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Hoy en día hablar de turismo es indudablemente hablar de cultura y por ende de

patrimonio en su concepto más amplio, relacionado con la herencia, éste es un


concepto dinámico que alude a la historia, que se enlaza con la esencia misma
de la cultura y es asumido directamente por los grupos locales. Es la síntesis de
los valores que dan identidad a una sociedad que los reconoce como propios.
Ello implica un proceso de reconocimiento intergeneracional de elementos como
parte del bagaje cultural y su vinculación a un sentimiento de grupo.

……………………… se ha caracterizado siempre por ser un verdadero polo


cultural, no solo por las manifestaciones que ha legado del pasado y su rica
historia (Culto Religioso, Pinturas Rupestres, Vestigios Arqueológicos,
Monumentos Históricos, etc.) sino también por la proyección que actualmente se
sigue dando a todo lo que implique un rasgo identificatorio de su forma de ser y
que manifiesta un fuerte compromiso por la cultura; siendo un segmento turístico
en expansión, convirtiéndose en un importante protagonista de la recuperación
urbanística y funcional de muchos lugares y actividades turísticas. Un producto
turístico en el que los consumidores buscan un contacto más directo con el
patrimonio y la cultura.

Desde su origen, el turismo se convirtió en la principal actividad socioeconómica


de los pueblos consolidándose este destino como lugar privilegiado de
intercambios en los que la flexibilidad pueda dar respuesta a la tendencia de la
individualización creciente. Hoy, los nuevos modelos formales del turismo, que
pretenden acomodarse a las nuevas motivaciones turísticas, se basan en la
característica esencial de la desmasificación.

En la actualidad la globalización y la cultura son de gran importancia por las


transformaciones que están sucediendo en el cambio de vida de los seres
humanos, estas transformaciones se aproximan al siglo XXI donde el capitalismo
avanza experimentando una revolución semejante o quizás mayor al Industrial
donde da paso a un nuevo tipo de organización social, de los intercambios, de las
experiencias, de las formas de vida, poder, riquezas que se ha dado a una
sociedad global de la información sustentada por la economía cuya base es el
conocimiento.

Gilberto Giménez, (2002a: 18-19) sostiene que la cultura es "la organización social


de significados interiorizados por los sujetos y grupos sociales, y encarnados en
formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente
estructurados". Esta definición nos permite distinguir, por una parte, entre formas
objetivadas ("bienes culturales", artefactos, "cultura material") y formas
subjetivadas de la cultura (disposiciones, estructuras mentales, esquemas
cognitivos, . . .); pero, por otra parte, nos obliga a considerar las primeras no como
una mera colección o taxonomía de cosas que tendrían sentido en sí mismas y por
sí mismas, sino en relación con la experiencia de los sujetos que se las apropian:
sea para consumirlas, sea para convertirlas en su entorno simbólico inmediato. En
otras otras palabras, no existe cultura sin sujeto, ni sujeto sin cultura.

Desde este enfoque, el Turismo y Patrimonio como una perspectiva cultural……;


plantea al espacio cultural como un lugar de encuentro, lejos de censurar
diferencias étnicas, sino que pretende gestionar la relación de las diversas
comunidades que lo conforman y participen en él, entendiendo así su potencial, en
palabras de Raymond Williams haciendo propio lo residual que se formó en el
pasado, pero todavía está activo dentro de los procesos culturales y emergente en
lo que encontramos nuevos significados, valores, prácticas y relaciones sociales.
Por lo que, la cultura, define aquellos rasgos que diferencian a una sociedad o a
un grupo social de otro, en el área espiritual, material, intelectual, incluyendo las
artes, las letras, su forma de vivir, de socializarse, sus sistemas de valores,
tradiciones y creencias, puede ser tomada esta definición como el punto de partida
para afirmar, que todas aquellas prácticas humanas, que caracterizan un entorno
social o grupal, son parte fundamental en la vida de los seres humanos.

Argumentando a lo que expresa Frederick Barth en cuanto a los límites en las que
se han configurado los grupos étnicos, donde los valores distintivos relacionados
con la identidad étnica son pertinentes sólo para ciertos tipos de actividad, la
organización social basada en éstos estará limitada de modo similar. Por otro lado,
los sistemas poliétnicos complejos implican evidentemente la existencia de
diferencias de valor muy importantes, y de múltiples restricciones en las
combinaciones de status y participación social. Por lo cual, es necesario recuperar
la cultura indigenista ancestral como discurso habitual y hegemónico y oficial de
los organismos políticos, gubernamentales y financieros.

En cuanto a la identidad indígena -o india- convoca múltiples voces y


posicionamientos. El derrotero de esta reflexión se manifiesta cuando retomamos
categorías que, habiendo intentado designar la complejidad que atraviesa a estas
identidades, fueron posteriormente impugnadas por su carácter reduccionista o,
muchas veces, totalitaristas. Así, nociones como las de mestizaje, hibridez o,
incluso, el mismo multiculturalismo, fueron agotando su capacidad heurística
frente al abigarrado entramado constitutivo de estas identidades.

Briones Claudia piensa la identidad en la relación establecida entre la estructura -


las circunstancias no elegidas- y la agencia -procesos de identificación-. En la que,
la identidad cultural puede ser considerada como un factor de atracción para el
desarrollo de las practicas turísticas, dado que hay actores que se ven motivados
por conocer culturas diferentes, están asociados a los modos y estilos de vida que
permiten comprender la heterogeneidad de las desigualdades y las jerarquías en
la que, ellas son el espacio compartido buscando la sustancialidad externa en pos
de interpretar resignificaciones que van surcando las identidades de las
comunidades indígenas (Alejandro Grimson)

En este sentido, encontramos cuatro nociones, concebidas en espacios, tiempos y


disciplinas diversas, que logran abordar este intrincado pensamiento sin tropezar,
otra vez, con la piedra de los esencialismos identitarios ni entender la identidad en
términos de la pura agencia. Se trata de la noción de “ch’ixi”, de Silvia Rivera
Cusicanqui; la de “heterogeneidad no dialéctica”, de Antonio Cornejo Polar; el
concepto de “sustituto” de Hommi Bhabha; y el de “fricción”, de la ya mencionada
Claudia Briones. El denominador común de estas cuatro propuestas teóricas
consiste en la conformación de imágenes que logran “pensar la coexistencia de
elementos heterogéneos que no aspiran a la fusión y que tampoco producen un
término nuevo, superador o englobante” (Rivera Cusicanqui, 2010:7).

“Concretamente las formas de construir lo indígena han variado por épocas y


contextos sociopolíticos, en lo que hace ver a esta diferencia, marca como posible
o no de ser disuelta ya por misgenación, ya por homogenización cultural. Una
progresiva y general tendencia hacia la desaracialización de lo indígena, no ha
impedido empero que marcaciones hoy preponderantemente etnicizada den
cabida a componentes selectivamente racializados” (Briones, 129). En términos de
los procesos de producción cultural, entonces pareciera que para poder explicar
una dinámica que lleva a construir, de construir y reconstruir diferencias hay que
prestar especial atención en la capacidad reflexiva de la cultura, capacidad que no
se agota simplemente en la posibilidad de tematizar y escenificar a través de las
marcas de las diferencias entre propios y ajenos, sino que fundamentalmente
implica hacer de la cultura una construcción social.

En términos generales no podemos reducir el concepto turismo y patrimonio como


perspectiva cultural en Sumampa dado que esta interacción no se vislumbra como
un camino de fácil acceso, sino como una cuestión a reflexionar, ante los efectos
positivos y negativos que se generan de esa interrelación.

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