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8. 1dem.
9. CUELLAR, L.: Introducción a la filosofía, Casals, Barcelona.
LA FILOSOFÍA MODERNA 123
12. ldem.
LA FILOSOFÍA MODERNA 125
debe ser hecho, buscado, realizado. Así, sólo algunos bienes son
estrictamente oblig~torios, por lo cual, a veces, hacemos más que
el estricto deber.
Según Kant, el yo empírico, sensible y fenoménico, nada tiene que
ver con el yo «nouménico», inteligible. El primero, según nos dice
Kant, está sometido a la necesidad de las leyes naturales; el segun-
do es el que es libre. Ahora bien, ¿ cómo puede traducirse al mundo
sensible una decisión tomada en el mundo inteligible?, ¿de qué ma-
nera puede servir a la vida moral, que se desarrolla en el tiempo y
en el mundo sensible, una libertad «nouménica»? 16
La moral de Kant supera el hedonismo y el utilitarismo. Es una
moral espiritual y universal y testifica la dignidad de la persona
humana, así como exalta el deber por encima de toda pasión e in-
terés. Pero la norma kantiana desborda al hombre ordinario, seña-
lando una cima de perfección inasequible.
Según Kant, nuestra razón crea la ley. Pero la verdad es que
nuestra razón gira en torno al ser, entendiendo sus exigencias y
formulando leyes en base a dichas exigencias. La ley, por lo tanto, no
proviene de la razón, sino de la naturaleza del ser racional, que tiene
su última fuente en el Ser divino. Por ello, las exigencias o leyes
del ser provienen, en última instancia, de Dios, la fuente de la ley
moral, a través de la naturaleza real de las cosas. Kant dice que
Dios es remunerador, pero, ¿por qué ha de serlo si no es legislador?
En Kant, la obediencia a la ley moral es obediencia a nosotros
mismos: Esto, más que autonomía, es soberanía absoluta, ya que no
se admite un ser superior a la razón. La autonomía no excluye, si
se entiende bien, la heteronomía: En efecto, la ley que se formula en
nuestra razón y refleja las exigencias de nuestra naturaleza, encarna
una intención superior, la del Creador. La moral es, pues, una obe-
diencia a un Superior, la fidelidad a Dios. Esta superior intención
hace que lo moral sea una elevación del plano de la individualidad
al plano trascendente. La ética de Kant es excesivamente individua-
lista.
Kant exalta la dignidad de la persona humana sin apoyar ni res-
paldar esa dignidad del yo en un Yo superior, siguiendo su visión
individualista y agnóstica. Afirmar, como hace Kant, que el hombre
es fin, sin determinar cuál es el fin último del hombre, es dejar sin
fundamento a la ética.17
La moral kantiana se sitúa aparte del conocimiento natural es-
pontáneo del bien. Kant opone libertad y naturaleza y entiende aqué-
lla como autonomía absoluta. El rechazo del bien en sí le lleva a
Kant a una pérdida del ser y, por lo tanto, del Bien en sí y del Ser
en sí (Dios), fundando una moral antropocéntrica laicista que, en