Professional Documents
Culture Documents
U1 DonsbachTraugott Introducción (Traducción)
U1 DonsbachTraugott Introducción (Traducción)
1
siglos en filosofía, política, literatura y Ciencias Sociales es un fuerte indicador que éste
describe un fenómeno real e importante que ningún otro concepto puede describir ni
representar. Sin reclamar que en el campo de la investigación de la opinión pública
podríamos o deberíamos esforzarnos en un uso común del término, nos contentamos
con al menos poder reflexionar sobre estas variaciones en la terminología.
Esto es simplemente una demostración de cuán central es, su alta legitimidad y su rol
clave en las Ciencias Sociales.
2
centralidad en la formulación/aplicación de las normas y reglas dentro de las
sociedades. Por otra parte, los/as académicos/as de la comunicación social se encargan
de estudiar la influencia de los medios de comunicación masivos sobre la opinión
pública. Utilizan este último término para referirse a: las opiniones individuales que
estaban en manos de la gente, a las percepciones de ésta sobre las opiniones dominantes
o lo que piensa la ―mayoría‖ y también como un concepto dinámico que explicará el
porqué esa determinada opinión muta y da paso a una nueva opinión pública. En este
último contexto, los medios de comunicación masivos son vistos como una de las
fuentes que nutre nuestra percepción sobre que es lo que los/as ciudadanos/as piensan.
De manera similar, los/as economistas encontraron que la opinión pública es un factor
importante para predecir el desarrollo económico de un país. Obviamente las técnicas de
investigación de la opinión pública, especialmente las encuestas, se han vuelto
herramientas muy útiles para muchas disciplinas, no solo para las Ciencias Sociales,
donde en estas últimas ellas se volvieron el método más importante y más
frecuentemente utilizado para investigar.
3
dominante que adopta la sociedad, viéndose afectada la disposición a hablar o emitir
algún comentario que contradiga a aquella en situaciones públicas. Estos son los
elementos esenciales sobre los cuales descansa la teoría de la espiral de silencio de
Elisabeth Noelle-Neumann (1993). Considerando todo, algunos/as académicos/as
pueden lamentar la falta de una definición clara y un uso común del término ―opinión
pública‖. Por otra parte, no negaremos que es un concepto de gran relevancia y muy
utilizado que se mantiene con una vitalidad asombrosa. En la mayoría de las disciplinas,
el concepto de opinión pública se relaciona con cuestiones claves del campo respectivo,
con normas generales, o con ambas —como en el caso, por ejemplo, de la teoría
democrática—. Sin embargo, al utilizar dicho concepto muchos/as investigadores/as o
académicos/as pueden abordar distintos temas utilizando la misma palabra: opinión
pública. En estos casos tiene lugar el ―estiramiento conceptual‖ del que tantos cientistas
se lamentan.
4
prensa o bares, o con los líderes de los partidos políticos y los estrategas —como sí lo
hacían en las décadas de 1930 y 1940 (Herbst, 1990)—.
Por lo tanto, las investigaciones en la opinión pública, además de ser una actividad
de investigación de las ciencias sociales, se han convertido en el centro de atención de
los discursos y debates públicos. Existe una discusión en términos legales sobre si es
apropiada la decisión de prohibir la publicación de los datos arrojados en los sondeos
antes de una elección, así como un discurso sustentado por la teoría democrática que
habilita la puesta en duda de la calidad y la naturaleza de lo que las encuestas miden y
su posterior influencia en los regímenes democráticos. Muchos autores cuestionan la
vinculación de los datos derivados a partir de una muestra representativa de la población
con un equivalente empírico de lo que los teóricos de la democracia tenían en sus
mentes cuando describían los puntos esenciales de las democracias. Este discurso a
menudo está acompañado por la pregunta sobre cuánto hay de ―racionalidad‖ en las
opiniones que son arrojadas por aquellos/as que son encuestados/as. Otro hilo de
discusión nos permite mostrar cuán profunda es la relación existente entre las
investigaciones de la opinión publica y la teoría democrática: ¿Debemos y podemos
asumir que los/as ciudadanos/as tienen que estar protegidos/as por la posible influencia
de los datos publicados de los sondeos, como algunos/as críticos/as sostienen, o
simplemente debemos comenzar desde los supuestos que: (a) los datos arrojados por las
encuestas son datos objetivos basados en las opiniones de las personas encuestadas y (b)
que los/as ciudadanos/as son lo suficientemente maduros/as para hacer con ellos el
mejor uso y aprovecharlos al máximo?
Esta pregunta sobre el ―mejor uso‖ está relacionada, también, para los políticos/as.
En la literatura, podemos encontrar una escala casi lineal de usos benévolos de las
encuestas, que van desde una representación de los puntos de vista que los gobiernos
deben seguir en nombre de la voluntad del pueblo hasta un concepto elitista donde esta
voluntad es vista como un resultado de la manipulación alcanzada con la ayuda de estas
encuestas. Para Lijphart (1984, p. 2), ―un gobierno democrático ideal sería aquel cuyas
acciones estuvieran siempre en concordancia con las preferencias de todos/as sus
ciudadanos/as‖ y para Sudman (1982, p. 302), ―ningún/a funcionario/a electo/a puede
gobernar sabiamente sin saber qué es lo que el pueblo piensa sobre las cuestiones más
relevantes‖. Habermas, por el contrario, sostiene que las encuestas de opinión son solo
una herramienta que utilizan los gobernantes para manipular al denominado pueblo
mediante la fabricación de sus decisiones políticas. Sin embargo, cuando respondemos a
la pregunta sobre el grado de respuesta o el nivel de independencia que los gobiernos
deberían practicar en pos de la voluntad de sus gobernados, no caben dudas que la
existencia de las encuestas de opinión ha incrementado la posibilidad que los actores
políticos se vuelvan más populistas (esto es, más complacientes con las demandas del
pueblo) y menos apegados a los principios y las reglas.
5
combinado con las bajas tasas de respuesta de los encuestados, ha hecho dificultosa la
tarea de los encuestadores en el acceso a la opinión pública, especialmente en áreas
como preferencias políticas de una manera confiable y válida. Casi todas las
democracias modernas han sido testigos de su Waterloo, involucrando encuestadores en
los últimos años. Además, en casi todas las elecciones en cualquier parte del mundo,
hay al menos un político/a que responsabiliza y culpa a la publicación de los resultados
de las encuestas un día antes de la fecha de los comicios argumentando que estas
influyen en la opinión de las personas, y por lo tanto en su derrota.
Por todas estas razones y desde estas diversas perspectivas, este Manual de
Investigación de la Opinión Pública aborda estas críticas sobre las investigaciones en la
opinión pública y sus posibles consecuencias.
6
conocimiento, opinión y actitudes—; en la segunda sección se presentan diferentes
teorías que explican como fue evolucionando y como las sociedades acompañaron esa
evolución. Entre estas se encuentran el efecto tercera persona, la agenda-setting y la
teoría de la espiral del silencio. Un capítulo especial en esta sección está dedicado al
papel de los medios de comunicación como moldeadores de la opinión pública.
REFERENCIAS
Childs, H.L. (1965). Public opinion—Nature, formation and role. Princeton: D. Van
Nostrand.
7
Landis, P.H. (1956). Social control. Chicago: Lippincott. Lijphart, A. (1984).
Democracies: Patterns of majoritarian and consensus government in twenty-one
countries. New Haven, London: Yale University Press.
Lippmann, W. (1922). Public opinion. New York: Harcourt, Brace & Comp.
Ross, E. A. (1901). Social control. A survey of the foundations of order. New York:
Macmillan Company.
Sudman, S. (1982). The presidents and the polls. Public Opinion Quarterly, 46, 301–
310.
Tourangeau, R., Rips, L. J., & Rasinski, K. (2000). The psychology of survey response.
Cambridge: University Press.