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SAN FRANCISCO

INESPERADO

HERMANOS WALKER #4
MARCIA DM
Este libro electrónico está disponible sólo para su disfrute personal. Este libro no
puede ser revendido o regalado a otras personas a menos que se haya comprado una
copia por separado. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Todos los
derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en
cualquier forma sin el permiso escrito, excepto en el caso de citas breves en
artículos críticos y revisiones este libro es una obra de ficción. Los nombres,
personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor, son
usados de manera ficticia y no debe ser interpretado como real. Cualquier parecido
con hechos reales, lugares, organizaciones o personas vivas o muertas, es pura
coincidencia.
Copyright © 2022 Marcia DM
Edition:Natalia Ortega
Portada:eshopia1419
www.MarciaDM.com
SINOPSIS
El infame, seductor y carismático Killian Walker, o sea yo, se
encuentra en una situación nunca antes vivida por nadie en
esta humanidad.
Bueno quizás alguno, pero nadie tan especial como yo.
Bianca Burke aparece en mi vida con un tobillo hinchado
en medio de la nada y no tengo otra alternativa mas que
cargarla hasta el hospital más cercano. En el camino descubro
que la pelirroja es puro fuego, no solo me hace reír, sino que
también es arisca y original.
Todo muy bonito, solo hay un problema.
Bianca está decidida a casarse con uno de los empresarios
más reconocidos de Silicon Valley.
Y no, no soy yo.
Es alguien mucho peor, alguien a quien conozco.
Con mi indeseado nuevo papel de amigo, no tengo otra
opción mas que guiarla por el camino contrario y si llega a mi
puerta… Bueno, hice lo que pude. 😈
ÍNDICE

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Epílogo
Epílogo
Postfacio
Agradecimientos
Adelanto: -El color del Anhelo-
Acerca del Autor
Otras Obras de Marcia DM
“Puedo caminar por las calles de San Francisco, y aquí
soy normal”

Robin Williams
INTRODUCCIÓN

Normalmente tengo playlist de todos mis libros, aunque no


suelo promocionarlas, creo que en este libro es particularmente
especial.
Y necesario.
Así que si quieres, aquí dejo la playlist de San Francisco
Inesperado, sé que hay una escena que será mucho mejor con
esa canción de fondo.
CAPÍTULO UNO
KILLIAN

—¡H ola gente guapa! Aquí KillK informando desde


Muir Woods, San Francisco, California —digo
mientras enfoco la cámara a mi rostro en lo más alto del
camino.
El sol está justo frente a mí, mis ojos verdes parecen más
claros de lo que en realidad son gracias a cómo me da la luz.
Mi cabello oscuro está oculto con una gorra negra hacia atrás.
Dentro del plano de la cámara se puede ver mi camiseta negra
sin mangas, mis brazos tatuados están embadurnados en
protector solar, así que brillan un poco, haciéndolos parecer
más grandes y definidos de lo que en realidad son.
Oye, esto es internet, nada es lo que parece.
Detrás de mí se ven los árboles gigantes, altos y frondosos
típicos de California, el verde intenso de este microclima
húmedo y mágico brilla gracias al rocío de la mañana que
intensifica su color, y el olor… Demonios, este olor a oxígeno
puro solo lo encontré en el rancho de Oliver.
El despertador sonó temprano en la mañana para poder
venir a esta hora a grabar y sacar fotos sin todo el público
metido en medio, arruinando el encanto de este lugar.
—Como podéis ver, estoy en el camino difícil y este es el
pico más alto del bosque, para aquellos que estén interesados
en venir, recordad que tenéis que reservar primero. —
Comienzo a caminar ligeramente mientras relato mi caminata
—. Pájaros, paz y verde, ¿qué más se puede pedir? Para los
que vivimos en la ciudad esto es realmente…
Algo gime a lo lejos y no, no suena a placer, más bien a
dolor.
Apago la cámara, la guardo en mi bandolera cruzada sobre
mi pecho y agudizo mis oídos, mientras miro a mi alrededor.
Parece que no hay nadie cerca.
Siseos y gemidos vuelven a sonar, definitivamente alguien
tiene una urgencia y vienen del norte.
—¿Hola? —grito.
Nadie responde, pero los sonidos siguen apareciendo, así
que me dispongo a caminar, buscando la fuente de lo que sea o
quien sea que necesite ayuda.
La grava cruje bajo las suelas de mis zapatillas, el camino
a esta altura del bosque es de tierra y muy angosto.
—¡¿Hola?! —vuelvo a gritar a medida que el gemido es
más alto y claro.
—¡Hola! ¡Aquí! —grita una voz femenina.
Su voz me redirecciona y me lleva hacia la dirección
correcta, que es a no menos de diez metros. Me salgo del
camino y detrás de unos arbustos secos encuentro a una mujer
en el suelo.
De espaldas a mí, esta mujer gime sin control. Su cabello
rojo intenso y rizado cubre casi toda su espalda hasta la
cintura. Está sentada sobre la tierra y por la posición que tiene
puedo darme cuenta que sufrió alguna especie de torcedura,
probablemente en su tobillo ya que se lo agarra con fuerza.
No sé cómo no soy médico después de esa explicación.
—¿Estás bien? —pregunto a medida que me acerco.
Ella levanta los ojos cuando aparezco en su rango de
visión, por su expresión puedo ver que realmente le duele
mucho.
—Sí, no, ¡no lo sé! Me doblé el tobillo y no puedo
caminar, lo intenté, juro que lo intenté, pero eso lo ha
empeorado y ahora no puedo levantarme —balbucea.
Me pongo de cuclillas delante de ella y me enfoco en su
tobillo, está muy inflamado y rojo.
Como dije antes, debería ser médico.
Su zapatilla está tirada a un lado con su calcetín
correspondiente.
—No tiene buena pinta —digo cogiendo mi bandolera y
abriendo el cierre para darle un poco de agua—. Ten, bebe un
poco.
—¿De… de la misma botella que has bebido tú? —dice
mirando mi botella con horror.
Me río por lo aterrada que se ve.
—Sí, toma…
—No, no, gracias. —Mira lejos de mí.
Examino la botella con detenimiento, buscando algo que la
espante, quizás baba o tierra, no lo sé, algo que justifique que
no quiera tomar agua cuando hace cuarenta grados a la sombra
a las nueve de la mañana.
—¿Qué tiene mi botella?
—Mira, no te lo tomes mal, pero soy germofóbica.
—¿Y…? —insisto.
—Y no comparto botellas, no es personal, como dije, solo
que…
—Ahh, eres de esas… —digo cerrando la botella y
guardándola en mi bandolera.
—¿Esas? —Su tono cambia y una ceja roja se arquea.
Pareciera que el dolor se pierde en la nebulosa.
Me dedico a observarla un poco mejor, sin el apuro que
sentí cuando creí que esto era una situación de vida o muerte y
encuentro sus ojos llamativos, verdes con forma almendrada,
pecas rojas se desparraman por su nariz, pómulos y frente.
Para lo malhumorada que es, se ve muy adorable.
—No importa, concentrémonos en lo importante, voy a
llamar al guardabosques para ver si él puede enviar a alguien.
—Meto mi mano en el bolsillo de mi pantalón de chándal y
saco el móvil de allí—. Oh mierda…
—¿Qué?
—No hay señal, estamos demasiado arriba.
—Oh Dios… —se lamenta, apoyando su frente en la
rodilla.
—Hey, tranquila, yo puedo llevarte.
Sus ojos se abren con terror, su cuerpo entero se contrae
sin moverse del lugar.
—No, no, esperaré, seguro que alguien pasa por aquí para
revisar que no haya público a la hora de cierre, eso pasa en
estos lugares, ¿no? ¿Hacen eso?
—No —devuelvo con media sonrisa.
Su caos me hace sonreír.
—¡Mierda! —se queja pateando el suelo con sus dos pies,
por supuesto vuelve a retorcerse de dolor.
Miro de soslayo su tobillo, puedo ver cómo empeora a
cada segundo.
—Mira, no quiero alardear, pero levanto pesas más
grandes que tú, dos veces al día, déjame llevarte hasta abajo,
allí podremos llamar al 911.
Dentro de su cabeza roja debate si aceptar mi ayuda o no,
sabe que no tiene muchas opciones.
Casi nadie viene hasta el pico más alto del bosque, se
necesita experiencia y estar preparado para cualquier
imprevisto. Y si la analizo rápidamente, puedo darme cuenta
que esta chica no tiene ni la experiencia, ni el preparamiento
físico para afrontar este lugar.
Pero por suerte (o mala suerte depende cómo lo mires),
aquí estoy yo, el caballero de la armadura reluciente.
—Venga, vamos—Deslizo mis brazos por debajo de sus
piernas y la chica comienza a retroceder.
Me detengo porque no quiero estresarla, pero se me están
acabando las estrategias.
—No, no, de verdad, gracias, prefiero morir y que me
coman los carroñeros que hacerte pasar por esto.
Su dramatismo es fenomenal, primero se asquea por mis
gérmenes, luego porque quiero cargarla hasta abajo…
Demonios, tengo que reprimir la risa.
—Primero, no te vas a morir, es un tobillo inflamado,
segundo no me cuesta nada y…
—¡Me da vergüenza! —dice arrojando sus brazos por el
aire—. Hala, ya lo he dicho.
Sus mejillas están extremadamente coloradas y en su
frente hay gotitas de sudor camufladas con sus pecas, así que
me levanto y me posiciono justo donde le da el sol para darle
un poco de sombra.
Sí, soy un tipo alto y ancho así que tiene sombra para
aprovechar.
No es el momento de ser humilde.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho, confundido.
—¿Por qué te daría vergüenza?
—Soy pesada, ¿vale? No puedo ocultar esos kilos de más
si me levantas, aparte es probable que te arrepientas a mitad de
camino.
La risa incontenible viene de mi estómago primero, luego
termina en mi garganta.
¡No sé qué es lo que dice esta mujer!
—Primero, no eres pesada, eres un ser humano con
órganos y músculos y gracias a Dios, huesos. Segundo,
prometo tomarme mis recreos si no puedo con tu peso
descomunal —digo haciendo comillas en el aire y usando el
tono más irónico que tengo en mi repertorio, ya que es absurdo
todo esto—, tercero, eres graciosa, sé que podrías
entretenerme de camino abajo.
Ella me mira con derrota en sus ojos y suelta todo el aire
de sus pulmones.
Sí, derrota total.
Punto para Killian.
—Pero prométeme que dirás algo en caso de agotarte.
—Lo prometo. —Extiendo mi mano esperando por la de
ella y cuando las estrechamos me tomo más tiempo del
necesario sintiendo su piel solo para despertar su germofobia.
Ella parece resistirse a su necesidad de soltarme la mano,
ese tobillo sí que le debe doler.
La ayudo a levantarse y con solo los movimientos ínfimos
que hace, sisea de dolor y se estremece, no quiero imaginarme
el nivel de dolor que está soportando, ni hace cuánto lo está
haciendo.
—Ten, tú llevas mi bandolera. —Se la entrego y su brazo
cede con el peso—. Cuidado, llevo una cámara muy cara ahí
dentro.
—Se nota —devuelve cruzando la bandolera con cuidado
sobre sus hombros—. Oh, ¡mi zapatilla! —dice.
En un movimiento rápido la guardo en la bandolera.
Entonces yo volteo, dándole la espalda y preparo mis manos
para recibirla.
Ella pone una mano sobre mi hombro y con cuidado
levanta la pierna que tiene mala.
—¡Espera! —grito, ella se detiene inmediatamente—. No
puedo cargar a alguien si no sé su nombre.
Volteo solo para ver cuán irritada está y en la escala de uno
al diez, es un veinte.
Suelta un bufido.
—Bianca.
—Hola Bianca, soy Killian. —Estiro mi mano otra vez,
pero ella choca el puño embarazosamente con mi mano.
Punto para Bianca.
Vuelvo a la posición inicial. Ella escala por mi espalda y
yo la sostengo sujetando la parte de atrás de las rodillas.
—¿Lista?
—Sí. —Se sujeta con fuerza por mi cuello.
—Allá vamos…
CAPÍTULO DOS
KILLIAN

O bviamente Bianca no me resulta pesada, en ningún


sentido de la palabra. A medida que bajamos, puedo ir
sacando cada vez más palabras de su boca y
sorpresivamente disfruto mucho de su compañía.
En California es difícil encontrar una conversación que no
mencione la palabra yoga, orgánico o vegano. Especialmente
en San Francisco, la cuna de los hippies millonarios.
Sí, yo soy uno de ellos, pero lo que me diferencia de ellos
es que yo amo el dinero por sobre todo lo demás, el yoga me
aburre tanto como chupar un clavo y el veganismo lo ignoro
solo para llevarle la contraria a mi cuñada Lauren y a mi
sobrino Julián, que copia a la madre en todo lo que hace.
Ya bastante le di el gusto comprando una flota entera de
Teslas para no contaminar el ambiente. Aunque tengo un
Porsche escondido en el garaje de mi casa…
Y tres motos.
Pero ella nunca se va a enterar.
—Ese sería un gran lugar para una foto —digo cuando
miro entre los troncos, puedo ver que abajo hay un acantilado
bañado de árboles.
—Déjame aquí, yo te tomo la foto.
—¿En serio?
—Sí, solo bájame con cuidado.
Eso hago y cuando toca la tierra con la pierna buena, se
apoya contra un tronco y busca en mi bandolera la cámara que
le comenté antes.
—¿Puedes? —digo mirando lo que hace con la cámara,
pero parece que tiene todo dominado.
—Sí, ve…
Me quito la camiseta y la dejo sobre mi bandolera,
entonces camino hasta el lugar perfecto, acomodo mi gorra y
cruzo mis brazos, la sonrisa viene después.
Pero Bianca no mira a la cámara, sino a mí.
—¿Está todo bien?
Parece atónita.
—Sí, por supuesto —responde levantando la cámara para
enfocar donde estoy—. ¿Listo?
—Sí, señorita.
La cámara comienza a hacer click click click, mientras
cambio de poses, en la última le doy la espalda y pretendo
mirar el paisaje con una mirada pensativa. Entonces volteo y
antes de acercarme me parece escucharla decir engreído, pero
sus labios no se mueven, creo que fue mi imaginación. Una
vez a su lado, quito la cámara de su mano y digo…
—¡Selfie! —Aprieto el disparador y sonrío mirando a la
cámara.
—¡Oye, no! No quiero fotos.
—¿Por qué no? Mira, salimos increíbles.
En la foto yo sonrío abiertamente y ella me mira con su
ceño fruncido y mucho mal humor, es muy graciosa.
—Sí claro, es fácil decirlo para ti, pareces un… —Se
silencia, mirando lejos de mí y tragando saliva con dificultad.
—¿Un qué? ¡Vamos dilo! —Presiono, dándole toques con
mi codo en su brazo, mientras vuelvo a colocarme la camiseta.
—Uno de esos personajes que leo en mis novelas
románticas, ya sabes, el tipo físicamente perfecto pero que
también tiene una gran personalidad y cerebro, lo opuesto a lo
que ocurre en la vida real.
Me pongo de espaldas a ella y vuelvo a cargarla.
—Opuesto a la vida real, ¿eh? No sé si ofenderme o
sentirme halagado.
—No te adelantes, no te conozco lo suficiente, pero puedo
darme cuenta por este acto heroico que eres una buena
persona.
—Gracias, hago lo que puedo —digo con un tono jocoso
—. Así que… ¿qué haces en tu vida?
—Me pierdo en los caminos y me doblo los tobillos —
responde secamente.
Lo cual me hace explotar otra vez de la risa.
—¿Y por qué fuiste tan arriba en el bosque? Digo, si
sabías que no podías.
—Quise seguir mis propios consejos.
—No entiendo —digo sobre mi hombro, pero vuelvo mi
rostro hacia el frente ya que nuestras narices se chocan.
—Tengo un podcast de consejos amorosos, ese es mi
trabajo, le doy consejos a la gente y uno de ellos es prepararte
para las citas, en mi caso, mañana tengo una cita con un chico
que me invitó a pasar el día aquí y quería venir hoy para
conocer el territorio, saber dónde iba a estar, así no me pillaba
desprevenida.
—Y ahora terminaste con el tobillo hecho una pelota de
tenis y sin una cita.
—Exacto —devuelve—, así que me estoy planteando
seriamente mi carrera.
Como dije antes, nadie viene hasta aquí y se nota en lo
solitario que se encuentra el camino. No está tan desgastado
como los caminos de abajo y creo ver las suelas de mis
zapatillas de la subida que hice hace un rato.
—Bueno, si te sirve de consuelo, llegar hasta arriba no es
nada fácil.
—Claramente —dice bajo su aliento.
—No te sientas mal Bianca, seguro que no es nada, quizás
en una semana puedas venir y quedar como una profesional
cuando le demuestres qué tan dominado tienes esto del hiking.
—Pfff, soy la persona más torpe que conocerás, Killian,
créeme.
Su tono hace que me silencie, quizás no sea el mejor
momento para tirar un chiste y pretender que no noto cuán
seria es cuando habla de ella misma, como si sintiera un odio
propio que está muy arraigado dentro de ella.
—Tú porque no conoces a mi sobrina Mila, eso es torpe.
—¿Cuántos años tiene? —pregunta.
—Cinco.
—¿Me estás comparando con una niña que acaba de salir
del horno? Tengo veintiocho años y pareciera que camino
sobre cáscaras de huevo, inclusive cuando llevo zapatillas.
—Nunca te vi caminar, así que no puedo afirmar o negar lo
que estás diciendo.
Hablando de caminar, el camino comienza a empinarse,
recuerdo esta parte cuando subía, fue un reto y ahora también.
Mis pies tienen que estar más firmes que antes, debo tener
cuidado de no pisar mal y resbalarme con Bianca cargada a
mis espaldas, porque si no este tobillo hinchado puede
terminar en costillas fisuradas también y nadie quiere eso.
Especialmente este médico buenmozo.
Bianca percibe mi concentración, ya que su agarre se
vuelve tenso y comienza a apretar mi cuello.
—Bianca, cariño, no suelo negarme a ningún experimento
BDSM, pero en este momento necesito respirar bien.
—¡Oh! ¡Lo siento Killian! —dice avergonzada mientras
suelta su agarre—. Es que el camino está empedrado y encima
va para abajo.
—Lo sé, dímelo a mí que lo estoy caminando —digo por
lo bajo.
Ella se ríe por primera vez, su voz es cantarina y alegre.
Me gustaría poder verle la sonrisa en sus labios.
Nota mental, hacerla reír cuando lleguemos abajo.
—¿Eres uno de esos Californianos que tienen que hacer
actividades en el exterior todo el tiempo? —pregunta con un
tinte de burla.
—Hey, presiento un tono despectivo, señorita —digo
mirando sobre mi hombro con una ceja arqueada—. Los
estereotipos son dañinos.
—Pero reales —agrega, siento sus pies zarandeando a los
costados de mi cuerpo.
—A veces, pero en este caso… —devuelvo con un tono
imperativo— puede ser, es que hay tanto que hacer en
California, es imposible quedarse quieto.
—Supongo que con tu estado físico debe ser hasta
entretenido salir, en mi caso es siempre una tragedia, ejemplo,
estoy a caballito encima de un hombre que no conozco.
Una ráfaga de perfume satura mis orificios nasales, creo
que es jazmín y creo que proviene de ella. Me gusta.
—Puedes conocerme si quieres, vamos, dispara una
pregunta.
Bianca hace ruiditos con su boca como “Mmm”, “Eh”
mientras piensa, volteo sobre mi hombro una vez más para ver
su expresión.
—¿A qué te dedicas?
—Bienes raíces —respondo sin entrar en detalle.
No es que me considere una persona famosa, nivel
Leonardo DiCaprio, pero quizás sí sea reconocido en el
ambiente. Los magnates de Silicon Valley saben mi nombre y
probablemente tengan mi número en su móvil. Así que decir
que estoy en bienes raíces quizás me quede un poco pequeño,
cuando en realidad manejo negocios millonarios, planeo
complejos tecnológicos y gano al menos cien mil dólares por
nombrar una marca en mis redes sociales en menos de un
segundo.
—Interesante, ¿puedes conseguir un apartamento más
grande por menos dinero? —pregunta— Eso de cocinar desde
la cama me está empezando a incomodar.
Me río.
—Sí, San Francisco puede ser un grano en el culo cuando
se trata de conseguir vivienda, puedo ayudarte.
—Genial —dice satisfecha.
Llegamos a la zona más turística del bosque y la gente que
da vueltas por ahí nos mira con ojos extrañados cuando paso
caminando con una pelirroja cargada a mis espaldas. Yo estoy
acostumbrado a las miradas curiosas, a la atención, pero
Bianca esconde su cara dentro de mi cuello con vergüenza
todo el camino hasta que llegamos a las oficinas del
guardabosques.
Para ser alguien que acabo de conocer, el gesto se siente
enteramente íntimo.
El señor nos mira fijamente mientras siento a Bianca en
una silla dentro de la diminuta y precaria oficina. Y no estoy
siendo un exagerado cuando digo que es diminuta, es
literalmente enana, no serán más de dos metros por dos
metros. Joder, tengo medio baño en mi casa que es más grande
que este lugar. Las paredes están forradas con madera
anaranjada y tiene marcas donde las sillas estuvieron apoyadas
hace diez años probablemente. El escritorio es pequeño pero el
monitor es de esos grandes y pesados que tenía Silas cuando
iba a la universidad. Detrás del escritorio hay un mapa del
bosque enmarcado con un vidrio rajado y en el reflejo puedo
ver que el tipo juega al solitario con Windows XP.
Es como entrar en el pasado.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunta.
Es uno de esos hombres que tiene esos bigotes de los
ochenta sobre los labios, de esos largos y triangulares con
algunas canas mezcladas con vello más oscuro. El bigote es un
concepto lejano para mí, no solo porque está absolutamente
pasado de moda, sino porque no puedo controlar mi barba de
lo tupida que es a veces, mucho menos dejar crecer el vello en
sólo una parte de la cara e ignorar el resto.
—Me torcí el tobillo pisando una piedra —dice Bianca
mostrando la pelota de tenis—, no puedo caminar, ¿puede
llamar a una ambulancia?
El hombre se sujeta de su cinturón con las dos manos
como si sintiera que sus pantalones están a punto de caerse y
los levanta un poco, observando su tobillo.
Él debe ser médico como yo.
—Podría, pero nunca pueden llegar hasta aquí por la
cantidad de coches aparcados de manera ilegal, señorita, le
recomendaría que le pida ayuda a algún buen samaritano y que
vaya al hospital más cercano.
Frunzo el ceño.
—¿Me está diciendo que el bosque más turístico de San
Francisco no tiene como brindar auxilio?
—Lamentablemente sí, eso es lo que estoy diciendo, en
caso de emergencias reales siempre puede venir un
helicóptero, pero no es el caso.
No soy alguien que se enfade fácil, por no decir nunca
(excepto cuando hay idiotas conduciendo por la calle), pero
esto me indigna lo suficiente como para explotar en la cara del
bigotudo.
—Encontré a esta mujer en el pico de la colina tirada en el
suelo, ¿eso no entra en la categoría de emergencia?
—Lo siento mucho —dice él dándose la vuelta para volver
a su escritorio—, puedo llamar al 911 y esperar.
—¿Cuánto cree que pueden tardar? —pregunta Bianca con
una voz tímida y pequeña, eso capta mi atención ya que ella no
se comportó así conmigo.
—Para el final del día ya no hay tantos coches, si puede
esperar…
—No, no puede —interrumpo acercándome a Bianca para
cargarla otra vez.
—Killian, puedo esperar no te preocupes…
—Dije que no, vamos. —Giro para que trepe otra vez y
ella lo hace sin discutir.
Qué suerte, porque no me gusta usar ese tono con ella, ni
con nadie, pero casi que puedo leerla con facilidad y esta
mujer con tal de no molestar a nadie es capaz de quedarse aquí
hasta el anochecer.
Antes de salir de la oficina, volteo para encarar al
bigotudo, con Bianca a mis espaldas.
—¿Una advertencia? El gobernador va a escuchar de esto
—digo usando un tono imperativo.
—Está fuera de mi alcance, señor.
—Lo sé, pero esto necesita cambiar y no me sorprendería
si el cambio empieza por usted, después de todo, para qué
demonios le pagan el sueldo, si lo único que viene hacer es
jugar al solitario con un ordenador de 1994.
Sin esperar una respuesta salgo al aparcamiento.
Bianca se mantiene en silencio y creo que quedó sensible
después de mi respuesta inesperada.
—¿Puedes hacerme un favor? —digo sobre mi hombro—
El móvil está en mi bolsillo izquierdo, necesito que lo pongas
frente a mi cara.
—Está bien —dice mientras su mano se desliza por el
bolsillo derecho.
Sí, está rozando mis huevos, pero prefiero no pensar en eso
ahora, a menos que queramos una erección sorpresa.
Bianca apunta a mi cara, entonces la pantalla se
desbloquea.
—Ahora entra a la aplicación de Tesla y pulsa el botón que
dice Invocar —indico.
Bianca busca la manera de sostener la pantalla con las dos
manos cerca de mi boca y sigue mis indicaciones paso a paso.
Un coche negro con los vidrios tintados se desliza por el
asfalto hasta detenerse delante nuestro.
—Guau, eso es impresionante —dice ella.
Las puertas del coche se abren y con mucho cuidado apoyo
a Bianca en el asiento del acompañante.
—Es un buen coche —digo acariciándolo como si fuese un
perro—. Por cierto, ¿viniste en coche?
—No, Uber.
—Genial.
Rodeo el vehículo y me siento frente al volante. Las
puertas se cierran solas y me dedico a buscar el hospital más
cercano en la pantalla gigante de mi Modelo X.
—Killian, lo siento, no deberías interrumpir tu día por
esto.
—¿Y perderme la oportunidad de ser el héroe? Nunca.
Es curioso el destino, nunca creí que iba a venir solo y
volver acompañado de un bosque, pero un hombre como yo
sabe cuándo se abre una puerta, inclusive cuando es una puerta
que no estaba buscando…
Sonrío seductoramente hacia Bianca y salgo pitando de
este lugar.
CAPÍTULO TRES
KILLIAN

B ianca propone usar una silla de ruedas para entrar al


hospital y por alguna razón me niego. Cargarla es una
tarea interesante, divertida (para mí al menos), esas del
tipo de primer encuentro. No lo tengo claro aún, lo que sí
tengo claro es que no quiero soltarla hasta que tengamos un
médico adelante.
Uno real, no la versión sexy de un médico de telenovela.
—¡Killk! —dice la recepcionista rubia cuando levanta los
ojos de su pantalla.
Yo desplazo mi sonrisa por todo mi rostro.
Una fan.
Genial.
—Hola —devuelvo—, necesitamos un médico urgente,
tiene el tobillo hinchado. Enséñaselo Bianca.
Ella levanta su pierna y se lo enseña a la recepcionista,
pero esta no le presta mucha atención y por más que me siento
halagado de que sus ojos recorran el brazo tenso con el que
sostengo a Bianca, me gustaría que se pusiera en acción.
—Tengo al menos dos horas de espera —dice mirando
sobre mi hombro.
Bianca y yo miramos a la recepción y vemos a todo el
mundo esperando.
—Está bien —dice Bianca.
—Pero… —ronronea con una sonrisa que conozco muy
bien, el tipo de sonrisa que usan las mujeres para conseguir lo
que quieran—, si me das tu número de teléfono, puedo hacer
algo al respecto.
Allá vamos.
La historia de mi vida.
—Claro —digo con una sonrisa—, apunta. —Dicto el
número y ella escribe con rapidez en su móvil—. Ahora,
¿dónde está ese doctor?
Mi sonrisa ya no es tan real, más bien forzada y un poco
irritada.
—Por aquí —dice caminando por un largo pasillo.
Camino detrás de ella y cuando indica la salita con una
silla, apoyo a Bianca allí.
—El doctor vendrá pronto.
—Gracias.
Ella me guiña una vez más y cierra la puerta mirándome
hasta el último centímetro de abertura.
—Joder —digo por lo bajo.
Las fans pueden ser muy intensas.
Por eso ya no muestro la localización de donde estoy en el
momento, ni fotos dentro de casa.
Este cuarto es más grande que la oficina del bigotudo,
blanco inmaculado, con una silla de plástico envuelta en papel
de camilla.
—No tenías que hacer eso, podía esperar.
—Oh valdrá la pena, créeme, lástima que no vamos a estar
cuando esa mujer llame a la pizzería.
Bianca abre esos ojos verdes, sus cejas rojas se levantan
también.
—¿Le diste un número falso?
Cruzo mis brazos sobre mi pecho y me apoyo sobre la
pared contraria a ella.
—Claro que sí. —Mi sonrisa es orgullosa.
Bianca comienza a reír.
—¡Killian! —Suelta una carcajada—. ¡Pobre mujer!
Al fin puedo ver su boca cuando se ríe, se extiende por su
rostro y arruga un poco la nariz, resaltando todas esas pecas
desparramadas que tiene. Sus ojos se cierran tanto que se
forma una delgada línea negra.
Es… encantadora y me hace sonreír verla reírse así.
Levanto mis hombros con despreocupación en respuesta.
—Pobre la pizzería que se pasa todo el día atendiendo
mujeres que preguntan por Killian. De todas maneras, se lo
merece por extorsionarnos, qué descarada, ¿qué hubiera
pasado si fueras mi novia o amante? Las mujeres así me dan
rabia.
La risa de Bianca comienza a calmarse hasta que se pone
seria, triste inclusive.
—Ella sabía que no éramos pareja.
Frunzo mi ceño y la observo, cuando no encuentro
explicación alguna, la presiono para que me la de.
—¿Por qué? —Muero por saber su teoría.
Bianca iguala mi cara de confusión, como si ella tampoco
me entendiera, esta comunicación necesita mucho trabajo.
—¿Por qué? Porque no somos compatibles tu y yo. Tu eres
—me señala con las dos manos abiertas— atractivo, deportivo
y… yo… no.
Mis ojos recorren su cuerpo, tiene una camiseta sin
mangas verde oliva, exponiendo sus brazos, su piel es pálida y
cremosa y algunas pecas y lunares se desparraman por sus
hombros. El escote es predominante y quiero decir,
predominante, ya que sus senos son turgentes y justos para que
llenen mis grandes manos. Sus caderas son anchas pero su
cintura pequeña. ¿Cuánto debe medir? ¿Un metro cincuenta?
no mucho más.
¿Qué hombre no quisiera follar con una pelirroja así de
caliente?
Estoy indignado.
—¿No tienes espejos en tu casa?
—No —devuelve con seriedad.
—Se nota, Red, se nota.
Sus ojos se encuentran con los míos, nuestro tono de verde
es diferente, el de ella es más esmeralda mientras que el mío es
aguado.
Justo cuando Bianca intenta contraatacar, la puerta se abre
y un médico de unos treinta y largos años entra.
—¿Bianca Burke? —dice mirando una carpeta en su mano
— Soy el doctor Conroy.
Estrechan las manos y el médico me mira de reojo.
—Soy el amigo —aclaro saludándolo también—, Killian.
El médico me mira por encima de unas gafas similares a
las que uso en mi casa, de marco cuadrado ancho y negro.
Luego se sienta en un taburete con ruedas y examina el tobillo
de Bianca.
—Bonito color morado tiene ya, ¿hace cuantas horas te lo
has hecho?
—¿Dos? Creo.
¿Dos horas? ¿Significa que ella estuvo tirada en el suelo
del bosque durante una hora antes de que yo llegara? Esta
chica tiene resiliencia.
—Bueno, esto puede ser un esguince o una rotura, para
estar seguros tenemos que hacer rayos X.
—Está bien —responde ella con su voz baja.
—Bien —dice él anotando cosas, pero de golpe se detiene
—. ¿Burke? ¿Es irlandés?
—Sí —dice ella con una sonrisa repentina, su rostro se
ilumina con orgullo.
—Ya me parecía, ese cabello rojo y acento irlandés solo
vienen de Boston.
El doctor pronuncia Boston diferente, suena más como
“Baaston”.
Levanto una ceja cuestionando al médico, ¿todo eso vio en
dos segundos de conversación? Claro, es pelirroja, su acento
es el típico que encuentras en Boston y su apellido es tan
irlandés que quiere beber cerveza a las nueve de la mañana.
—Sí —se ríe colocando su cabello tímidamente detrás de
las orejas—, mis padres son de allí.
—Los míos también, pero veo que eso no nos detuvo para
salir de allí, ¿hace cuánto vives en San Francisco?
¿Qué cojones está pasando?
¿Está este médico flirteando con Bianca? Ya sé que la
respuesta es sí, no sé para qué me lo pregunto. Normalmente
soy yo el que conversa con las damas con tanto entusiasmo,
verlo desde afuera es como ver un documental en Discovery.
—Hace dos años, me mudé después de la universidad.
Este hombre está sacando más información de ella que yo
en todo ese rato de caminata, tengo que aprender de él.
Continúe, maestro.
—Bien, no hace tanto entonces, siempre digo que los
descendientes de irlandeses deberíamos mantenernos unidos,
así que, bienvenida a California.
—Gracias. —Sonríe y sus mejillas se encienden.
—¿Lista para esos rayos? —Bianca asiente— Bueno ahora
viene el enfermero con una silla y te lleva a la sala, luego
veremos el veredicto.
El médico me mira una vez más antes de salir y me guiña
el ojo con media sonrisa.
¡Qué demonios tiene este hospital que son todos tan
descarados!
Miro a Bianca, atónito.
—¿Qué cojones acaba de pasar?
—Oh, ¿no escuchaste? —pregunta inocentemente— Van a
hacerme unos rayos X.
—¡No! El médico estaba flirteando contigo como un
adolescente en celo —camino hacia ella y me siento a su lado,
el lugar es estrecho, pero me las arreglo—, y yo suelo flirtear
continuamente, casi compulsivamente, ¡pero esto es inaudito!
Puede que esté siendo un poco exagerado, pero por lo poco
que observé de ella, necesita darse cuenta de que los hombres
a su alrededor gravitacionan hacia ella.
Yo incluido.
Bianca se ríe y me empuja con su hombro.
—No seas tonto, estaba siendo amable, aparte los
bostonianos somos así.
Conmigo no fue así.
—No puedes aceptar que un hombre te encuentre atractiva,
¿no?
—Sí que puedo, solo que no es el caso.
Un enfermero entra segundos después y se la lleva.
Bianca me rogó que me fuera, que ya había hecho mucho
por ella, pero no quería irme, le dije que iba a pensarlo, pero
era una mentira, quiero quedarme, cerciorarme que esté bien.
Así que la espero pacientemente en la salita como un nene
bueno.

C uando vuelve tiene el pie aún más grande y morado.


Eso no puede ser un simple esguince, tiene que ser algo
peor.
El enfermero y yo la ayudamos a sentarse y cuando se
retira, me mira enfadada.
—¿Qué he hecho? —pregunto inocentemente.
—Estás aquí, te dije que te fueras, seguro que tienes mil
actividades que hacer hoy, después de todo, es sábado, ¿no es
como un día santo para los californianos?
Le sonrío con un poco de maldad y me apoyo en mi pared
favorita, cruzando mis brazos y mis piernas al nivel del tobillo.
Bianca le da un repaso a mis brazos tan rápido que creo
imaginarlo.
Puede ser que tuviera varias cosas que hacer, pero todas
han dejado de ser importantes. La compañía de esta pelirroja
es divertida y entretenida.
—Solo quiero saber el veredicto, después de todas estas
horas, no voy a quedarme sin saber el final de esta historia.
Ella asiente derrotada y se mira el huevo en el pie con
preocupación.
—¿Quieres algo de comer? Estoy famélico —digo
caminando hacia la puerta—. Bueno, ¿sabes qué? Haz como
que no te he preguntado nada, sé que me vas a decir que no.
Vuelvo con varias cosas para compartir, principalmente la
comida chatarra que venden en las máquinas expendedoras de
los hospitales, patatas fritas y agua.
Sin preguntarle, dejo un paquete en sus manos y ella lo
atrapa antes de que se le caiga.
—¿Ya le dijiste a tu cita que no vas a poder asistir
mañana? —pregunto haciendo mucho ruido con el paquete
cuando lo abro.
—No, me costó mucho conseguirla, quiero ver si puedo
convencerlo de pasarlo para más adelante.
—¿Convencerlo? —digo con la boca llena— ¿Qué es?
¿Un cura?
Bianca suelta una risa relajada entre los dos.
—No, pero no fue fácil llegar a donde llegamos.
—Suena demasiado complicado para mí. —Abro la botella
de agua y se la entrego, ella la recibe sin rechistar porque no
tiene mi baba encima.
—La vida es complicada, ¿por qué tener citas no lo sería?
—¿Ese es uno de los consejos que das en tu podcast?
Asiente, dándole un sorbo a la botella.
—Si tan importante es este chico, yo puedo ayudarte, sé lo
que los hombres quieren.
Bianca me mira como si una idea atravesara su cerebro,
casi que puedo ver la lamparita flotando sobre su cabeza.
Luego me doy cuenta que es todo sarcasmo.
—¿Qué es esto? ¿Una película de Hollywood? ¿La chica
que no sabe nada de citas reales le pide ayuda al chico que no
tiene citas?
Levanto mis hombros con despreocupación.
—¿Cómo sabes que no tengo citas? —folladas de una
noche son citas, ¿no?— Hasta quizás te de material para tu
podcast, aparte, dos cabezas son mejor que una.
—¿Y qué ganas tú en todo esto?
Levanto los hombros.
—¿Entretenimiento? Piénsalo, total, tienes tiempo hasta
que puedas verlo otra vez.
No puedo evitar sentir pena por ese bastardo, perderse la
oportunidad de salir con ella debe ser igual que un tiro en las
bolas.
El doctor entra a la sala y esta vez no me aparto de ella.
—Bueno Bianca, tengo malas noticias.
Lo sabía.
—¿Oh?
—Tienes una fisura, es leve, pero vas a necesitar una bota
y reposo.
Bianca me mira deprimida y resopla.
—¿Crees que puedes esperar a que terminen para llevarme
a mi casa?
—Será un placer, Red —digo reposando mi brazo sobre
sus hombros.
Intento darle un poco de consuelo a ese rostro derrotado,
mi voz suena angelical y ligera, pero el diablillo dentro de mí
sonríe contento y victorioso.
El problema es que no sé por qué.
CAPÍTULO CUATRO
KILLIAN

B ianca vive en el distrito Mission, que es el corazón de


San Francisco. Este distrito es de lo más interesante si
buscas mezclas de culturas, colores y olores en la
ciudad, aquí puedes encontrar raíces latinas, mezclado con
hípsters fanáticos del cine en blanco y negro, cervecerías
artesanales y el parque más visitado por los amantes de la
marihuana, Dolores Park.
Como ciudad, es activa, inclusive los fines de semana, la
gente transita por sus calles a toda velocidad como lo hacen
todos los ciudadanos cosmopolitas y este es un caos que busco
de vez en cuando, uno donde me siento cómodo hasta que lo
detesto y me encierro en mi casa en las colinas de Oakland.
El edificio no es el más moderno, pero tampoco apesta
hasta niveles inmanejables. Estos tipos de edificios son de los
ochenta y por supuesto no tienen ascensor, por eso la cargo por
las escaleras y con cuidado abrimos la puerta de su piso.
Cuando dijo que cocinaba desde la cama no estaba
mintiendo, este piso es diminuto. Lo que se llama Studio en la
ciudad. Al menos tiene tres simples ventanas sobre el cabezal
de la cama que dejan entrar la luz, la cocina está justo enfrente
y asumo que la única puerta aparte de la salida es la del baño.
A pesar de ser mi peor pesadilla, lo tiene bastante
arreglado, limpio, claro, tiene algo que lo hace parecer más
amplio de lo que es, los colores neutros quizás o las luces
navideñas encendidas que cuelgan del techo sobre su cama le
dan un no sé qué muy acogedor.
Bianca me usa de muleta y señala su cama para que
camine hasta allí, cuando se sienta deja salir aire de sus
pulmones y apoya sus manos sobre sus piernas pálidas.
—Gracias —dice—. Realmente no sé cómo agradecerte lo
que hiciste hoy.
—Deja de agradecerme, mujer, ya lo sé, soy el mejor —
digo cruzando mi bandolera sobre mis hombros—. Ahora
dime, ¿quieres que llame a alguien para avisar de lo ocurrido?,
¿tus padres?
—No, está bien, no creo que viajen para esto, no es una
urgencia.
Miro a mi alrededor con curiosidad genuina, nunca estuve
en un piso tan pequeño, nací en cuna de oro y probablemente
muera en una también, mis amigos en esta ciudad son de mi
mismo círculo y si soy sincero, nunca vengo para estos lados.
Hay un escritorio al lado de la cama, pequeño y
desgastado, está poblado de cables negros serpenteando por la
superficie, un micrófono en el medio y un ordenador.
—Lo bueno de vivir en un lugar tan pequeño es que no
tienes que caminar mucho —digo levantando uno de los cables
y mirándola con una ceja arqueada—. ¿Aquí es donde grabas
tu podcast?
—Sí —dice con tensión en sus hombros—. En serio, no
quiero robar más tiempo de tu día, ya fuiste el héroe, me
sentiría mucho mejor si volvieras a tu vida normal.
Una media sonrisa angelical derrapa por mi boca.
—¿Me estás echando Bianca? Porque presiento que me
quieres fuera de este lugar cuanto antes. —Pretendo estar
ofendido, apoyando una mano sobre mi pecho y poniendo esa
expresión de sorpresa que los diseñadores de interiores ponen
en la televisión.
Sí, miro programas de remodelación, ¿y qué?
Cuando abre la boca para responder la interrumpo
caminando hacia su cocina de juguete y abro la nevera sin
importarme nada.
Vacía, excepto un bote de mayonesa a la mitad y un queso
cremoso, lo cojo y abro la tapa, solo para encontrar una
colonia de hongos verdes.
—Creo que necesitas que vaya de compras por ti.
—Puedo pedir a domicilio, no te preocupes.
—No digas disparates, déjame hacer un pedido rápido…
—Cojo el móvil y comienzo.
—Killian… —dice en un tono tan firme que me detengo—
Yo puedo encargarme, me rompí el tobillo, no el cerebro, en
serio, gracias, pero necesito dormir un rato, ha sido un día
largo.
Está bien… ya lo entendí.
—Perfecto, puedo entenderte, debo apestar con todo lo que
sudé en ese bosque.
Por suerte ella se ríe, relajando la tensión que se formó en
el ambiente, cuando termina de reír, suelta aire por su nariz y
me mira con media sonrisa.
Demonios, esta mujer está pidiéndome que me vaya de su
piso, nunca me pasó algo así, normalmente es al revés.
—Bueno, Bianca, cariño —digo caminando hacia la puerta
—, fue un placer pasar este sábado contigo.
Hago una reverencia y ella la imita reprimiendo una
sonrisa.
Solo yo sé que este es mi tono más falso, tenso y
complaciente que tengo. No porque no sea verdad, el tono es
el que uso cuando no quiero contradecir a nadie para evitar
conflicto o decepcionar a la persona. El tono que uso cuando
mi padre me llama, porque soy el único hijo que atiende sus
llamadas o cuando estoy negociando un contrato. Creo que
desde pequeño aprendí que la gente se deja seducir por la
amabilidad y sonrisas, especialmente con alguien atractivo
como yo. En este caso no sé bien cómo aplica, solo sé que
estoy obligando a mi cuerpo a irme de aquí.
—Igualmente, Killian, gracias otra vez. —Escucho su voz
hasta que cierro la puerta y suelto el aire que estaba reteniendo
en mis pulmones como un imbécil.
¿Desde cuándo quiero pasar más tiempo del necesario con
una mujer? Una mujer que ni siquiera me quería allí por el
amor de Dios.
Patético.
Mientras bajo las escaleras busco entre los contactos del
móvil a mi secretario y amigo Valentino Ricci.
Valentino es especial, para empezar, es más pequeño que
yo, con tan solo veinte años, este niño está manejando mi
agenda como un maldito experto. Tenemos al menos catorce
años de diferencia, pero… o él es muy maduro o yo soy muy
inmaduro, las dos opciones pueden ser verdad.
—Es sábado —dice con una voz de ultratumba cuando
atiende la llamada, seguro que estaba durmiendo.
—¿Y? —pregunto mientras salgo a la calle. El bullicio de
San Francisco interrumpe la paz que había en el piso de
Bianca, risas de personas que pasan caminando, los autobuses
ruidosos y ese olor a tacos que abre mi estómago,
preparándolo para comer.
—Y que se supone que no debería estar trabajando.
—¿Cómo sabes que te llamo para trabajar y no para hablar
con mi amigo? No me respondas —agrego rápidamente—.
Encima el sueldo que te pago lo justifica, ¿o prefieres ir a
trabajar para Mark Johnson y vivir encadenado a su escritorio?
Mark Johnson es el exjefe de Valentino, alguien con
quien… digamos que, si tuviese enemigos en esta vida, Mark
Johnson sería el mío.
Puedo escuchar cómo Valentino se levanta de la cama,
fingiendo tener dolores corporales, lo cual es una gran mentira,
ya que este tipo le dedica más horas al gimnasio que yo, solo
lo hace para hacerme sentir culpa.
Una pérdida de tiempo total, ya que tengo la habilidad de
no sentirla.
Nunca.
—¿Qué puedo hacer por ti? Oh, gran sultán —dice con voz
muerta.
—Necesito varias cosas, así que busca algo en donde
anotar, primero necesito que envíes unas muletas a una
dirección que estoy a punto de enviarte y segundo, una compra
de supermercado, ya sabes, lo básico para alguien que tiene la
nevera vacía.
Valentino escribe todo en su ordenador.
—¿Algo más?
—No, eso es todo, ¿sigue en pie lo de esta noche? —
pregunto cuando me acerco al parquímetro para verificar que
no me haya pasado con el tiempo.
—Sí, nueve y media, en el club A.M.
—Nos vemos luego.
El Tesla dice que son las dos de la tarde, es increíble cómo
vuela el tiempo cuando estás pasando un buen rato. Bueno,
quizás Bianca no piense lo mismo, pero no todos los días te
encuentras a alguien con quien se pueda conversar tan
libremente. Y no hablo de una charla del clima, hablo de un
diálogo real, donde el sujeto A dice algo y el sujeto B
responde o hace un chiste al respecto (yo soy el sujeto B). Eso
fue lo que ocurrió hoy y había olvidado lo bien que se siente
charlar con las personas.
Qué puedo decir, soy una mariposa social y disfruté cada
minuto.
Los últimos años fueron revolucionarios en la familia
Walker y mis hermanos tienen la tendencia a escudarme de
todos los acontecimientos vividos. No sé si es porque soy el
menor o el más inmaduro. El tema es que viví en una burbuja
hasta que mi hermano Silas tomó el control de la empresa
como un dictador ruso.
Me río de mi propio chiste mientras miro mi reflejo en el
espejo retrovisor del Tesla.
Silas no hizo eso, lo que sí hizo fue liberarnos de la tiranía
de mi padre y darnos la libertad de trabajar como queramos.
¿Por qué? Bueno, Silas estaba tan estresado que terminaba
hospitalizado ante cualquier acontecimiento, mi hermano Luca
descubrió que su mujer le había dejado plantado en el altar
porque mi padre la había amenazado y mi hermano Oliver
admitió haber sido víctima de acoso sexual por un enfermero
que mis padres habían contratado.
¿Cuál es la persona de interés en todo esto? Mi padre,
claro.
Alguien con quien tengo una relación de amor y odio que
no puedo controlar normalmente. ¿Qué quiero decir con esto?
Según mi terapeuta, la doctora Bannon, mi problema está en
querer impresionar a mi padre constantemente, por eso pasé
muchas horas al teléfono explicando a mi padre todo lo que
Silas estaba haciendo en la compañía.
Sí, soy el villano, el doble-cara, la rata infiltrada.
Todo cambió el día que Oliver nos pidió una charla
presencial en su rancho y después de muchos años, nos
confesó lo que había pasado. Ese día se me rompió el corazón
de tal manera que no he vuelto a responder ni una sola
pregunta que mi padre hace, a menos que sea personal o sobre
sus nietos.
¿Cuántas veces pregunta algo así? Si tu respuesta fue
nunca, acertaste.
Pero de vez en cuando lo llamo, especialmente esos días
donde necesito escuchar su voz, saber que respira
básicamente, y no culpo a mis hermanos por eliminarlo
completamente de sus vidas, pero yo…, no lo sé, no puedo.
Luca al menos lo intentó, hubo un tiempo donde mi padre
se involucró en la vida de Mila y pasó a ser un gran abuelo,
pero al poco tiempo explotó la bomba de Oliver y todo se fue a
la mierda.
Mis tres hermanos eliminaron el contacto de nuestro padre
en sus móviles, también el de mi madre y yo… yo comencé
terapia, porque si no tengo a nadie a quien impresionar,
entonces ¿qué demonios hago con todo este éxito?
¿Sueno engreído? Bienvenidos al mundo Killian, lo soy y
lo seré toda mi vida.
Puedo darme cuenta de cuándo estoy llegando a mi barrio
cuando comienzo a ir cuesta arriba. Las colinas de Oakland
son famosas por albergar las mansiones más exclusivas de San
Francisco y sí, ahí es donde vivo.
Mi casa es moderna, simple y sofisticada, con todas las
comodidades que necesita un hombre millonario de treinta y
cuatro años. Y no hablo de cosas básicas como un gimnasio,
una piscina y un balcón con vistas a San Francisco, hablo de
un salón de juegos (no al estilo Christian Grey eh, no necesito
eso para pasarlo bien), una sala de juegos real, con una mesa
de pool, juegos Arcade y un bar para cuando mis invitados
necesitan un trago.
El Tesla se estaciona solo en mi garaje de cuatro coches y
cuando salgo de allí me dirijo directamente a la nevera.
Cuando dije que estaba famélico no era mentira, viene en
el pack de ser una persona atlética, la comida es constante y en
grandes cantidades.
La cocina es relativamente pequeña (en la escala de
mansiones de esta zona), bueno, más grande que el piso entero
de Bianca es, diría que es el doble quizás. No es que esté
comparando, claramente nuestras vidas son opuestas en todos
los sentidos.
Los armarios de la cocina son negros opacos y el
fregadero, el grifo y los tiradores son dorados. La isla es de un
granito negro opaco también y termina con un desayunador,
donde generalmente como todas mis comidas. Y eso es lo
único que hago aquí, comer, porque este es el territorio de
Rosa, mi cocinera y ama de llaves (y a veces mamá también).
Hay un pollo asado esperándome y sin darle más vueltas lo
llevo a la barra y me siento allí mientras enciendo la televisión
que está a mis espaldas, no necesito verla, lo que necesito es el
sonido. Sí, patético, pero sentirme acompañado últimamente
es imperativo.
Mientras trago comida como un cavernícola recuerdo que
tengo videos e imágenes que subir a mi Instagram así que cojo
la cámara y comienzo a repasar las imágenes del día,
deslizando rápidamente para encontrar la foto perfecta.
Siempre me ha gustado mucho la fotografía, y tengo la
suerte de tener el dinero y el tiempo para dedicarme a uno de
los hobbies más caros que existen.
Mi casa está decorada con fotos que tomé durante toda mi
vida, lugares que me enamoraron y que son especiales para mí,
por supuesto las fotos con mis hermanos y mis sobrinos están
repartidas por la casa y alguna que otra mía, pero solo en
lugares donde nadie ve, soy narcisista, pero tengo mis
momentos de humildad también.
Me detengo cuando me topo con el selfie que saqué con
Bianca, me río otra vez al verla de tan mal humor por una
simple foto, pero me pone contento haberla sacado, al menos
tengo el recuerdo de este día y de esta chica tan peculiar.
Aprendí con el tiempo a publicar imágenes cuando estoy
lejos de la zona, porque algunas fans a veces se amontonaban
a mi alrededor para sacarse fotos y eso es algo que suele
arruinar el momento, especialmente si tengo compañía. Así
que solo subo mis fotos cuando estoy lejos del lugar, inclusive
a veces acumulo imágenes para subirlas luego.
<<Valentino Ricci: Está hecho.>>
Leo en el móvil y me río de solo pensar en la cara de
Bianca cuando Valentino apareció en la puerta de su piso con
muletas y bolsas llenas de comida.
¿Podría haberlo hecho yo? Sí, claro, pero sabía que si me
encargaba del tema, hubiese sido mucho más difícil sacarme
de allí.
CAPÍTULO CINCO
BIANCA

—A y hija —dice mi madre con ese tono novelesco


que le gusta usar—, ¿cómo puede ser? ¿Estás
bien?
Tengo el móvil entre el hombro y la oreja, mis dedos sobre
el teclado, pasando imágenes del Instagram aburridamente, mi
pierna derecha encima de un taburete.
—Estoy bien, los calmantes ayudan bastante —digo sin
prestar mucha atención a la conversación con mi madre.
—Claro, bueno, pero ten cuidado, ya sabes cómo son estas
cosas, una semana de sedentarismo se puede traducir en al
menos tres kilos.
Ah sí, mi madre tiene un problema con respecto a cuánto
peso y qué como.
—Tengo las pesas a mano para no estar tan quieta —
respondo mirando las pesas que ella me regaló de reojo.
Están en el suelo y llenas de polvo por no usarlas nunca.
El ejercicio nunca fue algo que me cautivara demasiado,
recuerdo obligarme a levantar pesas o correr y padecer cada
minuto, por eso renuncié y acepté mis rollitos en la barriga.
—Bien, no dejes que nada te detenga para alcanzar el
cuerpo que quieres lograr —El que tú quieres que tenga,
mamá—. Tu padre está en el taller ahora, pero estoy segura
que te llamará en cuanto se lo cuente, así que no dejes el móvil
en silencio como haces siempre, cógelo por favor.
—Sí, mamá.
Mis padres aún viven en Boston y honestamente creo que
nunca van a irse de su ciudad. Los dos descendientes de
irlandeses, se casaron con solo veinte años y mi padre
alimentó nuestra pequeña familia con un taller mecánico en el
centro de la ciudad. Mi madre es una versión mejorada de mí,
nuestro cabello es el mismo, eso sí, rojo intenso y rizado pero
ella se dedicó a alisarlo con todos los métodos habidos y por
haber en este mundo. Su piel es de porcelana, sus pecas ya no
existen gracias a un tratamiento que se hizo hace muchos años.
Mi padre por otro lado es un tipo un poco más tranquilo y sí,
como todos los mecánicos, suele tener la raja del trasero al aire
todo el tiempo, pero es el mejor padre que alguien podría
tener.
—Bueno, hablamos en unas horas —dice cantarina—, que
los Davis vienen esta noche y tengo que tener todo listo.
Cuando dice los Davis, se refiere a unos amigos que
conocen desde que yo me fui a la universidad. Los padres de
Liam Davis, el hombre con quien mi madre sueña que me
case.
El mismo con quien debía tener una cita mañana en los
Muir Woods.
—Perfecto, que paséis una buena noche —digo cogiendo
el móvil con mi mano, ansiosa por terminar esta llamada.
Cuando finalmente colgamos, subo el sonido del móvil y
lo dejo apoyado sobre los cables que están sobre el escritorio y
sigo pasando imágenes.
Lo que tengo abierto puntualmente es el perfil de KillK,
uno de los Instagramers más famosos de San Francisco y la
zona de la bahía.
Por supuesto que sabía quién era, tendría que vivir en un
contenedor en medio de uno de esos bosques donde vive una
tribu que nunca adoptó la civilización para no saber quién es
KillK y tengo que decir que me sorprendió. Normalmente en
sus historias parece ser uno de esos solteros que creen ser los
dioses de la noche, engreído y egocéntrico, pero en la vida real
fue otra cosa.
Ligero, amigable y gracioso, un perfil nunca visto.
Uno asume que conoce a los Instagramers por alguna
razón, consumimos tanto de sus vidas que creemos que en
realidad son una pantalla directa a su casa, pero hoy me di
cuenta que no es así y eso me hace sentir un poco mal, quizás
lo juzgué demasiado rápido.
De pronto se actualiza la pantalla y aparece la foto que
conozco, la que costó toda mi energía para concentrarme en el
cuerpo de este adonis, porque lo que se veía del otro lado de la
cámara era tan hermoso y devastante que creí tener un ACV y
un tobillo hinchado. Entre el verde del fondo, con el sol
iluminando su piel dorada y sus ojos, joder, tuve que controlar
que no se me cayera la baba de golpe.
Debajo de la foto dice:
Hoy haciendo Hiking en Muir Woods, el día lo ameritaba,
¿no? El sol salió, los caminos fueron inesperados y la
compañía muy grata.
Se me retuerce el estómago un poco. ¿Está hablando de
mí?
Voy a la parte de los comentarios, principalmente mujeres
poniendo corazones y fueguitos para decirle lo bueno que está,
pero también hombres poniendo el emoticono del brazo
musculoso.
Estoy a punto de poner algo, un gracias algo que le diga
que lo estoy mirando, pero me detengo cuando suena el
timbre.
Creo que es la primera vez que suena desde que me mudé
aquí hace dos años.
—¿Quién es? —Pregunto bajando la pierna del taburete y
rodando mi silla de escritorio hasta la puerta.
—Mi nombre es Valentino Ricci, vengo de parte de Killian
Walker.
Abro la puerta solo un poco, el hombre del otro lado me
busca a la altura de los ojos y luego se da cuenta que lo espío
desde abajo, sentada en la silla.
—Oh, ahí estás —dice y señala hacia atrás—. Tengo varias
cosas para ti.
Yo sigo mirándolo con la boca abierta.
Valentino Ricci tiene el rostro más simétrico y perfecto que
he visto en mi vida, podría hasta hacerle competencia a la
belleza de Killian. Demasiado joven para mí, pero prometedor
sin ninguna duda. Su quijada es dura y afilada, barba de tres o
cuatro días, cabello color caramelo hasta los hombros, pero lo
lleva estilo despeinado y hacia atrás. Una chaqueta de cuero
negro y unas botas que tienen cadenas.
Todo muy sexy y un poco intimidante a la vez.
Abro la puerta un poco más, detrás de él hay al menos diez
bolsas de supermercado.
—¿Qué es eso? —digo señalando una caja alta y angosta.
—Oh, sí, muletas, Killian dijo que necesitabas unas y… —
mira mi silla y mi pierna en el aire— creo que tenía razón.
Oh Killian…
—Killian no sabe cuándo parar ¿no? —Me alejo de la
puerta para que pase adentro todas las cosas.
—No —responde secamente, pero sus ojos me analizan
detenidamente, como si buscara en su memoria de dónde me
conoce. Algo que me pasa seguido, la gente que me escucha
reconoce mi voz, solo que a veces no recuerda de dónde.
Valentino deja las muletas cerca mío y luego mete todas
las bolsas.
Sin decir mucho más, abre la nevera y deja todo lo que
necesita frío allí dentro.
Parece que eso de pedir permiso ya no está de moda, ya
que Killian hizo lo mismo.
—¿Eres amigo de Killian? —pregunto, mi voz suena
tímida y tengo que carraspear un poco para soltar la vergüenza
que me da todo esto.
—Sí, bueno, depende a quién le preguntes —antes de que
saque mis propias conjeturas, agrega—. Me refiero a que soy
su asistente también. —Sigue sacando comida de las bolsas.
—Ah, no debería haberte molestado, le dije que no
necesitaba nada.
—Bueno, Killian es así, aprendí a no discutir ya, cuando
quiere algo no busca conseguirlo, directamente lo coge y se
apropia.
No sé por qué me deja intranquila el comentario.
—Bueno, igual, gracias.
—De nada —dice juntando todas las bolsas en una gran
bolsa y la guarda debajo del fregadero—. ¿Hay algo que pueda
hacer por ti antes de irme?
—Creo que ya estoy cubierta para toda la semana —
respondo señalando la nevera y todas las cajas de cosas que no
sé qué son, desparramadas por la encimera.
—Genial, te he dejado mi tarjeta en la encimera por si
necesitas algo —Camina hasta la caja que hay junto a mí y la
abre dejando las dos muletas a mi lado— ¿Necesitas que…?
—Oh no, yo puedo, gracias —respondo familiarizándome
con las muletas.
—¡Está bien, adiós! —Sin más cierra la puerta y el futuro
adonis desaparece.
Qué día más atractivo tuve.
CAPÍTULO SEIS
KILLIAN

—R osa, ¡me voy! —grito sobre mi hombro a medida


que camino hacia el garaje.
—¡Killian! —grita como gritaría cualquier madre a su hijo.
Me detengo en el lugar y vuelvo sobre mis pasos por el
pasillo. En el trayecto me topo con un espejo y me miro de
reojo.
Impecable, como siempre.
Traje a medida, zapatos negros, el cabello arreglado, barba
perfectamente recortada y perfume exótico.
—¿Qué? —pregunto deteniéndome en la puerta del cuarto
de lavado.
Mi ama de llaves viene de familia colombiana, es bajita
pero que eso no te engañe, tiene pólvora para mandarte a volar
lejos si la agarras en un mal día.
—¿Qué se supone que tengo que hacer con una sola
zapatilla?
La zapatilla de Bianca, la que guardamos en el bolso hace
una semana atrás.
La sonrisa del Grinch aparece en mis labios.
Me estaría engañando si dijese que no me muero por saber
cómo está o cuál es el nivel de dolor que tiene después de una
semana o si necesita que le ayude con algo más.
—Yo me encargo —digo arrancándola de sus manos.
Me voy silbando por la casa, de golpe de buen humor,
jugando con una zapatilla en mi mano.
Cuando llego a la oficina, encuentro a Valentino con la
seriedad de siempre, está detrás de su escritorio, escribiendo
un email con mucha concentración.
—Buenos días, asistonto —digo usando el sobrenombre
que le puse cuando empezó a trabajar para mí, me detengo
delante del escritorio— ¿Cómo pinta mi día?
Valentino no levanta la vista y mientras sigue escribiendo,
responde:
—La primera cita es a las nueve, con Liam Davis, tienes
media hora para prepararte, al medio día tenemos que ir a
Silicon Valley a la inauguración de Silicon Check y a las
cuatro me voy a mi casa.
—Excelente —respondo retomando mi caminar, pero me
detengo cuando me acuerdo— ¿Qué pasó con la rubia del
sábado?
Los domingos suelen ser los días que le doy libre a este
pobre muchacho.
El sábado por la noche nos encontramos en el club A.M.
como hacemos casi todos los sábados. Dos mujeres se nos
acercaron y cuando me di cuenta, Valentino había
desaparecido con una de ellas y como no tenía nada que hacer,
me fui con la morena.
No estuvo nada mal.
Detiene el tecleo y dice:
—Era demasiado chillona. —Una sonrisa maliciosa se
desparrama por su rostro.
Me río y sigo mi camino.
Liam Davis es el nuevo niño tecnológico en Silicon Valley.
Con apenas treinta años, lo llamaron el nuevo Mark
Zuckerberg (sí, tiene la misma estatura, sí, tiene la misma cara
de vampiro famélico). Después de lanzar una red social
exclusivamente para gamers y tras solo tres años de vida en el
mercado de las apps, el tipo se hizo multimillonario de la
noche a la mañana y ahora busca expandir sus horizontes.
Aquí es donde vengo yo, el mago que le provee las
oficinas, en el epicentro tecnológico más reconocido del
mundo.
Valentino deja los papeles en mi escritorio, con los planos
del proyecto, me da un par de indicaciones y se retira.
Esto es casi un juego y sé tratar con esta gente, los conozco
como la palma de mi mano y conozco lo que quieren escuchar
al momento de concretar un negocio. Ellos quieren a alguien
que le derrame miel al oído y yo no tengo problema en
hacerlo.
—Está aquí —dice Valentino por el intercomunicador.
Me levanto y abrocho mi traje, mientras camino con
firmeza hasta la oficina donde me espera.
Liam es… un idiota.
Sí, mira, no tengo nada en contra de él, pero no caben dos
egos tan grandes dentro de una oficina, así que para que esto
funcione debo desinflar un poco el mío.
—¡Liam! —digo exageradamente, eso lo aprendí de mi
hermano Silas, siempre tienes que hacerlos sentir importantes.
Liam mira su móvil con atención y responde un mensaje
antes de demostrar interés en mí.
Sé que mi altura está por encima de lo normal en Estados
Unidos pero este hombre me queda bajito. Lleva una camiseta
negra que dice “Yo inventé GamerSoul”, unos vaqueros al
menos dos tallas menos de la que él que debería usar, ah y no
ignoremos las zapatillas naranjas chillonas. El corte de cabello
es cien por ciento hípster, rapado a los costados y más largo
por arriba, sus ojos negros, su barba descuidada y frondosa.
Cuando termina de mandar un mensaje, levanta la vista y
me encuentra delante de él.
Sí, tiene que mirar para arriba.
—Killian —dice estrechando nuestras manos—, lo siento,
sabes cómo es esto, si no respondes el mensaje en los primeros
diez segundos, la bruja se pone nerviosa.
Me río falsamente.
Es tan de los dos mil decirle “bruja” a la esposa y este
chico no es un Boomer.
—Mujeres, no podemos vivir con ellas, ni sin ellas, ¿no?
—Qué asco, obviamente no coincido con ese mensaje, pero si
Liam le llama “bruja” a su mujer, entonces debo seguir ese
rumbo.
—Exacto y no me malinterpretes, es una chica muy dulce,
pero a veces es pesada como un collar de melones.
Señalo la mesa para invitarlo a sentarse y el maldito se
sienta en la cabecera.
Está bien, dije que iba a desinflar mi ego un poco.
—¿Hace cuánto estáis casados? —pregunto mientras me
siento y abro mi ordenador.
No me importa un comino su estado civil, solo necesito un
poco de conversación para romper el hielo. No puedo gritarle
en la cara que me de sus millones, no todavía.
—Oh no, por Dios no, estamos saliendo, bueno,
“saliendo”—dice haciendo comillas en el aire—. Nos estamos
conociendo, pero nunca fui un hombre que coma de un solo
plato, ¿me entiendes?
—Claro que sí. —Mentira.
Mi soltería es simple, no ando prometiendo ramos de
flores a nadie, yo propongo, la que quiera seguirme que me
siga, pero que sepa que mi tren no conduce a ningún lado.
Nunca entendí a la gente que se compromete en una
relación que luego termina arruinando.
Liam se ríe, buscando complicidad en mí y yo pretendo ser
el mismo idiota que él.
—¿Estás casado?
—Oh no —digo abriendo la carpeta que me dio Valentino
—, estoy esperando a la indicada.
No es totalmente cierto, pero los hombres de negocios
necesitan tener una imagen un poco más familiar, al menos de
eso se trata Property Group, la empresa que tenemos con mis
hermanos, ellos ya están casados, felices y con familia, yo soy
la única oveja negra.
Pero no por voto propio, solo que… nadie despierta en mí
lo que mis hermanos se cansan de hablar, ese no sé qué, esa
pieza que encastra a la perfección y que tiene más poder que
cualquier anillo.
“Cuando la encuentres lo vas a sentir” dijo Oliver cuando
habló de su esposa, Cala.
Por ahora solo siento esa conexión con el ejercicio y la
fotografía.
Liam mira hacia todos lados, buscando orejas chismosas y
cuando se da cuenta que somos los únicos dos en la sala, se
acoda sobre la mesa y dice:
—¿Un consejo? No pierdas el tiempo, están todas locas.
Me río sin mostrar mis dientes, la otra opción es poner los
ojos en blanco y ya quiero su dinero con muchas ansias.
—¿Empezamos?
Liam aplaude una vez y se acomoda en su asiento,
preparándose para mi propuesta de trabajo.
Dentro de toda mi presentación, Liam asiente
pensativamente, escuchando mi propuesta. La idea es construir
las oficinas de GamerSoul basándonos en sus necesidades
primordiales y al mismo tiempo competir con oficinas como
Google y Facebook. El plano azul está sobre la mesa y yo
indico con el dedo la zona de recreación, donde los empleados
puedan descansar y vivir sus hobbies en el mismo lugar.
—Las alternativas son infinitas, normalmente hacemos una
encuesta para conocer los gustos de los empleados y basarnos
en eso, puede ir desde una simple mesa de Ping Pong a algo
más complejo como una sala VR, pero esos son detalles que
podemos ver más adelante.
Una hora y media después, Liam se deja caer sobre el
respaldo de la silla y suelta aire por su nariz.
—¿Y la sostenibilidad? —cuestiona.
—Todo es sostenible, depende de cuánto dinero quieras
invertir en ello y cuál sea la política ecológica de la empresa.
—Escuché que Property Group New York hace sólo
edificios sostenibles ahora.
Este muchacho hizo la tarea antes de venir.
—Así es —respondo dejando caer el peso de mi espalda en
la silla, mi postura relajada no se le pasa por alto a Liam y sus
ojos espían mis hombros y mi pecho—, hace años que se
especializan en ello, de hecho es mi cuñada quien se encarga,
podríamos traerla a la mesa si quieres llevar esto a un nivel
estratégico —Solo espero que Lauren esté disponible.
—Sí, me gusta —dice mirándome fijamente—. Mira
Walker, voy a ser sincero contigo porque creo que tú y yo
tenemos mucho en común —espero que no—, hoy tengo la
entrevista con Mark Johnson, quiero escuchar su propuesta
antes de dar un paso adelante.
Mi estómago se retuerce de solo escuchar el nombre de ese
hijo de…
Mark Johnson lleva sobre sus hombros los grandes
proyectos de San Francisco y es conocido por contratar a los
arquitectos más extravagantes para generar edificios y oficinas
únicas. No me llama la atención que Liam quiera toda esa
atención para él solito.
Mark por otro lado, es una persona desagradable, engreído
y… muy parecido a mí.
Mierda.
—Entiendo. —Mi rostro es una máscara bien puesta, sin
mostrar ninguna molestia mientras junto los planos y los
guardo en la carpeta que Valentino me dio—. Cuando tomes
una decisión házmelo saber, cuanto antes empecemos mejor.
—Dalo por hecho —responde cogiendo el móvil otra vez,
una sonrisa engreída aparece en su cara y si quiero conseguir
este proyecto, tengo que pretender estar interesado en su vida.
—Parece que es una persona insistente —digo mirando el
móvil en sus manos.
—Un poco desesperada también —responde, cuando
termina de enviar su mensaje, deja el móvil en la mesa,
comienza a hablar—. El otro día la invité a pasear, no sé por
qué razón me canceló el plan, pero podía escuchar en su voz lo
desesperada que estaba, me dio pena, así que reprogramé la
cita, cualquier otra mujer me hace eso y dala por muerta, pero
esta se comportó como un perrito asustado, ¿entiendes? Me
gusta que sean así. El problema es que nuestras madres se
conocen y están intentando atarnos, pero le dije a mi madre
que no le prometía nada.
—Claro, claro —por favor que alguien me traiga un cubo
porque estoy a punto vomitar— Y ¿dónde planeas llevarla?
—No lo sé todavía, algún restaurante probablemente,
¿alguno que puedas recomendar?
Miro el móvil una vez, mirando la hora. Quiero irme de
aquí.
—Sur Le France es muy bueno, excelente servicio —
respondo automáticamente mientras me levanto.
Liam se levanta y estira sus brazos por sobre su cabeza,
incluso así, sigue siendo bajito a mi lado.
—Excelente, voy a hablar con mi secretaria para hacer la
reserva. Por cierto —golpea mi brazo un poco—, qué buena
estrategia esa de tener un asistente hombre, me hubiese
ahorrado muchos problemas y juicios. —Se ríe mostrando
hasta la campanilla detrás de la lengua y yo intento imitar la
gracia, pero no tiene ninguna.
—Bueno, uno aprende con el tiempo —digo mintiendo
entre mis dientes.
—Tengo que aprender mucho de ti entonces, Killian
Walker —estrecha mi mano—, estamos en contacto.
Cuando lo veo irse por la oficina me siento otra vez en la
silla, desplomándome del agotamiento mental que siento. Esta
es la parte nefasta de mi trabajo, fingir, fingir y fingir.
Fingir que me divierto.
Que soy divertido y mujeriego.
Que la fiesta es algo primordial para mí.
Que sonrío todo el maldito tiempo.
Valentino lo acompaña hasta la puerta y luego viene hacia
mí.
—Qué imbécil —dice por lo bajo.
—¿Qué dijo? —pregunto entrelazando mis dedos sobre la
nuca y tirándome hacia atrás, la silla cede un poco, pero
sostiene mi espalda.
—Nada, pero nadie que se vista así puede ser normal. —Se
sienta delante mío—. ¿Cómo ha ido?
Levanto mis hombros.
—Tiene una entrevista con Mark hoy.
—Mierda.
—Lo sé —respondo—, solo esperemos que deteste su
propuesta como nosotros detestamos a Mark.
Como dije antes, Mark solía ser el jefe de Valentino, y sí,
si lo que piensas es que robé el asistente de Mark Johnson, la
respuesta es sí. En algunos encuentros podía darme cuenta que
Valentino era subestimado por este personaje y no solo eso, lo
maltrataba delante de todos como si fuese un insecto molesto
zumbando en su oído. Yo sabía que Valentino tenía una mente
brillante, así que no lo dudé ni un segundo, él tenía que
trabajar conmigo. Le dije que lo iba a poner a prueba por dos
años y que si funcionaba iba a tener carrera dentro de Property
Group San Francisco.
Ya ha pasado un año y medio y Valentino no es solo mi
asistente personal, también lo es en todos los otros ámbitos de
la empresa. Quiero que lo sea, que conozca cómo funciona y
que tenga renombre.
El muchacho se lo merece.
Valentino se ríe un poco, no es alguien que sonría
demasiado, pero cuando digo cosas así, no puede evitarlo.
—Tenemos que salir en unos minutos… —Me recuerda.
—Sí, lo sé —suelto mis brazos y arrojo la cabeza hacia
atrás, bufando—, dame un minuto para recomponerme, Liam
me dejó los huevos secos.
Miro al techo perdiéndome en mis pensamientos, pensando
en mi plan para esta tarde y preguntándome qué me impulsa a
hacer esto.
—Pensé que ibas a decir los ojos, esas zapatillas casi me
dejan ciego. Supongo que es cierto lo que dicen.
Eso me despierta y me enfoco en él otra vez.
—¿Qué dicen?
—Que el dinero no te da buen gusto.
Los dos nos reímos y nos levantamos, la última parte de
trabajo del día, y después, a divertirme…
Con Bianca, por supuesto.
CAPÍTULO SIETE
BIANCA

—E ntonces, ¿qué significa esto? ¿Que si la


convivencia es nefasta tenemos que terminar la
relación? No, claro que no, significa que tenemos
que trabajar juntos, comunicar nuestras molestias y
expresarnos, con templanza, con madurez. Por ejemplo,
Mary89 pregunta: Mi marido deja las tazas del desayuno en la
encimera, justo encima del lavavajillas y se va. ¿Por qué no
puede guardarla en el lavavajillas y hacer mi vida más fácil?
Bueno Mary, porque tú se lo has permitido. ¿Cómo? No
diciendo que te molesta y haciéndolo tú cuando él no está
cerca. Como dije antes, co-mu-ni-ca-ción. Te sientas con tu
marido y le señalas el problema y como siempre, la solución,
sin solución entonces no podemos guiar a la persona a
entendernos y si la solución es poco viable para los dos, se
busca un punto en común, una tregua donde los dos estén
cómodos, como cuando una vez…
Toc Toc.
Oprimo el botón de pausa y miro con irritación hacia la
puerta.
—¿Y ahora qué? Estoy trabajando, joder.
Pongo las muletas bajo mis brazos y camino con cuidado
hacia allí, son solo cuatro pasos hasta la puerta, pero si estoy
de mal humor se sienten como veinte. Giro el picaporte y me
asomo por un pequeñísimo espacio, sin abrir la puerta del
todo.
Me asusto al ver una zapatilla delante de mis ojos, una que
conozco muy bien.
—Voy a asumir que esa cara es porque tienes una zapatilla
menos y no porque estoy aquí.
Creí que no volvería a verlo, especialmente porque envió a
su asistente a hacerse cargo de mí.
Cuando la baja, apoyo mis ojos en su rostro sonriente,
lleva unas gafas negras redondas, un traje del mismo color, los
tres primeros botones abiertos, dejándome ver su ancho cuello
y unos tatuajes que se asoman por debajo.
—Killian. —Mi voz suena sorprendida y asustada al
mismo tiempo, nunca creí que podía ser posible esa
combinación de sentimientos.
La sonrisa de Killian está firme en su rostro, mientras dice:
—Necesitas luz solar, vamos. —Abre la puerta por
completo y entra a mi piso sin permiso ni nada.
—¿Por qué?, ¿a dónde? —digo estúpidamente mientras
veo a este hombre que me debe sacar al menos dos cabezas
mirar mi hogar con curiosidad.
Deja la zapatilla en el suelo y coloca las manos en los
bolsillos de su pantalón relajadamente.
—¿Por qué? Porque estás demasiado pálida, más de lo
normal para una descendiente de irlandeses, ¿a dónde? Bueno,
donde tú quieras, mientras haya sol estoy OK.
Apoyo la muleta en la pared y me siento en mi silla con
rueditas.
—No puedo ahora, estoy trabajando. —No busco sonar
grosera, es solo la verdad.
Y ¿por qué este hombre quiere pasar tiempo conmigo? No
quiero tener a alguien así en mi vida, que solo lo haga por
lástima. Los dos sabemos que un hombre como él no busca
mujeres como yo.
—Bueno —se sienta a los pies de mi cama—, puedo
esperar, continúa.
Mi corazón se desboca de solo imaginarme a KillK
escucharme hablar.
—Ni de coña amigo, no, eso no va a pasar —respondo
inmediatamente.
Killian arquea una ceja.
—¿Por qué no? Prometo no hacer ruido. —Eso dicen sus
palabras, pero su cara de diablillo dice lo contrario.
—Son las cuatro y media de un lunes, ¿no tienes trabajo
que hacer?
—Ya está hecho, ¿vamos?
Tomo aire y lo suelto poco a poco, reconociendo que acabo
de perder esta discusión. Él no se va a ir y trabajar con él a mi
lado es imposible, así que mejor terminar con esto cuanto
antes.
—Déjame cambiarme de ropa al menos —digo
pesadamente ya que estoy con el pijama, el mismo que me
puse hace tres días.
—Tienes diez minutos. —Coge el móvil y comienza a leer
con interés un artículo del periódico.
Miro a mi alrededor, casi irónicamente señalando todo.
—Killian, adiós, necesito cambiarme.
Pone cara de asombro, abriendo su boca y levantando sus
cejas.
—Oh claro, no tienes donde cambiarte —se levanta y
camina hasta la ventana—, me quedaré mirando afuera, no te
preocupes.
Con los ojos obsesivamente clavados en el cuerpo gigante
que acaba de interrumpir mi día, me cambio mientras estoy
esperando el momento exacto en el que se de la vuelta y se ría
de mi cuerpo. Pero sorprendentemente Killian comienza a
describir todo lo que ve en la ventana.
—No podría vivir en un lugar donde pueda estar mirando
la calle todo el día. Mira, tantas cosas pasando al mismo
tiempo, no podría concentrarme —comienza a reírse—, esa
señora no está recogiendo la caca de su perro.
—La señora Hoover, siempre hace lo mismo —respondo
automáticamente.
—¿En serio? —Voltea y yo grito—. ¡Lo siento! ¡Lo
olvidé! Prometo no volver a girarme.
Cuando termino carraspeo, Killian se da la vuelta poco a
poco y con los ojos cerrados.
—¿Puedo?
—Sí… ya está.
Cuando los abre me mira de la cabeza a los pies. Llevo una
camiseta negra tres tallas más grande de lo que me
corresponde, me llega hasta los muslos y tiene llamas de fuego
en el pecho. Debajo, un short vaquero deshilachado y gastado,
unas zapatillas adidas superstar y mi cabello recogido con un
moño suelto y mal hecho.
Killian sonríe.
—Te ves increíble.
Sí, claro, quiero decirle, pero solo pongo los ojos en
blanco, él me ignora y camina hasta la puerta dejándome
hueco para pasar.
—Déjame llevarte hasta abajo, luego vengo a por las
muletas.
Cuando me deja en el asiento del Tesla, me coloca el
cinturón y cierra la puerta. Minutos después deja las muletas
en el maletero y se sienta a mi lado.
—¿Qué te dijo el médico? —cuestiona mientras conduce
por San Francisco.
Me sorprende que me pregunte esto, ya que nunca le dije
que tenía una cita con el doctor una semana después.
—Que esto tiene para dos semanas más por lo menos, pero
me siento mejor, apoyar todo mi peso hace que me duela un
poco, pero no como el primer día —respondo mirando la bota
en mi pierna.
—Excelente noticia, ¿vamos a Dolores Park? —Levanto
mis hombros, lo que sea con tal de terminar con esto—.
Dolores Park entonces.
Quiero hacerle mil preguntas, tipo… ¿no crees que te van a
reconocer allí? Que te vean con una pelirroja llena de pecas y
una bota y se burlen de ti, ¿no te da vergüenza?
Pero mi boca se mantiene sellada y lo observo como si
fuese un bicho raro.
En solo diez minutos, Killian aparca el Tesla y se prepara
para cargarme.
—Yo puedo no te preocupes, solo necesito las muletas.
Sus ojos me transmiten decepción solo por un segundo,
pero lo cubre con una sonrisa y me ayuda a salir.
¿Todos los influencers sonríen constantemente?
Dolores Park es un parque que frecuento solo cuando no
hay gente, sí, lo se, qué antisocial de mi parte, pero es que los
fines de semana está tan concurrido que es difícil encontrar un
lugar donde sentarse. Es entendible, este parque tiene las
mejores vistas de la ciudad desde un rincón verde. Los árboles
y palmeras le dan un toque silvestre, el sonido de la ciudad se
escucha a lo lejos a pesar de estar en el centro y la brisa fresca
es agradable. Encontramos un pedacito de césped libre, solo
hay personas haciendo deporte o descansando en su tiempo de
almuerzo.
—Si te sientas sobre el césped vas a arruinar ese traje —
digo cuando estoy a punto de sentarme.
—No me importa —responde—, puede que le importe a
Rosa, pero…
—¿Por qué no vamos a las mesas de allí?
Killian asiente.
—Déjame llevarte Red, está muy lejos. —Lo tengo encima
en un segundo, su espalda delante de mí.
Miro a mi alrededor, buscando ojos curiosos, por suerte a
nadie le parece interesante nuestra interacción.
Las mesas de picnic son de color granate y espaciosas
como para tener una gran comida, pero ninguno trajo nada, ni
una taza de café (o un vaso de vodka entero para calmar los
nervios).
Killian me deja en el asiento y vuelve con las muletas
segundos después. Se sienta delante de mí, se quita el traje y
arremanga la camisa por encima de los codos. Los tatuajes que
bien tenía ocultos bajo las mangas de esa camisa tan cara se
dan a conocer y los observo con curiosidad.
—¿Tienes alguno? —pregunta.
—Oh no, a mi madre le da un infarto si me hago uno —
digo riéndome de solo recordar su rostro atónito cuando le dije
que pensaba hacerme uno.
—Qué suerte que tu madre no está aquí entonces, ¿no? —
devuelve con una sonrisita pícara.
—Se nota que no la conoces, mi madre es omnipotente.
Killian sonríe y por un segundo creo ver tristeza en su
rostro.
—¿Qué te harías?
Pretendo pensar el diseño cuando lo cierto es que me lo sé
de memoria, solo que está almacenado lejos de cualquier
deseo.
—Siempre fantaseé en hacerme el brazo completo, con
flores que representan a cada miembro de mi familia.
—Uuuh esa es una muy buena idea —dice con su mano en
la barbilla—, puedo recomendarte mi tatuador si quieres,
probablemente te haga un descuento.
Resoplo, no puedo ni considerar esa propuesta, sé que
nunca me lo voy a hacer.
—Gracias Killian, pero no, es demasiado permanente para
mí.
—Bueno, si alguna vez cambias de parecer, házmelo saber
—dice mirando directamente las pupilas de mis ojos, con tanta
intensidad que miro lejos de él para calmar el rubor de mis
mejillas—. ¿Cómo te fue en la cita?
Me encorvo un poco, recordando el desastre que fue.
—Un horror.
—Cuéntamelo todo —dice enlazando sus dedos sobre la
mesa de madera, su rostro ansioso por saber.
Por un momento analizo esta situación, como lo hago con
cada segundo de mi vida donde convivo con mi cerebro y me
pregunto ¿por qué quiere saberlo?, ¿qué le interesa a él la vida
amorosa de una chica promedio?
Entonces lo entiendo, él solo busca una amistad conmigo,
claro, ahora todas las fichas encajan a la perfección. Killian
nunca se fijaría en alguien como yo, con unos kilos de más,
con pecas invasivas como estas y piernas que podrían
pertenecer a un gnomo de jardín. Killian solo quiere una
amistad y darme cuenta de eso me hace sentir lo
suficientemente cómoda para que mi lengua se desate y mi
mente se abra a esta nueva amistad.
—Fuimos a un restaurante muy conocido en la ciudad —
comienzo— y uno de mis consejos como ya sabes, es
prepararme.
—Fundamental —agrega Killian con media sonrisa.
—Exacto, bueno, investigué cuál era la etiqueta y seguí
todo al pie de la letra, pero una vez allí…
—¿No te gustó la comida? —pregunta intrigado.
—Oh no, eso es imposible, amo la comida —suelto como
si hablara con una amiga—, pero él estaba distraído,
especialmente con la muchacha que nos traía todo, no podía
conseguir su atención.
Killian arquea una ceja.
—Me imagino que hiciste algo al respecto. —No es una
pregunta, es una afirmación.
—Sí, lo intenté, traté de mostrar mi lado más divertido,
pero…
—Espera, espera, ¿qué? —interviene— ¿El tipo está
mirando a la camarera y no te fuiste inmediatamente de allí?
Frunzo mi ceño mirándolo con curiosidad.
—¿Debería haberme ido?
—¡Mujer! —grita golpeando la mesa, las personas cerca
nuestro nos miran con ojos curiosos—, ¡pues claro que sí!
Estamos en otra era, no deberías aguantar esas cosas.
Me quedo en silencio, contemplando esta alternativa.
Apoyo mis codos sobre la mesa y sostengo mi cabeza con
preocupación.
—Tú no lo entiendes Killian, mujeres como yo no
podemos darnos esos lujos.
Killian se yergue, como si mi comentario fuese un
puñetazo directo a su estómago.
—¿Mujeres como tú? ¿Por qué presiento que te refieres a
algo completamente distinto que yo?
—Ya sabes a lo que me refiero —digo irritada—, no hace
falta pretender algo que ya tengo asumido, no soy ciega,
cuando digo mujeres como yo, me refiero a las que no son
perfectas, las que tienen kilos de más y no son modelos.
Somos una especie real, ¿sabes? Vivimos por ahí, sentimos
y…
—Stop. —Levanta la mano y me silencio—. Bianca,
cariño, creo que tienes lo que se llama distorsión de la imagen.
—Mira hacia un costado y luego al otro y antes de seguir baja
la voz—. No sé qué ves tú en el espejo, pero no te mereces una
basura como compañero.
—Lo sé… —digo mirando cómo mis dedos se retuercen
entre sí—. No es que esté ignorando todo el feminismo de los
últimos años, es solo que… —mi garganta se cierra, pareciera
que no quiere decir las cosas que mi mente almacena—,
cuando llegas a los veintiocho las opciones se reducen y…
—Oh, ya veo por donde va esto… —dice asintiendo
lentamente, sorpresivamente indignado.
Levanto los ojos, buscando desesperadamente alguien que
me comprenda, alguien que esté pasando por lo mismo que yo.
—¿Por dónde…?
Killian me mira fijamente con esos ojos acuáticos, no hay
sonrisa en sus labios perfectos esta vez, pero sí hay una
severidad que nunca vi antes, una que hace que me encoja en
el lugar, inhibida por él.
Pero Killian toma aire y una máscara sonriente aparece.
—¿Quieres comer algo? —inquiere cambiando el rumbo
de la conversación casi ciento ochenta grados.
—Bu-bueno…
La decepción es imposible de ocultar en mi voz, creí que al
fin había encontrado a alguien que comprendía lo que estoy
pasando, pero en realidad encontré a alguien que se guarda los
sentimientos, tal como lo hago yo.
CAPÍTULO OCHO
KILLIAN

U na vez, jugando con Oliver en la casa de mis padres me


caí por las escaleras, rodé y rodé, golpeándome con
cada uno de los escalones, que, por cierto, eran como
cuarenta y cuando llegué finalmente al suelo, la adrenalina se
disparó tanto dentro de mis venas, que me levanté como si
nada y seguí jugando.
Aquella vez sentí que era invencible, pero al día siguiente
los moretones eran violetas y no me dejaban moverme con
naturalidad.
La sensación con Bianca es similar, cuando la vi
angustiada por un idiota, fue como un golpe, luego, dejé de
sentir y ahora, que la tengo delante mío en un restaurante de
comida rápida siento todo junto.
Me siento raro, magullado por sus palabras, por su baja
autoestima y su miedo a algo que nos acecha a todos.
La maldita soledad.
Y vaya si la conozco, esa maldita vigila mi cama inclusive
cuando hay más de una persona durmiendo allí. Pero yo puedo
con ella, sé manejarla y silenciarla cuando grita tan agudo que
rompe mis tímpanos. ¿Pero Bianca? Puedo ver cómo controla
su vida y en base a su miedo, dicta su comportamiento, sus
elecciones.
Tras observar a Bianca limpiar la mesa y cada objeto que
hay sobre ella con un antibacterial, pedimos comida, una
ensalada que es noventa por ciento lechuga y tres pedazos de
pollo (para ella) y para mí una hamburguesa de tres pisos.
Monster Burger se llama. La que suelo pedir una vez por
semana cuando me libero un poco de la comida limpia y
saludable que como en casa.
Mancharse con barro de vez en cuando no está nada mal.
Miro la ensalada de Bianca con un poco de asco y pena y
ella detiene el tenedor justo delante de su boca cuando me
detecta siendo grosero.
Es que no puedo evitarlo.
—¿Por qué comes esa mierda? —Señalo el bowl verde.
—No puedo comer una hamburguesa un lunes —responde
como si esa frase tuviera sentido alguno.
—¿Qué cojones…?
—Es simple, si el lunes empiezo comiendo algo así de
calórico entonces, ¿cómo termino la semana? Los sábados son
mi día de comida chatarra, no puedo cambiarlo.
Boquiabierto la miro y ya que estoy meto una patata frita.
—Tu lógica no tiene sentido.
Bianca se ríe, pinchando una y otra vez la lechuga.
—No lo entenderías —niega con la cabeza y una media
sonrisa.
—Ilumíname, Bianca —insisto.
Ella levanta la mirada inmediatamente, como si mi voz la
hubiese hipnotizado y si soy cien por ciento honesto, me gusta
su reacción.
—Tú vienes con un buen cuerpo de fábrica, yo tengo que
trabajar el doble de duro para bajar de peso y con solo un vaso
de agua lo subo otra vez.
Me río.
—¿Quién te convenció de que tienes que bajar de peso?
—¿La sociedad? —responde levantando sus hombros,
despreocupación total en sus ojos.
Resoplo, entretenido por este caso insólito delante de mí.
—Recuérdame el sábado venir a verte, quiero ver qué es lo
peor que comes.
Eso la hace detenerse.
—No es una imagen muy agradable.
—Lo dudo muchísimo, Bianca —respondo resoplando
cuando imagino a Bianca comiendo pizza sentada en el suelo
de su piso.
Cuando estaba intentando distraerme hace unas horas
mientras ella se cambiaba, sin querer encontré el reflejo de ella
en el vidrio, principalmente su silueta, ya que estaba encendida
la luz de la pequeña cocina. Las curvas de Bianca fueron de
esas que no te dejan apartar la mirada, inclusive cuando sabes
que mirar está mal, inclusive cuando ella me pidió que no lo
hiciera.
Pero joder… las curvas de su cadera, de sus pechos… no
entiendo por qué esta mujer no puede ver lo sexy que es.
Cuando los dos terminamos de comer seguimos
conversando. Cosas triviales y nada demasiado importante,
pero dentro de esa sencillez encuentro calma y
entretenimiento.
Cosas que no encuentro en todos lados.
La tarde se pasa rápido, y el atardecer está aquí. Estoy
pasándolo tan bien que siento decepción cuando Bianca me
pide que la lleve a su casa, excusándose de que tiene que
terminar el capítulo de su podcast.
—Por cierto, ¿cómo se llama? —pregunto mientras
conduzco por Mission St.
—Lovecast —responde inmediatamente. Ella mira la
ciudad pasar, luego se enfoca en mí con pánico en sus ojos—.
No lo escuches.
Me río.
—No puedes detenerme —respondo con una risa maligna
y en ese momento un coche se pasa de carril delante mío, sin
poner la luz de giro. Mis manos aprietan el volante hasta que
mis nudillos se ponen blancos—. ¡Qué coño hace! —grito.
Bianca se sobresalta.
—Lo siento —respondo rápidamente—. La gente que no
tiene respeto por los demás me saca de las casillas.
—Ya veo —dice sonriente.
El tráfico en la ciudad es caótico a esta hora y detesto cada
segundo que paso atrapado en él.
Ese es otro tema que hablo con la doctora Bannon, mi
problemita con la ira al volante.
—¿Y por qué sonríes? —replico sintiéndome
inmediatamente de buen humor.
—Bueno, para empezar, acabo de encontrarte un defecto
—dice reprimiendo una risa.
Detengo el Tesla en la puerta de su casa y la miro
estupefacto.
—¿Y eso es gracioso?
—¡Sí! —dice dejando correr la risa—. No podías ser así de
perfecto.
Me río y dejo mis manos caer sobre mis muslos en
rendición.
—Me alegra que mi rabia te haga reír.
Un sonido interrumpe nuestra risa, el móvil de Bianca
suena con un mensaje. Ella lo mira con atención.
—¡Es él!
—¿Y qué quiere? —Mi tono menos emocionado que el de
ella.
No significa nada, es solo alguien que interrumpe un buen
momento.
—Quiere verme mañana, pero tiene reuniones todo el día.
Bianca suena decepcionada y eso me hace sentir una
sensación nueva en el pecho, como si alguien lo presionara
con un yunque. Miro hacia adelante y me pregunto: ¿quién
demonios le dice eso a una chica que quieres conquistar? ¡Dile
el día que sí puedes y ya! Pero tomo aire profundamente como
dice la doctora y me retengo esos pensamientos.
—¿Entonces? ¿Puede algún día o está inventando excusas?
Bien Killian, dijiste que ibas a callarte.
Bianca levanta los ojos de la pantalla hacia mí con rabia.
—¡No seas así! —Me empuja un poco con su mano—. Lo
está intentando, tengo que apreciar el esfuerzo.
Suspiro con frustración.
—Bueno, trata de ir a un lugar donde no haya otras
mujeres, no vaya a ser que no pueda controlarse. —Resoplo.
Bianca me mira con ojos heridos y con una velocidad que
me asusta (para alguien tan bajita y averiada), abre la puerta
del coche e intenta salir por su cuenta.
—Bianca… —digo saliendo del coche. La intercepto antes
de que se mate cayendo en la calle—. Lo siento —digo con
honestidad, tomo su brazo y lo coloco sobre mis hombros
hasta que llegamos al maletero y le doy sus muletas—. En
serio, no quise molestarte.
—No pasa nada —sonríe tensamente—. Nos vemos,
Killian.
—Red… —llamo usando su apodo—. Déjame llevarte
hasta arriba, no seas terca.
Pareciera que no me escucha y camina hasta la entrada del
edificio y yo como un acechador, la sigo.
—No, puedo sola —dice subiendo el primer escalón.
En el tercero se le resbala la muleta.
Mis dedos se hunden en sus costillas para atraparla antes
de que caiga. Su cabello se pega a mi nariz y siento su
perfume a jazmín entrando por mis fosas nasales. Para no
perder el agarre la envuelvo con mi brazo justo por debajo de
sus pesados pechos y la sostengo contra mí.
—No se discute más —digo acomodándola un poco mejor
para dejar de tocarla por todos lados, pero mis manos siguen
sobre ella, enviando pulsos eléctricos directos a mi
entrepierna.
—Killian, bájame.
—No —respondo con una firmeza primitiva.
Como si me costara desprenderme de ella…
Siguiendo mi nuevo instinto volteo su cuerpo con cuidado
y la cargo sobre mi pelvis tal como hice hace unos días con
una morena que no recuerdo el nombre. Mis manos buscan
sostener su trasero de la manera menos indecente que puedo
encontrar, pero su short es demasiado corto y mis dedos
quieren resbalarse a los lugares más prohibidos.
En el sexto escalón un dedo hace lo que quiere y roza su
coño milimétricamente. Se siente tibio y acogedor…
Joder, Killian, no eres un chaval desesperado por un coño,
deja de ser tan desvergonzado.
Ninguno de los dos vuelve a hablar hasta que llegamos a
su piso, entonces desciendo su cuerpo con cuidado sobre la
cama, Bianca evita la mirada, probablemente sintiéndose
incomoda por lo idiota que puedo ser a veces.
Lo bueno es que tengo que ir por las muletas y eso me va a
dar tiempo para calmar la erección latente que tengo dentro de
mis pantalones.
Cuando vuelvo a entrar, la encuentro sentada donde la dejé
y cuando me ve entrar borra las lágrimas que caen de su rostro.
Ah mierda, no solo me siento mal, sino que me siento un
depravado ahora.
Me pongo de cuclillas delante de ella y con cuidado apoyo
mi mano en su rodilla derecha.
—Lo siento, no sabía cómo cargarte hasta…
—No es eso… —interrumpe.
Qué alivio, entonces el problema es mi bocaza.
—Te mereces un hombre que no pueda dejar de mirarte,
Bianca, uno que quiera lamer el suelo donde caminas, no te
conformes con menos.
Lágrimas atacan otra vez y las borra con furia en sus
manos, entonces con una tormenta en sus pupilas enfoca su
mirada en mí.
Nunca había visto odio en esos ojos tan cálidos que tiene.
—Tú no sabes lo que es estar en mis zapatos, eres solo un
chico bonito de internet que no conoce cómo es el mundo
exterior, ¿consejo? —dice, imitando la manera en la que hablo
—, no asumas que todos tenemos una vida tan fácil como la
tuya.
Me pongo de pie, alejándome de ella.
Sé que solo quiere hacerme daño por venganza, que está
herida y confundida porque tiene que arrastrarse por un tipo
que no vale su tiempo.
Asiento y levanto mis hombros.
—Al menos piensas que soy bonito —digo con una sonrisa
que tengo que forzar.
Cierro la puerta con más fuerza de la que debería haber
ejercido y me voy de allí con la cola entre las piernas.
CAPÍTULO NUEVE
BIANCA

N o suelo encontrar hombres de mi estatura, o son muy


altos o son muy altos. Ese es el problema de vivir un
nivel más abajo que todo el mundo, todos parecen
inmensos y las cosas siempre están lejos de mi alcance.
Liam, por suerte, es casi de mi estatura, pero sospecho que
usa ese corte de pelo hípster para aparentar ser más alto. De
todos modos, me gusta poder mirarlo a los ojos.
Estamos en un restaurante con toques modernos y rústicos
al mismo tiempo, tiene una terraza increíble con vistas al
puente Golden Gate, que durante la noche tiene tanta presencia
como durante el día. La mesa está cubierta con un mantel
blanco impoluto, en el medio una vela encerrada en una esfera
de vidrio que le da un toque romántico e íntimo.
No se si es obra de Liam, pero no hay nadie a nuestro
alrededor y eso me gusta, me siento más relajada.
Menos ojos a mi alrededor, menos ansiedad escalando en
mi cerebro.
El camarero (por suerte es un hombre) nos trae unas copas
con bebidas de colores y Liam le da las gracias mientras
levanta la copa para chocarla con la mía.
Sonrío y la levanto también.
—Lamento haber tardado tanto en liberar mi agenda —
dice—, esta semana fue una locura, mucho trabajo, muchas
decisiones que tomar.
—No te preocupes, no ha sido una semana liviana para mí
tampoco —miento entre mis dientes, cuando en realidad lo
único que hice fue ir al parque con Killian—. ¿Cómo va el
proyecto de las oficinas?
Liam se desploma sobre la silla y se toma la copa entera de
un solo trago.
—Mal —murmura mirando hacia la vista de la terraza.
Regla número uno, siempre muéstrate interesada.
—Oh, lamento escuchar eso, ¿qué ocurrió? —pregunto
pretendiendo tener interés.
Liam me mira con ojos indiferentes.
—Cosas de empresas, no te preocupes.
—Quizás pueda ayudarte.
Cruza sus brazos sobre la mesa y con una sonrisa burlona
comienza:
—Tengo que decidir entre dos contratistas, uno me asegura
tener oficinas modernas y prácticas, el otro me asegura que el
edificio será una declaración sobre la posición de la empresa
en Silicon Valley. —Mira hacia el puente y menea la cabeza de
un lado a otro—. Son arriesgados los dos.
—¿Por qué?
La comida llega a la mesa, Liam pidió langosta, mientras
que yo pedí una ensalada de mar.
Nunca pediría langosta, es demasiado difícil comer delante
de alguien con quien no tienes confianza, prácticamente tienes
que ponerte en modo caníbal y comer con las manos.
Parece que él no tiene problema con eso.
—Las dos empresas tienen renombre, las dos me pueden
dar lo que quiero, pero solo una me da status, ¿entiendes a lo
que me refiero?
—Claro —no soy idiota, Liam—, pero la otra te asegura
tener una oficina perfecta para tus empleados.
Liam resopla.
—Bianca, los empleados van y vienen, lo importante es el
edificio.
—Puede ser, pero, ¿qué importancia tiene un edificio
vacío? —replico.
Liam se mantiene en silencio, apoya su mano bajo la
quijada y me mira.
—Ese es un punto interesante—admite con una sonrisa, se
estira sobre la mesa y toma mi mano—. Mira quién tiene
mente de empresaria, mi madre tiene razón, no eres como las
demás chicas —dice con el mismo tono que usaría con un
perro cuando me da la pata.
Sonrío sin mostrar los dientes y me dedico a comer mi
ensalada para llenar mi boca y no explicarle que el concepto
de “No eres como las demás mujeres” es arcaico y solo genera
conflicto entre el mismo género.
Killian aparece en mi cabeza, con su razonamiento lógico
y estúpido de que no debería arrastrarme así por un hombre.
Pero él no siente la presión que siento todos los días, él no
tiene que atender las llamadas de mi madre cuando me
pregunta cuándo voy a concretar una relación con alguien y
cuándo voy a tomarme en serio que “la apariencia lo es todo”
cuando se trata de tener citas.
Yo solo quiero casarme para dejar de sentir el mundo sobre
mis hombros, para que la presión desaparezca y que
finalmente pueda vivir una vida en paz, donde mi madre esté
contenta con el resultado y deje de taladrarme el cerebro.
—Bianca… —dice Liam—, ¿dónde estabas? Te estoy
hablando.
Pensando en un futuro oscuro y depresivo.
—Lo siento, ¿decías?
Maldita sea Killian, sal de mi cabeza.
—Que, si quieres venir a mi casa luego, podríamos tomar
algo, ver una peli.
Traducción: follar.
Miro mi bota debajo de la mesa con odio.
—Con el pie así prefiero dejarlo para otro momento si no
te importa, si paso muchas horas de pie la fractura comienza a
molestarme. —Especialmente cuando tuve que subir las
escaleras de este restaurante mientras él me esperaba en el
segundo nivel.
—Oh cierto, ¿cómo te hiciste eso?
—En una clase de yoga —miento tomando la copa y
tragando todo el líquido que pueda para no tener que hablar
más.
—Oh, esas clases son muy difíciles, ten cuidado —dice
mirando su plato y metiendo un bocado en su boca. Sus dedos
grasientos van bien adentro y los chupa cuando termina.
Puaj.
Sonrío genuinamente, pero no por lo que dijo, sino por lo
que hace.
—Gracias, lo sé, fui un poco bruta en los movimientos,
pero ya aprendí.
¿Quién se hace una fractura en el tobillo haciendo yoga?
Liam no es tan inteligente como mi madre dijo que era.
Cuando llegamos a mi piso, me acompaña hasta la puerta,
esta vez sí me ayuda a caminar con muletas.
—Bueno —digo sonriendo—, gracias por esta noche, fue
increíble.
Él sonríe y debo admitir que su sonrisa es adorable.
—De nada. —Mira mi boca, movimiento estratégico.
Quiere besarme.
Así que pretendo perder el equilibrio y él me ataja entre
sus brazos, en el movimiento apoya sus labios sobre los míos y
me besa.
Es un poco descuidado, va mucho más rápido de lo que
esperaba y su lengua se mueve dentro de mi boca como una
manguera sin control. Pero lo acepto y sigo su ritmo.
Los besos nunca fueron mi fuerte o al menos eso me
dijeron mis compañeros anteriores, soy un poco descoordinada
y nunca sé para qué lado inclinar mi cabeza.
Cuando termina se aleja un poco de mí y con ojos lascivos
me dice:
—¿Segura que no quieres que suba?
Oh Dios no, si esto fue el beso, para el sexo tengo que
prepararme mentalmente.
—Lo siento —digo como si realmente me doliera decirle
que no.
—Está bien, tú te lo pierdes. —Intenta hacer el chiste, pero
no me río—. Te llamaré en los próximos días.
—Vale, buenas noches —digo y entro al edificio.
Miro las escaleras como un reto imposible de lograr y un
bufido sale de mis pulmones.
—Allá vamos, para arriba otra vez.
CAPÍTULO DIEZ
KILLIAN

—L os rumores dicen que va a quedarse contigo, al


menos eso es lo que se comenta por ahí —dice
Valentino.
El muchacho está sentado en mi oficina, delante de mí en
la pequeña sala que tengo dentro de mi despacho.
Nada demasiado lujoso, unos sillones blancos de West Elm
y una mesa de café que es el tronco de un árbol cortado con un
óvalo de vidrio encima.
Ecológico, todo ecológico para las oficinas de Property
Group.
(Mandato de Lauren)
Desde donde estoy sentado puedo ver toda la bahía de San
Francisco, el puerto marítimo, las montañas en el horizonte. El
mar frío, pero hermoso, brilla como si tuviera diamantes con la
luz del sol.
Suspiro con la mirada perdida.
—Kill… —llama Valentino, despertándome de mis
pensamientos profundos y lejanos—. ¿Qué mierda ocurre? Tú
no haces eso.
—¿Hacer qué? —pregunto sentándome erguido y
enfocando la mirada en él.
—Ya sabes qué, rumiar en tu cerebro, apagar la luz, cerrar
la puerta, llámalo como quieras.
Tiene razón.
Y sé por qué estoy así.
—Lo siento, volvamos al tema.
—No —dice firmemente—, quiero saber qué te ocurre,
como asistente tengo que prepararme para todo.
Me río.
—Mi vida privada no es tu problema, no te preocupes y tu
sueldo seguirá apareciendo a fin de mes en tu cuenta de banco,
esté rumiando o no.
—Es mi problema si me ignoras cuando te doy el reporte
que tú pediste.
Suelto aire y apoyo mis codos en las rodillas.
Quizás hablar sobre ello me deje concentrarme por un rato.
—Tuve una discusión con una amiga, la herí sin querer y
ahora me siento mal, eso es todo.
Valentino arquea una ceja y deja su ordenador en la mesita
del tronco de árbol.
—Tú no tienes amigas.
Me río.
—No, es verdad, pero ella lo es, quise ayudarla y lo
empeoré todo.
—¿Le pediste perdón?
—Sí, claro, reiteradas veces.
—¿Y qué se siente ser ignorado? —pregunta con una
sonrisa maligna, sé que disfruta esto.
Maldito idiota.
—¿Esto es lo que siente la gente que no tiene mi belleza?
Guau, tu vida debe apestar —respondo con una media sonrisa.
Valentino suelta una carcajada y se levanta con su tablet en
la mano.
—¿Hace cuánto de esto ya?
—Una semana. —Seis días y veintitrés horas para ser
exactos.
—Bueno, es un buen tiempo para darle espacio, quizás
debas pegarle una visita, “tantear el territorio” como dice
Bianca B.
Me alerto ante ese nombre y levanto mis cejas.
—¿Bianca B?
—Sí, ¿no la escuchas? tiene un podcast sobre relaciones
amorosas, creo que todo el país la escucha sinceramente, es
buenísimo.
—¿Y tú escuchas eso?
No estoy juzgando, solo que Valentino no parece ser un
hombre que se interese en esas cosas. Es mujeriego y nunca lo
vi con la misma mujer más de dos veces. Está bien, a esa edad
yo era así, solo que cuando pasas los treinta, las prioridades
cambian, la sed de follar no sacia la necesidad de encontrar
una compañera. Quizás él no lo vea así porque no presenció el
cambio que mis hermanos tuvieron cuando encontraron a sus
mujeres.
Encontraron, reencontraron, lo que sea.
—Por supuesto que sí, no quiero llegar a los treinta y
cuatro soltero y solo como tú —responde caminando hasta la
puerta, mira por sobre su hombro con un gesto malicioso y yo
me quedo con la boca abierta.
Agarro un cojín y lo lanzo con una precisión impoluta.
Con una risotada se retira y en cuanto la puerta se cierra y
desaparece dentro de su oficina doy grandes zancadas hasta
llegar a mi ordenador en el escritorio y googlear el podcast.
El último capítulo se llama “¿Qué hacer cuando la familia
está involucrada en la vida de la pareja?”
Debería enviarle esto a Luca…
La voz de Red suena pacífica, etérea y clara. Por
momentos se vuelve profunda y seria y luego vira a un tono
más jocoso y una risita ñoña se le escapa de vez en cuando.
Habla con sabiduría, con conocimiento, que no sé de dónde lo
sacó, porque los dos sabemos que en su vida privada las
relaciones son complicadas y su elección de hombres deja
mucho que desear.
Eventualmente me atrapa en su relato y me olvido que es
la misma chica que hace una semana se arrastraba por un
idiota que no la corresponde. Cada capítulo es de cuarenta
minutos y ya llevo como seis cuando Valentino entra otra vez.
Oprimo el botón de pausa inmediatamente.
—¿Qué quieres? —Mi tono claramente incómodo.
—La secretaria de Liam llamó, quiere una reunión contigo.
—Perfecto —digo cerrando el podcast—, ¿cuándo?
—Esta noche, dice que tiene un compromiso por la tarde,
pero que luego hace reservas para cenar.
Asiento lentamente, procesando esa información. Si se está
tomando todo este atrevimiento es porque está realmente
interesado.
Una media sonrisa aparece en mi rostro y Valentino la
reproduce.
—¿Acabamos de derrocar a Mark Johnson? —pregunto
sosteniendo mi barbilla con el puño cerrado.
—No cantes victoria todavía, ¿me necesitas esta noche?
—Sí —respondo soltando todo el aire de mis pulmones—,
lleva todo por si necesitamos reforzar conceptos.
—Lo pides, lo tienes jefe —dice Valentino cuando gira
sobre sus talones y se va a preparar todo para agregar un
proyecto gigante más a nuestro portfolio.

E spero en la puerta del restaurante que Valentino eligió,


reconocido por ser uno de los mejores en la ciudad.
Mis manos enterradas en los bolsillos de mi pantalón
negro. Mi traje se ajusta a mi cuerpo impecablemente porque,
aunque es verano, San Francisco no se entera, siempre tiene
esa brisa fría que nos mantiene a todos atentos.
Valentino está a mi lado, vestido casi igual que yo, la única
diferencia es que él no puede tener trajes a medida, dice que,
aunque puede gastar ese dinero, se niega a hacerlo, como
siempre él está mirando el móvil como el adicto que es,
trabajando sin parar.
—Si sigues mirando ese aparato vas a quedarte ciego.
—Está bien, papá —responde mirando firmemente la
pantalla.
Resoplo y pongo mis ojos en blanco porque detesto que
me llame viejo y él lo sabe, por eso lo repite constantemente.
Antes de que pueda atacar a Valentino con todo lo que
tengo, un taxi aparca en la puerta del restaurante. Hay tanta
gente caminando hacia un lado y el otro en la acera que me es
difícil ver si Liam se dignó a llegar a tiempo. Pero entre el
tumulto puedo verlo en el coche y no está solo, está hablando
con alguien.
Mirando disimuladamente para aparentar ser mucho más
relajado de lo que en realidad soy, me parece ver cabello rojo.
No…
Pero no son sus rulos salvajes, su cabello es liso y largo.
Doy un paso al frente, mi cuerpo quiere ver mejor,
comprobar que es una ilusión óptica, una equivocación…
No lo es.
El perfil de Bianca es imposible de ignorar, ella conversa
con Liam pero su mirada apunta hacia donde estoy esperando
y me hundo en las sombras para poder verla mejor. Enfoco mis
ojos, le sonríe tensamente a Liam mientras él parece darle
algún tipo de explicación, luego le deja un casto beso en su
boca y se baja del taxi con una superioridad tan asquerosa que
me da una pequeña arcada.
—Qué cojones… —gruño mirándolos fijamente. Siento
que mi corazón palpita incontrolablemente dentro de mi pecho
y mis dientes rechinan al punto que Valentino los escucha.
—¿Qué pasa? —pregunta confundido mientras me ve
seguir el taxi con ojos depredadores, con ojos que acaban de
entender todo.
Mis puños se cierran cuando recuerdo las frases que dijo
Liam hace unas semanas sobre la chica con la que estaba
saliendo.
—Es una chica muy dulce, pero a veces es pesada como un
collar de melones.
—Un poco desesperada también. El otro día la invité a
pasear, no sé por qué razón me canceló el plan, pero podía
escuchar en su voz lo desesperada que estaba, me dio pena,
así que reprogramé la cita, cualquier otra mujer me hace eso
y dala por muerta, pero esta se comportó como un perrito
asustado, ¿entiendes?
Liam nos localiza y fuerza una sonrisa engreída. Cuando
está a nuestro lado Valentino da un paso más cerca de mí,
como si supiera que estoy a punto de enterrar mis puños en sus
pómulos hundidos.
—Lamento llegar tarde —dice el duende señalando sobre
su hombro—, esa pelirroja habla sin parar.
Liam golpea mi hombro amigablemente y se ríe, yo siento
que hiervo por dentro.
Pero, ¿qué puedo hacer en este preciso momento? Nada
más que dejarlo firmar el contrato y luego hablar con ella,
advertirle qué clase de tío es.
Alejarla de él.
Protegerla de idiotas que creen que son mejores que nadie.
Toda la rabia y el fuego que brotó en mi pecho segundos
atrás, los reprimo y enmascaro todo, todo hacia adentro y la
sonrisita diabólica aparece como todo el mundo espera que
haga.
Killian el mujeriego.
Killian el alegre.
El complaciente.
—¿Asumo que el restaurante que te recomendé funcionó?
—Asumes bien amigo mío, pero no hablemos de mujeres,
tú y yo tenemos que abrir una botella de champán y festejar.
Sonrío de lado, como si me interesaran sus millones en mi
cuenta en este momento.
—Música para mis oídos.
Tanto Valentino como yo solemos vestirnos bien y por bien
me refiero a buen gusto. Los dos tenemos afinidad cuando se
trata de nuestra ropa, es importante nuestra imagen,
especialmente cuando la gente quiere sacarse fotos contigo en
cualquier lugar o momento.
Liam por otro lado…
No puedo creer que haya ido así vestido a una cita con
Bianca. Joder, no puedo creer que el idiota sea él, bueno, no sé
por qué me sorprendo, por lo que Bianca dijo de él estaba
claro que Liam entraba en esa categoría.
Egocéntrico.
Mujeriego.
Machista.
Desde que salió una nota de prensa en el SF Gazette
diciendo que los verdaderos millonarios o multimillonarios
como Mark Zuckerberg o Bill Gates se visten como
pordioseros perdidos en Mission ST, todos en Silicon Valley
comenzaron a hacer lo mismo. Ya sabes a lo que me refiero,
vaqueros, camisetas simples de algodón sin ninguna marca
impresa en el pecho y zapatillas desgastadas.
Pero joder, Liam se lo tomó al pie de la letra.
Lleva una camiseta verde loro que dice NOT OK y unos
vaqueros que tiene que arremangar en los tobillos porque los
arrastra. Una gorra de Mario Bross y encima una chaqueta
blanca.
A la gente de la fashion week le sangrarían los ojos solo
por ver ese dobladillo, bueno, quizás no necesite ir tan lejos,
Valentino está a punto de llorar.
El restaurante es elegante, todo el mundo aquí viste bien y
con las mejores ropas, mujeres, hombres y niños por igual, por
eso cuando la recepcionista nos acompaña a nuestra mesa
exclusiva, todas las personas miran a Liam como si un gorila
con una escopeta acabase de entrar.
El encargado de pedir bebidas soy yo y cuando Liam
comienza a mirar el móvil con esa sonrisita sardónica que un
día voy a borrar de su rostro, hago la pregunta incontenida:
—Así que las pelirrojas son tu tipo…
Valentino levanta la mirada, extrañado, sabe que no hablo
así, nunca.
—Sí —responde Liam apoyando su brazo sobre el
respaldo de la silla a su lado—, no es muy espabilada, pero
con esas tetas no necesitas que sepa el diccionario.
Se ríe y Valentino es el único que lo acompaña con la
liviandad del momento.
Mis dedos se curvan hasta cerrar mi puño con tanta fuerza
que clavo mis uñas en la palma de mi mano.
—Pero la mandaste para casa… —digo con media sonrisa.
Sola, quiero agregar y con esa bota en su pie que hace que
subir las escaleras sea una tarea imposible.
—See —dice arrastrando la e—, está jugando a hacerse la
difícil, la entiendo —continua aceptando una copa que trae la
mesera que por supuesto la mira cuando se va—, las mujeres
hoy no quieren parecer tan rápidas, por toda esa basura del
feminismo.
Mi respiración es estable solo porque la estoy controlando,
si me dejo llevar por este sentimiento puede que le rompa la
nariz con la mesa.
—Bueno —dice Valentino interviniendo—, ¿Killian estás
listo?
Su tono suena a que está apretando los dientes, claro que
no entiende nada el pobre, él no sabe que está hablando de su
podcaster favorita, Bianca B.
De mi amiga, Red.
—Sí —digo tomando la oportunidad de cambiar de tema
—, ¿brindamos?
Los tres levantamos las copas.
—Por un futuro millonario —dice él con una sonrisa
viciosa.
Los tres brindamos y tomamos un sorbo.
—Valentino se encargará de la parte burocrática —digo
enlazando mis dedos sobre la mesa, mi expresión física de:
Hablemos de negocios—, él es el encargado de que en el
contrato no falte nada, obviamente tus abogados tendrán una
copia en cuanto esté redactado, yo por otro lado —Valentino
desliza una carpeta por encima de la mesa hasta mí— soy el
encargado de recoger tu firma donde dice que acordamos el
comienzo del edificio, no te ata legalmente a nada, es solo una
formalidad.
—Mañana mismo comenzamos con los abogados —agrega
Valentino con seriedad.
—Excelente, no me decepciones Walker, este proyecto es
uno de los más grandes de tu carrera —amenaza.
Quiero reír… y golpearlo.
Deslizo la hoja donde tiene que firmar y entrego un
bolígrafo especial que tengo para estos momentos, uno Gucci
bañado en oro con diseños geométricos.
—No te preocupes Liam, estás en manos de los mejores,
pero tengo una curiosidad, ¿qué te hizo elegirnos?
Liam tiene la copa siempre entre sus dedos y cada dos por
tres levanta la mano para pedir que se la llenen otra vez,
sospecho que tiene un serio problema con el alcohol.
—Bueno, fue mi novia quien me hizo darme cuenta de
algo —¿Novia? era “la pelirroja” hace solo unos momentos—,
Mark Johnson puede que me dé un edificio que se superponga
sobre los demás, pero qué valor tiene un edificio así si los
empleados no se sienten bienvenidos.
—No es tan boba como dijiste entonces —digo con una
sonrisa partida y con triunfo me dejo caer lentamente sobre la
silla, sintiendo que abarco más lugar del que me toca.
—Tiene sus momentos. —Levanta sus dos hombros y mira
a dos mujeres que pasan caminando.
Siento la mirada de Valentino sobre mi sien y quiero
alejarlo de mí por leerme tan fácil. Sabe que algo me molesta,
solo que no entiende qué.
—Quizás debamos traerla a todas las reuniones así nos
encarrila —digo jugando con el cuchillo plateado que tengo
delante.
—Oh no, negocios y mujeres no se mezclan.
¿Cómo puede encontrar Bianca… BIANCA atractivo a este
tío? No lo entiendo y sinceramente mi ego está un poco
afectado. ¿Por qué? Porque yo podría ser mejor pareja que él,
yo podría hacerla reír y venirse en el mismo segundo. Yo
podría tratarla con el respeto que se merece, felicitar sus
logros, alabar su cuerpo…
Pero tú eres solamente su amigo, Killian…
Cierto.
La comida llega minutos después y tal como predije, Liam
quiere más detalles o al menos que le recuerde todo lo que le
dije en la presentación, que olvidó, pero recuerda que le gustó.
Aquí dejo a Valentino lucirse, explicándolo todo al detalle,
son estos los momentos que le enseñan sobre esta profesión, a
forjarse y terminar siendo lo que visualizo para él, no mi
asistente, sino mi mano derecha. Alguien en quien confíe
ciegamente y que se haga cargo de mi empresa cuando yo esté
ocupado viviendo la vida loca.
Todavía puedo comentar algo cuando Valentino se ve
acorralado con alguna pregunta, pero en el fondo de mi
cerebro aún estoy pensando en Bianca subiendo esas escaleras
sola.
Sola, sin la ayuda de este imbécil.
El momento donde mi dedo se resbaló cerca de su coño
aparece como una sombra líquida en mi mente y tengo que
tomar un trago de mi copa para bajar el calor que siento de
golpe. Me pregunto, ¿qué tan lejos lo dejó llegar? ¿Se
besaron? ¿Se tocaron? ¿Tuvieron… sexo?
La rabia que siento se desborda.
—¿Qué hace tu novia? —interrumpo la charla.
Los dos me miran boquiabiertos y yo pretendo no darme
cuenta con una sonrisa llena de saña.
—Trabaja en comunicación —responde Liam con cuidado,
sus ojos sospechan de mí.
Asiento lentamente y los dos vuelven al tema anterior.
Abro la boca para volverlos a interrumpir, pero Valentino
me patea por debajo de la mesa, así que me quedo en
silencio… y planeo maldades.

—¿Q ué demonios Kill? —pregunta Valentino


inmediatamente después de que Liam se subiera
a un taxi, borracho y apenas manteniendo el equilibrio.
Yo lo miro con ojos neutros, casi aburridos, mis manos en
los bolsillos. El muchacho tiene mi altura, así que no tengo
que mirar hacia abajo como me pasa siempre.
—Ese tío es un idiota.
—Lo sé, tú lo sabes también, entonces ¿por qué demonios
te irrita tanto ahora que ya cerramos el trato?
Al ser el hermano más pequeño nunca tuve la oportunidad
de tener a alguien a quien proteger, siempre esa fue la tarea de
mis hermanos, pero con Valentino tengo que admitir que tomé
el papel de hermano mayor demasiado rápido. Ahora que los
papeles se revierten, me siento raro.
—¿Recuerdas la amiga que te comenté? —digo
observando el taxi perderse en el tráfico de la noche.
Los coches iluminan con sus luces traseras rojas toda la
calle. La avenida con su ruido perpetuo, los tacones de las
mujeres que caminan por la calle en manada, riendo después
de una noche de chicas y los turistas experimentando la ciudad
por primera vez.
Cuando Valentino no me responde, poso mis ojos en él y
puedo verlo, simplemente con su expresión puedo ver que
entiende a dónde va esto.
—Mierda.
—Sí. —Comienzo a caminar hasta el aparcamiento donde
dejé el Tesla—. Tengo que irme, tengo que decirle qué clase
de hombre es.
—Killian… —dice con un tono de advertencia—. No te
involucres, tenemos el trato casi concretado, esto podría
elevarte, inclusive dentro de Property Group.
Detengo mi caminar, pensando en lo que está diciendo. Sé
que tiene razón, este proyecto nos dejaría primeros en el
mercado, podría traer más fama y reconocimiento a la
empresa, a mis hermanos.
—No puedo dejarla caer en manos de este imbécil.
—La ciudad es pequeña, sabes que puede enterarse que te
relacionas con ella, sabemos que es un hombre de ego muy
frágil, puede dejarte sin proyecto en un abrir y cerrar de ojos.
Escucho a mi asistente, porque que no te engañen los años,
Valentino tiene la adultez de un viejo milenario y sé que tiene
razón.
Pero la culpa…
El peso en los hombros y el agujero en el estómago no se
me quitan.
Volteo con una media sonrisa.
—No te preocupes, asistonto, no voy a arruinar este
proyecto.
CAPÍTULO ONCE
BIANCA

U n papel se desliza por debajo de mi puerta. La única


razón por la cual lo escucho es porque acabo de
terminar el capítulo de hoy y no tengo los cascos
puestos.
Miro sobre mi hombro al pequeño papel arrugado y con
mis muletas camino hacia él.
El papel dice lo siguiente:
Abro la puerta con precaución y sonrío cuando veo la caja
de pizza en las manos de un Killian que está de rodillas en el
suelo, con su cabeza gacha como si literalmente estuviera
ofreciendo algo a un dios.
—Dijiste que el sábado es tu día de comida chatarra, lo sé,
pero no sabía si tenías el día ocupado, así que espero que no te
moleste, tomé una decisión radical y ahora los viernes son tu
día de comida chatarra —dice bajando la caja al suelo y
levantando dos bolsas más—. No sabía a cuál te referías, así
que traje un poco de todo.
Cojo las bolsas de sus manos y abro la puerta con
dificultad, pero con entusiasmo también. La última vez que lo
vi fue hace dos semanas, cuando nuestro día terminó
sexualmente tenso e incómodo por sus comentarios
relacionados a Liam. Después de tener tiempo de recapacitar
tuve que admitirme a mí misma que no estaba siendo del todo
justa, especialmente la última parte.
No puedes solo escuchar lo que te gusta, debes escuchar lo
negativo también.
Ese es uno de mis consejos y es hora de que me los aplique
a mí también.
—Esto es para varios viernes —digo cuando veo el
contenido de las bolsas, luego las dejo en la encimera y Killian
deja la caja a mi lado.
Tiene puesto unos vaqueros gastados con unas zapatillas
blancas que parecen nuevas, por encima una simple camiseta
blanca que resalta su pecho ancho y pectorales fuertes.
No lo mires así… me digo a mí misma cuando obligo a
mis ojos a dejar de inspeccionarlo. Pero Kill aleja su cabello
negro azulado de su rostro y lo tira hacia atrás, su brazo
tatuado llama mi atención otra vez y trago saliva, que más que
saliva parece una roca incrustada en mi garganta.
En vivo es mucho mejor que en Instagram.
—Bueno, no tengo otra alternativa mas que venir los
viernes restantes —dice caminando por mi diminuto piso,
mirando todo a su alrededor como si fuese un mundo nuevo.
Cojo la caja de pizza y se la entrego.
—¿Qué quieres beber?
—Lo que sea que tengas en tu nevera —responde llevando
la caja de pizza a mi cama.
Supongo que lo que buscaba antes era una mesa, objeto
que no tengo en este lugar por la simple razón de que no cabe.
Lo sigo con dos botellas de cerveza y me desplomo en la
cama, dejando las muletas a un lado.
Él se quita esas zapatillas impolutas y las deja en el suelo,
no sé por qué se molesta, si las suelas están nuevas también.
—Gracias —dice abriendo una de las botellas, luego la
otra y me la entrega—. Así que, ¿cómo anda la vida de Red?
—pregunta acomodándose en el colchón y agarrando una
porción que chorrea queso, levanta la pizza y atrapa el queso
lánguido con su lengua, enroscándolo allí.
Maldición, es como leer literatura erótica.
Levanto mis hombros.
—Trabajando.
Sus cejas se unen en el medio de su frente y con la boca
llena, agrega:
—¿Eso es todo?
—Sí —respondo, ahora agarro yo una porción, la
mozzarella se estira hasta que la llevo a lo alto, pero seguro
que yo no me veo así de sexy, más bien debo verme como un
perro hambriento.
—Tu vida debe ser turbulenta entonces —devuelve con esa
media sonrisa.
—¿Cómo anda la vida de KillK? —contraataco.
Killian toma una servilleta y se limpia la boca.
—Así que sabías quién era… —Sus ojos desafiantes me
miran fijamente y debo concentrarme en la porción delante de
mí para controlar el calor que me sube.
Asiento masticando lentamente, observando su reacción de
soslayo. Killian me sorprende una vez más, dejando caer su
espalda sobre las almohadas y poniendo una mano sobre su
frente muy dramáticamente.
—¿Qué voy a hacer ahora? ¡Mi identidad está
comprometida!
Me río, relajando los músculos tensos de mi espalda y le
tiro una servilleta hecha una bola, él la atrapa con facilidad
mientras se vuelve a inclinar sobre su pizza.
—¿Qué pretendías que hiciera?, ¿qué te pidiera un
autógrafo? —me burlo.
Levanta sus hombros.
—Mi teléfono, al menos —responde llevándose una
segunda porción a la boca.
Al menos tres segundos de silencio transcurren, hasta que
pregunto:
—¿Quieres darme tu teléfono?
Asiente, sus ojos puestos en mí, no hay media sonrisa, ni
nada que desvele lo que piensa. Solo hay una orden escondida
en un chiste.
Cojo el móvil de mi mesita de noche, lo desbloqueo y se lo
lanzo. Él lo atrapa en el aire.
—Escribe tu número —digo con un tono neutro, pretendo
que no es la gran cosa, que esto es normal entre amigos que se
están conociendo, pero por dentro siento que mi corazón
palpita a una velocidad poco natural.
Killian hace exactamente eso y se manda un mensaje a él
mismo para tener mi número.
—Hecho, ahora dime, ¿cómo está ese tobillo?, ¿sigue
siendo una pelota de tenis?
—Creo que es una pelota de golf ahora —digo mirando mi
bota—. Casi no me duele ya, solo es incómodo. Tengo
esperanzas, mañana tengo cita en el médico, puede que quiera
quitarlo.
—¿Mañana? —pregunta—, ¿a qué hora?
—Temprano por la mañana, a las ocho, los sábados solo
atiende hasta el mediodía.
Killian mira su reloj inteligente y con su dedo índice hace
algo.
—Listo —dice volviendo a su pizza—, mañana vengo por
ti.
Mi estómago da un giro.
—No Killian, gracias, pero no.
—Si prefieres puedo pasar la noche aquí, sería mucho más
fácil para los dos —Mueve sus dos cejas arriba, incitando los
pensamientos detrás de su cerebro.
Agarro mi almohada y se la lanzo a la cabeza.
—¿Eso te funciona con alguien? —me burlo.
Por supuesto que le funciona, un hombre como él solo
tiene que pestañear un par de veces y alguna cae, seguro.
De todos modos, sé que no puede evitar coquetear, no
significa nada.
—Siempre —dice acomodando mi almohada bajo su
cabeza mientras estira sus piernas sobre mi cama, sus pies
quedan afuera y me pregunto de qué tamaño será su cama, ya
que es demasiado alto.
Alejo la caja un poco e intento imitar su postura,
acostándome relajadamente, la botella de cerveza en mi mano,
mis ojos posados en las lucecitas sobre mi cama.
Que cómodo sería tener una relación amorosa con alguien
así, alguien quien te hace sentir a gusto y que puedas ser tú
misma. No siento que deba impresionarlo, ni actuar de cierta
manera, Killian fue testigo de mi mal humor, mis bordes
ásperos y, sin embargo, sigue aquí.
—Me da envidia —admito—, mi vida sería mucho más
fácil si fuese como tú.
Killian mira al techo también y al principio no responde,
parece perdido dentro de su cabeza, luego pregunta:
—¿Por qué buscas pareja con tanto…? —No termina la
frase.
—¿Ímpetu?
—Sí, eres joven para estar tan…
—¿Desesperada? —termino la frase otra vez.
Él se ríe y me mira.
—¿Vas a terminar todas mis frases?, ¿qué es esto?, ¿una
peli de Nicholas Sparks?
Una carcajada explota de mi pecho y Killian se ríe
conmigo, mientras se pone de costado. Yo lo imito para estar
frente a frente.
—No puedo creer que conozcas a Nicholas Sparks.
—¿Por qué? —cuestiona uniendo sus cejas.
¿Cómo que por qué? No me digas que esto es normal.
—Porque es muy romántico —me río—, creí que solo las
mujeres veían pelis de romance.
Con cara de ofendido replica:
—Primero, qué maleducada, deja de estereotipar a la
gente, segundo, me vi todas las películas y tercero, amo y
repito, amo ver películas románticas —dice con orgullo.
Me levanto, usando mi codo para sostenerme.
—¿De verdad?
—Sí, Red, ¿por qué te sorprende tanto?
—No lo sé, creí que…
—Eran de mujeres… ya estamos. —Pretende estar irritado,
pero veo cómo en sus comisuras aparece una sonrisa.
—Lo siento, tienes razón, no debería asumir nada de nadie,
nunca.
—Exacto, las tres enes, nada, nadie, nunca, recuérdalo así
y no lo olvidarás, volvamos a lo importante, ¿de dónde viene
todo este meollo de tener novio a toda costa?
Suspiro y dejo caer mi cabeza otra vez sobre el colchón,
Killian mira con atención mi pecho que inevitablemente se
zarandea con el movimiento.
—El día que conozcas a mi madre me vas a comprender un
poco más —suelto—. Su única meta en esta vida es verme
casada y cada año que pasa, se vuelve peor. Este año hizo un
complot con la madre del chico que estoy viendo para
juntarnos y me llama todos los días para saber cómo avanza la
relación.
—Espera… —dice con seriedad—, ¿me estás diciendo que
voy a conocer a tu madre? —Una sonrisa maliciosa se
desparrama por su rostro perfecto, cuando ve mi reacción se
ríe y sigue hablando—. Está bien, entonces ¿solo quieres
pareja para que tu madre no te pregunte más?
—No cualquier pareja, ella quiere a este chico en mi vida.
—¿O sea que tu madre planeó un matrimonio arreglado?
—Si lo dices así suena espeluznante, pero no sabes cómo
es ella Kill, es muy intensa. Hay días que siento que no puedo
respirar cuando me presiona y me dice cosas como que “el
reloj biológico está corriendo” o que a medida que me voy
haciendo más mayor quedan “los peores” o los que vienen con
“equipaje” esas son sus palabras, no las mías. Yo solo quiero
encontrar a alguien con quien pueda convivir, alguien que me
dé un anillo y la silencie.
—¿Y qué pasa si te casas con un idiota? —susurra.
—Prefiero estar casada con un idiota a tener que
escucharla un día más.
Los ojos acuáticos de Killian me analizan y yo no puedo
leerlos. Son tan inciertos y están tan bien enmarcados con sus
cejas anchas negras que siento calor en las mejillas.
¿Inhibición? Eso creo, él es uno de esos hombres tan
atractivos que cuesta mirar por mucho tiempo.
Esos que todas desean, pero pocas obtienen. Yo estoy en
ese grupo.
—No quiero sonar insensible Red, pero sabes que tu madre
no va a vivir para siempre, ¿no?
El pensamiento me comprime el pecho y siento que me
falta el aire de solo pensar una vida sin ella, sin mi padre, pero
asiento en silencio, con miedo que mi garganta me traicione y
que las lágrimas empañen mis ojos.
Por supuesto que Killian lo nota.
—¿Tienes hermanos? —pregunta.
—No, hija única —respondo volviendo a mi posición
inicial, espalda sobre el colchón, ojos pegados al techo.
—Ah, ahí está el problema —dice—, con mis hermanos
nos repartimos el peso de mis padres.
—¿Son así también? —pregunto levantando la cabeza,
esperanza en mi tono.
—Oh no —suelta una carcajada—. Créeme, me encantaría
que mis padres se interesaran por mi vida privada, no, ellos
son… diferentes.
—¿Diferentes cómo?
Killian se toma unos segundos de más para responder,
tanto que cambio mi posición para verificar que esté aquí
presente en la conversación. Sus ojos de golpe cargan con una
pena que nunca había visto antes, algo pesado y sofocante que
enmascara con sonrisas y coqueteos.
—Digamos que a veces me pregunto por qué quisieron
tener hijos, pero bueno, si seguimos hablando de esto nos
vamos a deprimir los dos y todavía no he probado el postre.
Se levanta de la cama inmediatamente y revuelve las
bolsas que trajo. Vuelve con dos porciones de pastel de
manzana.
—¿Tienes helado por casualidad? El pastel de manzana sin
helado de vainilla es como el sexo sin orgasmo.
Me río.
—No, pero hay una tienda en la esquina que tiene.
—Nah… —responde buscando tenedores en los cajones,
va abriendo uno por uno—. Tengo la sensación de que si bajo
no vuelves a abrir esa puerta.
Cuando voltea para volver, pretendo estar pasmada con los
ojos bien abiertos y mi boca abierta.
—¿Puedes leer la mente? —digo con seriedad.
Killian le da un toque a mi cabeza con el recipiente de la
porción.
—No pretendas odiarme, sabemos que es imposible.
—Guau, ¿quién te puso en ese pedestal KillK?
—¿El millón y medio de seguidores admirando mi cuerpo
y diciéndome las cosas que le harían? —Se sienta dónde
estaba antes y comienza a comer sin ningún tapujo.
Resoplo pretendiendo estar irritada, pero sé que tiene
razón, también sé que un hombre como él no suele pasar los
viernes por la noche por la casa de una chica que no puede
caminar. Entonces, ¿por qué está aquí? ¿Por qué no sale en
busca de alguien de su nivel que le dé la mejor noche de su
vida?
Creo que nunca voy a conocer la respuesta y mientras
tanto, planeo disfrutar de esta inesperada amistad.
Después de categorizar las mejores películas románticas de
los últimos veinte años, Killian encontró más cerveza en la
nevera (gracias a él y lo que envió su asistente la otra vez). No
soy alguien que suele tomar alcohol, demasiadas
consecuencias trae, sin mencionar las calorías, pero se siente
raro ver a Kill beber plácidamente en mi cama y no
acompañarlo.
Tres botellas después, el sueño comienza a acumularse en
mis ojos, seguir el hilo de la conversación se vuelve cada vez
más difícil. A esta hora el ruido de la ciudad es nulo, solo
escucho su voz masculina y segura a la deriva, hay tonos que
son olas violentas que se estrellan en mi oído y me despiertan,
pero luego hay otras más suaves y relajantes que me
adormecen.
Antes de darme cuenta, estoy soñando con cuerpos
fornidos y risas de esas que hacen suspirar.
CAPÍTULO DOCE
KILLIAN

P retendo dormir como un angelito cuando Red se


despierta y jadea al verme durmiendo a su lado.
Tampoco es que esté desnudo, ni siquiera me deslicé por
sus sabanas anoche cuando se quedó dormida tras mi
monólogo sobre: Por qué el romance está arruinando nuestras
relaciones reales.
Spoiler Alert: Son las expectativas altas.
Espío con un ojo entreabierto cómo Red mira por debajo
de la manta que coloqué sobre su cuerpo anoche para que no
tuviera frío y se relaja cuando ve su ropa intacta.
¿Qué tan malo sería follar conmigo?
—Killian… —dice moviendo mi hombro.
Abro los ojos, actuando como si me despertase de un
sueño profundo y letárgico.
—¿Red?
—¡Nos quedamos dormidos!
Dios mío, esta chica es caótica.
—Corrección, te quedaste dormida mientras hablaba, qué
grosera.
La luz de un nuevo día entra por las ventanas, se puede
escuchar la ciudad despertando a la par nuestra. Los taxis
apurados y la gente hablando en la calle. No sé cómo hace
para dormir Bianca, en mi casa en la colina solo escucho los
pájaros y el sonido de la cascada de la piscina.
—Lo siento, es el alcohol, no estoy acostumbrada a beber,
no hice nada estúpido, ¿no?
Su cabello es un nido de pájaros y lo adoro, frondoso y
enmarañado, parece Brave la princesa de Disney. Sus ojos
están dormidos todavía y me pregunto cómo será el sexo
somnoliento con Bianca Burke.
No te pertenece Killian Walker, no es tuya, ni lo será si
sigue con el duende.
—Tu reputación está intacta… como también otras partes
—digo mirando su cuerpo, especialmente entre sus piernas y
no sé si mis ojos me engañan o qué, pero juraría que la vi
apretando sus muslos cuando mis ojos la miraron allí.
Bianca bufa pretendiendo estar irritada y dice:
—Tenemos media hora, mi cita es a las ocho, ¿recuerdas?
Qué bueno que anoche decidí pagar veinticuatro horas de
parquímetro, si no el Tesla estaría remolcado hace horas ya.
—Lo recuerdo, ¿te ayudo a cambiarte?
Con los ojos entrecerrados sale de la cama con muletas y
cojea directa al baño. Yo, por otro lado, me estiro en su cama
de matrimonio con una sonrisa triunfante y la espero
pacientemente.
Una vez los dos sentados en el Tesla, Bianca resopla y
dice:
—Siempre consigues lo que quieres, ¿no?
—Sí, pero ¿a qué te refieres específicamente? —digo con
media sonrisa, mis ojos puestos en el camino.
Los sábados por la mañana suele haber la misma cantidad
de tráfico que cualquier otro día laboral en San Francisco, eso
significa que tengo la misma cantidad de idiotas conduciendo
a mi lado y que mi concentración tiene que ser un diez.
Y puede que mi rabia en la carretera tenga que
mantenerse a raya para no ahuyentar a Bianca con esa ira.
—Anoche me preguntaste si podías quedarte a dormir, dije
que no y sin embargo…
—¡No puedes culparme por quedarme dormido! —Miento,
ella fue la primera en dormirse y sí, podría haberme ido y
dejarla en paz, pero decidí quedarme y contar cuántas pecas
tiene en su rostro.
Sesenta y dos solo en su nariz y pómulos.
—No te estoy culpando —dice mirando por la ventanilla
—, lo siento, me asusté cuando te vi esta mañana a mi lado,
creí que…
Se silencia.
—¿Creías que…?, ¿que habíamos follado?
—Sí, es estúpido lo sé —responde incomoda, sujeta su
bolsa cerca de su pecho y no hace contacto visual conmigo.
Mmm.

L legamos a la oficina del doctor Conroy a las 8:01 y según


Bianca, ya es tarde.
Qué exagerada es.
Cuando abro la puerta de la recepción no hay
absolutamente nadie y le sonrío con suficiencia. Ella entiende
a lo que me refiero, no llegamos tarde y me merezco algo por
conducir como un desquiciado por la ciudad.
Tengo que pensar bien qué voy a pedirle a cambio.
Cuando el doctor la llama, me levanto del asiento
inmediatamente y los dos me miran como miraría un perro
policía a un narcotraficante en un aeropuerto.
Está bien, me quedo sentado aquí.
—Vengo en un segundo —susurra ella con un gesto de
incomodidad absoluta.
Estúpido, no eres su pareja, no caminas con ella a la cita,
eso fue solo una vez y por circunstancias diferentes.
Me vuelvo a sentar y para quitar la vergüenza ajena, reviso
el móvil. Mis hermanos están planificando nuestras próximas
vacaciones. Un nuevo ritual que comenzamos cuando nació
Astor, la familia entera (menos mis padres, claramente) sale de
vacaciones a algún destino irrisorio por una semana, donde los
primos puedan pasar tiempo juntos y los tíos con sus sobrinos.
Aunque la realidad es que la mayoría de las noches trabajo
de niñero mientras mis hermanos y sus mujeres tienen un poco
de intimidad. No puedo culparlos y adoro a mis sobrinos lo
suficiente para resignar mi soltería en todos esos destinos y
dedicarme solamente a ellos.
Lo que puedo leer por encima de la conversación es que
eligieron las Bahamas y todos están confirmando asistencia.
Justo cuando estoy a punto de confirmar la mía, un mensaje de
Valentino dándome una actualización del contrato aparece y
me pierdo en el trabajo.
Media hora después Bianca sale con una sonrisa y sin la
bota.
Yo me levanto y aplaudo como solía hacerlo El Joker en la
película de Batman mientras ella camina hacia mí, con una
cojera insegura, pero hombre, esa sonrisa le hace cosas raras a
mi estómago.
—Esto se merece una celebración —digo caminando con
ella hacia la salida, mi brazo colocado para que se sostenga.
—Estoy de acuerdo —dice con un muy buen humor,
contrario al estado de ánimo irritable de esta mañana por
verme dormido en su cama, progreso—. ¿Dónde?
—Conozco el lugar perfecto.
Sausalito es una ciudad marítima al otro lado del puente
Golden Gate, pensé en vivir aquí más de una vez. Las casas en
las colinas verdosas tienen vistas directas a San Francisco y a
los veleros que navegan entre las ciudades. Definitivamente
podría vivir aquí, tener mi velero en el muelle y salir como
hace mi hermano Luca cuando (según él) tiene crisis
existenciales. Es como una ciudad antigua, pacífica y
moderna.
Pero está al otro lado del puente de San Francisco y
honestamente solo tardo veinte minutos en llegar aquí y
disfrutarla.
—Siempre soñé con vivir aquí —suelta Bianca.
Alto, retroceder, retroceder.
Quizás no sea tan mala idea tener una casa aquí después
de todo.
—Estoy considerando comprar una casa —miento—,
puedo alquilarte una habitación si quieres.
Su sonrisa se extiende y sus ojos viajan dentro de su
imaginación mientras aparco el coche en una colina empinada,
debo dejar la rueda inclinada hacia la acera para evitar que el
coche se deslice por la calle y termine en el mar.
—Acepto, con la condición de que me des la habitación
que da al mar —dice con suficiencia, como si esto fuese una
negociación real.
Y pobre Bianca, no sabe con quién está hablando.
—Está bien, pero… —agrego inclinando la cabeza hacia el
costado—, si mi habitación no tiene vistas al mar, no puedes
enfadarte si me paso a la tuya alguna que otra vez.
Red extiende su mano y yo la estrecho con fuerza.
—Trato hecho.
Oh, Bianca, cariño, no sabes dónde te acabas de meter.
CAPÍTULO TRECE
BIANCA

D esayuno frente al mar, en un restaurante sobre el muelle.


No necesitas música en Sausalito, el Pacífico, las
gaviotas en busca de alimento y el agua asomándose
tímidamente por la orilla musicalizan todo. Desde aquí puedo
ver San Francisco y como buena ciudadana puedo reconocer
algunos de los imponentes y eclécticos edificios en el
horizonte como La Aguja y el Salesforce, los edificios más
altos de la ciudad. Escuché alguna vez que hay tours donde
puedes ir hasta la azotea del edificio, pero nunca me atreví a ir,
no sé bien por qué, creo que estoy acostumbrada a ver el
mundo desde abajo y la inmensidad a veces me da
claustrofobia (no tiene sentido, lo sé).
Los ojos de Kill están escondidos detrás de unas gafas de
sol negras, pero puedo sentir cómo me observa, oculto en
ellas. ¿Qué demonios mira? Mi inconsciente comienza a
repasar todas las cosas que aborrezco de mi físico con detalle y
me pregunto cuál de todas ellas estará mirando, ¿las pecas?,
¿el cabello revoltoso?, ¿el rollo que se me marca en la barriga
por estar sentada?
Se lleva la taza de café a sus labios y una mueca engreída
aparece en su rostro.
Odio que sea tan guapo, inclusive cuando no busca serlo.
—¿En qué piensas? —pregunta apoyando la taza en un
platito, luego enlaza sus dedos tatuados sobre su estómago y
espera por mi respuesta.
No puedo decirle lo que estaba pensando. Verbalizar mis
debilidades solo hará que las note aún más, así que actúo un
poco, mirando al horizonte, mientras pienso en qué mentira
puedo decirle ahora.
—Estaba pensando en la vista del Salesforce, me gustaría
ir un día y ver todo desde allí —Lo miro de vuelta, analizando
su reacción, comprobando si mi mentira fue creíble.
Su sonrisa se agranda.
—Eso se resuelve fácil, ven a mi oficina.
Abro los ojos ampliamente y mis cejas se levantan.
—¿Trabajas en Salesforce? —Es uno de los edificios más
prestigiosos de la ciudad, nuevo también, fue el último
rascacielos que hicieron y vaya si me acuerdo, toda la zona fue
intransitable, durante varios años.
—Mi oficina está allí, en el piso cincuenta —responde
mirando hacia el edificio a lo lejos—, creo que son sesenta
pisos, pero los últimos son pent-houses. Deberías venir un día
y apreciar las vistas, son increíbles.
Dijo que trabajaba en Bienes Raíces, pero, ¿en dónde
trabaja para poder costear una oficina así?
Y entonces caigo en cuenta de algo, Killian está forrado.
Claro que lo está, el coche, la ropa, la actitud, ¿por qué no lo
había notado antes?
Porque te preocupas tanto por tu imagen que dejas de
observar al resto, Bianca.
—Puede que te tome la palabra, siempre me dio
curiosidad.
Él sonríe con esa media sonrisa altanera que tiene.
—Ahora, dime lo que de verdad estabas pensando —
Mierda—. No mires para otro lado Red, somos amigos, ¿no?
Sí.
No.
Qué sé yo.
Tomo aire, llenando mis pulmones y luego lo exhalo por la
nariz.
—¿Qué mirabas antes?
Killian apoya su brazo en la mesa y descansa su barbilla en
su mano relajadamente. Su brazo se flexiona haciendo que
esos músculos se tensen.
—Tus pecas… me fascinan —confiesa.
Mi estómago da un vuelco.
—¿Por qué? Son horribles…
—La belleza es tan subjetiva, Red, te sorprendería a veces
lo que le gusta a la gente.
Sus palabras repiquetean en mi cerebro por unos segundos,
un concepto que entiendo, pero cuando entro a internet se me
olvida por completo.
Nunca soy suficiente, siempre tengo algo que mejorar.
—Sin embargo, cuando se habla de belleza hay parámetros
muy marcados, tú lo sabes mejor que nadie, si te faltara pelo y
posaras con unos kilos de más en Instagram, nadie te seguiría.
Kill piensa unos segundos antes de continuar.
—Verdad, pero no piensas en toda la gente que no me
sigue porque no me encuentra entretenido o bonito de ver.
Ese es un buen punto.
—Sí, puede ser… —admito considerando sus palabras,
muerdo las comisuras de mis labios pensando en lo expuesta
que estoy con este hombre.
Entonces agrega:
—Pareciera que solo ves el vaso medio lleno, pero no te
preocupes, estoy aquí para llenarlo a hasta arriba. —Guiña un
ojo y le da el último sorbo a su taza.
Mi estómago se estruja con voluntad propia ante lo que
aparentemente entiendo como una amenaza.
La gente como Killian es peligrosa, es de aquellas que te
convencen que el mundo está a tus pies, que no hay nada
imposible si te lo propones verdaderamente y que todo es un
gran arcoíris de colores.
Yo era así también, pero crecí y me di cuenta que más que
arcoíris, hay volcanes furiosos en todos lados.
Después del desayuno caminamos con lentitud al coche
por una rambla donde se pueden apreciar artistas pintando el
horizonte.
El pie está bien, pero no puedo apoyar todo mi peso sobre
él, así que esta velocidad es justa.
—¿Tienes planes para esta noche? —pregunta Killian, sus
manos en los bolsillos de su vaquero. Su caminar es pausado
para poder ir a mi ritmo.
—No lo sé, estoy esperando que se decida —digo mirando
el suelo—, aunque prometió hacer un esfuerzo.
Killian asiente silenciosamente y eso hace que arquee una
ceja.
—¿Qué?, ¿no hay burla? ¿No hay una charla Ted sobre
cómo valorarme a mí misma?
Una carcajada larga y explosiva hace que varias personas
lo miren, pero él parece no notarlo mientras expone sus dientes
blancos que brillan con el sol.
Ojalá me gustase la atención como a él.
—Ya dije todo eso y parece que la bala no te entra Bianca,
cariño, no hay mucho más que hacer. —Levanta sus hombros
con desinterés y un pequeño ataque de pánico se arrastra por
mis piernas cuando siento que Killian deja de sentirse
interesado en nuestra amistad.
—¿Y tú?, ¿qué haces hoy?
—No lo sé, normalmente voy a un club los sábados por la
noche, pero no tengo nada confirmado. ¿Quieres venir? Si tu
amante está libre, claro.
Ahí está, la mordida que estaba esperando.
—No lo sé, no soy de bailar y esas cosas, menos aún con el
pie recién salido del médico.
Llegamos al coche, las puertas se abren solas y me siento
como lo hace una vieja que no soporta más su dolor de
espalda. Bufando y agotada por el poco ejercicio que hice por
primera vez en semanas.
—Hay una sola cosa que me hace bailar… —dice
encendiendo todo para volver a la ciudad.
—¿Y eso es…?
—El alcohol. —Sonríe y el coche sale disparado por las
calles de Sausalito.

P or la tarde estoy de vuelta en mi piso. Aunque ya pueda


pisar mucho mejor, Killian insistió en acompañarme
hasta la puerta y me dejó allí como si fuese un paquete
de FedEx. Prometió escribirme en un rato y se fue.
Ahora en la cama, lucho por ignorar el perfume que dejó
en mis sábanas y miro las historias de Instagram con
aburrimiento, todas estas personas y celebridades exponiendo
su vida, las salidas lujosas, sus cinturas ceñidas y pestañas
kilométricas.
Suspiro pesadamente y absorbo como una esponja lo lejos
que estoy de ser así, de tener ese cuerpo, ese dinero. La
ansiedad se eleva y comienzo a hacerme promesas que sé que
voy a romper en minutos.
El lunes empiezo la dieta.
Mira esas uñas, ¿se supone que las debería tener así? Voy
a buscar un tutorial de cómo hacerme las uñas.
¿Cómo hace esa mujer para tener el cabello así?, ¿qué
productos usa? Oh, aquí lo dice. Comprar.
Repentinamente aparece una imagen que mi cerebro
reconoce, un paneo de la mesa donde desayuné esta mañana.
La cámara de Killian enfoca la mesa, nuestras tazas decoradas
con crema de café y las tartas con moras espolvoreadas con
azúcar, finalmente la cámara sube y me graba, mirando hacia
San Francisco.
Mi estómago se retuerce cuando reconozco mi cabello
rizado y rojo y el contorno de mi nariz.
—Voy a matarlo.
Dejándome llevar por mi cólera, busco su contacto en mi
móvil. Por supuesto que se guardó como “Killian, el
semental”, no sé por qué esperaba otra cosa.
<< Bianca: ¿Alguna vez has oído hablar del
consentimiento? >> Envío.
<<Killian, El Semental: No, pero escuché que las trampas
funcionan… >>
¿Trampas?, ¿de qué coño…?
¡Oh!
¡Maldición!
Lo hizo a propósito, sabía que no iba a resistirme y que iba
a escribirle alterada por aparecer en el Instagram de uno de los
influencers más reconocidos de esta ciudad.
<<Bianca: Elimina este video, Killian.>>
<<Killian, El Semental: Oblígame, Red.(¬‿¬) >>
¡Ahh!, ¡qué odioso! No quiero imaginarme cuántas vistas
puede tener esa imagen por segundo y él quiere jugar a hacerse
el difícil.
<< Bianca: Hazlo Killian, no quiero aparecer en tus
historias >>
La gente se va a burlar de mí, van a preguntarle si soy la
prima o la hermana seguro.
<<Killian, El Semental: Hagamos algo, en cuanto te vea, te
doy el móvil y lo borras tú misma, ¿qué tal? >>
<<Bianca: No puedo esperar, hazlo ahora>>
<<Killian, El Semental: O… o… puedes venir al club en vez
de esperar como Penélope por tu noviecito y hacerlo tú misma,
piensa que es un proyecto DIY. ;)>>
Suspiro otra vez.
<<Bianca: No>>
<<Killian, El Semental: Bueno, entonces vivirá para siempre
en mis historias.>>
Golpeo los almohadones a mi lado con furia, porque sé que
está ganando y estoy haciendo un berrinche.
—No puedo creerlo, ¡quién me manda ser amiga de un
influencer!
<< Bianca: ¿Qué club? >>
<< Kilian, El Semental: Paso por ti a las diez. >>
CAPÍTULO CATORCE
KILLIAN

E scucho un “¡Está abierto!” y lentamente abro la puerta,


con una mezcla de emoción y ansiedad.
Perfume de mujer satura mi nariz, el jazmín es dulce y me
gusta… mucho.
Bianca está mirándose en un espejo de cuerpo completo,
uno que está colgado en la puerta del baño. Alisa su ropa
compulsivamente, mientras mira su reflejo primero un lado y
luego el otro.
Tiene puesta una camisa verde esmeralda, con varios
collares plateados sobre el pecho, encima una cazadora de
cuero que la hace parecer una estrella de rock. Debajo tiene
unos vaqueros negros pegados a sus curvas y unas botas que le
hacen algo a mis rodillas.
Me mira rápidamente y antes de volver a mirarse en el
espejo, me mira otra vez.
—¡Oh no! —dice muy preocupada, sus ojos sobre mi
pecho.
Miro detrás mío mientras cierro la puerta y levanto una
ceja confundido.
—¿Qué?
—¡Vamos iguales! —señala mis ropas.
Yo llevo unos vaqueros negros rotos a la altura de las
rodillas, una camiseta negra y una cazadora de cuero.
—Me faltan las botas —digo señalando mis zapatillas
Gucci. Levanto la mirada para verla sonreír, pero Bianca luce
aterrada—. ¿Hablas en serio?
—No… —dice sentándose a los pies de la cama para subir
el cierre a las botas—, pero se van a pensar que nos vestimos
parecido a propósito.
—¿Quiénes? —cruzo mis brazos y apoyo mi cadera en la
encimera. Mantener distancia parece ser lo más sabio que
puedo hacer en estos momentos. Especialmente después de la
mañana que tuvimos, una mañana que involucró un desayuno
con una mujer que no intento descartar de mi vida rápidamente
como lo hice con otras amantes. No es que Bianca sea una
amante, no la veo así, es absurdo pensar en ella de esa manera.
Y ella quiere salir con el imbécil de Liam Davis y yo solo
estoy aquí para mostrarle que hay otros peces en el mar.
Peces con zapatillas de Gucci y mansiones en Oakland.
—No lo sé, la gente.
—¿Qué gente? No conoces a esa gente… —reviro los ojos
—. Vamos…
Ella parece aferrarse a su cama con más fuerza.
—Bianca… —gruño caminando hacia ella—, vamos.
Puedo ver cómo recula y no pienso permitirlo, estamos
cada vez más cerca de… no sé, algo, cuando sepa lo digo. Y
quedarme aquí no es una opción, no cuando puedo visualizar
esas botas sobre mis hombros mientras la embisto.
—No quiero.
—¿Estoy hablando con Bianca o con la ansiedad de
Bianca? Vamos a llamarle Biansiedad.
—Es Biansiedad —susurra con el tono más tierno que
tiene.
Rompo el campo de fuerza que me puse y me pongo de
cuclillas delante de ella, de golpe veo terror en sus ojos y no
me gusta para nada. ¿Quién le hizo esto? ¿Por qué tiene tanto
pánico a estar en público? Ahora entiendo por qué se esconde
tras un micrófono.
—Biansiedad, me gustaría hablar con Bianca, saber si
prefiere hacer otra cosa, estoy abierto a diferentes
posibilidades.
Una sonrisa pequeña se asoma por sus labios y sé que ya
rompí un ladrillo, solo me queda el resto de la maldita muralla
que la rodea.
—Estoy nerviosa.
—Lo sé.
—No me gusta sentirme así.
—También lo sé.
—¿Y qué hago?
Pretendo pensar mi respuesta, colocando mi dedo índice
sobre mi barbilla, ella mira mi dedo y sé que observa el
pequeño tatuaje que tengo ahí, una corona simple de líneas
delgadas que me hice hace unos años.
—Tienes dos opciones —explico—, puedes enfrentar tus
miedos, decirles que se vayan a la mierda porque tienes una
gran noche por delante con uno de los agentes de Bienes
Raíces más guapos de California o puedes dejarlos anidar en
tu mente y controlar todo lo que haces. Por supuesto van a
ganar territorio hasta reducirte a la nada misma y —agrego
con énfasis— van a hacerte desperdiciar un maquillaje
increíble.
Su sonrisa ilumina ese rostro lleno de pecas.
—Me he pasado varias horas delante del espejo —admite.
—Por eso, ¿vas a dejar que el miedo gane o vas a alardear
esas pestañas?
—Voy a alardear las pestañas —asiente levantándose.
Yo sonrío y extiendo la mano.
—Esa es mi chica.
Bianca imita el movimiento y dice:
—Ahora entrega ese móvil, tengo una historia que borrar.

L a vida nocturna en San Francisco es rara, los clubes no


suelen ser el entretenimiento más deseado por los
sanfranciscanos. Verás, la ciudad es muy rica en cultura,
arte moderno y comida. Sí, creo que la mayor atracción
siempre es la comida. ¿Quieres restaurantes exclusivos? Los
tienes, los conozco todos. ¿Quieres museos y exposiciones?
Los tienes también.
Pero cuando a veces la casa es demasiado grande para este
cuerpo y el silencio rompe mis tímpanos, prefiero venir aquí,
al ruido, a las masas.
Al no sentirme tan solo.
Solo necesito enviar algunos mensajes para que aparezcan
las personas con las que realmente quiero charlar y ¡voilà!
Ruido.
El club se llama ADN y el dueño es mi buen amigo
Benjamín Born, B.B. para los conocidos. Él fue el que encargó
una mesa en la zona VIP solo para mí y mis amigos.
Normalmente somos Valentino y yo, pero es probable que
seamos más hoy y no hablo solo de Red.
El guardia de la entrada asiente una vez cuando me ve y
abre la puerta para que Bianca y yo pasemos. Ella está de
brazos cruzados, puedo ver su rostro contraído y sus hombros
hundidos por los nervios que tiene.
Apoyo mi mano en su espalda baja y prácticamente la
obligo a atravesar el club para llegar a nuestra mesa. De
camino me saludan personas que sí conozco, algunas que no
tengo idea quiénes son y otras que piden una foto. Intento ser
lo más rápido posible con todos, siempre me siento grosero
cuando voy acompañado y tengo que cumplir con todos.
El lugar está igual que siempre, una pista de baile cuadrada
atestada de gente, música House suena y todos bailan como
robots. El DJ festeja los sonidos que salen de su consola como
si fuese la mejor noticia que escuchó en su vida.
No los juzgo, pero no es lo mío.
Seguimos nuestro caminar mientras Bianca mira todo
como si fuese la primera vez que ve luces de colores
moviéndose frenéticamente por un club.
—¡Rob! —digo chocando el puño del segundo guardia—,
¿cómo está tu hija?
A Rob le brillan los ojos cada vez que pregunto por ella.
—Cada día más grande, señor Walker. —Saca el móvil del
bolsillo interno de su traje y busca una foto.
La pequeña tiene dos años y en la foto que me muestra está
sentada sobre los hombros de Rob, gritando una sonrisa.
—Ohh —dice Bianca espiando detrás mío, tiene que
ponerse de puntillas para poder ver, su rostro se ablanda como
nos pasa a todos los que miramos un pequeño humano—. Es
preciosa.
—Gracias —responde con orgullo.
Se estira para quitar la cadena que nos divide a los VIPs
del resto y nos sonríe.
—Felicidades Rob —digo dejando mi mano en su ancho
hombro.
—Gracias, que paséis una buena noche. —Se aleja para
dejarnos pasar y vuelvo a empujar a Bianca levemente hacia
mi mesa.
Valentino está allí y cuando nos acercamos levanta la
mirada del móvil. Frunce el ceño como siempre, solo que esta
vez es más profundo.
—Valentino, creo que conoces a mi amiga, Bianca.
Valentino tiene los modales de un príncipe inglés perdido
en los Estados Unidos, por eso se levanta, abrocha su traje y
extiende una mano.
—Un gusto verte otra vez, Bianca.
Para alguien tan joven debo admitir que se comporta como
un adulto.
Invito a Bianca a sentarse y yo me deslizo a su lado,
mientras Valentino se sienta donde estaba. La mesa es
redonda, del estilo cabina con asientos de cuero rojo. La luz es
tenue, aunque tenemos un candelabro de cristal justo sobre
nuestras cabezas. La música desde aquí se escucha, pero no al
punto donde deberíamos gritar para escucharnos.
—Cierto que ya os conocéis —digo apoyando una mano
en el respaldo sobre Bianca, me acerco a su oído—. Valentino
es un fan tuyo.
Bianca abre sus ojos con terror.
—¿Qué? ¿M-me escucha? —susurra.
—No sabe quién eres, puedo mantenerlo en secreto, pero
ya sabes, todo tiene un coste —vuelvo a susurrar.
La mirada irritada de Valentino es increíble.
Bianca entrecierra los ojos llenos de malicia cuando me
mira, pero cuando cambia a Valentino sonríe dulcemente.
—¿Escuchas Lovecast?
Mi amigo asiente de golpe y se enciende por completo,
como si cobrara vida, sus mejillas cambian tanto de color que
me preocupa su salud.
Hizo dos más dos y se dio cuenta quién es la pelirroja
delante de él.
—¿¡Eres Bianca B?!
Bianca asiente.
Lo siguiente que hace Valentino es mirarme, él sabe que yo
no tenía idea que el podcast de Bianca era tan famoso y está
jurando con la mirada que eso me va a salir caro por no
advertirle.
Yo asiento con suficiencia.
—Tu podcast es increíble —verbaliza con entusiasmo—,
siempre quise preguntarte de dónde sacas tanto conocimiento.
Bianca me mira, perdida en la respuesta.
Yo levanto mis hombros, desprendiéndome completamente
de la conversación, mientras llamo a la camarera para pedirle
lo de siempre. Solo interrumpo a Bianca para preguntarle qué
quiere tomar y luego la dejo seguir conversando mientras
observo el movimiento a nuestro alrededor.
Nunca vi a Valentino tan FanBoy.
Eventualmente los escucho dialogar, los dos apasionados
sobre temas filosóficos que solo mi hermano Luca podría
interesarse por ellos. Nunca entendí bien la filosofía y no es
porque sea tonto, pero el pensar y repensar y analizar y
contemplar temas no es lo mío.
Yo vivo el momento, ahora, ya.
Excepto cuando la ola depresiva pega y me tumba en la
cama, pero no pensemos en ello ahora.
Después de un rato, dos amigas de Valentino aparecen, se
sientan en la mesa saludando con entusiasmo. Las dos son
guapas y llevan muy poca ropa, creo que una es diseñadora y
la otra arquitecta. No es la primera vez que las veo y no sé de
dónde conocen a Valentino, pero son divertidas.
Bianca se apaga inmediatamente, se cierra como un cofre
embrujado y deja de participar. Hasta su rostro cambia,
volviéndose triste y vacío.
Mi brazo reposa sobre su lado del asiento, pero no la toco
en ningún lado, aunque quiero. Quiero empujarla a ser libre y
conversar sin miedo. No sé de dónde salió esta necesidad, pero
veámoslo como un favor para acumular puntos Karma.
—Señoritas, no sé si ustedes conocen el podcast más
famoso de San Francisco —digo altaneramente—, pero aquí
tienen a su locutora.
Las dos miran a Bianca, casi en forma de escrutinio y ella
se achica bajo mi brazo.
Puedo darme cuenta que las experiencias sociales de
Bianca no fueron buenas, no solo porque se esconde tras un
micrófono, sino cómo físicamente se pone a la defensiva.
—¿Qué podcast? —pregunta una de ellas, la morena.
—Lovecast —dice Valentino llevando su copa de champán
a los labios.
No puedo explicar cómo las dos abren sus ojos y sus
bocas. Creo que físicamente es imposible, pero estas dos
mujeres lo logran.
—¡¿Eres Bianca B?! —Allá vamos otra vez.
Estoy sintiendo un poco de celos, ¿acaso todos la conocían
menos yo?
La otra la agarra del brazo y la sacude incrédula como si
tuviera a Madonna delante suyo.
Mi pecho se llena de orgullo y la miro de soslayo, ansioso
por ver su reacción también.
Bianca retuerce sus dedos bajo la mesa, su sonrisa es tensa
y un poco embarazosa, así que cambio la posición de mi mano
y tomo las de ella, es tan pequeña que mi mano cubre las dos
suyas. Su tensión disminuye y Bianca me mira con una sombra
de confusión sobre sus ojos verdes, yo le sonrío y asiento,
dejando en claro que está bien sentirse así, que es normal y
que estoy aquí para ella.
—Sí —dice con una risita—, ¿escucháis el podcast?
Valentino observa la interacción entre las chicas de la
mesa, pero luego sus ojos se posan sobre los míos, una media
sonrisa sardónica aparece en su rostro, yo, como buen
hermano menor entrenado para ignorar hombres que buscan
burlarse de mí, lo ignoro pretendiendo no notar su existencia.
—¿Escucharte? —responde la rubia—, eres nuestra biblia
mujer, literalmente seguimos tus consejos al pie de la letra.
—¡Sí! Es más —acota la morena—, nuestra amiga se casó
hace un mes por los consejos que tú le diste, ella era Rose465,
¿la recuerdas?
Bianca piensa un segundo, mi pulgar acaricia el revés de
su mano, ¿puede que me esté sobrepasando? Sí, ¿puede que
esté aprovechando que no puede ser arisca y áspera delante de
sus fans? También.
Sonrío con satisfacción por dentro.
—Oh, ¿era la chica que lo conoció en el parque cuando su
perro había hecho sus necesidades en sus pies?
—¡Sí! —responden las dos agarrándose de las manos—.
Ella es tu fan número uno, es más, ¿crees que puedas hacer un
video para ella? No nos creerá si le decimos que te hemos
conocido.
—Ehh… yo… —comienza a titubear.
—¿Qué tal un audio mejor? —Intervengo y en ese preciso
momento Bianca quita sus manos de mi agarre, maldición—.
Bianca es muy reservada con su imagen.
—Oh, sí —responde la morena—, lo comprendemos
totalmente.
Bianca me agradece con una sonrisa tímida, pero puedo
ver por debajo de la mesa cómo frota sus manos justo donde
mi pulgar estaba.
¿Tanto rechazo le provocó?
Las tres se van de la cabina para poder mandar un audio en
un lugar más silencioso, yo las sigo con la mirada hasta que
dejo de divisarlas. Cuando mis ojos se posan en Valentino
tiene una ceja arqueada.
—Qué demonios te pasa… —gruño sin entusiasmo.
—¿Estás saliendo con Bianca B.? —Su tono es
amenazante más que inquisitivo.
—No, somos amigos nada más —respondo llevando mi
vaso de whiskey a mis labios. Intento ignorar el tono
acusatorio de Valentino, pero fallo estrepitosamente y mis
sistemas de defensa se levantan como si fuesen creados por
Tony Stark—. ¿Qué pasaría si estuviera saliendo con ella?
Valentino se inclina sobre la mesa, uniendo sus manos
siniestramente como lo haría el villano de James Bond.
—Es Bianca B, Killian, no una mujer que encontraste en el
club.
—¿Y?, ¿a dónde quieres llegar?
—Esa pelirroja es especialista en relaciones, amor y otras
cosas, no estás listo para salir con alguien así, tú eres un bebé
que aún mama de la teta al lado de ella.
—¿Perdona? ¿Estamos hablando de la misma Bianca? —
Mis dedos aprietan el vaso.
No me gusta que me digan lo que no puedo conseguir.
—Sí, tú escuchaste el podcast, sabes lo que cree que es
sano en una relación y tú, querido jefe, eres exactamente lo
contrario, hasta ella inventó un término para los hombres
como tú.
—¿Y cuál es? —pregunto con un tono aburrido mientras
me dejo caer sobre el respaldo.
—Manwhore.
Auch.
(Man=hombre, whore=prostituto)
—Es solo una advertencia que hago como amigo, ella no
es una mujer para pasar el rato.
Lo sé, joder, lo supe desde que la vi con la pelota de tenis
en su pie.
—Díselo a Liam Davis entonces —gruño por lo bajo,
terminando el vaso de golpe, hasta yo puedo escucharme
amargado.
—¿Liam? —pregunta Valentino confundido, parece que
las fichas se acomodan en su cerebro cuando abre la boca en
forma de O—. ¿Ella es la pelirroja con la que…?
Asiento señalándole a la camarera que traiga otra ronda, la
necesito.
—Con razón estabas hecho un estúpido en la cena…
Mierda. —rumia la información, apoyando sus codos sobre la
mesa con derrota—. La humanidad está perdida, ¿cómo puede
ser que salga con él? Ese tío es un idiota.
—Exactamente como yo lo hubiese descrito amigo —
Ahora juego con el móvil entre mis dedos.
No lo miro a Valentino, pero puedo sentir sus ojos sobre
mí.
—¿Por qué lo eligió a él? Ella podría apuntar a algo de
mejor categoría, ¿sabe al menos que tiene un club de fans?
Todos los hombres tienen fantasías con su voz.
Eso me hace sentir un escalofrío por la piel, ¿quiénes son
esos asquerosos?
—Espero que tú no estés en esa lista… —advierto.
—No seas idiota, sabes que no. Pero ya sabes cómo es
internet, está lleno de depravados.
¿Quizás por eso ella es tan reservada?
De todas maneras, sé que Valentino no es de esa calaña, es
un hombre simple, folla con quien quiere, trabaja duro y se
duerme temprano. Mi asistente no dice más nada, pero puedo
verlo pensativo mientras aparece una segunda copa delante de
él.
No sé por qué busco su mirada, necesito saber que no
estoy loco quizás, que mi odio a Liam proviene de una amistad
genuina que tengo con Bianca y no puros celos.
Celos.
¡Ja!
Qué gracioso, yo no soy celoso, nunca lo fui, con nadie, ni
de mi empresa por el amor de Dios. Solo estoy preocupado por
ella, Bianca tiene un corazón sensible y no quiero verla sufrir
por este idiota.
—Hablando de Roma… —susurra Valentino.
Mis cejas se unen en medio de la frente en total confusión,
cuando sigo la línea de su mirada, lo veo. Entre la multitud
está Liam Davis. Cuando nos ve, levanta la mano
entusiasmadamente y los dos nos hundimos en el sillón,
esperando desaparecer milagrosamente.
CAPÍTULO QUINCE
BIANCA

A mber y Renata son dos personajes sacados de una


comedia romántica.
Cuando llegaron a la mesa lo único que pude hacer fue
atacarme a mí misma. Comparé nuestros cuerpos, sus formas
femeninas de moverse, de hablar, el maquillaje perfecto, su
pelo liso. Me hundí en un pantano de toxicidad que detesto y
suelo frecuentar más veces de las que quiero admitir. Hasta
que Kill dijo quién era con orgullo y eso me quitó de ese lugar
mental casi inmediatamente. No podía concentrarme mientras
acariciaba mis manos para darme coraje y alardear que tengo
el podcast más escuchado de la ciudad. Eventualmente esos
pensamientos fueron reemplazados por una conversación de lo
más interesante con ellas.
Nunca he tenido muchas amigas mujeres, en el colegio mi
madre se peleaba con la mayoría de las otras madres por
cuestiones estúpidas, eso hizo que nadie quisiera pasar tiempo
conmigo. Y luego en la universidad ya estaba acostumbrada a
la soledad, y no es que intente sacar violines y dar pena, pero
estaba bien yo sola. Sé convivir conmigo misma y no soy tan
mala compañera.
Después de grabar un audio para su amiga, donde inventé
algunas frases para mantener el matrimonio vivo, volvemos al
meollo de gente con la intención de volver a la mesa, cuando
Amber (la rubia) toma mi brazo y me detiene.
—¡Esta es mi canción favorita! —grita en mi oído.
Agarra a Renata también y nos arrastra a las dos hasta la
pista de baile donde los cuerpos no tienen lugar para bailar
realmente, solo se balancean y mueven mucho los brazos.
—Oh no, Amber —grito—. Prefiero ir a la mesa, a mí no
me gusta mucho…
—¡Es solo una canción! —devuelve mientras disfruta la
melodía.
Haz el esfuerzo Bianca, puedes pretender bailar por dos
minutos.
Imito sus movimientos, moviendo mis brazos tan
robóticamente que pienso que tengo que engrasar mis
extremidades. Eso del baile nunca fue para mí, menos todavía
con una pierna averiada.
Una vez intenté bailar en el colegio con el novio que tenía
en ese momento, no solo le pisé el dedo del pie, sino que
cuando levanté la mirada, golpeé su barbilla con mi frente
haciendo que cerrase su mandíbula de golpe.
Sí, su lengua quedó en el medio.
Conozco esta canción, se llama Love Tonight de David
Guetta, es un remix y va más rápido de lo que la recuerdo, solo
espero que no dure el doble también.
Los hombres que rodean a Amber y a Renata se muestran
interesados y lo demuestran acercándose a ellas, pero las
chicas los ignoran, enfocándose en el momento divertido entre
las tres y honestamente, lo aprecio muchísimo. Como dije
antes, nunca fui de tener amistades fuertes y creo que la vida
me entrenó para esperar que se dispersaran por la pista y me
dejaran sola.
Nada de eso ocurre.
Cuando la canción termina, estoy agotada, no moví mucho
el pie, pero me molesta lo suficiente como para querer
sentarme.
Señalo sobre mi hombro y digo:
—Voy a volver a la mesa, vosotras pasarlo bien. —Volteo
sobre mis talones y golpeo una pared.
Y por pared me refiero a un muro de músculos muy duros.
Killian.
—¿A dónde vas, Red? —dice con entusiasmo, sus
hombros se mueven al ritmo de la siguiente canción que no
reconozco.
—A la mesa —digo esquivándolo, seguro que Killian
querrá pasar un rato con estas chicas y yo me estoy
entrometiendo.
—Nahh —dice tomando mi mano—. Quédate a bailar una
más, por mí. —Hace un mohín adorable para un hombre
adulto que mide al menos dos metros y está lleno de tatuajes.
—De verdad, Kill, me duele el pie, quiero sentarme. —
Intento escaparme para el otro lado.
Eso quita la sonrisa de su rostro inmediatamente.
—Qué suerte —dice agachándose y levantándome por las
rodillas en el medio de la pista, todos los que están a nuestro
alrededor comienzan a gritar exaltados y probablemente
leyendo mal la situación—. Ya tenía ganas de volver.
—¡Killian! —grito escurriéndome entre sus brazos—.
Bájame ya mismo, por favor.
—En la puerta.
—¡No! Dios. —Tapo mi rostro mientras Killian camina
esquivando gente bailando—. ¿Por qué no podemos volver a
la mesa?
—Valentino está con una chica, prefiero no mirar mientras
intercambia saliva con alguien, ¿quieres ir a tomar un helado?
En ese momento salimos a la calle y como prometió me
deja en el suelo con cuidado.
Un viento frío atraviesa la tela de mi camisa y cazadora,
típico de San Francisco, la ciudad de la primavera eterna, por
eso nunca guardo mi ropa de invierno.
—¿No quieres quedarte? En serio…
Killian junta sus cejas en el medio de su frente y sigue
caminando, sus pasos son largos pero lentos, mientras los míos
son cortos y rápidos.
Sospecho que baja la velocidad por mí o quizás esté
leyendo con demasiada profundidad esta situación.
—¿Por qué querría volver?
—No lo sé, asumí que ibas a irte con alguna de las dos.
Mi amigo entierra las manos en los bolsillos de su vaquero
roto y mira el suelo mientras caminamos hasta el Tesla.
—Son amigas de Valentino, no mías —Eso es todo lo que
dice así que lo dejo ir—. ¿Helado?
—No lo sé… —Calorías, azúcar… todo lo que deseo
ahora mismo.
Killian observa mi titubeo y agrega:
—¿Quieres que te convenza?
Asiento con una sonrisa y a Killian le explota una
carcajada, lo siguiente que hace es deslizar el brazo sobre mis
hombros, atrayéndome a él, luego deja un beso sobre mi
frente.
Y me paralizo.
Él también lo hace.
Me suelta inmediatamente, metiendo sus manos en los
bolsillos y el resto del camino vamos mirando el suelo.
Cuando llegamos al coche, la temperatura dentro de este
robot ecológico ya es tibia, aunque mis cachetes siguen rojos.
—La heladería más cercana tiene servicio por ventanilla,
así que podemos comernos el helado en el coche, ¿qué te
parece?
Y así los dos nos olvidamos de ese momento confuso.

—C uando dijiste helado creí que te referías a un


helado de verdad, no el de McDonald’s —
reprocho mientras lamo el cono con mucha
concentración.
Nunca fui buena comiendo helado, mis manos terminan
chorreadas y pegajosas y ya me conoces, tener manos sucias
puede ser muy estresante. Por eso siempre tengo alcohol a
mano y lo repongo al menos una vez por semana.
Killian no me mira desde que tengo el cono en la mano y
cuando me responde lo hace mirando hacia los cristales
delanteros.
—¿Qué heladería real está abierta a la una de la mañana,
Red? —Parece irritado.
Trago nerviosamente.
—Lo siento, soné como una chica malcriada.
Kill suelta el aire de sus pulmones, su mirada es fría
mientras parece juntar pensamientos en su mente.
—No, no es eso… soy yo el problema.
—¿Qué pasa? —¿Se arrepintió y quiere volver?
—Esto fue una muy mala idea.
Bajo el helado hasta mi regazo y un nudo en mi estómago
me deja quieta, atenta a lo que va a decir.
—¿Quieres volver? Puedo coger un taxi desde aquí, no
hace falta que me lleves…
—Red… —dice exasperado—, ¿por qué quieres eliminarte
de mi vida todo el tiempo? No es eso, Dios.
Trago saliva inquieta, nunca lo vi así de malhumorado.
—¿Entonces?
Se deja caer sobre el volante muy dramáticamente, su
helado bien sujetado en la mano izquierda.
—No puedo verte chupar ese helado.
Estoy por preguntar por qué, mi boca se abre inclusive
para decirlo, pero la cierro.
Mi puño conecta con su hombro gigantesco
inmediatamente.
—¡Killian!, ¡me asustaste! —respondo con una media
sonrisa.
Él levanta la mirada, esa sonrisa vuelve a su rostro.
—¡Esto es serio Red! No puedo, pareces muy…
profesional.
Volteo mirando por la ventanilla y sigo tomando mi helado
con mucha paz.
—Eres un idiota —digo con seriedad, pero no puedo
contener la risa cuando escucho a Killian soltar una carcajada.

D urante el domingo por la mañana me dedico a recoger


y ordenar mi piso, es algo que llevo aplazando hace
meses y me apetece probar el minimalismo. El
problema es que no soy minimalista, tengo muchas cosas y las
que no uso no las tiro ni las dono.
Así que recojo mi cabello en una coleta alta, enciendo mis
cascos y coloco mis manos en jarras. Tengo una bolsa con la
palabra donaciones, otra con basura y otra con un símbolo de
pregunta.
La última es para las cosas que no se bien qué hacer con
ellas.
Escucho una playlist de Spotify de las Spice Girls, mi
banda favorita de la niñez, creo que son la banda sonora
perfecta para generar energía, la primera canción es Stop y
bailo haciendo la misma coreografía que hacía de pequeña.
Para el mediodía el piso se ve muchísimo mejor, al menos
puedo ver el suelo. Ayer cuando vino Killian me dio un ataque
cuando miré al lado de mi cama y vi que había una braga
tirada en el suelo, tuve que patearla para que no la viera.
Ya no más, no más Bianca descuidada.
El móvil suena y ese shock de dopamina que siento
últimamente aparece cuando pienso que es Killian. Ayer
cuando terminamos de comer ese helado (puede que haya
exagerado mis lengüeteadas un poco solo para enfadarle) me
dejó en mi piso y me dijo que hablaríamos luego.
<<Liam: Hola princesa.>>
Oh… es Liam.
Guau, creo que es la primera vez en semanas que no
pienso en él cada vez que suena el móvil. No le digo que la
palabra princesa hace que me den escalofríos por mi espalda,
¿no?
<<Bianca: Hola Liam, ¿cómo estás? ¿Qué tal el evento?>>
Antes de confirmarle a Killian le pregunté a Liam si tenía
algún plan para los dos, pero dijo que lo lamentaba mucho,
que tenía un evento del que no podía escapar. Lo entiendo, en
los negocios como los que maneja él, esos eventos son casi
obligatorios.
<<Liam: Aburrido, te extrañé.>>
Ahhh, mi corazón se estruja un poco, es la primera vez que
dice algo así.
Me siento a los pies de la cama para responder.
<<Bianca: ¡Yo también! ¿Quieres hacer algo hoy?>>
Es importante mostrar interés, inclusive cuando nos da un
poco de vergüenza.
<<Liam: Estoy en la puerta de tu piso, baja cuando estés
lista.>>
Mi corazón da un salto y corro (es una manera de hablar ya
que no sé correr sin caerme) hacia la ventana y efectivamente
veo su coche en la puerta.
<<Bianca: Bajo en diez minutos.>>
CAPÍTULO DIECISÉIS
KILLIAN

—K illian, te puedes caer y romper la nuca si sigues


haciendo eso —ladra Valentino sin siquiera
levantar los ojos de su tablet.
Está sentado frente a mí, al otro lado del escritorio en mi
despacho.
Puede que esté jugando con la silla, que tiene rueditas y no
se dobla naturalmente como la estoy obligando. Es la tercera
que he tenido que comprar este año.
—Sabes que estás listo para ser padre, ¿no? —pregunto
con un tono jocoso, me encanta molestarlo.
Eso lo hace mirarme.
—¿Niños? No, gracias.
—Dices eso porque no conoces a mis sobrinos —respondo
cogiendo el móvil y revisando con aburrimiento el Instagram.
—Digo eso porque tengo hermanos menores y sé lo que
son, no quiero tener hijos, nunca.
Alguien está de mal humor.
Estamos en este limbo donde esperamos que el abogado
responda un email importantísimo sobre la compañía y el
nuevo proyecto. Obviamente en proyectos tan grandes como
estos se necesitan contratos más largos que el diccionario para
establecer las bases, los importes y las multas en caso de que
las dos partes no cumplan con algo. Nos esposamos por
decirlo de alguna manera más mundana, nos unimos al punto
donde si uno muere, el otro también.
—Yo sí quiero —digo, aunque él no me haya preguntado.
Dejo el móvil sobre el escritorio, me levanto y miro por los
ventanales a esta magnífica ciudad, es fácil perderse en estas
vistas que parecen no tener fin. Es fácil sentirse importante
cuando puedes ver algo que ni la mitad de la población puede.
—No te pregunté —murmura Valentino exasperado.
—¿Sigues enfadado porque te dejé tirado con Liam el
sábado? —pregunto sobre mi hombro, una ceja bien arqueada
e inquisitiva.
Valentino bufa y deja la tablet sobre el escritorio.
—¿Y tú qué crees? Tuve que entretenerlo para que tú te
robaras a su novia.
Volteo sin quitar las manos de mis bolsillos y lo miro
directamente a los ojos. No siento culpa, le hice un bien a Red
y él tiene que aceptar que a veces se pierde en la vida,
especialmente si trabaja para un Walker.
—Número uno, no me la robé, ella sentía dolor en el pie y
decidí llevarla a la casa —Valentino pone los ojos en blanco,
pero lo ignoro—. Número dos, el maldito le dijo que tenía un
evento y andaba borracho en ADN, eso iba a destruir a Bianca.
—Justamente, ¿qué haces que no le dices quién es este
tipo? Tanto que te jactas de ser su amigo, ¡díselo!
¿Y luego qué?
—Ya lo intenté, ella no me escucha. —Apoyo mi hombro
en la ventana, con los brazos cruzados y miro para afuera. Mi
cabeza corre a toda velocidad, buscando soluciones a estos
problemas.
Si le digo quién es, ella va a justificarlo, me ignorará
cuando le demuestre que no es un buen hombre para ella y que
el hombre adecuado es… es…
—Bueno, esa era la mejor oportunidad para que viera
quién es y la arruinaste.
—No es así, si Liam me veía con ella podía entender toda
la situación mal, especialmente cuando me habló de Bianca
como si fuese una mujer arrastrada, lo va a poner a la
defensiva y no queremos alterarlo, no hasta que firme el
contrato de una maldita vez.

P or la tarde estoy en la tumbona, al lado de la piscina,


delante mío tengo unas vistas infinitas y pacíficas de
Oakland, montes de diferentes tamaños algunos
inmensos, otros medianos, verdes y frondosos con mansiones
donde viven los más poderosos de la costa Oeste.
Todos tenemos el privilegio de mirar el atardecer todos los
malditos días, solo que algunos como yo nos obsesionamos un
poco más al respecto. Lauren me dijo que es un fenómeno que
muchas personas lo experimentan y creo ser una de ellas.
Cuando volví del trabajo estaba tan cansado después de
horas y horas de reunión con los abogados que pasé de largo
mis dos horas de gimnasio diario, simplemente saludé a Rosa
con un rápido beso en la mejilla y me tiré aquí a disfrutar un
poco del sol con mi tablet, auriculares y un podcast que suelo
escuchar todo el día últimamente.
“Love Casters, siento mucho si me repito, pero sin
comunicación entonces, ¿qué esperamos?, ¿cómo puede saber
tu pareja lo que esperas de él o ella? O ellos, ¿por qué no?
Muchas amigas mías se enfadan cuando sus novios no
responden tal como ellas esperaban, ¿por qué? Porque
asumieron que sus compañeros sabían de antemano lo que
ellas querían, no señores, así no, comunicación. Expresad
vuestros deseos, vuestras intenciones, visualizaciones para el
futuro y ¿por qué no? Vuestras fantasías más ocultas.”
Me pregunto cuáles son las fantasías más ocultas de Red,
si las cumplió alguna vez o si planea hacerlo con Liam.
Liam…
Me rechinan los dientes de pensar en él.
Lo que sea que planee hacer con ella, no se lo merece.
Encima, Liam… ¿qué puede hacer? Si se fatiga por subirse a
un ascensor, maldita sea.
Siento una gota de sudor deslizándose por mi pecho y es
indicador suficiente de que necesito un chapuzón y que hace
falta silenciar mi mente por unos segundos. Me tiro de cabeza
y el agua cristalina de la piscina me envuelve mientras se
escucha el sonido atenuado del exterior, las burbujas
moviéndose con gracia a mi alrededor y la sensación
refrescante en mi piel cuando el agua fría calma la
temperatura. No paso mucho tiempo allí, porque escucho el
móvil sonar por una videollamada.
Salgo chorreando agua, las gotas caen por mi piel y mi
traje de baño pegado a mis piernas, pero no me importa, los
vecinos no pueden verme, me encargué de tener privacidad
aquí cuando se filtraron fotos mías tomando el sol en mi
piscina. Si alguien quiere verme desnudo, tendrá que pagar
extra.
Todo va de dinero en esta vida.
Deslizo mi dedo sobre la pantalla, dejando una línea de
agua encima y atiendo con una sonrisa en mi rostro, la cámara
apuntando a mi cara.
—¿Cómo está la chica más bonita de Miami?
Mi sobrina está sentada sobre las piernas de Luca, mi
hermano sostiene el móvil, pero ella me mira con una sonrisa
que me desarma. Amo a mis tres sobrinos, pero Mila… Mila
es mi punto débil, siempre lo fue. Es que es la niña más
adorable, sensible y bonita que conocí.
—¡Hola tío! —dice con los encantos de su madre, todos
sabemos que no heredó esa sonrisa de Luca.
—Hola tío —repite Luca—, estamos llamando porque la
otra opción era un berrinche —agrega con mala cara.
Me río, porque Luca pretende estar irritado, pero al final
del día le da todos los gustos.
—¿Querías hablar conmigo, Mila? —pregunto sentándome
en la tumbona, paso una pequeña toalla por mi rostro y mi
cabello ya que algunas gotitas estaban entrando en mis ojos.
—Sí… —Asiente con su cabeza, pero se distrae viendo su
propia imagen en la pantalla.
Ella sabe que es guapa, le encanta mirarse. Es vanidosa
como el tío Kill.
—¿Sobre qué querías hablar?
No responde, se sigue mirando.
—Mila, cuéntale… —insiste Luca.
—Sobre… sobre… sobre… —Se pierde en la espiral de
sus pensamientos, hasta que dice— ¡Sobre mi nuevo traje de
baño!
Me río.
Luca aparece por atrás y aclara.
—El que te compró mamá para las vacaciones, explícale
mejor Mila.
—Sí, eso, ¡adiós tío Kill! —Se escurre del agarre de Luca
y sale disparada hacia vete tú a saber dónde.
Luca suspira y la ve irse.
—Se enteró que se aproximan las vacaciones y le rogó a
Emma un nuevo traje de baño, así el tío Kill lo ve, porque
tiene un elefante levantando pesas y dijo que le recordaba a ti.
—Demonios… —digo mirando mi propio reflejo en la
cámara—, ¿crees que debería pasar por el quirófano? Nunca
pensé que mi nariz fuera tan grande.
—Me alegro que tu chiste vaya por ese lado y que no lo
relaciones con tu miembro —dice Luca con seriedad—.
¿Cómo estás?
Lo pensé, no voy a mentir.
—Oh, bueno, ya sabes, descansando de un arduo día de
trabajo, el proyecto GamerSoul está a punto de concretarse.
—Eso es bueno, avísame si necesitas que le dé un repaso
al contrato, últimamente parece que lo único que hago es eso.
—Su voz suena cansada.
—Necesitas esas vacaciones, por lo que veo…
—Sí, hablando de eso, eres el único que no ha confirmado,
¿qué estás esperando?
Golpeo mi frente con la palma de la mano, obviamente
poniendo un poco de teatro en todo esto.
—Cierto, es que no estoy desesperado por irme de la
rutina, ¡porque no tengo una! Que tonto… —Luca levanta una
ceja en desaprobación—. Está bien, ahora confirmo.
—Bien, hablamos luego, hermano —dice Luca mirando
por encima de la cámara—. Mila, te dije que no…
La llamada se corta y me río del caos que tiene mi
hermano, el filósofo, en su casa.
Me pongo mis gafas de sol y enciendo el podcast otra vez
perdiéndome en la dulce voz de Bianca Burke, la pelirroja más
cascarrabias y adorable que conozco.
CAPÍTULO DIECISIETE
BIANCA

L os jueves suelen ser los días donde me siento con mis


sponsors y productores. En estas reuniones se hablan de
números donde mi productor básicamente les justifica
que su inversión estuvo bien y eventualmente los convence de
seguir promocionando mi podcast.
La diferencia es que esta vez los patrocinadores buscan
invertir en más contenido y mi productor tuvo la brillante idea
de destinar los viernes a sesiones en vivo.
EN VIVO.
Donde tengo que interactuar con preguntas y responderlas
EN VIVO, (por si no quedó claro).
Dios me ayude, no sé si voy a poder con toda esa presión.
También parece que el jueves es el día donde Killian
decide que es apropiado enviar un mensaje después de casi
cinco días de silencio absoluto.
No es que lo estuviera esperando con ansias.
Somos amigos, ¿recuerdas? No hay nada más que una
pura, magnífica amistad platónica. No importa que él sea
físicamente perfecto y yo sea… el personaje secundario de la
vida de la novia de Killian.
<<Killian, El Semental: Mañana hay fiesta en mi casa.>>
Levanto una ceja mirando la pantalla del móvil. Me río
mientras escribo la respuesta.
<<Bianca: Me alegro mucho por ti.>>
<<Killian, el semental: *Ojos en blanco* ¿Paso por ti a las
ocho?>>
Miro mis anotaciones desparramadas sobre el escritorio,
pilas de papeles relacionados a los últimos episodios parecen
que están inundando mi casa, pero no estoy pensando en
trabajo ahora, estoy pensando en la propuesta de Killian.
Porque no sé si es buena idea rodearme de los amigos de este
influencer/magnate. Me los imagino a todos los adonis y
diosas del Olimpo sonriendo y tomando champán y me dan
escalofríos.
<<Bianca: Tengo que hablar con Liam primero.>>
Esa es una buena excusa.
Me encanta pasar tiempo con él, pero ¿una fiesta? Mmm,
dudo muchísimo que pueda encajar en su círculo.
<<Killian, El Semental: ¿Tienes que pedirle permiso? Qué
progresivo de tu parte.>>
Aquí empieza a atacar.
Por eso no respondo, prefiero no enfadarme ahora o
terminaré diciendo algo que arruine nuestra relación.
Relación de amistad, eh.
Diez minutos después, el móvil vuelve a sonar.
<<Killian, el semental: *Pone los ojos más en blanco que
antes* Paso por ti a las ocho.>>
¡Qué canalla!
<<Bianca: No hace falta, puedo ir yo sola, Killian, el
semental.>>
Mis nervios se elevan a la décima potencia y miro mi
pequeño perchero con ropa mal colocada y algunas prendas
tiradas en el suelo.
Si esto es como lo imagino, debo prepararme.
Siempre es preferible estar vestida de más que de menos,
¿no?
—Nos vamos de compras.
Dos horas después estoy con dolor de espalda de todas las
perchas que moví para encontrar la prenda perfecta. Miro
sobre mi hombro, una chica detrás de mí parece estar en el
mismo estado que yo, hasta que encuentra una blusa negra y la
levanta para inspeccionar. Tiene grabados en dorado en el
cuello y en los puños, parecen estrellas. La chica la mira por
un ratito más y luego la vuelve a poner en el perchero. Quiero
verla de cerca, inspeccionarla como hizo ella, pero esta chica
es tan rápida como un caracol y me está poniendo los pelos de
punta.
Finalmente avanza, dejando atrás la posibilidad de
encontrar algo que le guste aquí y ahí es cuando ataco.
El móvil empieza a vibrar en mi mochila y el nombre de
Liam brilla con promesas de una salida, pero al mismo tiempo,
por el rabillo de mi ojo, detecto una nueva chica avanzando
directamente hacia la blusa, así que ignoro la llamada por
completo y clavo mis garras sobre mi premio.
Los probadores son el peor enemigo de cualquier mujer, no
importa el tamaño. No hay nada más tortuoso, bajador de
autoestima que un maldito probador. Siento que tengo diez
kilos de más, la luz es horrorosa y me veo tan pálida que
puedo ver a través de mí y el calor… ¿Por qué siempre hace
calor en estos lugares? Todavía no tuve tiempo de estrenar esta
blusa y ya estoy sudando.
Basta.
Me la llevo sin pensarlo demasiado.

M e siento como en la película de Orgullo y Prejuicio,


donde Lizzy (Keira Knightley) baja del carruaje
cuando pasa a visitar la mansión del señor Darcy con
sus tíos y mira la inmensidad de ese caserón y se ríe.
Todas sabemos exactamente lo que está pensando en ese
momento en la película.
“Que estúpida fui en rechazar su propuesta de
matrimonio.”
Y todas nosotras gritando SÍ delante de la pantalla.
Bueno, en el momento en que el Uber se detiene frente a la
MANSIÓN de Killian trago saliva y repaso la dirección para
verificar que no se haya equivocado de casa.
No, es esta la casa, estoy en el lugar correcto.
Trago saliva otra vez.
Ya sé que Killian no me propuso matrimonio, ni mucho
menos, aunque sería muy gracioso verlo de rodillas con sus
piernas tonificadas y sus brazos tatuados sosteniendo una caja
pequeña de felpa roja y…
Bianca, ¿qué demonios haces? No sería gracioso, termina
con esto.
La mansión es moderna, del estilo de las casas en las
costas griegas con ese blanco brillante, ventanales del suelo al
techo, plantas de jardín seco perfectamente cuidadas con
piedras blancas a su alrededor. Casas que solo he visto cuando
veo pelis como Mamma Mia!
—Guau… —vuelvo a decir por lo bajo mientras subo una
escalinata de cemento que me lleva hasta la puerta de madera
oscura, perfectamente pulida y limpia.
Este barrio es tan exclusivo que no hay ruidos, solo grillos
y una noche estrellada y tibia.
Algo malo que tiene San Francisco y la zona de la bahía
son los micro climas, gracias a las montañas cerca de mi piso
puede hacer frío, pero aquí, a tan solo treinta minutos, hay una
brisa tibia de verano atractiva para cualquiera con piscina.
Toco el timbre una vez y se escucha cómo tintinea una
melodía muy pacífica. La puerta se abre y por instinto miro
para arriba esperando ver a Killian con su altura y esplendor,
pero de golpe me encuentro mirando a alguien de mi estatura.
Una señora.
No me hace falta preguntarle quién es, recuerdo a Killian
hablando de Rosa.
—Buenas noches —digo con una sonrisa, mis manos
sujetadas delante de mí, sí, los nervios están peor que nunca.
Aunque Rosa no me pone tan nerviosa, más bien es lo que
me espera detrás de ella. La ama de llaves de Kill es bajita y
fornida (diría mi madre) el cabello corto con rizos, unos
anteojos sobre el puente de su nariz y una sonrisa muy (muy)
adorable.
—Hola querida, pasa, pasa… —invita abriendo la puerta,
puedo ver que sus pasos son un poco tiesos, como si tuviera
dolor de caderas—. ¡Kill! —llama pegando un gran grito.
—¿No hay nadie todavía? —susurro inspeccionando el
gran palier de paredes blancas y suelo de cerámica blanco tan
brillante que puedo ver el reflejo de mi cabello rojo.
Rosa voltea y me mira confundida.
—¿Quién más tenía que venir?
—Oh, no lo sé, Killian dijo que había una fiesta…
Rosa levanta sus hombros despreocupada y comienza a
caminar con un pequeño cojeo.
—Prefiero no saberlo…
En ese momento Killian entra como si viniera corriendo,
sus últimos pasos se calman. Tiene puesto un simple vaquero
gris y una camiseta blanca pegada al cuerpo, pareciera que su
piel está más dorada que hace una semana.
—¡Red! —dice con una gran sonrisa, sus pasos se detienen
a centímetros de mí mientras se agacha para darme un abrazo.
Un abrazo.
A mí… a la germofóbica.
Devuelvo el gesto con incomodidad y le doy palmaditas a
su espalda firme como hacen los hombres cuando se saludan.
—Hola…
Lo primero que noto de la casa es que está bastante vacía o
al menos parece vacía ante la inmensidad y los techos altos,
pero dentro de ese vacío hay orden y equilibrio. Como la sala
que está a solo unos pasos de donde estoy, con sillones grises
en forma de L, una alfombra oscura debajo y una mesa de café
simple y adorable.
Lujo simple, nada extravagante.
—Bienvenida… —Da un paso atrás y cruza sus brazos
sobre el pecho—. ¿No tuviste problemas en encontrar la casa?
Normalmente la gente se pierde en las curvas de la colina.
—No… —susurro.
Es imposible no verla, ¿de qué está hablando?
Rosa aparece a mi lado, su bolso colgado firmemente de su
hombro.
—Bueno, este cuerpo debe reposar.
Killian da un paso más cerca y la abraza.
—Ve, descansa, ¿está José en la puerta?
—Así es —me mira—, un gusto conocerte Bianca.
—Igualmente —Sonrío y me aparto de la entrada, mientras
Killian la acompaña hasta la puerta.
¿Le dije mi nombre en algún momento?
Aprovecho el momento de soledad para levantar la mirada
y apreciar los techos altos, un segundo piso puede verse
también, con vistas a la sala y sus grandes ventanales.
Una casa tan grande para una sola persona parece
excesiva.
—Bueno pues… —escucho su voz detrás—, esta es mi
casa… —dice señalando a su alrededor con las palmas
abiertas.
—Es preciosa.
—Gracias —responde orgulloso—. Ven, déjame hacerte
un tour.
—¿“Hacerme un tour”? —imito su voz—, ¿así es como los
jóvenes lo llaman hoy en día?
La sonrisa de Kill se vuelve sardónica.
—Llámalo como quieras, yo solo quiero dártelo.
Tengo que recordar que, en la batalla de los dobles
sentidos, siempre pierdo.
La casa de Killian tiene más baños que habitaciones,
exactamente ocho baños y seis dormitorios. Ese dato destruye
mi lógica por completo, pero es tan bonita la casa que me
siento fuera de lugar, como si este espacio fuese demasiado
hermoso para mis curvas, rollos y pecas.
Pero Killian parece encajar a la perfección con el lugar
mientras se mueve y señala los materiales con los que se
construyó la casa como si quisiera venderla, supongo que no
puede salir del papel de agente de bienes raíces. Hay
habitaciones para invitados, salas de juegos y hasta…
—Esta es mi sala favorita —dice abriendo una puerta que
parece pesada, inclusive con su fuerza—, la sala multimedia.
¿Qué demonios es eso?
Él se queda en la puerta, pero mi cabeza se asoma.
Un cine…
Killian tiene un cine en su casa.
—Guau… —susurro arrastrando mi cuerpo entero a la
sala, la acústica es impresionante, ya que aplaudo una vez para
ver cuánto rebota el sonido y no lo hace, parece que estoy en
un tupper.
—Sí… aquí es donde está todo mi dinero, no se lo digas a
mis hermanos —se ríe mientras pasa a mi lado—, ellos
piensan que lo gasto en fiestas y viajes.
Hay cuatro sillones de cuero negro, colocados en forma de
gradas. Algunos más elevados que otros y en cada uno entran
al menos dos personas. Una pantalla gigante y al menos cuatro
altavoces que parecen ser la torre de Sauron, altas y un poco
intimidantes. En las paredes cuelgan telones de terciopelo rojo
y el techo tanto como el suelo es absolutamente negro opaco.
—¿Y por qué prefieres que piensen eso?
—Porque si se enteran que lo gasto en estas cosas solo
para ver películas románticas se van a reír hasta que estén en
la tumba y allí también se reirían un poco más.
Una carcajada sale de mi pecho, haciendo que me sienta
más liviana y despierta. Síntomas usuales cuando Killian está
a mi alrededor.
—Bueno yo pienso que es muy cool, siempre soñé con un
espacio así, especialmente para el podcast, donde tengo que
tener silencio absoluto y mi barrio no es exactamente el más
silencioso.
—Ven a grabar aquí —propone levantando sus hombros
con despreocupación—, los sonidos no entran ni salen.
La generosidad de Killian es innegable en este punto de
nuestra amistad y eso solo resalta la falta que hay de mi parte y
sí, lo sé, no tengo los medios que él tiene, pero eso no significa
que no pueda devolver lo que me da.
—Gracias, pero estoy bien. ¿Y los invitados? —pregunto
saliendo de la sala, Killian camina detrás mío, centra su
atención en mí enteramente, lo cual me pone hipersensible.
—Llegan en un rato. ¿Qué pasa Red, tienes miedo de estar
sola conmigo? Déjame recordarte que dormimos en la misma
cama hace poco. —Una mueca diabólica aparece en su rostro.
Mi codo se clava en sus costillas y aparentemente mi
intención de molestarlo solo le hace reír.
Seguimos caminando por el corredor hasta que aparece la
escalera, moderna de escalones flotantes negros.
—Ven, quiero que veas las vistas.
Los dos subimos en silencio, excepto por las pisadas en los
escalones, las mías se escuchan livianas, mientras que las de
Killian parecen hacer vibrar la casa entera.
El corredor es amplio y largo, y en el lado izquierdo está la
barandilla con vistas a la sala. Decorando las paredes hay
fotografías a gran escala. En su mayoría relacionadas a playas
y ciudades en blanco y negro.
—Estas fotos son geniales —digo cuando veo una que
distingo, es la calle Market, el típico trolley tan pintoresco que
tenemos en la ciudad transita sobre las vías.
—Gracias —dice deteniéndose—. Me gusta sacar fotos.
Mis ojos se abren cuando vuelvo a mirar la imagen con
detenimiento. Hay profesionalismo detrás de la lente, hay
equilibrio en los contrastes y las luces, hay vida e impronta.
Killian.
—¿Tú sacaste esta foto?
—Sí… —dice cruzando sus brazos sobre el pecho, sus
tatuajes parecen inquietarse como él—. ¿Es tan difícil de
imaginar? —Su tono defensivo y expectante por mi respuesta.
—No, tiene sentido, esa cámara era muy pesada —Sonrío
pícaramente haciéndolo recordar cómo nos conocimos hace
dos meses ya, eso parece aflojar los músculos tensos en su
rostro—. ¿Fuiste a todos estos lugares? —pregunto señalando
las playas.
Camina a mi lado e inspecciona las fotos como si fuese la
primera vez que las ve.
—Sí —Mira la imagen, pero en sus ojos puedo verlo
viajar, moverse por las memorias del pasado, algo en mis
tripas dice que me hubiese gustado ver a Killian explorar esos
paisajes—. Ven… —Estira su brazo para que lo agarre y su
cercanía ya es natural y orgánica.
Los marcos de las puertas son arcos altos, con puertas de
madera clara, así que la impresión que tuve de las casas
griegas no estaba tan errada.
—Tu casa es increíble, Kill —susurro mirando anonadada
esta casa de revista—. Sé que ya lo dije, pero no puedo dejar
de repetirlo.
—Gracias —dice con esa sonrisa brillante muy cerca de mi
rostro, mis ojos se fijan allí y mi estómago comienza a aletear
sin control, tengo que cambiar mi foco al suelo para calmarme.
Todo se detiene cuando entramos a lo que sería su
habitación.
Una cama enorme cubierta con mantas de lino color
terracota, quizás parezca desgastada, pero es en la naturaleza
de esa tela (la apariencia de desgastada y las arrugas) lo que la
hace tan bonita. Como mesa de noche hay una silla de
diseñador, de cuero anaranjado trenzado y rústico. Decorando
la pared, una foto en blanco y negro tan ancha como el cabezal
de la cama. Sospecho que también la sacó él, pero no puedo
identificar dónde es, se pueden reconocer las colinas
californianas, pero nada más que dé una pista de dónde. Una
planta de al menos tres metros a su lado, creo que es algún tipo
de palmera, pero dudo que sea real, esas plantas cuestan
mucho de mantener y no imagino a Kill regándola con un
termómetro como lo hacen los profesionales.
—Esto no es una peli porno donde te enseño mi cama y te
invito a probarla, no te preocupes.
Me río, primero porque es gracioso y segundo porque
nunca se me pasó algo así por la cabeza. Puede que Killian
flirtee compulsivamente, pero porque es parte de su
personalidad, no tiene nada que ver conmigo.
—No sé qué clase de porno ves, yo nunca vi una así.
Kill resopla dramáticamente mientras camina hacia un
ventanal o lo que podría ser la puerta al balcón.
—No puedes culparme por interesarme en la trama
también, a mí me gusta el sexo con contexto, no dos genitales
follando violentamente. Ven, quiero impresionarte con las
vistas de mi terraza.
Con nuestros brazos aún unidos, caminamos hasta el gran
ventanal y cuando desliza la hoja salimos a una terraza
increíble.
La ciudad de San Francisco por la noche es arrebatadora.
Las luces brillan como una galaxia en movimiento. Los
puentes que conectan la parte continental con las islas se ven
desde aquí, son gigantes e imponentes y están iluminados
como si fuesen dioses indestructibles que favorecieron una
batalla.
Mi boca está abierta, las palabras atoradas en mi garganta.
—¿Y? ¿Te impresiona? —pregunta.
Mis manos se apoyan con suavidad en la barandilla
mientras él se reclina casi completamente sobre la misma,
apoyando todo su peso sobre sus brazos cruzados en el pecho.
—La casa es preciosa, así como es, pero esto… esto es lo
que la hace especial —murmuro, mis ojos pegados al paisaje
nocturno.
La voz de Killian susurra sobre mi oído.
—Ahora mira hacia abajo…
Una piscina enorme está iluminada en lo que aparenta ser
una boca oscura de la noche, alrededor puedo ver que hay
mucha naturaleza, tumbonas y grillos cantando furiosamente.
—Guau… Parece mágico —susurro mirando hacia abajo.
En mi rostro siento el calor del cuerpo de Killian, nuestros
brazos se rozan, aunque no recordaba tenerlo tan cerca.
Él también mira para abajo.
—Tu blusa hace juego con la noche —dice, todavía sus
ojos están enfocados en la piscina y el movimiento
tranquilizador del agua—. Me gusta.
Miro mi ropa, recordando las estrellas bordadas y mi
estómago reacciona cuando me doy cuenta que notó mi
esfuerzo para verme bien esta noche.
—Gracias, fui de compras hoy.
—¿Fuiste a comprar ropa solo para venir a mi casa? —
indaga—. Bianca, cariño, me siento halagado.
Su mueca es asquerosamente engreída.
Lo empujo un poco mientras los dos soltamos una risita
silenciosa, pareciera que no queremos molestar la tranquilidad
de la noche.
—No sabía qué tipo de fiesta era, no fuiste muy específico
en tus mensajes.
Intento levantar la mirada, pero sus ojos están fijos en mí y
no sé si puedo sostenerla por mucho tiempo, así que me
enfoco en el paisaje galáctico deliberadamente.
—¿Todavía no entiendes que cuando se trata de mí no hay
formalidades, Red? La ropa me importa un bledo, aunque
tengo que admitir que me gusta saber que te vestiste así para
mí.
Vuelvo a empujarlo.
—No me vestí así para ti, cavernícola, me vestí así porque
no quería parecer de menos, no sé quiénes vienen.
Killian se ríe ante mi insulto.
—No importa quién venga o qué llevan puesto, tú serás la
estrella de esta noche —señala las estrellas bordadas.
Y sí, mi estómago da vueltas y muerdo mis labios para
calmarme.
—Que cursi Kill… Deja de ver tantas pelis románticas…
—Pretendo tener una arcada.
Eso hace que él libere una carcajada y se yergue. No es
que se me olvide cuán alto es, es solo que cada vez que está a
mi lado lo siento gigante.
—Tu trabajo es literalmente hablar de amor, ¿y yo soy el
cursi? Aparte, no te das suficiente crédito, Red.
Resoplo y miro para el lado contrario de donde está él,
siento mis mejillas calientes y no quiero darle el gusto de que
vea cómo me afectan sus palabras.
—Cállate Oprah, deja de querer levantarme la autoestima.
—¿Tan difícil es creer que te encuentro atractiva?
Sus palabras ya no tienen sonrisas y lo compruebo cuando
me vuelvo hacia él y no hay nada más que seriedad absoluta
en sus ojos.
—Killian… —Suena a una advertencia.
No arruines esto.
No alimentes mi mente de positivismo y arrogancia porque
no soy esa persona.
No te burles de mí…
Esa última plegaria me desestabiliza, todavía no me
acostumbro a escuchar esa versión de mí que destila odio
propio. Pero aparece de vez en cuando y tengo que aprender a
lidiar con ella.
Levanta sus manos en rendición.
—Que no te sorprenda si más de uno te pide el teléfono
esta noche, Red… Yo ya lo hice hace rato, hay que ver si
alguno más tiene suerte.
Estoy por contraatacar cuando escucho:
—¡Killian! —proveniente de la piscina.
Los dos miramos abajo y vemos a Valentino con un par de
personas más.
Killian enseña el camino de vuelta con una sonrisa pícara.
—Después de ti, Majestad.
CAPÍTULO DIECIOCHO
KILLIAN

L a sonrisa en mi rostro se siente artificial.


No es un sentimiento nuevo, siempre fui
complaciente con todos, con mis padres, mis amigos, mis
hermanos… Sé lo que es querer evitar situaciones incómodas,
querer evitar enfrentamientos, discusiones, poner al otro en
una posición injusta. Por eso me detuve antes de que fuera
demasiado tarde y Bianca me viera como alguien que no
quiero ser, alguien que no quiero mostrar.
Mi boca tomó control de mí y no pude evitar flirtear con
ella como un muchacho inexperto, no sé para qué lo intenté,
ella no me ve como alguien a largo plazo.
La historia de mi vida.
Las personas que me llenan me ven como un fiestero,
mujeriego y halagador.
Las personas que me vacían me ven como un premio que
hay que ganar, una meta a cumplir, un status quo.
Ya lo sé, pobre niño rico, buscando compañía
desesperadamente en personas que huyen de él.
Soy un cliché.
Una telenovela.
Una serie de adolescentes calidad C.
Pero es quien soy y quien estoy condenado a ser por el
resto de mis días.
Killian el alegre, el sonriente, el influencer.
¿Puedo culpar a Bianca por querer alejarme? No, claro que
no. Por eso es más fácil mostrar una vida de lujos, músculos
tonificados y felicidad en internet que enfrentar este pozo de
barro que siento en el pecho cada vez que estoy solo con mi
cabeza, esta arena movediza que me hunde con cada minuto
que paso mirando a mis hermanos siendo felices, amando a
alguien y a su vez siendo amados, no por la pareja, sino por
sus hijos… Joder, ese sentimiento debe ser indescriptible.
Abrumador.
Externo a mí en todo sentido.
Mi mano está en su espalda baja, es lo único que me
permitiré hacer esta noche, porque no se trata de mí, sino de
ella, quiero que experimente lo que es ser venerada por
fanáticos, por personas de mente abierta que rompen
estereotipos.
Mientras bajamos por las escaleras dejo mi rostro caer,
disfrutando de estos momentos de intimidad donde puedo
descender a pensamientos autodestructivos sin que nadie lo
note.
Cuando llegamos al jardín trasero, despliego esa sonrisa
seductora como si fueran alas y me enfoco en Valentino, quien
tiene una ceja arqueada cuando ve a Bianca y cuán cerca de mí
está. Es ignorado por supuesto, porque él tiene veinte años y
no conoce la sensación, la sed que uno siente a veces por un
poco de conexión humana.
Bienvenidos al mundo del revés.

A mber y Renata se roban a Bianca y las tres se sientan en


las tumbonas, lo poco que puedo escuchar desde aquí
(porque la música está alta) es que una de las dos, creo
que Amber, tuvo una cita y quiere contárselo a Bianca.
A mí me rodean Valentino y dos amigos, Christian y
Dylan, los dos empresarios brillantes en Silicon Valley, cada
uno con una copa de vino que asumo que se tomaron el
atrevimiento de sacar de mi vinoteca. Pero no puedo culparlos,
ellos solo saben hablar de negocios, mujeres y vinos.
A veces logran interconectar los tres temas en uno solo.
Valentino está a mi lado, sus ojos se posan sobre mí más de
una vez, inclusive cuando no acoto ninguna palabra, el niño
quiere información y yo como el increíble jefe que soy, se la
niego.
Durante la siguiente hora llegan más personas, algunas que
ni conozco, pero esto es normal en estos barrios. Para las doce
de la noche la piscina está rodeada de gente, algunos hasta la
disfrutan. A Bianca la perdí de vista hace horas, pero supongo
que es lo mejor, tanto para mí y mis pensamientos invasivos
como para ella, para conocer gente nueva, explorar el mundo
más allá de su diminuto piso.
Voy por mi cuarta copa de algo, no sé si es vino o vino
mezclado con algo más, a estas alturas ya no me interesa
mucho. Lo importante es pasar la noche.
—Podrías ir echando el freno con las copas, jefe —dice
Valentino.
—Podrías ir buscándote una vida, asistonto —respondo
con un tono un poco más cruel del que planeaba utilizar.
Valentino bufa y pone los ojos en blanco, de golpe
pareciera que nuestras edades están invertidas.
—Nunca pensé que llegaría el día donde una mujer te
hiciera comportarte así.
Eso hace que fije mis ojos en él, cargados con un
sentimiento que no suelo llevar a la superficie.
Ira.
—No, no hagas eso… no hagas a Bianca un tema de
conversación, ella es mi amiga, vete, deja de molestarme.
—Sí, claro… —dice llevándose la copa a los labios—,
¿por eso miras a Christian con ese odio?
Efectivamente Christian está charlando con ella con mucho
entusiasmo, Bianca parece tener la misma energía.
Es mejor que Liam.
Liam, el duende que se ahoga en una mancha de humedad.
Que Bianca hable con una de las palmeras de mi jardín es
inclusive mejor que hable con Liam, así que Christian no está
tan mal.
Pero… efectivamente me siento incómodo al respecto,
como si mis huevos estuvieran apretados entre dos ladrillos o
como si el cuello de la camisa estuviera abrochado hasta no
dejarme respirar y fuese dos tallas menos, pero no hay nada
que hacer, ella está aquí porque yo quería que experimentara
esto.
La atención.
Ser la estrella, como le dije con tanta sinceridad que hasta
yo me sorprendí por decirlo.
—Ella es libre de hablar con quien quiera… —gruño antes
de terminarme el contenido de mi copa en un solo movimiento
—. Si alguien tiene que estar preocupado, es Liam, no yo.
Parece que mi cambio de actitud le llama la atención a
Bianca y sus ojos se posan en los míos, ella me sonríe
tímidamente y yo levanto la copa vacía hacia ella posando una
sonrisa falsa.
Ella responde con su mano y Christian mira sobre su
hombro para encontrarme perforando su espalda con mis ojos
láser. Pero ignora mi advertencia y continúa hablando con ella
como si fuesen amigos de toda la vida.
—Eso fue duro de ver… —murmura Valentino—. Vuelvo
en un rato, cuando no puedas ponerte de pie.
—Gracias… —gruño.
Idiota.
En algún momento termino en la terraza de mi habitación,
mi copa llena una vez más, mis ojos caídos y con sueño de
todo el alcohol que está en mi sistema. No soy de beber,
(mucho) o al menos tengo buena tolerancia, pero hoy…
Hoy no es un buen día.
Es uno de esos días que siento todo, pero nada a la vez,
donde el oxígeno es demasiado y escaso, donde mi corazón
late tan fuerte que pareciera que quiere explotar en mi pecho
solo para sentir… algo.
Secuelas de una llamada con mi padre que terminó muy
mal. Luchar conmigo mismo es mucho más difícil de lo que
creí, mi instinto de besar el suelo que pisa es asqueroso y me
desgasta mentalmente.
Soy un hombre patético, con problemas paternales.
Unas sillas (que nunca uso porque prefiero estar de pie)
decoran la terraza, pero hoy mis rodillas no encuentran
firmeza suficiente para sostener mi peso, así que me siento en
una de ellas y mientras apoyo mis labios en la copa, miro la
ciudad. Siempre hay una neblina que cubre la ciudad en la
noche y primeras horas de la mañana. Parece que se arrastra
siniestramente por las colinas, dándole un ánimo diferente a
todo lo que toca.
Soy de los que no le gusta, siempre me quejo de lo mismo,
pero hoy… hoy me siento cómodo en esa neblina espesa,
pareciera que refleja el conflicto interno que tengo.
—¿Kill?
Volteo inmediatamente.
Todo me da vueltas y mi estómago me advierte que, si lo
hago otra vez, puede que termine vomitando todo.
Red está en medio de mi habitación, con sus manos
enroscadas sobre su estómago como cada vez que está
nerviosa.
—Red… —siseo.
—¿Estás bien? —pregunta dando pasos nerviosos hasta la
terraza—, pensé que estabas con alguien, pero luego te vi aquí
desde abajo, solo…
Resoplo con ironía y vuelvo a enfocarme en la ciudad.
—Siempre crees que estoy revolcándome con alguien…
Qué obsesión…
—Perdón… —Su voz ahora está más cerca, hasta que la
veo sentarse a mi lado.
La siento cerca, no me hace falta usar los ojos.
—No es tu culpa… —murmuro mirando la copa vacía en
mi mano, ¿en qué momento la terminé?, ¿y por qué la
sostengo todavía?—, es mía por venderle esa imagen a todos.
Después de todo, hace solo unos minutos subí una foto al
Instagram rodeado de mujeres. No sé por qué me hago esto.
De soslayo puedo ver a Bianca con el ceño fruncido, sus
ojos me miran con pena y por alguna razón me irrita más.
—¿Qué quieres Red…?
—Acabo de entenderlo todo… —susurra ella con un tono
ansioso.
Mis ojos se fijan en ella inmediatamente y no aparto la
mirada por nada del mundo.
Mi corazón da un salto en mi pecho.
—¿Entender que…? —murmuro con cautela.
Mi corazón otra vez se desboca.
Bianca se pone de pie y camina por la terraza como lo
haría un detective que está a punto de descifrar el caso más
importante del año.
—Claro, cómo no lo vi antes…
—Habla Bianca —ordeno, mis ojos despiertos ahora, mis
palpitaciones imposibles de controlar.
—La imagen que vendes —comienza a enunciar—, las
horas en el gimnasio, las fiestas, las mujeres —voltea y me
mira—. Kill, lamento no haberme dado cuenta antes y asumir
cosas.
Lentamente me levanto, mientras dejo la copa en el suelo.
—¿Asumir qué? —digo sin poder contener mi ansiedad.
Bianca me mira con pena, pena que me pone a la defensiva
pero que no quiero exteriorizar hasta que lo diga, que diga lo
que tengo enterrado en mi pecho y no me atrevo a admitir.
El momento donde dejo de mentirme a mí mismo y dejo de
llamarla amiga. Donde admito mi derrota y ruego por que esta
alma frente a mí sienta estas cosas confusas también.
—Eres gay…
Un escalofrío corre por mi espalda.
Mis hombros se caen, soltando la tensión y la ilusión que
de golpe pensé que iba a copar mis venas.
—¿Gay? —repito con ácido en mi lengua—, ¡¿crees que
soy gay?! —Mi tono es elevado, tan elevado que todos en la
fiesta miran para arriba.
Cojo a Bianca de la muñeca y la arrastro a mi habitación,
cerrando la puerta corrediza de la terraza.
—¿No lo eres? —pregunta con miedo.
Me río… me río como un loco que acaba de perder una
batalla. El villano a punto de explotar.
—¿GAY? —grito esta vez—, ¿de dónde demonios sacas
eso?
—Bueno… —susurra ella, mientras se agarra un mechón
de pelo rizado y del mismo color que veo ahora todo a mi
alrededor—. Siempre intentas hacerme sentir bien, me das
aliento para que me sienta mejor con mi imagen… —señala
hacia mí con la palma de la mano derecha abierta—, ves pelis
románticas, no lo sé, asumí que…
—No puedo creer esto… —susurro caminando alrededor
de mi cama—, ¿tan escaso es tu amor propio que crees que
mis halagos son porque soy gay? Que quiero pasar tiempo
contigo porque “quiero una amiga”… Abre los malditos ojos
Bianca…
Y lo hace, sus ojos verdes están muy abiertos e intento
enfocarme en ellos, pero mi equilibrio sigue mal y me caigo
sobre la cama.
Ella camina hacia mí, pero le advierto que no dé un paso
más con la mirada.
Ella obedece, por suerte.
—Kill… —Su voz suena a súplica y destruye mi corazón
borracho.
No puedo atacarla, no es natural en mí.
—Me gusta pasar tiempo contigo, sí, pocas veces logro
encontrar a alguien que me interese —levanto la vista, aunque
todo me dé vueltas— y cuando lo hago es con una mujer que
se arrastra por un idiota que no hace más que ningunearla, que
la tiene en pausa hasta que puede dedicarle algunas horas.
Sí, lo dije, sí hay veneno en mí, ¿y qué?
El mundo da vueltas.
Mi boca no se silencia como quiero que haga.
Sigue y sigue diciendo cosas que ni yo estoy seguro de
sentir…
Cierro los ojos, intentando calmar esto, pero mi estómago
toma protagonismo, tensando mi garganta y mis labios, sé lo
que se aproxima.
—Liam no es un idiota… —dice, aunque ella no cree sus
propias palabras—, solo está ocupado…
Resoplo.
—¿Ocupado? Si alguien quiere estar contigo fabrica
tiempo, Bianca. Debería dejar de dormir para obtenerlo, de
vivir con tal de obtener un segundo contigo. ¿No es eso lo que
dices en tu podcast? —Me mira boquiabierta— Sí, escuché
todos los capítulos y nunca en mi vida escuché a alguien tan
hipócrita.
Bianca toma aire como si la hubiese golpeado, sus ojos
cargan con tanto dolor que tengo que apartar la mirada, porque
soy un cobarde, porque no puedo ver las consecuencias de mis
acciones.
Solo se escucha la música enlatada a lo lejos y las risas de
algunas personas en la fiesta.
Ninguno de los dos dice nada más.
Ella gira sobre sus talones.
—Bianca… —gimo listo para pedirle perdón, pero toda mi
visión perimetral se pone oscura y cierro los ojos. Cuando los
abro otra vez hay un barreño delante de mí.
—Toma, tira el veneno ahí, yo no lo quiero —ordena
dejándolo entre mis piernas.
Mi estómago lo toma como vía libre y comienzo a extirpar
todo el alcohol que tenía, retorciéndome sobre mi cama con
tanta fuerza que temo caerme.
Su mano aparece en mi frente, su brazo rodea mi pecho
sosteniéndome para que no pierda el equilibrio mientras mi
cuerpo se contrae con cada arcada. Cuando creo terminar,
Bianca saca el barreño a la terraza y cuando vuelve me habla
como si no hubiese pasado nada.
—¿Puedes caminar hasta el baño?
No debería hablarme así, no me merezco que me hable
como si yo no fuese una mierda, un cobarde…
Asiento de todos modos y ella me ayuda a caminar hasta el
lavabo y cepillarme los dientes, lavarme la boca y mojarme el
pelo sudado.
Aparezco en mi cama.
Siento su mano acariciando mi cabello, o al menos eso
creo, no importa, dentro de esa caricia me pierdo en el
inconsciente.

D olor.
Dolor punzante y horripilante en mi cabeza.
—Ahhh… —gimo sobre mi almohada.
Olvidé correr las cortinas opacas y la luz del sol entero
entra por mis pequeñas pupilas. Las palpitaciones en el
cerebro no me dejan pensar con claridad, ni escuchar.
Me muevo un poco y siento ropa puesta.
¿Qué demonios?
Yo duermo desnudo… ¿Por qué…?
Entonces miro mi cuerpo y veo una manta sobre mí, mis
pies sin zapatillas y la misma ropa de anoche.
Bianca.
Esto fue obra de Bianca.
Tapo mi rostro con la mano gimiendo de vergüenza cuando
recuerdo todo.
Lo que le dije, mis palabras, ella llamándome gay…
Obviamente no hay nada de malo en eso, solo que… ¡Ahh!
Claro que tenía que pensar que era gay…
Esa escena tiene mi suerte escrita por todos lados.
Miro sobre mi hombro, buscándola sobre la cama.
Obviamente no está aquí, ella huyó despavorida como haría
cualquier ser pensante.
Con pies pesados que se arrastran, logro darme una ducha
y espabilarme un poco más.
Abajo, en el comedor, está Valentino, desayunando como
un Lord inglés. Hay tostadas sobre la mesa, fruta, café, zumo
de naranja, por supuesto todo orgánico y de la mejor calidad.
Cuando me ve entrar me inspecciona de arriba a abajo, asumo
que buscando que me falten partes.
—Buenos días… —susurra.
—Demasiado fuerte, habla más bajo —gruño sentándome
a su lado.
Mi cuerpo se desploma en la silla del comedor. Una mesa
que usé solo una vez, siempre desayuno en la barra de la
cocina.
Solo, como loco malvado.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto masajeándome los
párpados.
—Bianca me pidió que te vigile…
—¿Y por eso asaltaste mi nevera? —gruño sin mirarlo, en
cambio observo a mi alrededor, buscando rastros de la fiesta.
No quedó nadie, sorprendente. He encontrado gente
dormida en las tumbonas de la piscina más de una vez.
—Por eso me quede aquí en vez de irme con María, me
debes una, grande.
—¿Y ella?
—¿María? —pregunta sosteniendo la taza sobre sus labios.
Eso hace que deje de masajear y lo mire con cara de pocos
amigos.
—Bianca, Valentino, Bianca.
—Ah, ella está en su casa, sana y salva, no te preocupes.
Por cierto, no sé qué hiciste, pero se fue muy enfadada.
Gruño de vuelta al recordar el gesto de dolor en su rostro.
Tengo que arreglar esto, hacer algo al respecto.
—Ya puedes irte… —suelto levantándome para ir a la
cocina y comer mi desayuno como un ser normal y no como
alguien con complejo de rey.
Valentino me sigue pisando los tobillos.
—¿Qué ocurrió anoche, Kill?
Abro la nevera y saco un cartón de leche, la taza es lo
siguiente. Todo lo hago con el piloto automático ya que la
dopamina no existe en mi cerebro hoy, porque no hay lugar
para nada más, solo tengo una cosa en mi cabeza.
Levanto la mirada y me enfoco en Valentino.
—Nada que no pueda arreglar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
BIANCA

L iam tiene puesta una camiseta con un estampado en el


pecho, son dos mujeres besándose, sus lenguas son
viperinas y sus cuerpos irreales.
Mientras habla sin parar sobre los negocios de esta
semana, yo observo la camiseta con una curiosidad asquerosa.
¿Quién decide que usar esa camiseta está bien? Es de mal
gusto. Si alguien me dijese en el LoveCast que su cita usó esta
camiseta, le diría que corra lejos y no mire atrás.
Estamos en un pequeño restaurante asiático en China
Town, supuestamente aquí hacen el mejor sushi en todo San
Francisco.
—La semana que viene tengo un viaje de negocios —dice
trayéndome a tierra—, Los Ángeles, Nueva York y Carolina
del Norte, estamos pensando en abrir sucursales allí y necesito
estar.
Lleno mi boca con un pedazo de sushi para solo asentir y
no decir una palabra.
Liam me examina con cuidado, viendo cómo lucho con
semejante pedazo.
—Qué divertido —digo con la boca llena, no pude resistir
la presión de hablar y llenar el silencio.
—No, no lo es, es puro trabajo, pero estaba pensando que,
¿quizás quieras venir conmigo?
Casi escupo el roll entero en su cara, pero lo escondo
tragando el pedazo entero.
Si Killian estuviera aquí seguro haría algún chiste sexual al
respecto.
—¿Ir contigo?
—Sí, puede ser divertido, cuando esté libre podríamos salir
por ahí…
Si alguien quiere estar contigo fabrica tiempo, Bianca.
Las palabras de Kill hacen eco en mi mente y mi estómago
se estruja porque sé que tiene razón.
Pero mi vida no es una comedia romántica, no busco a mi
gran amor, busco que mi madre se silencie.
Hoy por la mañana me llamó y así fue la conversación:

—M e dijo la señora Davis que hoy habíais quedado,


¡qué emoción!
—Sí, vamos a ir a China town a comer
sushi.
—Cuidado con el arroz, ya sabes que tiene demasiados
carbohidratos, ¿ya elegiste qué te vas a poner?
—Sí, un vaquero y…
—¿Nunca una falda, Bianca? Cuando eras pequeña no te
cansabas de usarlas…
—Cuando tenía diez años mamá… —Luego me crecieron
los muslos y me daba vergüenza mostrarlos.
—¡Oh! Aquí viene tu padre, te lo paso…
—¡Hola Pecas! —Así es como me llama.
Sonrío al escuchar la voz de mi padre, siempre dulce y
alegre conmigo.
—¡Hola papá!, ¿cómo estás?
—Ahora que te escucho, mejor, vine a almorzar a casa,
pero ya vuelvo al taller, ¿escuché que vas a comer sushi?
—Sí —digo pesadamente—, tengo una cita…
—Bueno, pásalo genial y recuerda tus propios consejos, no
termines con cualquier imbécil por…
—¡Riley! —escucho a mi madre gritar de fondo.
Los dos nos reímos.
—Ya escuchaste a la jefa, pero… —susurra— hazme caso.
—¡Lo haré!

—N o puedo dejar de grabar el podcast, Liam. —


Apoyo mis manos sobre la mesa con cuidado, mi
madre siempre dice que una mujer debe tener
movimientos suaves.
—Podrías traer todo lo que necesitas contigo, grabar en la
habitación del hotel.
—No lo sé, los viernes tengo que hacer transmisión en
vivo, se lo prometí a los patrocinadores, realmente es un mal
momento para que yo viaje.
Liam apoya los palillos sobre la mesa con más fuerza de la
normal, de su garganta sale un sonido que parece un gruñido.
—No está funcionando esto Bianca —dice—, yo quiero
pasar tiempo contigo, pero tú nunca…
—¿Perdón? —interrumpo— Porque no puedo viajar al
otro extremo del país, ¿quieres terminar todo?
—No —suspira—, no quiero, pero no veo otra solución.
Mis alarmas se encienden.
Houston tenemos un problema.
Tomo aire y trato de rescatar esa emergencia.
—Mira Liam, los dos estamos muy ocupados, esta es la
realidad de muchas parejas de nuestra edad, lo importante es
intentar buscar estos momentos donde podamos pasar tiempo
juntos.
Liam asiente y estira una mano sobre la mesa, buscando la
mía. Yo aprecio el gesto, pero tengo que obligarme a estirar mi
brazo para darle acceso a mí, aunque cada molécula de mi
cuerpo me pida retraerme.
—Tienes razón, lo siento.
Ufff.
—Está bien, es normal ponerse a la defensiva.
Creo.
—Prometo llamarte todos los días, hasta podríamos hacer
videollamadas.
—Me encantaría. —Sonrío tensamente.
La siguiente parada es un paseo por el Muelle 39. Uno de
los muelles más hermosos que tenemos en la ciudad, es más
un paseo que un muelle per se, donde hay comercios de todo
tipo, desde locales donde puedes elegir tu propia perla de una
almeja, hasta puestos de helado y hot dogs.
Es un lugar meramente turístico y sí, he venido aquí
muchas veces, pero yo no soy como esas personas que odian a
los turistas y huyen de cualquier punto turístico de la ciudad.
Mi filosofía es que, si el lugar es famoso, por algo es y me
encanta estar aquí.
Liam compra unos helados y vamos disfrutándolos a
medida que charlamos sobre la vida. Sé que Liam está
diciendo algo relacionado a un acontecimiento de su infancia,
pero yo no puedo olvidar el recuerdo de Kill evitando la
mirada porque yo estaba lamiendo un helado con mucho
entusiasmo.
—¿De qué te ríes? —pregunta Liam con una sonrisa
curiosa.
¡Mierda!
—No me reía —miento—, sonreía al imaginarte siendo un
niño.
Él asiente, orgulloso de mi reacción y sigue relatando.
Tengo que dejar de pensar en Killian cada vez que estoy
con Liam. Él es el prospecto que busco, la salvación antes de
que mi madre me vuelva completamente loca.
Me encuentro lamiendo el helado con más confianza, si a
Kill que es un adonis le resultó erótico, quizás ocurra también
con Liam. Así que deslizo mi lengua por el helado como si
fuese una actriz porno profesional, al principio no lo miro
mucho pero eventualmente busco su mirada, esperando
encontrar el mismo instinto primitivo que Kill.
Nada.
Liam mira su móvil con mucha atención, nuestros pasos
son lentos hasta que llegamos al final del muelle y nos
relajamos en la barandilla que nos separa del agua.
Cuando termina con el móvil, levanta la mirada y
rápidamente lamo de vuelta.
—Lo siento, temas de trabajo. —Su mirada pasa de largo y
se concentra en el mar.
—¿No era tu día libre?
Liam resopla.
—Los CEOs no tenemos días libres, Bianca —dice—.
¿Falta mucho para que te termines el helado? Tengo muchas
ganas de besarte.
Mi desilusión aparece y desaparece. Es muy confuso, Liam
quita y da en la misma frase y no estoy segura de cuánto me
gusta o me disgusta esto.
De todas maneras, sonrío y tiro el helado en la papelera
más cercana.
Liam replica mi sonrisa y en cuanto me acerco entierra su
boca en la mía y nos besamos frente al océano Pacifico.

L os viernes a las siete de la tarde, hora local, tengo mi


primera sesión en vivo con los seguidores. La idea
principal es leer las preguntas o situaciones que los
oyentes envían y yo los guío. Esto altera cada fibra de mi
cuerpo, porque no puedo equivocarme, editar y pretender que
soy perfecta… Dubitar no es una opción. Pero también sé que
puede ser divertido y soy una de esas pocas personas que
disfruta de su trabajo, ayudo a muchos haciendo esto, sin
mencionar que estoy en la comodidad de mi casa, con el
silencio de la noche en San Francisco, las cortinas cerradas
para que nada me distraiga de la calle y mi vaso lleno hasta
arriba con Coca-Cola light a mi lado.
—¡Buenas noches comunidad! Os habla vuestra amiga,
Bianca B y hoy os traigo algo distinto, muchos sabéis por mis
redes sociales de lo que se trata, hoy tendremos una sesión de
consejos y preguntas ¡en vivo! —Mi tono es calmado, mi voz
suena un poco más grave de lo que suelo tener y modulo con
mucho detenimiento—. Por lo que pude espiar en mi casilla de
correo electrónico, tengo muchas y poco tiempo para contestar
todas, así que, sin dar más vueltas, comencemos.
» La primera pregunta viene de Antón y dice: Bianca, mi
novia pierde cada día más interés en mí y no sé qué hacer. —
Posiciono mi boca cerca del micrófono para comenzar a hacer
lo que mejor se me da—. Antón, esto es normal y que la
ansiedad no te carcoma, habla con ella, dile lo que sientes y tu
percepción sobre lo que está pasando, quizás ella esté teniendo
otro problema y no sabe cómo decírtelo, no asumas que,
porque esté distraída, significa que está aburrida de ti.
Muevo el mouse sobre el escritorio para abrir el siguiente
correo.
—Vero pregunta: ¡Hola Bianca! Mi novio (ahora
prometido) me pidió matrimonio hace dos años, pero no
quiere concretar fecha, ¿qué tengo que hacer para que por fin
decidamos casarnos? —Carraspeo un poco—. Vero, si ya
pasaron dos años hija mía, déjame decirte que esto no pinta
nada bien, no estoy diciendo que no quiera casarse, pero hay
algo que lo está frenando definitivamente, siéntate a hablar
con él y si no quiere hablar, entonces es el momento del
ultimátum.
Busco unos papeles sobre el escritorio y empiezo a hablar
de los patrocinadores. Odio tener que hacer publicidad, pero es
lo que me da de comer.
—Siguiente correo, Ross dice: Mi novio últimamente sale
de fiesta todos los fines de semana con su grupo de amigos,
nunca me invita y estoy empezando a sospechar que hay un
tercero en nuestra relación, ¿quizás seguirlo para saber qué
ocurre sea una buena opción? —Aquí es cuando tengo que ser
muy cuidadosa con el consejo—. Uy Ross, esto no pinta nada
bien, pero hagas lo que hagas, no lo sigas, eso no está bien
amigo mío, hay que respetar la privacidad de la gente, no
importa cuán inquietos estemos, déjame decirte qué haría yo,
planearía una cena el sábado noche y lo invitaría a cenar
conmigo, entonces durante la cena plantéale tus dudas,
pregúntale sin dar vueltas si hay alguien más, luego cuéntame
qué dijo, voy a estar esperando tu mensaje.
» K.W pregunta: me interesa alguien que no me
corresponde o al menos no lo demuestra mucho, somos
amigos y nos llevamos muy bien, pero no sé cómo hacer para
dar el primer paso. Ay K.W qué difícil… —digo pensando
bien la situación—. Las amistades se vuelven frágiles cuando
se involucran nuevos sentimientos. Yo lo pensaría bien,
analizaría sus respuestas, intenta flirtear de vez en cuando,
fíjate cómo responde, si se pone a la defensiva, detente allí
mismo, pero si te sigue el juego o quizás se ponga colorada,
solo ahí puede que tengas una oportunidad amigo mío, mucha
suerte.
Una hora y media de maratón de consejos (así lo llamo en
las redes sociales) y cuando finalmente leo el ultimo correo,
me despido de la audiencia y me recuesto en la cama,
totalmente agotada.
Los mensajes de mi productor son positivos, diciendo que
me escucharon al menos cuarenta mil personas en esa hora y
media y que los patrocinadores están muy satisfechos.
Suspiro mirando al techo y cuando me canso de perderme
dentro de mi mente, cojo el móvil y me reconecto con el
mundo otra vez.
<<Mamá: Hija, te mando este link, es una dieta nueva,
parece que es muy efectiva.>>
Gracias mamá.
<<Papá: Escuché la sesión en vivo, cada día más suelta
hija, felicidades.>>
Sonrío ante las palabras de mi padre, él siempre es tan
dulce conmigo, le respondo un agradecimiento y sigo.
<<Liam: Subiendo al avión, me hubiese gustado que
estuvieses aquí.>>
Ahg…
Me encuentro suspirando pesadamente y en vez de sentir
mariposas en mi estómago siento ladrillos hundiéndome en la
cama. Respondo con corazones y le digo que yo también lo
voy a extrañar, aunque no esté muy convencida de ello.
El último mensaje es de Killian.
<<Killian, El Semental: Tengo en mis manos la última peli de
Nicholas Spark, ¿quieres verla?>>
¿Así que ésta es la bandera en son de paz que Killian
quiere darme? Bueno, la acepto.
<<Bianca: Pensé que no salía hasta dentro de un mes.>>
<<Killian, El Semental: Tengo recursos.>>
<<Bianca: ¿En tu cine?>>
<<Killian, El Semental: Donde tú quieras.>>
<<Bianca: ¿Cuándo?>>
<<Killian, El Semental: Paso a por ti en diez minutos, sigo en
la oficina.>>
Miro la hora, son casi las nueve de la noche.
<<Bianca: ???>>
<<Killian, El Semental: C’est la vie, te veo en un ratito.>>
<<Killian, El Semental: Por cierto, ponte algo cómodo.>>
Me río. Qué requerimiento más raro.
<<Bianca: ¿Qué es algo cómodo?>>
<<Killian, El Semental: No lo sé, lo que sea que tengas, ¿un
pijama?>>
Repaso mi cuerpo y aprecio el juego de pijama que compré
hace unos meses en una página de internet que no conocía,
decían que eran frescos, cómodos y bonitos y fui a por ellos.
Este tiene un estampado de ositos y lo elegí sólo porque me
recordaba a la bandera de California. Es decente y no es una
de esas camisetas gigantes con agujeros que uso para dormir,
suficiente para mí.
Espero a Killian abajo con una cazadora que me llega a las
rodillas, zapatillas y mi pijama debajo. Mi cabello está
recogido sin demasiado esmero y mi rostro no tiene una gota
de maquillaje.
El Tesla aparece segundos después y se detiene
silenciosamente en la puerta. Cuando me deslizo en los
asientos de cuero, mi amigo me mira con curiosidad.
—¿Qué? —pregunto a la defensiva.
—Nada… ¿Lista?
Antes de asentir, Killian ya está conduciendo por la
ciudad.
Pensé que el silencio iba a ser incómodo, ninguno de los
dos rompe el hielo tras nuestra pelea, que a estas alturas no
estoy segura de que la recuerde. Pero yo sí y mi única
respuesta fue pretender que nunca había ocurrido.
Cobarde.
—¿Qué hacías trabajando hasta tan tarde?
Killian gira en Market y se posiciona para subir a la
autopista 80, la que desemboca en el puente San Francisco-
Oakland.
—Hay días de poco trabajo y hay días de trabajo arduo,
hoy es uno de esos días —me mira de soslayo—, ¿tú?, ¿qué
hacías?
—Hace un rato terminé con las sesiones en vivo —digo
con entusiasmo—, ha sido la primera vez y creo que salió todo
bien, aunque mi cerebro terminó frito, así que ver una peli
romántica es exactamente lo que necesito.
Killian asiente lentamente, música electrónica tranquila y
melódica suena de fondo.
—Bueno, me alegra poder colaborar.
Guau, sí que está tenso Killian, parece que alguien apagó
su energía y ese lado salvaje con una mueca fija. Quizás
abordar el tema no sé si es lo correcto ahora mismo, así que
me dedico a mirar el paisaje oscuro del mar nocturno que se ve
cuando atravesamos el puente.
Cuando llegamos a la mansión del señor Darcy, Killian
entra por el garaje, un rincón de la casa que no había
explorado nunca y cuando digo rincón, me refiero a un garaje
para cuatro coches y tres motos.
El suelo está impecable y brilla como si fuese nuevo y las
luces blancas iluminan todo como si fuese una exhibición en
un museo.
—¿Tienes cuatro coches y conduces siempre el mismo? —
pregunto señalando los otros dos Teslas y un Porche.
—No ignores las motos —dice burlándose de sí mismo—,
fueron una gran inversión.
Hacia la izquierda puedo ver dos Harley Davidson y una
Yamaha.
Me río, pero con indignación.
Killian señala hacia donde está la puerta de salida y lo
sigo, no sin dejar de observar todo este lugar, que parece ser
un taller súper exclusivo para millonarios como él.
Si Killian está forrado, entonces, ¿por qué está aquí? A
punto de ver una peli romántica con alguien tan…tan básica
como yo…
Sin voltear y sin detener su caminar dice sobre su hombro:
—Lo que sea que estés sobreanalizando ahora, detente, no
vale la pena.
¿Cómo lo supo?
Hace una parada en la cocina y comienza a colocar sobre
una bandeja refrescos, caramelos de goma, chocolates y
palomitas. Yo lo miro acodada sobre la isla con una sonrisa,
claramente Killian no sabe medir cantidades, somos dos por el
amor de Dios.
—¿Cuántas personas van a ver la película? —indago,
ahora yo llevo la mueca burlona.
Killian eleva la mirada, sus ojos verdes enmarcados por
cejas oscuras y gruesas me miran como diciendo “¿Segura
quieres jugar a este juego?”, luego sonríe y responde:
—Tengo hambre y ganas de comer comida poco saludable,
¿te unes a mi club?
Asiento con una sonrisa ancha y agrega:
—Tú llevas esto al cine, yo voy a cambiarme. —Desliza la
bandeja sobre el mármol de la isla y cuando la rodea me mira
de arriba abajo—. Déjame ver tu pijama, Red.
Ay…
No sé si es el tono o la orden, pero un calor corre por el
centro de mi cuerpo como un rayo enviado por el mismísimo
Zeus.
¿Qué me ocurre?
La cazadora termina en mis manos y Killian le echa un
vistazo a mi atuendo.
—Adorable —ronronea dándome un guiño y luego
desaparece por las escaleras.
Uf, madre mía.
La sala de cine es mucho más grande de lo que la
recordaba. Los asientos te abrazan como lo haría el muñeco
Michelin y son lo suficientemente grandes para albergar a dos
personas por sillón. Así que estoy desparramada sobre uno y
juego con los M&M arrojándolos en mi boca con aburrimiento
mientras espero que vuelva.
—Yo también quiero —dice sobre mi oído y me sobresalto
lo suficiente como para desparramar los M&M por el suelo.
Claro, la alfombra ocultó todo el sonido de sus pies.
Killian se ríe y me pide perdón al mismo tiempo.
—Yo debería pedirte perdón, ensucié todo. —Me tiro al
suelo y comienzo a juntar todos los pedazos de chocolate.
—Odio decir esto, créeme, no me reconozco, pero deja de
estar a cuatro patas y siéntate en el maldito sillón. —Se deja
caer donde estaba sentada dejando un estrecho lugar para mí,
así que me siento en el siguiente—. Red…
—¿Qué?
—Ven aquí, no muerdo.
Eso creo.
Todo mi lado izquierdo está en contacto con todo su lado
derecho. Killian emana calor, ¿o soy yo? No importa, estamos
apretados y es sumamente innecesario, tenemos una sala
entera para los dos.
Killian, el semental, tiene puesto un pantalón de chándal
gris (sí, se le marca el paquete) con una camiseta estirada y
vieja, probablemente su preferida para dormir, solo tiene
calcetines en los pies y los apoya en un pequeño puff que
tenemos delante.
La película comienza y la experiencia no es en absoluto la
que tenía en mente. Estoy demasiado tensa, no puedo comer
un solo bocado de nada y apenas estoy siguiendo la trama de
la historia.
Killian abre un nuevo paquete de M&M y tira un puñado
sobre su boca, cuando me los ofrece selecciono con mucho
cuidado el color. Él arquea una ceja, demandando explicación.
Así que susurro:
—Cuando era niña pensaba que los de chocolate no tenían
colorante —me río—. Me quedó la manía de comer solo esos.
Killian me observa detenidamente con sus ojos verdes
poblados de pestañas y unas cejas gruesas que los enmarcan a
la perfección. Entonces vierte todo el contenido del paquete en
su mano y aleja los marrones, luego los deja en mi palma y me
regala una sonrisa cálida.
Ese gesto, ese detalle hace que mis tripas se retuerzan de
golpe y mis ojos observan mi mano llena de M&M marrones
con detenimiento.
Killian tiene la boca llena, pero me sonríe inocentemente
mientras yo… Mientras yo estoy teniendo pensamientos que
no debería tener y como si me leyera, como si percibiera mi
cambio de energía, su sonrisa se desvanece.
—Siento mucho lo que dije el otro día, no es lo que pienso,
nunca creí que eras una hipócrita.
—Y yo lamento haber asumido cosas porque sí.
Killian pone su gran mano abierta entre el estrecho espacio
entre los dos para estrecharla conmigo y espera por mí. Lo
hago, pero esta vez mi germofobia no explota con adrenalina
en mí, esta vez hay una sensación nueva.
Una brillante y única.
Trago saliva con dificultad.
En ese preciso momento algo importante ocurre en la
película y los dos desviamos la mirada a la gran pantalla, pero
Killian en vez de soltar mi mano, la sujeta con fuerza hasta
que descansamos nuestras manos unidas sobre las piernas.
El rayo de Zeus vuelve a hacer estragos y siento todos mis
músculos ardiendo y tensionados.
No puedes hacer esto cuerpo, él no es Liam, no caigas en
la cara bonita.
Pero ¿Killian es solo eso? ¿Una cara bonita? ¿Acaso su
personalidad es nula? No, es exactamente lo contrario. Killian
es cariñoso y considerado con todos, es espontáneo y gracioso
y… y… mi amigo.
Joder.
Sin despegar los ojos de la pantalla, susurra:
—¿Es raro que estemos de la mano?
Levanto mis hombros intentando soltar toda la rigidez de
mi cuerpo.
—Es raro si lo haces raro.
Su cuello gira para estar a centímetros de mí.
—Me gusta, tienes la piel suave.
Su rostro se ilumina con destellos blancos y grises gracias
a las imágenes que transcurren en la pantalla, eso no quita que
no pueda leer algo pesado y penetrante bañando sus ojos, algo
que no puedo manejar sin tropezar con mis propios
pensamientos.
¿Qué está queriendo decir? ¿Qué está haciendo?
Alerta roja, alerta roja.
—Eso es porque no hago nada —respondo con una media
sonrisa y él suelta una carcajada genuina.
A estas alturas los dos sabemos que no tenemos idea de lo
que ocurre en la película, pero sí tenemos una idea de lo que
ocurre entre los dos.
Una trama completamente diferente a la que teníamos
planeada.
CAPÍTULO VEINTE
KILLIAN

E staba en la oficina cuando (esto sonará como un acertijo,


lo advierto) Hice algo que no tenía idea que quería
hacer, hasta que lo hice y lo hice bien. Sonreí
maliciosamente y con victoria con el resultado, porque supe en
ese momento que algo iba a cambiar en mi vida.
Los primeros pasos de un camino que estoy dispuesto a
transitar. Donde tiro todo por la borda.
Gracias a una conversación que tuve con Oliver el
miércoles:
—Dice Cala que algo debe ocurrirte porque ya no subes
fotos todos los días —mi hermano el vaquero preguntó sin
demasiado interés— ¿Tiene razón?
—Tu mujer tiene mucho tiempo libre… —gruñí mientras
entraba a mi casa silenciosa y gigante.
—Ojalá —respondió con un tono resentido—, últimamente
tiempo es lo último que tiene.
—¿Problemas en el paraíso, hermano?
—No lo entenderías…
—Prueba.
—No, retomemos esta conversación cuando tengas una
compañera, alguien quien absorba toda tu atención cuando
entra a casa o alguien a quien extrañes, aunque pases tan solo
unas horas separados, en fin, ¿qué te ocurre?
Las palabras de Oliver hicieron eco en mi mente y por un
momento casi dije que sí tengo alguien así en mi vida, alguien
con la que quiero pasar tiempo y extraño durante la semana,
alguien con quien invento excusas con tal de verla…
Maldición.
— Exactamente eso…
—¿Qué? Kill hablas sin sentido.
—Tengo alguien así… solo que no lo había notado antes…
—Me detuve frente a un espejo y vi mi rostro.
Estúpido.
Confundido.
¿Enamorado?
—Espera, ¿qué? Maldita sea Cala, ¡siempre tiene razón!
¡Quién es! ¡Cuéntamelo todo!
Sonreí con exaltación, con miedo, en vez de malicia, sonreí
con un nudo en el maldito estómago por ella…
Tres días transcurrieron desde esa conversación, por
supuesto terminé la llamada abruptamente porque esta
realización trajo ataques de pánico, risas sin sentido, un
atracón de un pollo entero, tres horas de gimnasio y una siesta
en la tumbona.
Bianca me tiene en la palma de su pequeña mano. Sí, lo
admito, esa pelirroja de un metro cincuenta tiene más poder
sobre mí que Property Group entero. No tiene sentido que siga
pretendiendo que somos amigos o que no fantaseo con su piel
cuando estoy solo en mi cama o que sueño en eliminar a Liam
de su vida para siempre.
Ah, pero los dioses me escucharon, no lo eliminé, pero me
enteré por su secretaria que tenía un viaje de negocios de dos
semanas. El contrato tarda en concretarse justo ese tiempo, mis
abogados están trabajando sin parar y en solo dos semanas voy
a sentar en mi oficina a ese gnomo de jardín y obligarlo a
firmar para liberarme de esta tortura.
Porque eso es lo que es, una tortura.
No estoy acostumbrado a esto, ¡estoy indignado! Las
mujeres normalmente se tiran a mis pies con tal de tenerme,
demonios, antes de Bianca solía disfrutar de ello, pero cambios
se acercan por el horizonte y si me pongo poeta es porque
estoy hecho un idiota por ella.
No me importa lo que dice Valentino, la consejera de San
Francisco está a punto de ser tomada, consumida por el soltero
más codiciado de la ciudad y nadie podrá detenerlo.
El plan está en marcha y va rápido. Escribí a la casilla de
correo de LoveCast pretendiendo ser K.W y ella respondió.
Literalmente me dio el manual para conquistarla y eso que no
terminé.
Por eso me quedé hasta tan tarde en la oficina, quería
escuchar su respuesta, conocer qué (según ella) debería hacer
para salir de la friendzone y pegar el zarpazo. Y vaya si lo
estoy pegando, apretados en un sillón, a oscuras y sin mirar
una película que pretendí querer ver solo para pasar tiempo
con ella.
YO, Killian Walker caminando alrededor de una mujer
como si fuese un campo de minas con tal de tenerla.
Patético.
Mis hermanos se echarían unas buenas risas si lo supieran,
si se enteraran que alguien me tiene así.
Y sí, ¿pueden culparme? Después de tres matrimonios y
tres sobrinos, estaba claro que iba a desear eso, siempre lo
deseé, sólo que… siempre creí que los cuatro terminaríamos
consumidos por mi padre, lidiando con el estrés y viviendo
una vida frívola de fortunas sin compartir.
Silas fue el primero en demostrarme que no tenía que ser
así necesariamente, Luca fue el que me liberó de las presiones
de nuestro padre y Oliver fue el que le dio el lazo final a la
familia, mostrándome que la familia se construye, no se hereda
o al menos eso hizo él con Cala y Astor, su círculo de fuerza.
Ellos, mis hermanos, son felices con sus mujeres y sus hijos,
viven en paz, realizados y no solo eso, me hacen partícipe de
todo, me extendieron ese núcleo que formaron y me mostraron
que yo también puedo tener una vida así si lo quisiera.
Solo que nunca apareció alguien en mi vida con quien me
apeteciera tener todo eso.
Hasta Bianca.

—H ablando de hacer cosas—digo casualmente a


Bianca—, mañana quiero ir a Carmel a sacar
unas fotos, estás invitada si no tienes nada que
hacer.
Carmel-By-The-Sea es una ciudad playera en la península
de Monterrey, una ciudad que parece sacada de un cuento de
hadas, medieval por momentos, europea moderna por otros,
fui solo una vez cuando acababa de mudarme a esta ciudad y
solo tengo recuerdos bonitos de ese lugar.
Bianca parece dudar si aceptar mi propuesta, parece sentir
que algo está cambiando entre los dos y no estoy seguro de
querer presionar mucho, pero mi boca sigue hablando sin
control.
—Bajo ninguna circunstancia pienses que estás obligada a
venir, solo pensé que sería divertido. Hace mucho que no subo
contenido relacionado con el turismo y por supuesto, fotos
mías con un poco más de producción.
Una media sonrisa aparece en mi rostro y levanto mis cejas
insinuando algo más, ella siempre sonríe cuando pretendo ser
un engreído, un narcisista, pero esta vez, Bianca se mantiene
seria.
—¿Quién más va?
—Mi cámara, yo y mis preciosos ojos verdes —respondo
pestañeando rápidamente.
Ella parece más tensa que antes. Suelto su mano y me
acomodo dándole un poco de espacio, quizás la esté asfixiando
con todo mi plan.
—Podríamos ir temprano y después de recorrer la ciudad ir
a la playa, aunque el agua es difícil de soportar, siempre está
fría.
Para de hablar maldita sea.
—¿Playa? —pregunta ella, sus ojos se vuelven inquietos.
Cierto, es Bianca.
—Sin bañadores, no te preocupes —agrego presionando
mi dedo índice en su adorable nariz llena de pecas.
—Está bien —asiente—. Pero, ¿cómo de temprano? —
Mira su reloj FitBit que marcan las nueve y media—. Tendría
que ir a casa para dormir algo.
Pretendo pensar la respuesta seriamente.
—Bueno, entre que termine la película —digo señalando la
pantalla con una película completamente ignorada, mi tono
lento y molesto— y cenemos algo porque no sé tú, pero estos
chocolates no me llenan ni la muela del juicio y sí, todavía las
tengo y charlemos sobre algún tema largo y tedioso como
hacemos siempre y que tendría que llevarte a tu casa, no sé si
vale la pena volver.
—Killian, me obligaste a venir en pijama, ¿recuerdas? —
Agarra su ropa y tira de ella para que la vea.
—Vamos mañana temprano a tu piso.
—No me voy a quedar a dormir.
—¿Por qué no? —digo como si no estuviera nervioso—.
Tengo muchas habitaciones de invitados ¿y de dónde viene
este rechazo a mi casa?, ¿tienes miedo que me meta en tu
cama por la noche?
Roja.
Bianca se pone tan roja como su cabello y celebro por
dentro porque mi plan funciona. Gracias a ella.
Yo exploto en una carcajada aliviada y triunfante. Ella me
empuja con furia y seguramente un poco de humillación
porque debe sentir sus mejillas hirviendo, no hay forma que no
las sienta, es más, creo que es un riesgo que estemos rodeados
de cortinas, el peligro de incendio es real.
Cuando los músculos de mi boca comienzan a doler de
tanta risa, me tranquilizo.
—No te preocupes Red —digo seriamente—, el día que
me meta en tu cama será porque me lo pidas de rodillas.
Guiño un ojo y la ignoro por el resto de la película.

P ara el momento que aparecen los créditos, ninguno de


los dos tiene idea de qué ocurrió en la película, así que
Bianca tiene la extraordinaria idea de googlear la trama.
Ella tiene los pies descalzos sobre el sillón con las dos
rodillas arriba y yo apoyo mi cabeza en su hombro para ver en
la pantalla los resultados.
—Era la amiga, no la hermana —dice leyendo para mí—,
ahora tiene más sentido que antes.
—Ya me parecía raro —digo—, definitivamente tenemos
que verla otra vez.
—Eso creo.
Abandono su hombro para estirar mi mano.
—Vamos, tengo que alimentarte.
Rosa dejó algo de comida en el refrigerador, pero me
entretiene más la idea de pedir. Bianca elige comida tailandesa
y mientras esperamos a que llegue, nos sentamos en las
tumbonas a respirar el aire fresco de Oakland Hills.
Las luces de la piscina iluminan el jardín lo suficiente para
poder ver el reflejo de las ondas del agua sobre los árboles y el
rostro de Bianca, pareciera que la noche le sienta bien y la
hace más hermosa.
Maldición.
Estoy perdido, absolutamente perdido por esta mujer,
pareciera que caigo por un precipicio que no tiene fin y el
sentimiento es refrescante.
Tuve enamoramientos, tuve mujeres que entraron y
salieron de mi cama incontables veces, pero nunca tuve una
visión de futuro con ninguna de ellas. Nunca me vi riendo con
alguien en nuestros años de vejez, ni tuve una amistad con
ninguna de ellas.
Con Bianca empezó al revés, la amistad se fundió rápido y
no me dio tiempo a darme cuenta cuánto la deseaba y aunque
me cueste hacerle entender que muero por deslizar mi lengua
en su piel cremosa, sé que eventualmente va a comprenderlo.
Sé que voy a experimentar lo que es tenerla entre mis
brazos.
—¿Cómo son tus padres? —pregunto con mis dos manos
sobre el estómago, mi cabeza inclinada hacia ella.
Bianca toma aire antes de empezar.
—Mi padre tiene un taller mecánico en Boston, es buen
padre, siempre escucha mis episodios, excepto los que hablo
de sexo —aclara con una media sonrisa—, dice que no quiere
saber de dónde saqué todo ese conocimiento —se ríe y yo con
ella—. Mi madre es ama de casa —no hay sonrisas ni
información extra sobre ella—, ¿los tuyos?
—Mis padres son… —miro las estrellas, buscando
palabras para describirlos—, complicados, nuestra relación es
complicada, si les preguntas a mis hermanos, no existe
relación alguna.
—Lo lamento mucho —dice ella, puedo sentir sus ojos en
mí.
Levanto mis hombros despreocupadamente.
—Es lo que es y como dice mi hermano Silas, es mejor
aceptar que ellos solo nos dieron la vida y que ahora tenemos
que seguir adelante y crear nuestra propia familia. —Bianca
me mira con curiosidad—. No fueron los mejores padres del
mundo, especialmente con mis hermanos, yo creí que
haciendo la vista gorda estaba haciendo bien, pero después de
Oliver…
—¿Oliver?
—Uno de mis hermanos, soy el más pequeño y sí, la teoría
dice que soy el peor y es verdad, no hace falta que preguntes
—digo señalándome con el pulgar—. Tengo tres hermanos,
Silas, Luca y Oliver.
—¿Y qué ocurrió con Oliver?
No tendría que estar hablando de él, no es mi historia para
contar…
—El día que lo conozcas puedes preguntarle, yo solo
puedo decir que no fui tan valiente como mis hermanos y que
a pesar de saber las cosas terribles que hicieron yo solo… —
¿Qué estoy haciendo? Mi plan es conquistarla no asustarla—.
Lo siento, no quiero arruinar nuestra noche.
—No, dime, no la arruinarías… —insiste ella, interesada
en mí y mi vida privada como nadie más se interesó.
—Mis padres demostraron una y otra vez que son personas
nefastas. Nos hirieron física y mentalmente a los cuatro
reiteradas veces al punto donde ya no debería haber retorno.
Mis hermanos lograron salir de ese estado mental, ese estado
donde alguien te lastima y tú sigues poniendo excusas por
ellos. Yo en cambio no pude salir de allí y solo alguien que es
un traicionero es capaz de ignorar estos hechos.
—Kill… —susurra—, no entiendo, ¿qué estás diciendo?
—A pesar de que mis padres lastimaron a mis hermanos,
yo seguí apoyándolos, seguí arrastrándome por solo un poco
de cariño, por impresionarlos a toda costa. Pero, ¿sabes qué es
lo más patético de todo esto? Ellos siguen siendo personas
horribles, entonces me di cuenta que no debería gastar mis
energías en querer ser el hijo perfecto, porque ellos ya tenían
hijos perfectos, casados, con familia y teniendo una vida llena
de éxitos y si a ellos los seguían tratando horrible, entonces,
¿qué quedaba para mí?
Bianca estira su mano y la deja apoyada sobre mi pierna,
solo esa demostración de cariño me rompe por dentro, porque
si ella, que me está conociendo, puede darme esa cantidad de
cariño, entonces ¿cuál es la excusa de mis padres?
—Mi madre tiene una forma muy particular de demostrar
cariño —confiesa—, yo sé que lo hace desde la ignorancia,
pero ella fomenta todos los días mi problema con mi imagen,
con esa fobia de verme al espejo desnuda o que cualquier
persona más lo haga. Ella solo le da valor a los estándares de
belleza que yo no poseo, ya sabes, cuerpo esbelto, cabello liso,
piel perfecta. En cambio, me tuvo a mí, que soy bajita y mi
cabello a veces juro que tiene mente propia y no puedo
controlar quién soy o que una porción de pizza sea mucho más
tentadora que una ensalada. Yo sé que ella representa una
mentalidad antigua, pero a veces me encuentro queriendo
llegar a esos estándares sólo para complacerla, para que al
menos una vez diga, qué orgullosa estoy de mi hija.
—Ella tiene mil razones para estar orgullosa de ti —
interrumpo al no contener la rabia. Los padres pueden ser
dañinos y odio eso, porque nunca le haría algo así a un hijo
mío.
—Sí, pero para ella esas razones no son suficientes, ella
quiere ser ama de casa trofeo, casada con un magnate, sin
hacer nada en la vida más que verse bonita.
Resoplo, totalmente asqueado.
—Lo que intento decirte es que es normal querer
complacer a nuestros padres, a pesar de que ellos no sean
justos con nosotros, no te sientas traicionero. Al menos tú
abriste los ojos y te diste cuenta que es mejor verter todo ese
cariño en tus hermanos y sobrinos que derrocharlo en personas
que nunca van a sentirse completas.
Apoyo mi mano sobre la de ella y con mi pulgar acaricio
su piel. Intento ahogar lo que siento en el pecho, pero está a
punto de explotar en cualquier minuto.
Entonces digo:
—El día que nos casemos, tu madre va a sentirse
orgullosa. —Mi sonrisa maliciosa vuelve en mí.
Bianca responde maldiciones murmuradas mientras vuelve
al interior de la casa, pero yo vi el color de sus mejillas, yo sé
lo que está pasando dentro de su mente.

L os tuppers de comida tailandesa están desparramados


sobre la mesa de café en la sala, yo tengo una botella
pequeña de cerveza en la mano y Bianca tiene la suya
sobre el posavasos.
La escucho con atención y qué suerte que no hay nadie
más en la casa, si no se reirían de mi mirada extasiada, mi risa
desmedida cuando es graciosa y la tensión en mis hombros
cuando hace un movimiento muy particular con los labios que
le envía electricidad a mi entrepierna.
Ella con su pijama, un poco borracha ya que es su segunda
botella (qué poco aguante) y una calma que pocas veces vi. Ya
no acomoda su pijama en la zona del estómago
compulsivamente, ni alisa su cabello con sus manos, lo tiene
recogido y algunos rizos salen hacia afuera como rayos. Es
solo Bianca, sin preocupaciones, sin ocultarse en tres tallas
más grandes que ella o el maquillaje que usa para camuflar
esas pecas.
Yo estoy igual de cómodo, tirado sobre el sillón, con mi
trasero casi en el borde del asiento, tanto que mi camiseta está
un poco levantada sobre el estómago y con la botella en la
mano podría simular ser un marido borracho en una historia de
terror, pero no soy idiota, veo la mirada de Bianca deslizarse
sobre la piel desnuda de mi estómago. También sé que no
tengo un gramo de grasa en el cuerpo y lo único que estoy
mostrando son músculos.
Sí, quizás la connotación del marido borracho no sea la
más acertada, pero tú me entiendes, estamos cómodos los dos
y espero que ella se percate de lo mismo.
Que sienta esta sinergia.
Funcionamos como las dos piezas restantes en una
máquina.
Su boca se abre y un bostezo la ataca tan rápido que casi
no llega a tapar su boca.
—Creo que es hora de ir a la cama, Red —ronroneo.
Eso la despierta.
—Voy a pedir un Uber.
Pongo los ojos en blanco y bufo con exasperación mientras
dejo la botella en la mesa de café y camino hacia ella con mis
pies descalzos. Sin una sola palabra de advertencia, la cargo
sobre mis hombros.
Ella patalea entre pánico y risas pidiendo que la baje.
—No.
Llego a las escaleras y ella parece moverse con más
violencia.
—¡Killian!, ¡bájame ya mismo!
Mi respuesta es una nalgada, que entra perfectamente y sé
que le deja picando el culo.
La habitación que elijo para ella es la más próxima a mi
habitación, la razón es simple, la quiero cerca y esta casa es
demasiado grande, inclusive para dos.
Abro la puerta de una patada y cuando llego a la cama de
matrimonio extragrande la arrojo como si fuese una bolsa de
patatas.
Mi sonrisa es triunfante y maliciosa.
Ella no se ríe más.
—¡Qué demonios Killian! —grita con los ojos cerrados,
parece que la sacudida activa el alcohol en sus venas.
Levanto mis hombros y guardo mis manos en los bolsillos,
ya que se sienten ansiosas de golpe.
—Duerme aquí esta noche, mañana salimos temprano,
haremos una paradita rápida en tu piso para que te cambies y
luego salimos a Carmel.
Deja caer su cuerpo sobre las almohadas mullidas, su
cabello la rodea ya que la coleta desapareció cuando la cargaba
sobre mis hombros y en menos de cinco segundos escucho un
pequeño ronquido.
—Ni siquiera te has metido en la cama, Bianca —rezongo.
Intento moverla mientras abro la cama y murmura cosas
obscenas que me hacen reír. Una vez que logro taparla,
acaricio su cabello una vez. Ella se acomoda y puedo verla
hundirse en un sueño profundo.
Sonrío al verla tan cómoda y deposito un beso en su frente
antes de irme a mi habitación y darme una ducha fría.
Muy fría.
CAPÍTULO VEINTIUNO
BIANCA

D etecto movimiento dentro de la habitación,


puntualmente en el techo. Las ondas movedizas
provienen del reflejo de la piscina de Killian.
Killian.
Estoy en la casa de Killian.
Tapo mi cara con una almohada y gimo al recordar anoche,
la cercanía de su cuerpo, su mano tatuada sosteniendo la mía
como si no fuese un asunto importante, su cabeza apoyada
tiernamente sobre mi hombro…
¡LA NALGADA!
—Dios mío… —susurro.
No entiendo qué hace, por qué lo hace…
Yo no soy una modelo de esas que vi en la fiesta que hizo
en este mismo lugar, no tengo la belleza que él tiene, ni la
cantidad de músculos, soy solo yo. Una chica promedio que
tiene que apuntar a hombres de su misma altura.
Hasta recuerdo una vez, un novio que tuve en el colegio
me dijo lo siguiente:
“Hay mujeres que pueden elegir y hay mujeres como tú
que tienen que esperar a ser elegidas.”
Esa frase me quedó marcada en la piel y nunca se me
borró. Por eso cuando Liam mostró interés en mí, pensé que
era mi momento de brillar, solo que siento que nuestra relación
(si es que se puede llamar así), no va a ningún lado.
Pero Killian…
Killian es un corazón roto asegurado. Estoy segura que
enamorarse debe ser muy fácil, el problema es cuando todo
termina y la burbuja se rompe.
Dos golpecitos en la puerta.
—¿Red? —pregunta del otro lado—, ¿estas despierta?
Mi corazón se aprieta cuando escucho el tono suave y
considerado que usaría alguien que no quiere despertar a su
amigo de golpe.
—Sí —digo muy bajito, así que acomodo mi garganta y
repito—. Sí, Kill, pasa.
La puerta se abre y Killian entra haciendo malabares entre
una bandeja con comida y su móvil en la otra mano.
Cubro mi rostro con las dos manos, si tuviera más, también
las usaría.
—¿Qué haces? —digo arrastrando las palabras entre risas,
mi voz sigue dormida.
Killian se detiene en medio del camino entre la puerta y la
cama, como un venado iluminado por las luces de un coche en
medio de la noche.
—El desayuno, para ti, creí que tendrías hambre. ¿Hice
mal?
Por supuesto que no hizo mal, al contrario, y ese es el
problema.
—Déjame ayudarte. —Amago a levantarme de la cama.
—No, no, no señorita Bianca B. —Apura sus pasos hasta
dejar la bandeja sobre mis piernas.
Hay dos tazas de café humeantes y productos de pastelería
colocados en pequeños platos, todo está tan perfecto y bonito
que parece sacado de Instagram.
Eso me recuerda…
—¿Le sacaste una foto? —pregunto mirándolo de soslayo.
—Por supuesto —responde seriamente mientras se tira en
el otro lado de la cama y levanta la taza de café—. Y ya la subí
también.
—¿No crees que la gente va a preguntar por qué tienes dos
tazas el sábado por la mañana?
Cuando termino de preguntar, Killian ya tiene algo en la
boca y mastica exageradamente, esta es su forma de decirme
que le importa una mierda. Suspiro, derrotada y afronto la
bandeja más dulce que vi en mi vida.
—Mi madre se volvería loca si se enterase que estoy
desayunando esto.
—Bueno, qué suerte que no está aquí entonces, porque
hasta que no comas algo, no nos vamos.
Son las seis de la mañana y como estamos en verano el sol
sale temprano y se desliza por los grandes ventanales
iluminando cada rincón. Se siente sereno y silencioso,
contrario al sonido de la ciudad que se filtra por mis ventanas.
Después de un desayuno en la cama (sin sexo) Kill dice
que tiene que cargar uno de los coches con “cosas” que no me
especifica bien qué son, si se quiere hacer el misterioso, que lo
haga. Mientras yo observo las vistas desde al lado de la
piscina, las mansiones que me rodean y el viento tibio,
promesa de un día de mucho calor.
—Podría acostumbrarme a estas vistas —susurro tomando
el aire más puro que puedo conseguir en San Francisco.
—Preparo la mudanza entonces —suelta desde atrás
Killian con una voz entusiasmada.
Yo lo miro con ojos entrecerrados, cualquier cosa con tal
de disimular el nudo en mi estómago.
—¿Terminaste de cargar todos tus instrumentos de
belleza? —pregunto con un tono burlón.
Killian se pone sus gafas de sol y con una sonrisita
responde:
—Solo te necesito a ti, Red.

D urante la primera hora de viaje con Kill charlamos y


reímos como si nuestra amistad fuera de toda la vida.
Todavía recuerdo cuando miraba su instagram antes
de conocerlo y creía que era el hombre más engreído del
planeta, bueno, quizás no estaba tan errada, Killian sabe que
parte la tierra que pisa, sabe que sus ojos verdes son perfectos,
que su mandíbula es bien definida y varonil, que su cuerpo es
esculpido, pero no al punto de parecer uno de esos tipos del
gimnasio que no paran de mirarse al espejo, y que su sonrisa
es amplia y hermosa e ilumina su rostro.
Él sabe todo eso.
Yo también, me parece.
Esta vez decidió ir en el Porsche, dijo que hace mucho que
no lo usaba y que no necesitábamos demasiado espacio dentro
del coche. Se siente un poco comprimido, los coches sport son
así, pero estoy a gusto de todas maneras.
Observo sus brazos tatuados sosteniendo el volante, los
dibujos parecen no tener mucha coherencia entre sí, pero son
una sinfonía placentera a la vista.
—¿De dónde vienen los tatuajes?
Se los mira como si se hubiese olvidado de ellos y luego
vuelve a posar los ojos en la carretera.
—Ideas que van y vienen, experiencias…
recomendaciones de mi tatuador, esas cosas, por cierto, está
esperando que lo llames.
Resoplo.
—No tengo tanta personalidad como para llevar un tatuaje
Miro por la ventana a los paisajes californianos que son
maravillosos. Las colinas que ahora están amarillas porque el
sol intenso quema el césped, pero eso no las hace menos
hermosas, el cielo es tan celeste que la luz te encandila y me
pongo mis gafas de sol para paliar la intensidad que hay por
fuera del coche, como también por dentro.
—A veces eres absurda, Bianca, ¿quién puede tener más
personalidad que una pelirroja adorable como tú?
Resoplo otra vez, no sé recibir un cumplido, nunca pude,
durante mi infancia, los cumplidos eran un preámbulo para
una crítica.
“Tú sabes que te quiero mucho y pienso que eres la chica
más bonita de todo Boston, pero estas perdiendo la figura.”
Mi madre.
—Por favor, llama a mi madre y díselo. —El tono es más
resentido de lo que estaba dispuesta.
—Encantado de hacerlo, solo necesito su número —
responde Kill ligeramente.
La curiosidad tira fuerte dentro de mí y un poco de
alimento para mi autoestima no viene nada mal.
—¿Qué le dirías?
Killian se endereza como si no hubiese esperado que
hiciera esa pregunta, nunca.
—Bueno… —dice acomodando un poco la garganta—, le
diría, hola suegra, me presento, mi nombre es Killian…
Empujo levemente su brazo gigante con mi mano y él se
ríe con inocencia.
—¡Hey! ¿Quieres que conduzca mal? Bueno, está bien, le
diría que perdió el tiempo intentando transferir sus propios
miedos en ti, que la perfección es un concepto banal y
mundano y que en el mundo real, la belleza es tan subjetiva
que no hay una sola, pero que su hija es la excepción de todo
lo que acabo de decir, porque ella es hermosa, admirable y por
sobre todo, buena persona. Una cualidad que ya casi no existe
y que es difícil de encontrar, por eso no puedo alejarme de
ella.
El sonido blanco de la carretera llena el silencio dentro del
coche.
El tiempo parece estirarse y volverse niebla.
No tendría que haber preguntado, no tendría que haberme
permitido este sentimiento repentino.
Mis ojos lo miran con curiosidad como si hubiese hablado
de otra persona, como si yo hubiese dejado de estar a su lado
en este coche.
Killian, KillK acaba de decir palabras que ponen patas
arriba mi mundo, que cambia el paradigma de mi futuro y me
dejan sin habla.
Él me mira de soslayo, buscando leer mi reacción, pero no
creo tener ninguna.
—Gracias —susurro obligando a las palabras a salir de mi
garganta—, gracias.
Kill une sus cejas, más que confundido, parece enfadado
como si comprendiera que estas son las primeras palabras
cálidas que alguien me dice.
Y no estaría tan equivocado.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
KILLIAN

C armel es una ciudad única por su encanto.


Solo vi pueblos así cuando estuve de viaje en
Europa y me adentraba en las callejuelas angostas, buscando la
foto perfecta.
Aquí las calles están atestadas de árboles y pareciera que
cada uno es una especie única en cuanto a colores, forma y
hojas. Las enredaderas se arrastran por los rincones y terminan
dando sombra de flores fucsias, blancas y violetas. El centro
de la ciudad es sereno, solo escuchamos algún coche ocasional
que pasa y los cuervos que chillan desde los árboles.
Bianca camina a mi lado sonriendo todo el tiempo gracias
a este lugar y me tiene mucha paciencia mientras me detengo a
tomar fotos de cada rincón que me parece pintoresco. Me
sigue cada vez que tomo su brazo y la arrastro a un callejón
que nos lleva a un patio interno lleno de macetas con plantas
multicolores y me toma fotos cuando se lo pido (no sin
burlarse por mi “narcisismo” esa fue la palabra que usó).
Es una ciudad romántica, es innegable eso, quizás por eso
el impulso de coger su mano va y viene, me quema con
necesidad, pero me restrinjo porque entiendo que no es el
movimiento adecuado.
Debo reprimir una risa cada vez que imagino su rostro rojo
cuando la bese por primera vez.
Porque va a ocurrir.
Nos detenemos en una chocolatería tipo cabaña medieval y
compro secretamente cada chocolate que ella señala porque le
parece adorable y cuando salimos vamos a comer a un
restaurante frente al océano, con una terraza vidriada donde
nos rodea el celeste del cielo y del mar y el verde de las altas
montañas californianas.
La mesa es para dos y el mantel blanco tiene las marcas
del doblaje de la tela cuando lo guardaron. Le cedo a Bianca el
asiento que da hacia el mar, mientras yo me siento a espaldas.
Sé que hay una sola cosa que quiero ver y es ella.
El rojo de su cabello hace contraste con los colores
saturados que nos rodean y juro por Dios que nunca vi a una
chica tan hermosa como ella.
Los dos pedimos marisco, quizás yo no sea muy fanático,
pero quería ir acorde con ella, saborear las mismas cosas que
ella, sentir las mismas texturas… maldición, lo quiero todo.
—¿Por qué me miras así? —pregunta con una sonrisa
curiosa.
¿Cómo no voy a mirarte? Quiero preguntarle. ¿Cómo hago
para detenerme?, ¿para romper la barrera?
—Estaba pensando en el maravilloso día que estamos
teniendo —digo, no una mentira, pero una omisión— y en qué
tentador sería que todos nuestros días fueran así.
Bianca asiente y desvía la mirada como lo hace cada vez
que me pongo muy personal, cuando revelo demasiado, sus
ojos siguen una gaviota que vuela cerca nuestro.
—A veces pienso en mudarme a un lugar recóndito como
este, sé que San francisco es muy caro para mí y que puedo
hacer mi podcast en cualquier lado, pero… algo me detiene
cada vez que pienso en irme.
Dime que soy yo… piensa mi lado más narcisista.
—Es una ciudad muy atractiva —devuelvo y me regaño a
mí mismo por no saber responder nada interesante, nada
inteligente, ni alguna frase llena de flirteo.
—Sí, pero todas las ciudades tienen su atracción, creo que
en realidad vivo aquí porque es lo más lejos que encontré de
mis padres. —Se ríe y yo junto con ella.
—Brindo por eso —digo levantando mi copa de vino
blanco, ella levanta la suya.
Brindo por haberte encontrado.
Por revivir la llama que se había apagado en mi pecho
hace muchos años.
Las copas chocan y nuestra mirada se solidifica.
—¿Quieres ir a la playa conmigo? —Mis ojos ruegan algo
más, la pregunta carga con otro significado al menos en mi
mente cobarde.
—Quiero.

L as playas en la zona de Carmel son anchas y extensas.


Nadie está pegado al otro y hay suficiente espacio
para poder ser sin que nadie me reconozca, aunque una
chica en el restaurante me reconoció y me pidió una foto justo
cuando nos íbamos.
Por eso ahora uso una gorra hacia atrás y mis gafas de sol.
Vine preparado para pasar un buen momento en la playa,
una manta para apoyar nuestro trasero, toallas en caso de que
ocurra un milagro y queramos meternos al agua helada,
comida, bebida y los chocolates que compré a escondidas.
—¡Killian! —dice Bianca, su rostro se ilumina cuando ve
la caja delicada con todas esas trufas que admiró desde lejos
—. ¡Estás loco!
Sonrío porque su tono es de regaño, pero su sonrisa me
demuestra que le encanta. Hacerla sentir así todos los días se
siente como una droga demasiado adictiva.
Sin pensarlo tomo una de las trufas y la llevo a su boca con
cuidado.
Bianca mira mis dedos y traga con dificultad, no sabe si
rendirse o batallar. Lo que ella no sabe es que no importa qué
camino tome, voy a pelear por ella hoy y mañana.
Hasta donde sea necesario para lograr lo que quiero.
Finalmente, sus labios se separan y deslizo la trufa sobre
su lengua. Entre mis piernas hay un salto eléctrico por solo
sentir sus labios en las puntas de mis dedos, no quiero pensar
lo que será cuando la bese.
Ella mastica sin romper el contacto visual conmigo y yo
para distraerme cojo la primera trufa que encuentro y la llevo a
mi boca.
—Se están derritiendo —dice con la boca llena.
—No importa, valió la pena. —Guiño un ojo y miro el
horizonte para descomprimir la tensión que hay entre los dos.
Lamentablemente Bianca decidió venir con unos shorts y
una camiseta blanca para estar en la playa, se embadurnó con
protector solar y se acostó en la manta con sus gafas de sol
puestas, digo lamentablemente porque imaginarla en bañador
no es suficiente, quiero verla, enterrar mi mano entre sus
piernas y sentir su excitación, mientras gime mi nombre.
Joder, detente.
Yo por otro lado, elegí quitarme la camiseta para tomar el
sol, extiendo mis piernas a través de la manta, aunque mi
altura hace que mis pies toquen la arena y me sostengo con las
palmas de mis manos mientras escucho las olas romper en la
orilla.
Estoy casi seguro que se durmió porque su respiración es
pausada y tranquila, mientras yo me siento que voy en un
coche de Fórmula 1 con mis pensamientos. Pero no puedo
quejarme ya que la germofóbica, superconsciente de su cuerpo
y siempre con la guardia alta Bianca Burke, se siente tan
cómoda y segura conmigo a su lado, que se queda dormida.
Eso tiene que significar algo, ¿no?
Mientras ella duerme aprovecho a sacarle fotos y cuando
se mueve un poco, pretendo sacar fotos a la gente a nuestro
alrededor, al mar o a una maldita gaviota. Sé que estas fotos
van a ser vistas por mí cuando ella no esté cerca,
probablemente seleccione las que más me gustan y… no sé, no
puedo decir lo que pienso hacer.
Mierda, se va a enfadar si se entera de todas las fotos que
tengo de ella en mi cámara.
—Bianca, cariño —digo suavemente acariciando sobre su
rodilla para despertarla—, el atardecer está aquí, estoy seguro
que no quieres perdértelo.
No sé si es el contacto de mi mano contra su piel o la idea
de perderse el atardecer, pero Bianca Burke salta de su sueño y
se sienta sobre la manta para poder observar todo lo que está a
nuestro alrededor. Su cabello revoltoso se acomoda sobre sus
hombros libremente.
—Guau… —susurra viendo todos los colores que explotan
en el cielo.
Trazos naranjas, amarillos y azules se mezclan con las
nubes teñidas de fucsia, es intenso y hermoso. Todos hablaban
del atardecer en Carmel, solo que la única vez que vine, me
volví antes de poder verlo. Es más, recuerdo haberme negado
a disfrutar semejante paisaje porque estaba solo y amargado y
me convencí de que no iba a ser la gran cosa. Ahora aquí con
ella me doy cuenta que en realidad tenía terror a sentirme solo
ante este gran momento que todo el mundo comparte con sus
más allegados. Todos en la playa observamos con cierto
respeto este fenómeno impresionante, definitivamente es
arrebatador.
Bianca busca en su bolsa el móvil e intenta sacar fotos,
pero la decepción aparece en sus ojos cuando ve que la imagen
en su pantalla no se asemeja a la real.
—No esperes reflejar lo mismo que ven tus ojos, Red —
digo observándola sin mis gafas esta vez, quiero ver los
colores auténticos.
—¿Por qué ocurre eso? Nunca puedo tener buenas fotos.
—Ella mira con sus cejas fruncidas la imagen en su móvil.
Una imagen que parece aguada a comparación de la intensidad
que tenemos delante.
—El problema es tener una mala cámara. Recuerda esto
cuando te saques un selfie. Tú puedes ser el atardecer más
hermoso y arrebatador que exista, el problema es que la
cámara no puede contener esa belleza.
No hay media sonrisa en mi rostro, ni un guiño,
simplemente honestidad y una confesión que espero que
escuche.
Bianca por otro lado, levanta la vista y se conecta
conmigo. No hay sonrisas, ni burlas por lo cursi que puedo ser,
no hay incredulidad, ni oídos sordos. Ella escuchó lo que dije,
alto y claro. Escuchó mi grito, mi intento de que despierte y
me vea, que vea lo que siento.
Sus ojos esmeralda interactúan con mis acuarelas.
No hay objeción, ni repulsión.
No hay ojos en blanco, ni un manotazo de amigos.
Es ahora o nunca.
Lentamente y con cuidado me acerco a ella, con un miedo
que nunca sentí, como si estuviese a punto de tocar la pieza
más frágil del museo. Mis ojos encendidos observan su boca
con desesperación, con ilusión. Ella mira la mía con confusión
y cautela. No voy a permitirle pensar lo que está a punto de
ocurrir, no voy a dejarla razonar sin antes besarla al menos una
vez.
Mis labios tocan los de ella, dándole una muestra de lo que
puedo darle, los dos tomamos aire profundamente como si
fuese una sorpresa, pero los dos sabíamos que esto podría
pasar y no hablo solo de la electricidad que destella entre los
dos. Presiono sobre la suavidad de sus labios de algodón,
observando con terror cuál será su reacción.
Ella cierra los ojos y se deja sentir.
Mis nervios desaparecen y vuelvo a tomar control de lo
que ocurre aquí, lo que quiero hacer hace tanto ya. Mi mano se
apoya levemente en su mejilla y abro mi boca para profundizar
el beso. Siempre con ternura, con devoción y lentitud.
Elevando la necesidad que puedo sentir de nuestros cuerpos, la
desesperación por al fin encontrarse. Mi lengua danza contra
la de ella, acariciando, tomando todo lo que ella me da, aquí y
ahora, con este atardecer anaranjado y la pelirroja más
hermosa que tuve en mis brazos.
Un pequeño gemido sale de su garganta y antes de
contenerme me acerco hasta tenerla acostada en la manta,
debajo de mí. Solo mi torso presiona sobre el suyo, no me
atrevo a abrirle las piernas con mi rodilla y frotarme contra
ella como un perro en celo, no todavía.
Bianca acaricia mi cabello, es la primera vez que me toca
desde que empecé a besarla y una adrenalina deliciosa corre
por mi espalda dándole la bienvenida a su tacto, tan deseado.
Me inclino para profundizar, ir más allá y besarla como lo
imaginé un millón de veces, no importa dónde me mueva
sobre sus labios, el sabor es exquisito, único, tan Bianca que
mi beso cambia el rumbo y reacciona con ferocidad,
transformándose en algo que no deberíamos hacer en una
playa pública.
Pero qué demonios me importa, que miren mientras la
hago mía.
Mis dos manos tatuadas sostienen su rostro con firmeza y
mi lengua acaricia su labio inferior con hambre. Sé que debo
contenerme, no quiero apurar esto, quiero hacerlo bien, pero
joder…
Entonces rompo nuestro beso lentamente y abro los ojos
después.
Todo vuelve, el sonido del mar, el viento, la textura de la
arena bajo nuestra manta.
Bianca está agitada, sus ojos cerrados, sus labios más rojos
que antes, los miro orgulloso de saber que yo fui el causante
de eso.
—Kill —susurra—, ¿qué hiciste?
—Te hice mía… —respondo acariciando su mejilla con mi
nariz hasta que mi boca encuentra la de ella otra vez y nos
perdemos en otro beso apasionado.
Dios, podría besarla por horas, días… toda mi maldita
vida.
Pero algo en mi respuesta detiene a Bianca y su cuerpo se
tensa.
Demonios Killian, tú y tu bocaza.
Aquí viene la lógica, mi peor enemiga.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
BIANCA

E mpujo su pecho duro y tatuado y camino sin un sentido


específico por la arena de Carmel. Bueno, eso no es
cierto, camino lejos de él, no importa dónde.
El cielo cambió en algún momento y ahora es gris claro,
algunas nubes parecen copar todo el resplandor que vimos
hace un rato. El sol ya no se ve en el horizonte. Tampoco hay
gente, pareciera que somos nosotros solamente.
¿Cuánto tiempo nos besamos?
Dios mío, Killian acaba de besarme. ¿¡Qué demonios está
pasando!?
—Bianca… —escucho una súplica detrás de mí, mientras
pierdo la cabeza.
—No, Kill… necesito un minuto —digo levantando el
índice con advertencia.
Camino hasta la orilla, que son unos buenos quince metros
de distancia de Killian e, incluso así, parece no ser suficiente
para calmarme.
Me besó.
No solo me besó, le hizo el amor a mi boca como si no
hubiera un mañana.
Hizo que de mi pecho explotaran cosas que nunca sentí, el
maldito rayo de Zeus cayó justo en mi entrepierna y mi cuerpo
respondió como si él fuese la flauta de Hamelin y yo las ratas.
Cuando estoy nerviosa hago demasiadas analogías.
Sigo agitada y confundida y… empapada entre mis
piernas.
¡Ahh!
El mar rompe a mis pies y es hermoso de ver, pero quiero
girarme, quiero girarme en este preciso momento para ver su
reacción, para entender por qué hizo esto, ¿tendrá una media
sonrisa de sobrado?, ¿tendrá arrepentimiento?, ¿se sentirá
satisfecho de saber que la única mujer que no mostraba interés
por él acaba de pasar de estado sólido a líquido en sus brazos?
Oh no… Liam.
Esta no soy yo, yo no hago estas cosas, cuando me
comprometo a un hombre, soy fiel siempre, entonces, ¿por qué
hice esto? No solo acepté ese beso, sino que lo disfruté tanto
como este día, se sintió… ¡ahh!
Increíble.
Alucinante.
Finalmente me giro y lo que encuentro no es algo que
pensé que iba a ver. Kill está de brazos cruzados, de pie junto a
la manta, sus pies escondidos hundidos en la arena, su
camiseta ahora puesta, su gorra hacia atrás sigue firme en su
cabeza.
Luce triste, tan triste y con remordimiento y eso revuelve
mis tripas.
Voy a vomitar.
—Red… —llama—. No me dejes de lado, hablemos.
Hablar.
Comunicación.
¿No es eso siempre lo que recomiendo? Yo… la que da
consejos de amor y acaba de traicionar a su novio.
Sé que tiene razón, él no se merece que yo reaccione así.
—Kill… —digo caminando de vuelta—. Sabes que lo mío
con Liam…
—¡A la mierda Liam! —grita—. Él no tiene esto Bianca…
ni se imagina lo que puede tener contigo.
Sé de qué habla, de la conexión, de la sinergia entre
nosotros, pero, ¿no era amistad? Yo creí que lo era…
—No entiendo… —digo mirando la arena escurrirse entre
mis pies—. ¿Por qué? Tú… tú…
—¿Yo qué? —insiste.
—Tú eres un nivel superior Killian, no tienes que estar con
alguien retacona como yo, tienes que…
—¿De verdad vas a decirme con quién tengo que estar?
Eres mejor que eso, Bianca —pone una mano sobre su pecho
—. Tú me conoces, tú me llenas, me haces reír y me cautivas
y…
—¡Para ya! —grito cuando no soporto el dolor en mi
estómago—. Creí que éramos amigos.
Se ríe con la burla más cruel que vi alguna vez en su
rostro. Una maldad que Killian no posee naturalmente, pero
que está dispuesto a usarla con tal de hacerme entender qué
demonios ocurre aquí.
—¿Amigos? ¡Bah!, ¡parezco un cachorro enamorado,
Bianca! —Fuerza una carcajada.
Ahora es él quien comienza a caminar sin sentido,
rodeando nuestro pequeño campamento como un tiburón a su
presa.
¿Dijo enamorado?
¿Escuché bien?
Cuando se detiene está justo delante de mí.
—Déjame demostrarte con más que un beso lo que estoy
dispuesto a hacer con tal de tenerte.
—No puedo arriesgarme… Tú… —Las palabras me
ahogan— Me vas a romper el corazón. —Finalmente
exteriorizo el pensamiento que carcome mi mente hace mucho,
mi voz es un susurro resquebrajado.
El viento comienza a ser más frío y se me pone piel de
gallina.
Killian lo nota, porque cruzo mis brazos sobre mi pecho y
hundo mis hombros para que no se escape el calor de mi
cuerpo. Sin decir nada más, busca algo en un bolso, una toalla
y me envuelve en ella.
Sus manos se mantienen sujetando la improvisada manta
sobre mi pecho, su proximidad inunda mis sentidos y no me
deja pensar con claridad por la misma razón que llevo
ocultando en mi corazón todo este tiempo, lo deseo, anhelo
por él.
—Si puedo ser capaz de romperte el corazón, significa que
tú sientes lo mismo que yo. —Sus palabras tienen firmeza, sus
ojos determinación y yo siento que me hundo en la arena.
Porque tiene razón…
Su altura me sobrepasa y Killian tiene que tomar mi
barbilla para levantar mi mirada.
—Sé que puedo hacerte feliz, sé que podemos estar juntos
y disfrutarnos, déjame demostrártelo. —Estampa mis labios
contra los suyos otra vez, esta vez más crudo que antes, sus
manos envuelven mi cintura y me aprietan contra su cuerpo
duro, sujetándome firmemente contra él, cerca de él.
Su intensidad me dice que no puede describir con palabras
lo que siente y me domina física y mentalmente. Sus labios
cambian de objetivo y recorren mi cuello, sus manos acarician
con el dedo pulgar el contorno de mis pechos a través de la
toalla.
Mis rodillas se vencen cuando lo siento en mis zonas más
sensibles y él lo nota, por eso me carga como lo hizo el primer
día, sobre su pelvis y me lleva hasta la manta.
La toalla se pierde en el camino.
La arena se siente mullida y suave a medida que me apoya
allí y él se coloca entre mis piernas besando y lamiendo mi
cuello como un lobo hambriento.
—Kill…
—No. Sé que me deseas, mira cómo estas Bianca. —Sus
ojos miran mis pezones en punta a través de la tela de mi
camiseta.
—No aquí… no en público —logro susurrar entre besos.
Entonces Killian se detiene.
Las siguientes palabras son firmes, autoritarias incluso,
nunca me habló así y nunca creí que podía excitarme solo con
su voz.
—Voy a llevarte al mejor hotel de la ciudad, voy a follarte
toda la noche, hasta que tus piernas tiemblen tanto que no
puedas caminar y luego te voy a llevar de vuelta a la ciudad.
Bianca, cariño, créeme, no te arrepentirás.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
KILLIAN

D entro del coche, percibo la tensión de Bianca y una


culpa sofocante se arrastra desde mi pecho a mi
garganta.
No debí presionarla.
No debí besarla.
La observo de soslayo, su pierna está un poco roja por el
sol y la mueve frenéticamente. Se está comiendo la uña del
pulgar con ansiedad y su mirada está perdida en sus
pensamientos.
—Red… —susurro con cuidado.
Ella me mira de golpe.
—¿Qué?
—No tenemos que hacer esto… siento mucho si lo sentiste
como una presión, no era mi intención. —Mis dos manos están
apretando el volante, mis pies firmes sobre los pedales.
Ella traga con dificultad.
Busca palabras que no encuentra o que no se anima a decir
y como me ocurre con ella, cuando estoy nervioso no paro de
hablar y hablar invadiendo el tiempo con un tsunami.
—No voy a mentir y a decir que no te deseo, que deseo
enterrarme en ti desde el día que te vi en el bosque. Creo que
es el momento de ser honesto contigo, decirte lo que quiero,
no significa que debas corresponderme, ni hacer algo que no
quieras… yo…
—Ese es el problema —finalmente dice, sus ojos
angustiados—, quiero.
Mi corazón palpita fuerte dentro de mi pecho, el alivio
levanta muchos kilos de mi conciencia.
—Pero…
Siempre hay un pero en mi vida.
Eres bueno en tu trabajo, pero no tan bueno como Silas.
Eres el más joven de los Walker, pero el más inmaduro.
Eres hijo de tu padre, pero no el preferido.
—¿Qué pensarías de una mujer que se acuesta con alguien
mientras sale con otro?
—Tú no eres…
—No personifiques el ejemplo, piensa en una mujer
cualquiera o piensa en una que está saliendo contigo y termina
en la cama con otro…
Asiento.
—No es lo mismo, tu no sientes nada por él y él…
—Él lo está intentando…
Es el colmo esta conversación.
—Bianca, ese hombre no siente nada por ti, créeme, ¡lo sé!
—¡No importa! Yo me sentiría una traicionera Kill…
Y ahí está Bianca, la misma razón por la cual me enamoré
de ella, me apuñala el corazón y me aleja.
Asiento en silencio, sabiendo que hasta que Liam no
desaparezca no voy a tener lugar en su vida. No importa, si el
duende juega sucio, entonces yo también, tengo los recursos y
la energía para demostrarle a Bianca que su lealtad no vale
nada cuando se trata de Liam Davis.
—Voy a preguntarle al hotel si tienen dos habitaciones,
estoy demasiado cansado para volver ahora a la ciudad.
En silencio asiente, mirando sus manos con tristeza.
Me duele porque sé que me desea y que se puso un bozal
para separarnos por alguien insignificante.
La recepcionista del hotel es una señora de la edad de mi
madre, sonríe amablemente (no como mi madre) y escucha mi
petición con cuidado. Sus dedos se mueven sorprendentemente
rápido sobre el teclado para ser una señora tan mayor.
—Lo lamento, solo tengo una habitación disponible.
—¿Con dos camas?
Mueve el mouse y hace algunos clicks.
—Sí, dos camas de matrimonio.
—Está bien, la quiero —extiendo mi tarjeta de crédito
negra y agrego—, voy a buscar a mi acompañante.
—Por supuesto, gracias señor Walker —dice leyendo mi
nombre en la tarjeta.
Cuando vuelvo al coche, Bianca parece más tranquila que
antes y eso alivia mi pecho un poco.
—Hay una sola habitación, pero con dos camas.
—Bueno, no hay problema.
Espero a que baje del coche en la puerta del hotel
boutique. Una vez a mi lado caminamos hasta la recepción y la
señora le sonríe a ella también.
Parece que los dos podemos fingir una sonrisa.
La recepcionista me entrega un juego de llaves y nos
indica dónde está la habitación.
Como todo hotel boutique, esto parece más un caserón
antiguo que un hotel. Aunque éste tiene un patio lleno de
plantas tropicales bien cuidadas. Nuestra habitación tiene
acceso desde el exterior y cuando paso la tarjeta, dejo pasar a
Bianca primero.
Ella se detiene justo cuando cierro la puerta detrás de mí.
—¿Qué ocurre?
—Hay una sola cama… —dice.
Enciendo la luz y efectivamente, una sola cama de
matrimonio yace en el medio de la habitación.
—Joder, me dijo que…
—Te creo —interrumpe con calma—, no te preocupes,
somos adultos, ¿no?
Habla por ti, Bianca.

N inguno trajo nada para dormir, no era algo que


teníamos pensado hacer, pero el día dio un giro
inesperado y aquí estamos.
Los dos nos bañamos, quitamos la arena de nuestros pies y
volvemos a ponernos la misma ropa.
El olor a sol sigue en nuestra piel como también la tensión
de un beso que dejó rastros no solo en mi cuerpo sino en mi
estúpido corazón.
Bianca, por otro lado, está sentada en la cama, mirando el
móvil con atención y yo en una silla demasiado pequeña para
mi cuerpo cerca de la ventana, haciendo lo mismo,
pretendiendo ver cosas interesantes en una pantalla, cuando en
realidad la habitación palpita de deseo entre los dos, tensando
nuestros pensamientos.
Puedo verla espiándome por encima de la pantalla y
probablemente ella me sienta también, hasta que su estómago
gruñe con furia, por supuesto que haciendo ver que nada
ocurre. Pero soy Killian Walker, eso significa que soy
complaciente y que no puedo ignorar el hecho de que Bianca
tenga hambre y no diga nada.
—Puedo escuchar tu estómago desde aquí —digo con cara
de pocos amigos.
—Estoy bien —responde sin levantar los ojos de su móvil.
Me levanto y doy pasos lentos hacia ella, pasos tramposos
y ella lo sabe, por eso levanta la vista y me inspecciona
expectante.
—Entonces si traigo una hamburguesa con patatas fritas a
la habitación solo para mí, ¿no vas a pedirme?
—Nop.
—¿Ni desearla?
—Nop.
Me agacho para estar a la altura de sus ojos, mis manos en
mis rodillas.
Bianca me mira, mordiendo sus labios, hay una sonrisa que
se desespera por salir y yo con mi dedo pulgar aflojo el agarre
que tienen sus dientes.
Una imagen de ella chupando mi pulgar aparece en el
lóbulo frontal de mi cerebro, lo reprimo con rapidez y extiendo
mi mano hacia ella, para invitarla.
—¿Quieres cenar conmigo?
Bianca asiente, una media sonrisa se desparrama por su
cara.
Y yo estoy satisfecho.
Una hora después, los dos estamos comiendo
hamburguesas en la cama, decidimos unir las dos cajas de
patatas fritas en un plato sobre el colchón, mientras miramos
La Boda De Mi Mejor Amigo. Pareciera que todo volvió a la
normalidad, los dos charlamos sobre la película, criticando
escenas absurdas o los extraños labios de Julia Roberts y nos
reímos como lo hemos hecho siempre.
Creo que los dos estamos más tranquilos por ello, sé que
yo lo estoy.
Dos horas después estamos llenos y cansados.
Bianca se desliza bajo las sábanas con su ropa puesta y yo
la imito solo porque no quiero arruinar nada de todo esto. Los
dos estamos hipersensibles y cualquier paso en falso puede
detonar otra bomba.
Me da la espalda, aunque puedo ver la luz de su móvil
moviéndose dentro de la oscuridad de la habitación. Yo apoyo
mi cabeza sobre mis brazos cruzados y miro el techo con
anhelo.
Esto está mal, tendríamos que ser libres de explorarnos,
saborearnos en esta habitación por horas y horas. Sin embargo,
Bianca es demasiado moral y yo demasiado indecoroso, pero
eso nunca me ha detenido. Menos aún ahora que entiendo que
puedo tener una compañera que no solo deseo con cada
molécula de mi cuerpo, sino alguien con quien quiero vivir mi
vida, compartirla, tener un futuro, maldición.
Eventualmente el sueño llega, junto con imágenes de un
día de playa que, en vez de terminar destruido, termina con
nuestros cuerpos frotándose como dos almas en celo. Gemidos
y lamentos que se sienten reales, calientes, mojados…
Me despierta movimiento en la cama y en las sombras
puedo ver a Bianca buscando calor con las mantas.
—¿Estás bien? —pregunto con un ojo abierto y uno
cerrado.
—Sí, solo tengo frío, sigue durmiendo.
—Déjame ver si hay mantas extras en el armario —digo
mientras me levanto. Gracias a Dios en la oscuridad de la
noche no hay forma de que Bianca vea la erección punzante
que tengo.
Ella murmura algo que pareciera ser una queja mientras
abro las dos puertas del armario. Solo encuentro cuatro
perchas y una plancha.
—Mierda.
—No te preocupes, creo que en realidad estoy insolada,
por eso tengo frío.
Me siento al borde de su lado de la cama y apoyo mi mano
en su frente.
—No parece que tengas fiebre, pero podrías darte un baño
caliente para estar más cómoda.
—No te preocupes, Kill, sigue durmiendo, no quiero que te
desveles.
Tarde. Después de ese sueño no hay manera de poder
dormir.
Me acuesto de mi lado de la cama y me arrastro hasta ella.
—Prometo que es solo calor, cuando estés caliente otra
vez, dímelo y vuelvo a mi lugar.
Mis piernas se enredan entre las de ella, mi brazo la
envuelve sin tocar nada impropio.
—Kill… —advierte sin aliento.
Lo sé, Red… lo sé.
—Sólo son unos minutos —miento entre mis dientes,
apretando más contra su cuerpo que efectivamente está frío—,
¿sientes mi calor? —susurro sobre su oreja y eso le pone la
piel de gallina en su cuello.
Bianca asiente, su cuerpo comienza a derretirse entre mis
brazos y se vuelve receptiva, dejándose fundir en mi calor.
Por instinto acaricio su cuello con mi nariz y luego
deposito un beso en su piel cremosa. Ella suelta un gemido
entrecortado en respuesta, como si no pudiera contener lo que
le provoca mi tacto. Vuelvo a besarla con delicadeza mientras
mi mano acaricia su brazo por debajo de las sábanas para darle
calor.
Puedo sentir que su piel es sedosa y que ya está tibia, eso
no significa que vaya a detenerme y sinceramente no creo que
ella lo quiera tampoco.
Imperceptiblemente y con astucia, mi mano cambia de
rumbo, en vez de seguir en su brazo, sigo en su cadera y
pierna, acariciando y acariciando. Su short está entremedio, sí,
pero la presión de mi mano sobre su piel nos enciende como si
estuviéramos desnudos.
Solo haciendo eso.
La señal que espero llega. Las caderas de Bianca se
mueven conmigo, su trasero roza mi dura polla y tengo que
respirar profundamente para no volverme loco y arrancarle la
ropa con los dientes.
—¿Me sientes, Red? —vuelvo a susurrar, ahora beso su
cuello como quisiera besar su boca, mi lengua se arrastra y mis
dientes muerden.
Ella asiente en silencio.
Yo sonrío y mi mano cambia de camino una vez más.
Próximo destino: su coño.
CAPÍTULO VEINTICINCO
BIANCA

K illian arrastra su mano sobre mi short, justo donde


quiero que me toque.
Mierda, ¿qué estamos haciendo? Kill presiona con las
puntas de sus dedos mi coño y mi cuerpo intenta abrir mis
piernas en busca de más.
Más calor.
Más frotación.
Más de él, todo de él.
—Mmm —susurro inconscientemente.
La otra mano de Kill se desliza por debajo de mí hasta
llegar a mi pecho y estrujarlo con necesidad.
Voy a explotar de lujuria.
—Mira lo mojada que estás Red… has manchado tu short.
—Su voz suena como una burla, pero la sonrisa orgullosa está
ahí.
Aunque no hay vergüenza en mí y creo que es la primera
vez que me siento tan desinhibida con un hombre en la cama,
quizás sea porque mi ropa está puesta o porque la luz está
apagada… o porque es Kill, mi amigo y la confianza que
tengo con él, no la tengo con nadie del sexo opuesto.
Con una habilidad poco vista, Kill desabrocha mi short,
botón por botón. Su boca sigue en mi cuello, su otra mano se
desliza por debajo de mi camiseta y sujetador y juega con mi
pezón, apretándolo entre sus dedos. Cuando termina de
desabrochar todo, su mano se escurre por debajo de mi braga,
hasta llegar a mis pliegues.
Yo levanto mi pelvis para sentirlo de una maldita vez.
Kill libera una risa profunda, sensual…
—¿Quieres mis dedos dentro de ti, Bianca? —ronronea.
—Sí, por favor…
Primero me penetra con uno, largo y grueso, sus
movimientos son lentos, como si saboreara cada centímetro de
mi interior.
Un sonido gutural sale de su garganta, su agarre se vuelve
más intenso y posesivo que antes. Volteo para buscar su boca y
cuando su lengua danza con la mía, imagino lo bien que se
debe sentir entre mis piernas.
Nuestro beso es ruidoso, devastador.
Un segundo dedo entra y con el pulgar acaricia mi clítoris,
haciendo que jadee dentro de su boca.
—Bianca… —gime, apoyando su erección en mi trasero,
su voz no suena como él, no es alegre y ligera, más bien
pesada o poseída, sus ojos son pura seriedad y están enfocados
solo en mí y en mi boca cuando gime—. Eres tan sexy…
¿cómo voy a hacer para sobrevivir?
¿Me está hablando a mí?
La velocidad de sus dedos se incrementa. Mi cuerpo ya no
me pertenece, los sonidos que salen de mí no parecen ser míos
o de un humano. El beso de Kill se transfiere a mi cuello y
luego a mi escote.
Estoy tan rendida ante las caricias que quito mi camiseta
sin pudor para darle más acceso.
Los párpados de Killian están pesados y se enfocan en mis
senos descubiertos, con voracidad los recorre.
Los lame y succiona obscenamente.
Los muerde y restriega su rostro sintiendo mis pezones
duros contra su piel.
La tensión entre mis piernas se vuelve casi dolorosa, sé
que estoy a punto de venirme y no hay nada que pueda hacer
para detenerlo.
No hay lógica, ni ética aquí, solo puro instinto animal.
Y como si mi cuerpo me atacara, mi orgasmo hace que el
aire de mis pulmones desaparezca, haciendo que deje de
respirar mientras me vengo y me vengo y me vengo en los
dedos de Kill.
Intento respirar bajo el agua.
Creo escucharlo decir algo, con una voz excitada y
poseída, algo que dice que él está disfrutando de mi orgasmo
tanto como yo.
Pero perdí cualquier rasgo humano que quedaba en mí, y
jadeo y jadeo y él presiona más fuerte sobre mi clítoris para
extenderlo y joder, pareciera que el placer no quiere bajar.
Los labios de Killian aparecen en mi boca y absorbe mis
gritos hasta que el placer se disipa, mi respiración agitada
busca calmarse y mis ojos se abren.
No estoy acostumbrada a ver tanta seriedad y excitación
pesada en sus ojos verdes, pero aquí estamos, los dos en
silencio, en una habitación en Carmel a oscuras, agitados y
con una realización. Killian me observa con una mirada
intensa, su cuerpo completamente inmóvil, hasta que muerde
sus labios y dice:
—Eso fue lo más sensual que vi en mi vida…
Lo que sea que haya bajado con mi orgasmo, vuelve a
subir con tan solo su mirada.
Cuando quita su mano de mi interior, se la lleva a la boca y
chupa sus dedos descaradamente. Gime y cierra los ojos
cuando se encuentra con mi sabor.
—Sabes increíble… —susurra.
—Yo… —digo con dificultad—, yo quiero darte placer
también.
Killian abre los ojos y sonríe con ternura.
—No estás obligada a nada —responde acariciando mi
mejilla—, darte placer es todo lo que me interesa ahora.
—Lo sé, pero… —miro mis manos y luego elevo la
mirada otra vez— quiero.
Killian traga saliva visiblemente y dice:
—Vas a hacerme llegar con solo esos ojos, Bianca Burke.
Sus palabras me hacen sentir segura y sexy y de allí viene
una confianza que nunca tuve.
Killian me besa una vez más, con cuidado, tanteando mi
respuesta, pero esto ya es imparable, mi cuerpo se enciende
inmediatamente como también el de él.
Con manos menos expertas y un poco nerviosas,
desabrocho su pantalón de playa y él con apuro lo baja hasta
sus rodillas dejando emerger eso…
Esa cosa gigante, furiosa, venosa y despierta.
Trago saliva con nervios y lo miro a los ojos.
—No tienes que seguir —dice con apuro, parece
avergonzado por tener semejante…
¿Poste de luz?
—No es eso, es que… nunca vi algo… tan grande.
Esa sonrisa astuta aparece una vez más, su ego se infla sin
control, pero esta vez no me importa, es la realidad, no puedo
mentir ante esto.
Mi mano envuelve su polla, las puntas de mis dedos
apenas se tocan, Dios mío.
Killian deja caer su cabeza sobre las almohadas, sus
dientes se clavan en su labio inferior y gime cuando me muevo
hacia arriba y hacia abajo.
La fricción no se siente sedosa, así que deslizo mi lengua
por la palma de mi mano y vuelvo a intentarlo. Cuando siento
sus ojos fijos en mí, me doy cuenta que Killian me mira con
los ojos muy oscuros.
—Haz eso otra vez —ordena.
Vuelvo a deslizar mi lengua por mi mano.
—Maldición…
Con su mano en mi nuca, me lleva hasta él y me besa con
furia y fuego y algo que nunca sentí de parte de un hombre,
una intensidad que hace que me corra adrenalina por la
superficie de mi piel.
Mientras nos besamos mi mano se mueve con ligereza
sobre él, subiendo y bajando. Se siente tan dura, tan gruesa
que no puedo evitar pensar cómo se sentirá tenerla dentro de
mí.
Deseo tenerla dentro de mí.
—Oh, Dios… —Jadea, su cabeza se hunde más en la
almohada y se retuerce como si no pudiera resistirlo más—.
Voy a venirme muy rápido Bianca y quiero que sepas que es tu
culpa.
Sonrío como hace él, con el diablo en mis venas, siento
poder dentro de mí y una idea me golpea el pecho.
Queriendo llevar esto un paso más allá, quiero verlo
retorcerse de placer por mí y solo por mí. Me coloco entre sus
piernas y sin aviso su polla desaparece en mi boca.
Quiero probarlo, saber su sabor.
Kill levanta la cabeza, sus ojos transmiten una expresión
de placer doloroso e intenso. Sus cejas están unidas en el
centro de su frente, su boca entreabierta.
—Quieres matarme, lo sé, Dios… Bianca, cariño, tu
boca… —dice mientras desliza su mano sobre mi cabeza y
agarra mi cabello con fuerza—. Lo supe, el día que… que
ahhh —lo interrumpe un gemido—, el día que te vi chupar ese
helado supe que sería así…
Sus caderas comienzan a moverse dándole el ritmo que
necesita, su polla golpea contra el fondo de mi garganta y creo
que otro orgasmo se forma en mi pelvis solo por la excitación
que siento en estos momentos.
—Oh Dios… Oh Dios… —grita—. Bianca me vengo.
Busca alejarme, protegerme de lo que esté a punto de
ocurrir, pero quito su empuje y me esfuerzo el doble.
Quiero todo en este momento y puede que me arrepienta si
no lo hago.
Su polla se tensa y sus movimientos se detienen mientras
derrama todo de él en mi boca.
Nunca escuché a Killian gemir así, tan primitivo y salvaje
y poco humano, y puedo asegurar que es una de las cosas más
hermosas y excitantes que experimenté jamás.
Cuando vuelve en sí, se toma unos segundos para calmar
su respiración. Coge mi brazo y me arrastra sobre su pecho y
me abraza.
Me abraza con ternura y con necesidad.
Sus brazos me envuelven y acomoda mi cabeza entre su
cuello y su hombro.
Toma aire profundamente y deja un beso sobre mi frente.
Los dos nos dormimos abrazados, hasta que el sol vuelve a
salir.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
KILLIAN

A brir los ojos no es una opción, ¿quién demonios quiere


salir voluntariamente del paraíso?
Anoche con Bianca fue un punto de no retorno y al fin
pude demostrarle lo bien que funcionamos juntos. Finalmente
se rindió y por más que no follamos pude tenerla para mí solo
en esta cama, en esta arruga que se hizo en el tiempo de
nuestra amistad.
Ahora ella duerme, su espalda contra mi pecho. Mi mano
la mantiene cerca desde sus pechos y sí, no puedo dejar de
tocarla, son tan turgentes y perfectos que me es imposible
parar de sentirla.
Aunque por dentro corre el pánico de que Bianca se
levante y niegue absolutamente todo, que le reste importancia
a lo que ocurrió anoche y que se termine nuestra ¿amistad?,
¿relación? Qué demonios sé yo lo que ocurre aquí.
Lo único que sé con convicción es que la deseo, la deseo
tanto que estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal
de hacerla mía. ¿Eso significa que tengo que romper el
contrato con Liam Davis? Perfecto, hay mil Liam Davis en
California.
Todo el mundo es reemplazable en el mundo de los
negocios.
¿Qué no es reemplazable? Encontrar a alguien por quien
me desvivo o que me desvele al punto donde creo entrar en la
locura más profunda. Alguien que me haga mejor persona,
pero que también me transforme y me convierta en un ser
humano desconocido.
Bianca se mueve, su cuerpo comienza a despertar tras una
noche de caricias y besos eternos, y yo pretendo dormir
cuando presiento que ella se despeja.
No hay tensión en su cuerpo, lo cual es buena señal.
Con cuidado quita mi mano de su pecho, como si tuviera
que despegarse con fuerza, ya que mi brazo es demasiado
pesado para ella.
Diabólicamente pretendo acomodarme y vuelvo a
sujetarme en ella. Hundiendo mi erección entre sus nalgas.
El lugar exacto donde quiero estar ahora.
Tengo que hacer fuerza para no reírme por verla padecer
esta situación.
—¿Kill? —susurra, su voz dormida y adorable.
—¿Ajá? —devuelvo.
—Necesito desesperadamente ir al baño, no aguanto más.
Mi sonrisa se extiende sobre la almohada.
—Te dejo ir con una condición… —digo cerca de su oído.
—¿Y cuál es?
—Que cuando vuelvas, vuelvas a la cama.
Bianca voltea y busca algo en mis ojos. Yo por otro lado
despejo su rostro ya que su pelo lo cubría casi por completo.
—Kill… —advierte intentando desprenderse de mí.
—Prométemelo, Red.
—¡Está bien!, ¡está bien! —Sale de la cama gruñendo
malas palabras y cierra la puerta del baño.
Por otro lado, me siento triunfante y coloco mis brazos por
debajo de mi cabeza junto con una sonrisa arrogante para
algunos, feliz para mí.
No puedo esperar y comenzar a tocarla otra vez. Besar su
piel cremosa, lamer sus pechos y besar esa boca que está
desgastada después de tantos besos.
Después de sentir su sabor en mis dedos, bueno, digamos
que chupar su coño es lo único en lo que pienso desde anoche.
Escucho que enciende la ducha, sé que va a tomarse todo
el tiempo necesario para pensar y probablemente evitarme
antes de caer en mis garras otra vez, así que busco el móvil y
comienzo a revisar mis redes sociales. Subo algunas fotos con
mi cámara y algunas historias de mi cara de dormido (al
público le encanta ver eso) y luego me dedico a mirar los
correos del trabajo, no debería, pero prefiero hacer eso, a tener
que pensar si interrumpir su ducha o no.
Entonces el móvil de Bianca comienza a sonar, solo por
cautela observo la pantalla y mi estómago se retuerce cuando
veo el nombre de Liam y una videollamada esperando por
Bianca.
Los celos trepan por mi pecho como una peste,
transformándome en el camino, haciendo que quiera hacer
cosas que no debo, que no me corresponden.
Miro la puerta del baño y presto atención a los sonidos que
salen de allí dentro, todavía el agua corre y puedo imaginarme
a Bianca desnuda, con su cabello empapado y su cuerpo
enjabonado y me pongo peor.
Más posesivo.
Más celoso.
El móvil sigue sonando.
No lo hagas Killian, no lo hagas.
Solo vas a traer problemas.
Pero mi lado más primitivo aún está en la superficie, la
necesidad de hacerla mía y gritarlo a los cuatro vientos se
siente como un tirón.
El macho necesita marcar territorio y no puedo detenerlo.
Cojo el móvil en un movimiento ágil, me levanto de la
cama y camino hacia el balcón.
Deslizo el botón verde y sonrío para la cámara.
CAPÍTULO VEINTISIETE
KILLIAN

—¿W alker? —pregunta Liam del otro lado.


De fondo se ve un hotel que podría ser lujoso
si no fuera porque todos los hoteles de cinco estrellas se ven
malditamente iguales.
La diferencia real está entre los de seis y siete estrellas.
—¡Liam! —sonrío más de lo que debería, su confusión es
graciosa—, ¿cómo estás?, ¿cómo va la gira, Tech-Boy?
Dije que iba a jugar sucio.
¡Lo dije! Y nadie me creyó.
—¿Qué… qué haces con el móvil de Bianca…?
Está pasmado, pero todavía no entiende nada, claro, un
hombre tan egocéntrico como él no puede comprender cómo
alguien podría no estar tan interesado en su persona.
—¡Oh! ¡Tengo un dato curioso para ti! Resulta que Bianca
y yo nos conocemos desde hace mucho y anoche, mientras
cenábamos me dijo que conocía a un Liam Davis y yo dije, ¡no
puede ser!, ¡hago negocios con él! Nos reímos mucho al
respecto.
Nos. Los dos. Ella y yo.
Liam sigue atónito.
—¿Y por qué respondes su móvil?
Miro hacia atrás, sigo escuchando agua correr.
—Oh, Red se está bañando.
Sonrío abiertamente.
Con malicia y tiranía.
El ojo de Liam comienza a titilar, como si fuese un tambor
sin ritmo.
Si, enfádate, corta con ella.
—¿Te estás follando a mi novia Walker? —Al fin lo
entendió, le ha costado, pero bueno, no todos somos igual de
ágiles.
—¿Novia? —pregunto confundido— Novia es un término
un poco fuerte para lo que tenéis ¿no?
No se le pasa por alto que no niego ni afirmo lo que acaba
de preguntar.
—Walker… —gruñe, ira desparramándose por sus ojos.
Mientras yo me regocijo.
—Creo que es algo que Bianca puede contestar, cuando
tenga tiempo, claro. Aparte, Liam, amigo mío, por lo que me
dijiste de ella, tenéis una relación abierta ¿no? Si mal no
recuerdo, Valentino me dijo que te vio irte con Abril de ADN.
Abril es una chica conocida por haber probado a cada CEO
de Silicon Valley, para nada algo que alardear.
—Creo que Valentino y tú tenéis demasiado tiempo libre
para seguir mis pasos.
Me río y cambio el plano detrás mío para enseñarle la
cama deshecha, ojalá pudiera hacerle sentir nuestro olor en las
sábanas.
—Puede ser, nos gusta el chisme no lo podemos negar,
pero bueno, Liam, creí que esto era algo más informal, como
dije antes, puedes hablarlo con ella, aclarar todo. ¿Cuándo
vuelves?, ¿en dos semanas?
—Sí… —responde apretando los dientes.
¡Ja! El pobre no puede ni disimular el odio que me tiene.
—Auch, dos semanas es mucho tiempo, muchas cosas
podrían pasar en dos semanas. —Escucho el grifo cerrarse y
me doy prisa para terminar esto—. Bueno querido, te veo a la
vuelta, la construcción empieza en un mes, avísame cuando
quieras conocer el edificio y con gusto te llevaré, ¡adiós!
Cuelgo rápido la llamada y dejo el móvil en el mismo
lugar que estaba.
Me lanzo sobre la cama y espero a que Bianca salga del
baño.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
BIANCA

L a sonrisa de Killian cuando salgo del baño es angelical.


Lo cual me preocupa.
—¿Qué hiciste? —pregunto.
Mi ropa está puesta, mi pelo mojado y pesado cae sobre
mis hombros.
Después de una ducha pensativa, estaba decidida a decirle
a Killian que esto fue algo puntual, que no significa nada y que
no va a ocurrir nada entre los dos.
Eso fue fácil.
Ahora verlo con el cabello despeinado, sus brazos tatuados
y su quijada masculina cambia todo otra vez.
Joder, no tienes control Bianca.
—Te follé con mis dedos —responde con una mueca.
Un calor sube por mi cuello hasta hacer explotar mi rostro.
—No… eso, Kill —digo evitando su mirada lasciva—.
Tienes cara de haber hecho una maldad.
Se levanta y camina hacia mí lentamente, hasta encerrarme
entre la pared y su pecho.
—Lo único que hice fue hacerte mía, Bianca.
Lo empujo un poco, necesito espacio y camino hasta la
ventana más cercana, puedo ver el mar desde aquí. El mismo
mar que presenció uno de los besos más ardientes y
novelescos que he vivido.
—Con respecto a eso, Kill, no deberíamos haber…
—Ya estamos… —dice detrás de mí—. Después de lo que
hicimos, mejor dicho, lo que me hiciste anoche, no puedes
rechazarme más, quizás tus palabras no quieren decirlo, pero
tu cuerpo habló por ti, Red, me deseas y aquí me tienes.
No es una mentira.
No significa que esté bien. Liam estaba haciendo un
esfuerzo antes de irse, hasta me invitó a ir con él, eso no lo
hace alguien que no está interesado, ¿no?
Tomo aire y exhalo lentamente.
—Tengo que darle una oportunidad, mis padres cuentan
con ello. —Sigo dándole la espalda como una cobarde.
—¡A la mierda tus padres! —grita y eso hace que voltee
para verlo.
Está muy enfadado.
—¡Killian! —lo reprendo.
— Lo siento, ¡pero sabes a lo que me refiero! Esto no es el
siglo VI, ni estamos en países donde eso sea normal, eres una
bostoniana viviendo a miles de kilómetros de tus padres y con
veintiocho años. ¡Cómo puedes permitirles ese control sobre
ti!
Sé que tiene razón, por eso me enfurece más toda esta
conversación.
Por eso hablo sin pensar…
—¡Porque si lo nuestro es pasajero me quedo sin nada! —
grito la verdad más oculta que tengo, mi respiración agitada,
en mis ojos cargo con una angustia que Killian nunca vio.
El silencio entre los dos es pesado e incómodo.
El teléfono de la habitación suena y cuando voy a atender,
Killian me intercepta.
—Es hora de dejar la habitación —dice —, déjalo que
suene.
—No, vamos, no podemos quedarnos más tiempo.
—Sí que podemos, ellos tienen mi tarjeta. Bianca, lo
nuestro no es pasajero.
Resoplo y me alejo, su calor me confunde y no me deja
pensar. Su olor me recuerda a sus caricias sensuales y tiernas
en mi piel.
—Sí lo es —digo con una mirada enfurecida—. Tú no
sabes lo que es el compromiso, vas a aburrirte de mí en unos
meses y no voy a encontrar palabras para explicarle a mi
madre que no dejé pasar un candidato, ¡sino dos! No, no
pienso pasar por eso.
Killian empieza a desesperarse, entiendo que no puede
tener mucha más paciencia. ¿Cuánto rechazo un hombre como
él está dispuesto a aguantar?
Me sorprende cuando dice:
—Casémonos hoy mismo, vayamos a Las Vegas, a que nos
case alguien y dile a tu madre que tienes el futuro asegurado.
Qué.
Cojones.
—¡Killian! —mi voz sale nerviosa, histérica, rota y más
aguda de lo normal—. Deja de decir estupideces.
Él me acorrala otra vez, toma mis dos manos y se las lleva
a su pecho, mientras me hace caminar hacia atrás, hasta llegar
a los pies de la cama.
—Solo, déjame mostrarte lo que quiero de ti, escúchame a
mí y no a esa vocecita dentro de tu mente que susurra mentiras
—toma aire profundamente—. Biansiedad esta separándonos.
Estoy dispuesto a casarme contigo hoy si eso me asegura
tenerte conmigo en el futuro y que, principalmente dejes de
preocuparte por tu madre.
Me suelto de su agarre, pero él vuelve a tomar mis manos,
esta vez las lleva a su rostro y besa el revés con cariño.
—Dame una oportunidad. —Envuelve mi rostro con sus
manos y me besa una vez más.
Mis manos buscan empujarlo, pero mi boca busca la de él
desesperadamente. El beso es confuso, como si yo quisiera
quitarlo de encima, pero mi boca se abre y deja entrar su
lengua suave para que baile con la mía. Killian sujeta las
manos que lo alejan y me empuja hacia la cama una vez más,
su cuerpo pesado cae sobre el mío y aunque quiera, no puedo
alejarlo.
Los dos sabemos que estoy fingiendo, los dos sabemos que
lo necesito cerca, así que dejo de contraatacar y envuelvo su
cuello con mis manos, su cadera con mis piernas.
El teléfono sobre la mesa de noche comienza a sonar otra
vez y Killian lo atiende bruscamente.
—¡Cobren una noche más, maldita sea! —Lo cuelga con
fuerza y vuelve a mí.
Con desesperación besa mi boca, con sus manos intenta
desgarrar mi ropa.
—Kill… —digo entre besos, quiero que suene de una
manera más firme y sin embargo suena como un gemido.
—Te necesito —susurra sobre mi oído.
Su lengua recorre mi oreja haciendo que corra un
escalofrío por toda mi piel.
Sin verbalizar sus planes, desabrocha mi short y lo arroja
lejos de nosotros.
Su mirada se clava entre mis piernas y con su lengua
relame sus labios.
—Espero que no tengas prisa, me gusta tomarme mi
tiempo con el desayuno. —Desliza mis bragas con lentitud por
mis piernas y antes de tirarlas, las huele.
Qué descarado.
Tengo que mirar para otro lado, la vergüenza es muy
fuerte, nadie hizo eso conmigo, ni puso esa cara de placer al
sentir mi olor.
Killian coloca sus manos en mis rodillas y abre mis
piernas, dejándome expuesta para él.
—Perfección —dice al mirar mi vello rojo.
No soy de depilarme, pero me gusta tener todo controlado
allí abajo. Gracias a Dios, porque los ojos de Killian fijos
sobre mi pelvis y mis labios me dejan tan expuesta física y
mentalmente, que da pavor.
Killian deja una sola lamida, viendo cómo reacciono a
medida que pasa mi lengua por mis labios.
Mis ojos se ponen en blanco inmediatamente.
Y eso fue luz verde para seguir y lamer y succionar todo
de mí.
Las manos de Kill me sostienen desde mi trasero, su
lengua lame pornográficamente todo mi coño y yo aprieto las
sábanas con una fuerza desconocida por mí.
Solo un hombre en mi vida hizo esto y no fue placentero,
más bien vergonzoso.
¿Pero ahora?
Ahora mi cuerpo se mueve al ritmo de sus lamidas,
buscando el punto exacto donde quiero que chupe y Kill
entrega todo de él, aferrándose a mí, hundiendo su rostro entre
mis piernas y gimiendo mi nombre mientras lo hace.
Todo es demasiado.
Todo es…
—¡Ah! —grito cuando el cosquilleo sube por mis piernas
haciendo que mi cuerpo tiemble sin control.
Killian lame mas rápido, voraz, como un león dándose un
festín.
Mis manos sujetan su pelo, fijándolo donde lo quiero y el
orgasmo sube y sube y sube y…
—Killian… —jadeo cuando exploto con su boca en mi
coño y su nombre en mi boca.
Cuando bajo a tierra, miro hacia abajo y Kill mira mi coño
con hambre, estoy a punto de advertirle que se detenga cuando
vuelve a sumergirse.
Y en menos de cinco minutos, otro orgasmo ataca mi
cuerpo, entonces sí se levanta y limpia su boca con el revés de
su mano.
—Deliciosa, ahora voy a solucionar algo personal, cuando
salga quiero que Biansiedad desaparezca de esta habitación,
¿entendido? —Sin decir nada más, se da media vuelta y se
encierra en el baño.
Sospechosamente la ducha comienza a sonar y tengo la
sensación que Killian está calmando la erección que tenía
entre las piernas cuando entró.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
KILLIAN

S u sabor todavía está en mi boca mientras mi mano se


mueve furiosamente sobre mi polla.
Ella sabe lo que estoy haciendo en esta ducha, no estoy
conteniendo los gemidos que mi cuerpo libera. Nunca mi
mente fue tan inventiva como cuando imagino a Bianca debajo
de mí, con sus piernas abiertas y sus talones enterrados en mi
espalda baja. Ella gime y gime, su rostro es de placer doloroso
e intenso y yo embisto y embisto, poseído por esta pelirroja.
Loco y hambriento por ella.
Dos veces tengo que masturbarme para tranquilizar el
fuego que corre por mis venas.
Dos veces.
No me ocurre eso desde que tenía trece años y me escondía
entre los arbustos de la casa de mi padre. Hasta que Oliver
copó el territorio, buscando un refugio donde sentir otra vez
después de que un hijo de puta lo tocara cuando deliraba de
fiebre. En ese entonces no tenía idea de lo que le había
ocurrido a mi hermano, pero sabía que algo importante había
pasado en su vida y que realmente necesitaba el espacio.
Cuando salgo, Bianca me encuentra fresco y más calmado.
—¿Lista para volver? —pregunto mientras coloco mi ropa
con olor a playa y Bianca, la mejor combinación que descubrí.
—Sí —responde analizando detenidamente mi rostro y sí,
también mi entrepierna.
Debo verme o demasiado contento o demasiado triunfante,
y ninguna de las dos opciones es errónea.
Después de ignorar la cara de pocos amigos de la
recepcionista que intentaba cobrar una noche más por solo una
hora de retraso, nos subimos al coche y emprendemos camino
a casa. Ahora, ¿cómo voy a hacer para dejarla en su piso y no
pedirle de rodillas que venga a mi casa? ¿Qué sigue después
de esta victoria?
Nunca fui en busca de nada, nunca sentí estas ansias por
otro cuerpo o mente, nunca fui más allá de una follada o dos,
tampoco había paciencia de por medio.
No, esto es un territorio nuevo para mí, por suerte la chica
que quiero tiene un podcast de cómo lograrlo.
Bianca está más silenciosa que de costumbre, solo
responde las preguntas que le hago, pero no engancha una
conversación, así que la dejo ser, aunque sea por estas dos
horas.
entí.

M Después de una hora de viaje no lo resisto más, ni


la música me acompaña, así que le pregunto:
—¿Qué música escuchas en tu casa?
Ella me mira de soslayo, su rostro avergonzado.
—Quieres que te diga la banda que le digo a todo el
mundo o la que escucho verdaderamente.
—Siempre la verdad —respondo.
—Bueno, me gustan mucho las Spice Girls, las escuchaba
de pequeña y hace unos años volví a escucharlas.
Muerdo mis labios para no reírme.
—Podría ser peor —digo mientras lanzo el móvil a su
regazo—. Quiero escucharlas, vamos.
—Oh no, Kill, no te haría eso.
—¡Dije que quiero! Siempre escuchamos mi música, es
hora de compartir.
Bianca busca en el móvil y eventualmente una canción
suena por los altavoces del coche. La pantalla dice “Do It -
Spice Girls”.
—Creo que puedo sentirlo —digo moviéndome al ritmo de
la canción.
Bianca comienza a reírse al verme haciendo el ridículo,
pero a estas alturas hago lo que sea con tal de eliminar a
Biansiedad de nuestra vida. Para el final de la canción, los dos
bailamos y movemos los brazos, la siguiente canción es
Wannabe y la buena energía desborda el coche.
Ella está cómoda de nuevo y yo con eso soy feliz.
Cuando comienza 2 Become 1, Bianca se apaga de vuelta.
La canción habla de sexo y quizás no sea el mejor tema ahora
mismo.
—¿Quieres hablar al respecto? —pregunto con cautela,
mis ojos van desde la carretera hasta la pensativa Bianca.
—Creo que no.
Okey…
—Bueno, cuando estés lista, aquí estoy.
Killian el maduro soy ahora, aparentemente, no importa lo
que hice hace unas horas. No importa cómo lamí cada
centímetro del coño de Red, ni cómo besé sus labios o cómo
acaricié su lengua con la mía, ahora soy un Lord Inglés.
Excepto por la parte en la que robé su móvil y hablé con su
novio.
Esa parte podemos ignorarla por el momento.
—Gracias por darme tiempo.
—Tiempo es todo lo que tengo… —Mi voz suena
apagada.
¿Será porque no estoy acostumbrado a que una mujer me
rechace y me desee así?
¿Será porque estoy enamorado de ella y ella no muestra los
mismos sentimientos que yo?
—¿Cuál es tu lenguaje de amor? —pregunto pretendiendo
que no es una gran pregunta para hacerle a alguien en un
coche tan cerrado como este.
Sé que sabe a lo que me refiero. Cada persona demuestra
el amor de diferentes maneras, joder, lo aprendí gracias a su
podcast. Algunos necesitan palabras de afirmación, otros
contacto físico, regalos, tiempo en pareja o actos serviciales.
Yo sé el mío, contacto físico y palabras de afirmación. Sé
lo que no le gusta a ella, regalos, Bianca no sabe aceptarlos…
—Creo que estoy entre tiempo en pareja y contacto físico.
—Bien. Puedo trabajar con ello, es más, creo haberlo
hecho desde anoche.
Ella se ríe silenciosamente, pero creo que busca reprimir la
risa.
—¿Tú?
—Palabras de afirmación, siempre me gusta escuchar
cosas bonitas sobre mí —se ríe con mi respuesta—, pero el
contacto físico es muy importante para mí.
Extiendo mi mano y tomo la de ella, mi piel contra su piel
se siente especial, natural y adictiva.
Ella me sonríe con un poco de timidez y me devuelve el
agarre. Entonces llevo su mano a mi boca y deposito un beso
allí.
Te amo.
Susurra mi cerebro.
¿Qué demonios? ¡No estoy listo para decirlo y ella mucho
menos escucharlo!
Cuando llegamos a la puerta de su piso, la detengo cuando
intenta bajar del coche.
—No estoy bromeando, ni es un capricho, quiero estar
contigo Bianca —digo con seriedad— y si tienes que saber
algo de mí, es que cuando quiero algo, soy capaz de jugar
sucio con tal de conseguirlo.
—Suena como una amenaza… —dice preocupada.
—Es solo un aviso, nunca insistiría si no obtuviera
respuesta tuya, pero está ahí, me deseas, lo sé, solo dame una
oportunidad para demostrarte lo serio que me tomo este tema.
—Déjame pensar Kill —sus palabras salen con dolor de su
garganta—, cuando estas cerca no pienso con la lógica.
—Dímelo a mí… —susurro sintiendo la erección que está
por explotar en mis pantalones—. Te llamaré mañana, ¿está
bien?
Ella asiente y una vez más intenta salir del coche, antes de
dejarla hacerlo, la agarro de la nuca y la beso.
Que recuerde lo que se siente cuando estamos en contacto.
Que se lleve mi impresión en sus labios y que conviva
conmigo hasta que se dé cuenta qué tan bien funcionamos
juntos.
—Adiós, Red —susurro sobre sus labios, mis ojos fijos en
ellos.
Ella asiente con ansiedad y sale disparada del coche como
un perrito asustado.
Me río mientras la veo entrar a ese edificio horrible, tengo
que hacer algo para sacarla de allí.
Por eso llamo a Valentino y cuando el maldito no me
responde, dejo un mensaje de voz.
—El lunes quiero saber qué casas están disponibles en
Sausalito, asistonto, gracias.
CAPÍTULO TREINTA
BIANCA

—M e dijo la señora Davis que Liam está de gira


por el país.
—Aha… —digo sin prestarle mucha atención a mi madre,
en cambio leo los emails que tengo atrasados.
Uno se sorprendería de la cantidad de gente que busca
consejo de una desconocida.
—No entiendo por qué no fuiste con él…
—¿Porque tengo un trabajo que tengo que cumplir? —Mi
sarcasmo normalmente le pone de muy mal humor, pero hoy
no tengo paciencia para mi madre y me siento un poco
rebelde.
Un poco nada más.
—Bianca, las dos sabemos que eso del podcast es
temporal, yo ya te lo digo, si no le das atención, Liam se
aburrirá de ti.
Sería lo mejor que podría pasarme en este momento. Me
facilitaría la vida, menos opciones, más relajación mental.
—Si él no puede aceptar que tengo una vida fuera de la
relación, tal como tú no puedes aceptarlo mamá, entonces no
es mi problema. El podcast es mi trabajo, me da de comer, un
techo sobre mi cabeza y libertad, algo que no muchas mujeres
pueden disfrutar.
El corazón martillea fuerte dentro de mi pecho.
¡No me reconozco!, ¡nunca le hable así a mi madre!, ¡bien
por mí!
Mi madre bufa del otro lado del móvil y una risa triunfante
aparece en mi rostro.
Pareciera que hay un ladrillo menos dentro de mi mochila.
Me pregunto de dónde sale esta valentía.
El susurro de su nombre se desliza dentro de mi mente, sé
quién es él, pero lo ignoro, por ahora al menos.
—¿Cómo está mi padre? —pregunto para alivianar la
conversación.
—Preocupado por ti, tiene miedo que seas una solterona de
por vida.
—¡Yo no dije eso! —Se escucha en la lejanía.
Sonrío, sintiéndome protegida por él.
—Bueno, bueno —dice mi madre—, ya que sois tan
cómplices, ven y dile a tu hija lo que dijo el médico de tu
colesterol.
—¡Bah!
—¿Qué dijo? —pregunto por encima de los gritos
malhumorados de mi padre.
—Que tiene que empezar a comer mejor, pero no me
escucha Bianca.
—Dile que se ponga.
Escucho el sonido del móvil siendo pasado de una mano a
la otra, rompe mi oído por un segundo, pero no puedo
criticarlos, ellos no nacieron con esta tecnología en la mano.
—Qué… —dice mi padre, aunque el tono es enfadado,
puedo escuchar su sonrisa.
—Tienes que cuidarte, ¿quién va a protegerme de mamá
sino? —digo con un tono serio, un poco chiste y un poco de
verdad.
—Tú puedes protegerte sola, solo que todavía no te has
dado cuenta.
Suena muy como Killian eso.
—Bueno, no, te necesito, así que cuídate, solo trata de no
comer tanta comida comprada, sé que los mediodías en el
taller son de locos, pero llévate un tupper de casa.
Suspira pesadamente.
—Está bien, está bien, prometo cuidarme. ¿Puedo irme ya?
—Sí…
El móvil vuelve a mi madre, pero no habla, espera que mi
padre se vaya.
—Estoy preocupada Bianca, las cosas no están bien.
—¿A qué te refieres? —Su voz me alerta y dejo de hacer
todo lo que estaba haciendo.
—Las cosas en el taller no están funcionando, abrieron un
nuevo taller a dos calles que nos está robando todos los
clientes, tu padre está preocupado por eso, es nuestro único
ingreso.
—Ay mamá, ¿quizás pueda ayudar con ideas de
marketing? Tengo un equipo que se encarga de eso en el
podcast quizás…
—No Bianca, esto no tiene salvación, solo tenemos que
pensar en retirarnos unos años antes de lo planeado, eso es
todo.
Cuando termino la conversación siento un agujero en mi
estómago, no me gusta pensar que mis padres están mal
económicamente y quisiera ayudarlos con todo lo que tengo.
Pero, ¿qué tengo?
No mucho, apenas me alcanza para mí.
El resto del día transcurre con normalidad, por la mañana
comienzo a programar el nuevo capítulo, escribiendo todo lo
que quiero decir, los minutos que voy a dedicarle a cada tema
y selecciono los mensajes que me llegaron durante el fin de
semana y quiero exponer. Por la tarde me dedico a investigar,
algo que hago al menos una vez al mes, de qué temas se habla
en internet, ejemplos de casos con estrellas de Hollywood o
simplemente lo que esté en boca de todos. Así mantengo los
temas interesantes y frescos.
A la noche no puedo ocultar más la ansiedad que me da
que Killian no me haya llamado y esa vocecita interna que él
siempre nombra, Biansiedad, me dice que no sea tóxica, que
no me obsesione.
Tú le pediste tiempo, ¿recuerdas?
Sí, pero él dijo que iba a llamarme y ahora que no lo
hizo…
Suspiro y miro mi reflejo en el pequeño espejo de mi baño.
—No seas desesperada, ni histérica, a los hombres no les
gusta eso.
Puaj, sueno como mi madre.
Y sí, es imposible salir de ese estado mental después de
años de escuchar las mismas frases una y otra vez.
Me lavo la cara y me pongo el pijama por más que sean las
siete de la tarde.
Busco con mucho aburrimiento qué ver en Netflix y me
doy cuenta de algo fundamental. Liam no me llamó como dijo
que iba a hacerlo y, sin embargo, la ansiedad no está colocada
en ese pensamiento.
Es en Killian donde está ubicada.
—Oh Dios…, ¿qué estoy haciendo? —digo dentro del
silencio de mi pequeño piso.
Cuando finalmente me decido por ver Crepúsculo una vez
más, el móvil suena y reacciono tan efusivamente que me da
vergüenza.
<<Killian, El Semental: Asómate>>

¿Q ué demonios quiere decir con…?


Oh…
Noooo
Me levanto de la cama y corro la cortina con mucho
cuidado para ver la ciudad de noche, con las luces de los
coches detenidos encendidas, los semáforos más brillantes que
de costumbre y pocos peatones en la calle. Pareciera que todos
se fueron a dormir, excepto Killian que está en la acera de
enfrente, con una bolsa de papel madera en la mano y una
sonrisa.
Hace señas diciendo que va a subir y mi estómago da un
vuelco tan agresivo que creo que voy a vomitar.
El golpe en la puerta es juguetón, rítmico y alegre, y tan
Killian que me hace sonreír.
Cuando abro la puerta levanta la bolsa de comida.
—¡Cena sorpresa! Juro que es saludable así no empiezas
con la culpa y todo eso.
Sonrío con mis labios apretados, mi emoción por verlo es
tan grande que no la puedo contener y antes de darme cuenta
lo estoy abrazando como una niña necesitada.
—Red, ¿estás bien? —susurra acariciando mi espalda.
Asiento sin responder verbalmente, porque sea lo que sea
que diga, sonará como la patética que soy.
Killian me aleja y me observa con preocupación.
Observo su barba que está prolijamente cortada, su traje
lujoso sin corbata y sus zapatos costosos. No parece el Kill de
ayer, el chico rebelde que me empujó a la cama y me besó
como un profesional.
—¿Qué ocurre?
—Nada, solo estoy contenta de verte.
Eso lo hace sonreír, Dios, sonríe tan amplio y con tanto
alivio con esos dientes blancos y esos labios carnosos que un
cosquilleo aparece en mi vientre.
—Yo también…
Deja la comida en la encimera, quita su traje y arremanga
su camisa. Me gusta verlo ponerse cómodo, se siente
doméstico y cómodo y… feliz.
—Me encanta cuando no usas maquillaje, puedo ver esas
pecas con más definición. —Sus manos envuelven mi rostro,
sus ojos recorren cada rincón de mi piel—. Te extrañé… —
confiesa.
Yo también… quiero gritar, pero sello mis labios, aunque
parece que no es necesario decirlo, porque Killian sonríe.
—Mi intención principal era alimentarte, pero ahora que te
vi no puedo funcionar bien.
Me río.
—¿Cuál es la segunda intención?
—Besarte hasta que nos duelan los labios. Hasta que no
podamos respirar… —responde con ojos cazadores, oscuros y
fijos en mí, su respiración acelerada.
Basta con que mire sus labios para que Killian apoye
suavemente los de él con sus manos aún sosteniendo mi rostro
con cuidado. Eventualmente envuelve mi cuerpo con sus
fuertes brazos y me atrae hacia él.
Su cabeza se mueve de un lado a otro mientras su lengua
explora mi boca y no mintió cuando dijo que quería besarme
hasta que no podamos respirar, porque cuando finalmente
terminamos el beso, los dos respiramos entrecortadamente.
Sé lo que estamos pensando, lo que estamos necesitando.
Más… más del otro.
—Ve a buscar los platos, a menos que estés dispuesta a
terminar con tu ropa rasgada por mis dientes.
Cubro mi pijama pretendiendo estar asustada y él suelta
una carcajada, cuando camino hasta la alacena, con su mano
me da una nalgada de esas que pican, cuando volteo, lista para
insultarlo, su media sonrisa y ojos traviesos están allí.
Esta vez vuelvo a cerrar mi boca, pero no por miedo, sino
porque estoy amando esta nueva dinámica entre los dos.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
KILLIAN

E stuve a punto de no venir.


El pánico me petrificó durante todo el maldito día,
imágenes de Bianca irritada por mi insistencia de estar cerca
de ella me acechaban, haciéndome sentir denso y delirante.
Resistir esa necesidad fue tan difícil como resistir sus labios,
así que me convencí que era algo que debía hacer, abandoné
mi puesto de trabajo y compré ensaladas para cenar con ella.
La alternativa era cenar solo en mi casa, preguntándome
qué estaba haciendo, con quién o si estaba hablando con Liam.
No mentí cuando dije que la extrañaba. Durante todo el día
en la oficina tuve que pedir que me repitieran las cosas diez
veces porque siempre estaba ella en mi mente. Valentino odió
cada minuto, pero no me importó, ella ahora está abarcando
toda mi energía y por lo que percibo de ella, creo que siente lo
mismo. Pareciera que es otra persona. La que dejé ayer por la
tarde en este mismo piso estaba confusa, alejada y cautelosa,
la Bianca de hoy reaccionó como si nos reencontramos
después de meses.
¿Es buena señal no? Tendría que preguntarle a ella en el
podcast.
Sentí ayer cómo sus ladrillos se derribaron cuando la besé,
cuando lamí su cuerpo. Ahora puedo espiar por detrás del
muro de Bianca y amo todo lo que veo.
El futuro, juntos.
Estamos comiendo en su cama. Me quité los zapatos para
estar más cómodo y ella puso una película horrible de
vampiros en su ordenador de fondo.
—¿Qué tal tu día? —pregunto cuando el vampiro le pide
que diga en voz alta lo que es.
A mí me gusta el romance, pero esto es demasiado…
—Bien… —responde pinchando su ensalada César.
Levanto una ceja en respuesta de su corta y seca respuesta.
Ella me percibe, suspira y continúa.
—Estoy preocupada por mis padres, mi madre dijo que
están teniendo problemas económicos.
—Oh… —dejo mi ensalada terminada en el suelo y enfoco
mi atención en ella—. ¿Es el taller?
—Sí… —dice mirando su ensalada con tristeza—, dice
que abrieron un taller nuevo y que está robando a todos los
clientes.
—Demonios —digo, pensando en cómo resolver este
problema.
—Sí, no es que estén mal, pero mi madre sonaba
preocupada, mi padre pretende que no, pero encima tiene
problemas de salud…
—¿Qué puedo hacer? —pregunto apoyando la mano en su
rodilla. Su pijama cubre su cuerpo, pero no dejo de sentir
electricidad cada vez que nuestras pieles están en contacto.
Bianca levanta la mirada, casi oculta tras sus rizos rojos.
—Nada Kill, no es tu responsabilidad —dice con sus cejas
unidas—. Con que me escuches es suficiente.
Pero no es suficiente para mí, necesito resolver lo que sea
que le angustie. De todas maneras, asiento y la dejo seguir
comiendo.
Ahora la peli no parece tan mala, especialmente cuando
estoy planeando todo dentro de mi cabeza.
Bianca eventualmente termina y deja el recipiente de
plástico en el suelo, cuando me mira, tiene salsa César en la
comisura de sus labios.
Sonrío.
—Ven aquí, tienes algo —digo agarrándola de su brazo y
atrayéndola hacia mí. La cama no es muy grande, así que no le
cuesta mucho estar a centímetros de mi boca.
Confundida y con inocencia, ella acerca su rostro y yo,
como el demonio que soy, quito la salsa lentamente con mi
lengua.
Ella me mira atónita, luego esa mirada cambia, se enfoca
en mí y lo que veo ahora es mejor que lo que vi antes…
Lujuria.
Lo sé porque la siento también, subiendo por mi cuerpo
como una sombra negra, hasta llegar a mi cabeza, haciendo
que no piense con claridad. Por eso ataco su boca mientras la
recuesto del todo en su cama, luego escalo sobre ella,
encontrando mi polla entre sus piernas.
No voy a follarla, no todavía, como dije antes, ella tendrá
que rogarme.
En el mientras, disfruto de sus besos, sus pechos bajo mis
manos, su coño frotando contra mi polla.
—¿Cuánta salsa tenía? —inquiere resistiendo la risa.
—Mucha, no sabes comer como un adulto, claramente —
digo besando su cuello—. Qué suerte tienes que estoy aquí
para ayudarte. —Mi lengua recorre el límite de su oreja y mi
mano lentamente viaja a donde yo quiero estar.
Bianca gime cuando siente mis dedos penetrándola.
Entreabre su boca buscando exteriorizar el placer, gemidos
y jadeos y yo dejo que el pulgar de mi mano libre sea chupado
por ella.
—Maldición… —digo mirando cómo lo chupa, con sus
ojos encendidos, mirando mi reacción—. Estoy pensando
seriamente en raptarte, Red.
No hay una pizca de chiste en lo que digo, hoy lo pensé
más de una vez y me recomendé llamar a Oliver y preguntarle
si estos pensamientos son normales cuando una mujer te tiene
así.
Parece que le gusta lo que digo, porque hay un nuevo nivel
de excitación en sus ojos.
Más fuego y ansias.
Qué traviesa.
Qué suerte que estoy aquí para cumplir sus fantasías.
—Listo —digo haciendo desaparecer mis dos manos de su
cuerpo—, vamos.
—¿A dónde?
—A mi casa… —Tomo su mano y la levanto hasta tenerla
sobre mi hombro.
—¡Killian! —patalea—. ¡Bájame!
—No, no estaba bromeando, voy a llevarte a mi casa,
atarte en mi cama y manosearte como nadie hizo nunca.
Ella ríe, pero yo estoy colocando mis zapatos a tientas y
buscando mi traje para irnos.
—¡Es lunes!, ¡no puedo desaparecer!, ¡necesito grabar mi
podcast!
—Hazlo en mi casa.
—¡No! —grita riendo y pataleando—. Bájame.
Lo hago, pero en vez de dejarla en el piso, la apoyo en la
encimera, abriendo sus piernas y empujando mi erección
contra ella.
—¿Qué tengo que hacer para convencerte de que vengas
conmigo?
—¿Ser adulto y contenerte? —su rostro rojo.
Niego con la cabeza, pero mi sonrisa está allí.
También mi erección.
Vuelvo a levantarla, esta vez me doy el lujo de acariciar su
trasero. No como la primera vez que la cargué hasta su piso y
padecí cada momento, cada escalón subido mientras mis dedos
estaban peligrosamente cerca de su coño. La dejo en la cama
otra vez.
—Imposible. Nunca supe o pude ser ninguna de esas dos
cosas —digo besando su mejilla—. Ahora, tócame antes de
que prenda fuego a tu piso y muramos los dos consumidos por
esta lujuria.

—T engo una serie de preguntas, ¿tienes tiempo para


responder? —pregunto mientras conduzco de
vuelta a casa.
La erección todavía me molesta, pero estoy aprendiendo a
convivir con ella, somos mejores amigos ahora.
—Sí, solo necesito un segundo —responde Oliver.
Del otro lado escucho puertas cerrarse y el silencio de la
media noche texana.
—Ahora sí.
—Tengo una situación…
—¿Laboral? —pregunta con un tono inquietante.
—No —pongo los ojos en blanco—, no todo en mi vida es
trabajo.
—Lo sé, quería descartar opciones.
A pesar de ser el Walker menos hablador, sé que cuando se
trata de un consejo, Oliver siempre está listo para desarrollar
una tesis. No importa la hora.
—Es alguien… —El semáforo se pone en rojo y el Tesla
se detiene silenciosamente.
La ciudad duerme ya. Es un lunes a las doce de la noche,
solo hay taxis yendo o volviendo del aeropuerto, hombres sin
techo caminando por ahí y yo con mis preguntas y miedos y
todo esto que no pedí, pero apareció en mi vida.
—¿Ajá? ¿Una mujer?
—Sí, alguien nuevo que no conoces.
—¿Y el problema es…?
El semáforo cambia a verde y avanzo por la calle desolada.
—Tengo pensamientos difíciles cuando se trata de ella,
posesivos, me asustan.
—Ah… —dice como si entendiera todo—, te enamoraste.
No respondo, en cambio trago saliva.
—Puede ser… ¿Es normal?, ¿te ha pasado alguna vez?
Oliver se ríe.
—Una vez interrumpí una cita que tenía Cala con tal de
tener su atención, pretendí ser buena persona cuando en
realidad solo quería subirla a mi todoterreno y alejarla de ese
cabrón que la había invitado a comer.
Me río.
—No puedo creerlo, ¡Oliver Walker el hombre de las
cavernas!
—Cien por ciento, estaba celoso y no pensé con
coherencia, no te preocupes, es normal y viene con el paquete
cuando amas a alguien.
—¿Qué más viene en el paquete? —pregunto buscando
entretenimiento.
Me subo al puente y me enfoco en la autopista iluminada
por grandes faroles blancos.
—Oh bueno, pensar se complica, a decir verdad, sentir
pánico de vez en cuando, pensar que todo lo que haces va a
ahuyentarla, estar muy muy caliente todo el tiempo…
—Bueno, bueno, qué estás hablando de la madre de mi
sobrino.
—Parecíamos conejos.
—¡Oliver! —regaño, pero me río por el inesperado
comentario.
Mi hermano se ríe y luego suspira, probablemente
pensando en su mujer y en las travesuras que hacían cuando se
conocieron.
—¿Quién es la afortunada?
No puedo creer esto, nunca hablé de alguien tan
importante para mí y me encuentro siendo reservado al
respecto.
—Se llama Bianca, es una amiga.
—Todas son tus amigas, Kill.
—Oh no, no, ella empezó siendo mi amiga de verdad,
luego…
—¿Las líneas se borronearon? —pregunta la voz de mi
hermano por los altavoces del Tesla.
—Sí, no hay líneas ya, más bien un mejunje de
sentimientos y hormonas… muchas hormonas.
—Entiendo perfectamente, ¿qué otra pregunta tienes?
—¿Cómo sabes si realmente es amor y no una erección
constante cuando piensas en ella?
—Bueno, creo que la respuesta se responde rápido con una
simple pregunta.
Mis oídos se afilan, esperando con ansias esa maldita
pregunta. Conduzco por inercia, sin pensar en los coches a mi
alrededor, ni que estoy manejando una máquina.
—Escucho…
—Imagina tu vida sin ella, ¿crees poder sobrevivir?
—Absolutamente no —respondo rápido y con tanta
seguridad que me sorprendo.
—Ahí tienes tu respuesta, hermano. —Sonrío aliviado por
entender todo un poco más—. ¿Cuándo vamos a conocerla?
—Uf, qué pregunta, tengo que matar al novio primero.
—¿NOVIO? —grita Oli.
—Bueno, no es novio, novio, es el tipo con el que sale de
vez en cuando, el problema es que ese tipo es Liam Davis.
—¿El Tech-Boy?, ¿no estamos haciendo un edificio para él
en Silicon Valley?
—Exacto…
—Oh no, Kill… Esos tipos tienen abogados como tú y yo
tenemos habitaciones extras. Ten cuidado.
—Sí, sí, no estoy preocupado por el proyecto, solo quiero
sacarlo de esta ecuación, tres son multitud.
—Ya lo creo, es difícil calmar al macho alfa cuando hay
otros merodeando la zona.
Me río y pongo la luz de giro, ya estoy más cerca de casa.
—¿Cómo está Cala?
—Bien, durmiendo, Astor está teniendo problemas para
dormir, ya sabes cómo es esto.
No, pero me gustaría.
—Sí… oye gracias por escucharme tan tarde.
—Cuando quieras, aquí estoy, ¿nos vemos la semana que
viene?
Uno mis cejas en el medio de la frente mientras espero que
se abra mi garaje.
—¿Hay reunión?
—No tonto, las vacaciones familiares…
—¡Oh! —¡Maldición! Me olvidé completamente de ello
—. Sí, sí, no veo la hora de veros a todos.
No puedo dejar a Bianca, así como estamos, estoy
desarrollando un avance nunca visto por la humanidad, irme
ahora es un error.
—Genial, nos vemos en la playa entonces.
Cuando termino la llamada, apoyo mi cabeza en el
respaldo del coche y suspiro.
Esto se puso más complicado de lo que pensé.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
BIANCA

—A lguien me hizo una pregunta esta semana y esa


fue: ¿Cuál es tu lenguaje de amor? Es un tema
que me apasiona y si estás escuchando este
podcast es porque tú sientes lo mismo. Entonces, teniendo en
cuenta que para fortalecer vínculos afectivos y resolver
conflictos es necesario comprender el origen de estas faltas de
compatibilidad, es importante entender las diferentes formas
para expresar amor. Por ejemplo, con palabras, si eres una
persona que necesita escuchar el cariño verbalizado o elogios
quizás este sea tu lenguaje. Quizás sea el tiempo de calidad, no
confundir con ir a cenar juntos, hablo de pasar tiempo,
escuchando a la pareja, viviendo la relación donde los dos
están cómodos con la compañía del otro…
Hago una pausa por un segundo de más, escuchando mis
palabras.
Kill es alguien con quien puedo pasar horas y no aburrirme
o tener largos baches de silencio sin sentirme incómoda por
ello.
—Luego tenemos a las personas que sienten que los
regalos son la demostración perfecta de cariño y antes de que
juzguéis, pensemos en alguna situación en la que alguien vio
algo que le hizo recordar a nosotros y se lo trajo, eso puede ser
un lenguaje muy expresivo. Luego tenemos actos de servicio y
eso me recuerda a una oyente, ella estaba encantada de que su
marido echara gasolina por ella, ya que ella odiaba ir y
siempre se sentía incómoda, eso es un gran acto de servicio.
Finalmente tenemos el contacto físico y sé lo que estáis
pensando, Bianca, todos queremos tener contacto físico con
nuestra pareja. Sí, os escucho, pero para algunas personas es
mucho más importante un abrazo que un regalo o un te amo.
Las manos de Killian se filtran por mi mente. Cómo su
abrazo se profundizó con cada segundo que transcurría. Mis
piernas se cierran al recordar su agarre firme sobre mi piel, su
lengua arrastrándose por mi cuello.
Glup.
—Si alguna vez sentís curiosidad sobre este tema, hay
miles de test en internet donde podéis descubrir cuál es el
vuestro, ahora vamos a leer algunos mails que llegaron esta
semana…

D espués de enviar el audio en crudo a mi editor,


recuerdo que soy un ser humano, que tiene que
alimentarse y que momentáneamente tiene la nevera
vacía.
Una vez en la calle, me asombro por el día hermoso que
hace. Déjame decirte que en San Francisco los días despejados
son escasos. Siempre hay nubes en el cielo o viento frío.
Quizás por eso todos están en la calle y en el parque
disfrutando de un día como este.
Coloco mis cascos y Tennis Court de Lorde suena mientras
camino y sonrío al respirar este día. Hace mucho que no hago
esto y se siente refrescante explorar la ciudad sin brújula.
Sin destino.
Y con espacio mental para pensar en todo lo que ocurre en
mi vida.
En cómo Liam está haciendo fácil esta decisión.
En cómo Kill sonríe cada vez que abro la puerta de mi piso
y mi estómago se retuerce de emoción.
En cómo los dedos de mis pies se contraen cuando siento
sus manos sobre mí.
Cuando llego a la calle Mission me alegro al ver el edificio
más alto de San Francisco, el más imponente, fuerte y bello,
como el hombre que trabaja allí.
Saco una foto al edificio, hoy celeste por el reflejo del
cielo en los cristales y se lo envío a Kill.
<<Bianca: ¡Hola desde abajo!>>
Su respuesta es inmediata.
<<Killian, El Semental: Nada nuevo en tu vida, Red >>
<<Killian, El Semental: Ven a verme, te extraño.>>
Cuando leo el segundo mensaje, me topo contra alguien.
—¡Mira por dónde vas! —me grita un hombre mayor.
—¡Disculpe! —digo apenada.
Si supiera lo que acabo de leer me entendería.
<<Bianca: ¿No tienes que trabajar?>>
<<Killian, El Semental: No, soy el jefe, ¿recuerdas? Puedo
dejar de trabajar cuando quiera, ven.>>
<<Bianca: Está bien, pero solo por las vistas eh, que no se
te suba el ego>>
<<Killian, El Semental: Entendido <3>>
Siete calles después llego al Salesforce y en la puerta está
Valentino mirando el móvil con cara de pocos amigos. Cuando
me ve sonríe y me da un pequeño abrazo.
—Qué suerte que estás aquí.
—¿Qué ocurrió? —pregunto nerviosa, fueron solo siete
calles, pero quizás pasó algo… Mi estómago vuelve a
reaccionar, pero ante sentimientos opuestos a los que dije
antes, pensar en que podría pasarle algo a Killian levanta solo
desesperación.
—Nada —dice señalando el camino para que lo siga, pasa
una tarjeta de acceso y las puertas se abren—. Killian está
insoportable últimamente y cuando le dije que tenía una
videoconferencia con los hermanos en tres minutos, empezó a
gritarme porque dijo que estabas viniendo de visita.
Me detengo.
—¡Le pregunté si estaba ocupado! —me defiendo.
No quiero parecer esas novias que…
¿Novia? ¡Bianca!,¡no eres su novia por el amor de Dios!
La recepción del edificio es imponente, con grandes
estructuras de hierro pintado de blanco, me recuerda a un
esqueleto masivo de una ballena y el escritorio de las
recepcionistas debe medir diez metros y detrás de ellas hay
una pantalla tan grande como la del cine, donde transcurren
videos publicitarios. La gente que entra y sale está muy bien
vestida, de trajes a medida como Killian y las mujeres se ven
como Claire de House of Cards.
Yo por otro lado, llevo un suéter negro gastado y extra
grande y mis shorts vaqueros están deshilachados y
completamente fuera de lugar. Estiro las mangas del suéter
para cubrir mis manos, buscando refugio de alguna manera y
guardo mis rizos detrás de mis orejas.
Valentino oprime el botón de uno de los cinco ascensores y
me responde mientras entramos.
—No le puede decir que no a Silas Walker —responde
mirándose en el espejo del ascensor, se acomoda el cabello—.
Oh, por cierto, me gustó mucho el capítulo de la semana
pasada, ¿de qué se trata el siguiente?
Sonrío, contenta de conocer a alguien que escucha del otro
lado.
—Los lenguajes del amor.
—Uuh… —dice exageradamente—. Interesante.
El ascensor tarda como diez minutos en llegar al piso de
Killian y cuando se abren las puertas un gran cartel que dice
Property Group aparece frente a mí.
La recepcionista me sonríe sin enseñar sus dientes y yo
respondo de igual manera.
—No le prestes atención a Mary, odia su vida y a todos los
que trabajamos aquí.
Me río y avanzo en una oficina llena de escritorios, salas
de conferencias del tipo pecera y las vistas más arrebatadoras
que vi en mi vida. Nunca estuve en una oficina tan fresca, se
siente como un salón moderno y minimalista.
Valentino me guía por el medio de los escritorios, miradas
curiosas por sobre los monitores me observan y bajo la mirada
porque realmente me siento como un pez fuera del agua aquí.
Ni siquiera tengo maquillaje puesto.
Esto está definitivamente fuera de mi zona de confort.
Al final del largo camino hay una oficina enorme y detrás
de los cristales puedo ver a Killian. Está sentado detrás de un
escritorio, tiene tres monitores delante de él, pero solo mira el
del medio. Por un segundo me cuesta reconocerlo, es casi otra
persona, se ve imponente, serio, metódico mientras expone
algo que no puedo escuchar desde aquí.
Podría decir inclusive que me siento un poco inhibida por
él y toda su vibra CEO.
Valentino coloca la mano en su puerta de cristal y me dice:
—Me pidió que te hiciera entrar y que te dijera que puedes
esperar en la sala mientras él termina.
—Pero está en reunión.
Valentino levanta los hombros y los desploma con pesadez.
—Nuevas reglas se aplican cuando estás cerca, Bianca.
Abre la puerta y me enseña unos sillones hermosos justo al
lado del ventanal.
Miro a Kill de costado, puedo escuchar las voces de sus
hermanos discutiendo un proyecto, cuando me ve, solo sus
ojos se mueven y me siguen con la mirada hasta que hace un
guiño y sigue hablando.
Si dijera que eso no me afectó en las tripas, estaría
mintiendo.
De todas maneras, espero por él mientras observo la bahía
de San Francisco y me enamoro un poco más de la ciudad.
Como también del hombre detrás de mí.

C uatro fotos, dos videos y un selfie mal sacado después,


Killian camina hacia la sala que tiene dentro de su
oficina gigante. Se abrocha el botón de la chaqueta
mientras lo hace, su caminar es confiado, como un hombre que
sabe que es hermoso y vanidoso también.
—¿Acaso mis ojos vieron correctamente?, ¿te has sacado
un selfie?
Pongo mis ojos en blanco y me levanto del sillón, siempre
me siento pequeña a su lado, pero estando sentada es peor.
—¿No estabas en reunión?
—Sí, la reunión más difícil de mi vida, no podía quitarte
los ojos de encima —susurra dando un paso más cerca para
besarme, pero yo retrocedo, mirando a toda su oficina moverse
y mirar de reojo. Kill se da cuenta y los saluda a todos con una
gran sonrisa.
—¡Killian! —lo reprendo sentándome otra vez, hay una
planta que me protege de la mirada del resto.
—Ellos deberían sentir vergüenza, Red, solo buscan
cotilleo. —Se sienta a mi lado y apoya su brazo sobre el sillón
justo detrás de mí, Kill siempre busca cómo estar en contacto
conmigo, aunque sea solo un centímetro—. Ahora, Bianca,
cariño, quiero un selfie yo también.
—¿De los dos?
—¡Sí! —dice arrebatando el móvil de mi mano y abriendo
la cámara.
Los dos sonreímos en la primera foto, en la segunda Kill
saca la lengua y en la tercera deja un beso en mi mejilla.
Este hombre va a matarme.
—Preciosa —dice.
Sus ojos recorren la imagen de los dos con un brillo
especial, uno que nunca vi y eso le hace algo a mi alma.
Cuando levanta la mirada conecta conmigo y dice:
—¿Qué voy a hacer contigo, Red?
Qué voy a hacer con esto que siento, qué voy a hacer con
tu histeriqueo, tu indecisión, con mi corazón.
Eso es lo que me dice y me siento tan abrumada por la
intensidad de su pregunta que debo recordar respirar y soltar el
aire lentamente, para centrarme.
—No me respondas —agrega rápidamente antes de que
pueda formular algo que no sea una estupidez total—, prefiero
no saber la respuesta, por ahora. ¿Qué haces caminando por
aquí?
Gracias a Dios por el cambio de tema.
—En realidad salí a hacer la compra cuando me di cuenta
que hacía un día hermoso afuera y decidí seguir caminando.
Se ríe, pero ese brillo sigue allí, gritando sentimientos que
se sienten como fuego entre mis piernas.
—Y ese camino te guió hasta aquí… me gusta tu
espontaneidad, podríamos decir que tu espontaneidad es mi
amiga.
Me río y arrebato el móvil de su mano.
Killian, en respuesta, quita mis cascos colgados en el
cuello y se los coloca.
—A ver qué estabas escuchando.
Nos pasamos media hora, sentados en el sillón
cómodamente. Killian escucha a Lorde y revisa cuáles fueron
las últimas canciones que escuché. No se sorprende cuando ve
que la mayoría son las Spice Girls.
Valentino entra a la oficina, nos mira con una ceja arriba
mientras nos peleamos por quién pone la siguiente canción.
Cuando no obtiene nuestra atención, carraspea.
—Todo muy lindo y adorable, pero me voy —le avisa.
—Vete asistonto, estoy bien acompañado —responde Kill
mirando mi móvil con atención.
—¡Killian! —lo empujo con mi codo—. No puedes
llamarlo así.
—Estoy acostumbrado —dice Valentino caminando hacia
la puerta—. El día que me canse, se va a dar cuenta de lo que
se perdió.
Killian toma un cojín del sillón y lo arroja hacia su
asistente.
—Cállate, que amas trabajar para mí.
Valentino pone los ojos en blanco y me sonríe.
—Adiós Bianca, suerte con este eterno adolescente. —
Cierra la puerta tras él y entonces me percato que el atardecer
ocurre afuera y que estaba tan concentrada en Killian que casi
me lo pierdo.
Creo que aquí arriba puedo darme cuenta del poder que
Killian tiene, estas vistas son para ojos afortunados, creo que
solo pagando un ticket de avión puedo ver algo así y él lo ve
todos los días.
Me levanto y camino hasta el ventanal, mis dos manos
apoyadas sobre el cristal, mi nariz también. Esto me hace
pensar que nunca vi realmente San Francisco, hasta ahora. El
sol desaparece tras el Golden Gate y los colores anaranjados y
rojos tiñen las nubes del cielo, dándole contraste a las
montañas.
Sus manos se arrastran sobre mi estómago y me tenso lo
suficiente para que se dé cuenta que algo está mal.
Me suelta.
—¿Qué hice?
—Nada… —digo con una sonrisa tensa—. No me hagas
caso…
Eso levanta una curiosidad imposible de contener (es
Killian después de todo) y me rodea, apoyando un hombro
relajadamente sobre el ventanal, creo que me daría vértigo a
mí.
—Dímelo.
—Es una tontería… —niego con la cabeza y cruzo mis
brazos.
—Quiero saberlo igual.
—Es que no me gusta que me toquen la barriga —suelto
evitando la mirada—, me da mucha vergüenza.
Mi inseguridad siempre fue una barrera para mí,
especialmente en la intimidad, el otro día fue fácil porque las
luces estaban apagadas, pero ahora con toda esta luz y
exposición, necesito cubrirme.
—Lo siento, no lo sabía —dice mirándome con pena, lo
cual odio.
Pero no es su culpa, yo soy el problema, yo y mis kilos de
más que me dan vergüenza y fantaseo con eliminar algún día.
—Tus hermanos tienen voces aterradoras —digo
cambiando de tema, necesito hacer desaparecer esta tensión y
funciona porque Killian resopla.
—Son todos ositos cariñosos —dice colocándose a mi lado
y dejando su brazo sobre mis hombros.
—¿Cómo funciona el dinamismo de cuatro hermanos en
una empresa, no se pelean por el poder?
—Pfff — Killian se ríe livianamente—, ninguno está
desesperado por eso, pero mi hermano mayor Silas tomó la
responsabilidad, en los papeles él es el CEO de Property
Group y el resto somos Managers Regionales. La realidad es
que cada uno maneja su oficina con libertad, es como que cada
uno es el CEO del estado donde vive.
—Ohh… —respondo entendiendo—. Increíble, los
hombres normalmente…
Killian me mira, con cara de pocos amigos.
—Nunca, nadie, nada —digo repitiendo las palabras que
me enseñó.
—Exacto, gracias. —Sonríe diabólicamente y deja un beso
en mi cabello—. Ahora que estamos solos, ¿Crees que puedo
besarte?
Miro hacia atrás, buscando esos ojos curiosos de antes,
pero la oficina está vacía.
Killian habrá leído en mis ojos que sí, porque me empuja
hasta encerrarme entre su cuerpo y la ventana. La inmensidad
de San Francisco detrás mío, pero Killian roba mi mirada
cuando lo siento sobre mis labios. Nos besamos con el
atardecer detrás nuestro, solo que esta vez no hay ataque de
pánico de por medio, esta vez los dos flotamos hasta gemir,
hasta que entierro mis dedos en su cabello y ruego por un
lugar privado.
Cuando se despega de mí, mis ojos siguen cerrados,
intento contener la euforia que siento en mi estómago.
El tira y afloja entre mi mente y mi cuerpo.
Killian sonríe triunfal cuando me ve luchar conmigo
misma y dice:
—El día que sueltes esa soga que te detiene, Red, voy a ser
el hombre más feliz del mundo.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
BIANCA

E l martes por la mañana me encuentro finalmente con un


mensaje de Liam.
<<Liam: volviendo antes, paso por ti a las doce>>
La culpa que había aprendido a ignorar estos últimos días
estaba disminuyendo lentamente, pero después de este
mensaje, empieza a subir desde mi estómago hasta ahogarme.
No sé qué me altera más, si ver a Liam o si decirle lo que pasó
cuando él no estaba.
<<Bianca: Creí que te quedaba al menos una semana más de
viajes>>
En otra ocasión hubiese puesto emoticonos felices y
símbolos de admiración, ahora solo siento una condena en mi
pecho y la necesidad de esconderme en una cueva y no salir
nunca más.
<<Liam: Sí, pero te extraño y quiero verte, ¿está mal?>>
Oh Dios… este mensaje me hunde más en mi cama y tapo
mi boca con la almohada para gritar en ella y que ningún
vecino llame a la policía.
<<Bianca: En absoluto, te espero a las doce.>>
Lo primero que hago cuando entro al baño es buscar la
plancha de pelo, pero cuando estoy a punto de enchufarla me
detengo, recordando cómo Killian jugaba con mis rizos,
tirando suavemente de ellos para verlos volver a subir. Sonrío
ante ese recuerdo y cuando veo mi reflejo en el espejo me
observo feliz.
Liviana.
Segura.
Todos mis dientes están expuestos cuando me doy cuenta
de mi cambio y decido enroscar el cable alrededor de la
plancha para guardarla. No voy a cambiar mi cabello, voy a
dejar mis rizos libres para que salten con cada paso que dé por
la calle. No sé por qué se me ocurrió ocultar el hecho de que
tengo el cabello diferente al resto y especialmente mis raíces
irlandesas.
Eso no está bien, debería estar orgullosa de quién soy.
Tampoco me voy a poner diez litros de maquillaje, con
solo un poco de máscara de pestañas y labios rojos es
suficiente.
Lo mismo con la ropa, hoy es un día de mucho calor y con
un short blanco y una camiseta verde estoy más que bien.
Cómoda, fresca y lista para correr en caso de que Liam quiera
matarme cuando le diga que en cuanto se fue de California me
acosté con KillK.
Bajo los escalones del edificio rápidamente, mis pies se
mueven otra vez con naturalidad y el miedo que tenía de sentir
dolor desapareció. Al llegar a la puerta veo a Liam apoyado
sobre un coche sport con un ramo de flores en la mano.
Mierda.
Nunca trajo flores, ni me esperó afuera del coche, siempre
dentro y con el móvil en la mano.
Tomo aire profundamente y lo suelto poco a poco, no sé
por qué estoy tan nerviosa. No es la primera vez que termino
una relación, pero supongo que la sombra de mi madre
deambula detrás mío y eso aumenta la presión.
Tú puedes hacer lo correcto, no es justo para él que tu
mente esté puesta en otro hombre. No importa cuán apuesto,
gracioso, sexy y bueno en la cama sea ese hombre. Liam se
merece tu tiempo y tu explicación.
Una risa se filtra en mis pensamientos al imaginar a Kill
pretender estar ofuscado por todo lo que acabo de decir de él.
Abro la puerta y salgo a la ciudad.
Liam posa los ojos sobre mí un segundo y luego desvía la
mirada hacia el resto de la calle.
Luego los vuelve a posar sobre mí.
—¿Bianca? —pregunta con una ceja arriba—. No… no te
he reconocido. —Baja el ramo de flores y se despega del
coche para saludarme con un beso en la mejilla—. ¿Qué le ha
pasado a tu pelo? —pregunta con una sonrisa incómoda
pintada en su rostro.
—Este es mi pelo natural, normalmente me lo plancho —
explico.
—Oh… y ¿por qué no lo hiciste hoy?
Mi sonrisa se difumina.
—Porque… no… —Sus ojos no me transmiten nada
positivo y siento que me hundo en el suelo de cemento—.
Porque no tuve tiempo —río masajeando mi nuca, toda mi
seguridad se fue a la mierda en menos de siete palabras—, lo
siento.
Luego recorre mi rostro y mi cuerpo.
—Creí que querrías ir a comer a Sur le France, pero con
ese atuendo vamos a tener que cambiar los planes, ten, esto es
para ti. —Entrega el ramo de flores.
—Gracias —devuelvo mientras las llevo a mi nariz, pero
estas flores no tienen perfume.
Nada en Liam parece extraordinario a comparación de
Kill.
Mis pies quieren retroceder, volver a las escaleras y
finalmente la protección de mi hogar. Nada de todo esto se
siente correcto, ni cómodo, pero necesito hablar con él y
explicarle por qué no puedo seguir viéndolo, no importa lo que
nuestras madres quieran.
Señala su coche y abre la puerta para dejarme entrar, una
vez que se sienta pregunta dónde quiero ir, le respondo que
cualquier lugar está bien.
Asiente silenciosamente mientras se sumerge en el tráfico
de San Francisco.
—Cuéntame algo, ¿qué has estado haciendo estos días? —
pregunta conduciendo concentradamente.
No menciones Carmel.
No menciones a Killian besando tus labios con urgencia.
No pienses en su lengua entre tus piernas.
—No mucho… —respondo—, los productores están
contentos con el resultado de los viernes, así que estamos
negociando agregar un día más a la semana.
—Oh, excelente —responde ausentemente—. ¿No hiciste
nada el fin de semana?
—No… —miento entre mis dientes—. ¿Tú? ¿Qué ocurrió
con el viaje?
—Puedo posponerlo, tengo cosas más importantes que
atender aquí —sonríe mirándome de soslayo—. Hay una casa
de ensaladas cerca de Civic Center, supongo que quieres ir ahí,
¿no?
Su pregunta suena rara, no sé si estoy leyendo entre líneas,
pero me siento ofendida por dentro. Antes de abrir la boca y
asumir cosas solo porque yo estoy alterada, asiento con
educación, convenciéndome que no debo leer entre líneas.
Sigue tus propios consejos, Lovecaster.
Liam hace todo al pie de la letra, abre las puertas para mí,
sonríe y principalmente me presta atención cuando hablamos,
algo que nunca ocurrió.
Parece a propósito que este hombre haga todo bien justo
cuando pienso decirle que hay alguien más en mi corazón y
que no es justo para ninguno de los dos seguir con esta
pantomima.
—Me dijo mi madre que no están bien las cosas con tu
familia —dice distraídamente—. Que el taller está en
bancarrota.
El tenedor se detiene justo delante de mi boca, lo apoyo
con cuidado dentro del aburrido bol de ensalada verde.
Respondo con cuidado.
—Bancarrota es una palabra muy grande, solo están
perdiendo clientes por un nuevo taller.
—Sí, Davis’s Engine Repair, es de mi primo —dice
masticando apresuradamente como un conejo—. Lo abrió hace
unos meses.
Mis ojos se fijan en Liam.
—¿Tu primo abrió un taller mecánico a dos calles de otro
taller? —pregunto pasmada—, ¿nunca ha oído hablar sobre el
análisis de mercado?
Liam escucha mi tono acusatorio y cortante y parece que
se acabara de percatar que yo soy la hija de mi padre.
—Bueno Bianca, el mercado es competitivo, no puedes
culparlo si le va mejor…
Tomo aire profundamente. Está haciendo esto más fácil
para mí…
—Liam, debo hablarte de algo…
Eso lo alerta.
—Te entiendo, puedo hablar con mi primo, ver cómo
puede convivir con tu padre para que no le golpee tan fuerte en
sus finanzas.
Eso me detiene. Pausando todo lo que pensaba decirle
hasta hace un segundo atrás.
—¿Puedes hacer eso?
—Claro Bianca, por ti hago lo que sea. —Sonríe
dulcemente, pero pareciera que el veneno se oculta tras sus
dientes, una mano se arrastra sobre la mesa hasta acariciar mi
brazo.
Siento rechazo físico y mi primer impulso es quitar la
mano de su alcance, pero no lo hago, solo me quedo
petrificada.
—Gracias —susurro.
—No hay de qué, ahora, ¿de qué querías hablarme?
Mi garganta se cierra y las palabras que pensaba confesar
se disuelven.
—Oh, nada importante.
Todo mi plan se viene abajo, mi estómago también y no
puedo pasar un pedazo de lechuga más por mi garganta.
Siempre supe que sería capaz de todo por mis padres, pero
nunca creí que sería capaz de firmar un pacto con el diablo con
tal de protegerlos.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
KILLIAN

C on Valentino estamos viajando a Silicon Valley, tenemos


que supervisar la construcción que acaba de comenzar y
mientras conduzco por la autopista, obligo a Valentino a
llamar a un viejo amigo.
—¡Cameron! —grito con entusiasmo.
—La última vez que me llamaste Walker, terminé
internado en Ibiza.
—Y gracias a eso conociste a tu mujer —devuelvo con una
sonrisa.
Valentino me mira extrañado y con muchas ganas de saber
qué historia hay detrás de esa frase.
—Y le doy las gracias a Dios todos los días —agrega—,
¿qué puedo hacer por ti, Walker?
—Luego te cuento —susurro a Valentino y continúo
hablando—. Necesito ayuda con algo, Cam, tengo unos
conocidos con un taller mecánico en tu ciudad, Riley’s Motors
se llama, ellos son muy importantes para mí y las cosas no
están yendo bien, ¿crees que podrías pasar el dato a tus amigos
sobre ellos? Darle trabajos y eso.
Cameron Silva es un magnate en Massachusetts, es dueño
de una empresa de logística marítima, él importa y exporta
absolutamente todo lo que usamos los americanos, desde un
bolígrafo a maquinaria específica, coches, barcos y lo que se te
ocurra. Sé que con que se corra la voz, todos sus amigos van a
ir al taller de los padres de Bianca.
Estamos hablando de los coches más caros del mercado,
Audi, Mercedes Benz, Bentley, el que se te ocurra, ellos lo
tienen.
—Por supuesto, envía la dirección a mi secretaria, yo me
encargo del resto.
—Gracias —digo mientras me paso de carril—. Te debo
una.
—No Killian, si no fuese por ti, no tendría la familia que
tengo ahora, estoy en deuda eterna.
Sus palabras me retuercen las tripas y no me
malinterpretes, me pone muy contento saber que él es feliz.
Solo que, por una vez en la vida, me gustaría ser yo el que
diga esas malditas palabras. Ser yo quien rompa con el círculo
vicioso de sentir soledad y cubrirla con multitudes de gente,
alcohol y música tan fuerte que elimina tus propios
pensamientos.
Ser suficiente para alguien, que confíe en ti para plantar
raíces y crecer.
—Me alegra escuchar que todo va bien en la casa de los
Silva —respondo con mi garganta seca.
Valentino nota mi cambio de energía inmediatamente, pero
mis ojos siguen firmes en la autovía.
Después de intercambiar cortesías con Cameron, termino
la llamada justo cuando tengo que salir de la autovía.
—¿Vas a explicarme qué demonios quiso decir con Ibiza?
—Oh —me río—. Lo llevé de viaje una semana, se
emborrachó tanto un día, que se cayó y se golpeó la cabeza. La
enfermera que lo cuidó terminó siendo su mujer, la trajo a
Estados Unidos y tienen tres hijos.
Valentino me mira extrañado.
—Eres un cupido más, deberías contarle esta historia a
Bianca para que la cuente en su podcast.
Su nombre despierta algo dentro de mí, emoción y anhelo
y no veo la hora de volverla a ver. Quiero prepararla para lo
que voy a decirle antes de irme de viaje, necesito asegurarme
de que estamos en la misma página y que esperará por mí
mientras paso una semana con mi familia.
—Quizás lo haga —respondo pensando en cuánto le
gustan las historias románticas a ella y cuánto me gusta a mí la
nuestra.

M e saco un selfie con el casco amarillo y la lengua


afuera. Se la envío a Bianca inmediatamente y
comienzo con mi trabajo. Sí, tengo uno y debo
cumplir de vez en cuando a menos que quiera escuchar a Silas
gritar por el micrófono.
Este tipo de supervisiones son más que nada una
formalidad, tengo un equipo de primera calidad trabajando en
esto y no soy esa clase de hombre que cree que sabe más que
cualquier otro. Yo me limito a hacer preguntas adecuadas y
señalar las cosas que no comprendo del todo.
Cuando me mudé a la sucursal de San Francisco, lo único
que hacía era llevar a los millonarios a las mansiones y
enseñarles qué clase de vida podrían tener allí. Sabía que no
era suficiente para mí y un día conocí en una fiesta a un nuevo
Tech-Boy, un niño millonario como le decimos por estos lares,
listo para expandir su empresa. Lo convencí de que Property
Group estaba lista para dar un paso más allá y que podíamos
darle las mejores oficinas de Silicon Valley.
Silas no podía creerlo cuando le mostré el proyecto.
Luca no confiaba en el potencial de esta oportunidad y
tenía miedo de que una gran demanda millonaria nos esperara
en la puerta.
Oliver dijo que sí sin discutir.
Mi padre dijo que no y cerró toda posibilidad de
negociación.
Y como mi tendencia fue siempre complacer a mi padre,
me llevé al silencio, hasta que un día las puertas de Property
Group San Francisco se abrieron y mis tres hermanos entraron
caminando.
Me quedé atónito viéndolos desfilar como alfas dentro de
la manada. Ocuparon mi oficina y decidieron llevar el
proyecto adelante. Me apoyaron de principio a fin, ellos
estaban más experimentados, yo solo tenía entusiasmo por
hacer algo diferente.
Ese día Silas dijo una frase que ha estado resonando en mi
cerebro todos estos años:
“Nunca dejes que alguien marque tu camino, mucho
menos alguien cobarde que no entiende lo que es el riesgo. Tú
ves algo que quieres, cógelo y hazlo tuyo, después de todo,
eres un Walker, eso es lo que hacemos.”
A partir de ese proyecto, Property Group New York se
sumergió en la construcción también. Hoy mi hermano Silas
es el dueño del primer edificio sustentable de la ciudad de
Nueva York y Luca y Oliver construyen barrios enteros en sus
estados, barrios… es una locura lo lejos que hemos llegado.
Bianca responde una hora más tarde y gracias a Dios que
lo hizo, porque estaba a punto de llamarla para ver si se
encontraba bien.
Sí, me volví el novio meloso y pesado.
Sí, dije novio, no puedes culparme por visualizar mi
futuro, agradece que no dije: mi esposa.
<<Red: Apuesto que no subes esa foto al Instagram>>
Me río mientras caminamos hacia la salida. El casco ya no
está sobre mi cabeza y estoy libre para ir a su casa y hacer
cosas para mayores de dieciocho años.
<<Killian: Es una colección privada solo para mujeres que
quiero impresionar >>
—¿Otra vez con esa cara de perrito enamorado? —
pregunta irritado Valentino mientras abre la puerta para que
pase, luego agrega— Kill…
Su tono hace que se borre mi sonrisa y despegue la mirada
del móvil.
El coche de Liam aparca justo al lado del Tesla.
Cuando desciende, sonríe abiertamente, creo que nunca lo
vi sonreír así antes. Creo que vendrá hacia mí, pero en vez de
caminar hacia nosotros rodea el vehículo y abre la otra puerta
para dejar bajar a alguien más.
Bianca.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
KILLIAN

T engo que bloquear las rodillas para no caerme de boca al


suelo.
Mi estómago es una piedra.
Bilis sube por mi garganta.
Bianca baja del coche y tengo segundos para prepararme
antes de que me vea aquí y se dé cuenta de todo.
—¿Le dijiste que lo conoces? —murmura apurado
Valentino sin mover los labios.
—No —respondo tragando duramente los nervios en la
garganta—. No lo hice.
—Estás cagado, jefe.
—Lo sé.
Mis palpitaciones se sienten en mis oídos, ojos, boca y
hasta en los codos. Todo en mí está en alerta y la adrenalina en
vez de darme claridad, me petrifica en el lugar.
Bianca se ve hermosa, libre como me gusta decir cada vez
que la veo siendo fiel a ella. Su cabello se mueve con estilo,
sus pechos cubiertos con una camiseta verde ajustada y esos
shorts… maldición, marcan las curvas de su cintura y sus
caderas.
Trago saliva al recordar cómo acaricié esos muslos hace
tan solo unos días.
¿Qué hace con Liam?
¿Qué hace Liam aquí?
¿Qué demonios hago ahora?
Quiero enfadarme, porque siento traición en mi corazón,
pero, ¿qué puedo decirle si yo no fui del todo sincero con ella?
Levanta la mirada y al principio parece no reconocerme,
hasta que lo hace y esa sonrisa falsa que tenía en sus labios se
borra inmediatamente, para reemplazarla con preocupación.
Yo provoqué esto, yo solito.
Solo escuchamos los sonidos de la construcción detrás
nuestro y el móvil de Valentino sonando sin parar. Por
supuesto que mi asistente no mira ninguna notificación, no
estoy seguro que respire tampoco.
Yo estoy petrificado, pero mi rostro estoico.
—Walker… —saluda Liam con una sonrisa llena de odio.
Afloja los hombros, Kill, que aquí viene tu presa.
Estiro la mano y con una sonrisa apretada, estrecho la
mano de Liam.
—No creí verte por aquí tan rápido, Davis —digo
ignorando la mirada penetrante de Bianca y el pánico que
transmite—. ¿Que te ha hecho volver tan pronto?
Ahora yo sonrío con maldad.
—Extrañaba a mi novia —dice tomándola de la mano, mis
ojos miran fijamente el contacto de los dos y siento que
Valentino se acerca a mí, esperando que reaccione como una
bestia enfadada.
Créeme que lo que más quiero es empujarlo lejos de ella
en este momento, pero la mirada atónita de Bianca sigue en su
rostro y yo no sé qué demonios hacer.
Finalmente la miro, su pánico está allí también, en la
superficie.
Abro la boca para explicar lo que está ocurriendo aquí, que
este duende está haciendo esto a propósito para hacernos sentir
incómodos a los dos, pero sé que ella es quien va a sentirse
peor y eso me revuelve las tripas.
Trabajé tanto en su autoestima, en demostrar lo hermosa
que es por dentro y por fuera, detesto que esto le afecte.
Joder, todo se va a ir a la mierda en segundos.
—Hola —dice ella estirando su mano—, un gusto.
Oh no…
No, no, no…
Ella está pretendiendo no conocerme cuando Liam sabe
que algo pasa entre nosotros. Él solo planea humillarla y aquí
tengo dos opciones, o seguir la corriente y pretender que no la
conozco, logrando así que se vea como una tonta delante de
Liam o prenderme fuego y decir la verdad.
Decisiones, decisiones…
Las palabras de Oliver retumban en mí, supongo que no
solo no puedo imaginarme un mundo sin ella, sino que
prefiero poner en riesgo nuestra relación con tal de protegerla
de esto, de este juego enfermo que Liam quiere jugar.
Valentino se tensa aún más cuando la escucha presentarse
y la observa con curiosidad. No sé por qué está haciendo esto,
pero el terror en sus ojos me dice que aquí pasa algo más.
Lo que sea que esté ocurriendo, no voy a permitirlo, por
más que sea el momento exacto donde la pierdo, donde un
pedazo de mi alma se descompone y se cae a nuestros pies.
La última vez…
Tomo su mano y tiro de ella, dejando a Bianca a
milímetros de mi boca. Dejo un beso allí, rápido, bruto y casi
obligado, luego la arrastro a mi lado.
—Qué… —ella dice, pero Valentino la coloca detrás de
mí.
Sabe que esto está a punto de irse a la mierda.
Sabe que alguien se va a ir con la nariz rota y no soy yo.
Naturalmente.
Doy un paso adelante, acercándome a un Liam atónito por
mi reacción.
—¿Creías que podías humillarla delante mío? —gruño.
El terror se disuelve y pura furia animal lo reemplaza.
—Kill… —susurra Bianca, hay miedo en su voz y lo odio.
Liam se ríe, en realidad se esfuerza para hacerlo porque no
pensó que yo sería capaz de hacer esto. Tiene que mirar para
arriba para responderme, de golpe la cabeza y media que le
saco debe intimidar, pero le doy crédito ya que saca valentía
de algún lado y dice:
—Quería darme el gusto, sí. —Una media sonrisa maligna
en su boca—. Quería ver como una puta cazafortunas
pretendía no conocerte con tal de no perder la oportunidad de
estar con un millonario.
Mis nudillos rápidos se incrustan directos a su mejilla.
—¡Killian! —gritan tanto Valentino como Bianca.
Miro sobre mi hombro y los ignoro a los dos. Puede que
acabe de perder a Bianca por mentirle, pero eso no significa
que vaya a permitir que este duende la insulte.
Liam limpia sangre de su nariz, como predije que iba a
ocurrir. Con ojos enfadados corre hacia mí, intentando
empujarme, pero no me muevo del lugar.
Pobre, al menos lo intentó.
Cuando yo hago lo mismo, termina en el suelo otra vez.
—Bianca no es una cazafortunas, duende asqueroso, es
una mujer que se sintió obligada a lidiar con un ser odioso
como tú, no podías dejarla ir ¿no? Tenías que humillarla como
el cobarde que eres.
Acomodo mi traje, volviéndolo a poner en su lugar y estiro
las mangas de mi camisa para perfeccionar mi imagen. Volteo
para volver con Bianca, mi Bianca y explicarle todo antes de
que vuele por los aires, pero entonces Liam dice:
—Estás muerto Killian, me voy a encargar que todos sepan
qué clase de persona eres.
Giro sobre mis talones lentamente.
—¿Qué clase de persona soy? —En mi voz se escucha la
gracia que me da esta conversación.
—Un hombre sin escrúpulos, que destruye familias, eso es
lo que eres. —Se levanta del suelo y pone sus manos en
defensa.
Me río por lo bajo cuando lo veo moverse pretendiendo ser
un boxeador.
—Pero, ¿de qué familia me hablas? —digo caminando
hacia él con mis manos en los bolsillos—. Si lo único que
decías de Bianca era que era pesada como un collar de
melones.
Escucho a Bianca tomar aire en conmoción.
—¡Mentira! —dice mirando detrás de mí, probablemente a
Bianca—. Yo no dije nada de eso.
—Sí lo hiciste—digo con un tono más elevado, esto me
está cansando—. También sé que intentas hacerla sentir
culpable por estar conmigo cuando tenemos pruebas de ti
yéndote a tu casa con otras mujeres. —Miro sobre mi hombro
para aclararle a Bianca a lo que me refiero—. Cada vez que te
decía que estaba en un evento, en realidad estaba con alguien,
tengo pruebas.
Valentino susurra algo a su oído, mientras se mantiene
cerca, Bianca parece que está a punto de desmayarse.
—Yo… no, ¡no estábamos en una relación en ese
entonces!
—Tampoco ahora, acéptalo perdiste a una mujer
extraordinaria por ser un pedante sin motivos, porque seamos
honestos, no entiendo de dónde sacas tanta confianza, eres un
perdedor con suerte nada más y esto es solo el comienzo de lo
deplorable que será tu vida. De aquí a veinte años, cuando
mires tu reflejo te preguntarás qué hubiera ocurrido si hubieras
hecho las cosas bien con ella, porque esa soledad no va a
dejarte respirar. —Estoy cerca de él ahora y en un tono más
bajo, agrego—. Ella es mía y tú, querido, perdiste ante un
hombre de verdad, no un niño que no sabe lo que quiere
todavía.
Eso levanta en Liam puro odio, sus ojos se enfocan en mí y
sus labios se aprietan conteniendo la rabia. Porque esta escena
trata de esto, de él compitiendo conmigo, no le importa una
mierda Bianca, ni su autoestima, ni cuán lastimada puede salir
de aquí, él quería competir conmigo, CONMIGO, ¡ja! Como si
tuviera la posibilidad de estar en mi misma categoría.
—Este proyecto se cancela, prepárate para recibir noticias
de mis abogados.
—Me importa una mierda —respondo con la mirada fija
en él—. Ahora vete a llorarle a tu mami, que los adultos tienen
que resolver el desastre que dejaste atrás.
Liam se mantiene en el lugar y con un solo movimiento
repentino mío, se mueve rápidamente lejos de mí. Antes de
irse, mira por sobre mi hombro para agregar más veneno.
—Espero que tu novio esté listo para mantener a tus
padres, porque van a morir en la ruina.
No entiendo de qué habla, pero sospecho que tiene que ver
con el pánico que tenía Bianca antes.
Lo veo caminar agitadamente a su coche de niñato que
busca llamar la atención, mis manos siguen enterradas en los
bolsillos, mi postura relajada y altanera.
Miro cada segundo donde el coche se retira y cuando
finalmente lo pierdo de vista, tomo aire profundamente y
volteo para enfrentar las consecuencias de mis actos.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
BIANCA

S iento la mano de Valentino en mi espalda baja, listo para


atajarme como si fuera a romperme en mil pedazos.
Y quizás lo haga, quizás quiera romperme en mil pedazos
y desaparecer de este momento en mi historia. O quizás junte
fuerzas suficientes para gritar y empujarlo lejos de mí y
romperle el corazón como acaba de hacer conmigo.
Corazón que talla un hueco en mi pecho, vacío de
emociones, listo para ser llenado con lo que sea que quiera
experimentar.
Yo sabía que Killian era la clase de hombre que quiere
competir con otros, no sé por qué me sorprende todo esto. No
hace falta sacar la información de él, todo está más que claro.
Killian sabía quién era Liam y cuando me conoció, encontró
una oportunidad para demostrar el “macho alfa” que es.
Me llenó de mentiras, de halagos, besos y orgasmos solo
para reafirmar lo que ya sabe. Él obtiene todo lo que quiere.
Y aquí quedo yo, vacía.
Siendo usada por dos hombres a quienes les importaba
poco y nada.
Dios, me siento tan estúpida.
Tan… tan frágil e inexperta.
Yo, la presentadora de Lovecast acaba de ser aplastada por
alguien que solo quería demostrar quién tenía el poder.
—Bianca… —susurra Killian, quien está delante mío—.
Di algo, grítame, insúltame, pero no te quedes en silencio.
En algún momento Valentino desaparece, ya no siento su
mano en mi espalda, ni su presencia a mi lado.
Levanto la mirada, Killian está aquí y sus ojos tienen una
angustia que sería dura de ver si no supiese que es falsa y
superficial. ¿Cómo pude creer que un hombre como él podría
estar interesado en alguien como yo?, ¿qué tan ilusa fui
pensando que Killian Walker tenía sentimientos por mí?
Finalmente, algo aparece dentro de mí, algo que aprieta mi
pecho.
Odio.
Paso a su lado, golpeando su hombro.
—¡Bianca! —llama caminando detrás mío—. No me
apartes, hablemos…
—Vete a la mierda —digo sobre mi hombro, camino con
rapidez, con un propósito, irme lejos de aquí, lejos de él.
Su mano toma mi brazo y me detiene.
—Bien, insúltame, pero no te vayas.
Me suelto de un manotazo y lo señalo con mi dedo índice
justo sobre su rostro.
—No me toques, no me mires, ni respires mi puto oxígeno
Killian, maldigo el día que te conocí.
Eso le da una sacudida a su cuerpo, como si hubiera
golpeado su estómago con todas mis fuerzas. Siempre supe
que no necesitaba de la fuerza bruta, cuando sé manipular las
palabras para destruir a mi contrincante.
Retomo mi escapatoria, por más que no haya un solo coche
por esta zona, ni autobuses, ni gente en realidad. Esta
construcción está en medio de la nada y yo necesito salir de
aquí cuanto antes.
Pasos acelerados se escuchan sobre la tierra y estoy lista
para arremeter contra él, cuando Valentino aparece a mi lado.
—Déjame llevarte a tu casa.
—Estoy bien, gracias.
—Bianca, estamos a veinte minutos de la calle más
cercana, prometo no hablarte, solo déjame devolverte a la
ciudad.
—¿Y él? —pregunto por Killian quien desapareció del
lugar por arte de magia.
—Puede volver solo, vamos. —Señala el camino de vuelta
y lo miro con duda—. Te prometo que seremos solo los dos.
—Más te vale Valentino, porque si esto es una
emboscada…
—No lo es, Killian se fue para darte espacio.
Valentino se ve compungido, lo cual es raro, porque
siempre se le ve frío y distante o al menos es la clase de
persona que se limita a ser amable con algunas personas por
un tiempo limitado, pero ahora veo una emoción real por
primera vez.
—Está bien.
El coche es silencioso.
Valentino es una tumba, pero mi mente grita y llora y se
rompe.
Solo aguanta hasta llegar a casa.
Sé que las lágrimas están al borde y que estoy
manteniéndome entera porque no quiero darles la satisfacción
de verme así.
Dios, soy tan estúpida.
Y Liam… ¡Ahh! Lo odio tanto como a Killian.
Su amenaza, su veneno escondido entre palabras amables
acaba de morir en mí. Y es alivio lo que siento, como si
tuviese diez ladrillos menos en la mochila, solo falta quitarme
los otros doscientos que equivalen a Killian Walker.
Al fin reconozco algo de la ciudad a medida que Valentino
avanza, estamos más cerca de casa y creo que cumplió con su
palabra hasta que se detiene en la puerta del edificio.
—Bianca…
—No lo defiendas. —Mi voz ya no aguanta y se
entrecorta.
—No lo pienso hacer, solo quiero decirte que esto no fue
un plan macabro para ver quién mea más lejos, esto se dio así,
fue una casualidad incómoda y destinada a suceder.
—No existen las casualidades —respondo mirando
directamente mis piernas y juego con el final del short, el que
creí que me permitía enseñar mis curvas, el que me hizo sentir
espléndida esta mañana. Ahora me siento una niña, una básica,
una…
Valentino resopla.
—Después de escuchar tu podcast obsesivamente en busca
de la persona perfecta, créeme, sé que existen. Mira lo que
tienes con Killian, ¿sabes cuándo fue la última vez que lo vi
así por una mujer?
No quiero saberlo, pero no quiero ser ruda.
—¿Cuándo?
—Nunca —responde rápido—, nunca lo vi así y estoy feliz
por él, pero internamente la envidia me carcome, porque él
tiene todo lo que quiero y lo consiguió sin esfuerzo, sin
estudiar, ni hacer trampa. Él te ama, no significa que le debas
nada, pero recuerda eso cuando tomes una decisión.
—Me mintió, Valentino. —Mi tono áspero y enfadado, las
lágrimas se acumulan en mi párpado.
—Él no miente, solo evitó decirte la verdad porque no
quería que pensaras que quería alejarte de él y honestamente
creo que se vio tan envuelto en lo que siente, que se olvidó de
hacerlo.
—No es una excusa.
—Lo sé.
Deja una mano sobre mi espalda y acaricia con cuidado,
probablemente sintiendo pena por mí.
—Si necesitas algo, aquí me tienes —dice.
—Gracias —respondo y salgo eyectada del coche.
Tres pasos hasta llegar a la puerta.
Dos pasos.
Uno.
Cierro la puerta detrás de mí y mientras subo las escaleras,
dejo que mi angustia se desarrolle en paz.
Cruda.
No tan bonita.
Pero es real y duele, duele tanto pensar que no voy a verlo
nunca más que me acuesto en mi cama y me hundo en mí
misma hasta que el llanto trae el sueño.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
KILLIAN

E stuve a punto de cancelar el viaje.


No podía levantarme de la cama sin gemir de dolor,
cada célula de mi cuerpo dolía, gritaba, ardía… Literalmente
no había fuerza física en mí.
Siempre supe que había fuego en ella, pero nunca me
quemé con él hasta que vi el odio en sus ojos, el desprecio…
No me toques, no me mires, ni respires mi puto oxígeno
Killian, maldigo el día que te conocí.
Pero el móvil sonó y aunque decía Luca la pantalla, sabía
quién era en realidad.
Mi princesa, Mila.
Me preguntó si estaba preparándome, si estaba
emocionado por verla y eso me destrozó el corazón un poco
más. Saqué fuerzas de lo más profundo de mí y me subí al
avión.
Y aquí estoy, en el paraíso, sintiéndome la escoria más
grande del planeta.
Las Bahamas.
Rodeado de agua cristalina, arena blanca entre los dedos
de mis pies y mis sobrinos retándose para ver quién hace el
mejor castillo de arena.
Hace cinco días que no sé nada de ella, que no me habla, ni
responde mis mensajes. El único momento donde pude
escuchar su voz fue en los dos capítulos del podcast que
transmitió, que los escuché como un obsesivo, buscando
rastros, pistas que me indiquen cómo está, qué piensa, qué
siente…
Nada.
Bianca es una profesional, por supuesto que no iba a
mostrar ningún síntoma. El odio que debe sentir por mí
todavía la alimenta y eso debe estar dándole fuerzas.
—Tío, ¡no estás mirando! —se queja Mila cuando me
atrapa mirando el horizonte, buscando alguna respuesta de qué
deparará mi vida.
—Sí que estoy mirando —miento—, solo que soy tan
bueno haciéndolo que no te das cuenta cuando lo hago.
Julián levanta la cabeza del pozo que hace y me mira con
cara de pocos amigos. Sí, nadie puede engañar a Julián
Walker, es un calco de su padre en cuanto a lógica y
manipulación.
Levanto mis hombros, intentando decirle que no me toque
los cojones y él parece entenderlo porque sigue escarbando.
Astor duerme a mi lado plácidamente en una tumbona bajo
la sombrilla. El sol se asoma por uno de sus piececitos, así que
lo cubro con una toalla.
El resto de los Walker salieron a caminar o al menos eso
me dijeron. Honestamente me importa una mierda, solo estoy
aquí por mis sobrinos.
La otra opción es llorar así que quizás me quede con los
castillos de arena.
Julián se levanta irritado y limpia sus manos en la orilla del
mar caribeño.
—¿Cansado de hacer castillos? —cuestiono.
Se sienta sobre la otra tumbona a mi lado.
—No, estoy cansado de verte con la misma cara que yo
pongo cuando no me dejan ver dibujos animados.
Reprimo una risa en mi garganta mientras lo miro
anonadado.
Este chico es increíble.
—Lo siento Juli, prometo ser más entretenido.
—Nah —dice sentándose con las piernas bien abiertas,
encuentra unas gafas de sol de Mila, unas de Frozen y se las
pone. Es el niño más cool de la playa. No se me escapa que
hable como yo, sé que ni su padre, ni su madre hablan así—.
Está bien, a todos nos pasa.
—Espero que no te pase nunca… —digo por lo bajo
mirando el móvil una vez más.
Nada.
Ni un mensaje.
Estaría mintiendo si no dijese que envié mensajes al
podcast, fingiendo ser K.W como la última vez, parece que se
dio cuenta porque nunca leyó mis preguntas.
¿Cómo se salva una relación que no comenzó?
¿Cómo le pido perdón a la mujer de mi vida?
¿Qué tengo que hacer para volver atrás en el tiempo?
Nunca leyó ninguna o simplemente las ignoró.
L a cena es el momento de adultos, los niños se van a
dormir temprano mientras el resto toma el vino más caro
y la comida más exclusiva de Bahamas en un hotel de
cinco estrellas. He estado en lugares mejores, pero entiendo lo
atractivo de los Todo Incluido cuando tienes niños.
Estamos bajo un gazebo de paja, al lado de una piscina
enorme iluminada bajo el agua, rodeada de palmeras altas,
todo muy bonito, lástima que me importe una mierda.
Mis hermanos y sus mujeres conversan libremente, a
carcajadas incluso, me alegra que puedan pasar un buen
momento en familia. Sin la sombra densa de mi padre
controlando todo lo que dicen o hacen, quizás me costó
entenderlo, pero finalmente lo veo, pareciera que los tres
sienten una libertad indescriptible. Especialmente Oliver.
En otros viajes estuve más activo en las conversaciones,
normalmente soy el que hace chistes que hacen que las
mujeres se mueran de risa y que mis hermanos me miren con
odio por hacerlas reír tanto o burlarme de ellos también, mi
especialidad.
Esta vez no.
Ahora solo quiero comer e irme a dormir.
Cuando todos terminamos, Emma propone a Lauren y a
Cala una excursión que se da solo de noche. Ninguno de los
hombres está muy entusiasmado por ir y ella les dice que en
realidad nunca estuvieron invitados.
Eso me hace reír un poco.
Me levanto de la mesa para irme cuando Oliver me llama.
—¿A dónde vas?
—A mi habitación —respondo distraídamente mientras
dejo la servilleta sobre la mesa.
—¿No vienes? Luca dijo que hay una barra en el hotel que
no suele frecuentar nadie.
—No gracias… —respondo, pero cuando volteo, Silas está
justo detrás de mí y nuestros pechos chocan inesperadamente.
—No era una sugerencia, hermanito —dice seriamente.
Y aquí es cuando sé que una intervención está a punto de
ocurrir.
Mierda.

L uca tenía razón, nadie viene a esta barra y es entendible,


está muy lejos de las habitaciones. Nadie llegaría hasta
su cama sin golpearse contra algo o tropezarse gracias al
alcohol.
Ese será mi destino esta noche, probablemente. No sé por
qué no ponen un médico a mitad de camino y ya.
Ah… qué irritado que estoy.
Los cuatro nos sentamos en una mesa cercana a la barra,
los cuatro tenemos un vaso en la mano con algo mucho más
fuerte de lo que estamos acostumbrados.
Yo lo necesito, ellos no sé por qué demonios planean
emborracharse.
—¿Cómo se llama? —pregunta Silas acomodándose en la
silla. Lleva una camisa blanca de lino, los primeros tres
botones están abiertos y enseña un poco sus pectorales.
Siempre le gustó presumir su cuerpo, igual que a mí.
—Bianca —responde Oliver por mí. Él tiene una camiseta
azul oscura y unos pantalones blancos arremangados en los
tobillos.
—¿Y qué ocurrió? —pregunta Luca, su expresión de
aburrimiento, como siempre.
Agarro el vaso y bebo el líquido en un solo movimiento.
Fuego baja por mi garganta y cuando dejo de sentir el ardor
suelto todo.
Les explico cómo la conocí, qué tipo de persona es, lo
mucho que me hace reír, pero también sentir. Relato las curvas
de su cuerpo, que no dejan de atormentarme cada vez que
cierro los ojos y el problema de, del duende, Liam Davis.
Los tres resoplan ante el nombre.
—Valentino está manejando la demanda, no hay mucho
que hacer, él firmó un contrato y nuestros abogados están
combatiendo esto.
Silas mueve la cabeza de un lado a otro.
—No nos interesa eso, los tres sabemos que eres
completamente capaz de manejar al idiota ese, el problema
aquí eres tú, hermano.
Levanto una ceja en desaprobación.
—Sí —agrega Luca—, ¿qué demonios haces aquí?
—Ella dijo que no quiere verme —respondo con un
agujero en el estómago al recordar su mirada. Los tres
comienzan a reírse con miradas cómplices—. ¿De qué mierda
os reís, idiotas?
—Creo que los tres escuchamos esa frase en algún
momento, Kill —dice Oliver—. Es normal después de una
pelea decir eso.
—No, pero vosotros no la conocéis, Bianca tiene fuego
dentro de ella, lo dijo con tanto odio que…
—¿Cuántos días han pasado ya? —interrumpe Silas.
—Cinco.
Los tres se ríen otra vez, me están irritando.
—Es suficiente, llámala y te encontrarás con alguien
diferente, confía en mí —dice Silas sin titubear.
—No lo sé, estáis pidiendo algo que puede arruinarlo todo,
mucho más de lo que ya está.
—Yo solo digo que cuanto más tiempo la dejes encerrada
en su cabeza es peor —murmura Luca con su vaso en los
labios, luego se bebe todo el líquido.
—Estoy de acuerdo —dice Silas.
Los cuatro nos quedamos en silencio, yo procesando esto,
ellos esperando por mi respuesta.
El nudo en mi estómago se tensa más todavía.
—¿La amas? —insiste Silas.
—Dímelo tú, hermano, que desde que dejé San Francisco
no puedo respirar.
Silas me atraviesa con la mirada, ya no hay risitas en su
rostro, solo un rostro estoico y sabio.
Sus siguientes palabras suenan irritadas y autoritarias.
—Entonces súbete al maldito avión y ve a recuperarla,
idiota.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
BIANCA

B oston no cambió desde la última vez que estuve aquí.


Desde el taxi puedo ver la ciudad industrial. La
gente sigue caminando como si llegara tarde a todo y el ruido
en la ciudad caótica es igual al de San Francisco. El acento del
taxista me hace sentir en casa, como los olores y la humedad
que nunca creí que iba a extrañar. Mis rizos están felices desde
que me bajé del avión y me subí al taxi, todo lo contrario a lo
que ocurre en mi cabeza y mi pecho, que sienten la pesadez de
mil elefantes encima.
Por supuesto que Liam iba a querer rematar todo esto.
Movió contactos y envió inspecciones ridículas al taller de mi
padre, obligando a pagar tarifas irrisorias y poco a poco, hizo
realidad mi peor pesadilla.
Mi padre está internado.
Mi madre me llamó llorando hace veinticuatro horas,
diciendo que tuvo un pico de presión tan alto que tuvo que
llevarlo directo al hospital, que no sabía qué hacer y que
ninguna de sus amigas le estaba echando una mano.
Qué sorpresa, especialmente cuando estoy segura que la
madre de Liam tiene mucho que ver con esto.
Me subí al primer avión disponible.
—Gracias —le digo al taxista quien asiente mirándome
por el espejo retrovisor, seguramente debe detectar las
lágrimas en mis ojos.
Lágrimas que nunca se detuvieron desde que vi a Killian
por última vez.
Bajo con prisas del taxi y corro a la recepción más cercana
del hospital.
—¿Riley Burke? —pregunto sin darle vueltas al asunto.
La recepcionista busca en su ordenador rápidamente y una
enfermera detrás de ella pregunta:
—¿Eres Bianca? —Asiento frenéticamente—. Yo puedo
indicarte dónde está, tengo que ir para allá de todas maneras.
—Sonríe con sus labios sellados e indica el camino.
Qué raro.
Entramos a un ascensor y subimos hasta el último piso,
mientras tanto ella dice:
—Hicimos el cambio de habitación hace unas horas,
espero que tu padre esté contento con las mejoras que
consiguió, al menos sabemos que va a poder relajarse mucho
mejor.
—¿Cambio de habitación? —pregunto.
Mi madre no dijo nada sobre ello.
—Sí… —dice con una sonrisa, ahora muestra sus dientes y
cuando está a punto de explicarme con más detalle, se abren
las puertas del ascensor.
Hombros anchos, con una espalda masiva voltean en el
mismo segundo. Con camisa blanca y unos pantalones negros,
Killian parece sorprendido por verme.
No entiendo.
—Bianca… —exhala. No ver su sonrisa es raro, su
mandíbula está apretada y puedo ver cómo visiblemente traga
saliva con nervios.
—Kill… ¿qué haces aquí? —Salgo del ascensor con pasos
lentos.
La enfermera lo mira con una sonrisa seductora y sigue su
camino, ahora entiendo por qué quería venir conmigo.
Killian abre la boca para responder cuando mi madre nos
interrumpe copando el tiempo y el espacio.
—¡Oh Bianca! —dice—. Estoy tan feliz de verte. —Me
abraza con fuerza, pero mis ojos siguen clavados en Killian,
quien se aleja de nosotras para darnos espacio.
—¿Qué está pasando? —susurro, nunca me sentí tan
confundida en mi vida.
Realmente Killian es la última persona que creí ver en este
hospital.
Mi madre apoya su mano sobre el hombro de Kill y lo
mira con cariño. Killian en cambio, se muestra incómodo y
pareciera que quiere fugarse del momento cuanto antes.
—Muy amablemente Killian nos ofreció cambiar de
habitación a tu padre, por supuesto me negué al principio, yo
siempre digo que un desconocido no hace caridad con nadie,
pero luego me explicó que erais amigos y que quería ayudar.
—Mi madre lo mira con una sonrisa y luego a mí—. No me
dijiste que tenías amigos tan guapos, hija.
Oh no…
No es el momento mamá.
Killian me lanza una sonrisa tímida, tan poco natural en él
que me quedo observándole como si fuese un alienígena.
—¿Dónde está mi padre? —pregunto atragantando cosas
que quiero decir, pero no es el momento ni el lugar.
—La enfermera que vino contigo está comprobando sus
signos vitales, él está bien, no te preocupes —aclara Kill.
Asiento.
—¿Sabéis qué? Me dijeron por allí que hay una cafetería,
voy a buscar cafés para todos. —Mi madre me mira con
intención y yo pongo los ojos en blanco.
Ni en momentos como este deja de venderme.
Cuando finalmente estamos solos y mi madre está lejos
para escuchar, lo miro.
—Red… —comienza.
—¿Qué haces aquí? —interrumpo.
Mi tono sale enfadado y prefiero que suene así, no quiero
que sepa cuánto lo…
—Valentino se enteró de lo que hizo Liam, aparentemente
su asistente le contó que Liam andaba pavoneándose por ahí,
contando lo que hizo con tu padre. Me informó ayer y yo
estaba más cerca. —Cuando nota la confusión en mi rostro
continúa—. Estaba en las Bahamas, de vacaciones familiares
—aclara.
Mi mirada sospechosa lo vuelve precavido, asustado me
atrevo a decir. Nunca sentí a Killian tan inseguro.
—¿Dejaste tus vacaciones por esto?
Ahora es su turno de unir las cejas en confusión, da un
paso adelante, titubeando si acercarse a mí o no.
Su perfume caro invade mis fosas nasales y debo cerrar los
ojos para no apoyarme en su pecho y romperme otra vez.
Siento sus dedos debajo de mi mentón y lo eleva
lentamente. Hasta que no abro los ojos no dice nada.
El verde agua de sus ojos se derrama sobre mí, tan intensos
y fijos que siento que mis rodillas se van a vencer.
—Por ti, Red… —su voz suena ahogada, sofocada—, soy
capaz de destruir el mundo entero. —Esta vez solo encuentro
verdad en su mirada y mi estómago se llena de nervios y
alegrías y cosas que nunca experimenté—. Cometí el error de
no decirte que sabía perfectamente quién era el idiota con el
que salías, decidí jugar sucio solo porque no estaba
acostumbrado a pelear por nadie y porque cada vez que sabía
que estabas con él sentía un cuchillo en mi estómago,
retorciéndose hasta sacarme las tripas —se ríe con amargura
—. La única mujer que logró colarse en mi corazón no
demostraba interés por mí y si te soy sincero, estaba
desesperado por tu atención, por que vieras lo que sentía por ti,
lo que quería para los dos, —y con un tono más pesado,
agrega—, lo que sé que puedo brindarte.
Bajo la mirada, inundada y abrumada por esta sinceridad
absoluta, Kill vuelve a tomar control de mí, obligándome a
mirarlo.
—Estoy loco por ti y esa locura me hizo hacer las cosas
más absurdas e inmaduras que puedo imaginar. Sé que no es
excusa, pero si me das una oportunidad más…
—Kill… —susurro, es un jadeo necesitado, algo que no
quiero admitir, pero desde que Valentino me dejó en mi piso
no paré de llorar, no por lo que hizo… sino porque lo
extrañaba tan intensamente, sentí tanto miedo de perderlo
que…— Yo…
—¡Cafés para todos! —escucho la voz de mi madre y los
dos nos alejamos como si hubiésemos tenido un golpe de
energía en el medio de nuestros cuerpos.
Pero Killian sigue con sus ojos puestos en mí, esperando
ansioso por mis siguientes palabras y allí comprendo, creo,
que no era una competición, no era su ego intentando dominar
la existencia de Liam.
Era Killian todo el tiempo, real y crudo y…
Y está enamorado de mí.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
KILLIAN

N o le dije que lo sentía, Dios, qué idiota puedo ser a


veces.
Bianca y su madre están reunidas con el médico y yo
espero afuera, con mis codos en mis rodillas, mi espalda
encorvada, la camisa arremangada en mis antebrazos, mis
tatuajes expuestos.
Siento calor y siento frío.
Cuando hice la llamada para informarle a Valentino que
volvería a San Francisco me dijo que el padre de Bianca había
tenido un problema de salud y que Bianca estaba viajando para
Boston. Ni siquiera tuve que explicarle a Valentino que
necesitaba un pasaje, él ya lo tenía todo listo.
No sabía si Bianca iba a tomárselo bien o no, pero era lo
que mi corazón dijo que debía hacer.
Cuando llegué me presenté a su madre y ahí comprendí
por qué ella tenía tantos problemas con su aspecto. Su madre
se ve irreal, un rostro que padeció cirugía plástica, su cabello
liso y encrespado, su cuerpo esbelto y demasiado flaco. No
quería ser grosero con ella, pero joder, ella fue la causante de
que mi Bianca se odie al mirarse al espejo y creo que nunca
podría perdonar algo así.
Su padre, por otro lado, es alguien con los pies en la tierra,
humilde y me agradeció tantas veces que tuve que rogarle que
parara. Encontré similitudes con Bianca en su rostro, las
formas de hablar, de juntar las cejas en su frente, me reí con él
y hablamos de los Boston Brawlers, su equipo favorito de
fútbol americano. Fue extraño, creo que nunca tuve una
conversación con un hombre de la edad de mi padre que no
sea de negocios, fue hasta liberador pasar tiempo con él, me
alegro que sea el padre de Bianca y que al menos uno de sus
ellos sea lo que siempre quise para mí y para mis hermanos.
Un padre que sea padre, no un socio de negocios.
Después de todo, con la doctora Bannon llegamos a la
conclusión de que mi padre nos tuvo solo para asegurar su
legado y que debo hacer las paces con eso.
Hablando de la doctora Bannon, tengo que cancelar mi
próxima sesión. Busco el móvil en mi pantalón cuando la
puerta de la habitación de Riley se abre. Bianca sale primero,
su rostro está más relajado que antes. Cuando llegó estaba tan
angustiada, que ver una pequeña sonrisa en su rostro hace que
me sienta mucho más tranquilo por ella.
—¿Y? —pregunto ansioso, acercándome a ella con
cuidado de no tocarla en ningún lado.
—Quieren que duerma una noche más aquí, solo para estar
seguros, mañana ya podrá volver a casa.
Sonrío con alegría real e intento abrazarla, pero me
detengo, recordando lo que acabo de decir. Entonces la madre
se “tropieza” a mi lado, obligándome a acercarme a ella.
Esta señora tiene más fuerza que Liam.
Bianca me mira avergonzada, con sus mejillas rojas y sus
pecas vivas, pero sus brazos envuelven mi cintura y no puedo
resistirme a eso. La abrazo con fuerza, inhalando su perfume,
su esencia.
—Hija —dice su madre—, necesito ir al taller antes de ir a
casa, ¿tienes todavía tu copia de las llaves?
—No… —dice Bianca despegándose de mí, nunca creí
que me costaría tanto soltarla—. Salí tan rápido que las olvidé.
La madre me mira.
—¿Y tú Killian?, ¿dónde pasarás la noche?
—Tengo una habitación de hotel a unas calles de aquí, no
se preocupe.
—Oh, perfecto entonces —dice colocando su bolso en el
hombro—, Bianca, puedes dormir allí y nos encontramos
mañana aquí mismo para llevar a tu padre.
Bueno, por una vez creo que la madre me cae bien.
Esta vez sonrío como debería, con astucia y sagacidad y
sin dudarlo, tomo la mano de Bianca y digo:
—No se preocupe, yo me encargo de su hija.

A medida que caminamos por los pasillos del Four


Seasons mis nervios se elevan hasta preocuparme
seriamente por mi salud.
Bianca se mantuvo silenciosa todo el viaje hasta aquí y
ahora que vamos a estar en una misma habitación los dos
solos, bueno, no sé cuál puede ser el resultado.
Abro la puerta de nuestra habitación, dejándola pasar y
antes de llegar a cerrarla, voltea y se arroja en mis brazos.
Termino de cerrar con mi pie y la envuelvo con fuerza,
hundiendo mi rostro en su cuello.
—Gracias —susurra.
—No tienes que darme las gracias, Red —respondo,
acariciando su espalda, dando grandes círculos.
—Liam es un imbécil —dice despegándose de mí, su tono
es animado y gracioso y Dios… esta mujer.
—Lo sé —respondo con una sonrisa, mis dedos buscan la
textura de su cabello—, pero no te preocupes, esas deudas
están siendo investigadas por mis abogados mientras
hablamos.
Ella asiente, mirándome con indecisión y quizás este sea el
momento adecuado.
—Bianca, siento mucho todo lo que pasó, lo que menos
quería era hacerte daño. —Cojo sus manos, se sienten suaves y
pequeñas al lado de las mías.
—Lo sé, tuve tiempo para reflexionar y me di cuenta que a
medida que pasaban los días lo único que sentía era que te
extrañaba tanto que…
—No podías respirar… —termino la frase por ella.
Eso eleva su mirada con sorpresa y asiente.
—Lo sé —continúo—, lo viví desde que te fuiste con
Valentino ese día. —Doy un paso al frente, encerrándola entre
mis brazos, nuestros labios se rozan y juegan, buscando
tocarse—. Y tu madre me ama… así que…
Eso hace que explote una carcajada de su estómago y yo
aprovecho para enterrarme en esos labios carnosos que tanto
extrañé.
Bianca responde a mí con un gemido y eso solo me empuja
más al borde con el que estuve coqueteando desde que la
conocí.
Con cuidado la recuesto sobre la cama y la beso, la beso y
la beso. Hasta que nuestros labios se sienten en llamas.
—Estaba aterrado por perderte —confieso sosteniendo su
rostro con mis dos manos, no puedo quitarle los ojos de
encima, quizás no lo haga nunca—. Tenía miedo que te
enfadaras si me encontrabas aquí.
Bianca recorre mi rostro y lo acaricia.
—No —me besa una vez más—, al contrario, cuando te vi
lo único que sentí fue alivio.
Alivio… Sí, esa es la palabra que flota entre los dos, eso es
lo que ella le da a mi vida, ella cura mis dolores, rellena los
agujeros de mi corazón, me da paz y tranquilidad.
Acaricio sus muslos y distraídamente rozo su coño.
—Necesito hacerte el amor, no puedo estar un minuto más
sin enterrarme en ti, Bianca —gruño haciendo mi caricia más
profunda a través de sus vaqueros.
—Soy tuya, Killian —responde con una voz pesada y
sensual, su mirada lívida y enfocada solo en mí.
Pierdo la cabeza.
La pierdo.
Y arranco sus ropas con una brutalidad que nunca sentí,
una euforia desbordante que toma posesión de mi cuerpo.
Ella ante su desnudez intenta cubrirse, pero…
—No… —ordeno—. Quiero verte, besar tu estómago, tus
caderas de muerte, no te ocultes de mí, te necesito.
Y eso hago, acaricio sus pechos expuestos y pesados
mientras mi boca recorre la única parte de su cuerpo que nunca
he podido idolatrar.
Todavía.
Su piel cremosa bajo mis labios se tensa con mis besos,
estoy tan perdido en mi lado más salvaje, en ella, que solo me
dedico a demostrar lo que me hace. Por eso desabrocho mis
pantalones y mi polla se despliega delante de ella.
Tomo su mano y la llevo directamente allí, para que
sostenga la dureza, la presión y el descontrol que siento en este
momento.
—Mira Bianca, mira como me pones… —Mi voz pesada,
brusca, rozo sus labios hasta lamer el inferior con mis ojos
puestos en mi presa.
Bianca observa mi polla como le ordené y lame sus labios
en el deseo más crudo y puro.
Miro al techo, pidiendo clemencia, pidiendo serenidad,
pero nadie responde mis plegarias por eso abro sus piernas aún
más y me entierro en su coño sin pensarlo dos veces.
CAPÍTULO CUARENTA
BIANCA

G rito.
Grito y me pierdo.
Grito y me caigo por un precipicio.
Killian se hunde en mí y su falta de precaución me excita,
su decisión final de tenerme en este momento me vuelve loca.
Quizás este mal de la cabeza, quizás mis hormonas no me
están dejando pensar con claridad, pero su dominación me
lleva al borde y entierro mis uñas en su espalda.
Entonces noto que tiene la camisa puesta y con dedos
ansiosos se la quito, exponiendo su pecho tatuado y cincelado,
sus abdominales perfectamente marcados y el vello en su
estómago que me guía a su polla entrando y saliendo de mí.
Apoyo mi cabeza en la almohada, intentando controlar la
oleada de placer.
—Míranos —ordena, su tono firme—, míranos, Red.
Somos perfectos el uno para el otro
Cuando levanto la mirada, lo abrazo para retenerlo cerca
mío hasta encerrarlo con mis piernas.
Killian se acuesta de costado, llevándome con él, su ritmo
se mantiene firme, su boca en la mía, su lengua lamiendo la
mía, mis dientes, mis labios.
—Te amo —gime cambiando de posición una vez más,
boca arriba, me lleva con él y clava sus dedos en mis caderas,
con sus manos guía el movimiento—. Te amo Bianca —repite
perdido en la necesidad.
Lo beso mientras me muevo sobre él.
—Yo también Kill, siempre lo hice, solo que fui muy
buena ocultándolo.
Eso le hace rugir, al punto donde me detengo para ver si
está bien, pero entonces sale de mí y me deja boca abajo en la
cama. Tomas mis caderas y las levanta hasta ponerlas en su
pelvis.
Sus embestidas son frenéticas, dementes, no llego a
procesar una sin sentir la siguiente dentro de mí y mis gemidos
se pierden en mi boca abierta pero que no suelta ningún
sonido… ni aire.
—Mira este culazo —dice dándome una nalgada que me
deja picando la piel—. Créeme Red, soy un caballero, pero
contigo así, en cuatro y tan mojada… Dios, me siento salvaje.
Su falta de vergüenza me hace sonreír, sus alabanzas me
desinhiben y nunca me sentí tan sexy, tan femenina y
descarada.
Inclino mi cadera, elevando mi trasero para sentirlo más
profundo y Kill vuelve a gruñir, esta vez toma mis pechos y se
aferra a ellos, pellizcando mis pezones y estrujándolos con
rabia, luego agarra mi cabello y lo sujeta con fuerza, tirando
hacia atrás, usándolo de correa.
—Mírate, joder, eres la cosa más hermosa que he visto en
mi vida, Bianca Burke. —Su mano recorre la curva de mi
cintura, hasta enterrar sus dedos allí y embestir con más
velocidad y brutalidad.
Y ese es mi fin.
La tensión en mi cuerpo se expande a todos lados, lo sé
porque siento que exprime la polla de Killian mientras me
corro y me corro y me corro.
—¡Dios! —grito apretando la almohada más cercana con
mi mano, mis ojos cerrados, mi mente un universo de estrellas
y terremotos.
Él jadea, clavando sus uñas en mi piel, mordiendo sus
labios mientras se desahoga en mí y espeta mi nombre entre
dientes apretados.
—Bianca… Bianca… —repite, ruega, implora.
Hasta que el mundo se detiene.
Y lo único remanente son nuestras respiraciones agitadas y
nuestros corazones desbordados.
El agarre de Killian se afloja y una última caricia erótica se
desliza desde mi cuello hasta la raja de mi trasero.
Lentamente Killian sale de mí y entonces siento el líquido
tibio chorreando por mi pierna.
¡Oh no! ¡Cómo no me di cuenta antes de lo que estábamos
haciendo!
Me alerto, cerrando mis piernas con fuerza y volteo
buscando a Killian con desesperación.
—¿No usamos…?
—No —responde tranquilamente mientras se acuesta a mi
lado y deja una mano sobre mi trasero.
—¡Killian! —grito levantándome o al menos intento
hacerlo, ya que él me retiene a su lado y me encierra en sus
brazos, impidiendo cualquier movimiento.
—Bianca… —dice con un tono templado y para nada
alterado como el mío. Con una mano en mi rodilla izquierda
abre mis piernas y observa todo sus fluidos con orgullo. Mis
mejillas se encienden inmediatamente—. Déjame verte…
Sus ojos se vuelven posesivos mientras observa con
altanería y con la punta de sus dedos acaricia y desparrama el
líquido sobre mi coño.
Nuestras miradas conectan, yo excitada hasta ver nublado
y él con esa media sonrisa diabólica que tanto extrañé y dice:
—Siempre me gustó jugar con fuego. —Y sin dudarlo,
entierra sus dedos en mí otra vez, haciendo que todo empiece
de vuelta.
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
KILLIAN

L legamos a San Francisco ayer por la mañana, Bianca


dijo que tenía que hacer cosas así que me instalé en su
piso sin pedir permiso.
Todo fue una gran excusa para follar incontrolablemente
cada hora, ese era mi plan inicial.
Les envié a mis hermanos una foto de los dos y estas
fueron sus respuestas:
<<Silas: Bienvenido al horrible mundo del amor, hermano,
prepárate para obsesionarte, sufrir y amar cada maldito
segundo.>>
<<Luca: Al fin… verte depresivo casi me trauma.>>
<<Oliver: Estoy muy feliz por ti, Kill, pero por favor, que
la boda sea cerca, conozco tus aires de grandeza y estoy
seguro que querrás lucirte.>>
Me río con el último mensaje, porque no conocen a Bianca
en absoluto, si planeara una gran boda me cortaría las pelotas.
Ella está en su escritorio, preparando su sesión en vivo, yo
estoy en su cama, con el móvil en mi mano, pero mis ojos
clavados en ella, en su cabello rojo desparramado locamente
sobre su espalda, sus piernas cruzadas sobre la silla y desnudas
por supuesto, a esta altura vestirse es completamente
innecesario.
Joder, la amo tanto que no puedo pensar.
—Ven a vivir conmigo —suelto en el silencio
observándola fijamente, por más que esté de espaldas puedo
ver la tensión en sus hombros.
Bianca mira sobre su hombro izquierdo, lleva puesta una
camiseta mía que cae por su hombro haciendo estragos con mi
cabeza.
—¿Qué?
—Ya has escuchado, Red… —digo levantándome de la
cama en calzones y nada más. Camino hasta ella y giro la silla
para estar uno frente al otro—. Odio decirte esto, pero no
entramos los dos aquí y no pienso perderte de vista, ven a mi
casa, podemos poner un periodo de prueba si quieres —agrego
al ver el pánico en sus ojos—, me haré cargo del alquiler de
este piso por mientras. —Me pongo de rodillas delante de ella
y cojo sus manos—. Es eso o casarnos, tú eliges.
—¡Killian Walker!, ¿ya estás hablando de bodas? —dice
empujándome desde los hombros, me río al ver como se
sobresalta.
—Dime que sí —insisto—, dime que sí y seamos felices
de una maldita vez.
Bianca observa mis ojos, mirando cada uno de ellos,
probablemente buscando mentiras, pero me hace gracia que
piense que no estoy hablando en serio.
—Entiendes que voy a estar allí todo el día, ¿no? Que voy
a trabajar y hacer ruido probablemente, las Spice Girls van a
sonar al menos dos veces al día y… —se detiene cuando ve mi
sonrisa expandirse por mi rostro—. Deberías estar asustándote,
no alegrándote.
—Acabas de describir algo perfecto para mí —confieso—.
No sabes cuánto te quiero en mi casa, Red.
Cuánto la necesito conmigo, en ese caserón solitario.
Ella toma aire profundamente y lo libera con lentitud.
Yo sigo esperando pacientemente.
—De acuerdo —dice con una sonrisa que le llega a los
ojos verde esmeralda.
Yo la levanto de la silla desde su cintura y la arrojo sobre
la cama otra vez.
—Esto hay que festejarlo.
—¡Killian! ¡En menos de media hora comienza la sesión
en vivo! —se queja, pero veo esa sonrisa picarona en su rostro,
ella ama hacerse la difícil.
Mi boca está en su cuello mientras se retuerce debajo de
mí, su piel reacciona ante las olas de escalofríos por mí.
Me fascina la reacción de su cuerpo cuando la toco, que ya
esté lista para mí hace que quiera gritar posesivamente.
Mía.
¡Mía!
Mi polla desaparece dentro de ella en la vieja posición del
misionero, quién iba a decir que el sexo con Bianca siempre es
placentero, no importa la posición, superficie, hora ni lugar.
Ella gime mientras me hundo lento y profundo, mis manos
están apoyadas en la cama, al lado de su rostro y la observo
fijamente mientras le doy placer. Piel contra piel, no hay
protección entre los dos porque sé que ella es la indicada, no
necesito comprobarlo, lo supe el día que la vi en los bosques
californianos.
—Te necesito… —susurro exteriorizando mis
pensamientos.
—Aquí me tienes, Kill —responde acariciando mi rostro
con dulzura.
—Lo sé… —respondo, mi voz suena ahogada, sofocada
por todo esto que siento en mi pecho, lo que siento por ella—.
No tienes idea lo feliz que soy por tenerte.

L a pantalla de su ordenador la ilumina, el micrófono está


delante cerca de su boca y el piso en completo silencio.
Nunca la vi prepararse para una sesión en vivo y ella
muy profesionalmente tiene todo preparado para responder las
preguntas de aquellas personas que necesitan un consejo con
desesperación.
Los entiendo más que nunca y un tirón de orgullo se siente
en mi pecho al verla tener todo tan dominado.
—Buenas noches Love Casters, ¿listos para otra sesión
exprés de preguntas y respuestas? —dice—. Tengo todo listo
para comenzar.
Intenta recoger esos rizos rebeldes con una coleta baja y se
acomoda en la silla.
—La primera pregunta es de AnubisInLove, déjame decirte
que me encanta tu apodo Anubis y pregunta: ¿Cómo saber
cuándo realmente estoy enamorado?
Bianca mira sobre su hombro y sonríe con astucia hacia
mí, mi estómago se contrae de golpe y me quedo quieto
esperando por su respuesta.
—Guau, Anubis, creo que los planetas se alinearon porque
tengo la respuesta en la punta de la lengua y hoy más que
nunca puedo decir que la conozco. —Bianca toma el
micrófono y gira la silla sobre su eje para mirarme a los ojos
mientras responde a ese oyente desconocido—. ¿Recuerdas
cuando eras pequeño y decías frases como “Nunca saldría con
alguien que escuche la música que yo odio?” o “Nunca
podría estar con alguien que no sea parecido a mí.”? Bueno,
todas esas frases y palabras que dijiste sobre un futuro
desconocido se pulverizan en el éter. ¿Por qué? Porque el amor
no se explica Anubis, el amor se siente en el estómago, en la
locura y en lo irracional. El amor no puede cuantificarse, ni
medirse con nada material, pues cuando uno está enamorado
no tiene principio ni fin, no hay límites en cuanto a lo que uno
esté dispuesto a hacer por esa persona. —Nuestras miradas
unidas, los dos serios—. Cuando uno está enamorado no hay
un por qué, ni un cuándo, las razones dejan de existir y las
respuestas son impalpables. Ese es el sentimiento al que debes
enfocarte, cuando no tienes una respuesta, pero el frenesí te
inunda cuando tu pareja entra a la habitación y te sonríe. Ahí
es cuando sabéis que os amáis realmente.
El nudo en mi garganta aumenta mis palpitaciones, las
palabras de Bianca atraviesan mi cuerpo y tengo que juntar
toda la energía que tengo para quedarme quieto y no saltar
sobre ella.
Bianca sigue hablando…
—Ayer me di cuenta de todo esto cuando al fin encontré a
esa persona que buscaba hace años, esa persona que parecía
sacada de un libro romántico, alguien que me impulsaba para
ser fiel a mí misma, quien me aceptó en crudo y no buscó
modificar nada de mí. —Sonríe abiertamente y yo le devuelvo
la sonrisa—. Te amo Killian, gracias por enseñarme a
aceptarme tal como soy, a quererme inclusive cuando esa
vocecita dice que no lo haga y a aprender a que soy alguien
que se merece ser amada.
Hasta ahí.
No puedo más.
Y me levanto de la cama decidido a llegar a ella. A la
mierda el público, que escuchen cómo beso a mi chica.
Mía.
Bianca abre los ojos cuando presiente lo que está a punto
de pasar, pero no le doy tiempo a reaccionar cuando envuelvo
su rostro entre mis manos y beso sus labios apasionadamente.
Sus cascos caen sobre sus hombros, el micrófono termina
en el suelo.
Inclino nuestras cabezas para profundizar más el beso
antes de soltarla, para acariciarla con mi lengua y volverla loca
de excitación.
—Te amo Bianca B —digo—. Te amo con locura.
Bianca sonríe y levanta el micrófono del suelo.
—Bueno amigos, creo que acaban de comprobarlo, el
amor existe, solo que a veces hay que buscarlo en lo más
profundo del bosque.
EPÍLOGO
BIANCA

E l reflejo del espejo muestra una mujer que desconozco.


El vestido es color crema y llueve sobre mi estómago
hasta mis muslos. Los tatuajes que siempre soñé con hacerme
resaltan en mis brazos descubiertos.
Seis meses después de convivir con Kill y escucharlo todos
los días hablar de cómo debería hacer lo que quiera con mi
cuerpo, tomé la decisión de explorar el mundo del tatuaje. Él
me advirtió que una vez que comenzara no iba a poder
detenerme y como siempre, tuvo razón. Mis dos brazos
terminaron con flores de colores y dijo que lo excitaban más
que nunca.
No voy a quejarme.
Sobre mi cabello hay una corona de hojas de eucalipto con
flores blancas, se ven adorables honestamente y por más que
me siento segura de esta decisión, mi estómago se tensa al
recordar que voy a ser el centro de atención en esta boda.
Killian me propuso matrimonio hace exactamente un mes,
estábamos en Sausalito, eligiendo nuestro nuevo hogar y
cuando finalmente nos enamoramos de una casa de amplios
balcones que daban al océano Pacífico. Se puso de rodillas e
hizo la gran pregunta. Obviamente mi respuesta fue que sí y
los dos lloramos con emoción en nuestra futura casa. Prometió
que iba a ir con calma con respecto a los preparativos, aunque
sabía que su “calma” se igualaba a euforia en mi idioma.
Tampoco puedo arrebatarle este día, solo tengo que lidiar
con la atención de todos como una mujer adulta enamorada de
su prometido. Al menos la ceremonia será en el hermoso
jardín de nuestra casa (Killian me obliga a llamarla así y no
“su casa”).
Nos despedimos hoy por la mañana y ahora cada uno está
preparándose en una habitación diferente. Durante la mañana
tuve una sesión con la maquilladora y la estilista, junto con el
resto de las mujeres que presencian este día conmigo.
Y hablando de Roma… las mujeres de los Walker entran
antes del gran momento.
Lauren, Emma y Cala.
Las conocí a las tres el día de Acción de Gracias cuando
todos vinieron a nuestra casa y recuerdo haber encontrado un
grupo de amigas por primera vez. Las tres son parecidas a mí y
nos llevamos muy bien. Ellas me incluyeron en su grupo de
WhatsApp y vivieron conmigo el minuto a minuto de los
preparativos, involucrándose, ayudándome con detalles que la
misma Wedding Planner había olvidado.
—Vinimos a comprobar que seguías aquí… —dice Emma
con media sonrisa.
Las tres llevan un vestido color lavanda que les queda
hermoso.
—En realidad nos envió Kill —agrega Lauren—, tiene
pánico que salgas pitando de todo esto.
Me río y volteo para verlas, las tres abren la boca.
—Estás increíble, Bianca —dice Cala con lágrimas en los
ojos—. ¡Eres la novia más bonita que he visto!
—Ay… —digo sintiendo calor en mis mejillas—, no seas
exagerada.
—No está siendo exagerada —escucho a mi madre detrás
de ellas—. Estás hermosa hija.
Creo que nunca escuché a mi madre decir eso y siento que
la emoción se arrastra por mi pecho.
—Gracias… —digo con la garganta apretada, mientras
aliso el vestido hippie chic que elegí.
—Apuesto que Kill va a derramar unas lágrimas cuando te
vea —dice Emma tomando el ramo de flores para
entregármelo.
—Todo internet muere por ver esta boda, no me
sorprendería que se filtre alguna foto —Cala agrega, pero
cuando ve mi pánico, enmienda el comentario—. Oh, pero Kill
tomó precauciones, nadie puede tener el móvil durante la
ceremonia, solo los fotógrafos pueden sacar fotos.
El día que medio millón de personas escucharon la sesión
en vivo donde le declaré mi amor a Kill, todo salió volando
por los cielos. Contratos y patrocinadores cayeron sobre mí y
el podcast pasó a ser el más escuchado en Estados Unidos.
Todos querían saber quién era la chica que había robado al
soltero más reconocido de Instagram.
Por supuesto Kill tuvo que lidiar con una ola de
comentarios dañinos y horribles sobre cómo yo no estaba a su
altura, que era muy gorda para él, muy baja y retacona, que mi
cabello era un nido de pájaros y que no era tan talentosa como
la gente piensa.
Fue duro lidiar con todo ello.
Pero Killian es no solo el mejor novio (pronto marido) que
exista, sino como persona se excede en todo sentido. Agarró al
toro por los cuernos, hizo una declaración diciendo lo
decepcionado que estaba con sus fans y que como habían
insultado al amor de su vida, iba a cerrar su Instagram
permanentemente.
Le pedí que no lo hiciera, que no era buena idea, pero él se
negó a escucharme, nunca lo vi tan enfadado en su vida, bueno
excepto cuando tuvo que lidiar con Liam.
—¿Lista hija? —pregunta mi madre—. Tu padre está
afuera listo para llevarte.
Que los nervios se vayan a la mierda.
Mi padre sonríe cuando me ve y besa mi mejilla.
—Ya le dije a ese vanidoso que si jode con Pecas alguna
vez…
—¡Papá! —grito consternada.
Mi padre larga una carcajada que suena igual a la mía y
estira su brazo para llevarme.
—No te preocupes hija, sabes que lo quiero.
Es cierto, para mi padre la actitud de Kill cuando estuvo
enfermo fue demasiado generosa, sin mencionar que Killian
envió a todos sus amigos millonarios a trabajar
exclusivamente con Riley’s Motors y eso trajo como
consecuencia que mi padre inaugurara una segunda sucursal.
El camino está cercado con flores blancas y sillas del
mismo color sobre el lado izquierdo y el derecho. Nos rodean
árboles con luces colgantes, es la hora del atardecer y el sol
tiñe todo magníficamente.
Es mágico este momento y sé que nunca voy a olvidarme
de este día.
Los hermanos de Kill están a su lado y es Oliver quien le
avisa que estoy en camino.
Entonces Kill voltea y me ve.
Sonrío con tensión, porque es la primera vez que me ve
vestida así, tan elegante y arreglada.
Los ojos verde agua de Kill se emocionan a tal punto que
tiene que mirar el suelo para ocultar las lágrimas y sonrío
complacida sabiendo que hice un maldito buen trabajo y que
toda esta producción valió la pena solo por esa mirada.
Oliver acaricia su espalda y susurra algo en su oído, algo
que hace que Kill vuelva a mirarme con una alegría que
arrebata todo el oxígeno en mis pulmones.
Todas las miradas están sobre mí, observando
detenidamente mi reacción ante la emoción de Killian y mi
futuro marido sabe que me achico con solo sentirlas. Mi padre
sostiene mi brazo con fuerza queriendo dar apoyo, pero la
ansiedad es perversa y escala por mi garganta. Miro al suelo,
intentando paliar lo abrumada que me siento y deseo con todo
mi corazón que Killian no piense que es por él, ni que tengo
dudas con respecto a este momento.
Jamás dudaría de Killian, sé que quiero pasar mi vida con
él, tener una familia con él y todo lo que un matrimonio
conlleva.
Bum, bum, bum.
Mi corazón está por salirse de mi pecho y mis
palpitaciones suenan en mi oído, creo que me voy a
desmayar…creo que…
Entonces de la nada comienza a sonar una canción, no
cualquier canción sino Never Give Up On The Good Times de
las Spice Girls y Killian sonríe cuando ve mi sorpresa. Lo
siguiente que hace es aplaudir al ritmo de la canción y
comenzar a bailar haciendo el completo ridículo ante todos.
Los hermanos lo siguen, como también mis damas de honor.
Mi carcajada explota de mi pecho y tengo que cuidar las
lágrimas que salen de mis ojos para no arruinar el maquillaje.
Solo alguien que te ama así es capaz de hacer el ridículo
con tal de sacar la atención de mí. A mitad de camino, Kill
camina hasta mí, dando pasitos rítmicos mientras todos lo
aplauden y silvan incentivando a que siga. Cuando llega a mi
lado hace una reverencia extravagante a mi padre, quien se ríe
a carcajadas y deja que Kill me lleve al final del camino. Los
dos vamos hacia el cura con carcajadas y bailando
ridículamente al son de las Spice Girls.
Todo el mundo parece más liviano y hasta yo siento que mi
pecho vuelve a la normalidad.
Cuando finalmente llegamos al hermoso altar lleno de
flores, Kill entierra sus labios en mi oído y susurra:
—Siempre voy a protegerte de Biansiedad.
Mi respuesta es abrazarlo con una fuerza imparable, la
fuerza del amor y los dos sonreímos con nuestras frentes
apoyadas y nuestras manos enlazadas.
En el momento que Kill busca mi boca, el cura carraspea
su garganta y nos recuerda que todavía tenemos una ceremonia
que cumplir.
Todos estamos riendo y no puedo explicar cómo el peso
que sentía en mis hombros desaparece por completo y lo único
que resta es la necesidad de casarme con este hombre.
La canción llega a su fin y en un volumen más bajo suena
Oxygen también de las Spice, la canción perfecta para los dos.
Kill toma mis manos mientras el cura comienza a recitar
palabras, pero nuestra mirada está enfocada solamente en
nosotros. Sus ojos siguen mojados y los míos están iguales.
Dios, este hombre…
El cura dice:
—Ya puedes hacer la pregunta, Killian.
—¿Quieres ser mi esposa? —suelta, su voz firme y
decidida.
Escucho cómo todos suspiran encantados con esta boda.
—Sí —respondo, una lágrima cae por mi mejilla—,
¿quieres ser mi esposo?
Kill sonríe ampliamente, como si escuchar esa frase fuese
un sueño hecho realidad.
—Obviamente que sí, Red.
Killian desliza el anillo por mi dedo, yo hago lo mismo
con el suyo, la diferencia es que su dedo tiene una B tatuada,
algo que hizo cuando nos mudamos juntos.
Sus manos envuelven mi rostro inmediatamente después y
Killian me besa sin tapujos delante de toda la familia y
amigos.
Cuando volteamos puedo verlos a todos sin sentir una
pizca de ansiedad, mis padres, Valentino, los amigos de Kill y
sí, también sus padres están aquí.
La mano de Killian rodea mi cintura y me atrapa bajo sus
brazos otra vez, su beso es fogoso y está al límite de hacernos
perder la cabeza.
Escucho aplausos alrededor, gritos y alegría, pero solo lo
siento a él, vibrante a mi lado. Este hombre que me conoce
como nadie, que me cuida ferozmente y me protege inclusive
de cosas absurdas como la vergüenza. KillK me ama y yo no
sé a qué otro dios agradecerle por este milagro.
—Te amo, Bianca Walker.
EPÍLOGO
KILLIAN

D espués de un día largo de trabajo en la oficina, no puedo


esperar a volver a mi hogar y perderme en Bianca.
Bianca Walker, mi esposa, mi amiga y confidente.
El puto amor de mi vida.
Nuestra casa en Sausalito tiene todo lo que los dos
deseamos, espacios amplios y luminosos, vistas majestuosas a
la bahía de San Francisco, un cine donde solemos acurrucamos
para ver pelis románticas y un estudio de grabación donde
Bianca trasmite su nuevo podcast. Uno que la hizo millonaria
de la noche a la mañana gracias a sus palabras de amor.
Aparco el Tesla en la puerta, no hay tiempo para guardarlo
en el garaje y camino rápidamente hacia la imponente puerta
de hierro negra.
—Bianca… —grito mirando hacia el segundo piso—,
espero que estés esperándome en la cama en este preciso
momento porque…
Bianca aparece en la sala, con algo en la mano y ojos
llenos de lágrimas.
Lo que sea que estaba haciendo o pensando se va a la
basura inmediatamente y camino hacia ella dando grandes
zancadas.
—¿Qué ocurre?, ¿estás bien? —pregunto repasando su
cuerpo rápidamente para ver si hay alguna herida.
—Sí —dice, sus ojos no paran de producir lágrimas y me
estoy desesperando.
—Bianca, cariño, dime qué te pasa o pierdo la cabeza.
Deja algo en mi mano y cubre su rostro esperando que lo
mire.
Un test de embarazo.
Positivo.
—No… —digo incrédulo mientras observo las dos rayitas
azules.
Cuando vuelvo a ella, detecto que las lágrimas son en
realidad de alegría y que su falta de palabras son por la
conmoción.
—Bianca… —digo dando un paso más cerca—, Red… mi
amor… —Tomo su rostro entre mis manos y borro sus
lágrimas con mis pulgares.
Nos fundimos en un abrazo, firme y lleno de amor.
—Vamos a ser padres, Kill —dice ella en mi pecho y
siento que no puedo abrazarla lo suficiente para contenerla y
meterla dentro de mí.
—Dios, Bianca… —susurro y ella levanta la mirada para
encontrar la misma emoción, mis ojos no lo resisten y lloran
con alegría, pero mi sonrisa está allí, presente—. No sabes lo
feliz que acabas de hacerme. Tú sabes que siempre quise hijos,
pero tener hijos contigo es un sueño hecho realidad.
Ella sonríe y besa mis labios.
—Sabía que iba a gustarte…
—¡¿Gustarme?! —grito finalmente dejando mis emociones
correr—. Red, estaba esperando este momento desde que te
follé en aquel hotel de Boston.
Bianca se ríe, liberando toda la tensión que seguro tenía
acumulada en su cuerpo.
Y me desarmo por ella, pierdo la maldita cabeza.
—Ven aquí… —ordeno tomando su mano hasta que la
cargo en mis brazos.
Subo los escalones con precisión y rapidez mientras beso
sus labios.
Una vez en nuestra habitación, deposito a Bianca con
cuidado sobre nuestra cama y me dedico a besarla hasta que
mi barba raspa su piel y la marco.
Mía.
Solo mía.
Bruscamente quito sus ropas, y cuando bajo sus pantalones
encuentro que no tiene ropa interior.
—Estabas esperándome… —digo con media sonrisa.
Ella asiente con travesura en sus ojos verdes y Dios, como
me pone.
En un segundo tengo mi cabeza entre sus piernas.
Mi lengua besando, lamiendo de principio a fin sus labios
hasta penetrarla con perversión…
Debo verme como un hombre sediento, un macho en celo
de rodillas frente a su pareja.
Bianca siempre es muy receptiva conmigo y con un poco
de tacto está empapada por mí, no es que quiera alardear, pero
sí, mi mujer se excita con mis caricias eróticas y eso me
encanta.
—Llevo todo el día pensando en este coño —gruño
deslizando un dedo en ella, mi lengua se concentra en su
clítoris—, todo el día pensando cómo iba a follarte en nuestra
cama, nunca creí que harías de mi fantasía una mucho mejor.
—Kill… —jadea sus pechos descubiertos se mueven al
ritmo de mi boca.
—¿Qué, mi amor?, ¿quieres esto? —pregunto pincelando
mi polla sobre su coño empapado.
—Sí… por Dios sí.
—Aquí lo tienes… —Me deslizo en ella y embisto
lentamente hasta verla retorcerse de placer.
Sonrío con arrogancia.
Agarro sus brazos absolutamente tatuados y los aprisiono
contra la cama, sus pechos en mi rostro, mi lengua en sus
pezones.
—¿Tienes idea de lo que me haces, Red? Creo que no…
—gruño sintiendo cómo juego con la locura.
Ella lame mis labios obscenamente y mi polla se retuerce
con furia mientras embisto más fuerte y más rápido y más
bruto y mi esposa grita de placer.
—¡Oh, Dios! —jadea.
Con sus tobillos en mis hombros sigo dándole placer, mis
manos en sus pechos, apretándolos con deseo.
—Joder —digo acercándome a su boca—, te amo Bianca.
Bajo sus tobillos e hinco su cuerpo en la cama. Ella
envuelve sus manos y sus piernas en mí y susurra en mi oído:
—Te amo, Killian.
Y me vengo en ella, sin aviso, sin saber que esas palabras
me atrapan cada vez que las dice.
Mis dedos juegan con su clítoris mientras Bianca gime y se
aferra a mí en un temblor imposible de controlar.
Satisfechos los dos, beso su mejilla, todavía la cubro con
mi cuerpo y probablemente con mi sudor, pero Bianca se ve
feliz y satisfecha y esa es la única misión en mi vida.
Bueno, esa y ser el mejor padre del mundo.
Fin.
POSTFACIO

Todas somos Bianca Burke.


Mi hermana es Bianca, mi mamá, mi amiga, la vecina de
enfrente, mi prima, mi tía, esa chica del colegio que me trataba
mal y tú.
Cuando Bianca tomó control de la historia me di cuenta
que necesitaba ser fiel a ella misma, a verbalizar lo que todas
pensamos muy dentro nuestro, lo que no le decimos a nadie
porque a veces el autoestima se convierte en odio propio.
Y ahora con 35 años la historia sigue igual, ¿cambiaré
alguna vez? Podremos aceptarnos como somos y dejar de
compulsivamente compararnos con mujeres que no existen?
Una vez le pregunté a una amiga quien estaba obsesionada
por su cuerpo:
¿Dónde están esos cuerpos increíbles en la playa?
¿Notaron eso? Nunca vi a nadie. Todo lo que vemos en las
redes sociales se queda allí porque inclusive la más flaca odia
algo de ella y lo modifica para mostrar una mentira online.
Lo sé, es fácil decir querámonos como somos cuando el
mundo nos bombardea con inseguridades.
¿No me crees? Cuéntame cómo te sientes cuando quieres
comer algo que guste mucho y en el momento que terminas
sientes culpa o cuando no puedes salir a la calle sin cubrir tu
rostro con diez productos diferentes de maquillaje.
Hey, cada uno hace lo que puede y está bien, el cambio
nunca es repentino, debe ser lento y a conciencia.
Usualmente escribo mujeres fuertes, mujeres que saben
usar armas y que no le tienen miedo a nadie, bueno Bianca es
otro tipo de heroína, una que verbaliza sus miedos y los
enfrenta, pero principalmente, una que escucha a los que no
ven una imagen distorsionada de ella.
Escuchemos a los que no tienen ese velo de odio sobre sus
ojos.
Querámonos por lo que somos y lo que queremos ser.
Valoremonos por nuestras acciones y no por cómo nos
vemos, porque estoy segura que nunca le dirías a tu mejor
amiga las cosas que te dices a ti misma.
Sé que yo nunca te diría algo así.
Marcia DM

AGRADECIMIENTOS

Llegamos a un fin.
No puedo creer que los cuatro hermanos estén en mi
biblioteca y en la tuya.
Fue un gran viaje, pude tocar temas que me importan
mucho, como el autismo, los traumas, las inseguridades y las
segundas oportunidades.
Creo que es importante hablar de ellos, como también
escribir personajes imperfectos, personas con conflictos
internos que a veces no los dejen tomar la decisión adecuada.
De eso se trata la lectura, de viajar, comprender y absorber
nuevos puntos de vista.
Me pone muy feliz que los cuatro hermanos hayan sido tan
exitosos, sus historias merecen ser contadas y entendidas por
todas!
Solo recuerda algo cuando termines este libro y suspires de
amor, estos hombres fueron escritos por una mujer :P así que
no me hago cargo por tus altas expectativas cuando vuelvas al
mundo. Muajaja
Una vez más, quiero agradecer a todas las lectoras por
acompañarme en esta saga, a las chicas del grupo de Facebook
por participar siempre, a mis seguidoras en Instagram y ahora
en Tiktok! Pensé que era vieja, pero no tan vieja cuando abrí
esa app y no entendí nada, ¡pero ahí estoy todos los días!
¡Ah! Tengo una historia en Wattpad, si necesitas un poco de
romance oscuro en tu vida, te invito a leer Malas Intenciones!
Y las veo en la siguiente saga, Walker Segunda Generación.
Julian, Mila, Astor y Bernardo vienen con una fuerza
imparable.
Les dejo un adelanto de Julian Walker en la siguiente página.
¡Gracias por leer!
ADELANTO: -EL COLOR DEL
ANHELO-
JULIAN WALKER
(Sujeto a cambios y edición)
Raven

Aparentemente no vestir Chanel en la tienda de comestibles es


un problema en Paris.
Cuando vine a esta ciudad sabía que se esperaba cierta
elegancia de mi parte, pero nunca creí en mis sueños más
aventurados que vería mujeres tan elegantes comprando
limones.
¡Limones!
Es mi última noche aquí y aunque amé los siete días que
pasé en la ciudad, es hora de volver a Nueva York.
Mi vuelo sale mañana por la mañana y vine a esta tienda a
buscar una cena rápida para irme a dormir temprano.
Una ensalada en un recipiente de plástico y una botella de
vino es suficiente para mi. No puedo irme de esta ciudad sin
tomar vino francés, creo que eso se le llama pecado en algunos
rincones del mundo.
La fila para pagar no es tan larga, solo cuatro personas,
pero la señora muy elegante que está siendo atendida por el
cajero se está quejando de algo, por supuesto que no entiendo
de qué, ya que no importa cuanto lea el libro “Frases para
sobrevivir tu viaje en Francia” sigo sin entender una sola
palabra y honestamente me pone demasiado nerviosa, porque
los franceses odian a los Americanos que pretenden llegar al
país y hablar inglés y con razón, pero eso no deja de hacerme
sentir que tengo una pistola en mi cabeza cada vez que alguien
me habla.
Finalmente la señora consigue lo que quiere y da un paso
adelante.
Aquí es cuando los nervios se manifiestan físicamente,
tengo la tendencia a tocarme el pelo como una adolescente que
flirtea sin vergüenza cuando me pongo así, pero en realidad
solo quiero que se abra la tierra al medio y tirarme de cabeza.
Una persona.
Y tiene solo un producto, Dios, no estoy lista.
El cajero me mira cuando se retira la persona que tenía
delante, sus ojos me dicen que está absolutamente fastidiado,
seguro que es culpa de la señora elegante.
Abro la boca para saludarlo, pero el muchacho estira la
mano para que le de los productos. Los pasa por el escáner y
dice el precio.
Si pudiera detener el tiempo, buscaría el libro y leería la
frase que tengo que decir, en cambio, busco mi cartera del
bolso como si me estuviera robando y con manos temblorosas
le entrego la tarjeta de crédito.
Él hace todo lo que tiene que hacer y cuando me devuelve
mi ensalada y el vino salgo corriendo.
Mis pies se mueven tan rápido como palpita mi corazón.
No soy así de nerviosa, esto es un remanente de un hecho
traumático que ocurrió hace dos semanas, el mismo hecho que
hizo que borracha compre un boleto a París para el día
siguiente.
—Excusez-moi—escucho detrás de mi—, excusez-moi,
madame.
Una mano toca mi hombro y volteo inmediatamente.
Un hombre de al menos una cabeza más que yo me mira
extrañado. Creo que es una de las miradas más intensas que
recibí en mi vida. Sus ojos claros están enfocados en mí, su
cabello color caramelo reposa relajadamente sobre el lado
izquierdo de su frente.
—Vous oubliez la voiture de crédit.
Miro hacia abajo y veo mi tarjeta de crédito en su mano,
puedo interpretar que me está diciendo que la olvidé en la
tienda.
—¡Oh! —digo exaltada— Gracias, digo—me corrijo
rápidamente—Merci.
—¿Americana? —pregunta.
—Oui,oui—sonrío mirando al suelo, su belleza me pone
más nerviosa que el cajero.
—Yo también —dice y eso hace que levante la mirada, su
sonrisa es igual de perfecta.
—Oh, gracias a Dios —digo con alivio y una mano en el
pecho— .No sabía qué palabras usar para agradecerte —
Guardo la tarjeta en la bolsa y trago con dificultad— .Gracias.
—De nada —responde, sus ojos miran para abajo con
curiosidad, un poco de entretenimiento también— ¿Vives
aquí?
—Oh no —suspiro—, el francés y yo no nos llevamos
nada bien, como acabas de comprobar.
Los dos nos reímos y él entierra las manos en los bolsillos
de sus vaqueros.
Creo que nunca vi un hombre tan hermoso en mi vida, no
puedo dejar de repetir esa frase en mi cabeza, una y otra vez.
Su quijada es cuadrada y simétrica, su nariz varonil y
triangular, sus cejas anchas y del mismo color caramelo que su
cabello.
Un silencio extraño flota entre los dos y cuando estoy por
decirle adiós, vuelve a decir algo apresuradamente, como si
buscara una excusa para seguir hablando conmigo.
—Dicen que es el idioma más difícil de aprender y el más
fácil de olvidar, así que no te sientas mal.
—¿Más difícil que el chino? —pregunto inclinando mi
cabeza hacia el costado.
Vuelve a reírse y creo haber encontrado ese hobbie que mi
padre pide a los gritos que encuentre.
Hacer reír a este hombre.
—No, supongo que no —señala la ensalada—, con la
comida magnífica que tiene este país, ¿planeas comer solo una
ensalada?
Mira el contenedor con pena, la verdad no se ve para nada
apetecible.
—Quería una cena rápida —sus ojos observan el vino— ,
este es el postre—agrego.
—Permiso —dice tomando el vino de mis manos, lee su
etiqueta con cuidado y pone cara de desaprobación—. No es la
mejor opción.
Sus manos son varoniles, pero sus uñas son elegantes, los
tendones en el dorso de la mano se tensan al sostener la botella
y su piel parece bronceada.
¿Tengo un fetiche nuevo?
—¿No? —pregunto mientras devuelve la botella—.
Maldición.
Vuelve a meter las manos en los bolsillos. Noto el suéter
color crema que lleva, se lo ve estirado y gastado, pero puesto
en él parece la pieza a la moda.
Vuelve el silencio y en vez de mirar el suelo, lo miro, que
parece tan entretenido conmigo como lo estoy yo con él.
Creí no estar lista para estar físicamente con alguien, luego
de lo que ocurrió con Cole, pero este hombre está haciendo
que me plantee hasta mi propia existencia.
¿Qué tan descabellado sería perder el control en mi última
noche en París? Dejar de ser la buena y predecible Raven y
ser…Ray.
Ray es quien soy cuando estoy sola en mi casa, la chica
que lee libros románticos y le dice al resto que ella no lee esas
cosas, la que se viste de taco aguja, pero ama las zapatillas,
Ray Hill, la persona que era yo hasta que me mudé a Nueva
York buscando algo que todavía no encontré.
—No. —responde sin agregar más, quizás esta sea mi
oportunidad.
—Oye…—digo dejando en el aire mis pensamientos
reales.
—¿Si? —insiste.
—Tienes…no sé, ¿algo qué hacer?
El hombre frente a mí sonríe, es más una media sonrisa
fanfarrona que natural. Como si esto fuese algo que vive todos
los días de su vida.
No me sorprende.
—¿Qué tienes en mente? —Cruza sus brazos sobre su
amplio pecho.
—Es mi última noche en la ciudad antes de volver a casa y
estoy pasando por una crisis existencial, quizás tú estés
pasando por lo mismo y quieras tomar este vino barato que
encontré en una tienda de comestibles.
—¿Sin ataduras? —pregunta con una de esas cejas
caramelo arqueadas.
—Sin ataduras, sin nombres si quieres.
—Interesante…—murmura refregándose la barbilla.
Mi estómago se retuerce hacia un lado y luego hacia otro,
esta no soy yo, pero ¿cómo puedo no intentarlo? miralo , es
hermoso.
Pero puedo ver duda en su semblante, lo está pensando. No
es algo que debería pensarse demasiado, ¿no?, o me encuentra
atractiva o no.
Demonios,¿por qué hago esto?
—¿Sabes qué? Fue una mala idea, siento mucho ser tan
directa —mis pies se alejan, él los observa con curiosidad.
Toma mi muñeca con fuerza.
—Espera, no me diste tiempo a contestar…
—No hace falta, como dije antes fue una mala idea…
—¿Dónde está la mujer impulsiva de hace segundos atrás?
Déjame hacer una llamada primero.
—¿Una llamada? No tienes una novia esperando, ¿no?
Se rie.
Yo no.
—No, solo le voy a decir a mis…
—¡Sin detalle!
—Cierto, solo dame un momento.
Da unos pasos lejos de mí y yo me quedo sin saber qué
hacer con mi cuerpo, gracias a Dios tengo objetos con que
ocupar mis brazos.
Él murmura palabras en el móvil, dándome la espalda, que
por cierto, es ancha y termina en forma triangular en su
cintura.
Cuando voltea camina hacia mí y toma el vino de mi
mano.
—Tengo una condición…—dice.
—Escucho.
—Dejame comprar una cena decente.

Raven

D urante los primeros tres pasos decido ponerle un


sobrenombre, Thor.
Thor camina junto a mí en silencio, una mano se
entierra en el bolsillo y por un breve momento, me pregunto si
es que no tiene un anillo escondido allí.
—¿Qué haces en París? —finalmente pregunta.
—¿Cuánto tiempo tienes para escucharme? —respondo
con una sonrisa tensa.
—Toda la noche —dice con seriedad, sus ojos atraviesan
los míos.
Algo nuevo ocurre en mi pecho. Creo que es una comparsa
brasileña que tengo que calmar cuándo me mira así.
Nuestro caminar es lento y ninguno pregunta hacia dónde
vamos, así que tomo aire profundamente y lo suelto,
eliminando el apuro que tenía antes.
—No es la historia más creativa del mundo, estaba
borracha cuando decidí que lo mejor que podía pasarme era
comprar un boleto a París. —sonrío mirando a mi alrededor, la
calle se termina y nos topamos con el río Sena.
Thor se ríe con su mirada fija en el cielo, rápidamente
toma el móvil y saca una foto al atardecer.
Mira de soslayo hacia mi y por lo bajo aclara:
—Es un chiste familiar, siempre nos mandamos fotos de
los atardeceres. —parece que la vergüenza lo ataca y guarda el
móvil otra vez.
Quiero detenerlo, decirle que no me dé detalles, pero
quiero saberlo.
—Qué dulce —sonrío abiertamente.
Thor levanta los hombros como si no fuese importante y
pregunta:
—¿Por qué estabas borracha? Por tu advertencia parece
que hay una gran historia detrás.
—Bueno, mi mejor amiga y mi novio decidieron que
querían follar como animales en mi cama, así que…
Es la primera vez que lo digo en voz alta, ni mi padre sabe
lo que ocurrió.
Thor levanta la mirada del suelo y me observa con ojos
abiertos, pero rápidamente se controla y vuelve a un rostro
neutro.
—Alguien no obtendrá el trofeo al mejor novio del año —
dice por lo bajo, pareciera que tiene preocupación real y eso
hace que me ría abiertamente—. Lo siento, ¿fue muy crudo?
—No, de hecho es la primera vez que me río sobre el tema,
gracias, lo necesitaba desesperadamente.
Su sonrisa se extiende, su rostro luce complacido por
verme reír.
Cuando llegamos a la esquina, Thor señala el puente que
atraviesa el Sena.
—Hay un buen restaurante al otro lado del río. —señala el
camino.
—¡Oh! —digo cuando siento su mano en mi espalda baja
— Excelente, vamos.
***
Cuando abandoné la habitación de hotel hace tan solo una
hora atrás, nunca creí que terminaría en un restaurante con un
hombre que iba a darle el apodo de un dios nórdico.
Ray ha tomado control de mi como nunca.
Thor está sentado delante mío en una pequeña mesa
redonda en la calle, el Sena a nuestro lado.
Pide algo en un francés perfecto y yo solo señalo lo que
creo que puedo digerir en el menú.
Gracias a Dios no volveré a ver a este hombre nunca más
en mi vida, sino me sentiría muy avergonzada de mi.
—¿Y qué ocurrió con tu novio? —pregunta mientras
esperamos la comida.
Quiero repetir sin detalles, pero mi lengua comienza y no
puedo detenerla.
—No lo sé, me fui, apagué el móvil y me mudé a una
habitación de hotel, al día siguiente me subí a un avión y no lo
he vuelto a encender.
—Valiente.— dice uniendo sus manos sobre la mesa.
¿Qué tengo con esos dedos?
¿Por qué no puedo dejar de mirarlos?
—Al contrario, soy demasiado cobarde para enfrentarlos,
pero supongo que eventualmente tendré que hacerlo si quiero
recuperar mis cosas.
—Te ayudaría, pero tengo al menos dos semanas más en
Europa.
Solo ese gesto me entibia el pecho, sentir contención es
algo de lo que siempre me escapo y recibirla de un extraño se
siente sorprendentemente bien.
Llega el camarero con una botella de vino, la abre delante
de nosotros y nos sirve elegantemente en las copas.
—¿Y qué te trajo a París? ¿Una novia psicópata?
Se ríe otra vez y Dios, junto mis rodillas de la emoción que
me da.
—No, es algo que hago todos los años.
Mil preguntas se atoran en mi garganta
¿Por que?
¿Con quién?
¿A quién has llamado antes?
Pero debo contenerme, yo puse las reglas, no puedo ser la
primera que las rompa.
Aunque ya hablé de Cole.
—Qué guay…—respondo mordiendo mis labios.
Le doy un sorbo a la copa y saboreo el vino, alguna
expresión plácida habré hecho, ya que Thor parece satisfecho
consigo mismo.
—Tomar tu vino será mucho más difícil luego de probar
este, créeme.
—Te creo, hasta la botella es más bonita —digo—.No hace
falta que lo tomemos, probablemente lo deje en la habitación
antes de irme.
—Oh no, no te escaparás de ese vino, Onyx. —Cierra los
ojos con fuerza y maldice por lo bajo.
—¿Onyx? —pregunto con una sonrisa. La curiosidad me
mata.
Thor abre los ojos, pero su cabeza sigue apuntando hacia
abajo y con un tono vergonzoso dice:
—Ese es el nombre que te puse en mi cabeza, no saber tu
nombre es extremadamente odioso, lo siento.
Mi padre siempre dice que mi risa real, la que hace que
pierda el control de mi cuerpo, luce como si estuviera llorando
en silencio, que mis hombros se mueven como si estuviera
compungida y que mi voz desaparece. Será por eso que Thor
estira una mano sobre la mesa, consternado por mi reacción a
mi sobrenombre.
—Lo siento, no…no era mi intención ofenderte…
Pero cuando levanto la mirada, se sorprende cuando ve
lágrimas en mis ojos, pero una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Es eso una risa? —pregunta perplejo.
Asiento sin poder explicarle que así me río cuando algo me
da mucha gracia.
—Lo siento —agrego—, es que es muy gracioso.
—¿Por qué? —su mano sigue sobre la mía— Onyx es la
descripción exacta para alguien como tú.
Onyx es una piedra absolutamente negra, la conozco
porque mi padre es colector de esas cosas, ah y los cristales,
ama los cristales. Y como mi cabello es negro noche, Thor
eligió ese nombre para mí y por eso mi padre eligió el nombre
Raven cuando me tuvo.
—Lo sé, lo sé, me da mucha gracia porque yo también
busqué un nombre para ti, pero el mio es mucho menos
elegante que el tuyo.
Thor quita la mano de mí y se yergue en la silla, esperando
que se lo diga, pero los platos llegan y espero a que se retire el
camarero para decírselo.
—¿Cuál es mi sobrenombre? —pregunta con impaciencia.
Con la servilleta de tela tapo mi rostro.
—Thor.
—¿Thor? —repite reprimiendo una sonrisa— , ¿me llamas
Thor dentro de tu cabeza?
—Oh vamos, tu cabello es color caramelo, tus ojos claros
y tu barba también, fue lo primero que se me ocurrió.
Eso y que está muy fuerte.
Thor toma el tenedor y con delicadeza pincha un pepino de
su ensalada. Yo intento seguirlo con la mía, pero sigo
riéndome de la vergüenza.
—No me ofenderé si quieres irte en cuanto termines ese
plato —agrego.
Una sonrisa seductora aparece en sus labios.
—Oh no, de aquí no me iré sin ti, Onyx.

P uedes reservar El Color del Anhelo aquí.


ACERCA DEL AUTOR

Marcia DM es una argentina que vive en


Estados Unidos hace seis años. En su
travesía por encontrar nuevos territorios,
Marcia retomó un gran amor que era la
escritura y hoy lleva publicados doce libros
en español y tres en inglés.
Marcia vive en una pequeña ciudad de
Texas, le gusta mucho la decoración de
interiores, hacer proyectos en su casa (sus
manos lo pueden demostrar) y dibujar.
Puedes seguirla en tus redes sociales
favoritas, pero Marcia tiene que admitir que
Instagram y el grupo privado de Facebook es
donde más interactúa con sus seguidoras.

WWW . MARCIADM . COM


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Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
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La Marca Del Silver Wolf
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