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Activacion Conductual Revision de Procedimiento y Tecnicas para El Tratamiento de La Depresion
Activacion Conductual Revision de Procedimiento y Tecnicas para El Tratamiento de La Depresion
Activacion Conductual Revision de Procedimiento y Tecnicas para El Tratamiento de La Depresion
TRATAMIENTO DE LA DEPRESIÓN
INDICE
1. JUSTIFICACIÓN 3
2. MARCO TEÓRICO 6
2.1. Activación Conductual 7
2.1.1. Aplicación de la Activación Conductual 18
2.1.2. Técnicas de Intervención 25
2.1.3. Trabajo Cognitivo 34
2.1.4. Trabajo con la Motivación 35
2.1.5. Estructuración de la Terapia 35
2.1.6. Métodos de Evaluación 41
2.2. Depresión 43
3. MARCO EMPIRICO: INVESTIGACIONES EN ACTIVACIÓN CONDUCTUAL 55
4. CONCLUSIONES 62
5. REFERENCIAS 66
Activación Conductual 3
1. JUSTIFICACIÓN
Cada una de las preguntas se responde teniendo en cuenta los resultados encontrados y
con base en éstos se plantean las recomendaciones clasificándolas como ‘Firme’ u ‘Ordinaria’.
De esta manera, una recomendación que es calificada como ‘Firme’ implica que “debería
aplicarse a todos los pacientes y que las autoridades competentes pueden adaptar fácilmente a
la mayor parte de las políticas”, mientras que una recomendación ‘Ordinaria’ es “la que puede
ofrecerse a la mayoría de los pacientes pero que no se puede aplicar a muchos otros”. Respecto
a la Activación Conductual, la recomendación que se presenta es de tipo ‘Ordinaria’ y se expone
que “se puede usar en el tratamiento de los adultos que sufren un episodio depresivo o
depresión”; además, se debe complementar el tratamiento con antidepresivos para la
depresión moderada o grave (OMS, 2013).
Lo anterior se expone con el propósito de revelar la importancia respecto a que la
Activación Conductual ya esté siendo considerada por instituciones de gran reconocimiento a
nivel mundial. Además, al catalogar ésta de ‘ordinaria’ se incentiva a la profundización e
investigación en esta área, con el objetivo de enriquecer el tipo de recomendaciones que se
hacen al respecto. Hay investigaciones que demuestran que la terapia de Activación Conductual
es igual o más eficaz que el tratamiento con fármacos; dato que resulta importante ya que
según Pérez (2007) en la práctica clínica la medicación es el tratamiento más utilizado hoy día
para la depresión y de acuerdo a los datos del Ministerio de Sanidad de España, “el consumo de
antidepresivos ha pasado de 7.285.182 de envases vendidos a cargo de la Seguridad Social en
1994 a 21.238.558 en 2003” (p. 97).
En general, la proyección estadística supone que para el 2030 los trastornos depresivos
ocuparan el primer lugar en la carga global de enfermedades (WFFMH, 2012); con lo cual se
pueden considerar dichas cifras como un llamado de atención tanto a nivel de salud pública,
como a nivel del ejercicio clínico de los profesionales encargados. Pero más allá de las cifras, el
hecho más importante es que se está hablando de personas con alto grado de sufrimiento
psíquico pero con posibilidades que, en algunos casos, se pueden ver limitadas ya sea por falta
de recursos personales, económicos y/o sociales.
Por tanto, es aquí donde se vuelve indiscutible la necesidad de avanzar en materia de
investigación y acción para la detección temprana, prevención, tratamiento y seguimiento de
Activación Conductual 5
dichos trastornos. Por esta razón el presente trabajo pretende aportar a una problemática
mundial de alta relevancia social y científica, a través de la exposición de los fundamentos de la
terapia de Activación Conductual, como tratamiento emergente y que promete eficacia en el
abordaje de la depresión. Además, se busca ampliar los conocimientos personales acerca de
dicha terapia, con el propósito de ponerlos en práctica en el espacio terapéutico de manera tal
que se pueda dar una respuesta eficiente en la atención psicológica para este tipo de casos.
La presente investigación se estructura en tres partes principales. En primer lugar, se
desarrolla el marco teórico que parte desde un contexto general haciendo una breve
descripción del desarrollo de la tradición conductual, con el propósito de contextualizar la
temática a desarrollar hasta llegar a ampliar sobre los conceptos principales, procedimiento y
técnicas de la Activación Conductual; se termina este apartado con la definición de depresión
que se tiene en cuenta para dicha terapia. En segundo lugar, en el marco empírico se
mencionan algunas de las investigaciones realizadas al respecto, las cuales fueron escogidas de
manera aleatoria y se seleccionaron las más representativas según los intereses académicos y
profesionales, con el propósito de mostrar el desarrollo en el trabajo científico que se ha ido
adelantando en este tipo de terapia y al finalizar se realizarán las conclusiones.
Activación Conductual 6
2. MARCO TEORICO
La Activación Conductual se encuentra enmarcada en la historia de la terapia de
conducta dentro de la hoy llamada ‘Tercera Generación’; por lo que resulta necesario, en un
primer momento, hacer un breve recuento de la historia de la tradición conductual para poner
en contexto el tema a abordar.
La ‘primera generación’ de terapia de conducta nace en 1950 como respuesta crítica al
enfoque psicoanalítico que abarcaba, en casi toda su totalidad, la labor clínica que se ejercía en
ese momento. Esta nueva terapia propuso un enfoque basado en principios científicos, dados
principalmente por la psicología del aprendizaje y con una visión contextual e ideográfica; hecho
que marcó la historia de la psicología, dando paso a una nueva época para la terapia clínica. No
obstante, las dos tendencias ampliamente extendidas fueron el condicionamiento clásico
liderado por Pavlov y el condicionamiento operante llevado a cabo por Skinner (Pérez, 2006).
Hacia los años 70, aproximadamente, aparece la ‘segunda generación’ con la terapia
cognitivo-conductual, con lo cual “La ciencia psicológica básica ya no sería sólo la psicología del
aprendizaje sino también el procesamiento de la información” (Pérez, 2006, p. 162). Se empieza
a atender con especial atención a aquellos eventos ‘no observables’ como pensamientos,
creencias, atribuciones y se llega a la conclusión que las cogniciones son la causa de los
problemas conductuales y emocionales. Este vuelco hacia lo cognitivo proviene, principalmente,
de dos terapias disidentes del psicoanálisis y ajustadas a la terapia de conducta, como lo son la
terapia racional emotiva desarrollada por Ellis y la terapia cognitiva de la depresión de Beck
(Pérez, 2006).
A partir de 1990 se empieza a hablar de las terapias de conducta de ‘tercera generación’,
pero no es hasta 10 años después cuando ésta se populariza y empieza a tomar su propio
camino; dando respuesta a través de diferentes tipos de procedimientos terapéuticos, a ciertas
limitaciones de la terapia cognitivo-conductual y al desarrollo del análisis de la conducta (Pérez,
2006). En tanto, se retoma el enfoque contextual, volviendo a las raíces de la terapia de
conducta y se añade el aspecto funcional.
Las terapias de la ‘tercera generación’, “Se interesan más por las funciones de las
conductas que por las conductas concretas. No buscan tanto cambiar una conducta concreta
Activación Conductual 7
como una clase de conductas. Optan, preferentemente, por el cambio experiencial, esto es por
el cambio por contingencias, frente al cambio más didáctico y psicoeducativo basado en reglas,
aunque no rechazan esta estrategia de cambio” (Vallejo, 2011, p. 51). De manera que los
aportes de las terapias de conducta de la ‘tercera generación’ abarcan un replanteamiento
contextual de la psicopatología, la evaluación y el tratamiento de la psicología clínica;
apuntando también, a la desmedicalización en el abordaje que se había venido haciendo a ésta
(Pérez, 2006).
En síntesis, “Se trata del abandono de la lucha contra los síntomas y en su lugar [se
propone] la reorientación de la vida” (Pérez, 2006, p. 166); a partir de lo cual han surgido
procedimientos terapéuticos específicos indicados para casos graves, en los que el punto de
partida es la aceptación de la problemática, el reconocimiento y la disposición por parte del
individuo a tomar las riendas de su vida. Esto, a través del reforzamiento en aspectos como la
exposición, la importancia de las emociones, entre otras características (Vallejo, 2011).
A continuación se presentan las terapias que se reconocen como de la ‘tercera
generación’ (Pérez, 2006, p. 167-168):
1. Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes, McCurry, Afari y Wilson, 1991).
2. Psicoterapia Analítica Funcional (Kohlenberg y Tsai, 1991).
3. Terapia de Conducta Dialéctica (Linehan, 1993).
4. Terapia Conductual Integral de Pareja (Jacobson y Christensen, 1996).
5. Terapia de Activación Conductual (Jacobson, Martell & Dimidjian, 2001).
6. Terapia Cognitiva con base en Mindfulness (Segal, Teasdale y Williams, 2002)
7. Otras, variantes de la Terapia Cognitivo-Conductual.
presente y prevenir recaídas en un futuro. Se ha usado para intervenir en los casos de depresión
más grave; en los que, de manera general, se fomenta la actividad del paciente atendiendo
especialmente al análisis funcional de la conducta (Barraca, 2009, 2010).
La AC tiene tres objetivos principales: 1. Aumentar la participación en actividades
adaptativas, que generalmente están relacionadas con experiencias de placer o dominio; 2.
Reducir la participación en actividades que mantienen la depresión o aumentan el riesgo de
depresión; 3. Resolver los problemas que limitan el acceso a los refuerzos o que mantienen e
incrementen el control aversivo. El tratamiento se centra directamente en estos objetivos o en
los procesos que inhiben el enfoque hacia los mismos como, por ejemplo, la evitación; para
lograr éstos, los terapeutas pueden usar una gran variedad de estrategias comportamentales. El
modelo comportamental de la depresión y la evaluación del comportamiento guían la
implementación de estas estrategias, de manera que el tratamiento se lleve a cabo de forma
colaborativa (Dimidjian; Barrera; Martell; Muñoz & Lewinsohn, 2011, p. 4).
“El primer uso del término Activación Conductual aparece en la literatura de la
neurociencia haciendo referencia a las consecuencias de algunos compuestos en un organismo”
(Mandell et al. 1968, citado por Dimidjian et. al., 2011, p. 3). Más tarde, Gray (1982, citado por
Dimidjian et. al., 2011) definió el "Sistema de Activación Conductual" y el "Sistema de Inhibición
Conductual" como procedimientos motivacionales. En la literatura de la psicoterapia el término
aparece por primera vez en 1990, con Hollon & Garber (1990, citado por Dimidjian et. al., 2011)
quienes definieron la Activación Conductual como un conjunto de procedimientos utilizados en
la terapia cognitiva para la depresión. Jacobson y sus colegas (1996, citado por Dimidjian et. al.,
2011, p.3) conservaron el término para describir las intervenciones conductuales que eran foco
de estudio en el análisis de componentes de la terapia cognitiva y posteriormente para describir
un tratamiento independiente para la depresión (Jacobson et. al, 2001, Dimidjian et. al., 2011).
Lejuez y su equipo de trabajo (2001, citado por Dimidjian et. al., 2011) utilizaron de igual
manera el término para describir otro tratamiento independiente para la depresión.
La AC fue desarrollada por Jacobson (1996, citado por Pérez, 2007), después de estudiar
los componentes de la Terapia Cognitiva de la depresión de Beck y observar que el factor
decisivo en ésta era el conductual. En la investigación realizada se puso a prueba tres
Activación Conductual 9
Figura 1.
Psicopatología y Modelo del Mecanismo de la AC (Manos et. al., 2010, p. 549).
presenta debido a que evita las reacciones emocionales (ESTADO DE ÁNIMO) por el cambio en
las contingencias en lugar de hacer frente a las mismas contingencias (REFUERZO). La respuesta
del comportamiento a los cambios en las contingencias a diferencia de la respuesta emocional,
no es automática y puede ser temporalmente distinta, por lo tanto, no está incluido en el
cuadro con el refuerzo y el estado de ánimo (Manos et. al., 2010, p. 550).
De esta manera, para la AC el comportamiento es la herramienta principal para mejorar
lo que piensa y siente. Se procede a incrementar la experiencia en eventos placenteros y sus
consecuencias; de manera que los pensamientos negativos, antes presentes, van cambiando al
ser contrastados con lo que se experimenta (Lejuez, Hopko, Hopko, James & MacNeil, 2000,
citado por Navas, Zambrano & Rendón, 2011). Se trata entonces de que, a través de la terapia,
el sujeto aprenda a observar su comportamiento y las consecuencias que éste conlleva; para
luego desarrollar, en conjunto con el terapeuta, un plan de acción o realización de actividades
que permita e instruya a la persona con depresión a ser observador y actor de su propia vida
(Navas, et. al., 2011). Estas actividades por si solas no son efectivas, por eso es importante en la
planificación realizar un análisis de éstas teniendo en cuenta el tipo de respuesta que se espera,
que evidentemente no debe ser de evitación, y que vaya acorde con los intereses y valores
concretos del paciente; y por tanto, que conlleven al cumplimiento de los objetivos planteados
en la terapia.
De acuerdo con Vallejo (2011) “En esas condiciones, y una vez decidido sobre qué y
cómo actuar, la ejecución de la conducta se hace con independencia del estado de ánimo del
paciente. Éste se compromete a actuar, a hacer, aunque no tenga ganas de hacerlo. Se parte de
que no puede prevalecer lo que apetece o no en un determinado momento, frente a la
determinación de hacerlo” (p. 52). Se puede presentar que el paciente argumente ‘la falta de
ánimo’ para evitar hacer lo que se ha propuesto, por lo que el objetivo principal que se debe
transmitir a este mismo es que es él quien debe asumir la responsabilidad de cambio,
participando activamente en el proceso del tratamiento y enfatizando sobre todo en el trabajo
por fuera de la sesión.
Es esta la necesidad que plantean los autores de la AC de reorientar el análisis y cambiar
el énfasis de atención que va desde el interior del individuo hacia las relaciones que éste
Activación Conductual 15
establece con su entorno y las consecuencias de las acciones que se desprenden de dichas
relaciones. De manera que el aspecto clave en la AC consiste en evaluar las consecuencias de los
comportamientos y de los pensamientos, atendiendo especialmente a las funciones específicas
que éstos cumplen. Es por esto que en la AC no se aborda al individuo como un enfermo, sino
como un sujeto que está inmerso en una situación que carece de incentivos, lo que explica el
bajo estado de ánimo. “Además, dado este marco, se considera que debe des-biologizarse y
desculpabilizarse al sujeto, pues las respuestas depresivas son consideradas lógicas: quizás la
mejor o única manera que la persona tiene de enfrentarse a las circunstancias que vive”
(Jacobson, 2001; Martell, 2001, citado por Barraca, 2009, p. 29).
De ahí la importancia del rol del terapeuta quien debe proporcionar un entorno que
apoye las conductas de cambio, cuidando el ritmo del proceso de manera que lo que se plantee
no resulte abrumador para el consultante; con el fin de garantizar en buen desarrollo del
tratamiento (Lejuez, Hopko, James, Hopko & MacNeil, 2000, citado por Navas, et. al., 2011).
Conjuntamente, como clave para el éxito de la terapia, se debe fomentar la aceptación como
alternativa a la evitación, promoviendo en la persona un papel activo en el cambio de su
situación de vida. Al reactivar la mirada del individuo sobre múltiples posibilidades de acción se
permite el reconocimiento de nuevos horizontes, para recuperar el sentido de vida (Pérez,
2008).
Para entender de una forma más dinámica lo expuesto anteriormente, la AC se vale de
los esquemas de TRAP, TRAC (K) y ACTION que dan explicación al funcionamiento de la filosofía
contextual de la que se parte. Así pues, son los patrones de evitación que ‘entrampan’ – TRAP,
en el original inglés, la palabra se forma por: Trigger, precipitante de la depresión; Response,
respuestas ante ese precipitante; y Avoidance Pattern, patrón te evitación ante las respuestas.
La alternativa es tomar otro camino – TRAC (K), en el original inglés, que propone que ante el
patrón de evitación puede plantearse el Alternative Coping, es decir un afrontamiento
Alternativo. A continuación se presenta gráficamente el modelo:
Activación Conductual 16
Figura 2.
Esquema TRAP, TRAC (K). (Barraca, 2009, p. 30).
Este esquema se complementa con el acrónimo ACTION, que puede ser de utilidad para
algunos clientes con el propósito de establecer nuevas rutinas. “ACTION deriva de: Asses,
‘evaluar’, en este caso preguntándose uno a sí mismo si lo que hace no estará en realidad
manteniendo el problema; Choose, ‘decidir’, tomar la decisión de seguir evitando o actuar de
una forma resolutiva; Try, ‘probar’ las acciones decididas; Integrate, ‘integrar’ las nuevas
actividades en las rutinas diarias; Observe, ‘observar’ el resultado preguntándose a sí mismo si
se siente mejor o peor después de hacer esta actividad y si está en dirección a su meta a largo
plazo; Never give up, ‘nunca abandonar’, seguir intentándolo” (Pérez, 2007, p. 105).
En resumen y teniendo en cuenta lo planteado por Pérez (2006, p. 168) y Barraca (2009,
p. 28) las características a resaltar de la AC y por lo cual merece importancia son las siguientes:
Activación Conductual 17
1. La AC pone énfasis en las situaciones específicas, de cada individuo, que hacen que
se mantenga la conducta depresiva.
2. En la AC se realiza un análisis funcional tanto de la conducta depresiva como de las
actividades propuestas, de manera que éstas sean relevantes para las necesidades de
cada sujeto.
3. Incorpora un modelo de ‘aceptación-cambio’, basado en la realización de actividades
independientemente del estado de humor o pensamientos negativos que se puedan
tener; con el objetivo de modificar las condiciones de las que depende la ‘experiencia
depresiva’.
4. Se busca una modificación del ambiente no del pensamiento, lo que no significa que
la AC no reconozca los elementos cognitivos de la depresión; sino que los aborda
indirectamente, al poner a los individuos en contacto con posibles consecuencias
positivas de las conductas antidepresivas. Es decir, que se hace una integración
genuinamente conductual de los aspectos cognitivos, en el que la rumia depresiva se
aborda desde una perspectiva funcional.
5. Focalización en el patrón de evitación conductual y énfasis en las contingencias
naturales más que en la conducta gobernada por reglas.
6. Una elaboración teórica mejor perfilada, aunque sencilla, para explicar tanto el
origen como la perpetuación del estado depresivo.
7. Un nuevo enfoque sobre aspectos motivacionales para comprometer al cliente en la
intervención.
8. Un protocolo de tratamiento bien desarrollado, organizado jerárquicamente y
formalizado a partir de las técnicas de activación conductual más contrastadas en los
trabajos empíricos.
9. El desarrollo de algunos instrumentos de evaluación originales para valorar el curso
de la terapia.
10. Una cuidada búsqueda de evidencia empírica para incluir las intervenciones entre las
terapias de probada eficacia para el tratamiento de la depresión y un análisis
detallado sobre los casos en que ha sido eficaz.
Activación Conductual 18
Según Hopko et al., 2003; Jacobson, Martell & Dimidjian, 2001; Martell et al., citado por
Pérez, 2007, p. 102-103, los principios a tener presentes a lo largo de la terapia son los
siguientes:
1. Las personas son susceptibles de depresión por una variedad de razones; es decir
que la depresión es más una posibilidad del sujeto que una disfunción de algún
mecanismo neuropsicológico y que ésta puede estar dada por diversas circunstancias
de la vida. En otras palabras, se podría decir que la depresión estaría más relacionada
con razones vitales que por causas biológicas.
2. Las conductas para afrontar la situación depresiva juegan un papel decisivo en la
depresión; o sea son los sentimientos de tristeza, la actitud pasiva, los pensamientos
de pesimismo, la disminución de las actividades, entre otras, las que impiden a la
persona enfrentar las dificultades que se les presentan, contribuyendo y
manteniendo el circulo vicioso de la condición depresiva.
3. La AC no consiste simplemente en aumentar las actividades agradables; no se trata
entonces de hacer por hacer para estar ocupado, sino de hacer algo funcional, que
tenga un sentido práctico para el sujeto. El objetivo es que la persona se convierta en
un observador de las propias relaciones que el establece entre las acciones y los
resultados que éstas tienen en su vida diaria, más específicamente las que
conciernen a su estado de ánimo.
4. Los clientes deberían reparar en la situación en la que están y en las consecuencias
de las conductas sobre su estado de ánimo; esto, se logra a través de la AC, en la
medida en que se enseñe a la persona a observar lo que hacen o dejan de hacer
teniendo en cuenta porque se sienten como se sienten.
En cuanto a los fundamentos sobre los que se asiente la aplicación terapéutica, Pérez
(2007, p. 103) expone que:
1. La terapia tiene como foco central las conductas del cliente y el contexto en el que
éstas ocurren; es por esto que el terapeuta debe enfocarse en las situaciones que
hacen que la persona si sienta y responda a éstas manteniéndose el sentimiento
respectivo.
Activación Conductual 20
propósito de éste profundizar en las diferencias entre los dos protocolos de intervención, así
que se mencionan solo con intención aclaratoria.
Tabla 1.
Una síntesis de las diferencias planteadas por la intervención con la AC y con la TACD (Barraca,
2009, p. 49).
AREA AC TACD
TEORÍAS Paradigmas de Reforzamiento Negativo. Reforzamiento Positivo.
aprendizaje
destacados
Modelo teórico Modelo “TRAP” Ley de igualación de
explicativo Hernstein.
TÉCNICAS DE Técnicas básicas Programación de Programación de
INTERVENCIÓN actividades flexible. actividades jerárquica
Incorporación jerárquica. con incorporación
Automonitorización. reglada (15 actividades,
se incorporan 3 por
semana).
Otras técnicas Exposición a situaciones Reforzamiento material
importantes evitadas, ensayo verbal de programado combinado
la tarea. con el social.
Otras técnicas Acción hacia una meta, Contratos de
complementarias distracción temporal, role- contingencias.
playing, habilidades
sociales, asertividad,
modelado.
TRABAJO Planteamiento de Intervención directa sobre No se plantea necesaria
COGNITIVO intervención la rumia depresiva. la intervención directa: la
Activación Conductual 22
Por otro lado, si los patrones de evitación y la inactividad de los clientes son tan fuertes
que le impiden completar las tareas, resulta útil que las tareas se realicen en la sesión en
conjunto con el terapeuta o también el terapeuta puede llamar al cliente, entre semana, para
fomentar el cumplimiento de las tareas; esta última estrategia debe utilizarse juiciosamente,
con el fin de no fomentar la dependencia en el terapeuta. En el caso en que se observe en los
clientes dificultades para completar una tarea en particular, el terapeuta puede volver a asignar
una porción más pequeña de ésta, para de esta manera maximizar la probabilidad de activación
en el cliente. Finalmente, los terapeutas deben estar seguros de que son claros, explícitos y
detallados en su descripción de las tareas; y, los clientes deben tener la oportunidad de aclarar
dudas y tener una comprensión clara de los detalles importantes como la fecha, hora, lugar y si
otras personas van a estar presentes o no, para que las tareas se lleven a cabo de manera
exitosa (Jacobson et. al., 2001, p. 265-266).
Aparte de la falta de cumplimiento, el segundo obstáculo a superar es la ideación o
comportamiento suicida. En cualquier tratamiento para la depresión, los terapeutas deben
evaluar de forma regular la ideación suicida o los intentos de suicidio, sobre todo en las
personas con depresiones más severas; ante esto, se espera que los terapeutas sigan las
estrategias habituales de prevención del suicidio y se lleve a cabo una evaluación completa. En
la AC, los terapeutas pueden abordar el tema del suicidio como una elección que se puede
tomar ante determinada situación, para lo cual deben ayudar a los clientes a identificar y
enumerar, por escrito otras opciones, configurando así una lista de motivos para elegir la vida
como opción y fomentando tanto detalle como sea posible. Instruir a los clientes a no cometer
suicidio, desarrollar un plan de alternativas de resolución de problemas, ponerse a disposición
de los clientes en el caso que se presente una crisis para discutir un plan alternativo, entrenar al
cliente a través de acciones positivas y/o facilitar la hospitalización si el riesgo es inminente, son
varias de las estrategias que se pueden llevar a cabo en estos casos (Jacobson et. al., 2001, p.
266).
En tanto, es importante animar a los clientes a hacer un buen uso de las redes de apoyo
social durante una crisis suicida. Sin embargo, hay que tener presente que la red social sea
Activación Conductual 25
realmente de apoyo y que refuercen los comportamientos sanos, no suicidas. Por lo tanto, se
puede invitar a las personas significativas en la vida del cliente para una sesión, o tener contacto
telefónico, para contar con ellos en el desarrollo de un plan de seguridad para el cliente. La
participación de las personas importantes en el proceso sólo debe hacerse con el
consentimiento del cliente y después de que el terapeuta ha evaluado el grado de confianza que
éste tiene con las personas que participarían en dicho proceso (Jacobson et. al, 2001, p. 265,
266).
En cuanto a las técnicas de intervención, en su base conceptual, son las mismas que se
han venido usando en la tradición conductual. Es decir: la extinción, moldeamiento,
desvanecimiento, exposición, entrenamiento en habilidades sociales y resolución de problemas.
Entonces, por ejemplo, el moldeamiento se utiliza cuando el individuo no posee el repertorio de
ciertas conductas que le facilitarían la adquisición de reforzadores importantes; el
desvanecimiento se usa cuando es necesario retirar progresivamente las ayudas a las que
recurrió el terapeuta al inicio del tratamiento; las técnicas de resolución de problemas se ponen
en juego cuando es necesario, optando por una modalidad sencilla combinada con auto-
instrucciones, para que la persona mantenga su motivación, continúe con las conductas
deseables y restablezca las rutinas perdidas (Barraca, 2009).
Específicamente, las técnicas que han sido resaltadas como las más esenciales en la AC
son la programación de actividades, monitorización continua del nivel de actividad y la
jerarquización de tareas. La programación de actividades es una característica de los
tratamientos conductuales para la depresión, su función es aumentar el contacto con las
fuentes de refuerzo positivo que proporciona el contexto y brindar alternativas para los
comportamientos de evitación y rumiación. Conductualmente hablando, la intervención en la
programación de actividades puede ser vista como una forma de control de estímulos, ya que
añade indicaciones en el entorno del cliente con el fin de evocar la conducta que se quiere con
una frecuencia más alta. En su función, la asignación de la tarea constituye una norma o
instrucción para involucrarse en un comportamiento específico; estas instrucciones para la
realización de las tareas a menudo deben especificar detalladamente el comportamiento que se
quiere lograr, incluyendo el qué, cuándo, dónde y cómo de la conducta, que puede ser
especificado en un registro creado para tal efecto, en un planificador diario, etc. (Kanter et. al.,
2010, p. 613).
La planificación de actividades debe guiarse por la posibilidad de que su contexto las
refuerce y cómo se va a sentir el sujeto cuando termine las conductas que conllevan al objetivo
planteado; en los casos que así lo requieran, es necesario desglosar las actividades en pequeñas
tareas para que la persona inicie el patrón de actividad que posteriormente lo llevará a mayor
actividad. Puede realizarse con un alto grado de supervisión siempre que no se interprete como
Activación Conductual 28
una actitud proteccionista (Baillès, 2012, p. 103). La asignación de tareas cada vez más difíciles
se utiliza para mover a los clientes, poco a poco, hacia la participación total en las actividades
que tienen un mayor potencial de refuerzo positivo y así puedan continuar éstas y mejorar su
estado de ánimo. Se debe explicar a los clientes que empezar nuevas conductas es una tarea
difícil y que tendrán mayor éxito si se dividen las tareas en componentes que sean manejables
para ellos (Jacobson et. al., 2001, p. 262-263). Otras técnicas usadas como complemento a la
programación de actividades son las propuestas por Martell (2001, citado por Kanter et. al.,
2010, p. 612) como el ensayo verbal o imaginario de las tareas asignadas, incluyendo los juegos
de rol, la identificación de obstáculos para la realización de tareas, el aprovechamiento al
máximo de las posibilidades para terminar la tarea con éxito y la construcción de rutinas en el
que las tareas importantes se completen con regularidad a lo largo del tiempo.
La revisión continúa o monitorización del nivel de actividad y de los patrones de
evitación de la persona, se puede realizar a través de registros, diarios, narrativas o cualquier
medio, con tal que la persona pueda poner en relación lo que hace, con lo que siente y con lo
que ocurre en su ambiente (Pérez, 2007). La monitorización de la actividad tiene dos funciones
principales: 1. Proporcionar información respecto al nivel básico de los niveles de actividad y los
estados de ánimo relacionados, que advierten sobre los eventos específicas que conducen a la
activación, y 2. Demostrar al cliente el proceso del tratamiento y que existe una relación
significativa entre la actividad y el estado de ánimo (Kanter et. al., 2010, p. 612). En la misma
línea se debe considerar la evaluación continuada de dichas actividades usando, por ejemplo, un
inventario como el de Beck, para la valoración de la aproximación del paciente a los objetivos
propuestos, así como la reducción de la intensidad de los síntomas depresivos. Dicho inventario
se puede aplicar mensualmente para evaluar la progresión del paciente; en su análisis hay que
tener en cuenta la puntación global y cada uno de los ítems de forma cualitativa (Baillés, 2012,
p. 103).
Según Barraca (2009), en la jerarquización de tareas se gradúa el trabajo a realizar por el
sujeto, para hacerlo posible según las capacidades de éste, ya que al principio de la terapia suele
estar poco motivado y con emociones negativas. Las actividades también se jerarquizan con el
objetivo de volverlas asequibles a los sujetos y se programa su incorporación progresiva semana
Activación Conductual 29
a semana; aquí también son importantes los registros de actividad, tanto para la evaluación
como para la intervención, pues sirven para que la persona comprenda la lógica del modelo,
compruebe si está obteniendo el refuerzo buscado, además de ayudar en la recuperación de las
actividades interrumpidas. Como lo expone Jacobson et. al. (2001, p. 263), debido a que la
interrupción de las rutinas es una variable importante en el mantenimiento de la depresión, el
terapeuta debe trabajar con el cliente en el desarrollo y seguimiento de una rutina para las
actividades básicas de la vida tales como comer, trabajar y dormir. Las estrategias de activación
que los clientes comienzan a poner en práctica durante el tratamiento deben ser incorporadas
en una rutina antes de que se puedan sacar conclusiones. El desarrollo de una rutina es el
primer paso para poder liberarse de la depresión debido a que la regularidad que ésta sugiere
puede proporcionar un aumento en el estado de ánimo, ya que se recupera la energía necesaria
para realizar actividades nuevas durante el tiempo libre.
Es importante que en la elección de las actividades y las tareas a ejecutar se promueva
la idiosincrasia, y no caer en el error de considerar con anterioridad algunas actividades como
más útiles que otras, ya que esto depende de cada persona; de todas maneras el terapeuta
puede facilitar esta labor ofreciendo pistas sobre diferentes áreas de actividad o si es necesario
sugerir posibles actividades concretas (Barraca, 2009). En el caso en que las actividades a
realizar representen un refuerzo demorado, en el que se disminuye la ocurrencia del
comportamiento orientado a largo plazo y sus eventuales reforzadores, puede ser necesario
incluir dentro de la terapia técnicas para el entrenamiento en autocontrol y/o programar
algunas actividades con consecuencias demoradas, con el fin de enseñar a las personas a
responder frente a contingencias a largo plazo (Gonzales, 2011).
De acuerdo con Jacobson et. al. (2001, p. 263) utilizar un enfoque dirigido al
cumplimiento de objetivos a corto plazo, en lugar de los objetivos a largo plazo puede ser útil
para la intervención de la evitación. Es común que las personas con depresión se centren en los
comportamientos para alcanzar los objetivos a corto plazo, descuidando las relaciones
funcionales de estas conductas con sus objetivos a largo plazo. Por esta razón, la articulación de
los objetivos a largo plazo en el tratamiento y la identificación de acciones que aborden éstos,
es importante. De ahí que sea necesario enseñar a los clientes a adoptar un enfoque de ‘costo-
Activación Conductual 30
beneficio’, en el que se evalúe si los beneficios a corto plazo que le produce las conductas de
evitación, valen los costos que les representaría a largo plazo, el mantenerlas.
Por otro lado, una de las técnicas complementarias usadas en la AC, pero también
considerada como importante, es la actuación dirigida a la meta en la que se enseña al sujeto a
que se comporte de acuerdo a una meta que ha sido auto-propuesta o que actúe de manera
permanente según cómo le gustaría sentirse o ser visto por las demás personas; en
consecuencia, se diseña y entrena el nuevo papel y se plantea actuar ‘como-si’. La intención es
mostrar al consultante que su conducta puede tener un resultado directo en cómo se siente y,
por tanto, como los demás interactúan con él. No obstante, es necesario ser cuidadoso en la
aplicación de esta técnica ya que puede tener resultados positivos o negativos según el uso que
se le dé; es positiva en la medida en que el hecho de actuar ‘como-si’ haga capaz a la persona de
superar la inseguridad y negativa en la medida en que comportarse ‘como-si’ haga a la persona
tener un carácter o estilo neurótico (Pérez, 2007).
A lo largo de todo este proceso también se deben tener en cuenta los reforzamientos
positivos que recibe la persona, ya sea de su entorno familiar y/o social, al emitir conductas
depresivas; en este caso, resultaría necesario recomendar al sujeto y a sus familiares a que se
comprometan a eliminar cualquier atención que favorezca o mantenga las manifestaciones de
depresión y, en cambio, prestar atención y reforzar los conductas sanas (Barraca, 2009). Ha de
mencionarse también la importancia de la concreción de los objetivos desde el principio del
tratamiento, para que la intervención se dé estructuradamente y de ser posible con limitación
en el tiempo. Según Kanter et. al. (2010), en la AC se evalúan los objetivos y los valores con el
propósito de que éstos guíen las tareas de activación; así, la concreción de las metas y valores
tiene como función la identificación de los objetivos que son importante para la activación y,
como tal, éste proceso puede ser visto como una estrategia adicional de evaluación, empleada
al principio del tratamiento, en conjunto con la monitorización de la actividad para orientar la
programación de las actividades.
Dado que los valores pueden ser vistos como un elemento asociado al pensamiento y no
al comportamiento, resulta necesario hacer una breve aclaración sobre la manera como se
abordan los valores en la conceptualización conductual; los valores desde perspectiva funcional
Activación Conductual 31
son vistos como reforzadores y el hecho de identificarlos y exponerlos verbalmente puede verse
como un proceso ideográfico en el que se orienta al cliente hacia conductas positivas (Bonow &
Follette, 2009, citado por Kanter et. al., 2010, p. 613). En la AC la función que cumplen los
valores se puede usar para motivar y mantener la activación, sobre todo cuando se espera que
los refuerzos para que se dé ésta no se producen inmediatamente. Cuando se espera que las
consecuencias positivas asociadas a la activación del comportamiento se dan a largo plazo, pero
las consecuencias inmediatas asociadas al comportamiento son aversivas, por ejemplo con el
ejercicio o dejar de fumar, los valores pueden funcionar como un puente verbal sobre las
consecuencias inmediatas de aversión hacia a las consecuencias positivas a largo plazo. Esta
función de los valores, la de generar alternativas, en lugar de la evitación conductual es
consistente en los procedimientos de AC, aunque la mayor parte de las investigaciones sobre los
valores ha sido trabajada desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (Kanter et. al., 2010, p.
613).
En cuanto a las intervenciones para el entrenamiento en habilidades sociales y no
sociales, como la resolución de conflictos, se utilizan en las personas que carecen de la
capacidad de emitir los comportamientos deseados en una forma que sea reforzada por el
contexto. La justificación para el entrenamiento en habilidades sociales, en la AC, lo
proporcionó por primera vez Lewinsohn (1974, citado por Kanter et. al., 2010, p. 613), quien
señaló que para algunas personas la técnica de programación de la actividad fracasaba, ya que
en la presencia de un refuerzo social el sujeto no tenía las habilidades necesarias para obtener y
mantener el contacto con este refuerzo. Aunque existen varias versiones del entrenamiento en
habilidades sociales, a menudo se utilizan técnicas como el modelado, el role-playing, dar
información terapéutica al cliente con el fin de proporcionar un nuevo comportamiento en
la sesión, seguido de las tareas para intentar los nuevos comportamientos (Segrin, 2003, citado
por Kanter et. al., 2010, p. 613).
Las técnicas para el manejo de contingencias están destinadas al abordaje de
situaciones en las que las aproximaciones hacia los comportamientos apropiados son
castigados, ignorados, no son reforzados por el contexto o cuando la conducta problemática se
mantiene por refuerzos positivos o negativo del mismo contexto. La cuestión es que cuando las
Activación Conductual 32
produce esta forma de pensar, y que es lo que el cliente está evitando al pasar tiempo
rumiando? (Jacobson et. al., 2001, p. 264).
Lo importante en la aplicación de dichas técnicas es dirigirlas a la disminución de las
conductas de evitación que presenta el sujeto y paralelo a este proceso se debe buscar el
refuerzo positivo de los comportamientos que activan al individuo. De manera que las
actividades que se realicen conduzcan al reforzamiento natural dado por las medio social. Las
tareas que va a llevar a cabo el sujeto deben plantearse teniendo en cuenta la gratificación
personal de éste, pues las actividades que son agradables para unos pueden no serlo para otros
(Barraca, 2009). De aquí la importancia del análisis funcional de la conducta de cada sujeto,
teniendo en cuenta las características del caso para asegurar el éxito de la aplicación de las
técnicas.
Entonces, dependiendo del proceso este tipo de trabajo se deberá complementar con
técnicas como el role-playing, entrenamientos en asertividad, relajación o la inclusión de
familiares o amigos en la terapia (Dimidjian, 2008, citado por Barraca, 2009, p. 34). Asimismo,
en casos extremos se pueden contemplar técnicas que generen un alivio temporal tales como la
distracción, el contacto limitado y la evitación para abordar en mejores condiciones situaciones
que finalmente han de ser enfrentadas (Pérez, 2007); y posteriormente con técnicas como el
desvanecimiento irlas retirando poco a poco. De igual manera, al final del tratamiento se debe
dedicar un tiempo para la prevención de recaídas y enfatizar en que toda la terapia en sí es un
proceso de aprendizaje, para que determinados patrones de conducta que pudieron ser un
problema en el pasado no se repitan en el futuro (Barraca, 2009, p. 35)
Para resumir, se ha podido observar que a lo largo de los 30 años de aplicación de la AC y
según lo expuesto en la investigación realizada por Kanter et. al. (2010), se han usado
sistemáticamente las técnicas de seguimiento y programación de actividades; pero la AC es más
que esto, siendo muy diversa respecto a las técnicas incluidas y la manera en que se emplean.
Desde un punto de vista empírico no está claro qué componentes o la combinación de
componentes son necesario o producen una máxima eficacia en la disminución de los síntomas
depresivos. Varias de las técnicas empleadas como parte del tratamiento de AC han recibido
apoyo empírico como intervenciones independientes para la depresión, por ejemplo la
Activación Conductual 34
Para el desarrollo de la terapia se deben tener en cuenta una serie de etapas, como guías
planteadas por Jacobson et. al. (2001, p. 259-262), en las que se abordan los componentes
generales de ésta, como siguen a continuación:
1. El establecimiento de una buena relación terapéutica y la presentación del modelo
del tratamiento, que debe ser expuesto en la primera sesión de la terapia, y de ser
necesario, repetirse varias veces durante el curso de tratamiento. De manera
general, se debe alentar a los clientes a hacer preguntas, expresar dudas e
inquietudes acerca del tratamiento y como éste se aplica alas particulares de su vida;
además, se puede entregar una breve descripción escrita del modelo, la cual debe
ser revisada nuevamente por los clientes antes de la segunda sesión.
También, en esta etapa hay que resaltar varios elementos; en primer lugar, se
destaca el círculo vicioso que puede desarrollarse entre el estado de ánimo
deprimido, la disminución en la activación, las conductas de evitación y el
empeoramiento de la depresión; en segundo lugar, se enfatiza la focalización hacia la
activación, recalcando la importancia de encontrar las conductas y actividades que
representan un refuerzo positivo para el cliente y que le ayudarán a interrumpir el
círculo vicioso de la depresión. En tercer lugar, se trabaja para transmitir una
sensación de optimismo hacia los clientes, al presentarles la justificación y/o
evidencias del tratamiento y comunicarles nuestra comprensión acerca dela manera
como se pueden estar sintiendo ya que la depresión puede quitarles la energía, la
motivación y la esperanza. En cuarto lugar, se explica el papel del terapeuta como un
‘consultor’, que trabaja en conjunto con los clientes.
2. El Desarrollo de los objetivos del tratamiento, es un proceso de colaboración entre el
terapeuta y el cliente. El propósito es hacer que los clientes se involucren en sus
vidas, modificando su entorno para aumentar el contacto con las fuentes de refuerzo
positivo; así, en conjunto, se deben identificar los patrones de evitación, las
interrupciones en la rutina, la inactividad y las circunstancias de vida más
significativas que puedan haber precipitado o estén manteniendo la depresión. Esta
información se utiliza para definir los objetivos a largo y a corto. Una vez que se
Activación Conductual 37
resuelvan los objetivos, las intervenciones se dirigen a ayudar a los clientes a cambiar
otros elementos del contexto de sus vidas que, a menudo, esto incluye abordar los
factores desencadenantes que pueden haber precipitado o pueden estar
manteniendo la depresión; aquí es importante tener en cuenta que hay ciertos
objetivos sobre los cuales las personas no tienen un control directo sobre el logro, en
estos casos los objetivos del tratamiento deben centrarse en aumentar la activación
del cliente en lugar de la modificación dela conducta externa o de la consecución de
una situación específica.
3. La realización del análisis funcional, es fundamental en la AC ya que la planeación de
la terapia parte directamente de éste, guiando el curso del proceso; además, enseñar
a los clientes a realizar análisis funcionales de su vida es una de las partes más
importantes del tratamiento de AC; es por esto que se debe prestar atención
particularmente a aquellos disparadores contextuales que dieron paso a la depresión
y las respuestas que se suscitaron por tales factores desencadenantes, que a menudo
incluyen patrones de evitación y la interrupción de la rutina. En la observación de los
factores desencadenantes, se deben tener en cuenta los contextos e historias de
aprendizaje caracterizadas por bajos niveles de refuerzo positivo y/o control
aversivo. En general, el análisis debe estar dado por un conjunto de hipótesis, que
responden a las siguientes preguntas: ¿Qué desencadenó la depresión? ¿Qué
síntomas depresivos en particular está experimentando el cliente? ¿Cómo el cliente
responde o está tratando de hacer frente a la depresión? ¿En qué medida los
patrones de evitación exacerban la depresión? ¿Qué rutinas se han interrumpido? Se
pone a prueba la idoneidad del análisis funcional, examinando si cumple el criterio de
verdad pragmática, es decir, no se sabe a ciencia cierta que se han identificado
correctamente las relaciones funcionales, pero se supone que el análisis es correcto
si conduce a un tratamiento que revierte de manera exitosa la depresión.
4. La revisión del tratamiento y la prevención de recaídas, es importante dada la
propensión a la recaída en la depresión. En la AC la misma lógica de tratamiento
permite la prevención de recaídas al enseñar a los clientes a utilizar el análisis
Activación Conductual 38
funcional. Además, en las últimas sesiones, los terapeutas y los clientes deben revisar
los problemas que se presentaron en el inicio y formular un programa de prevención.
Un esquema de lo expuesto anteriormente para el desarrollo del tratamiento, en la
práctica clínica, puede ser el siguiente (Baillès, 2012, p. 104-109):
1. Aumentar la conciencia sobre el comportamiento: registro de actividades diarias. Se
pide a la persona que registre con el mayor detalle todas las actividades, durante el
día y todos los días, hasta la siguiente sesión; además se enfatiza en que tenga en
cuenta los posibles cambios de ánimos, aun cuando estos sean mínimos.
2. Aumentar la conciencia de la relación entre las conductas y el ánimo. Para esto se
realiza un nuevo registro en el que se debe anotar la actividad que realiza y el estado
de ánimo asociado; se debe hacer por lo menos tres veces al día para mejorar el
recuerdo de las emociones y para que la persona empiece a ver que hay ciertas
actividades y/o situaciones que los hacen sentir bien. En el análisis de los registros se
debe resaltar la relación entre las diversas actividades y el estado de ánimo, y si hay
algunas horas del día en la que se siente mejor o peor. El propósito final es aumentar
las actividades que mejoran el ánimo y disminuir las que lo empeoran; en las
actividades en las que se observe una mejora del estado de ánimo, se debe analizar
el análisis funcional de la conducta para planificar actividades que cumplan el mismo
objetivo.
3. Realizar cambios estratégicos una vez se han analizado los registros; para esto se
debe:
3.1. Identificar las situaciones y las conductas que disminuyen el ánimo. Aunque hay
situaciones que son difíciles de enfrentar, por ejemplo la muerte de un familiar,
es lo que se hace en dicha situación lo que conduce a un estado de más o menos
depresión, por esto se debe buscar esas circunstancias que el sujeto repite más y
le hace sentir mal, y que sean modificables.
3.2. Realizar conductas alternativas. Se pueden planificar siguiendo el siguiente
esquema:
Activación Conductual 39
Día:
Situación:
Conducta Realizada:
Conductas Alternativas:
3.3. Seleccionar conductas alternativas y planificarlas en el calendario semanal.
Teniendo en cuenta el esquema anterior, se elige una conducta alternativa que
pueda tener resultado positivo en el ánimo de la persona y se debe estar lo más
seguro posible que se realizará. El objetivo principal es observar si esas conductas
mejoran el estado de ánimo del sujeto.
3.4. Adoptar una conducta experimental. Tanto si el resultado es positivo como si es
negativo se debe rescatar la importancia, pues se ha conseguido que se aprenda
algo; es esta la forma de ver el efecto que puede tener una conducta y/o los
pequeños cambios puestos en marcha sobre el ánimo y las emociones.
3.5. Una vez puesto en práctica observar los efectos. Se debe concentrar la atención
en lo que se está haciendo en ese momento, no en lo que ha pasado con
anterioridad; y, los resultados se evalúan al final del experimento, pues si se hace
mientras se está ejecutando se puede perder la focalización en la situación.
3.6. Evaluar los resultados del experimento, los cuales deben hacerse un mínimo de
tres veces ya que su resultado puede variar. Es necesario anotar los resultados en
un registro y preguntarse qué se ha aprendido de esa experiencia.
3.7. Continuar probando nuevos experimentos.
4. Trabajar la evitación. En el análisis de los registros también se deben identificar las
conductas de evitación, que se deben trabajar de la siguiente forma:
4.1. Conceptualización. Se entiende por evitación una acción que hace que reduzca el
malestar, generado por cierta situación, de manera inmediata; es una respuesta
natural y no intencional. Esto implica que no se atiendan las necesidades de la
persona.
Activación Conductual 40
4.2. Relación entre conducta evitación y emociones. En las circunstancias en las que
se observen conductas evitativas, se debe analizar la emoción de la que se está
huyendo y las consecuencias a largo plazo de esto.
4.3. Diferenciar entre la evitación adaptativa y no adaptativa. Según las consecuencias
que tenga una conducta se determina la función de ésta; lo que quiere decir que
un comportamiento puede ser una evitación en un contexto determinado pero
no en otro.
4.4. Reconocer los disparadores de la evitación, que pueden ser sensaciones internas,
estímulos externos, históricos o actuales, interpersonales, entre otros.
4.5. Búsqueda de conductas alternativas a la evitación. Aquí se deben seguir los pasos
planteados para la realización de experimentos; también, se deben utilizar
registros en donde se especifiquen la situación, la conducta problemática, la
emoción relacionada y la(s) conducta(s) alternativa(s), que posteriormente deben
ser puestas en práctica y se programarían como actividades para la siguiente
semana.
5. Trabajar la preocupación y rumiación.
5.1. Conceptualización. Ha de explicarse a los clientes que la rumiación o es la
actividad de pensar recurrentemente sobre cosas negativas del pasado,
pensamiento, emociones dolorosas y preocupaciones; que generalmente
empeoran el estado de ánimo. No es una búsqueda de soluciones, sino que
empeora la capacidad de hacerlo, pues centra la atención en auto-críticas
personales en vez de en cómo resolver el problema. Cuando el estado de ánimo
es bajo y se empieza a rumiar, se pierde el contacto con las cosas externas;
aunque a veces es útil pensar en las causas del problema para resolverlo, cuando
esto se hace con demasiada profundidad o se usa en situaciones que no es
necesario no es útil.
5.2. Detección de las rumiaciones principales. Una de las características de la
rumiación es su larga duración, por eso se debe preguntar al sujeto sobre qué
Activación Conductual 41
de la topografía, pero esto produce una serie de complicaciones de medición, ya que impide el
uso de listas simples de actividades y confunde la medición de la conducta con la medición de
contacto con los reforzadores.
A pesar de la complejidad que supone la AC en términos de evaluación a través de
cuestionarios, se han construido dos pruebas específicas para la evaluación de ésta y, hasta el
momento, han mostrado ser fiables. Éstas son: el Behavioral Activation for Depression Scale
(BADS - Kanter et al., 2007; Kanter, Rusch, Busch & Sedivy, 2008, citado por Barraca, 2009) y el
Environmental Reinforcement Observation (EROS - Armento & Hopko, 2007, citado por Barraca,
2009). El BADS está compuesto por 25 ítems que evalúan cuatro factores: 1. Activación; 2.
Evitación/Rumia; 3. Afectación del trabajo o del rendimiento académico; y, 4. Afectación de la
vida social; adicionalmente se obtiene una puntuación global que integra los cuatro
componentes, y que se define como el grado en que la persona tiene una situación de
activación y hace frente a los síntomas depresivos y a sus consecuencias. Por otro lado el EROS
es una escala breve que consta de 10 ítems, que miden el grado en que el entorno parece
reforzar al sujeto. Los elementos que lo componen evalúan el aumento de la conducta y el
efecto positivo que surge como resultado al experimentar vivencias reforzantes del entorno. La
escala ha presentado una buena fiabilidad y validez, y su única dimensión favorece una
interpretación sencilla de las puntuaciones (Barraca, 2009).
2.2. Depresión
El concepto de depresión ha sido analizado desde múltiples perspectiva y,
habitualmente, se concibe como el resultado de interacciones complejas entre factores
psicológicos, biológicos y sociales. La depresión es distinta a las variaciones habituales del
estado de ánimo o de las respuestas breves a los problemas de la vida diaria; y puede
convertirse en un problema de salud serio, sobre todo cuando es de larga duración y con una
intensidad de moderada a grave, lo que puede causar un gran sufrimiento y alteraciones en
diversas áreas como la familiar, laboral, personal y escolar, llevando en el peor de los casos al
suicidio (OMS, 2012).
Activación Conductual 44
tener depresión; 8. El tiempo limitado en la naturaleza de la depresión, lo que sugiere que hay
múltiples vías para la recuperación; 9. La eficacia potencial de muchas de las intervenciones y la
falta de especificidad de los efectos del tratamiento; y 10. El papel único del estrés y el bajo
apoyo social como factores precipitantes de ésta (Dimidjian et. al., 2011, p. 11).
posibilidad de que se presenten círculos ‘viciosos’ o ‘benignos’, que sirven para exacerbar o
revertir el proceso de depresógeno (Dimidjian et. al., 2011, p. 12).
Figura 3.
Modelo integración de la depresión de Lewinsohn (1985, citado por Dimidjian et. al., 2011, p.
11).
Como lo sustenta Lewinsohn, Gotlib & Hutzinger (1997, p. 45, citado por Navas et. al.,
2011, p. 21) “la principal causa de depresión se debe a los niveles insuficientes de reforzamiento
positivo para el comportamiento saludable”, lo que ocurre según Lejuez, Derek, Hopko, Hopko,
James & MacNeil (2004 p. 165) “por cambios negativos ambientales resultando en una
disminución global en el refuerzo disponible, falta de acceso a los refuerzos y una disminución
en el valor de los refuerzos potenciales debido a los efectos de interferencia de otras variables”
(citado por Navas et. al, 2011, p. 21). Por otro lado, el mantenimiento de la depresión como lo
mencionan Lewinshon, Youngen & Grosscup (1979 citado por Navas et. al, 2011), puede darse
en función del reforzamiento positivo inmediato proporcionado por amigos o miembros de la
Activación Conductual 49
familia. Mientras que para el comportamiento saludable el reforzamiento puede estar ausente
o ineficaz. A su vez, el comportamiento depresivo puede producir un alto nivel de reforzamiento
negativo que resulta en disminución de las responsabilidades o evitación de situaciones no
deseadas, lo que hace parte del reforzamiento negativo como función, centrándose en la
búsqueda atención o simpatía de su familia o amigos. Debido a estos beneficios inmediatos los
comportamientos depresivos pueden llegar a ser frecuentes, especialmente si los beneficios de
un comportamiento saludable pueden ser más difíciles de lograr y menos inmediatos. Visto de
esta manera la persona con depresión puede llegar a evitar las conductas saludables en las
diferentes áreas de la vida a largo plazo (Lejuez, Hopko, Hopko, James, MacNeil, 2004).
En cuanto a la presencia de la vulnerabilidad genética o biológica, el modelo de la AC no
niega ésta, sin embargo, sugiere que el enfoque exclusivo sobre lo biológico, ignora una gama
amplia de factores contextuales que pueden ser potencialmente importantes en el inicio y en el
mantenimiento de la depresión. Parece ser que hay muchos tipos de depresión, y la genética
puede jugar un papel importante en algunos tipos más que en otros (Winokur, 1997, citado por
Jacobson, 2001, p. 257).
De acuerdo a lo mencionado anteriormente resulta necesario reseñar brevemente la
conceptualización actual del refuerzo en la AC con el fin de definir cuál es el punto de partida
para mejorar la eficacia y la eficiencia de la implementación del tratamiento. En este orden de
ideas, el antecedente inmediato de la terapia de activación es la terapia conductual de la
depresión de Lewinsohn y sus colegas, presentado anteriormente. Dos avances importantes
respecto al refuerzo dentro de la terapia de la depresión de orientación conductual han tenido
lugar desde entonces; en primer lugar, Jacobson (2001, citado por Gonzales, 2011, p. 149) en la
terapia de activación propone una noción más ideográfica donde no se hacen suposiciones a
priori sobre las características reforzantes de los eventos hasta que sea evidente que se
incrementa la conducta y tienen un efecto positivo sobre el estado de ánimo; en segundo lugar,
según Lejuez & Hopko (2001, citado por Gonzales, 2011, p. 149) la terapia de activación hace
uso de la ley de igualación como principio guía incrementando gradualmente la frecuencia de
comportamientos saludables mediante el incremento del valor relativo de ese comportamiento,
Activación Conductual 50
que tras sufrir, por ejemplo una perdida, se haga doloroso o incomodo retomar las actividades
previas al evento desencadenante de la depresión (Dimidjian 2008, citado por Barraca, 2009, p.
29). Por consiguiente, las personas deprimidas actúan de tal forma que mantienen la propia
condición depresiva; de manera que los ‘síntomas’ que presentan los sujetos deprimidos
funcionan como una forma de evitación, que tienen una función sobre el ambiente. Se trataría
entonces de observar los síntomas como conductas; es por esto que la AC hace referencia a los
síntomas en términos de evitación conductual (Pérez, 2007).
Es este proceso lo que hace que surjan los ‘problemas conductuales secundarios’, al
decidir no afrontar las situaciones, lo que evidentemente no le permitiría entrar de nuevo en
contacto con los aspectos vitales que le conducían a un mejor estado de ánimo (Dimidjian 2008,
citado por Barraca, 2009, p. 29). Es aquí cuando la evitación conductual se presenta en
diferentes formas, ya sea la retirada de las actividades cotidianas manteniéndose en la casa, la
presencia de pensamientos rumiativos, hasta los modos de interacción depresivos con las
demás personas; de ahí que la depresión sea vista en su conjunto como una forma de evitación.
Por esto es importante analizar las consecuencias de los comportamientos y entender su
función, ya que la evitación no solo imposibilita al sujeto en el abordaje de los problemas y
abrirse nuevas opciones, sino que lo metería en un círculo vicioso de la depresión (Pérez, 2007).
La evitación se puede definir como aquellos intentos para prevenir, escapar o reducir el
contacto con los estímulos internos o externos que son experienciados subjetivamente como
aversivos o de poca gratificación. Estos estímulos se pueden presentar de diferentes maneras,
incluyendo pensamientos, comportamientos, emociones, interacciones sociales y recuerdos
(Hayes, Wilson, Gifford, Follette & Strosahl, 1996; Ottenbreit & Dobson, 2004, citados por
Carvalho & Hopko, 2011, p. 154). Las teorías comportamentales de la depresión, exponen que el
comportamiento dirigido a escapar o evitar estímulos conduce a un patrón de pasividad y
reduce la frecuencia de la conducta que es reforzada positivamente, lo que a su vez produce,
mantiene y empeora los síntomas depresivos. En otras palabras, hay una relación entre la
evasión y la depresión que se explica en gran medida por el papel mediador de la reducción en
el refuerzo positivo (Ferster, 1973; Lewinsohn, 1974; Manos, Kanter & Busch, 2010; Martell et.
al., 2001, citados por Carvalho et. al., 2011, p. 154).
Activación Conductual 52
Figura 4.
Modelo contextual de la Depresión (Pérez, 2007, p. 102).
Es en este sentido en el que el terapeuta debe analizar la situación con el cliente (Figura
5), indagando sobre los patrones de comportamiento problemáticos y enseñándole el análisis
de la depresión en términos contextuales. Para lograr el objetivo se puede valer de
herramientas como lo son el uso de diagramas que expliquen los distintos aspectos de la
situación depresiva. Los aspectos a los que se debe hacer referencia son: 1. Las condiciones de
Activación Conductual 53
Figura 5.
Modelo de la Depresión presentado al cliente (Pérez, 2007, p. 107).
presentarse en función de algún tipo de refuerzo positivo, por ejemplo, al obtener la simpatía
de un amigo o miembro de la familia, o refuerzo negativo, por ejemplo, al escapar de la
responsabilidad, o en respuesta a la disminución de reforzadores para el comportamiento
saludable. En contraste con el comportamiento saludable, el comportamiento depresivo no está
relacionado con la mejora del funcionamiento propio o de la calidad de vida (Hopko, Lejuez,
Ruggiero & Eifert, 2003, p. 708).
El propósito de hacer la anterior diferenciación y de evaluar las razones por las cuales se
presentan los comportamientos depresivos, no es para hacer sentir mal o culpable a la persona;
sino que el modelo está diseñado para poner en evidencia o resaltar el hecho de que la
experiencia de la depresión, a menudo, es el resultado de las respuestas naturales a los cambios
y a situaciones contextuales. De hecho, el comportamiento depresivo en el que actualmente se
encuentra involucrada la persona puede ser la mejor manera que ésta tiene para hacer frente a
los acontecimientos y situaciones abrumantes de la vida. Sin embargo, se cree que la mejor
manera para detener el círculo vicioso de la depresión es que el sujeto debe activarse primero y
luego de que se expone a experiencias más positivas, se producirán cambios positivos en los
pensamientos y estado de ánimo. Tener maneras más adaptativas y positivas para responder a
situaciones negativas requieren que las personas se comporten de una manera que inicialmente
los puede hacer sentirse incómodos (Hopko et. al., 2003, p. 262).
Activación Conductual 55
medicación, en pacientes con depresión menos severa; sin embargo, la AC fue superior a la
Terapia Cognitiva en depresiones más severas, igualando a la eficacia de la medicación.
También, encontraron que los pacientes previamente tratados con AC eran menos propensos a
recaer después de la finalización del tratamiento, que los pacientes tratados con Terapia
Cognitiva o los que continuaron solo con la medicación (Hollon et. al., 2010). Es decir que los
clientes, aquí considerados agentes activos, tienen un mejor proceso con la AC que con la
medicación, a pesar de que ésta última parece más cómoda de llevar; si además se tienen en
cuenta los efectos secundarios de la medicación y las recaídas que se dan cuando se suspende,
la AC resulta más beneficiosa al considerar todos los aspectos antes expuestos (Pérez, 2007, p.
106).
En otro estudio hecho por Cullen, Spates, Pagoto & Doran (2006, citado por Navas et. al.,
2011, p. 39), se puso a prueba un modelo de intervención individual de AC, durante 10 semanas,
que se aplicó a sujetos medicados y no medicados; como resultado se encontró que la AC
redujo significativamente las conductas depresivas y, a los tres meses de seguimiento, se
cambió el diagnóstico formal de trastorno depresivo mayor, realizado al principio. Esto, sugiere
que los resultados no pudieron ser causados por el uso de medicamentos antidepresivos,
mostrando nuevamente la eficacia de la terapia al enfocarse en lo conductual en vez del
tratamiento cognitivo conductual completo. Además, los participantes tuvieron menos sesiones,
lo que en términos de tiempo, muestra su eficiencia. Como sugerencia para futuras
investigaciones se propuso que las sesiones enfaticen en el comportamiento in vivo, ya que
fueron calificados por los clientes como más útiles (Kanter, Schildcrout & Kohlenberg, 2004,
citado por Navas et. al., 2011, p. 39, 40); hecho que puede ser un facilitador para el progreso de
la terapia.
A lo largo de las últimas décadas, el uso de medicamentos ha sido considerado como
tratamiento estándar para los sujetos con depresión crónica y/o sujetos que presenten
episodios recurrentes (APA, 2000; Frank, et al, 1990, citado por Dobson, Hollon, Dimidjian,
Schmaling, Kohlenberg, Gallop, Shireen & Jacobson, 2008, p. 10, citados por Dobson, et. al.,
2008, p. 10). Sin embargo, hay poca evidencia que demuestre que los antidepresivos
modifiquen el curso de la enfermedad; incluso los sujetos que se han mejorado presentan un
Activación Conductual 57
riesgo importante de recurrencia, una vez dejan de tomar la medicación (Hollon, et. al., 2002,
citado por Dobson, et. al., 2008, p. 10). Por otra parte, el uso de antidepresivos en el
tratamiento de la depresión no está exento de problemas; el incumplimiento en la toma de los
medicamentos y el hecho de que un número considerable de individuos se resistan a tomarlos,
limita la eficacia de los antidepresivos para muchas personas (Thase & Kupfer, 1996, citado por
Hopko, 2003, p. 258).
Los efectos secundarios de los antidepresivos también son considerados como una
dificultad, incluso con los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS), y
ocurren en una proporción importante de los usuarios (Antonuccio, Danton, DeNelsky,
Greenberg & Gordon, 1999, citado por Hopko et. al., 2003, p. 258). La seguridad que representa
la toma de medicamentos antidepresivos también se ha puesto en duda, ya que hay estudios
que relacionan éstos con el suicidio (Antonuccio et. al. ,1999; Hollon et. al., 1992, citado por
Hopko, 2003, p. 258). También, se ha argumentado que las directrices actuales para los
tratamientos (American Psychiatric Association [APA], 1993; Panel de la Guía Depresión de
1993, citado por Hopko, 2008, p. 258) subestiman los beneficios de la farmacoterapia como un
tratamiento válido para la depresión (Thase & Crits-Christoph, 1996, citado por Hopko, 2003, p.
258).
En resumen, el patrón general de los resultados observados por Dobson et. al. (2008, p.
9) fue que la psicoterapia, la Terapia Cognitiva o la AC, tenía un efecto duradero en los sujetos,
que era al menos tan eficaz como si se continuara con la medicación. En términos de costo, se
observó que aunque la psicoterapia era más costosa en un principio, el coste acumulado del uso
de medicamentos resultó ser más elevado al final del primer año de seguimiento en este
estudio. Lo anterior, en la medida en que los efectos de la psicoterapia perduren en el tiempo,
como parece ser el caso para la AC, puede significar que el ahorro de los costos serían
considerables (Dobson et. al., 2008, p. 9).
A partir de estas investigaciones, la AC como terapia propia ha sido puesta a prueba en
formato individual, grupal, con poblaciones y trastornos diferentes, aun cuando en un principio
se pensó para el tratamiento de la depresión. Así, un estudio con personas diagnosticadas con
depresión mayor y que estaban hospitalizados, mostró que la AC aplicada en un formato breve,
Activación Conductual 58
realizado en dos semanas, con tres sesiones por semana de 20 minutos fue significativamente
más eficaz que la psicoterapia de apoyo (Hopko, Lejuez, LePage, Hopko & McNeil, 2003, citado
por Pérez, 2007, p. 106). La AC también ha sido probada en formato de grupo con personas
diagnosticadas con depresión mayor en un contexto público de salud mental, mostrando su
eficacia de acuerdo con un grupo de espera (Porter, Spates & Smitham, 2004, citado por Pérez,
2007, p. 106).
Hay también evidencia preliminar de estudios de caso que sugiere la eficacia de la AC en
otros trastornos como el estrés postraumático (Mulick et. al., 2005; Mulick & Naugle, 2004,
citado por Pérez, 2007, p. 106), la ansiedad (Hopko et al., 2004, 2006, citado por Pérez, 2007, p.
106), la personalidad límite (Hopko et. al., 2003, citado por Pérez, 2007, p. 106), en trastornos
mixtos ansioso depresivos (Hopko, Lejuez & Hopko, 2004; Hopko et. al., 2006, citado por
Barraca, 2009, p.41), en consumidores de drogas ilegales con síntomas depresivos (Daughters
et. al., 2008, citado por Barraca, 2009, p.41). Además, se ha demostrado la efectividad de la AC
con sujetos latinos (Santiago-Rivera Kanter, Benson, Derose, Illes & Reyes, 2007, citado por
Barraca, 2009, p. 41), y en comorbilidad con obesidad (Pagoto, Bodenlos, Schneider, Olendzki &
Spates, 2008, citado por Barraca, 2009, p. 41). Asimismo, se ha visto que es eficaz en
adolescentes (Ruggiero, Morris, Hopko & Lejuez, 2007, citado por Barraca, 2009, p.41) y en
casos de depresión moderada (Lejuez, Hopko, LePage et al., 2001, citado por Barraca, 2009,
p.41).
Otra investigación que ha demostrado la efectividad de la AC es la realizada por Derek,
Hopko, Robertson & Carvalho (2008, citado por Navas et. al., 2011, p. 40) en el que se
incluyeron 26 personas con cáncer, que participaron en dos tipos de intervenciones; la primera
fue solo de AC y la segunda fue cognitivo conductual. Los resultados mostraron que el 50% de
las personas deprimidas con cáncer que fueron tratados con AC, aumentaron sus conductas
saludables; sugiriendo que el enfoque de AC es más ágil e igual de adecuado y completo como
las intervenciones cognitivo conductuales. Lo que hace que esto sea más significativo es que
estas ganancias se produjeron dentro de un grupo de sujetos deprimidos que también
presentaban una condición médica seria, una circunstancia que podría haber afectado
Activación Conductual 59
negativamente el resultado del tratamiento y muy posiblemente la frecuencia (Popkin, Callies &
Mackenzie, 1985; Sherbourne et. al., 2004., citado por Navas et. al., 2011, p. 40 ).
En un estudio realizado por Fernández, Villoria, Amigo, Padierna, Gracia, Fernández &
Peláez (2011, citado por Navas et. al., 2011, p. 40), cuyo objetivo era valorar la eficacia de la AC
con pacientes con cáncer de pulmón y cáncer de mama durante el tratamiento oncológico, se
encontró que los individuos que mantienen sus actividades cotidianas y de ocio durante el
tratamiento con quimioterapia no presentan alteraciones emocionales; concluyendo, en este
caso, que la AC puede contribuir a mejorar la calidad de vida y prevenir alteraciones
emocionales.
Wallbridge, Furer & Lionberg (2008, p. 40-44), han utilizado con éxito las técnicas de
activación en personas hospitalizadas con depresión crónica y que no han respondido a otros
tratamientos; planteando que cuanto más tiempo un sujeto ha sido atrapado en una
enfermedad crónica, lo más probable es que el individuo sea un buen candidato para usar la AC.
A raíz de este trabajo, empezaron a usar el modelo básico de activación conductual en pacientes
crónicos con otras condiciones de salud, mostrando ser también eficaz; por ejemplo, en
personas con diabetes, en personas con dolor crónico y en el tratamiento de las adicciones. Los
profesionales que participan en los servicios de rehabilitación encuentran el enfoque de la AC
como valioso, especialmente cuando las personas están totalmente inactivas y no responden a
los esfuerzos iniciales del tratamiento. Dichos autores rescatan que en el proceso, la
persistencia y la creatividad son dos elementos esenciales para poder obtener resultados; y, una
vez que se inicia un cambio, el proceso de rehabilitación se renueva y los pacientes comienzan a
recuperar el control de sus vidas.
McCauley, Schloredt, Gudmundsen & Martell (2011, p. 373), desarrollaron una versión
breve de la AC, teniendo en cuenta el modelo para adultos, y la modificaron según el contexto
de la depresión adolescente; ésta fue puesta a prueba en un proyecto llamado "Adolescentes
que Toman Acción (ATA), el cual tuvo una duración de 12 semanas, en el que se desarrolló un
programa de tratamiento de 14 sesiones estructuradas para adolescentes deprimidos entre 11 a
18 años de edad. En general, los terapeutas trabajaron activamente para provocar en los
adolescentes inquietudes y metas, con el propósito de dar forma a las sesiones de terapia según
Activación Conductual 60
los problemas o situaciones identificadas por los jóvenes. Dentro de este contexto, el manual de
tratamiento se basó en un formato psicoeducativo estructurado en el que las sesiones estaban
dirigidas a un concepto o una habilidad en particular, en contraste con el enfoque más
ideográfico utilizado la AC para adultos.
Los resultados iniciales sugirieron que la adaptación de la AC para el trabajo con
adolescentes deprimidos podría ser una estrategia prometedora que mejorará el arsenal
terapéutico del campo. Aunque se necesitan datos más completos, el enfoque utilizado en dicha
investigación fue bien aceptado por los adolescentes y sus padres, con conclusiones
preliminares prometedoras sobre la eficacia; lo que implica la necesidad de ampliar y mejorar
las opciones de tratamiento para la depresión en la adolescencia, hacer frente a la necesidad
clínica y reducir al mínimo los efectos negativos, a largo plazo, en los adolescentes y su familia,
ya que el porcentaje de la depresión en adolescentes va de un 30 a un 50 % siendo cada vez más
un problema de salud pública (MacCauley et. al., 2011, p. 381).
En cuanto a las técnicas de intervención en la AC, Cuijpers, Van Straten & Warmerdam
(2007, p. 325) realizaron un meta-análisis acerca de la programación de actividades, como
técnica esencial para la AC en el tratamiento de la depresión en adultos, encontrando indicios
claros respecto a la eficacia de ésta. La baja heterogeneidad observada en el meta-análisis
indica que las investigaciones, las poblaciones estudiadas y las intervenciones son altamente
comparables entre sí. Los efectos de la programación de actividades parecen ser concluyentes,
ya que es una intervención relativamente simple de aplicar, fácil de entender para los sujetos
con depresión y no requiere de habilidades complejas por parte de los clientes o de los
terapeutas (Lejuez, Hopko & Hopko, 2001, citados por Cuipjers et. al., 2007, p. 325); lo que hace
que esta intervención sea especialmente interesante para las poblaciones consideradas como
'difíciles'.
Dicho meta-análisis encontró indicios de que la programación de actividades es tan
efectiva como la terapia cognitiva y otros tratamientos psicológicos; sin embargo,
varias preguntas sobre este tipo de técnica siguen sin respuesta, por lo que en futuras
investigaciones se deberían utilizar muestras clínicas que abarquen una mayor cantidad de
participantes, con las condiciones de control respectivas y comparaciones de eficacia con
Activación Conductual 61
fármacos antidepresivos. La investigación llevada a cabo en las últimas décadas muestra que la
programación de actividades puede ser una alternativa eficaz e interesante para el tratamiento
de la depresión (Cuijpers et. al., 2007, p. 325).
En resumen, se ha podido observar según la evidencia empírica la cual es amplia en una
variedad de contextos, como la AC se muestra actualmente como un tratamiento psicológico de
probada eficacia para la depresión. Todo parece indicar que es más eficaz que la propia TC, que
iguala la eficacia de la medicación y que es un tratamiento eficiente en términos de coste-
beneficio. Sin embargo, aún se requiere de más investigación que pretenda clarificar los
mecanismos que subyacen los resultados en la efectividad de la terapia (Dobson et. al., 2008, p.
10). También, está pendiente en este momento una investigación que compare los dos
protocolos, el de AC y de TACD, en muestras aleatorizadas y que incluya otros tratamientos
contrastados, como los cognitivos y farmacológicos (Barraca, 2009, p. 41).
Activación Conductual 62
3. CONCLUSIONES
Partiendo de la revisión teórica realizada del tratamiento de Activación Conductual para
la depresión, resulta pertinente discutir los planteamientos aquí expuestos teniendo en cuenta
la relevancia que tienen éstos, a la luz de la problemática actual que supone la depresión tanto
a nivel individual como social y científico. De esta manera, sabemos que nos encontramos ante
uno de los problemas de salud mental más significativos en la sociedad moderna; hecho que no
es indiferente a los estamentos encargados de abordar dichas problemáticas. A nivel mundial, la
World Federation For Mental Health (WFMH, 2012) y la Organización Mundial de la Salud (OMS,
2013), enfatizan en la promoción de la educación para la depresión y el apoyo que se debe
proporcionar a las personas que padecen este trastorno mental, ya que aunque se han ido
desarrollando tratamientos eficaces para ésta, más de la mitad de los afectados en todo el
mundo, y más del 90% en algunos países, no reciben estos tratamientos.
También, en la atención para la depresión se encuentran obstáculos como la falta de
recursos y de personal sanitario capacitado, la estigmatización de los trastornos mentales y la
evaluación clínica inexacta. De aquí a que se apunte, a nivel general y como estrategia
preventiva, a la creación de programas escolares que incentiven el desarrollo de habilidades
para la prevención del maltrato infantil, programas para mejorar las aptitudes cognitivas,
sociales y de resolución de conflictos en niños y adolescentes; además de intervenciones
dirigidas a los padres de niños con dificultades en el comportamiento y mejorar los resultados
en sus hijos, así como programas de ejercicio para las personas mayores, que se han mostrado
eficaces para la prevención de la depresión. A nivel más específico, en cuanto a tratamiento se
refiere, se ha seguido la línea del apoyo psicosocial y la psicoterapia combinado con fármacos
antidepresivos o las técnicas de resolución de conflictos para la depresión moderada o grave,
como tratamientos que hasta ahora se han mostrado eficaces (OMS, 2013).
Por otro lado, en cuanto a la recuperación y el manejo activo de la depresión, muchos
países desarrollados han enfatizado en modelos que sean manejados por profesionales, en los
que se tengan en cuenta tres aspectos básicos: "1. Cada camino de recuperación es único; 2. La
recuperación es un proceso, no un punto final; 3. La recuperación es un proceso activo, en el
que el individuo se responsabiliza por el resultado, dependiendo el éxito de la colaboración de
Activación Conductual 63
2011, p. 26). De hecho en varios países se está reconociendo la importancia de este tipo de
terapias psicológicas como alternativa eficaz para el tratamiento de la depresión, como es el
caso de Inglaterra, en el que la London School of Economics (LSE, 2006; InfoCop, 2006, citado
por Perez, 2007, p. 108) recomendó al sistema británico de salud la contratación de cinco mil
psicólogos clínicos en los próximos siete años; y, en los Estados Unidos, el Instituto Nacional de
Salud Mental, ya está empezando a considerar la AC como una forma más simple de abordaje
de la depresión, comparada con la Terapia Cognitiva (NIMH, 2005, p. 92, citado por Perez, 2007,
p. 108).
Sin embargo, aun cuando las promesas son muchas, resulta necesario tener en cuenta
que en las futuras investigaciones se requiere mayor rigor metodológico para poner a prueba,
entre otras cosas, los componentes empíricos del modelo comportamental de la depresión
(Dimidjian, 2011). Esto, en comparación y a la luz de la Terapia Cognitiva de la depresión, la cual
se está muy arraigada en el quehacer clínico ya que lleva muchos años mostrando buenos
resultados, significa que la AC está en la necesidad de seguir ampliando y profundizando su
campo de investigación, de manera que puede ofrecer un modelo lo suficientemente justificado
en el que se perciba una mayor integración de éste, se logre generalizar su enfoque al manejo
de las cogniciones y continúe aportando pruebas de su eficacia frente a otros tratamientos
(Barraca, 2009).
Para terminar, se exponen una serie de argumentos planteados por uno de los grupos de
investigación que más ha trabajado en la AC (Dimidjian, et. al. 2011, p. 30), acerca de lo que se
debe seguir enfatizando en un futuro para el desarrollo de la terapia de Activación Conductual:
1. Avanzar en la investigación clínica requiere que la teoría se ponga a prueba en el
contexto de intervención de cada uno de los estudios, prestando especial atención en la
identificación de los mediadores y los ingredientes activos de la AC. El trabajo futuro en
estas áreas mejoraría la comprensión de los procesos por los cuales la AC logra un
beneficio clínico y puede ayudar a optimizar los resultados del tratamiento y su difusión.
2. La promesa de tratamientos personalizados requiere que se realice la identificación de
los posibles mediadores de cambio, especificando quien es propenso o no a responder a
la AC.
Activación Conductual 65
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