MIL, DISCIPLINA,| 5. Los cuerpos déciles
sen primer lugar alguien a
- DESERT, signos naturales de su
vigor y de su valentia, las marcas, también, de su altivez; su cuerpo es el
bblas6n de su fuerza y de su dnimo; ysi bien es cierto que debe aprender
‘poco a poco el oficio de las armas -esencialmente batiéndose~, habilida-
‘des como la marcha, actitudes como la posicién de la cabeza, dependen
‘en buena parte de una retérica corporal del honor:
Los signs para reconocer a los més idéneos en este oficio son
¥y despiertos, la ‘el estémago le-
vantado, los Tos dedos fuer-
tes, el vientre hundido, los muslos gruesos, las piernas lacas y
Jos pies secos; porque el hombre de tales proporciones no po-
dra dejar de ser agily fuerte.
Llegado a piquero, el soldado “debera, al marchar, tomar la cadencia
del paso para tener la mayor gracia y gravedad posibles; porque la pica
_ “aes amppeericeerct enel pnp epetd
Sena tim tho
Parana anriatonnerterr cuerpo taro$
; se han fet poco a poco las postu
ey nn cate caleae tt cate pete OSes
cuerpo, lo domina, pliega el conjunto, lo vuelve perpetuamente dispo-
nible, y se prolonga, en silencio, en el automatismo de los habitos; en
1 L. de Monigommery, La Mile rani ed. de 1636, pp. 67158 viettar ¥ casticar
suma, se ha “expulsado al campesino” y se le ha dado el “ai
dado”? Se habitiia alos reclutas
a llevar la cabeza derecha y alta; a mantenerse erguido si
corvar la espalda, a adelantar el vientre, a sacar el pecho y
ter la espalda; y a fin de que adquieran el habito, se les
esta posicién apoyéndolos contra una pared, de manera
Jos talones, las pantorrillas, los hombros y la cintura Ia toq
asi como el dorso de las manos, volviendo los brazos
afuera, sin despegarlos del cuerpo [...] se les ensefiard
mente a no fijar jamas los ojos en el suelo, sino a mirar:
‘mente a aquellos ante quienes pasan [...] a mantenerse i
viles aguardando la voz de mando, sin mover la cabeza,
‘manos ni los pies [...] finalmente, a marchar con paso fi
la rodilla y el corvején tensos, la punta del pie apuntando hi
cia abajo y hacia afuera?
Ha habido, e1
signos de esa gran atencién dedicada entonces al cuerpo, al cuerpo
se manipula, al que se da forma, que se educa, que obedece, que
ponde, que se vuelve habil o cuyas fuerzas se multiplican.
del que Descartes habia compuesto las
-meras paginas y que los médicos v los filésofos continuaron,
que estuvo constituido por todo un conjunto de reglament
militares, escolares, hospitalarios, y por procedimientos empiticos y
flexivos para controlar o corregir las operaciones del cuerpg. Dos
‘ros muy distintos, ya que aqui se trataba de sumisién y de utilizacion
allé de funcionamiento y de explicacién: cuerpo ttl, inteligile.¥, si
‘embargo, entre uno y otro, puntos de cruce
2 Ordenana del 20 de macro de 1764,
9 iDISCIPLINA 159
cil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que
de ser trasformado y perfeccionado. Los famosos aut6matas, por su
., no eran tinicamente una manera de ilustrar el organismo; eran.
jén unos mufiecos politicos, unos modelos reducidos de poder: ob-
sn de Federico II, rey minucioso con las maquinitas, los regimientos
sn adiestrados y los prolongados ejercicios.
fo es la primera vez, indudable-
meee: stave cenaieipine deinitee, nner
antes; en to rel cuerpo queda atrapad en el interior
poderes muy ceviidos que le imponen coacciones, interdicciones
bligaciones. Sin embargo,
peers clone
coe a cas graces ofr na uaa
Dale cane oases eatin aan
Baa a Seba pee eee dans eee
fentos, gests, acttudesrapider, poder infiakesimal sobre el cuerpo
A concn cacién, MMIII: 0 cs clementcs, 00 no
snares sigaiionnes di in condone epeiaadshesarn
no la economia la efcaia de los movimients, su organizacion at.
eens a coaeion sobre tan acran ma que sobre Io sgnos a inne
ese re eee
implica una coerein ininterrumpida, constane, que vla polos
Bes ds ROP saeco tem elgaae doe eset
n que reticula con la mayor aproximaci6n el tiempo, el espa
jo y los movimientos. ‘estos métodon que permiven elcontol mint
, que garantizan la sujecién cons-
tante de sus Fuerzas y les imponen una relacion de docilidad-uilidad es
aloque Muchos procedimientos discipli-
jos existian desde largo tiempo atris, en lo 0
citos, también en los talleres.
Distintas de a esclavitud, puesto que no se fundan sobre una relacion.
de apropiacién de los cuerpos, constituye incluso la elegancia de la dis-
ciplina prescindir de esa relaciGn costosa y violenta obteniendo efectos
de utilidad, como minimo, igual de grandes. Distintas también de la
servidumbre, que es una relacién de dominaci6n constante, global, ma-
siva, no analitica, ilimitada, y establecida bajo Ia forma de la voluntad160 VIGHAR ¥ CASTIGAR
singular del amo, de su “capricho”. Distintas del vasallaje, que es u
laci6n de sumisién extremadamente codificada, pero lejana,
ataiie menos a las operaciones del cuerpo que a los productos del
‘bajo y a las marcas rituales del vasallaje. Distintas también del
y de las “disciplinas” de tipo monéstico, que tienen por funcién g
tizar renuncias mas que aumentos de utilidad y que, si bien impl
obedecer a otro, tienen por objeto principal un aumento del dor
‘entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y Io
compone. Una “anatomia politica", que es asimismo una *mecinica
poder”, esté naciendo: define cOmo se puede apresar el cuerpo de
demas, no simplementé para que ellos hagan lo que se desea, sino p
que operen como se quiere, con las técnicas, sein
cia que se les determina
Si la explotacién econdmica separa la fuerza y el p
ducto del trabajo, la coercién disciplinaria establece en el cuerpo el vi
‘culo de coaccién entre una aptitud aumentada y una dominaci6n act
centada,
La "invencién” de esta nueva anatomfa politica debe entenderse mé
‘nos como un repentino descubrimiento que en tanto una multiple
dad de procesos, con frecuencia menores, de origen diferente, de loc
lizaci6n diseminada, que coinciden, se repiten o se imitan, se apo
tunos sobre otros, se distinguen segtin su dominio de aplicacién, co
vergen y delinean poco a poco'el disefio de un método general. Se Io
encuentra tempranamente actuando en los colegios; mas tarde enDISCIPLINA 161
tuelas elementales; han invadido lentamente el espacio hospitalario,
unas décadas han reestructurado la organizacién militar. Han cir-
‘a.veces muy de prisa y de un punto a otro (entre el ejército y las
las técnicas 0 los colegios y liceos), otras veces lentamemte y de
yera mas discreta%(militarizacién insidiosa de los grandes talleres)..
yre, 0 casi siempre, se han impuesto para responder a exigencias
surales: aqui, una innovacién industrial, all4, el recrudecimiento
jertas enfermedades epidémicas, en otro lugar, la invencién del fu
las victorias de Prusia. Lo cual no impide que se inscriban de
jo total en trasformaciones generales y esenciales que sera preciso
ur de desglosar.
jo se trata de hacer aqui la historia de las diferentes instituciones
iplinarias, en lo que cada una pueda tener de singular, sino vinica-
ce de sefialar en una serie de ejemplos algunas de las técnicas esen-
han cesado, desde el siglo xvii, de invadir dominios cada vez mas
ios, como si tendieran a cubrir el cuerpo social entero. Pequeiios
ides dotados de un gran poder de difusién, acondicionamientos su-
de apariencia inocente, pero en extzemo sospechosos, dispositivos
‘obedecen a inconfesables economfas, o que persiguen coerciones
sgrandeza son, sin embargo, los que han provocado la mutacién del
imen punitivo en el umbral de la época contemporinea. Describir-
implicara detenerse en el detalle y prestar atencién a las minucias
ar bajo las menores figuras no un sentido sino una precauei6n; s-
0s no s6lo en la solidaridad de un funcionamiento, sino en la cohe-
cia de wna tactica. Ardides, menos de la gran razén que trabaja hasta
indo duerme y da sentido a lo insignificante, que de la atenta “male.
Jencia” que todo lo aprovecha, a disciplines una anatomia politica
ara advertir las impaciencias, recordemos al mariscal de Sajonia:
Aunque quienes se ocupan de Ios detalles son considerados
personas limitadas, me parece, sin embaigo, que este aspecto
ces esencial, porque es el fundamento, y porque es imposible
levantar cualquier edificio ni establecer método alguno sincontar con sus principios. No basta con tener aficién a la ar-
quitectura. Hay que conocer el corte de las piedras.*
De este “corte de las piedras” se podria escribir toda una historia,
historia de la racionalizacién utilitaria del detalle en la contabilidad
moral y el control politico. La era clisica no la ha inaugurado; la ha
acelerado, ha cambiado su escala, le ha proporcionado instrumentos
ecos en el céleulo de lo inf
sutt
precisos y quiza le ha encontrado algun
nitamente pequefio o en la descripci6n de las caracteristicas m:
les de los seres naturales. En todo caso, el “detalle” era desde hacia ya
mucho tiempo una categoria de la teologia y del ascetismo: todo det
le es importante, ya que a los ojos de Dios, no hay inmensidad alguna
mayor que un detalle, pero nada es lo bastante pequeiio para no haber
sido querido por una de sus voluntades singulares. En esta gran tradi.
cién de la eminencia del detalle vendrrin a alojarse, sin dificultad, to-
jddades de la educacién cristiana, de la pedagogia esco-
das las meticul
lar o militar y, finalmente, de todas las formas de encauzamiento de la
conducta, Para el hombre disciplinado, como para el verdadero cre-
vente, ningin detalle es indiferente, pero menos por el sentido que en.
€1se oculta que por la presa que en él encuentra el poder que quiere
aprehenderlo. Caracteristico, ese gran himno a las “cosas pequefias” y
‘su eterna importancia, lo por Juan Bautista de La Salle, en su
Tratado de las obligaciones de los hermanos de las escuelas eristianas. La mis-
tica de lo cotidiano se une en él a la disciplina de lo miniscule.
jCuan peligroso es no hacer caso de las cosas pequefias! Una
reflexién muy consoladora para un alma como Ia mia, poco
capaz de grandes acciones, es pensar que la fidelidad a las co-
sas pequefias puede elevarnos, por un progreso insensible, a
la santidad mas eminente; porque las cosas pequefias dispo-
nen para las grandes [...]. Gosas pequefias, se dira, jay, Dios
1, gqué podemos hacer que sea grande para vos, siendo,
como somos, criaturas débiles y mortales? Cosas pequefias; si
las grandes se presentan, :las practicariamos? No las creer
amos por encima de nuestras fuerzas? Cosas pequeiias; zy si
4 Maréchal de Saxe, Mes veri tt Avant popes, p.5.DISCIPLINA 163
Dios las acepta y tiene a bien recibirlas como grandes? Cosas
pequefias; ze ha experimentado? ;Se juzga de acuerdo con la
‘experiencia? Cosas pequefias; zse es tan culpable, si conside-
rindolas tales, nos negamos a ellas? Cosas pequefias; jellas
son, sin embargo, las que a la larga han formado grandes san-
tos! Si, cosas pequerias; pero grandes méviles, grandes senti-
mientos, gran fervor, gran ardor y, por consiguiente, grandes
meéritos, grandes tesoros, grandes recompensas.>
I nici ag aesecin rade pols ds as inpec cio
ce, | Boe Oe ae SRST cet
cuerpo darn pronto, dentro del marco de la escuela, del cuartel, del
hospital o del taller un contenido laicizado, una racionalidad econé-
rica 0 técnica a este cilculo mistico de lo infimo y del infinito. Y una
Historia del Detalle en el siglo xvin, colocada bajo el signo de Juan
Bautista de La Salle, rozando a Leibniz y a Buffon, pasando por Fede-
rico II, atravesando la pedagogia, la medicina, la téetica militar y la
economia, deberia conducir al hombre que habia sofiado, a fines del
siglo, ser un nuevo Newton, no ya el de las inmensidades del cielo 0
de las masas planetarias, sino de los “pequeiios cuerpos”, de los pe-
quefios movimientos, de las pequefias acciones; al hombre que res-
pondié a Monge (“No habia mas que un mundo que descubrin”):