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HUELLAS: INVITACIÓN AL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE JACQUES


DERRIDA

G. J. Castro

Resumen

La realización del presente artículo tiene como finalidad invitar al pensamiento


filosófico de Jacques Derrida. Ante la complejidad que representa el estudio de su obra,
resulta pertinente señalar los conceptos capitales que permitan a la persona lectora
comprender y/o asimilar el acervo teórico necesario para acompañar sus textos. Tales
conceptos son expuestos por Derrida en la etapa primigenia de su obra. Por ello, el artículo
se limita exclusivamente a los conceptos claves de dicha etapa. Y aunque la estructura
conceptual de su filosofía no tenga un origen, será menester establecer un punto de partida
que permita seguir el rastro de la huella originaria.

Palabras Claves

Escritura, Metafísica, Logocentrismo, Deconstrucción

Abstract

The purpose of this article is to invite to the philosophical thought of Jacques Derrida.
In view of the complexity that the study of his work represents, it is pertinent to point out the
capital concepts that allow the reader to understand and/or assimilate the theoretical
background necessary to accompany his texts. Such concepts are exposed by Derrida in the
primordial stage of his work. For this reason, the article is limited exclusively to the key
concepts of that stage. And although the conceptual structure of his philosophy does not have
an origin, it will be necessary to establish a starting point that allows us to follow the trail of
the original trace.

Key Words

Writing, Metaphysics, Logocentrism, Deconstruction


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A) Introducción

Casi veinte años han transcurrido tras el deceso del filósofo Jacques Derrida. Pero la
cada vez mayor traducción de sus textos ponen de manifiesto la actualidad de sus temas y la
necesidad de construir nuevos espacios que revitalicen el debate filosófico. Su concepto más
célebre, la “deconstrucción”, ha traspasado los umbrales filosóficos y académicos para
instaurarse en el vocabulario cotidiano. Según Miguel Morey (2015), filósofo español y
catedrático en la Universidad de Barcelona, Derrida nació en el municipio de El-Biar, uno de
los suburbios del valiato de Argel en julio de 1930. Años más tarde, se trasladó a París para
continuar con su formación académica. Posteriormente, en 1956, viajó a la Universidad de
Harvard (Cambridge) como parte de una agregaduría en filosofía. (p.84) Sin embargo, su
éxito no llegaría hasta la década de los años setenta durante el movimiento analítico del
leguaje conocido como el “giro lingüístico”.

La obra de Jacques Derrida, señala el divulgador y filósofo argentino Darío


Sztajnszrajber (2018), suele dividirse en dos etapas. La etapa inicial o deconstruccionista y
una segunda etapa más aporética y abocada a sus posteriores reflexiones sobre la temática de
la otredad. Aunque, sin duda, sería un error considerar que Derrida no trabaja la otredad en
sus primeros textos. En esta segunda etapa, aparecen las figuras aporéticas del tiempo, el
regalo, el perdón, la hospitalidad y la muerte entre otras (pp.273-274). No obstante, debido a
la empresa aquí propuesta, se dejarán de lado los temas aporéticos que marcan la etapa de
mayor madurez en su obra, y se expondrán únicamente los conceptos cumbre plasmados en
su etapa primera.

Hacia el año de 1967 sostiene Morey (2015), irrumpe en el pensamiento parisino la


obra de Jacques Derrida. Ese mismo año, salieron al mercado tres publicaciones
fundamentales para el ulterior desarrollo de su pensamiento: “De la gramatología”, “La
escritura y la diferencia” y “La voz y el fenómeno”. En dichos textos, Derrida propone una
(re)lectura de la filosofía occidental. No es casual que el autor escogiera la escritura como
punto de partida para sus reflexiones, pues, la escritura ostenta el lugar de privilegio en la
lucha contra la metafísica occidental. De esa manera, resulta evidente el papel central que
representa el vínculo establecido por Derrida entre escritura y metafísica. Partiendo de tales
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premisas, lo que se pone bajo escrutinio son los fundamentos mismos de la metafísica
occidental. (pp.89-90)

B) Signo

Una de las mayores dificultades al elaborar un artículo -con fines pedagógicos- sobre
la obra de Jacques Derrida, es precisamente la cuestión del inicio. ¿Existe una huella
originaria que señale el rumbo a seguir? ¿Cómo establecer un punto de partida si Derrida
mismo no comienza por el inicio? El profesor y filósofo norteamericano Geoffrey
Bennington señala sobre Derrida:

Decidido a hacer un trabajo sobre “La idealidad del objeto literario”, que es
un tema completamente marginal para la filosofía en sus grandes líneas de tradición,
se entretiene con los problema del signo y del sentido para hallar que la filosofía no
sale de ellos. Empezar por el signo es ya comenzar por lo secundario, es ya dar un
rodeo. Según la lógica de la lógica (del logos), el signo es signo de alguna cosa,
ocupa el lugar de la cosa en su ausencia, la representa en espera de su regreso.
(Bennington y Derrida, 1994, p.47)

Si el signo es siempre signo de alguna cosa como argumentan Bennington y Derrida,


entonces lo característico del signo es su carácter de secundo. Es decir, de secundar y/o
apoyar. Por eso, empezar por el signo es empezar por lo secundario. Derrida se pelea con esa
concepción logocéntrica. Empero, por ahora, conviene tener presente el papel secundario que
inicialmente presenta el signo. Asimismo, el signo funciona como “suplemento” de la cosa.
La suple y representa en su ausencia. Pero, ¿qué quiere decir el autor con que la filosofía no
puede salir del signo? ¿No será acaso que Derrida nos quiere mostrar las redes semánticas
referenciales en las que se inscribe el signo?

Para facilitar la comprensión del concepto se empleará la terminología del lingüista y


filósofo suizo Ferdinand de Saussure. En su “Curso de lingüística general”, Saussure (1945)
considera al signo como una entidad psíquica constituida por los elementos “concepto” e
“imagen acústica”. Dichos elementos se relacionan y son indisociables. El signo es, pues, la
conjugación del concepto y la imagen acústica. Sin embargo, el sentido común designa por
signo erróneamente la imagen acústica sola. Se propone acá para esclarecer el concepto de
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signo, sustituir la terminología de concepto e imagen acústica empleadas por Saussure, por
“significado” y “significante” respectivamente. (p.92-93) El significante remite a la palabra
o imagen acústica; el significado a la entidad o concepto.

Derrida comprende que la lingüística le brindó siempre más importancia a la voz que
a la escritura y, a través de un movimiento deconstructivo, buscará invertir el orden
establecido. Para el filósofo nacido en el valiato de Argel, “en el sistema de diferencias que
constituye la lengua, todo significante funciona con referencia a otros significantes, sin que
conduzca nunca a un significado” (Bennington y Derrida, 1994, p.56). En ese sentido, el
significado es el producto de diferencias. Esa primera deconstrucción -como veremos con
mayor detenimiento más adelante-, considera como primario u originario aquello que la
metafísica estima como secundario, sacudiendo de ese modo los cimientos metafísicos
occidentales logocéntricos y fonocéntricos.

C) Diferencia

Para explicar el concepto “Diferencia”, Derrida crea un neologismo en la palabra


“Différance”. Dicha palabra es inexistente en el idioma francés. La palabra correcta sería
“Différence”. Este concepto es capital en la filosofía de Jacques Derrida. Su importancia
radica según Sztajnszrajber (2018), en que muestra cómo en el origen no hay origen, sino
diferencia. Es decir, es como si en el origen hubiera una huella que remite ad infinitum a otra
huella. (p.259-260) El descubrimiento del filósofo argelino-francés al develar el concepto
différance en la escritura no es poca cosa. La différance, señala cómo el significado es el
resultado de diferencias. (Derrida, 1994, p.11) Como argumentan Bennington y Derrida
(1994):

Si ningún elemento del sistema posee identidad sino por su diferencia respecto
a los demás, cada elemento está marcado por todos aquellos que no son él: es decir,
lleva su huella. (…) Estas huellas no son lo que cierta lingüística denomina rasgos
distintivos, sino sólo las huellas de la ausencia del otro “elemento” que, por otro
lado, no está ausente en el sentido de “presente en otro lugar”, sino formado, él
también, por huellas. Ningún elemento está jamás presente en ninguna parte (ni
simplemente ausente), no hay más que huellas. (p.95)
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Según lo expuesto por Bennington y Derrida, si todo significante remite a otro


significante, el significado sería el producto de la différance. Este producto se caracteriza por
llevar impresa la huella de todos los elementos que no son él. Y tal huella no es más que el
rumor de una presencia-ausente. Es decir, la huella es un significante que remite a otro
significante que no esta nunca ni presente ni ausente. En el fondo la diferencia, la huella
originaria.

La huella se presenta entonces como un dispositivo mecánico. No es más que una


cadena de suplementos. Un encadenamiento infinito creador de significado de todo aquello
que ellas difieren. Empero, tal huella originaria no tiene principio ni final. Sino que comienza
por el intermediario. La huella originaria se encuentra “entre”. Y tal acontecimiento es
insoportable; pues le resulta incomprensible al pensamiento binario de la razón. (Derrida,
1971, pp.200-201)

D) Metafísica De La Presencia

En “De la Gramatología”, Jacques Derrida realiza una crítica a la filosofía occidental


logocéntrica y fonocéntrica, que le dio a la voz un lugar privilegiado con respecto a la
escritura. Derrida sostiene que autores como Levi-Strauss o Rousseau intentaron reafirmar la
supremacía de la voz. “La metafísica supone que la voz está muy próxima a esa conciencia
a la que se le hace presente el mundo, que está cerca de esa presencia. Y que es la voz lo que
se inscribe como escritura (Morey, 2015, p.90). Ahora bien, la inversión que propone Derrida
es entendida como una deconstrucción. No solo se demuestra que la escritura -entendida
como archiescritura- es previa a la voz, sino que a su vez, se rasga el velo que oculta la
estructura de poder tras el lenguaje. En ese sentido, el lenguaje no es neutral; hay poder en
él. Y por ende, el lenguaje, más que una cuestión gramática, es una cuestión política.

Esta supuesta primacía de la voz se fundamenta en la llamada “metafísica de la


presencia”. La voz implica una presencia. “Se escribe cuando no se puede hablar, cuando
obstáculos contingentes, que se reducirán a otras tantas formas de la distancia, impiden que
llegue la voz” (Bennington y Derrida, 1994, p.65). De esa forma, la escritura expone el
pensamiento a riesgos varios. Entre ellos, las incorrectas interpretaciones que puedan surgir
de una comprensión ambigua del texto o mensaje que el emisor intenta plasmar. Para
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clarificar dicho concepto, se empleará a modo de ejemplo la historia del regalo hecho por el
dios “Zeus” al Rey “Zamus”, extraída del texto “La farmacia de Platón”:

Sócrates: ¡Pues bien!, he oído contar que vivió junto a Naucratis, en Egipto,
una de las antiguas divinidades de allá, aquélla cuyo emblema sagrado es el ave que
allí llaman, como sabes, el Ibis, y que el nombre del dios era Zeuz. Fue él, pues, el
primero que descubrió la ciencia del número con el cálculo, la geometría y la
astronomía, y también el trictrac y los dados y, entérate, los caracteres de la escritura
(grammata). Y por otra parte, en aquella época, reinaba en todo Egipto Zamus, cuya
residencia era esa ciudad del país alto que los griegos llaman Tebas de Egipto, y cuyo
dios es llamado por ellos Ámmón. Zeuz, habiendo ido a verle, le mostró sus artes:
¡Es preciso, le dijo, comunicarlas a los demás egipcios! Pero el otro le preguntó cuál
podía ser la utilidad de cada una de ellas, y, según sus explicaciones, según que las
consideraba buenas o malas, pronunciaba ora una reprobación, ora un elogio.
Numerosas fueron pues las reflexiones que acerca de cada arte, se dice que Zamus
Hizo a Zeuz en uno y otro sentido: ¡No acabaríamos nunca de detallarlas! Pero,
llegado el momento de tratar de los caracteres de la escritura: “He aquí, oh rey, dijo
Zeuz, un conocimiento (to macema) que tendrá como efecto hacer a los egipcios más
instruidos y más capaces de acordarse (sofóterus kai mnemonikóterus): la memoria
así como la instrucción han hallado su remedio (fármacon). (Derrida, 1968, pp.110-
111)

El regalo es presentado al Rey Zamus. No obstante, es rechazado una vez advertido


su peligro. La escritura como “fármacon” es remedio y veneno al mismo tiempo. Cuando el
Rey está presente, ordena a través de la voz. Su palabra basta; su mandato se convierte en
sentencia. En cambio, si sus leyes son escritas para regir en su ausencia, la presencia del
soberano no es absoluta o plena, sino una suerte de presencia-ausente. Si en su ausencia las
leyes o mandatos pueden ser interpretados de múltiples formas, las ordenanzas del rey
pierden fuerza, pues su presencia no es constatable; derrumbándose así el principio de
autoridad. De esa forma, Derrida hace tambalear la estructura metafísica y fonologocéntrica
de la filosofía occidental al deconstruir la idea de presencia absoluta.

E) Escritura
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¿Qué es, pues, la escritura? Como fue señalado anteriormente, Derrida cuestiona el
análisis sobre la escritura expuesto por Rousseau. Según Derrida (1971), “Rousseau condena
la escritura como destrucción de la presencia y como enfermedad del habla” (p.182). En el
“Ensayo sobre el origen de las lenguas”, según lo escrito por Rousseau (2010):

Uno comunica sus sentimientos cuando habla, y sus ideas cuando escribe. Al
escribir se ve uno obligado a tomar todas las palabras en su sentido común; pero
quien habla varía las acepciones con los tonos, las determina a placer; menos
preocupado por ser claro, da más a la fuerza; y no es posible que una lengua que se
escribe conserve durante mucho tiempo la vivacidad de la que sólo es hablada. Se
escriben las voces y no los sonidos; ahora bien, en una lengua acentuada, son los
sonidos, los acentos, las inflexiones de toda especie, los que constituyen la energía
mayor del lenguaje y hacen que una frase, por lo demás común, solamente resulte
adecuada por el lugar en que se halla. Los medios que se emplean para remplazar a
éste extienden, prolongan la lengua escrita y, al pasar de los libros al discurso,
debilitan la palabra misma. (p.20)

En el análisis de Jean-Jacques es palpable la condena que recae sobre la escritura. La


voz permite variar los tonos y acentos a su antojo. Es la voz la que se escribe. En cambio, la
escritura es puesta en un lugar secundario como suplemento del habla. Rousseau diagnostica
una patología en la escritura al considerar que distorsiona el pensamiento. El pasaje de la voz
a la escritura y su retorno del texto al discurso, supone una pérdida de pureza y un
debilitamiento del lenguaje.

Paradójicamente, Jean-Jacques termina inclinándose ante la escritura. ¿Qué razón


podría haber conducido a Rousseau a traicionar su propio pensamiento? De acuerdo con
Derrida (1971), la lección de escritura en la obra de Rousseau consiste en presentar el acto
de escribir como una reapropiación simbólica de la presencia. (p.183) En opinión de
Bennington:

Aceptemos, pues, por ahora, las afirmaciones de Derrida con respecto a la


degradación de la escritura en la tradición occidental. La conclusión más evidente y
menos interesante (que, sin embargo, se ha intentado tomar por la conclusión de
Derrida) es que la filosofía se encuentra presa en lo que se denomina una
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“contradicción de actuación, porque los filósofos escriben a pesar de las acusaciones


contra la escritura. No es ninguna tontería, desde luego, pero nada impide al filósofo
reconocer, para acabar lamentándolo, que su propio discurso está escrito, a pesar de
declarar que la viva voz es el telos ideal del lenguaje. (Bennington y Derrida,
1994,p.69)

Evidentemente, Derrida reconoce el rebajamiento de la escritura condenada por la


filosofía occidental. Señala las contradicciones situacionales de los filósofos que arrojan la
piedra y esconden la mano. Escriben sus textos y reniegan de la escritura sin poder salir de
la gramática. Pero además, ¿declarar taxativamente que la voz es el telos ideal del lenguaje,
no es enunciar ya una verdad absoluta desde un posicionamiento previo?

La crítica del lenguaje formulada por Derrida en “De la gramatología” hace vacilar
los fundamentos de la metafísica occidental. Para Rousseau, según sostiene Derrida (1971),
“las lenguas están hechas para ser habladas, la escritura no sirve más que de suplemento al
habla (…) así, el arte de escribir no es sino una representación mediata del pensamiento”
(p.185). El autor de “El contrato social”, coloca la escritura en una posición de
subordinación y la presenta como mediadora entre habla y pensamiento. Considera el habla
como expresión natural para traducir el pensamiento y la escritura como una simple añadido.
(Ibit) No obstante, Derrida deconstruye la idea de la supuesta supremacía de la voz sobre la
escritura. Invierte la precaria posición de la escritura que pasa por ves primera al escenario
principal. Se rasga el velo que oculta la red estructural previa que inscribe al lenguaje y ejerce
poder, al tiempo que el edificio de la tradición metafísica occidental se desmorona.

F) No Hay Fuera Del Texto

“No hay fuera del texto”. Quizá sea la frase más significativa del filósofo Jacques
Derrida. Pero, ¿qué quiere decir Derrida cuando señala “no haber” fuera del texto? ¿Hay
acaso un afuera del texto? ¿O todo lo que pensamos, hacemos o hablamos nos inscribe ya en
un lenguaje previo? (Sztajnszrajber, 2018, p.254) Recapitulemos. Si la escritura o
archiescritura es previa a la voz, sin duda hay un lenguaje originario. ¿No será que estamos
atravesados por estructuras semánticas que nos condicionan?
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De nuevo. “No hay fuera del texto”. ¿Quiere decir esto que no existe realidad fuera
del lenguaje? Es innegable que existe una realidad fuera del texto. Lo sabemos porque
habitamos una realidad material. Percibimos el olor y el tono policromático de los jardines,
escuchamos el canto matutino y melódico del ruiseñor o sentimos el calor corporal de la
caricia que nos hace temblar. Pero siempre que queremos referirnos a la realidad debemos
recurrir al lenguaje. No podemos escapar de la gramática. (Sztajnszrajber, 2018, p.256)

La frase puede encontrarse en el libro De la gramatología. Según Sztajnszrajber


(2018), Derrida se propone reconfigurar la idea que el sentido común ha instaurado como
texto. Pero, si todo es texto, ¿son entonces las categorías hermenéuticas de análisis textual
las encargadas de suministrar las herramientas necesarias para comprender la realidad? En
otras palabras, es a través de la hermenéutica que el sujeto puede analizar subjetivamente la
realidad como si fuera un texto. (p.266)

En palabras de Jacques Derrida (1971), “si la lectura no debe contentarse con


duplicar el texto, tampoco puede legítimamente transgredir el texto hacia otra cosa que él,
hacia un referente (…) o hacia un significado fuera del texto (p.202). ¿Qué significa entonces
la frase no hay fuera del texto? Significa que somos texto, somos lenguaje. No podemos
escapar de la gramática. Significa que, si hay fuera del texto, -si es que lo hay-, no podría ser
jamás traducido por nuestras categorías epistemológicas. Estaría tan fuera de nuestro alcance
que no podría ser sino lo indecible; aquello de lo cual nada puede ser dicho.

G) Deconstrucción

El término “deconstrucción” es el concepto más emblemático en la filosofía de


Jacques Derrida. Según Sztajnszrajber, para Derrida: “el término busca resignificar la idea
heideggeriana de destrucción de la metafísica, porque aquí, más que destruir, se desarma,
se descompone (p.267). Sin embargo, al desarmar o desarticular el texto, nos encontramos en
el fondo siempre ante situaciones paradójicas o aporéticas, que nos resultan imposibles de
resolver. La deconstrucción busca desarticular esos conceptos o lugares comunes que se nos
presentan como estructuras macizas. Como si no pudieran ser de otra forma. Es decir, a través
de su análisis, Derrida se propone deconstruir toda certeza filosófica. (Ibit)
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¿Tiene la deconstrucción entonces un único propósito? Su propuesta intenta


desplazar, más allá de toda certezas, los dispositivos a partir de los cuales tales certezas se
instauran. El trabajo presentado por Derrida en De la gramatología es la confirmación de lo
expuesto. (Sztajnszrajber, 2018, p.264) La deconstrucción invierte la supuesta supremacía de
la voz sobre la escritura, desarticulando todo ideal de certeza hegemónica fonocéntrica y
logocéntrica. ¿Qué es, pues, la deconstrucción? ¿Será preciso definir el término? Quizá la
concepción de Sztajnszrajber (2018) ayude a esclarecer un primer acercamiento:

Es muchas cosas. Básicamente, es una práctica de visibilización del carácter


histórico de todo concepto. Se visibiliza lo que históricamente ha sido invisibilizado,
que es el carácter de constructo de todo concepto, esto es, entender que todo se
encuentra condicionado de alguna u otra forma por la contingencia. Nuestro sentido
común se vuelve efectivo en la medida en que se presenta como un hecho, como algo
dado, como algo autónomo. O sea, nunca revela su condición de construcción, esto
es, de haberse ido sedimentando a lo largo de la historia. Esa sedimentación es nodal
en este planteo, ya que se deconstruye todo lo que supone una construcción, pero una
construcción que no se presenta como tal. La deconstrucción va desentramando
relaciones, intereses, algunos conscientes y otros no, pero que se han ido sumergiendo
para no aparecer en la superficie. (p.266)

Este primer acercamiento concibe la deconstrucción como un dispositivo de


visibilización de todo constructo histórico anteriormente invisibilizado. Devela la condición
de constructo de todo concepto o estructura hegemónica, al tiempo que muestra las
estructuras de poder que organizan en binomios la realidad toda, y que imponen
jerárquicamente la supremacía de un concepto sobre otro.

Para Derrida, la deconstrucción es una experiencia de lo imposible. Y es justamente


una experiencia de lo imposible, porque es posible destotalizar. Es decir, la deconstrucción
diluye todo absoluto. Generalmente, se ha asociado la deconstrucción con el pensamiento
posmoderno. Derrida rechazó taxativamente dicho mote. Sin embargo, su campo de trabajo
desembocó en un entorno climático de época post. Ahora bien, se suele criticar la
deconstrucción como carente de intencionalidad política. No obstante, si lo político es
concebido como el campo donde se juegan las relaciones de poder, entonces no habría
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pensamiento más político que la deconstrucción. ¿Cómo no va a ser político un pensamiento


que logra descentrar todo lugar estable y definitivo? La deconstrucción cuestiona al
pensamiento político porque comprende que todo lo referente a la verdad con mayúscula,
unívoca, absoluta, es siempre una cuestión de poder. (Sztajnszrajber, 2018, pp.268, 273)

Llegados a este punto, resulta conveniente para nuestra empresa realizar algunas
observaciones finales sobre el término deconstrucción. Más allá de lo planteado
anteriormente, aún quedan detalles por resolver. Un aviso importante nos llega del Doctor y
académico de la Universidad Nacional de Costa Rica, Diego Soto Morera (2022):

La deconstrucción no asalta desde el exterior a un objeto ya dado de


antemano, previamente constituido y asegurado. Tampoco se reduce a un modelo o
mecanismo para desarmar, descomponer, ni disolver sin dejar rastro alguno. La
deconstrucción acontece toda vez que las fuerzas que constituyen un objeto (…) que
deben resguardarlo y garantizarlo, también lo exponen y lo expropian de aquello que
supuestamente le resulta más propio. La deconstrucción acontece sin un sujeto que
la inaugure o la gobierne, pues está siempre en acto, como la imposibilidad de un
cierre o clausura que garantice la plenitud o consolidación (au)totalitaria de lo
propio, de la mismidad. (p.10)

La deconstrucción señala Diego Soto, no es un mecanismo que opera exteriormente


sobre una entidad dada. Tampoco es posible reducirla a un recetario o dispositivo para
desarmar, desmantelar o disolver todo concepción hegemónica. La deconstrucción descentra,
por eso tiende a despojar lo más propio del aquello que deconstruye. Como bien apunta el
autor costarricense, la deconstrucción no sólo siempre está en acto, sino que se presenta como
la imposibilidad de un cierre que garantice la plenitud de un concepto. Se deconstruye porque
no hay un estadio último, un punto final definitivo.

H) Conclusiones

Las huellas filosóficas no son más que invitaciones a proseguir el sendero que una
vez transitara Jacques Derrida. Su obra suele ser dividida en dos grandes etapas. Una etapa
inicial o deconstructivista marcada por el análisis del lenguaje, y una etapa posterior que
muestra a un Derrida maduro, reflexionando sobre la otredad y temas aporéticos.
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En su etapa primigenia, Derrida deconstruye la idea logocéntrica y fonocéntrica de la


filosofía occidental, que sitúa a la voz, jerárquicamente por encima de la escritura. La
metafísica occidental consideró a la voz como la forma ideal de trasmitir el pensamiento. Sin
embargo, Derrida demuestra que la escritura -entendida como archiescritura-, es previa a la
voz. Mediante la deconstrucción, Derrida invierte las posiciones. La escritura pasa al
escenario principal y es develada la estructura de poder que esconde el lenguaje. El lenguaje
no es neutral; esconde poder en él.

La deconstrucción del lenguaje nos regala varias conclusiones. El concepto


“diferencia” muestra cómo en el signo, el significante no remite a un significado, sino a un
encadenamiento infinito de significantes. Esto quiere decir que el significado es producto de
una diferencia. La différance deja entrever que estamos ante una red diferencial previa de
construcción de sentido que inscribe y condiciona los significados. Asimismo, al
desestabilizar los cimientos metafísicos de la filosofía occidental, Derrida demuestra la
imposibilidad de sustraernos del lenguaje. La frase “no hay fuera del texto” nos recuerda que
no podemos escapar de él. Somos lenguaje. Quiero decir: estamos inscriptos en una red
semántica previa que condiciona nuestra forma ser y actuar en el mundo. ¿No será que
estamos ante una red o superestructura previa que condiciona todos los aspectos de la vida
cotidiana?

En vista de lo argumentado, la deconstrucción se caracteriza por desarmar,


desarticular, descentrar todo concepto cerrado, sólido. Se deconstruye toda certeza filosófica
y se muestra su carácter de constructo, develando las estructuras de poder que se esconden
tras ellos. Así vista, la deconstrucción, claramente, es un pensamiento político. En síntesis,
la deconstrucción más que un recetario para desarmar o desmantelar conceptos hegemónicos,
representa la imposibilidad de un cierre absoluto, totalitario. Se deconstruye, precisamente,
porque no hay un acto final, una escena última en la obra.
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Bibliografía

Bennington, G y Derrida , J. (1994). Jacques Derrida. España. Cátedra.

Derrida, J. (1971). De la gramatología. México. Siglo XXI.

Derrida, J. (1975). La farmacia de Platón. Madrid. Editorial Fundamentos.

Derrida, J. (1994). Márgenes de la filosofía. Madrid. Catedra.

Morey, M. (2015). Pensamiento francés contemporáneo. España. Batiscafo.

Rousseau, J. (2010). Ensayo sobre el origen de las lenguas. México, D.F. Fondo de
Cultura Económica.

Saussure, F. (1945). Curso de lingüística general. Buenos Aires. Editorial Losada.

Soto, D. (2022). Vivir juntas. Cohabitación en Jacques Derrida. San José. Editorial
Arlequín.

Sztajnszrajber, D. (2018). Filosofía en 11 frases. Titivillus.

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