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SPRESENCIA TEOLOGICA® je TD) cae José Ignacio Gonzélez Faus Llegar a ser lo que somos: q hermanos S$ SALTERRAE Swe ees © Batol Sal Tere, 2023 Grupo de Comunicociin Loyola Poligono de Raos, Parcela 11 3960 Matiago (Cantabria) — Espa "Tinos #3494 447 0558 ‘nfogsoyola.com seoyolncom Imprimatur ‘8 Manast Sinehez Monge ‘Obispo de Santander “is1-2023, ise de euberta él Card Basas (Simca) CCunguir forma de reproduecién, distin, ‘omunizacon publics 0 wansformacin de eta obra solo puede er reaizada con la auorzacin de us tars, salvo excspcibn pvt por le: Disiase a CEDRO (Centro Fspaol de Derechos Reprosifces) Si nocena reproduce agin fragmento de est obra. (Ger colicenia.com /91 702 19 710/98 27208 47) Inmpeso en Espa. Printed in Spar ISBN: 978-84.293-3102-8 Marin Creaion, S.C. Bargs | wor marincteacion com presi y encuaderaci: Grifioas Lope, SL Salamanca / ww graficaslope om A todas las mujeres iranies y afganas, a las que no ‘conozco, que no leerin este libra y que ademas son ‘musulmanas, pero que son victimas de la peor de todas las perversiones que es la perversién de lo religioso, Como prueba de que la fraternidad esté mes alls de esos lazas materiales A mi hermana Pilar, puerta abierta y emblema de todas las demas fraternidades. Sobre esta nueva edicién inpice Presentacién de la edicién antigua ‘Sumario de la trilogia completa L ‘Seccin I, Caearumipan Capitulo 1. EL hombre ereatura Datos para Ia reflexi6n. La pregunta por el origen .. La ensefianza de la Iglesia La tradicién teologica La experiencia creyente El mensaje biblico Conclusiones teolégicas 1. Laidea de ereacién como palabra oscura sobre Dios .. “Apéinlce: El mundo del hombre 2. Creaturidad: una praxis entre dos escollos Apéndice: La ereacién a partir del caos como ‘maniqueismo larvado 3. El hombre: creatura.y seior n 1s 25 29 29 31 37 2 8 8 86 90 4 105 Succi I, IMAGEN DIVINA Capitulo 2, El ser humano, imagen de Dios I. Laensefianza biblica 1. BI Antiguo Testamento 2, El Nuevo Testamento La reflexién teolbgiea 00. 1. Elcontenido de la imagen de Dios 2, El Paraiso original: mito y verdad Capitulo 3. Creaturidad e imagen de Dios 1. Planteamiento del problema ..... 1. La imagen de Dios como pasign del hombre 2, {Pasion intl. _ HL, Pistas humanas de solucién 1. Lacontradiccién del amor: plenitud y renuncia 2. El apetito de Ia ciencia: conocimiento y vision beatifica 3. El desfase de la acc: voluntad pretendiente y voluntad pretendida 4. Blengaio de a libertad: absolutezy limitacion 5. El ilema final dela vida humana: la muerte del sentido o el sentido de la muerte 6. Amodo de conelusién 1, Et problema en a radii eligi: a polmion natural /sobrenatural 1. La imagen y semejanza como «existncial so- brenaturaby 2. Lacresturaraconal como potencia obediencia! 3. Balance conceptual: la naturaleza pura 124 124 130 139 181 181 186 192 192 196 201 205 208 2 215 216 24 noe 9 IV. Una versién moderna del problema: liberacién SAIVACIOM ooo 235 1. Nacimiento del problema ..n.n: 236 2. Fenomenologia de la liberacién 240 3, El eexistencial sobrenatural dela liberacién .. 242 4, La apotencia obedienciaby de la liberacion hu- ‘mana : 245 Conelusién 249 Aplin 1 a ces en me ol concep de na. turaleza pura» : : 251 Apéndice 2: Des-animar el cuerpo y des-encarnar el cespiritu 257 Indice general 267 SOBRE ESTA NUEVA EDICION Las paginas que siguen son las dos primeras partes (algo re- trabgjadas) de mi antropologiatcolégica (Proyecto de her- ‘mano: visiin ereyente del hombre) que (dadas sus mis de 700 piginas) la editorial no se alrevi6 a reeditar en un solo volumen: entre otras razones porque la generacién de lecto- res no tedlogos que produjo el Vaticano Il, ha llegado a més dd los ochenta aos (los que han llegado) que es una edad en la que ya casino se lee. ¥ 8 muchos (como dij otra vez) los hijos, més que catdlicos les han salido weat6dicos» (con al- sin al polo negativo). Me alegra que, aunque sea por partes yy sin orden, vuelvan aver la Iuz estos tes capitulos, porque ‘yano esperaba tanto, Esta primera parte de la antropologia explica la base de ‘esa eontradicein que nos eonstituye como personas humanas ¥ que, simplista ¢ intresadamente, solemos calficar como ‘buenos y malos», aunque seria més exacto hablar de lo malo y To bueno de cada uno. Bondad y maldad que, en los otros niveles de nuestra humanidad aparecen también como salud y enfermedad en lo corporal, u optimismo y pesimismo en To psicoldgico. Dicho rpidamente: ef hombre es un ser que (como ya for- smulé Pascal) siempre es emis de lo que es». Es ereatura y mis aque creatua (imagen y semejanza de Dios, formulamos aqui con terminologia biblica); es limitado con un dinamismo de ilimitaién, relativo con una pasin de absoluto; Io que segin Serie nos converte en una «pasion inti. 12 scan aseo we ocr amas Nicolis de Cusa definia a Dios preciosamente como la «armonia de contrarios. Nosotros somos esa imposible pre~ tensin de armonia que se traduce en nuestra inacabable no- cesidad de reconocimiento o de «justficacién», la cual puede actuarse en mil terrenos distintos (en el econémico, en el del poder, en la sexualidad vivida como dominio sobre el oro...) ero ahi esta laraz6n de lo que Agustin calificé como un cons- tante «orazén inquieto» y el Buda (mis negativamente) como ca inflacin del yo que solemos llamar «ego». De esta base humana brotan los dos volimenes siguien- tes ya publicados y complementarios de este’. Siguiendo esa ‘mencionada dindmica del ego, el ser humano actueri mal, y actuard mal sin reconocerlo: justificdndose y llamando bien al ‘mal, y autoengafiindose asi. A pesar de es0, se porte como se porte, siempre seguiré estando bajo esa «mirada benevolente» {de Dios que, como reza preciosamente una oracién eucaristica ces una luz: «la luz de tu mirada, YY esa mirada es luz porque es una mirada amorosa, De un ‘amor que llama a la conin-unién: unién entre iguales (que {0 significa comuniéa) donde nadie es superior al otro. Y ‘que (cuando se da entre nosotros) solo se da parcialmente; de ‘una familia contra otra o de un pueblo contra otro, o de Ucra- nia contra Rusia... Tanto que ya es un topico aquelio de que lo ‘que més nos une @ los hombres es tener un enemigo comin. Esas son las dos partes (pecado y Gracia en el argotcristia- no) que siguen en la antropologia a lo que aqut expondremos ¥y que ya han aparecido en los dos volimenes citados, Este Volumen intenta remontarse a las raices de esa contradiccién que somos y desde la cual nos comportamos. Légicas precauciones editoriales acordaron publicarlos en ese orden «editorial» mas que en el orden légico para un tr tado de antropologia. Bl lector tendré quiz que recomponer y 1. Lainhumanidad y Plenitud humana wresTasier EDN 13, reordenar las piezas; pero esa es una tarea bastante habitual en nuestro mundo de hoy globalizado donde, a lo mejor, un par- tido 0 especticulo que seria légico ver a las 20 0 21 horas, te toca verlo a las res de la madrugada porque se est jugando en otra parte del mundo. También debo advertir que las tradue nes de textos del magisterio eclesiistico (Denzinger) son siem- pre mias: cuando se publicé la primera edicién de esta obra, no habia aparecido la siltima edicién (Denzinger-Huinermann: DH) que ofrece ya traducciones castellanas: pero no hay dife- rencias en los contenidos, aunque a veces sf en los modos de decir. Espero pues que no sean muy graves el desorden ni muy ‘grandes las molestias para el lector. Sant Cugat del Vallis Noviembre 2022 PRESENTACION DE LA EDICION ANTIGUA. 1. Eltema Qué cosa hay tan tuya como ti mismo? Y .qué cosa hay ‘menos tuya que ti mismo». Esta vieja experiencia de Agustin ‘de Hipona resisteintacta, incluso en su formulacién, al paso inclemente del tiempo, El hombre, ese ser limitado pero eon afin de ilimitacién, y envilecido pero con tesoros de bondad, sigue siendo un eterno desconocido para si mismo y un mal ‘duefio de si mismo. Su vida es como una fuga musical de pro- mesa y frustracibn. Apenas nacida la melodia esplendorosa de Ja dicha, comienza a dejarse sentir, pocos compases después, ‘una tonada casi idéntica de frustracién, Filésofos y poetas han desenmascarado infinidad de veces, como espejismos o pom- ‘pas de jab, todos los presuntos arcofris en fos que el hombre creia leer una sefial policroma del cielo. Pero nuevos poctas siguieron cantando, como arcoiris celestes, las irisaciones de ‘otras pompas de jabén, Quiere e30 decir que el hombre no aprende y no escar- ‘mienta? 20 es que, en alguna zona més profunda de s{ mismo, cl hombre sabe siempre més de lo que aprende, y sabe que acierta cuando busca y cuando sigue esperando? {0 es que, de- cididamente, el hombre no es mas que un buscador de paraisos yun creador ~o hallador- de infiernos? La Biblia, acaso el més extrafio libro de la historia de la hhumanidad, da testimonio de todas estas ambigiedades evo- cadas en los pirrafos anteriores. Quizas algunos tedlogos 0 16 scat sm sncpr sous s estudiosos del primer mundo, con més sueldo que experiencia humana, hayan creido poder «despacham» esta ambigiiedad de la Biblia atribuyéndola a fuentes diversas, documentos previos diferentes o autores distintos. Y los varios estratos existian, por supuesto, pero lo cuestionable es que ellos solos exptiquen adecuadamente ese carfcter contradictorio de la Biblia. ,No serd que lo que se filtra através de esa pretendids explicacién ‘¢5 mas bien el individualismo occidental, que ya no sabe que ‘una literatura es obra de un pueblo? {Que se expresa en es- critos diversos, y 2 través de autores diferentes, pero que s© ‘expresa como una totalidad, ante esa otra totalidad siempre inabarcable que es la existencia humana? ‘También otros hombres del siglo XX, deslumbrados por la eficacia dominadora de las ciencias, creyeron que podrian apresar el misterio del hombre reduciéndolo a un problema. Con ello, el misterio dejé de ser efectivamente misterio, pero, a la larga, e! hombre iba dejando de ser hombre. ¥ la tiera fue dejando de ser casa, y la vida fue dejando de ser vida, Pero todo esto era también obra del hombre. 2. La obra Este libro, y los das que Ie han precedido, han brotado de esa pasion por el hombre perdido. Estén hechos de contradiccio- nes, estructurados en contradicciones, y quiz sean ellos mis- ‘mo contradictorios. Pero sus contradicciones quieren ser una forma de respeto, una renuncia al poder, una Tlamada a esa ‘manera de mirar que conoce por comunién y no por dominio. Ala vez, este libro sabe que nunca es posible universalizar del todo lo més universal que tiene ef hombre: su experiencia Jhumana, Por eso acepta, de entrada, no servir inmediatamente ‘para todos», y sefalar quiénes ere cl autor que pueden ser sus destinatarios mas inmediatos. Helos aqui: reece La mC AON 17 + En primer lugar, querria ayudar a muchos de los que po- ddrin usarlo como texto (y ha tenido muy en cuenta su posible finalidad académica de la que ya habia nacido ‘ala hora de estructurarse), ‘+ En segundo lugar, quisiera acompaftar més despacio ‘a quienes tienen cierto habito de lectura y ~creyentes ‘© no- han acompatiado, a su vez, la peregrinacién de ‘otros escritos del autor. Por eso no se estructura exclu- sivamente como libro wde texto», sino también como libro de lectura y de relectura. Quisiera que quienes ‘comparten esa pasién por el hombre puedan seguirlo y abarcarlo, aungue algunos, en algiin momento, hayan de jadear un poco, o abutrirse otto poco, o saltar algu- nas péginas, o ponerse de puntllas para llegar mejor a otras. + ¥, sobre todo, este libro (com los dos anteriores, como ya dije) querria ~a través de los dos destinatarios lanteriores~ servir a aquellos que el autor considera ‘como sus verdaderos seflores: Ia masa impresionan- te de los condenados de esta tierra y de las vietimas de nuestra historia con cuyos cadveres se han pavi= mentado tantas veces las rutas de nuestro pretendido pprogreso, como ya reconocié (jy acepté!) el mismo Hegel. Ellos han estado presentes en el horizonte de toda su elaboracién, aunque el autor quizé ya no sabe dirigirse directamente a ellos, por edad, por vergdenza y por deformacién profesional SE que ellos y sus urgencias no constituyen el horizonte de todas las posibilidades humanas, Pero si esta obra no sirve también para ellos, y principalmente para ellos, entonces he de cconfesar no solo un fracaso, sino una ingratitud: porque a ellos ddebo (sin ningiin populismo) muchas de las cosas mas impor- tantes que ereo saber sobre el hombre. 18 ow ssevoqesems manne: Finalmente, este libro (con los otros dos citados) ha brota- {do de una fe que esté en continuidad con la tradicién biblica y que es vivida en Iglesia. En su despliegue temético, intent ser solo un desarrollo mas sistematizado y mis fundamentado de lo que el autor ya habia dicho, de forma més coloquial y més lirica (y mis breve), en el capitulo 9 de Acceso a Jess: que 10 ue la teologia cristana ensefia sobre ef hombre no afiade nada {las diversas determinaciones humanas que otros saberes des- cubren y estudian (la corporalidad frumana, la autoconcien- cia, la referencia del hombre a un mundo, su sociabilidad, su sexualidad, su capacidad de relacién a un «tin, o de progreso, de razonar, 0 de jugar...) En lo que toca a estas determinaciones materiales, la fe cristina no difiere de (ni aporta nada a) cualquier saber antro- poligico. Pero, en cambio, si aiade (0 confirma, alli donde el hombre crea intir algo de es0) que todas esas determinaciones hhumanes estén atravesadas por una doble contradicciGn, en la «que se refleja la verdad ms profunda del hombre: visto desde Ja fe crstana, el hombre es, la vez creaturae imagen de Dios (imitacion y raseendencia del limite), pero también pocado y Gracia (negatividad incretble y positividad inesperada). Ese €s el objeto formal desde el que la fe crstiana sborda todas las de- terminaciones materiales del hombre. ¥ la primera de esas dos parejas ser el tema del presente libro. Desde ese doble haz de tuz, la obra quire ser simplemente tun testimonio y una llamada: testimonio de (y llamada hacia) ese movimiento que va del asombro desconcertado ala. esperan- 7a solidaria. Porque su autor eree también que, a pesar de todo ¥ contra todo prondstico, «en el homie hay més cosas dignas 4e admiracion que de desprecio». Aunque sigue preguntindose |. Los otros dos poles estin tratados en las obras ctadas en Inala tnterior, que son un poco como dos wads naenjasn, sepeadas ‘mis prs longited que por su temic, remorse LA EHC AMEEA 19 por qué esas cosas admirables casi solo aparecen cuando estalla LaPeste. 3. Las razones Creo haber escrito toda mi reflexién sobre el ser humano, por dos razones que brotan de nuestra hora histrica, 4) La primera afecta al hecho cristiano. Me parece que, tras cl Vaticano I, y después de una importante renovacién cristo- logica (recuperar Ia humanidad y la historia humana de Jestis) ¥ teolégica (ir rescatando la identidad del Dios cristiano), el ‘ristianismo se juega ahora su futuro en estos dos puntos: a) en luna renovacién evangélica de toda la praxis eclesidstica insti- tucional; y b) en que sepa hallar un lenguaje comprensible y significante sobre el pecado y Ia Gracia, En la creacién de este Tenguaje estén en juego ~a la vez~ la identidad y la relevancia del cristianismo en el futuro, He intentado dar un pequefio pa- sito en esta direccién, porque comparto el siguiente juicio de J.B, Metz: ‘Blasi llamado “hombre actual”, es decir, el hombre de nues- ‘wo mundo burgués tardio, tensionado entre desesperacién y compromiso, apatia y amor mezquino, entre autoafirmacién sin contemplaciones y solidaridad debilmente desarollada, desorientado y més inseguro de si que hace algunas genera ciones, al punto que no quisiera ser su propio descendiente, ‘este hombre, :no va entender el grto de la Gracia, la simple pregunta de sila Gracia nos llega o emo? Eso lo dudo de la ‘manera mis eategérica. No es el hecho de que el cristianismo pregunte por la Gracia y hable de Graeia lo que le hace ser cextrafo a los hombres, extemporiaeo y ajeno, sino el c6mo pregunta por esa gracia y habla de ela? 2. Moa, Ms all religin buns, Sigueme, Salamanca 1980, 53, 20 sano csetan emsouce mos Y este pirrafo ain cabria parodiarlo preguntando: gebm0 no va tener sentido del pecado este hombre «actuab» que vive constantemente defendiéndose de él, segregando justficacio- nes y elaborando mecanismos de disculpa? (Este hombre que no puede soportar a los profetas, no simplemente porque estos puedan ser agresivos o inoportunos, sino porque sabe que nada le escuece tanto como su verdad? Quiz, pues, no sea el hecho de que el cristianismo hable del pecado lo que le hace ser ex- trafo a los hombres yextemporineo, sino la forma como habla deel ') La segunda de las razones de esta obra afecta al «mes- ter de teologiay que constituye mi destino personal. Temo que los tedlogos estemos olvidando tranguilamente que «des- pués de Auschwitz ya no se puede hacer teologia de la misma manera». Creo que el eristiano actual ~y aun el hombre de ‘buena votuntad~ pueden sentir incomodidad, con razén, ante tuna cierta teologia «ilustrada» y pseudoprogresista que ha incorporado todos los lenguajes modernos, de modo parecido como Ia sociedad de consumo incompora todos los simbo- los contestatarios y los convierte en nuevo negocio; es decie para dispensarse de cambiar nada. A veces da la sensacién de que lo «modemo» y lo «ilustrado» de un lenguaje teoldgico solo sirve para que todo quede igual, para que nada sca sub- vertido y para soslayar la con-version, que constituye para la teologia un elemento epistemolégico decisivo, Hace ya tiem- po que Urs von Balthasar acusaba a muchos tedlogos de ser: ‘Representantes de una cobardia que es pasar de largo ante toda la angustia y el extravio de la época, sordos a sus lla ‘madas quejosas, para seguir desarrollando una teologia de sonriente serenidad, desprendida del presente» 3. Von Bacmissan, I criiano y la angustia, Guadaram, Madrid 1968, 27 (en 1988 hbo ots ediibn en Cupar), meemaotsesamnotiment 2 Poco importa ahora que Balthasar, en estas palabras, se re~ fiera solo a las angustias existencialistas de su época, y que hoy ‘ todas aquellas angustias haya que incorporar el sinsentido ain mayor de fos dolores prodiucidos por el hombre: por la ex plotacién econémica, la opresién de unos hombres por otros y la situacidn de infrahumanidad a que hemos reducido a buena parte de [a poblacién humana. Esto no har sino inerementar la ‘acobardiay de lo tedlogos y de esas toologias de sonriente sere- nidad (alas que H. Assmann Ilamé «einicas» y Erasmo acusaba de vivir «en el tercer cielo»), ajenas al impresionante dolor de {antos seres humanos. Tampoco pretendo que est libro cambie fal estado de cosas, pero si me hubria gustado ser una vor. torpe yuna sugerencia minima para ello. 4. Los problemas Durante a redsecién fueron apareciendo diversas difcultades| aque no sé si han quedado bien resuetas. En primer lugar, una antopologiateoldgica creo que tiene aque oplar por un orden expositvo sistemstco, aun a sabiendas de que ello amenaza eon volveria mais eerada de lo que qui- siera ser. En cristologia era més posible el recurso a un orden genético (reproducir de alguna manera la génesis de la fe en Jesucrsto) porque el Jsis histérico, pese alas dficultades de 02290, €5 un dato objetivo, exterior a nosotros. En anropologia teoldgica la exposicién genética es mucho mas difel, porque las experiencias que podrian ser punto de partida son mucho nds diferentes (y esas diferencias no siempre son neutrals). Por ejemplo: es posible que un lector dl primer mundo com- prenda el orden expositiva de las partes tratadas en esta obra (Ly 2: ereaturidad e imagen de Dios), pero no el de las partes 3 y 4 (pecado y Gracia) tratadas en los ots ttulos ya etados. Porque el pecado es desconocido 0 cucstonado por a ideologia dominante en este primer mundo, y quiz solo pueda legarse 44 desde la Gracia. En cambio, en el mundo latinoamericano Ja concatenacién de las partes 3 y 4es un orden expositivo evi- dente pus esponde a su bnital experiencia dela prioridad deo pecaminoso Pero quizé no lo eel que esta pareja vaya detris de Jas partes 1 y 2, ni el que estas dos partes deban esructurarse asi yno en orden inverso (2-1), dada la primariedad dela experien- ‘ia de la opresin humana, ¥ todo esto es solo un ejemplo. Por «so, ante Ia difcultad de dar con una exposicién mis narativa ‘que acompafara a le experiencia creyent hasta hacerlaestruc- turase como «antropotogiateolégica, he optado por el orden Jo gicoy sstematico. En segundo lugar, el recurso a la historia era ebsolutamen- te inevitable, y el telogo sistematico sabe muy bien que él n0 5 histriador, como tampoco es bblista, Debe leer a historia para aprender, no para saber: para aprender vivir su fe, no para saber historiay. En el caso de la antropologia teolica, ese recurso era més necesario, orgue se trata de una asignatura i scabada de Ia telogia que ha tenido sus momentos intensos, pero que nunca ha cuajado (quign sabe si afortunadamente) en formulaciones con pretensiin de dara sintesis de todo un siste- ‘ma (como ocurrs, eon Ia de concilio de Calcedonia para Jncristologia, aunque tampoco fue una sintess global). Esos recursos a Ia historia han alargado a veces mis pgi- ‘as, como ya dije en Ia alntroduecién» de los dos libros an- teriores. Espero que no innecesariamente; en cualquier caso, lector no interesado podrd fcilmente prescindir de ellos. Y dentro de esas incursiones por lo histérico, el caso mas diel Jo constituye el frecuente recurso asan Agustin, que acompaita sobre todo al llamado tratado «de Gracia». Agustin es uno de esos hombres tan complcjos, y sobre los que hay tanto escrito, ‘que ya parece que solo pueden hablar de él los especialistas 4. Salvo, natualmene, cuando seve para stcar al ot, meemooroeiamoatme 25 Quisira aclarar, por eso, que lo primordial en este libro no ier sero que en é se dice sobre Agustin, sino lo que se dice sobre el hombre. Y finalmente, en la primera edcién conjunta de toda la an- tropologia teol6pica estabe el problema del ttlo: Proyecto de hhermano como definicién del ser humano. Habia razones para cbjetarme que la obra deberiahaberse titulado wproyecto de hijo», pues dicho titulo, adem de ser absolutamente conver- tible con el que quedé, subraya lo medular y especificamente cristiano de la visién creyente del hombre: l hombre es herma- ro poraue es hijo de Dios. Sin embargo, ese otro era un ttlo menos difano, més esoético y expuesto alas mil falsificacio- nes que el hombre puede (y suele) operar con lo religioso. Por 80 prefer l titulo de «proyecto de hermano», comprensible también para el no ereyente y que puede dar expresién a una de las experencias mis tikimas de nuestro existir como hom- bres: que, desde luego (y salvo que pretendamos engafiaros), hhemos de decir que no somos hermanos, pero que podemos y estamos llamados a sorlo. Es ademas un titulo claramentecri- tico, © aguilatador del anterior, ya que solo en la bisqueda de realizacién de la fraternidad puede el hombre llevar a eabo y hacer crefble su verdad como «proyecto de hijo». Por otro lado, ‘proyecto de hermano» es un titulo que, tal eomo Io entiende 1 creyente, implica necesariamente el proyecto de hijo Por ests tres razones me decid por ese titulo. Si nuestro Occidente hubiese conservado mis vivo el sentido oriental de la palabra «persona», como trascendencia y comunién, podria, haber titulado exaetamente aquella obra como «proyecto de persona», titulo que implicaria alos otros ds. Pero pienso que tumpoco ese titulo haba sido bien entendido en un mundo como el nuestro, que ha confundido a la persona con el ini Vidualismo més insolidaio y que proclama defender los «de- rechos dela persona» alli donde sabe muy bien qu solo esta defendiendo los eabusos de los privilegiados» 2A caso ase. we scnce remot 5S. Agradecimientos CCualquier palabra un poco elaborada que los hombres dec! ‘mos y escribimos esti decisivamente posibilitads por otros hombres. Maestros, lectores pacientes y eriticos, compaeros, ‘comentadores, estimulantes... Casi todos ellos, y ellas, saben Drobablemente que lo han sido (quizas algunos no sospechan {cudnto), y creo que les sobra una mencién expresa de gratitud, Por aquello de que las cosas humanas tienen un «determinante econémico en diltima instancia», quisiera agradecer a la Facul- tad de Teologia de Catalunya la ayuda prestada. Y finalmente, ¥¥ por lo que toca a ese tefido material que tantas veces es invi- sible o esté entre bastidores, pero que posibilita o imposibilita docisivamente cualquier obra humana, es preciso dar las gra- cias expresamente al desinteresado y fiel mecandgrafo que ha sido otra vez Josep M.* Rocafiguera y que ya no podté veresta ‘nueva edicién. Como le dije entonees, lo mejor que yo sabria ‘decir sobre él y para él es que fue tan diligente como «conver- genten. Hoy ya no podria decirselo porque la divergencia y desunién, mucho le harian sufi. LLGE ‘Sant Cugat del Valles Primera redaccién en enero de 1987 ‘SUMARIO DE LA TRILOGIA COMPLETA 1. El nacimiento de la contradiceién humana: creaturidad imagen de Dios Llegar a.ser lo que somos: hermanos (Presencia Teolégica, 304) Seccién! —CREATURIDAD «Vio Dios lo que habia Posibiidad del filial hecho, y era bueno» (Gn1,10) Seccién II IMAGEN DIVINA «A imagen suya los ees Semilla de lo fiial, (Gn 127) ‘legos de antemano, destinados a ser conformes ‘a imagen de st Hijo» (Rom 8.29) I. La radicalizacin de la contradiceién humana: pecado y Gracia La inhumanidad: Reflexiones sobre ef mal moral (Presencia Teoligica, 289) Seccién fl PECADO “ebios miné ala tierra Ruptura deo filial he aqui que estaba toda Comupcién Vieiada» (Gn 6,12) de lo fraerno 25 soma sao qe soe Honasos Plenitud humana: Reflexiones sobre la bondad (Presencia Teolégica, 296) Seecién IV GRACIA Proyecto de hijo Proyecto de hermano «No maldociré al mundo por causa del hombre (Gn82) ‘Donde abundé ol pecado sobreabundé la graciay om 5,20) 4. amados, liberados de s mismos, ‘ransformados en la Gloria de Dios» Rom 830) Secci6n I Creaturidad Para la fe cristiana ef hombre es una creatura de Dios. Pero le creaturidad del hombre no es un «primer piso» que pueda visitarse independientemente de los otros tres. Creaturidad ¢ imagen de Dios forman, en el hombre, una unidad indisolu- ble, donde es imposible aislar con precisin Io que pertenece ‘a cada una de esas denominaciones. Y, ademas, la ereaturidad ‘humana que conocemos es una creaturidad empecatada y agra- ciada, como iremos viendo. Apesar de ello, es pedagégicamente necesario tratar por se- pparado de la creaturidad humana, pues serfa grave confundirla ‘con los otros niveles del hombre. Pero sin que esta abstraccién se convierta en independencia, pues enfonces nuestro empetio seria idealista y, en lugar de hablar de esta ereaturidad y de ‘estas creaturas (que son las jinicas que conocemos), hablaria- ‘mos de una creaturidad abstractae inexistente. También, hay que tener en cuenta que el objetivo teolégico del tema de le ereacin no ¢s lo que dice en si (metafisicamente hablando, 0 camo concepto de una causalidad desconocida y sin analogia), nies inmediatamente lo que dice sobre ef mundo (como infor- rmacién cientifiea, ete). F objetivo de lareflexién teol6gica es lo que la dimensién creatural dice sobre el hombre y para el hombre, es decir: para que este pueda vivir como creyente. Cariruto 1 El hombre creatura I. Datos para la reflexion 1, La pregunta por el origen ‘Un chaval ya no tan joven, no bautizado e hijo de padres ateos, ‘me coataba hace poce la siguiente conversacién con su madre: ‘«Mamé tiy yo somos fnitos, y i somos finitos tiene que exis- tirelinfinito: porque lo finito no puede existir por s{ mismon. Y la respuesta matema: «Bueno hijo, todo eso son elucubra- ciones tuyas...» Y si: son elucubraciones. Pero muy logieas, porque el ser hbumano, desde que ha existido, se ha hecho la pregunta por su origen. La respuesta a esa pregunta no perienece a la fe sino ala mera creencia se ha trasladado Ia pregunta a unos dioses como los griegos o los babilnicos, que producen los seres hu- manos para servirse de ellos; se ha hablado de una emanacién desde la divinidad, o de la eternidad de la materia, Podemos ‘quedamos con la afirmacién de G. Bataille: ala unica verdad del hombre es ser una stiplica sin respuesta». O pretender que la ciencia resuelva esa pregunta (Ilamando luego ciencia solo a lo que coincide con la postura propia...) Pero en realidad, la ciencia esta dividida. ¥ hay que afadir que, aunque Ia ciencia llegara ser undnime en la afirmacin de una Causa originante, y, i se quiere, allamarla «dios», ese se- ria solo un dios-explicacién que no sabemos si tiene algo que 30 sot cea ver con el Dios-comunicacién, que es el propio de la fe cristia- na’, He comentado otras veces que un hombre tan anticrstiano ‘como Voltaire consideraba como «evidentey la existencia de Dios, dato caracteristico también de toda ess correntefilos6fi- ca llamada wdeismo». La gente sencilla suele decir que «algo tiene que haber», Pero he oido a un cura amigo comentar que, ‘cuando le tren a bautizara un nifio solo con ese argumento de ‘que «algo tiene que haber», suele contestar: «Pues entonces mejor que no lo bautice porque, alo mejor ese algo es un dios malo, enemigo de! hombre En todo este contexto, el concepto de «creacién» pasa por ser un eoncepto muy espectico de la teologia eristiana y pric- ticamente exclusivo de ella. Se puede conceder tambien que ese concepto realiza una especie de elaboracién floséfica de lo ‘mismo que intentaba decir la Biblia, aunque con otros géneros literarios no filosficos. En un primer acercamiento, puede ser itil notar eémo la palabra «creacién>, en su uso mas habitual en castellano, cua- dra y se aplica sobre todo al trabajo artistic, musical, postico, ‘etc. es decir, a aquellas formas de «produeciém» que ms sen- sacidn dan de actuar «desde la nada», por lo menos desde una nada o ausencia total de belleza 0 de expresividad (que es lo {que el arte «creay), Pero cristianamente hemos de decir que el hombre es una ereatura de Dios en la totalidad de su ser (n0 solo en sus aspectos bellos 0 expresives), y que todo el ser que Por eso, al buscar el significado de ese concepto de crea- turidad, y dada su innegable gestacién en Ja matriz cristiana, 1, Pode ser til emit fs libros de dos exatcos: Raméa Tamames (Buscando a Dios ene univers, Erasmus, Madrid 2018) y Anthony Flow (Dae existe, Trot, Madr 2012). Y pra los limites dea cin ‘ia pusde verse mi aporacén («Didlogo pltnco entve Socrates Hawking») en Diege Beaaio (el), Dios a Ja vista”, Dykinson, Madsid 2013 como Lec wanes 31 serd mejor que comencemos nuestra exposicién con un répi- do resumen de lo que constituye la doctrina cristiana «oficial» sobre el tema. A esta exposicién habrin de seguirle otros tres ceximenes que intentan rastrear en la historia del pensamiento cristiano, en la experiencia 0 praxis creyente y en las Escri- tua, los elementos y las grandes lineas vinculantes con que claborar nuestra interpretacion del tema, 2, La ensefianza de la Igles 21. Contenidos 21. De liberacién a ereaciin El lenguaje cristiano sobre Dios no arranca de las reflexiones anteriores. Aunque la Biblia esté ordenada segiin el orden del tiempo y comience por la ereacién. La primera experiencia de Dios fue una experiencia de liberacién, coneretada en la salida de Egipto, a partir de la cual se buscaron luego unos origenes, recogiendo tradiciones cuya historicidad es més confusa («sal de tu patria y de tu parentelay, ete.), Solo des- ‘pués de constituido el pueblo y tras la experiencia del exilio, ‘cuaja definitivamente la afirmacién de un Dios ereador de todo el género humano y de todo lo existente. Curiosamente, algo de eso transmite también un réipido examen de los credos cristianos. Los primerisimos eredos no hablaban de ta ereacién; solo de Dios Padre, Hijo y Espiritu (cf. DH 1-17), Unicamente mas tarde (digamos que hacia el 8. IV) se ailade en los eredos, junto a Dios Padre y todopodero- so, la palabra creado o «creador de cielo y tierra», En seguida se parafrasea esa totalidad: «todas las cosas visibles e invisi- bles». ¥ también en seguida se precisa, al hablar de Jesueristo, ‘que «por él fueron hechas todas las cosas», 52 sete came Esta probabilisima evolucién cronolégica tiene quizés un significado teolégico: asi como, en el Antiguo Testamento, se 1pasé de la fe en Yahvé libertador de Israel a la fe en el Dios creador de todo, como clave imprescindible y como soporte de quella fe, asien la experiencia eristiana parece ocurrir algo pparecido: la fe en el Dios ereador se explicita para salvaguar- dary sustentar la fe en el Dios cristiano. Lo que impedia o fal- sificaba esa fe en el Dios cristiano (en aquellos siglos de entra- dda en el mundo griego) eran los dualismos de tipo gnéstico 0 ‘maniqueo, que hacian imposible que Dios fuera poderoso para salvar a toda la realidad, puesto que ni siquiera era el hacedor de toda ella 2.1.2, De ereacién a autonomia La nocién de ereacién aparece como un lenguaje interme- dio entre monismo y dualismo: entre una mera emanacién de Dios, que haria al mundo divino pero sin entidad propia, y un ‘mundo que no es obra de Dios, sino de un «demiurgo» 0 ser intermedio que actin quizés alas 6rdenes de Dios (u otras ve~ ces contra él), Creacién significa, por tanto, ni divinidad det ‘mundo, ni maldad de! mundo (o al menos de una parte de ). Significa también una manifestacién de bondad del mundo, pero una manifestacién en la historia de una libertad: pues la Bondad solo puede ser recibida en la libertad, 21.3, Sistematizando esos principios EI Magisterio de la Iglesia proclama entonces que: 4) el universo procede de Dios (y, por tanto, no tiene en si lnrazén de su existencia), ') Procede de Dios todo el universo y en toda su realidad: ‘no «parcialmenten. O con expresién més técnica: procede «de lanada», Commo Ie voici 39 «) Procede de Dios con un tipo de causatidad que no cmanativa (como si fuera una parte o hlitodivino), ni ampo- co es modclacién de algiin material previo. Y ¢) fnalment, procede de Dios no por necesdad, sino libementey para comuniar su bondad Esto significa, en una primera reletura, que el mundo no «sdivno (cf. a 6), pero tampoca es malo (cf. dy a). ¥ quel mundo es fato de una primera orientacién postva y bonds- dosa (ef. ), sin que nada escape defintvaeinsuperablemente ‘ese orienacin, sendo por ello radicalmente host al hom- bre (ct. b) Estas euro intuiiones deberén acompaftamos en nuestro recorid. Y a estas cuato afirmaciones convendré afi otra, que esti hoy muy presente en laconcienca teolégica-aungue no haya recibid del magistero oficial la misma ratificacidn que Jas anteriores y que podemos formar asi «) El mundo procede de Dios como mundo por acabar, como tales entregado al hombre, Esta intuiein est ya oscie ramente presenta en el Vaticano Il, como luego diremos ‘Se podré dscutr si el crstanismo legs a realizar plena- rente en su praxis esa verdad de fe que proclame en sis re- dos. Peo, al menos, e importante para nosotros conserva ese sentido de la fe-n-la-creaién, Pics, separada del, esa fe puede convertse en pura cosmologiso en puro saber filos6t- 0, invadir asi campos que no son suyos, perdiendo ademés Jas virtalidades que le son propia De estas dos aimaciones hay dos (Ia y la del subttu- Jo 2.1.1) que no solo han de acompafamos claramente a lo largo de micsiro recorido, sino que Tas comentareros mis al hblar de la experiencia creyente. Ahora, una vez aportados estos complementos alos enunciades anteriores, veamosaleu- nos lgeres en los que se ha expresado esa enseianza oficial catslica, scene cannon 2.2. Referencias concretas 2) Como acabamos de decir, las profesiones de fe oficiales co- ‘mienzan llamando a Dios, ademés de Padre, «creador de cielo y tierra». Cielo y tierra es una expresién de origen oriental que pretende designar la totalidad por complementarios. Equivale, pues, a «creador de todo», b) BIIV Concitio de Letrin, celebrado en 1215, habla de Dios como: + nico principio (pocos afos después, uno de los pocos textos cétaros que se nos han conservado se ttularé pre- cisamente: Liber de duobus principis), + de todo (con varias de esas expresiones complementa- rias), + incluso para la creatura mata (que en su otigen, por tanto, fue buena), * principio que produce de la nada?. ©) Dos siglos mis tarde, en 1442, el Concilio de Florencia, que ‘bused la unién con los orientales, subraya del anterior el origen de todo en Dios y el que, por tanto, nada es malo por naturale- za, Pero afiade dos especificaciones de interés: c’) las cosas han sido creadas por la bondad de Dios (el Lateranense solo habia hablado del poder). ") Por su condicién creada, las cosas son, ala vez, buenas ‘pero mudables: lo primero por ser ede Dios», y lo segundo por ser ade la nada. ¥ aunque «amudables» apunta aqui a significar lo mismo que «degradableso, sin embargo, tiene un reverso no dicho, que es el de perfectibles, donde cabria la intuicién del ‘mundo evolutivo o por acabar, que antes hemos reseado, 2. DH oo, 1333, 3. DHI333 avn 3c Howmecnarn —35 ) Estas ensefianzas son retomadas por el Concilio Vaticano 1 sin particular modificacién. Vaticano I es quien mas expresa- mente subraya que no se trata de una causalidad emanativa ni de modelacién de algén material previo’. «) Aungue Vaticano I no traté de la reac, insinia, no obs- tante, que la diferencia entre Ia condicién ereatural del mundo y Ia del hombre es que este ha sido creado para gobemar a aquel y orientarlo al fin querido por Dios (ef. GS 34 y 12). ‘Ahi est ya, oscuramente presentida, la que hemos presentado como afirmacién e) en el acépite anterior. sta enumeracin pone otra vez de manifesto que hay una sere de temas que no ban sido ditectamente abordados por a enseianzaof- cial dela Iglesia. lo se debe, quizis, a que el tratado de la creacién ho se agota en si mismo, como veremos en ls eapitulos siguientes, De entte esos temas conviene entresacar: 4) El tema ya citado de una creacion evolutiva. Paradéjicamente, cesta idea parece ms fil de encontrar en la teologia de algunos Pa: dees, San Treneo, por ejemplo, eseribe que «Dios cre al hombre para superarse y auotrasoendersen' 'b) Derivado de este tema est ede Ia finalidad de I ereacin. Hasta cierto punto, es esta una pregunta premature, cistianamente hablando, dado que la creaciGn es solo «la mitad» de un tema y ha 4e ser completada por I mitad siguiente (la imagen de Dios).O, con 4. Cf, DH.3001 (aistinto det mundo») y 3002, mis los eépones 3021- 3024, Sobre la falta de orientacin antropldgica de Vaticano Iy su comparacin con Vaticano Il véase el arcu de Aun en caus Eclesdsticas 45 (1970), 389-399. 3. eDnaugrienti e!nerementum: AFF, 1,1 Bo rene, esa evo- Iucién no atiende al progresohstrco; sin embargo ene sus fases reas: Hiberacidn del hombre, adopion filial, cuando lege hora, donaci de una erencin de famertliad que compete al Hombre. E Irene la presenta como explicacin del woreced y mili plicaos del Genesis ms que como expliacion de Taare fase del ‘nism bo: adominad Ia er, 36 seem aceon otras palabras, la ereacin noes toda la obra de Dios, sino que que da inserta, asumida y elevada en la autocomanicacion de Dios, El fin de a ereacidnes, por tanto, a Alianza (0, como apuntaba Irene la autosuperacién, Supuesto esto Ia formula elisica de que Dios eres para comu- nicar su bondad es preferble todas la otras, incluso ala de «ma nifestar» su bondad, que usa tangencialmente el Vaticano I para subrayar que Dios no erea por necesidad. Pues en la comunicacién 4de Ia bondad de Dios hay lugar privilegiado para el tema de la Alianza. Tan vilida como Ia de «comunicar su bondadi es Ia ex presién de la ereacién en Criston, muy del gusto del Nuevo Tes- tamento o de la teologia moderna, y que conereta en qué consiste ‘esa comunicacin de la Bondad. Sobre esta expresion volveremos cenel capitulo siguiente, ‘€)¥ desde lo dicho ea wa» y en co» se puede mostrar mejor la ofinidad de los conceptos de creacién y de Mstora, aunque deba- ‘mos hacer esta precsin: que la finalidad de la creacin (de parte 4e Dios) no tiene por qué coincidir necesariamente con el fin de la historia (de parte de Ios hombres), dado que esta es una historia de libertad, 4) Finalmente, notemos que para los antiguos fue objeto de Aiscusién si el mundo, aun siendo ereado, dia ser eterno o tenia un origen temporal, Santo Tomé, que aceptaba de hecho el origen ‘temporal del mundo, ere, sin embargo, que el concepto de crea ‘uridad no excluye necesariamente la eternidad do lo creado. Una tal discusin resulta para nosotros ociosa y probablemente exe en el error, inevitable para la mente humana, de imaginat el tiempo ‘un fuera del ambito de To temporal (como, por ejemplo, cuando preguntamos qué es lo que pasa después de Ia muerte, o qué habia antes del dig-hang, como si «al otro lado» existieran el antes y el después igual que aqui). Seguramente, pues, resulta més exacta por su vaguedad la insinuacién del Lateranense IV de que Dios ‘ere6 «junto con el comienzo del tiempo» 6 DH800: simul ab initio tempori coment eyoumcasran 37 ‘Aqui tenemos los primeros datos que nos han de llevar & un ‘ecercamiento a la idea de creacién. Pero, para poder trabajar ‘con ellos, nevesitamos todavia una serie de elementos que pro- vienen tanto de la tradicién teolégica como de la experiencia creyente, como, sobre todo, de! material biblico. Se hace, pues, inevitable una palabra sobre cada uno de estos otros campos. 3, La tradicién teolégica Cae de su peso que no podemos infentar aqui una exposicién snalitica y exhaustiva de un asunto tan amplio y que, ademas, puede encontrarse en otros ratados, Para nuestro objetivo (que «llegar al punto 3.4) bastarin las siguientes grandes «an- cha de color 3.1, En la tradicin catdlica es caracterstco el afin y la puesta por la armonia entre razén y fe. Quiza como fruto de ese empefio aparece, al tratar el tema de Ia creaciGn, una aten- cién preferente a problemas cientifics (vg. evolicionismo, rmonogenismo, et.) y floséficos (tipo de causalidad a que pertenece la accién ereadora, ete). En cambio, el tema de la «reacin ha tenido pocas repercusiones directas en el eampo de la esprituaidad”. Pero si que tiene una notable importancia, ‘ecoldgica, porque es el tema que asegura la xconsistencia» det ‘orden natural con sus consecuencias, como la autonomia de lo hhumano, la hipotética posibilidad de conocer a Dios racional- ‘mente, sin la necesidad de una revelacién expresa.. Y asegura también la distincién del «arden sobrenaturaly que abordare- ‘mos en los eapftulos siguientes 3.2. La radicin luterana, en cambio, se caracteriza por una prictica ausencia de los problemas cientfios 0 filoséficos al 7. Apesar de lo que diremos ahora mismo sabe ls Ejereeio igs 38 sow cea hablar de la ereacién y por una gran importanca de este tema en l terreno dela espritualdad, pues la creacién es la verdad que asegura el dominio de Dios y la obediencia del hombre. ‘Tampoco merece el tema demasiada consideracién teoldgica, pues la creacin es vista como corrompida, casi como igual al pecad, con lo que la atencién teologica se centra casi solo en Ja dea de redencién 333. Finalmente, la tradicion oriental se desmarca de los dios esquemas occidenales anteriores, y tiene de positive que esth mucho més centrada en una sinesis de teologia y espiri- ‘ualidad: aqui entra la intuicién del mundo como sacramento, de que hablaremos después. Pero hay que rezonocer que, en la prictica, sa intucion ha sido viva tendiendo hacia un cierto amonofisismo> o espiritualismo que elimina Ta autonomia de Jo creado: e1 mundo es peribido como regalo de Dios y trans- parentaa Dios; pero nose insist tanto en que tiene sus leyes ha sido confiado al hombre para se transformado 3.4 ¥ estas pinceladas, por rpidas que hayan sido, resul- tan suficientes para que también podamos marcar su distancia ¥ su contaste con un rasgo fundamental de la cultura modem al que nos estamos asomando constantemente. Caracterstico de la mentalidad moderna parece serno solo el descubrimiento de la ereacién como evolutivae inacabada, sino también una cierta vivencia epocal del hombre como Ils mado a plotar esa evolucién. En este punto, Teilhard de Char- din no ha sido solo un visionario, sino también un estigo de la cultura moderna’. ¥ este modo de ver ha hecho que nuestros 8. Recordemos la concidapariboa del areo (en La ativan de lx ‘ener, Taras, Made 1967, 76-7) «Hasta shor, prams dei los hombres vivian aun tone disprsosy eemdos sobre miso ‘como pasajeros eundosacidenaimente en a bodega de un navi del {que no sospechatan ni su natraza movil isu movimiento. Sorel tira gue los agrupaba no conebian, puss, nada mejor qu hae, gu> scar o diswatse. Ahora bin, he agul que, pr suerte o, mis ben, cove: emma arin, 38 ‘ojos desvien inconscientemente su atencién del hecho de «ser creado» (es decir: ser creatura, ser dependiente) a la meta o fin para que existe lo creado. ‘Ademis, la cultura moderna ha entendido esa meta no en el sentido del fin de Dios al crear (la comunicacién de su bon- dad, que hemos visto antes), sino més bien como el término hacia el que parece encaminarse esta realidad evolutiva. Por cso, al hombre de la llustracién, su apertura espontinea y su experiencia espontinea del mundo no le sugieren tanto ta idea de «contingencia» cuanto la de «inacabamienton. O di cho de una manera mis colorista: a una mentalidad «clisica», lnexperiencia impresionante del desierto le suscitaré un Vago rumor de inmensidad y una sensacién de la propia pequeficz; ‘mientras que a una mentalidad moderna le plantearé, ante todo, la preocupacién de e6mo llevar allel agua que lo con- vierta en oasis, ete Con ello volvemos a encontrar Ia afnidad entre los concep- tos de ereacin y de historia, Para la mentalidad tradicional, se puode decir que, si es que hay historia, esta seré mis bien Ja historia de una restauracién de la ereacién estropeada por el hombre: las cosas eran buenas, pero «mudables», apuntibamos antes. Asi se dirfa que para esta mentalidad- la historia no ccomienza cuando Dios erea el mundo, sino cuando el hombre rompe la bondad de esta creacién, En cambio, la mentalidad ‘moderna queda plasmada en el feliz titulo de Moltmann: «la por el efecto normal de It edad, nuestes ojos comienzan a arise {Tbs mis grtdos de nosciros han sbi al pent. Han visto el Buu ‘ue os Hevab. Han visto la espama causa pore ilo dela prea. Se fan dado cuenta de que habia una cider que inet -ylambiea tintin gue digit Y, sobre todo, han wso float las bes, ban ‘ida et peeTume dels sis, mas all del culo del hoezonte: no ya Jn agian humana sobre el treno~no la deriv, sino el viaje. Es ‘viable que de esta visi slg a unanidad. > Para Teil, pus, no solo ay que dei, como Fellini: «fa nave van sina gue admis depende de nsotes 2 de vaya 40 eo aaron ‘reacién sistema abierto» y, dentro de él, en toda esa serie de subtitulos que hablan de! hombre como «posibilidad de»’. Podemos aclarar mis todo lo dicho partiendo de un texto lésico para la vida eatélica. Como es sabido, los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola comienzan con aquella afirmacién solemne: cel hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios y mediante esto salvar su alma. ‘Una exégesis muy repetida de este texto ha puesto todos los acentos en el primer adjetivo: el hombre es creado, La crea- cign apareefa entonces como una verdad de razén que formaba parte del acervo comin de la humanidad; y todos los acen- tos en Ia lectura del texto ignaciano recaian sobre actitudes de constatacién de Ia propia finitud y de dependencia-de-Dios. Pero el texto ignaciano tiene otra posible lectura que pone cl énfasis en la preposicién: el hombre es ereado para. Y la verdad de razén que forma parte del acervo comin de la humna- nidad seria ahora, simplemente, que la vida humana tiene una finalidad y que los hombres existimos «para algo». Pues bien, Jo que queremos decir aqui es que la mentalidad moderna se encuentra mucho mas a gusto en esta segunda lectura, y que ella debe ser preferida, por cuanto desde ella es posible inte- agrar la anterior, pero no al revés'*. Pero hemos de conceder que esta experiencia es nueva y, ‘por 30, la tradicién teoldgiea (al igual que el Magisterio) no responde demasiado a ella, al menos en sus formulaciones 9. Bl fturo deta ereacién, Sigueme, Salamanca 1979, 152s. El ulo Ge fituro» ya es expresivo por st mismo. 10, ¥ enesie moment podemos pescindr de la casstin ulterior sobre sila descripcn gmaciana de est mca dela vida no necesita tambien ‘serreformulada, deal manera que la alabanza reverenciescvicion YY esalvaciony se entendan desde su significado bilico y no desde luna conceptalizacin Alsen, Basteos con scilar al que, en ‘exe algo» para logue vivimos, hay un doble elemento: uno teogeo Yoo antopolozico, o uno exterior al hombre y ato iamanente al hombre mismo; y qu et segundo in sercaliza mediante el pamer, comme Lisoumemeres 61 expresis. Por tanto, aunque no convenga perder las aporta- ciones de esa tradicién (cosa que intentaremos hacer), si que es necesario que la doctrina sobre la ereacién dé una cierta respuesta a esa experiencia moderna. Pues es claro que esta ex- periencia también puede ser afrontada de forma no cristiana, 0 incluso no creyente. Y asi, hoy es frecuente oir por ejemplo que no hay tal meta del mundo, sino solo el puro azar, o unas leyes cieras y eternas de la materia que lo determinan absolu- tamente todo y que constituyen una especie de hado o destino ‘que, paraddjicamente, vuelve a estar hoy muy de moda'". O es posible ofr también -por el otro lado~ que la meta del mundo «std infaliblemente garantizada por leyes inmanentes a la his- toria misma. La primera de estas dos afirmaciones no es en absoluto creyente; la segunda no es cristiana. Pero, curiosa- ‘mente, la primera de ellas podria encontrarse en la préctica con determinadas actitudes estiticas y fixstas derivadas de la tra~ dicién teol6giea, mientras que la segunda ha podido recubrir a ‘veces, de manera poco eritica, muchas esperanzas que querfan lamarse eristianas. De ahi la importancia de que la reflexién teol6gica sobre Ia ereacién y sobre la creaturidad del hombre incorpore no solo la experiencia de la contingencia y de la fi- nitud, sino también el dato de esa particular contingencia del hombre, que es una contingencia «creadora. Habra quien piense que, con estas afirmaciones, desborda- ‘mos ya el tema de Ia creaturidad. Pero, al menos, era preciso llegar hasta este umbral, aunque ahora no lo traspasemos. 1H. De acuerdo con esto, el hombre viva en un univers wsordo a x misica indferentea ss espera, asus suffiintosy asus crime nes, seg I famosa formulacn de J. Monoo (5! ary lanecesi- dod, Baral, Barcelona 1971, 186), Casnde dig que esta afirmacion no es ereyent, me refer aun tipo de creencarelisise o to Peso qu, en's misma, a aimacin de Menod si que afrma algo ue solo pede ser ered y no puede ser demostrado por ninguna ‘experimentacién ai clcul ciemtiicos 42 some arom 4. La experiencia creyente 41. Su modo de expresién Para delimitar la experiencia creyente que se expresa a través de Ia fe en la creacién, hemos de partir de un dato ya constata- do: tanto en el Primer Testamento como en los eredos crstia- nos, la reacién noes elo primero» en formularse, aun cuando sea el comienzo de la ordenacién actual de la Biblia y de nues- tros credos. La creacién es eonoeida a partir de la Alianza y ‘como plataforma para ella. Y por eso los textos que hablan de In ereeci6n son mas tardios que ls credos primitivos sobre las intervenciones liberadora de Dios en la historia, Este dato tan sabido parece querer devr lo siguien poder vivir verazmente su fe en el Yahvé a quien ha conocido tomo liberador y como oferade-la-Alianza, el pueblo nece- sita re-conocer a ese Yahvé no solo como el Dios del Exodo ‘ye Israel, sino come el wcreador de cielo ytierray. Abordada “desde aqui a ereacin relaciona a Dios primariamente con historia, més que con la naturalea, Y este dato necesita ser puesto de relieve, porque contradie a un modo de pensar ain frecuente: el Concilo Vaticano I, por ejemplo, rata la creacién mies que la revelaci, dando @ entender que es una verdad ‘ede azn» y coronando asi una corrente postridentina que ha sido rota en el s. XX y enel Vaticano I Es posible que todavia nos eueste comprender eso, porgue estamos muy acostumbrados aver la ereacién solo como una respuesta inmediataa alguna pregunta por el origen del mun- dor hay una cierta lgica acronoldgica» que se siente ebmoda fen este modo de plantar tan claro y tan distinto. Sin embar- go, ese modo de planter comete un cortocircuitoinnecesero, pucs més bien hay que decir que, sila ereacidn responde algo 2a pregunta pore rigen lo hace solo como funcion derivada ¥ secundaria, Pimariamente, es un desarrollo pleno de lo que comma 1 ecemsscuarns 43 significa Ia Alianza. Como notan los exegetas y volveremos. ‘a evocar después, ya el mismo relato ereador esti transido de motives aliancistas; y el esquema de Gn 2-3 (don-techazo- ‘muerte-promesa) es un esquema sacado de la particular expe- riencia histérica de Israel y universalizado para todo lo real ‘Como escribi provocativamente en La humanidad nueva: «del Dios cristiano se supo a partir de un conflicto laboraby; no de ‘una pregunta dela razin, 4.2. Sus contenidos Esto nos plantea la tarea de averiguar qué actitudes creyentes (esdecir, derivadas de la experiencia primaria del Exodo) estén ‘contenidas en la afirmacign de la ereacién, para esa forma de pensar a la que en otra ocasién caracterieé asi: «cuando ya se ha experimentado que Dios dio a su pueblo una tierra, es cuan- ‘do se comprende que Dios regal6 a los hombres un mundo» La bisqueda y plasmacién de tales actitudes habré de ser nues- ‘ro objetivo primario. Mientras que las consecuencias oe! sig- nificado filosofico de la creacién pueden ser muy importantes (@e echo, en toda la historia del pensamiento humano, solo cl cristanismo afirma la creacién), pero son, a pesar de todo,

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