You are on page 1of 136

Andrés Aldao

AL SERVICIO DE LA VIDA

Dialogando con el Profesor Natan Trainin

Editorial Artesanías

Versión virtual: Octubre 2005

1
A modo de preludio

Al lector...

Colegas, amigos y discípulos del profesor doctor Natan Trainin me


encomendaron escribir un libro de memorias basado en su vida. Aunque
escuché hablar del científico, no conocía al hombre. De todos modos
acepté... Sólo cuando tuve el privilegio de conocerlo comprendí el desafío
que implicaba plasmar en un libro su vida, sus rasgos de investigador y
humanista; o del soñador que desde niño vislumbró su futuro: actuar en
“beneficio de la humanidad y para honrar a sus padres.”
Ya en el primer encuentro se generó una atmósfera particular, que
facilitó nuestro coloquio. Sentados en su pequeño salón de estar,
contemplamos juntos los crepúsculos tornasolados del otoño, o los rayos
templados y juguetones del sol trepando la mañana.
Entonces Natan Trainin comenzó a desovillar sus remembranzas, a
recordar amistades tejidas en su niñez que fueron recuperadas con ternura
y cariño; o paisajes de la infancia que trajeron reminiscencias de cascadas y
manantiales, y de sierras bocetadas sobre el cielo. Describió la atmósfera
judía que imperaba en la casa de sus padres; recobró a los amigos de la
infancia y la adolescencia; a sus maestras; y recreó, intacta, aquella
ambición de saber, estudiar, conocer el mundo y la naturaleza, columbrar
los enigmas de la creación, los secretos de la vida y la muerte... Sin
abandonar jamás ese sentimiento de judaísmo y redención, como el
anverso de una moneda que le era muy cara...
Desde muy joven supo cuál iba a ser el reverso de esa moneda, y su
complemento: viajar a Israel, participar en la creación del Estado y dedicar
sus esfuerzos a la investigación, acorralar a la muerte al servicio de la vida.
Personas que conocen a Natan Trainin colaboraron en la recopilación
de episodios, detalles y anécdotas que irán surgiendo en las páginas de este
libro dedicado a su vida y su obra: los antiguos compañeros del kibutz; los
discípulos y colaboradores; amigos o seres anónimos que conoció, y lo
conocieron, en aquellos turbulentos tiempos de la edificación del Estado de
Israel; las vivencias compartidas, e inolvidables, con el hombre de ciencia,
el amigo o el colega, el médico de aldea y el agricultor, el compañero de
Chela, y el padre de familia.
De esos encuentros rescaté y escribí un texto que, en definitiva,
condensa las memorias y el mensaje de Natan Trainin, del hombre que
consagró su existencia “al servicio de la vida”.
La tarea que acometí no fue sencilla. Era imposible escribir sobre la
vida de Trainin sin implicarse, sin cerrar los ojos, a veces, y verlo caminar
por los senderos de Ein Hajoresh, o parado frente a la ventana de aquella
escuela de Mendoza, en su Argentina natal; trajinando en los veteranos
hospitales de la planicie de Israel, en el hospital San Roque, de Córdoba, y
en la sala de cirugía del hospital Rawson de Buenos Aires; o circunspecto,
cumpliendo la misión de su vida en el laboratorio del Instituto Weizmann:
investigar los orígenes del cáncer, tarea a la que dedicó cuatro décadas. Me
atrevo a afirmar que Natan Trainin no trabajó para ganarse la vida, sino
para ganarle a la muerte...

2
Es un libro de recuerdos y realizaciones, de hechos y episodios
rescatados de la memoria y narrados por Natan Trainin, un hombre que
honra a la ciencia, a su país de nacimiento, la Argentina, y al país elegido,
Israel; al pueblo judío, a sus padres y a su familia, arraigada en la tierra de
Sión. Lo fui nutriendo con el diálogo y el relato de sus vivencias, y
principalmente con el soliloquio de un hombre que fue recibido en el
Instituto Weizmann por el profesor Isaac Berenblum, porque percibió “el
brillo de sus ojos”...
El apéndice está compuesto por relatos de colegas, discípulos y
amigos de Natan Trainin, que a lo largo de sus setenta y siete años ha
recogido reconocimiento, cariño, respeto y honores.
No es éste un libro formal, una biografía prolija, menuda en detalles, o
gris, como una llovizna aburrida. Tampoco una cronología ordenada, en que
las fechas asfixian a los hechos, o en que la ingeniería pulcra del tiempo
difumina la materia viva. Es, sí, una semblanza de matices decididamente
humanos... Para mí, que lo escribí, fue una vivencia gratificante,
conmovedora e inolvidable.
Para terminar; la preparación de este libro tuvo sus bemoles...
Buscando el hilo conductor, reuniendo y ensamblando los materiales básicos
dispersos en horas de grabación; decantándolos y sopesando el valor
intrínseco de cada párrafo, logré armar la infraestructura de esta obra.
Luego, tuve que darle forma, estilizarlo y pulirlo. En esa tarea de
corrección, aporte de consejos y sugerencias, buenos amigos me brindaron
una ayuda inestimable. Quiero expresar mi profundo agradecimiento, pues,
a Fortuna Levy y a Ernesto Ramírez.
Y mi reconocimiento infinito a Esther Susana Durman, por infatigable y
solidaria, cuya imaginación y proverbial sentido común me condujeron por
el laberinto de Ariadna hasta indicarme la salida apropiada. Sin Susana, aún
estaría boyando entre Escila y Caribdis...

Andrés Aldao

Guedera, Israel, marzo de 1999

3
Al Servicio de la Vida

1•

Toda historia tiene un comienzo, un punto de referencia. Pero es,


en realidad, un punto intermedio, o una continuidad, como el agua de
los ríos que sólo pasa una vez ante nuestros ojos, que no retorna,
que nunca se reencuentra con su punto de partida, lejano y
desconocido... Como enseñaba Heráclito de Efeso: “No podemos
bañarnos dos veces en el mismo río”... Es la vida que pasa.
Cada hombre, y su periplo, es una dinastía en singular: parte de
lejos y se pierde en el infinito. Siempre fue así. Y así seguirá, por
toda la eternidad. El hombre, que deja su pasado y proyecta su
presencia hacia el mañana... El hombre que medita; que transcurre
con los tiempos y cristaliza, en su fugacidad, el instante que precede
y se prolonga en el próximo. Ayer y futuro; dicha y aflicción; vida y
muerte. Vivencias insertas en casi seis mil años de historia del pueblo
judío... He aquí una de ellas: la del Profesor Natan Trainin.
•••
En Shamob, una pequeña población de Rusia Blanca cercana a
Gomel, nació en 1883 Herman (Jeremías) Trainin. Ese mismo año
fallecía en Londres uno de los más grandes pensadores del siglo XIX,
Carlos Marx, cuyas ideas tenían íntima relación con la realidad de
indigencia y desesperanza que afectaban a amplias capas de la
sociedad europea, e influyeron en el pensamiento y los actos de
millones de personas en todo el mundo; aún de los que no conocieron
su existencia

En el imperio ruso, vasto y autocrático, aún con reminiscencias de


la sociedad feudal, la mayoría de la población judía pobre corría igual
suerte que el resto del pueblo ruso pero, además de las carencias, la
miseria y las duras condiciones de vida, sufrían la discriminación y los
pogroms.
Los judíos tenían vedados el ejercicio de determinadas profesiones,
el acceso a las universidades, el derecho a radicarse en determinadas
ciudades, o habitar en ciertos barrios en los que sólo los gentiles
podían hacerlo sin restricciones.

Shamob... una aldea típica, rústica, como tantas otras de la gran


Rusia extendida. Shamob, extraviada en las lejanías agrestes de
“Madre Rusia”, albergaba a una comunidad judía pobre y devota. La
llegada del sábado, la pausa consagrada al descanso de las rudas
faenas de la semana; las velas encendidas en sus candelabros; los
miembros de la familia abstraídos en sus oraciones, en una actitud
humilde, de recogimiento, susurraban los rezos seculares en su
diálogo con el Hacedor: “Adonai Eloheinu, Adonai Ejad”.

4
Pobrerío judío diseminado en aldeas y ciudades, unido por los lazos
de la tradición, el rezo sabático en hebreo, la lengua sagrada para las
oraciones, o el idish, el idioma coloquial del judaísmo europeo; y la
solidaridad ante el dolor y las persecuciones.

Se sobrepone al odio y al pogrom. La dispersión y la diáspora no lo


doblegan. El espíritu sobrevive y no hay calamidad que pueda
domeñarlo, someterlo. Se yergue una y otra vez, como luego de la
expulsión de España, los tormentos de la inquisición, las restricciones
y los pogroms, el antisemitismo y el Holocausto. Empero, el pueblo
judío aspira y sueña con un futuro de redención.
•••
Hijo de una familia religiosa, Herman enseñaba a los niños judíos
de la aldea el hebreo, el Antiguo Testamento, idish e historia. Era lo
que se llama en hebreo un “melamed”, es decir, un maestro, en el
sentido más fecundo de la palabra.
En aquellos días de su temprana juventud ignoraba las peripecias
que iban a jalonar su vida, no sabía aún qué futuro le depararía el
destino. Pero estaba convencido que él no sería un resignado; que no
iba a aceptar las contrariedades del mundo, como un suplicio que
debía tolerar por ser judío.
Muy pronto pondría a prueba su temple. Ya en su Shamob natal
Herman había decidido abandonar el poblado... y lo dejó. Ese fue su
primer gesto de rebeldía, una muestra de su carácter altivo y la
fuerza de voluntad que lo llevaría a emigrar...

El joven Herman se trasladó a Odesa en 1905, en medio de la


efervescencia social que conmovía a la Rusia zarista. Odesa era una
de las más importantes ciudades del imperio ruso, situada a orillas
del Mar Negro. En la búsqueda de nuevos horizontes, allí se instaló
Herman Trainin conviviendo con los judíos de la populosa urbe. Esta
ciudad constituye un hito especial en la historia de la diáspora judía...
¿Qué judío no tiene una abuela originaria de Odesa? ¿O un bisabuelo?
¿O tal vez tíos, primos, familiares? Decir Odesa es como rescatar un
trozo de historia del judaísmo moderno.

Ese año Herman fue testigo de la rebelión de la tripulación del


acorazado Potemkin, que protestaba porque las raciones de carne
que recibían estaban agusanadas. Los cañonazos del acorazado
rebelde coincidieron con la ola de huelgas y manifestaciones que se
producían a lo largo y ancho del imperio autocrático.
A fines del siglo XIX y a comienzos del XX, las comunidades judías
sufrieron permanentes ataques, recrudecieron la violencia y los
pogroms contra ellas con proyecciones desconocidas hasta entonces.

Un hecho que ha entrado en los anales trágicos de las


persecuciones al pueblo judío ocurrió en Kishinev, capital de la
provincia de Besarabia, en abril de 1903. Dejó un tendal de víctimas,

5
muertos y heridos, horror y destrozos. Otra de las agresiones más
atroces tuvo lugar en Bialistok, el 16 de junio de 1906, en la que
hubo gran cantidad de apaleamientos, asesinatos y despojos.

Los ataques de las Centurias Negras, el grupo de “La Unión de los


Verdaderos Rusos”, pretendían desviar la atención de los problemas
reales que afectaban a la población, incitándola a darles a los judíos
un “merecido castigo”. Ese “merecido castigo” se trocó en un baño de
sangre, en la depredación de bienes y el crimen contra hombres,
mujeres y niños;
En 1905 y 1906 la violencia causó numerosas víctimas en las 110
ciudades y aldeas en las que habitaban comunidades judías... Fueron
asesinados cerca de 4000 judíos, otros cien mil fueron heridos de
gravedad. A Herman lo afectó sobremanera el pogrom del cual fue
testigo: contempló el horror, la brutalidad, la muerte en las
callejuelas del ghetto judío de Odesa, donde hubo 500 muertos y
numerosos heridos.

El cielo azul claro de Ucrania se ensombrece... Un humo denso se


eleva hacia el firmamento, en una suerte de espiral trágica, luctuosa.
Los sobrevivientes regresan en silencio, envueltos en miedo y dolor.
Llantos desconsolados entre las ruinas. Restos y destrozos
humeantes, un antiguo libro de rezos semiquemado; un reloj de
bolsillo abierto, con sus agujas quietas y fijas en la eternidad, como
los ojos de su dueño tumbado en el lecho de sangre del pogrom.
Cenizas y escombros; recuerdos, antiguas fotografías irrecuperables.
Las lágrimas y los ayes de los sobrevivientes desdeñan el silencio: allí
permanecen de pie, frente a los que fueron sus hogares, ahora
despojos irrecuperables... También Herman, mudo, afligido,
contempla el horror... “Shma Israel... Baruj Atá Adonai, Melej
Haolam...”.

Hastiado de esa realidad de tragedias y muertes, Trainin decidió


vivir de otro modo, dejar el entorno inseguro de la aldea y el ghetto
judío en las ciudades. Educado en el espíritu de los salmos y las
enseñanzas de la biblia, comprendió que ser judío no lo ataba a ese
país... Que vivir en Rusia era como andar sobre una bomba de
tiempo; que en ese mundo intolerante, agresivo y peligroso no podría
brindar ninguna seguridad a su futura familia.
Herman Trainin partió hacia Alemania a principios de 1906,
radicándose en Hamburgo, a orillas del río Elba. Esa fue su primera
emigración, el primer desgarro, la odisea que lo llevaría tiempo
después hacia lugares desconocidos y remotos.
Allí conoció una forma de vida que ampliaría su visión sobre el
universo. Había dejado atrás la barbarie “asiática” y se encontró
inmerso en un mundo cultural que desconocía. El “melamed”, el
virtuoso maestro judío se fue convirtiendo en un artesano, en un

6
hábil maestro en el manipuleo del cobre que se empleaba en la
fabricación de toneles. Diestro hasta entonces en el uso del intelecto,
dio a sus manos y músculos una flamante función: transformar
materia prima en un apreciado bien de uso. Esa nueva ocupación le
permitiría convertir sus anhelos en realidad...

Trabajó duramente ahorrando parte de su salario. Herman Trainin


tenía en claro su próximo paso: emigrar. Emigrar hacia otro
continente Dejar para siempre el horror y la tragedia... Como otros
millares de judíos europeos que querían recobrar la dignidad y el
orgullo de su condición.

Cuando comprendió que estaba preparado para buscar nuevos


horizontes, se presentó modestamente vestido a una agencia de
viajes con la intención de adquirir un pasaje para la América del
norte. Eran los años en que las compañías navieras alemanas tenían
el monopolio de los viajes trasatlánticos hacia todo el mundo,
transportando a millares de personas que buscaban nuevos
horizontes en otros continentes.
Lo que había ahorrado no alcanzaba para cristalizar su sueño:
arribar a esa América de la que tanto había oído hablar y en la que
habitaba una gran comunidad judía.
Averiguó, entonces, a qué otros países podría viajar con lo que
tenía ahorrado. Finalmente, optó por la Argentina... Antes de
embarcarse Herman estaba solo, carecía de amigos y dinero, no
conocía el idioma y debía abandonar a su familia y el rincón natal
para siempre. Esperanzado, cerraba un capítulo amargo e incierto de
su vida.
•••
En la tercera clase de la bodega de un barco alemán el joven
emigrante, aferrado a sus visiones y sueños como millares de
hombres y mujeres, judíos y gentiles, que vivían enclaustrados en la
vieja Europa, cruzó el Atlántico. Debió sonreírse en muchos
momentos de su larga y azarosa travesía anticipándose feliz al
prometedor futuro que, suponía, iba a depararle esa otra América,
más al sur, ignota y totalmente extraña.
Se sentía dichoso, porque iba dejando atrás la realidad teñida con
la sangre y el dolor de sus hermanos, el recuerdo de los pogroms, las
persecuciones y la discriminación.
Debió sentirse enormemente feliz... Sin dudas. Y sin embargo, una
angustia lo incordiaba: allí quedaban, dispersos, indefensos, a
merced de las bandas pogromistas y antisemitas, millones de hijos
del pueblo judío, su familia, el pasado. La dicha, sin duda, tenía su
flanco de congoja...

7
2•

Herman arribó a la Argentina en 1906. Era una partícula de la


miríada inmigratoria que poblaría a ese país con gente que escapaba
de la miseria, las persecuciones y la incertidumbre que amenazaban
el futuro de Europa. Una gran parte era mano de obra voluntariosa,
artesanos hábiles y preparados, brazos dispuestos a comenzar una
nueva vida en el país que los acogía sin ponerles condiciones.
No bien llegado a la Argentina Herman se radicó en San Juan. Allí
encontró ocupación como armador de toneles para envasar los vinos
en una de las bodegas de la zona. Ese trabajo, claro está, lo había
aprendido en Alemania. Con el tiempo llegó a ser capataz,
permaneció en la zona durante tres años, se aclimató espiritualmente
a su nuevo país, aprendió el idioma y asimiló sus costumbres...
No quería ser un “gringo” prisionero del pasado, un solitario
incapaz de convivir con el reto del nuevo destino, ni un misántropo
hosco, desconfiado. Ese nuevo país, y su gente, iban a restañar su
confianza en el género humano. Sólo una cosa no cambió en Herman:
su pertenencia al pueblo judío, el respeto por las tradiciones
aprendidas en el Shamob de su infancia...
En 1909, Herman Trainin estimó que había llegado la hora de
buscar la compañera de su vida y formar un hogar en el país que lo
había recibido. Aspiraba a tener una mujer que lo atrajera por sus
virtudes, apegada a la cultura y la tradición de sus mayores. Y tomó
una decisión que mostró el carácter y la tenacidad del joven que no
temió dejar atrás su aldea, Rusia, Alemania, el viejo continente, y
hacer pie en ese país joven, despoblado, casi virgen.

Entonces retornó a Odesa... No fue tarea fácil para Herman


encontrar la mujer con la que iba a formar la familia que tanto
anhelaba. Entre 22 candidatas disponibles escogió a Raquel
Gochovitz, una joven delicada, culta, delgadita, de ojos bonitos y
llamativos, amante de la música, y ella misma ejecutante de piano...
No fue una elección caprichosa... Los ojos de Raquel, como dos
pequeñas moras; la boca delineada y sus labios finos y tiernos
atrajeron la mirada de Herman... La vio frágil y pensó, sin dudas, que
sus fuertes brazos podrían protegerla en todas las circunstancias.
Feliz y decidido, optó por esa joven; quizá la vio como una espiga de
trigo meciéndose en la brisa, con quien iba a compartir su vida,
procrear hijos y vivir dentro de los cánones y la tradición de sus
mayores.

La elegida de Herman Trainin provenía de una acomodada familia


de Kovno, Lituania, venida a menos debido a la muerte prematura del
padre. Amaba la música -tocaba en un cuarteto- y fue ella, sin dudas,
quien transmitió a sus hijos ese amor por las artes y la música.

8
Una vez que contrajeron enlace, Herman volvió a la misma agencia
de viajes de Hamburgo, en la que había adquirido su pasaje la vez
anterior. En esta oportunidad, vestido como un caballero, compró dos
billetes para la Argentina... No como alternativa del destino sino
como una decisión propia. El antiguo inmigrante regresaba a su país
de adopción, a esa Argentina que contempló en el mapamundi como
un punto extraviado, o tal vez un cautivante enigma que sólo el
futuro le fue revelando como una decisión de la que no se
arrepentiría...

El matrimonio Trainin llegó a la Argentina y se afincó en la


provincia de San Juan. Raquel Gochovitz de Trainin, educada en la
mejor tradición europea, le pidió a Herman no amarrar sus vidas a
ese país tan lejano. Este le prometió que sólo iban a quedarse tres o
cuatro años. La guerra, las calamidades, la situación revolucionaria y
los cambios que desestabilizaron a Europa, pospusieron para siempre
los sueños del regreso.
De todos modos, Raquel ya había comenzado a compartir con su
marido el aprecio por la Argentina. Se afincaron entonces en la
provincia de San Juan, erigieron el hogar, criaron a sus hijos y
fueron felices en el nuevo país, donde el horizonte se esfumaba en
una lejanía inalcanzable. Superaron los problemas del idioma,
adquirieron muchas de las costumbres y aprendieron a querer y
respetar a esa tierra que les daba esperanzas.

Herman retomó su profesión en la bodega Giol. Allí se fue


erigiendo, paso a paso, el basamento de la familia Trainin, y en San
Juan nacieron los tres primeros hijos: Simón, el primogénito, en
1910; Bernardo, dos años después, y en 1915 Zelde Aída, la primera
hija mujer.
Siguió ocupado en la bodega algunos años, hasta que un incidente
con uno de los superiores, por comentarios relacionados con la
primera guerra mundial (1914-1918), hizo que Herman buscara
nuevos horizontes. Resolvió trasladarse con toda su familia, pues, a
la provincia de Mendoza. En 1919, en Luján de Cuyo, nació Rita, la
segunda hija mujer de los Trainin.
Natan Trainin siempre encomia la voluntad y decisión que tuvo su
padre para iniciar una nueva vida en otro lugar del planeta, tan
distante y desconocido. Valora su fuerza espiritual y el empeño por
dejar a sus espaldas el pasado...

Fue uno de los inmigrantes que dieron vida y carácter a la


congregación judía afincada en el nuevo país, principalmente en
Buenos Aires, la capital, y sus alrededores, pero también diseminada
en el interior, en las ciudades y en los campos, en Entre Ríos,
Rosario, Córdoba, Santa Fe, Mendoza. En la Argentina llegó a haber

9
una comunidad judía de 500 mil almas, la más numerosa del
continente sudamericano...

Herman Trainin vivió en la Argentina durante 50 años y fue muy


dichoso, asimiló las costumbres lugareñas, no acumuló bienes o
riquezas materiales pero, muy orgulloso, siempre sostuvo que la
familia fue el bien más preciado que adquirió en ese país.

«Creo que mi padre no sabía entonces que en el globo terráqueo


existía un país llamado Argentina», recordó Natan Trainin en el
discurso que pronunció en 1993, en la Universidad de Córdoba, con
ocasión de recibir el diploma de Doctor Honoris Causa. Y luego
agregó:
«Mi padre formó aquí una familia, vivió de acuerdo a altos valores
éticos de honradez, y educó a sus hijos de acuerdo a esos valores...
Nuestra casa fue siempre sobria y se caracterizó por su respeto al
trabajo y dedicación al estudio...»

10
3•

El domingo primero de enero de 1922, en la ciudad de Mendoza,


vió la luz en el hogar de Herman y Raquel Trainin el quinto vástago
de la familia, Natalio.
Los Trainin se caracterizaban por vivir en una atmósfera de cultura,
tolerancia y ansias de aprender. En ese cuadro familiar humilde pero
cálido, el futuro hombre de ciencia fue madurando, tallando esa
curiosidad permanente por saber, entender, y una cualidad que sería
una constante en su vida: el amor a la gente sin importarle su nivel,
la educación o la posición social. Natalio obtuvo en retribución lo
mismo que fue sembrando a lo largo de su existencia: amor, afecto y
consideración...

El pequeño Natalio contempló muchas veces, en su Mendoza natal,


los picos helados que emergían de la Cordillera de los Andes, cuya
majestuosidad despertaban su asombro y curiosidad. Su imaginación,
que habría de nutrir el pensamiento del futuro investigador, recogía
asombrada las mieses misteriosas arrebujadas en los pliegues gélidos
del viento cordillerano.

Era un niño común en los juegos, en la vida cotidiana, en sus


fantasías... pero tenía algo más. Quienes lo conocieron recuerdan ese
“no sé qué” que irradiaba aquel pibe nacido en la Argentina, medio
mendocino, medio cordobés, decididamente judío pero dueño de una
comprensión y de una sensibilidad que forjarían su futuro como un
humanista de espectro universal.

Esos ojos, despiertos y cálidos, de una mansedumbre curiosa y


perspicaz al mismo tiempo, hurgaban en los alrededores los
pequeños esplendores de la vida, los secretos y milagros de la
naturaleza, en un periplo cotidiano que lo llenaba de admiración e iba
sedimentando su conocimiento... La mirada diáfana de Natalio
llamaba la atención: es la cualidad que le valió crear confianza en sus
interlocutores a todo lo largo de su vida.
Amaba a sus padres y hermanos... De los relatos de familiares y
amigos surge con claridad que la familia era particularmente unida,
que sus miembros eran solícitos y afectuosos entre sí. La sencillez de
los padres se transmitió a todos los hijos y eso se convirtió en una
cualidad de la familia, en un comportamiento que iba a
caracterizarlos en todas las épocas y circunstancias.

Muy pronto descubrió que el estudio sería para él una pasión, una
necesidad guardada en lo más hondo de su ser. Natalio Trainin
(Natan, años más tarde, en Israel), comprendió que él era tierra
abonada para cristalizar esa pasión. Sólo debía esperar que las
semillas del saber fueran germinando en su mente y su espíritu:

11
“1.Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo
tiene su hora.
2 .Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo
de recoger lo plantado;” (Eclesiatés 3, “Todo tiene su tiempo”).
Llegarían para Natan, pues, los tiempos de la cosecha, de “...recoger
lo plantado”.
•••
Estaba parado frente a la ventana de la escuela vecina a su casa,
escuchando absorto las palabras de la maestra; absorbiéndolas,
concentrado y quieto, mientras el viento de la cordillera jugueteaba
con sus cabellos. Cursaba ese primer año escolar sin concurrir al
aula. Como un duende. Y desde ese mirador de la ventana oía las
preguntas de la maestrita. Natalio daba las respuestas oportunas,
certeras, exactas... con inocencia impremeditada. A veces lo
entibiaba un sol malhumorado parapetado entre nubes de discreta
blancura; y soportaba lloviznas a pie firme: no tenía tiempo para
lidiar con los cambios climáticos porque su mente atendía las
palabras de esa maestra de voz fresca y sin rostro visible... Una
escena repetida diariamente a lo largo de algunas semanas...

En realidad, había comenzado su primer grado en otra escuela,


pero al poco tiempo sufrió un serio accidente de automóvil. Estuvo
internado un tiempo y el padre resolvió que ese año no debía
concurrir a clase... Pero el destino –o más bien la vocación-
dispondría otro final... Había otra escuela al lado de su casa, desde
cuya ventana Natan acopiaría conocimientos y proseguiría sus
estudios informalmente...
Hasta que un día (hay siempre un día para todo...) salió la
directora, lo tomó de las orejas y le dijo: «Vamos a tu casa, Rusito».
Una vez allí encaró al padre diciéndole: «Póngale a este chico el
guardapolvo: desde hoy viene a estudiar a nuestra escuela»”.

Mientras relata esa anécdota, que ha conservado como las


primeras monedas que se guardan en la alcancía de los recuerdos, se
percibe mucha melancolía en sus ojos. De este modo resalta cuánto
le importaba estudiar...
Desde aquellos años Natan habría de recorrer un extenso itinerario
para prepararse, aprender seriamente... Lo iba a demostrar en su
período de estudiante de medicina, en que alcanzó altos promedios; o
ya recibido, ejerciendo su profesión con elevado nivel profesional;
sorteando las cuestas escarpadas que halló en su camino hasta
alcanzar reconocimiento por su labor científica.
Fue siempre un hombre con aptitudes, que lo llevarían a
compenetrarse de los pormenores de los temas que estudiaba, y
evaluar con responsabilidad científica las etapas que iría recorriendo y
superando. Decididamente, era enemigo declarado de la
improvisación y la ligereza.
12
Natan Trainin hizo esa larga travesía mediante su pródiga praxis.
Una praxis nutrida por realizaciones, tropiezos y desengaños que hoy
forman parte de su acervo. Se trata, por supuesto, de inevitables
dicotomías que acompañan la aventura humana. Empero, la
inclinación de Natan por la investigación y sus aportes científicos
están incorporadas en las alforjas de su carrera, en el dilatado
trayecto consagrado “al servicio de la vida”.
•••
Al terminar el primer grado, decidió cursar directamente el
segundo. La maestra que enseñaba en primero superior usaba lentes
con gruesos vidrios y a Natan le resultó desagradable.
Decididamente, no le caía bien y se propuso saltear un año, para lo
cual haría un examen que aprobó sin dificultad. En realidad, la
maestra de segundo grado era una muchacha atrayente y Natan, por
lo visto, quería estudiar con ella...

Relata esa “travesura” con un brillo pícaro y tierno en su mirada. El


amor por alguna de las maestras es, por lo común, la primera
experiencia amorosa que viven los chicos en la escuela. ¿Por qué
Natan iba a ser distinto?
Todos los alumnos, de todas las escuelas y en todas las épocas han
tenido su amor imposible. ¿Quién no soñó con la maestrita de trenzas
doradas que enseñaba las prosaicas reglas de acentuación...? ¿Y con
aquella cuyos bucles arcaicos flotaban sobre el guardapolvo blanco
bocetando un marco apropiado a las poesías de Gabriela Mistral? ¿O
con esa otra, tan delgadita, dulce y desgarbada, de ojos relucientes,
boca pequeña y labios delineados como dos susurros paralelos, que
explicaba candorosamente la suma y resta de quebrados...

Los que hoy peinan canas y nostalgias recobran de sus recuerdos


las imágenes de aquellas maestritas olvidadas, de taquitos altos,
caritas con un toque de colorete, sombras en los párpados y carmín
sobre los labios, y que en aquel entonces tan remoto contemplaban
con ojos de asombro. Estampas sepia de un amor imposible...
•••
En el hogar de Herman y Raquel se hablaba el “idish”. Ellos
alentaron en sus hijos el conocimiento de la lengua que fue el vínculo
cultural e idiomático entre los judíos de la diáspora europea. En la
casa abundaba la literatura en idioma idish y andando el tiempo sería
un blasón que daría prestigio y orgullo a la familia. Conocer el idioma
de sus padres, como se verá más adelante, jugaría un importante
papel en el futuro de Natan...
Herman, el “melamed”, empleaba sus cualidades personales para
educar a sus hijos... Concurría los sábados a la sinagoga, cumplía
humildemente con las normas recibidas de sus mayores, y en la casa
se respiraba una atmósfera acorde con las mismas.

13
El padre de Natan fue un hombre piadoso pero no un fanático. Se
nutrió con las costumbres del país sin renunciar a su judaísmo.
Cuando se enteró de las matanzas que hubo en 1929 en Hebrón,
Palestina, se afligió sin consuelo. Era comprensible, porque él vivió
esa trágica experiencia en sus días de Odesa.. Las noticias que
llegaban apenaban a la pequeña comunidad judía de Mendoza, de la
cual Herman era un activo miembro.

14
4•

En 1930, cuando Natan cursaba el tercer grado de la escuela,


Simón fue a estudiar medicina en la Universidad de Córdoba. Raquel,
la madre, sufría sin resignarse a la ausencia del hijo mayor... Una
separación que acongojaba a toda la familia. Los Trainin, entonces,
decidieron trasladarse a la ciudad de Córdoba. Natan no olvidó a los
amigos de su lejana infancia, la escuela y el paisaje de Mendoza, y
reverbera recuerdos hibernados y distantes. «Cambiar de lugar
siempre es triste – comenta-, porque uno deja cosas que no se
olvidan...»,.

Al cumplir Natan los ocho años la familia Trainin abandonó


Mendoza. La Argentina sufrió ese año la interrupción violenta de su
proceso democrático: fue cuando el general Uriburu y una parte del
ejército derrocaron al presidente constitucional, Hipólito Yrigoyen,
inagurando un período que sería nefasto para el futuro del país
No es casual que Natan evoque esa anécdota importante de la
historia política argentina, porque desde muy jovencito lo atraerían
los acontecimientos políticos y sociales. Esa curiosidad hizo de él un
testigo inquieto, y en parte protagonista, de los conflictos que
signarían el siglo XX.

Su sensibilidad le hace recordar un incidente ocurrido en el tren en


que la familia viajaba desde Mendoza hacia Córdoba. En aquellos
tiempos la travesía duraba 24 horas. Consumado el poder de Uriburu
y el ejército, se implantó el Estado de excepción en todo el país: «En
nuestro vagón –cuenta Natan- llevaban a un hombre condenado a
muerte. Estaba sentado frente a nosotros, esposado y entre dos
guardias. Nos apiadamos profundamente; mi hermana Rita y yo le
dimos algo de la comida que habían traído nuestros padres... Nunca
pude olvidar la expresión desesperada y el brillo angustioso que había
en los ojos de ese hombre; o el movimiento en alto de sus manos
esposadas. Me impresionó como un hecho alucinante, y así se me fijó
en la memoria.»

Luego Natan relata otro episodio que vivió en esos días: al partir el
tren de Mendoza un amigo de Simón iba pedaleando al costado de las
vías, acompañando simbólicamente el viaje de la familia de su
camarada de juegos y coloquios, que él intuía definitivo. Por lo visto,
no se resignaba a perderlos para siempre. Fue, a su modo, una
despedida muy emotiva. Una especie de alegoría sobre las relaciones
que bordaban los Trainin en cada mojón de su vida y que luego, por
una u otra causa, dejaban atrás.
•••
Los hijos de Raquel y Herman crecieron en un mundo inestable,
flanqueado por dos terribles conflagraciones mundiales y castigado
por las consecuencias de la gran recesión económica de los años 30.

15
También la Argentina sufrió las consecuencias de la crisis mundial.
Los Trainin supieron sobreponerse a los problemas materiales y las
dificultades, vivieron con sencillez exhibiendo una enorme fuerza de
voluntad, capacidad y dedicación a los estudios. Estas virtudes
siempre caracterizarían a los hijos de la familia.
A Simón, el primogénito, Natan lo recuerda con cariño y gran
admiración. Pese a la diferencia de edad Natan y Simón forjaron una
amistad fundada en el afecto recíproco y en la experiencia del
hermano mayor. Éste le llevaba doce años, era estudiante de
medicina y trabajaba por las noches de maestro para ayudar a la
familia. Dueño de una gran inventiva, «mi hermano Simón fue una
persona decididamente humanista”, acota. Es indudable el
ascendiente que éste ejerció sobre Natan, incluida su elección por la
carrera de medicina.

También Bernardo, que compartía el mismo cuarto con sus


hermanos, coparticipaba de la convivencia fraternal. Natan lo
recuerda como un joven dinámico, integrado a la vida familiar y de
trato caluroso para con todos sus hermanos. Siempre lo consideró un
protector dispuesto a brindarle apoyo.
Bernardo fue protagonista de un episodio que Natan narra con
emoción. En la casa no había ningún instrumento musical. Ello afligía
mucho a la madre, Raquel. Un día Bernardo apareció en su casa con
un piano... Trainin ignora de qué artes se valió el hermano para
conseguir el instrumento, pero conserva en la retina la imagen de su
madre, la cara radiante y rejuvenecida por el milagro de la música de
Mozart que ella ejecutaba de memoria, recreando momentos vividos
en sus años juveniles en Rusia...

En esa atmósfera fraternal, didáctica y amistosa, que seguramente


le traía reminiscencias del “Juan Cristóbal” de Romain Rolland, el
menor de los hermanos participaba entusiasmado y agradecido por
esas charlas que ampliaban sus conocimientos sobre toda clase de
tópicos. No es algo frecuente que hermanos mayores mantengan
relaciones tan cordiales con el más pequeño.

Como Simón, también Bernardo trabajaba para costearse la carrera


de notario y ayudar a los padres. Zelda Aída, dedicada a los estudios
con notable perseverancia, terminó el magisterio a los 15 años, hizo
el profesorado de matemáticas y se entregó a la enseñanza con
particular fervor. Rita, por su parte, estudió teneduría de libros y
trabajó en su profesión con el mismo tesón que sus hermanos.
Contaban, naturalmente, con el estímulo y la anuencia de los
padres, pero es menester señalar que en aquellos años estudiar una
carrera universitaria era un desafío casi inalcanzable para los jóvenes
cuyos progenitores solventaban, a duras penas, las necesidades
materiales de la familia...
•••

16
Desde los lejanos días de la escuela primaria, Natan fue un
alumno aventajado. El Rotary Club de Córdoba había organizado en
1933 un almuerzo de fin de curso para los alumnos sobresalientes de
sexto grado de cada escuela. Natan representó al colegio Santiago de
las Carreras recibiendo como obsequio un libro de Emilio Salgari:
«Conservo ese libro conmigo –cuenta-, con las páginas amarillentas y
la cálida dedicatoria que todavía hoy me conmueve.».

En estos días, precisamente, la “Espada de Damocles” de una


perversa demolición pende amenazante sobre la escuela Santiago de
las Carreras. Una nota publicada en el diario de Córdoba, “La Voz del
Interior”, de fecha 12/12/1998, describe la escuela en la que estudió
Natan, que «...limitaba con la fábrica de tinta china 4001, y por
arriba con un cielo luminoso que funcionaba como una tapa detrás de
la cual se escondía la noche... pero no es al cielo al que van a cerrar/
demoler/ reciclar/ sino a la escuela Santiago de las Carreras... Una
escuela con recreos de verdad y una portera que se llamaba Ramona,
que si nadie la veía te levantaba y te dejaba tocar la campana...
«Hay escuelas que están más allá del bien y del mal... Pasás por la
vereda de la Santiago de las Carreras y a través de sus puertas
abiertas te sacude un tortazo de gloria... Hay escuelas que no existen
sólo para enseñarte los diptongos: están ahí para mirarte y decirte...
a vos te conozco, pibe.».

En aquella escuela transcurrió su niñez, se esculpieron sus


primeros amores, tejió sus amistades y se regocijó con aquellos
juegos inocentes, o la pelota de trapo anudada con piolines bordados
de ilusiones, vestidos con esos ilustres guardapolvos blancos que se
teñían de grises al fin de la jornada... Tan lejos están los recuerdos,
que ni los luengos dedos de una fantasía solitaria pueden tocarlos.
Pero allí están, caro Natan, desde allí te susurran, quedamente.... «¡A
vos te conozco, pibe!» Y cómo no te van a conocer...

En esa época Natan escribió en una composición consagrada a


exponer sus anhelos para el porvenir: «Quiero hacer algo en beneficio
de la humanidad, y que le dé mucho honor a mi familia y a mis
padres...». Esta frase, en realidad, era la expresión de sus
ensoñaciones, una aspiración muy profunda, un sueño profético...
Fue Freud quien dijo que “Los sueños son una expresión de
deseos”...: Natan Trainin logró que su vida fuera la expresión de sus
sueños.
Trainin hace una interesante síntesis acerca de los primeros años
de estudio. Siempre ponderó el papel de la escuela primaria y ha
extraído sus propias conclusiones. Considera que ella es la base
formativa de los hombres. Ve en ella la simbiosis entre la capacidad
de aprendizaje de la edad y el interés intrínseco que tienen los niños
pequeños para hacerlo, sin las colisiones ambientales propias de la

17
adolescencia, una edad de crisis y transformación. Trainin sabe que
también en la infancia pueden haber –y las hay- experiencias
conflictivas, pero él está convencido que esa es, básicamente, una
etapa fértil y propicia para el aprendizaje.
•••
Cincuenta años separan a Natan de la Argentina... Pero él no olvidó
el país en que nació, las emociones y los recuerdos, las semblanzas y
las imágenes preservadas en su memoria. Fueron tiempos dichosos,
que incluyen las relaciones familiares, la amistad con amigos y
condiscípulos, el trato inolvidable con maestros y profesores, y el
paisaje, silencioso, que él contempla ahora desde un resquicio
intemporal.

«El país al que tanto le debo –traduce hoy Natan- y al que he


profesado un amor y un respeto sin mengua a lo largo de los años...
Tuve amigos gentiles y judíos, con los que siempre mantuve una
profunda amistad. Recuerdo especialmente a los Soneira de Córdoba,
y a un amigo querido, Mario Vexenat, huérfano de padres, que son
parte de mi vivencia en la Argentina. Mi apego al judaísmo nunca me
impidió tener amigos no judíos. Fueron y son amistades que no se
han extravíado...».

La infancia y adolescencia de Natan están muy ligadas, pues, a los


amigos, el culto a la amistad, que es parte de su acervo espiritual y
conservó incluso fuera de la Argentina:“Buscadle siempre para las
horas vivas // Pues el papel del amigo es el de henchir vuestras
necesidades, y no vuestro vacío."... Esta frase de Khalil Gilbran
tomada de “El Profeta” ejemplifica cómo entiende Natan el concepto
de amistad.
•••
Su aproximación a la literatura data de los años 30, cuando llegó a
Córdoba y se hizo socio de la biblioteca Dalmacio Vélez Sárfield.
Asegura que el inicio de su formación literaria proviene de aquellos
tiempos.Toda su vida ha sido un gran lector, y la lectura le ha
permitido conocer a escritores de todas las épocas, clásicos, antiguos,
modernos, románticos, europeos, americanos y argentinos. Uno de
los autores a quien mucho admira y reivindica es Ernesto
Hemingway. Recuerda que leía a los autores según la nacionalidad –
rusos, franceses, ingleses, argentinos-, recorriendo el índice y
“deglutiéndolos” metódicamente.
Tiene una cultura humanística envidiable. Trainin es una persona
abierta, curiosa, que nunca ha temido la lectura de autores “malditos”
o puestos en el índex por prejuicios, odia la censura por principio, es
defensor de la libre expresión de las ideas, y partidario de la
polémica.

No le preocupa escuchar críticas... pero también sabe hacerlas.


Porque considera que todo hombre tiene derecho a pensar, a opinar

18
de otro modo, incluso puede estar en las antípodas de sus puntos de
vista. Pero no congenia con los fanatismos, vengan de donde
vinieren. Por eso su cultura es universal y no sectaria, parcial o
tendenciosa. Aunque tenga preferencias, no rechaza ideas o gustos,
ni a gentes que no concuerden con su modo de pensar. Es, como
señalamos, un humanista...

Pero estábamos en la biblioteca Dalmacio Vélez Sárfield...En una


de sus visitas a la Argentina, un diario de Córdoba publicó la noticia
de su llegada a la ciudad, y un reportaje. A los pocos días apareció en
el diario una nota y la foto de la antigua bibliotecaria, quien se
acordaba de Natan con gran cariño, de cuán asiduamente concurría a
la biblioteca. Y aunque el Natan lector dedicó bastante tiempo a la
lectura, supo prodigarse, también, en la práctica del deporte nacional
de América latina, el fútbol...
Lo que cuenta Natan son vivencias fugaces recobradas a través de
su relato, de a ratos melancólico... Como una especie de viaje
maravilloso en una alfombra mágica que lo va desplazando en su
periplo hacia el ayer. Ahora todo está distante. Esos años son,
apenas, como siluetas opacas extraviadas en las nieblas del tiempo.
Del tiempo nostálgico de la niñez, la adolescencia y su entrañable
juventud...

19
5•

La cuestión judía, su relación personal con el judaísmo se


manifestó en Natan desde que era pequeño. Recuerda el simbolismo
del “pushque” (alcancía/caja, en idish), en la que se insertaban las
modestas donaciones para la compra de tierras en Palestina. O en
Mendoza, cuando recitaba un poema ante la colectividad judía, en
conmemoración del aniversario de la muerte de Teodoro Hertzel, uno
de los padres tutelares del sionismo.
El judaísmo de su familia tenía un carácter tradicional. El padre
conocía las raíces históricas y culturales del pueblo judío, era muy
respetuoso de esas tradiciones, y las inculcó a toda la familia. Era el
judaísmo de un hombre devoto, tolerante con las ideas y creencias de
los demás. En esa época los Trainin no tenían aún una vocación
sionista militante...

La creación de un Estado judío era, en aquellos años, un sueño de


visionarios...La identificación de su padre con la Tierra de Sión sólo
era sentimental. Herman Trainin estimaba que se podía ser un buen
judío en cualquier lugar del mundo.
Las celebraciones del calendario judío encontraban a los Trainin
cohesionados alrededor de la mesa disfrutando, con sencillez y
devoción, los fastos tradicionales. Cabe resaltar que esa consistencia
familiar se bifurcaba, no obstante, en las ideas políticas heterogéneas
de los hermanos. Simón era un humanista confeso y practicante,
siempre dispuesto a la solidaridad, a tender su mano, a compartir con
los que necesitaban...

Bernardo tenía grandes simpatías por Zeev Jabotinsky y el


movimiento revisionista, que reclamaba la recuperación de Palestina
por medio de la violencia sin considerar otros métodos políticos... En
1977 el revisionismo subió al poder en Israel, y Menajem Beguin fue
primer ministro... No tuvo necesidad de apelar a la sangre y el fuego,
como proclamaba en sus épocas más fogosas, pues los votos le
dieron lo que le negó la violencia... Una de las ventajas que
proporciona la democracia.

Natan, en cambio, fue asumiendo una posición crítica hacia la


sociedad, proclive a las ideas de izquierda que reivindicaban la
justicia y la solidaridad. Siempre tuvo sensibilidad para captar todo lo
que era justo o injusto en el seno de la sociedad civil. El futuro
demostraría que sus ideas políticas no eran una postura temporal o
un capricho de adolescente, sino una convicción enraizada y
conciente.

En sus años de la infancia y adolescencia Natan vivió orgulloso de


su judaísmo. Pero ya en la escuela secundaria, y luego en la

20
universidad, se produjo su acercamiento al sionismo socialista
militante. Quería expresarse, transformar su sensibilidad en hechos,
en actos militantes.
Comprendió pues que había llegado el tiempo de la “acción”. El
Holocausto influyó en su concepción de judío tradicional. No bastaba
reconocerse judío y vivir en la diáspora, pensaba Natan: el judío era
parte de un pueblo sin tierra y sin Estado, sin bandera y sin moneda,
que desconocía el orgullo de poseer un Estado soberano capaz de
albergar a todos los judíos del mundo...
•••
Pero al mismo tiempo, Natan era contemporáneo de la denominada
“década infame”, vale decir, el período que transcurrió desde la caída
del presidente Yrigoyen (1930) hasta el golpe militar del 4 de junio de
1943. Esa época nefasta de la historia argentina se caracterizó por la
violencia, la xenofobia y el fraude político.
En el nivel internacional el fanatismo ideológico, el racismo, la
intolerancia y las persecuciones condujeron al mundo a la gran
tragedia de la segunda guerra mundial, que provocó millones de
muertos, el enfrentamiento entre la civilización europea y la barbarie
teutona; y el terrible drama del Holocausto... Su interés por la política
se explica, entonces, por razones históricas y personales:
Razones históricas, porque el período posterior a la primera guerra
mundial (1914-1918), la Revolución Rusa, la subida del fascismo (la
marcha sobre Roma, en 1922, que condujo a Mussolini al poder), y
sobre todo la ascención del nacionalsocialismo en 1933 (que
transformó la persecución antisemita y el racismo en la Alemania nazi
en asunto prioritario), el colonialismo, la guerra civil española,
generaron en el mundo antinomias políticas, sociales, económicas y
filosóficas que degeneraron en violencia, salvajismo, destrucción y
muerte.
Esos antagonismos estallaron como explosivos letales en casi todos
los países del orbe. En el mundo no quedaron zonas sin conflictos, sin
intereses enfrentados que llevarían, a la postre, a la catástrofe de la
segunda guerra mundial.

Y razones personales, porque Natan vivió esa época imbuído de un


profundo espíritu contestatario. Las manifestaciones estudiantiles en
Córdoba, en 1938, en las que fotografiaban a los participantes para
individualizarlos y luego expulsarlos de las escuelas, fue de alguna
manera su bautismo de fuego. Su formación, su sensibilidad social, la
capacidad de entender los procesos políticos desde una perspectiva
histórica, no podían dejarlo indiferente, practicando una “no
ingerencia” propia de personas negligentes o estólidas.
•••
Comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Córdoba en
1939, cuando la máquina de guerra germana invadió Polonia y
desató esa hecatombe traumática y dolorosa para la condición
humana. Cursar medicina fue para Natan implementar su vocación,

21
despierta en la infancia y robustecida en su adolescencia debido en
parte al ejemplo de su hermano Simón.

El 1º de enero de 1943 cumplió 21 años. Siendo ya un aventajado


estudiante de medicina viajó a Buenos Aires para cumplir su servicio
militar, que realizó en Campo de Mayo como aspirante a oficial de
reserva. Sus recuerdos son más bien desagradables y prescindibles.
Los tres meses fueron una pesadilla transitoria. Natan ya sabía de la
terrible suerte de los judíos europeos, perseguidos y asesinados por
su simple condición de tales. Consideró entonces que lo suyo era algo
muy secundario...

No tenía familiares cercanos en Buenos Aires y debió arreglárselas


enfrentando la adversidad con obstinación.. Se vio obligado a comer
sopas y alimentos cuya calidad e higiene eran más que dudosas, o
limpiar las letrinas dado que era “estudiante de medicina”, un
“desquite” muy común entonces. Por supuesto que Natan no iba a
quebrarse por las “normas” militares, ese fútil fastidio pasajero.

Regresó a Córdoba no bien cumplidas sus obligaciones castrenses,


reanudó los estudios y se reintegró de inmediato a la acción política
en favor de la democracia. El 4 de junio de 1943 el ejército retomó
las riendas del poder en la Argentina. Los personajes más
reaccionarios, ultra católicos y nacionalistas enemigos de las ideas
liberales y adictos por lo común al pensamiento totalitario y
chovinista de la época, se encaramaron en los resortes del gobierno
militar.
Para Natan no existían dos mundos contrapuestos: el de la ciencia,
real, práctico y concreto, y el de la vida social, “abstracto”, distante
y ajeno. Cada uno tenía su esfera, su campo delimitado; podían
separarse sin ser extraños, o estar relacionados sin confundirse...
Aunque la investigación científica sería años después su ocupación
principal, Trainin jamás fue un hombre “neutral”, un despreocupado,
un científico con el cerebro puesto en el laboratorio y los pies en los
santos cielos...

El año 1943 se caracterizó por las luchas estudiantiles. En 1944 se


declararon huelgas en todas las universidades del país. La
reconquista de París, en agosto de ese año, fue celebrado en las
ciudades más importantes de la Argentina.
También en Córdoba los jóvenes estudiantes salieron a manifestar.
En la confitería “La Cosechera” arengaban y cantaban “La
Marsellesa”, parados sobre las mesas, Natan Trainin, Chela Adler, su
amiga del alma Eneida Amigó, muchos otros jóvenes compañeros y
un público fervoroso que festejaba la liberación de París.
•••
A tenor con la militancia, Natan seguía con ahínco sus estudios de
medicina, en particular la anatomía, por la que sentía gran atracción.

22
A pesar de las huelgas y las peleas callejeras, él y sus dos grandes
amigos, Mauricio Rosenbaum y Samuel Talesnik (llamados “los tres
mosqueteros”, recuerda Natan), seguían preocupándose por los
estudios. Para Natan y sus camaradas la meta no consistía en la mera
obtención del diploma. Deseaban aprender, conocer en profundidad
las bases y los avances de la medicina, prepararse para ser médicos
que honrasen a su profesión:

«Dale, Natalio –le decían algunos compañeros-, hay huelga, hoy no


se estudia, no seas “gil” vení, vamos a jugar una partidita de
póker...». Y nada, Natan seguía firme hurgando entre las páginas del
“Testout” las intrigas anatómicas y fisiológicas del cuerpo humano.
Auténticos “tragas”; él y sus dos amigos... Aunque Samuel Talesnik
confiesa ahora que, a pesar de las tomaduras de pelo que sufría en
aquel entonces con motivo de sus resúmenes, «...al final era lo
único que veíamos el día anterior al examen».
El tiempo iba a demostrar que los tres amigos eran agudos y
brillantes, serios y creativos a pesar de ser tan jóvenes... Ellos,
ciertamente, no perdían su tiempo jugando a las cartas en tiempos de
huelga: los tres mosqueteros se “entretenían” estudiando... Razón
suficiente para comprender por qué estaban entre los mejores de la
promoción.

Rosenbaum provenía de una familia judía muy pobre en la que,


naturalmente, se hablaba el “idish”. Para costearse la carrera, los
fines de semana tocaba el piano en lugares de entretenimiento. Ya en
su etapa de estudiante se dedicaba a la cardiología, porque era la
especialidad que lo atraía. Pasaba sus días en una sala del hospital
con cuarenta pacientes, haciendo una intensa práctica. Mauricio
Rosenbaum honró su vocación y resultó ser uno de los mejores
cardiólogos del mundo...

Algo parecido ocurrió con Talesnik. El padre era un sastre judío,


artesano de la antigua escuela europea. Samuel Talesnik era
“noctámbulo”: hacía las noches en el laboratorio abocado a su tarea
con entusiasmo. Fue un endocrinólogo de reconocida capacidad y uno
de los mejores discípulos del profesor Bernardo Houssay, ganador
éste del premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1947.
Trainin, a su vez, cursaba el cuarto año de medicina. Sentía
atracción por las posibilidades que brindaba la cirugía y estaba
convencido que a través de ella podría medirse con toda clase de
enfermedades, ayudar a los pacientes, curar y salvar vidas humanas.
La cirugía de aquellos años –la década de los años cuarenta- era
general: abdominal y ginecológica. Quienes lo conocieron en su época
de médico coinciden en que Natan fue un galeno fuera de lo común...
por sus conocimientos y la actitud humana para con los enfermos.

23
Siendo estudiante fue nombrado practicante por concurso –otra
prueba de su capacidad-, y trabajó en el hospital San Roque con el
doctor Gabriel Oddone, un cirujano de manos muy diestras para esa
compleja profesión. La futura carrera de Natan, de todas maneras,
iba a sufrir un cambio drástico, decisivo para su vida. Y de algún
modo previsible...

24
6•

Ya se dijo más atrás que Trainin se comportaba según la ética


tradicional del judaísmo, y que su sionismo, atento a la realidad del
mundo, iba germinando como una sólida idea política.
El antisemitismo nazi-fascista a escala mundial, y sus horrorosas
consecuencias, los crímenes y la intolerancia xenófoba, fortalecieron
más aún los principios sionistas y socialistas de Natan.
Asumió como propio el protagonismo del pueblo judío. Se imaginó
liberado y redimido; y como tal, comprendió que iría a recolonizar, en
el momento adecuado, los lugares históricos, los montes y praderas
en que había transcurrido la historia de sus antepasados. Sería como
retornar, luego de un paréntesis diaspórico de milenios, a la tierra
extraviada y prometida, a Jerusalén... Natan Trainin, pues, se
transformó en un militante sionista socialista muy activo. Junto a
otros jóvenes judíos idealistas y combativos formaría más tarde el
partido del Hashomer Hatzair.

Durante esa época leyó, entre otros, dos libros que ejercieron
notable influencia en sus convicciones sionistas. Uno fue “Viaje sin
retorno”, aparecido en 1943 y cuyo autor fue un periodista
americano. En 1946 apareció otro libro que Natan consideró
importante, “El aliado olvidado”, de Pierre Van Passen, donde el autor
desarrollaba la tesis de que el pueblo judío era, por cierto, el aliado
olvidado, el factor excluido. Ambos libros fortalecieron sus ideales
sionistas socialistas, dándole una mayor comprensión de la
problemática judía y sus posibles soluciones.
•••
Es sabido que la segunda guerra mundial tuvo un vuelco
sensacional después de la batalla de Stalingrado. En la conferencia de
Yalta, realizada en febrero de 1945, Roosevelt, Churchill y Stalin
acordaron los detalles de la rendición de la Alemania nazi, la división
de Europa en dos zonas de influencia, las nuevas fronteras de Polonia
y la división de Corea en dos países.
A pesar de la terrible tragedia que vivió el pueblo judío, y aunque
millares de soldados judíos participaron de la guerra contra el eje
totalitario contribuyendo a la derrota del nazismo, la cuestión judía no
fue relevante para los vencedores ni tuvo suficiente peso histórico
como para darle cabida en los debates...

En la conferencia de Potsdam, efectuada en esa ciudad alemana


entre el 17 de junio y el 2 de agosto de 1945, los líderes de los países
aliados implementaron nuevas soluciones para los problemas
derivados de la guerra.
A raíz de la victoria, en todas las reuniones de las comisiones
integradas por representantes de EEUU, Gran Bretaña y la URSS se
estudiaban los problemas derivados de la guerra y la posguerra, el

25
nuevo reparto del mundo, el reordenamiento de las esferas de
influencia, las sanciones a los países del “Eje”, etc.
Pero tampoco en Postdam tuvieron tiempo suficiente ¿o voluntad?
para debatir y resolver algunos problemas “espinosos”. Existía un
factor excluido sistemáticamente de los debates: el futuro destino del
pueblo judío, principal víctima del Holocausto.

Los estadistas aliados hacían gala de una sensibilidad y


generosidad conmovedoras cuando debatían problemas de las nuevas
fronteras, y tenían consideración con los intereses nacionales y el
futuro de otros pueblos, también víctimas de la guerra.
Pero cuando se trataba del porvenir del pueblo judío, esa
sensibilidad parecía congelada... o inexistente. La cuestión judía, por
lo visto, no tenía bastante calibre histórico o envergadura política,
como para distraer la mente y el tiempo de los vencedores. En esas
reuniones la cuestión judía era un tema secundario, un estorbo, y el
Holocausto una inoportuna “contrariedad”...
•••
La Declaración Balfour (“home made”) fue enunciada por
Inglaterra el 2 de noviembre de 1917, y en su contexto los ingleses
prometieron que crearían en Palestina un hogar nacional para los
judíos. Los hechos demostraron que la declaración resultó ser un
trozo de papel sin valor práctico, un discurso hueco. ¡Fides púnica!

Como se comprobó más tarde, sólo su fuerza moral y la lucha iban


a permitirle al pueblo judío ejercer su derecho a la
autodeterminación, recobrar la dignidad y convertirse en un pueblo
soberano. Inmediatamente después de la guerra Natan Trainin
percibió cuán próxima en el tiempo veía la patria para el pueblo judío,
e intuía que la reivindicación histórica (del pueblo) se iba
transformando en una realidad. El ideal, en apariencia irrealizable,
plasmaba la idea como una posibilidad concreta e iba cobrando
formas. El sueño de Sión se iba afirmando sobre los hercúleos pilares
de los hechos...

Nuevos tiempos se acercaban... Una generación judía, iconoclasta


e idealista remontó bien alta la utopía de la autodeterminación
nacional, y luego, como una aspiración de siglos, exigió construir una
nación para el pueblo judío en la Palestina de sus ancestros... Es lo
que Natan asimiló en las vigilias de esa curiosidad obstinada; siempre
atento a los acontecimientos cotidianos, auscultando los indicios que
anunciaban la inminencia del hecho histórico.

La creación del Estado de Israel fue un evento único en la historia


moderna, comparado con la suerte de otros pueblos de la antigüedad.
Ningún grupo étnico, ninguna civilización antigua sobrevivió a la
decadencia y la derrota. Ni los antiguos romanos ni la civilización

26
helénica, ni Asiria o Caldea, ni los fenicios o los cartagineses, ni la
civilización egipcia.

Italia, Grecia o el Egipto modernos son apenas resabios de pueblos


antiguos que cayeron bajo el dominio de nuevas civilizaciones... El
pueblo judío, disperso en todo el universo, conservó una integridad
casi esotérica a pesar de la inquisición, los flagelos y las
persecuciones, que, en último análisis, le permitió sobrevivir y
retornar a la tierra de sus antepasados...
Es imposible extenderse aquí en consideraciones acerca de los
avatares del pueblo judío y las razones de su heterogeneidad, pero su
retorno y la formación de un Estado nacional moderno, constituyeron
un renacimiento histórico sin precedentes.
•••
También la situación en la Argentina le preocupaba. Junto a sus
amigos y compañeros Natan participó en los actos políticos y
manifestaciones que reclamaban el retorno a la democracia. En
realidad, era un absurdo exigir el “retorno”, porque antes del golpe
militar en la Argentina no había “democracia” sino una “década
infame”...

Todos los jóvenes antifascistas, tocados por la varita de los ideales


democráticos, exigieron a viva voz la instauración de la democracia
parlamentaria mediante el llamado a elecciones, el respeto a las leyes
y la vigencia de las instituciones propias de un país democrático...
Esa fue una de las lecciones más importantes que dejaría la guerra
provocada por la demencia totalitaria: reivindicar el papel de la
democracia, del gobierno del pueblo a través de la elección de sus
legítimos representantes.
El 17 de Octubre de 1945 sucedió en la Argentina un hecho que se
fue transformando en un tema polémico de importancia capital.
Multitudes salieron a las calles reclamando la libertad del coronel
Perón a quien consideraban su líder. En Córdoba hubo atentados
contra sinagogas provocados por elementos nazionalistas, minúsculos
grupos marginales que siempre, y en todo lugar, aprovechan las
aguas revueltas en beneficio de sus intereses.

Los estudiantes salieron el 18 de octubre a una huelga de protesta


contra esos desmanes. Ocurrió entonces un hecho muy llamativo....
esa fue la primera vez, según recuerda Trainin, que los obreros y los
sectores populares no apoyaron a los estudiantes. Ese episodio fue un
hito muy importante de la historia argentina, y Natan quedó
preocupado.

Sería necesario ubicarse en el marco histórico-social de la época


para entender esos fenómenos políticos, complejos y controvertidos.
La “Marcha de los Descamisados” en octubre del 45, la figura de Eva
Duarte, la consigna “Braden o Perón”, el triunfo del Partido Laborista

27
y un sector del otrora poderoso Partido Radical (UCR) enfrentaron y
vencieron en las elecciones del 24 de febrero de 1946 a la Unión
Democrática, conjunción de fuerzas políticas, desde la derecha
conservadora hasta el Partido Comunista.
La aparición del peronismo y el papel protagónico de las capas
más pobres de la población, dividieron entonces a la sociedad
argentina por una filosa transversal polémica. También la comunidad
judía argentina jugó un papel en esa discusión, porque hubieron
adhesiones hacia los dos bandos, a pesar de que acusaron a Perón de
simpatizar con Mussolini. Si esto indica algo, es interesante recordar
que también Zeev Jabotinsky, líder fundador del movimiento
revisionista, tuvo simpatías hacia el “Duce”... y los desfiles de sus
legionarios uniformados.

La Argentina no volvería a ser la proveedora de trigo y carnes e


importadora de productos manufacturados. Aunque ese futuro se
diluyó, y los proyectos y las esperanzas no se cristalizaron según los
sueños de quienes vislumbraron una nación moderna, el viejo modelo
oligárquico, como tal, se quebró históricamente. El mundo de
posguerra se caracterizaría por la “guerra fría” y la formación de dos
grandes bloques rivales. No resulta fácil descifrar en un par de líneas
qué ocurrió y qué cambió en la Argentina de esos años. De todos
modos, y a pesar del paréntesis de la distancia y los años, Natan se
interesa, aún hoy, por la verdadera historia del país en el cual nació...

La inquietud política y social, y la participación de Natan en los


acontecimientos, no afectaron la continuidad de sus estudios en la
Universidad de Córdoba. Tan es así, que el 18 de enero de 1946,
recién cumplidos sus 24 años, terminó la carrera de medicina con los
más altos promedios.
Tiempo antes, junto a otros compañeros, fundó el Ateneo Sionista
Universitario. Sus dos amigos del alma, Rosenbaum y Talesnik, no
fueron parte del acontecimiento porque no eran sionistas. Aunque
Natan mantuvo inalterable su amistad con los dos, trabajó con ahínco
en favor de sus ideas y el Ateneo Sionista se convirtió en Córdoba en
una fuerza representativa.
•••
Luego de recibirse, y nombrado médico interno por concurso,
continuó trabajando en el hospital San Roque en la sala de cirugía del
doctor Gabriel Oddone. Después de las dos o tres de la tarde los
veteranos se iban a atender sus consultorios privados y los médicos
jóvenes quedaban a cargo del hospital. Recibían a todos los enfermos
y hacían una excelente práctica médica.
Frecuentemente Trainin extrae de su memoria un episodio que le
dejaría huellas profundas y traumáticas, influyendo decisivamente en
sus futuras decisiones...

28
«En los albores del año 1946 –recuerda-, a pocos meses de mi
graduación, ya en mi carácter de médico interno atendí a una criatura
de cinco años que sufría de fiebre alta, postración y malestar general.
En el examen clínico descubrí en su cuello un paquete linfático
agrandado. Inmediatamente efectué una biopsia glandular.

«Una semana más tarde, al comunicarle al padre el diagnóstico


histopatológico que era, lamentablemente, de enfermedad de
Hodgkin –en el lenguaje popular, cáncer de ganglios linfáticos- le
confesé asimismo nuestra impotencia terapéutica para evitar el curso
irremediable de la enfermedad. Al escuchar el malhadado pronóstico
el desesperado progenitor cayó desvanecido en mis brazos...».

Hoy, el caso no hubiera tenido ese amargo fin. Gracias al progreso


de la medicina más del 90% de los casos de Hodgkin se curan
totalmente, viven una vida normal, se casan y engendran hijos,
gozan y sufren como el resto de los mortales.
«Este cambio tan dramático en el destino del hombre –asegura
Natan- como tantos otros que reflejan los actuales progresos del
mundo, son el producto de la revolución científica y tecnológica que
modifica nuestras existencias...»

Natan vivía el dolor de los demás como propio: cuando algún ser
humano era víctima de una enfermedad, o persecución, duelo,
injusticia, o discriminación, Natan Trainin obraba según la máxima de
Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me resulta ajeno”. Así
ha actuado a lo largo de toda su vida.

29
7•

La muchacha morocha, espigada y atrayente, sumida en sus


pensamientos, alejada por un instante de la algarabía que la rodeaba,
fijó la mirada en ese joven bien parecido, agradable, estudiante
aventajado de medicina, rostro muy particular, ojos serenos con un
brillo peculiar, a quien no conocía y sin embargo la había cautivado.
Estela Adler (Chela) percibió al contemplar a ese joven una sensación
que envolvía sus sentidos; la arrullaba una melodía dulce y extraña. Y
en ese breve soliloquio Chela, segura de sí misma, decidió: «Éste
será el compañero de mi vida». Aunque no imaginó entonces que ese
sería un sentimiento compartido... Ello ocurrió en 1944.

Tal vez el destino, el azar, la casualidad... o el “cálculo” generaron


el encuentro. Natan cursaba el quinto año de medicina, y ella estaba
por terminar la carrera de maestra. Chela iba a la casa de los Trainin
para estudiar trigonometría y cosmografía con Zelda Aída, la hermana
de Natan, que era profesora de matemáticas. La intención de Chela
era dar la reválida y comenzar los estudios de medicina en la
universidad. Y como quien no quiere la cosa... “inspeccionar” de cerca
las andanzas del hermano menor de la profesora... Allí se despuntó la
madeja de una historia que viene ovillándose desde hace cincuenta y
cinco años.
Una vez que Chela conoció a Natan tuvo la premonición de que éste
tenía un futuro promisorio. Y ella se dispuso a ser parte activa en esa
empresa, estimularlo, ponerle el hombro para que pudiera concretar
sus aspiraciones y desarrollar su potencial. Todo eso exigía tiempo,
oportunidad... Chela iba a desbrozarle el camino.
•••
Los padres de Chela, Isaac y Flora (Pupa) Adler, nacieron en la
Argentina. Ambos fueron muy singulares. Los abuelos paternos se
habían radicado en 1905 en Los Toldos, una zona de la provincia de
Buenos Aires poblada entonces por numerosos indígenas. El abuelo
materno era un inmigrante llegado de Rusia, de oficio carpintero y
muerto a una edad temprana.
El matrimonio Adler vivió muchos años en la ciudad de Río Cuarto,
una de las más importantes de la provincia de Córdoba y capital del
departamento del mismo nombre. Allí nacieron y se criaron las tres
hijas de Flora e Isaac Adler, hasta 1941, en que toda la familia se
trasladó a Córdoba.

Isaac Adler, criollo sin vueltas, que trabajó de telegrafista toda su


vida, fue un genuino autodidacta, modesto, libertario, soñador y
hombre sensible, lector incansable y dueño de una cultura cultivada
desde muy joven.
Cuenta Chela que su madre (la recuerda como una hermosa mujer,
de allí el sobrenombre de Pupa) y su padre formaron una pareja
conmovedora, cuyo amor recíproco creó un clima afectuoso y
30
solidario en el hogar de los Adler. Flora fue también una persona
excepcional, partidaria de las ideas sionistas. Chela se enorgullece de
la inteligencia y la capacidad natural de sus padres:

«A pesar de no haber hecho estudios superiores, fueron personas


cultas e informadas, nos dieron ese hogar en el que la cultura y el
cariño ocupaban un lugar de privilegio... Quiero señalar que la
relación de mis padres influyó mucho sobre nosotras tres (incluye a
sus otras dos hermanas, Betty, que vive hasta hoy en Gaash, y
Iehudit, que vivió en el kibutz Ramat Hashofet y falleció muy joven).
Mis padres comían del mismo plato en una esquina de la mesa, se
querían y respetaban. Me acuerdo que mi padre trabajaba de noche
en el correo. Mi mamá no dormía hasta que él regresaba, y por las
noches íbamos a la plaza de Río Cuarto -ciudad en la que vivíamos-,
y papá nos saludaba desde la ventana del correo.».

El alfabeto Morse, el código de rayas y puntos que atraviesa el


espacio llevando y trayendo mensajes desde y hacia todos los puntos
del globo terráqueo, y que hoy sucumbe víctima de la revolucionaria
comunicación electrónica, fue la herramienta de trabajo usada por
Isaac durante tantos años.
«El morse me acompañó toda la vida –acota Chela-, porque
también era parte de la vida de mi padre. Y en cuanto a mi madre,
fue una mujer con una extraordinaria intuición psicológica. Quiero
ponderarla por el gran talento y las múltiples actividades que
desarrollaba. Tocaba el piano e incluso daba lecciones. Por las noches
tejía, cosía y dibujaba (tomaba lecciones por correspondencia...). Me
siento muy orgullosa de los padres que tuve...».
Flora Adler colaboraba con entusiasmo en la WIZO de Córdoba. En
esta ciudad hay un centro que lleva su nombre como homenaje a sus
actividades en beneficio de la institución. Isaac Adler trabajó
duramente para sostener a la familia, por lo cual, amén de su empleo
en el correo, llevaba la contabilidad en el negocio de un cuñado.
En esos años Chela. y su hermana Betty fueron fundadoras del
“Hashomer Hatzair”de Córdoba. Eran sionistas convencidas,
luchadoras apasionadas que aguardaban impacientes el momento
propicio para viajar a Palestina.
•••
Chela y Natan comenzaron a salir juntos siendo miembros de un
coro y frecuentaban las funciones del teatro Rivera Indarte.
Congeniaron enseguida y el amor les puso su cálida rúbrica.
Chela comenzó a frecuentar el hogar de los Trainin y le llamó la
atención la cultura y el apego al judaísmo tradicional que tenía la
familia, muy unida y aferrada a la práctica europea del judaísmo.
Pero no eran sionistas, a diferencia de los Adler, cuya aspiración era,
como se vió, la existencia de una futura patria sionista.
El primer “seder”* de su vida, Chela lo pasó en el hogar de Natan,
cuando ya habían resuelto ser novios... Ese noviazgo formal no fue
31
tan rápido pero la “prometida secreta” cautivó el corazón de los
Trainin, en especial de Raquel, la madre, quien la recibió con mucho
cariño.
En esa época el maestro Guerberof y el director de orquesta
Teodoro Fuchs habían llegado a Córdoba como refugiados de la
guerra europea. La presencia de esas personalidades del arte musical
fueron acogidas dignamente por los melómanos locales.

En aquellas maravillosas veladas brindadas por los maestros,


disfrutaron juntos la majestuosidad y el mensaje espiritual de la
música sinfónica intercambiando las ternuras liminares del largo
romance que han vivido Chela y Natan desde aquellos días, en aquel
proscenio de cultura, música, arte y amor.

Las ideas sionistas de Estela y Natalio ahondaron la relación


amorosa sellando sus vidas para siempre. El ideal les dio a los dos el
dinamismo, la meta espiritual e ideológica, y la oportunidad de ser
protagonistas de un desafío: edificar un nuevo Estado para el antiguo
pueblo que reclamaba el esfuerzo de jóvenes gladiadores,
constructores y trabajadores dispuestos a convertir la esperanza en
historia. Imaginación y pasado, realidad y presente. Chela y Natan,
ya se verá, iban a ofrendar su porvenir a esa causa...

* Nombre de la celebración festiva durante la noche de la Pascua judía.

Los dos tenían muchos puntos en común: hijos de familias cultas y


sencillas, unidas por la calidez, la solidaridad y el cariño que se
profesaban padres e hijos. Y el estudio, que siempre ocupó un sitio de
privilegio entre los miembros de las familias Adler y Trainin.
Chela, sin ninguna duda, ha jugado un papel decisivo en la vida de
Natan... No se concibe a uno sin la presencia del otro. Hasta hoy,
ambos se complementan en la armonía de la diversidad, en las
alternativas de la vida en común que ha recreado, y recrea,
momentos felices, contratiempos, desilusiones y lucha permanente
para seguir adelante. «Estoy segura que somos una gran pareja: sé
que los dos pensamos de este modo», comenta hoy Chela. Y no se
equivoca, naturalmente...

32
8•

Natan continuó acumulando experiencia en el campo de la cirugía.


Y en el de la política. En 1946 apareció una declaración titulada
“Democracia efectiva y solidaridad americana”, que firmaron
profesores de todas las cátedras universitarias del país. Quienes
rubricaron el manifiesto fueron dejados cesantes, pero en aquellos
días Natan convalecía de la fiebre tifoidea contagiada cuando atendía
a sus enfermos. Por lo mismo no pudo participar activamente, pero
se solidarizó con los cesantes y apenas repuesto de su enfermedad
renunció a su trabajo en el hospital San Roque. Las autoridades del
nosocomio no se la aceptaron y lo dejaron cesante... Así, pues,
engrosó las filas de sus colegas...

El escándalo que despertó la mencionada declaración fue un tema


polémico muy debatido y tuvo íntima relación con los sucesos
políticos, económicos, sociales y militares acaecidos luego del golpe
de Estado del 4 de junio de 1943, y en particular después del 17 de
Octubre de 1945, porque toda la sociedad civil en la Argentina fue
sacudida hasta los cimientos por esos episodios, eslabones de una
larga cadena de acontecimientos que transformarían al mundo en los
próximos cincuenta años.
•••
A fines de 1946, cesante y con una carta de recomendación del
profesor Vicente Bertola, director del Servicio de Cirugía del Hospital
San Roque y discípulo del profesor Ricardo Finochietto, se trasladó a
Buenos Aires. Llegó a la Capital y se entrevistó en el hospital Rawson
con Finochietto a quien le dio la carta del profesor Bertola.
Finochietto le causó una excelente impresión. «Era una
personalidad carismática –dice-.Tenía una cara particular, nariz
aguileña, ojos pequeños y muy penetrantes, como un escalpelo.». El
profesor Finochietto fue uno de los más reconocidos cirujanos
argentinos, de los primeros que dividieron la cirugía general en
ramas. Trabajaban con él cirujanos especializados en ortopedia,
cirugía vascular, o abdominal, según la escuela europea.

Ricardo Finochietto leyó la carta y le preguntó a qué especialidad


quirúrgica prefería dedicarse: «Le expresé mi intención de trabajar en
neurocirugía, que a partir de 1930 había tenido un importante
auge.». Lo derivó entonces al profesor Germán Dickman... Trainin
era un médico joven, pero la recomendación del profesor Bertola le
abrió las puertas de la neurocirugía.

Es indudable que los agudos ojos de Finochietto previeron el futuro


de ese Natalio Trainin recién llegado de Córdoba, con la tímida
sonrisa y sus límpidos ojos. El veterano profesor debió advertir en el
joven médico una voluntad y una fuerza capaces de guiarlo hacia
otros niveles de la profesión...

33
Inició su tarea de neurocirujano en el hospital Rawson, trabajando
diariamente hasta las dos o tres de la tarde. Simón Trainin, que había
llegado a Buenos Aires en 1944, instaló su consultorio y comenzó a
atender a sus pacientes con métodos naturistas mediante hierbas,
vitaminas y otras terapias adecuadas para esa especialidad de la
medicina. Después de su labor en el Rawson Natan iba al consultorio
de Simón y trabajaba allí hasta las seis de la tarde.
•••
Chela Adler, mientras tanto, empezó a estudiar medicina en
Córdoba. Cuando Natan fue dejado cesante en el Hospital San Roque
y partió hacia Buenos Aires a principios de 1947, «...yo tomé la gran
decisión de mi vida –recuerda Chela-, y me fuí detrás de Natan... sin
nada... Mi mamá no se opuso y recalé en Buenos Aires». Se alojó en
la casa de sus primas, ya casadas, que le proporcionaron vivienda y
comida. Pero no tenía dinero... Chela, entonces, con el entusiasmo
que fue la clave de su vida, comenzó a dar lecciones particulares a
alumnos necesitados de apoyo Así pudo mantenerse. Y estar cerca de
Natalio.

En esa etapa de su vida Chela conoció a la renombrada psicóloga


Telma Reca, con la que colaboró ad honorem. Chela y Natan ganaban
muy poco; pero entonces Telma recibió una beca de los Estados
Unidos para escribir un trabajo sobre su especialidad. La tomó a
Chela y a otros tres colaboradores a fin de que reuniesen material
sobre los niños que trataba. Se quedó en Buenos Aires, cerca de
Natan, con quien compartió la actividad política sionista y muchos
momentos dichosos.
•••
Dedicado a la neurocirugía durante todo el año 1947, las
experiencias llevaron a Natan a ciertas conclusiones. En efecto,
comprobó que la cirugía craneana estaba muy limitada cuando se
trataba de tumores malignos. De 66 pacientes operados en el
transcurso de ese año, sólo uno quedó con vida: era un paciente con
un tumor benigno. El resto, lamentablemente, siguió su marcha
inexorable hacia la muerte. Comenzó a cuestionar su labor, sin tener
en claro todavía sus futuros pasos...

Una mañana, caminando en dirección al Departamento de


Neurocirugía del Rawson recordó su última intervención quirúrgica:
se trataba de un paciente de menos de cuarenta años cuyo tumor
estaba ubicado en la órbita del ojo. El resultado de la operación fue
desconsolador... El paciente falleció a los pocos días. Esta vivencia
fue decisiva para Trainin, pues lo hizo renunciar a la práctica de la
neurocirugía...
Natan se marchó del hospital dejando atrás su carrera en el
quirófano... Su pragmatismo le hizo comprender que era
indispensable llegar a un nivel más profundo del conocimiento,

34
descubrir los factores que producían los tumores y tratar de inhibir su
desarrollo.
Para Trainin la neurocirugía fue como un meteorito que de pronto
se opacó, cambió de rumbo y se extravió en el vacío cósmico... Él
debía explorar una nueva galaxia. Vivía angustiado por las
limitaciones de la especialidad en esos años, porque aún balbuceaba.
Su experiencia como neurocirujano lo condujo a nuevas preguntas y
decidió encarar la cuestión desde otra óptica.

Entonces tomó una resolución que cambiaría el rumbo de su vida:


se iba a consagrar a la investigación del orígen de los tumores
malignos... Su decisión no fue un impulso fortuito, sino un signo de
madurez. Para Natan no era una deserción sino el final de una etapa,
en ese entonces inviable, para el tratamiento de tumores malignos.

Decidió dejar el quirófano y la mesa de operaciones, el trajinar de


las intervenciones quirúrgicas rodeado de ayudantes e instrumentos,
y recluirse en la soledad monacal del laboratorio, observando a través
de las lentes del microscopio los prodigios de la microbiología y la
danza letal de las células tumorales.

La curiosidad y el espíritu de investigador fueron en Natan Trainin


como un “alter ego” curioso, que lo acompañaría toda la vida. No
temió el cambio, porque fue una decisión suya, meditada largamente,
en la que no había arrepentimiento sino comprensión... Cuestionaba
la muerte implacable que veía frecuentemente en el quirófano: quería
consagrarse a recuperar la vida de pacientes condenados por esa
enfermedad maligna... Creyó. Creyó con fe, con tremenda voluntad,
en el camino que emprendía. Como el ejercicio de un sacerdocio...
•••
El profesor Pío del Río Ortega, discípulo del gran histólogo español
Santiago Ramón y Cajal (premio Nobel de Medicina en 1906),
abandonó España, a causa de la guerra civil, como tantos de sus
compatriotas, y se radicó en Buenos Aires. También él fue un gran
investigador y, entre otros, tuvo por discípulo al doctor Moisés Polak,
un hombre inteligente y brillante que desarrollaba su actividad
científica en el antiguo Hospital Fiorito de la ciudad Avellaneda,
vecina a Buenos Aires.

Entre otros importantes logros, Pío del Río Ortega y Polak


desarrollaron una técnica de tinción especial, que permitía ver
procesos patológicos del sistema nervioso y percibir detalles (con una
precisión inigualable hasta entonces) que con otras técnicas era
imposible.

Natan sabía por referencias que el doctor Moisés Polak trabajaba


en el Hospital Fiorito como jefe del Departamento de Histopatología
del sistema nervioso. Se comunicó con el doctor Polak, le expuso sus

35
inquietudes y el anhelo de trabajar en la investigación. Tuvieron
varios encuentros, en los que cada uno exponía su punto de vista –
generalmente coincidían- hasta que Polak se convenció que en Natan
había condiciones relevantes para la investigación, y de allí surgió la
propuesta de incorporarse al laboratorio del Fiorito.

Orientado por Polak, Natan inició en el año 1948 sus tareas de


investigación de la anatomía patológica de los tumores. Pertrechado
con el microscopio estudió la diferencia entre los tejidos normales y
los tejidos tumorales. Fue un año importante para su futuro: era la
etapa del aprendizaje, del conocimiento básico. Allí en el Fiorito Natan
Trainin templaría sus primeras espadas en la lucha contra el cáncer...
Moisés Polak pertenecía a esa estirpe -hoy casi desaparecida-, de
hombres de ciencia desinteresados, solícitos, capaces de prestar
ayuda sin reservas. El doctor Polak estuvo en Israel, años más tarde,
invitado por el Hospital Hadasa de Jerusalén. Entre Trainin y Polak se
generó una gratificante amistad. Natan mantuvo con él largas
conversaciones sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Polak
había sido comunista, pero luego de su estadía en Israel modificó
algunos de sus puntos de vista sobre el país y la “aliá”.

De todas maneras, el doctor Moisés Polak retornó a la Argentina y


trabajó en la investigación hasta su último día. En 1978, cuando
debían celebrarse en Buenos Aires las sesiones del Congreso Mundial
contra el Cáncer, Polak le sugirió a Natan no participar... «No les dés
el gusto», le escribió en una breve notita: era la época de la
sangrienta dictadura militar.
Pese al corto tiempo en que trabajaron juntos, cultivaron una
sincera amistad, que se prolongó hasta la muerte del Profesor Polak.
«Fue uno de los líderes en el campo de la patología del sistema
nervioso.», concluye Natan.

36
9•

Luego de finalizar sus tareas cotidianas, Natan desarrollaba una


intensa militancia que lo fue convirtiendo en un reconocido dirigente
en los ámbitos sionistas. Con otros compañeros fundó el partido
“Hashomer Hatzair” (“El Joven Guardia”), un movimiento sionista
socialista que ejerció gran influencia sobre los jóvenes judíos
argentinos.
El movimiento fue creado en Viena en 1916 por un pequeño grupo
de jóvenes intelectuales judíos durante la primera gran guerra del
siglo XX. El Hashomer Hatzair se desarrolló con celeridad en toda la
Europa oriental. Tenía como meta principal hallar una solución
definitiva para el futuro nacional y social del pueblo judío en tierra
palestina, entonces bajo mandato turco. Gozaba de enorme prestigio
e influencia entre la intelectualidad judía europea y esa autoridad se
fue ampliando a otros lugares del mundo. La Argentina fue uno de los
países en que el movimiento tuvo numerosos adeptos activos.
Muchos de éstos hicieron su “aliá” a Israel y se incorporaron a los
kibutzim del Kibutz Artzí, convirtiéndose en los próceres anónimos
que desde el kibutz construyeron, desarrollaron, justificaron y
defendieron el Estado de Israel... Soldados, comandantes y aviadores
surgidos de la juventud kibutziana nutrieron las filas del ejército y
muchos de ellos cayeron en aras de sus ideales sionistas socialistas...

Como político, Natan no era un conformista. Por la lucidez con que


analizaba los hechos políticos llegó a conclusiones que fueron para él
cuestiones de principios. Esa claridad lo llevó a ser un dirigente y,
más tarde, materializar su viaje a Israel, dar el ejemplo, ser el
modelo del judío de la diáspora que pone fin al exilio histórico...
Los “Jovenes Guardias” de la Argentina que habían izado la
bandera de los creadores del movimiento, de los militantes caídos en
los ghettos y en los combates de los “partizanos” contra el nazismo,
debían preparar a la gente joven para viajar a Israel y participar en
las tareas de construcción, colonización y defensa del nuevo país.

Fundaron el periódico “Nueva Sión” en 1948, que tendría mucho


predicamento e influencia entre la gente más joven, y luego Natan
Trainin se incorporó al secretariado del partido, junto a Nissim
Elnecavé y León Pérez.

Polemizaron con la derecha sionista, porque querían que Israel


fuera un país distinto para el pueblo judío, un país laborioso de
trabajadores industriales, agrícolas, intelectuales, científicos; un país
moderno que diera albergue a los judíos de todo el mundo; un país
que debía construirse desde sus bases; un país y un pueblo que
tuvieran altos valores humanísticos; un pueblo dueño de una ética y
una moral que sirvieran de ejemplo para el resto del mundo.

37
Combatieron contra el antisionismo del Partido Comunista, cuyo
sectarismo e intransigencia “principista” les hacía perder de vista la
perspectiva histórica inmediata: el sionismo socialista ya transitaba
por las rutas de la historia, era una fuerza y una necesidad. En
Palestina existían los kibutzim, semillas de una sociedad que se
consolidaría en los primeros años de la creación del Estado de Israel,
aunque luego su fuerza y su mensaje perderían el vigor inicial.
Trainin recuerda a uno de los dirigentes comunistas de aquellos
años, a quien apreciaba bastante, Teodoro Kantor, y a otros
dirigentes de la sección judía del partido con los que tenía excelentes
relaciones. A pesar de eso, se manejó con precaución manteniendo
siempre su independencia de criterio.

Después de muchos años Natan se encontró con Kantor que,


desengañado, se había adherido a la causa sionista. «Tuve
oportunidad de conocer a mucha otra gente que eligió igual camino.».
Trainin pensaba que la idea de la redención social de los judíos
mediante la participación en partidos socialistas locales, no favorecía
a los intereses del pueblo judío.
«Yo estaba en desacuerdo con los comunistas judíos, con los
“poaleitzión” de izquierda, los territorialistas y los bundistas. Desde
mi punto de vista, el Holocausto no respetó al judío, fuera burgués u
obrero, socialista, comunista, o un hombre común: sencillamente,
fueron perseguidos por ser judíos. No importaba el estrato al que
pertenecían: todos tenían el triste privilegio de ser enviados al
crematorio. Concluí, pues, que el sionismo socialista era una
posibilidad concreta que llevaría a la redención social y nacional de
los judíos.

En esa época tenía el convencimiento de que el Keren Kaymet


Leisrael y el Keren Hayesod (fondos para la compra de tierras y la
colonización en Palestina) eran instrumentos de liberación del pueblo
judío. Estaba persuadido que las tierras en la planicie, en la alta y la
baja Galilea, en la hondonada y en la llanura central en Israel, fueron
adquiridas, no robadas. “¡Qué maravilla!”, me dije... Es una
posibilidad de redención social y humana sin causar daños a nadie.
Luego comprobé que no era exactamente así.».

En ese contexto de ideas Natan evaluaba las repercusiones del


fracaso de Birobiyan. Allí vivían alrededor de sesenta mil judíos en
una desoladora pobreza y primitivismo. Todo tenía un signo de
precariedad. En realidad, esa región de la extinta URSS no era
demasiado diferente del resto de la periferia del imperio estalinista.
La frustración del proceso socialista en la Unión Soviética fue un duro
revés, una desilusión cuyas causas, entonces, no se conocían hasta
los últimos detalles.

38
La grosera y cínica violación de los derechos del hombre, el
menosprecio por los valores elementales de la vida, el descubrimiento
de la trágica odisea de los escritores Itzjak Bábel y Osip Mandelshtam
durante el período de los “Procesos de Moscú”, en 1936 y 1937, en el
que fueron condenados judíos, comunistas o no, exhibieron una
imagen socialista saturada de sangre, terror y teocracia que pusieron
en duda la cordura del régimen soviético como supuesta panacea
redentora de los pueblos.

El “affaire” de los médicos judíos, el asesinato en Minsk del autor


de obras teatrales y director del teatro en idish de Moscú, Salomón
Mijael Emiliovich; la persecución y la muerte de grandes escritores
judíos como David Berguelson, “Itzik Fefer”o Peretz Markish
Davidovich fue otra secuela del proceso degenerativo e irreversible
que aquejaba a la revolución rusa. Como una pústula maligna de este
siglo XX signado por totalitarismos y barbarie.
Stalin y sus epígonos ocultaron esos crímenes durante un largo
período. Sólo aquellos que de un modo u otro remontaron la bandera
de la utopía humanista pueden comprender la magnitud del fracaso,
el descalabro de la causa, el sentimiento de pérdida y la aflicción
causada por ese extravío del ideal entre las brumas de la historia.
•••
Sus experiencias personales como médico lo llevaron a ser
partidario de la experiencia socialista basada en la “sociedad
kibutziana”. Tenía por modelo a la medicina social que imperaba en
Palestina, la Caja de Enfermos (Kupat Jolim), fundada en 1927 por la
central de los trabajadores, la Histadrut, que tenía la característica de
un seguro de salud para toda la población.

El enfoque social del problema de la salud fue también otro factor


que vigorizó sus ideas. Natan valoraba el seguro social que iba a
brindar atención médica en el futuro Estado a toda la población, como
parte integral de la solución histórica para la cuestión judía: un
Estado judío + justicia social.

En ese sentido fue para él muy ilustrativa la etapa en que trabajó


como practicante, y luego como médico cirujano, en el hospital San
Roque:
«Con algunos amigos abrimos consultorios en nuestra época de
estudiantes, e incluso luego de recibidos, para atender a la gente
pobre. A los pacientes les dábamos muestras gratis y todos los
medicamentos que podíamos obtener. Fue para mí una experiencia
muy útil.»... Valora mucho el ejemplo de su hermano Simón, a quien
recuerda como un ser altruista, que se condolía de los pacientes
pobres y les daba dinero para que comprasen sus medicamentos.

Al finalizar sus estudios Trainin abrió un pequeño consultorio


privado cuyas entradas le permitían ayudar a sus padres, retribuirles
39
lo que ellos habían hecho por los hijos. No podía pagarle a una
secretaria, y los enfermos debían abonarle la visita: «¿Cómo es
posible –se preguntaba- que la medicina, que los médicos, que deben
estar al servicio de sus semejantes, tengan con los pacientes una
relación basada en la retribución monetaria?».
En el actual mundo globalizado, tecnócrata y deshumanizado, esta
pregunta sonaría ingenua y ridícula, pero eso hizo sentir muy
desdichado al solidario Natan Trainin.

A pesar del nivel sofisticado que alcanzó la ciencia, los aparatos


complicados, la medicina electrónica, digital y computerizada, el
ultrasound y el CT..., y sobre todo en una época en que una parte de
los médicos ha convertido el juramento hipocrático -de Hipócrates, el
padre de la medicina (460-357 a. de C.)- en una especie de
compromiso hipocresiático –del griego, hipocrisía-, Natan no ha
cambiado ni un ápice, pues continúa opinando que el médico debe ser
un hombre altruista y no un mercader...

Le cuesta aceptar que la medicina y la farmacología de esta


graciosa “posmodernidad” sean ramas integradas al mercado de la
libre competencia, en que la ganancia es la primera prioridad y curar
al hombre una alternativa secundaria. En la sociedad de la
abundancia y la opulencia arrastra su existencia esa mayoría
silenciosa, la gran olvidada, relegada, despreciada y excluida, que
padece las consecuencias de la “modernización”, de la implacable
revolución tecnológica que ha desahumanizado las relaciones entre
los hombres y ha convertido el dinero y la riqueza en un alto valor
ético, en la magnitud que mide la importancia de cada persona en
relación a sus semejantes. Natan observa preocupado este presente,
tan distinto a los tiempos en que el altruismo y el desinterés todavía
tenían algún sentido.

40
10 •

«La creación del Estado de Israel –acota hoy Natan- fue un


acontecimiento trascendental para el pueblo judío y para mí. Veía en
Israel la solución auténtica a la cuestión judía: el nuevo Estado
representaba una respuesta al Holocausto, abría la posibilidad de
crear una sociedad en la que todos sus integrantes tuvieran los
mismos derechos... Comprendo que mi posición en aquellos años fue
demasiado romántica, pero yo no era un sionista recolector de
fondos: veía en Israel el porvenir del pueblo judío. Entendí mi futuro
como el de alguien que participa en la construcción de un país nuevo,
como un desafío que yo no podía rechazar.».

En mayo de 1948 David Ben Gurión anunció al mundo la creación


del Estado de Israel. Cuando se declaró la independencia comenzó la
guerra; Chela y Natan entendieron que era el momento de viajar a
Israel. Chela hizo un curso de enfermería, pero las cosas no iban a
ser tan sencillas... A las dos familias no las entusiasmó la posibilidad
de la separación.

Betty, la hermana de Chela, se había casado con Drori –que tenía


pasaporte de Palestina- en enero de 1948, y se fue a Israel. Asentada
provisoriamente en el kibutz Maabarot, hizo su entrenamiento como
colonizadora para fundar luego con su grupo el kibutz Gaash... Los
Adler, particularmente Flora, se afligieron mucho con el viaje de
Betty. A pesar de los sentimientos sionistas de la madre, la ausencia
de los hijos la inundaba de angustia... Enterarse que también Chela
proyectaba partir, la acongojó mucho más.
También los padres de Natan estaban consternados porque el hijo
había decidido partir a Israel. Raquel, la madre, estaba enferma y la
novedad no le sirvió de consuelo. Pero tanto Natan como Chela
estaban resueltos a viajar. En todos los hogares judíos, pero sobre
todo entre las familias que vivían tan lejos de Israel, como las de
Argentina, la partida de los pioneros hacia su destino generó una
situación dramática...
•••
Con el sueldo que recibía Chela por sus trabajos con Telma Reca, y
parte de lo que ganaba Natan como médico, pudieron casarse. A
partir de allí tuvieron mayor libertad de acción...
Alquilaron, en sociedad con una tía de Chela, una modesta vivienda
aunque no habían renunciado a la idea de emigrar a Israel. Al poco
tiempo Chela quedó embarazada. Por común acuerdo los dos
decidieron que el futuro vástago debía nacer en Israel... Había
llegado la hora de dar el gran paso...

Un judío idealista, Nicolás Goldberg, dirigente de la comunidad


judía cordobesa, recaudó fondos para que Chela y Natan pudieran
viajar. El 16 de febrero de 1949 embarcaron hacia Israel. Se

41
aprestaban a materializar el sueño de sus vidas, participar de los
esfuerzos por edificar un Estado judío laico, solidario y justo, un
Estado socialista en la tierra del nuevo Estado.
Chela y Natan tenían la intención de ensamblar las imágenes
oníricas del pasado con la realidad; consumar la aspiración de que los
judíos de la diáspora se refugiaran en la cobija cálida del Estado de
Israel. La utopía nebulosa, soñada entre lágrimas y el acoso de
siglos, era ese país joven. Ansiaban ser protagonistas de ese
acontecimiento, porque era un desafío para los que construían lo
imposible; transformaban, educaban; y defendían su tierra con ese
ejército formado sobre la marcha, creando una generación judía de
nuevo tipo.

Partieron de Buenos Aires en el “Sebastián Caboto”, un barco


italiano que a veces se “mecía” con insinuante cólera, según el Estado
de ánimo del océano... Viajaron en tercera clase, en bodegas
separadas. Chela solía alimentarse con las nueces que le había
regalado Simón, el cuñado, como una magnífica fuente de proteínas
para el futuro vástago.
Llegaron a Nápoles, pasearon por sus calles con los compañeros
del garin del Hashomer Hatzair. El grupo visitó diversos lugares,
incluido el Vesubio; conocieron Roma, admiraron las antiguas ruinas,
los monumentos y lugares históricos.

Luego abordaron el buque que los llevaría a Tel Aviv: Este último
tramo de la travesía fue espectacularmente “movido”... Se trataba de
un barquichuelo horrible y anticuado. Los viajeros parecían
protagonizar un ballet diabólico, danzando en los estrechos pasillos
de la bodega y las cubiertas. En esa cáscara de nuez les servían el té
–recuerda Natan- en aquellas pintorescas y anticuadas regaderas de
latón...

En el mismo barco viajaba un grupo de judíos húngaros


sobreviviente del holocausto. Para Natan y Chela ese encuentro tuvo
unas implicancias muy especiales. Ellos iban en busca de un sueño
nacional que se integraría con fragmentos humanos dispersos,
culturas diferentes, gente con la que no habían tenido vivencias
comunes...

Judíos de Europa central y oriental, ashkenazis y sefardíes,


españoles, búlgaros y turcos, iraquíes, persas y norafricanos: idiomas
y tradiciones diferentes, características físicas disímiles. En Israel iban
a conocer esa diáspora que vivió disgregada por todo el planeta,
formada por grupos heterogéneos y cerrados, que se intentaría
amalgamar en el futuro.
•••
Arribaron a Tel Aviv el viernes 18 de marzo de 1949, a la hora de
la puesta del sol... Las olas del mar Mediterráneo se veían agitadas.

42
El sol era como una corola escarlata cuyos pétalos solares daban la
bienvenida a los exhaustos pasajeros... Fue entonces que recibieron
la primera lección de “instrucción cívica” en Israel: el significado del
“statu quo” entre el poder civil y el poder religioso. En una palabra:
no les permitieron desembarcar para no violar la santidad sabática...

Luego de arduas negociaciones pudieron bajar del barco en


pequeños botes y pisaron la tierra de Sión, rendidos por la travesía
pero con el fuego interior avivado por esa brisa sabulosa y
desaliñada que les dio una solidaria bienvenida... Como una mano
tendida, cálida y radiante... Como dos hermanos confundidos en un
abrazo de ensueños, perdidos alguna vez y de pronto recobrados.
Para Chela, Natan y el resto de los nuevos emigrantes fueron
instantes grabados en el corazón y conservados, intactos, como la
primera carta de amor, o el beso adolescente robado en un rapto
incontenible de ternura. Se sentían enormemente dichosos. Estaban
en Israel. Por fin.

Mientras tanto, en el cielo que cubría a Tel Aviv el óvalo rosado del
crepúsculo se iba confundiendo con las primeras sombras. Parecía
una mantilla desdoblada de colores diáfanos, extraños y alegres,
mientras sombras plisadas acechaban impacientes la cerrada tiniebla
de la noche.

En el desembarcadero los esperaba Betty, la hermana de Chela, y


Drori, el esposo. El reencuentro los conmovió. Esa noche, luego de la
frugal y dulce ración de jalva, se fueron a dormir en tiendas de
campaña. Cansados, iban a disfrutar su primera noche en Israel...
Entonces se “anunciaron” los chacales....
Nunca antes habían oído su gruñido peculiar. En aquellos años era
algo muy común en Israel; sus aullidos parecían sollozos de criaturas.
Chela estaba angustiada porque le parecía que era, realmente, el
llanto inconsolable de niños pequeños.

Chela y Natan ya transitaban sobre el presente: habían dejado los


últimos rastros de la diáspora en el viejo barco que los trajo desde
Italia. Pronto iban a conocer al abanico étnico de la golá, a los olim
llegados de todo el mundo para confundirse en la empresa común:
Eretz Israel.
Fueron los años afiebrados de la edificación, la formación de
“Tzahal” (siglas del «Ejército para la Defensa de Israel»). Había que
absorber millares de nuevos inmigrantes, aprender a gobernar,
poblar, administrar, construir y defender... ¡Fundar una nación: la
primera nación del pueblo judío!
Se había firmado la segunda tregua de la Guerra de Liberación y
habían comenzado las negociaciones para establecer la paz. Medio
siglo ha transcurrido desde la creación del Estado de Israel, y la paz

43
sigue siendo una esperanza, una promesa, una necesidad, una
incógnita, un cruento y extenuante signo de pregunta, un objetivo
anhelado por la mayor parte del pueblo israelí.

Mientras tanto, la Argentina, Córdoba, los padres, los amigos, el


pasado, se extraviaban en la euforia de las horas liminares en la
tierra prometida. Chela y Natan no iban a olvidar, empero, las otras
raíces, sus antiguas amistades, ese tiempo que comenzaba a ser
recuerdo, nostalgia, ayer...

44
11 •

A los dos días llegaron a Maabarot, un antiguo kibutz ubicado entre


la vieja ruta a Haifa y el Mediterráneo, cercano a Natania y Hedera.
Todo allí era distinto, novedoso: el kibutz de los cuadernillos y las
fotografías en blanco y negro, los relatos de los pioneros y
combatientes, las leyendas y los sueños, los hombres y mujeres
vestidos de pantalocitos cortos de loneta, las gorras y pañuelos sobre
las jóvenes cabezas para protegerse de los rayos de sol, ardientes y
empecinados...

Allí estaba el kibutz antológico que iba a cambiar –pensaban- la


fisonomía del judío de la diáspora. Los ojos de Chela y Natan,
admirados, contemplaban con placer esas imágenes que se
imbricaban como planos superpuestos de fantasía y realidad...

Quien haya vivido en un kibutz no olvida las límpidas auroras, las


gotas de rocío refulgiendo sobre el césped, como un bonito tapiz
verde. O los arrullos aburridos de palomos enamorados mientras
tímidas brisas revolotean alegremente anunciando la inminencia del
nuevo día...
Maabarot fue para los Trainin el Israel que soñaron. El fruto de un
desafío imaginado. Y el lugar de entrenamiento donde se organizaba
el grupo de jalutzim (pioneros) que iba a asentarse y colonizar el
nuevo kibutz, Gaash, en el que aún hoy sigue viviendo Betty, la
hermana de Chela.

Los compañeros de Maabarot se sintieron honrados y satisfechos


de que un joven médico y su esposa se hubieran incorporado al
kibutz. Aunque el embarazo de Chela trajo algunos problemas... Era
un período en que el trabajo y la seguridad atentaban contra el
natural anhelo de procrear hijos. Las compañeras que debían ser
responsables del cuidado y la educación de los niños estaban
ocupadas en las tareas de construcción y defensa...
Chela y Natan arribaron en los tiempos del peligro y la lucha... La
precariedad de la mano de obra disponible en los kibutzim, la gran
cantidad de tareas, el conflicto con los palestinos y los países árabes,
convertían a los compañeros en trabajadores, agricultores y soldados,
con el fusil siempre presto para enfrentar los riesgos.

Natan, conmovido, resume las que fueron sus primeras


impresiones: «Cuando llegué a Israel fuí recibido por la gente con
calidez, con mucho respeto. Trabajé durante un año en el campo
(aunque confieso que me costó acostumbrarme a las labores
agrícolas). Me encantaban los amaneceres, la naturaleza, el canto de
los pájaros, la música del viento, el verde de los prados, los árboles.
Fue, si se quiere, una visión romántica pero me causó una sensación
profunda y agradable. Descubrí una vena oculta de mi personalidad,
45
porque el hombre de la ciudad no sabe apreciar la belleza de la
naturaleza. Trabajé con entusiasmo y ese período lo recuerdo con
mucho afecto».

En 1950, un año después, debido a la carencia de médicos debió


retomar el ejercicio de su profesión. Ello le generó un dilema de
consciencia, pero Natan comprendió los hechos. A raíz de este
problema, aprovecha para acotar: «Las fronteras de Israel fueron
establecidas por la colonización... Los fanáticos religiosos hablan del
reino de David, del reino de Shlomo, del reino de Canaán, pero
sabemos muy bien qué significó la colonización a lo largo y a lo ancho
de Israel.
«Donde llegó la colonización surgió la vida y se desarrolló la
atención médica. Más que la educación, allí donde se abrió un
consultorio del “kupat jolim” (caja de enfermos), ahí llegó el país real,
de carne y alma»...
Vivió intensamente la vida del país y como médico tuvo la
satisfacción de cumplir con un servicio social de trascendencia...
Como había anhelado en sus insomnios de la diáspora.
•••
Chela, en cambio, tuvo en Maabarot una experiencia más dura,
mucho menos atractiva. Realizaba sus tareas en el depósito de ropa
donde tenía que planchar durante muchas horas. Cantidad de
compañeras de los kibutzim trabajaban en el campo y cumplían las
mismas rudas tareas que los hombres. Las que no podían
incorporarse al trabajo agrícola se ocupaban de los servicios: cocina,
lavandería, depósito de ropa y otras tareas afines...
A los pocos meses Chela dio a luz la primera hija del matrimonio
Trainin , Galia, en el hospital de Hedera... Israelí, “tzabre”, como
habían resuelto en la Argentina.
El período de lactancia fue una prueba severa para la flamante
madre...La casa de los bebés estaba muy alejada del jeder (casa
habitación) de la familia. Para amamantar a su hija, Chela tenía que
atravesar en mitad de la noche un campo plantado con árboles
cítricos y cruzar todo el kibutz, en una época en que aún había
merodeadores palestinos.

La vida de Chela no fue una jauja: pero jamás se quejó y siempre


enfrentó con entereza las adversidades, a pesar de sus temores y
angustias. La experiencia de Maabarot iba a quedar atrás, cincelada
en el cuaderno de bitácora de Chela y Natan.
•••
Los Trainin descubrieron en la temprana odisea del amanecer, que
“febo asoma” cada madrugada y desaparece en los atardeceres de
ese horizonte de colores mutantes... Como una cualidad inherente y
misteriosa del kibutz Maabarot. O un milagro, tal vez, que unía la
belleza del marco y la sensibilidad del hombre en ese insólito arco iris
imaginario, porfiadamente soberbio.

46
«Éramos jóvenes, llenos de ilusiones y esperanzas... Fueron días
maravillosos los vividos el primer año en Maabarot, allí, en sus
espacios verdes y los campos sembrados del kibutz, aunque las
experiencias de Chela y las mías –explica Natan- fueran tan
distintas.». Ambos recuerdan con mucho afecto a Eliahu Daniel,
arquetipo de la sociedad del futuro, quien atesoraba valores
culturales, morales, y conocimientos profesionales de un nivel nada
común.

Entregado totalmente a su tarea jalutziana, Natan fue miembro del


secretariado del garín (en hebreo, semilla), nombre que se da a los
grupos de entrenamiento destinados a asentarse en determinado
lugar, en este caso el kibutz. Chela, Natan y la pequeña Galia,
formaron parte del grupo de colonizadores que en el año 1951 fundó
el kibutz Gaash.
Vivían al principio en casas con paredes de lata, sin piso y sin
corriente eléctrica, adaptándose a las reglas de la colonización. Los
Trainin emprendieron la vida en Israel según sus normas: no vinieron
para exigir privilegios o prebendas, sino para participar en el gran
desafío del sionismo socialista. Allí todo debía ser esfuerzo físico,
sudor, aplicar toda la capacidad sabiendo que no habría retribución o
recompensas materiales.

Natan era médico, Chela maestra, pero provenían de hogares


humildes, con un pasado sin lacayos ni servidumbre, un pasado de
trabajo duro, sin concesiones. Y de todos modos no fue fácil. Pero
llegaron a Israel sin “contrato”, trayendo en sus alforjas un puñado
de ideales e intenciones... No dudaron, y de consuno se habrán
dicho: “¡Manos a la obra!”. Arremangándose, sin más, dieron
comienzo a su labor.

Gente de este temple edificó lo más rescatable del Estado de


Israel. Cierto que fue otro tiempo, había otras necesidades... Pero sin
esta juventud “jalutziana” se estaría, aún, en los tiempos del
“pushque” juntando monedas para justificar la diáspora...

47
12 •

En los inicios de los años cincuenta llegó una numerosa ola de


inmigrantes. Natan comenzó su tarea como médico en el hospital
Hasharon y luego fue enviado a un curso hospitalario para el
tratamiento de enfermedades epidémicas, características de los
países tropicales.

Trabajaba de médico en el kibutz, en un barrio de yemenitas en


Raanana, en los moshavim Bazra, Bnei Tzión, en un Majane Olim
(campamento de nuevos inmigrantes). Atendía pacientes de una
amplia zona: eran los tiempos de la medicina heroica ejercida con el
espíritu pionero de la época y la creatividad que imponían las
circunstancias adversas, supliendo, reemplazando, multiplicándose,
hallando siempre soluciones para subsanar falencias, defectos e
incluso falta de personal.

Fue en esa época que llegó una comisión de la Organización


Mundial de la Salud (OMS), que estudió la situación sanitaria de
Israel. La comisión entendió que la mezcla de tantos grupos de
distinta procedencia podría provocar una catástrofe; que cada grupo
podía ser portador de un virus, o enfermedades infecciosas que los
demás no habían conocido. El tiempo, como se verá, no tardaría en
darles la razón...
A fines del año cincuenta se produjo una gran epidemia de parálisis
infantil. Al poblado Bnei Tzión había llegado un grupo de judíos
checoeslovacos sobrevivientes de los campos de concentración. Un
día llamaron a Natan de urgencia para que atendiera a una mujer con
serios problemas respiratorios.
Era bastante joven, madre de dos hijos, y tenía el número del
campo de concentración grabado en el brazo. La examinó con
cuidado y de inmediato la envió al hospital. Luego se sabría que ese
fue el primer caso de parálisis infantil que se produjo en la zona.
La pobre mujer quedó cuadripléjica, es decir, con los cuatro
miembros paralizados. La pusieron en el pulmotor debido a sus
dificultades respiratorias, pero no pudieron salvarle la vida. Para
Natan, que iba a visitarla al hospital con frecuencia, fue una
experiencia dolorosa.

Aún no se había hallado la vacuna antipoliomelítica. La enfermedad


afectó cerca de cincuenta mil criaturas: alrededor de dos mil
quedaron totalmente paralíticas y muchas fallecieron.... La hija mayor
de los Trainin, Galia, también se contagió; y con ella, todo el grupo
infantil de Gaash padeció la enfermedad. Uno de los niños quedó con
sus piernas paralizadas y el kibutz, para que pudiera desplazarse, le
compró un burro. Con los años, este chico llegaría a ser campeón de

48
levantamiento de pesas en las olimpiadas de los deportistas
minusválidos.

Este es un ejemplo que dice mucho... Porque, más allá de la


anécdota, señala el espíritu solidario que caracterizó al Israel de los
años 50 y 60... Espíritu que, lamentablemente, se ha ido diluyendo a
lo largo de estas cinco décadas de existencia del Estado.
•••
Su asentamiento en Israel, su labor en el campo o como médico, la
nueva vida en el país que ya sentía suyo y al que estaba dispuesto a
entregar sus energías, no hizo olvidar a Natan Trainin su otra
vocación: aplicarse a la investigación de los tumores malignos.
Recordaba la experiencia traumática de los 65 casos fatales de
tumores cerebrales. Tenía en claro que extraer el tumor sabiendo de
antemano que las posibilidades de éxito eran nulas, se convertía en
un aventurerismo inútil.

Ya entonces estaba convencido que era mucho más valiosa la tarea


de investigación del cáncer, «en un nivel básico y profundo». Al
dejar su trabajo en el hospital Rawson llevó consigo sus experiencias,
aspirando a ocuparse de la investigación del cáncer con dedicación
full time. Sólo así, estimaba, se podría derrotar algún día a la
enfermedad: estudiando a fondo las causas que la originan y la
convierten en una fortaleza inexpugnable para la ciencia médica.

Un dia pidió licencia en el kibutz y se fue al hospital Hadasa de


Jerusalén para conversar con el profesor Abraham Hojman, en ese
entonces director del único servicio de oncología existente en el país.
Natan habló con él y le transmitió sus angustias, su vehemente deseo
de trabajar en la investigación del cáncer. Hojman lo escuchó
pacientemente y luego le dijo: «Doctor Trainin: véngase a trabajar
conmigo».
Natan retornó al kibutz y expuso sus inquietudes a los compañeros
en la asamblea general. Le respondieron, sencillamente, que “no se
puede vivir en el kibutz y trabajar en Jerusalén.”...
Eso fue en parte una limitación de la época, una “ceguera”
igualitarista que, años más tarde, no impediría a integrantes de los
kibutzim dedicarse a otros tipos de actividades: “estudios” para
cultivar inclinaciones personales sin vinculación con los intereses del
colectivo, trabajos fuera del kibutz, etc.
•••
El médico director de la zona, doctor Walter Gotfried, tenía su
centro de trabajo en Raanana y actuaba como una especie de
instancia superior. Era un hombre mayor, una persona encantadora y
tratable que apreciaba mucho la capacidad profesional y personal de
Trainin. En una oportunidad, queriendo estimular las aptitudes de
Natan, le dijo:

49
«Mire, Natan, para que no se aburra, le propongo que una vez a la
semana venga a mi clínica. Como jefe de zona recibo casos
complicados que los médicos comunes no pueden resolver: venga y
colabore conmigo».

La proposición le resultó atractiva y empezó a trabajar en la clínica


de Gotfried. En una oportunidad Trainin protagonizó un “incidente”
muy interesante, porque demostró su capacidad de diagnóstico. O
más que eso: la capacidad de no limitarse a la medicina como rutina
libresca...

«Había allí un ingeniero que era íntimo amigo de Gotfried –cuenta


Natan-; éste me pidió que lo examinara para hacerle el diagnóstico.
Tenía una inflamación a nivel del dedo gordo del pie; le pregunté al
paciente qué medicación recibía y respondió: “penicilina”. Le dije que
no pensaba que fuera una infección, sino un ataque de gota.

«Gotfried me miró con algo de sorna diciéndome: “Pero no olvide


Natan que la gota se produce por un exceso de ácido úrico...¡De
dónde va a tener gota este hombre con la alimentación carencial que
hay en este país!... De todos modos, hágale un examen de sangre.”.
A los dos dias Gotfried me llamó al kibutz y me dijo: “Tenía razón,
Natan: Mi amigo tiene el ácido úrico muy elevado.”».
El doctor Gotfried demostró ser una persona sincera y
desinteresada... Natan dio muestras de su capacidad en poco tiempo
y Gotfried, que lo apreciaba, comprendió que él tenía un futuro
prometedor, pero que como médico desaprovechaba otras aptitudes.

Un día Gotfried lo encaró resueltamente diciéndole: «Mire, Natan,


usted debe ir a trabajar al InstitutoWeizmann... es el único lugar
adecuado para sus inquietudes. Su puesto lo puede ocupar otro
médico, pero usted tiene capacidad para trabajar en el campo de la
investigación científica ¡hágalo!».

Gotfried alentó la vocación de Natan y fue quien le mencionó por


primera vez la necesidad de que fuera al Instituto Weizmann para
desarrollar su potencial.

50
13 •

Una mañana del año 1954 Natan leyó en “Al Hamishmar”, órgano
de MAPAM, una información perdida entre las columnas del diario: «El
profesor Isaac Berenblum, famoso investigador del cáncer, llega de
visita al Instituto Weizmann.». Eran nada más que tres líneas pero
fueron suficientes para que el corazón de Natan latiera
aceleradamente.
Pasaron algunos dias, pero Natan ya había tomado una decisión...
como todas las que tomó en su vida: él iría a hablar con ese profesor,
se presentaría, le confiaría sus anhelos, le explicaría sus ideas y su
voluntad de trabajar en la investigación del cáncer.

Natan habló con Chela que, por supuesto, le brindó todo su apoyo.
Pidió un día de licencia, subió al autobús y se fue a Rehovot. Con la
esperanza a cuestas, y no pocas dudas, cruzó el ancho portón e
ingresó en el Instituto Weizmann... Ya entrar allí fue para Natan algo
estupendo: el amplio portón, los árboles magníficos e imponentes, las
calles y senderos cercados por el verdor iridiscente del césped, los
soberbios edificios, prolijamente diseñados en un estilo arquitectónico
moderno: «Por un fugaz momento me pareció que me encontraba en
Cambridge», recuerda.

Pidió entrevistarse con el profesor Berenblum. Lo recibió el


secretario, quien le preguntó si había concertado una entrevista por
anticipado. Natan le dijo que no, que se había enterado por el diario
de la llegada del profesor. El secretario no hizo cuestión, lo hizo pasar
y Trainin aguardó en la antesala. El profesor Berenblum había venido
a Israel invitado por el doctor Jaim Weizmann quien tenía la intención
de interesar a Berenblum en la investigación del cáncer en Israel,
dado que era un científico de prestigio mundial.

Una vez que Berenblum lo recibió surgió el primer contratiempo


serio... Aunque nacido en Bialistok, desde muy joven el profesor vivía
en Inglaterra y hablaba un inglés perfecto.. Natan, en cambio, tenía
un inglés imposible aprendido en la escuela secundaria.
«Entonces se produjo una de las cosas más curiosas que me han
ocurrido en la vida –cuenta Natan con humor-: durante una hora
entablamos una conversación sobre el cáncer, en la que yo le expuse
mis ideas con respecto al tema, y el profesor las suyas... ¡en idish!
Berenblum hablaba un idish pulido, y yo debo agradecerle a mis
padres saber ese idioma que me permitió entablar un diálogo fluido
con Berenblum.

«Sin saber idish, mi vida, tal vez, hubiese sido muy distinta. La
plática fue muy estimulante y al finalizar me dijo: “¡¡Véngase a
trabajar conmigo!”.

51
«Yo me sorprendí y le pregunté: Pero profesor, ¿quién me va a
pagar el sueldo?... Y él me contestó sin vacilaciones: “Yo... yo le voy
a pagar.”».
Trainin le manifestó entonces que debía ponerse al día, actualizarse
en química, biología, estudiar elementos que él había aprendido años
atrás y que seguramente ya eran anticuados. Berenblum le aseguró
que actualizarse sería parte de su trabajo. Que no se hiciera
problemas...

Sin duda, Berenblum percibió, como antes lo hicieran distintas


personalidades: Vicente Bertola, Ricardo Finochietto, Moisés Polak,
Abraham Hojman y Walter Gotfried, que había algo muy especial en
ese hombre modesto y culto, cuyos razonamientos eran fruto de la
meditación.
Trainin “kibutznik” no podía esterilizarse en una rutina ramplona.
La historia personal de Natan lo llevaba a la ciencia, a la
investigación... Varios obstáculos, todavía, iban a dilatar su
incorporación al Instituto Weizmann.... Esa postergación fue tan sólo
una fastidiosa demora...
•••
Hay que subrayar que al principio de los años cincuenta Natan
trabajó en el hospital del kupat jolim de Petaj Tikva como asistente
del doctor Shapira, quien apreciaba mucho sus cualidades. No
obstante, cuando le comunicó a su jefe que había decidido ir al
Instituto Weizmann para consagrarse a la investigación del cáncer,
Shapira, impulsivo, se sintió molesto y le pidió que no se fuera, que
no abandonase el ejercicio de la medicina. Pero Trainin había resuelto
dejar su profesión: no era una decisión sencilla pero sí definitiva, a
pesar del cariño que tenía por ella.

«Mis recuerdos como médico clínico –señala- son muy particulares.


Prácticamente vivía en el hospital: allí comía, trabajaba y dormía. No
hay nada que reemplace estar sentado al lado del enfermo, tomarle
la mano y conversar con él. Sabía que ese elemento me iba a faltar
en las tareas de investigación: en el laboratorio sólo trabajaría con
ratones...
«Volvía a nuestra casa del kibutz los días jueves, alrededor de las
cinco de la tarde, y cada dos semanas un día y medio. Tenía ya dos
hijas, Galia y Smadar, y Chela me acompañó en esos días
maravillosamente. Nos complementábamos, y encontrarme con ella
era siempre un privilegio renovado, como recrear la ternura que nos
habíamos brindado la primera vez.»

Quien haya seguido los pasos de Natan Trainin desde su infancia


puede comprender, tal vez, las implicancias emotivas de una decisión
de tal magnitud. La práctica de la medicina fue para él algo similar a
“el pan nuestro de cada día”. Dejarla, era un paso traumático; porque
fue una elección suya, una vocación que nació en Santiago de las

52
Carreras, se afianzó en el ejemplo que tenía de Simón Trainin; que
asumiría con plena consciencia y ejercería con pasión... Pero debía
optar: “Nihil medium est”, Natan: no hay término medio...
•••
Amén de trabajar como médico rural y dos años en el hospital,
cuando ya Natan se disponía a ir finalmente al Instituto Weizmann,
en 1954 hubo una nueva movilización y tuvo que incorporarse a la
tarea en la zona del kibutz Manara para prestar servicio en distintos
poblados, en kibutzim y moshavim.

En esa oportunidad Chela resolvió poner los puntos sobre las íes...
Decididamente, no estaba dispuesta a una nueva separación y así se
lo dijo a Natan, quien pidió ser trasladado a un kibutz del Hashomer
Hatzair. A las tres semanas los Trainin resolvieron irse de Gaash, y
toda la familia se trasladó al kibutz Hamaapil. Allí estuvieron viviendo
durante un año.
Natan fue médico del kibutz y de Ein Hajoresh, los moshavim
Ajituv y Ometz, y de un campamento de absorción. En total, una
población de más de dos mil personas. Allí, en Hamaapil, nació en
enero de 1955 la tercera hija, Ora. Galia había nacido en Maabarot, y
Smadar en Gash: cada una en distintos kibutzim. Pero este no sería
el fin de la historia...

Viviendo en Hamaapil Trainin quedó cautivado por el entorno


humano y el paisaje del kibutz Ein Hajoresh. Percibía allí todo lo que
había imaginado: la posibilidad de ser un hombre de ciencia y vivir en
las condiciones óptimas del kibutz. Estaba seguro de poder hacer las
dos cosas viajando continuamente. Era un auténtico reto, pero Natan
fue siempre un hombre atraído por los desafíos...
Tiempo más tarde la familia Trainin solicitó el ingreso a Ein
Hajoresh. Fueron aceptados como miembros plenos sin dilaciones.
Entre los Trainin y la gente de Ein Hajoresh se forjaría una relación
de camaradería profunda y solidaria.

«Les advertí que tenía planeado trabajar en el futuro como


científico, y ellos lo aceptaron con naturalidad, sin mezquindades. La
actitud que tuvieron los compañeros fue muy noble.... Allí me dí
cuenta que el movimiento kibutziano era algo muy heterogéneo en
cuanto a su calidad humana. En Ein Hajoresh Chela llegó a la cúspide
de su potencial. Trabajó en jardinería, en los cítricos (ella plantó 50
dunam de cítricos), y un día me dijo: “Ahí está lo que planté yo,
Natan... es como un sello eterno”.» Fue, indudablemente, un “sello
eterno” con el país de sus sueños, y con el sistema de vida colectivo
que Chela jamás habría abandonado...

En Ein Hajoresh residía la dirección de todo el movimiento del


Hashomer Hatzair de Polonia. A ese kibutz llegó gente muy especial,
intelectuales, una generación de literatos (hubo siete escritores), allí

53
recibieron a Aba Kovner y su grupo de combatientes judíos del
ghetto, vivieron pintores, artistas y varios líderes del movimiento
socialista...

Pero también conmovía a los Trainin contemplar el despliegue


ordenado del “ejército azul”, los soldados kibutzianos que, como en
una maniobra táctica aprendida de Karl von Clausewitz, marchaban a
las tareas con sus uniformes, pantalones y blusas azules de trabajo
mientras el sol, todavía medio adormilado, apuraba su postrer
bostezo de la noche y aparecía en poniente...
«Siempre comentamos con Chela que los años de nuestra vida
transcurridos en Ein Hajoresh fueron inolvidables.. allí criamos a
nuestras hijas y forjamos amistades con gente de gran valor
humano.».
•••

Aba Kovner, escritor y combatiente, dirigente del Hashomer Hatzair


y Mapam, fue uno de los mejores amigos de Natan:
«En 1945 la guerra había terminado –cuenta Natan- y Aba Kovner
había decidido, con algunos de sus compañeros (él era jefe de una
unidad de guerrilleros denominados “Los Vengadores”) dedicarse a la
caza y ajusticiamiento de nazis, en especial aquellos que tuvieran
mayor jerarquía y responsabilidad en los crímenes cometidos por los
hitleristas».

El nombre de Kovner está inscripto en el panteón de los héroes del


pueblo judío, junto a los de Antek Zukerman, Tzivia Lubetkin,
Mordejai Anilevich, Jaica Grossman, Vitka Kovner, Rushka Korchak y
otros luchadores, que combatieron en los ghettos por la libertad. No
temieron enfrentar a los nazis en ese combate desigual, cruento y sin
perspectivas. Fue gloriosa, porque los jóvenes luchadores de los
ghettos cayeron como héroes en esa lucha para reivindicar el honor
del pueblo judío, y preservar su dignidad.
Del satánico führer, que afirmó con jactancia haber fundado un
Reich para mil años, sólo quedan heces y escombros.

Aba Kovner llegó a Israel en 1946, pero meses antes de arribar fue
descubierto y detenido en Alejandría por la inteligencia británica. Allí
estuvo seis meses y luego fue liberado.
Ningún judío, ningún sobreviviente del horror nazifascista podía
perdonar a sus victimarios: el odio sobrevivía y ellos clamaban
venganza, “nekamá”...

«Un sector sostenía que debía perseguírselos, otros opinaban que


debía ponerse punto final a la tragedia... La concepción de liquidar a
las fieras nazis fue discutida políticamente años después, intentando
establecer quiénes tenían razón en esa controversia.»

54
Finalmente, Aba Kovner consagró su vida al ejercicio de múltiples
actividades. Por su labor literaria recibió el premio Israel de
Literatura, «...lo cual muestra la capacidad intelectual multifacética
de ese hombre.». Trainin estaba totalmente identificado con los
objetivos de “Los Vengadores”: buscar y ajusticiar a los asesinos.

«Uno de mis más íntimos amigos, fallecido hace algunos años,


Bolek Ben Iacob, no aceptó el criterio de “comenzar una nueva vida y
abandonar la caza” –cuenta Natan-, y se quedó en Europa. Aunque
su actividad vengadora fue más prolongada, finalmente retornó.».
Trainin concuerda con la actitud asumida por Ben Iacob: en
realidad, Natan llegó a la conclusión que exterminar alimañas que
han segado la vida de inocentes con semejante crueldad, es como dar
la batalla por reivindicar el derecho a la vida de los seres humanos...

55
14 •

Estaba visto que una conjura de circunstancias demoraría la


incorporación de Natan Trainin al Instituto Weizmann. Fue movilizado
en 1954 por un año, pero al finalizar adujeron que hubo un
lamentable error; así pues tuvo que resignarse y proseguir prestando
servicios por otros seis meses.
Preocupado, escribió una carta al profesor Berenblum diciéndole
que sentía fastidiarlo en sus planes de trabajo, pero que habían
prolongado su servicio como médico zonal. A los dos días recibió la
respuesta del Profesor que le escribió: «Dear Natan; no se preocupe
por el tiempo que le lleve: usted tiene aquí su lugar asegurado.».

En noviembre de 1955, una vez que todos los problemas, las


demoras y los equívocos quedaron superados, Natan Trainin pudo,
por fin, comenzar su trabajo científico en el Instituto Weizmann.
En el departamento que dirigía Beremblum había sólo un par de
alumnos. Recibieron a Natan con calidez, sin recelos, pero él se sentía
inferior en los niveles del conocimiento.. «Los investigadores que
trabajábamos allí éramos jóvenes: yo era el mayor... La edad ideal
para iniciarse en la investigación son los 25 años. Tenía un
“handicap” precario para ponerme a la altura de los otros. Pero
confiaba, tenía una enorme fe en mi futuro.».
Natan tenía en esos momentos 34 años. Una edad en la que, por lo
general, se supone que la carrera de un hombre se halla encaminada.
O en la cúspide... Mas quien está poseído por una aspiración
auténtica no se arredra.
Trainin se puso en camino desde el punto de intersección entre su
voluntad empecinada por un lado, y su vocación por el otro. Voluntad
y vocación que superaron contrariedades, dificultades y torpes
secuencias burocráticas.

Había llegado la oportunidad de concretar su profecía: Natan


Trainin fue siempre un hombre de palabra, aunque el profeta de esa
historia era un niño cuando escribió en una página de su cuaderno
aquella promesa tan seria y formal:
No se rompe, no se dobla, no se quiebra. Tiene fe en sí mismo, en
lo que quiere hacer. Está convencido. Terminante y definitivamente
convencido que él debe hacer algo «en beneficio de la humanidad».
•••
Como todos los comienzos, el de Natan no fue un andar sobre
senderos floridos... El principio de su nueva carrera fue duro. Tuvo
dudas; incluso evaluó el abandono de sus actividades. Pensaba
preocupado que aún no había actualizado sus conocimientos. Había
estudiado medicina, anatomía, fisiología, bioquímica, pero grandes
cambios habían signado las ciencias biológicas en el último decenio.

56
«Lo que yo sabía no era suficiente para dedicarme a la
investigación. Tuve que retomar el estudio de química, bioquímica,
genética y biología célular. Muchos elementos eran totalmente
nuevos para mí...».
Berenblum le dio absoluta libertad, le suministró algunos libros y el
flamante integrante del equipo del veterano investigador pasó
muchas horas en la biblioteca del IW. Tenía enormes deseos de
trabajar pero la mayor parte del tiempo leía y estudiaba, asimilaba
nuevos elementos, y aprendía inglés, dado que los materiales
científicos se editaban en ese idioma y lo que escribía Berenblum se
publicaba en inglés

* En lo sucesivo, el Instituto Weizmann aparecerá con sus iniciales IW –nota del


autor.
Berenblum, que era un hombre mayor, gustaba decir que tenía dos
ventajas con respecto a los investigadores jóvenes: «La primera, es
que cuando comencé a investigar el cáncer prácticamente no se sabía
nada de su naturaleza, de modo que era muy poco lo que había
publicado. En segundo lugar, siempre he sido holgazán: en lugar de
trabajar activamente prefiero pensar.».

Este comentario era muy lógico. Entre los que abrazan la carrera
de la ciencia están los experimentalistas, que tienen deseos de hacer
cosas, y por otro lado los que se forman como teóricos a través del
conocimiento y la especulación: Berenblum fue indudablemente un
teórico. Su aporte esencial a la investigación del cáncer fue la
búsqueda de un mecanismo común a todos los tumores, o a la
mayoría de ellos...

«En otras palabras –comenta Natan-, explicar el proceso de todo lo


referente a la transformación de una célula normal en una célula
patológica, proceso al que denominamos carcinogénesis. La otra
corriente importante en la investigación del cáncer se limitaba a
estudiar las diferencias morfológicas, metabólicas, genéticas, etc,
entre una célula normal y una tumoral. Es lo que llamábamos el
estudio de la naturaleza de la enfermedad.

«El objetivo de esta segunda corriente era aprovechar las


diferencias entre ambos tipos de células (la normal y la cancerosa)
para atacar y destruir a la última sin dañar a la primera. En cambio,
al entender el mecanismo por el cual se produce el cáncer, podíamos
llegar a la prevención de la enfermedad.».
Demás está decir que el progreso extraordinario en el conocimiento
de la biología celular ha permitido desarrollar la quimoterapia, la
radioterapia y la hormonoterapia como armas de ataque contra las
células cancerosas, tratando de hacer un daño mínimo a las células
normales.

57
«Diferencias en la membrana, en el citoplasma o en la estructura
de los ácidos nucleicos de ambas líneas celulares son hoy
aprovechadas para destruir a las células cancerosas sin destruir a las
normales. Pero como dijimos al principio –afirma-, la labor de nuestro
laboratorio se concentró en entender por qué una célula normal se
convierte en cancerosa, o sea, insistimos en el mecanismo de la
carcinogénesis».

Hasta la época de Berenblum se consideraba al cáncer como un


proceso anómalo contínuo, o sea, que una determinada desviación
del metabolismo celular conducía, a través de un proceso repetido, a
la conversión de una célula normal en cancerosa. Berenblum atacó a
esta teoría...

«Ya Payton Rous, un investigador americano, había observado que


untando las orejas de conejos con sustancias cancerígenas conocidas
en el laboratorio, se producían papilomas, o sea tumores benignos de
la piel. La diferencia entre un tumor benigno y uno maligno consiste
en que éstos tienen la capacidad de infiltrar a los tejidos
circundantes, es decir, poseen enzimas o fermentos poderosos con
los cuales disuelven las paredes de las células normales y penetran
entre ellas diseminando el proceso en el nivel local (es lo que
llamábamos infiltración o propagación del tumor a los tejidos
vecinos).

«Las células tumorales benignas no invaden tejidos –prosigue


Natan-, pueden crecer en el lugar donde se originan pero no inflitran
los tejidos ajenos. La segunda propiedad de las células malignas, más
peligrosa aún, es la de provocar metástasis. En efecto, cuando células
tumorales malignas llegan a los vasos sanguíneos o linfáticos pueden
navegar a través de ellos asentándose lejos del tumor maligno
original, formando allí una colonia. Cuando la propiedad de formar
colonias ha sido aprovechada por las células malignas, hablamos de
una metástasis...

«Así sucede que células originadas en el estómago llegan al


cerebro y encuentran allí un campo propicio para establecerse,
formar una colonia y comenzar a multiplicarse. Lo que matará al
paciente será probablemente el tumor secundario y no el primario, el
original.»
Natan Trainin explica el tema con la prolijidad de un catedrático y
la profundidad de un hombre de ciencia. Luego continúa:

«Volviendo a nuestra historia, la mayor parte de los científicos de


aquella época apoyaban la concepción de que el cáncer era un
proceso contínuo de transformación de células normales en malignas.

58
«Decíamos que Payton Rous, experimentando en orejas de
conejos, al untarlos con hidrocarburos generaba la aparición de
papilomas, tumores benignos que al cesar de untar las orejas
desaparecían, pero cuando este tratamiento se repetía los tumores
reaparecían exactamente en los mismos lugares. Esto lo llevó a
pensar que el primer tratamiento había transformado células
normales en tumorales, las que conservaban su propiedad tumoral
pese a haber perdido su apariencia.».
Berenblum aclaró este proceso con incisiva precisión: él estaba
investigando la exactitud de la teoría de la irritación, que sostenía
que sustancias o materiales irritantes eran a la vez cancerígenos.

«Berenblum no aceptaba que la irritación –“per se”- conducía a la


aparición de tumores. La aplicación de aceite de crotona sobre la piel,
en forma repetida, no provocaba papilomas. En cambio, cuando esto
se hacía después de la aplicación de un hidrocarburo policíclico, tal
como el metilcolantreno, o el benzilpireno, aparecía una numerosa
cantidad de papilomas. Más aún: si esta aplicación de hidrocarburo se
realizaba después del tratamiento con aceite de crotona, tampoco
aparecían papilomas.».
Estas observaciones –según Natan- llevaron a Berenblum a pensar
que las aplicaciones singulares (no repetidas) de hidrocarburos
conducen a la formación de células tumorales durmientes, las cuales
se habían convertido en papilomas activos como resultado del
estímulo inducido por el aceite de crotona...

«Berenblum llamó iniciación a esta primera etapa, provocada en las


células normales y conducente a la aparición de células tumorales.
Esta etapa es altamente específica y hoy se considera que se genera
una verdadera mutación, o sea, un cambio en la estructura del
material genético de la célula. La promoción es el proceso repetido
que determinará el “despertar” de esa célula tumoral durmiente y su
transformación en un tumor activo.

«Así llegó Berenblum a concebir la teoría de los “dos estadios” en


que cada uno de ellos es de naturaleza biológica diferente y puede
ser inducido por un material distinto. Sólo la complementación de
estos dos procesos en un orden determinado (primero iniciación y
luego promoción) llevarán a la formación de tumores.

«Más todavía: la aplicación del factor promotor después de haber


sido tratada la piel de ratones con el hidrocarburo, inclusive con un
intervalo de hasta 43 semanas, producía la aparición del tumor,
demostrando que la propiedad de las células tumorales durmientes se
conservaba intacta a pesar de tan largo período.

59
«Este experimento evidenció que la iniciación es un proceso
irreversible, ya que 43 semanas en un ratón equivalen a la mitad de
la vida de un hombre. Esta teoría indica que la promoción sólo puede
actuar sobre una célula ya iniciada. Esto abrió horizontes amplísimos
para la investigación, ya que demostró que un tumor no significa la
repetición de un proceso contínuo.

«Vamos a dar un ejemplo práctico: supongamos que nosotros


conocemos las razones que inician un tumor y a la vez impedimos su
promoción, ¡el tumor no va a aparecer! Si asumimos que un individuo
tiene la carga genética adecuada para producir un tumor de pulmón,
pero no fuma, ese individuo no llegará a tener un cáncer de pulmón
ya que el humo del cigarrillo es el que contiene las sustancias
cancerígenas promotoras de ese proceso.

«En nuestro laboratorio efectuamos un experimento modelo, en el


cual introdujimos sondas plásticas en el estómago de ratones, e
inyectamos una dosis determinada de sustancias cancerígenas: fue
suficiente untar la piel de estos animales con aceite de crotona para
que los tumores aparecieran en la zona tratada, probando así la
diferenciación entre la fase incial y la promotora del proceso
cancerígeno. ¡Fue realmente sensacional!»

En el curso del tiempo descubrieron en el laboratorio una serie de


sustancias que tenían un carácter promotor solamente, o iniciador.
Sabían que había otras sustancias que eran capaces de producir
ambas fases y por lo tanto ser cancerígenas completas.
«Estudiando la contribución de las radiaciones iónicas, tales como
los rayos X, las radiaciones beta y gama, vimos queβpodían ser parte
de la iniciación del cáncer y a la vez cómo prevenirlo, evitando la
acción de estas radiaciones.

«Como decíamos, el estudio de estos mecanismos abrió amplios


horizontes en la comprensiónβde las etapas de la carcenogénesis, ya
que estos mecanismos son válidos tanto para la sangre como para la
inducción de un tumor de cerebro o de piel.
«Así pudimos establecer que los hidrocarburos polícíclicos, todas
sustancias derivadas del carbón, son potentes sustancias
cancerígenas.». En definitiva, estos experimentos fueron
enriqueciendo el acervo científico sobre los orígenes del cáncer.
.

60
15 •

Chela Trainin fue, de hecho, quien posibilitó las tareas de Natan en


el Instituto Weizmann (IW). Él viajaba desde Ein Hajoresh hasta
Rehovot y regresaba al kibutz dos veces por semana, a veces tres.
Ella fue su puente de vida con el kibutz. Chela, con Galia, Smadar y
Ora lo aguardaban en un cruce desde el cual podían divisar el antiguo
Hillman que manejaba Natan cuando se iba aproximando...
Esa espera en la “Tajana (estación) Trainin” fue un ritual, repetido
e infaltable, que da la pauta del carácter especial de la familia. El
kibutz y su gente se comportaba con ellos con simpatía y solidaridad.
En cierto modo, ellos se sentían parte de esa “aventura”.

Natan apreció en su auténtico valor la actitud del kibutz. Los


integrantes de Ein Hajoresh demostraron una grandeza de alma fuera
de lo común. Él les retribuyó participando de las movilizaciones para
cosechar la fruta o trabajando en la cocina, sin perder jamás la
relación con sus compañeros. Las puertas de su casa siempre
estuvieron abiertas... Venían a consultarlo como médico, a pedirle
consejos, y él, por supuesto, se desvivía por ayudar...

Viajaba con esa frecuencia agotadora, viviendo de ese modo


durante varios años. En 1957 nació en Ein Hajoresh la cuarta hija de
los Trainin, Mijal. También ella se incorporó a la “tajaná” de los
Trainin, en aquellas “célebres” esperas que fueron parte de la saga
familiar..
•••
En 1955 llegaron los padres de Natan a Israel. Se instalaron en Tel
Aviv y compraron una casita en Iad Eliahu. Natan iba a visitarlos a
menudo y cuando volvía al kibutz la casa de los padres era una posta
en el camino. El padre se redescubrió en la práctica de la religión con
gente similar a él... Para Herman fue el encuentro, por fin, con la
“tierra prometida”.
Herman Trainin, de todos modos, no olvidó la Argentina y sus
costumbres típicas. Allí nunca se sintió extraño, y el cariño por su
país de adopción lo transmitió a sus hijos. La llegada de sus padres, a
la vez, renovó en Natan su gran estima por Argentina, pues
considera que si pudo estudiar y recibirse fue gracias a la enseñanza
gratuita y el sistema educativo de generosas becas y subsidios.

«Cuando yo adquirí consciencia, ese amor al país se convirtió en


un profundo agradecimiento por haberle dado a mi familia las
posibilidades de vivir y ser parte integrante de la sociedad argentina.
Visitando otros países comprendí cuánto debo agradecerle al sistema
educativo gratuito, por haber podido estudiar gracias a la subvención
de la universidad, a mi trabajo en cátedras y de practicante menor y
mayor hasta que me recibí de médico. En otro país no hubiese podido

61
hacerlo. Siempre mantuve nexos con la Argentina: recibí alumnos y
médicos que venían al Weizmann a estudiar, porque fue un modo de
expresar mi gratitud.».
•••
Natan Trainin había comenzado a trabajar en el IW en noviembre
de 1955. Después de un tiempo evaluó que para alguien que no
poseía antecedentes de investigador, eso era un privilegio. Entonces
decidió que había llegado el momento de “retribuir” la deuda que
tenía con su pueblo:
«Yo no podía separar mi personalidad del mundo objetivo, de las
necesidades, de los deseos, de las tendencias que existían dentro
mío, para dedicarme exclusivamente a las ciencias. Me puse a pensar
qué podía hacer junto con la tarea de investigación.
«Mientras era médico no tuve necesidad de tener una
compensación en lo político o social, pero a partir del momento en
que inicié mi trabajo en el IW comencé a preguntarme: “¿Cómo
puedo resarcir la oportunidad que le han brindado a mi vida?”.
Tiempo después hallaría la respuesta...».

En 1956, durante la campaña del Sinaí, convocaron a Natan para


prestar servicio como médico de un regimiento apostado en la
frontera con Siria. La desmovilización duró un largo tiempo. A poco
de volver al kibutz llegó del comando sanitario del ejército un pedido
de voluntarios para incorporarse como médicos paracaidistas. Las
experiencias de esa campaña habían demostrado la importancia de
prestar ayuda médica con presteza a los heridos en el frente: ese era
el único modo de salvarles la vida. Diez años más tarde, en la guerra
de los Seis Días, se demostraría la eficacia del método.

Era esencial que fuera un médico de nivel quien suministrara los


primeros auxilios, no un enfermero... Natan puso como ejemplo la
eventualidad de tener que efectuar una traqueotomía en la oscuridad,
que es una de las condiciones más duras para la práctica de la cirugía
de emergencia.
«Me ofrecí como voluntario e hice un curso de paracaidista. En ese
entonces tenía 34 años. Serví allí durante largo tiempo. Deseo relatar
una experiencia que, aunque parezca personal, fue símbolo de una
época y de una conducta colectiva:

«En uno de los ejercicios que efectuábamos nos tiramos en


condiciones atmosféricas muy desfavorables, con un viento
inadecuado. Saltamos igual y yo sufrí un traumatismo muy serio.
Para mí fue un hecho natural, como parte de la concepción que tengo
de las cosas de mi vida.
«La radiografía que me efectuaron en el hospital demostró que
tenía una apertura congénita de la columna vertebral, lo que podía
haberme dejado tullido para el resto de la vida. Tuve suerte...».
•••

62
La vida personal y la carrera científica de Natan están pobladas de
anécdotas. Es un excelente conversador, escucha con atención a sus
interlocutores y sabe expresarse con una propiedad que reúne
brillantez y buen humor. Gusta relatar un diálogo que tuvo con el
profesor Berenblum, cuando ya se había convertido en un
investigador reconocido:

«Algunos años después de mi incorporación al IW, y siendo ya muy


amigos, le pregunté un día a Berenblum: “Dime, ‘Beri’, ¿por qué me
aceptaste?” Yo no había estudiado suficiente química orgánica e
inorgánica, no era master de Cambridge ni de ninguna otra
universidad de prestigio, “¿por qué me recibiste para trabajar
contigo?”... “Porqué ví el brillo que había en tus ojos...”, me dijo. De
allí que yo siempre le decía a mis colegas que cuando recibieran un
candidato para hacer el doctorado, se fijaran en el brillo de los
ojos...».
•••
A mediados del año 1962 se efectuó en Moscú uno de los
congresos de la UICC (Unión Internacional Contra el Cáncer), que se
realizan cada cuatro años en distintos países, con la presencia de
médicos, científicos y expertos de todo el mundo en los diversos
campos de la enfermedad. Fue el bautismo de fuego de Natan
Trainin, quien con Berenblum y una veintena de profesionales, entre
médicos y científicos, representaron a Israel.

Fue su primera salida hacia el prestigioso mundo científico


internacional, donde tendría la posibilidad de exponer los progresos
de su trabajo. A partir de allí, Trainin recorrería las principales
capitales de la ciencia participando de congresos, simposios o foros
internacionales. Conocería a muchos colegas importantes y estos
colegas sabrían de los trabajos de investigación de ese hombre
apuesto, de mirada franca y mansa, siempre de buen humor,
enemigo de la arrogancia y sencillo como el más común de los
mortales...

Pero estábamos en Moscú, en 1962...La delegación arribó a la


capital de la URSS y Natan tuvo su primera sorpresa: un tipo
uniformado de la KGB entró en el avión y recogió todos los
pasaportes, «como si fueran “libretas de almacén”.»

Estuvo allí diez días pero no escuchó ninguna conferencia. Entre


los seis mil participantes del congreso había por lo menos dos mil
médicos rusos que arribaron desde los lugares más remotos. Había
entre ellos una cantidad insólita de judíos que vinieron para
encontrarse con los delegados israelíes... Éstos no podían participar
de los debates, porque los médicos judíos iban a sacarlos de las
conferencias para charlar con ellos fuera de los auditorios, en los
parques o lugares públicos cercanos a la sala del congreso. Les
63
“tiraban de la manga” y les decían que dentro de los salones no se
podía hablar debido a los “escuchas indeseables”: los micrófonos
instalados por la KGB...

«A mí me resultaba muy chocante que en la “patria del socialismo”


ocurriera algo así... Fuimos al “shil” (“sinagoga” en idish); mi padre,
que aún vivía, me había enseñado los rezos. El rabino Levin llamó a
todos los israelíes para leer la Biblia. Eché una mirada y ví que el shil
estaba repleto; mucha gente quería hablar con nosotros pero no les
permitían acercarse...
«Habíamos llevado libros con fotografías de Israel y nuestros
mantos de rezar; teníamos también Biblias que nos habian dado en la
embajada, y la gente nos rogaba que se las diéramos. Después de
entregárselas desaparecían.». Parecía la escena alucinante de una
película surrealista. Ellos deseaban tomar contacto con los israelíes:
venían, los tocaban y se iban. Fue un hecho muy conmovedor para
toda la delegación.

Natan recuerda una ocasión en la que tenían previsto pasear por el


canal de Moscú en autobuses. Todo estaba muy bien organizado,
cada vehículo tenía su número y la nómina de quienes debían viajar
en él. Cuando íban a subir, dos personas mayores se metieron en el
auto intempestivamente: resultaron ser dos profesores judíos del
Cáucaso, médicos exonerados, que querían narrar los pormenores del
proceso de provocación en el que se involucró a los médicos judíos, y
que gracias a la “oportuna” muerte de Stalin salvaron su vida. Ese
hecho ocurrió diez años antes...
Los dos hombres se sentaron frente a Natan, hablaron en idish, y
éste les regaló dos libros en ruso editados en Israel. Ellos envolvieron
los obsequios en el “Pravda”: Trainin pensó que nunca antes el
Pravda (que era en ese entonces el órgano oficial del Partido
Comunista de la URSS) fue utilizado para una misión tan extraña y
bienhechora.

Una noche algunos compañeros de la delegación quisieron cenar en


un restaurante armenio, Arakbe, del que se decía que era el mejor
de Moscú. Pidieron mesa y el encargado les dijo que estaba todo
ocupado; Natan insistió una y otra vez hasta que aceptaron
prepararles una mesa en un rincón. Se trataba de seis investigadores,
algunos de Jerusalén y otros del Weizmann.

En la mesa contigua había tres hombres con una mujer que


hablaban en portugués. Eran dos profesores que participaban del
congreso, y el guía de Inturist (la agencia de turismo soviética) con
su esposa. El “guía” les contaba detalles de la vida de Luis Carlos
Prestes, un dirigente del Partido Comunista brasileño que organizó en
1935 una fallida rebelión contra el dictador del Brasil Getulio Vargas,
por lo cual estuvo diez años en prisión...
64
Cuando se levantaron para irse, el guía, que por lo visto también
era judío, se dirigió a Natan pidiéndole la escarapela de Israel
prendida en su solapa (habia traído muchas y tenía los bolsillos
llenos). Natan le dio un puñado, el hombre le agradeció y desapareció
con sus anfitriones.

En otra oportunidad, algunos congresales rusos orgullosos y


arrogantes, que conversaban con miembros de la delegación israelí,
dijeron que Rusia tenía más carrozas de oro que Inglaterra, porque
Cronwell las hizo fundir y ellos, los “proletarios”, las habían
conservado. Una irrelevante y típica baladronada de la época.de
Nikita Jruschov...

«También visité el mausoleo de Lenin -recuerda-. Entramos por


una puerta lateral conducidos por un médico de la marina. Cuando
salimos me preguntó qué impresión me había causado: yo le dije que
me parecía lamentable. El tipo se envaró y me preguntó por qué: yo
le respondí, para su sorpresa, “A los muertos hay que dejarlos
descansar en paz”. Me miró sin comprender ...».

A raíz de su contacto personal con la realidad del estalinismo


soviético, germinaron en la consciencia de Natan numerosos
interrogantes que fortalecieron sus dudas sobre el supuesto carácter
socialista y democrático del proceso político, económico, social y
cultural de la URSS.
De cualquier manera, Natan guarda recuerdos imborrables de esa
visita puesto que, en primer lugar, lo puso en contacto con la realidad
del “socialismo” soviético, y luego le dio la oportunidad de conocer de
cerca a ciudadanos soviéticos judíos que vivían en la Unión Soviética.
En cierto modo, fue como recrear los principios de su juventud
sionista y socialista y ver corroboradas las prevenciones que había
tenido respecto del sectarismo y la cerrazón ideológica de muchos
militantes comunistas.

65
16 •

Al cabo de algunos años de la tarea de investigación, el hombre de


ciencia inquieto y curioso va midiéndose con seriedad ante cada uno
de los desafíos que se le presentan, va adquiriendo independencia,
saber y seguridad; ensancha el espectro de su visión. Leyendo
materiales vinculados a su tarea científica, discutiendo con otros
colegas, estudiando en diversas fuentes y actualizándose sin pausa
en química, bioquímica, genética, biología general y biología célular,
el investigador puede elevar y amplíar el nivel de su conocimiento.

La participación en congresos nacionales e internacionales, la


asistencia a cursos de especialización, la ejercitación en nuevos
instrumentos, como el microscopio electrónico, que aumenta más de
300 mil veces los elementos que se investigan, el estudio de los
progresos hechos en el conocimiento del ácido nucleico célular o los
cambios en ese ácido (que determina mutaciones en la estructura de
la célula y produce tumores), fueron fundamentales para el
perfeccionamiento de un científico como Natan.
•••
«En el año 1962 –cuenta Natan-, después que regresé de la URSS,
me reintegré al trabajo en el IW y al poco tiempo recibí el premio
Eleanor Roosevelt, una de las becas más prestigiosas en el campo de
la investigación del cáncer, por mis estudios sobre esa enfermedad, lo
que me permitió trabajar por un período de quince meses en el
Instituto Nacional de la Salud de los EE.UU.
Ese premio abrió para Natan el gran mundo de la investigación. En
el Instituto Nacional de la Salud de Maryland, cercano a Wáshington,
tuvo la posibilidad de comparar, cotejar, estudiar más
profundamente, o investigar otros aspectos relacionados con el
cáncer. Había allí una gran cantidad de investigadores dedicados a la
oncología.

«Luego de la 2da. Guerra Mundial, con la euforia de la victoria, los


americanos quisieron investigar todo tipo de enfermedades
incurables. Uno de los resultados de esa iniciativa fue la creación del
instituto situado en Bethesda, cerca de Wáshington. Se desarrollaron
distintas ramas: Instituto Nacional del Cáncer, Instituto Nacional del
Reumatismo, Instituto Nacional de la Ceguera, etc., porque habían
decidido investigar varias enfermedades creyendo, tal vez, que
podrían hallar remedio para todas ellas...
«Había seis mil investigadores trabajando en el proyecto: era como una
gigantesca fábrica laboratorio que superaba todo lo que la imaginación del
hombre pudiera soñar.»

Natan se trasladó con su familia para quedarse en USA durante un


año, aunque le ofrecieron extender la permanencia por cuanto tiempo
quisiera... Allí adquirió una fructífera experiencia, conoció a muchos

66
colegas, sus conocimientos progresarían cualitativamente abriéndose
ante él excelentes perspectivas para sus próximas investigaciones. En
realidad, tanto su vida personal como la profesional cambiarían
totalmente a raíz de este viaje a los Estados Unidos.

El 7 de diciembre de 1963 iba a efectuarse el banquete anual del


IW, en el cual el presidente Kennedy sería el orador central.
«Nosotros teníamos la intención de concurrir al evento.». En
noviembre de 1963 Kennedy fue asesinado. El hecho produjo una
gran conmoción en Estados Unidos y en todo el mundo...
Ese crimen político fue cometido en momentos en que la guerra fría
entre los países de occidente y el bloque soviético estaba en su
apogeo, se había superado la crisis con la Unión Soviética a causa de
los misiles nucleares en Cuba, y USA había comenzado a
empantanarse en la guerra de Vietnam... Por lo tanto, en lugar de
escuchar el discurso debieron ir al Congreso y pasar al lado del ataúd
expuesto en el Capitolio a fin de rendir el postrer homenaje al
presidente asesinado.

Durante su estadía en los Estados Unidos, Natan y Chela


debatieron sobre el futuro de la familia en Israel, porque ese período
les suministró innumerables experiencias en el cuadro de las
relaciones familiares. Ellos debían tomar una decisión muy dolorosa,
sin dudas, vinculada con la futura vida familiar en el kibutz.

Natan sentía que le iban faltando las fuerzas para hacer


contínuamente ese viaje de 140 km. Y en un soliloquio que tuvo
momentos de enorme tristeza, se enfrentó con un dilema
impresionante, casi “hamletiano”: «O me quedo en el kibutz y
abandono la ciencia, o me dedico a la ciencia y abandono el kibutz.».
Así de sencillo...

Natan pensó que, tal vez, habría alguna posibilidad de afincarse en


un nuevo kibutz cercano al IW, mas no había ninguno perteneciente
al Kibutz Artzí... Además, era absurdo pretender reanudar en otro
kibutz la pletórica vida social y cultural que habían bordado en Ein
Hajoresh. La relación maravillosa con las familias Kovner, Marle y
otros compañeros no podría renovarse al margen del kibutz que
colmó tantas de sus aspiraciones y al que nunca podría olvidar ..

Para el matrimonio Trainin irse del kibutz era una determinación


estremecedora, cruel. Como burlarse de sí mismos, de los principios y
los sueños que habían ovillado en la lejana Córdoba de su juventud.
Fue una opción muy dura, un desgarro profundo. Finalmente, no les
quedó ninguna otra alternativa...

67
Natan comprendió que la vida de un científico no podía limitarse
por la necesidad de viajar diariamente; o detener una investigación
porque había que cumplir el horario; o posponer la finalización de una
tarea importante debido a que el hogar está lejos y el viaje es un
albur....
«Los científicos trabajan hasta las siete, las ocho, o las diez, ¡o no
se van! –asegura Natan-. Porque hay que leer mucho material, se
debe hacer gran cantidad de cosas... el hombre de ciencia,
pragmático o teórico, debe insertarse y no permitir que nada lo quite
de su mundo. Tomamos, pues, la dura resolución... Sé lo que ella
significó para mis hijas: recuerdo que lloraron con tremenda
congoja... Y lo comprendo. Pero yo no podía hacer otra cosa.».

68
17 •

En efecto, las tres hijas mayores de Natan tuvieron una


significativa experiencia familiar en EEUU. Galia, Smadar y Ora (Mijal
era muy pequeña) coinciden en que la estadía en los Estados Unidos
los consolidó como familia: «Por primera vez vivimos todos en la
misma casa, con mamá Chela cocinando, papá que regresaba del
trabajo para cenar... La cena era sagrada, y el clima de familia se
veía, se oía, se respiraba...», cuentan las tres hijas mayores.

Fue un período muy feliz para las hermanas Trainin. Sí... «¡No más
esos largos viajes de nuestro padre al “Majón”! ¡No más largas
esperas a la vera del camino!», confiesan con una sonrisa franca, tal
vez algo melancólica. Allí, en USA, disfrutaron de esas “pequeñas
cosas” habituales para los pequeños de la ciudad, como ser bicicletas,
televisión, ropas, golosinas, entretenimientos, el gran mundo que no
conocían: «¡Nos parecían maravillas!», coinciden ellas.

Y luego el trauma, la pequeña “tragedia” (incomprensible para


quien no haya vivido en un kibutz): iban a dejar Ein Hajoresh. «Pero
con todo lo dichosas que fuimos en Estados Unidos, nos costó mucho
aceptar –confiesan- que abandonábamos el kibutz... Nos parecía una
traición a los ideales. Fue como si nuestro pequeño mundo se
derrumbara.». Galia y Ora se encerraron en el cuarto-armario de la
vivienda durante horas. Pero asimismo Smadar compartió el drama...

En última instancia, el mundo de las “chicas Trainin” no se


derrumbó... pero sus silencios son expresivos y rescatan de la
memoria briznas melancólicas por aquellos días de la infancia, que
navegan como una solitaria botella de náufrago echada a las aguas
del mar.
«Es natural que los hijos –acotan -, cuando comienzan a tener
capacidad de crítica siempre encuentran motivos para reprochar a los
padres... Papá estaba muy poco en el hogar, vivía en el laboratorio;
éramos pobres, la casa era muy chica, etc., etc., etc.... La lista de
“quejas” puede ser interminable: pero nuestro padre es una
personalidad fuera de lo común, como hombre y progenitor.

«Nacer en el seno de la familia Trainin nos otorgó el privilegio de


conocerlo, gozar de su compañía, aprender tantas cosas de él...
Todas las riquezas materiales del mundo no hubieran compensado
ese orgullo, la posibilidad de apreciar tan de cerca una conducta que
no se estudia en libros o enciclopedias, no se capta en la escuela ni
se aprende en la universidad».
•••

Cuando finalizó su beca en USA, le ofrecieron proseguir sus


investigaciones. Pero Natan jamás fue un mercenario de la ciencia:

69
estaba integrado con su familia al Estado de Israel, su patria y la del
pueblo judío, donde tenía hondas raíces. El “sueño” americano
terminó, pero él, mientras tanto, debía obtener fondos en USA para
financiar la prosecución de su tarea.

«Regresamos a Israel recién en el año 1964 –recuerda Natan-, y


comenzamos a vivir los problemas reales y conflictivos del país. El
kibutz se portó maravillosamente bien, como era de esperar de ese
conglomerado de gente tan extraordinario. Fue un consuelo, pero lo
mismo debíamos enfrentar la realidad.».

Trainin había madurado como investigador y se había puesto a


desarrollar sus propias ideas, fruto de una experiencia de años. Para
impulsar esas tareas científicas necesitaba un presupuesto que
cubriera las exigencias de sus investigaciones. Indudablemente, un
hombre de ciencia se cotiza en el mercado científico según la utilidad
que le adjudican las fuentes de financiación.

A veces se estimulan proyectos que prometen grandes beneficios,


sin evaluar qué valor científico va a tener el producto final. Y ocurre,
como contrapartida, que investigadores talentosos y muy capaces no
reciben apoyo ni presupuesto por razones que nada tienen que ver
con la ciencia, y mucho, sí, con la tasa de ganancias... Este es un
dato de la realidad: la ciencia pura es un mito...
Natan trajo en sus alforjas proyectos que debía experimentar en el
laboratorio, reflexionar, extraer conclusiones y darles cabida en su
cubículo analítico. Sus próximos años Trainin los consagraría
exclusivamente a esa investigación. La incógnita del timo pestañeaba
en su corteza cerebral transmitiéndole signos de pregunta.
Decididamente, lo apasionaba...

Aún le faltaban elementos pero tenía la certeza de que sus


investigaciones lo llevarían a la comprensión de los enigmas que
planteaban los tumores malignos... No bien llegó a Israel se instaló
con toda la familia en el IW, al principio en el barrio de los técnicos y
luego en las viviendas del instituto. Y de inmediato se puso a
trabajar.

En esa época se reveló una vez más la fuerza moral y la capacidad


de acción de Chela Adler. Antes de viajar a los Estados Unidos Chela
aceptaba con estoicismo la separación de Natan, aunque fue para ella
un trago muy amargo. Su empeño cubrió todas las rendijas de la
relación familiar guardándose las angustias y sobresaltos a fin de
apuntalarlo en sus tareas en la nueva etapa.
«Yo no sentí el paso de una sociedad a la otra –puede señalar hoy
Natan-: no lo viví como un cataclismo porque mi mujer se arremangó
y me dio su pleno apoyo».

70
La familia Trainin, pues, se asentó en la ciudad de los cítricos,
Rehovot, desde 1964. Tres lustros quedaron en el pasado, como una
experiencia que jamás iban a olvidar. Entonces se aprontaron para
las vicisitudes que los esperaban, esta vez en la ciudad, lejos del
kibutz, de los amigos y los compañeros, de aquel tipo de vida que los
había seducido a pesar de la dureza, las dificultades, e incluso
sinsabores. Pero lo habían elegido voluntariamente. Y el kibutz les iba
a faltar. Como una ausencia irrecuperable... como la pérdida de un
buen amigo.

Trainin se dedicó a su trabajo con mucho más ahinco y Chela, que


había traído el título de maestra desde la Argentina, hizo la reválida
especializándose en la educación de niños problemáticos. Con ese
propósito tuvo que estudiar el Antiguo Testamento, lenguaje y
literatura hebreos sin dejar de atender las tareas de la casa,
ocuparse de los hijos con las inquietudes propias de la edad, amén de
todas las fastidiosas “pequeñeces” de la vida urbana: compras,
diligencias, pagos, escuelas, etc.

Una vez finalizados sus estudios, Chela trabajó en una escuela de


educación diferencial. «Entonces –acota- descubrí el “otro” Israel, el
de la discrimínación. Pero me siento orgullosa de mi trabajo: yo
acompañé a un grupo de alumnos desde “Kitá Alef” hasta el fin del
ciclo. Después, esa institución fue cerrada y continué en una escuela
corriente. Es que había cambiado el criterio de la enseñanza y los
niños con problemas de conducta se educaban junto con el resto.
«Nunca hice buenas migas con las maestras israelíes. No me gusta
la actitud discriminatoria que tienen algunas hacia las minorías
étnicas y las expresiones culturales diferentes. Me cuesta aceptar que
hayamos educado una generación tan distinta de los ideales que
permitieron construir este país. No culpo a nadie: también yo me
siento responsable.»
•••
En 1969 nació el último hijo de los Trainin: Ran, el hijo varón, el
“heredero urbano” de Chela y Natan. Las cuatro hermanas, Galia,
Smadar, Ora y Mijal reivindican el que ellas fueron los frutos del ideal
kibutziano de sus padres. Pero recibieron con profunda alegría al
benjamín de los Trainin, el hermano pequeño, esa especie de juguete
tardío que les brindaron sus progenitores. Con un poquitín de celos;
aunque siempre dándole al “principito” ternura y amor...
Las hijas mayores ponderan el papel maternal y carismático de
Chela en todos los avatares y circunstancias que vivió la familia, y
consideran, unánimemente, que las espaldas de la madre no
“sostuvieron al mundo”, como las de Atlas, pero que sí se hicieron
cargo de la nueva situación: la vida en la ciudad sin las ventajas del
kibutz, las relaciones de la familia y entre los hermanos, bajo un
mismo techo... Confrontarse con la selva urbana –que no conocían-,

71
y solventar las ausencias del padre, absorbido por tareas a las que
debía dedicación total.

Todos los hijos coinciden en rescatar la calidez de la madre y su


capacidad para «hacer otras cosas aparte de las responsabilidades
que asumió en el seno de la familia...».
•••
Mijal, que era muy pequeña, y Ran que aún no había nacido,
aportaron sus impresiones y vivencias a posteriori del período “USA”,
que no conocieron.
Mijal, por ejemplo, recuerda las llamadas y consultas de mucha
gente, proveniente de distintos lugares del mundo, y la paciencia y
dedicación del padre para responderles. Menciona el conocimiento de
Natan sobre los más diversos tópicos, ciencia, política, música, arte,
etc., en los que siempre descolló por el manejo de los temas.

Rememora asimismo los viajes anuales que sus padres hicieron en


compañía de una una de las hijas con el marido, cada vez una
distinta. «Éramos dos parejas para todo, y no puedo olvidarme de
cómo mi padre organizaba las salidas, visitas a los museos,
conciertos, hoteles, sus explicaciones tan someras y claras sobre
cada paso que dábamos. Mi padre no sólo era culto sino que daba
pruebas permanentes de sus conocimientos. Mis hermanas y yo
coincidimos en que esas vacaciones con nuestros padres fueron
episodios inolvidables, sobre todo porque percibimos facetas
personales que desconocíamos. ».

Ran, a su vez, hace hincapié en las relaciones de sus padres con la


gente del kibutz Ein Hajoresh, especialmente con las familias Kovner
y Rushka. No olvida esa sensación que despertaban en él las largas
conversaciones de sus padres con los amigos; o cómo contemplaban
la que fue la “tajaná Trainin” y el campo de cítricos en el que trabajó
Chela; o los pájaros extraños que abundaban en el lugar; y los
recuerdos de espacios y canteros, de cada recoveco; o como llamó la
atención de sus padres una amapola silvestre flameando solitaria...

«Compartir con mi padre las noches de partidos de basketball de


Macabi Tel Aviv -acota Ran- era algo increíble: su exaltación, la
angustia y enojo cuando las cosas no iban, y la alegría por los
triunfos... no puedo olvidarlo: fue algo fuera de lo común... sobre
todo para mí.».

Las tres hermanas mayores protagonizaron su infancia y la


pubertad en los años del kibutz, en especial en Ein Hajoresh, y los
dos hermanos menores fueron los contemporáneos del Instituto
Weizmann: allí vivieron, crecieron y se educaron.

72
Los cinco hijos estaban convencidos de que Natan iba a recibir el
Premio Nobel. Y cuando no sucedió, la certeza se trocó en desilusión.
Juzgan que fue una injusticia, cuyas razones nada tenían que ver con
la importancia de su trabajo científico... El premio formal no llegó,
alegan. Duele, sí. «Sobre todo porque no se trataba de un “Oscar” o
el “Emmy”».
Pero la tarea está cumplida, piensan. Están seguros que el
reconocimiento no es tan importante como la obra... Porque la obra
está allí, es una realidad .

Han transcurrido años desde entonces... Las hijos de Natan y Chela


recuerdan su niñez y adolescencia con mucha nitidez y afecto. Y
además, se sienten muy orgullosos de la calidad humana de sus
padres. Esto los gratifica como seres humanos mucho más que cien
premios Nobel...

73
18 •

En ese período –fines del 50 y comienzos del 60- se trabajaba en


un reciente descubrimiento: la función del aparato linfático, de los
linfocitos, de las células blancas en la inducción y el control del
proceso del cáncer.
En realidad, según Natan, hasta ese momento no se sabía nada de
la relación del aparato linfático y el sistema inmunológico. «La
inmunidad es la fuerza existente dentro del sistema orgánico que le
permite al individuo oponerse a la inducción de un proceso. La
inmunidad puede ser favorable, o desfavorable.».

El tema empezó a desarrollarse en esos años, y es válido poseer


nociones sobre el tema... La sangre es un tejido semi líquido, que se
comporta como cualquier otro tejido. Los glóbulos rojos transportan
oxígeno, alimentos y otras sustancias hacia los tejidos, y productos
de deshecho hasta los órganos encargados de su eliminación. Los
glóbulos rojos son producidos por la médula ósea como asimismo los
glóbulos blancos.

«Tenemos entre un 20 y 40 por ciento de linfocitos del total de


glóbulos blancos. En la sangre producen los anticuerpos que son
específicos en contra de una determinada sustancia y se multiplican
en contacto con el antígeno (sustancia extraña) al que neutralizan.».
Se descubrió asimismo que cuando se hacían injertos los linfocitos
producían anticuerpos porque reconocían el injerto como una
sustancia extraña. Fue la época en que comenzaron a hacerse
injertos de distintos tipos. Y hubo que superar ese obstáculo,
aprender cómo “engañar” a los linfocitos. Pero primero había que
entender ese proceso...
«Cuando yo llegué a EEUU en 1962 –relata Natan- fue cuando se
empezó a descubrir que los linfocitos no eran homogéneos, que había
varios tipos: los B, que provenían de la médula ósea, y los T, del
timo; mejor dicho, se producían en la médula pero pasaban por el
timo, se transformaban y eran responsables de la histocompatibilidad
o histoincompatibilidad. Para saber si un tejido iba a ser aceptado o
no en un injerto, podía experimentarse previamente a través de estos
linfocitos.».

El australiano Barnett presentó su idea del control de la respuesta


inmunológica en la inducción del cáncer. «El tumor es el resultado de
la transformación de una célula normal en una célula tumoral. Esta
célula tiene una caracteristica, ritmo rápido de división, con vida más
larga, capacidad de infiltrarse en tejidos extraños. Un cáncer
comienza en el hígado y se extiende a otros órganos.

«Otra característica es la metástasis, que es la reproducción de un


tumor en órganos distintos de aquel en que se presentó incialmente,
74
y que desplazándose a través de la sangre o de la linfa, es capaz de
producir un tumor en un lugar distinto del cuerpo. La célula tumoral
ha experimentado cambios en la estructura de su membrana y de sus
ácidos, ha adquirido nuevas propiedades antigénicas y debería ser
destruida por los linfocitos.»

Según Barnett el cáncer es una falla en el sistema inmunitario que


le ha permitido a una célula extraña, no descubierta a tiempo -como
un “extraño indeseable”-, establecerse en el organismo sin haber sido
destruida.
A Trainin lo sedujo la idea de que el timo podía ser un órgano
relacionado íntimamente a ese proceso de descubrimiento de la célula
tumoral. ¿Cuál fue la razón de esa “seducción”...?

«El timo tiene características biológicas muy particulares: cuando


nace un individuo, el timo es un órgano muy pequeño –de 2 a 3 cm.
de diámetro total-. Ubicado sobre el corazón, entre los dos pulmones,
del tamaño de una moneda. Visto a través del microscopio se
asemeja a un ganglio linfático, aunque no lo es. Comienza a crecer y
cuando el niño llega a la pubertad el timo alcanza un diámetro de 8 a
10 cm.»
Al entrar en la pubertad el timo comienza a atrofiarse, y ese es uno
de los períodos, justamente, en que aparecen los tumores.
«Por lo general los tumores son frecuentes en la primera infancia y
la vejez –explica Natan-, cuando la funcion inmunológica es
inmadura, o cuando esta función comienza a decaer, es decir, existe
una correlación epidemiológica y estadística entre la incidencia del
cáncer y la capacidad inmunológica del organismo que, está
demostrado, decae con los años. Ello implica una caída vertical en la
vigilancia inmunológica para descubrir las células tumorales que
pueda haber en el organismo.

«Barnett llegó a la conclusión de que existe el “inmuno control”, y


que éste es el regulador de la relación existente entre la incidencia
del cáncer y la edad. Es una hipótesis muy interesante y atractiva,
que no tiene una corroboración absoluta... Otros investigadores
también hallaron esa correlación, pero de allí no debe concluirse que
se trata de “todo o nada”... Existen modelos en los cuales la inmuno
competencia y la posibilidad del desarrollo de los tumores no es un
hecho tan claro. En biología no hay nada absoluto...».

En los párrafos que siguen se exponen algunas de las


especulaciones científicas que ocuparon la mente de Trainin durante
ese período de su vida. Ellas influyeron decisivamente en su futuro de
investigador... Práctica, especulación, conocimiento, resultados,
éxitos, fracasos, avances, progreso, estancamiento, retroceso: la
espiral que siempre recorre el investigador, enfrentado a una
ecuación algebraica en la que hay una mutación contínua de la
75
incógnita... como una compleja partida de ajedrez en la que uno de
los dos contendientes debe ver mucho más lejos: es el duelo entre el
investigador y la enfermedad, en la que el primero busca darle jaque
mate a su fatídico rival...

La pregunta surgió sola: ¿adónde lo llevaría esta inquietud?: «Yo


comencé a estudiar la cuestión de cómo trabaja el timo. Me llamó la
atención eso de que el timo era un órgano que crecía y luego
involucionaba, se transformaba en un tejido fibroso, decaía (decíamos
en broma que “es el único órgano que se atrofia, fuera del cerebro de
los políticos”). Pero esto debe aceptarse como una broma...

«El timo actúa a través de la producción de alguna hormona.


Existen investigaciones que sugieren que el timo produce una
hormona, dado que aparecen células en el seno de lo que se llama la
médula del timo. Esas células, que parecen productoras de
hormonas, aparecen solamente en el timo.

«Me hice entonces la siguiente composición de lugar: el timo es


una glándula de secreción interna, productora de una hormona
generadora de una sustancia que se vuelca dentro de la corriente
sanguínea y que actúa sobre el aparato circulatorio, en el mismo
organismo donde está esa glándula.
«No tiene sentido entrar a detallar todos los experimentos que se
realizaron durante años en muchos laboratorios –explica Trainin-, o
por intermedio de otros investigadores que comprobaron que
inyectando el extracto de timo, podía rehacerse, efectivamente, la
capacidad inmunológica de los animales sin glándula del timo.
Nosotros pensamos que vistas las experiencias, se podría recomponer
la capacidad inmunológica y evitar el daño que conllevaba su
ausencia, mediante algún extracto que había que lograr.
«Esa fue la primera meta: obtener cantidades de extracto de
diversos animales, hasta que finalmente llegamos al timo de ternera
de menos de un año e investigamos la capacidad de reparar el daño
inmunológico provocado por la falta del timo.»

El hallazgo que Natan desarrolló más tarde en el IW, comenzó en


USA, porque los experimentos realizados allí en animales
demostraron la importancia del timo como factor inmunológico de
primera magnitud. Trainin resumió sus ideas y las investigaciones
que lo llevaron a elaborar sus primeras conclusiones científicas,
seguro de que era menester librar una guerra sin concesiones contra
el cáncer.

Ya en su época de neurocirujano dedujo que luchar contra el


cáncer debía dirigirse a descubrir las causas que generan esa
irrupción y multiplicación desenfrenada de las células tumorales

76
desatando el caos en todo el sistema inmunológico de las personas
afectadas.
Trainin comprendió que para salvar la vida humana afectada por
esa enfermedad maligna sólo había un medio eficaz: descubrir las
causas que la provocan y dominarla antes de complicarse en su
mismo caos. A esa investigación dedicó Natan Trainin la mayor parte
de su existencia.

«Para ser capaz de estudiar el problema de los tumores, que es lo


que he hecho toda mi vida, tuve un hilo conductor que comenzó
desde mi infancia, en la que ya me veía haciendo un trabajo de
investigación. Esa fue la primera fase... La segunda fase, cuando
trabajé en neurocirugía y luego la abandoné porque pensé que había
otra opción. Y la tercera, cuando luego de haber trabajado años como
médico de frontera y agricultor pude finalmente dedicarme a la
investigación.».

Ningún contratiempo pudo detenerlo. No dejó de lado ninguna


exigencia de los tiempos. Cumplió con todas las obligaciones y metas
que se impuso. O la que las circunstancias le fueron imponiendo...
Con la ética y la resposabilidad que le serían características. Con la
nobleza de una persona que sabía cuál era su misión, que quería
materializarla mediante su fuerza de voluntad pero sin abandonar,
por ello, los desafíos circunstanciales que salieron a su encuentro.

Recibir la oportunidad fue un sueño porfiado que jamás lo


abandonaría. Esa tenacidad, esa vigilia permanente tuvo, a la postre,
su concreción: la investigación en el Instituto Weizmann.
Natan quiere resumir, pues, los caminos intrincados que debió
recorrer... Es lo que expone en las próximas páginas...

77
19 •

Para Trainin era un problema de angustia, no de profesión de fe: lo


angustiaba la enfermedad misma por el escaso conocimiento que se
tenía de ella y porque no había posibilidades de atajarla. «Yo
entendía que la investigación era la única forma posible. Solía decir
que el problema del cáncer no se iba a resolver al lado de la cama del
enfermo, sino en el laboratorio. Mi trabajo en el laboratorio fue una
búsqueda racional, una tarea que me impuse a mí mismo.

«Estaba desarmado... debía hacer muchos estudios previos para


ponerme a la par de otra gente que estaba mejor capacitada que yo,
pero que carecía de esa motivación que tanto me animaba, privados
de ese deseo y esa inspiración para curar el cáncer, para hallar una
solución.

«Comprendí que el método científico consiste en tener una meta


definida: hacer los experimentos, que pueden durar un día, un mes, o
años. Y si se halla la respuesta se debe seguir en sucesivas etapas. Y
así indefinidamente. Cuando yo estaba ocupado con la teoría de
Barnett, tenía mis propias ideas al respecto y estaba muy
entusiasmado... Iba al laboratorio cantando y otras veces me iba
desesperado porque las cosas no andaban.». Natan dice muy a
menudo que la situación del investigador es como la lucha de Jacob
con el ángel de la muerte: una lucha que uno lleva a cabo
solitariamente y en la que debe empeñar todas sus fuerzas.

«En el acto de la creación uno está solo, no hay equipos: el equipo


son las herramientas que el científico necesita para llevar a cabo su
idea... Así sucede con la creación del investigador. Llega un momento
único, o una sucesión de momentos en los que se llega, o no se llega
jamás, a conquistar eso que tanto se anhela, esto es, entender y
aprehender la esencia de un mecanismo que lo llevará a la solución
de un problema, tal como cuando la diferencia de temperatura en un
solo grado o una décima provoca un cambio, genera el paso del
estado sólido al líquido.

«He tenido muchos momentos de desilusión, en los que me sentí


exhausto, vacío, desesperado, angustiado, porque cobré consciencia
de que el camino que tomé era errado... Comprendí que debía volver
atrás y tomar otro sendero... Recuerdo períodos en los cuales estaba
dispuesto a abandonar la investigación...

«Me viene a la memoria una conversación mantenida con


Berenblum en la cual le expuse mis ideas. Yo estaba lleno de
entusiasmo y él trataba de apaciguarme. Estaba trabajando en mis
propias conclusiones; en las etapas de recapitulación yo iba a

78
contarle la marcha de mis investigaciones: había cosas que
Berenblum aceptaba, y otras no.
«Pienso que era lógico, porque yo ya estaba en otra línea, otras
cumbres o abismos, o lo que fuere: tenía mi propio camino...
Berenblum me dijo: “El entusiasmo no sirve para nada, el
investigador debe ser un hombre frío, calculador, separado de toda
emoción..”.
«A mí eso no me convenció... Luego, en conversaciones con otros
científicos tan capacitados como Berenblum encontré una disposición
semejante... Pero también hallé científicos que, como yo, eran
entusiastas y trabajaban poseídos por el júbilo creativo...
«Había días en que volvía a mi casa feliz, sintiéndome en la
cúspide de una montaña. Quería mencionarlo, porque creo que esos
estados de ánimo forman parte integrante de la creación.».
Trainin afirma que fue legítimo que hubieran puntos de vista o
sentimientos encontrados. Se refiere a aquellas disidencias que tuvo
con Berenblum, que hoy tiene 95 años, pero pondera su importante
contribución a la investigación del cáncer. Luego prosigue:
«Hay otra cosa que debo mencionar como parte de mis
experiencias, que puede ser muy útil para los jóvenes... Recuerdo
que en una oportunidad me sentía muy deprimido debido a varias
razones: falta de resultados, la distancia que había entre el lugar de
trabajo y el kibutz, y cómo ordenaba mis cosas.

«Fui verlo a Amos de Shalit: él era el director de todo el Instituto.


Amos de Shalit era una personalidad fuera de lo común, un genio que
a los 28 años estuvo cerca de obtener el premio Nobel debido a sus
extraordinarias ideas en el campo de la física... El fue quien
estableció la investigación de la ciencia física en el IW, con mucha
repercusión en el ámbito mundial.

«Amos se retiró de la investigación a los 34 años... decía que ya


era un “anciano”. Él era de la idea que los físicos debían madurar
rápidamente, con ideas muy geniales:
“Los físicos hacen sus grandes descubrimientos entre los 20 y los 30
años”, decía. Luego se convirtió en director del IW. Dedicó su vida a
la educación científica, a formar núcleos de jóvenes que supieran
investigar.

«De Shalit dejó huellas muy profundas en la historia de la ciencia


de este país. Yo lo consideraba una persona muy seria y digna de
confianza... Por eso me dirigí a él y le dije: “Amos, tengo un
problema muy serio: yo soy médico, no investigador, he trabajado
con enfermos, no estoy suficientemente preparado para las ciencias,
estoy tratando de formarme (eran los primeros años en el IW. –
A.B.Sh.-)... y no sé si sirvo para ser científico”.

79
«Él me preguntó qué fue lo que me llevó a la investigación: yo le
respondí que el deseo de curar una enfermedad. “Eso vale más que
todo lo que hayas estudiado en la universidad”, me aseguró.

«Cuento esta anécdota, porque me parece el pensamiento singular


de un científico de verdad, como era Amos, formado en la mejor
escuela de física del mundo, la misma en la que había estudiado
Albert Enstein. Fuimos muy amigos. Lamentablemente, Amos murió a
causa de una desgraciada enfermedad a los 40 años.».

80
20 •

En la seducción que ejerció sobre Natan el estudio de la anatomía


estaban ya las simientes que lo llevarían a la investigación... Es
totalmente cierto que hay científicos preparados en los mejores
institutos del mundo cuyas investigaciones obtienen resultados
magros o mediocres. Trainin está convencido que una de las razones
poderosas que explican esa falta de resultados es la carencia de
motivación del investigador: «La motivación es un factor poderoso;
es lo que hace que las luces en el laboratorio no se apaguen antes de
la medianoche.».

Es indudable que la capacidad de trabajo, la inversión de horas y


horas en la quietud y la soledad del laboratorio son importantes, mas
no son suficientes. La motivación, esa fuerza interior que puede
“mover montañas” y que ayuda a superar los fracasos o los
momentos de desilusión requiere, asimismo, otro factor, que se tiene,
o no; que no se aprende en ninguna universidad: la inspiración...

Es esa fracción de tiempo en la que, como un vendaval, irrumpe


impetuosa, alumbrando la mente del científico, y le susurra, en una
especie de simulacro coloquial y onírico: “Sí, mi amigo... estás en el
buen camino... has dado el paso adelante... has llegado... ¡Eureka!
Ya puedes sentirte dichoso, porque has trabajado muy duro, has
transpirado, te has desanimado, pero tenías la llama, hijo: sin ella
hubieras fracasado...”.
•••

Con respecto a la función inmunológica del timo, Trainin no fue el


único en trabajar e investigar el papel de esa pequeña glándula
alojada detrás del esternón. Pero él investigó con visión y
profundidad los cambios y mutaciones, positivos y negativos,
desencadenados por la presencia o ausencia del timo, por su atrofia o
extracción, y su reposición e injerto en el tejido de animales. Es este,
tal vez, uno de sus más importantes logros. Por eso desea referirse a
ciertos pormenores.

Trainin cuenta que su equipo estuvo entre los primeros que


hablaron en forma seria sobre la “hormona del timo”. Ya en 1900 se
mencionaba tangencialmente una posible hormona del timo, pero
Natan publicó por primera vez un trabajo sobre el THF (factor
humoral del timo). No se atrevió a llamarla “hormona”, pues ésta es
una molécula con sus funciones claramente definidas...

«Teníamos sólo indicios sobre el tema –afirma Natan-: comencé a


interesarme seriamente por el tema en EEUU pero mi tarea principal
la desarrollé aquí, en el IW. En realidad, la mayor parte de mi trabajo
de investigación fue demostrar la existencia de una hormona tímica.

81
Me dediqué con mucho ahinco porque demostrarlo –supuse- era
como tener la llave que permitiría convertir a un aparato
inmunológico incompetente o débil en su contrario, vale decir, en un
aparato inmunológico fuerte y competente mediante el cual se podría
evitar la producción de un tumor.».

Pruebas al canto... Natan jamás haría afirmaciones corriendo el


albur de ser un improvisador o un charlatán. Él comprobó que cuando
le extirpaban el timo a un animal de laboratorio, éste decaía y moría.
Pero si le reimplantaban el timo el animal se recuperaba: «Esto no
probaba la existencia de una hormona –comenta Natan-, seguía
siendo una suposición... Conseguí fondos del Instituto Nacional de la
Salud de EEUU: y eso fue difícil porque debía competir con científicos
de todo el universo».
Natan estaba muy bien considerado y aunque no fue fácil, obtuvo
los fondos para encarar y proseguir la investigación.
Comenzó a desarrollarse la idea de obtener un extracto del timo
para cotejar sus resultados, esto es, verificar si inyectando de alguna
manera ese extracto se obtenía el mismo efecto de reparación que
cuando se implantaba el timo; comprobar si realmente se podía
recompensar las deficiencias inmunológicas... «Esto parecía muy
sencillo, pero nos llevó 15 años de trabajo.», asegura Natan.

«Cuando comenzamos a desarrollar la hormona del timo la


teníamos concentrada pero sin identificar. Se trataba de una fórmula
inasible: debíamos emplear enormes cantidades de material para
poder llegar a un producto más concentrado. Fue una tarea fatigante,
un auténtico desafío. Llegamos a utilizar cinco toneladas de timo para
lograr aislar la estructura química de la hormona. Una vez aislada,
podríamos encarar la tarea de sintetizarla. Y eso fue lo que hicimos
aunque nos consumió años de trabajo muy duros.

«Pero yo deseo referirme a otras experiencias, cuyas


consecuencias han sido muy negativas... Hubo empresas que llevaron
al mercado extractos de timo impuros obtenidos con otros métodos,
contaminados por moléculas incontrolables no deslindadas del factor
activo, capaces de provocar daños, y, lo que es peor, perjuicios
irreparables al prestigio del timo.».

Esas empresas, algunas europeas, produjeron extracto de timo


poco elaborado, bastante crudo, y lo vendieron obteniendo generosas
ganancias. Hicieron valer el hecho de que el producto era muy
importante para reconstituir la capacidad de la respuesta
inmunológica de los animales y los seres humanos, usándolo en el
tratamiento de enfermedades virales.

82
Esta actitud se respaldó con la propaganda que efectuaron en el
mercado terapéutico mundial sobre las bondades del producto como
eficaz antivirósico. Presentaron ponencias en congresos y encuentros
médicos, organizados y financiados por las mismas empresas con los
grandes beneficios que habían obtenido, difundiendo la presunta
validez de esos medicamentos. Esto ocurrió en la década del
setenta...
Actitudes irresponsables de ese tipo generan la desconfianza y el
rechazo de las instituciones científicas más serias, que son las que
deciden el destino, el éxito o el fracaso de una investigación.

83
21 •

Uno de los científicos que trabajaron con Natan Trainin en el


proyecto fue el profesor doctor Igal Burstein. El profesor Burstein -y
la doctora en biología Marit Pecht- colaboraron estrechamente en el
proyecto y vivieron todas sus alternativas. Era importante recabar las
opiniones de Burstein porque su participación en el proceso fue
formidable y Natan la apreció en sus justos términos. Su relato es
metódico y descubre interesantes pormenores de esa década tan
apasionante en la que llevaron adelante, paralelamente, la
investigación y la experimentación clínica...

Burstein se enteró de las investigaciones sobre la glándula del timo


alrededor del año 1976, cuando el proyecto estaba en su segunda
etapa. Comenzó a involucrarse paulatinamente: Trainin y Burstein
tenían prácticas distintas, se habían especializado en materias que
aparentemente no tenían ninguna relación. La especialidad de Natan
eran sus investigaciones sobre el cáncer, la especialidad de Igal
Burstein era la química orgánica.
«Es posible que en una ciudad más grande –acota Burstein- no nos
hubiéramos conocido. Pero éramos vecinos y nuestros hijos jugaban
juntos, así que primeramente nos conocimos en forma personal. Lo
que yo había oído sobre Natan es que mantenía la puerta de su
laboratorio siempre abierta.

«Después, cuando empecé a trabajar con él, me dí cuenta lo que


eso significaba: en medio de las reuniones entraba gente a
consultarlo, como si él fuera su médico personal. No golpeaban:
entraban directamente sin tomar en cuenta si estaba participando de
una reunión, o si había otras personas en la habitacion. Sin un
mínimo de consideración, diría yo. Por eso las reuniones se alargaban
hasta cualquier hora. Al principio me resultaba molesto, pero después
comprendí que así era Natan Trainin...».

Cuando Burstein se incorporó al proyecto THF, el material era ya


conocido y aceptado. Mucha gente había trabajado en él,
principalmente en el aspecto biológico y clínico, algo muy distinto a la
especialidad profesional del profesor Burstein.

«Para Natan lo más importante era el aspecto clínico. Usar el


producto y poder ayudar: esa era la meta. Pienso que no le
interesaba tanto la estructura de la materia porque no había casi
nada de material.
«En esa época no existían muchos remedios antivirales, y eso le
daba más importancia al empleo de lo que había en existencia para
tratar enfermos cuyas defensas naturales estaban afectadas, o tenían
varios tipos de infecciones. Como el THF se inyectaba en cantidades
proporcionales al peso, se lo utilizaba especialmente en niños.»
84
Para averiguar la estructura molecular eran necesarias inversiones
de capital y cantidades increíbles de material que no poseían. En
cierta manera, Natan consideraba un despilfarro quitarle a los
enfermos ese poquito de material y dedicarlo a la investigación.

«Las discusiones sobre la cantidad de THF que yo tenía que recibir


fueron tremendas: me daban, pero si había un caso urgente me
llamaban a cualquier hora de la noche para que lo devolviera. Él
trataba de convencerme de que fuera al hospital a conversar con los
médicos a fin de apreciar la importancia que tenía el THF como factor
terapéutico. A los médicos no les interesaba mi investigación...
«Ellos usaban el material crudo, que servía a sus fines, y el resto
no era de su incumbencia. La inyección era muy dolorosa porque el
THF estaba en una solución salina: yo pedí que me permitieran
disminuir la cantidad de sal para que fuera menos dolorosa. La
médica que usaba el THF era la profesora Rina Zaizov, quien estuvo
de acuerdo. Lo desalinizamos exitosamente...».

Para la profesora Zaizov esto era suficiente. Pero Burstein decidió


seguir adelante. Entonces descubrió que la materia activa era solo la
sexta parte de la cantidad que suponían. Se dio cuenta, pues, que él
no podría descubrir la estructura molecular de una materia de la cual
poseía cantidades ínfimas. Hay que recordar que en esos años no
habia elementos y sistemas de trabajo tan desarrollados como los
que existen actualmente. Tal vez ahora sí podría haber trabajado con
esas cantidades, pero ya es irrelevante escribir sobre el tema...

«Para ser mas explícito –se explaya Burstein-, la cantidad con la


que contábamos no hubiera sido suficiente... ¡Se necesitaba cien mil
veces más! En ese época ya nos apoyaba una empresa americana
que tenia un representante en el país, químico inorgánico de la vieja
escuela, muy inteligente. El nos dijo: “O se prepara mil veces más
material o es imposible trabajar.”.
«Necesitábamos media tonelada de timo de ternera de menos de
un año, porque con la edad el timo involuciona, y en el pais no había
esa cantidad. Debíamos importarlo, pues, y traer a nuestro
laboratorio varias toneladas, lo cual era posible sólo desde los
mataderos de Chicago.».
Pero por otra parte, ellos no podían absorber en el laboratorio del
Instituto Weizmann esa colosal cantidad de carne... Una disyuntiva
complicada e inextricable.

«Nos dirigimos a una empresa kibutziana que contaba con un


laboratorio dispuesto a trabajar, paso a paso, de acuerdo a nuestra
metodología. La gente parecía bastante seria: el director del
laboratorio era una persona muy conocida en el ejército, y el resto
del personal impresionaba como responsable y competente.
85
«Todo parecía andar a las mil maravillas hasta que decidimos
visitar el lugar: entonces comprobamos que el material había sido
tratado con deficiencias... el producto que habíamos recibido era
absolutamente inapropiado... A causa de esta anomalía
desperdiciamos unos seis meses.

«Erróneamente, supusimos que estábamos en Suiza, y que todos


los israelíes eran honestos cien por cien.... Con celeridad nos dimos
cuenta de nuestra ingenuidad... Naturalmente, los reproches de los
inversores cayeron sobre nosotros.».

Desilusionados, le entregaron el proyecto a otra empresa, cerca del


IW. Las cosas comenzaron a andar mejor. De cada tonelada de timo
de ternera se obtenían... ¡5 microgramos de material puro! El reto
científico seguía inamovible. Natan Trainin no iba a claudicar.
Tampoco Igal Burstein

Llegamos a un acuerdo con Natan –cuenta Burstein-: cada vez que


se obtuviera un material más depurado se harían sobre él todos los
analisis biológicos y luego se lo probaría clínicamente. Obtuvimos
ocho etapas de material cada vez más depurado. El material número
ocho, compuesto por seis elementos distintos, fue analizado y
verificado uno por uno para comprobar y asegurarnos cuál de los seis
era el elemento activo puro.»
Esto fue en el año 1985, vale decir, diez años después de que
Burstein se asoció al proyecto. Era un grupo bastante grande el que
se ocupaba de las tareas, alrededor de diez personas. Parte del
trabajo era muy rutinario, consistente en comprobaciones que debían
repetirse. Pero la gente era muy seria: Trainin y Burstein confiaban
ciegamente en ella.
Los técnicos estaban dispuestos a trabajar horas y horas en un
trabajo tedioso, acotan los dos. Los costos en sueldos, materiales,
instrumentos, etc., eran tremendos. Eso no era un laboratorio: era
una colmena. El paso del laboratorio a la producción no fue una
simple multiplicación. Era mucho más arduo y complejo...

En definitiva, se encontró la esencia del material –recuerda


Burstein-, se inyectó y comprobó en el laboratorio en muchos
animales. Este proyecto pasó luego a otra empresa, y a otra, y así
sucesivamente, cuatro veces. Generalmente, los investigadores de las
empresas de medicamentos no desean recibir proyectos de otra
fuente, porque compiten por el mismo presupuesto con sus propias
investigaciones. Eso hizo que nos abrumaran pidiendo informes,
llamándonos a tediosas reuniones, o viniendo a inspeccionar con
fastidiosa frecuencia, de modo que cada tres meses, por una u otra
razón, debíamos dedicarles horas preciosas.

86
Todo esto ocurrió porque la empresa del IW que se encargaba de
comercializar los proyectos se apresuró a venderlo dado que
necesitaba dinero. (Natan cuenta que una gran empresa alemana
propuso, en los estadios previos, crear una empresa ficticia en
Lichtenstein, para evitar el boicot árabe.). Natan no aceptó ocultar la
identidad israelí, por lo cual las negociaciones con ese laboratorio
terminaron bruscamente.
•••
«Durante los últimos años –acota Burstein- fuimos testigos y
víctimas al mismo tiempo de un proceso alarmante que viene
ocurriendo en la industria farmacéutica: la fusión de empresas. En
nuestro caso el proceso coincidió repetidas veces. Cuando la última
empresa obtuvo el permiso para desarrollar el medicamento, fue por
cuarta vez, nuestras manos quedaron maniatadas.

Mientras la empresa siguiera haciendo los experimentos


apropiados, los demiurgos del proyecto no podrían inmiscuirse en sus
decisiones. Natan presionaba para que se verificase el medicamento
en los enfermos cuyas defensas estaban afectadas por radiación
ionizante, o quimioterapia, basándose en la experiencias anteriores,
pero los laboratorios tenían medicamentos propios para el cáncer y
no estaban dispuestos a nuevas inversiones de alto costo para
desarrollar otra droga en ese ámbito.

«Ellos prefirieron ocuparse de enfermedades virales y


fundamentalmente SIDA. Nosotros, de acuerdo a los experimentos
que se hicieron en enfermos de SIDA, no veíamos en éstos
posibilidades adecuadas, dado que cuando se les aplicaba ya se había
desencadenado la enfermedad y las posibilidades de cura eran
mínimas puesto que las defensas estaban entonces muy mermadas.

«Aún así hubo algunos pocos casos en Francia en que los médicos
informaron que habían tenido éxito. Creo que también se hicieron
experimentos clínicos en Rusia a muy bajos costos, para ahorrar,
pero no teníamos control sobre ellos. No sabemos si los experimentos
continuaron, cesaron, o qué... Naturalmente, todo esto se refiere al
empleo de la hormona sintética que conseguimos producir en los
años 1986/87.»

Es importante señalar que el permiso con el que contaban Natan y


su equipo de colaboradores para utilizar clínicamente la hormona
había caducado: el que tenían era únicamente para material
biológico. Tuvieron que pasar una vez más todos los estamentos de la
burocracia antes de recibir una nueva autorización. Finalmente la
otorgaron, porque ya no había más material biológico. No se permitió
usar clínicamente el material en Israel, sino que la licencia pasó
directamente a manos del laboratorio. Un auténtico delirio
burocrático, al mejor estilo “kafkiano”...

87
En EE.UU. transcurrieron más de dos años hasta que la hormona
fue autorizada por las autoridades para ser ensayada clínicamente.
Una de las razones por las que la empresa eligió el SIDA, fue porque
sabían que para esa enfermedad iban a recibir el permiso más
rápidamente.

«Hace cosa de medio año (julio de 1998) recibimos una llamada


telefónica del Hospital Belinson... ciertos médicos querían el
medicamento para una criatura que no respondía a ningún
tratamiento. Nosotros no pudimos sumistrarle la droga y la nena
falleció. Eso duele mucho...

«Aunque recibiéramos de nuevo la patente no es mucho lo que


podríamos hacer, ya que se trata de una patente de 1985: ya hay
otros productos en el mercado. Ahora tendríamos que empezar todo
de nuevo y eso es una empresa muy difícil.».

En la actualidad hay empresas de alto riesgo o “start-up”, que


desarrollan un producto y después tratan de venderlo. No pagan nada
hasta que no llegan a la etapa de comercialización. La empresa del
IW no quería esperar y, además, la única firma de ese tipo existente
en ese momento estaba ubicada en San Francisco. La proposición de
“start up” no prosperó...
•••
Hasta marzo de 1998 no estuvo en claro que el proyecto se había
estancado. Cuando la empresa europea que tenía los derechos se
fusionó con otra norteamericana que quince años atrás lo había
desechado, ya no quedaron dudas sobre cuál sería su destino . En
definitiva, el proyecto se prolongó demasiado y esas demoras son
fatales para un producto de este tipo. A las empresas les interesa lo
que contribuye al balance de sus beneficios y no lo que ayuda al ser
humano. Además, no hay que olvidar que a lo largo de los años se
fueron desarrollando otros medicamentos.

«Es cierto que nuestro medicamento procede del organismo


humano, no es una materia extraña que podría traer otras
consecuencias, generalmente desconocidas. Ignorábamos que
podiamos patentar el uso del producto mucho antes de conocer su
estructura, y no esperar a patentar la estructura, cosa que llevó
bastante tiempo descubrir. Si lo hubiéramos hecho -coinciden Natan y
Burstein- hoy podríamos tener nuestro producto en el mercado
mundial.».

Es la hora, quizá, de hacer un resumen, una especie de balance


sobre el paso fundamental en la carrera del profesor Natan Trainin y
sus más estrechos colaboradores... Desde el punto de vista científico,
han demostrado todas las premisas que se habían propuesto: no sólo

88
aislaron la hormona del timo sino que la sintetizaron químicamente
(lo que le llevó al profesor Burstein ocho años de trabajo). En este
punto Natan desea hacer una breve acotación...

«Sé que la investigación que hemos realizado –sostiene- posee un


enorme valor; el hecho de que en este momento esté paralizada no
es importante... Estoy convencido que es un legado que dejo a las
futuras generaciones y tengo la absoluta convicción de que va a ser
retomada en otra etapa...».

Fiel a su carácter, a la serenidad de espíritu con que analiza los


hechos, Natan Trainin irradia una vez más optimismo, y tiene la
seguridad de que su trabajo científico, sus descubrimientos, son un
aporte efectivo en la lucha contra el cáncer, en beneficio de la
criatura humana. No adopta la pose arrogante de una persona
despechada, sino la imagen serena de un hombre humilde cuya
grandeza no necesita de “Public Relations”...

89
22 •

No buscó gloria ni méritos “per se”. Aceptó un reto de la ciencia


convencido de que podía aportar. Sin jactancias. El resultado, los
logros, eran para Natan Trainin lo fundamental. La meta, el desafío
que la justificaba. Por eso resulta muy interesante describir su estilo
de trabajo. En una oportunidad publicó en una importante revista
científica inglesa, “Revista de Fisiología”, un artículo dedicado al
mecanismo hormonal del timo, sobre el que se sabía muy poco.

«Busqué todas las referencias acerca de la existencia de algún


factor endógeno en el timo. Llegué a compilar 320 referencias – esta
tarea me llevó un año -, tomadas de distintas bibliotecas. Estudiando
estos problemas y referencias descubrí cosas extraordinarias... Ya
antes de 1910 hubo investigaciones que habían demostrado, en
condiciones muy precarias, que el timo está poblado por células que
no tienen su origen en él. Se referían a células “nómades” que
llegaban al timo procedentes de la circulación sanguínea.». Vale
decir, que cada órgano poseía sus células específicas pero el timo no:
las células que poblaban el timo procedían de otros órganos.

«Hoy se sabe que estas células provienen de la médula ósea y se


establecen en el timo dado que hallan una atmósfera especial; se
trata de células de tipo endocrino, o sea glandular. Un científico belga
me envió una cantidad de sus trabajos de investigación, efectuados
en los años treinta, sobre la siguiente idea: tomaba células del timo
y las ponía sobre un papel de filtro, lo enrrollaba como un pequeño
canuto y lo implantaba en un animal. Si había un factor humoral en el
timo, éste debería pasar rápidamente por el papel de filtro, no así las
células...

«Años después –prosigue Natan- fui a dar una conferencia a


Bélgica y tuve la oportunidad de conocer a ese científico, Charles
Gregoire, descartado por sus colegas tendenciosamente. Aislado de la
comunidad científica, para poder subsistir trabajaba en Bruselas como
electromicroscopista.

«Como es de suponer, decidí visitarlo... La esposa de Gregoire vino


a recogerme de la estación de Bruselas –lo recuerdo como si fuera
ayer- en un auto Citroën blanco; los tres fuimos a cenar y entonces él
me narró la tragedia de su vida.
«Se había recibido de biólogo en la universidad pero debido al
estilo autoritario imperante en la vida universitaria belga, su maestro,
el profesor Dustin, le prohibió ocuparse del timo. Estaba maravillado
por lo que yo había logrado con mis investigaciones. Era un
matrimonio sin hijos y sentí una tremenda angustia por la frustración
de ese hombre... Comprendí que para ser investigador es menester,

90
también, ser agraciado en la vida con una pizca de suerte. Tal vez lo
que digo es muy simplista, pero es verdad...»

La imagen de Natan Trainin es la de un hombre de ciencia


entregado a su tarea silenciosa, no la de un rumboso Henry Ford.
Consagrado a la investigación, ajeno al divismo, su “imperio” abarcó
la modesta oficina en el Instituto Weizmann, y un laboratorio en el
que se abroquelaron la buena voluntad, el compañerismo de la gente,
y una solidaridad cálida, que fue convirtiéndose en una herramienta
de trabajo más.
Esas relaciones personales tan poco convencionales, las
condiciones en que trabajaban donde el lujo y la vanidad se daban
de narices, permitieron a Trainin y su fiel grupo de colaboradores,
desde los más encumbrados hasta los más modestos, encarar esa
labor cotidiana, a veces gris y monótona, a veces impresionante y
exitosa, como una especie de apostolado hecho con cariño y
voluntad, sin imposiciones rígidas ni decálogos elitistas...

Hay algo más que caracterizó a Natan: la relación con sus


discípulos y colaboradores. Una relación que iba mucho más allá de
los fríos y estrictos límites del profesor frente a su alumno:
«Uno adopta una responsabilidad muy grande cuando toma a un
alumno: porque primero tiene que llevarlo de la mano, y luego
dejarlo solo. Es muy importante que en este diálogo y convivencia
entre estudiante y maestro, se establezcan nexos que le permitan a
uno transmitirle todo lo que tiene adentro y ayudarlo a que encuentre
la independencia científica.

«Tuve por discípulo a un estudiante francés, Claude Carnot, muy


ocupado también en la actividad política. Trabajó conmigo durante
dos años y lo acompañaba una sensación de fracaso en su fase
experimentalista. Yo le dije que la experimentación debía corroborar
la verdad de la teoría... A él las cosas no le salieron bien. Se sentía
frustrado y un día, así de pronto, me anunció que se volvía a París.
«Tuve con él una conversación muy profunda en mi cuarto, y le
dije: “Claude, tú regresas a París cuando yo diga que has fracasado...
mientras crea en tí, seguirás trabajando a mi lado”. Dos años más
tarde Claude Carnot terminó su doctorado en una forma excelente.
Hoy tiene un puesto en un importante laboratorio de Francia.».

Otros dos discípulos de Natan Trainin, los profesores Varda Roter y


Dov Tzipori han relatado sus experiencias personales, la relación que
han tenido con Natan durante su paso por el IW, el entorno de
trabajo, su vínculo con la gente, vivencias que, lo afirman ambos, son
inolvidables.* Es la versión de sus alumnos, sus impresiones,
guardadas en el arcón de la memoria.
•••

91
Una conocida locución latina dice: «Los honores cambian las
costumbres» (Honores mutat mores). Generalmente, se emplea para
indicar que los encumbrados cambian de amigos y de hábitos. Esto
ha sido cierto a lo largo de la historia. Y mucho más aún en el predio
de esta civilización indiferente, en la que los sentimientos se hacinan
en las salas de los museos de antigüedades, y los beneficios se
atesoran en las cajas blindadas de los bancos, o en las arcas de las
multinacionales o en sórdidos recovecos en los que medran las
poderosas mafias, sin sensibilidad ni compasión por nada ni por
nadie.
La pregunta es: ¿puede haber algún ingenuo que siempre esté
dispuesto a dar, aportar, contribuir?... ¿que no cambie de amigos y
de costumbres? ... ¿a pesar de los “honores”?... Natan Trainin (“De te
fabula narratur”) rechaza las loas, no escucha jamás “los cantos de
sirena” interesados; siempre ha vivido dentro de una escala de
valores que puso los bienes espirituales, la moral y la ética, por
encima de cualquier otro interés superfluo...

* En el apéndice de Testimonios el lector podrá disfrutar con esas pequeñas


anécdotas y episodios vividos en el curso de la relación profunda, siempre humana
y cálida, entre Natan Trainin y sus dos discípulos.

92
23 •

Las relaciones sociales con los círculos científicos fueron para Natan
siempre exigüas. «Yo vivía las esenciales... Pero siempre quise algo
más, algo que me permitiera contribuir... Tuve la inmensa suerte de
que Berenblum era el presidente de la Asociación Israelí de la Lucha
contra el Cáncer.» Luego de un año de estar radicado en Rehovot, su
jefe le pidió que colaborase en la Asociación. Trainin aceptó y se
dispuso a estudiar el problema.

Al cabo de un par de años Natan llegó a la conclusión que uno de


los temas que más preocupaban en Israel era el cáncer de mama de
las mujeres. Según algunos estudios, el cáncer de pecho, en todo el
mundo, era más alto entre las mujeres judías, entre las “ashkenaziot”
particularmente.
En ese tiempo el trabajo se hacía en pequeños dispensarios
atendidos ad-honorem por médicos. Trainin comprendió que esa
tarea, hecha de un modo esporádico, sin la revisación masiva de
mujeres, carecía de relevancia .

Tiempo después presentó un proyecto: abrir dispensarios que


fueran parte orgánica de los hospitales y en los cuales las mujeres
serían examinadas gratuitamente empleando un sistema más
eficiente, abriendo un registro de chequeo, lo cual transformaría la
revisación en algo sistemático, no librado al azar sino un sistema que
pusiera bajo control a la mayor parte de la población femenina de
Israel proclive a enfermarse de cáncer, vale decir, a todas las
mujeres mayores de 45 años.

Con el tiempo se descubrió la posibilidad de efectuar una


radiografía “blanda” del pecho: la mamografía, examinando los senos
con mayor profundidad y el aporte de exámenes clínicos
complementarios. El proyecto de Trainin fue aprobado y actualmente
se examinan cien mil mujeres por año.

«Actué en la Asociación durante más de un cuarto de siglo,


intervine en numerosos paneles internacionales, es decir, cubrí ese
aspecto de la lucha internacional contra el cáncer. Yo pienso que el
cáncer es una enfermedad social... La tuberculosis, por ejemplo, ha
descendido en forma notable en aquellos países que han combatido la
pobreza, porque esa enfermedad va asociada a las condiciones de
vida más precarias, la insuficiente alimentación. Y en gran medida,
ocurre algo similar con el cáncer.»

En la India se mastica una nuez –betel- que tiene una tradición de


generaciones. Se mastica con hojas de tabaco y calcio, para darle
una dureza adecuada, y se deja en la boca durante la noche. Ese

93
gusto calma el hambre, como la coca para los bolivianos. «Mientras la
gente no coma pan o una tarta de arroz –dice Natan-, esa costumbre
va a seguir matándola. El desenlace es que se produce el cáncer de la
mucosa bucal con consecuencias tremendas, deformaciones y muerte
del individuo. Este es el cáncer más común que existe en la India»..

Natan nos proporciona otros ejemplos: «Hoy sabemos que el


cáncer de estómago en Japón se produce por la ingestión de pescado
crudo. Además, comen los alimentos muy salados, lo que genera
lesiones de la mucosa gástrica, y esa lesión permite la penetración de
un virus o materiales químicos del pescado que son inductores del
cáncer. Por eso afirmo que en muchos casos el cáncer es una
enfermedad social.».

El cáncer de cuello de útero es extraordinariamente frecuente en


determinados sectores sociales, debido a la promiscuidad de la mujer
(los “multicónyugues”). Hoy se cree que ese cáncer se produce por
un virus que se va transmitiendo por la promiscuidad (como el SIDA):
el virus se instala allí y genera papilomas, produce cambios en un
proceso de años, latente, pero es estimulado por los contactos
sexuales promiscuos.

A Natan le pareció muy importante elevar el estándar de la


medicina y de la investigación. Con ese fin participó con frecuencia de
eventos internacionales con miras a alentar fundamentalmente los
estudios e investigaciones científicas en América latina.

«Cuando iba a dar conferencias (y dí centenares) siempre, pero


siempre, incluso estando presentes autoridades, exponía mi criterio y
jamás me callaba: “Ustedes construyeron –les decía- un estadio que
cuesta 100 millones de dólares, como el estadio Centenario de
Montevideo, y sin embargo, teniendo a estos jóvenes tan idóneos que
quieren dedicarse a la investigación, ustedes son incapaces de
instalar un laboratorio, no los apoyan ni estimulan, y ellos deben
emigrar para poder hallar un trabajo honorable...”.

«Eso se lo dije a muchos presidentes de América latina, y ellos me


replicaban que Israel es un país rico y los latinoamericanos son
pobres.». Natan acota que, naturalmente se trata de pretextos,
porque las riquezas están mal distribuidas y orientadas hacia otro tipo
de inversiones e intereses.
•••
Natan Trainin participó en la Unión Internacional Contra el Cáncer
(UICC), una institución decididamente apolítica, independiente del
establishment, vale decir autónoma. Fue creada hace algunas
décadas agrupando todos los problemas y aspectos relacionados con
el cáncer, a saber: epidemiología, etiología, la cura, el tratamiento, la
educación en el nivel cientítico y general, la lucha contra el cáncer en

94
la forma establecida, es decir, los métodos del tratamiento y la
formación de los médicos.

Natan concurrió a todos los congresos, efectuados cada cuatro


años desde 1962, excepto al realizado en la Argentina en 1978.
Siempre fue para él una alegría poder visitar a su país de nacimiento.
Pese a eso, tuvo dudas sobre su participación en el Congreso Mundial
del Cáncer, de cuyo Comité Internacional de Organización formaba
parte, así como del panel... fue cuando recibió la nota del doctor
Polak sugiriéndole que no debía concurrir...

Natan se angustió al enterarse que en la Argentina pudieron


cometerse semejantes crímenes durante la “guerra sucia”, y que los
militares fueron capaces de ultrajar y provocar la muerte y la
desaparición de miles de personas. La violencia había alcanzado su
paroxismo y la vida se fue convirtiendo en un valor despreciable. Fue
a partir de aquella época que se generalizaría el concepto de “gatillo
fácil”. Resulta difícil hacer comparaciones puesto que la Argentina
anterior al “proceso” no encajaba en el molde de país ocupado, y su
población no estaba sometida a los dictados de una fuerza de
ocupación... Fue una época brutal que dejaría sus huellas hasta
nuestros días.

Desde entonces, cuando Natan visitaba al país miraba a la gente en


el subterráneo (el metro), en la calle, y se preguntaba: «¿Qué habrán
hecho estos tipos durante la guerra sucia?» Lo angustiaba por dentro
lo mismo que cuando iba a Alemania (a la que no viajó durante
muchos años). Cuando veía a gente de cierta edad los miraba con
desconfianza. Son, por lo visto, episodios que una personalidad
sensible no puede juzgar con indiferencia.
•••

El último evento en el que participó Natan Trainin fue el de Nueva


Delhi, en 1994.
«En la UICC fui miembro del Consejo –cuenta-, dí numerosas
conferencias, fuí también consejero especialista de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) durante varios años. Por último, quiero
referirle una última “hazaña” mía: desde 1985 hasta 1990 representé
a MAPAM en el Consejo municipal de Rehovot... así que los
ciudadanos de esa ciudad tienen a quien culpar de los baches que
todavía siguen causando estragos en los neumáticos de los autos que
circulan por la ciudad», dice con su fina ironía.

Trainin formó parte del consejo editor de numerosas revistas


científicas. Siempre ha tratado de prodigar su actividad en múltiples
aspectos... Jamás le pareció que lo que hacía era suficiente. «Creo
que Deodoro Roca dijo que “El universitario puro es una
mostruosidad”. He conocido a gente que ha estado en las antípodas

95
de mi posición... Yo sentí un profundo rechazo hacia ella. Podía
admitirlo como una actitud personal de ciertos individuos, pero no
podía comulgar con eso.
«Pienso que es algo fundamental para el hombre hacer algo por el
prójimo. También Chela, mi esposa, se dedica al trabajo social como
voluntaria, hace cosas por la gente necesitada.».

96
24 •

Natan Trainin ha sido, de siempre, un hombre inquieto por la


suerte del mundo y preocupado por el destino del género humano.
Desde muy joven participó en las luchas políticas de las décadas del
30 y el 40, en los turbulentos tiempos de la Argentina preperonista,
la guerra civil en España y la Segunda Guerra Mundial desatada por
la locura hitlerista.

Como una constante, su visión social y filosófica se enhebró con la


suerte del pueblo judío. Es que en todos los grandes acontecimientos
del siglo XX, el protagonismo de los más esclarecidos hijos del
judaísmo, en la ciencia, la política, la literatura, la filosofía, las artes,
los eventos revolucionarios, y la creación de un Estado propio, tuvo
perfiles de grandeza y martirio...
•••
Natan siente necesidad de exponer opiniones elaboradas sobre el
Estado de Israel, su presente y su futuro, sobre el mundo, que ya va
bordeando el comienzo de una nueva centuria impredecible, llena de
incógnitas, temores y peligros...

Mientras hay quienes dicen que la presencia del Estado judío es el


fin de un ensueño, Natan piensa que las plegarias del pueblo disperso
y perseguido durante 2000 años, y la actividad incansable de
hombres como Teodoro Herzl, que desplegaron la potencia del
sionismo político, trajo como consecuencia predecible e inevitable la
creación del Estado de Israel que, sin lugar a dudas, salvó la vida de
millares de judíos destinados a la muerte.

«La pregunta que se hacen los historiadores –asegura Natan-, es si


el Estado Judío cumplió su papel de hogar nacional para los
perseguidos. Además, y esto es lo más conflictivo, hay que
preguntarse, después de 50 años de Estado, por qué Israel ha llegado
a ser un país más, no tan diferente de otros, con un gran potencial
para alcanzar logros económicos y tecnológicos propios del primer
mundo... Por qué Israel es una de las naciones “afortunadas” del
mundo occidental.».

Natan considera que Israel y su pueblo han pasado por bruscos


altibajos: «En nuestro comportamiento desde la creación del Estado
hemos ascendido a cimas y hemos descendido a terribles abismos
pero, como sostenía Martin Buber, “finalmente vamos a llegar...”.
Tengo la esperanza que nuestros nietos han de salvar al pueblo judío.
Ellos van a solventar los errores de sus padres.
«Uno de los valores más grandes que se ha perdido en este país es
la voluntad de hierro que tuvo la generación anterior a la creación del
Estado. Esa fue una generación de idealistas y soñadores que desecó
pantanos, construyó escuelas, creó industrias, fundó universidades,

97
hizo de este desierto un vergel, un país civilizado, dio un ejemplo y se
transformó en modelo.»...
Con enormes sacrificios... Con “sangre, sudor y lágrimas”, según
una afortunada expresión de Winston Churchill.

Mas después de la batalla, de la gesta y el sacrificio, llegan , por lo


visto, los tiempos del “reposo del guerrero”, del usufructo, escalar
posiciones, disfrutar de los bienes obtenidos, dormirse sobre los
laureles, conformarse con la rutina... O, como lo sintetiza Natan:
«Guardar en la mochila del sionismo todos los sueños y las
esperanzas para las que fue creado este país.».
No obstante, Natan es un optimista impenitente. Veamos sino:
«Tengo fe en la renovación del camino hacia la cúspide. Siempre hay
gérmenes, dentro del pesimismo y la desilusión, que permitirán
avanzar hacia una sociedad mejor: en todos los órdenes. También en
el sionismo, que no ha desaparecido ni tiene que desaparecer...
«Ignoro cuánto va a llevar, pero no se debe perder ni como
esperanza ni como meta. Nos quejamos del israelí “mejoar”(feo,
desagradable, en hebreo), que viaja al exterior, ensucia, engaña,
roba y deja una impresión lamentable.
«Pienso que eso forma parte de la carga que cada uno lleva en su
alma debido a las contradicciones internas del individuo. Sin
embargo, estoy convencido que este país, a pesar de todo, tiene
porvenir, y esos ejemplos serán excepciones y no el modelo del
israelí del siglo XXI. El haber salvado la vida de tanta gente le asigna
a Israel una justificación histórica... pero no es suficiente...

«Ninguno de los imperios de la antigüedad pudo retomar el camino


de la grandeza espiritual y material de sus antepasados. Si nos
vamos a atrever a hacer la autocrítica, a reconocer los errores y las
desviaciones cometidas en el camino, algún día, seguramente,
podremos encontrar la forma de salvar nuestro espíritu y corregir
nuestros actos...
«La que fue Palestina pertenece tanto a los árabes como a los
judíos. La experiencia demostró que no hemos podido crear un
Estado binacional, por lo tanto, que haya dos Estados conviviendo
como vecinos geográficos, que dejen de lado el odio y el fuego, que
acaben la violencia y las muertes, como se acabó el “muro de
Berlín”. Este tiene que ser un proceso natural y lógico que deseen las
dos partes, producto de la convivencia, el tiempo y la lucidez de los
líderes políticos...».

Natan no teme entrar en un terreno ríspido y sembrado de factores


políticos y religiosos explosivos... «Creo que es posible dar un
ejemplo al mundo, creando una confederación de dos países o incluso
tres países, incorporando a Jordania junto al Estado palestino e

98
Israel. Y Jerusalén debe tener su representación árabe, no hacer de la
“Jerusalén judía” una bandera única y exclusiva, a cualquier precio.».
•••
Natan también desea exponer sus puntos de vista sobre la religión
y el laicismo:
«Quienes construyeron este país –sostiene- eran en su abrumadora
mayoría laicos. Los religiosos levantaron cabeza en este país cuando
lo fundamental ya estaba encaminado. Los rabinos progresistas que
estaban de acuerdo con la colonización de “Eretz Israel” fueron una
excepción: la mayoría eran antisionistas o a-sionistas... Sostenían
que la tierra de Israel le iba a ser otorgada al pueblo judío por un
acto mesiánico, no por la lucha.».

Indudablemente, la cuestión religiosa ocupa un espacio dominante


en el pensamiento y la consciencia judía de Trainin. Humanista,
sionista socialista, hombre tolerante y abierto a todas las ideas y
credos, encara el papel de la religión en el presente y el futuro de
Israel como una realidad que hay que comprender y asumir.

«No me olvido –explica- que durante las 150 generaciones que


vivió nuestro pueblo en la diáspora, lo que le permitió sobrevir, el
nexo que lo mantuvo como pueblo a pesar de las persecuciones, los
pogroms, las matanzas y las calamidades que sufrió, fue la religión,
aunque yo lo considero como un vínculo de tradición y moral. Por lo
menos un 25 % de los judíos que viven en Israel consideran a la
religión un elemento esencial. Son valores y derechos que poseen
todos los pueblos de la tierra. Para mí la religión manifiesta una
forma de vivir, pensar y amar privada, individual, propia de cada ser.
Pero rechazo la religión como partido político y entiendo que el culto
es un asunto individual entre el creyente y Dios.».

Por supuesto, Natan rechaza toda intromisión del clero judío en la


vida, las costumbres y las normas de la población laica, aunque
lamentablemente desde el ministerio del Interior se han fijado
normas irritantes y arbitrarias que contrarían el carácter laico de
nuestro Estado.
En los últimos años se han producido una serie de avances
antidemocráticos en la conducta de algunos sectores religiosos
fundamentalistas, que aprovechan la hipocresía de los políticos, los
intereses de cortas miras y el oportunismo que puede llegar a ser
nocivo y muy peligroso para el porvenir del Estado de Israel.

Natan asegura que no le molesta ver a los religiosos hacer su vida


de acuerdo a sus hábitos, pero rechaza las ingerencias en las
costumbres y los hábitos de las familias laicas, pretendiendo imponer
normas de vida ajenas al libre albedrío de los no creyentes.La
agresión al poder judicial, la pretensión de vivir al margen de las
normas democráticas, por encima de las leyes, generan un

99
permanente estado de “casus belli” que puede desembocar en un
irreparable conflicto dentro del pueblo... El respeto moral que Trainin
consagra a la religión no lo obnubila ni le hace perder de vista los
riesgos que amenazan a la sociedad israelí.
•••
El mundo tecnológico, las sucesivas revoluciones técnicas y los
flamantes descubrimientos científicos inducen a Natan a reflexionar
sobre los cambios: cambios en la conducta de las personas, en la vida
y en las probabilidades de fenómenos de distinta índole, cambios de
la influencia del factor casualidad en acontecimientos trágicos de todo
tipo...
«A medida que la ciencia y la técnica progresan van eliminando la
casualidad como factor de muertes, desgracias, catástrofes... La
mejor comprensión de los orígenes y las causas de los cambios
climáticos o las tormentas evitarán que un huracán pueda causar la
muerte de ocho mil personas, como ocurrió recientemente en
Honduras.

«Muchos problemas se podrán prevenir, pero van a quedar


insolubles numerosas cuestiones. Cuando el príncipe Carlos festejó su
50º onomástico descorchando botellas de champaña, en ese mismo
momento morían en Africa millares de niños debido a la malaria,
desnutrición, SIDA...». Esta es la dramática instantánea de un mundo
contradictorio, cruel e injusto: las madres africanas traen sus hijos al
mundo condenados de antemano al sadismo de la “civilización”,
mientras las mujeres privilegiadas de la realeza podrán parir muñecos
que serán mimados ociosos hasta sus últimos días...
«Yo quisiera que el factor casualidad, irritante y arbitrario –dice
Natan-, fuese erradicado de la sociedad. Todos los seres humanos
tienen el mismo derecho a una vida decente. Darles la oportunidad es
lo primero... Cuando veo a una criatura pidiendo limosna, pienso
angustiado: “¿Cómo es que Dios permite semejante injusticia? ¿Por
qué sucede una cosa así?”...».
Niños pidiendo limosna, o que trabajan doce horas en lugar de
aprender a leer, o criaturas que sostienen una herramienta en lugar
de un juguete, son episodios de orden común que angustian y
cuestionan a esta civilización que ha globalizado la tragedia de
millones de menores: «¿Es que Dios está en algún sitio, o fuera de
todos los sitios?»... escribió Voltaire en el siglo XVIII. Una vez más
aparece el mensaje, la preocupación por los problemas que forman
parte del mundo contemporáneo.

100
25 •

A modo de síntesis...

Episodios de la historia moderna del Estado de Israel y


acontecimientos del último medio siglo, le sirven a Natan Trainin,
protagonista y testigo de muchos de ellos, para recrear juicios y
conclusiones y elaborar una especie de filosofía de la experiencia, un
resumen, una visión retrospectiva de hechos que quisieron
justificarse, que han dejado secuelas en la memoria colectiva.
«Viví momentos que me han dejado una huella inolvidable...». En
1956, cuando comenzó la guerra del Sinai, Natan se hallaba en el
frente sirio. Allí no ocurría nada especial, no había señales de las
luchas.

«¿Sabe qué cosas me impresionaron a mí? Terminados los


combates fui con un grupo de oficiales a visitar la zona donde se
desarrolló la guerra. Y allí fui testigo de cosas que me afectaron
profundamente. En primer lugar, tuve ocasión de ver con mis propios
ojos la pobreza, la miseria y las condiciones malsanas en las que vivía
la población. Antes de poder observarlo en la realidad, yo me
consolaba diciéndome: “Y, se lo habrán buscado, corresponde que
vivan de ese modo”.

«Pero tomar contacto con la realidad modifica el punto de vista


general, que se introduce calladamente en la consciencia de cada
uno. Ya había escuchado sobre los actos de pillaje, represión y
venganza efectuados en horas de la noche por nuestros soldados,
imitando a los árabes: incendios, asesinatos, depredaciones...».

«Quiero relatar una anécdota muy ilustrativa de lo que deseo


significar: esa visita que mencioné la hicimos un día de sol,
agradable. Ibamos bien vestidos y habíamos comido con abundancia
cuando entramos en un pequeño pueblito de la Franja de Gaza. Allí ví
a una mujer árabe con un pañuelo blanco sobre la cabeza, que
sostenía a un bebé. Nosotros viajábamos en un camión y la mujer
andaba por la banquina dándonos paso. Un oficial sentado a mi lado
me dijo, sin el menor escrúpulo: “Qué lástima que no tengo la
ametralladora, me gustaría descargarla sobre esa árabe y acabar con
ella.”.
«En ese instante sentí que mi enemigo verdadero era ese oficial y
no la pobre mujer que iba caminando descalza por la vera del
camino... Me sentí identificado con su soledad, su miedo, su
desamparo. Volví a mi casa muy angustiado porque había descubierto
que mis sentimientos estaban del lado de los perseguidos y no con la
conducta de los vencedores, de los cuales yo formaba parte...».

101
En la guerra de los seis días, cuando todos los soldados se habían
movilizado, las calles estaban vacías, los negocios semi cerrados, las
actividades casi paralizadas, Natan andaba por las calles de Israel y
pensaba: «¿Qué es lo que le da valor a todo lo que tenemos a
nuestro alrededor? El hombre, la sociedad, los niños que corren a la
escuela, los hombres que van al trabajo, las madres que llevan a sus
bebés, es decir, vivimos como parte de un todo, no vivimos para
nosotros, limitados dentro de nuestras posibilidades.».
Como corolario, Natan reconoce que se han cometido injusticias,
pero le importan y angustian enormemente las del lado israelí. La
continuidad del estado de guerra, la tensión en las fronteras, la
desarmonía permanente han creado (y esto lo asume Natan con
dolor) un sentimiento de odio profundo y peligroso «...en nuestra
juventud, que va a persistir en las próximas generaciones. No
participé en la lucha armada, no empuñé armas, pude atender a
árabes y judíos por igual.
«En ese sentido estoy en una situación de privilegio, pero los que
ganan o pierden las guerras no son los médicos sino la gente sencilla,
que participa de la lucha, asume una actitud e incluso paga con su
propia vida...
«Por eso es imprescindible terminar las guerras, la rivalidad, el
odio, y llegar cuanto antes a un clima de convivencia. Y sólo a través
de la tolerancia se podrá llegar a negociaciones verdaderas. Siempre
creí que el hombre debe hacer algo más y todo lo que se haga es
parte integrante de uno mismo, es decir, que no es un favor que uno
le hace a los demás. Sin eso uno no vale, es la imagen de un ser
incompleto...».

Natan dejar vagar su mirada hacia una lejanía imperceptible. Y


agrega: «Recuerdo que mi padre me cantaba en “idish” una alegoría
que nunca supe de donde provenía: “Cuando uno nace viene
acompañado por los arcángeles Rafael y Miguel quienes te preguntan
qué virtud o don quieres recibir cuando salgas al mundo... bondad,
sabiduría, inteligencia, belleza, o riquezas...”. Pero mi padre llegó a la
conclusión de que a ninguno le otorgaban lo que es tan esencial para
el ser humano: el amor.

«Entiendo que el amor es lo básico de la filosofía humana, lo que le


permite a una persona sobrevivir a todas las vicisitudes, es decir,
“amar al prójimo como a sí mismo...”. Es la quintaesencia de la razón
por la cual nosotros ponemos empeño en amar a nuestros
semejantes...».
•••

«Yo considero que soy un hombre afortunado, fundamentalmente


hice lo que quise hacer en la ciencia, llevé a cabo gran parte de los
objetivos de mi investigación, y compruebo que hoy existen en varios
lugares semillas sembradas para que el trabajo científico continúe en

102
la dirección adecuada, comprender mejor la interacción de la parte
endocrina con el aparato inmunológico a través del timo, para hacer
frente a una enfermedad tan cruel y fatal como es el cáncer.

«Mis estudiantes me han dicho que yo he dado al mundo un


eslabón, y que otros lo van a retomar y proseguir: así funciona la
ciencia, como una carrera de postas... Sé que otra generación va a
reanudar la tarea y el desafío que ésta implica. Por eso no estoy
amargado... No es mi nombre lo que importa; el trabajo ha sido bien
hecho, los interrogantes se han respondido con claridad y exactitud, y
la verdad surge. No se puede ocultar.».

«A veces me pregunto si hice lo suficiente para dejarle a este


mundo un aporte que ayude a cambiarlo, si cumplí mi promesa de
cuando tenía diez años e hice algo de lo cual mis padres pudieran
enorgullecerse, si además de pasar por este valle de lágrimas y caer
como un fruto maduro, al decir del poeta, hice algo en beneficio del
prójimo.»
•••

Hasta aquí llegamos con los trazos del carácter y la semblanza del
protagonista; los hechos, sus sueños y aspiraciones... Un legado que
“otros van a recoger y proseguir... como ha dicho en el último
encuentro formal, en una tarde desapacible y melancólica bajo un
cielo salpicado de tiznes oscuros. No es una despedida... pero un ciclo
se ha cerrado entre el profesor, o más bien el buen amigo, que ha
narrado partes sustanciales de su vida, y quien las ha escuchado y
convertido en una historia.

El lector ya sabe que este es Natan Trainin, el hombre que


siempre ve la mitad del vaso lleno (para utilizar una popular
expresión israelí). En efecto, los que tienden a ver sólo la mitad del
vaso vacío ven fracasos en donde Natan percibe esperanzas; donde
para algunos hay sólo trabajo ingrato, él ve un desafío, la posibilidad
de una realización humana... Por lo tanto, no queda más que
agregar: ¡Amén y Amén, Natan!! •

103
Testimonios sobre la vida de Natan Trainin

La personalidad de Natan Trainin tiene una connotación específica en los


círculos científicos de Israel y el resto del mundo: es un hombre de ciencia,
un investigador del cáncer que dedicó su vida a la lucha contra esa
enfermedad. Esta es una verdad que nadie discute.
Empero, Natan Trainin es un hombre de varias facetas, y quien haya
llegado a este apéndice de testimonios ya estará enterado que el hombre de
ciencia constituye sólo un fragmento de su personalidad. Porque es,
asimismo, el humanista, el educador, el maestro, el guía, el padre, un
modesto compañero de tareas, el conferencista, el médico (que abandonó la
profesión pero no el juramento hipocrático), y el médico paracaidista, el
hombre solidario, el kibutznik, el padre de familia, el compañero de Chela.
Y el hombre de la amistad... de la amistad profunda, sincera, de “las de
antes”, de los tiempos de la hidalguía en que ser amigo era una de las
cualidades más preciadas de la relación humana; cuando la palabra era de
“honor” y la promesa un desafío a la ética personal...
En las páginas que siguen podremos leer los testimonios de algunas
personas que han compartido con Natan Trainin amistad, experiencias,
momentos, alegrías y aflicciones. Un gran amigo, como David Melul; Vitka
Kovner, la combatiente del ghetto y compañera de Aba (uno de sus
inolvidables amigos, como Vitka misma); compañeros de Ein Hajoresh;
colegas que dieron su aporte para el gran proyecto del THF, como los
profesores Igal Burstein (cuyos recuerdos están incluidos en el texto de las
memorias), y Marit Pecht; discípulos y colegas, como los profesores Varda
Roter y Dov Tzipori; y fieles colaboradoras, como Tania, su secretaria
personal, Silví, Magda. Y los fieles amigos de la unidad de Terapia Intensiva
del Hospital Kaplan de Rehovot, el jefe del departamento, doctor Sergio
Konichevzky, y la jefa de enfermeras, Yael Polishuk.
Además,“Last but not least”, algunos de los amigos argentinos de Chela y
Natan, cordobeses por más señas, como Eneida Amigó a quien Virgilio le dio
el nombre.... Eneida, amiga de Chela desde la adolescencia, y cuyas cartas
aportaron datos y ternura para el boceto humano del Natan joven en la
Córdoba tumultuosa de los años cuarenta. E infaltables, Julio Galer y su
esposa Betty Maltz, otra buena amiga...
La secuencia de los testimonios no tiene ningún significado especial:
hacen al buen orden y la amenidad. Recrearemos la imagen de un Natan no
muy distinto a la semblanza que hemos trazado a lo largo de estas
páginas... tal vez más íntimo y coloquial. Eso lo veremos a través de una
sucesión de pequeños episodios que redescubren la figura del hombre
sencillo, el enemigo jurado de la altanería y la soberbia, sombras
inseparables de los “grandes personajes”.... siempre haciendo gala de su
inveterado buenhumor o la reflexión humanista •

104
Vitka Kovner: psicóloga, amiga del kibutz Ein Hajoresh,
combatiente del ghetto Vilna
¿Es posible transcribir sentimientos y opiniones sobre Natan y los Trainin sin
echar un párrafo sobre quien se dispone a narrarlos? Sería una insolencia que no
nos permitiremos...
Vita Kovner es uno de los símbolos del judaísmo combativo de la época de la
segunda guerra mundial, cuando las huestes de los modernos hunos se extendían
por toda Europa, y con ellos el terror, la persecución y la muerte.
Esa pequeña mujer, de frágil apariencia, compañera de uno de los héroes del
ghetto Vilna, Aba Kovner, luchador, guerrillero, poeta y escritor, lleva la fiebre y el
talento que pueden darle otro futuro al pueblo judío. Ella misma luchadora en el
ghetto y en el bosque, miembro del kibutz Ein Hajoresh y psicóloga activa, es el
ejemplo de que también es posible de otra manera. Y que cada uno lo entienda
como le parezca...

«Aba y Natan eran muy amigos, cada uno el mejor amigo del otro,
aunque ambos tenían otras amistades –así abre su relato Vitka-. Aba
era un hombre bastante apreciado, de conversación fascinante.
Fueron amigos desde el 56: Natan veía en Aba un padre espiritual, su
vasta cultura lo atraía. Nuestras dos familias tenian muy buenas
relaciones, y teníamos una gran amistad también con Rushka
Korchak y su familia. En ese grupo, todos éramos amigos de
todos...».
Natan le confiaba a Aba sus problemas, tanto los del ámbito
personal como los de su trabajo. «Nos veíamos muy a menudo, y
cuando íbamos al Majón Aba se encontraba ahí con los cientificos..
Nosotros pensábamos que la familia Trainin debió dejar el kibutz
desde el mismo momento en que Natan empezó a trabajar en el
Majon: dedicaba muchas horas por día a la investigación y viajaba ida
y vuelta a diario en un cochecito manejado por él.»
«Chela se angustiaba y sufría mucho: ellos no podían seguir
viviendo de esa manera. Siempre ha sido una mujer muy fuerte,
activa y llena de iniciativa, y consagró gran parte de su vida a Natan,
no por falta de ocupación e inquietudes precisamente. El estaba
totalmente ocupado en sus investigaciones y Chela era la que llevaba
la familia adelante. Natan es conciente de ello y siempre se lo ha
agradecido....».
«Natan tuvo épocas en que estaba muy desanimado –asegura-,
Chela lo empujaba y Aba siempre le decía que recibiría el Premio
Nobel. Pero las relaciones con los laboratorios tienen su lado
negativo, y yo creo que sin “contactos”o “ayudas”, solamente gente
muy práctica en el trato con esas grandes empresas puede lograr
ventajas o acuerdos...». Hubo veces que esa lucha por imponer su
visión a los laboratorios lo agotaba, comenta Vitka.

105
«Natan era y es un “mentch”(hombre, en idish): era más que un
médico –asevera -, siempre dispuesto a ayudar. No recuerdo ni una
sola vez que se haya enojado o gritado».
Vitka comenta que en esa época era muy difícil consultar
problemas con un profesional que no fuera el médico formal del
kibutz. Incluso las enfermeras eran omnipotentes, y su palabra u
opinión no se podían poner en tela de juicio. Natan, que era
exactamente lo contrario, siempre tenía sus puertas abiertas para
todo aquel que lo necesitara, despierto para los problemas de los
demás...
«Voy a dar un ejemplo: un compañero del kibutz, vecino nuestro,
sufría de dolores muy fuertes, insoportables. Lo vieron varios
medicos, le hicieron todo tipo de análisis y no le encontraban nada. Al
final, lo mandaron a un siquiatra en Tel Hashomer, considerando
erróneamente que no tenía ningún mal físico. Por casualidad, cuando
estaba esperando que lo atendieran, Natan lo vio y le pregunto qué
estaba haciendo allí. Cuando este hombre le explicó su odisea, Natan
decidió ocuparse de su problema. En efecto, le hizo una serie de
revisaciones y descubrió que tenía un cáncer... ¡Fue increíble! ¿Cómo
se dio cuenta?...».

Esa fue la norma de su vida. Siempre ayudó a los “javerim” del


kibutz, se preocupaba por que cada enfermo fuera atendido por el
mejor médico de esa rama... y no se conformaba con eso: averiguaba
luego cómo iban las cosas, se interesaba hasta el fin.
«Cuando Aba se enfermó, Natan sufrió muchisimo por el hecho de
que no lo podía ayudar en su enfermedad. La vida de Natan era la
medicina y la investigación. Él siempre pensó que tenía la puerta
abierta para descubrir un remedio para el cáncer: por eso dejó la
práctica de la medicina. Es un hombre extraordinario, totalmente
fuera de lo común.» Así es como Vitka Kovner resume,
sucintamente, sus impresiones sobre el antiguo compañero de Ein
Hajoresh que sumó prestigio, amistad auténtica y humanismo •

Elisha Porat: escritor, integrante del kibutz Ein Jajoresh.

«Tenerlo con nosotros fue un gran orgullo»...

«Natan llegó al kibutz cuando yo era bastante joven. De inmediato


nos dimos cuenta que no era un médico corriente, ni se conformaba
con vivir una vida común. Siempre buscaba las raíces de las cosas, el
papel de la ideologia, las perspectivas del kibutz. Eso era algo extraño
en los olim. Vino a nuestro kibutz -decía- porque “habia espacio para
respirar”, a diferencia de otros kibutzim que eran muy sectarios.».
Él no participaba en la estructura cotidiana del kibutz ya que tenía
su ocupación de médico fuera de Ein Hajoresh, y después comenzó a

106
trabajar en el Instituto Weizmann. La impresión de Porat es que a
medida que su carrera de investigador se desarrollaba, la relacion
diaria de Natan con el kibutz se iba debilitando. «Eso era lógico –
afirma Porat- pues casi no tenía tiempo libre. Le era imposible
participar en la vida del kibutz trabajando con la intensidad que lo
hacía en el “Majon”».

Conoció Ein Hajoresh cuando fue médico suplente. No era algo


sencillo en esa época permitirle a un “javer” trabajar afuera, e incluso
¡comprarle un auto! De los comentarios de Porat surge que a los
compañeros del kibutz, sin embargo, ese tratamiento para con Natan
«les resultaba natural».
«Muchas veces miembros del kibutz que tenían problemas de
salud, o relacionados con su salud, se dirigieron a Natan para pedirle
consejo –recuerda Porat-, aún tratándose de temas delicados. Todos
sabían que Natan era una “tumba”, que no iba a entrar en el
chismerío del “klein shtetel” (pueblo pequeño en idish).». Hubo
oportunidades en que Natan se podía pasar toda la noche
conversando de problemas personales, sociales o psicológicos con
compañeros, o con toda una familia: sabían que podían confiar en su
juramento hipocrático... y al mismo tiempo recibir el consejo de un
amigo. Naturalmente, al día siguiente Natan partía hacia su trabajo.
En última instancia, Natan no debe agradecerle al kibutz, piensa
Porat, porque «Ein Hajoresh no hizo más que reconocer el aporte de
la familia Trainin a nuestro enjambre social y colectivo. Esa fue una
idea generalizada entre todos los compañeros...».
«Aunque la vida en el kibutz era muy difícil, su amistad con Aba
Kovner y su grupo le brindó un marco intelectual que le permitió
ampliar los horizontes en temas de arte, filosofía, judaísmo, cosas
que para un hombre de su nivel hubiera sido difícil encontrar en otro
lado», señala.
La amistad con Aba Kovner –cree Porat- era el vínculo más
significativo que tenía Natan (fuera de la familia y el trabajo). A
través de los años, y cuando ya se habían ido del kibutz, Natan
acompañó todo acontecimiento literario relacionado con Aba Kovner,
ya fuere la entrega de un premio, o una reunión cultural en el kibutz.
«Tenerlo con nosotros fue un gran orgullo», concluye Elisha Porat •

La “enfermera” Miriam Comerchero: miembro del kibutz Ein


Hajoresh

«Recuerdo que yo trabajé en el tambo de Ein Hajoresh cuando


volví de mi servicio en Tzhal, en el año 1954, y ví a Natan por
primera vez... Era un médico de familia típico, clásico... Después de
un tiempo colaboré con él, como enfermera del kibutz.» También la

107
“javerá” Comerchero encomia esa relación tan especial que tenía con
la gente:
«Me acuerdo que todas las veces que hacíamos visitas a los
javerim, a las diez llegábamos a la casa de Clara, una de las
compañeras. Ella preparaba un “nescafé” batido, que nos servía con
galletitas caseras. Tomábamos el modesto refrigerio, charlábamos,
Natan bromeaba, no sentíamos que estábamos compartiendo nuestro
tiempo con un “doctor”...».
Comerchero rememora un encuentro que tuvo con Natan cuando
Mimi, una compañera de Ein Hajoresh estaba muy enferma, y con
cuánta dedicación él trataba de ayudarla para evitarle tanto
sufrimiento. Por último, refiere una anécdota ocurrida entre ella y
Natan hace muchísimos años:
«Cuando trabajaba en el “refet” (tambo) un día me clavé una
espina en el dedo... Fui a verlo a Natan: la espina no se veía y Natan
me daba pomadas. Me dolía mucho; volví a verlo: él seguía dándome
pomadas y me mandaba a trabajar... a mí me pareció que no me
creía. Un día apareció la espina en la superficie: él me abrió el dedo y
la sacó. Yo me di cuenta que se sintió angustiado por no creerme y
haberme mandado a trabajar con la espina en el dedo... No sabía qué
hacer para “compensarme”. Este es un ejemplo de cómo era Natan:
lo apreciábamos por su sencillez como médico, y en medida
superlativa como ser humano.» •

Asher Jazan: integrante de Ein Hajoresh y compañero de


Natan en “Tzahal”

«Con Natan Trainin estuvimos juntos en una unidad de


paracaidistas. Por ser médico tenía el grado de oficial. En 1957,
Natan ya era para nosotros “veterano”. Hicimos juntos el curso de
paracaidistas y recuerdo su fuerza de voluntad, su humor: todos le
teníamos un gran afecto. Pero deseo contar algo que demuestra cuál
era la conducta de este hombre fuera de lo común: un día de mucho
viento, inapropiado, y a pesar de la edad de Natan, nos tiramos
juntos desde un avión de los antiguos... Los dos nos golpeamos
fuertemente la espalda... pero salimos con vida», ironiza hoy Asher
Jazan.
Jazan trabajó junto con Chela en la plantación y el cuidado de los
cítricos de Ein Hajoresh. Las tareas eran muy pesadas, pero ella era
un ejemplo -asegura Jazan- para todos los que trabajaban en el
“pardés”. Y Asher narra una anécdota muy “trainiana”...:
«Cuando me liberé del ejército estaba muy enfermo, no podía
tragar ni hablar: tenía la garganta cerrada. El médico que había en el
kibutz se negaba a darme antibióticos: me aconsejaba comer
tostadas, “que ellas me van a arrastrar la flema”, decía.... Pasaron
varios días y yo no mejoraba. La enfermera principal decidió llamarlo

108
a Natan. El me revisó y resolvió que había que internarme
inmediatamente porque tenia un abceso en la garganta y corría
peligro de asfixiarme. ¡Y me recetó antibiótico!».
Entonces ocurrió algo inusitado: El médico del kibutz y Natan se
cruzaron en la puerta de la clínica, y Asher se sintió como el demonio
por el momento desagradable que había pasado Natan, porque al
médico le molestó, por supuesto, que hubiera intervenido. «Era un
viernes, el sábado a la mañana me abrieron el abceso en el hospital
y al día siguiente ya estaba bien... A los Trainin no se los olvida.
Siempre he conservado mi cariño hacia ellos.» •

Sergio Konichezky: Gran amigo de la familia Trainin,


médico, y uruguayo “de raza”...
A veces se lo ve introvertido. No es de mucho hablar. Pero cuando lo hace,
conviene prestar atención porque no desperdicia palabras. La amistad del doctor
Sergio Konichezky (“Koni”), director del servicio de Terapia Intensiva del Hospital
Kaplan de Rehovot, con la familia Trainin, se remonta a fines de la década del
ochenta. Es una amistad que está al margen de los tratados de urbanidad y
cortesía, en la que los sentimientos avasallan la relación tan peculiar entre Chela y
Natan Trainin, y Sergio y Yana Korman... una relación profunda, devota,
definitivamente humana.
“Los amigos se cotizan en las buenas y en las malas...” dice el tango. Sergio y
Yana podrían haber sido los inspiradores de esa frase...

Sergio comienza su relato con una afirmación sencilla: «Recuerdo


cómo conocí a Natan pero no exactamente cuándo... Fue a través del
trabajo voluntario de Chela Trainin en el hospital, cosa que merece
un párrafo aparte. Pero mi amistad con Natan proviene de esa
relación con Chela. Al principio sólo sabía que Natan estaba
embarcado en un gran proyecto en el IW, y yo sentía que estábamos
en dos niveles distintos... Él era un profesor del Weizmann, muy
reputado en las esferas científicas. Pero nuestro conocimiento se fue
profundizando cuando yo entendí que el THF podía ser útil para tratar
algunos tipos de enfermos de los que nosotros atendíamos. Esa fue la
primera vez que tuvimos oportunidad de acercarnos más a fondo»

Cuando comenzó esa especie de colaboración entre Natan y Sergio,


se sabía bastante menos sobre el mecanismo de la inmunología.
Intuitivamente, Sergio pensó que el descubrimiento de Natan tendría
influencia sobre un aspecto de la inmunidad, los linfocitos.
«Hoy se sabe que los linfocitos actúan en todos los procesos
inmunológicos, pero en aquella época se pensaba que su función
principal consistía en la inmunidad celular, vale decir, los linfocitos
atacaban células o elementos extraños al organismo. Esto estaba en
contradicción con lo que se llamaría la inmunidad humoral.
Actualmente se conoce mucho más a fondo la función de los

109
leucocitos, que en realidad actúan en todos los procesos
inmunológicos.».

“Koni”, como lo llaman sus compañeros y el personal del Kaplan,


entendió que la sustancia que era fruto de las investigaciones de
Natan podría ayudar a pacientes internados en Terapia Intensiva
afectados por “sepsis”, que es uno de los peligros de muerte más
serios entre esos enfermos. La sepsis, o septicemia, es una
enfermedad infecciosa muy grave provocada por el paso de diferentes
gérmenes patógenos a la sangre, y su multiplicación en ella
Sergio, entonces, le propuso a Natan efectuar una serie de
estudios, comprobando en uno de éstos que la droga producía un
cambio en el tipo de linfocitos que circulaban en la sangre.Es decir, la
droga reforzaba la capacidad inmunológica de esos linfocitos llamados
“helpers” (ayudantes).

«Escribimos un trabajo sobre los resultados de la experiencia, que


incluso un médico de nuestro Departamento presentó en un congreso
efectuado en Alemania –nos cuenta Koni-. Natan estuvo muy
contento y nosotros pudimos comprar para nuestra sección una
fotocopiadora. Es lamentable que tiempo después debiéramos cesar
nuestras experiencias porque los laboratorios que compraron los
derechos sobre la droga eran los que fijaban los usos y los ensayos
que debían hacerse con ella».

Sergio sigue creyendo en la bondad de la droga para tratar la


septicemia y piensa que es una gran lástima que por factores que no
hacen directamente a la ciencia se hayan detenido los estudios que
estaban efectuándose en Terapia Intensiva del Kaplan.
«Natan no pudo impedir el dominio de esas empresas
farmacéuticas y sus consecuencias, y eso ocurrió poco antes del
momento en que debía retirase del IW. Por otro lado, existía un
problema financiero... la empresa comercializadora del IW decidió
transferir sus derechos y era muy poco lo que podía lograrse con la
intervención de Natan... Esta es una realidad del mundo
contemporáneo.».

«A medida que pasó el tiempo fuí viendo otras facetas de la


personalidad de Natan, fuera del campo científico, en el aspecto
humano, y eso fue muy importante para mí. Descubrí a Natan como
padre, como esposo, como parte de una familia muy grande, como
persona equilibrada que siempre sabía ubicarse. Para mí siempre fue
un motivo de admiración ya que soy una persona más explosiva e
impulsiva...».

Muchas veces Sergio recurrió a Natan en momentos de crisis de su


Departamento. Por ejemplo, en una oportunidad un médico que
“Koni” apreciaba mucho decidió irse del hospital a raíz de un conflicto

110
que tuvo con la dirección. Acudió a Natan que habló con las instancias
apropiadas. Eso posibilitó que dicho médico, tiempo más tarde,
retornara al hospital.

«Nuestros vinculos se estrecharon, nuestras familias se


relacionaron y mi contacto con él se fue convirtiendo en una especie
de relación filial. Cuando Natan dejó el IW y tuvo tiempo libre yo le
propuse que viniera a ayudarme en mi trabajo, aportando su
moderación y equilibrio a la unidad de Terapia Intensiva. Ahí descubrí
un nuevo aspecto de su personalidad: su humildad, su disposición a
ayudar en cualquier tarea por sencilla que fuera, poniendo de
manifiesto que siempre se puede aportar desde el lugar en que uno
se encuentra, sin alharacas, sin pedir recompensas. Natan me
demostró su grandeza cuando aceptó venir todos los días a realizar
tareas pequeñas o rutinarias, sin recordarnos que era el profesor de
renombre mundial, el responsable de un proyecto en el IW, una
persona que tuvo contacto con presidentes y científicos de todo el
mundo...»

«Lo que más me impresionó de Natan fue su coraje para venir a


este país en el año 49 y visitar a los pacientes montado a caballo,
como ciertos personajes de novelas románticas. El mismo coraje que
lo llevó a continuar con la investigación del timo a través de los años
y a pesar de los obstáculos. Hace poco leí en la revista Scientific
American un artículo sobre la hepatitis C, en el que dicen que usan
con éxito el THF, aunque no mencionan a Natan. Así, pues, no está
todo dicho sobre el THF. Creo que Natan hizo su descubrimiento
demasiado pronto; recién ahora es posible que se le encuentre el uso
adecuado.»

Chela es la que completa esta historia, “pequeña por fuera e


inmensa por dentro”... «Se presentó como voluntaria de esta Unidad
casi desde el comienzo de nuestra existencia. Apareció un día, y yo
tenía que entrevistarla para calibrar en qué podría ayudar. Como
ocurre con muchas cosas importantes, al principio hubo
complicaciones: yo la cité a las 12 del mediodía pero aparecí una hora
más tarde y la tuve esperando.»

Su idea era encontrar una persona que recolectara fondos para la


Unidad, alguien que tuviera vinculaciones. Chela se negó
rotundamente a ocuparse de donaciones. De todos modos la aceptó
porque le cayó bien, y tuvo la idea de darle otras tareas, sobre todo
en el ámbito administrativo. En ese entonces ni siquiera tenían una
computadora, y había mucho trabajo en el archivo y clasificación de
artículos de referencia que se pudieran consultar ante alguna duda en
los tratamientos.
«Todavía hoy se conserva el trabajo que hizo Chela, aunque hoy
todo está registrado en la computadora. De todas maneras, y sin
111
quererlo, Chela fue la que nos conectó con uno de los grandes
contribuyentes a la únidad de Terapia Intensiva del Kaplan. Un día se
apareció con una pequeña licuadora, otro día con una computadora y
así de seguido, incluída una red de computadoras ¡y este mismo
edificio! Nos peleamos mucho, tanto como nos queremos...A través
de Chela conocí a Natan. Últimamente Chela hizo un archivo
computerizado de dignósticos. Solo una persona con la constancia y
la terquedad de Chela pudo hacer ese inmenso trabajo que era difícil
aún para un médico, más para un lego. Ella fue y es nuestra “alma
mater”». •

Yael Polishuk: Jefa de Enfermeras de la Unidad de Terapia


Intensiva del Kaplan

«Conocí a Natan a través de Chela, ambos fueron siempre para mí


un ejemplo de personas íntegras, confiables, con infinita voluntad de
continuar haciendo obras, voluntad sin relación con la edad. Uno ni
piensa en los años que tienen. Fueron para mí un modelo digno de
admiración y consideré un privilegio haberlos conocido.
«Natan es una persona cálida que nunca se queja, siempre con
una sonrisa en los labios, una palabra oportuna, un increíble buen
humor no importa lo que pase.

«Quiero resaltar el papel del matrimonio en el contacto con los


benefactores de esta Unidad, que posibilitaron tantos benebicios que
no se hubieran podido lograr contando solo con el presupuesto del
Kupat-Jolim. No solamente consiguieron las donaciones, sino que se
preocuparon por el destino de las mismas, para que no se utilizaran
en cosas secundarias o se derrocharan inútilmente.

«Creo que una vida como la del Profesor Trainin puede ser un
ejemplo para las nuevas generaciones de médicos, que debieran
retomar los valores humanos de la medicina, el amor por la gente y
no por el dinero; el contacto cálido con el enfermo, en lugar de
comportarse como simples empleados que derivan al paciente a tal o
cual especialista.» •

Varda Roter: Ph.D., profesora en el Instituto Weizmann,


discípula de Natan Trainin, con quien hizo el doctorado.
«Natan es una persona que está al margen del tiempo, es una realidad, no hay
pasado ni futuro, ni presente. Es algo que me fue dado por toda la eternidad.». Con
este comienzo Varda Roter logró crear un suspenso emotivo. Los ojos de Varda
brillaban, con aquella fulgencia que le es tan cara al protagonista de estas
memorias; con la sonrisa que irradiaba calidez, sinceridad, tan típica de una

112
escuela que ya conocemos... No puede disimular la emoción. En realidad, no
quiere... ni le importa por lo mismo trasuntar su cariño por el hombre que está “al
margen del tiempo”... Varda comienza su cuento así:

«En abril del 71 me apersoné a su oficina y le dije que quería hacer


el doctorado con él: me explicó que el investigaba problemas
inmunológicos.»
En ese momento se consideraba que la inmunología iba a resolver
problemas básicos de salud: se pensaba que era una panacea que
resolvería todo...desde problemas fisiológicos hasta el cáncer.

«Natan me dijo que ya encontrarían un tema apropiado para mí.».


El timo es una glándula muy interesante que aparentemente trabaja
en contra de toda lógica: cuando todo el organismo crece y se
prepara para la vida adulta, el timo se va atrofiando y cesa su
actividad. Es como si diera al organismo el primer impulso.
«Cuando tiempo después le pregunté a Natan por qué me tomó,
me contó el “secreto”: me dijo que yo me presenté con un vestido
azul con rayas amarillas (los colores de Boca Juniors, un famoso
equipo del fútbol argentino). ¡Por eso me tomó...! Vaya uno a saber:
su respuesta combinaba el humor y el misterio!...
«Yo tenía una beba en ese momento y pensaba que sería un
obstáculo por la limitación en mis horarios (lo era entre otros
profesores), pero justo llegó Chela con Ran en los brazos: ahí me dí
cuenta que Natan no me haría problemas. Y así fue.»

«Cuando ví como Natan miraba a Chela y a Ran, comprendí que él


me iba a entender. Yo no lo conocía, ni había escuchado nada sobre
él; sólo vine a buscar un lugar dónde hacer mi doctorado y encontré
un amigo. Trabajé con Natan 5 ó 6 años, porque cuando finalicé el
doctorado no pude viajar enseguida para hacer el posdoctorado, así,
pues, me quedé trabajando con él hasta que encontré un lugar y
pude viajar.».
Por supuesto fue Natan quien la ayudó a encontrar un lugar
adecuado, le dio cartas de presentación y recomendaciones. Natan
siempre trabajó en base a su convencimiento –sostiene Varda-
aunque fuera algo impopular, innovador y contra el consenso. No se
arredró por dificultades (cosa que demostró desde su niñez).
«Él me enseño a trabajar con el corazón, “Lascia dire la gente e
sigue el tuo corso” (Deja que la gente hable y sigue tu camino), me
decía. Si uno está convencido, debe seguir adelante hasta el final, no
importa lo que digan los demás.».
Trainin influyó beneficiosamente en Varda. «No hay que aceptar
compromisos, ni tener miedo», le insistía. En la ciencia si uno tiene
algo nuevo, distinto, siempre surgen aquellos que se oponen, que
desprecian lo que uno hace. «Si se percibe algo hay que continuarlo:
es como un viaje en tren, siempre hay quien se baja en una estación

113
intermedia. Natan siempre repetía: “se debe continuar hasta la
estación final.”.»

Viajaron a Holanda para participar en una confrontación entre


varios grupos de investigación de distintas partes del mundo,
«Rehicimos nuestras investigaciones allí, viajamos siete personas, y
todo salió perfecto...», concluye Varda.
Cuando Natan expone un tema, irradia autoridad y la gente cree en
lo que él dice. «Él convence porque cree en lo que dice, no improvisa,
todo está preparado y planeado. Porque si no está convencido,
sencillamente no lo hace. Nosotros aprendimos de Natan a no tener
miedo, a volar alto, pero si descubrimos que estamos equivocados
sabemos cambiar nuestro rumbo.»
«Aprendí a luchar con decencia, sin hacer cálculos. Por ejemplo,
busqué dónde hacer el posdoctorado y fuí a la oficina de un Premio
Nobel, con toda tranquilidad, sin ningún miedo. Cuando comencé mi
proyecto, que me dio el profesor Baltimore –cuenta Varda-, empecé a
trabajar y presté atención a algo que no era la cuestión central, sino
marginal, me pareció que era muy importante, empero no recibí
apoyo del profesor...».

En el laboratorio de un premio Nobel, uno no trabaja en lo que


quiere sino en lo que le dicen. «Pero yo pensé en Natan y me
mantuve en mis trece. Baltimore me recordó que cuando yo volviera
a Israel necesitaría tener un tema consensuado para trabajar. Pero yo
insistí: mi intuición me exigió seguir con el tema del P-53, y hace 20
años que me dedico a él. Hoy es uno de los estudios más populares
en la investigación del cáncer. La norma de “ vivir de acuerdo a mis
creencias” se la debo totalmente a Natan y así lo hice. Tuve mucha
suerte al encontrarme con él...».

Al volver de EEUU, Varda iba diariamente a plantearle sus temores.


Una vez Natan le dijo: «Un corredor de autos no sabe qué peligros va
a encontrar en la pista. Tú elegiste esta ruta, continúala hasta el final
y supera cada obstáculo cuando estés frente a él. Nadie te obligó a
elegirla. Otra cosa que aprendí de Natan es a no aislarme de la
familia, porque ella es la que te da fuerza y siempre está contigo para
apoyarte. ».

Cuando Varda Roter finalizó el profesorado, Natan estaba orgulloso


porque ya tenía dos profesores que habían hecho la carrera bajo su
orientación (el otro fue Dov Tzipori). Para Natan la cuestión de formar
profesores era importante, no por el honor, sino porque le daba la
posibilidad de tener continuadores, una nueva generación de
investigadores.

114
«Al dejar de trabajar en la Liga de Lucha Contra el Cáncer, Natan
insistió en que yo ocupase su lugar, y aunque podía haber otras
personas capacitadas para el cargo, él quería que fuera uno de sus
alumnos quien lo reemplace.»

En una oportunidad Natan le dijo que ser buen maestro es poder


explicar el problema más complicado a alguien que no tiene la menor
idea sobre el tema, y no obstante, que pueda entenderlo. «Y ese es
mi lema –dice orgullosa Varda-: él me enseñó a explicarle a cualquier
persona lo que hago, incluso a un niño del jardín de infantes, sin que
se sienta inferior o que no capte lo que digo.».
Natan supo transmitirles que no es preciso ser un “premio Nobel”
para disfrutar de la belleza de la ciencia, que cada pequeño avance,
todo paso adelante es importante. Ya el hecho de trabajar en algo
que interesa, es una gratificación en sí misma...
La relación de Natan con sus alumnos era algo muy singular:
siempre actuaba con imparcialidad y si tenía sus preferencias, al
menos no las demostraba. Severo en el ítem del trabajo, mas tierno
en la relación humana, son cualidades que todos reconocen...

«Cuando redactábamos artículos o informes en inglés, Natan tenía


exigencias con respecto a cada frase, a cada palabra... En muchas
oportunidades nos quedábamos hasta la madrugada, los ojos se nos
cerraban, pero él continuaba buscando la palabra o la expresión que
consideraba más apropiada. Para nuestra “desdicha” –comenta
jocosa-, en nuestro departamento colaboraba una joven inglesa
cuyos escritos, naturalmente, eran aceptados sin cuestionamiento.
Para nosotros, era una permanente frustración, una competencia
“desleal”...

Otro elemento que destaca con énfasis, y en el que Natan se lleva


todas las palmas, es la capacidad que tenía para amalgamar gente de
características casi incompatibles, de distintas procedencias culturales
y costumbres, personalidades dispares, y sin embargo todos
“arrastraban el carro hacia adelante”. «Allí se forjaron auténticas
relaciones humanas, de hermandad y compañerismo», agrega Varda.
«Voy a ilustrarlo con un ejemplo: Rami Coock me pidió en una
oportunidad que fuera a dar una disertación de no más de media hora
en el hospital de Tzfat, y aunque me llevó todo el día ir y volver de
allí, yo ni pensé en negarme. Creo que las amistades que se
generaron en esa etapa de la vida son las más gratificantes.».

«Debo destacar que en Natan, la apariencia física y su conducta


como hombre concordaban: su imagen era la de un hombre sano,
joven, honesto, y realmente lo era. Todos los años festejábamos el
onomástico de Natan pero él siempre nos sorprendía: parecía no
envejecer. Yo me miraba en el espejo y me veía mayor, comprobaba

115
que el tiempo pasaba, y Natan siempre estaba igual. Era como una
fuente de juventud que se irradiaba a los demás.». Así concluye
Varda sus recuerdos... •

Dov Tzipori: Ph. D., ejerce el profesorado en el Instituto


Weizmann, discípulo de Natan Trainin, con quien hizo el
doctorado.
Dov Tzipori era muy joven cuando llegó al “Majón” directamente de la
universidad. Y la que sigue es una visión, un “flash back” fugaz de cuatro años de
su vida, tal vez los más importantes y decisivos, aquellos que delinearon su
personalidad como hombre e investigador, y su relación con el “profesor”, con el
hombre que lo recibió, educó, orientó y, por último, le abrió el camino de la ciencia
...

«Procedo de una familia muy sencilla, sin ninguna cultura política.


No había estado en el ejército, y mi experiencia de la vida era muy
relativa. Puedo decir que no tenía ninguna... era un joven ingenuo..
Para mí el “Majón”, al que me incorporé en el año 1969, era lo
máximo. Mis ideas sobre la vida eran bastante raras. Cuando terminé
el segundo título, me dijeron que para hacer el doctorado debía elegir
entre cierto número de institutos. Como dije antes, no tenía ninguna
experiencia y para mí era traumático tener que ir a distintos lugares,
presentarme y convencer a los profesores para que me tomaran
como candidato al doctorado». Todo esto lo expresó Dov Tzipori de
un tirón, sin alzar el tono de su voz.
«Cuando llegué al IW, tuve una entrevista con Natan Trainin. Como
era lógico, con mi falta de experiencia yo no sabía -y nadie me lo
aclaró-, que para ser aceptado debía demostrar que tenía interés en
el tema que tal o cual profesor investigaba, por lo cual había que
estar preparado de antemano, saber algo sobre dicho tema.».

Cuando empezó a hablar con Natan, Tzipori ni siquiera sabía qué


tema estaban investigando allí. Trainin le preguntó si sabía algo sobre
el timo: de lo único que Dov se acordaba era que “el timo no es
importante” para tal o cual cosa. «¡Justamente eso era lo único que
yo sabía, que “no es importante”...!»
«Natan no se inmutó demasiado por mi respuesta, pero tampoco
se arredró. Tomó un trozo de tejido, lo puso en el microscopio y me
pidió que lo identificara...y yo lo hice. ¡Eso sí que le causó una
excelente impresión! Y me tomó...».

Aunque todos lo llamaban Natan, Tzipori durante mucho tiempo lo


llamó “Profesor”. «Pero eso era por mis características: para mí el
profesor era poco menos que un Dios. Cuando conocí a Natan yo no
había tenido contacto con lo que es un maestro de ese tipo, con un

116
maestro que además era mi jefe, con quien de hecho viví día a día
durante cuatro años.».
Dov piensa que un maestro se juzga por los resultados. Y no se
equivoca: todos los alumnos de Natan hoy son profesores en el IW,
en puestos dirigentes de la industria biotecnológica o de investigación
científica, en los hospitales, y gente que construyó centros médicos.
«Pienso que ésta es la mejor prueba que se pueda dar sobre la
capacidad de Natan», enfatiza sonriendo.

Es evidente que sus alumnos llegaron a esos niveles, no porque


Natan tuviera tanta suerte y todos fueran muy inteligentes, más que
el promedio, sino que poseía golpe de vista: «Él podia reconocer a las
personas entusiastas, a los que tenían una visión, un sentimiento de
apostolado. ¿Cómo lo lograba? No sé, nunca hablé con él de este
tema....»

Cuando Chela encontró a Dov por primera vez, lo reconoció y le


dijo a Natan: “Este es el chico de Natania”. Dov Tzipori era vecino de
los padres de Chela en Natania. De niño, cuando ellos iban de visita,
«...jugábamos en la playa con la “tribu” Trainin», comenta jocoso.
¡Chela no lo había olvidado!.
«Con respecto a la enseñanza, Natan hacía algo que yo no hago:
nos ponía a trabajar y ¡arréglate!. A la vez, sus exigencias eran muy
altas; no se le podía presentar una tarea inconclusa o mal hecha.
Recuerdo muchas discusiones difíciles y momentos amargos; en una
ocasión me ofendí terriblemente, porque me preguntó si no me daba
vergüenza traerle algo tan incompleto... no tenía pelos en la lengua
para expresar sus exigencias». Sin embargo, «todos los que
trabajábamos con Natan comprendíamos que estar a su lado era un
honor, algo fuera de lo común». En la relación con los técnicos y el
resto del personal, se imponían su calidez y su llaneza, sin “estados
de ánimo” cambiantes.
«En la época en que yo preparaba el master iba a plantearle mis
dificultades y Natan me tranquilizaba. En la etapa del doctorado fue
otra cosa: él consideraba que teníamos que arreglarnos solos. Para
un estudiante de investigación, mantenerse dentro de los carriles y
no caer en el oportunismo es algo muy importante. Hay veces en que
se puede “fabricar” una investigación en los libros y publicaciones, y
arreglárselas para escribir un nuevo artículo sobre el tema, sobre
todo por la exigencia de los investigadores de publicar mucho y en
lugares importantes.»

Otra posibilidad es buscarse temas cómodos de investigar, y


desarrollarlos con premura para tener la posibilidad de publicar.
«Pero Natan nos enseñó la importancia de ser constante en el tema
que realmente nos interesa, y que es nuestra meta. No importa cuán
difícil y complicado sea este tema. Esta es una virtud inapreciable que
aprendí de él. Y aunque para el lego es obvio que tiene que ser así,
117
yo, como especialista, aseguro que muchos investigadores tienen
preguntas y dudas para responder, pero como son muy complejas las
dejan de lado y buscan un tema más sencillo..»
«Todos los días recibíamos decenas de llamadas telefónicas, del
país o del mundo, para consultas sobre el cáncer, dado su renombre
y su papel en la Liga de Lucha Contra el Cáncer. Yo mismo, cada vez
que me topaba con un problema relacionado con la medicina, me
dirigía a Natan para consultarlo.

Dov Tzipori dice que la gente supone que el investigador debería


ser siempre lógico, pero no es así: «Hay veces que se trabaja en
cierta dirección en base a intuiciones y, por supuesto, en base a una
creencia, con la profunda fe que uno está en el camino correcto.»
«Natan nos enseño a nadar solos y eso se puede ver en aquellos
que estudiaron o trabajaron con él: todos son científicos
independientes. Otra de las cosas que aprendí de él es la rigurosidad:
escribir un artículo con Natan era algo tremendo. Cada palabra era
analizada, una y otra vez, tenía que ser la exacta, la correcta y
ninguna otra servía. Pero así debe ser.»

Cuando uno está sumido en la investigación, la mayor parte del


tiempo no hay éxitos... Por el contrario, el trabajo es gris e incluso
hay fracasos. Los días de éxitos son contados... «Por eso todo lo que
aprendí de él me ayudó mucho en mi trabajo. Natan nunca exhibía
desaliento. Lo que sí demostraba era desagrado cuando uno cometía
errores o se desanimaba... Era muy exigente y tenía el don de
transmitirnos su entusiasmo. Sabía cómo relacionarse con los
alumnos, tanto cuando eran estudiantes como cuando llegaban a la
madurez y se convertían en sus pares. Y así los consideraba.»

Cuando Dov volvió de hacer el posdoctorado en Holanda, Natan lo


llamó y le ofreció trabajar con él. Le dijo que, por supuesto, iba a
tener libertad para hacer lo que quisiera y escribir con su propio
nombre lo que decidiese. Tzipori explicó que no es común entre los
profesores darle a alguien mano libre sin pedir a cambio un “tributo”,
como por ejemplo, firmar con ellos artículos, participar en algún
trabajo para el profesor en forma gratuita, etc.etc.
«Natan me dio la oportunidad de no malgastar mi tiempo –
enfatiza-. Otro profesor me hubiera obligado a emplear dos años de
mi vida ayudándolo en un proyecto que no era el mío, y no me
hubiese permitido ocuparme de lo que me interesaba.»

Natan Trainin es una personalidad muy decidida, que va derecho al


grano. «Siempre hablábamos de política: hay que recordar que
vivimos épocas muy difíciles desde el punto de vista político y de
seguridad, pasamos varias guerras y hubieron discusiones y
conversaciones. Permanentemente estuvo implicado en la realidad

118
del país. Así como yo soy más negativo y pesimista, Natan es un
optimista sin vueltas en cuanto al futuro.»

«Durante los años que trabajé en el Instituto conocí gente


amargada, que no hacía lo que quería, o que no le interesaba lo que
hacía. Natan siempre creyó en la importancia de su investigación, y
logró transmitirnos ese convencimiento de que estábamos
cumpliendo una misión importante, que lo que hacíamos no era un
simple trabajo sino una empresa vital. Ello nos dio siempre fe en la
tarea que efectuábamos y, por lo tanto, nos proporcionó mucha
felicidad en el trabajo.
Nunca miraba lo que otros recibían o publicaban; se alegraba con
lo que él hacía o recibía, sin hacer cálculos mezquinos... Menciono
todas estas cosas porque son elementos que aprendí de Natan. Y me
alegra haber recibido su influencia bienhechora...» •

Marit Pecht: Bióloga, estrecha colaboradora de Natan


Trainin

«Hubo veces en que se hacía necesario trabajar un fin de semana en alguna


tarea especial: no recuerdo un sólo caso en que alguien se haya negado...».

Marit Pecht comenzó a trabajar con Natan en enero del 79, cuando
volvió de USA. Mijael Sela fue quien se la presentó a Natan y le
explicó cuál era su trabajo. Le pareció muy apasionante. «Nos
encontramos con Natan: enseguida simpatizamos y de inmediato
comencé a trabajar con él».
El proyecto se había iniciado recientemente y estaba en la etapa de
la investigación, pero había muchos trabajos publicados sobre el
tema. «Natan me dio tiempo para leerlos, conversar con la gente y
ponerme al tanto». La que la inició en los “misterios” y las labores fue
la doctora Varda Roter, que poco tiempo antes había terminado el
doctorado con Natan. También había algunos estudiantes y estaban
los técnicos de laboratorio. «Paulatinamente fui conociendo a todos
los compañeros y me incorporé a las tareas. Ya era una más...»

«La primera impresión que tuve de Natan fue la de un hombre


agradable, simpático, franco, de puertas abiertas no sólo para las
“personas importantes”, sino para todo el personal. Sabía crear un
clima de gran familia, afectuoso e informal. A las diez de la mañana
hacíamos un intervalo en las tareas, tomábamos café y él era un
contertulio más, sin hacer distingos. Cuando no se ausentaba por sus
múltiples obligaciones, compartía esos minutos con todo el personal.
Con sencillez, sin ceremonias ni reverencias».

119
Recuerda que Natan confíaba en el buen juicio de ella como bióloga
y Burstein como químico... Él respetaba sus opiniones y les daba
libertad para resolver en todo lo atinente a sus tareas específicas.
Trainin organizaba salidas y excursiones en las que participaban
todos los que trabajaban con él y las familias. Esos paseos
estrechaban las filas y daban un tono muy particular a las relaciones
humanas. Marit recuerda que todos los primero de enero celebraban
como tradición el cumpleaños de Natan, y aún hoy continúan
festejándolo.

Luego relata un hecho muy singular: «Hubo veces –dijo- en que se


hacía necesario trabajar un fin de semana en alguna tarea especial:
no recuerdo un sólo caso en que alguien se haya negado...».
Natan interviene en el diálogo y puntualiza que cuando era
necesario preparar una dosis para un paciente, labor que siempre
recaía sobre Marit, generalmente ocurría en fines de semana... ¡como
si se hubieran conjurado espíritus traviesos!

«Nuestra meta era encontrar un remedio para pacientes con


deficiencia inmunológica. Un ejemplo actual y típico es el SIDA, que
es una insuficiencia inmunológica adquirida, no genética. En la época
en que comenzamos a investigar, esta enfermedad era desconocida,
pero sí se sabía que en el caso de enfermos de cáncer que son
tratados con radiación y quimioterapia se verifican deficiencias
inmunológicas, lo que hace que el paciente sea muy sensible a todo
tipo de virus u hongos que atacan al organismo, y dado que el
paciente está muy debilitado sus defensas no funcionan. Y allí es
donde actúa el THF (Timo Humoral Factor) que, de acuerdo a las
experiencias hechas en animales, en el término de dos semanas
puede reforzar las defensas del enfermo.
En los pacientes que ellos trataban, fundamentalmente niños, el
cambio era realmente dramático dado que en infantes atacados de
cáncer el desarrollo de una enfermedad viral los lleva al borde de la
muerte en 24 horas. En esos casos, recibían un pedido urgente del
hospital, preparaban la cantidad inmediatamente y la enviaban por
taxi: luego de tres o cuatros dosis se advertía una mejoría.
«En muchos casos, luego que el niño salía del peligro el hospital
nos enviaba una muestra de sangre para que pudiéramos comparar
el comportamiento de los glóbulos blancos. Hubo casos de pacientes
que en el término de un par de años continuaban recibiendo el
tratamiento... nosotros ya los individualizábamos incluso por sus
nombres.»

Algunos de esos chicos se curaron definitivamente e incluso fueron


incorporados al ejército. Y sus vidas se la deben al THF: cada vez que
estaban en peligro el rápido tratamiento los rescató de una segura
muerte.

120
«Nuestra meta era desarrollar un medicamento que junto con la
radioterapia y la quimioterapia, pudiera derrotar al cáncer, vale decir,
la inmunoterapia. En su momento, escribimos un trabajo, que de
hecho era un libro, para una de las empresas farmacéuticas con la
cuál estábamos conectados, en el que se describía el tratamiento
terapéutico que se efectuó a cien enfermos. No estaba hecho como
una investigación tipo, con un grupo de control, etc., pero todos estos
casos fueron documentados y se demostró fehacientemente la
mejoria del sistema inmunológico de los pacientes. Por supuesto, los
mismos médicos que trataron a esos enfermos y acompañaron su
evolución documentaron los casos.»

En los años 70 hubo otras empresas en EEUU, que también


investigaron el timo. Algunas de ellas actuaron en forma incorrecta y
dieron lugar a que la comunidad científica juzgara el tema con
muchas reservas. En los años 90 la cuestión del timo fue deshechada
como tema general de inmunología. Hoy en día, no obstante, en
distintos lugares del mundo hay científicos que investigan el timo a
nivel básico.

En otro lugar comentamos que Natan era muy entusiasta con el


trabajo, por naturaleza y por principio. «Con cada cosa nueva se
alegraba, hablaba sin parar sobre el tema. Pero cuando algo no salía
bien, se deprimía en la misma medida. Hay quien dice que un
científico no debe participar en su propia investigación, para no estar
tan inmerso en los fracasos o logros. Pero yo opino que eso no es
cierto: en ese caso el hombre de ciencia no posee suficiente
motivación. El entusiasmo es parte esencial de la actividad creativa y
Natan tenía el poder de “contagiar” a todos los que lo rodeaban,
incluída su familia.».
«Siempre que tomábamos una persona nueva en el laboratorio -
acota Natan- nos basábamos en su valor humano y no en sus
conocimientos. Los conocimientos se pueden adquirir, pero una
persona en la que no se puede confiar no puede educarse. La
confianza es fundamental cuando se efectúan experimentos: se debe
creer a ojos cerrados y confiar en lo que dice un técnico o científico.»
Hasta hoy el timo es una glándula misteriosa que tiene diferentes
tipos de células cuya función exacta se desconoce. Las distintas
células destilan diversos humores, de los cuales el THF es uno más.
Algún día otros científicos volverán a investigar el timo, puesto que
hay numerosos interrogantes sobre esta glándula. Natan agrega que
toda investigación se desarrolla por olas: con flamantes métodos
técnicos se vuelve una y otra vez a las mismas preguntas, pero con la
posibilidad de que cada generación pueda dar nuevas respuestas,
dado que se desarrollan instrumentos de medición e investigación

121
más perfeccionados. Hoy el interés se centra en el cerebro, que en
definitiva es el responsable de toda respuesta inmunológica.

El SIDA se comenzó a estudiar específicamente hacia el año 1982.


«Nosotros estuvimos entre los primeros que vimos casos de SIDA en
Israel. Recibimos sangre de chicos enfermos de hemofilia y
empezamos a ver que había deficiencias inmunológicas, no
entendíamos por qué, ya que la hemofilia no tiene relación con
problemas inmunológicos». Después se aclaró que esos chicos habían
recibido sangre infectada con SIDA.
« Hace alrededor de tres años nos dimos cuenta que el proyecto
estaba estancado. Es posible que nosotros presentamos el
medicamento y nuestras conclusiones demasiado pronto, ya que en
esa época no se sabía bastante sobre el SIDA, por eso se intentó usar
nuestro producto, cuando en realidad no era apropiado. Eso fue
descubriéndose de a poco, a través de los años».
De cualquier manera, Marit Pecht está convencida de que las
investigaciones de Natan Trainin son una enorme contribución a la
ciencia en la lucha contra el cáncer y su reconocimiento es cuestión
de tiempo •

Tania, Silvi y Magda: Las “hormiguitas laboriosas” del


proyecto
En toda gran investigación figuran siempre, y en primer plano, los hombres de
ciencia, los responsables y constructores del proyecto. Pero está, también, el
pequeño batallón anónimo que opera en las sombras, que efectúa esas tareas
grises, aburridas a veces, de una fidelidad comprometida, y sin las cuales no hay
logros posibles...

Natan se vislumbra a través de las palabras de estas tres


colaboradoras como una persona llana, sin delirios de grandeza, que
sabe apreciar el trabajo duro y no necesita que le mencionen sus
títulos para demostrar su respeto hacia los demás. Usando las
palabras de la propia Magda David, química que trabajó con Natan
alrededor de 13 años:
«Cuando empecé mi actividad en el laboratorio del IW, Natan
estaba en el año sabático, por lo tanto no lo conocía personalmente.
Escuchaba hablar mucho de él, todo el mundo mencionaba al
“Profesor Trainin”. Al cabo de algún tiempo llegó al laboratorio una
persona a la que todos saludaban efusivamente y llamaban “Natan”.
Discretamente, pregunté quién era ese Natan y resultó ser el
mismísimo “Profesor”... Ese episodio me dio la pauta de su sencillez y
modestia».

122
Con otras anécdotas y distintas palabras, Tania Meri, quien fue
secretaria personal de Natan durante muchos años, recuerda los
cientos de cartas que escribió a máquina, respondiendo pedidos,
consejos y ayuda que gente de todo el país y el mundo solicitaba de
Natan.
«Nunca dejó de responder una carta, no importa cuán ocupado
estuviera en su trabajo científico: decir que no tenía tiempo era algo
impensable. Natan consideraba que la gente estaba antes que
cualquier otra cosa. Su calor humano, su interés por los problemas de
las personas es una de sus cualidades mas destacables.

«Su forma de trabajar pude percibirla también en su relación


conmigo –agrega Tania-: aunque yo no era parte del personal
científico, Natan respetaba mucho mi opinión en cuanto a
diagramación y vocabulario Siempre le resultó muy importante
utilizar un lenguaje adecuado, bien redactado y bello, tanto en los
informes científicos como en las cartas personales y yo tenía mano
libre... por supuesto esta actitud me brindaba gran satisfacción y
aumentaba mi motivación en el trabajo.»

Silvi Luria, bióloga, se incorporó al equipo de trabajo de Natan en


el IW apenas llegó al país como nueva inmigrante y trabajó durante
diez años. Silvi nos cuenta cuánto la ayudó a integrarse al país el
clima familiar que se respiraba en el laboratorio: «Natan, el
“profesor”, era como un padre para todos los que trabajábamos con
él, tan distinto de los profesores que conocí en Francia, mi país
natal...Ya el hecho de que lo llamáramos simplemente por su nombre
era algo muy llamativo para mí. No creo que haya muchos profesores
que acepten renunciar al privilegio del título.

«El clima de armonía y colaboración que reinaban en el laboratorio


se conjugaban para que todos “tiráramos del carro”con energía y sin
desfallecer, sin mirar el reloj y sin poner trabas. Faltábamos al
trabajo sólo cuando había una razón de peso... El clima era de
confianza mutua y por supuesto esto redundaba en beneficio del
proyecto.» •

David Melul: gran amigo de Trainin; judío, español y


filántropo de alma
“Para bailar el tango se necesitan dos”... dice un refrán “posmoderno”. Para
enhebrar una amistad profunda se necesita a David Melul, un hombre recto,
emotivo, español y judío. Nacido en Melilla, David Melul vive en Barcelona, la culta
capital de Cataluña, con sus museos y la universidad, sus parques e iglesias, cuna
de hombres de ciencia, artistas y escritores (como Juan Marsé, entre otros “santos
de mi devoción”; nota del autor), ciudad líder de la industria española y espejo
reflecto de la España moderna... Y se necesita a Natan Trainin, el hombre entero,

123
capaz de toda capacidad habida y por haber. Incluso la de dar consejos aún cuando
no se los pidan... Y poseedor de una refulgente maleta cuya tonalidad exótica no
vamos a descubrir. Nacido en Mendoza, crecido en la Córdoba de antología e israelí
convicto y confeso... Los dos, David Melul y Natan Trainin, buenos judíos por sobre
todas las cosas, se vieron una primera vez y la amistad los encofró. Para siempre...

«Lo que voy a narrar se refiere a mi relación con el profesor doctor


Natan Trainin, y en ella he querido señalar los aspectos más
sobresalientes de la misma.¿Cómo conocí a Natan? Creo que fue en
las primeras semanas de 1982... Él estaba destacado en la
Universidad de Montpellier, en el sur de Francia, en donde debía dar
unas charlas, o conferencias, y enterada de ello nuestra común amiga
Virginia Milman, que entonces tenía un puesto de alta responsabilidad
en el Keren Hayesod central, y siendo yo un activista de la institución
en España, se le ocurrió a Virginia que Natan prolongara su estancia
en Europa haciendo una escapada a Barcelona, en donde yo
prepararía una charla, como así se realizó.».

«Desde Montpellier Natan me llamó para anunciarme su llegada,


que tuvo lugar en un frío día de invierno, y para darme detalles de su
arribo, de cómo íbamos a encontrarnos y dónde iba a hospedarse».
Mantuvieron algunas conversaciones telefónicas en el transcurso de
las cuales David Melul le preguntó cómo íban a reconocerse a la
llegada de un tren que normalmente trae varios millares de viajeros,
en una estación amplísima:
«No te preocupes, Melul, no te preocupes... es muy sencillo: yo
llevo una maleta amarilla y tú te vas a fijar, no en el aspecto de las
personas, en las caras, tratando de adivinar quién es ese Natan
Trainin que llega, sino que tú vas a fijarte en las maletas. Cuando
veas una maleta amarilla, bien amarilla, bien chillona, ¡ese soy yo!»

«Efectivamente, imagínense: una estación de tren (hoy ya no


existe como estación principal), repleta de viajeros, todos con
equipajes, nerviosos, tratando de hallar un medio de transporte, de
ubicarse, salir de esa locura que supone la llegada de un tren muy
importante que viene de Europa... pero yo ví allí refulgir, brillar, una
maleta amarilla, que no era de un amarillo común, normal... no era
un amarillo canario ni amarillo limón: ¡era un amarillo espectacular!
«No hubo ninguna duda: mi hombre, identificado por el color
relumbrante de su maleta, había llegado. Tras saludarnos, llegar al
hotel, en donde dejó su equipaje, le sugerí que tomáramos un café
juntos y fuimos a una cafetería –que aún existe- frente al Hotel
Majestic, y allí entablamos nuestra primera conversación, que
permitió conocernos, la primera de una larga serie de
conversaciones.»

124
«Hablamos de todo, y cuando yo encendí un cigarrillo levantó su
voz enérgica y me riñó de una forma que, pensé para mí: “Este
hombre recién acaba de conocerme ¿y ya me riñe de esta forma
tremenda?”... “Qué cómo soy un fumador... que debo dejar de
fumar...”. Cuento este episodio porque unos cuantos meses después
yo dejé de fumar, y eso ocurrió gracias a Natan.
«Siempre se lo recuerdo. Mi primera impresión fue que él se estaba
metiendo en donde nuestra amistad todavía no llegaba a
permitírselo... Pero pensé: “Lo hace por mi bien, y quizá tenga una
deformación profesional”. Yo se lo acepté, y la prueba es que dejé de
fumar.»

«La charla que dio Natan en el Keren Hayesod fue organizada por
la rama femenina. Se trató de una cena en la que hubo 150
comensales. En nuestra pequeña comunidad de Barcelona, cualquier
acto que reúna a 40 personas es considerado un logro, un éxito.
Reunir 150 personas en una cena no puede llamarse un éxito, ¡es un
hito histórico! Pero Natan reunió 150 personas y dio una charla
esclarecedora sobre el cáncer, sobre su trabajo en el IW, sobre sus
esperanzas de que esta lacra de la humanidad pudiera ser superada
en un futuro próximo». Fue una charla que penetró en el corazón de
todos, rememora David Melul conmovido y orgulloso...

En esa oportunidad, Melul lo llevó a conocer el Kahal de Gerona:


Gerona es para los judíos de España tanto como Toledo... o más,
acota David Melul. Gerona es la capital histórica mundial de la
Kabalá, y en esos años se estaba organizando un centro en honor del
gran judío catalán, el Ramban, Rabi Moshé Ben Najmán, el padre de
la Kabalá.

«Pero no es para hablar del Ramban, de la Kabalá o de Gerona que


estamos aquí aportando estos hitos de mi amistad con Natan. Es para
recordar los momentos que hemos vivido. Natan quedó maravillado
de lo que vio. Siempre tuvo la cualidad de poner un enorme interés
en todo lo que veía o conocía. Ya en aquel primer día me manifestó el
gran amor que sentía por su mujer, Chela, porque a cada momento la
recordaba y ante cada cosa que veía, decía: “Aquí la tengo que traer
a Chela, esto lo tiene que ver Chela.”, y a mí me llamó la
atención...», confiesa Melul admirado.

Se prometieron una sólida y duradera amistad, promesa que


llevaron a buen fin. El siguiente encuentro fue en Israel. Pocos meses
después David Melul debía viajar a esa y así lo hizo.
«Lo llamé por teléfono al IW, pero hubo un malentendido: pensé
que no me esperaba a una hora determinada. Entendí que la hora de
la visita había quedado abierta, que yo simplemente me presentaría
en el Instituto, en la puerta preguntaría por Natan, y luego alguien

125
me acompañaría a sus oficinas. Fuí con un amigo común, el
Sr.Lerman, y entre una cosa y otra llegamos una hora más tarde de
lo que Natan nos esperaba. Yo estaba tranquilo porque no recordaba
que teníamos una cita fija.
Cuál no sería mi estupor y mi vergüenza cuando me encuentro a
todo un profesor, el Dr. Trainin, parado en el portón del IW,
esperándonos junto a la directora de Relaciones Públicas. Sin
decirnos ni una palabra sobre nuestro retraso, nos recibieron con los
brazos abiertos y grandes sonrisas. Pero yo nunca pude olvidar mi
“metedura de pata”, que Natan jamás mentó...».
Recorrieron las dependencias del IW: «Por primera vez ví el
acelerador de electrones y allí me presentó a un paisano mío.
Tambien encontré a un conocido de mi pueblo, que tenía en ese
momento un puesto importante en el IW.»

A partir de ese momento David tuvo innumerables encuentros con


el matrimonio Trainin. Ellos fueron algunas veces a pasar parte de
sus vacaciones en la casa de Melul y su amistad se fue afianzando.
«En una oportunidad, estando ellos en mi casa, Chela me pidió que
la acompañara a unos grandes almacenes pues necesitaba adquirir
una pequeña licuadora para los viejitos de la sección geriatría del
Hospital Kaplan, sito en la ciudad de Rehovot. Por supuesto, los dos
matrimonios salimos a comprar la licuadora, mientras paseábamos.
Conseguimos la licuadora y cuando fuimos a la caja, en forma
maquinal, sin pensarlo (además no era una gran suma), yo saqué la
tarjeta de crédito y pagué. Luego olvidé totalmente el asunto.»

Unos meses más tarde volvió a Israel de visita, y los Trainin lo


llevaron al Kaplan. En ese momento ellos trabajaban en forma
voluntaria en el hospital pero, sobre todo Chela, había llegado a
convertirse en una persona imprescindible por su dedicación, su
dulzura y su responsabilidad...
«Me llevaron tambien al departamento de geriatría –recuerda-.
Cual fue mi sorpresa cuando vi allí una bonita licuadora, con una
placa que era más grande que el aparato, donde podía leerse que
éste era una donación de Adelina y David Melul. Todos los viejitos
vinieron a dar las gracias y a bendecirnos por el regalo que les
habíamos hecho...».

Este fue el inicio de la hermosa relación de David Melul, a través de


Natan y Chela, con el hospital. Una fructífera relación, que él aspira a
que continúe en una realización más importante, pero David Melul no
desea hablar del tema, porque considera que «no es el momento o el
lugar adecuado».
«Poco tiempo más tarde tuve la idea de crear una fundación para
dedicarla a la lucha contra la asimilación del pueblo judío. Las
primeras personas con las que consulté las perspectivas de éxito de

126
una fundación de este tipo fueron Natan y Chela. Cenando una noche
en Tel Aviv, en el Hotel Sheraton, les expuse mi idea y recibí de ellos
un impulso y una ayuda inestimables sobre cómo debería
desarrollarse. Ahora se cumplen 15 años de su existencia; ellos en
todo momento colaboraron y de hecho Natan fue el alma de la
fundación. Dedicó ingentes esfuerzos para conservar su continuidad
y planear nuevos proyectos.»

En una ocasión los Trainin le enviaron a su hija pequeña, Mijal.


«Recuerdo que pasó unos días con nosotros. La pobre debió aburrirse
bastante con dos personas adultas que, aunque hicieron todo lo
posible por distraerla no lo lograron, hasta que se nos ocurrió ponerla
en manos de uno de nuestros hijos con el cual, aunque no tenían un
idioma común, la muchacha lo pasó mucho mejor.. Esto lo he
recordado con Mijali, hoy ya una respetable madre de familia, que en
aquella ocasión, después de llevarla a mi casa y dejar la valija, fuí
atracado. Afortunadamente no sufrí daños corporales, pero siempre
asocio la visita de Mijal con ese atraco. En otra ocasión, fue Rani
quien vino a mi casa, siendo un muchachito. Así son nuestras
relaciones», agrega.

«De las múltiples ocasiones en que nos encontramos, quiero


resaltar una en particular que no olvidaré nunca». Fue una visita que
hicieron ambos a Budapest, Natan a título de representante de la Liga
contra el Cáncer, donde presentaría una ponencia. «Natan me sugirió
que los dos matrimonios nos reuniéramos durante los últimos días del
Congreso para pasear y conocer Budapest.».

«De todas esas visitas, entrañables algunas, quiero recordar una


noche muy festiva en la que los cuatro encontramos un restorán del
mejor estilo zíngaro en donde nos sirvieron un higado de ganso que
todavía gusto en mi paladar y, por supuesto, a los postres música
que tocaron a nuestra mesa. No se cómo, pero Natan siempre tuvo
dominio de muchos idiomas y yo que me encontraba imposibilitado
de comunicarme con la gente, disfrutaba porque cuando salía con él
todo me resultaba sencillo. Los violinistas vinieron a nuestra mesa a
preguntar si queríamos alguna pieza especial, y Natan, siempre
caballero, solicitó en honor de mi esposa una melodía italiana que,
naturalmente, los violinistas interpretaron en su mejor estilo».

David Melul, para retribuir la atención, pidió en honor de Chela un


tango que fue muy bien ejecutado. «Luego Natan solicitó para mí una
pieza española que, por supuesto, también interpretaron con
fidelidad. Entonces les pedí que tocaran para Natan “Idishe Mame”:
es de imaginar cuál fue el estupor del húngaro que dirigía el
conjunto... se dirigió a sus compañeros, cuchichearon en voz baja, y
ninguno conocía esa composición. Hasta que uno de los violinistas,
bajito, enjuto, de color cetrino, sin el brillo de los otros, que parecía
127
el último de los músicos, se puso al frente, se agrandó y atacó los
compases de la más bella versión de la “idishe mame” que escuché
en mi vida, por la emoción que nos causó a todos...».

De Budapest viajaron a Viena, donde fueron a visitar el museo de


Freud, que les produjo una gran impresión. Es uno de los lugares que
David Melul mejor recuerda de la capital austríaca.
«Quisiera narrar muchas otras cosas pero mi relato sería
interminable. De todas maneras voy a contar una memorable visita a
Italia, a las orillas del lago de Garda, en un hotelito centenario, “Lago
del sogno”, adonde me dirigí para pasar unas horas con el
matrimonio Trainin: nunca olvidaré esas pocas e intensas horas que
pasamos juntos y en las que visitamos la casa de D’Annunzio.
«Quiero resaltar asimismo el halo de amor y de ayuda que en un
momento dado Natan aportó a una persona que lo necesitaba. Yo
acababa de asumir el cargo de Cónsul Honorario de Israel en
Barcelona, cuando en un avión de El Al que sobrevolaba la ciudad en
camino hacia Nueva York uno de los pasajeros sufrió un infarto». El
comandante de la nave, tras pedir permiso, aterrizó en el Aeropuerto
de Barcelona. Bajaron al pasajero, que fue trasladado en una
ambulancia al hospital, mientras el avión seguía viaje.
«Por supuesto a mí me tocó encargarme de este pobre señor. Pero
el hombre y su esposa no hablaban ningún idioma conocido, ni inglés,
ni hebreo, ni ruso y todos los trámites eran casi imposibles de realizar
pues nadie podía entenderse con ellos. Finalmente se descubrió que
el idioma que hablaban era “idish”. En Barcelona tengo varios amigos
que hablan idish, traté de conectarme con alguno de ellos sin
resultado pues era pleno verano y no pude encontrar a ninguno,
cuando finalmente hallé a alguien resultó que igual no se entendían.
«Pero providencialmente llegó Natan con quien yo estaba citado
para almorzar. El supuso enseguida que esa era una forma del idish
más cerrada que ¡cómo no! Natan entendía. Resultó que el caso no
era tan grave: los médicos decidieron devolver al enfermo a Israel.
Natan le explicó todo y calmó al paciente en ese idish que nadie había
comprendido...».

«De Natan he recibido tantos y tan buenos consejos..En muchas


crisis familiares, él me ha ayudado a salir adelante, a dejar de lado
mi orgullo o mi tozudez, como quiera llamársele. En muchas
circunstancias en que he estado en situaciones difíciles, amargado o
desilusionado, Natan me ha contado una anécdota relacionada con un
antiguo profesor suyo de la Universidad de Córdoba, justamente un
barcelonés, Mira y López, que era un republicano exiliado.

Había en los años 40 en Córdoba un producto medicinal, o


supuestamente medicinal, que se llamaba Pantopon y se creía que
curaba todo, una panacea universal. Pues el Dr.Mira y López lo
prescribía a los pacientes que venían a pedírselo, escribiendo en la
128
receta una palabra que solamente al llegar a la farmacia descifraban:
“Aguantapón”...

«Y eso es lo que me decía Natan: “Aguantapón, David, aguántate y


sigue adelante!!”. Estos son flashes de nuestra relación, una larga y
cariñosa relación con Natan y Chela, pero sobre todo debo resaltar
que ellos siempre me han ayudado y apoyado».
«Para terminar: me es muy difícil traducir en palabras lo que
pienso sobre la personalidad de Natan. Un hombre que en todos los
roles en los que ha participado en su vida -aún centrales y
destacados-, lo ha hecho con una gran modestia, pero también con
enorme personalidad, cuya palabra ha sido siempre respetada tanto
en lo profesional como en lo personal. Es el líder nato, sin pretender
serlo. Es un hombre que tiene un gran amor por su país, Israel, y por
su pueblo, el pueblo judío» ¡Dios te bendiga, Natan! •

Julio Galer (y la coterránea y amiga de Chela, Betty Maltz)


Se expresan en un idioma incomprensible, no por señas ni sonidos guturales;
son »iniciados” de una logia incógnita, cerradamente secreta e incorruptible. Pero
se reconocen; estén donde estén; en la China o en las Islas Canarias; en el país de
Gales o en Israel: algo los denuncia, los pone en “la picota”... sí, es el “cantito”
cordobés, la tonada dulce y campechana de Córdoba allá lejos y hace tiempo... Lo
que sigue es una carta “medio poema todo recuerdos cálidos” de Julio Galer,
comprovinciano de los Trainin, que en una página emotiva logra condensar el
periplo cordobés de Natan...

«No, aquella Córdoba –la de América- no era judía, entonces.


Docta sí.

Y revoltosa. Y librepensadora. También, muy católica, muy jesuíta,


muy sí señor.
Muy poco gringa (todavía). Pero, judía, no era.

Estaban, es claro, los judíos. Los europeos: bullangueros, tan


visibles.
También, casi escondidos –entonces...- los sefarditas. (Que,
vinimos a saber luego, eran muchos más de lo que creíamos.)
Y “las instituciones”: el centro Unión Noar Tzioní de la calle Alvear.
El Templo del bulevar Mitre.
Y la grey rebelde de mi abuelo: “los franceses” de la calle Maipú.
Y la cripto “Bibliotek Idishe Iugend” de la calle Rivadavia. Y la Caja
Israelita de la calle Alvear.

129
Y los comunistas (los “Jevsekes”) que intentaban ayudarnos a
descubrir en el vasto mapa de la tundra un rincón que llamaban (¿en
esperanto?) Birobiyán.

Es cierto, también había sionistas, seguidores de un oscuro


periodista vienés.
Estaban, sí. Pero, ¿quién los veía? Si costaba distinguirlos de los
provectos kulaks societarios.
En ese panorama confuso, roto, pobre –y tan rico- que evocaba el
Día Segundo, de pronto, y quebrando la sacra cronología: ¡Se hizo la
luz!

Aparecieron –juntos- y armados, como Minerva de pies a cabeza, el


Hashomer Hatzair y el Ateneo Sionista Universitario.
Totalmente armados, dije: inteligentes, cultos, abiertos,
progresistas. Temibles en el debate. Ideológicamente forzudos,
dialécticamente fulmíneos.

Y hasta, sí, ¡Bellos! (Ellas y ellos).


De pronto , las muchachas sionistas se nos revelaron bellas,
atractivas (a pesar de alguna que otra pantorrilla...).
Y ellos, ¡tan buenos mozos!
Allí fue donde mucho cambió. Fue enfrentando a esa falange que
algunos/muchos empezamos a pensar que quizás..., quién sabe..., a
lo mejor..., en una de ésas resultaba posible nomás lo que postulaba
aquel periodista vienés.

Y el Hogar Nacional se hacía Estado. Y un barco nos traía El


Embajador. Y Jerusalém volvía a ser una capital. Y eran nomás
“sabios judíos”.

Fue en ese momento, se me antoja, que aquella Córdoba se volvió


judía.
Al frente de esa falange de “Judíos Nuevos”, de sionistas
diferentes, venía un joven líder, mezcla de Jaim Weizmann y Bar
Cojba (con más de una pizca de Jaim Weizmann...): se llamaba
Natalio Trainin.
Fue allí y entonces cuando lo conocí. Los dos sabíamos que su
destino estaba sellado. Ya sellado. Y ya entero.
Sé que después viajó, combatió, sembró, miró por microscopios,
cortó, curó, descubrió, lastimó, sanó.
Sé que después habló, y escribió, y demostró, y enseñó, y
predicó...

Y tuvo fe. Y dudó –como debe ser- varias veces por día.
Sé que después... pero ese después ya no es de Córdoba.

130
Ese después ya no transcurrió con fondo de sierras y trigales. Sino
de colinas y arenales. Y azul. Ese azul; de mar que nos faltaba.

Sé que después... pero ese después ya es de Israel, del mundo.


Y de Chela...» •

Eneida Amigó: “Tengo un amigo”...

El nombre es mitológico... como la amistad entre Eneida Amigó y Estela Adler.


Estas muchachas cordobesas del barrio General Paz se conocieron en la Escuela
Normal Alejandró Carbó. Amigas para siempre a pesar de la distancia, cincelaron
una relación admirable desde la edad en que un amigo, o una amiga, es el mundo,
los sueños compartidos, la lágrima que cae y la mano que consuela, la palabra clara
y la confidencia muda. Fue cuando dos se convierten en tres grandes amigos...
Desde el recuerdo que no se borra y los contempla, porque... “Tengo un amigo”.
¿No es verdad, Eneida, Chela, Natan?...

Chela y Eneida vienen bordando una amistad desde hace cincuenta


y seis años. Ni uno menos. Compartieron esas vivencias de
adolescentes que van descubriendo el mundo, que recrean
«...sentimientos, ideales, hechos cotidianos, los momentos y la
alegría de las horas en común; había algo mágicamente bello en esa
amistad -cuenta Eneida-. Era el despertar de la generosidad, de la
entrega.».

Estudiaron juntas en el normal y tenían proyectos para el futuro,


pero entonces Chela conoció a Natalio Trainin y su vida sufriría un
vuelco total. Eneida relata en sus cartas la hermosa relación que se
forjaría entre los dos, los planes de Chela tendientes a vincularse con
Natan, la solidaridad y participación activa en el movimiento sionista
socialista. «Discutíamos con Chela porque ella tenía como prioridad la
premisa del futuro Estado de Israel, en forma inmediata –recuerda-,
y yo, en ese entonces, pensaba en un mundo ideal sin fronteras,
sumergida en la gran ilusión de la posguerra: un mundo nuevo sin
necesidad de nacionalidades... ¡Qué ironía del destino! Ahora
tenemos una “civilización” globalizada, una verdadera aberración, una
“sociedad esquizofrénica” como la llama Saramago».
Eneida rememora un hecho muy singular, las corridas por las
arterias principales de Córdoba el día de la liberación de París, en
1944. Y luego el casamiento de Chela con Natan: «Lo tengo presente
en mi retina porque fue la primera vez que asistí a una ceremonia
típicamente judía, donde ví lo ancestral y lo folclórico en los bailes y
cantos... Allí, en el patio de la casa de Ituzaingó 279... y “la
escalera”, la gran protagonista. En esa época Chela me regaló dos
libros que conservo sobre mi escritorio y contemplo todos los días: “El
jardinero” de Rabindranath Tagore, y las poesías de Nicolás Guillén.»

131
La emotiva amistad entre Eneida Amigó y los Trainin permanece
inalterable. Cartas, llamadas telefónicas y visitas que hicieron a la
Argentina recrean esa amistad que se traduce en vivencias
inolvidables, en un culto inalterable que supera a los años... •

132
Palabras Finales

Por las hendijas de este invierno israelí que va deshojándose como


las páginas de un calendario, advierto ese aroma inconfundible de la
primavera. El sol repone sus baterías; el viento, con perfidia, nos
prepara su “jamsin” sabuloso; la Pascua nos recuerda a todos que
fuimos esclavos en Egipto, que en Israel, hoy, somos un pueblo
soberano...
Entre el otoño prolongado que no quiere dejar el proscenio, y las
campanillas de colores que anuncian el retozo de la primavera, he
transitado en el tiempo llenando páginas y más páginas con relatos,
impresiones y episodios de la vida del profesor Natan Trainin.
Me cuesta anunciar que la tarea ha concluido, porque es una
misión siempre abierta, un cometido que no se cierra con tanta
presteza... Siempre van a quedar hechos, detalles o formulaciones al
margen de la memoria. Porque los hechos ocurrieron y están allí,
inamovibles, contemplándome y reclamando su espacio, pidiéndome
cuentas por la omisión.
Quisiera dialogar con ellos, explicarles que no fue omisión ni
desprecio, sino el brete en que nos puso una existencia jalonada de
acontecimientos que no se pueden plasmar en toda su riqueza ni en
todos sus detalles dentro de una cantidad arbitraria y rígida de
páginas.
Y además, por la tiranía con que me ha hostigado el tiempo, ajeno
a todo lo que es humano; e inflexible, como las manecillas del reloj
que con esa inquina que carece de sentimientos giran, avanzan...
Avanzan y jamás se detienen.
Porque no todas las vidas humanas son fecundas y valiosas. Como
la de Natan... El prontuario de la sociedad contemporánea se nutre
con clanes de banqueros, corredores de bolsa o comisionistas
especuladores, pillos redomados que generalmente están en
connivencia con la mafia internacional... Que “se ganan el pan con el
sudor de la frente”... de los otros.
¿Qué “fecundidad” puede haber en estos personajes de la farándula
financiera? ¿Qué beneficio traen a la sociedad la corrupción, el
latrocinio, la especulación ? No es casual que Natan Trainin viva
despegado de esas “maravillas” que abochornan la condición
humana. A lo largo de su vida cosechó amistad, respeto y
consideración.
Nunca quiso compromisos espúreos ni mercar sus conocimientos.
Es público y notorio: jamás se sometió a preceptos que podrían
atentar contra la dignidad del ser humano.
Trainin es un hombre multifacético: es científico, pero también
médico. Es un hombre que cultiva la amistad individual por

133
sentimiento, pero asimismo percibe el pulso político, social y cultural,
de Israel y del mundo.
El dolor de los otros es también el suyo. Los dramas y los pesares
de las gentes le duelen como propios. Porque, ¿qué es un humanista,
sino el hombre que comparte y se conduele de la tragedia de los
demás? Sus únicos “estigmas” son la honradez, el altruísmo, su
desinterés por la riqueza como finalidad de la vida, el cariño
entrañable por la música, el arte y la cultura. Ama al prójimo como a
sí mismo; la familia es una de sus mayores riquezas; y su tarea
científica es la herencia que deja a las jóvenes generaciones.

Natan no desdobla su personalidad: santo predicador en el púlpito


de la ciencia y una persona sin escrúpulos en el ámbito de su vida
social y familiar. Él es uno e indivisible...
Sé que lo fastidian las lisonjas, los “superlativos”, pero yo no he
aportado a esta semblanza de su vida adjetivos sino datos de la
realidad; y la opinión de gente que ha compartido con él vivencias,
trabajo, diálogos, anécdotas.
Me permití no ser objetivo, ni desapasionado o “imparcial”... Estas
son prerrogativas de quienes juzgan: yo no soy juez. Soy un hombre
que escribe y que siente; por eso practico mi profesión y acepto que
me oriente mi sensibilidad...
Este libro es como un espejo de mano que reflecta parte sustancial
de la vida de Natan Trainin. Me he limitado a incluir, pues, lo que
entendí como indispensable.
Quienes no lo conocen y lean estas páginas podrán comprender
qué implica ser, sencillamente, un hombre de verdad....
El siglo XX se acaba... Natan Trainin ha sido un testigo curioso de
casi todos sus grandes acontecimientos, y en parte los ha vivido. La
ciencia y la técnica han sufrido una auténtica revolución:
computación, mediática, electrónica doméstica y médica.
Pero la verdadera pregunta es: ¿Vivimos en un mundo mejor? ¿El
género humano ha recibido los beneficios de esas grandes
transformaciones? ¿Se han erradicado el hambre, la miseria, las
enfermedades, la incertidumbre, la exclusión social, las diferencias
abismales entre riqueza y pobreza, entre poder y sumisión, entre
violencia y legalidad?
Angustia contemplar el narcisismo de los gobernantes y la tragedia
de millones de seres que apenas si sobreviven en este mundo
globalizado, en el que el acto solidario es un gesto de “ingenuidad”, y
la depredación una muestra del carácter “emprendedor” de quienes
manejan el destino del mundo, como si los humanos fuésemos
marionetas.
Hoy más que nunca, pues, la conducta de Natan Trainin, inspirada
en el espíritu humanístico de los grandes pensadores del pueblo
judío, desde Spinoza y Martín Buber, hasta los excelsos filósofos de la
Ilustración, debe ser la fuente de referencias que puede darle a la

134
juventud de nuestra época una escala de valores éticos y morales
distinta •

Andrés Aldao
Guedera, Israel • 31 de marzo, 1999

135
Perfil del autor

Andrés Aldao nació en Buenos Aires en 1929. Consagrado a la


actividad política durante varias décadas, vive en Israel desde 1975.
Escribió numerosos artículos de índole política que reunió en su libro
“Argentina: de factoría agropecuaria a neodependencia industrial”,
publicado en Buenos Aires en el año 1971.
Trabajó de periodista en el semanario del Partido Socialista
Argentino, “La Vanguardia”, en el diario “El Siglo” de Buenos Aires, en
1967, y entre los años 1968 y 1974 fue secretario de redacción de
una prestigiosa publicación de la industria textil y la indumentaria.
Fue detenido en 1974 en Buenos Aires y estuvo encarcelado hasta
octubre de 1975, cuando, exiliado, llegó a Israel con su familia.
En Israel comenzó a escribir cuentos en los que relata experiencias
de su vida y breves estampas de la realidad contemporánea,
caracterizadas por la ironía feroz de su lenguaje. En enero de 1999
apareció su libro “Cuentos desde lejos”, y tiene en preparación una
serie de breves ensayos en los que denuncia la hipocresía y la farsa
del llamado “mundo global”
Escribir el libro de recuerdos del Profesor Natan Trainin fue para el
autor una especie de ceremonia de purificación... como retrotraerse
al pasado y convivir con sus fantasmas, rescatarlos del olvido,
sumergirse en un mundo menos sofisticado, ciertamente sencillo pero
en el cual el humanismo era, todavía, un valor no cotizado en las
bolsas pero muy apreciado en los sentimientos de la gente...
Andrés Aldao es su escudo literario, reminiscencia de un nombre
que empleó en su vida política y que hoy, como un hijo pródigo, lo
acompaña en sus labores de escritor.

Los Editores

136

You might also like