)
Existen propuestas desde las cuales se puede desarrollar con más profundidad el
papel “intrusivo” del investigador para vislumbrar el trasfondo de la realidad
penitencial y poder aminorar, desde el enfoque de derechos, el impacto negativo que
este puede tener en los reclusos. En este sentido, en otros países, como en el caso
de Estados Unidos, existe toda una normatividad para el trabajo con internos, ya que
estos constituyen un grupo “vulnerable” cuando se han de realizar investigaciones o
intervenciones con ellos.
Múltiples cursos y programas brindan capacitación a través del estudio de la
normatividad vigente y de estudios de caso, los cuales brindan la posibilidad de tener
un buen desempeño profesional bajo parámetros éticos. A estos cursos se puede
acceder a través de Internet y estos brindan herramientas útiles para el trabajo
antropológico. Sin embargo, se debe recalcar que al ser la observación la
herramienta principal de la antropología esta es considerada en sí como una
intervención, motivo por el cual se hace necesaria la reflexión y construcción de una
reglamentación específica para el entorno carcelario.
Perspectivas a futuro
Respecto a estudios potenciales que puedan surgir de la antropología respecto al
campo penitencial se debe tener en cuenta el contexto particular que reviste el
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Todo esto bajo conceptos culturales.
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El autor hace referencia a las macro cárceles de Lurigancho en el Perú; Ex penitenciaria de Santiago en Chile;
Villa Devoto en Argentina; Casa de Detención en Brasil y Penal de San Pedro en Bolivia. José Luís Pérez
Guadalupe (2000)
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