Activacion Conductual Revision de Procedimiento y Tecnicas para El Tratamiento de La Depresion

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ACTIVACIÓN CONDUCTUAL: REVISIÓN DEL PROCEDIMIENTO Y TÉCNICAS PARA EL

TRATAMIENTO DE LA DEPRESIÓN

Ana María Mendoza Puche

Instituto Superior De Estudios Psicológicos. ISEP.


Máster en Psicología Clínica y de la Salud
Curso A, Código: MTPCCATINT121A
Barcelona, 2013
Activación Conductual 2

INDICE

1. JUSTIFICACIÓN 3
2. MARCO TEÓRICO 6
2.1. Activación Conductual 7
2.1.1. Aplicación de la Activación Conductual 18
2.1.2. Técnicas de Intervención 25
2.1.3. Trabajo Cognitivo 34
2.1.4. Trabajo con la Motivación 35
2.1.5. Estructuración de la Terapia 35
2.1.6. Métodos de Evaluación 41
2.2. Depresión 43
3. MARCO EMPIRICO: INVESTIGACIONES EN ACTIVACIÓN CONDUCTUAL 55
4. CONCLUSIONES 62
5. REFERENCIAS 66
Activación Conductual 3

1. JUSTIFICACIÓN

Según la Organización Mundial de la Salud (2012) la depresión es un trastorno mental


que está presente en más de 350 millones de personas en todo el mundo, siendo la mayor
causa de discapacidad con un índice importante en la carga de morbilidad a nivel mundial y,
aproximadamente, con 1 millón de muertes anuales por suicidio; hecho que resulta
preocupante porque dicha información estadística sigue en aumento. Esto, no es indiferente a
los organismos encargados para tal fin, ya que la Asamblea Mundial de la Salud en su resolución
de Mayo de 2012, aboga por una respuesta integral y coordinada de los países al problema de
los trastornos mentales.
La OMS (2012) plantea la eficacia de varias terapias para la depresión. Así, para las
‘depresiones leves’ se recomiendan tratamientos psicosociales, mientras que para las
‘depresiones moderadas y graves’ las opciones terapéuticas sugeridas consisten en un apoyo
psicosocial básico, uso de técnicas de resolución de problemas, psicoterapia cognitivo-
conductual y/o psicoterapia interpersonal combinadas con fármacos antidepresivos.
De aquí la importancia de la investigación en el ámbito psicológico, en donde se
profundicen las nuevas teorías para el abordaje de los trastornos mentales con el propósito de
replicar conocimiento e ir aumentando el espectro de intervención para éstos. De esta manera
se puede ir avanzando en cuestiones de eficacia, costo/beneficio y otros factores que cobran
importancia en cuanto se habla de un trastorno ampliamente extendido; por tanto, se podrían
tratar con terapias que presentan dichas características, como lo es el caso de la Activación
Conductual para el tratamiento específico de la depresión.
En cuanto a las recomendaciones sugeridas, la OMS (2013) se plantea seis
cuestionamientos respecto a las diversas técnicas para el tratamiento de la depresión en
adultos y se intenta responder a la pregunta de si éstos son mejores, más eficaces o igualmente
inocuos que el ‘tratamiento corriente’. Por ello, se hace referencia a: 1. Los antidepresivos; 2. La
duración del tratamiento antidepresivo; 3. La psicoterapia estructurada breve; 4. La activación
conductual; 5. enseñanza de la relajación; y, 6. La actividad física.
Activación Conductual 4

Cada una de las preguntas se responde teniendo en cuenta los resultados encontrados y
con base en éstos se plantean las recomendaciones clasificándolas como ‘Firme’ u ‘Ordinaria’.
De esta manera, una recomendación que es calificada como ‘Firme’ implica que “debería
aplicarse a todos los pacientes y que las autoridades competentes pueden adaptar fácilmente a
la mayor parte de las políticas”, mientras que una recomendación ‘Ordinaria’ es “la que puede
ofrecerse a la mayoría de los pacientes pero que no se puede aplicar a muchos otros”. Respecto
a la Activación Conductual, la recomendación que se presenta es de tipo ‘Ordinaria’ y se expone
que “se puede usar en el tratamiento de los adultos que sufren un episodio depresivo o
depresión”; además, se debe complementar el tratamiento con antidepresivos para la
depresión moderada o grave (OMS, 2013).
Lo anterior se expone con el propósito de revelar la importancia respecto a que la
Activación Conductual ya esté siendo considerada por instituciones de gran reconocimiento a
nivel mundial. Además, al catalogar ésta de ‘ordinaria’ se incentiva a la profundización e
investigación en esta área, con el objetivo de enriquecer el tipo de recomendaciones que se
hacen al respecto. Hay investigaciones que demuestran que la terapia de Activación Conductual
es igual o más eficaz que el tratamiento con fármacos; dato que resulta importante ya que
según Pérez (2007) en la práctica clínica la medicación es el tratamiento más utilizado hoy día
para la depresión y de acuerdo a los datos del Ministerio de Sanidad de España, “el consumo de
antidepresivos ha pasado de 7.285.182 de envases vendidos a cargo de la Seguridad Social en
1994 a 21.238.558 en 2003” (p. 97).
En general, la proyección estadística supone que para el 2030 los trastornos depresivos
ocuparan el primer lugar en la carga global de enfermedades (WFFMH, 2012); con lo cual se
pueden considerar dichas cifras como un llamado de atención tanto a nivel de salud pública,
como a nivel del ejercicio clínico de los profesionales encargados. Pero más allá de las cifras, el
hecho más importante es que se está hablando de personas con alto grado de sufrimiento
psíquico pero con posibilidades que, en algunos casos, se pueden ver limitadas ya sea por falta
de recursos personales, económicos y/o sociales.
Por tanto, es aquí donde se vuelve indiscutible la necesidad de avanzar en materia de
investigación y acción para la detección temprana, prevención, tratamiento y seguimiento de
Activación Conductual 5

dichos trastornos. Por esta razón el presente trabajo pretende aportar a una problemática
mundial de alta relevancia social y científica, a través de la exposición de los fundamentos de la
terapia de Activación Conductual, como tratamiento emergente y que promete eficacia en el
abordaje de la depresión. Además, se busca ampliar los conocimientos personales acerca de
dicha terapia, con el propósito de ponerlos en práctica en el espacio terapéutico de manera tal
que se pueda dar una respuesta eficiente en la atención psicológica para este tipo de casos.
La presente investigación se estructura en tres partes principales. En primer lugar, se
desarrolla el marco teórico que parte desde un contexto general haciendo una breve
descripción del desarrollo de la tradición conductual, con el propósito de contextualizar la
temática a desarrollar hasta llegar a ampliar sobre los conceptos principales, procedimiento y
técnicas de la Activación Conductual; se termina este apartado con la definición de depresión
que se tiene en cuenta para dicha terapia. En segundo lugar, en el marco empírico se
mencionan algunas de las investigaciones realizadas al respecto, las cuales fueron escogidas de
manera aleatoria y se seleccionaron las más representativas según los intereses académicos y
profesionales, con el propósito de mostrar el desarrollo en el trabajo científico que se ha ido
adelantando en este tipo de terapia y al finalizar se realizarán las conclusiones.
Activación Conductual 6

2. MARCO TEORICO
La Activación Conductual se encuentra enmarcada en la historia de la terapia de
conducta dentro de la hoy llamada ‘Tercera Generación’; por lo que resulta necesario, en un
primer momento, hacer un breve recuento de la historia de la tradición conductual para poner
en contexto el tema a abordar.
La ‘primera generación’ de terapia de conducta nace en 1950 como respuesta crítica al
enfoque psicoanalítico que abarcaba, en casi toda su totalidad, la labor clínica que se ejercía en
ese momento. Esta nueva terapia propuso un enfoque basado en principios científicos, dados
principalmente por la psicología del aprendizaje y con una visión contextual e ideográfica; hecho
que marcó la historia de la psicología, dando paso a una nueva época para la terapia clínica. No
obstante, las dos tendencias ampliamente extendidas fueron el condicionamiento clásico
liderado por Pavlov y el condicionamiento operante llevado a cabo por Skinner (Pérez, 2006).
Hacia los años 70, aproximadamente, aparece la ‘segunda generación’ con la terapia
cognitivo-conductual, con lo cual “La ciencia psicológica básica ya no sería sólo la psicología del
aprendizaje sino también el procesamiento de la información” (Pérez, 2006, p. 162). Se empieza
a atender con especial atención a aquellos eventos ‘no observables’ como pensamientos,
creencias, atribuciones y se llega a la conclusión que las cogniciones son la causa de los
problemas conductuales y emocionales. Este vuelco hacia lo cognitivo proviene, principalmente,
de dos terapias disidentes del psicoanálisis y ajustadas a la terapia de conducta, como lo son la
terapia racional emotiva desarrollada por Ellis y la terapia cognitiva de la depresión de Beck
(Pérez, 2006).
A partir de 1990 se empieza a hablar de las terapias de conducta de ‘tercera generación’,
pero no es hasta 10 años después cuando ésta se populariza y empieza a tomar su propio
camino; dando respuesta a través de diferentes tipos de procedimientos terapéuticos, a ciertas
limitaciones de la terapia cognitivo-conductual y al desarrollo del análisis de la conducta (Pérez,
2006). En tanto, se retoma el enfoque contextual, volviendo a las raíces de la terapia de
conducta y se añade el aspecto funcional.
Las terapias de la ‘tercera generación’, “Se interesan más por las funciones de las
conductas que por las conductas concretas. No buscan tanto cambiar una conducta concreta
Activación Conductual 7

como una clase de conductas. Optan, preferentemente, por el cambio experiencial, esto es por
el cambio por contingencias, frente al cambio más didáctico y psicoeducativo basado en reglas,
aunque no rechazan esta estrategia de cambio” (Vallejo, 2011, p. 51). De manera que los
aportes de las terapias de conducta de la ‘tercera generación’ abarcan un replanteamiento
contextual de la psicopatología, la evaluación y el tratamiento de la psicología clínica;
apuntando también, a la desmedicalización en el abordaje que se había venido haciendo a ésta
(Pérez, 2006).
En síntesis, “Se trata del abandono de la lucha contra los síntomas y en su lugar [se
propone] la reorientación de la vida” (Pérez, 2006, p. 166); a partir de lo cual han surgido
procedimientos terapéuticos específicos indicados para casos graves, en los que el punto de
partida es la aceptación de la problemática, el reconocimiento y la disposición por parte del
individuo a tomar las riendas de su vida. Esto, a través del reforzamiento en aspectos como la
exposición, la importancia de las emociones, entre otras características (Vallejo, 2011).
A continuación se presentan las terapias que se reconocen como de la ‘tercera
generación’ (Pérez, 2006, p. 167-168):
1. Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes, McCurry, Afari y Wilson, 1991).
2. Psicoterapia Analítica Funcional (Kohlenberg y Tsai, 1991).
3. Terapia de Conducta Dialéctica (Linehan, 1993).
4. Terapia Conductual Integral de Pareja (Jacobson y Christensen, 1996).
5. Terapia de Activación Conductual (Jacobson, Martell & Dimidjian, 2001).
6. Terapia Cognitiva con base en Mindfulness (Segal, Teasdale y Williams, 2002)
7. Otras, variantes de la Terapia Cognitivo-Conductual.

2.1. Activación Conductual


La Terapia o Tratamiento de Activación Conductual, en adelante AC, se define como un
tratamiento psicosocial, con un procedimiento estructurado y breve, aunque flexible y de
carácter ideográfico, enfocado a lograr que las personas deprimidas realicen cambios en sus
conductas, aprendan a organizar sus vidas y modificar su entorno para que se restablezca su
contacto con fuentes de reforzamiento positivo; de manera que se consiga calmar la depresión
Activación Conductual 8

presente y prevenir recaídas en un futuro. Se ha usado para intervenir en los casos de depresión
más grave; en los que, de manera general, se fomenta la actividad del paciente atendiendo
especialmente al análisis funcional de la conducta (Barraca, 2009, 2010).
La AC tiene tres objetivos principales: 1. Aumentar la participación en actividades
adaptativas, que generalmente están relacionadas con experiencias de placer o dominio; 2.
Reducir la participación en actividades que mantienen la depresión o aumentan el riesgo de
depresión; 3. Resolver los problemas que limitan el acceso a los refuerzos o que mantienen e
incrementen el control aversivo. El tratamiento se centra directamente en estos objetivos o en
los procesos que inhiben el enfoque hacia los mismos como, por ejemplo, la evitación; para
lograr éstos, los terapeutas pueden usar una gran variedad de estrategias comportamentales. El
modelo comportamental de la depresión y la evaluación del comportamiento guían la
implementación de estas estrategias, de manera que el tratamiento se lleve a cabo de forma
colaborativa (Dimidjian; Barrera; Martell; Muñoz & Lewinsohn, 2011, p. 4).
“El primer uso del término Activación Conductual aparece en la literatura de la
neurociencia haciendo referencia a las consecuencias de algunos compuestos en un organismo”
(Mandell et al. 1968, citado por Dimidjian et. al., 2011, p. 3). Más tarde, Gray (1982, citado por
Dimidjian et. al., 2011) definió el "Sistema de Activación Conductual" y el "Sistema de Inhibición
Conductual" como procedimientos motivacionales. En la literatura de la psicoterapia el término
aparece por primera vez en 1990, con Hollon & Garber (1990, citado por Dimidjian et. al., 2011)
quienes definieron la Activación Conductual como un conjunto de procedimientos utilizados en
la terapia cognitiva para la depresión. Jacobson y sus colegas (1996, citado por Dimidjian et. al.,
2011, p.3) conservaron el término para describir las intervenciones conductuales que eran foco
de estudio en el análisis de componentes de la terapia cognitiva y posteriormente para describir
un tratamiento independiente para la depresión (Jacobson et. al, 2001, Dimidjian et. al., 2011).
Lejuez y su equipo de trabajo (2001, citado por Dimidjian et. al., 2011) utilizaron de igual
manera el término para describir otro tratamiento independiente para la depresión.
La AC fue desarrollada por Jacobson (1996, citado por Pérez, 2007), después de estudiar
los componentes de la Terapia Cognitiva de la depresión de Beck y observar que el factor
decisivo en ésta era el conductual. En la investigación realizada se puso a prueba tres
Activación Conductual 9

condiciones alternativas a los componentes usados en la Terapia Cognitiva; éstas son: 1. La AC


en relación con la hipótesis de activación, que tiene ver con la eficacia de activar a los pacientes
y que se pongan en contacto con situaciones beneficiosas para ellos; 2. La AC más la
modificación de los pensamientos automáticos disfuncionales en relación con la hipótesis de
afrontamiento, la cual plantea que la eficacia estaría dada por las herramientas aprendidas, a lo
largo de la terapia, sobre cómo abordar los eventos y pensamientos disfuncionales; y, 3. la
Terapia Cognitiva en relación con la hipótesis cognitiva, que dice que la eficacia se daría por la
reestructuración de los esquemas depresógenos subyacentes.
Los resultados obtenidos en dicha investigación llevaron a Jacobson, y a sus colegas, a
revisar los antecedentes de la literatura conductual. Hace casi 30 años, Ferster (1973, citado por
Jacobson, Martell & Dimidjian, 2001, p. 256) propuso una teoría netamente comportamental de
la depresión basado en los principios conductistas radicales expuestos por Skinner, enfatizando
en la importancia del análisis funcional de la conducta, en la comprensión y el tratamiento de la
depresión. Además, se centró en la importancia del aumento en la evitación y las conductas de
escape y la disminución de conductas reforzadas positivamente en las personas deprimidas
(Jacobson et. al., 2001).
También, Lewinsohn y colegas (1972, 1973, citado por Jacobson et. al., 2001, p. 256,
257), postularon una teoría conductual de la depresión en la que plantean que la disminución
de los eventos agradables o el aumento de los eventos aversivos están asociados con la
depresión. De esta manera, se propuso que las cualidades particulares de refuerzo del entorno
de cada persona, como las bajas tasas de refuerzo positivo o el aumento de las tasas de castigo,
presentan una relación causal con la depresión; por lo que el tratamiento llevado a cabo por
dichos autores trató de aumentar los eventos agradables, definidos con antelación, para
aumentar el refuerzo positivo en las personas deprimidas. Éste fue significativo por su énfasis en
la importancia de las contingencias de refuerzo para el tratamiento de la depresión y, como tal,
proporcionó una base importante para el modelo actual de AC. Sin embargo, el tratamiento de
Lewinsohn, se basó en un enfoque nomotético, en la medida en que se propusieron identificar y
clasificar los eventos de reforzantes; por el contrario, en la AC se realizó una conceptualización
más ideográfica, sin hacer suposiciones a priori de que un evento está siendo reforzado, hasta
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que no se observa un aumento en la conducta o tiene un efecto positivo en el estado de ánimo


(Jacobson et. al., 2001, p. 256, 257).
En general, la investigación mostró que todas las condiciones obtuvieron una eficacia
comparable a la ya conocida de la Terapia Cognitiva; resaltando que solo el componente de AC
es tan eficaz como la terapia completa, con lo cual se descartarían las técnicas cognitivas como
esenciales para el cambio en el proceso terapéutico. Fue este hallazgo lo que finalmente hizo
que un componente de la Terapia Cognitiva se considerara como una terapia por sí misma,
replanteándose como un tratamiento propiamente conductual, pero incorporando aspectos
nuevos (Jacobson et. al., 2001). En los estudios realizados sobre la AC no se han encontrado
mayores dificultades, ya que parece ser menos complejo, eficaz y más fácil de aplicar que la
Terapia Cognitiva, lo cual ha generado un creciente interés en las nuevas formas de la terapia de
comportamiento como alternativa rentable, en contraposición a la medicación, para el
tratamiento del Trastorno Depresivo Mayor (Hollon & Ponniah, 2010).
En cuanto al marco del análisis funcional de la AC, éste es radicalmente diferente a los
modelos que consideran la depresión como una enfermedad médica. De este modo, la AC
proporciona una alternativa a los modelos de tratamiento que han subestimado la importancia
del contexto. Los modelos de enfermedad se centran en la patología dentro del organismo,
mientras que los modelos funcionales observan lo que sucede fuera del organismo para
establecer las relaciones entre el comportamiento y el contexto (Jacobson, 1997, citado por
Jacobson et. al., 2001, p. 257). El enfoque funcional no niega las vulnerabilidades genéticas o
biológicas de la depresión. La desregulación de los neurotransmisores ha sido reportada
consistentemente en investigaciones sobre los trastornos afectivos (Siever y Davis, 1985, citado
por Jacobson et. al., 2001, p. 257); sin embargo, hasta la fecha, los datos no son concluyentes
respecto al nexo causal y la disfunción biológica específica que pueda dar cuenta de
tratamientos farmacológicos eficaces (Maes & Meltzer, 1995; Schatzberg & Schildkraut, 1995,
citado por Jacobson et. al., 2001, p. 257). Tampoco los modelos puramente biológicos o los
puramente comportamentales han demostrado ser lo suficientemente determinantes en la
patogénesis de la depresión (Libre & Oei, 1989, citado por Jacobson et. al., 2001, p. 257).
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En este orden de ideas, el enfoque del AC se basa fundamentalmente en un modelo


netamente conductual de la depresión, focalizando en los eventos que tienen lugar en la vida
del individuo y la respuesta a los acontecimientos, una vez que éste se deprime. Gran parte del
comportamiento de las personas deprimidas son conductas de evitación que se presentan,
tratando de hacer frente a las respuestas condicionadas de los contextos que se caracterizan
por presentar bajos niveles de refuerzo positivo o altos niveles de control aversivo (Dobson et.
al., 1999, citado por Jacobson et. al., 2001, p.259). La inactividad, el encierro, y la inercia son
comportamientos comunes que se observan entre las personas deprimidas. Desde la
perspectiva de la AC, también se presta especial atención a la función de estos
comportamientos en el contexto de la vida de un individuo (Jacobson et. al., 2001).
Los modelos de la psicopatología de la AC describen las relaciones entre el refuerzo, el
estado de ánimo, el comportamiento y la depresión (Figura 1). Según la tradición conductual, el
modelo empieza con cambios en las contingencias de refuerzo. En concreto:

La reducción del refuerzo positivo (simbolizada como ‘R+’) en un


comportamiento saludable conduce a la depresión y disminuye la activación de la
conducta. Se añade el ‘↑refuerzo negativo’ (R-) para resaltar el proceso que enfatiza
Martell (2001, citado por Manos, Kanter & Busch, 2010, p. 549) y se agrega ‘↑ R+ en el
comportamiento depresivo’ para resaltar las consideraciones respecto a la ley de
igualación que plantea Lejuez (2001, citado por Manos et. al., 2010, p. 549). Ambos se
agregan en paréntesis, para mantener el predominio de la reducción de refuerzo positivo
en el modelo. El modelo asume que la funcionalidad de los procesos contextuales,
incluida abajo del Refuerzo, tiene un efecto inmediato en el estado de ánimo y en
conjunto estos cambios de contexto y de ánimo extinguen el comportamiento sano que
previamente se había mantenido por la pérdida de reforzadores y evocan conductas
evitativas mantenidas por reforzadores negativos. Las conductas de evitación incluyen
conductas como la rumiación, según Martell (2001, citado por Manos et. al., 2010, p.
550).
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Figura 1.
Psicopatología y Modelo del Mecanismo de la AC (Manos et. al., 2010, p. 549).

En la Figura 1, se representa un ciclo en el que los cambios de comportamiento


conducen a más cambios en las contingencias de refuerzo, que a su vez aumenta el estado de
ánimo deprimido y la probabilidad de que el comportamiento continúe, creando un círculo
vicioso de la depresión siendo ésta cada vez más y más profunda. Esta secuencia cíclica
completa esencialmente el modelo psicopatológico de la depresión de acuerdo con la AC
(Manos et. al., 2010, p.550). Entonces, el modelo de la terapia comienza con la disponibilidad de
técnicas que tiene la AC (TRATAMIENTO) y el objetivo inmediato es aumentar la activación del
comportamiento, mientras que se disminuyen las conductas de evitación y depresión
(CONDUCTA) y se restaura un entorno caracterizado por diversas fuentes de refuerzo positivo
que deben ser estables (REFUERZO). Aunque la mayoría de las técnicas de la AC, abordan el
comportamiento directamente, algunas técnicas se dirigen directamente al contexto
representado en la Figura 1, por una flecha más pequeña que va del tratamiento hacia el
Refuerzo.
Activación Conductual 13

Las técnicas de la AC son menos propensas a abordar directamente el estado de ánimo,


pero se espera que los cambios en el estado de ánimo se produzcan una vez el comportamiento
permita el refuerzo positivo. Como el comportamiento saludable produce cambios en el
refuerzo de las contingencias, estos procesos de reforzamiento se retroalimentan para
aumentar los comportamientos que los produjeron, invirtiendo el ciclo de la depresión. Este es
un componente importante del modelo en términos de la prevención de recaídas. Aunque los
episodios individuales de mejora en el comportamiento pueden mejorar el estado de ánimo de
forma relativamente rápida, de acuerdo con el modelo los procesos de fortalecimiento del
contexto para que se presente un comportamiento saludable deben ser estables, para prevenir
las recaídas (Manos et. al., 2010, p. 550).
Sobre este modelo es necesario aclarar ciertos aspectos; en primer lugar, el cuadro de
refuerzo en el diagrama de Psicopatología es una simplificación y no aborda los múltiples
factores que influyen en lo que se percibe y se experimenta como refuerzo. El refuerzo
representa, en términos funcionales, una diversa topografía de los acontecimientos
contextuales relacionados con la depresión como las situaciones negativas de la vida, los
problemas de pareja, las redes de poco apoyo social, entre otros. Lo importante en la AC no es
la relevancia de estos múltiples factores en la depresión, esto es indiscutible, sino que la
reducción en el refuerzo positivo es el mecanismo que determina cómo estos eventos resultan
en la depresión clínica. Así, la AC establece estos eventos en términos funcionales; de hecho, el
modelo sugiere que muchos de los procesos ambientales que son funcionales pueden resultar
en la reducción refuerzo positivo, lo que no se explica en este caso. Además del aumento en el
refuerzo negativo, que se destaca, estos procesos incluyen un aumento del castigo, saturación,
la pérdida del refuerzo y el déficit en habilidades (Kanter, Cautelli, Busch & Baruch, 2005, citado
por Manos et. al., 2010, p. 550).
En pocas palabras, cuando se pierden los refuerzos las personas se sienten mal.
Técnicamente, el estado de ánimo es visto como un subproducto debido al cambio en las
contingencias (Kanter, Busch, et. al., 2008; Kanter, Busch et. al., 2009; Lewinsohn, 1974, citados
por Manos et. al., 2010, p. 550). El incluir el estado de ánimo, como parte del modelo es
importante ya que, en la mayoría de los casos, el comportamiento de la persona deprimida se
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presenta debido a que evita las reacciones emocionales (ESTADO DE ÁNIMO) por el cambio en
las contingencias en lugar de hacer frente a las mismas contingencias (REFUERZO). La respuesta
del comportamiento a los cambios en las contingencias a diferencia de la respuesta emocional,
no es automática y puede ser temporalmente distinta, por lo tanto, no está incluido en el
cuadro con el refuerzo y el estado de ánimo (Manos et. al., 2010, p. 550).
De esta manera, para la AC el comportamiento es la herramienta principal para mejorar
lo que piensa y siente. Se procede a incrementar la experiencia en eventos placenteros y sus
consecuencias; de manera que los pensamientos negativos, antes presentes, van cambiando al
ser contrastados con lo que se experimenta (Lejuez, Hopko, Hopko, James & MacNeil, 2000,
citado por Navas, Zambrano & Rendón, 2011). Se trata entonces de que, a través de la terapia,
el sujeto aprenda a observar su comportamiento y las consecuencias que éste conlleva; para
luego desarrollar, en conjunto con el terapeuta, un plan de acción o realización de actividades
que permita e instruya a la persona con depresión a ser observador y actor de su propia vida
(Navas, et. al., 2011). Estas actividades por si solas no son efectivas, por eso es importante en la
planificación realizar un análisis de éstas teniendo en cuenta el tipo de respuesta que se espera,
que evidentemente no debe ser de evitación, y que vaya acorde con los intereses y valores
concretos del paciente; y por tanto, que conlleven al cumplimiento de los objetivos planteados
en la terapia.
De acuerdo con Vallejo (2011) “En esas condiciones, y una vez decidido sobre qué y
cómo actuar, la ejecución de la conducta se hace con independencia del estado de ánimo del
paciente. Éste se compromete a actuar, a hacer, aunque no tenga ganas de hacerlo. Se parte de
que no puede prevalecer lo que apetece o no en un determinado momento, frente a la
determinación de hacerlo” (p. 52). Se puede presentar que el paciente argumente ‘la falta de
ánimo’ para evitar hacer lo que se ha propuesto, por lo que el objetivo principal que se debe
transmitir a este mismo es que es él quien debe asumir la responsabilidad de cambio,
participando activamente en el proceso del tratamiento y enfatizando sobre todo en el trabajo
por fuera de la sesión.
Es esta la necesidad que plantean los autores de la AC de reorientar el análisis y cambiar
el énfasis de atención que va desde el interior del individuo hacia las relaciones que éste
Activación Conductual 15

establece con su entorno y las consecuencias de las acciones que se desprenden de dichas
relaciones. De manera que el aspecto clave en la AC consiste en evaluar las consecuencias de los
comportamientos y de los pensamientos, atendiendo especialmente a las funciones específicas
que éstos cumplen. Es por esto que en la AC no se aborda al individuo como un enfermo, sino
como un sujeto que está inmerso en una situación que carece de incentivos, lo que explica el
bajo estado de ánimo. “Además, dado este marco, se considera que debe des-biologizarse y
desculpabilizarse al sujeto, pues las respuestas depresivas son consideradas lógicas: quizás la
mejor o única manera que la persona tiene de enfrentarse a las circunstancias que vive”
(Jacobson, 2001; Martell, 2001, citado por Barraca, 2009, p. 29).
De ahí la importancia del rol del terapeuta quien debe proporcionar un entorno que
apoye las conductas de cambio, cuidando el ritmo del proceso de manera que lo que se plantee
no resulte abrumador para el consultante; con el fin de garantizar en buen desarrollo del
tratamiento (Lejuez, Hopko, James, Hopko & MacNeil, 2000, citado por Navas, et. al., 2011).
Conjuntamente, como clave para el éxito de la terapia, se debe fomentar la aceptación como
alternativa a la evitación, promoviendo en la persona un papel activo en el cambio de su
situación de vida. Al reactivar la mirada del individuo sobre múltiples posibilidades de acción se
permite el reconocimiento de nuevos horizontes, para recuperar el sentido de vida (Pérez,
2008).
Para entender de una forma más dinámica lo expuesto anteriormente, la AC se vale de
los esquemas de TRAP, TRAC (K) y ACTION que dan explicación al funcionamiento de la filosofía
contextual de la que se parte. Así pues, son los patrones de evitación que ‘entrampan’ – TRAP,
en el original inglés, la palabra se forma por: Trigger, precipitante de la depresión; Response,
respuestas ante ese precipitante; y Avoidance Pattern, patrón te evitación ante las respuestas.
La alternativa es tomar otro camino – TRAC (K), en el original inglés, que propone que ante el
patrón de evitación puede plantearse el Alternative Coping, es decir un afrontamiento
Alternativo. A continuación se presenta gráficamente el modelo:
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Figura 2.
Esquema TRAP, TRAC (K). (Barraca, 2009, p. 30).

Este esquema se complementa con el acrónimo ACTION, que puede ser de utilidad para
algunos clientes con el propósito de establecer nuevas rutinas. “ACTION deriva de: Asses,
‘evaluar’, en este caso preguntándose uno a sí mismo si lo que hace no estará en realidad
manteniendo el problema; Choose, ‘decidir’, tomar la decisión de seguir evitando o actuar de
una forma resolutiva; Try, ‘probar’ las acciones decididas; Integrate, ‘integrar’ las nuevas
actividades en las rutinas diarias; Observe, ‘observar’ el resultado preguntándose a sí mismo si
se siente mejor o peor después de hacer esta actividad y si está en dirección a su meta a largo
plazo; Never give up, ‘nunca abandonar’, seguir intentándolo” (Pérez, 2007, p. 105).
En resumen y teniendo en cuenta lo planteado por Pérez (2006, p. 168) y Barraca (2009,
p. 28) las características a resaltar de la AC y por lo cual merece importancia son las siguientes:
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1. La AC pone énfasis en las situaciones específicas, de cada individuo, que hacen que
se mantenga la conducta depresiva.
2. En la AC se realiza un análisis funcional tanto de la conducta depresiva como de las
actividades propuestas, de manera que éstas sean relevantes para las necesidades de
cada sujeto.
3. Incorpora un modelo de ‘aceptación-cambio’, basado en la realización de actividades
independientemente del estado de humor o pensamientos negativos que se puedan
tener; con el objetivo de modificar las condiciones de las que depende la ‘experiencia
depresiva’.
4. Se busca una modificación del ambiente no del pensamiento, lo que no significa que
la AC no reconozca los elementos cognitivos de la depresión; sino que los aborda
indirectamente, al poner a los individuos en contacto con posibles consecuencias
positivas de las conductas antidepresivas. Es decir, que se hace una integración
genuinamente conductual de los aspectos cognitivos, en el que la rumia depresiva se
aborda desde una perspectiva funcional.
5. Focalización en el patrón de evitación conductual y énfasis en las contingencias
naturales más que en la conducta gobernada por reglas.
6. Una elaboración teórica mejor perfilada, aunque sencilla, para explicar tanto el
origen como la perpetuación del estado depresivo.
7. Un nuevo enfoque sobre aspectos motivacionales para comprometer al cliente en la
intervención.
8. Un protocolo de tratamiento bien desarrollado, organizado jerárquicamente y
formalizado a partir de las técnicas de activación conductual más contrastadas en los
trabajos empíricos.
9. El desarrollo de algunos instrumentos de evaluación originales para valorar el curso
de la terapia.
10. Una cuidada búsqueda de evidencia empírica para incluir las intervenciones entre las
terapias de probada eficacia para el tratamiento de la depresión y un análisis
detallado sobre los casos en que ha sido eficaz.
Activación Conductual 18

2.1.1. Aplicación de la Activación Conductual


Para la ejecución del tratamiento de AC es de suma importancia tener presente la
filosofía contextual sobre la cual se cimienta ésta; razón por la cual se mencionaran, a
continuación, los objetivos principales de la terapia, los principios que el terapeuta debe tener
presente a lo largo del proceso, los fundamentos en la aplicación terapéutica, las diferencias
entre los dos protocolos de aplicación más ampliamente extendidos y algunas consideraciones a
respecto a los obstáculos que se pueden presentar a lo largo de la aplicación de la terapia.

Como lo plantea Pérez (2007), la exposición del procedimiento de la AC tiene en cuenta


los siguientes cuatro objetivos:

1. La evitación conductual, como problema primordial de la depresión en la AC. Dadas


las condiciones por las que se entra en depresión, un problema secundario como lo
es la evitación conductual se convierte en la situación principal; por eso, para la AC la
depresión misma es una forma de evitación de carácter funcional, no intencional,
que mantiene al sujeto alejado de las condiciones que podrían suponer una mejoría
para éste.
2. El contexto de la relación terapéutica es muy importante; por consiguiente la AC no
solo necesita de una colaboración empírica, sino que toma la propia relación
terapéutica como contenido para el propio tratamiento. En este sentido, es labor del
terapeuta tener en cuenta la función y el contenido de las verbalizaciones de la
persona; además de conducir las conversaciones hacia la realización de actividades
productivas ante el uso de quejas sobre la vida por parte del cliente.
3. La disrupción de rutinas que se establecen en la vida cotidiana suele anteceder a un
episodio de depresión; de modo que con la AC se intenta reponer estas rutinas
interrumpidas o instaurar otras con el propósito de estabilizar el ritmo de vida.
4. El afrontamiento pasivo como participe de la depresión se debe tratar desde un
principio, proponiendo al cliente un papel activo para su mejoría. La AC propone
actuar para estar bien.
Activación Conductual 19

Según Hopko et al., 2003; Jacobson, Martell & Dimidjian, 2001; Martell et al., citado por
Pérez, 2007, p. 102-103, los principios a tener presentes a lo largo de la terapia son los
siguientes:
1. Las personas son susceptibles de depresión por una variedad de razones; es decir
que la depresión es más una posibilidad del sujeto que una disfunción de algún
mecanismo neuropsicológico y que ésta puede estar dada por diversas circunstancias
de la vida. En otras palabras, se podría decir que la depresión estaría más relacionada
con razones vitales que por causas biológicas.
2. Las conductas para afrontar la situación depresiva juegan un papel decisivo en la
depresión; o sea son los sentimientos de tristeza, la actitud pasiva, los pensamientos
de pesimismo, la disminución de las actividades, entre otras, las que impiden a la
persona enfrentar las dificultades que se les presentan, contribuyendo y
manteniendo el circulo vicioso de la condición depresiva.
3. La AC no consiste simplemente en aumentar las actividades agradables; no se trata
entonces de hacer por hacer para estar ocupado, sino de hacer algo funcional, que
tenga un sentido práctico para el sujeto. El objetivo es que la persona se convierta en
un observador de las propias relaciones que el establece entre las acciones y los
resultados que éstas tienen en su vida diaria, más específicamente las que
conciernen a su estado de ánimo.
4. Los clientes deberían reparar en la situación en la que están y en las consecuencias
de las conductas sobre su estado de ánimo; esto, se logra a través de la AC, en la
medida en que se enseñe a la persona a observar lo que hacen o dejan de hacer
teniendo en cuenta porque se sienten como se sienten.
En cuanto a los fundamentos sobre los que se asiente la aplicación terapéutica, Pérez
(2007, p. 103) expone que:
1. La terapia tiene como foco central las conductas del cliente y el contexto en el que
éstas ocurren; es por esto que el terapeuta debe enfocarse en las situaciones que
hacen que la persona si sienta y responda a éstas manteniéndose el sentimiento
respectivo.
Activación Conductual 20

2. La AC trata de enseñar al cliente a ser activo, a pesar de sus estados emocionales.


3. Es fundamental identificar los patrones de respuesta que puedan estar manteniendo
la depresión, por lo que se deben realizar y analizar los registros diarios u otros
datos de las pautas características del cliente en la vida cotidiana.
4. A lo largo del tratamiento se debe instruir al cliente a hacer análisis funcionales de
sus propias conductas, identificando sus antecedentes y consecuentes; lo que
supone la adquisición de una nueva perspectiva acerca de sí mismo, en la medida en
que se entiende el propio comportamiento en relación al contexto, dejando de lado
las explicaciones internas de sentimientos o pensamientos. Respecto a las
explicaciones internas no se trata de invalidar ni de disputar éstas, sino de
relacionarlas con las condiciones del contexto manejables. Una vez realizado esto es
posible orientar a la persona hacia la activación para que pueda crear, cambiar y
mejorar su situación.
En síntesis, se podría decir que en la conceptualización de un caso que se aborde con la
AC resulta necesario que se tenga en cuenta que el proceso está centrado en la variabilidad y la
situacionalidad más que en la estabilidad, se dirige mediante hipótesis, es más molar que
molecular, se enfatiza en la evaluación de la función y, se considera que los cambios en la
conducta cambien el contexto (Baillès, 2012).
Lo anterior como fundamentos teóricos básicos; ahora bien, en la práctica han surgido
dos protocolos distintos de intervención, el de la Activación Conductual (AC) propuesto por
Jacobson y colaboradores, y el de la Terapia de Activación Conductual para la depresión (TACD)
desarrollado por Lejuez, Hopko y colaboradores. Esto, según Barraca (2009) puede ser visto
como una dificultad en términos de difusión y desarrollo de la AC; sin embargo, las diferencias
teóricas entre la AC y la TACD son menores en esencia, aunque el énfasis que se da a algunos
aspectos es diferente en uno u otro protocolo.
Enseguida se muestra una tabla en la que se exponen a manera de resumen las
diferencias principales entre estos dos tipos de protocolos. Cabe aclarar que en el presente
trabajo se desarrollan los planteamientos más sobresalientes de la terapia de AC, no siendo el
Activación Conductual 21

propósito de éste profundizar en las diferencias entre los dos protocolos de intervención, así
que se mencionan solo con intención aclaratoria.

Tabla 1.
Una síntesis de las diferencias planteadas por la intervención con la AC y con la TACD (Barraca,
2009, p. 49).
AREA AC TACD
TEORÍAS Paradigmas de Reforzamiento Negativo. Reforzamiento Positivo.
aprendizaje
destacados
Modelo teórico Modelo “TRAP” Ley de igualación de
explicativo Hernstein.
TÉCNICAS DE Técnicas básicas Programación de Programación de
INTERVENCIÓN actividades flexible. actividades jerárquica
Incorporación jerárquica. con incorporación
Automonitorización. reglada (15 actividades,
se incorporan 3 por
semana).
Otras técnicas Exposición a situaciones Reforzamiento material
importantes evitadas, ensayo verbal de programado combinado
la tarea. con el social.
Otras técnicas Acción hacia una meta, Contratos de
complementarias distracción temporal, role- contingencias.
playing, habilidades
sociales, asertividad,
modelado.
TRABAJO Planteamiento de Intervención directa sobre No se plantea necesaria
COGNITIVO intervención la rumia depresiva. la intervención directa: la
Activación Conductual 22

Técnicas Cuestionamiento de su rumia disminuirá según


empleadas función, trabajo desde el avance la activación.
Mindfulness.
TRABAJO CON LA Planteamiento Motivación va de “fuera a El valor reforzante de las
MOTIVACIÓN dentro”. actividades la facilitarán.
Técnicas Compromiso. Solución de Compromiso.
empleadas problemas con el
acrónimo “ACTION”.
ESTRUCTURACIÓN Temporalización Bisemanal al principio y 3 o 4 veces por semana
DE LA TERAPIA luego semanal. al inicio. Seguimiento.
Seguimiento. Sesiones de Sesiones de 50, 30 y 15
60 m. m.
Duración 20 a 24 sesiones. 12 a 15 sesiones.
Formato Individual. Grupal. Individual.
MÉTODOS DE Auto-registros Fundamentales para el Importantes para el
EVALUACIÓN Análisis Funcional. Análisis Funcional.
Cuestionarios BDI, Escalas de Hamilton, BDI, Escalas de Hamilton,
BADS, EROS. BADS, EROS.
EVIDENCIAS Diseños Amplio estudio Estudio aleatorizado sin
EMPÍRICAS experimentales aleatorizado con grupo grupo control y con
control y comparación con comparación con otros
otras terapias eficaces. abordajes no
contrastados.
Casos clínicos Con población latina, en Con trastornos mixtos
comorbilidad con ansioso-depresivos, en
obesidad, en pacientes consumidores de drogas
con depresión severa ilegales, en enfermos de
medicados y no cáncer, enpacientes con
Activación Conductual 23

medicados. trastorno límite de la


personalidad y alto
riesgo de suicidio, en
casos de depresión
moderada, con
adolescentes.

Para finalizar, es necesario tener en cuenta que a lo largo de la aplicación de la terapia se


pueden presentar ciertos obstáculos que deben ser abordados. El principal obstáculo a superar
para que el tratamiento de AC se lleve a cabo con éxito, se debe a que muchos clientes
deprimidos son extremadamente pasivos y pueden experimentar dificultades para usar las
estrategias de activación propuestas para la AC. Para esto, el terapeuta debe seguir un proceso
planificado con el objetivo de que esos que esos clientes pasivos se activen. En primer lugar, el
cliente debe estar de acuerdo y entender el modelo de AC. Si un cliente no está de acuerdo con
que la inactividad le está creando problemas, es poco probable que cumpla con las tareas de
activación. Es por esto que el terapeuta debe animar a los clientes a adoptar un enfoque
experimental y suspender el juicio hasta que se hayan implementado las intervenciones y se
observen los resultados (Jacobson et. al., 2001, p. 265).
Una forma de abordar esta cuestión es, al comenzar la terapia experimentar con los
registros de actividad, pidiéndole al cliente que empiece a recopilar datos sobre las actividades
que realiza y los estados de ánimos asociados, para que el mismo se dé cuenta que hay una
conexión entre lo que se hace y lo que se siente. En el caso del cliente que no realice las tareas,
es importante determinar si algunos eventos del contexto están impidiendo que haga lo
propuesto; los eventos como el cuidado de los niños, las demandas del trabajo y otros
acontecimientos, pueden impedir que se hagan los registros de las actividades o el seguimiento
de éstas. El terapeuta puede ayudar a hacer un plan que reduzca al mínimo estas intrusiones o
se puede crear un espacio o tiempo privado que se dedique solamente para completar la tarea.
(Jacobson et. al., 2001, p. 265).
Activación Conductual 24

Por otro lado, si los patrones de evitación y la inactividad de los clientes son tan fuertes
que le impiden completar las tareas, resulta útil que las tareas se realicen en la sesión en
conjunto con el terapeuta o también el terapeuta puede llamar al cliente, entre semana, para
fomentar el cumplimiento de las tareas; esta última estrategia debe utilizarse juiciosamente,
con el fin de no fomentar la dependencia en el terapeuta. En el caso en que se observe en los
clientes dificultades para completar una tarea en particular, el terapeuta puede volver a asignar
una porción más pequeña de ésta, para de esta manera maximizar la probabilidad de activación
en el cliente. Finalmente, los terapeutas deben estar seguros de que son claros, explícitos y
detallados en su descripción de las tareas; y, los clientes deben tener la oportunidad de aclarar
dudas y tener una comprensión clara de los detalles importantes como la fecha, hora, lugar y si
otras personas van a estar presentes o no, para que las tareas se lleven a cabo de manera
exitosa (Jacobson et. al., 2001, p. 265-266).
Aparte de la falta de cumplimiento, el segundo obstáculo a superar es la ideación o
comportamiento suicida. En cualquier tratamiento para la depresión, los terapeutas deben
evaluar de forma regular la ideación suicida o los intentos de suicidio, sobre todo en las
personas con depresiones más severas; ante esto, se espera que los terapeutas sigan las
estrategias habituales de prevención del suicidio y se lleve a cabo una evaluación completa. En
la AC, los terapeutas pueden abordar el tema del suicidio como una elección que se puede
tomar ante determinada situación, para lo cual deben ayudar a los clientes a identificar y
enumerar, por escrito otras opciones, configurando así una lista de motivos para elegir la vida
como opción y fomentando tanto detalle como sea posible. Instruir a los clientes a no cometer
suicidio, desarrollar un plan de alternativas de resolución de problemas, ponerse a disposición
de los clientes en el caso que se presente una crisis para discutir un plan alternativo, entrenar al
cliente a través de acciones positivas y/o facilitar la hospitalización si el riesgo es inminente, son
varias de las estrategias que se pueden llevar a cabo en estos casos (Jacobson et. al., 2001, p.
266).

En tanto, es importante animar a los clientes a hacer un buen uso de las redes de apoyo
social durante una crisis suicida. Sin embargo, hay que tener presente que la red social sea
Activación Conductual 25

realmente de apoyo y que refuercen los comportamientos sanos, no suicidas. Por lo tanto, se
puede invitar a las personas significativas en la vida del cliente para una sesión, o tener contacto
telefónico, para contar con ellos en el desarrollo de un plan de seguridad para el cliente. La
participación de las personas importantes en el proceso sólo debe hacerse con el
consentimiento del cliente y después de que el terapeuta ha evaluado el grado de confianza que
éste tiene con las personas que participarían en dicho proceso (Jacobson et. al, 2001, p. 265,
266).

2.1.2. Técnicas de Intervención


La AC es un tratamiento que no está basado en un conjunto de técnicas específicas. En
general, puede usarse cualquier técnica capaz de cambiar una conducta y mejorar la vida de una
persona; sin embargo, es esencial conocer detalladamente las técnicas de modificación de
conducta (Baillès, 2012) y sus bases conceptuales. En un estudio realizado por Kanter, Manos,
Bowe, Baruch, Busch & Rusch (2010, p. 611), en el que se analizaron varias investigaciones
buscando las técnicas más usadas en el tratamiento de AC, se identificaron algunas principales
como el monitoreo y la programación de actividades, manejo de contingencias y la evaluación
de los valores. Además, técnicas como la relajación, entrenamiento en las habilidades para la
comunicación, asertividad, resolución de problemas y la preparación en habilidades sociales,
fueron frecuentes en las publicaciones indagadas.
Además, se especificaron un conjunto de técnicas que han sido desarrolladas para
reducir los comportamientos de evitación y algunos procedimientos destinados al abordaje de
la conducta verbal. Por último, se observó el uso de una variedad de técnicas auxiliares para la
AC que incluyen procedimientos considerados comunes a todas las psicoterapias, como lo es
establecimiento de la relación terapéutica, las explicaciones que justifican el tratamiento,
maximizar la eficacia delas tareas y la enseñanza a los clientes a anticipar y abordar con eficacia
los acontecimientos difíciles después del tratamiento (Kanter, et. al., p. 611).
Teniendo en cuenta que la AC parte de la premisa que, en un contexto de depresión, las
respuestas de los individuos ante determinadas situaciones reducen la posibilidad de tener
Activación Conductual 26

refuerzos de su entorno, las técnicas usadas en el tratamiento deben dirigirse a aumentar de


forma sistemática la activación del sujeto y a bloquear la evitación, para lograr un mayor
contacto con las fuentes de recompensa (Dimidjian, 2008, citado por Barraca, 2009). Por lo que
es necesario facilitar un ambiente estructurado y de apoyo, en el que se proporcione el refuerzo
social y se dirija a los sujetos hacia la identificación de factores contextuales que puedan estar
influenciando en la aparición de las conductas depresivas (Navas et. al., 2011). Esto implica que
el terapeuta debe asesorar activamente al consultante en todo momento, teniendo siempre
presente los principios básicos de reforzamiento para evitar que se utilicen técnicas de manera
indiscriminada; entonces, cada técnica utilizada debe ser evaluada ideográficamente mediante
el levantamiento de una línea de base según el registro de las actividades propuestas por la
técnica implementada. “Además según cada actividad programada debe verse en relación con
las demás actividades o conductas alternativas de la persona, su probabilidad, su nivel de
libertad o restricción, su valor relativo de refuerzo y las condiciones iniciales del organismo”
(Gonzales, 2011, p. 150).
No se trata entonces de simplemente animar a los clientes para que participen en
actividades agradables, ya que esto por sí solo no proporciona los efectos antidepresivos
adecuados; es por ello que el terapeuta debe trabajar estrechamente con el cliente para
entender sus actividades actuales y determinar las próximas actividades en las que se va a
participar. Luego, se debe desarrollar un plan para poner en práctica el nuevo comportamiento
y evaluar los resultados. Si el nuevo comportamiento ayuda a los clientes a funcionar mejor, a
pesar del estado de ánimo, o lo mejoran, se recomienda a los clientes a seguir participando en
esta actividad como parte de su repertorio habitual (Jacobson et. al., 2001, p. 262).
Adicionalmente, se debe animar a la persona a que busque nuevas conductas y actividades que
le resulten placenteras, de manera que se perciba un incremento en los niveles de percepción
de control. Con seguridad lo primero que preguntará el consultante es ‘¿qué hago?’, para lo cual
la respuesta del terapeuta debe ser clara: ‘buscar’; o sea, que lo significativo aquí no es solo
lograr la activación de las conductas que estaban en desuso, sino también crear nuevas
opciones de acción que conduzcan a la satisfacción de la persona (Gonzales, 2011).
Activación Conductual 27

En cuanto a las técnicas de intervención, en su base conceptual, son las mismas que se
han venido usando en la tradición conductual. Es decir: la extinción, moldeamiento,
desvanecimiento, exposición, entrenamiento en habilidades sociales y resolución de problemas.
Entonces, por ejemplo, el moldeamiento se utiliza cuando el individuo no posee el repertorio de
ciertas conductas que le facilitarían la adquisición de reforzadores importantes; el
desvanecimiento se usa cuando es necesario retirar progresivamente las ayudas a las que
recurrió el terapeuta al inicio del tratamiento; las técnicas de resolución de problemas se ponen
en juego cuando es necesario, optando por una modalidad sencilla combinada con auto-
instrucciones, para que la persona mantenga su motivación, continúe con las conductas
deseables y restablezca las rutinas perdidas (Barraca, 2009).
Específicamente, las técnicas que han sido resaltadas como las más esenciales en la AC
son la programación de actividades, monitorización continua del nivel de actividad y la
jerarquización de tareas. La programación de actividades es una característica de los
tratamientos conductuales para la depresión, su función es aumentar el contacto con las
fuentes de refuerzo positivo que proporciona el contexto y brindar alternativas para los
comportamientos de evitación y rumiación. Conductualmente hablando, la intervención en la
programación de actividades puede ser vista como una forma de control de estímulos, ya que
añade indicaciones en el entorno del cliente con el fin de evocar la conducta que se quiere con
una frecuencia más alta. En su función, la asignación de la tarea constituye una norma o
instrucción para involucrarse en un comportamiento específico; estas instrucciones para la
realización de las tareas a menudo deben especificar detalladamente el comportamiento que se
quiere lograr, incluyendo el qué, cuándo, dónde y cómo de la conducta, que puede ser
especificado en un registro creado para tal efecto, en un planificador diario, etc. (Kanter et. al.,
2010, p. 613).
La planificación de actividades debe guiarse por la posibilidad de que su contexto las
refuerce y cómo se va a sentir el sujeto cuando termine las conductas que conllevan al objetivo
planteado; en los casos que así lo requieran, es necesario desglosar las actividades en pequeñas
tareas para que la persona inicie el patrón de actividad que posteriormente lo llevará a mayor
actividad. Puede realizarse con un alto grado de supervisión siempre que no se interprete como
Activación Conductual 28

una actitud proteccionista (Baillès, 2012, p. 103). La asignación de tareas cada vez más difíciles
se utiliza para mover a los clientes, poco a poco, hacia la participación total en las actividades
que tienen un mayor potencial de refuerzo positivo y así puedan continuar éstas y mejorar su
estado de ánimo. Se debe explicar a los clientes que empezar nuevas conductas es una tarea
difícil y que tendrán mayor éxito si se dividen las tareas en componentes que sean manejables
para ellos (Jacobson et. al., 2001, p. 262-263). Otras técnicas usadas como complemento a la
programación de actividades son las propuestas por Martell (2001, citado por Kanter et. al.,
2010, p. 612) como el ensayo verbal o imaginario de las tareas asignadas, incluyendo los juegos
de rol, la identificación de obstáculos para la realización de tareas, el aprovechamiento al
máximo de las posibilidades para terminar la tarea con éxito y la construcción de rutinas en el
que las tareas importantes se completen con regularidad a lo largo del tiempo.
La revisión continúa o monitorización del nivel de actividad y de los patrones de
evitación de la persona, se puede realizar a través de registros, diarios, narrativas o cualquier
medio, con tal que la persona pueda poner en relación lo que hace, con lo que siente y con lo
que ocurre en su ambiente (Pérez, 2007). La monitorización de la actividad tiene dos funciones
principales: 1. Proporcionar información respecto al nivel básico de los niveles de actividad y los
estados de ánimo relacionados, que advierten sobre los eventos específicas que conducen a la
activación, y 2. Demostrar al cliente el proceso del tratamiento y que existe una relación
significativa entre la actividad y el estado de ánimo (Kanter et. al., 2010, p. 612). En la misma
línea se debe considerar la evaluación continuada de dichas actividades usando, por ejemplo, un
inventario como el de Beck, para la valoración de la aproximación del paciente a los objetivos
propuestos, así como la reducción de la intensidad de los síntomas depresivos. Dicho inventario
se puede aplicar mensualmente para evaluar la progresión del paciente; en su análisis hay que
tener en cuenta la puntación global y cada uno de los ítems de forma cualitativa (Baillés, 2012,
p. 103).
Según Barraca (2009), en la jerarquización de tareas se gradúa el trabajo a realizar por el
sujeto, para hacerlo posible según las capacidades de éste, ya que al principio de la terapia suele
estar poco motivado y con emociones negativas. Las actividades también se jerarquizan con el
objetivo de volverlas asequibles a los sujetos y se programa su incorporación progresiva semana
Activación Conductual 29

a semana; aquí también son importantes los registros de actividad, tanto para la evaluación
como para la intervención, pues sirven para que la persona comprenda la lógica del modelo,
compruebe si está obteniendo el refuerzo buscado, además de ayudar en la recuperación de las
actividades interrumpidas. Como lo expone Jacobson et. al. (2001, p. 263), debido a que la
interrupción de las rutinas es una variable importante en el mantenimiento de la depresión, el
terapeuta debe trabajar con el cliente en el desarrollo y seguimiento de una rutina para las
actividades básicas de la vida tales como comer, trabajar y dormir. Las estrategias de activación
que los clientes comienzan a poner en práctica durante el tratamiento deben ser incorporadas
en una rutina antes de que se puedan sacar conclusiones. El desarrollo de una rutina es el
primer paso para poder liberarse de la depresión debido a que la regularidad que ésta sugiere
puede proporcionar un aumento en el estado de ánimo, ya que se recupera la energía necesaria
para realizar actividades nuevas durante el tiempo libre.
Es importante que en la elección de las actividades y las tareas a ejecutar se promueva
la idiosincrasia, y no caer en el error de considerar con anterioridad algunas actividades como
más útiles que otras, ya que esto depende de cada persona; de todas maneras el terapeuta
puede facilitar esta labor ofreciendo pistas sobre diferentes áreas de actividad o si es necesario
sugerir posibles actividades concretas (Barraca, 2009). En el caso en que las actividades a
realizar representen un refuerzo demorado, en el que se disminuye la ocurrencia del
comportamiento orientado a largo plazo y sus eventuales reforzadores, puede ser necesario
incluir dentro de la terapia técnicas para el entrenamiento en autocontrol y/o programar
algunas actividades con consecuencias demoradas, con el fin de enseñar a las personas a
responder frente a contingencias a largo plazo (Gonzales, 2011).
De acuerdo con Jacobson et. al. (2001, p. 263) utilizar un enfoque dirigido al
cumplimiento de objetivos a corto plazo, en lugar de los objetivos a largo plazo puede ser útil
para la intervención de la evitación. Es común que las personas con depresión se centren en los
comportamientos para alcanzar los objetivos a corto plazo, descuidando las relaciones
funcionales de estas conductas con sus objetivos a largo plazo. Por esta razón, la articulación de
los objetivos a largo plazo en el tratamiento y la identificación de acciones que aborden éstos,
es importante. De ahí que sea necesario enseñar a los clientes a adoptar un enfoque de ‘costo-
Activación Conductual 30

beneficio’, en el que se evalúe si los beneficios a corto plazo que le produce las conductas de
evitación, valen los costos que les representaría a largo plazo, el mantenerlas.
Por otro lado, una de las técnicas complementarias usadas en la AC, pero también
considerada como importante, es la actuación dirigida a la meta en la que se enseña al sujeto a
que se comporte de acuerdo a una meta que ha sido auto-propuesta o que actúe de manera
permanente según cómo le gustaría sentirse o ser visto por las demás personas; en
consecuencia, se diseña y entrena el nuevo papel y se plantea actuar ‘como-si’. La intención es
mostrar al consultante que su conducta puede tener un resultado directo en cómo se siente y,
por tanto, como los demás interactúan con él. No obstante, es necesario ser cuidadoso en la
aplicación de esta técnica ya que puede tener resultados positivos o negativos según el uso que
se le dé; es positiva en la medida en que el hecho de actuar ‘como-si’ haga capaz a la persona de
superar la inseguridad y negativa en la medida en que comportarse ‘como-si’ haga a la persona
tener un carácter o estilo neurótico (Pérez, 2007).
A lo largo de todo este proceso también se deben tener en cuenta los reforzamientos
positivos que recibe la persona, ya sea de su entorno familiar y/o social, al emitir conductas
depresivas; en este caso, resultaría necesario recomendar al sujeto y a sus familiares a que se
comprometan a eliminar cualquier atención que favorezca o mantenga las manifestaciones de
depresión y, en cambio, prestar atención y reforzar los conductas sanas (Barraca, 2009). Ha de
mencionarse también la importancia de la concreción de los objetivos desde el principio del
tratamiento, para que la intervención se dé estructuradamente y de ser posible con limitación
en el tiempo. Según Kanter et. al. (2010), en la AC se evalúan los objetivos y los valores con el
propósito de que éstos guíen las tareas de activación; así, la concreción de las metas y valores
tiene como función la identificación de los objetivos que son importante para la activación y,
como tal, éste proceso puede ser visto como una estrategia adicional de evaluación, empleada
al principio del tratamiento, en conjunto con la monitorización de la actividad para orientar la
programación de las actividades.
Dado que los valores pueden ser vistos como un elemento asociado al pensamiento y no
al comportamiento, resulta necesario hacer una breve aclaración sobre la manera como se
abordan los valores en la conceptualización conductual; los valores desde perspectiva funcional
Activación Conductual 31

son vistos como reforzadores y el hecho de identificarlos y exponerlos verbalmente puede verse
como un proceso ideográfico en el que se orienta al cliente hacia conductas positivas (Bonow &
Follette, 2009, citado por Kanter et. al., 2010, p. 613). En la AC la función que cumplen los
valores se puede usar para motivar y mantener la activación, sobre todo cuando se espera que
los refuerzos para que se dé ésta no se producen inmediatamente. Cuando se espera que las
consecuencias positivas asociadas a la activación del comportamiento se dan a largo plazo, pero
las consecuencias inmediatas asociadas al comportamiento son aversivas, por ejemplo con el
ejercicio o dejar de fumar, los valores pueden funcionar como un puente verbal sobre las
consecuencias inmediatas de aversión hacia a las consecuencias positivas a largo plazo. Esta
función de los valores, la de generar alternativas, en lugar de la evitación conductual es
consistente en los procedimientos de AC, aunque la mayor parte de las investigaciones sobre los
valores ha sido trabajada desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (Kanter et. al., 2010, p.
613).
En cuanto a las intervenciones para el entrenamiento en habilidades sociales y no
sociales, como la resolución de conflictos, se utilizan en las personas que carecen de la
capacidad de emitir los comportamientos deseados en una forma que sea reforzada por el
contexto. La justificación para el entrenamiento en habilidades sociales, en la AC, lo
proporcionó por primera vez Lewinsohn (1974, citado por Kanter et. al., 2010, p. 613), quien
señaló que para algunas personas la técnica de programación de la actividad fracasaba, ya que
en la presencia de un refuerzo social el sujeto no tenía las habilidades necesarias para obtener y
mantener el contacto con este refuerzo. Aunque existen varias versiones del entrenamiento en
habilidades sociales, a menudo se utilizan técnicas como el modelado, el role-playing, dar
información terapéutica al cliente con el fin de proporcionar un nuevo comportamiento en
la sesión, seguido de las tareas para intentar los nuevos comportamientos (Segrin, 2003, citado
por Kanter et. al., 2010, p. 613).
Las técnicas para el manejo de contingencias están destinadas al abordaje de
situaciones en las que las aproximaciones hacia los comportamientos apropiados son
castigados, ignorados, no son reforzados por el contexto o cuando la conducta problemática se
mantiene por refuerzos positivos o negativo del mismo contexto. La cuestión es que cuando las
Activación Conductual 32

consecuencias contextuales resultan ser problemáticas, en donde las actividades que se


proponen no son reforzadas, se debe instruir al consultante para que se auto-refuerce (Baillès,
2012). En la AC, la reorganización de las consecuencias a través del manejo de contingencias son
públicas y relativamente manipulables, con recompensas específicas proporcionadas por el
cliente u otros personas en respuesta al comportamiento de éste, o se pueden organizar
cambios específicos en el comportamiento de otras personas en respuesta al comportamiento
del mismo cliente. El terapeuta también puede sugerir contingencias en la sesión para apoyar el
mejoramiento dela conducta (Kanter et. al., 2010, p. 614).
En cuanto al abordaje de los pensamientos, las teorías conductuales han comenzado a
tratar éstos de manera contextual. Martell et. al. (2001, citado por Kanter et. al., 2010, p. 614)
planteó la rumiación como una forma de comportamiento e incitó a los terapeutas a llevar a
cabo análisis funcionales de la rumia, en vez de tratar de cambiar su contenido como lo haría un
terapeuta cognitivo; con este enfoque más funcional se pretende explorar el contexto en el que
se produce la rumia en cada persona y las consecuencias que la mantienen. Una cuestión clave
en relación con la rumiación es que cuando se produce, da lugar a una pérdida de contacto con
el entorno inmediato. Por lo tanto, un comportamiento alternativo a activar es la
experimentación para que el cliente vuelva a enfocar su atención a su experiencia más
inmediata. La atención sobre el entorno inmediato permite al cliente ser un mejor observador
de los antecedentes y las consecuencias de sus conductas problema (Kanter et. al., 2010, p.
614).
Muchas de las personas deprimidas, dedican una gran cantidad de tiempo pensando en
sus síntomas depresivos y lo triste que es su vida, en vez de pensar activamente en la solución
de sus problemas. Ferster (1973, citado por Jacobson et. al., 2001, p. 264) planteó que las
quejas negativas en las personas deprimidas tienen la función de escape o evitación, ya que
tales quejas en algún momento de la historia del individuo han eliminado o reducido las
condiciones aversivas. Con frecuencia, las quejas se refuerzan en la vida cotidiana lo que hace
que el comportamiento se mantenga, incluso cuando no hay nadie o nada en el contexto que
amerite tal conducta; ante esto, los terapeutas se deben preguntar: ¿bajo qué condiciones se
Activación Conductual 33

produce esta forma de pensar, y que es lo que el cliente está evitando al pasar tiempo
rumiando? (Jacobson et. al., 2001, p. 264).
Lo importante en la aplicación de dichas técnicas es dirigirlas a la disminución de las
conductas de evitación que presenta el sujeto y paralelo a este proceso se debe buscar el
refuerzo positivo de los comportamientos que activan al individuo. De manera que las
actividades que se realicen conduzcan al reforzamiento natural dado por las medio social. Las
tareas que va a llevar a cabo el sujeto deben plantearse teniendo en cuenta la gratificación
personal de éste, pues las actividades que son agradables para unos pueden no serlo para otros
(Barraca, 2009). De aquí la importancia del análisis funcional de la conducta de cada sujeto,
teniendo en cuenta las características del caso para asegurar el éxito de la aplicación de las
técnicas.
Entonces, dependiendo del proceso este tipo de trabajo se deberá complementar con
técnicas como el role-playing, entrenamientos en asertividad, relajación o la inclusión de
familiares o amigos en la terapia (Dimidjian, 2008, citado por Barraca, 2009, p. 34). Asimismo,
en casos extremos se pueden contemplar técnicas que generen un alivio temporal tales como la
distracción, el contacto limitado y la evitación para abordar en mejores condiciones situaciones
que finalmente han de ser enfrentadas (Pérez, 2007); y posteriormente con técnicas como el
desvanecimiento irlas retirando poco a poco. De igual manera, al final del tratamiento se debe
dedicar un tiempo para la prevención de recaídas y enfatizar en que toda la terapia en sí es un
proceso de aprendizaje, para que determinados patrones de conducta que pudieron ser un
problema en el pasado no se repitan en el futuro (Barraca, 2009, p. 35)
Para resumir, se ha podido observar que a lo largo de los 30 años de aplicación de la AC y
según lo expuesto en la investigación realizada por Kanter et. al. (2010), se han usado
sistemáticamente las técnicas de seguimiento y programación de actividades; pero la AC es más
que esto, siendo muy diversa respecto a las técnicas incluidas y la manera en que se emplean.
Desde un punto de vista empírico no está claro qué componentes o la combinación de
componentes son necesario o producen una máxima eficacia en la disminución de los síntomas
depresivos. Varias de las técnicas empleadas como parte del tratamiento de AC han recibido
apoyo empírico como intervenciones independientes para la depresión, por ejemplo la
Activación Conductual 34

programación de actividades, la relajación y el entrenamiento en habilidades, aunque está claro


que algunas intervenciones son más eficaces en comparación con la relajación sola (Morgan &
Jorm, 2008, citado por Kanter et. al., 2010, p. 616).
Ante tanta diversidad de técnicas, según Kanter et. al., 2010, puede surgir el
interrogante respecto que técnica seleccionar dentro del marco de la AC, por lo que se sugiere
por secuencia lógica empezar con las estrategias estándar, incluyendo la monitorización de la
actividad y la evaluación de los valores, lo que conduce a un plan para la programación de la
actividad. Si un cliente no responde a esta secuencia inicial de técnicas, se pueden emplear
técnicas adicionales y más complejas, como las expuestas a lo largo de este apartado, según sea
necesario.

2.1.3. Trabajo Cognitivo


Como se ha podido observar en los planteamientos anteriores, la AC no hace referencia
a las distorsiones cognitivas, ideas irracionales o pensamientos automáticos para dar explicación
al origen o mantenimiento de la depresión; tampoco se niega que se presenten este tipo de
alteraciones, sino que se considera como un producto de la situación depresiva más no la causa
de ésta, lo que hace que no se requiera de una intervención especifica en su abordaje. Sin
embargo, se tratan las rumiaciones de forma directa al ser consideradas éstas como conductas
problemas al ser otra forma de evitación y además que pueden interferir en la terapia haciendo
menos reforzantes los efectos de algunas actividades (Barraca, 2009).
Por esta razón, la AC enfoca su atención hacia los pensamientos automáticos o ideas
irracionales preguntándose la función que tienen, según sea el caso, y si ésta sugiere algún tipo
de evitación sin detenerse a evaluar si su contenido es lógico, racional o realista; dicho
planteamiento debe ser expuesto al consultante de manera que entienda el papel que juegan
esos pensamientos en su conducta, sea el mismo quien aprenda a evaluarlos y a actuar en
consecuencia, poniendo freno a la evitación (Barraca, 2009).
Activación Conductual 35

2.1.4. Trabajo con la Motivación


Para el tratamiento de AC se considera fundamental la realización de un trabajo a
profundidad con la motivación del consultante y el compromiso a adquirir a lo largo de la
terapia; por lo cual es necesario que el terapeuta le explique el enfoque con el cual se va a
abordar su caso, se entienda y se esté de acuerdo con que debe comprometerse con unos
objetivos propios, que suponen acciones, independientemente de que se sienta mal, sin
motivación o triste. Esto, partiendo del supuesto que la mejoría del ánimo no viene de ‘adentro
hacia afuera’, sino por el contrario se da ‘fuera hacia adentro’ al actuar de acuerdo a unas metas
planteadas que van a permitir el contacto con reforzadores, incrementado así el estado de
ánimo (Martell et. al. 2001, citado por Barraca, 2009).
Por lo dicho anteriormente, la relación terapéutica cobra importancia y debe ser
atendida cuidadosamente por el terapeuta, quien en su rol de entrenador además de motivar,
convencer y ofrecer un apoyo empático, debe ser un modelo para el sujeto. “Por tanto, debe
seguir comprometido en la ayuda y animado a continuar el tratamiento con independencia de
su propio malestar, de las dificultades que surjan, de las recaídas y aun de sus dudas, todas ellas
esperables en la recuperación de un estado depresivo. Como en el caso del paciente, debe
demorar la gratificación en aras a conseguir las metas planteadas, que en su caso son el
progreso del cliente y la mejora de su estado anímico” (Dimidjian et. al. 2008, citado por
Barraca, 2009, p. 32).

2.1.5. Estructuración de la Terapia


Teniendo en cuenta el carácter ideográfico de la AC, se puede decir que ésta no sigue un
procedimiento sesión a sesión; pero su lógica permite una aplicación estructurada sin dejar de
ser flexible. En general se plantea que la duración de la terapia puede ser de 20 a 24 sesiones,
aunque hay aplicaciones que no sobrepasan las 15 sesiones, siendo cada sesión de
aproximadamente una hora; al principio del tratamiento la intervención se puede hacer dos
veces por semana y cuando se ha avanzado en éste se cambia a una vez por semana (Barraca,
2009).
Activación Conductual 36

Para el desarrollo de la terapia se deben tener en cuenta una serie de etapas, como guías
planteadas por Jacobson et. al. (2001, p. 259-262), en las que se abordan los componentes
generales de ésta, como siguen a continuación:
1. El establecimiento de una buena relación terapéutica y la presentación del modelo
del tratamiento, que debe ser expuesto en la primera sesión de la terapia, y de ser
necesario, repetirse varias veces durante el curso de tratamiento. De manera
general, se debe alentar a los clientes a hacer preguntas, expresar dudas e
inquietudes acerca del tratamiento y como éste se aplica alas particulares de su vida;
además, se puede entregar una breve descripción escrita del modelo, la cual debe
ser revisada nuevamente por los clientes antes de la segunda sesión.
También, en esta etapa hay que resaltar varios elementos; en primer lugar, se
destaca el círculo vicioso que puede desarrollarse entre el estado de ánimo
deprimido, la disminución en la activación, las conductas de evitación y el
empeoramiento de la depresión; en segundo lugar, se enfatiza la focalización hacia la
activación, recalcando la importancia de encontrar las conductas y actividades que
representan un refuerzo positivo para el cliente y que le ayudarán a interrumpir el
círculo vicioso de la depresión. En tercer lugar, se trabaja para transmitir una
sensación de optimismo hacia los clientes, al presentarles la justificación y/o
evidencias del tratamiento y comunicarles nuestra comprensión acerca dela manera
como se pueden estar sintiendo ya que la depresión puede quitarles la energía, la
motivación y la esperanza. En cuarto lugar, se explica el papel del terapeuta como un
‘consultor’, que trabaja en conjunto con los clientes.
2. El Desarrollo de los objetivos del tratamiento, es un proceso de colaboración entre el
terapeuta y el cliente. El propósito es hacer que los clientes se involucren en sus
vidas, modificando su entorno para aumentar el contacto con las fuentes de refuerzo
positivo; así, en conjunto, se deben identificar los patrones de evitación, las
interrupciones en la rutina, la inactividad y las circunstancias de vida más
significativas que puedan haber precipitado o estén manteniendo la depresión. Esta
información se utiliza para definir los objetivos a largo y a corto. Una vez que se
Activación Conductual 37

resuelvan los objetivos, las intervenciones se dirigen a ayudar a los clientes a cambiar
otros elementos del contexto de sus vidas que, a menudo, esto incluye abordar los
factores desencadenantes que pueden haber precipitado o pueden estar
manteniendo la depresión; aquí es importante tener en cuenta que hay ciertos
objetivos sobre los cuales las personas no tienen un control directo sobre el logro, en
estos casos los objetivos del tratamiento deben centrarse en aumentar la activación
del cliente en lugar de la modificación dela conducta externa o de la consecución de
una situación específica.
3. La realización del análisis funcional, es fundamental en la AC ya que la planeación de
la terapia parte directamente de éste, guiando el curso del proceso; además, enseñar
a los clientes a realizar análisis funcionales de su vida es una de las partes más
importantes del tratamiento de AC; es por esto que se debe prestar atención
particularmente a aquellos disparadores contextuales que dieron paso a la depresión
y las respuestas que se suscitaron por tales factores desencadenantes, que a menudo
incluyen patrones de evitación y la interrupción de la rutina. En la observación de los
factores desencadenantes, se deben tener en cuenta los contextos e historias de
aprendizaje caracterizadas por bajos niveles de refuerzo positivo y/o control
aversivo. En general, el análisis debe estar dado por un conjunto de hipótesis, que
responden a las siguientes preguntas: ¿Qué desencadenó la depresión? ¿Qué
síntomas depresivos en particular está experimentando el cliente? ¿Cómo el cliente
responde o está tratando de hacer frente a la depresión? ¿En qué medida los
patrones de evitación exacerban la depresión? ¿Qué rutinas se han interrumpido? Se
pone a prueba la idoneidad del análisis funcional, examinando si cumple el criterio de
verdad pragmática, es decir, no se sabe a ciencia cierta que se han identificado
correctamente las relaciones funcionales, pero se supone que el análisis es correcto
si conduce a un tratamiento que revierte de manera exitosa la depresión.
4. La revisión del tratamiento y la prevención de recaídas, es importante dada la
propensión a la recaída en la depresión. En la AC la misma lógica de tratamiento
permite la prevención de recaídas al enseñar a los clientes a utilizar el análisis
Activación Conductual 38

funcional. Además, en las últimas sesiones, los terapeutas y los clientes deben revisar
los problemas que se presentaron en el inicio y formular un programa de prevención.
Un esquema de lo expuesto anteriormente para el desarrollo del tratamiento, en la
práctica clínica, puede ser el siguiente (Baillès, 2012, p. 104-109):
1. Aumentar la conciencia sobre el comportamiento: registro de actividades diarias. Se
pide a la persona que registre con el mayor detalle todas las actividades, durante el
día y todos los días, hasta la siguiente sesión; además se enfatiza en que tenga en
cuenta los posibles cambios de ánimos, aun cuando estos sean mínimos.
2. Aumentar la conciencia de la relación entre las conductas y el ánimo. Para esto se
realiza un nuevo registro en el que se debe anotar la actividad que realiza y el estado
de ánimo asociado; se debe hacer por lo menos tres veces al día para mejorar el
recuerdo de las emociones y para que la persona empiece a ver que hay ciertas
actividades y/o situaciones que los hacen sentir bien. En el análisis de los registros se
debe resaltar la relación entre las diversas actividades y el estado de ánimo, y si hay
algunas horas del día en la que se siente mejor o peor. El propósito final es aumentar
las actividades que mejoran el ánimo y disminuir las que lo empeoran; en las
actividades en las que se observe una mejora del estado de ánimo, se debe analizar
el análisis funcional de la conducta para planificar actividades que cumplan el mismo
objetivo.
3. Realizar cambios estratégicos una vez se han analizado los registros; para esto se
debe:
3.1. Identificar las situaciones y las conductas que disminuyen el ánimo. Aunque hay
situaciones que son difíciles de enfrentar, por ejemplo la muerte de un familiar,
es lo que se hace en dicha situación lo que conduce a un estado de más o menos
depresión, por esto se debe buscar esas circunstancias que el sujeto repite más y
le hace sentir mal, y que sean modificables.
3.2. Realizar conductas alternativas. Se pueden planificar siguiendo el siguiente
esquema:
Activación Conductual 39

Día:
Situación:
Conducta Realizada:
Conductas Alternativas:
3.3. Seleccionar conductas alternativas y planificarlas en el calendario semanal.
Teniendo en cuenta el esquema anterior, se elige una conducta alternativa que
pueda tener resultado positivo en el ánimo de la persona y se debe estar lo más
seguro posible que se realizará. El objetivo principal es observar si esas conductas
mejoran el estado de ánimo del sujeto.
3.4. Adoptar una conducta experimental. Tanto si el resultado es positivo como si es
negativo se debe rescatar la importancia, pues se ha conseguido que se aprenda
algo; es esta la forma de ver el efecto que puede tener una conducta y/o los
pequeños cambios puestos en marcha sobre el ánimo y las emociones.
3.5. Una vez puesto en práctica observar los efectos. Se debe concentrar la atención
en lo que se está haciendo en ese momento, no en lo que ha pasado con
anterioridad; y, los resultados se evalúan al final del experimento, pues si se hace
mientras se está ejecutando se puede perder la focalización en la situación.
3.6. Evaluar los resultados del experimento, los cuales deben hacerse un mínimo de
tres veces ya que su resultado puede variar. Es necesario anotar los resultados en
un registro y preguntarse qué se ha aprendido de esa experiencia.
3.7. Continuar probando nuevos experimentos.
4. Trabajar la evitación. En el análisis de los registros también se deben identificar las
conductas de evitación, que se deben trabajar de la siguiente forma:
4.1. Conceptualización. Se entiende por evitación una acción que hace que reduzca el
malestar, generado por cierta situación, de manera inmediata; es una respuesta
natural y no intencional. Esto implica que no se atiendan las necesidades de la
persona.
Activación Conductual 40

4.2. Relación entre conducta evitación y emociones. En las circunstancias en las que
se observen conductas evitativas, se debe analizar la emoción de la que se está
huyendo y las consecuencias a largo plazo de esto.
4.3. Diferenciar entre la evitación adaptativa y no adaptativa. Según las consecuencias
que tenga una conducta se determina la función de ésta; lo que quiere decir que
un comportamiento puede ser una evitación en un contexto determinado pero
no en otro.
4.4. Reconocer los disparadores de la evitación, que pueden ser sensaciones internas,
estímulos externos, históricos o actuales, interpersonales, entre otros.
4.5. Búsqueda de conductas alternativas a la evitación. Aquí se deben seguir los pasos
planteados para la realización de experimentos; también, se deben utilizar
registros en donde se especifiquen la situación, la conducta problemática, la
emoción relacionada y la(s) conducta(s) alternativa(s), que posteriormente deben
ser puestas en práctica y se programarían como actividades para la siguiente
semana.
5. Trabajar la preocupación y rumiación.
5.1. Conceptualización. Ha de explicarse a los clientes que la rumiación o es la
actividad de pensar recurrentemente sobre cosas negativas del pasado,
pensamiento, emociones dolorosas y preocupaciones; que generalmente
empeoran el estado de ánimo. No es una búsqueda de soluciones, sino que
empeora la capacidad de hacerlo, pues centra la atención en auto-críticas
personales en vez de en cómo resolver el problema. Cuando el estado de ánimo
es bajo y se empieza a rumiar, se pierde el contacto con las cosas externas;
aunque a veces es útil pensar en las causas del problema para resolverlo, cuando
esto se hace con demasiada profundidad o se usa en situaciones que no es
necesario no es útil.
5.2. Detección de las rumiaciones principales. Una de las características de la
rumiación es su larga duración, por eso se debe preguntar al sujeto sobre qué
Activación Conductual 41

aspecto ha estado pensando durante mucho tiempo y como se ha sentido


después de hacerlo.
5.3. Relación entre la rumiación y las emociones. Se utiliza un registro en el que se
especifique la situación, la rumiación y las consecuencias; con el fin de detectar
los resultados que tienen las rumiaciones en el sujeto, incluyendo las emociones.
5.4. Parar las rumiaciones mediante acciones. Al registro anterior se le añade una
columna de ‘acciones’ a emprender relacionadas con la situación; posteriormente
deben ponerse en práctica las acciones alternativas a la rumiación mediante
experimentos conductuales.

2.1.6. Métodos de Evaluación


Como marco básico de evaluación para abordar los casos y punto de partida para
organizar toda la intervención es necesario hacer uso, en un primer momento, de un buen
análisis funcional que permita encontrar las diferentes variables causales que explican los
comportamientos y sus consecuencias. Seguidamente se mostrará un modelo del análisis
funcional, realizado por Baillès (2012, p. 99), como propuesta para trabajar en los casos en los
que se utilice la AC:
1. Antecedentes Remotos:
- ¿Cuándo empezó este problema?
- ¿Qué otros acontecimientos ocurrieron al mismo tiempo?
- ¿Cómo ha evolucionado el problema?
2. Antecedentes Inmediatos. Aspecto más importante en el análisis funcional.
- ¿En qué situaciones aparece con mayor frecuencia: lugares, días, horas, con que
personas?
- ¿Qué está haciendo usted antes de que aparezca el problema, que siente, piensa,
que sensaciones corporales experimenta?
- ¿En qué situaciones aparece con menor frecuencia?
- ¿Qué factores lo mejoran o empeoran?
Activación Conductual 42

3. Variables del organismo:


- Inteligencia
- Personalidad
- Creencias
- Valores
- Estrategias de afrontamiento, etc.
4. Consecuentes. Factor también significativo en el análisis funcional.
- ¿Qué cosas suceden después?
- ¿Qué hace usted a otros?
- ¿Qué cosas tiene que hacer/ha dejado de hacer a causa del problema?
- ¿Qué hacen/han dejado de hacer los demás como consecuencia del problema?
En segunda instancia, y para llevar a cabo lo anterior, se utiliza la realización de registros
y auto-registros en los que se puedan observar las relaciones entre las situaciones, las
respuestas y las consecuencias del sujeto, enfatizando sobre todo en el estado de ánimo; esto,
con el propósito de que la persona se vuelva su propio analista, entienda mejor la dinámica del
modelo y se haga más consciente de las mejoras de los avances de su proceso, por lo que deben
mantenerse a lo largo de todo el tratamiento como forma de evaluación continua; ya que
además ofrecen orientación sobre la elección de las técnicas a efectuar (Barraca, 2009).
Aparte de la evaluación personalizada a través del análisis funcional, se han construido
una serie de cuestionarios propios de la AC, con el fin de valorar de manera objetiva el
desarrollo de la terapia y el nivel de activación máximo del consultante a lo largo de ésta. En un
meta-análisis realizado por Manos et. al. (2010), en el que se revisan las medidas de evaluación
usadas para la AC, se pone de manifiesto la dificultad que éstas suponen ya que siguiendo el
modelo que utiliza la AC se estarían buscando medir las relaciones entre el comportamiento, el
estado de ánimo y el refuerzo, que son abordadas por las técnicas del tratamiento y subyacen a
la experiencia de la depresión. En este contexto, una pregunta clave que los investigadores se
han propuesto resolver es si la frecuencia de la conducta, la experiencia de reforzamiento o
ambas deben ser incorporadas en los intentos de medición. Las investigaciones más actuales de
la AC coinciden en que es importante describir la funcionalidad del comportamiento, en lugar
Activación Conductual 43

de la topografía, pero esto produce una serie de complicaciones de medición, ya que impide el
uso de listas simples de actividades y confunde la medición de la conducta con la medición de
contacto con los reforzadores.
A pesar de la complejidad que supone la AC en términos de evaluación a través de
cuestionarios, se han construido dos pruebas específicas para la evaluación de ésta y, hasta el
momento, han mostrado ser fiables. Éstas son: el Behavioral Activation for Depression Scale
(BADS - Kanter et al., 2007; Kanter, Rusch, Busch & Sedivy, 2008, citado por Barraca, 2009) y el
Environmental Reinforcement Observation (EROS - Armento & Hopko, 2007, citado por Barraca,
2009). El BADS está compuesto por 25 ítems que evalúan cuatro factores: 1. Activación; 2.
Evitación/Rumia; 3. Afectación del trabajo o del rendimiento académico; y, 4. Afectación de la
vida social; adicionalmente se obtiene una puntuación global que integra los cuatro
componentes, y que se define como el grado en que la persona tiene una situación de
activación y hace frente a los síntomas depresivos y a sus consecuencias. Por otro lado el EROS
es una escala breve que consta de 10 ítems, que miden el grado en que el entorno parece
reforzar al sujeto. Los elementos que lo componen evalúan el aumento de la conducta y el
efecto positivo que surge como resultado al experimentar vivencias reforzantes del entorno. La
escala ha presentado una buena fiabilidad y validez, y su única dimensión favorece una
interpretación sencilla de las puntuaciones (Barraca, 2009).

2.2. Depresión
El concepto de depresión ha sido analizado desde múltiples perspectiva y,
habitualmente, se concibe como el resultado de interacciones complejas entre factores
psicológicos, biológicos y sociales. La depresión es distinta a las variaciones habituales del
estado de ánimo o de las respuestas breves a los problemas de la vida diaria; y puede
convertirse en un problema de salud serio, sobre todo cuando es de larga duración y con una
intensidad de moderada a grave, lo que puede causar un gran sufrimiento y alteraciones en
diversas áreas como la familiar, laboral, personal y escolar, llevando en el peor de los casos al
suicidio (OMS, 2012).
Activación Conductual 44

De manera general, la depresión se define como un período prolongado de tiempo en el


que una persona experimenta un estado de ánimo deprimido y pérdida de interés o placer en
actividades que antes disfrutaba. Las estadísticas revelan que entre el 10% y el 25% de las
mujeres y el 5% al 12% de los hombres experimentaran a lo largo de su vida al menos un
episodio de depresión mayor (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
[DSM-IV], Asociación Americana de Psiquiatría, 1994). Aunque ésta ocurre con mayor frecuencia
entre las edades de 25y 45, puede afectar a personas de todas las edades, culturas, nivel socio-
económico, educación y estado civil. Para algunas de estas personas, el inicio de la depresión se
relaciona directamente con eventos estresantes de la vida como, por ejemplo, la pérdida de un
ser querido o tener dificultades financieras; para otras, las causas pueden ser poco claras y el
inicio puede ocurrir sin previo aviso (Lejuez; Hopko & Hopko, 2001, p. 260).
La depresión varía de un individuo a otro, así como el grado en el que se presenta.
Dentro de esas categorías los factores de vulnerabilidad son bastante heterogéneos; de hecho,
las estadísticas sugieren que entre el 20% y el 55% de la población reporta síntomas depresivos
leves en algún momento de su vida (Amenson & Lewinsohn, 1981; Kessler et. al., 1994; Oliver &
Simmons, 1985, citado por Jacobson et. al., 2001, p. 257). Es decir, que casi la mitad de la
población adulta puede ser vulnerable a la depresión. Entonces, la hipótesis que se maneja en la
perspectiva conductual es que para la mayoría de las personas vulnerables, la experiencia de la
vida es lo que explica el riesgo de padecimiento de ésta. Cuando se analizan los datos
demográficos de la depresión, se puede ver de manera clara la importancia de los factores
contextuales externos. La probabilidad de sufrir depresión aumenta después de que ocurren
eventos de vida traumáticos, estresores crónicos y otros factores situacionales (Kendler et. al.,
1995; Monroe & Simons, 1991, citado por Jacobson et. al., 2001, p. 257). La evidencia sugiere la
cultura y la condición que se tiene en la sociedad están claramente vinculadas con la
vulnerabilidad a la depresión. Otros factores apuntan a la historia de aprendizaje como
explicación de las diferencias individuales dentro de una misma subcultura (Jacobson et. al.,
2001).
Los episodios de depresión pueden producir deterioros significativos en la vida de la
persona que la padece, presentando consecuencias a nivel psicológico como la disminución en
Activación Conductual 45

la motivación, baja autoestima, problemas de concentración, fatiga y posibles comportamientos


extremos, como la auto-lesión y/o el suicidio; y a nivel médico, enfermedades cardiacas y/o
autoinmunes, abuso o dependencia de sustancias y problemas de nutrición. También, las
personas con depresión suelen aislarse de los demás y asumir una actitud más negativa hacia la
vida, lo que puede resultar en una disminución del apoyo social, el divorcio, el desempleo y el
fracaso escolar (Lejuez et. al., 2001a, p. 260).
Teniendo en cuenta lo anterior, la identificación y el tratamiento de la depresión son
fundamentales. Si los síntomas depresivos son graves, se diagnostica como depresión mayor.
Ésta, según el DSM-IV (Asociación Americana de Psicología, 1994, Lejuez et. al., 2001a, p. 260)
se diferencia de un estado ‘deprimido’ o de ‘tristeza’ por varios factores y/o síntomas como
presentar un período, de por lo menos 2 semanas, durante las cuales hay estado de ánimo
deprimido, pérdida de interés o placer en casi todas las actividades; pérdida o aumento
significativo de peso; pérdida o aumento del apetito; insomnio o dormir demasiado; sensación
de agitación o irritabilidad; fatiga o pérdida de energía; sentimientos de inutilidad o de culpa
excesivos; disminución en la capacidad para pensar o concentrarse e indecisión; pensamientos o
intentos de suicidio. Aunque la mayoría de las personas pueden experimentar a lo largo de su
vida y de alguna forma muchos de estos síntomas, uno de los criterios principales a tener en
cuenta para realizar un diagnóstico adecuado de depresión mayor, es que estos síntomas den
lugar a importantes sentimientos de angustia e interfieran con el funcionamiento diario de la
persona. Además, el estado de ánimo deprimido no puede ser el resultado de una condición
médica o que esté causado por el uso medicamentos, alcohol o drogas (Lejuez et. al., 2001a).
El presente trabajo tendrá en cuenta la explicación contextual de la depresión
correspondiente al modelo teórico comportamental del que parte la AC. Así, los principales
autores de la perspectiva conductual han planteado que en la depresión, el desarrollo de los
‘síntomas’ está influenciado por factores ambientales, cognitivos, biológicos y sociales que
pueden actuar de manera independiente o en conjunto para causar y/o mantener las conductas
depresivas. En los años 60’s se fundamentaron básicamente en el condicionamiento operante
para dar explicación a la depresión como una respuesta sobregeneralizada, de pérdida de
interés y placer en ciertas actividades, causada por estímulos concretos o situaciones. Así, los
Activación Conductual 46

modelos conductuales tempranos expusieron que el problema central de la depresión era la


disminución en la tasa de reforzamientos positivos (Navas et. al., 2011).
Lewinsohn (1971-1985, citado por Dimidjian et. al., 2011, p. 6-11) fue uno de los
principales teóricos en desarrollar un modelo conductual e integral de la depresión, que
reconoce la existencia de los modelos principales de la depresión de ese momento; es decir, el
enfoque cognitivo-conductual, interpersonal y los modelos biológicos, y las limitaciones de cada
uno, representando la etiología de la depresión. De esta manera, Lewinshon, Hoberman, Terri &
Hautzinger (1985, citado por Navas et. al., 2011) “determinaron tres factores relacionados con
la cantidad de refuerzo positivo que un individuo recibe: (a) la disponibilidad de refuerzos
positivos y/o experiencias de castigo en el entorno, (b) el comportamiento instrumental
(habilidades sociales) que el individuo necesita para obtener reforzamiento positivo del entorno
o cubrir con eventos aversivos, y (c) el número potencial de reforzamientos o eventos
castigantes en el entorno” (p. 19). También, se ha demostrado que tener bajos niveles de
bienestar, reforzado por el apoyo de otras personas conduce al mantenimiento de las conductas
depresivas, lo que hace que el sujeto persista en este tipo de conductas; y cuando este apoyo es
retirado se provoca en el individuo esfuerzos intensos para recuperarlo (Lejuez, Hopko, Hopko,
James & MacNeil, 2000, citado por Navas et. al., 2011).
Para desarrollar la propuesta de la depresión como un trastorno heterogéneo que es
causado por la interacción de una multiplicidad de factores, Lewinsohn y colegas (1985, citado
por Dimidjian et. al., 2011) sostuvieron que era necesario un modelo que articulara la forma en
la que las variables interactúan para producir la depresión; de ahí que se identificaran diversos
factores a tener en cuenta para la elaboración del modelo explicativo: 1. La heterogeneidad de
la depresión con respecto a los patrones de síntomas y la gravedad; 2. La disforia como único
síntoma que se experimenta por casi todos los individuos deprimidos; 3. El amplio impacto de la
depresión en una multiplicidad de dominios conductuales y cognitivos; 4. La alta prevalencia e
incidencia de la depresión en la población; 5. La relación entre la edad y la prevalencia de la
depresión; 6. El mayor riesgo entre las mujeres y las personas con antecedentes previos de
depresión; 7. La falta de diferencias entre individuos que previamente habían estado
deprimidos y los que no, y la posible importancia de las condiciones que activan el riesgo de
Activación Conductual 47

tener depresión; 8. El tiempo limitado en la naturaleza de la depresión, lo que sugiere que hay
múltiples vías para la recuperación; 9. La eficacia potencial de muchas de las intervenciones y la
falta de especificidad de los efectos del tratamiento; y 10. El papel único del estrés y el bajo
apoyo social como factores precipitantes de ésta (Dimidjian et. al., 2011, p. 11).

En consecuencia, el modelo de integración de la depresión de Lewinsohn (1985) refleja


una mayor complejidad respecto a la relación entre la cognición, el comportamiento y el estado
de ánimo, con el propósito de explicar la naturaleza de la interacción de los eventos cognitivos y
los factores contextuales. Como se ilustra en la Figura 3, los eventos dados por el contexto (A)
fueron identificados como los principales desencadenantes del proceso depresógeno. Factores
estresantes como la muerte de un pariente cercano, la presencia una enfermedad física o
fracasos en el logro de metas importantes, pueden alterar el repertorio conductual de un
individuo, incluyendo la interacción con los demás, la irrupción de rutinas, entre otras, lo que
conlleva a la presencia de emociones negativas (B). El grado en que estos cambios producen
depresión se relaciona con el grado en el que se reduce el refuerzo positivo o el aumento en el
control aversivo (C) (Dimidjian et. al., 2011, p. 12).
Los esfuerzos que se hacen para enfrentar los efectos causados por la situación
desencadenante y los fracasos que se dan en el proceso, se incluyen en el modelo como
hipótesis que explica el incremento de la atención enfocada en uno mismo (D). La combinación
del aumento de la atención enfocada en uno mismo (D) y la disforia (E) tienen como resultado
los aspectos cognitivos, conductuales y emocionales de la depresión (F), que a su vez sirven para
mantener y exacerbar los estados depresivos. Finalmente, todas las partes del proceso están
influenciadas tanto por el individuo y los factores de vulnerabilidad (G) como el género, la edad,
la historia previa, la escasa habilidad de afrontamiento, el aumento de la sensibilidad a los
eventos aversivos, la pobreza, la conciencia de uno mismo, la accesibilidad de un esquema auto-
depresivo y la alta dependencia interpersonal. La respuesta de las personas que comparten el
mismo entorno de uno también se destacó como un factor potencial de vulnerabilidad. Por
último, se entiende que la duración y la gravedad de los episodios depresivos se dan debido a
los ciclos de retroalimentación entre los diversos elementos del modelo, lo que sugiere la
Activación Conductual 48

posibilidad de que se presenten círculos ‘viciosos’ o ‘benignos’, que sirven para exacerbar o
revertir el proceso de depresógeno (Dimidjian et. al., 2011, p. 12).

Figura 3.
Modelo integración de la depresión de Lewinsohn (1985, citado por Dimidjian et. al., 2011, p.
11).

Como lo sustenta Lewinsohn, Gotlib & Hutzinger (1997, p. 45, citado por Navas et. al.,
2011, p. 21) “la principal causa de depresión se debe a los niveles insuficientes de reforzamiento
positivo para el comportamiento saludable”, lo que ocurre según Lejuez, Derek, Hopko, Hopko,
James & MacNeil (2004 p. 165) “por cambios negativos ambientales resultando en una
disminución global en el refuerzo disponible, falta de acceso a los refuerzos y una disminución
en el valor de los refuerzos potenciales debido a los efectos de interferencia de otras variables”
(citado por Navas et. al, 2011, p. 21). Por otro lado, el mantenimiento de la depresión como lo
mencionan Lewinshon, Youngen & Grosscup (1979 citado por Navas et. al, 2011), puede darse
en función del reforzamiento positivo inmediato proporcionado por amigos o miembros de la
Activación Conductual 49

familia. Mientras que para el comportamiento saludable el reforzamiento puede estar ausente
o ineficaz. A su vez, el comportamiento depresivo puede producir un alto nivel de reforzamiento
negativo que resulta en disminución de las responsabilidades o evitación de situaciones no
deseadas, lo que hace parte del reforzamiento negativo como función, centrándose en la
búsqueda atención o simpatía de su familia o amigos. Debido a estos beneficios inmediatos los
comportamientos depresivos pueden llegar a ser frecuentes, especialmente si los beneficios de
un comportamiento saludable pueden ser más difíciles de lograr y menos inmediatos. Visto de
esta manera la persona con depresión puede llegar a evitar las conductas saludables en las
diferentes áreas de la vida a largo plazo (Lejuez, Hopko, Hopko, James, MacNeil, 2004).
En cuanto a la presencia de la vulnerabilidad genética o biológica, el modelo de la AC no
niega ésta, sin embargo, sugiere que el enfoque exclusivo sobre lo biológico, ignora una gama
amplia de factores contextuales que pueden ser potencialmente importantes en el inicio y en el
mantenimiento de la depresión. Parece ser que hay muchos tipos de depresión, y la genética
puede jugar un papel importante en algunos tipos más que en otros (Winokur, 1997, citado por
Jacobson, 2001, p. 257).
De acuerdo a lo mencionado anteriormente resulta necesario reseñar brevemente la
conceptualización actual del refuerzo en la AC con el fin de definir cuál es el punto de partida
para mejorar la eficacia y la eficiencia de la implementación del tratamiento. En este orden de
ideas, el antecedente inmediato de la terapia de activación es la terapia conductual de la
depresión de Lewinsohn y sus colegas, presentado anteriormente. Dos avances importantes
respecto al refuerzo dentro de la terapia de la depresión de orientación conductual han tenido
lugar desde entonces; en primer lugar, Jacobson (2001, citado por Gonzales, 2011, p. 149) en la
terapia de activación propone una noción más ideográfica donde no se hacen suposiciones a
priori sobre las características reforzantes de los eventos hasta que sea evidente que se
incrementa la conducta y tienen un efecto positivo sobre el estado de ánimo; en segundo lugar,
según Lejuez & Hopko (2001, citado por Gonzales, 2011, p. 149) la terapia de activación hace
uso de la ley de igualación como principio guía incrementando gradualmente la frecuencia de
comportamientos saludables mediante el incremento del valor relativo de ese comportamiento,
Activación Conductual 50

por el contrario de la terapia de Lewinsohn que intenta indiscriminadamente incrementar los


eventos positivos en la vida del individuo de acuerdo a un menú de reforzadores para consumir.
Dado que en teoría todo comportamiento es un comportamiento de elección, la ley de
igualación es un principio que gobierna todo el proceso motivacional del individuo y permite
hacer tres formulaciones básicas importantes en la depresión: 1. El comportamiento depresivo
no es simplemente pasividad, es decir, no hacer nada y en consecuencia no obtener ningún
refuerzo, por el contrario dentro del sistema motivacional de la persona deprimida ella está
obteniendo refuerzo por su comportamiento depresivo que es básicamente un patrón de
comportamiento de evitación pasiva y así obtienen refuerzo negativo a corto plazo; 2. El afecto
negativo presente en el depresivo hace que cualquier conducta alternativa a la evitación resulte
demasiado costosa o difícil de realizar y por ende es castigada, encerrando a la persona en un
círculo vicioso de hacer muy poco para obtener muy poco; 3. El valor reforzante del
comportamiento depresivo está determinado por el valor reforzante obtenido por otras
alternativas más adaptativas a corto, mediano y largo plazo, el tratamiento de AC permite
incrementar el valor relativo del refuerzo generado por actividades saludables al incrementar
las alternativas disponibles dentro del repertorio en un momento dado (Gonzales, 2011, p. 150).
Así, la permanencia en ese estado se debería a la imposibilidad de la persona de romper
las cadenas que lo sujetan a situaciones con poco reforzamiento positivo. Entonces, la
depresión radicaría en la disminución de las actividades interesantes o generadoras de
refuerzos positivos y/o en el aumento de conductas que son reforzadas negativamente, por la
evitación de alguna situación negativa. Es por esto que, el asunto de la depresión radica en que
se pierde el valor positivo que tenían las cosas, lo que supone que ésta es más una situación sin
alicientes en la que el sujeto se encuentra inmerso, que algo que se tiene dentro de sí. La
situación depresiva puede darse debido a diferentes y variadas circunstancias, no siempre
fáciles de determinar, ya que en ciertos casos no es fácil encontrar la relación con algún evento
particular; “En este sentido, la depresión no sería sino una forma posible de estar-en-el-mundo,
dadas las circunstancias” (Pérez, 2007, p. 99).
Cuando el individuo empieza a deprimirse, se aleja de su entorno habitual e interrumpe
las rutinas que había venido llevando a cabo en su vida; bajo el contexto, es normal debido a
Activación Conductual 51

que tras sufrir, por ejemplo una perdida, se haga doloroso o incomodo retomar las actividades
previas al evento desencadenante de la depresión (Dimidjian 2008, citado por Barraca, 2009, p.
29). Por consiguiente, las personas deprimidas actúan de tal forma que mantienen la propia
condición depresiva; de manera que los ‘síntomas’ que presentan los sujetos deprimidos
funcionan como una forma de evitación, que tienen una función sobre el ambiente. Se trataría
entonces de observar los síntomas como conductas; es por esto que la AC hace referencia a los
síntomas en términos de evitación conductual (Pérez, 2007).
Es este proceso lo que hace que surjan los ‘problemas conductuales secundarios’, al
decidir no afrontar las situaciones, lo que evidentemente no le permitiría entrar de nuevo en
contacto con los aspectos vitales que le conducían a un mejor estado de ánimo (Dimidjian 2008,
citado por Barraca, 2009, p. 29). Es aquí cuando la evitación conductual se presenta en
diferentes formas, ya sea la retirada de las actividades cotidianas manteniéndose en la casa, la
presencia de pensamientos rumiativos, hasta los modos de interacción depresivos con las
demás personas; de ahí que la depresión sea vista en su conjunto como una forma de evitación.
Por esto es importante analizar las consecuencias de los comportamientos y entender su
función, ya que la evitación no solo imposibilita al sujeto en el abordaje de los problemas y
abrirse nuevas opciones, sino que lo metería en un círculo vicioso de la depresión (Pérez, 2007).
La evitación se puede definir como aquellos intentos para prevenir, escapar o reducir el
contacto con los estímulos internos o externos que son experienciados subjetivamente como
aversivos o de poca gratificación. Estos estímulos se pueden presentar de diferentes maneras,
incluyendo pensamientos, comportamientos, emociones, interacciones sociales y recuerdos
(Hayes, Wilson, Gifford, Follette & Strosahl, 1996; Ottenbreit & Dobson, 2004, citados por
Carvalho & Hopko, 2011, p. 154). Las teorías comportamentales de la depresión, exponen que el
comportamiento dirigido a escapar o evitar estímulos conduce a un patrón de pasividad y
reduce la frecuencia de la conducta que es reforzada positivamente, lo que a su vez produce,
mantiene y empeora los síntomas depresivos. En otras palabras, hay una relación entre la
evasión y la depresión que se explica en gran medida por el papel mediador de la reducción en
el refuerzo positivo (Ferster, 1973; Lewinsohn, 1974; Manos, Kanter & Busch, 2010; Martell et.
al., 2001, citados por Carvalho et. al., 2011, p. 154).
Activación Conductual 52

Una vez establecida esta dinámica de evitación se va perdiendo la capacidad de


resolución de conflictos, con lo que se espera que al pasar el tiempo sea más difícil enfrentarse
a lo que ha sido abandonado y dejar de lado la pasividad adquirida (Barraca, 2009). Es este el
motivo por lo que la AC le concierne tanto los hechos que ocurren en la vida de las personas
como las respuestas ante dichos hechos; siendo la situación depresiva una interacción entre
diversas variables del contexto, que terminan por envolver a la persona en ésta (Pérez, 2007). A
continuación se muestra en la Figura 4, un esquema que representa lo expuesto en relación al
modelo contextual de la depresión:

Figura 4.
Modelo contextual de la Depresión (Pérez, 2007, p. 102).

Es en este sentido en el que el terapeuta debe analizar la situación con el cliente (Figura
5), indagando sobre los patrones de comportamiento problemáticos y enseñándole el análisis
de la depresión en términos contextuales. Para lograr el objetivo se puede valer de
herramientas como lo son el uso de diagramas que expliquen los distintos aspectos de la
situación depresiva. Los aspectos a los que se debe hacer referencia son: 1. Las condiciones de
Activación Conductual 53

vida que preceden la depresión; 2. La pérdida de aliciente; 3. El sentimiento depresivo, como


resultado de los dos aspectos anteriores; 4. El patrón de evitación conductual; y, 5. La
depresión, no como un aspecto como tal sino con el propósito de que la idea de ésta quede
‘visualmente’ situada en el modelo como fin del proceso depresivo, ya que se debe tener
presente que la depresión es una situación dentro de la que se está, mas no algo que se lleva
dentro de sí (Pérez, 2007).

Figura 5.
Modelo de la Depresión presentado al cliente (Pérez, 2007, p. 107).

Se hace necesario entonces realizar, en primera instancia la conceptualización de dicho


modelo y hacer una diferenciación entre los comportamientos que son considerados como ‘no
depresivos’ o ‘saludables’ y los comportamientos ‘depresivos’. Los comportamientos no
depresivos se definen como conductas dirigidas hacia la mejora del funcionamiento de la
calidad de vida y la consecución de objetivos. Por su parte, el comportamiento depresivo puede
Activación Conductual 54

presentarse en función de algún tipo de refuerzo positivo, por ejemplo, al obtener la simpatía
de un amigo o miembro de la familia, o refuerzo negativo, por ejemplo, al escapar de la
responsabilidad, o en respuesta a la disminución de reforzadores para el comportamiento
saludable. En contraste con el comportamiento saludable, el comportamiento depresivo no está
relacionado con la mejora del funcionamiento propio o de la calidad de vida (Hopko, Lejuez,
Ruggiero & Eifert, 2003, p. 708).
El propósito de hacer la anterior diferenciación y de evaluar las razones por las cuales se
presentan los comportamientos depresivos, no es para hacer sentir mal o culpable a la persona;
sino que el modelo está diseñado para poner en evidencia o resaltar el hecho de que la
experiencia de la depresión, a menudo, es el resultado de las respuestas naturales a los cambios
y a situaciones contextuales. De hecho, el comportamiento depresivo en el que actualmente se
encuentra involucrada la persona puede ser la mejor manera que ésta tiene para hacer frente a
los acontecimientos y situaciones abrumantes de la vida. Sin embargo, se cree que la mejor
manera para detener el círculo vicioso de la depresión es que el sujeto debe activarse primero y
luego de que se expone a experiencias más positivas, se producirán cambios positivos en los
pensamientos y estado de ánimo. Tener maneras más adaptativas y positivas para responder a
situaciones negativas requieren que las personas se comporten de una manera que inicialmente
los puede hacer sentirse incómodos (Hopko et. al., 2003, p. 262).
Activación Conductual 55

3. MARCO EMPIRICO: INVESTIGACIONES DE ACTIVACIÓN CONDUCTUAL

En la investigación las evidencias empíricas resultan de suma importancia para la


propagación e implementación de los tratamientos estudiados. “Por convincentes y bien
trabajados que estén los argumentos teóricos, la falta de resultados experimentales hace que
muchos clínicos no se animen a ponerlos en práctica, en especial si existen alternativas bien
experimentadas y con su consiguiente arraigo” (Barraca, 2009, p. 40). Los autores y demás
interesados en la AC no siendo ajenos a lo anterior han desarrollado, a lo largo de los 30 años de
evolución de dicha terapia, trabajos experimentales con el fin probar su eficacia, con lo cual las
exploraciones realizadas sobre la AC son numerosas y variadas en sus objetivos. En el presente
trabajo, se mencionarán los estudios teniendo en cuenta el enfoque usado; así, en un primero
momento se hará referencia a aquellas investigaciones que tienen un propósito comparativo,
específicamente entre la AC, la terapia cognitiva y la farmacoterapia; luego, se mencionarán los
estudios que han puesto a prueba la eficacia de este tratamiento en trastornos diferentes a la
depresión y en varias poblaciones; y, por último, se expondrá lo relacionado a las técnicas de la
AC.
La primera evidencia empírica, del que parte la profundización de la AC, se dio en la
investigación la realizada por Jacobson y su equipo de trabajo, mencionado al principio de este
trabajo, en el que se llevó a prueba un componente del análisis de Beck (1979) por medio de un
protocolo. En los resultados se demostró que el componente conductual solo fue tan eficaz
como el paquete completo de terapia cognitiva; hecho que culminó en que la AC se empezara a
considerar como una terapia por sí misma. En un estudio realizado por Hopko, Lejuez, McNeil,
Hopko, 1999; Hopko, LePege, et. al., 1999, citado por Navas et. al., 2011, p. 38), se muestra la
efectividad de la intervención de la AC, al observar una reducción del puntaje del inventario de
Beck, obteniendo un puntaje pre= 29.7 y post= 8.7, mostrando una disminución significativa de
la depresión luego de la intervención.
A partir de lo anterior, Jacobson y sus colegas realizaron un estudio controlado, con
grupos placebo, para comparar la versión contextual de la AC con el uso de medicamentos
antidepresivos. Encontraron que los dos tratamientos fueron comparativamente eficaces y cada
uno fue superior respecto al grupo placebo tratado solamente con Terapia Cognitiva o
Activación Conductual 56

medicación, en pacientes con depresión menos severa; sin embargo, la AC fue superior a la
Terapia Cognitiva en depresiones más severas, igualando a la eficacia de la medicación.
También, encontraron que los pacientes previamente tratados con AC eran menos propensos a
recaer después de la finalización del tratamiento, que los pacientes tratados con Terapia
Cognitiva o los que continuaron solo con la medicación (Hollon et. al., 2010). Es decir que los
clientes, aquí considerados agentes activos, tienen un mejor proceso con la AC que con la
medicación, a pesar de que ésta última parece más cómoda de llevar; si además se tienen en
cuenta los efectos secundarios de la medicación y las recaídas que se dan cuando se suspende,
la AC resulta más beneficiosa al considerar todos los aspectos antes expuestos (Pérez, 2007, p.
106).
En otro estudio hecho por Cullen, Spates, Pagoto & Doran (2006, citado por Navas et. al.,
2011, p. 39), se puso a prueba un modelo de intervención individual de AC, durante 10 semanas,
que se aplicó a sujetos medicados y no medicados; como resultado se encontró que la AC
redujo significativamente las conductas depresivas y, a los tres meses de seguimiento, se
cambió el diagnóstico formal de trastorno depresivo mayor, realizado al principio. Esto, sugiere
que los resultados no pudieron ser causados por el uso de medicamentos antidepresivos,
mostrando nuevamente la eficacia de la terapia al enfocarse en lo conductual en vez del
tratamiento cognitivo conductual completo. Además, los participantes tuvieron menos sesiones,
lo que en términos de tiempo, muestra su eficiencia. Como sugerencia para futuras
investigaciones se propuso que las sesiones enfaticen en el comportamiento in vivo, ya que
fueron calificados por los clientes como más útiles (Kanter, Schildcrout & Kohlenberg, 2004,
citado por Navas et. al., 2011, p. 39, 40); hecho que puede ser un facilitador para el progreso de
la terapia.
A lo largo de las últimas décadas, el uso de medicamentos ha sido considerado como
tratamiento estándar para los sujetos con depresión crónica y/o sujetos que presenten
episodios recurrentes (APA, 2000; Frank, et al, 1990, citado por Dobson, Hollon, Dimidjian,
Schmaling, Kohlenberg, Gallop, Shireen & Jacobson, 2008, p. 10, citados por Dobson, et. al.,
2008, p. 10). Sin embargo, hay poca evidencia que demuestre que los antidepresivos
modifiquen el curso de la enfermedad; incluso los sujetos que se han mejorado presentan un
Activación Conductual 57

riesgo importante de recurrencia, una vez dejan de tomar la medicación (Hollon, et. al., 2002,
citado por Dobson, et. al., 2008, p. 10). Por otra parte, el uso de antidepresivos en el
tratamiento de la depresión no está exento de problemas; el incumplimiento en la toma de los
medicamentos y el hecho de que un número considerable de individuos se resistan a tomarlos,
limita la eficacia de los antidepresivos para muchas personas (Thase & Kupfer, 1996, citado por
Hopko, 2003, p. 258).
Los efectos secundarios de los antidepresivos también son considerados como una
dificultad, incluso con los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS), y
ocurren en una proporción importante de los usuarios (Antonuccio, Danton, DeNelsky,
Greenberg & Gordon, 1999, citado por Hopko et. al., 2003, p. 258). La seguridad que representa
la toma de medicamentos antidepresivos también se ha puesto en duda, ya que hay estudios
que relacionan éstos con el suicidio (Antonuccio et. al. ,1999; Hollon et. al., 1992, citado por
Hopko, 2003, p. 258). También, se ha argumentado que las directrices actuales para los
tratamientos (American Psychiatric Association [APA], 1993; Panel de la Guía Depresión de
1993, citado por Hopko, 2008, p. 258) subestiman los beneficios de la farmacoterapia como un
tratamiento válido para la depresión (Thase & Crits-Christoph, 1996, citado por Hopko, 2003, p.
258).
En resumen, el patrón general de los resultados observados por Dobson et. al. (2008, p.
9) fue que la psicoterapia, la Terapia Cognitiva o la AC, tenía un efecto duradero en los sujetos,
que era al menos tan eficaz como si se continuara con la medicación. En términos de costo, se
observó que aunque la psicoterapia era más costosa en un principio, el coste acumulado del uso
de medicamentos resultó ser más elevado al final del primer año de seguimiento en este
estudio. Lo anterior, en la medida en que los efectos de la psicoterapia perduren en el tiempo,
como parece ser el caso para la AC, puede significar que el ahorro de los costos serían
considerables (Dobson et. al., 2008, p. 9).
A partir de estas investigaciones, la AC como terapia propia ha sido puesta a prueba en
formato individual, grupal, con poblaciones y trastornos diferentes, aun cuando en un principio
se pensó para el tratamiento de la depresión. Así, un estudio con personas diagnosticadas con
depresión mayor y que estaban hospitalizados, mostró que la AC aplicada en un formato breve,
Activación Conductual 58

realizado en dos semanas, con tres sesiones por semana de 20 minutos fue significativamente
más eficaz que la psicoterapia de apoyo (Hopko, Lejuez, LePage, Hopko & McNeil, 2003, citado
por Pérez, 2007, p. 106). La AC también ha sido probada en formato de grupo con personas
diagnosticadas con depresión mayor en un contexto público de salud mental, mostrando su
eficacia de acuerdo con un grupo de espera (Porter, Spates & Smitham, 2004, citado por Pérez,
2007, p. 106).
Hay también evidencia preliminar de estudios de caso que sugiere la eficacia de la AC en
otros trastornos como el estrés postraumático (Mulick et. al., 2005; Mulick & Naugle, 2004,
citado por Pérez, 2007, p. 106), la ansiedad (Hopko et al., 2004, 2006, citado por Pérez, 2007, p.
106), la personalidad límite (Hopko et. al., 2003, citado por Pérez, 2007, p. 106), en trastornos
mixtos ansioso depresivos (Hopko, Lejuez & Hopko, 2004; Hopko et. al., 2006, citado por
Barraca, 2009, p.41), en consumidores de drogas ilegales con síntomas depresivos (Daughters
et. al., 2008, citado por Barraca, 2009, p.41). Además, se ha demostrado la efectividad de la AC
con sujetos latinos (Santiago-Rivera Kanter, Benson, Derose, Illes & Reyes, 2007, citado por
Barraca, 2009, p. 41), y en comorbilidad con obesidad (Pagoto, Bodenlos, Schneider, Olendzki &
Spates, 2008, citado por Barraca, 2009, p. 41). Asimismo, se ha visto que es eficaz en
adolescentes (Ruggiero, Morris, Hopko & Lejuez, 2007, citado por Barraca, 2009, p.41) y en
casos de depresión moderada (Lejuez, Hopko, LePage et al., 2001, citado por Barraca, 2009,
p.41).
Otra investigación que ha demostrado la efectividad de la AC es la realizada por Derek,
Hopko, Robertson & Carvalho (2008, citado por Navas et. al., 2011, p. 40) en el que se
incluyeron 26 personas con cáncer, que participaron en dos tipos de intervenciones; la primera
fue solo de AC y la segunda fue cognitivo conductual. Los resultados mostraron que el 50% de
las personas deprimidas con cáncer que fueron tratados con AC, aumentaron sus conductas
saludables; sugiriendo que el enfoque de AC es más ágil e igual de adecuado y completo como
las intervenciones cognitivo conductuales. Lo que hace que esto sea más significativo es que
estas ganancias se produjeron dentro de un grupo de sujetos deprimidos que también
presentaban una condición médica seria, una circunstancia que podría haber afectado
Activación Conductual 59

negativamente el resultado del tratamiento y muy posiblemente la frecuencia (Popkin, Callies &
Mackenzie, 1985; Sherbourne et. al., 2004., citado por Navas et. al., 2011, p. 40 ).
En un estudio realizado por Fernández, Villoria, Amigo, Padierna, Gracia, Fernández &
Peláez (2011, citado por Navas et. al., 2011, p. 40), cuyo objetivo era valorar la eficacia de la AC
con pacientes con cáncer de pulmón y cáncer de mama durante el tratamiento oncológico, se
encontró que los individuos que mantienen sus actividades cotidianas y de ocio durante el
tratamiento con quimioterapia no presentan alteraciones emocionales; concluyendo, en este
caso, que la AC puede contribuir a mejorar la calidad de vida y prevenir alteraciones
emocionales.
Wallbridge, Furer & Lionberg (2008, p. 40-44), han utilizado con éxito las técnicas de
activación en personas hospitalizadas con depresión crónica y que no han respondido a otros
tratamientos; planteando que cuanto más tiempo un sujeto ha sido atrapado en una
enfermedad crónica, lo más probable es que el individuo sea un buen candidato para usar la AC.
A raíz de este trabajo, empezaron a usar el modelo básico de activación conductual en pacientes
crónicos con otras condiciones de salud, mostrando ser también eficaz; por ejemplo, en
personas con diabetes, en personas con dolor crónico y en el tratamiento de las adicciones. Los
profesionales que participan en los servicios de rehabilitación encuentran el enfoque de la AC
como valioso, especialmente cuando las personas están totalmente inactivas y no responden a
los esfuerzos iniciales del tratamiento. Dichos autores rescatan que en el proceso, la
persistencia y la creatividad son dos elementos esenciales para poder obtener resultados; y, una
vez que se inicia un cambio, el proceso de rehabilitación se renueva y los pacientes comienzan a
recuperar el control de sus vidas.
McCauley, Schloredt, Gudmundsen & Martell (2011, p. 373), desarrollaron una versión
breve de la AC, teniendo en cuenta el modelo para adultos, y la modificaron según el contexto
de la depresión adolescente; ésta fue puesta a prueba en un proyecto llamado "Adolescentes
que Toman Acción (ATA), el cual tuvo una duración de 12 semanas, en el que se desarrolló un
programa de tratamiento de 14 sesiones estructuradas para adolescentes deprimidos entre 11 a
18 años de edad. En general, los terapeutas trabajaron activamente para provocar en los
adolescentes inquietudes y metas, con el propósito de dar forma a las sesiones de terapia según
Activación Conductual 60

los problemas o situaciones identificadas por los jóvenes. Dentro de este contexto, el manual de
tratamiento se basó en un formato psicoeducativo estructurado en el que las sesiones estaban
dirigidas a un concepto o una habilidad en particular, en contraste con el enfoque más
ideográfico utilizado la AC para adultos.
Los resultados iniciales sugirieron que la adaptación de la AC para el trabajo con
adolescentes deprimidos podría ser una estrategia prometedora que mejorará el arsenal
terapéutico del campo. Aunque se necesitan datos más completos, el enfoque utilizado en dicha
investigación fue bien aceptado por los adolescentes y sus padres, con conclusiones
preliminares prometedoras sobre la eficacia; lo que implica la necesidad de ampliar y mejorar
las opciones de tratamiento para la depresión en la adolescencia, hacer frente a la necesidad
clínica y reducir al mínimo los efectos negativos, a largo plazo, en los adolescentes y su familia,
ya que el porcentaje de la depresión en adolescentes va de un 30 a un 50 % siendo cada vez más
un problema de salud pública (MacCauley et. al., 2011, p. 381).
En cuanto a las técnicas de intervención en la AC, Cuijpers, Van Straten & Warmerdam
(2007, p. 325) realizaron un meta-análisis acerca de la programación de actividades, como
técnica esencial para la AC en el tratamiento de la depresión en adultos, encontrando indicios
claros respecto a la eficacia de ésta. La baja heterogeneidad observada en el meta-análisis
indica que las investigaciones, las poblaciones estudiadas y las intervenciones son altamente
comparables entre sí. Los efectos de la programación de actividades parecen ser concluyentes,
ya que es una intervención relativamente simple de aplicar, fácil de entender para los sujetos
con depresión y no requiere de habilidades complejas por parte de los clientes o de los
terapeutas (Lejuez, Hopko & Hopko, 2001, citados por Cuipjers et. al., 2007, p. 325); lo que hace
que esta intervención sea especialmente interesante para las poblaciones consideradas como
'difíciles'.
Dicho meta-análisis encontró indicios de que la programación de actividades es tan
efectiva como la terapia cognitiva y otros tratamientos psicológicos; sin embargo,
varias preguntas sobre este tipo de técnica siguen sin respuesta, por lo que en futuras
investigaciones se deberían utilizar muestras clínicas que abarquen una mayor cantidad de
participantes, con las condiciones de control respectivas y comparaciones de eficacia con
Activación Conductual 61

fármacos antidepresivos. La investigación llevada a cabo en las últimas décadas muestra que la
programación de actividades puede ser una alternativa eficaz e interesante para el tratamiento
de la depresión (Cuijpers et. al., 2007, p. 325).
En resumen, se ha podido observar según la evidencia empírica la cual es amplia en una
variedad de contextos, como la AC se muestra actualmente como un tratamiento psicológico de
probada eficacia para la depresión. Todo parece indicar que es más eficaz que la propia TC, que
iguala la eficacia de la medicación y que es un tratamiento eficiente en términos de coste-
beneficio. Sin embargo, aún se requiere de más investigación que pretenda clarificar los
mecanismos que subyacen los resultados en la efectividad de la terapia (Dobson et. al., 2008, p.
10). También, está pendiente en este momento una investigación que compare los dos
protocolos, el de AC y de TACD, en muestras aleatorizadas y que incluya otros tratamientos
contrastados, como los cognitivos y farmacológicos (Barraca, 2009, p. 41).
Activación Conductual 62

3. CONCLUSIONES
Partiendo de la revisión teórica realizada del tratamiento de Activación Conductual para
la depresión, resulta pertinente discutir los planteamientos aquí expuestos teniendo en cuenta
la relevancia que tienen éstos, a la luz de la problemática actual que supone la depresión tanto
a nivel individual como social y científico. De esta manera, sabemos que nos encontramos ante
uno de los problemas de salud mental más significativos en la sociedad moderna; hecho que no
es indiferente a los estamentos encargados de abordar dichas problemáticas. A nivel mundial, la
World Federation For Mental Health (WFMH, 2012) y la Organización Mundial de la Salud (OMS,
2013), enfatizan en la promoción de la educación para la depresión y el apoyo que se debe
proporcionar a las personas que padecen este trastorno mental, ya que aunque se han ido
desarrollando tratamientos eficaces para ésta, más de la mitad de los afectados en todo el
mundo, y más del 90% en algunos países, no reciben estos tratamientos.
También, en la atención para la depresión se encuentran obstáculos como la falta de
recursos y de personal sanitario capacitado, la estigmatización de los trastornos mentales y la
evaluación clínica inexacta. De aquí a que se apunte, a nivel general y como estrategia
preventiva, a la creación de programas escolares que incentiven el desarrollo de habilidades
para la prevención del maltrato infantil, programas para mejorar las aptitudes cognitivas,
sociales y de resolución de conflictos en niños y adolescentes; además de intervenciones
dirigidas a los padres de niños con dificultades en el comportamiento y mejorar los resultados
en sus hijos, así como programas de ejercicio para las personas mayores, que se han mostrado
eficaces para la prevención de la depresión. A nivel más específico, en cuanto a tratamiento se
refiere, se ha seguido la línea del apoyo psicosocial y la psicoterapia combinado con fármacos
antidepresivos o las técnicas de resolución de conflictos para la depresión moderada o grave,
como tratamientos que hasta ahora se han mostrado eficaces (OMS, 2013).
Por otro lado, en cuanto a la recuperación y el manejo activo de la depresión, muchos
países desarrollados han enfatizado en modelos que sean manejados por profesionales, en los
que se tengan en cuenta tres aspectos básicos: "1. Cada camino de recuperación es único; 2. La
recuperación es un proceso, no un punto final; 3. La recuperación es un proceso activo, en el
que el individuo se responsabiliza por el resultado, dependiendo el éxito de la colaboración de
Activación Conductual 63

amigos, familia, comunidad y el apoyo profesional. Movimiento ha llevado a hacer esfuerzos


para hacer un mejor enlace entre las mediciones de éxito y el bienestar que el paciente siente"
(WFFMH, 2012).
Es en este contexto, donde adquiere relevancia el avance que se ha ido realizando en
términos de investigación y de práctica clínica en el tratamiento de Activación Conductual, el
cual se ha mostrado como eficaz y de gran utilidad para la depresión, ya que tiene grandes
ventajas al ser una intervención que emplea procedimientos conductuales que se han venido
usando hace años, como lo es la programación de actividades, la exposición y la jerarquización
de tareas, entre otras; su modelo explicativo es simple y está basado en los principios básicos de
aprendizaje, como lo es el reforzamiento negativo/positivo y la extinción; y, la estructuración de
la terapia resulta sencilla y su puesta en práctica no requiere un entrenamiento especialmente
largo (Barraca, 2009).
Adicionalmente, favorece la perspectiva de la depresión propiamente psicológica, como
una manifestación de las situaciones de vida y no como un déficit cognitivo, neurológico y/o
químico, que la encuadra en un modelo biologicista y por tanto es tratada como una
enfermedad. Supuesto que ha llevado a los estudiosos del tema a considerar la
desmedicalización del tratamiento de la depresión, empoderando a la persona que la padece de
una responsabilidad activa frente a su situación (Barraca, 2009); lo que no le quita a la
depresión importancia ni ignora el sufrimiento que ésta puede suponer para las personas que la
vivencian. Esto supone la responsabilidad clínica y social, de propagar y mantener informados
tanto a las personas que padecen de depresión, como a los estamentos encargados de su
intervención y prevención, acerca de los hallazgos terapéuticos alternativos a la medicación.
De ahí la importancia de las investigaciones que se han venido realizando sobre la
aplicación de la AC, tanto en un formato individual como grupal, en diferentes poblaciones con
características complejas y comorbilidad con otros trastornos; también, se ha aplicado a
adolescentes, adultos mayores, minorías étnicas y raciales, y entre otros grupos que han sido
poco estudiados. A raíz de esto, se ha visto la flexibilidad de la AC ya que se han ido creando
métodos innovadores en su intervención. En general, se podría decir que la investigación actual
en AC se ha destacado, lo que promete la extensión de dicho tratamiento (Dimidjian et. al.,
Activación Conductual 64

2011, p. 26). De hecho en varios países se está reconociendo la importancia de este tipo de
terapias psicológicas como alternativa eficaz para el tratamiento de la depresión, como es el
caso de Inglaterra, en el que la London School of Economics (LSE, 2006; InfoCop, 2006, citado
por Perez, 2007, p. 108) recomendó al sistema británico de salud la contratación de cinco mil
psicólogos clínicos en los próximos siete años; y, en los Estados Unidos, el Instituto Nacional de
Salud Mental, ya está empezando a considerar la AC como una forma más simple de abordaje
de la depresión, comparada con la Terapia Cognitiva (NIMH, 2005, p. 92, citado por Perez, 2007,
p. 108).
Sin embargo, aun cuando las promesas son muchas, resulta necesario tener en cuenta
que en las futuras investigaciones se requiere mayor rigor metodológico para poner a prueba,
entre otras cosas, los componentes empíricos del modelo comportamental de la depresión
(Dimidjian, 2011). Esto, en comparación y a la luz de la Terapia Cognitiva de la depresión, la cual
se está muy arraigada en el quehacer clínico ya que lleva muchos años mostrando buenos
resultados, significa que la AC está en la necesidad de seguir ampliando y profundizando su
campo de investigación, de manera que puede ofrecer un modelo lo suficientemente justificado
en el que se perciba una mayor integración de éste, se logre generalizar su enfoque al manejo
de las cogniciones y continúe aportando pruebas de su eficacia frente a otros tratamientos
(Barraca, 2009).
Para terminar, se exponen una serie de argumentos planteados por uno de los grupos de
investigación que más ha trabajado en la AC (Dimidjian, et. al. 2011, p. 30), acerca de lo que se
debe seguir enfatizando en un futuro para el desarrollo de la terapia de Activación Conductual:
1. Avanzar en la investigación clínica requiere que la teoría se ponga a prueba en el
contexto de intervención de cada uno de los estudios, prestando especial atención en la
identificación de los mediadores y los ingredientes activos de la AC. El trabajo futuro en
estas áreas mejoraría la comprensión de los procesos por los cuales la AC logra un
beneficio clínico y puede ayudar a optimizar los resultados del tratamiento y su difusión.
2. La promesa de tratamientos personalizados requiere que se realice la identificación de
los posibles mediadores de cambio, especificando quien es propenso o no a responder a
la AC.
Activación Conductual 65

3. Es importante que se incluyan en futuros estudios el uso de múltiples técnicas,


incluyendo los auto-informes, la observación del comportamiento, entre otras, para
examinar los mediadores e ingredientes activos del cambio.
4. La aplicación de la AC en poblaciones que no han sido ampliamente estudiadas es
fundamental para hacer frente a las necesidades clínicas de éstas, ya sea porque no se
ha enfatizado en éstas o porque los modelos de intervención actuales no son los
apropiados. Poblaciones como minorías étnicas y raciales, adolescentes, adultos
mayores, y aquellos individuos con comorbilidades con otros trastornos mentales o
físicos.
5. Dada la naturaleza crónica y recurrente de la depresión, es esencial para estudios
futuros incluir periodos de seguimiento a largo plazo, con el fin de examinar los posibles
efectos de la AC en la prevención de recaídas.
6. Las investigaciones futuras deben seguir innovando nuevos métodos para la aplicación
del tratamiento y emplear métodos rigurosos para examinar la eficacia de éstos.
7. Se requiere más investigación respecto a los beneficios que supone la adaptabilidad de
la AC en términos de costo-eficacia.
8. Dada la promesa de que la AC es una intervención parsimoniosa y que se adapta a
diferentes poblaciones, hay una fuerte necesidad de capacitación para los clínicos en
modelos empíricos que son sólidos y eficaces en términos de costos. Métodos
innovadores como los basados en el uso de la Web, para capacitar a los clínicos de la AC
deben ser investigados.
Activación Conductual 66

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