You are on page 1of 2

ANDABA CON EL DIOS VERDADERO

NOÉ se toma un respiro del trabajo. Sentado en una ancha viga de madera, endereza la
espalda y estira sus adoloridos músculos mientras contempla la inmensa estructura de lo que
será el arca. Hay un fuerte olor a alquitrán en el aire, y el sonido de las herramientas resuena
por doquier. Desde donde está, Noé ve a su familia trabajando arduamente en el enorme
armazón de madera. Sus hijos, sus nueras y su amada esposa llevan décadas colaborando con
él en esa construcción. Ya han avanzado bastante, pero aún les queda mucho por hacer.

La gente dice que están locos. Cuanto más terminada se ve el arca, más se ríen de que vaya a
venir un diluvio que inunde la Tierra entera, como les está advirtiendo Noé. La sola idea de que
pueda ocurrir una catástrofe de tales dimensiones les parece absurda, un auténtico disparate.
No entienden cómo puede alguien desperdiciar su vida —y la de su familia— en una tarea tan
ridícula. Pero Jehová, el Dios de Noé, ve a este siervo suyo de manera muy diferente.

Noé se crió en un mundo que iba rápidamente de mal en peor. Ya estaba mal en la época de su
bisabuelo Enoc, otro hombre justo que anduvo con Dios y que anunció un día de juicio contra
toda la gente malvada. Pero en los tiempos de Noé, la maldad había llegado a límites
impensables. De hecho, la violencia era tanta que, a los ojos de Jehová, la Tierra estaba
arruinada (Gén. 5:22; 6:11; Jud. 14, 15). ¿Por qué habían empeorado hasta ese grado las
cosas?

Por algo terrible que había ocurrido entre los ángeles. Uno de ellos se había rebelado contra
Jehová, calumniándolo y llevando a Adán y Eva al pecado, con lo que se había convertido en
Satanás, el Diablo. En los días de Noé, otros ángeles se unieron a esa rebelión contra la justa
autoridad de Jehová. Abandonaron el puesto que Dios les había dado en el cielo, vinieron a la
Tierra en forma de hombres y se casaron con hermosas mujeres. Aquellos ángeles rebeldes,
orgullosos y egoístas ejercían una influencia sumamente dañina sobre los seres humanos¡Qué
difícil debía ser sacar adelante una familia en un mundo tan espantoso! Pero Noé lo logró.
Afortunadamente, encontró una buena esposa y, después de cumplir los 500 años, llegó a ser
padre de tres hijos: Sem, Cam y Jafet. A Como buenos padres, se esforzaron por protegerlos de
las malas influencias que los rodeaban. Los nefilim tenían características que, por norma
general, los niños admiran: eran hombres “poderosos” y “de fama”. Noé y su esposa no podían
evitar que sus hijos se enteraran de las barbaridades que cometían aquellos gigantes, pero sí
podían hablarles sobre la atrayente personalidad de Dios, quien odia todo tipo de maldad.
Tenían que ayudarles a comprender que a Jehová le dolía ver la violencia y la rebelión que
plagaban el planeta

Llegó el día en que la vida de Noé cambió para siempre. Jehová habló con su fiel siervo para
decirle que había decidido poner fin al mundo de aquel tiempo, y le dio el siguiente mandato:
“Haz para ti un arca de madera de árbol resinoso” (Gén. 6:14).

El arca no era un barco, como algunos se imaginan, con superficies curvas. No poseía ni proa
ni popa, ni tampoco quilla ni timón. Básicamente tenía la forma de una enorme caja. Primero,
Jehová le dio a Noé las dimensiones exactas y algunos detalles sobre su diseño, y le indicó que
la recubriera por dentro y por fuera con alquitrán. Entonces le dijo: “Voy a traer el diluvio de
aguas sobre la tierra [...]. Todo lo que está en la tierra expirará”. Sin embargo, hizo un pacto
con Noé para que él y su familia sobrevivieran. Le ordenó: “Tienes que entrar en el arca, tú y
tus hijos y tu esposa y las esposas de tus hijos contigo”. Como parte de ese acuerdo, Noé debía
introducir en el arca ejemplares de toda clase de animales. Solo se salvarían los que estuvieran
dentro

Noé se enfrentaba a una tarea colosal. El arca iba a ser enorme: mediría unos 133 metros (437
pies) de largo, 22 metros (73 pies) de ancho y 13 metros (44 pies) de alto. Su tamaño superaría
por mucho el de los mayores buques de madera construidos en tiempos modernos. ¡Sería
incluso más larga que un campo de fútbol! ¿Rechazó Noé esta comisión? ¿Se quejó de las
dificultades que presentaba? ¿O cambió algunos detalles para facilitar el trabajo? La Biblia
responde: “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo
precisamente así” (Gén. 6:22).

La construcción le tomó varias décadas, puede que unos cuarenta o cincuenta años. Había que
talar árboles, cargar los troncos, cortarlos, darles forma y unir las piezas. El arca contaría con
tres plantas —o cubiertas—, diversos compartimentos y una puerta en uno de los lados. Por lo
visto, también tendría ventanas a lo largo de la parte superior y un techo elevado por el centro
con una ligera pendiente hacia los lados para que el agua escurriera (Gén. 6:14-16).

¿Qué labor debió ser aún más difícil para Noé que construir el arca, y cómo respondió la gente
a esa labor?

Con el paso de los años, el arca fue tomando forma. ¡Qué contento estaba Noé de contar con
el apoyo de su familia! Pero había otra labor relacionada con su comisión que debió ser aún
más difícil. La Biblia nos dice que Noé fue “predicador de justicia” (lea 2 Pedro 2:5). Eso
significa que se armó de valor para avisar a aquella sociedad malvada de la destrucción que
vendría. ¿Cómo respondió la gente? Jesucristo dijo que “no hicieron caso”, que estaban tan
ocupados con los asuntos de la vida diaria —comer, beber y casarse— que no prestaron
atención a Noé (Mat. 24:37-39). Seguro que muchos se burlaron de él y su familia, y puede que
hasta lo amenazaran, llegaran a atacarlo con violencia, o incluso trataran de detener la
construcción.

Con el tiempo, la construcción del arca llegó a su etapa final. Unos pocos años antes de cumplir
los 600, Noé sufrió la pérdida de su padre, Lamec. Cinco años después murió también su
abuelo Matusalén, el hombre con más edad que menciona la Biblia: ¡llegó a los 969 años!
(Gén. 5:27.) Tanto la vida de Matusalén como la de su hijo Lamec coincidieron en parte con la
del primer hombre, Adán.

Jehová le dijo a Noé que en una semana vendría el Diluvio. Debieron ser unos días muy
ajetreados. Imagínese el trabajo de colocar en su lugar a los animales, terminar de organizar el
abastecimiento de comida y subir a bordo las pertenencias de la familia. De seguro, la esposa
de Noé y sus tres nueras se habrán esforzado por preparar el interior del arca para que
resultara cómoda y habitable

You might also like