El círculo de piedra de que ha sido declarado patrimonio de la humanidad se ha visto asociado a religiones ancestrales, a sacrificios humanos, a rituales funerarios, mitos druídicos, a gigantes petrificados, etc. Pero también ha sido visto bajo la premisa de que haya sido construido con un objetivo de observación astronómica. Pero esto no fue hasta el siglo XX cuando se puso de moda gracias al astrónomo Gerald Stanley Hawkins (1928 – 2003), en un par de libros describía como mediante un análisis estadístico había demostrado la existencia de varias alineaciones intencionadas, solares, lunares e incluyendo predicciones de eclipses. Su conclusión era que Stonehenge era una calculadora astronómica neolítica. Y aunque hay más autores que defienden estás ideas estas afirmaciones deben ser tratadas con mucho cuidado. Ya que las direcciones astronómicas debido al tamaño de Stonehenge debe ser tratado con precisiones centimétricas y las conclusiones debe ser compatibles con el marco cultural de la época. Y aunque se ha encontrado varios errores y no suficiente evidencias en cuanto la cantidad de alineaciones tenía el lugar o que predecía eclipses, debido al margen de un acierto casual y la cantidad de agujeros usados para medir estos. Se ha llegado a la conclusión de que Stonehenge fue un monumento ancestral erguido con una orientación determinada hacia los solsticios. Y que de igual manera incluyera alineaciones asociadas al ciclo lunar.