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TRABAJA CON EL TEXTO

Entonces uno de los guardias lanzó un grito de batalla, probablemente más para infundirse ánimos a
sí mismo que porque esperase amedrentar a su rival, y se arrojó contra Kelan con la daga en alto. Él
lo vio venir. En esta ocasión activó su poder voluntariamente y se quedó sorprendido de lo sencillo
que le resultó, como si estuviese remando a favor de la corriente. El guardia lo atravesó sin causarle
el menor daño y chocó contra el muro, incapaz de corregir el impulso de su movimiento. Kelan
recuperó su corporeidad y le arrebató el arma sin dificultad. Después se volvió de nuevo hacia el
capataz. Fue apenas consciente de que el resto de los guardias retrocedían, asustados. Pero sí oyó el
grito de uno de los esclavos, coreado de inmediato por los demás: —¡Kel es libre! —¡Kel! ¡Kel! ¡Kel!
¡Kel es libre! Kelan detectó el momento exacto en el que el capataz Drisevali comprendió que la
situación se le había ido de las manos. Lo vio palidecer, abrir mucho los ojos y dar un paso atrás,
buscando la protección de los guardias. Pero era demasiado tarde. Cuando el primer esclavo atacó al
guardia más cercano y logró arrebatarle el arma, aprovechándose de su desconcierto, Drisevali supo
que todo estaba perdido. De inmediato, los otros esclavos se unieron a la lucha contra los guardias y
se desató una violenta escaramuza en la que estos últimos, superados en número y sin el apoyo del
zaldrim, no tenían ninguna posibilidad de vencer. Kelan observó al capataz mientras huía en medio
de la confusión y valoró brevemente la posibilidad de perseguirlo. Después miró a su alrededor.
Comprendió que los esclavos esperaban que los ayudase en su rebelión espontánea, pero él no
había querido iniciar nada de todo aquello. Tras echar un último vistazo al cuerpo de Ran, aún
tendido en el suelo, se evaporó como si estuviese hecho de niebla, atravesó el muro... y desapareció.
Tras él dejaba una batalla que pronto se extendería al resto del recinto, pero no tenía la menor
intención de quedarse para ver el final. Sus sentidos se habían agudizado, su cuerpo era más ágil,
más rápido, más fuerte. Pero en su memoria todavía resonaba la última palabra pronunciada por
Ran: «Dif...»

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