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MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y AMPARO

DERECHOS FUNDAMENTALES

LA REFORMA AL ARTÍCULO 1º. CONSTITUCIONAL

INTRODUCCIÓN

El 1917 se promulgaba la Constitución que actualmente nos rige. En esa época


fue reconocida como la primera que incorporaba derechos sociales (agrarios y
laborales); pero después de esa época innovadora nos encargamos, no obstante a
las más de 500 reformas constitucionales, de mantener un letargo conceptual en
materia de derechos humanos, la Constitución mexicana permaneció apartada del
pensamiento que al respecto se sostuvo en el resto del mundo a raíz de la
Segunda Guerra Mundial. Fue hasta mucho después, en el año 2011, cuando, en
gran medida, por la sentencia que la Corte Interamericana de Derechos Humanos
emitió contra el Estado mexicano por el caso Radilla Pacheco, en que se concretó
un cambio en el orden jurídico nacional en materia de derechos humanos.

De la mencionada condena se desprende una llamada de atención muy


importante a nuestro país respecto al modo de concebir los derechos humanos;
evidenció que para las autoridades mexicanas era más importante el legalismo
que la búsqueda de la justicia; la incapacidad de investigación y resolución de
delitos relacionados con la violación de tales derechos; que no obstante que
México estaba adherido a múltiples tratados internacionales en materia de
derechos fundamentales no era capaz de garantizar la protección de éstos en su
territorio nacional.

Así pues, la citada reforma modificó la denominación del Capítulo I, Título Primero
y los artículos 1o; 3o; 11; 15; 18; 29; 33; 89; 97; 102, apartado B; y 105, fracción II,
inciso g. En este trabajo únicamente nos abocaremos a reflexionar sobre el nuevo
texto del artículo 1o.

Quisiéramos partir de la nueva denominación del Capítulo I, Título Primero: “De


los Derechos Humanos y sus Garantías”, pues ya desde este primer momento el
legislador muestra el sentido de la reforma, que no es simplemente utilizar
términos internacionales, sino transformar la concepción que en el orden jurídico
nacional se tenía sobre los derechos humanos, los que ahora deberán ser el eje
sobre el cual se desarrolle la aplicación del derecho.

Y en esa tesitura nos encontramos con la nueva redacción del primer párrafo del
artículo 1o., que a la letra dispone: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las
personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y
en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como
de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni
suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución
establece”. La perspectiva cambió, pasamos de que el Estado “otorgara”
garantías, a que reconociera los derechos que le son inherentes a cualquier

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persona. Más aún, se establece que los derechos humanos no serán únicamente
los reconocidos en nuestra Carta Magna, sino también en los tratados
internacionales, dándonos un espectro muy amplio, pues debemos considerar que
no se restringe que los mencionados tratados versen sobre derechos humanos,
sino que simplemente los contengan.

Por lo que hace a la suspensión y restricción de derechos, debemos remitirnos al


artículo 29 de la Constitución, mismo que también fue modificado, en el que se
establecen de manera muy puntual los requisitos que el titular del Poder Ejecutivo
deberá cumplir para declarar los citados supuestos y además faculta a la Suprema
Corte de Justicia de la Nación para revisar la constitucionalidad y validez de los
decretos expedidos por el Ejecutivo durante dicho periodo. En esta reforma
podemos observar que el legislador quiso proteger los derechos humanos de los
ciudadanos, para evitar violaciones a éstos so pretexto de un estado de
emergencia nacional o local.

Ahora bien, con la adición del segundo párrafo del artículo 1o. se establece la
interpretación conforme a la Constitución y a los tratados internacionales y la
aplicación del principio pro persona respecto a las normas en materia de derechos
humanos; con lo que se establecen los criterios que habrán de regir la
interpretación y por ende la aplicación de las normas, que buscarán proteger de la
manera más amplia los derechos humanos del gobernado.

Al respecto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió en el expediente


Varios 912/2010, que los todos los juzgadores, están obligados a preferir los
derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados
internacionales, por sobre cualquier disposición contraria que se encuentre
contenida en una norma de menor jerarquía; ya sea aplicando la norma que
provea la protección más amplia; interpretando la norma de tal manera que sea
acorde a los derechos humanos reconocidos en la Constitución y los tratados
internacionales; e inclusive dejando de aplicarla. Lo anterior, traerá consigo varias
consecuencias, en primer lugar que el legislador se ocupe de que las normas que
emita sean acordes a la Constitución y a los tratados internacionales, pues de lo
contrario podrán perder su validez; que no importe la instancia que conozca de
una controversia de intereses, siempre el juzgador deberá velar por la protección
de los derechos humanos de los ciudadanos, lo que lo obliga a ser un perito en el
manejo de los derechos fundamentales.

El tercer párrafo del artículo 1o. constitucional, compromete de manera muy


importante a todas las autoridades de nuestro país, pues en el ámbito de sus
competencias las obliga a ser promotoras de los derechos humanos; a que en su
actuar sean capaces de respetarlos y no sólo ello, protegerlos y garantizarlos, bajo
los principios de universalidad (los derechos humanos son vigentes en cualquier
lugar y para cualquier persona pues le son inherentes); interdependencia (la
afectación de uno de ellos puede traer como consecuencia la afectación de otros);

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indivisibilidad (no pueden ser divididos); y progresividad (no se pueden reducir,


sino por el contrario son susceptibles únicamente de ser ampliados).

Pero la reforma no se conformó con lo anterior, sino que además dispuso que el
Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los
derechos humanos, en los términos que establezca la ley. Definitivamente esta
parte de la reforma debe traducirse en que en México sean cada vez menos las
violaciones a los derechos humanos que queden impunes, lo que sin duda
provocará que el ciudadano confíe en las Instituciones, pues se estará
combatiendo con ello la corrupción, el temor a las represalias, las denuncias que
no generan alguna consecuencia positiva para la víctima o el ofendido.

En el penúltimo párrafo se establece la prohibición de la esclavitud y en el último


se establece que queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o
nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las
condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el
estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por
objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

CONCLUSIONES

De lo comentado anteriormente, podemos observar que el nuevo artículo 1o.


constitucional párrafo por párrafo va entretejiendo un nuevo rostro para nuestro
país, uno que se actualiza; uno que ya no otorga garantías, sino que reconoce
derechos; uno que obliga a todas sus autoridades a promover, respetar, proteger y
garantizar los derechos humanos contenidos en la Constitución y en los tratados
internacionales; que esboza un camino con dirección de justicia y bienestar social.

Para ello es indispensable crear en la sociedad una cultura de respeto a los


derechos humanos, la población debe conocerlos y sentirse responsable también
de su protección; es en el seno social donde se gestan las ideologías, los
principios, los valores; la sociedad es la primera responsable de reconocer la
dignidad en el otro. No obstante lo anterior, nuestras autoridades tienen un papel
de suma importancia en concretar en el día a día el contenido de la citada norma,
sus actos deben ser un reflejo de lo que nuestra Constitución consagra.

Paradójicamente, México hoy tiene la oportunidad de demostrar, si en efecto las


reformas hechas en materia de derechos humanos, son algo más que buenas
intenciones. Los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa son vistos con particular atención
por la comunidad internacional, por la población mexicana, y todos nos
cuestionamos si éstos volverán a ser aquéllos en los que jamás se encuentran
respuestas, donde los verdaderos responsables nunca son determinados. ¿Serán
acaso, otra vez, las instancias internacionales las que alleguen la justicia a las
víctimas o a sus familiares?

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Es el momento de que el principio de justicia pronta y expedita se haga presente;


de acabar con la costumbre de realizar investigaciones tendenciosas, de ocultar
evidencias o eliminarlas; de mandar a reserva por falta de elementos
averiguaciones previas en las que se acredita el cuerpo del delito y la probable
responsabilidad penal; es momento de acabar con la impunidad y demostrar que
en este país se pueden proteger y garantizar los derechos humanos. Simplemente
es intrascendente cambiar las normas, si con ello no se puede transformar la
realidad.

FUENTES DE INFORMACIÓN

Decreto por el que se modifica la denominación del Capítulo I del Título Primero y
reforma diversos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. Diario Oficial de la Federación, Primera Sección, 10 de junio de 2011.

FIX-ZAMUDIO, Héctor. “Las reformas constitucionales mexicanas de junio de


2011 y sus efectos en el sistema interamericano de derechos humanos”, Biblioteca
Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/7/3065/18.pdf.

SILVA MEZA, Juan Nepomuceno. “El impacto de la reforma constitucional en


materia de derechos humanos en la labor jurisdiccional en México”, Biblioteca
Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2012/pr/pr10.pdf.

Karla Margarita Barba Ruiz Esparza.

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