You are on page 1of 30

Documento

Título: Reformas incorporadas al a Ley General de Sociedades. Sociedades atípicas, informales y otros
supuestos
Autor: Barreiro, Rafael F.
Publicado en: LA LEY 02/11/2016, 02/11/2016, 1 - LA LEY2016-F, 641 - Enfoques 2016 (diciembre),
16/12/2016, 57
Cita Online: AR/DOC/3282/2016
I. La sociedad atípica
Puede entenderse que la exigencia legal referida a la adopción de uno de los tipos
previstos en la legislación societaria, que llegaba en el régimen derogado hasta a influir en la
validez de la sociedad o del instrumento constitutivo (art. 17, LSC), significaba también un
requerimiento de organización, en este caso jurídica, que aún hoy presenta la particularidad
de hallarse descripta minuciosamente por la ley en cada uno de los tipos, a diferencia de la
organización económica que tiene un carácter general y cuyo contenido específico queda
librado al arbitrio de quienes han constituido la sociedad. La tipicidad, se sostenía en forma
casi unánime, tenía por finalidad la protección de los terceros vinculados de un modo u otro a
la sociedad (1).
Debe precisarse que el novedoso régimen legal, pese a la trascendente modificación que
introdujo en este aspecto, no significó un apartamiento absoluto del principio de tipicidad.
Esta aseveración tiene por fundamento dos reglas: (i) la redacción del nuevo art. 17 sigue
imponiendo a las sociedades del Capítulo II la adopción irrestricta de los elementos que
conforman el tipo seleccionado por los constituyentes, vedando la omisión de requisitos
esenciales tipificantes o la incorporación de elementos incompatibles; y (ii) la consecuencia
de la infracción es la inoponibilidad.
1. Supresión (atenuación) de la sanción por atipicidad
La modificación del art. 17 LSC, que significa el apartamiento del más rígido sistema que
se basaba en la adopción de algunos de los tipos sociales específicamente previstos como
sustento de la validez del negocio jurídico concertado, responde perfectamente a la dimensión
ideológica del Código Civil y Comercial, en tanto se encamina a proteger, mediante la
asignación de efectos particulares con cobertura legal apropiada, la libertad de formas para
regular las relaciones patrimoniales y, en general, a cualquier otra expresión simplificada de
la voluntad de los contratantes que decidieron emprender en común actividades con dicho
contenido, aunque sometiendo el negocio a particulares consecuencias que inciden en la
responsabilidad frente a terceros.
No parece acertado postular que las sociedades que no hayan adoptado una de las
estructuras típicas reguladas en el Capítulo II de la LGS o que comprendan elementos
incompatibles con esa tipología sean nulas, pues el art. 17 establece una consecuencia
diferente que consiste en que esa sociedad no podrá regirse por las reglas de alguno de
aquellos tipos y quedará sometida a las reglas que prevén los arts. 21 a 26.
Los elementos que establece el art. 1° LGS, que contribuyen a delimitar la noción de
sociedad, hacen referencia a un aspecto del entramado organizativo que la ley prevé como
requisito para la actuación útil de la sociedad en el medio económico. Corresponde recordar

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

que, en paralelo con aquél, el ordenamiento societario sólo autorizaba la constitución de


sociedades si ellas habían adoptado alguno de los tipos previstos, exigencia que según
opinión mayoritaria encontraría su fundamento en la certeza para socios y terceros acerca del
alcance de sus derechos y obligaciones frente a la sociedad. La finalidad de protección,
aunque de discutible acierto, era evidente y se lograba mediante la previsión de las diversas
reglas que rigen la actuación y estructura de los tipos autorizados.
A su turno se describirán las críticas que se han hecho a esta exigencia y las más modernas
tendencias sobre ella que, en sus posturas más extremas, propician el abandono de estas
previsiones de rígida esencia, postura que ha quedado parcialmente admitida en nuestro
sistema jurídico mediante la nueva redacción del art. 17 y las disposiciones de la Sección IV
de la LGS, aunque —como se adelantó— presenta particulares características.
Debe llamarse la atención acerca de la redacción del nuevo art. 1°, que parece exigir que
la organización se cumpla en relación con uno de los tipos previstos en la ley. En efecto, el
art. 1° de la LSC incorporaba una coma luego de la palabra organizada, lo que permitía
sostener que la organización y la tipicidad podían disociarse conceptualmente y que aquella
se exigía respecto del aporte. El texto actual, en forma organizada conforme a uno de los
tipos previstos en esta Ley, podría inducir la conclusión relativa a que la organización
requerida es la propia de cada uno de los tipos sin otro aditamento. Como quiera que se
interprete, lo cierto es que no puede prescindirse de la organización en sus dos fases: la
jurídica, propia del tipo seleccionado, y la económica, privativa del ámbito de libre
disposición de los contratantes y dirigida a la gestión ordenada de los activos de manera que
la sociedad puede cumplir satisfactoriamente con la finalidad deseada por quienes la
constituyan.
El art. 17 LGS dispone, en relación con lo que se expresó recién, que las sociedades
previstas en el Capítulo II de esta ley no pueden omitir requisitos esenciales tipificantes ni
comprender elementos incompatibles con el tipo legal. En caso de infracción a estas reglas, la
sociedad constituida no produce los efectos propios de su tipo y queda regida por lo dispuesto
en la Sección IV de este Capítulo. La disposición reconoce su antecedente en el Anteproyecto
elaborado por la Comisión designada por Resolución 112/02 del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación, cuyo texto recogió sin variantes. En él se establecía la
vigencia del régimen de informalidad para la sociedad atípica y la posibilidad amplia de
subsanación del acto constitutivo (2).
El reemplazo de una estructura normativa estrictamente sancionatoria sin ninguna
flexibilidad en el aspecto señalado por una de signo casi exactamente opuesto, es fruto de una
extendida evolución del derecho societario que exhibe múltiples analogías en el derecho
comparado. En el texto de la LSC, ante la omisión de algún requisito tipificante, la
consecuencia jurídica era la nulidad absoluta de la sociedad, sanción que se estimó excesiva e
irrazonable, por su incongruencia al asimilar la atipicidad a la situación de las sociedades de
objeto ilícito o prohibido y aquellas que desplegaran actividad ilícita (arts. 18 a 20 LGS) (3).
Y la omisión de un requisito esencial no tipificante, no obstante permitirse la subsanación,

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

hacía anulable el contrato.


La nueva disposición ha quedado incorporada a la Sección III de la LGS, que articula el
régimen de nulidad. Sin embargo, el texto actual no prevé sanción tendiente a privar
absolutamente de efectos al acto de constitución o a la sociedad misma. La inclusión sólo se
explica si se tiene presente el régimen reemplazado que sancionaba con la nulidad o la
anulabilidad en caso de haberse omitido algún requisito tipificante o esencial no tipificante,
respectivamente. Debe ponderarse que, además, el régimen actual se complementa
necesariamente —por expresa remisión normativa- con lo dispuesto en la Sección IV, ámbito
en el que lógicamente debió incluirse la regla en examen.
En general el balance de las opiniones vertidas en relación con la supresión de la sanción
de nulidad por omisión de requisitos tipificantes o a la anulabilidad del contrato social por
consecuencia de faltar otros requisitos esenciales, ha sido positivo.
Pero la actual ausencia de aquella contundente sanción, no puede ocultar que la sociedad
que omita requisitos sustanciales de identificación del tipo o comprenda elementos
incompatibles con el seleccionado en el acto de constitución, se regirá por reglas diferentes.
En otros términos, la sociedad absolutamente atípica —o aquella que combine elementos de
otros tipos o contenga elementos inconciliables con la figura adoptada- no puede ampararse
en el tipo legal escogido, con excepción parcial en orden a lo que se dispone en el art. 24
LGS. Y ello presenta muy interesantes derivaciones.
1.1. Omisión de requisitos esenciales tipificantes
La ausencia de cualquiera de aquellos elementos esenciales (4) que diferencian un tipo
legal de los demás (régimen de responsabilidad, categorías de socios, división o
representación del capital, entre otros), impide que la sociedad quede regida por las normas
correspondientes al tipo que se adoptó, tal como está dispuesto por el art. 17. La solución se
compadece con la lógica del sistema societario, porque tiende a precaver en las relaciones
internas y externas la afectación de derechos que podría derivar de no hallarse cumplidos
todos y cada uno de los requisitos de aquella naturaleza.
No puede considerarse, en estricto rigor interpretativo, que se haya desprotegido a los
terceros y los propios socios al establecerse un régimen que establece la perdurabilidad de la
sociedad atípica bajo otras reglas, pero esa tutela ha quedado ciertamente atenuada, como se
explicará luego.
La finalidad del precepto, como está previsto por el art. 2 Cód. Civ. y Com., conduce
únicamente a vedar la aplicación de las reglas de un tipo social —el declarado o manifestado
adoptar por los constituyentes- si no se han incorporado todos los elementos que resultan
indispensables para su clara y concreta individualización; la LGS de esta manera pone orden
en un esquema contractual societario que podría facilitar la vulneración de intereses externos,
si los límites de los derechos y obligaciones emergentes de la constitución no estuvieran
precisamente identificados.
1.2. Incorporación de elementos incompatibles con el tipo
Cuando se hubiere adoptado uno de los tipos sociales regulados por la LGS, pero su
© Thomson Reuters Información Legal
Documento

estructura concreta comprende algún otro elemento, sea extraño a los previstos por la LGS o
bien sea propio de otro tipo, el resultado es idéntico.
Parece que hay aquí también concreta referencia a la forma legal pura, es decir, no
contaminada con otros elementos. Si ellos simplemente desnaturalizan el tipo elegido sin que
signifiquen oposición a él, como sería el caso de la incorporación de un elemento
complementario impropio, la situación quedará sometida a la omisión de requisitos
tipificantes. Pero si el elemento extraño al tipo resulta, además, incompatible debe
considerarse que conceptualmente es un defecto diverso.
Aunque en las dos situaciones mencionadas, que sólo por motivos expositivos he
diferenciado, la consecuencia es la aplicación del régimen de la Sección IV, puede admitirse
un razonamiento adicional: adoptar un elemento incompatible puede provocar la
neutralización de algún otro propio del tipo, de manera tal que puede impedirse el
funcionamiento y susceptible de generar inseguridad al inducir a confusión. Quedará por
determinar en el caso concreto su entidad con sujeción a lo que dispone el art. 23 en punto a
la organización y la asignación de los efectos correspondientes.
1.3. La consecuente inoponibilidad relativa
Como está dispuesto por el art. 382 Cód. Civ. y Com., los actos jurídicos pueden ser
ineficaces en razón de su nulidad o de su inoponibilidad respecto de determinadas personas.
Tal acto inoponible no tiene efectos con respecto a terceros, excepto en los casos previstos
por la ley (art. 396). La inoponibilidad puede hacerse valer en cualquier momento, sin
perjuicio del derecho de la otra parte a oponer la prescripción o la caducidad (art. 397).
El contrato de sociedad que no adopte alguno de los tipos previstos en la LGS, o que
comprenda elementos incompatibles con el tipo legal seleccionado, puede ser inoponible
según las reglas de la Sección IV, que en sus arts. 22 y 23 exige al efecto que el tercero haya
tomado efectivo conocimiento del contrato social al momento de la contratación o del
nacimiento de la relación obligatoria, que incluye las disposiciones del contrato relativas a la
representación, administración, gobierno y organización de la sociedad.
Esta variante de la ineficacia, que priva de efectos al acto en relación con terceros y que en
materia societaria sólo puede entenderse aplicable en las relaciones externas (5), configura un
régimen de dudosa naturaleza sancionatoria mucho más condescendiente que el reemplazado,
que será analizado con mayor detenimiento posteriormente. Por ahora es suficiente tomar en
cuenta que las dos situaciones que comprende el art. 17 generan una inoponibilidad parcial
(en el sentido de permitir la oponibilidad si hubo conocimiento efectivo del tercero que
supliría la carencia de registración) frente a algunos terceros, los acreedores de la sociedad,
pero es plenamente oponible entre los socios e integrantes de los órganos de la sociedad (que
también son terceros). Pero, como es característico en la inoponibilidad como noción jurídica
(6), esos terceros pueden prevalerse de las disposiciones del instrumento de constitución
frente a la sociedad, socios y administradores, que exhibe un común fundamento con la
disposición de los arts. 18 y 20, en relación con el tercero de buena fe que está habilitado para
alegar contra los socios la existencia de la sociedad nula, de nulidad absoluta, que tenga un

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

objeto ilícito o prohibido.


Sin embargo, se ha destacado que el régimen vigente no contiene sanción legal efectiva y
que confiere, en consecuencia, amplia libertad de concertación sin que se prevean exigencias
legales que funcionen como contrapesos (7).
II. La omisión de requisitos esenciales o sustanciales no tipificantes
Pero además de los elementos estructurales, el art. 21 somete al régimen de la Sección IV
a aquellas sociedades que omitan requisitos esenciales. Que esos elementos ausentes no son
tipificantes puede derivarse de la mención a las sociedades atípicas que dicha disposición
hace inmediatamente antes. En rigor, parece que esta categoría debe quedar comprendida en
la noción que la Sección IV enuncia como otros supuestos, porque no se vincula con la
estructura tipológica del Capítulo II de la LGS, ni se puede asimilar al incumplimiento de los
requisitos formales.
Ante la falta de algún requisito esencial común a todos los tipos sociales, como son todos
aquellos exigidos por el art. 11 en relación con el contenido del instrumento constitutivo, en
consonancia con la regla conservatoria del art 100 LGS y el art. 1066 Cód. Civ. y Com., el
legislador optó por mantener la validez de la sociedad aunque sometiendo algunos aspectos
de su actuación a reglas distintas de aquellas que disciplinan el tipo. Delimitado de esa
manera el contexto normativo el régimen actualmente en vigencia
Cabe señalar que, como quedó dicho, no se presenta en el supuesto aquí analizado una
afectación de la estructura típica, sino simplemente de la omisión de algún elemento
sustancial que caracteriza a la sociedad como acto —o negocio, si se admite la categoría—
jurídico.
Al atribuir la LGS efectos particulares puede concluirse que la carencia aludida no obsta al
funcionamiento de la sociedad, ni entorpece las relaciones que genera su existencia (art. 26).
Pero, claro está, sometidos la sociedad, los socios y los terceros a un específico régimen de
actuación, oponibilidad y responsabilidad.
III. Las consecuencias de la falta de inscripción del acto constitutivo
Resulta útil recordar someramente el régimen de informalidad societaria de la LSC
reemplazado por el régimen vigente de la LGS, para poder comprender la magnitud de las
modificaciones.
1. La informalidad en la LSC
Con arreglo a la directiva del art. 21 LSC las sociedades de los tipos autorizados no
constituidas regularmente y las sociedades de hecho con un objeto comercial se regían por las
disposiciones de la Sección IV del Capítulo I. El precepto nada indicaba en punto a la
caracterización de las sociedades de hecho, limitándose a diferenciarlas -bien que
dogmáticamente puesto que ambos supuestos quedaban regidos por un mismo régimen- de
las sociedades irregulares.
De cualquier manera, debe tenerse presente que como fue reconocido por antigua
jurisprudencia desde el punto de vista de su ordenamiento jurídico, no existían diferencias

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

entre sociedad de hecho y sociedad irregular (8). Vigente el régimen del Código de
Comercio, la distinción fue considerada intrascendente (9).
No obstante su regulación en el ordenamiento de la ley 19.550, podía considerarse
unánime el criterio que sostenía la exclusión de las sociedades no constituidas regularmente
de la tipología societaria. En efecto, se entendió que no constituían un tipo societario por sí
mismo, sino otra clase de organización que aquellas de los distintos tipos de sociedades
comerciales, aunque era regulado por el derecho a modo de la sociedad (10).
En suma, las sociedades de hecho propiamente dichas eran aquellas en las que, por lo
general, ni siquiera había mediado contrato escrito y que derivaban su existencia de una
empresa llevada en común (11). Era sujeto de derecho con personalidad, bien que precaria
(aunque esta afirmación había perdido gran parte de su vigor con la reforma introducida al
art. 22 por la ley 22.903) y limitada en atención a que en la Exposición de Motivos de la LSC
se reconocía que no producía la plenitud de sus efectos normales (12).
1.1. Noción de sociedades de hecho e irregulares en la LSC
En una glosa que hice hace más de dos décadas proporcioné una definición de la sociedad
de hecho, caracterizándola como aquel ente societario con un objeto mercantil (art. 21 LSC)
en el que, hallándose presentes los demás elementos tipificantes —que incluye la
organización propia de la empresa—, no ha mediado instrumentación del contrato
constitutivo, defecto este último que aleja a la sociedad de hecho de la irregular. Esta última,
según la doctrina (13), se caracteriza por presentar defectos de forma, que consisten en la
ausencia de registración del contrato —requisito exigido por el art. 7 LGS- aunque con una
estructura adecuada a alguna de las figuras típicas previstas en el Capítulo II del
ordenamiento societario.
Existía coincidencia plena entre los autores y precedentes jurisprudenciales en lo que
concierne a que la línea divisoria debía buscarse en la instrumentación del contrato (14). Si
ello acaecía, y los contratantes además quisieron adoptar uno de los tipos previstos por la ley,
nos encontramos en presencia de una sociedad irregular. En defecto de la existencia de
documento, la sociedad sería de hecho siempre que su objeto estuviera constituido por el
ejercicio de actos mercantiles naturales (15), actividad que determinaba principalmente la
naturaleza de ese objeto (16). Se trataba en definitiva de una situación fáctica no
instrumentada (17).
1.2. La personalidad de las sociedades no inscriptas en la LSC (18)
La jurisprudencia tenía decidido que las sociedades de hecho e irregulares eran
consideradas personas jurídicas de existencia ideal, susceptibles de detentar derechos y
contraer obligaciones, y, si bien una parte de la doctrina había sostenido que ellas constituían
en apariencia una deformación, casi un fenómeno patológico en el derecho societario, es lo
cierto que las sociedades de hecho habían sido admitidas por nuestra legislación y son
innumerables las que presentaban tales características, pululando tanto en el campo civil
como en el comercial. En realidad, si la irregularidad no impedía que la ley les reconociera
existencia como sujetos de derecho, tampoco cabía negarles a dichas sociedades su

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

personalidad; pero ello sin dejar de destacar su carácter de precario y limitado. Precario, en
cuanto la sociedad podía ser disuelta cuando cualquiera de los socios así lo solicitare y,
limitado, como lo denominaba la Exposición de Motivos, por cuanto dicha personalidad no
produciría la plenitud de sus efectos normales (19).
Tal doctrina se condecía perfectamente con lo dispuesto por los arts. 1 y 2 de la ley
19.550, en tanto se caracterizaba a las sociedades comerciales como sujetos de derecho, bien
que con el alcance fijado por este ordenamiento particular, cuya concreción se produce, en la
mayoría de los casos, en las situaciones contempladas por el art. 54 LGS y actualmente
también por el art. 144 Cód. Civ. y Com. Es que todas las sociedades son sujetos de derecho,
inclusive las de hecho o irregulares (20). Ello, en atención a que no parecía surgir de la
normativa específica aplicable (arts. 21 a 26, hoy reemplazados por el nuevo régimen de
atipicidad e irregularidad) restricción alguna en tal sentido, sin perjuicio del aspecto
concerniente a la capacidad de los entes asociativos de hecho o simplemente carentes de
inscripción, aludido en los precedentes citados en el párrafo anterior, que se analizará más
adelante.
Téngase en cuenta que el sujeto de derecho nacía aun con independencia de la voluntad
expresada literalmente en el sentido de asociarse de sus integrantes, puesto que la propiedad
de varios sobre un mismo objeto implicaba un condominio dentro de un miraje civilista y, si
la cosa era dedicada a la actividad mercantil, ello provocaba el fenómeno que la LSC
denominaba sociedad no constituida regularmente, aseveración ciertamente discutible (21).
Nuestro más Alto Tribunal ha tenido oportunidad de pronunciarse acerca de la
personalidad jurídica que la ley concedía a las sociedades irregulares, la cual, a más de ser
limitada y precaria, estaba establecida para amparar el comercio y a los terceros, y no en
beneficio de sus integrantes (22).
La limitación y precariedad de la personalidad jurídica atribuida a las sociedades de
hecho, venía anunciada desde la propia Exposición de Motivos aunque, como se había
señalado (23), ya era reconocida por la doctrina anterior a la sanción de la ley 19.550. Esta
posición podía estimarse definitivamente consolidada.
a) Precariedad
La Comisión Redactora de la ley 19.550, se preocupó en aclarar que la personalidad
reconocida a las sociedades no constituidas regularmente era precaria, porque habrían de
disolverse cuando cualquiera de los socios lo requiriera. En tanto que era limitada porque esa
personalidad no produciría la plenitud de sus efectos normales, en razón de que: A)
cualquiera de los socios representaba a la sociedad (art. 24) y B) los socios y quienes
contrataran en nombre de la sociedad quedaban solidariamente obligados por las operaciones
sociales sin poder invocar los beneficios que resultan del art. 56, última parte, ni las
limitaciones que se fundaran en el contrato social (art. 23). Durante la vigencia del texto del
art. 22 LSC en su redacción originaria se sostuvo -con argumentos que mantuvieron su
vigencia hasta la Reforma- que la precariedad no es un atributo que pudiera ser predicado
válidamente de la personalidad, puesto que ella se tiene o no se tiene (24).

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

b) Personalidad acotada
La falta de producción de la plenitud de sus efectos normales que predicaba la Exposición
de Motivos de la LSC respecto de la personalidad de las sociedades irregulares y de hecho,
no hallaba suficiente explicación en la representación indiscriminada a que aludía el art. 24,
LSC, puesto que ello no parecía ser un dato estrictamente concerniente a la calidad de
persona; en sustancia, lo imprescindible era que el sujeto de derecho que no era persona física
se hallara dotado de un órgano con suficientes facultades para obligarlo, con independencia
de que el ordenamiento jurídico atribuyera esa condición a la totalidad de sus integrantes. En
el mismo sentido se pronunció la jurisprudencia, afirmando que la sociedad irregular o de
hecho tenía -aunque limitada- personalidad, que no se desdibuja por el hecho de que
cualquiera de los socios podía representarla, pues éstos cuando actuaran por ella debían
hacerlo en tal calidad y no por derecho propio (25), discriminando con claridad los dos
ámbitos de responsabilidad.
Más trascendente era la solidaridad por los negocios y operaciones sociales que contenía
el art. 23. En efecto, no se produciría en este supuesto lo que, en palabras de uno de los
redactores de la ley 19.550, se denominó la imputación diferenciada o de segundo grado de
responsabilidad, lo que equivale a sostener la inexistencia de un sujeto de derecho distinto de
los socios a quien atribuirle las consecuencias patrimoniales de la actividad empresaria
ejercida, motivo por el cual aquellos no podrán excusarse en la personalidad de la sociedad
para anteponerla en un reclamo pecuniario (26). Pero el ente tampoco era absolutamente
inexistente, toda vez que podía ejercer los derechos emergentes de los contratos celebrados
(art. 23, in fine), resultando así titular de derechos y obligaciones y, por ende, persona (art. 30
del Cód. Civil). En tales condiciones, se afirmó que por intensa que fuera la repulsa
normativa a las sociedades de hecho, tal repugnancia no podía llevar a desconocer la
existencia objetiva de esa sociedad como distinta de los miembros que la componían.
Consecuencia de ello es precisamente haber previsto la representación social por cualquiera
de los socios, el régimen de disolución y liquidación, que debería adecuarse a las normas de
la ley (27). En realidad, y desde esta perspectiva, se dijo que las sociedades no constituidas
regularmente gozaban de atisbos de personalidad, como artificio técnico para regular y
liquidar ciertas relaciones de derecho(28).
Pero de ninguna manera se podía pretender que existiera una persona a medias (29).
1.3. La personalidad de las sociedades de la Sección IV
Las disquisiciones hechas en torno al régimen derogado en relación con los alcances de la
personalidad de las sociedades reguladas en la Sección IV deben ser definitivamente
abandonadas. En efecto, no se advierte justificación eficiente que permita introducir distingos
respecto de la atribución que hace el art. 2 LGS, en concordancia con la disposición del art.
143 Cód. Civ. y Com., que aparece reforzada en la regla del art. 26 LGS.
Si durante la vigencia de la LSC podía considerarse que uno de los alcances particulares a
la concepción de la sociedad como sujeto de derecho era, precisamente, el especial
reconocimiento que de aquella se hacía en las sociedades que no se constituyeran

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

regularmente, actualmente no existe base alguna que permita seguir sosteniendo la distinción.
El ordenamiento dispone en qué supuestos específicos confiere los atributos emergentes de la
personalidad diferenciada de aquella que corresponde a quienes la componen y, aunque deja
librada a la ley especial las eventuales limitaciones, el ordenamiento societario general no
contiene en la Sección IV norma alguna en ese sentido.
El concepto de instrumentalidad de la personalidad, inalterado tras la Reforma, ha sido
explicado claramente por Marsili quien, con apoyo en Ascarelli, señala que la totalidad de la
normativa de la personalidad jurídica se coordina con el ejercicio de una actividad humana de
la cual la persona jurídica es el instrumento, por lo que siempre tiene en cuenta una actividad
de determinados bienes y servicios (30).
2. Las nociones de informalidad y atipicidad societaria en la LGS
La clásica diferenciación ante el incumplimiento de requisitos formales entre sociedades
irregulares y de hecho que contenía la LSC en su redacción originaria, que en su oportunidad
significó una notable mejoría en relación con el tratamiento que le dispensaba el Código
Comercial, se encuentra en el Código Civil y Comercial implícitamente reconocida. En
efecto, el art. 7 de la LGS sigue exigiendo la regularidad que se obtiene mediante la
inscripción en el Registro Público y su ausencia determina la aplicabilidad del régimen de la
Sección IV del primer Capítulo. Interpretada esa disposición con sujeción a lo que
concordantemente dispone el art. 21 la conclusión antedicha parece evidente. Sin embargo, la
apreciación de la coherencia aparente de este sistema normativo ha sido fuertemente puesta
en crisis al punto de estimarse no previstas en la LGS las consecuencias del incumplimiento
de la inscripción que exige el art. 7 (31).
Si se acepta que la irregularidad está inserta en la mencionada Sección IV, es notorio que
el régimen legal ha variado sustancialmente los presupuestos en los que basaba su diseño la
LSC. Casi unánime era la opinión que apreciaba la estructura jurídica construida en torno a
los arts. 21 a 26 como refractaria a la admisión de los entes no inscriptos, traducida en un
conjunto de disposiciones tendientes a desalentar esta forma de funcionamiento mediante la
previsión de reglas severas en materia de responsabilidad por los pasivos de la sociedad y en
la inoponibilidad indiscriminada del contrato constitutivo entre socios y frente a terceros,
además de la carencia de vigencia del beneficio de excusión establecido en el art. 56. Puede
consultarse con provecho la Exposición de Motivos de la ley 19.550 que trasluce la poco
favorable concepción que inspiró su regulación.
Esa rigidez normativa ha sido superada mediante el abandono del tono fuertemente
sancionatorio de la falta de inscripción y, actualmente, las modificaciones introducidas por la
ley 26.994, partiendo de un contexto diverso, eliminaron esa visión negativa con el resultado
de admitir un régimen proclive al reconocimiento de distintos ingredientes ignorados, cuando
no rechazados expresamente, por la LSC. En rigor, con un criterio de apreciación general
puede señalarse que el nuevo sistema tiende regular la irregularidad —y la atipicidad— de las
sociedades manteniendo la vigencia de tales entes. Parece posible sostener que, en todo caso,
lo que ha variado es la concepción del legislador, que en la LSC admitió con reticencia

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

ostensible la actuación de sociedades no regulares con el propósito de incentivar la


registración, mientras que en el ordenamiento modificado admite que funcionen dotadas de
un régimen más hospitalario.
El régimen que se estructuró alrededor de los arts. 21 a 26 de la LGS aparece claramente
explicado en los Fundamentos de lo que fue el Anteproyecto de la nueva codificación. Se
expresó allí que se incluyó la definición de la persona jurídica y cómo se atribuye la
personalidad y el claro principio de separación o de la personalidad diferenciada con respecto
a la de los miembros de la persona jurídica. Es indudable el principio de que los miembros de
la persona jurídica no responden por las obligaciones de ésta, excepto en la medida en que en
determinados supuestos la ley lo determine. Esta ley puede tanto ser la ley especial como la
ley general de concursos y quiebras. Y, efectivamente, la existencia de la persona jurídica
privada comienza desde su constitución; no necesita autorización legal para funcionar,
excepto disposición legal en contrario; aunque en los casos en que se requiere autorización
estatal, la persona jurídica no puede funcionar antes de obtenerla (art. 142). La persona
jurídica tiene una personalidad distinta de la de sus miembros, quienes no responden por las
obligaciones de la persona jurídica, excepto en los supuestos que expresamente se prevén en
este Título y lo que disponga la ley especial (art. 143).
No parece que, entonces, pueda cuestionarse seriamente el texto normativo actualmente
vigente en materia de atipicidad e irregularidad, porque se ha producido una variación
trascendente en el enfoque general de la cuestión. Esa atribución de personalidad, y la
separación patrimonial consecuente, significan haber abandonado la regulación anterior que
presentaba ciertas connotaciones sancionatorias.
El art. 21 de la LGS dispone que la sociedad que no se constituya con sujeción a los tipos
del Capítulo II, que omita requisitos esenciales o que incumpla con las formalidades exigidas
por esta ley, se rige por lo dispuesto por esta Sección. Parece evidente que involucra a las
sociedades no inscriptas —inclusive a las antiguas sociedades de hecho e irregulares-, las
sociedades civiles, las totalmente atípicas y las que combinen elementos de distintos tipos si
resultan claramente incompatibles (32).
2.1. Las sociedades de la Sección IV no son simples sociedades
Si se considera que el lenguaje tiene valor simbólico y tiende a crear convencimiento en el
receptor del mensaje, la precisión terminológica adquiere relevancia a los fines de la
descripción del fenómeno que se intenta definir. Tal el caso de las sociedades comprendidas
en la sección IV, que fueron denominadas de las más disímiles maneras: sociedades simples,
residuales, anómalas, irregulares, atípicas, no regulares, informales o libres.
Según establece el Código Civil brasileño son simples sociedades aquellas que, contando
con personalidad atribuida legalmente como consecuencia de la inscripción del acto de
constitución, no se consideran empresarias, es decir, que no tienen por objeto el ejercicio de
actividad propia del empresario sujeto a registración, y que pueden constituirse de acuerdo
con alguno de los tipos regulados o no; en este último caso, se rige por las reglas que les son
propias (arts. 982; 983 y 985). Se caracterizan por la oponibilidad plena del contrato social.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

En Italia la noción de sociedad en general (art. 2247 del Cod. Civile) se articula en base a
que con el contrato de sociedad dos o más personas aportan bienes o servicios para el
ejercicio en común de una actividad económica a fin de dividirse las utilidades. Esta
descripción resulta aplicable a la sociedad simple, que debe tener por objeto el ejercicio de
una actividad distinta de la comercial pero con el mismo contenido económico (art. 2249). El
concepto de sociedad simple se amplía a aquellos supuestos en que los socios, habiendo
pactado como objeto social una actividad mercantil, no han adoptado, sin embargo, alguno de
los tipos exigidos obligatoriamente por la ley en razón de aquél (33). El contrato constitutivo
no está sujeto al cumplimiento de formalidades especiales y puede ser modificado con el
consentimiento de todos los socios (art. 2251). Salvo pacto en contrario, la administración de
la sociedad (que sólo adquiere relevancia en el plano interno) corresponde individualmente a
los socios; si se establece un régimen de administración conjunta, las decisiones deben
tomarse por mayoría —si así lo admite el acto genético- o unánime, en defecto de pacto
diverso. La representación corresponde a cualquiera de los socios administradores. La
responsabilidad por los negocios sociales se atribuye personal e ilimitadamente a los socios
que se han vinculado con los terceros actuando en nombre y por cuenta de la sociedad simple
y, a falta de disposición en contrario, los demás socios. Rige el beneficio de excusión. El
acreedor del socio puede cobrarse con las utilidades que correspondan a su deudor.
2.2. Las sociedades de la Sección IV no son tampoco residuales ni anómalas
Las dos nociones referidas en el título de este apartado parecen sugerir la existencia de
vicios en la concertación del negocio jurídico sociedad y, en consecuencia, el régimen de la
Sección IV les resultaría aplicable por defecto.
En rigor, si se compara la nueva regulación con la anterior, en especial en lo que concierne
a la oponibilidad del contrato o acto genético aunque no esté inscripto, se advierte que ella
resulta mucho más favorable y que se ha desterrado la postura negativa y reacia del legislador
frente a estas realidades societarias. Agréguese que "se consagra con ello el principio de
conservación de la sociedad ya instituido en el vigente art. 100 LGS, dándole un régimen no
sancionatorio a estas sociedades" (34).
Lo que parece suceder es que ahora se permite el ejercicio de una libre opción, sin
calificar negativamente las consecuencias, que consiste en inscribir o no el instrumento
constitutivo o, en otra tesitura, determinar sin ataduras legales el contenido de la estructura
jurídica y económica a la que sujetarán sus derechos y obligaciones, con la posibilidad de
oponer sin restricciones ese régimen particular entre socios y a los terceros que lo conocieron
o consintieron. Nada hay de anómalo en actuar organizadamente en el medio económico si se
ejerció dicha preferencia. Tampoco el régimen actual es residual en todos los casos porque la
atipicidad implica ciertamente parecida elección que comprende, también, el incumplimiento
de los requisitos formales.
La materia aparece vinculada a lo dispuesto por el art. 958 Cód. Civ. y Com., con arreglo
al cual las partes son libres para celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los
límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

Sin embargo, tampoco parece adecuada su identificación como sociedades libres porque
esa nominación sugiere equívocamente la actuación sin sujeción a parámetro legal alguno, en
franca oposición a la novedosa regulación que concibe al acto genético como contrato
organizativo destinado a disciplinar las actividades de la sociedad y los socios, régimen
particular oponible a terceros (35).
2.3. Las sociedades comprendidas en la Sección IV
De lo expuesto puede concluirse que más allá de la denominación que se prefiera no existe
impedimento sustantivo para admitir que las sociedades irregulares y de hecho —nociones y
distinción que pueden estimarse subsistentes, al menos por su valor didáctico o como
presupuestos de interpretación- hallan cabida en la estructura normativa de los arts. 21 a 26
de la LGS (36).
Otro tanto puede sostenerse en relación con aquellas sociedades que hayan omitido
requisitos tipificantes o contengan elementos incompatibles con el tipo legal, supuestos
considerados con anterioridad.
Hasta aquí, la solución actual no difiere demasiado, con las salvedades que se expondrán
después, del Anteproyecto de Ley General de Sociedades del 2004, que encuadraba en el
mismo ámbito legal a las sociedades irregulares, de hecho y atípicas, derivándolas hacia la
figura de la sociedad simple (37). Sin embargo, ese diseño normativo presentaba dos
importantes desemejanzas: (i) la aplicación residual del régimen vigente para la sociedad
colectiva; y (ii) se disponía que quedaban regidas por las normas de la Sección IV las
sociedades que tuvieran o no contrato escrito.
Pero además quedan sometidas a idéntico régimen las sociedades civiles, carentes hoy de
regulación específica. Los argumentos aportados para afirmar su falta de ubicación en el
ámbito de la Sección IV, no parecen demasiado convincentes. En efecto, se ha señalado que
en apariencia el legislador ha querido imponer restricciones al concepto de sociedad,
reservándolo para aquellas organizaciones tendientes a ejercer actividades bajo forma de
empresa conforme está previsto por el art. 1 LGS, que exige que los aportes se destinen a la
producción o intercambio de bienes o servicios, requisito que no se hallaría presente en lo que
disponía el art. 1648 CC, que se limitaba a establecer como finalidad la obtención de una
utilidad apreciable en dinero, que dividirían entre sí (38). No es posible ocultar que el
razonamiento desatiende a la totalidad de los elementos descriptivos del precepto derogado,
pues concretamente aludía a la partición del lucro resultante "del empleo que hicieren de lo
que cada uno hubiere aportado", expresión que no autoriza a excluir el ejercicio de
actividades organizadas en forma de empresa por las sociedades civiles, porque ése es,
precisamente, uno de los modos de "emplear" los aportes.
Se ha destacado, para abonar la inclusión de las sociedades civiles en el nuevo esquema
legal, la inexistencia de diferencias estructurales insuperables entre las sociedades reguladas
por la Sección IV LGS, regulación inmediatamente aplicable en razón de lo que dispone el art
7 Cód. Civ. y Com., y el régimen civil derogado (39). Y, en efecto, no las hay en orden a la
responsabilidad, oponibilidad externa del contrato o de las cláusulas relativas a la

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

organización interna.
Otra posición doctrinaria concibe a las sociedades civiles como atípicas porque se
constituyeron sin haber adoptado uno de los tipos del Capítulo II (40), pero quedan de igual
manera sometidas a las disposiciones de los arts. 21 a 26.
IV. La oponibilidad del contrato y del régimen organizativo
Los arts. 22 y 23 LGS determinan las situaciones que habilitan la posibilidad de oponer el
contrato y sus estipulaciones relativas a la representación, administración, organización y
gobierno en las relaciones internas y externas.
1. Requisitos de oponibilidad del contrato
El contrato social, como está dispuesto por el art. 22 LGS, puede ser invocado entre los
socios. Es oponible a los terceros sólo si se prueba que lo conocieron efectivamente al tiempo
de la contratación o del nacimiento de la relación obligatoria y también puede ser invocado
por los terceros contra la sociedad, los socios y los administradores.
La variación en este caso ha sido sustancial y justifica el razonamiento hecho
anteriormente: la percepción del legislador ha dejado de ser negativa y mutó un régimen
sancionatorio en uno mucho más tolerante frente a la informalidad.
De esta manera, la plena invocabilidad del contrato entre socios dota al régimen de una
coherencia lógica con sujeción a las reglas de la buena fe. Recuérdese que el art. 961 Cód.
Civ. y Com. establece una clásica regla contractual: los contratos deben celebrarse,
interpretarse y ejecutarse de buena fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado,
sino a todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los
alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y previsor.
Si se siguiera estrictamente la norma del art. 23 LSC, felizmente derogada, aparecería
quebrado el principio relativo a que todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en
los supuestos en que la ley lo prevé (art. 958 Cód. Civ. y Com.). Se ha dicho con acierto que
"el principio general de la oponibilidad del contrato entre los socios, que hoy gobierna el
régimen de las relaciones internas en esta clase de sociedades, supone asimismo respetar las
decisiones de los socios, adoptadas orgánicamente, cuya obligatoriedad es consecuencia de
esa regla" (41).
La posibilidad de oponer a terceros el contrato depende, también con fundamento en la
buena fe, del conocimiento que este pudiera haber tenido al momento de contratar o cuando
nació la relación obligatoria. Manóvil sostuvo que "el conocimiento del contrato por los
terceros es una cuestión de hecho, exista o no instrumento. Los terceros pudieron haber
tomado conocimiento de la sociedad de hecho, por ejemplo, por una manifestación verbal
hecha o por una comunicación dirigida a aquellos por todos los socios. Tanto si hay
instrumento como si ni lo hay, es siempre una cuestión probatoria" (42). Esta concepción
conduce a desvirtuar las críticas formuladas al régimen examinado en orden a la carencia de
regulación de la sociedad de hecho, que parten del supuesto de que la oponibilidad exige en
todos los casos un instrumento, que la sociedad de hecho no tiene.
© Thomson Reuters Información Legal
Documento

2. Reglas relativas a la representación, administración, organización y gobierno


2.1. Plena vigencia entre los socios
Las cláusulas relativas a la representación, la administración y las demás que disponen
sobre la organización y gobierno de la sociedad pueden ser invocadas entre los socios. Más
allá de la formulación legal, que emplea la palabra pueden lo que podría dar lugar a sostener
que se trataría de una simple facultad, lo cierto es que frente a la invocación de uno de los
socios de dichas reglas, los demás no podrían resistir su reconocimiento y deberán someterse
a lo que hayan estipulado en el contrato. Es adecuado que así sea en tanto se trata de una
estructura organizativa por ellos convenida y, en consecuencia, rige esas relaciones internas.
En ningún caso podrán los socios apartarse del contrato.
2.2. Oponibilidad relativa frente a terceros
En las relaciones con terceros cualquiera de los socios representa a la sociedad exhibiendo
el contrato, pero la disposición del contrato social le puede ser opuesta si se prueba que los
terceros la conocieron efectivamente al tiempo del nacimiento de la relación jurídica. Frente a
terceros el art. 23 no varía el tono general del artículo anterior. Como consecuencia de la
buena fe exigible en la actuación del tercero, si conoció efectivamente al tiempo de originarse
la relación obligatoria (43) la organización de la administración y representación, las
disposiciones contractuales le son oponibles. Es discutible que para representar a la sociedad
deba exhibirse el contrato porque las sociedades de hecho —que aquí se entendieron
amparadas en el Régimen de la Sección IV- no podrían, de tal suerte, actuar en el medio
económico ni vincularse con terceros (44).
La Reforma parece haber tomado decididamente partido por conferir carácter orgánico a
la representación de estas sociedades, dejando de lado alguna interpretación en contrario
formulada en relación con las normas de la LSC (45). Y esta conclusión es lógica pues las
sociedades reguladas en la Sección IV deben respetar la estructura que exige el art. 1 LGS y
sus concretas derivaciones (p. ej. el art. 58).
La aplicación de estas reglas depende, en buena medida, de la comprobación del
conocimiento efectivo del tercero. Ello no obstante, la solución legal es adecuada porque no
deja sin protección a la sociedad, socios o terceros, a la vez que resguarda la buena fe.
V. Bienes registrables
Del art. 26 LSC, que disponía que las relaciones entre los acreedores sociales y los
acreedores particulares de los socios, inclusive en caso de quiebra, se juzgarían como si se
tratara de una sociedad regular, excepto respecto de los bienes cuyo dominio requiere
registración, se derivó la consecuencia de vedar la titularidad de bienes registrables a las
sociedades no regulares. Pero debe señalarse que esa interpretación no era uniforme porque
se aseveró que el régimen anterior no contenía prohibición alguna en el sentido indicado (46),
razonamiento que debería complementarse tomando en consideración que los impedimentos
no surgían derechamente de la ley societaria, sino que ella se limitaba a reconocer lo
establecido por las respectivas normas registrales.
Se ha puesto fin a esa divergencia, porque el art. 23 permite actualmente que el dominio
© Thomson Reuters Información Legal
Documento

corresponda a la sociedad incluida en la Sección IV. Para adquirir bienes registrables la


sociedad debe acreditar ante el Registro su existencia y las facultades de su representante por
un acto de reconocimiento de todos quienes afirman ser sus socios. Este acto debe ser
instrumentado en escritura pública o instrumento privado con firma autenticada por
escribano. El bien se inscribirá a nombre de la sociedad, debiéndose indicar la proporción en
que participan los socios en tal sociedad.
Recuérdese que, como está previsto en el art. 142 Cód. Civ. y Com., la existencia de la
persona jurídica privada comienza desde su constitución y no requiere de autorización legal
para funcionar, excepto disposición legal en contrario. Concuerda esta regla con la que
establecen los arts. 183 y 184 LGS para las sociedades anónimas en formación que, por otro
lado, deben entenderse integradas al esquema general del art. 154 Cód. Civ. y Com., que
permite sin distinción alguna a las personas jurídicas en formación inscribir preventivamente
a su nombre los bienes registrables.
Esta exigencia debe ser cumplida por todas las sociedades incorporadas a la Sección IV,
con excepción de aquellas irregulares cuyos contratos fueran hechos en escritura o
instrumento público o, si fuera el caso, en instrumento privado con firmas certificadas
notarialmente, supuesto en el que el acto de reconocimiento carece de sentido, salvo que se
adviertan discordancias entre el representante que solicita la inscripción en el Registro y
quien haya sido designado en el contrato social (47).
VI. Prueba
La existencia de la sociedad puede acreditarse por cualquier medio de prueba. No se
alteran las interpretaciones hechas en torno al régimen de la LSC, con la salvedad de la
eliminación del límite pecuniario para admitir la prueba testimonial. Las sociedades de la
Sección IV están sometidas a las reglas probatorias —sustanciales y procesales— de los
contratos, pues no existe óbice actual para sostener lo contrario ante el expreso
reconocimiento de la esencia contractual de las sociedades incluidas en la Sección IV.
Mantienen vigencia algunas consideraciones de carácter general hechas durante la
vigencia del régimen derogado (48). Así, si bien la realidad de la sociedad puede ser
acreditada por cualquier medio de prueba, ello no implica amplitud en el criterio de
apreciación de la prueba, sino sólo en los medios de prueba. Lo expuesto encuentra
fundamento racional, en las gravosas consecuencias que pueden derivar de su reconocimiento
respecto a una relación determinada (49).
Tanto la doctrina como la jurisprudencia del fuero comercial han tendido a atenuar el rigor
probatorio que es dable exigir a quien no ha sido parte integrante de una sociedad de hecho.
Así, por ejemplo, se ha considerado que el tercero, extraño a la relación societaria, que invoca
la existencia del ente puede prevalerse de cualquier medio de prueba, sin estar subordinado a
que exista principio de prueba por escrito (50).
Resultan plenamente aplicables las reglas que contiene el art. 1019, primer párrafo, Cód.
Civ. y Com.  (51). Al contrario, no parece que la disposición del primer apartado del art. 1020
tenga vigencia en esta materia.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

VII. Responsabilidad de los socios por las deudas de la sociedad


La persona jurídica tiene una personalidad distinta de la de sus miembros, quienes no
responden por las obligaciones de la persona jurídica, excepto en los supuestos que
expresamente se prevén en este Título y lo que disponga la ley especial. De este postulado
general contenido en el art. 143 Cód. Civ. y Com., que debe interpretarse en congruencia con
el art. 2 LGS, nace la atribución de personalidad diferenciada entre la sociedad y quienes la
integran, de manera tal que quedan perfectamente delimitadas en grandes trazos las dos
esferas de responsabilidad que se corresponden con los distintos patrimonios, el del ente y los
de los socios, destinados a cumplir la función de garantía que ordena el art. 242.
Esa disposición, además, autoriza otra conclusión: en situación falencial y en virtud del
principio de personalidad que la ley reconoce a estos entes, los acreedores sociales tienen
derecho a cobrarse del patrimonio social con prioridad a los acreedores personales de los
socios (52).
Mientras la reemplazada regulación de las sociedades irregulares preveía un severo
régimen de responsabilidad de los socios por las deudas sociales, ilimitación y solidaridad, la
actualmente vigente contiene como regla general la simple mancomunación igualitaria. Los
motivos de esa decisión legislativa responden a la inserción de las sociedades atípicas o
irregulares en un marco normativo general que da preeminencia a la libertad (art. 958 Cód.
Civ. y Com.) y, en consecuencia, guarda debida congruencia con los principios generales del
ordenamiento jurídico. Prohibir o desalentar gravemente la concertación de esta subcategoría
de personas jurídicas se opondría irrazonablemente (arg. art. 3 Cód. Civ. y Com.) a las reglas
generales que rigen en materia de contratación, y supondría vulnerar la coherencia del
sistema (art. 2 Cód. Civ. y Com.).
Según está previsto por el art. 24, los socios responden frente a los terceros como
obligados simplemente mancomunados y por partes iguales. En consonancia con el abandono
de la postura refractaria a la admisión de las sociedades irregulares, la ley 26.994 varió el
severo régimen de responsabilidad de los socios por las deudas de la sociedad previsto por el
art. 23 LSC. Allí se establecía, además de la inoponibilidad a terceros de derechos y defensas
nacidas del contrato social, la ininvocabilidad del beneficio del art. 56 y la solidaridad e
ilimitación por dichos débitos. Al determinar el régimen de simple mancomunación, lo que
ha sido cuestionado, la Reforma introdujo una solución divergente con la responsabilidad de
los socios de la sociedad colectiva y la de aquellos tipos a los que se aplica ese régimen. En
esos casos, la responsabilidad frente a terceros, con el beneficio del art. 56, es ilimitada y
solidaria.
No puede dejar de considerarse la disposición del art. 825 Cód. Civ. y Com., que describe
a la obligación simplemente mancomunada como aquella en la que el crédito o la deuda se
fracciona en tantas relaciones particulares independientes entre sí como acreedores o
deudores haya; las cuotas respectivas se consideran deudas o créditos distintos los unos de los
otros. De este modo, como la responsabilidad del socio es subsidiaria, aunque exista
comunidad de causa cada uno de los responsables asumirá una obligación independiente, que

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

consistirá en la cuota o la porción resultante de dividir la deuda de la sociedad por la cantidad


de socios. Ello, es claro, si la obligación fuera divisible; ante la indivisibilidad de la
prestación debida por la sociedad (arts. 814 y 815 Cód. Civ. y Com.), que supone la
imposibilidad de cumplimiento parcial, cada uno de los acreedores tendría derecho de exigir
la totalidad del pago a cualquiera de los codeudores, o a todos ellos, simultánea o
sucesivamente (art. 816).
Téngase en cuenta, también, que las relaciones entre los acreedores sociales y los
acreedores particulares de los socios, aun en caso de quiebra, se juzgarán como si se tratara
de una sociedad de los tipos previstos en el Capítulo II, incluso con respecto a los bienes
registrables (art. 26 LGS).
El régimen general cede cuando la solidaridad con la sociedad o entre ellos, o una distinta
proporción, resulten:
1) de una estipulación expresa respecto de una relación o un conjunto de relaciones;
2) de una estipulación del contrato social, en los términos del art. 22;
3) de las reglas comunes del tipo que manifestaron adoptar y respecto del cual se dejaron
de cumplir requisitos sustanciales o formales.
Los dos primeros incisos contienen previsiones lógicas pues, o se aplica la regla pacta sunt
servanda, o bien el principio general de la buena fe exigible en el tercero, quien conoció
efectivamente la limitación de la responsabilidad o la diversa proporción correspondiente a
cada socio en la oportunidad descripta por el art. 22.
Se elimina de esa manera, en el caso del inc. 1°, la incertidumbre o la sorpresa. Es claro
que el inciso se vincula con la existencia de una o más operaciones previas entre la sociedad
y los terceros en las que se asumió una responsabilidad distinta de la que, en forma
simplemente supletoria, indica la ley. Esa variación puede responder a una exigencia del
tercero supuesto bastante común que se acomoda con la práctica de los negocios,
especialmente bancarios o financieros- o asumirse voluntariamente por los socios. En
cualquiera de las dos situaciones es evidente que debe mediar una concreta estipulación
relativa a una específica relación jurídica o a un conjunto de ellas. Pero la disposición exige
que esa estipulación sea expresa, es decir, no es trasladable sin más a otras relaciones. Se
tutelan igualitariamente los derechos de los terceros y los socios.
En el supuesto del inc. 2°, el régimen de responsabilidad puede ser válidamente alterado
en el acto de constitución porque es supletorio de la voluntad de los constituyentes o quienes
adhieran posteriormente a la estructura societaria. Por cierto, la distinta proporción o la
solidaridad entre los socios o con la sociedad se rigen en el plano interno por el esquema
general de oponibilidad entre socios; frente a los demás terceros es necesario probar que han
tenido efectivo conocimiento de los alcances de la responsabilidad por las deudas de la
sociedad para poder oponerles la estipulación.
Pero en relación con el inc. 3°, debe precisarse que únicamente si la sociedad es irregular,
como fue definida anteriormente, es decir, si adoptó uno de los tipos previstos en el Capítulo
II de la LGS y no se han incorporado elementos incompatibles, la regla será de aplicación.
© Thomson Reuters Información Legal
Documento

Pero si la sociedad es atípica o pudiera existir seria incertidumbre acerca del régimen de
responsabilidad de los socios, aquello que se haya estipulado en el contrato no podrá ser
opuesto al tercero acreedor de la sociedad. Pero debe tenerse en cuenta que, como se sostuvo
acertadamente en relación con este tema, esta norma no puede interpretarse "como
autorizando a oponer a terceros la limitación de responsabilidad propia del tipo. Con claridad,
la regla está destinada a 'aumentar' la responsabilidad personal ilimitada del socio en esa
situación pero no a clase alguna de limitación de su responsabilidad" (53).
Finalmente es necesario considerar una variación que no es menor: como se señaló
anteriormente el art. 23 LSC, atribuía responsabilidad ilimitada y solidaria a los socios de las
sociedades irregulares y de hecho; les impedía además la invocación del beneficio del art. 56,
es decir, ampararse en la previa excusión de los activos sociales cuando se pretendiera hacer
efectiva aquella responsabilidad, que algunos autores consideraron directa o principal (54),
tesis que fue eficaz y contundentemente rebatida por Anaya sobre la base de la distinción
entre deudor (la sociedad) y responsable (los socios) (55). La interpretación jurisprudencial
estableció que, en el marco de las sociedades irregulares o de hecho, correspondía diferenciar
las obligaciones de la sociedad de las de sus componentes, en tanto los deudores de aquella
no lo eran de los socios en forma personal, circunstancia que impedía que los terceros
pudieran optar entre demandar al ente o a los socios individualmente por las obligaciones
sociales, debiendo previamente obtener una condena judicial contra la sociedad (56).
Como el referido art. 56 es de amplia aplicación, la actual ausencia de expreso límite legal
es suficiente fundamento para considerar que en las sociedades incluidas en la Sección IV esa
responsabilidad es subsidiaria. De este modo, la sentencia que se pronuncie contra la
sociedad tiene fuerza de cosa juzgada contra los socios en relación con su responsabilidad
social y puede ser ejecutada contra ellos, previa excusión de los bienes sociales, según
corresponda de acuerdo con el tipo de sociedad de que se trate.
El nuevo diseño normativo responde a la necesidad de dotar de una disciplina adecuada a
un aspecto ciertamente sensible relativo a varias relaciones patrimoniales, que involucra a la
sociedad, terceros y socios, vinculadas con la oponibilidad del contrato. Se ha atravesado de
esta manera aquello que constituía un principio absoluto —pero aceptado con mucha
reticencia- construido en torno a la absoluta permeabilidad patrimonial de la sociedad que no
se constituía regularmente, saludablemente abandonada por su extrema e injusta rigidez.
VIII. La subsanación
1. Noción
En el caso de sociedades incluidas en la Sección IV, la omisión de requisitos esenciales,
tipificantes o no tipificantes, la existencia de elementos incompatibles con el tipo elegido o la
omisión de cumplimiento de requisitos formales, pueden subsanarse a iniciativa de la
sociedad o de los socios en cualquier tiempo durante el plazo de la duración previsto en el
contrato. Como es evidente la novedosa legislación permite superar las omisiones formales o
sustanciales y la atipicidad (57).
El nuevo régimen supera la incongruencia del anterior, que concebía en el art. 22 a la

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

regularización como la adopción de un tipo, ignorando las otras posibles carencias o vicios
que actualmente están enumeradas en el art. 25. Al mismo tiempo, incorpora la misma
posibilidad —aunque ilimitada— de la anterior legislación, que permitía la subsanación de la
carencia de elementos esenciales no tipificantes (art. 17 LSC).
Parece positivo el sentido de la modificación legislativa, porque provee una adecuada
solución a quienes quieran regir las relaciones que entablen entre sí y con terceros, basados
en una actuación común mediante un sujeto de derecho distinto de aquellos, con sujeción a
las reglas que corresponden a los tipos previstos en el Capítulo II de la LGS. A dicho
resultado se llega empleando —dentro del plazo de duración de la sociedad o, si fuere
ilimitado, en cualquier tiempo- un mecanismo que consiste en la remoción de las causas que
justificaron la inclusión en la Sección IV.
He aseverado recién que la subsanación procede si el plazo de duración previsto en el
contrato se halla vigente y, también, si no se lo ha estipulado. Creo que, no obstante las
opiniones en contrario (58), debe admitirse la subsanación si la sociedad no tiene duración
estipulada (adviértase que esa ausencia —en infracción a lo que dispone el art. 11, inc. 5°,
LGS— puede determinar la inclusión de la sociedad en la Sección IV). Ello, en primer lugar,
porque según el principio general que establece el art. 155 Cód. Civ. y Com., la duración de
la persona jurídica es ilimitada en el tiempo, excepto que la ley —que es el supuesto aquí
examinado- o el estatuto dispongan lo contrario. Y, por otro lado, no es razonable en tal
hipótesis —ni congruente con el principio del art. 100 LGS— vedar la subsanación,
habilitando únicamente la extinción de la sociedad, cuando se quiere suplir la falta de dicho
requisito esencial, razonamiento que puede expandirse hacia cualquiera de las otras
omisiones. En este aspecto adquiere preponderancia la eventual decisión por unanimidad de
la subsanación que, si la sociedad no tuviera duración fijada, sería inadmisible, postura que
no aprecio que pueda tener base legal ni lógica además de contrariar la tónica general de la
Sección IV. No hay en el art. 25, tampoco, prohibición expresa para que se promueva la
iniciativa luego de agotado el plazo, como sería exigible para sostener la configuración de un
mandato impeditivo, ni puede dejar de considerarse que la sociedad sin duración determinada
está vigente hasta su extinción (59).
En realidad, podría estimarse que la conclusión opuesta a la subsanación se asienta en una
lectura literal del art. 25, con arreglo a la cual la subsanación quedaría reservada a las
sociedades que hayan establecido expresamente su duración y la liquidación para aquellas
que no lo hicieren o no constare por escrito que tuvieren plazo determinado. La redacción de
esas dos partes del artículo no sugiere dicha conclusión porque en relación con la subsanación
se presenta como una mención incidental, cuya ausencia no variaría la regla.
En esa dirección, puede advertirse que las sociedades sin constancia por escrito de su
plazo, como se examinará luego, pueden continuar funcionando sin los socios salientes.
Aunque es cierto que la continuación no impone la subsanación, nada impide que así lo
decidan quienes quieran mantener vigente la sociedad que originariamente no tenía plazo o
no fue instrumentado.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

En suma, parecería atinado postular que sólo podría obstar a la subsanación el


vencimiento del plazo de duración de la sociedad que funcionaría como causal disolutoria en
los términos del art. 94, inc. 2°, LGS. Tampoco es prudente ser demasiado terminante con ese
pensamiento porque: (i) no hay justificación para darle el mismo tratamiento que a la
sociedad sin plazo; y (ii) quedaría por determinar la aplicabilidad del art. 95 en orden a la
reconducción por unanimidad.
Pero también ha de tenerse presente que la Reforma ha sido fuertemente criticada en
relación con el régimen de subsanación por la consecuente inseguridad que generaría (60).
Los cuestionamientos parecen excesivos porque, más allá de alguna imprecisión expositiva,
no se advierten impedimentos insuperables para la aplicación de las reglas del art. 25 LGS.
2. Iniciativa de la sociedad o los socios
La subsanación puede provenir de la sociedad o de los socios. En el primer caso, es
evidente que debe ser decidida por el órgano de gobierno. Si la subsanación es decidida por
los socios, Manóvil sostiene la improcedencia de exigir unanimidad y, consecuente con su
postura, destaca los riesgos de permitir a una minoría —o a un solo socio- el ejercicio de esta
facultad (61). Coincido con esa apreciación, porque las reglas del contrato pueden prever una
mayoría distinta de la unanimidad y serán, en ese caso, plenamente oponibles en las
relaciones internas. Aunque no se me escapa que el primer apartado del art. 25 menciona la
falta de unanimidad para habilitar la actuación judicial y el segundo autoriza el retiro de los
socios disconformes cuando fuera decidida por el juez. De cualquier manera, si no se alcanza
el acuerdo unánime, parecería que cualquiera de los socios puede demandar la subsanación
pues la norma no contiene distinción sobre el particular, y ese es, precisamente, la médula del
cuestionamiento recordado: que la minoría se imponga a la mayoría.
Se ha opinado que la subsanación se puede solicitar en cualquier momento, y la disolución
sólo se produce si no existe pacto de duración de la sociedad, en cuyo caso acontecerá
exclusivamente si se lo solicita en forma expresa, transcurridos noventa días, con la
posibilidad de que existan socios que deseen permanecer en ella y paguen la "parte social" del
saliente (62).
3. Decisión judicial
A falta de acuerdo unánime de los socios, la subsanación puede ser ordenada
judicialmente en procedimiento sumarísimo. En caso necesario, el juez puede suplir la falta
de acuerdo, sin imponer mayor responsabilidad a los socios que no lo consientan. Vítolo
entiende que la intervención del juez es procedente en todos aquellos casos en los que no se
alcanzó la unanimidad en la decisión de subsanar las omisiones o defectos (63).
Se prevé la actuación judicial, en proceso sumarísimo, que será provocada mediante la
iniciativa de la sociedad o los socios, pudiendo el juez imponer la subsanación a los
disconformes, sin que ello signifique incrementar su responsabilidad, en cuyo caso podrán
ejercer la facultad de apartamiento que admite la segunda parte del art. 25, cuyos alcances se
examinarán a continuación.
4. Efectos. Apartamiento o retiro del socio disconforme

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

Como estaba previsto por el art. 22 LSC, el socio que no esté de acuerdo con la
subsanación puede ejercer su derecho de receso (que está previsto en el art. 245, LGS). Sin
embargo el art. 25 hace expresa remisión a otra disposición, el art. 92, que regula los efectos
de la resolución parcial del contrato de sociedad por causa de exclusión del socio.
En otra oportunidad dejé sentada mi posición, con empleo de un criterio más descriptivo,
en orden a que el receso es un derecho, de raíz económica, individual, inderogable e
irrenunciable, que otorga a los accionistas ausentes o que votaron en contra determinada
decisión asamblearia contenida en la enumeración legal, la opción de retirarse de la sociedad
que se ejerce mediante una declaración de voluntad recepticia dirigida al representante legal
del ente, generando como contrapartida la obligación para la sociedad de reembolsar las
acciones del socio por el valor resultante del último balance realizado o que deba realizarse
en cumplimiento de normas legales o reglamentarias, ajustado a la fecha del efectivo pago
(64).
Técnicamente receso y resolución parcial son distintos; el primero significa la extinción
voluntaria del vínculo del socio con la sociedad, fundada en la disconformidad con alguno de
los acuerdos sociales que taxativamente prevé la LGS (arts. 244 y 245); la resolución es
independiente de la voluntad del socio apartado, muerte o exclusión, además de las otras
causas que pueda prever el instrumento de constitución (art. 89 LGS). Aunque
conceptualmente exhiben una característica común, pues en los dos supuestos se extingue el
vínculo del socio con la sociedad, puede constatarse una diferencia sustancial que consiste en
la inclusión de precisas pautas para la fijación del valor de reembolso de las acciones cuando
se ejerce el receso, mientras que el art. 92, inc. 1º, simplemente hace referencia al valor de la
parte del socio determinado a la fecha de la invocación de la exclusión.
A lo que fue expuesto en los dos apartados anteriores puede agregarse que no se aprecia
adecuada la asimilación con las reglas que rigen la resolución parcial del contrato,
contrariamente a lo que ha sido resuelto en un antecedente jurisprudencial (65). En primer
lugar, adviértase que la exclusión -que es el único supuesto perfectamente analogable al
receso- corresponde que sea decidida por la sociedad o pretendida por otro socio y sólo
procede con invocación de justa causa, que en el caso consiste en el grave incumplimiento de
las obligaciones, o incapacidad, inhabilitación, declaración en quiebra o concurso civil, salvo
en las sociedades de responsabilidad limitada. El apartamiento está previsto como sanción y
no como derecho del socio. Segundo, aun cuando por virtud de lo que dispone el artículo 92,
inciso 1º de la ley 19.550 los efectos patrimoniales de la exclusión resulten similares —pero
no idénticos- a los previstos en el artículo 245, no puede considerarse que sea procedente la
aplicación analógica de las reglas de la exclusión al receso. Al contrario, la doble previsión
legal parece dar eficaz apoyatura a la tesis inversa, porque de otro modo resultaría innecesaria
la reiteración de esa solución.
En otra perspectiva, es digno de tener en cuenta un dato de trascendencia no menor que
vincula el instituto del receso con el principio de obligatoriedad de las asambleas, que resulta
de capital importancia para el funcionamiento de las personas jurídicas como lo recuerda

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

Marsili. Tal principio, está regulado por el artículo 233 que expresa en su tercer párrafo que
las decisiones de la asamblea conformes con la ley y el estatuto, son obligatorias para todos
los accionistas salvo lo dispuesto en el artículo 245 y deben ser cumplidas por el directorio
(66).
Precisar los alcances de la facultad de apartamiento conferida al socio disidente, como
creo haber demostrado, no es insustancial.
Adviértase que el mencionado art. 25 autoriza el ejercicio del receso en los términos del
art. 92. La referencia hubiera resultado mucho más precisa si se aludiera a la aplicación de los
mismos efectos, que es en definitiva la finalidad del precepto mencionado en primer término.
Esos efectos, interpretados con sujeción a las particularidades que presentan estas
sociedades a las que se aplican, son:
1) el socio disconforme con la subsanación convenida entre los socios o dispuesta por el
juez, tiene derecho a una suma de dinero que represente el valor de su parte pagadera a los
diez días de quedar firme la decisión judicial de subsanación (el art. 92 hace referencia a la
fecha de invocación de la exclusión);
2) si existen operaciones pendientes, el socio participa en los beneficios o soporta sus
pérdidas;
3) la sociedad puede retener la parte del socio que se retira hasta concluir las operaciones
en curso al tiempo de la separación;
4) en el supuesto del artículo 49 (aporte del uso y goce de un bien), el socio que decidió
apartarse no podrá exigir la entrega del aporte si éste es indispensable para el funcionamiento
de la sociedad y se le pagará su parte en dinero; y
5) el socio excluido responde hacia los terceros por las obligaciones sociales hasta la
inscripción del contrato en el Registro Público.
La subsanación cumplida tendrá como consecuencia, en relación con la sociedad, la
regularidad como noción que debe entenderse en un sentido amplio. Esta afirmación exige
precisar que previamente se han removido los defectos, suplido las omisiones o adoptado un
tipo del Capítulo II y se procederá a la inscripción en el Registro Público que corresponda,
según haya o no sucursales, en cumplimiento de lo que disponen los arts. 5 y 6 y con las
consecuencias del art. 7 LGS. No es posible suponer que la subsanación tenga finalidad
diferente, porque si así fuera, la sociedad podría haber seguido operando sin alteraciones y
regida por las reglas de la Sección IV. Se adujo, en coincidencia, que la subsanación implica
"la confirmación del sistema de organización del art. 1 LGS, y su adecuación a un tipo" (67).
IX. Disolución y liquidación
Cualquiera de los socios puede provocar la disolución de la sociedad cuando no media
estipulación escrita del pacto de duración, notificando fehacientemente tal decisión a todos
los socios. Sus efectos se producirán de pleno derecho entre los socios a los 90 días de la
última notificación. Los socios que deseen permanecer en la sociedad, deben pagar a los
salientes su parte social. La liquidación se rige por las normas del contrato y de la LGS.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

La iniciativa del socio en ese sentido queda supeditada a la falta de instrumentación del
plazo de duración de la sociedad (68). La disposición sugiere algunas reflexiones: como el
contrato, según está establecido por los arts. 22 y 23 LGS, es plenamente oponible entre
socios, si se estipuló plazo de duración de la sociedad debe ser respetado. Por tal motivo, la
disolución a iniciativa de cualquiera de los socios sólo es procedente si no se ha previsto la
vigencia temporal de la sociedad o, si fue prevista, no ha sido instrumentada porque esa es la
expresa directiva legal. Como se aprecia la exigencia de estipulación escrita autoriza a
escindir la interpretación, sin justificación valedera. Ello porque en el plano interno el
contrato es oponible con independencia de su instrumentación. Sólo frente a terceros
resultaría operativa la solución legal y, aun así, dependiendo la producción de los efectos de
la disolución al término del lapso fijado por el art. 25.
La ley 26.994, sin perjuicio de la vacilación expuesta, ha venido a simplificar y poner
orden en esta cuestión. Establece un solución similar a la resolución parcial del contrato
social, con sujeción a la cual quienes permanezcan en la sociedad deben pagar a los salientes
el valor de sus aportes. Corresponde advertir que esta causa de disolución se diferencia de la
que está prevista por el art. 94, inc. 1º, LGS, que supone la concurrencia de la voluntad de
una mayoría —o unanimidad, si el contrato así lo exigiera— de socios. En el caso de las
sociedades de la Sección IV es suficiente con la iniciativa de uno solo si no se estableció la
duración; pero si la sociedad tiene plazo previsto que consta por escrito, se aplicarán las
reglas generales (el mencionado art. 94).
Comparto la posición de Suárez en relación con este punto. En un meduloso estudio de la
Reforma de la Sección IV que ya he citado, sostuvo que "si la ley permite 'a los socios que
deseen permanecer en la sociedad' desinteresar a los salientes, se infiere que la sociedad en
cuestión seguirá operando. De lo que a su vez resulta que no siempre será cierto que
'cualquiera de los socios puede provocar la disolución' y que los efectos de ésta 'se producirán
de pleno derecho' a los noventa días, pues en caso de que existan socios que deseen seguir
operando con la sociedad, la disolución y consiguiente liquidación no se producen. O, -
expresado de otro modo- resulta que cualquiera de los socios puede provocar la disolución,
salvo que existan socios que se opongan a dicha decisión y decidan continuar operando, que
entonces, quedarán obligados a pagar a los salientes su parte social. De donde, en este
supuesto, no nos hallaremos frente a un supuesto de 'disolución', sino de 'resolución parcial'"
(69).
Con el propósito de poner claridad en esta cuestión —si es que hiciere falta- aventuro que
la causal disolutoria opera efectos -de pleno derecho, dispone el art. 25- a los noventa días
contados a partir del día siguiente a la última notificación cursada fehacientemente a los otros
socios. Llegado ese término la sociedad queda disuelta y se aplicará el régimen consecuente:
si queda constituida por un único socio, el art. 94 bis LGS; los administradores deberán
ajustar su actuación a lo que dispone el art. 99; finalmente, operado el vencimiento de ese
plazo se iniciará el proceso liquidatorio que impondrá cumplir las exigencias de la Sección
XIII del Capítulo I, LGS. Por supuesto, también regirán las disposiciones que contenga el

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

contrato sobre estos aspectos. Pero los otros socios, si lo desean, pueden continuar operando
mediante el empleo de la misma estructura societaria.
A primera vista surge nítida la autorización para la continuidad de la sociedad, que
corresponde ubicar en la frase "los socios que deseen permanecer en la sociedad". Ello guarda
una lejana relación con lo que dispone el art. 95, párrafo segundo, en orden a la reconducción
o reactivación del contrato y mucho más estrecha con la previsión del art. 74 LGS. En
consecuencia de ello, rige sin límite alguno la llamada "doctrina de la identidad" que sugiere
considerar que no ha habido ninguna modificación en relación con la sociedad, con la
salvedad de la obvia alteración en el elenco de socios (70).
Como la liquidación supone el sometimiento a las reglas particulares de la ley especial,
parece acertado sostener que la disolución de la sociedad debe inscribirse en el Registro
Público. Es que sólo surte efecto respecto de terceros con su inscripción registral, previa
publicación en su caso, como exige el art. 98, sea que la sociedad se constituya regularmente
o no.
X. Conclusión
La variación sustancial de enfoque que la ley 26994 introdujo en relación con los
supuestos que regula en la Sección IV de la LGS, tiende a mantener en vigencia las
relaciones jurídicas dotándolas de un marco general que abandonó el criterio refractario de la
anterior legislación.
Aunque no se cuenta todavía con el resultado de su aplicación práctica, las nuevas reglas
aparecen provistas de suficiente dinamismo y sin férreas ataduras a criterios superados, para
augurar un satisfactorio ámbito de operatividad.
No se han descuidado ni la tutela de los distintos intereses alcanzados por la actuación de
esas sociedades, ni el resguardo de la buena fe.
Esa posición del legislador, además, guarda debida congruencia con las disposiciones que
rigen las personas jurídicas y los contratos en el Código Civil y Comercial.
Pese a que es posible señalar algunos defectos en el nuevo diseño normativo, también luce
como positivo el cambio de encuadre en relación con el empleo que se haga de las soluciones
mucho más flexibles que prevé el régimen actual.
 (1) PAZ-ARES, Cándido, Las sociedades mercantiles, en "Lecciones de Derecho
Mercantil", Aurelio Menéndez, Director, Thomson Civitas, Navarra, España, 2007, p. 282,
señala expresamente que "desde el punto de vista de la seguridad del tráfico, el principio de
numerus apertus resulta altamente perturbador".
 (2) ANAYA, Jaime Luis, "El Anteproyecto de reformas a la Ley Argentina de Sociedades
Comerciales", ED 208-952.
 (3) NISSEN, Ricardo Augusto, "Breves estudios sobre el Anteproyecto de a la Ley de
Sociedades Comerciales". Segunda parte: "Regularidad e informalidad societaria", ED 211-
724. El autor comenta el Anteproyecto del año 2002.
 (4) SUÁREZ, Sergio, Las sociedades constituidas sin sujeción a los tipos legales en el

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

Proyecto de Reformas, RDCCE, Año 3, N° 6, diciembre 2012, ps. 132/133; tras exhibir su
preferencia por la redacción empleada por el anterior texto del art. 17, señala que el redactor
del actual proyecto, incurre en un desacierto terminológico con la creación de la categoría
"requisitos esenciales tipificantes", descripción que constituye una verdadera 'contradictio in
terminis', dado que el segundo calificativo desmiente al primero. "Esencial" y "tipificante"
son conceptos que no pueden ir juntos, en tanto lo esencial es propio de todas las sociedades
y lo tipificante sólo corresponde a algunas de ellas, aunque, como reconoce que la categoría
de requisitos no esenciales tipificantes carece de contenido, su crítica parece desvanecerse. Y
es que, en efecto, la referencia normativa alude a aquellos elementos estructurales que
presentan la naturaleza que señalé en el texto principal, es decir, que permita diferenciar un
tipo de los demás.
 (5) LORENZETTI, Ricardo Luis, "Código Civil y Comercial de la Nación", t. I,
Rubinzal-Culzoni, Sta. Fe, 2015, ps. 546/548. Aunque el art. 396 contempla la inoponibilidad
negativa, cuando ella deriva del incumplimiento de formalidades relativas a la publicidad del
negocio se funda en la falta de correcta integración del acto con la publicidad exigida. Pienso
que es válido, entonces, atribuir a la inoponibilidad de la LGS, las características de ser
positiva, relativa y formal.
 (6) PAGÉS LLOVERAS, Roberto M., Inoponibilidad, Código Civil y Comercial de la
Nación Comentado, José María Curá, Director, 2° edición actualizada y ampliada, t. I, La
Ley, Bs. As., 2016, p. 3907, señala que "la inoponibilidad no afecta al negocio jurídico en sí
mismo. El acto o negocio jurídico que va a ser inoponible al tercero es perfectamente válido".
También es la tesis de ROMERO, José Ignacio, Sociedades irregulares y de hecho, Depalma,
Bs. As., 1982, p. 170, quien señala que "la inoponibilidad es una sanción por la violación de
publicidad, en garantía de terceros, de modo que la inoponibilidad no puede afectar jamás al
tercero, quien puede usar o no del contrato social oponiéndolo a los socios y a la sociedad.
No puede ser de otro modo porque el tercero no puede cargar con la sanción de un hecho que
no ha cometido"; pero el tercero nunca puede elegir la aplicación parcial del contrato.
 (7) VÍTOLO, Daniel Roque, Sociedades Comerciales, tomo V-A, Rubinzal Culzoni, Sta.
Fe, 2015, p. 292. Estima el autor que aunque la no producción de los efectos propios del tipo
es una sanción, se la puede "inhibir con sólo exhibir el contrato frente a terceros o tras darlo a
conocer por algún medio masivo".
 (8) CC y C. San Isidro, 8.04.73, "Chiona".
 (9) ZAVALA RODRIGUEZ, Carlos J., "Código de Comercio", Vol. I, Depalma, Bs. As.,
1959, p. 314.
 (10) CNCom, Sala D, 20.09.76, "Alace S.A.".
 (11) CNCom., Sala D, 17.06.77, "Conde"; id., 20/3/78, "Doniszuk".
 (12) CNCom., Sala C, 28.09.76, "Serviacero SRL"; id., 21.02.78, "Maluf".
 (13) ZALDÍVAR, Enrique; MANÓVIL, Rafael M.; RAGAZZI, Guillermo E.; ROVIRA, Alfredo L. y SAN
MILLÁN, Carlos, "Cuadernos de Derecho Societario", t. 1, Ediciones Macchi S.A., Bs. As. 1973, p. 122;
ROMERO, José I, Sociedades Irregulares y de Hecho, Depalma, Bs. As., 1982, ps. 79 y 94; NISSEN, Ricardo

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

A., "Sociedades Irregulares y de Hecho", Hammurabi, Bs. As., 1989, ps. 14/15; ESCUTI, Ignacio A.,
Sociedades, Astrea, Bs. As., 2006, p. 140; VANASCO, Carlos Augusto, Sociedades Comerciales, t. 1, Astrea,
Bs. As., 2006, ps. 471/474; en minoría ETCHEVERRY, Raúl A., Sociedades irregulares y de hecho, Astrea, Bs.
As., 1981, p. 119, destaca que en la sociedad irregular —a diferencia de la de hecho- los socios han demostrado
su vocación por constituir un ente con adecuación a un tipo regular, prescindiendo de la instrumentación o no
del contrato que admite la enorme mayoría de la doctrina nacional. En el derecho uruguayo (art. 36 de la ley
16.060), que prevé regla coincidente con la del art. 21 LSC, véase RIPPE, Siegbert, "Sociedades comerciales",
Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, Uruguay, 1997, p. 38; y RODRÍGUEZ OLIVERA, Nuri,
"Curso de sociedades comerciales", t. I, Ed. Universidad Ltda., Montevideo, Uruguay, s/f, p. 107.
 (14) ZALDÍVAR, Enrique; MANÓVIL, Rafael M.; RAGAZZI, Guillermo E.; ROVIRA, Alfredo L. y SAN
MILLÁN, Carlos, Cuadernos de Derecho Societario, t. 1, Ediciones Macchi S.A., Bs. As. 1973, p. 122;
HALPERIN, Isaac, "Curso de Derecho Comercial", Vol. I, Depalma, Bs. As., 1972, p. 327
 (15) OTAEGUI, Julio C., "Invalidez Societaria", ed. Ábaco, Bs. As, 1978, p. 193.
 (16) CNCom., Sala B, 3.07.79, "Splenser".
 (17) CNCom., Sala B, 16.12.85, "Cavallini".
 (18) Un tratamiento ampliado del tema puede verse en BARREIRO, Rafael F., Consideraciones sobre la
personalidad de la sociedad de hecho, RDCO, año 151/153, Año 26, Enero-Junio de 1993, ps. 398/405.
 (19) CNCom., Sala B, 17.07.78, "Mariochetti de Nápoli c. Echegaray"; id., 3/07/79, "Splenser c. Eisler";
id., 16.12.85, "Cavallini c. Cena", ya citado; id., 19.04.89, "Escrich Manenor c. Banco Social de Córdoba".
 (20) CNCom., Sala C, 6.07.78, "Malcom c. Masa"; id., Sala A, 19.04.85, "Brunetti c. Ernesto Fachal".
 (21) CNCom., Sala D, 31.05.78, "Pallito c. Mavola".
 (22) CSJN, 26.04.88, "Telecor SA c. Provincia de Catamarca"; en el mismo sentido, CNCom., Sala C,
18.05.78, "Carto c. Arévalo".
 (23) CNCom, Sala B, 11.05.93, "Mario R. Pena c. Botavara S.A. s/ ordinario".
 (24) ROMERO, José Ignacio, "Sociedades Irregulares y de Hecho", Depalma, Bs. As., 1982, p. 126.
 (25) CNCom., Sala C, 27.11.87, "Moreno c. Corzo".
 (26) CNCom., Sala D, 29.12.88, "Guggiari c. Real".
 (27) CNCom., Sala D, 14.12.78, "García c. Ronicevi S.A.".
 (28) CNCom., Sala D, 20.09.76, "Alace S.A.".
 (29) RADRESA, Emilio, Sociedades Irregulares, Depalma, Bs. As., 1979, p. 13.
 (30) MARSILI, María Celia, Teoría de la personalidad de las sociedades, RDCO, Año 4, 1971, p. 16.
 (31) VÍTOLO, Daniel Roque, Las Reformas a la Ley 19.550 de Sociedades Comerciales en el Proyecto de
Código Civil y Comercial de la Nación, Ad Hoc, Bs. As., 2012, ps. 105/107; coinciden CESARETTI, Oscar y
CESARETTI, María, La irregularidad societaria en el Proyecto de Código, LL ejemplar del 12.04.13, p. 1.
Todos ellos parten de la premisa que esa inscripción no es un simple requisito formal, sino que presenta
características sustanciales que pueden asimilarse a los elementos tipificantes.
 (32) Consúltese la opinión de MANÓVIL, Rafael M., Las sociedades de la Sección IV del Proyecto de
Código, LL ejemplar del 24.10.12, p. 6. Señala el Académico Dr. Manóvil que "para la doctrina nacional no
existe ninguna duda acerca de la atribución de la nulidad para los vicios substanciales y la de la falta de
regularidad para los vicios formales, entre ellos el más frecuente, pero no el único, el de la falta de inscripción
en el Registro Público de Comercio".
 (33) GALGANO, Francesco, Diritto Commerciale: Le societá. Diciassettesima edizione. Zanichelli-
Bologna, Bologna, Italia, 2009, p. 47.
 (34) GRISPO, Jorge Daniel, Sociedades no constituidas según los tipos del Capítulo II y otros supuestos
(Sociedades de hecho, irregulares, en formación y unipersonales irregulares), LL ejemplar del 10.07.15, p. 1.
 (35) NISSEN, Ricardo Augusto, Estudios sobre el Código Civil y Comercial de la Nación. Reformas a la

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

ley de sociedades comerciales. Segunda parte: Sociedades no constituidas regularmente, sociedades atípicas,
carentes de requisitos esenciales no tipificantes y sociedades civiles, RSyC, año 16-2015-1, p. 9, las llama
sociedades informales, porque con independencia de la motivación de su incorporación al régimen de la Sección
IV, están afectadas por un vicio que habilita dicha denominación.
 (36) MANÓVIL, Rafael M., Las sociedades de la Sección IV del Proyecto de Código, LL ejemplar del
24.10.12, p. 6, postula en ese sentido que "la lectura lógica de la normativa es ésta: la sociedad de hecho, lo
mismo que la irregular, es sociedad porque encuadra en su definición y reúne los requisitos esenciales con que
las caracteriza el art. 1° LSC; la Sección IV del Capítulo I de la LSC se aplica a toda sociedad que no adoptó
uno de los tipos regulares; y también a las defectuosas; la sociedad de hecho (lo mismo que la irregular) no es
una sociedad de los tipos regulares, porque regular es sólo la que se inscribe en el Registro y sólo desde que ello
ocurre (art. 7° LSC). De modo, entonces, que sólo por un juego de palabras podría predicarse que la sociedad de
hecho y la irregular no están comprendidas en el régimen proyectado".
 (37) JUNYENT BAS, Francisco, "El nuevo régimen de la sociedad simple en el anteproyecto de ley", ED
209-876.
 (38) VÍTOLO, Daniel Roque, "Sociedades Comerciales", t. V-A, Rubinzal Culzoni, Sta. Fe, 2015, p. 304.
 (39) DUPRAT, Diego A. J. y MARCOS, Guillermo A., "Sociedades anómalas, informales, atípicas, simples
o residuales", LL ejemplar del 7.07.15, p. 3.
 (40) SOLARI COSTA, Osvaldo, "Modificaciones de la Ley 26.994 a la Ley de Sociedades", LL ejemplar
del 27.05.15., p. 4.
 (41) NISSEN, Ricardo Augusto, Estudios sobre el Código Civil y Comercial de la Nación. Reformas a la
ley de sociedades comerciales. Segunda parte: Sociedades no constituidas regularmente, sociedades atípicas,
carentes de requisitos esenciales no tipificantes y sociedades civiles, RSyC, año 16-2015-1, p. 20.
 (42) MANÓVIL, Rafael M., "Las sociedades de la Sección IV del Proyecto de Código", LL ejemplar del
24.10.12, p. 6.
 (43) Esa referencia temporal que hacen los arts. 22 y 23 LGS ha merecido el juicio laudatorio de NISSEN,
Ricardo A., Breves estudios sobre el Anteproyecto de Reforma de la Ley de Sociedades Comerciales. Segunda
parte: regularidad e informalidad societaria, ED 211-725. El trabajo se relaciona con el Anteproyecto del año
2002.
 (44) MANÓVIL, Rafael M., "Las sociedades de la Sección IV del Proyecto de Código", LL ejemplar del
24.10.12, p. 5, va todavía más allá en lo que considera un error que debe subsanarse y destaca la inconsistencia
del precepto en cuanto atribuye la representación de la sociedad a cualquier socio que, en tal caso, debe exhibir
el contrato: "es éste un contrasentido porque las sociedades de hecho no tienen contrato que pueda exhibirse y,
por la otra, porque si se exhibe el contrato, éste y las reglas y limitaciones relativas a la administración y
representación se hacen oponibles a los terceros, con lo cual la indistinta representación por cualquier socio deja
de ser aplicable".
 (45) ETCHEVERRY, Raúl Aníbal, Sociedades irregulares y de hecho, Astrea, Bs. As., 1981, p. 225,
sostuvo que en la sociedad de hecho cualquiera de los socios al representar a la sociedad actúa no en sentido
orgánico sino por cuenta y en interés ajeno, es decir, el interés de una parte depende del resultado de la gestión
de otra.
 (46) BENSEÑOR, Norberto, Capacidad de la sociedad no constituida regularmente para adquirir bienes
registrables, Doctrina Societaria y Concursal, Errepar, 1988, t. II, p. 359 y ss., quien comentó el conocido
precedente de la CNCom, "Suozzo, Antonio c. Celdrán, Carlos A."
 (47) NISSEN, Ricardo Augusto, Estudios sobre el Código Civil y Comercial de la Nación. Reformas a la
ley de sociedades comerciales. Segunda parte: Sociedades no constituidas regularmente, sociedades atípicas,
carentes de requisitos esenciales no tipificantes y sociedades civiles, RSyC, año 16-2015-1, p. 23.
 (48) Puede ampliarse en BARREIRO, Rafael F., "La prueba de la sociedad de hecho", RDCO, Año 26, Nº
151/153, Enero-Junio 1993, ps. 406/419.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

 (49) CNCom., Sala B, 15.09.88, "Alvizúa, Sergio Ramón y otro c. Greco Hnos. SAICA".
 (50) CNCom., Sala C, 4.03.90, "Frigorífico de Aves Soychú SAICFIA c. Granja del Carmen Sociedad de
Hecho — Propiedad de Juan Carlos Salomón y otros s/ ordinario".
 (51) Su texto: "Los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para llegar a una razonable
convicción según las reglas de la sana crítica, y con arreglo a lo que disponen las leyes procesales, excepto
disposición legal que establezca un medio especial. Los contratos que sea de uso instrumentar no pueden ser
probados exclusivamente por testigos". La falta de instrumentación puede ser, según fuere el caso, la causa de la
inclusión de la sociedad en la Sección IV, de modo que no hay obstáculo para la prueba testimonial en relación a
las sociedades de hecho.
 (52) CNCom., Sala A, 13.06.06, "Cusco, Federico Demian s/ quiebra", dictamen de la Sra. Fiscal General.
 (53) MANÓVIL, Rafael M., La modificación de las sociedades irregulares y de hecho, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2015-2, p. 421. Agregó en su muy completo estudio de la Reforma, al que muy poco
puede agregarse, que "hasta es dudoso que la distinta proporción pueda ser invocada para disminuir la partición
igualitaria de la responsabilidad". Parece coincidir NISSEN, Ricardo Augusto, Estudios sobre el Código Civil y
Comercial de la Nación. Reformas a la ley de sociedades comerciales. Segunda parte: Sociedades no
constituidas regularmente, sociedades atípicas, carentes de requisitos esenciales no tipificantes y sociedades
civiles, RSyC, año 16-2015-1, p. 21.
 (54) Ver NISSEN, Ricardo A., Sociedades irregulares y de hecho, Hammurabi, Bs. As., 1989, ps. 73 y ss.;
también ROMERO, José Ignacio, Sociedades irregulares y de hecho, Depalma, Bs. As., 1982, p. 173.
 (55) ANAYA, Jaime Luis, La acción contra el socio de la sociedad irregular, ED 133-151. En idéntica línea
argumental se expidió la jurisprudencia: la diversa personalidad de la sociedad respecto de quienes la forman
conduce necesariamente a deslindar la acción contra cada uno de tales sujetos, de modo que no es procedente la
demanda directa e individual contra el socio por las obligaciones sociales sin demandarse previamente a la
sociedad de hecho. Ello es así pues aun cuando sea solamente precaria la personalidad de estas sociedades,
corresponde diferenciar las obligaciones y establecer adecuadamente los alcances de la responsabilidad que
corresponde a los socios en su condición de tales (CNCom, Sala C, 18.06.04, "Gamma Ingeniería SA c.
Fuschetto Hnos. SH y otros s/ ejecutivo"). En concordancia se juzgó que hay que distinguir entre la personalidad
de las sociedades irregulares y la responsabilidad que los socios tienen como miembros de la misma. En esta
idea los deudores de la sociedad no lo son de los socios (art. 1712 CCiv), y a contrario sensu los acreedores de la
sociedad tampoco lo son de éstos, con lo cual los terceros que se han vinculado con el ente carecen de opción
para demandar a éste o a sus integrantes, debiendo hacerla primero contra la sociedad. Ello es así porque el
deudor de la obligación es solamente la persona jurídica, incumbiendo a los socios una obligación por la
responsabilidad solidaria que legalmente se les impone respecto del pasivo social (CNCom, Sala B, 3.09.08,
"Ferroexpreso Pampeano SA c. Cervellini, Rodolfo Roberto y otro s/ ordinario").
 (56) CNCom., Sala D, 23.06.08, "Gallo, Carlos Roberto c. Leolac SH y otros s/ ejecutivo".
 (57) SUÁREZ, Sergio, Las sociedades constituidas sin sujeción a los tipos legales en el Proyecto de
Reformas, RDCCE, Año 3, N° 6, diciembre 2012, p. 133; sostuvo que "la sociedad atípica se confunde con la
sociedad general en el nuevo régimen: obsérvese que la norma no dice que "todas las sociedades previstas en el
art. 21 pueden subsanarse", sino solamente aquellas que omitieron "requisitos esenciales, tipificantes o no
tipificantes... (o que incorporaron) elementos incompatibles con el tipo elegido... (u omitieron) requisitos
formales...". No podría ser de otra manera, puesto que de haberse admitido la "subsanación" de todas las
sociedades del art. 21, la medida hubiera podido aplicarse a las sociedades civiles. El ejemplo demuestra por la
inconsistencia del sistema, que no admite (ni podría admitir) la subsanación de una sociedad "civil", pero si
admite que se subsane una sociedad "atípica", deliberadamente constituida con apartamiento de los tipos legales,
y de acuerdo con una franquicia establecida por la ley". El tema merece una reflexión bastante más profunda
que la que puede hacerse aquí, pero en un apresurado análisis parece atinado interpretar que el art. 25 debe
considerarse inserto en el contexto general de la Sección IV, proclive a la admisión de sociedades defectuosas o
viciadas y que autoriza su conservación, y en consecuencia, la enumeración que formula -aunque incompleta- se

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

identificaría con todas las situaciones descriptas por el art. 21. Por otra parte, también luego de un rápido
examen de la cuestión, no parece haber motivos para vedar la subsanación de la sociedad civil si ello se
pretendiera mediante la adopción de uno de los tipos del Capítulo II que, en rigor, habría omitido muchos de los
requisitos no tipificantes y todos los tipificantes. Además, es útil recordar que el art. 25, en refuerzo de lo dicho,
comienza diciendo "en el caso de sociedades incluidas en esta Sección".
 (58) NISSEN, Ricardo Augusto, Estudios sobre el Código Civil y Comercial de la Nación. Reformas a la
ley de sociedades comerciales. Segunda parte: Sociedades no constituidas regularmente, sociedades atípicas,
carentes de requisitos esenciales no tipificantes y sociedades civiles, RSyC, año 16-2015-1, p. 27, excluye la
subsanación en las sociedades de hecho que, por definición, serían de plazo ilimitado.
 (59) MANÓVIL, Rafael M., La modificación de las sociedades irregulares y de hecho, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2015-2, p. 425, nota 147.
 (60) VÍTOLO, Daniel Roque, Las nuevas sociedades de la Sección IV de la ley 19.550 en el Proyecto de
Código Civil y Comercial de la Nación, ponencia presentada al XII Congreso Argentino de Derecho Societario
y VIII Congreso Iberoamericano de Derecho Societario y de la Empresa, UADE, 25 a 27 de septiembre de
2013, expresó que "el procedimiento de "subsanación" que el Proyecto propone para las sociedades
comprendidas en la Sección IV constituye un galimatías que genera incertidumbre en materia de comprensión e
interpretación, tanto en los conceptos, como en la operatividad del procedimiento, lo que puede llevar a
aumentar —innecesariamente- la litigiosidad y la inseguridad societarias".
 (61) MANÓVIL, Rafael M., La modificación de las sociedades irregulares y de hecho, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2015-2, ps. 425/426.
 (62) MARTÍNEZ, Marisol, La tangencialidad del Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación sobre
principios societarios. La "irregularidad" societaria, RSyC, año 15-2014-3, p. 40.
 (63) VÍTOLO, Daniel Roque, "Sociedades Comerciales", t. V-A, Rubinzal Culzoni, Sta. Fe, 2015, p. 407.
 (64) BARREIRO, Rafael F., "Breves reflexiones sobre el derecho de receso", RDCO, Depalma, Año 25,
1992, p. 778.
 (65) CNCom, Sala A, 3.06.08, "Marín, Elida Beatriz y otros c. CCI Concesiones y Construcciones de
Infraestructura S.A. s/ ordinario".
 (66) MARSILI, María Celia, Introducción al régimen de las asambleas de las sociedades anónimas, Revista
Electrónica de Derecho Societario, (REDS) Año 10, Ref. 16958.
 (67) ARECHA, Martín, La tipicidad societaria en el nuevo Código, en "El Nuevo Código Civil y Comercial
de la Nación, efectos en materia societaria y concursal", Ediciones D&D, Martín Arecha (Director) y Laura G.
Filippi (Vicedirectora), Bs. As., 2015, p. 230.
 (68) SOLARI COSTA, Osvaldo, Modificaciones de la ley 26.994 a la Ley de Sociedades, LL ejemplar del
27.05.15, p. 5, aduce expresamente, aunque sin fundamentar su postura, que "sólo se permite el pedido de
disolución, si la sociedad tiene vencido el plazo de duración". Reitero lo dicho previamente: el vencimiento del
término de duración de la sociedad opera en relación a todas las sociedades, encuadren o no en el Capítulo II,
con sujeción a lo que dispone el art. 95.
 (69) SUÁREZ, Sergio, "Las sociedades constituidas sin sujeción a los tipos legales en el Proyecto de
Reformas", RDCCE, Año 3, N° 6, diciembre 2012, p. 138. Destaca, como he hecho en el texto, que se trata de
causal disolutoria no incorporada al elenco del art. 94.
 (70) Puede verse en BARREIRO, Rafael F., Viabilidad económica y social de la continuación de la
actividad de la sociedad disuelta, en "El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, efectos en materia
societaria y concursal", Martín Arecha (Director) y Laura G. Filippi (Vicedirectora), Ediciones D&D, Bs. As.,
2015, ps. 163/183, un análisis del "sistema o teoría de la identidad" formulado en relación a la disolución por
vencimiento del plazo de duración de la sociedad. Dichas consideraciones, con las adaptaciones
correspondientes, pueden aplicarse a la particular situación analizada en el texto principal.

© Thomson Reuters Información Legal


Documento

© Thomson Reuters Información Legal

You might also like