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Introducción

A parte de la fórmula inicial de saludo, la epístola de Santiago no presenta


ninguna de las características de una verdadera carta. Más bien sigue las líneas propias
del género de la epístola didáctica, destinada a desarrollar enseñanzas para una
audiencia amplia. Se presenta como un escrito de exhortación enviado a cristianos que
provienen de las doce tribus de Israel. La fórmula es demasiado general para indicar el
contexto preciso de los destinatarios, más allá de aclarar que están dispersos por el
mundo. Faltan indicaciones concretas sobre sus problemas particulares, a parte de una
tensión entre ricos y pobres.
El autor se presenta, en el saludo, como “Santiago, servidor de Dios y del Señor
Jesús Cristo”, pero no como apóstol., Se ha pensado durante mucho tiempo que era
Santiago, hijo de Alfeo, identificado como “hermano del Señor”, responsable de la
comunidad cristiana de Jerusalén. Pero más allá de la insistencia sobre la importancia
de la Ley, presentada como una ley de libertad (1,25; 2,12), no se encuentra en la
epístola ningún otro dato típico del judeocristianismo, como el shabat, el templo, el
respeto a las leyes de pureza, asuntos a los que el hermano del Señor les prestaba mucha
atención (Hech 15,20; 21,20-25).
El vocabulario, con frecuencia rebuscado, el uso de las partículas, la fluidez del
estilo… representan la pertenencia del autor a la cultura helenística. Conocía los
procedimientos de enseñanza de su tiempo, especialmente la utilización de diálogos
ficticios (diatribas), la importancia de ejemplos (Abraham, Rahab, Job, Elías). Por el
contrario, los pasajes donde las frases aisladas se ven vinculadas mediante palabras
gancho revelan un modo de expresión semítico. El autor era un maestro que conocía
por propia experiencia los peligros del orgullo y de las polémicas estériles. Es en el
judaísmo helenístico donde es necesario buscar el trasfondo de la carta de Santiago.

Composición
Como en la predicación, el autor se dirige a su auditorio (hermanos) con
frecuencia para marcar el inicio de un nuevo desarrollo (1,16.19; 2,1.5.15; 3,1; 4,11;
5,7.12.19). La variedad de los temas tratados, la relativa autonomía de cada uno de los
pequeños párrafos, hace difícil establecer un verdadero plan. Teniendo en cuenta las
palabras clave, podemos proponer la siguiente disposición:
Saludo inicial: 1,1
Soportar las pruebas 1,2-18
El rol providencial de la prueba 1,2-11
Dios no tienta a nadie 1,12-18
Poner en práctica la palabra de Dios que se escucha 1,19-27
La verdadera religión: exigencias de la fe 2,1-13
La fe y las obras 2,14-26
Grandeza y límites de la palabra humana 3,1-12
La verdadera y falsa sabiduría 3,13-18

1
Lo que impide la vida comunitaria 4,1-12

Una doble herencia doctrinal


La tradición de los sabios
Santiago se vincula a la tradición de los sabios del Antiguo Testamento,
especialmente al libro de los Proverbios y a la Sabiduría de Salomón. Más allá de las
citas de Prov 3,34 en Sant 4,6 y de Prov 10,12 en Sant 5,20, se trata más bien de una
influencia difusa.
Sant 1,2-4 Alegría en la prueba Si 2,1-6
1,3-4; 2,6-7 El impío prueba al justo Sap 1,16—2,20
1,12 Prueba y corona de la vida Sap 3,5; 5,16
1,19 Ser lento para hablar Qo 5,1; 7,9; Si 5,11
1,27 Padre de huérfanos Si 4,10
3,5-10 Peligros de la lengua Prov 11,13; Si 5,9.14; 6,1;
23,13-27 etc
4,13 Ignorancia del futuro Prov 27,1
4,14 La vida breve como un Sap 2,1.4
breve vapor
5,11 La paciencia de Job puesta Job 1—2
como ejemplo

La influencia de ela predicación profética no está menos viva en el vigor de las


invectivas contra los ricos. Cercano a Amós, Santiago está lejos de la medida de los
sabios, que edican a los jóvenes llamados a tener un rol en la sociedad. Como los
“Testamentos de los Doce Patriarcas”, escrito intertestamentario cercano a la tradición
sapiencial, Santiago condena a los dubitativos de corazón dividido (1,8; 4,8) e invita a
la fidelidad sin división.
Es portavoz de los “pobres del Señor” (anawim) que esperan una pronta
intervención de Dios contra los orgullosos que están lo más alto. De ahí la importancia
dada al tema profético del juicio como inversión de todos los valores humanos (así,
4,9; 5,1-2.9).

La enseñanza de Jesús
La enseñanza de Jesús según la tradición de Mateo forma la base principal de
las exhortaciones de Santiago. No se trata de citas directas, sino de un parecido tal que
se debe pensar que Santiago disponía de una colección de las palabras del Señor.

Si Santiago habla de la Ley, no es en el contexto de una estrechez legalista.


Siguiendo a Jesús, la recentra sobre el mandamiento del amor al prójimo (2,8; cf Mt
7,12 y 21,37-40=. Esta Ley está caracterizada como “ley de libertad” 1,25; 2,12. Está
inscrita en el corazón del creyente mediante la predicación de la palabra (1,21).

2
Los puntos clave
-Los pobres
Aparecen como heredderos del grupo de los anawim del que se habla tan
frecuentemente en el salterio. Son objeto de elección divina (2,5) y deben cultivar la
humildad y la dulzura (4,6). Frente a ellos, los ricos aparecen ante todo como deseosos
de hacer buenos negocios (4,13-17). Santiago critica vivamente el honor que les está
reservado en las celebraciones litúrgicas (2,1-4). No podemos decir si son judíos o
paganos, pero los ricos oprimen a los fieles (2,7; 5,6). Explotan sin vergüenza a sus
trabajadores 5,1-6. Hay en esta carta una base de reflexión para el cristianismo “social”
(1,27).

-La Ley y las obras


EL desarrollo de la reflexión acerca de la Ley y las Obras 2,14-26 ha hecho
creer que Santiago está en una línea de pensamiento opuesta a la de Pablo. De ahí viene
el desdén hacia la carta de Santiago de parte de lutero y de muchos portestantes. Un
estudio más atento de los textos relativiza el conflicto. Santiago está en contra de los
deformadores del pensamiento de Pablo, que exaltan la justificación por la fe
descuidando sus consecuencias en la vida práctica. Para combatir mejor estas tésis,
Santiago aisla la fe del amor, atreviéndose incluso a hablar de a fe de los demonios
(2,19): en estas condiciones, la fe está muerta. Esa no es la fe exaltada por Pablo. Es
aceptación del don gratuito de Dios, condición de la justificación, y se manifiesta en el
ejercicio de la caridad en todas sus dimensiones (Ga 5,6.13-15.22-23, etc)

-Cristo
Jesús es ante todo el Señor que ha dado los principios de la auténtica sabiduría
(1,5; 3,17). Si las alusiones a sus palabras son múltiples, ninguna está introducida, sin
embargo, por la fórmula “Jesús decía”. Curiosamente, ni la muerte ni la resurrección
de Jesús son mencionadas, Santiago espera el retorno parusía del Señor 5,7-8, y exhorta
a los fieles a no desanimarse en su esperanza. La vida cristiana no es posible más que
en un clima de oración. Numerosos son los desarrollos que le conciernen 1,5-7; 3,9;
5,13-18. Se retendrá la importancia dada a la unción de aceite para los enfermos.

Fecha y lugar
Faltan indicios para fijar la fecha y el lugar de esta carta. Las exhortaciones
morales que contiene son en gran medida intemporales. La ausencia de toda alusión al
templo de Jerusalén no basta para concluir que la carta ha sido escrita después del año
70. Pero la controversia contra las deformaciones de la teología de Pablo suponen un
cierto tiempo.

3
El interés de la carta de Santiago es que manifiesta la continuidad con las
corrientes sapienciales en las comunidades cristianas y el impacto de las instrucciones
de Jesús en la vida concreta de los fieles.

Los “santiagos” del Nuevo Testamento y de la tradición.


El nombre “Santiago” proviene de la unión del título “Santo” y el nombre castellano
antiguo “Yago”, que proviene del latín Jacobus, que a su vez proviene del
griego Ἰάκωβος, Ἰακώβ , forma griega del hebreo ‫“ י ֲַעק ֹב‬Jacob”.
Jacob es un nombre muy frecuente entre los judíos, por lo que no sorprende que
en el Nuevo Testamento aparezcan varios.
1.-Jacob, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, Figura en todas las listas de
apóstoles, con Simón Pedro y su hermano, participando en acontecimientos
excepcionales, como la resurrección de la hija de Jair Mc 5,37-40, la transfiguración
Mc 9,2, la agonía Mc 14,33. Con Juan, aspiraba a los mejores puestos en el Reino Mc
10,35. En razón de su carácter impetuoso, a los hermanos se les apodó Boanerges,
“Hijos del trueno” Lc 9,54. Este Jacob fue el primero de los apóstoles en sufrir el
martirio (año 44) por orden del rey Agripa I (Hech 12,8). La tradición le denomina
“Santiago el Mayor”. Desde el siglo VII su tumba es venerada en Compostela.
2.-Jacob, hijo de Alfeo, primero del tercer grupo en la lista de apóstoles Mt 10,3;
Mc 3,18; Lc 6,15; Hech 1,13. No tenemos más datos de él, salvo si se le identifica con
el siguiente, lo que es muy improbable.
3.-Jacob el hermano del Señor. Mencionado en Mt 13,55, en la lista de hermanos
de Jesús, recibe el sobrenombre de “Pequeño” en Mc 15,40, de donde deriva su
denominación tradicional como Santiago el Menor. No es parte del grupo de los Doce.
El grupo de “hermanos” en un principio tuvo cierta desconfianza respecto de Jesús (cf.
Mc 3,21.31; Jn 7,1-10). En cambio, en la lista de testigos oficiales de la Resurrección,
después de los Doce y de los 500 hermanos, Pablo menciona a Jacob, y después a los
demás apóstoles 1 Cor 15,7. Se está de acuerdo en ver en este Santiago al hermano del
Señor (Ga 1,19), jefe de la comunidad judeocristiana de Jerusalén (Hech 12,17; Ga
2,9). Fue partidario de mantener la Ley para los judíos convertidos (Hech 21,18-25),
pero en la asamblea de Jerusalén admitió que los paganos convertidos no fueran
obligados más que a un mínimo de exigencias rituales (Hech 15,13-21). Algunos de
sus partidarios demasiado celoso provocaron, por estos temas, un incidente en
Antioquía (Ga 2,12).
Un autor judeo cristiano del siglo II nos ha dejado un testimonio de la piedad de
“Jacob el justo”: “Este hombre fue santificado en el seno de su madre; no bebióni vino
ni bebida embriagante; no comió nada que hubiera estado vivo (era vegetariano); la
navaja no pasó por su cabeza; no se ungió con aceite y no tomaba baños… Entraba
sólo en el templo, y se arrodillaba, pidiendo perdón por el pueblo, con tanta frecuencia
que sus rodillas estaban endurecidas como las de un camello” (Citado por Eusebio de
Cesarea, HE, II, XXIII, 5-6).

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El relato de su martirio tiene también un tono legendario. Los judíos prohíben a
Santiago que haga que el pueblo se vuelva creyente en Cristo. Él proclama desde el
pináculo del Templo: “¿Por qué me interrogáis acerca del Hijo del Hombre? Está
sentado en el cielo a la derecha del poder, y vendrá sobre las nubes del cielo”. Muchos
se convencieron y glorificaron el testimonio de Santiago diciendo “Hosanna al Hijo de
David”. Santiago entonces fue lapidado y lo remataron con un bastonazo (HE II, XXIII,
13,18).

Prólogo 1,1-18
Saludo inicial: 1,1
-Inicia al modo habitual de las cartas de la época: Emisor, destinatario, saludo.
A diferencia de la mayoría de las cartas de Pablo que tienen un saludo ya rico de
contenido teológico, este inicio es conciso. Santiago se presenta como servidor de Dios
al modo tradicional. Añade: “y del Señor Jesús Cristo”. El servicio a Dios pasa por la
adhesión a Cristo
-Como en 1 Pe 1,1: los destinatarios pertenecen a las 12 tribus de la
Diáspora/dispersión. La vieja organización tribal de Israel es sólo un recuerdo. Pero la
restauración de las 12 tribus es parte de las esperanzas del porvenir. En 1 Pe los
verdaderos destinatarios son en su mayoría paganos convertidos. Aquí puede pensarse
en judíos convertidos, pero el tono general de la epístola manifiesta que Santiago
contempla una audiencia más larga.

Soportar las pruebas 1,2-18


-El tema de la prueba/tentación domina toda la primera parte, con insistencia
en la oración de petición: no se puede triunfar en las pruebas sin la ayuda de Dios, que
ha de pedirse en la oración.
-En el conjunto, hay dos secciones que comienzan, cada una, con el tema de la
alegría en la prueba: vv. 2 y 12.

El rol providencial de la prueba 1,2-11


La prueba y la perseverancia 1,2-4
-¿Cómo afrontar la fatiga, quebrantamiento, que engendra la duración de la
prueba? Santiago se esfuerza en responder a esto mediante varias reflexiones.
-Como Pedro, 1 P 1,6-8, evoca la necesidad de la prueba para verificar la
autenticidad de la fe. Es un tema común de las exhortaciones a la perseverancia (Si 2,1-
6; Rm 5,3-4)
-La formulación de Santiago presenta un giro específico con dos términos para
expresar la perfección de la conducta

5
-“Perfecto” (teleios), se vincula a la formulación de Mt 5,48: Sed
perfectos como vuestro padre celestial es perfecto. La perfección va unida a la
simplicidad de corazón, es decir, la fidelidad sin fisuras
-Holokleros, es un término que refuerza la idea: “íntegro, entero en
su perseverancia”.
Rezar para obtener la sabiduría 1,5-8
-La oración tiene un lugar importante en esta epístola.
-Lo primero es pedir la sabiduría, don de Dios por excelencia 1,17, cuya
naturaleza será presentada en 3,13-18. Hoy se diría que es necesario pedir a Dios su
gracia para poder resistir a la prueba.

-Nuestra confianza se apoya en la generosidad de Dios que da a todos sin


segundas intenciones (textualmente: simplemente), a condición de que nos dirijamos a
él con una verdadera confianza. Santiago remite así a varias exhortaciones de Cristo:
Pedid y obtendréis, Mt 7,7, “creyendo que ya habéis recibido” Mc 11,24. La
comparación con las olas del mar en furia ilustra la inconstancia del hombre “dividido”,
incapaz de hacer una elección y de mantenerse en ella. ¿Cómo podrá un hombre así ser
escuchado y satisfecho?
El pobre y el rico 1,9-11
-Riqueza y pobreza tienen un lugar importante en esta carta. El tema es aquí
brevemente introducido, sin vínculo evidente con el contexto. Ya el Magníficat
proclamaba el cambio de las situaciones. “Derribó a los poderosos de sus tronos y
ensalza a los humildes…” Lc 1,52-53.
Pablo, por su lado, subraya que la preferencia de Dios va hacia los pobres (1
Co 1,26-29).

-Para combatir la autosuficiencia de los ricos, Santiago se inspira en Is 40,6-7:


todo lo que tienen acabará tan rápidamente como la flor de los campos, mientras que
“la palabra de Dios permanece para siempre”.

Dios no tienta a nadie 1,12-18


-En el estilo de las bienaventuranzas de Mt 5, Santiago proclama la fortuna de
quien soporta la prueba. Es necesario mantenerse hasta el final. “Quien haya
perseverado hasta el fin, será salvado” (Mt 10,22; 24,13). A la corona que recibirán los
vencedores en los juegos del estadio, la Escritura opone la corona de la vida eterna
(como 1 Cor 9,25; Ap 2,10)

-Si Dios pone a prueba a los justos Gn 22,1; Dt 8,2, ¿no será por tanto culpable
de sus faltas eventuales?¿Diremos entonces que Dios nos tienta? Son preguntas
actuales en razón misma de la formulación de la sexta petición del Padre Nuestro: “No
nos introduzcas en la tentación” καὶ μὴ εἰσενέγκῃς ἡμᾶς εἰς πειρασμόν, (Mt 6,13).

6
Santiago aporta una clarificación precisa en el empleo de los términos Ya el judaísmo
había visto el problema. Según 2 Sam 24,11, es el Señor mismo quien ha incitado a
David a censar al pueblo. Pero según 1 Cro 21,12, es Satán. En el libro de los Jubileos,
17,7, que reescribe de modo edificante la historia de los patriarcas, “el príncipe
Mastema juega el rol de Satan para provocar que Dios someta a Abraham a la prueba,
según el mismo escenario que el libro de Job.

-La causa de la tentación es interior al hombre: los rabinos hablan del mal
instinto, que reside en el corazón, sin suprimir su libertad. Santiago emplea aquí el
término de deseo, concupiscencia epithumia, en un sentido amplio. No se trata sólo de
malos deseos, en el sentido sexual dado habitualmente a la expresión, sino más bien de
esta aspiración a determinar por uno mismo el bien y el mal. Refiriéndose a Gn 3, Pablo
dirá: Yo habría ignorado la ἐπιθυμία (la mala inclinación, el mal deseo), si la ley no me
hubiera dicho “No desearás οὐκ ἐπιθυμήσεις”, Rm 7,7. Pero, a diferencia de Pablo, que
se atreve a introducir una crítica a la Ley, Santiago se mantiene en el punto de vista de
la tradición Si 15,11-20, según la cual, la Ley, correctamente vivida, conduce a la
santidad (v. 25).

-Muy lejos de ser responsable de la tentación, Dios es fuente de todo bien. La


afirmación del v. 17 se une así a la del v. 5. Los mejores dones son la sabiduría y la
fuerza que permiten mantenerse en la prueba. A la vanidad de las riquezas, que
desaparecen tan rápidamente, se opone la inmutabilidad de Dios, que no cambia en sus
diseños. Aludiendo a los astros, sujetos a los eclipses, Santiago se refiere sin duda a las
creencias astrológicas, tan vivas en su tiempo… como en el nuestro. Porque Dios es el
Creador de la luz Gn 1, el destino del hombre no depende del curso de los astros.

-Mucho más allá de los astros brilla la luz de la Palabra de Dios, (salmo 19).
Por su palabra, comparada a una siembra, v. 21, cf. Mt 13,19-23, Dios nos ha
engendrado a la vida verdadera, como “primicias” del mundo nuevo que él quiere
realizar. Para Pablo, el Cristo es, él mismo, “primicia “ de los resucitados (1 Cor 15,20)

1.-Poner en práctica la palabra de Dios que se escucha 1,19-


27
-Deseoso de que la vida de los fieles corresponda a su fe, Santiago reagrupa
diversas instrucciones sobre el tema: No seáis sólo oyentes, sino realizadores de la
Palabra de Dios que conduce a la verdadera libertad.

1
2Sam. 24:1 ¶ De nuevo ardió la ira del Señor contra los israelitas, e incitó a David
contra ellos diciéndole: — Vete y haz el censo de Israel y de Judá
2
1Chr. 21:1 ¶ Se levantó Satán contra Israel e incitó a David para que hiciera el censo
de Israel.

7
-La condenación de la cólera es un lugar común de la moral (Prov 15,1; Ef
4,26.31; Col 3,8). Se puede pensar aquí en una dimensión más específica —el celo por
la ley— tan característico de la piedad judía (Flp 3,6) puede degenerar en agresividad
contra aquellos que no comparten el mismo ideal. De modo manifiesto, Santiago
conocía el peligro de estos maestros (3,1), tan prontos a juzgar a los demás. Siguiendo
a Jesús, Santiago condena la cólera, incluso la inspirada por motivos religiosos (Mt
5,22). Al contrario, “la dulzura” es la disposición requerida para que la palabra de Dios
produzca fruto.

-La comparación del espejo sirve para estigmatizar la inconstancia del hombre
que se contenta en lanzar una mirada distraída, y olvida poner en práctica lo que le ha
sido enseñado. Siguiendo la comparación, San Agustín nos invita a mirarnos en el
espejo de la Escritura: “es un espejo, lo que te ha sido propuesto en este texto: mira si
tú eres quien él anuncia. Si no lo eres aún, gime para serlo. El espejo te hará conocer
tu rostro” (Enarrationes in Ps 103,1-4).

-Para cualificar la Palabra, Santiago emplea una expresión de resonancias


variadas: la palabra sembrada, implantada: ἔμφυτος.
Para el estoicismo, el “logos ἔμφυτος” designa la razón dada a cada uno para
que le sea posible acceder a la comprensión de lo divino. Para Filón, los Patriarcas,
cumpliendo por sí mismos la ley que le sería dada a Moisés mucho tiempo después,
son, de algún modo ellos mismos “leyes encarnadas”, revelando mediante su conducta
lo que es agradable a Dios.
Aquí, el logos es presentado no como un dato de naturaleza, sino como un don
excelente del Padre de las luces, v. 17, que debe ser interiorizado para dar fruto, después
de haber extirpado del corazón todo tipo de malicia. Pensemos en la parábola del
sembrador y a su explicación (Mt 13,3-9 y 18-23). La palabra de Dios, puesta en el
corazón (Dt 30,14) es identificada aquí con la “ley perfecta”, “ley de libertad” (1,25),
ley del reino (2,8), que tiene por centro el amor al prójimo. Se trata de una comprensión
muy alejada del legalismo.

Se denuncian entonces muchas ilusiones. La ilusión del inconstante que se


contenta con escuchar, y olvida muy rápidamente sin que la palabra arraigue en él (cf.
Mt 13,19-20). La ilusión de aquel que no pone en práctica lo que ha entendido. La
Palabra, en efecto, debe mandar la acción. Tal es la enseñanza judía constante,
recordada con fuerza en el Deuteronomio (5,32; 6,1-3.24-25) y en la conclusión del
Sermón de la montaña (Mt 7,24-27).
También la ilusión de quien aísla la piedad hacia Dios de las relaciones
concretas con el prójimo. Las faltas de la lengua serán denunciadas con vehemencia
más abajo, 3,1-12. La asistencia a los huérfanos y a los pobres, los económicamente
débiles de aquel tiempo, constituye otro test de la auténtica religión. También aquí se
inscribe Santiago en la tradición bíblica (Dt 10,18; 14,29; Sal 10,14-18; Is 1,10-17,
etc…).

8
1. La verdadera religión: exigencias de la fe 2,1-13
-El saludo “hermanos míos” indica que pasamos a un nuevo desarrollo, igual
que en 2,14, el de la relación entre ricos y pobres. Tiene como clímax la proclamación
de la ley real, regia: “amarás a tu prójimo como a tí mismo” v. 8. La consecuencia es
que la fe en Cristo, el Señor de la Gloria, no admite diferencias, acepciones, entre
personas.

Para ilustrar su enseñanza sobre la vida concreta de las comunidades, Santiago,


como buen predicador, recurre a una pequeña historia: la del rico y el pobre que entran
uno y otro en la asamblea, synagogé, cristiana. El procedimiento de composición
recuerda la parábola del fariseo y el publicano, pero aquí no se trata de las disposiciones
de aquellos que entran, sino sólo de la actitud de la comunidad. Medir su consideración
en función de la riqueza es ir en contra del evangelio.

Para ilustrar esta explicación de Santiago se puede evocar la importancia dada


a los benefactores en las sinagogas, que con frecuencia, como el centurión de
Cafarnaúm, Lc 7,5, o el centurión Cornelio (Hech 10,2.22) no eran judíos de
nacimiento, sino sólo prosélitos de la puerta, convertidos. Su protección era muy
apreciada. Las comunidades cristianas, ¿no se ponen en riesgo de hacer algo similar?
No está lejos el tiempo en que, en las Iglesias de los pueblos, los señores locales tenían
sus propias capillas.

Con la invitación a la escucha del v. 4, la exhortación da otro giro, aún más


vivo. Santiago recuerda, en primer lugar, la predilección de Dios por los pequeños y
los humildes. El v. 5 corresponde a las bienaventuranzas, así como a lo que Pablo
recordaba a los Corintios 1 Co 1,26-31. Dios elige a los humildes para darles el Reino.

Para percibir mejor el peligro de las riquezas, Santiago amplía su campo de


observación. Evoca el proceso ante los tribunales, donde los ricos saben perfectamente
llevar adelante su causa contra los pobres indefensos. Ya Amós clamaba contra el
abuso de quienes corrompían a los jueces poco escrupulosos Am 5,10-13; Is 1,23; Mi
3,11.
¿Cómo comprender la blasfemia contra el Nombre? (v. 7) A diferencia de 1 Pe
4,12, la epístola de Santiago no alude a las persecuciones directas. Parece más bien
condenar las incomprensiones de los cristianos sobre quienes se ha pronunciado el
nombre del Señor. Extraída del Antiguo Testamento, (como Jer 14,9), la fórmula alude
al bautismo, dado en el nombre del Señor Jesús (Hech 2,38)

Los v 8 y 9 extraen la conclusión por referencia a la Ley Regia, es decir, la “ley


del Reino”, según la misma enseñanza de Jesús (Mt 22,39; Lev 19,18) y paralelos.,
retomada por Pablo Rm 13,9-10. Así pues, tener en cuenta, en sus actitudes y en sus
juicios, la situación social de las personas es contrario a la Ley.

9
La mención de la Ley en v. 8 provoca otro desarrollo sobre la necesidad de una
observancia integral. La Ley es tomada aquí como un todo. La violación de un precepto
significa que quien lo hace se considera a sí mismo como si estuviera por encima de la
Ley. El culpable se convierte en un transgresor, en el sentido fuerte del término. El
punto de vista de Santiago es como el de la enseñanza judía tradicional. Se pone en
riesgo de provocar el escrúpulo y el desánimo. ¿El justo, no peca siete veces al días
Prov 24,16)? Se subraya, sin embargo, que Santiago elige ejemplos particularmente
graves: el adulterio y la muerte, y que, al final, se refiere a una “ley de libertad” (v. 12
cf. 1,25). La expresión, sorprendente en la pluma de un judeo cristiano, evoca un tema
muy conocido por la filosofía estoica: la realeza del sabio, el único que es realmente
libre. Filón de Alejandría ha desarrollado ampliamente este tema (Quod Omnis probus,
59).

Remitiéndose a la responsabilidad del hombre, la Ley del Reino debe abrirle a


una actitud concreta de comprensión y de misericordia. Según la enseñanza de Jesús,
“si perdonáis a los hombres sus faltas, vuestro Padre celeste os perdonará también” (Mt
6,14). La parábola del deudor sin entrañas (Mt 18,23-25) ilustra esta enseñanzas

2.-La fe y las obras 2,14-26


Este pasaje es el más célebre y el más discutido de la epístola. ¿Pretende dar el
contrapunto a las posiciones de Pablo? Ver ahí la respuesta de Santiago a los principios
de Pablo expuestos en Antioquía (Ga 2,14-163), Lutero ha tratado esta carta como una
“carta de paja” (en alusión a 1 Cor 3,12). Sin entrar en una nueva polémica, intentemos
ver el punto específico de Santiago.

Inspirándose en procedimientos de la diatriba de los estoicos, Santiago entabla


una discusión con un adversario ficticio. Se encuentra el mismo procedimiento en
Romanos, especialmente un pasaje polémico donde Pablo se defiende de las
acusaciones puestas contra él (Rm 3,5-8). El tono permanece demasiado general,
aunque no se puede determinar el grupo exacto al que está dirigiéndose Santiago. Se
trata sin duda de discípulos de Pablo que han deformado su enseñanza en un sentido
libertino (cf. 2 Pe 3,16). La interpelación “pobre hombre” (insensato) de v. 20 introduce
una subdivisión en el desarrollo.

3
Gal. 2:14 Pero, en cuanto vi que no andaban rectamente según la verdad del Evangelio, le
dije a Cefas delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como un gentil y no como un judío, ¿cómo
es que les obligas a los gentiles a judaizarse?» Gal. 2:15 Nosotros somos judíos por nacimiento; no
somos pecadores procedentes de los gentiles. Gal. 2:16 Y sin embargo, como sabemos que el hombre
no es justificado por las obras de la Ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, también nosotros
hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley, ya
que por las obras de la Ley ningún hombre será justificado.

10
-La fe mencionada en la pregunta retórica de v. 14 está en oposición a la
práctica. Se diría es que es un “tener”, una forma de riqueza espiritual de la cual hace
acopio el creyente. Se está muy lejos de la “obediencia de la de” de la cual habla Pablo
Rm 1,5. Para establecer su tesis sobre la necesidad de la práctica, Santiago recurre a
unas imágenes extraídas de la vida corriente, antes de apoyarse en los ejemplos
proporcionados por la Escritura. La insistencia en las “obras” no se refiere a las
obligaciones específicas de la Ley judía, como la pureza de los alimentos, la
circuncisión, el sabbat, sino a los actos fundamentales de la caridad (cf. Mt 25,35-36;
1 Jn 3,17). Así se manifiesta el mismo deseo pastoral que en 1,21-22: es necesario
aplicar la palabra para que ella salve. Si no, la fe está “muerta”. El rechazo del amor
concreto no atañe pues sólo a la vida psíquica del prójimo en grave dificultad, sino que
entraña la muerte espiritual del egoísta.

Poniendo toda la vida del fiel bajo el signo de la fe, Pablo nunca ha separado la
adhesión al Cristo salvador de una fe que anime la conducta del hombre. Tras haber
invitado a los Gálatas a una auténtica libertad, Pablo concluía que lo que importa, en
definitiva, es “la fe que actúa en la caridad” (Ga 5,6).

La mención de la fe de los demonios es sorprendente. ¿Podemos hablar en el


caso de los demonios, de la fe, si la fe es inseparable de la confianza? Se diría que
Santiago busca un argumento contundente para vencer a los adversarios, llevándoles al
campo demoníaco.
Para apoyar su demostración sobre el vínculo inseparable que hay entre la fe y
la práctica, Santiago recurre a la historia del sacrificio de Isaac, tan importante para el
judaísmo como para Pablo. Según la tradición judía que atestigua el Targum (Pseudo
Jonatan Gn 22:10) Isaac aparecía como el prototipo de los mártires al consentir en su
inmolación. Por eso invocamos sus méritos en la oración. Por el contrario, Santiago se
mantiene en el texto de Gn 22, centrado en la prueba de la fe de Abraham mismo, (Hb
11,17-19) (Gn 22,16-17). Desde esta perspectiva, la bendición aparecía como una
recompensa del acto heroico de sumisión que ha cumplido Abraham, considerado
desde entonces como “amigo de Dios” (Is 41,8).
Santiago vuelve atrás (v. 23) para citar el pasaje de Génesis que tanto le gusta
a Pablo (Gn 15,6): Abraham tuvo fe en Dios, y por eso Dios lo consideró justo, Gn
15,6. Respetando la sucesión de los textos, Pablo veía en esta primera mención de la fe
la prueba de su rol esencial en el acto de la justificación por Dios Ga 3,6; Rm 4,3.
Manifiestamente, el punto de vista de Santiago es más cercano a la concepción judía
tradicional, que ha dado la prioridad al cumplimiento de la Ley

Santiago no quiere disminuir el rol de la fe, por lo que recurre a una doble
expresión: por un lado la fe coopera con las obras, lo que muestra que la fe va antes.
Por otro lado, obtiene su perfección del cumplimiento de las obras, por lo que ella va

11
detrás. Notemos que el verbo “cumplir” (teleiow) es de la misma raíz que el término
“perfecto” (teleios” de v. 1.4).

Otro ejemplo refuerza la argumentación: el de Rahab, la prostituta de Jericó,


Jos 2,9-13 En el judaísmo Rahab era alabada como la primera de los prosélitos. Ella
declaró a los espías su fe en el poder del Señor, su Dios. Su hospitalidad le vale el
salvar la vida, a ella y a su familia.
Una breve comparación tomada sobre la relación entre el cuerpo y la
respiración, refuerza la conclusión la fe que no actúa está muerta

2.-Grandeza y límites de la palabra humana 3,1-12


Con la expresión “hermanos míos” inicia una nueva sección.
Santiago se dirige a los que tienen la ambición de llegar a ser “didáscalos”, (ya
en 1,19), es decir, enseñantes al modo de los rabinos judíos. La sabiduría, de la cual se
tratará en 3,13, es, en primer lugar, un don de Dios que hay que pedir en la oración, y
no el fruto de una conquista intelectual. Esta puesta en guardia corresponde, por un
lado, a la de Cristo en Mt 23,10.
El juicio será severo (cf Lc 12,48) contra quienes, por orgullo, se entregan a
vanas polémicas 3,13. Así, Santiago denuncia la “rabies theologica”, esta ira que con
tanta frecuencia, en el curso de la historia, envenena las divergencias entre escuelas
teológicas y conduce a los cismas.

El tema se amplía mediante una denuncia vigorosa de las maldades de la


lengua. Es un lugar común, remontándose a Esopo, presentar “esta parte del cuerpo tan
pequeña” como la mejor y la peor de las cosas. Por su parte, los sabios de Israel, ponían
con frecuencia en guardia contra las faltas cometidas por la lengua (así, Prov 6,17;
10,32; 17,4; Si 28,13-26). La perfección (cf 1,4) pide el dominio de la palabra.

En el estilo de la diatriba estoica, Santiago recurre a numerosas comparaciones:


el gobernante del barco, el fuego que inflama el bosque. De modo vehemente, acumula
los términos más fuertes par describir las maldades de esta auténtica peste, de este
veneno mortal.

La cima de la denuncia se alcanza cuando el autor deplora la contradicción


entre la bendición y la maldición pronunciadas por el mismo órgano. Proclamar las
obras buenas hechas por Dios, mediante una fórmula de bendición es un modo de
oración típicamente judío, bien atestiguado también en el Nuevo Testamento (Lc 1,68;
2 Cor 1,3; Ef 1,3; 1 Pe 1,3). La maldición es, por otro lado, más grave, ya que, en la
mentalidad bíblica, la palabra está dotada de eficacia. Maldecir a un hombre creado a
imagen de Dios (Gn 1,26) es provocar un grave atentado contra su dignidad y, más allá
de él, contra Dios, su creador.

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Nuevas comparaciones manifiestan que la lengua no debe ya servir a fines
contrarios. La mención de la higuera y de la viña recuerda un paso del sermón de la
montaña Mt 7,16

2.-La verdadera y falsa sabiduría 3,13-18


La oposición entre las dos formas de sabiduría constituye el punto central de la
epístola. Comienza siendo una interpelación, como en 3,1. Lo que sorprende a primera
vista es la insistencia en las relaciones intracomunitarias. La prueba de la sabiduría no
reside en la actitud para componer un hermoso discurso, sino el la dulzura, cualidad
del mismo Cristo, Mt 11,13; la humildad (πραΰτης) por oposición al espíritu de
rivalidad v. 14. Ya Pablo consideraba que los Corintios no eran aún más que niños
pequeños, en razón de sus disputas 1 Cor 3,1-4.

La descripción de la sabiduría terrestre hace destacar mejor la excelencia de la


sabiduría de arriba. Es “puramente humana” (psykikè), demoníaca. El empleo de
psykikos conduce a pensar en 1 Cor 2,14, donde Pablo opone los psykicos, incapaces
de entender el plan misterioso de Dios, con los espirituales, capaces de juzgar todo
1 Cor 2,15. Santiago se pone mientras tanto en un terreno que es, sobre todo, práctico.

Por contraste la sabiduría que viene de arriba. El adverbio anothen ya fue


empleado en 1,17 para el don perfecto del Padre de las luces. Santiago no se deja llevar
por especulaciones acerca del origen de la sabiduría, como ocurre en Prov 8,22-31; Job
28; Si 24. La comparación con Sab 7,22-23, que enumera 21 propiedades de la
sabiduría divina, muestra bien la diferencia de los puntos de vista. El sabio de
Alejandría se esforzaba en asociar la concepción bíblica con las especulaciones
cosmológicas del estoicismo para el cual el espíritu (pneuma) es un fluído ígneo que
penetra todos los elementos del universo y asegura su cohesión Sab 1,7

Santiago se mantiene en el punto de vista de una sabiduría práctica,


comunitaria. Su primera cualidad es la pureza. El adjetivo ἁγνός se refiere a la pureza
de aquello que es de buena cualidad, sin mezcla. Se sirve de esto para figurar a aquello
que es digno de confianza, como las palabras de Dios Sal 11,7 LXX o el temor de Dios
(Sal 18,10 LXX). La pureza aquí se opone a la hipocresía (último término del
versículo). Pacífica, conciliadora, la sabiduría de arriba facilita las relaciones en la
comunidad. Por la importancia dada a la piedad (eleos), Santiago se inscribe en la
tradición bíblica, frente al estoicismo que pone la piedad entre las pasiones de las cuales
el sabio debe deshacerse.
Los dos últimos adjetivos (v.17) refuerzan la idea de pureza/simplicidad: ni
parcialidad ni hipocresía en la sabiduría de arriba (ver 1,17), lo que se une al reproche
mayor hecho por Jesús a los escribas y fariseos hipócritas de su tiempo (Mt 23

13
Una última máxima concluye el desarrollo v. 18. La lectura palabra a palabra
es oscura. “El fruto de la justicia está sembrado en la paz para quienes hacen la paz”.
Un texto de Isaías parece subyacente: “el fruto de la justicia será la paz. La justicia
producirá la calma, la seguridad para siempre Is 32,17. A los artesanos de la paz Jesús
les asegura que ellos son llamados “hijos de Dios” Mt 5,9. Una insistencia semejante
en las disposiciones pacíficas, producidas por la sabiduría, don de Dios, cierra este
desarrollo sobre los peligros de la lengua. Como Santiago permanece silencioso casi
totalmente acerca de la actividad del Espíritu Santo, ¿es posible que el atribuyera a la
sabiduría los efectos que otros autores del Nuevo Testamento atribuyen al Espíritu, don
por excelencia del Padre a aquellos que se lo piden Lc 11,13?

Lo que impide la vida comunitaria 4,1-12

La condena del espíritu de rivalidad no impide a Santiago reencontrar el tono


inflamado de los profetas para estigmatizar la infidelidad a Dios y especialmente la sed
de riquezas. Aquí, como en otros lugares, es difícil separar o distinguir la parte de las
advertencias de orden tradicional de aquella de los abusos que afligen a las
comunidades cristianas

Las pasiones opuestas a Dios 4,1-10


Una interrogación muy viva hace suponer que las comunidades están
profundamente divididas. ¿Cuál es la fuente? La búsqueda de placeres, la pasión de
tener “siempre más”. El término “placer” (hedone en plural) aparecía como la finalidad
de la vida para Epicuro. Para este sabio, no se trata de un placer vulgar, sino de un
placer refinado, gustado entre gentes de buena compañía. Tomado aquí en un sentido
peyorativo, el término respecta a la satisfacción de las pasiones, a su apagamiento, cf.
1 Cor 15,32,. En estas condiciones, ¿cómo podría ser escuchada la oración (cf. ya en
1,6-8)?

La interpelación “adúlteros” introduce el tema mayor del desarrollo: es


necesario elegir entre Dios y el mundo, entre el servicio a Dios y el servicio a Mammon
Mt 6,21. La palabra no es empleada en su sentido habitual, sino que reenvía al tema
profético de la infidelidad a Dios concebida como una ruptura del vínculo conyugal
(Os 1-3; Jer 3,7-10; Ez 16,23-26, etc…). El pensamiento es explicitado en v. 7: es
necesario resistir al diablo, el enemigo de Dios por excelencia.

Al empuje para decidirse por el amor de Dios sigue una reflexión acerca de la
actitud de Dios hacia el hombre: como tiene una pasión celosa por su criatura, Dios se
opone a los orgullosos y da su gracia a los humildes. Para justificar su pensamiento
Santiago recurre a una cita cuya proveniencia exacta se desconoce. Por otro lado, el
texto es oscuro. Según la traducción litúrgica, “Dios vela celosamente sobre el espíritu
que ha hecho habitar en nosotros”. Algunos entienden “ El alma que (Dios) ha hecho

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habitar en nosotros desea con celo”. En este caso, la cita vendría a apoyar la
constatación de las luchas incesantes por el dinero. Pero, ¿tiene necesidad de reforzar
una constatación tal mediante la autoridad de la Escritura? Por el contrario, se
comprende muy bien que Santiago quiera justificar su afirmación contra los
“adúlteros” evocando el celo apasionado de Dios, en el sentido de que Dios quiere ser
servido él sólo, excluyéndose a los falsos dioses (Ex 20,5; 34,14). Aunque no está la
palabra “celo” la idea sí lo está.

En cuanto a la expresión “el Espíritu que él ha hecho habitar en nosotros” evoca


varios pasajes de la Escritura. En primer lugar, la escena donde Dios insufla a Adán su
hálito de vida Gn 2,7, y su decisión de retirar del hombre su Espíritu, en razón del
pecado Gn 6,3. De aquí la cuestión, bien conocida en el judaísmo: ¿en qué estado el
hombre dará a Dios su espíritu?. Ese parece ser el trasfondo de esta curiosa cita.
Sólo la humildad permite acercarse a Dios. Se trata de un principio constante
de la parénesis, como muestra la cita de Pro 3, 34, aquí y en 1 Pe 5,5. Se requiere al
mismo tiempo la rectitud de intención a la cual no pueden acceder los que tienen el
alma dividida v. 7; ver 1,8. Frente al destino trágico que amenaza a los injustos, la
humildad conducirá a la gloria, en el momento del juicio divino.

El respeto del hermano 4,11-12


Sin relación directa ni con lo que precede ni con lo que sigue, he aquí una nueva
puesta en guardia contra los pecados de la lengua: maledicencias y juicios temerarios.
El cumplimiento de la Ley de la caridad, a la cual Santiago invita sin cesar, no permite
tomar una actitud de suficiencia como la de un juez, frente al prójimo que es necesario
amar como a uno mismo (2,8). El juicio es el privilegio del Dios único (ver Mt 7,1).

Vanidad e inmoralidad de las riquezas 4,13–5,6

En dos estrofas paralelas Santiago afronta con vigor a los mercantes y a los
ricos que explotan sin vergüenza a los pobres.

En primer lugar se denuncia a los mercaderes que hacen grandes proyectos para
enriquecerse. La Pax romana les favorece, como se ve en Ap 18, y contribuye a
acrecentar el foso entre los ricos y los pobres. Esta condena parece extraña a quien
considera que el espíritu de emprendedor es necesario para asegurar el desarrollo de un
país y el pleno empleo. Santiago no se pone evidentemente en el plano de la economía
política. Es el orgullo lo que él denuncia, esa suficiencia que empuja a reflexionar sobre
la fragilidad de toda vida Lc 12,16-21, y a remitirse a Dios de modo confiado.
La segunda condenación, introducida también ella mediante un vigoroso “
“ahora bien”, es aún más viva. Es un eco del “Ay de vosotros los ricos”, de Lc 6,24, y
evoca el gran día del Juicio. Jesús invitó a adquirir el verdadero tesoro que ni la termita

15
ni el orín pueden roer Mt 6,20. Por el contrario, el oro mal adquirido se volverá en
contra y arruinará la carne de los culpables.
El v. 4 da el motivo de esta severa condenación: grandes propietarios, los ricos
no han dado cada día el salario a los jornaleros que emplean Lev 19,13; Dt 24,14-15.
Acumulando iniquidad, los ricos provocan la muerte del justo. El singular tiene un
valor colectivo. Santiago denuncia así las “estructuras de muerte” que acaban por hacer
perecer a los pobres por el hambre o la desesperanza. Solemne puesta en guardia que
es necesario actualizar en cada época, según las situaciones particulares.

Epílogo 5,7-20
Ánimo, porque la venida del Señor está cerca 5,7-12
Tras la severa condena de los ricos, regresan las exhortaciones a la comunidad.
“Perseverad”, vuelve a decir Santiago 1,3; 5,11, porque el retorno del Señor está cerca.
¿De qué Señor (kyrios) se trata? En el judaísmo se esperaba la venida de Dios como
juez al final de los tiempo. Así, el Libro de Henoc citado por Judas 14. Parece preferible
dejar a la “Parusía del Señor” su sentido más habitual en el Nuevo Testamento, es decir,
el retorno del Cristo al final de los tiempos Mt 24,3.27; 1 Cor 15,23; 1 Tes 4,15. Hay
una correspondencia general, en este sentido, entre Santiago y la tradición de los logia
en Mateo, para la cual el Juez que viene no es otro que el Cristo Mt 25,31-46.

Al ejemplo clásico del labrador se añaden los ejemplos de los profetas y de Job.
Curiosamente, es el único pasaje del Nuevo Testamento que evoca la heroica paciencia
del patriarca en la prueba, una paciencia largamente desarrollada en el “Testamento de
Job”, un apócrifo judío del s. I dC.

La prohibición de hacer juramentos retoma en su misma formulación la


enseñanza misma de Jesús Mt 5,34-37.

Oración perseverante y unción de los enfermos 5,13-18


Las exhortaciones finales conciernen a la oración, sea individual, sea
comunitaria. El caso de los enfermos ha retenido la atención de modo especial, con el
rol atribuido a los ancianos (presbyteroi) y la unción del aceite. Se impone un
subrayado: aquí, como en los otros lugares, Santiago no propone una innovación.
Anima a cumplir con piedad este rito de asistencia a los enfermos. Los ancianos
constituyen el grupo de los responsables de la comunidad, instituidos por la imposición
de las manos como se ve en las epístolas pastorales 1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6. Ya
desde su primer a misión en Galilea, los apóstoles habían ungido con aceite a los
enfermos para curarles Mc 6,11. El gesto cumplido por los ancianos se sitúa en la
misma línea. La unción saca su fuerza de la “oración de la fe”, que obtendrá también
el perdón de los pecados, en la medida en que la enfermedad estaría ligada al pecado.

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Se sabe que Jesús reaccionó contra esta mentalidad cf. Jn 9,2-3, bien anclada en el
mundo antiguo 1 Cor 11,30.
La confesión mutua de los pecados es atestiguada en la Didajé, como un rito de
preparación para la asamblea litúrgica. ¿Cómo ser atendido por el Señor, sin una
reconciliación anterior, marcada por el reconocimiento de las faltas? “Reuníos el día
dominical del Señor, fraccionad el pan y dad gracias ras haber confesado vuestros
pecados, para que vuestro sacrificio sea puro. Pero quien tenga una diferencia con su
compañero, no debe unirse a vosotros, sólo aquellos que se han reconciliado, para no
profanar vuestro sacrificio (Didaché 14,1-2)”

La oración de Elías aparecía como un modelo de eficacia. En conformidad con


la dureza y la sequedad: tres años y seis meses, Cf Lc 4,25!!!

Corregir al hermano extraviado 5,19-20


La última advertencia se inspira en las instrucciones dadas en Mateo 18 acerca
de la búsqueda de la oveja perdida, como tarea de los responsables de la Iglesia. Todos
los hermanos están implicados, como en la regla disciplinaria acerca de la “corrección
fraterna” (Mt 18,15-18)
Una fórmula permanece indeterminada: ¿quién salvará su alma de la muerte?
La traducción litúrgica opta por aquel que ha advertido a su compañero. Pero
el movimiento del texto invita mas bien a pensar que a quien se salva de la muerte es
al culpable, desde la perspectiva de la esperanza.

El final comporta una alusión a Prov 10,12 acerca del amor que obtiene el
perdón de los pecados (1 Pe 4,8). Así Santiago acaba un escrito que ha podido parecer
a muchas miradas un texto rudo y austero. La ausencia de cualquier saludo al final
muestra que el mensaje de Santiago no revela un género epistolar normal, sino el
género de los escritos de la sabiduría.

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