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Ramas de La Lingüística
Ramas de La Lingüística
Morfología
La mayor parte de las palabras del español están formadas por un lexema o raíz
(buen-os) y unos morfemas (buen-os).
El lexema o raíz nos indica el significado de la palabra y, en ocasiones, su
familia léxica. Recuerda: las palabras que tienen la misma raíz y se relacionan en
su significado forman parte de la misma familia léxica. Observa la información que
nos proporciona el lexema en cada uno de los siguientes ejemplos:
Leche: 'líquido blanco que segregan las mamas de las hembras de los
mamíferos para alimento de sus crías'. De la misma familia son: leche,
lechero, lechera, lechería, lechal.
Café: 'bebida que se hace con la semilla del cafeto'. De la misma familia:
cafeto, cafetal, cafetería, cafetera, cafeína.
Clases de palabras
Los prefijos y los sufijos son unidades léxicas más pequeñas que las
palabras, formadas por una serie de sonidos a los que asociamos un significado.
Modifican el significado del lexema.
Los prefijos proceden en su mayoría del latín o del griego y anteceden al
lexema en la palabra (superpoblado, teledirigido…).
Los sufijos van después del lexema; generalmente proceden también de las
lenguas clásicas. A veces, cambian la categoría gramatical de la palabra:
aterrizaje (sustantivo) de aterrizar (verbo); suciedad (sustantivo) de sucio
(adjetivo).
Algunos prefijos
De origen griego
De origen latino
ex- 'fuera de': excéntrico a- 'negación': anormal
i- 'negación': ileso anti- 'opuesto': anticuerpo
mini- 'pequeño': minifalda bi- 'dos': bicéfalo
multi- 'mucho': multinacional en- 'dentro de': embotellar
omni- 'todo': omnipotente epi- 'sobre': epicentro
pre- 'antes de': preclásico hemi- 'la mitad de': hemiciclo
semi- 'medio': semicírculo macro- 'grande': macrobiótico
sub- 'bajo': subdesarrollo micro- 'pequeño': microbús
super- 'sobre': superhombre pluri- 'varios': pluriempleo
trans- 'al otro lado de': transatlántico poli- 'varios': polisemia
vice- 'que hace las veces de': vicedirector tele- 'a distancia': teléfono
Algunos sufijos
De origen latino De origen griego
-aceo 'semejante a': grisáceo -algia 'dolor': nostalgia
-aico 'pertenencia': arcaico -cracia 'poder': democracia
-al 'relación': arrozal -edro 'cara': romboedro
-ano 'procedencia': segoviano -fobia 'aversión': claustrofobia
-ble 'posibilidad, capacidad': legible -fono 'sonido': micrófono
-ero 'oficio': panadero -itis 'inflamación': faringitis
-forme 'forma': pisciforme -logía 'estudio de': geología
-miento 'acción y efecto': levantamiento -metro 'medida': pluviómetro
-voro 'que come': carnívoro -patía 'sentimiento, dolencia' cardiopatía
Sintaxis
Seguro que recuerdas lo que es una oración: una palabra o conjunto de palabras
con las que expresamos nuestro pensamiento. Pero ¿sabes lo que es la sintaxis?
Es la ciencia que estudia la función de los componentes que forman los sintagmas
y las relaciones que entablan estos entre sí, y, además, también se ocupa del
estudio de las oraciones.
Una oración es simple si tiene un único verbo y, por tanto, un solo predicado:
El tranvía recorría las calles de la ciudad.
Una oración es compuesta si tiene dos o más verbos y, en consecuencia,
varios predicados. Aunque cada predicado vaya acompañado de su propio sujeto
y juntos formen una estructura sintáctica claramente diferenciada llamada
proposición, la suma de todas ellas constituye una unidad:
Marta camina [Proposición 1ª], Elsa va en bici [Proposición 2ª] y Ricardo va
patinando [Proposición 3ª].
1. Según la actitud del hablante ante los hechos, puesta de manifiesto a través de
la entonación, las oraciones pueden ser:
Fonética
1
Este tipo de oraciones no lo son, ya que no presentan el enfrentamiento entre sujeto y predicado. Así
como no existe sujeto sin predicado, tampoco existe predicado sin sujeto.
¿Cómo se producen los sonidos?
Los fonemas son las unidades más pequeñas de la lengua. Solo existen en
nuestra mente como una imagen acústica o visual que nos permite usarlos o
reconocerlos. Cuando los utilizamos, los convertimos en sonidos, que
reconocemos a través del oído por su pronunciación, o en grafías, que llegan a
nosotros a través de la vista por su representación gráfica (las letras).
Clases de fonemas
Particularidades:
b: corresponde a b y v
k: c delante de a, ,o, u y qu delante de e, i; C Y Z: c ante e, i; z ante a, o, u
h: no se pronuncia en español. No representa ningún fonema. (Ver ortográficamente: usos de h.)
y: semivocal y semiconsonante: muy / trayecto
x: k+s, g+s
r: entre vocales o precedida de consonante distinta de n o s (coro, broma) y en posición final de sí
de palabra, la r se pronuncia como vibrante simple.
Fonología
Lexicología
¿Qué es el léxico?
A lo largo de los años, las palabras sufren modificaciones: cambian algunas letras,
pierden otras, etc.; pero no todo los casos son iguales, por lo que, dependiendo de
su evolución, las palabras se pueden dividir en tres grupos:
Los cultismos son las palabras que no han cambiado desde su origen, las
que han permanecido invariables: cátedra o lector.
Los semicultismos son aquellas que solo han evolucionado ligeramente:
licencia (licentïa) o mármol (marmor).
Las palabras populares son las que han sufrido variaciones fonéticas al
pasar del latín vulgar al español: rueda (rota), joven (iuvènis).
El contacto entre culturas favorece que unos idiomas tomen términos de otros;
estos son los llamados préstamos lingüísticos. Los que conservan su grafía
original se llaman extranjerismos: byte, pizza, flash; si se hace de ellos una
traducción literal, se conocen como calcos: baloncesto (basketball) o fin de
semana (weekend). Cuando su pronunciación y ortografía se españolizan, pasan a
formar parte del léxico común: fútbol (anglicismo; es decir, que procede del inglés),
avión (galicismo, del francés), buzo (lusismo, del portugués).
Con los avances científicos y técnicos, surgen objetos o conceptos nuevos
que hemos de nombrar. Para ello creamos neologismos (palabras nuevas)
partiendo de elementos lingüísticos ya existentes, como prefijos, sufijos, etc., o
empleando voces de nuestro idioma a las que damos un nuevo significado: ratón o
menú, en informática.
A lo largo de toda su historia, el español ha ido tomando numerosas palabras
de otros idiomas con los que ha estado en contacto. A continuación encontrarás
algunos ejemplos:
De las lenguas prerromanas (las que se hablaban en la península Ibérica
antes de la llegada de los romanos) conservamos algunos nombres celtas,
fenicios o cartagineses: zurdo, barro; incluidos muchos de ciudades, como
Segovia, Cádiz o Ibiza.
A través del latín, el griego nos ha aportado prefijos como hipo-, hiper-, poli-,
con los que formamos palabras, como hipermercado o polígloto, y voces, como
ortografía, filosofía, tragedia, epigrama, tirano o anarquía.
Entre los siglos III y VI entraron los germanismos, que dejaron palabras como
guerra, guiar, guarecer o burgo, que significaba ‘castillo’ y después pasó a ser
sinónimo de ‘ciudad’, por lo que forma parte de muchos topónimos, como Burgos,
y otras palabras derivadas de esta: burgués, burguesía.
Durante la Reconquista, el español tomó del árabe muchos términos
relacionados con ciencia, agricultura, vivienda, albañilería, objetos domésticos o
nombres de ciudades y ríos: álgebra, alquimia, alberca, aceite, alcachofa,
mezquita, alcázar, adobe, alfombra, albornoz, medina, Guadalquivir...
Del italiano hemos tomado palabras vinculadas a la música, el arte y la
navegación: romanza, partitura, galeón, piloto...
El descubrimiento de América nos puso en contacto con las lenguas
precolombinas, de las que adoptamos términos como: chocolate, patata,
aguacate, chicle, cóndor, zopilote, poncho, hamaca, piragua, canoa...
El francés nos ha aportado vocablos de moda, perfumes, economía,
administración y política: perlé, echarpe, pantalón, peluche, aval, parlamento,
burocracia...
En la actualidad, la mayor parte de los préstamos los tomamos del inglés:
software, aerolínea, turista, pijama, fútbol, bistec, cómic, champú...
El contacto con las otras lenguas hispanas ha favorecido la incorporación al
español de palabras del gallego-portugués (morriña, vigía), vasco (izquierda,
chabola) y catalán (capicúa, barraca).
Cada situación, nuestro nivel cultural, el tema tratado, etc., son aspectos que
condicionan nuestra forma de expresión y también nuestro vocabulario. Ya sabes
que no todo el mundo habla ni escribe igual en todas las situaciones; se puede
utilizar un tipo de léxico u otro, unas palabras u otras. Los siguientes son algunos
de los casos más comunes.
Los cultismos son palabras eruditas, procedentes de las lenguas clásicas,
el griego y el latín. Se utilizan en el habla culta, propia de las personas que
tienen una sólida formación intelectual y conocen, por tanto, un amplio y
preciso vocabulario.
Llamamos vulgarismos a los usos incorrectos de las palabras, ya sea
porque se pronuncien mal o porque se empleen inadecuadamente. Son
propios de personas con escasa cultura, incapaces de variar de registro
idiomático y cuyo vocabulario es pobre.
Las jergas son lenguajes especiales que utilizan personas de una
determinada profesión para comunicarse entre sí, por lo que sus términos
son difíciles de entender para quienes no pertenezcan a ella. Las palabras
propias de una ciencia o profesión reciben el nombre de tecnicismos.
Semántica
Significante y significado
Cada palabra está compuesta por una serie de fonemas que podemos articular y
escribir, es el significante; por ejemplo, perro: /p/ + /e/ + /rr/ + /o/.
En nuestra mente asociamos estos fonemas con un concepto, que es su
significado: perro, 'mamífero doméstico de cuatro patas, con gran olfato y muy leal
al hombre'.
Cuando percibimos a través de los sentidos una idea o realidad (referente),
la relacionamos inmediatamente con su significado, y este, con el significante que
le asigna el idioma en el que nos expresamos. Así, si vemos un dálmata, un
pequinés o un caniche, los asociamos con el concepto y el significante de perro.
La relación entre el significante y el significado es arbitraria, es decir: no hay
nada en /p/ + /e/ + /rr/ + /o/ que obligue a esta serie de fonemas a significar el
concepto de ‘perro’; y al revés. La prueba es que /d/ + /o/ + /g/ expresa
exactamente el mismo concepto en lengua inglesa. Si los hablantes de español
nos pusiéramos de acuerdo en que /p/ + /e/ + /rr/ + /o/ pase a significar otra cosa
(por ejemplo, ‘gato’), y en que ‘perro’ se diga de otra forma en español (por
ejemplo, /d/ + /o/ + /g/ + /o/), no tardaríamos mucho en acostumbrarnos; y los que
menos notarían el cambio serían los perros. El lingüista o estudioso de la lengua
Ferdinand de Saussure fue el primero en formular esta ‘arbitrariedad del signo’ al
observar que, de hecho, las palabras cambian de significante y de significado, sin
que ello altere en nada el objeto.
El campo semántico
Agrupamos semánticamente las palabras por los rasgos comunes que nos
permiten relacionarlas, pero las distinguimos por sus rasgos diferenciales. A estos
rasgos los llamamos semas.
Casa, piso, choza, chabola... tienen en común que cobijan a las personas;
pero su tamaño, que habite en ellas una o varias familias, su situación, etc., las
hace diferentes.
Las palabras que se relacionan entre sí por su significado forman un campo
semántico; en el ejemplo anterior, el de la ’vivienda’.
Las palabras acompañan al hombre y evolucionan con la sociedad que las utiliza.
Si la primera lengua que se habló en el mundo no hubiera variado, todos
hablaríamos el mismo idioma y tendríamos el mismo número de palabras para
denominar idénticos conceptos. Sin embargo, no ocurre así.
Para nombrar un concepto, una lengua puede tener un solo significante, y
otra, cuatro o cinco. Por el contrario, un mismo significante puede tener en un
idioma un solo significado, y en otro, varios.
Cuando una sociedad da mucha importancia a algo, lo nombra de muchas
maneras, mientras que si no lo considera esencial se conforma con una sola.2
¿Por qué cambian de significante o de significado algunas palabras? Estos
cambios se pueden producir por motivos diversos; estos son algunos de ellos:
Por razones históricas: si un objeto o concepto desaparece, su significante
puede dejar de usarse o pasar a denominar otro significado nuevo; por ejemplo, el
alcohol, en la Edad Media, era una especie de rímel que dejó de emplearse; hoy
es un desinfectante o un componente de algunas bebidas.
Puede ocurrir que tomemos el significante de una palabra para referirnos al
significado de otra al establecer entre ellas una relación; es lo que ocurre cuando
2
Cada lengua refleja la realidad según las necesidades que han de satisfacerse.
decimos de una persona que es un cerdo (en sentido negativo) o que es un cielo
(en sentido positivo).
En ocasiones, evitamos el uso de una palabra, para no herir los sentimientos
de alguien o por ser poco adecuada, y la cambiamos por otra u otras: en lugar de
sirvienta o criada, utilizamos empleada doméstica; en vez de retrete, preferimos
servicio o aseo3. Naturalmente, esto solo cambia el significante, no el significado y
menos la realidad.
3
Estas palabras que suavizan el significado se denominan eufemismos.