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+ > TCO VOT oe LSE el nino de las estrella§S . * Paneer) 2 Ami EI nino de las estrellas Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos informado de nuestras publicaciones, escribanos indicéndonos qué temas son de su interés (Astrologia, Autoayuda, Natu- rismo, Nuevas terapias, Espiritualidad, Tradicion, Qigong, PNL, Psicologia prictica, Tarot...) y gustosamente lo compla- ceremos. Puede contactar con nosotros en comunicacion@editorialsirio.com Disefio de portada: Editorial Sirio, S.A., sobre una ilustracién de Eliana Judith Temperini ustraciones de las paginas 19, 27, 47, 53, 78, 96, 105, 107, 117, 125 y 141 de Eliana Judith ‘Temperini, Iustraciones de las paginas 62, 84, 87, 120, 144, 154, 170, 172, 184 y 185 de Marcela Garcia. © de laedicién original Enrique Barrios www.ebarrios.com © dela presente edicion EDITORIAL SIRIO, S.A. ED, SIRI ARGENTINA Ci Panaderos, 14 Nirvana Libros S.A. deC.V. C/ Paracas 59 2900S-Mélaga ‘Camino a Minas, 501 1275- Capital Federal Espafia Bodega n? 8 , Col. Arvide Buenos Aires Del.: Alvaro Obregén (Argentina) México D.F., 01280 www.editorialsirio.com E-Mail: sitio@editorialsirio.com 1S.BN.: 978-84-7808-579-8 Depésito Legal Impreso en Printed in Spain Cualquier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién piiblica o transformacién de esta obra sélo puede ser realizada con la autorizacién de sus titulares, salvo excepcién prevista por la ley, Dirijase a CEDRO (Centro Espaiiol de Derechos Reprogréficos, www.cedro.org) si necesita _fotocopiar 0 escanear algiin fragmento de esta obra. Enrique Barrios Ami EI nino de las estrellas editorial di. s.a. Es dificil, a los trece afios, escribir un libro. A esta edad nadie entiende mucho de literatura... ni le interesa especialmen- te; pero tengo que hacerlo porque Ami dijo que si queria volver a verlo deber‘a relatar en un libro todo lo que vivé a su lado. Me advirtié que muy pocas personas iban a entenderme, porque para la gran mayorfa es mas ficil creer en las cosas horri- bles que en las maravillosas. Para evitarme problemas me recomend6 decir que todo es una fantasia, imaginacién y nada més. Le haré caso: esto es un cuento. Advertencia (Dirigida sdlo a quienes creen que el Universo y la vida son algo horrendo, y que el Autor de todo seguro que no existe, 0 que es un malvado...) No sigas leyendo, no te va a gustar: lo que viene es mara- villoso Dedicado a los «nifios» de cualquier edad y de cualquier pueblo de esta redonda y hermosa Patria, esos futuros constructores y herederos de una nueva Tierra sin divisiones entre hermanos Enrique Barrios Algunas profecias, segtin visién del autor Cuando los pueblos sean uno P y todas las naciones se unan 2) para servir al Amor... (Salmo 102: 2 -..convertirdn sus tanques en tractores sus cuarteles en hospitales; ningtin ser humano dafaré a otro y olvidardn para siempre la guerra... (Isafas 2: 4) ..y mis escogidos heredarén Ia nueva tierra y mis servidotes habi- tardn allf (Isafas 65: 9) " Sy ot Primera parte Capitulo 1 Primer encuentro "Toao comenzé un atardecer de verano, en un tranquilo y pequefio pueblo de playa donde vamos de vacaciones con mi abuela casi todos los afios. Siempre nos quedamos en una pequefia cabaiia de madera con varios pinos y arbustos en el patio, y por delante un jardin leno de flores. Se encuentra en las afueras, cerca del mar, en un sendero que lleva hacia la playa. A mi abuela le gusta salir de vacaciones los tiltimos dias del verano porque es mas tranquilo y més barato. Comenz6 a oscurecer. Yo estaba sobre unas rocas altas jun- to a la playa solitaria contemplando el mar. De pronto vi en el cielo una fuerte luz roja sobre mf, que venfa descendiendo, cam- biando de colores y arrojando chispas. Al principio pensé que serfa una bengala o un cohete de fuegos artificiales, pero cuan- do estuvo mas bajo comprendi que no era asf porque legs a tener el tamaiio de una avioneta, o de algo mayor atin... 15 4 * AML. c\ niio de las estrellas Cay6 suavemente al mar a unos cincuenta metros de la ori- Ila, frente a mi, y sin emitir ningiin sonido... A pesar de lo curio- so del hecho, cref haber sido testigo de una especie de desastre aéreo. Busqué con la mirada algtin paracaidista en el cielo; no lo habja, nada perturbaba el silencio y la tranquilidad de la playa. Esperé un poco para ver si divisaba alguna otra cosa, pero no vi nada mis; entonces pensé que aquello habia sido algo asf como un aerolito, aunque igual no me senti muy tranquilo; una sensa- cién rara flotaba en el ambiente. Cuando ya me iba aparecié algo blanco y movedizo en el punto en donde habia cafdo el objeto: alguien venfa nadando hacia las rocas, lo cual me indicé que aquello si que habia sido un desastre aéreo, definitivamente. Me puse muy nervioso, se acercaba un sobreviviente de la catdstrofe y yo no sabia qué hacer; busqué a otros con la mirada, pero no habia nadie mas. No supe si quedarme alli o tratar de bajar hasta las rocas, junto al agua, para ayudarle; pero la altura era mucha, yo iba a tardar bastante en llegar abajo, y esa perso- na parecia gozar de buena salud, a j /gar por su manera enérgi- ca y veloz de nadar. Alacercarse mas me di cuenta de que se trataba de un chi- co, a pesar de que su pelo era de color blanco. Llegé a las rocas, salié del agua y antes de comenzar a subir me lanz6 una mirada amistosa y una sonrisa. Pensé que estaba feliz de haberse salva- do; la situacién no parecia dramatica para él, y eso me calmé un poco. Comenzé6 a escalar Agilmente. Cuando estuvo en lo alto, frente a mf, se sacudié el agua del abundante cabello y me hizo un alegre guifio de complicidad; entonces me tranquilicé definiti- vamente. Vino a sentarse en un saliente de piedra cercano, suspir6 16 Enrique Barrios con resignacién y se puso a mirar las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo, como si nada hubiese sucedido. Parecfa mas 0 menos de mi edad, un poco menor y algo mis bajito, Pensé que venta disfrazado porque, aparte del color de su pelo, vestfa un traje como de buzo, blanco, ajustado a su cuerpo, hecho de algin material impermeable, deduje, ya que no estaba mojado, y terminaba en un par de botas también blan- cas y de gruesas suelas. Pude haber comprendido que es impo- sible nadar tan Agilmente con unas botas asf, pero no lo hice. En el pecho llevaba un emblema color oro, un coraz6n ala- do. Entonces pensé que su atuendo no era un disfraz, sino el uniforme de alguna organizacin o club deportivo juvenil rela- cionado con aviones. Su cintur6n, también dorado, tenfa a cada flanco varios ins- trumentos que parecfan radios o teléfonos méviles, y en el cen- tro una hebilla grande, brillante y muy vistosa. Me dieron ganas de tener un cinturé6n igual de Ilamativo, aunque no supe si me hubiera atrevido a usarlo en la calle, ya que eso era més para una fiesta de disfraces o un carnaval, 0 un club como el suyo. Me senté a su lado. Pasamos unos momentos en silencio. Como no hablaba, le pregunté qué le habia sucedido. —Aterrizaje forzoso —contesté sonriendo. Era simpatico, tenfa un acento bastante extrafio, sus ojos eran grandes y amistosos. Como él era un chico, pensé que el piloto tendrfa que ser una persona mayor. —AY el piloto? -le pregunté, mirando hacia el mar. —Aqui esta, sentado junto a ti. —iGuau! —exclamé, porque aquello me maravillé. iEse chico era un campeén! iA mi edad ya podia pilotar aviones! Aunque luego pensé que no era muy diestro atin, por lo del acci- dente... Como a él parecia no importarle mucho, imaginé que sus padres serfan muy ricos. 17 + . AML. c\ niio de las estrellas —iNo venia nadie més contigo? —No. —Menos mal... El sonrié y no dijo nada. Fue legando la noche y tuve frfo. El se dio cuenta, porque me pregunt6: — Tienes frio? —Sf, un poco. —La temperatura estd agradable —me dijo sonriendo; entonces sentf que realmente no hacfa ningtin frio, y ni cuenta me di de ese stibito cambio en mi. Después de unos minutos le pregunté qué iba a hacer. —Cumplir con la misién —respondié, sin dejar de mirar hacia el cielo. Pensé que estaba frente a un chico importante, no como yo, un simple estudiante en vacaciones. El tenfa un avién, un uniforme y una misién, tal vez algo secreto... Pero por otro lado no era més que un muchacho... No me atrevi a preguntarle a qué club pertenecfa ni de qué se trataba su misién; me infundia algo asf como respeto 0 temor, a pesar de lo pequefio; era diferente, demasiado silencioso. Tal vez. qued6 un poco atontado por efec- to del accidente. —Qué pasaré ahora que se perdié el avin? —2Qué?... iPero si no se ha perdido nada! —respondié ale- gre, y me dejé més confundido atin. —iNo se perdid? No se rompié entero? —No. —2Es posible sacarlo del agua? —pregunté. —Oh, sf, por supuesto que se puede sacar del agua. —Me observé con simpatia y agregé:— ¢Cémo te Hamas? —Pedro —dije, pero algo comenzaba a no gustarme: apar- te de estar como en la luna, ese chico no respondia claramente 18 4 * AML. c\ niio de las estrellas a mis preguntas y me cambiaba el tema, Me parecié que se hacfa el misterioso, el «mayor que yo», y eso no me estaba haciendo ninguna gracia. El se dio cuenta de mi molestia y le parecié divertido el asunto. —Calma, Pedro, calma. ¢Cudntos afios tienes? —Trece... casi. ZY tui? Rid muy suayemente; su risa me recordé a la de un bebé cuando le hacen cosquillas, pero senti que intentaba ponerse sobre mf debido a que pilotaba un avién y yo no, y eso no me gustaba; sin embargo, era simpitico, agradable, no podia moles- tarme seriamente con él. —Tengo mis afios de los que tit imaginarias —afirmé entre sonrisas. Extrajo del cinturén uno de los aparatos; era una cal- culadora, la encendié y aparecieron unos signos luminosos, des- conocidos para mi, Sacé unas cuentas y al ver el resultado se puso a reir y dijo—: No, no, si te lo digo no me lo creerias. Llegé la noche y aparecié una bonita luna ena que ilumi- naba el mar y toda la playa. El permanecfa mirando el panorama, el cielo, las estrellas y la luna, siempre en silencio, como si yo no existiese. Entonces comencé a sospechar que ese chico no era de aqui, que venia de lejos, de quién sabe dénde; pero cada vez me iban gustando menos sus silencios, sus misterios. Miré su rostro; no podia tener mds de once aiios, pero insi- nuaba ser mucho mayor, y era piloto de avi6n... {No seria un enano? —Hay gente que cree en los extraterrestres... -expresé de manera casi distrafda. Pensé un buen rato antes de abrir la boca. El me observa- ba con los ojos llenos de curiosidad y de luz, parecfa que las e vefa dema- estrellas de la noche se reflejaban en sus pupilas, siado radiante para ser normal. Recordé su avién en llamas cayendo al mar, aunque segtin él, no estaba roto... Eso era algo 20 Enrique Barrios muy curioso, igual que su manera de aparecer ante mf, y su cal- culadora con signos raros, su acento extrafio, su pelo, su traje... Ademés, seamos sinceros: ilos-nifios-NO-pilotan-aviones!. —E-eres.., extra... terrestre?... le pregunté mientras sentia que el vello de mi nuca amenazaba con erizarse —Y si lo fuera, éte darfa miedo? Fue entonces cuando supe que sf venfa de otro mundo. Me asusté, pero su mirada infundia dnimo. > P i-eres... malo? —pregunté timidamente; él rid. —Tal vez ti seas ms diablillo que yo. Me sorprendi mucho con su insinuacidn, Yo era un chico que no daba problemas a nadie, que sacaba buenas notas, que legaba a ser més bien aburrido... —éPor qué dices eso? —Porque eres terricola. Comprendi entonces que quiso decir que los terricolas no somos muy buenos, y eso me molesté un poco, pero prefert ignorarlo por el momento. Decidi ser muy cauteloso con aquel alien que pretendia rebajar mi autoestima planetaria... Pero éera real que yo estaba hablando con un ser de otro mundo? Por momentos no lo podia creer. —De verdad eri un alienfgena? —Calma, calma, ique no cunda el pénico! me conforté riendo, bromeando, y sefalé hacia las estrellas mientras me decia—: Este Universo esté leno de vida, millones de mundos estan habitados, hay mucha gente buena por allé arriba. Sus palabras produjeron un extrafio efecto en mf. Cuando dijo aquello, casi pude «ver» esos millones de mundos habitados por gente buena, y se me quitaron el temor y la desconfianza. Decidf aceptar sin més tramite que él era un ser de otro planeta, sobre todo porque parecia amistoso e inofensivo. Pero todavia me seguia molestando algo: ihabia ofendido a mi especie! a + . AML. c\ niio de las estrellas —Por qué dices que los terricolas somos malos? —pre- gunté, mientras él segufa mirando el cielo. —Qué barbaro se ve el firmamento desde la Tierra... Esta atmésfera le otorga un brillo, un color... Volvé a sentirme mal, peor ahora porque no me estaba res- pondiendo, otra ve: Ademas, no me gusta que crean que soy malo porque no es asf; al contrario, yo queria ser cazador, pero no de animales, pobrecitos, sino de malvados, cazadores de ani- males incluidos, para meterlos a todos en un gran agujero, echarles tierra encima y que asf no haya més maldad en el mundo. —All4, en las Pléyades, hay una civilizaci6n tan avanzada que... No, no me creerfas... —No todos somos malos aqui. —Mira esa estrella, asf era hace un millén de afios, pero ya no existe. Una civilizacién de esa regién coloniz6 el Cordén de Zeta Reticulis y ahora vive en... —Repito que no todos somos malos aqui. {Por qué dijiste que somos unos canallas, eh? —le interrumps. —Yo no he dicho eso —respondié sin dejar de mirar el cie- lo; le brillaba la mirada—. Es un milagro... —iSt que lo difiste! Como levanté la voz, logré sacarlo de sus ensuefios; para mi, se comportaba igual que una vecina mia cuando contempla a su fdolo de la pantalla; esta loquita por él. Me miré con aten- cién, no parecia molesto conmigo. —Quise decir que, comparado con otros mundos, en este no hay demasiada bondad ni solidaridad. — Ves? Estis diciendo que somos una porqueria... —Tampoco quise decir eso, Pedrito. —Volvié a refr y me quiso dar unas palmaditas en la cabeza. Aquello me gusté menos atin, Retiré la cabeza; me molesta que me traten como a un nijio, sobre todo otro chico, 0 como a un tonto, porque soy uno de los 22 Enrique Barrios més inteligentes y aplicados de mi colegio, incluso gané un tor- neo estudiantil de ajedrez y salié mi nombre en el periddico, en la seccién «El Deporte en los Colegios», en la subseccién «Ajedrez», en la sub-subseccién , no permite que lo que vaya en contra del sentido superior de la vida, del mismo Universo, sobreviva o prospere por mucho tiempo. 33 + . AML. c\ niio de las estrellas —Pero en algtin planeta podrfan haberse salvado algunos bichos malos, por casualidad... —éCasualidad? Nada es casual, Pedro; el Universo es el reflejo de un orden superior perfecto, todo tiene una causa defi- nida y un propésito preciso, hay leyes matematicas que se cum- plen en todos los terrenos, incluso en la evolucién de las civili- zaciones del Universo. Pero, en definitiva, todas las civilizaciones planetarias insensibles ante la solidaridad universal se autodes- truyen si alcanzan un alto nivel tecnolégico y no logran superar su dureza de entendimiento, su falta de légica superior. En otras palabras, cuando el nivel cientifico de un mundo supera dema- siado su nivel de solidaridad, ese mundo se autodestruye. —Nivel de solidaridad? Yo podia entender claramente lo que es el nivel cientifico de una civilizacidn, pero no comprendia qué era ese «nivel de solidaridad». —La solidaridad tiene sus raices en el amor, Pedro. Po- demos decir que solidaridad es amor, afecto 0 carifio. La solida- ridad, el afecto, el carifio o el amor que irradian los seres es una energia de cierta clase, una energia muy fina, la més fina que existe, y puede ser medida por instrumentos como los que nosotros tenemos. —+éEn serio? —Claro, porque el amor es una fuerza, una vibracién que penetra todo el Universo, que hizo posible el Universo, como verds después; podria decirse que el amor es una «vitamina» que la vida, que los organismos necesitan, y mas necesitan mientras mayor es su evoluci6n. —éCémo es eso? —Un perro 0 un delfin necesitan ms afecto que un gusa- no o una bacteria. —Ah, seguro. 34 Enrique Barrios —Y un ser humano todavia més. 's verdad! Cuando vi tan claro aquello no me sentf tan mal como antes por mi temor a que... casi me avergiienza confesarlo... Bueno, esto es secreto, shhh... (el miedo de que nadie me quiera)... Pero aho- ra comprendia que necesitar mayor afecto no es sefial de debili- dad, sino de mayor lejania de la bacteria y del gusano. iQué bien! —Asi es, Pedro; y también de las fieras. —De acuerdo, Ami; gracias por la leccidn. —De nada. Y las civilizaciones también necesitan de esa energia llamada solidaridad, amor, afecto o carifio. Si el nivel de solidaridad de un mundo es bajo, hay infelicidad colectiva, odio, violencia, divisién y guerras; y si hay al mismo tiempo un alto nivel de capacidad destructiva... {Comprendes lo que podria pasar, Pedrito? —Claro, que podria originarse un buen desastre... 2Y qué quieres decirme con eso? —Debo decirte muchas cosas, pero vamos poco a poco. Sigamos con tus dudas. Yo todavia no podfa creer que no existieran locos 0 mons- truos invasores en el espacio, siendo infinito de grande. Le hablé acerca de una pelicula en la que unos «extraterrestres-lagartos» dominaban muchos planetas porque estaban muy bien organiza- dos. El dijo: —Sin solidaridad, ninguna civilizacién puede sobrevivir por largo tiempo. Para alcanzar el nivel tecnolégico que permi- te llegar a otros mundos en minutos se necesita de muchisimo mayor desarrollo cientifico que el que hay en este planeta. Les falta mucho tiempo atin, y para sobrevivir tanto tiempo deben necesariamente alcanzar una forma de organizacién benevolen- te, afectuosa, justa para todos, equitativa, o terminaran por des- truirse por culpa del mal uso de la ciencia y la tecnologia; y ustedes 35 + . AML. c\ niio de las estrellas ya lo estan haciendo, y cada dia més, y mas répidamente... por si no te has dado cuenta. —Tienes rav6n, le estamos dando una feroz paliza a nues- tro pobre planeta... —Por falta de solidaridad, Pedro. Todos los males de este mundo estén alli por falta de esa «vitamina», nada més. No exis- te un sistema de organizacién sin solidaridad que permita sobre- vivir mucho tiempo a ninguna civilizacin, asf que... saca tus propias conclusiones acerca del futuro que le espera a tu plane- ta si todo sigue igual... —2Y por qué no puede sobrevivir una civilizacién sin soli- daridad? —Porque a nivel universal existe una sola forma perfecta de organizacién, capaz de garantizar la supervivencia y el bienes- tar colectivos. Ninguna otra alternativa existe en todo el Universo. Se alcanza de manera natural cuando una civilizaci6n se acerca a la solidaridad, cuando ya no ignora las necesidades materiales, culturales, espirituales y afectivas de todas las perso- nas y de todo su entorno, flora y fauna, tierra, agua y aire, y esto s6lo sucede cuando una civilizacién evoluciona. —4Y entonces la gente deja de ser mala? —Naturalmente. Los habitantes de los mundos que han construido civilizaciones planetarias solidarias son pacificos, no hacen dafio a nadie; al contrario, procuran ayudar a quienes pue- dan, porque a mayor crecimiento interior, aumenta la necesidad de ayudar a los dems. Una inteligencia mayor y mas amorosa que la nuestra inventé todo esto. Después logré explicérmelo mejor, pero en esos momentos yo seguia con la duda acerca de los monstruos inteligentes y mal- vados, disfrazados de seres pacificos y hasta con una bella apa- riencia tal vez. 36 Enrique Barrios —i«Mfster Paranoia» ve demasiada television! —exclamé Ami riendo, y luego agregé:— Trata de elevar tus pensamientos, Pedrito, Mientras estemos pensando en posibilidades horren- das, no estaremos a la altura necesaria para encontrarnos con realidades més elevadas, mas hermosas y benignas; realidades que siempre han estado alli, esperando que elevemos nuestra mirada para revelarse ante nuestros ojos. —A veces pareces poeta, Ami, y me cuesta comprenderte. ste otra gente mala en el Universo, aparte de la de la Tierra? —Bien, para comenzar, nosotros no dividimos a la gente entre «buena» y «mala». Unos estén més avanzados y otros no tanto, eso es todo. Esta bien. Entonces, Zexisten en algin lugar seres tan poco avanzados como los de aqui? —Claro que sf, y mucho menos también. Existen mundos en los que td no podrias sobrevivir ni media hora. Aqui mismo en la Tierra hace un mill6n de afios esto era un infierno, bueno, no para las criaturas que vivian felices ahi, sino que lo serfa para nosotros. Hay planetas habitados por terribles monstruos. — Ves, ves? —exclamé triunfante—. Ta mismo lo recono- ces; yo tenfa raz6n: a esos monstruos me referfa. —Pero no te preocupes, ya que ellos viven en mundos mucho mis atrasados que éste; sus toscas mentes no les permi- ten siquiera conocer la rueda, asi que no van a llegar hasta aquf antes de que dejen de ser peligrosos, si es que no desaparecen en el intento, victimas de su propia medicina. Eso era tranquilizador. Entonces, después de todo, no somos los terricolas los mas malos del Universo... —No; ipero td eres uno de los mas paranoicos de la galaxia! Refmos como buenos amigos. 37 Capitulo 3 No te pre-ocupes —t Saves? Aqui «cerquita», en un planeta de Sirio hay unas playas color violeta, son espléndidas. Ah, si vieras lo que es un atardecer con esos soles gigantes... —2Viajas a la velocidad de la luz? Mi pregunta le parecié cémica. —Si viajara tan lento me habria hecho viejo antes de poder llegar hasta aqui. —2A qué velocidad viajas entonces? —Nosotros en general no «viajamos»; mas bien, nos «situamos». —iQué? —Nos «situamos», simplemente aparecemos en el lugar al que deseamos llegar. forma instantinea 39 + . AML. c\ niio de las estrellas —Bueno, algo hay que esperar, los instrumentos de abor- do deben efectuar célculos complejos; pero de un lado a otro de la galaxia tardarfa... -tomé su calculadora del cinturén e hizo unas cuentas— segtin tus medidas de tiempo... una hora y media, y de una galaxia a otra tardarfa un poco mas. —iQué barbaro! ¢Cémo lo consigues? —EI tiempo y el espacio se estiiiiiran y se acooortan... Las cosas no son lo que parecen... —No te entiendo; sé mas claro, por favor. —Puedes explicar a un bebé por qué dos més dos son cuatro? —No -respondi—. Ni yo mismo lo sé. —Yo tampoco puedo explicarte cosas que tienen que ver con la contraccién y curvatura del espacio-tiempo, ni falta que hace. Fijate cémo se deslizan esas pequefias aves por la arena, parecen flotar... {Qué extraordinario! Ami estaba contemplando unas aves que corrfan rapidisimo por la arena htimeda recogiendo algtin alimento que las olas depositaban alli. Movian sus patitas de forma tan veloz que no se les vefan, y por eso parecfan deslizarse o flotar sobre la arena. Yo recordé que era tarde. —Tengo que irme, mi abuela... —No pasa nada; todavia duerme toy preocupado. —/Preocupado? Qué tonterfa. —éPor qué? —re significa «antes de», asi que yo no me pre-ocupo; yo me ocupo. —No te entiendo, Ami. —No vivas imaginando problemas que no han ocurrido ni van a suceder; disfruta del presente, la vida hay que aprovechar- la, elige siempre poner en tu mente lo agradable en lugar de lo desagradable. Cuando aparezca un problema real, entonces 40 Enrique Barrios simplemente octipate de él, pero no te pre-ocupes cuando todo esté bien. —Creo que tienes raz6n, pero... —e parecerfa bien que estuviésemos preocupados ima- ginando que podria venir un tsunami y devorarnos? Seria tonto no disfrutar de este momento, de esta noche tan bonita. Observa esas aves que corren sin preocuparse. Por qué echar a perder este momento por algo que no existe? —Pero mi abuela si que existe... —Si, y no hay ningtin problema con ella. 2No te parece mis inteligente disfrutar del momento? —Si, pero... estoy preocupado. —Ah, este incorregible «Mister Paranoia»... Esta bien, ved- mosla, ‘Tomé su aparato televisor y comenzé a manipularlo, En la pantalla aparecié el camino que lleva hacia mi casa. Las image- nes iban avanzando por entre los arboles y las rocas del sendero. Todo se vefa en colores e iluminado como si fuese de dia. Penetramos a través de la pared de la casa y aparecié mi abuela durmiendo profundamente en su cama; hasta se ofa su respira- cién. iAquel aparato era increible! —Duerme como un angelito -comenté Ami riendo. —ZNo es una pelicula? —No. Esto es «en vivo y en directo». Vamos al comedor. La imagen atravesé la pared del dormitorio y aparecié el comedor. Allf estaba la mesa con su mantel de cuadros grandes, yen el lugar que yo ocupo estaba servida mi cena. Mi abuela la habfa dejado en un plato cubierto por otro, invertido. —iEso se parece a mi ovni! —bromeé—. Veamos qué te tie- nen para cenar, —Operé algo en el aparato y el plato superior se hizo transparente como el vidrio. Aparecié un trozo de carne con papas fritas. 4 + . AML. c\ niio de las estrellas —Bof! -exclamé Ami con asco-. iCémo pueden comer un cadaver! —iCadaver? —Cadaver de vaca, vaca muerta. ?'Te vas a comer un peda- zo de vaca muerta?... Asi como él lo pintaba me dio asco a mi también. —iC6mo funciona este aparato? éDénde esta la cdmara? le pregunté muy intrigado. —No necesita cémara. Este cacharro lanza haces, seleccio- na y ordena, filtra, codifica, descodifica, amplifica y proyecta. Sencillo, éno? Al parecer se estaba burlando de mi. —Por qué ahf se ve de dia, siendo ahora de noche? —Hay otras «luces» que tu ojo no puede ver; este aparato sf que las capta. —iQué complicado! —Para nada. Yo mismo me construf este cachivache. —iITU mismo! sumamente anticuado, pero le tengo carifio. Es un recuerdo, un trabajo de la escuela primaria. —iUstedes son unos genios! —Por supuesto que no. ¢Sabes multiplicar? —Claro =respondi. entonces tti eres un genio, para uno que no sabe hacer- lo. Todo es cuestién de grados. Una radio a pilas 0 una linterna es un milagro para un aborigen de las selvas. —Tienes raz6n. 2Crees ta que algin dia podremos tener aqui en la Tierra inventos como el tuyo? Se puso serio por vez primera. Me dirigié una mirada que denotaba cierta tristeza y dijo: —No lo sé. —éCémo que no lo sabes? iT% lo sabes todo! 42 Enrique Barrios —No todo. El futuro no lo conoce nadie, afortunadamente. —#Por qué dices «afortunadamente»? —Imaginate, la vida no tendrfa ningiin sentido si se cono- ciera el futuro. ¢Te gustaria saber de antemano el resultado del partido que estas viendo? —No, se perderia toda la emocién —respondi. —tTe gusta escuchar un chiste que ya conoces? —Tampoco, eso me aburre. —Te gustarfa saber qué regalo vas a recibir para tu cum- pleaiios? —Eso menos todavia, se pierde la sorpresa. Me parecia ameno su modo de ensefiar, con ejemplos claros. —La vida perderia todo su sentido si se conociera el futu- ro. Uno puede solamente calcular posibilidades. —iCémo es eso? —Por ejemplo, calcular las posibilidades o probabilidades que tiene la Tierra de salvarse... —iSalvarsel... Tan en peligro estamos?... —Recuerda la contaminacién, el efecto invernadero, las nuev. s epidemias, el clima (que se volvié loco), el terrorismo, las guerras, las bombas... —2O sea, que podemos desaparecer, como sucedié en los mundos de los malvados?... —Hay muchas posibilidades. La relacién entre ciencia y solidaridad en tu planeta esté tremendamente inclinada hacia el lado de la ciencia, de la tecnologfa, olvidando el corazén, el bie- nestar y la felicidad de la gente y de las dems criaturas, de la naturaleza entera. —4Y eso es muy peligroso? —iPor supuesto! Muchas civilizaciones como ésta se han perdido por ese mismo motivo. Ustedes estén en un punto cri- tico de su evolucién; son momentos delicados, peligrosos. 43 4 * AML. c\ niio de las estrellas Me asusté. Yo no habia pensado seriamente en la posibili- dad de una tercera guerra mundial, de una amenaza planetaria por parte del terrorismo o de una catastrofe ecolégica. Me quedé largo rato meditando. De pronto se me ocurrié una idea fantéstica, capaz de solucionar todos los males de este mundo: —iHagan algo ustedes! —dije entusiasmado. —iAlgo como qué? —iNo sé, bajar mil naves y decirles a los presidentes que no hagan la guerra y no contaminen, algo asi! Ami sonrid. —Imposible. —éPor qué? —Tenemos varias buenas razones para no interferir en la evolucién de este mundo o de cualquier otro. —Dime una al menos. —Bien. UNA: si hiciéramos algo como eso, en primer lugar habria mucho terror, infartos, paranoia colectiva, por culpa jus- tamente de esas peliculas de invasores que nos pintan como si fuésemos unos sapos horribles y malvados, y nosotros no tene- mos corazones de piedra, no podemos provocar algo semejante. —Bah... No creo que sea para tanto, ya la gente esta pre- parada. Pienso que si deciden bajar en un parque de cualquier ciudad y emiten una declaracién amistosa... —Bien, es verdad que debido a todo lo que hemos traba- jado para ir facilitando un acercamiento, ya no serfa tan grave, pero igual no podemos hacerlo porque todavia existen millones de personas que serfan presa del panico. Ademéas, en esa decla- raci6n amistosa tendrfamos que decirles que no somos partida- rios de las armas, y, DOS: si les dijésemos por ejemplo: «Trans- formen sus armas en instrumentos de trabajo», pensarfan que es un plan extraterrestre para debilitarlos y luego dominar el planeta. —Creo que... que sf. 44 Enrique Barrios —Y supongamos que lleguen a comprender que somos inofensivos, de todos modos no soltarfan las armas. —éPor qué? —Porque tendrian temor de los otros pafses. ¢Quién va a desarmarse primero? — iPero tienen que tener confianza! —Quienes dirigen las naciones de este mundo no pueden tener demasiada confianza en los demas gobernantes, y con raz6n, porque algunos no son muy fraternales ni honestos y tie- nen ganas de dominar todo lo que puedan, asf que, TRES: si nosotros colaboramos en el desarme de un pats, podriamos estar metiendo la pata a fondo, dejandolo a merced de vecinos poco fraternales. Mejor no meterse en eso, éno te parece? Yo estaba realmente intranquilo. Segué buscando una solu- cién para evitar la guerra y salvar a la humanidad... Después de mucho pensar, lo tnico que se me ocurrié fue que los extraterrestres podrian por la fuerza tomar el poder en la Tierra, destruir las bombas y las fabricas que contaminan y obligarnos a vivir en paz. Se lo dije. Cuando terminé de refr aseguré que yo no podfa dejar de ser terricola para pensar, y que todavia tenia ganas de sepultar vivos a todos los malvados del mundo, igual que en mis fantasfas infantiles. —«Por la fuerza, destruir, obligar», todo eso es prehistoria para nosotros. La libertad humana es algo sagrado, tanto la nues- tra como la ajena, cada persona es valiosa y su voluntad es res- petada; hacer otra cosa seria violencia, palabra que proviene de «violar», lo cual es algo completamente opuesto a nuestro espiritu. —2Entonces ustedes no hacen la guerr...? Todavia no terminaba de hacer esa pregunta cuando me senti tonto por haberla hecho. Me miré con carifio y, poniéndo- me la mano sobre el hombro, dijo: 45 + . AML. c\ niio de las estrellas —Nosotros no podemos hacer ninguna guerra, Pedro. —iNo —Porque amamos. éPor qué? —No comprendo... @A quién aman? —A todos, a todo, a la gente, a la naturaleza, a los anima- les, a la vida. Quien ama no puede hacer dafio a aquello que ama, asf que olvidate de guerras o invasiones de parte nuestra. Nosotros no estamos aqui para destruir ni para hacer sufrir a nadie, sino para construir y ayudar. Me sorprendié mucho su respuesta; esa gente era increfble de buena. El se puso a refr al percibir lo que yo pensaba. —No somos buenos, sino normales; los que no son tan normales son los de por aqui —+Nosotros? ¢Por qué? —Porque estén un poco locos, claro; no viven de acuerdo con las leyes naturales, que son un reflejo de la Voluntad de quien inventé todo esto. éHas visto alguna otra especie, aparte de la humana, que se dedique a hacer guerras contra otros de su misma especie? Luego de pensar un poco dije que no. —2Ves? Eso es locura, igual que dafiar a la naturaleza, cosa que tampoco ninguna otra criatura hace; pero a ustedes les pare- ce normal porque no viven segiin las leyes universales 0 natura- les. Algunos tan locos estan que ni siquiera creen que existe una inteligencia y un propésito preciso detrés del Universo. Supe que hablaba de Dios, y yo era creyente... bueno, un poco; pero me habjan ensefiado a tener més miedo que otra cosa; ademas, tltimamente estaba dudando, estaba llegando a pensar que sélo los religiosos crefan en Dios, y también la gente sin mucha cultura, porque tengo un tio que es fisico nuclear de la universidad y dice que «a Dios lo maté el intelecto». 46 Enrique Barrios —lu tfo es un tonto —asegur6é Ami sonriendo, después de percibir mis pensamientos. —No me parece; esta considerado como uno de los hom- bres més inteligentes del pajs. —Es un tonto —insistié—. ¢Puede una manzana matar al manzano? /Puede una ola matar al mar? —Yo habja pensado que... —Te equivocaste. Dios existe. Me puse a pensar en Dios un poco arrepentido por haber puesto en duda su existencia. —iOye, quitale la barba y la ténica blanca! Ami refa porque habia visto mis imagenes mentales. —Entonces... éno tiene barba? {Dios se afeita? Mi amigo espacial se regocijaba con mi confusién. 47 + . AML. c\ niio de las estrellas ees un dios demasiado terrfcola —comenté. —Por qué? —Porque tiene la apariencia de un terricola. ZQué me estaba queriendo decir, que Dios no tiene apa- riencia humana sino de alguna raza extraterrestre? El se enteré de lo que yo pensaba; después de refr tomé una ramita y dibujé una figura humana sobre la arena. —En mundos como él tuyo o el mio, y en otros parecidos, el modelo humano bisico es el mismo, 0 sea, cabeza, tronco y extremidades, pero hay pequefias variaciones en cada uno: altura, color de la piel, forma de las orejas; pequefias diferencias. Aqui mismo las hay entre los distintos tipos humanos de este planeta. —Es verdad, pero tt pareces un chico terricola normal. 2Cémo es posible? —Yo parezco terrestre porque la gente de mi planeta se parece mucho a los niiios de la Tierra, por eso justamente estoy en misi6n aqui, para no asustar a nadie con mi aspecto, aunque ya no soy un nifio, por eso tengo el pelo blanco. Pero en otros mundos sus habitantes tienen formas diferentes, de acuerdo con las caracterfsticas del planeta; por ejemplo, en mundos en los que s6lo hay agua, para qué necesitarfan piernas? Allf la gente tiene forma de pez, porque es lo que conviene a las circunstan- cias, lo més practico. —iComo las sirenas! —Algo asf, pero Dios no tiene la cara ni la forma de un hom- bre de tu mundo o el mfo ni de ningiin otro mundo del Universo. —iNo —Ven, vamos a pasear y te explico. ZY cara de qué tiene entonce: Comenzamos a caminar por el sendero hacia el pueblo. Me puso el brazo sobre el hombro, y senti en él al hermano que nunca tuve. Unas aves nocturnas pasaron graznando a lo lejos. 48 Enrique Barrios Ami parecié deleitarse con esos sonidos, aspiré el aire marino y dijo: —Dios no tiene apariencia humana, no tiene forma alguna, no es una persona como ti o yo. Es un Espiritu, un Ser infinito que lo penetra todo, que es pura inteligencia creadora, puro amor. Su rostro brillaba en la noche al hablar del Creador, lo cual lograba emocionarme, a pesar de que no soy del tipo religioso. —iAh! —Por eso el Universo es tan maravilloso, Yo pensé en los habitantes de los mundos atrasados que él habfa mencionado antes, y también en la gente mala de este mismo planeta, en esos que habria que echar a un pozo bien hondo, y no me parecié que el Universo fuese algo tan maravi- lloso después de todo. —Y los malos? los llegardn a ser buenos algin dia. —Mejor hubieran nacido buenos desde el principio; asf no habria nada malo por ninguna parte. —Si no se conociera lo malo, 2cémo se podrfa disfrutar de lo bueno; cémo se podria valorar? —pregunté Ami. —No entiendo bien. —iNo te parece magnifico poder mirar, ver? —No sé, nunca lo habfa pensado... Creo que sf. —Si hubieras sido ciego de nacimiento y de pronto adqui- ricras la vista, entonces sf que te parecerfa magnifico poder ver. —iAh, claro! igual que quienes han vivido existencias duras, violen- tas; cuando se superan y alcanzan una vida mas armoniosa y pact- fica la valoran mucho més, porque lo que cuesta conseguir se cui- da més que lo que llega sin esfuerzo. Es lindo avanzar, ir superan- dose, aprendiendo a solucionar los problemas y crecer en todo 49 + . AML. c\ niio de las estrellas sentido; eso produce orgullo sano. En cambio, quienes nacieron sin problemas no pueden valorar adecuadamente lo que tienen. fbamos caminando por el sendero iluminado por la luna y bordeado de érboles, plantas y follaje. Pasamos por mi casa. pérame aqui un momento. Entré silenciosamente a buscar una prenda de lana para abrigarme. Vi mi plato cubierto esperandome sobre la mesa. Me senti poderoso porque ya sabia lo que habfa en él sin necesidad de retirar el plato superior, pero me entré una pequefia duda y eché un vistazo para cerciorarme: sf, era lo mismo que habfa vis- to a través del pequefio televisor de mi amigo, pero no tenfa hambre todavia. Volvé al lado de Ami, y continuamos caminando y conyersando. Ain no aparecfan las primeras calles del pueblo ni las luces del alumbrado publico. Ello contemplaba todo mientras hablaba. —#Te das cuenta de lo que estés haciendo? —me pregunté de improviso. —No, iqué? istas caminando, puedes caminar. —Ah, sf; claro, Zy eso qué tiene de extraordinario? —Para ti nada, pero hay quienes han sido invdlidos y luego de meses 0 aiios de ejercicios de rehabilitacién lograron volver a caminar. Para ellos sf que es extraordinario poder hacerlo, y lo agradecen, lo disfrutan; en cambio, tt caminas y miras sin darte cuenta de nada, sin encontrar nada especial cuando lo haces. —Tienes razén, Ami. Tui me ensefias muchas cosas nuevas, gracias. —iDe nada, sefior! Para eso estamos aqui —dijo alegre- mente mientras me guifiaba un ojo. 50 Capitulo 4 ja policia! Lh eeamos a la primera calle iluminada por el alumbrado publico, Serfan las once de la noche. Me parecfa una emocio- nante y arriesgada aventura pasear tan tarde por el pueblo, pero me sentia protegido al lado de Ami. Mientras caminabamos, él se detenfa a contemplar la luna entre las hojas de los Arboles; a veces me decia que escuchdse- mos el croar de las ranas, el canto de los grillos nocturnos, el rumor lejano del oleaje. Se detenfa a aspirar el aroma de los pinos, de las cortezas de los arboles, de la tierra; se ponfa a observar una casa que le parecia bonita, una calle o un rincén en una esquina. —Mira qué bellos esos farolitos... como para pintarlos. Ffjate cémo cae la luz sobre esa enredadera. Y esas antenitas recortadas contra la luna... La vida es para disfrutarla sanamen- te, Pedro. Trata de poner atencién a todo lo que ella te brinda; 51 4 * AML. c\ niio de las estrellas el lado magico de las cosas se encuentra a cada instante, pero no solemos prestar la atencién necesaria a las cosas simples. Intenta percibir y sentir, en lugar de pensar, El sentido profundo de la vida se encuentra més allé del pensamiento. éSabes, Pedrito? La vi- da es un cuento de hadas hecho realidad, es un don muy valioso que se te brinda porque «alguien» te ama. Su energfa, sus palabras, me hicieron ver las cosas desde un nuevo punto de vista. Ahora me parecfa increfble que ese mun- do que estaba contemplando fuese el habitual, el de todos los dias, al que jamés prestaba atencidn; ahora me daba cuenta de que yo era una especie de milagro, que vivia en un lugar pareci- do al parafso, y que no lo habfa notado jamés antes porque estu- ve todo el tiempo algo asf como «dormido», enfrascado en asun- tos mentales, sin darme cuenta de nada mis. Llegamos a la plaza del pueblo. Unos jévenes estaban en la puerta de una discoteca, otros conversaban en el centro de la pla- za. El lugar estaba tranquilo, especialmente ahora que la tempo- rada veraniega habia llegado a su fin. Nadie se fijaba en nosotros, a pesar del traje y el pelo de Ami; tal vez pensaban que se tratarfa de un disfraz inocente. Imaginé qué pasaria si supieran la clase de «nifio» que paseaba por alli; nos rodearfan, y vendrfan los periodistas y la televisin. —No, gracias —dijo Ami, leyendo mi mente-. No quiero transformarme en martir... No comprendf qué quiso decir. —Primero, me llevarian preso por haber entrado «ilegal- mente» en este pais. Luego pensarfan que soy espia y me tortu- rarfan para obtener informacién acerca de nuestros «planes de invasién» y, sobre todo, de nuestros avances cientificos, para ver cémo convertirlos en armas... Después de haberme exprimido como aun limén, con métodos no muy amorosos, los médicos 52 Enrique Barrios querrfan echar un vistazo al interior de mi lindo cuerpecito... No, gracias. Ami refa mientras relataba una pelicula tan horrible, aun- que reconoci que era posible y me sentf intranquilo por él, y peor cuando se le ocurrié acercarse muy alegre a conversar con los chicos de la plaza... Se lo impedf; nos sentamos solos en un lugar mis retirado. —«Mister Paranoia» eternamente pre-ocupado —dijo riendo. No le hice caso y me puse a pensar que los extraterrestres deberfan ir mostréndose poco a poco para que la gente se fuera habituando a ellos, y luego, un dia, presentarse abiertamente, —Algo parecido estamos haciendo, damos pistas, sefiales, a veces en gran cantidad, «oleadas de ovnis»; a veces muy poco, de acuerdo con cierto plan, ya te explicaré mejor; pero mos- trarnos abiertamente... Te di tres razones por las que no es con- yeniente hacerlo, lo cual indica que eso esta prohibido por las leyes. —iPor qué leyes? —Las leyes universales. En los mundos més avanzados hay normas generales que todos debemos respetar, una de las cuales es la de no interferir en los mundos no evolucionados. —iMundos no evolucionados?... 53 + . AML. c\ niio de las estrellas —Llamamos asi a los mundos que no tienen una civiliza~ cién planetaria benigna, y no la tienen porque no viven de acuer- do con la ley fundamental del Universo. —AY qué significa todo eso? —Que los mundos que viven de acuerdo a esa ley ya deja- ron de estar divididos por fronteras, tienen un solo gobierno y comparten todo lo que tienen en fraternidad, paz y armonja. Eso es vivir de acuerdo con la ley fundamental del Universo, asf es un mundo evolucionado. —No entiendo mucho. ¢Cuél es esa ley del fundamento... de qué? —Ves? No la conoces —se burlaba de mf riendo—. iNo eres evolucionado! —Pero yo soy muy joven todavia, creo que los adultos sf que la conocen, los cientificos, los presidentes... Ami rié a carcajadas. —iAdultos, cientificos, presidentes?... iEsos menos que nadie! —iDirigen paises y no la conocen!?... —Bueno, asf son las cosas en tu mundo, por eso no hay tanta felicidad en él como deberfa haber. —iCuAl es esa ley? —Te la diré més adelante —iEn serio? —Me entusiasmé al pensar que conoceria algo que casi todos ignoran. —Si te portas bien —bromesé. Comencé a meditar en esa prohibicién de intervenir en los planetas no evolucionados y me di cuenta de que algo no cuadraba: —iEntonces tt estas violando ese reglamento!... -expresé con sorpresa—. —1Bravo! No pasaste por alto ese detalle. 54 Enrique Barrios —Claro que no, Primero dices que esté prohibido interve- nir; sin embargo, tt est4s hablando conmigo. ntervenir, éo no? to no es intervenir en el desarrollo evolutivo de la humanidad de la Tierra. Mostrarse abiertamente, comunicarse de manera masiva, como quieres tt, eso sf que lo serfa. /Y sabes ta por qué otra raz6n esta prohibido intervenir? —Ni idea. —Cuatro: si lo hiciéramos, aparte de los desastres que ya te mencioné, podrfan suceder las catastrofes mas espantosas de la historia de este mundo. Me asusté. —iQué catastrofes, Ami? —Al enterarse de los sistemas econédmicos, cientificos, sociales y religiosos que nosotros utilizamos, la gente querrfa imitarnos, todos nos verfan como el ejemplo a seguir y perderian el respeto por quienes les dirigen, por sus tradiciones y creen- cias, y por los sistemas que utilizan para organizarse; entonces se podrfan venir abajo todos los poderes de este mundo, y eso pondrfa en peligro la estabilidad de tu civilizacién. Los poderosos se yolverfan locos al ver que pierden sus privilegios y... serfa un caos, tal vez. el fin de todo lo que ha logrado tu gente hasta hoy. —Y entonces ustedes, que son tan buenos, intervendrian para evitar ese final tan feo y arreglar todas nuestras cosas —

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