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Dedicatoria: Esto va dedicado a

aquellas personas que me apoyan siempre


con mis locuras… Diosnelson, Andrea,
Andres, Helens, Rafael, Anthony, Julmary y
Edward… Gracias por estar ahí… Los
quiero…
Prólogo.
Tres simples reglas a seguir:

No. 1 No nombres.

No. 2 No preguntas personales.

No. 3 No lazos afectivos.

Son las indicaciones que el desconocido da a Bella en su primer encuentro, pero

¿para ambos será igual de simple seguirlas al pie de

la letra?
Capítulo 1: Un Inesperado Regalo

Yo sólo quiero vivir pasión

No quiero darte el corazón

No hay más de ti que quiera saber

Ven y no te arrepentirás

Dime si quieres un hombre así

Bajé del taxi, estaba lloviendo y corrí los pocos metros para entrar al edificio. El
vigilante me saludó con una sonrisa, como siempre, que le devolví amable. Caminé al
elevador y apreté el botón para subir, de inmediato se abrió la puerta y entré, toqué el
botón del piso 5 y esperé con cierta impaciencia el llegar a mi destino. Se abrieron las
puertas y rápidamente saqué las llaves de mi bolso, abrí y entré al departamento, miré el
reloj y faltaba justo una hora para que Jacob pasara por mí, así que de inmediato me
metí al baño y me di una rápida ducha. Terminé de arreglarme justo 5 minutos antes de
las 8, salí de la habitación y me senté en el sillón a esperarlo. Me di cuenta que el botón
de la contestadora estaba en rojo y parpadeando, señal de que tenía un mensaje, así que
lo presioné y escuché la dulce voz de novio.

– ¡Feliz Cumpleaños Bella!, mi amor, no sabes cómo lamento no poder llevarte hoy a
cenar, pero, es imprescindible para la empresa que cierre hoy este contrato, representa
muchos millones y por más que le supliqué a Sam que enviara a alguien más no quiso,
me reitero que sólo yo podía convencer al cliente, te prometo que te lo recompensaré,
recuerda que te amo.

Cerré los ojos resignada y dejé caer mi cabeza en el respaldo del sillón, que
inconveniente resulta que tu cumpleaños caiga en un martes y que la única persona que
tienes cerca para celebrarlo tenga que cumplir con un compromiso laboral. Deseé en ese
momento seguir viviendo con Charlie, al menos tendría compañía, entonces recordé que
odiaba el clima de Forks y además no tendría el magnífico empleo que ahora tenía que,
aparte de disfrutar, me permite darme varios lujos.

Me levanté del sillón y me dirigí a la cocina, busqué en la alacena de abajo y encontré


una botella de vodka a la mitad, la saqué y la coloqué en la mesa, abrí el refrigerador,
saqué unos hielos, un jugo de naranja y de la alacena de arriba un vaso. Coloqué un par
de hielos en éste, un poco de vodka y llené el vaso con el jugo. “Feliz cumpleaños
Bella”, me dije y alcé mi vaso, como brindando con el aire, y le di un trago
considerable.

Me senté en una silla del comedor y puse un poco de música, era mi cumpleaños
número 23 y lo estaba celebrando sola, lo que orilló a que hiciera un recuento de mi
vida, a decir verdad, la gran mayoría de mis cumpleaños habían sido aburridos, a
excepción de número 21 que Jacob me organizó una fiesta sorpresa. En general, mi vida
era bastante monótona, centrada básicamente en mi trabajo y en mi novio, un
importante corredor de bolsa que me dedicaba las pocas horas que su trabajo le
permitía, en cuanto a amigas, sólo dos, una casada y la otra madre soltera, genial, no
tenía opciones de con quién pasar este cumpleaños.

El sonido de mi celular me sacó de esas cavilaciones, me levanté y tomé mi bolso que


había dejado en el mueble junto a la puerta, empecé a buscarlo y entonces encontré con
que entretenerme un rato, mi bolso era un completo desorden. Justo cuando tomé el
celular dejé de sonar, era Renée, al menos este año lo recordó, pero la verdad no tenía
ganas de escuchar a mi alocada madre, así que volví a sentarme en el comedor y me
preparé otro vodka con jugo.

Vacié todo el contenido de mi bolso sobre la mesa, había un gran surtido, boletos de
cine, notas de restaurantes, servilletas, mentas, plumas, labiales, tarjetas, así que empecé
a seleccionar lo que podría servirme y lo que era basura. De pronto, una servilleta con
algo escrito llamó mi atención, era un número de celular y una frase escrita debajo,
“Clave: ¿Estás libre esta noche?”, entonces recordé la plática fortuita que había tenido
con una chica en el baño de aquel bar al que fui con unos compañeros de la oficina tres
semanas atrás. Ya con unas copas encima me quejé de la poca atención de mi novio, ella
sacó una servilleta y anotó esos datos, “no te vas a arrepentir, sólo di la clave y entrarás
al paraíso, el chico es un dios y te aseguro que te dejará sin sentido”.

Mire fijamente la servilleta, releí varias veces el número y la frase, era una locura, citar
a un completo desconocido tan sólo por la inmensa soledad que sentía y, además con
qué fines, no iríamos a cenar precisamente, esa chica me había dejado muy claras cuales
eran las habilidades de su “amigo”, como lo llamó. ¿Y qué más daba hacer una locura
en mi cumpleaños?, siempre he sido una chica muy correcta, ni siquiera me fui de pinta
en la escuela y siempre tenía las mejores calificaciones, nunca les había dado un dolor
de cabeza a mis padres y mi jefe siempre alababa mi sentido de la responsabilidad, así
que al diablo con todo, tenía derecho a divertirme, además ya estaba maquillada y
arreglada.
Nerviosa tomé mi celular, digité los números, pero al momento de presionar el botón de
llamar me acobardé y entonces terminé presionando el de colgar, repetí el mismo
procedimiento varias veces mientras mi corazón se aceleraba con cada intento. Bebí el
último trago de la bebida y me dio el valor que me faltaba, así que finalmente presioné
el botón de llamar mientras sentía los latidos de mi corazón en la garganta y hasta podía
escucharlos. Timbró una vez, dos, tres, pero, ¿en qué estaba pensando?, era martes y
seguramente él tenía una vida y asuntos que atender, estaba por colgar cuando una
hermosa voz aterciopelada me dijo “hola”, me quedé muda, mis manos sudaban y creo
que todo mi cuerpo temblaba por los nervios, “hola”, volvió a decir el extraño ahora con
un tono más sensual.

– ¿Estás libre está noche? – dije atropelladamente cerrando los ojos como si él me
estuviera viendo.

– Sí, ¿en dónde nos vemos? – respondió y casi pude asegurar que sonreía.

– No lo sé, tú dime – no iba a citarlo en mi departamento, alguien podría verlo.

– ¿Te queda cerca el Hotel Rose Imperial? – muy conveniente, cómo no se me ocurrió.

– Como a 20 minutos – dije no muy segura, no lo identificaba bien.

– Te veo en el lobby en media hora, ¿te parece bien?

– Sí, claro – con suerte si el tráfico me lo permitía.

– ¿Cómo te reconozco?

– Mido como 1.60, cabello largo castaño y ondulado, ojos café oscuro, piel blanca y
traigo un vestido negro asimétrico de manga corta, que me llega debajo de la rodilla, y
yo, ¿cómo te reconozco a ti?

– Simplemente lo sabrás, en media hora te veo.

Escuche el tun, tun, tun que indicaba que él había colgado primero. Metí lo
indispensable a mi bolso, como un labial, mi monedero y mis llaves, tomé mi abrigo y
salí prácticamente corriendo. Mientras bajaba por el ascensor pensaba en lo que estaba a
punto de hacer, era completamente insensato, una total locura, una cita en un hotel con
un desconocido que igual y podría ser un psicópata. Pero ya lo había hecho y además mi
número había quedado registrado en su celular, si no me aparecía seguramente me
buscaría para reprocharme.
Tomé un taxi y le indiqué la dirección, exactamente 25 minutos después estaba yo
cruzando la puerta del hotel, uno de cinco estrellas, por cierto, jamás me imaginé que
ahí te alquilaran una habitación sólo por una noche. Tomé un gran respiro mientras
caminaba nerviosa de un lado a otro, y, ¿si era una tomada de pelo?, ¿una broma?, la
chica que me dio el teléfono sólo la había visto una vez en mi vida y por lo que
recordaba ya estaba pasadita de copas. Definitivamente había perdido el juicio, estaba
por salir del lugar cuando alguien susurró en mi oído.

– ¿Estás libre esta noche? – el sonido de su voz erizó mi piel.

Asentí con la cabeza, aquella intensa sensación que su aliento produjo en mi oreja no
me permitió hablar y eso que todavía no me tocaba. Volteé y me encontré con el
hombre más guapo que había visto jamás; alto, delgado, de piel muy blanca, ojos
verdes, cabello corto desordenado y con una sonrisa cautivadora, vestía un traje negro
impecable, en verdad era un dios. Me ofreció su brazo y nerviosa lo tomé. Caminamos
en silencio al elevador. Subimos al piso 15 y recorrimos el pasillo hasta la última
habitación. Deslizó la tarjeta y la puerta se abrió, me dejó pasar primero, además de
guapo olía exquisitamente. Entro detrás de mí, encendió la luz y cerró la puerta.

– ¿Cómo me contactaste? – preguntó mientras yo caminaba al centro de la habitación.

– Una… amiga me dio tu número – no consideré buena idea decirle la verdad.

– ¿Te explico las reglas? – dijo con un tono de solemnidad.

– No… sólo me dijo la clave. – respondí volteándome y encarándolo.

– Bien, regla número 1, no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla


número 2, no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en
realidad, ¿entendido?

– Sí, no nombres, no preguntas personales – repetí como si fuera una alumna.

Se acercó a mí, mi corazón se disparó más de lo que ya estaba, me quitó el abrigo y


comenzó a acariciarme un brazo con el dorso de su mano, como acto reflejo cerré los
ojos, sentí como acariciaba el otro brazo con la yema de sus dedos, lo próximo que sentí
fueron sus tibios labios recorriendo mi cuello mientras me sujetaba por la cintura, yo
subí mis manos por su pecho y lo abracé por el cuello, estaba perdiéndome en sus
caricias, ¿cómo era posible que un desconocido estuviera excitándome de esa manera?

Deslizó sus manos por mi espalda y bajo lentamente el cierre de mi vestido mientras sus
labios subían por mi mentón hasta llegar a los míos, me besó despacio y suavemente, yo
correspondí un tanto frenética, me estaban matando sus caricias y había deseado, como
nunca antes, sentir su boca unida a la mía. Le quité el saco y lo tiré en el suelo, él
comenzó a bajar lentamente mi vestido en tanto yo desabrochaba su camisa sin dejar de
besarnos, el vestido cayó al suelo y yo levanté los pies para librarme completamente de
él y lo aventé al igual que su camisa.

Entonces, él besó uno de mis hombros mientras sus manos desabrochaban el sostén y
me lo quitaba por completo, besó uno de mis senos mientras acariciaba el otro con
movimientos circulares, yo estaba ya jadeando y tenía mis manos enterradas en su
cabello. Subió por mi cuello con besos cortos hasta volver a besarme en los labios y me
dirigió hacia la cama, me tendió en ella y se colocó encima de mí, fue besando mi cuello
nuevamente y siguió bajando por entre mis senos, continuó hacia mi ombligo y sentí
como sus manos me quitaban la única prenda que me quedaba. Abrí la boca cuando
sentí que besaba la parte más íntima de mi cuerpo, con las manos apreté el edredón y un
fuerte gemido se me escapó que, incluso, me sorprendió, yo era del tipo silencioso en
esas cuestiones, pero sus caricias me estaban enloqueciendo, de pronto sentí una fuerte
corriente eléctrica recorriendo cada minúscula parte de mi cuerpo, estaba llegando al
clímax, otro sonido escapó de mi boca y apreté aún más la colcha.

Mi respiración y mi pulso estaban a mil y trataba de controlarlos, vi como él se


levantaba y terminaba de desnudarse, de su pantalón sacó un condón, le retiró la
envoltura y se lo puso, al subirse a la cama acarició mis piernas con sus manos hasta
llegar a la cadera, acarició mi pelvis y no sé que botón encendió, pero sentí una fuerte
necesidad de tenerlo dentro, así que abrí mis piernas y sentí como se introducía, me
aferré a su espalda mientras él se movía constantemente besando alternadamente mis
senos, jadeaba, pero, a decir verdad, mis gemidos eran los que inundaban la habitación,
jamás había sentido lo que ahora estaba experimentando, aceleró sus movimientos
mientras se apoyaba con ambas manos sobre la cama, pude ver completamente su rostro
retorcido, mis manos subían y bajaban por su espalda mientras le suplicaba por más, sus
movimientos se volvieron frenéticos y de pronto me envolvió una sensación totalmente
desconocida y nueva para mí, era el éxtasis total, creo que hasta luces de colores pude
ver. Se dejó caer rendido sobre mí, estábamos empapados en sudor. Cuando controló un
poco su respiración, se acostó a mi lado, nos quedamos en silencio unos minutos, yo
trataba de recobrar el aliento y el sentido de las cosas, entonces él se levantó de la cama.
– ¿Te vas ya? – pregunté casi con pánico.

– Sí – se dirigió al baño – pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada –


agregó.

– Espera… tú… – no supe como formular la pregunta para que no sonara personal.

– Regla número tres: no lazos afectivos – dijo y entró al baño.

¿Así que eso era todo? Sexo casual entre dos extraños, sin compromisos de ninguna
índole, sin explicaciones ni interrogantes, sonaba sencillo y simple. Suspiré, sin duda
alguna era el mejor cumpleaños de toda mi vida, sonriente y satisfecha abracé la
almohada y me quedé profundamente dormida.

Capítulo 2: Buscando Tus Caricias


Si te detuvieras un momento
Me encontrarías parada esperando
Aquí, al lado de tu vida
Me gustaría retenerte todavía
Recordarte todo lo que te has perdido
Si tuvieras un poco de tiempo así sería

La alarma incesante de mi celular me despertó, abrí los ojos y por un instante me


sorprendí al ver que no estaba en mi recámara, entonces recordé lo que había sucedido
la noche anterior y no pude evitar reírme como una niña después de haber hecho una
gran travesura. Me levanté y no había ningún rastro de él, ni siquiera una nota “regla
número 3: no lazos afectivos”, recordé que lo había dicho muy claramente, así que
recogí mi ropa, me vestí y salí de la habitación, esperaba poder llegar a tiempo a la
oficina. Al dar un paso fuera del hotel sentí el aire fresco de la mañana pero
extrañamente lo sentí diferente esta vez, hasta cerré los ojos por unos segundos para
disfrutarlo, algo había cambiado en mí después de esa noche.

Eran las 9:30 cuando entre a la oficina, era la primera vez que llegaba tarde en el año
que tenía trabajando ahí, de inmediato vi el enorme arreglo floral que estaba sobre mi
escritorio y que dejaba muy por debajo el ramo de rosas que había recibido ayer, sentí
que el corazón se me aceleraba al pensar de quien podría ser. En cuanto Audrey me vio
entrar, me siguió corriendo y cerró la puerta tras de sí mientras yo tomaba la nota que
tenía el arreglo.

“Mi amor, en verdad perdóname por no haber podido estar contigo ayer, pero te
prometo que festejaremos tu cumpleaños, aún no sé exactamente cuándo pero
considéralo un hecho. Con todo mi amor, Jacob.”

Claro, ¿quién más podría enviarme flores que no fuera mi novio?, no sé cómo pude
pensar por unos instantes que había sido el desconocido de anoche “no nombres, nada
que pueda dar un indicio de quienes somos en realidad”, recordé las reglas y tenía que
recordarlas a menudo si quería que eso siguiera funcionando, pero, ¿qué estaba
pensando?, ¿acaso iba a volver a llamarlo?, sonreí y sacudí la cabeza tratando de disipar
esas ideas que me rondaban.

– A ver amiga, cuéntamelo todo, con lujo de detalles, sabes que soy una morbosa –
exclamó Audrey ansiosa oliendo las flores.
– ¿Qué quieres que te cuente? – pregunté rodeando el escritorio para sentarme en la silla
frente a ella.
– ¡Dios!, ¿y todavía lo preguntas?, llegas media hora tarde, te llega este hermosísimo
arreglo floral y además traes un brillo en los ojos y una sonrisa en la cara que jamás te
había visto, la celebración de tu cumpleaños debió ser memorable, Jacob debió lucirse y
recompensarte en grande, así que quiero los detalles ahora mismo – dijo más
emocionada y se sentó recargando su cabeza en ambas manos mirándome.

Y, sin saber, mi amiga le había atinado perfectamente a la descripción de la celebración,


realmente había sido memorable, pero, ignoraba que Jacob no tuvo nada que ver con
ello. Audrey era además de mi compañera de trabajo, mi mejor amiga, a los pocos días
de conocerme, me contó cómo había huido el papá de su hija después de saber que
estaba embarazada y, de ahí, una gran confianza surgió entre las dos, pero a pesar de
eso, dude si era buena idea compartirle lo que había hecho en mi cumpleaños, ella sentía
gran simpatía por Jacob y siempre me decía que éramos la pareja perfecta. No,
definitivamente aquella aventura era mejor mantenerla en secreto.

– Pues, temo desilusionarte porque no hubo tal celebración, el arreglo se debe a que,
precisamente, Jacob no pudo llegar para llevarme a cenar.
– Él siempre tan detallista – dijo sacando una orquídea del arreglo.
– Bueno, de alguna manera intenta recompensar el poco tiempo que pasa a mi lado.
– Sabes que si trabaja tanto es para tener un patrimonio seguro y en algún futuro casarse
contigo y darte todo lo que mereces.
– Eso lo sé muy bien, no tienes que convencerme de que es el novio perfecto, sé que lo
es y por eso lo amo y acepto que trabaje tanto para poder estar juntos algún día y para
siempre.
– Sí… pero, no luces nada enfadada porque tu novio te dejo plantada justo el día de tu
cumpleaños, por el contrario, luces radiante, ¿qué fue lo que hiciste anoche?
– Nada, sólo ver televisión y terminarme yo sola media botella de vodka – en ese
momento recordé lo perceptiva que es mi amiga y lo mala que soy para las mentiras.
– Sí, claro y yo rezo el rosario todas las tardes llegando del trabajo, eso ni tú te lo
creíste.
– Te juro que así fue, sabes que no tengo amigas más que tú y Kate y que jamás iría sola
a ningún lado que no sea el supermercado.
– Es que de verdad te ves distinta, hay algo diferente en tus ojos.
– Sólo un año más de edad, y ya déjame ver que tengo de pendientes antes de que venga
el jefe y nos regañe – dije encendiendo la computadora.
– Está bien, pero te aclaro que no me convenció tu argumento, algo te traes y me lo
tendrás que decir tarde o temprano.
– Ok, fui y me acosté con un completo desconocido, ¿satisfecha?
– Jajaja, ay Bella, tampoco te tienes que ir al otro extremo, ambas sabemos que no
harías una cosa así – dijo saliendo y cerrando la puerta.

Y tenía toda la razón, por algo me llamaba “la siempre correcta Bella”, no supe que me
había pasado la noche anterior, que había faltado a todos mis principios y valores, pero
el recordar sus caricias y sus besos eran razón suficiente para olvidarse hasta de la
cordura, incluso de mi propio nombre. Suspiré y miré mi celular que había dejado al
lado del teclado de la computadora, ¿habría alguna restricción en cuánto al horario?,
volví a recordar las reglas y no mencionó nada al respecto. Llevé las manos a mi cara,
sentí un rubor intenso en las mejillas, pero, ¿qué me ocurría?, aún no habían pasado ni
doce horas de haberlo hecho con él y yo ya ansiaba que volviera a pasar. “Y te aseguro
que te dejara sin sentido”, recordé las palabras de la chica que me lo recomendó y debía
reconocer que tenía toda la razón y no sólo por el magnífico sexo que habíamos tenido,
sino porque estaba haciéndome perder el sentido de todo. El timbre del teléfono me hizo
aterrizar y respondí a la llamada de mi jefe.

Afortunadamente, para mi salud mental, ese día estuvo cargado de bastante trabajo,
aunque de repente me reía yo sola porque algún recuerdo me venía a la mente y hacía
que mi cuerpo se estremeciera, pero movía la cabeza y volvía a concentrarme en lo que
estaba haciendo. Eran las 7:30 pm cuando terminé la campaña publicitaria en la que
estuve trabajando todo el día, apagué la computadora y saqué mi bolso del cajón del
escritorio, tomé mi celular y lo miré fijamente, ¿sería demasiado desesperado de mi
parte volver a llamarlo hoy?, ¿ni siquiera dejar pasar un día o dos para volver a
buscarlo?, pero el solo hecho de volver a recordar sus caricias me excitaba por
completo, era la primera vez que algo así me sucedía y no es que el sexo con Jacob
fuera malo, escaso sí, pero cuando lo hacíamos no me podía quejar, al menos no antes
de la velada de anoche. Teníamos ya cinco años de novios y era el único hombre que
había conocido en la intimidad, antes de ir a enredarme con ese extraño que me había
mostrado una faceta del sexo y de mí misma completamente diferente. Entonces vi que
el celular se encendía anunciando una llamada de él, precisamente.

– Hola amor, ¿cómo estás? – dije mientras tomaba mi bolso y salía de la oficina.
– Bien cariño, ¿y tú?, ¿te gustaron las flores?
– Claro, son hermosas.
– Te dije que te recompensaría, estoy afuera de tu oficina para llevarte a cenar.
– Ok, te veo en cinco minutos, ya voy de salida.

Colgué y apreté el botón del ascensor, al salir del edificio vi el flamante auto negro de
mi novio y me subí, le di un ligero beso en los labios y él me abrazó, en ese momento,
sentí todo el peso de la culpa, no merecía que lo hubiera engañado, no era justificación
su falta de tiempo. Cuando nos separamos, me entregó un pequeño regalo que abrí de
inmediato, era un hermoso dije en forma de media luna, la culpa se incremento y la sentí
en mi espalda como si fuera una losa pesada y le sonreí avergonzada, no sólo lo había
engañado anoche con un desconocido sino todo el día con el pensamiento.

Fuimos a un lindo restaurante de comida italiana y nos sentamos al fondo, ordenamos


una botella de vino tinto, ensalada y pasta, brindamos por mi cumpleaños y por el cierre
de otro exitoso negocio que él concretaba. Fue una linda velada que me hizo olvidar
todos los pensamientos lujuriosos que había tenido durante el día, estaba frente a un
hombre real, del cual conocía todo y que además amaba y me amaba. Pagó la cuenta y
salimos tomados de la mano del restaurante, nos besamos mientras nos llevaban el auto,
que diferentes eran sus besos a los de aquel extraño, el amor debía ser la diferencia,
pensé tratando de borrar aquellos recuerdos.

Llegamos a mi departamento y lo invité a subir, necesitaba apagar el fuego que me


había estado consumiendo todo el día. Entramos tomados de la mano y cuando subimos
al ascensor no pude contenerme y lo besé desesperadamente mientras acariciaba su
pecho por encima de la camisa, al llegar al piso de mi departamento Jacob me miró de
forma extraña.

– Pero Bella, nunca antes me habías besado de esa forma – exclamó sorprendido.
– Te necesito – respondí con voz de niña pequeña – y te extraño.

Entramos a mi departamento y volví a besarlo frenéticamente mientras hacía que se


sentara sobre el sillón y yo me senté encima de él y comencé a desabrochar su camisa
con urgencia, Jacob me acariciaba la espalda, comencé a besar su cuello, en tanto
llegaba al último botón de la camisa, cuando su celular sonó.

– No contestes – supliqué con la voz entrecortada.


– Puede ser importante – replicó tratando de alcanzar el celular en su pantalón.
– Si es importante volverán a llamar – insistí exasperada.
– Perdóname cariño, pero sabes que es mi deber contestar el celular sin importar la hora
que sea.
Entonces, me senté molesta a su lado mientras recuperaba el compás de mi respiración y
el latido normal de mi corazón. Me di cuenta que era Sam, su jefe, para recordarle de la
importante junta que tenían al día siguiente a las ocho de la mañana. En cuanto colgó vi
que abrochaba su camisa, yo me llevé una mano al cabello y lo hice para atrás.

– Perdóname mi amor, tengo que irme, mañana tengo que madrugar, la junta es en
Nueva York y ya sabes cómo se pone el tráfico para allá.
– Dijiste que me recompensarías – exclamé furiosa cruzándome de brazos.
– Y lo haré, te lo prometo, Sam va a darme un par de días libres como recompensa al
negocio que ayer cerré y viajaremos adonde quieras.
– Eso has venido diciéndome por los últimos seis meses y sigo esperando.
– Te prometo que ahora sí se hará realidad, tú sabes que trabajo por los dos.
– Lo sé, lo sé, es sólo que… ¿hace cuánto hicimos el amor?, ¿tres meses?, ya ni siquiera
lo recuerdo – agregué frustrada, cuando íbamos en la universidad lo habíamos hecho
más veces en una semana que las que lo habíamos hecho en el último año.
– Mi amor, te juro que yo también te extraño y te necesito en ese aspecto, pero tienes
que comprender que de este trabajo tendremos todo lo necesario para casarnos y poder
mudarnos de Nueva Jersey.
– Lo sé y lo comprendo – dije resignada – que descanses y suerte en tu junta.
– Recuerda que te amo Bella, por favor, eso nunca lo dudes – dijo tomando mi rostro
entre sus manos.
– Yo también te amo – respondí.

Me dio un ligero beso en los labios y se fue. Yo me quede ahí, sentada en el sillón,
resoplando, a pesar de que me sentía frustrada por el rechazo de mi novio, que prefería
sus negocios antes de complacer a su novia aunque fuera por cinco minutos, lo que me
tenía en realidad mal era el saber a quien era verdaderamente al que necesitaba y
deseaba en esos momentos, así que me levanté y saqué el celular de mi bolso y decidida
marqué su número, me importaba un reverendo pepino si pensaba que era una urgida
que no podía conseguir una pareja de forma normal, mi cuerpo entero estaba
reclamando, ansiando y deseando esos besos y esas caricias que me volvían loca por
completo.

“El número que usted marco se encuentra apagado o fuera del área de servicio”.

– ¡Maldición!

Grité aventando el celular al sillón llena de rabia pensando que esas caricias y esos
besos que tanto necesitaba estaban siendo entregados a otra perfecta desconocida.
Frustrada y resignada me metí a darme una ducha de agua fría.

Capítulo 3: Ardiente Tentación.

Tú me vuelves a estrenar
Y luego a navegar por dentro de mi cuerpo
Yo quiero más
Tú qué sabes encontrar
Y dar con el lugar
Donde yo siento tus manos, tu pelo
Me enredo en tus besos
Me ahoga tu peso
Me excita el deseo
Me creas una gran ansiedad

Al día siguiente, llegué muy temprano a la oficina, ni siquiera había llegado Audrey y
eso que siempre es la primera. Encendí la computadora y revisé mis mails, había uno
marcado como importante, en el que me recordaban que a las 4 debía entregar las fotos
para el folleto de un nuevo perfume de Armani.

– ¡Genial! – exclamé en voz alta, yo con las hormonas hasta el cielo y encima tenía que
pasar al menos dos horas eligiendo fotos sensuales y a la vez sutiles.

Tenía otros asuntos pendientes a los que les di prioridad. A la una salí a almorzar con
Audrey que me estuvo platicando, emocionada, que estaba preparando la fiesta del
cumpleaños número tres de su pequeña Lauren, justo una plática como esa era la que
necesitaba, algo completamente inocente que mitigara mis bajas pasiones que seguro
aumentarían a la hora de estar escogiendo las fotos para el dichoso folleto.

Al regresar, me encerré en mi oficina y me dispuse a hacer el trabajo que había estado


postergando toda la mañana, después de revisar miles de fotos para elegir las diez que
aparecerían se me ocurrió una brillante idea. Como el lugar donde las llevaría estaba un
poco alejado, le diría a mi jefe que ya no regresaría y llamaría a aquel extraño para
volver a encontrarnos, no podía demorarlo un día más, me urgía volver a sentir sus
manos recorriendo mi cuerpo, sus besos en mi boca y su olor embriagándome.

Eran las 5:15 cuando salí del edificio donde llevé las fotos, no entendí como es que me
citaron a las 4 y me hicieron esperar 45 minutos para recibirlas. En cuanto estuve en la
calle saqué el celular y a toda prisa busqué su número y lo marqué, escuché el primer
repique y mi corazón se aceleró al 100%.

– Hola – escuché decir a esa voz aterciopelada que me alteraba.


– ¿Estás libre esta noche? – dije, pero, esta vez con un tono sensual, tentándolo.
– Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho, ¿te parece?
– ¿No podría ser más temprano?, ¿a las 6:30? – estaba necesitada y se lo hice saber.
– Lo siento, me es imposible a esa hora.
– Ok, entonces a las ocho – no me quedo más remedio que aceptar.
– A las ocho, en el lobby, cerca de los elevadores.

Y volvió a colgar primero, sin darme tiempo a decir algo más, en ese minuto me
arrepentí de haber mostrado mi urgencia, seguro él tenía una vida y un trabajo, al
menos, yo tendría tiempo suficiente para ir mejor arreglada esta vez. Le hice la parada a
un taxi y le indique el domicilio de mi departamento.

Al llegar, me dirigí al armario y saqué un vestido rojo, de tirantes delgados cruzado por
la parte de atrás y que me llegaba a mitad de los muslos, era atrevido y por eso no lo
había estrenado, pero para esta ocasión era perfecto. Abrí el cajón de la ropa interior y
por más que revolví, no encontré prendas lo suficientemente sensuales, miré el reloj y
faltaban quince minutos para las seis, así que tenía tiempo de sobra y me dirigí hacia
una tienda de ropa interior que quedaba a diez minutos de mi departamento.

Mientras caminaba pensaba que estaba completamente loca, cómo era posible que
estuviera yendo ex profeso a comprarme ropa, sólo para tratar de impresionar a un
completo desconocido que seguramente conocía miles de modelitos de todos colores y
formas. Suspiré un tanto desilusionada, no había podido dejar de pensar en él desde que
lo conocí y para él yo era una más en su lista. Entré a la tienda sacudiendo mi cabeza
para borrar esos pensamientos, lo mejor era concentrarse sólo en la diversión.

Me miré al espejo y casi no me reconocí, me había recogido el cabello y me había


maquillado más que de costumbre, con un intenso rojo carmesí en los labios y cubierta
por aquel vestido que llevaba un par de años guardado en el closet, en definitiva estaba
muy alejada de la correcta Bella, de la chica que todos conocían y algunos hasta
admiraban “nadie es perfecto” me dije mirándome fijamente. Vi el reloj y eran justo
7:30, tomé mi abrigo, me lo puse y lo cerré por completo, no iba a salir vestida así a la
calle y que todos me vieran.

Tardo en pasar un taxi libre y a las ocho en punto estaba cruzando la puerta del hotel,
esperando y deseando que no me reconociera la recepcionista, pero, al voltear
discretamente, me di cuenta que era una chica diferente a la de la otra ocasión. Caminé
hasta los elevadores y no había señales de él. Empecé a hacer respiraciones para tratar
de calmarme, temía que el corazón se me saliera de un momento a otro por las intensas
palpitaciones que sentía en el pecho. Volteé cuando sentí una intensa mirada que hizo
que mi cuerpo se tensara, ¿cómo podía tener ese efecto en mí?

– Buenas noches – dijo mirándome de cabeza a pies.


– Buenas noches – respondí perdiéndome en esos ojos hermosos.

Él me sonrió divertido, quizá por la expresión de mi rostro, apretó el botón del ascensor
y entramos, yo me paré al fondo mientras el presionaba el botón del piso 15 de nuevo,
ya no podía resistir las ganas de besarlo y acariciarlo y estaba a punto de lanzarme sobre
él cuando hablo y me hizo notar algo que había pasado desapercibido.

– En este hotel hay cámaras en los elevadores, por seguridad – señaló levantando la
vista hacia una esquina y distinguí perfectamente la figura negra y circular que
sobresalía del techo.
– Entiendo – pasé saliva sintiendo como el rubor inundaba mis mejillas – pero, no iba a
intentar nada extraño – agregué tontamente.

Él soltó una risita y movió la cabeza, seguramente el deseo se me notaba en los ojos, en
la postura y en todo mi cuerpo. Finalmente la puerta se abrió y mi corazón latió aún más
aprisa, estaba a escasos minutos de volver a tener lo que había estado esperando por dos
días completos. Miré ansiosa como deslizaba la tarjeta para abrir la puerta, era la misma
habitación de la otra noche. Me cedió el paso de nuevo y entró cerrando la puerta. Ni
siquiera dejé que diera un paso más, me le abalancé y lo recargué en la puerta para
besarlo con toda la urgencia que sentía, mi cuerpo se estremeció completamente al
sentir su tibia lengua que se unía a la mía en movimientos frenéticos y desesperados
mientras sus manos desabotonaban el abrigo y me lo quitaba. Me separó para mirarme y
sonrió satisfecho al verme con aquel vestido.

– Wow – exclamó lamiéndose los labios – ese vestido sí que te queda bien, muy bien.
– ¿En verdad? – pregunté dándome una vuelta lentamente.
– Por supuesto, aunque a decir verdad se verá mejor en el suelo.

Se acercó y me tomó por la cintura, con la punta de su lengua lamió mi oreja izquierda y
exhaló haciendo que su aliento entrara y me provocara una cálida sensación que recorrió
cada centímetro de mi cuerpo hasta arquearlo. Bajó lamiendo hasta mi cuello y, una vez
ahí, me dio pequeños besos mientras colocaba sus dedos en los tirantes del vestido y los
bajaba, al llegar a la altura de mis senos deslizó hasta éstos sus manos y los masajeó por
encima de la delgada tela del vestido, mis manos estaban sobre sus codos sujetándolos
fuertemente, sentía que me desvanecería por las intensas sensaciones que sus caricias
me estaban provocando.

Bajó su cabeza para lamer y besar el inicio de mis senos, hice la cabeza hacia atrás y
después sujeté con mis manos su cara y la llevé hacia la mía para volver a besarlo
apasionadamente, una de sus manos bajó hacia mi muslo y la metió por debajo del
vestido hasta mi nalga que masajeó. Dejamos de besarnos para tomar aliento, dirigí mi
boca a su cuello y lo lamí hasta llegar a su oreja.

– Quiero sentirte dentro de mí – susurré, mientras con una mano acariciaba su parte más
vulnerable por encima del pantalón notando su erección.

Presurosa, desabroché el cinturón y bajé el cierre del pantalón mientras él sacaba un


condón de una de las bolsas. Liberé su miembro que denotaba la misma urgencia que yo
sentía mientras él sacaba el condón de la envoltura y se lo colocaba mientras yo me
tumbaba en la cama y me quitaba la ropa interior. Él se quito el pantalón y se colocó
encima de mí subiendo el vestido para introducirse en mí. Esta ocasión el gemido que
escapó de mi boca fue más fuerte, él sonrió satisfecho mientras se movía suavemente
dentro de mí mientras yo desabrochaba su camisa y se la quitaba para acariciar ese torso
perfecto y marcado. Él puso su cara sobre mi hombro y jadeaba justo en mi oreja
volviéndome completamente loca, yo acariciaba su espalda y bajé hasta sus nalgas que
empujé para que se introdujera más profundo en mí, aceleró sus movimientos mientras
me besaba y mordisqueaba mis labios, rompí el beso al sentir que llegaba al orgasmo
para liberar el grito que estaba en mi garganta. Él se rió.

– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dijo sobre mi boca que permanecía
abierta, con esa voz aterciopelada y ahora retorcida por la excitación.
– Y lo estás haciendo… de placer – dije sin ningún pudor, a estas alturas había olvidado
por completo el significado de esa palabra.

Se levantó aunque todavía no terminaba, yo me hinque en la cama y me quité el vestido


que estorbaba, él se sentó recargado en la cabecera y yo me senté sobre él, frotando
nuestras partes más íntimas mientras lamía y mordisqueaba su oreja y con mis manos
jugueteaba con sus pezones, él me sujeto por las nalgas y me levantó un poco, entonces
yo tomé su miembro y lo dirigí hacia donde lo necesitaba, dentro de mi cuerpo, al
sentirlo hice la cabeza para atrás y volví a gemir moviéndome acompasadamente,
tomando el control de la situación, él subió sus manos a mi cabello y me quitó la liga
que lo sujetaba, yo moví mi cabeza y coloqué mis manos entre mis cabellos para
colocarlo a los lados de mis hombros, él tenía ahora sus manos en mi cintura y las
movía hacia mis muslos, yo coloqué las mías sobre sus hombros para seguir
moviéndome, nuestras miradas se cruzaron, ambos estábamos disfrutando las
expresiones de placer que teníamos reflejadas en el rostro y los gemidos que se
confundían. Sentí como explotaba en mi interior mientras apretaba mis nalgas y gemía,
lo bese sintiendo como yo volvía a llegar al éxtasis total. Me quedé unos minutos
recargada sobre su hombro, tratando de controlar mi respiración y después me senté a su
lado, no pude evitar suspirar fuertemente y él me miró.

– ¿Ya te vas? – fue lo único que se me ocurrió decir.


– ¿Ya quieres que me vaya?
– No, es sólo que… bueno… la otra vez…
– Aún es temprano.
– ¿Sabes?, tengo una duda – dije mordiéndome el labio inferior.
– Dila, sólo recuerda que nada personal.
– No lo es… – estaba buscando las palabras correctas para hacer esa pregunta que me
llenaba de vergüenza – bueno, como te diste cuenta, mi amiga no me explicó gran cosa
y pues… yo me preguntaba si… – sentí que las mejillas me ardían por el rubor.
– ¿Si qué? – preguntó poniéndome más nerviosa porque me miraba fijamente.
– Pues… si hay… es decir… tengo que… pagarte – finalmente lo dije mirando hacia
mis manos que jugaban con la colcha.
– ¿Te refieres a dinero? – dijo sonriendo divertido y yo quise que la tierra me tragara.
– Sí – respondí titubeante.
– ¿Y tú crees que la otra ocasión me hubiera ido sin mi pago?
– Supongo que no – reflexioné que me hubiera llamado para cobrarme.
– No soy un gigoló, si es lo que piensas, esto es sólo placer para ambos y créeme, no
hay dinero suficiente para retribuirlo.

Me quedé muda, no me esperaba esa respuesta, en verdad tenía toda la razón, no


contaba con el dinero suficiente para pagarle todas esas intensas sensaciones que me
hacía sentir. Vi que se levantó y tomó su pantalón del suelo, buscó en una bolsa y sacó
otro condón, eso provocó que sonriera y mordiera mi labio inferior. Sí, una vez más,
con otra vez me conformaría por esta noche. Se subió a la cama y dejó el condón sobre
la almohada, me jaló de las piernas para dejarme completamente acostada y con las
yemas de sus dedos las fue recorriendo, desde el talón, se detuvo en las rodillas
haciendo movimientos circulares y después subió a mis muslos que apretó ligeramente.
Lamió mi ombligo y subió a mis pezones con los que estuvo jugueteando mientras con
dos dedos frotaba mis labios vaginales, yo arqueé mi cuerpo y abrí mis piernas, él subió
lamiendo hasta mi cuello y después me besó mientras colocaba su dedo en mi interior
deslizándolo afuera y adentro. Como pude tomé el condón y lo saqué mientras él seguía
dándome placer con su dedo, se lo di y vi como se lo colocaba, abrí más mis piernas y
cerré los ojos al sentir como entraba de nuevo en mí.

Capítulo 4: Sugerencias.

Ven,
Tu boca está quemándose tan lejos de mis labios
Ven,
Que quiero fabricar tu miel y hundirte en el pecado
Ven,
Entre tus brazos quiero ser tu única esclava
Ven,
Que junto a ti me quedaré cautiva y desarmada.

Eran las once de la mañana y yo jugaba con un lápiz golpeándolo contra mi escritorio,
no podía concentrarme en el trabajo, había sido una espectacular noche que terminó con
una frase que me llevó a pensar algo que para nada me agradó, “no estaré disponible
hasta el lunes por la noche”, recordé que me dijo antes de salir por la puerta de la
habitación, así que, uniendo eso a lo de que no lo hacía por dinero, llegué a la
conclusión de que era casado, ¿qué otra razón habría para que no pudiéramos vernos en
fin de semana?, no sabría si podía soportarlo, apenas era viernes y faltaban muchas
horas para las ocho de la noche del lunes y eso si me respondía el celular, “claro que
siempre hay otras opciones… puedes acariciarte pensando en mí”, había agregado
mientras abría la puerta.

– ¿Estás bien? – preguntó Audrey entrando a mi oficina.


– Sí, ¿por qué?
– Llevas como media hora haciendo lo mismo, vas a terminar por aboyar el escritorio.
– No seas exagerada – exclamé con una sonrisa.
– Te noto… algo ansiosa, no sueles jugar con los lápices muy a menudo y menos por
tanto tiempo, ¿problemas con Jacob?
– No, con él todo bien, estoy un poco bloqueada con el slogan de esta campaña.
– Será que la señora inspiración anda de vacaciones – le sonreí mirando hacia arriba –
por cierto, hoy no podré ir a almorzar contigo, iré con Nick.
– ¿El contador? – dije sorprendida, habían tenido un par de altercados poco agradables.
– Sí, pero no es lo que tú piensas, su hermano administra un salón de fiestas infantiles y
quizá me consiga un descuento para la fiesta de cumpleaños de Lauren.
– Sí, claro, por supuesto, algo parecido me dijiste de, ¿cómo es que se llamaba?, ah sí
Tom, y si terminaron en su oficina pero no precisamente haciendo negocios.
– Bueno, tú porque tienes un novio maravilloso y no sabes lo que es querer sentirse
mujer en toda la extensión de la palabra, sentirse deseada.
– No, no lo sé puesto que todos los días duermo con mi novio – dije irónica.
– Al menos tienes un novio – dijo saliendo de la oficina.

Sí, lo tenía, pero no me hacía sentir deseada, al menos, no como el extraño que anoche
me había mirado de una forma que me hizo temblar, que me hizo sentir deseada como
nunca antes, con un fuego incesante en sus ojos. Tenía que hablar de esto con alguien,
no podía seguir manteniéndolo en secreto, me estaba carcomiendo por dentro y
necesitaba que alguien me escuchara, pero Audrey no era opción, seguramente me
regañaría por engañar al perfecto novio que al menos yo sí tengo, entonces pensé en
Kate y recordé que me había platicado del pequeño desliz que había tenido en aquella
reunión de ex compañeros de la preparatoria, sí, ella era la ideal para escucharme y
quizá hasta aconsejarme. Entonces tomé el teléfono y le marqué, afortunadamente su
oficina estaba a tres cuadras de la mía y la invité a almorzar, de inmediato notó mi tono
de angustia en la voz y me dijo que nos veíamos a la una en punto en un restaurante que
estaba en contra esquina de mi oficina.
Cuando llegué, ella ya estaba ahí, se levantó, nos saludamos de beso en la mejilla y
después ella me dio un abrazo de consuelo.

– A ver Bella, ¿qué es lo que te sucede?


– No sé por dónde empezar, es complicado.
– De eso me puedo dar cuenta en seguida, traes una cara como si hubieras cometido un
delito – dijo colocando su mano en mi mentón y me movió la cabeza.
– ¿Le ofrezco algo de tomar? – interrumpió el mesero.
– Sí, un agua mineral y una ensalada de atún, pero por favor ponga el atún a un lado, no
encima de la lechuga.
– Enseguida, con permiso.
– A ver ahora sí, cuéntame.
– Engañé a Jacob – solté sin siquiera prepararla para la noticia.
– ¿Qué hiciste qué? – exclamó abriendo los ojos como platos.
– Lo que oíste, me acosté con otro hombre – acepté avergonzada.
– Pero, ¿cuándo?, ¿quién es?, ¿dónde lo conociste?
– El día de mi cumpleaños… y ayer – dije jugando con el tenedor para evitar mirarla.
– ¡Bella!, te desconozco, no te estoy criticando, soy la menos indicaba para eso,
simplemente no doy crédito, tú siempre has sido tan… correcta.
– Lo sé, lo sé, yo tampoco doy crédito, pero – suspiré sin poder evitarlo – Kate, no
tienes idea de las miles de sensaciones que me hace sentir, ha descubierto partes tan
sensibles en mi cuerpo que yo ni siquiera sabía que tenía.
– Wow, amiga, pocos hombres tienen ese don, pero aún no me has respondido quién es
ni de dónde lo conoces.

Pasé saliva, una cosa era contarle el desliz y otra muy diferente decirle que no tenía ni la
más remota idea de quién era en realidad el implicado, además supuse que no debería
propagar eso de las reglas. Afortunadamente, en ese momento llegó el mesero y colocó
el plato frente a mí, lo cual me permitió pensar por unos segundos e inventar una
historia, sólo esperaba sonar convincente.

– Es un cliente de la agencia, bueno, no él, su asistente, un día platicamos y me dio su


tarjeta, la encontré el día de mi cumpleaños y como estaba sola, lo llamé y terminamos
en un hotel y me lo hizo de una forma que… que ayer me orilló a volver a verlo.
– ¿Tan bien estuvo?
– Bien es poco para describirlo, magnífico, Kate, me hizo gritar, me hizo ver lucecitas,
lo juro, sabía exactamente que partes de mi cuerpo tocar y cómo hacerlo.
– Felicidades amiga, pocas mujeres llegan a conocer y disfrutar del buen sexo.
– Sí, pero, me asusta.
– ¿Por qué?
– Porque me está creando una especie de necesidad que no es adecuada, entró muy fácil
a mi vida y con esa facilidad puede salir de ella, y, ¿qué haré después?
– Bella, si vas a seguir con esto, te debe quedar muy claro algo, disfruta del momento
sin pensar en el después, no te enganches, entiendo cómo te sientes después de
experimentar lo que viviste y sientas esas ansias, a mí me pasó con Steve y fue lo que
me orilló a casarme con él, pero, a veces me pregunto si eso es suficiente, si es lo único
que tenemos en común, la verdad hablamos poco, así que mentalízate que es sexo y
nada más, que durará lo que tenga que durar y que después podrás seguir con tu vida.
– Tienes razón, además, creo que es casado, me dijo que no podíamos vernos el fin de
semana.
– Seguramente, te repito, disfruta los momentos con él y ya.
– Pero, me siento mal por Jacob, él no se merece algo así.
– No es cuestión de merecer o no, reconozcamos que él tiene descuidada su relación, no
es por intrigar, sabes que no me gusta pero, ¿no tendrá él a alguien más, también?, eso
de trabajar casi 24 por 7 está medio raro.
– No lo sé, no lo creo, él no es así… si Audrey te escuchara ya se hubiera infartado.
– Pero yo no lo tengo en un pedestal como ella y, a todo esto, ¿cómo se llama el
susodicho con el que te estás viendo?
– Mike – dije al leer ese nombre en la solapa de uno de los meseros que pasó.

Y entonces pensé que era una mejor forma de llamarlo en lugar de haber guardado su
número con las letras CD, siglas de completo desconocido. Kate me sonrió sincera,
mientras movía la cabeza y los ojos, había sido una buena idea confiar en ella, me ayudó
a liberarme de la carga que traía sobre mis hombros y creo que hasta mis ansias de estar
con él disminuyeron un poco.

– Un consejo, metete a un gimnasio, te ayudara a liberar energía.


– No te burles.
– No es burla, es en serio, podrás mitigar las ganas cuando no puedas verlo.

Me quedé más tiempo de lo necesario en mi oficina, ya que Jacob había ido a Chicago a
cerrar un negocio y regresaría hasta el domingo, entonces recordé las palabras de Kate,
¿cabría la posibilidad de que él tuviera una amante?, ¿acaso por eso no quería tener
relaciones conmigo?, ¿qué estaba pasando con nuestra relación?, ¿debía dejarlo?, no, yo
conocía a Jacob mejor que eso y sabía que no sería capaz, claro que yo tampoco era
capaz de enredarme con otro y justo era lo que estaba haciendo.

Llegué a mi departamento como a las nueve, me puse la pijama y me senté a ver


televisión mientras me comía un plato de cereal. Estaba cambiando de canal en canal y
en uno había una escena erótica, parecía que todo estaba confabulando en mi contra o
quizá sería que ahora prestaba más atención a esas cosas por lo alteradas que traía las
hormonas. Me quedé viendo la escena hasta que terminó, en condiciones normales le
hubiera cambiado pero ahora me dio morbo, sacudí la cabeza y decidí darme un baño.

Estaba parada debajo de la regadera y terminé de lavarme el cabello, pasé mi mano por
mi cuello y no pude evitar pensar en él, “puedes acariciarte pensando en mí”, sólo con
recordar su aterciopelada voz mi cuerpo se excitaba, así que me dejé llevar. Bajé mi
mano hasta mis senos y los acaricié pensando que era su mano, viendo su rostro en mi
mente, reviviendo sus jadeos en mi oreja. Dejé que mi mano viajara más abajo, acaricié
mi abdomen de la forma en que él lo hacía y noté que estaba funcionando, estaba ya
jadeando mientras sentía que el agua tibia acariciaba mi espalda. Me recargué en la
pared y lo frío del azulejo hizo que arqueara un poco mi cuerpo y entonces comencé a
acariciar mi parte más intima mientras me concentraba en él, en sus facciones
retorcidas, en sus labios besando los míos, en su tibio cuerpo moviéndose dentro del
mío, era increíble la forma en que podía recordar todo y más increíble aún que mi
cuerpo respondiera a esos recuerdos, abrí los labios y emití un gemido cuando sentí que
terminaba, no había sido tan intenso como si hubiera estado con él, pero lo había
disfrutado muchísimo más que en otras ocasiones.
El sábado me levante a las nueve, después de desayunar, eché la ropa a la lavadora e
hice todo el aseo del departamento a demasiada conciencia, a decir verdad, necesitaba
estar lo más ocupada que se pudiera. Seguí el consejo de Kate e hice un poco de
ejercicio, por la noche vi una película cursi para evitarme malos pensamientos.

El domingo fui a casa de Audrey y estuve jugando un rato con Lauren. Por la tarde me
llamó Jacob y fuimos al cine. Vimos una película de acción, se me ocurrieron un par de
cosas poco decentes mientras estaba en la sala abrazada a él, pero lo vi tan concentrado
en la pantalla que preferí no intentar nada, se estaba divirtiendo y con eso me
conformaba, al menos, no estaba pensando en sus negocios en ese momento. Cenamos
hamburguesas y después me llevó a mi casa, me despedí en el auto sin invitarlo a subir
al departamento, estaba muy cansada y él tampoco se veía muy interesando en
acompañarme, quizá Kate tenía razón en eso de la amante y extrañamente deseé que
fuera verdad, eso disminuiría un poco mi culpa.

Al fin era lunes y el día se me estaba haciendo eterno, cada media hora estaba tentada a
marcarle a “Mike”, pero él había sido muy específico en el horario, así que esperé hasta
que fueran las 7:15 de la tarde. Dudé un momento con el celular en la mano, pero, qué
más daba lo que pensara de mí, no sabía quién era yo en realidad, creo que con él me
transformaba en otra persona, así que con el corazón latiendo a toda prisa y con las
manos temblorosas le marqué.

– Hola – respondió con esa voz que me encantaba.


– ¿Estás libre esta noche? – dije otra vez con tono sensual.
– Sí, misma hora, mismo lugar.
– Ok, ahí te veo.

Y ahora fui yo la primera en colgar. Tomé mi bolso y mi saco del respaldo del asiento,
entonces reparé en que hubiera ido a cambiarme de ropa, traía un traje sastre que no
lucía muy seductor que digamos, suspiré y me puse en marcha al conocido hotel.

Eran las 8:25 y no había señas de él, resoplé y me dirigí a la salida, iba a mitad del
lobby cuando lo vi entrar y mi corazón se aceleró de inmediato, jamás me imaginé que
una persona pudiera alterarme de tal manera. Me sonrió seductoramente y en cuanto
estuvo a mi lado me ofreció su brazo.

– Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo.


– Entiendo – estaba aprendiendo a hablar poco con él.

Llegamos a la reconocida habitación, dejé mi bolso sobre la mesa y sentí como me


abrazaba por atrás y pegaba su cuerpo al mío. Me besó el cuello mientras sus manos
acariciaban mis senos por encima de la blusa. Me quitó el saco y me volteó, me miró
con fuego en los ojos, en ellos había el mismo deseo que en los míos, me besó
apasionadamente en tanto acariciaba mis nalgas y me pegaba a su cuerpo que ya estaba
respondiendo a la pasión que nos consumía, yo lo sujetaba fuertemente por la espalda,
para evitar que se me escapara, subió besando mi cuello, succionó el lóbulo de mi oreja
y lo mordisqueó un poco, exhalando su tibio aliento.

– ¿Hiciste lo que te sugerí? – preguntó bajando su dedo por mi columna vertebral.


– Sí – exclamé con un hilo de voz.
– Demuéstrame como lo hiciste – susurró después de lamer mi oreja.
– ¿Qué? – pregunté contrariada separándome un poco de él para mirarlo.
– Quiero que te acaricies para mí – solicitó con una seductora mirada.

Capítulo 5: Aun No Tengo Suficiente De Ti


Tu tacto es tan mágico para mí
Las cosas más extrañas pueden pasar
La forma en que tú reaccionas para mí
Quiero hacer algo que no puedas imaginar
Puedes mostrarme, revelarme
Cuál es tu truco favorito que quieres usar en mí.

Estaba petrificada mirándolo, sus labios rozaron los míos y su aliento embriagador
inundó mi boca hasta la garganta, mientras mi mente trataba de procesar su propuesta.
Con un dedo recorrió mis labios sin quitarme la vista de los ojos.

– Anda, compláceme, quiero ver como lo hiciste – pidió de nuevo.

Entonces se sentó en la orilla de la cama, yo sentía que mi corazón se me salía por la


boca, nunca antes había experimentado algo así, pero, él lograba sacar una parte de mí
que desconocía que tenía, así que le sonreí seductoramente y comencé a desabrochar mi
blusa mientras las yemas de mis dedos acariciaban la piel que iba quedando al
descubierto. Él tenía sus ojos fijos en mí y esa era razón suficiente para estar excitada.

Le di la espalda y bajé la blusa de un lado, desnudando uno de mis hombros, después


bajé la otra parte y acaricié mi otro hombro, finalmente me quité la blusa y la tiré al
suelo, desabroché el sostén y me lo quité. Me di la vuelta con mis manos sobre mis
senos que impedían verlos, me los acaricié con los dedos pulgares sin quitarle los ojos
de encima, me masajeé los senos y después jugueteé con mis pezones apretándolos un
poco y él colocó su mano sobre el bulto que se le marcaba en el pantalón, yo le sonreí,
me agradaba demasiado ver que yo era la causante de esa erección. Nuevamente le di la
espalda y bajé el cierre de mi falda que instantes después cayó al suelo, dejando a su
vista mis nalgas con una sutil tanga de encaje que comencé a bajar lentamente.

Una vez completamente desnuda me senté en el sillón frente a él, que ya se había
librado de la prisión de su pantalón y acariciaba su erección, eso me impulsó y me
acaricié el cuello, mi mano bajó por entre mis senos, pasó por mi estómago y finalmente
se colocó en mi parte más intima, me arqueé un poco mientras me frotaba con dos dedos
que después inserté y saqué en repetidas ocasiones ya jadeando, cerré los ojos al sentir
que casi llegaba al orgasmo cuando, de pronto, él me detuvo, evitando que eso
sucediera. Tomó mis dedos y se los llevó a la boca, los chupó unos instantes, después
soltó mi mano y vi como se colocaba el condón, se colocó sobre mí y se introdujo de un
tirón, emití un grito al sentirlo dentro con esa fuerza, sus manos sostenían mis piernas a
la altura de las rodillas mientras entraba y salía de mí fuertemente, gimiendo al igual
que yo, su expresión retorcida me fascinaba y entonces lo detuve obligándolo a salir de
mí, me miró confundido.

– ¿Qué haces? – preguntó con la voz entrecortada.


– Lo que me pediste, complacerte – susurré en su oído.

Hice que se sentara en el sillón y yo me senté encima de él, hincada son las piernas
abiertas, absorbiendo su miembro en mi interior, él puso sus manos en mi cintura, pero,
yo las retiré y las entrelacé con las mías colocándolas a un lado de él, impidiéndole que
me tocara, él me miró fascinado mientras yo me movía libremente lamiendo su cuello y
después gimiendo en su oreja, asegurándome que mi aliento le llegara al interior.
Comencé a moverme con más velocidad, faltaba poco para llegar al éxtasis y juntos lo
alcanzamos emitiendo un gemido bastante audible. Me dejé caer sobre su hombro y le
solté las manos. Emití otro gemido que no pude evitar y él soltó una risita. Me senté a
su lado con las piernas temblorosas recuperando poco a poco mi respiración normal, de
pronto un gruñido proveniente de mi estómago hizo que me avergonzará.

– El ejercicio intenso provoca hambre – dijo sonriendo.


– Sí, la falta de alimento también, hoy no comí porque… – él arqueó una ceja y
entonces recordé las reglas, estaba a punto de dar más información de la necesaria – no
me dio tiempo – terminé diciendo.
– Bueno, podemos pedir servicio a cuarto.
– ¿A esta hora? – pregunté sorprendida, calculé que serían cerca de las diez de la noche.
– En este hotel hay servicio las 24 horas.

Se levantó del sillón y lo miré caminar desnudo, tenía un cuerpo muy bien tonificado,
supuse que hacía ejercicio. Tomó el teléfono y digitó tres números, se volteó hacia mí.

– ¿Qué apeteces? – preguntó y después le dijo a quien le respondió que esperara.


– No conozco el menú de aquí, ¿alguna sugerencia?
– Hamburguesa, son lo mejor.
– Ok, una, pero las papas en otro plato, por favor… gracias.

Me miró algo extrañado mientras le repetía a su interlocutor lo que yo le había dicho y


pidió otra hamburguesa sin cebolla y dos jugos, entonces, la sorprendida fui yo, no
imaginé que fuera a acompañarme. Colgó el teléfono y se acostó sobre la cama, tomó el
control remoto y encendió el enorme televisor de pantalla plana, yo me metí al baño a
lavarme las manos.

Me miré al espejo, tenía en el rostro una amplia sonrisa, él surtía un efecto en mí


bastante poderoso, todo de él me afectaba, su olor, su sabor, su cuerpo. Recordé las
reglas y decidí quedarme ahí mientras llegaba la comida, preferí eso a salir y soportar su
indiferencia. Minutos después salí envuelta en una toalla, no supe porque, pero me daba
vergüenza que me viera desnuda si no estábamos teniendo relaciones, él tenía puesta
una bata blanca con el logotipo del hotel y estaba sentado frente a la mesa, las
hamburguesas ya habían llegado, así que recorrí la silla frente a él y me senté y empecé
a comer mientras él hacía lo propio y me miraba.

– Son ricas, ¿verdad? – preguntó y después se comió una papa.


– Sí, tienen un sabor especial.
– Receta secreta de la casa.

Le sonreí mientras le daba otra mordida a mi hamburguesa, era tan extraño todo eso, de
pronto, sentí que su pie acariciaba mi rodilla, cerré los ojos en automático, no podía
controlarme cuando sentía su piel rozar la mía, abrí los ojos y me sonreía traviesamente,
decidí seguirle el juego, así que tomé la papa más larga que vi, hice mi cabeza hacia
atrás y la introduje completa en mi boca, él frunció el seño encantado y se mordió el
labio inferior mientras yo masticaba la papa lentamente, su pie seguía acariciando mi
pierna de la rodilla hacia abajo, abrí un poco las piernas y me deslicé un poco en la silla
para que él pudiera alcanzar la parte interna de mi muslo, tomé la hamburguesa y la
mordí suavemente, tratando de que pareciera sensual, él me miraba y sonreía, noté que
su pecho se movía un tanto agitado, al parecer la seducción a través de la comida estaba
funcionando, yo sentía humedecer mi parte más íntima.

Terminamos de comer y bebí el jugo que habían llevado, jugueteando sensualmente con
el popote, él también se bebió el suyo creo que de un solo trago. Se levantó y de su
pantalón saco otro condón y se quitó la bata. Mi respiración ya estaba agitada,
necesitaba de él y con cada encuentro crecía más esa necesidad.

Se acercó a mí completamente desnudo, me quitó la toalla y me besó desesperadamente


mientras nuestros sexos se frotaban. Con una mano hice a un lado los platos y él me
ayudó a sentarme sobre la mesa, abrí las piernas sólo lo necesario para dejarlo entrar y
después enrollé mis piernas en su cintura, aprisionándolo para lograr un mejor roce
mientras él se movía en mi interior. Le supliqué por más con mi voz distorsionada, él
sonreía satisfecho de escuchar eso e incrementaba los movimientos, tenía una de sus
manos en mi cuello y la otra en mi muslo que apretaba ligeramente, yo hice la cabeza
hacia atrás por la intensa excitación que sentía, mis manos estaban sobre su pecho,
subiendo y bajando, acariciando sus pezones. Hice mi cabeza hacia adelante y él me
besó con ansias, moviendo su lengua sobre la mía de manera intensa, los movimientos
de su cadera aumentaron más y él rompió el beso, un gruñido escapó de su boca
mientras terminaba dentro de mí ocasionando que yo también llegara al clímax
literalmente maullando. Volvió a besarme sin salirse de mí y después recargó su cabeza
en mi hombro tratando de recobrar la conciencia al igual que yo.

Se separó y sentí un enorme vacío en mi interior cuando su masculinidad salió de mí,


podría tenerla por toda la noche dentro. Se metió al baño y entonces yo tomé mi sostén
y me lo puse, al igual que mi blusa que empecé a abrochar.

– ¿Qué haces? – lo escuché decir y me sobresalté.


– Vistiéndome – dije con un tono de voz como si no fuera evidente.
– Aún no terminamos o, ¿ya te tienes que ir?
– No, es sólo que… bueno, entre las reglas y tu actitud, no sé cuando esto se acaba.
– Cuando veas que yo me visto esa es la señal – dijo fríamente.

Yo debía estarme volviendo loca, esa frialdad, esa indiferencia, esas extrañas reglas,
lejos de hacer que saliera corriendo de ahí me plantaban en esa habitación, como un
árbol echando raíces. Él ejercía un extraño embrujo en mí, estaba volviéndome adicta,
esa era la palabra correcta para describir lo que sentía, nunca antes había experimentado
esa sensación, tomaba alcohol en fiestas, pero nunca he sentido la necesidad de
consumirlo sin sentido, el cigarro lo había probado sólo una vez y no me gustó. Pero, el
verlo ahí, parado frente a mí, mirándome como si me estuviera analizando me hacía
desearlo, necesitarlo y sentirlo dentro de mí y eso debía sentir un alcohólico cuando
tenía una botella enfrente.

Acortó la distancia que nos separaba, con la punta de su lengua lamió mis labios
mientras sus dedos desabrochaban el par de botones que yo había logrado abrochar de
mi blusa, la abrió y colocó sus manos en mi cintura atrayéndome hacia su cuerpo en
tanto introducía su lengua en mi boca y frotaba la mía. Mis manos rodearon su cuello y
se lo acariciaron, sentí como desabrochaba mi sostén acariciando de paso la piel de mi
espalda, me separé un poco mientras él me dejaba completamente desnuda de nuevo, sin
dejar de besarnos, empezó a caminar dirigiéndome hacia la cama, cuando la sentí con la
parte trasera de mis piernas me senté. Él fue por otro condón mientras yo me subía y me
acostaba.

Él se tumbó en mí y lamió mis senos alternadamente, en tanto su mano acariciaba mi


cadera, yo acariciaba su cabello, él continuó besándome hasta mi cuello, al que le dio
ligeras mordidas. Lo hice darse la vuelta y yo fui ahora la que quedó encima de él, le
besé y lamí el cuello tomando el condón de su mano, me hinqué sobre sus piernas y le
coloqué el condón deslizando las yemas de mis dedos en su erección, él jadeo y acto
seguido me senté sobre su miembro y comencé a moverme en círculos colocando mis
manos sobre su abdomen apoyándome. Él gimió más fuerte.

– Oh sí, así – exclamó con la voz entre cortada.


– ¿Te gusta? – pregunté con un hilo de voz.
– Sí, sigue, no te detengas – suplicó.

Seguí moviéndome lentamente, tratando de prolongar la excitación, puse mis manos


entre mis cabellos ahora moviéndome suavemente arriba y abajo sintiendo sus dedos
apretar mis caderas y me detuve. Con un ágil movimiento, él hizo que me acostara y me
embistió con fuerza, entrando y saliendo de mi cuerpo haciéndome gritar mientras nos
mirábamos fijamente rozando sus labios con los míos, sentía su aliento que, aunado a
sus movimientos, me estaba volviendo loca. Incrementó la velocidad y yo lo abracé con
mis piernas por sus caderas, sentí que llegaba al orgasmo mientras él embestía por
última vez y colapsaba en mi cuerpo.

– Eres fantástica – susurró en mi oído.


– Y tú eres único – respondí aún con la voz distorsionada.

A lo lejos escuchaba sonar mi celular, levanté mi mano hacia la mesita de noche, pero
no lo sentí, entonces abrí los ojos y me enderecé un poco, me di cuenta que seguía en la
habitación del hotel, no supe en qué momento me quede dormida, ni siquiera me di
cuenta cuando él se levantó de la cama. Me levanté ya que el celular estaba dentro de mi
bolso y cuando llegué a él había dejado de sonar, entonces un papel doblado estaba
sobre la mesa, lo tomé y lo abrí, “Espero que hayas disfrutado de la comida tanto como
yo”, decía con letra de computadora, una enorme sonrisa apareció en mis labios, pero,
me sobresalté al escuchar de nuevo mi celular, era Audrey en el identificador.

– Bella, ¿dónde estás?, son las diez de la mañana y la junta con el nuevo cliente es a las
once, Scott está desesperado porque no encuentra la presentación y tenemos horas
buscándote, estaba a punto de marcar al 911.
– Estoy bien, sólo que me quede dormida y no escuché el despertador.
– Pues date prisa antes de que a Scott le dé un infarto y de paso a mí por estar
escuchando sus gritos, prepárate porque te espera un fuerte regaño.

Me vestí a toda prisa y salí corriendo de ahí, afortunadamente un taxi iba pasando y lo
tome de inmediato, le indique la dirección de mi departamento y cuando arrancó me di
cuenta que había dejado la nota sobre la mesa. Llegué y me di una ducha de cinco
minutos, me puse el primer traje que alcancé con la mano, me cepillé rápidamente el
cabello después de vestirme y salí disparada, en el taxi me maquillé.
Casi me caigo en las escaleras de la entrada del edificio por las prisas, pero logré
detenerme del muro. Apreté el botón del ascensor mientras miraba mi reloj, eran 11:10
am. Las puertas se abrieron y salió un mar de gente, cuando estuvo ya vacío, me subí y
apreté el botón del piso siete, pero en el piso dos se detuvo, entró un señor, volvió a
detenerse en el piso tres y subieron dos chicas más, en el piso cinco bajo el señor y entro
una señora de limpieza. Genial dije para mis adentros, cuando más prisa tiene uno es
cuando todo se pone lento. Finalmente llegué a mi destino y salí rápidamente, acomodé
mi cabello aún mojado.

– Vaya, hasta que llegas, el cliente ya está aquí y Scott está furioso.
– Perdón, es que no dormí bien anoche.

Entré a mi oficina y del cajón del escritorio saque el cd con la presentación y caminé a
paso veloz a la oficina de mi jefe. En el umbral de la puerta mi corazón se detuvo
cuando vi a un hombre con traje negro, era alto, delgado, de cabello corto y un poco
alborotado que estaba parado de espaldas a mí y frente a mí jefe.

Capítulo 6: Arrepentimientos

Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y


su casa editorial.

Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.

Porque no hay en mi vida un martirio que dure más


Ahora yo te voy a olvidar
Ya ves que me faltas tú
Y ahora te falto yo
Desátame o apriétame más fuerte
Pero no quiero que me dejes así

– Aquí viene mi colaboradora estrella – exclamó Scott cuando me vio cruzar por la
puerta.
– Buenos días, perdón por la tardanza – dije nerviosa con un hilo de voz.

El hombre se dio la vuelta para mirarme y sentí que un frío recorrió mi espalda.

– Sr. Jackson, le presento a Bella Swan, la persona encargada de llevar su cuenta.


– Mucho gusto – dijo sonriente extendiéndome la mano.
– Igualmente – contesté estrechándosela.

El alma me volvió al cuerpo cuando me di cuenta que no era mi desconocido, suspiré


aliviada y, entonces, caí en la cuenta de algo en lo que no había pensado, ¿existiría la
posibilidad de que algún día me lo encontrara en la calle con los miles de habitantes que
hay en esta ciudad?, ¿su trabajo tendría que ver con la publicidad?, sacudí la cabeza
para librarme de esos pensamientos y me senté al lado del cliente.

La junta transcurrió de lo más normal, el Sr. Jackson quedó bastante satisfecho con la
presentación y nos indicó que necesitaba la campaña para el viernes por la tarde. En
cuanto salió de la oficina, el corazón se me volvió a acelerar porque no había nada que
me salvara del regaño de Scott y lo confirmé cuando cerró la puerta, ya que siempre la
tiene abierta salvo cuando está con un cliente o cuando no quiere que los demás
escuchen lo que tiene que decir. Caminó en silencio de regreso para sentarse frente a mí
y coloco ambos brazos en la orilla del escritorio.

– Felicidades Bella, la presentación estuvo estupenda como siempre.


– Gracias – respondí tímidamente mientras le daba un sorbo a mi vaso de agua.
– Pero, eso no te salva de que tengamos una charla tú y yo, sabes que te aprecio Bella,
eres una gran chica y además eres comprometida con tu trabajo y precisamente eso es lo
que me preocupa, ¿qué pasa contigo?, la semana pasada llegaste tarde, no te dije nada
porque fue un día después de tu cumpleaños y bueno, puede ser comprensible, pero hoy
te retrasaste más de dos horas, no me dejaste la presentación y la tenías guardada con
llave, no respondías el celular y no te reportaste para, al menos, saber que estabas bien.
– Perdón, te podría dar miles de excusas, pero la verdad fue que me quede dormida,
anoche no dormí bien y mi celular estaba dentro de mi bolso y no lo escuchaba.
– Agradezco tu honestidad, eso es lo que me siempre me ha gustado de ti, pero aparte de
eso, te noto extraña, has estado distraída, ausente, ayer confundiste los slogans de unas
marcas que no tienen nada que ver entre sí, ¿tienes problemas Bella?, sabes que puedes
confiar en mí.

Me quedé en silencio, ¿qué iba a responderle?, que estaba perdiendo la razón por un
extraño que me hacía suya de cuanta forma se le ocurría y que eso aumentaba más y
más mi ansiedad de querer estar con él, que mi mente viajaba y fantaseaba con las ideas
más inverosímiles que se me ocurrían con él, que a todo lo que había a mi alrededor le
estaba encontrando un lado sexual que posiblemente ni tenía, que había descubierto una
Bella sensual, traviesa, coqueta y sin inhibiciones que desconocía que existía y que sólo
ese hombre desconocido hacía surgir, que me hacía sentir mujer como nadie lo había
hecho jamás. Tomé un respiro antes de hablar.

– Creo que es una crisis post–cumpleaños – respondí deseando que me lo creyera.


– Niña, eso déjalo para mí que estoy a punto de cumplir 40 años, tú tienes 23, hasta
podrías ser mi hija.
– Sí, pero, bueno, a mi edad mis papás ya se habían casado y yo ya había nacido – yo no
deseaba eso, pero fue lo único convincente que se me ocurrió decir.
– Y por eso ahora están divorciados, tienes una larga vida por delante Bella, eres
brillante en tu profesión y tienes mucho futuro ahí, el matrimonio y los hijos vendrán
después, todo en su adecuado momento.
– Lo sé, supongo que me entró un poco de depresión por estar sola en mi cumpleaños –
dije mientras pensaba que fue lo mejor que pudo haberme pasado – pero, te prometo que
a partir de hoy seré la misma chica responsable de siempre, no más llegadas tarde ni
divagaciones en horas de trabajo.
– Tampoco quiero un robot Bella, sólo quería asegurarme de que estuvieras bien.
– Y lo estoy, mejor que nunca, ¿puedo irme a mi oficina?
– Anda, que tienes mucho trabajo.

Me dirigí a mi oficina y Audrey me siguió para saber el reporte de la mini charla que
había tenido con mi jefe, entramos y ella cerró la puerta y se sentó frente a mí mientras
yo daba la vuelta al escritorio para ocupar mi lugar.

– ¿Qué te dijo Scott?


– Que estaba preocupado por mí porque últimamente llego tarde y ando distraída.
– ¿Y tú qué le dijiste?
– Que era una crisis por mi cumpleaños.
– Sí, claro, pero a mí sí me vas a decir la verdad.
– No tengo nada, sólo estoy saturada de trabajo y por lo mismo anoche no pude dormir,
estoy estresada por el coctel que tendremos mañana, aún faltan detalles, por cierto,
tenemos que ir al salón a checarlos.
– Sí, en verdad es un evento importante el de mañana, pero tú estás rara desde tu
cumpleaños, algo sucedió ese día que no sé porque no me lo quieres decir – abrió los
ojos como platos y se llevó las manos a la boca – Jacob al fin te pidió matrimonio, por
eso andas así, toda nerviosa y ansiosa, te dio tiempo para pensarlo y por eso aún no traes
puesto el anillo, mala amiga, con que ocultándome información.
– Que buena imaginación tienes Audrey, Jacob no me ha dado ningún anillo ni me ha
pedido nada, ¿no recuerdas que me dejó plantada el día de mi cumpleaños?
– Bueno, es que no encuentro otra razón para tu repentino cambio, obviamente no se
trata de un amante, no te atreverías a engañar a Jacob y menos con lo…
– Perfecto que es – la interrumpí porque ya me sabía esa línea de memoria – ¿tan
aburrida soy?, como para no buscarme un amante que me entretenga mientras mi novio
no está – ¿eso era en realidad ese extraño para mí?, ¿sólo un pasatiempo para mitigar mi
soledad?, y si era eso porque cada día que pasaba anhelaba y deseaba más y más estar
con él sin importarme lo demás.
– No eres aburrida Bella, simplemente eres una chica con valores que ama a su novio y
que jamás haría algo que pudiera dañarlo – se levantó de la silla – ¿a qué hora vamos al
salón?
– Después del almuerzo.
– Ok, entonces iré por mi bolso porque ya sólo faltan cinco minutos para la una.

Asentí con la cabeza mientras miraba el monitor de mi computadora, que apenas se


encendía en tanto sentía las palabras de Audrey retumbar en mi mente, ¿qué era lo que
había hecho?, ¿dónde habían quedado mis valores?, ¿qué pasaría si Jacob se llegara a
enterar?, ¿qué haría? Eso le dolería profundamente, le causaría un daño enorme y no se
lo merecía, no, porque antes de novios éramos amigos, él había sido quien me apoyó
cuando mis padres se divorciaron, quien me hizo ver que no era culpa mía, él había
secado mis lágrimas en innumerables ocasiones, quien me había abrazado en las noches
de tormenta que tanto me asustaban, el que me había llevado al baile de graduación, con
él fue mi primer beso, mi primera vez, quien me conocía mejor que nadie. Y no se
merecía lo que le estaba haciendo, no había justificación alguna para mi
comportamiento, ¿cómo pude olvidar todo eso y cambiarlo por unos momentos de
placer con alguien para quien yo no significaba nada?, para quien yo era sólo un
número, una conquista más y ni siquiera eso, era sólo una más en su cama y, entonces,
me sentí tan miserable y ruin, ¿cómo fui capaz de dejarme llevar por las bajas pasiones
en lugar de pensar con la cabeza? Y fue cuando tomé la decisión de no buscarlo más, no
iba a arruinar mi vida por alguien del que ni siquiera sabía su nombre.

Hoy hacía exactamente tres semanas desde mi último desliz, me había costado trabajo
resistirme, tenía que reconocerlo, había noches en las que flaqueaba y tomaba el celular
pero me obligaba a mí misma a ver la fotografía que nos tomaron a Jacob y a mí en
Disneylandia para tomar valor y evitar llamar al extraño. Curiosamente Jacob se había
dado más tiempo para estar conmigo, cenábamos juntos tres veces a la semana y todos
los domingos habíamos ido al cine y entonces me sentí más culpable, porque si él estaba
teniendo ese comportamiento es porque había notado algo raro en mí.

Esa noche me encontraba viendo el televisor en mi habitación, era viernes y a pesar de


que eran las ocho yo ya estaba en pijama. Mi celular sonó y lo tomé de la mesa de
noche, el identificador señalaba “número restringido”, eso me llamó mucho la atención,
pero pensé que podría ser algún cliente de la agencia llamando de un Nextel, así que
contesté. “Hola, buenas noches”, dije amablemente y me respondió el silencio, no se
percibía ningún ruido, “hola, ¿hay alguien ahí?”, pregunta tonta porque evidentemente
alguien me había marcado y debía sostener un teléfono del otro lado. Y, de pronto,
escuché un suspiro que me erizó hasta la punta del último cabello seguido por el tun,
tun, tun que indicaba que había colgado.
Mi corazón se había disparado y me quedé como idiota viendo fijamente mi celular, en
espera de que volviera a sonar, pero nada. Me levanté bastante inquieta de la cama y
empecé a caminar de un lado a otro de la habitación, como león enjaulado, ¿sería
posible que fuera él buscándome?, ¿me habría echado de menos?, ¿significaba yo algo
para él por mínimo que fuera? Habían pasado 15 minutos y yo seguía con el celular en
la mano caminando, miré al televisor al que hacía rato no le hacía caso y una pareja se
besaba intensamente en una teleserie y, dejé que la debilidad ganara la batalla, nerviosa
busqué su número y lo llamé, después de cuatro timbrazos escuché de nuevo esa voz
que me hacía perder la noción de todo.

– Hola – dijo sensualmente alterando todo mi ser.


– ¿Estás libre esta noche? – pregunté con el alma en un hilo.
– ¿Lo estás tú? – preguntó confundiéndome.
– ¿Acaso es un reclamo? – respondí seria.
– De ninguna manera, sabes que así no funciona.
– ¿Entonces nos podemos ver?
– Sí, en una hora en el lugar de siempre – dijo después de unos segundos en silencio.

Colgué y me quité la pijama inmediatamente, fui al closet y, como hacía frío, tomé unos
jeans, una polera ajustada y una chamarra negra, me recogí el cabello en una coleta, me
maquillé ligeramente y me puse perfume. Tomé mi bolso y salí del departamento.

Crucé el lobby y lo vi parado al lado de los elevadores, vestía también unos jeans y un
suéter azul, le sonreí nerviosa y él me devolvió la sonrisa, como era su costumbre me
ofreció su brazo y en cuanto lo tomé presionó el botón del ascensor.

– Buenas noches – dijo con esa hermosa voz aterciopelada.


– Buenas noches – respondí sintiendo como mi cuerpo temblaba.

Subimos y el ascensor se detuvo en el piso dos, subieron tal cantidad de personas que se
llenó, yo estaba parada delante de él y sentía su cuerpo pegado al mío que, aunado a su
delicioso aroma y al movimiento propio del ascensor, provocó que mi cuerpo empezara
a reaccionar. Él ladeo ligeramente la cabeza para exhalar justo en mi oreja y en ese
momento la excitación aumento al máximo, ¿cómo se atrevía a tentarme de esa
manera?, en un elevador lleno de gente y con una cámara que grababa todo.

Finalmente bajamos en el piso 15 y parecía que él estaba empeñado en torturarme


porque camino lentamente por el largo pasillo, con sus manos dentro de los bolsillos de
sus jeans aunque de igual forma me ofreció su brazo y yo se lo acariciaba suavemente
mientras caminábamos.

– Permíteme unos minutos, necesito pasar primero al baño – señaló mientras deslizaba
la tarjeta para que la puerta se abriera.

Yo asentí con la cabeza mordiéndome el labio inferior, así que me quede parada en la
mitad de la habitación, esperando. Pasaron cinco minutos y no salía, definitivamente me
estaba torturando, así que decidí devolverle la jugada. En cuanto salió me dio la sonrisa
traviesa que me encantaba y se acercó a mí, levantó sus manos para tomar mi rostro
pero yo se las tomé de las muñecas impidiéndoselo, me miró confundido y entonces lo
besé con ansias, prácticamente devorándolo, como había extrañado su sabor, su lengua
desenfrenada moviéndose y frotando la mía con la misma desesperación que yo sentía,
quiso zafarse y entonces rompí el beso.

– Esta noche será a mi manera – susurré sensualmente en su oído.


– ¿Ah, sí?, ¿y qué tienes en mente? – preguntó mirándome fijamente a los ojos.

Le sonreí mientras lamía su cuello, su fuerza era mayor a la mía y logró soltarse, pero
yo le aventé los brazos para evitar que me tocara en tanto mordisqueaba suavemente su
cuello, empecé a levantar su suéter y él levanto las manos y se lo quité, traía una polera
demasiado ajustada que marcaba perfectamente su anatomía, se la levanté un poco y
comencé a lamerle el abdomen, él quiso poner sus manos en mis hombros y nuevamente
se las quité, un jadeo escapó de sus labios, el juego estaba funcionando y sonreí
mientras seguía lamiendo su torso al tiempo que subía la polera hasta que se la quité por
completo.
Volví a sonreírle y lo tiré a la cama, él se mordió el labio, yo me hinqué y le quité los
zapatos y los calcetines. Después desabroché el cinturón y el pantalón que también le
quité al igual que su ropa interior, me lamí los labios al ver su erección, en verdad lo
había echado muchísimo de menos. Lo tomé con una mano y empecé a darle placer con
mi boca, sus gemidos se intensificaron, yo seguía impidiéndole que me tocara y,
rendido, se acostó en la cama mientras mis labios viajaban a lo largo de su erección
hasta que sentí que estaba a punto de terminar, me detuve y me acerqué a sus labios que
bese frenéticamente mientras mi mano acariciaba su masculinidad hasta hacerlo llegar
al clímax segundos después.

Capítulo 7: Que La Noche No Acabe.

Besa mi piel desnuda


Quédate en mi locura
Dame lo que yo te doy
Que no se acabe nunca
Para amarnos sin censura
Que las ganas me torturan
Ve que mi cuerpo arde
Que el fuego no se apague
Baja por mi cintura

Me separé un poco para mirarlo, la punta de mi nariz rozaba la suya, tenía una expresión
de placer en el rostro que me fascinaba, me satisfacía sobre manera ser yo la
responsable de esos gestos. Quiso besarme y yo hice mi cabeza hacia atrás pero alcanzó
a lamer mis labios. De pronto me envolvió en sus brazos y me hizo acostarme en la
cama, me tomó de las muñecas y extendió mis brazos a los lados de mi cabeza, yo quise
librarme de su prisión, pero no pude, me sonrió una vez más.

– Ahora es mi turno – susurró mirándome fijamente a los ojos.


– Pero… – su boca en la mía silenció mi protesta.
– Fue tu idea jugar rudo esta vez – dijo en mis labios y su aliento inundó mi nariz –
prohibido tocar o prolongaré más la tortura – sentenció mientras se hincaba en la cama,
yo me lamí los labios.

Subió mi polera lentamente con sus manos en tanto acariciaba la piel que iba quedando
al desnudo, besó y lamió mi abdomen, bajó hacia mi cintura, siguió subiendo la polera
hasta descubrir mi sostén que era negro de encaje, sonrió al mirar la prenda y me dio
pequeños besos en el nacimiento de los senos, me enderecé un poco y me quitó la polera
completamente. Se acercó a mis labios y los rozó con los suyos, cerré los ojos
esperando recibir su lengua, pero, no llegó, quise tomar la iniciativa, pero se separo, con
su lengua recorrió mi oreja, jugueteó un rato con mi lóbulo mientras sostenía mis manos
para evitar que lo tocara. Después me quitó los zapatos y el pantalón y con sus dientes
bajo mi ropa interior, primero de un lado y después del otro, yo ya estaba
completamente excitada, mi respiración era pesada y jadeaba al sentir sus caricias, ya lo
necesitaba dentro de mí, él lo sabía, pero me estaba llevando al extremo, terminó por
quitarme la tanga y después el sostén.

Me hizo acostarme boca abajo, hizo a un lado mi cabello y me besó uno de mis
hombros, fue dejando besos hasta llegar al otro hombro y después bajó besando y
lamiendo a lo largo de mi columna vertebral mientras sus dedos se deslizaban
suavemente por toda mi espalda y por mis costados, yo estaba completamente húmeda y
vuelta loca por querer sentirlo dentro de mí. Me besó la cintura y con las yemas de sus
dedos acarició lentamente mis nalgas y bajó a mis muslos.

– Por favor – dije en un susurro suplicante.


– Por favor, ¿qué? – musitó en mi oído mientras sus dedos acariciaban mis brazos.
– Ya fue suficiente tortura – respondí con un hilo de voz.
– ¿Y qué es lo que quieres?, – preguntó en mi oído mientras frotaba su sexo contra mis
nalgas – dímelo – agregó exhalando en mi oreja.
– Deja de jugar ya, hazme tuya.
– ¿Quieres que te haga mía ahora?
– Sí… te lo suplico.

Sentí que se levantó de la cama, yo entré en pánico, me volteé y me enderecé, lo vi


sacando un condón de su pantalón y poniéndoselo mientras yo me acosté boca arriba, él
se subió a la cama, yo abrí las piernas, dándole la bienvenida a disfrutar de mi cuerpo,
pero, él otra vez volvió a torturarme y sólo me frotaba muy suavemente, mientras yo me
retorcía porque se introdujera de una vez por todas.
– Basta de juegos, ya no soporto – supliqué casi con lágrimas en los ojos.
– ¿Qué es lo que no soportas? – preguntó colocando su cuerpo encima del mío.
– Lo que estás haciendo, necesito tenerte dentro ahora – ordené.
– ¿Me extrañaste? – preguntó entrando en mí finalmente de un tirón.
– Sí – grité cuando su masculinidad cubrió todo mi interior.
– ¿Cuánto? – preguntó con la voz distorsionada moviéndose afuera y adentro.
– Mucho – apenas y pude responder entre gemidos.
– ¿Mucho? – repitió mientras disminuía el ritmo de sus movimientos.
– Muchísimo – exclamé tratando de alcanzar su rostro para besarlo.
– Demuéstrame que tanto.

Entonces, lo aprisioné con mis piernas y empecé a moverme rápidamente, sus manos las
tenía a mis costados apoyadas en la cama, yo subí las mías y las puse en su espalda
apretándosela con cada movimiento que se iba intensificando, no sabía cómo definir los
sonidos que escapaban de mi boca, por la intensa excitación de sentirlo dentro, como
entraba y salía de mí mientras él gruñía, tenía las mismas ansias y la misma necesidad
que yo. Hizo los movimientos finales para llegar al orgasmo al mismo tiempo que yo y
gritamos juntos, se dejó caer encima de mí y así se quedó un buen rato sin retirar su
miembro de mi interior, que se lo agradecí infinitamente.

Esa noche lo hicimos de diversas formas, con urgencia, no quedó un solo centímetro de
mi cuerpo que no haya quedado cubierto por sus besos y sus caricias y, entonces,
comprendí que no importaba cuanto luchara, yo lo necesitaba y no podía dejarlo, no
cuando me brindaba todo ese universo de posibilidades que ni siquiera mi mente
retorcida podía crear, era completamente adicta a él y no me importaba irme al mismo
infierno con tal de seguir disfrutando de su cuerpo, de sus besos y de sus dedos
acariciándome, me declaré vencida y no iba a volver a alejarme de él.

Una vez más colapsamos juntos, nuestros cuerpos estaban repletos de sudor, nuestras
respiraciones erráticas y el pulso hasta las nubes. Se acostó a un lado de mí mientras su
ritmo cardiaco y su respiración regresaban a la normalidad al igual que los míos, nos
quedamos en silencio mirando hacia el techo, yo estaba buscando la forma de
preguntarle si él era quien me había llamado cuando un fuerte trueno se escuchó seguido
de una intensa lluvia, yo me abracé a él sin poder evitarlo.

– ¿Te asustan las tormentas? – preguntó extrañado.


– Sí, desde niña – respondí con toda la vergüenza del mundo, algo completamente
absurdo después de todo lo que habíamos hecho, quizá por eso me sentí tonta al admitir
mi temor.
– No pasa nada, la lluvia es algo muy normal, vital para la vida, además, no estás sola.
– Lo sé, es sólo que – recordé las famosas reglas y guardé silencio – no importa.
– Tranquila, me quedaré aquí hasta que pase – dijo acariciando suavemente mi hombro.
– ¿De verdad?
– Sí, no traigo coche y no quiero mojarme.

Mi ilusión se desvaneció en el aire, por un segundo pensé que se quedaría sólo por
hacerme compañía, pero supuse que eso rompería la regla de los lazos afectivos, así que
me separé de él y me volteé dándole la espalda, me abracé a la almohada hasta que me
quedé profundamente dormida.
Un ruido me despertó, me pareció que era la puerta al cerrarse, pero al enfocar mi vista
en ella no había nadie, miré mi reloj y eran las 10:45 de la mañana, entonces me levanté
a toda prisa de la cama y cuando terminé de vestirme caí en la cuenta de que era sábado,
sola me reí y moví la cabeza. Tomé mi bolso de la mesa y me encontré otra nota escrita
en computadora “Recuerda que después de la tempestad viene la calma, la vida es un
equilibrio y no podemos ir en contra de eso”, volví a leerla varias veces, no comprendí
el mensaje de trasfondo si es que lo había, la guardé en mi bolso y salí de la habitación,
no sin antes voltear hacia la cama y recordar lo que había pasado en ella, el desorden era
prueba fiel de la noche más desenfrenada y placentera de mi vida, una amplia sonrisa
apareció en mis labios y salí rumbo a mi departamento.

Tomé un largo baño, mientras imágenes de lo sucedido la noche anterior se repetían, sus
besos, sus gemidos, sus caricias, todo lo tenía tatuado en mi mente y en mi piel, me
sentía satisfecha como nunca antes y estaba decidida a seguir con él, no podía renunciar
a todo lo que me hacía sentir, quizá con el tiempo se olvidaría de las reglas y me
mostraría quien era en realidad, pero, extrañamente, yo no estaba muy segura de que él
supiera quién era yo, me asustaba la idea de que no le agradara Bella Swan, la chica
correcta y de futuro prometedor en el mundo de la publicidad y ese pensamiento me
llevó a Jacob, aún lo amaba, él me completaba de una manera muy diferente, pero en
ese instante no quise pensar más, recordé las palabras de Kate: “disfruta del momento
sin pensar en el después” y eso era lo que iba a hacer.

Después de lavar la ropa y medio recoger el departamento, me tumbé en el sillón a ver


televisión, aún tenía un par de horas antes de arreglarme para ir a cenar con Jacob, Kate
y su esposo. Fui cambiando de canal en canal y en uno encontré el anuncio de una
nueva marca de ropa juvenil que lanzarían próximamente y de la que nosotros nos
estábamos haciendo cargo de promocionar, ese comercial lo habíamos hecho en la
agencia y siempre me gustaba ver lo que hacíamos. De repente, el cansancio me venció
y me quede ahí dormida, cuando abrí los ojos me di cuenta que pasaban de las seis,
tenía el tiempo justo para arreglarme, al levantarme del sillón sonó el teléfono, me
recargué en el respaldo y lo contesté.

– Hola.
– Hola mi amor, ¿cómo estás? – exclamó Jacob de lo más amoroso.
– Bien, ¿y tú?
– Extrañándote.
– Yo también – dije tratando de sonar sincera.
– Amor, te tengo dos noticias, una buena y una mala, ¿cuál quieres primero?
– A ver, empecemos con la buena.
– Tengo dos pases para el juego de los Gigantes de Nueva York del próximo lunes, en
palco preferencial, ¿qué tal, eh?
– Grandioso, sabes que me encanta el futbol americano – exclamé sarcástica.
– Te gustaba cuando íbamos en la prepa, cariño.
– Pero, sólo porque jugabas tú – él formaba parte de la línea ofensiva.
– Vamos, será divertido, además hace mucho que no vamos a un partido de nada.
– Si cierta persona no fuera adicta al trabajo podríamos ir con más frecuencia.
– Por eso ahora que está la oportunidad te estoy invitando.
– Está bien, vayamos al partido y, ¿cuál es la mala noticia?
– Que no alcance vuelo para hoy y no podré llegar a la cena, perdón y dale mis
disculpas a Kate y Steve.
– Está bien, no te preocupes – dije mientras pensaba que esa invitación al partido no era
por nada, él ya sabía que nos dejaría colgados en la cena.
– Te mando muchos besos, te llamo cuando llegue mañana, recuerda que te amo.
– Yo también, cuídate.

Moví la cabeza mientras caminaba a mi habitación, no sabía que pensar, quizá por mis
propias culpas. pero empezaba a dudar que Jacob en realidad estuviera trabajando, cada
vez eran más frecuentes esos viajes de fin de semana, de hecho en el último mes y
medio no había estado conmigo ningún viernes ni sábado, pero si era así yo no tenía
nada que recriminarle. Saqué mi ropa del closet y comencé a vestirme.

Eran las cinco de la tarde del lunes cuando me llamó Jacob para decirme que estaba a
tres cuadras de mi oficina para irnos al partido y le dije que lo veía en la entrada del
edificio. Apagué la computadora, estaba por tomar mi bolso del cajón cuando sonó mi
celular y casi me da un paro cardíaco cuando vi de quien se trataba, no podía ser cierto,
no, justo hoy, ¿por qué el destino se empeñaba en jugar conmigo?

– Hola – respondí con el corazón latiéndome a toda prisa.


– ¿Estás libre esta noche? – dijo de la forma más endemoniadamente sexy haciéndome
dudar.
– No… lo siento, un… compromiso previo – no podía cancelarle a Jacob, debía estar ya
afuera esperándome y no tenía ningún pretexto que ponerle, sería exponerme demasiado
a que se enterara de la verdad.
– Entiendo – exclamó serio.
– ¿Podría ser mañana? – pregunté con pánico.
– Quizá… buenas tardes.

Y colgó sin que yo pudiera decir más, me golpeé en la frente con el celular, era la
primera vez que él me llamaba y yo no estaba disponible, aunque después vinieron a mi
mente las palabras que Kate me había dicho el sábado cuando Steve fue al baño, “que
no sepa que te tiene en sus manos amiga, date a desear y no siempre estés disponible
para él”, claro que ignoraba que era yo quien lo llamaba, así que suspiré mientras
caminaba al ascensor, después de todo Kate tenía razón.

En el trayecto hacía el estadio no hablamos mucho, a Jacob le sonaba frecuentemente el


celular por cuestiones de trabajo y yo iba cruzada de brazos pensando en lo que podría
estar haciendo en ese momento en lugar de estar atrapada en ese auto, suspiré y miré por
fuera de la ventanilla hacia el cielo.

Llegamos al estadio y después de estacionar el auto caminamos a nuestros lugares, era


un palco privado y me dio una perspectiva completamente diferente de lo que era asistir
a presenciar un partido en vivo. Había una mesa larga con botanas, botellas, sodas,
jugos y una enorme hielera atestada de cervezas, un par de meseros nos llevaron a
nuestro lugar, Jacob saludó y me presentó a las personas que ya había ahí. Nos
ofrecieron de tomar y, aunque no me gustaba mucho, pedí una cerveza y Jacob un
whisky en las rocas, tomamos nuestros lugares y el partido dio inicio.

– Impresionante, ¿verdad? – me dijo él muy orgulloso.


– Sí, la verdad es que sí, ¿quién te consiguió los pases?
– Jacob, que bueno que sí pudiste venir, viejo – se escuchó una voz familiar que me
hizo quedarme congelada en el asiento sin voltear.
– No podía desaprovechar la oportunidad – respondió mientras se ponía de pie y lo
abrazaba fraternalmente – mira, te quiero presentar a mi novia, ven amor.

Levanté la cara lentamente, quizá podía tratarse de un juego de mi mente como la vez
anterior, pasé saliva y al girar mi cuello completamente hacia la derecha mis ojos se
toparon con su mirada topacio, el desconocido estaba justo ahí, parado al lado de mi
novio con su gran sonrisa en el rostro y yo sentí que todo me daba vueltas. Jacob me
extendió la mano y gracias a eso pude ponerme de pie torpemente.

– Cariño, te presento a Edward Cullen, uno de los inversionistas más jóvenes y exitosos
del país – su mirada estaba clavada en mí sin inmutarse en lo absoluto – ella es Bella
Swan, hermosa, inteligente y talentosísima mujer del mundo de la publicidad y, lo
mejor, es la dueña de mis quincenas – bromeó Jacob mientras me abrazaba
sosteniéndome de un hombro y yo me sentía desfallecer.

Capítulo 8: La Vida Te Da Sorpresas.

Que sorpresas da la vida


Encontrarte en plena calle
Fue una chispa en mi equilibrio
Dinamita que estalló

– Mucho gusto – dijo en tono neutral y me extendió la mano.

Pero, yo no quería estrechársela, ya conocía los efectos en mí cuando me tocaba, aunque


esta situación era completamente diferente, pero no quería arriesgarme, ni siquiera
podía hablar por el enorme estado de shock en el que me encontraba, sentía mis rodillas
temblar y un trasudor recorrer mi cuerpo, si no fuera porque tenía a Jacob sujetado de la
cintura ya me hubiera desvanecido. No entendía como él podía estar como si nada,
como si en verdad fuera la primera vez que me veía en su vida, deseé tener la misma
fortaleza o desfachatez, no sabía cómo calificar su actitud. Tomé un fuerte respiro y
apreté con la mano a Jacob, casi enterrándole las uñas.

– Igualmente – respondí estrechándole la mano, pero la retiré con rapidez.


– Sin que me lo tomes a mal Jacob, tienes una novia muy linda – ¿cómo decía eso?
– Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo
de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo más que se pueda – dijo de
lo más amoroso mientras deslizaba un dedo en mi nariz.
– Sí, se ve que están muy enamorados – exclamó en un tono frío.
– ¿Te sientes bien Bells? – preguntó Jacob mirándome preocupado.
– Un poco mareada, creo que la cerveza ya se me subió, necesito refrescarme, con
permiso.

Salí prácticamente corriendo al baño y una vez adentro me recargué en la puerta y me


llevé las manos a la cara, ¿por qué me pasaba eso a mí?, ahora sí que el destino me
había jugado una broma demasiado macabra, de todas las posibilidades que había de
encontrármelo, jamás me imaginé que fuera con mi novio y mucho menos que se
conocieran, pero, ¿de dónde?, yo conocía a todos los amigos y compañeros de Jacob,
tendría que tratarse de algún cliente.

Y lo peor, era no tener la menor idea de lo que pasaba por su mente, aparte de
empresario, ¿sería actor?, ¿cómo podía tener el rostro sin ninguna expresión?, ¿acaso
sabría que me encontraría aquí?, no, por supuesto que no, aunque conociera a Jacob y
supiera que tenía novia, no había forma de que supiera que yo era precisamente esa
novia, además, no me habría llamado si hubiera sabido que estaría aquí.

Me acerqué al lavabo y dejé correr el agua, mojé mis manos y las puse en mi nuca y
luego me mojé la cara, tomé varias toallitas de papel para secarme, estaba pálida como
una hoja de papel, ¿cómo fui tan tonta para creer que ese jueguito iba a continuar por
tiempo indefinido? Es tan típico que, cuando siempre te portas bien, el día que haces
algo indebido te sale mal. Tocaron a la puerta y eso me hizo salir de mis pensamientos,
tiré las toallitas al bote.

– Bella, ¿estás bien? – preguntó Jacob del otro lado.


– Sí, todo bien.
– ¿Quieres que nos vayamos?
– No, te digo que fue la cerveza, pero ya se me paso – respondí abriendo la puerta.
– Estás muy pálida, ¿seguro que te sientes bien?
– Sí, creo que se me bajó la presión, pero no te arruinaré – dije poniendo mi mano en su
mejilla – esta noche – agregué ocultando el verdadero trasfondo de ese comentario.

Él sonrió, me dio un ligero beso en los labios, me tomó de la mano y nos dirigimos a
nuestros lugares. Edward estaba parado frente a la mesa preparando unas bebidas, una
chica estaba a su lado platicándole muy entusiasmada, era un poco bajita, de tez
levemente oscura, ojos cafés, cabello castaño que le llegaba debajo de los hombros y
con una gran sonrisa, traía unos jeans y un jersey de los Gigantes, al parecer era fan del
equipo. Vi que le acaricio el cabello a él y los celos me inundaron, pero, ¿cómo podía
estar celosa?, era seguro que él tuviera a alguien en su vida. Nos acercamos y la chica
saludo a Jacob.
– ¡Hola!, que bueno que viniste – exclamó entusiasmada saludándolo de beso en la
mejilla.
– Hola, mira, te presento a mi novia Bella, amor, ella es Jennifer.
– Mucho gusto Bella, moría por conocerte, no sabes lo bien que se expresa este hombre
de ti, te tiene en un altar – dijo abrazándome como si fuéramos grandes amigas.
– Mucho gusto – respondí sintiéndome asfixiada.
– ¿Les sirvo algo? – preguntó Edward mientras le daba un vaso a Jennifer obligándola a
soltarme al fin.
– Yo quiero un whisky en las rocas – dijo Jacob de inmediato.
– Yo un jugo de naranja, por favor.

Vi como preparaba el whisky y luego tomó otro vaso y el jugo de naranja.

– ¿Hielo? – me preguntó mirándome.


– No, gracias – respondí esquivando la mirada.

Sirvió el jugo y tomó ambos vasos, a Jacob le entregó el suyo y a mí, el mío, rozando
mis dedos cuando lo tomé, provocando que sintiera un escalofrío, vi que esbozo una
sonrisa traviesa, sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí.

Tomó a Jennifer de la mano y caminaron a sus asientos, dejé que Jacob me abrazara y
caminamos detrás de ellos, nos sentamos a su lado, Jacob junto a Edward, yo quedé en
una esquina y miré al campo de juego, no tenía idea de lo que estaba pasando ahí, pero
tenía que tratar de distraer mi mente. No sabía que iba a pasar ahora, era un hecho que él
juego entre él y yo había terminado, las dos primeras reglas estaban quebrantadas
totalmente, la tercera ya no importaba, era la más difícil de romper.

Los minutos pasaban lentamente, cada que detenían el reloj en el juego mi corazón se
detenía porque eso extendía la agonía de estar ahí, a tan sólo un asiento de distancia.
Estaba a punto de pedirle a Jacob que nos fuéramos, pero la parte masoquista de mí no
quería irse, lo más probable es que fuera la última vez que lo viera y quería guardar esos
recuerdos, su sonrisa natural, tan encantadora como la retorcida, sus gritos por la
emoción del partido, era un chico normal, que disfrutaba de la vida.

Cuando los Gigantes anotaban Jennifer lo abrazaba emocionada, se sentía una conexión
especial entre ellos y por un momento deseé ser ella, yo conocía al amante, pero ella
conocía al hombre y eran afortunada por eso, no estaba limitada a ninguna regla y
disfrutaba de ambas facetas, la sonrisa en su rostro me lo demostraba y yo sabía
perfectamente lo que Edward te hacía sentir en la cama. Sentí que iba a romper en llanto
y fui al baño otra vez.

Me mojé de nuevo la cara, no podía llorar, no debía, había sido una aventura que no
podía tener un final feliz, quise jugar con fuego y me quemé, ¿por qué me afectaba tanto
que tuviera novia?, yo tenía a Jacob y a Edward parecía no importarle, estábamos bajo
las mismas condiciones, “la vida es un equilibrio y no podemos ir en contra de eso”,
¿acaso a esto se refería?, ¿él y yo estábamos buscando un equilibrio en nuestras vidas
amorosas? Suspiré apoyada en el lavabo, después salí del baño y me acerqué a la mesa a
servirme otro jugo.
– ¿Disfrutando del partido? – susurró en mi oído erizando mi piel, pero, ¿qué pretendía?
– No tanto como tú – respondí sin mirarlo tratando de calmar los latidos de mi corazón.
– ¿No te emociona tanto porque tu novio no está en el terreno de juego? – volteé a verlo
más que sorprendida – él me contó que jugaba cuando iba en la prepa.
– ¿De dónde lo conoces? supongo que dadas las circunstancias te puedo preguntar lo
que quiera – dije dándome la vuelta para enfrentarlo, pero dejé una mano en la mesa y la
otra me la puse en la cintura.
– Hace un par de semanas cerramos un negocio – dijo sonriendo, quizá por mi
comentario anterior – por cierto, es muy talentoso con los números… y ya veo que para
otra cosa también – agregó poniendo su mano en la mesa y rozando la mía, pero yo la
retire nerviosa.
– ¿Por qué me llamaste en la tarde?, no me digas que no sabías que vendrías aquí.
– No pensaba hacerlo – puso su pie pegado al mío – pero, en vista de que no estabas
disponible, no tuve otra opción, jamás me imaginé que tu compromiso fuera este.
– La vida es un equilibrio – dije irónicamente – no me la paso teniendo sexo todo el día
– agregué un tanto seria.
– Yo tampoco – dijo muy sonriente – aunque… con cierta “desconocida” de ojos color
marrón con la que estuve toda la noche del viernes – se acercó a mi oído – sí podría –
agregó en tono sensual disparando todos mis sentidos.
– Basta de juegos… eso no puede continuar, tus reglas están rotas – aseguré
haciéndome para atrás.
– En ese caso… disfruta de este otro juego – soltó una risita – es decir, del partido – me
guiñó un ojo y luego caminó hacia su lugar.

Yo me quedé ahí parada, sosteniéndome del filo de la mesa, tratando de regular mi


respiración, ¿qué se traía entre manos?, cómo podía ser tan cínico de coquetearme de
esa manera cuando su novia estaba ahí y además Jacob, ¿acaso no le importaba que se
dieran cuenta?, ¿ahora ese era su juego? Moví la cabeza y me fui a mi lugar.

El partido terminó, ganaron los Gigantes y Jennifer propuso ir a cenar, para celebrar,
pero yo les dije que me dolía la cabeza y que mañana tenía que estar muy temprano en
la oficina para armar una nueva campaña.

– Ni modo, tú te lo pierdes – dijo Jennifer sonriendo – en verdad me dio mucho gusto


conocerte – agregó mientras yo pensaba si le daría el mismo gusto saber que me había
revolcado con su novio en más de una ocasión.
– El trabajo es primero, ya habrá oportunidad de convivir en otra ocasión – intervino
Jacob haciendo que yo entrara en pánico, no, yo no podía volver a convivir con ellos.
– Viejo, es bueno trabajar, pero no olvidándose de la diversión – dijo Edward
mirándome.
– Tú porque eres millonario, pero uno que es un simple mortal tiene que echarle todas
las ganas al trabajo para conseguir lo que uno quiere – rebatió Jacob.
– El dinero no lo es todo Jacob, hay que darse tiempo para los placeres que la vida nos
da o, ¿tú qué opinas… Bella?
– Que la vida es un equilibrio – repetí desviando mi mirada.
– ¿Lo ves Jacob?, no todo puede ser trabajo.
– Tienes razón Edward, tienes razón, otro día vamos a cenar.
– Un viernes por ejemplo, para así no tener que levantarse temprano al otro día –
propuso Jennifer que sostenía a Edward de un brazo.
– Claro – dijo Jacob titubeante.
Nos despedimos, Jennifer volvió a abrazarme mientras Jacob y Edward hacían lo
mismo, definitivamente algo le debía a la vida y ahora me lo estaba cobrando muy caro.
Me despedí de mano de Edward que me regaló otra de sus sonrisas y abracé a Jacob
mientras caminábamos al auto. Agradecía que al fin pudiéramos estar solos porque así
podría buscar las respuestas que Edward no me daría.

– ¿Son geniales, verdad? – exclamó Jacob al subir al auto, que bueno que él había
sacado el tema, así no me vería tan obvia en mis preguntas.
– Sí, ¿cómo fue que los conociste?
– Hace un par de semanas, Edward fue a la casa de bolsa y ya sabes cómo es Sam, de
inmediato me lo mando, estuvimos hablando de negocios y el día que firmamos el
contrato fuimos a cenar y llevó a Jennifer.
– ¿Es su novia?
– Pues a mí me la presentó como su amiga, creo que se conocen hace muchos años, pero
quizá son amigos con derechos.
– Quizá – dije mientras miraba hacia la noche.

En el trayecto a mi departamento me quede dormida, Jacob me despertó suavemente


cuando llegamos, adormilada le di un beso y bajé de su auto. Al entrar a mi habitación
pudo más mi curiosidad que mi cansancio, así que encendí la lap y mientras tanto me
puse la pijama. Una vez conectada a internet me metí a Google, quizá encontraría
alguna información de él. Con los dedos un poco temblorosos tecleé su nombre y
aparecieron varias páginas, entré a una donde estaba una especie de biografía.

Edward Cullen
Nació el 20 de junio de 1982 en la ciudad de Chicago, Illinois. Segundo hijo del
matrimonio conformado por Carlisle Cullen, uno de los mejores y más prestigiados
neurocirujanos de Estados Unidos, y Esme Cullen, reconocida pintora a lo largo del
mismo país. Su hermano mayor, Emmett es jugador profesional de futbol americano,
forma parte del equipo de Pieles Rojas de Washington. Su hermana menor, Alice acaba
de graduarse de una prestigiada escuela de diseño de modas de París.
De niño tomo clases de piano, pero siempre mostró su inquietud por los negocios.
Estudió en las escuelas más prestigiadas del país y siempre obtuvo las mejores
calificaciones. Es egresado de la universidad de Harvard donde cursó Administración de
empresas y cuenta con una maestría en Economía de la misma institución.
Actualmente es dueño de una pequeña cadena de hoteles que inició con el Rose Imperial
de la ciudad de Nueva Jersey, donde radica por temporadas, su residencia oficial está en
Seattle, muy cercana a la de sus padres y también tiene una casa de descanso en Las
Vegas.
Desde temprana edad mostró su inquietud por las chicas, ganándose a pulso en la
preparatoria y en la universidad la fama de conquistador que ahora lo ha llevado a ser
considerado el soltero más codiciando del medio en el que se desenvuelve.
Es socio y vicepresidente de la fundación que inició hace 15 años su padre, la cual se
dedica a ayudar a personas con enfermedades terminales.

Eché un vistazo en otras páginas y, en una de sociales, había fotos de la boda de su


hermano, me sorprendió ver que estaba casado con una de las más importantes modelos
del país, Rosalie Hale, quien era la imagen exclusiva del nuevo perfume del que había
estado eligiendo las fotos hace pocas semanas.
Y donde casi me caigo de la silla fue cuando mi mente proceso que su hermana es nada
más y nada menos que Alice Cullen, la nueva diseñadora a la que le estábamos
organizando el evento del lanzamiento de su línea de ropa y que sería el jueves de la
semana siguiente precisamente en uno de los salones del Hotel Rose Imperial.

Capítulo 9: Rompiendo Las Reglas.

Otra vez te cruzaste en mi vida y sin avisarme


No lo puedo negar
Mis labios se muerden por volverte a sentir
Es tan fácil decirle a mi vida que mire a otro lado
Lo difícil es que ande derecha y no busque el pasado
Tú te acercas y veo en tus ojos aquel buen amante
No te quiero mirar
Pues tú me provocas sin intensión
Tú sigues siendo mi ardiente tentación

Parecía ser un chico ejemplar, a excepción de su fama de playboy, “algún defecto


debería de tener, nadie es perfecto”, me dije en voz alta. Me llevé las manos a la cabeza,
sin poder dar crédito a que él fuera el dueño del hotel donde me citaba, ahora
comprendía muchas cosas, porque siempre íbamos a la misma habitación, porque sabía
lo de las cámaras en los elevadores y lo del servicio a cuarto las 24 horas.
No podía ser cierto lo que me estaba pasando, toparme con un desconocido que resultó
tener más lazos conmigo que los que jamás imaginé, no sólo era cliente de mi novio
sino que su hermana era cliente de la agencia y a pesar de que Audrey era quien llevaba
esa cuenta, yo tenía que estar también en el evento, parecía que el destino se empeñaba
en complicarme la vida.

Esa noche casi no pude dormir, tenía demasiadas dudas en mi cabeza y debía reconocer
que una gran parte de mí iba a extrañar esos encuentros, pero me quedaba claro que ya
no podían ser, no cuando él conocía a Jacob y cuando yo había comprobado que tenía a
alguien en su vida, cualquiera que fuera la relación que llevaran, una cosa era tener la
sospecha y otra muy diferente corroborarlo de primera mano, además ella era una buena
chica, hasta podríamos ser amigas.

Al día siguiente llegue muy temprano a la oficina, tenía que mantener mi mente
ocupada lo más que pudiera o me volvería completamente loca. Como a la media hora
llegó Audrey que se sorprendió de verme ahí a esa hora.

A mediodía me llamó Kate para contarme que había peleado con Steve, al parecer su
relación se estaba acabando de a poco, me llamó muchísimo la atención algo que me
dijo “ahora entiendo que todo debe ser equilibrado, ni puro amor ni puro sexo, lo ideal
es una combinación de ambas cosas, tómalo en cuenta Bella para cuando te cases, el
deseo no es suficiente, si no hay amor en algún momento se termina la pasión”. Me
quedé pensando en sus palabras y tenía razón, yo tenía el amor de Jacob y la pasión de
Edward, ambos me daban el equilibrio, pero separados la balanza se inclinaba hacia
alguno de los lados, que difíciles son las relaciones humanas.

Los días se me habían pasado volando, a pesar de que no dormía mucho y sentía la
necesidad de llamar a Edward, pero ahora no podría resistir que su celular me mandara
al buzón, además él no daba ninguna señal de querer estar conmigo y yo no iba a rogarle
ahora que ambos sabíamos quiénes éramos en realidad.

Me miré al espejo después de terminar de arreglarme, hoy era la fiesta del lanzamiento
de la línea de ropa de Alice Cullen y ella se había empeñado en que Audrey y yo
vistiéramos uno de sus modelos. Mi amiga eligió el más atrevido, yo me quedé con uno
verde que me llegaba justo arriba de la rodilla, tenía descubierta la espalda y se unía por
el cuello en una tira que bajaba por ambos lados al frente, así que tenía un escote, era un
poco volado y de una tela finísima. Me coloqué encima la estola verde también, tomé
mi bolso y salí rumbo al conocido hotel que no había pisado hacía dos semanas, claro
que el propósito de esta visita era muy diferente.

Fui la primera en llegar, me aseguré que todo estuviera en orden, la plataforma para el
desfile estaba lista, las sillas acomodadas, la enorme mesa con los bocadillos y las
bebidas, el lugar donde se colocaría la poca prensa que habría, los meseros
perfectamente vestidos, un chico estaba haciendo la prueba de sonido, todo iba
marchando de acuerdo a lo planeado. Minutos después llegó Audrey y dimos las últimas
indicaciones a las edecanes que recibirían a los invitados.

– ¿No va a venir Jacob? – me preguntó Audrey mientras se retocaba el maquillaje.


– No, tuvo que viajar a San Francisco, creo que regresa el sábado.
– Ah ok, hace mucho que no lo veo.
– Yo también, bueno, desde el domingo que fuimos al cine, y tú, ¿por qué no invitaste a
Nick?
– Tenía otro compromiso.

Alrededor de las siete empezaron a llegar los asistentes y mis piernas me temblaron al
ver entrar a Emmett y Rosalie, señal de que Edward en algún momento se presentaría,
era lógico que toda la familia estuviera presente y yo me debatía por dentro, a una parte
de mí le daba miedo volver a verlo, pero la otra se moría de ganas de mirarlo aunque
fuera a lo lejos.

Minutos después arribaron el Dr. Cullen y su esposa Esme, y me dio tanta tristeza al
verlos tomados de la mano, sonrientes, felices y orgullosos, deseé que Renee y Charlie
algún día se hubieran visto así, pero ni siquiera podían hablarse por teléfono, es más ni a
mí me llaman por sus múltiples ocupaciones, según.

Un mesero pasó y de la charola tomé una copa de champagne que me bebí de un solo
trago, necesitaba valor para el momento que inevitablemente ocurriría. La siguiente en
llegar fue precisamente Alice, de la mano de su novio, del que no recordaba su nombre,
pero que extrañamente su rostro me resultaba familiar, se parecía a alguien que conocía
pero no sabía a quién. De inmediato los fotógrafos se acercaron a ellos y ambos
posaron, ella con una gran sonrisa y él un poco tímido, se veía que no estaba
acostumbrado a las cámaras.

Siguieron llegando más invitados, incluido Scott que iba con su esposa, de inmediato
me acerqué a saludarlos y él me felicitó por lo bien que el salón lucía y por toda la
organización del evento, tuve que recordarle que lo había organizado en conjunto con
Audrey, pero él me sonrió y me dio unas palmaditas en el hombro. Me quedé platicando
un buen rato con ellos y me bebí otra copa de champagne.

Después Alice se acercó a Audrey y a mí y nos saludo con un gran abrazo, de inmediato
noté el hermoso anillo de oro, con un diamante al centro, que portaba en su dedo anular
de la mano izquierda, debía ser de compromiso, sin duda.

– Muchas gracias chicas, todo está espectacular.


– No tienes nada que agradecer, es nuestro trabajo y lo hacemos con gusto – respondió
Audrey.
– Y los vestidos les quedaron perfectos, ustedes también van a pasar a modelar, ¿eh?
– No Alice, de ninguna manera, te lo agradezco, pero no hay forma alguna de que yo me
suba a esa plataforma – dije un tanto seria y con miedo.
– Pero si te ves hermosa Bella, aunque yo había pensado que te pusieras el vestido rojo,
no es que se te vea mal a ti Audrey, para nada, pero los elegí pensando en sus
respectivas personalidades.
– Por eso yo traigo el rojo, Bella es muy tímida y quiere pasar desapercibida.
– Pues yo percibo en ella un lado muy sensual que debería explotar – aseguró
guiñándome el ojo.
– Alice, que cosas dices – exclamé muerta de la vergüenza, con la cara roja como
tomate, si supiera cuanto había explotado esa parte con su hermano.
Entonces, vi que los fotógrafos corrían a la puerta y volteé motivada por la curiosidad y
lo vi entrar, Edward Cullen en todo su esplendor, vistiendo un smoking y corbata negra
de moño, con una camisa blanca, el cabello un poco más arreglado que de costumbre,
pero sin perder su toque, era un monumento a la belleza masculina. Mi corazón empezó
a latir a toda prisa mientras lo veía posar junto a Jennifer, quien lo tenía tomado por un
brazo, no pensé que vendría con ella, pero claro, no podía llegar solo tampoco.

Me excusé con Alice al ver que caminaban directamente a ella y me fui a meter a la
cocina, con el pretexto de ver si ya tenían listos más bocadillos. Me quedé ahí varios
minutos hasta que escuché que el maestro de ceremonias le pedía a la audiencia que
tomaran asiento porque estaba por empezar el desfile. Salí a ocupar mi lugar y en el
camino me atajó Jennifer.

– Bella, ¡que sorpresa verte aquí!, ¿y Jacob? – exclamó abrazándome.


– No pudo venir, está en un viaje de negocios – respondí al separarnos.
– Ese hombre no cambia, no sabía que eras amiga de Alice.
– No lo soy, yo trabajo en la agencia de publicidad que organizó toda la promoción del
evento y de la línea de ropa.
– ¿En serio?, ¿eres la responsable de los espectaculares que hay en la calle?, te felicito,
están geniales.
– Bueno, en realidad mi compañera Audrey es la que lleva la cuenta, yo sólo estoy
como apoyo.
– Buenas noches – dijo Edward parándose a su lado y pasé saliva al verlo.
– Buenas noches – respondí con voz ronca por la impresión.
–No pensé encontrarte aquí – agregó extendiéndome la mano para saludarme.
– Soy una de las encargadas de la logística del evento – dije estrechándole la mano que
me acarició sutilmente con su dedo pulgar.
– Felicidades, el salón luce de maravilla – dijo mirándome de pies a cabeza.
– Gracias, pasemos a tomar asiento, el desfile ya va a comenzar – agregué nerviosa
soltando mi mano de la prisión de la suya.

Me senté en una fila delante de ellos, en diagonal, el presentador anunció a Alice y ella
subió y dio las palabras de bienvenida, agradeció a todos los presentes, incluida su
familia y su prometido Jasper Hale, ahí supe porque su rostro me era familiar, era
hermano de Rosalie, vaya sorpresa, supuse que por ella lo conoció.

El desfile dio inicio y yo sentía las insistentes miradas de Edward, eso me ponía más
nerviosa y cuando volteaba a mirarlo me sonreía seductoramente. Hubo un momento en
el que ya no resistí y hui de ahí, me metí a la bodega que se había adecuado como
vestidor para las modelos y en la cual había un caos con gente entrando y saliendo. Me
senté en un sofá, que había en una esquina, tratando de guardar la compostura, puse mis
codos sobre mis rodillas y me llevé las manos a la cara cubriéndome los ojos.

– ¿Cansada o nerviosa? – escuché que me dijo con su hermosa voz.


– Cansada, ha sido una semana muy pesada – respondí después de aclarar mi garganta,
levantando la cara, estaba parado frente a mí, sonriéndome.
– Necesitas relajarte – dijo poniendo su mano en mi hombro y apretándolo suavemente,
¿por qué insistía en torturarme?
– Gracias por el consejo, lo tomaré en cuenta – dije mirando hacia el suelo, conteniendo
mi respiración.
– No es un consejo – deslizó su mano por mi brazo – es una invitación – agregó y bajó
hasta llegar a mi mano que tomó.
– ¿Estás loco?, afuera hay un mundo de gente, incluida tu familia y tu novia, no voy a ir
a esa habitación arriesgándome a que alguien nos vea – exclamé tratando de soltarme,
pero no lo conseguí.
– La gente está muy entretenida con el desfile, incluida mi familia y mi amiga, además
jamás mencione subir a la habitación – dijo mientras me hacía ponerme de pie – hay
otros lugares, usemos la creatividad – agregó apretando mi mano.
– ¿Y qué paso con tus reglas? – pregunté tratando de controlarme.
– Ya son obsoletas, claro que si quieres, se pueden poner unas nuevas.

Comenzó a caminar y no me había percatado que al fondo había una pequeña puerta, la
abrió y me hizo entrar. Me di cuenta que era una pequeña bodega donde guardaban
cosas para el aseo. Entró y cerró la puerta, quedamos completamente a oscuras, sólo se
colaba un poco de luz por debajo de la puerta y sentí miedo, la adrenalina estaba
subiendo a mi cabeza, pero temía que alguien pudiera abrir la puerta.

Sentí sus manos en mi cintura, atrayéndome a su cuerpo y su boca besándome


desenfrenadamente, con hambre y le correspondí de la misma forma, había extrañado
tanto esos besos, aunque este era más intenso, mi cuerpo de inmediato se encendió, ese
hombre era mi perdición. Subió lamiendo al lóbulo de mi oreja mientras una de sus
manos apretaba mi nalga por encima del vestido, un jadeo se me escapó, su cuerpo
estaba reaccionando de la misma forma que el mío. Mis manos se movían hacia su
pantalón para desabrochárselo, las suyas subieron presurosas por mis muslos y las
deslizó por debajo del vestido, alcanzó mi ropa interior y comenzó a bajarla, le ayudé a
deshacerme de ella con las piernas.

Me recargó en una especie de estantería y sus dedos se dirigieron a mi parte íntima que
comenzó a frotar en tanto yo lograba por fin desabrocharle el pantalón, se lo bajé un
poco al igual que su bóxer y acaricié su erección. Segundos después, él se separó lo
necesario para ponerse el condón, mientras yo sentía mi respiración agitada. Sentí que
colocaba su miembro en la entrada de mi sexo y yo subí una pierna y la coloqué en su
cadera. Él me ayudó, poniendo su mano en mi muslo mientras lo sentía entrar en mí con
fuerza, me mordí el labio para no gritar, él se movía en mi interior ávidamente y al
mismo tiempo me besaba para silenciar los gemidos que no podíamos reprimir, mis
manos estaban aferradas a su espalda por debajo de la camisa que había desabrochado a
la mitad. Rompimos el beso para respirar.

– ¿Me extrañaste? – susurré con la voz entrecortada.


– No tienes idea cuanto – respondió en mi oído con su voz distorsionada.
– Muéstrate que tanto – agregué apretando su espalda.

Él acelero más sus movimientos mientras lamía mi cuello, yo seguía aferrada a su


espalda y la acariciaba, él me apretaba el muslo y su otra mano estaba en mi cintura,
volvimos a besarnos ansiosamente, después nos separamos y lamí su cuello.

– Te extrañé tanto Bella – susurró en mi oído mientras seguía moviéndose en mi


interior.
– Repítelo – pedí vuelta loca porque había pronunciado mi nombre.
– Te eché muchísimo de menos… Isabella.
Odiaba que me llamaran así, pero en su boca fue como música para mis oídos y sentí
como una intensa corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo al llegar al éxtasis total y
ahogué el gemido en su cuello.

– Yo también te eché de menos… Edward – en ese instante sentí como llegaba él al


orgasmo mientras me besaba con fiereza para evitar gritar.

Después se separó de mis labios y puso su cabeza en mi hombro, sentí su tibio aliento
en mi piel y lo sujeté con más fuerza, su miembro seguía dentro de mí y él me abrazó
fuertemente tratando de controlar su respiración al igual que yo.

Capítulo 10: Una Invitacion Inimaginable.

Sólo había soñado con esto


¿Cómo se siente en mis brazos?
¿Lo quieres?, ¿lo necesitas?, ¿lo puedes sentir?, dime
Tengo el presentimiento que esto es algo fuerte
Todo lo que quiero es seguir adelante
Sin preguntarme más adónde pertenezco
Así que nunca te vayas
Porque tú y yo somos un placer culpable
Nadie más lo ha sabido jamás
Parece que es ahora o nunca
No quiero estar sola

– Debemos regresar al desfile – dije en voz baja.


– ¿Siempre eres así de responsable? – replicó en tono serio.
– Incluso más.
– Escapémonos, te aseguro que nadie se dará cuenta.
– Ni pensarlo, es la gran noche de tu hermana.
– Podrá perdonarme.
– ¿Siempre eres así de terco?
– Incluso más.
– En serio debemos regresar, para mi es trabajo y mi jefe está aquí – insistí poniendo
mis manos en su pecho obligándolo a separarse, aunque sentí un hueco enorme cuando
finalmente salió de mí.
– Está bien, tú ganas esta vez – dijo entregándome mi ropa interior.

Nos arreglamos las ropas en silencio y le dije que yo saldría primero, no estuvo muy de
acuerdo, pero aceptó, no entendía porque era tan descarado. Abrí la puerta y me asomé
sigilosamente, me dispuse a salir de ahí y Edward me dio una cariñosa nalgada que me
hizo sonrojar, no quise voltear a verlo porque seguro aceptaría escaparme con él y tenía
que recordar que estaba en horas de trabajo. Me fui directo al baño a retocarme el
maquillaje y ponerme perfume, una amplia sonrisa había en mis labios, él había dicho
mi nombre y yo el suyo, no más reglas y eso me entusiasmo sobre manera, aunque en
realidad no sabía que pasaría de ahora en adelante.

Llegué al salón y ocupé mi lugar, pocos minutos después llegó Edward muy sonriente y
se sentó al lado de Jennifer, ella se recargó en su hombro, eso no me agradó mucho,
esos dos tenían algo, era demasiada la confianza que se tenían y el acercamiento,
además llegó con ella a un evento familiar, uno no lleva a cualquier persona a convivir
con la familia, ahí entendí que no debía emocionarme más de la cuenta y si seguíamos
teniendo algo él y yo, sería oculto, sin que nadie lo supiera.

El desfile terminó y Alice nos agradeció a Audrey y a mí, nos pusimos de pie y todos
nos brindaron un fuerte aplauso, Edward hasta se puso de pie muy entusiasmado. Scott
estaba sumamente orgulloso aplaudiendo también. Empezó la fiesta y todo mundo se
dirigió a la mesa de los bocadillos.

– ¿Dónde estabas Bella? – preguntó inquisidoramente Audrey.


– Fui a ver a las modelos.
– Que raro, yo fui allá y no te vi.
– Es que también fui al baño.
– Ah, ok – respondió no muy convencida.

Moví la cabeza negativamente cuando la vi ir a saludar a un chico que la miraba, yo me


acerqué a la mesa y busqué algún bocadillo que no estuviera mezclado, pero como no
encontré ninguno tomé un pedazo de queso y le di una pequeña mordida.

– Uf, no hagas eso en mi presencia… me trae muy gratos recuerdos – dijo Edward
detrás de mí y casi me atraganto, tomé una copa y bebí.
– Quieres provocarme un infarto, ¿verdad? – exclamé volteándome para encararlo.
– Tú también a mí, no tienes idea de lo sensual que te ves comiendo.
– Estás loco – dije mirando hacia el techo.
– Puede ser, pero, ¿a poco no te fascina? – exclamó guiñándome un ojo.
– Pero, ¿ustedes se conocen? – dijo de pronto Alice parándose frente a nosotros y no
supe que decirle, entré en pánico al pensar que hubiera escuchado el comentario de
Edward, pero pensé que no tendría esa sonrisa en el rostro.
– Sí, estuvimos juntos un semestre en la universidad – respondió él muy seguro.
– Yo siempre he dicho que el mundo es un pañuelo, jamás me imaginé que fueras amiga
de Edward, no te ofendas hermanito, pero tienes unas amistades – dijo dándole
palmaditas en el hombro – no lo digo por Jennifer, ella es aparte, pero te he conocido
cada “amiguita” – agregó mirando hacia arriba.
– Bueno, en realidad no somos amigos, no nos habíamos visto desde ese entonces – dije
siguiéndole el juego.
– Pero las amistades se pueden retomar, ¿verdad hermanita? – dijo abrazándola
cariñosamente – además aquí entre nos Alice, si no fuera porque le ayude en
matemáticas Bella aún no se graduaría.
– ¿No me digas que ella era la que te regalaba esos deliciosos chocolates?
– La misma – respondió muy seguro dándome una mirada de complicidad.
– Sí, es que mi mamá trabajaba ahí y siempre llevaba, pero como a mí no me gustan,
prefería dárselos a él en pago a sus clases, en lugar de…
– Te dije desde un principio que jamás aceptaba dinero de las mujeres, ni siquiera
pensaba cobrarte, tú insistas en regalármelos – interrumpió mirándome seriamente.
– Ay sí Edward, como si desconociera la forma en que te cobrabas, fui a la misma
preparatoria que tú, ¿recuerdas?, creo que aún sigue ahí tu fama, por eso ella me caía
bien, porque nunca sucumbió ante tus encantos.
– Más bien dirás que te encantaban los chocolates.
– También, pero eso es aparte, definitivo, Bella, tienes que ir a mi boda, no voy a
permitir que este hermano mío vaya con nadie más que no seas tú.

Yo me quede paralizada y abrí los ojos como platos, no podía expresar palabra alguna,
una cosa era seguirle el juego de que nos conocíamos desde antes, con tal de ocultar la
verdad que su familia ignoraba y otra muy diferente era llevar la farsa hasta esos
extremos, yo no podía ir a esa boda y no creía que él tampoco lo quisiera, lo más
probable es que ya hubiera invitado a alguien para acompañarlo.

– Genial idea hermanita, como me tienes sentenciado, no he invitado a nadie.


– Es que es la boda de tu única hermana y no quiero un escándalo como en la de
Emmett – puso su mano en mi brazo – no sabes Bella la vergüenza que nos hizo pasar la
tipa con la que fue a la boda de mi hermano mayor, se puso a bailar cual bailarina
exótica a mitad de la fiesta y a quitarse la ropa, obvio los hombres estaban encantados,
pero los papás de Rosalie, o sea, mi cuñada, casi piden la anulación del matrimonio ahí
mismo, mi papá tuvo que hablar con ellos y tranquilizarlos, claro, después de que
sacaron a la susodicha, que por cierto, estaba pasadita de copas.
– Que exagerada eres Alice, no fue para tanto.
– ¿Ah, no?, ¿quieres que ahorita vaya por Emmett y Rosalie para que se lo confirmen?
– No es necesario hermanita, ese no es el punto.
– Así que comprenderás, Bella, que obvio no voy a dejar que vaya a la mía con
cualquiera, es mucho mejor que asista con una vieja amiga, además tú eres una chica
linda, responsable y muy decente.

Yo seguía sin poder hablar, si Alice supiera cómo había conocido en realidad a su
hermano y lo que acabábamos de hacer hace un par de horas, no me tendría en tan buen
concepto y mucho menos me invitaría a su boda, quizá debía decirle la verdad para que
se le quitara esa idea de la cabeza. Y lo peor es que Edward me miraba divertido y con
una sonrisa triunfante, en definitiva ese hombre disfrutaba con mi sufrimiento, yo le di
otro sorbo a mi copa antes de hablar.

– Gracias Alice, pero…


– Ningún pero, no voy a aceptar una negativa de tu parte, la boda es en dos meses y ahí
te quiero ver, por cierto, no veo a mi novio, iré a buscarlo – dio dos pasos y se volteó a
verme – no excusas Bella – agregó y me guiñó un ojo.
– Es una lástima que no te guste el chocolate, se me había ocurrido una idea genial –
dijo pícaramente y después tomó un bocadillo.
– Pero, ¿cómo puedes decirme eso después de lo que acaba de decirme tu hermana? –
pregunté angustiada, ¿que acaso él no podía pensar en otra cosa que no fuera sexo?
– No hay nada que decir al respecto – se llevó el bocadillo completo a la boca.
– ¿Perdón?, tu hermana cree que nos conocemos de años, que soy casi un modelo a
seguir y encima parece estar empeñada en que vaya a su boda con–ti–go.
– Así es Alice, cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay poder humano que se la
quite, pero yo no le veo mayor problema a lo que te dice, mejor que siga pensando que
eres un modelo a seguir, y en cuanto a la boda, vamos y ya.
– ¿Y lo dices tan tranquilo?, se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio.
– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de
semana – aseguró irónico y serio, con una expresión en el rostro que no le había visto.
– ¿Y Jennifer?
– Que no es mi novia – exclamó molesto y tomó una copa que se bebió de un trago.
– No, por supuesto que no – dije sarcástica.
– Piensa lo que quieras.
– Perfecto, entonces ve con ella a la boda porque yo no iré de ningún modo – aseguré.
– ¿Estás celosa? – preguntó mirándome a los ojos.
– Tú no tienes vergüenza de verdad – exclamé exasperada.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de Jennifer como tú lo estás de Jacob, ¿satisfecho? – respondí
irónica.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – exclamó ella acercándose a él y tomándolo del brazo, lo
bueno es que no era su novia, no sé que le haría si en realidad lo fuera.
– Con permiso, tengo que checar cosas en la cocina – dije y me alejé.
– ¿Qué le pasa? – escuché que Jennifer le preguntó.
– Nada mi niña, seguro está estresada por todo el evento.

Entré a la cocina y me dieron ganas de aventar los sartenes, es que no había conocido
hombre más cínico en toda mi vida, mira que negar y engañar a la novia en el mismo
lugar donde ella se encontraba. Me llevé una mano a la frente, es que yo no podía ser
más idiota, ¿qué me daba ese hombre que me hacía perder la cordura?, bueno, sí lo
sabía, el mejor sexo que había tenido jamás, pero no podía dejarme llevar por eso, debía
encontrar la forma de recobrar la sensatez.

Era lunes por la noche y yo seguía en la oficina, como iba a tomar un par de días libres
porque finalmente Jacob y yo nos iríamos de vacaciones, tenía que dejar todo listo en la
oficina. Estaba concentrada respondiendo unos mails cuando escuché que tocaron mi
puerta, giré la cabeza y casi me da un paro cardíaco cuando vi que era Edward.

– ¿Tú?, ¿qué haces aquí? – pregunté más que sorprendida.


– Buenas noches, yo muy bien, aunque no tanto como tú – exclamó con una gran
sonrisa entrando y se quedó de pie del otro lado del escritorio.
– Buenas noches Edward, ¿cómo estas?
– Que diferencia, primero los saludos y luego lo que quieras.
– Ahora sí me puedes decir a que debo el honor de tu visita.
– Alice me pidió que te entregara esto – respondió entregándome un sobre blanco en el
que estaba escrito mi nombre con una hermosa letra – le has caído de maravilla ya que
ha sido muy selectiva con los invitados no sé que le hiciste, pero te quiere ahí.
– Edward, pero yo… ¿tú quieres que yo vaya?
– Sería divertido, va a ser en Miami, imagínate, el mar, la playa, el sol, la arena, tú y yo
desnudos al anochecer – respondió mientras caminaba y se paraba junto a mí, recargado
en el escritorio, yo hice un poco la silla para atrás, nerviosa – además, Alice no te
perdonaría tu ausencia y sabe dónde encontrarte y no querrás conocerla enfadada, hasta
asusta a Emmett, así que imagínate.
– Trataré, pero la verdad no te lo aseguro.

Me dio una de esas sonrisas arrebatadoras que elevaba mi pulso a mil y entonces
recordé lo que había fantaseado con él en varias ocasiones, mi corazón se aceleró ante
semejante idea, no imaginé que pudiera cumplirla, lo bueno es que pasaban de las ocho
y no había nadie más en la oficina, salvo los vigilantes pero se encontraban en la planta
baja, así que decidí arriesgarme.

– Necesito ir a la oficina de mi jefe por unos papeles – dije para despistarlo, quería
tomarlo por sorpresa.
– Está bien, te espero.

Le di una pequeña sonrisa y salí, entré a la oficina de Audrey y le agradecí su vanidad


como nunca antes. Me miré en el espejo que tenía pegado detrás de la puerta y arreglé
un poco mi cabello, no sé para que con lo que tenía planeado hacer. Caminé de puntas a
mi oficina y lo vi sentado sosteniendo y mirando una foto mía con Jacob, se me había
olvidado que la tenía ahí. Cerré despacio la puerta de la oficina y le puse el seguro,
caminé tratando de no hacer ruido y cuando estuve a su lado, le quite el portarretratos de
la mano y lo puse con la foto hacia abajo sobre el escritorio.

Me miró y entonces yo me senté encima de él, con mis piernas a sus costados, me
sonrió sensualmente, adoraba esas sonrisas, puse mis manos sobre el respaldo de la silla
y lo besé apasionadamente, él me abrazó y comenzó a acariciar mi espalda, devorando
mi lengua, yo comencé a desabrochar su camisa sin dejar de besarlo y él me sacaba la
blusa de la falda, cuando lo logró, acarició la piel de mi espalda y sentí que movía sus
dedos para desabrochar mi blusa, pero lo frené.

Me hice un poco hacia atrás y la desbroché yo lentamente, él me miraba fascinado, con


la sonrisa retorcida, me abrí la blusa y desabroché el sostén, de casualidad me había
puesto uno que se abrochaba por enfrente, cuando destapé mis senos él comenzó a
besarlos, pasando su lengua por mis pezones, yo emití un suave jadeo y eché mi cabeza
hacia atrás por las sensaciones que me provocaban sus labios.

Subió mi falda y comenzó a retirar mi ropa interior, me puse de pie para quitármela por
completo y él saco un condón de la bolsa del pantalón, me sorprendía tanto que siempre
llevara uno consigo, no quise pensar en eso, sólo disfrutar del momento. Le quite el
condón de la mano, le desabroché el pantalón y me hinqué, me llevé su erección a la
boca y él emitió un gruñido delicioso, así que seguí absorbiéndoselo con delicadeza, su
cabeza la tenía hacia atrás y se lamía los labios gimiendo con sus dedos enterrados en
mis cabellos.
Cuando ya no aguanté más, le coloqué el condón y me monté en él emitiendo un
gemido cuando lo sentí dentro de mí, él levanto la cara, me tomó por nalgas y me ayudo
a subir y bajar mientras nos besábamos frenéticamente, yo tenía los ojos cerrados,
concentrada únicamente en las maravillosas sensaciones que me hacía sentir, me
fascinaba la forma en que se movía en mi interior. Nos separamos para respirar, pero
nuestros labios seguían juntos, jadeando, inundando nuestras bocas con el tibio aliento
que emanábamos. Le sujeté las manos y las enlacé con las mías colocándolas en los
costados de su cabeza.

– Me fascina cuando tomas el control – susurró con la voz entre cortada.


– Te haré mi esclavo, entonces – dije mientras me movía en círculos.
– Hazme lo que quieras… pero, no me dejes.

Le sonreí y seguí moviéndome, no quería engancharme en sus palabras, no cuando


estábamos teniendo sexo, en ese estado se dicen muchas cosas, pero no tienen el mismo
valor a cuando se dicen con los cinco sentidos bien puestos. Apreté más sus manos
cuando sentí que juntos llegábamos al orgasmo y recargué la cabeza en el respaldo de la
silla, él se soltó y me abrazó fuertemente.

– De verdad eres maravillosa – susurró en mi oído y una sonrisa apareció en mi rostro.

Capítulo 11: ¿Que Significa Esto?

No hay escape
No puedo esperar, necesito un golpe
Nene, dámelo
Eres peligroso y me encanta
Con una prueba de tus labios
Estoy en el camino
Eres intoxicante, estoy resbalando
Con una prueba del veneno del paraíso
Soy adicta a ti
¿No sabes que eres intoxicante?
Y me encanta lo que haces

Un repentino ruido nos hizo aterrizar de golpe en la realidad y me levanté a toda prisa,
con los dedos temblorosos me abroché el sostén y abotoné la blusa, abrí la puerta
despacio y sólo asomé medio cuerpo, era uno de los vigilantes que había subido a hacer
su rondín habitual.

– Buenas noches señorita Swan, ¿todavía por aquí? – dijo amablemente.


– Sí, terminando una campaña, pero ya casi me voy.
– ¿Quiere que le pida un taxi?
– No es necesario, gracias.
Me sonrió y caminó a los elevadores, yo apreté los ojos de miedo y cerré de nuevo la
puerta. Me di la vuelta y Edward estaba parado justo detrás de mí, con su dedo pulgar
delineó mis labios y luego acarició mi mejilla y bajó a mi cuello acariciándolo también.

– Debemos irnos, los policías estarán a la expectativa de mi salida, además, deben saber
que estás aquí.
– Dije que iba a otro piso, no saben que estoy aquí contigo, es una gran ventaja que las
ventanas de tu oficina tengan persianas, no se dio cuenta de mi presencia – dijo mientras
besaba suavemente mi cuello y acariciaba mi cintura.
– Edward, por favor – dije con un hilo de voz, mi cuerpo estaba reaccionando de nuevo
a sus caricias haciéndome perder la perspectiva de donde nos encontrábamos.
– Sólo una vez más, haré un viaje de negocios y no sé cuando pueda regresar a Nueva
Jersey, quizá nos veamos hasta el día de la boda – anunció lamiendo mi oreja en tanto
sus manos acariciaban mis senos por encima de la blusa.
– Aún no te he confirmado que iré.
– Con mayor razón, necesito hacerte mía una vez más esta noche.

Me besó apasionadamente mientras desabrochaba la blusa y la bajaba dejando al


descubierto mis hombros, dio pequeños besos en uno y después siguió por mi cuello y
paso hasta el otro hombro, yo tenía mis manos entre sus cabellos. Me cargó y me
depositó sobre el escritorio, como pude hice a un lado las cosas y tiré el portarretratos al
suelo, él se rio y sentí como separaba suavemente mis piernas para enterrar su cabeza y
besar mi parte más íntima. No pude reprimir el gemido al sentir como movía su tibia
lengua en mí, puso un dedo en mi boca y comencé a chupárselo para no gritar, estaba
totalmente envuelta en las magníficas sensaciones que me estaban provocando sus
besos, en esa parte tan sensible.

Sentí que iba a explotar y él se detuvo, yo lo miré casi con furia y él sólo me sonrió, se
colocó un nuevo condón, tomó mis piernas y entró en mí de golpe, moviéndose con
desesperación, gimiendo al unísono, lo veía morderse el labio inferior, totalmente
perdido en la excitación y en la lujuria del momento, gruñó cuando llegó al clímax, lo
que provocó que yo lo alcanzara instantes después y luego salió de mí.

El sonido de mi celular hizo que pegara un grito del susto y hasta me llevé la mano al
pecho, Edward se rió a carcajada abierta y yo le di una mirada de odio. Alcancé el
aparato y los colores se me fueron de la cara cuando vi que era una llamada de Jacob, no
quería siquiera imaginar que hubiera pasado si se le hubiera ocurrido llamar dos
minutos antes. No muy segura contesté, sabía que insistiría.

– Hola – dije conteniendo la respiración.


– Hola Bells, adivina donde estoy.
– Ni idea – no tenía cabeza ni para pensar del uno al cinco menos para adivinar.
– Afuera de tu oficina, marqué a tu casa, pero como no me contestaste supuse que
estarías aquí, te invito a cenar.
– Que sorpresa, en unos minutos bajo – dije nerviosa y le colgué.

Miré con pánico a Edward y comencé a abrocharme la blusa y metérmela en la falda.


Comencé a buscar mis pantaletas, pero no las veía por ningún lado, él estaba parado
cruzado de brazos viéndome seriamente, creo que había adivinado quien me había
llamado, yo levanté los hombros y moví la cabeza negativamente, él sabía
perfectamente de la existencia de Jacob, además, lo que había entre nosotros sólo era
sexo, aunque ya no existieran las reglas, al final del día lo único que nos unía era eso,
sexo sin compromiso ni ataduras.

– ¿Buscas esto? – preguntó mostrándome mis nada sexys pantaletas azules.


– Cómo te gusta hacerme sufrir – exclamé y levanté la mano para quitársela pero él
puso la suya detrás de su espalda – no es momento de juegos, tengo que irme ya.
– Pues vete, yo no te estoy deteniendo.
– Dame eso de una buena vez.
– No, quiero conservar algo tuyo hasta que vuelva a verte.
– Pero eso no – grité entre seria y asustada.
– ¿Por qué no?
– Por obvias razones que no quiero repetirte, dámelas ya y estoy hablando en serio.
– ¿O qué?, ¿vas a llamar a los policías?
– Ash, me estás desesperando en serio, ya déjate de juegos.
– Hasta luego Isabella, que pases buenas noches.

Comenzó a caminar y lo atajé en la puerta casi estampándolo en ella.

– Por favor, Edward – dije en tono suplicante, casi al borde de las lágrimas de
desesperación.
– Él te tiene completa, ¿qué más da que yo conserve esto?
– No, no me tiene completa y lo sabes, no te puedo dejar eso, al menos no hoy, otro día,
te lo prometo, cuando volvamos a vernos, te daré otra cosa hoy, por favor.
– ¿Y qué me darías a cambio?

Lo tomé de la mano obligándolo a caminar conmigo, no quería que se me escapara, se


veía molesto y quizá podría ser capaz de cometer una locura. Abrí el cajón de mi
escritorio con la mano que tenía libre, sin soltarlo, ahí tenía una pañoleta, la saqué y la
puse sobre el escritorio, tomé el pequeño perfume que estaba también en el cajón y le
rocié un poco a la pañoleta y se la di. Me sonrió y me entregó las pantaletas.

– Ah, se me olvidaba decirte, no uses vestido rosa ni lila para la boda – dijo en el
umbral de la puerta.
– No te he asegurado que iré.
– Buenas noches, Bella.

Salió y yo me coloqué rápido mis pantaletas. Jacob me llamó de nuevo y le aseguré que
ya bajaba. Fui al baño y me arreglé un poco el cabello, el maquillaje y me puse un poco
de perfume. Cuando subí al auto, Jacob me dio una mirada de reproche.

– Perdón, se atascó la impresora y no podía dejarla así, el servicio es muy caro.


– Está bien, ¿adónde quieres ir a cenar?
– No sé, ¿a ti que se te antoja?
– Comida china, ¿te apetece?
– Sí, vamos.

No hablamos mucho en el camino al restaurante, ni durante la cena, Jacob estaba


mensajeándose con un cliente, según me dijo, aunque se le escapan unas sonrisitas que
dudaba que un cliente se las provocara, quizá era lo que yo quería ver para no sentirme
tan culpable por engañarlo, después de todo iba a cumplir su promesa de irnos de viaje
solos los dos, sin trabajo de por medio, o, ¿lo estaría haciendo para acallar sus culpas
también?

Fui al baño y me miré al espejo, pensé que tal vez debería dejar a Jacob, no se merecía
lo que le estaba haciendo y ya una vez había intentado dejar a Edward y no había
funcionado, así que ahora me tocaba hacer la prueba con mi novio. Suspiré resignada, el
viaje sería la última oportunidad para tratar de salvar mi relación con él. Me llevó a mi
departamento y me dijo que nos veríamos hasta el jueves, que era cuando salíamos de
viaje.

Los días siguientes tuve mucho trabajo, pero ya no podía ver mi oficina de la misma
manera, por ratos me quedaba mirando la silla donde Edward me había hecho suya y me
había pedido que no lo dejara, la sonrisa estúpida aparecía en mi rostro sin remedio,
como deseaba que sus palabras fueran ciertas, pero eran sólo eso, palabras que se las
llevaba el viento porque no daba ninguna otra señal, si en realidad quisiera que yo
estuviera en su vida mostraría algún interés, que sé yo, una llamada, un mensaje, pero
nada, silencio total. Abrí el cajón y me topé con la invitación de Alice, la saque y me
puse a leerla, era color crema, de un papel finísimo y una letras preciosas.

Alice Cullen & Jasper Hale


En compañía de nuestros padres:
Esme & Carlisle Cullen
Elizabeth & Peter Hale
Deseamos compartir con ustedes nuestro enlace matrimonial,
Que se llevará a cabo el sábado 13 de diciembre en MacArthur Causeway #395, Miami
South Beach a las 18 hrs.
La recepción será en el mismo sitio una vez concluida la ceremonia.
Agradecemos su asistencia

Suspiré después de leerla, a pesar que el matrimonio no era mi gran ilusión, ya me había
mentalizado que algún día daría ese paso con Jacob, aunque ahora no estaba tan segura
de lograrlo, pero tampoco me lo imaginaba con Edward, no se veía que fuera de ese
tipo, dado que mejor se iba a casar su hermana menor que él. Moví la cabeza, pero, ¿qué
estaba pensando? Es increíble lo vulnerables que somos las mujeres y como unas
simples palabras nos hacen perder la perspectiva. “No me dejes”, recordé como si lo
estuviera escuchando en ese preciso momento, con su voz distorsionada, suspiré de
nuevo, dejé la invitación en el mismo lugar y seguí con mi trabajo.

A las diez de la mañana en punto llegó Jacob por mí para irnos al aeropuerto, subió al
departamento por mi maleta y una vez en la calle, el taxista la metió a la cajuela.
Apenas habíamos subido al vehículo su celular sonó, él miró el identificador, pero no
respondió la llamada y envió un mensaje.

– Perdón amor, parece que no todos en la oficina se enteraron que estoy de vacaciones –
justificó mientras escribía.
– No te preocupes.

Llegamos al aeropuerto y se alejó un poco de mí para hablar por teléfono, ¿es que ni
siquiera este fin de semana lo iban a dejar en paz? Empezaba a odiar su trabajo.
Después de registrar las maletas me senté en la sala de espera mientras él seguía pegado
al celular recargado en un muro. Más tarde tomó asiento a mi lado y me dio un beso en
frente y luego empezó a leer el periódico, fantásticas vacaciones iba a pasar, estaba a
punto de regresarme a mi casa cuando anunciaron que subiéramos al avión.

Afortunadamente, en el último minuto había decidido llevar mi Ipod, así que cuando
anunciaron que se podía prender aparatos me puse el mío, en tanto veía que Jacob ya
tenía los ojos cerrados, claro él estaba sumamente acostumbrado a los aviones.

Finalmente llegamos a nuestro destino, al subir al taxi le entregó un papel con una
dirección, yo bajé la ventanilla del auto para permitir que el aire acariciara mi cara.
Minutos después llegamos a un muy bonito vecindario y el taxi se estacionó frente a una
hermosa casa con techo de dos aguas. El taxista bajó las maletas y las puso justo en la
puerta. Jacob le pagó y después me tomó del brazo para caminar juntos, sacó unas llaves
del pantalón y abrió la puerta, tomó el par de maletas y las dejó en mitad de la sala. La
casa era relativamente pequeña, pero muy espaciosa y con muebles rústicos de madera.

– Jacob, ¿de quién es esta casa? – pregunté sentándome en el confortable sillón.


– De un cliente, me la prestó por este fin de semana, al parecer quiere venderla y la anda
promocionando a ver si alguien se interesa por ella.
– ¿Tú eres un posible comprador?
– Eso le hice creer con tal de que me la prestara, así nos ahorramos lo del hospedaje y lo
gastamos en otra cosa, ya después le diré que no te gusto.
– Francamente es muy linda – respondí entrando a la cocina – pero, no podríamos
costearla, el rumbo parece muy caro.
– Lo es, así que mejor disfrutemos de la casa por estos días, subiré las maletas, para ir a
comer y dar un paseo por los alrededores.

Salí de la cocina para seguir explorando la casa, al fondo había una hermosa cantina,
con las copas colgando del techo y varias botellas en los anaqueles, fui a curiosear y vi
que había casi de todo, brandy, ron, whisky, vodka, tequila, pero todas estaban selladas,
parecía que sólo formaban parte de la decoración.

Jacob bajó corriendo las escaleras y salimos. Caminamos un poco hasta llegar a la
avenida principal y ahí tomamos un taxi. Comimos en un bonito restaurante y estuvimos
platicando por un par de horas, como en los viejos tiempos, en el garaje de su casa en la
reserva de Forks, en el cual había sido nuestra primera vez, un día que Billy fue a casa
de Charlie a ver un partido en la televisión, aquello parecía tan lejano.

De regreso, pedimos al taxista que nos dejara en la avenida principal y bajamos


caminando por el sendero, jugando y haciendo bromas, me había olvidado de todo eso,
Jacob solía ser muy alegre y jovial antes de entrar a trabajar a aquella casa de bolsa que
lo había convertido en un adicto al trabajo. Y no pude evitar sentir remordimientos por
mi conducta, él matándose en el trabajo y yo enredándome con un hombre que, para
completar el cuadro, era cliente suyo, me pregunté que tanto se frecuentaban, pero
decidí no expresarlo en voz alta.

Al ir cruzando el caminito que llevaba a la entrada principal de la casa un aroma


delicioso a comida llegó a mi nariz, lo que me recordó que hacía mucho yo no cocinaba.
Jacob abrió la puerta y al entrar a la sala escuchamos música proveniente de la cocina,
ambos nos volteamos a ver y le mostré mi Ipod que lo traía en la bolsa de mi chamarra.
Así que, sigilosos y yo con un poco de miedo, caminamos lentamente hacia la cocina
que tenía la puerta cerrada, Jacob la empujó con sumo cuidado y casi me da un infarto al
ver a Jennifer y Edward cocinando y cantando cual recién casados. Volteé a ver a Jacob
con una cara de no dar crédito y él sólo se encogió de hombros sorprendido por verlos
también ahí, carraspeó un poco y Jennifer volteó y nos miró extrañada, pero nos sonrió.
Edward también volteó y la expresión en su rostro era inescrutable, no daba el menor
indicio de lo que pasaba por su mente.

Capítulo 12: Perdiendo El Control.

Como una plegaria tu roce puede llevarme ahí


En mi mente tú y yo en una aventura secreta
Y todo lo que necesito es sentirte
Y todo lo que quiero es sentirte
Alcánzame y tócame
Antes de que enloquezca
Nene, ¿no puedes ver cómo me afectas?
Nene sensual, fantasía física
Quizá el destino nos acercó más a ambos ahora

– ¡Jacob, Bella!, que gusto de verlos – exclamó Jennifer alegremente – malvado, no me


dijiste que los habías invitado – dijo a Edward dándole un golpecito en el hombro.
– En realidad no sabíamos que ustedes estarían aquí, Edward me prestó la casa por el fin
de semana – respondió Jacob mirándolo como pidiéndole una explicación.
– ¿Qué no era el próximo fin de semana? – exclamó Edward serio y confundido.
– Bueno, hay suficiente espacio para los cuatro y así será mucho más divertido – agregó
entusiasmada Jennifer casi brincando.

Yo simplemente no podía hacer ni decir nada, estaba estupefacta tratando de procesar la


información en mi mente, el shock había sido más grande a cuando me lo topé en el
estadio y lo que más me había molestado era haberlo visto tan feliz con Jennifer, ¿cómo
podía decir que no era su novia si parecía todo lo contrario? Lo único que atiné hacer
fue jalar a Jacob del brazo para sacarlo de la casa mientras le daba una mirada de odio a
Edward que nos veía seriamente.

– ¿Él fue quien te presto la casa? – pregunté molesta afuera de la puerta principal.
– Sí – respondió parándose frente a mí.
– No podemos quedarnos aquí, busquemos un hotel, al fin estamos a diez minutos del
centro de Las Vegas.
– Pero nena, ¿desde cuando eres antisocial?
– ¿Nena? – pregunté extrañada olvidando por un segundo el origen de la pelea.
– dije Bella, por el enojo ya ni me escuchas bien.
– Te escuché perfectamente bien y me dijiste nena, ¿desde cuándo me dices así?
– Ya sé porque fue la confusión – exclamó ignorando mi pregunta – es que primero le
había dicho que vendríamos el siguiente fin de semana, pero como tengo que ir a… San
Francisco en esa fecha le cambié el día a la mera hora, fue mi culpa Bella, perdón – se
acercó y puso una mano en mi mentón – pero, no podemos hacerle un desaire cariño,
Edward ha sido muy amable conmigo, además, se ve que a Jennifer le caes muy bien,
será como aquel viaje que hicimos con Quil y Claire, acuérdate que la pasamos genial.
– Pero, se suponía que la razón de este viaje era para estar solos tú y yo.
– Y lo estaremos cariño, ¿a poco crees que ellos no querrán estar solitos también? –
respondió guiñándome un ojo – anda, no seas así, serían prácticamente 3 días.

Sentí como se me revolvió el estómago con la insinuación, la escenita de la cocina


estaba muy fresca en mi mente y no quise ni pensar como hubiera terminado si no
hubiésemos interrumpido. Jacob me dio un ligero beso en los labios y escuchamos que
alguien carraspeaba, volteamos, pero él seguía sosteniendo mi mentón.

– Perdón, no quise interrumpir, la cena está casi lista, pasen y después vemos como nos
acomodamos – exclamó Jennifer desde el umbral de la puerta, Edward estaba detrás de
ella con una mirada de pocos amigos, como si quisiera fulminar a alguien.
– Gracias Jennifer, pero nosotros acabamos de comer, además supongo que ustedes
querrán estar solos, creo que será mejor que Jacob y yo nos vayamos a un hotel – dije
separándome de él, pero entrelacé mi mano con la suya.
– De ninguna manera, el que se confundió fui yo, los que debemos irnos somos Jen y yo
– dijo Edward abrazándola por la cintura.
– No, Edward, por supuesto que no, es tu casa, además la culpa fue mía porque primero
te dije que vendríamos el siguiente fin de semana y apenas el martes te avise que
siempre llegaríamos hoy, yo fui el de la confusión.
– Nadie se va a ir a ningún lado, quizá no somos los mejores amigos del mundo pero
será grandioso convivir este fin de semana y conocernos más, ¿verdad, baby? – dijo
Jennifer volteando a ver a Edward y le dio unas palmaditas en la mejilla.
– Yo encantado, esta es su casa y Jen tiene razón, no veo ninguna razón para que no la
podamos pasar bien los cuatro – respondió mientras chocaba delicadamente su cabeza
con la de ella que le sonrió.
– Yo tampoco le veo mayor problema, es que Bella tenía la ilusión de que estuviéramos
solos ella y yo – intervino Jacob dándome un beso en la comisura de los labios.
– Bella, no te preocupes por eso, compartirán habitación, y Edward y yo podemos usar
tapones en las orejas contra el ruido.
– Jennifer, pero que cosas dices.
– Ay Bella, ya todos somos adultos aquí, no tiene nada de malo, anda, acompáñame a la
cocina a terminar la cena – exclamó Jennifer tomándome de la mano que tenía libre
obligándome a caminar.

Con dificultad solté a Jacob, yo seguía con el estómago hecho nudos por las muestras de
afecto entre ella y Edward y cuando pasé a su lado le corrí la mirada furiosa y él desvió
la suya. Me excusé con Jennifer diciéndole que estaba muy cansada y que mejor
aprovecharía para subir a acomodar mis pertenencias. Cuando salí de la cocina Edward
y Jacob miraban televisión y sostenían una copa cada uno, sólo les dije con permiso y
subí corriendo las escaleras.

Abrí la puerta de la primera habitación y sólo había una maleta que supuse era la de
Edward y Jennifer, me dieron ganas de arrojarla por las escaleras, pero sabía que tenía
que guardar la compostura, nos quedaban tres largos y tortuosos días que no sabía cómo
iba a sobrellevar. En la recámara contigua estaba mi maleta y la de Jacob. Tomé la mía
y empecé a desempacar, aún era temprano, pero me puse mi pijama y me metí a la
cama, no estaba dispuesta a bajar y seguir presenciando las expresiones de cariño entre
Jennifer y Edward, no tenía idea si podría evitar hacer una escena de celos que no venía
al caso porque también estaba mi novio.

No supe en qué momento me quedé dormida. De pronto, sentí el peso de alguien


sentándose en la cama y una suave mano que empezó a acariciarme la espalda, abrí los
ojos y giré mi cabeza, era Jacob que me miraba con deseo y aunque estaba que
reventaba de los celos no iba a tener relaciones con él sólo por venganza.

– Jacob no estoy de humor ahora, me duele la cabeza, estoy cansada por el viaje.
– Está bien, como quieras, luego estás reclamando y ahora sales con que te sientes mal –
dijo molesto levantándose de la cama.
– Claro, yo sí tengo que aguantarme que tú prefieras trabajar que hacerme el amor y con
una vez que yo me niego me lo echas en cara.
– No quiero volver a discutir contigo Bella, ya tuve suficiente por hoy de
recriminaciones, ¿no que te duele la cabeza?
– Pues sí y mucho, buenas noches – dije molesta y me puse la almohada sobre la
cabeza.

Minutos después él se acostó a mi lado, apagó la luz de la mesa de noche y me dio la


espalda sin decir nada. Apreté la almohada de coraje, estaba por levantarme para ir a
dormir al sofá cuando mi celular sonó, lo tomé y era número restringido.

– Hola – contesté desconcertada.


– Tienes cinco minutos para bajar a la cocina o subo y le cuento todo a Jacob, recuerda
que tengo una prenda que te pertenece – sentenció Edward y me colgó.

El enojo que yo sentía se transformó en pánico, por el tono de su voz, supe que su
amenaza no era en vano y no podía permitir que eso sucediera, no tenía la menor idea de
cuál sería la reacción de Jacob y francamente no quería averiguarlo y menos con la mini
discusión que acabábamos de tener.

– ¿Quién era? – preguntó Jacob sin voltear a mirarme.


– Nadie, me colgaron, voy por un vaso de agua para tomarme una pastilla – respondí
poniéndome las pantuflas y levantándome de la cama.

Jacob no me dijo nada más y salí de la habitación con el pulso hasta las nubes, ¿qué se
creía Edward para amenazarme de ese modo?, cuando él estaba de lo más contento con
su noviecita, me iba a escuchar, si a esas íbamos yo también tenía varias cosas que
contarle a Jennifer, que seguramente no le agradarían para nada.

Desde la sala se distinguía la luz proveniente de la cocina, tomé un respiro y entré.


Edward estaba parado, recargado en el mueble junto al lavabo, sosteniendo mi pañoleta
entre sus manos. Mis ojos se abrieron de par en par al verlo, definitivamente no estaba
jugando, estaba dispuesto a decirle todo a Jacob y entregarle pruebas contundentes.

– ¿Qué pretendes? – pregunté seria y molesta cruzándome de brazos.


– No quiero que él te toque – respondió usando el mismo tono de voz que yo.
– Es mi novio, ¿lo olvidas?, ¿acaso yo te estoy prohibiendo que lo hagas con tu novia?
– ¿Cuántas veces tengo que decirte que Jennifer no es mi novia?
– Que cínico eres, ¿cómo te atreves a negarla después de lo que he visto hoy?
– Pues no se compara con lo que yo vi – exclamó acercándose a mí.
– Pues yo no niego a Jacob, sabes perfectamente que es mi novio – dije caminando
hacia atrás
– No me lo recuerdes – dijo acercándose más – no me hagas recordar que lo vi dándote
un beso.
– Pues eso es lo que hacen los novios, ¿no?, no sólo cocinan y cantan juntos y se
toquetean frente a otros – seguí caminando y topé con el refrigerador.
– Con un demonio – exclamó exasperado a pocos pasos de mí – ¡Jennifer no es mi
novia!, es mi amiga de toda la vida.
– Mira qué casualidad, Jacob y yo también nos conocemos desde niños.
– Ahora comprendo porque recurriste a mí – dijo sarcásticamente poniendo sus manos
al lado de mis hombros impidiéndome el paso.
– ¡Cómo te atreves! – exclamé y quise darle una bofetada, pero me atajo la mano.
– Sabes que tengo razón, si él cumpliera con sus obligaciones no tendrías ninguna
necesidad de citarte con un extraño.
– Fue una estupidez de la que ahora me arrepiento – exclamé soltándome, pero él
rápidamente subió el brazo y volvió a hacerme prisionera.
– ¿En verdad te arrepientes? – preguntó a milímetros de mis labios y aspiré su aliento
embriagador – ¿estás segura? – agregó acariciando suavemente mi cuello y luego
descendió su mano a uno de mis senos que masajeó encima de la ropa, mirándome
fijamente a los ojos.
– Basta, por favor – dije con un hilo de voz, no podía controlar mi cuerpo cuando él me
estaba tocando y tenía su aliento clavado en mi nariz.
– ¿En serio quieres que me detenga? – susurró en mis labios mientras su mano bajaba
por mi costado hasta mi nalga que apretó y luego pegó su cuerpo al mío, uniendo
nuestros sexos que sólo los separaba la delgada ropa de nuestras pijamas.
– Alguien puede bajar – dije con dificultad, olvidando todo el enojo.

Su respuesta fue lamer mis labios y levantar mi pierna para pegar mucho más su cuerpo
al mío y rozar más nuestros sexos moviéndose suavemente, sin dejar de mirarme, un
jadeo se escapó de mis labios, no podía evitarlo, él me hacía perder completamente el
sentido de todo y, aunque la cabeza me gritaba que detuviera esa locura, mi cuerpo
entero lo reclamaba, no tenía fuerzas suficientes para detenerlo.

Introdujo su lengua ansiosa en mi boca y la mía la recibió con la misma inquietud. Puso
ambas manos en mis nalgas y yo lo envolví con mis piernas, me cargó y comenzó a
caminar conmigo mientras yo le lamía el cuello, sentí que mi espalda chocaba con una
puerta y como pude la abrí volviendo a besarlo, entramos y me colocó sobre una
superficie fría. Se separó, encendió una tenue luz y cerró la puerta, entonces me di
cuenta que estaba sentada encima de una lavadora dentro de un pequeño cuarto.

Volvió a mi lado y me besó desenfrenadamente mientras sus manos soltaban las tiras de
mi pantalón, le ayude a bajármelo al igual que mi ropa interior, y le quité la parte de
arriba de su pijama, le besé y lamí el torso desnudo olvidándome completamente de
donde estábamos. Él terminó de desnudarme y me besó los pechos en tanto yo bajaba su
pantalón y su bóxer, antes de quitárselo por completo sacó un condón y se lo puso
entrando en mí con urgencia.
Me besó para ahogar mi gemido y se movía con rapidez en tanto yo lo rodeaba con mis
piernas aprisionándolo. Se separó de mis labios y nuestras narices se rozaban, nos
mirábamos a los ojos mientras él seguía moviéndose en mi interior, nuestros gemidos se
mezclaban y ambos sonreíamos sumergidos en el enorme placer que estábamos
sintiendo, no existía nada más en ese momento, sólo él, yo y el fuego de la pasión. Sentí
como llegaba al orgasmo y él me besó para callar el grito que emitiría, hizo los últimos
movimientos y alcanzó el éxtasis total sin dejar de besarme. Nos abrazamos y sentí su
pecho agitado en el mío.

– Nadie te ha hecho vibrar como yo y nadie jamás podrá hacerlo, soy el único que
conoce el mapa de tu cuerpo y sabe exactamente qué lugares tocar y cómo hacerlo –
dijo mientras me abrazaba y acariciaba mi espalda.
– Lo sé, lo sé y me asusta – acepté avergonzada.
– No tienes nada que temer Bella – respondió separándose sólo lo necesario para
mirarme.
– Esto es una locura, Edward.
– Sí, la más maravillosa que he cometido en toda mi vida.

Puse mis manos en su rostro y lo besé delicadamente, él me correspondió de la misma


manera, después de unos minutos nos separamos y comenzamos a vestirnos en silencio.
Cuando iba a abrir la puerta él me jaló de un brazo haciéndome voltear.

– No permitas que te toque, por favor.


– Y tú prométeme que no la tocaras a ella.
– No estamos en la misma recámara, te repito que sólo somos amigos, en cambio, yo no
podré dormir sabiendo que compartes la cama con él.
– Sólo será para dormir, lo prometo – le di un ligero beso y salí de ahí.

Crucé lentamente la cocina y la sala sintiéndome en las nubes, jamás me imaginé que
esa aventura fugaz e lejos y en verdad me asustaba lo que estaba sintiendo, al menos
para mí estaba dejando de ser sólo sexo, mi corazón estaba por quebrantar
completamente la tercera regla. Subí cuidadosamente las escaleras y al llegar al último
escalón vi que Jennifer salía de mi habitación.

Capítulo 13: Rebasando Limites

Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y


su casa editorial.

Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.

Y con sólo una mirada siento la tentación


De acercarme a tu lado
Y no sé como decírtelo
Que me estoy volviendo loca
Loca con tus besos
Loca con tu amor
Loca tú me tienes
Loca de pasión
Loca con tus labios
Loca con tu cuerpo
Loca del corazón

– ¿Jennifer? – exclamé mirándola desconcertada – ¿qué hacías en mi cuarto?


– Ay Bella, me asustaste, es que esa recámara es la que ocupo normalmente y como soy
muy sensible para la luz, necesito dormir con antifaz y entré por el que siempre guardo
en el cajón de la mesita de noche – aclaró y me lo enseñó – toqué la puerta y como
nadie me contestó entré, pensé que Jacob y tú habían salido a dar un paseo nocturno –
agregó con una sonrisa pícara.
– ¿Jacob no está en la recámara? – pregunté sorprendida.
– No, no hay nadie, ¿dónde estabas tú?
– Bajé a la cocina a tomarme una pastilla para el dolor de cabeza.
– Ah ok, buenas noches, que descanses, no, mejor diviértete – dijo de lo más divertida y
vi como entraba a la recámara de enfrente.

Entré a la mía y en efecto Jacob no estaba en la cama, el pánico volvió a inundarme y


mi corazón se aceleró al pensar en la posibilidad de que se hubiera dado cuenta de lo
que yo estaba haciendo. Iba a tomar mi celular para llamarlo cuando vi que salió del
baño y al verme parada en mitad de la recámara se asustó y soltó su celular que cayó
sobre la alfombra, de inmediato se agachó para levantarlo.

– Bella, te tardaste una eternidad – dijo nervioso y dejó el aparato sobre la mesa de
noche y se sentó en la cama.
– Salí a tomar el aire para ver si me sentía mejor.
– ¿Y funcionó? – preguntó mientras se acostaba dándome la espalda.
– Sí, ya estoy bien.
– Hasta mañana, cariño, que descanses.
– Hasta mañana, Jacob.

Me acosté a su lado en la orilla de la cama y apagué la luz, no pude evitar sentirme mal
por lo que había hecho con Edward mientras mi novio estaba bajo el mismo techo, pero
tampoco pude evitar sentir incertidumbre por la actitud de éste, ¿qué hacía hablando por
teléfono en el baño?, si el reloj de la mesa de noche marcaba poco más de la una de la
mañana.

Aún no despertaba por completo cuando sentí como acariciaban mi brazo y subían la
manga de la pijama para deslizar sus dedos en mi hombro y moverlos en círculos,
después bajaron por mi espalda y metieron la mano por debajo del saco para acariciar
mi cintura mientras sentía como pegaba su cuerpo al mío. Abrí los ojos al sentir que su
mano bajaba más allá de la cintura y volteé para encararlo.

– Edward, ¿qué rayos haces aquí? – exclamé atemorizada levantándome de la cama.


– Comprobando si eres capaz de cumplir con tu promesa – respondió en tono serio
acostándose de lado y poniendo su cabeza sobre su mano cerrada.
– Estás loco, ¿cómo entras así nada más?, Jacob puede estar en el baño.
– No te preocupes por él, salió a correr hace quince minutos.
– De todas maneras vete, Jennifer sí está en la casa.
– Esa niña no se despierta antes de las once y apenas son las nueve de la mañana – dijo
hincándose en la cama.
– Por favor, Edward, no me hagas las cosas más difíciles.
– ¿Tú?, ¿difíciles?, ¿y yo cómo califico que no tienes voluntad para impedir que él te
acaricie? – exclamó acercándose a mí que seguía de pie cerca de la cama.
– Edward, estaba dormida, perdón si no tengo mucho control bajo ese estado.
– Sentí cuando te despertaste y no me detuviste – me tomó por la cintura y me hizo caer
en la cama colocándose encima de mí – no quiero imaginarte entre sus brazos.
– Tonto, yo sabía perfectamente que eras tú, mi cuerpo te reconoce.

Me sonrió encantadoramente, mientras sus ojos analizaban mi rostro y me quitaba un


mechón, para luego besarme apasionadamente, mientras su mano doblaba una de mis
piernas y acariciaba la pantorrilla debajo del pantalón.

– Buenos días Isabella – dijo sonriente en mis labios rozando su nariz con la mía.
– En serio que sí estás loco, ¿te caíste de niño y te golpeaste la cabeza?
– No, me la golpeó una hermosa desconocida la noche de un martes y ella fue la que me
hizo enloquecer – respondió mientras besaba mi cuello.
– ¿Así que estás loco por una desconocida? – pregunté sonriendo con los ojos cerrados,
siguiéndole el juego.
– Sí, no sé que me ha hecho, creo que me embrujó – respondió lengüeteando el lóbulo
de mi oreja mientras se abría paso para que nuestros sexos se rozaran.
– Deberías hacerte una limpia para librarte del hechizo – dije acariciándole lentamente
la espalda.
– No se me había ocurrido, gracias por el consejo.

Volvió a besarme en los labios mientras mis manos jugaban con su cabello y movía mi
pelvis acompasadamente con la suya. Bajó dando pequeños besos a mi cuello, yo jadeé
acariciando el suyo.

– Edward, ya basta – dije con un hilo de voz sintiendo como se elevaba mi temperatura
– no podemos continuar con esto y menos aquí.
– Vamos a mi recámara, entonces.
– Por supuesto que no, Jacob no tarda en regresar.
– Tenías que recordármelo – dijo molesto – está bien, por ahora lo dejaremos así.

Me dio un pequeño beso en los labios y con dificultad se levantó de la cama, mientras
yo le sonreía. Me levanté después que él y camine hacia el baño, cuando puse la mano
en el picaporte sentí que me jaló, me volteó y volvió a besarme apasionadamente, le
correspondí unos instantes y después rompí el beso.

– Edward, por favor, detente – dije seria poniendo mis manos sobre su pecho
alejándolo.
– Es que no puedo evitarlo, me encantas Isabella – dijo mirándome a los ojos – pero,
ganas otra vez, ya me debes dos.
– Anoche te cobraste una, ¿ya se te olvido tu amenaza?, me hiciste entrar en pánico.
– Discúlpame, estaba cegado y fue lo que único que se me ocurrió para verte a solas.
– Lo pensare, claro que si te vas ahora ayudará a aclarar mi mente.
– Chantajista.
– ¿Yo?, el león cree que todos son de su condición.
Me sonrió y me dio otro pequeño en los labios, me quedé ahí parada para asegurarme
que salía de la recámara, cuando lo hizo y cerró la puerta, entré al baño. Me metí a
bañar y cuando termine de vestirme Jacob entro a la habitación, me saludó a lo lejos y
me dijo que se daría un baño.

Bajé a la cocina para preparar algo de desayunar y Jennifer estaba ahí tomando café y
hojeando una revista.

– Buenos días, Jennifer.


– Hola Bella, buenos días – respondió y se levanto para saludarme de beso en la mejilla
– justo estaba pensando en ti, estoy viendo un anuncio de la ropa de Alice – agregó
enseñándome la revista y la miré unos segundos.
– Por cierto, ahora que lo mencionas, tengo duda de algo que me dijiste el día de la
presentación – dije sirviéndome una taza de café.
– Adelante, con confianza.
– Cuando te dije que Jacob estaba de viaje, me dijiste que él no cambiaba, ¿por qué?
– Ah, es que el día que firmó el contrato con Edward yo fui a la cena y estuvieron
hablando de negocios toda la noche y mencionó que viajaba mucho y luego Edward me
ha contado que le llama y siempre está en juntas, por eso lo dije, ¿pensaste que yo y él
nos veíamos clandestinamente?
– No, para nada, no te creo capaz de engañar a Edward – dije para ver su reacción.
– Jamás lo haría, lo adoro – aseguró.
– Buenos días, señoritas – exclamó Edward entrando a la cocina.
– Hola baby, buenos días – respondió ella y lo abrazó efusivamente.

Yo no respondí y le corrí la mirada con enfado, que amigos tan cariñosos eran, alguno
de los dos me estaba mintiendo y dudaba que ella tuviera alguna razón para hacerlo.
Abrí el refrigerador para no mirarlos y escuché que Jacob los saludaba, me abrazó por la
cintura, yo volteé y nos dimos un beso en los labios. Edward carraspeó y nos sugirió ir a
desayunar a un pequeño restaurante que estaba a un par de cuadras. Todos estuvimos de
acuerdo y salimos los cuatro.

Jacob y yo íbamos tomados de la mano y Jennifer sostenía del brazo a Edward, después
él la cargó sobre sus hombros y tuve ganas de golpearlo y de paso yo darme de topes en
un árbol, ¿cómo era posible que me dejara envolver por ese embaucador de oficio? Sólo
era un hermoso mentiroso, como dice una canción y, muy a mi pesar, me tenía vuelta
loca sin remedio, jamás me imaginé perder así la cabeza por alguien, quizá debía
recurrir a la ayuda de un psiquiatra.

Llegamos al restaurante y nos sentamos en una pequeña mesa, Jennifer frente a Jacob y
Edward frente a mí. La mesera nos llevó los menús, la verdad yo no tenía mucha
hambre, así que sólo ordené un jugo de naranja y fruta con yogurt, en un recipiente por
separado. Jennifer me miró de forma extraña y Jacob empezó a explicarle lo rara que
soy para comer mientras ella se reía, luego se pusieron a intercambiar anécdotas
curiosas.

Yo sentía las miradas de Edward y trataba de evitarlas lo más posible. Minutos después
nos dejaron los platillos y al llevarme un pedazo de piña a la boca sentí que Edward
puso su pie sobre el mío y lo subió un poco. Yo retiré el mío bruscamente mientras lo
miré frunciendo el seño, él sonrió divertido, miré a Jacob, nerviosa y seguía platicando
animadamente con Jennifer, al parecer ninguno de los dos se había dado cuenta. Edward
lo notó y siguió con su jueguito, yo ya no sabía para donde moverme y tuve que ir al
baño para tranquilizarme, ese hombre quería destrozarme los nervios. Al regresar ya
habían pedido la cuenta y suspiré aliviada.

Jennifer propuso ir a algún hotel de Las Vegas a jugar un poco y de paso ver algún
espectáculo, así que regresamos a la casa y Edward sacó del garaje un Volvo plateado
que había rentado. Jacob y yo nos subimos en la parte de atrás y Jennifer encendió el
radio después de subir. Jacob me abrazó y noté la mirada seria de Edward a través del
espejo retrovisor, pero me volteé y recargué mi cabeza en el hombro de Jacob, no sé
porque Edward ponía esas miradas cuando él jugaba con Jennifer en los altos.

Llegamos a un hermoso hotel y entramos al casino, ellos se fueron a una mesa de póker
y Jennifer y yo a unas maquinas de esas que si te sale tres veces la misma figura ganas,
pero con mi suerte lo único que logré fue perder cien dólares, en cambio ella ganó 250.
Después Jacob me abrazó emocionado, me cargó y me dio vueltas porque ganó dos mil,
cuando me dejó en el piso Edward nos miraba con el seño fruncido, pero yo lo ignore y
tomé a mi novio de la mano.

Comimos en el restaurante del hotel y ahora opté por sentarme frente a Jennifer, lo cual
provocó que Edward se riera divertido, nuevamente. Al terminar, compramos los
boletos para un espectáculo musical y mientras esperábamos recorrimos las tiendas de
suvenir y me sorprendió que Jacob comprara un oso de peluche que en la polera decía I
love Las Vegas, me dijo que era para la sobrina de Sam que iba a cumplir años
próximamente, no recordaba que él tuviera una sobrina y Jacob me explicó que era hija
de un primo que acababa de mudarse a Nueva Jersey y que también trabajaba en la casa
de bolsa.

Regresamos a la casa pasadas las once de la noche. Jacob se puso de inmediato la


pijama y se metió a la cama, yo decidí darme una ducha, me sentía muy cansada y
esperaba que él se durmiera para evitar que se pusiera “romántico”, no lo hacía por
Edward, sino por mí, aunque estuviera engañando a mi novio, tampoco era una
cualquiera que se iba a revolcar con los dos en la misma casa.

Entré al baño, me desmaquillé y me lavé los dientes, todo muy lentamente para hacer
tiempo. Aún con la bata de baño puesta abrí la llave de la regadera, volteé para
quitármela y colgarla y me topé con Edward que alcanzó a taparme la boca para que no
gritara. Se llevó el dedo índice de su otra mano a la boca, indicándome que guardara
silencio, yo asentí con la cabeza y me soltó.

– ¿Cómo rayos entraste? – pregunté en un susurro mientras me preguntaba dónde estaría


ahora Jacob que Edward pudo escabullirse al baño sin problema alguno.
– Vaya que eres distraída, este baño conecta con las dos recámaras – respondió y me
mostró la puerta que yo no había distinguido – cuando escuché el agua correr me asomé
para ver si eras tú y que suerte tuve – agregó soltándome la tira de la bata que se abrió
dejando al descubierto parte de mi cuerpo desnudo.
– Ahora sí enloqueciste por completo, Jacob está en la habitación de al lado.
– ¿Y a poco no lo hace más excitante? – susurró mirándome con pasión.
Yo me quedé paralizada, él se acercó y me quitó la bata, me recargó en la pared y mi
cuerpo se arqueó ante el frío del azulejo, la adrenalina comenzó a recorrer mi cuerpo
mientras él pegaba el suyo al mío y sentí su erección. Me lamió el cuello, luego subió a
mi mandíbula y después a mis labios mientras se pegaba más y más a mí. Lo abracé por
la espalda, quise besarlo, pero echo la cabeza un poco hacia atrás sonriendo y sólo pude
lamerle los labios, así que eso seguí haciendo, primero, el inferior de un lado a otro y
luego el de arriba. Sus manos estaban masajeando mis nalgas, yo bajé su bóxer y
acaricié su masculinidad, él correspondió de la misma manera acariciando mi parte más
íntima con dos dedos, nos besamos desesperadamente y luego sustituyó sus dedos por
su miembro, pero sin introducirlo, sólo me frotaba suavemente.

Se separó para ponerse el condón que tomó del lavabo, me hizo darme la vuelta, tomó
mis manos y las puso a los lados del lavabo. Yo lo sujete con fuerza, se colocó detrás de
mí y se introdujo en mí, me mordí el labio para no gritar y él comenzó a moverse
sujetándome de las caderas, yo trataba de reprimir los gemidos, a pesar de que se
escuchaba el agua cayendo. Él salía y entraba de mí sin cesar, puso dos dedos en mi
boca que igual salían y entraban de ella y su otra mano subía y bajaba por mi muslo,
apreté los ojos cuando sentí que él explotaba en mi interior desencadenando que yo lo
alcanzara segundos después.

– Estuve esperando todo el día por esto – susurró en mi oído – me trastornas Bella, cada
día ansío más estar contigo – agregó y me volteó la cara para besarme.

Cuando desperté, a la mañana siguiente, Jacob no estaba en la cama, supuse que se


había ido a correr de nuevo, miré el reloj y casi eran las diez de la mañana, así que me
levanté. Después de lavarme los dientes, me ganó la curiosidad y me asomé a la
habitación de Edward, pero no estaba, entonces bajé a la cocina. Estaba por abrir la
puerta y escuché murmullos.

– Yo también te extraño mucho princesa, te prometo que lo primero que haré mañana
cuando regrese será ir a verte – dijo la ya familiar voz masculina y se me hizo un nudo
en la garganta.

Capítulo 14: Dejando Las Cosas En Claro.

Alto lo suficiente para ti que me hace preguntarme


¿Hacia dónde va esto?
Alto lo suficiente para ti para empujarme hacia abajo
Las cosas están creciendo
Fuera de esto que no podemos controlar

Pasé saliva, tratando de ordenar las ideas en mi cabeza y aclarar mi garganta, abrí la
puerta de golpe, él se dio la vuelta y me miró asustado, guardó silencio unos segundos,
me dio una sonrisa fingida y siguió hablando.

– Tengo que irme hermanita – volvió a guardar silencio, supuse que estaba escuchando
al interlocutor – aquí está Bella, yo le doy tus saludos, sí, ella también te manda saludar,
un beso y mañana hablamos – agregó y finalmente colgó – buenos días cariño – dijo
dándome un beso pero yo moví la cabeza y me lo dio en la mejilla – era Leah, está de
vacaciones en Nueva Jersey.

No le respondí nada, sólo asentí con la cabeza, ¿desde cuando Jacob le llamaba princesa
a su hermana?, por qué me sentí mal al escucharlo?, si me engañaba yo le estaba
haciendo lo mismo, creo que al final lo que duele es el orgullo o quizá yo sola era la que
me seguía haciendo rollos extraños en la cabeza por el peso de la culpa, la pregunta era
¿qué sentía yo por Jacob?, tenía que encontrar la forma de averiguarlo.

Tomé su cara con mis manos y lo miré a los ojos, se veía nervioso, trataba de esquivar
mi mirada y entonces lo besé dulcemente, él titubeo, pero al final puso sus manos en mi
cintura y yo corrí las mías hacia su cuello, terminó por abrazarme completamente y el
beso se intensifico un poco, yo bajé mis manos a su espalda y de pronto, se escuchó un
fuerte carraspeo que nos hizo romper el beso, pero permanecimos abrazados.

– Lamento la interrupción – dijo Edward visiblemente molesto, con el seño fruncido,


recargado en la puerta con los brazos cruzados y los puños cerrados.
– No te preocupes Edward, lo dejaremos para después, ¿verdad amor? – respondió
Jacob sin soltarme y me dio un corto beso en los labios.
– Pueden aprovechar más tarde cuando Jen y yo vayamos al supermercado – exclamó en
tono sarcástico y pude notar como apretaba más los puños.
– Voy a preparar café – dije separándome de Jacob y pude sentir la mirada asesina de
Edward aún cuando estaba de espaldas.
– Jacob, ¿me puedes dar las llaves del Volvo?, por favor, ya que tú fuiste el que lo
guardó en el garaje.
– Claro, voy por ellas, las dejé en la habitación.

En cuanto Jacob salió de la cocina, Edward me sujetó fuertemente por el brazo y me


hizo girarme para mirarlo.

– ¿Qué parte no te quedo clara de que no permitieras que te tocara? – recriminó furioso.
– Es mi novio, no puedo rechazarlo todo el tiempo.
– Eres mía Isabella, sólo mía y si no quieres que le tumbe los dientes al imbécil ese, vas
a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.
– Odio que me digan Isabella y suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para
exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil
conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.
– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no
lo olvides.
– No soy un objeto Edward, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides tú.

Se escucharon los pasos fuertes de Jacob y entonces me solté. No supe de donde saqué
fuerzas para decirle eso, lo que había entre Edward y yo no era sólo sexo, al menos no
de mi parte, y debía reconocer que por un lado me sentía feliz por los celos de Edward,
aunque no sabía si los provocaban un sentimiento afectivo o sólo era su orgullo de
hombre herido.

Jacob y Jennifer entraron a la cocina, ella abrazó de nuevo muy efusiva a Edward y
sentí un dolor en el pecho, después me saludó a mí muy entusiasta como siempre, yo le
sonreí, pero la tensión se sentía en el aire.
Desayunamos ahí, casi en silencio, sólo Jennifer y Jacob hablaban de vez en cuando. En
cuanto terminé, subí a mi habitación a cambiarme, me puse unos jeans y un suéter
ligero. Jacob subió después y me abrazó por detrás, pero me separe argumentando que
no estábamos solos y que no era nuestra casa. Él aceptó sin recriminaciones y empezó a
cambiarse de ropa y yo bajé. Escuché las risas de Jennifer provenientes de la parte
trasera de la casa, resoplé y caminé hacia allá, estaba jugando ping pong con Edward,
quien se puso serio al verme.

Minutos después llegó Jacob y entonces Jennifer propuso que jugáramos los cuatro. El
juego empezó tranquilo, pero de repente, Edward empezó a golpear la pelota demasiado
fuerte mandándosela a Jacob que le respondía de la misma manera, Jennifer y yo nos
quitamos al ver lo agresivo que se estaba poniendo el asunto. Edward miraba con rabia a
Jacob y se notaba que tenía todas las intenciones de golpearlo con la pelota y si no
hubiera sido porque Jacob era muy hábil para regresársela, lo habría conseguido.

Jennifer me sugirió que entráramos a la casa y no muy convencía lo hice ya que ella
prácticamente me arrastró al interior, pero yo estaba sumamente nerviosa por lo que
pudiera pasar entre ellos si se quedaban solos. Ella encendió el televisor y empezó a
cambiar de canal en canal hasta que encontró algo que le llamó la atención, era un
partido de hockey sobre hielo y gritó emocionada porque su equipo favorito estaba
jugando. Más tarde entraron Edward y Jacob y éste también se entusiasmó porque era
gran aficionado de ese deporte, así que se sentó al lado de Jennifer en el sillón.

– ¿A poco te gusta el hockey? – preguntó sorprendido.


– Uy sí, desde niña, mi papá lo jugaba, aunque nunca estuvo en un equipo profesional.
– ¿Y a qué equipo le vas?
– A Chicago Blackhawks.
– ¿Bromeas?, yo también.
– Chócalas amigo – exclamó entusiasmada y le extendió la mano que Jacob se la chocó
– ojala que ganen, acaba de empezar el partido.
– Jennifer, ya habíamos quedado en ir al supermercado – dijo Edward serio.
– Pero baby, sabes que cuando los Balckhawks juegan el mundo desaparece para mí,
vamos cuando termine, ¿sí?
– Y tú sabes que a mí eso me aburre.
– A Bella también – intervino Jacob.
– Entonces ustedes, par de aburridos, vayan a hacer las compras mientras mi amigo
Jacob y yo vemos el partido.
– Sí, es buena idea y de paso traen unas cervezas – agregó Jacob.

Edward me miró y entró a la cocina por las llaves del coche, que había dejado ahí
cuando se las entrego Jacob. Yo no estaba muy segura de ir, lo que menos quería era
que empezara con reproches otra vez, pero al ver que Jennifer y Jacob estaban
ensimismados viendo el televisor y yo no encontrar otra cosa que hacer, decidí
acompañar a Edward, al fin que iríamos a un lugar lleno de gente.

Caminé hacia el auto y Edward me abrió la puerta para que subiera, él se dio la vuelta y
entró también, sin decir nada, lo pusó en marcha y la radio empezó a sonar.

Conseguir mucho de mí
Conseguir mucho de ti
Caminando por las calles y apenas y te conozco
Parece como si estuviéramos predestinados
Tomarnos de las manos cuando salimos en las noches
Tengo novia dices, esto no está bien
Y yo también tengo a alguien esperándome
¿Qué es esto?, es sólo el principio
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
¿Por qué no puedo hablar cada que digo algo sobre ti?
Es inevitable,
Es el hecho de que caeremos ahí,
Así que dime
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?

– Perdóname, no debí tratarse así en la mañana – empezó a decir mientras la canción


seguía sonando – pero, me enferma la idea de pensar que él te toque, sé que es tu novio
y que yo sólo soy un extraño en tu vida, que ni siquiera nos conocemos bien – guardó
silencio mientras le tocaba un semáforo en rojo – sólo no puedo procesar esa idea,
lamento mucho haber perdido los estribos Bella, por favor, perdóname.
– No me gusta que me trates como un objeto, sé que nuestra… lo que sea que tengamos,
empezó de forma extraña, pero eso no te da derecho a que me trates así.
– Lo sé, estoy muy arrepentido.
– Y después, ¿qué fue todo ese despliegue de hombría en el ping pong?
– Una forma muy infantil de… demostrar quién es el mejor.
– Eso no se demuestra así Edward, no necesito un súper macho a mi lado.
– ¿Me perdonas? – preguntó con cara de arrepentimiento.
– Lo voy a pensar y ahora sí es en serio.
– ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
– Comportarte como el adulto que eres y pensar con la cabeza y no con el hígado.
– Lo intentaré.
– Cuando lo hagas, entonces hablamos – dije firme y miré por fuera de la ventanilla.

Llegamos al supermercado y él se bajo a abrirme la puerta, me tendió su mano para que


me apoyara, no pude negarme a su gesto y cuando salí del auto quedamos cerca
mirándonos, pero yo desvié la vista y comencé a caminar sin esperar a que cerrara la
puerta del coche. Después él me alcanzó y entramos al lugar. Tomó una canastilla y me
guió por uno de los pasillos.

– ¿Qué venimos a comprar? – pregunté caminando a su lado.


– Todo lo necesario para la cena, ya mañana nos vamos, así que hoy haremos un festín.
– ¿Y cuál será el menú?
– Pasta y ensalada, sin faltar un buen vino.
– Pero, falta el postre.
– Cierto, ese te toca a ti.
– ¿Te gusta el flan napolitano?
– ¿Sabes prepararlo?
– Por supuesto, soy una gran cocinera.
– Eso quiero verlo, habrá flan entonces.
Le sonreí y caminamos al pasillo a buscar los ingredientes para el flan, incluido el
molde porque me dijo que no tenía. Después fuimos al área de frutas y verduras,
escogimos una lechuga verde y una morada, pequeños tomates, uvas y finalmente
fuimos por la pasta, el queso y el vino.

– Qué bonita pareja, seguro acaban de casarse, me recuerda a nosotros hace cuarenta
años.

Escuché que una señora le decía al que debía ser su esposo, él asintió y le dio un dulce
beso en los labios, mi corazón se oprimió y por primera vez en mi vida me visualicé
anciana y sólo había un hombre con el que quería llegar a esa edad.

– Ya está todo, podemos irnos– dijo Edward sacándome del trance – ¿estás bien?
– Sí – apenas pude decir, sin quitar la vista de la pareja que seguía mirándonos.
– ¿Los conoces? – me preguntó mirándolos también y les sonrió.
– No.

Edward me sonrió, pero de forma muy diferente a como lo hacía normalmente, aunque
en ese minuto no supe si era realidad o mi mente me estaba haciendo una jugada, para
mi sorpresa me tomó de la mano y me hizo caminar.

Pagó todas las cosas y se negó rotundamente a que yo contribuyera con algo.
Caminamos al estacionamiento y metió las bolsas a la cajuela. Volvió a abrirme la
puerta y luego subió él. Empezó a manejar por una calle inclinada, era un rumbo
diferente al que tomamos cuando llegamos, al subir estaba un poco desierto, sólo había
casas de un lado y del otro había un pequeño bosque. El coche se jaloneó un poco y se
apagó.

– ¿Qué pasa? – pregunté extrañada.


– No lo sé – trató de encenderlo tres veces y no funcionó.
– Creo que se descompuso, que lata, me choca rentar autos, no sabe uno quien los usa ni
si les dan mantenimiento.
– ¿Y qué haremos?
– Esperar un poco, quizá sólo necesita enfriarse.

Me acomodé en el asiento y eché mi cabeza atrás en el respaldo. Él hizo lo mismo, pero


me di cuenta que jugaba con sus manos. De pronto, se volteó y me miró sin decir nada,
yo me acomodé de lado para verlo también, acarició mi rostro y puso un mechón atrás
de mi oreja, yo sostuve su mano, entonces, se acercó y me besó despacio, sin intentar
algo más, yo le respondí de la misma manera, pero bajé su mano con la mía y la puse
sobre uno de mis senos, él comenzó a acariciarlo lentamente, mi mano buscó los
botones de su camisa y empecé a desabrocharla y a acariciar la piel que iba quedando al
descubierto. Él se separó y echo su asiento hasta atrás, con sus ojos verdes me invitó a
que me sentara sobre él y eso hice.

Volvimos a besarnos mientras él metía sus manos debajo de mi suéter y acariciaba mi


piel. Besé su cuello y su torso, desabroché el cinturón y el pantalón, me separé y me
quité el suéter, él se acercó y besó la parte superior de mis senos que salía del sostén en
tanto yo acariciaba su masculinidad, él me desabrochó el pantalón y me acarició por
encima de las pantaletas, jadeé al sentir sus caricias.
– Bella, no debiste ponerte pantalón – se quejó con la voz entrecortada.
– No tenía planeado hacer esto y menos aquí.

Me sonrió y entonces, yo me senté en el asiento del copiloto y me saqué el pantalón y la


ropa interior mientras él bajaba el suyo hasta las rodillas después de sacar un condón del
bolsillo.

– ¿Acaso eres dueño de esa empresa? – pregunté al tiempo que se lo colocaba.


– No, pero me gusta estar prevenido, uno nunca sabe en qué momento se darán las cosas
– respondió mientras me atraía a su cuerpo.

Me senté sobre él con las piernas a los lados y entró en mí, empecé a moverme
lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, él movía las suyas de mis
muslos a mis nalgas. Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos,
jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno. Aceleré los
movimientos, él me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los
movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo. Rompí el beso y
puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido y segundos después sentí como
mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que él.

Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso


normal, lo besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento
no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto. El soltó una risa
divertida y yo también. Me puse la ropa mientras él se acomodaba la suya. Encendió el
auto que respondió a la primera y lo miré sorprendida, arqueando una ceja.

– Está bien, me pillaste y me confieso culpable, jamás falló el auto – aceptó con una
sonrisa en los labios.

Capítulo 15: Buscando La Verdad.

Es la magia de tu cuerpo
O el perfume de tu aliento
Es el fuego de tu hoguera
Que me tiene prisionera
El veneno dulce de tu encanto
Es la llama que me va quemando
Es la miel de tu ternura la razón de mi locura
No soy nada sin la luz de tu mirada
Sin el eco de tu risa que se cuela en mi ventana

– ¡Me engañaste!, eres un mentiroso y un tramposo – dije cruzándome de brazos.


– Tú eres la causante de todo, me vuelves loco, no podía esperar hasta la noche para
tenerte entre mis brazos.
– ¿En serio? – pregunté un tanto sonrojada.
– Por supuesto, no sé qué me pasa cuando estoy contigo que pierdo el control, eres un
peligro Bella Swan, nublas mi mente y no me permites ver las cosas con claridad.
– Quizá debas remitirme a las autoridades – respondí jugando.
– Eso haré, pero tu condena será estar encerrada en un cuarto conmigo, sin oportunidad
de fianza ni de apelación.
– Eso sí me da miedo – exclamé y me abracé a mí misma.
– Debería, en serio, ya no sé qué otra locura podría cometer, eres una hermosa tentación
andante.
– Definitivamente deberían encerrarme, en una torre alta sin accesos.
– Y yo iría a rescatarte – dio la vuelta en la siguiente esquina – ya no puedo imaginar mi
vida sin ti, definitivamente me hechizaste.
e
Mi corazón se disparó ante esas palabras y ya no supe que más decirle, coloqué mi
mano encima de la suya, sobre la palanca de velocidades y él me sonrió, en un semáforo
en rojo se acercó y me besó dulcemente. Seguimos el trayecto en silencio, yo quería
preguntarle tantas cosas, pero no sabía cómo, no quería arruinar el momento, parecía
mágico. Llegamos a la casa, Edward metió el auto a la cochera, me ayudó a bajar y me
dio un beso en los labios, yo lo miré asustada.

– ¡Edward!, pueden vernos.


– Tranquila, todavía siguen viendo el partido – respondió y volvió a besarme, pero
después de unos segundos lo separé.
– Basta, no es bueno tentar a la suerte.

Me sonrió y luego bajó las bolsas de la cajuela, caminamos a la cocina y dejamos todo
ahí, en efecto, Jennifer y Jacob seguían viendo el partido. Él me preguntó por las
cervezas y le dije que se nos olvidaron, sólo esperaba que no notaran que nos tardamos
más de la cuenta, pero al verlos tan emocionados siguiendo el partido descubrí que no
habían sentido el tiempo pasar.

Subí a darme una ducha y cuando bajé ya había terminado el partido. Jennifer y Edward
estaban en la cocina y no pude evitar sentir celos de esa escena, pero cuando él se dio
cuenta de mi presencia me guiñó un ojo y se me aceleró el corazón, olvidando la
molestia. Jacob estaba afuera de la casa, hablando por celular otra vez, así que me puse
a preparar el flan.

Era una situación tan extraña, Edward partía las lechugas mientras Jennifer preparaba la
pasta y yo estaba poniendo los ingredientes en el molde, entonces extrañamente, noté
que la actitud de ella estaba un poco diferente, no estaba tan efusiva con Edward y por
primera vez escuché que lo llamó por su nombre en lugar de decirle “baby”, que por
cierto, odiaba que le dijera así.

Jacob entró finalmente y también se puso a ayudarnos, puso el vino en el refrigerador y


comenzó a separar las uvas de los racimos. Parecíamos cuatro buenos amigos de toda la
vida compartiendo un agradable momento culinario, incluso las cosas entre Edward y
Jacob estaban más relajadas, se habían olvidado del acalorado partido de ping pong y,
como mi novio estaba distante conmigo, Edward se estaba comportando tranquilamente.
Como a las seis estaba lista la cena, Jennifer y yo pusimos la mesa y después nos
sentamos los cuatro a comer mientras seguíamos platicando.
– ¿Por qué no mezclas los alimentos Bella?, de todas maneras se mezclan en el
estómago – preguntó Jennifer divertida.
– No sé, es una manía que tengo desde niña, creo que fue a raíz de una vez que me
enfermé del estómago.
– Que curioso, nunca había conocido a alguien así y yo que pensaba que era rara.
– Creo que todos tenemos alguna manía, la de Jacob es hablar por teléfono.
– Cariño, no es algo que disfrute mucho, créeme, es sólo por el trabajo.
– Yo también trabajo mucho Jacob, pero no soy esclavo del teléfono – dijo Edward
serio mientras lo fulminaba con la mirada porque me había agarrado la mano, pero yo la
retiré suavemente para que él no notara nada extraño.

El comentario de Edward aunado a la plática que yo había escuchado en la mañana y al


volver a verlo hablando por celular, me llevaron a la conclusión de que Jacob escondía
algo, quizá no era una amante, pero había algo raro en su vida que no quería que yo
supiera y lo analicé con la mirada unos segundos tratando de descubrir que era lo que
me escondía.

Después que terminamos de cenar vimos una película de acción y luego jugamos Jenga.
Hubo un momento en el que entré a la cocina por un vaso de jugo y Edward entró tras
de mí.

– Por favor, quédate esta noche conmigo, es la última que estaremos aquí, el lunes viajo
muy temprano a Londres a ver lo de un nuevo hotel y regresaré días antes de la boda de
Alice – me pidió parándose frente a mí con cara de gorrión herido.
– Pero Edward, ¿cómo me pides eso?, ¿qué quieres que le diga a Jacob?
– No sé, ármale un pleito y le dices que te dormirás en la otra recámara, por favor –
suplicó no sólo con palabras sino también son su mirada.
– No sé Edward… me pones en un predicamento.
– No es mayor al que tú me pones, Bella, no vamos a vernos como en mes y medio,
regálame esta noche, por favor – insistió tomando la punta de mis dedos.
– Mira, hagamos esto, subiré y cuando esté dormido me escapo, Jacob tiene el sueño
muy pesado y seguro no se dará cuenta.
– Está bien – aceptó con una gran sonrisa mientras acariciaba mis dedos.
– Chicos me voy a dormir – anunció Jennifer entrando a la cocina y separamos
abruptamente las manos mientras la mirábamos asustados.
– Hasta mañana niña, que tengas dulces sueños – dijo Edward cariñosamente y yo lo
miré seria y salí de la cocina después de despedirme de ella.

Jacob estaba sentado en el sillón cambiando de canal en canal. Jennifer pasó, se


despidió de él y subió. Edward salió de la cocina y se sentó en el otro sillón sin decir
nada. Minutos después Jacob se levantó y le dio el control remoto.

– Ya es tarde, vámonos a dormir, cariño – exclamó volteando a verme.

Edward me dio una mirada suplicante que Jacob no percibió porque estaba dándole la
espalda y entonces recordé las misteriosas llamadas telefónicas.

– No tengo sueño, además, hay que lavar los platos, no sé pueden quedar sucios y no
quiero andar con prisas mañana.
– Está bien, pero no tardes – se inclinó para darme un beso, pero agaché la cabeza y
terminó por dármelo en la frente.
– Edward, ¿tú no vas a dormirte ya?
– Sí, pero primero tengo que sacar unas cosas del auto para entregarlo mañana.
– Bueno, hasta mañana – se despidió y subió las escaleras.

Edward se quedó parado ahí y cuando se escuchó que Jacob cerró la puerta de la
habitación, me sonrió y se acercó a mí.

– Gracias señorita limpieza – exclamó en tono de burla.


– Muy gracioso, acompáñame a la cocina, anda.

Me tomó del rostro y me plantó un beso en los labios, yo le recriminé con la mirada, él
me tomó de la mano y entramos a la cocina. Me puse el delantal y comencé a lavar los
platos mientras él se recargaba en el mueble, a mi lado.

– Cuéntame de ti – dijo metiendo sus manos a los bolsillos de su pantalón.


– ¿Qué quieres saber?
– Lo que quieras platicarme.
– Está bien, pero… – tomé un fuerte suspiro, era una duda que tenía desde el primer día
que lo conocí y que después de este fin de semana se había incrementado – ¿tú podrías
primero contestarme una pregunta?
– Claro, pregúntame lo que quieras, las reglas ya no existen – me guiñó el ojo.
– ¿Por qué un chico como tú tiene un… pasatiempo tan… peculiar?
– ¿A qué te refieres? – exclamó extrañado.
– A la forma en que nos conocimos – dije mirando el plato que lavaba para evitar
mirarlo – ¿por qué lo haces?, si no es por dinero, que obvio no te falta, entiendo lo del
placer, pero, ¿no sería más fácil conseguirse una novia o ligarse a alguien en un bar?,
¿por qué así?, ¿por qué esas reglas?
– Es complicado Bella – suspiró – así como a ti, un amigo mío de la universidad me dio
el teléfono de una chica y me explicó de que se trataba el asunto – miró al suelo un tanto
avergonzado, creo que era la primera vez que hablaba de eso con alguien – me dijo que
era un tipo de sociedad secreta, de cierto nivel económico, quizá para salir de la rutina o
cumplir fantasías que no harían con su pareja, así que un día por curiosidad le llamé a la
chica y… bueno, fue emocionante eso de no saber nada de la otra persona y seguí con el
juego, a veces yo llamaba y a veces me llamaban – me miró fijamente mientras yo
procesaba la información y me dio una rabia pensar que él llamara a alguien – ahora tú
dime, ¿quién realmente te dio mi teléfono?, no te ofendas, pero tú no encajas en el
prototipo de las chicas que están involucradas.
– Me lo dio una chica en el baño de un bar, no sé cómo se llama y vagamente la
recuerdo – ahora fue mi turno de avergonzarme, él soltó una risita y movió la cabeza.
– ¿Y por qué me llamaste?, estarás de acuerdo que fue sumamente arriesgado.
– Lo sé, me imaginé miles de cosas pero – suspiré – el día que te llamé era mi
cumpleaños, mi papá vive en Forks y mi mamá en Los Ángeles y, para variar, Jacob
tuvo que trabajar hasta tarde, así que me sentía muy sola, de casualidad encontré la
servilleta con tu número y después de vacilar mil veces te llamé.
– Vaya, veo que la cuarta regla fue rota mucho antes que las demás.
– ¿De qué hablas? – pregunté sorprendida, sólo recordaba tres.
– Regla número cuatro, no repartir los teléfonos indiscriminadamente y menos a
desconocidos, te repito que es como una secta, había que ser muy selectivos a la hora de
dar algún teléfono, ni imaginas que personajes están envueltos ahí.
– No quiero saberlo, se me revuelve el estómago de imaginar con cuantas has estado.
– ¿Ahora entiendes lo que yo siento al pensar que Jacob pueda tocarte? – respondió
parándose detrás de mí y abrazándome por la cintura
– No es lo mismo, él es mi novio.
– A eso precisamente me refiero, ustedes han hecho el amor, sé que suena trillado, pero
es la verdad, yo sólo he tenido sexo con esas mujeres, ninguna se había significado nada
– me dio un beso en el cuello – hasta que tú apareciste una noche y me cambiaste la
perspectiva de todo – añadió recargando su mandíbula en mi hombro.
– Entonces, ¿no soy una más? – dije con el corazón en la boca.
– ¿Y todavía lo preguntas?, jamás había roto las reglas Bella, sabía perfectamente que
esas mujeres estaban con otros de la misma forma que estaban conmigo, así que
ninguna valía la pena, pero contigo fue muy diferente, por eso no te dije la última regla,
desde un principio supe que no le darías mi teléfono a nadie, así que no era necesario
decirla.
– ¿Y ahora qué va a pasar?
– Lo que tenga que pasar – me abrazó con más fuerza – lo único que debes saber es que
no dejaré que salgas de mi vida – resopló en mi oído – y espero que el que salga y
pronto de la tuya sea él, no quiero compartirte con nadie… y menos con él.
– ¿Por qué lo dices de esa forma?, ¿tú sabes algo de Jacob que yo desconozca?
– No, me gustaría para que de una vez por todas lo dejaras, pero no sé nada – me dio
otro beso en el cuello – mejor olvidémonos de él y aprovechemos estas horas juntos.

Colocó sus manos en el plato que sostenía y me ayudó a restregarlo al igual que los
demás que faltaban, ninguno decía nada, sólo sentía su cuerpo pegado al mío y su
aliento sobre mi cabeza. Nuestras manos se rozaban entre los platos y el jabón que
resbalaba, Edward deslizaba sus dedos en los míos, la sensación era maravillosa, sentí
poco a poco como él se excitaba, pegando más su cuerpo al mío que en automático hice
hacia atrás y cerré los ojos al sentir también mi excitación. Él dejó correr el agua para
retirar el jabón de los platos y después los pusimos en el escurridor.

Con sus manos, aún mojadas, acarició mi abdomen por debajo de la polera y un
escalofrío delicioso recorrió mi piel mientras me daba besos cortos en el cuello. Me giré
para quedar frente a él y nos besamos apasionadamente en tanto le acariciaba el pecho
por encima de su polera. Él me tenía abrazada, acariciando mi espalda. Subí mis brazos
sin que él lo pidiera y me quitó la polera y después el sostén, delineó mis senos con las
yemas de sus dedos y después los besó en tanto yo acariciaba sus cabellos. Se separó un
poco mirándome con un infinito deseo, entonces yo le retiré la polera y la dejé caer al
suelo, besé su torso perfecto, lamí sus pezones y él jadeaba acariciando mis nalgas por
encima del pantalón y después deslizó sus manos para desabrochármelo.

Me cargó y me colocó en la mesa para quitarme el resto de la ropa, mi respiración


estaba más que acelerada y lo único que deseaba era sentirlo en mi interior, no
importaba cuantas veces me hiciera suya, la sensación previa era la misma, incluso más
intensa con cada encuentro. Mientras Edward retiraba el condón de su envoltura yo le
desabroché el pantalón y se lo baje al igual que su bóxer, mientras se lo colocaba me
besó apasionadamente y segundos después sentí como se introdujo, yo puse mis manos
en sus nalgas para impulsarlo a que entrara más profundo, él me acariciaba el contorno
de mi cuerpo y nos mirábamos, grabándonos las expresiones de placer que ambos
teníamos en la cara, tratando de gemir lo más bajo que se pudiera.

Dirigió su boca a mi cuello y lo recorrió con su lengua y después lo succionó con sus
labios, yo lo sujeté fuertemente por la espalda, sintiendo como entraba y salía de mí con
un ritmo exquisito y lo aprisioné con mis piernas para intensificar la sensación, gruñó en
mi oído y entonces, tomé su rostro con mis manos y lo besé desesperadamente, pero
terminé rompiendo el beso porque no pude reprimir el grito al llegar al orgasmo al
mismo tiempo que él, que apenas y pudo ponerme su mano en mi boca para que no
fuera tan audible mientras me miraba con sus ojos acuosos debido al intenso placer que
acabábamos de experimentar. Retiró su mano de mi boca y me besó una vez más, en
tanto yo acariciaba su cuello y sus hombros bien definidos, después me abrazó
fuertemente unos segundos y luego frotó mi nariz con la suya en tanto acariciaba mis
mejillas.

– ¿Qué me hiciste Bella?, que me tienes todo hipnotizado.


– Lo mismo que tú me hiciste a mí, porque yo estoy igual que tú.

Me regaló la hermosa sonrisa que me encantaba y volvió a besarme, nos separamos lo


necesario para tomar aire cuando, de pronto, se escuchó un ruido y se encendió la luz de
la sala y en el suelo alcance a ver una sombra.

Capítulo 16: Mentiras Al Descubierto.

Que ganas de no verte nunca más


Y ser valiente
Decirte que con él estoy mejor
Que me comprende
A él le sobra el tiempo como a mí
A él le arde la sangre como a mí
Con él me encuentro nueva
Tan dispuesta tan entera
Tan mujer de carne y hueso para amar

No pude moverme del pánico que me inundó, la escena del ping pong vino a mi mente y
eso no sería nada a lo que sucedería si era Jacob el que estaba ahí. Edward alcanzó a
subirse y abrocharse el pantalón y se volteó para encarar a quien fuera, yo sólo pude
enterrar mi cabeza en su hombro mientras él trataba de cubrir mi cuerpo desnudo.
– Haré de cuenta que no vi nada – dijo Jennifer pasando al lado de la mesa, cubriendo
sus ojos con una mano a la altura de las cejas.
– Jennifer – exclamó Edward, pero se cayó, supongo que buscando que decirle.
– Ahórrate las palabras, sabes que no es necesario.
– No quiero que pienses que soy de lo peor – dije muerta de la vergüenza por la
incomodísima situación y además, aún no tenía clara la relación entre ellos.
– Tranquila Bella, jamás pensaría eso de ti, yo no soy nadie para juzgarlos, además, es
muy evidente la atracción que hay entre ustedes, me di cuenta desde el primer día.
– ¿Y eso no te molesta? – pregunté asombrada.
– ¿Por qué habría de molestarme?, espera, no me digas que piensas que entre Edward y
yo hay algo más, Ed, ¿no le has dicho que sólo somos amigos tú y yo? – exclamó de lo
más divertida, riéndose.
– Sí, pero ya me doy cuenta que no me creyó.
– Es que por la forma en que se tratan cualquiera pensaría que son novios.
– Nos conocemos de toda la vida, Bella, el “baby” es como un hermano más para mí,
bueno, me voy a dormir, lamento haberlos interrumpido, pero mejor que haya sido yo, y
no te preocupes Bella, repito yo no vi nada, buenas noches – tomó el vaso de agua que
se había servido y salió de la cocina sonriéndonos en complicidad.
– ¡Qué vergüenza!, no podré volver a mirarla a los ojos.
– Tranquila, Jen es muy alivianada, además no es la primera vez que me pilla en una
situación comprometedora – lo fulminé con la mirada – no me veas así, no te conocía.
– Será mejor que me vista y suba a mi habitación, no quiero ni imaginar que habría
pasado si no hubiera sido ella la que nos vio.
– Quizá hubiera sido lo mejor para que de una vez por todas Jacob te deje en paz.
– No Edward, así no, no quiero herirlo de esa manera, además como quedaría mi
reputación, también nos conocemos de toda la vida y mi papá lo adora.
– Viéndolo así, tienes razón, pero no quiero que duermas con él, vamos a mi habitación,
por favor.
– No Edward, te dije que no era bueno tentar a la suerte y ve, Jennifer nos pilló, así que
mejor ya no nos la juguemos de nuevo.
– Está bien, pero, prométeme algo – me tomó de las manos – vas a terminar con él lo
antes posible, cuando regrese de Europa ya no quiero que sea tu novio.
– Lo haré, te lo prometo, en cuanto regresemos buscaré la forma de terminar con la
relación – me solté para acariciarle las mejillas y luego le di un pequeño beso.

Me levanté de la mesa y me vestí, él se colocó su polera y después me abrazó


fuertemente.

– Te voy a extrañar mucho Bella – susurró en mi oído.


– Yo también a ti, voy a estar contando los días para volver a verte.
– Y yo las horas – dijo y me besó nuevamente y luego volvió a abrazarme.

Al día siguiente, nos despedimos en el aeropuerto, ellos iban para Nueva York y sentí
un gran hueco en el pecho, sólo pudimos darnos la mano, que Edward me acarició
suavemente y un beso en la mejilla, me sonrió cuando me soltó. Jennifer me abrazó con
fuerza y calidez, me dio otra sonrisa de complicidad y luego se despidió de Jacob.

Me dormí durante el vuelo ya que en la noche no había podido hacerlo, habían sido
demasiadas las emociones de todo el fin de semana, sobre todo el descubrir que para
Edward yo no era una más en su cama, que al parecer sentía lo mismo que yo, no sé si
con la misma intensidad, pero estaba segura que no era sólo sexo para él tampoco, que
ambos habíamos roto por completo la tercera regla y eso llenaba de gozo mi corazón,
aunque no sabía cómo sobreviviría este tiempo sin verlo.

Jacob me llevó a mi departamento y luego se fue en el mismo taxi, claro tenía que ir a
ver a Leah, la verdad me tenía muy sin cuidado adónde iba en realidad, estaba decidida
a terminar con él, sólo tenía que buscar la oportunidad para tratar de lastimarlo lo menos
posible y lo primero, que tuviera tiempo para verme.

A la mañana siguiente llegué a la oficina y Audrey de inmediato entró tras de mí.

– Hola amiga, luces radiante esta mañana, ya veo que el viaje a Las Vegas estuvo
fenomenal.
– Sí, estuvo bien – dije extrañada, no recordaba haberle dicho que iba a Las Vegas.
– Me da mucho gusto, eso era justamente lo que les faltaba.
– Sí, justamente, ¿qué novedades hubo?
– Como siempre de responsable, yo no tendría ganas de trabajar después de unas
maravillosas vacaciones como las que pasaste.
– La vida es un equilibrio – respondí sonriendo al acordarme de Edward.

Era miércoles por la tarde y no había tenido noticias de Edward, lo cual me tenía muy
nerviosa, ¿y si no estaba en un viaje de negocios?, ¿y si todo lo que me había dicho era
mentira con tal de seguir acostándose conmigo?, ¿y si yo sólo era una diversión para
él?, ¿la secta esa sólo existiría en Estados Unidos o también en Europa? Mi corazón se
oprimió ante tal idea, no podía imaginármelo en los brazos de otra. Fui devuelta a la
realidad cuando tocaron la puerta, levanté la vista y era un chico con un paquete, lo hice
pasar, me lo entregó y firmé un par de hojas de recibido.

Curiosa, lo abrí, no traía remitente, me encontré con un estuche cuadrado y lo abrí, era
un hermoso collar de plata con un colgante en forma de corazón y un par de aretes que
hacían juego, también de corazón. Tomé la nota del interior y ansiosa la leí.

“¡¡¡Feliz cumpleaños hermosa Bella!!!


Sé que el regalo llega retrasado, pero ignoraba que el día que nos conocimos era esa
fecha tan especial y ahora que lo sé no quise que pasara desapercibida. Espero que te
guste, es una representación material de una parte de mi cuerpo que te añora, no pude
encontrar algo que no fuera burdo de otra parte que te extraña más.
Sigo contando las horas que faltan para volver a vernos, creo que son como mil, te
mando igual número de besos, repártelos en tu cuerpo como quieras.
Tuyo, Edward Cullen”

Una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro, jamás me imaginé semejante sorpresa y sus
palabras me arrancaron una risita, eran la mezcla exacta de él, tiernas, pero con un toque
de sensualidad, eso era lo que más me gustaba de él, esa combinación de ternura y
sexualidad, simplemente lo hacía irresistible y me hacía enloquecer.

Al día siguiente al abrir mi correo electrónico del trabajo, sorpresivamente, me encontré


con un mail suyo y mi corazón latió a toda prisa, el asunto decía Hola hermosa Bella y
lo abrí inmediatamente.
“Seguro pensaste que ya me había olvidado de ti y que todo lo que te dije eran mentiras,
pero déjame aclararte que te equivocaste, en primera, quería que tu regalo fuera una
sorpresa, ¿te gusto?, y en segunda, tuve que escribirle varios mails a Alice antes de que
me diera tu correo porque no podía creer que no lo tuviera.
Pero, ahora ya no te podrás librar de mí porque diario te estaré enviando al menos uno y
ojala que podamos chatear, ¿tienes webcam en casa?
Te extraño y te mando muchos besos.
Tuyo, Edward”

Sonreí ante sus afirmaciones, ¿acaso podía leer mi mente?, ¿cómo sabía que
exactamente eso era lo que estaba pensando?, sonreí y le respondí.

“¿Cómo puedes creer que pensara esas cosas de ti?, con todo el tiempo que tenemos de
conocernos, déjame aclararte que he tenido demasiado trabajo como para pensar en
cierta personita que, al parecer, se cree el centro del universo.
Mentira, te extraño muchísimo y todo el día pienso en ti, tu regalo me encantó, esa parte
de mi cuerpo también te añora, pero como no tengo la dirección de donde te encuentras
tendrás que conformarte con un dibujo.
¿Por qué la pregunta de la webcam?
Yo también te extraño mucho y te mando el doble de besos.
Tuya, Bella”

Era viernes por la tarde, después de salir de la oficina me dirigí al centro comercial,
dada la insistencia de Edward de querer verme porque no se conformaba con las
fotografías que le había mandado, iba comprarme una webcam y aprovecharía para ver
los vestidos a ver si encontraba uno adecuado para la boda de Alice. Salí de la tienda de
electrónicos y fui recorriendo las de ropa, pero no encontraba algo propio para la playa.
Decidí subir al siguiente piso y tomé las escaleras eléctricas, al llegar arriba me detuve
en una tienda de zapatos, también debía comprarme unos.

De pronto, escuché una voz infantil que gritó mi nombre, volteé y era Lauren que corría
a mi encuentro sosteniendo en una de sus manitas un oso que me resultó muy familiar,
levanté la cara y me los topé, a escasos tres metros de mí, tomados de la mano, Audrey
y Jacob juntos, él con cara de sorpresa y ella con mirada retadora.

– Tía Bella, tía Bella – exclamó la pequeña abrazándome de las piernas.


– Hola pequeña, ¿cómo estás? – dije agachándome para mirarla.
– Mien, mida mi nuevo papi me lo dio – dijo mostrándome el oso de Las Vegas.
– Que bonito – exclamé acariciándole la cabeza a la niña.
– Hola Bella, que sorpresa encontrarte, no me dijiste que venías – dijo Audrey en tono
sarcástico – ahora que recuerdo, sí lo mencionaste, creo que lo olvide, tú sabes, mucho
trabajo, pero qué bueno que nos encontramos, ya estaba harta de mentirte.
– Bella, déjame explicarte – intervino Jacob soltándola de la mano y yo me enderecé.
– No, tú no le vas a explicar nada, lo voy a hacer yo, ya es hora de que sepa la verdad,
mi amor, diez meses ignorándola es demasiado tiempo, ¿no crees?, y como tú no te
decidías a terminar con ella “acordé” este encuentro “casual”.
– ¿Cómo pudiste? – exclamó él mirándola molesto, yo simplemente no podía hablar.
– No me dejaste otra alternativa, mi amor, me dijiste que en las vacaciones terminarías
con ella y no lo hiciste, ya me cansé de compartirte, de ser la otra, de vernos a
escondidas los fines de semana, sí Bella, esos supuestos viajes de trabajo eran a mi casa,
ahí dormía los viernes y los sábados – agregó volteando a verme.
– Cállate ya Audrey.
– No Jacob, no me voy a callar, que se entere de todo de una vez por todas, así es Bella,
esa supuesta adicción al trabajo se llama Audrey, o sea, yo, ¿recuerdas aquella vez que
te platique que estaba deprimida y me encontré a un viejo amigo en este mismo centro
comercial, por cierto?, pues era Jacob, desde que me lo presentaste me gustó y en esa
ocasión tuve oportunidad de conocerlo más y me enamoré de él y fui correspondida,
sólo había un pequeño inconveniente, su novia, al principio no me importo compartirlo
porque ese “amor” que te profesa es más de amigos que de pareja, pero con el tiempo,
mi deseo por estar con él se fue incrementando a tal grado de ponerle una prueba de
fuego, ¿y qué crees?, la pasó, prefiero estar conmigo que contigo en tu cumpleaños, eso
es amor Bella y no lo que te dice que siente por ti.
– Me dijiste que estabas enferma Audrey, que no podías cuidar de Lauren, por eso fui
contigo – exclamó sorprendido, al parecer, no conocía ese lado oscuro de ella.
– Jacob, ya basta de mentir, sí te dije eso para que fueras, pero al llegar al departamento
te diste cuenta que estaba bien y no te marchaste, por el contrario, te quedaste toda la
noche en mi cama, no tengo que darte los detalles, ¿verdad Bella?, supongo que conoces
sus dotes en ese arte, así que comprenderás porque ya no quise compartirlo más contigo,
hasta por teléfono lo hace sensacional, sí Bella, durante sus vacaciones era conmigo con
quien hablaba y me extrañaba tanto, que todas las noches me llamaba sólo para que
tuviéramos sexo telefónico mientras tú dormías.
– ¡Que te calles ya!, no tienes que ser tan mordaz, Lauren está presente – gritó Jacob
jaloneándola de un brazo.
– Es que ya me canse Jacob, ya no quiero ser tu amante, quiero ser tu novia, quiero que
Lauren al fin tenga un padre y tú lo habías prometido, maldita sea, ¿por qué no
terminaste con ella en el viaje?, tú me orillaste a hacer esto, ¿acaso crees que es muy
fácil para mí decirle esas cosas cuando hemos sido amigas desde que nos conocimos?, a
pesar de todo, te estimo Bella, yo no quería que esto pasara, se dio solo un día y no
sabes cómo te envidiaba cuando te veía de su brazo en los eventos, como me dolía ver
que te mandara flores con tal de seguir pareciendo el novio perfecto que nunca ha sido,
no soy la única con la que te ha engañado Bella.
– Ya basta Audrey, nos vamos ahora mismo.
– No, la que se va soy yo – no sé cómo pude hablar y me di la vuelta.
– Bella, por favor, déjame hablar a mí, sé que soy un canalla pero…
– Ahora no Jacob, ahora no es un buen momento – lo interrumpí.
– Déjala ir ya, no creo que te ame Jacob, su reacción no es la de una mujer enamorada,
si hubiera sido al revés yo estaría ahogada en llanto.
– La verdad no creo que tú tampoco me ames, ¿cómo has podido hacer esto?

Me di la vuelta para bajar por las escaleras y dejé de escuchar su conversación, no podía
dar crédito, me dolía, sí, porque a pesar de todo, le tenía cariño y me dolía ver en que
había terminado nuestra relación, además, me dio coraje que yo sintiera remordimientos
y culpa por haber estado con Edward cuando Jacob tenía meses revolcándose con una
de mis mejores amigas y los dos mintiéndome descaradamente, ¿cómo es que no me di
cuenta antes?, ahora comprendía tantas cosas.

Salí del centro comercial y caminé rumbo a mi casa, necesitaba un poco de aire libre. Al
llegar, me tiré en el sillón a pensar, ¿en qué momento Jacob y yo dejamos de amarnos?,
¿qué nos orillo a buscar otras personas?, ¿por qué tenía que acabar así lo nuestro?
La puerta empezó a sonar insistentemente y escuché la voz de Jacob rogando por entrar,
me levanté a abrirle, era mejor acabar con esto de una buena vez.

– Bella, por favor, escúchame – dijo suplicante al entrar.


– ¿Y qué vas a decirme?, ¿qué lo lamentas?, ¿qué fue una tontería?, ¿un momento de
calentura?, ¿que pensabas terminar conmigo y no supiste cómo para no herirme?
– Merezco tu odio, sí, lo lamento enormemente y sí fue una estupidez, Audrey supo
bien como envolverme, jamás me imaginé que resultara tan ruin.
– ¿Vas a echarle toda la culpa a ella?, no esperaba eso de ti, creí conocerte mejor.
– No, ella no tiene la culpa de todo, no me puso una pistola para obligarme, poco a poco
se fueron dando las cosas y yo jamás puse un alto, dejé que esa relación fuera creciendo
y nunca vislumbre el daño que iba a ocasionar.
– No te preocupes por mí, no te odio, no podría hacerlo cuando yo – tomé un fuerte
respiro – he hecho lo mismo que tú.
– ¿Qué? – exclamó de lo más sorprendido y su cara de remordimiento cambio por una
de enojo.

Capítulo 17: Cerrando Un Ciclo.

Ven, siéntate a mi lado


Hablemos un momento
Tengo algo que decirte
Que tú debes saber
Es cierto que te amaba
No me arrepiento
Pero el amor se escapa
Y ya no ha de volver
Prefiero no mentirte
Ya nada puedo hacer
Te juro que en verdad ya lo he pensado
Para decir adiós, vida mía
Cuando el amor al fin se ha ido
Para decir adiós
Sólo tengo que decirlo

– No me mires de esa manera Jacob, no es momento de ponerse como el hombre mal


herido – desvió su mirada y la dirigió al suelo desconcertado – así es, la correcta Bella
se acostó con otro hombre que no eras tú y varias veces, y así como te lo confieso,
también te digo que sentí remordimientos, pensaba que no te merecías algo así, jamás
reflexioné que lo nuestro ya se había acabado mucho antes de que él apareciera, que
nuestro amor se había esfumado sin darnos cuenta.
– ¿Quién es él?, ¿lo conozco? – preguntó serio mirándome de nuevo.
– Eso no te lo voy a decir, sólo te aclararé que no es uno de tus mejores amigos.
– Sé que fue un gran error de mi parte involucrarme precisamente con ella, pero te juro
que no lo planeé.
– No creo que alguien planeé engañar a su pareja, eso sí sería demasiado ruin, yo
tampoco lo tenía planeado, simplemente se dio.
– Tan siquiera dime que lo amas, no soportaría que lo hayas hecho sólo por despecho a
causa de mi distanciamiento.
– ¿Tú la amas a ella?
– No sé, sí sentía algo, la verdad, no sólo estaba con ella por el sexo, pero después de la
faceta que hoy descubrí, no puedo querer a alguien así, alguien que fue capaz de mentir
mil veces sólo por salirse con la suya, que ni siquiera le preocupa decir todas esas
barbaridades enfrente de su hija.
– Yo sí lo hice al principio por soledad, pero ahora… creo que sí lo amo.
– ¿Y él a ti?
– Creo que también, no estoy muy segura, hace poco que lo conozco.
– Lo que sí quiero aclararte es que nunca hubo otras, ella lo dijo por rabia.
– Eso ya no importa Jacob, si ella fue la primera o la décima, ya da igual.
– ¿Qué nos paso Bella?
– Es lo mismo que me pregunto, no sé, quizá la rutina, teníamos trazado un plan casi
perfecto, pero no contemplamos otras posibilidades, pensamos que siempre estaríamos
juntos y dejamos enfriar la relación, no imaginamos que otras personas se cruzarían en
nuestras vidas y cuando sucedió, nos dio miedo que eso sólo fuera una ilusión y lo
nuestro era algo real, un puerto seguro, como dicen, creo que sólo seguíamos juntos por
costumbre y a veces eso es más fuerte que el amor.
– ¿Eso es lo que tú pensabas cuando lo conociste a él?
– Sí – me quedé callada unos segundos – la soledad es mala consejera y al final siempre
le tenemos miedo a que sea la única a nuestro lado.
– ¿Sabes?, no te culpo que hayas caído en los brazos de otro, yo me lo gané a pulso y
creo que tienes mucha razón en lo que dices, tú y yo nos conocemos bastante bien,
sabíamos que tanto podía aguantar el otro y me confié, sólo espero que me perdones
algún día y que podamos seguir siendo amigos.
– Yo también espero que tú me perdones, creo que no debemos buscar culpables, una
relación es de dos y si fracasa o triunfa es responsabilidad de ambos, creo que yo
también permití que el fuego se apagara, dejé de hacer muchas cosas, incluso no te
recriminaba tus ausencias, ¿cómo ibas a evitarlas si veías que a mí no me importaba?
– Lamento mucho que lo nuestro haya terminado así.
– Yo también lo lamento, pero mejor ahora, antes de hacernos un daño irreparable, creo
que con el tiempo podremos volver a ser amigos, por ahora es mejor que no nos
veamos, es lo más sano si es que queremos rescatar al menos la amistad.
– Tienes razón, creo que debo estar solo un tiempo.
– Creo que yo también.
– Nos vemos Bella y en verdad perdóname, yo a ti te perdono porque sé que si todo
hubiera estado bien entre nosotros no hubieras andado con alguien más.
– La verdad no lo sé Jacob, eso nunca lo sabremos.
– Espero que él no te falle… conozco bien esa mirada Bella – guardó silencio mientras
me miraba a los ojos – en verdad espero que él te ame como tú lo amas a él, no me
gustaría verte sufrir por alguien que no te valore.
– Gracias Jacob, puedo cuidarme sola y lo que tenga que pasar, pasará.
– ¿Podría abrazarte?
– ¿Por qué no?

Al momento de abrazarnos vinieron a mi mente tantas cosas, me di cuenta que el cariño


que le tenía era sólo de amigos, ese beso que le había dado en la cocina en la casa de
Las Vegas me lo había dejado claro, pero egoísta yo, como se lo dije, tenía miedo de
que lo de Edward sólo fuera algo fugaz y no quería quedarme sola, ahora sólo esperaba
que en verdad no se esfumara, no sabría qué hacer, me derrumbaría completamente
porque lo amaba con todo mi ser, ahora terminaba por entenderlo.

El lunes por la mañana me sorprendió ver que Scott ya había llegado a la agencia y que
estaba encerrado en su oficina con Audrey, sentí un desasosiego, podría soportar la
ruptura con Jacob, era algo ya inminente, pero no podía perder mi trabajo, eso sí me
destrozaría, la agencia de Scott era una de las más reconocidas y él con facilidad podría
cerrarme la oportunidad de conseguir trabajo en otra. Entré a mi oficina y alcance a ver
que Audrey salía llorando, se dio cuenta que yo estaba ahí y furiosa entró golpeando la
puerta.

– Ya estarás contenta maldita mosca muerta, tenías que hacerte la sufrida con el jefe,
¿verdad?, por tu culpa me he quedado sin trabajo y no podré encontrar otro igual en
todo el país y tengo una hija que mantener.
– Eso hubieras pensando antes de montar un escándalo en un lugar público,
exponiéndote a que alguien te viera, que eso fue lo que sucedió, ni siquiera he hablado
con Bella y ya deja de hacer numeritos, vete por favor, antes que llame a seguridad para
que te acompañen a la calle – respondió Scott serio.
– Esto no se va a quedar así Bella, me las vas a pagar.
– Ya te dije que ella no tiene nada que ver, acepta las consecuencias de tus actos
Audrey, tú eres la única responsable de lo que ha pasado.

Lo recorrió con la mirada furiosa y salió de mi oficina, yo me dejé caer en mi silla, lo


que menos quería es que la despidieran, conocía perfectamente su situación y no le
guardaba rencor, al final lo que se hace en la vida se paga y creo que ella se iba a quedar
sin Jacob que era lo único que le importaba y la causante era ella misma.

– Scott, no tenías que haber hecho eso, no tiene nada que ver con el trabajo.
– Perdón Bella, no lo hice por ti, te estimo, pero tuve otras razones, mi esposa las vio en
el centro comercial y escuchó todas las cosas que Audrey te gritó, si fue capaz de
involucrarse con el novio de una amiga y se valió de todas las artimañas que pudo para
conseguirlo, más encima ventilar intimidades en un lugar público y frente a su hija,
¿qué podría yo esperar de ella en cuestiones laborales?, que un día se marchara
llevándose sus cuentas y echara pestes de la agencia, que tirara lodo por todas partes, no
Bella, eso no podía yo permitirlo, me ha costado mucho abrirme paso en este medio tan
competido para dejar que alguien como ella lo arruine por su falta de escrúpulos.
– No sé qué decirte.
– No digas nada y sigue con tu trabajo, tenemos varios asuntos pendientes y mientras
conseguimos a otra persona para reemplazarla te harás cargo de sus cuentas.

Asentí con la cabeza y Scott salió de mi oficina. Encendí mi computadora y, como


siempre, había más de un mail de Edward, pero no me sentía con ánimos de leerlos y
menos con lo que acababa de pasar, no podía evitar sentir lástima por Audrey, no le
había valido de nada todo lo que hizo, había perdido lo más por lo menos.

Por la tarde, salí a almorzar con Kate y le conté lo que había sucedido.

– Lo sabía Bella, no en vano ella lo tenía en un altar, era porque se estaban acostando.
– Nunca lo sospeché, alguna vez sí pensé que estaba enamorada de él por la forma en
que se expresaba pero no imaginé que tuvieran un amorío.
– Las relaciones humanas son difíciles Bella, y los hombres son muy débiles, caen fácil
ante el sexo, por eso ahora debes tener mucho más cuidado, veme a mí.
– Y, por cierto, ¿cómo van las cosas con Steve?
– Ya iniciamos los trámites del divorcio, mañana es la primera audiencia.
– Entonces, ¿no hubo arreglo?
– No Bella, nos hemos dado cuenta que nos casamos sin conocernos, cegados por el
fuego de la pasión y aunque ese todavía está presente no es lo único que mantiene viva
una relación, algún día se acabara y entonces, ¿qué nos quedara?, somos completamente
distintos, no tenemos nada en común, así que no tiene caso seguir juntos.

En eso mi celular sonó, lo tomé y era número restringido, no pude evitar que los latidos
de mi corazón se dispararan al adivinar de quien se trataba.

– Hola – respondí de lo más normal.


– Vaya, hasta que me contestas, Bella, me tenías con el alma en un hilo, ¿sabes dónde
estoy? – escuché su voz aterciopelada con un tono de preocupación.
– No tengo la más remota idea, por la hora que es y considerando el cambio de horario,
supongo que estarás alistándote para cenar.
– Pues no corazón, estoy en el aeropuerto buscando un boleto para Nueva Jersey, no he
sabido nada de ti en todo el fin de semana, no has contestado mis mails y no había
podido comunicarme a tu celular, me tenías sumamente preocupado.
– Edward, no tienes que hacer eso, tuve un fin de semana muy ocupado y tengo mucho
trabajo en la oficina, no tienes porqué alarmarte.
– Está bien, entiendo, discúlpame por ser tan aprensivo pero, no sé, tuve un extraño
presentimiento el viernes, júrame que estás bien Bella, por favor.
– Estoy bien, no tienes nada de qué preocuparte… por cierto, ya compré la webcam.
– Esa es mi chica, está bien, me calmaré y me conectaré cuando allá sean las 10 de la
noche, ¿ok?
– Pero, Edward, allá serán las tres de la mañana, tienes que dormir.
– No te preocupes por eso, de todas maneras aún no me adapto bien al cambio de
horario.
– Sigo pensando que estás loco.
– Claro que lo estoy, pero por ti.
– ¿De verdad?
– ¿Y por qué lo dudas?, si no estuviera loco por ti no te escribiría todos los días ni
estaría ahorita a punto de regresar a Estados Unidos sólo para asegurarme que estás
bien, debes tenerme confianza, corazón.
– Lo sé – respondí con un suspiro.
– ¿En serio estás bien Bella?
– Sí, anda, ya ve a cenar, no es necesario que vengas.
– Está bien, entonces nos vemos a esa hora, ¿sí?
– Ok, hasta entonces.
– Cuídate mucho corazón, por favor, te mando muchos besos.
– Yo también, bye.

Llegué a casa y cené mientras veía la televisión, no me quisé cambiar de ropa porque
vería a Edward por la webcam, lo cual me tenía nerviosa. La conecté y verifiqué que
sirviera, me tomé una foto y la puse en el messenger. A las diez en punto Edward se
conecté y de inmediato me escribió hola y me mandé la invitación para la video
llamada, sonreí y la acepté.

– Hola mi preciosa Bella, ¿cómo estás? – preguntó en cuanto nos vimos.


– Bien, ¿y tú? – respondí saludándolo con la mano.
– Feliz de verte, aunque me gustaría más estar contigo.
– ¿En serio no tienes sueño?
– No, por supuesto que no, tú me lo quitas, me haces falta, ¿ya te lo había dicho?
– Sí, en cada correo electrónico que me escribes – respondí y puse mi mano en la
pantalla del notebook y él hizo lo mismo – ¿qué es lo que más extrañas de mí?
– ¿Por dónde empezar?, tu sonrisa, tus ojos, el aroma de tu cabello, tus besos, tus
caricias, tu sensualidad, el calor de tu cuerpo, tus manos en mi espalda, tu respiración
errática, tu forma de perder el control – se quedó en silencio y una sonrisa traviesa
escapó de sus labios – ¿qué tal si jugamos un poquito Bella?
– ¿Jugar?, ¿a qué? – pregunté haciéndome la tonta porque bien sabía a qué se refería.
– A que estamos juntos y vamos haciendo lo que nos digamos, tú sabes, cositas que nos
haríamos el uno al otro – respondió y me guiñó el ojo lamiéndose los labios.
– Está bien, pero tú empiezas y yo te sigo, ¿sí?
– Ok, suéltate el cabello y acomódate bien en la silla, muy bien, ahora cierra los ojos y
concéntrate en mi voz, imagina que estoy ahí contigo, parado frente a ti y empiezo a
acariciar suavemente tu cuello, eso es, imagina que es mi mano y la deslizó hasta llegar
al primer botón de tu blusa y lo desabrochó, voy bajando desabrochando los demás, al
terminar, acarició tus pechos, así, despacio, en círculos, muy bien Bella, ahora con la
otra mano, imagina que la deslizó por el interior de tu muslo, por debajo de tu falda,
justo así, te acarició por encima de tu ropa interior y voy sintiendo tu humedad, mis
dedos se abren paso y finalmente alcanzan tu interior, comienzo a acariciarte despacio,
suave, placentero, eso es hermosa, no te detengas, siénteme, oh sí, tus jadeos me
fascinan, sigue así, un poco más, otro poco, ay Bella, no tienes idea cuanto me
encantaría ser verdaderamente yo quien te estuviera acariciando.
– A mí también, Edward – abrí los ojos y vi que él también estaba acariciándose, me
lamí los labios – yo te llenaría de besos el torso y bajaría por tu abdomen, seguiría
bajando y dejando más besos, cuando sintiera que yo no pudieras más te ofrecería entrar
en mí, lento, constante, como sólo tú sabes hacerlo, oh Edward, así me encanta, sigue
moviéndote, hazme tuya, enloquéceme, no pares, falta poco.

Ya no pude pronunciar palabra alguna, un intenso gemido salió de mis labios y cerré los
ojos al sentir que llegaba al clímax con mi corazón latiendo a mil, ¿cómo podía hacerme
sentir eso cuando estaba a kilómetros de distancia? Apreté los ojos, me daba vergüenza
verlo, ya no era más una desenfrenada desconocida, era una mujer completamente
enamorada de él.

– Eres extraordinaria Bella, jamás me cansaré de decirlo.


– Y tú también, me haces hacer locuras que jamás imaginé – dije abriendo los ojos.
– Bendita sea la tecnología.
– ¿Me esperas?, voy a lavarme las manos.
– Está bien, pero no tardes.

Regrese al cabo de cinco minutos y él ya había vuelto a ponerse el pantalón de la


pijama.
– ¿Cómo te sientes? – pregunto sonriente.
– Relajada.
– Me encanta haber contribuido con eso – se puso serio y suspiró – Bella, no quiero
arruinar el momento pero necesito saber algo que me está quemando… ¿ya terminaste
con él? – añadió.
– Sí, descubrí que andaba con otra, curioso, ¿no?, ambos vivíamos en una mentira.
– Lo sabía, por eso no quería que te tocara.
– ¿Qué dijiste?, ¿tú sabías que Jacob tenía una amante? – exclamé más que sorprendida.

Capítulo 18: Argumentos

Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y


su casa editorial.

Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.

Te sabes unos trucos realmente malvados


Y necesitas algo de disciplina
Pero últimamente te has esforzado en realidad
Para darme lo mejor de ti
Eres realmente adorable
Quieres amarme
Soy realmente afortunada
Has gastado todos tus cupones
Y lo único que te queda soy yo
Y de alguna forma estoy llena de clemencia
Creo que estaba destinado a ser

– ¿Cómo lo supiste? – agregué un tanto molesta.


– Un día lo vi en un restaurante, pero él no se dio cuenta.
– ¿Por qué no me lo dijiste cuando te lo pregunté?
– Porque no sabía si ibas a creerme, no quería parecer intrigante.
– ¿Qué clase de excusa es esa? – dije exasperada – yo pensando que no querías que me
tocara porque estabas celoso y resulta que sólo era porque sabías que se estaba
acostando con otra.
– Por supuesto que estaba celoso y mucho más sabiendo lo que él te ocultaba.
– ¿Mira quién habla de ocultar cosas?, primero lo del auto y ahora esto, ¿cómo me pides
que confié en ti si haces cosas que no son para ganarse mi confianza?, ¿en qué más me
has mentido?, aparte de esto y de decirme que te irías a un viaje de negocios cuando en
realidad te fuiste a descansar a Las Vegas, ¿en serio Jennifer es sólo tu amiga?, ¿o es
igual de buena para mentir que tú?, ¿qué clase de relación retorcida mantienen?
– ¿Cómo puedes decirme eso Bella?, por supuesto que Jennifer sólo es mi amiga y si no
nos crees pregúntale a Alice.
– Ahora el ofendido eres tú, ¿no?, ya parece que tu hermana va a saber lo que en
realidad hay entre ustedes, ¡por favor!
– Es que estás llevando esto al extremo, ¿ok?, sí te oculte lo de Jacob, porque sé el
cariño que le tienes y no quería lastimarte, Bella, tuve más de una ocasión para
gritártelo, estuve a punto de hacerlo cuando los vi en la cocina besándose, pero a pesar
de mi rabia y de mis celos no iba a ser yo quien te quitara la venda, no iba a tener un
enfrentamiento con él frente a ti porque sabía que te dolería, no iba a ponerte entre la
espada y la pared, no soy así Bella, estaba seguro que algún día te enterarías.
– Que sobreprotector resultaste – exclamé cruzándome de brazos.
– Pues sí, así soy y si te engañe en lo del auto fue para estar más tiempo contigo a solas,
sin que ellos estuvieran cerca y lo del viaje de negocios no fue del todo mentira, si fui a
Las Vegas fue porque sabía que irías con Jacob, quería tenerte cerca y quería ver cómo
era tu relación con él.
– ¿O sea que todo lo hiciste premeditado?, eres increíble y yo soy una tonta por seguir
con esto – dije molesta y cerré la ventanita y la sesión del Messenger.

Me llevé las manos a la cara, ¿qué clase de hombre era en realidad Edward Cullen y qué
era lo que verdaderamente quería de mí?, yo enamorada de él como idiota y él con sus
jueguitos tontos. En eso, sonó mi celular y vi que era número restringido, no quise
discutir más con él y lo apagué, necesitaba pensar y analizar lo que iba a hacer, confiar
en él, que fácil se dice, ¿cómo iba a hacerlo con esas actitudes?

Al otro día que llegué a la oficina tenía una página completa de mails de él, en el asunto
decían perdóname y léelo por favor, pero no quise hacerlo, no estaba dispuesta a iniciar
una relación a base de mentiras, si con Jacob todo había empezado bien y como había
terminado, ¿qué podría esperar de una relación que desde el principio había mentiras y
engaños? No quise pensar en el asunto y me concentré al máximo en el trabajo, tenía
miles de cosas que hacer y apenas iban a iniciar la búsqueda de la persona que
reemplazaría a Audrey.

Al día siguiente seguía igual, metida en el trabajo, ni siquiera salí a almorzar, lo bueno
es que ya habían entrevistado a una chica, ojalá la contrataran. Estaba concentrada en la
computadora haciéndole cambios a un logotipo cuando tocaron mi puerta, al voltear vi
que había un enorme oso de peluche blanco con una carta entre sus brazos, me levanté
de la silla curiosa, el sobre decía, “Léeme por favor”, una sonrisa escapó de mis labios,
tomé el sobre y lo abrí.

“Tienes razón en pensar esas cosas de mí, no puedo pedir tu confianza cuando soy el
primero que la traiciona, pero no tienes idea de lo que siento por ti, es mucho más fuerte
que yo y me asusta, porque aun sin conocerte demasiado te has metido hondo en mi
corazón y no sé qué sería de mí si tú no sintieras lo mismo, Bella, hace mucho que
rompí la tercera regla, incluso antes que las otras dos, eres lo más importante para mí y
estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de demostrártelo.
Tuyo por siempre
Edward Cullen”

Me quedé estática al leer la nota, ¿qué era lo que estaba tratando de decirme?, ¿qué él
también estaba enamorado de mí como yo de él?

– Perdóname por favor, nunca fue mi intensión herirte, pero cuando se trata de ti pierdo
la perspectiva de todo, no puedo pensar coherentemente, se me ocurren las más extrañas
locuras, por eso estoy aquí, no me importó faltar a la junta de socios con tal de venir a
aclarar las cosas contigo – dijo en el umbral de la puerta.
Yo estaba completamente emocionada, entre el oso, las palabras de la carta, lo que
acababa de decirme de su propia boca y el gesto de haber volado sólo para arreglar las
cosas, no podía hablar, pero entonces, la parte cruel de mi ser salió a flote, quería ver
qué tanto más estaba dispuesto a decir o hacer con tal de que lo perdonara.

– Por mí puedes regresarte a tu junta – le di la espalda antes de que la sonrisa sádica se


me escapara de la cara y se acabara mi actuación, porque lo que en realidad quería hacer
era echarme en sus brazos y besarlo – yo también tengo mucho trabajo.
– No me digas eso Bella, por favor, si tú no me perdonas lo demás ya no importa –me
abrazó por detrás y cerré los ojos al sentir su cuerpo pegado al mío, percibí los latidos
acelerados de su corazón y su perfume me envolvió por completo – ya perdóname, ¿sí
corazón? – susurró en mi oído, sabía bien como desarmarme.
– ¿No más mentiras ni engaños? – dije con un hilo de voz.
– Te lo prometo.

Me volteé y nos besamos frenéticamente, parecía que teníamos meses separados,


nuestras bocas se devoraban sedientas del elixir que emanaba de ambos, sus manos
viajaban por mi espalda y yo lo tenía sujetado por el cuello apretándoselo con las yemas
de mis dedos, mientras sentía como mi cuerpo se excitaba por completo. De pronto, se
escuchó que tosían y nos separamos de inmediato, era Scott y deseé que la tierra me
tragara, con pánico lo miré, la expresión en su rostro era seria.

– Buenas tardes – dijo en tono firme.


– Buenas tardes, Edward Cullen – respondió extendiéndole la mano ya que yo estaba en
shock sin poder hablar.
– Sí te recuerdo, eres el hermano de Alice, ¿no? – exclamó estrechándole la mano.
– El mismo, perdón por lo que acabas de presenciar… – comenzó a explicar.
– No necesito detalles – interrumpió – mañana hablamos Bella, voy a ver a un cliente –
añadió mirándome y sólo pude asentir con la cabeza – gusto en verte Edward, dale
saludos de mi parte a Alice, por favor.
– Claro, con gusto, hasta luego.

Y se fue, yo sentí que estaba a punto de desmayarme, si había despedido a Audrey por
el escándalo en un centro comercial, ¿que podía esperar yo si me había pillado en mi
oficina en un acto poco decoroso? Vi que Edward se asomó y luego de unos segundos
volvió a entrar y cerró la puerta, supuse que lo vio entrar al ascensor, yo seguía
paralizada y él hizo a un lado al oso y luego se paró frente a mí.

– ¿En qué estábamos? – dijo sonriéndome mientras me abrazaba.


– Edward, basta por favor, puede regresar, además todavía hay otras personas
trabajando – repliqué poniendo mis manos sobre su pecho.
– Tú lo has dicho, trabajando y no creo que tu jefe regrese – me dio unos besos en el
cuello – además tú y yo no hemos terminado de reconciliarnos y no puedo esperar –
agregó apretando mis nalgas con sus manos.
– Tengo que terminar unos pendientes – respondí acariciando su pecho.
– Este es el más importante, todo lo demás puede esperar.

Volvimos a besarnos desesperadamente, la interrupción hizo que las ansias aumentaran.


Me hizo caminar mientras nuestras bocas seguían unidas y yo desabrochaba presurosa
los botones de su camisa, sentí que mi espalda chocaba con la puerta, entonces comencé
a besar su torso en tanto él deslizaba sus manos por debajo de la falda para quitar mi
ropa interior, yo desabroché velozmente su cinturón y su pantalón, deseosa de sentirlo
ya dentro.

Levanté los pies para deshacerme por completo de la prenda que estorbaba y él subió la
falda casi hasta la cintura, me tomó de las nalgas para que lo rodeara con mis piernas y
entró en mí, me mordí el labio para que el grito no se me escapara y apreté sus hombros,
él comenzó a moverse con rapidez, era demasiado intenso el deseo como para hacerlo
lento, sentía mi cuerpo arder en cada movimiento, lo sujetaba fuertemente de la espalda
mientras me perdía en el inmenso placer que estaba sintiendo. Buscó mi boca y me besó
ansiosamente, después de unos instantes rompió el beso, pero nuestros labios
permanecieron unidos y sentimos como ambos llegábamos al orgasmo exhalando el uno
en el otro mientras yo lo apretaba de la espalda, volvió a besarme saliendo de mí y yo
bajé mis piernas.

– Esto sí es una muy grata reconciliación completa, voy a hacerte enojar más seguido –
dijo mirándome a los ojos con mi rostro entre sus manos.
– No te acostumbres, quizá la próxima vez no corras con tanta suerte.
– Te quiero Bella, te quiero – dijo en mis labios desarmándome completamente.
– Yo también te quiero Edward – respondí con voz apenas audible sin quitarle mi vista
de sus ojos y volvimos a besarnos.

Después nos abrazamos con fuerza sin decir nada, pero yo tenía la sonrisa estúpida
tatuada en mi cara, no sólo habíamos hecho el amor, porque en esta ocasión así había
sido, no sólo sexo, me había dicho que me quería y mi corazón no podía sentirse más
dichoso, pero de pronto, un detalle cruzó por mi mente y me separé para mirarlo, él notó
mi confusión y también me miró desconcertado.

– ¿Qué sucede corazón?


– Edward – pasé saliva – tú no… esta vez no usaste protección.
– Ya no tengo porque hacerlo, las cosas han cambiado, nos queremos, ya no es
necesario – respondió frotando su nariz en la mía.
– Pero… – no pude completar la frase, esa idea me aterraba sólo de pensarla.
– ¿Existe algún riesgo? – preguntó separándose un poco para verme a los ojos.
– No, hoy no – dije no muy segura, necesitaba hacer bien las cuentas.
– Ya quita esa cara, si te tranquiliza seguiré usando, ¿ok?
– Ok, sólo cuando haya riesgo – respondí sonriéndole mientras pensaba en que tenía que
buscar algún método anticonceptivo para mí.
– Lo que tú digas corazón, yo haré lo que tú me pidas – me dio otro corto beso en los
labios y luego me abrazó de nuevo.
– Bueno, por el momento dejarme trabajar, tengo que terminar unos asuntos urgentes,
no puedo irme hasta que los acabe – dije separándome.
– Bien, me quedaré contigo, al fin que todo mundo piensa que sigo en Europa –
respondió mientras se arreglaba la ropa.
– ¿En serio no tendrás problemas por venir así de improviso? – pregunté en tanto me
colocaba mi ropa interior y acomodaba mi falda.
– No, pero tengo que reportarme.
– ¿Cuando regresarás? – pregunté casi con pánico, ahora lo extrañaría mucho más.
– Pasado mañana, quería quedarme hasta el domingo, pero me es imposible, el viernes
tengo una cena a la que no puedo faltar, es el cumpleaños de uno de los socios y podrá
disculparme el que no haya ido a la junta, pero no el que falte a su festejo y también
Alice irá a visitarme porque habrá una pequeña boutique en el hotel y quiere ver el
espacio, llega el sábado por la tarde.
– No te preocupes, yo entiendo que tienes una vida y muchos asuntos que atender – dije
caminando para sentarme en mi silla.
– Bella, yo no te voy a dejar sola, ¿ok? – exclamó tomándome de un brazo para que
volteara – siempre he sabido administrar mi tiempo y debes creerme cuando te digo que
nada es más importante que tú – añadió entrelazando ambas manos con las mías –
nunca, grábatelo bien, nunca mis negocios han estado por encima de las personas que
quiero, tengo todo planeado y organizado para poder pasar el fin de semana entero en
Miami para la boda de Alice, a la que tú me vas a acompañar, por cierto.
– Aún no sé si pueda – dije en tono juguetón.
– Pues, si no puedes te secuestro, pero de que irás a esa boda conmigo, irás – respondió
pegando su frente a la mía.
– Está bien, pero ya déjame trabajar o nunca saldremos de esta oficina.
– Yo no tendría ningún inconveniente en quedarme aquí contigo encerrado.
– Ya basta Edward, en serio.

Me dio otro pequeño beso en los labios y nos soltamos, me hizo la silla hacia atrás para
que me sentara, como todo un caballero, y seguí trabajando en la computadora. Él se
sentó frente a mí y sacó su blackberry. Hizo un par de llamadas mientras yo seguía
trabajando con el logotipo, después vi que escribía y escribía en el aparato. Cuando
terminó con sus asuntos, movió la silla para sentarse a mi lado, le expliqué un poco lo
que estaba haciendo, luego respondí unos mails y terminé un par de pendientes más. Y
finalmente como a las ocho salimos de la oficina, cargo al oso y después tomo su
pequeña mochila que había dejado en recepción, mientras yo me reía divertida, saqué
mi celular y le tomé una foto con el oso en las manos.

– ¿Podemos ir a tu departamento corazón?, ahora Jennifer está en el mío y no quiero


que nadie sepa que estoy aquí – dijo al salir del edificio.
– No lo sé, podrías quedarte en alguna suite del Hotel Rose Imperial.
– Por supuesto, siempre y cuando tú te quedes conmigo, recuerda que vine única y
exclusivamente para estar contigo.
– Claro que te puedes quedar en mi departamento – respondí sonriendo.

Le hice la parada a un taxi y subimos los tres, porque al oso lo pusimos en el asiento de
adelante, al lado del conductor que nos miro extrañado, le sonreímos y subimos a la
parte trasera, íbamos abrazados sin decir nada, escuchábamos la música de fondo que
traía el taxista.

Al cabo de unos veinte minutos llegamos a mi departamento, Edward volvió a cargar el


oso y yo volví a reírme, se veía tan lindo, entramos y le indiqué donde estaba mi
habitación para que lo dejara ahí en tanto yo entraba a la cocina a ver que había para
cenar, pero no tenía nada digno y se lo dije, entonces propuso pedir una pizza y se sentó
en el sillón mientras le servía un vaso de agua. Se lo llevé y me jaló para que me sentara
en sus piernas, me quejé porque no alcanzaba el teléfono y me lo pasó, pedí una pizza
de peperoni mientras él me besaba el hombro, yo le recriminaba con la mirada, pero él
seguía y se reía por mis expresiones.

– Listo, en media hora llega – dije entregándole el teléfono de vuelta.


– Bien, tiempo suficiente– exclamó acostándome en el sillón y se colocó encima de mí.
– Eres insaciable Edward, ¿te tomas algo? – exclamé acariciando su cabello.
– Tú eres mi mejor estimulante y esta noche lo único que quiero es hacerte feliz, amarte
como mereces – respondió para luego besarme apasionadamente mientras sus manos se
deslizaban por mi cuerpo.
Capítulo 19: Amor De Piel.

Acaríciame
Con manos locas enloquéceme
Con uñas y sonrisas ámame
Acaríciame
Tan suave como el aire amor
Tan fuerte como el huracán que ciega mi mente
Acaríciame
Y empápame de tu ternura amor
Contágiame de esa locura que hay en tu vientre
Acaríciame
Que estoy al rojo vivo, tómame
Que soy todo latidos, toda piel
Y sé feliz teniéndome

Aún estaba perdida en la intensa sensación del clímax que acababa de alcanzar, gracias
a sus profundos besos en mi parte más intima, cuando tocaron la puerta, miré asustada a
Edward y me dio una gran sonrisa y un ligero beso en los labios.

– Yo abro, no te preocupes – dijo y se levantó del sillón.

Yo me quedé ahí, sumida para evitar que el repartidor me viera y cuando Edward cerró
la puerta me enderecé, tomé mi blusa del suelo y me la puse, aún seguía dándome
vergüenza que Edward me viera desnuda y más si él estaba completamente vestido,
puso la pizza en la mesa del comedor mientras yo me levantaba y caminaba.

– ¿Adónde vas, corazón?


– A ponerme algo encima.
– ¿Para qué si te lo voy a quitar? – exclamó divertido y sensual.
– Bueno, no voy a comer desnuda mientras tú estás vestido.
– Eso se arregla muy fácil, ahorita me quito la ropa.
– No te atrevas, eso es algo que quiero hacer yo con mis propias manos.
– Uy, siendo así no moveré un dedo y te obedeceré.

Le sonreí y entré a mi habitación, me puse una polera larga y amplia, aproveché para
ver lo que realmente me interesaba, el calendario, no quería llevarme una sorpresa, no
estaba preparada para una responsabilidad tan grande y menos sin planearla, además,
aún no sabía exactamente el rumbo que tomaría la relación con Edward, así que para
que tomar riesgos innecesarios, sólo esperaba que estuviera preparado como siempre si
resultaba que estaba en uno de esos días peligrosos para tener relaciones sin protección.
Afortunadamente no lo estaba, y me hice una nota mental de llamar al día siguiente al
ginecólogo para sacar una cita.
Salí y me senté al lado de Edward, que estaba en el sillón mirando el televisor, me dio
un pedazo de pizza y él tomó otro. En eso pasaron un sensual comercial de Emmett y
Rosalie, donde anunciaban una marca de preservativos que de inmediato reconocí.

– ¿Seguro que no eres el dueño de la empresa?


– No, cuando hicieron el anuncio parte de su pago fue en especie y como Emmett no los
necesita, porque está casado, me los regalo a mí.
– Ahora comprendo porque siempre estás preparado.
– Y vieras el dinero que me ahorré – respondió divertido.

Terminamos de comer y fui a lavar los platos mientras él veía el noticiero. Regresé y me
senté en sus piernas de nuevo, él me abrazó de la cintura y yo recargué mi cabeza en su
hombro, comencé a darle pequeños besos en el cuello y él suspiró, fui desabrochando su
camisa y apagó el televisor, me cargó y me llevó a la recámara, cerró la puerta con su
pie y me colocó en la cama, yo me hinqué y terminé de quitarle la camisa, le besé el
torso en tanto le desabrochaba el cinturón y el pantalón, lo bajé al igual que su bóxer,
entonces él me detuvo.

–Te dije que te haría feliz, esta noche es sólo para ti – exclamó quitándome la polera y
luego él terminó de quitarse su ropa.

Miró mi cuerpo completamente desnudo, entrelazamos las manos y frotó mis labios con
los suyos para después besarme dulce y apasionadamente mientras apretábamos las
manos como si quisiéramos fundirlas en una sola. Después me hizo acostarme en la
cama y tomó una de mis piernas, empezó a besarla desde el tobillo, en tanto una de sus
manos bajaba por ella acariciándola suavemente, subió besando hasta mi pantorrilla, ahí
se entretuvo un rato y después siguió hasta la parte trasera de mi rodilla, cada beso y
cada caricia elevaban mi pulso y mi respiración, era tan cierto eso de que sabía
exactamente donde tocarme y cómo hacerlo, lo miraba hacer su ritual y eso me excitaba
más, Edward realmente estaba disfrutando del sabor de mi piel.

Llegó a mi muslo y se concentró en él; besándolo, lamiendo, succionando para luego


detenerse en mi entrepierna, sentía su aliento sobre la piel y se me erizaba, a cada
momento más anhelaba por sentirlo dentro de mí. Pasó por mi pelvis, se detuvo en mi
ombligo, yo doblé la otra pierna y él la acarició con las yemas de sus dedos y después
delicadamente con sus uñas, la sensación me hizo arquearme y volvió a pasar sus uñas a
lo largo de toda mi pierna, para este punto mi respiración era totalmente errática y los
jadeos escapaban cada vez con más frecuencia.

Llegó a mis senos y estuvo besándolos y acariciándolos en tanto mis manos se


entretenían con sus cabellos finos y sedosos. Siguió subiendo dejando besos entre mis
pechos y continuó con su camino de besos ahora en mi cuello, con sus dientes jugó con
él y yo apretaba su espalda, continuó hasta el lóbulo de mi oreja y luego exhaló en ella,
todo mi cuerpo se erizó ante su tibio aliento, besó mi frente, mis párpados, mis mejillas,
mi nariz y finalmente mis labios que lo devoraron con impaciencia. Se separó escasos
milímetros mirándome con pasión y deseo, pero había algo nuevo en su mirada, algo
aún más excitante, un brillo que en nada se parecía al de nuestro primer encuentro.

– Edward, hazme el amor – musité con voz apenas audible.


Me respondió con una gran sonrisa en su rostro, tomó mis piernas y las subió para que
quedaran sostenidas en sus hombros y entró en mí, esta vez dejé que el gemido se
escuchara, él volvió a sonreír mientras entraba y salía en un delicioso ritmo que me hizo
apretar la colcha. Nos mirábamos fijamente, ambos estábamos sumergidos en el
inmenso placer que experimentábamos, el no poder besarnos intensificaba aún más la
excitación y el goce del momento, además, que podíamos observar plenamente las
expresiones retorcidas de cada uno, en tanto, nuestros gemidos se mezclaban en el aire
envolviendo la habitación. Edward aumentó el ritmo de sus movimientos más y más,
enloqueciéndome, haciendo que me perdiera completamente en el deleite que su cuerpo
me proporcionaba y de pronto una nueva y cálida sensación recorrió mi interior cuando
él llegó al orgasmo y sus fluidos me inundaron provocando que yo también llegara al
éxtasis emitiendo un intenso grito que se unió al de él.

Volvimos a amarnos un par de veces más, casi sin descanso, nos cubrimos de besos y
caricias, repetíamos nuestros nombres sin cesar, a la par de apasionadas palabras que
antes no decíamos y que hacían que la experiencia fuera aún más satisfactoria.

– Hasta mañana Edward – dije con la voz adormilada y los ojos casi cerrados.
– Hasta mañana corazón – me dio un pequeño beso en la mano – te quiero.
– Yo también te quiero.

Nos quedamos dormidos con las manos y las piernas entrelazadas. La alarma incesante
del despertador sonó y a mí me parecieron que habían pasado apenas cinco minutos
desde que me dormí. Me estiré para apagarlo y sentí su brazo aferrado a mi cintura y su
cuerpo pegado al mío, era inevitable que una sonrisa se dibujara en mi rostro. Tomé su
mano para retirarla y levantarme, pero me apretó más contra él.

– Edward, tengo que ir a trabajar – repliqué.


– No vayas.
– Amor, yo qué más quisiera que quedarme aquí contigo, pero en verdad no puedo,
estoy llevando casi la mitad de las cuentas de la agencia y hay mucho que hacer – dije
colocándome encima de él.
– Repórtate enferma, por favor – suplicó acariciando mis brazos.
– En serio que no puedo, además, recuerda que Scott nos vio ayer juntos, seguro no lo
creería – respondí enmarañando aún más su cabello.
– Bella, no debe preocuparte el quedarte sin trabajo, yo tengo muchos contactos, podría
recomendarte en la mejor agencia de Nueva York.
– Te lo agradezco Edward, pero prefiero ganarme las cosas por mí misma, no quiero
que digan que si tengo trabajo es por ti y no por mi talento.

Me sonrió, deslizando su dedo pulgar por mis labios y luego me besó en tanto su mano
bajaba aún más allá de la cintura haciendo que mi pulso se elevara mientras sentía como
su cuerpo reaccionaba debajo del mío.

– Edward, por favor, tengo que meterme a bañar – objeté en un susurro.


– Sólo otro beso, ¿sí? – respondió dando la vuelta para quedar sobre mí.
– No quiero llegar tarde – dije mientras sentía como frotaba su sexo con el mío y besaba
mi cuello, alterándome más.
– Te prometo que será rápido – musitó en mi oído y luego lo lamió.
– Aún nos queda la noche de hoy – exclamé acariciando su espalda.
– Faltan muchas horas – dijo entrando en mí nuevamente.
– Dijiste que… ah… sólo un beso… – señalé con la voz entre cortada moviéndome a su
ritmo constante.
– No puedo evitarlo… tengo hambre de ti… – agregó moviéndose más rápido y
besándome frenéticamente en tanto mis uñas recorrían su espalda.
– En serio… ¿no te tomas nada? – pregunté sintiendo aún más la intensidad de sus
movimientos dentro de mí.
– No corazón… tú eres mi única droga.

Embistió en mí unas veces más hasta que exploté e instantes después él lo hizo también
y luego volvió a besarme en los labios.

– Buenos días, corazón – exclamó mirándome y sonriendo.


– Buenos días, cariño, ¿ya puedo ir a bañarme?
– ¿Es necesario?
– Sí, ya te dije que debo ir a trabajar.
– Está bien – se acostó a un lado y me levanté de la cama – ¿quieres que te lave la
espalda? – añadió en tono sensual.
– Hoy no, tengo que ducharme rápido y sé que contigo sería imposible – respondí
entrando al baño y cerrando la puerta sintiéndome feliz como nunca antes.

Había sido el mejor despertar de toda mi vida, me volvía loca que me dijera corazón y
más cuando pronunciaba esas dos extraordinarias palabras que me hacían flotar, pero no
sólo que las dijera sino que me lo demostrara, Edward me quería tanto como yo a él,
ayer me lo había dejado muy claro con todas sus actitudes.

Salí del baño envuelta en una toalla y lo vi acostado en la cama boca arriba, con sus
manos detrás de su cabeza, me sonrió al verme, yo le devolví la sonrisa y abrí el closet
para sacar la ropa que me pondría, sentí que me abrazó y me dio un beso en el hombro y
luego recargó su cabeza.

– Qué bonito cantas – exclamó haciendo que me sonrojara.


– Oh dios, que vergüenza que me hayas escuchado.
– Bella, ¿cuántas veces he recorrido tu cuerpo desnudo sin ningún pudor y te
avergüenzas porque te escuché cantar? – dijo en tono divertido y más me sonrojé.
– Es que no lo hago bien y no me gusta que me escuchen.
– Claro que lo haces bien, te hace falta un poco más de confianza en ti misma.
– Creo que necesitas que te revisen los oídos o bañarte mejor.
– Me encanta tu sentido del humor.
– Ya déjame vestir que no te encantara verme de malas.
– No importa, ya sé lo gratificantes que resultan las reconciliaciones.
– Edward, apenas tengo el tiempo justo para llegar a la hora exacta.
– Está bien – me dio un beso en la cabeza – ¿almorzamos juntos? – añadió soltándome.
– Tengo que ver primero mi agenda, a ver si no tengo otro compromiso – dije divertida
mientras me quitaba la toalla para ponerme la ropa interior.
– Está bien licenciada, esperaré su llamada – respondió en tanto abrochaba mi sostén.
– ¿Te quedarás aquí todo el día?
– Si no te molesta sí.
– Por supuesto que no me molesta.
Terminé de vestirme, me peiné rápidamente, me puse los zapatos y tomé mi bolso.
Edward se puso la misma ropa del día anterior y me acompañó a tomar un taxi, me dio
varios besos en la boca como despedida y casi tuve que empujarlo para poder subir al
auto, “te quiero”, gesticulé dentro del taxi y le mandé un beso con la mano que él cachó
en el aire y se llevó su mano a su boca “yo también te quiero” alcancé a leer en sus
labios antes de perderlo de vista.

Llegué justo a las nueve a la agencia, afortunadamente, Scott no llegaba todavía, así que
de inmediato me puse a trabajar y a responder los correos que tenía. Aproximadamente
una hora después llegó mi jefe, entró a mi oficina y cerró la puerta, yo comencé a
temblar y sentí un trasudor frío recorrer mi cuerpo, se sentó frente a mí con sus manos
entrelazadas sobre el escritorio.

– Buenos días, Bella – dijo serio.


– Buenos días, Scott, ¿cómo estás? – respondí mirándolo un tanto asustada.
– Bien, gracias, a ti no te lo preguntó porque se te ve – exclamó y yo agaché la mirada –
Bella, es necesario que hablemos de lo que vi ayer en esta oficina.
– Lo sé, te pido mil disculpas y acataré la decisión que tomes al respecto sin chistar.
– Tranquila Bella, no voy a despedirte por algo así, sin embargo, sí quiero que te quedé
claro que no deja de ser una falta del respeto y si vuelve a repetirse tendré que aplicar el
reglamento y levantarte una acta administrativa, en esta ocasión, por ser la primera vez
y porque eres una valiosa y dedicada empleada, sólo será de forma verbal.
– Gracias Scott, te juro que no volverá a pasar.
– Por otro lado, sabes bien que no me gusta meterme donde no me llaman, pero como
ya te lo he dicho en otras ocasiones, te estimo y me preocupo por ti, por eso me siento
en la obligación de decirte lo que pienso.
– Adelante Scott, te escucho.
– Entiendo que estés en toda la libertad de rehacer tu vida, de hecho me da gusto ver
que no has caído en depresión por lo de tu ex, pero, quizá deberías estar un tiempo sola,
analizar todos los errores de esa relación para evitar repetirlos y… no me lo tomes a
mal, no pretendo intrigar, pero Edward Cullen no es un buen partido.
– ¿Por qué lo dices?, ¿lo conoces? – pregunté casi con el corazón en la boca, conocía
bien a Scott y sabía que cuando decía algo tenía una buena razón para hacerlo.
– Una sobrina de mi esposa salió con él cuando iban en la universidad, es el típico chico
mimado que no toma a las mujeres en serio y menos cuando no son de su nivel social,
Bella, no sé si ha cambiado o sigue igual, lo único que no quiero es que vuelvan a
lastimarte, no me gustaría verte sufrir, sólo te pido que andes con pies de plomo, sin
duda es un chico guapo y adulador, pero comprueba que en verdad quiere algo serio
contigo, es lo único que te pido, si me permites el consejo, claro está.
– Te lo agradezco Scott, la verdad, a veces, te veo como un padre y créeme que apreció
mucho tus palabras y tus consejos.
– Yo también te veo como una hija, ahora a trabajar, señorita.

Scott salió de mi oficina y me quedé pensando en lo que me dijo, que francamente no


era nada nuevo para mí, si supiera en qué condiciones lo conocí, lo cual me hizo darme
cuenta que teníamos que inventar algo, eso de que fuimos juntos a la universidad, al
menos, mis conocidos no lo creerían.

Edward me llamó para ponernos de acuerdo para la hora del almuerzo y le pedí que se
adelantara al restaurante porque luego se llenaba y yo no contaba con mucho tiempo. A
la una salí y al llegar no pudo ser mayor mi sorpresa cuando vi a una guapa chica
vestida de forma provocativa que estaba a punto de besar a Edward que le sonreía como
si nada y entonces las palabras de Scott vinieron a mi mente.

Capítulo 20: Juegos De Amor.

Juegos que la gente practica, ¿lo tomas o lo dejas?


Las cosas que se dicen, ¿son honorables?
Si te prometo la luna y las estrellas, ¿me lo creerías?
Juegos que la gente practica en la mitad de la noche
Las cosas que se dicen, no lo hacen correcto
Si te digo la verdad ahora, ¿la creerías?
Juegos que la gente practica en la mitad de la noche

– Buenas tardes – dije seria y molesta, ambos voltearon a verme.


– Corazón, al fin llegas – exclamó Edward tomándome de la mano y me dio un beso en
los labios ante la mirada atónita de la tipa que tuvo que moverse hacia atrás – mira, te
presento a Valery, una vieja amiga, Valery, ella es Isabella Swan, mi novia.
– Mucho gusto – dijo con una sonrisa fingida mientras me recorría con una mirada
fulminante y yo estaba quizá más sorprendida que ella por la presentación.
– Igualmente – respondí en toco seco.
– Un placer verte Eddy – enfatizó mirándolo y sonriéndole coquetamente – cuando
quieras llámame, sabes dónde encontrarme – agregó dándole un beso en la mejilla.

Yo me quedé trabada, era el colmo de la desfachatez, poco le importo que Edward le


dijera que yo era su novia y le coqueteó en mis narices, sentí como me hervía la sangre
y di un paso al frente, pero Edward me detuvo parándose frente a mí.

– Bella, no querrás hacer un escándalo en un lugar público.


– Que tipa tan descarada y tú como si nada dejándote que te besara – exclamé furiosa, si
no podía desquitar mi coraje con ella, lo haría con él.
– Un beso en la mejilla no es besar, Bella – explicó sonriendo.
– Pero, los vi cuando llegué y su intensión no era precisamente dártelo en la mejilla.
– Me encanta cuando te pones celosa – dijo abrazándome y poniendo su frente en la mía
– ¿en verdad pensaste que yo iba a permitir que eso sucediera?
– Pues, le sonreías muy animadamente – respondí con menos coraje porque su aliento
estaba colándose por mi nariz.
– No es mi estilo portarme grosero y menos con las mujeres, sin embargo, iba a
rechazarla sutilmente, claro que lo mejor fue que tú llegaste – aclaró acariciándome la
mejilla con el dorso de su mano.
– Pero, te coqueteo descaradamente – repliqué en un tono más tranquilo.
– Y podría haberse desnudado y mi respuesta iba a ser la misma – tomó mi mentón con
su mano y me miró directo a los ojos – Bella, hace mucho que dejé de estar con otras
mujeres, grábate esto muy bien aquí – puso un dedo en mi sien – y aquí – lo puso en mi
pecho a la altura del corazón – la única que me importa eres tú, a la única que quiero es
a ti – me dio un beso en los labios – con la única que me interesa compartir mi cama es
contigo – susurró en mi oído y me abrazo fuertemente.

Volvió a desarmarme por completo, no pude expresar palabra alguna, estaba por demás
emocionada y a la vez avergonzada por haber pensando durante un segundo que me
engañaba y sólo buscaba burlarse de mí, no cabía duda que los celos nublaban la razón
y jamás los había sentido con tanta fuerza, ni siquiera con Jennifer.

– Aunque, para serte sincero, me da gusto que esto haya pasado – exclamó y me solté
para mirarlo – porque tus celos me demuestran cuanto me quieres.
– ¿Y todavía te atreves a dudarlo?
– No, pero me encanta confirmarlo – enfatizó y me dio otro beso.
– ¿De verdad no ibas a dejar que te besara?
– Por supuesto que no, te lo juro, Bella, entiendo tu desconfianza, pero si de algo debes
estar segura es que jamás te engañaría, no tengo ninguna necesidad de hacerlo, ya
vamos a comer, anda.

Me recorrió la silla para que me sentara y después él se sentó frente a mí. Ambos
pedimos ensalada y mientras nos las llevaban, Edward me acariciaba una mano,
entonces me sentí más tranquila, pero aún así le conté lo que Scott me había dicho de él
y volvió a reiterarme que no tenía porque preocuparme, que no me negaba que sí había
sido así, pero que ya había cambiado.

– Bella, ya ni siquiera tengo el celular al que me llamabas.


– ¿Cómo que no lo tienes? – pregunté sorprendida.
– Ese número era exclusivo para esas citas, pero ya lo tiré porque no tengo ninguna
intensión de seguir involucrado en eso.
– ¿En serio?
– Sí, encontré algo mucho mejor y sin buscarlo, llegaste tú y ahora todo es diferente –
agregó y me dio un beso en la mano – anota el número de mi blackberry – añadió y me
lo dictó, pero no borre el otro, quería asegurarme que me decía la verdad.

Me sentí feliz, como nunca antes, al enterarme que ya no estaba en esa sociedad o lo
que fuera. Me acompañó a la oficina y le di mi llave del departamento, nos dimos un
beso y entré al edificio. Arreglé todo lo necesario para la junta que tendríamos con el Sr.
Jackson a las 3:30. Scott se fue a las siete y me dijo que ya me podía ir yo también, así
que apagué la computadora, tomé mi bolso y salí de la oficina. Edward me estaba
esperando afuera del edificio, me recibió con un beso y nos marchamos.

Cuando llegamos al departamento me lleve una grata sorpresa, la mesa estaba puesta
para dos personas y en el centro había un hermoso arreglo de alcatraces, lo miré
boquiabierta y lo abracé efusivamente luego de darle un beso.

– Edward, ¿cómo sabías que los alcatraces son mis flores preferidas?
– Sé más cosas de ti de las que te imaginas – respondió guiñándome un ojo.
– ¿Ah sí?, ¿y cómo puede ser eso?
– Es un secreto, siéntate que la cena ya está lista.
– ¿Te ayudo en algo?
– No corazón, tú vienes de trabajar, debes estar cansada, aunque espero que no tanto
para el postre – dijo en tono sensual.

Me sirvió una copa de vino y fue a la cocina, regresó con una charola con pescado y en
la otra mano una bandeja con ensalada, me sirvió en un plato el pescado y en el otro la
ensalada y después se sirvió él, puso algo de música y se sentó frente a mí. Cenamos
tranquilamente y me comentó que Alice le había llamado para confirmar mi asistencia a
su boda y él le aseguró que por ningún motivo faltaría.

– Por cierto, corazón, ¿puedes permiso para faltar ese viernes?, por favor, me gustaría
llegar al ensayo, ¿sabes?, soy el padrino.
– ¿En serio?, no tenía idea, voy a hablar con Scott, si no se puede, llego el sábado yo
sola y así no te pierdes el ensayo.
– De ninguna manera, tienes que llegar conmigo.
– Cierto, que soy tu “novia” – exclamé en tono chistoso – no se vería bien si llego sola.
– Exacto, daría la impresión que estamos disgustados.
– Edward… hablando en serio… ¿por qué le dijiste a esa chica que soy tu novia?
– ¿No lo eres?
– ¿Lo soy?
– ¿No quieres serlo?
– ¿Lo quieres tú?
– ¿Vas a seguir respondiéndome con preguntas?
– ¿Vas a seguir evadiéndolas?
– ¿Vas a continuar evadiéndolas tú?
– Edward, en serio, esto no es ningún juego – dije un tanto seria.
– Para mí tampoco lo es Bella – dio un suspiro – sé que no te lo he preguntado
formalmente, pero así te considero.
– No tienes que preguntarlo, las palabras se las lleva el viento, lo que cuentan son los
hechos, sólo me tomó por sorpresa escuchártelo decir… ¿me presentarás de igual forma
con tu familia? – pregunté con cierto temor.
– Por supuesto, ¿no te agrada la idea?
– No es eso.
– ¿Qué es lo que en realidad te preocupa, Bella?
– Yo no soy de tu clase, Edward, tú has estudiado en las mejores escuelas privadas, yo
siempre en públicas y si pude costearme la carrera fue porque trabajaba.
– No conoces a los Cullen, mi familia no es nada pretenciosa, créeme que lo que menos
les importara es tu status social, has tratado con Alice, ¿acaso te ha hecho menos?
– No, pero, eran cuestiones de trabajo, ahora se trata de su hermano y se ve que te adora,
¿qué pasara si se entera no fuimos juntos a la universidad?
– Nada, en primera estará demasiado feliz y entusiasmada por su boda y en segunda no
es nada rencorosa, además le caes muy bien.
– No me gustan las mentiras y no creo que a ella tampoco, a nadie le gustan.
– Tranquila, no tiene porque enterarse, pero si te tranquiliza le diremos “la verdad”.
– ¿Qué? – pregunté con pánico.
– Podemos tergiversarla un poco, que nos conocimos en el bar del Rose Imperial el día
de tu cumpleaños, que te envíe una copa de cortesía y después platicamos, volvimos a
encontrarnos un par de veces más y coincidimos de casualidad en el desfile, ¿qué te
parece?
– Podría ser, pero aún así que vergüenza.
– No tienes nada de que preocuparte, mi familia te adorara porque eres adorable y
encantadora, ya verás – me guiñó el ojo.

Terminamos de cenar y Edward se ofreció amablemente a lavar los trastes, entonces yo


entré a mi habitación y saqué un baby doll que me había comprado aquella vez que fui a
la tienda de ropa interior, pero que aún no había estrenado porque tenía pensado hacerlo
en el siguiente encuentro en el hotel que ya no se dio porque nos conocimos
oficialmente, así que ahora era un buen momento para estrenarlo, combinado con un
poco de juego que se me ocurrió, así que me lo puse y encima un abrigo, tomé mi
celular y marqué a su blackberry.

– Hola – respondió en tono sensual.


– ¿Estás libre esta noche? – pregunté usando el mismo tono que él.
– La verdad no, estoy en casa de mi novia – dijo siguiéndome el juego.
– Es una verdadera lástima… ardo en deseos de verte, acariciarte, besarte, desnudarte,
recorrer tu cuerpo.
– Uf, no sigas que me harás hacer algo que no quiero.
– Vamos, no tiene porque enterarse tu novia… además, lo prohibido es más excitante,
¿no crees?
– Definitivamente.
– Me han dicho que eres un dios en la cama y me encantaría comprobarlo y, por tu tono
de voz, creo que no exageraron, tienes una voz endemoniadamente sensual, has
despertado más mi deseo por ti.
– ¿En serio piensas que mi voz es sensual? – exclamó enfatizándola más.
– Demasiado… mi cuerpo ha empezado a… alterarse sólo de escucharte.
– Tu voz también es muy sexy, ¿así eres tú?
– ¿Por qué no vienes y lo compruebas por ti mismo?
– Está bien, ¿cómo te reconozco?
– Sólo traigo puesto un abrigo negro – respondí y le colgué.

Salió de la cocina y yo estaba parada en la entrada de mi habitación, tenía un brazo


estirado recargado en el umbral de la puerta y le sonreí coquetamente, lamiéndome los
labios, Edward me recorrió con la mirada.

– Hola extraño – dije y le guiñé un ojo.


– Hola belleza, en verdad eres tan sexy como tu voz.
– Y espera que me ponga en acción – agregué y lo jalé de la camisa.

Lo besé desenfrenadamente, él me pegó a su cuerpo y entramos a la habitación, lo giré y


lo hice sentarse en la cama, me quité el abrigo y le mostré mi atuendo, el cual consistía
en un hermoso sostén rojo con encaje negro en las orillas de las copas, una tanga roja
también con encaje negro en la orilla de arriba y una pequeña bata de satín roja también
con encaje que se anudaba de la parte de arriba.

– Lo dicho, sí que eres sexy.


– Esta noche yo te haré feliz a ti.

Me acerqué y le abrí la camisa con fuerza, los botones salieron volando y se la arranqué,
él suspiró, rápidamente le quité el pantalón, su cuerpo había reaccionado, así que me
hinqué y tomé su erección en mis manos y la recorrí con mis labios y mi lengua,
despacio y suave, a diferencia de la rapidez con que lo había desnudado. Él apoyó sus
manos en la cama y echó la cabeza hacia atrás, gimiendo en respuesta a mis caricias, yo
seguí tocando y besando toda su masculinidad, lanzó pequeños gritos de placer y me
pedía que no parara, así que yo le obedecía hasta que sentí que casi alcanzaba el clímax,
me detuve.

Me levanté y caminé unos pasos, alejándome de él, puse un poco de música y le bailé
sensualmente mientras me quitaba las pocas prendas que traía. Sus ojos ardían en deseo
al igual que los míos, me acerqué y le lamí los labios, él me tomó por la cintura y me
hizo sentarme en él uniendo al fin nuestros cuerpos que se movieron acompasadamente
y comencé a gemir más fuerte que él.

– Me enloqueces como nadie lo había hecho Be…


– Shh, regla número uno, no nombres – dije poniéndole un dedo en los labios.
– Encantadora y sexy desconocida.
– Así es más excitante, hermoso y sensual desconocido.
En un movimiento me hizo girar y quedo encima de mí, nos besamos mientras seguía
introduciéndose en mí cada vez con mayor intensidad, lamió mi cuello y luego mis
senos, yo subía y bajaba mis manos por su espalda hasta sus nalgas, aumentó aún más
sus movimientos y sentí como ambos llegábamos al orgasmo gritando al unísono.

– Al demonio con las reglas, me fascinas Bella, me vuelves loco y cada vez tengo más
ansias de ti – susurró en mi oído, aún con la respiración agitada.
– Tú también me enloqueces como nadie Edward, te quiero.
– Yo te quiero más – respondió y me besó.

Recargó su cabeza en mi hombro, yo se la acaricié y no supe en que momento nos


quedamos dormidos. El despertador volvió a hacer de las suyas a la mañana siguiente
regresándome a la realidad, podría quedarme con él todo el día en la cama, pero los
deberes me llamaban. Edward lo apagó, ya que estaba de ese lado, acarició mi abdomen
mientras me regalaba una hermosa sonrisa.

– Buenos días, señorita, creo que será la causante de un fuerte disgusto con mi novia por
haberme quedado a dormir con usted y no con ella.
– Seguro encontrará la forma de reconciliarse con ella, dicen que eso es lo mejor de las
peleas – le di un beso en los labios – buenos días.
– Y lo he comprobado, gracias por darme un pretexto para discutir con ella – puso un
mechón de mi cabello detrás de mi oreja – creo que es hora de tomar un baño, ¿tú si
dejarás que te lave la espalda?

Capítulo 21: El Reencuentro.

Dicen que el amor es ciego


Que te pone a diario en peligro
Y otros dicen que no existe
Que es antiguo amarse entre dos
Pero, ¿en realidad qué saben?
No conocen nuestro amor
Somos como mar y arena
Nos necesitamos para beber este amor
Somos más que un simple anhelo
O un deseo vago
Es mucho más nuestro amor

El tiempo se había pasado volando después del susto que me llevé al creer que estaba
embarazada, ahora me encontraba en mi departamento esperando a Edward, que al fin
regresaba de Londres, para irnos al aeropuerto, ya que había llegado la fecha de la boda
de Alice. Scott sí me había dado permiso de ausentarme un día, Irina, la nueva chica que
trabajaba en la agencia, había resultado muy eficiente y de inmediato se puso al
corriente de las cuentas, incluso llevó un par de clientes nuevos, así que no hubo ningún
problema para tomarme el día.

Cuando escuché que tocaban la puerta mi corazón se aceleró, un mes alejados había
sido una eternidad, a pesar de que a diario hablábamos y nos veíamos frecuentemente
por la webcam, pero no era para nada lo mismo a sentirlo, olerlo, tocarlo y demás. Abrí
y lo recibí con un gran abrazo, nos besamos desesperadamente, su sabor era realmente
exquisito, mucho mejor a como lo recordaba y mi cuerpo se estremeció al sentir sus
brazos rodearme y sus manos acariciando mi espalda en tanto yo le acariciaba el cuello
y sus cabellos, cortamos el beso hasta que ya no podíamos respirar. Edward tomó mi
rostro con sus manos.

– Hola corazón, me alegra tanto volver a estar contigo, te extrañé horrores.


– Yo también te extrañé muchísimo, cariño.
– Este fin de semana será inolvidable, lo prometo – me dio un beso en los labios –
vámonos ya, corazón.

Tomó mi maleta y bajamos, volvimos a besarnos en el ascensor mientras con nuestras


manos acariciábamos nuestros sexos encima de la ropa, anhelaba que me hiciera suya en
ese momento, pero teníamos el tiempo contado. Salimos del edificio y nos estaba
esperando un taxi, el chofer subió mi maleta a la cajuela y luego de subir, arrancó.
Después de poco más de media hora llegamos al aeropuerto, registramos las maletas y
caminamos a la sala de espera, yo me senté y Edward fue a comprar unos dulces.

– ¡Bella! – escuché que me dijeron y levanté la vista.


– Eric – exclamé al ver al chico con rasgos orientales que me miraba con una gran
sonrisa.
– El mismo, wow, que sorpresa, cuanto tiempo, déjame darte un abrazo – dijo y me
levanté del asiento – dios, que hermosa te has puesto.
– Gracias, tú siempre tan amable.
– No es amabilidad mujer, es la pura verdad – exclamó separándose, pero
sosteniéndome de las manos – de verdad luces maravillosa y radiante.
– Porque la felicidad se refleja en el rostro – exclamó Edward bastante serio y yo retiré
mis manos, entonces él me abrazó por la cintura acercándome a su cuerpo – y Bella y yo
somos muy felices, ¿verdad, corazón?, por cierto, ¿no me vas a presentar? – agregó
molesto.
– Sí, claro, Eric Yorkie, un ex compañero de la preparatoria, él es Edward Cullen… –
no pude decir que era mi novio, Eric sabía de mi relación con Jacob y además se
llevaban muy bien, había estado en mi fiesta sorpresa de cumpleaños hacía dos años.
– Su novio, para mayor información – añadió aún más molesto.
– ¿Cullen?, ¿eres hermano de Emmett, el jugador de Pieles Rojas?
– Sí – respondió en tono seco.
– Encantado de conocerte, admiró mucho a tu hermano, de los mejores jugadores
actuales – dijo y le extendió la mano.
– Gracias, los Cullen siempre somos los mejores en todo lo que hacemos – respondió
estrechándole la mano de mala gana y la retiró casi de inmediato.
– Bella, me dio muchísimo gusto verte, suerte en tu viaje.
– Gracias Eric, cuídate y buen viaje.
– Hasta luego – dijo incómodo y ya ni siquiera me dio la mano y se alejó.
– Es increíble, te dejo sola dos minutos y cuando regresó te encuentro muy abrazada y
de lo más feliz con un tipo cualquiera que después te toma de las manos como si nada.
– No era un tipo cualquiera, fuimos juntos a la preparatoria y solíamos ser amigos, no
estaba intentando besarme como la tal Valery a ti, ni me coqueteó en tu cara.
– “De verdad luces maravillosa y radiante” – exclamó arremedando su voz – ¿crees que
soy idiota?, eso es coquetear aquí y en China.
– Era un cumplido de amigos, verdaderos amigos no como tu “amiguita” Valery, que
casi se te echa encima en plena calle, ya me imagino que clase de amigos eran.
– ¿Y por qué la juzgas?, al menos ella no tenía novio cuando se acostó conmigo.

No pude creer que me echara eso en cara, la rabia y la desilusión me inundaron y le di


una fuerte bofetada que hasta le volteé la cabeza de lado.

– No quiero volver a verte en mi vida – dije con los dientes apretados tratando de
contener el llanto y me alejé.
– Perdóname Bella, por favor, perdóname no quise decir eso – dijo en tono suplicante
alcanzándome y abrazándome por detrás.
– Suéltame, no quisiste decirlo, pero lo hiciste y no puedes borrarlo con un simple
perdóname – dije con la voz entrecortada por las lágrimas.
– Soy un completo idiota, lo sé, golpéame todo lo que quieras, pero no me dejes, por
favor, te quiero demasiado y los celos me trastornan, no concibo la idea de que otro
hombre te abrace y te agarre, perdóname te lo suplico.
– Piensas que voy a hacerte lo mismo que a Jacob, ¿verdad? – dije soltándome y
volteando para encararlo, limpiándome furiosa las lágrimas.
– No, por supuesto que no, lo nuestro es muy diferente, su relación ya estaba rota
cuando yo llegué a tu vida y él no te quería como yo, perdóname Bella, te lo ruego –
agregó y vi que se iba a hincar, pero lo detuve.
– No hagas eso por favor, no me hagas quedar en ridículo frente a la gente.
– Haré lo que sea con tal de que me perdones, eres lo más importante en mi vida, ya te
lo he dicho y no me cansaré de repetirlo – dijo con lágrimas en los ojos.
– Vaya forma de demostrarlo.
– Perdóname, el amor que siento por ti es demasiado intenso, por eso me enferma verte
con alguien más, pero no es que dude de ti, por favor, perdóname, ya llamaron para
abordar el avión, te juro que te lo recompensaré, no me dejes y menos ahora, mi familia
nos espera, te lo suplico – agregó y una lágrima resbaló por su mejilla.
– Eres increíble Edward – guardé silencio unos segundos – iré contigo, porque Alice m
invitó directamente, pero no sé si pueda perdonarte, me dolió muchísimo lo que me
dijiste, me llamaste una cualquiera.
– No, te juro que no quise decir eso, la rabia me hizo decir semejante estupidez, pero
jamás he pensado que lo seas.
Volvieron a llamar para abordar el avión, así que caminé y él me alcanzó, abordamos y
tomamos nuestros respectivos lugares, me abroché el cinturón de seguridad y cerré los
ojos, no quería hablar con él, había sido un golpe muy bajo y no me lo merecía, él era el
menos indicado para reprocharme ese tipo de cosas, con todo el historial que tenía.
Minutos después me levanté y fui al baño, me eché agua en la cara y me quedé apoyada
en el lavabo después de secarme, tocaron a la puerta y dije que estaba ocupado, pero
insistieron, resignada suspiré y la abrí, era Edward que me hizo entrar de nuevo y él
también entró cerrando la puerta con seguro.

– ¿Qué haces?, ¿estás loco?


– Sí, completamente loco por ti – respondió y me besó, pero no le correspondí.

Sus manos acariciaron mi cuerpo mientras su boca luchaba por abrirse paso en la mía,
quería resistirme, pero el lugar era tan estrecho que nuestros cuerpos estaban muy juntos
y la verdad es que lo necesitaba con urgencia, a pesar de que a veces jugábamos por la
webcam no se comparaba a tenerlo en vivo, a sentir su aliento, percibir su delicioso
olor, sus manos acariciándome y el sabor de sus besos que me habían excitado desde
que pasó por mí al departamento, así que dejé de luchar y le correspondí el beso
desenfrenadamente mientras nuestras manos presurosas desabrocharon los pantalones
de ambos que bajamos hasta los tobillos.

Pegó aún más su cuerpo sin entrar todavía en mí en tanto seguíamos besándonos con
desesperación, yo estaba lista para recibirlo, así que él separó sólo lo suficiente mi
pierna para entrar en mí, finalmente, me mordió el labio inferior, mientras se movía
rápidamente dentro y fuera de mi cuerpo, yo me aferré a su espalda y eché mi cabeza
hacia atrás que topó con la pared, él me mordisqueó el cuello siguiendo con sus
movimientos veloces hasta que ambos alcanzamos el clímax y nos besamos para acallar
los gemidos.

Yo tenía los ojos cerrados y nos separamos sólo lo mínimo, él seguía estando dentro de
mí y sus labios rozaban los míos, después abrí los ojos y lo miré fijamente al igual que
él a mí.

– ¿Ya me perdonas?, por favor – dijo con un hilo de voz.


– No abuses de mi vulnerabilidad en este momento.
– Sé que soy un idiota y no merezco tu perdón, la única defensa que tengo es este amor
que cada día crece más y me supera, por eso dije eso, sin pensar.
– ¡Dios!, Edward, en verdad quiero estar enojada contigo, muy enojada, incluso quisiera
odiarte en este instante, pero no puedo, ejerces demasiado poder en mí, estoy
completamente enamorada de ti y abusas porque lo sabes.
– Jamás he querido abusar de ti, entonces, ¿sí me perdonas?
– La verdad no lo sé, no será fácil olvidar lo que me dijiste.
– Haré que lo olvides, lo juro por nuestro amor.
– Si no te quisiera tanto juro que no hubiera subido a este avión por nada del mundo.
– Sabes que yo te quiero tanto como tú a mí, eso jamás lo olvides.
– Tú tampoco Edward, porque el amor puede acabarse en cualquier momento, yo lo sé
muy bien y no me gustaría que esto acabará mal.
– Entonces, ¿sí me perdonas? – insistió en tono más suplicante.
– Depende como te portes, salgamos ya, ¿sí?, no quiero que alguien nos descubra.
Me dio un beso presionando fuerte mis labios y salió de mí, nos subimos rápidamente
los pantalones y salimos de ahí, tratando que nadie se diera cuenta que lo hacíamos del
mismo baño, tomamos de nuevo nuestros asientos y me abrazó, después se separó un
poco y sacó una hoja de su pantalón.

– Casi se me olvidaba, toma, repasa esto porque vas a ayudarme a darles una sorpresa a
Alice y Jasper – dijo entregándomela y la empecé a leer.
– ¿Es una canción? – pregunté con pánico ante la idea de la sorpresa.
– Sí, la cantaremos en el ensayo de la boda.
– Oh no Edward, no habrá manera de que me hagas cantar frente a tu familia.
– Oh sí lo harás Bella, no quiero adelantar mi discurso de mañana de la recepción
oficial, así que hoy cantaremos.
– No, de ninguna manera.
– ¿Ni por qué te lo pido yo? – dijo rozando mi nariz con la suya.
– ¿Te lo mereces? – repliqué tratando de no caer en su encanto.
– Tal vez no, pero entonces, hazlo por Alice, no se lo espera y le encantará.
– Me da vergüenza cantar en público – finalmente acepté.
– Pero, lo haces muy bien, en serio, además, yo no soy cantante profesional tampoco –
señaló acariciando mi mejilla con las yemas de sus dedos.
– Pero, estoy segura que cantas mejor que yo.
– Claro que no, anda corazón, por favor.
– Pero, Edward, sólo he cantado en la ducha.
– Y te repito que no lo haces mal – me dio un suave beso en los labios – piensa que es
un regalo para mi hermana pequeña, anda di que sí.
– Lo voy a pensar, ¿ok?
– Está bien, por ahora me conformo con eso.

Terminé de leer la canción y era realmente hermosa, todo lo que decía yo lo sentía por
Edward, a pesar de sus arranques de celos, entonces, me entró la curiosidad por conocer
la historia de amor de Alice y Jasper.

– Edward, está canción es preciosa.


– Yo la escribí – dijo muy orgulloso.
– ¿En serio? – pregunté más que sorprendida.
– Sí, ahora que estuve en Europa, en mis ratos de soledad.
– Y por cierto, ¿cómo fue que se conocieron Alice y Jasper?
– Por Rosalie, es su hermana, ella y Emmett estuvieron juntos en la preparatoria y se
hicieron novios, pasó con nosotros una Navidad y Jasper la acompañó, la chispa surgió
a primera vista, esa semana no se separaron ni un momento Alice y él, pero eran muy
jóvenes los dos, después se dejaron de ver un tiempo y cuando volvieron a reunirse se
hicieron novios, luego ella se fue a Paris y él la esperó, en cuanto regresó le pidió
matrimonio y de inmediato empezaron con los preparativos, ¿te acuerdas que cuando
nos conocimos te dije que no estaba disponible el fin de semana?
– Por supuesto que lo recuerdo – respondí mientras me ruborizaba, me habían pasado
mil rollos por la cabeza por su ausencia y aparte había hecho su extraña sugerencia.
– Ese fin de semana fue cuando hicieron formal su compromiso, así que tuve que volar
a Seattle para estar presente.
– Yo pensé que… eras casado y tenías que estar con tu familia.
– ¿En serio pensaste que era casado?
– Sí, eran tan raras esas reglas que pensé que las tenías por temor a que tu esposa
descubriera tu secreto.
– Ay corazón, tienes una mente muy creativa, pero te equivocaste, sí estuve con mi
familia, pero con mis padres y mis hermanos.
– Jamás se me ocurrió.
– Por cierto, tú no me has contado nada de tu familia.
– No hay mucho que contar, soy hija única, mis padres se divorciaron cuando yo tenía
cinco años y viví con Renée, mi madre, hasta los dieciséis, cuando se casó por segunda
vez me fui a vivir con Charlie, mi papá, hasta que terminé la carrera y luego me fui a
Nueva Jersey por el trabajo, pero ellos son muy fríos, hace mucho que no hablamos,
Renée viaja constantemente porque su esposo es beisbolista y Charlie es jefe de policía
en Forks, así que siempre está ocupado y también volvió a casarse hace año y medio.
– Me apena escuchar eso, no tienen idea de la magnífica hija que tienen.
– Gracias, pero nunca fui prioridad en sus vidas, ambos son muy egoístas.
– Que mal, la familia es muy importante, quizá deberías tú de dar el paso para acercarse
a ellos, estoy seguro que te aman.
– Supongo que sí, pero no sé, me cuesta trabajo acercarme a ellos, a pesar que viví con
ambos son prácticamente desconocidos para mí, los veía muy poco.
– Deberías hacer el intento, me gustaría conocerlos pronto.
– Lo intentaré, pero no te prometo nada.

Finalmente llegamos a Miami, tomamos un taxi y Edward le dio la dirección. Al llegar,


y mientras bajaban las maletas de la cajuela, observé la casa y quedé maravillada, era
enorme, de tres pisos y una fachada blanca de portada de revista de arquitectura. Un
sirviente salió y metió las maletas, Edward entrelazó su mano con la mía y entramos.

Caminamos por un largo pasillo y en ambos costados había varios autos último modelo
de diversas marcas y colores. Llegamos a la sala que era bastante amplia y en un lado
había una escalera de caracol, yo sentí que los nervios me inundaron por completo al ver
a toda su familia de pie esperándonos, Edward notó mi nerviosismo porque me
temblaba la mano y me la apretó con fuerza dándome confianza mientras sentía la
mirada de los seis– integrantes que parecían estarme analizando.

Capítulo 22: Junto A Ti.

– ¡Edward!, llegaron justo a tiempo, el ensayo pronto comenzará – exclamó Alice


entusiasmada y corrió a abrazarlo.
– ¿Y cómo creías que me lo iba perder, duendecillo?, el padrino tiene que estar presente.
– ¡Qué emoción!, la madrina también ya llegó – se soltó de Edward y luego me abrazó a
mí – que gusto de verte Bella, que bueno que sí viniste, por cierto, tú y yo tenemos una
plática pendiente – señaló y yo la miré asustada, pero ella me sonrió.
– Hermanita, por favor, déjame abrazar a la mujer que por fin ha hecho sentar cabeza al
Casanova de mi hermano – dijo Emmett sonriendo y Alice se apartó, me sentí tan
pequeña envuelta en esos musculosos brazos – que gusto volver a verte y más de saber
que eres novia de Edward, pensé que se nos quedaba solterón el muchacho – se separó y
puso sus manos en mis hombros – ya ves lo que dicen Bella, hermano saltado, hermano
quedado – añadió en tono divertido.
– Emmett, compórtate, ¿qué va pensar Bella de tus afirmaciones? – intervino su mamá,
que me dio una tierna sonrisa y también me abrazó – bienvenida linda – añadió
amablemente.
– Pues, son la pura verdad, yo ya hasta estaba pensando en rifarlo, no sabes el susto que
me dio cuando Alice anunció su boda y este hermano mío sin novia, no, no podía haber
un solterón en la familia, ¿qué iban a pensar de él?
– Emmett ya basta, por favor – dijo seria su mamá después de soltarme.
– No se preocupe señora, es mejor ir conociendo la personalidad de cada uno.
– Esme, por favor, dime Esme y háblame de tú, hija.
– Está bien, me costará trabajo, pero lo intentare… Esme.
– A mí también dime Carlisle, por favor, no me gusta que me hablen de usted, me hace
sentirme viejo y aún no lo estoy – señaló y también me abrazó.
– Gracias por el recibimiento – dije abrazándolo todavía.
– No tienes nada que agradecer, eres la novia de Edward y es lo menos que podemos
hacer para agradecerte que estés aquí en un evento tan especial para la familia.
– Al contrario, gracias por la invitación.
– No tienes nada que agradecer Bella, yo quería que estuvieras aquí y eso que aún no
andabas con mi hermano, pero tuve un presentimiento y no me equivoqué – dijo Alice y
después soltó una risita traviesa.

Rosalie se acercó y me saludó de beso en la mejilla al igual que Jasper, que lo hizo
después que ella y luego tomó a Alice de la mano. Emmett abrazó a Rosalie y la miró
como pidiéndole permiso para hablar y ella le sonrió asintiendo.

– Pues ya que está toda la familia completa, mi esposa y yo tenemos que hacerles un
anuncio – exclamó de lo más feliz y le dio un beso en los labios – diles, mi amor.
– Bueno, el lunes pasado fui al médico y me confirmó mis sospechas, estoy
embarazada, tengo ocho semanas – anunció y Emmett puso su mano sobre su vientre.
– ¡Felicidades!, hasta que le atinaste hermano, ya tres años de casados y sin bebés,
estaba empezando a creer que te habían dado un golpe mortal en el americano –
exclamó Edward y lo abrazó.
– Es que quisimos prolongar la luna de miel y además estuvimos practicando mucho
para que nuestro primer hijo saliera perfecto.
– Entonces se parecerá a Rosalie porque tú de perfecto no tienes nada.
– ¡Envidioso!, yo también espero que tus hijos se parezcan a Bella.
– Creo que es un poco apresurado hablar de hijos Emmett, apenas iniciamos nuestra
relación – dije sonrojada ante tal idea.
– Cierto, todavía te puedes arrepentir de compartir tu vida con este hombre.
– Chicos, ya estuvo bueno de sus comentarios, harán que de verdad Bella se arrepienta,
pero de haber venido – los regañó Carlisle, pero ellos sólo se rieron.

Yo estaba más que sorprendida por la calidez de la familia, jamás me imaginé el


recibimiento que me darían ni mucho menos la forma en que se llevaban entre ellos, se
notaba la unión y el amor que se tenían. Alice dio saltitos de alegría y los abrazó
efusiva, Emmett hasta la levantó en el aire mientras ella se reía. Carlisle abrazó
orgulloso a Esme y le dio un beso en la frente, después de haber abrazado y felicitado a
su hijo y a su nuera. Jasper también los felicito y les dijo que era el mejor regalo de
bodas que podrían darle. Edward me abrazó y me dio un beso en los labios.

– ¿Ya se te pasaron los nervios?


– Sí, tienes una hermosa familia.
– Y ahora es más hermosa porque tú ya perteneces a ella – dijo y me guiñó un ojo.

Le respondí con una gran sonrisa, no pude decirle nada más, me emocionaba la idea de
pertenecer a esa familia, era como siempre había deseado tener una. Alice anunció que
en una hora iniciaría el ensayo, así que apenas teníamos tiempo para arreglarnos.

Edward me tomó de la mano y subimos las escaleras hasta el tercer piso, la última
habitación era la suya. Tenía las paredes blancas, la enorme cama estaba pegada a la
pared del lado izquierdo, al frente estaba el tocador y al lado había un par de puertitas
que supuse eran el armario, del lado que entramos había un mueble con un moderno
aparato de sonido, varios libros y cds, y otra puerta que debía ser el baño, lo más bonito
era el gran ventanal así que me asomé y luego salí al balcón, el mar en todo su
esplendor lucía tranquilo. Edward me abrazó por atrás.

– ¿Te gusta?
– Mucho, la vista es preciosa.
– Y contigo aquí lo es mucho más – con su mano movió mi cabeza para poder besarme
en los labios – como tenemos poco tiempo es buena idea bañarnos juntos.
– Precisamente porque tenemos poco tiempo, no es buena idea, ya te conozco, así que
mejor nos bañamos separados.
– Prometo portarme bien.
– Eso dijiste la otra vez y llegué tarde a mi trabajo, así que hoy no me arriesgaré – le di
un ligero beso en los labios y me separé.

Me di una rápida ducha y salí envuelta en una toalla, Edward traía puesto solo su bóxer
y me miro pícaramente, pero yo moví negativamente la cabeza, él cambió su mirada a
súplica y yo miré hacia el techo, pero aún así me abrazó.

– Edward, basta, por favor – dije mientras me besaba el cuello – tenemos que estar
listos en 35 minutos – repliqué mientras mi temperatura se elevaba.
– Es suficiente tiempo, podemos hacerlo rápido como en el avión – respondió metiendo
su mano por debajo de la toalla para masajear mi nalga.
– No, tengo que arreglarme bien, quiero verme linda – refuté quitando su mano.
– Bella, ya eres linda, no necesitas hacerte mucho – dijo acariciando mi mejilla –
corazón, por favor, un mes de abstinencia fue mucho tiempo, estoy muy ansioso por ti.
– Yo también Edward, pero no podemos dejar que el fuego nos nuble la razón, no
podemos hacer esperar a tu familia, además, recuerda que dormiremos juntos.
– Corrección Bella, compartiremos la cama, pero ni creas que te voy a dejar dormir y
menos si me dejas con las ganas ahorita.
– Está bien, no dormiremos en la noche, pero ahora tenemos un compromiso que
cumplir, por favor, piensa en Alice… además, ¿no vamos a ensayar la canción?
– Está bien, sólo porque cantarás conmigo me meteré a duchar en este instante.
– Y de preferencia con agua helada.
– Que cruel eres conmigo, pero en la noche me desquitaré.

Moví la cabeza sonriendo mientras sacaba mi ropa de la maleta, me puse la interior y


encima un sencillo vestido beige de tirantes que me llegaba a la rodilla, unas sandalias
del mismo color y después cepillé mi cabello, empezaba a maquillarme cuando Edward
salió del baño y se me quedó viendo.
– ¿Qué?, ¿hoy tampoco podía usar un vestido de este color?
– No es eso, levántate por favor – dijo extendiéndome sus manos, yo las tomé y me
levanté mirándolo extrañada, me hizo darme una vuelta – wow, te ves hermosa.
– Pero, aún no me maquillo.
– No lo necesitas, ya eres hermosa.
– Adulador.
– Encantadora.
– Ya date prisa, anda.

Me dio un beso en los labios y empezó a vestirse mientras me explicaba las


instrucciones para la canción. Yo estaba muy nerviosa por eso, no sé cómo pude
aceptar, empecé a hacer respiraciones con los ojos cerrados y Edward me abrazó por la
cintura y me aseguró que todo saldría bien, abrí los ojos y fue mi turno de asombrarme,
Edward se veía bellísimo, con un pantalón y una camisa blancos que hacían resaltar sus
hermosos ojos color topacio, notó la expresión en mi rostro y me sonrió para luego
darme un pequeño beso en los labios, entrelazó mi mano y bajamos.

Atravesamos un gran salón en el que había varias personas corriendo de un lado a otro
arreglando unas mesas y unas sillas, salimos a la enorme terraza que ya estaba
prácticamente lista para la boda, había un pasillo en medio de una cantidad considerable
de sillas y una chica le estaba dando unas indicaciones a Alice, supuse que era la
organizadora. Había otras parejas además de la familia y cuando Alice se desocupó me
los presento, eran la madrina, las damas y sus respectivos novios, así como los papás de
Jasper y Rosalie. El sacerdote llegó y nos acomodamos en nuestros lugares para ver el
ensayo que dio inicio, tanto Alice como Jasper traían ropa de color durazno. Sus votos
fueron muy conmovedores y en cuanto terminó pasamos al salón.

Sólo había dos mesas preparadas y en ese momento me invadieron los nervios y me
mordí el labio inferior. En una nos sentamos la familia y en la otra las amigas de Alice,
y nos sirvieron la cena. Emmett estuvo bromeando casi todo el tiempo y acariciando las
mejillas de Rosalie que sólo se reía por las ocurrencias de su marido. Alice y Jasper
derramaban miel y casi podría estar segura que no sabían de qué estábamos hablando.
Esme y Carlisle estaban sonrientes mirando felices a sus hijos y yo entré en pánico
cuando sentí la mano de Edward recorrer mi muslo por debajo de la mesa y lo miré casi
fulminándolo, en cambio, él me sonrió mientras me apretaba suavemente el muslo casi a
la altura de la ingle y lo miré aún más seria, pero contrariamente a lo que quería lograr,
él estaba de lo más divertido deslizando su mano por mi pierna hasta que
afortunadamente la madrina dijo que era el turno de que hablara el padrino y entonces
Edward tuvo que ponerse de pie, levantó la mano y en ese momento entraron cuatro
personas con un piano.

– Bueno, como la verdad no soy muy bueno para los discursos y como sólo tengo el
oficial, hoy haré algo diferente – anunció y fue a sentarse frente al piano y probó el
micrófono – pero, para esto necesito la ayuda de la señorita Bella Swan, mi hermosa
novia, por cierto, un aplauso, por favor.

Yo sentí que me ardían las mejillas por el intenso rubor que había en ellas mientras
todos los presentes aplaudían y yo me ponía de pie mucho más nerviosa que en un
principio y camine hacia él que me esperaba con una gran sonrisa, me senté a su lado y
puso la hoja con la letra de la canción sobre el piano.

– Esta canción es dedicada a los novios, espero que les guste, creo que refleja lo que
siente cada uno por el otro – empezó a tocar y en la nota precisa comenzó a cantar.

Junto a ti no conozco el miedo


No hay camino que yo no pueda andar
Junto a ti
Junto a ti es tanto lo que siento
Que mi pecho está a punto de estallar
Junto a ti
Y es tan lógico que mi corazón
No me pide ninguna explicación

Me indico mi entrada

Junto a ti yo me siento libre


Sé que puedo crecer cada vez más
Junto a ti
Junto a ti nada es imposible
Porque todo se ve con claridad
Junto a ti
Y es tan lógico que mi corazón
No me pide ninguna explicación

Ambos:

Este amor es tan real


Como ver y respirar
Y nos hace fuertes
Más allá de toda la gente
Y del qué dirán
Este amor es tan real
Como el agua y como el mar
Y nos da respuestas
Sin dudar a cada pregunta
Con seguridad

Yo:

Junto a ti no conozco el miedo

Edward:

Porque todo se ve con

Ambos:

Cla–ri– dad.
Fuimos acercándonos mientras cantábamos y al terminar estábamos tan juntos que
nuestras narices se rozaban, me olvidé de todo, sólo estaba concentrada en la letra de la
canción y en su mirada fija en la mía, creo que hasta me había olvidado de respirar.

– Junto a ti quiero estar el resto de mi vida – musitó Edward en mi oído– soy capaz de
cruzar el Atlántico nadando sólo para llegar a ti, estoy profunda y totalmente enamorado
de ti, Bella Swan – añadió y me quedé sin habla.

Los aplausos fueron los que me devolvieron a la realidad y sonreí recordando donde y
con quienes estábamos. Edward me dio un dulce beso en los labios ante el grito de todos
los presentes y nos levantamos y regresamos a la mesa.

Nos felicitaron por la canción, Alice estaba sumamente emocionada y nos abrazó
agradeciéndonos el momento, yo estaba en shock por las palabras de Edward, no me las
esperaba. Estuvimos platicando un rato más y Esme nos dijo que a la mañana siguiente
nos esperaban a las 9:30 para desayunar. Poco a poco se fueron yendo todos hasta que
nos quedamos solos Edward y yo.

Me tomó de la mano y caminamos al piano, nos sentamos en el largo banquillo. Empezó


a tocar una dulce y sensual melodía mientras yo lo miraba, al terminar me besó
humedeciendo primero mis labios hasta que su lengua alcanzó la mía y se unieron en
una sincronía perfecta de movimientos, en tanto su mano subía por mi costado
levantando un poco el vestido para luego posarse en uno de mis senos que acarició al
tiempo que su lengua recorría mi cuello. Cerré los ojos sintiendo como mi pulso y mi
respiración se elevaban.

– Edward, alguien puede vernos – dije al sentir su mano en mi entrepierna.


– Eso tiene solución.

Se levantó y puso el seguro en ambas puertas y corrió las cortinas del lado que daba a la
terraza. Volvió a sentarse a mi lado con sus piernas a los costados del banquillo me
rodeó por la cintura y comenzó a besar mi hombro.

– Edward, estamos en tu casa y tu familia también.


– Tranquila, nadie se dará cuenta te lo aseguro, pronto estarán dormidos.
– Mejor vamos a la recámara.
– Después iremos, te dije que esta noche no dormirías – susurró en mi oído mientras con
la punta de su lengua recorría mi oreja.

Su mano acariciaba mi muslo hasta que llegó a la ingle y en automático abrí las piernas,
él comenzó a frotar mi sexo encima de la ropa interior excitándome lo suficiente para
querer sentirlo ya dentro de mí, así que me levanté y me senté sobre él con mis piernas a
sus costados. Besó la base de mis senos que sobresalían del vestido en tanto nuestros
sexos se rozaban.

Me pidió que me levantara y eso hice, me cargó y me colocó sobre el piano, subió mi
vestido y después me quitó la ropa interior, hundió su cabeza entre mis piernas y
comenzó a recorrer mi parte más íntima con su lengua, empecé a jadear mientras me
sostenía de mis antebrazos con la cabeza hacia atrás.
Mis jadeos parecían impulsarlo a seguir recorriéndome, pues lo hacía sin cesar
aumentando y disminuyendo la velocidad de sus movimientos, tratando de que su
lengua tocara lo más profundo de mi ser que se pudiera, yo tenía abierta la boca y me
lamía los labios sintiendo como mi cuerpo ardía por sus húmedos besos que seguía
proporcionándome en cada rincón. No pude evitar soltar un gritito cuando a la par de su
lengua sentí que me introducía un dedo y luego lo sacaba y volvía a meterlo en un
acompasado ritmo que me estaba enloqueciendo hasta que sentí alcanzar al éxtasis y me
mordí un dedo para no gritar.

Me ayudó a bajar del piano, mis piernas me temblaban y me besó apasionadamente en


tanto su mano bajaba el cierre del vestido y me lo quitaba por completo. Desabroché su
camisa y se la quité, volvimos a besarnos mientras nuestros pechos se unían y el
recorría mi columna vertebral con las yemas de sus dedos hasta llegar a mis nalgas que
acarició.

Se desabrochó el pantalón y se lo quitó mientras yo lamía uno de sus pezones y el otro


lo acariciaba. Cuando estuvimos desnudos nos recorrimos con la mirada, en ambos
cuerpos se notaba la excitación, mis pezones estaban firmes al igual que su miembro, de
pronto fijo sus ojos en el lado izquierdo de mi abdomen y pasó dos dedos por el
pequeño parche adherido a mi piel y me regaló una sonrisa de complicidad, pues sabía
que con eso no era tan necesario usar un preservativo.

Me pidió que me hincara en el banquillo y después me hizo apoyar las manos en el


mismo, él se coloco detrás y entró en mí de un tirón, sentí como mi cuerpo se contrajo
hacia él y me tomó de las caderas para iniciar con su delicioso vaivén. Después, una de
sus manos la subió por mi contorno hasta llegar a uno de mis senos que estuvo
acariciando en tanto continuaba con sus certeros movimientos que me fascinaban cada
vez más. Posteriormente, se aferró a mis caderas moviéndose a mayor velocidad hasta
que sentí su orgasmo dentro de mí acompañado de un gruñido que me hizo llegar a mí
también. Se quedó unos instantes sin moverse, aún dentro de mí, exhaló fuertemente y
después se separó y me ayudó a ponerme de pie y me abrazó efusivamente.

– La noche apenas empieza corazón y juro que no te daré tregua – dijo


Capítulo 23: Algo Que Jamas Hubiera Pensado.

No pienses… sólo siente


Sólo hazlo
Mientras más hacemos el amor
Más cercana a ti quiero estar
No puedo tener suficiente
Amo la forma en que me enloqueces
Cualquier momento es el adecuado
Para compartir el amor conmigo
Y nene, mientras tanto
Estaré esperando ansiosamente
Te necesito más y más cada día

Nos vestimos y salimos del salón tomados de la mano, le pedí que me mostrara la casa e
iniciamos con el recorrido por la enorme cocina que estaba a un lado del salón, después
seguía el comedor, la sala, bajamos unas escaleras y llegamos a la piscina que era
iluminada por la luz de la luna llena que brillaba en lo alto del cielo.

– ¿Qué te parecería nadar un poco? – sugirió abrazándome.


– Suena bien, pero tendríamos que subir a ponernos el traje de baño.
– ¿Y quién dijo que forzosamente se necesita traje de baño para nadar? – exclamó
sonriéndome con esa típica osadía en su rostro.
– No, no, no, eso no lo haré.
– Anda, será divertido.
– Edward, además de tu familia, hay quien sabe cuántas personas trabajando.
– Pero no tienen porque venir aquí, además supongo que ya se irán a dormir.
– Eso es lo que tú y yo deberíamos de hacer también.
– Pero, después de nadar, anda corazón, sólo un ratito, te aseguro que nadie se enterará,
seguro que todos deben estar haciendo lo mismo que tú y yo.
– ¡Edward!, ¿no tienes respeto por tu familia?
– Claro que lo tengo, pero eso no me impide ver la realidad, Bella, ¿de dónde crees que
salimos mis hermanos y yo?, ¿por qué crees que Rosalie está embarazada?
– No pongas esas imágenes en mi cabeza, por favor.
– No te asustes corazón, desde niño me enseñaron a ver el sexo de lo más natural, tal
cual es, una función del cuerpo y no tiene nada de malo hacerlo, al contrario, así que
vamos a la piscina.
– Pero, ¿cómo vamos a atravesar la casa todos mojados para llegar a la habitación?
– No te preocupes por eso, ¿ves este mueble? – dijo y se paró frente a uno pequeño que
no había visto – aquí se guardan las toallas – explicó en tanto abría la puertita y sacaba
dos – ¿lo ves?, asunto arreglado.
– Que loco estás – exclamé sonriendo y moviendo la cabeza.
– Ya sabes bien la razón de mi locura – respondió y se quitó toda la ropa – ¿te ayudo?
– No, gracias, yo puedo sola – dije y me despojé también de toda mi ropa.

Edward se aventó un clavado casi perfecto mientras que yo caminé a la escalera para
bajar, sintiendo como el viento acariciaba mi cuerpo y erizaba mi piel. Cuando entré a la
piscina Edward me recibió, el agua estaba un poco fría y me sugirió que diéramos
algunas vueltas para acostumbrarnos a la temperatura. Acepté, pero le dije que no era
muy buena nadadora y me respondió que no era una competencia, así que nos
sumergimos y nadamos hasta el otro extremo y de regreso. Edward llegó primero y me
esperó, me echó agua al llegar y yo le devolví la maniobra, estuvimos jugando un rato
hasta que me di por vencida y volvimos a nadar al otro lado y otra vez de regreso.

En esta ocasión, Edward me tendió sus brazos, le tomé las manos y me acerqué a él,
puso mis manos alrededor de su cuello y bajó las de él a mi espalda, nos fundimos en un
apasionado beso por varios minutos hasta que Edward lo rompió para deslizar sus labios
a mi cuello en tanto acariciaba uno de mis senos por debajo del agua, lo cual producía
una reacción más excitante así que deslicé mi mano por su torso hasta llegar a su sexo
que empecé a acariciar y sentí como respondía en mi mano.

Volvimos a besarnos y después él me recargó en la esquina de la piscina, con una mano


me sostuve del barandal de la escalera y lo rodeé con mis piernas por su cintura y él
entro en mí al igual que un poco de agua que hizo más placentera la sensación. Puso una
de sus manos también en el barandal y comenzó a moverse exquisitamente mientras me
miraba con esa sonrisa retorcida que adoraba.

Yo trataba de gemir lo más bajo que se pudiera, pero a veces no podía reprimirme por lo
intensa que era la sensación de su cuerpo y el agua chocando contra el mío. No
dejábamos de mirarnos, nos lamíamos los labios y exhalábamos en nuestras bocas, sentí
que perdí el control de mi cuerpo cuando ambos llegamos al clímax y Edward me
mordió el labio inferior.

– Te amo Bella – dijo mirándome fijamente todavía en mi interior.


– Yo también te amo Edward, con todo mi corazón.

Volvimos a besarnos y después nos abrazamos y salió de mí. Nos quedamos abrazados
hasta que nuestras respiraciones volvieron a su curso normal y después salimos de la
piscina, temblando de frío. Edward me cubrió de inmediato con la toalla y después él se
puso una también, nos secamos, tomamos nuestra ropa y entramos a la casa. Subimos
las escaleras y al llegar arriba nos encontramos a Emmett que venía caminando por el
pasillo y quise que la tierra me tragara.

– Ah que muchachitos – exclamó Emmett con una amplia sonrisa.


– ¿Y tú adónde vas a esta hora? – preguntó Edward para desviar el tema mientras yo me
ponía detrás de él para tratar de cubrirme.
– Rosalie tiene antojo de limones así que voy a la cocina por unos… aunque me doy
cuenta que no es la única con antojos en esta casa – dijo de lo más divertido.
– Buenas noches, Emmett – respondió Edward ignorando el comentario.
– Buenas noches jóvenes, no se desvelen mucho que mañana desayunamos temprano y
no quiero que se estén durmiendo en la boda.
– Espero que a ti te deje dormir Rosalie o serás tú el que se esté durmiendo.
– De ningún modo, yo soy fuerte, descansan, ¿eh?, recuerden que mi habitación está
pegada a la suya y me daré cuenta si están dormidos o no.

Edward movió la cabeza negativamente y seguimos caminando, yo ni siquiera quise


voltear cuando pasé al lado de Emmett que bajó las escaleras.

– Que vergüenza.
– No te preocupes corazón, ignóralo como yo.
– No podré mirarlo a los ojos mañana.
– Bella, no quiero que vuelvas a decir eso, no tienes nada de que avergonzarte, eres mi
novia y ya te dije que no estábamos haciendo nada malo.
– No, pero, es tu casa y siento que le hemos faltado al respeto.
– Tranquila corazón, créeme que Emmett y Rosalie también tienen su historia y no nada
más en esta casa, una vez los pillé en la biblioteca en la de Seattle.
– No quiero detalles, por favor.
– Ok, sólo te lo digo para que no te alarmes.
– ¿Así que eso de exponerse a que los descubran viene de familia?
– Creo que sí, al menos del lado masculino, nunca he pillado a Alice y más le valía.
– Ay, tu lado machista tenía que aflorar – dije moviendo la cabeza negativamente.
– No es eso, es obvio que ya lo ha hecho con Jasper, pero, de aceptarlo a verlo – se
sacudió como si le hubieran dado escalofríos – es mi hermanita.
– Típico – exclamé mirando hacia el techo y él me abrazó y me besó la mejilla.

Abrí los ojos con dificultad cuando sentí los tibios rayos del sol tocar mi espalda
desnuda y me encontré con la imagen más hermosa frente a mí que me hizo despertar
por completo, Edward con su cabello revuelto estaba acostado de lado mirándome y, al
darse cuenta de que ya estaba despierta, me sonrió y acarició mi mejilla.
– Buenos días, corazón – dijo y me dio un tierno beso en los labios.
– Buenos días, mi amor – respondí en sus labios sonriéndole.
– Me encanta como suena eso.
– ¿Hace mucho que despertaste? – pregunté mientras le acariciaba su mejilla.
– Como diez minutos, te ves tan hermosa dormida, tan pacífica.
– Tú me das esa paz – aseguré acariciando ahora sus labios – ¿qué hora es?
– 8:15 – respondió y luego besó mis dedos.
– Hora de levantarse.
– Sí, ¿quieres bañarte primero?
– Estaba pensando que… podríamos bañarnos los dos.
– Esa idea me fascina.

Nos levantamos y entramos al baño, nos lavamos los dientes. Después dejamos correr el
agua de la regadera y mientras salía caliente nos besamos, luego nos colocamos debajo
de ésta y nos enjabonamos el cabello mutuamente, él a mí y yo a él, nos enjuagamos y
luego él tomó la esponja y comenzó a restregarme la espalda, bajó a mis piernas, me
giré y me lavó los senos, el abdomen y los brazos, posteriormente yo hice lo mismo con
él. Una vez que terminamos nos abrazamos y nos besamos bajo el chorro de agua tibia,
la sensación era maravillosa, excitante, pero sabía que nos esperaban y no intenté nada
más ni él tampoco. Cerré la llave, él tomó una toalla, me secó, y luego yo a él también.

Salimos y nos vestimos, yo me puse una polera ligera y un pants, él también una polera
y un short. Me cepilló el cabello y yo a él, sin decirnos nada, era un momento mágico en
el cual las palabras salían sobrando. Cuando terminamos bajamos con las manos
entrelazadas. En el comedor estaba toda la familia y me enterneció tanto ver que
Emmett le estaba dando fruta a Rosalie en la boca, quien estaba encantada de que su
marido la consintiera.

– Buenos días – dijimos Edward y yo al mismo tiempo.


– Buenos días, hijos – respondió Esme con una tierna sonrisa.
– Vaya, pensé que no se levantarían a tiempo, par de… tórtolos – exclamó Emmett.
– Amor, es muy temprano para que empieces a molestar – dijo seria Rosalie.
– Cierto, mi hijo no debe enterarse de las travesuras de sus tíos – señaló mientras le
acariciaba el abdomen – aunque quizá pronto podrías tener con quien jugar – añadió.

Rosalie tomó un trozo de piña con el tenedor y se lo puso en la boca a Emmett mientras
todos nos reímos. Edward y yo nos sentamos en una orilla de la mesa, frente a Alice y
Jasper que se veían nerviosos.

– ¿Listos para el gran momento? – les pregunté.


– Sí, más que lista – respondió Alice entusiasmada.
– Yo también, aunque la verdad, tengo un poco de nervios – exclamó Jasper.
– Es comprensible, pero estoy segura que les va a ir muy bien, se ve que se adoran.
– Eso sí, esta hermosa niña me conquistó desde la primera vez que la vi.
– Y tú a mí, osito, nunca imaginé pasar mi vida con alguien más.
– Sha la la la la la – empezó a tararear Emmett la canción Historia de amor.
– No nos critiques – dijo Alice y le sacó la lengua – o te grabo dándole de comer a tu
esposa y lo subo al Youtube para que te vean tus seguidores – agregó riéndose.
– Pequeña malévola, no serías capaz.
– Sabes muy bien que sí, no me retes.
– Tranquilos chicos, discúlpalos Bella, creo que les dimos demasiada libertad de niños y
por eso ahora se comportan así – aclaró Carlisle.
– No te preocupes, yo soy hija única y me hubiera encantado tener hermanos, supongo
que nos llevaríamos así.
– Pues ya nos tienes a nosotros – aseguró Alice guiñándome un ojo.
– Gracias, la verdad estoy muy sorprendida, pensé que eran la típica familia millonaria
que no se prestaba atención y que cada quien andaba por su lado.
– No Bella, a nosotros nos interesa mucho la integración familiar y desde pequeños se la
inculcamos a nuestros hijos, sé que se molestan entre ellos porque es su forma de
demostrarse cuanto se quieren – dijo Esme.
– Eso es lindo.
– Corazón, no sabes lo que acabas de decir, le estás dando armas al enemigo.
– ¿Me estás llamando enemigo Edward Cullen?, no le hagas caso Bella, no lo soy, al
contrario, te admiro porque lograste conquistar al soltero más codiciado del mundo
hotelero… aunque tengo una ligera sospecha de cómo fue que eso sucedió – exclamó en
tono pícaro levantando las cejas.
– Amor, deja de darle ese ejemplo a nuestro hijo – intervino Rosalie dándole un ligero
golpe en la cabeza y todos nos reímos de la expresión de Emmett.

Seguimos desayunando entre bromas y anécdotas, me sentía tan a gusto rodeada de


todos ellos, era una verdadera familia y deseé con toda el alma pertenecer a ella.
Edward me miraba y me sonreía, creo que estaba feliz por la aceptación que yo había
tenido y por lo rápido que me había integrado a ellos. Alice nos pidió a las mujeres que
a mediodía fuéramos a su recámara para que nos arreglara el estilista que había
contratado. Mientras tanto Edward terminó por mostrarme el resto de la casa.

Como cinco minutos antes de las doce entré a la habitación de Alice que estaba sola y,
me puse a curiosear las fotos que tenía en su mueble, me llamó la atención una donde
Edward se veía muy sonriente abrazando a una linda chica, ambos lucían muy jóvenes,
debían estar en la adolescencia.

– ¿Quién es ella? – pregunté y Alice se acercó a mí.


– Tanya, su primera novia, ahí tenían quince años.
– Es muy bonita.
– Sí… lo era y una gran chica también.
– ¿Lo era? – pregunté asombrada.
– Fue una trágica historia, ¿no te la ha contado Edward?
– No, no hemos tocado ese tema.
– Espero que no me mate por decírtela, siéntate.

Me arrimó una silla y ella se sentó en la cama.

– Tanya era una pariente lejana, su familia pasaba con nosotros todas las navidades y
desde niños ella y Edward fueron muy unidos, hasta que él le pidió que fuera su novia
cuando ambos tenían catorce años, se adoraban, pero ella una vez me confesó que
Edward jamás se lo había dicho, que era súper tierno y amoroso, sin embargo, no había
pronunciado te amo, yo se lo sugerí a él y cuando cumplieron un año de novios
finalmente él le dijo las dos palabras, esa foto es de ese día – hizo una pausa y suspiró
con tristeza – a la mañana siguiente, que ella iba a la escuela, la atropellaron y murió
instantáneamente porque se golpeó la cabeza en el filo de la banqueta.
– Que terrible – exclamé acongojada.
– Jamás he visto llorar a mi hermano como esa vez, quedó totalmente destrozado,
incluso cayó en un estado catatónico, dejó de comer, de hablar y de dormir muchos días,
diario iba al panteón y era el único momento en el que hablaba, le decía una y otra vez
que la amaba, mis papás estaban muy asustados, temían lo peor, Edward se estaba
dejando morir de a poco y no aceptaba la ayuda de nadie.
– ¿Y entonces qué fue lo que lo ayudo a superarlo?
– Jennifer, ella era nuestra vecina y desde niños jugaban, incluso ella se quedaba a
dormir en nuestra casa y él en la de ella, hasta llegaron a salir juntos, con sus respectivas
parejas, cuando pasó la tragedia, Jennifer estaba en Canadá y al regresar se encontró con
un zombie y se propuso sacarlo adelante, lo consolaba cuando lloraba, le compró libros
de tanatología y se los leía, lo obligaba a comer, a hablar, a salir, hasta a dormir y
afortunadamente Edward se dejó ayudar por ella y poco a poco lo fue superando y
volvió a ser él aunque no igual, cuando entró a la preparatoria empezó a salir con una y
otra chica, pero sin engancharse de ninguna, supongo que le daba miedo volver a tener
una pérdida, así que jamás volvió a tener novia, hasta ahora que anda contigo.
– Dios, cuanto debió sufrir, pobrecito – miré hacia el techo afligida – ahora comprendo
porque es tan unido a Jennifer.
– Sin ella Edward no estaría aquí, yo hasta llegué a pensar que se casarían algún día.
– Bueno, nadie sabe lo que pasara en el futuro, aún son jóvenes ambos.
– Bella, me extraña muchísimo que digas eso, Edward te adora, se nota a simple vista
por la forma en que te mira, no había tenido una novia en doce años y ahora estás tú
aquí, con su familia, nunca llevó a la casa ni siquiera a amigas y aunque yo te haya
invitado, en ese momento él no tenía ninguna razón para traerte, además la canción que
cantaron ayer, a pesar que nos la dedicó a Jasper y a mí, estoy segura que la hizo
pensando en su amor, no en el mío, le agradezco el detalle, sin embargo, esa canción era
para ti, no sé como lo lograste, pero con la única mujer que Edward quiere estar es
contigo, a Jennifer la quiere mucho, pero como hermana, he visto como se tratan y a ella
jamás la mirado como a ti, así que no seas tontita, él sólo se casará contigo.
– Pero… ¿Edward y Jennifer alguna vez tuvieron algo que ver?
– Creo que sería mejor que yo te respondiera esa pregunta – exclamó Jennifer desde la
puerta.

Alice y yo volteamos sorprendidas porque no escuchamos cuando la abrió.


Capítulo 24: Union De Dos Almas.

Gracias por darme tu calor


Soy tuya desde aquel momento
En que rozaste mi piel
Pues siempre eres mi firmamento en cada anochecer
En el lenguaje de mis besos diré
Que sólo ti te amaré
Sólo en ti es en quien siempre pienso
Esto es un amor sin condiciones
A tu lado estaré
Y siempre me entregaré
Porque soy tuya, tuya, tuya

– Hola Jen, ¿cómo estás?


– Bien Alice, gracias, Bella que gusto de verte – le medio sonreí avergonzada – ¿así que
quieres saber si Edward y yo anduvimos? – dijo entrando a la recámara.
– Alice acaba de contarme lo de Tanya y cómo ayudaste a Edward a salir adelante.
– Además de que has visto como nos tratamos, ¿no? – asentí con la cabeza – está bien,
te contaré la verdad – se sentó al lado de Alice – cuando teníamos 17 años, en una fiesta
jugamos botella, alguien me puso de “castigo” besarlo durante minuto y medio y yo
encantada lo hice, porque sí, Edward me gustaba desde que me acuerdo, pero en ese
beso comprendí que éramos como hermanos, que no había química entre nosotros como
pareja y cuando lo platicamos, ambos estuvimos de acuerdo, olvidamos ese beso y
seguimos siendo confidentes como hasta ahora, ¿aclarada la duda?
– Sí, pero… dan la impresión de ser amigos con derechos.
– Es una táctica que usamos ya sea para alejar a alguien o confirmar si le interesamos.
– ¿O sea que están confabulados para cortar las expectativas si alguien no les gusta y si
les interesa otra persona lo hacen para darle celos?
– Suena medio perverso, pero sí, le he espantado a varias y él a mí a algunos tipejos.
– ¿Entonces tú ya sabías de mí desde antes que nos descubrieras?
– Sí.
– Hija, acaban de llegar el estilista y el maquillista – anunció Esme.

Yo me quedé de una pieza, ahora comprendía muchas cosas y porque ella había
cambiado su actitud hacia él de repente, Edward quería corroborar mi interés por él,
pequeño tramposo, entonces me pregunté desde cuando él había roto la tercera regla.
Me sacaron de mis pensamientos cuando me dijeron que sería la primera que
arreglarían, ya que Jennifer dijo que tenía que bañarse y Alice tenía que vestirse antes
de que la peinaran.

El chico inició con su trabajo, me recogió todo el cabello en un moderno chongo en el


que se veían las ondas de mis cabellos, dejó algunos rizos colgando en ambos lados de
la cara y el flequillo peinado de lado, después pasé con el maquillista y me sentí como
una celebridad, me preguntó de qué color era mi vestido y le dije que azul, así que de
ese color me maquilló los ojos, me miré al espejo cuando terminó y casi no me
reconocí, vaya que sabían hacer bien su trabajo.

Mientras tanto peinaban a Rosalie y maquillaban a Jennifer. Por su parte, Esme ayudaba
a Alice a ponerse el hermoso y moderno vestido blanco, diseñado por ella misma, una
vez que lo tuvo puesto se sentó con sumo cuidado para que la peinaran y maquillaran,
entonces fui a mi recámara para cambiarme de ropa.

Entré y estaba vacía, así que cuidadosamente me quité la polera y luego el pants, saqué
mi vestido del enorme armario que parecía una recámara más y me lo puse al igual que
mis sandalias, estaba mirándome al espejo cuando Edward entró.

– Wow, voy a ser la envidia de toda la fiesta, te ves bellísima, corazón.


– Gracias – dije sonriéndole y dándome una vuelta, de pronto la triste historia vino a mi
mente y lo abracé con todas mis fuerzas y le acaricié la espalda – gracias por dejarme
entrar en tu vida.
– Las gracias debería de dártelas yo a ti, tú fuiste la que me llamó, ¿recuerdas?
– Sí, pero… – me quedé callada, no sabía si era buena idea que él supiera que Alice me
había contado sobre su primera novia – tú rompiste las reglas… ¿desde cuando
Edward?, necesito saberlo, por favor.
– Casi desde el principio, ¿recuerdas la noche en que llovió? – asentí con la cabeza – me
quedé contigo hasta mucho después que amaneció, era mentira que no traía coche, si te
lo dije fue porque no quería ilusionarte, yo mismo no quería ilusionarme, estaba muy
confundido Bella y quizá rompí las reglas antes que tú.
– Te amo Edward, creo que te amé desde el primer segundo que te vi.
– Creo que yo también, eres la única mujer con la que hecho el amor y, si me lo
preguntas, no sabría decirte exactamente cuando sentí esa diferencia, así que como
veras, definitivamente el agradecido de que hayas entrado a mi vida soy yo – me besé
tiernamente los labios – ahora tengo que cambiarme, nos toca recibir a los invitados.
– ¡Qué nervios!
– Relájate, te ves preciosa, impresionarás a todos, ya verás.

Cuando vi el color de su camisa me quedé sorprendida, era azul, del mismo tono que mi
vestido, cuando se lo hice notar me dijo que estábamos en sincronía y me guiñó un ojo.
Bajamos y salimos a la terraza, ya había algunos invitados que platicaban con Emmett y
Rosalie. Más tarde Edward me presentó a sus tíos Aro, Cayo y Marcus, hermanos de
Carlisle, muy serios ellos, por cierto.

A las seis en punto nos colocamos en nuestros respectivos lugares, todos los Cullen en
primera fila, Jennifer y su hermano detrás de nosotros y del otro lado los papás de
Jasper. Calculé que serían unos 200 invitados. El sacerdote ya se encontraba en el altar
y Jasper también, visiblemente contento y nervioso. La melodía empezó a sonar y
entraron las damas, con vestidos color lila y una cinta rosa en la cintura, cuando
llegaron a su lugar Alice hizo su aparición, del brazo de Carlisle, comenzaron a caminar
por el pasillo, ambos con una gran sonrisa. Al llegar al altar, Carlisle entregó la mano de
Alice a Jasper que la recibió gustoso y se pararon frente al padre que dio inicio a la
ceremonia. Dijeron sus votos emocionados y después Edward y la madrina les
colocaron el lazo. Al terminar, Alice y Jasper se dieron un dulce beso y después
caminaron por el pasillo mientras les aventaban pétalos de margaritas.

Pasamos al salón, una pequeña banda de cuatro músicos amenizaba con melodías
suaves, todos empezaron a tomar sus lugares, Alice y Jasper en la mesa de honor, uno
de los músicos les pidió que pasaran a bailar su primera pieza como el matrimonio Hale
y todos les aplaudimos, Edward me tomó la mano por debajo de la mesa y me sonrió,
estaba tan feliz por su hermana. Los músicos siguieron tocando, algunos se pararon a
bailar y un par de horas después sirvieron la cena. En cuanto terminamos de comer,
anunciaron que era momento de las palabras del padrino y Edward se puso de pie.

– Buenas noches a todos, es para mí un gran honor dirigirme a ustedes, Alice y Jasper,
es un poco difícil para mí ver a mi hermanita como toda una mujer casada, todavía la
recuerdo brincando por toda la casa usando coletas y calcetas, pero el tiempo pasa y el
amor tocó a su puerta y me da muchísimo gusto que haya sido de un chico ejemplar
como lo es Jasper, bienvenido a la familia. Bien, tenía preparado un largo discurso, pero
lo olvide en la maleta, así que sólo les diré lo siguiente.

Tomó un respiro.

– Amor es como encontrar un oasis en el desierto, hay muchos espejismos, pero sólo
uno es el verdadero. Alice, Jasper mis mejores deseos para esta aventura que inician
juntos, estoy seguro que serán inmensamente felices y que formaran una preciosa
familia, hermanita te adoro, cuñado, más te vale que te portes bien con ella, ¿ok? – dijo
con su típica sonrisa traviesa y levantó su copa – ¡Salud por los novios!

¡Salud!, exclamamos todos los presentes levantando nuestras copas y después bebimos
el champagne. Edward me sonrió y me extendió su mano.

– ¿Bailamos? – propuso caballerosamente.


– No soy muy buena, pero si he hecho otras locuras por ti, ¿qué más da un simple baile?
– respondí sonriendo y tomando su mano.

Nos levantamos y caminamos a la pista, ahí estaban Emmett y Rosalie, que nos vieron y
nos sonrieron, al igual que Esme y Carlisle, que no podían ocultar su felicidad. Edward
puso una mano en mi cintura y con la otra tomó una de mis manos y coloqué la restante
sobre su hombro, empezamos a movernos al ritmo de la tranquila melodía, Edward tenía
apoyado su mentón al lado de mi frente y danzábamos suavemente, me dejé llevar
completamente por él y creo que no lo hice tan mal. Terminó la canción y regresamos a
la mesa.

La fiesta siguió, bailamos otras melodías, platicamos y después llegó el momento de


aventar la liga. Alice se sentó en una silla en medio de la pista y Jasper se la quitó
lentamente mientras los hombres silbaban rodeándolos.

– ¿Sabes?, es la primera vez que Edward se une a ese ritual – dijo Jennifer sentándose a
mi lado.
– ¿En serio?, ¿no lo hizo en la boda de Emmett? – pregunté sorprendida.
– No, y ni en ninguna otra boda, así que me da mucho gusto que hayas terminado con
Jacob y hoy estés aquí.
– Veo que entre tú y Edward no hay secretos.
– No te creas, sí los hay, no le cuento todo lo que hago, ni él a mí tampoco, pero ese no
es el punto, la semana pasada me encontré a Jacob en un bar.
– ¿En serio?, ¿y cómo está?
– Bien, dentro de lo que cabe, me contó todo lo que pasó entre ustedes, sus mutuos
engaños, te admiro, yo no sé si hubiera tenido el valor para confesar algo así.
– Tenía que saber la verdad.
– Pues sí, de alguna u otra manera se iba a enterar y fue mejor que lo supiera por ti.
– ¿Piensas que soy de lo peor?
– No Bella, a veces el destino se presenta de una forma extraña, pero las cosas se
acomodan de tal forma para que estemos con quien debemos estar y el tuyo
definitivamente es con Edward y de la misma forma Jacob encontrará a la mujer con la
deba pasar el resto de su vida, su relación sólo fue una experiencia más, por cierto,
también terminó con ella, que tipa más desagradable.
– ¿Y ella se lo tomó tan tranquila?, a mí me amenazó.
– Obvio no, estuvo acosándolo, pero él tomó cartas en el asunto y logró que le pusieran
una orden de restricción, así que, frustrada, regresó a vivir con sus papás a San Diego.
– ¿Y de todo eso hablaron en una noche?
– La mayoría sí, casi nos sacaron con la escoba y como platicamos muy a gusto
intercambiamos números de celular y mails, así que hemos seguido en contacto.
– Te gusta, ¿verdad? – dije recordando la escena de ellos viendo el partido de hockey.
– Es muy lindo y tenemos muchas cosas en común, pero no sé, necesita poner en orden
su cabeza y su corazón… claro que yo no tengo prisa.

En eso, Alice gritó que aventaría el ramo, yo no quería ir, pero Jennifer me jaló y nos
paramos detrás junto con varias chicas que estaban emocionadas. Alice estuvo jugando
un rato a aventarlo hasta que lo hizo finalmente y le tocó a Jennifer que gritó
entusiasmada, aunque la verdad yo no creía en esa tradición.

Poco después, Alice y Jasper se despidieron, para partir a su luna de miel en las
Bahamas, ella me abrazó fuertemente y después me tomó de las manos.

– Me voy muy feliz y no sólo porque me he casado con el hombre que amo, también
porque en unos meses seré ¡tía!, pero más por saber que Edward ha encontrado
finalmente el amor y me alegra tanto, gracias Bella por este regalo.
– Gracias a ti por tus palabras, la verdad no sé qué decirte.
– No tienes que decirme nada, sólo ser feliz con mi hermano – me dio un beso en la
mejilla, se separó y lo abrazó a él.

Después Edward me abrazó y vimos como se iban en un hermoso carro convertible, que
traía amarradas las tradicionales latas y el letrero que anunciaban que eran recién
casados, Alice mandó besos y se despidió levantando la mano, al igual que Jasper que
luego puso el auto en marcha y se alejaron.

Estuvimos un rato más en la fiesta y cuando quedaban pocos invitados, Edward tomó
una botella de champagne, un par de copas y me tendió el brazo, yo le sonreí y se lo
tomé. Caminamos por la playa y no muy lejos de la casa había como una especie de
cama, con cuatro barrotes a los lados y un techo de donde colgaba un velo blanco. Nos
sentamos ahí, Edward destapó el champagne sirvió en ambas copas y me dio una.

– Por ti, por mí y por nuestro amor – dijo chocando mi copa.


– Por nosotros y porque nuestro amor dure toda la eternidad.

Nos bebimos el contenido de las copas, después dejó la botella y las copas en la arena.
Se acercó a mí y me acostó, me acarició un brazo y yo le acaricié su rostro, suspiré y lo
acerqué a mí para besarlo con pasión y amor, nuestras lenguas se entrelazaron,
acariciándose suavemente, saboreándose. Edward se colocó encima de mí, puso su
mano sobre mi muslo y lo acarició, subiendo y bajando por debajo del vestido, luego
rompió el beso para mordisquear mi cuello.

Me abrazó y se giró para que yo quedara encima de él, le sonreí y me enderecé,


quedando hincada sobre él, con mis piernas a los costados, empecé a desabrochar su
camisa y se la quite por completo, besé y lamí su torso perfecto, deteniéndome en sus
pezones con los que jugueteé un buen rato, mientras miraba como su pecho subía y
bajaba al ritmo de su acelerada respiración, bajé por su abdomen y volví a detenerme en
su ombligo, sus jadeos se intensificaron. Me detuve y volví a enderezarme, bajé el cierre
del vestido, él quiso ayudarme, pero le moví la cabeza negativamente, tomé sus manos y
las puse a los lados de su cabeza y lo besé unos segundos para después volver a
hincarme.

Bajé los tirantes del vestido y quedaron mis senos al descubierto, él subió sus manos y
me los acarició mientras yo me soltaba el cabello. Lo detuve para despojarlo de su
pantalón y su bóxer, me lamí los labios al ver su erección y mi corazón terminó por
dispararse completamente, me quité el vestido y la ropa interior. Tomé su masculinidad
entre mis manos, pero Edward me pidió que me volteara para que él pudiera también
besar mi parte más íntima, así que le obedecí.

Sentí su tibia lengua recorrer mis pliegues mientras yo hundía su erección en mi boca y
la sacaba, proporcionándole el mismo placer que él me estaba dando, en momentos era
tan intenso que no podía seguir con mis besos y exhalaba en la punta de su sexo y a
veces él se detenía por mis caricias y jadeaba en mi interior. De pronto sentí como mi
cuerpo se estremecía completamente al llegar al éxtasis total y después seguí con mi
labor y segundos después Edward lo alcanzó también, emitiendo un grito profundo que
fue sofocado por el ruido del mar que era nuestro cómplice al igual que la luna.
Me bajé y me acosté a su lado, le acaricié nuevamente el rostro, sus párpados, su nariz,
sus labios y después nos besamos, aún tenía el sabor de mi intimidad en su boca y eso
volvió a encenderme intensificando el beso con ansias y hambre en tanto sentía como
mi cuerpo entero se excitaba, pero sabía que tenía que esperar unos minutos así que
rompí el beso y ambos tomamos aire. Nos miramos sin decir nada, sólo se escuchaba el
sonido de las olas, suspiré y él me sonrió de la forma en que sabía que me enloquecía,
yo le sonreí también y después cerré los ojos.

Estaba quedándome dormida cuando sentí su peso sobre mí y su boca devorando uno de
mis senos, abrí los ojos de par en par y me mordí los labios, separé mis piernas y le di la
bienvenida a su masculinidad que estaba más que lista para entrar en mí, el gemido fue
intenso, Edward se sonrió y comenzó a moverse lentamente, entrelazó sus manos con
las mías y las puso encima de mi cabeza, pegó su frente a la mía y yo le suplicaba por
más y repetía su nombre una y otra vez, le rogaba que no se detuviera.

Después puso su cabeza sobre mi hombro y susurraba mi nombre en mi oído


acompañado de intensos gemidos que me hacían enloquecer. Prácticamente le ordené
que se moviera más rápido y me hizo caso, embistiendo una y otra vez en mí con fuerza
hasta que ambos llegamos al orgasmo y Edward se dejó caer en mi pecho totalmente
rendido y extasiado al igual que yo.

– Quédate así, por favor, un rato más, quiero seguir unida a ti.
– Lo que tú quieras corazón – respondió y me besó los labios – te amo Bella.
– Te amo Edward y amo la forma en que me haces el amor.

Nos quedamos así unos momentos, él recostado sobre mi hombro y yo acariciándole sus
cabellos, después me dijo que pronto amanecería así que nos levantamos y nos
vestimos, caminamos a la orilla de la playa y nos sentamos, Edward detrás de mí
envolviéndome con sus piernas y sus brazos. Poco a poco el sol fue apareciendo en el
horizonte, este era el mejor amanecer de toda mi vida, sin duda era un nuevo comienzo,
al lado de un extraordinario hombre que jamás imaginé encontrar, sólo esperaba que
todo siguiera igual de perfecto, pero, ¿qué podría salir mal?
Capítulo 25: Amor O Sexo?

He vivido con una sombra sobre mi cabeza


He dormido con una nube encima de mi cama
Todo lo que quiero es encontrar
Un camino de vuelta al amor
He estado buscando a alguien que irradie luz
No alguien que sólo me lleve a través de la noche
Hay momentos en los que no sé si esto es real
Necesito inspiración
No otra negociación
Y si tú me ayudas a empezar de nuevo
Sabes que estaré ahí para ti al final

Cuando desperté me encontraba acostada en la cama de la habitación, no supe en qué


momento me quedé dormida, pero debió ser en la playa porque no recordaba haber
regresado a la casa. Edward no estaba a mi lado y sentí un gran vacío, estaba
acostumbrándome a despertar a su lado. Me puse la bata y bajé por un vaso de agua,
escuché unos ruidos al fondo de la cocina y abrí una puerta que no había visto antes,
solté el vaso que traía en las manos al ver a Edward sin camisa besando acaloradamente
a una chica.

– Oh, por dios – exclamé mientras mis ojos se llenaban de lágrimas y ambos voltearon.
– Bella – dijo él separándose de la chica que se cerró la blusa.
– ¿Cómo has podido?, eres un cínico desvergonzado – grité corriendo de ahí.
– Escúchame, por favor – pidió atajándome de un brazo.
– Suéltame, no quiero que vuelvas a tocarme, eres de lo peor.
– Bella, debes creerme cuando te digo que te amo, en verdad eso siento por ti, pero… sí,
soy muy débil, no puedo evitarlo.
– ¿Y así dices amarme?, ¿aceptando que te enredaras con quien sea?
– Bella, no llores, por favor, no me gusta verte llorar.
– Eres un infeliz Edward Cullen, no vales la pena.
– Tal vez tienes razón, pero… ¿nunca has tenido una adicción en tu vida?, aunque trates
y trates de dejarla es más fuerte que tú y eso me pasa a mí… soy un adicto.
– Eres un desgraciado, eso es lo que eres y no quiero volver a verte el resto de mi vida,
quédate con tu adicción y a mí déjame en paz.
– Bella, por favor, ya no llores – me sujetó por los hombros – no llores, Bella,
escúchame Bella… ¡Despierta!, despierta por favor.

Abrí los ojos y Edward me miraba asustando sujetándome por los hombros, estábamos
en mi departamento, y de pronto caí en la cuenta que hacía una semana que habíamos
regresado después de pasar la fiesta de año nuevo con su familia. Yo estaba sollozando
por el sueño que acababa de tener y lo abracé fuertemente.

– Todo fue una pesadilla, corazón, cálmate por favor.


– Fue tan real, todo fue tan real – respondí entre lágrimas.
– Pero no lo era, ¿qué soñaste mi amor que te alteró tanto? – preguntó mientras me
acariciaba la espalda tratando de consolarme.
– A ti… estabas con otra y… – no pude continuar, el llanto me quebró la voz.
– Mi amor, jamás te engañaría – tomó mi rostro entre sus manos – te amo, por favor,
grábatelo bien, tú eres la única mujer que hay en mi mente y en mi corazón.

Me dio un corto beso en los labios, pero yo lo sujete fuertemente y se lo devolví


frenética, quería asegurarme que esto fuera real, que en verdad estaba él, ahí, en mi
cama, conmigo, creo que lo desconcerté, pero me correspondió el beso con la misma
intensidad, besé desesperada su cuello mientras mis manos bajaban su bóxer.

– Demuéstrame que me amas y que soy la única para ti – susurré en su oído.

Edward me envolvió en sus brazos y me recostó, me quitó la ropa interior y se colocó


encima de mí, me besó apasionadamente, pero a la vez con ternura mientras deslizaba
su mano por mi contorno, yo enredé mis piernas en su cintura, estaba demasiado
desesperada por sentirlo dentro, no sé si por el sueño, pero quería que me hiciera suya
en ese instante, sin más preámbulos. Me miró un tanto inseguro, quería prolongar el
momento, como siempre lo hacía, pero ejercí fuerza con mis piernas y entró en mí de
golpe, me arqueé al sentirlo y me aferré a su espalda, moviéndome rápidamente,
marcándole el ritmo que deseaba.

– Te amo Bella – susurró en mi oído con la voz retorcida moviéndose en mi interior.


– Repítelo – pedí con mi voz entre cortada.
– Te amo – volvió a decir continuando con sus embestidas.
– Dilo otra vez – supliqué casi enterrándole mis uñas.
– Te amo, te amo, te amo – dijo una y otra vez mientras sentía como ambos llegábamos
al orgasmo.
– Yo también te amo Edward, te amo como jamás lo imaginé, por eso me asusta la idea
de pensar que puedas estar con alguien más.
– No podría volver a estar con nadie más que no fuera contigo – dijo en mis labios
mirándome fijamente a los ojos – eres mi primera, mi última, mi todo – agregó frotando
mi nariz con la suya.
– Te amo Edward.
– Y yo también a ti corazón, vamos, trata de dormir otro poco, apenas son las cuatro.

Le sonreí y bajó de mí, se acostó detrás y me abrazó por la cintura, pegándose a mi


cuerpo, yo entrelacé su mano con la mía y cerré los ojos mientras sentía su tibio aliento
en mi nuca, estuve acariciando sus dedos hasta que volví a quedarme profundamente
dormida. El despertador hizo su labor de todas las mañanas y no muy convencida lo
apague, me volteé y abracé a Edward que seguía con sus ojos cerrados, le di un beso en
cada parpado y luego uno en su boca.

– Buenos días mi amor, ya es hora de levantarse.


– Buenos días corazón… lo sé y no quiero, debo ir a Chicago a una convención.
– Yo tampoco quiero que te vayas pero tres días se pasaran volando, ya lo verás.
– Me encanta tu optimismo – dijo acariciando mi nariz con su dedo índice.
– Y a mí me encantas todo tú, anda, no quiero llegar tarde a la oficina.

Nos levantamos y nos bañamos, después nos vestimos y desayunamos cereal. Tomé mi
bolso y salimos del departamento, bajamos por el ascensor, subimos a su auto y me
llevó a la oficina. Antes de bajar, le di un gran beso y un abrazo. Él iba a su
departamento a dejar el coche y por su maleta para luego ir al aeropuerto.

Esa mañana estuvo muy agitada, hicimos una presentación para un nuevo cliente,
tuvimos una junta con el señor Jackson y estuve respondiendo miles de mails. Recibí un
mensaje a mi celular de Edward que acababa de abordar el avión y después Kate me
llamó para que almorzáramos juntas, se escuchaba afligida. Cuando llegué al restaurante
la abracé fuertemente, me dio una sonrisa y nos sentamos.

– Entonces, ¿ya firmaron el divorcio?


– Sí, esta mañana, ¿y puedes creer que anda con su abogada?
– ¿En serio?, ¿y cómo te enteraste?
– Los vi al salir del juzgado, se besaron y subieron al auto de él, ¿sabes?, Steve siempre
fue mujeriego y un hombre así nunca puede estar solo y la verdad dudo que cambie y
que pueda ser monógamo.
– ¿Crees que te haya engañado?
– Es muy probable, ¿sabes que jamás hicimos cosas triviales juntos?, como ir al cine o
por un helado, casi no estábamos en casa y cuando estábamos era teniendo sexo.
– ¿Nunca se dijeron te amo?
– Sí, cuando él estaba encima de mí, eso era lo que amábamos, el sexo no a nosotros
como personas, sonará tonto, pero ni siquiera sé cuál es su color favorito, pero bueno ya
no hablemos más de mí, mejor cuéntame, ¿cómo te fue en las fiestas?
– Genial, fueron las mejores de mi vida, su familia es tan cálida, me hacen sentir parte
de ella, todos me regalaron algo en Navidad y Edward se porta súper lindo conmigo.
– Me da mucho gusto por ti amiga, es un gran detalle de su parte que te haya llevado
con su familia en esas fechas tan especiales, la primera vez que me platicaste de él
jamás me imaginé que iban a terminar así.
– Yo tampoco.

Cuando terminamos de comer nos despedimos con un gran abrazo, no sé si Kate amaba
o no a Steve, pero definitivamente sí le había dolido mucho el divorcio. Mientras
caminaba pensaba en todo lo que me había dicho y vino a mi mente el terrible sueño
que había tenido la noche anterior, ¿en verdad Edward podría dejar de estar con otras
mujeres y serme fiel?, ¿me amaba a mí o el sexo que teníamos?, tampoco habíamos ido
al cine, claro que llevarme con su familia no se compara, no llevas a la amante, llevas a
la novia. Saqué mi celular y marqué al que le llamaba al principio.
“El número que usted marcó se encuentra desactivado”

Escuchar eso me dio un alivio, pero entones recordé las mentiras que me había dicho, lo
que me gritó cegado por los celos, ¿me ocultaría más cosas?, ¿cómo sabía que mis
flores favoritas son los alcatraces? Sin encontrar respuestas llegué a la oficina y me
concentré en el trabajo.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, tal como se lo dije a Edward. Me encontraba
en mi departamento terminando la cena para recibirlo, cuando escuché la puerta abrirse
salí de la cocina a recibirlo. Me abrazó fuertemente y me dio varias vueltas, después me
besó ansiosamente mientras con una mano apretaba mi nalga.

– Te extrañé tanto Bella.


– Yo también a ti.

Me cargó y me dejó sobre el sillón, se quitó la chamarra y se colocó encima de mí


besándome y acariciándome un seno mientras sentía como su sexo reaccionaba.

– Te necesito tanto Bella – dijo presuroso levantando mi falda y quitando la ropa


interior para después bajar su pantalón y su bóxer.

Volvió a colocarse sobre mí y desabrochó mi blusa en tanto lamía mi cuello y yo


también desabrochaba su camisa, él terminó por quitársela y después besó mis senos
haciendo que mi respiración se elevara y mi cuerpo estuviera ya listo para recibirlo.
Abrió mis piernas y se introdujo de un tirón, mordiéndome el labio inferior en tanto yo
sujetaba con fuerza su espalda, entraba y salía de mí sin parar, lamió mi oreja y gemía
en ella, yo tenía los ojos cerrados y jadeaba también, lo había echado tanto de menos,
incrementó la velocidad de sus movimientos y sus gemidos se hicieron más audibles,
mezclándose con los míos, hasta que un fuerte grito escapó de mis labios cuando sentí
que ambos llegamos al orgasmo. Edward me besó apasionado y después me dio un beso
en la nariz y puso su frente sobre la mía.

– Te amo – dijo mirándome con sus ojos llorosos por el placer.


– Yo también te amo y te extrañé mucho.

Se enderezó y se subió el bóxer y el pantalón, yo me levanté, me puse la ropa interior y


la blusa. Después fui a la cocina por la cena, ya estaba lista la mesa, así que le serví, me
serví yo y me senté frente a él. Me estuvo platicando sobre su viaje y de repente, me
vinieron las palabras de Kate a la mente y empecé a reflexionar que era lo que habíamos
extrañado el uno del otro, lo primero que hicimos al vernos fue tener relaciones, ¿sería
eso lo único que habíamos echado de menos?, dejé de escuchar lo que me decía y en
cambio recordé las últimas pláticas con Kate, sobre conocerse el uno al otro y el
equilibrio que debía haber entre el amor y la pasión.

– Bella, ¿en qué piensas? – preguntó al notar que estaba ausente.


– En nosotros.
– ¿Así?, ¿y se puede saber exactamente en qué? – dijo acariciando mi pierna con su pie.
– Edward, ¿qué fue lo que en realidad extrañaste de no estar conmigo?
– Todo, tu sonrisa, despertar contigo, tus besos, tus caricias, tus miradas, tus cantos
mientras te bañas, ¿a qué viene esa pregunta Bella?, ¿qué paso en estos días que
estuvimos separados? – exclamó desconcertado.
– He estado pensando en la situación de mi amiga Kate y analizando nuestra relación.
– No entiendo que tiene que ver una cosa con la otra.
– Edward – titubeé – Kate conoció a Steve, en un bar, esa noche se fueron juntos,
después se siguieron viendo y a los seis meses se casaron y tras cinco años de
matrimonio se dieron cuenta que no se conocían, que sólo estaban juntos por el sexo.
– Bella, ¿adónde quieres llegar contándome eso?
– No quiero que nos pase lo mismo Edward, en realidad nos conocemos poco, ni
siquiera sé cuál es tu color favorito, no hemos ido al cine juntos.
– Mi color favorito es el azul y no hemos ido al cine, pero fuimos a pasar las fiestas
decembrinas con mi familia y si quieres saber más cosas sobre mí, sólo pregúntame.
– ¿Pensabas algún día contarme lo de tu primera novia?
– Quizá, pero, ¿cómo sabes tú eso?
– Alice me lo contó, pero no te enojes con ella, yo le pregunté porque tenía una foto de
ustedes en su habitación de la casa de Miami.
– ¿Ah, sí?, y qué más te conto?
– En qué estado caíste y como te ayudo Jennifer a superarlo. Edward el punto es, ¿qué
es lo que nos mantiene unidos?, ¿es amor o sólo sexo?
– Bella, ¿cómo puedes preguntarme eso?, te he dicho que te amo, te lo he demostrado y
no sólo acostándome contigo, te he llevado con mi familia, ¿cómo puedes dudar si es
amor? – respondió totalmente sorprendido.
– Porque lo primero que hicimos ahora que regresaste fue tener relaciones, ¿eso es lo
que extrañabas de mí?, la mayor parte de tu lista son cosas físicas.
– Por supuesto que no, Bella, en verdad no entiendo a que viene todo esto.
– A que debemos descubrir si este amor es auténtico o sólo es algo físico.
– Ok, entiendo tus dudas por la forma en que nos conocimos, pero hasta ahora sólo me
has cuestionado a mí, ahora yo te volteó la pregunta, ¿qué fue lo que tú extrañaste de mí
durante mi ausencia?
– Muchas cosas, tu voz, tu mirada, tu sonrisa, tus besos, tus caricias, tus palabras.
– ¿Tienes dudas de amarme?
– No es eso, simplemente hemos basado nuestra relación en la pasión, recuerda la nota
que me dejaste un día, la vida es un equilibrio y eso es precisamente lo que estoy
buscando, que realmente nuestra relación sea equilibrada y no sólo física.
– Y entonces, ¿qué propones para descubrirlo?
– Cuando nos conocimos tú me impusiste tres reglas.
– Que después rompimos, si mal no recuerdo.
– Sí y ahora es mi turno de implementar tres nuevas reglas, pero en esta ocasión si se
rompen… no habrá nada que hacer.
– ¿Y cuáles son esas reglas? – preguntó interesado mirándome a los ojos.
– Regla número uno: no mentiras ni engaños, regla número dos: no arranques de celos,
regla número tres, la más importante… no sexo durante un tiempo, quizá un par de
meses.
– ¿Qué? – exclamó llevándose una mano a la cabeza – ¿no sexo?
– Sí Edward, si realmente nos amamos podremos cumplir con esa regla, pero si la
rompemos – guardé silencio, asustada por lo que iba a decir – si no podemos cumplir
con esa regla, no tendrá caso que sigamos juntos.
– No pensé que fueras tan influenciable.
– Llámame como quieras, pero no quiero volver a vivir una mentira como mi relación
pasada, así que esas son las reglas para estar juntos, no quiero que vuelvas a mentirme
aunque sea para protegerme, tampoco quiero que me hagas escenas de celos, aún no
olvido lo que me dijiste en el aeropuerto, me dolió muchísimo, ¿cómo puede haber
amor si me restregaste en la cara que estaba con otro cuando empecé contigo? y para la
tercera regla sólo agregaría que aplica con otras personas también, si no puedes
soportarlo y te acuestas con alguien más, dímelo, aplicando la primera regla y entonces
todo habrá acabado, te dejare libre para que sigas con tu vida y yo seguiré con la mía,
¿aceptas?
– Es un poco extremo Bella, pero para que veas cuanto me importas y no sólo por el
sexo, acepto, es más te propongo algo que realizaremos en lugar de hacer el amor,
porque hace muchísimo tiempo que eso es lo que hago contigo, no es simple sexo.
– ¿Y cuál sería esa proposición?
– Te voy a contar mi historia, un poco cada noche, para disipar tus dudas, para que me
conozcas y seguiré las reglas, tal cual, no quieres mentiras, perfecto, de hoy en adelante
sólo la verdad, pero de tu parte también, porque no me dijiste que Alice te había
platicado sobre Tanya, no quieres arranques de celos, los controlaré, no quieres sexo y
en su lugar prefieres que salgamos como dos adolescentes, lo haremos, porque entiendo
tus argumentos y comprendo que estés asustada por la forma en que terminó tu relación
con Jacob y por lo que le pasó a tu amiga, pero ni tú eres ella ni yo soy él.
– Lo sé, no me estoy comparando con ellos, pero vi tan devastada a Kate que no quiero
pasar por lo mismo y sí, también tiene que ver con la manera en que terminaron las
cosas con Jacob, no quiero que se repita la historia y la verdad sí me asusta que lo
nuestro no tenga un final feliz, por eso las nuevas reglas, es mejor saber ahora lo que
realmente nos une que después cuando haya pasado más tiempo y nos arrepintamos.
– Yo jamás me arrepentiré de haberte conocido, sin importar las circunstancias, quizá
esa era la única forma en que hubiéramos coincidido en la vida – dio un trago a su
bebida – entonces, ¿estás dispuesta a escuchar todo lo que tenga que contarte?
– Sí… pero no quiero detalles sórdidos.
– Está bien, esos los reservaré para mí.
– Ok, te escucho – dije recargándome en el respaldo de la silla.
Este libro continúa en: "Libre hasta que
aparecistes en mi vida".
Agredecimientos: Gracias a esas 5 personitas
que sin importar nada, me aguantan y a todas
mis locuras… Son los mejores….

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