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[CJ FRAGMENTO DE UNA EXPOSICION DE FILOSOFIA DE LA RELIGION, 51 Lo Absoluto CCiertos elementos que son eapaces de ineremento infinito cstin ordenados a esencalidades que comprenden el conteni- do de estos elementos en una medida suma que no €5 ya ‘apaz de ineremento, Aqui encontramos el imperio de lo ‘Absoluto. Como «Absoluto» vale para nosotros el punto culminante, ue todo lo contiene, de una entidad aumentable hacia el infinito, Esto puede aparecer por lo pronto como contradieeidn. ;Cémo algo capaz de incremento hacia link nito puede aleanzar una medida sura, es decir, un grado de no ulterior incrementabilidad? Pero tales objeciones formales zno nos pueden impedir sumirnos en el contenido ostensible de nuestas ideas ‘Amor y bondad, agradecimiento y confianza, dependencia y debilidad, tal como los encontramos en el mundo o como felaciones mundanas que podemos imaginat, aparecen con cualesquiera fuerza y magnitud. No es posible un agradeci- ‘miento ni una confianza hacia na persona que no pudieran scr pensados como incrementados. En cambio, la confianza y cl agradecimiento que sentimos respecto a Dios, el amor y la 0 | | | bondad que leatibuimos, no es capaz de incremento, Aqui hay magnitudes infinitas sin que este concepto encerrara en si tuna contradicei6n. Un nimero infinitamente grande o una pporcin de espacio infinitamente grande no exsten, porque reside en la esencia del niimero y de l porcién de espacio el ser capar de incremento como tl, Pero del amor no se puede decir esto si uno se ha sumergido alguna vez en la idea del amor de Dios. Aquf se alza un imponente ofimulo de preguntas. Qué caracteriza al amor divino por contraste eon el humano, toda vez que uno conduce alo infnito mientras que el otro con tiene en sf infinitud? Y por otra parte equé tienen ambos en comin que justfique hablar de uno y el mismo contenido 4que, sin embargo, representa uns ver tna plenitud absoluts, mientras que la otra parece estar afectado de una catencia gfe gus en ceto modo est afincada esencalmente em? i ejecutamos con el pensamiento una vivencia de agradeci- ‘mento tal y como podemos deberlo aun hombre y huego nos dejamos ioundar del agradecimiento hacia Dios, eatonces fencontramos'ya en la direcciOn del acto una diferencia que nos muestra el contraste que nos ocupa ahora en su forma desnuda, por asf decir sin contenido Peilome Te acres glenn tren mean inet pes roa i 2 Hay que cpr abso dl conten dl sradesinito deb ‘Spica de tenis (wana aor de ns foona). Nats ue ‘etl slo Dine onde hacer: Pero we so uel ao ud er ‘Oia hc ere (no seacomo yo gl sna smn quire Tanna miro gue een en compra ch la aoe, AP To'Abtlao 00 tne os engnas dont een a A Los actos en los que los hombres se relacionan entre sf, verbigracia los actos de la disposicin de énimo, les puede ser inmanente una determinaci6n direecional. Hay una amistad dlrigida hacia arriba y una condescendiente, un odio contra cl situado por encima —y dado fenomenalmente como situado por encima— y un odio contra un sujeto despreciado y por «30 dado como estando por debajo de nosotros. ‘Tales deter- minaciones direccionales de los actos tan pronto parecen ser azarosas, tan pronto estar trabadas necesariamente con deter- ‘minadas clases de disposicidn de énimo. Ast, en la esencia de labenevolencia reside —a diferencia de la bondad— relacio- arse «hacia abajon; y reside en la esencia de la camaraderia tal como, por ejemplo, la siete el oficial hacia el oficial, estar cen pie de igualdad. Una camaraderia «condescendiente> 0 sadmirativan ya no merece ese nombre. Es claro que debemos distinguir entre las posiciones que una persona ope fren tay que lego clorcan sus actos frente a esa persona —su preguntar y responder y por tLesilo— en el mismo senido postional ole prewesiben de antamang actos de un determina contenido “por gempl ‘exigiren garde rogar— y la determinacién direccional que Taide en ln pecin de lor actos nombrador en timo pa Sin duda es fundante en general la diferencia dominante de persona a persona. Pero puede muy bien ser que ciertas vivencias que se me imponen frente a una persona repentina- mente me impulsen primero a la adopein genérica de una posicién de superioridad; que del compadecerse de una per~ sons, por ejemplo, resulte al mismo tiempo un «mirar desde auriba» generalmentea esa persona. ‘Todas estas relaciones se absolutizan en Dios. Nosotros riramos hacia él desde abajo, pero lo hacemos de distinea ‘manera que con las personas. Aqui son posibles inerementos 2 ‘ualesquiera, La relacin fenomenal con las personas stuadas fen lo mis alto no es de tal manera que no fueran pensables ‘elaciones dirigidas ain ms alto. Pero a Dios lo pensamos en akitud absoluta. Por mucho que los poderosos de esta Tierra «tén sobre alturas empinadas, Dios esté entronizado en el cielo. La posicién que nosotros adoptamos frente a él, un abajo absoluto frente a un arriba absoluto, nos prescribe ‘nuestra conducta vivencial: confianza, amor, dependencia; asi como otras vivencias, pongamos benevolencia 0 bondad, son ‘onocidas sin més como sin sentido, La posicién respecto a Dios es directriz para nuestra conducts vivencial hacia él Pero tambin aqui son posibles para nosotros inversiones de cesta relacin en sf existente. La vivencia absoluta de cobijo que traspase al hasta ahora inereyente le conduce a Dios y'a Ja vez —de conformided con su absolutez— hacia un Dios que esté entronizad en aleicud absolute’ Ahora podemos hablar de tres cases de absolutez conec- tadas por naruraleza en su sentido. Dios nos exté dado en akitud absoluta; nuestro vivenciar individual lleva, segtin 80, la direcci6n absoluta a lo altos y junto aesta absolute formal ext‘ laabsolutez del contenido material, la plenitud completa del confir, del agradecer, del amor. Existe una razonabilidad entre estas clases de absolutez; no, por cierto, ‘nel sentido de que la una se dejederivarde la otta median te consecuencias ldgicas, Sino de manera que tienen lugar ttinstos internos motivades: alo dado en el punto mis alto, hacia lo que se alza nuestro vivencia, conviene tuna abun dancia absoluta del amor; como también, a la inversa, un confiarabsoluto que me liena debe buscar su objeto inten cional en altitud absoluta. Tose sigifinds de able todavia melon age a En tanto que designamos como lo terrenal 0 mundano a lo infinitamente capaz de ineremento y ast imperfect por toda la «teria, de ello se segrega para nosotros, en lo absolut, un mundo supraterrenal. Entre ambos se abren los contrasts més insalvables y existe un estrecho parentesco de una manera que ‘no eabe encontrar un anélogo en el mundo terrenal Ena medk- da en que encontramos un contenido esencialidéntieo aqui como all al que podemos llamar bien © amor o sabidueta, nos puede salir al paso en el mundo por aqu y por alli una réplica empafada eimperfeta de lo supraterrenal. Pero por otra parte, en tanto que lo Absoluto, que insuperablemente redine en sf toa riquezay toda abundancia, se aza por sobre lo que existe en gradual pobreza yvacio, sabre el més abrupto abismo, Esto terrenal no puede aleanzar median ningén ineremento a lo supraterrenal y, més atin, no puede siquiera aproximérsele mediante ningin incremento. Pues ten efcasamente como puede designarse a una porcién de espacio por grande que fuese, como una por pequefia que fuse, cual eercana en maghi tud al espacio infinito—dado que lo infnito no es precsamen- te comparable meine nnguta mag ean lo ito de poco puede compararse el amor mis grande que una perso- ‘4 pusdemanilenars a persons con el amr ala divided Si utilizamos el espacio o el tiempo como analogia no ha de dejarse uno seducis, sin embargo, para a uavés de ello suplantar este infnito por lo Absoluto. Esta «infinitud exten- sivan es esencialmente de tipo negative. Quiere deci auzer dia de confines y esté afectada de todos lor enigmas que corresponden a esas entidades que conducen hacia fo que no tiene fin y dirigen Ia mirada subsiguiente hacia sbismos. Quien se sume en la infnitud de espacio y tiempo sin que- darse parado en ls definiciones formales ae en un vacio des- concertante y enigmstico. 4“ Peto lo Absoluto, tal como lo concebimos, es abundan- cia sin confines, el reino sin Kimites, lo que todo lo abate, lo que no es aummentable. Es superioridad sin limites frente a todo lo terrenal, es decit, frente « todo lo incrementable hacia lo infinite. Lo terrenal es el mundo del mas y el menos, de la nada y algunos y muchos, del devenir y mudar y perecer. Lo supra~ terrenal es el mundo del wnverso por excelencia. El mundo en el que gobiernan el «més y el menos» lleva el sello de lo insasfactorio e imperfeto. Lo infinito terrenal nos deja vivenciar con evidencia el inacabamiento, el no reposar en sy el conducir siempre més all. Pero lo infnito supraterrenal, 0 mejor, lo Absoluto que es la eoronacién de lo aumentable finitamente, se destaca en cambio sin que pueda ser aleanza~ do siquiera alimentado por éxte. Nosotros los hombres, que estamos en tiempo y espacio y cen el mundo terrenal, eaptamos lo supraterrnal. Este es el regalo mas precioso con el que Dios nos ha agraciado. ¥ no s6lo captamos lo supraterrenal, sino que en los actos en los que viene a dirsenos se refleja en cierto modo la abundancia absoluta que hemos adjudicado a lo supraterenal. En tanto qué vivenciamos a Dios nos sentimos dependientes de El, sentimos gratitud frente a El lo amamossy esta dependencia, sta gratitud y este amor son todos no relativos e incremen tables como las relaciones entre persona y persona, sino de naturalezaabsoluta. Asi recibe también el vivenciar tcrenal contenido supraterrenal, y es que asf debe ser. Pues si lo supraterrenal es captado en actos que toman posicién, enton= ces debe corresponder una absolutes. del contenido de estos actos aa absolutez de lo captado, Todo est son seas cr deracionestedricas. Pero lo que se esconde detrs es el nicleo mis valioso de nuestra vida, lo nico que nos puede soxtener 6 en las tempestades de la vida, Zarandeados para al y para aci hacia esperanzas y desengafios, temor y angustia y cexpectativa, amor y odio, agradecimiento y sed de vengan- 2a, angostados en los grados del mis y del menos de todas las relaciones sociales, aqui esté la regi6n de lo intangible y del apoyo eterno. Tntentemos penetrar algo mas profundamente en el mis- terio de cdmo el vivenciar terrenal, que como todo lo terre- nal debe moverse dentro de la serie gradual de perfeccién e imperfeccin, sin embargo puede legar a ser participe de lo ‘Absoluto, Ea tanto que en el vivenciar distinguimos entre al contenido y la manera como se hace vigente, constata- tos la absolutez del uno y la relativiad del segundo. Por utlizar una analogia tomada de las relaciones terrenales, podemos vivenciar s6lo minimamente Ia compasién con que reconocemos a una persona. Tal vex hay que distinguir énello dos casos: yo no tributo a una persona la compasién due le es debida; y yo le tributo esa compasién, pero ésta no se decide tras larga reflexi6n en el orden vivencial. Uno se pregunta si se toman en cuenta suficientemente estos hhechos mediante la distinci6n entre Ia compasi6n comple- tamente vivenciada y el saber sobre el estar exigida una compasién a la que, sin embargo, no se la toma en cuenta fen el orden vivencial. La «absolutes» pertenece acaso al contenido de lo vivenciado mismo y no su vivencia. Tal ‘ez ala absolutez le pertenece también algo en el vivenciar Alo que uno puede aproximarse quizi con las palabras ‘estar compleramente transido, estar completamente leno» y ottas por el estilo. ¥ de eso puede estar ahora carente, Es decir, acaso puede luego vivenciarse entrega, yo me siento entrogado. Incluso se vivencia entrega absoluta. Pero el modo y manera como es vivenciada no corresponden a la 6 caigencia que pone la absolutez. Es como cuando yo no sélo sé de una gran misera, sino que también la vivenci y, Por cierto, la vivencio como la gran miseria que de hecho «8, pero no la vivencfo de ls manera profundamente pene. trantee impregnante de todos los estratos de la conclencia aque cortesponde a su magnitud. Entonecs el peso de la vivencia no corresponde, si nos es dado deciso ash al peso del contenido de la vivencia. ¥ en el terreno de lo relative ambien puede sx invera I lain en instante eusep- tbles me desborda Ia alegria por un pequefo aconteci- tmiento, sin perder el carécter de su insignificancia sega su contenido, en una medida en modo alguno ajustada a esta insignificanca, lata qué punto es posible para el hombre tun peso absoluto de la vivencia aparece sujeto a duda, Nosotros nos recogemos en la oracién pars, por impedi- meno decode Ins imprasones externas y aprile confer a las vivencias de Ia enteega a Dios la graveda stroke dla camsn Pre sbeme ener Cae insstisfactoria medida resulta esto au en los momentos del smisfntimo recogimiento. Y tl ver so al atco mismo lees posible vivenciar el «higase wy voluntad> en la hondure Ukima, Mas si, de esta manera, tampoco es posible para nosotros tn absoluto peso del vivenciay, la absolutez de la ‘ienca peomanee para nose acu aon vven ciat y constituye para nosotros el puente huca el reino de ig Absoluto mismo, Ea tanto que ene venir se amune cia un Absolut, puede conducienos hacia lo Absolto a que se refiere; junto a ello est luego el otro caso de que lo Absoluto que tenemos presente exige el contenido absolu- to de la vivencias que lo hacen vigente, Pero siempre vale aque objeto absoluto y contenido absoluto de la vivencia estin ordenados uno al otco de manera necesaia. a $2 Bstructura de la vivencia Podria preguntarse si en nuestra vivencia, que con toda certeza incluye un conocimiento, hay conocimiento a priosi 0 de cardcter empirico. O si aqui esti presente un eonoci- miento de un tercera case 0 tal vex de una case completa- mente propia. Siadmitimos estados de cosas aprdricos como ties, rspeto. de los cules ext exigida Ta predicscign mediante el sujeto y seyin su esencia, y que por tanto son conocidos a través suyo de manera que nos sumimos en la ‘esencia del sujto, entonces no hay un conocimiento apristi- ‘co, Pero, por otra parte, ampoco uno empirico, pues no se tratade un hecho que cambia foreita y temporalmente. Aqui hay que separar dos distinciones diferentes que se entreeru- Separamos conocimientos explicitos ¢ inmanentes a la ivencia, Ax, el gozar de una obra de arte no es un conoci- Imiento, pero constituye el fundamento para el conocimiento de que una imagen es bonita y lo libera desde sf, En efecto, aqui podria preguntarse: gno tiene el conocimiento «es boni- tar su propia base intuitiva? Otra cosa acaso es juzgat una ppercepcién en relacién con un conocimiento de la realidad, tn la medida en que éste, para su confirmacién, debe retro traerse tna y otra vez ala percepeién, En todo caso, también cn la percepeién hay todavia un tomar-por-real, si bien. no conocimiento propiamente. Muy al contrario, en el sentirse jo en Dios hay tomamiento de realidad. Dicho ligica- mente, te serfa el presupuesto para ello, Pero nadie sacar la conclisia légica, Mas bien, ella esti contenida de manera inmanente en el sentido mismo de la vivencia. Dos cosas ddebemos separar en esto: por una parte el conocimiento del 8 estar cobijado, y luego, el conocimiento del existir de Dios; es decir; un conocimiento inmediato y otro mediato inmanente. En las vivencias de gratitud y amor babita slo un conoci imiento mediato; como tomas de posicidn ellas son, en cierto sentido, vivencias derivadas’ ‘Yo vivencio mi absoluta dependencia de Dios. En la medi da en que yo mismo estoy implicado en esta relacién viven~ cada, el estado de cosas no esté ante mi, sino que yo mismo ime vivencio en esta relacidn que entonces no puede navural- mente estarme dada de manera objetual, De esta manera, tampoco etando percibo un objeto es param objet Is relacion correspondiente entre percepcién y objeto. Eneonces advien en seguida tna diferencia: en la pereepein ‘rece en mi, por reflexién sobre ella, el conocimiento «yo percibo», En la vivencia de dependencia me hallo dependien- fe sin que fuera necesara una reflexiOn que pudiera conducir siquiera al conocimiento de que me siento dependiente. 53 Consideraciones esépticas (Quien ha sido partcipe de una vivencia tal puede ser alza~ do por encima de todas las necesidades y dudas de Ia vida, puede experimentar en sf una inversin y transformaci6n que ‘no es comparable con ningin otro acontecimiento de su vida, puede haber obtenido una direoci6n firme que desde ahors 7 Despds de go lt cbjetanee eft han do dua, considera luego yx Sepa de que a bles ott ning posit FESSEaEN acne lngmuodabbranedoneningd en torn 2a» ‘pcg La mam el edo 0 wee se ro rt ene ate ie ag me ee puede una tal vivencia subjetiva pretender validez para el sling tn gut tds Fe None on el real cere os ghte pomeie ae nape dee pon cape Ta depenenca able clip solic, oer um schoo. 50 — APENDICE, El ajo 1921, la editorial Max Niemeyer, de Halle, publi- <6 enn volumen la obra de Adolf Reinach (Gesammelte Schriften), ita edicdn babia sido un empeto especial de Ecdith Stein y de Hedwig Conrad-Martins, Fue esta sltima (quien redactd la introducciin, inchyyendo en la pagina SAI ds presnis notes de Reina ge peter ‘il legado péztumo. Como quiera que ambas nota, de con- tendo ratoligico noe encuentran en ninguna de ls copiasexstentes de las eAnotaciones», ni siguiera en las dos {que pose el matrimonio Conrad-Martss, no bay modo de compulsar su autenticided. En interés de esta edicién, sin embargo, repradueimos en castellano su contenido 9 de mayo de 1916 eridente que a Cristo no le podemos aribuirningiin scardetem cuaidades en general ni buenas ni malas. Quiz Cristo nos deja percibir atos de amor, de bondad, de miseri- cordis, pero sghifcara humanizarlo si se lo quisiera llamar bondadoso 0 compasivo. Tener cualidades es cosa del hom- bre, mas no de Dios, Porque Cristo carece totalmente de lo aque se denomina erasgos personales» es también tan dif, 3

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